El Bosque Domesticado, el Bosque Cultivado: Un Proceso Milenario en el Valle Medio del Río Porce en el Noroccidente Colombiano

June 24, 2017 | Autor: Francisco Aceituno | Categoría: Archaeology, Latin American Antiquity
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EL BOSQUE DOMESTICADO, EL BOSQUE CULTIVADO: UN PROCESO MILENARIO EN EL VALLE MEDIO DEL RÍO PORCE EN EL NOROCCIDENTE COLOMBIANO Neyla Castillo Espitia y Francisco J. Aceituno Bocanegra

En este artículo nos centramos en las evidencias arqueológicas del Holoceno Temprano y Medio, recuperadas en los sitios Y-021 y Y-045, como parte de un estudio de impacto ambiental en el valle medio del río Porce, Cordillera Central de Colombia. Hemos podido identificar cambios culturales, representados en las fases definidas a partir de las características de los restos materiales y su distribución estratigráfica en los dos sitios. En un primer momento, los grupos humanos que ocuparon el valle medio del río Porce vivieron principalmente de la caza y recolección de vegetales; pero desde muy temprano, alrededor del 7500 a.P. se observa una manipulación de algunas plantas. Esto desembocó en un sistema horticultor complementado principalmente con la caza, la recolección y, en menor medida, con la pesca. Hacia el 5000 a.P. irrumpe la cerámica como una novedad tecnológica acompañada de un incremento de la explotación del medio, y un aumento de los cultígenos en los diagramas de polen. Hacia el 3500 a.P. los sitios fueron abandonados. This study examines the archaeological evidence of Early to Middle Holocene occupation recovered from two sites in the middle Río Porce valley in the northern Cordillera Central of the Columbian Andes. The archaeological investigation was conducted as part of the environmental impact study for the Porce II Hydroelectric Project. Based on artifacts, ecofacts, and human remains, we have been able to identify changes in environmental exploitation, and cultural and technological changes through time. The first groups that occupied the Middle Porce valley lived primarily by hunting and gathering, but the beginnings of horticulture, as seen in the manipulation of certain plants, is visible by about 7,500 B.P. This horticulture was complemented by hunting, plant gathering, and to a lesser degree, fishing. Around 5,000 B.P., ceramics appear along with increased intensity in the exploitation of the environment, indicated by increases in the frequency of domestic plant pollen. The sites under investigation were abandoned around 3,500 B.P.

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Piperno y Pearsall 1998). La información que presentamos amplía nuestra comprensión del proceso de colonización de los valles interandinos del occidente de Colombia el cual, de acuerdo con los datos y fechas actuales, se remonta a comienzos del Holoceno (Gnecco 2000; López 1999; Salgado 1990).

n el valle medio del río Porce, cordillera central andina de Colombia, se localizan tres sitios arqueológicos con evidencias de grupos cazadores-recolectores que explotaron los bosques húmedos tropicales de las zonas bajas y altas del valle desde aproximadamente el décimo milenio hasta el cuarto milenio antes del presente. Los datos del río Porce Medio llenan un vacío importante sobre los cazadores-recolectores para el noroeste de Suramérica, y se suman a la larga lista de contextos arqueológicos del Área Intermedia con evidencias que demuestran la manipulación y el cultivo de plantas desde el Holoceno Temprano y el consecuente desarrollo de sistemas hortícolas neotropicales (Gnecco y Aceituno 2004;

El Contexto Geográfico El valle del río Porce se localiza en el Macizo Central Antioqueño, (Cordillera Central) al nordeste del Departamento de Antioquia (Figura 1). El río Porce, principal afluente del río Cauca, recorre un valle de origen tectónico de 270 km de longitud (Hermelin 1996). El área de influencia del Proyecto

Neyla Castillo Espitia ■ Departamento de Antropología, Universidad de Antioquia, Cl 67 No 53-108, Medellín, Colombia, AA 1226 ([email protected]) Francisco J. Aceituno Bocanegra ■ Departamento de Antropología, Universidad de Antioquia, ([email protected]) Latin American Antiquity, 17(4), 2006, pp. XX-XX Copyright ©2006 by the Society for American Archaeology 1

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Figura 1. Sitios Tempranos en el Valle Medio del Río Porce.

Hidroeléctrico Porce II, con una extensión aproximada de 120 km se encuentra en el valle medio del río, abarcando dos pisos térmicos, el cálido entre 0 y 1000 msnm- y el templado -entre los 1000 y 2300 msnm. La temperatura promedio del valle es de 24°C, la humedad relativa es de 83 por ciento y la pluviosidad media anual es de 3050 mm, distribuida en un régimen de dos períodos de máxima y mínima pluviosidad (Empresas Públicas de Medellín 1995). Tomando en cuenta la altura del valle medio -entre 800 y 2200 msnm- la vegetación nativa corresponde al bosque subandino; en menor frecuencia, se presentan plantas de bosque ecuatorial propio de altitudes inferiores a 1200 msnm. Los sitios arqueológicos se encuentran a una altura entre 800 y 950 msnm, es decir, en la zona de transición entre el bosque ecuatorial y el bosque subandino. Los Contextos Arqueológicos El registro arqueológico de los grupos que

habitaron el valle medio del río Porce desde la frontera Pleistoceno/Holoceno hasta alrededor del 3500 a.P. proviene de los sitios Y-021, Y-045 y Y-1071. Los depósitos están formados por sedimentos de textura franca y francoarenosa de color pardo oscuro, originados por las actividades antrópicas que se llevaron a cabo en los sitios; contienen miles de fragmentos de roca, implementos líticos, carbón, macro y microrrestos vegetales, restos de animales y cerámica. En el caso de Y-021, además, se hallaron entierros humanos (Castillo et al. 2000). Este sitio es un montículo artificial con un área aproximada de 640 m2 sobre una terraza aluvial en la margen izquierda del río Porce, a una altura de 875 msnm. Se excavaron cuatro sectores de 16 m2 en los cuales se identificaron seis estratos (Figura 2). El estrato VI, el más profundo, corresponde con el suelo original de la terraza, alterado por la primera ocupación del área. Esta unidad carece de artefactos pero la presencia abundante de carbón vegetal sugiere el uso del fuego como estrategia de

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Figura 2. Perfil Estratigráfico, Corte 2, Y-021.

