\"El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula\"

Share Embed


Descripción

14. EL ARMAMENTO HALLADO EN EL CAMPO DE BATALLA DE LAS ALBAHACAS-BAECULA Fernando Quesada Sanz1 Francisco Gómez Cabeza2 Manuel Molinos Molinos Juan Pedro Bellón Ruiz

1.- OBSERVACIONES PRELIMINARES 1.a.- Proceso postdeposicional

Al abordar el estudio de las armas encontradas en la zona del Cerro de Las Albahacas, que supone ya un lote extraordinariamente numeroso, es necesario realizar una serie de observaciones de partida, que en principio pueden parecer contra-intuitivas, e incluso –en un primer análisis– contrarias a la lógica. Estas consideraciones son necesarias ya que permiten explicar los patrones observados en nuestro análisis arqueológico, y además responden satisfactoriamente a algunas objeciones que se nos han realizado en estos años sobre el número, tipo y dispersión espacial de las armas localizadas, de acuerdo con las prácticas militares del mundo antiguo, bien documentadas por las fuentes literarias y, de modo creciente, por la ‘arqueología de los campos de batalla’3.

En primer lugar, los tipos de armas que cabe esperar encontrar en un campo de batalla dependen del proceso postdeposicional, inmediato y a largo plazo (Figura 1). En el mundo antiguo (como en el medieval), lo normal es que el bando vencedor, que ocupaba el campo de batalla al concluir ésta, emprendiera una recogida más o menos sistemática de las armas utilizables, tanto de las propias como de las de los vencidos. Por poner un ejemplo de estos mismos años, Polibio es explícito al indicar que los cartagineses de Italia despojaron a los romanos caídos en Trasimeno de sus armas, y que Aníbal equipó con ellas a sus tropas africanas (Polibio, 3,114,1). En el caso de Baecula, sabemos además por las fuentes literarias que Escipión se quedó unos días sobre el terreno (Polibio, 10, 40, 11; Livio, 27, 19), por lo que la recogida de armas debió ser más exhaustiva. No es sólo que los romanos tuvieran una larga tradición de adoptar las armas de sus enemigos para configurar su panoplia (Arnim, 1892; Couissin, 1926; Briquel, 1986, Quesada, 2007: 379-381, etc.), sino que en este periodo las armas de los iberos y cartagineses eran compatibles con las romanas, como veremos enseguida (infra, Apdo. 1.d.).

Universidad Autónoma de Madrid, Dpto. de Prehistoria y Arqueología, [email protected]. 2 Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén, fgcabeza@ ujaen.es, [email protected], [email protected]. 3 Un marco conceptual y aplicado de estas consideraciones puede encontrarse desarrollado en Quesada, (2008a). Ver además –y sobre todo– Geier, Babits, Scott, Orr (2011); Scott, Babits, Haecker (2009); Freeman, Pollard (2001). El salto que se ha producido para los estudios del mundo desde el trabajo de J. Coulston (2001) es evidente. 1

311

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 1. Procesos postdeposicionales de las armas en un campo de batalla antiguo.

¿Qué armas eran las que se recogían?: lógicamente las más costosas, fundamentalmente corazas de todo tipo, cascos, escudos no dañados y espadas, armas que no se podían fabricar en campaña e incluso podían ser de compleja reparación; otras armas como lanzas y pila eran también visibles y se podían recoger fácilmente. Esta recogida no sólo permitía abastecer al propio ejército, sino que impedía que otros (los propios enemigos huidos, campesinos potencialmente hostiles, bandidos y saqueadores de todo tipo) pudieran recogerlas luego, creando un peligro futuro.

del Little Bighorn en 1876, son bien explícitos al respecto en sus hallazgos y en su interpretación en la misma línea que avanzamos. Por ejemplo, en el caso de las prospecciones y excavaciones de Kalkriese, los excavadores insisten en que de los aproximadamente cinco mil objetos romanos hallados en las excavaciones en el Oberesch están en un estado muy fragmentario y que esto es resultado de “body stripping by the Germans who plundered the battlefield […] the looters carried away nearly everything as they could use it or melt it down […] Therefore we do not find complete armour, not even a complete gladius was discovered, but only those pieces which the Germans who plundered the battlefield failed to notice” (Rost y Wilbers-Rost, 2010:123 ss.; ver también las consideraciones sobre el mismo tema en Rost, 2008: 222 ss.). Exactamente lo mismo ocurrió en el Little Bighorn, ya cerca de dos milenios después (Scott et al., 1989:90).

Los estudios de arqueología militar realizados en campos de batalla que abarcan un amplio periodo, desde los restos de Kalkriese (muy probablemente la batalla de Teutoburgo en 9 d.C. o en todo caso no después de las campañas de Germánico del 14-15 d.C.) y hasta la batalla 312

Fernando Quesada et al.

Figura 2. Categorías funcionales y grupos de armas. Cerro de Las Albahacas.

puntas de lanza, jabalina y pilum, regatones, espuelas y apenas algunos fragmentos aislados de conteras de vaina de espada o puñal. Hasta ahora no se ha localizado ninguna espada o casco enteros, aunque sí algunos fragmentos muy dañados que pueden corresponder a estas armas.

Otro 23,5% de los objetos son proyectiles, sobre todo (17,8%) un tipo de punta de flecha fusiforme o bipiramidal alargada de hierro, que también es utilizable como punzón si se enmanga, pero que en este contexto, como en otros similares, sin duda corresponde a puntas de flecha sencillas (‘dardos’). Las puntas de flecha en bronce o hierro más elaboradas constituyen un subgrupo menor (3,7%), en parte porque se usaron en número menor, en parte porque sin duda han sido saqueadas con mayor entusiasmo. Lo mismo ocurre con los proyectiles de honda en plomo (2%), más atractivos desde la antigüedad por su materia prima, posibilidad de reutilización y, en la actualidad, por su atractivo para los excavadores clandestinos.

Por último, el restante 2,5% de las piezas incluye otros elementos de equipo militar, como piquetas de tiendas de campaña, cadenas, chisqueros metálicos para encender fuego, etc. Este patrón es exactamente el que cabe esperar en un lugar como el Cerro de Las Albahacas, donde dos grandes ejércitos acamparon unos días y se enfrentaron en campo abierto durante unas horas. En las zonas identificadas como campamento cabe esperar la existencia de estructuras excavadas y basureros que podrían

Sólo 42 piezas, un número absoluto estimable pero que supone sólo un 5,5% del total de la muestra, corresponde a armas más elaboradas: 315

Fernando Quesada et al.

lateral, pilum de lengüeta plana) la gran mayoría de los tipos de armas hallados no son ‘marcadores’ étnicos utilizables con fiabilidad.

halladas en Las Albahacas no tienen en su gran mayoría una datación precisa, ya que se trata de tipos de larga perduración. El armamento romano de la época de las guerras púnicas es muy mal conocido arqueológicamente y, por ejemplo, hasta ahora las tachuelas de suela más antiguas que se conocían no iban más allá de época cesariana; lo mismo ocurre con varios de los tipos de punta de flecha o de jabalina. El conjunto de Las Albahacas, considerado aisladamente, podría ser incluso considerado de época sertoriana de no ser por la ausencia de los tipos diagnósticos del s. I a.C., y sobre todo por la presencia del pilum antiguo de lengüeta plana hallado en 2012 (infra), de algunas puntas de flecha, y del conjunto de monedas que abrazan al de armas y que consolidan la datación de fines del s.III a.C.

