El Capital y la Revolución Urbana

May 23, 2017 | Autor: Greig Charnock | Categoría: Marxism, David Harvey, Henri Lefebvre, Neil Smith
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Descripción

El Capital y la Revolución Urbana A favor de la crítica de la economía política y en contra de la superación espacial Greig Charnock1 En Febrero de 1972, Lefebvre publicó La pensée marxiste et la ville (El pensamiento marxista y la ciudad). Este libro buscó en los escritos de Marx y Engels algunas claves que nos ayudaran a afrontar el fenómeno de la urbanización de la sociedad a escala planetaria. En las últimas páginas, Lefebvre escribió: El capitalismo se ha sustentado a sí mismo, expandiéndose por todo el espacio […] a la vez que las fuerzas productivas crecían (y a pesar de las ‘limitaciones’ de las relaciones de producción capitalistas), estimuladas por dos guerras mundiales, consiguiendo semejante poder para producir espacio. A escala planetaria, el espacio no es solo descubierto y ocupado; es transformado, a tal escala que la ‘materia prima’, ‘la naturaleza’, se ven amenazadas por esta dominación, que no es apropiación. La urbanización generalizada es un aspecto de esta extensión colosal. Y si el espacio es producido, no existirían entonces también contradicciones asociadas a tal espacio, o, más concretamente, conflictos inminentes en su producción, nuevas contradicciones? Si la respuesta es afirmativa, entonces, el pensamiento de Marx retiene su significado y asume un mayor alcance. Si no, debemos abandonar a Marx y el Marxismo. (Lefebvre, 2016a: 148) ‘La urbanización generalizada’ es, para Lefebvre, un proceso histórico determinado por el desarrollo de la industria capitalista que, ya por los años sesenta, amenazó con superar o trascender (dépasser/Aufhebung/sublate) ese desarrollo, necesitando una extensión radical, expansión y reformulación de la crítica de la economía política Marxista. Políticamente, por supuesto, esto era y sigue siendo relevante ya que dicha sociedad contiene ‘las principales contradicciones que generan situaciones revolucionarias que ya no más coinciden con aquellas pronosticadas por Marx, en especial, cuando consideramos que no pueden ser resueltas por el crecimiento organizado (planificado) de las fuerzas productivas’ (ibid: 151). El trabajo de Lefebvre sobre los procesos urbanísticos y su crítica del espació como tal insistieron en la obsolescencia de la crítica Marxista. Marx, él argumenta, no pudo predecir la sociedad que iba a 1

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Abridged paper prepared for the 1 Simposio Internacional de Estudios en la Critica de la Economía Política, ‘A 150 anos de la edición de El Capital’, Buenos Aires, Argentina, 14-17 March 2017. Please do not cite. Comments to the author are very welcome: [email protected].

