Dreyfus y Boulanger: La tercera República Francesa y su ejército (1870-1914)

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Descripción

Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa

Boulanger y Dreyfus: las relaciones entre la Institución Castrense y la Tercera República Francesa a través de dos crisis políticas. (1870 – 1905)

Trabajo terminal que para optar a la Licenciatura en Historia presenta: Andrés Orgaz Martínez

México 2009

Asesora: Dra. María Fernanda García de los Arcos

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Raison étrange, car ceux-là qui professent avec le plus d’acharnement qu’une cour militaire ne peut se tromper, accordent qu’un soldat peut trahir, et c’est un crime que d’imputer l’erreur à un corps dont il est impunément licite d’accuser un membre de trahison”. FL

Bernard Lazare

[Extraña razón, ya que aquellos que declaran con el mayor encarnizamiento que una corte militar no puede equivocarse, reconocen que un soldado puede traicionar, y que es un crimen imputarle un error a un cuerpo del cual es impunemente lícito acusar a un miembro de traición.]

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INDICE

Introducción ....................................................................................................................................... 3 I/ La República y el Ejército. Democracia y Jerarquía ......................................................... 12 A/ Formación de la República (1870-1885) ..................................................................................... 12 A.1/ Transición del Imperio a la República ............................................................................................................ 12 A.2/ Laicismo y anticlericalismo. Contra el Antiguo Régimen ...................................................................... 20 B/ Del ejército imperial al ejército republicano .............................................................................. 24 B.1/ Política militar de la República. Entre integración y alejamiento .................................................... 24 B.2/ La Revancha. El ejército y el imaginario nacional ..................................................................................... 31 C/ 1885, la controversia colonial. Pro y contra la legitimidad de la expansión...................... 35

II/ Georges Boulanger y la incógnita del boulangisme ........................................................ 51 A/ Georges Ernest Jean-Marie Boulanger. Biografía. ..................................................................... 54 B/ Del Ministerio de Guerra al Partido Nacional ............................................................................. 63 B.1/ Acción en el gobierno (enero 1886- mayo 1887) ..................................................................................... 63 B.2/ El proyecto de reforma militar (mayo 1886) .............................................................................................. 71 B.3/ El movimiento antiparlamentario .................................................................................................................... 79 C/ Anatomía del movimiento ................................................................................................................ 91 C.1/ La base electoral del Partido nacional. La ideología del nacionalismo popular ........................ 91 C.2/ Los militares y Boulanger ................................................................................................................................... 109 D/ Legado de Boulanger ....................................................................................................................... 120

III/ El Caso Dreyfus y sus consecuencias. .............................................................................. 129 A/ Síntesis descriptiva y cronológica del Caso. .............................................................................. 129 B/ El factor Judeofobia. ......................................................................................................................... 135 B.1/ Una ideología en apogeo. .................................................................................................................................... 136 B.2/ La vertiente militar ................................................................................................................................................ 144 C/ El Caso en la óptica militar ............................................................................................................. 150 D/ Galliffet y André ................................................................................................................................ 162

Consideraciones finales.............................................................................................................. 173 Colecciones de fuentes primarias ............................................................................................ 183 Bibliografía .................................................................................................................................... 184

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Introducción El 13 de enero de 1998, el gobierno francés cubrió la fachada del parlamento de París con una reproducción gigante de la primera página del periódico L’Aurore con fecha del 13 de enero de 1898. El título era un gigantesco J’Accuse, la carta abierta que Émile Zola escribió al presidente de la República, en la cual el escritor acusaba a todo el estado mayor del ejército francés. Uno por uno, acusaba a los militares más prestigiosos del país de haber deliberadamente condenado a un inocente a reclusión perpetua en los presidios de Guyana. Conocido como Caso Dreyfus, el evento que llevó al escritor mejor vendido de Francia a enfrentarse a la institución castrense había comenzado en 1894 con la condena del capitán de artillería Alfred Dreyfus por espionaje y complicidad con una nación enemiga. Las irregularidades de la investigación militar y más tarde la confesión de uno de los involucrados en la misma de haber falsificado pruebas, generó una campaña a nivel nacional demandando una revisión del caso. Conocidos globalmente cómo dreyfusards, los defensores de la inocencia (o al menos de la revisión del juicio) se alzaron frente a los antidreyfusards, quienes defendieron la decisión del tribunal militar. De un caso esencialmente banal de espionaje, uno de muchos antes y después de Dreyfus1, surgió una de las crisis más profundas que haya enfrentado la República Francesa. Una crisis que provocó manifestaciones en las calles, peticiones firmadas por los más grandes intelectuales, hombres de ciencia, artistas y políticos, duelos, conflictos entre amigos y familiares, 1

El primero en hacerlo notar fue el primer defensor del capitán Dreyfus, el anarquista Bernard

Lazare.

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tomas de posición que legitimaban la defensa o acusación de Alfred Dreyfus a niveles ideológicos diversos (defensa de individuo, respeto a las instituciones…). 2 El cuerpo social francés se desgarró mientras el causante mismo de los disturbios permanecía encerrado en condiciones infrahumanas en el presidio de Cayena, en la famosa Isla del Diablo, tan aislado por la seguridad penitenciaria que no se enteró de los sucesos que su detención había provocado sino hasta su regreso a Francia en 1899 para su segundo juicio. Entonces supo que republicanos, socialistas, católicos liberales, anarquistas, anticlericales, asociaciones judías y protestantes (inclusive antisemitas convencidos de la ilegalidad del juicio), protestaban hombro con hombro en contra de nacionalistas, socialistas, integristas católicos, republicanos y la masa antisemita de Francia. Todo en nombre del destino de un hombre del cual se dijo que no merecía “ni ese exceso de honor, ni esa indignidad”.3 Todo para salvar a un militar de la justicia de su propia institución.

Caso de un judío injustamente condenado a deportación perpetua, el Caso Dreyfus fue convertido rápidamente en un ícono del imaginario republicano francés y mundial. La intervención de los intelectuales en nombre de la justicia fue interpretada desde sus inicios cómo un ejemplo de la lucha entre el progreso y el obscurantismo; la razón de estado y los derechos del hombre; la república laica y el integrismo católico; la democracia y el ejército.4 La cantidad de estudios y trabajos históricos al respecto es 2

Bachollet Raymond, Les 100 plus belles images de L’Affaire Dreyfus, éditions Labecom, Paris,

2006. 3

Birnbaum, Pierre, L’Affaire Dreyfus. La République en péril, Découvertes Gallimard Histoire, France, 1994, p.120. 4 Para la interpretación republicana del Caso Dreyfus, Ver: Reinach, Joseph, Histoire de l’Affaire Dreyfus, 2 tomes, Bouquins, France, 2006. Político judío y republicano, Joseph Reinach escribió la

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inmensa, y como la conmemoración del centenario de J’Accuse lo demostró en 1998, el Caso sigue vivo en la mente de los franceses y de buena parte del mundo. J’Accuse tiene un significado internacional. En febrero de 1994, un oficial francés perdió su puesto de responsable del servicio histórico del ejército por haber escrito un reporte en el cual consideraba la inocencia de Dreyfus, la tesis “generalmente admitida”, y no la única.5 Este caso relanzó la polémica acerca del peligro de las verdades de Estado y de la capacidad de la institución castrense para reconocer su culpa. Culpa que según uno de los eventos más sobresalientes del Caso, parecía ir mucho más allá de un error judicial.

El 16 de febrero de 1899, el presidente de la República Félix Faure, moría de una congestión cerebral en manos de su amante. La noticia cae en pleno Caso Dreyfus. Un asunto en el cual el presidente se hizo notar por su falta de partidismo. Tras ganarse el aprecio de militares y nacionalistas al firmar la alianza militar con Rusia en 1894 y 1896 (lo cual le había granjeado el desprecio de la izquierda, reacia a aliarse con la última autocracia de Europa), el mismo Félix Faure había confundido a sus defensores al momento de la crisis colonial de Fachoda en 1898. Su moderación al momento de negociar los conflictos fronterizos en África con Inglaterra había evitado una escalada sangrienta y preservado las relaciones con un futuro aliado en el continente. 6 Debido a una imparcialidad calificada por algunos de excesiva, el presidente era considerado un

primera historia completa del caso. Su interpretación reivindica la lucha de los dreyfusistas como una victoria de la República sobre las fuerzas de la reacción clerical. 5 Birnbaum, Pierre, Op.Cit, p.14. 6 Frerejean, Alain, “Un mort à l’Elysée”, Historia, Revue mensuelle éditée par les Publications Tallandier, Paris, nº702, juin 2005, p.34.

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defensor del ejército por unos, y un detractor del mismo por otros. Su muerte levantó acusaciones altamente infundadas acerca de un posible homicidio a cargo de los dreyfusards.7

Regresando a los cuarteles, los regimientos del ejército que participaron en el homenaje al presidente fueron interceptados por un grupo de civiles dirigidos por un antidreyfusard, Paul Déroulède, dirigente de la muy nacionalista Liga de los Patriotas. Mezclándose entre los soldados, Déroulède y un centenar de seguidores le pidieron al general Roget que él y sus regimientos marcharan junto con la Liga hacia el palacio del Elíseo en un intento de tomar el poder. Los regimientos continuaron marchando hasta llegar a los cuarteles. Sólo Déroulède y su brazo derecho fueron arrestados. Al momento del juicio por conspiración contra la seguridad del estado, se supo que el estado mayor estaba al tanto de las intenciones de la Liga gracias a informantes policíacos. El general de Pellieux, miembro del estado mayor y encargado originalmente de asistir al entierro, se había hecho reemplazar por Roget al ser informado de las intenciones de la Liga. Por fin, la falta de preparación del golpe ocasionó que la mitad de los participantes se dispersara por las calles sin llegar al punto de encuentro. Todo confirma el total fracaso del intento y prueba que la República no corrió ningún riesgo real.

Sin embargo, mucho antes de los eventos de febrero, en Francia se corrían voces de un levantamiento militar. La autoridad civil y todas las facciones ideológicas comentaban qué acciones tomar en caso de que ocurriera. En ese contexto se publicó 7

Ibid., p.40.

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el Manifiesto de la Coalición Revolucionaria, organización bajo dirección anarquista, dreyfusard y favorable a una alianza que para muchos pareció contra natura: “Un coup de force se prépare: c’est à vous, hommes libres, à vous qui êtes résolus a defendre le présent et a sauvegarder l’avenir, à vous tous républicains, démocrates, penseurs libres, socialistas, révolutionnaires, libértaires, que nous nous adressons. […] Hommes libres, si vous laissiez passer, si vous laissiez faire, demain le Parti nationaliste égorgerait la liberté. […] Il n’est pas question aujourd’hui de marquer le triomphe d’un parti sur un autre. Il s’agit de défendre le patrimoine commun: la liberté.”8

[Un Golpe se prepara: Nos dirigimos a ustedes hombres libres, hombres dispuestos a defender el presente y salvaguardar el futuro, a ustedes republicanos, demócratas, libre-pensadores, socialistas, revolucionarios, libertarios. [...] Hombres libres, si los dejan pasar, si los dejan actuar, el partido nacionalista degollará a la libertad. [...] No se trata hoy, de marcar el triunfo de un partido sobre otro, se trata de defender un patrimonio común: la libertad.]

Esta propuesta de un vasto frente de coalición fue la base de la manifestación del 19 de noviembre de 1899, en la cual cien mil representantes de partidos políticos, sindicatos y la Liga de los Derechos del Hombre, desfilaron por París en defensa de la República. ¿Cómo pudo darse esta alianza masiva cuando las leyes de represión antianarquistas, seguían vigentes? Dejando de lado el fracaso del golpe de 1899, los eventos de ese año dejan en claro que en Francia se temía un golpe de estado militar al

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Quiben, Xose Ulla, Emile Pouget. La plume rouge et noire du Père Peinard, éditions libertaires, Toulouse, 2006, p.217.

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grado de formarse alianzas improbables con el único objetivo de hacer frente a cualquier eventualidad.

Lo que es más, no es la primera vez que Paul Déroulède era arrestado por conspiración contra el Estado, no era la primera vez que su Liga buscaba una alianza con el ejército para derrocar a la República. No es la primera vez que se insinúa en el debate nacional el riesgo de un complot antiparlamentario con la institución castrense de por medio. Todo aquello había surgido diez años antes de la muerte de Félix Faure, cuando el fenómeno político conocido como boulangisme había estado a punto de tumbar a la República por vía legal. Movimiento dirigido por un general y ex-ministro de guerra, del cual Paul Déroulède y su Liga eran la base electoral.

Comparado con la influencia que el Caso Dreyfus sigue teniendo en el imaginario francés, el boulangisme es un fenómeno injustamente desconocido, reducido en muchas ocasiones a un prefacio al Caso. Ahí donde éste es visto como un momento decisivo en la lucha por los ideales de justicia de la República, la historiografía francesa parece, en comparación, haber conservado pocos recuerdos de Georges Boulanger, candidato del Partido Nacional, vasta alianza de organizaciones deseosas de modificar masivamente el funcionamiento de la República. Es notable que el grueso del estado mayor político de Boulanger fuera más tarde el grueso de la dirigencia antidreyfusarde. Veremos a lo largo del trabajo qué es lo que esto implica, pero por ahora nos concentraremos en lo que será la problemática central y el propósito de este trabajo.

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Boulanger y Dreyfus representan dos crisis de nivel nacional que amenazaron cada una a su manera la supervivencia de la República francesa. Fundada en 1870, en medio de una guerra con la coalición alemana que había destruido el Imperio de Napoleón III, lo que fue conocido como Tercera República fue en su momento una de muchas propuestas que buscaban sacar provecho de la desaparición de la dinastía Bonaparte. Tras un intento de revolución socialista (la Comuna de Paris), y un intento de restauración monárquica (el gobierno de Mac-Mahon), los republicanos lograron imponer el sistema republicano parlamentario.

Independientemente de lo que implicó para los republicanos el lidiar con corrientes ideológicas opositoras, tanto el prestigio de la figura de Georges Boulanger en las elecciones como la base misma del Caso Dreyfus tienen un origen militar. En al menos dos ocasiones, la institución castrense vio perfilarse entre sus filas una amenaza para el gobierno republicano.

¿Qué implica esta constatación? Como veremos, el imaginario republicano convierte desde finales del siglo XIX a ambos eventos en triunfos de la República, la democracia y el progreso sobre las fuerzas del oscurantismo, la tiranía, y el antiparlamentarismo. Dos momentos claves en los cuales la República afianza su predominio sobre sistemas pasados caracterizados por el gobierno autoritario y la religión de Estado. Veremos que en las mismas fechas que nos conciernen, Francia vive su etapa anticlerical, que concluirá en 1905 con la separación de la Iglesia y del Estado. Los mismos republicanos que combatieron el poder del catolicismo combatieron las amenazas al

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régimen republicano. Entre ellas se cuentan la campaña de Boulanger y el intento de golpe de estado de Déroulède.