1.e.- Qué puede y qué no puede decirnos el estudio de las armas en el campo de batalla En este capítulo no haremos alusión a la dispersión espacial de las armas localizadas, que es objeto de un análisis específico en otro lugar en combinación con las monedas y otros objetos. Nos limitamos aquí a un análisis tipológico y funcional. Desde el punto de vista de la batalla, insistimos, la potencialidad del conjunto de armas en su contexto espacial detallado es inmensa, y de hecho es de lamentar la pérdida sin duda producida de una información valiosa por las rebuscas clandestinas recientes. Con todo, lo hasta ahora hallado permite trazar la línea de avance del ejército romano, el lugar de su despliegue, y mucho más (Bellón et al., 2012, 2013 y otros capítulos de este mismo libro). Incluso permite asistir a la argumentación de que la batalla fue una reñida acción de retaguardia cartaginesa, más que una lucha a muerte en lo alto del cerro (Quesada, 2013).

El conjunto hallado adquiere una extraordinaria importancia para comenzar a rellenar arqueológicamente el vacío que, insistimos, existía hasta hace muy pocos años sobre las armas de fines del s. III a.C., en particular las romanas. De hecho, ayuda a proponer –incluso a probar– que muchos elementos hasta ahora considerados característicos del s. I a.C. pueden remontarse hasta fechas más de un siglo anteriores, como los propios clavi caligares o tipos de jabalina de punta piramidal alargada.

El análisis de las armas puede ayudarnos, con limitaciones, a precisar la cronología. Pero al contrario que muchas monedas, las armas 2.- PILA En Las Albahacas han aparecido hasta el momento cuatro pila reconocibles, de tipos diferentes (Figura 3).

nervio. La pieza, casi completa, mide 25,5 cm, de los que 4,9 corresponden a la punta y 6 a la lengüeta, dejando apenas 14 para el vástago o astil férreo. La lengüeta tiene un ancho de 3,9 cm. El orificio de remache proximal tiene un diámetro de 1,1 cm; el distal, de 0,6 cm. Están separados por apenas 0,9 cm. La punta, restaurada, pesa 113 gramos.

Nº cat. 9459. Hierro de pilum corto con enmangue por lengüeta plana. La lengüeta presenta dos pliegues o pletinas laterales en sentido opuesto para asegurar la fijación (una rota), y dos orificios grandes para remaches. El vástago, corto, es de sección cuadrada en su recorrido, virando a sección circular en el extremo distal (i.e. la más lejana al astil y al cuerpo del portador), que remata en la punta. Esta es gruesa, de forma losángica con anchura máxima en el tercio proximal (i.e., la más cercana al astil), muy gruesa hasta tener casi sección piramidal con fuerte

Nº cat. 9450. Hierro de pilum corto con enmangue de cubo (aplastado) y punta prolongación del astil de sección circular que se transforma en sección cuadrada por forja. Corresponde pues a un tipo Quesada, IIIB pequeño, común en el mundo ibérico (Quesada, 1997: 328 y Figs. 189, 190). No es pues un tipo canónico romano, 319

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 3. Puntas de pilum (Dibujo: Paloma Serrano).

320

Fernando Quesada et al.

En conclusión, pues, el grupo de pila de Las Albahacas es consistente con un arco cronológico máximo de c. 225-75 a.C., pero el ejemplar de tipo Talamonaccio es diagnóstico para llevar la fecha a fines del s. III a.C.

a los que ahora cabe añadir algunos más del Puig de Sant Andreu (Ullastret, Gerona, MAC Ullastret 2753, cortesía G. García); o de Arcóbriga (Lorrioy Sánchez, 2009: Fig. 162). Por lo que se refiere al otro fragmento de probable pilum con punta ancha pero ahora con nervio marcado (Albahacas 9979, Figura 3), el problema es el mismo al del caso anterior, agravado por la práctica ausencia de astil. De nuevo hay paralelos anteriores a mediados del s. II a.C. para este tipo de punta ancha en contextos romano-republicanos; pero también, y con mayor claridad, aparece este tipo en contextos plenamente indígenas, y en fechas del s III a.C. o incluso anteriores. La punta lanceolada con nervio marcado es base del tipo de pilum Quesada I, que aparece en contextos indígenas hispanos con tamaños de entre 20 a 70 cm (Quesada, 1997: Fig. 192). En 1997 conocíamos como mínimo tres ejemplares del tipo, fechables en el s. IV a.C. (Mirador de Rolando, Granada, cat. 1434) o de fecha imprecisa y gran tamaño (Meca en Valencia y Galera en Granada, nº cat. Quesada, 5017 y 2741). A ellos se pueden añadir ahora varias piezas de S. Julià de Ramis31, halladas en un contexto de destrucción (Burch et al., 2001: 20) de fines del s. III o muy principios del s. II a.C. (García Jiménez, 2006: 284; 2012: 537).

Además, ayuda a sostener una fecha antigua la presencia de dos puntas anchas y planas, con o sin nervio, combinada con la completa ausencia de puntas piramidales macizas alargadas, que son con mucho las más características de los contextos de c. 130 y c. 75 a.C. (además de, por supuesto, los cesarianos y altoimperiales). Estas puntas piramidales macizas y alargadas serán con el tiempo las más caracerísticas tanto en las familias de cubo como en las de lengüeta (en general ver Connolly, 1997, 2001-2002; Luik, 2002). En época sertoriana son en Iberia casi exclusivas, como en la Almoina de Valencia (Ribera, 1995: Fig. 15), en Cáceres el Viejo (Ulbert, 1984: Taf. 24); o en Bordegasos (Vilopriu, Gerona) (Nolla et al., 2010: 165-166 y Fig. 10.2.2.10); en época cesariana, c. 45 a.C., son igualmente predominantes en Osuna (Sievers, 1997a: 63 ss.) y quizá en el Castro de la Dehesa de la Oliva (Cuadrado, 1991: 226 y Fig. 38). Culturalmente hablando, el pilum más antiguo de lengüeta de Las Albahacas fue muy probablemente romano. Los otros tres pudieron pertenecer a cualquiera de los dos bandos enfrentados.

Estos datos impiden pues que podamos atribuir el arma a un bando concreto, pero de nuevo son un indicio de cierta antigüedad comparativa. 3.- ¿VERUTA O TIPO 11A (=X)? (Figuras 7 y 8) Quizá el conjunto más compacto tipológicamente de armas procedentes de Las Albahacas es el de cinco (quizá hasta siete) puntas de arma arrojadiza perforante más ligera que el pilum (Figura 8)34. Se trata de puntas de unos 15 a 20 33 34

cm de longitud total, con cubo circular de un diámetro interno cercano a los 1,3 cm, dotados de un orificio para un pasador de fijación. El cubo de forma cónica se prolonga en sección circular hasta que, en su extremo distal, se transforma por forja para adoptar una sección cuadrada de en torno a 0,8-1.0 cm de lado. En el punto de transición suele haber un ligero resalte, siendo el extremo circular del cubo, ya macizo en este punto, ligeramente menor que el arranque de la punta cuadrada, que es pues piramidal, muy

Algunas perdidas, MAC Gerona. Aunque algún autor como Poux (2008: 333) los incluye inicialmente entre los pila, luego muestra sus dudas para clasificarlos genéricamente como ‘proyectiles’ dependiendo de su tamaño (ibid.: 358 ss.). Pernet agrupa por su parte en una categoría los pila cortos de cubo y estas jabalinas, por su tamaño menor y su carácter arrojadizo perforante (Pernet, 2010: 68), con independencia de que los primeros

tienen cubo, astil y punta independizados, y los segundos en realidad no.