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emerger a mediados del siglo veinte, y no pudo haber comprendido el grado en el que la producción del espacio urbano iba a convertirse en el motor primario del cambio histórico y de las contradicciones sociales y el factor clave, por lo tanto, para poder imaginarse un futuro para la humanidad más allá del capitalismo (véase Lefebvre, 2003). Aun reconociendo la enorme influencia que Lefebvre ha tenido sobre la ´teoría crítica urbana’ (véase, por ejemplo, Brenner, 2016), y en ocasión del ciento-cincuenta cumpleaños de la primera publicación de El Capital de Marx, este artículo reconsidera la veracidad de la tesis de Lefebvre desde una perspectiva materialista, así como la relación hoy en día entre capital, urbanismo y crítica. Arguyo que Lefebvre estaba equivocado a la hora de entender la producción del espacio como resultado del metabolismo socio-ecológico en el capitalismo. Explicaré cómo el materialismo histórico-geográfico de Neil Smith y David Harvey sirven en cierto grado para corregir eficazmente la crítica de la ‘re-espacialización’ de Lefebvre. Sin embargo, también reconozco los problemas de su (enormemente influyente) trabajo que compromete su estatus como crítica. Por lo tanto, expongo las bases para una crítica revitalizada de la ‘urbanización generalizada’ desde el trabajo del Centro para la Investigación como Crítica Práctica, Argentina (e.g. Iñigo Carrera, 2007; 2013; Starosta, 2016), que está ‘socially grounded’ a una explicación histórica de las formas de mediación social reificadas/cosificadas en la sociedad capitalista. El artículo concluye con algunas notas provisionales sobre la importancia analítica y política de ver la ‘urbanización planetaria’ como el resultado/corolario del desarrollo capitalista y la fragmentación de la subjetividad productiva de la clase trabajadora mundial. La maniobra espacial de Lefebvre La maniobra de Lefebvre en sus escritos de 1968-74 es que la ‘urbanización’ ha suprimido la ‘industrialización’ – un proceso histórico que Marx no podría haber previsto desde la época de ‘capitalismo competitivo’ que vivió (Lefebvre, 1976: 10). Lefebvre buscaba explicar cómo el capitalismo produce su propio espacio abstracto – materialmente así como en términos ideológicos/representativos – y, de tal forma, crea las condiciones idóneas para la reproducción de las relaciones de producción en base a sus propias necesidades y no simplemente para alimentar y respaldar la producción de plusvalía en las fábricas. El tiempo ha sido ‘reducido’ a los límites espaciales – circunscrito y eliminado dentro del espacio abstracto de la forma urbana. El proceso de mediación que re-produce las relaciones de producción de una forma contradictoria, de acuerdo a Lefebvre, es por lo tanto aquella de la urbanización - la producción del espacio (urbano).

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‘Esto es, por lo tanto, lo nuevo y paradójico´, explica Lefebvre (1976: 17): ‘la dialéctica no está sujeta a la temporalidad … Reconocer el espacio, reconocer lo que “toma lugar” ahí y para qué es usado, es continuar con la dialéctica; el análisis revelará las contradicciones del espacio’. Praxis y producción son todavía fundamentales para el análisis de Lefebvre, y es necesario enfatizar que la lucha de clases y la estrategia de la clase burguesa (dirigidas a través de la homogenización, y el poder ´terrorista´ del estado) tienen todavía importancia en su descripción de la modelo de existencia urbano como uno en ‘crisis permanente’ (Lefebvre, 2003; 2008). Según Lefebvre, deberíamos ver el espacio en términos contradictorios – diferencia siendo un constituyente necesario de la urbanización, a pesar de la fuerza de homogenizar el ‘espacio abstracto’ en lo concreto. Lefebvre señala la ‘existencia de irreducibles, contradicciones y objeciones que intervienen e impiden cerrar el circuito [de la vida contidiana], que divide la estructura’ (Lefebvre, 2000: 75). Desde su punto de vista, entonces, existe cierto residuo de subjetividad humana y estilo que el capital ha sido incapaz de subyugar, invertir o controlar, y es esta percepción clave para entender las contradicciones inherentes a la producción de espacio abstracto. La ahora famosa declaración de Lefebvre sobre ‘el derecho a la ciudad’ era, por lo tanto, un legado a los sujetos urbanos que habían sido congregados bajo el proceso de centralización y homogeneizador urbano pero sometidos a un circuito programado y mimético de la vida diaria en lo que él denomina ‘sociedad burocrática de consumo controlado’. La clase obrera sigue siendo el sujeto revolucionario para Lefebvre – y no exclusivamente por ser la fuente de la fuerza de trabajo o por su relación al desarrollo de las fuerzas productivas en la industria, pero porque ‘junta los intereses … de toda la sociedad y antes de nada de aquellos que habitan’ (Lefebvre, 1996: 158). Así, y en última instancia, Lefebvre rechaza que la producción del espacio sea determinada por ninguna otra cosa más que la autogestión generalizada de todos los ciudadanos urbanitas en base al reconocimiento mutuo de sus diferencias y particularidades (Lefebvre, 1970; 2009: capitulo 5). Lefebvre sugiere que la labor crítica de la crítica dialéctica debe necesariamente tener como objetivo el espacio: ‘El espacio (social) es un producto (social)’, afirma Lefebvre (1991: 26); y ‘hay una política del espacio porque el espacio es político’ (Lefebvre, 2009: 174). Como la crítica de un Marxista Abierto (Open Marxist) corrobora, ‘Lefebvre intenta desarrollar un método que es capaz de aprehender el espacio social como tal, en su génesis y forma, con su especifica temporalidad o tiempos (el ritmo de la vida cotidiana), y sus centros particulares y, a lo que Lefebvre llama, policentrismo (el ágora, el templo, estadio, etc)’ (Kerr, 1994: 25). Esta lectura de Lefebvre sobre su identificación del contenido social de las formas espaciales como la clave para ´lo posible’, y en tanto