¿Qué nos dice esto de las relaciones entre el gobierno republicano y la institución castrense? Siendo esta última una herencia del imperio de Napoleón III, ¿es correcto asumir que se trataba de un rezago de autoritarismo conspirando contra la democracia parlamentaria? Tal fue la lectura que le dio la propaganda gubernamental, llegando a representar a Boulanger ridículamente disfrazado de Napoleón, estrangulando a la República con ayuda del clero y la aristocracia. 9

¿Basta saber que el ejército amenazó la estabilidad de Francia en dos ocasiones para asumir que la lectura republicana de ambas crisis está en lo cierto al designar a la institución castrense como una de las bases de la reacción antiparlamentaria?

Este trabajo se concentrará en las relaciones entre el ejército francés y la República al momento de las dos grandes crisis políticas que aparentemente los enfrentaron. Será inevitable iniciar el trabajo con las circunstancias de la fundación de la República, los avatares que asumió antes de cimentarse y un repaso necesario a las medidas notables tomadas por el gobierno y por el ejército en los años que precedieron la crisis de Boulanger en 1885. A pesar de la importancia de ambos casos, el boulangisme será el verdadero núcleo del trabajo por tratarse de un tema poco conocido aún dentro de la

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Les fonds secrets du boulangisme, caricature de Pépin sur le financement de la campagne de Boulanger, Le Grelot, novembre 1888. Imagen en: Sternhell, Zeev, La droite révolutionnaire. 1885-1914, Folio Histoire, Paris, 1997.

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historiografía francesa cuando se lo compara con el Caso Dreyfus. Este último formará la segunda parte del trabajo.

Sería necesario un trabajo aparte para comentar todo lo que se ha escrito acerca de Dreyfus. Por tanto, nos limitaremos al estudio del Caso dentro de la óptica militar. Estableceremos comparaciones entre las acciones del ejército durante las dos crisis para intentar discernir algún comportamiento común que permita explicar la naturaleza de la participación militar a dos conflictos que acabaron en amenazas de golpe de estado. Además de concentrarnos en las acciones del ejército, nos desviaremos lo necesario para conservar una imagen clara del panorama político francés y así conservar una perspectiva no solamente del ejército que tuvo Francia, sino también de la Francia que tuvo el ejército.

El objetivo final siendo intentar encontrar una respuesta a lo siguiente: una vez aclarados los peligros que el boulangisme así como el Caso Dreyfus hicieron correr a la República, interesa saber el papel de la institución castrense en ellos, cuál fue su participación real en ambos eventos, qué discurso enarbolaron el gobierno y el ejército uno con respecto al otro. Y finalmente, por qué las crisis sufridas por la República francesa se originaron dentro de ambientes militares.

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I/ La República y el Ejército. Democracia y Jerarquía A/ Formación de la República (1870-1885) A.1/ Transición del Imperio a la República El 1º de septiembre de 1870, el ejército francés bajo las órdenes del emperador Napoleón III era aplastado en Sedán por la coalición alemana de Guillermo I y el canciller Otto Von Bismarck. El emperador se rendiría y sería hecho prisionero. Así comenzaba el principio del fin de la guerra franco-alemana. Una vez derrotado Luis Napoleón, no quedaría nada para impedirle a los alemanes avanzar sobre París, donde las noticias de la derrota llevaron a una sucesión de eventos que tendrían por consecuencia la caída del Segundo Imperio y la instauración de la Tercera República. La noticia llegó al París el 4 de septiembre. La Cámara de diputados, débil concesión del régimen imperial para canalizar a la oposición cada vez más numerosa, debatió la marcha a seguir y, sobre todo, la legitimidad del gobierno “imperial”, ya que el emperador se encontraba prisionero del invasor. Mientras la mayoría accedió a crear un Consejo de gobierno y defensa nacional, que actuara como gobierno al menos para hacer frente a la invasión que no se había detenido, la población de París, tradicionalmente cercana a la oposición republicana, organizó manifestaciones. Guiados por los diputados republicanos entre los cuales destacaba la figura de Leon Gambetta, marcharon al ayuntamiento de París donde proclamaron la caída del Imperio y el nacimiento de la República. Fundan un gobierno provisional “por aclamación popular” y logran imponer los hechos a la Cámara, a pesar de la oposición de los conservadores.

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Ahora bien, el apoyo a la República no fue ni remotamente total. Apenas cuatro meses antes, un plebiscito había demostrado el apoyo que seguía conservando el Imperio en la mayoría del país, incluyendo París.10 Aún sacando partido del descrédito sufrido por la derrota de Sedan, los republicanos no podían esperar imponer su gobierno sin oposición. Así pues, el gobierno provisional de la República se vio obligado a colaborar con franjas bonapartistas y en particular con los partidarios de la monarquía constitucional guiados por Adolphe Thiers. Con él chocaron los republicanos sobre la política a seguir frente a Alemania. Si Thiers, junto con la mayoría del país, buscaba firmar acuerdos de paz con el invasor, los republicanos sólo podían esperar consolidarse como gobierno legítimo de Francia dejando a los bonapartistas y a otras tendencias en la incapacidad de negociar una tregua que, cómo gobierno, sólo ellos podían firmar. Aún cabía la posibilidad de que los alemanes accedieran a liberar a Napoleón III y a reestablecerlo en el poder. Por ello, los republicanos se declararon a favor de continuar la guerra. Aún con París sitiado por los alemanes, y con Thiers buscando negociar una paz separada, Gambetta abandonó la capital en un globo aerostático y comenzó a reclutar tropas en las provincias del sur. Esta estrategia no funcionó frente a la superioridad del ejército alemán, la falta de preparación de las tropas republicanas y, sobre todo, a causa de los conflictos políticos que plagaron al gobierno de defensa nacional. Así, el único ejército organizado que quedaba en Francia, guiado por el mariscal François Achille Bazaine, prefirió iniciar negociaciones con los alemanes antes que servir a una república. Ardiente bonapartista, Bazaine se rendiría con 180 mil hombres con todo y sus equipos a los alemanes. Esto marcó el 10

Bainville, Jacques, La Tercera Republica, Doncel, Madrid, 1975, p.16.

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final de toda posibilidad de cambiar la situación. Mientras que Thiers y su gobierno, instalado en Versalles, llegaban a un acuerdo con los alemanes, la población de París se alzó. El 18 de marzo, París se levanta frente al deseo del gobierno de Versalles de firmar la paz con los alemanes. La Comuna de París, primero una reacción patriótica de la ciudad sitiada, se vuelve rápidamente un experimento abiertamente socialista que considera la posibilidad de extender su ejemplo al resto del país para impedir el regreso de Luis Napoleón o de algún rey de la dinastía Borbón. Dirigentes republicanos de extrema izquierda y socialistas abiertamente miembros de la Asociación Internacional de Trabajadores llevaron a cabo una serie de medidas de corte social, e intentaron continuar la resistencia frente a los alemanes y frente a Versalles. Todo terminó el 28 de mayo de 1871. Frente a las amenazas de guerra civil y de revolución socialista, el gobierno de Versalles aceleró los acuerdos con los alemanes. Éstos aceptaron retirarse de París, y dejaron que tropas prisioneras en Alemania regresaran a Francia para reprimir a la Comuna por órdenes de Thiers y su gobierno. Los republicanos de Gambetta, aislados en las provincias, no reaccionaron, lo cual tendría consecuencias para el desarrollo subsiguiente de la República. La recuperación de París y la represión que siguió fue dejada a cargo del general Galliffet, oficial bonapartista que demostró así su lealtad al nuevo gobierno y se ganó el odio de todo el movimiento socialista francés. Entre 20 y 30 mil communards fueron fusilados y otro tanto fue deportado a Nueva Caledonia o se exilió. El movimiento socialista francés había sido decapitado y así permanecería durante la década siguiente.

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Esta derrota del partido de la guerra no acabó con el proyecto republicano. Tras Sedan, los bonapartistas habían perdido credibilidad ante la población, los monárquicos se encontraban divididos por sus respectivos candidatos al trono y no podían formar una oposición fuerte. Además, la destrucción de la Comuna acabó con cualquier posibilidad de darle un tono socialista a la República, lo cual tranquilizó a los conservadores. De esa forma, la República sobrevivió detrás de Thiers. Tómese en cuenta que a pesar de que la paz con Alemania le permitió sobrevivir al régimen, las condiciones no fueron indulgentes: además de las pérdidas de la guerra y las indemnizaciones, Francia le entregó al recientemente creado Imperio Alemán las regiones fronterizas de Alsacia y Lorena, con importante población alemana. Estas pérdidas alimentarían el resentimiento francés y darían nacimiento a un fenómeno nacionalista duradero. El miedo a la Comuna había llevado a la formación de una asamblea conservadora. Esto, irónicamente, arrojó a los republicanos originales a la oposición junto con los bonapartistas. Ambos hacían campaña para exigir la disolución de la asamblea y elecciones que confirmaran el gobierno de la mayoría. Los bonapartistas se mantenían leales a la idea del plebiscito que tantas veces había beneficiado a Napoleón III, mientras que Gambetta y los republicanos hacían campaña contra los elementos conservadores y clericales de la asamblea, a la cual acusaban de preparar una restauración monárquica. No se quedaban a la zaga los radicales, elementos de extrema izquierda del ala republicana. Llamados a veces jacobinos en recuerdo a los radicales de la revolución de 1789, el grupo republicano conocido cómo radical se definía por su defensa a reformas sociales cercanas a las del socialismo pero con un

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respeto a la propiedad privada que los distanciaba de éste, y un anticlericalismo virulento que tendría oportunidad de manifestarse lado a lado con el de Leon Gambetta al momento de combatir a los conservadores de la asamblea. Uno de sus más prestigiosos representantes fue Georges Clemenceau, quien tendría una carrera activa hasta la primera guerra mundial. Se diferenciaban de los republicanos moderados como Jules Ferry, rápidamente apodados oportunistas por su tendencia a aliarse con elementos conservadores y abiertamente antirrepublicanos con tal de conservar el predominio en la asamblea. El 24 de mayo de 1873, era nombrado presidente de Francia el mariscal Patrice de Mac-Mahon, del cual se sabía tenía contactos con los monárquicos Legitimistas, partidarios de la restauración de los Borbones. Su llegada al poder fue el inicio de un debate entre la asamblea y el candidato al trono de la vieja Casa de Francia, el Conde de Chambort, confirmando las acusaciones de los republicanos. La asamblea buscó convencer al pretendiente de que aceptara el trono y formara una monarquía constitucional. Ahí donde los republicanos no pudieron acabar con el peligro de restauración, los propios monárquicos lo hicieron por su incapacidad a llegar a un acuerdo. El Conde de Chambort, aunque favorable a la idea, se negaba a reconocer que la constitución le pudiera ser impuesta por la asamblea. Ésta en cambio se negaba a darle preeminencia al monarca y permanecía aferrada al poder que le daba el ser un freno al autoritarismo del soberano. Eran ellos quienes aceptaban al rey, y no el rey quien los aceptaba a ellos. El desacuerdo entre los conservadores y el pretendiente acabó con el intento de restauración. El movimiento monárquico se vio neutralizado por un tiempo, pues les era necesario esperar la muerte del pretendiente y esperar que su sucesor fuera más accesible.

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Para 1873, la República se mantenía en pie a pesar de que casi todos los bandos buscaban la forma de acabar con ella. Con los republicanos en minoría y en la oposición, conservadores, bonapartistas y monárquicos se habían hecho con el control de la asamblea y pretendían usarla para legitimar el cambio de régimen. Curiosamente, los tres primeros años de vida de la República demostraron lo que sería el resto de su existencia: el de un gobierno plagado de conflictos entre grupos incapaces de triunfar decisivamente sobre los demás. Aún una asamblea compuesta mayoritariamente de monárquicos no pudo derribarla por el rechazo de los mismos monárquicos a regresar a la autoridad absoluta del soberano y a privarse del poder que sólo una república podía darles, el de controlar al gobierno del país. Los bonapartistas habían quedado desacreditados y eran una de las dos opciones que la asamblea buscaba evitar. La otra era la de los republicanos moderados y radicales. Éstos ya habían demostrado que conservaban París como su base electoral al superar al voto monárquico que proponía una restauración en enero de 1875, pero no podían aún imponerse en el resto del país.11 La consecuencia de esta falta de predominio e incapacidad de supremacía, fue la promulgación de la Constitución de 1875, texto que resalta por su falta de partidismo. República parlamentaria donde las haya, la Tercera República se formó sobre la base de la incapacidad de sus integrantes para ejercer predominio sobre los demás y su constitución se forjó como una medida de seguridad para impedir que alguien alcanzara ese predominio. El presidente de la República era elegido por siete años, por la cámara de representantes y el senado. Es decir que si los electores elegían a sus representantes en la asamblea, no elegían ni al presidente de la República, ni al del 11

Ibid, p.34-35, 37.

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Consejo. Este sistema por un lado evitaba el gobierno del pueblo deseado por los republicanos y evitaba la creación de un poder ejecutivo lo bastante poderoso cómo para amenazar a los poderes de la asamblea. 12 Un sistema cuyo único objetivo real fue garantizar la sobrevivencia de la asamblea y de sus integrantes. Resignados los monárquicos en fundar una República que no amenazase el poder que poseían en la asamblea, resignados los republicanos en defender una república donde no existía el sufragio universal, la Tercera República confirmó el control del parlamento sobre el poder ejecutivo y sentenció a Francia a un régimen de alianzas partidistas que definían las mayorías y fomentaban la caída de gobiernos a un ritmo acelerado. Sistema creado por quienes no tenían la capacidad de crear algo más, el parlamentarismo, el reino de los partidos, generó rápidamente críticas por su carácter incompleto y su incapacidad para generar políticas nacionales claras que no se vieran automáticamente detenidas por un cambio en la conformación de la asamblea. Veremos que estas críticas estaban destinadas a jugar un papel decisivo en décadas siguientes. Los años 1875-1877, estuvieron marcados por una intensa campaña republicana. Tras haber vivido la posibilidad de una restauración sin haber podido impedirla, fue tomando forma una vasta coalición, una unión republicana que reagrupaba a los republicanos conservadores de Thiers, los anticlericales de Gambetta y Ferry y los radicales de extrema izquierda, con el objetivo de obtener la mayoría en la asamblea y acabar con los riesgos de restauración. La campaña llevada a cabo por Gambetta, ídolo de las masas, se enfocó en una denuncia de muchas implicaciones: el clericalismo. 12

Ibid., p.40.

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Veremos más adelante la naturaleza del anticlericalismo de los republicanos de izquierda. Por ahora, limitémonos a decir que los republicanos originales llevaron a cabo una campaña de denuncia del gobierno de Mac-Mahon, al que consideraban una encarnación del reino de los curas, cuyas implicaciones sólo podían ser funestas para Francia. Devolviéndoles a los conservadores las acusaciones que ellos habían sufrido en 1870, los republicanos ahora los acusaron a ellos de ser subversivos, perturbar la paz y alentar la guerra. Tras la adopción de la Constitución de 1875, la República había sido confirmada por la asamblea. Por tanto, tener a una mayoría monárquica hacía temer, según los republicanos, que la restauración deseada por la mayoría llevaría a una nueva destrucción de las bases del sistema y a más inestabilidad. La República se presentaba como la garante de la estabilidad y la paz interna. Por otro lado, el conflicto que la unificación italiana había provocado con el Papa hacia correr temores de guerra. Tras apropiarse de Roma por la fuerza, los unificadores italianos se habían ganado el odio de una parte de los católicos, quienes recordaban, en Francia, que Napoleón III siempre había protegido los dominios del Vaticano. Esta alusión les dio a los republicanos la posibilidad de acusar a los conservadores católicos de hacer correr el riesgo de una guerra con Italia en nombre de la defensa del poder terrenal del Papa. Frente a esta alianza, los conservadores se mostraron divididos. La instauración de la República, con su total beneplácito, había dado a los republicanos un motivo para unirse, pero no fomentaba alianzas entre quienes habían esperado cambiar el sistema. Los bonapartistas seguían siendo marginados por lo cercano de su último predominio, los monárquicos se disputaban sobre los derechos de tal y cual pretendiente al trono.

