Economía comunitaria, solidaria y con participación plural

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Descripción

Economía comunitaria, solidaria y con participación plural
Mario Rechy
Publicado por la UNAM en
Desafíos de la Democracia. 2010.
Macroproyecto en ciencias sociales.
Antología en cuatro volúmenes.
Presentación
Lo que voy a leer puede provocar tres respuestas o impresiones. A algunos
les parecerá que digo tonteras; a otros les sonará a provocación: pero
estoy seguro de que todavía habrá algunos que todavía piensan. En todo caso
hablo a título estrictamente personal. Cuando hablo como yo mismo, y no
como parte de una institución, no puede ser de otra manera. Hablo para
hacer pensar no para convalidar lo que existe.
Hace ya tres o cuatro años que no tenía oportunidad de dirigirme a los
sociólogos y politólogos de esta facultad, y lo más probable es que mi
persona les sea desconocida a quienes hoy me escuchan. Valga como
presentación que soy un autor subversivo, a veces contestatario. Formé
parte del marxismo del Siglo XX y me inscribo ahora en las banderas
libertarias de la economía social. Por paradójico que parezca, he sido
militante de la izquierda más de cuarenta años, y servidor público por sólo
seis años menos. Nuestro afán y lucha no tiene representantes teóricos en
este país, tiene protagonistas. Y lo que voy a contarles, y que es lo que
defiendo todos los días en mi trabajo y en mi militancia, es lo que
millones de gentes están haciendo, sin que nadie los mire, pocos los
defiendan, y casi nadie les comprenda. Soy un socialista libertario.

I La filosofía del progreso es nuestro enemigo estratégico.
Cuando se nos pide hablar de las transformaciones del capitalismo
quisiéramos entender que se nos pide explicar qué tiene de nuevo y qué
tiene de amenazante. Pero yo preferiría abordar el tema de otra manera más
general. El capitalismo cambia, pero cambia para permanecer. Yo quiero
exponer qué hay detrás del capitalismo, o mejor dicho, debajo, en su
sustento, en su cimientos. Así que me van a disculpar que comience por algo
que aparentemente nos aparta del tema. Spencer y Condorcet son dos de los
culpables ideológicos de que en el mundo occidental se haya pensado y se
siga pensando que la teleología de la historia nos lleva hacia delante,
hacia arriba, hacia lo más complejo, desarrollado y eficiente. Mientras
sigamos teniendo delante de nosotros esa vocación de futuro seguiremos
siendo víctimas de las ilusiones de la sociedad del bienestar y la
tecnología. En esto el marxismo no se diferencia nada de lo que decían los
teóricos de la ilustración. Y sin embargo la historia del mundo es
diferente.
Nótese que he puesto al capitalismo y al marxismo en la misma canasta.
Ambas filosofías o propuestas económicas tienen un común denominador: el
progreso.
El mundo tiene otras dimensiones de cambio y otras perspectivas de lo que
es el tiempo o de lo que puede ser el futuro. La historia no es una línea
hacia delante, es como un árbol imbricado, divergente y plural. Para Hegel
no hubo Historia en China durante treinta siglos, porque él no veía
progreso, la historia estaba ahí, aunque con otra perspectiva, sin
crecimiento. Esa forma de entender la historia es semejante a la visión que
hoy tienen los pueblos indígenas del mundo. La visión de su armonía con el
medio, de su apego a las condiciones naturales, de su modestia en cuanto a
expectativas, de su simpleza para resolver las necesidades humanas.

