Ecopoemas. Por donde sube el cerro al cielo

September 18, 2017 | Autor: M. Dalmagro | Categoría: Crítica Genética
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Descripción

La poesía de Aldo Parfeniuk: esa otra escritura del paisaje 1 Para iniciar el recorrido “No es fácil poner en palabras a la naturaleza”, ha expresado Aldo Parfeniuk al hacer una breve referencia a este grupo de poemas que aquí se reúnen. Y tampoco – continúo en su línea discursiva- es sencillo dar cuenta de sus componentes, analizar sus sentidos, poner en valor estético esas palabras. Pero, manos a la obra. Las poesías de Aldo Parfeniuk están allí, se nos ofrecen, a modo de don en el cual la comunión del hombre con el paisaje nos convoca a reflexionar, a dar sentido a nuestros actos, a tomar conciencia. Nada mejor que las palabras del poeta para iniciar este recorrido que, deliberadamente, no quiso preceder a los poemas. De allí su carácter de “Postfacio”, que se ofrece como una alternativa posterior a cada experiencia de lectura. Afirma Parfeniuk: “Los textos aquí reunidos -algunos inéditos y otros éditos, cuyos motivos comunes son (el uno por el otro) naturaleza y paisaje- fueron escritos, algunos hace ya bastante tiempo, con la cara externa, por así decirlo, del lenguaje: la de los significados y sentidos construidos por el mundo de lo cultural, de lo social. Con eso, obviamente, no pueden darse más que representaciones figurativas.” (inédito) Aldo Parfeniuk es un activo intelectual de nuestro medio que muestra diversos perfiles: ensayista premiado por el Fondo Nacional de las Artes, docente, crítico periodístico. Pero, por vocación, por pasión, por elección de vida, es radicalmente poeta y encendido luchador por los principios de un medioambiente entendido realmente como un “oikos”, morada donde se pueda pensar, respirar, vivir. Los primeros siete poemas de esta selección permanecían inéditos en libro. Los restantes -algunos de los cuales fueron ligeramente modificados para la presente publicaciónpertenecen a los libros Provincia verde y espinosa (1991); Un cielo, unas montañas (1996/2004) y Los días verdaderos (1999). En todos ellos me ha interesado particularmente

trazar una línea de coherencia que atraviesa el recorrido poético de Parfeniuk quien, abierta o veladamente, se ha preocupado desde siempre por presentarnos la naturaleza en clave de paisaje, es decir, afirma el poeta, “la naturaleza, en tanto paisaje que nos contiene física y emocionalmente, en una mirada que, exigida por la emergencia

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Artículo publicado como “Post-facio” al libro de Aldo Parfeniuk titulado Ecopoemas. Por donde sube el cerro al cielo, editado en Córdoba, Argentina, por la Editorial Bable, en 2010 (pp. 67-89).

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ambiental de la época, se vuelca abiertamente a ese significante –para muchos ya agotado- y lo pone en escena desde nuevas perspectivas.” (inédito) No vamos a encontrar, entonces, renovación de mirada en torno a la relación hombre-naturaleza en la poesía de Parfeniuk seleccionada. Hay, en lo más profundo, “una convicción personal, muy clara, de que la presente experiencia de luchar por el medio ambiente -de luchar con todas las armas disponibles, arte incluido- a la par de constituir un compromiso ético que no se puede eludir, abre nuevas posibilidades e impone nuevos desafíos.” (inédito). Y a estos nuevos desafíos nos atenemos. Desafío de leer estos poemas en clave ecológica, orientados por una perspectiva teórica que coloca su foco de atención, justamente, en esa relación del hombre con su medio ambiente que Parfeniuk ha venido trabajando, desde distintas perspectivas, desde sus primeras publicaciones, y no solo poéticas. Así lo ha demostrado con sus ensayos, desde Manuel J. Castilla. Desde la aldea americana (Premio Regional de Ensayo 1990) hasta Mundo Romilio (La poesía de Romilio Ribero en clave cultural (2005) donde propone “…debatir y proponer sentido en diferentes direcciones siempre considerando el lugar y la región como principal instancia de producción de sentido”(11). Otro aspecto clave de su poética también se perfila en este ensayo cuando reflexiona (y conmina a reflexionar) sobre el lugar que la poesía ocupa en la sociedad con la que interactúa. Esta problemática, convertida en objeto de investigación, se trasladó al ámbito académico y se convirtió en tema de su tesis de Maestría en Comunicación y Cultura que desarrollara en el Centro de Estudios Avanzados de la UNC. El título de la tesis permite identificar esta preocupación: “La función social de la poesía” Leer la poesía y escribirla –para quienes puedan y sepan hacerlo- es, para Parfeniuk poeta, ensayista, pensador, un acto cultural, en el cual se involucra el ser humano que vive y produce en un medio con el cual interactúa, sea que este lo incluya o no. Esta convicción ética, política y poética que atraviesa todas sus actividades trasciende la formulación estética para volcarse también en diversas acciones culturales. Su participación como miembro del Instituto de Estudios Ambientales, perteneciente a la Universidad Nacional de Córdoba (ISEA), la gestación de proyectos tales como las Jornadas de Ecología y lenguajes (Ecolenguas), en la Facultad de Lenguas de dicha universidad (con un encuentro en el año 2008 y otro en preparación para el año próximo) o bien del proyecto para declarar la Facultad de Lenguas como una “facultad 2

