EL AUXILIO SOCIAL EN LA CIUDAD DE PUEBLA: LAS OBRAS CARITATIVAS EN LA SERIE \"EXPEDIENTES\" DEL ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL , 1821-1823

July 8, 2017 | Autor: Marianne Jalil | Categoría: Pobreza, Cárceles, Pobres, Limosnas, Caridad Social
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Descripción

El auxilio social en la ciudad de Puebla: las obras caritativas en la serie “Expedientes” del Archivo Histórico Municipal, 1821-1823 Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Historia, BUAP, Marianne Jalil Dib, Dra. María de Lourdes Herrera Feria

Resumen La importancia de esta investigación radica en la atención que se pone en el problema de la pobreza en una época de cambios radicales para el país. En la segunda década del siglo XIX la autoridad civil empieza a tomar medidas para atender la situación de los pobres, independientemente de las autoridades eclesiásticas quienes tradicionalmente se habían hecho cargo del rescate de los menesterosos a través de la caridad. Esto significó un cambio en las políticas de auxilio social que pasaron a ser un asunto de Estado una vez consumada la Independencia de México. Originalmente el proyecto planteó la búsqueda de información en los documentos del Ayuntamiento de Puebla en el periodo que comprende el Primer Imperio Mexicano, 1821-1823, después de una primera exploración en la serie “Expedientes” del Archivo Histórico Municipal de Puebla [1] se determinó retroceder algunos años para contextualizar la información encontrada. Como resultado de la investigación fue posible analizar un expediente de 1817 que revela la actuación del cabildo civil para asistir a los presos de la cárcel municipal que no tenían a ningún familiar que pudiera velar por ellos. La tarea no era una labor fácil ya que debido a los problemas por los que atravesaba el país y el cambio en el concepto de la caridad hacía que las limosnas fueran escasas.

Introducción El propósito de esta actividad fue lograr un mejor acercamiento al campo de la investigación documental que es básico para el desempeño del historiador y al tema del auxilio social, problema que reclama la atención permanente tanto de la sociedad como del Estado. El objetivo de este proyecto intitulado “El auxilio social en la ciudad de Puebla: las obras caritativas en la serie “Expedientes” del Archivo Histórico Municipal, 1821-1823” consistía en investigar este periodo para saber de qué manera el poder civil a través del Ayuntamiento de Puebla se hizo cargo de los pobres a partir del cambio de gobierno después de la consumación de la Independencia. En base a lo que se encontró al revisar este acervo se determinó retroceder algunos años debido al corto tiempo de este gobierno donde no encontramos la información deseada. Como resultado veremos a través del documento hallado en el volumen 64 la existencia de un cargo denominado Mayordomo de la Obra pía de Caridad y Limosnero de Encarcelados fechado en el año de 1817, que nos da una clara visión de la manera en que el tema de la caridad y el auxilio a estos menesterosos fue evolucionando. Ésta que se ha caracterizado por ser una constante preocupación desde tiempos de la Colonia, donde su atención era exclusivamente por parte de la Iglesia se fue transformando hacia una mayor participación del Estado y estos cambios sentaron las bases de la atención a los pobres durante el siglo siguiente. El problema de la pobreza en México parece ser un tema cada vez más complejo y sin solución. Nosotros creemos que una de las razones por las que no se ha podido solucionar éste es que no se ha estudiado históricamente la atención a los menos favorecidos desde la Independencia de México. Los estudios que se han realizado a partir de la segunda mitad  