preparación del sitio para su ocupación. El estrato V contiene las evidencias culturales de la ocupación entre aproximadamente 7500 y 6500 a.P2 (Tabla 1); que consisten en rocas transportadas al sitio, artefactos y desechos líticos, restos de animales, semillas y carbón vegetal. El estrato IV representa el momento de mayor intensidad de uso del sitio durante el período precerámico, como así lo indica la densidad de ecofactos y de artefactos, pero la principal característica es la presencia de entierros humanos. Las fechas de 7240(80 (Beta-114686), 7080(80 (Beta-99854), 7040 ± 60 a.P. (Beta 118092) y 5670 ± 70 a.P. (Beta 114686) (Tabla 1), sitúan la formación del estrato entre aproximadamente 7500–5500 a.P. El estrato III, se caracteriza por la disminución considerable de todos los restos arqueológicos (semillas, animales, carbón, piedra y artefactos líticos), la ausencia de entierros humanos y la aparición de la cerámica. Se obtuvieron fechas de 4670 ± 60 (Beta 114685) y 4350 ± 70 B.P. (Beta 99853) de manera que estimamos la formación del estrato entre 5500 y 4300 a.P. El estrato II es la última unidad con material arqueológico y marca el fin de la ocupación del sitio; se caracteriza por la mayor densidad de cerámica mezclada con abundantes rocas y algunos artefactos líticos. Asociados a esta unidad se encuentran varias huellas de postes cor-

respondientes a estructuras de habitación. El final de la ocupación está estimado alrededor del 3500 a.P. El sitio Y-045 se localiza sobre una antigua terraza aluvial del río Porce, en la confluencia de las quebradas Guaduas y Fósforo, con un área aproximada de unos 2100 m2. En este sitio se diferenciaron seis estratos que en términos cronológicos y culturales coinciden con el sitio 021 (Castillo et al. 2000). El estrato VI representa el suelo original de la terraza; contiene abundante gravilla, es de color grisáceo y textura limoarenosa, características que indican un ambiente húmedo sometido a procesos de oxidación y reducción por oscilación del nivel freático. El estrato V es la primera capa cultural del sitio; se define por la acumulación de fragmentos de rocas angulares, artefactos y desechos líticos, en una matriz limoarenosa. Tres fechas obtenidas en este estrato indican que su formación antrópica ocurrió entre comienzos del Holoceno y el octavo milenio a.P.. La fecha más antigua, 9120 ± 90 a.P. (Beta 72375), fue obtenida en la base del estrato V, bajo las primeras rocas agregadas para adecuar el sitio; la segunda, de 7710 ± 70 a.P. (Beta 114675), y la tercera de 7080 ± 130 a.P.(Beta 114681) corresponden a muestras de carbón recuperadas dentro del material del estrato3. El estrato IV contiene

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Tabla 1. Fechas de Radiocarbono Y-021 Número muestraa de Laboratorio Beta-99853

Sector 4

Estrato III

No calibradas (a.P.) 4350 ± 70

δ13C -25.0

Calibradas (1σ) 3035 a 2895

Beta-114685 2 III 4670 ± 60 -25.0 3515 a 3360 Beta-118095 2 IV 5670 ± 70 -25.0 4565 a 4450 Beta-99864 2 IV 5880 ± 80 -25.0 4830 a 4690 Beta-118094 4 IV 6280 ± 120 -25.0 5315 a 5065 Beta-118091 4 IV 6540 ± 50 -26.3 5470 a 5430 Beta-99863 3 IV 6940 ± 70 -25.0 5845 a 5700 Beta118092 2 IV 7040 ± 60 -25.0 5960 a 5805 Beta-114686 3 V 7040 ± 60 -25.0 5960 a 5805 Beta-99854 2 V 7080 ± 80 -25.0 5980 a 5835 Beta-99862 3 V 7240 ± 80 -25.0 6150 a 5980 Beta-118093 1 V 7780 ± 80 -25.0 6615 a 6465 Beta-114687 4 V 8990 ± 80 -24.8 8065 a 7975 aTodas las muestras datadas son de carbón vegetal. bLas fechas fueron calibradas por Beta con el programa CALIB. 3.0 (Stuiver y Reimer 1993).

una mayor densidad de artefactos líticos y carbón, pero menos rocas que el anterior; la edad de este estrato la hemos calculado entre finales del octavo milenio y el sexto milenio a.P. con base en la fecha más reciente del estrato V –7080 ± 130 a.P. correspondiente al estrato V y 5000 ± 70 a.P. (Beta 114677) del estrato III (Tabla 2). El estrato III contiene menor cantidad de rocas que el anterior pero la densidad de cerámica, líticos y semillas se incrementa considerablemente. Este estrato está fechado entre 5000(70 (Beta 114677) y 4230 ± 70 a.P. (Beta 99858) (Tabla 2). Asociado a este estrato se encuentra un pozo, posiblemente de almacenamiento, y numerosos huellas de postes de estructuras de habitación. El estrato II formado después de 4300 a.P. marca el fin de la ocupación del sitio; se caracteriza por un incremento de la cantidad de piedra y la presencia de miles de fragmentos cerámicos utilizados como materiales de adecuación del sitio. El estrato I, corresponde al horizonte de suelo en formación. Componentes Arqueológicos, Cambios Paleoecológicos y Cronología Local A riesgo de las implicaciones de segmentar un continuum histórico hemos distinguido en el registro arqueológico y paleobotánico los elementos que nos han servido como base para diferenciar cambios en el proceso de ocupación del área. La diferenciación de dos periodos, Precerámico y Cerámico

Calibradasb (2σ) 3285 a 3245 3105 a 2875 3630 a 3340 4700 a 4355 4930 a 4540 5440 a 4930 5530 a 5345 5950 a 5635 5980 a 5735 5980 a 5735 6030 a 5735 6195 a 5950 6270 a 6425 8015 a 7930

Temprano, es instrumental y se basa en la presencia de la cerámica, la cual desde un punto de vista tecnológico marca una discontinuidad significativa en tanto es el único elemento material que no está presente en todas las secuencias estratigráficas. En el registro paleobotánico este lugar lo ocupa el polen de especies de plantas domesticadas, las cuales servirían igualmente para definir un período preagrícola y otro agrícola; sin embargo, como no hay correspondencia cronológica entre los periodos precerámico-preagrícola/cerámico-agrícola, hemos optado por la primera división con el propósito de adscribirnos a una periodización corriente en la arqueología americana que facilita comparaciones de orden continental. Por su parte, la definición de las fases se basa en otros elementos de cambio que involucran la frecuencia de los distintos materiales y la presencia/ausencia de algunos de ellos. Periodo Precerámico Comprende desde la ocupación del valle, alrededor del 9500 a.P. hasta aproximadamente el 5500/5000 a.P. cuando aparece la cerámica. Este período lo hemos dividido en tres fases. La Fase I está delimitada por las siguientes fechas, obtenidas en la base del estrato V de ambos sitios: 8990 ± 80 a.P. (Beta 114687 -Y-021-) y 7780 ± 80 a.P. (Beta 118093 -Y-021-) y 9120 ± 90 a.P. (Beta 72375 –Y045-) y 7710 ± 70 a.P. (Beta 114675 –Y-045-). Pese a la coherencia de estas fechas, estratigráficamente

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Tabla 2. Fechas de Radiocarbono Y-045 Número muestraa de Laboratorio Beta-99858

