“El agua no se mezquina”: movimiento indígena y políticas ambientales en el Alto Sinú

June 13, 2017 | Autor: Carolina Castañeda | Categoría: Social Movements, Politicas Publicas Ambientales, Represas, Embera, Urra Colombia
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Descripción

Revista Flora Capital No 11 ISNN 0124-583X

Gustavo Petro Urrego Alcalde Mayor de Bogotá Édgar Mauricio Garzón González Director Jardín Botánico José Celestino Mutis

Tania Elena Rodríguez Angarita Subdirectora Educativa y Cultural Claudia Alexandra Pinzón Subdirectora Científica Claudia Marcela Serrano Subdirectora Técnica y Operativa Hugo Alejandro Sáenz Hernández Jefe Oficina Asesora Jurídica Alexander Sáenz Sierra Jefe Oficina Asesora de Planeación

Jardín Botánico José Celestino Mutis Avenida calle 63 No 6-95 Tel. 4377060 ext. 234 [email protected] www.jbb.gov.co Bogotá D.C.

Contenido

Editora Juana Torres Betancourt Apoyo Editorial Leonardo Montenegro M. Diseño y diagramación Ilustraciones carátula Diego Rueda Comité Editorial Edgar Mauricio Garzón González Director Tania Elena Rodríguez Angarita Subdirectora Educativa y Cultural Claudia Alexandra Pinzón Subdirectora Científica Claudia Marcela Serrano Subdirectora Técnica y Operativa Colaboradores Ana María Cárdenas, Mg, Jardín Botánico Selnich Vivas Hurtado, PhD, Universidad de Antioquia María Cristina Sánchez, PhD (c), Universidad de La Salle Constanza Malavert Ch., Icontec Agradecimientos Fabio López Díaz Ana María Cárdenas Pilar Andrea Ortiz Héctor Neuta Luz Mery Avendaño

Se permite la reproducción total o parcial de esta obra, siempre y cuando se citen las fuentes y no se utilice con fines comerciales. Atribución-No comerical-Sin derivadas 2.5 Colombia. Creative Commons Impresión Editorial Gente Nueva

pág

Editorial

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Educación ambiental El Jardín Botánico José Celestino Mutis y el fortalecimiento del pensamiento científico docente

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Biodiversidad en la escuela desde el programa Reverdece la vida

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Educación y desarrollo de material educativo en la formación de campesinos para la conservación de especies vegetales nativas de Bogotá

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Problemáticas ambientales “El agua no se mezquina”: movimiento indígena y políticas ambientales en el Alto Sinú

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Un siglo de la política prohibicionista de las drogas

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El complejo paramuno de Santurbán: minería, agua potable y paisaje cultural

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Para una catástrofe ambiental sostenible

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Interculturalidad Derechos de la naturaleza. Punto de quiebre de la civilización moderna

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Entre lo salvaje, la identidad indígena y las diferencias culturales

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Los relatos de origen como estrategia pedagógica de la educación ambiental en el jardín botánico josé celestino mutis

183

Crónicas Sentados en oro

195

Humboldt y las manzanas podridas

205

Los relatos naturales del sur

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Criterios de presentación de artículos

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“El agua no se mezquina”: movimiento indígena y políticas ambientales en el Alto Sinú Ana Carolina Castañeda V.* Fecha de recibido: 18 de julio de 2011 Fecha de aceptado: 23 de septiembre de 2011

Resumen Este artículo presenta una versión de la movilización de las comunidades embera-katio asentadas en la parte alta del río Sinú desde 1990 a causa de la proyección y construcción de la represa Urrá I, como insumo para la hidroeléctrica del mismo nombre. Mediante la exposición de estas movilizaciones, se quiere mostrar cómo las políticas de desarrollo ancladas sobre el imaginario de la riqueza natural y biodiversidad del país, arrasan con la vida humana y su producción cultural, al someterlas a pensar únicamente en términos ambientalistas en beneficio de “todos”. Palabras clave: movimiento indígena, emberas, represas.

A continuación se reproduce una versión del mito de Jenené, o de origen del agua, principal elemento de lucha e identidad que encontró el pueblo embera para resistir la construcción de la represa de Urrá. Kimi Pernía Domicó insistió una y otra vez en la necesidad de recuperar la totalidad de este mito en medio de muchas charlas

* M.A. Estudios Culturales, Pontificia Unicersidad Javerina. Antropóloga, Universidad Nacional de Colombia. Profesora del Departamento de Antropología, Universidad Javeriana. E-mail: acarolc@ gmail.com.

Ana Carolina Castañeda V.

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1 Cabildos Mayores de río Sinú y río Verde ¿2001?

nocturnas con las diferentes comunidades hasta obtener un relato completo. Esta versión es un resumen que ofrece Simón Domicó, para la educación del pueblo embera.

saltó de las brasas y allí fue cuando el indio se dio cuenta que se trataba de Karagabí, que estaba jugando con él.

El origen del agua1

–“Ye voy a preguntar cuatro veces. ¿Me das el agua y el pescado que necesito para mi gente?”

