EL ARQUETIPO DE LO SAGRADO

May 22, 2017 | Autor: Isabelle Cobo | Categoría: Literature, Mircea Eliade, Eliade, Arquetipos, el mito del eterno retorno
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Descripción

EL ARQUETIPO DE LO SAGRADO
Isabel Cobo, 1325524

Desde el mundo antiguo hasta la modernidad, ha prevalecido la noción de lo sagrado como pilar y proveedor de significado en múltiples aspectos de la vida humana. De este modo, la creencia de un pueblo toma fuerza en el credo íntimo de cada persona de forma que se establecen costumbres en la conciencia colectiva que constituyen modos de vida arraigados en la sociedad tales como los rituales. Estas costumbres se ven reflejadas de distintas maneras en todas las culturas de las que se tiene conocimiento, desde las danzas propias de cada tribu hasta las creencias prevalentes en cuestiones como la cosecha, ofrendas o sacrificios. El objeto de este estudio es profundizar en las nociones de ritual ofrecidas por Eliade en su "Mito del eterno retorno", a la vez que se aplica y ejemplifica tal teoría en una obra literaria especifica: "La barranca grande" de Jorge Icaza.
El aspecto central de las prácticas mencionadas es el mito y su significado ancestral. Resulta imposible pensarlas de otro modo, pues es el mito el fundamento vital para su realización al dotarlas de significado por medio del ejemplo primigenio. Para comprender este aspecto me remitiré a los postulados de Mircea Eliade al respecto:
"Luchas, conflictos, guerras, tienen la mayor de las veces una causa y una función rituales. Es una oposición estimulante entre las dos mitades del clan, o una lucha entre los representantes de dos divinidades, pero siempre conmemora un episodio del drama cósmico y divino. En ningún caso pueden explicarse la guerra o el duelo por motivos racionalistas"
(Eliade: El mito del eterno retorno, p.35)
De este modo se configuran los motivos míticos como una forma de construir la realidad a partir de las creencias tradicionales; es decir, dar significación, causa y sentido a los acontecimientos de un pueblo por medio de las historias a las que están íntimamente ligados. Por ejemplo, en el antiguo Egipto se recurría a la disputa divina entre Osiris y Seth para dotar de razón los conflictos bélicos acontecidos en su momento histórico. De tal manera cada bando se identifica con una figura mítica y por tanto con un movimiento provisto de sentido para el enfrentamiento, aunque las causas de este sean externas al mito, se toma como apoyo causal, además de hacerse merecedores por tanto del favor del dios invocado.
A este respecto, en el relato de Icaza, "La barranca grande", si bien no hallamos una situación bélica en el sentido del enfrentamiento de dos bandos, la problemática se centra en la situación moral de José y Trinidad, quienes constantemente se sienten señalados por la iglesia y a las puertas de la condena eterna por causa de su "amaño" o unión libre. La falta de recursos para efectuar la alianza conyugal tal como "Taita Diosito" ordena, lleva a la pareja a la desesperación de la incertidumbre sobre lo que pasará con sus espíritus, temen el castigo perpetuo en medio de la barranca grande, alegoría usada por el cura para atemorizar a los pecadores. De esta manera -y siguiendo a Eliade – se establece un duelo íntimo (en lugar de la guerra), el cual se emparenta por los sufrientes con motivos mítico-religiosos para justificar su naturaleza.
"Pero cuando el señor cura, antes de su bendición, hablaba contra la unión maldita del amaño, contra los violadores de las leyes sagradas, contra los remisos a los sacramentos de la santa madre Iglesia, José y Trinidad se encogían de terror, de un terror infantil que les obligaba a observarse de soslayo —en defensa ansiosa, en mutua acusación—. Una humedad viscosa —la misma que sin duda paralizó a sus antepasados más remotos a la vista de arcabuces, espadas, armaduras y caballos— les hundía en la evidencia de su condenación eterna."

