El camino a la agricultura. Especulaciones sobre el agricultor temprano en Durango

August 28, 2017 | Autor: Bridget Zavala | Categoría: Early Agriculture, Northern Mexico Archaeology, Historia de Durango
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Descripción

l a u ni ve r s i da d j uárez del estad o de durango, a t ravé s de l i nstitu to de investigac iones h i stóric as, presenta:

HISTORIA DE

DURANGO tomo 1

Época antigua

co or di nad ores de este tomo : José Luis Punzo Díaz y Marie-Areti Hers

-

Historia de Durango Tomo 1: Época antigua Primera edición: 2010 coordinación general:

Guadalupe Rodríguez López coordinación del tomo 1: José Luis Punzo y Marie-Areti Hers corrección de estilo: Eduardo Suárez Kimberly Sumano Natalia Mata Paulina del Moral recopilación de imágenes: Citlali Coronel Sánchez Baalam de Lot Gálvez mapas: David Muñiz diseño y maquetación: Mano de Papel © D.R. Universidad Juárez del Estado de Durango Constitución 404 sur Zona Centro 34000 Durango, Durango, México © D.R. Instituto de Investigaciones Históricas de la UJED Torre de Investigación, 2º piso Blvd. del Guadiana 501 Fracc. Ciudad Universitaria 34120 Durango, Durango, México isbn: isbn:

978-607-503-074-6 (Obra completa) 978-607-503-076-0 (Tomo 1)

prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico o electrónico sin la autorización escrita de los editores.

Impreso en China. Printed in China.

Contenido 24

Introducción Fernando Berrojalbiz, Marie-Areti Hers y José Luis Punzo Díaz

40

Antiguo paisaje y antiguos pobladores José Luis Punzo Díaz y Diego Antonio Rangel Estrada

48

La Laguna, punto de contacto entre las sociedades agricultoras de la Sierra Madre Occidental y los cazadores-recolectores del desierto Leticia González Arratia

76

Retazos del pasado en el oriente de Durango Silvina Vigliani

90

Un transecto oeste-este. Explorando la diversidad cultural Antonio Porcayo Michelini

120

El camino a la agricultura. Especulaciones sobre el agricultor temprano en Durango Bridget M. Zavala Moynahan

140

Divisadero 2. Las dificultades para el conocimiento de los antiguos pobladores Fernando Berrojalbiz

152

Arte rupestre arcaico Fernando Berrojalbiz, Marie-Areti Hers y José Luis Punzo Díaz

166

El occidente durangueño: los chalchihuiteños. La presencia mesoamericana en Durango: origen y desarrollo Marie-Areti Hers

190

La población chalchihuiteña del Valle de Guadiana José Luis Punzo Díaz

208

La arquitectura chalchihuiteña del Valle de Guadiana Ana Iris Murguía Hernández y David Arturo Muñiz García

230

Imágenes femeninas en el Valle de Guadiana Sahira Rincón Montero

244

La ocupación chalchihuiteña en el Valle de Guatimapé Fernando Berrojalbiz y Marie-Areti Hers

270

El alto Nazas. La comarca del venado Fernando Berrojalbiz y Marie-Areti Hers

316

Proyecto arqueológico Sextín: resultados preliminares de la primera temporada de campo, 2008 Bridget M. Zavala Moynahan

332

Diez siglos de habitación de grupos de tradición mesoamericana en la Sierra Madre de Durango José Luis Punzo Díaz

356

Arqueología de la sierra entre Durango y Mazatlán Luis Alfonso Grave Tirado

372

Astronomía prehispánica en Durango J. Daniel Flores Gutiérrez

398

Durango y el antiguo camino de tierra adentro Marie-Areti Hers

426

Los tepehuanes (ódami u o´dam) prehispánicos. Los que llegaron del norte para quedarse Fernando Berrojalbiz

458

Los tepehuanes del Valle de Guadiana en el siglo José Luis Punzo Díaz

474

Imágenes tepehuanas de la conquista Fernando Berrojalbiz

493

Autores

xvi

El camino a la agricultura. Especulaciones sobre el agricultor temprano en Durango

Bridget M. Zavala Moynahan

Una gran laguna sin información ha opacado la arqueología del estado de Durango regida por varios supuestos erróneos, incluyendo la idea de que: los pobladores antiguos de Durango eran pigmeos, que sólo fueron cazadores recolectores y que aquí en este estado “no hay nada” que cause interés arqueológico. Como atestigua el presente volumen, dichos supuestos son totalmente falsos. Los habitantes no fueron pigmeos,1 la gran mayoría de los sitios arqueológicos son de poblaciones sedentarias y de lo que carece la arqueología de Durango no es de sitios ni evidencias de habitación sedentaria prehispánica, sino de más proyectos arqueológicos sistemáticos que registren esta variabilidad. La ubicación física de Durango, intermedia entre las zonas arqueológicamente más conocidas como el “Southwest”2 estadounidense y Mesoamérica, ha alentado estas construcciones falsas del pasado prehispánico local e irónicamente es lo que hace que esta zona sea particularmente interesante para su estudio arqueológico. En las investigaciones sobre la difusión de la agricultura como base económica de los pueblos prehispánicos, Durango es particularmente sugestivo ya que se encuentra en un espacio intermedio entre la cuna de la domesticación del maíz en Mesoamérica y las del suroeste norteamericano. Este artículo resume las diversas evidencias que aluden al periodo del Arcaico: época que se inicia a principios del Holoceno,3 después de la extinción de la megafauna,4 posterior al periodo paleoindio, donde las principales actividades económicas del ser humano eran la caza y la pesca (de animales que perviven hasta hoy) y la recolección de plantas comestibles. Aunado a los 1 Hers, 2006, p. 18; Punzo, 2005, p. 16; Rubín de Borbolla, 1946, p. 111. 2 Aquí uso la palabra en inglés del suroeste, ya que la mayoría de los estudios de esta área cultural arqueológica se han hecho al norte de la frontera internacional, aunque bien sabemos que los grupos prehispánicos no obedecen a límites políticos actuales. 3 El Holoceno es el periodo geológico actual que se inicia con el final de la última glaciación. 4 MacNeish, 1986, p. 105.

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Mapa 1. ubicación de los sitios mencionados. Bridget Zavala, 2009. Dibujo: David Muñiz.