Karagabí hizo al hombre y a la naturaleza, mas no hizo el agua. Karagabí recibió entonces, de manos de su padre, una varita con la cual hacia brotar gotas de agua de las rocas. Por aquel entonces, los indígenas acostumbraban a cargar unas totumas que Karagabí llenaba de agua. Así sucedían las cosas entre los Embera, hasta que apareció un indígena que nadie conocía pero que traía agua y pescado en grandes cantidades. La gente embera sorprendida se dirigió a Karagabí y le dijo: –“Usted, siendo nuestro padre y creador debe saber de dónde se saca tanta agua”. Karagabí ante la inminencia de una rebelión de su pueblo contestó: – “Voy a averiguar”. Karagabí se puso a pistiar al indígena desconocido y lo siguió hasta la montaña. El indio abrió una puerta en una roca inmensa, entonces Karagabí se convirtió en colibrí y se coló por la puerta antes que se cerrara. Una vez adentro, Karagabí descubrió una laguna inmensa, como nunca había visto en su vida. Esa laguna estaba llena de todos los peces que hoy en día conocemos. Como el indio sacó la vara para pescar, Karagabí, que quería seguirle la pista hasta el final, se convirtió en pez y mordió la carnada. El indio sacó, después de mucha lucha, al pez del agua y comenzó a golpearlo. El pescado no moría y el indio déle que déle en la cabeza. Por fin se quedó quieto y se lo llevó para la casa para ahumarlo. Cuando el pescado sintió el calor

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Al otro día, cuando Karagabí fue a la montaña, no pudo encontrar la roca grande. Entonces decidió braviarle al indio y le dijo:

Y el indio dijo cuatro veces que no. Y entonces Karagabí le dijo: – “¿Por qué mezquinas el agua, no ves que es un bien que hay que compartirlo con todos? Te voy a dar una última oportunidad. Y el indio contestó de nuevo que no. Entonces Karagabí lo agarró por el pecho y le dijo: – “Indio mezquino, tú serás un Jenzerá (hormiga) Es por eso que desde entonces las hormigas tienen que cargar las gotas de agua en el pico. El pueblo Embera quedó contento con esta decisión y todo el mundo subió con Karagabí a buscar la laguna. Cuando llegaron a lo más alto de la montaña, no encontraron nada; todo se había convertido en una selva espesa. Allí donde estaba la roca grande, se hallaba en su lugar un Jenené (árbol grande) inmenso que llegaba hasta las nubes y oscurecía todo. Allí fue cuando Karagabí se dio cuenta que Jenzerá tenía mucho poder y le estaba jugando una mala pasada, convirtiendo la laguna en un Jenené. Karagabí reunió a toda su gente y preguntó: –”¿Qué podemos hacer para tumbar el Jenené? –”No sabemos, no podemos decidir”, contestaron ellos. Entonces Karagabí mandó a hacer unas hachas de piedra y llamó a todos los hombres. Y comenzaron a darle al palo pero las hachas rebotaban y se quebraban. Entonces Karagabí mandó hacer unas hachas más finas, como de metal. Así lograron abrir un poco el corte al árbol (eso que estuvieron

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trabajando todo el día). Ya entrada la noche, Karagabí suspendió el trabajo para continuarlo al día siguiente. Pero al otro día, encontraron que el árbol estaba sano y el corte que habían abierto se había cerrado. Así sucedió durante varios días. Karagabí, entonces, ordenó montar guardia y se dieron cuenta que Bocorró (sapo) le avisaba a Jenzerá de lo que estaban haciendo Karagabí y su gente. Karagabí se puso furioso y aplastó al sapo con el pie. Es por eso que el sapo que, antes tenía piernas largas y derechas, hoy anda aplastado y tiene que brincar así de raro. En vista de todo esto, Karagabí escogió a los hombres más fuertes de su pueblo y decidió trabajar todo el día y montar guardia durante la noche, para que Jenzerá no pudiera tapar el corte de nuevo. Así trabajaron cerca de un mes. Pero Jenzerá ,que era muy astuto, se subió por el árbol y le puso una varilla de metal gruesa al corazón del Jenené para que no se cayera. Al ver Karagabí que las hachas rebotaban y se quebraban contra el corazón del árbol, mandó hacer un hacha inmensa y mucho más fuerte, de un metal nunca antes conocido. Y allí sí fue, el árbol comenzó a ladearse, pero no pudo caer porque quedó en la cima agarrado de otros árboles por un bejuco inmenso. Karagabí llamó a la familia de los micos (antes todos eran gente embera). Primero llamaron a Zsrua (el mico cotudo o berriador); éste sólo pudo subir un pedazo y se devolvió. Entonces Karagabí sentenció: – “Ustedes serán siempre así: perezosos”. Después llamó a Yerre (mico negro). Este subió pero no pudo llegar hasta la cima pues se entretuvo mucho en el camino. Entonces Karagabí sentenció: – “Ustedes serán siempre así: juguetones y distraídos”. Luego le tocó el turno a Mizsurrá (Machín o mico cariblanco). Pero a éste le dio miedo. Entonces Karagabí sentenció: – “Ustedes serán siempre así: miedosos” . Llamó entonces a U’nra (la marteja). Pero tampoco pudo. En fin, muchos animales de la familia de los micos hicieron en vano el intento. Sólo cuando le

