Ecos de Sandoval Zapata en la poesía de Elías Nandino

July 21, 2017 | Autor: A. Cámara Frías | Categoría: Poetics, Poesía, Literatura Novohispana, Sandoval Zapata
Share Embed


Descripción







UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
Licenciatura en Letras Hispánicas
Ecos de muerte en la poesía de Elías Nandino y Sandoval Zapata

Alejandro M. Cámara Frías
Literatura Novohispana
Imparte: Joaquín Rodríguez Beltrán
Guadalajara, Jalisco
Miércoles, 26 de noviembre de 2014


INTRODUCCIÓN
El concepto que en la actualidad tenemos de literatura es relativamente nuevo. En la Nueva España del siglo xvii, por ejemplo, se concebía la el trabajo de la escritura, el ingenio que ésta generalmente ostentaba y quizá hasta el don creador, mas literatura no designaba, en lo absoluto, a las manifestaciones artísticas de una (o varias) subjetividad(es) a través de la lengua. La figura del literato, por tanto, no existía más que como alguien muy versado en letras de cualquier ciencia. Sin embargo, en lo que la historia de la literatura ha terminado por nombrar poesía, siempre se habló de cantos, voces y sonoridades. El paso de los años han confirmado que, en realidad, hay sólo unos cuantos temas fundamentales a tratar en la literatura. En este sentido, no resultaría descabellado escuchar ecos lejanos de un poeta novohispano en la obra de otro del siglo xx, especialmente en el tratamiento del tema de la muerte. El presente texto pretende, justamente, señalar las semejanzas temáticas y estilísticas entre Luis de Sandoval Zapata (¿1620?-1671) y Elías Nandino (1900-1993). A simple vista, se podrán dilucidar algunas semejanzas: su predilección por la muerte, la utilización de figuras como la paradoja, la antítesis y el oxímoron, además de que ambos podrían catalogarse como "conceptistas". Por ello, sería interesante tratar de caracterizar la poética de cada uno y saber en qué coinciden un poeta y otro, y claro, en qué se diferencian, y así tratar de dar explicación a estas coincidencias y discrepancias.
Dadas las situaciones que imposibilitan una mayor investigación en torno a mi hipótesis, considero preciso remarcar el carácter embrionario de este ensayo sobre los ecos de Sandoval Zapata en poetas del siglo xx. Si al investigar a algunos autores (como sor Juana) nos enfrentamos a un laberinto bibliográfico, con Sandoval Zapata y Elías Nandino hallamos un desierto, o bueno, un matorral. Ciertamente ambos autores han sido un poco descuidados por la crítica. En el caso de Sandoval Zapata quizá se deba a la cantidad reducida que actualmente se conserva de su obra. Es significativo que hasta 1937 no se conocían más que algunos cuantos textos de este poeta. La crítica de los albores del siglo xx lo había reducido a un poeta oscuro, lóbrego y barroco, además de que su fama se la debía a un solo soneto a la "transubstanciación" de las rosas en la imagen de la Guadalupana de una mediana calidad literaria.
En los últimos años se ha realizado una revalorización de su obra desde los estudios hechos por por Méndez Plancarte y Buxó. En el caso de Nandino sería difícil hablar de una revalorización, su papel en la historia literaria muchas veces ha sido solamente la del amigo médico de los Contemporáneos (Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Jorge Cuesta, etcétera). Se llega a decir, incluso, que la poesía de Nandino es sólo un reflejo de ciertas atmósferas oscuras e introspectivas propias de Villaurrutia. Lo cierto, además, es que nunca el nombre de Elías Nandino nunca apareció publicado en la revista Contemporáneos. Sería injusto, sin embargo, calificar su práctica poética como una mera imitación de otra y alejarlo del grupo al que perteneció usando los argumentos anteriores. Convendrá, entonces, señalar igualmente sus peculiaridades. Con todo, este texto no tiene intenciones reivindicativas, sino más bien conciliadoras, intenta aclarar las posibles correspondencias que se dan entre un poeta y otro, aun con casi trescientos años de diferencia.