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cambios en el tipo de subsistencia también aparecieron nuevas herramientas de piedra, puntas de lanzas y dardos para el átlatl.5 Esta etapa culmina con la transición a la agricultura durante lo que los arqueólogos denominamos el “Arcaico Tardío”, en el cual se enfoca este texto, caracterizado por ciertas puntas de dardos, artefactos de molienda y otros elementos para el procesamiento y almacenaje de alimentos vegetales.6 Los primeros agricultores

La agricultura en México se inicia entre el año 3500 y 3000 a. C., según las fechas más recientes encontradas en el área mesoamericana.7 Desde ese momento la convivencia del ser humano junto con el maíz, la calabaza, el frijol y el amaranto ha cambiado tanto la historia del los grupos americanos como la de estos productos agrícolas. Con la adopción de estos cultivos también comienza la “vida comunal sedentaria”.8 Los investigadores han promovido dos modelos divergentes acerca de la domesticación del maíz.9 Uno propone la evolución de este cereal a partir del teosinte10 (Zea mexicana), mientras que el otro argumenta que el maíz logró domesticarse a través de la hibridación de una especie extinta de maíz silvestre que se mezcló con Tripsacum.11 Independientemente del proceso de domesticación, se piensa que las variedades de maíz más antiguas reportadas en Durango y otras áreas del noroeste mexicano y suroeste estadounidense (NO/SO),12 Chapalote y Reventador, se originan en la costa de Sinaloa y Sonora, en el caso del primero, y en la región de Colima-Jalisco, en el caso del segundo.13 No obstante que conocemos el posible origen de dichas especies, hasta la fecha no podemos contestar con certeza cómo llegaron a nuestra región el maíz y otras especies domesticadas y posteriormente cómo se incorporaron en la vida diaria de los habitantes de todo el NO/SO. Algunos investigadores han propuesto dos modelos para la introducción del maíz en esta vasta región: difusión o migración. Los difusionistas ven la introducción del maíz 5 Lanzadardos, en náhuatl. Cordell, 2001, p. 40. 6 Cordell, 2001, p. 40. 7 Fritz, 1994, p. 308 8 Cordell, 2001, p. 3. 9 Carpenter, et al., 2000, p. 2. 10 Matson, 2002, p. 344. 11 Mangelsdorf, 1974, p. 15. 12 Utilizo el término suroeste/noroeste para referirme al área del suroeste estadunidense y el noroeste de México que en la arqueología se ha llamado “American Southwest”, “Greater Southwest”, “la Gran Chichimeca, y “Aridoamérica”, para evitar el peso político y conceptual que inevitablemente poseen estos términos. Para la crítica, véase Villalobos, 2004, y Phillips, 1989. 13 Carpenter et al., 2000, pp. 3-4.

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como una respuesta a la incertidumbre ambiental,14 mientras que los migracionistas asocian el principio del cultivo de maíz con la llegada de grupos de descendencia lingüística uto-azteca15 (mapa 1) relacionados con el complejo material San Pedro.16 Esta tradición arqueológica fue originalmente definida por Sayles y Anteves17 en el sureste de Arizona y se caracteriza por puntas de cuerpo grande con muescas de poca profundidad, arquitectura que incluye estructuras ovaladas en fosa y cerros con terrazas, artefactos de molienda de una mano, y restos de maíz y amaranto domesticado.18 La agricultura temprana en el norte de México

Tradicionalmente, el periodo del arcaico tardío o agricultor temprano (ca. 1500/1200 a. C. a 200 d. C.)19 (gráfica 1) en el NO/SO se caracterizaba arqueológicamente por campamentos líticos temporales, entierros de perros, ciertas puntas de lanza y la ausencia de alfarería asociadas a este periodo. Se consideraba que la agricultura resultaba ser un “paso cuántico evolutivo” para las poblaciones prehispánicas. La gente empieza a experimentar con plantas, se logra la domesticación o se obtienen especies ya domesticadas (maíz, frijol, calabaza y, en algunos casos, amaranto), y como un acto de magia la gente reduce su movilidad y empieza a vivir en aldeas fijas, requiere la cerámica para el almacenamiento de sus cosechas y, consecuentemente, aparece el trío: casas, cerámica y productos cultivados. Investigaciones en las últimas dos décadas revelan una transición hacia la agricultura que rompe con estos esquemas que tomábamos un tanto por hechos. Primero, fechamientos recientes marcan el arribo del maíz a tierras del NO/SO ca. 3700 antes del presente.20 Segundo, ahora existe un consenso general de que la adopción del maíz y otros productos agrícolas en la economía de estos grupos fue relativamente rápida, lograda con la llegada de grupos agricultores a tierras norteñas o la domesticación local por cazadoresrecolectores, o bien una combinación de ambas.21 Y, finalmente, estudios en sitios del norte de México como La Playa (SON F: 10:3),22 en Sonora, y Cerro Juanaqueña, en Chihuahua, demuestran una transición mucho más compleja y más sedentaria de lo tradicionalmente esperado. El sitio de La 14 15 16 17 18 19 20 21 22

Wills, 1988, pp. 33-37. Carpenter et al., 2000, p. 4; Hill, 2002, p. 459. Berry y Berry, 1986; Huckell, 1990. Sayles y Anteves, 1941. Mabry, 2005, pp. 50-54. Carpenter et al., 2003, p. 10. Vierra, 2005, p. 3. Carpenter et al., 2005, pp. 18-33. Ibidem.

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AÑOS ANTES DEL PRESENTE

SOUTHWEST EE.UU.

BIG BEND, TEXAS Y NE CHIH

REGIÓN TRANSPECOS

SUR DE TEXAS

0

1000

2000

Arcaico Tardío

3000

Arcaico Medio

4000

5000

6000

7000

Arcaico Temprano

8000

9000

10000

Gráfica 1. cronología del arcaico en el no/so. Adaptado de Vierra, 2005.

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Mapa 2. Sitios del periodo agricultor temprano también conocido como Arcaico Tardío.

Playa cubre un área de 12 kilómetros cuadrados, con miles de hornos, entierros humanos y caninos, “estaciones de lasqueo y de trabajo de concha, observándose en la superficie miles de artefactos […]”23 En Cerro Juanaqueña, con sus laderas modificadas y la edificación de cientos de terrazas habitacionales, en cuyas superficies se encontraron numerosas puntas de proyectil, artefactos de molienda, sus rellenos de construcción contienen maíz y amaranto domesticado.24 Ambos sitios son pueblos cuya escala compite con sitios construidos miles de años después, que demuestran una organización social complejamente inesperada para su construcción, ocupaciones acerámicas y restos paleobotánicos que demuestran su dependencia en productos cultivados. El agricultor temprano en Durango antiguo

La búsqueda sistemática del agricultor temprano de Durango aún está por iniciarse. Sin embargo, a través del registro de sitios acerámicos y la presencia 23 Ibid. 24 Hard y Roney, 2005, pp. 141-152.