329

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 7. Puntas de verutum (Dibujo: Paloma Serrano).

330

Peso Gr.

AnMxHj

Ø. Cb. Ext

Lg. Cb

Lg. Hj.

Lg. Mx.

Tipo

Metal

Núm.Cat.

Fernando Quesada et al.

1474

Fe

11a,Var.X

21,0

12,6

8,4

1,5

1,0

65

195

Fe

11a,Var.X

18,4

9,5

8,9

1,4

0,9

59

3088

Fe

11a,Var.X

16,3

8,8

7,5

1,2

0,9

44,1

9550

Fe

11a,Var.X

19, 2

13,2

6

1,4

0,8

60

4754

Fe

11a,Var.X

>13

>7

>5,8

2379

Fe

2258

Fe

¿11a,Var.X? >9,5

0,9

0,7

¿?

Observaciones.

Cubo deformado y muy abierto con sutura abierta. Una perforación para pasador. Faltan unos mm. de la punta. Mus. Jaén 5343. Un orificio de pasador. Sutura abierta y visible en toda la longitud. Mus. Jaén 5346. Perforación opuesta a la sutura visible. Mus. Jaén 5415. Extremo cubo aplastado. Conserva orificio de pasador, opuesto a línea de sutura, que es visible hasta el inicio de la punta. El cubo se estrecha hasta un diámetro de 0,8 en el arranque de la punta. La parte hueca parece corta, unos 2,7 cm, y se prolonga en vástago macizo de sección circular antes de llegar a la punta piramidal alargada de sección cuadrada. El extremo de la punta está ligeramemente aplastado y deformado por impacto. Arranque cubo aplastado. Ver 2258. Punta maciza de hierro sin señal de arranque de cubo y sección subcircular irregular con marcas de foija. Sin embargo, presenta un muy ligero estrangulamiento en lo que podría ser el arranque de una punta piramidal alargada de sección cuadrada. Lo que correspondería al asttil es de sección circular maciza. La ausencia de señal de arranque de cubo es llamativa. No es pilum ni soliferreum claro. Ver 2379.

Figura 8. Tabla de dimensiones y clasificación de veruta.

alargada y maciza (Figura 7). El peso oscila en torno a los 50-65 gr. Se trata pues de un tipo de arma arrojadiza a mano, dotada de una notable capacidad perforante en especial contra escudos y protecciones como la lorica hamata, cuyos anillos remachados se abrirían con más facilidad ante el impacto de estas puntas muy estrechas y compactas que frente a otras anchas y planas.

(De genere armorum 19, ed. Lindsay), pero sobre todo por la descripción del lexicógrafo del s. II d.C. S. Pompeyo Festo (de sign. verb. s.v. verutum) quien, resumiendo a Verrio Flacco (de época augustea), escribía: “veruta pila dicuntur, quod veluti verua habent praefixa”; esto es, “llaman... veruta a pila que tienen fijada [por punta] una a modo de asador”35. Otros autores que se han

Hemos empleado para el epígrafe de clasificación el término latino verutum, que hemos preferido al genérico tela (Isid. Etym. 18, 7, 1-11) precisamente por su significado como telum breve et angustum, según el léxico de Nonio Marcelo

35

331

Sobre la compleja transmisión del léxico de Varrón vía Festo y Paulo Diacono, ver recientemente http:// www.ucl.ac.uk/history2/research/festus/index. htm

Fernando Quesada et al.

Figura 12. Puntas de lanza y regatones

343

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

La identificación de regatones como partes de armas es relativamente sencilla en el caso de contextos cerrados como ajuares funerarios, donde se suelen asociar a puntas, y a menudo ayudan a distinguir lanzas empuñadas de jabalinas. Además, a lo largo de la Edad del Hierro se observa una evolución de regatones muy largos (mayores de 25 cm, hasta 50 o más, y con un diámetro de 2 cm) a otros progresivamente menores aunque de diámetro similar, que acompaña a una similar disminución de tamaño de las moharras. En esos casos, a veces es incluso difícil diferenciar entre un regatón muy largo y un pilum de cubo corto. Sin embargo, en el conjunto de Las Albahacas faltan los regatones largos (lo que era previsible), y varios de ellos podrían perfectamente ser partes de otros objetos, como conteras de bastones para caminar, las

horcas para enganchar el equipo en las marchas (la furca) o incluso palos de tiendas de campaña, objetos todos que tendrían la misma necesidad de proteger su extremo con piezas de morfología idéntica a un regatón. Por tanto, es posible que todas o varias de estas piezas no correspondieran en origen a lanzas (Figuras 12 y 14). Todas las piezas de Las Albahacas son del tipo de cubo hueco y forma cónica. No aparece ningún ejemplar del tipo de espiga interior para clavar en el astil, que es rarísimo en Iberia pero relativamente frecuente en la Galia (García Jiménez, 2012:285-286). Por lo demás, los paralelos para las piezas que sí están en Las Albahacas son tan abundantes y genéricos que carece por completo de sentido lanzarse a una enumeración.

6.- GLANDES (Figuras 15 y 16) latericiae, cf. César, Bell. Gal. 5,43)60, se usaron como proyectiles desde la Prehistoria (Quesada, 2008b: 116; Kelly, 2012: 278), desde la aparición de los proyectiles de plomo, probablemente en Grecia, hacia el s. V a.C., se impusieron rápidamente en los ejércitos regulares, por sus obvias ventajas (Jenofonte, Anab. 3,3,17), básicamente mayor alcance y mayor precisión al tener los proyectiles de plomo pesos estandarizados y forma aerodinámica61.

De acuerdo con lo dicho en el Apartado 1 sobre la tafonomía –por tomar prestado este término de la Paleontología en lo que se refiere a la formación del registro fósil–, en un campo de batalla como el de Baecula cabe esperar que las armas arrojadizas propulsadas (proyectiles de honda y de arco) formen el conjunto más numeroso. Y ese es exactamente el caso. El lote de una quincena de glandes (lat. mlans, gr. μολυβδῖδες) de honda es uno de los más significativos y homogéneos de los hallados en el yacimiento (Figuras 15 y 16). Sabemos además por la información local que los excavadores clandestinos han desenterrado a lo largo de las últimas décadas conjuntos importantes de glandes (además de monedas y otros materiales) que se han perdido irremediablemente para su estudio. Es concebible que a los proyectiles plúmbeos de honda pudieran añadirse numerosos cantos rodados de piedra empleados del mismo modo, sobre todo dado que Livio menciona para el caso de Baecula a los calones, bagajeros del ejército romano, que habrían atacado ladera arriba arrojando piedras recogidas del suelo –aunque no especifica que mediante hondas– (Livio, 27,18,11-12). Sin embargo, y aunque las piedras (e incluso proyectiles de barro cocido, glandes

Es enorme la variedad de tipos de glande de honda de plomo conocidos en el mundo antiguo, desde el s. V .C. al III d.C., incluidas formas verdaderamente peculiares como conos o dedales (Bosman, 1995: Fig.1). Lo mismo ocurre con los pesos, desde los 20 gramos hasta 160 g y más, Ver en último lugar Kelly (2012: 281) para su uso en determinados contextos geográficos 61 La bibliografía sobre la honda es ingente. Entre los trabajos básicos posteriores al año 1990, que suelen recoger la bibliografía anterior, citaremos especialmente Völling, 1990; Richardson, 1998; Díaz Ariño, 2005; Pina y Zanier, 2006; Contreras et al., 20067; Benedetti, 2012; Kelly, 2012. El estudio de Rihll (2009), que propone el uso de glandes de plomo como munición de catapulta, no ha sido generalmente aceptado, aunque no negamos un tal uso ocasional con glandes muy pesados (Apiano Mitr. 5,34). 60

346

Fernando Quesada et al.