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en cuanto encuentra la crítica Marxista de la economía política una necesidad pero, ahora, también insuficiente y desencaminada, tiene profundas implicaciones para la crítica y política emancipadora. Los límites a Lefebvre El difunto geógrafo Marxista Neil Smith, cuyo trabajo considero en mayor detalle más adelante en el artículo, confesó una admiración por Lefebvre pero también una arraigada reserva sobre su versión de la ‘teoria social respacializada’ (Smith, 1998: 51). 2 En resumen, Smith acusa a Lefebvre de trabajar sobre una bifurcación entre espacio y naturaleza. Esto es importante para Smith, ya que él toma el metabolismo socio-ecológico – o la producción de la naturaleza – como la esencia de la reproducción social. En la lectura de Smith (ibid: 59), Lefebvre ‘deja la naturaleza ampliamente inamovible’, tanto como otras de sus influencias, e.g. Heidegger, hicieron, de tal forma que ‘la naturaleza es reducida a un substrato’ (ibid: 60). El espacio toma prioridad sobre una naturaleza externa, y bajo la visión un tanto bucólica y romántica de Lefebvre se pierde en el tiempo, a la vez que la producción de espacio abstracto prosigue con mayor intensidad y extensión. Para Smith, al contrario, ‘la producción de espacio es integral a la producción de la naturaleza y modificada dentro de la misma. Es el corolario a la producción de la naturaleza en vez de al revés’ (ibid: 61). Irónicamente, por lo tanto, el trato de Lefebvre con respecto a la naturaleza reproduce todos los sellos distintivos de los mismos fetichismos que penetran las ciencias sociales y ambientales tradicionales, en tanto en cuanto él es aparentemente incapaz de entender la producción de una ´naturaleza secundaria´ (ver más abajo) en el capitalismo (y más allá), en la medida en que ‘la permanente historia de intervención física … ha socializado – de forma más hermosa o grotesca – aquello que pueda ser aprehendido’ (ibid: 62). Smith duda sobre la necesidad de una teoría social respacializada en primer lugar: ‘Por qué, expresándolo de manera más simple, es la política ahora una cuestión de espacio?’ (ibid: 52). En la lectura de Smith, Lefebvre avanza una formidable crítica ‘anti-filosófica’ del pensamiento tradicional filosófico-epistémico y su fetichismo del espacio, pero solo para luego más tarde él mismo afirmar dogmáticamente que el espacio debería ser tomado como el punto de partida ontológico de la teoría crítica del desarrollo social. ‘Lefebvre se inclina hacia “el fin de la historia” de Hegel y toma posición ahí, en el “espacio” como el producto y residuo del tiempo histórico”. ‘La historia’ como 2

Smith confessed that he remained ‘convinced by the brilliance of his proposal of “the production of space”’ (Smith, 1998: 56), and later maintains in his Foreword to The Urban Revolution that ‘Lefebvre was seeing things at the end of the 1960s that many of us, often with his help, came to see clearly only in more recent years and now are still recovering’ (Smith, 2003: viii).

