Economía y medioambiente B P

June 19, 2017 | Autor: Ó. GarcÍa Villanueva | Categoría: Environmental Economics, Environmental Education, Environmental Sustainability
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ARQUITECTURA DEL PAISAJE CONSTRUCCIÓN Y MEDIOAMBIENTE

Medioambiente y forestales

Economía y medioambiente: ¿simbiosis o parasitismo? Se dice que iniciar una actividad no es sencillo. Deben tenerse en cuenta previamente muchos aspectos de la misma y aún así siempre se queda alguno en el tintero. Para el bautismo de esta nueva sección presentada en el pasado mes de junio, disponía de muchos temas, todos ellos muy interesantes, pero pensé que no tenía ningún sentido adentrarnos en el vasto mundo forestal, medioambiental y paisajista, sin antes realizar un análisis de nuestra actitud, la de nuestros familiares y amigos, y porqué no, la de nuestros "idolatrados políticos" frente a las cuestiones que se

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nos plantean al interaccionar con estos sectores, ya sean de índole moral, económica o lúdica. ¿Porqué empezar relacionándolos con la economía? Querido lector, voy a ser franco: yo también le presto mucha más atención a todo cuando me toca el bolsillo. El análisis del "macro - ente" economía, se reduce al estudio del comportamiento entre los dos actores estrella de la película: compradores y vendedores, o bien, productores y consumidores. Éstos nos muestran sus dotes interpretativas en un escenario que el azar ha hecho irrepetible: el

mundo en el que vivimos. Este magnífico escenario, el medio ambiente o sistema ecológico, como lo denominan los expertos, es el proveedor de los insumos del sistema económico a la vez que acutilización de los recursos es superior a su regeneración, o bien cuando el nivel de producción de residuos no permite su asimilación por el ecosistema. Por desgracia, este comportamiento viene siendo cada vez más habitual en la sociedad avanzada en la que habitamos y por ello me refiero a los términos de simbiosis o parasitismo en el título de este artículo. Aunque muchos de nosotros no lo reconozcamos, la explicación de este reparto desigual es muy sencilla de comprender para el ser humano de las sociedades avanzadas e individualistas, y no tanto para otras sociedades más retrasadas, en términos tecnológicos, las cuales tienen en cuenta que este tipo de decisiones individualistas, en términos de producción y consumo, afectan también al entorno, a los seres vivos en general (animales, vegetales u hongos) y a sus futuras generaciones, y por tanto no las llevan a cabo. Todo esto se engloba en el término sostenibilidad. Existe otro concepto fundamental en la relación entre la economía y la ecología, que es el de las externalidades. ¿Y eso qué son? Me niego a entrar en conceptos de teoría económica para definirlas, de forma que lo haré con una sola palabra: consecuencias. Las externalidades son las consecuencias, de las actividades relacionadas con la producción y el consumo, y como en todo, pueden ser positivas y negativas, siendo estas últimas las que preocupan a la economía del bienestar. El gran problema es su gestión y su valoración. Una externalidad negativa se da cuando un individuo provoca una pérdida de bienestar de un tercero, y además ésta no es compensada. ¿Qué significa eso? En teoría, si el que provoca la pérdida de bienestar obtiene mayores beneficios que los que suponen dicha pérdida a un tercero, éste último puede ser compensado y el balance de ambos es positivo. Si no es así, el agente que provoca dicha externalidad negativa no podría compensar por ella, lo cual le llevaría a no producirla. Este concepto “es muy bo-

