El ascenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de Palomar de Pintado

Share Embed


Descripción

El ascenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de Palomar de Pintado

Resumen El yacimiento de Palomar de Pintado es la mayor necrópolis de la Segunda Edad del Hierro excavada en el valle medio del Tajo y el mejor ejemplo de necrópolis con estructuras tumulares del sudeste de la región. Durante los dos últimos años, la integración de datos arqueológicos, antropológicos y dataciones absolutas ha permitido establecer una secuencia completa de la evolución de la necrópolis entre los siglos VI y II a.C., así como de las transformaciones sociales y económicas de la población que utilizó el cementerio y que pueden inferirse a través de la cultura material. Estas transformaciones apuntan hacia una aparición progresiva de desigualdades internas dentro de la comunidad, que sin embargo no parece que devinieran en jerarquías plenamente consolidadas. Palabras clave Segunda Edad del Hierro, necrópolis, desigualdad social, carpetanos, protohistoria, valle medio del Tajo. Abstract The Late Iron Age cemetery of Palomar de Pintado is the biggest one excavated in the Middle Tagus valley and the best example of cemetery with burial mounds in the Southeastern region of the valley. During the last two years, the integration of archaeological and anthropological data and their connection to absolute datings has allowed us to establish a whole archaeological sequence of this cemetery between the 6th y 2nd centuries BC. It has also let us to propose an interpretation about the social and economic transformations of the community who used the cemetery, and can be inferred through the material culture. That changes point at a progressive emergence of inequality within that community. However that inequalities seemed to have been contested and never evolve into full consolidated hierarchies. Key words Late Iron Age, cemeteries, social inequality, Carpetanians, Protohistory, Middle Tagus valley.

El ascenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de Palomar de Pintado

Juan Pereira Sieso* Jorge de Torres Rodríguez**

1. INTRODUCCIÓN La necrópolis de Palomar de Pintado puede ser considerada, pese a localizarse en la periferia del valle medio del Tajo, uno de los yacimientos “clásicos” de su arqueología protohistórica. Localizada en Villafranca de los Caballeros, en un pequeño montículo junto al río Amarguillo, geográficamente se encuentra adscrita a la denominada Mancha Toledana, con características climáticas y geológicas muy diferentes a las del entorno del valle del Tajo. Sin embargo, la existencia de abundante cerámica jaspeada en el yacimiento y su localización dentro de la provincia de Toledo llevaron a adscribirlo al ámbito carpetano casi desde el comienzo de su excavación. La necrópolis ha sido objeto de ocho campañas de excavación, con una primera fase entre 1986 y 1990 en la que se excavaron los sectores 1 y 2 y otra entre 1997 y 2001, centrada en el sector 3. El resultado de estas campañas (Carrobles 1995; J. Pereira et al. 2001; A. Ruiz et al. 2004) ha sido el conjunto de tumbas más numeroso documentado en la región, con 148 tumbas o estructuras excavadas a lo largo de las ocho campañas. Estas estructuras se disponen en un área muy pequeña (apenas 125 m2), planteyo una estratigrafía muy compleja en la que se han establecido cinco fases arqueológicas -además de una ocupación previa de la Primera Edad del Hierro. La cul-

tura material de la necrópolis es muy rica dentro de los parámetros modestos de la región, con claros vínculos con el área murciana-albaceteña, e incluye piezas de importación ática, un número sorprendente de cuentas de pasta vítrea (más de 500) y algunas piezas realmente excepcionales como una gran falcata damasquinada en plata y algunos colgantes de oro, uno de ellos con paralelos en la necrópolis de Toya. La variedad no se limita a los materiales arqueológicos sino que se aplica

* Facultad de Humanidades de Toledo. UCLM ** British Museum-London

Fig.1.- Localización de palomar de Pintado.

338

1 SIMPOSIO SOBRE LOS CARPETANOS ER

Fig. 2.- Vista general del sector 3 de la necrópolis de Palomar de Pintado, donde se aprecia su complejidad estratigráfica.

también a las estructuras, documentándose desde fosas simples hasta estructuras tumulares y en especial gran número de estructuras de diseño único o muy poco repetido. Palomar de Pintado es también una de las necrópolis mejor estudiadas del valle medio del Tajo, con una serie de 11 dataciones absolutas -7 radiocarbónicas (Pereira et al. 2003) y 4 por termoluminiscencia-, análisis arqueométricos (Perea et al. 2010), faunísticos y un total de 90 análisis antropológicos realizados sobre los restos de cremación e inhumación de la necrópolis. Estos análisis antropológicos constituyen una aportación fundamental para la arqueología funeraria de la región, donde este tipo de estudios es casi inexistente. Más aún, las excepcionales cantidades de huesos recogidas en la necrópolis (en casos excepcionales, hasta tres kilos) han permitido una buena aproximación a la edad y el sexo de la población y a las características de recogida y procesado se los restos, así como la realización de varios análisis de paleodieta cuyos resultados se encuentran aún en estudio. Sin embargo, nuestra propuesta de análisis no quiere limitarse a la aportación de los datos antropológicos al resto de información disponible sobre esta necrópolis, pese al enrique-