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Marx, Bergson, Husserl o Lukács la conocieron desaparece en la teoría de Lefebvre, para ser reemplazada por una teoría sorprendentemente teleológica de la ´historia espacial’ (véase Lefebvre, 1991) donde ‘la historia de la sociedad es de hecho la historia de la lucha de clases, … pero sólo una lucha de clases por el espacio’ (Smith, 1998: 57). Las dudas de Smith al respecto son similares a las de Derek Kerr. Este último supone que el trabajo de Lefebvre sobre ‘la lucha de clases y la historia son reducidas al tiempo abstracto y existen dentro del recipiente del espacio abstracto, mientras que el espacio tiene unas contradicciones propias que luego puede externamente “envolver contradicciones históricas”’ (Kerr, 1994: 32). Pero a raíz de una separación de las contradicciones del espacio de aquellas dentro del espacio y reducir la lucha de clases y la historia a esta última, no queda claro qué constituye realmente las contradicciones del espacio’. En contra de Lefebvre, Derek argumenta que ‘si las relaciones sociales son inherentemente espaciales y temporales no puede haber ninguna separación (del/dentro) o dualismo’ (ibid). Es más, ‘desplazar el tiempo por el espacio simplemente oscurece la naturaleza dinámica y contradictoria de la relación capitalista y las formas en las que ésta se expresa de forma desigual en el espacio a través de “la producción del espacio a su misma imagen”’ (ibid: 34). Para Kerr, entonces: La historia del capitalismo es, por lo tanto, ninguna otra que la lucha por y a través del espacio mientras que el capital intenta transformar la totalidad del espacio social existente en una máquina por la producción y expansión cuantitativa de plusvalía en términos de la métrica del tiempo de trabajo socialmente necesario. (ibid: 32) Finalmente, Smith implora al trabajo de Lefebvre preguntas políticamente más prácticas para poder darnos alguna intuición de cómo podría ser una política espacial alternativa. Además de proponer que cualquier proyecto emancipador viable tendría que estar fundamentado en una dialéctica de la naturaleza más convincente que aquella con la que Lefebvre opera, Smith también subraya la ineptitud del ‘reproduccionismo’ de Lefebvre – esto es, la insistencia de que cualquier crisis que pueda confrontar al sistema capitalista y traiga una política urbanística diferente se convirtiera en una crisis de la reproducción de las relaciones sociales de producción dentro y a través del espacio, en vez de una crisis de la necesidad del capital para revalorizarse en base a la explotación del trabajo vivo y su metabolismo en relación a la naturaleza. En última instancia, e incluso si uno acepta una postura reproduccionista como la de Lefebvre, no está claro como el espacio per se – en vez de la naturaleza socio-ecológica contradictoria del tiempo humano empleado en reproducir los medios para su propia reproducción, independientemente de cómo sea mediado – determinará una política de cambio substantiva. Como Smith (2008: 125) explica, ‘donde Lefebvre termina en sus