Estrato III

No calibradas (a.P.) 4230 ± 70

δ13C -25.0

Beta-114680

III

4320 ± 90

-25.0

Beta-99861 Beta-114676 Beta-114678

III III III

4360 ± 90 4410 ± 70 4690 ± 60

-25.0 -24.9 -27.0

Beta-114677

III

5000 ± 70

-26.4

Calibradasb (1σ) 2900 a 2865 2810 a 2695 3030 a 2880 3085 a 2895 3100 a 2915 3610 a 3590 3525 a 3365 3930 a 3865 3815 a 3700 6005 a 5760 6560 a 6440

Calibradas (2σ) 2880 3300 a 3235 3115 a 2855 2920 3340 a 2895 3635 a 3345 3960 a 3650

Beta-114681 V 7080 ± 130 -25.5 6165 a 5665 Beta-114675 V 7710 ± 70 -27.2 6615 a 6400 Beta-72375 V 9120 ± 90c -25.0 aTodas las muestras datadas son de carbón vegetal. bLas fechas de Y-045 también fueron calibradas con el programa CALIB. 3.0 (Stuiver y Reimer 1993). cBeta Analythic no calibró la fecha de 9120 ± 90 B.P debido a que es necesario refinar la curva; no obstante, el programa CALIB 3.0 para dos sigmas de calibración estima un rango entre 8350 y 7980 a.C.

no hemos podido relacionarlas con materiales específicos, dada la alteración de las evidencias más antiguas por ocupaciones posteriores. En las columnas de polen, la zona 1 asociada al estrato VI representa las condiciones paleoambientales de la frontera Pleistoceno/Holoceno, cuando se produjo el poblamiento inicial del valle. Entonces, los sitios se hallaban en un ambiente con una vegetación abierta compuesta por arbustos, gramíneas y herbáceas en las terrazas aluviales, mientras en las colinas y laderas de montaña dominaba el bosque subandino (Castillo et al. 2000) (Tablas 3 y 4). A partir de las condiciones correspondientes a la frontera Pleistoceno/Holoceno (subzona 1A1) más secas y frías que las actuales, se identifica un primer periodo (subzonas 1A/1B Y-021 y Y-045) correspondiente con la Fase Uno (9000–7500/7200 a.P.) con eventos más cálidos hasta alcanzar hacia el 7500–7200 a.P. (subzonas 1B y 1C) un momento de máxima humedad y ligeramente más frío que los precedentes (Castillo et al. 2000). Para este momento, la poca diversidad del bosque sugiere la existencia de un bosque maduro en el área, mientras que la presencia en proporciones muy bajas de vegetación secundaria es un reflejo del estado normal de alteración, producto de eventos naturales. El grado mínimo de alteración del medio sugiere que pese a la presencia humana en el periodo, la presión sobre los recursos vegetales no fue significativa para quedar reflejada en

las columnas de polen. La Fase II corresponde al período entre 7500 y 6500/6000 a.P. En esta fase se intensifican las actividades en los sitios, como así lo sugiere el agregado de piedra y la presencia de macrorrestos vegetales, restos de fauna y artefactos líticos, que dan origen al primer estrato antrópico. El hecho más notable durante esta fase radica en la realización de enterramientos en Y-021, en donde numerosos individuos tanto adultos como infantes fueron inhumados en áreas especialmente preparadas, la mayoría de las veces con un lecho de piedra, y luego cubiertos con materiales orgánicos, tierra y piedras. Miles de pequeños huesos de la fauna propia de la región, probablemente consumidos en comidas que acompañaban los ritos mortuorios, fueron agregados a los entierros, indicando el alto valor tanto económico como cultural que debió tener la caza para los grupos del Porce Medio (Castillo et al. 2000). En el sitio Y-021 se recuperaron un total de 14,005 fragmentos óseos, de los cuales el 98,3 por ciento (13,767) corresponde a mamíferos; el 1,9 por ciento (161) a aves; el 0,4 por ciento (56) a peces y el 0,15 por ciento (21) a anfibios y reptiles. Del grupo de los mamíferos, el 79 por ciento (10,875) no fueron identificados por el estado de la muestra; el 5 por ciento (689) pertenece al orden RodenEchimydae, familias Agoutidea, tia, Erecthizontidae, representadas en la fauna local

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Tabla 3. Variación Porcentual de las Asociaciones Vegetales Sector 3 Y-021 Subzona 2B 2A 1D 1C 1B 1A Estrato I II II III IV IV V Elementosa de Bosque 23.34 32.84 35.56 23.37 31.65 24.32 13.31 17.43 21.48 Elementos de Borde de Bosque 2.21 5.51 5.68 3.09 1.90 1.82 1.90 1.83 2.22 Pteridophytas (Helechos) 5.80 1.48 3.95 2.75 2.53 0.91 2.28 1.38 0.00 Rastrojos Bajos 6.91 7.42 3.95 6.53 8.86 5.47 6.84 6.42 0.00 Plantas Pioneras 3.59 3.18 6.67 1.72 3.80 5.47 3.06 4.59 0.00 Arecaceae (Palmas) 3.59 4.66 3.95 3.44 1.90 0.91 2.28 1.83 0.75 Gramineae 9.39 7.20 4.44 6.53 9.49 8.81 6.46 8.26 11.11 Plantas Cultivadas 2.21 4.87 3.21 14.43 1.90 0.00 0.00 0.00 0.00 Plantas de Uso Selectivo 0.69 1.08 1.73 4.47 0.00 0.61 0.38 0.00 0.00 Algas 1.38 0.00 0.99 0.00 1.90 0.61 1.52 3.21 0.00 Musgo 2.90 1.91 1.73 3.09 2.53 0.61 3.04 1.83 2.22 Esporas Hongos (Fungi) 28.18 21.18 18.27 20.96 22.78 41.95 38.02 39.91 37.78 Indeterminados 9.81 8.69 9.88 9.62 10.76 8.51 20.91 13.31 24.44 Suma de Polen 724 472 405 291 158 329 263 218 135 aEl término elementos se refiere a componentes florísticos, identificados a nivel de familia, género o especie.

1 A1 V 24.96 1.83 0.91 8.22 0.91 0.91 12.94 0.00 0.00 0.00 1.83 31.05 16.44 219

Tabla 4. Variación Porcentual de las Asociaciones Vegetales Y-045 Subzona Estrato Elementos de Bosque Pteridophytas (Helechos) Plantas Pioneras Arecaceae (Palmas) Gramineae Plantas Cultivadas Algas Musgo Esporas Hongos (Fungi) Indeterminados Suma de Polen

