El andar trashumante y la hospitalidad

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Descripción

El andar trashumante y la hospitalidad María Georgina Garibo García Este trabajo busca ser y hacer la unificación de algunas de las lecturas que se analizaron a lo largo del semestre a partir de someter a discusión los dos trabajos de evaluación que entregué con anterioridad. El primero de ellos titulado Trashumantes y hospitalidades en el tránsito por México y el segundo El despojado y el hospitalario. Esa unificación y discusión solo puede ser construida al identificar primero al trashumante, al errante para después hacer hincapié en el hospitalario, sin perder de vista cómo uno no puede ser comprendido sin el otro en este mundo que conocemos que pese a ser hostil posee como elemento sine qua non el dar hospitalidad, el acogernos, el permitir la vida. De tal suerte, partiré de identificar a la trashumancia y a sus actores, centrándome en aquellos que se encuentran en el estadio de limen, latencia, vacío, flotación. Después de eso, tejeré a partir de lecturas previas, revisión de entrevistas ajenas y propias, así como de los que he logrado observar y compartir en el albergue para migrantes “la Sagrada Familia” en mi calidad de voluntaria, la historia del encuentro entre un trashumante despojado y un hospitalario. Trashumancia: entre el crisol y lo particular De acuerdo con Reyna Carretero “todos somos trashumantes”, todos llegamos a ser una suerte de extranjeros, siguiendo a Julia Kristeva, incluso dentro de nuestras propias familias cuando rompemos con la norma (normalidad), cuando sentimos que no nos hallamos.1 Desde nuestro nacimiento, al ser lanzados vivimos una suerte de despojo de expulsión hacia un

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Kristeva, Julia (1991) Extranjeros para nosotros mismos. Plaza&Janés: Barcelona.

mundo que es la extensión hospitalaria del vientre materno, donde tenemos que interactuar y reconocernos con Otros, en ese plano donde nuestra capacidad hospitalaria se pone constantemente a prueba ante lapsos de hostilidad y no reconocimiento, al igual que nuestra necesidad interna de andar ante escenarios asfixiantes y paralizantes. En palabras de Juan García: “la trashumancia, en su etimología latina trans-humus, evoca y refleja con precisión la experiencia de salida, de cruce, búsqueda y retorno de una tierra a otra. En la trashumancia después de partir se intenta permanecer, habitar el nuevo lugar devenido en no-lugar torna la búsqueda infinita, iniciando así la circularidad trashumante; el continuo ir y venir: de la tierra que nos vio nacer hacia el lugar donde se anhela llegar; o se emprende el camino a lugares más lejanos, lanzándonos a la errancia sin fin.2 En este sentido, el trashumante es un sujeto que se encuentra en constante tensión entre el ir y venir, entre el estar y moverse, entre el buscarse y encontrase, entre el llegar y continuar. No existe una definición univoca de trashumante, de ahí que este sea comprendido como un amplio crisol que engloba diferentes motivos, experiencias y sentires de la movilidad, que nos puede ayudar a ubicar y también a distinguir los distintos estadios de los procesos migratorios. Es decir, este mismo crisol nos ayuda a identificar procesos particulares.

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García, Juan (1981) La errancia sin fin: Musil, Borges, Klossowski. Anagrama: Barcelona, citado por Reyna Carretero (2013) Atlas místico de la hospitalidad-trashumancia. Sequitur: Madrid, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo: Morelia. P. 16.

La trashumancia es más que “poner tierra de por medio”3, también hace referencia a la incertidumbre, a la pérdida de sentido, donde nada se tiene seguro, donde el plan de viaje se debe re-articular constantemente, si es que hay capacidad de planear. Aquí es donde se pone a prueba la capacidad de creatividad del trashumante. En palabras de Carretero, el indigente trashumante: “Es aquel que pasa a nuestro lado todos los días buscando un sitio, otro a quien hablar, a quien pedir. Es el que invade las calles de las megalópolis contemporáneas después de salir huyendo de sus ‘llanos en llamas’: Chiapas, Darfur, Guatemala, Irak, Sierra Leona […]. Busca con desesperación y casi siempre en vano habitar de algún modo en los márgenes, en los rincones inhabitables de donde siempre es arrojado a vagar de nuevo, a iniciar incesantemente la partida […]”4 De hecho Carretero marca que la intención primordial de la elaboración de su obra “La indigencia trashumante fue crear una semántica que abriera la significación de lo que comúnmente se conoce como ‘migración’, y que en su resemantización bajo el nombre de trashumancia, nos ha permitido escuchar su polifonía significativa”. 5 En relación a esto, se sitúa una poligrafía errante que interpreta cuatro continuidades: la separación; el limen, latencia, vacío, flotación; la perplejidad y arribo, y la agregación sin lugar.