II Lo que buscaba el socialismo como horizonte de superación de las
contradicciones del capitalismo
El capitalismo ha sido el ejemplo más dramático de la filosofía de la
palanca. El hombre que se ha sentido "rey de la creación", sometió todo lo
que tenía al alcance a su interés consumista, utilitario y subordinado.
Siguiendo su ruta antropocéntrica, desdeñó cualquier otro camino y creó una
sociedad voraz, en donde la producción dejó de ser la producción de los
satisfactores básicos para devenir la ruta hacia la acumulación y el
frenesí del consumo y el poder.
El socialismo intentó contraponer a la infinita suma de intereses
concurrentes y competitivos del mercado el principio de la planeación
económica. Contra la ley del valor se impuso la planeación. Pero ésta no
pudo mantenerse como una acción de la mayoría, sino como instrumento de la
élite. Por una sencilla razón, porque el socialismo era, en esa versión
bolchevique, una filosofía de estado y no una propuesta para ser cumplida
por la sociedad. La separación entre los hombres del poder y la masa
reconstituyó al grupo dirigente como una clase que detentaba al estado.
En lugar de crear las condiciones para un gobierno de la sociedad sobre las
cosas, los intereses del estado hicieron crecer la voluntad de dominio y
gobierno sobre los hombres. La sociedad perdió la creatividad en la medida
que sus libertades fueron conculcadas. Y sin la creatividad que tienen los
hombres libres se impuso el conformismo, la pasividad y la decadencia moral
y económica.
El socialismo no llegó a donde sus inspiradores plantearon; llegó a donde
la burocracia podía llevarlo, al autoritarismo iluminado y la escasez.

III Cómo fracasó el intento estatista del socialismo
Las grandes lecciones de esa derrota, no se le pueden atribuir al
imperialismo o a los malos dirigentes. La derrota estaba en germen desde el
planteamiento de la dictadura. El hombre puede asumir muchas causas, pero
la única que no defenderá nunca es la de la pérdida de su libertad.
Ningún estado que exista, gobierne o construya a costa de la libertad se
sostendrá indefinidamente. Esa es la lección más importante. Aunque los
chinos que gobiernan crean que la libertad es una noción occidental.
Las otras se derivan. El socialismo o la sociedad justa no pueden ser
construidos de arriba abajo, y por lo tanto no puede ser a modo sino como
la gente lo quiera y lo decida. El socialismo o la justicia no pueden
funcionar acorde con principios fríos y supuestamente objetivos o técnicos,
sólo pueden florecer con la participación de la gente, y tener los rasgos,
virtudes y defectos que la acción y la devoción colectiva puedan
trasmitirle. El socialismo no es un horizonte inexorable –como creyeron en
su momento Marx, Lenin o Mao-- sino una posibilidad en la medida que la
gente lo quiera, lo asuma y lo invente.
No puede ser el socialismo o la sociedad justa una filosofía de estado sino
una estrategia de la mayoría. No es atribución de una elite sino sentido y
proyección de la práctica solidaria, a través de la cual los hombres
resuelven sus problemas y atienden sus necesidades. En cierto sentido se
trata de otro socialismo. Del que debe ser posible.
Suena simple, pero conlleva una ruta diferente.

