El almuerzo salvaje: los límites del lenguaje en Burroughs y Bolaño

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Descripción

El almuerzo salvaje: los límites del lenguaje en Burroughs y Bolaño

Cuando hablamos de influencias en la literatura de Roberto Bolaño, uno no puede dejar de tener esa sensación de desolación que con frecuencia deja la lectura de su obra. Uno queda abandonado a su suerte, sin saber muy bien qué hacer cuando uno ha ascendido por el desfiladero y se encuentra al borde del precipicio, o a las puertas de un vasto desierto. Sin embargo, y aunque sea difícil a veces descubrir las formas en que aquellas influencias operan, de entre todos los Bolaños posibles, hay un Bolaño que leyó, escribió y vivió como un Beatnik. La estética y la ética del "malditismo" Beat son constantemente referidos, homenajeados o parodiados, al extremo en que Ulises Lima y Arturo Belano, los héroes intratextuales de la narrativa de Bolaño, son una suerte de poetas post Beat a la mexicana. Así lo expresa Coffeen Serpas en Amuleto, cuando cuenta la historia de Orestes y Pílades —seguramente Lima y Belano— "recorriendo Grecia y convertiéndose en leyenda. Ser Beatniks, no estar atados a ningún lugar, hacer de nuestras vidas un arte" (1999: 122). La valentía y el compromiso con el oficio, virtudes que para Bolaño debía adornar a todo escritor que se precie, fueron encarnados por aquellos escritores norteamericanos de la contracultura de posguerra. El valor de vivir como se escribe y no al contrario, el de la militancia poética, el de atreverse a renovar el lenguaje literario y a experimentar con él, el "pegar un cross a la mandíbula" como dijo Roberto Arlt. Lo Beat está íntimamente ligado a la mitología de la juventud poética que Bolaño construye en novelas como Estrella distante, Amuleto o Los detectives salvajes —son notables las similitudes entre los primeros compases de ésta y el principio de En el camino, la novela fundacional de Jack Kerouac—. El movimiento Beat también influyó poderosamente en Bolaño en tanto búsqueda incesante de los límites del lenguaje literario, consciente como era de esa doble

vertiente del propio lenguaje como vehículo imposible de comunicación y mortífera arma estética. Imprescindibles lo uno para lo otro. En este sentido quiero proponer una lectura de Bolaño y su admirado Beatnik William S. Burroughs, de quien dijo ser junto a Phillip K. Dick el autor norteamericano de los últimos años que más ha influido en poetas, novelistas y ensayistas no norteamericanos (Entre paréntesis 184). Las afinidades entre Bolaño y Burroughs no son casualidad, ambos bebieron de fuentes comunes y fueron grandes amantes de los géneros menores, los genres, como se les conoce en la tradición anglosajona, no sin un cierto sentido estigmatizador. Ambos vieron el potencial disidente y subversivo de aquella literatura de ciencia ficción, policial, noir o hard-boiled que se editaba en pulp, papel barato destinado a la clase trabajadora. Tal vez no sea casualidad que la primera novela de Burroughs, Yonqui, haya sido editada en este tipo de papel por Ace Books, una editorial marginal, allá por 1953. Los infrarrealistas, descritos por Auxilio Lacouture en Amuleto, son una suerte de poetas-zombi llegados del inframundo, o personajes sacados de la novela El almuerzo desnudo de William S. Burroughs: "venimos del metro, de los subterráneos del D.F., de la red de alcantarillas, vivimos en lo más oscuro y en lo más sucio, allí donde el más bragado de los jóvenes poetas no podría hacer otra cosa más que vomitar" (70).

Bolaño, el poeta vanguardista y narrador postmoderno, decía de Burroughs:

"Sus observaciones sobre ciertas drogas duras lo emparentaron con los grandes creadores de infiernos, salvo que en Burroughs no hay ninguna intención moral ni ética, sólo la descripción de un abismo inmóvil, la descripción de un proceso de corrupción sin fin. El lenguaje, dijo, es un virus llegado del espacio exterior, es

decir, es una enfermedad, y durante toda su vida trató de luchar contra esa enfermedad" (147-148).