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nito” en la teoría, pero es poco real. La otra posibilidad de compensar, por provocar una pérdida de bienestar (internalización de externalidades) pasa por una regulación por parte de los gobiernos, con las siguientes fórmulas o posibilidades: - impuestos de contaminación generalmente sobre carburantes o actividades contaminantes. - permisos de contaminación, que consisten en unos derechos de contaminación que pueden adquirir las empresas. Éstos se pueden comprar o vender pero no multiplicarse, de tal forma que nunca se supere un nivel de contaminación estipulado. - estándares de contaminación asociados a multas o sanciones por incumplimiento. El gran problema de la regulación gubernamental o global es que no siempre se consigue unanimidad en la fijación de cualquiera de las tres posibilidades expuestas anteriormente y no hay más que referirse al Protocolo de Kioto, al cuál no está adherido Estados Unidos país, el cual, "casualmente" es el que más toneladas de CO2 vierte a la atmósfera. El otro gran problema nos lo encontramos al intentar valorar las externalidades. El concepto es muy sencillo y lo voy a dar a entender con unas preguntas: ¿cómo se valora un vertido ilegal en un río? ¿y eliminar el chapapote de las costas gallegas? ¿y que se queme un monte? Generalmente nunca se llega a conocer el valor total de los daños causados. Existe un valor directo que generalmente atiende a los precios del mercado: mano de obra, maquinaria, materiales, etc. También existen valores indirectos, relacionados con las consecuencias a corto y medio plazo: a un monte recientemente abrasado poca gente irá a hacer senderismo o a disfrutar de un fin de semana de turismo rural hasta pasado un tiempo que mitigue las marcas dejadas por el mismo. Por último quedan los denominados valores de no uso que se asocian con un sentimiento que roza la espiritualidad y que ni siquiera uno mismo puede valorar con exactitud: ¿qué vale no volver a ver entornos con los que hemos cohabitado durante años y años de nuestras vidas? Una playa contaminada, el olivo cen-

tenario bajo el cuál nos dimos nuestro primer beso de enamorados… que ha sido absorbido por una nueva urbanización, etc. Cada uno de nosotros tiene uno o más de estos "rinconcitos" grabados en la memoria. Y su valor es incalculable. ¿Qué ocurre en esta sociedad? Es muy simple: está regida por intereses individuales y éstos son completamente incompatibles con el medio ambiente, que es de todos. Todos recordamos la polémica suscitada entre el trasvase del Ebro y las depuradoras. ¿Cuál de las dos opciones es la mejor? La respuesta es obvia, pero suena a chiste: ¡¡depende si eres del PSOE o del PP!! Parece que los ingenieros de uno y otro bando hayan estudiado en galaxias diferentes, porque sino, no hay quién lo entienda. Considerando que para construir las desaladoras o las canalizaciones del trasvase se reduce el paro, las dos son positivas. No vamos a hacer un análisis pormenorizado de los "pros" y los "contras", pero está claro que ambas soluciones provocan un importante impacto visual, y por tanto ambiental. En el caso de las canalizaciones, podrían ir subterrá-

¿Qué ocurre en esta sociedad? Es muy simple: está regida por intereses individuales y éstos son completamente incompatibles con el medio ambiente, que es de todos

neas, pero también las desaladoras lo podrían ser, ¿no?, claro que el costo económico de soterrar una u otra solución posiblemente duplicaría o triplicaría el presupuesto de cualquiera de los dos proyectos. Por otra parte, ¿qué hacemos con las toneladas de sal que se acumularían en las desaladoras? Podríamos llevarlas a lugares donde en invierno se hielan las carreteras, pero ¿vale la pena transportar sal tan lejos? Ni soy del PSOE ni del PP, soy un individuo anónimo al que le parece mucho más lógico restaurar y modernizar el sistema de acequias, canales, etc., de todas nuestras cuencas hidrográficas puesto que se pierde cerca del 50% del agua canalizada en España. ¿Para qué queremos hacer un trasvase o construir desaladoras si vamos a perder la mitad de toda esa agua? ¿Acaso es eso rentable? Otro tema que genera mucha polémica son los campos de golf. Los ecologistas critican duramente la construcción de los mismos, pero no se preocupan de que gran parte de cultivos que los rodean sigan siendo regados por inundación, haciendo llegar el agua a los mismos a través de las canalizaciones anteriormente citadas. ¿Qué consume más agua, un campo de golf regado con aspersores, o un campo frutas u hortalizas regado por inundación? ¿Qué genera más beneficio? El empleo directo que supone la recogida de cítricos y su valor en el mercado (te-



