Economía y Psicología

June 24, 2017 | Autor: Nora Schwartz | Categoría: Filosofía de la Ciencia, Racionalidad, Psicologia, Filosofía De La Economía
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Descripción

Economía y psicología in La Economía como Ciencia: reflexiones
epistemológicas, A. Gianella, comp. (Buenos Aires: Ediciones Cooperativas,
2005, 59-66).



Nora Alejandrina Schwartz




La psicología y la economía se relacionan entre sí en distintas
direcciones y de diversas maneras. Por una parte, los desarrollos
económicos de la teoría de la elección racional han funcionado como un
modelo para la psicología. Por otra parte, los datos aportados por la
investigación psicológica experimental han desafiado muchos de los
supuestos sobre la mente humana de la teoría de la racionalidad de la
llamada "economía convencional" o "mainstream", y la psicología
evolucionaria promete aportar información relevante sobre los estados
mentales, información que podría mejorar la capacidad explicativa y, en
alguna medida, predictiva de la teoría económica.

A continuación intentaré clarificar algunas de las relaciones recién
señaladas. En primer lugar mencionaré apenas ciertas contribuciones que
la economía le ofrece a la psicología; específicamente, haré alusión al
modo en que la concepción de la racionalidad de la economía puede
pensarse como un marco conceptual en el cual inscribir el psicoanálisis
de Freud y la picoeconomía. Luego, me referiré a algunas de los aportes
que la psicología le brinda a la economía. Por un lado, haré una síntesis
de la concepción standard de la racionalidad y consideraré una clase de
fenómenos descubiertos por la psicología experimental que resultan ser
incompatibles con los axiomas de la teoría de la utilidad esperada. Por
otro lado, me detendré en el tipo de conclusiones que puede extraer la
psicología evolucionaria para mejorar algunas capacidades epistémicas de
la teoría económica.




No es usual, e incluso muchos juzgan erróneo, pensar al psicoanálisis
freudiano como un caso particular del modelo de hombre descrito por la
teoría de la elección racional. Sin embargo, la afirmación de Freud:
"Todo lo que he hecho es introducir la Economía en la Psicología" se ha
interpretado fundadamente en el sentido de que las teorías
psicoanalíticas describirían un individuo cuyo comportamiento maximiza un
cierto ordinal: el maximizando general sería una función decreciente de
las cantidades de diversas tensiones o excitaciones.[1]




También la "picoeconomía"[2], una nueva disciplina que se propone
explicar aspectos destructivos de la conducta humana, puede pensarse
como una derivación de la economía. Se trata de una micro-micro-economía.
Así como la economía clásica describe la negociación de recursos
limitados entre instituciones, y la microeconomía describe tal clase de
negociación entre individuos, del mismo modo la picoeconomía describe
interacciones similares a la negociación, pero entre las partes que
pueden determinarse dentro del individuo, negociación que está destinada
a regular la capacidad individual limitada de comportamiento.[3]




La racionalidad puede abordarse desde diversas perspectivas. Una de
ellas, la convencional, es la adoptada por la economía de la mainstream.
La concepción estandar de la racionalidad permite explicar "la
racionalidad del agente", la coherencia holística del sistema de
elementos que comprende la mente de una persona. Los estados mentales:
deseos o preferencias, creencias y elecciones son coherentes entre sí, en
tanto se satisface la condición de que el agente maximice sus utilidades.
Para garantizar que la elección del mejor de todos los actos posibles no
falle, tal concepción de la racionalidad requiere un agente ideal de gran
penetración inferencial. Las hipótesis fundamentales de la teoría de la
utilidad esperada expresan las condiciones necesarias para representar
las preferencias de tal agente ideal. Ellas son las hipótesis de
cancelación, transitividad, dominancia e invariancia, además de las
hipótesis más técnicas de comparabilidad y continuidad.

Se supone que el consumidor desea obtener un máximo de utilidad o
satisfacción, y que el empresario desea obtener un máximo de ganancias.
Decidir racionalmente es elegir el mejor curso de acción, es decir,
elegir, dadas las creencias y las restricciones del sujeto, la estrategia
que mejor satisface sus deseos. Se dice que el individuo que intenta
obtener los respectivos máximos actúa "racionalmente". Explicar pautas o
rasgos sociales, en particular económicos, sería explicarlos como
resultado agregado de la interacción de individuos maximizadores sujetos
a restricciones de recursos.