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conclusiones políticas a raíz de su análisis, … el espacio parece desaparecer completamente … no aparece en ningún lugar. El dualismo entre espacio y sociedad continua’. Materialismo histórico-geográfico y sus propios límites Con Los Límites al Capital y Desarrollo Desigual, respectivamente, David Harvey (1982) y Neil Smith (1984) ambos vislumbraron objetivos similares en tanto en cuanto cada uno buscó cuestionar las nociones básicas sobre el espacio del pensamiento tradicional occidental – aquel que sitúa ‘el espacio como campo, contendedor, o un simple vacío’ (ibid: 92) – y avanzar al contrario una concepción Marxista sistemática que explicara cómo el capital crea el espacio a su propia imagen. Su trabajo, denominado ampliamente como ‘materialismo histórico-geográfico’ (Kirsch, 2009), sostiene que el espacio geográfico en sí mismo se convierte en un momento activo en la producción y reproducción de un panorama que encarna las marcas de la alienación, explotación, contradicción, y por lo tanto política, y que la producción del espacio es por lo tanto el corolario del metabolismo socio-ecológico y los procesos de acumulación de capital esencialmente globales. El hecho de que esta premisa central marque una ruptura con la crítica de Lefebvre del espacio como tal no ha sido reconocido por la teoría urbanística crítica (véase Charnock, 2014). La contribución de Smith y sus límites En Desarrollo Desigual, Smith también argumentó que el espacio es en sí mismo un producto social, y, más aún, que se ha convertido en un momento activo en la producción y reproducción de un paisaje socio-ecológico global históricamente específico, i.e. capitalista. Para Smith, un paso esencialmente preliminar en la apreciación de cómo el capital produce espacio en múltiples escalas inter-relacionales es examinar la producción de la naturaleza en el capitalismo, como ha sido explicado anteriormente. El trabajo de Smith nos alerta de la unidad entre naturaleza y sociedad y de cómo ‘las escalas espaciales del capitalismo’ son re-producidas – con toda su desigualdad geográfica y geopolítica – como resultado de la forma histórico específica (i.e. capitalista) de mediación del metabolismo socio-ecológico a escala mundial. La lógica argumental de Smith es inequívoca: ‘Al menos que el espacio sea teorizado como una realidad separada de la naturaleza, la producción del espacio es un corolario lógico a la producción de la naturaleza’ (Smith, 1984: 92). El Desarrollo Desigual de Smith argumenta que el espacio de segunda naturaleza producido en el capitalismo emerge de una

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incesante ‘dialéctica por la igualación y diferenciación´ del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas. Mientras el capital expande su rango de alcance por todo el mundo, el paisaje socioecológico se ve incorporado dentro del proceso capitalista de mercantilización de todo, aunque comprenda una infinidad de espacios/lugares particulares – en diferentes escalas espaciales – cuales su pasado, presente y futuro desarrollo relativos están condicionados por los niveles específicos de concentración y centralización del capital, la aglomeración y socialización de la fuerza de trabajo, y los diferentes niveles de resistencia a los ritmos perpetuos de acumulación y las fluctuaciones geográficas en la ubicación de inversiones que periódicamente amenazan la devaluación del capital fijo geográficamente concentrado y las relativamente inmóviles clases trabajadoras que incorporan atributos productivos y de coste particulares. Como Smith explica, el impulso hacia la universalidad en el capitalismo solamente trae una ecualización de los niveles y condiciones de desarrollo. El capital produce distintas escales espaciales – espacios absolutos – dentro de donde el impulso hacia la ecualización se concentra. Pero solo puede hacer esto a través de una diferenciación acentuada y la continua re-diferenciación del espacio relativo dentro y entre escalas. Las escalas en sí mismas no son fijas sino que se desarrollan growing pangs and all dentro del desarrollo del mismo capitalismo. No son impermeables; la escala urbana y nacional son productos del capital mundial y continúan siendo moldeados por él. Pero la necesidad de escalas discretas y su diferenciación interna está fijada. (ibid: 196) El ‘desarrollo desigual [uneven]’, concluye Smith, ‘es el producto y premisa geográfica del desarrollo capitalista’. A pesar de lo innovador que fue este argumento en su momento, existen limitaciones a la teoría de desarrollo desigual de Smith. Primero, y crucialmente, Smith trabaja con una aproximación metodológica un tanto discutible, ya que refuerza la brecha entre teoría e historia (irónicamente, teniendo en cuenta la atención que presta a la unidad entre sociedad y naturaleza). Para Smith, así como en la literatura materialista histórico-geográfica en general, teorizar se limita a producir una construcción metal, o un ‘campo cognitivo’ (Harvey, 1989: 2),3 que identifica las tendencias generales en abstracción lógica (e.g. ‘la dialéctica de la ecualización y diferenciación’), solo con el objetivo de aplicar extrínsecamente dicho mapa o construcción mental a una realidad concreta 3

Therefore, Castree’s (2006: 260) encapsulation of Harvey’s theoretical contribution applies as much to Smith, insofar as ‘he acknowledges that while [theory] is indubitably about the world it is not, by definition, coterminous with it. The distinctiveness and value of theory is that it abstracts from reality in order to reveal key aspects of it. What this means is that while critique can be compelling at the theoretical level, it is found wanting when put to the test of conjunctural specifics’.