IV La oferta del periodo neoliberal y sus fundamentos
La primera guerra fría fue el impasse que vivió el mundo después de la
segunda guerra mundial. Los pueblos estaban cansados de guerras y lo que
querían y soñaban era la libertad y el bienestar. Ni los soviéticos ni los
norteamericanos podían imponer sus escenarios de confrontación con el
adversario. Tuvieron que sustituir las armas por el espionaje, y las
batallas por la propaganda y la lucha en el terreno de la cultura. El
periodo neoliberal es el segundo tiempo de la guerra fría. La segunda
guerra fría, que apadrinaron Reagan y Thatcher, no ha terminado. Y se
preguntarán ustedes ¿y para qué una segunda guerra fría, si el socialismo
cayó desde 1989? Precisamente, porque el socialismo no se agota o
circunscribe a lo compuesto o integrado por los países de la Europa
oriental, sino que también ha comprendido muchos aspectos de colectivismo,
todos los sectores sociales, políticas públicas de la misma orientación, y
hasta a las empresas de ese carácter o naturaleza[1]. La primera guerra
fría, con su pentágono, su CIA y sus ejércitos, celebró la derrota de la
URSS y sus satélites, pero no ha podido derrotar ni a los socialistas que
en Europa hoy se han fusionado con los verdes y que forman parte de la
pluralidad del Parlamento Europeo, ni a los marxistas democráticos --que
hoy representan casi el diez por ciento del electorado francés, ni a los
Tupamaros --que hoy gobiernan Uruguay, ni a los socialistas de muchos
países, como los que hoy comparten el poder en Brasil, o los
cooperativistas Colombianos, que remontaron la derrota de los noventas y
hoy se erigen en la fuerza social más lúcida de su patria, y, desde luego,
ni a nosotros, que venimos defendiendo al Sector Social de México. Son
ciertamente muchas formas de socialismo, y algunas ni siquiera se reclaman
como tales. Pero lo importante es que colocan todas lo colectivo y el
bienestar por encima de lo privado y la ganancia.
Esa economía neoliberal que hoy está en guerra contra lo social, es el
contexto en el que estamos actuando. Somos la resistencia; la resistencia
contra la segunda guerra fría, la que ha pretendido desmantelar las
políticas sociales del estado, la que pretende erradicar al sector social
de América Latina, la que se yergue como el enemigo histórico del
indigenismo, la que se opone y descalifica al ejido, la que no quiere
propiedad social de nada, ni seguro social, ni educación laica, ni
cooperativas. Esa guerra fría que no tiene foros públicos en sus salones de
cabildo o de discusión, sino que sesiona a puerta cerrada, en los oscuros
salones del pentágono, en las cámaras de la CIA, y que extiende sus
tentáculos hasta los órganos de inteligencia y las oficinas centrales del
poder público en nuestros países, orientando las políticas gubernamentales
y secuestrando las mentes de los responsables de diseñar o instrumentar las
acciones de gobierno. Tenemos años de estarlos observando y los tenemos
perfectamente caracterizados. No sólo son tecnócratas, obedecen a una
estrategia perfectamente definida que comprende toda la política pública
impulsada desde los organismos financieros, pero incluye también organismos
multilaterales y organizaciones cupulares internacionales como la OCDE, el
grupo de los siete, etc.
Es necesario sin embargo enumerar los puntos fundamentales que esa economía
y esa política tienen.
1 Para ellos, lo que han intentado presentar como el fin de la historia se
caracteriza por el supuesto término de las ideologías, horizonte bajo el
cual ya no existe ni la izquierda ni la derecha, y donde los que insisten
en plantear tales caracterizaciones son elementos residuales del viejo
mundo, del siglo pasado, de la nostalgia o de la regresión. La política del
gobierno actual pretende aplicar este principio a la defensa que se hace
del petróleo como si se tratara de la defensa trasnochada y demodé del
estatismo.
2 Sin ideologías lo que debe prevalecer es el libre mercado sin
intervención de los gobiernos. Principio al que el actual gobierno está
claramente alineado, pues lo que pretende es destruir el mito de la
necesidad de los sectores estratégicos de la economía.
3 La libertad, la igualdad y la solidaridad tienen que replantearse como
valores de la sociedad libre mercantil, y no como parte de valores
socialistas. O en otras palabras luchar por los valores sociales es como
defender la corrupción y el corporativismo.
4 La sociedad debe buscar la igualdad de oportunidades, no la igualdad a
secas, porque la igualdad a secas provoca mediocridad y niega la
excelencia. Las oportunidades las da el mercado y no se puede continuar
alterando su marcha porque entonces nunca llegaremos a la justicia.
5 El pleno empleo debe abandonarse como un objetivo de la vieja economía,
sólo los más eficientes tendrán ofertas de trabajo. Los otros deben
autoemplearse. Lo que debemos es capacitar a todos los que quieran
autoemplearse para que salgan de su condición de miserables.
6 Es imposible seguir manteniendo los deficientes sistemas de seguridad
social y pensiones. Son residuos del estado tutelar y deben ser
actualizados haciendo que los beneficiarios paguen sus costos. Lo contrario
es demagogia.
Y 7 El futuro es promisorio, pero es de mercado. En él se alcanzará el
progreso, el crecimiento y el bienestar a través de la competitividad y la
eficiencia. Así que el capital será bienvenido porque es el único que puede
financiar todo esto.