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de puntas de proyectil (asignadas a fases de este periodo en Sonora/Arizona, Texas, Chihuahua25 y Coahuila), así como por el potencial ecológico y botánico que tiene la región y tenía en el pasado, es posible inferir que esta entidad contribuyó de forma relevante en la transición hacia la agricultura en un proceso macrorregional que involucró a todo el NO/SO. Los sitios registrados

Desde los años cincuenta del siglo xx sólo se han registrado cuatro sitios arqueológicos en el actual estado de Durango, que nos ofrecen indicios sobre el periodo agricultor temprano también conocido como arcaico tardío. Éstos presentan conjuntos completos de materiales típicos para los agricultores tempranos (Los Caracoles), sitios con puntas San Pedro (Minillas y varios en Las Ánimas), y sitios sin cerámica (Los Caracoles, Los Robles y Minillas) (mapa 2). Los Caracoles

En 1952, J. Charles Kelley26 registró el sitio de Los Caracoles (LSQK 2_5)27 en el municipio de Nuevo Ideal, al noroeste de la laguna de Santiaguillo, en un pequeño valle cuyo arroyo se alimentaba por un manantial. Este hallazgo se logró en un corte de arroyo y un campo recién barbechado donde Kelley28 reporta la presencia de 15 manos de metate (la mayoría de una mano utilizados en el procesamiento de especies de maíz más antiguos u otros alimentos vegetales recolectados), dos fragmentos de metate de una mano, un mortero y lítica tallada, sin encontrar un solo tiesto de cerámica (fig. 1). Este material está asociado con fogones expuestos por el corte del arroyo (fig. 2). Kelley nota en su registro la similitud de los materiales con la tradición Cochise de la fase San Pedro del Arcaico tardío del NO/SO29 y define a partir de este sitio el complejo acerámico Caracoles. Reporta hallazgos relacionados a este complejo, incluyendo una punta aislada en superficie de tipo Langtry (asociada con el arcaico medio de Texas y Coahuila ca. 2500 a 1000 a. C.),30 en un cerro en el mismo valle, y varios sitios similares en los cerros al sur y al oeste de la Laguna de Santiaguillo,31 así como otro que se encontró enterrado bajo 25 26 27 28 29 30 31

MacWilliams et al., 2006, pp. 50-51. Kelley, 1952. Número de sitio asignado por el proyecto de J. Charles Kelley. Kelley, 1952. Esta fase fue definida por MacNeish et al., 1967, p. 244. Turner y Hester, 1985, pp. 114-115. Kelley, 1958, p. 10.

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la erosión del aluvión oriental de la laguna San Bartolo,32 posiblemente asociada con una playa antigua de la laguna. Según Lazalde, el complejo de Los Caracoles en Durango “ha sido fechada en mil años antes de Cristo”.33 Lamentablemente no menciona ni el sitio fechado ni el material y el método empleado para su fechamiento.

Arriba izquierda: Fig. 1. Metates, manos e instrumentos líticos. Los Caracoles. Foto: J.-C. Kelley.

Abajo izquierda:

Las Ánimas

Fig. 2. Fogones expuestos en corte de arroyo. Los

La zona donde encontramos las evidencias más antiguas de asentamientos en los cuales se ha encontrado maíz se encuentra en la región de Las Ánimas. A mediados de los años cincuenta, Glen Cole registró 30 sitios en abrigos rocosos cerca de El Salto, Pueblo Nuevo, Durango.34 En dichos hallazgos sólo se encontró una punta parecida al tipo San Pedro35 en uno de los abrigos (LCQJ 1-7), y que, además de entierros, tuvo amplias evidencias de habitación junto con la presencia de maíz de tipo maíz blando.36 Los fechamientos de este sitio, por hidratación de obsidiana, indican que pudo haber tenido una ocupación muy larga (de 199 d. C. a 1007 d. C.).37 El análisis posterior de los materiales recolectados durante este recorrido por Spence,38 determina que ninguno de los sitios es precerámico, aunque él postula, basado en la lítica, que la fase Las Chivas del complejo Las Ánimas (ca. 200-600 d. C.) surge de una base material relacionada con la tradición San Pedro Cochise. Los Robles

John P. Silva y Thomas R. Hester39 registraron el sitio de Los Robles cerca del poblado de Isabel Robles, municipio General Simón Bolívar, Durango. Se trata de una concentración de herramientas líticas, material de desecho y piedras de fogones expuestas por erosión laminar y de barranco a un costado del río Santa Clara.40 También notaron varios sitios parecidos en el área, algunos con arte rupestre, pero no los investigaron a detalle. Los arqueólogos reportan entre los materiales recolectados varias puntas de proyectil que clasificaron utilizando los tipos definidos para Texas de Suhm, Krieger y Jelks:41 9 32 Kelley usa el nombre de Laguna Medina por el poblado cercano del mismo nombre, aunque hoy se conoce como Laguna o Presa San Bartolo. 33 Lazalde, 1987, p. 34. 34 Spence, 1978, p. 165. 35 Ibidem, p. 171. 36 Cutler, 1978, p. 187. 37 Spence, 1978, p. 11. 38 Ibidem. 39 Silva y Hester, 1973, pp. 149-165. 40 Ibidem, p. 149. 41 Suhm et al., 1954, p. 150.

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Caracoles. Foto: J.-C. Kelley.

puntas Catan, 9 Desmuke, 26 Lerma (tipo que corresponde a Río Grande Lenticular y Newbury Lenticular), 4 parecidas al tipo Shumla I (fechada en Nuevo León entre 1500 a. C. y 100 d. C.), 6 tipo Ellis, 1 punta Ensor, 1 Yarbrough, 2 Scalloron y 2 asignadas al tipo Figueroa.42 Existen varios problemas con este tipo de hallazgos, ya que al ser superficiales no permiten su fechamiento absoluto y las clasificaciones de puntas de proyectil están hechas para otras regiones cuya validez en el contexto duranguense todavía no ha sido comprobada; sin embargo, sugiere una ocupación que abarca la fase del agricultor temprano/arcaico tardío, aunque no se encontraron evidencias de maíz. Minillas

El arqueólogo Luis Alfonso Grave Tirado registró el sitio de Minillas43 en el extremo norte de la ciudad de Durango a un costado de la nueva autopista Durango-Mazatlán, como parte del salvamento para la construcción de la misma. La arquitectura atípica del sitio incluye 5 círculos concéntricos, alineamientos paralelos de cien metros de largo, dos construcciones semicirculares en su interior y tres aéreas cuadrangulares, ausencia de material cerámico y la concentración de desecho de talla lítica. El hallazgo de dos puntas San Pedro en este lugar y su configuración contrastante con otros sitios del Valle de Guadiana, junto con la ausencia de material cerámico, llevó a José Luis Punzo Díaz (inah-Durango) a excavar el sitio en 2007,44 con el fin de entender más acerca de la transición a la agricultura de los grupos del Valle de Guadiana. La investigación concluyó, como ya lo habían inferido Grave y Rojas, en que no existe evidencia confiable para asociar las estructuras en Minillas a las concentraciones de lascas y que los alineamientos encontrados “corresponden a un campo de prácticas militares del siglo xx”.45 Esto no descarta la importancia de dicha manifestación, por lo que actualmente se están analizando los materiales de excavación para entender su posible relación con grupos de cazadores-recolectores o del agricultor temprano.46 Otros sitios

