El café de Qúshtumar - Naguib Mahfuz

May 22, 2017 | Autor: Isabelle Cobo | Categoría: Literature, Egipto, Nobel Prize in Literature, Nagib Mahfuz, Naguib Mahfuz
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Descripción


Reseña: El café de Qúshtumar – Naguib Mahfuz (1989)

Isabel Cobo, 1325524

Primera mitad del siglo XX, El Cairo, es este el contexto donde se desarrolla gran parte de la novela "El café de Qúshtumar"; inscritos en esta diégesis, veremos acontecer la vida de cuatro amigos – en realidad cinco, contando al narrador del que nunca tenemos noticia – desde su más tierna infancia colegial. Somos testigos de la unión de sus caminos hasta el ocaso de sus vidas, 70 años después reunidos en el mismo café por el que desfilaron tantas victorias y fracasos. Acontecimientos siempre compartidos por un vínculo inexpugnable de los cinco habitantes del barrio de Alabasia, para quienes la muerte, la derrota, la traición, así como la esperanza y el renacer de cada uno es sufrido y gozado por todos, a pesar de sus diferencias sociales.
Encontramos entonces a Taher, Ismael, Hamada y Sáquir, cuatro pequeños que no superan el primer decenio, confrontados por la realidad política egipcia, reproduciendo las actitudes que ven en sus hogares respecto a la situación nacional y creando una incipiente conciencia social entre revueltas, consignas y sangre. La caracterización que el autor logra dar a cada uno es clara y somos conscientes de ello desde las primeras páginas. Dos de ellos pertenecen a un estrato social considerablemente alto, o al menos así lo ven sus otros dos compañeros; son Taher y Hamada los más afortunados al residir en palacetes y tener por padre un "bajá" y por madre una "hánem"; mientras Sáquir e Ismael provienen de simples "efendies", sin embargo, estas diferencias nunca logran dividirlos ni despertar pasiones como la envidia o el orgullo en sus aún inocentes corazones.
En medio de las luchas del 1918 por independizarse de Gran Bretaña, los pequeños encuentran apoyo en sí mismos, aunque sus posturas políticas no sean idénticas, confluyen en el firme sueño de ver una patria libre, aprenden a respetar sus diferencias ideológicas y de este modo crean un lazo que difícilmente se romperá en los posteriores años. Primeras calamidades como la persecución y aprisionamiento del padre de Hamada por ser partidario del Wafd, o la muerte del padre de Ismael, toman un vigor y profundidad ecuánimes en los cuatro protagonistas.
Uno de los elementos que más me llama la atención de la obra de Mahfuz, es la sincronía que propone y logra mantener entre los acontecimientos nacionales y el desarrollo físico, espiritual y mental de la cofradía. Por ejemplo, se contrasta la sublevación anterior a la emancipación Egipcia con la llegada a la pubertad de los cuatro protagonistas y se caracteriza como "una revolución precursora del desastre que estallaba en nuestros cuerpos". Este cambio sustancial abre paso a las primeras veces experimentadas en compañía: la primera manifestación patriótica, la primera relación sexual, la primera ingesta de licor, etc. Más adelante se encontrarían con una unánime sed de cultura que llenaría las largas horas de tertulia en su ya consagrado café de Qúshtumar, así, el emblemático lugar será testigo de interminables debates adolescentes sobre libros, música y mujeres.
Como último placer recién descubierto, Mahfuz introduce el amor, después de los primeros experimentos sexuales fallidos, los cuatro jóvenes encontrarán la idílica candidez de la mano de una mujer diferente para cada uno, pero que tendrán igual resonancia en sus apenas estrenados corazones. Los primeros y más fervorosos de ellos: Sadiq y Taher, ambos precipitándose prematuramente hacia el matrimonio gracias a las imposiciones culturales y religiosas de sus familias.