2B I 15.1 4.9 2.3 1.5 4.2 5.3 10.8 6.4 43.8 5.7 265

II 18.6 2.7 0.5 0.3 6.6 0.5 10.8 3.0 49.2 7.8 370

2A III 20.5 3.2 9.8 0.3 4.9 1.9 4.5 0.7 44.8 9.4 308

por la guagua (Agouti paca), la rata espinosa (Proechimis semispinosus), el ñeque (Dasyprocta fuliginosa) y el puerco espín (Coendou prehensilis) respectivamente; el 15,7 por ciento (2,161) corresponde al orden Xenarthra, familias Dasypodidae, Choloepidae y Bradypodidae a las que pertenecen el armadillo (Dasypus novemcinctus), el perezoso de dos dedos (Choloepus hoffmanni) y el perezoso de tres dedos (Choloepus didactylus), respectivamente. En muy bajas frecuencias aparecen los órdenes Carnívora, con un 0,07 por ciento, representado en la zona principalmente por la familias Canidae, Mustelidae, y Felidae, con las especies Dusicyon thous (zorro), Mustela frenata y Eira barbara; Felis pardis (ocelote), Felis concolor (puma) y Felis yagouaroundi (jaguar), respectivamente. El orden Primate con un 0,04 por ciento,

34.7 2.3 5.2 0.6 1.9 1.3 1.9 1.0 42.1 9.0 311

25.5 3.8 7.5 1.0 6.6 0.9 5.7 0.0 44.3 4.7 106

1B IV 28.4 0.0 4.7 0.0 0.9 0.0 36.8 6.6 17.9 4.7 106

11.0 0.0 4.7 0.0 0.8 0.0 43.3 3.9 30.8 5.5 127

1A V 7.1 2.0 0.0 0.0 11.1 0.0 28.3 10.1 32.3 9.1 99

8.3 2.1 0.0 0.0 0.0 0.0 58.3 2.1 20.8 8.4 48

3.9 0.0 0.0 0.0 9.8 0.0 45.1 0.0 31.4 9.8 51

está representado por la familia Cebidae, a la que pertenecen el mono aullador (Alouatta seniculus) y el mono araña (Ateles belzebuth). El último orden identificado fue el Perissodactyla, con un 0,2 por ciento, representado en la zona por el venado rojo (Mazama americana) (Castillo et al. 2000). La mayor actividad se expresa también en la presencia de polen de vegetación secundaria, entre la que se encuentran plantas de las familias Araceae y Melastomataceae (principalmente especies pertenecientes a Miconia spp.) (zona 1B Y-045 y 1B/1C Y-021) (Tabla 3 y 4). Cuando aparecen estas plantas, las frecuencias se incrementan significativamente, hecho que interpretamos como resultado de crecientes niveles de intervención del bosque por parte de quienes ocupaban los sitios, probablemente con la intencionalidad de preparar áreas

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Figura 3. Izquierda, Punta de Proyectil, Derecha, Hachas Talladas, Estrato Cuatro, Y-021.

abiertas para el manejo selectivo de recursos vegetales y animales, incluido el cultivo hortícola de especies silvestres. Hacia finales de la misma, hacia el 6500 a.P. la ocupación se extiende a un nuevo sitio, el Y-107, localizado en la quebrada la Cancanaa, el cual contiene evidencias arqueológicas similares a Y-021 y Y-045 (Castillo et al. 2000). La tecnología lítica de esta fase está orientada claramente hacia la explotación del bosque como lo indica la presencia de hachas (Figura 3), cantos rodados con bordes desgastados (crbd de aquí en adelante) (Figura 4) y bases de molienda. La manufactura de las hachas se inscribe en un esquema de façonnage que consiste en la reducción de un canto rodado mediante la talla de una o ambas caras y el pulimento del filo distal (Castillo y Aceituno 2000). Los modificados por uso (crbd y bases de molienda) cuyas superficies alisadas se deben al procesado de sustancias blandas como tubérculos y rizomas. Junto a los utensilios anteriores, se destaca una industria expeditiva unifacial sobre cuarzo lechoso y cristalino, producida mediante percusión directa y talla bipolar, compuesta por

raspadores, lascas de corte (Figura 5), perforadores, grabadores y buriles (Castillo y Aceituno 2000). La Fase III va desde el 6500–6000 a.P. hasta el 5500–5000 a.P. Se distingue por un incremento de los restos materiales indicando una mayor actividad en los sitios. En el registro polínico el hecho más notable es la aparición de los cultígenosa -Zea mays, Manihot spp., Smilax spp., Amaranthus spp.y cucurbitáceas. Paralelamente, la vegetación secundaria aledaña a los sitios se reduce sugiriendo una mayor limpieza del espacio adyacente a los sitios (zona 1D/2A Y-021 y 2A Y-045) (Tablas 3 y 4). Dada la simultaneidad de aparición en los perfiles bioestratigráficos de estas plantas, sin antecedentes en los registros polínicos, cabe caracterizar a los anteriores géneros como un complejo de especies domesticadas que entraron a formar parte de los sistemas de cultivo locales (Castillo et al. 2000). La introducción abrupta de estas plantas exógenas que dependen para su crecimiento del cuidado humano supone la existencia de prácticas de cultivo precedentes, probablemente con especies silvestres autóctonas, que viabilizaron su adopción

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Figura 4. Cantos Rodados con Bordes Desgastados, Estrato Cuatro, Y-021 y Y-045.

y proceso de adaptación exitosa a los sistemas de cultivo locales. Es relevante anotar que la aparición de las especies anteriores, coincide con un momento en el que las condiciones ambientales son más secas y frías que las que prevalecen durante el Holoceno Medio (Van der Hammen 1992). Paralelamente con este fenómeno, los enterramientos efectuados desde la fase anterior en Y021 se mantienen dentro del mismo espacio. Persisten la asociación entre los entierros y los restos de fauna, y el agregado de rocas para adecuar los espacios habitados y los destinados a los muertos. Con respecto a la tecnología lítica, las variaciones más notables son la presencia de puntas de proyectil (Figura 3), artefactos de corte y raspado con una mayor preparación de los soportes y un ligero incremento de artefactos retocados. Junto con la mayor complejidad de los artefactos que se observa a finales de la Fase II y toda la Fase III, aparecen materias primas alóctonas, como lodolitas y chert rojo, lo que sugiere contactos con regiones aledañas al valle medio del río Porce, muy probablemente con el valle medio del río Magdalena donde se encuentra en abundancia chert amarillo y rojo. El uso de algunas de los artefactos anteriores (modificados por uso y hachas) en el procesamiento

de vegetales se corroboró con fitolitos y almidones extraídos de artefactos líticos asociados a las fases dos y tres. En la fase II, se recuperaron fitolitos tipo Palmae de dos hachas, una de Y-021 (sector dos, estrato V) y otra de Y-045 (estrato V); almidones tipo Zea mays y fitolitos tipo Poaceae de un crbd de Y-021 (sector 2, estrato V), y fitolitos de Cyperaceae de una placa de molienda de Y-021 (sector tres, estrato V). En la fase III se recuperaron almidones tipo Manihot spp. de dos placas de molienda del Y-021 (sectores 2 y 3, estrato IV); fitolitos tipo Annonaceae de un crbd de Y-021 (sector 2, estrato IV) y fitolitos tipo Palmae de un machacador del Y-045 (estrato IV) (Aceituno 2001b) datos que corroboran la información obtenida en las columnas de polen y refuerzan aún más la hipótesis sobre la domesticación de plantas en la región Central de Colombia. Periodo Cerámico Temprano Entre 5500 y 5000 a.P. la cerámica es introducida como parte del acervo técnico de estos grupos. La frecuencia de los fragmentos, nos ha permitido diferenciar dos fases dentro de este periodo, que hemos asociado con su introducción y popularización. El sentido de la distinción está restringido a su representatividad en el registro arqueológico