Carretero, Reyna (2009) “El indigente trashumante”. En Emma León. Los rostros de Otro. Reconocimiento, invención y borramiento de la alteridad. Anthropos-CRIM/UNAM: Barcelona. P. 102. 4 Ibídem, p. 99. 5 Carretero, Reyna (2013) Atlas místico de la hospitalidad-trashumancia. Sequitur: Madrid, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo: Morelia. P. 28. 3

Cada uno de los estadios de la trashumancia tiene su complejidad, no obstante identifico al limen como el de mayor problemática, donde se da una ambigüedad total en la que se está fuera del tiempo y del espacio, se está entre el pasado y el futuro, sin saber cómo sortear o hacia dónde dirigir el presente, y esto es lo que tiende a verse representado en algunos de las y los migrantes de tránsito por México con quienes he tenido la oportunidad de interactuar en el albergue donde brindo voluntariado. Esto lo he podido corroborar al platicar con quienes llegan buscando ayuda humanitaria y tímidamente les suelo preguntar el por qué decidieron o tuvieron que salir de sus lugares de origen. Esos Otros que constantemente interpelan mi actuar tienen respuestas diferentes, aunque en su mayoría enuncian a la falta de empleo, lo difícil de sus economías y los procesos de mayor violencia, amenazas e inseguridad como las principales causas. Otros pocos mencionan la idea de la aventura, el conocer a través de sus ojos y que nadie más les cuente. También señalan lo complicado de su decisión, si es que tuvieron la oportunidad de poder contar con alternativas ante lo que vivían, lo complejo de la separación de sus familias, de sus espacios, de sus raíces, de sus atardeceres y montañas en lo que parecía dejar de ser sus hogares. Tienden a referirse al cruce de la frontera entre Guatemala-México como el inicio de una nueva aventura llena de obstáculos e incertidumbre. Por su cuenta, quienes son obligados a salir porque tienen tras sus pasos a mareros o delincuentes que les quieren arrebatar no solo la casa o el salario de sus trabajos sino la vida misma, también sufren la separación de sus familias si no las pudieron traer consigo, padecen sentimientos encontrados entre el dolor de dejar lo que se tenía y la oportunidad de seguir viviendo que se ve reflejada en la huida, en su fuga. Para estos Otros, el cruce de la frontera

Guatemala-México no solo se advierte como obstáculo e incertidumbre o una nueva aventura, sino como una oportunidad.

Tejiendo dos historias en una En esta parte del escrito presento dos historias. Por un lado la de un sujeto que huye de su lugar de origen por la violencia generalizada que amenazan con quitarle lo más preciado: la vida. Es decir, hago alusión a alguien que ve en la trashumancia una oportunidad de conservar la vida. Donde es más que legítima la íntima movilidad humana a la que Peter Sloterdijk hace referencia.6 Por el otro, la de aquel sujeto que posee una relativa certidumbre en el porvenir y abre su casa, su habitación, su morada para que otros y él mismo tengan un proceso de recogimiento, donde se resguarden, se encuentren y replanteen. -Quien huye: el despojado Melvin7 es un adulto-joven, alto, delgado, moreno, que en su mirada expresa una mezcla de temor y asombro. En su pequeña tienda de abarrotes que estaba justo al costado de su casa no tardó en llegar un adolescente reclamando el famoso impuesto de guerra con gran soberbia. El acuerdo era que alguien pasaría semanalmente por 500 lempiras. Con el respaldo de su familia (su esposa y dos hijos pequeños), Melvin tuvo que ceder a la extorsión, pues es bien sabido en el barrio que quien no da las respectivas cuotas paga con la vida propia o con la de algún familiar. Durante 2 meses y dos semanas, Melvin como

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Sloterdijk, Peter (2001) ¿Adónde van los Monjes? Sobre la huida del mundo desde la perspectiva antropológica. En Peter Sloterdijk, Extrañamiento del Mundo. Pre-Textos: España. P. 91. 7 Los nombres de las personas a las que hago referencia en este entrelace de historias son completamente ficticios.

