Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) visto a través de las Cruzianas

June 28, 2017 | Autor: C. Martín Escorza | Categoría: History of Science, Ordovician
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Descripción

Arbor, Anejos nº 9, Naturalistas en Debate. 2015 Emilio Cervantes Ruiz de la Torre (ed.). 339-358 pp. Madrid

EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO (1872-1965) VISTO A TRAVÉS DE LAS CRUZIANAS

CARLOS MARTIN ESCORZA MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES. CSIC. MADRID

INTRODUCCIÓN Eduardo Hernández-Pacheco y Estevan (en adelante EH-P) nació en Madrid y murió en Alcuéscar (Cáceres) donde pasó los últimos años rodeado de un ambiente en el que desde niño ya se compenetró. De allí eran sus ascendientes y allí volvía con frecuencia tanto para atender la hacienda familiar como para preparar oposiciones, o para descansar, o para recorrer sus campos y sierras, absorbiendo para sí esos parajes extremeños que trató de conocer a fondo y que fueron su manantial de fuerza. EH-P es un personaje difícil de conocer y bastan dos pinceladas para mostrarlo: su familia deseaba que hubiera continuado la tradición familiar siguiendo una carrera militar cómo lo habían hecho su padre y su abuelo (Lozano, 2004). Pero no, él quería saber y conocer lo más posible de lo que le rodeaba y ningún obstáculo se lo impediría; y otro dato que invita a reflexiones varias es que vivió más de noventa años, pasando por monarquías, la República, la Guerra Civil, parte de la Dictadura, y en todos los casos sobrevivió erguido y desarrollando una gran actividad comprometida. Así que, teniendo en cuenta todo ello bien se puede suponer que no es nada fácil penetrar en su personalidad y dudo que algún día pueda alguien llegar a desvelarla. Tampoco vamos a ser nosotros los encargados de ello, pero dado que dejó un amplio y variado reguero de publicaciones acerca de la naturaleza de las cosas, quizás una manera de acercarse a él sea siguiendo ese rastro para observar indicios que ayuden a conocerlo siquiera un poco más. Y dada esa diversidad debemos centrar el análisis en solo algún elemento y de entre los posibles he seleccionado el que me parece significativo porque de él se ocupo durante largo tiempo, dicho tema es el de las estructuras fósiles conocidas como

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Cruzianas; quizás poco conocido por ser un asunto casi lateral de entre sus contribuciones, la mayoría de ellas mucho más extensas y quizás importantes. Algunos autores de principios del siglo XIX hallaron en Europa estructuras fósiles que denominaban Bilobites por su aspecto bilobulado (Dekay, 1824), encontradas también en las sierras andinas por d’Orbigny,1 comisionado por la Sociedad Geográfica de Francia para recorrer las tierras suramericanas durante los años 1826 a 1834. Durante su periplo hizo amistad con el entonces Presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz y Calahumana (La Paz, 1792-Beauvoir, Francia, 1865) por lo que decidió denominar a estos hallazgos fósiles como Cruzianas (Prado, 1864; Seilacher, 1970) en reconocimiento a la labor que dicho militar y estadista hizo durante 1836-1839 al frente de la Confederación Perú-Boliviana.2 ¿Qué significaban las Cruzianas? Su aspecto mantenía la confusión entre los que las encontraban. Aparecían en las capas sobresaliendo de ellas como pequeñas esculturas con formas complejas, anastomosadas, retorcidas, pero en ocasiones también aisladas; algunas con escaso desarrollo longitudinal y otras formando una estructura prolongada durante metros a lo largo de la superficie del estrato. Todas ellas se habían observado en relación con las capas de cuarcitas situadas por encima de los estratos del Cámbrico y debajo de los del Carbonífero. Se habían hallado en América y en Europa, y también en la Península Ibérica donde se citaron en diferentes puntos de las cordilleras y sierras (Ibérica, Central, Pirineos, Cantábrica, Morena,..) por lo que el tema mostraba interés para muchos paleontólogos y geólogos ya que su presencia señalaba unos límites a la edad de las capas que las contenían, además de que posibilitaban considerar a las inferiores como cámbricas, asunto muy importante para la verificación de otras cuestiones relacionadas con la minería que entonces se estaba desarrollando intensamente en todos los países. En España las

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Alcide Dessalines d’Orbigny, francés, (1802 -1857). A su regreso de América publicó sus anotaciones en diez volúmenes con el título Voyage dans l’Amerique Meridionale. El general o mariscal Santa Cruz tuvo el apoyo francés en sus tareas políticas y también tuvo enemigos que afilaron sus aristas hasta conseguir derrocarle y forzar su exilio a Francia en donde se instaló, aunque en 1855 la situación propició su vuelta a América, pero a Argentina desde donde intrigó hasta que definitivamente fue de nuevo enviado a Francia donde tomó acomodo en Versalles. Casi cien años después de su muerte Bolivia recuperó sus restos que fueron trasladados con honor a la catedral de La Paz donde reposan