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tocó probar a la ardilla, ésta si pudo cortar el bejuco y pudo salvarse porque pegó un brinco muy grande. Pero el árbol no cayó, quedó agarrado de otro bejuco. Ya molesto con tanto contratiempo, Karagabí mandó llamar a Chidima (mico piel rojiza), pero éste puso la condición de que tenía que tirar una fruta desde lo alto del árbol y llegar primero que ella al suelo y repetirlo por cuatro veces antes de cortar el bejuco, pues no quería correr ningún riesgo. Una vez realizadas las cuatro pruebas con éxito, Chidima pidió un machete de 25 kilos para cortar el bejuco. Ya en lo alto del árbol gritó que todo mundo debía retirarse a lo más alto de la montaña. Cuando todos estuvieron a salvo, Karagabí se subió a Kugurú (montaña donde nace el río Sinú, conocida por los blancos como Murrucucú). Cuando el árbol comenzó a caer, se despejó el cielo y se oyó un estruendo tremendo. El agua comenzó a brotar del árbol por todas partes. Las ramas de los árboles cayeron sobre la montaña y el tronco y la raíz cayeron formando el mar. Así se hizo el río Doquerado (río Sinú). Las ramas más gruesas son el río Kaniyidó (río Esmeralda), el río Iwagado (río verde), la quebrada Bacurú ya cupanundó (quebrada Cruz Grande), y el río Anazasadó (río San Jorge). Estos cinco ríos son los que atraviesan y dan vida al territorio ancestral Embera. Las ramas más pequeñas se convirtieron en sus quebradas. El árbol tenía unas flores muy grandes y redondas cargadas de agua. Al caer el Jenené, estas flores se abrieron formando grandes Evazozoabañia (ciénagas.) Como la grande de Lorica, la de Betancí, la de Ayapel, la de Galilea y otras de menor tamaño. Karagabí maravillado por este espectáculo sentenció: “Esto ha sido fruto del esfuerzo y sacrificio de todos y debe conservarse así para siempre”. Entonces Karagabí escogió a los hombres más firmes de la comunidad y los convirtió en Zhaberara (los guardianes de las ciénagas). Estos hombres jamás podrán abandonar las ciénagas. Su misión es cuidarlas para el beneficio de todos. Así fue que llegó el agua a todas partes y se llenaron ríos y ciénagas de peces.

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El Do Wâbura, Adiós al río –una breve historia– En 1994, la sociedad cordobesa fue testigo de primera línea de un hecho inédito. Una larga cadena de balsas atestadas de familias emberas surcó el cauce del río Sinú desde lo alto de su cuenca en las estribaciones del nudo de Paramillo, hasta casi su desembocadura en el municipio de Santa Cruz de Lorica, pasando, obviamente, por la clasista ciudad de Montería, capital departamental. Esta sería la última vez que embarcación alguna recorrería la totalidad del curso natural del río.

Corelca-CIUC (Centro de Investigaciones Universidad de Córdoba), estudio Etnosocial de la zona del embalse de Urrá I y recomendaciones para el reasentamiento de la población desplazable. Montería, 1985-1991. 3 Las palabras en cursiva hacen parte de las declaraciones de los directivos de Urrá ante los medios de comunicación. 2

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El Do wâbura, como fue llamada la movilización por los propios emberas, y que, en términos literales, puede traducirse al español como adiós río, fue en efecto la forma embera de despedirse del río. Mas la acción perseguía también una dimensión política: demostrar a la región, al país y al mundo que en lo alto de la cuenca se asentaba un número significativo de indígenas emberá Katío que venían siendo negativamente afectados por la construcción de la represa de Urrá en su territorio y no una insignificante cantidad de familias seminómadas, como lo afirmara la Universidad de Córdoba en el estudio de impacto socio ambiental2, y a la vez manifestar públicamente el rechazo a la construcción de la represa Urrá. Fueron más de setecientos miembros del pueblo Embera Katío del Alto Sinú que ante las graves amenazas que representaba la construcción de la represa de Urrá para su salubridad, alimentación, sistema de representación, e incluso para su supervivencia física, social y culturalmente diferente, habían optado por movilizarse fluvialmente para mostrarle al país y, sobre todo, a una sociedad local y regional y al Estado que contrario a la argumentación sostenida por Urrá, el pueblo Embera no era un reducto de salvajes, interesados en aprovechar su condición para acceder a fuertes sumas de dinero3.

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El Do wâbura estuvo acompañado y coordinado por la Organización Nacional Indígena y liderado por el embera katío Kimi Pernía Domicó4 y se convirtió en el referente identitario de una nueva forma de ser embera: la lucha contra la represa, que se manifestaría con otras acciones colectivas, como marchas por carreteras nacionales, toma pacífica de embajadas, toma de las oficinas del ministerio del medio ambiente en Bogotá, tomas de las oficinas de Urrá en Montería. Así nació la primera forma orgánica moderna embera de Córdoba. Una estructura jerarquizada de poder centralizado, acompañado de un grupo de asesores profesionales en su mayoría no indígenas, cuya principal función era la representación política del pueblo ante el estado, esto es, la vocería para las negociaciones, reclamaciones y denuncias ante diversas instituciones del estado. La unidad de la naciente organización no duró mucho, pues pronto, por el desarrollo de las disputas internas, la duda embera por la legitimidad de los asesores externos, los intereses particulares de los líderes, las presiones de Urrá, de los grupos armados y la acción directa o encubierta del estado entró en un proceso de fragmentación que aun hoy no se detiene (de un cabildo inicial en 1996, a la fecha existen más de quince cabildos como resultado de sucesivas divisiones en 2007), como tampoco se detiene hoy la recurrencia casi forzada de los embera a las acciones colectivas como única vía para lograr entablar diálogos con el estado, ante la insuficiente fuerza de la Constitución y de los medios jurídicos (independientemente de sus resultados).

4 Kimi Pernía Domicó fue secuestrado y desaparecido luego de variadas y fuertes amenazas. El hecho tuvo lugar en las afueras de la oficina del cabildo en la cabecera municipal de Tierralta a media cuadra de la Fiscalía local, el 2 junio de 2001, a plena luz del día, al llegar de una gira de denuncias sobre los daños que ocasionaría la construcción de la represa Urrá para su pueblo, en Canadá. A la fecha todos los expedientes del proceso se hayan igualmente desaparecidos de la fiscalía, y actualmente adelanta labores de re-recolección de información. Pese a que el mismo gobierno colombiano a través del ministerio del interior y de justicia ha colocado el caso de Kimi Pernía Domicó como una de las más sensibles desapariciones de líderes políticos y sociales y a que todos los indicios señalan a las Autodefensas Unidas de Colombia como responsables del hecho. En diciembre de 2006 Mancuso, líder paramilimitar, confesó en una audiencia de versión libre dentro del proceso de desmovilización, que Carlos Castaño había ordenado la desaparición y muerte de Kimi Pernía, pero que desconoce el lugar en que se abandonó el cadáver.