cimiento interpretativo que este tipo de estudios supone (Alekshin 1983; Ruiz y Chapa 1990; Pereira 2001, 2012). El objetivo va más allá y pretende realizar una aproximación integral no sólo a la evolución física de la necrópolis sino proponer un modelo de transformaciones sociales a lo largo de los más de tres siglos de su uso. Aunque describir de manera completa evolución de Palomar de Pintado, sus características materiales y los datos antropológicos asociados es poco menos que imposible en el espacio disponible, hemos optado por comentar los rasgos más relevantes de cada fase para centrarnos en la interpretación social de la necrópolis, resumiendo la totalidad de la información en la figura 3. En cuanto al marco teórico de interpretación, nuestra propuesta se apoya especialmente a dos conceptos: el de rango, desarrollado por Paul K. Wason en su libro Archaeology of rank (1994), donde analiza las expresiones materiales del rango y su relación con el estatus y la riqueza; y el de capital simbólico de Pierre Bourdieu (2008), que analiza las formas de obtención de prestigio y de dominación en sociedades premodernas. El primer autor hace una distinción entre objetos que denotan rango y aquellos que tan sólo expresan riqueza: los primeros necesitan -sean o no difíciles de adquirir- estar lo

DANIEL PEREIRA SIESO - JORGE Palomar de Pintado

DE

TORRES RODRÍGUEZ / El acenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de

suficientemente extendidos para ser reconocibles como emblema de rango pero a la vez estar restringidos, de manera que no todo el mundo pueda poseerlos. Los objetos que expresan riqueza, por contra, suelen corresponder a piezas caras pero generalmente excepcionales. Ambos conceptos sueles estar unidos, pero no necesariamente. En cuanto al capital simbólico, en sociedades precapitalistas el prestigio normalmente se obtiene de la adhesión estricta a las normas de la comunidad, de manera que se construye una forma de poder contradictoria, en la que autoridad moral enmascara una realidad de dominación y violencia simbólica (Bourdieu 2008: 196, 204-205).

Fig. 3.- Resumen de los principales rasgos arqueológicos, estructurales y antropológicos de las cinco fases de Palomar de Pintado.

339

2. ARQUEOLOGÍA, ANTROPOLOGÍA, SOCIEDAD: UN ANÁLISIS SOCIAL DE PALOMAR DE PINTADO La Primera Edad del Hierro La primera fase de la necrópolis ha sido muy afectada por la construcción de tumbas posteriores, hasta el punto de que tan solo se han documentado seis enterramientos correspondientes a este periodo. Estas tumbas son muy similares a las localizadas en otros yacimientos como Arroyo Culebro D (Penedo et al. 2002), Arroyo Butarque (Blasco et al. 2007) o los primeros momentos de Las Madrigueras (Almagro 1969): fosas circulares de profundidad media, sin revoco de yeso en las que se depositaron las urnas, ajuares y restos de la

340

1 SIMPOSIO SOBRE LOS CARPETANOS ER

cremación. También los materiales documentados son similares a los de las necrópolis más antiguas del valle medio del Tajo, consistentes sobre todo en brazaletes de bronce y cuchillos afalcatados de hierro. Dada la escasez de tumbas pertenecientes a esta primera fase, poco pueden aportar los tres análisis antropológicos que han podido ser realizados y que corresponden a individuos adultos. Uno de ellos -el que asociado al ajuar más rico- tuvo una recogida selectiva de huesos antes de ser depositado en la tumba, lo que podría apuntar a un estatus especial dentro del grupo. Desde este punto de vista, la primera fase de la necrópolis parece corresponder -aun asumiendo la escasez de información disponible- a un tipo de sociedad relativamente igualitaria, en la que son los individuos adultos los que son enterrados con los mejores ajuares siguiendo las pautas del denominado rango adquirido, mientras que fisonomía de las tumbas es muy uniforme y por tanto mantiene una apariencia de igualdad desmentida por las diferencias en los ajuares.

La ruptura de la homogeneidad La segunda fase muestra cambios sustanciales respecto de la primera. El primero de ellos es el aumento del número de estructuras (más de cuarenta), aunque sólo una treintena pueden ser consideradas tumbas. Como en la etapa anterior, la inmensa mayoría consisten en fosas simples donde se deposita la urna generalmente cubierta por un plato que hace de tapadera y en algunos casos, cuencos adicionales como ajuar. Sin embargo, en esta fase se detecta la aparición de tumbas estructuralmente diferentes y en las que parece haberse invertido mucho más trabajo, incluyendo algunas con planta cuadrada, polilobulada o, en un caso excepcional, con una estructura de piedras marcyo la forma de una tumba dividida en dos espacios, cubierta por una losa y que contenía uno de los ajuares más ricos de esta fase. Estos cambios podrían interpretarse como intentos de individualizar determinadas tumbas no sólo a través del ajuar algo habitual en todas las necrópolis sino a través de elementos más explícitos y permanentes. Esta práctica supondría una ruptura con las tradiciones

Fig. 4.- Ajuar característico de la Fase III de Palomar de Pintado.