amiga del entorno ambiental” no son casualidades sino resultado de varias coincidencias, entre las que ocupan un lugar destacado el alto grado de presencia social de la problemática ambiental tanto en nuestro país como en el resto del mundo.

Nos son pocas, entonces, las razones por las cuales consideramos importante, para nuestro medio cultural, para la sociedad en la cual inscribimos nuestras actividades culturales y académicas, dar a conocer estos poemas con un modesto estudio crítico que solo pretende trazar un hilván que reúna líneas de sentido, motivos comunes, ideas, trazos. Cuando, en ocasión de presentar un breve trabajo sobre la poesía de Parfeniuk, analizada desde una perspectiva ecocrítica en las Jornadas anteriormente mencionadas (retomado y ampliado en este estudio), percibí que la recepción de los poemas de Parfeniuk representaban una novedad para nuestra comunidad académica, me convencí de que era indispensable recuperar algunos de estos textos publicados en libros ya inconseguibles y reunirlos, junto con algunos poemas nuevos, en una edición que los hospede a todos. Ese es el punto de partida inicial para esta nueva propuesta. Por ello, pedí al poeta sus textos, revisé, repasé y seleccioné aquellos que, a lo largo de los años, permiten identificar el diálogo entre el poeta y el paisaje, tuve el atrevimiento de enlazarlos mediante un hilo invisible que los conecte y que, pese al carácter de interpretación que sostiene mi escrito, los anude en una coherencia que está más allá de cada uno de ellos, que los transita, los trasciende y los coloca –o al menos pretende hacerlo- en un lugar que permita a todos acceder a su lectura. En esta nueva propuesta se incluyen poemas en los cuales la comunicación poeta-medioambiente trasciende los límites del escenario, de la contemplación, para convertirse en una poética, en “su” poética, que se va construyendo a través de su insistencia en hilvanar el paisaje de la región, de su región natal y vital, la “villa” Carlos Paz, con el paisaje personal, teñido con una profunda nostalgia y atravesado por sus recuerdos, sus afectos y el tiempo/espacio que desea estampar en la escritura. Por ello, sostiene: “A lo ecológico, en estos textos, se lo encontrará, más que en los procedimientos, en las imágenes y figuraciones con las cuales intenté construir algunos significados: dicho esto más allá de la supuesta verdad de que la palabra poética constituye en sí misma una función ecológica dentro del lenguaje” (inédito). Tal su convicción y tal su sentimiento, volcado en cada uno de los poemas que componen esta antología. 3

