El apagafuegos de Washington

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Descripción

EL APAGAFUEGOS DE WASHINGTON

Por Pere Bonnín

Richard Holbrooke, el mediador norteamericano en la crisis de Kosovo,
arrancó un compromiso provisional al presidente yugoslavo Slobodan
Milosevic evitando una intervención de la OTAN que, como todas las
intervenciones militares, habría provocado más horror y lágrimas en
territorio yugoslavo. Holbrooke se mostró paciente y enérgico a la vez, y
dejó una puerta abierta por donde Milosevic pudiera salir con la frente
alta a explicar su «victoria» ante sus conciudadanos serbios.
Holbrooke, de 57 años, fue quien propició los acuerdos de Dayton
después que la OTAN hubiese bombardeado las posiciones serbias en Bosnia
para obligar a Milosevic a aceptar la paz. En su reciente libro To End a
War sobre las arduas negociaciones que condujeron a la paz de Dayton,
Holbrooke explica que durante las conversaciones se recibió la noticia del
asesinato de Yitzak Rabin, jefe del Gobierno de Israel. Holbrooke quiso ver
la reacción que esto producía en sus interlocutores y les apostilló: «Rabin
ha sido asesinado porque quería llegar a un compromiso por conseguir la
paz.» Los jefes de gobierno balcánicos sorprendieron a Holbrooke con una
reacción fría y egoista. Le hicieron ver a Holbrooke el riesgo que corrían
ellos mismos por la causa de la paz. «Ninguno de ellos —escribe Holbrooke—
lamentó la muerte de Rabin ni expresó su condolencia al pueblo de Israel o
manifestó su preocupación por el proceso de paz. El único bosnio que
realmente quedó conmocionado fue el embajador Sven Alcalaj, descendiente de
una notable familia sefardita de Sarajevo, quien luego representaría a
Bosnia en el funeral de Rabin.»
Richard Holbrooke, además de la habilidad diplomática, tiene de común
con Henry Kissinger, premio Nobel de la Paz (1973) e impulsor de las
relaciones de Estados Unidos con China, su ascendencia judeoalemana. Los
padres y el abuelo de Richard emigraron en los años treinta de Alemania a
Estados Unidos debido a la persecución de los judíos por los nazis. A
diferencia de Madeleine Albright, cuyos padres le escondieron su
ascendencia judía y ella descubrió su identidad en un viaje a Praga siendo
ya secretaria de Estado, Holbrooke fue en todo momento consciente de su
pasado y consecuente con la historia de su familia. Siendo embajador de los
Estados Unidos en Bonn, colgó en el hall de la embajada un cuadro de su
abuelo vestido con el uniforme militar del Kaiser. Quería que los alemanes
tuviesen presente que él era hijo de un exiliado y que reflexionasen sobre
lo que había perdido Alemania persiguiendo a una parte de su población por
fanatismo religioso-racista, según explicó en 1994 Holbrooke en una
entrevista publicada por el New York Times. Pues Alemania, por obra y
desgracia de los nazis, en vez de condecorar a sus héroes de la primera
guerra mundial, los asesinó a tiros o los mató en cámaras de gas.
Holbrooke inició su carrera en el Departamento de Estado cuando el
presidente Carter lo nombró vicesecretario, el más joven de la historia del
Departamento, y le confió la dirección de los asuntos del Pacífico y del
Sudeste asiático. Con la subida de Clinton, fue nombrado director de la
sección europea y de Canadá. Su éxito en los acuerdos de Dayton en 1995 lo
catapultaron al delicado cargo de embajador estadounidense en la ONU. Su
nombre había sonado ya como secretario de Estado, pero Madeleine Albright
le ganó la carrera. Entonces regresó a Wall Street, donde había ejercido su
profesión de banquero en el ínterin de las presidencias de Carter y
Clinton. Mientras era presidente del Credit Suisse First Boston, aconsejó a
los suizos que llegasen a un acuerdo con las víctimas del holocausto para
evitar una denuncia colectiva de los damnificados ante los tribunales. En
Washington se rumoreaba que Holbrooke tenía asegurado el puesto de
secretario de Estado en el caso de que Al Gore hubiese ganado las
elecciones presidenciales del año 2000.
Este diplomático de ascendencia judeoalemana está casado en terceras
nupcias con la periodista Kati Marton, descendiente de una familia húngara
que se exilió a los Estados Unidos a principios de los años cincuenta,
cuando los comunistas tomaron el poder. A Marton le ocurrió lo mismo que a
Madeleine Albright. La periodista tuvo que viajar a Hungría con el fin de
recabar información para un libro que estaba escribiendo sobre Raoul
Wallenberg, el legendario hombre de negocios sueco que salvó la vida a
millares de judíos húngaros durante la segunda guerra mundial. Wallenberg
fue detenido por los soviéticos después de la guerra y en 1947 murió en
una cárcel moscovita. El Congreso de los Estados Unidos lo nombró en 1981
ciudadano honorario de este país, título sólo concedido a sir Winston
Churchill.
Por una amiga de la familia se enteró Kati Marton en Budapest de por
qué Wallenberg no pudo salvar a sus abuelos. Entonces fue cuando descubrió
su identidad judía que sus padres le habían silenciado para evitarle
problemas. Le costó bastante asumir el hecho, pero consiguió superar la
conmoción. Al cabo de los años, la secretaria de Estado Madeleine Albright
pediría ayuda y consejo a Kati Marton después del shock recibido al
conocer, también ella, su identidad judeohúngara.
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