V Lo que están haciendo los pueblos para rescatar la economía: (India,
Bangladesh, la Comunidad económica europea, América Latina).
Contra lo que los neoliberales han buscado imponer al mundo, los pueblos
han emprendido otro camino. Están construyendo otra economía. Lo hacen sin
que los economistas lo registren, sin que los sociólogos lo vean, sin que
los politólogos saquen las conclusiones respectivas.
En la India, por ejemplo, en una de las regiones de mayor hambruna
recurrente, dos millones y medio de personas se agrupan en una cooperativa
que produce y procesa leche. Se trata de la cooperativa más grande del
mundo. A través de ella se ha vencido la escasez y la hambruna.
En Bangladesh levantaron el banco Grameen, que rompiendo con todas las
normas bancarias ha llevado a la población pobre los recursos monetarios
para emprender el desarrollo. Y ojo, que digo desarrollo y no crecimiento.
Porque el desarrollo, lo menciono aquí como aumento en los índices de
bienestar: empleo, ingreso, alimentación, vivienda, educación y
participación.
En Europa la lucha de los desempleados, aunada a la de los cooperativistas,
que siguieron fortaleciéndose bajo todas las guerras, dentro de todos los
regímenes sociales y aún participando o al margen de los cambios de
partidos, ha llevado a los órganos directivos de la Comunidad Económica
Europea y a sus gobiernos a reconocer que las empresas competitivas no son
las que generan empleo, sino las que lo reducen, y a reconocer, al mismo
tiempo, que las únicas que pueden dar ocupación a los muchos desempleados o
sujetos de la economía informal o que viene marginándose por el crecimiento
de los competitivos, son las cooperativas, tanto las cooperativas de
producción y servicios, como las cooperativas de trabajadores. El estatuto
de la Comunidad Europea privilegia por ello hoy con estímulos fiscales y
recursos de fomento la creación y desarrollo de las cooperativas.
Mientras nos bombardean con los supuestos datos del avance del capitalismo,
lo que realmente aumenta en el mundo es el cooperativismo y diversas formas
de la economía social o solidaria.
Según Naciones Unidas, "en 1994 la ONU estimó que el sustento diario de más
de 3.000 millones de personas (la mitad de la población mundial) era
asegurado o facilitado por empresas cooperativas".
Visto por países podemos citar la página de la Asociación cooperativista
internacional. Ahí se consignan los siguientes datos:
En Argentina existen más de 18.000 cooperativas que reúnen a una
cifra superior a los 9 millones de miembros
En Bélgica existían unas 30.000 cooperativas en 2001
En Canadá una de cada 3 personas es miembro de una cooperativa. Solo
el movimiento Desjardins en Quebec reúne a más de 5 millones de socios.
En Colombia y Costa Rica un 10% de la población es miembro de
cooperativas.
En los Estados Unidos un 25% de su población es miembro de una
cooperativa
En India los miembros de cooperativas superan los 240 millones de
personas
En Japón una de cada 3 familias es cooperativista.
En Kenya una de cada 5 personas es socia de una cooperativa
En Singapur los cooperativistas son 1.400.000, lo que representa una
tercera parte de su población
De qué depende todo esto. Muy sencillo y sin buscarle mucho. De que el tal
capitalismo no ha podido cumplir con los dictados u objetivos que pretendía
conseguir, porque está cimentado en supuestos inexistentes. Ni la libre
competencia conduce a la libertad, ni se han terminado las ideologías, ni
las oportunidades las brinda la libre empresa o el estado, ni estamos
condenados a ver el desmantelamiento del estado de bienestar sin
alternativa, ni tiene por qué existir el desempleo, ni estamos condenados a
morir en un planeta contaminado y caótico. Porque podemos hacer algo. Y ese
algo depende desde luego de que podamos reflexionar libremente sobre la
realidad mundial sin ataduras y de manera imaginativa, pero también de que
sepamos apropiarnos de nuestra propia historia. Sin esperar que nos enseñen
cómo.
Y la historia de México es ante todo social.