DANIEL PEREIRA SIESO - JORGE Palomar de Pintado

DE

TORRES RODRÍGUEZ / El acenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de

anteriores, caracterizadas por la igualdad de los enterramientos aunque sus ajuares sí mostraran diferencias de riqueza. La aparición de tumbas que sí explicitan esas diferencias supone por tanto un salto cualitativo fundamental, ya que suponen una ruptura fundamental en la ética anterior y una evidencia de las primeras evidencias de diferencias sociales. Los materiales recogidos parecen indicar que esta fase tuvo una duración relativamente prolongada con una cronología que ocuparía todo el siglo V a.C., destacyo la aparición de cerámica jaspeada, cerámica gris de tipo ibérico, cuentas de pasta vítrea y los primeros ejemplos de fíbulas anulares. Algunas tumbas presentan ajuares muy estyarizados que asocian de manera reiterada cerámica gris a torno con pesas de telar. Los análisis antropológicos realizados en esta fase son mucho más significativos que en la etapa anterior, ya que disponemos de información sobre 21 individuos correspondientes a 17 enterramientos. La norma es el enterramiento individual, aunque en cuatro ocasiones se han detectado enterramientos dobles que en tres casos incluyen a individuos infantiles y sólo en un caso corresponde a dos adultos. Ocho de los 21 enterrados (38%) son neonatos, infantiles o infantiles juveniles, lo que evidencia unas altas tasas de mortalidad infantil características de sociedades preindustriales. S aprecia una gran variedad en la intensidad de las cremaciones, aunque predominan temperaturas medias (entorno a los 500 600 oC) e irregulares. El cuidado en la recogida de los huesos muestra también una gran variedad, oscilyo entre los 47 gr. a los más de dos kilos, aunque la media es de 300 600 g. En esta fase también se detecta por primera vez la trituración de los huesos de los individuos cremados, que aparece documentada en más de la mitad de los individuos. Socialmente, se aprecia tratamientos diferenciados para algunos individuos, como la inhumación de neonatos frente a la cremación de niños mayores, o la relación entre una mayor intensidad y regularidad de la cremación y la riqueza del ajuar depositado en la tumba. También es significativo que este tipo de tumbas más lujosas o diferentes del resto no contengan los restos de adultos masculinos sino de adultos femeninos o individuos juveniles. De hecho, todos los individuos infantiles enterrados en esta fase presentan un ajuar significativo, generalmente fíbulas o cuentas de pasta vítrea, similar o superior al de los adultos. Esta tendencia no es nueva, ya que aparecía en los análisis de las necrópolis desde el primer momento, como vimos en

341

Arroyo Culebro D (Torres y Penedo 2009) y en algún ejemplo de Las Madrigueras, y su implicación más evidente sería la de la aparición de un rango adscrito dentro de estas comunidades (Brown 1981: 32) que, a la vista de la tendencia observada en Palomar de Pintado, ya estaría consolidado en la región en el siglo V a.C. Aunque resumidos muy brevemente, los datos de la segunda Fase de Palomar de Pintado apuntan a una situación en la que, por una parte, las estructuras familiares en el sentido de familias extensas, concebidas más bien como linajes van suplantyo la idea de comunidad anterior. Por otra parte, estas familias evidentemente no son todas iguales, ya que el registro arqueológico muestra claras diferencias de riqueza entre unas tumbas y otras, a la vez que muestra el refuerzo de los lazos familiares a través de la promoción de los hijos y de las mujeres como piezas fundamentales en las alianzas y en la reproducción física y social del linaje. Esta situación podía intuirse en etapas anteriores, especialmente en Arroyo Culebro D, pero es mucho más explícita en este momento ya que se plasma no sólo en los ajuares depositados dentro de las tumbas sino en las estructuras más visibles de las mismas, lo que implica que existen algunos individuos que pueden desafiar las sanciones anteriores para afirmar, aun de manera discreta, su individualidad. El ascenso de los jefes Si la aparición de tumbas excepcionales en la segunda fase de Palomar de Pintado suponía un cambio cualitativo de importancia por sus implicaciones sociales, la tercera fase de la necrópolis muestra un cambio radical en su fisonomía. El espacio de la misma se remodela debido a la aparición de estructuras tumulares en la necrópolis, tanto fosas de planta cuadrada rodeadas de un perímetro de ladrillos de adobe como verdaderos túmulos con hasta cuatro hileras de ladrillos recubriendo la fosa. Con unas dimensiones de entre 2,3 y 2,8 metros de lado, parecen organizar el espacio de la necrópolis en dos ejes paralelos orientados en la dirección este oeste. Estas estructuras conviven con una gran variedad de tipos de enterramiento, incluyendo fosas simples de planta circular, rectangular y ovalada, fosas circulares rodeadas de anillos rellenos de cenizas y varias inhumaciones. Dejyo de lado su excepcionalidad en la región -que, por otra parte ha sido matizada por el reciente descubrimiento de la necrópolis de El Vado (Martín 2007, 2010)- lo destacable de su aparición en Palomar de Pintado es su entidad frente a las tum-