El enorme desarrollo de la psicología experimental permite examinar
muchas conjeturas admitidas como ciertas pertenecientes al campo de la
economía. A menudo las evidencias psicológicas halladas son problemáticas
para la teoría económica convencional. Así, los psicólogos encuentran
poco apoyo para un proceso de decisión en términos de optimización acorde
a las definiciones matemáticas y postulados de la teoría de la utilidad
esperada, especialmente cuando están implicados la incertidumbre y el
procesamiento de la información. Ni siquiera encuentran apoyo para
sostener que los agentes económicos eligen ´como si optimizaran´. Por el
contrario, consideran que hay fenómenos incompatibles con la teoría de la
elección racional. Tversky y Kahneman[4], por ejemplo, argumentan "que
las desviaciones de la conducta real del modelo normativo son demasiado
extendidas como para ignorarse, demasiado sistemáticas para ser
descartadas como un error azaroso, y demasiado fundamentales para ser
acomodadas relajando el sistema normativo".[5] Una de las clases de esos
fenómenos incompatibles es la de aquellos que violan la invariancia.
Según el principio de la invariancia, diferentes representaciones del
mismo problema deberían producir la misma preferencia. Esto es, la
preferencia entre opciones debería ser independiente de su descripción.
Sin embargo, las variaciones en el encuadre (frame) de los problemas de
decisión producen violaciones sistemáticas de invariancia. Esto puede
ilustrarse mediante el siguiente estudio de las preferencias entre
diferentes tratamientos médicos. Se les dio a unos encuestados
información estadística acerca de los resultados de dos tratamientos de
cáncer de pulmón. Las mismas estadísticas se les presentaron a algunos de
ellos en términos de porcentajes de mortalidad y a otros en términos de
porcentajes de sobrevivencia y los encuestados luego indicaban qué
tratamiento preferían. La variación en la formulación de las estadísticas
produjo una diferencia notable en sus elecciones.[6]




Es ampliamente reconocido -tanto por los estudiosos de la economía
como por quienes no lo son, pero padecen los avatares adversos de los
procesos económicos- que las explicaciones y predicciones de la economía
convencional son deficientes en muchos sentidos, son indeterminadas o, lo
que es peor, son inadecuadas. Más aún, se considera que el programa de
los científicos sociales de comienzos del siglo XX ha fracasado. Algunos
pensadores juzgan que es imposible que la teoría económica explique y
haga predicciones más exactas que las que puede hacer el sentido común.
Entre ellos se ubica Alexander Rosenberg.[7] Una de las razones
principales que, según este autor, impide que la explicaciones y
predicciones económicas mejoren es que las condiciones iniciales -estados
mentales de creencias y deseos, esto es, expectativas y preferencias de
los agentes económicos- no pueden "medirse" o establecerse
independientemente de la teoría de la elección racional, que es la teoría
que se aplica para hacer las explicaciones o predicciones del
comportamiento de los agentes económicos. Y, lo que es más grave
todavía, no hay en principio una manera alternativa que permita
identificar las creencias y deseos.

En efecto, Von Neumann y Morgenstern pusieron de manifiesto que en la
teoría de la elección racional los deseos y las creencias de los agentes
económicos se conectan estrechamente. Ellos exhibieron que la descripción
de las preferencias (deseos) mediante una noción amplia de utilidad
depende de las expectativas (creencias relativas a alternativas futuras
con probabilidades declaradas) y de las elecciones de los individuos en
relación a las alternativas en cuestión. También, mostraron que la
fijación de las creencias depende de las elecciones y de las
preferencias. De acuerdo a la teoría de la utilidad esperada, la conducta
del agente, esto es, su elección y, en segundo término, su expectativa o
certeza en relación a la probabilidad de la ocurrencia de dos eventos
cualesquiera sirven de base para construir una estimación numérica
individual de la utilidad. Además, de acuerdo a esa misma teoría, es
posible abordar la información imperfecta. Pues, si se conoce el peso de
la preferencia de un agente entre resultados alternativos, y se le ofrece
que elija entre las alternativas, es posible determinar las
probabilidades que él le da a tales alternativas. En cualquiera de los
dos usos de la teoría de la elección racional, podemos fijar alguno de
los estados psicológicos del agente, sólo si ya conocemos los otros
estados psicológicos. Lo que hace posible que a partir de la observación
de una conducta y de la determinación de una clase de estados
psicológicos puedan derivarse los estados psicológicos de la otra clase
es la hipótesis de que los agentes son maximizadores de utilidades y
están limitados por sus expectativas.[8]