pudo pagó puntualmente el famoso impuesto. Después todo se complicó cuando la venta ya no era lo suficiente para el sustento de su familia y el pago de la extorsión. Melvin intentó negociar, aunque sea en una posición desfavorable y subalterna, para que su cuota semanal fuera reducida. Sin embargo, recibió un no como respuesta junto con la potente sugerencia-amenaza de ir pensando con que podía pagar. Eso fue la antesala de lo que se desató un domingo después a medio día. Melvin y su esposa quedaron paralizados, el miedo les recorrió todo el cuerpo al mirar como poco a poco por el filo de la puerta entró un trozo de papel que señalaba: “Esta casa ya es nuestra. Nos gusta así. Tienes tres días para irte”. A partir de ese momento todas sus vidas cambiaron. Aquella propiedad que tanto trabajo les costó tener y les costó nombrarla casa y poseerla ahora ya no es su resguardo, su guarida, sino el motivo por el que empieza su huida. A Melvin y su esposa la propiedad y el trabajo no le otorgaron certidumbre el tiempo que hubiera deseado. Cierto, con el arduo trabajo y con la posibilidad de herencia junto con mucho esfuerzo pudieron construir lo que a secas se llama casa, para después habitarla y resguardarse en ella. Y también pudieron poner su tienda para de ahí ir llevándola. Por un lapso en esos espacios su recogimiento y reconocimiento se dieron, pero lo externo transgredió ese nicho y ahora ese resguardo se convirtió en la causa de su salida. Pese al miedo y al dolor por la amenaza y por la pérdida de un espacio material y de sentido se convierte en imperativo el mantenimiento de la vida, la búsqueda de canales adecuados para, pese al contexto adverso, por lo menos intentar ser hospitalario hacia uno

mismo. De tal suerte, como sostiene Lévinas “El dolor, lejos de cuestionar la vida sensible, se coloca en sus horizontes y se refiere al gozo de vivir. A partir de aquí, la vida es amada”.8 Los despojados, con el ruido externo que tiene cautiva a la justicia, ve en el emigrar una alternativa, el continuar la vida arriesgando a la vida misma, porque permaneciendo ahí sus vidas no sólo se arriesgarían sino que inexorablemente serían arrebatadas, extinguidas. Así que empieza una odisea de movimiento y de separación familiar. Susana, la esposa de Melvin, se trasladó junto con sus hijos desde San Pedro Sula hasta Santa Bárbara a casa de sus padres. A Melvin se le advirtió que por ahora con la casa que les expropiaban era suficiente, pero pronto la forma de pago sería otra: su vida. El miedo que tiende a inmovilizar, movilizó a Melvin y a su familia por caminos diferentes. Él comenzó su viaje con unos pocos ahorros y un poco de ropa desde San Pedro Sula hasta Houston con la promesa de que en Estados Unidos uno de sus primos lo ayudaría a pagar el famoso jale en la frontera y a encontrar trabajo para que pronto pudiera mandar a traer a su familia, lejos de tanta violencia y extorsión. Lo complicado para Melvin no fue llegar de San Pedro Sula a la frontera GuatemalaMéxico, eso lo pudo hacer de un solo viaje en un autobús, sino empezar a cruzar México, esa gran frontera externalizada de Estados Unidos. Los sentimientos que Melvin ha experimentado en este viaje van desde el miedo hasta el optimismo, a veces pasando por una añoranza de su nicho y su familia hasta padecer un gran resentimiento hacia quienes lo obligaron a salir, así como una desilusión y desconfianza en las autoridades de su país para

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Lévinas, Emmanuel (1977) Totalidad e Infinito. Sígueme: Salamanca. P. 163.

que algún día volver a hacer de San Pedro Sula un lugar vivible, no solo un espacio de muerte, tristeza, explotación y despojo. -El que se fue y regresó: El hospitalario En México, específicamente en Coatzacoalcos, Veracruz, hay una taquería que hasta el fondo tiene la imagen de la Virgen de Guadalupe pintada en vivos colores, con la leyenda “en ti confío”. Arriba del negocio hay una casa que costó mucho construirla, costó que por más de 6 años el dueño, César, se fuera a trabajar como mesero en un restaurante de comida mexicana en Dallas, Texas, lejos de sus viejos (Susana y Edgar), de su esposa (Isabel) y de sus hijas (Ana y Margarita). El trabajo en el transporte en Coatzacoalcos era mal pagado, lo que ponía en constante crisis el porvenir de quien tiempo después se volvió en hospitalario ya no solo con él mismo y con los suyos sino con algunos Otros. Esa incertidumbre bien puede ser resumida en que “este pesimismo tiene una infraestructura económica: expresa la angustia del mañana y el sufrimiento del trabajo” [desde la visión marxista]9. Pero justamente esa incertidumbre es reducida, de acuerdo con Lévinas, con el trabajo, aunque bien aclara que “el trabajo no da a la vida misma su última significación”.10 César, el futuro hospitalario, era constantemente explotado por la línea transportista en la que trabaja. De lunes a sábado su vida era completamente rutinaria, con el tiempo medido, incluso comía en el mismo camión en el que brindaba servicio. En sus días laborales tenía que levantarse a las 5:45 am para estar dando la primera vuelta a su ruta 50 minutos