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exploraciones mineras fueron desarrolladas a través de la Comisión del Mapa Geológico la cual estableció los procedimientos generales para hacer esos estudios sobre el terreno dictaminando que los ingenieros de Minas consideraran como pertenecientes a las capas de la «fauna primordial» a las inferiores de las cuarcitas con Bilobites, las cuales se considerarían como la base del Siluriano (Cortázar, 1885). Pero además de la utilidad que en la minería y en la cartografía geológica suponía la presencia de capas con Cruzianas, para los estudiosos de las mismas se mostraban como un objetivo de investigación para alcanzar respuesta a su génesis y significado. Para los geólogos estadounidenses por ejemplo representaban restos vegetales, y en Europa los autores se dividían en otras opiniones. Dos hipótesis fueron las mayoritarias que englobaron a la mayor parte de los investigadores: o estos fósiles provenían de vegetales, o eran debidas a las huellas dejadas por animales. Aunque también hubo una opinión minoritaria que los atribuyó a un origen mecánico. Desde 1852 el Marqués de Saporta era el que se consideró como líder de los que abogaban por un origen vegetal, en concreto debido a la acumulación de restos de algas en el fondo de los océanos; apoyado, entre otros, por el geólogo portugués Nery Delgado quien desde 1876 argumentaba que no podían ser pistas de animales pues no se había hallado en los estratos que contenían Cruzianas el menor vestigio o indicio de ellos.3 La idea fue llevada todavía más lejos por Saporta y Marion quienes llegaron a la conclusión que los Bilobites eran algas fosilizadas a partir de tipos parecidos a las sifonáceas de los mares actuales, lo cual dio fuerzas a Ney Delgado4 para que en 1887 reafirmara su posición respecto al tema en una buena edición en 1886 (Carrington da Costa, 1935). En el lado opuesto, el más genuino abanderado era A. Nathorst, de Estocolmo, quien supuso siempre que dichas estructuras fósiles representaban las pistas bilobuladas dejadas en el fango por el paso de animales,

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Hay que anotar que los defensores de un origen vegetal se referían con ello exclusivamente a las estructuras bilobuladas, pues para otras estructuras fósiles que les acompañaban, Scolithus, Tigillites, etc. todos estaban de acuerdo en que eran debidas a anélidos arenícolas y que eran tubos hechos por ello durante sus desplazamientos en lodos y arenas y que luego fueron rellenado por sedimentos finos dándose así las condiciones iniciales básicas para poder fosilizar posteriormente. Elvas, 1835-Figuerira da Foz, 1908

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pues nunca se veía en la superficie de los estratos el menor vestigio de restos orgánicos estrictos, opinando además que esos animales serían Trilobites.

FIGURA 1.-LA FOTOGRAFÍA MÁS CONOCIDA DE EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO... CON SU PIPA.

LAS

MIMBRES DEL CESTO

EH-P había finalizado sus estudios universitarios en Madrid en 1894, pasando a ejercer de profesor en los Institutos de Cáceres y Valladolid donde dejó demostrada su vocación didáctica. En 1899 obtiene por oposición la cátedra de Historia Natural en el Instituto de Segunda Enseñanza de Córdoba a donde se traslada. En 1901 inicia una nueva proyección de su inquietud didáctica publicando durante dos años colaboraciones sobre diversos temas de la tierra de sus ancestros en la Revista de Extremadura. En ella plasma un compendio de sus rasgos naturales, sobre todo de los referentes a la Geología, y en uno de esos artículos se refiere a que en las capas de cuarcitas de las «montañas silúricas» se encuentran impresiones fósiles sobre «cuya significación se promovieron acaloradas discusiones entre los paleontólogos eminentes, el conde de Saporta y el no menos célebre geólogo, el profesor Nathorst» (Hernández-Pacheco, 1902). Dichas impresiones fósiles eran las Cruzianas y las discusiones a que hacía referencia eran las que ya se han expuesto: que Saporta sostenía desde 1881 que eran debidas

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a la fosilización de algas, mientras que desde 1885 Nathorst defendía para ellas un origen animal debidas a la fosilización de pistas o huellas dejadas por trilobites. En ese mismo artículo no resiste aportar su contribución a la discusión manifestando la dificultad para interpretar como huellas de gusanos las que de ese mismo tipo él mismo había visto en el Museo de Historia Natural de Madrid. Aunque enseguida trata de distanciarse de cualquier posible polémica añadiendo casi a continuación: «sea de esto lo que quiera y trátese de impresiones de plantas o de gusanos [...]» (op. cit.).