Esa otra escritura del paisaje Inscripta en el marco de los estudios culturales, la ecocrítica2 brinda herramientas adecuadas para leer los textos literarios desde una mirada nueva, si bien ya ha elaborado un bagaje teórico que alcanzó un amplio desarrollo. Es por ello que la perspectiva téorica de la “ecocrítica”, definida por Glotfelty en la “Introducción” de su clásico Ecocriticism Reader (1996) como “…the study of the relationship between literature and the physical environment.” (XVIIII) 3 proporciona el marco orientador para la lectura de los poemas seleccionados. Greg Garrard, en su libro Ecocriticism (2004) establece que “One ‘ecocritical’ way of reading is to see contributions to environmental debate as examples of rethoric.”4 Así, este autor leerá la cultura como retórica, no en el sentido estricto de los retóricos clásicos, sino como la producción, reproducción y transformación de metáforas a larga escala (trabaja con las retóricas de la polución, lo pastoril, el Apocalipsis, la morada, lo salvaje, los animales y estudia algunas de sus concreciones en periodos y textos literarios). Considera que el estudio de la retórica nos provee de un modelo de práctica de una lectura cultural unida a intereses morales y políticos y atiende a ambas interpretaciones de naturaleza y de medioambiente, las reales y las imaginadas, las figuradas o las construidas. (10-14). Varios de los tropos analizados por Garrard están presentes, con mayor o menor intensidad, en la poesía de Parfeniuk y tienen su modo particular de representación a través de las reiteradas metáforas del agua, el viaje, el cielo, las montañas o el pájaro. Intentaré, entonces, plantear, desde esta perspectiva, algunas preguntas a los poemas y encontrar en ellos algunas respuestas posibles. Leer sus propuestas, sus proyecciones, sus tensiones, sus convicciones y analizar el modo en que los poemas dan cuenta de la forma de relación del hombre y mundo natural. Guattari (1990) llama “ecosofía” “a una articulación entre tres registros ecológicos, el del medio ambiente, el de las relaciones sociales y el de la subjetividad

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Si bien es cierto que tanto el nacimiento cuanto el mayor desarrollo de la ecocrítica se da en el mundo académico anglosajón (por ejemplo, con la creación de la asociación ASLE (Association for the Study of Literature and Environment), hace ya varios años que ha expandido sus fronteras y se perfila como una mirada crítica que obliga la interdisciplinariedad y permite diversos mestizajes de los estudios literarios con la ecología, la antropología, la biología, la química o la física, además, por cierto, de las consideraciones sobre las implicancias políticas y económicas de sus problemas. Algunos autores, como Cheryll Glotfelty (1996), Lawrence Buell (1995, 2001) y Jonathan Bate (2000) han elaborado una importante base teórica. 3 El estudio de las relaciones entre literatura y medio ambiente físico. (traducción personal) 4 Una de las maneras ecocríticas de leer es ver las contribuciones al debate medioambiental como ejemplos de retórica (traducción personal) (6).

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humana” (8) y señala, en otro momento “…que la nueva referencia ecosófica indique líneas de recomposición de las praxis humana en los dominios más variados…”(18). Por ello, afirma: “La ecosofía social consistirá en desarrollar prácticas específicas que tiendan a modificar y a reintentar formas de ser en el seno de la pareja, en el seno de la familia, del contexto urbano, del trabajo, etc.” (23). Tal la actitud vital que constituye la esencia de la poética y de la praxis cultural de Parfeniuk, marcada por una reverencia hacia el mundo natural, encarnado en el mundo que habita, en su “oikos”. Por ello, frente a la destrucción cada vez más agresiva de la naturaleza, la poesía de Parfeniuk ha ido convirtiéndose paulatinamente no solo en abierta denuncia de dichas acciones (tal el caso de los poemas “Un hombre canta”, “Desesperación de los hielos”, “Humo y lata”), sino en modelo de armonía y convivencia entre ser humano y naturaleza. La poesía tiene la capacidad de regresarnos al “oikos”, de dar voz al poeta para escuchar y transmitir la “música”, el canto de vida de la naturaleza “…para que el hombre no siga tropezando / tan torpemente / con el hombre” (“Faro del fin del mundo”). Tal es lo que Jonathan Bate define y caracteriza como lo propio de la “ecopoética” en su libro The song of the Earth (2000), donde dedica dos capítulos a analizar la función de la poesía y la importancia del poeta. Allí explica que la ecopoética pregunta en qué aspecto puede un poema ser la hechura (la poiesis griega) de “el hogar o lugar donde se habita” y va más allá aún cuando consigna que considera que su libro es un ‘experimento en ecopoética’. El experimento es este: ver qué pasa cuando miramos los poemas como parques imaginarios en los que podemos respirar un aire que no es tóxico y acomodarnos en un modo de habitar que no está alienado (64). En la presentación del libro Provincia verde y espinosa, el poeta Julio Requena, registra y anticipa características esenciales de la poesía de Parfeniuk que irán, tal como he señalado, cobrando intensidad con el paso del tiempo, en consonancia con el compromiso cada vez más acentuado del poeta con el medioambiente. Afirma Requena: La tierra y sus elementos cobran de tal manera una fuerza especial: no solamente el lenguaje hereda esa energía natural libre, sino que el paisaje se transmuta en heredad hondamente subjetiva, palpitación y ritmo, aliento y viento. Podrá comprobar Aldo Parfeniuk que la tierra es un “entrañable paisaje”. Este profundísimo paisaje inaugura zonas demarcatorias en el territorio pensante de la poesía. Justamente, la palabra “territorio” abunda en este libro. Ella indica una mímesis del trabajo de la vida sobre la naturaleza. (1991, inédito).