La enfermedad a la que hace referencia Burroughs es lo que Roland Barthes denomina "el estatuto fatalmente "irrealista" de la literatura, ya que sólo puede evocar lo real a través de un revelador, el lenguaje, hallándose este revelador en una relación institucional con lo real, y no en una relación natural [...] Este estatuto lingüístico de la literatura, a mi entender explica suficientemente las contradicciones éticas que afectan a su uso [...] se advierte que la literatura sólo es lenguaje, más aún: lenguaje segundo, sentido parásito, de modo que sólo puede connotar lo real, no denotarlo. (Ensayos Críticos, Seix Barral, página 361).

Si la soledad, el horror, la muerte, están condenados a ser connotados y no denotados, en Bolaño y Burroughs, la batalla contra la enfermedad que es el lenguaje, se libra desde una experimentación estética que busca desnudar, desvelar el caos, llevar el lenguaje hasta sus límites, es decir, hasta lo verdaderamente velado, hasta que el no sentido quede expuesto. Y aquí vuelvo a lo que me refería al principio en relación a la desolación, el precipicio o el desierto. De todas las posibles relaciones que podríamos establecer entre ambos autores, y siempre salvando los abismos literarios que en la mayoría de los casos los separan, me interesa proponer una lectura de ambos desde esa experimentación con el lenguaje, en que la soledad y el constante exilio en que viven sus personajes, crean un efecto de desprotección absoluta en el lector, quien, sin asideros simbólicos, se enfrenta al mismo vacío que aquellos personajes y le obliga a un intento de ordenación del caos. A través del uso de tonos y registros lingüísticos institucionales y/o de represión que satirizan o perturban, las certezas quedan suspendidas. Esto unido a una peculiar caracterización de

personajes perdidos, —que en palabras de Enrique Vila-Matas "vagan por lugares extraños, en unas afueras que no poseen interior, como astillas a la deriva supervivientes de un todo que nunca ha existido"—("Bolaño en la distancia") Bolaño y Burroughs crean una atmósfera en que el sentido queda desorientado o aniquilado, y el lector, alienado. El infierno psicotrópico y autobiográfico al que nos enfrenta Burroughs en El almuerzo desnudo desafía de principio a fin las leyes de la narrativa tradicional, con una sucesión desordenada de "viñetas" —o "rutinas" según el propio Burroughs— que podían ser leídos en cualquier orden, en una suerte de Rayuela de la marginalidad, en que la falta de una conciencia narrativa unificadora genera un efecto de horror y vacío interpretativo. Esta narración frenética en primera persona de las andanzas de William Lee, que algunos críticos como Halberstam catalogan como Gótico Postmoderno, nace a la luz del ambiente represivo, de reafirmación de la identidad nacional paranoide del macartismo y la Guerra Fría, cuyas prácticas discursivas estaban impregnadas de un lenguaje homófobo, anticomunista y etnocentrista. Leída por la crítica tradicional como un monstruoso tratado de abyecciones, El almuerzo desnudo es una novela subversiva en tanto despliega en clave de sátira la multiplicidad de registros represivos de las instituciones carcelarias, militares y de la psiquiatría. Contra el poder del carácter autoritario e "institucional" del lenguaje como generador de verdades y certezas y vehículo de control, Burroughs, con un lenguaje brutal y desprovisto de comentario ético o moral alguno, nos introduce en el mundo del adicto William Lee, cuya cura de desintoxicación corre a cargo del Dr. Benway, una especie de Dr. Mengele que sodomiza a menores y utiliza métodos de tortura psicológica para Islam Inc.:

(las citas de El almuerzo

desnudo son traducción mía) "Benway es coordinador y manipulador de sistemas de símbolos, experto en todas las fases de interrogación, lavado de cerebro y control. No había visto a Benway

desde su salida precipitada de Annexia, donde había estado a cargo del proyecto DT: Desmoralización Total [...] "deploro la brutalidad," dijo el Dr. Benway. "No es eficiente. Sin embargo, el maltrato prolongado, sin violencia física y aplicado con destreza, da lugar a estados de ansiedad y una sensación especial de culpa." (19)

El Dr. Benway ha sido contratado para trabajar en Freeland Republic, una sátira de la Estados Unidos de los años 50': "un lugar entregado al amor libre y al baño continuo. Sus ciudadanos son equilibrados, cooperadores, honestos, tolerantes y, sobre todo, limpios" (19). Aquí Burroughs hace referencia a los discursos que provenían de las instituciones en las que se proclamaba una América "limpia" de comunistas y aseada de todo lo unamerican. De ahí el juego entre los adjetivos "tolerante" y "limpio". Bolaño, en 2666, en la "Parte de los criticos", despliega su mordacidad con la crítica literaria y el lenguaje institucional del mundo académico, cuando cuenta las primeras aventuras de Espinoza en la Universidad: "[Espinoza] no tardó, por ejemplo, en descubrir que el grupo de jungerianos no era tan jungeriano como él había creído sino que, como todo grupo literario, estaba sujeto al cambio de las estaciones, y en otoño, efectivamente, eran jungerianos, pero en invierno se transformaban abruptamente en barojianos, y en primavera en orteguianos, y en verano incluso abandonaban el bar donde se reunían para salir a la calle a entonar versos bucólicos en honor de Camilo José Cela, algo que el joven Espinoza, que en el fondo era un patriota, hubiera estado dispuesto a aceptar sin reservas de haber habido un espíritu más jovial" (2004: 19-20). Si bien aquí el objeto de burla es la crítica literaria y su obsesión por los movimientos, los géneros y los autores, podríamos decir que toda "La parte de los críticos" se mofa descaradamente de todo lo académico, más aún si tenemos en cuenta que uno de los

grandes temas de 2666, es nada más y nada menos que la búsqueda de un autor — Benno von Archimboldi— que ha escrito entre otras obras, una que se llama La perfección ferroviaria. Bolaño, quien demuestra conocer desde dentro el lenguaje de la academia, de congresos, ponencias, y tertulias, ridiculiza y cuestiona la forma trivial, azarosa en que un escritor puede convertirse en objeto de culto.

En otra novela de Bolaño, La Pista de hielo, Bolaño también satiriza en clave de humor el lenguaje político en las declaraciones del alcalde Enric Rosquelles, en clara crítica a la corrupción que afloró a principios de los años 90' en los ayuntamientos españoles:

"Si, usé dinero público para construir la pista de hielo del Palacio Benvingut, pero aquí tengo papeles que demuestran la rentabilidad que podría sacarse de la pista, con una buena gestión [...] Si a [esta] le añadimos un vestidor y una gradería sencilla pero cómoda, el pueblo de Z se hallaría de la noche a la mañana, en posesión de una joya que sería la envidia de todos los pueblos vecinos, perfectamente homologable a cualquier pista europea de alta competición" (2009: 167)

En otras ocasiones, el uso de lenguajes específicos en Bolaño y Burroughs, más que una sátira, burla o crítica encubierta, son exposiciones crudas del horror que mediante registros científicos repetitivos crean un efecto defamiliarizador, de brecha insalvable, de vacío perturbador. Es el caso en "La parte de los crímenes" del recuento de casos de asesinatos de mujeres en Santa Teresa, a ritmo de prontuario policial, con un lenguaje seco, forense: "En julio se encontró el cadáver de una mujer a unos quinientos metros del arcén de la carretera a Cananea. La víctima estaba desnuda y según Juan de Dios