VI La historia social de México
la guerra de independencia como una lucha social
La historia tiene que volverse a escribir. No para cambiar los hechos, sino
para reconsiderar el carácter de los cambios y el papel de sus
protagonistas.
Hidalgo fue, antes que un padre de patrias, un paladín del compromiso
social y un gran organizador de tertulias. Su vocación de país no tiene
como alimento principal los ideales de la ilustración, sino su trabajo con
los grupos a los que enseña la crianza de la morera, la producción de miel,
la fabricación de utensilios –desde aperos hasta cañones--. Y su espíritu
no es el del religioso lleno de fé, sino la del bohemio que todos querían
visitar, porque se sentaba al piano a cantar, porque acompañaba las danzas,
porque comentaba con un verbo infatigable todos los hechos del mundo.
Hidalgo era el espíritu de la innovación y la puesta en marcha de la
historia como pueblo. Morelos, por su parte, queda retratado en el primer
documento que plasma su vocación de servicio y nuestra identidad social,
nuestro camino de mesura y nuestra determinación de justicia. Esos son los
Sentimientos de la Nación.

la Reforma como confrontación de dos grandes proyectos el socioliberal y el
liberal modernizador
La Reforma no fue la gesta de Juárez, ni Juárez era el representante de
todos. Primero resulta que el Programa Agrario y rural de Maximiliano
respondía más al interés del campo y los indígenas que la política
antiindigena de Juárez. Y si el Habsburgo fue derrotado fue por el
sentimiento nacionalista que tenían los mexicanos, no porque su gobierno
hubiera sido injusto.
Juárez tuvo varios adversarios. En su estado natal a los líderes indígenas,
que lo combatieron y que él aplastó. Porque su vocación era consolidar una
nación, y no podía admitir que ésta era una Nación multinacional. Herencia
maldita que nos llega todavía hoy como pretexto para negar la autonomía de
los pueblos que quieren ser reconocidos y autogobernarse.
Juárez tuvo en el Nigromante, Ignacio Ramírez, la contraparte a su afán
modernizador. Mientras Juárez ambicionaba el progreso, Ramírez lo acusaba
de reprimir al México profundo y de impedir la consolidación de la
democracia.
Juárez se volvió grande por vencer la intervención. Pero nos dejó la
ideología de la modernidad, y su consecuencia inmediata fue Porfirio.

la Revolución se gesta en el proyecto magonista
Contra lo que han machacado los historiadores, la revolución no se gesta en
los que levantaron la demanda del sufragio efectivo. Ellos ya traían
cuerda. En Guerrero fue Figueroa el fundador de la dinastía, el que levantó
la misma consigna que Madero, pertenecían a la misma clase, que antes que
Zapata, inició la gesta. Para estos liberales lo fundamental era el
sufragio. Pero el pueblo no se movilizó ni tomó las armas para crear un
nuevo régimen electoral, sino para destruir la economía de la injusticia.
Y el que inspiró la lucha, como lo testimonia la constitución emanada del
proceso, no fue sino Ricardo Flores Magón. Él escribió el programa que
continuó la visión de Ramírez, y no la de Juárez.
Del Programa del Partido Liberal, como lo testimonia Silva Herzog –padre--,
se imprimieron un millón de ejemplares, que los círculos revolucionarios se
encargaron de hacer leer a todos los mexicanos de aquél entonces.
La lucha no comienza con los hermanos Serdán, sino con las huelgas de Río
Blanco y Cananea. Y la lucha no culmina con la muerte de Madero, sino con
la promulgación del texto Constitucional. Ahí, en los artículos 3º, 25, 27,
123, está el espíritu de Flores Magón, no el de Madero.

Madero tenía a un lado al vice-presidente Pino Suárez
El breve periodo de gobierno del grupo que desplazó a Porfirio Díaz debe
registrar no solamente a Madero a la cabeza, sino a Pino Suárez como su
complemento.
Madero representaba los intereses liberales de las clases acomodadas que no
podían soportar ya al grupo extranjerizante de la dictadura. Pero Pino
Suárez representaba a los que desde la perspectiva social querían sentar
las bases de otro México. Pino Suárez era socialista, sureño, como ha sido
casi toda la inspiración social de México. Su continuación habría de estar
en el Partido Socialista del Sureste.