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Al cabo de varios años, Requena insistió en remarcar la coherencia de la íntima vinculación poeta-medioambiente cuando presentó el libro Un cielo, unas montañas, en 1997. Allí destaca: No hay diferencia entre el pájaro, el río, el árbol y la palabra que los pronuncia cuando la mente entra en comunión directa con el hecho, cuando se pone en contacto emocional con lo pronunciado (...). El verbo resulta ser la energía de la comprensión que las vincula, que se entreteje poéticamente con ellas. Por eso el poeta auténtico no vive de palabras, que son meros conceptos: vive las palabras, que son hechos reales. (inédito) Y esta es, justamente, la línea esencial de la poesía de Parfeniuk: la identificación vivencial del poeta con su entorno. Fuente, refugio, memoria, el poeta vuelve insistentemente a él no solo como disparador de una evocación nostálgica de un tiempo feliz en lo personal sino también como símbolo de lo auténtico, de lo incontaminado. Paulatinamente se va construyendo también un escenario autobiográfico. Se trata de plasmar estéticamente la infancia pura del hombre identificada con la infancia del lugar, de la región, de una villa serrana aún incontaminada por el arrastre de la urbanización. La poesía es el recurso estético que permite plasmar la preocupación por los efectos de los cambios que la mano del hombre provoca en ese añorado “paraíso terrenal”. Es “ecopoética”, “una manera de poetizar anclada en el mundo en el cual habitamos” (Bate, 266). En la línea de los llamados “poetas de la tierra”, afirma Colautti: “La poesía de AP prolonga los perfiles de algunos poetas de palabra profunda, como Castilla, R. Ribero, Yupanqui o Juan L. Ortiz y reclama una lectura que la conciba como diálogo abierto y comunitario, nunca cerrado y concluso.” Y habla ya de “una poesía ecológica”: “una energía poética que inclina sus afanes hacia lo que se concibe como centro existencial capaz de albergar al Misterio pero que jamás pierde su contacto carnal con el hombre que lo interroga desde la escritura”. (Colautti, 1992, inédito). En la poesía de Parfeniuk hay un homenaje al paisaje, sea este el lago, la montaña, el río (lugares privilegiados), pero ese paisaje integra al hombre en su esencia. El hombre que siente ese paisaje es también paisaje. Esta línea de sentido ha ido acentuándose en cada libro publicado y toma su mayor intensidad en los siete poemas inéditos que inauguran esta antología, donde esta imagen se reitera con distintas modulaciones.