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Cuando el 16 de mayo de 1877, Mac-Mahon encargó al monárquico duque de Broglie la formación de un ministerio, éste recibió un voto de no confianza de la Cámara. Esto llevó a Mac-Mahon a disolverla y a llamar a elecciones, lo cual resultó ser un error. 13 El 14 de octubre de 1877, los republicanos se apoderaban de la mayoría en la asamblea. Mayoría débil, que demostraba que seguían careciendo de unanimidad entre los electores, pero una mayoría suficiente para que el primer gobierno republicano de la República llevara a cabo las primeras reformas que caracterizarían al régimen.

A.2/ Laicismo y anticlericalismo. Contra el Antiguo Régimen

En este ambiente tenso, la República convertirá en prioridad la lucha contra las bases del antiguo régimen. Independientemente de la falta de apoyos sólidos dentro del gobierno, los republicanos, a la zaga de Leon Gambetta, enfocarán sus esfuerzos en el combate por la laicidad. Gambetta expresó este objetivo con su lema de campaña de 1877: “¡El clericalismo, he ahí el enemigo!”.14

Hasta la mitad del siglo XIX, los republicanos franceses no se identificaban forzosamente con el ateismo o la laicidad. Pero durante las tres décadas anteriores a 1870, la relación con la religión cambió. El papado, frente a las ofensivas nacionales y seculares europeas calcadas de la Revolución francesa, afirma el predominio del poder espiritual sobe el poder terrenal encarnado en el Syllabus, verdadero catálogo de los

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Ibid., p.55-56. Lalouette, Jacqueline, la République anticléricale, éditions du Seuil, Paris, 2002, p.1. Nicolet, Claude, “La laicité devient religion d’état”, Historia, Nº 701, mai 2005, p.58.

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errores del mundo moderno que el papado señala como los enemigos a abatir. Entre éstos se encuentran las bases racionales y seculares del legado revolucionario. En 1870, el concilio Vaticano I proclama la infalibilidad del Papa. Desde entonces, la lucha por la República se irá mezclando cada vez más con la lucha contra el poder de la Iglesia católica, la cual ejerce una influencia moral enorme en la población e impide el establecimiento de una sociedad republicana debido a su profesión de fe antiliberal. 15 La profesión de fe republicana identifica desde entonces la secularización de la sociedad, el establecimiento de una administración, unas instituciones, y un ejército republicano, con la destrucción de la influencia católica dentro de esos ambientes. El deseo de crear ciudadanos como miembros de una comunidad unida por su gobierno y la igualdad de derechos del sistema liberal, obliga a luchar contra la creencia en un poder legítimamente superior a la República, un poder extranjero y ajeno a las instituciones republicanas: la Iglesia. Para que esos ciudadanos con conciencia de serlo nazcan, es necesario republicanizar a la sociedad y revolucionar el sistema educativo para que la lealtad a Dios sea reemplazada por la lealtad a la Patria. Dentro de la mentalidad republicana, la laicidad es una necesidad para el nacimiento de una sociedad racional y democrática. Jules Ferry pasaría a la historia como uno de los principales artífices de esta campaña: “Je me suis fait un serment: entre toutes les nécessités du temps présent, entre tous les problèmes, j’en choisirait un, auquel je consacrerai tout ce que j’ai d’intelligence,

15

Ibid., p.59-60.

21

d’âme, de coeur, de puissance physique et morale, c’est le problème de l’éducation du peuple”16.

[Me hice un juramento: Entre todas las necesidades de los tiempos presentes, entre todos los problemas, escogeré uno, al cual consagraré todo lo que tengo de inteligencia, de alma, de corazón, de fuerza física y moral, es el problema de la educación del pueblo.]

De ahí que desde su fundación y hasta la Gran Guerra, la guerra contra la Iglesia será casi constante.

Si bien en 1875, la ley sobre la libertad de enseñanza autorizaba la creación de universidades católicas, el predominio republicano subsiguiente impedirá que medidas de este tipo prosperen en Francia. La campaña de laicidad será puesta en marcha por un personal político compuesto de profesiones liberales (abogados, periodistas, médicos, maestros…) quienes gradualmente buscarán arrebatarle su posición a los sacerdotes. La ley Falloux de 1850 autorizaba a cualquier sacerdote a dedicarse a la enseñanza por el simple hecho de serlo, lo cual había mantenido a la Iglesia como la base de la educación nacional. Ahora, un personal de maestros republicanos (apodados los húsares de la República) llevará a las masas un discurso liberal, patriótico y positivista, encaminado a romper con los sistemas de creencias del antiguo régimen y a unificar las formas del pensamiento nacional. Ciertas medidas simbólicas, como el establecimiento del 14 de julio como fiesta nacional conmemorativa de la Revolución de 1789, son muy mal recibidas por el mundo católico, el cual se moviliza

16

Ibid., p.60-61.

22

frente a la ofensiva anticlerical en la cual se unen republicanos, socialistas y anarquistas, cada uno combatiendo por su lado en contra de la influencia de los agentes de la Iglesia, encarnados en el imaginario anticlerical por los jesuitas. Francia vive un despertar religioso y místico nuevo que ve multiplicarse los peregrinajes a Lourdes (fenómeno descrito con lujo de detalles y sin complacencias por un Émile Zola anticlerical), y goza de casi tres veces más religiosos que antes de la Revolución. Inaugurada en 1891, la basílica del Sacré-Coeur de Montmartre se yergue como una señal del poder clerical que pretende recuperar París para la religión y hacerlo “expiar” sus culpas.17 Esta reacción ante el desarrollo de la cultura científica vehiculada por la República se combina con un deseo de defender los feudos tradicionales del catolicismo: la educación y el ejército.

En 1882, el gobierno de Jules Ferry hizo aprobar la educación gratuita, laica y obligatoria. Su proyecto de reforma a la educación estipulaba entre otras cosas que los miembros de organizaciones religiosas tendrían prohibido formar parte del sistema de enseñanza. La Compañía de Jesús fue disuelta por ser una organización no autorizada por el gobierno, y expulsada cuando sus miembros rechazaron la disolución. El desarrollo de un sistema de educación estatal calcado en el programa racional y liberal de los republicanos destruyó el predominio de la Iglesia. Lo mismo la aparición de un sistema de enseñanza público para mujeres. La educación obligatoria le dio preeminencia al profesor sobre el sacerdote, alejando a este último de la escuela donde se difunde una nueva moral cívica basada en el positivismo científico y la lealtad a la

17

Lalouette, Jacqueline, Op. Cit, p.186.

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Nación por encima de todo. La laicización de los cementerios, los hospitales, el retiro de los crucifijos de las aulas y los tribunales, la ley sobre el divorcio, aparecen todos como agresiones a los cuales la Iglesia responde radicalizando su discurso antiparlamentario y su rechazo a la modernidad.18 A pesar de la política de ralliement defendida por el Papa, autorizando a los católicos a reconocer a la República y a trabajar en su seno (esto generó la aparición de una franja de republicanos católicos), la campaña anticlerical alejaría a los católicos liberales de la República y crearía un resentimiento que tardaría en disolverse. Una cultura anticlerical se difunde por medio de revistas, periódicos, caricaturas, novelas, y un léxico florido encaminado a ridiculizar al clero. 19

B/ Del ejército imperial al ejército republicano B.1/ Política militar de la República. Entre integración y alejamiento

En lo que concierne a la institución castrense, las reformas del gobierno no se quedaron atrás y se llevaron a cabo en esa misma época una serie de medidas cuya influencia en el desarrollo posterior del mundo militar será enorme.

Tras la derrota a manos de Alemania, se extraen lecciones e inspiraciones del sistema alemán de educación militar. “Le service militaire obligatoire de trois ans, suivi d’une affectation dans les réserves, est institué en Prusse depuis 1860, dans toute l’Allemagne du Nord à partir de 1866. Il fournit des effectifs nombreux et bien instruits 18 19

Birnbaum Pierre, Op. Cit, p.18-19. Lalouette Jacqueline, Op. Cit.

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qu’un corps d’état-major de premier ordre sait parfaitement articuler et engager en divisions et corps d’armées”.20

[El servicio militar de tres años, seguido de una estancia en las reservas, ha sido instituido en Prusia desde 1860 y en todo el norte de Alemania a partir de 1866. Provee efectivos numerosos y bien instruidos que un cuerpo de estado mayor de primer orden sabe perfectamente articular y organizar en divisiones y cuerpos de ejército.]

Antes de 1870, Francia no posee un sistema de conscripción masivo. Siguen en pie las exoneraciones de servicio por medio de pago. Y las reducciones constantes de presupuesto limitan la cantidad de reclutas que se pueden mantener en actividad. 21 Los reclutas procedentes de las clases sociales desfavorecidas, debido al tiempo de servicio (cinco años) y los desplazamientos constantes de las tropas, se encuentran aislados de la población. La tropa se vuelve el único horizonte que conoce el recluta promedio. Este sistema será muy criticado por los republicanos, por aislar al ejército de la población y convertirlo en un instrumento del gobierno sin lealtad nacional auténtica.

La República de Leon Gambetta le da al ejército francés su primer momento de modernización masivo copiado de las medidas alemanas, bases que la mayoría de los países europeos calcaban para sus propias modernizaciones. Se actualizaba el equipo y se mantenía una verdadera carrera armamentística con la demás potencias europeas. Francia no abandona el enrolamiento voluntario pero deja de depender de él y se voltea hacia el servicio militar prolongado a la manera alemana, permitiéndole así sacar 20 21

Fouquet-Lapar Philippe, Histoire de l’armée francaise, Que Sais-Je?, Paris, 1986, p.45-46. Ibid., p.48.

25

provecho al máximo de su población. Para los años 1890, los voluntarios forman entre el 18 y el 12% de los enlistados.22 A lo largo de la historia de la República, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los franceses es la diferencia de población con Alemania. Ésta domina ampliamente a Francia y le permite recurrir a casi 10 millones de hombres en edad de reclutamiento, en comparación con cinco millones en Francia. El alto mando intenta paliar esta inferioridad poniendo énfasis en el valor moral y el entrenamiento personal del soldado y no en el equipo y la cantidad, a pesar de que esas dos características (cantidad y artillería) le habían dado la victoria a Alemania en 1870.23

Dentro de estos conscriptos, existían aproximadamente 35 mil suboficiales para un ejército de medio millón de hombres. 24 Acerca de los oficiales, el sistema tiende a cambiar, calcando el modelo alemán. A partir de la Tercera República, la proporción de oficiales salidos de escuelas militares supera ampliamente a los oficiales salidos de las filas, es decir por acciones en campaña. Las academias militares ya existentes bajo el Imperio son apoyadas masivamente por el Estado para crear una elite de oficiales y suboficiales instruidos y formados a la alemana. Entre estas escuelas, el Politécnico y Saint-Cyr son los principales centros de formación de oficiales del país. Cada año la cantidad de candidatos a estas instituciones aumenta (280 en 1876; 690 en 1899). 25 Este deseo de educar al máximo al militar tendrá varias repercusiones. En primer lugar, se crea un foso cada vez más ancho entre la “vieja guardia” surgida del ejército 22 23 24 25

Drouin Michel (dir), Dictionnaire de L’ Affaire Dreyfus, Flammarion, Mayenne, 2006, p.309. Kennedy Paul, Naissance et déclin des grandes puissances, édition Payot, Paris, 1991, p. 263. Drouin Michel (dir), Op. Cit, p.309. Ibid., p.310.

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napoleónico, y las nuevas generaciones formadas en escuelas militares sin haber en muchos casos estado en campaña. El favoritismo dado al momento de los ascensos a los miembros de academias aísla gradualmente a los oficiales salidos de las filas, para los cuales la única alternativa de ascenso era destacarse en campaña, lo cual convirtió la expansión colonial en el último recurso para que los soldados sin educación ascendieran.

El ministro de guerra asume el cargo de un enlace directo entre el gobierno y el consejo superior de guerra, una docena de los más altos oficiales del ejército, encargados de las tareas superiores y en particular del desarrollo de las operaciones en caso de guerra. El estado mayor del ejército se recluta entre los oficiales surgidos de la Escuela Superior de Guerra, pero tienen que regresar periódicamente a la tropa. Las promociones de los oficiales dependen de comisiones compuestas de otros oficiales, que de esa forma se perpetúan entre ellos. Esta es una forma heredada del viejo sistema del aide de camp. El ayudante de campo era elegido por los altos oficiales de entre los jóvenes salidos de la Escuela Politécnica. Basándose en las opiniones que se intercambian entre ellos acerca de sus aptitudes, elegían un ayudante quien se encargaría básicamente de ser su enlace con las tropas y sus ocupaciones. El ayudante de campo se desenvolvía cerca del alto mando y de esa forma entraba en contacto con las tareas del estado mayor y formaba una red de relaciones basándose en las apreciaciones que los oficiales tenían de él. El puesto de ayudante de campo era totalmente extraoficial y marcaba el rechazo de la alta oficialidad a institucionalizar el ascenso al estado mayor. Las comisiones eran una variante de ese deseo, y mantenían

27

a la alta oficialidad en una posición privilegiada para preservar sus propios parámetros al momento de elegir a sus reemplazos.

El primer rastro de institucionalización de los ascensos se da en el momento de la formación de la Comisión de Revisión de Grados. Una comisión creada para estudiar los ascensos obtenidos durante la guerra de 1870 y tratar de equipararlos con las bases de ascenso dictadas por la formación en las academias. La Comisión bajó de rango a ciertos oficiales que se habían beneficiado de ascensos veloces por sus acciones en el campo de batalla, y les devolvió el rango que habrían tenido de haber proseguido la carrera por vía académica.