FIGURA 2.-DIBUJO PUBLICADO POR PRADO (1864) EN SU LÁMINA I, DEL EJEMPLAR DE CRUZIANA BRONNI HALLADO POR ÉL EN LA PUEBLA DE LA MUJER MUERTA (CORDILLERA CENTRAL, MADRID). Pero esta actitud neutral la mantiene durante poco tiempo pues en sus recorridos por las tierras próximas a Alcuéscar él mismo encontró dichos fósiles en las sierras constituidas por capas silúricas; fósiles que se presentaban en suficiente cantidad como para permitirle hacer diversas observaciones producto de las cuales publica un estudio en el que da su «modesta opinión». En el conjunto de sus hallazgos diferencia dos grupos de fósiles: el de las Cruzianas que se presentan como bajorrelieves en las caras inferiores de los estratos sin atravesar a los mismos; y los moldes cilíndricos que atraviesan perpendicularmente a las capas (Scolithus, en su mayoría). Para el caso del primer grupo «suponemos corresponden a moldes de algas» (Hernández-Pacheco, 1908), apoyando así la idea que mantenía Delgado (en: op. cit., p. 80)

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de que estas algas estarían en el fondo del mar ocupando amplias extensiones con sus talos entretejidos y cruzados unos con otros según la misma disposición, de tal modo que en el suelo arcilloso sobre el que vivían quedó marcada la ornamentación y relieve de la cara inferior del vegetal, mientras que de la superior no queda señal pues el sedimento arenáceo que se depositaría encima lo destruyó. Después, en el proceso de fosilización del conjunto queda el contra molde de arena transformada en cuarcita que ahora vemos en la superficie inferior del estrato. Aunque esta opinión es matizada por EH-P: «Creemos que no hace falta admitir este modo especial de vegetar los Bilobites, que, según nuestra modesta opinión, nada abona; la irregularidad y entrecruzamiento conque (sic) se presentan los ejemplares indican, a nuestro juicio, más que la posición in situ de las algas, acumulaciones irregulares de plantas que el oleaje y la marea depositó en la playa. Parece, por otra parte, poco natural que plantas adheridas por una de sus caras al suelo presentasen en ella la delicadez de ornamentación que a veces muestran los ejemplares de algunas Cruzianas». El depósito en las playas se habría producido por las mareas y oleaje que afectando a los «bajos fondos costeros» las habría desarraigado arrojándolas «a las playas y marismas en revuelta confusión y mezclados, con frecuencia, especies y géneros diferentes» (op. cit. p.81). EH-P sigue imaginando lo que pudo suceder entonces explorando las circunstancias de los acontecimientos para explicar la variedad en el tamaño y en las formas dentro de las Cruzianas: «dentro de la constancia en los caracteres principales, tienen suma variedad de detalles por lo que se refiere, por ejemplo, al tamaño, o a la mayor o menor depresión del surco central, a lo más o menos oblicuo de las estrías y relieves, y en general a caracteres que más que específicos, son, en nuestra modesta opinión, debidos, en muchos casos, al grado de presión que experimentó el alga al fosilizarse o distinto estado de perfección con que se verificó el moldeado, o el diverso grado de desarrollo y crecimiento del vegetal, pues es el caso que se pasa de unas formas a otras por tránsitos insensibles» (Hernández-Pacheco, 1908, p. 82). Del conjunto del texto me llaman la atención dos expresiones: la mención con que por dos veces se refiere a Nery Delgado como «ilustre geólogo portugués», que refleja su admiración hacia él; y el hecho de

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que hasta por cuatro veces utilice una misma frase: «nuestra modesta opinión» para eso, expresar su opinión sobre algún punto. Sólo dos años después de la publicación de este artículo, en septiembre de 1910, obtiene la cátedra de Geología, Geognóstica y Estratigrafía de la Universidad Central, una aspiración casi inimaginable. Tenía 38 años y con toda esa satisfacción y responsabilidad se traslada de inmediato a vivir a Madrid. Casi nada más establecerse, en abril de 1911, y durante cinco días hace una exploración geológica a pie desde Toledo hasta Urda al sur, en la que le acompañaron sus alumnos Ismael del Pan, Bartolomé Darder y Pedro Crespo. En una descripción preliminar de este viaje menciona que en el castillo de Las Guadalerzas ha descubierto un nuevo yacimiento con abundantes «algas silúricas y de gusanos arenícolas» refiriéndose con ello a las Cruzíanas y Scolithus (Hernández-Pacheco, 1911). En el desarrollo total de las observaciones de esta exploración (Hernández-Pacheco, 1912) menciona además de ese yacimiento el también nuevo de el Puerto de Los Yébenes. Para las Cruzianas no menciona expresamente su carácter como alga pero lo hace implícitamente al hablar de la C. furcífera que identificó en Las Guadalerzas y que «parece corresponder a la zona media del talo»...se entiende que de un alga (op. cit. p. 31). En este yacimiento encuentra una nueva forma «dentro del complejo y problemático (en cuanto a su significación y origen) grupo de los bilobites» que son los Vexillum para los que reconoce como «los fósiles en los que se aprecia con mayor dificultad su significación vegetal» y para los que dice: «parecen corresponder a algas de talo laminar muy extenso y arrollado, en forma de largo e irregular cucurucho cuyas vueltas no estuvieran en contacto unas con otras; estarían fijas al fondo por su extremo cónico y a causa de su débil resistencia, no permanecerían erguidos, sino más o menos caídos hacia los lados, formando acumulaciones y afectando formas y aspectos muy variables» (op. cit., p. 31). Así pues, además de quedar constancia de que mantiene su opinión acerca del significado como vegetales de las Cruzianas, añade a ese origen también a los Vexillum. En cuanto a ese intento de conocer mejor a EH-P debemos hacer notar que esta vez no dice ni una sola vez que esa o cualquiera de las otras opiniones que enuncia «sea modesta». Sabe que estas cuestiones son las que entonces estaban siendo «más discutidas, y que más polémicas han originado entre los paleontólogos» pero ya se considera con capacidad para participar