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Dos pilares sostienen el sentido de estos “eco-poemas”: la identificación poetanaturaleza y la necesidad del yo poético de dar voz a ese paisaje. Un tercer pilar conjuga ambos: el poema tiene la capacidad de decir palabras “para levantar vuelo”, para “iluminar”, para que “el hombre no tropiece con el hombre”. Se trata de un acto de fe por parte de un poeta que todavía cree en el poder de la palabra poética. Todo se combina en el intento de despertar conciencias, de mover a la reflexión y de lanzar un mensaje, aunque pocos –o nadie- lo escuchen. El poeta. “Ese animal solo y balando” El yo poético tiene “corazón de campo” y se identifica con: “Ese hombre sin ciudad / y sin tumulto, / volviéndose al paisaje / dentro suyo. (“Uno en el paisaje”). El título del poema con el que iniciamos la selección no es casual. Es la puerta de ingreso a un mundo integrado, a un espacio sociocultural en donde hombre y paisaje son una sola entidad. En varios poemas esta imagen se reitera, abarcando diferentes dimensiones pero destacando siempre esa identidad esencial: “El cielo, / muriéndose. / Con uno adentro.” (“El cielo”). Es en el poema “Un cielo, unas montañas” en donde la imagen de aquel poeta “uno con el paisaje” ha quedado reducida a la soledad, en medio del avance de las ciudades y con ellas, del cemento, de los “grises edificios” y de soledad rodeada de gente (“turistas”) con quienes no puede compartir sentimientos y canto: “(…) Ese hombre –ahora, aquí- / de silencioso café y rodeado de turistas. / Ese animal solo y balando, / perdido del rebaño. Rumiando / su sola verdad. / un cielo, unas montañas // contra un montón de olvido.” Es el poeta quien escucha la voz –en muchos casos, el único capaz de hacerlode la naturaleza y canta: “Un hombre canta en la montaña… Canta en la oscuridad… Canta para nadie. Canta para los pájaros…” (“Un hombre canta”). Tiene “corazón de lluvia entero y luminoso” y por ello ofrece su canto a ese otro hombre, a quien intenta conmover. En este poema, el uso de mayúsculas sostenidas y la colocación diferenciada de una estrofa acentúa el sentido de denuncia de las palabras del poeta. Le canta, desde la soledad, al hombre enemigo del hombre: “SE TE CAERÁN LOS OJOS / DE TANTO MIRAR CIUDADES CORROMPIDAS / GENTE INTOXICADA FLORES DE HERRUMBRE/ GRANDES NUBES DE ÁCIDO TAPANDO EL SOL” (“Un hombre canta”). 7

La imagen del poeta como voz del paisaje, como si respondiera al mandato “escucha y comunica” tiene una fuerza especial. El poeta ve en esa naturaleza un “texto” y lo lee y lo escribe y lo canta. Pero la suya es una escritura “otra”, diferenciada de la “sintaxis de enmarañadas letras /ya sin palabras confiables/…no entre enmarañados textos/ de las fábricas de bibliografía actualizada/ sino en esta otra escritura del paisaje/…” (“Audición desde la cumbre del Champaquí). Se trata de escuchar la “música” del paisaje, algo parecido a la felicidad. Y el poeta la escucha, la recibe como un don y la ofrece en su palabra. Escribe y publica y he ahí el sentido de su canto. En esta línea, el poema “Si publico” (que cierra Los días verdaderos) ofrece una justificación a la tarea del poeta y constituye, en cierta medida, una respuesta a una de las preguntas clásicas de la ecocrítica, formulada por Glotfelty en la “Introducción” a su Ecocriticism Reader: “¿In what ways has literacy itself affected humankind’s relationship to the natural world?5 (XIX). Expresa el poema “Si publico”: Sé que no me leerán ojos hambrientos / ni sedientos ni siquiera despiertos. // (…) Seguiré forrándome el pecho / de papelitos arrugados manchados / con frases semi-frases palabras / sueltas… // Por lo menos / no andaré desnudo, / como tanta gente/ de saco y corbata/ y tapas duras.” La respuesta es ésta, justamente, no callar, vestir de palabras las preocupaciones, reflexiones o sentimientos y hacerlo como cada uno puede y sabe. El poema: “Palabras capaces de levantar vuelo”

Es en la altura de una montaña donde se escucha mejor la música de lo natural. En “Un lugar”, poema de Los días verdaderos, ya se había expresado la idea: “Solo aquí se oye la música / que amablemente te sonríe / (…) soplando las pocas palabras / capaces de levantar vuelo / sobre tanta letra escrita” que se retoma con intensidad en “Audición desde la cumbre del Champaquí” y en “Faro del fin del mundo” (situado en la Isla de los Estados y fechado en 1998). Los lugares se cargan de valor simbólico en estos poemas, se eligen cuidadosamente y funcionan como origen y depósito de la palabra poética. Allí está el germen (la música del paisaje en la altura, en el canto del viento, en el rumor del río, en el vuelo del pájaro libre) y allí su destino. Ya no es solo la 5

¿De qué manera la “alfabetización” afecta el modo de comportamiento del hombre con el mundo natural? (traducción personal).