Por otro lado, y esto es una de las reformas de mayor alcance que se haya realizado, la selección de los oficiales por concurso en escuela militar convirtió al cuerpo de oficiales en tributario del sistema escolar civil. La única forma de entrar a una escuela militar era teniendo una educación anterior. Como ya se dijo, ésta fue también la época en la cual los republicanos iniciaron la secularización de la sociedad y la laicización de la educación. El resultado fue que cualquier oficial que entrara a una escuela militar ya había recibido una educación republicana. El alcance de estas dos medidas fue enorme, puesto que fue el inicio del “ejército republicano” donde a cualquier oficial formado de manera profesional también se le había inculcado la lealtad a la República. Por otro lado, el escaso nivel educativo del pueblo hizo que, por los mismos motivos, la proporción de oficiales salidos de clases populares haya sido mínima. La gran mayoría procedía de clases medias educadas y viejas familias militares. El 10-12% de los altos mandos eran miembros de la vieja nobleza más o

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menos adherida a la República.26 La proporción era mínima pero suficiente para que ciertas escuelas militares de vieja tradición monárquica o bonapartista hayan recibido el apodo de “nidos de jesuitas” por parte de los republicanos anticlericales. Se da pues un curioso, pero sin duda voluntario, fenómeno en el cual el ejército se moderniza y republicaniza al mismo tiempo. Por último, dos medidas a tomar en cuenta constantemente porque se integran de lleno en la evolución moral que tendrá la institución castrense en el futuro: los militares en activo son privados del derecho a voto y de la libertad de expresión, lo cual hace que sea difícil aún hoy en día conocer con precisión las opiniones personales que se cruzaron entre las filas. No por nada el ejército francés se ganó el apodo de “El Gran Mudo”. Ahora bien, puede sorprender que un sistema de gobierno que había hecho lo necesario para imponer la educación republicana y laica en la sociedad se preocupe de suprimir el derecho de expresión y voto de toda una franja de la población. Durante todo el Segundo Imperio, el ejército había conservado el derecho a voto, al grado de tener un porcentaje particularmente alto de rechazo al plebiscito de Napoleón III de 1852.27 En 1872, la República suprime el derecho de voto, en abierta contradicción con uno de los principios básicos de la democracia. “L’article de votre loi ne supprime aucunement les droits de citoyen pour le soldat; dés qu’il est dans ses foyers il rentre dans la plénitudes de ses droits, et il vote comme

26

Ibid., p.310. Bach André, L’armée de Dreyfus, une histoire politique de l’armée francaise, Tallandier, Paris, 2004, p. 70. 27

29

citoyen. Mais le soldat sous les armes n’est que le soldat de la loi; il doit rester étranger a tous les partis et à toutes les luttes politiques, il doit être la force au service de la loi”. 28 [El artículo de vuestra ley no suprime en forma alguna los derechos de ciudadano para el soldado; en cuanto regresa a su hogar, recupera la plenitud de sus derechos y vota como ciudadano. Pero el soldado en armas no es mas que el soldado de la ley; debe permanecer ajeno a todos los partidos y a todas las luchas políticas, debe ser la fuerza al servicio de la ley.]

Ésta es una declaración del ministro de guerra, general de Cissey. Hubo intentos de suprimir el derecho a elegibilidad de los oficiales en servicio, pero fueron rechazados. Si los altos mandos no protestaron por la medida, y de hecho la aprobaron en nombre del respeto a la disciplina, ciertos oficiales protestaron en nombre del respeto a los valores republicanos. “De quel droit, en vertu de quelle autorité les priver de ce mandat? […] J’ai des cheveux blancs, j’ai consacré ma vie à la possibilité de défense de ma patrie, à la préparation de la jeunesse française pour la plus nobles des fonctions, […] Je suis mis sur le même rang qu’un voleur ou qu’un faussaire. […]…une chambre républicaine ne peut avoir ces faiblesses. Elle a au contraire un intérêt supérieur à ce qu’il y ait fusion complète entre les cadres de la nation armée et le gouvernement, afin d’avoir l’unité de but et de vue”.29 [¿Con qué derecho, en virtud de cuál autoridad privarlos de ese mandato? […] Tengo canas, he consagrado mi vida a la posibilidad de defensa de mi patria, a la preparación de la juventud francesa para la más noble de las funciones […] He sido puesto en el mismo nivel que un ladrón o un falsificador. […]…una cámara republicana no puede tener esas debilidades. Tiene 28 29

Ibid., p.73. Ibid., p.77.

30

al contrario un interés superior en que exista una fusión completa entre los cuadros de la nación armada y el gobierno, a fin de tener unidad de objetivos y de vistas.]

B.2/ La Revancha. El ejército y el imaginario nacional

No es comprensible la Tercera República sin estudiar el traumatismo que dejó la derrota a manos de Alemania y el deseo de revancha que condicionaría en buena medida la política de Francia durante cuarenta años.

La derrota a manos de Alemania, la pérdida de las provincias de Alsacia y Lorena, las indemnizaciones de guerra, la agitación política y social causada por la derrota hicieron que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, Francia viera en Alemania a su principal adversario tanto en el plano político como en el plano militar. La idea de la revancha surgió inmediatamente después de 1870, planteando una eventual guerra que llevaría a la recuperación de las provincias perdidas. Toda la sociedad, salvo contadas excepciones, se adhirió a ese clima de efervescencia bélica. Se compusieron poemas acerca de los compatriotas ahora dominados por Alemania, se crearon asociaciones de antiguos combatientes cuyo objetivo era mantener vivo el recuerdo de la derrota, y las más altas figuras como Victor Hugo defendieron la idea de una reconquista gloriosa de las viejas fronteras.30 Cualquier decisión parecía estar condicionada por el deseo de guerra y el miedo de que ésta ocurriera antes de que Francia estuviera lista. Ejemplos 30

No estudiaremos el discurso de esas organizaciones en este capítulo, pero lo haremos en el caso de la Liga de los Patriotas en el capítulo siguiente, para entender la naturaleza de la ideología revanchista.

31

abundan de la influencia que este pensamiento tenía entre las capas dirigentes. Cómo veremos más a detalle en este capítulo, en 1885 un conflicto dentro del parlamento llevó a la caída del ministerio de Jules Ferry a manos de los radicales de Georges Clemenceau. Éstos se oponían a la política activamente colonialista de Ferry y consiguieron su caída tras el fracaso militar ocurrido en Tonkin, llegando inclusive a oponerse a la tensión que Francia había desencadenado con Inglaterra acerca de la posesión de Egipto. Lo consideraban una distracción innecesaria de la verdadera prioridad: recuperar las provincias perdidas. El rencor hacia Alemania era tan grande que desencadenó crisis ministeriales y enfrentó a Francia con motivo de su expansión colonial, que muchos consideraban una peligrosa fuente de debilidad frente al único verdadero enemigo. Clemenceau apoyó la retirada francesa de Egipto porque consideró que enemistarse con Inglaterra fortalecería a Alemania.

Dentro de una sociedad que consideraba, sin importar la ideología o el partido, que el futuro se decidiría con una guerra contra Alemania, el ejército se volvió para muchos la base y principal institución del país. Sin contar las novelas militares, los relatos de la guerra de 1870, los poemas y canciones en honor a los soldados, existieron también teorías que situaban a la institución castrense en el centro de la Nación. El debate comienza con la necesidad de la reconstrucción de la fuerza armada en vista de un objetivo que la República jamás olvidó: la revancha sobre Alemania y la recuperación de Alsacia y Lorena. Para Gambetta, el ejército debe ser, por la forma en que recluta, la “representación exacta y completa de Francia”.31

31

Fouquet-Lapar Philippe, Op. Cit, p.51.

32

Ferdinand Brunetière (1849-1906) fue soldado al momento de la guerra francoalemana, para luego dedicarse a las letras y volverse un especialista de historia francesa y crítico literario de gran renombre. Entre sus trabajos, se encuentran varios textos sobre el papel del ejército. Al momento del Caso Dreyfus, será uno de los grandes representantes del antidreyfusisme. Escribirá largamente sus motivos para confiar en el juicio del ejército. A sus ojos, el ejército no es un “vestigio de tiempos bárbaros”, como aseguran los antimilitaristas, sino la base misma de la democracia. El servicio militar obligatorio no es un abuso de la autoridad, sino un elemento de democracia a través del cual las clases sociales se “mezclan, se conocen”. El pacifismo es un error ya que si bien la guerra no es deseable, fingir que no puede ocurrir es peligroso. A su manera, la guerra refuerza el sentimiento de pertenencia comunitaria y la conciliación entre clases de una misma Nación. El ejército es pues el “único garante de las libertades y riquezas colectivas”. Es pues evidente para Brunetière que agredir al ejército fragiliza a la democracia y que olvidarlo es olvidar las necesidades de la comunidad.32 Brunetière, católico republicano, defensor de la democracia en una época en la cual los ataques de los anticlericales hacia la Iglesia reforzaban la hostilidad entre ambos, no duda en presentar al ejército como el único verdadero defensor de la libertad y la unidad. Concebir al ejército como el mayor defensor de los valores republicanos fue una tendencia defendida por Brunetière y muy apoyada en todos los ambientes, así como la idea de un ejército abierto a todos, símbolo de la solidaridad nacional. La tesis de Brunetière debe ser tomada en cuenta porque fue también la que configuró el imaginario republicano. La idea de un ejército defensor de los valores morales de la 32

Drouin Michel (dir), Op. Cit, p.153.

33

sociedad y garante de su soberanía. Los valores de la sociedad republicana son insertados por los republicanos dentro de la institución castrense, convirtiéndola en una encarnación de lo que ellos consideran digno de ser defendido. Brunetière puede no ser un ejemplo de ideología republicana debido a su catolicismo militante, pero la lógica que abraza es la misma que la de Gambetta. El ejército es la encarnación de la Nación. Lo que esa nación es está abierto a debate, pero el objetivo de cada grupo es moldearla según su ideal.

Este deseo de representar a la Nación a través del ejército implica una supresión de las disensiones políticas dentro de la institución. El deseo de los republicanos de unificar al ejército cómo una encarnación plural, identificada únicamente como francesa, implica la supresión de la disensión política interna. 33 Así se entiende la decisión aparentemente aberrante en una república de suprimir el derecho a voto. El ejército encarna a la Nación en armas, por tanto no es posible introducir en él elementos de desintegración de la unidad, entre ellos las divergencias políticas.

Recordaremos esto en los capítulos siguientes: la República espera republicanizar al ejército, y al mismo tiempo mantenerlo fuera del conflicto político. Cómo veremos, esto llevó a severas tensiones entre dos instituciones que pretendían complementarse por medio de la educación.

33

Bach André, Op. Cit, p. 67.

34

C/ 1885, la controversia colonial. Pro y contra la legitimidad de la expansión Antes de proseguir con el núcleo de la problemática propiamente dicha, conviene detenerse un momento en el año 1885.

Este año es un parteaguas dentro de la política de la República: fue el año del primer debate parlamentario que puso en duda la legitimidad de la expansión colonial. Como veremos, ciertas circunstancias políticas internas combinadas con los reveses sufridos por la tropa en las campañas de Madagascar y Tonkín llevaron a la Cámara de diputados a realizar un debate en dos partes con el motivo oficial del voto sobre el aumento de fondos para las campañas en África y Asia. En la práctica, estos debates se volvieron una arena de discusión acerca de la legitimidad de una política colonial en el marco de una República. El gobierno se vio obligado por primera vez a definir y justificar sus motivos para llevar a cabo las ocupaciones de Madagascar y Tonkín. Frente a él, se alzaron los opositores a la colonización con sus propios argumentos.

Nos concentraremos pues en las transcripciones de las intervenciones, publicadas en el Journal des débats de la Cámara de Diputados ese mismo año. 34 Será de utilidad, no solamente analizar un momento cumbre del debate para recordar algunas circunstancias ya mencionadas de la política francesa del momento, sino también para ubicar las alusiones al papel de la institución castrense dentro del intercambio. También

34

Publicadas en: Manceron Gilles (introduction), 1885: le tournant colonial. Jules Ferry contre Georges Clemenceau, et autres afrontements parlementaires sur la conquete coloniale, La Découverte, Paris, 2007.

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relacionaremos el año 1885 y todas las consecuencias de la crisis colonial con el estudio del caso Boulanger que iniciaría ese mismo año.

Como última aclaración, recordemos que a lo largo del debate se jugará sobre el significado doble del término “colonia”. En el sentido legal dado por el Antiguo Régimen, se refería a pequeños núcleos de población francesa instalados en el extranjero, con el permiso de la Corona de dedicarse al comercio con los poderes locales. Es decir que en el sentido original, una colonia es un enclave poblacional y comercial. Si bien el significado no cambió, en la práctica se recordará a lo largo del debate que los enclaves iniciados en el siglo XVII se habían convertido para 1885 en vastos territorios controlados de facto por el gobierno francés lo cual anulaba la situación original de un enclave en relación con un poder extranjero autónomo.

Fue bajo los gobiernos de Jules Ferry (1880-1881 y 1883-1885) que la colonización se volvió un eje mayor de la política francesa, con las intervenciones en Túnez, Indochina, Madagascar y otras regiones de África. La Tercera República había heredado los territorios de la primera colonización conducida por la monarquía desde el siglo XVII; las conquistas de la monarquía de Julio (Argelia); y del Segundo Imperio (en África, Asia, y el Pacífico). Pero sería la Tercera República la que se entregaría en las décadas de 1880 y 1890 a la construcción de un auténtico imperio colonial.

1885 es también el año de la Conferencia Internacional de Berlín, en la cual las potencias europeas se reconocieron mutuamente el derecho a realizar conquistas en África bajo la condición de solventar querellas territoriales en forma pacífica. En su carta

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de invitación, el canciller alemán Otto von Bismarck invitaba a ponerse de acuerdo sobre las reglas comunes a observar al momento de adentrarse en las regiones de la cuales “ningún país civilizado haya tomado posesión”.35 Abierta el 15 de noviembre de 1884 con 14 estados presentes (Alemania, Francia, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, Estados-Unidos, Inglaterra, Italia, Suecia, Noruega, Países-Bajos, Portugal, Rusia, Turquía) y sin ninguna representación africana, la conferencia terminó el 26 de febrero de 1885 con la firma de un acta final cuyos artículos 34 y 35 buscaban definir el código de conducta para las conquistas venideras: toda toma de posesión de un territorio deberá ser notificada a los países firmantes para que éstos hicieran valer sus objeciones si las hubiera. En el caso contrario, la conquista será avalada por las demás potencias, a condición de que la potencia colonizadora pueda demostrar que ha impuesto un control efectivo en el territorio que pide anexar. No puede haber conquista sin ocupación efectiva. La expansión territorial tierra adentro es libre e ilimitada salvo que se choque con territorios pertenecientes a otro país.

No podemos adentrarnos a fondo en las políticas coloniales a nivel internacional, pero es importante resaltar la influencia que esta resolución legal común y europea tuvo dentro de la historia de Francia. Hasta 1870, los poderes coloniales franceses habían sido siempre monarquías o imperios. Y éstos siempre habían tenido que lidiar con la oposición republicana anticolonialista. Desde la oposición a la Monarquía de Julio por republicanos como Jules Maigne, hasta las expediciones de Napoleón III en Mayotte, Tahití, las Marquesas, Nueva-Caledonia, Senegal, Cochinchina y Camboya (sin contar

35

Manceron Gilles, Op. Cit, p.8.

37

la desastrosa expedición a México). Tal parecía que Francia se distanciaría de las conquistas exteriores con el arribo de la República.