Arqueólogos como Punzo, Berrojalbiz y Porcayo47 han registrado más sitios sin material cerámico en el actual estado de Durango. Estos, en gran parte, 42 43 44 45 46 47

Silva y Hester, 1973, pp. 150-151. Grave Tirado y Rojas Gaytán, 2004, pp. 19-22. Punzo, et al., 2007, pp. 105-125. Grave Tirado y Rojas Gaytán, 2004, pp. 19-22. Punzo, et al., 2007, p. 124. Punzo, 2004; Punzo y Zavala, 2005. Véase Berrojalbiz, Porcayo y Vigliani, en este volumen.

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están conformados por concentraciones de material lítico, resultado del proceso de manufactura de herramientas de piedra. Desgraciadamente, ante la ausencia de elementos arquitectónicos y material diagnóstico, se les ha puesto poca atención. Además, los escasos materiales diagnósticos de estas tradiciones de agricultores incipientes son víctimas del entusiasmo del coleccionismo de saqueadores de ambos lados de la frontera, aficionados a la historia que al remover de su irreemplazable contexto lo que al ojo no entrenado parece sólo una punta de flecha, nos deja sin forma de refinar las asociación de los materiales con su fase temporal correspondiente. Los indicios líticos

Otra línea de evidencia que sugiere la presencia de grupos agricultores incipientes antes del periodo cerámico (véase los siguientes artículos en el presente volumen), es la tecnología de herramientas de piedra.48 De la misma forma que se usan tipos cerámicos, los investigadores utilizan tipologías de industrias líticas, tipos de puntas o conjuntos de artefactos o complejos, como marcadores temporales y de tradiciones arqueológicas.49 Cada definición tipológica tiene límites temporales y geográficos específicos que asumen, y a su vez implican, relaciones culturales.50 La industria lítica de Durango tiene entre sus tipos, artefactos que asemejan algunos del resto de NO/SO utilizados durante este periodo. Michael W. Spence51 publicó, en 1971, el esfuerzo más comprensivo para construir una tipología de industrias de líticas propia de Durango basada en los materiales de recorrido y excavación del proyecto de Kelley, entre los años 1953 y 1967. En este trabajo el autor presenta una tipología descriptiva basada en la forma de los artefactos realizando comparaciones con tipos de Texas,52 Coahuila53 y Arizona54 cuando su forma lo amerita, pero evita el uso de los mismos tipos55 hasta que futuros estudios confirmen o descarten que las asociaciones temporales/culturales apliquen en el ámbito local. Otra contribución a la labor de la clasificación lítica es el catálogo de puntas de 48 Sin embargo, los hallazgos generalmente superficiales, sin contexto fechable, su naturaleza portátil y la carencia de proyectos sistemáticos enfocados a contextos sin cerámica, hace que presente esta información con la debida cautela. 49 Una tradición arqueológica se refiere a un conjunto material arqueológicamente definido que está asociado con una distribución geográfica y temporal especifica. Se usa este término en lugar de “cultura”. 50 Hester, 1986, p. 412. 51 Spence, 1971. 52 Turner y Hester, 1985. 53 Taylor, 1966. 54 Haury, 1950. 55 Hester, 1986.

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Gráfica 2. puntas de proyectil mencionadas en el texto y su posición cronológica.

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proyectil56 de Jesús F. Lazalde.57 Este trabajo contrasta con el anterior en la aplicación, principalmente las tipologías de Bell58 propuestas originalmente para el centro de los Estados Unidos para clasificar las puntas de proyectil que se encuentran a resguardo en el Museo Regional de Durango-ujed “Ángel Rodríguez Solórzano”. Finalmente, en el esfuerzo más reciente, clasificamos las puntas del Proyecto de Investigación Arqueológica del Centro-Oeste de Durango (piacod) del inah-Durango de la temporada 2005; entre ellos identificamos puntas de tipos similares a las del Arcaico Tardío de Arizona, Sonora, Texas, Chihuahua y Coahuila, en el Valle de Guadiana.59 Las tres clasificaciones de puntas demuestran está directamente asociada con el Arcaico Tardío. Como consecuencia del análisis de la lítica, Spence60 define dos complejos sin cerámica,61 además de Los Caracoles, para la región Las Nieves y Santa María. El primero lo definió basado en cinco sitios en la zona del Río Florido, en la frontera que hoy divide a Durango y Chihuahua. El material arqueológico incluye pesas incisas para pesca, raspadores, manos de metate ovaladas, manos de molienda ovaloides a circulares de una mano y tres tipos de puntas de proyectil: Río Grande Lenticular, Sain Alto Triangular y Durango Side Notched.62 El segundo, Santa María, lo describe en base de cinco colecciones en concentraciones líticas de los valles de Súchil y Chapalanga, en Zacatecas, y una cerca de Nombre de Dios, Durango.63 Entre el material reportado se incluye una variedad de raspadores (n=22), un núcleo, un navajilla, cinco cuchillos de piedra y no incluye ninguna punta de proyectil. Los indicios botánicos

La línea de evidencia más concreta para comprobar la actividad agrícola para el Arcaico Tardío sería fechas absolutas obtenidas directamente de muestras de maíz con un control total de su procedencia. Aunque hasta la fecha carecemos de éstas para Durango, en el sur del estado de Chihuahua se fechó recientemente el maíz cultivado más antiguo, con una edad de 3 400 años y con 2 300 años en la Sierra Tarahumara.64 A pesar de esta carencia, se 56 La gran mayoría desgraciadamente de procedencia desconocida, que al haber sido removidos de sus contextos perdieron tanto su control cronológico como cualquier asociación cultural. 57 Lazalde, 1992. 58 Bell, 1958. 59 Punzo 2006, pp. 66-69; Zavala, en prensa, p. 5. 60 Spence, 1971, p. 2. 61 La ausencia de cerámica no equivale directamente a sociedades agricultoras, cazadoras o recolectoras. 62 Spence, 1971, p. 33. 63 Spence menciona que también pudo ser un sitio asociado al complejo arqueológico Los Caracoles. 64 MacWilliams et al., 2006, pp. 1, 47-48.