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Figura 5. Lascas de Corte, Estrato Cuatro, Y-021.

sin connotar una fase inicial del conocimiento y manejo de esta tecnología y una fase de dominio de la misma. La Fase I corresponde a la introducción de la cerámica, hecho que ocurre entre 5500–5000 a.P. y 4300 a.P. El conjunto está formado por pequeños cuencos (Figura 6) ollas y jarras de boca restringida escasamente decorados, que una vez descartados se agregaban a los pisos de adecuación. Entre la cerámica local denominada La Cancana, (Castillo 1998) han aparecido restos de vasijas similares estilísticamente a la cerámica de la costa atlántica de Colombia (Figura 7), lo que indica algún tipo de interacción entre las tierras bajas del Caribe colombiano y las tierras altas de los valles interandinos. En esta fase un hecho relevante es la ausencia de enterramientos en Y-021, lo que coincide con una disminución de la actividad en el sitio. Por el contrario, en Y-045 se observa un incremento de la actividad, expresado en tasas mayores de acumulación de materiales con respecto al periodo anterior y en la ampliación de las áreas adecuadas. En

Y-045 se encuentran pozos de diferentes dimensiones y rasgos circulares que señalan la existencia de estructuras habitacionales y las primeras evidencias claras de almacenamiento. Las subzonas de polen 2 A (Tablas 3 y 4) muestran un incremento de los cultígenos y una fuerte reducción del bosque, acompañada de un aumento de la diversidad florística. En efecto, de un promedio de seis y ocho taxones en la subzona inferior de la zona 1, se pasa a 12 en las subzonas superiores de la misma zona 1, mientras en la zona 2, asciende a un promedio de 20 y 24 taxones. La Fase II -4200 y 3500 a.P- representa el momento de popularización de la cerámica. Miles de fragmentos de recipientes son empleados al término de su vida útil en la adecuación de las áreas ocupadas. Aunque las vasijas mantienen las características de la fase anterior, se observa una mayor variabilidad en el acabado de las piezas lo que contrasta con la alta estandarización de las formas generales, reducidas a cuencos, platos, tapas, jarras y ollas de medidas variables. La decoración de las piezas continúa siendo muy escasa, manteniendo

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Figura 6. Bordes de Cuencos La Cancana, Estrato Tres, Y-021.

los diseños de la fase anterior: líneas incisas y puntos en la parte superior de las jarras, junto con motivos lineales de puntos finos y poco profundos en algunos cuencos y platos pequeños. Durante esta fase, aparecen pequeñas figurinas antropomorfas y zoomorfas modeladas (Castillo et al. 2000). En la industria lítica se observa un incremento del tamaño de las hachas y las manos, desaparecen los bifaces y se acentúa la expeditividad

de los instrumentos de cuarzo (Castillo y Aceituno 2000). En relación con las estrategias de subsistencia, las especies cultivadas y las palmas registran un aumento considerable en la subzona 2B de Y-045 (Tabla 4), mientras que decrecen en la subzona 2B de Y-021 (Tabla 3). Este comportamiento es similar al de las especies pioneras y es congruente con la distribución del registro arqueológico en los dos

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Figura 7. Fragmentos Decorados Cerámica Foránea, Estrato Tres, Y-107.

sitios, en tanto que en Y-021 se advierte una menor intensidad de la ocupación, lo cual posiblemente implicó una menor intervención del bosque en las áreas cercanas. Los datos palinológicos de esta fase se refuerzan con la presencia de fitolitos y almidones extraídos de implementos líticos y cerámicos. Se identificaron almidones tipo Amaranthus spp. y Manihot spp., extraídos de dos fragmentos de cerámica de Y-045 (estrato III); de dos placas de molienda de Y-045 (estrato II) se extrajeron fitolitos tipo Palmae y almidones tipo Smylax spp.; almidones tipo Ipomea spp. y Zea mays de un crbd de Y-107 (estrato II) y fitolitos de cucurbitáceas de un crbd de Y-107 (estrato II) (Aceituno 2001b). Durante el periodo Cerámico Temprano, disminuye fuertemente la densidad y diversidad de los restos de fauna, continúan representados mamíferos, aves, peces y reptiles. Sin embargo, no se puede afirmar que esta baja representatividad se deba a una reducción del peso de la caza en la subsistencia de los grupos; es probable que la ausencia de áreas rituales durante el período Cerámico explique en parte la baja frecuencia de restos zooar-

queológicos (Castillo et al. 2000). En este contexto, los sitios fueron abandonados hacia mediados del cuarto milenio antes del presente. Por el momento, no tenemos datos suficientes para responder por qué los sitios fueron abandonados después de cinco mil años de ocupación, durante los cuales debieron solventarse todo tipo de cambios ambientales y posibles competencias con grupos vecinos por el control territorial. Localmente, hace unos 2500 años, se produce una nueva ocupación por parte de agricultores, lo que significa un abandono del área ribereña por cerca de 1000 años. El Bosque Intervenido. El Bosque Cultivado Las características del registro arqueológico del Holoceno Temprano y Medio descritas anteriormente son coherentes con respecto a un modelo de ocupación de los valles interandinos y las vertientes montañosas basado en el aprovechamiento de los recursos de los bosques mediante dos estrategias propias de los cazadores-recolectores en ambientes

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de baja productividad: una economía de amplio espectro que integra vegetales y animales disponibles durante todo el año, y un control de la distribución de los recursos con el fin de incrementar su previsibilidad y disponibilidad (Piperno y Pearsall 1998). De este modo, los cazadoresrecolectores pueden modificar la distribución de las plantas utilizadas, protegerlas en áreas fácilmente accesibles y cultivarlas para controlar todo su ciclo de reproducción. Con respecto a los animales, los mismos comportamientos pueden extenderse a aquellos que guardan relaciones simbióticas con las plantas aprovechadas, de manera que pueden ser cuidados, vigilados y capturados en sus nichos naturales o se les pueden crear sus nichos en ambientes fácilmente accesibles. Estas estrategias implican una reducción del territorio de explotación y de la movilidad, en tanto que demandan el retorno a las mismas áreas de año en año o de estación en estación. En consecuencia, las unidades sociales quedan atadas al territorio creándose una incongruencia entre la distribución de los recursos y una población creciente que, a su vez, debe ser resuelta mediante mecanismos que incrementen la disponibilidad y la productividad del medio a través de la inclusión de nuevos recursos o el desarrollo de estrategias de producción (Bettinger 1991; Kelly 1995; Piperno y Pearsall 1998; Redding 1988). Como en otras regiones del Neótropico, el poblamiento inicial del Porce Medio está asociado a la explotación de ecotonos ribereños (Piperno y Pearsall 1998; Lathrap 1970). La confluencia de hábitats fluviales y terrestres hace de éste, un ecosistema comparativamente mucho más rico en recursos animales que los bosques de las laderas; de una parte, porque los ríos y quebradas constituyen el hábitat de diversas especies acuáticas y anfibias, y son frecuentadas por animales del interior del bosque que buscan agua; de la otra, porque la vegetación abierta favorece el desarrollo de gramíneas y plantas herbáceas que atraen a una gran cantidad de especies de animales herbívoros, roedores y aves. Todas estas circunstancias convierten al ecotono ribereño un ámbito más productivo, pero también más predecible con respecto al acceso a los animales de caza y las plantas de crecimiento rápido (gramíneas y herbáceas) (Piperno y Pearsall 1998), dos tipos de recursos fundamentales para las poblaciones cazadoras recolectoras de los ambientes