Digo último placer porque después de las ardorosas ilusiones compartidas, los chicos se encontrarán de frente con las frustraciones de crecer, de nuevo Mahfuz recurre a la sincronía general/particular como lo ha hecho anteriormente y seguirá haciéndolo en el resto de libro, cuando equipara la muerte de Saad -líder nacional del partido Wafd al que pertenecen los cuatro jóvenes – con la primera gran decepción de sus vidas, la que inevitablemente marcará su futuro: el ingreso a la universidad. Dicho de este modo suena banal, pero no lo es tanto para nuestros protagonistas, Ismael, poniendo todo su esfuerzo en estudiar leyes se encuentra con la súbita muerte de su padre, calamidad que derrumbará económicamente a su ya precaria familia y dejará su futuro flotando en la incertidumbre. Por su parte, Taher es obligado por el bajá a entrar a la facultad de medicina, cuando los intereses del joven no ven otro campo que la poesía, condición que es considerada como una enfermedad para su padre. Hamada, de igual manera, es forzado a seguir la carrera de leyes -irónicamente respecto a la situación de Ismael- pero sus libertinos intereses van muy desligados de la rama jurídica. Mientras que las pretensiones de Sádiq no van más allá de abrir una tienda y vivir de ello, cargando con la desaprobación de su familia a cuestas.
De este modo, los jóvenes se buscan paso entre los caminos que la adultez les abre a algunos y cierra a otros. Entre la frustración y la esperanza construyen su familia y su futuro, con dificultades pero encontrando siempre un lugar en el café de Qúshtumar donde llegar cada noche y desahogar sus aprietos. Finalmente, Taher y Hamada se liberan de las imposiciones familiares y deciden seguir sus ideales culturales dejando atrás las leyes y la medicina. Por su parte, el gran logro de Sádiq es su primera hija, camino por el que pronto le seguirá Taher. Sin embargo, los conflictos conyugales no se hacen esperar y pronto tocan la puerta del café de Qúshtumar donde son escuchados y tratados con toda la seriedad por los cuatro hombres, a la vez que estalla la segunda guerra mundial; de nuevo Mahfuz, logra empatar brillantemente los conflictos internos de sus personajes con la realidad social.
Resulta sorprendente la manera en que el autor logra comprimir un siglo de historia nacional en doscientas páginas, no solo dándole paso a las historias personales de sus cuatro personajes principales, también alcanzando una unión argumentativa entre ambos tópicos, donde el lector no siente bifurcación alguna. Por el contrario, desde el inicio asiste a un paralelismo de dramas menores y mayores, internos y públicos, personales y nacionales, de una tierra que sufre, grita, cambia, madura, y se estabiliza a la par que la vida de los niños toma rumbo hacia la calma de la adultez; no sin antes pasar por todas las penurias de la juventud como metáfora de la revolución y la emancipación egipcia. En general, el autor mantiene un tono optimista y cándido. A pesar de las dificultades que hace vivir a sus protagonistas, en su mesa del café de Qúshtumar siempre se respira la esperanza y la fraternidad; es solo al final de la obra cuando a los ochenta años de los cuatro hombres, se percibe un dejo nihilista al presentir la inminencia de la muerte.
La caracterización concedida a los protagonistas es fuerte desde el inicio de la novela. Tanto física como psicológicamente el autor otorga una identidad inconfundible a los cuatro niños, caracteres que con el paso del tiempo se acentuarán dando paso a cuatro hombres totalmente diferentes entre sí, pero unidos por una identidad política, social y emocional en común. El perfil de cada uno, queda pues establecido desde un inicio para sobre el mismo sustentar los acontecimientos narrados y la manera en que cada uno lo afrontaría. Por ejemplo, ante la imposición familiar respecto a su carrera universitaria, encontramos una reacción totalmente diferente entre Taher y Hamada, así como la resolución que le dan a esta situación es equiparable a la naturaleza de cada uno.
La temporalidad sugerida por Mahfuz es sosegada y pausada, aunque la corta extensión de la obra lo obliga a entregarnos las etapas de los cuatro hombres de manera rápida, la calma de su narración nos permite disfrutar de cada página como si estuviésemos sentados en el emblemático punto de encuentro, bebiendo un café a la vez que escuchamos a aquel quinto y misterioso acompañante que nos cuenta las vidas de sus amigos, mientras por alguna razón decide omitir los propios sucesos de la suya.