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del siglo XIX se centran solo en datos económicos que hablan del estado de las exportaciones de plata, el abandono de las haciendas y la escasa o nula actividad industrial sin estudiar al pobre, al individuo en particular y los encargados de socorrerlos. Existen algunos estudios de la misma naturaleza que van de la guerra de Revolución hasta la década de los años setenta ya en el siglo XX. Hoy el tema de la pobreza en México es símbolo de lucha política, es la mejor manera de que un partido político garantice una gran cantidad de votos que les aseguren su permanencia en los puestos de poder a cambio de unos cuantos pesos o despensas a través de programas que no resuelven la lacerante pobreza de millones de mexicanos por lo que no se avista una pronta y verdadera solución. Los planes gubernamentales dedicados al combate de la pobreza empiezan a figurar en el sexenio de López Portillo, 1976-1982, que casi desaparecieron con su predecesor, Miguel de la Madrid hasta que a partir del sexenio de Salinas de Gortari, 1988-1994 [2], se lanzaron programas que hasta nuestros días han sumado cuatro millonarios proyectos dedicados a atender el tema de la pobreza, que como ya dijimos no han presentado los resultados esperados, y de igual manera solo se enfocan a las cifras y no al individuo. El concepto de la caridad y la limosna en el siglo XIX. Como sabemos a fines del siglo XVIII las reformas Borbónicas generaron cambios que afectaron a toda la monarquía hispánica, en especial a la institución de la Iglesia que también sufrió cambios al ser secularizados sus bienes por parte la Corona española y a principios del siglo siguiente por la aplicación de la Cédula de Vales Reales para financiar la guerra que mantenía en continente europeo. Esta situación en conjunto con las ideas ilustradas propias de este periodo originó la transformación del concepto de la limosna. Anteriormente a estos cambios, la caridad y las limosnas eran reguladas a través del Cabildo Eclesiástico y estas estaban destinadas a obras útiles. Las limosnas se empleaban para la construcción y atención de hospitales, iglesias, colegios, ayuda a distintas obras de caridad, etc., se utilizaba para todo lo que enriqueciera a la sociedad en conjunto, al público “era impensable emprender una obra inútil o perjudicial”[3]. Como apuntábamos, con el cambio de pensamiento a principios del siglo XIX, la crítica se centraba en la holgazanería y en el elogio al trabajo, por lo que dar limosna para la atención de personas sin oficio ni beneficio ya no era bien visto pues este tipo de individuos no eran útiles a la sociedad. Las limosnas se empezaron a destinar solamente para la atención de los eclesiásticos y de las iglesias asimismo se prohibió a los sacerdotes en la diócesis de Puebla pedir limosnas dentro de los templos para asuntos que no fueran de esta naturaleza [4]. Ante este panorama el auxilio social pasó poco a poco de la exclusiva atención por parte de los religiosos al poder civil, el Cabildo se vio obligado a tomar acción en las labores caritativas aunque no lo va a lograr del todo ya se empezaba a ver una acción más decidida de este poder. Ahora sabiendo la situación de las limosnas a principios del siglo XIX y en concreto en el año 1817 cuando se elaboró el expediente del Mayordomo de la Obra pía de Caridad y Limosnero de Encarcelados podemos hablar y entender los problemas que el desempeño de este oficio suponía. Expediente del Mayordomo de la Obra pía de Caridad y Limosnero de Encarcelados Este expediente es muy rico, en él podemos ver reflejado los modos en que operaba el Cabildo en esa época que ya comenzaba a tener mayor injerencia en los temas del auxilio social. La simple existencia de un documento de esta naturaleza ya es un indicio de que pese a la difícil situación del país la ciudad debía de seguir en funcionamiento. Incluso a  

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través de este documento quedaron plasmados los sentimientos de preocupación, compasión y caridad que movían al ser humano a prestar el socorro a los más necesitados y hasta olvidados de esta sociedad que a pesar de todo no podían permanecer indiferentes que como ya sabemos en 1817 los pobres presos no eran personas que generaran ninguna utilidad a la sociedad sin embargo estos no estaban abandonados a su suerte, estos recibían la ayuda por parte de la Corona a través del nombramiento de un Mayordomo Limosnero de Encarcelados que desempeñaba su oficio más por compromiso moral con estos infelices que por el dinero o prestigio que recibiera. Su tarea consistía en recaudar limosnas de puerta en puerta, para llevar alimento a los encarcelados y las recibía en dinero y en especie. Las condiciones comenzaron a ser menos favorables para la recolección de limosnas debido a la difícil situación económica por la que atravesaba la Nueva España, la guerra de Independencia ya había hecho estragos en la economía de los ciudadanos por lo que el Mayordomo de Caridad se dirige al Cabildo para que este socorra la urgente necesidad por la que atraviesan los pobres presos, expone las condiciones en que estos se encuentran y a su vez hace un reclamo al Ayuntamiento a su falta de atención: “[…]uno de los destinos más urgentes y más importantes, que deben tener los propios y rentas de los pueblos, son los alimentos indispensables de los encarcelados que o por no tener allegados en el mismo suelo, o por carecer estos de arbitrios para socorrerles…”[5] “Esta ciudad, creo ha sido la excepción de esa regla, pues no se toma un real de sus fondos para el pan de los encarcelados; y por que entiendo que habrá sido así, no por que deba ser, si no por que la abundancia a los tiempos pasados daba lugar á que la liberalidad hubiese limosnas abundantes con las que, supuesta la comodidad de precios en los víveres, se hacían los alimentos con desahogo, hoy que al contrario la escasez general ha hecho que el mas franco lleve conducta de miserable de aquel tiempo, y sobre ser por eso escasas las limosnas, no bastan a comprar al encarecido precio, que rige en todo, una mitad o acaso tercia parte de lo a que antes bastaba, es imposible al mayordomo sostener el gasto de los alimentos de esos miserables encarcelados, cuyo número también ha crecido, sin los fondos públicos, de ese caudal dispuesto para las públicas necesidades, no se le auxilia para esta, pública como la que mas, y primera entre las primeras…” [6].

