El arzobispo de Toledo don Juan Martínez Silíceo (c.1486-1557) y las artes a través de las fuentes literarias

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Rodríguez Morales, Carlos (ed.): Homenaje a la profesora Constanza Negrín Delgado. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 2014, pp. 211-232. ISBN 978-84-617-3027-8

El arzobispo de Toledo don Juan Martínez Silíceo (c.1486-1557) y las artes a través de las fuentes literarias Archbishop of Toledo don Juan Martínez Silíceo (c.1486-1557) and arts in literary sources Alegra García García

RESUMEN: El objetivo del presente artículo es estudiar la imagen que, como mecenas o patrono artístico, nos transmiten del arzobispo de Toledo y cardenal don Juan Martínez Silíceo (c.1486-1557) las fuentes literarias y documentales de los siglos XVI y XVII. Asimismo, se pretende que este estudio aporte noticia de obras vinculadas al arzobispo y cardenal, tanto arquitectónicas como plásticas, con especial atención a aquellas piezas que se han perdido. PALABRAS CLAVE: Juan Martínez Silíceo, Toledo, historiografía, Baltasar Porreño, Francisco de Pisa ABSTRACT: The aim of this article is to study the image of Archbishop of Toledo and Cardinal don Juan Martínez Silíceo (c.1486-1577) as artistic patron that is offered by 16th and 17th century literary sources. Furthermore, it is meant to provide information about artistic works related to Archbishop and Cardinal Silíceo, with special attention to those that are currently lost. KEYWORDS: Juan Martínez Silíceo, Toledo, Historiography, Baltasar Porreño, Francisco de Pisa

Don Juan Martínez Silíceo (c.1486-1557) es uno de tantos personajes históricos conocidos y casi lastrados por un solo aspecto de su vida, hasta el punto de que el resto de su trayectoria vital ha permanecido en un segundo plano. En el caso de este cardenal y arzobispo de Toledo de origen extremeño, el establecimiento del Estatuto de Sangre ha captado la atención de los historiadores por delante de su más que notable carrera como matemático y filósofo. Y si escasa es la bibliografía general dedicada a Silíceo (si bien ha despertado cierto interés en líneas de investigación centradas en el mundo universitario español del siglo XVI), mucho menor es aquella relacionada únicamente con su desempeño artístico. Dada su esmerada formación humanística (llegó a ser catedrático de artes en París y de lógica nominal en Salamanca, publicando varios libros) y su posición como arzobispo de Toledo, cabría asumir que Silíceo, como antes los cardenales Mendoza y Cisneros e incluso Tavera, se interesó por el coleccionismo artístico y el mecenazgo, fomentando la realización de obras arquitectónicas y plásticas 1. Sin embargo, al estudiar 1

En relación con estos prelados y otros, contemporáneos de Silíceo, véanse, por ejemplo Díez del

Rodríguez Morales, Carlos (ed.): Homenaje a la profesora Constanza Negrín Delgado. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 2014, pp. 211-232. ISBN 978-84-617-3027-8

las obras vinculadas a su persona resulta complicado deslindar aquellos encargos realizados por iniciativa exclusiva y personal del arzobispo y aquellos que formaban parte de su labor pastoral y que él sólo se limitó a aprobar. Es por ello que cabe cuestionar hasta qué punto a Silíceo le interesaban como manifestación artística de su poder y prestigio y no sólo como institución con un fin práctico concreto. Así pues, el propósito de este trabajo es analizar qué imagen construyen y transmiten de Silíceo y su relación con las artes las principales fuentes literarias de la época para que, a partir, de esta información, pueda plantearse una reflexión acerca de si nuestro arzobispo fue un promotor o bien un mecenas artístico2. Nuestra selección de fuentes comprende textos en prosa, impresos o manuscritos, redactados durante los siglos XVI y XVII cuya lectura se ha centrado fundamentalmente en la localización de referencias artísticas3.

Crónicas y descripciones de la ciudad de Toledo y su Catedral El género literario de la chorografía y la descripción de ciudades surge con fuerza en el siglo XV (no sin algunos antecedentes en las literaturas grecorromana y medieval) y experimentará gran fortuna a lo largo del siglo XVI. En España destacan los ejemplos tempranos de Rodrigo Sánchez de Arévalo con su Compendiosa Historia Hispánica (1470), Diego de Valera y la Crónica de Hyspaña (1500) o Lucio Marineo Siculo con De rebus hispaniae memorabile (1539). Este tipo de libros suele responder a una estructura y planteamientos comunes, tales como la división en libros y capítulos, el uso profuso de fuentes clásicas y procedentes de la tradición judeocristiana, la dedicatoria al rey y declaración de fidelidad a su persona por parte de la ciudad o el origen mítico de la misma, siempre ligado al mundo bíblico postdiluviano o a la antigüedad romana, siendo frecuente que el autor tome como referente directo obras escritas con anterioridad a la suya. El primer ejemplo que traemos a colación es el Summi Templi Toletani del humanista Blas Ortiz (c.1485-1552), Vicario general de Toledo con los arzobispos Fonseca, Tavera y Silíceo y Visitador del Santo Oficio entre otros muchos cargos. En 1549 sale de la imprenta toledana de Juan de Ayala este libro en latín (aunque traducido después por Alfonso Cedillo), dividido en dos partes: la primera, muy breve, dedicada al origen, fundación y conversión al catolicismo de la ciudad de Toledo y la segunda a la descripción de la catedral de Toledo y algunas de las obras en él contenidas. Tres Corral Garnica [1987] o Sáez Olivares [2009]. 2 Tomamos la palabra mecenas en el sentido de, como matiza Joaquín Yarza Luaces (Yarza Luaces [1988, p. 17], aquella persona que «protege y ayuda a un artista en particular», además de mostrar un interés y aprecio por las artes y buscar, a través de su mecenazgo artístico, su propio prestigio y la difusión de su poder. En cambio, la palabra promotor, en nuestra opinión, no siempre tiene por qué implicar una intención de aumento del prestigio u ostentación de poder, ni tampoco un interés por la protección de un artista concreto. 3 Para un estudio centrado en el Silíceo histórico a través de las fuentes literarias puede consultarte López Vela [2012].