Zapata y Montaño eran la prolongación de Flores Magón
El Plan de Ayala representa mucho más que la ruptura de las fuerzas del
campo con el régimen de Madero. Representa la vuelta al sentido original de
la lucha, trazada por Flores Magón y que tenía un profundo sentido social.
Anenecuilco es la cápsula de la historia nacional en la que se sintetiza la
resistencia de la identidad nacional contra el progreso occidental y la
concentración del bienestar. El Plan de Ayala no es una acusación contra el
gobierno federal, es una reivindicación del camino social de la historia
del pueblo.

el papel del ejido en el desarrollo del México contemporáneo
Con el asenso de las luchas de masas bajo el cardenismo, el país se enfila
a su propio proyecto que esta en lo colectivo y las necesidades básicas. El
ejido, decía entonces el célebre Seymur, era la única salida para México.
Hasta los años sesentas del Siglo XX el ejido produjo las tres cuartas
partes de los satisfactores básicos, el maíz, el trigo, el arroz, el
frijol, y el azúcar.
Los gobiernos modernizadores se propusieron estrangular al ejido,
detuvieron el reparto agrario bajo el mito de que ya no había más tierras
que repartir, e institucionalizaron el latifundismo nylon.
El sistema hizo del dispendio y el clientelismo su forma de reconstitución
sexenal. Con subsidios y prebendas sustituyó al programa agrario y dio
forma durable al corporativismo corrupto.
Pero el campo social se estancó por falta de incentivos, y la agricultura
inició la expulsión de su gente.

el carácter contradictorio del estado y el agotamiento del impulso
revolucionario
El estado mexicano tenía proyecto, sin embargo. Durante décadas se empeñó
por crear una clase media estable y mayoritaria. Y sobre esa base parecía
consolidar un mercado interno que fuera sustento de la industrialización.
Sin embargo no apoyó a los trabajadores sino a sus aliados los líderes. No
fortaleció la industria nacional sino que la puso al servicio de los
grandes intereses. No miró hacia dentro y hacia abajo, sino hacia el
imperio. No sostuvo el régimen de austeridad republicana que tenía Juárez,
sino el régimen de oropel y gasto que instituyeron Calles y Obregón.

las luchas por la democratización de México, electorales pero también
económicas
Desde que el modelo capitalista hizo crisis, hace ya más de cuarenta años,
la sociedad quiso que la dejaran participar para hacer cambios. Los
estudiantes de aquél entonces fuimos la fuerza más decidida y la más
consecuente. Ojo, y eso no cabía en los esquemas del marxismo. Ante los
ortodoxos se trataba de una rebelión pequeñoburguesa.
La luchas armadas que cubrieron dos décadas, y que hoy son poco conocidas,
generaron la inestabilidad social y la incorporación de otros sectores a la
lucha. Y el estado tuvo que ceder.
Se instrumentó una reforma electoral, que como dijo Reyes Heroles –también
padre—juzgaron necesaria para permanecer otros treinta años. No llegó a
tantos, pero casi.
Con la Reforma Electoral, combinada con la guerra sucia se desmanteló a los
grupos que habían conquistado su derecho a existir en una oposición
combativa.
Los nuevos insurgentes abandonaron el escenario de las elecciones y se
fueron al campo y el movimiento obrero.
Así se gestó la nueva impugnación. La nueva impugnación comenzó con grupos
de jóvenes empeñados en arrastrar detrás suyo al pueblo explotado. Pero la
economía y el estado tenían aún impulso, y no pudieron despertar a todo el
pueblo. Cambiaron sin embargo el escenario, gestando espacios nuevos de
participación y libertades ciudadanas antes impensables.