342

1 SIMPOSIO SOBRE LOS CARPETANOS ER

bas más discretas de la fase anterior. Más aún, parece que su construcción se produjo en un espacio muy corto de tiempo que haría que estos cuatro túmulos pudieran ser casi coetáneos. Esta coetaneidad estaría avalada por los materiales localizados en las fosas, como las cerámicas áticas encontradas en dos de los tres túmulos que se excavaron y que datarían estas estructuras en la primera mitad del siglo IV a.C. (Pereira et al. 2003: 158). El conjunto se completa con cerámicas de tipo ibérico de buena calidad, algunas de ellas combinyo pintura y jaspeado, numerosos objetos de hierro y bronce incluidas las omnipresentes fíbulas anulares, cuentas de pasta vítrea o bronce y algunos de los objetos más especiales de la necrópolis, como el askoi encontrado en el túmulo 2.32 o el soliferreum recuperado en el túmulo 3.11. Sin embargo, destaca la ausencia de piezas de barniz rojo ibérico en el conjunto, un tipo de pieza muy abundante este siglo (Fernández 1987). Finalmente, es interesante señalar la aparición, por primera vez, de pequeñas piezas de cerámica a mano con diseños muy diferentes a los de la Primera Edad del Hierro y que constituyen uno de los rasgos más característicos de Palomar de Pintado, a menudo localizándose en tumbas muy ricas. Si los cuatro túmulos detectados en esta fase parecen constituir una cúspide de la pirámide social muy uniforme tanto por el tipo de estructuras como por los ajuares en ellos documentados, también parece mantenerse cierta homogeneidad en los enterramientos más modestos, que muestran un empobrecimiento respecto a la etapa anterior, con una disminución del número de tumbas con objetos metálicos y predominio de ajuares muy simples. Estructuralmente, estos enterramientos son generalmente hoyos simples de planta circular, revocados o no con yeso. En algunos casos se prescinde de la urna y se depositan los restos directamente sobre la fosa, un tipo de enterramiento minoritario pero recurrente desde la aparición de las necrópolis de incineración en el valle medio del Tajo (Torres 2013: 238239). Entre ambos extremos, existe un conjunto de tumbas que presentan formas complejas y ajuares que en algunos casos podrían equipararse a los de los túmulos. Corresponden a dos tipos de estructuras: fosas rectangulares o cuadradas de gran tamaño o fosas de planta circular rodeadas por anillos de cenizas. Este tipo de tumbas presenta conjuntos importantes de cerámicas a torno de tipo ibérico, numerosos objetos metálicos incluyendo fíbulas anulares y cuchillos afalcatados o cuentas de pasta vítrea. Sin embargo, se

documentan menos piezas únicas y ninguno de los ajuares contiene piezas de importación. La existencia de un grupo privilegiado dentro de la necrópolis se confirma a través de los análisis antropológicos, que refuerzan la tendencia previa de individuos infantiles, juveniles y adultos femeninos en las tumbas más ricas de la necrópolis. Este cuidado en el enterramiento y deposición de ajuares de niños y mujeres de alto rango estaría relacionado con la reivindicación de lazos familiares y su manipulación social para la obtención de prestigio, tanto desde la potenciación del rango adscrito como desde la reivindicación de las alianzas matrimoniales tal y como ha sido estudiado por Goody (1990). Desconocemos si los hombres de alto rango se enterraban de manera sencilla o si existía otra manera de procesar los cuerpos tras el fallecimiento, pero la impresión que transmiten los enterramientos es que la aparición de élites en esta necrópolis no está asociada tanto a la aparición de grupos guerreros -como ocurre en zonas vecinas (Quesada 1989: 55-63)- como a la exhibición de riquezas y a la manipulación de las alianzas matrimoniales y el rango familiar. Otros aspectos del registro antropológico detectados en la fase anterior se mantienen en este momento: continúa la trituración de huesos -aunque no generalizada-, la aparición ocasional de ofrendas animales y sobre todo, la relación entre cremaciones más intensas y uniformes y ajuares más ricos. Sin embargo, hay una tendencia a una menor recogida de restos tras la cremación, una media de 200 500 gr. por tumba. La Fase III de Palomar de Pintado evidencia una evolución desde los parámetros observados en la fase anterior hacia una creciente desigualdad económica y su expresión material. Lo que sorprende, más que las diferencias entre las tumbas, es el aire de afirmación que transmiten unas estructuras tumulares que aparecen de la nada pero que a la vez muestran una cuidadosa planificación previa del espacio. También llama la atención que pese a la puesta en escena de estos enterramientos, sigue habiendo una fuerte contestación por parte de individuos que tratan de imitar, en riqueza y elaboración del ritual, a las tumbas más ricas. Este fenómeno de emulación, también denominado trickle down effect, indicaría que el poder de estas élites aún no está consolidado, aunque sea ya muy explícito. Finalmente, es significativa la ausencia de promoción de los individuos adultos masculinos a través de la exhibición de objetos relacionados con la ideología aristocrática o con la guerra, y que se potencie sin

