El camino hacia la muerte en Hablar Solos, de Andrés Neuman

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Descripción

Universidad Rafael Landívar Facultad de Humanidades Maestría en Literatura Hispanoamericana Seminario de Teoría literaria Dra. Marcia Vázquez de Schwank Lucía León 2471714

El camino hacia la muerte en Hablar Solos

Hablar solos (2012) es la quinta novela escrita por el argentino Andrés Neuman. La historia gira en torno a un padre enfermo terminal que inicia un viaje con su hijo para fabricarle un último recuerdo. La madre, mientras tanto, se queda en casa pero en vez de permanecer en una espera pasiva, inicia una aventura paralela a la que su esposo e hijo están viviendo en la carretera. En este comentario me propongo analizar el fondo de la obra, que consta de tres sectores específicos: el fondo objetivo, el fondo subjetivo y el fondo estético de Hablar Solos. Para ello me basaré en la teoría propuesta por Bernard Gicquel en El Comentario de Textos y la Disertación (1982). El fondo estético descansa sobre las voces de Elena, Mario y Lito, se intercalan entre sí y muestran los contrastes de un mismo hecho. Ignacio Gómez-Cornejo considera que sus intervenciones en la novela constituyen una exploración en las tres formas del habla: la escrita, la oral y la mental. Elena protagoniza la historia. Es una lectora voraz cuya

inteligencia se percibe en el brutal diario que documenta sus facetas más oscuras y sus debilidades. Mario graba una despedida y Lito divierte al lector con monólogos interiores.1 El fondo objetivo se sitúa en los niveles del mundo exterior, el interior y el superior. El mundo exterior corresponde a los elementos sensibles de la percepción cotidiana y a las circunstancias que colocan a los personajes en escena, enfrentándose con la naturaleza, sus semejantes o con la sociedad. En el caso de la novela Hablar Solos, este ámbito se percibe en el viaje que emprenden Lito y Mario a bordo de un camión bautizado como Pedro y que recorre ciudades inventadas por el autor. La travesía es el hilo conductor de la historia, que se desarrolla a partir del viaje en carretera, las paradas para descansar y la convivencia en la cabina del camión: Cruzamos Sierra Juárez. Papá no encuentra la radio que le gusta. Así que me deja elegir la música. Estoy contento y la temperatura sube… Papá mira el mapa todo el tiempo. ¿Vas bien?, pregunta. Genial, contesto. Ya tendríamos que estar en Fuentevaca, dice él. Pedro está cansado y va más lento, me río. A papá no le hace gracia. Sus chistes son peores. Enciendo el teléfono para jugar un rato. Elijo el golf. Todavía no entiendo bien las reglas. Pero cada vez hago más puntos. Lito, dice papá, esta noche mejor dormimos en un hostal, ¿sabes?2

Elena permanece en la ciudad, pues sus vivencias transcurren en casa, en el consultorio y en la habitación del médico que atiende a Mario y, de último, en el hospital donde cuidará a su esposo antes de que este muera. Es en estos espacios en los que el lector descubre el mundo interior de Elena, ya que sus monólogos revelan la intimidad psicológica de un personaje que está en un momento de impasse como la cuidadora de un enfermo terminal:

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Ignacio Gómez-Cornejo, Andrés Neuman, Hablar Solos (2012) 45

Hay esperas que son como una muerte lenta. Me asfixia estar esperando una muerte para reanudar mi vida, sabiendo de sobra que, cuando suceda, voy a ser incapaz de reanudarla.3

Como se puede apreciar en la cita anterior, Elena está a punto de enviudar. Sus tonalidades afectivas son deprimentes al expresar angustia, incertidumbre, irritación y desaliento frente a las circunstancias: Acaban de salir. Espero que mi hijo vuelva contento. Mi marido ya sé que no va a volver. Era ahora o nunca, cierto. Pero a Mario le cuesta (a los hombres les cuesta en general) admitir que a veces toca nunca. Sin pensar siquiera en el riesgo de accidentes, que de sólo nombrarlo me aterra, ¿y si él empeora? ¿Y si no puede continuar? ¿Qué haría entonces Lito? Eso Mario se niega a contemplarlo. Parece convencido de que su voluntad puede más que sus fuerzas. Como de costumbre, yo cedí. No por generosidad: por culpa. Lo absurdo es que ahora me arrepiento igual.4