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montaña de Córdoba –anclaje geográfico de la mayoría de los poemas de Parfeniuksino también la Patagonia. En una clara alusión a los poetas que llegaron desde lugares remotos al sur argentino para llevar su voz al mundo (especialmente Saint John Perse), se expresa: “(…) / le hubiese gustado comprobar / que este era el lugar adecuado / para dejar la “lámpara de arcilla” / del poema/ que él mantuvo encendida para nosotros / (para que el hombre se iluminara en el hombre)”. Pero, inmediatamente surge la pregunta: “(¿llegará hasta aquí la Gran Nube Química / lanzada para celebrar el tercer milenio?)” para lanzar su mensaje confiado en que: “De lo que estoy seguro / es de que aquí como es esto/ debió haber sido el escenario / del primer día del mundo / (…) // y que con todo lo que aquí ilumina / no haría falta encender más el Faro, // para que el hombre, no siga tropezando/ tan torpemente / con el hombre” (“Faro del

fin del

mundo”). Es a partir de los poemas de Los días verdaderos donde la preocupación por el sentido de la poesía se hace más evidente. La acción del poeta y la verdadera razón de ser de la poesía es, fundamentalmente, recuperar las palabras primeras que se identifican con el entorno, conformando una poética que debe ser leída con ojos de niño, de pasado, de nostalgia. En el poema “Palabra y estrella” se concentra la definición del hacer del poeta: “Podría recordar una por una / las primeras palabras -monte, pájaro, río…- / que los días de la infancia se encargaron de / llenar / para que después la mano del poeta / con sólo dibujarlas sobre el papel / les hiciera decir / únicamente / lo que la vida necesita oír.” (“Palabra y estrella”) Los “días verdaderos” son aquellos del recuerdo, cuando el espacio era ocupado por cielos diferentes a los actuales, por montañas, pájaros, pueblos que ya no son lo mismo. Los ha transformado la mano del hombre. El poema “Sustituciones” es el que da más claramente cuenta del viraje hacia lo “comercial” del espacio de la niñez: “No hay otra cosa igual / que el olor, color, temperatura /del aire de tu Villa de casas bajas, / que el mundo insiste en cambiarte / por una relucientes monedas.” Y el poema se convierte en un llamado a la toma de conciencia del hombre para que no pierda la memoria de sus raíces, incontaminadas, valiosas, insustituibles: “No lo olvides nunca. / Solo aquí el viento Sur / habla en el tono que habla / para decir lo que sólo aquí / te dice: que lo perdido, / lo más perdido, / lo encontrarás / siempre, / bajo el nogal de tu patio, / en tu Villa de casas bajas, / que hundida entre/ montañas / cotiza mucho más alto / que todas las monedas del mundo. (“Sustituciones”).

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El poeta graba con palabras sus impresiones sobre la fugacidad del tiempo que desdibuja el paisaje recordado con nostalgia. De allí que la poesía se convierta en instrumento de permanencia, además de denuncia “ecologista”. Un colega y amigo de Aldo Parfeniuk, el poeta Osvaldo Pol, supo expresar en forma certera la capacidad de proyección de la poesía de Parfeniuk. Sostiene: “La materia aludida en clave poética va apropiándose del paisaje, pero también de los otros órdenes de la experiencia humana” (Pol, 1992) El hombre que tropieza torpemente con el hombre Tal como consignamos desde el comienzo de estas reflexiones, la naturaleza que se representa poéticamente en los poemas de esta selección lleva la marca de la preocupación ecológica. Los problemas ambientales que son el foco de las preocupaciones actuales de las cuales se hacen cargo los ecologistas han estado siempre presentes en la poesía de Parfeniuk, delineando una manera de ser y de estar en el mundo, una forma de habitarlo y una poética para comunicarlo. Cabe citar las reflexiones de Garrard cuando afirma que “el trastorno ecológico no deja de ser un trastorno lingüístico y literario más profundo. Grandes símbolos aparentemente intemporales (el mar, el río, la lluvia, el aire, el bosque, la tierra) se están contaminando y agotando, como discursos difícilmente renovables, al ritmo de la depredación planetaria. (Ecocriticismo). Y son esos los símbolos que tienen mayor presencia en la poesía de Parfeniuk. No es casual que las palabras reiteradas con mayor frecuencia sean montaña (y sus variantes: montes, sierra, cerro, valles), río, pájaro, viento, cielo o paisaje (que los contiene a todos).