SANDOVAL ZAPATA: POÉTICA DE VIENTO Y FUEGO
En los párrafos siguientes se pretenderá trazar una poética sandovaliana, poétia que Buxó ya ha caracterizado de "fuego y ceniza". Dejaremos un poco de lado sus demás textos como el Panegírico a la paciencia o el soneto a la Guadalupana para centrarnos únicamente en los veintinueve sonetos hallados por el padre Méndez Plancarte en un manuscrito jesuita del siglo xvii, quien dio la noticia de éstos en la revista Ábside en enero de 1937. En principio, Méndez Plancarte, citado por Buxó (2006), lo emparenta "al más alto Quevedo, por su fisonomía espiritual, no menos que estilística" (p. 33). Esta comparación tampoco indica que la obra de Sandoval Zapata haya sido una mera imitación de Quevedo, sino que desarrolla una síntesis y transformación presentes en toda la poesía de nuestro poeta novohispano, como se verá más adelante.
Sandoval Zapata trata tópicos del barroco: tempus fugit, omnia transit y ubi sunt?, por nombrar algunos. Es igualmente afecto a las figuras sinestésicas propias del movimiento, las fuertes contraposiciones en las antítesis, paradojas y oxímoros. Además, retoma la tradición de la emblemática, repositorio de imágenes como la mariposa acercándose a la llama o el ave levantando el vuelo hacia el sol. Naturalmente, le canta también a las flores (hay un número importante dentro de los veintinueve sonetos dedicados a éstas) y su fugaz vida que ejemplifica la transitoriedad de la existencia, la vanidad y el desengaño final de la muerte. Paralelo a esto, en sus sonetos se desarrolla un segundo discurso aparte del desenlace irremediable que es la muerte. Se percibe un "ser alado", una "voz", un "espíritu flamante" que significa lo eterno en lo perecedero, una esencia que pervive a través de las repetidas metamorfosis que la naturaleza presenta.
En la poesía de Sandoval Zapata, entonces, se alude al proceso universal de generación y corrupción, una dialéctica que recuerda al río de Heráclito y a Quevedo. Este ciclo de retorno al polvo no nos parece nuevo, pero creo que el tratamiento de Sandoval le da una significación distinta. A través de ella se descubre que en estas manifestaciones fugaces de la naturaleza, en las que convive lo bello con lo marchito, la vida con la muerte, poseen también una esencia universal que seguirá encarnándose una y otra vez.
Se puede insistir, todavía, en la habilidad de Sandoval Zapata para partir de presupuestos y generar relaciones nuevas o generar sentencias sintéticas y conciliadoras. En el emblemático soneto "Riesgo grande de un galán en metáfora de mariposa", Sandoval parte de una imagen sugerente y evocativa para nombrar esta transformación que mencionamos anteriormente. No se trata de la simple aniquilación de la mariposa-galán atraída por la llama-hermosura femenina, lo importante a resaltar sería la transformación que se dará "porque al dejar de ser lo que vivías / te empezaste a volver en lo que amabas" (Sandoval, 2006, p. 111). La constante lucha entre opuestos da, nuevamente, una comunión entre dos fuerzas (la vida y la muerte) en esa "materia prima" a la que incluso le dedica un soneto, presente en el "oloroso jazmín" como en la "ceniza pálida". En fin, parece superarse la idea de que "el esplendor de la materia encubre su miseria íntima, y la hermosura deslumbrante, la vanidad de su ostentación" (Buxó, 2006, p. 38).
El tiempo, también, es un tema en constante diálogo con lo anteriormente tratado. Sobre este tópico versan los primeros tres sonetos (de los veintinueve) de Sandoval Zapata. De nuevo, el fuego y el viento son "elementos característicos de la imaginación poética sandovaliana" (Herrera, 1996). El tiempo escapa en "Invisibles cadáveres de viento" y hay también una claridad importante que otorga la luz y el rayo, la noción dialéctica de vida dentro de la muerte se expresa en que "vive lo que murió cada momento" (Sandoval, 2006, p. 95). Más adelante, en el segundo soneto, el fuego y el viento personifican esas dos fuerzas que matan y dan vida:

El aire que te enciende es quien te amaga
y, ventilado de un impulso, paces
vida y muerte en el aire que respiras.