Por medio de la culpa y el temor, se construye un motivo de duelo o sufrimiento entre los protagonistas del relato, es decir, se justifica la realidad a partir motivos míticos tradicionales, logrando dotar el padecimiento de un por qué y un significado trascendente. Como veremos a lo largo de la narración, el dolor de la pareja se intensifica aunque traten de enmendar su amaño, y a todas sus calamidades logran hallarle una significación y un motivo de castigo divino:
"…mientras la hembra, arrinconada junto al altar, cara al muro para esconder en parte su impudor, se alzaba camisa y anaco hasta el ombligo, y, entre ayes y quejas, se frotaba con la vela el vientre deforme por los altos meses de embarazo y el sexo pecador. Luego, con femenina naturalidad, coloco en la gran bandeja de hojalata —donde se consumían una veintena de cirios de diferentes tamaños— la ofrenda contaminada con sus culpas olor a infierno. Ese día, al insistir en su ruego, frente al santo, la mujer se contrajo de pronto oprimida por un dolor inaguantable. Un dolor en las entrañas —para ella mordisco del demonio—. Con los ojos enloquecidos, agarrándose el vientre con ambas manos, suplicó al indio José:
—Taitiquitu... Boniticu... Ya nu puedu más con dolur de pecadu. ¡Aquí! ¡Aquicitu duele!"

La enfermedad que afecta a Trinidad durante su embarazo es tomada por castigo divino, como embrujo y designada como "mordiscos del demonio". La mujer se resigna ante el destino que cree merecer y de esta manera, aunque equivocada, logra dotar de significado su padecer, como desde tiempos remotos se acostumbra, por medio del mito.
La danza constituye otro aspecto primordial en la construcción de las civilizaciones, y como tal no está exento de un sentido mitológico y ritual. Estas expresiones físicas suelen relatar un suceso divino en cada una de sus fases, su propósito es rememorar las hazañas de las divinidades locales y de este modo exaltar su poder con el fin de hacerse dignos de su bondad, se cree firmemente en el poder mágico que conjuran los cuerpos para reclamar la presencia de un dios determinado. Generalmente el favor perseguido por medio de estas manifestaciones es la abundancia en la cosecha durante épocas de sequia. El estío en muchas civilizaciones es visto como un castigo divino por el olvido que los habitantes han concedido a los dioses, o por sus fallas morales como afrentas al mismo; es entonces cuando la danza se lleva a cabo como forma de adoración, arrepentimiento y petición de clemencia.
Estas manifestaciones pueden imitar movimientos teriomorfos e incluso astronómicos; o rememorar mitos creacionistas, en cualquier caso, constituyen actos arquetípicos de un il illo tempore, como lo dice Eliade, es decir, la reactualización de un acto primigenio. La consecuente época de lluvia y fertilidad – sabemos nosotros, por causas meteorológicas naturales – es aceptada con regocijo como respuesta de la fidelidad de sus dioses quienes han visto la petición del pueblo y han respondido con la abundancia requerida. En nuestro contexto latinoamericano estas manifestaciones son ampliamente celebradas en las tradiciones andinas hasta nuestros días.
En Icaza encontramos constantes referencias al simbolismo religioso, tal como lo vemos desde la primera página de "La barranca grande" donde la liturgia católica comprende un illo tempore:
"Desde el rincón de la nave más penumbrosa, José y Trinidad, confundidos en el anonimato de una muchedumbre de indios y cholos campesinos, gustaban de la misa. La mímica litúrgica del simbólico sacrificio, el oropel deslumbrante de los atavíos del sacerdote, el olor de las nubes del incienso al entrar en la corriente emotiva y fervorosa de los campesinos…"

