EEUU, Cuba y Venezuela se encuentran en la Séptima Cumbre de las Américas

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“EEUU, Cuba y Venezuela se encuentran en la Séptima Cumbre de las Américas” Juan SANZ BOTÍN

La Séptima Cumbre de las Américas, que por primera vez contará con la participación de Cuba, constituye un punto de no retorno en el progreso de las relaciones entre EEUU y Cuba. Este acontecimiento puede verse como una encerrona entre el Gobierno de EEUU y sus vecinos del sur que puede saldarse con un gran éxito o con un grave fracaso diplomático que, sin duda, afectará al futuro de las relaciones entre ambos. En vísperas de la Séptima Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Panamá el 10 y el 11 de abril entre los Jefes de Estado de la OEA, este artículo pretende hacer un análisis del contexto geopolítico y económico que caracteriza las actuales relaciones de EEUU con la región de Latinoamérica y el Caribe y, en especial, el deshielo de las relaciones con Cuba mientras parece aumentar la escalada de tensiones con el Gobierno de Maduro. 1. La pérdida de influencia de EEUU en la región EEUU ha perdido mucha influencia en las negociaciones con la región, que ha cambiado significativamente en los últimos veinte años. En Latinoamérica se ha ido desarrollando un espíritu de unidad que ha cristalizado en todo un sistema de organizaciones regionales y proyectos de cooperación. Además, la región ha atraído a nuevos inversores 1 y EEUU necesita fortalecer urgentemente su posición en Latinoamérica, dada la enorme importancia que tiene la región para su seguridad nacional. Otro gran factor que debilita la posición de EEUU en el diálogo con la región es la marcada desconfianza que suscita en muchos de los actores de la región. Esto no es algo sorprendente teniendo en consideración que muchos de los gobernantes de estos países, como Lula da Silva y Dilma Rouseff en Brasil, Evo Morales en Bolivia o José Mujica en Uruguay, sufrieron personalmente la persecución de los regímenes dictatoriales impulsados por los EEUU en el último tercio del siglo XX.

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Según el informe FDI in Latin America and the Caribbean del CEPAL (2014: p. 120), según el empleo creado entre 2003 y 2013, los mayores inversores en la zona son Europa (38%), EEUU (27%), Asia (17%), América Latina (9%) y Canadá (6%).

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En abril de 2012, en el marco de la Sexta Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias, los jefes de Estado latinoamericanos amenazaron con no organizar una sola cumbre más sin la presencia de Cuba. Esta fue la primera vez que Cuba recibió invitación a participar en una Cumbre de las Américas y su aceptación fue un punto de no retorno en el proceso de acercamiento entre Cuba y los EEUU. Esta cumbre, por tanto, podría ser todo un éxito diplomático o, todo lo contrario, degradar las relaciones de EEUU con muchos de los actores de la región (LeoGrande y Kornbluh, 2014: pp. 21-25). En el decimosexto plan de estrategia nacional estadounidense, publicado el 6 de febrero de 2015, la Casa Blanca expresaba su voluntad de convertirse en un líder regional en apoyo de la seguridad, prosperidad, valores y orden internacional (The White House, 2015). Sin embargo, existen temores de que el Departamento de Estado continuará apostando por programas de promoción democrática que buscan minar los Gobiernos democráticos de izquierdas en la región, como ha sucedido con Venezuela. En favor de EEUU juega el hecho de que la región latinoamericana carece actualmente de un gran líder, como lo fueran en su época Chávez o da Silva. Sin embargo, no le va a ser nada fácil sobreponerse a opinión pública de los latinoamericanos, muy críticos con los EEUU en parte por su controvertida política de defensa de los derechos humanos en el exterior, que muchos tachan de selectiva, y por su histórica actitud injerencista con los asuntos de la región, pese a la clausura de la doctrina Monroe en noviembre de 2013. 2. El debate en Estados Unidos En diciembre de 2014, el Gobierno estadounidense puso en marcha dos decisiones que han sido muy debatidas. Por un lado, el 17 de diciembre anunció oficialmente la normalización de las relaciones cubano estadounidenses tras más de medio siglo de fútil embargo, como colofón a unas exitosas negociaciones para la extradición de tres espías cubanos presos en EEUU. Por otro, un días más tarde, el 18 de diciembre, se produjo la aprobación de un paquete de sanciones a Venezuela que autorizaba al Departamento del Tesoro y al Departamento de Estado a congelar propiedades e intereses en Estados Unidos a funcionarios o representantes del gobierno que perpetren o sean responsables de la persecución o del empleo de la violencia contra individuos que practiquen legítimamente su derecho a la libertad de expresión o de asociación en Venezuela (Congress, 2014).