El soplo que antes te encendió te apaga;
aquella diligencia con que naces
influye en el estrago con que expiras.

Las avezuelas y mariposas que aparecen en los sonetos sucesivos siguen con esta poética del viento, el escape del tiempo y el mortal desenlace, mas "lo menos fue tu muerte, que ya habías / empezado a morir cuando naciste", dice Sandoval Zapata (2006, p. 122).
Podríamos ver fácilmente tres figuras retóricas predominantes en el discurso de Sandoval Zapata: el oxímoron, la antítesis y la paradoja. Las definiciones de estas tres implican algunas confusiones, pero intentemos observar su empleo. Para empezar, la antítesis se define, según Beristáin (2003, p. 55), como una "figura de pensamiento (tropo de sentencia) que consiste en contraponer unas ideas a otras […] a través de términos abstractos que ofrecen un elemento común, semas comunes", y continúa que "a diferencia de lo que ocurre en el oxímoron y en la paradoja, la oposición semántica de las expresiones contiguas en la antítesis no llega a ofrecer contradicción". Tal figura es observable en el inicio de los dos tercetos arriba transcritos: "El aire que te enciende es quien te amaga" y "El soplo que antes te encendió te apaga;". En el soneto "Daba Lísida de beber a un pájaro", por ejemplo, leemos algunos oxímoros, o sea, siguiendo a Beristáin (2003), tropos que resultan de una relación sintáctica de dos palabras antónimas que se colocan contiguas a pesar de que una de ellas parece excluir lógicamente a la otra, creando así una contradicción que concilia dos significados dispares en otra figurada. Así, se puede hablar de "hoguera fría" y "volcán de nieve". Es curioso pensar en que, sensitivamente, el excesivo calor y el excesivo frío resultan siendo casi lo mismo. Por último, las paradojas en Sandoval Zapata, a las cuales Enrique Serna dedicó su tesis de licenciatura, no son menos copiosas. Y "vive lo que murió cada momento" podría catalogarse como tal, pues plantea una alteración lógica que "aproxima dos ideas opuestas en apariencia irreconciliables, que manifestarían un absurdo si se tomaran al pie de la letra" (Beristáin, 2003, p. 387) pero que buscan una significación más profunda.
Aparte de la concepción conciliadora de la muerte como fuerza que corre paralela a la vida, los sonetos de Sandoval Zapata tienen una inclinación por la muerte; a mayor vida, más muerte, peligros y desengaños. También se repite el tópico ubi sunt? que recuerda a las Décimas de Manrique, pues "borra a los muertos títulos y fama". Aun así, la muerte en algunos momentos se muestra "quebradiza" y "dudosa" ante la hermosura desbordada y la habilidad histriónica, del soneto a la hermosa difunta y a la cómica, respectivamente. Finalmente se leen imprecaciones amorosa que instan a la muerte a través del amor, ese ardimiento que, como el fuego, purifica y transforma.

