Eduardo Boscá Casanoves (1843-1924), un darwinista valenciano

July 8, 2017 | Autor: M. Salinas Jaques | Categoría: History of Natural History, History of Museums, Biography, Darwinism, Natural history collections
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Descripción

Mª Amparo Salinas Jaques

Eduardo Boscá Casanoves (1843-1924),

un darwinista valenciano

© Mª Amparo Salinas Jaques © De esta edición: Consell Valencià de Cultura c/ Museu, 3 • 46003 València [email protected] Impresión y maquetación: Martín Impresores, S.L. www. martinimpresores.com Imagen de cubierta: Fotografía de Eduardo Boscá Casanoves en su época de estudiante, por cortesía de su biznieto Jaime Boscá Berga. ISBN: 978-84-482-5512-1 Depósito legal: V-309-2011

…nos estremecemos al considerar en qué situación desaparecen las personas cuya vida ha sido un continuo sacrificio para llegar a poseer un concepto propio en la ciencia, y dar algún fruto que permita un día colocar su nombre entre el de los sabios, dignos de repetirse en la posteridad. Eduardo Boscá, 1876

III. La estancia en Ciudad Real Índice

Abreviaturas de los archivos consultados............................................................................ 15 Otras abreviaturas utilizadas en el texto.............................................................................. 15 Prefacio..................................................................................................................................... 19 I. ORIGEN FAMILIAR DE EDUARDO BOSCÁ Y FORMACIÓN EN VALENCIA (1858-1874)...... 23

1. Estudios de bachiller (1858-1863).......................................................................... 23



2. Licenciatura en Medicina y Cirugía (1863-1869)................................................... 26



3. Profesor y alumno de la Escuela Especial de Veterinaria (1869-1874).............. 28

II. LAS ESTANCIAS DE EDUARDO BOSCÁ EN MADRID PARA LA OBTENCIÓN DE LA LICENCIATURA Y DOCTORADO EN CIENCIAS (1871-1874)................................................ 35 1. La Memoria sobre los hongos comestibles y venenosos de la provincia de Valencia (1873).......................................................................................................... 39 2. Presentación de una colección de anfibios y reptiles valencianos en la Exposición de Viena (1873)...................................................................................... 44

3. Oposiciones a cátedra (1873-1874)........................................................................ 48

III. LA ESTANCIA EN CIUDAD REAL (1876-1882).................................................................. 53

1. El proyecto herpetológico......................................................................................... 53



2. El trabajo sobre la biología del gallipato (1877)..................................................... 55

3. El Catálogo de los Reptiles y Anfibios de España, Portugal e Islas Baleares (1877)......................................................................................................... 57

4. Los trabajos para la revisión del Catálogo de 1877............................................... 62



4.1. Impulso de los trabajos. La colaboración con Fernand Lataste.................. 62



4.2. Primera corrección al Catálogo: Discoglossus sardous (1877)................. 69

4.3. Enmiendas a Rana temporaria y Bufo viridis (1878)................................... 71

4.4. La descripción de una nueva especie: Vipera latasti (Boscá, 1878)......... 74



4.5. Descripción del sapo partero ibérico: Alytes cisternasii (Boscá, 1879).... 80



4.6. La exploración herpetológica de Galicia (1879)........................................... 83

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4.7. Descripción del eslizón ibérico: Chalcides bedriagai (Boscá, 1880)......... 4.8. Descripción de una nueva especie, basada en rasgos etológicos: Hyla perezii (Boscá, 1880)............................................................................. 4.9. Expedición a la isla de Mallorca (1880)......................................................... 5. Publicación de Correcciones y adiciones al catálogo general de los reptiles y anfibios de España, Portugal y las islas Baleares, seguido de un resumen sobre su distribución en la Península (1881)........................................................ 6. Las exploraciones herpetológicas del mediodía español y de la isla de Ibiza (1881-1883)................................................................................................................ 7. Los años en el Instituto de Ciudad Real (1876-1883)...........................................

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IV. EL REGRESO DEFINITIVO A VALENCIA (1883-1924)........................................................ 1. El cargo de Jardinero Mayor del Jardín Botánico de la Universidad de Valencia (1883-1892)............................................................................................................... 2. Eduardo Boscá y la Institución para la Enseñanza de la Mujer............................ 3. La cátedra en la Universidad y la dirección del Jardín Botánico (1892-1913)... 4. Llegada de la colección paleontológica Rodrigo Botet a Valencia (1889).......... 4.1. Estado del conocimiento paleontológico de la Argentina en el tiempo de la formación de la colección Rodrigo Botet.............................................. 4.1.1. El megaterio del Rio Luján................................................................... 4.1.2. Los primeros estudios estratigráficos y paleontológicos............... 4.1.3. La Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina de Florentino Ameghino (1889)............ 5. La estancia de la colección paleontológica en el Hospital de San Pablo (1896- 1908)............................................................................................................. 5.1. El edificio............................................................................................................ 5.2. Los primeros trabajos sobre la colección paleontológica............................ 5.3. Los métodos de trabajo de Eduardo Boscá en relación con el estudio de la colección paleontológica........................................................................ 5.4. El personal encargado de los trabajos sobre la colección........................... 5.5. Posición orgánica del Museo en el Ayuntamiento de Valencia.................... 5.6. Las primeras publicaciones de Eduardo Boscá sobre la colección paleontológica...................................................................................................

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5.7. El IV Centenario de la Fundación de la Universidad de Valencia y el Museo Paleontológico...................................................................................... 6. La estancia de la colección paleontológica en el Almudín (1908-1924)............. 6.1. El edificio............................................................................................................ 6.2. Traslado de la colección paleontológica al Almudín..................................... 6.3. La metodología del traslado............................................................................ 6.4. Los primeros años en el Almudín (1908-1909)............................................ 6.4.1. El homenaje a Darwin (1909)............................................................. 6.4.2. La Exposición Regional de 1909......................................................... 6.4.3. El II Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias.................................................................................................. 6.5. Los viajes de estudio de Eduardo y Antimo Boscá como pensionados de la Junta para la Ampliación de Estudios (1909-1911)............................ 6.5.1. Objetivos de los viajes.......................................................................... 6.5.2. Concesión de las pensiones................................................................ 6.5.3. El viaje a los museos europeos (diciembre de 1909-marzo de 1910)................................................ 6.5.4. El viaje a los museos sudamericanos (octubre de 1910- enero de 1911)..................................................... 6.6. El impulso de los trabajos sobre la colección al regreso de los viajes....... 6.7. Los estudios sobre la colección y las publicaciones de Eduardo Boscá.... 6.8. Posición orgánica del Museo en el Ayuntamiento de Valencia.................... 6.8.1. Los presupuestos................................................................................. 6.8.2. El personal............................................................................................. 6.9. Los intentos de Eduardo Boscá de transferir la responsabilidad de la colección al Estado (1908-1916).................................................................... 7. El retorno a las investigaciones herpetológicas..................................................... 8. Los últimos años de Eduardo Boscá como director del Museo Paleontológico..



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Bibliografía ............................................................................................................................... 253

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Abreviaturas

ABREVIATURAS DE LOS ARCHIVOS CONSULTADOS AGA, Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares, Madrid. AJAE, Archivo de la Junta para Ampliación de Estudios, Residencia de Estudiantes, Madrid. AFMPA, Archivo Fotográfico del Museo Paleontológico, parte Antigua, Museo Municipal de Ciencias Naturales, Valencia. AMPRB, Archivo del Museo Paleontológico Rodrigo Botet, Museo Municipal de Ciencias Naturales, Valencia. AMV, Archivo Municipal de Valencia, Valencia. APJBB, Archivo Personal de José Vicente Boscá Berga, Valencia. APMAS, Archivo Personal de Mª Amparo Salinas Jaques, Valencia. AP. SAN MARTIN. Archivo Parroquial de la Iglesia de San Martín, Valencia. AUV, Archivo de la Universitat de València, Valencia. AIJCEC, Archivo del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses, A Coruña. BMHMV, Biblioteca y Museo Histórico Médicos, Valencia.

OTRAS ABREVIATURAS UTILIZADAS EN EL TEXTO AEPC, Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. ILVV, Instituto Luis Vives, Valencia. JAE, Junta de Ampliación de Estudios. RCV, Registro Civil de Valencia, Valencia. RSEHN, Real Sociedad Española de Historia Natural. SEHN, Sociedad Española de Historia Natural.

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Prefacio

El acceso de Rafael Cisternas y Fontseré a la cátedra de Historia natural de la Universidad de Valencia, en 1861, ha sido señalado por diversos autores como uno de los hitos en la introducción del evolucionismo darwinista en Valencia. Entre sus alumnos –todos ellos médicos en su formación inicial– destaca Eduardo Boscá Casanoves (1843-1924), el naturalista valenciano más brillante de la Restauración. Eduardo Boscá consagró su vida al cultivo de la Ciencia y a la enseñanza, aplicando la doctrina darwinista a sus estudios histórico-naturales y el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza a su ejercicio docente. Un personaje tan interesante no podía pasar desapercibido con motivo de la celebración, en 2009, del segundo centenario del nacimiento de Charles Darwin y del ciento cincuenta aniversario de la publicación de On the origin of the species. Atendiendo a ello –y en su línea de recuperar la memoria de los científicos valencianos–, el Consell Valencià de Cultura decidió rendir homenaje a este naturalista, mediante la publicación de su biografía científico-profesional, cuyo encargo tuve el honor de recibir. Dar a conocer la figura de Eduardo Boscá era para mí un asunto pendiente ya que, durante los años que pasé entregada al estudio de la obra paleontológica impresa y manuscrita del naturalista –núcleo de mi trabajo de tesis doctoral– no pude dejar de prometerme a mí misma rendirle algún día este tributo. Agradezco al Consell Valencià de Cultura la oportunidad que me brinda de hacerlo en esta ocasión, y espero que esta biografía quede a la altura que la circunstancia merece. En la vida y obra de Eduardo Boscá cabe diferenciar dos grandes períodos. El primero –desde su nacimiento en 1843 hasta la edad de 40 años– abarca su formación en Valencia y Madrid y el desempeño de la cátedra de Historia natural en el Instituto de Segunda Enseñanza de Ciudad Real. El desarrollo de sus investigaciones sobre la Fauna herpetológica ibérica se verificó en esa primera etapa y, aunque algunos autores han publicado trabajos críticos en torno a esta vertiente de la actividad científica de Eduardo Boscá, he preferido centrar mi investigación en las fuentes impresas debidas al naturalista. El segundo periodo, que comienza en 1883 con su

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regreso a Valencia, y se prolonga hasta su fallecimiento en 1924, corresponde a los años de su trabajo en la Universidad de Valencia –que compaginó con su adhesión activa a la causa por la educación de la mujer– y de su compromiso con la colección paleontológica Rodrigo Botet. Fue durante esta etapa que desarrolló la investigación sobre los materiales que componen la colección paleontológica, cuyo estudio verifiqué, en gran medida, a través de fuentes inéditas debidas al naturalista. Antes de dar paso a la lectura de la biografía de Eduardo Boscá Casanoves, quiero expresar mi agradecimiento a tres de sus biznietos, los hermanos José Vicente y Jaime Boscá Berga, y su primo Eduardo Boscá Sanchis, por haber depositado su confianza en mí y por las valiosas informaciones y documentos gráficos que han puesto a mi disposición.

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A Rosa Maria, Tina, Josep Carles, Montse y David, les agradezco su cariñoso apoyo. A Alessandro, por su paciencia risueña y su eficacísima intendencia doméstica durante la elaboración del manuscrito, le dedico el libro. En Valencia, 1 de abril de 2009.

I. Origen y formación

I. ORIGEN FAMILIAR DE EDUARDO BOSCÁ Y FORMACIÓN EN VALENCIA (1858-1874) Eduardo Boscá Casanoves nació en Valencia el 11 de febrero de 1843, fruto del matrimonio formado por el médico José Boscá Blasco –cuya familia procedía de La Pobla del Duc (Valencia)– y Josefa Casanoves Ponce, natural de Valencia. Según la costumbre, fue bautizado al día siguiente en la iglesia de San Martín, recibiendo los nombres de Eduardo, Severino y Martín; fueron sus padrinos Fernando Boscá y Salvadora Ponce1. Es probable que su progenitor fuera el mismo Sr. Boscá que, formando parte de la comisión sanitaria constituida en 1848 en Valencia –a raíz de la llegada a Berlín de una de las epidemias de cólera que azotaron Europa durante el siglo xix– estudió la influencia de los fenómenos atmosféricos en el desarrollo de la enfermedad y que, hacia 1867, tuvo que abandonar el ejercicio de la profesión, por padecer serios problemas de salud2. Del resto de la familia de origen de Eduardo Boscá Casanoves, poco más podemos saber, tan sólo que, en 1888, sólo sus hermanos Fernando y José María seguían vivos. Sus hermanas –Josefa y Encarnación– y otros dos de sus hermanos –Estanislao y Román– habían fallecido ya por esas fechas. Su hermano Fernando murió también al año siguiente3.

1. ESTUDIOS DE BACHILLER (1858-1863) Eduardo Boscá cursó estudios de bachiller en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Valencia, alcanzando el grado de Bachiller en Artes el 11 de mayo de   AP. San Martín, Libro 32 de Bautismos, f. 329v.; APJBB, [Datos familiares].

1

  cf. Teruel, 1974: 68, 43-44.

2

  APJBB, [Datos familiares].

3

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18634. Según los planes de estudio vigentes –la conocida como Ley Moyano, de 9 de septiembre de 1857 y el Real Decreto de 21 de agosto de 1861–, la formación de bachiller se adquiría en dos etapas. En la primera –que duraba dos cursos–, debía aprobarse las asignaturas de Doctrina cristiana e Historia sagrada; Gramática latina y castellana; Aritmética; Geometría y Geografía descriptiva. En la segunda, de tres cursos, las de Latín, Griego; Historia general y de España; Aritmética; Álgebra; Retórica y Poética; Geometría; Trigonometría; Psicología, Lógica y Filosofía moral; Elementos de Física y Química y Nociones de Historia natural. El decreto de 1861 añadía la obligatoriedad de estudiar la lengua francesa.

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Durante el curso 1862-1863, Eduardo Boscá estudió en la Universidad de Valencia las asignaturas de Física, Química, Botánica y Mineralogía5, lo que parece indicio claro de la vocación científica que orientaría y dirigiría su formación posterior. Desde 1861 ocupaba la cátedra de Historia Natural6 el barcelonés Rafael Cisternas y Fontseré (1816-1876), quien pasaría a la historia de la ciencia como uno de los introductores del evolucionismo en Valencia7. La influencia capital del magisterio de Rafael Cisternas sobre la trayectoria posterior de Eduardo Boscá, nos inclina a situar en esa época el inicio de la cordial relación maestro-neófito que mantuvieron hasta la inesperada muerte de Cisternas en 1876: “Durante los trece años que ocupó la cátedra entre nosotros, ocurrió en el mundo científico la popularización de los principios que el gran filósofo de la época Carlos Roberto Darwin legó a su siglo, repercutiendo su famosa teoría más o menos en todos los círculos de la actividad humana. No me ocuparé de cómo fue recibido en nuestro país ese progreso que de tal modo evidencia el origen racional de las 4   AUV. Expedientes académicos. Expte. 249/39 [Escuela de Veterinaria. Expediente de D. Eduardo Boscá y Casanoves]. 5   AUV. Expedientes académicos. Expte. 249/39 [Escuela de Veterinaria. Expediente de D. Eduardo Boscá y Casanoves].

  Esta cátedra atendía entonces las asignaturas de Zoología, Botánica, Mineralogía y Nociones de Geología (Boscá Casanoves, 1876d: 599). 6

  v. López Piñero, 2000: 58; Navarro, 2000: 124.

7

formas orgánicas. En general, la falta de una necesaria preparación acerca de los pormenores técnicos en que se funda, fue causa segura de no comprender el rigor lógico de sus conclusiones, quedando para los menos el poder apreciar con criterio propio el período trascendental en que había entrado la Historia natural, que pasaba de hecho a la más alta categoría entre las ciencias filosóficas. Cisternas vio claro desde la primera lectura del “Origen de las especies”. Ya no tenía objetivo el ejército de naturalistas que, esparcido por todo el planeta, buscan especies como casos particulares de la ley morfológica, pues el número de éstas puede, a priori, considerarse como infinito, accidente que la jardinería con la zootecnia venían explotando ya mucho tiempo. Podrá interesar la forma bajo otros aspectos relacionada con los problemas que plantee el progreso intelectual, pero el proceso sintético del origen queda hecho. Para él, el darwinismo, con sus predecesores Lamark, Goeth, Geoffroy-Saint-Hilaire y Oken, con su contemporáneo Hookes, abarca la idea desde la noción de patria como resultado de una máxima adaptación, hasta la posibilidad de una religión en el porvenir genuinamente humana, y por tanto al alcance y con la colaboración de todos, llegando por selección y mediante la herencia a ser el hombre instintivamente bueno, pero renunciando al universalismo como impracticable, y sí constituyendo asociaciones dentro de la sociedad general que por su educación pasen a la tolerancia y de ésta, por reflexión, a la conveniencia de mutuos respetos. Figuraba, como se ve, Cisternas en las avanzadas del progreso como profesor, si bien estas ideas no cabían propalarse en una fecha en que ni los textos ni en ninguno de los centros oficiales daban explícita sanción a la teoría evolucionista; habiendo contribuido más tarde a la propaganda, sin duda, los datos aportados por Haeckel, en sus estudios sobre la fisiología de la célula, así como los recuerdos evocados en pro de las mismas ideas, pero en estado rudimentario y muy incompletas, durante largos períodos de la historia, como por ejemplo la ley de las castas.”8

Así se expresaría Eduardo Boscá, treinta años después de conocer a Rafael Cisternas, durante la sesión apologética dedicada al maestro, el 27 de octubre de 1894, con motivo de la apertura de curso del Instituto Médico Valenciano.   Boscá Casanoves, 1894a: 13.

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La selección de este texto es intencionada: como iremos viendo en las páginas siguientes, Eduardo Boscá no sólo conoció a través de Rafael Cisternas la teoría de la evolución; bajo sus directrices se inició también como naturalista, y en particular en el trabajo de campo. Este discurso –seguramente uno de los textos que más ha servido para acreditar a Eduardo Boscá como “evolucionista radical que consideraba el darwinismo como fundamento para explicar todos los aspectos de la realidad”9– revela también otras influencias determinantes en su trayectoria vital. Como veremos más adelante, Eduardo Boscá se mantuvo estrechamente vinculado a diversas instituciones de talante progresista, cuyos idearios y objetivos, asumidos con extraordinaria coherencia por el naturalista, le determinarían a volcarse con tenacidad tanto en el cultivo de la Historia natural como en la enseñanza.

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2. LICENCIATURA EN MEDICINA Y CIRUGÍA (1863-1869) La iniciación de Boscá en el evolucionismo y en el cultivo de la Historia natural debió ocurrir de una forma prácticamente simultánea. Sin embargo, según los planes de estudio vigentes, en la Universidad de Valencia lo único que podía hacer entonces era matricularse en Medicina; pero nada impedía que, al mismo tiempo, utilizara los ratos libres para entregarse a su verdadera vocación. Eduardo Boscá era un hombre apasionado de la Naturaleza, y estaba dotado, por añadidura, de una curiosidad, una capacidad de observación y una tenacidad extraordinarias. Estos rasgos de su personalidad, junto con su temperamento abierto y liberal, seguramente hicieron de él un alumno bien dispuesto para asimilar todo aquello que Cisternas y otros maestros pudieran enseñarle. Desde aquellos primeros años de su formación científica, Boscá aprovecharía cualquier ocasión que se le presentara para entregarse a dos prácticas naturalísticas fundamentales: el excursionismo y el coleccionismo.

  López Piñero y Navarro, 1995: 509.

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Así, alrededor de 1864 comenzó a efectuar salidas de campo, cuyos primeros frutos serían el conocimiento del entorno natural próximo y la adición de nuevos especímenes al inventario del Museo de Historia Natural de la Universidad, que Boscá recolectaba por encargo de Rafael Cisternas. “Atesoraba nuestro Museo, por el que le había precedido en tan honroso cargo [Ignacio Vidal y Cros], una de las mejores colecciones de aves recolectadas en España, [Cisternas] vió en ello el primer paso para continuar la obra, difícil en nuestro país, de reunir sucesivamente, y hasta donde le fuera posible, todos los grupos de vertebrados indígenas, dando con esto un verdadero carácter a nuestros gabinetes, en los que con tan lamentable frecuencia se ven las especies comunes [...]”10.

Ese mismo año, y a instancias del maestro, Eduardo Boscá comenzó también los trabajos bibliográficos y de campo para conocer la fauna de anfibios y reptiles de la provincia de Valencia11 y parece que en 1866 había reunido ya una pequeña colección de estudio12. Todo lo relacionado con la Naturaleza parecía merecer algo de su tiempo y así, aprovechando la buena disposición del profesor Juan Vilanova y Piera (1821-1893), durante los veranos de 1866 y 1867 le acompañó en sus excursiones para la preparación de una memoria geológica de la provincia de Valencia13. En agosto de 1867 fue Eduardo Boscá a la llamada Cova de les Meravelles, cerca de Gandía, en busca de unos huesos cuaternarios de que había tenido noticias. Al examinar la cueva encontró también varios sílex paleolíticos, que pasaron a formar parte de su colección particular14.   Boscá Casanoves, 1876d: 599-600.

10

  v. Boscá Casanoves, 1877b: 41.

11

  v. Boscá Casanoves, 1879e: 478.

12

  Boscá Casanoves, 1879e: 466; v. Boscá Casanoves, 1916e: 83. Pensamos que Boscá se refiere a los trabajos preliminares a la publicación de la Memoria geognóstico-agrícola y prehistórica de Valencia, publicada por Vilanova en 1893. 13

14

  Pla, 1945: 193.

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Avanzamos ahora que, a corto plazo e inducido por Cisternas, Eduardo Boscá se empeñaría en la ambiciosa empresa de sentar las bases para el desarrollo de la herpetología científica en España15 –tarea por la que se le reconoce actualmente como padre de la herpetología ibérica16– y lo haría introduciendo la perspectiva evolucionista en los trabajos necesarios para la caracterización de la fauna herpetológica ibérica, cuyo conocimiento era entonces escaso y rudimentario. Pero de esto daremos los pormenores más adelante, ya que la licenciatura en Medicina y Cirugía, que alcanzó Boscá en 186917, solo cierra una primera etapa en la formación académica del naturalista, cuyas miras estaban puestas en la consecución del doctorado en Ciencias. Además Eduardo Boscá, que era un hombre de una vitalidad extraordinaria, iniciaría inmediatamente, gracias a esta licenciatura, el ejercicio de la docencia. 28

3. PROFESOR Y ALUMNO DE LA ESCUELA ESPECIAL DE VETERINARIA (1869-1874) Eduardo Boscá fue nombrado profesor auxiliar de la cátedra de Fisiología e Higiene de la Escuela Especial de Veterinaria en septiembre de 186918. La Escuela –tutelada por la Diputación de Valencia– nacía a raíz de la reforma de la enseñanza secundaria promovida por el Gobierno en 1868 y, durante los cinco cursos de su existencia, Boscá estuvo encargado de las asignaturas de segundo. Los profesionales de la veterinaria de todo el país encontraron, en los principios 15   Boscá Casanoves, 1877b: 41; “Es el primer y más difícil peldaño que, más o menos pronto, han de construir en todas las especialidades los naturalistas españoles, preparando así el desenvolvimiento de nuestros tesoros científicos, hoy un tanto olvidados, y en este concepto la Historia natural tendrá que agradecer mucho al autor [Rafael Cisternas]”, Boscá Casanoves, 1876d: 613. 16

  González-Fernández, 1997: 98.

  AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.3r.].

17

  AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.3v.].

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rectores de esta Escuela, un terreno abonado sobre el que desarrollar la polémica entre sus detractores –cuyo órgano de expresión era la revista La veterinaria española– y sus defensores, que se manifestaban a través del diario valenciano Las Provincias. Eduardo Boscá llegó a ser el profesor más discutido de la Escuela, y su condición de médico le valió los ataques de Juan Morcillo y Olalla (1828-1908) quien, de estar entre los defensores de la existencia de la Escuela, había pasado a manifestarse en contra. En cierta ocasión, el diario Las Provincias finalizaba uno de sus artículos invitando a conocer la Escuela “a cuantos se dignasen honrarla”, ocasión que propició una visita de Morcillo que daría lugar “a largas polémicas y a interesantes y pintorescas situaciones, en las que se vio comprometido el profesor Boscá”19. Efectivamente: el 9 de febrero de 1871, Juan Morcillo se presentó en Valencia con ánimo inquisitorial. Y comenzó su visita por la cátedra de Fisiología e Higiene ya que, según su parecer, no era digno de la profesión veterinaria que la formación de sus futuros facultativos se confiara a intrusos. Tras asistir a la lección dada por Boscá, Morcillo declaró que la hubiera podido impartir mejor, y que, si no lo había hecho, era por no ser veterinario ni haber “tenido ocasión de ver caballos enfermos”. Boscá salió mal parado en aquella ocasión también por hablar en valenciano, cosa que a Morcillo le parecía feo para expresarse en público20. Seguramente desconocía Morcillo que Boscá también se había matriculado como alumno oficial de la Escuela en octubre de 1869 y que se revalidaría como veterinario de primera –examinando precisamente un caballo enfermo– apenas once meses después21. En la Escuela, daba las clases de Fisiografía Rafael Cisternas22; entre las asignaturas de las que se matriculó Eduardo Boscá en la Escuela, llama la atención una en particular, tal vez reveladora del interés con que había acogido los principios 19

  Aganzo, 1973: 120-123.   Aganzo, 2008.

20

  AUV. Expedientes académicos. Expte. 249/40 [Escuela de Veterinaria. Expediente de D. Eduardo Boscá y Casanoves sobre reválida para Veterinario de Primera Clase]. 21

  Teruel, 1974: 138.

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29

de Charles Darwin a través del maestro: se trata de los Elementos de Agricultura aplicada y Zootecnia, cursada el año académico 1869-187023. Los estudios de la fauna herpetológica valenciana emprendidos en 1864 sin duda iban progresando porque, entre 1869 y 1871, practicó varias excursiones por las Islas Columbretes a la búsqueda de víboras24.

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La Revolución de 1868 no sólo había impulsado la creación de nuevos centros de enseñanza oficiales como la Escuela de Veterinaria y la de Agricultura; durante el Sexenio democrático también prosperaron otras iniciativas docentes y culturales –como la creación de la Escuela de Artesanos y la fundación de la Biblioteca Popular de la Casa Vestuario–, en las que participaron algunos catedráticos y ayudantes de la Universidad. Entre los fondos fundacionales de la Biblioteca Popular –cuya creación se debe a la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia– se encontraban las donaciones de Rafael Cisternas y Eduardo Boscá, que por aquellas fechas eran, respectivamente, vicepresidente y secretario de la comisión de Ciencias naturales de dicha entidad25. En aquellos años, aunque todas esas ocupaciones le obligaban a residir en Valencia26, Eduardo Boscá comenzó a viajar con cierta frecuencia a Madrid, donde se preparaba para obtener la licenciatura y doctorado en Ciencias, grado que en aquella época sólo podía alcanzarse en la Universidad Central.

23   AUV. Expedientes académicos. Expte. 249/39 [Escuela de Veterinaria. Expediente de D. Eduardo Boscá y Casanoves]. 24

  Boscá Casanoves, 1873c: 15.

25

  Sánchez Santiró, 1998: 131.

  Tenía entonces su domicilio en la Calle Fumeral –hoy desaparecida– cuyo trazado venía a coincidir con el de la actual Calle de Quevedo (AUV. Expedientes académicos. Expte. 249/39 [Escuela de Veterinaria. Expediente de D. Eduardo Boscá y Casanoves]); cf. PLANO, 1869: 85. 26

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Fig.1.

El joven Eduardo Boscá Casanoves, por cortesía de D. Jaime Boscá Berga, biznieto del naturalista.

II. Las estancias en Madrid

II. LAS ESTANCIAS DE EDUARDO BOSCÁ EN MADRID PARA LA OBTENCIÓN DE LA LICENCIATURA Y DOCTORADO EN CIENCIAS (1871-1874) El Madrid que Eduardo Boscá conoció entonces estaba inmerso en la efervescencia propia del Sexenio. Tras la Revolución de Septiembre, distintos sectores de la población se aprestaban a impulsar la regeneración social del país. Unos –los revolucionarios propiamente dichos– a través de la transformación de la política y la administración; otros, la creían posible mediante el fomento de la ciencia y la cultura27. Durante el Sexenio, fenómenos como la consolidación del krausismo español y la maduración intelectual de aquellos que habían tenido acceso a la formación universitaria a lo largo de esa década, propiciarían cambios más duraderos en el terreno del pensamiento, desde la introducción del darwinismo hasta la irrupción del espíritu positivista a finales del periodo28. Ya en sus primeros viajes allí, Boscá comenzó a frecuentar los ambientes en que se movían quienes serían sus compañeros en el impulso del desarrollo de la Historia natural española. Con algunos de ellos, además, mantendría amistad durante el resto de su vida. En aquel Madrid –propicio para desplegar su actividad para alguien tan inquieto y motivado como Boscá– no sólo llegaría a obtener la licenciatura29 y el grado de doctor en Ciencias por la Universidad Central en 187330; también colabora-

  Martínez Sanz, 1984: 167.

27

  Bahamonde, 1996: 56-57.

28

  AGA. Sección Educación. Caja 31/Legajo 15408. Expte. D. Eduardo Boscá Casanoves [Certificación del Secretario general de la Universidad Central sobre los cursos de licenciatura 1870-1871 y 1871-1872 de Eduardo Boscá Casanoves, de 5 de junio de 1873]. 29

30   AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.3r.]; AGA. Sección Educación. Caja 31/Legajo 15408. Expte. D. Eduardo Boscá Casanoves [Acta del Grado de Doctor, de 7 de junio de 1873].

35

ría activamente en algunas de las iniciativas que se promovieron para sacar el país del atraso en que se hallaba sumido. En 1871, junto con Ignacio Bolívar, Salvador Calderón y Arana, Francisco Quiroga y otros compañeros, participó en la creación del Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales31. Este grupo, al que hay que añadir a Augusto González de Linares y a Enrique Serrano Fatigati, preparó el doctorado con el krausista Giner de los Ríos, y fueron sus trabajos los que inspiraron la transición de la concepción organicista característica del krausismo, hacia una visión adaptativa, acorde con los postulados de la teoría darvinista32. El contacto con el krausismo y más tarde con la Institución Libre de Enseñanza –que nació ya en la Restauración– dejó una fuerte impronta en la aproximación de Eduardo Boscá a la práctica docente, que desarrollaría después en distintos ámbitos, hasta jubilarse en 1913. 36

La fundación de la Sociedad Española de Historia Natural –cuyos estatutos excluían el debate no estrictamente científico33– proporcionó a Eduardo Boscá lo más parecido a un entorno institucional en el que desarrollar sus intereses. En relación con ello diría años más tarde el naturalista: “Atribuyose a la revolución nacional de 1869 [sic.] el renacimiento científico observado a su raíz, habiendo sido uno de sus frutos entre los naturalistas y aficionados a la Historia Natural, la fundación de una sociedad en 1871, y que en buena hora subsiste, entre cuyos propósitos figuraba la publicación de no pocos trabajos y modestas notas de carácter de investigación, que ya fuera porque sus autores no les daban la importancia merecida, ya por las dificultades de impresión y estampación en trabajos que no habían de dar de sí otro producto que el de íntimas satisfacciones, quedaban inéditos cuando no perdidos”34.

31

  Puig-Samper, 2001; Simó, 2004: 217.   Bahamonde, s.a.

32

  v. SEHN, 1872a.

33

  Boscá Casanoves, 1894a: 15.

34

Esta asociación –hoy activa bajo la denominación de Real Sociedad Española de Historia Natural–, nació de la iniciativa de un grupo de naturalistas, que había comenzado a reunirse semanalmente en casa del catedrático Laureano Pérez Arcas hacia 1870. El éxito de estas reuniones –en las que participaban profesores y aficionados–, les animó a crear, unos meses más tarde, una sociedad científica semejante a la que en otros países permitía el contacto entre los naturalistas, facilitando la puesta en común de sus hallazgos, investigaciones e hipótesis. Tras dos reuniones previas, procedieron a su constitución el 15 de marzo de 1871, obteniendo en préstamo unos locales del Instituto Industrial –situado entonces en el número 14 de la calle de Atocha– donde quedó establecida su sede35. La Sociedad se creaba con el propósito de facilitar la relación y comunicación entre las personas dedicadas al estudio de la Naturaleza en España y sus colonias, al tiempo que debería ayudar al conocimiento y reconocimiento de los trabajos de los naturalistas españoles en el extranjero. “Debe ensayarse por cuantos cultivan actualmente las ciencias naturales en España un común esfuerzo para evitar en lo sucesivo, dentro de los posibles límites, las dificultades e inconvenientes que se originaran del aislamiento […] Están llamados, pues, a formar parte de esta Sociedad, no sólo las personas que por afición o deber se dedican a las Ciencias Naturales, sino también cuantos crean provechoso y conveniente alentar en España tales estudios, propagar los conocimientos que se refieren a este ramo del saber humano, y dar a conocer las producciones naturales del país“36.

Las reuniones de la sociedad se producirían una vez al mes y las memorias de los trabajos de los socios –que necesariamente deberían leerse, completos o en síntesis, en sesión ordinaria– se publicarían en los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural 37.

  Martínez Sanz, 1984: 168.

35

  SEHN, 1872a: V-VIII.

36

  SEHN, 1872b: XIV.

37

37

Entre los socios fundadores, destacan dos valencianos: el geólogo y prehistoriador Juan Vilanova y Piera y el zoólogo requenense Laureano Pérez Arcas (1824-1894); Ignacio Bolívar y Urrutia (1850-1944), especialista en insectos, llegaría a ser director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y por su amistad con Eduardo Boscá, se vería implicado en algunas iniciativas de éste, de las que daré oportuna cuenta más adelante. Tres de los naturalistas que habían participado en el último viaje de exploración que impulsaría la Corona Española –la Expedición al Pacífico (1862-1866)– también se encontraban entre los fundadores de la Sociedad, donde dieron a conocer muchos de sus trabajos sobre ultramar. Fueron éstos Patricio Paz y Membiela (1808-1874), capitán de marina retirado y especialista en moluscos, Francisco de Paula Martínez y Sáez (1835-1908), catedrático de Zoografía de vertebrados y entomólogo aficionado, y el más activo de los tres: Marcos Jiménez de la Espada (1831-1898), zoólogo, geógrafo e historiador38. 38

Los fundadores acordaron hacer pública la existencia de la Sociedad sólo cuando la publicación de su revista fuera realidad. Ello se concretó en la sesión extraordinaria del 24 de julio de 1872, en la que, tras mostrar el tesorero el primer cuaderno impreso de los Anales, se abrió formalmente la presentación de candidaturas para nuevos socios39. Probablemente Eduardo Boscá ya asistía a las reuniones que se celebraban en casa de Pérez Arcas y cuando estaba en Madrid, solía practicar excursiones científicas con Ignacio Bolívar, quien durante aquella misma velada comunicó a los asistentes el hallazgo por Boscá, de los restos fósiles de una tortuga, durante una excursión que habían hecho juntos por los alrededores de la Casa de Campo40. En la sesión del 7 de agosto, la naciente institución aceptó un total de 29 socios numerarios, entre los que se encontraba, presentado por Laureano Pérez Arcas, Eduardo Boscá41. Desde entonces y hasta su muerte, el naturalista participó   SEHN, 1872a: VII; Miller, 1983: 24-26; Martínez Sanz, 1984: 168-169.

38

  SEHN, 1872d: 18-19.

39

40

  Bolívar, 1872: 19.

  SEHN, 1872c: 20.

41

regularmente de las actividades de la Sociedad, en cuya revista publicó la mayoría de sus trabajos científicos dedicados al tema de la fauna herpetológica ibérica, y en cuyas sesiones mantuvo informados a sus consocios de sus inquietudes y desempeño como naturalista. Martínez Sanz (1984: 183-184) señala como generación iniciadora del proceso de recuperación científica español, la constituida por aquellos primeros socios de la Sociedad Española de Historia Natural, a los que debe reconocerse el mérito de haberlo conseguido en la escasez de medios. Con su intensa actividad, esta primera generación de los naturalistas españoles rompió con la inercia que mantenía España en el atraso científico en que había permanecido a lo largo del siglo xix. Si bien es cierto que los medios de trabajo con que contaron estos naturalistas –sobre todo en provincias– eran modestos, los métodos de trabajo y las metas de investigación de esta generación se vieron muy afectados en su proceso de modernización por la introducción del evolucionismo. En la nómina de sus representantes, no figura Rafael Cisternas, –quien se incorporó a la Sociedad en 187242– tal vez porque su repentina muerte en 1876 impidió un más largo y amplio desarrollo de su magisterio científico. Sin embargo, como veremos a continuación, su discípulo Eduardo Boscá tenía ya algún trabajo que dar a la imprenta, testimonio del inicio de una carrera científica caracterizada por su temprana incorporación del enfoque darvinista a la investigación de la Naturaleza.

1. LA MEMORIA SOBRE LOS HONGOS COMESTIBLES Y VENENOSOS DE LA PROVINCIA DE VALENCIA (1873) En su primera intervención en las reuniones de la SEHN, el 2 de octubre de 1872, Boscá comunicó a sus consocios haber hallado varias especies de hongos no citadas

  v. SEHN, 1873b: 44.

42

39

hasta el momento en la flora ibérica43. Esta breve comunicación constituía una de las conclusiones extraídas de un trabajo de investigación desarrollado el año anterior. Eduardo Boscá, siguiendo los pasos de Rafael Cisternas –quien también era médico y había concursado con éxito en 186744– quiso concurrir, en la convocatoria del curso 1871-1872, al premio que el Instituto Médico Valenciano otorgaba a trabajos de Ciencias auxiliares. El trabajo debía “Describir científica y detalladamente todas las especies de hongos, tanto alimenticios como venenosos de alguna de las provincias del antiguo reino de Valencia, expresando particularmente las localidades y estaciones [enclaves] en que cada una de ellas se cría y las épocas del año en que aparecen”45.

40

Con este motivo, Eduardo Boscá realizó sus investigaciones basándose en la bibliografía disponible y en sus propias observaciones de campo, llevadas a cabo en la provincia de Valencia entre el otoño de 1871 y la primavera de 1872. La memoria que recoge los resultados del trabajo, mereció el galardón del Instituto Médico Valenciano, –consistente en la Medalla de Oro y Título de Socio de Mérito del Instituto y la publicación de la misma–, a propuesta de una comisión de tres socios designada al efecto46. Una lectura detenida de la Memoria revela su condición de primera monografía sobre los hongos de la provincia de Valencia –las únicas referencias relativas a esta demarcación disponibles en 1872, remitían a la obra de Simón de Rojas Clemente (1777-1827), fallecido casi medio siglo antes– y merece la calificación de científica por incorporar tanto en su fondo como en su forma los postulados evolucionistas, asumidos tempranamente por Boscá.

  Boscá Casanoves, 1872: 26.

43

  Boscá Casanoves, 1876d: 612-613.

44 45

  Boscá Casanoves, 1873d: 10.

46

  v. Teruel, 1974: 21.

Del examen del texto se desprende que Eduardo Boscá había interpretado acertadamente el concepto de variabilidad, esencial en el abordaje de los estudios histórico-naturales desde la perspectiva darvinista. A lo largo de la Memoria considera la variabilidad en la apariencia externa, atribuyéndola a la influencia ambiental: “ofrece [la provincia de Valencia] una gran variedad de estaciones [enclaves] donde pueden entreveerse [sic.] ya las influencias que la posición, altura, clase de terreno con su constitución física y composición química, grado de calor y humedad, etc., etc., ejercen sobre las plantas, obligadas por la naturaleza a una permanencia continuada en el sitio en que nacieron, sufriendo modificaciones más o menos importantes, pero indiscutibles, que conducen al pensador hacia la unidad de la organización”47;

y también la debida a las diferencias de edad: “[el micelio] va destruyéndose a medida que la planta crece, quedando por fin reducido a una membrana cortical que es la que se encuentra en los hongos jóvenes; habiéndose considerado por algunos botánicos en este estado, como otras plantas distintas formando especies nuevas”48;

la considera y describe también en aspectos no evidentes, como la composición química: “El ázoe [nitrógeno] se encuentra formando tres sustancias distintas: […]; pero aunque estas sustancias se hayan encontrado en todos los hongos analizados varia no solamente en sus cantidades según la especie, como parece lo natural, si que también en individuos que siendo iguales se han criado en distintas condiciones, debido esto a que toman dicha sustancia directamente de la tierra o de los cuerpos orgánicos en descomposición […]”49.

  Boscá Casanoves, 1873d: 13-14.

47

  Boscá Casanoves, 1873d: 20.

48

  Boscá Casanoves, 1873d: 22.

49

41

Boscá sabe, pues, reconocer la variabilidad intraespecífica, y también la concerniente al grupo de los hongos en su conjunto –su diversidad–, que se manifiesta también en lo microscópico: “[…] he creído que era oportuno el presentar algunos dibujos que ayudarán a la comprensión de las descripciones organográficas, presentando al mismo tiempo las variaciones más frecuentes en la disposición de los órganos, según se descubre con el auxilio del microscopio”50.

En otro orden de cosas, la estructura de la presentación de los resultados del trabajo de investigación en la Memoria sigue un discurso que evidencia el interés de Eduardo Boscá en facilitar al máximo su comprensión y asimilación: “Aunque la índole de este trabajo y el número de plantas, relativamente corto, que vamos a comprender en esta parte descriptiva pudiera hacernos prescindir de una clasificación natural, […], no lo haremos sin embargo, por estar persuadidos de que las condiciones racionales a que puede prestarse la hilación [sic] en el estudio de los grupos naturales de los hongos, compensan con mucho las ventajas de un sistema cualquiera que se adopte para llegar al conocimiento de las especies […]”51.

42

Boscá, que había trabajado con la clasificación por grupos naturales, –siguiendo la del sueco Elias Magnus Fries–, en atención a los todavía muy abundantes representantes de la Historia natural antigua52, consigna dos tablas de clasificación, la primera de las cuales es artificial (morfológica) y la segunda natural, es decir, basada en la filiación de los grupos. Una publicación de enfoque evolucionista debía llegar también –o en especial– a los lectores todavía anclados en el fijismo, utilizando para ello los códigos de comunicación de ambos enfoques del tema. Por eso, en la primera tabla los géneros quedan ordenados en función de la forma y localización de los esporangios. En la segunda, 50 51

  Boscá Casanoves, 1873d: 13.

  Boscá Casanoves, 1873d: 25-26.

52

  Expresión utilizada por el propio Boscá en 1880d: 495.

“se encuentra la primer agrupación de las Criptógamas distribuida en clases, y éstas a su vez en divisiones […], que vienen a corresponder a las familias o tribus, pasando luego a los géneros, secciones, especies y variedades”53.

Esto se completa con la inclusión, en el vocabulario técnico que incorpora la Memoria, de los términos propios de la clasificación natural: “Clase. Conjunto de órdenes o de familias naturales, reunidos por un carácter general y lato, pero siempre propio a cada uno de los seres contenidos en la división”; “Familia. Reunión de seres naturales cuyos grupos genéricos presentan un conjunto de caracteres comunes”; “Género. Reunión de especies que ofrecen entre sí un parecido evidente en sus caracteres inferiores [de organización] y formas exteriores”; “Especie. Reunión de individuos semejantes con el mismo origen, los mismos caracteres y las mismas propiedades”; y “Variedad”. Individuos de una misma especie con alteraciones accidentales y secundarias en alguno de sus órganos”54.

El problema de la determinación de los límites entre variedad y especie había conducido al propio Charles Darwin, a concluir, en la versión considerada definitiva del Origen de las Especies: “considero el término especie como dado arbitrariamente, por razón de conveniencia, a un grupo de individuos muy semejantes y que no difiere esencialmente del término variedad, que se da a formas menos precisas y más fluctuantes. A su vez, el término variedad, en comparación con meras diferencias individuales, se aplica también arbitrariamente por razón de conveniencia”55;

la asignación específica, en los estudios histórico-naturales realizados desde la perspectiva evolucionista, sería competencia exclusiva de los especialistas. Un detalle revela, adicionalmente, la modernidad del abordaje del tema por parte de Boscá: 53 54 55

  Boscá Casanoves, 1873d: 25-26.

  Boscá Casanoves, 1873d: 87-89.

  Darwin, 2008: 111.

43

“Comprendiendo las dificultades que presentan los estudios microscópicos con aplicación a los caracteres, […], se ha procurado el separarlos no siendo de una absoluta necesidad para nuestro objeto, aunque muy importantes para descubrir las relaciones naturales que unen las especies, géneros y grupos superiores, que tanto valen en las modernas clasificaciones de Léveillé, Bronguiart y Payer”56;

en consecuencia Boscá incorpora a la Memoria 9 figuras, entre las que se cuentan preparaciones microscópicas de los esporangios en distintos géneros. El tiempo ha demostrado lo acertado de la aplicación de la microscopía óptica a los estudios micológicos, novedad que constituyó un hito en el impulso de esta especialidad científica. Memoria sobre los hongos comestibles y venenosos de la provincia de Valencia constituye la primera aportación científica importante de Eduardo Boscá, y por ella se le considera introductor de la micología en Valencia57. 44

2. PRESENTACIÓN DE UNA COLECCIÓN DE ANFIBIOS Y REPTILES VALENCIANOS EN LA EXPOSICIÓN DE VIENA (1873) En los tiempos de fundación y consolidación de la SEHN, Eduardo Boscá asistía con frecuencia a las reuniones, –pasaba mucho tiempo en la capital con motivo de sus estudios de Ciencias–, en las que mantenía a sus consocios informados de cualquier asunto de contenido científico en el que estuviera trabajando. En la reunión de 2 de abril de 1873, Boscá leyó y comentó el catálogo de una colección de reptiles y anfibios de Valencia que pensaba enviar a la Exposición de Viena. Había comenzado a formar esta colección hacia 1864, siguiendo también las directrices de Rafael Cisternas. Antes de mandarla a Viena, quiso presentarla también en el Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales58.   Boscá Casanoves, 1873d: 26.

56

  Camarasa, 1989: 163.

57

  Boscá Casanoves, 1873c: 15; 1877b: 41.

58

45

Fig. 2.

Portada de la Memoria sobre los hongos comestibles y venenosos de la provincia de Valencia, premiada por el Instituto Médico Valenciano en el concurso convocado el curso 18711872. Esta publicación ha valido a Eduardo Boscá ser considerado como introductor de la micología en Valencia.

La Exposición Mundial de Viena –promovida por el Imperio Austrohúngaro–, debía inaugurarse el 1 de mayo y duraría hasta el 31 de octubre de 1873. La Exposición –a la que concurrieron representaciones de 35 países–, era monográfica sobre el tema “Cultura y Educación”59. No es extraño que Boscá enviara su colección para participar en el evento pues, aunque la formación de colecciones de estudio y comparación era una práctica habitual entre los naturalistas de aquel tiempo, Eduardo Boscá estaba particularmente interesado en el uso que de ellas podía hacerse con fines didácticos, práctica que desarrollaría en el futuro, a lo largo de su dilatada dedicación a la docencia.

46

En esta ocasión lamentaba no haber podido incorporar alguna víbora de las Islas Columbretes a la colección, pese a tener conocimiento de su abundancia en el pasado y haber invertido, entre 1869 y 1871, cinco jornadas en su búsqueda. Durante la sesión, Pérez Arcas indicó que su extinción podría explicarse por la persecución que habían sufrido estos animales, para la que se habían empleado cerdos como cazadores60. Boscá, que sentía una curiosidad extraordinaria por conocer cómo se verificaban los procesos de la Vida en la Naturaleza –algo que cuadraba bien con su convicción de que las ciencias de la observación probablemente serían las únicas que merecerían tal nombre en el futuro61– continuaría haciendo averiguaciones acerca de este misterio, hasta encontrarle una explicación que daría a conocer años más tarde. Durante su estudio de las víboras de España (1877-1879) Boscá visitó de nuevo las islas y entonces pudo averiguar que, en efecto, habían estado abundantemente pobladas por estos animales. Cuando empezaron las obras del faro que allí se quería ubicar, la peligrosidad que se atribuía a estos reptiles hizo que se procediera a su exterminio sistemático, para lo cual –como había señalado Pérez Arcas– se emplearon cerdos, por la particular aptitud mostrada por estos

  EXPOSICIONES, 2008.

59

  Boscá Casanoves, 1873c: 15.

60

  Boscá Casanoves, 1873d: 13.

61

animales para capturar las víboras, gracias “a la agilidad con que les ponen las pezuñas sobre la parte anterior del cuerpo, unido a la lentitud del reptil”62. La Exposición Mundial de Viena, que ocupaba 233 hectáreas de superficie, recibió 7.255.000 visitantes63; la colección valenciana de Eduardo Boscá –que constaba de 25 especies y 34 ejemplares conservados en alcohol– resultó premiada con el Diploma de Honor que concedía la organización64. En la misma sesión en que había presentado la colección para la Exposición de Viena, Boscá expuso a sus consocios algunas observaciones verificadas sobre dos animales muy dispares: uno de ellos era un insecto que, tras haber sido hallado dentro de un bloque de hielo, Boscá había mantenido a temperaturas muy bajas a lo largo de casi una semana. El animalillo –perteneciente al parecer a un grupo de coleópteros de los que hoy conocemos su gran capacidad de colonización, gracias a su aptitud para el vuelo y para reproducirse en charcas temporales–, no parecía haber acusado en absoluto el rigor de esas condiciones, deletéreas para la mayoría de los animales65. El otro animal –capturado por Bolívar en las proximidades de Madrid– era un sapillo pintojo, y había merecido la atención de Boscá por ser “desconocido hasta ahora en España”66. A nosotros, de estos apuntes, nos interesa, en el caso del insecto, la curiosidad de Boscá y su disposición a los experimentos para satisfacerla –algo que haría muchas veces en el futuro y que, sin duda, había aprendido de Cisternas–, y por otro lado lo sorprendente que resulta hoy la habilidad de Boscá para centrar su atención en seres que, pasado el tiempo, han sido objeto de estudios recientes por pertene-

  Boscá Casanoves, 1879b: 69.

62

  EXPOSICIONES, 2008.

63

  AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.3r.].

64

  Boscá Casanoves, 1873b; cf. Ribera, Aguilera y Blasco, 1996.

65

66

  Boscá Casanoves, 1873a: 15.

47

cer a grupos peculiares desde el punto de vista filogenético y evolutivo. De esto daré noticia más adelante, al hablar de su obra herpetológica, como también acerca de los estudios sobre el anfibio objeto de la nota, cuyo estudio en profundidad verificaría más adelante.

3. OPOSICIONES A CÁTEDRA (1873-1874) Alcanzado el grado de doctor en Ciencias en junio de 187367 y mientras preparaba las oposiciones a catedrático de instituto, durante el curso 1873-1874 Boscá comenzó a ejercer la cátedra de Zoología de la Universidad de Valencia por temporadas, sustituyendo al titular en sus ausencias68. 48

En 1874 vio publicada su Memoria sobre la recolección de reptiles, peces moluscos y zoófitos en la revista del Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales69 siendo ésta la única publicación en ese año, si bien cabe pensar que el trabajo era anterior. A juzgar por esto, la preparación de las oposiciones y las clases le ocupaban mucho tiempo, a pesar de lo cual Boscá continuaba asistiendo a las reuniones de la SEHN. Además, por aquellas fechas, ya había formado su propia familia y su esposa, Amparo Seytre Oriós70, se encontraba encinta. Boscá aprobó las oposiciones y fue nombrado catedrático de Historia natural del Instituto de Segunda Enseñanza de Játiva el 18 de junio de 1874. Al tiempo –y se-

67   Presidió el Tribunal Lucas de Tornos y ofició de Secretario Francisco de Paula Martínez y Sáez; los Vocales fueron Juan Vilanova y Piera, Laureano Pérez Arcas y Antonio Oriós. (AGA. Sección Educación. Caja 31/Legajo 15408. Expte. D. Eduardo Boscá Casanoves [Acta del Grado de Doctor, de 7 de junio de 1873]).

  AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.3v.].

68

  Boscá Casanoves, E. (1874), “Memoria sobre la recolección de Reptiles, Peces, Moluscos y Zoófitos”. Resumen de los trabajos del Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales, [s.n.]. 69

70

  APJBB [Datos familiares].

guramente por falta de presupuesto para dotarla–, debía desempeñar la de Física y Química, cuya vacante en el Instituto se había unido a la primera71. Por el desempeño de ambas cátedras cobraría un sueldo de 2.500 pesetas anuales, “poco más de lo que cobraba un obrero especializado de la época”72. Boscá tomó posesión del puesto el primero de julio de 1874; el 13 de septiembre nacería en Valencia su primer hijo: Antimo Boscá Seytre73. Los dos años que Boscá trabajó en el Instituto de Xàtiva supusieron la total paralización de su actividad científica, como explicaría con disgusto al finalizar ese periodo y reemprender sus estudios sobre la biología del gallipato –aplazados en 1868–, cuya demora se había visto prolongada muy en contra de su voluntad: “No había vuelto hasta ahora a proporcionarme la repetición del ensayo, ni sé si de entonces acá se ha escrito algo sobre el particular; pues la estrechísima situación en que nos colocó la desatendida administración económica de uno de los Institutos, en buen hora suprimido ya, y del que tuve que formar parte como profesor durante dos años, me separó por completo del mundo científico cuando menos lo esperaba, para ocuparme sólo en atender de la manera más decorosa posible al sostenimiento de la familia: época que pesará en mi ánimo quizá por mucho tiempo aún”74.

En 1876, y por concurso, Boscá obtuvo la cátedra de Historia natural del Instituto de Segunda Enseñanza de Albacete, que permutó, sin haberla desempeñado, por la vacante en el Instituto de Ciudad Real75. Tras el fallecimiento de Rafael Cisternas –en mayo del mismo año–, Eduardo Boscá concurrió a la oposición convocada para

  AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.1v.].

71

  Sánchez Arteaga, 2005: 86.

72

  Boscá Berga, 1950: 251.

73

  Boscá Casanoves, 1877c: 21. A la fecha de escribir estas líneas, apenas hacía unos meses que había fallecido Rafael Cisternas. En su Necrología, escrita por Boscá cuando todavía se encontraba en Xàtiva, se manifestaba profundamente “consternado” (Boscá Casanoves, 1876d: 616). 74

  AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.1r.].

75

49

cubrir su cátedra, quedando segundo en la terna propuesta para ello76. El primero, y por tanto nuevo catedrático, resultó ser José Arévalo Baca (1844-1890).

50

  AMV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.1r.].