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Ibídem, p. 164. Ibídem, p. 165.

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después. Sus movimientos eran automáticos, él mismo se describía como una parte mecánica del camión, no como quién lo conducía y lo guiaba. Lo cotidiano y normal después de encender el camión y verificar que todo estuviera funcionando en orden era repetir la famosa oración del conductor. “Dame, Señor, mano firme y mirada vigilante, para que mientras conduzco no cause daño a nadie. A ti Señor, que das la vida y la conservas, te suplico humildemente que guardes hoy mi vida. Libra, Señor, a quienes me acompañan, de todo mal, enfermedad, incendio o accidente. Enséñame a hacer uso de mi coche para remedio de las necesidades ajenas. Haz, Señor, que no me arrastre el vértigo de la velocidad, y que, admirando la belleza de este mundo, logre seguir y terminar felizmente mi camino. Te lo pido, Señor, por los méritos de tu Santísima Madre, y por la intercesión de San Cristóbal, especial protector de los conductores. Amén”. De ahí lo de siempre comenzaba: acelerar, meter clutch, cambiar de velocidad, frenar y esperar a que la gente subiera, cobrar, dar cambio y continuar. César habitualmente estaba de malas, acelerado y agobiado, pero pensaba que por lo menos en su trabajo veía rostros distintos, andaba por la ciudad y no estaba confinado a las cuatro paredes de una oficina. Un jueves en la última vuelta a su ruta, César escuchó la conversación de dos jóvenes, donde él más chico le decía a su hermano mayor que en el otro lado había más oportunidades de salir adelante, donde se ganada en dólares y por tanto era más fácil de ahorrar y poder ayudarles a sus padres a hacer su casa.

César se quedó inquieto, toda la noche estuvo pensando cómo sería el otro lado. Algunos miembros lejanos de su familia estaban dispersos en distintas partes del sur de Estados Unidos. Esa noche se decidió a hablar con ellos y a preguntarles cómo es el otro lado y si se gana bien. Dos días después las respuestas le llegaron: “aquí se gana bien comparado con México, pero como se gana se sufre”. En eso coincidieron tres de sus familiares. Harto de la rutina, sintiendo que su vida se iba entre sus manos y sin tener la capacidad de darle una buena vida a su esposa e hijas. César se cansó de la certidumbre de no crecimiento que le dada su precario trabajo. Así emprendió su viaje, su trashumancia hacia Dallas. Como mexicano, con unos cuantos ahorros, César, no tuvo problemas para cruzar el territorio nacional desde Coatzacoalcos hasta Nogales, lo difícil estuvo en su cruce fronterizo porque tuvo que caminar 5 días en el desierto, padeciendo excesivo calor y frío, así como hambre y sed. Por fortuna pudo cruzar y llegó a rentar uno de los sofás del departamento donde su primo vivía con otros 4 mexicanos en Dallas. De ahí comenzó su período de mayor trabajo, explotación y rutina, viviendo en las sombras por estar en Estados Unidos de forma no documentada, así vivió durante 6 años ahorrando los más que podía para regresar a Coatzacoalcos y poder construir una casa para su familia y poner un negocio. Esa casa en un principio solo era cemento y varillas puestas en armonía, después de tener el sentido de propiedad, de ser el espacio de recogimiento, de resguardo de barrera contra los enemigos del después hospitalario y su familia, ese lugar empezó a adquirir otra connotación más allá de habitación, para mediante la apertura ser una morada para una persona en particular, para el despojado que iba huyendo desde San Pedro Sula hacia Houston.