NANDINO: EL ENAMORADO DE LA MUERTE
La poesía de Elías Nandino, como la de Sandoval Zapata, parece cerrada en sí misma, en sus propias obsesiones e imágenes insistentemente trabajadas. Naturalmente, una de sus principales preocupaciones es la muerte, su misterio. También le obsesiona el cuerpo, lo tangible, tanto su fragilidad como su vínculo entre el mundo gozoso o sombrío. También busca lo intangible esencial que vibra en el aire. Justamente su poesía brega por decir finalmente ese "poema escondido" que permanece oculto. Para Nandino, los elementos del mundo no son simplemente eso, cada objeto es también un monumento y el mundo es un enigma a resolver mediante la intuición y la inteligencia.
Es fácil comparar la poesía de Nandino con sus contemporáneos Villaurrutia, Cuesta u Ortíz de Montellano, mas, si ponemos atención, su poesía busca más un golpe, un "efecto inmediato" que desarrollar un gran discurso de inteligencia. En este sentido, podríamos emparentarlo más a poetas como Efraín Huerta. Lo que lo aleja de los demás y hace difícil hallarle un parangón es su afán metafísico, para nada discursivo ni coloquial, sino vuelto hacia sí mismo para cuestionarse.
Es innegable que la poesía de Nandino comparte con la de Villaurrutia un motivo principal: la contradicción. Aquí cada concepto engendra su contrario y se dan los contrastes tan propios del Siglo de Oro. Nandino encuentra vínculos eróticos entre la muerte y el amor, y es también un motivo por el cual se busca trascender el (propio) cuerpo humano. Se tiene la consciencia, también, de "que antes no éramos /y que después / tampoco seremos" (Nandino, 2000, p. 28). Nos topamos, también, con la muerte concebida como una especie de liberación a otra vida, noción no poco cristiana que se trabaja en Eternidad del polvo, título que refiere invariablemente al polvo bíblico. Para Nandino, entonces, la muerte no es un final sino una presencia en el ser. Quizá por su poema "Cerca de lo lejos" se ha ganado el mote del "enamorado de la muerte":

Pero,
a pesar de la carga de los años,
permanezco enamorado de la vida
y a la vez de mi muerte

La importancia del cuerpo en Nandino también es central. El cuerpo es el vehículo del erotismo. Es, también, lo que nos define y limita; Nandino continúa el tema del cuerpo visto como cárcel física y metafísica, símbolo de nuestra ignorancia e insuficiencia ante los arcanos del mundo. Aun así, también hay pequeños atisbos de verdad durante el sueño y nuestras pequeñas epifanías por las cuales logramos otear más allá, y ahí está la muerte, como finalidad y como umbral.

ECOS Y SILENCIO
Para comenzar, podríamos comentar una diferencia que podría parecer simple: la utilización de la primera persona en el discurso del sujeto poético. Entre los veintinueve sonetos de Sandoval Zapata no se halla más que una marca textual de la primera persona, y es en el verso "Juzgo es la vida llama numerosa" (2006, p. 98). Además de las interrogaciones que, supongamos, se hacen desde un "yo poético", Sandoval Zapata nunca más utiliza la primera persona singular ni plural. A diferencia de éste, Nandino construye un complejo yo poético que, en ocasiones, incluso resulta autobiográfico. Su subjetividad se concretiza y muestra en cada poema, desde su visión particular hasta su cuerpo físico. Emite juicios y valoraciones, se lamenta, se contradice, sentencia y, sobre todo, se interroga.
Ahora, en el tratamiento de la muerte parece haber muchas más concordancias. En inicio, la conciencia de que se nace con la muerte, y que aun antes y después de la vida hay más muerte es común en ambos poetas: "ya habías empezado a morir cuando naciste", dice Sandoval Zapata. Y Nandino se extiende:

Lo cierto es
Que antes no éramos
Y que después
Tampoco seremos

"Eres la muerte que nace / continuamente con la vida", dice en sus Décimas al amor. De hecho, parece haber una inclinación natural hacia la muerte por parte de los dos poetas. En Sandoval es casi un anhelo, motivado por el desengaño ("Cuanto más vive, más morir anhela" y "mayor mal es la vida que la muerte"). Quizá en Nandino sea una predilección más personal, surgida a raíz de su decaimiento físico. Ambos poetas, también, podrían ver al amor, a la atracción, como algo ígneo que conduce a la muerte. En "Riesgo grande de un galán en metáfora de mariposa" no puede ser más claro, en Nandino una estrofa de su "Amor sin muerte" versa sobre este tema:

Amo y en cada momento
amar, es mi muerte urgida,
por un amor sin medida
en incesante ardimiento.

La latencia de la muerte en la vida es un tema constante también, en Sandoval es:

El aire que te enciende quien te amaga
Y, ventiliado de un impulso, paces
Vida y muerte en el estrago con que expiras.