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autónoma para intentar generar un sentido empírico de la misma. En la medida en que Smith en particular concibe la unidad del mercado mundial y las diversas formas en las que se aparecen, entonces, no es más que el resultado contingente de la manera indeterminada en que las tendencias por la ecualización y diferenciación se desenvuelven históricamente y concretamente (véase, por ejemplo, Smith, 2006: 189-90). Su trabajo por lo tanto deja preguntas importantes sin responder con respecto al desarrollo de una perspectiva que pueda concebir de forma adecuada las mediaciones sistemáticas entre las tendencias abstractas del proceso de acumulación de capital y las formas empíricas concretas del mercado mundial – esto es, erra a la hora de ofrecer los medios para asimilar las mediaciones a través de las cuales las tendencias generales (o contenido) son inmanentemente realizadas en las formas concretas de desarrollo histórico.4 La contribución de Harvey y sus límites La contribución principal de Harvey a la crítica de la economía política y su relación al espacio tiene ciertas afinidades con la de su antiguo estudiante y amigo, Smith: a saber, cómo la urbanización ha sido crucial para la organización espacial de la producción y reproducción capitalistas, y cómo los centros urbanos tomaron un rol como ‘momento activo’ en las dinámicas globales de sobreacumulación y devaluación territorial del capital. El argumento ya antiguo de Harvey es similar al de Smith: el capital, impulsado por las ‘fuerzas coercitivas de la competición’, construye su propio paisaje que consiste en infraestructuras físicas pero también sociales apropiadas, por un tiempo por lo menos, para su impulso acumulador – y con todas las implicaciones que eso contrae en la organización espacial de la división internacional del trabajo, para el desarrollo geográfico desigual, y en la formación de crisis (Harvey, 1982: capitulo 12). De tal forma, y sin embargo, el capital produce un terreno en el que y a través del que todos los trabajadores inmiscuidos en el proceso productivo y en circulación – dentro de o acompañado de movimientos sociales urbanos demandando el derecho a la ciudad o a los comunes urbanos – pueden organizarse y luchar para formar así una barrera al proceso de acumulación del capital.5 Lo que emerge es una 4

So, in Uneven Development Smith relies on orthodox Marxist ideas on the sources of uneven international development and ‘underdevelopment’ (the likes of Amin, Emmanuel, and Mandel), and only re-signifies them in light of his dialectic of equalisation and differentiation (Fitzsimons and Starosta, 2017: 20, fn. 7). For a critique of such ideas, see Juan Iñigo Carrera, ‘End Notes to ‘The general rate of profit and its realisation in the differentiation of industrial capitals’, at https://www.academia.edu/24332230/End_Notes_to_The_general_rate_of_profit_and_its_realisation_in_the _differentiation_of_industrial_capitals_1. 5 Though not without a degree of trepidation, anxiety and contradiction - Harvey’s work on working class politics in Oxford’s automotive industry in the 1980s led him to re-signify Raymond Williams’ notion of ‘militant particularisms’ (Hayter and Harvey, eds, 1993; Harvey, 1995).