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años antes, en el mes de diciembre de 1546, el aún príncipe Felipe, a quien está dedicada la obra, había visitado la ciudad de Toledo y su catedral. Así, este libro surge, tal como explica el propio Blas Ortiz, con la finalidad de dar «notiçia de las cosas mas prinçipales deste santo templo», de forma que el joven Austria pueda conocer mejor el edificio y sus obras artísticas tras su breve visita. Nuestro interés por este libro radica en que, durante dicha visita a la Catedral Primada, el príncipe Felipe estuvo acompañado por Silíceo, ya arzobispo, quien además se personaba por primera vez en la ciudad castellana desde su nombramiento en el cargo acaecido en 1545. Blas Ortiz recoge, así, dos noticias de especial importancia acerca del prelado y su relación con las artes: en primer lugar, en el capítulo 8, menciona cómo Felipe regaló al Arzobispo unos choros4, quien a su vez los entregó a la Catedral para que fuesen empleados en el culto: «aunque os eran [los coros] gustosissimos [a Felipe] y dulcissimos, se los entregasteis al digníssimo arzobispo de Toledo vuestro maestro, para que por beneficio suyo y vuestro juntamente se gozara nuestra yglesia con tan excelente y precioso don»5. En segundo lugar, en el capítulo 25 titulado Del Sagrario Ynterior, reliquias y ornamentos que en él se contienen se hace referencia a «12 [vasos de plata] tan sutilmente labrados, que excede la obra a la materia, que pessan 500 libras de plata marcada, los quales dio el yllustrissimo don Juan Martínez Silíceo, mi señor, arzobispo de Toledo, quando vissitó la primera vez la Yglesia (en lugar de arrhas) en el día de la Natividad del sñor del año de 1546, juntamente con otros excellentes ornamentos cuio magnífico don no admirara quien conoció el ánimo munificentissimo del autor ». Estos vasos serán algunas de las tantas piezas de plata que Silíceo regalará a la Catedral y que aún a comienzos del siglo XVII se conservaban y empleaban. La expresión «tan sutilmente labrados que excede la obra a la materia» acabará convirtiéndose en un lugar común hartas veces repetido por muchos de los autores posteriores que mencionen este conjunto de piezas. Blas Ortiz no desaprovechará la ocasión para incluir unas palabras de alabanza al nuevo Arzobispo. Así, a continuación de la mención de los vasos de plata, alude a las virtudes y saber de Silíceo, refiere su formación en Salamanca y su desempeño como preceptor del príncipe Felipe6. Asimismo, en el capítulo 33 dedicado a los arzobispos de 4

No parece que haya consenso en cuanto a qué tipo de instrumento era un choro o coro. En ocasiones se ha relacionado con los aerófonos, concretamente con la cornamusa y la gaita; en otras, se le ha vinculado con los cordófonos, tipo salterio. En cualquier caso, corta vida tuvo el instrumento dentro de la catedral de Toledo pues, si fueron introducidos en 1548 (en los libros de Obra y Fábrica se menciona a tres cantores dedicados a tañerlos) en 1576 fue prohibido su uso «viendo el poco o ningún fruto que los que los tañen los choros hacen en la iglesia que antes causan disonancia en género de música» (Diccionario de la Música española e hispanoamericana, SGAE, Madrid, 1999, pp.16-17) 5 Esta cita y todas las sucesivas procedentes del texto de Blas de Ortiz han sido tomadas de la siguiente edición del texto: Ortiz [1999]. 6 «Al qual, por sus excellentes virtudes y eminentes letras, vimos primeramente preceptor de las artes liberales, después en la Universidad de Salamanca maestro excelente de las mismas artes liberales, y de filosofía; y demás de esto confessor de nuestro excelentissimo príncipe don Phelipe, y finalmente con feliz auspicio presidir en la silla del arzobispado de Toledo. Y por que si al presente ubiéramos de tratar

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Toledo, Silíceo es nuevamente mentado, si bien de forma mucho más breve, comparándosele con Néstor, el prudente y sabio consejero de los argivos en la Guerra de Troya7. También dedicada al aún príncipe Felipe e impresa en Toledo por Juan Ferrer en 1554 está la Hystoria o descripcion de la Imperial Cibdad de Toledo de Pedro de Alcocer. Como es habitual en este tipo de obras, se relata la historia de la ciudad desde su mítica fundación hasta los tiempos en que se escribe. Asimismo, Alcocer incluye en la segunda parte del libro la descripción y comentario de algunos de los edificios más destacados de la ciudad. En cuanto a las referencias a Silíceo, no son especialmente extensas y todas ellas aparecen relacionadas con sus fundaciones educativas o de caridad. En primer lugar, en el capítulo 35 del segundo libro titulado De las mugeres recogidas y de su principio (f. 118), alude a la fundación del beaterio de Nuestra Señora de la Piedad para mujeres de mala vida en 1550, cuya creación alaba, describiendo su funcionamiento. A continuación hace una mención, algo ambigua, a «otra obra de gran caridad (…) de todos los mochachos perdidos y desamparados, dandoles casa y de comer y vestir, y maestro que les enseñe la doctrina Christiana, hasta que estan en disposicion de aprenden oficios». Dada la fecha en que se publica el texto, podría pensarse en el Colegio de Infantes, fundado varios años atrás por Silíceo. Sin embargo, la descripción no se corresponde completamente con el cometido último de la fundación arzobispal8. La segunda referencia a Silíceo se encuentra en el capítulo 39 (f. 121), también en el segundo libro, en relación con hospital de san Juan Bautista, fundación del anterior arzobispo, Juan Pardo Tavera. Alcocer recoge el rumor de que Silíceo quiere hacer una «congregación de donzellas, que biuan y se crien en gran recogimiento, y sean largamente ayudadas para su casamiento: obra por cierto digna de tal y tan excelente prelado». En el momento de la publicación del texto de Alcocer, 1554, el rumor ya era realidad material, puesto que Silíceo realizó esta fundación en 1551. Después se incluye la noticia de la construcción, ya iniciada, de un monasterio junto a la iglesia de Santa María la Blanca que en principio estaba destinado a unas monjas procedentes de Vallecas, pero que sin embargo no llegaron a ocupar; este edificio sería finalmente la sede del beaterio al que aludía Alcocer más arriba. Asimismo, a modo de brevísima addenda, menciona la construcción de una casa para colegiales, debiéndose referir sin duda al Colegio de Infantes.

con distinción de la santidad de sus costumbres, de su doctrina y singular elegancia en el decir, y de sus illustres hazañas, nos apartáramos mucho de nuestro ynstituto, y no alcanzaran a ellos nuestras fuerzas, bolberemos el estylo a tratar de aquellas cosas que más pertenecen a nuestra obra» (Capítulo 25, p. 301). 7 «Al qual [el arzobispo Tavera] sucedió el Rmº don Joan Martinez Siliceo, maestro de VA su confesor, y capellán mayor el qual vivía felizmente los años de Néstor en el gobierno de este arzobispado, si ya no, con vuestro favor llegare a la cumbre del pontificado» (p. 358) 8 El propósito último de este Colegio de Infantes era formar a niños que asistieran al coro de la Catedral. De estos alumnos se escogían seis, que se dedicaban a la música (Díez del Corral Garnica [1987], p. 123).

