EL ARGAR, una cultura y un yacimiento de la Edad del Bronce, por Guillem Catala

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Descripción

EL ARGAR (EDAD DEL BRONCE) 2300 – 1500 AC por Guillem Català

El Argar es una meseta, hoy transformada en un erial y basurero, sobre el río casi seco del Antas y al lado del pueblo de Antas (cerca de Vera y Mojácar, Almería). Hace tiempo, del 2300 al 1500 aC, esta meseta y las aledañas fueron un centro ceremonial de un principado de la Edad del Bronce. Como esta cultura fue descubierta aquí se le denomina Cultura Argárica. Pero las sociedades argáricas ocupaba un amplio territorio, y varios principados se extendían por toda la provincia de Almería, Granada y Murcia, y parte de Alacant, Jaén, Córdoba y Ciudad Real, compartiendo los mismos usos. El centro más relevante estuvo al principio en Lorca y luego en La Bastida (Totana), que alcanzaron el rango y el trazado urbano de ciudades (1000 habitantes), y que en algún momento controlaron todo el territorio que ocupaba esta cultura, para volverse a disgregar en principados después. El Argar era uno de los centros secundarios, aunque ceremonialmente importante, que debería tener unos 600 habitantes en el núcleo, pues la mayoría de las familias estaban dispersas en aldeas, cortijos y cabañas por las tierras de labor. Aunque con un destacado papel religioso, que se plasma en los más de 1000 enterramientos conocidos, muchos de ellos en cuevas excavadas, era un centro secundario al no estar amurallado. Los importantes tenían imponentes murallas. El cercano cerro de Fuente Álamo (Cuevas de Almanzora) está amurallado y logró subordinar a todo este territorio, quedando El Argar como plaza religiosa, además de ser centro de una extensa explotación agrícola, y nudo de comunicaciones.

La ubicación de los hallazgos importantes sugiere donde estaban los centros ceremoniales de los principados

En el núcleo de El Argar vivía la élite y sus seguidores, con los esclavos domésticos, y los encargados de administrar el entramado de obligaciones y coacciones para explotar a los campesinos y esclavos. Esta era una sociedad con Estado, primario y tosco, pero Estado, y por ello hacen falta los administradores. Es el primer Estado que se conoce en Europa Occidental. Las culturas de la Edad del Bronce son todas ellas guerreras. Basta leer la Ilíada (o ver las películas sobre el tema), que trata vagamente sobre el Bronce griego o micénico, que es coetáneo, para hacerse una idea. Eran sociedades aristocráticas que explotaban a los agricultores, reducidos a siervos u hombres libres sin recursos. Los guerreros y sacerdotes tenían el derecho a la tierra, o eran los propietarios de las cosechas que centralizaban nada más ser recogidas en grandes almacenes (que aparecen en las excavaciones). Controlando el excedente de la cosecha, los tenían a todos a su servicio. Para ello se servían de la coacción por las armas, la brujería de los chamanes o las amenazas de los administradores. Además, los guerreros necesitan la guerra, no sólo por aburrimiento, vocación y diversión, o para solventar agravios o simplemente en busca de honor y prestigio. Si falta mano de obra, basta con saquear el principado de al lado y capturar prisioneros, que se esclavizan para trabajar en las tierras o las minas de los señores, o como criadas o concubinas en las mansiones. Y como todas las guerras venían acompañadas del inevitable rastro de destrucción y muerte. Porqué surgió esta cultura en concreto está claro: las zonas de Murcia eran muy ricas de agricultura, y el resto muy ricas en minerales. Esto es, en metales, que fueron los catalizadores que sustentaron la construcción del Estado. En la Edad del Bronce (no existía entonces la moneda) la riqueza era poseer tierras y siervos, armas y joyas. Estas eran carísimas para la época, y funcionaban a manera de gran valor o capital, que se llevaban encima y se exhibían sin moderación. Eran símbolos de estatus, recipientes sagrados del poder de los dioses, e instrumento de violencia sobre los débiles. Al ser muy caras, sólo los señores y sus clientes tenían armas de metal, los del pueblo se contentaban con garrotes. La zona de Almería, Jaén y Granada tiene abundantes filones minerales de cobre, plata y oro, la gran riqueza para la codicia de la época. Sobre esta codicia, y la envidia que provoca, se construyeron todas las culturas de la Edad del Bronce de todo el mundo. Los que trabajaban en las minas y filones al aire libre eran esclavos, y los siervos campesinos en las épocas que no había trabajo de labranza. La arqueología ha evidenciado que los aristócratas controlaban las herrerías, que son pocas y centralizadas, donde se llevaba el mineral en bruto. El herrero debió ser una figura importante, medio empresario de trabajadores, medio brujo – pues a las armas se les ha de dotar de poder asesino. La metalurgia argárica es técnicamente de calidad. Esta cultura se genera sobre la base agrícola tradicional, y sigue a la anterior cultura eneolítica de Los Millares, mucho más guerrera y primitiva. Las mesetas de la zona de Antas tienen asentamientos neolíticos, que liberados de las molestias que les produjeron los guerreros de Los Millares, evolucionaron de manera singular. No hay conquistas u otras intromisiones externas, se trata de un desarrollo interno y propio. El Argar es una cultura más madura, y comienza sobre una base igualitaria (lejos ya del horizonte tribal), formada por familias campesinas. En éstas poco a poco se va produciendo la diferenciación de clases, vía militar o brujeril, en que unos ambiciosos someten a los demás, o unas familias a las otras, y se les convence de que los nuevos amos tienen las bendiciones de los dioses. Al mismo tiempo, unos poblados someten a los del entorno, hasta conformar un principado más o menos estable. Así que, siendo el estado de guerra continuo, y con el resentimiento de los sometidos, la paz social brilla por su ausencia, con el continuo peligro de las insurrecciones campesinas. Todo ello al servicio de unas familias aristocráticas que se legitiman por sus estrechos vínculos con los dioses. Los demás pueden elegir: o clientes suyos o siervos, de grado o por fuerza. En el proceso de estratificación social el poblado de los jefes principales queda como centro ceremonial, y desde donde controlar a los guerreros y los almacenes de las cosechas. Al final