la lucha actual, la APPO, los zapatistas, los partidarios de AMLO, el EPR.
Lo que se hizo durante los apacibles años del neoliberalismo, mostró sus
frutos a partir de la insurrección neozapatista. Y lo importante de ese
momento es que la visión y la propuesta de los indígenas fue traducida al
lenguaje occidental y puesta sobre el escenario de la política. La historia
ya no podría seguir siendo la que dictaran, pensaran o quisieran los
occidentales. El fenómeno del pseudomorfismo, previsto por Toynbee estaba
ante nosotros. Lo que parecía conquistado, dominado o suprimido renacía,
con más fuerza y perspectiva que la que tenían los dominadores o dueños del
mundo.
Y la lucha zapatista se inscribió en el contexto de un escenario
internacional en el que muchos grupos, de todos los continentes, estaban
cuestionando el rumbo occidental del progreso. Chechenos, Afganos,
Ceylaneses (O Srilankeños), pero también Catalanes, Andaluces, Mapuches,
estaban encontrando su camino.
Llega entonces nuestra historia a un punto de quiebre. El sistema político
se recompone para permanecer subordinando a los partidos.
Y la sociedad civil escoge y promueve otros caminos, que terminan por tener
más empuje que la inercia del sistema. Y la sociedad se vuelca. Al margen
del sistema y de los partidos.
Eso explica la campaña de Andrés Manuel. No fue una campaña del PRD, sino
de la sociedad inconforme. Y el fraude no se cometió contra un candidato,
sino que fue un freno al cambio que la sociedad reclama. Lo de menos
hubiera sido el triunfo electoral del peje. Lo que importaba era la
voluntad de la gente. Su necesidad de recuperar el camino.
Por eso ahora se crean nuevos consejos, o soviets, como se llamaban antes.
Como el de la APPO en Oaxaca. Ahí está el germen del nuevo poder, ahora sin
partidos, y sin referente en la política convencional.
Esa es la realidad que tienen ustedes que estudiar para sacar conclusiones.

VII La defensa del carácter mixto de la economía y el papel del sector
social
Por lo pronto, los que hemos escogido la trinchera de la legislación para
este periodo, nos empeñamos en continuar el dictado de los artículos
sociales de la Constitución. Estamos peleando por una ley reglamentaria del
artículo 25, que separe el derecho social del privado y el público, y que
siente las bases jurídicas para el desarrollo del sector social, donde
están las cooperativas, los ejidos, las empresas de trabajadores. Estamos
también peleando por actualizar la legislación cooperativa, por defenderla
de la inercia neoliberal y enfilarla a su objetivo histórico e identitario,
como decía Ricardo Flores Magón.

VIII Las cooperativas en México, hacia una economía autogestionaria que se
construye desde abajo en respuesta al fracaso del neoliberalismo
Las cooperativas en México tienen hoy más de setenta mil millones de pesos
de capital social. Y el sector social comprende un veinte por ciento de la
población. Muchos de sus miembros lo ignoran, no se asumen como algo
diferente. O como decía aquél barbón, lo hacen pero no lo saben.
Nuestra tarea es proclamarlo. Difundirlo. Explicarlo.
Esta economía funciona, y funciona bien. Contra lo que digan todos los
voceros del capitalismo.
Y funciona porque no depende y no supone ni al estado ni a los dirigentes
de las finanzas o las grandes empresas, porque sólo se basa en sus propias
fuerzas. Sus propias fuerzas organizadas como participación popular.
Las cooperativas llegaron recientemente a controlar la mitad de las tierras
de riego, un diez por ciento de la producción de refrescos, una tercera
parte de la producción de cemento. Y el sector social crece. Sin que lo
registre el INEGI o lo contemplen los políticos del sistema.