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Esta duplicidad de menciones del Colegio de Infantes y el beaterio de Santa María la Blanca tal vez se deba a diferentes momentos de redacción: según Richard Kagan, Pedro de Alcocer ya estaba trabajando en esta obra en 1541, consiguiendo la real cédula en 15519. Entre esta última fecha y la de publicación, tres años después, se produce la fundación de estas dos instituciones caritativas de Silíceo. Mientras que la Hystoria o descripción... de Pedro de Alcocer puede casi considerarse la crónica de la Toledo del siglo XVI por antonomasia, las Noticias curiosas sobre diferentes materias, recopiladas y anotadas por el Licenciado Sebastián de Orozco (1510?-1581?) han sufrido muy diferente suerte10. Transcritas algunas pocas de esas noticias por el conde de Cedillo a comienzos del siglo XX y otras por Jack Weiner en 198111, sólo dos de ellas versan íntegramente sobre el arzobispo. La primera es la dedicada a las fiestas organizadas con motivo de la llegada del capelo cardenalicio, que incluye una amplia y detallada descripción de las celebraciones y las decoraciones efímeras; la otra es la copia de la carta que Silíceo envió a Carlos V acerca de la cuestión del adelantamiento de Cazorla12. La última de las crónicas y descripciones de la ciudad de Toledo redactadas durante la Edad Moderna que hemos escogido por su importancia es la debida a Francisco de Pisa (1534-1616), Doctor en Cánones en la Universidad de Toledo y Deán de las facultades de Santa Theología y Artes Liberales, entre otros títulos. En 1605 la imprenta del toledano Pedro Rodríguez, impresor del Rey, llevó al papel la Descripción de la imperial civdad de Toledo, y historia de sus antiguedades, y grandeza, y cosas memorables que en ella han acontecido, que doce años después, en 1617, sería reeditada. Dedicada al Senado de la propia ciudad de Toledo, la obra, tal como fue concebida inicialmente por su autor, se componía de dos partes: una primera sobre las antigüedades y grandezas toledanas, desde su mítica fundación hasta el nombramiento como arzobispo de Bernardo de Rojas y Sandoval, incluyendo la historia de Santa Leocadia; y una segunda, inconclusa, que recogería la descripción de algunos de los edificios religiosos más destacados de la ciudad. No deja de resultar cuanto menos curioso que Francisco de Pisa, descendiente de judíos conversos13, trate de forma tan extensa y positiva a Juan Martínez Silíceo, responsable del Estatuto de Sangre. En primer lugar, el cronista concluye su libro I de la primera parte con un poema en octavas reales compuesto por el doctor Gregorio Fernández de Velasco dedicado a «algunos claros varones de Toledo»14. Entre ellos y a 9

Kagan [1996], pp. 73-99. Nosotros hemos consultado la versión transcrita por Weiner, conservándose el manuscrito original en la Biblioteca Nacional de España (MS 9175). Ciertamente, poco es lo que se sabe de este poeta y dramaturgo toledano, al que en su momento se llegó a atribuir la autoría del Lazarillo de Tormes. 11 Horozco [1981] y López de Ayala y Álvarez de Toledo [1901]. 12 «Capelo de don Juan Martínez Siliçeo, arçobispo de Toledo», ff. 160V a 161V (López de Ayala y Álvarez de Toledo [1901], pp. 165-175) y «Carta del cardenal Siliceo al Emperador sobre la pretensión de perpetuar el Adelantamiento de Cazorla en la familia de don Francisco de los Cobos», ff.177 a 184. 13 Pisa [1976], p. 13 de la introducción de José Gómez-Menor Fuentes. 14 Ibídem, ff.59v-61v. 10

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la cabeza es citado Silíceo, quien es destinatario de hasta cuatro estrofas y a quien se refiere el poeta como «divino archimandrita» o «Sansón nuevo», mientras que otros personajes del mismo período como Juan de Vergara o Alfonso Cedillo apenas merecen un solo verso completo. Asimismo, ya en el libro V (capítulos XXII y XXIV), Pisa traza una «breve suma de la vida, y hechos del Cardenal don Juan Martínez Silíceo» (ff. 258 v. a 264) desde su nacimiento en Villagarcía en el seno de una humilda familia15 hasta su muerte en Toledo, pasando por sus estancias en Valencia, París y Salamanca o su desempeño como preceptor del príncipe Felipe o su nombramiento como cardenal. Al inicio de la biografía, Pisa comenta que «la vida deste excelente prelado no la he visto escrita por ningún historiador» y que por ello se ha basado en memoriales y textos generales y fragmentarios, «esperando de gozar de su historia entera, y qual el merece, escrita por algun grande Chronisto digno pregonero de sus alabanzas»16. En primer lugar encontramos la narración del milagro del pozo, según la cual Silíceo, cuando contaba dos años y medio de edad, cayó en un pozo sin brocal, de donde fue sacado medio muerto y llevado a una iglesia, donde su madre suplicó a la Virgen por su salvación, reviviendo poco después el niño, quien explicó que la Virgen le había socorrido estando en el interior del pozo. En segundo, la explicación del significado de las armas de Silíceo y, en tercero17, la alusión al recibimiento del capelo cardenalicio, si bien no se incluye ningún tipo de descripción de las festividades realizadas, como sí hizo en su día Sebastián de Horozco. En cuanto a la mención de obras encargadas por Silíceo, son destacables las referencias a las rejas del altar mayor y del coro de la Catedral, así como a los púlpitos. Tampoco podía faltar la alusión al Colegio de Doncellas, fundado «de su propia cuenta», el Colegio de Infantes, «edificándole desde sus cimientos, con dos mil ducados de renta», el beaterio de Santa María la Blanca y las labores de ampliación de la plaza del ayuntamiento. Del mismo modo, al comentarse el nombramiento de Silíceo como arzobispo de Toledo, Pisa introduce la mención a «un aparador de vasos grandes, principalmente los doze (…) que se guardan en sus caxas en el Sagrario (…) son

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El motivo de los orígenes humildes de Silíceo será una constante en los autores posteriores, que no dudarán en elogiar cómo un hijo de labradores consiguió, mediante su esfuerzo y valía personales, llegar a la silla arzobispal. Asimismo, será frecuente la presencia, en los relatos biográficos, de diferentes personajes (un anciano, un fraile y un francés, generalmente) que, reconociendo los méritos de Silíceo, le ayuden económicamente para que prosiga sus estudios. Francisco de Pisa no sólo alaba esos orígenes modestos, sino que recoge los tres encuentros de Silíceo con el anciano de Villanueva de la Fuente (quien le vaticina que será arzobispo de Toledo), el caballero y el fraile valencianos y, finalmente, el francés que le acoge durante su estancia parisina. 16 Pisa [1605], f. 259. Concretamente, cita como sus fuentes a Julián Crespo, secretario de Silíceo y el «Maestro Pérez». Hemos de suponer que se refiere a Juan Baptista Pérez, cuyos Apuntamientos son sin duda, como después veremos, el punto de partida de la mayoría de textos posteriores y en los que el propio Pérez recoge noticias que le fueron aportadas por Crespo. 17 En relación con el milagro del pozo y las armas de Silíceo puede consultarse García [2013].