Aunque el concepto de caridad y de la limosna se había transformado, el sentimiento de piedad y compasión por estos menesterosos queda de manifiesto a través de este documento. El Mayordomo se asegura que su sentir y pesar queden plasmados en su denuncia para contagiar al señor Virrey y al Cabildo, y resuelvan con benevolencia esta petición. Constantemente utiliza palabras como “necesitados”, “infelices”, miserables” y plantea preguntas a la autoridad, “¿Y tendrán estos Pobres quien les lleve de sus casas algún alimento, cuando muchas veces he visto que les dan a sus inocentes hijos y desgraciadas mujeres el pan con que ellos se socorre; pero así o solo mirando se puede creer? ¿Y podrá cualquier racional que ocupa mi encargo desentenderse de esto?”[7] para asegurarse de transmitir la angustiosa situación. Otra preocupación que se tenía aparte de llevar alimentos a los presos para mantenerlos con vida o como una acción pura de caridad, también existía el desasosiego de que ante la falta de alimento estos presos se enfermaran o se levantaran como se expone en el documento: “teme el mayordomo, que por falta tan

 

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grave la hambre irritaría la cólera, y conmovida la de todos aquellos produciría no se que funestos resultados”[8]. Se hacía todo lo posible por que el alimento no faltara, aun si las limosnas eran insuficientes; encontramos que al no recaudar lo necesario era común que el Mayordomo pusiera de su bolsa el dinero necesario para completar el gasto y pedir al Ayuntamiento su reembolso que no siempre lo hacía con prontitud generando apuros económicos a la familia del oficial. Esta particularidad orillaba a los Mayordomos a renunciar al cargo muy a su pesar ya que el desempeño de esta noble labor estaba cimentada en el compromiso moral que esta sociedad tenía con el prójimo más necesitado y al que menos ayuda recibía. “De ahí proviene que el mayordomo limosnero a la mas subida caridad no pueda subsistir sirviendo a los pobres, y que sea necesario dejar con sentimiento una ocupación tan preciosa, y angustiar al ilustrísimo señor obispo, como no pudo evitarlo mi antecesor a pesar de su celo por los pobres, haciendo renuencia al encargo. No puede ser, repito, que el mayordomo socorra con alimento muy preciso a los encarcelados[…]”[9]

A lo largo de todo el expediente vemos el proceso de cabildeo que requiere un negocio de este tipo, propio de esta instancia. Encontramos las peticiones realizadas al Ayuntamiento por parte del Mayordomo y las alegaciones por parte del poder civil quien a su vez insta al poder eclesiástico a formar parte de la solución del problema. Asimismo encontramos acusaciones ante la falta de cumplimiento en las resoluciones de dotar de fundos públicos al socorro de estos pobres presos pues también la ciudad carece de fondos suficientes. Las propuestas por parte del Mayordomo y del Obispo de Puebla planteadas al Ayuntamiento para dar solución a este grave problema no fueron muy bien acogidas por esta autoridad, una de ellas sugería una asignación de fondos públicos derivados de un impuesto aplicado “a cada barril de licor del país o de Europa”[10] que entrara a la ciudad debido a que gracias a al consumo desmedido de este producto la cárcel se encontraba cada vez más llena. Ante la negativa a esta petición, la inminente renuncia del Mayordomo y lo gravoso de la situación el Ayuntamiento propone al obispo el nombramiento de un nuevo Mayordomo, que fuera una persona con amplios recursos y de buena posición social para que pueda aportar lo necesario de su propia bolsa sin dañar la economía familiar además de que a través de su privilegiada posición contagie a sus allegados para dar mejores limosnas también se insta al señor obispo a nombrar a uno o dos eclesiásticos que de igual forma cuenten con suficientes recursos para desempeñar con éxito tan noble labor. Así esta plasmado en más de un Acta: “[…]la imposibilidad de los fondos públicos y de un nuevo gravamen a este vecindario, no hay otro remedio que el nombramiento de un Mayordomo pudiente muy eficaz en pedir, y muy justo y económico en repartir; por lo mismo contéstesele al Ilustrísimo Señor Obispo haciéndole ver la imposibilidad y ninguna facultad que Vuestra Señoría Ilustrísima tiene para disponer de sus fondos la que asimismo hay para un nuevo gravamen, digo arbitrio que tenga su Señoría Ilustrísima la dignación de nombrar si se tiene a bien a uno o dos Eclesiásticos pudientes para Limosnero y Mayordomo de la Santa Caridad a un particular que lo sea con la eficacia justicia y economía que antes he insinuado, que Vuestra Señoría Ilustrísima abrirá una subscripción voluntaria que se ponga una