Optar por la organización en cabildos no produjo de inmediato una interlocución con el gobierno nacional, ni regional. Al contrario, a pesar de la forma, la alcaldía de Tierralta y la gobernación de Córdoba desconocieron la legalidad y legitimidad del recién establecido gobierno, que reposaba no en el pueblo, sino en la inscripción en el Ministerio del Interior. Por tanto, la lucha del movimiento tomó dos caracteres fuertes: las acciones colectivas y las acciones legales. Sin las primeras, las segundas no tenían efecto. Al hacerlo, los adversarios gubernamentales

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y estatales se dividieron obligando a los embera a entablar diálogos fragmentarios con diferentes interlocuciones: con el poder judicial, con los poderes regionales, con el Ministerio del Medio Ambiente, con el Ministerio de Minas, con el Ministerio del Interior, con la Empresa Urrá. Cada uno con un proyecto diferente. El Cabildo estableció Acciones de Tutela por la violación al derecho a la Consulta Previa (proceso obligatorio en proyectos de desarrollo en territorios habitados por indígenas), que los tribunales locales y regionales rechazaron, invalidaron o denegaron en varias ocasiones. Ante las negativas, finalmente el caso pasó a la Corte Constitucional, quien delegó el estudio al entonces magistrado Carlos Gaviria. El argumento central en la negativa a las tutelas era que este mecanismo estaba implementado para sujetos políticos individuales, personas, no colectivos. Así, el primer trabajo de la Corte fue validar la petición en términos de considerar al colectivo embera como un único sujeto político –el pueblo embera–. Visto así, los derechos sociales políticos y colectivos también eran susceptibles de ser protegidos por la tutela, en el caso de los pueblos indígenas (Las tutelas tienen fuerza de ley ya que son entendidas como dictámenes jurisprudenciales; en el caso embera, la tutela perdió su carácter individual). El movimiento embera instauró la tutela con dos objetivos principales uno, legitimar el gobierno embera lo que a la fecha significaba concederles presencia política, pero sobre todo frenar la persecución violenta que los gobiernos local y departamental ejercían sobre los líderes. Y dos, reversar la construcción de la represa Urrá, toda vez que, para la emisión de la Licencia Ambiental que obligaba la ley, no se había realizado la Consulta Previa con el pueblo embera, lo que la convertía en ilegal, a los ojos del movimiento. Finalmente, la Corte Constitucional emitió la Sentencia de Tutela 652 de 1998, pero el fallo no reversó la represa, únicamente estableció unas pautas de mitigación y reparación “a favor del pueblo indígena”. Las medidas incluyeron: el reconocimiento del gobierno embera, la titulación del resguardo para la totalidad del pueblo, protección de la salud de la población en cabeza del gobierno nacional, establecimiento de un plan de mitigación en manos del Ministerio del Medio Ambiente, carga presupuestal del plan de mitigación a Urrá S.A. E.S.P., pero sobre todo, dictaminó que, ante la imposibilidad de garantizar las condiciones para la vida económica pesquera, se asegurará la transición de ésta hacia una economía agraria capitalista, “hacia la economía de mercado”, como medio para evitar la

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desaparición física del pueblo por la falta de alimentos. La idea básica del plan de mitigación consiste en que el pueblo embera remplace, a través de proyectos agropecuarios, su dieta basada en el consumo del pescado por una fundamentada en la crianza de cerdos, gallinas y otras especies menores, ya que la represa extinguió gran variedad de peces, especialmente de aquellas especies que, como el bocachico, necesitan remontar el río para su desove, a lo largo de toda la cuenca del río Sinú, y en mayor medida en la cuenca alta donde habitan los embera. No obstante, ni los miles de pesos invertidos en proyectos productivos, ni los agrónomos, ni los antropólogos, ni las autoridades del cabildo han logrado que los embera, hombres y mujeres, se tomen en serio las prácticas agrícolas o pecuarias. Igualmente, la Corte previó que esta transición requería un tiempo, de al menos veinte años, por lo cual impuso a Urrá el pago de una indemnización mensual durante ese tiempo a cada uno de los individuos emberas. Es decir, no se logró frenar la construcción de la represa, pero, a cambio, la Sentencia estableció una larga cadena de responsabilidades político administrativas al Cabildo en una serie de acuerdos, reglas y convenios con las diferentes instancias opositoras. Sin duda, la que más relevancia tomó fue la relación con el Ministerio del Medio Ambiente, toda vez que la conversación quedó reducida a los términos técnico ecológicos de impacto y mitigación ambiental. Así, pronto los derroteros de la lucha fueron trasladados de un enfrentamiento anticapitalista a una suerte de proteccionismo ambiental sustentado en una etnicidad institucional ambientalista. De otra parte, la frecuente violación de los derechos humanos de los emberas, en especial hacia la vida y la actividad política parecieron resueltos con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, pero en la vida cotidiana, las prácticas políticas del Presidente, los ministerios, la alcaldía, la gobernación, el Icbf, Urrá y la presidencia de la República, así como de las Auc y las Farc, entre otros, indicaban que el problema no se habían resulto, lo que forzó nuevas acciones colectivas y nuevas instancias jurídicas, como la Corte Penal Internacional. Actualmente, la agenda del Cabildo está ordenada por los diferentes requerimientos de cada una de estas instituciones o por los vaivenes del conflicto armado. Esta densidad de compromisos, impide al movimiento trazar nuevos derroteros y al Cabildo ejercer como gobierno (acción que los habitantes del resguardo reclaman y esperan, pero que los gobernantes