DANIEL PEREIRA SIESO - JORGE Palomar de Pintado

DE

TORRES RODRÍGUEZ / El acenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de

embargo la posición de niños y mujeres dentro de la sociedad. Como hemos dicho, esta situación apunta a una estrategia basada en el establecimiento y consolidación de familias a través de alianzas y acuerdos, probablemente relacionados con el control y defensa de recursos incluidas las rutas comerciales por parte de algunas familias, sin que, al contrario que en el valle medio del Tajo (Urbina 2005), se haga explícita una tensión bélica en la zona. La estrategia de control social habría sido diferente, con desigualdades más consolidadas y una violencia simbólica probablemente mayor, pero con menos inseguridad física. Por otra parte, la asociación exclusiva entre cerámica ática y estructuras tumulares apuntaría a la existencia de elementos de prestigio restringidos a un determinado grupo pero fácilmente reconocibles por el resto de la comunidad. Esta situación podría corresponder a la existencia de un rango de tipo adscrito en función de su pertenencia a un grupo de parentesco, según la propuesta de Wason (1994: 84-85). Los jefes contestados Cronológicamente, la cuarta fase de Palomar de Pintado sucede sin solución de continuidad a la fase anterior y encajaría, a partir de los materiales estudiados y de las dataciones radiocarbónicas (Pereira et al. 2003: 158), en un intervalo de finales del siglo IV primera mitad del siglo III a. C. Esta fase presenta características estructurales muy similares a las de la fase anterior, y sin embargo, diferencias sutiles que llevan a una interpretación sustancialmente diferente. Por una parte, también se documentan estructuras tumulares de forma cuadrada o rectangular, orientadas este oeste. Sin embargo, no hay verdaderos túmulos y las dimensiones de las estructuras son mucho menores, con lados que varían entre 1,2 y 1,5 metros longitud. También parece haber un aumento de tumbas complejas, incluyendo algunas que tratan de imitar, a pequeña escala, los túmulos realizados con adobes. En cuanto a los ajuares depositados en las tumbas, las diferencias no son significativas, ni hay objetos que aparezcan únicamente en las tumbas más ricas -como ocurría con las cerámicas áticas en la fase anterior. En general, se aprecia una cierta “democratización” en el acceso a los bienes de prestigio, algo especialmente visible en la cerámica de barniz rojo y las cuentas de pasta vítrea. En el caso de las primeras, es muy indicativo el hecho de que, aunque son relativamente frecuentes, no aparecen en ninguna de las tumbas más ricas. En el caso de las

343

cuentas de pasta vítrea, aparecen en el 21% de las tumbas de esta fase y con una distribución mucho más regular que en la fase anterior. Tampoco parece haber diferencias sustanciales de calidad entre los objetos localizados en las tumbas más simples y las más complejas. La principal diferencia sería la cantidad de objetos cerámicos depositados en las segundas, observándose una disminución de los objetos metálicos, aunque siguen siendo relativamente abundantes las fíbulas anulares hispánicas y aparece un único ejemplar de fíbula La Tène del modelo más antiguo, que por su tipología tendría una cronología de mediados del siglo IV a comienzos del siglo III a.C. (González 1999) (González, C. 1999: 240). En cuanto a la población enterrada, disponemos de información acerca de 41 individuos enterrados en 28 tumbas, localizándose un gran número de tumbas dobles (10), una triple y otra excepcional con cuatro enterramientos. Los parámetros de enterramiento siguen siendo básicamente los mismos que en la fase anterior, lo que refuerza la idea de la fuerte continuidad entre ambas, aunque hay algunos matices importantes. En los cuatro túmulos adscritos en estas fases aparecen enterrados individuos femeninos o infantiles, pero tan sólo en uno de ellos el enterramiento es individual y correspondiente a una mujer adulta. En el resto, junto a mujeres y niños aparecen individuos adultos masculinos, algo que no ocurría anteriormente. La misma tendencia se aprecia en las tumbas que, sin ser estructuras tumulares, presentan diseños y construcción más elaboradas, siendo el mejor ejemplo una tumba con cuatro enterramientos de lo que parece haber sido una familia y que incluía dos adultos jóvenes (hombre y mujer), un niño menor de cinco años y otro neonato que no fue cremado sino inhumado, un comportamiento detectado ya en fases anteriores. Continúa la tendencia al enterramiento de niños con ajuares ricos, aunque los ajuares son más modestos que en la etapa anterior y consisten casi siempre en piezas de cerámica. En esta fase, sólo aquellas tumbas que entierran a un adulto junto a un niño aportan objetos metálicos. También continúa, aunque de manera marginal, la costumbre de triturar los huesos tras la cremación, documentada en el 12% de los enterramientos; y las ofrendas de animales, que aparecen en el 20% de las tumbas. La cierta igualación de la riqueza que se observa en los ajuares también parece apreciarse en la intensidad de las cremaciones. Frente a las diferencias observadas en las fases II y III, la intensidad general de