Sin embargo, la legitimación oficial de la colonización por todas las potencias europeas dio a los republicanos franceses una legitimidad nueva para lanzarse a expediciones por el mundo. Lo hará notar el mismo Jules Ferry, “la política de expansión colonial es el móvil general que arrastra a todas las potencias europeas”. 36 Una fracción de la corriente republicana se muestra rápidamente favorable a que la República tenga su propia política colonial. Uno de sus más fervientes partidarios fue el diputado Léon Gambetta, uno de los principales y más populares opositores al Imperio de Napoleón III, que realizó propaganda a favor de la colonización desde su periódico, La République Française, apoyado por el diputado de Orán Eugène Etienne, quien será subsecretario de Estado para las Colonias en 1889 y hasta la Primera Guerra Mundial una de las principales cabezas del Partido Colonial. Fue una capa de políticos republicanos venidos de la mediana y alta burguesía (Jules Blancsubé presidente del Consejo Colonial de Cochinchina; François de Mahy diputado de la Isla de la Reunión; Félix Faure comerciante; Paul Dislere director de las Colonias…) quienes inspiraron el programa adoptado por Jules Ferry a partir de 1881, incluyendo las expediciones militares en Madagascar y Tonkín.37

Pero la política colonial propiamente dicha jamás había sido debatida en la Cámara. Fue necesaria una crisis militar y política para encontrar un primer gesto de oposición

36 37

Ibid., p. 9. Ibid., p. 10.

38

gubernamental a la política colonial, y una primera prueba de que la colonización no era unánimemente defendida. En febrero de 1885, la progresión francesa en Tonkín desde el sur había llegado hasta el extremo norte de la península de Indochina, región considerada protectorado chino. Dentro del marco de la guerra sino-francesa, el contingente francés instalado en el fuerte de Lang-Son se retiró apresuradamente, llevando al gobierno a temer un ataque y a pedir el envío de refuerzos a la Cámara. Ésta no solamente rechazó el pedido, sino que emitió un voto de no-confianza dirigido por los radicales, forzando la dimisión de Jules Ferry y la caída de su gobierno el 30 de marzo.

El debate del 25 al 30 de julio y el voto del día 30 se realizaron para decidir si se le otorgaba o no al gobierno un crédito extraordinario para proseguir en Madagascar una política cuyo fin no admitido era, desde 1883, la ocupación llana y sencilla de toda la isla. El segundo, durante el cual la opción pro-colonial arrebató la mayoría por un sólo voto, se realizó del 17 al 24 de diciembre y debía decidir la continuación de la campaña en Indochina. Hay que agregar que entre esos dos debates vinieron las elecciones legislativas del 4 y 18 de octubre, en las cuales el Partido Colonial (que jamás existió y designa a todo partidario de la colonización sin importar su partido) había sufrido serios reveses. Durante ese escrutinio, los radicales con 168 escaños habían progresado en detrimento de los moderados y oportunistas (206), mientras que la derecha monárquica, clerical y bonapartista pasaba de 90 diputados a 220.

Al caer el gobierno de Jules Ferry en 1885, las derechas, que le habían reprochado desde siempre su política abiertamente laica y de reforma de la educación,

39

aprovecharon el desastre de Tonkín para desacreditarlo. Algunos diputados como el conde Albert de Mun (principal representante de los clericales) y el obispo de Angers, aún conservando su hostilidad al laicismo republicano aplaudieron la política colonial, que defendieron como un acercamiento de la República a una tradición de gloriosas conquistas militares que hasta entonces se había encarnado en los regímenes monárquicos.38

En cuanto a los republicanos, están profundamente divididos sobre el tema. Los diputados de Argelia, la Reunión, la Isla Mauricio, las Indias Francesas y Cochinchina apoyarán activamente a Jules Ferry y a Henri Brisson, su sucesor a la cabeza del Consejo. Poderosos intereses económicos influyen las decisiones de quienes viven en las colonias.39 Indochina en particular aparece como un mercado prometedor gracias al desarrollo del comercio del opio en la misma Cochinchina y hacia China. Una compañía del opio creada en 1882 por el gobernador Le Myre de Viliers es la fuente de casi la cuarta parte de los beneficios de la colonia de Cochinchina.40 Esta empresa ve con buenos ojos la ocupación total de Tonkín desde que el emperador de Annam le entregó el monopolio del comercio del opio en 1883. Se calcula que veinte años después, los ingresos y el consumo del opio en Indochina se habían duplicado. Junto con esta empresa, el Banco de Indochina fundado en 1877 y la Sociedad de Minas de Tonkín

38 39 40

Ibid. Kennedy Paul, Op. Cit, p.260. Manceron Gilles, Op. Cit., p. 11.

40

defienden ante los diputados el derecho de colonizar Indochina en su totalidad en nombre del derecho a civilizar que poseerían las razas superiores.41

Esta idea, Jules Ferry la utilizará en el debate de 1885, retomando lo dicho en 1884 por Albert de Mun: “Si nous avons le droit d’aller chez ces barbares, c’est parce que nous avons le devoir de les civiliser. […] Il faut non pas les traiter en égaux, mais se placer du point de vue d’une race supérieur qui conquiert.”42 [Si tenemos el derecho de ir donde esos bárbaros, es porque tenemos el deber de civilizarlos. […] No debemos tratarlos como a iguales, sino colocarnos desde el punto de vista de una raza superior que conquista.]

Ferry lo repetirá un año mas tarde: “Il faut le dire nettement: oui, les races supérieurs ont un droit vis-à-vis des races inférieurs”.43 [Hay que decirlo claramente: sí, las razas superiores tienen un derecho para con las razas inferiores.]

Cuando el republicano Jules Maigne lo interrumpe echándole en cara los Derechos del Hombre, Ferry responderá que la Declaración de los Derechos del Hombre no fue escrita para los negros de África ecuatorial.44

41 42 43 44

Ibid. Ibid. Ibid., p. 11-12. Ibid., p. 61.

41

A esta idea se opone un grupo heteróclito de diputados compuestos en buena medida de moderados de izquierda y radicales, pero también de ciertos diputados de derecha. Entre los republicanos, Georges Périn recordará que la tesis racista fue enunciada por primera vez por el conde de Mun, un monárquico clerical, lo opuesto a Jules Ferry, quien sin embargo defendió su tesis. Camille Pelletan, diputado de centroizquierda, opuesto al gobierno de Ferry al cual considera un “orleanismo republicano”, se sorprende que Ferry retome la teoría racista de de Mun según la cual se tendría derecho a ir a “civilizar a los bárbaros a cañonazos”.45 Lo mismo dirá Frédéric Passy, diputado de centro-izquierda, economista y ganador en 1901 del primer premio Nobel de la paz. Partidario del derecho internacional, fundador en 1867 de la Liga Internacional y Permanente de la Paz, declarará en el debate que todos los pueblos tienen una dignidad igual y que los malgaches de Madagascar son un “pequeño pueblo al que no debemos desdeñar”, defendiendo un mismo derecho a la soberanía aplicable a todos los pueblos.46

En cuanto al jefe del Partido Radical, Georges Clemenceau, resumirá la tesis de Jules Ferry: “…on voit le gouvernement français exerçant son droit sur les races inférieurs en allant guerroyer contre elles et les convertissant de force aux bienfaits de la civilisation”. 47 [Vemos al gobierno francés ejercer su derecho sobre las razas inferiores yendo a guerrear contra ellas y trayéndolas a la fuerza a los beneficios de la civilización.] 45 46 47

Ibid., p. 39-40. Ibid., p. 118-119. Ibid., p. 77.

42

Recordando que los científicos alemanes teorizaban la inferioridad de la raza francesa para explicar científicamente el triunfo alemán en 1870, se dice persuadido de que esa teoría no es otra cosa que “el poder de la fuerza sobre el derecho” en contradicción con toda “toda la historia francesa desde la Revolución”. “Je ne comprends pas que ne nous n’ayons pas été unánimes ici à nous lever d’un seul bond pour protester violemment contre vos paroles. Non, il n’y a pas de droits de nations dites supérieures contre les nations inférieurs […] N’essayont pas de revêtir la violence du nom hypocrite de civilisation. […] Ce n’est pas le droit, c’en est la négation. Parler à ce propos de civilisation, c’est joindre à la violence, l’hipocrisie”. 48 [No entiendo como no nos alzamos unánimemente para protestar violentamente contra vuestras palabras. No, no hay derechos de naciones superiores sobre inferiores […] No intentemos revestir a la violencia del nombre hipócrita de civilización. […] No es un derecho, es su negación. Hablar a ese respecto de civilización es unir a la violencia, la hipocresía.]

Agregará que es la primera vez que se dice que los derechos del hombre no se aplican a todos los seres humanos. La Segunda República había abolido la esclavitud, y a pesar de la conquista de Argelia jamás había enunciado tal tesis. Jules Ferry rompe con lo dicho al momento de la abolición de la esclavitud en 1794. Los republicanos de izquierda le reprocharán el romper con la tradición republicana, mientras que el diputado Joseph Fabre lo acusa de abdicar los principios de 1789 y 1848. 49

48 49

Ibid., p.79-80. Ibid., p, 61.

43

Los radicales guiados por Georges Clemenceau se presentaron como el principal núcleo de oposición a la colonización y serían ellos quienes fomentarían la caída del gobierno de Jules Ferry, el cual no volvería a detentar el cargo de Presidente del Consejo.

En su discurso del jueves 30 de julio de 1885, Clemenceau resumiría la argumentación republicana en contra de la colonización. Ya vimos que moralmente hablando, considera la teoría de la superioridad racial como una aberración creada para justificar la fuerza bruta. “Pour ma part j’en rabat singulièrement depuis que j’ai vu des savants allemands démontrer scientifiquement que la France devait être vaincue dans la guerre FrancoAllemande, parce que le français est d’une race inférieur a l’Allemand. Depuis ce temps je l’avoue, j’y regarde a deux fois avant de me retourner vers un homme et vers une civilisation et de prononcer: homme ou civilisation inférieur! […] Regarder l’histoire de la conquète de ces peuples que vous dites barbares et vous verrez la violence, tous les crimes déchainés, l’oppréssion, le sang coulant à flot, le faible oprimé, tyrannisé par le vainqueur! Voila l’histoire de votre civilisation!”50 [Por mi parte tiendo a dudar, singularmente desde que vi a doctos alemanes demostrar científicamente que Francia debía ser vencida en la guerra franco-alemana, porque el francés es de una raza inferior al alemán. Desde entonces, lo confieso, pienso dos veces antes de voltearme hacia un hombre y hacia una civilización y declarar: ¡hombre o civilización inferior!

50

Ibid., p.78-79.

44

[…] ¡Vean la historia de la conquista de esos pueblos que llaman bárbaros y verán la violencia, todos los crímenes desencadenados, la opresión, la sangre corriendo, el débil oprimido, tiranizado por el vencedor! ¡He ahí la historia de vuestra civilización!]

Pero aún dejando de lado el aspecto moral de su argumentación, Clemenceau y otros republicanos con él, plantean una lectura de la situación internacional que, a diferencia de lo que dice Ferry, no debe obligar a realizar conquistas, sino al contrario a detenerlas. “Mais nous disons nous, que lorsqu’une nation a éprouvé de graves, de trés graves revers en Europe, lorsque sa frontière a été entamée, il convient peut-être avant de la lancer dans des conquètes lointaines – fussent-elles utiles, et j’ai démontrer le contraire – de bien s’assurer que l’on a le pied solide chez soi et que le sol national ne tremble pas. […] Pendant que vous êtes perdus dans votre rêve colonial, il y a vos pieds des hommes, des français qui demandent des dépenses utiles. […] Dans quel sens nous efforcerons-nous de diriger l’activité nationale? Et l’éternelle question sociale qui gronde dans les ateliers […] Et vous trouvez qu’il n’y a pas lá un domaine suffisant pour une ambition humaine […] d’organiser la lutte contre l’ignorance, le vice, la misère; d’organiser un meilleur emploi des forces sociales; vous ne trouvez pas que tout cela puisse suffire á l’activité d’un homme politique, d’un parti? […] C’est ainsi que vous entrainerez tous le parti républicain. Mais lorsque vous arrivez avec vos théories faites aprés coup pour justifier une politique monarchique, prenez garde! Sur ce terrain les monarchistes aurons raison contre vous; car pour faire de la politique monarchique, s’il était vrai que celle-là seule fut possible, on pensera naturellement qu’il vaut mieux

45

prendre des monarchistes, tandis que pour l’oeuvre de l’organisation de la République, il faut des républicains, il ne faut que des républicains. (“Trés bien! Trés bien!” a l’extrème gauche. Intérruptions au centre)”51

[Pero decimos nosotros, que cuando una nación ha sufrido graves, muy graves reveses en Europa, cuando su frontera ha sido mermada, conviene quizás antes de lanzarla hacia conquistas lejanas – por mas útiles que fueran, y he demostrado lo contrario – asegurarse de que se tienen bases sólidas en casa y que el suelo nacional no tiembla. […] Mientras ustedes se pierden en su sueño colonial, hay frente a ustedes hombres, franceses, que piden gastos útiles. […] ¿Hacia qué dirección nos esforzaremos de dirigir la actividad nacional? Y la eterna cuestión social que retumba en los talleres […] Y les parece que no hay ahí un dominio que baste para una ambición humana […] organizar la lucha contra la ignorancia, el vicio, la miseria; organizar un mejor uso de las fuerzas sociales, ¿no les parece que todo eso puede bastarle a la actividad de un hombre político, de un partido? […] Así arrastrarán a todo el partido republicano. Pero cuando llegan con sus teorías hechas posteriormente para justificar una política monárquica, ¡cuídense! Sobre ese terreno, los monárquicos tendrán razón sobre ustedes; ya que, para realizar políticas monárquicas, de ser cierto que éstas fueran las únicas posibles, se pensará naturalmente que más vale elegir monárquicos, mientras que para la obra de organización de la República, hacen falta republicanos, hacen falta sólo republicanos. (“¡Muy bien! ¡Muy bien!” En la extrema izquierda. Interrupciones en el centro)]

Clemenceau aprovecha la controversia colonial para echarles en cara a los oportunistas todos los fallos de su gobierno. La colonización no solamente es moralmente injustificable, sino que distrae al gobierno de sus verdaderas prioridades: 51

Ibid., p.84-85.

46

fronteras inestables en Europa, cuestión social a resolver, peligros para el parlamentarismo.

Las fronteras inestables de Europa se refieren obviamente a la pérdida de Alsacia y Lorena. La hostilidad entre Inglaterra y Francia por las posesiones de África era muy mal vista por los radicales, quienes esperaban conservar la alianza militar con Inglaterra en espera de una guerra común contra Alemania. Según Clemenceau, la única ocupación que deben tener los soldados franceses es la preparación de la recuperación de las provincias perdidas, y un solo enemigo en el cual enfocarse, Alemania. La colonización es peligrosa porque distrae el esfuerzo de guerra del verdadero enemigo y crea frentes alrededor del mundo en vez de defender el frente europeo.

En cuanto a la alusión a los monárquicos, se trata del mismo problema ya planteado acerca de la política de conciliación de los oportunistas frente a los extremos del panorama político. En una época en la cual el recuerdo de la Comuna seguía siendo tan intenso que los socialistas no tenían participación directa en la política nacional, la extrema izquierda estaba representada por los republicanos radicales, defensores de reformas sociales. En cuanto a la extrema derecha, compuesta de monárquicos y clericales, evolucionaba lentamente hacia una tendencia conservadora que no excluía la participación a la política parlamentaria. En su deseo de encontrar una mayoría que mantuviera a raya a los radicales, los oportunistas se habían aliado con la franja mas moderada de la derecha a pesar de sus oposiciones sobre el tema de la laicidad. Esa misma alianza se vio al momento del debate colonial, año en el cual la mayoría

47

oportunista se mantuvo únicamente por el apoyo que recibieron de los conservadores. Volveremos a verla.