La tonalidad afectiva de Mario, al igual que la de Elena, se caracteriza por ser deprimente. Mientras camina resignado hacia el patíbulo, le invade la melancolía cuando piensa en lo que sucederá con su hijo cuando pierda la figura paterna. Antes de morir, necesita viajar con su hijo al menos una vez en la vida, tal y como su padre había hecho con él. En las siguientes citas se pueden percibir estas características: Y al mismo tiempo tengo la duda, ¿entiendes?, te juro que daría la vida por, qué ironía, daría cualquier cosa por saber qué va a pasar con esta mentira, qué vas a pensar de mí cuando te enteres, ahí tendrás fotos mías, espero, y de vez en cuando las mirarás un poco, ¿no?, yo en cambio no tengo manera de verte, o sea, ¿serás un buen tipo?, ¿un canalla?, o serás bueno a ratos y bastante hijo de puta, como todos nosotros?, y mira que trato, ¿eh?, trato de adivinar si vas a parecerte a mí…5 3

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Ayer no me sentía muy bien, traté de dormir un rato, después vino mamá, he pasado mala noche, bah, hemos, últimamente pienso mucho en cuando nos conocimos, me impresiona imaginar que pudimos tener otra vida diferente, una vida sin el otro…6

Lito es el punto intermedio entre las tonalidades afectivas de sus padres. Sus narraciones están marcadas por el asombro de una mirada tierna y lúdica que analiza todo lo que descubre desde la ventana del copiloto. Este viaje es la excusa para que después de varios kilómetros, paisajes y hostales de carretera, la relación entre ambos se fortalezca y quede marcada para siempre: Papá vuelve. Se acerca. Me levanta la cara con las dos manos. Y me propone quedarnos a tomar una copa. ¡Una copa! ¡Papá y yo! ¡En un bar! ¡De noche! No lo puedo creer. Esto sí que es lo máximo. Me levanto de la silla. Me limpio el sirope con una manga. Me pongo bien derecho y nos vamos los juntos a la barra. Papá se pide un whisky. Yo me pido una fanta, con mucho, mucho hielo.7 Aunque si bien es cierto que los monólogos transmiten la alegría e inocencia de la infancia, Lito también es capaz de intuir que hay algo extraño alrededor pero no logra descifrar el secreto que sus padres podrían estar escondiendo: Al principio pienso que a lo mejor papá me ha dejado ganar. Eso siempre me da rabia. Esta vez es diferente. Porque sí ha corrido y está todo agitado. Es verdad que el año pasado papá tuvo el virus ese. Y todavía no está como antes. Él dice que sí. Yo sé que no. Pero ahora tiene menos barriga. Así que debería ser más rápido que cuando estaba gordo. No sé. Ganarle, le he ganado. Este verano está siendo increíble.8

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La tríada de personajes narradores están inmersos en un mundo superior compuesto por las realidades que sobrepasan sus capacidades de control. Hablar solos es una historia del acecho de la enfermedad, la imposibilidad de huir de la muerte y la dura experiencia de los cuidadores que acompañan al enfermo en el lecho de muerte. Frente a la fatalidad, surge la ilusión de escapar mediante un viaje en carretera. Por su parte, el idilio que Elena sostiene con Ezequiel es un recurso para sentirse viva y diluir por unos momentos la sombra de la enfermedad: Acabo de despedir a Ezequiel desde la puerta de casa, nuestra casa, como si fuese la cosa más natural del mundo, como si no tuviéramos vecinos, después de hablar con él, discutir con él, revolcarme dos veces con él, en nuestra cama de matrimonio. Diría que me doy asco. Pero, para decir algo así, haría falta tener un poco de dignidad.9

En el fondo subjetivo de la novela se percibe un nivel afectivo en el que se alternan los estados de euforia e ilusión de Lito debido a las impresiones gratas del viaje, con la resignación de Mario frente a una enfermedad terminal que está acabando poco a poco con sus fuerzas. Tampoco pueden quedar fuera las duras reflexiones de Elena y la fuerte carga de culpabilidad volcada en su diario personal: Cuanto más veo a Ezequiel, más culpable me siento. Y cuanta más culpa siento, más me repito que yo también merezco alguna satisfacción. Que, desde tiempos remotos, los más respetables padres de familia han disfrutado de sus amantes, mientras las imbéciles de sus esposas cumplían con la obligación de serles fieles. Y más me empujo a mí misma a evadirme con Ezequiel. Aunque sepa que al final no me evado de nada.10