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labrados con tanto primor, que la hechura excede al valor de la plata»18. Finalmente, es explicado con cierta extensión el Estatuto de Limpieza de Sangre. Como apuntábamos más arriba, la segunda parte de esta Descripción de la imperial civdad de Toledo... quedó inconclusa, además de inédita, hasta que en 1755 el calígrafo Francisco de Santiago y Palomares realizó una copia manuscrita que sería llevada a la imprenta, junto a las notas originales del cardenal Lorenzana, por vez primera en 1976. Entre los edificios religiosos reseñados y descritos por Pisa se encuentran las fundaciones de Silíceo, a saber, el Colegio de Doncellas, el Colegio de Infantes y el beaterio de la iglesia de santa María la Blanca. No se ofrece ningún tipo de descripción estilística o arquitectónica; el cronista se limita tan sólo a referir la identidad y propósito del fundador al promover la creación de tales instituciones. En relación con Colegio de Infantes se incluye, nuevamente, el relato del milagro del pozo así como la alusión a la pintura de este mismo tema que Juan Correa de Vivar realizó en 1552 para la Catedral de Toledo19.

Historias eclesiásticas y biografías Baltasar Porreño se lamenta amargamente en el prólogo de su Historia de los arzobispos de Toledo de que no existiera, a fecha de 1600, una relación completa de todos los arzobispos de una Iglesia «tan sancta, tan rica, tan grande, tan fuerte, tan bella» como la de Toledo a diferencia de otras sedes como Barcelona, Segovia o Ávila20. Sin embargo, tal queja, expresada casi en los mismos términos por Pisa, resulta inexacta, pues a lo largo del siglo XVI y aun escasos años antes de que Porreño tomase la pluma para emprender tal empresa, varias historias eclesiásticas de Toledo y vidas de arzobispos vieron la luz21. Baste recordar, por ejemplo las anónimas Notas sobre el primado de Toledo, y relación de sus arzobispos, desde san Eulogio hasta don Alonso de Fonseca, de 1526, la brevísima relación de arzobispos incluida por Blas Ortiz en su Summi Templi Toletani de 1549, el Catalogus Archiepiscoporum Tolenatorum de Alvar Gómez de Castro, redactado en el último tercio del siglo XVI o, ya en los albores del siglo XVII, La cronología histórica de los arzobispos de Toledo del doctor Salazar de Mendoza, publicada en Madrid en 1600.

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Ibídem, f. 261 Pisa [1976], p.82. Este episodio legendario de la vida de Silíceo, recogido por primera vez, hasta donde sabemos, por Juan Baptista Pérez en sus Apuntamientos, se convertirá en motivo iconográfico de hasta tres obras pictóricas. 20 Lamento muy similar es el entonado asimismo por Esteban de Garibay y Zamalloa (1533-1599) unos años antes: «No sé por qué raçón, si ya no es por no mirar en ello, la Sancta Iglesia de Toledo no haçe una historia de sus Arzobispos y Prelados, porque demás de que fuere justo que tan grandes príncipes de la Iglesia de Dios y en estado temporal tan poderososos tuvieran propia y particular historia suia, fuera obra muy hermosa y excellente y aún necesaria» (citado en García Luján[1982], p. 370). 21 Para una relación extensa y completa de todas estas historias eclesiásticas y de arzobispos, consúltese el artículo de García Luján[1982], pp. 367-378. 19

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Precisamente, del siglo XVI datan unos incompletos Apuntamientos para la historia de Toledo y de los señores Arzobispos de Toledo debidos a Juan Baptista Pérez (1537-1597) y conservados de manera manuscrita en sendos ejemplares de la Biblioteca Nacional de España22 y del archivo de la Catedral de Toledo. A pesar de su carácter de esbozo, recogen importante información relativa a Silíceo, pues con mucha probabilidad Pérez tuvo contacto con personas muy cercanas al arzobispo. Así, aunque ofrece escasos o nulos datos relacionados con su interés artístico, el texto de Pérez aporta noticias sobre la genealogía de Silíceo o su biografía, incluyendo el episodio del milagro del pozo, informaciones obtenidas, según cuenta, del propio secretario del prelado, Julián Crespo. Pérez constituirá, por todo ello, punto de partida obligado para todos los cronistas y biógrafos posteriores. Casi de manera paralela a la impresión de la Descripción... de Pisa, entre los años de 1604 y 1606, el licenciado Baltasar Porreño (1569-1639), «Gloria de Cuenca (…) Tulio español, Demóstenes cristiano», como lo invoca Lope de Vega en Laurel de Apolo23, está redactando su Historia de los arzobispos de Toledo, que sin embargo jamás será llevada a la imprenta, conservándose únicamente de manera manuscrita24. Porreño, historiador y sacerdote, autor de obras como Oráculos de las doce sibilas, profetisas de Cristo (1621) o Dichos y hechos del señor Rey don Felipe II, el Prudente (1666)25, plantea en su Historia... un recorrido por las biografías de los arzobispos toledanos desde san Eugenio hasta Bernardo de Sandoval y Rojas, a quien dedica el primer volumen, intercalando junto a las vidas de los prelados la narración de los hechos más importantes acaecidos en España durante ese período de tiempo. Si bien su validez histórica ha sido en alguna ocasión puesta en entredicho, no deja por ello de ser una fuente fundamental en el estudio de la Iglesia en Toledo26. La biografía dedicada a Silíceo aparece en el segundo tomo de la versión conservada en Toledo, ocupando en total nueve folios. Comparativamente, la extensión de este capítulo, el número doce, es menor a la de Cisneros (cuarenta y tres folios), Alonso de Fonseca (veinticinco) o Juan Tavera (veintiocho), pero mayor a la dedicada a Sancho de Rojas (seis folios) o García de Loaisa (cuatro). Esta corta extensión contrasta con el interés que, como el mismo Porreño confesará, despierta Silíceo en el autor. 22

El ejemplar conservado es una copia manuscrita del siglo XVIII para uso del padre Flórez. Lleva por título Liber de rebus Sancte Ecclesiae Toletanae (Mss/8997). 23 Lope de Vega[1630], silva I, f. 11 24 Nosotros hemos podido localizar y consultar los manuscritos custodiados en la Biblioteca y Archivo de la Catedral de Toledo [BCT en adelante]: BCT 27-21 y BCT 27-22 y en la Biblioteca Nacional de España [en adelante BNE]: MSS/13025. 25 Para una visión extensa de su vida y obra, remitimos al lector a Rivera Recio[1945],pp. 107- 138 y López Vela [2010]. 26 García Luján [1982], p. 372, precisa que Porreño, debido a que la redacción de la obra tuvo lugar en Huete y no en Toledo, no pudo consultar ningún tipo de fuente documental y que por tanto tuvo que basarse fundamentalmente en testimonios indirectos, «por todo lo cual, y en conjunto, la obra de Porreño es de una nulidad casi absoluta». A todo esto hay que sumar el tono parcial de alabanza exacerbada que domina toda la obra.