Clemenceau denuncia el peligro de esa táctica. Dar espacio a los monárquicos y mantener políticas imperiales como la colonización es visto como una amenaza a la estabilidad del poder republicano. La política colonial es peligrosa porque anuncia un entendimiento al menos en ese punto, entre los republicanos y los monárquicos. A pocos años del intento de restauración de la década de 1870, muchos republicanos ven con malos ojos la política oportunista de formar alianzas con grupos tradicionalmente hostiles al parlamentarismo. El colonialismo mantiene como prioridad de la República una política tradicionalmente imperial.

Otro de los motivos de la oposición de los radicales a la colonización es pues el deseo de romper definitivamente con los conservadores.

Y es que recordemos que a pesar de las alianzas entre moderados y conservadores, una amplia fracción de estos últimos sigue siendo opositora a las políticas republicanas y aprovecha la política colonial para desacreditar más a un gobierno al cual se habían opuesto ya debido a sus políticas laicas.

Así, el diputado bonapartista Paul Granier de Cassagnac tomará la palabra, no para oponerse a las políticas coloniales, sino para protestar por la duplicidad de la República, que lleva a cabo conquistas sin pasar por la autorización de la Cámara. 52 O Armand de

52

Ibid., p.52.

48

Baudry d’Asson, diputado monárquico de Vendée, en respuesta al discurso de Jules Ferry: “Trés bien! La République c’est la guerre. Nous ferons imprimer votre discours a nos frais et nous le répandrons dans toutes les comunes de nos circonscriptions electorales.”53 [¡Muy bien! La República es la guerra. Imprimiremos vuestro discurso a costa nuestra y los difundiremos en todas las comunas de nuestras circunscripciones electorales.]

Para terminar, estos dos debates destacan por la falta de alusiones al ejército. A lo largo de todo el debate, las críticas de los anticolonialistas jamás fueron dirigidas a los militares, sino al gobierno. De hecho la única mención directa al papel de los soldados en el proceso colonial es una interrupción al discurso de Jules Ferry, acerca de las masacres en Madagascar: “M. Eugène Delattre: C’est pour cela que vous n’avez pas fait de prisonniers en Chine et au Tonkin! (Exclamations a gauche et au centre) M. Jules Ferry: Qu’est-ce que vous dites, Monsieur? Vous avez prononcer une parole offensante pour l’armée française. M. Eugène Delattre: L’armée obéit, le gouvernemnt commande; il est le seul responsable!”54

53

Ibid., p.67.

49

[¡Por eso no hicieron prisioneros en China y Tonkin!

¿Qué ha dicho señor? Ha pronunciado una palabra ofensiva para el ejército.

¡El ejército obedece, el gobierno manda; él es el único responsable!]

En otras palabras, el ejército no es responsable de sus acciones en las colonias. Demuestra su lealtad a un régimen que no duda en malgastar sus recursos. Si bien el debate de 1885 no concierne directamente al tema de este trabajo, conviene tomarlo en cuenta y recordar la argumentación de los opositores. Un año después, la oposición al gobierno pro-colonial de Ferry tendría consecuencias imprevistas para la República y para sus relaciones con la institución castrense. La principal de ellas fue el ascenso de un tal Georges Boulanger.

54

Ibid., p.63.

50

II/ Georges Boulanger y la incógnita del boulangisme

Le Boulangisme, una ideología. Le Genéral Revanche, un personaje mediático. Todo lo dicho anteriormente es, de una forma u otra, un prefacio que se detiene en 1885, año en el cual comienza el estudio del fenómeno que fue la carrera meteórica de Georges Ernest Jean-Marie Boulanger. Militar de carrera, herido y condecorado, ministro de guerra, representante de un programa político, candidato a elecciones, ídolo de las masas, y la mayor crisis que haya enfrentado la República.

El estudio de Boulanger y del movimiento que encarnó es uno de los dos pilares de este trabajo, por sus características difícilmente clasificables y porque, al igual que sucedió en el Caso Dreyfus, la crisis que sacudió el sistema parlamentario francés fue originada por un militar. De una forma u otra, el movimiento político que llegó a ser conocido como boulangisme se resiste a ser clasificado. Desde los años de su apogeo y hasta la actualidad, los estudios encaminados a encontrar una definición a la ideología del movimiento que se generó alrededor de la figura del ministro de guerra difieren al momento de situarlo en el esquema político francés. Para algunos, el general Boulanger es un resabio del bonapartismo que predominó en Francia hasta la caída de Napoleón III y cuyo apogeo se encuentra en el golpe de estado de este último. El concepto de una figura autoritaria escudada en instituciones vagamente republicanas, que aplica una relación de democracia directa con el pueblo

51

por medio del plebiscito sin pasar por la aprobación de esas mismas instituciones. 55 Otros lo consideran un ejemplo más de la naturaleza reaccionaria de una institución castrense encaminada a una restauración monárquica o a una dictadura militar. Años más tarde, con el Tercer Reich como vecino, León Blum dirá que en su opinión la única diferencia que existía entre Hitler y Boulanger era que el primero no tenía garantizado el apoyo del ejército y la policía.56 Jefe de gobierno socialista entre 1936 y 1939, Blum había hecho sus primeros pasos en la arena pública en la década de 1880. Más tarde, el replanteamiento de la relación entre el general y los movimientos políticos que lo siguieron trajo a la luz una confluencia muy particular de militantes y teóricos nacionalistas y conservadores por un lado, y socialistas por el otro. Todos comulgando en la lealtad a la figura del general como la encarnación del cambio necesario para Francia. Este esbozo de socialismo nacionalista será estudiado en detalle, no solamente porque es indispensable para captar la base del electorado boulangiste, sino también porque haría del boulangisme un antecesor del nacionalismo social del siglo XX, un “proto-fascismo”.57 El mismo Friederich Engels les echará en cara a los obreros franceses el haberse echado a los pies de un jeanfoutre.58 Pero tanto él como los demás socialistas alemanes negarán todo potencial social al boulangisme y explicarán el apoyo popular del general recordando el profundo nacionalismo arraigado

55

Ver: Winock, Michel, Nationalisme, antisemitisme et fascisme en France, editions du Seuil, París, 1982, p.274. Rémond, René, Les droites en France, Aubier, París, 1982. 56 Bach, André, Op.Cit, p. 430. 57 Sternhell, Zeev, Op.Cit. Winock Michel, Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p.274. Winock, Michel, La fievre hexagonale, les grandes crises politiques 1871-1968, éditions du Seuil, París, 2001. 58 Citado en: Sternhell, Zeev, Op.Cit, p.22.

52

en Francia desde la pérdida de Alsacia y Lorena.59 De una forma u otra, las opiniones de socialistas y republicanos tienden a negar cualquier parecido entre ellos y Boulanger, y a situar a este último cerca de quienes eran los enemigos principales de la República: los clericales, vaga denominación para referirse a todo aquel que veía con malos ojos la campaña de laicización de la educación nacional impulsada por los republicanos. Será necesario tomar en cuenta los estudios ya realizados sobre la naturaleza del boulangisme en tanto propuesta política. Aún dejando de lado a Boulanger, es indispensable seguirle el rastro a quienes le brindaron su apoyo y lo que es más, a los teóricos y figuras cuyos discursos le precedieron y sobrevivieron. Si bien el debate sobre la naturaleza del fenómeno no ha terminado, es posible estudiar las entrañas del discurso para entender en qué forma se integró al paisaje político de la Tercera República. Pero sobre todo, la crisis política que comienza en 1886 con la nominación de Boulanger al puesto de ministro de guerra se organizó detrás de un militar y dentro de un ambiente marcado por la guerra pasada y futura. Fue al hacer frente al programa de un militar que la República vivió su mayor desafío. El objetivo de este capítulo será entender las relaciones que existieron entre el boulangisme, el mundo político, y la institución castrense; los apoyos que se dieron, si los hubo, independientemente de la formación militar de su dirigente. Es innegable que el boulangisme en tanto movimiento político hizo peligrar a las instituciones

59

Ibid., p. 22-25.

53

republicanas con un programa abiertamente agresivo. La pregunta que intentaremos responder es qué tan representativo fue Georges Boulanger de su propia institución. ¿Existió un boulangisme militar?

A/ Georges Ernest Jean-Marie Boulanger. Biografía. Nacido en Rennes el 29 de abril de 1837, Georges Ernest Jean-Marie Boulanger es hijo de un francés dedicado al negocio de seguros y de una madre originaria de las islas británicas. A la muerte del padre, él y su madre se encuentran seriamente endeudados, lo cual pudo motivarlo a iniciar muy temprano una carrera militar. Tras entrar en la academia militar de Saint-Cyr a los diecisiete años, concluyó sus estudios en octubre de 1856 al salir en el 138º lugar de su grupo, es decir entre los últimos lugares. 60 Su primer destino es un regimiento de tiradores (tirailleurs) argelinos, con grado de teniente. Con ellos participará activamente en las campañas del Segundo Imperio y en las colonias, donde sus acciones lo harán rápidamente destacar. Recibe su primera herida durante la campaña de Italia, el 3 de junio de 1859. Esta herida le valdrá la cruz de caballero de la Legión de Honor, a los veintidós años.61 Con ese mismo regimiento, en el cual servirá siete años consecutivos, parte a Cochinchina en octubre de 1861 donde es nuevamente herido (febrero de 1862) y obtiene el grado de capitán. Es destinado nuevamente a Argelia en 1864 tras haber dejado una buena impresión en sus superiores, tal como su comandante y jefe de brigada lo anota en su reporte:

60

61

Bach, André, Op.Cit, p. 358. Brogan, D. W., Francia. 1870-1939, FCE, México, 1947, p.222. Bach, André, Op.Cit, p. 357.

54

“Le capitaine Boulanger a été remarquable par sa vigueur et par sa bravoure. Il a marché à l’assaut du fort de Vinh-Loï à la tête de sa compagnie avec un élan irrésistible et malgré le feu très vif de l’ennemi, il a escaladé le premier les défenses et puissament contribué au succès”.62 [El capitán Boulanger ha sido notable por su vigor y su valor. Marchó al asalto del fuerte de Vinh-Loï a la cabeza de su compañía con un arrojo irresistible y a pesar del fuego del enemigo, fue el primero en escalar las defensas y contribuyó notablemente al triunfo.]

Tras esta carrera notable, es nombrado instructor y enviado de regreso a Saint-Cyr en 1867, donde permanecerá hasta la guerra con Prusia. El día de la declaración de guerra es nombrado jefe de batallón a los treinta y tres años, convirtiéndolo en uno de los oficiales más jóvenes en haber obtenido ese puesto, rebasando inclusive a Galliffet en velocidad de ascenso.63 Entre 1870 y 1871, su carrera se acelera gracias a las circunstancias de la guerra y a sus acciones en el campo de batalla. Destinado a un regimiento encargado de la defensa de París, no sufre ni la derrota y cautiverio de Sedan, ni la rendición de Metz. El 30 de noviembre de 1870, recibe su tercera herida en la batalla de Champigny. Ese mismo mes lo nombran teniente coronel. Antes de concluir el año, y a pedido de su comandante, el general Vinoy, es nombrado coronel y oficial de la Legión de Honor. A la cabeza del 114º regimiento de infantería, es uno de los involucrados en los combates de París. Sus acciones frente a la Comuna le valdrán ser citado por sus superiores en dos ocasiones (11 y 18 de mayo de 1871). Sufrió su última herida en las barricadas el 62

Dossier privé du général de division Georges Boulanger, SHAT GD/3 37. Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 357. 63 Bach, André, Op. Cit, p. 358.

55

24 de mayo. Fue ascendido a comandante de la Legión de Honor en junio. 64 Y lo que es más, esa cuarta herida lo alejará de los últimos días del sitio de París. Por circunstancias de la guerra, Boulanger no participa en la represión de la Comuna ni en los fusilamientos masivos. Esto le ahorrará ser catalogado como verdugo y carnicero a diferencia de Galliffet, el otro caso de ascenso meteórico.65 Ahora bien, ya hemos visto el desorden que la institución consideró que habían causado los ascensos espontáneos de la guerra. La Comisión de revisión de grados fue creada para “reorganizar” las carreras de los oficiales que se consideraba habían progresado en demasiado poco tiempo sin dar otras pruebas de sus capacidades que no fueran las de la acción en campaña. Sus objetivos principales a la hora de detener los ascensos eran los oficiales cuyas carreras podían ser frenadas sin que por ello saliera perjudicado su progreso en la jerarquía. Con una carrera tan fulgurante, Boulanger estaba condenado. Una vez terminada la guerra la Comisión le devolvió el rango de teniente coronel. Le tomó cuatro años recuperar su grado de coronel. Como muchos oficiales, Boulanger pidió constantemente que la decisión de la Comisión fuera anulada, pero a diferencia de quienes lo hicieron dentro de los límites que la jerarquía les imponía, Boulanger recurrió a apoyos dentro del mundo político. Primero ignorando la vía autorizada para transmitir su petición y contactando directamente a la Comisión: “J’ai l’honneur de vous adresser ma réclamation contre la décision de la commision legislative qui m’a frappé le 25 novembre dernier, et de vous prier de la transmettre à

64 65

Ibid., p. 358-359. Brogan D. W., Op. Cit, p.222.

56

cette commision avec votre avis, qu’elle prendra cette fois, je l’éspère, en grande considération. […] Je vous prie, en conséquence, M. le Ministre, de vouloir bien m’autoriser à ne pas faire passer ma réclamation par la voie hiérarchique; car en prenant cette voie, je ne pourrais arriver à temps, l’avis inséré disant que les pièces envoyées ne seront plus admises après le 20 du présent mois”. 66 [Tengo el honor de enviarle mi reclamo contra la decisión de la comisión legislativa que me afectó el 25 de diciembre pasado, y le ruego la transmita a esta comisión con su opinión, que espero tomará en gran consideración esta vez. […] Le ruego por tanto, señor ministro, que me autorice a no hacer pasar mi reclamo por la vía jerárquica; puesto que al tomar esa vía, yo no podría llegar a tiempo, ya que el aviso indica que las piezas enviadas no serán aceptadas después del 20 de este mes.]

Luego, recurriendo directamente a la ayuda de un diputado de su región, el cual le escribió directamente al ministro de guerra.67 Fue sólo en 1874 cuando fue nuevamente ascendido a coronel, habiendo, según sus superiores, colmado su falta de experiencia. Esto no impidió que los reportes, siempre igual de positivos, acerca del desempeño del coronel Boulanger empezaran a hacer notar una faceta nueva de su carácter. Cómo lo hizo su coronel en su reporte de 1872: “Homme du monde, caractère un peu hautain, s’appréciant lui-même d’une façon légèrement exagérée. A part cela fera un excellent chef de corps”.68 [Hombre de mundo, carácter algo altivo, se aprecia a sí mismo en forma ligeramente exagerada. Esto aparte, será un excelente jefe de cuerpo.] 66

Dossier privé du général de division Georges Boulanger, SHAT GD/3 37. Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 359. 67 Bach, André, Op. Cit, p. 360. 68 Dossier privé du général de division Georges Boulanger, SHAT GD/3 37. Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 360.