un poblado se alza con el dominio militar y ha de amurallarse para mantener la supremacía contra el resentimiento general. Este proceso se sigue en las tumbas, pues el muerto se enterraba en tinajas con sus posesiones – joyas y armas, punzones para las mujeres. Algunas tumbas tienen joyas de plata y lanzas de bronce. Usuales son los recipientes de cerámicas, con ofrendas de cerveza, alimentos, ungüentos y perfumes. Muchas tumbas sólo constan del cadáver en la tinaja. Las clases sociales están marcadas (al menos hacia el 2000 aC). Algunos yacimientos son grandes palacios residencia de monarcas, desde donde se organizaba la explotación del territorio, y se realizaban ceremonias religiosas. En Pliego (La Almoloya, Murcia) existe un gran complejo urbano estructurado como un palacio que debió controlar un extenso territorio. Parecen ser las estructuras palaciales más antiguas de Occidente. Estas ciudades palaciales son la norma en la Edad del Bronce en Oriente. La cultura micénica, por ejemplo, abunda en ellos, y siguen un patrón asombrosamente parecido al de Pliego. Los caminos de la Historia, como los de Dios, son inescrutables. En estas condiciones tan duras y penosas fue como se creó una sociedad madura, organizada y articulada, la primera del Mediterráneo Occidental. La articulación proviene de ser fuertemente jerarquizada – de esta manera en todo el mundo maduran la sociedades -, la cual jerarquía viene a cuentas de esclavizar a los otros. Además, es claramente individualista. Las tumbas son individuales, como reconocimiento en vida, y en la otra vida, al individuo. Y esto vale para toda la sociedad argárica, no sólo para la élite. Los ricos enterrados con pompa y joyas, los pobres sin nada. Hoy vivimos en una sociedad individualista y no es fácil percatarse del inmenso trabajo de elaboración mental y espiritual que lleva a alumbrar la soberanía individual. Porque lo original en la Humanidad es la ley de la manada, el sometimiento a las costumbres y las ideas del grupo, con las servidumbres sofocantes que esto implica. Cómo la sociedad argárica, desde el inicio, ha conseguido el paso trascendental al individualismo no lo sabemos, pero está vinculado a una dinámica guerrera y brujeril. La introducción del bronce y las ambiciones que desató fueron el catalizador del surgimiento del individualismo en todo el Mundo Antiguo. Así de torcidos se escriben los renglones de la Historia. Es un legado que del Argar pasó a otras culturas de la parte Mediterránea de la Península Ibérica. Con los años se perdió en la bruma del pasado, o en el sueño del mito, la raíz de donde provenía el desarrollo mental del individualismo, que da solidez y sentido a las sociedades. Pero que acabase siendo un recuerdo vaporoso no quiere decir que no fuese un paso decisivo, cuya herencia no se perdió. La producción artística de esta cultura no destaca por su calidad estética. Menos el tesoro de Villena, un hallazgo de joyas de oro, que con motivo de una incursión enemiga fue enterrado y…por algo nadie recuperó… perdiéndose así el capital de una ciudad o de un clan aristocrático. Menos por este tesoro, lo demás que se conoce es estéticamente discreto. La producción de calderos de bronce fue importante, pero como es material que puede refundirse, casi no se ha conservado nada. Estaban reservados para los poderosos, por ser carísimos y símbolo sagrado de estatus. Con ellos se cocinaba y servían los banquetes con los que se celebraban los pactos y acuerdos de la élite. O se auto-conmemoraban los miembros del mismo grupo clientelar. Es de imaginar el ansiado honor que fue para un guerrero de a pie comer del caldero consagrado propiedad del jefe. O compartir la bebida de la misma copa que han tocado sus preciados labios. Todo lo cual tiene significados religiosos y supersticiosos. De esto no hay evidencia arqueológica, pero estos trucos o creencias son de uso universal. El pueblo, constante admirador de las celebridades a la moda, usaba imitaciones cerámicas de los objetos metálicos, realizadas por alfareros campesinos, que sin ser profesionales eran hábiles con el torno. Las formas cerámicas son esbeltas, como los originales de metal. Están pulidas y bruñidas y con cierta brillantez que antaño debió ser brillo metálico. Sin decoración, como no la tenían los modelos que imitan. Tienen la belleza de lo funcional y sencillo. Más abajo algunas fotos pueden darles una idea de la perfección que se alcanzó.

