Efectos de la forma de gobierno, del sistema de partidos y del sistema electoral sobre la estabilidad gubernamental

May 23, 2017 | Autor: Cristina Reche | Categoría: Electoral Systems, Electoral Studies, Gobernabilidad
Share Embed


Descripción

Efectos de la forma de gobierno, del sistema de partidos y del sistema electoral sobre la estabilidad gubernamental.

Recensión Bloque 3.

Cristina Rodríguez Reche. 75482980 Q.

Puede que el principio de este final, es decir, de esta tercera recensión, resulte un poco desconcertante. Es cierto que puede confundirse, de una primera lectura, el tema de esta recensión con el de la primera, pero creo que es muy afortunado volver a reseñar como la metodología comparada ha permitido a muchos autores establecer las bases sobre las que elaboro esta recensión. De sobra nos son conocidas las ventajas del método comparado, pero de la lectura de todos los textos necesarios para elaborar este trabajo ha quedado, si cabe, aún más patente. Si existen conclusiones, con independencia de que podamos considerarlas más o menos acertadas, es porque se han realizado numerosos estudios comparativos sobre gran cantidad de países, empleando diferentes variables, combinándolas de diversa forma, y de este proceso de investigación comparada se han obtenido los resultados que ahora podemos conocer. Pero después de este halago, merecido, al uso de la metodología comparada en estos temas, pasemos al tema que nos ocupa. Creo que es bastante complejo determinar qué es exactamente lo que entendemos por estabilidad gubernamental. La distinción entre estabilidad del mandato del gobierno y estabilidad del régimen me parece muy conveniente, porque una democracia estable (un régimen estable, mejor gobernabilidad) es distinto a un gobierno estable (entendido en términos de duración) (Reniú, 2012; 242). Entendemos que nos referimos a una estabilidad de la democracia, en tanto en cuanto, los factores que se están analizando son la forma de gobierno, el sistema de partidos y el sistema electoral, y todas las investigaciones que hemos analizado se han venido refiriendo a la estabilidad democrática. Toda esta correlación es un claro reflejo de variable dependiente (estabilidad democrática) influida por una serie de variables independientes (forma de gobierno, sistema de partidos y sistema electoral), ¿cuál será el grado de influencia de cada una de estas variables?, ¿cómo interactúan entre ellas?...

1

Antes de responder a estas preguntas aparcaremos la curiosidad por unos instantes, pues hay que clarificar algunos conceptos clave. Cuando nos referimos a formas de gobierno hablamos de presidencialismo puro, parlamentarismo puro y ``algún híbrido entre ambos´´ (Landman, 2011; 251). Así mismo al hablar de sistema electoral hacemos alusión a los sistemas mayoritarios, proporcionales y mixtos. Landman (2011) ejemplifica la combinación de estas variable mediante varios estudios, primero de la combinación de varios países, después de la combinación de pocos países, y finalmente se centra en el estudio del sistema presidencial de EEUU. Este método de trabajo resulta muy apropiado porque permite ir deduciendo conclusiones que cada vez son más concretas. La forma de gobierno, en sí misma, se puede considerar una variable explicativa de la estabilidad de las democracias. Y si bien podemos decir que, a priori, pensamos que una democracia presidencial es más inestable que una democracia parlamentaria, hemos de decir que la forma de gobierno necesita de la inferencia de algunos otros factores para determinar el grado de estabilidad o inestabilidad de una democracia. Puede resultar que la forma de gobierno interactúe de forma distinta con las diversas variables, y que de estas diversas interacciones se sobrevengan resultados distintos. Además, afirmar de modo categórico que las democracias presidenciales son más proclives a la inestabilidad es algo arriesgado, porque hay que tener en cuenta, además de la interacción antes referida con las demás variables, otros factores como pueden ser el desarrollo económico, la zona geográfica, o la historia de ese determinado país. Así, por ejemplo, Shugart y Carey (1992) afirman que las democracias presidencialistas son más susceptibles de ruptura que las parlamentarias, pero, y he aquí la tónica distintiva, si se extrapolan esas mismas conclusiones a países del Tercer Mundo, los resultados son totalmente contrarios (Shugart y Carey, 1992, en Landman, 2011). Además no todos los presidencialismos son iguales, ni comparten las mismas características, el hecho de establecer esas afirmaciones puede reducir nuestras tesis a algo muy simplista.