76

III. La estancia en Ciudad Real

III. LA ESTANCIA EN CIUDAD REAL (1876-1882) 1. EL PROYECTO HERPETOLÓGICO Tras las dificultades que habían apartado a Eduardo Boscá de la investigación herpetológica, el traslado a Ciudad Real –que se produciría tras la toma de posesión de la cátedra del Instituto, el 22 de agosto de 187677– suponía la posibilidad real de continuar trabajando en su proyecto de elaboración de un catálogo de los anfibios y reptiles de la Península Ibérica y las Islas Baleares. El contexto epistemológico en que se había desarrollado la herpetología hasta entonces necesariamente tenía que proyectar limitaciones en el alcance del trabajo, que debería reducirse, en una primera fase, a la consulta de la bibliografía disponible y a la comprobación –en las colecciones, en el campo y a través de noticias autorizadas de otras personas78– de la presencia de los anfibios y reptiles citados en la geografía española y portuguesa. En el desarrollo de esta primera etapa, –cuyo resultado constituiría la base para emprender los estudios descriptivos de la fauna herpetológica ibérica y balear79– las dificultades debieron ser muchas: en primer lugar, el conocimiento de la fauna española, en términos generales, era rudimentario y escaso. En segundo, hay que señalar que, por aquellas fechas, todas las colecciones de comparación españolas –escasas, por otro lado– estaban pendientes de revisión: la mayoría de las asignaciones de los especímenes se había realizado desde la perspectiva de la inmutabilidad de las especies, por lo que una misma especie natural podía estar representada bajo varias asignaciones distintas. En tercer lugar, la introducción del evolucionismo en este tipo de estudios era relativamente reciente –Darwin había publicado el Origen de las especies en 1859 y faltaba casi un año para que se publicara la versión comple  AUV. Archivo General. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá y Casanoves, f.1.r.].

77

  Boscá Casanoves, 1877b: 41.

78

  Boscá Casanoves, 1881b: 90.

79

53

ta en castellano– y las publicaciones rendidas hasta entonces por los herpetólogos europeos evolucionistas eran muy pocas, menos aún si consideramos lo referido al ámbito geográfico de interés para Boscá. A todo eso hay que añadir que, aunque llevaba años investigando la Naturaleza desde la nueva perspectiva, la realidad es que el naturalista se encontraba en una situación de aislamiento científico y de precariedad institucional que jugaba en contra del desarrollo de su proyecto, ya que le privaba de los medios imprescindibles para realizar su trabajo: bibliografía reciente y buenas colecciones de comparación. Bien es cierto que podía salir a verificar investigaciones de campo, pero eso, en aquel momento y por sí mismo, carecía de todo objeto que no fuera emprender la revisión paulatina de la fauna herpetológica conocida, hasta donde lo permitieran los medios de que disponía.

54

Este panorama no era una novedad para Boscá, que ya llevaba trabajando en este proyecto doce años. Probablemente fue la conciencia del deficiente conocimiento que se tenía de la fauna herpetológica ibérica, junto a la intuición de los resultados que podía proveer la introducción de los postulados darvinistas en el estudio de anfibios y reptiles, lo que hizo concebir a Rafael Cisternas y a Eduardo Boscá semejante empresa, cuya experiencia piloto se había desarrollado en la provincia de Valencia, y se había extendido después al resto del territorio ibérico y balear. Cuando Boscá se instaló en Ciudad Real, el trabajo para la redacción de un primer catálogo estaba ya muy adelantado –Boscá era extraordinariamente tenaz y su capacidad de trabajo enorme–, porque apenas un año después, dio a la imprenta su Catálogo de los reptiles y anfibios observados en España, Portugal é Islas Baleares80. Como avance de sus investigaciones, a las comunicaciones que ya había presentado en las sesiones de la SEHN, tan sólo añadió una breve nota, relativa a su sospecha de la presencia de una nueva especie en la fauna española, y otra sobre la biología del gallipato, de la que hablaré a continuación.

  Boscá Casanoves, 1877b.

80

2. EL TRABAJO SOBRE LA BIOLOGÍA DEL GALLIPATO (1877) Mediado el curso 1876-77, Eduardo Boscá decidió aprovechar las vacaciones de Carnaval para hacer una excursión a una pequeña laguna próxima a “Las Casas” (Ciudad Real) en busca de anfibios. Eligió esa época del año porque había observado que estos animales, con los primeros alivios del rigor invernal, comenzaban la temporada reproductora. Su interés en el gallipato81 se remontaba muchos años atrás. En 1868, durante una excursión por la provincia de Albacete, recogió, para llevar a su casa en Valencia, algunos especímenes con el fin de “[…] criarlos e intentar ver algo acerca de su reproducción, que a la fecha, según mi nunca bastante llorado maestro D. Rafael Cisternas, no era bien conocida […] después de un año de ver crecer a los individuos, un tanto jóvenes para esperar de ellos el objeto propuesto, la malquerencia de un jardinero que notó la desaparición de las crías de los peces que formaban el encanto de un pequeño estanque puesto a su cargo, hizo que desaparecieran uno a uno los ‘tiros’, nombre vulgar con que adquirí los dichos Pleurodeles”82.

Ahora que se le presentaba de nuevo la oportunidad, tenía la esperanza de localizar algunos individuos de la especie para repetir el experimento malogrado, y así poder observar su comportamiento reproductivo. Los resultados de la excursión y del experimento fueron objeto de una comunicación que, en la sesión del 7 de marzo de 1877, su amigo Ignacio Bolívar leyó ante los socios de la SEHN83. El comentario a la lectura de este opúsculo –apenas cinco cuartillas impresas– merece nuestro interés, pues en él queda claro que, cuando Boscá emprende este estudio, lo hace desde una perspectiva claramente evolucionista y, sobre todo, que por esas fechas, ya ha adquirido cierta experiencia en ello.

81

  Pleurodeles waltl (Michahelles, 1830).   Boscá Casanoves, 1877c: 21.

82

  Boscá Casanoves, 1877c.

83

55

Para identificar el animal de que se trata, Boscá se refiere tanto a su apariencia como a su comportamiento: “Sabida es la singular conformación de este anfibio urodelo, que presenta los extremos de las costillas perforando la piel de los costados, lo cual hace a voluntad y cuando se le coge o irrita se pongan aquellos en contacto directo con la atmósfera; hecho que lo hace distinguir quizá de entre todos los vertebrados”84.

Continúa caracterizando la especie haciendo notar que ocupa “[…] el centro de su área de dispersión, y como tal se observa que desaparecen sus análogas en las localidades donde abunda: ley bastante general en el reino orgánico [aludiendo a lo observado por Darwin] cuya interpretación no es apreciada por todos de igual manera [en alusión a los detractores del evolucionismo]”85.

56

La comunicación prosigue con la enumeración de los diversos ambientes colonizados por estos animales, lo que Boscá vincula con sus necesidades y su comportamiento para satisfacerlas. Puesto que se trata de una especie ya descrita, lo que explica Boscá en este caso es la variación del aspecto de machos y hembras, característica de la época del apareamiento. Incluso indica cuánto tiempo permanecen aparentes algunos de los rasgos exclusivos de ese estado. La comunicación continúa con la descripción del comportamiento de los animales en celo, antes y después de la cópula; y de cómo se verifica la puesta de los huevos. Boscá describe también los primeros momentos del desarrollo embrionario, así como las reacciones de los embriones al ser molestados. Termina la comunicación dejando abierta a otros naturalistas la repetición de la experiencia86. Para Boscá era muy importante, en el estado en que se encontraba el conocimiento de la fauna herpetológica española en aquel tiempo, dar a conocer todos estos detalles de la biología del gallipato para quienes pudieran emprender estudios pos  Boscá Casanoves, 1877c: 21.

84

  Boscá Casanoves, 1877c: 21.

85

86

  Boscá Casanoves, 1977c, passim.

teriores. Y es que el estudio crítico de las variaciones intraespecíficas había abierto una novedosa perspectiva de correlación con el medio que resultaba esencial para desarrollar una taxonomía herpetológica moderna87. En el futuro Boscá contemplaría, para la caracterización de las especies –desde esa perspectiva moderna y científica– no sólo los aspectos puramente morfológicos como hasta entonces habían hecho los naturalistas; también el rango y circunstancias de variabilidad, el desarrollo embrionario, el comportamiento, y las interacciones de los individuos entre sí y con el medio, aspectos que hoy llamamos etológicos, biogeográficos y ecológicos. En la misma reunión, Ignacio Bolívar leyó la introducción del Catálogo de Reptiles y Anfibios de España, Portugal e Islas Baleares88 enviada por Boscá, anuncio oficial de que una primera fase del trabajo de que antes hablábamos se había completado.

3. EL CATÁLOGO DE LOS REPTILES Y ANFIBIOS DE ESPAÑA, PORTUGAL E ISLAS BALEARES (1877) La publicación del Catálogo de los Reptiles y Anfibios de España, Portugal e Islas Baleares89 constituía, como ya hemos indicado, la culminación de los estudios de la fauna herpetológica española emprendidos por Eduardo Boscá trece años antes, a instancias de Rafael Cisternas, a quien dedicaba “este primer catálogo” en calidad de “apasionado discípulo”90. Boscá había empezado trabajando con los datos de la provincia de Valencia que podía obtener y después había ampliado el terreno de estudio hasta abarcar el resto

  Fraga, 1989: 32.

87

  SEHN, 1877: 24.

88

  Boscá Casanoves, 1877b.

89

  Boscá Casanoves, 1877b, s.n. En la página siguiente de la separata, Boscá incluye dos fragmentos de la necrológica de Rafael Cisternas escrita el año anterior en Xàtiva. 90

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58

Fig. 3.

Portada de la separata del Catálogo de los reptiles y anfibios observados en España y Portugal, publicado en 1877 por Eduardo Boscá. Los trabajos para esta primera contribución al conocimiento de la Fauna herpetológica ibérica fueron iniciados por Eduardo Boscá en 1864, a instancias de su iniciador en el evolucionismo darwinista, el profesor Rafael Cisternas y Fontseré.

de la Península y las Islas91. Su objetivo era reunir los antecedentes sobre la fauna herpetológica ibérica y confirmar el mayor número posible de citas geográficas92. Desde el punto de vista metodológico Boscá había tenido primero que consultar y seleccionar bibliografía de entre la disponible; luego proceder a la discusión y comprobación de la presencia de las especies en sus localidades correspondientes y, en algunos casos, añadir a lo ya conocido nuevas citas proporcionadas por él mismo. Boscá cifraba la bondad de las publicaciones elegidas en poder “responder de la exactitud en cuanto a la existencia en nuestro país de todas las especies referidas en esta enumeración, menos una […] que puede añadirse a la fauna en vista de un ejemplar recolectado […]”. El resto de publicaciones, las había descartado por “falta de originalidad […] por más que al copiar93 cumplan una gran misión difundiendo la ciencia y despertando el gusto por la Historia natural, un tanto amortiguado en nuestra patria”94. De un total de catorce obras, sólo cinco eran de 1859 o posteriores (también lo eran las series de las revistas de la SEHN y del Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales), entre ellas la Erpetologia Hispalensis de Antonio Machado Núñez (1859) –abuelo de los poetas–, la Liste des mammifères et reptiles observés en Portugal, de Barboza du Bocage (1863) y el Catálogo de los reptiles y de los moluscos terrestres y de agua dulce, observados en las islas Baleares, publicado por Barceló en 1876. Entre las anteriores a 1859, cabe destacar el primer volumen de la Erpétologie générale de Duméril y Bibron (1834) y Amphibia europaea de Charles L. Bonaparte

  Boscá Casanoves, 1877b: 41.

91

92

  Boscá Casanoves, 1877b: 40.

  “Copiar” hace referencia a una de las actividades propias de los naturalistas de la vieja escuela, que confiando en la fijeza de las especies, a lo largo del tiempo habían convertido los catálogos de fauna –en realidad inventarios– en recopilaciones y copias modernas de otros más antiguos. 93

94

  Boscá Casanoves, 1877c: 42.

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(1839), primera monografía sobre anfibios de que había dispuesto cuando iniciaba sus investigaciones95, y cuya clasificación fue la adoptada por Boscá: “Aun cuando en un trabajo de tan reducidas proporciones sea indiferente la clasificación, he creído, sin embargo, que debía seguirse alguna, habiendo optado por la del eminente naturalista C.L. Bonaparte, que al par que recuerda los grandes géneros lineanos en la multiplicación de sus grupos, señala preferentemente ciertos detalles de organización que tienen gran importancia para la escuela filosófica [el evolucionismo]”;

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si bien aclaraba que esta obra –predarwinista– necesitaba ser corregida en cuanto al modo en que aparecían ordenadas las familias, que debería hacerse con arreglo a su filiación96. Boscá anticipa que, al catálogo –que pretende sea “lo más completo y exacto posible”– se incorporan “especies litigiosas”, dejando pendiente su caracterización, hasta que ulteriores estudios sobre sus hábitats y costumbres –los verdaderamente definitivos– permitan llegar a alguna conclusión sobre las mismas. También deja Boscá, para sí mismo, el estudio futuro de las variedades, “por el gran papel que para el transformismo representan”97. Este trabajo –el primero de carácter general en la materia para el territorio español–, constituye una declaración explícita de la voluntad de renovación científica de Boscá de que hablaba antes. Él, mucho tiempo atrás convencido de la necesidad de adoptar los criterios transformistas a la hora de abordar los trabajos para el conocimiento de la fauna española, en esta fecha temprana ve el suyo limitado por la falta de estudios anteriores realizados desde esa perspectiva. Por esta razón, el Catálogo constituye la obra cumbre de la escuela clásica y con él se cierra la primera etapa de la historia de la herpetología española, según el esquema propuesto en 1989 por Fraga Vázquez. La escuela moderna, de la que Boscá y su contemporáneo Víctor López Seoane han sido considerados iniciadores, se caracterizaría por su objetivo de revi  Boscá Casanoves, 1879e: 479.

95

  Boscá Casanoves, 1877b: 42.

96

  Boscá Casanoves, 1877b: 43.

97

sión crítica de la herpetofauna, basada ésta en el estudio directo y sobre el terreno de los animales. En la escuela moderna el estudio de las variedades ocupó una posición central como elemento de valoración taxonómico y de correlación con el medio; la determinación ya no dependerá exclusivamente de diferencias morfológicas, ya que el rigor, en la nueva etapa de la herpetología, exige el estudio comparado de la forma y del desarrollo embrionario; por otra parte, la recopilación bibliográfica será considerada críticamente y de importancia secundaria frente al estudio directo98. La presencia de algunas notas en el Catálogo, con información relativa al comportamiento de los seres estudiados –sobre todo en el caso de las serpientes–, así como el temprano estudio del gallipato en cautividad, son indicios claros de una mayor precocidad y coherencia en el cambio en el método de trabajo por parte de Eduardo Boscá99. La lucidez de Boscá en relación con las deficiencias que aquejaban esta publicación –a la que nosotros nos hemos referido como una primera fase del proyecto global– queda manifiesta desde el momento en que resulta claro que, antes de entregar el manuscrito, ya había iniciado algunas investigaciones y tareas, necesarias para emprender las correcciones y adiciones a éste Catálogo, en todo aquello que sabía –o descubriría posteriormente– deficiente o equivocado. Por su parte, también en 1877, Víctor López Seoane publicó Reptiles y anfibios de Galicia100, obra presentada ante la SEHN dos meses después que el Catálogo de Boscá. Desconociendo –o tal vez ignorando– la publicación de Boscá, el gallego anunciaba, sin enmiendas en la fecha de la introducción –“Ferrol, 24 de febrero de 1877”– su intención de publicar un catálogo de especies de la península ibérica y las islas Baleares “para lo cual contamos con gran acopio de materiales propios, a los que agregaremos las indicaciones de los recogidos en los Museos y obras nacionales y extranjeras”101.   Fraga, 1989: 32.

98

  Fraga, 1989: 32, 35.

99

  López Seoane, 1877.

100

  López Seoane, 1877: 350.

101

61

La posición de López Seoane era el polo opuesto a la de Boscá: según él mismo refería en esta publicación, sus viajes por España y por el extranjero –Alemania, Austria, Hungría, Inglaterra, Italia, Suiza y Portugal– le habían permitido examinar las colecciones de los museos más reputados de Europa, así como trabar y mantener relación con distinguidos científicos extranjeros, como Steindachner, Milne-Edwards y Barboza du Bocage102. Su opúsculo recoge la enumeración de las especies encontradas en Galicia –clasificadas también siguiendo a Bonaparte–, acompañadas de algunos datos sobre su hábitat y área de dispersión y tan sólo una discusión sobre los datos aportados por Duméril y Bibron, basada en las variaciones103.

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López Seoane también había hechos suyos los postulados transformistas, sin embargo, la colaboración científica entre él y Boscá, que parecería lógica, nunca llegó a producirse. Según parece Boscá escribió a Seoane para iniciar relaciones científicas y tras un corto intercambio epistolar, entre marzo de 1878 y mayo de 1879104, la relación entró en el terreno de la hostilidad manifiesta105.

4. LOS TRABAJOS PARA LA REVISIÓN DEL CATÁLOGO DE 1877 4.1. Impulso de los trabajos. La colaboración con Fernand Lataste El progreso de las revisiones y ampliaciones del Catálogo se vería potenciado a partir del 1878. 102   López Seoane, 1877: 349-350; en opinión de Fraga (1989: 35), las relaciones de López Seoane con científicos de la escuela clásica europea como Peters o Boettger, podrían explicar su asunción más tardía y menos clara de las nuevas propuestas metodológicas introducidas por el pensamiento evolucionista en la investigación herpetológica.

  López Seoane, 1877, passim.

103

  Las cartas de Eduardo Boscá a López Seoane se conservan en el archivo del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses, cuyo inventario se puede consultar on-line, en http://ijcec.es/index2. php?sec=lseoane2. 104

  v. Fraga, 1989: 33-34; Fraga, s.a.

105

En mayo de 1877, con motivo de una visita al museo de la Escuela Politécnica de Lisboa106, Eduardo Boscá había entrado en contacto con los naturalistas José Vicente Barboza du Bocage y Fernand Lataste, quienes también estaban estudiando anfibios y reptiles. Lataste, en particular, estaba estudiando entonces la fauna herpetológica europea107 y, al parecer había hecho una revisión crítica del Catálogo de Boscá108. Lataste se puso a disposición del valenciano tanto para proporcionarle bibliografía reciente –a la que Boscá no había tenido acceso hasta el momento– como para asesorarle en el desarrollo de sus investigaciones. Boscá, por su parte, le enviaría especímenes españoles con los que Lataste también podría desarrollar las suyas. Poco después se añadió a los mentores de Boscá el Dr. J. de Bedriaga, de Heildelberg109. Otra novedad que contribuiría a facilitar la revisión del Catálogo de 1877 fue la oportunidad, que se le presentó poco después a Boscá, de poder desplazarse por la Península utilizando como medio de transporte el ferrocarril. Hasta 1878110 Boscá había tenido que acomodar el alcance de sus expediciones a los escasos medios económicos que le proporcionaba el ejercicio del profesorado111; de hecho, en el Catálogo de 1877, sólo los datos relativos a las provincias de Valencia y Ciudad Real habían sido tomados personalmente por Boscá112. Para obtener los ejemplares que estudiaba, con frecuencia debía establecer una red de corresponsales –“tan útil y admitida es tratando del estudio de la Historia Natural” 113– tanto para obtener   v. Boscá Casanoves, 1878a: 25.

106 107

  Boscá Casanoves, 1880a: 4.   Boscá Casanoves, 1879b: 76; 1880d: 495.

108

  v. Boscá Casanoves, 1879b: 76; 1880d: 495. Es posible que a ellos haya que añadir a Tourneville y Boulenger (v. Fraga, 1989: 33) aunque en las fuentes disponibles no he hallado pruebas fehacientes de ello. 109

110   v. AIJCEC, Fondo documental Víctor López Seoane. [Carta de Eduardo Boscá de 13 de abril de 1878]. http://ijcec.es/index2.php?sec=lseoane2&searchb=Bosc%E1.

  Boscá Casanoves, 1879e: 465.

111 112

  Boscá Casanoves, 1881b: 89.

113

  Boscá Casanoves, 1873d: 6.

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animales vivos, como para el intercambio de ejemplares. Dado que los anfibios y reptiles causaban repugnancia y miedo en las gentes del campo, muchas veces tenía que ir a buscar los animales personalmente. En más de una ocasión, su desplazamiento debió resultar un esfuerzo poco rentable, pues hasta entonces, el primer sondeo que Eduardo Boscá hacía antes de viajar a un lugar –del que tenía noticia o indicios de poder encontrar materiales para sus estudios– estaba dirigido a los campesinos, pescadores o habitantes de comarcas rurales; estos conocían los animales por nombres vulgares, cuya atribución variaba según la zona, lo que era fuente de equívocos: “El nombre vulgar víbora me hubiera inducido a más de un error en mis exploraciones, si desde el primer momento no hubiera tratado de cerciorarme de la significación que se le daba en cada país [región]. Así, mientras que en las varias localidades visitadas en ambas Castillas, en Extremadura y Andalucía sabía positivamente que querían referirse en sus conversaciones a la Vipera [víbora], en los antiguos reinos de Aragón y Valencia tenía que interpretar las indicaciones como hechas para el Gongylus [eslizón] […]”114.

64

Es este el motivo por el que Boscá acostumbraba hacer constar, en sus publicaciones, los nombres vernáculos de cada especie, ya que esta información facilitaba también el trabajo de campo a otros naturalistas115. Eduardo Boscá, en su ambicioso proyecto de publicar el catálogo más completo posible de la fauna herpetológica española, necesitaba de algún transporte más rápido y capaz de cubrir mayores distancias que los coches-correo –de tracción animal– que habitualmente se utilizaba en aquella época para los desplazamientos por el país. En esas fechas ya le resultaba prácticamente imprescindible observar los animales en su medio natural, precisamente por el nuevo enfoque con que había emprendido sus estudios.

  Boscá Casanoves, 1884c: 95. ; v. también Boscá Casanoves, 1877b: 43.

114

  v.p.e. Boscá Casanoves, 1879b: 84-85.

115

En razón de su amistad con algunos de los técnicos de la Compañía de Ferrocarriles de Ciudad Real a Badajoz y a las minas de Bélmez, pudo realizar una expedición herpetológica a Galicia en 1879; parece que el año anterior, gracias a gestiones verificadas directamente con el director y secretario de la Compañía, Boscá y su compañero Serrano Fatigati –también profesor en el Instituto de Ciudad Real– obtuvieron sendos billetes de libre circulación por la línea, a cambio de la ejecución de algunos trabajos de geología, lo que les permitiría no sólo desplazarse para sus investigaciones particulares, sino también reunir colecciones geológicas que cederían al Instituto de Ciudad Real y a otras entidades. Los desplazamientos que Boscá debía realizar por la vecina Portugal, le fueron facilitados por el Jefe de Tráfico de la Compañía Real de Ferrocarriles Portugueses, Sr. Querol116. Las líneas a su disposición se ampliaron entre 1881 y 1882, con motivo de una campaña que había emprendido para el estudio de la fauna herpetológica del mediodía español, para la que una Real Orden le autorizaba a ausentarse por siete meses de su puesto de trabajo en el Instituto. Con este motivo utilizaría “los poderosos medios de exploración que alcancé de las compañías de los ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a Alicante. Almansa a Valencia y Tarragona, y de la explotadora de las minas de Riotinto […] Gracias a tan señaladas mercedes pude rectificar algún error y resolver varias dudas expresadas en mis trabajos anteriores sobre la Fauna herpetológica de la Península, así como explorar hasta treinta y siete distintas localidades nuevas para mí, repartidas entre trece de nuestras provincias […]”117.

También parece posible que para desplazarse a las islas Baleares, entre 1881 y 1882, utilizara el Servicio de vapores-correo entre Valencia y las Islas, confiado a la

116

  Boscá Casanoves, 1879e: 465.

  Boscá Casanoves, 1883: 241.

117

65

consignataria “Honorato Berga”118, cuya línea regular transportaba también carga y pasajeros119.

66

A raíz del establecimiento de la colaboración con Lataste, la obra de Boscá comenzó a beneficiarse de la influencia del francés, experimentando un gran salto cualitativo al incorporar definitivamente las orientaciones que los herpetólogos evolucionistas habían impulsado, fundamentalmente a través de la adopción de algunas técnicas de trabajo nuevas, como los estudios embriológicos –Lataste estaba particularmente interesado en el estudio de los embriones de los anfibios120 y disponía de abundantes medios para llevarlos a cabo121–, gracias a su trabajo en la Escuela práctica de estudios superiores de París; al propio tiempo, Boscá tendría oportunidad de ver publicados algunos de sus trabajos en Francia. Un avance del catálogo revisado122 sería vertido al francés y publicado en el Bulletin de la Société Zoologique de France123. Y la descripción de una nueva especie para la ciencia –Vipera latasti, Boscá 1878– sería presentada, en la sesión del 17 de mayo de 1878, por Lataste, ante la Société124 y publicada en el Bulletin125, antes de darse a conocer en España, donde se publicó dentro de una monografía sobre las víboras126.

118   El mayor de los hijos de Eduardo –Antimo Boscá Seytre– contrajo matrimonio con una de las hijas de Honorato Berga Panó, de nombre Francisca Berga Garcías. Fruto de este matrimonio nació Fernando Boscá Berga (1904-1991), quien siguiendo los pasos de su padre y su abuelo fue también naturalista y director del Museo Paleontológico. APVBB [Datos familiares].

  v. Solaz, R., 2006: 37.

119

  Boscá Casanoves, 1879d: 225.

120 121

  Boscá Casanoves, 1879d: 218.

122

  v. Fraga, 1989: 28.

123   Boscá Casanoves, E. (1880), “Catalogue des reptiles et amphibiens de la Peninsule Ibérique et des iles Baléares”. Bulletin de la Société Zoologique de France, 5: 240-287. 124

  Boscá Casanoves, 1879b: 76.

125

  Boscá Casanoves, 1878d.

126

  Boscá Casanoves, 1879b.

Boscá, por su parte, presentó trabajos de Lataste en las sesiones de la SEHN, al menos en dos ocasiones. Estos trabajos de Lataste, también se incorporaron entre las adiciones y correcciones al Catálogo de 1877, por haberse suscitado su realización con motivo de las consultas de Boscá. En sesión de 5 de marzo de 1879 de la SEHN, Boscá comunicaba la presentación, ante la Société Zoologique de France, de un género y especie nuevos descritos por Lataste, con motivo de una petición que le había formulado previamente. Boscá había encontrado problemas para la determinación específica de un tritón, del que solo había localizado –entre las colecciones de comparación– un ejemplar que Pérez Arcas había hallado en Toledo y depositado en la Universidad de Madrid. Pérez Arcas lo había asignado, con duda, a la especie Triton parisinus y Boscá, que había capturado en Ciudad Real otro individuo, pensando que pudiera pertenecer a la misma especie, no había encontrado ninguno semejante tampoco en su propia colección, por lo que había recurrido a Lataste para que lo estudiara. Para Lataste, con buen criterio, el problema que presentaba el ejemplar era el de no haber alcanzado la madurez sexual y, en consecuencia, no presentar los caracteres más relevantes para su determinación específica. Para subsanar esta deficiencia, Boscá se aprestó a capturar y criar en su casa algunos individuos jóvenes, hasta que alcanzaron el estado de madurez requerido para su estudio. Verificado éste, Lataste describió un género nuevo: Pelonectes, y una especie nueva, que dedicó a Boscá: Pelonectes boscai127. Boscá indicaba, en aquella ocasión: “Como es sabido, el género Triton ofrece no pocas dificultades en la determinación de sus especies, habiendo en su grupo diez de las especies polimorfas o frecuentemente litigiosas, más frecuentes a medida que se estudian grupos más inferiores [restringidos taxonómicamente]; dando con ello eficaz apoyo a la doctrina transformista, tan   Boscá Casanoves, 1879c.

127

67

demostrada ya entre los organismos inferiores. El sexo, la estancia más o menos prolongada en tierra o en el agua, la época de celo sobre todo, son verdaderas fases para los caracteres, en una misma especie. De tal manera son estos últimos importantes, que una detenida revisión de las especies europeas han reducido notablemente las admitidas por Duméril y otros autores, por haberlas fundado precipitadamente sobre ejemplares cogidos fuera de las condiciones antes señaladas”128.

68

Es interesante apuntar que Boscá había incurrido precisamente en el error de tratar de clasificar un individuo inmaduro, pero sorprende el comentario formulado entonces acerca de la naturaleza polimorfa del grupo129, sobre todo si nos remitimos a la Lista-patrón de la herpetofauna española, en su actualización de 2005. En ella se indica la dificultad en la clasificación natural de algunos grupos de anfibios urodelos, entre los que se encuentra el género Triturus, dentro del cual había quedado encuadrada posteriormente la especie descrita por Lataste. Los estudios actuales –basados en pruebas moleculares, histológicas, geológicas y paleobiogeográficas– han señalado la necesidad de dividir el grupo en varios géneros, entre cuyas especies integrantes está la descrita por Lataste, algunas de cuyas poblaciones del sur de Portugal –según las evidencias moleculares– se preveía podrían ser elevadas al estatus de especie. En la última Lista-patrón, de enero de 2009, la cuestión continúa pendiente130. La especie que Lataste dedicó a Boscá, lleva hoy el nombre de Lissotriton boscai (Lataste, 1879). Ese mismo año Lataste publicó una nueva variedad del sapo partero común, descrita a partir de algunos ejemplares que le había enviado Boscá a petición suya. Los   Boscá Casanoves, 1879c: 88.

128

  Tras la publicación de Lataste, Boettger abrió un debate sobre la nueva especie, que él concebía como una simple variedad de Triton palmatus Sch. Lataste rebatió esta opinión “poniéndose de manifiesto que, al proceder de tal manera, se había atendido, más que a la característica del animal, al criterio de autoridad, siempre respetable, pero no tanto que se sobreponga a los hechos por todos observables” (Boscá Casanoves, 1881b: 96). Tal vez Boscá abundara en esto porque él mismo se había tenido que resignar a trabajar bajo el criterio de autoridad para crear el Catálogo de 1877, con resultados, en algunos casos, nefastos. 129

  v. Montori, A. et al, 2005: 11-12; cf. Montori, A. et al, 2009.

130

individuos sobre los que describió la variedad –que dedicó al naturalista valenciano– procedían de la localidad gallega de Tuy. Los estudios previos, los había realizado Lataste sobre algunos individuos de Valencia que le había enviado Boscá conservados en alcohol. Al apreciar en ellos un grado de diferencia, respecto a la especie tipo, digno de ser estudiado en profundidad, y conociendo que Boscá proyectaba realizar una exploración herpetológica por Galicia y el norte de Portugal, le pidió que le enviara algunos individuos vivos procedentes de esa zona de la Península, cuyo estudio le confirmó en su sospecha de que se encontraba ante una nueva subespecie, que designó Alytes obstetricans boscai y publicó en la Revue Internationale des Sciences131. De las diferencias halladas por Lataste entre el sapo partero común y la nueva subespecie dio cuenta Eduardo Boscá ante la SEHN, aprovechando la ocasión para exponer una breve discusión sobre la distribución de ambas en la Península132, anticipando las correcciones al Catálogo de 1877, que daría a conocer, en su conjunto, cuatro años más tarde. 4.2. Primera corrección al Catálogo: Discoglossus sardous (1877) Las enmiendas y adiciones al Catálogo se irían sucediendo hasta 1881, año en que Eduardo Boscá publicaría sus Correcciones y adiciones al catálogo general de los reptiles y anfibios de España, Portugal y las islas Baleares, seguidos de un resumen general sobre su distribución en la Península133; y de ellas daría cumplida cuenta en las sesiones de la SEHN, foro oportuno –y tal vez único– donde presentar entonces un trabajo de esta naturaleza. 131   Lataste, F. (1879), “Sur une nouvelle forme de Batracien anoure d’Europe (Alytes obstetricans Boscai, n. sps.)”. Revue internationale des Sciences, 4: 543-545; Lataste, F. (1881), “Sur une forme nouvelle de Batracien anoure d’Europe (Alytes obstetricans Boscai, n. sps.)”. Actes de la Société Linnéenne, 34: 181-186. 132

  Boscá Casanoves, 1880a, passim.   Boscá Casanoves, 1881b.

133

69

La primera enmienda al Catálogo de 1877, se comunicó medio año después de que Boscá estableciera contacto con Lataste, y fue a propósito del sapillo pintojo (Discoglossus pictus, Otth, 1837). Boscá ya había hablado, en la reunión de la SEHN del 2 de abril de 1873, de la presencia, en Somosaguas (Madrid), de dos especies distintas del sapo pintojo134, una de las cuales, –Discoglossus sardous–, constaba como variedad en la obra de Duméril y Bibron135. En la sesión de 5 de diciembre de 1877, Ignacio Bolívar leyó ante sus consocios las explicaciones que Eduardo Boscá daba al error que había vertido en el Catálogo de 1877, al tratar como una especie lo que era, en realidad, una variedad: “Al separar entonces las dos especies, seguía a Tschudi y Bonaparte, contra el expreso parecer de Duméril y Bibron, porque encontraba marcadas diferencias entre los pocos individuos de los dos tipos sometidos al estudio […] pero recientemente he tenido ocasión de modificar mis apreciaciones en vista de los dos anfibios encontrados con cierta abundancia, reunidos en una misma localidad confundidas con la rana común y en las mismas circunstancias que se marcan en la ya dicha obra magistral de Duméril y Bibron”136.

70

Para llegar a comprobar esto, Boscá había visitado en dos ocasiones la localidad de Sancho-Rey (Ciudad Real); la primera –infructuosamente–, en febrero de 1877 –seguramente inmediatamente antes de dar por concluido el manuscrito del Catálogo y movido por la duda que le podía suscitar el saber que había trabajado con pocos individuos– y la segunda, en septiembre de 1877. En esta ocasión Boscá utilizó, para dirimir si se trataba o no de dos especies distintas, criterios ecológicos y no morfológicos, y atribuyó la descripción por Gené de la especie sarda –Discoglossus sardous–, al hecho de no haber encontrado en Cerdeña la especie tipo (Discoglossus pictus), “más por lo visto no puede aún dársele el valor

134

  Boscá Casanoves, 1873a: 15

  Boscá Casanoves, 1877b: 63.

135

136

  Boscá Casanoves, 1877a: 76-77.

de tal, al menos como lo entienden los partidarios de la antigua idea de la fijeza de la especie”137, por lo que terminaba el naturalista su comunicación recomendando a los zoólogos que siguieran buscando ejemplares de sapillo pintojo, ya que de los diecisiete que el había recolectado, sólo uno presentaba caracteres intermedios entre la especie tipo y la descrita por Gené138, y no descartaba que los individuos pertenecientes a ésta hubieran pasado inadvertidos a los naturalistas españoles139. Años más tarde, reconsiderando el problema, ya aclarado, sobre Discoglossus pictus, Boscá concluiría: “Como se ve, pues, el Discoglossus pictus es otra de las especies polimorfas”140. 4.3. Enmiendas a Rana temporaria y Bufo viridis (1878) En otras dos reuniones de la SEHN durante el año 1878, Eduardo Boscá comunicó nuevas enmiendas al Catálogo, la primera de ellas como conclusión a su revisión de la cita de Rana temporaria Linneo, después de haber discutido el asunto con Barboza y Lataste: “Desechada por los autores contemporáneos la especie Rana temporaria de Linneo, cuyos caracteres sobresalientes resultan ser propios de otra u otras especies, precisamente también europeas, este nombre específico ha pasado a ser el distintivo de un grupo muy natural; hecho repetido con frecuencia desde que el estudio se esfuerza en señalar la filiación de las especies como la idea más científica a la que se puede aspirar en la parte descriptiva”141. 137

  Boscá Casanoves, 1877a: 77.

138

  Boscá Casanoves, 1877a: 77.

  Este extraño discurso obedece a lo siguiente: la teoría de la evolución había llevado a un lugar preferente el estudio de las diferencias graduales existentes entre miembros de especies próximas e incluso entre individuos considerados entonces como pertenecientes a una misma especie. Por esta razón, el estudio de pequeñas diferencias entre formas similares había comenzado a cobrar una importancia de la que anteriormente carecía (Sánchez Arteaga, 2005: 95). 139

140 141

  Boscá Casanoves, 1881b: 93.

  Boscá Casanoves, 1878b: 30.

71

Las citas de Rana temporaria L. recogidas en el Catálogo de 1877 debían reemplazarse por citas de Rana agilis Thomas, –especie considerada por Lataste meridional–, como pequeña contribución al conocimiento de la fauna herpetológica española que, sin duda, todavía era muy rudimentario: “[…] por ahora está lejos el día de poder señalar lo que no hay en el país, siquiera se trate de seres tan elevados en la escala animal y tan reducidos en número, más no sería cosa difícil el revisar cuantos ejemplares existan en las colecciones así públicas como privadas, con el dicho nombre de Rana temporaria L., lo cual quizá contribuyera a disipar cuanto antes las dudas que sobre el asunto aparecen, vistos algunos de los datos a la fecha publicados”142.

Los datos hasta la fecha publicados, en este caso, eran de Duméril y Bibron143.

72

También por haberse guiado por las indicaciones de Duméril y Bibron, Boscá había incluido en el Catálogo de 1877 el sapo verde –Bufo viridis (Laurenti, 1768)– y el sapo corredor –Bufo calamita (Laurenti, 1768)–, aclarando que estos autores consideraban la segunda como variedad de la primera144. Tras la revisión, en la que Boscá había contado con el criterio de Lataste, llegó a la conclusión de que todos los individuos que había estudiado eran sapos corredores, por lo que en sus Correcciones eliminaría Bufo viridis de entre las especies propias de la fauna herpetológica ibérica y balear. “Aun cuando estos y otros distinguidos naturalistas citan el Bufo viridis como de España, no obstante, sería de desear una nueva confirmación, por si al determinarlo se prescindió de la contemporánea tendencia a la separación de especies, fundada, tanto en las formas, dibujos, coloración, etc., como en las costumbres, canto y distribución geográfica, y más si, como pudiera haber ocurrido, se consultó sólo a dicha obra magistral para el estudio.

  Boscá Casanoves, 1878b: 30.

142 143

  Boscá Casanoves, 1877b: 62.   Boscá Casanoves, 1877b: 65.

144

Es de lamentar en nuestro país, que la falta notoria de los medios adecuados para estudios de esta índole, haga consumir una cantidad desproporcional [sic.] de tiempo en la clasificación de las especies, el cual pudiera ahorrarse visitando los Museos, al par que se empleara en observaciones más o menos originales que nos emanciparan del principio de autoridad, que, como es sabido, debe ocupar un lugar secundario, cuando de las ciencias naturales se trata, si es que se quiere un adelanto positivo, dejando de ser meros copiadores, y alguna vez de equivocaciones perpetuadas de un modo inconveniente”145.

Boscá actuó rigurosamente al eliminar el sapo verde de la lista de especies ibéricas, como también lo hizo al supeditar su inclusión en la misma a nuevas confirmaciones, pues ambas especies –porque eso son, y no una variedad de la otra, como indicaban Duméril y Bibron– hoy sabemos que viven en España. En cuanto al segundo párrafo, escrito en un tono más irritado, Boscá estaba cargado de razón. La lectura de los detalles que acompañan las correcciones y rectificaciones al Catálogo de 1877, deja ver con extrema claridad que muchos de los errores allí vertidos por Boscá, se originaron a consecuencia de la confianza que el naturalista había depositado en la bondad de las publicaciones de Duméril y Bibron (1834) y de Bonaparte (1839) como autoridades de confianza no, desde luego, en muchos de los aspectos que habían de contemplarse en los estudios herpetológicos desde la perspectiva evolucionista, pero sí en cuestiones tan elementales como descripción morfológica y distribución geográfica. Tal vez el ejemplo que sigue sea un caso extremo, pero ilustra perfectamente la poca confianza que podía depositarse entonces incluso en publicaciones tan reconocidas como las debidas a los autores indicados: En la lista de especies presentes en el Catálogo que no debieran consignarse por quedar la Península Ibérica fuera de su área de distribución, se encontraba un anfi145

  Boscá Casanoves, 1878c: 38.

73

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bio –similar al gallipato– bajo el nombre de Bradybates ventricosus, Tschudi 1839. Al redactar el Catálogo, Boscá sólo podía aportar una cita de Bonaparte en la que lacónicamente se decía: “Localidad, España”. En cuanto al lugar de habitación, Boscá había imaginado que debía vivir en lugares análogos a los que habitaba el gallipato y lo expresaba con duda146. Al consultar con Lataste, éste –que disponía de recursos para hacerlo–, solicitó ver el ejemplar tipo (sobre el que Tschudi había descrito la especie), que había quedado depositado en un museo. Al verlo se percató de que justamente se trataba de un ejemplar joven de gallipato, que además de presentar deformidades, no había completado su metamorfosis: “no era otra cosa que un Pleurodeles waltl apenas metamorfoseado y un tanto monstruoso en la forma que ofrece “. A Lataste le había llamado la atención que, en los cuarenta años transcurridos desde que se describiera la especie, no había hallado nadie un nuevo ejemplar. Sin embargo, en su Erpétologie générale, Bonaparte decía poseer en su colección un individuo de la especie encontrado en Roma, cuya ilustración había incorporado a su Iconografía de la fauna itálica. Al examinar el dibujo, Lataste se dio cuenta de que era una reproducción del primitivo dibujo de Tschudi147. Aprendida esa lección, en los tres años siguientes las correcciones y adiciones al Catálogo se produjeron desde dos vertientes: por una parte, las expediciones que iniciaría Boscá en julio de 1879 le permitieron hacerlas en términos biogeográficos, pudiendo añadir en muchas ocasiones datos sobre la etología, el hábitat y la ecología de los grupos; por otra, las revisiones del material y sus propios hallazgos le condujeron a efectuar reasignaciones taxonómicas y a la descripción de nuevas especies y variedades. 4.4. La descripción de una nueva especie: Vipera latasti (Boscá, 1878) En 1878, Eduardo Boscá dio a conocer en Francia una nueva especie para la ciencia. Se trata de una de las tres especies de víbora reconocidas hoy en la Península Ibé  Boscá Casanoves, 1877b: 66.

146

  Boscá Casanoves, 1881b: 94-95.

147

Fig. 4.

Figuraciones de Vipera latasti, Boscá 1878. En: Bulletin de la Société Zoologique de France pour l’année 1878, “Note sur une forme nouvelle o peu conue de vipère”, 116-121 + pl.4. La víbora hocicuda es la primera de las cinco especies herpetológicas, reconocidas hoy, descritas por Eduardo Boscá Casanoves, padre de la herpetología española. El naturalista estableció la nueva especie siguiendo los modernos criterios de clasificación natural introducidos por el evolucionismo.

rica: Vipera latasti, Boscá, 1878. Esta nueva especie herpetológica, la primera de las cinco descritas por el naturalista, se publicó en el Bulletin de la Société Zoologique de France148, gracias a las influencias de Lataste, a quien Boscá la había dedicado.   Boscá Casanoves, 1878d.

148

Tras haber refinado algo más su estudio, Eduardo Boscá la incluyó en una monografía sobre las víboras de España que se publicó en los Anales149. Es interesante comprobar cómo Boscá califica el género Vipera de “muy natural”, dando con ello a conocer que la agrupación de las cuatro especies europeas en este género se había hecho siguiendo criterios evolucionistas150. A la variabilidad de ciertos caracteres aparentes se le releva de la condición de determinante específico: “Las cuatro especies ofrecen entre sí las analogías y el aspecto que el grupo genérico supone, y en algunos de los detalles referentes a las escamas, en las diferencias de intensidad en la coloración y matices, y aún en los mismos dibujos, por ser igualmente variables en todas ellas, dejan de poder ser útiles como últimas diferencias características, con el valor que lo fueran, si de otros reptiles nos ocupáramos”151.

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La separación de la especie, de entre las del género, revela la profundidad y madurez científica emergentes en la obra herpetológica de Boscá. Así, en esta ocasión, la descripción estará basada “[…] sucesivamente en sus formas generales y en las particulares de las diferentes partes del cuerpo, en las escamas y escudetes o placas propias de determinadas regiones, en la coloración y dibujo ofrecido por las diferentes tintas de sus tegumentos, así como de las costumbres, su distribución en la Península y demás detalles correspondientes”152.

Lo cierto es que la descripción abunda en detalles obtenidos desde distintos puntos de vista, y siempre contemplando ampliamente la variabilidad intraespecífica. Boscá aporta datos morfológicos –sobre todo de la cabeza, muy característica en la víbora hocicuda–; variabilidad del color en ejemplares vivos –comienza el abandono del estudio exclusivo de los ejemplares conservados en alcohol, a pesar de

  Boscá Casanoves, 1879b.

149

150 151

  Boscá Casanoves, 1879b: 70.

  Boscá Casanoves, 1879b: 71.

152

  Boscá Casanoves, 1879b: 76.

lo cual Boscá da también los datos observables en los ejemplares presentes en las colecciones–; variabilidad dimensional –interpretada sobre lo que ya parece un número estadísticamente significativo de ejemplares–. El comportamiento de los animales se describe asociado a los ambientes de colonización y resulta particularmente interesante ver la incorporación, a la descripción, de las observaciones relativas al letargo invernal, posiblemente verificadas personalmente por Boscá: “El periodo de letargo es en ellas prolongado, encontrándoselas juntas y apelotonadas, con la cabeza hacia la periferia de la entrelazada pelota, formada en ocasiones por quince o más individuos que ocupan un hueco entre las peñas, en las raíces de los árboles o matas muy añejas, en el espesor de algún muro, montón de piedras, etc.”153.

El naturalista trató también de verificar experimentos para observar en condiciones controladas los efectos de la mordedura de Vipera latasti sobre diferentes animales, aunque sin conseguirlo, pues el animal objeto del experimento rechazó comer en cautividad. Al hablar de la especie, Boscá hace hincapié en su lentitud de movimientos, con particular referencia a la restricción que presentan estos animales para moverse en el plano vertical –que el naturalista explica en términos de lo que hoy llamamos morfología funcional–, atribuyéndola al gran desarrollo de las apófisis vertebrales. Las descripciones científicas se encuentran salpicadas de comentarios destinados a combatir supersticiones y mitos en torno a estos reptiles, muy difundidas entonces en ámbito rural154. Esto resulta interesante para conocer algo más acerca del pensamiento de Eduardo Boscá. 153

  Boscá Casanoves, 1879b: 82.

  En la publicación francesa Boscá omitió comentarios de esta índole; sin embargo, añadió otro que no existe en la publicación española, revelador del estado de la ciencia en España y del origen de alguno de sus propios errores. Traduzco del francés: “[El gusto por las tablas de clasificación sistemática y el aferramiento ciego a la hipótesis de la creación, que se acostumbra a inculcar en nuestros jóvenes desde su más tierna infancia, nos separan a menudo de los verdaderos caminos de la filosofía natural, para conducirnos a creer en la multiplicación de especies según la geografía y la diversidad de los ambientes. Por esta razón y suponiendo conocidas todas las víboras europeas, clasifiqué como Vipera 154

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Eduardo Boscá declaraba abiertamente su concepción positiva de la ciencia –cuyo progreso estimaba ilimitado–, y vivía su cultivo entre el deleite y la obligación moral, pues concebía el conocimiento que de ella se derivaba como algo capaz de mejorar la vida de los seres humanos. En una época en que la teoría de la evolución contemplaba la transmisión de generación en generación de las aptitudes que los seres vivos podían fomentar en su interacción con el ambiente, y la selección de los más dotados en la lucha por la supervivencia, Eduardo Boscá entendía que la mejora y progreso de la especie humana podía conseguirse a través de mejoras introducidas generación tras generación, muchas de ellas debidas a la adquisición de conocimientos y educación, empresa en la que Boscá se sentía muy comprometido.

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Eduardo Boscá era un hombre extremadamente observador y la especie humana –una más entre las otras a estos efectos– no escapaba a su reflexiva mirada. En las publicaciones herpetológicas –sobre todo en las relativas a sus exploraciones– Eduardo Boscá incorpora sus observaciones sobre el comportamiento humano en un tono benevolente aunque con frecuencia irritado por el atraso que veía entonces en muchos de los lugares que visitaba. En esta ocasión, Boscá se encontraba bastante sorprendido de la plasticidad que había observado en el miedo a las mordeduras de víbora, más ligado a la superstición que a la experiencia y observación del comportamiento de estos reptiles: “Su vida activa parece mas bien crepuscular o nocturna, pues aparte de lo que pueda deducirse de la configuración de su pupila, los campesinos aseguran que sale a tomar el fresco durante las noches de verano, y una prueba de que así lo creen, es que para pernoctar en el campo, al aire libre, en los sitios señalados como abundantes en víboras, toman varias precauciones, cuyo valor no hemos podido aún apreciar, cuales son el apagar bien el fuego de las hogueras encendidas para el aderezo de sus sobrias comidas, con que dicen se evita el que acudan dichos reptiles, atraídos por el brillo de las ascuas; y también hacen el sacrificio de consumir gran número de ajos, no siempre fáciles de adquirir lejos de poblado, machacándolos y esparciénammodytes la que tenía entre las manos.]” [Se refiere Boscá, a la que luego describirá como Vipera latasti] (Boscá Casanoves, 1878d: 116).

dolos en torno del hato, pues parece haberse observado que su olor penetrante les repugna; siendo de notar, que para las horas de la siesta, indispensable en muchas provincias de España, y durante el cual [sic.] los jornaleros y pastores se entregan a un descanso tan completo y prolongado como puede ser el de la noche, nada se precave contra tan temibles animales, aún cuando sea en las mismas localidades”155.

El miedo y aprensión hacia los reptiles, perdían su razón de ser cuando se adquiría conocimiento sobre ellos: “[un cazador profesional] quien aseguraba que lo difícil en su oficio, muy lucrativo en otro tiempo, era descubrir el reptil que suele permanecer en el quietismo más absoluto, a pesar de las voces y ruidos, dando lugar no pocas veces a que se crea si son sordas [sic.]; pues por lo demás puede decirse que víbora vista, víbora cogida. Y en efecto, teniendo la serenidad propia del que posee el conocimiento exacto de las cosas, y aprovechando desde luego el primer momento de sorpresa para el animal, es hasta fácil apoderarse de él, completamente vivo y sin necesidad de mutilarle, con tal de llevar algunas pinzas, tenazas o algún palo de horquilla, que sirva para manejarle o sujetarle a distancia”156.

También el comportamiento frente a estos reptiles observado por Eduardo Boscá en otros animales le hacía pensar en la evolución –progresión de las especies– a través de la herencia de aptitudes adquiridas: “Guía a los reptiles principalmente el sentido de la vista, que es quien llama la atención hacia sus víctimas, las que deben haber recibido por herencia no interrumpida lo que algún día fuera puro ensayo en algún progenitor inteligente, escapado a la voracidad de sus bien diferenciados perseguidores”157.

El conocimiento de los animales servía también para evitar el acoso que sufrían a causa del miedo de las gentes, algo que a Boscá parecía molestar bastante, no sólo como científico entregado a su estudio, también como hombre que aprecia y   Boscá Casanoves, 1879b: 81.

155

  Boscá Casanoves, 1879b: 82.

156

  Boscá Casanoves, 1879b: 70.

157

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disfruta de los prodigiosos fenómenos que pueden observarse en una Naturaleza cuyo respeto es necesario. Volviendo a la nueva especie, añadiremos aquí un detalle interesante: Boscá publicó la diagnosis de la especie en latín, algo quizás desconcertante si no se tiene en cuenta que, al principio de su carrera como naturalista, había muy poca literatura científica producida bajo los nuevos criterios científicos, por lo que los demás naturalistas europeos, como le había sucedido a él, estaban acostumbrados a ese código de divulgación. Ese recurso, destinado a facilitar la divulgación de las diagnosis, sería usado también por otros naturalistas evolucionistas durante algún tiempo. La adición de esta nueva especie a la fauna herpetológica española, es la primera de las cuatro que se producirían durante los años siguientes, y de las que daré oportuna noticia en su momento. 80

4.5. Descripción del sapo partero ibérico: Alytes cisternasii (Boscá, 1879) Dentro del mismo año, Boscá describió otra especie nueva para la ciencia, hoy también considerada especie válida. Se trata del sapo partero ibérico (Alytes cisternasii Boscá 1879), cuyo genitivo constituye el homenaje de Boscá al “inolvidable maestro” Rafael Cisternas158. Un avance de la nueva especie fue enviado por Boscá para su lectura, ante la SEHN, en la sesión del 2 de abril de 1879159. Los machos de la nueva especie, “bastante afine, al parecer, al Alytes obstetricans”160, presentaban un comportamiento parental muy semejante al observado en el sapo partero común. Sin embargo, Boscá había tenido ocasión de notar, en los presuntos

158 159

  Boscá Casanoves, 1879d: 227.

  Boscá Casanoves, 1879a.

160

  Boscá Casanoves, 1879a: 22.

representantes de la nueva especie, una serie de rasgos morfológicos particulares, que a la postre, resultaron ser distintivos entre dos especies del mismo género. Todo hace pensar que esta descripción, que se publicó en Anales161 era fruto de un trabajo en colaboración con Fernand Lataste quien, por su parte, describió entonces la nueva subespecie del sapo partero que dedicó al naturalista valenciano (Alytes obstetricans boscai, Lataste 1879)162. En la publicación correspondiente a la descripción de Alytes cisternasii se observa que, en la descripción morfológica, Boscá abandona el uso de dimensiones absolutas para hablar en términos de proporciones, algo que continuará haciendo en otras descripciones posteriores. Se trata de un recurso para facilitar la identificación de los individuos de la especie más allá de las variaciones en las medidas individuales. La descripción morfológica se completa con la descripción de los volúmenes del animal, indicando datos obtenidos con el goniómetro, siempre con el mismo fin. Un ejemplo extraído de la descripción ilustrará lo que quiero decir: “La cabeza es ancha y corta, deprimida sobre el hocico, convexa y acanalada sobre los lados y parte media del cráneo respectivamente; como un tercio más ancha que larga, y su anchura corresponde a una mitad del tronco, medido desde la depresión nucal por delante de las paletillas hasta el ano; […] redondeándose también la cara hacia los lados que se inclinan con relación al plano superior unos 45º en la porción que media entre las aberturas nasal y ocular; sobre los discos auditivos la inclinación de los costados de la cabeza se aproxima a los 85º; el contorno general de esta parte es parabólico […]”163.

Como en la descripción de la víbora hocicuda, Boscá contempla, desde todos los ángulos, la variabilidad intraespecífica. Resulta interesante comprobar que describe también el aspecto del animal muerto –en fresco– y también conservado en alcohol,   Boscá Casanoves, 1879d.

161

  v. Boscá Casanoves, 1880a.

162 163

  Boscá Casanoves, 1879d: 219.