57

Para 1881, es lo bastante conocido y apreciado para ser designado para representar a Francia en la conmemoración del centenario de la batalla de Yorktown. El 15 de octubre acompaña pues a varios dignatarios estadounidenses, incluyendo a James G. Blaine el secretario de estado. Al momento de desembarcar en Yorktown, nota que en los barcos del puerto han sido izadas, junto con la bandera estadounidense, la bandera francesa y alemana para honrar la participación de ambos países en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Rehusó desembarcar hasta que se arriara la bandera alemana. Para convencerlo de descender, los estadounidenses terminaron por arriarlas todas.69 Este evento fue muy mal recibido por los representantes alemanes pero dio a conocer por primera vez a la población francesa el nombre de Boulanger. Puede sorprender que este tipo de acciones no le hayan impedido seguir ascendiendo en la jerarquía. Lo que sobresale de las opiniones dadas por sus superiores acerca de su desempeño como jefe de regimiento es que ya se habían dado opiniones muy mitigadas por no decir negativas acerca de Boulanger. En 1884, el general de Maussion, inspector general, da un reporte del 133º regimiento de infantería situado bajo el mando de Boulanger, en el cual menciona la existencia de reclutas mediocres además de una falta de oficiales superiores. Al mismo Boulanger lo califica como un hombre competente e inteligente con mucha energía y buena voluntad, pero subraya su tendencia a malinterpretar y exagerar, además de una exagerada severidad en sus opiniones acerca de sus oficiales.70

69

Halasz, Nicholas, El capitán Dreyfus. Relato de una histeria colectiva, Editorial Sudamérica, Buenos Aires, 1957, p.99. 70 Bach, André, Op. Cit, p. 361.

58

Por otro lado, goza de un gran apoyo en la persona de la mayor autoridad militar de su territorio: el duque de Aumale, de familia real y jefe del cuerpo militar de Besançon. Ya en 1876, sus reportes sobre Boulanger hablan de un hombre talentoso, inteligente y capaz, que ha logrado disciplinar un regimiento inicialmente mediocre, y asegura que está destinado a alcanzar los más altos rangos de la jerarquía.71 Este apoyo le dará a los cuarenta y tres años (1880) el rango de general de brigada. Nuevamente, sólo un hombre lo supera en velocidad: Galliffet, quien había sido nombrado a los cuarenta por sus acciones en la batalla de Sedan. En 1883, recibe el mando de la división de ocupación en Túnez. Conservará el puesto hasta mediados de 1885, y en ese tiempo hará de nuevo hablar de él por su indiferencia ante los decretos de la máxima autoridad civil, el residente Paul Cambon. Protectorado nuevo, en Túnez la población italiana es numerosa y su situación legal para con Francia es altamente imprecisa. Sus roces con colonos y con la recientemente instaurada autoridad francesa son numerosos. En uno de esos conflictos, un italiano golpea a un soldado francés. El asunto acabó ante un tribunal y el juez francés fue acusado por la población de la metrópoli de mostrarse demasiado indulgente con el italiano al condenarlo a una semana en prisión. Boulanger reacciona por su lado y decreta que se autoriza a los militares franceses el uso de las armas para defenderse de las agresiones, para luego protestar oficialmente por la indulgencia del tribunal. 72 Las acciones de Boulanger implican insubordinación de la autoridad militar hacia la

71 72

Ibid., p. 361-362. Halasz, Nicholas, Op. Cit, p.100.

59

autoridad suprema del poder francés en Túnez.73 El revuelo del asunto llega hasta París, en donde el gobierno se ve obligado a publicar un decreto (23 de julio de 1885) que somete oficialmente a todas las entidades francesas activas en Túnez a la autoridad del residente civil. Boulanger responde con una protesta en la cual dice servir únicamente al ministro de guerra. Si sus acciones le cuestan el puesto y motivan su regreso a París, también le hacen ganar aún más popularidad entre la población. Regresa pues a París en julio de 1885. Tiene entonces cuarenta y nueve años. Para ser el hombre del cual se dice llevó a la República al borde del abismo, Georges Boulanger es un oficial sorprendentemente banal. Por un lado, su carrera no es en sí especialmente sorprendente. De hecho, ya hemos mencionado el tipo de militar al que representa. Toda su biografía antes de su entrada al mundo de la política representa el epítome del militar de carrera, en contraposición al militar por estudios. Independientemente de sus motivos profundos, Boulanger realiza estudios mediocres. Es en las guerras coloniales donde se hace notar. Desde África hasta Cochinchina y las campañas italianas, Boulanger se hace un nombre en la institución a base de heridas y reportes elogiosos de sus superiores. La guerra de 1870 es la parte final de su ascenso a los altos rangos, haciendo de él un oficial decorado y conocido del alto mando. Es a base de apreciaciones de sus superiores como consigue puestos y legiones de honor. No proviene de una familia militar, de un medio remotamente favorecido por su educación, ni es un aristócrata como su protector el duque de Aumale.

73

Brogan, D. W., Op. Cit, p.222.

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Como oficial formado en el campo de batalla, es también uno de los muchos ejemplos de las relaciones establecidas entre el valor del aprendizaje teórico y el valor de la acción en el campo de batalla. Tras convertirse en uno de los ejemplos más notables de ascenso por el valor personal, Boulanger sufre igual que otros de las decisiones administrativas de la institución. La Comisión de revisión de grados entorpeció su ascenso fulgurante para mantener bajo control los ascensos “inmerecidos” o exagerados por haber sido dados en tiempos de guerra. Un ejemplo determinante de la profesionalización de la carrera de armas. La lección que se extrae de la carrera de Georges Boulanger, es que los oficiales que avanzan a través de actos personales de particular mérito ya no pueden esperar escapar a los requisitos institucionales. Boulanger sufre las decisiones de la Comisión, al considerarse que no ha adquirido la experiencia necesaria para asumir un puesto de coronel. Poco importan sus acciones en la guerra, las buenas apreciaciones de sus superiores, sus heridas, la prueba de su desempeño. La forma insistente, al límite de la indisciplina, con la cual reclamará que se le reconozca su rango es una muestra de lo mal que fue percibida esta decisión. El pasar por encima de la jerarquía y tomar decisiones más allá de su jurisdicción es el segundo factor que revelan las acciones de Boulanger y los comentarios de sus superiores. A la par que el futuro ministro de guerra asciende por el beneplácito de sus jefes, se encuentra en los reportes y observaciones de estos últimos una seria duda sobre las capacidades de Boulanger para actuar como alto oficial debido a su tendencia a actuar según su propio criterio, sin importar las consecuencias.

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Así, el ministro de guerra, general Gresley, se opone en 1879 a los deseos del duque de Aumale, basándose en los reportes de mal comportamiento de uno de los capitanes que sirvieron bajo las órdenes de Boulanger.74 El mismo año, una nota de la dirección de servicios administrativos informa de la organización de los regimientos 23 y 133 pertenecientes a la misma brigada. Contrapone lo que observó en ambos regimientos concerniente a la administración de los subsidios. El 23 tiene ahorros, y el 133 se encuentra endeudado. El 23 está comandado por un hombre que sabe “someterse a los controles y mantenerse en la vía reglamentaria”, y el 133 se encuentra dirigido por un coronel “independiente que pretende administrar a su gusto”.75 Agreguemos por último ejemplo un evento relacionado con el escándalo causado en Yorktown. El jefe de escuadrón Lichtenstein, enviado con Boulanger al momento del centenario, comunicó a sus superiores que el general permaneció varias semanas en Estados-Unidos en vez de regresar tras la conmemoración, viviendo aparentemente a costa del gobierno estadounidense.76 Dejaremos aquí la biografía. Pero tomaremos en cuenta que las acciones de Boulanger y las apreciaciones de sus semejantes en la institución castrense, dejan sobresalir dos tendencias relacionadas con las acciones y actitudes del futuro enemigo número uno de la República.

74

Dossier privé du général de division Georges Boulanger, SHAT GD/3 37. Citado en: Bach André, Op. Cit, p. 362. 75 Dossier privé du général de division Georges Boulanger, SHAT GD/3 37. Citado en: Ibid., p. 363. 76 Journal inédit du général Brugère, SHAT 1K 160, t. IV, chapitre 6. Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 363.

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Alejado de las altas esferas por su origen social y su falta de desempeño en la formación académica, Boulanger formó parte del grupo de oficiales ajenos a las elites tradicionalmente herederas de altos puestos y avanzó gracias a sus éxitos en el campo de batalla, al apoyo de sus protectores dentro como fuera de la institución, y a su tendencia a la indisciplina que lo dio a conocer entre la población a pesar de las críticas que comenzaron a surgir entre sus superiores una vez que abandonó las acciones militares para ocupar puestos de administración y formación. Es pues un militar de bajo origen, ascendido por valor propio, que no parece albergar especial interés en respetar la jerarquía.

B/ Del Ministerio de Guerra al Partido Nacional B.1/ Acción en el gobierno (enero 1886- mayo 1887) No se sabe exactamente por qué Charles de Freycinet, presidente del Consejo desde enero de 1886, eligió a Georges Boulanger para el puesto de ministro de guerra. Se sabe que para la década de 1880, Boulanger tenía, a pesar de sus relaciones cordiales con el duque de Aumale, una reputación de republicano. Había conocido a Leon Gambetta, estaba en contacto con miembros del partido radical, en particular con Georges Clemenceau.77 Clemenceau y los radicales acababan de unir fuerzas con los moderados tras las elecciones de 1885 que habían visto predominar escaños

77

Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p.260.

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monárquicos sobre escaños moderados y radicales. El resultado fue la unión de los dos bloques republicanos y el nombramiento de Freycinet a la cabeza del Consejo. Es posible que la decisión de este último haya sido una concesión a los radicales. Los moderados pagaban su deuda y complacían a la extrema izquierda nombrando ministro a un militar de su elección. Si se siguen paso a paso los eventos ocurridos desde el triunfo monárquico de 1885, el nombramiento de Freycinet por una Cámara mayoritariamente republicana, el nombramiento de un militar cercano a los radicales como ministro de guerra, y por fin las decisiones tomadas por la Cámara y el ministro de guerra una vez asentados todos en sus puestos, esa teoría parece confirmarse. Georges Boulanger habría empezado su carrera política debido a una maniobra de los radicales.78 Existe sin embargo otra versión de los hechos que tiene el beneficio de arrojar algo de luz sobre la naturaleza de las relaciones entre la institución castrense y el gobierno recientemente formado. La versión dejada por el mismo Charles de Freycinet en sus memorias. Freycinet atribuye su decisión al consejo dado por el general Jean-Baptiste Campenon.79 El mismo que en 1885 había defendido a Boulanger al momento de los disturbios en Túnez y lo había enviado de vuelta a París, decisión que había salvado a Boulanger de verse acusado de pisotear la autoridad civil. Las memorias de Freycinet

78

Brogan, D. W., Op. Cit, p.222. Halasz, Nicholas, Op. Cit, p.100. 79 Freycinet (Charles de), Souvenirs 1878-1893, 4e éd., Paris, Ch. Delagrave, 1913, p.329-330. Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 391.

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agregan que menos de un año después de hacerlo volver a París, Campenon lo recomendaba para ministro de guerra. No hay motivo para que las dos teorías sean incompatibles. Lo que llama la atención del relato de Freycinet es que, si realmente nombró a Boulanger por consejo de Campenon, significa que estaba dispuesto a escuchar los consejos de los altos oficiales, aún cuando concernían a un militar que había entrado en conflicto con un representante del poder político. No deja de ser notable que tanto para los radicales como para Freycinet y Campenon, los choques de Boulanger con la administración tunecina no fueron tomados en cuenta a pesar de haber ocurrido menos de un año antes. De una forma u otra, Georges Boulanger asume el cargo de ministro de guerra en 1886. Y de inmediato (de hecho días después de su nombramiento), comenzará una campaña de reformas que formarán el primer paso de la crisis nacional de 1889. 1885 y los años que siguieron fueron marcados por un intenso proyecto antimonárquico guiado por los radicales y apoyado por la mayoría republicana en la asamblea. Además de recuperar el predominio en el parlamento y quizás poner a Boulanger en el ministerio de guerra, los radicales plantean de inmediato su viejo proyecto de revocar la Ley del 8 de junio de 1871, ley de compromiso que autorizaba al pretendiente al trono francés el vivir en el suelo nacional. El 14 de mayo de 1886, se realiza el matrimonio de la hija del pretendiente al trono francés con un príncipe portugués. El fasto de la ceremonia levantará de inmediato indignación entre los republicanos. El 27 de ese mismo mes se somete a la Cámara un proyecto de ley para la expulsión de todas las familias reales y nobles que hayan

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formado parte de gobiernos monárquicos anteriores. El proyecto fue aprobado el 22 de junio: se llevaría a cabo la expulsión de todos los herederos directos al trono de Francia, y los restantes miembros de la aristocracia tendrían prohibido ingresar al ejército y la marina.80 La ley no sería retroactiva, por lo que se mantendrían en su puesto los aristócratas militares. Por su lado, Boulanger tomó de inmediato sus primeras decisiones de ministro. Firmó las expulsiones del ejército de varios príncipes, sin consultar al presidente del Consejo y sin tomar en cuenta la no retroactividad de la ley. Uno de esos expulsados era el duque de Aumale, su antiguo protector. Éste respondió enviando una carta al presidente del Consejo para protestar por lo ilegal de la medida y reveló su larga correspondencia con Boulanger, en la cual sobresalía la gratitud del ministro de guerra por el apoyo de su entonces superior. Si las cartas obligaron a Boulanger a confesar el apoyo que recibió del duque, también defendió sus acciones en la Cámara. Recordó que la no retroactividad había sido planeada pensando en los oficiales formados en las escuelas militares nacionales. Ahora bien, el duque de Aumale, nacido en 1822, había sido nombrado subteniente por su padre el rey en 1837 y había llegado a general de brigada en un lapso de seis años sin haber nunca puesto el pie en una academia. 81 Este despliegue de nepotismo monárquico acabó con toda la posible defensa del caso del duque. La mayoría en la Cámara aprobó la decisión del ministro de guerra sin importar su ilegalidad.

80 81

Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p.262. Bach, André, Op. Cit, p. 386.