La tensión entre el espacio/tiempo pasado y el presente tiene claras notas disfóricas. El hombre habla desde un lugar despojado, invadido. El yo poético no se identifica con ese hombre “sitiado” por la urbe. Se siente “otro”, distante y distinto. Su único refugio, su “retiro” (Slovic), el paisaje: “su sola verdad: / un cielo, unas montañas”. Esta tensión entre un ayer en el cual el paisaje era incontaminado regresa con diversos rasgos en varios de los poemas seleccionados de su libro Los días verdaderos. El tono de nostalgia está presente pero se hace más evidente una toma de posición más explícita en relación con los cambios producidos en el entorno. Ya no se trata solamente de añorar el lugar de la infancia e intentar reconstruir una imagen idílica sino que se evidencia también la denuncia de las consecuencias negativas de la transformación de

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dicho espacio y de las formas de habitarlo. El poema que condensa esta tensión es “Volver”, en donde se lamenta la pérdida del pequeño pueblo de la infancia, a punto de ser expropiado y convertido en “basurero nuclear”, objeto de ambiciones y de preocupaciones monetarias. Entre el ayer y el hoy, la modernidad arrasó con la serenidad de la comunión del hombre con la naturaleza. El pueblo, la villa, se convirtió en ciudad, en centro turístico pululante de gente en tránsito, de edificios, de basura, y el poema se convierte en una autocrítica sobre la responsabilidad que le cabe a todos los hombres –a través de un “nos” inclusivo- en esta transformación. Así lo expresa en el poema “Humo y lata” en el cual la referencia al pintor Berni y a su imagen del hombre en la cima de “montañas de tarritos vacíos”, montaña desde la cual no se divisa el paisaje natural sino “desde donde dominamos nuestro vasto/ imperio de humo y lata”. Entre eglógica y apocalíptica, la visión que se ofrece de la naturaleza es siempre nostálgica y preocupada. Se denuncia el hoy que ya ha llegado, con el predominio del interés económico, al cual no le importa agotar los recursos más valiosos. Ya se ha hecho referencia a varios poemas en los cuales esta preocupación es explícita. También lo es en “Araña del planeta”. La poseía sirve para recordar y para denunciar un presente intervenido por un hombre sin conciencia, que ha reducido su entorno a “… un paisaje estéril crecido de cenizas / donde bajo marchitas plantas y frente a helados horizontes…” Afirma el yo poético: “y no queda lugar para el canto.” Pero, en este marco, me interesa destacar una imagen que regresa en cada libro de poemas y que se vuelve llamado de atención desesperado en uno de los poemas inéditos. Se trata de la paulatina invasión de la fuente de vida natural por excelencia: el agua dulce. Así, hay varios poemas dedicados al “río”. Entre ellos, “El río que no pasa”, “Palabras para volver al río” (Un cielo, unas montañas), o “Palabras para abrazar al río”, cuyo epígrafe es ya signo elocuente del deterioro en el que lo ha sumido la voluntad economicista del hombre: “(al viejo “San Antonio”, que le ofrecen el retiro voluntario a cambio de un futuro de barro)”. Este es uno de los poemas en los cuales la denuncia ecológica es más abierta y abarca lo personal, lo social y lo institucional. Con una gran carga de ironía, y presentando la situación como “inevitable” (“ha llegado la hora”), el contraste entre el ayer y el mañana tiene rasgos fuertemente disfóricos. La “hora globalizada” solo causa destrucción en la naturaleza. El paisaje se transforma en mercancía cuyo disfrute se ofrece al mejor postor. Surge, entonces, la pregunta del 11

poeta-paisaje: “(¿conocerán el verdadero río: su memoria de lluvia, / su corazón de piedra, su carne de azul cielo?)”. En la pregunta, una afirmación latente: el hombre está destruyendo al propio hombre al destruir su oikos. Pero, el punto culminante de la denuncia es “Desesperación de los hielos”, uno de los poemas inéditos, en el cual la voz del poeta -uno con el paisaje- es un grito de apelación, de desesperación, no solo de denuncia. Álvaro H. Pescador6, un investigador colombiano, director de un proyecto relacionado con la toma de conciencia de la importancia del agua en la vida del ser humano, sostiene, en un interesante artículo, que: Con esta misma velocidad6, siempre característica del hombre moderno, que le impide disponer del tiempo necesario para la contemplación hacia la naturaleza, o la reflexión sobre la forma como se ha relacionado con ella, el peor pasivo ambiental que deja el Siglo XX gracias al vertiginoso desarrollo, no es el agujero de ozono que llega hasta Bolivia, sino la desaparición de la mitad de la fuentes de agua dulce: ríos, lagos, lagunas, humedales y ensenadas del planeta. Esto es muy grave, pues de toda el agua que hay en nuestro Mundo solo el 3% es dulce, el resto se encuentra en los océanos. Y la mitad de las fuentes de agua dulce que nos sirven para beber (no solo a nosotros sino a animales y plantas) y que sobrevivieron a la cultura del progreso del Siglo XX, están contaminadas o se encuentran bajo condiciones de amenaza, entre otras cosas, debido al calentamiento global. (12-13) Tal el planteo del poema “Desesperación de los hielos”. El hombre se comporta como un suicida que ha convertido a la naturaleza en un espectáculo rentable y al poeta sólo le queda el grito desesperado: “Paren, locos de mierda. / Tarambanas mercaderes de la muerte.” Y entonces, se da forma poética a la abierta denuncia de la paulatina desaparición del agua dulce. Es que el hombre tropieza torpemente con el hombre y no mide el alcance de sus acciones.