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embera consideran indigna frente a la envergadura de enfrentar al gobierno central del país). Por su parte, la empresa Urrá reta constantemente al Cabildo por lo que ellos califican como la falta de resultados en los proyectos productivos y, a su vez, el pueblo embera, las comunidades, ante la cada vez más notoria imposibilidad de garantizar una dieta satisfactoria, retan al cabildo porque siguen sin pescado. ¿Cuál es entonces la reparación que buscan las comunidades emberas? ¿Será en efecto este problema fácilmente reducible a aducir que están buscando más recursos económicos que desean insertarse en la lógica estatal? O peor aun, ¿será posible, mediante la inserción al estado, resolver sus problemas a costa de una serie infinita de renuncias? No a Urrá, más que una defensa del ambiente Al finalizar el Do wâbura, los manifestantes realizaron una toma pacífica de la ciudad de Lorica para convocar una reunión con el gobierno central. Más allá del fallido diálogo con el gobierno, este evento se convertiría en una acción política sin precedentes. Era uno de esos actos representativos que conmovieron a los colombianos en los primeros años de la década de los noventa, cuando iniciaba todo un proceso de visibilización de los indígenas y de resignificación de lo que implicaba ser indígena en un país “mestizo” como Colombia. Gracias a este evento, los embera iniciaron un movimiento respaldado por gentes de diferentes partes de mundo que acompañaban y luchaban por los derechos de los pueblos indígenas y del medio ambiente. Esta combinación de respaldo al derecho a la diferencia y protección del ambiente son a la vez el aliado y el obstáculo del movimiento. Se podría sostener que para los embera los objetivos de rechazar la represa y demostrar su verdadera existencia, eran igualmente importantes. No obstante, este artículo, se detiene principalmente en el rechazo a la represa. Aunque se suele leer la lucha embera contra la represa como una acción política significativa, en tanto denunciaba atropellos en la ejecución de obras de infraestructura, el descalabro ambiental de la cuenca, la oposición a proyectos de desarrollo capitalistas y la violación de derechos, se podría considerar que demostrar al mundo la propia existencia es, en sí mismo, un objetivo político indispensable. Recordemos que la construcción de la represa coincide temporalmente con la promulgación de nueva Constitución Política de Colombia, en la

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que se declaró el carácter pluriétnico y multicultural de la nación, de tal suerte que no tendría sentido conceder el derecho a la diferencia cultural sin sujetos portadores de dicha especificidad cultural. El Do wâbura preguntaba de qué servía el derecho a ser diferente, sino se garantizaba el derecho a existir. Así, mostrar a los habitantes no indígenas de Córdoba y del país que existían, con la diferencia que significaba navegar el río en balsas, en familia, con alimentos al hombro y en una vida sobre el agua, era lo que significaba la diferencia, de alguna manera, la marcha por río preguntaba ¿seguro aceptan y conceden el derecho a ser diferentes? Desde la década de 1950, los gobiernos nacionales de Colombia habían proyectado la construcción de diferentes hidroeléctricas en varias regiones del país que sirvieran de futuras fuentes de energía eléctrica. Estas iniciativas incluían la construcción de las represas Urrá I y II, aprovechando el caudal de la cuenca del río Sinú en el departamento de Córdoba. La proyección de los años cincuenta fue retomada por Belisario Betancur, a mediados de la década de los ochenta, y ejecutada por Gaviria (1990-1994) y Samper (1994 -1998) mediante el Plan de Expansión Eléctrica de la Costa Caribe a cargo de la empresa estatal Corelca (Corporación Eléctrica del Caribe). La ubicación del embalse se determinó por las condiciones geográficas de un sitio denominado la Angostura de Urrá, zona que sería fácil cercar e inundar. Estos terrenos hacían parte del Parque Natural Nacional de Paramillo, creado por el Inderena en 1974, después de que, en 1973, el Incora se negara a una petición de las mismas comunidades embera-katío para la titulación de esas tierras como resguardo. Desde que se contrataron los primeros estudios socioambientales, el proyecto se presentó como de inversión extranjera con una alta participación de Rusia y Canadá, y con la finalidad de generar energía para la venta interconectada. Es decir, no se presentaba como una solución a los problemas energéticos regionales –los mismos que nunca se pusieron sobre la mesa–, sino como una estrategia de inversión. El inicio de los estudios ambientales y las primeras obras de desvío del río y la construcción de la represa coincidieron con la implantación de las políticas neoliberales de César Gaviria. Cuando en 1990, se iniciaban las obras, también se adelantaban las primeras ventas de las empresas públicas de energía eléctrica a capitales privados extranjeros. Con el nuevo modelo energético de electricidad privatizado (por ejemplo, la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá se vendió a la multinacional española Codensa), las funciones de generación de energía eléctrica, distribución de la energía eléctrica