-El encuentro El despojado, Melvin, en su camino por México tuvo estar en dos albergues en Chiapas, donde se le brindó ayuda humanitaria y se le informó de los canales legales para poder solicitar la condición de refugiado, pues entre sus cosas llevaba el papel de desalojo de su hogar enviada por la padilla de su barrio. Melvin decidió continuar su viaje y se unió a un grupo de hondureños que también tenían entre ceja y ceja la idea del sueño americano para su futuro y el pasado violeto de sus barrios. Por primera vez, se armó de valor para montar a la famosa bestia, el tren de carga. Ahí sufrió un asalto y las inclemencias del tiempo y del cansancio. Al llegar a Coatzacoalcos, Veracruz, decidió separarse del grupo para hacer algo que jamás había pensado hacer, pedir comida y/o dinero en la calle. Fue en esa ciudad cuando por casualidad, o no, se topó con César, quien hace dos años había regresado de Dallas, Texas. Ese futuro hospitalario se acercó a Melvin y le preguntó si tenía hambre, quien no vaciló en contestar que sí. César sólo volvió a preguntar: ¿Confías? si es así ¡sígueme! El despojado temió, pero lo siguió. Ambos entraron a la taquería de César y comieron, después el ya hospitalario caminó por unas escaleras que llevaban a la parte alta de la taquería, invitó a su morada al despojado, a Melvin, a quien le pidió que en ese espacio se reguardara de las inclemencias del tránsito, del cansancio. Ambos platicaron y compartieron las experiencias de sus cruces. El ya hospitalario pidió que el despojado se sintiera como en su casa y que permaneciera el tiempo que le fuera necesario para pensar sus senderos y planes de viaje.

Antesala de la hospitalidad: La propiedad y el trabajo ¿certidumbre o incertidumbre? Antes de buscar dar una de tantas repuestas a la pregunta de este apartado considero prudente cuestionar si para Marx y Lévinas el trabajo y la propiedad son comprendidos completamente dicotómicos. Para Lévinas, “el trabajo puede vencer la indigencia que trae al ser, no la necesidad, sino la incertidumbre del porvenir”11 y “la incertidumbre del porvenir se suspende, queda fijo en las cuatro paredes de la casa, se calma con la posesión”.12 Es decir, el trabajo no es lo que le da significado a la vida, sino que es de aquello que se vive, como el aire y la comida misma. El condenar al trabajo como maldito es absurdo pues mediante él podemos alcanzar cierto gozo y se tiene la posibilidad de poder tener una propiedad para ser poseída y habitada, lo cual es necesario para poder brindarnos y brindar una morada. Para Marx, “el trabajo es, ante todo, un proceso entre el hombre y la naturaleza, proceso en que el primero lleva a cabo, regula y controla mediante sus propios actos el intercambio de materias con la segunda”.13 Esta actividad era la que mayormente se daba en el modelo feudal. No obstante, el tránsito de feudalismo al capitalismo se da de un modo violento para el proletariado en nacimiento. En palabras de Poulantzas queda claro que: “En los modos de producción precapitalistas, los productores directos (los trabajadores) no estaban enteramente separados de los medios y del objeto del trabajo. En la producción feudal: aunque fuese el señor quien tenía a la vez la propiedad jurídica y económica de la tierra, el siervo tenía la posesión de su parcela;

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Ibíd. Ibídem, p. 175. 13 Marx, Karl (4ta edición 2015) El Capital: crítica de la economía política. FCE: México. P. 162. 12

se hallaba protegido por las costumbres, y el señor no podía desposeerlo de aquella pura y simplemente; para hacerlo, ha sido preciso, en Inglaterra por ejemplo, todo el proceso sangriento de los cercamientos en la transición del feudalismo al capitalismo, que Marx ha designado como acumulación primitiva del capital”.14 Esto es radicalmente distinto con el modo de producción capitalista porque en él: “Los productores directos (la clase obrera) son totalmente desposeídos de sus medio de trabajo, cuya posesión misma corresponde al capital. Esta es la forma consumada de la separación de los trabajadores de sus medios de producción, lo cual condiciona la aparición de lo que Marx designa como ‘trabajador desnudo’. El obrero no posee más que su fuerza de trabajo, la cual vende (fuerza-trabajo). Esta modificación decisiva del lugar de los productores directos en las relaciones de producción es lo que hace que el trabajo mismo se convierte en una mercancía”.15 Para que el trabajo pueda ser vendido existen condiciones indispensables del liberalismo político. Se estableció que el trabajador debe ser un propietario libre de su fuerza de trabajo, el único que lo representa es él mismo, y sólo así puede ser vendido por el propio poseedor. En ese entendido el trabajador se debe encontrar libre en tajada doble: libre como sujeto, con libre voluntad en igualdad jurídica con el capitalista, y libre como trabajador, sin medio de producción, salvo su fuerza de trabajo. “El uso de la fuerza de trabajo es trabajo mismo. El comprador de la fuerza de trabajo la consume haciendo trabajar a quien se la vende. Éste se