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en ellas, lo cual acentúa todavía cuando respecto a las opiniones que las estructuras de los Vexillum eran debidas a remolinos de las aguas turbulentas, dice: «opinión que no parece aceptable, en nuestro juicio, teniendo en cuenta la forma constante de los moldes y presentar la superficie de las vueltas perfectamente lisas» lo cual refuerza su hipótesis de origen vegetal pues interpreta que habría «una lámina separadora entre ambas superficies, láminas correspondientes al alga, y que después desapareció» (op.cit., p. 32). El tono académico que, lógicamente, va tomando EH-P en sus escritos empapa todas sus frases, pero todavía deja un rastro siquiera puntual de su visión lúdica de la vida y de lo que parece ser la evidencia de un carácter complejo en el que el sentido del humor o sencillez no están aún oscurecidos, y con ello me refiero a la utilización del ejemplo que nos dejó para describir la estructura de los Vexillum, que hoy lo haríamos utilizando frases como «un modelo helicoidal o de doble helicoide» pero que no me parece que sea más exacta que la del objeto que menciona EH-P: ¡la de un cucurucho! En plena Gran Guerra y por tanto a pesar de las «críticas circunstancias» como señala I. Bolivar en el Prólogo de su primera edición en 1917 se logró sacar a luz un libro sobre Historia Natural en el que participaron tres autores, juntos pero no revueltos pues cada uno firmó por separado su capítulo, que trataba sobre la gea, fauna y flora. Es un libro de carácter general para interesados y alumnos y desde luego con riguroso nivel. El primer capítulo está dedicado a la Geología y lo firma EH-P. En la segunda edición «corregida y aumentada» dice: «entre los fósiles deben incluirse también las huellas de los animales sobre el barro blando, como en el caso de los llamados Bilobites, considerados como huella del paso de diversos animales en las playas.» (Hernández-Pacheco, 1919). Sorprendentes palabras que rompen y rasgan todo el trayecto de diez años en que él mismo había dicho que eran consecuencia de la fosilización de algas. Ninguna justificación o aclaración: su opinión había mudado 180º, así de sencillo. El libro tuvo al menos dos ediciones por lo que debió tener cierta difusión, pero el hecho de que el objetivo del libro fuera el de ser texto para estudiosos y estudiantes pudo hacer pasar desapercibido el cambio de opinión de EH-P para el conjunto de los investigadores que en España y otros países se

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dedicaban al tema específico de los Bilobites. Tampoco lo fue el ya más sutil de que EH-P ya no utilizara la nomenclatura de Cruzianas. Pasada la Gran Guerra, los Congresos Geológicos Internacionales que se habían celebrado cada cuatro años no habían alcanzado el nivel de participación que merecían pues las heridas entre las naciones todavía no habían cicatrizado y los recuerdos aún estaban muy vivos. Así que, cuando en 1922 España recibió el encargo de organizar en 1926 la XIV sesión del Congreso Internacional de Geología se desataron los entusiasmos pues confluían en ello circunstancias políticas y económicas muy favorables que hicieron prever un clamoroso éxito de inscripciones internacionales, como así sucedió. En España, para la preparación de dicho Congreso, participaron universitarios e ingenieros de minas tanto en las Comisiones de elaboración de la organización como en la preparación de las Guías de las Excursiones que se promovieron por diversas partes de la península y de las islas tanto Baleares como Canarias. EH-P participó activamente en todo ello y él mismo se encargó de —o participó— en tres de esas Guías de Excursiones, dos de ellas hacia Sierra Morena y otra al sur de Madrid. En la Guía de la Excursión a Sierra Morena (Hernández-Pacheco, 1926) vuelve a encontrase con sus viejos fósiles ya conocidos: las Cruzianas y los Scolithus, ambos también presentes en gran abundancia en las capas de cuarcitas del Ordovícico de dicha sierra. Y de nuevo se enfrenta a tener que dar una interpretación, pero a diferencia de las otras ocasiones, esta vez la audiencia que va estar presente está constituida por especialistas internacionales. No puedo conocer exactamente cuál fue su actitud ante el reto, desde luego puedo imaginármelo, pero lo más probable es que no atine en mi opinión. Veamos con sus mismas palabras que es lo que sucedió en definitiva: «Aunque la roca dominante (en el Silúrico) es la cuarcita, se intercalan a veces bancos de conglomerados de cemento silíceo y areniscas micáceas y algunos delgados lechos de pizarras arcillosas, en cuyo contacto con los bancos de cuarcitas aparecen los fósiles característicos de este nivel, constituidos por huellas y moldes de diversos organismos litorales de significación, por lo general dudosa y discutida su inclusión en la Sistemática, pero que caracterizan muy bien al nivel estratigráfico.» (Hernández-Pacheco, 1926, p. 69).