Figura 15. Proyectiles de honda.

347

Peso Gr.

Ø. Máx.

Lg. Mx.

TipoVolling (1990:34)

Metal

Núm.Cat.

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Observaciones

1008A

Pb

Ib

3,4

1,8

43,3

2364

Pb

Ib

3,7

1,7

33,3

2383

Pb

Ib/Ic

3,6

1,5

37,0

2228

Pb

Ic

3,2

1,9

42,4

2393

Pb

Ic

3,5

1,8

39,5

8000

Pb

Ic

3,2

1,7

41,5

Valores medios parciales 392 Pb IIa?

3,43 3,9

1,73 1,6

39,5 39,4

237

Pb

IIb

3,8

1,7

34,3

318

Pb

IIb

4,1

1,6

33,0

540

Pb

IIb

4,1

1,5

46,4

2171

Pb

IIb

3,8

1,7

37,2

3119

Pb

IIb

3,9

1,7

36,9

Valores medios parciales Valores medios totales 2403 Pb -

3,93 3,68 4,2

1,63 1,68 1,5

3021

Pb

-

-

-

4313

Pb

-

-

-

1000A

Pb

37,87 38,69 25,4 ¿Glande? muy dudoso, de peso muy inferior al normal, formado por una gruesa lámina doblada helicoidalmente y acabada en punta en un extremo. El otro roto. Tiene la forma y tamaño general de un glande, pero no su masa ni peso. N. Inv. Mus. Jaén 5359. Fragmento de extremo de glande cizallado. Procede de la zona del campamento. Fragmento muy rodado de glande de molde bivalvo, cizallado y cortado, como si hubiera sido desechado. Otro golpe es reciente, de azada. Sin embargo, procede del ‘Cerro del glande’. 353,8 Bloque o lingote de plomo en forma de paralelepípedo. Mide aprox. 6 x 5 x 2 cm. Si se usara para fundir glandes, daría para casi exactamente 9 glandes del peso medio total (error 5,5 g).

Superficie muy irregular, rodado y golpeado. No se aprecian suturas. N.Inv. Mus. Jaén 5362. Se aprecia sutura molde bivalvo y cizalla en un extremo. N.Inv. Mus. Jaén 5358. Golpe ancho y profundo reciente que quita metal (actual 34,8). Banda decorativa por ambas caras de lado a lado de 0,35 de ancho. N. Inv. Mus. Jaén 5356. Muy ligeramente desplazada lateralmente en el molde bivalvo. Banda decorativa de 0,4 de punta a punta. N.Inv. Mus. Jaén 5355. Con banda ancha decorativa de punta a punta 0,4 ancho. Superficie rodada. N. Inv. Mus. Jaén 5360. Se aprecia línea de unión de dos valvas. Pero en las caras superior e inferior hay una banda o cinta decorativa de punta a punta, aplanada y en relieve, de unos 0,4 cm. de anchura. Bicónico alargado. De molde bivalvo desplazado en el momento de fundición. En una cara, cortas líneas incisas que no parecen formar letras. Marca de cizalla en un en extremo. Amigdaloide aplanado por una cara. Gopleado y como martilleado y picado. N.Inv. Mus. Jaén 5354. Ligeramente desplazadas las valvas. Sutura perfectamente visible. N.Inv. Mus. Jaén 5361. No se aprecia marca de molde bivalvo. Superficie rugosa, como limada toscamente. No se aprecia sutura clara. Mala fundición. N.Inv. Mus. Jaén 5363. Se aprecia sutura de molde bivalvo. Ligerísimo desplazamiento lateral en el momento de fundición. Arista en el borde, pero no banda decorativa.

Figura 16. Tabla de glandes.

348

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 17. Correlación longitud-peso de glandes de honda.

teriores (griegos) o posteriores (romanos tardíos) con epigrafía, los proyectiles de Las Albahacas son de una baja calidad de manufactura. Hay ejemplares con desplazamiento lateral de la sutura, que indica una fabricación en molde bivalvo (Figura 15, nº 392), y otros con la unión de las valvas visible y sin limar (nº cat. 2364).

tiles inscritos se datan a partir de ya avanzadas las primeras décadas del s. I a.C., a partir de las guerras civiles, sin que se puedan documentar en Iberia casos anteriores (Díaz Ariño, 2005: passim y especialmente p. 221). Un estudio de pesos y tamaños como el que luego apuntamos podría ayudar a decidir sobre el caso, negado por Díaz Ariño y con quien coincidimos, de los glandes con epigrafía latina en la zona del Gandul (Sevilla) supuestamente fechables c. 210 a.C.

Ningún glande en Las Albahacas (como tampoco en la Palma) es epigráfico, aunque cuatro de ellos (nº 2383, 2228, 2393 y 8000) tienen una marca intencional: una banda en relieve –y por tanto originalmente en negativo en el molde– de 0,4 cm de anchura que recorre la pieza de punta a punta por ambas caras (esto es, en ambas mitades del molde). Las cuatro piezas son del tipo I de Völling, todas de la variante Ic, más redondeada y con un solo extremo más apuntado. Los pesos de estas cuatro piezas oscilan sólo 5,5 gr. (min. 36,9 g y máx. 42,4 g). La banda podría ser un signo indicativo de un individuo o de una unidad, y convendrá seguir la pista a este rasgo.

Queremos llamar la atención además sobre un pequeño bloque de plomo de unos 6x5x 2cm y un peso de 353,8 gramos (Figura 15), que permitiría, si se hubiera empleado para fundir glandes, fabricar exactamente nueve proyectiles contando con el peso medio de 38,9 gramos que tienen los glandes de Las Albahacas, con un error inferior a 6 gramos. Debemos recordar que los ejércitos en campaña reparaban y fabricaban numerosas armas, como por ejemplo el de César: “En consecuencia [César] establecía talleres de forja, se preocupaba de que se fabricaran muchas flechas y proyectiles, hacía fundir glandes de honda, preparar estacas….” (Bell. Afr. 20,2), y desde mucho antes y después (Mutz, 1988; Quesada, 2006b: 81 ss.). Además, los proyectiles de honda están entre los de más fácil manufac-

En cuanto a la ausencia de epigrafía, que creemos es un indicio de antigüedad, recordaremos que el reciente estudio de Díaz Ariño sobre las glandes inscriptae de la Península Ibérica se concluye tajantemente que todos estos proyec350

Fernando Quesada et al.