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conceptualización diferente a la política del espacio presentada por Lefebvre; orientada, como Harvey, al entendimiento necesario anterior y temporal de la acumulación de capital como determinante en la producción del espacio, de la urbanización, y de la ‘destrucción creativa’ periódica del paisaje físico y las infraestructuras sociales creadas ‘a su propia imagen’ (Harvey, 1985: 162). Es claro también en el trabajo de Harvey – así como en sus numerosas lecciones y entrevistas colgadas en YouTube – que él quiere hacer inmediatamente plano la ‘irracionalidad’ del capitalismo y su ´lógica de crecimiento’ (Harvey, 2010a; 2010b), y así apelar a los sentimientos anti capitalistas como medio para desafiar la trayectoria de desarrollo capitalista y la desenfrenada ‘acumulación por desposesión’ a través de, por ejemplo, re-imaginando ‘la ciudad como fábrica’ y incitando a una rebeldía disruptiva a escala urbana (Harvey, 2012). Harvey está, en resumen, a favor de luchar estratégicamente y conscientemente a favor de la realización de una alternativa representación, ‘más sana’,6 del contexto social urbano – usando el Capital y el trabajo de Marx en general como un recurso cognitivo para delinear las irracionalidades del capitalismo. Lo importante de todo esto es que el proyecto de Harvey de exponer la irracionalidad objetiva del capitalismo presupone la separación entre sujeto y objeto, lo que la propia crítica dialéctica denuncia. La evaluación de Harvey del propio Kerr (1996) respalda dicha perspectiva. En los Límites al Capital, se puede identificar dos dualismos fundamentales e interrelacionados: las dos temáticas parejas entre acumulación y lucha de clases, y entre teoría e historia. Estos comprometen el estatus de la teoría de Harvey como ‘socially grounded theory’ (Starosta, 2016: 3) ya que exhibe cómo construye teoría primero, para luego explicar la forma de leyes (objetivas) asumida por la acumulación de capital (completa con la producción del espacio), solo para luego cambiar a otro ‘punto ventajoso’ para la clase trabajadora y la historia de sus luchas sobre el proceso urbano. Así, ‘no está claro qué constituye la lucha de clases ni de donde ha venido para después ser capaz de “entrar” y “pelear contra los efectos de dichas leyes” (Kerr, 1996).

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As Harvey declares toward the end of his 2010 lecture to the Royal Society for the Encouragement of Arts, Manufactures and Commerce (nearly 3 million views on YouTube), ‘Any sane person should join an anticapitalist movement’ (https://www.youtube.com/watch?v=qOP2V_np2c0 - accessed 1 March 2017).

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El materialismo histórico-geográfico de Smith y Harvey, por lo tanto, se quedan cortos a la hora de proporcionarnos una crítica que resista la separación entre teoría y práctica, y del concepto y la historia. Ambos conciben la dialéctica como una construcción lógica y ejercicio para ‘mapear cognitivamente’, en el que la teoría solo puede aspirar a aproximarse a una realidad externa y así ‘informar’ la acción política. Esto indica una falta de determinación en su teoría crítica urbana. Lo más importante de todo es, en la cognición dialéctica, las ‘categorías teóricas’ no son – así como en las aproximaciones Kantianas dualistas – una forma subjetiva para organizar idealmente un contenido material dado, sino que son más abstractas aunque son determinaciones completamente objetivas de esas mismas formas ‘empíricas’ más concretas (Iñigo Carrera, 2007). ¿Entonces, cómo podríamos empezar a concebir a escala mundial las formas espaciales diferenciadas que toma el capital y las condiciones de la reproducción social y de la clase trabajadora en particular – indistintamente del nivel de ‘urbanización’ en el que las encontremos – y de forma rigurosamente dialéctica? Voy a terminar con unas observaciones. ¿Qué es el contenido del desarrollo capitalista desigual y de la ‘urbanización planetaria’? La base para la diferenciación espacial desigual del capitalismo como totalidad – ya se manifieste en el desarrollo internacional desigual o en la diferenciación de las condiciones de desarrollo dentro de las fronteras nacionales y una variedad de escalas incluida la urbana – debe ser buscada en la transformación histórica global de las formas materiales del proceso de producción capitalista (y no, como Smith haría, en un mapa cognitivo indeterminado de la ecualización y diferenciación concebido abstractamente). Reiterando de nuevo, la producción de plusvalía (global) total social del capital a través de la transformación de la materialidad del proceso de trabajo, y por lo tanto de la subjetividad productiva del trabajador en sí misma, es el contenido general realizado de forma política en las políticas estatales (domésticas e internacionales) y el conflicto de clases, aunque ‘a las espaldas’ de las acciones antagonistas de las personificaciones inmiscuidas (las clases sociales y sus varias organizaciones políticas, las empresas capitalistas, ‘élites políticas’ y/o los ‘dirigentes estatales’). Las transformaciones oscilantes en las geografías de desarrollo capitalista, incluidas las tendencias hacia la urbanización, son los productos del motor del capital social total por incrementar la producción de plusvalía relativa a escala mundial a través del desarrollo de la productividad laboral, que hoy en día se expresa de forma más avanzada en la informatización y robotización a gran escala. Como resultado de sus propias tendencias inmanentes, la forma contemporánea de la División Internacional del Trabajo representa una constelación compleja que es la culminación de la