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ha registrado una variabilidad botánica (prehispánica y moderna) que hace que esta entidad se precie como un lugar ideal para estudiar la historia del maíz. Sabemos que hoy en día crece teosinte (Zea Mays spp. mexicana), el antecesor del maíz, de forma silvestre en el Valle de Guadiana.65 También se ha registrado cerca de La Ferrería una variedad de frijol “escapado” que alguna vez fue una variedad doméstica pero hoy crece de forma silvestre.66 Otra riqueza en nuestra entidad son el gran número de variedades autóctonas de maíz que también se cultivan en el estado, incluyendo Celaya, cónico, cónico norteño, chalqueño, elotes occidentales, tabloncillo, reventador, tabloncillo perla, bolita, pepitilla, San Juan, dulcillo del noroeste, bofo, blandito Sonora, blandito, cristalino de Chihuahua, gordo, tablilla, tunicata.67 Algunas de estas variedades y otras que hoy se cultivan en Chihuahua se han reportado en contextos arqueológicos. Brooks y otros68 reportaron entre el diverso material botánico de la excavación de una cueva cerca del Zape, en el municipio de Guanaceví, aproximadamente mil 800 mazorcas y 900 granos de maíz. La gran mayoría de éstos pertenecen a la variedad cristalina de Chihuahua;69 dos docenas fueron identificadas como reventador, o chapalote, algunos harinoso de ocho, pima-pápago y onaveño, dos mazorcas de Toluca pop y veinte granos de cónico norteño. Además de esto, se encontraron restos de frijol, calabaza, frutos, que complementaban la dieta prehispánica con nueces de varios tipos y frutos de cactáceas. La única fecha del sitio por radiocarbono catorce indica que para el año 600 d. C. (1300 +/- 100 antes del presente) los habitantes de la zona eran todos unos expertos en la agricultura. Cutler70 analiza el maíz de siete sitios en cuevas en la zona de Las Ánimas, del estado de Durango. Como en la cueva cercana al Zape, él reporta el maíz chapalote, o reventador, como las variedades más antiguas. Dos mazorcas de éstas salieron en la excavación de LCQJ1-28, sitio con dos elementos de adobe de almacenaje, y una de La Ferrería LCQJ1-1. De este sitio, Cutler identifica la mayoría del maíz como onaveño, que también se encontró en tres de las cuevas de Las Ánimas (LCQJ1-26, LCQJ1-28 y LSQL4-3). De cinco de ellas (LCQJ1-7, 10, 12, 28), incluyendo la de La Ferrería (LCQJ1-1), identifica el maíz encontrado como maíz blando. Finalmente, reporta la presencia de harinoso de ocho en la cueva LCQJ126. El análisis lleva a Cutler a concluir que este maíz cultivado en ese entonces está más relacionado con variedades nativas del NO/SO, con la excepción de los tipos más antiguos, cuyos orígenes posiblemente provienen de la 65 66 67 68 69 70

Herrera Arrieta, 2001, p. 466. Adam Casillo, 2007, comunicación personal. Taba, 1995, en Ortega Corona y Ramírez Vega, 2007, p. 5. Brooks et al., 1962, p. 356. El resultado de la combinación onaveño y maíz blando, según Cutler, 1978, p. 189. Cutler, 1978, pp. 186-189.

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costa del occidente de México.71 No obstante estos contextos ricos en material agrícola, carecen de la historia de cómo se introdujeron a la vida diaria de los durangueños antiguos. Un indicio provocador, pero no fechado directamente, fueron los dos fragmentos de olotes de cuatro hileras excavados de la Cueva Redonda de La Ferrería en el Valle de Guadiana. Montúfar López los identifica como un maíz silvestre aprovechado de una época anterior a la construcción del sitio de La Ferrería.72 Conclusión

Todavía falta mucha investigación para comprender a los primeros agricultores del estado. Sin embargo, los complejos arqueológicos sin cerámica y la presencia de ciertas puntas de proyectil en varias regiones del estado indican que nuestra entidad fue ocupada ampliamente durante la revolución agrícola del NO/SO. Estos hallazgos extienden hacia el sur las distribuciones de ciertos tipos de puntas bien identificadas para Chihuahua y Coahuila. Además, el complejo de Los Caracoles, con sus artefactos reminiscentes a la tradición arqueológica San Pedro Cochise, asociada a los inicios de la agricultura, sirve como una pequeña evidencia de la vida cotidiana de los agricultores tempranos en nuestra zona que cabe dentro de un patrón macrorregional para el NO/SO. Aún falta contextualizar el papel que desempeñaron los antiguos durangueños en el proceso que cambió para siempre la historia humana. Sin embargo, el material botánico registrado, hoy y en el pasado, invita a futuros estudios sistemáticos que nos permitan comprender la historia compartida del duranguense y el maíz, así como los caminos que llevaron a este importante recurso a latitudes más norteñas.

71 Carpenter et al., 2000, pp. 3-4. 72 Guevara Sánchez, 2003, p. 233.

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Siglas y referencias

CIDIIR Cimmyt CNCA Conabio Conaculta FFL ICED IIA IIH INAFAP INAH IPN MR SEP UJED UNAM

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Proyecto Arqueológico Sextín: resultados preliminares de la primera temporada de campo, 2008

Bridget M. Zavala Moynahan

Este artículo introduce a un nuevo estudio en el norte de Durango: el Proyecto Arqueológico Sextín (pas), centrado en la investigación y la re-evaluación de tres fronteras académicas que tenemos muy presentes en nuestras labores arqueológicas en la entidad: espacio (el norte, el centro y el occidente de México); tiempo (contextos prehispánicos y posteriores a la llegada de los españoles), y entre las tradiciones arqueológicas de Loma San Gabriel y Chalchihuites. Antes de presentar el pas, creo apropiado iniciar precisando unos términos. Es muy común que me pregunten: ¿y qué cultura vivió aquí? Esta es una pregunta difícil, ya que los arqueólogos trabajamos con una parte muy pequeña del conjunto de elementos que constituyen una cultura. Nuestro material de estudio es lo que llamamos “cultura material”, y, en general, sólo tenemos acceso a una pequeña fracción de las cosas que, al no ser perecederas, sobreviven al paso de los siglos. Ausentes del contexto arqueológico, están muchos factores que integran la cultura, como son la lengua, los ritos y las ceremonias. El gran reto que tenemos los investigadores es cómo ligar las “cosas de la arqueología” a relaciones sociales y acciones empapadas de significado.1 En lugar de trabajar con culturas, trabajamos con “tradiciones arqueológicas”, las cuales están definidas al reconocer patrones en la organización social, como la cultura material y las prácticas de subsistencia para ciertos momentos y espacios del pasado.2 Definir estas tradiciones arqueológicas fue el quehacer principal de la arqueología hasta la década de 1960. El aspecto más criticable de esta práctica arqueológica se aprecia cuando las clasificaciones que se basan en aspectos reducidos de la vida diaria (como los estilos en la cerámica, la arquitectura y las prácticas mortuorias por sí solas) se equiparan con culturas o grupos étnicos.3 1 2 3

Longacre y Skibo, 1994. Véase Peregrine, 2001. Dongoske et al., 1999, p. 602.