Figura 18. Evolución de pesos medios de glandes en distintos yacimientos y periodos.

tura, dado el bajo punto de fundición del plomo (327,4º C) y el empleo de moldes sencillos (Kelly, 2012: 280 ss.). De hecho, es posible incluso fabricar glandes eficaces en condiciones de emergencia simplemente apretando el pulgar sobre arena o tierra humedecida, a un ritmo de entre 17 y 37 segundos por proyectil (Bosman, 1995).

estudios más detallados sobre muestras mayores (y con análisis que han de incluir no sólo pesos medios, sino recorridos, desviaciones estándar y subdivisiones por tipos). El resultado preliminar es que, en conjunto, los valores del lote de Las Albahacas, el más antiguo de la serie, son también los más bajos, y muy próximos a los de conjuntos contemporáneos, como el ya mencionado de La Palma y el lote de glandes hallados en el Dpto. 12 del Puntal dels Llops, un pequeño yacimiento fortificado ibérico valenciano cuya destrucción se fecha en torno al 190/180 a.C., en el contexto histórico del final de la Guerra Púnica y la ocupación romana tras la gran rebelión de 195 a.C. (en último lugar, Bonet y Mata, 2002: 80-82 y 222)67. Es uno de los poquísimos lotes de contexto bien definido –si no el único– contemporáneo o casi contemporáneo de Las Albahacas o La Palma.

Hemos realizado un primer intento (Figura 18) de comparar los pesos medios de la serie de Albahacas con los de otros conjuntos contemporáneos y posteriores,66 y parece anunciarse una tendencia que habrá que comprobar con 66

Por diferentes razones relacionadas con la heterogeneidad de procedencia o dificultades con la misma, asociadas a la ausencia de epígrafes omitimos por ahora lotes muy importantes como el de Asso (Fontenla, 2005) o el de Sanitja (Contreras et al., 2006) y el de Monzón (Contreas et al., 2006-07) sobre los que hay además discrepancias cronológicas (cf. López Vilar, 2013: 179 ss.). En otras ocasiones, pese a ser conjuntos homogéneos y bien publicados, carecemos de pesos, como en Osuna (Le Roux, 1997: 68 solo menciona un ‘peso medio de 80 a 100 gramos’ lo que no tiene valor para comparaciones. Agradecemos a D. Javier Moralejo que nos diera a conocer el trabajo del Cahimo (Contreras et al., 2006-7).

67

351

Estos glandes han sido mencionados en diversas ocasiones (especialmente Bonet y Mata, 2002: 160), aunque no se han publicado en detalle. Agradecemos a Helena Bonet y Jaime Vives-Ferrándiz que nos hayan proporcionado los pesos individuales de las piezas del lote conservado, que hemos empleado para el estudio.

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 21. Selección de dibujos de variantes puntas de flecha ahusadas.

358

Fernando Quesada et al.

Las puntas bipiramidales mal llamadas ‘Numancia’

Se trata de un expediente y tipo extremadamente sencillo pero debemos pensar que eficaz si es con mucha diferencia el más frecuente en el campo de batalla (si es que no casi el único). De hecho, su forma muy puntiaguda y compacta es ideal para penetrar tanto en los anillos de una lorica hamata, como para perforar un pectoral metálico, aunque para esta última función la masa de las puntas más pequeñas es quizá en exceso reducida.

Excepción hecha de los clavi caligares (infra) el lote tipológicamente homogéneo de armas más numeroso es, en Las Albahacas, y con mucha diferencia, el formado por hasta 136 puntas de hierro forjado de forma bipiramidal (mejor que ‘fusiforme’) muy alargada y básicamente simétrica, y sección cuadrada, que termina en punta afilada por ambos extremos (Figura 20). Se trata de piezas toscas, y por tanto presentan una cierta variedad formal, con algunos ejemplares proporcionalmente más gruesos y otros más estilizados. Sin embargo, no hemos realizado una clasificación, una ‘tipología’ siguiendo el principio de non sunt multiplicanda…, y porque partimos de la base de que, dada la naturaleza de la fabricación de estos objetos, una cierta variabilidad es inherente al tipo.

Donde sí puede haber intencionalidad es en las longitudes y pesos, siendo la segunda variable en principio dependiente de la primera72. Pero como demuestran tanto la Figura 22 como los gráficos de las Figuras 23 y 24, sólo unos pocos ejemplares ‘se salen’ del patrón general, hasta el punto de que por su gran tamaño y peso deben ser considerados aparte del resto, bien como puntas de jabalina, bien como instrumentos tales como punzones, empleados enmangados en una empuñadura de madera. Se trata (Figura 20) de las piezas n. cat. 1173 y 5946, y –solo quizá porque están sobre la recta de regresión– también 1002a, 1033, 9147 y 2497. Se observará que la diferencia entre estas puntas y el resto, que se hace tan evidente en la gráfica de la Figura 22, es en realidad visible también al ojo desnudo en la Figura 20, donde aparecen aislados en la parte superior de la fila izquierda.

Debe resaltarse (Figura 20) que aunque estas piezas son bipiramidales de sección cuadrada, casi nunca son completa y perfectamente simétricas, de manera que el ancho máximo no está en el centro, sino algo desplazado hacia un extremo, que entendemos es el extremo distal de la punta, que adopta así un aspecto ligeramente ‘cabezón’, mientras que el otro extremo, el proximal, forma un pedúnculo más largo y afilado, que suele perder la sección cuadrada para convertirse en irregular –o de tendencia circular– en el extremo proximal, que es el que se embutiría en el astil de las flechas.

Obviamente, el resto de piezas73, el 96%, forma un grupo muy compacto. La figura 22 muestra un histograma de frecuencias de pesos por intervalos de medio gramo, con una marcada asimetría a la derecha, y donde queda clara la agrupación de la gran mayoría de las piezas en el intervalo de 1 a 3,5 gramos, con una cola por la derecha entre 4 y 6 gramos, y dos excepciones (nº cat. 5946 y 1173, con 10,54 y 14,9 g respectivamente). Se apreciará que entre el peso de estas dos piezas hay casi el mismo recorrido estadístico (4,36 g) que entre las otras 119 puntas (4,96 g), lo que confirma que deben tener otra función.

Unas 15 piezas (un 11% del total) presentan el pedúnculo doblado, casi siempre justo en la base de la ‘cabeza’ del proyectil, casi siempre en un ángulo de unos sesenta grados. Podría pensarse que se trata del resultado de impactos, donde el metal se habría doblado por su parte más débil. Sin embargo, esta explicación no resulta convincente, porque esas mismas puntas no suelen ser las que tienen el extremo distal aplastado por un impacto tal que además habría doblado el vástago metálico. Da la sensación de que están dobladas expresamente, lo que impediría su inserción en un astil de flecha. Otra media docena de piezas tienen la punta aplastada por impacto, pero solo una de esas piezas tiene también el pedúnculo doblado.

Salvo que hubiera un tipo mucho más grueso, en el que sería el volumen total y no la longitud lo que aumentaría decisivamente el peso. Pero tal tipo no se da en Albahacas. 73 Descartando 15 incompletas, esto es, 119. 72

359

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Fig. 22. Histograma de frecuencias de pesos de puntas fusiformes.

Figura 23. Correlación longitud máxima/peso de las puntas fusiformes.

Eliminando estas dos excepciones, y manteniendo en el cálculo las otras cuatro piezas ya mencionadas, que se salen del conjunto por longitud pero no por peso (Figura 22, nº 2497, 9147, 1033 y 1002a)74, el peso medio de 119 pie-

zas completas es de 2,78 gramos, con un valor máximo de 5,8 y mínimo de 0,84 (muy reducido, quizá por oxidación). La longitud media para el mismo conjunto de 119 piezas es de 4,4 cm, con un valor mínimo

Porque consideramos que siendo flechas del mismo perfil aerodinámico, la longitud total que sobresale del astil –con una diferencia de mm.- tiene mucho

74

menos efecto aerodinámico y de capacidad de penetración que su masa total.