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tropicales. Aunque existen variaciones espaciales y temporales en su distribución anual, se trata de un espacio en el que los recursos críticos son más predecibles, abundantes y variados que en los bosques de ladera en donde, además de las variaciones estacionales concomitantes a los periodos lluviosos y secos, son más escasos y dispersos. De este modo, presumimos que los habitantes del Porce Medio, antes que focalizar la atención en unos pocos recursos cuya dispersión demandaba alta movilidad y, en consecuencia altos costos de obtención, seleccionaron un espectro variado pero limitado de recursos vegetales y animales disponibles, y predecibles que podían ser explotados regularmente en áreas más reducidas. En el marco del poblamiento del valle medio del río Porce durante la Fase I, planteamos que los sitios Y-021 y Y-045 fueron estaciones logísticas desde las cuales los cazadores-recolectores asentados en otras zonas del valle obtenían recursos e información acerca de un territorio en proceso de colonización. Posteriormente, a medida que la colonización del valle se consolidaba, dichas estaciones se transformarían en campamentos residenciales, como lo indica la alta diversidad y densidad de artefactos y la presencia de residuos de todas las fases de la cadena operatoria en el estrato IV de ambos sitios. Recordamos que la existencia de la ocupación asociada a la Fase I del periodo Precerámico, la inferimos de las cuatro fechas entre 9100 y 7700 a.P., cuya coherencia intra e intersitio no es producto de eventos accidentales. El carácter logístico de la ocupación durante este tiempo la deducimos, por una parte, de la ausencia en el registro palinológico de alteraciones de la vegetación en las subzonas 1A1 y 1A que puedan atribuirse a actividad antrópica, y a la imposibilidad de identificar un componente arqueológico específico correspondiente a las primeras incursiones en el valle. Hacia el 7500 a.P., cuando la ocupación de los sitios se vuelve más estable, la perturbación del bosque, mediante el desmonte de la vegetación, se hace evidente en el desarrollo e incremento paulatino de especies pioneras en las áreas próximas a los sitios. Las especies pioneras, son más fáciles de procesar y digerir, ya que debido a su rápido crecimiento son menos fibrosas, desarrollan menos sustancias tóxicas y son más ricas en proteínas y carbohidratos (Piperno y Pearsall 1998). Este

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manejo del bosque derivó en un proceso coevolutivo de dispersión y protección antrópica de las plantas utilizadas (Rindos 1990) entre las que se encuentran frutales, palmas, tubérculos y gramíneas, hasta culminar con su siembra en espacios controlados. La experiencia hortícola con especies nativas debió permitir hacia el 6500/6000 a.P. el cultivo incipiente de especies alóctonas ya domesticadas de las que hacen parte el maíz, el amaranto, la yuca y cucurbitáceasa. Los restos de animales representados en Y-021 confirman el modelo de utilización de los bosques tropicales, enunciado a partir del análisis de los datos palinológicos. La manipulación e intervención que los grupos efectuaron sobre el bosque abriendo claros, provocaba el crecimiento de plantas herbáceas y vegetación secundaria utilizada también por la fauna local con lo que se creaban ambientes propicios para su concentración, generándose de este modo áreas óptimas para su captura. Esto explicaría la mayor frecuencia de mamíferos terrestres frente a aquellas especies que obtienen su alimento de frutos en los estratos más altos del bosque (Piperno y Pearsall 1998). Como bien es sabido por referentes etnográficos, las cosechas de los jardines tropicales se complementan muy bien con la caza de animales que son atraídos por las plantas cultivadas; la atracción de animales a estos puntos significa un incremento adicional de la producción de los jardines (Linares 1976; Posey 1984). Las estrategias de subsistencia enunciadas anteriormente, son apoyadas por los análisis de paleodieta a través de isótopos estables y oligoelementos hechos sobre restos humanos. Los valores del isótopo 13C, que se encuentran en el rango -25.09 y -24.62, son muy bajosa, lo que indica el consumo exclusivo de plantas tipo C3 (Castillo et al. 2000); estos valores son los esperados para poblaciones no agrícolas que consumen plantas silvestres. En poblaciones agrícolas, entre las que el maíz es la base de la alimentación, los valores están por encima de -12 lo que corrobora las interpretaciones anteriores. Dichos valores están dentro del rango de valores obtenidos para sociedades tempranas no agrícolas en otras regiones de Colombia (Cárdenas 1996). En el caso de los oligoelementos, los valores de Estroncio (Sr): 558 ppm; Manganeso (Mg): 919 ppm; Bario (Ba): 148 ppm; Vanadio (V): 98 ppm; Zinc (Zn): 371 ppm; Cobre

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(Cu): 9 ppm, confirman un consumo elevado de vegetales verdes con poca ingesta de bayas, frutos secos y fibra vegetal; consumo de carne, aunque no muy elevado y muy poca alimentación de crustáceos, moluscos y peces (Castillo y Aceituno 2000). La relación logarítmica de Ba/Sr -0,58 corrobora una dieta terrestre con énfasis en el consumo de plantas y muy pobre en consumo de pescado, moluscos y crustáceos, fauna escasamente representada en los sitios. Según estos datos, el patrón ribereño que exhiben los sitios no está relacionado con la pesca sino más bien con el amplio número de animales que merodea en las zonas bajas de los valles. La razón por la cual la pesca no tuvo mucho peso pudo deberse al tamaño reducido de las especies, como lo indica el tamaño de las vértebras recuperadas en Y-021, todas ellas menores de 5 mm (Castillo et al. 2000). No obstante, la recuperación de varios anzuelos de hueso en forma de U indica el aprovechamiento, aunque muy exiguo, de la fauna íctica del valle. El incremento de la alteración de la vegetación del área coincide con dos hechos relevantes: la permanente adecuación de los sitios mediante el agregado de rocas y el uso, durante cerca de 2000 años, de Y-021 como lugar de enterramientos humanos. Tales actividades, constituyen acciones visibles para marcar culturalmente centros de actividad de un territorio reconocido en su dimensión histórica. Enterrar a los muertos en el mismo lugar durante tanto tiempo, constituye una estrategia cultural de particular eficacia en la apropiación de un territorio al fundar una memoria colectiva que refuerza el vínculo entre el territorio ocupado por los vivos y el de los ancestros (Criado 1989; Castillo et al. 2000). Además, las prácticas funerarias pueden ser vistas como expresión de las estrategias de apropiación económica del territorio de un grupo social (el modelo Saxe-Binford citado en Brown 1995; Chapman 1995); bajo esta perspectiva, se plantea la hipótesis que cuando las sociedades comenzaron a controlar recursos cruciales pero restringidos, empezaron a mantener un área formal para la depositación de los muertos, los cuales, representados como ancestros, constituirían el referente para legitimar el acceso, uso y control de los recursos de un espacio delimitado por parte de un grupo corporativo (linajes y grupos de descendencia) construido sobre la base del parentesco (Brown