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(interconexión) y la venta domiciliaria de energía eléctrica se separaron en diferentes empresas, algunas totalmente privadas y otras mixtas. Al mismo tiempo, se iniciaron diferentes proyectos energéticos para un nuevo modelo de explotación de petróleo, gas, carbón y biocombustibles. Esta modificación hizo que Corelca dejara de ser la dueña del proyecto Urrá y éste se independizara. Urrá sería una empresa de generación, la electrificación estaría a cargo de ISA y la venta de la energía se haría en la bolsa de valores para que las empresas municipales y Corelca la compraran e hicieran las conexiones domiciliarias y revendieran la energía eléctrica a los ciudadanos. Así pues, Urrá surgió de la mano de condiciones específicas que incluían diferentes intereses: ¿por qué estarían interesados los inversionistas de Rusia y Canadá en una pequeña represa (Urrá I produce 640 MW) generadora de energía? La apertura económica no sólo incluía la entrada al mercado libre de servicios, también la apuesta por participar en macroproyectos de inversión continentales. Aunque se ha acostumbrado a ver a Urrá como un caso aislado de impacto ambiental, vale la pena revisar su contexto concreto: la generación de energía en una región que algunos denominaban por aquella época como “la mejor esquina de Sur América”. Urrá no fue una iniciativa aislada, por el contrario, a su lado surgían otras, no muy lejos de allí. Se daba trámite al complejo hidroeléctrico Porce (I, II y III, y ya, en junio de 2008, se concedió la construcción de Porce IV), y a una suerte de micro-represas en toda Antioquia (ocho aparte de Porce). Este conglomerado de represas se replicaba y aún se replica, de manera similar, al otro lado de la frontera con Panamá, conformando un gran anillo de micro-represas en todo el Tapón del Darién. ¿Y para qué tanta energía? Se podría sostener que la respuesta no es otra que el Plan Puebla Panamá, más concretamente su proyecto energético de generación e interconexión con vías a la “exportación” de energía a Estados Unidos, ahora renombrada como Iniciativa Mesoamericana Energética. Aunque oficialmente Colombia no hacía parte del Plan Puebla-Panamá, en la década de los noventa, venía tramitando su ingreso, hasta lograrlo en octubre de 2006. Así, pues, Urrá era un megaproyecto de proyección hacia el capital transnacional, no sólo por la participación de inversionistas extranjeros, sino por la manera en que el país asume su lugar en la economía mundial como productor de combustibles mediante la extracción de recursos naturales.

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Vandana Shiva (2004) ha señalado que el proceso de construcción de represas en el mundo desató la denominada “guerra del agua”, que puede ser caracterizada por la conjunción de privatización, violencia, control estatal y desplazamientos masivos de personas. Esta posición coincide con la de una organización mesoamericana que ha empezado a gestarse en contra del Plan Puebla-Panamá y que aglutina a comunidades indígenas y campesinas de la mayoría de países centroamericanos, quienes en 2008 se pronunciaron mediante la declaración de Chalatenango, en estos términos: Continuar el proceso de fortalecimiento y extensión del Movimiento Mesoamericano de Resistencia contra la Construcción de Represas, y por la defensa de los afectados y amenazados por la imposición de los siguientes proyectos: El Cimarrón, El Chaparral, Sensunapán, en El Salvador, y El Tigre, binacional, entre El Salvador y Honduras; Pacuare, Saavegre y Boruca, en Costa Rica; Bonyic, Chan 75, 140 y 120, Tabasará, Caisán, en Panamá; Copalar, Tumarín y Mojolca, en Nicaragua; Patuca II y III, río Zambo Crek, en Honduras; Chixoy y Xalalá, en Guatemala; La Parota, Arcediano, La Yesca, Paso de la Reina y Jalapa del Marqués, en México; Urrá I y II, la desviación del río Guarinó y río Ovejas, represa el Cercado y Besotes, en Colombia” (http:// www.ecoportal.net/content/view/full/71283).

Y es que más allá de los comprobados daños ambientales, las represas para hidroeléctricas son vistas por los gobiernos de los países del Tercer Mundo como una –y prácticamente la única– fuente rentable de ingresos por la venta de la energía generada, auspiciada por la banca multilateral dispuesta a ofrecer créditos para la construcción de presas y la instalación de interconexión internacional. Esta vitalidad del capital se ve reforzada por la buena voluntad estatal de garantizar la construcción, conteniendo las resistencias mediante el uso de su fuerza pública. Shiva (2004) va más allá y demuestra cómo buena parte de las represas de los Estados Unidos fueron construidas por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos y, en la actualidad, las empresas privadas, dueñas de las concesiones, pagan bien al Estado, bien a entes paraestatales por el mantenimiento del orden público que garantice la seguridad para el mantenimiento y producción de las hidroeléctricas. De allí que los problemas políticos y sociales asociados a las represas cobren una importancia igualmente fuerte a la ambiental, y parezca indisociable la relación violencia y presas: Las gentes se resisten ferozmente a ser expulsadas de sus hogares y a perder su fuente de sustento. Lamentablemente, los movimientos que luchan contra los embalses en el Tercer Mundo se están teniendo que enfrentar a nuevas

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formas de violencia por parte de unos gobiernos que han asumido el papel de socios de las grandes compañías transnacionales. La Comisión Mundial para los Embalses denuncia que, durante la construcción de la presa de Kariba, en África, la resistencia del pueblo Tonga fue reprimida duramente por el gobierno, provocando ocho muertos y treinta heridos (Shiva, 2004, p. 84).

El Plan Energético Nacional (PEN) 2006-2020 tiene dentro de sus metas incrementar de 13,398 a 16,017 MW la capacidad de generación del país, para lo cual ha perfilado tres principios básicos, que son el redireccionamiento de la política de los noventa, la que sólo contemplaba la privatización de la generación: 1) fortalecimiento de la seguridad energética; 2) promoción del uso eficiente de la canasta energética, y 3) consolidación de la integración regional. Estos principios requieren de estrategias y acciones concretas, especialmente en la generación y la interconexión eléctrica: [...] desarrollar una infraestructura de transporte que permita la interconexión eléctrica de Colombia, los países andinos y centroamericanos, armonización de los marcos regulatorios en la región, en especial con Panamá, consolidación del marco regulatorio del cargo por confiabilidad y ejecución de las subastas de energía en firme, incentivar el desarrollo de proyectos de co-generación y autogeneración (UPME, 2007, pp. 135-136).