 

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alcancía para las limosnas eventuales y que por último se agoten todos los arbitrios petitorios, […]” [11]

Este expediente cierra con la respuesta del Mayordomo al Ayuntamiento, informando: “entre las personas seculares no conozco alguna pudiente que esté tocada de los sentimientos que aquella ocupación demanda”[12]. Y del señor obispo que informa, que al “no tener ningún Eclesiástico acomodado para darle y pedirle conferir el cargo de Mayordomo de la Caridad ni entre los seculares conocer algún pudiente que esté tocado de los sentimientos que aquella ocupación piadosa demanda”[13], el Ayuntamiento al no recibir respuestas favorables tuvo que afrontar el problema manteniendo en su cargo al mismo Mayordomo y liberando los recursos necesarios para aliviar tan grave situación hasta encontrar una mejor solución. La negativa por parte del obispo no es más que la consecuencia de los avatares económicos por los que estaba atravesando la misma Iglesia católica como resultado de la Consolidación de Vales Reales y la ya mencionada crisis en todo el país. A pesar de las reacciones que tuvieron estas solicitudes entre los miembros del poder eclesiástico no se desamparó a estos menesterosos, el expediente cuenta con unas listas donde el Mayordomo presenta el registro de limosnas recibidas y podemos encontrar entre los benefactores al Obispo y a uno que otro sacerdote. Conclusiones A lo largo de esta investigación fuimos testigos de que a pesar de los problemas que pudieron haber existido en la nación, el poder civil compuesto por hombres de principios y comprometidos con su ciudad la mantenían funcionando, aun con la llegada de las ideas ilustradas que trajeron el cambio al concepto de la caridad y de la limosna, estos hombres en su calidad de buenos cristianos llevaron el auxilio a estos los pobres sin utilidad. Como podemos ver la complejidad del tema de la pobreza en nuestro país data de muchos cientos de años atrás, hoy nuestros gobiernos han encontrado una utilidad a los pobres, pues se cuida que no mueran de hambre en tanto que representan un voto y los que se encargan de prestar el auxilio a los menos favorecidos con el único interés de mejorar su existencia han quedado en el anonimato. No podemos cerrar sin recalcar la riqueza de este expediente, se encuentra lleno de datos que quedaron sin mención en este ensayo para no desviar el tema, no obstante se encuentran listas de benefactores con las cantidades de dinero que cada uno aportó, el tipo de alimento que se le llevaba a los presos y pruebas del ejercicio del oficio del Mayordomo de Caridad entre otros datos de no menor interés que podrán formar parte de otro trabajo. Agradecimientos A la Dra. María de Lourdes Herrera Feria, por ser siempre generosa con su conocimiento, por darme la oportunidad de acercarme al campo de la investigación al que quedo fascinada y rendida gracias a su confianza, guía, libertad, paciencia y respeto a mi trabajo. A la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, por incentivar a los estudiantes a acercase a la investigación y explotar sus capacidades para lograr un mejor desarrollo dentro de sus carrearas a través de programas como el de La Ciencia en tus Manos XV de la Vicerrectoría de Investigaciones y Estudios de Posgrado.

 

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A todo el personal de AHM por su infinita paciencia y disposición para facilitarme todo el material disponible para llevar a cabo esta investigación. Referencias [1] En adelante AHM [2] Rodríguez, Jaime. La crisis de México en el siglo XIX. Vol.10 / doc.124. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México. Consultado el: 28-06-15. Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc10/10124.html [3] Carbajal López, David. Entre la utilidad pública, la beneficencia y el debate: la limosna en Orizaba, 1700-1834. EHN 43, julio-diciembre 2010, p. 110. Consultado el: 30-06-15. Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/novohispana/pdf/novo43/524.pdf [4] Ibid, p.123. [5] AHM foja 156 [6] Ibid, foja 157 [7] Ibid, foja 168v-169 [8] Ibid, foja 157 [9] Ibid, foja 157 [10] Ibid, foja 157 [11] Ibid, foja 175v-176 [12] Ibid, foja 181v [13] Ibid, foja 181v

 

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