81

seguramente con el fin de poner sobre aviso, a otros naturalistas, sobre los cambios –sobre todo en las texturas de los tegumentos y los colores– que estos estados introducen en el aspecto de los animales respecto al que presentan en vida. En cuanto a la descripción etológica, en la publicación se da minuciosa información acerca del singular comportamiento del macho, que carga con la puesta entre sus patas posteriores durante el desarrollo de los embriones, ocupándose de procurarles las condiciones idóneas para favorecerlo. En los embriones “[…] se percibe la abertura branquial, o espiráculo, colocada sobre la parte media de la región esternal: carácter de gran importancia, sobre el que ha llamado la atención el Sr. Lataste estudiando recientemente las larvas de todos los anuros europeos, que han quedado separados en dos grupos muy naturales, según presentan el espiráculo en un costado, o sobre la pared media inferior”164. 82

El estudio del desarrollo embrionario era una de las prácticas más novedosas introducidas por el darwinismo; su objetivo era establecer las relaciones de parentesco entre grupos –produciendo, en consecuencia, la reordenación y clasificación de los grupos sistemáticos que se habían creado con anterioridad– lo que debía facilitar la ordenación y clasificación de los seres en grupos naturales165, expresión que aparece reiteradamente en los textos científicos debidos a Eduardo Boscá. Volviendo a la descripción de Alytes cisternasii, tras exponer los rasgos diferenciales entre las dos especies de sapo partero –la común y la ibérica– Boscá consigna la diagnosis de nuevo en latín. Al catálogo revisado, Boscá añadiría, además de esta nueva especie, algunos datos acerca de su distribución geográfica, cuya presencia en Portugal pudo comprobar   Boscá Casanoves, 1879d: 225.

164

  “De dos o más grupos de animales, aunque difieran mucho entre sí por su conformación y costumbres en estado adulto, si pasan por fases embrionarias muy semejantes, podemos estar seguros de que todos ellos descienden de una misma forma madre y, por consiguiente, de que tienen estrecho parentesco. Así, pues, la comunidad de estructura embrionaria revela la comunidad de origen; [...] La embriología aumenta mucho en interés cuando consideramos al embrión como un retrato, más o menos borroso, del progenitor de todos los miembros de una misma gran clase” (Darwin, 2008: 588-589). 165

con motivo de una breve exploración herpetológica –verificada durante las vacaciones de Semana Santa de 1880–, a la sierra de Sao Mamede (Portugal). Como resultado de este viaje pudo añadir también al inventario herpetológico de aquel país, una cita, en las proximidades de Portalegre, de una culebra del género Coronella, que hasta entonces sólo había sido encontrada en Mahón, Algeciras y el Pardo (Madrid)166. 4.6. La exploración herpetológica de Galicia (1879) En julio de 1879 Eduardo Boscá emprendió un viaje por Galicia y el norte del vecino Portugal, considerando punto estratégico, para sus desplazamientos por la zona, la localidad de Tuy. Desde allí practicaría también excursiones a las localidades de Redondela, Pontevedra y Marín167. “Anhelaba asimismo, el poder contemplar vivas y en su estación natural varias especies, en particular de los anfibios, grupo que, como es sabido, une mucho más nuestra fauna herpetológica con las demás faunas de Europa, mientras que los reptiles escamosos nos aproximan al Africa, mediante la zona mediterránea”168.

Este viaje era un lujo que hasta entonces no se había podido permitir, y que ahora había podido emprender gracias a su acceso gratuito al ferrocarril. A su llegada, unos amigos le aleccionaron para que pudiera sacar el máximo partido de sus desplazamientos por aquel territorio, cuyo propósito era, además de observar vivos los representantes de algunas especies, ampliar y corregir el catálogo de los reptiles y anfibios de Galicia publicado por López Seoane dos años antes, con el fin de incorporar sus conclusiones al “catálogo definitivo de la fauna herpetológica de nuestra península”169. Haciéndose acompañar de un chiquillo, Boscá ascendió al monte San Julián, donde se celebraba, aquel primer domingo de julio, una romería. Ello suponía una contra166 167

  Boscá Casanoves, 1880c: 34.

  Boscá Casanoves, 1879e: 483.

168 169

  Boscá Casanoves, 1879e: 464.

  Boscá Casanoves, 1879e: 483.

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riedad para el tranquilo desarrollo de sus trabajos pero, como contrapartida, se le “presentaba una buena ocasión para ver una de las más clásicas costumbres de aquel pueblo, tan dado a la expansión en sus bailes, los fuegos artificiales y variedad de juegos”170. De nuevo conoció Boscá en este viaje la España rural, en una zona en que, por su aislamiento, proliferaban las supersticiones más disparatadas. El propio naturalista se vio envuelto en un episodio que hubiera podido costarle un buen disgusto: “[…] habiendo circulado la noticia de que un hombre con barbas iba por aquellos contornos buscando objetos para la botica, y aunque al principiar la excursión ya tuve motivo para ver con el horror que son mirados tales hombres, al menos entre la gente menuda, nunca podía creer que esto pasara de ser un cuento de antaño, para las personas mayores: sin embargo, ví que me hallaba en una lamentable equivocación, pues estando abstraído en la recolección por aquellos parajes, entonces tan desiertos, me ví sorprendido por dos hombres que con guadaña en mano [sic.] y con malas formas, me hicieron una serie de preguntas todas encaminadas, no a cerciorarse si yo recogía o no objetos para la botica, sino que partían del principio de que era un hombre sospechoso y de malos antecedentes, que venía en busca de rapaces para sacarles el unto... Al referir el hecho a un amigo me consoló de aquella para mí irreparable pérdida de tiempo, haciéndome la reflexión con mucha calma, de que mi fortuna de verme sano o por lo menos salvo de las manos de aquellos campesinos, quizá dependiera de no haber ocurrido por allí la muerte repentina de una vaca, o cosa parecida.

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De esperar es que cuando las vías férreas completen la proyectada red, ya estudiada, vayan desapareciendo estas y otras patrañas, que aún subsisten en el pueblo, a pesar de los esfuerzos de la enseñanza”171.

Sin embargo, el resultado de la excursión a San Julián, fue extremadamente satisfactorio para Boscá “una de las jornadas más productivas entre las muchas llevadas a cabo desde 1866”172, pues consiguió reunir un total de dieciséis especies, entre anfi170 171

  Boscá Casanoves, 1879e: 465-466.

  Boscá Casanoves, 1879e: 472-473.

172

  Boscá Casanoves, 1879e: 473.

bios y reptiles. En este catálogo herpetológico de Galicia, el primero tras la publicación del de 1877, Boscá incorporó una serie de novedades interesantes respecto a aquel, pues había podido efectuar observaciones de campo sobre las distintas especies, incorporando, como resultado, para cada especie, su nombre vernáculo, datos etológicos –desde los cantos hasta la alimentación– y ecológicos, así como los pormenores relativos a las variaciones individuales (intraespecíficas), revelando una forma de trabajar cuidadosa y bien orientada, propia de un observador minucioso y reflexivo. No perdió ocasión, tampoco, de corregir a López Seoane y en la publicación del viaje constan, además, algunas enmiendas a su Catálogo de 1877, cuyos errores habían tenido origen, como sabemos, en la bibliografía que había utilizado hasta entonces. Al año siguiente pudo dar a conocer la descripción de otras dos especies nuevas para la ciencia. 85

4.7. Descripción del eslizón ibérico: Chalcides bedriagai (Boscá, 1880) El eslizón ibérico, en aquellas fechas, había llamado la atención de distintos herpetólogos extranjeros, por haber notado en él alguna diferencia digna de ser tenida en cuenta, dentro de lo que entonces se creía una especie única: Gongylus ocellatus Forsk. Eduardo Boscá, que oficiaba de proveedor de ejemplares como corresponsal de algunos de estos naturalistas –entre otros Lataste y Bedriaga– fue invitado a participar en la investigación. Al principio había creído que los eslizones ibéricos podían pertenecer a una raza enana de la especie, que habitaba lugares de gran altitud sobre el nivel del mar, pues hasta entonces sólo había conocido su presencia en tales lugares. La idea de Boscá tenía sentido en el contexto epistemológico en que estaba trabajando: según el evolucionismo de aquella época, uno de los principales inductores de variación en los seres vivos, era el ambiente en que vivían. En el caso de la altitud sobre el nivel del mar, la influencia sobre las variaciones en los anfibios y reptiles se consideraba indirecta: los manchones de vegetación de montaña –adaptada a los

cambios extremos de temperatura– albergaban los invertebrados que constituían su alimento. La diferente dieta podía dar origen a las diferencias observadas entre los individuos ibéricos y los demás. Entre los eslizones extranjeros que fueron enviados a Boscá, había un individuo juvenil –procedente de Argelia– que llamó inmediatamente la atención del naturalista: al ver sus patas comprendió que la mayor robustez que había observado en las de los individuos ibéricos no era atribuible a una mayor edad. El efecto que producían las patas más cortas en relación con una longitud similar a la de los ejemplares extranjeros, era proporcionar al grupo ibérico un aspecto más esbelto. Boscá encaminó sus investigaciones hacia el esqueleto, descubriendo que las poblaciones ibéricas tenían una vértebra lumbar más que las otras.

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En base a eso y a algunas otras diferencias morfológicas, Boscá describió una subespecie de Gongylus ocellatus que, en honor a Bedriaga, denominó Gongylus ocellatus bedriagai173. Hoy, está elevada al rango específico bajo el nombre de Chalcides bedriagai (Boscá, 1880). La nueva subespecie constituiría otra de las adiciones al Catálogo de 1877. 4.8. Descripción de una nueva especie, basada en rasgos etológicos: Hyla perezii (Boscá, 1880) En esta ocasión Eduardo Boscá estableció la propuesta de una nueva especie de anfibio en base a uno de sus rasgos etológicos: el canto. Como indicábamos al hablar de las primeras participaciones del naturalista en las sesiones de la SEHN, Eduardo Boscá había hallado en la colección de Rafael Cisternas una ranita del género Hyla de la que sospechaba –por sus rasgos morfológicos–

173

  Boscá Casanoves, 1880d, passim.

pudiera pertenecer a una nueva especie174; apenas tres años después, Boscá volvía sobre el asunto, esta vez porque había oído, en una de sus salidas de campo, un canto desconocido para él –y que no asociaba con ninguna de las especies que conocía175–, albergando sospechas de que esto pudiera ser indicio de la presencia en la fauna ibérica de una especie todavía no identificada. Para salir de dudas, Boscá hizo una excursión científica a cierto arroyo en la provincia de Badajoz donde sabía podría escuchar el canto a discreción, pues había planificado realizar la expedición en plena época de apareamiento. Consiguió capturar un ejemplar al que acababa de oír cantar cuando, al verlo bien, se dio cuenta de que pertenecía a una variedad de Hyla arborea (Linnaeus, 1758) –nombre científico de la ranita de San Antón– que tenía en su colección de comparación. Al consultar con Lataste, éste le había indicado que los cantos de Hyla arborea variaban según la temporada del año, por lo que probablemente esa era la especie que Boscá había oído. De hecho, en su Essai d’une faune herpètologique de la Gironde (1876) Lataste daba toda clase de datos acerca del canto de Hyla arborea y sus variaciones, lo cual Boscá había leído con detenimiento; con todo, al decir de Boscá, él había oído al mismo tiempo los dos tipos de canto descritos por Lataste y eso durante todo el año, de modo que, en la disidencia de Lataste, se decidió a publicar la descripción de la nueva especie, que dedicaba al catedrático Laureano Pérez Arcas, por considerar, además del criterio etológico, el criterio anatómico, pues entendía que las diferencias de canto necesariamente iban asociadas a diferencias anatómicas en el aparato fonador, distinguiéndose, en consecuencia dos especies, cuyo aspecto seguramente difería en tan poco, que hasta entonces habían pasado por ser una sola176. A pesar del error, es interesante resaltar la caracterización de una especie por rasgos etológicos frente a las caracterizaciones específicas predarwinistas, que sólo habían 174

  v. Boscá Casanoves, 1876b.

175

  v. Boscá Casanoves, 1879a: 22.   Boscá Casanoves, 1880e, passim.

176

87

88

Fig. 5.

Lámina, litografiada a lápiz y a pluma por Federico Kraus, en la que aparecen figuradas dos especies descritas por Eduardo Boscá en 1879 y 1880 respectivamente. La especie –hoy válida– Alytes cisternasii (Boscá, 1879) está representada por las figuras: 1. Hembra preñada de la especie; 2. Tubérculos palmares; 3. Caracteres de la boca; 4-6, larvas de perfil, vista dorsal y vista ventral. La otra, hoy no reconocida como tal, es Hyla perezii y está representada por las figuras: 7. Macho; 8. Saco bucal del macho en la época de celo; 9. Saco bucal del macho distendido artificialmente para que tenga la misma apariencia que durante el canto; 10. Cráneo. Esta lámina se publicó, acompañando Correcciones y adiciones al catálogo de los Reptiles y Anfibios de España, Portugal y las islas Baleares, en 1881.

contemplado rasgos morfológicos. Con todo, Hyla perezii Boscá se añadió al Catálogo de 1877, y su distribución geográfica se indicó separada de la de Hyla arborea. 4.9. Expedición a la isla de Mallorca (1880) Para continuar con sus investigaciones, en julio de 1880, Eduardo Boscá se desplazó a la isla de Mallorca y, estando el verano demasiado avanzado para la captura de anfibios con los caracteres de la fase de cortejo, quiso consultar las colecciones de reptiles autóctonos. La ausencia del profesor Barceló y el hecho de no encontrar en las colecciones del Instituto lo que le interesaba, hicieron a Eduardo Boscá improvisar un cambio de planes para aprovechar el desplazamiento. Se propuso buscar formas melánicas de lagartijas que, según las noticias que tenía, vivían en los islotes menores; al preguntar a los naturales mallorquines por el asunto y confirmarle éstos la presencia de lagartijas negras en los islotes, visitó La Moltona, La Guardia y l’Illot dels Frares, cercanos a la pequeña isla de Cabrera. En La Guardia pudo encontrar poblaciones de Lacerta lilfordi, que pudo estudiar con todo detenimiento, incorporando, a su resumen del viaje, numerosas informaciones sobre su biología y etología. En l’Illot dels Frares, tras notar la ausencia de lagartijas y estudiar la naturaleza del terreno, pudo extraer algunas conclusiones relativas al aislamiento biogeográfico de los islotes respecto a la isla de Mallorca. También, en la isla de Mallorca, pudo recoger algunas larvas de sapo partero en las proximidades de Inca, que luego llevó consigo para verificar estudios sobre su desarrollo; esta localidad constituiría una nueva cita para el área de distribución de la especie. Encontró además, en Mallorca, algunos individuos de la ranita cuya especie había descrito el año anterior. Como resultado del viaje y en otro orden de cosas, pudo añadir, a las consignadas en el Catálogo de 1877, algunas citas de localidades nuevas para especies ya conocidas en España.

89

Boscá consideró satisfactoria su estancia en Mallorca, pues “Añadiré que durante los días dedicados a la exploración, pude asegurarme palpablemente de la ley zoológica, que asegura el que son mucho más pobres en especies las faunas de las islas en general que las faunas correspondientes en los continentes.”177.

En la misma sesión de la SEHN en que se leía la nota sobre este viaje –la de 9 de febrero de 1881–, “Se leyó un extracto de un estudio del Sr. Boscá titulado Correcciones y adiciones al Catálogo de reptiles y anfibios de España, Portugal y las Baleares, seguido de un resumen general sobre su distribución en la Península, que se acordó pasara a la Comisión de publicación”178.

90

5. PUBLICACIÓN DE CORRECCIONES Y ADICIONES AL CATÁLOGO GENERAL DE LOS REPTILES Y ANFIBIOS DE ESPAÑA, PORTUGAL Y LAS ISLAS BALEARES, SEGUIDO DE UN RESUMEN SOBRE SU DISTRIBUCIÓN EN LA PENÍNSULA (1881) El trabajo que recoge la conclusión a sus trabajos de revisión del Catálogo de 1877 salió de la imprenta, al mismo tiempo que su anuncio en las Actas de la SEHN, el primero de junio de 1881. “En las distintas notas publicadas por mi durante la campaña emprendida pueden verse las correcciones, así como los progresos, ya admitidos como tales […]. No obstante, creo conveniente un resumen general de las publicaciones hechas en diferentes países sobre nuestra herpetología, unido a los trabajos propios; llamando la atención de nuestros naturalistas por si gustan asociarse para la terminación de esta parte de la fauna Ibérica y de las Baleares antes de pasar a otro estudio, el de la descriptiva, efectuado en presencia de individuos procedentes del país”179. 177 178

  Boscá Casanoves, 1881a: 10.

  SEHN, 1881: 9.

179

  Boscá Casanoves, 1881b: 90.

Como consecuencia de las investigaciones verificadas desde 1877, Boscá se sentía ahora en disposición de “[…] fijar el área que ocupan la mayor parte de las especies en nuestra Península; aunque tratándose de animales que ofrecen por lo común bastantes medios de resistencia para con los agentes exteriores, pocas serán las especies que se hallen hoy limitadas a tal o cual estancia obligada, por causas más o menos conocidas”180.

La publicación, muy detallada, ocupa 24 páginas impresas y va acompañada de un mapa –el primero en su género publicado en España181– del que hablaremos después. Boscá, reconociendo el gran papel que había desempeñado en su revisión haber contado con el apoyo y ayuda de investigadores extranjeros, expresaba su convicción de que “prácticamente […] para la ciencia no existen fronteras”182, manifestación del espíritu positivista que caracterizó siempre su perspectiva sobre la Ciencia. En la tercera página Boscá entraba ya en materia, dando cuenta, en primer lugar, de todas las especies consignadas en el Catálogo de 1877 que debían ser excluidas de la Fauna herpetológica española, añadiendo, para cada una de las diez, una aclaración detallada, aunque breve, de los motivos para hacerlo. Entre las especies que habían figurado indebidamente en el Catálogo de 1877, había dos serpientes. La primera –que figuraba en el Catálogo de 1877 como “Callopeltis leopardinus Fitz”183– debía eliminarse porque Boscá había confirmado que el único individuo estudiado no era español, ya que, sin duda, se había producido alguna clase de malentendido cuando lo estudió en el Instituto de Albacete184. En 1877 había indicado que   Boscá Casanoves, 1881b: 102.

180

  Camarasa y Catalá, 2007: 225.

181

  Boscá Casanoves, 1881b: 90.

182

  Puede que la referencia fuera a la hoy llamada Elaphe situla (Linneo, 1758), aunque, a falta de más datos, no podemos estar seguros. 183

  Boscá Casanoves, 1881b: 91.

184

91

“El único ejemplar visto, y que figura en mi colección, puede referirse, mejor que al tipo, a la variedad accidental descrita por Bonaparte en su Amphibia europaea y también a la variedad B, descrita por Duméril y Bibron”185.

Se trataba, de nuevo, de un error inducido por citas erróneas de especies españolas, por parte de herpetólogos extranjeros preevolucionistas.

92

La otra serpiente –“Vipera ammodytes”186–, debía quedar excluida de la Fauna española porque Boscá ya había concluido, dos años antes, que bajo esa especie se encontraba clasificada, en museos y colecciones, Vipera latasti Boscá, 1878. Tras la descripción de esta especie y la publicación de la monografía Las víboras de España, Boscá había consultado Sulla Vipera ammodite nell’Italia e sulla sua distribuzione geografica, publicada por el italiano Edoardo de Betta en 1879187, detalle –al que hay que añadir muchos otros en el mismo sentido– que pone de manifiesto que, en esa época, el naturalista, por fin, se valía de bibliografía plenamente actualizada para trabajar. La rana reseñada como “Rana temporaria Linneo”, debía quedar bajo Rana agilis Thomas, tal y como había indicado en su nota de 1878188. En cuanto a los sapos, en el caso de “Pelobates fuscus Dum. y Bib.” Boscá lo había incluido en el Catálogo de 1877 citando a Bonaparte quien, dando una descripción muy vaga de la especie, no la distinguía de P. cultripes. Los datos reunidos para la especie –de la que Boscá entonces creía haber hallado un ejemplar en la Albufera de Valencia189–, debían quedar ahora añadidos a los consignados para “Pelobates cultripes”190. En el momento de redactar las Correcciones y adiciones de 1881, el 185

  Boscá Casanoves, 1877b: 57.

186 187

  Boscá Casanoves, 1877b: 60.

  Boscá Casanoves, 1881b: 93.

188

  v. Boscá Casanoves, 1877b: 62; 1878b: 30; 1881b: 91-92.

189

  Boscá Casanoves, 1877b: 62-63.

190

  Pelobates cultripes (Cuvier, 1829), es el nombre científico del “sapo de espuelas”.

naturalista había tenido la oportunidad de ver algunos ejemplares de Pelobates fuscus que le había proporcionado Lataste, y también larvas de Pelobates cultripes. “Pelobates fuscus”, según Boscá, debía considerarse una especie extranjera191. En el caso de los sapillos pintojos –“Discoglossus sardous”–, tras la revisión de 1877, indicaba en esta ocasión Boscá que los datos del Catálogo debían constar asociados a Discoglossus pictus, especie que, junto con D. scovazzi –descrita por Camerano en 1878–, debía incorporarse a la Fauna española192. En el caso del tercero de los sapos –“Bufo viridis”–, en 1877 Boscá había dado la especie como española siguiendo a Duméril y Bibron; y en aquella ocasión había reflejado las citas para España proporcionadas por Rosenhauer y los españoles Machado y Pérez Arcas193. La fusión entre Bufo viridis y Bufo calamita que figuraba en Bonaparte –quedando ambas bajo Bufo viridis–, no estaba admitida por los autores contemporáneos de Boscá, como tampoco lo está hoy. Tras la publicación en 1878 de su primera revisión194, en el momento de publicar las Correcciones y adiciones de 1881, Boscá, que por fin había tenido acceso a la bibliografía más reciente, conocía los estudios que estaban efectuando, sobre ejemplares mallorquines, algunos de sus colegas europeos, y más concretamente, el establecimiento por Boettger de una variedad endémica de las Baleares195. Pasados casi 130 años, hoy se conocen indicios de que el sapo balear Pseudepidalea balearica (Boettger, 1880) –de distribución circummediterránea–, fue introducido por el hombre, en las Islas, durante el Neolítico. El caso de la especie consignada como “Bradybates ventricosus”, es distinto de los explicados anteriormente. A propósito de la especie, descrita en 1839 por Tschudi,   Boscá Casanoves, 1881b: 92.

191

192

  v. Boscá Casanoves, 1877b: 63; 1877a: 76; 1881b: 92-93.

  Boscá Casanoves, 1877b: 65-66.

193

  Boscá Casanoves, 1878c: 37-38.

194

  Boscá Casanoves, 1877b: 63; 1881b: 90.

195

93

hemos dado un ejemplo de la poca confianza que podía depositarse en algunas de las publicaciones utilizadas por Boscá para la elaboración del Catálogo de 1877. En 1881 Boscá, simplemente, lo eliminaba del Catálogo196. Finalmente, hablando de los anfibios urodelos, en relación con la especie “Euproctus platycephalus Otto” consignada en 1877, Boscá hablaba, en 1881, de la existencia de tres especies representantes del género en nuestro país, remitiéndose entonces a los estudios de Bedriaga, lo que debía producir una reorganización de las citas presentes en el Catálogo de 1877197; hoy sabemos que la representación del género Euproctus en nuestra Fauna, se reduce a una sola especie: Euproctus asper (Dugès, 1852). Cierra la lista de especies que debían excluirse “Triton parisinus”, que debía quedar reemplazada por la especie denominada entonces Pelonectes boscai, Lataste, 1879198. 94

A este elenco pormenorizado de las especies que había que excluir de la Fauna herpetológica española, Boscá había añadido, a continuación, una lista de “especies críticas”: “Ante las dificultades que por hoy se presentan insuperables para mí, he preferido formar una lista de especies tenidas por críticas, dejando al tiempo la resolución paulatina de las dudas y la consiguiente aminoración de dicha larga lista. Las muchas dificultades que ofrecen las exploraciones de esta índole, puesto que no podemos contar con los materiales a que las dudas se refieren, exigen más que los viajes hechos por los naturalistas en épocas mejor o peor elegidas, una estancia continuada en las localidades que se juzguen como estratégicas; para lo que sería indispensable la asociación que de antemano hemos pedido”199.

  Boscá Casanoves, 1877b: 66; 1881b: 94.

196

  Parece posible que la descripción de una nueva especie del género Molge que haría Boscá muchos años más tarde, tras regresar a Valencia, esté relacionada con el estudio tardío de este grupo, que debió aplazar en 1883. Daremos detalles de ello más adelante. 197

198

  v. Boscá Casanoves, 1877b: 68; 1879c; 1881b: 95-96.

199

  Boscá Casanoves, 1881b: 96.

De las especies incorporadas a esta lista, en 1877 sólo había podido proporcionar referencias a la bibliografía. En el Catálogo había indicado, en algunos casos, que la especie era rara o difícil de descubrir200; en otros, que no la había hallado donde indicaban los autores201; en otras ocasiones, decía claramente que desconocía dónde habitaba, o consignaba “?Hab.”, y explícitamente indicaba, a falta de datos geográficos, “Suponemos que en las mismas circunstancias [localidades] que sus congéneres”202. La lista de especies críticas está integrada por cuatro especies del grupo de las lagartijas, tres culebras, un sapo, y dos tritones. Para cada especie citada, proporciona los datos que las acompañaban en el Catálogo, para facilitar estudios posteriores203. Seguramente, antes de publicar esa lista, había hecho todo lo posible por dejar sentada alguna información concluyente sobre las especies que incorpora, pues en las notas a pie de página que acompañan algunas de ellas, figura una consulta con Lataste, a propósito de una de las especies de lagartijas: “Estudiado por el Sr. Lataste el ejemplar que con este nombre existía en el Museo de París en 1851, y al cual me refería en mi catálogo, para incluir la especie como de España, resulta ser un individuo del Acanthodactylus vulgaris Dum. y Bibr.; especie que ofrece grandes variantes en su dibujo y coloración”204;

y un par de antecedentes más, concernientes a la bibliografía y a otros estudios, llevados a cabo por sus colegas extranjeros. Las especies que debían añadirse a las reflejadas en el Catálogo de 1877 –una vez extraídas las que debían eliminarse y las indicadas como “críticas”– eran, en total, once. La lista de las mismas que, en notas a pie de página, incorpora las publica  v.p.e. Boscá Casanoves, 1877b: 57.

200

  v.p.e. Boscá Casanoves, 1877b: 49.

201

  Boscá Casanoves, 1877b: 53.

202

  v. Boscá Casanoves, 1881b: 97-98; cf. 1877b: 49, 52, 53, 57, 58, 64, 67.

203

  Boscá Casanoves, 1881b: 97.

204

95

ciones correspondientes a su descripción –en algunos casos, también las diagnosis–, incluye una especie debida a Bedriaga, tres a Lataste y las cuatro que, hasta entonces, había descrito Eduardo Boscá. Todas ellas, salvo Rana fusca, habían sido descritas o revisadas entre 1878 y 1880205. Con el fin de facilitar estudios posteriores, en las páginas siguientes, Boscá incluyó en el texto algunas informaciones valiosas acerca del estado en que se encontraba el estudio de algunos grupos en el momento de publicar sus Correcciones y adiciones y sus perspectivas de futuro. Se trata, fundamentalmente, de grupos cuyo polimorfismo ya había sido entonces detectado206.

96

Seguramente con posterioridad a la redacción de un primer manuscrito para esta publicación, Boscá había tenido noticia de los estudios de su colega Barceló en las islas Baleares, pues incorporaba algunos datos, relativos a los endemismos insulares, detectados y publicados recientemente por aquel, a los que añadió, a propósito de aquel marco geográfico, las observaciones que por sí mismo había verificado durante su viaje a Mallorca. Ya en otro orden de cosas, Boscá incluyó, en la publicación de 1881, una descripción sencilla y clara de los factores fisiográficos, y las condiciones climáticas e hidrológicas que, según sus observaciones, influían en la distribución, por la geografía Ibérica y Balear, de los grupos integrantes de su Fauna herpetológica. Según las conclusiones a los trabajos que había desarrollado Boscá desde 1877, la Fauna herpetológica española quedaba distribuida en dos grandes regiones faunísticas “separadas por una línea que partiendo de los Pirineos orientales, se dirige hacia la desembocadura del Duero: haciendo una profunda inflexión sobre el tercio superior de la cuenca del Ebro, y otra curva, en sentido inverso y más extensa sobre Castilla la Vieja, alcanzando las estriba-

  v. Boscá Casanoves, 1881b: 98-100.

205

  v. Boscá Casanoves, 1881b: 100-101.

206

Fig. 6. “Mapa de las principales exploraciones herpetológicas verificadas en la Península Ibérica e Islas Baleares” que forma parte de Correcciones y adiciones al Catálogo de los reptiles y anfibios de España, Portugal y las islas Baleares, seguido de un resumen general de su distribución en la península, publicado en 1881. Este mapa, elaborado por Eduardo Boscá con los resultados de 17 años de estudios sobre la Fauna herpetológica ibérica y balear, representa el primer trabajo sistemático de orientación biogeográfica realizado en España.

ciones de la cordillera carpetana [central], si bien es verdad que ambas inflexiones son más bien supuestas por recaer sobre localidades poco exploradas aún”207. “Las cincuenta y cinco formas bien conocidas hoy como procedentes de España, Portugal e Islas Baleares, se comprenden dentro de treinta y nueve géneros y diez y ocho familias. De entre ellas nueve especies o subespecies, y tres géneros aparecen hasta ahora como propios de la fauna ibérica”208.

Ambas conclusiones quedaron recogidas, de manera gráfica y fácil de usar, sobre un mapa de la Península y las Baleares. Correcciones y adiciones al catálogo general de los reptiles y anfibios de España, Portugal y las islas Baleares, seguido de un resumen sobre su distribución en la Península constituye, sin lugar a dudas, la principal contribución decimonónica a la historia de la Herpetología española209. 98

Los amplios conocimientos vertidos en este trabajo por Boscá –de la biología, etología y corología de los anfibios y reptiles ibéricos– propiciarían que sus aportaciones tardaran muchos años en ser superadas210.

6. LAS EXPLORACIONES HERPETOLÓGICAS DEL MEDIODÍA ESPAÑOL Y DE LA ISLA DE IBIZA (1881-1883) Eduardo Boscá, sin embargo, tenía previsto continuar inmediatamente con sus investigaciones. Una Real Orden de 11 de agosto de 1881 le autorizaba a ausentarse de su cátedra en el Instituto de Ciudad Real, durante siete meses, para realizar es-

  Boscá Casanoves, 1881b: 104.

207

  Boscá Casanoves, 1881b: 106-107.

208

  Sánchez Arteaga, 2005: 101.

209

  Catalá Gorgues, J.I., 2004: 8.

210

tudios herpetológicos en el sur de España. Los resultados de la expedición, bajo la forma de memoria, debían presentarse ante el Ministerio211. De las expediciones por Andalucía he podido averiguar que, en julio de 1881, Eduardo Boscá estuvo en Sevilla, donde recolectó ejemplares de tritón pigmeo y de sapillo pintojo. En noviembre del mismo año viajó a Córdoba, donde obtuvo algunas salamandras; en febrero de 1882 estuvo en Niebla (Huelva), donde capturó nuevos ejemplares de sapillo pintojo; en otra excursión, verificada a la misma localidad en noviembre de 1882, capturó algunos individuos de la variedad meridional de la rana de San Antón212. Los tritones pigmeos recolectados por Boscá en 1881 –los ejemplares más antiguos documentados de la colección de anfibios andaluces del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid– forman hoy parte integrante “del Patrimonio Nacional común, estando a disposición de las futuras generaciones de investigadores, como testigos de la biodiversidad pasada y actual”213. En marzo de 1882, Eduardo Boscá viajó a la isla de Ibiza, dentro de esta nueva etapa en sus estudios herpetológicos, continuando en la tónica de resolver cuestiones pendientes. La primera, en este caso, sería la propia exploración herpetológica de esta isla y los islotes más cercanos a la costa peninsular, de la que el mapa herpetológico de 1881 apenas recogía algún dato. Otras cuestiones pendientes eran las relativas a la presencia de algunas especies y variedades endémicas de las islas que habían señalado herpetólogos extranjeros. Uno de los grupos en los que Boscá tenía particular interés era el de Lacerta muralis –la lagartija común–, cuyo polimorfismo había dado lugar a la proliferación de

211 212

  AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de servicios de Eduardo Boscá Casanoves].

  v. González-Fernández, 2005: 83, 97, 101-102, 106, 115, 118.

213

  González-Fernández, 2005: 73.

99

sinonimias. Cuando Boscá viajó a Ibiza, lo hacía conociendo la monografía europea que sobre el grupo había publicado Bedriaga en 1880. El alemán había llevado “a los grupos respectivos muchas de las formas consideradas como específicas por los autores, al par que las variedades y subvariedades profusamente esparcidas en la larga bibliografía de un saurio tan abundante en nuestras regiones”214.

A partir del estudio in situ de las variedades publicadas como endemismos por Bedriaga, Boscá detectó la presencia en la isla de una variedad nueva para la ciencia –hoy considerada especie– que publicó, dentro de la comunicación sobre el viaje, bajo el nombre de Lacerta muralis pityusensis.

100

Esta publicación, que revela la madurez científica de Boscá en el campo de la herpetología, incluye, además de la descripción de Podarcis pityusensis Boscá, 1883, un breve estudio biológico de dos sapos de las islas, la confirmación de la presencia en la isla de la salamanquesa rosada y de la tortuga boba, así como de la desaparición de la tortuga mora; y algunas consideraciones ecológicas sobre la salamanquesa común en las islas. Boscá había dejado atrás los estudios preferentemente orientados a la caracterización de la fauna herpetológica ibérica para adentrarse en la profundización del conocimiento biológico de la misma. Su carrera como herpetólogo seguramente se encontraba en su mejor momento y un basto campo de investigación se abría ante él. Sin embargo, sus investigaciones herpetológicas, a la fecha de publicación del viaje a Ibiza, ya habían cerrado una primera etapa: Boscá había presentado su candidatura al puesto de Jardinero Mayor vacante en el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia.

7. LOS AÑOS EN EL INSTITUTO DE CIUDAD REAL (1876-1883) Los trabajos para la Fauna herpetológica ibérica no fueron las únicas actividades desarrolladas por Eduardo Boscá durante su estancia en Ciudad Real. En el Instituto   Boscá Casanoves, 1883: 246.

214

impartía las asignaturas de Física y Química Enrique Serrano Fatigati, a quien había conocido en los ambientes krausistas de Madrid. Cuando Boscá llegó al instituto, Serrano estaba realizando estudios microscópicos sobre los cloroplastos, para los que el valenciano, durante sus excursiones herpetológicas, recogía algas y plantas acuáticas. Serrano publicó dichos estudios en la revista del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid el mismo año215. En 1877, realizaron juntos un estudio naturalístico de las cuencas mineras de Almadén, Espiel y Belmar. Muchos de los materiales recogidos se remitieron a los institutos de Toledo, Segovia, Guadalajara y Cuenca para incrementar sus colecciones de Historia natural216. La relación entre ambos profesores debió ser buena, ya que coincidían tanto en su manera de interpretar la docencia como en su gusto por la Historia natural. Ambos veían en las colecciones un potente instrumento para la enseñanza, por lo que incrementaron las del Gabinete de Historia Natural del Instituto de Ciudad Real con los especímenes recolectados durante sus excursiones y los que pudieron obtener a través de sus relaciones personales. Algunos de esos materiales –en concreto algunos productos minerales del valle de Bélmez (Córdoba)–, fueron dispuestos como material de enseñanza y presentados en la Exposición Internacional de París de1878. La reforma del Gabinete –que fue trasladado a unas dependencias más amplias–, fue acompañada de la del jardín del Instituto, a partir del cual fue creado un jardín botánico elemental, con plantas suministradas por el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia217: “La natural pasividad de las plantas, es sin duda la condición más apropiada para las investigaciones biológicas, […]; partiendo de aquí, las preferencias y mejores resultados que el estudio de la flora da en cuanto a la aspiración científica de relacionar los efectos con las causas, y el tomar la Botánica como punto de partida para la gimnasia

215

  Serrano, 1877: 401.

216

  Sánchez Artega, 2005: 87; Rodríguez-Mendizábal, 2008: 193.

  AUV. Archivo general. Caja 978/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 2r.].

217

101

intelectual que el pedagogo puede convertir en aficiones filosóficas218, a poco que el material de enseñanza le acompañe y el tiempo dedicado al estudio se preste”219.

Boscá que, como ya he dicho, aplicaba su mirada darwinista también a la especie humana, tenía una gran fe en la educación. Y no sólo como instrumento para la mejora de las condiciones de vida de las gentes, sino como verdadero motor de la marcha progresiva del talento220: “Hay que persuadirse de que el fondo de las leyes que rigen el desenvolvimiento del hombre en sus distintas aspiraciones, no es otro que el que impulsa a todos los demás seres que con nosotros forman la naturaleza, y si a estos se les puede dirigir transformándolos dentro de ciertos límites, a voluntad del jardinero o del zootécnico, es consecuente el admitir que el hombre, aunque no la humanidad, sea transformable empleando análogos procedimientos, aunque siempre lícitos y decorosos”221. 102

En su forma de abordar la enseñanza, la observación directa de las cosas era la fuente donde obtener todo lo demás. De ahí su confianza en la capacidad educadora de las colecciones y su orientación práctica de las clases de Historia natural: “El cuadro que se desarrolla en la naturaleza no suele bastar a los fines del observador especulativo […]. Pues ni han de hallarse a mano y reunidos en corto trecho los fenómenos cuya explicación o beneficio se persigue, ni, de poder ser esto, había de encontrarlos precisamente en los momentos compatibles con otro orden de necesidades; de ahí el buscar soluciones […], las colecciones y demás recursos que, a título de fácil resumen, se admiten en la ciencia […]”222.

También durante su estancia en Ciudad Real se ampliaron sus relaciones y vínculos con algunas instituciones, muchas de las cuales se habían visto favorecidas 218

  Boscá alude aquí a la inclinación por la investigación evolucionista de la Naturaleza.

  Boscá Casanoves, 1901: 29.

219

  Expresión utilizada por Eduardo Boscá, en 1894a: 4.

220

  Boscá Casanoves, 1901: 9-10.

221

  Boscá Casanoves, 1892c: 152.

222

por donaciones de ejemplares obtenidos por Boscá, durante sus expediciones. Fue también en aquella etapa de su vida en la que comenzó a obtener el reconocimiento oficial de sus méritos. En 1879 fue nombrado académico de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y recibió el premio de Mérito de la Sección 3ª del Escalafón de Catedráticos de Instituto de Segunda Enseñanza223. Durante sus exploraciones herpetológicas por la isla de Ibiza, a finales de noviembre de 1881, recolectó varios peces que pasaron a aumentar la colección del Museo de Ciencias Naturales de Madrid –donde todavía se conservan algunos224–, lo que le valdría ser nombrado, al año siguiente, Socio Corresponsal Nacional del Museo. También en 1882 fue nombrado Académico Corresponsal de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid225 y en virtud de una Real Orden de gracias –por su donación de una colección de rocas representativa de la provincia de Valencia a la Estación Vitícola de Sagunto–, recibió un lote bibliográfico226. El reconocimiento del Estado por su obra pedagógica y científica le llegaría apenas regresado a Valencia, en enero de 1883, al ser nombrado Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III227, a propuesta del Director de Instrucción Pública228. Al final de su permanencia en Ciudad Real, Eduardo Boscá había alcanzado su objetivo de sentar fundamentos modernos y sólidos para el conocimiento de la fauna   AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 3r.].

223

224

  LLISTA, 2000: 23-24.

  AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 3r.].

225

  AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 3r.].

226

  La Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III es una condecoración civil, creada por este monarca en 1771. A excepción de la Orden del Toisón de Oro, la Orden de Carlos III es la condecoración más distinguida que puede hoy otorgarse en España. Tradicionalmente su concesión llevaba aparejada la nobleza personal, en caso de que no se poseyera, (López-Nieto, 2000: 427-428). 227

  AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 3r.]; (v. MINISTERIO, 1883: 170). 228

103

herpetológica ibérica, durante cuyos trabajos había descrito, además, cinco especies nuevas, cuatro de ellas válidas hoy para la ciencia. Son éstas la víbora hocicuda Vipera latasti, Boscá, 1878 y tres endemismos ibéricos: el sapo partero Alytes cisternasii Boscá 1879, el eslizón Chalcides bedriagai (Boscá 1880); y un endemismo balear, la lagartija Podarcis pityusensis (Boscá, 1883).

104

Parece posible que, en un principio, Boscá pudiera haber albergado la intención de continuar sus investigaciones herpetológicas en Valencia, una vez instalado en su nuevo domicilio, pues publicó en 1884 un breve estudio sobre Gongylus bedriagai, que sería su última publicación herpetológica hasta 1916229. Boscá se había propuesto determinar si la especie por él descrita era vivípara como sospechaba, o no. Para contrastar su hipótesis y poder observar el comportamiento reproductivo de los eslizones, los crió en su casa, iniciando el experimento en junio de 1883230. Posteriormente, tal vez por falta de tiempo para imprimir un ritmo regular a sus estudios sobre la biología de anfibios y reptiles, abandonó éste, iniciando una etapa de su vida en que se entregaría al trabajo en el Jardín Botánico y a la docencia en la Institución para la Enseñanza de la Mujer. Cinco años después, la llegada de la colección paleontológica de Rodrigo Botet a la ciudad y su compromiso en los trabajos sobre la misma, –que prácticamente coincide con su nombramiento como Catedrático de Historia natural de la Universidad de Valencia–, supondrían un giro radical en su vida.

  Boscá incorporó unas breves notas herpetológicas en dos publicaciones generales sobre la naturaleza valenciana. (v. Boscá Casanoves, 1901: 65-69; NOTAS, 1909a: 43-44). 229

  Boscá Casanoves, 1884c: 93.

230

IV. El regreso definitivo a Valencia

IV. EL REGRESO DEFINITIVO A VALENCIA (1883-1924) 1. EL CARGO DE JARDINERO MAYOR DEL JARDÍN BOTÁNICO DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA (1883-1892) En febrero de 1883 Eduardo Boscá obtuvo interinamente el puesto de Jardinero Mayor del Jardín Botánico de la Universidad de Valencia231, cuya vacante debía cubrirse mediante un concurso de ideas para la reorganización del Jardín. La nueva organización debía estar “[…] encaminada a revestir los trabajos del jardín de un carácter altamente científico, teórico y práctico”. Con la reforma del organigrama del establecimiento, el Jardinero Mayor asumía la dirección facultativa, lo que le hacía responsable, entre otras cosas, de “colectar y estudiar las plantas indígenas en forma de herbarios […]; plantear en la mayor extensión posible los experimentos y ensayos, ya sean de algún porvenir agrícola, ya forestal, ya industrial, en la parte del establecimiento destinado al efecto […]. Con el objeto de dar pública satisfacción de la marcha y adelantos del jardín, se organizarán cursos especiales o conferencias, según se acuerde, a cargo de dicho Jardinero mayor Director, con carácter experimental y práctico, utilizando al efecto los materiales y enseres de los gabinetes de la facultad de Ciencias […]”232.

Estas competencias recogen casi al pie de la letra las sugeridas por Boscá en su proyecto. Boscá debía tener no sólo interés en volver a su ciudad natal233. También el trabajo en el jardín debía estar –al menos potencialmente– lleno de atractivos para él, pues su vocación científica y docente podía encontrar allí un lugar idóneo donde   AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 3r.].

231

  AUV. Archivo General, Caja 285/Expte. 9. [Anexos al Informe del Rector de la Universidad de Valencia, Enrique Ferrer y Viñerta, de 1 de septiembre de 1892 f. 10r. y 11r. y v.]. 232

233

  v. Boscá Berga, 1950: 251.

107

ejercitarse a satisfacción suya; también el Jardín, al que reconocía una función social, le permitiría ampliar su magisterio a la educación de los más desfavorecidos: “[…] la multiplicación de los jardines botánicos en los países más cultos, en donde forman parte de todos los grados de enseñanza, las prácticas del reconocimiento de los vegetales, infiltrando el gusto y facilitando su cultivo hasta en las masas populares, que con ello ocupan el tiempo en el propio hogar; viniendo tácitamente los municipios a sostener los paseos, con frecuencia avalorados con invernaderos y aun con estufas, donde se presta atención a la belleza, haciendo resaltar cuantos detalles lo merecen; y en las grandes poblaciones el parque, en calidad de reintegro a los desheredados, que de otro modo no pueden disfrutar de los encantos del campo que el particular ha mutilado, sin mas cortapisa que la de sus intereses”234.

108

Y es que Eduardo Boscá entendía que el solaz de la gente –siempre en estrecha relación con su educación y con el contacto con la Naturaleza– era fundamental para el desarrollo y mejora de las condiciones de vida de las personas: “La relación del ambiente con el grado de prosperidad de sus habitantes tiene mucho que estudiar en la meseta, siendo una de las causas de su despoblación la gran mortalidad de niños […]. Además sus moradores pasan gran parte del tiempo, según las estaciones del año, cohibidos [aislados, encerrados en sus casas] por los rigores del clima, así como apartados de lo bello por la escasez de vegetación y de masas de agua en movimiento […]”235.

El desarrollo del trabajo científico en el Botánico, tampoco debiera estar exento de satisfacciones. El Jardín, desde la época de la dirección de Félix Pizcueta (1862) editaba un catálogo de intercambio de plantas y semillas con otras instituciones similares en el extranjero. En 1886 llegó de la Universidad de Montpellier el catálogo de intercambio de semillas acompañado de una serie de recomendaciones que redundarían en la coordinación de las actividades de los distintos Jardines con el fin

  Boscá Casanoves, 1901: 30.

234

  Boscá Casanoves, 1901: 13.

235

de aunar esfuerzos en la tarea de aumentar el conocimiento de las plantas desde la perspectiva evolucionista: “Si cada Jardín se encargara preferentemente del estudio de ciertas plantas que, por circunstancias de localidad [condiciones del enclave], vegetan con prósperos resultados, quedaría concertado un trabajo simultáneo encaminado a la monografía, que es el punto más seguro para basar ulteriores observaciones, bloqueando numerosas especies aún poco conocidas, por radicar sus posesiones fuera del alcance del pensador [científico teórico, especulativo], aun cuando hayan sido tratadas por los coleccionistas. Así, a Valencia, por ejemplo, le correspondería el cultivo […] de las plantas crasas en general, o elegidas entre la flora del Cabo de Buena Esperanza, o la de las islas de la Polinesia, etc., por darse bien aquí, produciendo semilla fértil. En tales condiciones, podría acometerse la creación de infinitas formas preconcebidas dentro de ciertos límites236, por exceso o falta de tal o cual elemento vegetativo, la metamorfosis regresiva de órganos atróficos hasta verlos funcionar, o la hipertrofia de otros poco conocidos en su función, el por qué determinativo [la causa] de los colores, los aromas, etc. que los intereses de la floricultura y la jardinería han abordado ya en parte, causando la admiración de los aficionados que, al ver lo fugaces que son los triunfos, pagados generalmente a buen precio, se desesperan por no hallarse en posesión del secreto cuya influencia deja de actuar al salir las plantas de manos del horticultor, volviendo, por su propia fuerza atávica, a ponerse en consonancia con los medios ordinarios” 237.

  Los evolucionistas de aquella época, tenían la esperanza de “sorprender” a la Naturaleza en el proceso de transformación de una especie en otra distinta, por medio del hallazgo de formas de transición entre ambas. La agricultura y la zootecnia, mediante la selección artificial de los individuos y el control de las condiciones en que se desarrollaran éstos, podían inducir el proceso de transformación. En este caso, Boscá, con espíritu positivista, habla de la posibilidad de inducir variaciones intencionadamente con el fin de experimentar con la evolución y poder llegar a comprender sus mecanismos. Las formas “preconcebidas” son los eslabones teóricos en la concatenación entre dos especies emparentadas. 236

  Boscá Casanoves, 1892d: 165. La tendencia de las variedades obtenidas artificialmente a volver a su estado “salvaje” (tendencia a la reversión) era una de las cosas que Charles Darwin había observado y atribuido al cese de las condiciones inductoras de variación, a saber, la ausencia de selección artificial y el cese de las condiciones vitales óptimas proporcionadas por los criadores. 237

109

Así expresaba su mentalidad positivista Eduardo Boscá, para quien había una infancia y una madurez en la Ciencia, cuyo verdadero desarrollo se había promovido con la introducción del darwinismo en los estudios Histórico-naturales238. La teoría de la evolución y los cambios en la percepción del mundo natural que había promovido permitirían alcanzar “una total comprensión del problema más asombroso que ha resuelto la ciencia del siglo xix: el origen de las especies”239.

110

Sin embargo, al otro lado de la balanza pesarían varios inconvenientes relacionados con el cargo de Jardinero Mayor. La dotación económica del puesto era inferior a la que tenía asignada la cátedra del Instituto –2.250 pesetas anuales– aunque, para desempeñar mejor sus cometidos, el Jardinero Mayor podía residir en uno de los edificios que había dentro del Jardín240. Parece que el cargo también le generó contrariedades, pues casi un cuarto de siglo más tarde –y una vez desvinculado laboralmente de la Universidad de Valencia–, Boscá expresaría en reiteradas ocasiones su arrepentimiento por haber atendido el requerimiento de reorganizar el Jardín: “dejé en mala hora el Instituto de segunda enseñanza de Ciudad Real, campo apropiado para serias investigaciones histórico-naturales en general por su situación geográfica en la Península y, por lo tanto, para continuar mis estudios herpetológicos practicados como ensayo en la región valenciana, y desde aquel momento abandonados”241. Catalá ha querido ver ese sentimiento enfatizado por una posible situación de apuros económicos, que le habría obligado a vender lotes de su colección particular242. Es cierto que en el curso 1883-1884 Boscá vendió al profesor Emilio Ribera, para su 238 239

  Boscá Casanoves, 1901: 61.

  Boscá Casanoves, 1901: 79.

240   AUV. Archivo general, Caja 285/Expte. 9 [Anexos al Informe del Rector de la Universidad de Valencia, Enrique Ferrer y Viñerta, de 1 de septiembre de 1892]. 241

  Boscá Casanoves, 1916a: 191.

242

  Catalá Gorgues, J.I., 2000: 88.

uso en el Gabinete del Instituto de Segunda Enseñanza de Valencia243, una colección de “[…] anfibios y reptiles procedentes de España y de las Baleares, conservados en alcohol y probetas de boca esmerilada y medio cristal francés, dispuestos en colección para la enseñanza”244. Sin embargo la venta debió reducirse a algunos ejemplares recolectados por Eduardo Boscá en los inicios de sus investigaciones herpetológicas –en vida de Rafael Cisternas–, pues llama la atención en su inventario el que, sobre el total de los capturados en la provincia de Valencia, haya un número importante de ejemplares procedentes de La Pobla de Rugat, lugar de exploración preferente con motivo de la redacción de la Memoria de los hongos comestibles y venenosos de la provincia de Valencia. Resulta fácil también reconocer muchas de las especies que fueron objeto de revisión para el catálogo de 1881, así como ejemplares de las nuevas especies descritas por Eduardo Boscá hasta entonces. A falta de más datos, a mi modo de ver, la venta de esta colección no indica necesariamente una grave crisis económica en el seno de la familia, que seguramente se hubiera podido paliar mediante la venta de fracciones más valiosas de sus colecciones particulares. No obstante, hay que reconocer que la disminución salarial y el hecho de que Boscá invirtiera una buena parte de su tiempo en trabajos no remunerados –como el que desarrollaría en la Institución para la Enseñanza de la Mujer, o las sustituciones a título gratuito en la cátedra de Historia natural de la Universidad de Valencia245– podía requerir de algún complemento en sus ingresos. 243

  Pardo, 1925: 7, 12.

  ILVV [Inventario manuscrito por Eduardo Boscá]. Gracias a la amabilidad del profesor Dr. D. Juan Cuenca Anaya, pude ver, a finales de la década de 1990, este inventario que él había encontrado en el Laboratorio del Instituto. De los ejemplares que habían pertenecido a Boscá, apenas quedaban algunos frascos que conservaban las etiquetas manuscritas debidas al naturalista. El resto, junto con otros objetos que habían pertenecido al Gabinete del Instituto, se habían perdido durante la riada de 1957, por la circunstancia de haberse guardado en los sótanos del edificio. 244

  Hasta ganar la Cátedra de Historia natural de la Facultad de Ciencias en 1892, Eduardo Boscá desempeñó por temporadas y a título gratuito la Cátedra de Zoología, y la de Mineralogía y Botánica (1884, 1890, 1891) en sustitución de José Arévalo Baca y de su sucesor, Vicente González Canales (AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f.2r.]. 245

111

En cualquier caso, por aquellas fechas comenzó a trabajar de forma remunerada como empleado municipal en el puesto de Director de Paseos y Arbolados (1884), cargo que conservaría hasta diciembre de 1900, momento en que fue nombrado oficialmente director del llamado Gabinete paleontológico246. Siendo Jardinero Mayor Boscá y aún bajo la dirección del catedrático José Arévalo Baca (1876-1888), se construyeron diversas edificaciones en el Jardín, como parte de su proceso de ampliación y el de sus dependencias. En 1888 fueron construidos el invernáculo del estanque –para complementar el tropical que, construido entre 1860 y 1862, alojaba las grandes plantas tropicales– y los cuatro invernaderos pequeños cuyo suelo queda actualmente por debajo del nivel del jardín. El gran umbráculo sería inaugurado en 1900247, siendo ya Boscá catedrático de Historia natural de la Universidad y Director del Jardín Botánico. 112

2. EDUARDO BOSCÁ Y LA INSTITUCIÓN PARA LA ENSEÑANZA DE LA MUJER La revolución de 1868 había traído consigo el planteamiento formal de la cuestión femenina en España. Los krausistas fueron los primeros en proponer el abordaje pedagógico y jurídico del problema, lo que se acometió de forma más decidida tras la creación de la Institución Libre de Enseñanza, en 1876. Los krausistas ejercieron como promotores de la elevación del estatus social de la mujer facilitando su acceso a la educación, que debía verificarse a través de una instrucción laica. Ya en junio de 1869 se había promovido en Madrid una serie de iniciativas en tal sentido, como la celebración de las “Conferencias dominicales” y la creación del Ateneo Artístico y Literario de Señoras, y de la Escuela de Institutrices. El éxito alcanzado en estas empresas animó a los krausistas madrileños a constituir, en julio de 1871, la Asociación para la Enseñanza de la Mujer.   AMPRB (1884-1924) S/C [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves].

246

  Costa y Aguilella, 1988: 5-7, 11.