360

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 29. Clavos de tipos A y B.

378

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 34. Tamaños de las cabezas de clavos por individuos y tipos.

relieve dispuestas radialmente, y corresponde al tipo D de Alesia. El diámetro de las cabezas de tendencia cónica o hemisférica (cercano a 1,5 cm), y el hueco limpio que deja libre el clavo doblado (entre 0,7 y 1,2 cm) también son iguales. Otros yacimientos con contextos militares romanos de cronología cesariana o ligeramente posterior proporcionan clavos con estos mismos elementos, tanto en la Galia como en Hispania. Así, en la Galia aparecen en escasa proporción respecto al número total de clavos de tipo Alesia A (sin relieve) en Ribemont sur Ancre (c. 54 a.C.) con tipos C y D de Alesia (Viand et al., 2008: Fig. 12); en el oppidum de Boviolles (Meuse) (s. I a.C) con tipos B y D (Dechezleprêtre y Mourot, 2008: Figs. 2 y 3); Butte Sainte-Geneviève (Meurtheet-Moselle) con tipo D (ibidem Fig. 5); Bibracte (s. I a.C.) con tipos C y D (Pernet et al., 2008:Fig. 9), etc. Poux (2008: 379) ha publicado un mapa

de dispersión más o menos completo de los hallazgos galos de época republicana, todos ellos dentro del s. I a.C. En la península ibérica los clavos de bota militar nunca han sido objeto de estudio sistemático, pero se han publicado ejemplos con elementos en relieve en Andagoste (c. 38 a.C.), con clavos de tipo D de Alesia (Ocharan y Unzueta 2002: Fig. 2, nos. 11 y 12). Del mismo modo se han identificado clavos con glóbulos en el trazado de una vía romana en el Campo de Montiel (Rodríguez et al. 2012:152 ss.), sin un contexto externo que permita una datación precisa. Este tipo de clavos con relieves en el interior de la cabeza son, por supuesto, ya muy característicos de todos los campamentos militares y campos de batalla del limes altoimperial en 382

Fernando Quesada et al.

Figura 35. Patrones de fijación de clavos del tipo A.

plena configuración en época augustea, caso de Oberammergau (c. 15 a.C.) (en Varusslacht Kataolg, 276, 3.7.11) o Kalkriese (probable localización de la Varusschlacht, 9 d.C.) (Moosbauer y Wilbers-Rost, 2009: 65), con relieves similares o idénticos a los de cincuenta o sesenta años antes en Alesia. En Kalkriese se han localizado incluso suelas completas de botas con sus clavi formando patrones a la vez funcionales y decorativos, a unas 50-75 tachuelas por bota (Moosbauer y Wilbers-Rost, 2007: 30; 2009: Abb. 6, 23).

de ella hallados todavía fijados a suelas de botas militares, no cabe duda de la función idéntica de la mayoría de los ejemplares de Las Albahacas. No parece haber duda sobre nuestros tipos A y B, por su diámetro y características. La Figura 36 proyecta sobre un cuadro correspondiente a diversos yacimientos tardo-republicanos e imperiales de la Galia y el Rhin las dimensiones de los clavos A y B de Las Albahacas. Se observa cómo, según el cuadro de Poux, los yacimientos cesarianos (c. 55-50 a.C.) en las columnas 2 a 5 tienen clavos con cabezas de entre 1 y 2 cm de diámetro (con algunas excepciones por encima y por debajo); los altoimperiales (columnas números 9 a 12) presentan clavos menores, con cabezas de entre 0,5 y 1,5 cm de diámetro. Los yacimientos de larga duración, entre la República e Imperio (columnas 6 a 8) cubren ambas gamas de tamaño. Si proyectamos sobre esta figura las tachuelas de los tipos A y B de Las Albahacas, en principio las más antiguas de todas, se aprecia que están a caballo entre las tardo-republicanas e imperiales, con una mayoría entre los 0,9 y 1,6 cm. Da la sensación, pues, de que si aceptamos una cronología del final del s. III a.C. para el conjunto de Las Albahacas, estamos ante tipos

Estos motivos en relieve son descritos normalmente como ‘decorativos’ (Brouquier-Reddé 1997: 283; 2001: 303). Pero dado que una vez colocados en su lugar (normalmente la suela de una bota) estos resaltes serían por completo invisibles, y dado el carácter a la vez elemental, relativamente tosco y masivo de esta producción, creemos que son utilitarios, probablemente para fijarse en la superficie del cuero e impedir que los clavos rotaran al caminar y se desprendieran con facilidad. Dada la ingente cantidad de paralelos en decenas de yacimientos militares romanos, muchos 383

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

Figura 36. Comparación entre el diámetro de los clavos de los Tipos A y B de Las Albahacas y una muestra recopilada por M. Poux (2008:380, Fig. 56).

de tamaño medio, que crecieron hacia el final de la República para volver a disminuir en el Alto Imperio.

del armamento, según hemos analizado en las páginas anteriores. Y desde luego es la opción más económica frente a sostener que por Las Albahacas habría pasado primero un ejército cesariano hacia el 45 a.C. (posible) y medio siglo después uno alto-imperial (sumamente improbable dado que a juzgar por la documentación de todo tipo de que disponemos, sumamente fiable para época augustea, no hubo campañas ni legiones en la región en ese periodo).

Los clavos de los tipos Albahacas C y D, de cabeza más pequeña, podrían plantear más posibilidades. Personalmente creemos que la mayoría –aunque no necesariamente todas– de las piezas de tipo C, con diámetros en torno a 1 cm o ligeramente menores (recorrido entre 0,6 y 1,0 cm) pertenecieron también a caligae, mientras que los clavos de tipo Albahacas D, marcadamente cónicos, de cabeza bastante menor de 1 cm (recorrido entre 0,3 y 0,7 cm) y amplia longitud de hueco útil, pueden haber correspondido, bien a un tipo de clavos pequeño para caligae, bien para otro tipo de fijaciones de cuero, como hemos sugerido antes. Recordemos a este respecto que este tipo ‘D’ de menor tamaño también aparece en Alesia, pero en bronce, y se ha considerado empleada para atalajes y otros elementos de indumentaria (Brouquier Reddé, 1997: 283, Fig. 7b).

Ahora bien, la importancia de la evidencia de Las Albahacas radica en este caso en que supone un gran salto hacia atrás, de casi siglo y medio, en la datación de las más antiguas tachuelas de hierro para caligae. Hasta ahora, como se ha visto, las más antiguas se remontan a mediados del s. I a.C., durante la campaña cesariana en las Galias, y ahora estamos documentándolas en un contexto de c. 208 a.C. Es cierto, y es un problema, que no hay documentación para estas piezas en Cáceres el Viejo (c. 80 a.C.) o Numancia (c. 133 a.C.) lo cual plantea un hiato en dos yacimientos importantes donde cabría esperar su aparición. Es cierto que se trata de excavaciones antiguas republicadas

La datación del conjunto de estos clavos en el final del s. III a.C., viene apoyada por el contexto, especialmente el numismático y el del conjunto 384

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

tipos Albahacas A, B y D (ibidem p. 113-115), los de tipo A y B con glóbulos en relieve, como un elemento significativo sobre la construcción de una vía importante en la provincia de Ciudad Real y la intervención de militares en ella, sin precisar fechas.