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Aunque la primera decisión fuera en sí misma un triunfo diplomático y una buena noticia para la mayoría de los Gobiernos del hemisferio, la segunda fue percibida como un ataque al socialismo venezolano encubierto bajo el disfraz del respeto a los derechos humanos. La brutalidad con que el Gobierno venezolano hizo frente a las revueltas callejeras de la primavera de 2014 en Venezuela, con la muerte de varias decenas de personas, no ha sido suficiente para convencer al 75 % de sus habitantes de los beneficios de esta medida, según un estudio de Datanálisis en 2014. Esta desconfianza no es caprichosa, si tenemos en cuenta que EEUU no emitió sanciones contra Colombia, su socio tradicional, por ejecutar a 5 763 civiles inocentes entre 2000 y 2010, ni a Honduras por perpetrar ejecuciones extrajudiciales, ni a Méjico por la desaparición de 43 estudiantes en una operación de la que la policía local se supo cómplice (Main, 2014). Es más, algunos de ellos reciben generosas financiaciones, como Colombia, que ya ha recibido más de 8 000 millones de dólares estadounidenses desde 2000 (Carasik, 2014). Los Gobiernos de Venezuela y de Cuba, por su parte, parecen convencidos de que EEUU planea un nuevo golpe de Estado contra el Gobierno del PSUV como el perpetrado contra Chávez en 2002. Además, Maduro comentó que el paquete de sanciones le había resultado útil al gobierno de Obama para desviar la atención pública de temas como el fracaso del embargo cubano, la violencia racista de la policía o el informe del Senado sobre las técnicas empleadas por la CIA durante los interrogatorios de los sospechosos tras el 11S. Más allá de los intereses geoestratégicos de los EEUU, de su afán por defender los derechos humanos o de su interés por desviar la atención de sus ciudadanos, lo cierto es que en los órganos del Gobierno coexisten demasiados intereses y visiones como para poder ofrecer una explicación clara a los intereses de la Casa Blanca en la cuestión latinoamericana, máxime cuando el Legislativo pertenece a la oposición y su Ejecutivo, para muchos, está en manos de un lame duck. Uno de los aspectos más debatidos sobre la política exterior de los EEUU es por qué exactamente un día después de deshelar sus relaciones con Cuba se produjo la entrada en vigor de las sanciones contra Venezuela. Para algunos, esta sincronía fue pura casualidad y la escalada de tensiones con Venezuela no tiene que ver con el viraje diplomático entre EEUU y Cuba. Para la politóloga Jennifer McCoy, de Georgia State University, el deshielo de las relaciones con Cuba puede, de hecho, mejorar las relaciones con Venezuela.

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Estas relaciones ya mejoraron en el contexto de las exitosas negociaciones entre EEUU y Cuba para el intercambio de los tres espías cubanos recluidos en EEUU: en junio de 2014, EEUU y Venezuela intercambiaron chargés d’affaires, un paso importante desde que ambos países retiraron sus embajadores en 2010. Para otros, fueron los neoconservadores y el lobby cubano quienes procuraron la aprobación de las sanciones contra Venezuela (Weisbrot, 2014) para contrarrestar el aperturismo hacia Cuba. Este sector del Congreso, de ideología muy conservadora, tradicionalmente persigue endurecer las políticas de los EEUU hacia los Gobiernos de naturaleza socialista y aliados de Cuba (Main, 2014). En 2008 ocho legisladores de este sesgo solicitaron la incorporación de Venezuela a la lista de patrocinadores del terrorismo. 3. El futuro de Cuba y Venezuela Es de esperar que Venezuela y Cuba muestren gran cercanía durante la Cumbre. Ambos países están unidos por una alianza desde que Chávez, gran admirador de Fidel Castro, comenzó a patrocinar la economía de la Cuba post soviética, sumida en una profunda crisis, con exportaciones de petróleo a precios muy reducidos. Unos años más tarde, con la creación de la ALBA en diciembre de 2004, se eliminaron barreras comerciales y proliferaron los intercambios (Cannon, 2006: pp. 174-200). Venezuela está en crisis política, por la falta de popularidad de su dirigente, y económica, por la hiperinflación (64 % en noviembre de 2014) y la estanflación provocadas por la caída de los precios del petróleo así como por las políticas macroeconómicas impulsadas por la administración bolivariana, fatales para la capacidad productiva del país. Además, su limitado suministro de divisas –para cumplir con sus proveedores– y su excesiva dependencia en los precios del petróleo –que supone el 96 % de sus exportaciones– han impedido que el Gobierno de Maduro pueda comprar su salida de la crisis. El déficit fiscal venezolano es del 20 % de su PIB y su saldo comercial caerá hasta 35 000 millones de dólares este año, cifra ominosa comparada con los 65 000 millones que se facturaron en 2014 (The Economist, 2015). Las expectativas de futuro, por tanto, son algo aciagas. Independientemente de lo que suceda los próximos 10 y 11 de abril, es sumamente improbable que la política exterior