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Sí, es todo un párrafo en el que me parece que cada coma y palabra están colocadas con reflexión e intención casi matemática y en el que se dicen cosas sin definir nada: un ejercicio para salir del compromiso, resuelto con la pulcritud propia de su autor. En el caso de la Guía en la que participó para la descripción geológica del desfiladero de Despeñaperros (Hernández-Pacheco y Puig de la Bellacasa, 1926), tampoco hace mención especial acerca de este tema, solo dice donde se hallan los yacimientos de estos fósiles. El Congreso fue todo un éxito, las excursiones organizadas hicieron las delicias de los numerosos asistentes y sirvieron para mostrar a los geólogos y geólogas de todo el mundo las enormes posibilidades de estudio y de la gran diversidad con que se presentan en España, tanto en la peninsular como la insular, los diferentes terrenos pertenecientes al espectro de épocas en que afloran en nuestro país. Y como consecuencia de todo ello, bien pronto se produjo una verdadera invasión de investigadores extranjeros para hacer estudios lo cual produjo un considerable avance al grado del conocimiento geológico y paleontológico de España. La Institución Gallach de Barcelona se propuso en esos años un ambicioso plan editorial en el que mostrar el estado de la cuestión sobre diversos temas. Uno de ellos fue el de la Historia Natural y para ello quiso contar con la colaboración de un importante panel de autores entre los que se encontraba EH-P que trataría el tema de Geología Histórica y Paleontología. Según reza el mismo libro se finalizó de imprimir el 17 de agosto de 1927, y viendo el esfuerzo editorial con que se elaboró el proyecto cabe argumentar que los autores debieron entregar los originales algunos meses antes, quizás incluso a finales de 1926, en todo caso en semanas seguramente posteriores pero cercanas a las que los autores de las Guías al Congreso de 1926 deberían enviar sus manuscritos. Pues bien, me detengo en esta cuestión de fechas porque en su colaboración en el tomo de Gallach nos encontramos con que en el apartado de Los arenicolites y los bilobites fósiles nuestro autor dice sobre ellos que son «pistas de gusanos» (Hernández-Pacheco, 1927b: 480) insistiendo aun más en ello en el pie de figura que muestra la fotografía del ejemplar bajo el titular «Placa con huellas de gusanos» mostrando un fragmento de capa de cuarcita procedente de la cumbre de la Peña de Francia con Cruziana, además de Fraena y Scolitus.

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FIGURA 3.-ES

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HERNÁNDEZ PACHECO DE LA «PLACA CON «LA CUMBRE DE LA PEÑA DE FRANCIA”. EN: HERNÁNDEZ-

COPIA DE LA FOTOGRAFÍA DE

HUELLAS DE GUSANOS” RECOGIDA EN

PACHECO (1927B: 480). Cuando tenía sesenta años realiza una síntesis general de la geología de España que publica en 1932 en un volumen con cuatrocientas páginas. Dentro de todo el conjunto de temas que trata destina un párrafo para hablar de estos fósiles: «las cuarcitas de Cruzianas y Scolithus del Ordovícico de Sierra Morena y de Extremadura y Portugal contienen numerosas huellas de gusanos arenícolas y de otros organismos de playa, y además, la gran potencia de conglomerados indica el batir del oleaje contra la costa» (Hernández-Pacheco, 1932). Y después vino la Expedición a Ifni en 1934, y después la Guerra Civil, y la Expedición al Sáhara en 1941, y la II Guerra Mundial, y EH-P sobrevive a todo ello con, o debido a, la fortaleza que tiene y sin duda que acompañado de la suerte. Y de nuevo nos deja su versión del fenómeno de estos fósiles con las siguientes palabras: «Bilobites, del Silúrico, que solo consisten en las señales que ciertos organismos dejaron en las arenas de las playas de aquellos antiguos mares, hoy convertidos en las duras cuarcitas del oeste de España» (Hernández-Pacheco, 1947a). En 1947 el Instituto Gallach reedita aquel ambicioso proyecto editorial de hace veinte años y de nuevo llama a EH-P para colaborar en los capítulos de Paleontología y Geología Histórica. En el primero y bajo el epígrafe Los gusanos fósiles incluye en ellos a los arenicolites