344

1 SIMPOSIO SOBRE LOS CARPETANOS ER

Fig. 5.- Túmulos y estructuras tumulares de Palomar de Pintado. 1 Túmulo de la Fase III. 2 Estructura tumular de la Fase V. 3 Estructuras tumular de la Fase IV. 4 Estructura tumular de la fase III.

las cremaciones es en general bastante alta, sin que se aprecie una relación clara entre las tumbas más destacadas y una mayor inversión en combustible. Parece que o bien había más capacidad económica para adquirir combustible o bien éste criterio ya no era tan valorado como método de exhibición de riqueza. Los restos recogidos oscilan entre menos de 100 gramos a más de un kilo. La fase IV de la necrópolis de Palomar de Pintado presenta algunos problemas de interpretación. Por una parte, parece consolidar el sistema aparecido en la etapa anterior que muestra unas desigualdades económicas y sociales muy evidentes en el grupo. Por otra, el panorama a mediados del siglo III a.C. no parece tan

claro, con una relativa distribución más igualitaria en los ajuares y menores evidencias de objetos de prestigio armas, piezas con simbología de tipo aristocrático, objetos excepcionales de importación. En comparación con la fase anterior, la impresión que transmite es de un cierto retroceso en el proceso de jerarquización de la necrópolis, con un aumento de la competitividad y la reducción de las diferencias económicas entre los diferentes grupos. En este sentido, la construcción de las estructuras tumulares y el hecho de éstas fueran las únicas visibles una vez realizada la deposición de los restos marcaría la única diferencia real entre unas tumbas u otras.

DANIEL PEREIRA SIESO - JORGE Palomar de Pintado

DE

TORRES RODRÍGUEZ / El acenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de

345

Fig. 6.- Tumba compleja de la Fase III.

El final de Palomar de Pintado La última fase relevante de la necrópolis parece mantener el tono de la etapa anterior. Situada cronológicamente desde mediados del siglo III a comienzos del siglo II a.C., presenta como principal novedad la aparición de estructuras tumulares construidas en piedra, de tamaño superior a las de la anterior fase (entre 2 y 2,7 metros de lado) y que mantienen la orientación este oeste del resto de las fases. Junto a estos cuatro gryes estructuras se han detectado otras nueve tumbas de planta mucho más simple, aunque con ajuares significativos. Como en fases anteriores y pese al escaso número de enterramientos, parece que se repite el esquema ya detectado de homogeneización en los dos extremos del grado de complejidad de las estructuras funerarias túmulos y fosas de planta circular mientras que en el intervalo central se documentan tumbas menos homogéneas. Aunque en líneas generales sí puede establecerse una relación directa entre la complejidad de las estructuras funerarias y la riqueza de los ajuares, hay algunas tumbas de estructura simple que sorprenden por sus ajuares no sólo ricos sino cargados de simbolismo, como la fosa irregular en la que se depositó, de manera muy ordenada, una gran falcata con hoja damasqui-

nada en plata, acompañada de ocho pequeñas piezas de cerámica realizadas a mano y un único cuenco a torno, además de una parrilla, dos fíbulas anulares hispánicas y varias cuentas de pasta vítrea. El resto de la cultura material de la necrópolis presenta un conjunto de materiales bastante uniforme y que enlaza directamente con el presentado en la fase IV: cerámicas de barniz rojo, kalathoi, fíbulas anulares hispánicas y de La Tène II, formas crateriformes y globulares con decoraciones de semicírculos, cuartos de círculos y byas, a menudo combinadas con jaspeados. Aunque los datos antropológicos son lógicamente escasos (sólo trece individuos recogidos en 10 tumbas), apuntan a una continuidad en las dinámicas detectadas en la fase anterior. Se mantiene la presencia de individuos infantiles o adolescentes en las tumbas más importantes, la ofrenda de animales y de manera testimonial la trituración de los huesos. El porcentaje de individuos infantiles enterrados representa el 23% del conjunto, aunque con una muestra tan escasa el dato es poco representativo. En cuanto a la intensidad de la cremación, hay una disminución generalizada de la misma (tan sólo dos de las trece cremaciones pueden considerarse de intensidad alta) mientras que la recogida de los restos es, como en la etapa anterior, muy variable.

346

1 SIMPOSIO SOBRE LOS CARPETANOS ER

Fig. 7.- Parte del ajuar de la tumba 3.2, de la Fase V, correspondiente a una fosa compleja.

El final de la necrópolis parece haber sido bastante abrupto, ya que sólo se ha documentado alguna tumba aislada con posterioridad a la fase V, y no se han recogido cerámicas que evidencien contactos con el mundo romano, o materiales ibéricos de cronología tardía. Este hecho no es aislado, sino que parece haber sido la tónica en las necrópolis tumulares más cercanas, las de la región conquense, donde el final de estos cementerios se data entre el siglo III–II a.C. (Mena 1990) (Mena, P. 1990: 189), a excepción de algunas como la del Cerro de la Virgen de la Cuesta (Millán 1990) (Millán, J. J. 1990: 198) que siguen utilizándose de manera residual.