IX El futuro se construye como una economía participativa, sustentable y
contraria a los indicadores del crecimiento económico
El título de este Seminario decía mutaciones del capitalismo. Pero lo
importante no son las mutaciones del capitalismo, sino las de la sociedad.
Como nunca o como no se veía en muchísimo tiempo, los pueblos están tomando
su futuro en sus manos. Como lo hacen desde la sociedad y la economía y no
desde el poder, sus iniciativas nacen como resistencia o rebeldías y les
lleva tiempo convertirse en fuerza dominante.
Pero lo que debe quedar claro es que en el Siglo XXI el protagonista no
será el Estado. Y comprendo o incluyo en el Estado no sólo a los gobiernos,
sino también a todas las instituciones hoy dominantes, entre ellas los
partidos.
En el Siglo XX la mayoría de los afanes de libertad y justicia se
inscribieron en una lucha por llegar al poder. Hoy los pueblos están
abandonando ese camino y están inventando un nuevo género de estado. Para
conseguirlo, sin embargo, no se organizan en partidos, sino que construyen
nuevas economías. No se participa en elecciones para ser gobierno, sino
que se construye otra cosa para cimentar en ello y algún día un nuevo
estado.
En la India han creado una cooperativa que produce leche para terminar con
el hambre. En México han formado más de cinco mil cooperativas de ahorro y
préstamo para sustituir a los bancos. En Europa están formando cooperativas
de trabajadores para terminar con el desempleo.
Lo que caracteriza a estas iniciativas es que en lugar de buscar al
caudillo del día avanzan con un carácter anónimo. Le ponen máscaras a sus
dirigentes, cuando los hay, para impedir que su persona exista. Y es que
creen en la intervención de todos.
Se caracterizan también por haberse replanteado sus relaciones con la
naturaleza. Y esto por una razón muy sencilla: han descubierto que el
progreso tecnológico sin más se ha dado de la mano con la valorización
irresponsable de los recursos naturales y con la pérdida de los valores más
importantes que tienen para la vida y el género humano.
No creen en las presas en la Parota, y menos en las que iban a producir
electricidad en Tabasco. Les dijeron que eran para guardarles el agua, y se
les han vuelto lodazales en sus casas. Les dijeron que el bienestar llegaba
con la electricidad, y hoy han descubierto que el ciclo combinado está
acabando con sus reservas de hidrocarburos y con la salud de la atmósfera.
Les dijeron que la industria de chimeneas era lo que caracterizaba a la
industrialización. Y hoy no quieren que se siga contaminando al planeta y
calentando su atmósfera porque ello provoca tempestades e inundaciones.
Hoy las poblaciones participativas del mundo son ecologistas. Y el
ecologismo no lo entienden como una acción individual o que se cumpla de
manera espontánea en un mercado irrestricto, sino como una acción de las
comunidades, los pueblos y los grupos humanos solidarios en defensa de su
entorno y su seguridad.
Los grupos humanos están descubriendo que los indicadores del crecimiento
económico no tienen nada que ver con la buena distribución de los
satisfactores básicos, y que países con bajos índices de generación de
valor viven mejor que otros con enormes reportes de utilidad.
Las luchas del Siglo XXI cambiarán el panorama del capitalismo. No
anunciarán su caída ni llamarán a su demolición intempestiva. Esa forma de
revoluciones es parte de la filosofía que alguna vez planteó hacerse de la
máquina del poder. Las luchas del Siglo XXI irán erosionando al capitalismo
y sustituyéndolo por una economía de muchas unidades locales autogestivas.
Muchas unidades donde de manera solidaria los nuevos constructores del
futuro inventen una nueva forma de socialismo. Un socialismo que no negará
el mercado, pero que tampoco confiará al estado la conducción ni de la
economía ni de la política.
Y óiganlo bien, porque hasta ahora muy pocos parecen haberse percatado:
esta ruta es la que nos propusieron hace más de un siglo algunos pensadores
que fueron desechados por no formar parte del socialismo así llamado
científico, y por algunos otros que fueron condenados y perseguidos, por
izquierdas y derechas, y que se llamaban a sí mismos anarquistas. ¡Qué
bueno que volvemos a levantar la utopía!
Quisiera terminar esta charla con la vieja consigna: ¡Salud y revolución
social!
-----------------------
[1] Este tipo de organismos incluyen ejidos colectivos, cooperativas,
comunidades indígenas, mutualidades, fondos de aseguramiento, empresas
sindicales, instituciones sociales como el Seguro Social, servicios de
pensiones, etc.
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