El bueno, el malo y el CEO

Share Embed


Descripción

Los Andes - Imprimir Nota

31/12/16 11'26

Imprimir

Sábado, 31 de diciembre de 2016

El bueno, el malo y el CEO Héctor Ghiretti - Profesor de Filosofía Social y Política

Perfiles extraños En un clásico trabajo de psicología social, Kimball Young distingue siete tipos de liderazgo político: el caudillo, el líder democrático o compromisario, el funcionario o burócrata, el diplomático, el reformador, el agitador y el teórico. Young tuvo la prudencia de explicar que su tipología no agotaba en modo alguno los perfiles posibles. Podría agregarse que, como sucede frecuentemente en las ciencias sociales, se trata de tipos puros y en la realidad rara vez comparecen como tales. Los políticos argentinos no se apartan esencialmente de esta clasificación, pero presentan algunos perfiles que sólo remotamente se ajustan a ellos. Se ha convertido en un lugar común de la opinión pública crítica la idea de que el gobierno de Mauricio Macri está compuesto por CEOs (Chairman/Chief Executive Officer: Presidente Ejecutivo o Director General, máximo cargo en una organización empresarial). La afirmación en esos términos es una exageración, pero es cierto que el Gobierno ha incorporado a muchos funcionarios con ese perfil y se nota un clima general proclive a ejercer el liderazgo político según criterios tomados del mundo empresarial. Por otra parte, si hubiera que caracterizar el gobierno anterior según el tipo de liderazgo dominante podríamos afirmar que se trató -asumiendo que es una generalización similar a la anterior- de un gobierno de militantes. En una nota aparecida en esta sección (“Militar y militante”, 3-11-2011) intenté explicar que el militante, al menos como se lo entiende en el contexto peronista, posee un rasgo propio del concepto del que deriva, que es el militar o miliciano: subordinación y obediencia incuestionada. Si tuviéramos que buscar en la tipología de Young los perfiles que más se acercan al CEO y al militante, encontraríamos al funcionario o burócrata y al agitador, respectivamente. Como resulta evidente, ni uno ni otro se ajustan del todo: más bien lo contrario. El ejecutivo se opone al burócrata. El agitador, por su parte, tiene un perfil mucho más proactivo que el militante, siempre atento a las directivas.

De la ocupación del territorio a la eficiencia No todos los perfiles definidos por Young son aptos para el gobierno. Es preciso indagar en las causas por las que un gobierno decide nombrar militantes en puestos clave del gobierno y la administración pública.

http://www.losandes.com.ar/article/print/articulo/el-bueno-el-malo-y-el-ceo

Página 1 de 3

Los Andes - Imprimir Nota

31/12/16 11'26

Nuevamente son útiles los conceptos militares: la lógica del militante es la de las tropas de ocupación. Su objetivo es mantener el control del territorio conquistado. No le interesa mejorar la vida de las poblaciones ocupadas: el esfuerzo se concentra en el frente. La logística del ejército está principalmente destinada a las unidades de combate, razón por la cual las tropas de ocupación deben buscar su propio sustento: confiscaciones, expropiaciones, tributos. En contraste con esta concepción pasiva/extractiva de la política y el Estado, el nuevo gobierno ha buscado recuperar la idea de eficiencia aplicada al interés público. Por eso recurre a los ejecutivos de empresa. La idea ni es original ni es nueva. En 1992 David Osborne y Ted Gaebler publicaron “La reinvención del gobierno”, un libro que analizaba y promovía la adopción de criterios empresariales para la función pública. La administración de empresas se convirtió en una verdadera ideología que parecía tener respuestas para todas las instituciones, desde el Estado hasta la familia. La ideología empresarialista tuvo su momento. Su estrella empezó a declinar junto con la del neoliberalismo. En 1996 Paul Krugman publicó un artículo titulado A Country is not a Company (Un país no es una compañía) en el que confrontaba la capacidad de comprensión de empresarios y economistas respecto de una economía nacional que, a diferencia de la empresa, constituye un sistema cerrado y complejo. El fin principal del Estado no es producir rentabilidad en términos financieros para sus dueños o accionistas. Si se lo mira desde el punto de vista económico, su actividad tiene que ver principalmente con la asignación de recursos, no con su generación. Si bien ya nadie sostiene aquellas teorías con la fuerza que un día tuvieron, ha resultado muy difícil reconstruir un estándar de eficiencia propiamente estatal, político. Los criterios empresariales siguen siendo aplicados sin mayor contraste. Recientemente, Franco Macri explicaba que las diferencias entre el Estado y la empresa son puramente de escala: es lo que piensa buena parte de la clase profesional argentina. Comparado con la situación anterior, el criterio de eficiencia empresarial es ciertamente un avance. Es preciso tener en mente desde qué circunstancias tan distorsivas venimos. Pero sigue siendo un estándar muy insatisfactorio. Las mejoras que cabe esperar son apenas perceptibles respecto del gobierno-Estado “militante”.

Aprender a ser políticos El problema de fondo es que no parece haber en la clase política argentina otra forma de entender y practicar la acción de gobierno como no sea con métodos y prácticas tomadas de universos más simples y pequeños, como la empresa. Esto se debe básicamente a que no existe la conciencia en torno a la necesidad de que el político reciba una formación específica, se prepare para el cargo que va a desempeñar en el gobierno, el Estado o la administración pública. En otros países de la región, la idea de que el político debe recibir algún tipo de capacitación especial está bastante difundida. Países como Chile o México cuentan entre sus funcionarios con profesionales que en una alta proporción han realizado posgrados en materia de gobierno, políticas públicas, gestión de proyectos, economía o ciencias sociales, tanto en sus países como en el extranjero. En la Argentina, en cambio, se tiene la curiosa idea de que los políticos “se forman” en los centros de estudiantes, los partidos, las asesorías legislativas y los cargos administrativos menores. Para preparar para la función social más difícil -el gobierno- se confía en un sistema que lo que hace básicamente es destruir todo idealismo originario y a la vez adiestrar en los vicios más arraigados de la política: es difícil pensar que el propio sistema produzca por sí mismo dirigentes que puedan mejorarlo o trabajen con una visión superadora. Los organismos “de formación política” que pueden encontrarse en los partidos u otras instituciones cumplen apenas funciones de adoctrinamiento y networking de bajo nivel. http://www.losandes.com.ar/article/print/articulo/el-bueno-el-malo-y-el-ceo

Página 2 de 3

Los Andes - Imprimir Nota

31/12/16 11'26

Educar para el gobierno no parece un asunto fácil. Aunque Platón planteó el problema hace más de dos mil años, no hemos dado con una respuesta satisfactoria. Pero el problema argentino es que ni siquiera se advierte la necesidad de esa preparación: si la educación es, como frecuentemente se dice, el remedio de nuestros males, es preciso empezar por los políticos, dónde y cómo aprenden a serlo. Esta es la única posibilidad de que, como en el memorable western de Sergio Leone, prevalezca el bueno, no el malo ni tampoco el feo.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

http://www.losandes.com.ar/article/print/articulo/el-bueno-el-malo-y-el-ceo

Página 3 de 3

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.