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Porreño relata la vida del prelado pasando por los mismos episodios que ya planteara Francisco de Pisa: orígenes humildes, inclinación a la virtud y el estudio, sus diferentes nombramientos, llegada del capelo, etc. Todos estos hechos están intercalados con otros de mayor alcance histórico como el Concilio de Trento, la creación de la orden de los jesuitas o el felicissimo viaje de Felipe II. En primer lugar encontramos la alusión, con motivo de la visita a la Catedral toledana del aún príncipe Felipe y el propio Silíceo en diciembre de 1546, a los ya famosos doce vasos de plata: «ofrecio en vez de arras un buen presente de 12 vasos de plata labrados con tanto primor que la obra sobrepujava [sic] a la materia con otros ornamentos de mucha estima»27. Como podrá reconocer el lector, Porreño está empleando exactamente las mismas expresiones que Francisco de Pisa y, en último término, que Blas Ortiz, cuya obra, ya fuera en su versión latina o en la traducción de Alfonso Cedillo, sin duda conocían ambos escritores. A continuación alude a unas celebraciones, no mentadas por Pisa, que tuvieron lugar en Alcalá durante la visita de Silíceo a esta ciudad, hecho que quedó plasmado en el texto Publica laetitia. Asimismo, copia el diálogo entre la Aritmética, la Fama y Silíceo debido al humanista Fernán Pérez de Oliva y que Porreño toma de Ambrosio de Morales, y realiza una minuciosa descripción de la fiesta del capelo (ff. 231-233 v.), teniendo como fuente principal a Sebastián de Horozco28. En cuanto a las aportaciones de Silíceo durante su gobierno, son mencionados, como no podía ser de otro modo, el Colegio de Doncellas y el Estatuto de Limpieza de Sangre, para Porreño «la cosa mas importante que hizo el cardenal Silíceo» y a cuya defensa dedicará una publicación específica en estrecha relación con esta Historia de los arzobispos. Nos refereimos a la Defensa del Estatuto de Limpieza que estableció en la Iglesia de Toledo el Cardenal Arzobispo don Juan Martínez Silíceo por el Licenciado don Baltasar Porreño, dirigida al Cabildo, conservada en versión manuscrita en la Biblioteca Nacional de España29. Como su título indica, el tema fundamental de la obra es el mencionado Estatuto de Sangre, la obra magna de Silíceo según el autor conquense. Ya en el prólogo de esta Defensa... Porreño explica cómo al redactar sus vidas de arzobispos sintió la necesidad de hablar extensamente del estatuto, de ahí que se decidiera a escribir este texto que podría fecharse en torno a 160830.A pesar de lo alejado que parece el propósito último de la obra de lo artístico, es posible entresacar, intercaladas entre extensas citas en latín y listas de los opositores y defensores del Estatuto, algunas noticias interesantes para el presente trabajo.

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Porreño, Vida de los arzobispos de Toledo (ejemplar de la BNE), f. 133. Véase la nota 9. 29 Su signatura es MSS 13043. Existe otro ejemplar, también manuscrito, en la Biblioteca Capitular de Toledo. 30 Esta fecha aparece en el folio 4 de la versión manuscrita conservada en la Biblioteca Nacional, de ahí que pueda ser considerada fecha ante quem de redacción. 28

Rodríguez Morales, Carlos (ed.): Homenaje a la profesora Constanza Negrín Delgado. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 2014, pp. 211-232. ISBN 978-84-617-3027-8

En primer lugar, Porreño transcribe «Los capítulos que el cabildo de la santa Iglesia de Toledo propuso al Illustrissimo Señor don Juan Martínez Silíceo Arzobispo de Toledo para que proveiese en su Yglesia», que no son sino una serie de amargas quejas entonadas por los miembros del Cabildo acerca de diferentes cuestiones relacionadas con el funcionamiento de la Catedral. Así, en los puntos XLIV, XLV y 31 XLVI el Cabildo critica que Silíceo recurra a los dineros de la obra y fábrica de la catedral para subvencionar una serie de obras artísticas y que además no repare en gastos al contratar a los artífices32. Son mencionados entonces como ejemplos «la obra del collegio», el «arco triunfal que nuestra señoría mando hacer al recibimiento de su capelo de cardenal» y «la coronacion de la silla Arzobispal, las rejas, pulpitos33, las sillas del choro la de nuestra señoria, las puertas de los organos 34, y otras cosas». La lista concluye de manera contundente: «suplicamos a vuestra señoria guarde en esto lo que es obligado, y hallara que estas cosas sedeben comunicar con nosotros, pues vuestra señoria solo es Administrador y nosotros absolutos desta hacienda». Estas acusaciones no son sino prueba del tenso ambiente que predominaba entre los miembros del Cabildo y Silíceo35 y contrastan con la afirmación de González Dávila, que después veremos, de que todas las empresas arquitectónicas y artísticas emprendidas por el arzobispo fueron costeadas «con la sustancia de su propria hazienda, y no anexando prestamos, ni beneficios». Un poco más adelante, alabando a Silíceo, Porreño menciona otra serie de obras artísticas. En primer lugar, el retablo del Colegio de Infantes, donde se representa el 31