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1995). En consecuencia, los grupos sociales que residen en ambientes en los que la apropiación de los recursos culturalmente modificados soportan un sistema sedentario o una movilidad restringida usan áreas formales de depositación de los muertos para simbolizar la corporación, los derechos o la herencia, y en tal caso, los cementerios actúan como símbolos de territorialidad (Barret 1996). La destinación de un mismo lugar para enterrar a los muertos durante por cerca de dos mil años, expresa vínculos, sentido de pertenencia e identidad de sus miembros a través de múltiples generaciones. El cementerio legitimaría simbólicamente el derecho de movilizarse por un territorio apropiado, transformado y significado por los habitantes del Porce Medio. Por otra parte, el enterramiento de un número de individuos, que no supera los 100a, nos confiere la certeza de que no todos fueron enterrados allí, y que tal tratamiento solamente se le dio a algunas personas, tal vez a aquellas que gozaban de algún status diferencial. Entierros primarios individuales de adultos e infantes; entierros primarios de parejas y colectivos; entierros secundarios de paquetes de huesos individuales, o asociados a entierros primarios, indican la variabilidad en el tratamiento mortuorio, lo que sugiere el reconocimiento de diferencias entre los individuos, según su status, sus roles o aptitudes (Castillo et al. 2000). Además, el hecho de que los cadáveres fuesen acompañados con huesos de animales, placas de molienda, manos y hachas de piedra, refuerza la idea de la diferenciación y la identidad social que los individuos enterrados pudieron haber alcanzado en la vida y que es expresada en el tratamiento dado al cadáver (Binford 1971). La apropiación del espacio a través de las adecuaciones en piedra, los enterramientos, el desmonte de vegetación y el cultivo de plantas, son hechos que sin duda se correlacionan con una movilidad reducida. La mayor duración de los asentamientos y la tendencia a reducir la movilidad logística desde los sitios residenciales se acentuaría aún más a partir del 5000 a.P. cuando se observa en el registro arqueológico el mayor peso de los cultígenos, las primeras evidencias claras de almacenamiento en el estrato III de Y-045, la presencia de huellas de poste en ambos sitios y la utilización de la cerámica. En este contexto, y dada la reducción de la movilidad, el acceso a recursos ubicados por fuera del territorio local debía alcanzarse,

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no solamente a través de expediciones de carácter logístico, sino también a través de estrategias sociales que implicaron una intensificación de la interacción con otros grupos asentados en la región. La reducción de la movilidad se va a manifestar claramente con el desarrollo del cultivo de semillas y tubérculos (Zea mays, Amaranthus sp., Manihot sp. y cucurbitáceas). La incorporación de la cerámica como una nueva tecnología en un contexto precedido por crecientes niveles de sedentarización, definición de territorialidades y la emergencia de desigualdades sociales, nos proporcionan algunos indicios sobre los fenómenos de complejización social alrededor de 5500/5000 a.P. La alfarería constituyó un saber-hacer cuyo dominio probablemente estaba limitado a algunos grupos y personas que local y regionalmente pudieron adquirir prestigio por sus novedosos conocimientos. En este marco, los objetos de cerámica pudieron actuar como bienes de prestigio que circulaban en circuitos de interacción social que rebasaban el ámbito local. La presencia de cultígenos y de vasijas de cerámica de origen foráneo prueban que no se trata simplemente de circulación e intercambio de información, sino también de bienes materiales que llegaron a la zona por contacto directo con comunidades ubicadas en otras regiones del Área Intermedia, en las que alfarería y los cultívenos ya formaban parte de su acervo cultural. La idea de que la cerámica fue utilizada en espacios de intercambio social, se ve apoyada por la identificación en un fragmento de cerámica de Y045 de almidones de yuca gelatinizados (Manihot sp.) que pueden ser residuos de la fermentación del tubérculo (Aceituno 2001b), (Figura 8). El consumo de bebidas fermentadas pudo darse en el marco de eventos rituales vinculados a la intensificación de las relaciones sociales con comunidades aliadas (Hayden 1995; Hoopes 1995). La existencia de cerámica de características tecnológicas y estilísticas similares a la del complejo La Cancana en otros sitios del valle del Porce (Ardila et al. 1998:154; Correa 1997) cuyo número estamos seguros se incrementará conforme se adelanten investigaciones en la región, indica su circulación en redes sociales extralocales. En este contexto regional, la cerámica constituye un elemento que da cuenta de la existencia de identidades y tradiciones locales que una vez más podemos confir-

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Figura 8. Almidones de Manihot sp., Estrato Tres, Y-045.

mar en la existencia de las particularidades estilísticas del llamado complejo La Cancana. La producción y uso de la cerámica tanto en esta fase como en la siguiente, no parece estar orientada al cumplimiento de funciones de procesamiento de alimentos o intensificación de su producción, sino al servicio de alimentos y tal vez la fermentación de líquidos cuyo consumo pudo haberse dado en el marco de eventos rituales que involucraban comunidades relacionadas ya por vínculos de parentesco o por alianzas, en los que los objetos cerámicos constituían en bienes de prestigio que entraban a ser intercambiados (Hayden 1995; Hoopes 1995). En este contexto de intercambios dentro de redes sociales regionales, interpretamos los hallazgos de cerámica con características tecnológicas y estilísticas similares a la de La Cancana en otros sitios del valle del río Porce (Ardila et al. 1998:154; Correa 1997). La doble función, simbólica y social, como bienes de prestigio que circulan a través de redes sociales, también es apoyada por la presencia de

piezas, tecnológica y estilísticamente distintas que, como ya hemos planteado, podemos relacionar con complejos contemporáneos de las zonas bajas del norte de Colombia. Las pastas con desgrasantes de arena de grano medio, la decoración con base en líneas anchas y pandas, y los motivos lineales y geométricos son característicos de los conjuntos tempranos de la costa Atlántica de Colombia representados en sitios como San Jacinto (Oyuela 1995), Monsú y Puerto Hormiga (ReichelDolmatoff 1997), siendo particularmente similares con cerámica de las fases Turbana-Monsú dada la presencia de elementos decorativos basados en líneas incisas anchas, motivos curvilíneos y rectos paralelos, las asimetría de los cuencos y la presencia de protuberancias triangulares en los bordes. El efecto de la intensificación de la producción debió manifestarse en un crecimiento demográfico y en el fraccionamiento de las comunidades locales en búsqueda de nuevas tierras de cultivo, debido al rápido agotamiento de los suelos tropicales cuando se someten a cultivos permanentes. Como resul-