Martinez, que se encargó del caso hasta que fue sustituido por el judicial Lino Rivera, el asesinato se produjo allí mismo, pues en la mano cerrada de la víctima se encontró zacate, que era lo único que crecía en aquella zona. Según el forense, la muerte se debía a traumatismo craneoencefálico o a tres heridas punzocortantes en el tórax, sin poder dar una respuesta concluyente ya que el estado de putrefacción del cadáver no permitía hacerlo sin estudios patológicos posteriores. Dichos estudios fueron realizados por tres alumnos de medicina forense de la Universidad de Santa Teresa y sus conclusiones se perdieron tras ser archivadas. La víctima tenía entre quince y dieciséis años. Nunca fue identificada." (2004: 641). Al contrario que en Los detectives salvajes, en que el mito se construye a partir de una serie de poetas mexicanos de los años setenta, en "La parte de los crímenes", Bolaño del mito nos devuelve a lo concreto: a través de la repetición casi cacofónica durante más de 300 páginas de casos, Bolaño les devuelve la individualidad perdida a cada una de las víctimas de los feminicidios de Ciudad Juarez. La leyenda que comenzaba a forjarse alrededor de aquellas muertes que a fuerza de aparecer en los diarios desde 1993 se volvieron costumbre, amenazaba con desposeer de identidad y borrar la individualidad de cada una de aquellas mujeres. Para Bolaño, era necesario desmontar el mito, la leyenda, y que aquellas muertes volvieran a horrorizarnos, y para que eso ocurriera, Bolaño se sirvió de un registro lingüístico sin alma que repite hasta el asco cada uno de los detalles. De esta forma los asesinatos quedan reinscritos para siempre. De igual forma y utilizando un registro similar, en El almuerzo desnudo, el Dr. Benway hace un recuento pormenorizado en tono científico/farmacológico de los efectos de ciertas drogas en los interrogatorios a sospechosos en Annexia: "A falta de más información acerca del funcionamiento del cerebro, las drogas siguen siendo una herramienta esencial para el interrogador en su asalto a la identidad personal del sujeto [...] La escopolamina es a menudo efectiva a la hora

de anular la resistencia, pero afecta a la memoria: un agente podría estar preparado para revelar sus secretos pero incapaz de recordarlos [...] Con la Mescalina, la harmina, el LSD6, la bufotenina, y la muscarina se suelen conseguir resultados. La bulbocapnina induce un estado similar a la catatonia esquizofrénica, se han observado señales de obediencia automática" (2001: 23) Este pasaje es una clara alusión a las doctrinas sobre seguridad nacional que comenzaron a imponerse a partir de los años cincuenta en los EEUU, técnicas de terrorismo de estado que incluían todo tipo de torturas y desapariciones a todo sospechoso de actividad subversiva o antiamericana. América Latina vivió en sus carnes estas prácticas.

La idea del vacío es una constante en la literatura de Bolaño. En el cuento "El viejo de la montaña" de El secreto del mal, el narrador cuenta como se forja la amistad entre Ulises Lima y Arturo Belano y como un día en 1975:

"Belano dice que William Burroughs ha muerto y Lima, al escucharlo, palidece intensamente y dice que no puede ser, que Burroughs está vivo. Belano no insiste, dice que él cree que Burroughs está muerto pero que probablemente se equivoque. ¿Cuándo murió?, dice Lima. Hace poco, creo, dice Belano cada vez menos convencido, lo leí en alguna parte. En este punto de la historia se produce algo que podemos llamar silencio. O vacío. Un vacío en cualquier caso, muy breve, pero que en la percepción de Belano se prolonga misteriosamente hasta las postrimerías del siglo" (27) El vacío que deja la posibilidad de la muerte de Burroughs en Belano y Lima parece una constante en la creación de los personajes en Bolaño: Ante el vacío de lo que no es

representable, ante la soledad, sus personajes corren, buscan, se exilian, lloran, vomitan, se vuelven locos, o simplemente se quedan atónitos. Como William Lee en El almuerzo desnudo, el poeta García Madero vive en el ahora, el personaje se crea a medida que corre, que avanza. No hay tiempo para sutilezas psicológicas, el tiempo apremia, hay que seguir adelante. Bianca, huérfana, adolescente y prostituta, la protagonista de esa novela descarnada que es Una novelita Lumpen, define así su encuentro con la soledad:

"Animosos, he dicho, con buena disposición, aunque yo sabía que esa disposición era falsa, tan falsa como la mía, una disposición de apariencia alegre que escondía una sensación de vacío, de tristeza y desconsuelo ante nuestra propia reacción ante el vacío" (52). Bianca, después de haber perdido a sus padres, y como muchos personajes de Bolaño, vive en una especie de limbo, como una muerta en vida, sin poder agarrarse a nada ni a nadie. En un tono frío, suave, casi monocorde, en el que pareciera que nada ocurre, Bolaño construye una novela y a unos personajes desgarradores, de tal forma que la diferencia entre lo que ocurre y como se relata llama la atención precisamente sobre la angustia, la soledad más absoluta, el vacío.

De igual forma, Carl, uno de los protagonistas de El almuerzo desnudo, ante la inminente muerte de Joselito, dice: "Cuando sonreía, el miedo se esparcía en pequeños haces de luz, que acechaban enigmáticamente arriba en los rincones frescos de la habitación. ¿Y que podía yo decir sintiendo la muerte a mi alrededor, con esas imágenes rotas que aparecen antes del sueño ahí en mi mente?" (41)

Este pasaje resulta interesante en Burroughs no sólo porque refleja la angustia ante la muerte de un ser querido, lo cual no tendría nada de extraordinario, sino porque es de las pocas instancias en El almuerzo desnudo en que el lenguaje sobreactuado, frenético, da paso a este remanso donde aparece la metáfora como vehiculo canalizador de algo tan humano como el miedo a la muerte. Al romper con la línea general de la novela, Burroughs llama la atención sobre ese momento en particular que vive Carl, Es decir, haciendo lo más "natural" pero que en esa novela no lo es.

Otra idea recurrente en Bolaño y los Beatniks es el exilio, el exilio constante que exige el movimiento de la poesía. En la colección de artículos Entre Paréntesis, Bolaño hace referencia a Burroughs en relación a la idea de exilio: "Bartleby, que prefiere no irse, es un exiliado absoluto, un extraterrestre en el planeta Tierra. Melville, que siempre se estuvo yendo, no conoció —o no sufrió— la frialdad de la palabra exilio. Philip K. Dick, novelista de este siglo, supo reconocer como nadie las perturbaciones del exilio. William Burroughs encarnó cada una de esas perturbaciones" (pg. 50) Amalfitano, personaje de 2666, trasunto como Belano del propio Bolaño, y exiliado como Burroughs, trata de explicarlo así: "Estas ideas o estas sensaciones o estos desvaríos, por otra parte, tenían su lado satisfactorio. Convertía el dolor de los otros en la memoria de uno. Convertía el dolor, que es largo y natural y que siempre vence, en memoria particular, que es humana y breve y que siempre se escabulle. Convertía un relato bárbaro de injusticias y abusos, un ulular incoherente sin principio ni fin, en una historia bien estructurada, en donde siempre cabía la posibilidad de suicidarse. Convertía la fuga en libertad, incluso si la libertad sólo servía para seguir huyendo. Convertía el caos en orden, aunque fuera al precio de lo que comúnmente se conoce como cordura".

Para Roberto Bolaño y William S. Burroughs el lenguaje podía ser el gran enemigo y a la vez el mejor aliado, de ahí que siempre buscaran nuevas formas de acercarnos al sinsentido de la existencia. Tal vez pensando que podía ser una batalla perdida de antemano, pero que bien merecía la osadía de intentarlo. Porque tal vez el sentido se encuentre en el intento mismo de ordenación del caos, en mirar el abismo con los ojos bien abiertos, y no cerrarlos al caer.



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