2

Dentro de una democracia presidencialista las competencias que ostente el presidente pueden resultar determinantes para la estabilidad de la democracia, además, la polarización ideológica reflejada en el número de partidos es también un factor de gran influencia. La tesis de Shugart y Carey (1992) contrasta en cierta manera con la de Stepan y Skach (1994), puesto que para estos últimos el problema realmente se encuentra en la forma presidencialista pura sin más combinaciones, aunque hayan realizado una comparación en base a una serie de variables con el parlamentarismo puro, el problema se determina en el presidencialismo puro. Pero Shugart y Carey (1992) determinan que no solo el problema de la estabilidad viene inferido por un presidencialismo puro, sino de la combinación de éste con fuertes competencias presidenciales, con un gran número de partidos débiles y con la no concurrencia de elecciones (elecciones no simultáneas). De la combinación de la forma de gobierno con otros factores, siendo la forma de gobierno ciertamente protagonista, también tiene algo que decir Mainwaring. Para este autor la combinación de presidencialismo y multipartidismo hace que las democracias estables sean más difíciles de mantener. Es cierto que un sistema presidencialista presenta más dificultades a la hora de articular su funcionamiento en aras a garantizar una estabilidad, sobre todo si ocurren situaciones de ``gobierno dividido´´. En un sistema presidencialista donde el legislativo sea de signo distinto la aplicación de políticas se verá frecuentemente bloqueada, es lo que Mainwaring (1995) ha señalado como la incomunicación entre el ejecutivo y el legislativo, el inmovilismo. Además, otro problema del presidencialismo que nos plantea este autor, y que a lo mejor puede resultar desapercibido porque no es un resultado de la combinación con otras variables, es que el presidencialismo se deriva de la elección popular directa de los presidentes, la elección popular no es infalible, no se garantiza que no vayan a resultar elegidos personajes totalmente ajenos a la política. La elección popular depende de la voluntad, y como ya he dicho en otras ocasiones, la voluntad popular puede ser cambiante y no podemos esperar concreciones determinadas de la misma.

3

Por tanto, como conclusión de centrar la influencia en la forma de gobierno como protagonista, a mi juicio, extraigo que un presidencialismo combinado con un sistema multipartidista genera más inestabilidad debido a una gran polarización ideológica y a la debilidad de las coaliciones que puedan generarse. Y esto es casi comprobable en un alto porcentaje porque un presidencialismo bipartidista (como el de EUU) no tiene tantos problemas si existe ``gobierno dividido´´ como un presidencialismo multipartidista en el que si exista. Digamos coloquialmente que el presidencialismo y el multipartidismo, por lo general, no son buenos compañeros en la estructura institucional. Sin embargo, otra variable que puede ejercer un gran peso en la estabilidad del régimen es el sistema electoral. Para Liphart (1994) es preferible un sistema electoral proporcional que uno mayoritario en cuanto a la estabilidad democrática de refiere, porque genera más representación, y en cuanto a la aplicación de políticas es eficaz (Liphart, 1994, en Landman, 2011). Los sistemas mayoritarios pueden producir la no representación de algunos sectores de la sociedad, aunque se generen mayorías para gobernar. Y el hecho de que se configuren mayorías parlamentarias que sean favorables al presidente, es determinante en cuanto al éxito o fracaso de una democracia presidencialista, sin embargo, aunque si es favorable en un parlamentarismo no es, en tan alto grado determinante, porque las coaliciones en un sistema parlamentario suelen ser, en general, más estables por los motivos que veremos más adelante. Es evidente por tanto, que los regímenes democráticos parlamentarios tienen más facilidad instrumental para construir coaliciones que faciliten una democracia multipartidista, totalmente contrario a lo que ocurren en las democracias presidencialistas. Bueno si hacemos un repaso por todo lo descrito hasta el momento no cabe duda de que las posturas analizadas son más contrarias a una democracia presidencialista como una democracia estable, siempre y cuando se combine la forma de gobierno con otros factores que no le son favorables.

4

Pero si, además, recurrimos a los peligros del presidencialismo a los que alude Linz (1990), poco podremos alegar, de nuestra cuenta, en favor del presidencialismo. Estos ``peligros del presidencialismo´´ son la tendencia a la existencia de gobiernos minoritarios (si establecemos una correlación con lo descrito anteriormente produce inmovilismo e imposibilidad de aplicar las políticas), una violación de la constitución por el ejecutivo, y el apoyo a la intervención militar en los asuntos políticos (Linz, 1990, en Landman, 2011). Con respecto a la intervención militar en los asuntos políticos tiene cierto sentido, puesto que es bastante complicado destituir al presidente en un presidencialismo en el que éste ostenta fuertes poderes. En una democracia parlamentaria el legislativo ejerce control sobre el ejecutivo, puede existir la moción de censura y otros instrumentos para deponer al presidente, aunque también es cierto, que al menos en lo que al caso español se refiere, se ha buscado la estabilidad gubernamental, porque para destruir un gobierno hace falta la mayoría absoluta, pero para constituirlo es suficiente mayoría simple. En una democracia presidencialista ha sido necesario en ocasiones recurrir al golpe de estado para deponer al presidente. Cheibub (2007), como curiosidad, porque realmente incide en lo que sería el presidencialismo como variable independiente pero no en la estabilidad democrática como tal, habla del legado militar. Introduce esta variable para hablar de la inestabilidad de la democracia presidencial, añade que los presidencialismos son precedidos con mucha frecuencia por dictaduras militares (Cheibub, 2007 en Linares, 2011). Finalmente y siguiendo a Linz (1990) en lo que se refiere a su crítica al presidencialismo, éste favorece situaciones de bloqueo, que pueden desestabilizar al presidente, el hecho de que se desestabilice el presidente genera una crisis de régimen, y no existe un agente que pueda solucionar esta crisis desde la vía interna (Linz, 1990 en Linares, 2011). En cuanto al sistema de partidos, que podríamos considerar como la última de las variables independientes, hay que decir que realmente cuando hemos considerado la forma de gobierno como variable protagonista la hemos interrelacionado con algunos sistemas de partidos como, por ejemplo, el multipartidista.