247

Doce años más tarde, nació en Valencia la Escuela de Comercio para Señoras –creada por la Sociedad Económica de Amigos del País–, tomando como modelo la Asociación para la Enseñanza de la Mujer de la capital madrileña. La financiación corrió a cargo de la Sociedad impulsora –que se reservaba la selección del profesorado–, junto con aportaciones del Marqués de Campo y suscripciones voluntarias. El local donde se impartían las clases, que fue cedido por la Diputación Provincial, se encontraba anexo a la Escuela Normal de Maestros, cuya directora lo sería también de la Escuela de Comercio. Las clases comenzaron el 23 de noviembre de 1884.248 Parece más que probable que la vinculación de Eduardo Boscá a la Sociedad Económica de Amigos del País se remontara a época anterior a sus años de doctorado en Madrid; baste recordar su implicación, junto con Rafael Cisternas, en la fundación de la Biblioteca Popular de la Casa Vestuario de Valencia. La Sociedad, cuyo origen se remonta al siglo xviii, históricamente había desarrollado actividades en diversos frentes, con los objetivos de difundir conocimientos útiles y promover, por cuantos medios estuvieran a su alcance, el bienestar físico y moral de los habitantes del país. Para estos fines, a mediados del siglo xix estaba estructurada en comisiones: de Agricultura, de Industria y Artes, de Comercio, de Ciencias Exactas y Naturales, de Educación y del Boletín, órgano de divulgación mensual de sus actividades. En aquella fecha la Sociedad Económica había fundado también una escuela para adultos, y contaba con biblioteca, archivo y un gabinete de Historia natural propios. Una comisión de mujeres se encargaba entonces de la inspección de los cuatro centros de enseñanza para niñas pobres establecidos en Valencia249. Conociendo estos detalles, no resulta extraño que la iniciativa de crear una Escuela de Comercio para Señoras partiera de esta Sociedad, ni tampoco que Eduardo Boscá fuera nombrado vicedirector y profesor a título gratuito de la misma desde su funda-

248

  Blasco, 1982: 61, 76-77, 63, 68-69.

  Boix, 1849: 77.

249

113

ción250. En 1888 la Escuela, –cuyos docentes eran prestigiosos profesores universitarios o ligados a la Institución Libre de Enseñanza–, dio lugar a la Institución para la Enseñanza de la Mujer, de la que Eduardo Boscá llegaría a ser vicerrector. La enseñanza que se impartía en la escuela, en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza, cuidaba de “[…] desenvolver racional y armónicamente las facultades todas de las alumnas que se le confían, promoviendo el desarrollo completo de su actividad y tratando de convertir el ejercicio espontáneo de esa actividad en obra reflexiva y disciplinada. Para ello procura hacer la enseñanza agradable, experimental, práctica, objetiva, propia, producto del trabajo personal de la alumna, del esfuerzo individual de la misma, auxiliado, solamente por el profesor y no sustituido por éste ni adquirida aquella de memoria en los libros. No se limita, pues, la Institución á enseñar é instruir, sino que tiende a la vez y muy principalmente a educar, procurando elevar los sentimientos morales de las alumnas, formar su carácter, examinar con interés sus acciones, á fin de enseñarlas á pensar, á vivir, no meramente á estudiar […] la Institución atiende con especial interés á la educación física é higiénica de las alumnas […] La disciplina nace de la autoridad moral de los profesores y no de medios exteriores de constricción”251.

114

En esta línea, una de las actividades que impulsó la Institución para la Enseñanza de la Mujer fue la práctica de excursiones educativas, en las que Eduardo Soler –profesor de Derecho– y Eduardo Boscá llevaron a las alumnas a conocer no sólo la naturaleza y el arte valencianos, también los productos de las fábricas locales. Durante el curso 1888-1889 Eduardo Boscá acompañó a sus alumnas en las visitas al Jardín Botánico, la fábrica de bordados de Settier, en Burjassot, las fábricas de papel de Buñol, los centros de producción cerámica de Manises y a otros lugares y poblaciones como la Albufera, Sagunto, Cullera, El Puig, Paterna, Xàtiva, Meliana y El Grau252. Eduardo Soler   AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f.2r.].

250

  INSTITUCIÓN, 1909: 157-158.

251

252

  Blasco, 1982: 80.

explicaba historia del Arte –su gran pasión– y Eduardo Boscá todo aquello que podía comprenderse mejor por la observación in situ, desde la geología hasta la fabricación y confección de productos que las alumnas tendrían que usar a lo largo de su vida. En este sentido hay que explicar aquí que, siempre en su línea evolucionista, Eduardo Boscá pensaba que la mejor arma con que se podía dotar a las mujeres para afrontar la lucha por la existencia, era el espíritu crítico, en cuya adquisición la educación –en dos vertientes, intelectual y física– jugaba un papel fundamental. En su Discurso Inaugural del curso académico 1891-92 en la Institución para la Enseñanza de la Mujer, queda recogido con todos los pormenores el porqué y para qué educar a las mujeres, y también el cómo253. “[…] se reconoce fácilmente que las cualidades que es uso achacar a la mujer [debilidad física e intelectual], provienen de que así se la prepara […]. Cámbiese el proceso educativo, y de pronto, la mujer, individualmente considerada, será otra, y después de que algunas generaciones persistan en tal sentido, se convertirá en una verdadera copartícipe del hombre en la vida. Dejar correr las costumbres que, aunque radicalmente reformadas, aún parten de la idea del dominio aborigen, es para la ciencia contemporánea perder el tiempo, alejando el día de la perfección de la compañera inseparable del hombre, y la del mismo varón, puesto que al fijarse con sobrada preferencia en uno de los dos elementos que constituyen la sociedad, para educar las diferentes manifestaciones de que es capaz su poderoso cerebro, según las leyes demostrables de la herencia orgánica, se invalida para sus descendientes como una mitad, las aptitudes que hayan podido iniciarse o desarrollarse a fuerza de trabajo personal”254.

La formación intelectual debía centrarse particularmente en las ciencias de la observación y en la higiene doméstica255, entendida ésta como preparación para asumir las responsabilidades del gobierno de la casa. 253 254 255

  Boscá Casanoves, 1891, passim.

  Boscá Casanoves, 1891: 5.

  Esta disciplina se llamó posteriormente “Economía doméstica”.

115

“De parte de la naturaleza el conocimiento de los elementos aire, luz, electricidad, suelo y sus vecindades, sus productos y el modo de emplearlos. De parte de nuestros semejantes, prevención contra las sugestiones [engaños, manipulaciones] […], constante vigilancia para con quien quiera vendernos una cosa por otra, así como para quien con su ignorancia o incuria pueda perjudicarnos como vecino […]”256.

El estudio de la Historia natural, en el campo, era fundamental para Boscá, no sólo por el conocimiento que proporcionaba, también por la actividad física que conllevaba. Boscá creía que la vida del campo era la más saludable para los seres humanos, y así lo expresó en algunos de sus escritos científicos257; en esta ocasión, con mucho más detalle.

116

Esta publicación pedagógica de Boscá posiblemente sea una de las que mejor reflejan su afección al evolucionismo, tal vez por encima de otras publicaciones de contenido rigurosamente científico; su adhesión a la causa femenina debe interpretarse como la obligación moral que asume Boscá desde las coordenadas mentales resultantes de la interacción entre la asunción del evolucionismo con herencia de caracteres adquiridos y la del regeneracionismo institucionista; todo ello matizado por el pensamiento y personalidad peculiares de Eduardo Boscá, concretados éstos en un claro positivismo y una aproximación casi religiosa a la Naturaleza, cuyas manifestaciones le merecían tanta admiración como respeto: “En cuanto a la naturaleza del hombre, […] cuyo mayor elogio respecto a su ética, es el respeto a los seres vivos, después de haber desinfectado su cerebro, de aquella fauna fantástica, fruto de la subjetividad de la Edad Media, las brujas y duendes, ángeles y diablos.”258

Años más tarde, con la introducción de la Psicología comparada y las corrientes que propugnaban la existencia de actividad mental superior en los animales es claramente perceptible en algunas de las publicaciones de Eduardo Boscá una interpre  Boscá Casanoves, 1891: 8.

256 257

  v.p.e. Boscá Casanoves, 1873d: 76.

258

  Boscá Casanoves, 1909c: 6.

tación antropomórfica de las motivaciones de estos seres259; en otras ocasiones, esta antropomorfización de los animales resulta espontánea y poco elaborada260. En ningún caso hay que interpretar esto como atributo de un temperamento ingenuo –Boscá no lo era en absoluto–, más bien, en el contexto epistemológico de la época, como una muestra más de la asunción por Boscá de la infalibilidad de la Historia natural en su progreso indefinido. En cualquier caso, Eduardo Boscá solía actuar de forma extremadamente coherente con su concepción del mundo; también en lo relativo a las cuestiones de que habla en su Discurso. Según comunicación personal de uno de sus biznietos261, Eduardo Boscá siempre se opuso a que las jóvenes de su familia recibieran educación en centros religiosos y a que vistieran uniforme para ir al colegio –el cómo era deseable que se vistieran las mujeres para su mejor desarrollo y salud, es uno de los temas tratados extensamente en el Discurso– y los padres de las chicas nunca encontraron una fórmula de consenso en tal sentido con el naturalista, quien se mostraba inflexible al respecto. No hay que descartar que uno de sus rasgos de personalidad fuera una cierta testarudez –según ha revelado el estudio grafológico262 de algunos de sus manuscritos de edad madura–; con todo, su obra entera revela como motores para la acción la fuerza de la convicción y la coherencia con sus ideas. Volviendo al tema de la actividad docente de Eduardo Boscá en la Institución para la Enseñanza de la Mujer, hay que mencionar que reunió como material didáctico más de mil muestras donadas por establecimientos visitados con sus alumnas, forman259

  v. p.e. Boscá Casanoves, 1901: 72, 74, 132.

260

  v. Boscá Casanoves, 1884c.

  D. Eduardo Boscá Sanchis, nieto de Segundo Boscá Seytre, segundo hijo de Eduardo Boscá Casanoves. 261

262   Debo el informe de personalidad de Eduardo Boscá Casanoves, basado en el estudio grafológico citado, a mi hermano David Salinas Jaques, psicólogo, perito calígrafo y grafólogo forense, a quien agradezco no sólo estos trabajos no remunerados, sino también el haberme enseñado los fundamentos del reconocimiento caligráfico que me permitieron desarrollar mis investigaciones de tesis doctoral sobre diversas fuentes manuscritas anónimas.

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Fig. 7.

Eduardo Boscá acompañado de sus alumnas de la Institución para la Enseñanza de la Mujer. Es posible que la fotografía esté tomada en el museo que el naturalista había montado con sus colecciones particulares en su domicilio, en la Avenida del Puerto de Valencia. Fotografía de autor desconocido, APJBB.

do un “Museo de Primeras Materias”263. Probablemente muchos de estos materiales fueron obtenidos con motivo de las excursiones de que hablaba antes. Desconozco cuándo y cómo se conocieron Eduardo Soler y Boscá, pero lo cierto es que, al margen de sus actividades en relación con la Institución, solían salir juntos para practicar el excursionismo, alternándose la elección del lugar donde ir, y así satisfacer el interés de Soler por la Historia del arte y el de Boscá por la Historia natural264.   AUV. Archivo general. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 4r.].

263

  v. Boscá Casanoves, 1884b: 49.

264

3. LA CÁTEDRA EN LA UNIVERSIDAD Y LA DIRECCIÓN DEL JARDÍN BOTÁNICO (1892-1913) El 11 de julio de 1892, Eduardo Boscá fue nombrado catedrático de Historia natural de la Universidad de Valencia265. El puesto, al que optó por concurso, había quedado vacante tras la renuncia de Augusto González de Linares, que marchaba a dirigir la estación Biológica de Santander266. La cátedra de Historia natural conllevaba la dirección del Jardín Botánico, del que hasta entonces había sido Jardinero Mayor. En su ejercicio de la cátedra, Eduardo Boscá introdujo como textos de estudio, los de Quiroga, Ignacio Bolívar y Salvador Calderón, todos ellos dentro del paradigma ecológico, –en contraposición al paradigma fisiológico, según la denominación de Sala Catalá267–, instaurando definitivamente la enseñanza del evolucionismo en Valencia268. En cuanto a la dirección del Jardín Botánico, en 1894 se aprobó un nuevo reglamento que Boscá consideraba defectuoso y anticuado diez años después y parece que, incluso en calidad de director, el Jardín seguía reportándole conflictos y problemas269. Como se ha indicado anteriormente, durante la dirección de Boscá, se culminó el proceso de reformas en el Jardín, con la inauguración, en 1900, del umbráculo proyectado por el arquitecto Arturo Mélida en 1897. Durante la Dirección de Boscá, fue Jardinero Mayor Vicente Guillén (1853-1913) quien acometió una serie de trabajos que llevaron al Jardín a ser considerado el mejor de España270. Otra de las responsabilidades añadidas a la cátedra eran las relativas al Museo de Historia natural de la Universidad, creado por Ignacio Vidal y Cros. La dedicación y apor  AUV. Archivo general. Caja 248/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 1v.].

265

266

  Sánchez Arteaga, 2005: 89.

267   Sala Catalá, J., (1987), “Enseñanza e investigación biológica en la Universidad de la restauración (1875-1923)”, en: Universidades Españolas y Americanas, Valencia, Generalitat Valenciana, 505 pp. 268 269 270

  Sánchez Santiró, 1998: 136-137; Catalá Gorgues, J.I., 2004: 19-20.

  Catalá Gorgues, J.I., 2004: 18-19.

  Catalá Gorgues, J.I., 2004: 17.

119

taciones de Rafael Cisternas, José Arévalo Baca y Eduardo Boscá, así como las donaciones de Nicolás Ferrer y Julve, lograron hacer de él el segundo en su especialidad en territorio español, sólo superado por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid271.

120

Con todo, la práctica investigadora distaba mucho de estar instaurada en la Universidad, y las investigaciones eran emprendidas por sus profesores a título personal y, en muchas ocasiones, a costa de su propio peculio. Esto, junto con el llamamiento para integrarse en la Comisión Técnica de la colección paleontológica Rodrigo Botet unos meses antes de lograr la cátedra, redundó en el tema objeto de la producción impresa de Eduardo Boscá, quien se entregaría plenamente al estudio y montaje de los ejemplares de la colección hasta su muerte. Así, entre 1885 y 1899, fecha de la primera noticia sobre la colección Rodrigo Botet firmada por Eduardo Boscá, sus publicaciones fueron, en su mayoría, de entidad menor, sobre todo si se comparan con las de tema herpetológico o con las de los grupos de la colección paleontológica. Los años 1893, 1895, 1896 y 1897 no dio trabajo alguno a la imprenta. Con exclusión de las publicaciones relativas a la colección Rodrigo Botet, durante sus años de catedrático en la Universidad sus publicaciones reflejan sus diversos intereses en el campo de la Historia natural y de la docencia. Al principio, con motivo de su trabajo en el Jardín Botánico rindió algunas publicaciones en torno al mismo, de las que daré noticia seguidamente. En 1884 Boscá escribió una nota acerca de unas observaciones verificadas sobre uno de los pies de Bougainvillea spectabilis Willd, 1799 –la popular buganvilla– que se criaba en el jardín Botánico de la Universidad. En la planta se había presentado un fenómeno llamado filomanía272 –proliferación extraordinaria de hojas–, que se produce en muchas plantas cuando, dándose condiciones excesivamente favorables a su desarrollo vegetativo, no producen, en cambio, flores. Este fenómeno, bien

  Navarro, 2000: 124-125.

271

  Boscá Casanoves, 1884a, passim.

272

conocido de los actuales aficionados a la jardinería, entonces era objeto de estudio entre los botánicos evolucionistas, que trataban de establecer alguna correlación entre el fenómeno y las condiciones ambientales en que se producía. Tal vez sea ésta la ocasión de señalar otra práctica habitual entre los primeros naturalistas receptores de los postulados de Charles Darwin: el estudio de las llamadas “monstruosidades”. La presentación ocasional de algún animal o vegetal espontáneamente anómalo proporcionaba a estos naturalistas un material de estudio tan escaso como precioso: “Entre los millones de individuos criados en el mismo país y alimentados casi con el mismo alimento, aparecen muy de tarde en tarde anomalías de estructura tan pronunciadas que merecen ser llamadas monstruosidades; pero las monstruosidades no pueden separarse por una línea de las variaciones más ligeras. Todos estos cambios de conformación, ya sumamente ligeros, ya notablemente marcados, que aparecen entre muchos individuos que viven juntos, pueden considerarse como los efectos indeterminados de las condiciones de vida sobre cada organismo dado […]”273.

Eduardo Boscá, en cierta ocasión publicó, sobre el tema de las monstruosidades en botánica, una escueta nota sobre una especie del lirio azul de la que había hallado una planta portadora de anormalidades274; con anterioridad había publicado también sobre un molusco anómalo que había comprado en una pescadería de Lisboa, el año en que conoció a Barboza y Lataste. Decía Boscá, tras describir la pauta de desarrollo espiral de la concha en la especie –particular dentro del género–, y describir y figurar minuciosamente lo que aparentaba ser una anomalía añadida en el desarrollo de la concha del individuo monstruoso: “Se aparta dicha especie algún tanto del tipo genérico [género Ranella] [y] esta anomalía la aproxima, al menos en los caracteres que a la concha alcanzan, al género Triton que los autores ponen inmediatamente después en la serie correspon-

  Darwin, Ch., 2008: 63.

273

  Boscá Casanoves, 1880b, passim.

274

121

diente […] De desear fuera que se reunieran en colección publica estos casos de diferencias extremas en las formas específicas de los seres, para formar conceptos definitivos sobre la Historia natural propiamente dicha”275.

122

En 1892 –como pequeña contribución científica a la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América– publicó unas cuartillas sobre las plantas americanas que se cultivaban entonces en el Jardín Botánico de Valencia. Se trata de unas notas que tal vez más nos sirvieran hoy para reconstruir la historia del jardín, pero no carecen de interés por dar noticias de cómo se introdujo en Valencia el cultivo de algunos alimentos tan populares como el cacahuete que, procedente de México, comenzó a experimentarse en su cultivo en el Jardín, para después cultivarse con éxito en la ribera baja del Xúquer; o el boniato de Cuba, que tras cultivarse con éxito primero en el Jardín, constituyó “[…] alimento sano para las clases menos acomodadas”276. El inventario de plantas americanas aclimatadas en Valencia nos remite a algunas de las colecciones de que Boscá se había hecho cargo al tomar el puesto de Jardinero Mayor: agaves –de los que da unas interesantes notas biológicas–; bromeliáceas y orquídeas; plantas crasas y cactáceas –entre ellas la chumbera, tan difundida en el paisaje mediterráneo tras su importación en el siglo xv–. La aclimatación de plantas en lugares tan alejados de aquellos en que vivían de forma silvestre, era también de interés para “sustentar los estudios evolutivos”277. El mismo año publicó una noticia pormenorizada del desarrollo de uno de los llamados “árboles botella” o “árboles de la lana”, que actualmente se encuentran perfectamente aclimatados en Valencia. Boscá observó todas las contingencias a las que había sobrevivido el árbol –desde una nevada que había matado el único ápice en 1860, hasta un violento huracán que había destrozado las dos ramas principales de la copa en 1885– y cómo había sobrevivido el ejemplar, llegando a alcanzar una

  Boscá Casanoves, 1878a: 25-26.

275

  Boscá Casanoves, 1892a: 161.

276

  Boscá Casanoves, 1892a: 161.

277

talla y esplendor notables278. El fenómeno observado por Boscá –al margen de la belleza alcanzada por la planta superviviente– es hoy bien conocido: en la mayoría de fanerógamas leñosas puede estimularse la ramificación y el engrosamiento del tronco mediante el despunte de las yemas apicales y de las terminales de las ramas, lo que induce la activación de yemas durmientes cuya posición en la planta es inferior a la de aquellas. Cabe pensar que los profesionales de la jardinería de aquella época conocían ya esto, pero a Boscá le había fascinado la vitalidad extraordinaria con que lo había hecho en Valencia una especie propia de otras latitudes. En relación con el Jardín, Boscá publicó, en los números de abril y mayo de 1892 del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, una historia de la enseñanza de la Botánica en la Universidad de Valencia279, con especial referencia al mismo. Los textos serían leídos íntegramente, dos años más tarde, ante los asistentes al Primer Congreso Médico-Farmacéutico Regional, por el entonces Jardinero Mayor –Vicente Guillem Marco– en representación de Eduardo Boscá. La revisión de la historia del Jardín pone de manifiesto la labor del médico valenciano Juan Plaza, en cuyo tiempo, la importancia de las enseñanzas prácticas de la botánica y la agricultura había llevado al Ayuntamiento, en sus Constituciones, a concederles una atención privilegiada, la misma que reivindicaba Eduardo Boscá en 1892280. En cuanto a artículos sobre otros temas, en 1886 publicó unos Apuntes para la fauna mastológica de España281 –un listado de los mamíferos de la colección del Museo de la Universidad, confeccionado, en realidad, en 1881282– que actualizó en 1915, con motivo de la reseña del volumen de mamíferos de la Fauna ibérica publica  Boscá Casanoves, 1892b, passim.

278

  Boscá Casanoves, 1892c; 1892d.

279

  Boscá Casanoves, 1894b, passim.

280

  Boscá Casanoves, E. 1886. “Apuntes para la fauna mastológica de España, por D. Eduardo Boscá Casanoves, catedrático de Historia natural en el Instituto de Ciudad Real”, Revista de los Progresos de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 21: 112-124. 281

  Boscá Casanoves, 1915a: 126.

282

123

124

do en 1914 por Ángel Cabrera. En la actualización, resulta llamativo el uso que hace Boscá de una nomenclatura trinomial –en lugar de la binomial establecida por Linneo– con el fin de contemplar las variaciones observadas en las especies. En esta publicación “unas notas proceden del mismo autor [Cabrera], otras están sacadas del Gabinete de Historia Natural de la Universidad, y un tercer grupo se refiere a datos particulares existentes en Valencia en un modesto núcleo de colecciones regionales, comprendiendo Gea, Flora y Fauna”283. Del examen del texto parece desprenderse que muchos de los datos aportados personalmente por el naturalista, habían sido tomados al principio de sus investigaciones bajo las directrices de Rafael Cisternas. Cada especie aparece reseñada con abundante información sobre el comportamiento de los individuos y sus lugares de habitación, a la que se acompaña los nombres comunes asignados en las distintas comarcas. Muchas de las indicaciones sobre las especies, sobre todo en el caso de mustélidos y roedores, parecen albergar una cierta intención didáctica, tal vez porque en aquella época debía ser útil a la gente del campo el conocimiento de los animales silvestres del entorno que podían suponer una amenaza para sus bienes. Entre los animales peor conocidos entonces, destacan los quirópteros (murciélagos), de los que Boscá daba noticia, en esta publicación, de la observación –siempre en el territorio de las tres provincias de la región valenciana– de trece especies del grupo284, del que hoy conocemos la presencia en la Comunidad Valenciana de un total de veintidós especies285. Tiempo atrás, en una breve nota presentada en 1892 ante la SEHN, había dado noticia de la abundancia, en el Jardín Botánico, de individuos de la especie Pipistre283   Boscá Casanoves, 1915a: 127. Esas colecciones regionales había sido reunidas, hasta esa fecha, por los socios de la Sección de Valencia de la SEHN, fundada dos años antes. A principios de 1914 se había promovido en la Sección una iniciativa para la creación de un Museo Regional, que había de formarse con las aportaciones de los socios, entre los que se encontraban Eduardo Boscá y su hijo Antimo. Mientras no se encontrara una sede adecuada donde instalar el Museo, los lotes aportados se encontraban depositados en el Instituto de Segunda Enseñanza, lugar donde se reunía la Sección (v. Catalá Gorgues, J.I. 1997: 2; Salinas, 2001: 157-162).

  Boscá Casanoves, 1915a: 129-131.

284

  CONSERVACIÓN, s.a.

285

llus pipistrellus (Schreber, 1774), cuyo nombre común es “murciélago enano”286: También en su extenso trabajo Notas histórico-naturales a propósito de la localidad y provincia de Valencia, –discurso leído en la ceremonia de apertura del curso académico de 1901-1902 de la Universidad Literaria de Valencia–, Eduardo Boscá, sin extenderse demasiado en las citas de especies, da algunas interesantes notas sobre estos animales287. Este discurso, que impreso ocupa setenta y ocho páginas, es la publicación más extensa y diversa que, sobre la Naturaleza en la provincia de Valencia debemos a Eduardo Boscá. En él, tras una larga introducción en la que Boscá deja meridianamente claras sus posiciones a través de distintos comentarios reveladores de su mentalidad evolucionista y positiva, comienza la descripción de la Naturaleza valenciana con unas prolijas “Impresiones geológicas” que abarcan desde geomorfología hasta minería, incluyendo datos sobre yacimientos fosilíferos y también sobre las cuevas habitadas de la prehistoria valenciana. Siguen unas notas botánicas, en las que da noticia de las producciones vegetales, pormenorizando desde las criptógamas hasta los cultivos, haciendo especial referencia al del arroz, cuya insalubridad y bajo rendimiento aprovecha para denunciar Boscá; en las notas botánicas se pondera desde el paisaje del Valle de la Murta, hasta el aprovechamiento medicinal de las especies silvestres valencianas. Continua el discurso con las “Notas sobre zoología” en las que Boscá habla de todos los grupos, en el orden en que las modernas clasificaciones habían comenzado a presentarlos. Se detiene en particular para hablar largamente de los insectos, y especialmente de los insectos sociales, en los que “[…] la vida de relación adquiere tan significadas manifestaciones, que será difícil el encontrar algo totalmente nuevo más allá de la etapa que representan en la serie animal”288; también habla, por supuesto, de los peces y a continuación de los anfibios y reptiles “[…] antiguos habitantes terrestres que llevan en sí las   Boscá Casanoves, 1892e.

286

  Boscá Casanoves, 1901: 76-77.

287

  Boscá Casanoves, 1901: 50.

288

125

energías acumuladas por herencia de una lucha para apoderarse de presa viva y nutritiva, faltándoles hoy una temperatura que con ella serían indomables; […] siendo en su mayoría animales de gran atractivo, por sus colores, formas esbeltas y hasta la gallardía de sus movimientos vistos sin preocupación”289. El grupo de los mamíferos incluye una breve nota sobre los domésticos. Resulta revelador de la percepción que Eduardo Boscá tiene de sí mismo, el colofón al largo discurso, en el que el naturalista advierte a los alumnos: “[…] el profesorado les va delante en la vida; tomen cada cual la parte necesaria para su orientación; consúltense las vocaciones y aprendan sin pedantería la última palabra del progreso humano, para no servir de apoyo inconveniente al osado que vigila nuestra ignorancia para explotarnos; sabiendo distinguir entre la propaganda [divulgación] científica que no ha de alargar la mano a la postre [que no tiene ánimo de lucro], y otras propagandas de fines adinerados [lucrativos], y no olviden que en la clase intelectual en la que sientan plaza al matricularse, vienen obligados, como los profesores, a tener, en el fondo, que ser estudiantes toda la vida, si ha de sostenerse con dignidad el título que se adquiera”290.

126

Mucho más breves son algunas cuartillas que, dentro de las Notas histórico-naturales de la Guía de Valencia editada en 1909 por la organización del II Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, publicó Eduardo Boscá. El apartado “Notas geológicas”291 –firmadas por el naturalista­­–, recoge, entre otras, noticias sobre dos publicaciones anteriores; la primera, de 1903, constituye la primera noticia sobre el hallazgo de reptiles fósiles en Valencia292. Precisamente durante el curso 1901-1902, un alumno de la Universidad había regalado a su Gabinete tres cuerpos de vértebras fósiles procedentes de una cantera   Boscá Casanoves, 1901: 67.

289

  Boscá Casanoves, 1901: 78.

290

  Boscá Casanoves, 1909b. Las notas zoológicas que siguen, aunque anónimas, delatan, por su contenido y estilo, la autoría de Eduardo Boscá. 291

  Tortajada y Albuixech, (s.a).

292

situada en el término municipal de Buñol. Movido por su interés, Eduardo Boscá hizo una excursión al lugar tan pronto tuvo oportunidad, con el fin de seguir buscando hasta encontrar más restos del animal. En el pueblo averiguó que los huesos habían sido hallados en 1899 y pudo obtener otra vértebra más, mostrando el hallazgo al jefe de la Sección de vertebrados fósiles del British Museum of Natural History de Londres, Dr. Arthur Smith Woodward, quien se había desplazado a Valencia para ver por sí mismo la colección paleontológica Rodrigo Botet. Las vértebras resultaron pertenecer a un cocodrilo marino del género Teleosaurus, Kaup293. Aparece citado también en las “Notas geológicas” un yacimiento de fósiles marinos en Valencia la Vella de cuyo hallazgo había dado noticia Eduardo Boscá en abril de 1892. El yacimiento, situado a unos 16 kilómetros de la capital, había aflorado durante unas obras para la canalización de agua potable. Boscá ya había tenido noticia en 1865 del hallazgo de unos fósiles marinos muy bien conservados en el kilómetro 17 de la carretera de Llíria; del estudio comparado de los dos afloramientos, resultó la publicación, que incluye una lista provisional de 22 especies de moluscos bivalvos y 41 de gasterópodos294. Posteriormente, el naturalista mostró los materiales a Marcel Gignoux y con la información que éste le había proporcionado y las comprobaciones que él mismo había hecho en el Museo Martorell de Barcelona, introdujo una serie de enmiendas a la lista provisional que permanecieron inéditas295. Entre las Notas hay también una alusión a un abrigo prehistórico situado en el término de Oliva, que Boscá exploraría años más tarde y cuyo estudio daría a conocer en 1916296. La prehistoria y la antropología, a las que su hijo Antimo llegó a ser muy aficionado, habían sido uno de los intereses tempranos de Eduardo Boscá, a cuyo estudio se   Boscá Casanoves, 1903a, passim.

293

294

  Boscá Casanoves, 1892f, passim.

295

  La separata anotada por Eduardo Boscá pertenece al APJBB.   Boscá Casanoves, 1916e.

296

127

entregaría, en lo referente a los territorios argentinos, con motivo de la presencia en la colección Rodrigo Botet de un esqueleto humano, al que un paleontólogo argentino había atribuido edad terciaria. Pero de esto hablaré unas páginas más adelante. Baste, al respecto, decir ahora que, entre las notas breves de Eduardo Boscá, figura la relativa al hallazgo de un cráneo humano en los alrededores de Buñol297, y otra dando noticia de la entrega de un cráneo procedente de un antiguo cementerio judío situado en Gandía, al Museo de Ciencias Naturales de Madrid en 1887298.

128

Entre esas publicaciones menores de la época de la cátedra en la Universidad de Valencia, hay dos referidas a un meteorito caído en la localidad valenciana de Quesa en agosto de 1898. La primera, publicada inmediatamente, constituye una noticia del suceso299; la segunda, publicada en 1899, añade, a la narración de las circunstancias en que se había observado la caída del bólido, un estudio detallado del mismo, cuyas características físicas y composición química habían sido determinadas en el laboratorio de análisis del Dr. Peset300. El 1 de febrero de 1899 fue leída esta nota de Boscá en la sesión mensual de la SEHN; en la siguiente, celebrada el 1 de marzo de 1899 se hicieron públicas las primeras noticias de Eduardo Boscá sobre la colección paleontológica Rodrigo Botet.

4. LLEGADA DE LA COLECCIÓN PALEONTOLÓGICA RODRIGO BOTET A VALENCIA (1889) El 10 de agosto de 1889 llegaron a Valencia José Rodrigo Botet y Enrique de Carles, trayendo consigo una numerosa colección paleontológica, procedente de la provin-

  Boscá Casanoves, 1884b.

297

  Boscá Casanoves, 1887.

298

  Boscá Casanoves, 1898.

299

  Boscá Casanoves, 1899a, passim.

300

129

Fig. 8.

Retrato de madurez de Eduardo Boscá Casanoves, realizado probablemente en el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia, del que el naturalista fue Jardinero Mayor entre 1883 y 1892, y director, como catedrático de Historia natural, entre 1892 y 1913. Eduardo Boscá instauró definitivamente la enseñanza del evolucionismo en la cátedra de Historia natural de la Universidad de Valencia. APJBB.

cia de Buenos Aires (República Argentina)301. Ésta, había sido comprada por José Rodrigo a de Carles302, quien la había ido recolectando entre 1880 y 1888303 y su potencial científico en aquel momento era enorme, pues el conocimiento paleontológico de la Argentina, como veremos más adelante, apenas estaba en sus inicios. Unos días antes, el propio Rodrigo había anticipado, mediante un telegrama a la Alcaldía de Valencia, su intención de donar la colección a la ciudad, expresándose en los siguientes términos: “Al pisar tierra española procedente América Meridional apresúrome significar Exmo. Ayuntamiento por conducto de su honorable Presidente que regalo a nuestra querida Valencia la colección Paleontológica de que han dado noticia detallada diarios esa Ciudad. Dígnese aceptar mi ofrenda de gran valor científico con destino a esa Universidad, como testimonio de cordial estimación que la profesa uno de los hijos de ese pueblo que en largos años de ausencia ha pensado mucho en honrar y engrandecer la Ciudad donde nació. Llegaré Barcelona con la colección a bordo del vapor Mateo Bruzzo el nueve del corriente. Ruégole háganme conocer si Valencia acepta o no mi donación y en caso afirmativo ayúdeme Ayuntamiento a gestionar que Aduana Barcelona no demore con trámites morosos pronto despacho bultos que componen referida colección. Salúdale afectuosamente, José Rodrigo Botet”304.

130

José Rodrigo, conocedor del inmenso valor científico de su regalo a la ciudad, había creído, en buena lógica, que era la Universidad quien se haría cargo de ella, seguramente sin detenerse a pensar que dicha institución no dependía de la Corporación Local, sino del Estado. Esta confusión inicial, como se verá más adelante, influyó poderosamente en el destino del legado. 301   AMPRB 1889 S/C. [Manuscrito de Eduardo Boscá: “Catálogo de la Colección paleontológica que el Ingeniero Don José Rodrigo Botet regala a la Ciudad de Valencia, obtenida en las exploraciones efectuadas en la provincia de Buenos Aires (República Argentina) por el naturalista D. Enrique de Carles”, copia literal del original firmado por Enrique de Carles en Buenos Aires, el 1 de enero de 1889].

  Boscá Casanoves, 1899b: 82-83.

302

  Salinas, 2001: 57.

303

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1889. D-338, 609-12.

304

Meses antes se había difundido a través de la prensa local la futura llegada de Rodrigo y de su colección. Entre otras noticias, se había anticipado la existencia en la colección de un esqueleto de hombre fósil, y en términos populares, reinaba cierto escepticismo en cuanto al verdadero valor de aquella. Por lo pronto, el Ayuntamiento, inmerso en asuntos de carácter político305, no estaba en disposición de atender, con todas sus consecuencias, semejante ofrecimiento y así, a pesar de haber acordado el 19 de agosto de 1889 la designación de una comisión –constituida por un catedrático de la Universidad, otro del Instituto y tres concejales– con el fin de que propusiera el lugar idóneo donde depositar la colección para su inventario e instalación306, la comisión no se constituyó hasta septiembre de 1891, quedando finalmente integrada por Eduardo Boscá Casanoves y los señores Zabala, Ribera, Torres Babí, García Cisternas y García Español307. Para entonces, la colección –que legalmente pertenecía aún al donante– había sido guardada, de modo provisional, al menos en dos lugares diferentes: en principio se depositó en el hoy desaparecido Convento de San Gregorio308, y poco después, el Ayuntamiento la trasladó a un local –que el propio Rodrigo Botet había alquilado, con intención de montarla por su cuenta– en la calle de Ruzafa309. El período 1891-1894 transcurrió entre disputas y pleitos en torno a la colección, entablados por el Ayuntamiento contra los representantes de José Rodrigo en Valencia310.   Las elecciones en aquella época eran bienales.

305

  A.M.V. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1889. D-338, 656-8.

306

  AMPRB 1891 S/C. [Oficio de 23 de septiembre de 1891 dirigido por el Alcalde Llobet Sanchís a Eduardo Boscá, Director de Paseos]. 307

308   El Convento ocupaba el solar que actualmente ocupa el Teatro Olimpia, en la calle San Vicente de la ciudad de Valencia. 309   AMPRB 1892 S/C. Manuscrito [Copia de la providencia dictada en el juicio verbal de D. Manuel Cases en C. C. contra D. Luis Carrasco, sobre deshaucio de la casa calle Ruzafa 62, de 18 de junio de 1892].

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342, f. 583 v. y f. 584 r. Actas de 1892. D-343, f. 135 r. 310

131

El Ayuntamiento tenía una idea tan vaga del valor científico de la colección, que llegó a plantear a los apoderados de Rodrigo la posibilidad de sufragar los gastos que ésta había ido generando a su todavía propietario legal devolviéndole una parte. El argumento esgrimido era que la devolución de los ejemplares “repetidos” no sólo no mermaría el valor científico de la colección, sino que –tasados pericialmente– se podría resarcir al donante sin lesionar sus intereses y sin gravar el presupuesto municipal311. José Rodrigo, por su parte, amenazó con retirar su promesa de donar la colección a la ciudad a menos que se le abonara el importe desembolsado312.

132

En febrero de 1894, el Ayuntamiento y el representante de Rodrigo llegaron a un acuerdo sobre el pago de los gastos generados por la colección, con lo que el Ayuntamiento quedaba moralmente autorizado a hacerse cargo del regalo; en la práctica, podría situarse la posesión provisional de la colección por la Alcaldía el 5 de febrero de 1896, quedando supeditado el acto legal de la posesión definitiva a la revisión y cotejado de la colección con el inventario existente de la misma313. Con este fin, a principios de abril de 1895, el Ayuntamiento autorizó la designación de una comisión especial, encargada de proponer el destino que pudiera darse a la colección paleontológica314 y unos meses después, en febrero de 1896, la comisión de Monumentos propuso el nombramiento de una Comisión Técnica para asesorar a la de Monumentos en lo concerniente a la colección paleontológica; los componentes de esta comisión habrían de ser Eduardo Boscá Casanoves –entonces Decano de la Facultad de Ciencias–, el Catedrático de Historia natural del Seminario Conciliar, José Sanchis Pertegás, y el profesor de la Escuela Mercantil, Julio 311 312

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342, f. 560, 561 y 562.

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342, f. 642 r. y v.

  Según Eduardo Boscá, ello tuvo que hacerse “a falta de un verdadero catálogo que debió existir, según referencias de la lista que sirve de guía” (Boscá Casanoves, 1899b: 84). En un manuscrito posterior, Boscá indicó, con absoluta claridad, que el inventario detallado se había perdido con la impedimenta de un traslado, probablemente el efectuado en 1891. AMV. Expedientes de la Comisión de Archivo-Monumentos. 1923. Expte. 26/1923. 313

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1895. D-346, f. 212 v.

314

Esplugues315. El 7 de febrero de 1896 Eduardo Boscá aceptó el cargo de vocal de la Comisión Técnica Auxiliar316 y el 21 de mayo recibió orden de la Alcaldía de trasladar la colección desde el local de la calle Ruzafa –donde aún permanecía– al entonces llamado Hospital de San Pablo317. Adelanto aquí que la actividad científica sobre la colección recaería, desde el principio, sobre Eduardo Boscá de modo exclusivo, con el único auxilio de su hijo Antimo, y la colaboración del montador Carlos Maicas. 4.1. Estado del conocimiento paleontológico de la Argentina en el tiempo de la formación de la colección Rodrigo Botet 4.1.1. El megaterio del Rio Luján “[…] la remesa de los restos de un animal de dimensiones gigantescas al Gabinete de Historia Natural de Madrid en el año 1789 ha sido tomado como el punto de inicio de los estudios paleontológicos en el Río de la Plata. Este envío, que formaba parte de los realizados a fines del siglo XVIII a los gabinetes metropolitanos, se enmarcaba en las prácticas de la Historia natural y en los viajes de exploración ligados a las políticas ilustradas de los imperios ibéricos”318.

Ese animal gigantesco es el primer vertebrado fósil reconstruido y montado de la historia de la Paleontología, y procede, como la colección Rodrigo Botet, de Argentina. Se trata de un esqueleto de megaterio que el dominico Fray Manuel Torres encontró en las barrancas del río Luján. Esto sucedía en 1787, poco más de cien años antes de que la colección Rodrigo Botet llegara a Valencia. “En toda la América no se ha hallado noticia de algún animal de semejante configuración a la de éste ahora descubierto, ni de su corpulencia, pues se observa que,   AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1895. Acta de 20 de noviembre de 1895.

315

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1896. Acta de 7 de febrero de 1896.

316 317

  AMPRB 1896 S/C. [Oficio de la Alcaldía de 21 de mayo de 1896, dirigido a Eduardo Boscá].

318

  Podgorny, 2001: 98.

133

siendo el esqueleto de tal grandeza, cuánto abultaría si estuviese cubierto de sus carnes y cuero. Ignórase si acaso será animal anfibio o acuático, si bien que parece sea terrestre por respecto de sus uñas, que indican hayan sido bastantemente largas, inferencia que se saca de la circunferencia de sus dedos. No se asemeja al elefante (aunque parece que se aproxima a igualarlo en grandeza) porque las patas son muy diferentes como lo son los huesos de las piernas. También no se le encuentra semejanza con el rinoceronte, que ordinariamente tiene 13 pies de largo, y el descubierto llegará a 18 y se juzga de diferente figura, ni tampoco con la gran bestia de América (llamada anta), que comúnmente no excede de 6 a 7 pies. En dicha barranca y en distintos lugares se hallan dispersas porciones de huesos de otros animales de la misma especie y algunos de menos grandeza [...]”319.

134

Nicolás de Campo –Marqués de Loreto y virrey del Río de la Plata–, informado de semejante hallazgo y convencido de su interés –era conocido tanto por sus aficiones como por sus ideas ilustradas– proveyó su exhumación y traslado al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, donde quedó depositado en septiembre de 1788320. De la identificación de los huesos y la reconstrucción del esqueleto, se haría cargo el pintor y disecador del Real Gabinete, el artista valenciano Juan Bautista Bru y Ramón (1740-1799). Bru, particularmente interesado en la anatomía comparada, estaba bien familiarizado con las publicaciones de Historia natural aparecidas en castellano, latín y francés desde el Renacimiento hasta su época321, por lo que se puso de inmediato a trabajar con el esqueleto, concluyendo su estudio anatómico y montaje en 1793, fecha en que, además, tenía preparada ya una monografía sobre el mismo y había encargado al grabador Manuel Navarro los dibujos en cobre para su publicación. Pero esta monografía, que recogía una extensa descripción del esqueleto y veintidós dibujos322, 319   Descripción atribuida a Fray Manuel de Torres (López Piñero y Glick, 1993: 91, 92, 43; cf. López Piñero, 1996: 325).

  Jerez, 2001: 317-318.

320

  López Piñero y Glick, 1993: 58.

321

  v. López Piñero, 1996: 333-348 y láminas I-V.

322

no fue editada de inmediato, y ese mismo año, el representante del gobierno francés en Santo Domingo, Monsieur Roume, consiguió, durante un viaje a Madrid, un juego de pruebas de las láminas de Bru, y las envió –junto a una breve descripción del esqueleto– al Institut de France, del que era miembro correspondiente. El Institut recabó el informe de Georges Cuvier, quien encuadró el extraño animal entre los desdentados y le dio el nombre genérico de Megatherium y el específico de Megatherium americanum, publicando, en 1796, “Notice sur le squelette d’une très grande espèce de quadrupède inconnue jusqu’a présent, trouvé au Paraguay, et déposé au Cabinet d’Histoire Naturelle de Madrid” en el Magasin encyclopédique y, en su versión resumida, en el Monthly Magazine de Londres. El mismo año, el ingeniero catalán José Garriga obtuvo un ejemplar de la Notice y la trajo a España, con intención de publicar su traducción. Al buscar las láminas de las que hablaba Cuvier, supo que Bru había descrito el esqueleto al tiempo que lo dibujaba. Garriga, movido por el interés de dar a la imprenta la descripción más exacta con la menor demora posible –Cuvier no había visto el esqueleto y había incurrido en varios errores al describirlo– convenció a Bru de que le vendiera texto y láminas, publicándolos –precedidos de un prólogo donde se aclara la autoría323–, junto con la traducción del francés, también en 1796324. Uno de los móviles para la actuación de Garriga, podría ser la competencia científica con Francia. Esto explicaría tanto su premura en publicar el estudio de Bru, como la forma en que nombraba el esqueleto, pues lo hacía como tal y no conforme a la denominación cuvieriana325. Las hoy famosas láminas del megaterio de Bru serían las únicas conocidas por los naturalistas hasta la década de 1820326 y su modelo, el ejemplar tipo de la especie y 323

  v. López Piñero, 1996: 331-332.

324

  López Piñero y Glick, 1993: 66-67; Jerez, 2001: 319.

325

  Podgorny, 2001: 99.

326

  Podgorny, 2001: 100.

135

sujeto pasivo de esta rocambolesca historia, se encuentra hoy expuesto al público en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. 4.1.2. Los primeros estudios estratigráficos y paleontológicos El comienzo de las grandes exploraciones y excavaciones sistemáticas del continente sudamericano dieron inicio al estudio de su geología y sus restos fósiles, que fue emprendido por naturalistas europeos.

136

Alcide D’Orbigny327, durante su viaje desde Bolivia a la Patagonia (1826-1834), recorrió las barrancas del Río Paraná y la desembocadura del Río Negro. Reunió algunas colecciones de fósiles –entre otros, restos de un Toxodon– mientras estudiaba la estratigrafía de la zona. Consideró la que llamó formación pampeana –depósitos aluviales en que aparecían los fósiles de los grandes mamíferos extinguidos– de edad terciaria, y a los depósitos sobre ésta, formación diluviana. Por la misma época llegó al continente sudamericano la expedición del H.M.S. Beagle (1831-1836), en la que viajaba como naturalista el joven Charles Darwin. En octubre de 1832, en plenas guerras emprendidas por el general Rosas contra los indios, Darwin recorría las Pampas anotando cuantos aspectos de su Naturaleza llamaban su atención. Pronto empezó a buscar activamente osamentas fósiles, cuya existencia no sorprendía lo más mínimo a los nativos y a él empezaron a interesarle328. Este interés estaba relacionado con la distribución de los contingentes de especies entre los continentes, más que con el estudio taxonómico o la descrip327   De origen francés, sus explicaciones a las grandes extinciones eran de corte catastrofista. Se le ha atribuido el primer mapa de conjunto del continente sudamericano, publicado en 1842 (Furon, 1988: 437).

  Con motivo del hallazgo de huesos de megaterio y de otros mamíferos gigantes en el acantilado de Punta Alta (1832), Charles Darwin refirió a su hermana Caroline: “He encontrado partes de la curiosa coraza ósea que se atribuye al megaterio; como los únicos ejemplares existentes en Europa están en Madrid (enviados en 1798 desde Buenos Aires), solamente esto basta para compensar algunos momentos de cansancio”. Darwin equivocó la fecha y atribuyó erróneamente al megaterio la característica coraza del gliptodonte, descrito en una zona cercana por Falkner hacia 1760 (López Piñero, 1996: 101); tanto esos errores como la satisfacción de Darwin nos revelan hasta qué punto los fósiles del pampeano eran poco conocidos en esas fechas. 328

ción de especies, asunto que dejaba a otros naturalistas que se dedicaban a ello en Europa, como Richard Owen329. Tras la observación de los restos fósiles de las Pampas formuló algunas hipótesis sobre el intercambio de faunas a través del istmo de Panamá330. Durante su estancia en Argentina, Darwin se detuvo a estudiar su geología en diversos lugares de la Pampa, atribuyendo a la formación pampeana de d’Orbingy una edad tan reciente “que apenas puede considerarse como pasada” 331. Mientras en Europa se iban estudiando los fósiles que llegaban de las expediciones sudamericanas, Lund y Claussen exhumaban de las cavernas del Brasil gran cantidad de especies de mamíferos, muchas de las cuales eran parecidas o idénticas a las que se encontraban en Argentina, en los depósitos pampeanos. Otros expedicionarios europeos como Woodbine Parish, Villardebó, Larrañaga o Weddell332 remitían a su vez a Europa restos de vertebrados fósiles del Río de la Plata. Owen comenzó a estudiarlos y describió los géneros Glyptodon, con varias especies, Machrauchenia, Toxodon, Nesodon, Mylodon y Scelidotherium; Nodot, Gervais, Blainville y Laurillard contribuían, por su parte, al aumento del conocimiento de los mamíferos fósiles del pampeano333. Los estudiosos argentinos, por su parte, llevaban un considerable retraso en relación con los europeos, a causa de la dificultad que tenían para acceder al conocimiento de los fósiles salidos de su tierra, que se generaba en las instituciones europeas. Tampoco había bibliotecas donde hacer consultas, y en los museos no 329   Los famosos fósiles obtenidos por Charles Darwin en las localidades de Punta Alta, Santa Fe, Montevideo, San Julián y Bahia Blanca (v. Moorhead, 1980) fueron enviados durante el viaje al Hunterian Museum of the Royal College of Surgeons de Londres. Las descripciones de los mismos que realizó Richard Owen, fueron publicadas en la monumental Zoología del viaje del Beagle (Darwin, 1989: 85).

  Darwin, 1989: 127-130.

330

  Ameghino, 1889: 2.

331

  Weddell emprendió en 1845 sus investigaciones en Bolivia, exhumando numerosos esqueletos pleistocenos, de los que todavía se conservan algunos en el Muséum d’Histoire Naturelle y en el Jardin des Plantes de París (Piveteau, 1988: 574). 332

  Ameghino, 1889: 2.

333

137

encontraban, obviamente, los necesarios materiales de comparación. Pese a todo, su nómina, muy reducida, aportaba algunos progresos al conocimiento de la fauna fósil argentina. Así, Francisco Javier Muñiz estudió los carnívoros y los équidos, describiendo, entre otros, los géneros Smilodon, Arctotherium e Hippidium. Ya era 1852, cuando Auguste Bravard llegó a Argentina para estudiar su fauna fósil con fines estratigráficos. Pero poco tiempo después falleció en el terremoto de Mendoza, no sin antes discutir los trabajos estratigráficos anteriores, expresando hipótesis contrapuestas a las de Darwin en cuanto a la antigüedad del pampeano.

138

El prusiano German Burmeister, por su parte, se estableció definitivamente en Argentina en 1862. En su juventud se había dedicado a la entomología, lo que le llevó a trabar amistad con Humboldt y Charles Darwin. Hacia 1830 comenzó a estudiar los artrópodos fósiles, concretamente los trilobites. En 1850, cansado de su vida en Europa, comenzó a salir de ella para realizar estadías cada vez más largas en Sudamérica. Trabajó en Brasil con Lund y vivió después, por un tiempo, en la entonces llamada Confederación Argentina334, a raíz de quedar cojo en un accidente en Lagoa Sancta (Minas Gerais, Brasil). Su buena reputación en el mundo científico y político le valió quedar al frente del Museo de la Provincia de Buenos Aires. En el museo comenzó a organizar las colecciones y, sobre todo, a dar impulso tanto a las adquisiciones para la biblioteca, como a las publicaciones del propio centro. También entonces comenzó a estudiar los grandes vertebrados fósiles de la formación pampeana, que consideraba cuaternaria, publicando algunas buenas monografías, sobre los gliptodontes, los gravígrados y los caballos fósiles. Consciente de la necesidad de institucionalizar la actividad científica en Argentina, propuso a Sarmiento la creación de la Academia Nacional de Ciencias que tendría su sede en Córdoba. El renombre que logró para el Museo Público fue tal, que el presidente Julio Roca 334   Su azarosa vida en las Pampas, antes de su establecimiento definitivo en Buenos Aires, le dio un vasto conocimiento de la geografía aún virgen del país, que le permitió la redacción y publicación, con motivo de la Exposición Geográfica de Venecia de 1891, de su Description physique de la République Argentine, d’après des observations personnelles et d’étrangères que consta de seis tomos y un atlas. (Aceñolaza y Aceñolaza, 1999: 134).

decidió transformarlo en Museo Nacional. Con este motivo se reunieron en Buenos Aires numerosas colecciones dispersas por otros lugares del país335. Florentino Ameghino, un joven paleontólogo argentino de formación autodidacta, había iniciado la publicación de sus estudios sobre la fauna de los terrenos pampeanos en 1880. Junto con Henri Gervais, publicó ese año un catálogo general de los mamíferos fósiles argentinos donde se describían 55 especies nuevas, pertenecientes a 31 géneros, de los cuales, 5 eran nuevos; y un trabajo destinado a demostrar la existencia del hombre fósil en Argentina. A estas publicaciones había seguido en 1881, la publicación de sus estudios sobre la formación pampeana y postpampeana, dando la edad de la primera como miocena336. Florentino Ameghino distinguió en los terrenos pampeanos tres faunas sucesivas, correspondientes a tres pisos que correlacionó con el plioceno337 europeo. La sempiterna alternancia rejuvenecimiento-envejecimiento de los terrenos del pampeano y ciertos hallazgos paleontológicos en Norteamérica durante los primeros años de aquella década de los 80, llevó a Doering a elaborar, en 1882, un cuadro sinóptico de las formaciones de la República Argentina, que totalizaban catorce pisos, basados en la presencia de fósiles característicos338. A partir de entonces, el conocimiento de los fósiles argentinos experimentó un notable avance. En 8 años se pasó de conocer 50 especies de mamíferos fósiles, a 500, y la descripción de las nuevas especies, era fruto del trabajo de los exploradores y paleontólogos argentinos. A este avance contribuyeron, entre otros, Ambrosetti, Moreno, Roth, Scalabrini y el recolector de la colección paleontológica importada a Valencia, Enrique de Carles. Aunque Ameghino atribuyó a la creación de la escala estratigráfica de Doering el avance en los estudios de la fauna   Aceñolaza y Aceñolaza, 1999: 131-134.

335

  El Mioceno comenzó hace aproximadamente 23,3 millones de años y terminó hace 5,2 millones de años. 336

  El Plioceno comenzó hace aproximadamente 5,2 millones de años y terminó hace 1,64 millones de años. 337

338

  v. Ameghino, 1889: 5; Cione y Tonni, 1995: 53.

139

fósil argentina, es razonable pensar que, a pesar de que pudo haber sido una contribución nada desdeñable, el avance del conocimiento paleontológico en aquel período pudo estar más bien promovido por los esfuerzos de Burmeister en relación con el establecimiento de marcos de trabajo y la provisión de medios para llevarlo a cabo. Era Burmeister quien estaba al frente del ya Museo Nacional de Buenos Aires, cuando Florentino Ameghino creyó llegado el momento de elaborar una obra que reuniera todo el conocimiento previo sobre la fauna fósil argentina. Era ya 1887. Apenas catorce meses después, cuando esta obra de compilación salía de la imprenta, llegó a Valencia la colección paleontológica Rodrigo Botet. 4.1.3. La Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina de Florentino Ameghino (1889) “La presente obra tiene por objeto dar una idea de las distintas faunas de mamíferos, que se han sucedido en otras épocas en lo que hoy es el territorio de la República Argentina, y debe considerarse como una simple introducción que será más tarde completada con el descubrimiento de nuevos materiales, y la aparición en el escenario de otras personas que, más felices de lo que he sido y disponiendo de mayores recursos puedan en un cuadro más vasto trazarnos un conjunto más perfecto”339.