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y a los bilobites, y de estos últimos dice que «A los bilobites corresponden las cruzianas de las cuarcitas del Silúrico inferior, que aparecen como largos moldes en relieve…» (Hernández-Pacheco, 1947a: 370-371), donde no habría mención a su origen si no fuera porque los incluye bajo dicho epígrafe, que quizás consideró innecesario hacer pues ya unas páginas antes sí que lo explicita «… Bilobites del Silúrico, que solo consisten en las señales que ciertos organismos dejaron en las arenas de las playas de aquellos antiguos mares, arenas hoy convertidas en las duras cuarcitas del oeste de España.» (op. cit.: 342). Párrafo en el que destaca ese solo que me parece elocuencia lo que pudiera parafrasearse con lo de: al final solo se trataba de eso. En la recién citada frase menciona como zona de presencia de estos fósiles el «oeste de España» lo cual extraña pues con ello se olvida de Las Guadalerzas, y vuelve a tener ese olvido después (HernándezPacheco, 1947a: 371) al exponer los lugares haciendo mención a la Peña de Francia, Las Villuercas y Sierra de Bussaco (Portugal), sin incluir a los Montes de Toledo, Sierra Morena y a la sierra de Alcuéscar, áreas en las que él mismo había descubierto y estudiado yacimientos de este tipo. Para el mismo volumen del Instituto Gallach dedicado a la Historia Natural se le encargó el capítulo de Geología Histórica y en el apartado referente al Silúrico inferior menciona: «Las rocas que caracterizan al Ordovícico son las cuarcitas con abundantes huellas de gusanos y otros animales de playa (Bilobites, Scolithus, etc..).» (HernándezPacheco, 1947b: 457). Ya jubilado, Eduardo Hernández-Pacheco se retiró a vivir a Alcuéscar, su tierra sentida como ancestral, desde donde no para de escribir. A los 79 años publica un artículo de síntesis paleogeográfica para el Paleozoico de España donde de nuevo, y quizás ya por última vez, hace mención a estos fósiles: «En amplios playazos arenáceos y fangosos, que invadía la marea, los gusanos arenícolas, los crustáceos trilobites y demás animales de la fauna costera, dejaban huella de su paso, formándose de este modo las potentes capas de cuarcitas con moldes de Cruzianas y de Scolithus o Foralites» (Hernández-Pacheco, 1951). Se puede decir más alto, pero no más claro... ¡gracias por la lección Don Eduardo!

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TEJIDO DEL CANASTO

Lo que parecía en principio no ser más que una observación curiosa de la paleontología de la sierra de al lado de su querido pueblo de Alcuéscar, hemos visto como fue adquiriendo una magnitud y sobre todo una perseverancia difícil de encontrar en un autor tan variado. Entre 1902 y 1951, que son el primero y último año en los que hace referencia al tema de las Cruzíanas, EH-P escribe en un total de 12 artículos o capítulos de libros con referencias en mayor o menor grado de dedicación a dicho tema, es decir con un promedio de casi cada cuatro años, a lo largo de cincuenta; es por tanto uno de sus temas más recurrentes. Unas veces lo hizo por propia iniciativa y en otras ocasiones las circunstancias le llevaron a ir a lugares donde esos fósiles se pusieron en su camino. Cuando escribió su primer artículo de información geológica general él se encontraba de profesor en Cáceres y creo que uno de los artículos de entre los que sacó referencias al respecto fuese el publicado por Gredilla y Gauna en 1886 en los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, de la que EH-P no se hizo socio hasta 1893, pero pudo acceder a los números publicados ya sea en Madrid, en casa de Macpherson a donde asistía a desarrollar sus investigaciones sobre su tesis doctoral como el mismo nos lo relata (Hernández-Pacheco, 1927a), o quizás en el mismo Instituto de Cáceres. Tesis que estaba basada en los estudios petrográficos y que pudo desarrollar con los medios que poseía Macpherson. Así que se puede decir que EH-P iba para la petrología, pero durante sus visitas a los terrenos de la Sierra de Alcuéscar, las Cruzianas se cruzaron en su camino y a partir de ese momento encontró la llave de una puerta de objetivos y estudios que le llevaron hacia una de las áreas a las que dedicó mucha parte de su esfuerzo: la paleontología. De entre las opiniones que se manejaban sobre el origen de estos fósiles, bien como debidos a las impresiones de algas, o como trazas de animales, EH-P tomo partido, eso sí, variable según hemos expuesto. Cabe plantearse acerca de por qué esa alineación tan rápida y elocuente con aquellos que daban un origen vegetal, como acumulación de algas, pero no será fácil hallar para ello una explicación que además él no nos da. Pero, si se toma una cierta perspectiva de sus escritos me atrevo a decir que pudo haber un doble motivo: el