El paisaje ofrece su semiótica propia y es el poeta el más apto para interpretar sus signos, prestar su voz, identificarse con sus elementos genuinos y ofrecer su palabra a quienes estén dispuestos a escucharla, con la convicción de que vale la pena intentarlo, aun en medio de la crisis que ha invertido los valores, contaminado lo natural, dejado de

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Álvaro H. Pescador R (Ingeniero Químico colombiano, Magister en Literatura, Consultor y auditor ambiental, docente universitario).

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lado la nostalgia, lo verdadero, y desplazado a la poesía a los últimos rincones de los estantes de las librerías. La mirada del poeta no es la misma que la del hombre común porque otorga nuevos significados a los actos grabados en su memoria. Esta es una operación privilegiada en la poesía de Parfeniuk: “Cavar y cavar / buscar más adentro / debajo del barro de las / piedras (…) / (…) Lo de la superficie / como todo lo que se ofrece / a todos / se ensucia / y se corrompe rápido. (“El agua pura”, 1997, 13) La palabra del poeta instaura así la permanencia en medio de la velocidad del movimiento que transforma tiempo y espacio. Pretende el doble acto de ir hacia atrás mirando hacia el futuro, y en esa acción, la denuncia, la reflexión y el mensaje.

Bibliografía Bate, John. The Song of the Earth. London: Picador, 2000. Buell, Lawrence. Writing for an Endangered World: Literature, Culture and Environment in the U.S. and Beyond. London: Benlknap Press, 2002. Colautti, Sergio. Presentación del libro Provincia verde y espinosa. Río tercero. Octubre 1992 (inédito). Dalmagro, María Cristina. “Diálogo poeta-medioambiente, un encuentro autobiográfico en la poesía de Aldo Parfeniuk”. Actas I Jornadas Ecología y Lenguajes. Córdoba: Facultad de Lenguas, UNC, 2009. Garrard, Greg. Ecocriticism. London & NY: Routledge, 2004. Glotfelty, Cheryll & Fromm, Harold. Ecocritism Reader. Landmark in Literary Ecology. Georgia: University of Georgia Press Athens, 1996. Guattari, Félix. Las tres ecologías [1990 ] Valencia: Pre-Textos, 2000. Parfeniuk, Aldo. Provincia verde y espinosa. Córdoba, Ediciones Argos, 1991. ------------------- Un cielo, unas montañas. Córdoba, Narvaja Editor, 1996. ------------------ Los días verdaderos. Córdoba, Narvaja Editor, 1997. ------------------ Mundo Romilio (La poesía de Romilio Ribero en clave cultural). Córdoba, Editorial Alción, 2005. Pescador, Álvaro H. “Ecocriticismo: una mirada a la modernidad desde la literatura y la ecología”. http://www.unionjaveriana.org/docs/eco_mo.doc Pol, Osvaldo. “Aldo Parfeniuk: Provincia verde y espinosa”. Cruz Chica. 01 diciembre 1992, (inédito). Requena, Julio. “Poética de Aldo Parfeniuk”. Córdoba, octubre de 1992 (inédito). ------------------ “El cielo como realización terrestre”. Córdoba, 31 mayo 1997, (inédito) Slovic, Scott. “Think!—the splendor of our life!: Taking to Heart the Poetry of Sustainability”. Actas I Jornadas Ecología y Lenguajes. Córdoba: Facultad de Lenguas, UNC, 2009.

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