La suya debía ser de una religión chamánica, pues no se han descubierto templos en los centros urbanos. Los cultos y sacrificios, incluidos los sacrificios humanos, tendrían lugar en lugares sagrados al aire libre, o en el hogar de las casas. En el Argar, es de suponer que en el río inmediato al poblado, situado encima de un acantilado, cuyas aguas eran esenciales para la supervivencia. Como sucede en todas estas culturas, los poderosos tomarían a su servicio a los brujos más poderosos, o mejores farsantes. El miedo a la brujería fue un poder político. En estas condiciones de dura explotación, y tanta superstición, que una cultura dure 800 años es casi increíble, e incluso que tuviese 300 años de gran empuje. Como cultura y diferenciación social crece durante varias generaciones (2300/2000), hasta conformarse como diferente a todas las demás. Los asuntos les fueron bien a la aristocracia, que se las compuso para imponerse en todo el territorio (2000/1800). Luego la dinámica llegó a ser vertiginosa, con un proceso de ultrajerarquización, gran expansión territorial y un aumento demográfico muy intenso del (1800/1500), acaso con algún episodio imperial. Tal que la cultura argárica llegó a ser una de las más notables del Mediterráneo. Nada tiene de extraño que se extinguiera en rápido colapso inmediatamente tras el apogeo. Esto mismo le ha sucedido a muchas de las grandes civilizaciones. La desmesura en el apogeo es preludio de lo profundo del hundimiento. Como suele ser usual, la crisis ecológica llevó a la ruina. Por qué motivo concreto acabó no se sabe, pero cualquiera pudo ser bueno para dar el empujón final a una situación moribunda. Una pandemia, la sequía pertinaz, las hambrunas, o la rebelión de los dominados que arrasa con las clases dominantes y con la cultura. No se sabe, pero no existen destrucciones generalizadas de carácter militar. No se trata de una invasión, las causas reales son internas. Nada depreda más el entorno que la guerra, que es la depredación entre los Estados. Sucede que en la época el clima era algo más lluvioso que hoy, y la zona estaba cubierta de un bosque de encinas (y pinos en las alturas), no muy denso pero pasable. A esta cultura le fue bien durante muchas generaciones, con relativamente bastante población, hasta agotar las tierras y hacer recular a los bosques por el excesivo pastoreo y la quema para conseguir pastizales y leña. La cantidad de población empezó a estar por encima de lo que era sostenible para el ecosistema. También había que mantener a los esclavos de las minas, y conseguir la leña necesaria para las fundiciones. La sobreexplotación de los recursos empezó a transformar la zona de Almería y aledaña en un yermo, en un chaparral o matorral, proceso que culminó siglos más tarde en el erial reseco que hoy conocemos, pero que es ahora cuando da el paso irreversible. Con la destrucción del medio original, la cultura del Argar se auto-destruyó. Los señores arrastraron a los demás en su caída, empeñados como estaban en una depredación del medio, para sostener la expansión territorial, por encima de las posibilidades reales. Como se suele decir, el sueño de la ambición produce monstruos. Pues tal destino ha sido común a todas las culturas de la Edad del Bronce (excepto, por motivos de aislamiento, Egipto y China). La cosa es que en la cultura argárica el declive poblacional a partir del 1500 aC es muy fuerte. A partir de 1300 aC, con una población mucho menor, Almería, por sus minas, pasa a ser territorio colonial de reinos lejanos y… hasta hoy. El medio no se ha conseguido recuperar como para dotarla de autonomía propia. Esto ha sido estudiado por José S. Carrión, de la Universidad de Murcia, en los depósitos de polen de los suelos, un seguro indicador de los antiguos paisajes. Carrión opina que la sociedad argárica llegó al “suicidio ecológico”. De los sobrevivientes de la catástrofe, unos se quedaron por el territorio y otros emigraron. Hace poco se descubrieron dos cadáveres momificados argáricos (en La Galera, Granada) y se detecta que racialmente existe una continuidad con los tipos actuales. Los que emigraron se llevaron consigo un patrimonio de creencias y conocimientos que se dispersó por la Península, incluyendo las elaboraciones mentales novedosas como el individualismo. Así se integraron en otras culturas, enriqueciendo la diversidad. La cultura original, víctima de sus propios excesos, se extinguió. Había cumplido su ciclo y dejó una herencia que todos compartimos.