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En Hablar solos se distinguen planos abiertos que corresponden a la carretera. Los espacios amplios están reservados para la aventura masculina y conforman el escenario en el que Lito emprende una aventura veraniega a bordo de un camión junto a su padre. Por ejemplo, cuando están llegando a Salto Grande para hacer la entrega, Lito recibe una llamada de su mamá pero él le presta más atención a la manera en la que Mario acelera para rebasar a un Volkswagen hasta que se hace pequeño en el espejo y desaparece. A la vez, la cabina del camión es un plano cerrado en el que, al igual que en las habitaciones de los hoteles y los comedores, padre e hijo estrechan su relación. El mar es un plano abierto relacionado con las despedidas. Mario y Lito realizan una última parada para que el niño pueda nadar mientras el padre lo observa con cierta nostalgia y nerviosismo desde la playa. La travesía está a punto de terminar y este será un momento triste pero, a la vez, reconfortante, pues habían logrado completar el viaje. Semanas después, Elena llega a la costa para esparcir las cenizas de Mario. Los planos cerrados más significativos en Hablar solos son los que están reservados para Elena. Ella queda a cargo del cuidado del hogar pero transforma la espera en una exploración de las posibilidades de su propio cuerpo a partir de la relación que sostiene con Ezequiel. Ambos entablan una relación sadomasoquista en la que el placer del daño provoca una resurrección en Elena. Se causan daño mutuamente para asegurarse de que siguen ahí: Esta noche, lo único que he sentido es un placer bestial, imperdonable. El poder de Ezequiel no se entiende al contemplarlo sin ropa. Hay que conocerlo en movimiento. Gesticulando, acercándose, asaltando. Su físico refuta el platonismo. Lo irresistible es su convicción. Que me empuja a ignorar mis propios defectos. Eso es lo fundamental en la cama con un hombre. No lo que yo vea en su

cuerpo: lo que él logre que yo vea en el mío. Con Ezequiel me adoro. Y me concentro en los actos.11

Otro plano cerrado importante en el que Elena se desenvuelve es el hospital, donde ella ejecuta el rol de cuidadora al lado de su marido. Es en esta parte de la novela donde se percibe con más notoriedad el conflicto, el desgarramiento emocional y el desamparo que esta experiencia conlleva: Me cuesta salir de ahí. Dentro del hospital mantengo mi misión. Mi misión me mantiene. La vida se vuelve más difícil afuera. No sé si existirá algún nombre para ese secuestro. ¿Síndrome de Fleming? Cuando no cuido a nadie, nadie me cuida… No hay nadie en mí. La que llora, la que come, la que duerme una siesta, la que va al baño es otra.12

El hospital está reservado únicamente a los adultos, ya que también es un lugar donde Mario padece la última etapa de la enfermedad y experimenta una resignación agónica. Este personaje también aprovecha para hablar solo frente a una grabadora con el propósito de dejarle un legado auditivo a Lito. A manera de despedida, el padre se dirige a un interlocutor ubicado en el futuro y con quien comparte algunas intimidades sobre el viaje que emprendieron durante el verano para fabricar el recuerdo: “Lito, yo quiero que nos recuerdes así, viajando juntos, ahora los recuerdos, hasta los más tontos, desprenden una luz, como esas pantallitas que a ti tanto…”13

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Conclusiones Hablar solos es un libro emotivo que está compuesto a partir de las confesiones de los integrantes de una familia que está a punto de desintegrarse. Las voces de Elena, Mario y Lito se intercalan para referirse al viaje y la enfermedad desde su propia perspectiva y con ello aportan las piezas de un conjunto que solamente puede ser percibido en su totalidad por el lector. El acecho de la muerte y la cuenta regresiva tanto para el enfermo, como para quien lo cuida, son los elementos que los personajes no pueden cambiar en el mundo superior de la novela. Lo que sí pueden hacer es tratar de modificar el mundo exterior a partir del viaje que emprenden Lito y Mario hacia una carretera que los llevará al mar para luego regresar a casa en medio de una tormenta. Elena no se queda en casa jugando un rol pasivo, sino que acepta una situación límite al tener una aventura amorosa con el doctor de su esposo para tratar de sentirse viva.

Bibliografía Gómez-Cornejo, I. (5 de 10 de 2012). Periodista digital. Obtenido de Andrés Neuman: "El duelo es una enfermedad de la memoria": http://www.periodistadigital.com/ocio-ycultura/libros/2012/10/09/andres-neuman-alfaguara-culturamas-hablar-solos-duelomemoria.shtml Neuman, A. (2012). Hablar Solos. México: Alfaguara.

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