140

Así comienza el prólogo de la obra, y este párrafo constituye una verdadera declaración de intenciones. En este compendio, Ameghino consignó todas las especies de mamíferos conocidas en el territorio argentino, tanto fósiles como vivientes, con el fin de dejar fijados una serie de conocimientos y un marco conceptual –de trasfondo evolucionista–, a los que se habrían de ir incorporando los resultados de investigaciones ulteriores, con el fin de proporcionar un cuadro más vasto sobre la evolución animal. Ameghino, cuya formación era autodidacta, había viajado, antes de escribir esta compilación, a los lugares de Europa donde se encontraban las colecciones que, con an-

  Ameghino, 1889: VII.

339

terioridad, habían salido del suelo argentino. Para costearse el viaje, había tenido que hacer uso de todo su ingenio, pues carecía de medios económicos para emprenderlo. Reunió una colección paleontológica de calidad suficiente como para exponerla en París (1878) y venderla a continuación. Con el producto de esta venta podría visitar también Londres y Copenhague y financiar la publicación de sus dos primeras obras. Durante aquella primera estancia en Europa, Florentino Ameghino no sólo había tenido oportunidad de estudiar los materiales depositados en las grandes instituciones –British Museum, Royal College of Surgeons, Jardin des Plantes, entre otras– sino también la de vincularse con los naturalistas europeos que estudiaban la fauna fósil pampeana. Conoció personalmente a Richard Owen, Flower, Cope, Reinhardt, Pouchet, Gaudry y los hermanos Gervais340. A su regreso, Ameghino mantendría con la mayoría de ellos, hasta su muerte en agosto de 1911, abundante intercambio epistolar científico y comercial. Ameghino también conocía, obviamente, los fondos paleontológicos depositados en el Museo de Buenos Aires, y los que poseían los coleccionistas nativos. Con anterioridad a la redacción de su obra compilatoria había tenido, según parece, serias diferencias con Francisco Moreno, fundador del Museo de La Plata y director del mismo. A pesar de ello, parece que Florentino pudo conocer suficiente material como para decidirse a escribir su obra de compilación. Ameghino estaba “completamente posesionado de la teoría de la evolución”341. Esta mentalidad evolucionista fue el motor de la creación de su obra compilatoria, y la condicionó tanto en su concepción como en su estructura. Para referirse a aquellos tiempos, es más propio hablar de un gran número de especies fósiles detectadas, que de gran cantidad de especies fósiles conocidas. En realidad, por cuestiones inherentes al propio registro fósil –fragmentación y mezcla de los restos, esencialmente– las especies se habían estado describiendo en la mayoría de las ocasiones, sobre porciones esqueléticas y escasamente, sobre

  Ambrosetti, 1912: 13.

340 341

  Ambrosetti, 1912: 15.

141

esqueletos completos. Había además un problema adicional por haberse descrito como especies lo que eran, en realidad, mezclas de varios individuos. Richard Owen, entre otros, había caído en ello. Publicando su obra de compilación, Ameghino pretendía sentar una base sólida a la que ir añadiendo el conocimiento paleontológico ulterior. Esta pretensión estaba encaminada no tanto a la mera caracterización completa de cada especie fósil, sino a reconstruir el proceso de evolución de las especies mediante el seguimiento de su cambio a través del tiempo: “Creen además los mencionados naturalistas [denominados por el propio Ameghino darwinistas], que el ordenamiento de las variedades y su designación según cierto orden, introduciéndolas en los cuadros de clasificación [...] facilitaría el restablecimiento de la filiación de un considerable número de seres existentes, lo que equivaldría a una constatación práctica de la teoría de la evolución, puesto que podríamos entonces encontrarnos delante de grandes series de esas mutaciones [el término equivale a “cambio” o “variación” actualmente] sucesivas, por las que según nuestras teorías han pasado todos los seres”342.

142

Lo esencial para Ameghino, según decía él mismo citando su obra Filogenia343 era distinguir y nombrar todas las variaciones y diferenciaciones que pudieran hallarse en el registro fósil “para que no prescindamos de ellas, podamos jalonarlas y podamos así pasar de unas formas a otras formas, de una especie a otra especie, de la especie al género, de éste a la familia, y remontando y descendiendo podamos de este modo recorrer en todos los sentidos el grandioso árbol de la serie animal”344.

Por esta razón era fundamental establecer, en primer lugar, una escala estratigráfica de referencia, en la que situar los hallazgos paleontológicos. Publicada en 1882   Ameghino, 1889: 9-10.

342

  Ameghino, F. (1884), Filogenia. Principios de clasificación transformista basados sobre leyes naturales y proporciones matemáticas, Buenos Aires, s.n., 390pp. 343

  Ameghino, 1889: 10.

344

la escala de Doering, de la que hemos hablado anteriormente, Ameghino creó la suya propia (no muy diferente, en esencia, de aquella) en la que distinguió un mayor número de pisos. Ambas escalas coinciden en su envejecimiento de los terrenos argentinos respecto a los del viejo continente345. En lo estrictamente concerniente a la formación pampeana –de la que procede la colección Rodrigo Botet– Ameghino distinguió cuatro pisos: el Pampeano inferior o Ensenadense, el Pampeano medio o Belgranense, el Pampeano superior o Bonaerense y el Pampeano lacustre o Lujanense. Su asignación de una edad terciaria al pampeano originaría toda clase de discusiones posteriormente, que llegaron a tener alcances insospechados. El hallazgo de restos humanos en aquellos terrenos datados como terciarios, le conduciría a defender la existencia de un hombre terciario en Argentina. Eso, junto a su patriotismo de criollo de primera generación, que se evidenció en muchas de sus publicaciones, le haría objeto de feroces críticas incluso después de muerto. Las razones aducidas por Ameghino para crear su envejecida escala estratigráfica se fundamentaron en la dificultad para el reconocimiento del límite cretácico-terciario en el continente sudamericano. Esta dificultad, así como la de diferenciar aún hoy, las capas de los depósitos aluviales en la mayor parte de Argentina, existen objetivamente. Rosendo Pascual y sus colaboradores, en 1965 publicaron un estudio sobre la provincia de Buenos Aires emprendido con el fin de conocer la edad de los terrenos cenozoicos con mamíferos de la Argentina346. La secuencia de pisos propuesta por Ameghino, tal y como fue expresada por estos autores modernos, fue confirmada por diversos autores posteriores; en cuanto a su agrupación en unidades estratigráficas superiores, a partir del estudio de Pascual, éstas comenzaron a expresarse como “edades-mamífero”347.   v. Cione y Tonni, 1995: 53.

345

  Pascual, R. et al (1965), “Las edades del Cenozoico mamalífero de la Argentina, con especial atención a aquellas del territorio bonaerense. Anales Comisión Investigaciones Científicas Buenos Aires, 6: 165-193. 346

  Cione y Tonni, 1995: 50.

347

143

La datación absoluta de los terrenos sedimentarios argentinos es una tarea que continúa actualmente, para la que se aplican recursos que a Ameghino le hubieran parecido de ficción, entre otros, la datación de los depósitos a través de estudios paleomagnéticos. La otra herramienta de trabajo que necesitaría Ameghino dejar establecida en su obra compilatoria –como complemento de su escala estratigráfica–, era una nomenclatura que había de contemplar todas las posibles circunstancias de los hallazgos paleontológicos. Esta nomenclatura, trinomial, serviría más que para nombrar especies, para identificar variaciones.

144

Es difícil sustraerse a la tentación de presentar los términos en que Ameghino expresó esto, pues revela su asunción de la teoría de la evolución, el pobre conocimiento que se tenía entonces del registro fósil argentino y su relación con las especies vivientes, y el compromiso de Ameghino en la facilitación de estudios posteriores. Al hilo de lo expuesto en el texto, transcribo a continuación las bases para la construcción de esa nomenclatura trinomial, en los términos del propio Ameghino y conservando la grafía original: “El punto de partida fijo e invariable de la nomenclatura ha de ser el género, del que debe darse una definición exacta e inalterable cuanto lo permita el estado actual de la ciencia. Me parece que ese punto de partida fijo para determinar el género puede proporcionarlo los caracteres de organización tal y como los he definido en mi Filogenia (1) [La nota 1, dice: Filogenia. Cap. IV, pág. 61. Caracteres de adaptación y caracteres de organización.] Toda variación en el número de órganos de un animal tiene mayor valor que el simple cambio de forma de ese mismo órgano: por consiguiente, una vértebra o un diente, o una costilla, de más o de menos, la presencia o la ausencia de un hueso, de un músculo, etc., etc., como carácter constante de una forma, debe ser el distintivo del género, debe autorizar su formación, y así lo definiremos. Constituyen un GÉNERO todos los seres o colecciones de seres de un mismo orden o de una misma familia natural que se distingan por un CARÁCTER DE ORGANIZACIÓN que les sea propio y exclusivo.

Así como los caracteres de organización servirán para distinguir el género, la modificación de esos mismos caracteres de adaptación, servirán para distinguir las especies. Definiremos pues, la ESPECIE, como la reunión de todos los individuos o colecciones de individuos que se distingan por uno o más CARACTERES DE ADAPTACIÓN importantes. El nombre de las especies en la clasificación se empleará siempre como hasta ahora según el sistema de nomenclatura binomial, precedido del nombre genérico y seguido del nombre del autor que creó [describió] la especie. Para la distinción de las modificaciones o variaciones de una misma especie, se adoptará la nomenclatura trinomial en la forma que sigue: Cuando las modificaciones de una misma especie correspondan a una misma época y a una misma región se distinguirán con el nombre de variedades [no es intercambiable con el término actual], en esta forma que escribo solo como ejemplo: Canis Azarae v. gracilis, seguido del nombre del autor que creó la variedad. Cuando las modificaciones de una especie pertenezcan a distintos horizontes [pisos] o a distintas épocas [sistemas] de una misma región, de modo que se pueda demostrar o sea evidente que esas distintas formas corresponden a modificaciones sucesivas de una misma especie, se designarán con el nombre de mutaciones [no es intercambiable con el término actual], en esta forma: Canis Azarae m. antiquus, seguido del nombre del autor que creó la mutación. Cuando las modificaciones pertenezcan a una misma época o a un mismo horizonte, pero provengan de regiones apartadas, de modo que se conozca son modificaciones geográficas de un mismo tipo, se designarán con el nombre de traslaciones, en esta forma: Canis Azarae t. cordubensis, seguido del nombre del autor que creó la traslación. Cuando sobre las modificaciones de una misma especie no se tengan datos suficientes para determinar si se trata de variaciones, de mutaciones o de traslaciones, se designarán simplemente con el nombre de formas [no es intercambiable con el término actual], de este modo: Canis Azarae f. robustus, seguido del nombre del autor que creó la forma. Pero tan luego como se obtengan los datos necesarios para su exacta determinación, se sustituirá el nombre de la forma por el que le corresponda.

145

Todo tipo o modificación sobre la que no se esté de acuerdo si debe representar una especie, una variedad, una mutación o una traslación, se designará igualmente con el nombre de forma, que se empleará también siempre que se quiera hablar de algunos seres sin emplear en el curso del discurso, los términos, especie, variedad, mutación y traslación.

146

Toda variedad, forma, mutación, o traslación, que por un autor sea elevada a categoría de especie, no autoriza a suprimir el primer nombre del primer fundador de la forma, sustituyéndolo por el que simplemente cambia su valor jerárquico, debiendo la especie continuar llevando el nombre del autor que primero lo distinguió, ya sea bajo el nombre de forma, de mutación, de traslación o de variedad; y del mismo modo, el cambio de una especie, en forma, variedad, etc., no autoriza tampoco la supresión del nombre del autor fundador, pero en el caso de la división de la especie en varias formas o variedades, solo se conservará el nombre del autor fundador a la forma típica, repitiendo el nombre específico como equivalente de tercer nombre de variedad, forma, mutación o traslación, de este modo: Canis Azarae Azarae P. WIED. Todo ser, o todo resto de un ser que se encuentre en un yacimiento de una época determinada, o de cierta región distinta a la que habita o habitó la especie a la que parece corresponda, y que no se tengan los datos necesarios para determinar si es exactamente la misma especie, o si representa una forma distinta, variedad, traslación, o mutación, se designará provisoriamente con el nombre de la especie a la que parece corresponder, con el nombre del autor entre paréntesis, y seguido de la palabra affinis, de este modo: Canis Azarae (Pr. WIED), affinis. Toda especie actual, que se encuentre igualmente en estado fósil, siempre que se trate del representante fósil, se designará con el nombre específico, seguido del nombre del autor entre paréntesis, seguido a su vez de la palabra fossilis y del nombre del que primero ha encontrado o señalado los restos del representante fósil. La palabra tipo se empleará no para expresar una división determinada, sino una forma morfológica dada que sirva como término de comparación, y a la que se referirán todas las formas que parezcan haber tomado origen de ese tipo primitivo, por via de modificación. Asi se podrá decir, el tipo de los zorros, como el tipo de los perros o el tipo de los carnívoros, de los mamíferos, etc.

A la denominación del grupo tampoco deberá asignársele ningún valor jerárquico. Deberá considerarse como una simple expresión destinada a facilitar las descripciones, pudiéndose aplicar indistintamente y con igual propiedad a todos los seres de un orden, o de una familia, como a toda reunión o colección de géneros, especies, variedades, mutaciones, traslaciones, o aún de individuos. Así, podrá decirse, el grupo de los placentarios, como el grupo de los carnívoros, el grupo de los perros, el grupo de los zorros, etc., etc. En la denominación de nuevos grupos, géneros y especies, me he sometido en absoluto a la ley de prioridad, que no permite se cambie el nombre publicado siempre que esté acompañado de diagnosis que permitan reconocer las especies o los géneros de que se trata. Las simples listas de nombres sin diagnosis, no constituyen prioridad, sino simplemente un estorbo en el adelanto de la ciencia, y no hay la menor obligación de tomarlos en consideración; ni tampoco pueden resucitar esos términos otros naturalistas, aunque esos nombres sean los más antiguos, si las especies de que se trata recibieron más tarde otros, acompañados de diagnosis que permitan su distinción. Estas listas sin diagnosis entran en la categoría de nomina nuda, y los nombres específicos o genéricos en ellas mencionados deben ser rayados [tachados] de todos los trabajos, evitando de nombrarlos bajo cualquier forma. En este caso se encuentran la casi totalidad de las denominaciones genéricas y específicas de BRAVARD. Por otra parte, como es una de las leyes elementales de la nomenclatura que el mismo nombre en zoología no puede ser aplicado a más que a un solo género, he cambiado todos los nombres genéricos que tenían doble empleo, respetando el más antiguo. No insisto más sobre esto, porque son principios universalmente reconocidos, y a los que tiene forzosamente que someterse todos aquellos que quieran que sus trabajos sean tomados en consideración”348.

Esta publicación fue la herramienta fundamental para el trabajo sobre la colección Rodrigo Botet a lo largo de los siguientes 35 años. El conocimiento paleontológico   Ameghino, 1889: 10-12.

348

147

que en ella se recoge, es el que podría tener el recolector de la colección. El vacío de conocimiento existente daba la medida del enorme potencial de la colección como objeto de estudios científicos. Este incalculable valor científico fue seguramente lo que impulsó a Rodrigo Botet a adquirirla y regalarla a Valencia. A Eduardo Boscá, la llegada de la colección paleontológica Rodrigo Botet a Valencia le proporcionaría un objeto excepcional sobre el que desarrollar estudios, máxime teniendo en cuenta la posibilidad que se abría ante él de contribuir al conocimiento de la evolución de las especies en el continente sudamericano. “Desde luego es muy racional el que vayan apareciendo de día en día más difundidos los hechos observados en los seres de la naturaleza que, por lo culminantes en las formas, o en las condiciones de la existencia, se califican ordinariamente de extraños o chocantes, admitiendo que sea la evolución de los organismos, lo mismo animales que vegetales, pues deben haber quedado tipos colaterales semejantes, ya existan vivos ya entre los fósiles, que nos proporcionan la inducción de su proceso constitutivo […]”349.

148

Sin embargo, la sumisión del funcionamiento del Museo Paleontológico al del Ayuntamiento, le dejaría muy poco margen para desarrollarlos a su libre albedrío.

5. LA ESTANCIA DE LA COLECCIÓN PALEONTOLÓGICA EN EL HOSPITAL DE SAN PABLO (1896-1908) 5.1. El edificio Según explicaba Martínez Aloy hacia 1923, “lindante con el huerto de Santa Bárbara, en dirección a la Ciudad, se halla la alquería que tuvieron los Jesuitas para asueto de los alumnos del Seminario de Nobles de

349

  Boscá Casanoves, 1879d: 217-218.

San Pablo, la cual convirtió luego el Ayuntamiento350 en hospital de coléricos y en almacén, más tarde, de la colección paleontológica de Rodrigo Botet” 351.

El edificio, situado en la calle de Quart extramuros, a la derecha del camino viejo de Mislata aparece citado en diversos escritos de finales del siglo xix como alquería, huerto, hospital, cohospital, exhospital y lazareto de San Pablo. No se pueden precisar más detalles acerca de la edificación –muy antigua–, ni de su ubicación exacta, pero sí sabemos que en 1885 estaba relativamente en buenas condiciones todavía352 y que constaba de planta baja y un piso, al que podía accederse por una escalera exterior y otra interior. El edificio, de orientación general noroeste, tenía forma de L. La superficie total debía ser al menos de quinientos metros cuadrados, y se repartía entre dos grandes salas alargadas, de unos seis metros de anchura, por planta, y algunas dependencias menores. En los muros de las salas se abrían numerosos ventanales y estaba dotado de agua potable353. De este edificio, al que nos referiremos –como hasta ahora– con la denominación de Hospital de San Pablo, nos consta el uso como lazareto en 1865354 y hospital de coléricos en 1884355, 1885356 y 1890357. También se ha documentado su utilización como hospital de tuberculosos y diftéricos en 1891, y la particularidad de que fuera   Aunque la adquisición del edificio por el Ayuntamiento no la he podido documentar adecuadamente, la coincidencia de ubicación y de propietarios originales, hacen muy verosímil que una casa y huerto, –situados en la calle Quart extramuros–, que el Ayuntamiento obtuvo hacia 1879, a cambio de los terrenos que rodean el edificio del actual Instituto Luis Vives (recayentes a la calle Játiva) (Corbín, 1979: 36-37), correspondieran al lugar denominado “Alquería de San Pablo”. 350

  Martínez Aloy, s.a: 334.

351

  JUNTA, 1886: 105.

352

  JUNTA, 1886: 101-102.

353 354

  JUNTA, 1886: 89.

  PROVINCIAS, 1974: 61.

355

  JUNTA, 1886: 101.

356 357

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342, f. 254 r - v.

149

allí donde se practicaran las entonces llamadas “experiencias del procedimiento del Dr. Koch”358 –en referencia a la vacunación antituberculosa– por los doctores Moliner y Torres Babí, quienes habían aprendido las técnicas en Berlín por cuenta del Ayuntamiento359. Las épocas de uso médico –habitualmente con motivo de epidemias o situaciones especiales– se alternaron periódicamente con otras en que el edificio se utilizaba como lugar habitual de almacenamiento de enseres, “almacén de especies” (1889, 1891), depósito de vehículos (1893)360, y casi inmediatamente antes de proponerse como ubicación de la colección paleontológica (1895), consta como lugar posible para la construcción del matadero361, por aquel entonces en proyecto.

150

Instalada ya en él la colección, en 1899 todavía se habilitó parcialmente el Hospital de San Pablo para el caso de hacerse necesario su uso con motivo de una nueva epidemia colérica362. 5.2. Los primeros trabajos sobre la colección paleontológica Quince meses después del traslado, en sesión de la comisión de monumentos se leyó una comunicación de Eduardo Boscá donde participaba a aquélla del inicio de los trabajos “para el arreglo de los materiales que forman la colección paleontológica depositada en el local del huerto de San Pablo”363. Después de tantos años de in-

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342, f. 5 r - v. y 6 r. La referencia del acta es al lazareto de San Pablo, pero alude, inequívocamente, al edificio del Hospital de San Pablo. 358

  PROVINCIAS, 1974: 157.

359

360   AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1893. D-344, f. 169 r. y Actas de 1894. D-345, f. 32 v. y 33 r.

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1895. D-346, f. 423 r.

361

  PROVINCIAS, 1974: 298.

362 363

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1897. Acta de 27 de agosto de 1897.

certidumbres y traslados, es la primera cita hallada donde se informa formalmente al Ayuntamiento de las actividades en torno a la colección paleontológica. Tales actividades se limitaban a lo más indispensable, a propuesta de la propia Comisión Técnica364, posiblemente por la falta de local “adecuado y definitivo”365. Al principio, los trabajos desarrollados no eran propiamente de montaje de los esqueletos, sino su desembalado progresivo, el reconocimiento de los fragmentos y su reconstitución (modelado de las partes ausentes y restauración de los huesos). Boscá daba cuenta, en 1899, de encontrarse montado como modelo, aunque no definitivamente, un pequeño esqueleto del género Eutatus. También indicó que había comenzado ya el montaje de un esqueleto, un escelidoterio –de los “más completos y mejor conservados de la colección”– y se había completado la reconstrucción de una coraza de Glyptodon366. Probablemente algunos de estos trabajos fueron realizados antes de 1890, año en que regresó a Argentina el colector Enrique de Carles. A partir de un acuerdo del Ayuntamiento para la construcción de un edificio donde albergar la colección367, se detuvieron las tareas de montaje de los esqueletos cuyo transporte pudiera resultar conflictivo, si bien, para los actos conmemorativos del IV Centenario de la Fundación de la Universidad –entre los que se encontraba la exposición de la colección al público– se completaron algunos trabajos ya emprendidos. El cambio de local previsto en 1901, no se efectuó hasta 1908 y, a pesar de suspenderse por completo el montaje de grandes esqueletos tras las celebraciones del IV Centenario, en la colección se continuaba trabajando en otras tareas, tales como las descritas por Eduardo Boscá:

364   AMV. Expedientes Archivo-Monumentos. Expte 13/1897.[Acta de la Comisión de Monumentos de 22 de septiembre de 1898]. 365

  Boscá Casanoves, 1899b: 83.   Boscá Casanoves, 1899b: 86-87.

366

  Boscá Casanoves, 1902: 140.

367

151

“[...] la vista de millares de fragmentos de huesos enteros o rotos que sólo para su material ordenación necesitan mucho tiempo, después del cual va viniendo el estudio científico hasta convertir el informe montón en espléndida colección de maravillas paleontológicas. Separados los esqueletos armables según lo permitan las circunstancias, y aisladas las porciones esqueléticas de notorio interés, por su volumen o rareza, procede la distinción técnica de un buen número de piezas sueltas que sean determinables por ofrecer algún carácter que permita llevarles al orden de animales a que pertenecen, o quizá a la familia, y con menos frecuencia, al género o la especie”368

152

Estos trabajos mantenían ocupado a Eduardo Boscá en el conocimiento progresivo del material desde el punto de vista científico, lo que generaba trabajo para el resto del personal, que podía entonces dedicarse a la reconstrucción de los elementos esqueléticos y a ordenarlos para su montaje tan pronto pudiera éste llevarse a cabo. Por otra parte, esta reducción en el alcance de los trabajos resultaba compatible con la penuria económica del Museo. En cuanto a su forma de trabajar con la colección voy a dar a continuación la reconstrucción de la misma a la que he podido llegar en mis investigaciones. Quiero puntualizar que, de ningún modo debe comparase con prácticas museológicas actuales. La razón es muy sencilla. Han pasado ciento veinte años desde que la colección salió de Argentina. El entorno social que la acogió en Valencia y en que vivió sus primeros años, nada tiene que ver con los que hoy conocemos. Ambos tienen en común tan sólo su localización geográfica. Aunque el Museo de Ciencias naturales ha heredado la fabulosa colección traída de Argentina por Rodrigo Botet, de ninguna manera se puede considerar heredero de aquel museo paleontológico inicial. Aquel obedecía a una lógica diferente a la que hoy ordena el Museo de Ciencias naturales y de ninguna manera puede considerarse como una versión imperfecta de un museo actual. En realidad, la historia del Museo Paleontológico lo que refleja es una sucesión de museos en el tiempo, que, en cada momento son reflejo a su vez de combinaciones cambiantes de circunstancias que han operado sobre la colección des  Boscá Casanoves, 1911: 7.

368

de que se reunió hasta el presente. No es, pues, comparable la lógica que se esconde tras el tratamiento dado a la colección por Eduardo Boscá, con las lógicas que actuaron sobre ella a lo largo de su existencia posterior, y mucho menos con la actual369. Por eso me parece tan oportuno como interesante describir su método de trabajo. 5.3. Los métodos de trabajo de Eduardo Boscá en relación con el estudio de la colección paleontológica Pude reconstruir, a lo largo de mi estudio de sus manuscritos, el protocolo que utilizó Eduardo Boscá para sus estudios sobre la colección paleontológica y para la gestión y manejo de los especímenes. A lo largo de su dedicación al estudio de los ejemplares de la colección Rodrigo Botet, Eduardo Boscá procedió según el sistema descrito a continuación: Al parecer existió un documento redactado por el recolector Enrique de Carles, en el que constaban los pormenores tanto acerca del material como de la propia recolección. Pero éste se perdió con la impedimenta de uno de los traslados, probable-

369   Traduzco del catalán: “[El museo es una institución histórica y dinámica. Por lo tanto no existe ‘el’ museo como forma esencial, sino que han existido, a lo largo de la historia, diversas fórmulas de colección: prácticas consistentes en la reunión de cierto tipo de objetos –definido mediante una selección–, su ordenación y disposición en un espacio delimitado. Estas fórmulas deben entenderse como procesos en los que interviene un conjunto de elementos: los objetos sobre los que recae la selección y ordenación; el/los sujetos que opera/n en la selección y atribuye/n valores a estos objetos a través de un criterio de ordenación y su disposición en un espacio concreto; el/los lenguaje/s mediante el/ los que se expresa esta operación. Objetos, sujeto, criterio de ordenación, espacio, lenguaje y valores expresados son elementos dinámicos y variables en el tiempo y en el espacio, que se combinan en procesos de orden social relacionados genéricamente con operaciones al tiempo epistemológicas –reflejo de determinadas formas de percibir y ordenar el mundo– y simbólicas]”. (Iniesta, 1994: 19). Esta concepción dinámica de la historia de las colecciones y de los museos en respuesta a combinaciones de factores cambiantes en el tiempo es una aportación que me parece básica por parte de Iniesta y la que a mí, particularmente, me ha permitido ubicarme mentalmente e interpretar adecuadamente los diferentes tipos de documentación generados por las actividades sobre la colección en el pasado y aún en el presente. Para conocer mejor la concepción de esta autora ver Iniesta, 1994, y en especial Iniesta, 1994: 15-21.

153

154

mente entre 1891 y 1892370. El único documento disponible con información del colector, en consecuencia, era un manuscrito que contiene la lista del material371. Desconozco la fecha exacta de la adquisición, pero, para sus estudios, Eduardo Boscá dispuso, hasta 1911 –fecha de incorporación al museo de abundante material bibliográfico, regalo de las instituciones visitadas con motivo del disfrute de unas pensiones de la JAE– de dos obras: Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina publicado por Florentino Ameghino en 1889, y el volumen dedicado a los mamíferos en la traducción francesa del tratado de paleontología de Zittel, Traité de Paléontologie, publicado en 1894. Tanto una como otra estaban animadas por la adhesión al pensamiento evolucionista, de modo que si la adquisición de la primera se justificaba por ser la primera obra de síntesis específica de la paleontología argentina, la elección de la segunda por Eduardo Boscá obedecía precisamente a su trasfondo ideológico: sintetizaba bajo el prisma del evolucionismo el conocimiento paleontológico general de su tiempo. Eduardo Boscá seleccionaba el lote que quería estudiar orientándose por la lista del colector372. Una vez elegido el material de estudio, para su asignación taxonómica, cuando ello era posible, lo comparaba con las descripciones y láminas publicadas en Ameghino (1889). Pero para ordenar sus notas, prefería hacerlo siguiendo la ordenación de los grupos taxonómicos que aparecía en Zittel (1894). Es posible que esto lo hiciera porque el tratado de Zittel sintetizaba los conocimientos paleontológicos de todo el mundo –el gran Handbuch der Paläontologie (1876-1893) dirigido 370   AMV. Expedientes de la Comisión Archivo-Monumentos. 1923. Expte. 26/1923. [Manuscrito de Eduardo Boscá Casanoves]. 371   AMPRB 1889 S/C. [Manuscrito de Eduardo Boscá: “Catálogo de la Colección paleontológica que el Ingeniero Don José Rodrigo Botet regala a la Ciudad de Valencia, obtenida en las exploraciones efectuadas en la provincia de Buenos Aires (República Argentina) por el naturalista D. Enrique de Carles”, copia literal del original firmado por Enrique de Carles en Buenos Aires, el 1 de enero de 1889].

  AMPRB 1889 S/C. [Manuscrito de Eduardo Boscá: “Catálogo de la Colección paleontológica que el Ingeniero Don José Rodrigo Botet regala a la Ciudad de Valencia, obtenida en las exploraciones efectuadas en la provincia de Buenos Aires (República Argentina) por el naturalista D. Enrique de Carles”, copia literal del original firmado por Enrique de Carles en Buenos Aires, el 1 de enero de 1889]. 372

155

Fig. 9.

Figura publicada en la parte V del Catalogue of the fossil Mammalia in the British Museum (Natural History) por Lyddeker, en 1887 (Lydekker, 1887: 116). Cuando llegó a Valencia la colección paleontológica Rodrigo Botet (1889) el registro fósil del pampeano argentino era muy poco conocido. A los investigadores de entonces, se les presentaba, adicionalmente, el problema de que se había publicado descripciones de especies basadas en estudios de individuos quiméricos. Este es el caso del espécimen figurado, cuyo caparazón y esqueleto pertenecieron a un individuo de la especie Glyptodon clavipes Owen, y el estuche caudal a uno del género Hoplophorus Lund, tal y como sospechaba Lydekker y queda recogido en el texto al pie. Lydekker señaló reiteradamente la necesidad de contemplar la variabilidad instraespecífica en los estudios paleontológicos y se lamentaba de que, a finales del siglo xix, se había descrito muchas especies sin haberlo tenido presente.

por Karl A. von Zittel se considera “el más importante tratado paleontológico” de finales del siglo xix373–, mientras que la síntesis de Ameghino sólo lo hacía para un ámbito geográfico en concreto.

156

Para identificar los ejemplares, Eduardo Boscá nunca se sirvió de números de inventario ni de siglas en el sentido en que se hace actualmente en las colecciones de los museos. Es más: jamás levantó un inventario sensu estricto de la colección. Esto no debe interpretarse como una mala praxis museográfica por su parte, sino en su contexto. En aquella época, la paleontología argentina estaba prácticamente en sus albores, de modo que la colección era una gran reunión de objetos de estudio. Para estudiar cualquier cosa, se usa bibliografía y se toman notas. Eso es exactamente lo que hacía Eduardo Boscá. En consecuencia, le resultaba operativo identificar tanto especímenes como notas refiriéndose a la bibliografía en que aparecía citado el grupo al que estaban o pudieran estar asignados. El “número de espécimen” era siempre un número de página de Ameghino (1889). Una vez asignado el número al ejemplar, identificaba éste adhiriéndole una pequeña etiqueta donde constaba el número escrito con pluma. A veces, añadía al número una letra minúscula, con el fin de distinguir un ejemplar o espécimen de otros. En contadas ocasiones, escribía sobre la etiqueta el nombre de especie. En las etiquetas de caja que acompañaban cada elemento o porción esquelética, constaba el número –sin asignación taxonómica– y la descripción anatómica del ejemplar, junto con su procedencia, si la conocía. En caso de no tener noticia concreta de ella, escribía genéricamente “Pampas de Buenos Aires”. Este sistema resultaba muy práctico, teniendo en cuenta lo que se ha dicho: servía para orientarse en el estudio de cada ejemplar. A lo largo de mis investigaciones, yo misma me beneficié del sistema de Boscá para orientarme en la recuperación documental de los ejemplares que portaban la identificación del naturalista. Ello, por supuesto, una vez conseguí desentrañar el significado de las numeraciones.

373

  López Piñero, 1996: 104.

El proceso previo a lo explicado, era la confección de una especie de fichas–cuartillas en formato natural, con margen izquierdo delimitado por una línea vertical– en las que Boscá iba anotando el material conforme lo extraía de entre el almacenado, en el momento de iniciar su identificación y estudio. La anotación consistía en una descripción anatómica del ejemplar y algún otro dato orientativo. En el margen izquierdo libre, anotaba en la parte superior el número de página en Ameghino (1889) y en la inferior, el número de página en Zittel (1894), tan pronto tenía alguna idea de la posible asignación taxonómica del material. Cuando ya estaba en situación de iniciar la redacción del manuscrito de trabajo, comenzaba anotando al principio, el número de página –de ejemplar– escrito con grandes guarismos; al pie de la primera hoja, anotaba el número de página de Zittel (1894) donde se encontraba citado el grupo al que pertenecía el material objeto de estudio. Los manuscritos de estudio quedaban reunidos, por asignación taxonómica, en pliegos enganchados con un clip metálico, junto con un papelito donde anotaba la referencia al tratado de Zittel, conforme a cuya numeración ordenaba el total de los manuscritos. En caso de haber varios especímenes con la misma asignación, en esa notita enganchada junto al clip, constaba una letra minúscula que los distinguía. Trabajando de esta forma, el número de ejemplar remitía tanto a la bibliografía como a las fichas y manuscritos de estudio. Para estudiar los ejemplares, Boscá dio crédito absoluto a las anotaciones de la lista del colector y se guió por las indicaciones presentes en Ameghino (1889) en cuanto a la estratigrafía de las especies conocidas374. A falta de más datos, siempre consideró que cualquier material procedía de la provincia de Buenos Aires y del pampeano (sensu Ameghino, 1889). Por esta razón, en ocasiones desechó asignar a una especie concreta un material cuya descripción coincidía con la de Ameghino, 374   La identificación de una copia manuscrita de Eduardo Boscá, del “Cuadro sinóptico de las formaciones sedimentarias cretáceas y terciarias de la República Argentina” (Ameghino, 1902), sobre el que señaló las especies presentes en la colección, parece indicar que le resultaba cómodo cotejar las especies sobre el cuadro, y no sobre Ameghino (1889). Esta es la única excepción a lo indicado en el texto, si bien hay que señalar que los pisos del Pampeano continental de 1902, son idénticos a los de 1889.

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por encontrar discrepancia entre lo conocido a través de la lista del colector y la distribución geográfica o estratigráfica de la especie. Boscá llegó a estudiar casi todo el material de la colección, y redactó los manuscritos para una obra compilatoria, que no llegó a publicar en vida. Esos manuscritos –incompletos y desordenados– hallados en el AMPRB, una vez identificados y ordenados, han resultado ser de gran valor para la recuperación documental de la colección paleontológica objeto de mi trabajo de tesis doctoral.

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Cabe preguntarse por qué Eduardo Boscá se remitió siempre a las obras con las que inició sus estudios sobre la colección, aun cuando con posterioridad contara con más publicaciones y en la práctica hiciera uso de ellas y las citara. La respuesta a esta pregunta se encuentra en la intención de Ameghino al escribir su compendio, secundada por Eduardo Boscá en cuanto tuvo la colección en sus manos. Como hemos explicado al hablar de su obra de compilación, Ameghino pretendía al publicarla dejar sentada una base –el conocimiento paleontológico de la Argentina hasta 1889– a la que añadir el conocimiento venidero a través de nuevos hallazgos y estudios paleontológicos. Con el paso del tiempo, el resultado sería la reconstrucción de las faunas de cada época y la posibilidad de seguir la evolución de sus especies integrantes. Eduardo Boscá estaba en posición de contribuir a ese conocimiento nuevo esperado del futuro por Ameghino. Y compartía la visión de aquel sobre la variación de las especies y la posibilidad de seguirla a través de los fósiles y su posición estratigráfica. Mantener las referencias para ordenar estratigráficamente los ejemplares de la colección durante su estudio era, en ese contexto, esencial. La decisión de Boscá de contribuir con sus aportaciones al mejor conocimiento de la fauna fósil argentina, es la razón de que se ciñera estrechamente a la propuesta de Ameghino, y de que al paso del tiempo no abandonara las referencias presentes en Ameghino (1889). 5.4. El personal encargado de los trabajos sobre la colección Los primeros empleados municipales que trabajaron en la colección bajo la dirección de Eduardo Boscá, fueron Carlos Maicas Herrero, artífice montador –desde la partida

hacia Argentina de Enrique de Carles– hasta su muerte en 1921375, y José Maicas Herrero, hermano del anterior, artífice auxiliar de forma oficial, entre 1904376 y 1910. Participaba también en determinados trabajos sobre la colección, a título voluntario y gratuito, Antimo Boscá Seytre, hijo de Eduardo Boscá377. Antimo, que era un hábil dibujante y fotógrafo, fue desde muy joven una especie de secretario de confianza de su padre, con quien solía trabajar siempre que se encontraba en Valencia. De las tareas de forja y carpintería para el montaje de los ejemplares, se encargaban artesanos que trabajaban por su cuenta y, en consecuencia, no constituían personal estable. Era una modalidad de trabajo que entonces se llamaba por jornales. Durante la estancia en el Hospital de San Pablo, –desconocemos si desde el principio– los armazones metálicos y tareas relacionadas con los mismos los realizaba, a jornal378, el Maestro Cerrajero Antonio Catalá379, y de las tareas de carpintería se encargaba –también a jornal– el Maestro Carpintero Juan Cabot380. No hay noticia de que en aquellos primeros tiempos trabajara en la colección más personal, pero a principios de 1902 se aprobó el Reglamento Provisional para el Régimen Interior del Museo381. La creación de ese Reglamento de funcionamiento constituye 375

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1921. Acta de 22 de marzo de 1921.

  Con seguridad, José Maicas trabajaba ya como auxiliar en 1902. (Boscá Casanoves, 1906: 2); sin embargo es posible que lo hiciera a jornal, pues a petición de Boscá, fue nombrado auxiliar temporero (aparentemente, otra modalidad de personal no estable) el 27 de febrero de 1904. (AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1904. Acta de 27 de febrero de 1904). 376

377

  Giner, 1906a:3.

378   Esta modalidad de trabajo suponía que el profesional presentara un presupuesto o acordara una remuneración semanal por sus trabajos. No implicaba relación laboral con el Ayuntamiento, y su contratación estaba, en consecuencia, supeditada a la disponibilidad económica del Museo para gastos diversos. 379   AMPRB 1906 S/C [Presupuesto para la ejecución de diversas tareas de cerrajería en los armazones de los ejemplares de la colección paleontológica]. AMPRB 1907 S/C [Presupuesto para la ejecución de diversas tareas de cerrajería en los armazones de los ejemplares de la colección paleontológica].

  AMPRB 1907 S/C [Presupuesto para la ejecución de diversas tareas de carpintería en las mesas de los ejemplares de la colección paleontológica]. 380

  AMPRB 1902 S/C [“Reglamento provisional para el régimen interior del Museo paleontológico”].

381

159

160

el establecimiento por parte del Ayuntamiento de fórmulas administrativas para el control del personal que trabajaba en la colección. En virtud del mismo, la práctica totalidad de tareas relacionadas con la colección – ­­ salvo las específicas del director–, y las relacionadas con el local y la burocracia, estaban a cargo del Montador-guardador de la colección, es decir, de Carlos Maicas. Era su obligación, además de encargarse de los modelados y montajes de ejemplares bajo las directrices de Eduardo Boscá, custodiar la colección –así como las herramientas de trabajo, que eran por lo común de su propiedad–, guardar las llaves de las cuatro dependencias ocupadas en el Hospital de San Pablo; supervisar el trabajo del auxiliar –su hermano José– así como vigilar su cumplimiento horario, presencia, etc.; supervisar las instalaciones y dar cuenta a Boscá de averías, desperfectos, o necesidades en las mismas; encargarse de cursar las peticiones de material, así como llevar un libro de registro de entrada y salida de documentos; hacer un informe semanal de los trabajos realizados y en curso y también levantar los inventarios anuales tanto de la colección como de los enseres que la acompañaran382. De estas actuaciones preceptuadas no se ha hallado rastro documental alguno, aunque sí se ha identificado el seguimiento de gastos de materiales y otros propios de las actividades sobre la colección, iniciado por Carlos Maicas en 1902383, seguramente como consecuencia de la implantación del Reglamento. 5.5. Posición orgánica del Museo384 en el Ayuntamiento de Valencia La posición orgánica de la colección paleontológica, con anterioridad a la decisión de su traslado al Hospital de San Pablo, nos resulta desconocida; es en 1896 cuando co  AMPRB 1902 S/C [“Reglamento provisional para el régimen interior del Museo paleontológico”].

382

  AMPRB [Libro de contabilidad, gastos efectuados entre 1902 y 1909. Manuscrito enteramente por Carlos Maicas Herrero]. 383

384   La denominación “Museo Paleontológico” no obedece a la creación de tal institución por el Ayuntamiento. Aparece por vez primera en un oficio de la sociedad valencianista “Lo Rat Penat” “[…] concediéndole [a la Corporación Municipal] un expresivo y entusiasta voto de gracias por la actividad y patriótico celo con que procede a la creación de un museo paleontológico, montando la colección regalada por D. José Rodrigo Botet, valiéndose para estos trabajos de naturalistas españoles” (AMV. Actas del Ayuntamiento. Actas de 1896. D-347, f.31v.). El voto de gracias de “Lo Rat Penat” es a propósito del final de los pleitos sobre la colección y la decisión municipal de trasladarla al Hospital de San Pablo.

mienza a aparecer en las series documentales de la Comisión de Monumentos. Como se ha indicado anteriormente, fue creada una Comisión Técnica para asesorar a la de Monumentos en lo relativo a la colección. Aunque en aquellos primeros tiempos, la Comisión de Monumentos parecía tener muy presentes las indicaciones de la Comisión Técnica, ésta tenía voz, pero no voto. No obstante, la Comisión de Monumentos convocaba a la Comisión Técnica siempre que necesitaba recabar información o conocer aspectos no administrativos sobre la colección, cabe pensar que a causa de la novedad de la tenencia de una colección científica por el Municipio. Esto, con el tiempo y en la práctica, llegó al punto en que en la Comisión de Monumentos se hiciera caso omiso de los criterios e incluso de los informes de la Comisión Técnica. Por otro lado, los acuerdos de la Comisión de Monumentos, debían someterse al Ayuntamiento Pleno para que a su vez acordara o desestimara su cumplimiento. Ello, en la práctica, quería decir que la decisión última sobre lo que concerniera a la colección la tomaba el Ayuntamiento, cuyos intereses no necesariamente coincidían con los de la colección por sí misma. Además, al tratar de establecer alguna relación entre el movimiento político en el Ayuntamiento y el trato que se daba a la colección –asignación presupuestaria, por ejemplo–, nada puede inferirse. Por ejemplo, entre 1890 y 1901 –las elecciones eran entonces bienales– pasaron por la Alcaldía 20 alcaldes, entre electos y en funciones; los cambios en la Alcaldía conllevaron cambios de Corporaciones también385. Este continuo movimiento político redundaba, obviamente, en la desatención a los asuntos concernientes a la colección paleontológica. En lo concerniente a presupuestos, entre 1894 y 1906 parece que no había consignación específica para la colección. Las propuestas de gasto eran formuladas por Eduardo Boscá o por Carlos Maicas, y era la Comisión de Monumentos, de la que dependía orgánicamente el Museo, quien sometía al Ayuntamiento la aprobación del gasto386.   De elaboración propia, a partir de Actas del Ayuntamiento 1889-1901.

385

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1902. Acta de 20 de noviembre de 1902; AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1903. Acta de 20 de marzo de 1903; AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1904. Actas de 19 de agosto y de 23 de noviembre de 1904; 386

161

Esta situación obligaba a un largo protocolo burocrático para conseguir liquidez, tanto en lo que afectaba a la adquisición de materiales, como al pago de jornales a los artesanos e impedía una mínima planificación de los trabajos sobre la colección. Al parecer, a raíz de la iniciación de un expediente para la “reanudación de los trabajos sobre la colección”387, suspendidos “por falta de consignación”, se buscó otra forma de funcionamiento en lo concerniente al presupuesto para tales trabajos; parece que la consignación presupuestaria específica para el Museo existiría a partir de 1907. 5.6. Las primeras publicaciones de Eduardo Boscá sobre la colección paleontológica

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Los primeros trabajos sobre la colección paleontológica en San Pablo, dieron lugar a la publicación por Eduardo Boscá de Noticias sobre una colección paleontológica regalada al Exmo. Ayuntamiento de Valencia388 y a la de un estudio de los huesos linguales del megaterio, Notas sobre un megaterio existente en Valencia389. A pesar de las dificultades que encontró en el trabajo con la colección, Eduardo Boscá alcanzó pronto una buena reputación como conocedor de los materiales fósiles del pampeano. De otro modo no hubiera sido convocado para su participación en el montaje del megaterio del Museo de Madrid en 1902 –que se encontraba todavía embalado desde el traslado de que fue objeto el Museo de Ciencias Naturales en 1897390–, ocasión que Eduardo Boscá aprovechó a su vez para estudiar aquel ejemplar y publicar posteriormente los resultados en su Informe sobre el estado del esqueleto de “Megaterio” del

AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1905. Acta de 4 de enero, de 8 de agosto, de 23 de octubre y de 4 de noviembre de 1905; AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1907. Actas de 10 de enero y 7 de febrero de 1907.   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Expedientes de 1906. Expte. 3/1906.

387

  Boscá Casanoves, 1899b.

388

  Boscá Casanoves, 1902.

389

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1902. Acta de 7 de marzo de 1902.

390

Fig. 10. Vista de la colección paleontológica en el Hospital de San Pablo, en 1902. Delante, a la izquierda, coraza de Glyptodon clavipes Owen, 1839; a la derecha, coraza de Glyptodon reticulatus Owen, 1881, ambas reconstruidas y montadas por Enrique de Carles. Al fondo, la coraza de la izquierda pertenece a un ejemplar de Sclerocalyptus migoyanus (Ameghino, 1889); en el centro, esqueleto de Scelidotherium carlesi Boscá, 1918 en fase de montaje; al fondo, a la derecha, coraza de Sclerocalyptus ornatus (Owen, 1845). Fotografía de Vicente Barberá Masip. El original se conserva en el Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Valencia.

Fig. 11. Ejemplar de Megatherium americanum Cuvier, 1796, parcialmente reconstruido y montado, en el Hospital de San Pablo (1902). Fotografía de Vicente Barberá Masip. El original se conserva en el Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Valencia.

Museo de Ciencias Naturales de Madrid391. Las tres aportaciones fueron publicadas en las Actas y el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. 5.7. El IV Centenario de la Fundación de la Universidad de Valencia y el Museo Paleontológico En octubre de 1902, con motivo de los fastos del IV Centenario de la Fundación de la Universidad de Valencia, durante la apertura de los locales de San Pablo al público, la colección recibió un número extraordinario de visitas. Con ello se haría pública la importancia científica de la colección y la necesidad de trasladarla a un local idóneo donde exponerla adecuadamente392, ratificando la exigencia de disponer de un lugar que reuniera las condiciones idóneas para la continuación del trabajo sobre los ejemplares, que Boscá había señalado mucho antes393. En Exposición paleontológica394 se da cuenta explícitamente del eco popular de la exposición de la colección al público y del deseo general de que “se conserve y exponga pronto en un museo ad hoc, cual corresponde a su indiscutible importancia”395. Como reconocimiento del valor de la colección, con motivo del Centenario, la Universidad premió a José Rodrigo Botet con la medalla y título conmemorativo396. Se hizo público al propio tiempo que, para dar cumplimiento a este deseo común, el Ayuntamiento había nombrado una comisión, constituida por Jiménez Taberner, Miguel Paredes, José Martínez Aloy, Martín Mengod, José María Marzal, Vicente Vives

391

  Boscá Casanoves, 1903b.

392

  Giner, 1906a: 3.

  v. Boscá Casanoves, 1899b: 83.

393

394

  Giner, 1906a: 1-5.

395

  Giner, 1906a: 3.

  AUV. 995(4. “Documentos relativos a la donación del Dr. Rodrigo Botet. Universidad de Valencia. Año 1905”. [Carta dirigida por José Rodrigo al Rector de la Universidad, de 10 de octubre de 1903]. 396

165

Liern y Tramoyeres Blasco –en realidad una subcomisión de la de Monumentos–, que había acordado proponer la construcción de “un pabellón de 30 metros de largo por 16 de ancho, provisto de luz cenital, en la parcela que precede al punto denominado ‘Montañitas de Elío’, en lo que fué antiguo Palacio del Real”. A esta noticia, matizada de optimismo, se añadió la de que ello sería de forma inminente, con el fin de que Valencia contara “con un museo de grandísima importancia e interés, que llamará seguramente la atención, no sólo de España, si que también del extranjero, de donde vendrán gran número de visitantes”397.

166

Posiblemente por ser un acontecimiento de carácter universitario –en cuyos ambientes se tenía una idea más concreta del valor científico de la colección– con ocasión del Centenario se habló por primera vez de la gran ayuda que constituiría para Eduardo Boscá, en su trabajo sobre los ejemplares de la colección Rodrigo Botet, poder visitar los museos poseedores de colecciones similares en el extranjero “Por eso nos parecería lo más oportuno que se comisionase a dicho señor para practicar estos estudios en Buenos Aires, punto de donde proceden los restos de que nos ocupamos, y en donde tal vez, además de este objeto principal, se consiguiera reunir algún donativo que aumentara el valor de la colección"398.

Avanzo ahora, en relación con esta sugerencia, que fueron dos y no uno los viajes de estudio, y que se realizarían a instancias del propio Eduardo Boscá. De ellos me ocuparé en un apartado específico, pues su repercusión sobre la colección sería verdaderamente importante. En cierta medida, el interés de la colección había trascendido fuera de España incluso antes de su exposición pública durante las celebraciones del IV Centenario de la Universidad. Arthur Smith Woodward, profesor del British Museum of Natural History de Londres, consiguió localizar y visitar la colección en septiembre de 1902; y la visitaría   Giner, 1906a: 4-5. Aunque la nota de Giner se publicó en 1906, hace alusión a actuaciones municipales que se habían iniciado en 1901. 397

  Giner, 1906a: 4.

398

de nuevo antes de su traslado al Almudín399. También, se produjeron algunas visitas a la colección de carácter científico organizadas por algunas instituciones valencianas, como la realizada por el Instituto Médico Valenciano el 17 de febrero de 1904. Conforme al reglamento vigente, el Presidente de la entidad –Faustino Barberá– tuvo que solicitarla oficialmente400. Según el artículo 5º de dicho Reglamento, “Queda prohibida la entrada en los locales del Museo en tanto no se halle este debidamente organizado, a toda persona extraña a la Corporación Municipal. Los que deseen visitarla deberán recibir orden por escrito del Sr. Alcalde, Presidente de la Comisión o del Director”401.

A pesar de ello, y de haberse admitido de manera más o menos explícita que las condiciones en que se encontraba el Museo no eran las mejores, durante la estancia en el Hospital de San Pablo la colección fue mostrada a una buena nómina de personalidades, comenzando por la realeza y el Gobierno, –entre otros, los que habían sido ministros de la Corona, como Julián Calleja y los valencianos Amalio Gimeno y Juan Navarro Reverter– y siguiendo por personajes del mundo científico, tanto extranjeros, como Smith Woodward, como españoles, entre los que se encontraban Salvador Calderón –Catedrático de la Universidad de Madrid– y Lucas Mallada, de la Escuela Especial de Minas. Si bien ello es un índice de la importancia de la colección, de lo indecoroso del local y de sus deficientes condiciones lo es el hecho de que, a pesar de haber visitado Valencia varias veces, durante aquel período, el Rey Alfonso XIII y la Infanta Isabel, en todas las ocasiones se había estimado oportuno evitar conducirles al Hospital de San Pablo para mostrarles la valiosa colección402. 399   AMPRB 1902 S/C [Nota del vicecónsul británico en Valencia dirigida al director del Instituto el 5 de septiembre de 1902] y [Nota de la Alcaldía a Eduardo Boscá].

  AMV. Expedientes Archivo-Monumentos. Año 1904. Expte. 2/1904.

400

  AMPRB 1902 S/C. [“Reglamento provisional para el régimen interior del Museo paleontológico”].

401

  AJAE. Expte. 22-447 [Informe del Decano Codoñer al Ministro de Instrucción Pública de 14 de septiembre de 1908]. 402

167

Desde todo punto de vista era no solo deseable sino absolutamente necesario buscar un local adecuado para albergar la colección. Y de entrada, lo que se pretendía era construir un edificio a propósito403. Ello dio lugar a un proyecto encargado al arquitecto municipal Carlos Carbonell404, para erigirlo en los entonces llamados Jardines del Real. Sin embargo, aquel proyecto, gestado entre 1901 y 1905405, fue descartado en 1906, tan pronto fue conocido por la Comisión de Monumentos el presupuesto de contrata406 para la construcción del edificio. Poco después, a propuesta de la propia Comisión de Monumentos, el Ayuntamiento acordó el traslado de la colección al edificio conocido en Valencia como “El Almudín”407, donde provisionalmente permanecería el Museo hasta su evacuación urgente en 1990.

6. LA ESTANCIA DE LA COLECCIÓN PALEONTOLÓGICA EN EL ALMUDÍN (1908-1924) 168

6.1. El edificio408 El Almudín –cuyo nombre, de origen árabe, significa “alhóndiga”– es el edificio que ocupa la manzana delimitada por la Plaza de San Luis Bertrán por el este, la calle Al  AMV. Expedientes Archivo-Monumentos. Expedientes de Monumentos, 1904-1905. Expte. 10/1904; Expte. 24/1905; Expte. 5/1905; AMV. Actas de la Comisión de Monumentos, 1901-1938. Actas de 1903, f. 1r. y v.; Actas de 1904 y 1905, f. 29 r. 403

  AMV. Expedientes Archivo-Monumentos. Año 1906. Expte. 31/1906 de Monumentos.

404 405

  Los pormenores de este proyecto pueden conocerse en Salinas, 2000.