Ninguna de las sociedades aristocráticas de la Edad del Bronce ha llegado hasta hoy, todas acabaron por hundirse – excepto China, con las obvias transformaciones. El ciclo de la depredación del entorno, y del expolio del hombre por el hombre, las encumbró y las acabó aniquilando. Lo cual contrasta con las sociedades campesinas o cazadores-recolectores, que si encontraron un equilibrio con el entorno y evitaron depredarlo en exceso, consiguieron arreglárselas para sobrevivir y llegar hasta el siglo XX. Es el caso de bastantes culturas de la Amazonía, las selvas y sabanas africanas, las praderas de Norteamérica y el Artico. Mucho es lo beneficioso que ha dejado la cultura argárica. La reconversión de los lechos fluviales pantanosos en vegas agrícolas necesita una intensa y sostenida inversión de trabajo colectivo que es difícil imaginar sin un poder central fuerte. Esta reconversión, proseguida en los siglos, es lo que ha llevado hacia el urbanismo actual tras variados avatares. De los hallazgos arqueológicos se infiere que muchas artesanías actuales son las mismas que las argáricas. Entonces lo usual era el calzado de esparto, y los modelos recuperados en excavaciones son semejantes a los que aún estaban en uso en la zona en el siglo XX, y ocasionalmente aún se las usa. El lino y en menor grado la lana fueron las fibras textiles argáricas, y las usuales hasta hace pocos siglos. En fin, la ganadería ayudó a mejorar la dieta, aunque contribuyó poderosamente a la desforestación y a la extinción de la caza, la cual ya no se pudo recuperar, jabalís aparte. La cultura argárica tuvo notables costumbres funerarias. Se enterraba bajo el piso de las habitaciones. Así los muertos no abandonaban la familia y seguían estando en casa, acompañando a sus deudos. Además, se transformaban en la fuerza espiritual de apoyo para que el grupo sobreviviera. Las familias poderosas mantenían el status, al tener la fuente de este bajo los pies. En concreto en el poblado de El Argar, como la tierra es blanda y los poblados estaban sobre el acantilado, a veces excavaban una cueva profunda como enterramiento, lo que requería poco trabajo, a los pies de las zonas habitadas. Se trata de cuevas funerarias individuales. Son las que se ven en las fotos. Cabe decir que el poder espiritual, más bien ambiguo, que encierran es notable. Hay muchas cuevas pues las mesetas y los acantilados abundan sobre el río en un largo trayecto, y la zona estaba muy poblada, más que en la actualidad. Tras el entierro y los ritos pertinentes, las cuevas se tapiaban con yeso o una losa las cerraba. Los utensilios del ritual funerario, como sabemos por otras culturas, eran los que se enterraban con el cadáver, junto con las ofrendas consagrada en él. Formaron parte del último banquete, los calderos, y la última libación, las copas, que en versión cerámica por ello abundan tanto. Estos utensilios eran los bienes más preciados del difunto y le serían de gran ayuda en la otra vida. Entre otras cosas, para así proteger a los descendientes. Contando con los derrumbes, debe haber muchas más cuevas que no se han descubierto. La sensación de poder espiritual y de lugar sagrado que se percibe en los acantilados es intensa, y responde a la intención original por la que fueron usados. Es curioso que todo esto no haya caído en el más completo olvido. Las cuevas siempre han estado a la vista, y han sido respetadas por los vecinos de Antas, aunque a veces se hayan usado para vivir o guardar ganado. Por ello las excavaciones han sido tan prolíficas en hallazgos, lo que no es usual. Además, queda el nombre de Antas, que como Antequera, es corrupción de antepasado o entierro. El nombre de anta se aplica en gallego-portugués a los dólmenes y menhires que abundan en el norte – no en la zona argárica, sí en Los Millares. Las fotos de las cuevas son mías, menos la primera (es de Hélios Garcia). Son de internet las de los objetos. Estos se hallan en el MAN de Madrid, en el MP de València, y en Villena. De los yacimientos que cito existen fotos en internet, lo que me dispensa de incluirlas. València, 14 de mayo 2015