De allí que los proyectos de desarrollo energético en la región se tengan que asociar a otro tipo de iniciativas. También en los noventa, otro proyecto de desarrollo estaba en marcha en la zona: el proyecto paramilitar. Las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) se consolidaron como la única organización paramilitar del país en la misma década de los noventa, y establecieron como centro de actividades el triángulo San José de ApartadóSan Pedro de Urabá (Antioquia)-Tierralta-Valencia (Córdoba), cercando al Nudo de Paramillo y flanqueando al Urabá y a una parte considerable del Tapón del Darién, del lado panameño, como lo han denunciado las comunidades Cuna-Tule. Vale la pena recordar que las cifras de violencia por el conflicto armado se incrementaron considerablemente, en la década de los noventa, en los departamentos de Córdoba y Antioquia, justamente al mismo tiempo en que se desarrollaba la construcción, puesta en marcha de la represa –y que si bien las víctimas parecían ciudadanos del común, muchos líderes indígenas embera fueron violentados por oponerse a la represas de Urrá I.

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Kimi Pernía y los 105 impactos Los embera mostraron que el estudio ambiental previo realizado por la Universidad del Córdoba para Corelca no contempló plenamente lo que significaba la vida digna para los embera. Luego de varias mesas fallidas de negociación de los embera con representantes de la empresa Urrá y representantes de diferentes sectores gubernamentales, los embera con asesoría de la Organización Nacional Indígena de Colombia presentaron un documento que enumera un total de ciento cinco impactos sociales y ambientales, cien de ellos negativos para garantizar la vida de cada uno de los embera. Según la lógica estatal, estos impactos en tanto se consideran dentro del marco del estudio ambiental, debían ser discutidos con las autoridades ambientales, en este caso el Ministerio del Medio Ambiente, pero de los 105 impactos previstos por los Cabildos Mayores de Río Sinú y Río Verde, 58 hacen referencia directa a impactos sociales, culturales y político-organizativos que, al igual que los impactos ambientales, no tienen solución. En términos técnicos, estos efectos únicamente pueden ser mitigados, es decir, sobrellevados hasta hacer un tránsito definitivo hacia otra forma de vida. Los embera tienen claro que ninguno de los impactos tiene reversa, y menos aún que ese ministerio u otros puedan participar o tengan la voluntad de participar en la búsqueda e implementación de soluciones. El más conocido de los impactos ambientales es la imposibilidad de reproducción de especies piscícolas como el bocachico, que constituía la principal fuente de alimento para los embera. De nuevo, en términos ambientales, esto significa eliminación de la fuente de proteína de la dieta diaria promedio, que, a corto y mediano plazo, puede ser leída, también en términos técnicos, como malnutrición y sus consecuentes problemas sociales. Pero agua y bocachico son más que recursos para los embera. Falta de bocachico significa resquebrajamiento de las relaciones de género familiares, significa la búsqueda obligada de nuevos caminos de masculinización que no incluyan las habilidades para la pesca, y la no pesca significa nuevas relaciones con el río, ahora únicamente como vía de comunicación. En palabras de Kimi Pernía:

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Cuando aprobaron la obra, tuvieron que decir que era multi-propósito, porque la sola generación de energía es muy poquita. ¿Cuáles eran los otros propósitos? Dizque controlar las inundaciones. Pero el presidente de Urrá reconoció en una revista de Montería, que se llama Impacto, que la represa no iba a controlar todas las inundaciones, sino las menos graves. ¿Entonces para qué era la obra?. El propósito de la represa era secar los humedales y las ciénagas, para que el Incora se las titulara a los terratenientes de Córdoba, que todos saben quiénes son y cómo actúan. La Corte Constitucional ordenó al Incora parar esas titulaciones ilegales y a los alcaldes hacer los trámites para devolver esas tierras a la nación. Y también era para que la clase política de Córdoba convirtiera la empresa en un negocio clientelista. No es cierto que sea una obra que trae beneficio: Nosotros identificamos 105 impactos provocados por el proyecto; solo cinco de ellos son positivos. Los impactos más importantes del proyecto son: t

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Descomposición de más de 7.000 hectáreas de plantas. Dijeron que eso no era importante, pero ahora en Tierralta hay una nube de mosquitos en todas partes. Alteración gravísima de importantes ecosistemas: páramo, selva húmeda, humedales y estuario. Dijeron que eso no era tan grave, pero como han dicho los pescadores, ya el agua para las ciénagas se acabó y los pescados se están asfixiando.

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Acabó con el pescado que subía al Alto Sinú y le dañó la puesta de los huevos al Bocachico. Le dañó la Economía de los pescadores del Bajo Sinú.

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Nos trajo la división interna, que hoy nos cuesta vidas, pérdida de la cultura.

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Atrajo el conflicto armado.

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Nos dañó el transporte por el río.

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Penetración de la cuña Salina en el Estuario. Va a inundar a 130 personas y obliga al desplazamiento de 280 personas.

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Se van a inundar las tierras más fértiles del territorio del pueblo Êbêra, y los cementerios y sitios sagrados (Jaidéra) (Pernía, 1999).

