El ascenso jihadista en la pos Primavera árabe.

July 19, 2017 | Autor: M. Ferreyra Wachh... | Categoría: Yihad, Primavera Árabe, Medio Oriente, Oriente Médio
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El ascenso yihadista en la pos Primavera Árabe Matias_Ferreyra

Por: Matias Ferreyra Wachholtz Entendida como la expresión más radical dentro del islam político, y caracterizado por el uso frecuente y brutal del terrorismo siguiendo edictos de la yihad islámica y la “guerra santa”, el yihadismo es una fuerza política y territorial en expansión, azuzando una fuente de amenazas múltiples sino imprevisibles para la seguridad del Medio Oriente. ¿Quiénes son estos grupos? ¿Por qué crece el poder del yihadismo en Irak y la región? ¿Cuáles son sus consecuencias para el delicado equilibrio de poder regional? En los primeros días de junio, varias ciudades de Irak, entre ellas importantes regiones petroleras en Tikirit, Tal Afar, y Mosul – la segunda ciudad más poblada del país- cayeron bajo el control de milicianos pertenecientes a la agrupación denominada Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL). Los mismos atribuyen en su haber unos 15.000 hombres armados, que además de controlar extensos territorios en el noreste de Siria, ahora asuelan en las cercanías de la capital iraquí, Bagdad. Su vertiginoso avance ha llevado a que el primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, declare el 10 de junio el estado de emergencia en el país, al tiempo que solicitó de manera urgente la ayuda militar de los Estados Unidos y otras potencias. El EIIL es una organización paramilitar relativamente joven en la región, que comparte la misma ideología yihadista que la red Al-Qaeda, quien fuera su precursora. Esta extensión de Al-Qaeda en Irak, constituida como tal en 2004, empezó a utilizar el apelativo de Estado Islámico de Irak (EII) en 2006 y el actual de Estado Islámico de Irak y el Levante en abril de 2013, tras haber ampliado su ámbito operativo al contiguo territorio de Siria. Sus bases doctrinarias derivan del salafismo wahabita – la versión más rigorista y extremista dentro del Islam – y su objetivo último consiste en nada menos que la constitución de un Califato islámico en la región que someta bajo un gran “Yihadistan” a Irak, Siria, Jordania y el Líbano, de acuerdo a las medidas que dicta la sharia, la ley islámica. ¿Por qué ha crecido el poder del yihadismo en Irak y en el Medio Oriente? Los factores que dieron impulso a