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En muchos lugares del mundo ya se ha superado la etapa de construir la historia cultural de la región. Sin embargo, no es el caso en el actual estado de Durango. Gran parte del norte de México ha sufrido una falta de atención seria por parte de arqueólogos profesionales, tanto de México como de los Estados Unidos. Lo anterior se debe en buena medida a que esta región se encuentra en una zona intermedia entre las más conocidas áreas del Southwest estadunidense y Mesoamérica.4 La falta de atención en el norte de México hasta la década de 1980 resultó en la visión errónea de un supuesto espacio habitado sólo por “cazadores-recolectores” en medio de las mencionadas áreas culturales más complejas. En los últimos treinta años, la visión sobre este espacio “vacío”5 se ha remediado con trabajos en los estados colindantes incluyendo Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Zacatecas, definiendo su historia cultural, su cronología básica y el desarrollo local de los grupos que habitaron alguna vez sus paisajes. A pesar de los avances en la arqueología de estados vecinos, en Durango no hemos podido superar la fase anterior. Esto se debe, en primer lugar, a la ausencia de trabajos a largo plazo hasta años recientes.6 El segundo obstáculo ha sido la forma en que hemos trabajado con las categorías mismas, en las que se ha intentado “encajonar” toda la diversidad que los estudios recientes revelan.7 Por un lado, algunos investigadores, como Michael Foster y J. Charles Kelley, han resumido toda la variabilidad en los materiales y sitios prehispánicos a dos categorías binarias: los mesoamericanos, como signo de igual para los Chalchihuites, y los no-mesoamericanos, equivalentes a los Loma San Gabriel.8 Por el otro, Hers ha rechazado la categoría de Loma San Gabriel, atribuyendo la gran mayoría de sitios registrados por Foster y Kelley a ocupaciones mesoamericanas chalchihuiteñas.9 Por mi parte, es de interés enfocar nuestros estudios para comprender cómo los “duranguenses” del pasado incorporaron elementos, algunos locales, algunos del norte y otros del occidente, para crear, generar y “negociar” sus identidades, y cómo éstas fueron cambiando a través de los siglos. Este punto 4 Phillips, 1989. 5 Véase critica al espacio vacío, en Phillips, 1991, pp. 3-4. 6 J. Alden Mason fue el primer arqueólogo profesional en trabajar en Durango en la década de 1930. J. Charles Kelley realizó el primer proyecto comprometido en la zona en la década de 1950. Michael Foster y Richard Brooks trabajaron principalmente en el norte del estado en la década de los setenta del siglo XX. Hers y su equipo iniciaron sus estudios sobre todo en la zona de Hervideros, municipio de Santiago Papasquiaro, en los años noventa, los cuales resultan en las múltiples publicaciones y la tesis de Berrojalbiz sobre asentamientos en el alto río Ramos (2005), y la de Punzo, enfocada a sitios en la Mesa de Tlahuitoles (1999). Los trabajos recientes se ven reflejados en algunos capítulos de este volumen. 7 Punzo Díaz y Zavala, 2007. 8 Foster, 2000. 9 Hers, 1998.

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de partida crea una visión más dinámica del pasado arqueológico, ya que se enfoca en la experiencia cotidiana de los antiguos pobladores. En Durango tenemos que continuar los esfuerzos puntuales para entender los procesos de desarrollo local en la historia antigua de zonas específicas (por ejemplo, Hervideros10 y el Valle de Guadiana11). A su vez, es urgente lograr análisis comparativos a través de los distintos proyectos que hoy en día se realizan en la región para comprender los desarrollos locales, en su marco regional. Finalmente, urge evaluar la pertinencia de las categorías (Chalchihuites y Loma San Gabriel) y los modelos (colonizaciones, migraciones y esferas de interacción) que los estudiosos como J. Charles Kelley, Michael Foster, Marie-Areti Hers y Fernando Berrojalbiz han propuesto para el pasado local, y refinarl vis-a-vis nuevos datos e información. El Proyecto Arqueológico Sextín

La región del río Sextín se ubica en el extremo noroeste del estado de Durango. Este río nace en el poblado de El Zape, municipio de Guanaceví, corre hacia el norte, donde atraviesa la Sierra Madre, y sale hacia el oriente, al norte del poblado de Sextín. De ahí corre hacía el sur por los municipios de San Bernardo y El Oro, desembocando en la presa Lazaro Cárdenas (fig. 1). Elegí esta zona para el proyecto por los siguientes motivos: 1) el río Sextín atraviesa las áreas que los investigadores atribuyen tanto a ocupaciones Chalchihuites como a Loma San Gabriel. Así, estudios puntuales en la zona nos permitirán evaluar las interpretaciones y conceptos promovidas hasta la fecha; 2) la cuenca del río Sextín es un corredor de estudio que servirá como “puente” académico entre los distintos proyectos que actualmente se desarrollan en la entidad en regiones separadas: Valle del Guadiana, Hervideros y Valle Súchil; 3) su ubicación geográfica sugiere una posible vía de interacción entre el Occidente de México, Mesoamérica, y las culturas del noroeste de México y el suroeste de los Estados Unidos (NO/SO), la cual debe ser contextualizada, y 4) la historia muy antigua de la zona permite un registro de una ocupación muy larga, desde los primeros pobladores12 hasta el siglo xxi en la cuenca, lo cual nos permitirá entender los procesos involucrados en la creación de múltiples identidades regionales a través de los siglos.

10 Hers, 2006; Hers, Polaco y Soto, 1998; Hers y Soto, 1995; Hers, 1996. 11 Punzo Díaz y Zavala, 2007; Punzo Díaz et al., 2007; Punzo Díaz, 2006; Punzo Díaz y Zavala, 2005; Punzo Díaz, 2004a y 2004b. 12 Nuestro indicio más antiguo se trata de una punta de tipo Jora que sugiere una antigüedad de 4000 a 2000 años antes del presente.

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Fig. 1. área de estudio 2008, proyecto sextín. Bridget Zavala, 2009. Dibujo: David Muñiz.