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niendo en cuenta que un gran porcentaje de este beneficio se lo llevan unos pocos), o el empleo directo que ofrece un campo de golf con su oferta lúdico - turística. No soy economista, pero en este caso, también parece que unos y otros hayan estudiado en universidades diferentes, porque ambas opciones pueden ser igual de buenas e igual de agresivas con el medio ambiente. Tan sólo depende del enfoque, pero esto es un gran error de concepto, puesto que para analizar estos temas debería hacerse desde un punto de vista absolutamente objetivo con datos contrastados, tanto técnicos como económicos, sin dejarse llevar por filosofías más o menos ecologistas, o más o menos consumistas. Por último, me gustaría plantear un tema, que desde mi punto de vista, echa por tierra muchos de los planteamientos relacionados con las políticas medioambientales y las de reconversión de sectores económicamente inviables a nivel nacional. Me refiero fundamentalmente al mundo de la minería. No tengo nada contra los mineros, sino todo lo contrario. Los accidentes que se dan en este duro sector, sensibilizan a una gran parte de nuestra sociedad, por la magnitud y el dramatismo de los mismos. Igual que la agricultura, es un sector claramente subvencionado por la administración con la diferencia de que, además del riesgo de accidentes (casi la mitad se deben a derrum-

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bamientos de taludes), los mineros pueden contraer una serie de enfermedades pulmonares, sobretodo en las minas subterráneas, debido a la inhalación del polvo generado en las mismas, entre las que se encuentran la silicosis, neumoconiosis o la asbestosis. Por esta razón, las empresas se ven obligadas a jubilar a sus trabajadores a edades que rondan los 45 años. ¿Qué sentido tiene mantener ayudas públicas permanentes a un carbón nacional muy caro (a pesar de que se trata de la única materia prima autóctona en nuestro país), cuando se trata de la fuente energética más abundante en el mundo? Si bien la Península Ibérica es la que recibe más horas de radiación solar de toda Europa, es obvio que no podemos desplazar a todos los mineros de Asturias al desierto de Tabernas, en Almería para que instalen unos centenares de miles de placas solares que produzcan la misma energía que con el carbón que extraían para que, una vez establecidas allí, se queden sin trabajo y se vuelvan a casa con una mano delante y otra detrás. Si bien acabo de plantear otra alternativa de utilización

Es una lástima que no consideremos al medio natural como una vivienda, como nuestra propia casa. Pero en cierta forma también es lógico: el medio natural no se revaloriza un 15% anual y tampoco podemos especular con él

de una "materia prima autóctona", en este caso ilimitada, económicamente no es viable desde el punto de vista laboral. Lo que sí que sería viable es destinar todas esas ayudas al cuidado y promoción de nuestros montes. Si bien las labores selvícolas y de repoblación forestal, son muy duras, distan años luz de la dureza, peligrosidad y de las consecuencias en términos de salud a medio plazo de los trabajadores del sector minero. Por otra parte, subvencionar las labores de cuidado del monte, afectaría a la totalidad de nuestro territorio, con la particularidad de que se apoyaría a las zonas rurales, cada vez más despobladas, ofreciéndoles un medio de vida sin tener que emigrar a las grandes ciudades. A su vez, se potenciaría el turismo de interior, se reducirían drásticamente los incendios forestales, se aumentaría la capacidad de absorción del CO2 emitido por la industria y el transporte, se reduciría la erosión, aumentaría la pluviosidad, se incrementaría notablemente la calidad de vida… ¿sigo?... Es una lástima que no consideremos al medio natural como una vivienda, como nuestra propia casa, con dormitorios donde descansar bajo los árboles, amplios salones para hacer vida social con el murmullo del agua saliendo del caño de una magnífica fuente, amplísimos baños de aguas cristalinas donde disfrutar del baño, azoteas con las mejores y más amplias vistas…, pero en cierta forma también es lógico: el medio natural no se revaloriza un 15% anual y tampoco podemos especular con él.

Óscar Guido García Villanueva [email protected]

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