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Poulantzas, Nicos (1976) Las clases sociales en el capitalismo actual. S. XXI: México. Pp. 19-20. Ibídem, p. 20.

convierte así, actu, en fuerza de trabajo en acción, en trabajador, cosa que antes sólo era potencia”.16 Este es el proceso mediante el cual la fuerza de trabajo se vuelve en una mercancía más que crea valor en los productos, al momento en que el trabajo es absorbido por el capital, por medio de un contrato o un acuerdo, las ideas de libertad de trabajador sucumben. Ante estas condiciones adversas del trabajo, es necesario reconocer que en el sistema de acumulación capitalista que describe Marx, cierto es que el trabajo acabó con la errancia y la indigencia (advertida de forma negativa), incluso brindó una relativa certidumbre a la vida, pero también confinó a los sujetos a ser absorbidos por los procesos productivos. A partir del trabajo, se tuvo la posibilidad de poder tener más propiedad que la propia fuerza de trabajo y en este punto, es donde Lévinas encuentra las condiciones necesarias para poder llevar a cabo el desenvolvimiento de la hospitalidad hacia otros. Intentando representar al trabajo y a la propiedad como fuentes de certidumbre, desde una visión marxista e incluso desde Lévinas, se puede sostener que los años dorados del capitalismo fueron el fiel símbolo de esto porque se tenían pleno empleo, sindicatos, políticas sociales, vivienda, casa, educación, salario familiar, sumamente garantizados. ¿Pero qué pasa en el actual estadio del capitalismo neoliberal? Ahora la constante es la incertidumbre, trabajos precarios y flexibilizados, menores propiedades y pocas o casi nulas capacidades para adquirirlas. El trabajador en este contexto vuelve a quedar desnudo. En este escenario ¿qué pasa con la hospitalidad? Si para

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Marx, Op. cit., p. 162.

Lévinas la propiedad y el trabajo la propiciaban. Las respuestas más claras las da Reyna Carretero: ¿Cuál es el faro que nos alumbrará en esta selva oscura? Si la noción de propiedad es ya espacio inaccesible para las actuales y futuras generaciones, si ‘mi casa’, ‘mi empleo’, ‘mi familia’, ‘mi patria’, son imágenes en extinción ¿Cuál es el tiempo, el sentimiento, la acción y la virtud que puede conjurar dicha imposibilidad? La respuesta está en la hospitalidad infinita –liberada de cualquier condicionamientoate la profundidad y fuerza de la aparición del Otro; una hospitalidad que me une a él desde una responsabilidad pre-temporal y pre-espacial, y que sólo puede presentarme como servidor suyo. […] Se deben y tienen que instrumentar estrategias de hospitalidad, las cuales pueden ser implementadas con-los-otros, a partir del propio reconocimiento de nuestra condición trashumante.”17 Consideraciones finales Aunque la hospitalidad que brindó César a Melvin no haya sido en un contexto de incertidumbre material o económica en relación al trabajo y la propiedad, sí se tejió una estrategia hospitalaria a partir del reconocimiento. Si bien el proceso de huida de Melvin no fue el mismo escenario de salida de César, él partió de reconocer su condición de trashumante en la propia experiencia de Melvin. El hospitalario fue interpelado por el despojado, logrando que éste se viera reflejado y se reconociera.

Carretero, Reyna (2015) “Reconocimiento y hospitalidad”, en Aidé Grijalva y Rafael Arriaga (Coords.) Tras los pasos de los braceros. Entre la teoría y la realidad. UABC/IIS-Juan Pablos: México. 17

Las condiciones de hospitalidad y trashumancia son circuitos ininterrumpidos que no se entienden de manera separada. Cada uno reafirma la existencia y el gozo de la otra. Aún me cuestiono y reflexiono sobre si la acción del hospitalario fue un acto de responsabilidad y reconocimiento con el otro, si hubo identificación o distinción o si sólo proporcionó ayuda a otro que se encontraba en una situación más adversa que la suya.

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