  AMV. Expedientes Archivo-Monumentos. Año 1904-1905. Expte. 25/1905 de Monumentos. Año 1906. Expte. 31/1906 de Monumentos. 406

  AMV. Expedientes Archivo-Monumentos. Año 1907. Expte. 3/1907 [Acuerdo municipal de 8 de febrero de 1907]. 407

408   No resulta sencillo describir el edificio tal y como se encontraba en el momento de plantearse el traslado allí de la colección Rodrigo Botet en 1907. Todas las obras clásicas sobre la ciudad anteriores a 1908 consultadas, inciden en la historia del edificio como espacio de almacén y comercio de cereal. Por otra parte, las publicaciones posteriores a la instalación de la colección, se centran más en describir el contenido que el continente, del que solo dan detalles de su historia y a lo sumo describen las pinturas

mudín por el sur, la del Salvador por el oeste y la calle Angosta del Almudín por el norte, en el distrito de La Seu, situado en el corazón del casco antiguo de Valencia. Declarado Monumento nacional en 1969409, fue rehabilitado a principios de los años 90 del siglo pasado y funciona, desde 1996, como sala de exposiciones de propiedad municipal. La configuración y estado del Almudín en las fechas en que se decidió el traslado de la colección paleontológica para instalarla provisionalmente en él, eran el resultado de una larga historia de reformas y deterioro. El edificio, siempre exento, ocupaba desde finales del siglo xv –tras ampliarse varias veces desde el xiii, con edificaciones colindantes– una superficie trapezoidal de alrededor de 930 metros cuadrados. El eje mayor de su planta seguía una orientación este-oeste. Destinado a almacenar los cereales para el abastecimiento de la ciudad, originalmente tuvo una configuración claustral. Constaba de un recinto central descubierto –al que accedían los carros de transporte del grano, a través de una puerta recayente a la actual plaza de San Luis Bertrán–, rodeado de una galería perimetral cubierta, de la que quedaba separado por unos arcos sustentados sobre gruesos pilares de piedra. Los lados mayores de las paredes del edificio, bajo cubierta, estaban divididos por tabiques para formar trojes, donde se mantenían separados los distintos tipos de cereal que en él se almacenaban. En reformas sucesivas, se recrecieron los muros que delimitaban el patio central para cubrirlo con un tejado de madera a doble vertiente; se retiró el techado original del claustro –construido sobre vigas, cuyos canecillos aún se conservan, y sustentado por cuatro arcos rebajados que arrancan de los ángulos del edificio en murales presentes en su interior y otros aditamentos artísticos relacionados con su uso anterior. Las publicaciones posteriores a 1989, año de la evacuación del museo, incorporan los resultados de las investigaciones históricas y arqueológicas previas a su rehabilitación, así como la descripción de su aspecto tras ésta, que terminó en 1996. Por todo ello, aunque me he servido de la bibliografía citada, la descripción del edificio en los aspectos que revisten mayor interés para nuestro propósito, es de elaboración propia. Para conocer mejor el edificio, en todo su interés histórico, artístico y arquitectónico, ver Aguilar (1996a) y VVAA (1996). 409

  DECRETO (1969).

169

diagonal y confluyen en los arcos extremos de la nave central–, que fue sustituido por cuatro tejados inclinados situados a mayor altura; se clausuró la entrada de los carros y se abrió una gran puerta en el punto medio de la fachada sur. Estas reformas redundaron en la pérdida de solidez de la construcción original, entre otras cosas porque “sobre dichos cuatro arcos [los rebajados], aun no sustentándose ya piso alguno, gravita desde luego el equilibrio de los pesados muros de la nave interior, actuando, por contraposición de fuerzas, a modo de arcos de descarga, a más de contrarrestarse dichos muros entre sí por medio de vigas atravesadas de parte a parte con función de tirantes”410.

170

En el último cuarto del siglo xix las modificaciones enumeradas fueron motivo de problemas importantes, que dieron lugar a la última reforma del edificio antes de la decisión municipal de instalar en él la colección paleontológica. El Ayuntamiento se había planteado en 1874 venderlo y con el producto de la enajenación edificar uno nuevo en otro lugar, pero finalmente decidió realizar en el Almudín una serie de reformas, que resultaron ser mínimas: “consolidar las partes altas de los paramentos de la nave central y cambiar las cubiertas”411. El lugar donde habría de alojarse la colección paleontológica constaba en 1907 de tres naves que sumaban una superficie útil de 680 metros cuadrados. La nave central tenía alrededor de 375 metros cuadrados, la sur, en torno a 200 y la norte unos 105. El salón central, que correspondía al primitivo patio, tenía una superficie útil de 255 metros cuadrados (ver planta). Los trojes en que se había almacenado el grano, en el primitivo claustro, todavía existían. El suelo, de piedra, era el colocado a finales del siglo xvi, sobre un pavimento de canto rodado preexistente412. Los cerramientos del edificio eran de ladrillo y argamasa, con 410

  Catalá Gorgues, M.A., 1983: 8.   Aguilar, 1996b: 105.

411 412

  Aguilar, 1996b: 97.

171

Fig. 12. Plano de la planta del Almudín, tras la evacuación del Museo paleontológico en 1990, sobre el que se ha añadido la escala gráfica y los puntos cardinales para identificar los muros y naves que se citan en el texto. (Modificaciones propias sobre el plano publicado en Añón, Herrera y Martínez, 1996: 17).

las esquinas de sillería. En la parte baja de los muros se abrían ventanales de grandes dimensiones, además de una gran puerta recayente a la calle Almudín –fachada sur–, a cuya izquierda existía otra menor de servicio. El primitivo almenado en las fachadas sur y oeste se había convertido –con la elevación del techo del claustro–, en una serie de pequeños ventanales. La nave central tenía, próximos al tejado, gran número de ventanales pequeños. Con todo, el edificio resultaba extremadamente oscuro y tal cantidad de vanos, en la práctica, sólo contribuía a restar solidez a la construcción. En 1907 carecía de iluminación artificial y de cristales en los ventanales altos.

El edificio ya padecía goteras entonces y, posiblemente por su fábrica, carecía por completo de inercia térmica. Por esta razón, en sus naves se producían grandes oscilaciones de temperatura y humedad no sólo estacionalmente, sino también diarias. En época de lluvias, la humedad del subsuelo ascendía por capilaridad en los cerramientos –e incluso en los pilares que sustentaban los arcos– hasta una altura próxima a un metro. Si además concurrían bajas temperaturas, la humedad relativa en las proximidades del suelo alcanzaba el punto de condensación. En días de poniente y en verano, la humedad relativa descendía muy por debajo del 60 por ciento, nivel usual en los ámbitos domésticos, cuyo mantenimiento es deseable en los museos para la buena conservación de los materiales413.

172

En vida de Eduardo Boscá, el Almudín no fue sometido a ninguna obra de remodelación ni reparación de envergadura. En el momento de ingresar en él la colección ya se había notado un desplome de paredes de más de medio metro promovido por el enorme peso de la cubierta de madera y por la apertura de vanos en las paredes. El edificio, fortificado y almenado por su lado sur y oeste para su defensa en épocas de hambre, no estaba previsto para las reformas que había ido acumulando desde el siglo xv. En el estado en que se encontraba, pese al adecentamiento previo a la instalación de la colección que llevó a cabo el Ayuntamiento, el edificio, en el futuro, solo daría problemas. De ellos, el más conspicuo, sería la persistencia de las goteras. Aunque tras instalar en él la colección se llegó a hablar de restaurar la techumbre –razón por la cual se detuvo por un tiempo el montaje de grandes esqueletos– esta obra no se llevó a cabo en vida de Boscá. En 1913 se aprobaría la colocación, sobre

413   Según comunicación personal del arquitecto municipal D. José Mª Herrera –director de los trabajos de rehabilitación posterior del edificio–, con lluvia persistente, la cubierta de madera de la nave central llegaba a incrementar su peso en un ochenta por ciento. Esto, ya en época anterior a Boscá, habia ido promoviendo la tendencia del edificio a “abrirse”, ya que el enorme empuje resultante del reparto de carga de la nave central, se transmitía a los ángulos de cerramiento precisamente a través de los arcos rebajados, que desempeñaban precariamente el papel de arbotantes para el que no habían sido previstos originalmente.

la puerta principal del edificio, de un rótulo que rezaba “Museo Paleontológico”414 y la construcción de varios atajadizos, que servirían para separar el salón público de almacenes y obrador. Esta separación configuró un espacio de trabajo de unos 130 metros cuadrados de superficie, que abarcaba la nave sur, a la derecha de la puerta principal y continuaba rodeando la sala pública por su lado este hasta el muro norte del edificio. Desconocemos si esta separación se hizo de una sola vez o en varias fases, aunque parece razonable lo primero. Desconocemos la fecha en que se habilitaron –adyacentes al cerramiento del lado este–, y dentro del área de uso restringido, un local de trabajo y un despacho. En cualquier caso, el retrete, la dependencia de trabajo –dotada tan solo de una pila con grifo– y el despacho –donde también se alojó la biblioteca–, ocupaban en total 64 metros cuadrados. El estado del Almudín era tan precario en 1918 que en mayo de ese año, el Alcalde –Faustino Valentín– presentó una moción ante el Ayuntamiento para que se estudiara la posibilidad de trasladar el museo al Palacio Municipal de la Alameda, uno de los edificios construidos en 1909 con motivo de la Exposición Regional, quedando sobre la mesa el debate sobre las posibles soluciones al problema que planteaba el deterioro del Almudín. Así, pues, el traslado provisional de la colección al Almudín, en la práctica solo supuso su ubicación más céntrica y la ganancia en superficie. También inspiró ciertas iniciativas de Eduardo Boscá en pos de mejores condiciones para la colección, cuyo detalle daremos más adelante. 6.2. Traslado de la colección paleontológica al Almudín El 25 de junio de 1908 se ordenó a Eduardo Boscá el traslado de la colección al Almudín, en el que al parecer se había realizado ya las obras de acondicionamiento.

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1913. Acta de 9 de abril de 1913.

414

173

El mérito del cumplimiento de esta orden en el tiempo récord de 20 días415 es indiscutible, sobre todo teniendo en cuenta la opinión que a Eduardo Boscá merecían las condiciones del local, como veremos más adelante. Para cumplir lo ordenado, Boscá únicamente solicitó la instalación de agua potable a presión y de alumbrado a gas416 para continuar los trabajos sobre la colección. Por contra, se vio obligado a aceptar no sólo el mal estado general del edificio y las exigencias de plazo de la Corporación, –que tenía previsto mostrar la colección al público durante la Feria de Julio del mismo año417–, sino también preceptos adicionales que, a la postre, se traducían en una reducción del espacio disponible para instalar la colección en el Almudín, tales como la conservación en su ubicación original de una buena parte del mobiliario –de gran tamaño– propio del uso anterior del edificio418.

174

Las dificultades inherentes al traslado propiamente dicho seguramente serían muchas. El Hospital de San Pablo se encontraba a más de un kilómetro extramuros de la ciudad y el embalaje y transporte de los materiales, tan abundantes como delicados, debía efectuarse con los medios disponibles en aquella época. Además, el éxito del traslado, desde la posición de Boscá, no podía consistir solamente en el cumplimiento de los plazos fijados por el Ayuntamiento, ni en que los ejemplares llegaran en condiciones de ser expuestos. Para poder continuar los estudios y tareas de reconstrucción y montaje de la colección emprendidos con anterioridad, no solo era necesario un control y seguimiento riguroso de las tareas relacionadas con el traslado

415   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos, años 1901-1938. Año 1907. Expte. 3/1907. [Actas de entrega de las llaves de las dependencias ocupadas en el Hospital de San Pablo de 15 de julio de 1908]. 416   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos, años 1901-1938. Año 1907. Expte. 3/1907. [Propuesta de la Comisión de Monumentos a la Alcaldía de 9 de julio de 1908].

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos, años 1901-1938. Año 1907. Expte. 3/1907. [Oficio de la Alcaldía de 25 de junio de 1905 dirigido a Eduardo Boscá ordenando el traslado de la colección paleontológica al Almudín]. 417

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos, años 1901-1938. Año 1907. Expte. 3/1907. [Acuerdo Municipal de 25 de mayo de 1908]. 418

material de la colección (embalado-transporte-desembalado-depósito de cada elemento), sino la preservación de la documentación419 propia de cada ejemplar. 6.3. La metodología del traslado Como ya se ha explicado, Eduardo Boscá identificaba los ejemplares de la colección paleontológica mediante una numeración –que remitía a la página de Ameghino (1889) donde se encontraba descrito el género o especie al que iba asignando el material durante su estudio científico–, que también constaba sobre el ejemplar y en la etiqueta de caja. En el caso de los ejemplares susceptibles de montaje, tenía por costumbre mantener físicamente agrupado el material hasta su completo acabado, lo mismo que en el caso de los elementos pertenecientes a un mismo individuo. A efectos de preservar la identidad del material en cualquier circunstancia, bastaba con mantenerlo agrupado con arreglo a su individualidad, junto con su correspondiente etiqueta de caja. Por otra parte, y en este sentido, del estudio de unas anotaciones topográficas realizadas por Eduardo Boscá al margen de la lista del colector420 se infiere que algunos materiales reconstruidos o montados, durante la estancia en el Hospital de San Pablo se guardaron embalados –y suponemos, convenientemente identificados– en dependencias menores situadas en la planta baja. El material estudiado, en consecuencia, podía conservar íntegra su documentación durante el traslado, siempre y cuando el ejemplar se embalara junto con su 419   En términos de la museología moderna, las colecciones poseen una naturaleza dual: están formadas por objetos materiales, acompañados de la información que se genera por su uso, en cumplimiento de los fines propios del museo. Con el paso del tiempo los objetos tienden a perder sus propiedades materiales originales; por el contrario, la información adjunta se incrementa, por adición a la que acompañaba el objeto originalmente, de la generada cuando son estudiados, fotografiados, trasladados, expuestos o restaurados. Esta información acumulada –la documentación– es imprescindible para la correcta interpretación del objeto, y cualquier trabajo que se emprenda en el museo necesita tanto del objeto como de su documentación (Hernández, 1994: 135).

  AMPRB 1889 S/C. [Manuscrito de Eduardo Boscá: “Catálogo de la Colección paleontológica que el Ingeniero Don José Rodrigo Botet regala a la Ciudad de Valencia, obtenida en las exploraciones efectuadas en la provincia de Buenos Aires (República Argentina) por el naturalista D. Enrique de Carles”, copia literal del original firmado por Enrique de Carles en Buenos Aires, el 1 de enero de 1889]. 420

175

correspondiente etiqueta de caja y se identificara convenientemente el embalaje, asuntos que no entrañan la menor dificultad. El problema podría presentarse en los materiales pendientes de estudio. A través del análisis comparado de algunos documentos pertenecientes al AJAE y al AMPRB421 he llegado a la conclusión de que, en el Hospital de San Pablo, se mantenía guardado en cajones el material que estaba pendiente de estudio a la fecha del último traslado y que sólo en el momento de realizar algún trabajo se extraía de su caja. Seguramente esa parte de la colección, que ocupaba unos ochenta cajones, se mantuvo embalada, al principio de la estancia en San Pablo, para no aumentar la confusión consiguiente al traslado, y tras el anuncio en 1902 de un nuevo cambio de sede, en previsión de éste. A la salida de la colección de San Pablo, seguía habiendo pues, unos ochenta cajones de material pendiente de estudio. Para su traslado bastaba con asegurar el material en su interior, cerrarlos, y llevarlos al Almudín. 176

De cómo se procedió exactamente para evacuar San Pablo, no podemos dar noticia. Lo único claro, tras lo expuesto en relación con el material pendiente de estudio, es que el material que se encontraba en la salas de trabajo –que incluía justamente los ejemplares que presentaban mayor dificultad para su transporte–, tuvo que ser embalado convenientemente por encontrarse descubierto. Tampoco es posible conjeturar nada en cuanto a la secuencia del traslado propiamente dicha. En buena lógica el orden de salida del material había de ser compatible con la colocación en el Almudín, en primer

  AMPRB, S/C. [c.1890. Libreta formato cuartilla apaisado, con el detalle del contenido de unos 80 cajones de materiales de la colección paleontológica, manuscrita de Carlos Maicas]; [1889. Manuscrito de Eduardo Boscá: “Catálogo de la Colección paleontológica que el Ingeniero Don José Rodrigo Botet regala a la Ciudad de Valencia, obtenida en las exploraciones efectuadas en la provincia de Buenos Aires (República Argentina) por el naturalista D. Enrique de Carles”, copia literal del original firmado por Enrique de Carles en Buenos Aires, el 1 de enero de 1889]; [c.1890. Libreta formato bolsillo, que contiene, por una parte, un listado de alrededor de 80 cajones de materiales de la colección paleontológica en fase de estudio, manuscrita de Carlos Maicas; y por la otra, el listado del contenido de los 22 cajones en que fueron trasladados parte de los fondos de la colección paleontológica a los sótanos del Banco de Aragón, durante la Guerra Civil, manuscrita de José Cebolla, 1937-1939]; AJAE. Expte.22-447 [Informe del Decano Juan Codoñer al Ministro de Instrucción Pública de 14 de septiembre de 1908, a propósito de la petición de una beca para ampliación de estudios formulada por Eduardo Boscá]. 421

lugar, del material que presentara mayor dificultad de movimientos una vez dentro. Pero este orden dependía a su vez, de la disposición del material en el edificio de procedencia. Desconocemos también si los trabajos se efectuaron utilizando, como en el caso del traslado desde el Convento de San Gregorio a Ruzafa nº 62, las brigadas y carros municipales422. En cualquier caso, el traslado se llevó a cabo a satisfacción del Ayuntamiento tanto por su resultado, como por el cumplimiento de los plazos fijados. 6.4. Los primeros años en el Almudín (1908-1909) Cumplidos los designios municipales, la colección quedó expuesta en la forma más decorosa que permitía el estado del edificio, lo que Eduardo Boscá no tuvo empalago alguno en comentar en los siguientes términos: “[...] quedando [la colección] al pronto en el edificio del Almudín, de gloriosa historia comercial en el ramo de granos, ya en la Edad Media; pero que su estado ruinoso y la necesidad de adaptarse a su nuevo destino, requieren un detenido examen de lo que fuera más conveniente”423.

Con ello hacía referencia no sólo a la falta de idoneidad del edificio para contener la colección y a la obligatoriedad de adaptar la colocación de los ejemplares a las restricciones impuestas por las características de éste, sino también a la previsión de temporalidad de esta nueva sede. Boscá reconocía también, formalmente, una función social a la muestra pública de la colección, en los siguientes términos: “En cuanto al punto de vista de la enseñanza popular, los objetos expuestos abren nuevos horizontes a quienes no franquearon el círculo de conocimientos vulgares; recordando a este propósito que el Museo, en el sentido general de la palabra, es el

  AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342: f. 560-562.

422

  Boscá Casanoves, 1909a: 4.

423

177

medio más práctico y breve para iniciar a las gentes sobre las respectivas finalidades que entrañan la aspiración sintética de la objetividad. Que la paleontología es poderoso elemento de cultura, lo prueba el hecho de que las grandes urbes, privadas del recuerdo de las extrañas formas que revestía la vida animal en épocas más o menos remotas del planeta, llenan el hueco con representaciones de alabastro, que satisfacen en parte las aspiraciones enlazando la realidad –copiada de la naturaleza– con los extravíos imaginarios, inconscientemente sostenidos por la tradición plagada de absurdos”424.

178

El comentario de estos párrafos nos parece obligado. Por un lado, Eduardo Boscá siempre había sido muy partidario de utilizar las colecciones como instrumentos para la educación, de lo cual era buena muestra su trayectoria docente. Pero por otro, Boscá mejor que nadie sabía que la colección Rodrigo Botet era un objeto de investigación científica extraordinariamente valioso y apenas explorado, una colección de estudio en el sentido más riguroso. La circunstancia de ser tutelada por una entidad administrativa, con todas las restricciones y limitaciones que ello imponía, había colocado a Eduardo Boscá en la tesitura de tener que supeditar sus propias convicciones acerca del tratamiento que debía darse a esa colección, al imperativo de mostrar los propios ejemplares de estudio al público. Y ello en respuesta a demandas relacionadas más con lo político que con lo puramente social425. El segundo párrafo, tan poético en su forma como reivindicativo en su fondo, hace referencia al tratamiento que se daba a las colecciones de vertebrados fósiles en otros museos en aquella época: las colecciones propiamente dichas, objeto de estudio, quedaban reservadas a los investigadores en dependencias acondicionadas al efecto426; las réplicas de alabastro, obtenidas a partir de los ejemplares más llamativos, se exponían al público en las salas de visita.   Boscá Casanoves, 1909a:4.

424

  En aquellas fechas la colección solo se mostraba al público en sentido general, con motivo de fiestas o celebraciones en la ciudad, como por ejemplo la Feria de Julio. Las visitas de grupos de estudiantes o de cualquier otra naturaleza se hacía bajo petición y con autorización de la Alcaldía, conforme al artículo 5º del Reglamento de 1902. 425

  Nyhart, 1996: 437-438.

426

La inadecuada gestión de una colección tan valiosa, obligaba a Eduardo Boscá a exponer al público la propia colección de estudio. Pese a esta vulneración de sus propias convicciones, Eduardo Boscá hizo lo posible por presentar la colección en el salón del Almudín en la forma más digna y asequible, sin olvidar –antes bien al contrario– su propósito de explotar el valor científico de sus ejemplares427. Dispuesto a superar las limitaciones en el estudio de la colección a que se había visto sometido hasta aquel momento, a poco de instalarla en el Almudín, Eduardo Boscá cursó una solicitud de ayuda económica a la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Con ello optaría, a través del Estado, a procurarse unos medios que el Ayuntamiento no parecía en condiciones de proporcionarle. La intención de Boscá era proseguir el estudio de la colección mediante la comparación de los ejemplares de Valencia con los especímenes depositados en museos extranjeros. Aprovechando la ocasión y medularmente decepcionado ante la inconsciencia del Ayuntamiento en lo concerniente a la colección, Eduardo Boscá comenzó, al propio tiempo, a buscar el medio para que su tutela fuera encomendada a instancias que él creía más responsables y competentes: el propio Estado español. La resolución de ambos asuntos, decisivos para el futuro de la colección en las coordenadas mentales de Eduardo Boscá, se vería aplazada por algún tiempo. En el interregno, el calendario de actividades en Valencia estaba plagado de eventos de amplio eco social, algunos de los cuales tuvieron relación más o menos directa con Eduardo Boscá y con el propio museo. 6.4.1. El homenaje a Darwin (1909) En 1909, tras el enfriamiento en las polémicas en torno a la teoría darwinista en la última década del siglo xix, en Valencia428 se generó un foco de recrudecimiento de   v. Boscá Casanoves, 1909a.

427

  Hay algunas anécdotas en torno al homenaje, el Ayuntamiento y la resistencia de algunos sectores de la sociedad valenciana a la asunción de los postulados darwinistas. El comité organizador, 428

179

los enfrentamientos entre partidarios y detractores del darwinismo con la celebración, promovida por estudiantes de Medicina, de un homenaje a Darwin con motivo del centenario de su nacimiento. La tibia respuesta de las figuras científicas convocadas a la celebración del centenario –entre las que se encontraban Odón de Buen, Salvador Calderón y José Rodríguez Carracido–, y la aceptación entusiasta de Miguel de Unamuno, motivaron el reajuste del calendario de los actos para adaptarlo a la disponibilidad de éste, por lo que fueron aplazados del 12 de febrero –centenario del nacimiento de Charles Darwin– al día 22.

180

La presidencia del homenaje recayó sobre Peregrín Casanova –incondicional discípulo de Ernst Haeckel– a quien en la velada de homenaje a Darwin acompañaron en la mesa presidencial Miguel de Unamuno y Eduardo Boscá, como participante de mayor edad. El discurso de Boscá, tuvo que ser leído por José Lucas, uno de los estudiantes organizadores, por encontrarse enfermo429. Boscá revelaba, a través de este discurso una vez más, su profunda convicción de que la evolución había actuado y actuaba sobre todos los aspectos de la actividad humana: “[…] pero preguntad a los que ejercen de historiadores, a los teólogos, a quienes estudian la arquitectura, la ingeniería, el arte de la guerra, etc., cual es el punto de partida, de los respectivos conocimientos, que en modo alguno es el estado actual, sino una serie de fases por las que ha pasado cada una de las especialidades, según

que se había movilizado apenas dos semanas antes del día previsto para el homenaje, había solicitado del Ayuntamiento una ayuda de 500 pesetas para cubrir alguno de los gastos generados por la celebración. El Ayuntamiento, de mayoría republicana, previsiblemente concedería la ayuda solicitada, máxime cuando los estudiantes habían sido apoyados públicamente por el diario El Pueblo, portavoz de la izquierda republicana. En efecto, la subvención se aprobó el día 1 de febrero, con las votaciones en contra del propio Alcalde –el monárquico conservador José Maestre–, José Martínez Aloy y el tesorero, quien llegado el momento de firmar la orden de pago, se negó categóricamente a ello alegando que el uso que se iba a dar a los fondos era ilegal. Por su parte, Maestre –que necesitaba los votos republicanos para continuar en la alcaldía– intervino en favor del cumplimiento del acuerdo, apelando a que le correspondía a él la decisión última en la distribución de los gastos (Glick, 1982:53).   Glick, 1982: 57.

429

el ambiente humano en que las cosas se desarrollaban. Todos son evolucionistas, sin que nada de lo existente pueda escapar a lo que es ley general”430.

Un pequeño detalle en el discurso, la afirmación “[...] tratándose de los terrenos correspondientes a la época terciaria, en la que, ya no cabe duda, se encuentran restos humanos”431 pone de manifiesto la asunción por Boscá de la edad atribuida por Ameghino a algunos restos humanos hallados en la Pampa, entre otros, el conocido como esqueleto humano fósil del Arroyo de Samborombón, cuya presencia en la colección Rodrigo Botet, era sobradamente conocida en Valencia desde su llegada en 1889. La prensa de todo el país se encargó de mantener candente, por una buena parte del resto de año, la polémica desatada en torno al homenaje a Darwin en Valencia. 6.4.2. La Exposición Regional de 1909 Un acontecimiento local que mantuvo ocupada a la sociedad valenciana aquel año fue la Exposición Regional. Promovida por el Ateneo Mercantil, con el Marqués del Turia –el diputado Tomás Trénor Palavicino– al frente, fue inaugurada el día 1 de mayo. A pesar de toda la expectación generada y mantenida durante sus festejos, tuvo que prorrogarse –bajo el nombre de Exposición Nacional–, durante 1910432, con el fin de enjugar su déficit presupuestario. En el Palacio de Fomento, uno de los edificios más celebrados de cuantos se habían construido en el paseo de la Alameda con motivo del evento, se expusieron varias colecciones propiedad de Eduardo Boscá433. Estas colecciones –representativas de la mineralogía y la paleontología de la región valenciana–, tuvieron que ser retiradas el año siguiente por el montador Carlos Maicas, por encontrarse ausente Boscá en el momento en que se desmontaba la Exposi-

  Boscá Casanoves, 1909c: 6.

430 431

  Boscá Casanoves, 1909c: 6.   Trénor, 1912: 8.

432

  PALACIO, 1909: 4.

433

181

ción Nacional434. En cuanto al edificio citado, obra de Carlos Carbonell –el arquitecto que cuatro años antes había proyectado el edificio para el Museo en los Jardines del Real–, reaparecerá en relación con la colección paleontológica, como veremos algo más adelante. Posiblemente a causa de la filosofía de fondo de la Exposición, en ninguno de los pabellones erigidos para la Exposición Regional se mostró nada relacionado con la colección paleontológica Rodrigo Botet. Aunque bien es cierto que en la Guía Valencia y su Región –editada por el Comité organizador– se dan todo tipo de detalles sobre la colección y el Museo Paleontológico en su recién estrenada ubicación435. La supuesta omisión desencadenó la amargura de Rodrigo, plasmada en una desengañada carta dirigida desde Madrid a Boscá, de la que transcribimos algunos párrafos: “Mi hijo Eugenio [...] me ha leído todo lo que se ha escrito sobre la próxima Exposición de Valencia y he sabido con pesar, que no se dice una palabra de nuestra colección. ¿Es posible que tan poco valgan mis sacrificios y los suyos en obsequio de Valencia, poseedora de una joya que no tiene ninguna otra Región de España? Eso parece increíble. Un olvido semejante no tendría perdón para ese Ayuntamiento.

182

¿Serán capaces esos hombres que rigen los destinos Municipales de Valencia de no aprovechar el solemne festival próximo para expedirme un título expresivo de mi donación que yo pueda exhibir a mis hijos, en el cual se haga conocer mi obra valiosa, fruto de tantos años de trabajo y de un desprendimiento que tanto honra el esfuerzo de un obrero de la ciencia?436 Si tal ocurriera sería llegado el caso de tener 434   AMPRB 1910 S/C. [Carta de Carlos Maicas dirigida a Eduardo Boscá (a la sazón en Argentina), de 14 de diciembre de 1910].

  MUSEO, 1909a: 149-150.

435

  Los términos de esta carta han sido malinterpretados por algunos autores de divulgación sobre la vida de Rodrigo, sobre todo Moreno Royo, cronista de Manises y estudioso de su biografía. A través de la incorporación de sus conclusiones sobre el origen de la colección a folletos y otras publicaciones sobre el Museo, se ha ido difundiendo la creencia de que los ejemplares de la colección habían sido obtenidos y estudiados por el propio Rodrigo. Pero el “valioso fruto de tantos años de trabajo” hace referencia a las enormes cantidades de dinero que había invertido en ella, ganado a costa de mucho trabajo en el ejercicio de su profesión de ingeniero; y, evidentemente el “obrero de la ciencia” no es otro que Eduardo Boscá. 436

que arrepentirme de mi acendrado amor a ese pedazo de tierra donde nací que ha sido toda mi vida un sueño adorado y un ideal al que he consagrado mi vida entera. Es casi una vergüenza que yo tenga títulos honorarios colmados de encomios de todos los Museos de Europa por pequeños regalos paleontológicos que les he hecho y que Valencia no se acuerde de mi nombre ni de nuestra colección al celebrar certámenes como el que se celebrará ahí el [...] corriente mayo. [...] Ud. me dirá cuando tenga la bondad de escribirme qué suerte ha corrido nuestra colección después de trasladada al Almudín” 437.

Aunque, como he dicho, la ausencia de representación de la colección en la Exposición propiamente dicha, obedece a la naturaleza regional del evento, el desengaño de Rodrigo en relación con el Ayuntamiento no carecía de fundamento. Y Eduardo Boscá, más consciente si cabe de ello, lo tenía muy en cuenta como veremos al tratar el tema de su intento de transferir la tutela de la colección al Estado. 183

6.4.3. El II Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias El II Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias438 habría de reunirse también en Valencia en 1909, aprovechando la celebración de la Expo  AMPRB 1909 S/C. [Carta de José Rodrigo Botet a Eduardo Boscá de 1 de mayo de 1909].

437

  La AEPC, proyectada antes de la Revolución por Segismundo Moret y Antonio Ríos Rosas, fue constituida en 1908. Esta Asociación había nacido estrechamente vinculada, en sus primeros tiempos, a las figuras más destacadas de la vida política y científica del momento. En opinión de García Sierra, aunque no hubo vinculación institucional entre ambas, se detecta, en la nómina de integrantes de la Asociación, la presencia de algunos de los miembros más avanzados ideológicamente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en los que habían prendido las ideas positivistas de Orden, Progreso y Ciencia. “La creación de la Academia de Ciencias encajaba perfectamente en el marco ideológico del liberalismo positivista, en tanto que siguiendo los principios filosóficos comtianos, entendían que para desarrollar y fomentar las ‘ciencias aplicadas’ era preciso, ante todo, desarrollar e institucionalizar aquellas ciencias sobre las que (según esta perspectiva) se fundan las aplicaciones, a saber: las ciencias exactas, físicas y naturales” (García, 1993). Eduardo Boscá, quien había causado alta en la Real Academia en 1882 (AUV. Archivo General. Caja 958/Expte. 9. [Hoja de Servicios de Eduardo Boscá Casanoves, f. 3r.]), mantuvo una vinculación muy estrecha con la AEPC, de cuyo Comité de Valencia llegó a ser presidente (AEPC, 1920: 51); todos los estudios extensos sobre los grupos de la colección paleontológica fueron dados a conocer en los congresos de la AEPC y publicados en su revista. 438

sición Regional en la ciudad. El Congreso, programado para los días 27 de octubre a 3 de noviembre, fue aplazándose hasta celebrarse en mayo de 1910. En las sesiones científicas del Congreso, deslucido por las consecuencias de la implicación del presidente de la AEPC, –el liberal Segismundo Moret y Prendergast–, en asuntos políticos y de Gobierno, participaron algunos valencianos.

184

Por su parte, Eduardo Boscá, que ofició de vicepresidente del Comité Local de Valencia, publicó unas Notas geológicas439 en la cuidada Guía de Valencia entregada a los participantes en el Congreso. En ella figura también una descripción minuciosa de la colección paleontológica Rodrigo Botet en el Almudín440, idéntica –salvo en los abundantes errores de transcripción del original en la imprenta– a la publicada por el Comité de la Exposición Regional en su Valencia y su Región441. Ambas publicaciones, nacidas de un solo manuscrito, son claramente atribuibles a Eduardo Boscá, quien también con motivo del Congreso de la AEPC, publicó un Catálogo-guía de la colección paleontológica442. El estilo y nivel científico que revelan los textos de las Notas zoológicas443 y entomológicas444 incluidas en la Guia del Congreso –que deben citarse como publicaciones anónimas, por no llevar la firma del naturalista–, revelan la autoría de Eduardo Boscá: “No sabemos si los sociólogos habrán reparado en la trascendencia educadora que para la juventud representa en general, pero no puede negarse, que el trabajo analítico a que tales aficiones [coleccionismo entomológico] conduce, aparta a millares de individuos, haciéndoles trocar gustosos las horas frívolas, cuando no perjudicia-

  Boscá Casanoves, 1909c.

439

  MUSEO, 1909b.

440

  MUSEO, 1909a.

441

  Boscá Casanoves, 1909a.

442

  NOTAS, 1909a.

443

  NOTAS, 1909b.

444

les, siendo un beneficio para ellos, primero, por el ejercicio corporal más recomendable, y después, por la gimnasia intelectual residenciada en el hogar”445.

Sin la menor duda, ni el paso del tiempo, ni la cátedra universitaria, ni el trabajo con la colección paleontológica a los que se debía el naturalista, habían disminuido, siquiera ligeramente, su gran vocación educadora. En esa misma filosofía de ocupar el ocio en beneficio de la salud física y moral había educado también a sus hijos Segundo –que fue médico446– y Antimo, quien, a finales de 1909 debería acompañarle en dos viajes de estudio cuya repercusión sobre los trabajos con la colección paleontológica sería trascendental. 6.5. Los viajes de estudio de Eduardo y Antimo Boscá como pensionados de la Junta para la Ampliación de Estudios (1909-1911) Amalio Gimeno, médico y senador valenciano, creó mediante un Decreto de 11 de enero de 1907 la Junta para Ampliación de Estudios (JAE). Este organismo tenía alcance nacional y se caracterizó por su independencia –mantenida muy a pesar de los gobiernos reaccionarios con los que tuvo que coexistir a lo largo de su breve historia (1907-1936)–, y por su autonomía de gestión en asuntos técnicos y pedagógicos. Su actividad más peculiar fue el envío de pensionados al extranjero, mediante la convocatoria anual de sus pensiones447. No es extraño que Eduardo Boscá viera en la JAE un interlocutor válido para sus peticiones de ayuda para proseguir sus estudios sobre la colección paleontológica. Tanto por el talante de Eduardo Boscá como por la naturaleza de las pensiones creadas por la JAE, esta institución era, posiblemente, la única a la que podía acudir para conseguir sus propósitos. La convocatoria de las pensiones se publicó en una Real Orden el 5 de agosto de 1908. Conocedor de la misma, Eduardo Boscá presentó su petición al Ministro de Instrucción   NOTAS, 1909b: 46.

445

  APJBB [Notas familiares].

446

  Ruiz, 1985: 23, 25, 26, 28.

447

185

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Pública y de Bellas Artes el día 5 de septiembre448. La petición de una de las 12 pensiones reservadas449 estaba fundamentada en la importancia de la colección paleontológica –con fama entonces de ser la tercera de Europa en su especialidad– y en el agotamiento de los medios de estudio disponibles en España. En verdad éstos habían sido bien escasos hasta la fecha, como informó el Decano Juan Codoñer al Rector de la Universidad de Valencia, aunque habían sido cumplidamente rentabilizados. Eduardo Boscá pidió concretamente permiso y una cobertura económica de 4.000 pesetas para viajar por cuatro meses a la República Argentina, y efectuar sus estudios en los museos de La Plata y Nacional de Buenos Aires. A la instancia propiamente dicha, adjuntó un documento mecanografiado titulado “Relación de los motivos concretos y de mayor interés, sobre los que han de versar los estudios de aplicación, a propósito de la Colección Rodrigo Botet, existente en Valencia”, del que se conserva una copia en el Archivo de la Universidad de Valencia450; la presencia de ese documento en tal lugar es, a mi entender, lo que ha conducido a otros investigadores a la conclusión de que uno de los primeros lugares en que quedó depositada la colección a su llegada a Valencia fue la Universidad, lo cual, estudiados los documentos que hablan de ello en el Archivo Municipal de Valencia y en el del propio Museo, queda totalmente descartado451. El documento en cuestión es sencillamente una relación detallada de los objetivos que se proponía alcanzar Eduardo Boscá con la realización de los viajes solicitados, que eran concretamente los que detallamos a continuación. 448   AJAE. Expte. 22-447. [Instancia de 5 de septiembre de 1908 dirigida por Eduardo Boscá al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes]. 449   Esta categoría correspondía a las pensiones no susceptibles de fijación de tema (AJAE. Expte. 22-447. [Informe del Decano Juan Codoñer a propósito de la petición de Boscá, dirigido al Ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes de 14 de septiembre de 1908]). El resto de pensiones abarcaban treinta temas, por lo regular los contemplados en la enseñanza superior española, tales como Medicina; Historia, Geografía, Arte y Crítica e historia del arte; Ciencias físicas, químicas y naturales, entre otros (Ruiz, 1985: 28). 450

  AUV 995 (4. Documentos relativos a la donación del Dr. Rodrigo Botet).

  Esto puede confirmarse leyendo, entre otros, un Acta del Ayuntamiento donde se indica claramente que la Colección fue depositada primero en el Convento de San Gregorio, y después fue trasladada a un local en la calle de Ruzafa nº 62. (AMV. Libros de Actas del Ayuntamiento. Actas de 1891. D-342: f. 560-562). 451

6.5.1. Objetivos de los viajes Entre las metas que se había propuesto Eduardo Boscá estaba dirimir si los esqueletos reputados como de especie inédita por Enrique de Carles, pertenecían o no a nuevas especies y determinar la especie a que pertenecían, entre otros, dos pequeños cráneos y dos grandes pelvis, así como cantidades importantes de restos craneales y dentarios (de équidos, escelidoterinos, mesotéridos, artiodáctilos, roedores, carnívoros y tal vez marsupiales) cuya asignación específica había quedado en suspenso por falta de medios bibliográficos y material de comparación. Boscá necesitaba también confirmar o desmentir la asignación a Megatherium americanum Cuvier de uno de los ejemplares de la colección, concretamente el que puede verse actualmente expuesto en el Museo de Ciencias naturales del Ayuntamiento de Valencia. En relación con los trabajos sobre este espécimen, Eduardo Boscá se había propuesto, durante el viaje, estudiar también la fauna entomológica subterránea de las Pampas. Este asunto revestía particular interés para Boscá, que ya había emprendido algunos estudios sobre la biología del megaterio, publicando un completo estudio morfológico y funcional de sus huesos linguales en 1902452. El estudio contiene, además, una serie de apreciaciones y conclusiones acerca de la forma y condiciones en que debió haber quedado el animal muerto y de cómo y porqué se habían preservado unas porciones esqueléticas mejor que otras –hoy llamaríamos a esto “estudio tafonómico”– cuya exactitud y acierto no deja de resultar sorprendente. Boscá sostenía la hipótesis de una alimentación entomófaga para este animal, basada en el estudio morfofuncional de los huesos linguales y en otros aspectos revelados por el estudio del resto del esqueleto, cuyo montaje supeditaba Boscá a las conclusiones a que pudiera llegar sobre su alimentación. Se había propuesto montarlo en una posición que evocara, precisamente, la acción de destruir un tacurú –gran hormiguero construido por las hormigas blancas, de los que las Pampas estaban llenos–; sin embargo, pese a que su conclusión sería que el megaterio se nutría a base de insectos, Eduardo Boscá no completaría el montaje –cuya preparación se había concluido en 452

  Boscá Casanoves, 1902.

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1902–, debiendo atribuirse el acabado a Francisco Beltrán Bigorra, quien lo completó en 1928, conforme a un criterio diferente453. Otro asunto importante que Boscá tenía pendiente era conocer en profundidad los criterios de los especialistas en cuanto a variabilidad intraespecífica en la osteología de los mamíferos fósiles. Este objetivo parece relacionado con la problemática que se le planteaba en la asignación específica de los restos fósiles, precisamente por conocer los criterios de Lydekker, quien sostenía que en muchas de las especies fósiles descritas, se había pasado por alto la variabilidad morfológica y dimensional de los restos debidas a la edad, al sexo y a las diferencias individuales intraespecíficas.

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En lo relativo a completar la información presente en el único documento elaborado por el recolector de la colección de que disponía Eduardo Boscá, tenía un interés máximo mantener una entrevista con de Carles, pues como ya hemos comentado, el documento detallado sobre los materiales se había extraviado en uno de los traslados y podía darse por definitivamente perdido454. Por cierto que, en el informe elevado en su petición a la JAE, Boscá no alude para nada a la pérdida de ese inventario extenso. Sin duda, a pesar de que no era responsable de los incesantes traslados de la colección en sus primeros años en Valencia, sintió vergüenza de exponerlo ante instancias tan elevadas como el Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes. En este mismo sentido, ante la falta, en la lista, de datos de procedencia de la gran mayoría de los especímenes, Boscá se había propuesto llegar a conocer qué podía inferirse, según los especialistas, a partir del aspecto de los materiales fósiles y su grado de fosilización, en relación con el ambiente en que ésta se había producido. Una entrevista con de Carles era de todo punto deseable, también para obtener algunos datos adicionales y aclaraciones sobre los aspectos oscuros de la lista-catálogo.

453   Los detalles e incidencias del montaje del esqueleto de Megatherium americanum Cuv. pueden conocerse en Salinas, 2005.

  AMV. Expedientes de la Comisión Archivo-Monumentos. 1923. Expte. 26/1923. [Manuscrito de Eduardo Boscá Casanoves]. 454

Otro asunto que interesaba a Boscá –por haber observado en algunos huesos lo que parecían marcas de descarnado por humanos–, era recopilar cuanto se hubiera publicado sobre la antropología y la prehistoria del continente sudamericano. Esto, más que una necesidad propiamente dicha, tal vez reflejara el deseo de Boscá de revalorizar a los ojos de la ciencia europea el esqueleto humano del Arroyo de Samborombón, reputado como de edad terciaria por Ameghino. Este esqueleto había sido objeto ya de fuertes polémicas en torno a su edad, y era previsible –de hecho ocurrió–, que las polémicas se renovaran tan pronto Boscá lo presentara como terciario en el I Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, que habría de celebrarse en Zaragoza en el mes de octubre de 1908. En la práctica Boscá publicó la edad terciaria de este esqueleto, lo que debe interpretarse con arreglo a su propia ideología e intereses, y situarlo al propio tiempo en su contexto histórico oportuno: Boscá trabajaba con la escala cronoestratigráfica de Ameghino y era coherente con su pensamiento evolucionista interpretar las anomalías óseas detectadas en el esqueleto, como rasgos de primitivismo presentes en un antecesor del hombre actual. El interés de Boscá pudiera haber sido entonces adquirir bibliografía con que rebatir los argumentos de los europeos en la polémica, tan vez sin ser consciente del todo de que, en los derroteros que tomaría la discusión en el futuro, la bibliografía americana no iba a ser precisamente el mejor punto de apoyo para zanjar la polémica. En cuanto a la hipótesis de la intervención del hombre en el exterminio de las especies pampeanas, ésta estaba basada en la presencia de huellas –en los huesos de algunos ejemplares– de lesiones producidas, en apariencia, por instrumentos de factura humana, y también en la anómala proporción de determinadas partes anatómicas en el total del material. El interés de Boscá en poder llegar a alguna conclusión al respecto estaba relacionado, más que nada, con la confirmación de la contemporaneidad del hombre con la fauna extinguida pensando, sobre todo en la antigüedad del hombre en el continente sudamericano. Aunque efectivamente, el hombre coexistió con aquella fauna –extinguida hace apenas 10.000 años–, ello no era indicativo de que el hombre fuera terciario en el continente sudamericano, sino más bien de que la fauna representada en la colección era muy reciente. Estos indicios de posible agresión humana habían

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llevado a Boscá a exponer en una vitrina –con indicación de ello–, tres ejemplares jóvenes de Scelidotherium y restos de otros muchos grupos, entre los que destacan los mesotéridos, de los que Boscá sostenía que la humanidad había hecho mal uso –dada su aptitud para la domesticidad–, dándoles caza y alimentándose de su carne.

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Finalmente, y en otro orden de cosas más estrechamente relacionadas con aspectos del trabajo museográfico con la colección, Boscá quería conocer las técnicas de producción de réplicas de los ejemplares para su exposición, empleadas en los museos argentinos. Esto abunda en lo explicado acerca de la reticencia de Boscá a exponer los ejemplares de estudio al público. Además, el intercambio de réplicas entre museos era práctica habitual en aquella época. También era de su interés conocer los aspectos materiales del montaje de los esqueletos y cómo se había solucionado en otros museos algunos problemas concretos. En términos generales, era importante también poder visitar las salas de los museos para aprender la forma de dar respuesta a las demandas del público que pudiera tener interés en conocer la colección. Avanzamos ahora que estas aspiraciones se cumplieron una a una y que, como consecuencia, los trabajos sobre la colección experimentaron un impulso espectacular. Daremos noticia de ello una vez detallado el desarrollo de los viajes. 6.5.2. Concesión de las pensiones Vista la instancia y la petición de Boscá, el Decano informó en términos muy positivos al Rector de la Universidad, abundando no solo en la brillante trayectoria científica del naturalista, sino también en el interés extraordinario de la colección paleontológica y en consecuencia de lo deseable del otorgamiento de la pensión455. En su informe, Codoñer mostraba conocer muy bien la problemática de Boscá en relación con la colección y con el propio Ayuntamiento, pues aporta detalles de los que Boscá no daba noticia en su instancia pero que, sin duda, había transmitido personalmente al De  AJAE. Expte. 22-447. [Informe del Decano Juan Codoñer a propósito de la petición de Boscá, dirigido al Ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes de 14 de septiembre de 1908]. 455

cano, pues son fieles a la realidad que nosotros conocemos, punto por punto. A este informe del Decano, como era de esperar, el Rector añadió uno en el que ratificaba todo lo expuesto tanto por Boscá como por Codoñer. No ha quedado rastro documental de la respuesta a la petición de Boscá, pero sí hemos podido saber que el 7 de mayo de 1909, Eduardo Boscá cursó una nueva petición –esta vez de dos pensiones, en lugar de una– para viajar a los museos argentinos456. Un nuevo informe favorable firmado por el Decano Codoñer, incidía en la necesidad de Eduardo Boscá de entrevistarse con Enrique de Carles457. El informe del Rector, por su parte, pone de manifiesto que Eduardo Boscá no se había sentido revestido de autoridad suficiente hasta el momento para hacer públicas sus investigaciones sobre los ejemplares458. Boscá sentía esa reticencia a publicar sus estudios, no por falta de rigor en sus hipótesis y conclusiones, sino porque la pobreza de medios en que había estado trabajando, frente a su abundancia para algunos de sus colegas extranjeros –como Smith Woodward, del British Museum– le hacía temer que su publicación fuera interpretada como una audacia en los círculos de investigación de colecciones análogas. No se han conservado documentos que aclaren qué otras circunstancias explican la respuesta a estas peticiones, que se concretó en la concesión a Eduardo Boscá y a su hijo Antimo de dos pensiones para viajar a los museos europeos poseedores de colecciones sudamericanas y otras dos para viajar a los museos argentinos. Ambos viajes se efectuaron dentro del período comprendido entre diciembre de 1909459 456   AJAE. Expte. 22-447. [Instancia de fecha 7 de mayo de 1909, dirigida por Eduardo Boscá al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes]. 457   AJAE. Expte. 22-447. [Informe del Decano Juan Codoñer a propósito de la petición de Boscá, dirigido al Ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes de 11 de mayo de 1909].

  AJAE. Expte. 22-447. [Informe del RectorJosé Mª Machí a propósito de la petición de Boscá, dirigido al Ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes de 13 de mayo de 1909]. 458

459   AMPRB 1910 S/C. [Oficio de la Alcaldía Constitucional, de 12 de enero de 1910 comunicando a Eduardo Boscá la concesión de dos meses de licencia con sueldo para visitar los museos de París, Bruselas y Londres]; AMPRB 1910 S/C. [Oficio de la Alcaldía Constitucional, de 26 de febrero de 1910

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y enero de 1911. En Valencia quedó como sustituto de Eduardo Boscá, Julio Esplugues, quien no acudía al Almudín, pero tenía obligación de estar localizable460.

192

La confianza depositada por Eduardo Boscá en Carlos Maicas461, le permitió salir de viaje con cierta tranquilidad en lo relativo a la colección, pues pese a la dirección accidental de Esplugues462, era Maicas quien, a la sazón, se ocupaba de todo lo relativo a la colección, incluso en sus aspectos administrativos. También atendía algunos de los privados463 que Boscá dejaba pendientes. Carlos Maicas, pese a que su formación inicial era probablemente de escultor, aprendió rápidamente a realizar el trabajo de determinación anatómica de los ejemplares464. Por esta razón, en ausencia de Boscá no solo continuaron los trabajos de montaje de los ejemplares, sino que a su vuelta encontraría ya preparado material para continuar sus estudios. De hecho, fue Carlos Maicas quien se encargó de gestionar en el Ayuntamiento lo necesario para que se adelantara el trabajo de montaje de los ejemplares con el fin de “presentar el Museo Paleontológico en las mejores condiciones posibles

comunicando a Eduardo Boscá la ampliación de su licencia para continuar sus estudios en los museos de París, Bruselas y Londres]. 460   AMPRB 1910 S/C. [Oficio dirigido en 17 de febrero de 1910 por el Secretario de la Comisión de Monumentos –Vicente Vives Liern– a Carlos Maicas, comunicándole la toma de posesión de Julio Esplugues como director accidental de la colección paleontológica]. 461   Según parece les unía estrecha amistad, a juzgar por el tono en que Maicas se dirigía a Boscá en sus escritos, en los que en ocasiones le afeaba su falta de previsión o sus despistes, y por el trato personal que, al parecer, tenía la familia de Boscá con Maicas. 462   Unos meses después, en febrero de 1911, Esplugues –que era miembro vocal de la Comisión Técnica de la colección–, obtuvo el cargo de Subdirector, al parecer únicamente para sustituir a Eduardo Boscá en sus ausencias. (AMPRB 1911 S/C. [Oficio de 7 de febrero de 1911 dirigido por la Alcaldía Constitucional a Eduardo Boscá comunicándole el nombramiento de Julio Esplugues como Subdirector de la Colección]).

  Es el caso de la retirada del material expuesto por Eduardo Boscá en la Exposición Regional y Nacional, de la que se habla en el apartado correspondiente. 463

464   En un manuscrito de Carlos Maicas, hallado en el AMPRB y datado c. 1890, llama la atención la forma en que Maicas se refiere a los ejemplares, pues las descripciones anatómicas con que los identifica delatan cuanto menos el conocimiento de la terminología y su adecuado uso.

para que pueda ser visitada”465 tanto por el público de la Exposición Nacional como por los asistentes al II Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias que, como se ha dicho anteriormente se había aplazado a 1910. Mientras Boscá permanecía en el extranjero, Maicas mantuvo contacto epistolar continuo con aquel466. Ese contacto regular, a pesar de su demora –26 días mientras Boscá estuvo en Argentina–, permitía a Eduardo Boscá hacer a Maicas encargos de dibujos o pedirle información sobre ejemplares concretos de la colección. Eso, sin duda, facilitó la rentabilización de su desplazamiento, porque Maicas le proporcionaba no sólo lo que pudiera necesitar durante el viaje para sus estudios, sino también aquello que podía satisfacer de forma inmediata las peticiones formuladas por sus colegas de los museos e instituciones visitadas. Por otra parte Maicas, a su vez, podía pedir a Boscá que averiguara detalles concretos para resolver problemas de montaje que tenía pendientes, o información acerca de los materiales que iba extrayendo de las cajas de material pendiente de estudio, que habían quedado depositadas en el Almudín. 6.5.3. El viaje a los museos europeos (diciembre de 1909- marzo de 1910) La concesión de las pensiones de la JAE convertía a Eduardo y Antimo Boscá en Comisionados por el Gobierno Español para el estudio y fomento de las relaciones intelectuales467. Su disfrute les comprometía a la publicación, en el órgano de la Junta, de los estudios468 que resultaran de las visitas a los museos. 465   AMPRB 1910 S/C. [Informe emitido por Carlos Maicas sobre “Modos como pueden continuar los trabajos de montaje de la Colección Paleontológica”]. 466   AMPRB 1910 S/C [Carta dirigida por Carlos Maicas a Eduardo Boscá]. En ella Maicas le dice a Boscá que le envía unos dibujos de mandíbulas de Scelidotherium “por si le sirven”. Al propio tiempo le pide que obtenga algunas informaciones concretas sobre los ejemplares de la colección.

  AJAE. Expte. 22-417 [Informe acerca de los viajes remitido a la JAE por Eduardo y Antimo Boscá el 19 de marzo de 1912]. 467

468   En el AMPRB se ha identificado los manuscritos de trabajo correspondientes a los museos de Londres y de París. Obviamente contienen mayor cantidad de detalles sobre los ejemplares. Estas notas son, sin lugar a dudas, las que luego se utilizarían para trabajar con los ejemplares de la colección.

193

Eduardo y Antimo Boscá partieron de Valencia con destino a París el 26 de diciembre de 1909. Su estancia en la capital francesa se prolongó por 48 días.

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La institución de mayor interés para su visita era el Jardin des Plantes, donde se presentaron al director –M. Perrier– con una carta de recomendación del director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, Ignacio Bolívar469. En el Jardin des Plantes la normativa para la investigación de las colecciones era bastante restrictiva. Entre otras cosas, por ejemplo, estaba permitido tomar fotografías para estudios privados, pero no su publicación. Ante la desolación de los Boscá, uno de los ayudantes de montador, apellidado Papois470, decidió ayudarles, para lo que llevó a escondidas algunos ejemplares a un gabinete de trabajo donde pudieron fotografiarlos471. En cuanto al uso de la biblioteca, solo estaban a disposición de los investigadores las publicaciones de los Museos de Buenos Aires y de La Plata. El resto, solo podían ser utilizadas por los profesores de los distintos departamentos472. Objeto de particular interés eran las galerías de Anatomía comparada473 y de Paleontología474, donde los pensionados pudieron obtener información acerca de los restos de dermatoesqueletos –en la primera– y sobre la fauna americana representada en la colección Rodrigo Botet –en la segunda–, de la que el Jardín des Plantes –según Henri Gervais y Ameghino– disponía de gran cantidad de material.