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Resultados preliminares

La primera temporada de campo del pas se llevó a cabo en los meses de noviembre y diciembre de 2008. En ella participaron alumnos de licenciatura en arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia13 y de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.14 Lo que aquí presento es un resumen de nuestros resultados preliminares de un recorrido de superficie de la zona. El objetivo de estas exploraciones fue detectar, a través de los materiales en superficie, huellas de ocupación humana, como cimientos de casas, fragmentos de sus ollas, herramientas de piedra, así como los restos de su elaboración, entre otros objetos. La técnica de manufactura de las herramientas y sus estilos nos permiten hacer inferencias sobre la época en la que se usaron y los aspectos de la vida cotidiana en los que fueron utilizados. Los materiales asociados con los sitios todavía se encuentran en su fase de análisis y esperamos poder reportar resultados más concretos en futuras publicaciones. Durante nuestra corta temporada de campo registramos 29 sitios arqueológicos, abarcando 3 500 años de historia en la zona. La siguiente sección resume nuestros resultados preliminares del trabajo de campo y organiza los sitios en categorías amplias basadas en materiales y arquitectura. Dichas categorías son preliminares y requieren más estudio para ser afinadas, y en ello enfocaremos futuras temporadas de campo a lo largo del río Sextín. Sitios prehispánicos con lítica

El equipo registró siete sitios que únicamente tenían material lítico (incluyendo lítica tallada y pulida) y una total ausencia de productos de alfarería y de casas formales. Dos de estos lugares tenían material de piedra tallada que sugieren talleres de extracción de piedra para herramientas y actividades de caza que dejan señas efímeras. En cuatro de los espacios registrados, los arqueólogos observaron alineamientos irregulares que alguna vez pudieron soportar cierto material perecedero, posiblemente rompevientos de los usuarios estacionales de estos escenarios. El equipo también registró dos amplios talleres líticos en los que se aprovecharon las materias primas que se erosionan de bloques amplios de roca conglomerada para hacer sus herramientas de piedra. Un hallazgo importante entre los contextos sin cerámica fue el de un sitio construido sobre un cerro en las cercanías del río Sextín, con cimientos sencillos de habitaciones cuadradas con lítica tallada y pulida asociada. La ausencia de cerámica y la presencia de herramienta de molienda sugieren 13 P. A. Iziar Martinez Rojo y Dorian Gutiérrez Félix. 14 Eva Bravo Torres, Francisco Patiño Acevedo, María del Roble Ríos Ortega, Miguel Ángel Balderas Mata.

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Fig. 2. Paisaje aprovechado como amplio taller lítico en el municipio de San Bernardo.

que este sitio pudo ser uno de los primeros asentamientos de agricultores en el valle, lo cual amerita futuros estudios. El último de los sitios en esta categoría es la Cueva del Murciélago (fig. 2). Dicen los lugareños que allí se hallaron un tapete, plumaje y ollas de lodo.15 Sin embargo, el sitio ha sido lugar de tan desenfrenado saqueo, que hoy ya no queda un solo indicio de su ocupación. Sitios prehispánicos con cerámica

En el pas registramos seis sitios prehispánicos con contextos habitados por alfareros. En dos de los lugares se encontraron alineamientos efímeros que podrían ser restos de estructuras de habitaciones. En los cuatro sitios restantes, encontramos contextos habitacionales con arquitectura visible. Aunque todos están sobre topoformas elevadas, contrastan los tipos de cerro que eligieron los arquitectos antiguos y cómo utilizaron los espacios internos. En Loma de Indios, los habitantes aprovecharon la cima y las laderas de una loma baja para colocar sus casas. De éstas, sólo quedan algunos alineamientos, cimientos ovalados y cimientos cuadrangulares asociados a material doméstico, como metates, manos de molienda, morteros y otras herramientas de 15 Carrete de la Rocha, 2001, p. 61.

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piedra. Así mismo, se encontraron restos de cerámica, como tiestos decorados con pintura. En Cerro de Indios encontramos tanto cerámica como arquitectura. Este lugar ya era conocido por la gente de la región y aparece mencionado en la monografía del cronista local, Héctor Hugo Carrete de la Rocha.16 En este caso, los antiguos aprovecharon un cerro alto y empinado para colocar sus viviendas sobre él. Los restos arquitectónicos incluyen cimientos cuadrangulares, semicirculares y uno ovalado sobre la cima. Desde ésta se divisa fácilmente el resto del valle. Además del material doméstico asociado con estas estructuras, también encontramos un mortero fijo y una tinaja labrada en la roca madre del cerro (fig. 3). El tercero de estos sitios se conoce como Corral de Piedra, y se encuentra en la cima de un cerro de aproximadamente 25 m altura, que sus habitantes aprovecharon para establecer un pueblo con más de 50 casas, que eran estructuras cuadradas contiguas. De sus antiguos muros de bajareque hoy sólo quedan alineamientos de piedras sencillos y dobles, banquetas y empedrados (fig. 4). Cabe mencionar que en dos lugares los constructores aprovecharon series de cuartos contiguos para definir dos plazas, donde seguramente se realizaban ceremonias públicas. Un dato curioso del lugar es que, aunque se encontró todo tipo de material doméstico —herramientas de piedra, puntas, manos y metates—, se registró una proporción muy baja de cerámica. Esto indica que, en general, sus necesidades de almacenaje eran resueltas 16 Ibidem.

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Fig. 3. Tinaja labrada en roca del Cerro de Indios, municipio de El Oro.

Fig. 4. Banqueta registrada en el sitio de Corral de Piedra.

con contenedores de algún material perecedero. ¿Cuándo estuvo ocupado este lugar? Es una de las grandes incógnitas del sitio que se resolverá en futuras temporadas de campo, en las que se aplicarán técnicas de fechamiento absoluto. Lamentablemente, este importante sitio es uno de los pocos del valle que ha sido afectado por el saqueo. Esperamos que esto sea cosa del pasado, para poder estudiarlo de forma sistemática y esclarecer la historia de este destacado lugar en la vida diaria del Durango antiguo. El cuarto sitio que visitó nuestro grupo como parte de nuestra temporada de campo es localmente conocido como el Reliz de los Almirezes.17 Aquí, los habitantes aprovecharon una elevación baja (10 m aprox.) a un costado del río. Este pequeño cerro fue modificado con cuatro terrazas que circunscriben sus laderas. Sobre las terrazas que rodean el cerro se observan divisiones perpendiculares distinguiendo un espacio habitacional de otro. Este escenario se destaca por la abundancia de material cerámico, petrograbados,18 concha marina, la figurilla de un cuadrúpedo que parece un jabalí (fig. 5) y una cantidad notable de morteros fijos en la roca madre del sitio. Entre los materiales cerámicos encontramos el soporte de una vasija trípode y un fragmento en forma de asa de canasta, característicos de la tradición arqueológica Chalchihuites, tipo Nevería, asociada con la Fase Las Joyas de la Rama Guadiana (ca. 800-1000). El cerro adjunto tiene una banqueta larga que define un espacio amplio, plano y libre de piedras que pudo ser la ubicación de eventos públicos del asentamiento. 17 Ibid., p. 64. 18 Los grabados son del estilo de canales y piletas definidos para el alto río Ramos. Véase Berrojalbiz, 2006.