5

Pero, no solamente existen ejemplos fallidos de democracias presidencialistas multipartidistas, también hay ejemplos de presidencialismos bipartidistas que no presentan tantos problemas de estabilidad. Si presentamos la variable sistema de partidos como una variable protagonista que infiere directamente en la estabilidad democrática, Jones (1995) afirma que los sistemas proporcionales gozan de Estados de Bienestar más consolidados y que desarrollan ``una cultura democrática cívica´´ (Jones, 1995 en Landman 2011). Por otro lado en los sistemas bipartidistas, para participar en el juego democrático, es más frecuente que existan partidos de tendencia moderada, y por ende, los partidos extremistas tienen menos cabida en los sistemas bipartidista. De esta manera, al garantizar una polarización ideológica menos extrema también se garantiza una democracia más estable, sobre todo si hablamos de democracia presidencialista. Entonces de todo lo anteriormente dicho puede surgirnos la pregunta, ¿Quién interfiere negativamente a quien, el multipartidismo al presidencialismo o el presidencialismo al multipartidismo?, ¿supone el multipartidismo un problema en una democracia parlamentaria? Puede resultar frecuente que en las democracias parlamentarias con un sistema multipartidista se fabriquen coaliciones interpartidistas, y ya hemos visto como estas coaliciones funcionan peor en las democracias presidenciales, son más inestables. Además según Mainwaring (1995) el apoyo partidista hacia el gobierno es más frecuente en las democracias parlamentarias, en una coalición parlamentaria los partidos que forman el gobierno escogen el gabinete y el primer ministro. En un presidencialismo el presidente no tiene que estar vinculado al partido, ni el partido al presidente. Otra diferencia importante es que normalmente en las democracias parlamentarias las coaliciones tienen lugar, generalmente, después de las elecciones, pero en las democracias presidencialistas suelen formarse antes de las elecciones (Mainwaring, 1995, 137). Finalmente y antes de concluir esta recensión me gustaría añadir que parece que lo hemos dado todo por sentado en este trabajo al afirmar casi continuamente en el desarrollo del mismo que un sistema presidencial produce más inestabilidad 6

democrática. Sin embargo, hay autores que afirman que una democracia presidencial ofrece mayor estabilidad que un parlamentarismo, porque en el presidencialismo el gobierno cuenta con un periodo fijo de mandato lo que le permite moverse en la certidumbre de conocer su límite temporal. Pero en mi opinión, al referirse a este tipo de estabilidad volvemos a caer en la disyuntiva que planteé al principio, no es lo mismo la estabilidad gubernamental en términos de duración del mandato, o de acabar la legislatura, que la estabilidad del régimen, entendida como la estabilidad de la democracia sustentada en una legitimidad para preservar la misma. En este tipo de estabilidad democrática a la que nos estamos refiriendo todas las líneas de investigación analizadas nos llevan a considerar que un presidencialismo es menos favorable para garantizar esta estabilidad. Y ese presidencialismo es mucho más influyente en la inestabilidad democrática si se combina con otros factores, como un sistema de partidos multipartidista, porque generará polarización ideológica y coaliciones débiles... Y como no podía ser menos, contamos con numerosos ejemplos como el híper presidencialismo del que algunos autores hablan en Argentina, cuantos más poderes se atribuya ese presidente, y más competencias le hayan sido atribuidas, menos control podrá ejercer, si es que es posible, el legislativo sobre él. Además el recurso de gobernar por decreto será casi una tónica general en ese mandato, porque si algo ventajoso, sobre todo y entre otras características, tiene el parlamentarismo es que, el primer recurso, es la búsqueda de un consenso. Por todos estos motivos una democracia parlamentaria genera mayor estabilidad en el régimen que una democracia presidencialista (añadida a un sistema multipartidista y polarizado ideológicamente).

7

Referencias bibliográficas. LANDMAN, T. (2011): “Diseño institucional y rendimiento de la democracia”, en Política Comparada. Una introducción a su objeto y métodos de investigación. Madrid: Alianza Editorial; pp. 249-271. LINARES, S. ``Treinta años del debate parlamentarismo-presidencialismo: un balance de las evidencias´´. Revista española de Ciencia Política, 2011, núm. 27, pp: 9-44. MAINWARING, S. (1995): “Presidencialismo, multipartidismo y democracia: la difícil combinación”, Revista de Estudios Políticos, 88, abril-junio: 115-114.

8

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.