Molinos, 2011: 134-135). En este periodo, como se ha dicho (Poux, 2008), el uso de las botas militares parece –al menos en la Galia– haberse extendido hacia una población no militar, por lo que hay que ser precavido en la interpretación (Serrano y Molinos, 2011: 149). Conviene tener en cuenta además de que muchos clavos de forma similar pero no idéntica pueden haber servido a fines muy diferentes.

En otro trabajo reciente, de muy distinto cariz, se documenta cuidadosamente la aparición de clavos, probablemente de caligae, en una tumba (Sep. 223) de una necrópolis de la ciudad romana de Jaén, en la que se muestran pervivencias indígenas en un contexto de avanzada romanización (Serrano y Molinos, 2011). En esta sepultura, fechable por cerámica sigillata desde fines del s. I d.C., aparecen 145 clavos ubicados en la zona ‘de los pies’ de la pira funeraria, lo que parece descartar que pertenezcan a un ataúd (aparecen además otros grandes clavos, totalmente diferentes, del lecho fúnebre) (Serrano y

Por ejemplo, algunos clavos de diámetro similar a los clavi caligares grandes, pero de cabeza totalmente plana y en bronce en lugar de hierro, como los documentados en el Tossal de la Cala (Alicante), un yacimiento ibero-romano recientemente reevaluado (Bayo, 2010: 126, Fig. 74), han sido identificados como partes de la guarnición de un escudo en un contexto cronológico del s. III a.C. en Ambrussum, en el sur de la Galia (Dedet, 2012: Fig. 96E).

9.- CALCARIA (Figura 37) Hasta el momento, en el Cerro de Las Albahacas se han localizado tres espuelas (nº 2466, 2591, 2654, Figuras 37 y 38. Todas ellas constan de un cuerpo en forma de lámina de hierro de forma rectangular, curvada para adaptarse al talón, a la que se remacha un aguijón, acicate o estímulo de longitud variable (“calcaria dicta, quia in calce hominis ligantur, ad stimulandos equos, Isid”. Etym. 20, 16,6). Aunque normalmente la colocación del acicate es asimétrica para facilitar la acción sobre los flancos del caballo, en los ejemplos de Las Albahacas la posición exacta del aguijón no es fácil de determinar.

Southern, 1992: Fig. 26; Quesada, 2005: Fig. 29), las piezas de Las Albahacas parecen corresponder al segundo grupo, ya que no hay indicio de que remataran en gancho mediante el plegado del extremo de la placa, aunque no se puede descartar esa posibilidad en la pieza 2591. Dentro de nuestra clasificación, todas las espuelas de Las Albahacas pertenecen al Grupo 3, y al tipo 3A, es decir, a piezas de placa rectangular estrecha con ventanas u orificios de fijación. No es posible precisar la variante por faltar los extremos de las placas (Quesada, 2005: 132 y Fig. 356). El Grupo 3, y en particular el tipo 3A es, con más de una veintena de piezas, el más sencillo y a la vez el más frecuente en la Península Ibérica durante la II Edad del Hierro.

Todas las piezas de Las Albahacas son de hierro, lo que sin ser raro, es interesante ya que es bastante habitual que la placa metálica sea de lámina de bronce y el acicate de hierro, aunque no son en absoluto raras las piezas todas de hierro. Dada su morfología es probable que contaran con un sistema de fijación mediante orificios circulares o ventanitas rectangulares para pasar las correas con que se sujetarían al tobillo. De los tres grandes modelos de sujeción que definen tres series distintas (por gancho, fenestra o remache, ver Shortt, 1959; Dixon y

La espuela metálica fijada al talón mediante correas (gr. μὐωψ, lat. calcar) era ya conocida por los griegos al menos desde mediados del s. V a.C. (ver Quesada, 2005: 125-126 para la recopilación de fuentes literarias que describen el ‘tábano’; Anderson 1978 para un caso iconográfico), y por tanto es probable que desde el fin del s. III a.C. se empleara en todo el Mediterráneo. En Iberia, en 388

Fernando Quesada et al.

Figura 37. Espuelas halladas en Las Albahacas.

389

El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula

pudieron haber sido empleadas por hispanos o por romanos –nada sabemos de las espadas púnicas–, y constituir los precedentes más antiguos de los tipos carenados en pelta más tardíos. Estas conteras son en todo caso más primitivas y muy distintas de las esferoidales y esferoidales mol-

duradas, aparecidas en época cesariana (como en Berry-Bouy, cf. Miks, 2007: A160) y que se harán características en el Alto Imperio, y de las que se conservan docenas (Miks, 2007:Taf. 202 a 205; ver también Appels y Laycock, 2007: 46 ss.).

11.- CONCLUSIONES El conjunto de armas hallado en las prospecciones y excavaciones en el Cerro de Las Albahacas y sus aledaños es perfectamente consistente con lo que cabe esperar en el registro arqueológico, tras una reflexión detallada sobre los procesos tafonómicos, como materiales resultado de una batalla campal librada en un sólo día, en las inmediaciones del campamento temporal de un bando, y en el que los vencedores permanecieron poco tiempo tras su victoria, mientras que los vencidos se batían en retirada. Así, hemos documentado un elevado número de proyectiles propulsados (glandes de honda y puntas de flecha), armas de las que las fuentes literarias suelen decir poco, dado que su empleo es característico de las fases iniciales de la batalla y por parte de las tropas menos prestigiosas. Sin embargo, en el caso de la batalla de Baecula, con el que se postula la identificación, las fuentes mencionan como especialmente relevante el uso de estas armas, mencionando en particular la honda (Liv. 27,18,7-12). En segundo lugar, son comparativamente abundantes las armas arrojadizas (pila y jabalinas), mientras que escasean las lanzas empuñadas y los elementos de espada, al tiempo que no hemos localizado armamento defensivo. Todo ello es consistente con los patrones de deposición de armas y de recogida de despojos y restos que cabe esperar en un campo de batalla.

tienden a acabar empleando similares armas ofensivas y defensivas, es complicado asignar armas concretas a contingentes precisos. Con todo, ha sido posible mostrar que determinados objetos deben asignarse probablemente a combatientes romanos (pila de tipo Talamonaccio, tachuelas de caligae), baleares (glandes de honda), cartagineses (puntas de bronce con enmangue de cubo), hispanos (espuelas). Otros tipos en cambio debieron ser empleados tanto por iberos como por romanos y africanos (veruta, lanzas y jabalinas, conteras, etc.). El problema fundamental es el de la cronología. Si bien conocemos bastante sobre el armamento ibérico tardío, no es fácil distinguir entre tipos de finales del s. III y de principios del s. I a.C., ya que pertenecen a la fase avanzada del armamento peninsular. Por otro lado, sabemos poco –por no decir casi nada– de la tipología del armamento cartaginés o númida a fines del s. III a.C. Y finalmente, aunque el armamento romano republicano de los siglos II y I a.C. es bastante bien conocido (sobre todo en Hispania y gracias a conjuntos como los de Smihel, Numancia, Cáceres el Viejo, La Caridad, Valentia, Alesia, Osuna, y un largo etcétera), para la época de las Guerras Púnicas nuestro conocimiento arqueológico era hasta ahora casi nulo, excepción hecha del conjunto de Talamonaccio y lotes aislados como los de Castelruf. Incluso la descripción de Polibio, que describe el ejército romano del mediados s. II a.C., suele ser proyectada hacia atrás medio siglo para llenar ese vacío.