La discusión que planteó una y otra vez Kimi Pernía no puede reducirse a una búsqueda de derechos democráticos para el pueblo embera o una defensa desmedida de los derechos de la tierra. Al contrario, aunque indispensables, los derechos democráticos son insuficientes y a veces contradictorios con la lógica que hay detrás de las palabras de Kimi Pernía y todos los embera, por ejemplo de las mujeres. De la misma manera, no es una defensa ambientalista, los embera, al igual que muchos indígenas en el mundo han sido involucrados en la lógica ambientalista, pero esto impide la existencia de pensamientos otros, los embera no tienen, ni necesitan conciencia ambiental, la razón fundamental para que el Estado colombiano pueda disfrutar de la abundancia hídrica de la cuenca del río Sinú, obedece a que los embera no entienden a la naturaleza fuera de la experiencia de lo humano y, por tanto, no pueden leerla como fuente de recursos. Las políticas ambientalistas convierten a los indígenas en simples “protectores” de los recursos naturales, al impedir que fluyan las relaciones con el agua o con el río o el pescado. Porque la lógica embera de relación con la naturaleza no es simplemente un problema de racionalización de los recursos naturales, al contrario, en esa racionalización cobra sentido que todo un pueblo se movilice y que las lógicas de la guerra se esfuercen en frenar esa movilización. Conclusión Este artículo ha explorado el movimiento emprendido por los emberakatío del Alto Sinú, frente a la construcción y puesta en funcionamiento del megaproyecto Urrá I. De esta manera, se quiere mostrar que el movimiento encarna más que una resistencia al capital, y, a la vez, va a más allá de las acciones de reconocimiento que se le atribuyen a los movimientos indígenas. Por el contrario, los embera construyeron una política cultural identitaria acogiendo los términos que el Estado ofrecía, mediante la recién promulgada Constitución Política, pero desde prácticas políticas alternas y definiendo una cultura política no necesariamente moderna (Escobar, Álvarez y Dagnino, 2001), como anota Dagnino, la cultura política que exhiben los movimientos sociales latinoamericanos sobre todo definen formas alternativas de democracia, en tanto identifican la ciudadanía como el derecho a tener derechos, y esto, puede afirmarse, particularmente para los movimientos identitarios de carácter étnico-racial, en tanto que sus políticas culturales pretenden llenar de contenido el derecho a la diferencia sin abandonar los derechos a la igualdad (Dagnino, 2001).

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La política cultural propuesta por los embera no fue un proceso calculado, planeado o definido con anterioridad; sino que se dio en el desarrollo mismo de los eventos; de hecho, el movimiento, que enfrentaba unas políticas concretas del capitalismo respecto al desarrollo, no se concibió desde la misma lectura por todos sus actores; confluyeron intereses ecológicos, anticapitalistas, por los derechos de los pueblos, pero todo fue montado sobre la construcción identitaria de la etnicidad embera. Así, pues, aunque reclamando los efectos sociales que la represa causaría a las familias, denunciando los problemas de violaciones de derechos humanos que emanaban del conflicto armado o solicitando derechos sociales como salud, educación y alimentación, los embera debieron definirse étnicamente en los términos en que tal categoría es entendida por las organizaciones indígenas nacionales e internacionales, los organismos multilaterales, el Estado y diferentes sectores sociales de la región de Córdoba y del país, y lo que ellos mismo entendían, deseaban o desechaban. El proceso de etnización y la resistencia a la represa o, al contrario, la resistencia a la represa junto con el proceso de etnización requirieron acoger una agenda política no siempre clara. Entre otras cosas, fue necesario pensar en una organización, diseñar unas formas de gobierno, garantizar el derecho al territorio, diseñar estrategias de visibilización, representación, cambio, acompañamiento y presión, y a la vez, investigar, conocer y formarse en temas de legislación indígena, ambiental, y conocer todo sobre Urrá. Igualmente entender la dimensión de los daños ambientales, de salud y otros, como la monetarización. Una política que tendrá que reorientarse en este momento en que es inminente la construcción de la represa Urrá II. Bibliografía Cabildos Mayores de Río Sinú y Río Verde. (2001). El origen del agua. Manuscrito

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Corelca-Centro de Investigaciones Universidad de Córdoba (1991). Estudio etnosocial de la zona del embalse de Urrá I y recomendaciones para reasentamiento de población desplazable. Montería Dagnino, E. (2001). Cultura, ciudadanía y democracia: los discursos y prácticas cambiantes de la izquierda latinoamericana. En A. Escobar, S. Álvarez y E. Dagnino (eds). Política cultural y cultura política: una nueva mirada desde los movimientos sociales latinoamericanos. Bogotá: Taurus-Icanh. pp. 17-48. Declaración de Chalatenango. (2008, octubre.). Disponible en: http:// www.ecoportal.net/content/view/full/71283 Hall, S. (1988). New Ethnicities. En Kobena Mercer (ed.). ICA Documents 7-Black Film, British Cinema, Londres: Institute of Contemporary Arts. pp. 41-68. Traducción inédita de Diana Bocarejo. Pernía D., K. (1999). Archivo Cabildos Mayores Río Sinú y Río Verde. Ponencia en el Foro “Para dónde va Urrá”. Bogotá: Universidad Nacional de Colombias. Plan Puebla-Panamá. Disponible en http://planpuebla-panama.org Vandana, S. ([2002] 2004). Las guerras del agua. Barcelona: Icaria Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) (2007). Plan Energético Nacional: contexto y estrategias 2006-2025. Bogotá: Ministerio de Minas y Energía. Ulloa, Astrid. (2000). La construcción del nativo ecológico: complejidades, paradojas y dilemas de la relación entre los movimientos indígenas y el ambientalismo en Colombia. Bogotá: Icanh-Colciencias.

Comisión Mundial de Represas (2000). Represas y desarrollo: un nuevo marco para la toma de decisiones. Versión digital: Comisión Mundial de Represas, Global Water Partnership-Suramérica, Unión Mundial para la Naturaleza-Mesoamérica, Global Water Partnership-Centroamérica.

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