Baltasar Porreño, Documentos referentes al Estatuto de la Santa Iglesia de Toledo,.., ff. 45-46v. A este respecto se dice concretamente: «cada una dellas [las obras] cuesta muchos dineros, y muchas dellas a millares los ducados y hallarse an maestros que las hiciesen, y harian tambien como estas por la mitad menos, y algunas por sola la quarta parte que costaron, y otras aun por menos». 33 En muchas de las fuentes literarias se alude a Silíceo como promotor de las dos rejas principales de la Catedral de Toledo, a saber, la del coro y la de la capilla mayor además de los púlpitos. Sin embargo, a pesar de que efectivamente aparezca su escudo en los tres casos y sea mencionado en las inscripciones en latín de las rejas, ese dato no es exacto, puesto que los encargos de estas obras son muy anteriores al nombramiento de Silíceo como arzobispo. Concretamente, la reja del coro fue encargada a Domingo de Céspedes en 1541, por tanto siendo Tavera arzobispo, y no sería concluida hasta 1548, año correspondiente al gobierno de Silíceo, de ahí que figure su escudo en la reja. En cuanto a la reja de la capilla mayor, fue igualmente encargada en tiempos de Tavera (1540) y realizada por Francisco de Villal pando. Se concluyó también en 1548 y, una vez más, es el escudo de Silíceo el que aparece junto al imperial. Dos años después de hacerse cargo de las rejas (1542), Villalpando contrató los púlpitos en bronce. El propio Silíceo recordará esta misma circunstancia al defenderse de las acusaciones, como veremos al final de este artículo. 34 En relación con las puertas de los órganos de la Catedral, desde 1544 se registran pagos a Velasco, entallador, y Francisco de Comontes, pintor de la Catedral por su intervención en las puertas del órgano del coro del Arzobispo, por lo que este encargo sería anterior al mandato de Silíceo. De los años 1548-49 datan pagos a este último artista por la decoración de las puertas del órgano del coro del Deán y de la silla arzobispal (Zarco del Valle [1916], pp. 18 y ss y Mateo Gómez/López-Yarto Elizalde [2003], pp. 147148). 35 Rodríguez de Gracia [1984] desarrolla más ampliamente este tema incluyendo en su artículo un «Memorial de agravios del cabildo catedralicio contra su arzobispo Silíceo» que no es sino la serie de puntos que recoge Porreño pero con las respuestas del propio Silíceo, que el conquense no copió. Este memorial está fechado en noviembre de 1556. 32

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milagro del pozo36; en segundo, el aparador de vasos que donó en diciembre de 1546, al que se refiere en exactamente los mismos términos que empleara en su Historia37. Finalmente, en un apartado titulado «Hechos del Cardenal»38, alude el historiador conquense a las rejas de la Catedral, a los púlpitos («de gran precio y valor») y las fundaciones de los dos colegios y el beaterio de Santa María la Blanca, así como al «derribo las tiendas de la plaza del ayuntamiento de junto a la yglesia»39. Cuarenta años después de Porreño, Diego de Castejón y Fonseca (1580-1655)40 se embarca en la tarea de «dar a la Estampa, de lo Eclesiástico en España», asunto que según él, en una reivindicación de novedad ya harto habitual, «hasta oy nadie le ha intentado». El motivo último según su autor de la redacción de la Primacía de la Santa Iglesia de Toledo, su origen, sus medras, sus progressos41, publicada en Madrid en 1645 en dos tomos y dedicada a Felipe IV, es defender la «dignidad ofendida» de los Patriarcas de España, afrentados por el arzobispo de Braga y primado de Portugal, Sebastián de Noroña. Esta ofensa y su consiguiente respuesta se producen en el marco de la ya vieja disputa entre las diócesis de Toledo y Braga por la primacía sobre el resto de diócesis españolas42. Al igual que hiciera el escritor conquense, Castejón plantea su obra como una sucesión de biografías de arzobispos, desde san Elpidio, discípulo de Santiago, en el siglo I de Nuestra Era, hasta Gaspar de Borja y Velasco, fallecido en el mismo año de 1645, biografías que aparecen intercaladas con diferentes hechos históricos. El capítulo dedicado a Silíceo es con diferencia el más extenso entre todos los prelados, superando con creces las biografías del cardenal Mendoza, Tavera, Fonseca e incluso Cisneros43. Castejón, a lo largo del texto, va indicando algunas de sus fuentes, 36

Se trata de la pintura titulada Virgen de los Infantes o del Pozo que fue realizada por Luis de Velasco en 1557 para el Colegio de Infantes de Toledo (actualmente conservada en la parroquia de San Julián en Toledo). Nicolás de Vergara se encargó del retablo en el va inserta la obra y la tasación corrió a cargo de Alonso de Comontes y Juan Correa de Vivar, quien había realizado una primera versión del tema en 1552 para la capilla de San Pedro en la Catedral de Toledo. 37 «Visitando su Yglesia la primera vez le donó y ofreció como en vez de arras un famoso aparador de vasos grandes, que doze dellos pesaron quinietos marcos de plata cendrada, lo quales estan dorados y se guardan en sus caxas en el sagrario de la sancta Yglesia y sesacan y vian dellos en dias muy solemnes y estan labrados contanto primor quela hechura excede al valor de la plata; y ansimismo dio a la misma sancta yglesia ornamentos muy preciosos». (f. 49v) 38 Ibídem, ff. 49v y 50. 39 Castejón y Fonseca, como veremos a continuación, también menciona esta intervención en la plaza. Para más información puede consultarse Torroja [1976]. 40 Diego de Castejón y Fonseca fue obispo de Lugo y Tarazona, así como Gobernador del Arzobispado de Toledo y Presidente de Castilla, entre otros cargos. Además de esta Primacía de la Santa Iglesia... es autor de Discursos breves de los tres caminos de la oración mental (Zaragoza, 1651). 41 El título completo es: Primacía de la Santa Iglesia de Toledo, su origen, sus medras, sus progresos, en la continua serie de prelados que la governaron, i a vista de las mayores persecuciones de la católica religión. Defendida contra las impugnaciones de Braga. 42 Acerca de este tema puede consultarse el siguiente artículo: Mansilla Reoyo [1995], pp. 89-143, y Soto Rábanos[1990], pp. 5-37 43 La biografía de Silíceo, contenida en el segundo tomo, concretamente en el capítulo 35 de la cuarta