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que los autores españoles que había consultado habían tomado ellos mismos esa posición como Prado (1864)5 quien además decía que es la hipótesis admitida por la generalidad, y es de suponer que también leyó como ya hemos indicado a Gredilla y Gauna (1886) partidario asimismo de su formación a partir de algas; y hay que sumar a ello que ese era el criterio que había tomado y defendido, por siempre, el colega portugués Nery Delgado, por quien no ocultó su admiración. En las cuatro publicaciones de 1902, 1908, 1911 y 1912, EH-P dejó dicho que las Cruzianas eran originadas por la fosilización de algas, sin embargo, y sin dar ninguna explicación al respecto, en 1919 dice que son debidas al paso de animales en las playas ¿Qué le hizo mudar de opinión? No he encontrado ninguna «pista» al respecto. Es verdad que el problema estaba en el ánimo de los investigadores que también recorrían los terrenos como los ingenieros españoles Gil Maestre (1880) y Cortázar (1891) quienes elaborando sus trabajos para la Comisión del Mapa Geológico habían hallado estos fósiles, pero estos habían guardado un prudente silencio sobre su significado y también mostró esa compostura Douvillé (1911). También resulta sorprendente otro cambio en la opinión de EH-P detectado entre 1919 y 1926 año en que elabora las dos Guías para el XIV Congreso Internacional a celebrar en el mes de mayo en Madrid y en donde se posiciona ni a favor ni en contra de las dos hipótesis principales que había sobre el origen de las Cruzianas: algas o animales. Opta por la de mostrar la «significación dudosa» dejando a todos sin apoyo expreso, de tal manera que encontró una nueva fórmula de decir algo sin romper nada, incluso ni con las dos anteriores suyas. El motivo para dar explicación a esa retro opinión no puede ser más que especulativo pero es evidente que las Guías se iban a distribuir entre los asistentes al Congreso que representaban a más de 45 países y todos eran especialistas en diversos temas geológicos y cabe pensar el reto que suponía para EH-P posicionarse cuando él mismo

5.

En sus referencias cita esta monografía de Prado (1864) pero de nuevo advertimos un aspecto curioso de EH-P pues no tiene en cuenta el descubrimiento que este hizo en los Montes de Toledo del primer fósil de la fauna «primordial» (del Cámbrico inferior) en Los Cortijos de Malagón (de Prado, C., 1856, Mémoire sur la géologie d’Almaden d’une parte de la Sierra Morena et des montagnes de Toléde;suivi d’une descripción des fossiles qui s’y rencontrent: Bulletin de la Société Geologique de France, v. XII (1855), p. 3-24) donde menciona a los Bilobites y los considera de origen vegetal.

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lo había hecho en los dos extremos. Pero aún es más susceptible de sorpresa su opinión que expone en 1927 cuando ya decididamente manifiesta que son «pistas de gusanos». Un cambio que no pasó desapercibido a Carrington da Costa (1935) quien, por supuesto sin reproche alguno, refleja su estupefacción pues, sin conocer la de 1919, la supone ocurrida a solo un año de la neutra que dejó dicha durante el XIV Congreso. Aunque no hay motivos para dar al Congreso el factor de peso que pudiera haber hecho modificar su actitud, pues por ejemplo Hernández Sampelayo también asistente a él todavía en 1929 mantenía la de un origen desde la fosilización de algas para las Cruzíanas; y la Enciclopedia Espasa, bajo la firma de Faura i Sans (1926) los Bilobites y los Vexillum los encaja bajo las Talofitas, por lo que no hay un ambiente generalizado que le pudiera haber influido. En todo caso, ya unos meses antes del Congreso el mismo EH-P no debía estar seguro de su antigua opinión aunque tampoco de la nueva, así que optó por la más prudente y así no molestar a nadie, en todo caso: tendría ocasión de matizar después todo aquello. Su opinión de que las Cruzianas eran pistas de gusanos «y otros organismos» de playa es la que mantendrá durante los siguientes años: 1932, y 1947a y 1947b. Una interpretación que se acerca a la de Nathorst allá por 1886. Pero finalmente, y también sin dejar de sorprendernos por ello, EH-P ya en su último artículo referente al tema, en 1951, cuando trata sobre este tema deja dicho eso de: son producidos por «los gusanos arenícolas, los crustáceos trilobites…» coincidiendo así plenamente con el que había sido durante más de cuarenta años su oponente, Nathorst. Los trabajos de EH-P sobre las Cruzianas es imposible decir que nunca nadie los haya citado, Carrington da Costa lo hace justamente casi para reprocharle su ambigüedad y su mudanza, y después he hallado la referencia de Seilacher (1970) que solo recoge un lugar de sus hallazgos y no lo cita correctamente en la bibliografía. Pero además: ¡es que ni él mismo se menciona en sus posteriores artículos! Es como sí quisiera distanciarse de todo ello, olvidar y contribuir a hacer olvidar que alguna vez él había trabajado sobre esos fósiles. Todo lo cual me parece injusto porque él descubrió nuevos lugares, clasificó, enseñó y los divulgó durante años dándolos a conocer a generaciones de alumnos y lectores, y admiradores algunos de los cuales hemos descubierto a veces solo por casualidad sus aportaciones y esfuerzos.