En un choque en el que combatieran contingentes romanos, itálicos, cartagineses (a su vez de procedencias distintas, púnicos, númidas y probablemente libios), iberos de diferentes regiones de la Península y Baleares, cabe esperar una variada tipología de armas. Sin embargo, y dado que de acuerdo a lo dicho antes, no aparecen las armas más diagnósticas para intentar dichas identificaciones, y dado que en campañas y guerras prolongadas los diferentes bandos

El conjunto de Las Albahacas podría en un primer vistazo ser considerado apropiado tanto para época cesariana (c. 50 a.C.), sertoriana (c. 80/70 a.C.), como para la época de las Guerras Celtibéricas y Lusitanas (c. 150-130 a.C.). Y ello precisamente debido a nuestro desconocimiento 394

Bibliografía

BIBLIOGRAFÍA

ABAD CASAL, L. (1984): Los orígenes de la ciudad de Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, Alicante. ABAD, L. y SALA, F. (eds.) (2001): Poblamiento ibérico en el Bajo Segura: El Oral (II) y La Escuera, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 12, Real Academia de la Historia, Madrid. ABASCAL, J.M. y ALBEROLA, A. (2007): Monedas antiguas de los museos de Elche, Real Academia de la Historia, Madrid. ACQUARO, E. (1974): “Kpoaoou da Mozia”, RSF, II, 2: 174-185. ADAM, J. P. (1982): L’architecture militaire Grecque, CNRS-Picard, París. ADAM, J. P. (1984): La construction romaine. Materiaux et techniques, CNRS-Picard, París. ADAMESTEANU, D. (1986): “Quadro storico delle fortificazioni greche della Sicilia e della Magna Grecia”, en P. LERICHE y H. TRÉZINY (eds.), actes du colloque international: la fortification et sa place dans l’histoire politique, culturelle et sociale du monde grec, Valbonne 1982, Paris: 105-110. ADROHER, A. (1998): “Materiales de los siglos III y II a.n.e en Lattes (Hérault, Francia)”, en Les fàcies ceràmiques d’importació a la costa ibèrica, les Balears i les Pitiüses durant el segle III a.C. i la primera meitat del segle II a.C., Arqueomediterránia, 4: 217-241. ADROHER, A. y BLÁNQUEZ, J. (2006): “Vajilla de barniz negro en Carteia”, en L. ROLDÁN, M. BENDALA, J. BLÁNQUEZ Y S. MARTÍNEZ (Dir.), Estudio histórico-arqueológico de la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz), 1994-1999, Arqueología Monografías, Junta de Andalucía: 327-339. ADROHER, A. y LÓPEZ, A. (1996): “Las cerámicas de barniz negro II. Cerámicas campanienses”, Florentia iliberritana: Revista de estudios de antigüedad clásica, 7: 11-37.

ADROHER, A. y LÓPEZ, A. (2000): “Ánforas de tipo ibérico en las depresiones intrabéticas granadinas”, Revista de Estudios Ibéricos, 4: 105-150. AIBÉO, C.L.; GOFFIN, S.; SCHALM, O.; VAN DER SNICKT, G.; LAQUIÈRE, N.; EYSKENS, P. y JANSSENS, K. (2008): “Micro-Raman Analysis for the Identification of Pigments from 19th and 20th Century Paintings”, Journal of Raman Spectroscopy, 39: 1091-1098. ALDERETE, B. (1614): Varias antiguedades de España, África, y otras provincias, por el doctor Bernardo Aldrete [sic]..., Amberes. ALDRETE, G.S.; BARTELL, S. y ALDRETE, A. (2013): Reconstructing ancient linen body armor, Johns Hopkins University Press, Maryland. ALEXANDROPOULOS, J. (2000): Les monnaies de l’Afrique antique: ( 400 av.J.C.- 40 ap. J.C.), Toulouse. ALEXANDROPOULOS, J. (2007): Les monnaies de l’Afrique antique, 400 -40 av. J.C., Tempus, Toulouse. ALFARO ASINS, C. (1988): Las monedas de Gadir/ Gades, Fundación para el fomento de estudios numismáticos, Madrid. ALFARO ASINS, C. (1991): “Monedas cartaginesas y norteafricanas halladas en Ampurias”, Huelva Arqueológica 13, 2: 173-202. ALFARO ASINS, C. (2000): “Consideraciones sobre la moneda foránea en la Península Ibérica y su entorno”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, 18: 21-68. ALFARO ASINS, C. (2002): “La moneda púnica foránea en la península ibérica y su entorno”, Actas del X Congreso Nacional de Numismática, Madrid: 17-69. ALFARO ASINS, C. y MARCOS, C. (1994): “Tesorillo de moneda cartaginesa de la Torre de Doña 653

Bibliografía WOLTERS, R. (2003): “Hermeneutik des Hinterhalts: die antiken Berichte zur Varuskatastrophe und der Fundplatz von Kalkriese”, Klio, 85: 131–170. YELO TEMPLADO, A. (1977-1978): “Ilorci: ¿Una población de la cuenca del Segura?”, Anales de la Universidad de Murcia. Filosofía y Letras, XXXVI, 1/2: 151-162 (en línea: http://hdl.handle. net/10201/21895). ZANCAN, L. (1936): “Le cause della terza guerra púnica”, en Atti dell´ Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti, XV: 529-601. ZECCHINI, G. (1995): “Polybios zwischen metus hostilis und nova sapientia”, Tyche, 10: 219-232. ZECCHINI, G. (1997): Il pensiero politico romano. Dall’età arcaica alla tarda antichità, Carocci, Roma. ZECCHINI, G. (2002): “Scipione in Spagna: Un approccio critico alla tradizione polibiano-liviana”, en G. URSO (Ed.), Hispania terris omnibus felicior. Premesse ed esiti di un processo di integrazione, Pisa: 87-103.

ZIEMANN, M. A. (2006): “In situ micro-Raman spectrocopy on minerals on-site in the Grotto Hall of the New Palace, Park Sanssouci, in Potsdam”, Journal of Raman Spectroscopy, 37: 1019-1025. ZOHARY, D. y HOPF, M. (2004): Domestication of plants in the Old Wold, Clarendon Press. 3rd Edition, Oxford. ZOIDO, F. (2004), “El paisaje patrimonio público y recurso para la mejora de la democracia”, PH Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, nº 50, Sevilla: 66-73. ZOPPI, A.; CASTELLUCCI, E. M.; LOFRUMENTO, C. y SCIAU, PH. (2008): “Al-for-Fe substitution in hematite: the effect of low Al concentrations in the Raman spectrum of Fe2O3”, Journal of Raman Spectroscopy, 39: 40-46. ZOZAYA STABEL-HANSEN, J. (1995): Alarcos. El fiel de la balanza, Comunidad de Castilla-La Mancha, Toledo.

FUENTES CLÁSICAS1 APIANO Historia Romana. Traducción y notas de A. Sancho Royo. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 1980. FRONTINO Stratagems. Traducción y notas de C.E. Bennett. Loeb Classical Library, Cambridge Mass. –London, 1980. LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción y notas de J. A. Villar. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 2001. LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción de J. Solís y F. Gascó. Alianza Editorial. Madrid, 1992. POLIBIO Historias. Traducción y notas de M. Balasch. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 1981.

Recogemos aquí las indicadas por los autores en sus respectivos capítulos.

1

687

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.