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evolución de un proceso histórico concreto, donde el capital busca a lo largo del globo las combinaciones más rentables de costes relativos y de capacidades/disciplinas resultado de las historias variadas de los diferentes fragmentos nacionales de la clase trabajadora (a través de su impacto sobre las condiciones generales de reproducción y condensadas en lo que Marx alude como al ‘componente histórico’ en el valor de la fuerza de trabajo) (Charnock y Starosta, 2016). El resto del artículo en ingles7 presenta un análisis sobre la materialidad del proceso a través de cual el capital social total organiza hoy día el metabolismo socio-ecológico en la forma de industria a gran escala, revelando cuatro tendencias divergentes existentes en el desarrollo de los atributos productivos de la clase trabajadora global. En resumen, el producto de todas estas transformaciones materiales en el proceso de trabajo capitalista ha sido una creciente polarización interna del trabajador colectivo global según el tipo de atributos productivos que sus diferentes miembros incorporan. Como expresión concreta de la naturaleza interna del proceso de acumulación del capital, estos procesos sociales han sido globales en contenido y solamente nacionales en forma. Más específicamente, esta creciente diferenciación de los atributos productivos del trabajador colectivo de la industria a gran escala ha ocurrido como base de los procesos emergentes de diferenciación de espacios nacionales y a su vez supra- y sub-nacionales de acumulación en las últimas décadas.8 Esto se refleja en la diferenciación no solo de la actividad económica en diferentes escalas regionales y locales pero también, siendo ésta su base, en la diferenciación de las condiciones de la reproducción de los diferentes órganos de la clase trabajadora global y la fragmentación de su subjetividad productiva como trabajador colectivo (Iñigo Carrera, 2013). El resultado es ‘lo urbano’, como fue reconcepualizado por Brenner (2016): ‘una fuerza inmensa de transformaciones socioespaciales y ecológicas variadas asociadas con la industrialización capitalista, al mismo tiempo en las grandes y densas ciudades, así como a lo largo de los diversos tipos de lugares recónditos industrializados, o “espacios operables”, que han sido construidos para soportar los modelos urbanos de existencia’.

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Pre-circulated to the participants of this symposium. Which is to say that the divergence in the conditions of reproduction of the expanded and degraded organ of the collective labourer is now replicated inside advanced capitalist countries themselves and within the very same regions and cities. See, for example, Charnock, Purcell and Ribera-Fumaz (2016). In general terms, then, Harvey’s (1985b: 123-4) conclusion regarding class structure and residential differentiation in cities still, I would argue, holds true: ‘Residential differentiation is produced, in its broad lineaments at least, by forces emanating from the capitalist production process, and is not to be construed as the product of the autonomously and spontaneously arising preferences of people … [W]e have to see it as an integral mediating influence in the processes whereby class relationships and social differentiations are produced and sustained’. 8

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