La perspectiva de cada etapa de sus vidas paralelamente le permite al lector crear una empatía grupal a medida que se desarrollan los sucesos, efecto que difícilmente se percibiría si se contaran las vidas de cada uno por separado. De esta manera el autor consigue que nos identifiquemos con los sucesos comunes y corrientes acontecidos a los protagonistas y que recordemos con dulzura los Taher, Hamada, Sadiq e Ismael que tuvimos a nuestro lado en momentos de crisis y de euforia compartida, momentos que tal vez no tendrían el mismo peso en nuestra memoria de no ser por esos compañeros fieles que nos esperaban en nuestros particulares cafés de Qúshtumar.
Por su parte, la espacialidad en la que nos sumergimos al abrir esta novela, si bien es reducida al barrio de Alabasia, logra darnos una idea de los cambios que tuvieron lugar en el Egipto del siglo XX; pues tal como los personajes cambian al ritmo de la revolución, Alabasia crece también con ellos. Al inicio esta no es más que un conjunto de casas al lado del río y los palacetes en la otra orilla, en la madurez de los personajes, Alabasia nos es presentada en medio del auge arquitectónico surgido a raíz de los cambios sociales y económicos que el país vivió en esos setenta años narrados.
El gran tópico perseguido por Mahfuz en esta novela, es claramente la amistad. El autor logra erigirla como la prenda máxima y más valiosa de la que puede el hombre preciarse en todas las etapas de su vida. Pilares de gran valía como la familia, el matrimonio e incluso, los hijos, son secundarios en el argumento de "El café de Qúshtumar", los protagonistas alcanzan una conciencia de que todas esas relaciones por íntimas que sean, sufrirán mutaciones, separaciones, desengaños y no están exentas del más temido de todos los males, la muerte. Mientras tales calamidades se suceden unas a otras siempre habrá un amigo esperando en el café de Qúshtumar, muchas veces sólo para callar cuando la situación sobrepasa todo consejo o consolación. La cofradía consolidada entre los cuatro hombres sabrá burlar la muerte hasta las puertas de la octava década, cuando con nostalgia deben aceptar la inevitabilidad del destino humano, pero con la satisfacción de haber recorrido el largo camino juntos. Una amistad que nunca se vio truncada por las diferencias económicas y políticas existentes entre ellos, si no que supo nutrirse desde la diferencia; de este modo, bajo la excusa de la amistad, Mahfuz promueve la tolerancia y la comprensión como valores elementales en las relaciones interpersonales.
Sin embargo, no se puede leer la obra sin ser conscientes de la historia contemporánea de Egipto, muchos de los acontecimientos acaecidos a los personajes, hubiesen tomado otro rumbo o sido considerados de mayor o menor importancia si se traslada la situación a un país de América o Europa, diversas cuestiones religiosas y políticas determinan fuertemente la vida de los cuatro protagonistas, anclando sus circunstancias con su espacio inalienablemente.
Finalmente, esta novela es un testimonio del autor principalmente entorno a la situación política de su país, la memoria colectiva, la sangre derramada por un poco de libertad; pero también se da licencia de tratar temas en apariencia menos categóricos, como la amistad y la tolerancia bajo las circunstancias de los cuatro personajes. De esta manera, Mahfuz se encarga de demostrarle al lector que estos pequeños grandes tópicos van de la mano de los momentos más importantes en la vida del hombre contemporáneo.

















"Akhenatón el rey hereje"
Naguib Mahfuz

Isabel Cobo,1325524

Con base en hechos históricos - tal vez los más relevantes de la historia del "Nuevo imperio" del Egipto antiguo – Mahfuz nos invita esta vez a caminar por las calles de Tebas, y escuchar las historias que brotan de cada rincón revelándonos la misteriosa y radical historia de Akhenatón, el rey que cambió el curso de la religión egipcia. De esta manera,

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