Objetos típicos de enterramientos argáricos de variada procedencia (se encuentran en el Museu de Prehistòria de València). Son puntas de lanzas (para enmangar en palos de madera), brazaletes y cerámicas con ofrendas

Tumba argárica en el yacimiento Castellón Alto (La Galera, Granada). Se observa el ajuar funerario de este guerrero de la élite, que incluye la espada y la copa ritual. En este yacimiento fundado sobre una roca no se entierra en vasija a los muertos, pues las paredes excavadas parecen suficientes. Tal vez la costumbre de la vasija era para aislar al muerto y que la tierra no le tocase. En la imagen se aprecia el enlosado de la casa, que cerraba la tumba

Meseta del Argar, el poblado estaba arriba. En la base del acantilado sobre el río Antas se abren algunas cuevas funerarias. Otras estaban bajo el piso de las casas. La foto de arriba es de Hélios García

Entramos en la cueva de la foto vertical anterior. Es grande, con varios ambientes y las tres fotos del interior muestran dos de ellos

Estado actual del poblado de El Argar (encima de la meseta donde se hallan las cuevas de las fotos). Está cubierto de tierra para evitar expolios. Por lo demás está abandonado. Son numerosas casas más o menos semejantes (la riqueza no se reflejaba en la arquitectura), y no se detectan templos. Muchas casas tenían bajo el piso enterramientos. Se calcula albergaría unos 600 habitantes, y es un centro ceremonial de un principado

Arriba, enterramiento en tinaja típico de la segunda fase de la cultura de El Argar, foto de José-Manuel Benito Álvarez. Abajo, tumba 62 de El Argar, con calavera que llevaba una diadema de plata

Arriba, tumba 975 de El Argar, c.1600 aC, con armas y vasijas votivas, conservado en el MAN de Madrid. Abajo, Tesoro de Cabezo Redondo (Villena), conservado en Villena. Se verifica que algunos eran inmensamente ricos

Copa argárica de arcilla, foto Luis García, tomado de wikipedia, conservada en el MAN de Madrid. Es un tipo relativamente usual en las tumbas. Imita un original metálico, como sucede con la mayoría de las cerámicas funerarias de las culturas aristocráticas de la Edad del Bronce, de aquí que no tengan decoración. A cambio la forma y el acabado escultórico son excelentes. Bien bruñida, conserva algo del reflejo metálico que tuvo en origen, a pesar del tiempo transcurrido. Se debió de usar para las libaciones colectivas rituales, en este caso en el entierro. Esta forma tan acabada y armoniosa es exclusiva de la época de apogeo de El Argar, y no se encuentra en otras culturas. Allí donde aparece denota contactos con la cultura argárica o que se pertenece al círculo de influencia de ésta. Aun así, son raras. Debía ser un modelo exclusivo de las élites argáricas, por algún motivo supersticioso o por moda

Brazalete argarico, símbolo de estatus y con valor sagrado. Tomado de www.terraeantiqvae.blogia.com

Vaso carenado argárico, conservado al MAN de Madrid. Mide 20x35 cm. Foto tomada de wikipedia

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