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entre las que no figuran, al menos de manera confesa, ni Pisa ni Porreño: cartas manuscritas, testimonios de criados y otros personajes cercanos a Silíceo; el compendio sobre arzobispos de Toledo de Juan Baptista Pérez e incluso una autobiografía del propio arzobispo conservada de manera manuscrita en el Colegio de Doncellas son el punto de partida para esta extensa semblanza biográfica plagada de detalles, alabanzas, metáforas y anécdotas. Destacan especialmente los reiterados encomios hacia su virtud, esfuerzo y humildad44 así como la descripción de numerosos hechos milagrosos en los que Silíceo se vio envuelto45. Sin embargo, Castejón no se muestra tan profuso en lo que se refiere a aludir a empresas artísticas o literarias de Silíceo. Los ya célebres vasos de plata que entregara en su visita de diciembre de 1546 a la catedral no merecen más que una sucinta alusión («i el remate de esta acción fue donar a su Iglesia joyas, i vasos sagrados de mucha estimación, que oy se guardan en ella»46) y las fiestas celebradas en Alcalá de Henares con motivo de su visita o en Toledo cuando le es concedido el capelo son despachadas en apenas unas líneas. Las únicas referencias a empresas artísticas en general y arquitectónicas en particular están dedicadas a la compra y derribo de una serie de casas sitas en la plaza de la catedral47, por consejo de Felipe II, y a la fundación del Colegio de Infantes, el Colegio de Doncellas y, finalmente, el convento de Santa María la Blanca, fundaciones de las que explica brevemente su funcionamiento administrativo, sin entrar en consideraciones de tipo estético48. De 1645 también data la impresión, en Madrid, del primer volumen del Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales de los Reynos de las dos Castillas. Vidas de sus arzobispos, y obispos, y cosas memorables de sus sedes, debida a Gil González Dávila (1570-1658), cronista de Felipe IV, a quien dedica la obra. Esta empresa literaria, que abarcaba tanto las sedes episcopales sitas en la Península Ibérica como aquellas establecidas en el Nuevo Mundo, surge a petición del propio monarca y tiene como finalidad, en palabras de su autor, que «conozca toda la Iglesia Católica el zelo publico que Vuestra Magestad tiene en las elecciones que haze, para dar Ministros santos a las santas Iglesias de sus Reynos». En la práctica, esta serie de libros no es sino una sucesión de biografías de arzobispos y obispos, con escasas referencias artísticas. La biografía correspondiente a Silíceo se encuentra inserta en el primer tomo en el apartado dedicado a la iglesia de Murcia49 pues, recuérdese, Silíceo fue obispo de parte, ocupa desde las páginas 985 hasta la 1060, mientras que la vida del cardenal Mendoza es plasmada en apenas veinte páginas, la de Tavera en 25 y la de Cisneros en 30. 44 Como ya hiciera Francisco de Pisa, Castejón insiste en la pobreza de Silíceo y cómo gracias a su esfuerzo y la ayuda providencial de diferentes personajes que supieron ver su talento y los grandes designios que le aguardaban pudo seguir adelante en sus estudios. 45 Además de recoger el milagro del pozo (p. 986), Castejón recoge la aparición de la Virgen de la Vega a Silíceo (p.998) y la de las ánimas del Purgatorio (p.999). En todos los casos, Silíceo recibe el mensaje de que será Arzobispo de Toledo. 46 Castejón y Fonseca [1645], p. 1045. 47 Sobre esta intervención en la plaza del Ayuntamiento consúltese TORROJA [1976], pp. 57-68. 48 Ibídem, pp. 1052-1056 49 González Dávila [1645], pp. 320-334.

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Cartagena entre 1541 y 1546. González Dávila comienza citando al lector sus fuentes: «Lo que escribiese de su vida, y hechos me lo han prestado memoriales escritos de su mano, que yo he visto, escrituras públicas, Historias del Reyno, y una manuescrita (sic) del Colegio de san Bartolomé, que tengo en mi librería, sin lo que dizen del las Historias de los Pontifices Romanos, y vidas de Cardenale». Resulta especialmente interesante la mención de un memorial autógrafo de Silíceo, al que Dávila recurrirá en más de una ocasión a lo largo del relato, citándolo literalmente. Castejón, en su momento, también aseguraba haber consultada este texto manuscrito, conservado en el Colegio de Doncellas50. Partiendo de dicho memorial, González Dávila traza la vida del prelado: cómo nació de padres humildes, cayó en un pozo en dos ocasiones distintas (la primera de ellas un 24 de noviembre, víspera de Santa Catalina, a los siete años de edad, lo que constituye una variante importante en la transmisión de esta leyenda)51 y fue salvado milagrosamente; estudió en Llerena, Sevilla, Valencia, marchó a París, etc. Introduce como dato novedoso que, siendo canónigo en Coria, y pensando que allí moriría, escogió un sitio en la catedral donde ser enterrado, esculpiendo la inscripción LAPIS SILICEVS DICTVS. El resto de la biografía está constituido por las habituales referencias a su cargo de preceptor del príncipe Felipe, los préstamos económicos al Emperador y a Felipe II, la promulgación del Estatuto de Sangre, el nombramiento como cardenal, hecho que tan sólo menciona brevemente, y su producción literaria. En cuanto a empresas artísticas, González Dávila aporta algunos datos nuevos de interés y confirma y repite los ya vistos en textos anteriores. En primer lugar, en el ámbito de las artes suntuarias alude a unos «blandones de plata grandes, y un aparador de fuentes, y pieças ricas para quando sus obispos dixessen Missa de Pontifical» que entregó a la catedral de Cartagena, así como a un «ornamento rico, y muchas pieças preciosas para los pontificales para la catedral de Toledo»52. También cita, en relación con la catedral de Toledo, las rejas de los dos «coros muy ricas, y dos púlpitos muy dorados, y costosos».53 En el ámbito de la arquitectura son mencionadas las fundaciones de sus dos colegios y la casa de «mugeres erradas» de Santa María la Blanca. En relación con estas empresas González Dávila indica que «todo esto se hizo con la sustancia de su propria hazienda, y no anexando prestamos, ni beneficios, porque estava muy mal con esta manera de memorias, por ser de sudor ageno y no sin perjuizio de tercero ». Por primera vez se hace referencia a una serie de donaciones económicas para la reedificación del

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Desconocemos el paradero actual de este texto. Sin embargo, que March [1941] quien sí pudo consultarlo, no lo mencione ni haga uso de, él nos hace sospechar que no se conserva o se ha perdido. 51 Recuérdese que Francisco de Pisa, que aseguraba contar entre sus fuentes con la autobiografía de Silíceo, sitúa la caída en el pozo cuando el arzobispo contaba dos años y medio, tal como hace la mayor parte de la tradición literaria siguiendo, en último término, a Juan Baptista Pérez. Silíceo, en el «Memorial de agravios…» no especifica su edad. 52 González Dávila[1645], p. 334. 53 Ibídem

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colegio de san Bartolomé de Salamanca54, donde Silíceo había residido durante su etapa salmantina55. Finalmente, emprendió obras de rehabilitación del Palacio Arzobispal «para que los sucessores tuviessen ocasión de residir en su Iglesia»56.