4. CONCLUSIONES: Aun descrito de manera sucinta, el análisis de Palomar de Pintado muestra claramente cómo la búsqueda de parámetros sociales en la cultura material de las sociedades prerromanas no sólo enriquece su interpretación sino que puede cambiar algunas de las asunciones previas. En el caso de Palomar de Pintado, la evolución lógica de la necrópolis apuntaba a un típico proceso de jerarquización social bien conocido en la Península ibérica (que devendría en la aparición y consolidación de unas élites que estructurarían una sociedad englobada dentro del término “jefatura”. Sin embargo, el análisis

Fig. 8.- Interpretación de las diferentes fases de la necrópolis de Palomar de Pintado, con sus implicaciones sociales.

DANIEL PEREIRA SIESO - JORGE Palomar de Pintado

DE

TORRES RODRÍGUEZ / El acenso de los jefes: desigualdad, competición y resistencia en la necrópolis de

detallado del registro y su interpretación desde parámetros sociales ha evidenciado un proceso bastante diferente de evolución social. Por supuesto, como en casi todas las comunidades prerromanas, la lucha por la supremacía social parece plantearse a través de dos estrategias básicas. Por una parte, la exhibición de riqueza, visible en la adquisición de objetos de prestigio, la intensidad de las cremaciones o la construcción de tumbas elaboradas. Por otra, la reivindicación de los linajes familiares perceptible en la importancia de la mujer como eje de alianzas sociales, la consolidación del rango adscrito en niños o la exhibición de objetos de carácter arcaizante. A comienzos del siglo IV a.C. estas estrategias parecían haberse consolidado, con la existencia de un grupo con acceso restringido a tipos concretos de objetos y enterramientos. Aunque existen otras tumbas con diseño y ajuar muy rico, la asociación cerámica ática-túmulos parece muy clara y apunta a un rango en proceso de consolidación. Sin embargo, la cuarta y quinta fases de la necrópolis muestran una regresión en ese proceso, como si la capacidad de control de la élite no fuera aún absoluta y existiera una fuerte competición interna que cuestiona al grupo privilegiado. La distribución más regular de las piezas de importación, la intensidad similar de todas las cremaciones, la riqueza de algunas tumbas comunes, la ausencia de objetos exclusivos apuntan a un menor control económico de las élites que limitara la adquisición de objetos de prestigio al resto del grupo. Desconocemos por qué el grupo privilegiado detectado en Palomar de Pintado no consiguió imponerse y diferenciarse sustancialmente del resto de la comunidad, ni controlar los recursos de todos en su beneficio, pero la realidad es que en Palomar de Pintado y pese a las apariencias, los jefes no llegaron nunca a myar del todo. El estudio del resto de necrópolis de la región y, sobre todo, de los asentamientos asociados debería ayudarnos a comprender las causas de esta contestación interna, y plantear tal vez la existencia de un modelo de organización social para la región de la Mancha toledana y conquense diferenciado del existente en el núcleo del valle del Tajo.

347

BIBLIOGRAFÍA ALEKSHIN, V.A. (1983): “Burial customs as an Archaeological source”. Current Anthropology, 24 (2): 137-149. ALMAGRO, M. (1969): La necrópolis de “Las Madrigueras”. Carrascosa del Campo (Cuenca). Biblioteca Praehistorica Hispana, X, Madrid. BLÁNQUEZ, J.J. (1992), “Las necrópolis ibéricas en el sureste de la Meseta”. En J.J. BLANQUEZ y V. ANTONA (eds.): Congreso de Arqueología Ibérica. Las Necrópolis: 235278. Madrid. BLASCO, Mª.C., BARRIO, J., y PINEDA, Mª.P. (2007): “La revitalización de los ritos de enterramiento y la implantación de las necrópolis de incineración en la cuenca del Manzanares: la necrópolis de Arroyo Butarque”. Zona Arqueológica, 10 (2): 215-238. BOURDIEU, P. (2008): El sentido práctico. Ed. Siglo XXI. Madrid. BROWN, J.A. (1981): “The search for rank in prehistoric burials”. En R. CHAPMAN, I. KINNES, y K. RYSBORG (eds.): The Archaeology of death. New directions in Archaeology: 25-38. CARROBLES, J. y RUIZ, G. (1990): “La necrópolis de la Edad del Hierro de Palomar de Pintado (Villafranca de los caballeros, Toledo)”. Actas del Primer Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo: 237-258. Toledo. CARROBLES, J., PEREIRA, J. y RUIZ, A. (2000): “Palomar de Pintado (Villafranca de los Caballeros, Toledo): Un proyecto de formación académica, investigación y revalorización de un yacimiento arqueológico”. Trabajos de Prehistoria, 57 (2): 147-160. CARROBLES, J. (1995): “La necrópolis ibérica de Palomar de Pintado”. En J.Mª. BLÁZQUEZ (ed.): El mundo ibérico. Una nueva imagen en los albores del año 2000. Junta de Comunidades de Castilla - La Mancha: 251-257. —- (2007): “Los Carpetanos”, En PEREIRA (coord.): Prehistoria y Protohistoria de la Meseta Sur. Almud: 179-198. Toledo. CUADRADO, E. (1987): La necrópolis ibérica de “El Cigarralejo” (Mula, Murcia). Bibliotheca Praehistórica Hispana, 23. FERNÁNDEZ, M. (1987): “La cerámica de barniz rojo en la Meseta: problemas y perspectivas”. Archivo Español de Arqueología, 60: 3-20. GONZÁLEZ, C. (1999): Fíbulas en la Carpetania. Proedi Promociones Editoriales, S.L. Madrid. GOODY, J. (1990): The Oriental, the ancient y the primitive. Systems of marriage y the family in the preindustrial societies of Eurasia. Cambridge University Press, Cambridge. MARTÍN, A. (2007): “La necrópolis de El Vado (La Puebla de Almoradiel, Toledo): nuevos datos sobre el mundo funerario en época carpetana”, Zona Arqueológica, 10 (2): 255-268. —- (2010): “El hábitat carpetano y la necrópolis de El Vado (La Puebla de Almoradiel, Toledo)”. En A. Madrigal y M. Perlines (eds.): Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla-La Mancha, 1: 309-342. Toledo. MATA, C. y BONET, H. (1992): “La cerámica ibérica. Ensayo de tipología”. En ASIP (ed.): Estudios de arqueología ibérica y romana. Homenaje a Enrique Pla Ballester: 117-173. Diputación de Valencia, Servicio de Investigación Prehistórica. MENA, P. (1990): “Necrópolis de la Edad del Hierro en Cuenca y norte de Albacete”. En F. Burillo (ed.): Necrópolis cetibéricas. II Simposium sobre celtíberos (Zaragoza): 183-195.