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estadounidense con respecto a Venezuela vaya a cambiar a corto plazo, dadas las limitaciones estructurales y las rigideces internas a las que está sometido el Ejecutivo demócrata. Sin embargo, la impopularidad de su líder, que en enero de 2015 no era merecedor de la confianza del 22 % de los venezolanos (El Universal, 2015), y la creciente unificación de la oposición al PSUV sugieren que a plazo medio podría producirse un cambio presumiblemente positivo en la jefatura de Venezuela. Ello abre la puerta a nuevas discusiones sobre el futuro de una Venezuela que sin duda habrá de hacer frente a una revisión total del mecanismo de relojería del Estado venezolano; desde su sistema electoral hasta la distribución de su balanza comercial y, especialmente, su fuente de riquezas. Cuba, por su parte, también está atravesando una crisis económica desde 2008, año en el que los bancos cubanos entraron en una crisis de liquidez (Vidal, 2015). Sin embargo, el mayor riesgo es el desbarajuste económico de su mayor socio comercial (16 % del PIB en 2012, según ASCE). Por ello, el Gobierno ha comenzado a diversificar en los últimos años: se han ido relajando las leyes relativas a ámbitos como la compraventa o la hostelería privada, se ha legalizado el uso de internet (aunque sólo un 5 % de los cubanos tengan acceso) y han aumentado la IED, principalmente de China, su segundo socio comercial (Gupta, 2014). Cuba está muy interesada en que EEUU flexibilice las restricciones financieras que actualmente prohíben a empresas y bancos extranjeros hacer negocios con ella. Sin embargo, no parece dispuesta a reemplazar a su tradicional aliado, ni siquiera tras el viraje de relaciones con los EEUU, con el completo restablecimiento de relaciones diplomáticas, la restauración de las relaciones económicas y su eliminación de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo en la que se encuentra desde 1982 (Obama, 2014). Cuba y Venezuela son aliados políticos muy cercanos, y el argumentario político estadounidense es demasiado opuesto al discurso marxista que persiste en Cuba. 4. Conclusiones Tras analizar la coyuntura política y económica en la que se encuentran sumidos los actores que aquí nos ocupan, se pueden obtener una serie de conclusiones que, aunque polémicas, son sin duda muy esclarecedoras a la hora de lanzar algo de luz sobre el incierto futuro de triángulo establecido entre Venezuela, Cuba y los EEUU.

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Por un lado, Venezuela se encuentra en una situación difícil de naturaleza política y económica. Tras fracasar en sus negociaciones con los otros países de la OPEC y no lograr acreedores que lo auxilien, hay razones suficientes para pensar que su renqueante balanza de pagos va a caer tarde o temprano. Cuba, consciente de ello, ha apostado por la diversificación económica y por reducir su dependencia de Venezuela. Sin embargo, sus relaciones políticas están intactas y no parece que el fin del embargo vaya a ponerles fin. Pese a su ventajosa situación política y económica y su incipiente pujanza energética, EEUU no tiene tanta influencia en las negociaciones como podría parecer. Por un lado, existe una Latinoamérica crecientemente independiente que exige acelerar el Cuban thaw y, por otro, una serie de presiones internas que, si bien no lo repelen, sí presionan al Legislativo para endurecer el diálogo con Venezuela en aras de sus propios valores e intereses. En mi opinión, el gran perjudicado de la encrucijada triangular será Venezuela, aunque puede que una potencial caída del PSUV, consecuencia de la incipiente unidad política que se está formando contra el mandato de Maduro, termine siendo positiva para el futuro del país, a medio plazo. El gran beneficiado, por otro lado, será Cuba. Sin duda, una normalización de las relaciones diplomáticas y posteriormente económicas con EEUU será muy positiva para la isla. No obstante, habrá que observar cómo prosigue el diálogo con EEUU y, más concretamente, qué ocurre en la Cumbre de las Américas los próximos 10 y 11 de abril. Por su parte, EEUU aún podría liderar la región con una estrategia coherente de gestión de reputación, defensa de los derechos humanos e inversiones en cooperación técnica y económica que genere progreso y promoción de la sociedad civil a través de sus redes transnacionales. Ciertamente, Latinoamérica es un gran mercado, rico en materias primas, esencialmente democrático y con una creciente clase media. Es importante que los EEUU mejoren su compromiso para con la región en favor de su propia seguridad, entendida como la suma de progreso democrático, desarrollo económico y cohesión regional.

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