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Este primer acercamiento a los escenarios prehispánicos de la zona demuestra una inesperada variabilidad en magnitud, función de sitios, complejidad arquitectónica y materiales presentes. Esperamos en futuras temporadas de trabajo contextualizar esta variabilidad para comprender quiénes vivieron en el valle, cómo fue su vida diaria y cómo se dieron cambios en el paisaje local. Contextos posteriores a la llegada de los españoles

Fig. 5. Figurilla de un cuadrúpedo pulida en piedra.

Con la misma importancia para los objetivos del proyecto, registramos evidencias materiales asociadas a contextos posteriores a la llegada de los españoles. Éstos incluyen sitios coloniales del siglo xix y principios del siglo xx. A través de ello podremos constatar cómo se configuraron las identidades con nuevos grupos —indígenas y no indígenas—, conformando nuevos espacios y paisajes. Con dicho fin, prestamos particular atención a contextos asociados con misiones, haciendas y minas, las cuales organizaron la vida económica y social de los habitantes del valle en los cinco siglos que siguieron a la invasión española. En cada uno de los sitios se registró la arquitectura presente y se recolectaron materiales para poder comparar cambios tecnológicos y estilísticos en materiales domésticos. Como parte de nuestro recorrido de superficie, registramos dos templos: el de Santa Cruz de Tepehuanes y la capilla de Santa Cruz de Tepehuanes de Arriba. Ambos se encuentran en la localidad del mismo nombre, mejor conocida en la región como “el Pueblo Chilero”. Estos dos templos están asociados con la visita misional que originalmente se denominó como Santa Cruz del río Nazas, establecida a principios del siglo xvii como pueblo de visita de la Misión de San José del Tizonazo, en el municipio actual de Indé. El templo principal del Pueblo Chilero, dedicado a la Inmaculada Concepción de María, cuenta con una sola nave de adobe, con muros cuyo espesor es de alrededor de un metro. Cada 8 de diciembre se celebra su fiesta patronal, la cual, el pasado 2008, incluyó por primera vez una cabalgata desde el poblado de Álamos que culminó en el corazón del Pueblo Chilero. De igual importancia histórica es el templo de Santa Cruz de Tepehuanes de Arriba (fig. 6), una pequeña capilla (2.5 m de ancho x 3.5 m de largo) dedicada a la Santa Cruz, con un altar de tres escalones. Cabe mencionar que tomo 1

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Fig. 6. El templo de Santa Cruz de Tepehuanes de Arriba, El Oro, Durango.

en sus adobes y en la superficie a su alrededor se encuentra material que incluye lítica tallada y cerámica lisa con técnicas autóctonas, junto con cerámica vidriada. Ambos lugares se encuentran en buen estado de conservación, aunque son observables varias modificaciones recientes al templo principal, incluyendo la puerta, el cielo y el techo de cemento que hoy adorna su entrada. Otro tipo de sitios registrados fueron los inmuebles asociados con las haciendas antiguas de Portales, San Miguel, Bailón, San José del Panal, El Refugio y La Cofradía. Varias de ellas tuvieron sus inicios en la época colonial y fueron habitadas por una variedad de grupos indígenas (incluyendo tepehuanes, ópatas y yaquis) asentados en la zona para trabajar en las haciendas, así como en las minas de la región. La hacienda de Portales alguna vez fue muy extensa, y contó con 39 616 hectáreas,19 de las cuales se tomó una pequeña porción para el fundo legal de poblado de Santa María del Oro. Los antiguos edificios de adobe de las haciendas se encuentran muy destruidos, mientras que otros se conservan y están ocupados actualmente. Como representante del auge minero de la zona, motivo originario para el asentamiento de la población española de esta región de la Nueva Vizcaya, registramos una sección del poblado de Magistral del Oro (fig. 7). En éste 19 Saenz Carrete, 1999, p. 71.

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todavía se aprecian los edificios de la mina de beneficio, que operó hasta 1968. Sabemos que la extracción, por lo menos de minerales como el oro y la plata, comenzó en la Colonia, y esperamos que futuros estudios nos permitan comprender el aporte de este poblado, entre otros mineros de la región, como los reales de minas de Corral de Piedra y Sauces. Entre las joyas arquitectónicas decimonónicas del valle que registramos, se encuentra una casa en el centro del poblado de San Bernardo, así como el panteón y el rancho del Agua Caliente (fig. 8). Estos lugares son testigos de los frutos de una era de prosperidad minera, demostrando su riqueza para esa época con elaborada cantera labrada. De los contextos posteriores a la entrada de los españoles también registramos el sitio de Miraflores, cerca de la visita misional de Santa Cruz de Tepehuanes. Este conjunto habitacional incluye estructuras cuadrangulares de piedras apiladas y muros de adobe. Ahí, el equipo encontró material doméstico, incluyendo lítica tallada y pulida, cerámica (que incluyen tiestos vidriados), concha, hueso, vidrio y metal. Estos lugares son de particular importancia porque reflejan, a lo largo del tiempo, una reorganización de la vida diaria y la introducción de nuevas tradiciones, tanto tecnológicas como de organización comunitaria y doméstica, sutiles cambios que han enriquecido el proceso de la conformación de las identidades del norte de México. tomo 1

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Fig. 7. Magistral del Oro, El Oro, Durango.

Fig. 8. Panteón del rancho El

Comentarios finales

Agua Caliente, San Bernardo, Durango.

Este primer acercamiento a la arqueología del valle del río Sextín demuestra una variabilidad en verdad sorprendente —tomando en cuenta que había sido severamente ignorada—, lo cual amerita estudios más profundos en futuras temporadas. Lejos de un lugar periférico, entre el mundo mesoamericano y el del Gran Suroeste, los pobladores del valle del río Sextín participaron en las dinámicas locales y regionales a través de varios siglos. Los estudios de laboratorio nos permitirán precisar algunos de los cambios en la tecnología y el estilo que reflejan la negociación de distintas identidades en el pasado de la región, y se podrán así contextualizar. Futuras temporadas de campo nos ayudarán, también, a profundizar en los distintos escenarios en los que se desenvolvía la vida diaria de los habitantes de esta zona con profundas raíces en la historia.

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SIGLAS Y REFERENCIAS

HRAF ICED IIE IIH INAH PA PAS UACJ UJED UNAM

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