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Este es un caso muy particular en la amplia secuela de discusiones en que EH-P participó, pero en este caso se puede decir que su principal oponente fue él mismo que se contravino por dos veces y mantuvo dos posturas bien distintas durante décadas, sin justificar o argumentar sus mudanzas de opinión, e incluso optó por una tercera vía, la de la neutralidad cuando lo consideró oportuno. A diferencia de lo que ocurrió en otros temas en los que participó, como por ejemplo el del torno del Tajo en Toledo sobre el que mantuvo una agria discusión con su antiguo discípulo José Royo Gómez después de que este publicase (Royo Gómez, 1929) el resultado de sus observaciones preparatorias precisamente para una excursión del XIV Congreso,6 algunas frases molestaron a EH-P manteniendo una polémica que se mantuvo durante la primavera de 1930, utilizando en ella palabras de socarronería rayando en la acritud que hacen de ese episodio el más álgido de la ya entonces deteriorada relación entre ambos antiguos amigos; el mismo EH-P debió sentirse molesto de como se estaba desarrollando el asunto y acaba su segunda intervención con la ya famosa frase de: «por mi parte, creo que se debe ya dejar correr el Tajo y tratar de otro asunto» (Hernández-Pacheco, 1930b). Y en efecto nunca más habló de ese tema: ¡nunca!

EL

FONDO DEL CESTO

Es difícil empatizar con otra persona tan longeva y ya de otra época, y es casi imposible cuando se trata de una «múltiple personalidad» (Vidal Box, 1966) que mostró tanta diversidad biográfica y de intereses como es el caso de Eduardo Hernández-Pacheco. Así que decidir acerca de los motivos que le indujeron a hacer, escribir tales o cuales cosas puede resultar una pretensión vana, cuando no inútil, aunque no deja de ser interesante intentarlo, y hacerlo sobre todo por lo que merece don Eduardo, además surge intrigante leyendo el reguero de sus publicaciones, que en definitiva es el material básico que se ha utilizado

6.

No se llegó a celebrar ni a publicar como tal, pues puede que los tres encargados de hacerlo, el citado Royo Gómez, Alfonso Rey Pastor y Joaquín Gómez de Llerena, parece que no se pusieron de acuerdo o al menos no llegaron a hacerlo a tiempo para entrar en el programa de ediciones de la Comisión encargada de editar las Guías, aunque los tres lo hicieron a los pocos meses pero por separado

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aquí. Nos ha dejado suficientes «pistas» como para mantener activos a muchos interesados en encontrar significados quizás allá donde no los haya, pero en el camino quedar prendidos entre sus frases que además aportan alguna aproximación para entender el conjunto de las cosas y de la vida misma. La continuidad en proseguir con los temas que iniciaba no era una de sus características (Jordá Pardo, 1992); al contrario, pasaba de unos a otros como nos ha dejado descrito Vidal Box (1966): «se caracterizó por su tendencia a abrir brecha en una dirección de la ciencia geológica, trabajar en él (sic) durante algún tiempo iniciando a sus colaboradores en aquellas técnicas. Más tarde, y sin agotar ni mucho menos aquel campo de acción, deja el camino libre e inaugura una nueva etapa» (op. cit. p. 21). Y así, en efecto, se refleja en el análisis de conjunto de las disciplinas que trató en su vida (Martín Escorza, 1988); en donde la recurrencia en alguna, a veces buscada pero otras venida a él de manera casual, como en el caso de las Cruzianas, tiene poco que ver con los cambios de opinión que manifiesta acerca de su significado. Al contrario, parece como si la persistencia en un quehacer o en una hipótesis fuera una ruta prohibida y ya bastante hacía destinándole su atención durante algún tiempo. Creo que al avanzar en sus conocimientos fue modificando sus opiniones de las antiguas observaciones y eso, bien normal en el proceso de la investigación, a él le molestaba o perturbaba, como asimismo es habitual para quienes participan en una investigación durante años y pudiendo llegar a ser muchos pues ya produce inquietud, y EH-P fue longevo y pudo ser sensible a ello. Finalmente debo decir que hay una cuestión que no he averiguado y que, como casi todo lo aquí tratado, permanecerá en la duda; me refiero a la llave, la palanca o la señal que a EH-P le llevó cambiar su ruta inicial sobre su interpretación de las Cruzianas. Él tampoco lo pone fácil, pues sus silencios o ausencias de referencias son murallas casi infranqueables. Hay, sin embargo, un resquicio probable en el que tomar aire y, en mi opinión, es que llegado un momento él mismo se percató que el camino a través de las algas no le llevaba sino a una cada vez mayor complejidad, construyendo un edificio cada vez más elevado y complejo con pocas bases de apoyo. Don Eduardo puede que fuera todo un carácter de difícil doma, pero poco espacio dejaba para lo absurdo y en su inteligencia poco margen para lo imposible, así

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que es muy probable que fuera de nuevo él mismo quien llegara a la conclusión más racional y ya ampliamente aceptada, y giró los grados que hicieron falta para corregir el rumbo de su trayectoria. No tan bruscamente como otros lo hubieran hecho pues fue un peregrinaje que le llevó años sino décadas, con flujos y reflujos de mareas, generalizaciones y concreciones a medias, uso de comas y palabras más que estudiadas, para al final traspasar el pórtico de la tranquilidad y y de la paz con humildad y coraje.

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