  AMPRB S/C. Manuscrito [Museo de París I].

469

  Boscá escribió “Papuá” en sus apuntes, de modo que el apellido es una conjetura mía.

470

471   También surgieron problemas con el revelado de las fotografías, “por falta de luces” y al final los Boscá los resolvieron alquilando una habitación en la misma calle del Museo. Notaron también que la calidad de las placas variaba en función del lugar donde se compraban; pese a todo el reportaje fotográfico del viaje a París es de gran calidad y ello puede comprobarse en el AFMPA. 472

  AMPRB S/C. Manuscrito [Museo de París I].   Boscá Casanoves, 1911: 13.

473

  Boscá Casanoves, 1911: 14, 47.

474

195

Fig. 13. Eduardo Boscá en la galería de Paleontología del Museum National d’Histoire Naturelle de París. Fotografía realizada por Antimo Boscá Seytre, con motivo de un viaje de estudios financiado por la JAE, entre diciembre de 1909 y marzo de 1910. APJBB. La misma toma está publicada en Boscá Casanoves, 1911, lám. VII.

Eduardo Boscá tomó minuciosa nota de este material y llegó a la conclusión de que era mejor el depositado en Valencia. En relación con los fondos revisados, Boscá anotó en sus manuscritos de trabajo: “Los materiales en general fueron adquiridos bien por compra, bien por donación y puestos al público con los mismo nombres que en la fecha llevaban; pero hay que tener presente que las investigaciones han seguido a proporción con gran incremento en años posteriores, completándose el conocimiento de los seres, en algún caso incompletos, y como una consecuencia modificándose entre otros, el criterio con respecto a la forma específica o genérica, resultando algunas etiquetas anticuadas, cuando ya no incompatibles con las publicaciones contemporáneas. Cumple a España científica el honor de llevar el primer puesto en la publicación del Megaterio, fósil que tanto llamó la atención en 1789 [sic.] y también el primero de la serie de esqueletos hallados en las Pampas de Buenos Aires y aun en el sud [sic] de América; pudiendo hoy añadir que la mejor colección de mamíferos extinguidos de aquella fauna de las pampas, existe en Valencia si bien muchas de sus numerosas especies se hallan representadas por restos muy rebuscados en las barrancas y acarreos de erosión, y por consiguiente, faltos de la sugestión que llevan en sí los esqueletos más o menos completos o las grandes porciones esqueléticas que forman los números más vistosos en los museos, sobre todo para los profanos”475.

196

Pese a esa estimación de la calidad de los materiales, llamó poderosamente la atención de Eduardo Boscá la forma en que aparecían montados los esqueletos en la Sala de Paleontología, desprovistos de añadidos artificiales para su exposición. Posiblemente fue allí donde pudo observar cómo se había resuelto el problema de montar los esqueletos sólo con partes naturales, pues fue ese tipo de montaje definitivo el que se utilizó para los ejemplares de Scelidotherium bravardii y de Sclerocalyptus ornatus de la colección paleontológica Rodrigo Botet. Los estudios en este museo se vieron interrumpidos por la llegada de un fuerte temporal de lluvia y nieve que provocó la inundación de los sótanos de todo París, entre otros, los almacenes del Jardin des Plantes, donde se encontraban las colecciones de   AMPRB S/C. Manuscrito [Museo de París IV].

475

estudio. Con la crecida del Sena del 25 de enero de 1910, la situación se hizo tan comprometida en el museo que, los Boscá se vieron en la curiosa situación de contribuir al salvamento de las colecciones americanas custodiadas en aquella institución476. No es ésta la única anécdota del viaje a París: cuando se dirigieron al Laboratorio de Embriología huyendo de la riada (el establecimiento se encontraba sobre una pequeña colina), en busca de otro pensionado español –el naturalista José Gogorza–, los Boscá tuvieron que hacerlo en ropa de andar por casa pues, tras haber salido, por curiosidad, a ver la crecida del Sena desde los malecones, no pudieron ya regresar a su alojamiento en tres días, durante los cuales habían tenido que hacer vida bohemia. Caullery, ante quien se presentaron de esa guisa, les sometió a un minucioso interrogatorio antes de aceptarlos –bajo la responsabilidad de José Gogorza–, por no portar documentación alguna que los identificara477. A pesar de todo, el balance de la visita al museo no era desdeñable, y según el resumen de Eduardo Boscá, fue: “[…] la confirmación de 14 especies de mamíferos fósiles iguales a los existentes en la colección de Valencia; 24 consultas a propósito de piezas dudosas análogas de dicha colección; y 19 fotografías relacionadas con los aludidos restos fósiles procedentes de la Argentina, más 9 dibujos [realizados por Antimo Boscá]. En la biblioteca, revisión de las publicaciones más clásicas a propósito de mamíferos fósiles”478.

Eduardo y Antimo Boscá visitaron también otras instituciones parisinas, entre ellas el Gabinete de la Escuela Normal de Maestros, –institución que mantenía cordiales relaciones con científicos españoles, entre otros Dusmet, de Madrid y el catalán Almera– donde se guardaban los restos de un enorme gravígrado cuya asignación a Megatherium merecía la duda de Boscá, por no haberse conservado el cráneo del ejemplar479.   Boscá Casanoves, 1911: 15.

476

  AMPRB S/C. Manuscrito [Museo de París I].

477

  AMPRB S/C Manuscrito [“Nota de resúmenes de itinerario y resultados o trabajos hechos rigurosamente a propósito del la col. R. Botet de Valencia”]. 478

  Boscá Casanoves, 1911: 6.

479

197

Y, por supuesto, la Universidad de La Sorbonne, donde asistieron a una conferencia del director del Laboratorio Biológico Wimereux de Embriología, –el Dr. Caullery, de quien ya hemos hablado– quien presentó los resultados de algunos experimentos “sobre el problema de la evolución relacionados con sus dos principales aspectos: el de la Paleontología y el de la Embriología”. Eduardo Boscá tenía particular interés en conocerlos, pues en su opinión, en aquella institución se había “recogido [...] las doctrinas de Lamark sobre la evolución, demostrando con hechos prácticos, y por cierto, irrefutables, la influencia del medio sobre los organismos, así como las causas de origen genésico que modifican los caracteres específicos”480.

198

Dejó muy positivamente impresionado a Eduardo Boscá notar que, en las secciones de letras de esta Universidad, el número de damas matriculadas era superior al de varones, “nota feminista halagüeña”481 para quien ya era Vicerrector de la Institución para la Enseñanza de la Mujer, y venía ejerciendo como profesor de la misma desde la creación de la Escuela de Comercio para Señoras en 1883. En Londres quedaría aún más impresionado y tal dejó escrito, aunque inédito: “[...] y por cierto, que la biblioteca general [del British Museum of Natural History] por lo menos, está servida por señoritas, otra manifestación de feminismo conquistando puestos en asuntos de atención y correcto proceder con cierta preparación intensiva intelectual y trabajo muscular”482.

Y en relación con algunas salas públicas de antropología vedadas a las señoras en el Royal College of Surgeons escribió: “[...] en el departamento de Anatomía, pudimos ver entre los concurrentes, a la hora de estudio, algunas señoritas, obedeciendo esto sin duda a la imposición del justo movimiento feminista, ya ostensible en las grandes poblaciones”483.

  Boscá Casanoves, 1911: 18.

480

  Boscá Casanoves, 1911: 17.

481

482

  AMPRB S/C Manuscrito [Londres II].

  AMPRB S/C [Manuscrito de 7 de marzo de 1910. “Notas supletorias del Museo de Cirujanos”].

483

El crudo invierno europeo provocó otros retrasos en el programa de viaje, pues, debido a las tempestades en el Canal de La Mancha, la salida hacia Londres se vio aplazada en dos ocasiones484. Llegados a Londres el 15 de febrero de 1910, los Boscá se establecieron durante 23 días entre dos alojamientos485, lo que les permitía aprovechar mejor el tiempo, ya que uno de ellos se encontraba próximo al British Museum of Natural History y el otro al Royal College of Surgeons. Este último, además, situado en el distrito de Charing Cross486 les resultaba particularmente útil, por abundar en él el comercio de habla española –usuario, por añadidura, del sistema métrico decimal–, que les facilitaba la adquisición del material fotográfico del que hacía abundante uso Antimo487. El centro de mayor interés para estudiar colecciones del pampeano argentino, era obviamente, el British Museum of Natural History. Allí fueron cumplimentados por su vicedirector, Mr. Arthur Smith Woodward, a quien Eduardo Boscá había conocido y tratado ya en Valencia. Eduardo Boscá tuvo oportunidad de conocer de primera mano las colecciones históricas particulares del gran maestro Darwin, así como la representación que éstas hacían de la teoría de la evolución488. Entre éstas se encontraban los materiales fósiles recolectados en 1832 en Bahía Blanca489. 484   AJAE. Expte. 22-447 [Informe dirigido por Eduardo y Antimo Boscá a la JAE, de 19 de marzo de 1912]. 485   AMPRB S/C. Manuscrito [“Nota de resúmenes de itinerario y resultados o trabajos hechos rigurosamente a propósito del la col. R. Botet de Valencia”]. 486

  Boscá Casanoves, 1911: 20.

487   Eduardo Boscá valoraba las fotografías como una inmensa ayuda para sus estudios, precisamente por su objetividad –frente a la subjetividad del dibujo o la descripción escrita– para captar el motivo de observaciones y comparaciones científicas. 488

  Boscá Casanoves, 1911: 20.

  AMPRB S/C. Manuscrito [Londres II]. Estos ejemplares, que originalmente se encontraban depositados en el Hunterian Museum del Royal College of Surgeons, se salvaron de su destrucción 489

199

200

Entre las colecciones americanas depositadas en este museo, estaba la colección de Moreno, entre cuyos ejemplares se encontraban los hallados en la cueva Consuelo de la Patagonia. Entre los ejemplares pleistocenos estudiados en las colecciones del British, los carnívoros merecían una atención especial por su escasez en el registro fósil de las Pampas. De este grupo Eduardo Boscá pudo estudiar abundante material del género Machairodus: una réplica montada de Machairodus neogaeus –de la que, por su aspecto, Boscá dedujo se había obtenido del mismo ejemplar que la del museo del Jardin des Plantes, un espécimen del Museo de Buenos Aires– y restos procedentes de Minas Gerais en Brasil. Los estudios sobre macairodontinos resultaban de particular interés por la existencia en la colección de un individuo muy completo, cuya asignación taxonómica presentaba complicaciones por la poca claridad con que Ameghino distinguió los géneros Machairodus y Smilodon, y por falta de materiales de comparación. Otro carnívoro interesante –perteneciente a la familia de los úrsidos– era un ejemplar de Arctotherium bonariensis bastante completo y montado, del Pleistoceno de Buenos Aires. Del resto de órdenes taxonómicos había material diverso, correspondiente a una larga serie de especies detectadas en la colección de Valencia; había también algunas réplicas interesantes como la de un ejemplar de Toxodon platensis, regalada por el Museo de La Plata y una réplica del ejemplar de Megatherium americanum del Royal College of Surgeons. A juzgar por las notas de Boscá que se conservan en el AMPRB, estuvo examinando abundante material perteneciente a especies a las que se pudieran asignar ejemplares de Valencia, de los que sólo había podido determinar el género hasta esas fechas, como milodontinos, eutatinos, artiodactilos y roedores490.

en la Segunda Guerra Mundial, gracias a su traslado desde aquella institución. Para conocer con más detalle de qué materiales se trata, ver Darwin, 1989: 124-131; Lydekker, 1886: 166; 1887: 92, 106; Fariña y Vizcaíno, 1995: 24.   AMPRB S/C. Manuscrito [Londres III] y Manuscrito [Londres IV].

490

Como complemento a los estudios sobre los mamíferos del pampeano, los Boscá visitaron la sección de articulados (artrópodos) porque en ella había dibujos de los nidos de hormigas blancas, los llamados tacurús de que hemos hablado antes. Siempre interesado en la utilización de las colecciones como instrumento educativo, Eduardo Boscá expresó su entusiasmo por la modernización en la presentación de ejemplares –tanto de exposición como de estudio–, que nada tenía que ver con la de los preparados a principios del xix, que tanto había visto en los centros de enseñanza y que en España aún se utilizaban. Llamaron sobre todo su atención los cuadros de ambiente –lo que hoy se conoce como dioramas– para la exposición de pequeños mamíferos naturalizados491. Los talleres de limpieza y modelado de elementos esqueléticos fueron también visitados, por ser temas de interés, sobre todo por la calidad de los trabajos efectuados en aquella institución492. Entre los naturalistas que los Boscá tuvieron ocasión de conocer en el British Museum of Natural History, se encontraba el herpetólogo Boulenger493, quien les mostró la colección herpetológica de otro de los maestros de Eduardo Boscá, Fernand Lataste494, del que hablábamos a propósito del impulso en sus investigaciones herpetológicas a partir de 1878. En la otra institución de interés –el Royal College of Surgeons495–, Eduardo y Antimo Boscá pudieron examinar algunos esqueletos de la fauna pampeana que no 491

  Boscá Casanoves, 1911: 25.

492   En el ya citado Manuscrito [Londres II], tomó Boscá buena nota de toda una serie de detalles en relación con estos temas que le serían de gran utilidad posteriormente. 493   Boulenger precisamente había citado las publicaciones herpetológicas de Boscá en su obra Les batraciens, publicada ese mismo año. 494

  Boscá Casanoves, 1911: 27.

  Las fotografías obtenidas por Antimo Boscá en esta institución –fundada a finales del xviii– tienen, a mi juicio, especial interés. Las impresionantes salas de su museo y casi la totalidad de los 495

201

habían sido trasladados al entonces recién instalado British Museum of Natural History en Cromwell Road, precisamente por su gran volumen496. El interés de algunos de ellos residía en haber sido reconstruidos bajo la dirección de Richard Owen y constituir ejemplares tipo. Entre otros, se encontraba un esqueleto montado de Megatherium americanum, Cuv. cuyo cráneo era réplica de otro ejemplar del museo, que procedía precisamente de Buenos Aires; también allí se había conservado un gran fragmento de coraza de Glyptodon reticulatus junto con el cráneo, la pelvis y las extremidades, así como una coraza bastante completa de Glyptodon clavipes497; un cráneo de Machaerodus neogaeus procedente de las cavernas de Brasil –que fue convenientemente fotografiado– y un esqueleto bastante completo de Mylodon robustus, procedente del norte de la ciudad de Buenos Aires498.

202

En el Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Cambridge también había algún material americano y, por esta razón se desplazaron a esa ciudad, donde el también español Luis Villasante ejercía como profesor de literatura. Durante su estancia en Londres trataron de modificar el programa de viaje, pues allí se les dio noticia de que en los museos de Amsterdam y de Bruselas solo podrían estudiar réplicas, pues carecían de restos auténticos, y que el mejor destino para continuar sus estudios era Copenhage. El temor a no obtener a tiempo la licencia de ejemplares depositados en la institución, resultaron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial, con motivo de uno de los bombardeos sobre Londres. Paradójicamente, éste es el único museo visitado durante los viajes cuya construcción e instalaciones eran ignífugas y poseía medidas de seguridad para incendios en todas las salas, tales como mangas de riego. (AMPRB S/C [Manuscrito de 7 de marzo de 1910. “Notas supletorias del Museo de Cirujanos”]). Estas salas pueden verse en Boscá, 1911: Láms. 15 y 16, y en varias tomas del AFMPA.   Boscá Casanoves, 1911: 34.

496

  Se trataba del ejemplar tipo, construido por Owen con restos de varios esqueletos. Este hecho era conocido por Boscá y citado por Ameghino. Lo que no sabía en aquel momento Eduardo Boscá es que, en la colección Rodrigo Botet, él mismo había hecho algo parecido con una coraza de Glytodon reticulatus y los restos esqueléticos de un ejemplar de Glyptodon muñizii, a causa de la falta de claridad en la lista del colector de Carles. (Salinas, 2001: 355-356). 497

  AMPRB S/C. [Manuscrito de 7 de marzo de 1910. “Notas supletorias del Museo de Cirujanos”].

498

la JAE y la idea de que en el museo danés tan sólo iban a hallar restos de cocina499 les devolvieron al itinerario previsto. Las estancias en Amsterdam y Bruselas, por este motivo, se dedicaron a visitas de tipo cultural en términos amplios. Visitaron la ciudad de Haarlem por haber concertado una entrevista con el antropólogo y naturalista Dubois, profesor de la Universidad de Amsterdam, quien se encontraba en aquella ciudad trabajando en la implantación del agua potable500. Fueron acompañados por el profesor Hubretch –quien les había atendido en sus consultas al gabinete de mineralogía de la Universidad– con quien también visitaron el museo Teylers que, entre otros materiales paleontológicos, atesoraba el famoso Homo diluvii testis. Este fósil era en realidad el de una gran salamandra, cuya especie fue denominada por el naturalista Tschudi Andrias scheuzeri, en alusión a su anterior consideración como esqueleto perteneciente a un pecador muerto a consecuencia del diluvio universal501. Camino de Bruselas se detuvieron en la ciudad de Amberes para visitar la Real Sociedad de Zoología. Allí pudieron observar el comportamiento de los representantes vivos de algunos grupos presentes en la colección Rodrigo Botet, entre ellos el oso hormiguero y la vizcacha502. En la capital visitaron la sala de los mamíferos del Museo Real de Historia Natural donde, acompañados de su conservador, el ingeniero Dollo, pudieron estudiar los esqueletos de desdentados actuales conservados en dicha institución503. El viaje por Europa concluyó con la llegada de los Boscá al Puerto del Grao, el día 29 de marzo de 1910. De sus visitas resultó la determinación de 21 especies de la colección, la toma de 58 placas fotográficas y una buena cantidad de apuntes tomados en las bibliotecas visitadas. 499   AJAE. Expte. 22-447 [Informe dirigido por Eduardo y Antimo Boscá a la JAE, de 19 de marzo de 1912]. La colección depositada en el Museo de Copenhague era fruto de las expediciones de Lund y procedía de lugares de habitación humana en las cavernas de Brasil.

  Boscá Casanoves, 1911: 45.

500

  Boscá Casanoves, 1911: 45.

501

502

  Boscá Casanoves, 1911: 48-49.   Boscá Casanoves, 1911:50.

503

203

Eduardo Boscá había quedado sorprendido de la escasez de fósiles pampeanos depositados en los museos europeos, lo cual no obstó para que tomara nota de todo aquello que podía tener interés para sus estudios en Valencia y planificara, con redoblado entusiasmo, su próximo viaje a los museos argentinos, donde sabía encontraría las instituciones y materiales más abundantes y valiosos para aumentar su conocimiento sobre la fauna fósil argentina. 6.5.4. El viaje a los museos sudamericanos (octubre de 1910- enero de 1911)

204

El viaje a los museos europeos, aunque bien aprovechado, no había satisfecho totalmente el cumplimiento de los objetivos de estudio propuestos. En relación con los museos visitados, la opinión de Eduardo Boscá se resumía en que “las colecciones dignas de mención y bien clasificadas, [quedan] reducidas a pocos establecimientos”504. Tras un verano de intensa actividad en la clasificación de las notas de trabajo y de las tomas fotográficas, para la preparación del manuscrito de la memoria del viaje por Europa –que debía ser entregada a la JAE para su publicación–, a finales de octubre de 1910 Eduardo y Antimo Boscá partieron hacia América. En esta ocasión habían sido delegados –por Real Orden de 26 de julio de 1910– para el fomento de relaciones científicas con los Museos de Buenos Aires y La Plata y para el estudio de los mamíferos fósiles de las Pampas en ellos custodiados505. En la práctica esto suponía no solo el estudio de los ejemplares sino la apertura de vías de comunicación científica fluidas con los centros de estudio más relevantes en la materia, lo que se conseguiría mediante el establecimiento de relaciones con los científicos sudamericanos. Para su traslado al continente americano, los Boscá eligieron un vapor de la naviera genovesa Lloyd Italiano, bautizado con el sugestivo nombre de Principessa Mafal-

  Boscá Casanoves, 1911: 9.

504 505

  Boscá y Boscá, 1915: 5-6.

da. Iniciaron el viaje en el puerto de Barcelona el 28 de octubre y, tras dos semanas de travesía, arribaron al puerto de Montevideo506. Como se ha dicho anteriormente, uno de los centros científicos de mayor interés era el Museo Nacional de Buenos Aires, dirigido en aquellas fechas por el propio Florentino Ameghino. Aunque el edificio –muy antiguo y prácticamente en estado de ruina– se encontraba cerrado a la visita pública, el trabajo interno continuaba desarrollándose y también la atención a investigadores, quienes encontraban una seria limitación en que –en previsión de un traslado más o menos próximo507– gran parte de los fondos se encontrara guardado en cientos de cajas de transporte, quedando sólo accesibles los grandes esqueletos y los ejemplares más delicados508. Por otra parte, Florentino Ameghino, cuya muerte se produjo al año siguiente, tenía la salud ya muy quebrantada509 y sin duda, pese a su voluntad, no estaba en condiciones de secundar a los Boscá en el ritmo que debían imprimir a sus trabajos para cumplir los objetivos y plazos que tenían previstos. Por esta razón delegó, en la mayoría de las ocasiones, la atención a los pensionados en el personal del museo que, paradójicamente era muy numeroso teniendo en cuenta su situación de cierre. Uno de los empleados de este museo era precisamente el recolector de la colección Rodrigo Botet, Enrique de Carles quien desempeñaba el cargo de naturalista viajero. Los Boscá fueron exquisitamente atendidos, dándoseles toda clase de facilidades para trabajar aún dentro de las limitaciones expuestas. No sólo tuvieron oportuni  Boscá y Boscá, 1915: 7.

506

507   Estaba prevista la ocupación de un edificio que había sido sede de la Exposición Ferroviaria del Centenario, situado al suroeste de Buenos Aires (Boscá y Boscá, 1915: 11). Sin embargo, esta previsión se aplazó por varios años, pues cuatro después, ya muerto Ameghino y siendo director del Museo Nacional Angel Gallardo, el Ministro de Intrucción Pública argentino visitó el Museo y escandalizado por el estado en que lo halló (se había dividio en seis como una serpiente), emprendió de inmediato acciones para resolver su penosa situación. (AMPRB 1915 S/C. [Carta de 6 de octubre de 1915 dirigida por Agustín Péndola, Secretario y Bibliotecario del Museo Nacional de Buenos Aires, a Eduardo Boscá]).

  Boscá y Boscá, 1915: 10-11.

508

  AMPRB 1915 S/C [Carta de 1 de junio de 1911 dirigida por Agustín Péndola, Secretario y Bibliotecario del Museo Nacional de Buenos Aires, a Eduardo Boscá]. 509

205

Fig. 14. Dibujo a lápiz de un esqueleto de Machrauchenia patachonica, Owen 1839, realizado por Antimo Boscá Seytre, probablemente durante el viaje de estudios a los museos sudamericanos, en 1910. APJBB.

dad de examinar materiales de difícil acceso, cuyo estudio era importante para la determinación de ejemplares de la colección valenciana, incluso se les franqueó la entrada al obrador (talleres), donde entre otras cosas, aprendieron un procedimiento de consolidación del material que comenzaría a emplearse con los ejemplares de la colección Rodrigo Botet en 1912. En la sección de Antropología del museo, el propio Florentino Ameghino les mostró los restos humanos que constituían el material de estudio para sus investigaciones sobre la evolución de la estirpe, formas humanas halladas en los sedimentos del pampeano510. Esta entrevista entre Eduardo Boscá y Ameghino seguramente resultó de gran interés para ambos. Por un lado, Ameghino era la máxima autoridad que Boscá reconocía en la materia, por otro, Florentino Ameghino conocía sobradamente la existencia en la colección Rodrigo Botet del llamado “esqueleto humano fósil del Arroyo de Samborombón”, que no había tenido ocasión de estudiar antes de su salida de Argentina. La Biblioteca del Museo era otro de los lugares de visita obligada, pues se consideraba la mejor y más antigua de Sudamérica. Este era el resultado de la especial atención que le había dedicado Burmeister, quien a lo largo de más de treinta años como director del Museo, se había ocupado de obtener para la misma, obras raras de paleontología. El bibliotecario, señor Péndola, indicó a los Boscá que, en 1900, la biblioteca contaba con 8.559 volúmenes y 2.425 separatas. Por otra parte, este mismo interés de Burmeister había promocionado las publicaciones del propio museo, cuyas series habían continuado otros directores posteriores –el Dr. Berg, y el propio Ameghino– hasta completar en aquellas fechas, tres series que pasaban con mucho de diecisiete tomos511. Estas y otras publicaciones argentinas pasarían a aumentar la exigua biblioteca de la colección Rodrigo Botet, así como la del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y la de la propia Junta de Ampliación de Estudios512. 510

  Boscá y Boscá, 1915: 12.

511

  Boscá y Boscá, 1915: 14.

  AJAE. Expte. 22-447. [Carta de Eduardo y Antimo Boscá de 6 de septiembre de 1911 a la JAE, acompañando las publicaciones recibidas de Argentina, en concepto de intercambio]; AMPRB 1911 S/C. [Acuse de recibo remitido por la JAE a Eduardo y Antimo Boscá, de 15 de septiembre de 1911]. 512

207

El número de publicaciones donadas al Museo Paleontológico por el Museo de Buenos Aires ascendió a 31, a las que había que añadir cuatro tomos de los Anales del Museo Nacional de Buenos Aires, publicados entre 1895 y 1902513. Cabe imaginar el contento de los pensionados, pues hasta el momento, solo habían podido consultar esos Anales en bibliotecas madrileñas, la de la Real Sociedad Española de Historia Natural y la del Museo de Ciencias Naturales. Pese a su interés por conocer la botánica de la Pampa, tuvieron que renunciar a examinar los herbarios, así como las colecciones de invertebrados, por encontrarse ya definitivamente embalados514.

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Eduardo y Antimo Boscá se trasladaron a la ciudad de La Plata el 4 de diciembre de 1910, con el objetivo primordial de proseguir sus estudios en el Museo Nacional que, aunque era independiente como museo nacional del de Buenos Aires, completaba, desde el punto de vista científico, los materiales de aquel y tenía fama de ser uno de los centros más interesantes del mundo en la especialidad515. El museo que encontraron a su llegada, era el extremo opuesto al que habían tenido oportunidad de visitar en Buenos Aires. Fundado en 1884 por Francisco Moreno, se encontraba instalado en un edificio de 3.500 metros cuadrados, dotado de todo tipo de instalaciones para investigación y enseñanza, pues allí tenía también su sede la Escuela Universitaria de Ciencias naturales. En La Plata el personal técnico y científico también era abundante. El estudio de los materiales paleontológicos de interés para los Boscá, fue llevado a cabo bajo el asesoramiento de Santiago Roth. El material depositado en la institución era no sólo abundante, sino de calidad extraordinaria, por estar en él representados todos los órdenes taxonómicos y toda la geografía argentina. Las salas públicas eran impresionantes, como puede verse en las láminas que acompañan Boscá y Boscá (1915)516.   Boscá y Boscá, 1915: 17-20.

513

  Boscá y Boscá, 1915: 13.

514

515

  Boscá y Boscá, 1915: 25.

516

  En el AFMPA existen un buen número de ellas, que también pueden consultarse.

El profesor Lehmann-Nitsche, por su parte, orientó a Eduardo y Antimo Boscá en sus estudios sobre los materiales antropológicos, que se desarrollaron en las salas de Antropología517. Ésta era la sección más antigua del Museo de La Plata, y sus ejemplares más conspicuos habían sido recolectados por el propio fundador de la institución –el ya mencionado Francisco Moreno–, quien en su juventud había sentido especial interés por la materia. La colección contaba entre sus fondos con abundantes restos humanos procedentes del valle del Río Negro. Llamaron particularmente la atención de Eduardo Boscá las manifestaciones artísticas de los habitantes del Perú, Paraguay y de la Calchaquia (valles Calchaquies, situados al Noroeste de la República Argentina), por incluir formas y ornamentaciones inspiradas en las figuras, rosetas de coraza y estuches caudales de Glyptodon y Doedicurus 518. El propio Lehmann-Nitsche condujo a los Boscá al Departamento de Policía de La Plata, con el fin de que allí –parece que estuvieron observando la variedad étnica de los detenidos– pudieran tomar algunas notas y fotografías para sus estudios posteriores519. Quizás sea bueno aclarar que no hay nada de disparatado ni prejuicioso en ello, como pueda parecernos ahora. A falta de métodos fiables de identificación personal –por ejemplo la ficha dactiloscópica (con las huellas digitales), para cuya obtención el Jefe del Departamento de Policía platense había ideado un sistema propio– las comisarías de policía habían llegado a convertirse en verdaderos laboratorios de antropometría, pues para identificar a los detenidos se utilizaba todos aquellos rasgos físicos susceptibles de medida (vistas desde el presente, algunas resultan grotescas) a partir de cuyos datos se confeccionaban la ficha o el expediente policial. No es extraño pues que, por economía de tiempo y esfuerzo, el antro517   Los Boscá tuvieron opotunidad de asistir a una conferencia sobre “El hombre fósil pampeano”, durante la que Antimo tomó cuantas notas le fue posible, con el fin de trabajar luego sobre el tema, en relación con el ya mencionado esqueleto humano de la colección Rodrigo Botet. (AMPRB S/C Manuscrito. [“Conferencia del Dr. Robert Lehmann-Nitsche”]). 518

  Boscá y Boscá, 1915: 37-38.

  Boscá y Boscá, 1915: 57. Para conocer más detalles sobre los usos de la época en España –donde por aquel entonces empezaba a implantarse la ficha dactiloscópica–, ver CUERPO, 1909: XXXVII. 519

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pólogo condujera a los Boscá al Departamento de Policía de La Plata, con el fin de proveerse de información. A propósito de Lehmann-Nitsche, hay que indicar que no participaba de las ideas de Ameghino en lo relativo a la antigüedad del hombre en Argentina, que consideraba cuaternario. Desde el más profundo de los respetos520, no obstante, los Boscá tomaron nota de todo aquello que les pareció indicio de la edad terciaria del hombre en aquel país.

210

Un aspecto muy interesante del viaje a Argentina fue la realización de varias excursiones de carácter científico. Una de ellas fue a un yacimiento fosilífero del pampeano en las proximidades de Anchorena, en la margen derecha del Río de La Plata, lugar al que fueron acompañados por Enrique de Carles y por un preparador del Museo Nacional de Buenos Aires. Hallaron, durante la misma, restos de un cráneo de un mesotérido que, al regreso a Buenos Aires, llamó la atención de Ameghino por conservar buena parte de la dentición. Generosamente los Boscá ofrecieron el espécimen al paleontólogo quien, con no menos generosidad, les regaló un cráneo de Typotherium exiguum exhumado del Mioceno Superior argentino de Monte Hermoso521. En esta misma excursión pudieron observar la presencia de diversas especies de moluscos en el sedimento, tema de particular interés para las dataciones de terrenos en la paleontología sudamericana de la época. El antropólogo Lehmann-Nitsche, por su parte, acompañó a Eduardo y Antimo Boscá al Dique, en las proximidades de La Plata, lugar donde existía un afloramiento del Pampeano medio (sensu Ameghino, 1889), que resultaba de interés para los pensionados. En otra salida posterior, fueron a Las Talas, lugar situado entre los suburbios del puerto de La Ensenada y la margen derecha del Plata. La elección de ese lugar   Parece que la relación con los Boscá fue especialmente cordial. Lehmann-Nitsche regaló a los Boscá, a título personal, la colección de postales Boggiani, con tipos de América Central. Gracias a la amabilidad del Dr. D. José Vicente Boscá Berga, he tenido la oportunidad de ver dos de ellas (en el AMPRB no se ha conservado ninguna). Representan, en efecto, retratos de indios sudamericanos. Fueron enviadas por Antimo a su prima y tíos el 27 de diciembre de 1910, desde Buenos Aires. El texto, decididamente desenfadado, permite adivinar un gran sentido del humor en Antimo Boscá. 520

  Boscá y Boscá, 1915: 15-16.

521

obedecía al interés de recoger muestras de conchilla, detritus marino post-pampeano, compuesto por restos de moluscos, en su mayoría valvas522. La última excursión durante la estancia en Argentina fue a Montevideo, al otro lado del estuario del Plata. En la capital uruguaya visitaron el Museo de la Universidad que, como el de Buenos Aires, se encontraba pendiente de traslado y provisionalmente alojado en un local del Teatro Nacional Solís. No obstante, allí pudieron realizar algunos estudios paleontológicos de interés. Aprovecharon también la ocasión para dirigirse por unas horas a un paradero (lugar de habitación humana) situado en la parte occidental del cerro de Montevideo, con la esperanza de encontrar allí algún resto de industria lítica y de observar de primera mano la presencia de algunas cactáceas en la flora del país, pero cuando llegaron a aquel lugar, resultó ser de propiedad particular, por lo que vieron frustradas sus intenciones, aunque sí pudieron hacer algunas observaciones botánicas523. Como regalo de despedida de Argentina, recibieron del Museo de La Plata, con destino a la biblioteca de Valencia, cerca de setenta publicaciones sobre un amplio abanico de temas sudamericanos entre los que destacaban por la cantidad de publicaciones, la Antropología y la Paleontología, así como Entomología y Botánica524. De regreso a la Península, los Boscá recalaron en Río de Janeiro, donde visitaron su famoso Jardín Botánico. Durante una escala en Las Palmas de Gran Canaria –obligada para el aprovisionamiento del vapor– aprovecharon para visitar el Museo Canario525. El día 23 de enero de 1911 atracaron en el puerto de Barcelona, concluida la trece travesía del Atlántico del Principessa Mafalda526. La superstición asociada a este   Boscá y Boscá, 1915: 40-42.

522

  Boscá y Boscá, 1915: 56-58.

523

  v. Boscá y Boscá, 1915: 42, 46.

524

  Boscá y Boscá, 1915: 59-62.

525

  Boscá y Boscá, 1915: 65.

526

211

número no afectó a los pensionados, que regresaban a Valencia satisfechos de los resultados del viaje, pues se habían cumplido e incluso superado las expectativas sobre el mismo.

212

Efectivamente, se habían cumplido todos los objetivos propuestos en la primera petición de pensión a la JAE por Eduardo Boscá, a cual más importante para la continuación de los trabajos sobre la colección Rodrigo Botet. Cuando llegara a Valencia, Eduardo Boscá dispondría de bibliografía, podría enmendar algunas de las deficiencias en la lista de Enrique de Carles que le habían impedido trabajar sobre algunos ejemplares y podría instruir al montador Carlos Maicas en todas las novedades aprendidas sobre las tareas en el obrador. Por otra parte, Eduardo Boscá había conseguido por fin lo necesario para sentirse autorizado para dar a conocer sus estudios sobre los ejemplares de la colección, una vez los hubiera completado. Pero también regresaba conociendo con mayor fundamento el enorme valor científico y la importancia de la colección Rodrigo Botet, así como la forma en que se desarrollaban los trabajos en torno a colecciones similares, en instituciones donde se contaba con personal, medios y previsión de continuidad en los mismos. 6.6. El impulso de los trabajos sobre la colección al regreso de los viajes Los resultados de los viajes al extranjero se plasmaron en un notable impulso en la actividad sobre la colección. Entre otras cosas, se adoptaron algunas de las técnicas aprendidas en los obradores de los museos visitados, principalmente las utilizadas en los argentinos. La consolidación de elementos esqueléticos fósiles comenzó a llevarse a cabo mediante sucesivos baños de goma-laca, disuelta en alcohol hasta la saturación, a partir de 1912. También comenzaron los ensayos para la reproducción de elementos esqueléticos para intercambio con otras instituciones527. Estos ensayos seguramente comenzarían por elementos de pequeño tamaño o aquellos cuya caja resultara sencilla de construir. Más adelante llegarían   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1910. Expte. 4/1910.

527

a producirse réplicas de grandes corazas completas –como la de Glyptodon clavipes. De este ejemplar se hizo una réplica en portland528 que estuvo expuesta en el Jardín de los Viveros entre 1921, aproximadamente, y los años sesenta del s. xx. Con la misma caja se hizo una copia en alabastro que en 1925 se envió al Museo de Ciencias Naturales de Madrid529. También llegaron a producirse réplicas de pequeños ejemplares completos, al menos el Eutatus punctatus530. De éste se conservan en el Museo de Ciencias Naturales varias réplicas de la coraza y casquete cefálico. El montaje de los grandes esqueletos se retomó donde había quedado tras la suspensión de los trabajos en el Hospital de San Pablo en 1902. El ejemplar de Scelidotherium carlesi sufrió modificaciones en su concepción original, tras alguna aclaración al respecto proporcionada por el mismo Florentino Ameghino, y se concluyó su montaje. También fue culminado el del ejemplar de Scelidotherium bravardii, que se llevó a cabo sin adición de partes artificiales. Parece que Eduardo Boscá se reafirmó, a consecuencia de los visto en los museos extranjeros, en su criterio de montar únicamente las partes conservadas. Pero –mediante las técnicas de montaje observadas en esas mismas instituciones– consiguió compatibilizarlo con la atención a los requerimientos del público profano, pues en los ejemplares montados, los elementos esqueléticos se encuentran en las posiciones relativas que ocuparon en vida del animal. Resulta meritoria esa preocupación de Eduardo Boscá por atender a la vez la colección como objeto de estudio científico y el museo como lugar de acceso al conocimiento. En sus propias palabras: “Entre las fuentes de conocimiento humano, el Museo, en el sentido general de la palabra, es una de las de mayor importancia y porvenir para el progreso de la ciencia y la instrucción general. Su etimología, que hace alusión al lugar ocupado por las mu  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1920. Expte. 18/1920.

528

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1925. Expte. 12/1925.

529

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1919. Expte. 10/1919.

530

213

sas, tiene en nuestro tiempo confirmación en el atractivo que encierra para la masa del pueblo, el cual suele acompañar la palabra Museo con manifestaciones de cierto respeto, prefiriendo estos establecimientos a las bibliotecas para su visita, siquiera sea a título de distracción del visitante, quien lo hace no pocas veces rodeado de su familia o personas con quienes comunicar las impresiones que le sugiere la vista de los múltiples objetos que aquellos centros atesoran. No obstante las iniciativas que la nación española ha tenido en punto a la fundación de Museos, hay que confesar con pena, que por circunstancias diversas, no llegó a desarrollar aquellas, recibiendo el movimiento europeo traído por el enciclopedismo. En las naciones más cultas de Europa el gusto por la formación de los Museos ha ido siempre en aumento, dejando de ser meras acumulaciones de curiosidades para constituir centros de general instrucción y de investigación altísima. El carácter público de los grandes Museos es una compensación para los desheredados de otros medios de cultura, a los que hay que acudir cuantas veces se trate de adelantar o por lo menos resolver alguna duda constituyendo patrimonio de la humanidad entera”531.

214

Los museos europeos cada vez tenían más en cuenta los intereses del público profano, y ese era el origen de la introducción de innovaciones en la presentación de los ejemplares, como los comentados cuadros de ambiente que Boscá había visto en Londres. Parece que Eduardo Boscá veía con muy buenos ojos esas presentaciones modernas. No es posible saber si se planteaba hacer algo parecido a esos cuadros de ambiente en el Museo Paleontológico, pero no hay duda de que al menos imaginó el aspecto que podría tener en el caso de los escelidoterios: “Dada la iniciativa del Museo de Viena en propagar reducciones de especies fósiles como si fueran vivientes, podría revestirse un Scelidoterio de un pelaje recio y muy tupido, con el cuerpo voluminoso, particularmente el tórax; cabeza baja, como olfateando el suelo; de órbitas grandes, como las de los animales nocturnos; pabellón de la oreja nulo o apenas visible y hocico agudo; su robusta cola baja y rígida, cuidando de poner los pies posteriores bien sentados en el suelo, y los pies anteriores,   Boscá Casanoves, 1911: 5.

531

uno penosamente sobre su borde externo, como los Tamanduas, y el otro mostrando la palma de la mano en función de arañar la tierra en busca de colonias de insectos sociales, recogidos en el nido e inactivos. Complemento del cuadro sería un horizonte ondulado e indefinido”532.

También se incorporó a la exposición de la colección en el Almudín recreaciones a escala de los animales en vida, sobre todo de los acorazados (actualmente Orden Cingulata) 533. Las observaciones sobre la entomología de las Pampas, concretamente el conocimiento de las hormigas blancas constructoras de grandes nidos (tacurús), reafirmaron a Boscá en sus hipótesis acerca de la alimentación entomófaga del megaterio. Este aspecto de su biología tenía intención de plasmarlo en la postura del esqueleto al montarlo. Sin embargo, el montaje quedó inconcluso a su muerte, aplazado a causa del largamente esperado traslado de la colección a un lugar idóneo. Boscá temió que si se concluía el montaje, el Ayuntamiento encontraría en ello una excusa para no efectuar el traslado, apelando al riesgo de mover tan enorme esqueleto. El ejemplar, asignado finalmente a Megatherium americanum Cuv. fue estudiado por Eduardo Boscá, pero permaneció inédito. El manuscrito de estudio, se incorporó a un expediente administrativo de la Comisión de Monumentos como avance de un catálogo que la Corporación Municipal debía publicar534. 6.7. Los estudios sobre la colección y las publicaciones de Eduardo Boscá Posiblemente la consecuencia más notable de los viajes de estudio a los museos extranjeros fue el impulso que experimentó el estudio científico de los ejemplares de

532

  Boscá Casanoves, 1918b: 41-42.

  Las pequeñas esculturas de Megatherium americanum y Machrauchenia patachonica son posteriores, y se realizaron durante la dirección de Beltrán. 533

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1923. Expte. 26/1923.; (ver Salinas, 2005). 534

215

la colección, lo que se manifestó en la naturaleza y cantidad de las publicaciones de Eduardo Boscá sobre la misma, a partir de su regreso a Valencia. Hasta la realización de los viajes al extranjero, Boscá había publicado noticias generales acerca de la colección. En ellas raramente constaba la asignación específica de los ejemplares, a lo sumo la genérica; ni siquiera en las más tardías dio cuenta pormenorizada de los materiales. Estas publicaciones fueron Noticias sobre una colección paleontológica regalada al Exmo. Ayuntamiento de Valencia535; Apéndice decimotercio. Relación de los principales ejemplares de que consta la colección paleontológica, regalada a Valencia por don José Rodrigo Botet, expuesta al público durante los días de la celebración de los festejos536 y Catálogo Guía de la colección paleontológica de J. Rodrigo Botet, dedicado al Congreso de Valencia de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias537. 216

Tres publicaciones anteriores a los viajes se habían centrado en descripciones morfológicas. Este es el caso del estudio de los huesos linguales del megaterio Notas sobre un Megaterio existente en Valencia538, la publicación sobre el megaterio de Madrid, Informe sobre el estado del esqueleto del ‘Megaterio’ del Museo de Ciencias Naturales de Madrid 539 y la presentación en el I Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (Zaragoza, 1908) del estudio del esqueleto humano de la colección, El esqueleto humano fósil del arroyo de Samborombón (América del Sur)540.

535

  Boscá Casanoves 1899b.

  Giner, 1906b. El artículo, con toda seguridad es de Eduardo Boscá, sin embargo, por no ir firmado, debe citarse de Giner. 536

537

  Boscá Casanoves, 1909a.

538 539

  Boscá Casanoves, 1902.

  Boscá Casanoves, 1903b.

540

  Boscá Casanoves, 1910.

La publicación de los huesos linguales, como hemos explicado ya, contiene su descripción anatómica, la funcionalidad que de ella se puede inferir y algunas hipótesis acerca de la alimentación del megaterio. La publicación sobre el megaterio del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, describe el ejemplar y establece alguna comparación morfológica con el de Valencia. La publicación del esqueleto humano del Arroyo de Samborombón, también recoge una descripción anatómica con especial incidencia en las anomalías presentes en los restos, que Boscá interpretó como indicios de primitivismo en el individuo. Sólo al regreso de los viajes –una vez resueltas muchas dudas y adquirida abundante bibliografía americana con que profundizar en los estudios– comenzó Eduardo Boscá a publicar –tras su exposición en diversos congresos– el resultado de sus investigaciones sobre la colección. Todavía tardaría algunos años en iniciar la serie de publicaciones, pero para valorar esta demora hay que tener en cuenta no sólo la gran cantidad de material que compone la colección y la dificultad de su estudio, sino también la circunstancia de que Boscá no se jubilara de su cátedra hasta 1913, –lo que le liberaría no sólo de sus obligaciones docentes, sino también de la dirección del Jardín Botánico de la Universidad– momento a partir del cual se entregó plenamente al trabajo científico sobre la colección, compatibilizando esto con una breve vuelta a la investigación herpetológica, de la que daremos cuenta oportuna más adelante. La mayor parte de los ejemplares de la colección fue presentada en los sucesivos Congresos de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias a partir de 1917. En el VI Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (Sevilla, 1917) Eduardo Boscá presentó su estudio de los restos pertenecientes al género Scelidotherium Owen. La publicación541, muy extensa, recoge una introducción al grupo en cuyos pies de página aparece citada bibliografía adquirida con motivo de 541

  Boscá Casanoves, 1918b.

217

los viajes. A esta introducción le sigue la enumeración y descripción de restos de cuatro especies del género Scelidotherium y la descripción de una nueva especie designada con el nombre de Scelidotherium carlesi, en honor al recolector de la colección, Enrique de Carles. La especie está descrita sobre un esqueleto muy completo procedente del Río Salado del Sur y una mandíbula542. En la lista del colector, con la que trabajó Eduardo Boscá desde 1889 hasta su muerte, aquel ya anticipaba que la especie era nueva. Boscá, hasta entonces, había citado siempre al colector como fuente de la sospecha de que el ejemplar pertenecía a una nueva especie. Por otra parte, con el paso del tiempo, cada vez era más probable que alguien la hubiera descrito. Por esta razón, Boscá se aseguró primero, durante el viaje, de que el ejemplar no pertenecía a alguna especie ya descrita. La publicación sobre Scelidotherium termina con una Sección de piezas descabaladas (sueltas) y una Sección de materiales de animales jóvenes543. 218

En 1919, en el VII Congreso celebrado en Bilbao, Eduardo Boscá –unico valenciano comunicante en esa ocasión– presentó el esqueleto inédito de Eutatus punctatus, conocido, aún hoy, con el apelativo de “perla de la Colección”. Boscá consideraba el ejemplar único en el mundo544 y es posible que hoy lo siga siendo. Por ello lo publicó con todo lujo de detalles y diversas ilustraciones a lo largo de 16 páginas. En este caso, si bien el colector también lo había reputado como de especie inédita, Boscá confirmó en su viaje que pertenecía a una especie ya descrita545. En el Congreso de Oporto de 1921 (VIII edición), Eduardo Boscá presentó al completo el grupo de los acorazados –Los desdentados fósiles provistos de coraza en la colección J. Rodrigo Botet546– (hoy encuadrados en el Orden Cingulata). Publicado ya el   Boscá Casanoves, 1918b: 48-53.

542 543

  Boscá Casanoves, 1918b, passim.   Boscá Casanoves, 1920a: 152.

544 545

  Boscá Casanoves, 1920a, passim.   Boscá Casanoves, 1921b.

546

eutatino –otro cingulado–, Boscá describió el resto de ejemplares, si bien volvió a dar noticia de éste. La publicación –Boscá Casanoves (1921b)– recoge los restos de cuatro especies de Glyptodon y cuatro del género Hoplophorus (hoy Sclerocalyptus), así como un doedicurino. Entre los restos menores, se da cuenta también de la presencia de tres especies de esclerocaliptinos en la colección. Como novedad, Boscá presentó la descripción de una especie nueva de gliptodontino, que designó Neothoracophorus maicasi en honor al montador Carlos Maicas, recientemente fallecido por aquellas fechas. El ejemplar sobre el que Boscá describió la especie era un cráneo muy incompleto del que se conservaba la dentición superior. Boscá no pudo citar la procedencia del fósil, por haberlo hallado entre los restos de procedencia diversa que formaban el lote final en la lista del colector. Todo parece indicar que este cráneo fue hallado entre los materiales pendientes de estudio, con posterioridad a los viajes, pues la primera referencia al mismo la había hecho Boscá en 1921, asignándolo con duda al género Neothoracophorus547. La publicación de este grupo revela que Boscá había aclarado con de Carles, durante su estancia en Buenos Aires, algunas dudas en relación con los términos en que aparecían en su lista los materiales. En abril de 1923, Eduardo Boscá publicó en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural sus Notas sobre el esqueleto inédito de Machaerodus ensenadensis [(Smilodon ensenadensis (Ameghino)]). Fósil procedente de la formación pampeana (Argentina), del Río de la Plata548. Este ejemplar, de gran interés por la escasez de carnívoros en el registro fósil de las Pampas, había dado muchos problemas a Eduardo Boscá para su determinación específica. A pesar de haber contado con abundante material de comparación durante los viajes, por razones que no hemos podido determinar con exactitud, la publicación es muy tardía. Tres meses después, Eduardo Boscá presentó, en el Congreso de Salamanca de la Asociación para el Progreso de las Ciencias, otra familia completa –la de los meso547

  Boscá Casanoves, 1921a: 555.

548

  Boscá Casanoves, 1923a.

219

téridos– de la colección. El trabajo se publicó en 1924, bajo el título Los Tipotéridos en la colección paleontológica de J. Rodrigo Botet, de Valencia. En esta ocasión, Boscá dio a conocer los restos presentes en la colección –entre ellos muchos cráneos bastante completos–, junto con el cráneo obtenido de Ameghino durante su estancia en Buenos Aires, del que ya hemos hablado con motivo de ésta. Entre las especies publicadas se encontraban Entelomorphus rotundatus –una especie insuficientemente caracterizada549 de la que en la colección había varios ejemplares– y cuatro especies del género Typotherium (Mesotherium). Algunos restos craneales de este género no parecían corresponder a especie descrita hasta el momento, y Boscá, para el caso de que se tratara efectivamente de una nueva especie, dispuso que se nombrara Typotherium rodrigoi, en homenaje a José Rodrigo Botet 550. 220

Eduardo Boscá, al regreso del primer viaje como pensionado de la JAE anunció –a la manera de epílogo al texto de la memoria del viaje a los museos de Europa– la publicación futura de una obra de compendio sobre la colección Rodrigo Botet en los siguientes términos: “Cumplida en su primera parte [...] la misión confiada por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, [...] con excelente estado de ánimo para ordenar debidamente las notas tomadas en los distintos Museos visitados, sobre la manera de exponer los materiales de estudio y sobre lo visto que hiciera relación con la fauna fósil de las pampas de Buenos Aires. Trajimos asimismo más de un centenar de placas fotográficas y varios dibujos al lápiz, testimonio de nuestro paso por los principales centros citados, con todo lo cual nos proponemos redactar un modesto trabajo. Este intento era objeto de la segunda parte de la presente Memoria; pero [...] [concedida] una delegación por tres meses para el fomento de nuestras relaciones científicas con los Museos de Buenos Aires y La Plata, y el estudio de los mamíferos fósiles de las 549

  Boscá Casanoves, 1924: 31.   Boscá Casanoves, 1924: 36.

550

Pampas en ellos expuestos, interpretando que esta honrosa comisión nueva es continuación de la anterior [...] hemos suspendido la redacción del conjunto de nuestras notas, para refundirlas con las que esperamos recoger en un todo armónico. Nuestro escrito tendrá por base el extracto de las publicaciones hechas con carácter de avance, sobre la colección repetidas veces mencionada de R. Botet [sic], depositada en Valencia, más una relación inventariada de cuantas especies de ella han podido determinarse hasta la fecha, seguida de los datos adquiridos a título de complemento de aquellas especies, acompañando una nota por separado de los materiales pampeanos existentes en cada uno de los establecimientos visitados por nosotros, para poder fijar el valor relativo de nuestra colección; trabajo modesto, sin duda, que tendremos el honor de entregar a la Junta, en cuanto sean vencidas las dificultades de muy distinta índole que se ofrecen para su ejecución”551.

No hay constancia de que tal publicación de una obra de compendio sobre la colección Rodrigo Botet fuera publicada por la JAE. También fue anunciado en 1921, aunque quedó pendiente de publicación, un catálogo extenso de la colección552: “[...] se ha llegado a preparar un segundo catálogo anotado, en el que se han incluido datos adquiridos con posterioridad al Catálogo-Guía, publicado en 1909, opúsculo dedicado al próximo Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, que se celebrará en Oporto en el corriente año”553.

Desconocemos los motivos por los que ese catálogo anunciado no se presentó en Oporto. Tampoco hemos podido averiguar porqué no se dio cumplimiento inmediato a la petición del Ayuntamiento, formulada a Eduardo Boscá en 1923, de aportar cuantos   Boscá Casanoves, 1911: 60-61.

551

  Existe sospecha razonable de que ese catálogo extenso fuera el estudio cuya entrega a la JAE no se había consumado. 552

  Boscá Casanoves, 1921a: 551.

553

221

datos se tuvieran sobre los ejemplares de la colección con el fin de publicar un catálogo que le hiciera justicia y tan sólo se entregaron algunas fotos y el manuscrito de estudio del megaterio554. Pero lo cierto es que ese trabajo se hizo y que tal compendio, tal vez inconcluso, existió y prueba de ello son los manuscritos de estudio, de puño y letra de Eduardo Boscá, conservados en el AMPRB ordenados e identificados durante las investigaciones objeto de la tesis doctoral de la autora, cuya descripción puede conocerse en el apartado “Fuentes y Métodos” de la memoria555. 6.8. Posición orgánica del Museo en el Ayuntamiento de Valencia

222

Como se ha explicado anteriormente, la colección y después Museo556 estaban incluidos desde 1896 en la estructura administrativa de la llamada "Comisión de Monumentos". Las decisiones en torno a la colección y al museo se tomaban conforme a la práctica habitual, es decir, mediante propuestas de los miembros de la Comisión de Monumentos –integrada por concejales– a la propia Comisión, que, reunida en sesión, tomaba el acuerdo (o lo desestimaba, dejando el asunto sobre la mesa) que posteriormente era sometido al Ayuntamiento Pleno, quien a su vez podía hacer suyos, o desestimar, los acuerdos de la Comisión de Monumentos. En última instancia, las decisiones sobre la colección paleontológica las tomaba el propio Ayuntamiento, por encima de las consideraciones y alegaciones no sólo de la Comisión Técnica, sino de la propia Comisión de Monumentos. Y la composición de la Corporación Municipal variaba, no sólo como resultado de las elecciones municipales, que continuaron siendo bienales hasta 1924, sino también a causa de incidentes de carácter político, como ya se ha señalado.

554

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1923. Expte. 26/1923.

  Salinas, 2001: 24-25.