Asimismo, Rosenberg argumenta que el recurso alternativo de apelar a
los estados cerebrales o a las conductas no puede resolver el problema de
identificar con precisión los estados mentales de los agentes económicos.
Los deseos y las creencias son contenidos proposicionales, tienen
carácter intencional. Por otro lado, los enunciados de creencia y deseo
son intensionales, es decir, su valor de verdad es sensible a la
sustitución de sus términos por otros términos correferentes. En cambio
la descripción de los estados cerebrales o de la conducta nunca es
intensional, es siempre extensional, esto es, su valor de verdad no se
modifica si las sustituímos por otras equivalentes a ellas. De aquí
que sea imposible hallar una ecuación que tenga una creencia o deseo de
un lado del signo igual y un estado cerebral o descripción de la conducta
del otro lado. En ocasiones podemos sustituir términos de un enunciado
intensional, o incluso al enunciado intensional completo, por otros
términos u otro enunciado, preservando su valor de verdad; pero esto se
debe a que contamos con otros enunciados intensionales. Ello indica que
la identidad de nuestras creencias y deseos es una función de otras
creencias y deseos. Debe suponerse, entonces, un "holismo de lo
mental".[9]

Para concluir, si el cerebro contiene, en algún sentido, enunciados
creídos o deseados, éstos no pueden separarse o ser discretos tal como lo
exige una teoría que pretenda dar explicaciones de la conducta que
superen a las del sentido común. Por otra parte, dado que una misma
conducta puede generarse a partir de un número indefinido de creencias y
deseos, el recurso a la conducta tampoco permite determinar con exactitud
las creencias y deseos de los individuos.




Frente a la situación de fracaso en que se halla la economía y, en
general, las ciencias

sociales, la filosofía propone un diagnóstico que llevaría a una
"vinculación no-reductiva y no-eliminativa de la ciencias sociales con
el resto de la ciencia empírica". A. Doménech, entre otros, sugiere
conectar las ciencias sociales con las ciencias evolucionarias (y dentro
de ellas con subdisciplinas como la paleoantropología o la etología
cognitiva). De esta manera, sostiene, se podrían "(...) hallar
descripciones, conceptualmente independientes de cualquier hipótesis de
racionalidad, de los estados mentales doxásticos y prohairéticos

de los agentes sociales y/o morales".[10]

Para entender de qué modo el recurso a las ciencias evolucionarias
permitirá identificar tales contenidos mentales, será necesario
caracterizar un programa de investigación en psicología, la "nueva
síntesis", que adopta una teoría divisionista de la mente.

Las teorías divisionistas de la mente postulan la existencia de partes
o subunidades en la mente. Una de las corrientes psicológicas donde se
presentan las hipótesis relativas a las divisiones internas de la mente
es la psicología cognitiva. Dentro de esta corriente, una de las teorías
divisionistas es la teoría modularista de Fodor.[11] Según este autor, la
periferia de la mente -sus sistemas de entrada- es modular. Un módulo
cognitivo es un dispositivo computacional genéticamente especificado de
la mente/cerebro que trabaja de manera independiente sobre inputs de
algún dominio cognitivo específico, que son provistos por otras partes
del sistema nervioso. Algunos autores, como L. Cosmides y J. Tooby, han
gestado la llamada "nueva síntesis": una integración de la teoría
computacional de la mente con la psicología evolucionista.[12] De acuerdo
a este enfoque integrado, los módulos cognitivos son adaptaciones
producidas por el proceso evolucionario que actuó sobre nuestros
ancestros cazadores y recolectores. Una de las tesis de esta perspectiva
es la de la modularidad masiva, que sustenta que todas o la mayor parte
de los procesos cognitivos son modulares. La biología evolucionaria, se
afirma, permite construir teorías computacionales detalladas. El
conocimiento de la función de un artefacto posibilita el desarrollo de lo
que Marr llamó una "teoría computacional", que especifica las
características funcionales que debe tener el artefacto para poder
resolver los problemas correspondientes a tal función. Una teoría
computacional trata de determinar la clase de programas cognitivos que
debe poseer un organismo para comportarse de una manera adaptativa. Uno
de tales programas o módulos es, por ejemplo, la "teoría de la mente",
que permite que un individuo pueda representarse la noción de que los
agentes pueden tener actitudes proposicionales, tales como dudar y
afirmar. Otro módulo, mencionado por Doménech como ejemplo para
identificar creencias y deseos, y por lo tanto de gran relevancia para
lograr explicaciones sociales más precisas, es el procesamiento de
información social relacional.


