El camino del ágora. Filosofía política de Protágoras de Abdera

June 28, 2017 | Autor: José Solana Dueso | Categoría: Ancient Philosophy
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Descripción

EL CAMINO DEL ÁGORA Filosofía política de Protágoras de Abdera Prólogo: los motivos platónicos contra Protágoras 1. Kairós: el marco de la filosofía práctica 2.1. El kairós en la tradición relativista presocrática 2.2 Kairós y tiempo en la filosofía protagórica 2. La filodoxia protagórica. 3. El sabio protagórico. 4. Los peligros del método. 5.1 Una visita antes del amanecer 5.2 Enseñanza de puertas abiertas 5.3 La estrategia de la persuasión 5.4 Elogio del esfuerzo 5. Enseñar la virtud política

6.1 Los dones de Prometeo y Zeus 6.2 Pudor y justicia: el fundamento universal de la moral 6. La ofensiva platónica 7.1 ¿A quién entregas tu alma? 7.2 La innovación platónica: la virtud ciencia 7. Crítica a la religión 8. Epílogo: Hacer fuerte el argumento débil. Bibliografía Indices

Prólogo Los motivos de Platón contra Protágoras Si analizamos la tradición presocrática, hay un rasgo persistentemente presente, la diafonía, en dos sentidos distintos. En primer lugar, los diversos filósofos ofrecen diversas explicaciones del mundo frecuentemente incompatibles entre sí. En segundo lugar, estas diferentes propuestas vienen acompañadas de argumentos de los cuales, unos, tratan de justificar dichas propuestas y, otros, se proponen poner en evidencia las debilidades de las teorías rivales. Es éste un rasgo que define la tradición filosófica frente a la poética. La crítica es consustancial al propio discurso filosófico. En buena lógica, la historiografía filosófica, que pretende seguir los patrones de sus pioneros, debería andar el mismo camino. Nada tiene de extraño que este mismo ejercicio crítico lo contemplemos en la obra de Platón o Aristóteles frente a sus rivales. Es lo que cabía esperar. Para un crítico moderno, sin embargo, las cosas son de otro modo. En efecto, se nos ha perdido la voz del rival, sólo nos queda la relativa sinfonía platónico-aristotélica. Estamos obligados a un esfuerzo adicional para recuperar la diafonía. Debemos aguzar el sentido crítico provistos de dos instrumentos: el primero, los escasos fragmentos y las variadas, a veces confusas y discordantes, noticias que conocemos de esas teorías rivales; el segundo, el reflejo de la polémica en las obras conservadas. En efecto, hay mucho de Protágoras en la obra de Platón y Aristóteles y hay también mucho de distorsión de esa voz norteña procedente de Abdera. Si creemos que Platón y Aristóteles eran espejos perfectos que reflejan el verdadero rostro del Abderita, deberemos recordar que "lo conocido está en el cognoscente al modo del cognoscente". Deberemos recordar también que la polémica a que nos referimos, si bien es la expresión del modo crítico habitual entre los presocráticos, se produce en una situación diferente, lo que explica su virulencia. Con Protágoras y los sofistas entra en escena un nuevo ámbito para la reflexión filosófica, el de la filosofía práctica, la filosofía moral y política y la teoría del estado. Este nuevo territorio exigía de los filósofos el examen del territorio mismo, hasta la fecha sólo explorado por los poetas, los líricos y, muy en especial, los trágicos, y los sabios. Ocupados en esa tarea, pronto se percataron de que el nuevo territorio ofrecía, además, una nueva perspectiva para el reexamen de los viejos temas de la tradición filosófica: la física (ontología) y la epistemología. La obra protagórica, una obra esencialmente dedicada a la teoría política, es el primer ensayo que intenta ordenar y estructurar todo el saber filosófico desde esa nueva perspectiva.

Platón hizo lo propio, pero invirtiendo la orientación. Protágoras y Platón, tan discrepantes en tantos aspectos, se encuentran compartiendo un mismo escenario, el de la teoría política, y una misma convicción, la primacía de la política sobre cualquier otro saber. Pero, ¿qué teoría política? Protágoras había elevado a nivel de categoría el movimiento social que en las ciudades griegas había conducido a la democracia. De entre las distintas ciudades tomaba como modelo precisamente a la democracia ateniense. Explicaba en sus obras la necesidad de la participación de todos en las decisiones políticas y legales y aportaba argumentaciones teóricas para justificar esta participación. Para ello, tenía tras de sí el grueso de la tradición presocrática. Socialmente, sus aliados eran los que deseaban conservar la democracia y participar en ella frente a quienes proponían modelos rivales de organización política. Aportaba, además, una actividad práctica profesional: la enseñanza. Pero, ¿qué podía enseñar este sofista si, según afirmaba, todos tienen capacidad para participar en la política? Esta era una de las objeciones que le planteaban sus adversarios. Podemos imaginar su respuesta: ¿Y qué podría yo enseñar si no suponemos una capacidad previa para aprender? Platón es el anti-Protágoras. Estaba convencido de la perversión del sistema democrático. Explica en sus obras la necesidad de que las decisiones políticas y legales sean restringidas a un experto o grupo de expertos y que cada cual se dedique a su trabajo, porque no todos tienen capacidad para participar en la política. Para la construcción de este nuevo escenario político, Platón contaba con pocos aliados en la tradición presocrática. Tomó materiales de viejas tradiciones y líderes religiosos, los órficos y los pitagóricos. Adecuó a su perspectiva las prestigiosas tesis del venerado padre Parménides aun a costa de verse obligado después al parricidio. Adoptó algunas intuiciones de su maestro, Sócrates. Con ese escaso bagaje construyó un gigantesco edificio teórico, que le exigió previamente demoler el -suponemos que era- sólido y firme constructo protagórico. Con su poderosa acción, desvió el rumbo de la tradición presocrática con la inestimable ayuda, en una parte sustancial, de su alumno Aristóteles. Como Protágoras, Platón dedicó su actividad profesional a la enseñanza, no en el espacio abierto de los sofistas, sino en un espacio especialmente diseñado, la Academia, para formar y forjar los consejeros que habían de poner en marcha su alternativa a la organización democrática. En esto, fracasó. Pero el edificio construido queda en pie, en sí mismo, como él hubiera querido, sin tener el edificio de sus rivales con el que podría ser comparado. Socialmente, sus aliados eran aquellos descontentos con la democracia, los que entendían que la multitud no puede participar en el gobierno. Pronto pudo ver con sus ojos que estos nuevos mandatarios, allegados y conocidos suyos, "hicieron parecer bueno como una edad de oro" la constitución democrática. Lo que se ofrece en este libro es un intento de contribuir a la reconstrucción del edificio teórico de Protágoras para que pueda ser comparado con el de sus adversarios. Si bien esta tarea parece destinada a quedar incompleta, bueno será que al menos tengamos conciencia de que, cuanto más contribuyamos a reducir tal incompletitud, tanto menos deficitaria será nuestra visión del mundo griego, incluidos los rivales del sofista. José Solana Dueso Zaragoza, 2000

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