estos grupos son varios. En primer término, la crisis del modelo secular de Estado en los países de la región y las convulsiones políticas de la Primavera Árabe en los últimos años, propiciaron el resurgimiento de aquellos movimientos -algunos más moderados, como la Hermandad Musulmana, otros más radicales como los grupos takfiríes y salafistas-. Ciertamente, los gobiernos más golpeados por la Primavera Árabe, el de Muammar Gaddafi en Libia, Hosni Mubarak en Egipto, Bashar al-Assad en Siria y Ben Ali en Túnez, eran regímenes que habían aprendido a mantener sus esferas políticas y públicas coercitivamente secularizadas, proscribiendo y persiguiendo a todo grupúsculo que pretendiera instaurar el Corán como principio vertebral del Estado. Lo cierto es que tales crisis liberaron la escena al extremismo islamista. Justamente, allí donde se crean vacíos de poder y donde las jurisdicciones estatales son frágiles es donde estos grupos han sabido proliferar. Otros factores determinantes han sido los intereses estratégicos y el incentivo dado a las luchas sectarias por parte de monarquías del Golfo tales como Arabia Saudita y Qatar. Estos países, en su afán de aprovechar la debilidad del gobierno de Bashar al-Assad en coyuntura de guerra civil y contrarrestar la influencia regional de la República Islámica de Irán tanto en el gobierno alauí de Siria como en el gobierno chií de Iraq, ayudaron al EIIL y otras agrupaciones yihadistas -sunníes- con importantes provisiones de armamento, financiación e instrucción en logística durante los últimos años, lo que ha robustecido su poder y presencia en aquellos países. Además, una de las causas de la nueva crisis en Irak, reconocida por la administración de Obama, es la política cuestionable del actual primer ministro, Nuri Al Maliki. Este último, chií, suele perseguir, ejecutar o discriminar a los suníes iraquíes por razones tanto políticas como religiosas, lo que ha encendido las animosidades confesionales entre chiíes y sunníes, engrosando las filas de voluntarios en el EIIL. Asimismo, la última serie de derrotas de aquellos grupos “rebeldes” en manos de las fuerzas leales de Bashar alAssad y su paulatino repliegue al noreste del territorio sirio, motivó un cambio de frentes de combate, reorientando sus objetivos de asalto a ciudades iraquíes. Sorprendentemente, las fuerzas armadas de Irak demostraron una muy débil capacidad de respuesta, abandonando la ciudad de Mosul casi sin ofrecer resistencia a los asaltantes, hasta relegarse a las puertas de Bagdad. Muchos militares fueron capturados y, según información difundida en internet por el propio grupo terrorista, ejecutaron ya a más de 1700 soldados iraquíes. Pero lo cierto es que Irak no es Siria, y esta vez Washington se ha prestado a colaborar con sus socios iraquíes frente al enemigo terrorista, disponiendo el envío de efectivos militares especiales, con aviones tripulados y no tripulados, entre otros equipos. Aun así, en esta coyuntura la Casa Blanca y el Pentágono admiten no poseer capacidad logística y militar suficiente para salvaguardar por sí solos la integridad del Estado iraquí, y es nada menos que Irán la única potencia en la región que puede intervenir en Irak y jugar un rol decisivo en una ofensiva contra el EIIL. De este modo, tanto el EIIL como al-Qaeda representan focos de perturbación no solo para el vulnerable Estado iraquí sino también para el frágil equilibrio de poder e influencias entre los Estados de la región, principalmente entre Irán y Arabia Saudita. En el caso de Teherán, el gobierno de los Ayatolas tiene un interés geopolítico en proteger el eje chiita de Hezbollah-Siria-Irak-Irán, ya que garantiza su influencia regional, por lo que la defensa de los chiitas iraquíes representa un componente central que está bajo amenaza. Por estas razones es que el gobierno iraní considera inconcebible abandonar a su suerte a los chiitas. Ahora incluso, podría contar con la aquiescencia norteamericana en las tratativas de un inminente despliegue militar en el vecino país, lo que ciertamente fortalecería su posición de poder regional. En la perspectiva de la monarquía saudí – quien percibe en Irán la principal amenaza a sus intereses geopolíticos– tal escenario resulta una enorme preocupación. Esto se debe a que desde la guerra de Iraq en 2003, el Reino de los Saud procura contrarrestar la influencia iraní y al polo de “poder chií” constituido tras el derrocamiento de Saddam Hussein, en una confrontación que se ha agravado en los últimos años. En efecto, los saudíes no permanecerán desentendidos de esta nueva fase de la guerra en Irak. En donde los iraníes puedan desempeñar algún rol clave, también querrán hacerlo los saudíes. En suma, poco a poco el radicalismo de EIIL ha convertido a los territorios ocupados en bases logísticas para islamistas y diferentes grupos yihadistas de la región, especialmente de Siria, al tiempo que las poblaciones chiíes de Iraq vaticinan un mayor resguardo bajo el control de Irán. A ello se añade el fortalecimiento de la región autónoma kurda en el norte de Iraq, que cobra mayor independencia fáctica a medida que se debilita el gobierno

central en Bagdad. De hecho, aquella puja de fuerzas regionales podría generar un desastre para el orden geopolítico del Medio Oriente, llevando al Estado de Iraq a un proceso de desintegración, con la aparición de tres regiones de facto independientes: la región autónoma kurda, la región suní apoderada por el EIIL y la región chií controlada por el fallido gobierno actual de Iraq. Ciertamente, en términos de inestabilidad y conflictos, un eventual desmantelamiento del Estado iraquí traería consecuencias aún imprevisibles para el futuro Medio Oriente.

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