Nandino, por su parte, "platicaba del amoroso asedio con que la muerte sigue a nuestra vida", y ve "la muerte en vida que en mi sangre corre".
En esta sección me dispondré a analizar y comparar específicamente dos sonetos: el primero de Elías Nandino incluido en Nocturna palabra (1976, p. 90) en el apartado de Nocturno amor, y el segundo, "Riesgo grande de un galán en metáfora de mariposa" (Sandoval, 2005, p. 111). Estas dos composiciones, coincidentes en su forma, creo que pueden servir para ejemplificar en qué puntos ambos poetas se tocan y en cuáles no:

XI


Nocturno amor: si se nos va la vida,
si en cada instante nuestra muerte [avanza,
si tu fuga se alienta en mi esperanza
y mi esperanza es lumbre consumida;

si ya no tengo un sueño sin herida,
y nostálgico mido tu tardanza
cuando lejos de mí la sed te lanza
a perseguir la dicha presentida,
¿por qué te obstinas en alzar el vuelo
que a todo rumbo tu ansiedad aboca
si mi cuerpo no siente tu osadía?

Amor, no busques más y da consuelo
A mi postrado corazón de roca,
quedándote conmigo noche y día.





Riesgo grande de un galán en metáfora de mariposa

Vidrio animado que en la lumbre [atinas
con la tiniebla en que tu vida yelas,
y al breve tiempo del morir anhelas
en la circunferencia que caminas.

En poco mar de luz ve oscuras ruinas,
nave que desplegaste vivas velas;
la más fúnebre noche que recelas
se enciende entre la luz que te [avecinas.

No retire tu espíritu cobarde
el vuelo de la luz donde te ardías,
abrásate en el riesgo que buscabas.

Dichosamente entre sus lumbres arde,
porque al dejar de ser lo que vivías
te empezaste a volver en lo que [amabas


Como vemos, los dos sonetos comparten el tema amoroso y de muerte. En el primer cuarteto de ambos poemas hay la noción de un desplazamiento veloz de la vida a la muerte. Hay una coincidencia lexical con la palabra "lumbre", que en Sandoval es la llama que atrae al "vidrio animado" que es el amante, y en Nandino ya es una "lumbre consumida" que es la esperanza alentada por la fuga del amor (o del amante, podemos suponer). Ambas estrofas, entonces, plantean una contradicción: el uno con la lumbre en la que atina para helar la vida; el otro no utiliza términos precisamente antónimos, pero sí plantea una paradoja cuando dice que la "fuga" se alienta en la "esperanza" (de no hacerlo) y la esperanza es ya "lumbre consumida". En el segundo cuarteto Sandoval Zapata continúa trabajando sus figuras contradictorias, con un "poco mar de luz" de "oscuras ruinas". En él describe y advierte a la mariposa-galán que la aparente luz realmente conduce a la "más fúnebre noche" que, sin embargo, "se enciende". Nandino, por su parte, continúa con la idea de una desplazamiento hipotético entre la distancia, movimiento, en este caso, motivado por la "sed". Luego, en el terceto que sigue, Sandoval Zapata hace una imprecación casi suicida, busca "el vuelo de la luz donde te ardías", al contrario, Nandino, alude al mismo "vuelo", pero se cuestiona su obstinación y finalidad. Naturalmente, en el último terceto ambos sonetos dan un giro, la de Sandoval Zapata es notable, pues propone una síntesis y una transformación de la mariposa con la flama "porque al dejar de ser lo que vivías /
te empezaste a volver en lo que amabas". Nandino también en tono imperativo pide, paradójicamente, la presencia del "amor" para dar "consuelo" a un "corazón de roca".
Justamente esta síntesis o comunión es la que más interesa, personalmente, en los dos poetas. Y si bien en el soneto anterior de Nandino no se percibe tan claramente esta idea, en algunas composiciones es patente y es ahí donde, quizás, radique la mayor semejanza entre amobs poetas. Ya se dijo que la poesía de Sandoval Zapata presiente un "ser alado", un "espíritu flamante" que perdura a través de todas las muertes y transformaciones de la naturaleza. Nandino, por su parte, hace una reformulación de esta idea, más transparente y citable:

porque vengo de ti, soy lodo en trance
que a fuerza de nacer y de morir,
ha de llegar a definir su esencia
para ser en el cosmos vida eterna.