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tado, se desarrolló un modelo de movilidad residencial en ciclos largos en función de la localización de las tierras cultivables, tal como era practicado por los grupos que ocupaban la cuenca del río Porce y el noroccidente antioqueño en la época de la conquista (Castillo 1998). Conclusión A escala continental los datos del Porce Medio son fundamentales para comprender cómo fue, desde un punto de vista ecológico, el poblamiento de los bosques subandinos y el origen de la agricultura en los Andes Septentrionales. Dadas las limitaciones ecológicas de estos ecosistemas, un tema polémico que siempre surge en la arqueología de los bosques tropicales es la relación hombre medioambiente; es decir, cuáles fueron las estrategias que permitieron el poblamiento y el desarrollo de procesos culturales locales que para el noroccidente de Suramérica se remontan a 10,000 a.P. (Gnecco 2000). En contra de la teoría de las limitaciones de estos ecosistemas (Bailey et al. 1989; Gross 1975) por una parte, hay que señalar que las ecozonas ribereñas, donde se localizan los sitios del valle del Porce Medio, se caracterizan por su riqueza en especies animales y vegetales; por otra parte, como han señalado varios autores (Balée 1992; Bailey y Headland 1991; Bauchet et al. 1991; Piperno y Pearsall 1998), que los bosques antropogénicos son más productivos debido a que la perturbación favorece la diversidad de especies vegetales y animales, aumentando la previsibilidad y la capacidad de carga de los recursos. Estos primeros pobladores crearon, en palabras de Darrell Posey (1984), economías agroforestales basadas en el manejo de un amplio espectro de recursos vegetales, que de acuerdo a los datos del norte de Suramérica (Gnecco y Aceituno 2004), incluido el Porce Medio y otras regiones próximas del occidente de Colombia como Panamá (Piperno et al. 1991), se remontan a finales del Pleistoceno y que sirvieron de laboratorios para el desarrollo de la agricultura. En este marco de relaciones ecológicas, hacia el 6500 a.P. aparecen las primeras evidencias sobre el cultivo de plantas. Los datos del Porce Medio se encuentran en una de las tres áreas que han señalado Piperno y Pearsall (1998:165) como focos de domesticación de plantas, sumándose a la larga lista de sitios arqueológicos del Area Intermedia

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(Piperno y Pearsall 1998) que contrastan la hipótesis, planteada entre otros por Carl Sauer (1952) y Donald Lathrap (1970), de que uno de los grandes focos de domesticación y orígenes de la agricultura fueron los bosques tropicales. En este sentido, las evidencias microbotánicas que hemos identificado aportan una información valiosa para entender el origen y difusión de plantas tropicales como la yuca, el amaranto, el aguacate y el mismo chontaduro, y la difusión en América de plantas tan importantes como el maíz o las calabazas. El cultivo de plantas no fue un salto conceptual, pues como hemos señalado a lo largo del artículo, desde milenios atrás los habitantes del Porce Medio venían manejando los recursos del bosque, concentrando, ya sea de forma consciente o inconsciente, muchas de las plantas silvestres en las áreas adyacentes a los asentamientos, creando jardines que fueron verdaderos laboratorios de domesticación de plantas. En el marco de esta racionalidad es donde hay que situar el origen del cultivo de plantas, como un proceso que comienza con el manejo de un amplio espectro de recursos vegetales y animales del bosque, en las áreas cercanas a los sitios de habitación. Los datos corroboran esta idea, en tanto no se producen grandes cambios ni en el registro arqueológico ni bioestratigráfico y los datos de isótopos, y oligoelementos, como veíamos, indicaban una dieta amplia y estable entre el 7500 y el 5000 a.P. Alrededor del 5000 a.P. se producen cambios en el registro arqueológico como la presencia de huellas de poste, pozos de almacenamiento y especialmente la cerámica; además de indicar mayores niveles de complejización social concomitantes a procesos de sedentarización, sugiere también, particularmente la cerámica, la existencia de intensificación de relaciones sociales y un espacio de interacción regional en el que circulaban ideas, bienes y elementos de prestigio (Earle 1987). Alrededor de 3500 a.P. los sitios tempranos del valle medio del río Porce después de cerca de seis milenios de ocupación son abandonados. Ante la carencia de evidencias que indiquen otra cosa, creemos que las causas del abandono se encuentran fundamentalmente en la dinámica del proceso local y no de invasiones, guerras o crisis ambientales no indicadas por los datos de polen. El factor decisivo pudo estar en el dominio de un sistema agroecológico basado en plantas autóctonas y alóc-

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tonas cuyo proceso de adaptación y cultivo en los bosques tropicales subandinos se experimentó y desarrolló localmente en los milenios precedentes; probablemente, una vez dominado el sistema agrícola, cada núcleo social mínimo estaba en condiciones de producir los recursos energéticos equivalentes a los obtenidos en el ecotono ribereño, de manera que fue posible alejarse de este nicho para colonizar y habitar de manera permanente las vertientes montañosas y expandirse a otras regiones adyacentes, como así lo indica la aparición de cerámica Cancana en otras regiones, como en el Valle de Aburrá (cuenca alta del río Porce) a unos 100 km de distancia de los contextos estudiados. Agradecimientos. Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto arqueología de rescate en el área de influencia del proyecto hidroeléctrico Porce II, financiado por las Empresas Públicas de Medellín (Contrato No 9/DJ-9610/78) y la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Antioquia. Los autores quieren agradecer a las Empresas Públicas de Medellín, a la Vicerrectoría de Investigación, al Centro de Investigaciones Sociales y Humanas, y al Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia por brindarnos todo su apoyo logístico y humano durante la ejecución del proyecto Porce II. Extendemos este agradecimiento a todos los colegas y estudiantes que de una forma u otra participaron en el transcurso del proyecto. A Luis Carlos Cardona y Nicolás Loaiza por ayudarnos en la edición final. Por último, agradecemos a los evaluadores anónimos por sus enriquecedores y pertinentes comentarios para mejorar la versión final de este artículo.

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Notas 1. Los resultados de este artículo se centran en los yacimientos 021 y 045. 2. Dos fechas de 8890 ± 80 a.P. (Beta 114687) y 7780±80 a.P. (Beta 118093) procedentes de muestras obtenidas en la base del estrato, en dos sectores distintos del mismo sitio, se han descartado para datar la edad del estrato. Sin embargo, las hemos tenido en cuenta para datar los momentos iniciales de la ocupación del área de estudio. 3. Las fechas y el rango entre ellas coincide con las fechas asociadas al estrato V de Y-021.

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