555

  Como se ha apuntado ya, no existe ningún acto administrativo de creación del museo como tal. A pesar de ello, desde aproximadamente 1902, año de redacción del “Reglamento provisional para el régimen interior del Museo paleontológico”, comienza a aparecer como “Museo Paleontológico” en los documentos municipales. 556

La única diferencia en el mecanismo administrativo de actuación, –que era el mismo para todas las Comisiones Municipales, salvo para la Junta de Sanidad y alguna otra–, era la existencia del organismo consultivo integrado por los miembros de la Comisión Técnica. Esta Comisión Técnica, que tenía voz pero no voto en los acuerdos de la Comisión de Monumentos estaba formada, como ya hemos visto, por representantes del mundo académico. En la práctica, el asesoramiento de esta Comisión Técnica tenía cada vez menor peso en la toma de decisiones por parte de la Comisión de Monumentos. Además, por motivos diversos, los únicos miembros permanentes de la misma fueron Eduardo Boscá, desde 1891, y Julio Esplugues Armengol, desde 1895. El resto de los componentes de la Comisión Técnica cambiaban en función de incidentes de toda índole, llegando a nombrarse cuatro vocales nuevos en un solo acto, como ocurrió en agosto de 1909557 y en 1912, fecha en la que se incorporaron a la Comisión Técnica José Landerer, José Rodrigo Pertegás, José Sánchis Pertegás y Jaime Balasch558. Aunque el protocolo de consulta a la Comisión Técnica seguía cumpliéndose, una vez instalada la colección en el Almudín, los asuntos tratados en la Comisión de Monumentos, en relación con el Museo Paleontológico, quedaron prácticamente reducidos a la confección del presupuesto bienal de la Comisión –en el que el Museo tenía consignación específica– y a dar el trámite consuetudinario a las quejas de Eduardo Boscá relativas al estado del Almudín y a sus apremios, para que la estancia provisional de la colección en dicho edificio no se eternizara559. Como veremos después, tan pronto quedó clara la previsible estancia sine die del Museo en el Almudín, y el trato para la colección que cabía esperar por parte del Ayuntamiento, Eduardo Boscá inició una serie de intentos de transferir la responsabilidad sobre la colección a instancias, a su juicio, más competentes. 557

  AMV. Libros de Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1909. Acta de 4 de agosto de 1909.

558

  AMV. Libros de Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1912. Acta de 1 de mayo de 1912.

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1918. Expte. 14/1918. [Moción de la Alcaldía para que se instale la Colección Paleontológica en el Pabellón Municipal]. Año 1920. Expte. 18/1920. [Museo Paleontológico. El Director denuncia la existencia de goteras en el edificio y pide se traslade el Museo a otro lugar]. 559

223

Por otra parte, la fundación de la Sección de Valencia de la Real Sociedad Española de Historia Natural en 1913, a la que siguieron de inmediato iniciativas tendentes a la institucionalización de las actividades naturalistas, propició la trascendencia de algunas de ellas a la Comisión de Monumentos, sobre todo porque entre 1920 y 1922, un miembro muy activo de la Sección –Agustín Trigo Mezquita– ostentaba la presidencia de la Comisión de Monumentos. Esto supuso para el Museo una especie de vía alternativa para la audiencia de sus necesidades por la citada Comisión, aunque en la práctica, muchas de las iniciativas de Boscá transmitidas a la Comisión por Agustín Trigo no prosperaron.

224

A partir de 1923, la Comisión de Monumentos pasó a depender a su vez de la Comisión de Fomento, bajo la denominación de Subcomisión de Monumentos. Esto no cambiaría en nada la consideración administrativa del Museo, y sólo se tradujo en un incremento de la burocracia en su relación con el Municipio. 6.8.1. Los presupuestos Desde el punto de vista presupuestario, el Museo dependía de la Comisión de Monumentos. Las disponibilidades económicas del mismo, en consecuencia, dependían de las de la propia Comisión, que gestionaba también el Archivo Municipal, algún otro museo municipal y los monumentos (incluidos edificios como la Lonja de la Seda o las Torres de Cuarte y de Serranos). El procedimiento de funcionamiento era el siguiente: Al final de cada bienio, la Comisión elevaba al Ayuntamiento una estimación de sus necesidades presupuestarias. El Ayuntamiento posteriormente aprobaba el Presupuesto Municipal, en el que cada Comisión tenía asignadas sus partidas presupuestarias correspondientes, cuya administración le quedaba encomendada. Por lo regular, el presupuesto de la Comisión de Monumentos se consumía en mantener en buen estado los edificios a su cargo, lo que obligaba a dicha Comisión a realizar modificaciones en el mismo a lo largo del ejercicio bienal. Por este motivo, si la asignación del Museo no se había agotado, existían muchas probabilidades de que le fuera retirado el remanente para resolver asuntos que la Comisión de Monumentos estimaba más urgen-

tes que los trabajos sobre la colección paleontológica. Lógicamente esto repercutía en la obligación de interrumpir dichos trabajos sin previo aviso, y en la dificultad de planificarlos anticipadamente. Entre 1909 y 1921 se han podido localizar algunas de las partidas de gastos asignadas al Museo. En 1909, parece que iba solicitando de la Comisión de Monumentos pequeñas cantidades según sus necesidades560. La dotación bienal del Museo fue, entre 1910 y 1920 –al menos nominalmente–, de 4.000 pesetas. Pero la disposición en efectivo no era de la totalidad de ese importe en una sola entrega, sino que se emitían libramientos a justificar de menor cuantía –de 500 en 500 pesetas–, lo cual se hacía trimestralmente. Todo parece indicar que no se recurría a la Comisión Técnica, ni tan siquiera a Eduardo Boscá como director de la colección, para estimar las necesidades presupuestarias del Museo. Por otra parte, el mecanismo de funcionamiento expuesto, complicaba hasta lo impensable la planificación del trabajo, no sólo por tener que hacerse para periodos de tiempo muy largos, sino por la complicación adicional de tener que equilibrar –desconociendo siempre cuál sería el efectivo disponible en la práctica– el reparto de gastos entre materiales, pagos de jornales a los artesanos e imprevistos. Por otra parte, aunque la cantidad se mantuvo invariable a lo largo de esos años, los conceptos incluidos en la asignación presupuestaria para el Museo podían variarse desde la Comisión de Monumentos561. Como ejemplo de ello, en 1922, contando con parte de la asignación de la colección, el Ayuntamiento asumió el compromiso de instalar en

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1909. Acta de 8 de febrero de 1909.

560

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1912. Acta de 16 de enero de 1912. (La consignación pertenecía a la partida 3ª del Capítulo 6º del presupuesto municipal, bajo el epígrafe “para el montaje del Museo Paleontológico”); Año 1914. Acta de 27 de noviembre de 1914. (La partida, dentro del presupuesto estimado para 1915, aparece bajo el epígrafe “Para el montaje de la Colección Paleontológica y gastos de modelado de la misma”); Año 1916. Acta de 26 de enero de 1916. (Figura bajo el epígrafe “Colección Paleontológica”, simplemente.); Año 1918. Acta de 16 de enero de 1918. (Figura con cargo al capítulo 4º, artículo 5º, partida 76). Año 1920. Acta de 20 de noviembre de 1920. (Aunque la asignación es la misma, incluye gastos extraordinarios, entre otros, la construcción de réplicas de animales prehistóricos para colocarlos “en los paseos públicos”). 561

225

los Viveros Municipales las mencionadas esculturas de animales prehistóricos, cuya ejecución, por añadidura, debía llevarse a cabo en el Museo562. 6.8.2. El personal Mientras la colección permaneció en el Hospital de San Pablo, había contado con una plantilla muy reducida pero relativamente constante, constituida por Carlos y José Maicas Herrero, Eduardo Boscá, y su hijo Antimo, en calidad de colaborador de forma extraoficial. Eduardo Boscá, hasta 1913 compaginó su Cátedra de Historia Natural de la Facultad de Ciencias y la dirección del Jardín Botánico, con la dirección del Museo. A partir de ese año, aunque Boscá ya contaba 70 años de edad, comenzó su dedicación plena a la colección secundado como hasta entonces, por su hijo Antimo, a quien la Corporación nombró “auxiliar a título personal y gratuito” de la colección en 1920563. 226

Con motivo del traslado de la colección paleontológica al Almudín, se había promovido la lógica necesidad de ampliar el personal del Museo, que el Ayuntamiento interpretó únicamente como subalterno. Con este motivo se creó una plaza de portero-vigilante en septiembre de 1908, que fue cubierta por José Bujadas –con anterioridad cantero en las Torres de Serranos564– y en noviembre, se creó una plaza de auxiliar de los trabajos de montaje (con obligación de ejercer también de vigilante-limpiador), que fue ocupada por Salvador Catalá Caneras565. Esta plaza, se reconvirtió en una de mozo ayudante en marzo del año siguiente566. A partir de 1920 y hasta su muerte, en 1931, el cargo de mozo de limpieza lo ejerció el funcionario Mariano Burgos Cabrelles567. También hay constancia de que Bernardo Font Macías solicitó su nom  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Actas de 1921. Acta de 13 de octubre de 1921.

562

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1920. Expte. 17/1920.

563

564

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1908. Acta de 3 de septiembre de 1908.

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1908. Acta de 24 de noviembre de 1908.

565

566

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1909. Acta de 31 de marzo de 1909.

  AMPRB 1894-1924 S/C [Hoja de Servicios de Mariano Burgos Cabrelles]. Aunque las anotaciones en la hoja terminan en marzo de 1924, parece que continuó desempeñando el cargo hasta morir el 6 de mayo de 1931. 567

bramiento como mozo de limpieza de la Colección Paleontológica en 1916568, pero desconocemos si consiguió el cargo, y también si se trata del mismo Bernardo Font que en otros documentos aparece como oficial cerrajero. José Maicas continuó trabajando como auxiliar de montador hasta junio de 1910, fecha en que ingresó en las oficinas municipales como escribiente569. Fue reemplazado el 22 del mismo mes por José Cebolla Chornet, que a la muerte de Carlos Maicas en 1921, pasaría a ocupar el cargo de montador-guardador de la colección570. La plaza vacante de montador auxiliar (o ayudante de formista), dejada por José Cebolla, fue amortizada en marzo de 1921571. Seguramente a causa de la desaparición de ese puesto –ocupado hasta su amortización por personal funcionario–, ocasionalmente prestaban servicio como escultores a jornal algunos artesanos para ayudar en las tareas de reconstrucción y modelado. No tenemos demasiada información acerca de esos escultores, pero hemos podido saber que en 1921 trabajaron en tareas de modelado Ricardo Peris y Juan Rios572, y que en 1925, con motivo de la reproducción de la coraza de Glyptodon clavipes para el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, se requirieron cuatro jornaleros: Pascual Agustín, Tomás Soler, Enrique Pelluch y Vicente Ibáñez573. Los trabajos de forja y carpintería para el montaje de la colección continuaron encargándose a profesionales que trabajaban también como jornaleros. Este personal no estable continuaría trabajando en la colección en esa modalidad de contratación hasta completar el montaje de la misma y esos puestos de trabajo nunca llegaron

568

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1916. Acta de 3 de mayo de 1916.

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1910. Acta de 15 de junio de 1910.

569

  AMPRB 1910-1924 S/C [Hoja de Servicios de José Cebolla Chornet]. Aunque las anotaciones en la hoja terminan en marzo de 1924, parece que continuó desempeñando el cargo de guardador montador hasta 1950. 570

571

  AMV. Actas de la Comisión de Monumentos. Año 1921. Acta de 22 de marzo de 1921.

572

  AMPRB S/C. [Libro de contabilidad, ingresos y gastos, entre 1912 y 1942].

  Se ha podido saber de la existencia de estos jornaleros escultores a través de las libretas de gastos del AMPRB, pues de ello no ha quedado ninguna otra constancia bajo la forma de recibos u otro tipo de documentos. 573

227

a contemplarse en la plantilla municipal. Desconocemos en qué fecha dejó de trabajar en la colección el maestro cerrajero Antonio Catalá, aunque parece que poco después del traslado de la colección al Almudín, su trabajo comenzó a desarrollarlo el oficial cerrajero Bernardo Font. Desconocemos quien se encargó de las tareas de carpintería entre 1908 y 1927. La plantilla descrita, con los lógicos relevos de los trabajadores en los cargos es, en esencia, la que se mantuvo en el Museo Paleontológico hasta finales de los años 50, en que apareció tipificada la figura de conserje. 6.9. Los intentos de Eduardo Boscá de transferir la responsabilidad de la colección al Estado (1908-1916)

228

Como se ha indicado al hablar sobre el traslado de la colección paleontológica al Almudín, Eduardo Boscá distaba mucho de estar de acuerdo con el establecimiento de la colección en un edificio prácticamente al borde de la ruina. Y como hemos anticipado también, tan pronto tuvo noticia de lo inevitable del traslado, Boscá comenzó a recabar ayuda externa al Ayuntamiento para acabar con lo que prometía ser una larga sucesión de estancias de la colección en locales inadecuados. El valenciano Juan Navarro Reverter –amigo de Eduardo Boscá y Senador en aquella época– tras una visita al almacén paleontológico574, el 23 de junio de 1908 envió una carta al Subsecretario de Instrucción Pública poniéndole en antecedentes sobre la situación de la colección paleontológica y rogándole atendiera a Eduardo Boscá en sus peticiones acerca de la misma. La respuesta, a vuelta de correo, contenía la promesa de favorecer en lo posible al recomendado, previa exposición de sus peticiones concretas mediante instancia al Ministro de Instrucción Pública575. 574   Esos son los términos exactos utilizados por Navarro Reverter para referirse al Almudín. (AMPRB 1908 S/C. [Carta de 2 de julio de 1908 dirigida por J. Navarro Reverter a Eduardo Boscá]).

  AMPRB 1908 S/C. [Carta de 28 de junio de 1908 dirigida por el Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes a Juan Navarro Reverter]. 575

Fig. 15. Palacio de Fomento de la Exposición Regional valenciana de 1909, obra del arquitecto Carlos Carbonell Pañella. En uno de sus intentos de transferir la tutela de la colección paleontológica Rodrigo Botet al Estado español, Eduardo Boscá consideró este edificio –hoy desparecido— como local idóneo para albergarla. Tarjeta postal, APMAS.

230

Desconocemos los términos exactos de la petición de Eduardo Boscá así como el desarrollo del asunto en los meses siguientes, pero aparentemente, las perspectivas eran prometedoras. El 5 de mayo de 1909, respondiendo a la amarga carta de Rodrigo Botet, en la que se quejaba del olvido de la colección en los fastos de la Exposición Regional, Eduardo Boscá le puso en antecedentes acerca de lo que estaba tramando. Desconocemos el contenido de la carta, pero Rodrigo le respondía al día siguiente: “he recibido también su estimada carta de fecha 5 del actual de cuyo interesante contenido quedo impuesto [enterado]”576. Cabe pensar que lo único interesante que podía contarle Boscá a un Rodrigo tan profundamente decepcionado, era alguna clase de previsión positiva sobre el destino de la colección, por la que le había preguntado en su anterior misiva. No cabe otra posibilidad, pues aquel verano las cosas no iban precisamente bien. En agosto, la Comisión de Monumentos aprobó una propuesta de Landerer para la reconstitución de la Comisión Técnica. Pero en virtud de la oposición del concejal Giménez de Bentrosa, el asunto quedó sobre la mesa577. Eduardo Boscá, cansado de que las decisiones sobre la colección escaparan al control de la Comisión Técnica, escribió para sí mismo la siguiente nota en torno a ese incidente: “Conste: Queda pues la colección paleontológica expuesta a caprichos, miras políticas y otros excesos, y si no, al tiempo”578. Las actuaciones emprendidas por Boscá para resolver radicalmente los problemas que aquejaban a la colección, siguieron su curso. Eduardo Boscá, a la vuelta de su viaje a los museos europeos, escribió al Secretario de la JAE, aprovechando que tenía que tratar con él asuntos relacionados con la publicación de los resultados del primer viaje, indicándole

  AMPRB 1909 S/C. [Carta de 6 de junio de 1908 dirigida por José Rodrigo a Eduardo Boscá].

576

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1909. Expte. 15/1909 [Propuesta de nombramiento de vocales de la Comisión Técnica]. 577

  AMPRB 1909 S/C. [Nota de Eduardo Boscá en el reverso de una comunicación dirigida a él por el Alcalde, Pedro Aliaga, de 5 de agosto de 1909]. 578

“la conveniencia de intervenir el Estado a la colección paleontológica por síntomas de desvío respecto a su administración, ocurridas con motivo de mi ausencia; haciendo constar la ya intervención de hecho desde el momento de haber subvencionado una parte de su estudio. La edición de la Memoria sería un nuevo paso en dicho sentido; y si la Junta se mostrara parte a propósito del traslado de la colección del Almudín al Pabellón de Fomento de la Exposición Nacional, sería un golpe de coronación del asunto”579.

No nos ha sido posible determinar qué clase de incidente se había producido en ausencia de Eduardo Boscá. Lo que sí queda claro es que éste estaba cada vez más convencido –a la par que urgido– de que la única solución de los problemas con la colección podría obtenerse apelando a la presumible objetividad del Estado y de la Junta. Los términos de la propuesta formulada a Castillejo, revelan que Boscá era lúcido en sus apreciaciones, pues el traslado al Pabellón de Fomento suponía dos cosas: que la colección quedara en Valencia y que el Estado no encontrara en la necesidad de construir un edificio de nueva planta la excusa para una respuesta negativa. Sin embargo, como veremos a continuación, el Estado encontró otras objeciones, aplazando una resolución definitiva. Algunos meses después del segundo viaje, José Castillejo se comprometía con Eduardo Boscá a hablar con Ignacio Bolívar –director del Museo de Ciencias Naturales– de su proyecto580. Ignacio Bolívar, por su parte, daba cuenta a Castillejo de la propuesta de Boscá –sin duda éste había hablado del tema simultáneamente a ambos– en los siguientes términos: “El estimado amigo Sr. Boscá desea varias cosas: 1º Que la colección Botet salga de manos del Ayuntamiento de Valencia o ya que esto no pueda ser, que el Ministerio por medio de la Junta tenga cierta intervención 579   AMPRB 1910 S/C. [Copia de una carta dirigida el 1 de mayo de 1910 por Eduardo Boscá a José Castillejo, Secretario de la JAE].

  AMPRB 1911 S/C. [Carta dirigida por José Castillejo, Secretario de la JAE, a Eduardo Boscá, de 11 de mayo de 1911]. 580

231

en ella; a este fin propone que gestionemos la cesión de un edificio que el de Fomento construyó para la Exposición y que en él se instale la colección, de este modo se hallaría colocada en un edificio del Estado aunque el Ayuntamiento conservase la propiedad de la colección y aquel podría imponer el hacer éste ciertas condiciones que tendiesen todas a la seguridad y conservación de aquella, incluso la de declararla colección nacional. (Para esto tendría el Estado que adquirir el terreno donde se halla enclavado el edificio que fue cedido únicamente para la Exposición). [...] Respecto a la petición primera podría hacerse la gestión necesaria y además solicitar la declaración de monumento nacional o asimilación a ello de un modo general, aprovechando la oportunidad del proyecto de Ley que dicen los periódicos que prepara el Gobierno”581. 232

A finales de octubre de 1911, Ignacio Bolívar y Emilio Moroder –Director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y entomólogo adscrito al mismo respectivamente, y amigos de Eduardo Boscá–, se entrevistaron con el Ministro de Instrucción Pública, el valenciano Amalio Gimeno, transmitiéndole las peticiones de Eduardo Boscá. Gimeno no creía posible una situación de copropiedad de la colección entre el Ayuntamiento de Valencia y el Estado. Y en cuanto a la posibilidad de que la colección continuara en propiedad del Ayuntamiento bajo la intervención estatal, no estaba dispuesto a proponer al Gobierno gastar un solo céntimo en ello. En todo caso, si el Ayuntamiento accediera a ceder la colección al Estado, él se encargaría de conseguir condiciones honrosas para el Ayuntamiento, tales como la permanencia de la colección en Valencia y su visita gratuita para los valencianos y propondría la adquisición del pabellón de Fomento para su instalación. Abordar al Ayuntamiento con la petición de que cediera la colección al Estado era un asunto bien delicado y en cualquier caso, no era prudente hacerlo hasta que pasaran las elecciones municipales. Además, era muy importante que José Rodrigo, por su   AJAE Expte. 22-447. [Carta dirigida por Ignacio Bolívar a José Castillejo, Secretario de la JAE, de 12 de mayo de 1911]. 581

parte, estuviera dispuesto a ello. En cuanto a la consecución de la protección de la colección a través de una Ley, Gimeno no podía hacer nada por sí mismo. En junio anterior ya había intentado que la Ley recién promulgada para la protección de excavaciones e investigaciones arqueológicas se hiciera extensiva a las investigaciones de Historia Natural y no había podido lograrlo, por encontrar detractores en el Gobierno. A juicio de Moroder, la falta de apoyo de la Junta de Ampliación de Estudios y del Ministro, parecían obedecer al temor a los riesgos de tratar con el Ayuntamiento582. A pesar del desaliento que pudiera causar a Boscá el resultado de este primer intento, en 1915, aprovechando que el alcalde era compañero suyo de claustro y que también lo era el Senador Pascual Testor, promovió un nuevo intento de llevar la colección a un lugar más digno que el deteriorado Almudín, donde seguía provisionalmente la colección. Tras escribir a Testor y exponerle sus intenciones, éste le ofreció su ayuda, de la forma más entusiasta y optimista, para lo cual le pidió antecedentes de su proyecto y le indicó la conveniencia de hacer oficial su petición, dándola a tramitar por vía de expediente al Rector de la Universidad de Valencia583. Este nuevo intento, una vez más, parecía prosperar al principio. Desde Madrid pidieron a Boscá que, para estudiar el asunto en firme, enviara un anteproyecto y coste de la construcción de un edificio para albergar la colección, en los terrenos del Jardín Botánico. Para ello necesitaría, obviamente, el concurso del Rector de la Universidad, de la que dependía el Jardín584. De tal proyecto solo sabemos que el edificio iba a ser enteramente metálico –imaginamos que para entonar con los edificios preexistentes en el mismo Jardín– y que 582   AMPRB 1911 S/C. [Carta dirigida por Emilio Moroder a Eduardo Boscá, de 2 de noviembre de 1911]. 583   AMPRB 1915 S/C. [Carta dirigida por el Senador Pascual Testor a Eduardo Boscá, de 18 de noviembre de 1915.

  AMPRB 1916 S/C. [Carta dirigida por el Senador Rafael Altamira a Eduardo Boscá, de 12 de mayo de 1916]. 584

233

para su construcción serían necesarias entre 55 y 60 toneladas de hierro, que iba a adquirirse directamente a Altos Hornos de Bilbao. El coste del material, su montaje y pintado ascendía –a precios de mayo de 1916– a 52.880 pesetas585. Desconocemos los detalles de lo que ocurrió posteriormente, pero remitiéndonos a los hechos, el intento de poner la colección en mejor situación, no constituyó más que un nuevo episodio de frustración para Eduardo Boscá.

7. EL RETORNO A LAS INVESTIGACIONES HERPETOLÓGICAS

234

A pesar del interés de Boscá en proseguir sus estudios herpetológicos lo cierto es que se interrumpieron tras la publicación de La ovoviviparidad observada en el Gongylus Bedriagai586. La cátedra de Historia natural, la dirección del Jardín Botánico y sobre todo, el trabajo con la colección paleontológica, no le habían dado oportunidad para ello. La ocasión le llegó al cumplir los 70 años reglamentarios para su jubilación de la cátedra, que solicitó para “adelantar algunos estudios históriconaturales hace tiempo comenzados […] con el fin de poder dedicar más tiempo a dichos estudios […]”587. La jubilación tendría efectos desde mediados de agosto de 1913, el mismo año en que se creó la Sección de Valencia de la SEHN. En esta nueva etapa contó, además, con el apoyo económico de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas588. Por aquellas fechas el Museo de Ciencias Naturales de Madrid –que dependía de la Junta– había emprendido la publicación de diferentes series de trabajos científicos, entre otras, la Fauna Ibérica, cuyo pri-

585

  AMPRB 1916 S/C. [Presupuesto].

586

  Boscá Casanoves, 1884c.

  AGA. Sección Educación. Caja 31. Legajo 15408. [Instancia dirigida por E. Boscá y Casanoves al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, con fecha 1 de agosto de 1913]. 587

  Boscá Casanoves, 1916a: 192.

588

mer volumen –el de mamíferos– apareció en 1914. El Museo encargó a Boscá el tomo de anfibios y reptiles589. Boscá empezó ilusionado esta nueva etapa de dedicación a la herpetología, y más aún considerando que su hijo y compañero de fatigas –Antimo– había obtenido la plaza de profesor en el Instituto General y Técnico de Castellón590, con lo que le resultaba más fácil contar con él. Una región que había quedado pendiente de ser explorada durante el trabajo de revisión del catálogo herpetológico de 1877 era Cataluña. Boscá lo había lamentado, pues sólo había podido consignar en el mapa publicado en 1881, la distribución de 4 especies de anfibios y 7 de reptiles, y no tenía duda de que esos datos necesariamente habían de ser deficientes, por contar Cataluña con una gran diversidad de ambientes de interés herpetológico. Por esta razón, acompañado de Antimo, realizó una expedición por la zona que hoy comprenden las comarcas de la Baixa Cerdanya, l’Urgell, Noguera y el Ripollés en el mes de julio de 1915. Como resultado de la expedición y con la adición de algunos datos recogidos aisladamente con anterioridad, pudo añadir, a lo publicado en 1881, la presencia en Cataluña de 8 anfibios y 7 reptiles, entre los que Rana agilis y Coronella austriaca constituyeron nuevas citas para la Fauna Ibérica. Estas adiciones a la Fauna de 1881 se publicaron en el Boletín de la RSEHN591, tras ser dadas a conocer en la sesión de 30 de marzo de 1916 de la Sección de Valencia592. Con esta publicación se iniciaba una nueva serie de adiciones y actualizaciones de la Fauna publicada de 1881593.

  Catalá Gorgues, J.I. 2004: 38-39.

589

  Boscá Casanoves, 1916b: 329.

590

  Boscá Casanoves, 1916a.

591

592

  SECCION, 1916: 189.

  En ese periodo hizo la revisión taxonómica de la colección herpetológica del Instituto (Pardo, 1925: 9, 12), de la que ya hemos hablado a propósito de una compra-venta en 1883. 593

235

El mismo año verificó un estudio sobre la lagartija común, cuyo polimorfismo ya había tratado con motivo de sus expediciones por Galicia594 y cuyos endemismos y formas melánicas habían centrado su interés durante los viajes a las islas Baleares595. En esta ocasión decía del grupo que, “desde el punto de vista biológico, […], se trata de un conjunto de animales en plena aptitud diferencial, con sus naturales consecuencias para lo porvenir, incluso el adueñarse de los medios favorables para la existencia, quizá con daño evidente para sus afines”596.

sometiendo a la autoridad de los especialistas determinar el estatus correspondiente a dos variedades de la especie que había hallado y a las que había asignado, provisionalmente, los nombres de Lacerta muralis guadarramae y Lacerta muralis atrata. La segunda es hoy considerada especie, bajo el nombre de Podarcis atrata Boscá, 1916. 236

Pero hay que hacer notar que, si bien la segunda descripción se había basado en individuos vivos procedentes de las islas Columbretes, en el caso de la primera se había basado en uno solo hallado en San Ildefonso (Segovia) cuyo estudio había tenido que posponer con motivo de su regreso a Valencia. Parece extraño que en esta ocasión hubiera basado sus conclusiones, aunque fueran provisionales, sobre rasgos morfológicos y no sobre la constelación de datos con que se había habituado a trabajar durante su estancia en Ciudad Real. Él mismo había resaltado la importancia del método en las nuevas investigaciones histórico-naturales desde la óptica evolucionista en su discurso de 1901 ante los alumnos de la Universidad: “[…] cómo, cuándo y para qué de los cambios observables; siendo estas preguntas las que distinguen la ciencia propiamente dicha del sentido vulgar en que se define la Historia natural […] La demostración de que la forma es un término provisional que se puede cambiar indefinidamente, o que en rigor no hay dos seres perfecta594

  v. Boscá Casanoves, 1879e: 474-475.

595

  Boscá Casanoves, 1881a: 10, 12; 1883: 246-249.   Boscá Casanoves, 1916b: 328.

596

mente iguales, ha ensanchado los horizontes del estudio, dando mayor importancia al método en la investigación […]”597.

A mi entender es posible que, confiando demasiado en que la evolución pudiera revelarse a ojos vista, se hubiera instalado en él la certeza de que los procesos de transformación podrían sorprenderse a través del seguimiento de las variedades, conceptuadas éstas como eslabones en la cadena de modificaciones entre una especie y otra emparentada. El caso es que el abandono de las prácticas naturalísticas en que había basado sus estudios antes de 1883 iba a costarle algún disgusto, como veremos a continuación. En junio del mismo año estableció la especie Algiroides hidalgoi, de forma provisional, sobre un solo espécimen, procedente también de la Sierra de Guadarrama, primera cita para el género en España598. Seguramente sus trabajos sobre la colección paleontológica –estaba preparando el manuscrito que recogía al completo el género Scelidotherium Owen para llevarlo al congreso de Sevilla de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias– le mantuvieron demasiado ocupado durante 1917; pero en 1918 publicó otra nueva especie –esta vez de un anfibio urodelo–, bajo condiciones similares al caso anterior. Se trataba esta vez de un individuo procedente del valle de Tena (Pirineo de Huesca), capturado por Ignacio Bolívar en 1876, a quien Boscá dedicaba la nueva especie. La especie queda fundamentada sobre rasgos morfológicos de nuevo –en este caso el color fue determinante– y a falta de más datos –todos los relativos a la biología del individuo y sus relaciones con el entorno, distribución geográfica, etc,– Boscá había confiado en su propia pericia y en la bibliografía. En apoyo de mi idea de que tal vez Boscá confiara de una forma seguramente excesiva en que los eslabones o hitos en la serie evolutiva entre dos especies afines podían hallarse fácilmente en la naturaleza, valga esta discusión que le condujo a la creación de Molge bolivari:   Boscá Casanoves, 1901: 9.

597

  Boscá Casanoves, 1916c.

598

237

“Atendiendo al borde cutáneo existente sobre la parte externa de la pierna, se parece este Molge Merrens [género al que ha adscrito el individuo pirenáico], al M. rusconii Gene, mientras que por el elemento córneo de la piel recuerda al M. asper Duges, y podría colocarse en la clave correspondiente entre ambas especies […]”599.

He encontrado razonamientos parecidos en otros estudios de Boscá, que, sin duda están plenamente provistos de sentido en el entorno epistemológico en que se formularon; pero dejan de tenerlo, incluso en ese contexto, cuando se hacen a propósito de un individuo aislado y la conclusión redunda en la descripción de una nueva especie600. En esta ocasión el error no tuvo trascendencia inmediata, pero no sucedió lo mismo con el que exponemos a continuación.

238

En la sesión del 30 de enero de 1919 de la Sección de Valencia el presidente daba cuenta de haber recibido una nota enviada por Boscá, en la que describía una nueva especie de anfibio de la Sierra de Guadarrama, acompañada de una lámina del dibujante D. Santiago Simón. La nota fue remitida para su publicación en el Boletín601. Bajo el título “Una adición al género Pelobates Wagler”, otra vez Boscá describía una nueva especie –de sapo, en esta ocasión–, sobre un solo individuo, propiedad del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Tras la descripción morfológica –en la que Boscá indica

  Boscá Casanoves, 1918a: 61.

599

  Treinta años atrás, el propio Eduardo Boscá había escrito: “Y si no fuera por franquear los límites de la ciencia positiva, sin duda sería conducente también el buscar especies de formas y costumbres preconcebidas que enlazaran más y más entre sí los grupos cuyo aspecto se presentara como propio de la época actual, por ejemplo, refiriéndonos a las formas vivas” (Boscá Casanoves, 1879d: 218). Bien es cierto que algunos naturalistas, como Florentino Ameghino, en la década de 1880-1890 habían trabajado con el presupuesto de que, de la misma forma que los astrónomos podían predecir la presencia de un astro antes de verlo en el telescopio, era posible también anticipar la existencia de una especie intermedia (v. Ameghino, 1915). También es cierto que esto, en España, parece que aún lo creían algunos naturalistas, en la década 1910-1920 (v. Cabrera, 1915); pero resulta poco razonable “predecir” una especie viviente nueva en presencia de un solo individuo, cuando era posible investigar en la Naturaleza, tal y como lo había hecho Boscá en otras muchas ocasiones. Tal vez con el paso del tiempo la excesiva confianza le había llevado a franquear los límites de la ciencia positiva que treinta años antes le daba apuro rebasar. 600

  SECCIÓN, 1919a: 83.

601

la existencia de dientes maxilares y palatales, que ha podido apreciar al tacto– da noticia del color “sin perjuicio de rectificar a la vista del animal vivo” añadiendo una llamada de atención sobre la variabilidad de éste –“según el ambiente”– propia de los anfibios. Describe –“desconocidas como son las costumbres particulares de la nueva especie”– las de Pelobates cultripes, una especie afín, con todo detalle, incluyendo el canto que, en este caso, había podido escuchar –en dos localidades diferentes–, en la misma época del año en que se había recolectado el ejemplar en estudio. Y tras recomendar a otros naturalistas la exploración de los lugares donde podrían encontrarse más ejemplares de la nueva especie, predice que, de hacerlo en época de cría “Más tarde aparecerán las larvas que, siguiendo las analogías, podrán distinguirse por presentar la abertura del espiráculo al lado izquierdo de la cabeza, dirigido hacia detrás y arriba”, como son las larvas de todas las especies del género. Termina indicando que la nueva especie –esta vez no duda– está dedicada al presidente Wilson, de los Estados Unidos de América, mantenedor de la justicia y libertad internacional602. La publicación de esta nueva especie se hizo en enero y en el mes de junio, apareció en el Boletín una rectificación de Boulenger (traduzco del francés): [“Lamento estar en desacuerdo con mi estimado colega, Sr. E. Boscá. […]; pero el interés de la ciencia exige que rectifique el error en que ha caido al describir Pelobates wilsoni "].

Al ver la lámina le había parecido que se trataba de un sapo común –Bufo vulgaris–, pero la indicación de la presencia en el individuo de dientes maxilares y vomerianos, y pupila vertical, le había hecho dudar, por lo que había pedido examinar el ejemplar, llegando a la conclusión de que el individuo en cuestión pertenecía a la especie Bufo vulgaris603. Esta réplica, que Boscá debió reconocer acertada, puso el punto final a los trabajos herpetológicos del naturalista, quien no volvió a publicar sobre el tema en los cinco años que aún viviría. Tampoco terminó el trabajo para la Fauna Ibérica. 602

  Boscá Casanoves, 1919a, passim.   Boulenger, 1919, passim.

603

239

A pesar de estos errores –originados a mi entender por un exceso de celo evolucionista y una cierta relajación metodológica–, no empañan la trascendencia de sus aportaciones a la Historia de la herpetología española. Además, los mismos años en que esto sucedía coinciden con el inicio de las publicaciones del grueso de los grupos de la colección paleontológica y de los ejemplares mas conspicuos de la misma que, como hemos visto, se fueron sucediendo regularmente hasta el mismo año de su muerte, 1924.

8. LOS ÚLTIMOS AÑOS DE EDUARDO BOSCÁ COMO DIRECTOR DEL MUSEO PALEONTOLÓGICO 240

Como ya se ha indicado, Eduardo Boscá, desde su jubilación de la cátedra de Historia Natural de la Facultad de Ciencias, se había entregado plenamente al estudio y publicación de los ejemplares de la colección Rodrigo Botet y había retomado, por un tiempo, sus estudios herpetológicos, incorporándose activamente a la Sección de Valencia de la Real Sociedad Española de Historia Natural a partir de 1919. En las sesiones de la misma, que se celebraban en el Laboratorio de Hidrobiología ubicado en el Instituto General y Técnico, Boscá participó, junto con Antimo, en la exhibición de vegetales604 y minerales605 de la región valenciana con motivo de la formación de un Museo Regional promovido por la Sección en 1914606. Durante esos años, en que su atención y energías estaban centradas en el estudio y publicaciones sobre la colección paleontológica, Boscá volvió a publicar regular-

  SECCIÓN, 1920a: 307; 1921a: 107; 1921c: 159; 1921d: 185; 1921e: 229.

604 605

  SECCIÓN, 1922a: 195.

  El proyecto del Museo Regional queda recogido en Catalá Gorgues, J.I. (1997); el Museo, al que debía incorporarse la propia colección Rodrigo Botet nunca se hizo realidad. Y tampoco un proyecto posterior para un Palacio Municipal de las Ciencias (Catalá Gorgues, J.I. 1997, passim; Salinas, 2001: 156-167). 606

mente trabajos de entidad menor, la mayoría relativos a la geología y paleontología607 de Valencia, que previamente había comunicado a sus consocios de la Sección de Valencia608. Entre éstos, presentó un interesante trabajo en 1917 en el que exponía cómo a través del estudio de unos vegetales fósiles pertenecientes a su colección privada –clasificados por Saporta como pertenecientes a dos especies distintas–, había llegado a la conclusión de que pertenecían, en realidad, a una sola especie de alga609. Con motivo de este estudio había realizado una excursión científica por las proximidades de Alcoy; y es que a pesar de su edad, Boscá continuaba disfrutando con verdadera fruición de las excursiones y de los viajes, como el verificado a las Lagunas de Ruidera (Ciudad Real), durante dos semanas en la primavera de 1914, cuya narración, a propósito del tercer centenario de la muerte de Cervantes, revive

607   En 1919, en la misma sesión en que fue nombrado presidente de la Sección de Valencia, Eduardo Boscá presentó algunos materiales geológicos modificados por agentes físicos y químicos (Boscá Casanoves, 1919b, passim) al año siguiente, presentó a sus consocios algunos materiales de Alicante, seleccionados de su colección particular, al tiempo que exponía algunas consideraciones acerca de la relación entre la abundancia de fósiles presentes en un terreno y la presencia de ácido fosfórico en el mismo (Boscá Casanoves, 1920b, passim); en 1922 publicó una nota sobre un gasterópodo fósil del género Natica, abundante en las proximidades de Oliva, lugar al que el naturalista solia ir a menudo, por vivir allí su hijo Segundo. (APJBB [Datos familiares]). Los profesores Paul Fallot y Maurice Ginoux habían revisado su colección privada el verano anterior, ocasión en que habían determinado la especie a la que pertenecía el fósil objeto de la nota (Boscá Casanoves, 1922a: 253). También de tema paleontológico fue una comunicación sobre el yacimiento de “La Querola”, situado en las cercanías de Cocentaina, lugar al que Eduardo Boscá había hecho una excursión con Antimo y su nieto, Fernando Boscá Berga, en la que obtuvieron más de sesenta especies de invertebrados fósiles (Boscá Casanoves, 1923b, passim). 608   También presentó tres comunicaciones acerca de hallazgos extraordinarios de animales: un cachalote en la playa de Tabernes de Valldigna, arrojado allí por el mar en septiembre de 1915 (Boscá Casanoves, 1915b); una tortuga marina, hallada en 1899 por los pescadores de las islas Columbretes que, después de tantos años, había conseguido para su colección particular, resultando ser un animal difícil de clasificar por presentar características poco claras en su espaldar (Boscá Casanoves, 1916f, passim); el tercer hallazgo era el de un cocodrilo en el rio Turia, en las proximidades de l’Assut de l’Or, del que tuvo noticia a través de José Cebolla, a la sazón montador de la colección paleontológica (Boscá Casanoves, 1922b, passim); en diciembre de 1922 presentó ante la Sección un trabajo titulado “Notas sobre la albufera de Valencia” en la que, al parecer, insistía en la insalubridad del cultivo del arroz –asunto que ya había tratado en sus Notas histórico-naturales a propósito de la localidad y provincia de Valencia de 1901–, pero, aparentemente, el trabajo completo no llegó a publicarse (v. SECCIÓN, 1923c: 17).

  Boscá Casanoves, 1917, passim.

609

241

el paisaje manchego donde ocurrió la aventura de la Cueva de Montesinos relatada en el Quijote: “pero no sin antes exteriorizar la admiración de que en aquella fecha, mediante la novela, pusiera tan en ridículo el pensar a tontas y a locas de cualquier sujeto indocumentado, frente al raciocinio, siquiera fuera de un patán; y no creo fuera desatino decir que, sin darse cuenta, fue Cervantes un oportuno auxiliar del filósofo Bacon, su contemporáneo, aunque en muy distinta esfera, el primero demoliendo con la sátira, mientras que el segundo edificaba el proceso educativo para el recto pensar, escribiendo su Novum organum” 610.

La narración, de una calidad literaria bastante aceptable, resulta deliciosa –como muchas otras narraciones de sus excursiones y viajes–, al tiempo que provechosa por las observaciones histórico-naturales que registra, sobre todo en lo concerniente a la geología y la fauna ictiológica de las Lagunas. 242

Aunque la energía de Eduardo Boscá parecía no conocer límite, lo cierto es que a pesar de mantener una lucidez admirable y una buena forma física, Boscá era ya un anciano. Su hijo Antimo, que desde muy joven había sido su compañero de fatigas, fue designado oficialmente por el Ayuntamiento como “ayudante a título personal y gratuito de la colección paleontológica” con fecha 7 de enero de 1921611. Mas o menos a partir de esas fechas Antimo comenzó a actuar de secretario de confianza de su padre; muchos documentos oficiales relacionados con la dirección del Museo están escritos por Antimo, al dictado de su padre, y firmados por Eduardo Boscá. Ello no quiere decir en absoluto que Boscá se encontrara incapacitado para seguir trabajando: sencillamente había comenzado a delegar en su hijo ciertos aspectos del trabajo en el Museo.

  Boscá Casanoves, 1916d: 427.

610

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1920. Expte. 17/1920. [Personal: Proponiendo para auxiliar facultativo del Museo Paleontológico de esta ciudad con carácter puramente personal y gratuito al Dr. D. Antimo Boscá y Seytre]; AMPRB. 1921-1924. S/C. [Hoja de Servicios de D. Antimo Boscá Seytre]. 611

La incansable lucha de Eduardo Boscá en pos de una ubicación digna de la colección paleontológica y sus intentos de promover la institucionalización del Museo no se habían plasmado en resultados tangibles. Sin embargo, otras instancias –concretamente el Museo de Ciencias Naturales de Madrid– supieron valorar en su justa medida el trabajo realizado sobre el espléndido legado científico de Rodrigo Botet y así, en 1921, Boscá tuvo la satisfacción de ver reconocida su dedicación a la colección paleontológica con el nombramiento de Comendador de la Orden Civil de Alfonso XII por el Gobierno Español, a instancias del Museo madrileño. El reconocimiento del Gobierno se hacía extensivo al montador Carlos Maicas, que fue nombrado Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII. El 24 de febrero, en la reunión de la Sección de Valencia, Eduardo Boscá recibió la felicitación de sus consocios612, a quienes tuvo que comunicar, en la del mes siguiente, la noticia del fallecimiento de Carlos Maicas613, acontecido el 17 de marzo614. A finales de abril se produjo la solemne condecoración de Eduardo Boscá en el despacho de la Alcaldía, donde concurrió acompañado de Luis Pardo, Emilio Moroder y Agustín Trigo Mezquita, como representantes de la Sección de Valencia615. Parecería lógico que, como consecuencia de un galardón de esa naturaleza, el Ayuntamiento reconociese la verdadera valía de Eduardo Boscá y de Carlos Maicas así como de la propia colección paleontológica y obrara en consecuencia, preocupándose activamente del Museo y buscando fórmulas que facilitaran su futura expansión institucional. Pero la respuesta municipal se redujo a una simple actuación protocolaria: “La Presidencia recordó a la Comisión [de Monumentos] las delicadas atenciones [con] que el sabio director y el culto personal del ‘Museo de Ciencias Naturales de Madrid’ habían galardonado a los Sres. D. Eduardo Boscá y D. Carlos Maicas, Director 612

  SECCIÓN, 1921b.   SECCIÓN, 1921c.

613

  AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1921. Expte. 3/1921.

614

  SECCIÓN, 1921e.

615

243

y Formista Montador de la Colección Paleontológica José Rodrigo Botet propia de esta ciudad, para testimoniarles la admiración que sentían por los inteligentes y delicados trabajos realizados en la clasificación y montaje de aquella valiosa colección. Expuso que en realidad tan honrosas distinciones tenían verdadero carácter oficial, desde el momento que los títulos de Comendador y Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica [sic] concedidos a los Sres. Boscá y Maicas a instancia del personal del mencionado Museo –que también se dignó costear las correspondientes insignias– no fueron remitidas directa y particularmente a los agraciados, sino por medio de la Alcaldía, que por cierto, sólo pudo entregarlas personalmente al Sr. Boscá, a causa de haber fallecido el formista montador D. Carlos Maicas, y dijo por último que estas exquisitas muestras de consideración y aprecio no podía mirarlas con indiferencia el Exmo. Ayuntamiento, ya que redundaban también en su honor que se tributaran oficialmente a sus empleados por los relevantes servicios que prestan, lo cual imponía la necesidad de corresponderles convenientemente. A este efecto, propuso que podría hacerse una reproducción en yeso de los huesos de la región hioidea y esternal del Megatherium existente en la propia colección Paleontológica J. Rodrigo Botet y concederla graciosamente al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, para que la conservase como muestra de gratitud del Exmo. Ayuntamiento de Valencia al personal de tan importante centro por sus mencionadas finezas. La comision, oida tan justa y acertada moción, acordó elevar el oportuno dictamen a la Exma. Corporación Municipal, de conformidad con lo propuesto por la presidencia”616.

244

El 3 de noviembre de 1921 se comunicó a Eduardo Boscá el acuerdo de la Alcaldía de 21 de octubre, en que hacía suya la propuesta de la Comisión de Monumentos, y le encargaba la hiciera efectiva617. No hay indicios de que Boscá se sintiera molesto ante esta indiferencia hacia su trabajo y hacia el propio Museo por parte del Ayuntamiento, que había tenido tiempo y 616   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1921. Expte. 18/1921 [Acta de la Comisión de Monumentos de 13 de octubre de 1921].

  AMPRB. 1921. S/C [Oficio nº 1959 de salida dirigido por la Alcaldía Constitucional de Valencia a Eduardo Boscá]. 617

ocasiones sobradas de conocer. Pero aún tendría una nueva oportunidad de constatarla, con motivo de una iniciativa de Trigo Mezquita en apoyo de la difusión del Museo. A principios de 1923, Agustín Trigo hizo entrega a la Comisión de Monumentos de una circular mecanografiada en inglés y alemán, redactada y mandada traducir con el concurso de Eduardo Boscá, para dar a conocer el Museo Paleontológico en los centros de enseñanza, con el fin de que el Ayuntamiento se encargara de su impresión y envío a dichos centros618. Con los cambios en la Corporación que siguieron a las elecciones de 1922, el negociado de Monumentos pasó a depender de la Comisión de Fomento, y Trigo Mezquita –que seguía siendo concejal– tuvo que dejar la Presidencia que hasta entonces había ostentado. Con este motivo, Trigo elevó una moción a la Comisión de Fomento para que, si lo estimaba pertinente, terminara el trámite para que la circular se imprimiera y llegara a su destino, adjuntando a dicha moción los textos de la primera entrega, a los que había añadido las traducciones al francés e italiano realizadas por él mismo. “[...] al hacer a V. [el presidente de la Comisión de Fomento] entrega de los adjuntos documentos, estoy en el caso de indicarle el fin a que estaban destinados. Valencia posee una valiosísima colección paleontológica, donativo del insigne patricio D. José Rodrigo Botet, joya científica a la que Valencia nunca quiso prestar atención, ya que los Ayuntamientos de todos los colores la tuvieron abandonada, sin instalarla siquiera como merece. A pesar de los años que el Ayuntamiento posee este rico Museo, todavía no ha habido tiempo de hacerlo saber a los centros de cultura de Europa por lo menos, ya que siendo la colección de carácter puramente americano, ofrece su mayor interés a los Museos europeos, por las visitas de estudio que podía recibir, cambios que podía efectuar con dichos centros docentes, etc., merced al taller de reproducciones en yeso, anejo a la colección, que trabaja incesantemente.

618   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1923. Expte. 26/1923. [“Circular a los Centros docentes y científicos de Europa reseñando los ejemplares que componen la Colección Paleontológica J. Rodrigo Botet”].

245

Durante mi actuación como presidente de la Comisión de Monumentos del Ayuntamiento anterior, he procurado por todos los medios, llevar a la Colección Botet todas aquellas iniciativas que pudieran serle útiles, y entre otras, hacer saber su existencia a los centros científicos europeos, para evitar que se repita el caso, de visitar Valencia excursionistas procedentes de las Universidades extranjeras, y no poder visitar la Colección, porque ignorando su existencia no figuraba en su itinerario. A este fin responde la Circular [...] pero habiendo dejado de actuar como presidente de esta Comisión, entiendo que no soy el llamado a terminar estas cosas, que ni siquiera sé, si merecerán el asentimiento de la nueva Corporación. [...]

246

Además, a instancias mías, el Dr. Boscá ha terminado según me tiene manifestado las cuartillas para un extenso Catálogo de la Colección Botet, que debe editarse con numerosas ilustraciones en fotograbado, etc., a semejanza de lo que se hace en todos los países, cuyos Museos ofrecen a los visitantes catálogos ilustrados, que contribuyen a propagar la obra científica del Museo, y son al propio tiempo motivo de ingresos con que poder sostener los gastos del establecimiento. El catálogo está pues hecho, con sus fotografías. Hay consignación en el presupuesto para imprimirlo. No falta más que concluir lo que ya está en marcha. El decoro de Valencia, exige que el abandono en que se ha tenido hasta ahora la Colección Botet, cese de una vez y se la atienda como es debido, ya que es la mejor colección de la fauna pampeana fósil que existe en Europa y fue regalada por un valenciano insigne y generoso. Con la satisfacción de haber cumplido mi deber, me despido [...]”619.

Parece que la moción de Trigo fue atendida, porque el Ayuntamiento acordó el 31 de octubre de 1923 la impresión de un catálogo ilustrado de la colección paleontológica, para cuyo cumplimiento encargó a Eduardo Boscá el 12 de noviembre “que en el más breve plazo posible se sirva entregar a la Sub-Comisión de Monumentos, Archivos y Museos Municipales, todos los antecedentes y fotografías que posea 619   Esta moción de Trigo Mezquita generó un nuevo expediente administrativo que se incorporó al Expte. 26/1923 de la Comisión de Monumentos. (AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1923. Expte. 50/1923 de Fomento-Monumentos, incluido en el Expte. 26/1923 de Archivo-Monumentos).

para la formación del mismo”. El 23 de noviembre, Boscá hizo entrega de un avance de catálogo, constituido por un texto de introducción y el estudio de los restos del género Megatherium, así como 29 fotograbados tomados por Antimo Boscá. La calidad de los últimos pareció deficiente al Ayuntamiento, por lo que acordó que “por el fotógrafo municipal se forme a la mayor brevedad una colección de fotografías de los ejemplares existentes en el museo paleontológico J. Rodrigo Botet, cuyos negativos quedarán depositados en el ‘Archivo de clichés’ del Archivo-Biblioteca municipal”.

Tras varias presentaciones del expediente administrativo a las sesiones del Ayuntamiento, y varios episodios de quedar sobre la mesa, se ordenó a Barberá Masip, fotógrafo municipal, tomar las fotografías de los ejemplares “a la mayor brevedad”. La orden se cursó con fecha de 26 de febrero de 1924. Pero por motivos que no hemos podido determinar el expediente quedó paralizado hasta junio de 1931. No tenemos constancia alguna de que la Circular para los centros de enseñanza llegara a imprimirse ni enviarse. Tampoco de que se publicara catálogo alguno de la colección Rodrigo Botet, pese a que Barberá Masip hizo una serie de fotografías en 1927 que se adjuntaron al expediente administrativo. Por otra parte, Francisco Beltrán escribió un nuevo catálogo, en este caso completo, que se incorporó al mismo expediente en 1932. La iniciativa de Trigo Mezquita quedó definitivamente abortada 12 años después de promoverse, en abril de 1935. De los manuscritos sobre los ejemplares de la colección, de los que hemos hablado reiteradamente, solo nos resta decir que tras la petición de Antimo Boscá de darlos a la imprenta en 1925620, la publicación no se realizó. Es posible que la causa fuera su relevo en la dirección del Museo por Francisco Beltrán, pues la petición de Antimo coincide cronológicamente con el desa-

620   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1925. Expte. 16/1925. [“Oficio del Director interino del Museo Paleontológico solicitando autorización para publicar algunos trabajos, fotografías y dibujos particulares, comparativos de ejemplares de dicho Museo con otros de Museos extranjeros”].

247

rrollo del concurso para la provisión en propiedad de la plaza de director del Museo Paleontológico621. La preparación de ese catálogo pedido por la Corporación a Eduardo Boscá, fue seguramente su última empresa al servicio del Museo. En su Hoja de Servicios la última anotación que consta es del 31 de marzo de 1924622, pero dado que esta fecha es la que consta en el resto de Hojas de Servicios como consecuencia de una actualización de datos requerida por el Ayuntamiento, es posible que Eduardo Boscá continuara trabajando en el Museo hasta su muerte.

248

Eduardo Boscá se mantuvo activo hasta el último instante de su vida. En la sesión de la Sección de Valencia de 28 de febrero, mostró a sus colegas una monografía del profesor Fallot sobre una familia de braquiópodos, haciendo algunos comentarios sobre las especies halladas en Valencia623. No nos consta que asistiera a la sesión de abril, pero para la del 28 de mayo de 1924, Eduardo Boscá, que se encontraba enfermo, pidió a su hijo Antimo que transmitiera sus saludos a sus consocios624. Esa misma tarde falleció, según consta en su acta de defunción, a consecuencia de “uremia”625, a la muy avanzada edad –para aquella época– de ochenta y un años. A juzgar por lo recogido en la prensa local al día siguiente, su muerte fue muy sentida en todos los ámbitos y estamentos de la ciudad626.

621   AMV. Expedientes de la Comisión de Monumentos. Año 1924: Expte. 13/1924 [personal]; Expte. 14/1924 [personal]; Expte. 20/1924 [personal]; Expte. 28/1924 [personal]; Año 1925: Expte. 17/1925 [personal].

  AMPRB. 1884-1924. S/C. [Hoja de Servicios de D. Eduardo Boscá Casanoves].

622

  SECCIÓN, 1924a: 115.

623

624

  SECCIÓN, 1924b.

  RCV. Sección 3ª del tomo 232-1: 265, registro nº 381. Acta de defunción de Eduardo Boscá Casanoves. 625

  BMHMV, Archivo Rodrigo Pertegás. Carpeta de E. Boscá Casanoves.

626

249

Fig. 16. El pintor valenciano Salvador Abril y Blasco (1862-1924), a la izquierda, con Eduardo Boscá Casanoves. Fotografía de autor desconocido, con dedicatoria autógrafa del pintor al naturalista, fechada en 1912. APJBB.

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ISBN 978-84-482-5512-1

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