Si Sandoval Zapata utiliza todo el soneto de la "blanca azucena" para ilustrar este "espíritu" eterno que se asienta de modo pasajero, y sin embargo renovado, en cada objeto material, Nandino se limita a dos versos:

La flor no muere jamás 
su muerte otra flor empieza.

Otro desenlace que se podría emparentar más fácilmente al soneto de la mariposa de Sandoval Zapata es el de "Amor sin muerte":

todo será devorado,
pero no el amor ardiente
de mi polvo enamorado.

La referencia a Quevedo es bastante obvia, pero nos sirve también para designar a ambos poetas como influenciados por el conceptismo.
Sólo como contrapunto, se podría mencionar la preocupación de Nandino por el misterio de la muerte que en Sandoval Zapata no se aprecia. Al contrario, éste habla de múltiples muertes, del mecanismo "eternizador" de la muerte, la califica incluso como quebradiza y concibe que pueda estar "dudosa". Nandino, en cambio, se pregunta si hay algo "más allá del polvo" y plantea el carácter inexpugnable de la muerte, confirma su duda diciendo:

Nadie ha vuelto del seno de la muerte,
por esto
su misterio se conserva intacto,
amenazante.




CONCLUSIONES
Fácilmente se podría concluir constatando la presencia del tema fundamental de la muerte en la obra de dos poetas mexicanos: un criollo de la Nueva España y un médico jalisciense que por poco vive todo el siglo xx. Sin embargo, es importante remarcar que sus semejanzas no se dan en un plano general, sino que el tratamiento específico que le dan a tal tema se toca en puntos específicos, además que su concepción de muerte es similar. Esto se podría explicar, quizá, porque Nandino abreva de la tradición barroca y conceptista, de la que Sandoval Zapata es representante en la Nueva España.
Esto, claro, pensando en que Nandino no leyó nunca los sonetos de Sandoval Zapata. Aunque descubiertos hasta 1937, Elías Nandino podría haberlos leído durante los sesenta años que dista esta fecha con la de su muerte. Aun así, sería complicado saber si Sandoval Zapata estuvo en las lecturas de Nandino, para luego rastrear sus influencias directas. Y dudo si una aseveración tal aportaría algo al conocimiento de la literatura, quizá cada autor sea un eco de otros cantos habidos y por haber, es el constante diálogo, las correspondencias y la síntesis finalmente lo que enriquece el acto creativo.
Vemos que tanto en Nandino como en Sandoval Zapata se atestigua la degradación de la naturaleza y su paradójica condición inmortal, de constante cambio y renovación. Se advierte lo perecedero en las formas naturales, digamos lo apolíneo, pero se intuye lo eterno en la sustancia, lo dionisiaco, de la que participan. El carácter insoslayable de la muerte es una idea incuestionable y bien conocida por todos, mas la propuesta de estos dos poetas parece trascenderla y hallar en las formas mundanas, una esencia eterna, en eterno movimiento, armónico e incorruptible que se manifiesta a través de manifestaciones temporales. Justamente de esta dialéctica de lo transitorio y lo permanente surge la belleza de su poesía. Sandoval y Nandino construyen un puente entre estas dos fuerzas y éste, a su vez, los une: su voz se convierte en un solo eco de vida y muerte.

Referencias
Herrera, Arnulfo. (1996). Tiempo y muerte en la poesía de Luis Sandoval Zapata. México: UNAM.
Nandino, Elías. (1976). Nocturna palabra. México: UNAM.
Nandino, Elías. (2000). Cerca de lo lejos. México: FCE.
Sandoval Zapata, Luis de. (2005). Obras. México: FCE.


Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.