348

1 SIMPOSIO SOBRE LOS CARPETANOS ER

MILLÁN, J.J. (1990), “Una necrópolis tumular en Cuenca: Alconchel”. En F. Burillo (ed.): Necrópolis celtibéricas. II Simposium sobre los celtíberos: 197-202. Zaragoza. PENEDO, E., CABALLERO, C. y SÁNCHEZ-HIDALGO, F. (2002): “La necrópolis de incineración de la Primera Edad del Hierro”. Vida y Muerte en Arroyo Culebro (Leganés): 4570. PEREA, A., GARCÍA, O., y FERNÁNDEZ, C. (2010): El proyecto AU: Estudio arqueométrico de la producción de oro en la Península Ibérica. Bibliotheca praehistorica hispana, 27. PEREIRA, J. (2001): “El registro arqueológico de las cremaciones: una fuente para la reconstrucción del ritual funerario”. En R. GARCÍA y F.J. MORALES (eds.): Arqueología funeraria: las necrópolis de incineración: 11-36. —- (2012): “Huesos y cenizas. Reflexiones sobre la interpretación de las cremaciones prerromanas”. En Actas de las Sextas Jornadas de Patrimonio Arqueológico de la Comunidad de Madrid: 237-268. Madrid. PEREIRA, J., CARROBLES, J., y RUIZ, A. (2001): “Datos para el estudio del mundo funerario durante la II Edad del Hierro en la Mancha Occidental: la necrópolis de Palomar de Pintado. Villafranca de los Caballeros (Toledo)”. II Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo. La Mancha Occidental y la Mesa de Ocaña 1: 245-274. Toledo. PEREIRA, J., RUIZ, Arturo, y CARROBLES, J. (2003): “Aportaciones del C-14 al mundo funerario carpetano: la necrópolis de Palomar de Pintado”, Trabajos de Prehistoria, 60 (2): 153-168.

PEREIRA, J. (coord.) (2007): Prehistoria y protohistoria de la Meseta Sur (Castilla-La Mancha), ed. Almud, Toledo. QUESADA, F. (1989): Armamento, guerra y sociedad en la necrópolis de “El Cabecico del Tesoro” (Murcia, España), British Archaeological Reports, International Series, 502. RUIZ, A., CARROBLES, J. , y PEREIRA, J. (2004): “La necrópolis de Palomar de Pintado (Villafranca de los Caballeros, Toledo)”. Investigaciones arqueológicas en Castilla - La Mancha 1996 - 2002: 117-133. RUIZ, G. y CHAPA, T. (1990): “La Arqueología de la Muerte: perspectivas teórico - metodológicas”. II Simposio sobre los celtíberos. Necrópolis celtibéricas: 357-373. Daroca. TORRES, J. de (2013): “La tierra sin límites. Territorio, sociedad e identidades en el valle medio del Tajo (s. IX-I a.C.)”, Zona Arqueológica, 16. TORRES, J. de y PENEDO, E. (2009): “El lugar de cada uno: la necrópolis de Arroyo Culebro (Leganés) y la organización social de la EHI en la Carpetania”. Actas de las I Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica. Dialogando con la cultura material. Volumen II: 365-372. Madrid. URBINA, D. (2005): “Recintos fortificados de la Segunda Edad del Hierro en el occidente de la provincia de Toledo”. Espacios fortificados en la provincia de Toledo: 41-68. WASON, P.K. (1994): The archaeology of rank. New Studies in Archaeology. Cambridge University Press.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.