Otras fuentes: un inventario y un memorial Ya vimos en los apartados anteriores cómo algunas piezas de platería relacionadas con Silíceo eran mencionadas e incluso alabadas por los diferentes escritores: los doce vasos regalados con motivo de su primera visita a la catedral de Toledo en la Navidad de 1546, unos blandones que donó siendo obispo de Cartagena, etc57. Sin embargo, éstas no fueron las únicas alhajas que el arzobispo entregó a iglesias o catedrales. A través de un inventario fechado en 1588 y conservado en el Archivo y Biblioteca Capitulares de la Catedral de Toledo58 hemos tenido noticia de una serie de objetos que, si bien según Margarita Pérez Grande59 parece que no se conservan, nos sirven para hacernos una idea de la prodigalidad suntuaria de Silíceo, aunque dicha prodigalidad no sea recogida al detalle por las crónicas o biografías. Este inventario fue realizado entre el 15 de junio y el 13 de agosto de 1580 por Francisco García de Valloboso, tesorero y canónigo de la Catedral, y dado por concluido y firmado en julio de 1588 con el título de Cuenta que tomo el Señor Francisco García de Valloboso tesorero y canónigo de la sancta yglesia de toledo a francisco ortega sacristán mayor del sagrario de todo lo que ay en el dicho sagrario y capillas del sepulcro y de los señores canónigos y desçensión y nuestra señora del Antigua, año 1588. La obra se divide en grandes bloques correspondientes al Sagrario y cada unas de la capillas, donde se hace una relación de los objetos, organizados por tipos (cruces, cálices, mitras, custodias, misales, etc). Las diferentes entradas de cada 54

Ibídem, p. 330. Recoge el dato de las cantidades exactas por Silíceo entregadas: 1000 para iniciar las obras y 500 cada año. Para más información acerca de esta intervención de Silíceo en este edificio, consúltese Rupérez Almajano [2003]. 55 Fuera de esta selección han quedado aquellos libros relativos al Colegio de San Bartolomé, donde suelen aparecer biografías de sus alumnos y profesores más ilustres. Uno de esos textos es el redactado en 1661 (dedicado está a Felipe IV) por Francisco Ruiz de Vergara y Álava y reeditado y ampliado en 1766 por José de Rojas y Contreras (Madrid, Imprenta de Andrés Ortega). Su título es Vida del Illustrissimo señor don Diego de Anaya Maldonado Arzobispo de Sevilla. Fundador del Colegio Viejo de San Bartolomé. Como comentábamos arriba, al igual que otros muchos, esta Vida... recoge una biografía de Silíceo pero carece de interés, pues se basa fundamentalmente en los textos de Gil González Dávila y, en menor medida, Diego de Castejón y Fonseca, a quienes copia casi literalmente y además son numerosos los errores de bulto relativos a fechas y algunos hechos. 56 Ibídem, p. 331 57 A ello hay que sumar las «veintidós piezas de plata muy ricas y doradas, entre las cuales sólo los dos blasones de plata que sirven en el altar mayor las fiestas principales, pesan doscientos diez maravedíes». Estas piezas son mencionadas en la respuesta al capítulo 42 del «Memorial de agravios del Cabildo... » (Rodríguez de Gracia [1984], p. 168). 58 Ejemplar manuscrito con la signatura OF 1331. 59 «Don Juan Martínez Silíceo (1545-1557) regaló a la iglesia una serie de piezas de platería doméstica de su servicio personal según el inventario de 1580, pero no tengo noticia de que se haya conservado algún ejemplar» (Pérez Grande [2010], p. 379).

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uno de estos objetos suelen consistir en una identificación del tipo de objeto (aguamanil, copa, bandeja), una somera descripción del color, material y los elementos decorativos y, finalmente, el peso, expresado en marcos, onzas y ochavas y una indicación (no siempre presente) de quién donó la pieza. A continuación presentamos una relación de las piezas de plata mencionadas en el inventario de 1588 y que de manera explícita se vinculan en el texto con Silíceo: un guijarro decorado con la cruz y las arma Christi -se indica que se encontraba en el relicario-; dos fuentes de plata dorada, una de ellas con una gárgola y ambas con las armas de Silíceo; una salva de plata dorada; unas servillas de plata dorada; dos servilletas grandes de plata dorada; dos frascos de plata grandes dorados; unos vasos grandes de plata dorados; unos copas grandes de plata doradas; un aguamanil de plata dorada; unos blandones de plata dorada; una mitra de tafetán blanco bordada en oro con decoración de oro, perlas y aljófares. Asimismo, en este mismo inventario se alude a una serie de piezas textiles que enumeramos a continuación60, sin transcribir aquí sus descripciones detalladas en cuanto a materiales e iconografía: un ornamento de terciopelo carmesí bordado de florones de hilo de oro y plata (formado por una capa y dos dalmáticas); dos frontales para el altar mayor y para el de prima de raso, terciopelo, oro y seda; una capa de brocado blanco de oro y plata; una capa de brocado forrada en tela colorada; una casulla y dos dalmáticas encargadas por don Diego de la Calzada, obispo de Salona decoradas con las armas de Silíceo; tres capas de terciopelo negro bordadas de oro con decoración en seda; dos varas de terciopelo blanco mandadas tejer por Silíceo y que en 1580 se habían destinado a fundas para misales. Otro fuente documental interesante para conocer el interés y relación de Silíceo con las artes es el «Memorial de agravios del cabildo catedralicio contra su arzobispo Silíceo» (1556), ya varias veces citado, en el que los miembros del Cabildo expresan su disconformidad con el funcionamiento de la Catedral. Mientras que Porreño incluía únicamente los comentarios del Cabildo, Rodríguez de Gracia aporta también las respuestas del propio prelado de las que cabe entresacar información de interés para este trabajo. Es en la respuesta al capítulo 42 donde Silíceo ofrece información acerca de sus donaciones y empresas artísticas al querer defenderse de las acusaciones de cuestionable uso de los fondos de la Obra y Fábrica de la Catedral. Así, comenta que entregó a la Catedral al comienzo de su mandato un «muy rico ornamento de carmesí bordado y floreado de oro, en que hay casilla, dalmatica, capa y un frontal y es el más rico que tiene la iglesia» y que a ello hay que sumar «veintidós piezas de plata muy ricas y

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La única pieza textil relacionada con Silíceo que se conserva en la actualidad es un un terno rojo de Silíceo fechado en torno a 1550 y conservado en el Museo de la Santa Cruz de Toledo. Procedente de la iglesia de Santa Leocadia, el terno se compone, como indica su nombre, de las tres piezas habituales: una casulla y una capa pluvial y dos dalmáticas. Debido a sus colores y bordados dorados, podría tratarse del mismo treno que Silíceo dice entregó a la Catedral y que aparece referido en el inventario de 1588

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doradas, entre las cuales sólo los dos blasones de plata que sirven en el altar mayor de las fiestas principales, pesan doscientos diez maravedíes»61. Más adelante, en la respuesta al capítulo 46, indica que «las rejas, coronamiento de la silla arzobispal y sillas del Coro, púlpitos, estaban antes de venir yo a ser prelado en esta santa iglesia comenzadas y ordenado que se hiciesen por nuestro predecesor el muy reverendísimo don Juan de Tavera». A pesar de esta afirmación, como hemos visto, gran parte de la historiografía del siglo XVII atribuirá el encargo a Silíceo.

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