No es difícil entonces, entender cómo estos rituales configuran la razón del sufrimiento humano a la vez que lo dotan de sentido y otorgan al creyente de fuerza suficiente para afrontar sus calamidades con la honda esperanza del auxilio de sus dioses. También se le atribuye a la danza un aspecto ceremonial en pos del agradecimiento en ocasiones importantes tales como un nacimiento o una unión conyugal. De este modo se pone este nuevo acontecimiento en manos de los dioses, clamando por su bondad y bendición.
"Todas las danzas han sido sagradas en su origen (…) el modelo puede haber sido revelado por una divinidad o por un héroe, es ejecutada con el fin de adquirir alimento, honrar a los muertos o asegurar el buen orden del cosmos (…) una danza imita siempre un acto arquetípico o conmemora un momento mítico."
(Eliade: El mito del eterno retorno, p.34)
Del mismo modo se le atribuyen cualidades mágicas o curativas a ciertas plantas al considerar que in illo tempore fueron tocadas por los dioses, introduciendo así a la naturaleza también en un arquetipo divino, de modo que se consagra la planta y se eleva más allá de un valor terrenal o profano para dotarla de características primigenias.
En tiempos más evolucionados, otra manifestación humana que obtuvo características arquetípicas fue el arte pictórico, desde los jeroglíficos egipcios hasta el arte bizantino donde las pinturas relatan sucesos bíblicos y se les confiere carácter sagrado al ser capaz de invocar el favor del Dios cristiano en el lugar donde son expuestas.
Sería un error pensar en el arquetipo mítico como propio y exclusivo de las civilizaciones antiguas, aun con todo el auge tecnológico y liberal de nuestros tiempos no nos deshacemos de este tipo de creencias, comúnmente desde la fe católica: El bautizo al que la mayoría de niños es sometido en nuestro contexto occidental, rememora la inmersión en el agua de Jesús al ser presentado ante Dios por Juan Bautista; el matrimonio recuerda la unión entre la iglesia y Dios, las festividades anuales de las que nadie se escapa independientemente de su credo tales como la "Semana santa" o las navidades no son más que ciclos arquetípicos de la fe cristiana.
De este modo encontramos que el eje conflictivo del relato de Icaza es determinado también por un arquetipo, el matrimonio, y la ausencia del ritual confiere contaminación del espíritu, tal como peligra el alma de un niño que no es bautizado:
Se trata esta unión de una imposición forzosa en términos de la aceptación social, sin embargo, en el fuero interno de los condenados, después de las súplicas y arrepentimientos hallamos una paz interior al poder estar lejos de los señaladores, es decir una plenitud apartada del menester arquetípico:
"A veces dormían en una zanja o entre el chaparro que orillaba algún potrero. "Ah! Entonces eran felices, con la felicidad que experimentan las almas pequeñas y turbias en su propia ausencia: lejos de la crueldad de los cholos mayordomos, lejos de las órdenes inapelables del «patrón grande, su meré», lejos de los anatemas y sermones de taita curita, lejos de la choza agobiada por los ruidos infernales, lejos de la vecindad de Barranca Grande."
Finalmente en el relato de Jorge Icaza se establece un acto cíclico en el que al inicio se hallan los personajes condicionados por el temor de que su pecado los lleve a sufrir eternamente en la barranca grande; a pesar de todos sus arrepentimientos y planes para huir del amaño, quiere el destino que encuentren su muerte por razones distintas al pecado (enfermedad en Trinidad y desesperación en José), sin embargo está tan arraigada la creencia del castigo divino que aceptan su mal como merecido y paradójicamente sus restos terminan en medio de la barranca grande, como tanto lo temieron. Es una historia circular en la que el destino prefigurado inicialmente, por más que trate de ser obviado, vuelve a encontrar a los personajes aunque por medio de diferentes circunstancias, estableciendo cierta inevitabilidad.
Volviendo a las tradiciones antiguas y para concluir, pensemos en lo contrario al ritual arquetípico, es decir, la ausencia del mismo; las actividades profanas son aquellas que no hayan su origen en modelos míticos y por tanto carecen de sentido ante la mirada del creyente, pues no tiene un modelo ejemplar que exalte una deidad y por tanto pertenecen a este mundo terrenal y sus placeres. Icaza ejemplifica claramente este aspecto en su narración, donde predomina el acto profano y los protagonistas viven en ascuas esperando el castigo merecido gracias a su pecado. La vida humana desde la antigüedad hasta nuestros días se ha configurado entre estas dos visiones, lo sagrado y lo profano, lo meritorio y lo desdeñable, el bien y el mal. El sufrimiento, por tanto, es visto como una repuesta divina hacia los actos profanos, o un castigo; de este modo se completa el ciclo de la angustia al redirigir el hombre sus pasos hacia lo místico por medio de la función arquetípica ritual.









Bibliografía:
Eliade, Mircea. 1972, El mito del eterno retorno, Emecé Editores, Madrid.

Webgrafía:
https://cuentoshistoriasdelmundo.blogspot.com.co/2014/12/barranca-grande-jorge-icaza.html

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