Muchos de los postulados de la concepción de la racionalidad que
atraviesa la economía convencional han sido cuestionados a partir del
registro de los procesos de decisión del hombre real efectuado por la
investigación psicológica. Asimismo, surgió un movimiento intelectual
heterodoxo que apela a la información sobre el hombre real que puede
proveer la psicología evolucionaria, para así construir una economía
mejor. Es de esperar, también, que se examine el alcance con que teorías
como las psicoanalíticas adoptaron la concepción standard de la
racionalidad y que se efectúen las revisones pertinentes a la luz de
concepciones de la racionalidad alternativas.






Ainslie, George, (1992). Picoeconomics, Cambridge, Cambridge University
Press.

Cosmides, Leda y Tooby, John (2002) "Orígenes de la especificidad de
dominio: la evolución de la organización funcional" en Susan Gelman y
Lawrence Hirschfeld (comp.), Cartografía de la mente, Gedisa.

Doménech, Antoni, Seminario "Las ciencias sociales y la ética social del
siglo XX: un balance finisecular" llevado a cabo en la UNLP en 2000.
Material inédito.

Gianella, Alicia, "Las partes de la mente" en E. Rabossi (comp.) La mente y
sus problemas. Temas acutales de Filosofía de la Psicología. BuenosAires,
Catálogos, en prensa.

Kolm, Serge-Christophe, "Psychanalyse et théorie des choix" en Information
sur les sciences sociales (SAGE, Londres et Beverly Hills), 19, 2 (1980),
pp. 269-340.

Rosenberg, Alexander (1982). Economics. Mathematical Politics or Sciencia
of Diminishing Returns?, Chicago, University of Chicago Press.

Tversky, Amos y Kahneman, Daniel (1986) "Rational Choice and the Framing
of Decisions" en Robin M. Hogarth and Melvin W. Reder (ed.). Rational
Choice, Chicago and London, The University of Chicago Press.

von Neumann, J. y Morgenstern, O. (1965). Teoría de los juegos y
comportamiento económico, Bs. As., Departamento de Graduados de la Facultad
de Ciencias Económicas de UBA.

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[1] Cf. Kolm, Serge-Christophe, 1980.


[2] El término "picoeconomía" fue introducido por el psiquiatra George
Ainslie en una conferencia sobre el sí mismo múltiple (multiple self) en
enero de 1982 en París, publicada en Ainslie, G. (1995) como "Beyond
Microeconomics. Conflict among interests in a multiple self as a
determinant of value".


[3] Cf. Ainslie, George, 1992, p. xiii.
[4] Daniel Kahneman y Amos Tversky integraron la economía y las ciencias
cognitivas para explicar la conducta en situaciones de riesgo que parece
ser irracional. Kahneman ganó el
Premio Nobel en economía en 2002.
[5] Tversky, Amos y Kahneman, Daniel, 1986, p. 68. La traducción es mía.


[6] Cf. Ibidem, pp. 70-71.


[7] Cf. Rosenberg, Alexander,1982, cap. 5.


[8] Cf. von Neumann, J. y Morgenstern, O., 1965, caps. 1, 2.


[9] Cf. Rosenberg, Alexander, Ibidem.


[10] Doménech, Antoni, 2000.



[11] Cf. Gianella, Alicia, "Las partes de la mente".
[12] Cf. Cosmides, Leda y Tooby, John, 2002.
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