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A esta decisión siguieron otras. Después de ser pasada la ley de expulsión, ciertas críticas a las decisiones del parlamento entre los oficiales de dos regimientos de caballería llevaron a Boulanger a ordenar el desplazamiento de ambos regimientos a otras guarniciones. Esta decisión fue de nuevo tomada sin consultar con el gobierno y sin tomar en cuenta los gastos y problemas de organización que acarrearon. El asunto acabó nuevamente en la Cámara, donde un representante de la derecha sugirió que la actitud del gobierno para con los militares monárquicos fuera debatida por el ejército mismo. Boulanger respondió: “¿Acaso no es Francia una República? Mientras yo esté en el comando, el ejército no juzgará. Se limitará a obedecer”. 82 Esto le valió una ovación de la coalición republicana y el olvido de su arbitrariedad. Una vez más las decisiones del ministro de guerra eran dictadas por la lealtad ideológica a los republicanos radicales. Desde un principio no hubo dudas acerca de las intenciones de Boulanger, quien se volvió un apoyo sólido de la coalición republicana guiada por los radicales. La derecha y ciertos moderados comenzaron a temer que la defensa del país se encontraba en manos de la extrema izquierda. En forma paralela, el nuevo ministro de guerra llevó a cabo varias propuestas y reformas de alcance desigual, pero todas del gusto de los soldados y del creciente grupo de simpatizantes que le estaban creando sus campañas republicanas. La gran mayoría enfocadas a mejorar la vida diaria y las condiciones de vida de los soldados. Autorizó el porte de la barba, mejoró las condiciones de vida y alimento en los cuarteles, creó círculos de combatientes y excombatientes, autorizó a los campesinos 82

Citado en: Halasz, Nicholas, Op. Cit, p. 100.

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enlistados regresar a casa al momento de la cosecha, permitió que los suboficiales durmieran en casa si se encontraban destacados en sus ciudades; fomentó el espíritu de camaradería dándole nombres a los cuarteles y recibiendo a los nuevos reclutas con música. Medidas insignificantes tomando en cuenta el conflicto imperante entre él y los monárquicos. Pero medidas al fin y al cabo, que hacían de él el primer ministro de guerra de la República en tomar en cuenta en forma tan personal las condiciones de vida de los soldados. Si tal actitud hacia la tropa no era nueva (ya había tenido oportunidad de demostrar su deseo de relacionarse personalmente con los soldados bajo su mando), lo que sí fue nuevo fue la corriente de simpatía que se ganó dentro de los círculos populares y de la extrema izquierda. Este desliz del republicanismo radical a tendencias más extremas se hizo público por primera vez durante la huelga de Decazeville. En enero de 1886, una huelga general estalla en las minas del Aveyron. Desde el principio la hostilidad de los huelguistas se enfoca en el subdirector Watrin, del cual se descubrirá que no había pagado a los mineros en dos meses y ejercía presiones sobre la cooperativa obrera. El mismo día en que se inicia la huelga, un grupo de mineros irrumpe en las oficinas de la compañía y defenestra a Watrin, quien no sobrevive.83 El gobierno de inmediato envía tropas a la mina, y la extrema izquierda en seguida ataca la medida. El 11 de febrero de 1886, el diputado y antiguo minero Basly interpeló a Boulanger. Éste respondió el 13 de marzo con un discurso sorprendente en el cual hizo suyos muchos de los postulados de la extrema izquierda.

83

Maitron, Jean, Le mouvement anarchiste en France, Tome I, Gallimard, 1965, p.176-178.

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En este discurso, el ministro de guerra niega que el ejército haya sido enviado a reprimir a los mineros, sino a garantizar el desarrollo pacífico de las negociaciones. Y lo que es más, al exaltar el papel del ejército, no cómo instrumento de represión sino cómo encarnación de la paz entre el gobierno y el pueblo, aseguró que el ejército y el pueblo eran una sola y misma cosa. “Notre armée, c’est la nation d’aujourd’hui. Este-ce que nos ouvriers, soldats d’hier, auraient quelque chose a redouter de nos soldats d’aujourd’hui, ouvriers de demain? […] Ne vous en plaignez pas. […] Car peut-être à l’heure où je vous parle, chaque soldat partage-t-il avec un mineur sa soupe et sa ration de pain”.84 [Nuestro ejército es la nación de hoy. ¿Acaso nuestros obreros, soldados de ayer, tendrían algo que temer de nuestros soldados de hoy, obreros de mañana? […] No se quejen. […] Ya que quizás a la hora en que les hablo, cada soldado comparte con un minero su sopa y su ración de pan.]

Puesto que los soldados eran trabajadores y los trabajadores soldados potenciales, reiteró que en su opinión los intereses del ejército y del pueblo no estaban reñidos y que uno y otro obraban para beneficio de ambos. Si este discurso catapultó a Boulanger al puesto de ídolo de las masas y defensor de los trabajadores, también hizo correr mucho miedo en el gobierno, quien por primera vez veía a un militar y ministro defender en plena Cámara un discurso inspirado en teorías socialistas.85 Boulanger también fue el primero en hablar abiertamente de Revancha y en proclamar la necesidad de modernizar masivamente el armamento, recordando el 84 85

Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 375. Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p.262.

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peligro de la Alemania de Bismarck y reconociendo abiertamente la lógica del equilibrio de poder. En mayo de 1886, los periódicos publicaron un discurso dado durante cierto funeral militar, en el cual el ministro de guerra revelaba sus intenciones para con Alemania. “Nous pouvons enfin renoncer à la triste politique défensive. La France doit désormais suivre hautement la politique offensive”. 86 [Podemos por fin renunciar a la triste política defensiva. Francia debe de hoy en adelante seguir una política ofensiva.]

Hizo construir fortificaciones en la frontera, prohibió la compra de caballos para el ejército en Alemania, modernizó el servicio cartográfico, introdujo el uso del rifle Lebel de ocho tiros y el primer sistema de comunicación telefónica que haya tenido el ejército francés. Su defensa del rearme, la modernización del equipo y el aumento al presupuesto de defensa le dieron un lugar entre las organizaciones nacionalistas y de antiguos combatientes. Y para confirmar su papel de encarnación de la revancha, el mismo Otto von Bismarck lo utilizó para ejemplificar el peligro del belicismo francés ante el Reichtag. En enero de 1887, el canciller logrará hacer aprobar sus medidas de incremento de las fuerzas armadas alemanas después de mencionar el militarismo francés en ascenso por medio de la popularidad del ministro de guerra.87 Tras la confirmación del enemigo

86 87

Citado en: Bach André, Op. Cit, p. 387. La fievre hexagonale, les grandes crises politiques 1871-1968, p. 117.

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número uno, Georges Boulanger pasó a ser conocido entre sus seguidores cómo Général Revanche. Se compusieron canciones al respecto.88 La primera advertencia de su popularidad desmedida llegó el 14 de julio de 1886 durante la conmemoración de la Revolución francesa. Tras haber obtenido que la fiesta nacional incluyera un desfile militar, Boulanger fue ovacionado por la multitud después que el gobierno desfilara en medio de la indiferencia general. El desfile de 1886 confirmó a Boulanger como un hombre de masas.

B.2/ El proyecto de reforma militar (mayo 1886) Entre todas las acciones del breve ministerio de Boulanger, se encuentra una propuesta de reforma militar que jamás sería aprobada y que sin embargo es quizás la pieza más importante para entender el desarrollo futuro del movimiento que llevaría su nombre. Nos detendremos en la historia de esta propuesta y en su contenido pues ilustra los motivos del rompimiento de ministro de guerra con sus aliados políticos y con su gobierno. Y es, sobre todo, una ventana al proyecto que Boulanger tenía para el ejército. La Ley de Organización del Ejército de 1873 establecía un servicio militar obligatorio de cinco años, pero contenía también toda una serie de excepciones a la regla. El clero, entre otros, estaba exento de servicio. Esta ley aprobada por el grupo de Thiers era vista con hostilidad por buena parte de los republicanos. Dentro de su deseo de democratizar a la sociedad, estos últimos defendían una aceptación amplia dentro del 88

Brogan, D. W., Op. Cit, p.225-226.

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servicio militar para suprimir las injusticias entre clases al momento de enlistar. Ya hemos visto que los teóricos de la Nación consideraban al ejército como un vehículo excelente para fomentar las relaciones entre clases sociales y la unión nacional. Por ese motivo, el predominio de clases populares entre los enlistados era visto como una injusticia en beneficio de las clases altas y de grupos privilegiados como el clero. Por otro lado, un servicio militar de cinco años era considerado un tiempo demasiado largo para los reclutas. Se temía que tanto tiempo bajo las órdenes de los militares creara un abismo entre los enlistados y los civiles, fomentando el surgimiento de una lealtad militar por encima de la lealtad nacional. Hasta 1885, varias reformas fueron propuestas, aunque la inestabilidad ministerial del sistema parlamentario nunca permitió que se aplicaran. En 1882, el ministro de guerra, general Jean-Baptiste Billot, proponía reducir el tiempo de servicio de cinco a tres años y suprimir algunas excepciones para garantizar una participación más igualitaria. (Es notable que esta iniciativa, que reagrupaba lo esencial de las reformas deseadas por los republicanos, fuera propuesta no solamente por un militar, sino por un militar que jugaría un papel importante al momento del Caso Dreyfus). En marzo de 1886, Boulanger anunció que retiraba la propuesta de Billot. Una vez más, se trató de una acción deliberada que atentaba contra las prerrogativas de la Cámara, la cual ya había aprobado el estudio del proyecto. Su argumento fue que al haber cambiado la mayoría parlamentaria y la conformación del gobierno, no podía, cómo ministro de guerra, conservar un proyecto que no correspondía a las opiniones de su gobierno. Hubo quien sospechó que Boulanger buscaba poner fin a las reformas democráticas deseadas por la República:

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“Quelle justification peut-il apporter alors que cette évolution militaire correspond aux voeux du pays qui réclame encore la suppression de privilèges incompatibles avec le régime républicain?”89 [¿Qué justificaciones puede aportar, si esta evolución militar corresponde a los deseos del país, que aún reclama la supresión de privilegios incompatibles con el régimen republicano?]

La sospecha resultó infundada puesto que el 25 de mayo del mismo año, el nuevo ministro de guerra presentó su propio proyecto de reforma militar. Lejos de atentar contra los deseos de la izquierda, Georges Boulanger pretendía ir todavía más lejos de lo que había propuesto Billot. Todos los hombres adultos deberían cumplir su servicio militar “sin que la pertenencia a un medio o a una corporación cualquiera sea derecho de excepción”.90 También se suprimirían las diferencias entre hijos legítimos e ilegítimos al momento de enlistar. No era hacia los republicanos que las reformas iban dirigidas, sino contra los conservadores católicos que vieron en esto un atentado contra el clero y la familia. Hasta aquí, el proyecto conservaba el apoyo de los radicales. Ahí donde Boulanger mostró sus verdaderas intenciones, no fue en estas medidas políticas y abiertamente ideológicas concernientes a la igualdad del enlistado. El núcleo del pensamiento que es necesario rescatar antes de proseguir con la trayectoria del boulangisme, es el plan de reorganización a profundidad del ejército francés y el destino de las bases del mismo: los oficiales.

89 90

Diputado Ballue, abril 1886. Citado en: Bach, André, Op. Cit, p. 378. Citado en: Ibid., p. 379.

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Partiendo siempre del punto que el objetivo a lograr en el ejército era la igualdad republicana, Boulanger consideraba que las reformas realizadas al sistema de escuelas militares y su importancia creciente desde 1871, lejos de haber ayudado a esa democratización de la institución castrense, no habían hecho más que mantener la desigualdad de oportunidades. El haber subordinado la escuela militar a la escuela republicana no hacía más que transplantar las desigualdades de una a la otra. En otras palabras, las capas populares se encontraban automáticamente en inferioridad frente a las capas sociales acomodadas al momento de competir por un puesto de oficial. La importancia desmedida dada a los conocimientos básicos en educación de primer nivel era un impedimento para que los candidatos de poca instrucción lograran entrar a las escuelas militares y salieran de ellas con calificaciones que les permitieran abrazar una carrera exitosa de oficial y alto oficial. Mientras la educación fuera la base para la elección de oficiales, jamás existiría igualdad de oportunidades entre los candidatos. La solución propuesta era la simple y llana desaparición de las escuelas militares. La única atenuante sería el caso de los ingenieros y otras actividades especializadas que precisarían de estudios particulares en la Escuela Politécnica. Todos los demás candidatos a escuela deberían pasar un año de su servicio militar sirviendo en un regimiento. Estos candidatos entrarían a una Escuela Normal Militar en la cual se les daría una educación enfocada en aspectos prácticos, con la parte teórica limitada a lo esencial para no darle ventaja a los más educados. De esa forma se esperaba dar igualdad de oportunidades a quienes entraban con un bagaje intelectual anterior y a quienes entraban con su experiencia de un año de servicio.

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Tras un año de estudios, el candidato saldría con un puesto provisional de subteniente, que debería confirmar con seis meses de servicio activo en un regimiento. Si una mayoría de oficiales de ese regimiento daba una opinión positiva del candidato, se le confirmaría su rango para los últimos seis meses y podría comenzar su carrera con la posibilidad de entrar a un concurso al llegar a capitán para pasar a altos estudios especializados. Quienes fallaran los seis meses de prueba serían sencillamente enviados a terminar sus seis meses de servicio con el rango de brigada (adjudant).91 Un año de servicio inicial, un año de estudios, un año para confirmarlos en la práctica. Poniéndolo en paralelo con la evolución del ejército francés desde 1871, no sorprende que Boulanger haya perdido el apoyo de sus promotores radicales. En pocas palabras, lo que Boulanger sugería era una reforma masiva que destruía todo lo que se había implementado desde la derrota con Alemania. En nombre de la igualdad de oportunidades, buscaba ponerle fin al sistema de escuelas militares calcado del modelo alemán. La educación del oficial ya no serviría de nada si éste no hacía sus pruebas en el campo de batalla. La teoría no sería superior a la práctica porque esta última era la única que todos los reclutas compartían sin excepciones. El objeto ya no era crear un cuadro selecto de oficiales educados, sino fomentar la asimilación de todos los grupos sociales por medio del respeto a la capacidad individual. Boulanger sabía por experiencia que el ascenso de un oficial de origen social inferior no se realizaba en las academias, sino en las colonias. Desde que se había implementado el sistema alemán de preparación, la brecha entre oficiales de academia y oficiales de campo de batalla se hacía cada vez más ancha. A nivel estrictamente 91

Ibid., p. 378-381.

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militar, las diferencias entre un oficial de Saint-Cyr y un oficial formado en Tonkin no eran otra cosa que las diferencias entre un estudiante burgués y un estudiante obrero. Pero lo que es más ilustrativo, es que la reforma de Boulanger era todo menos original. De hecho, estaba calcada en teorías esgrimidas por las franjas más extremas de la izquierda republicana y por ciertos socialistas. La idea de estos últimos era básicamente la misma con otras palabras: a diferencia de lo que creían los republicanos, la mayor amenaza para el ejército no eran los monárquicos, sino la burguesía misma. Combatir el acaparamiento de altos puestos por burgueses era el objetivo de la extrema izquierda, con el objeto de fomentar la unión auténtica de los franceses sin importar su origen, e inclusive de transformar paulatinamente al ejército, de un instrumento de represión en manos de los burgueses, en un instrumento en manos de los trabajadores y potencialmente revolucionario. Así lo explicaba en 1884 el diputado de extrema izquierda Eugène Delattre: “A notre societé démocratique, il faut une armée organisée démocratiquement. […] En France, les nobles sont rares et n’ont guère d’influence dans notre pays si démocratique. Par contre, nous avons une bourgeoisie puissante… […] Toujours la flibusterie bourgeoise: tout pour elle, par le truc des écoles, et pour les autres s’il en reste. Sur nos cent généraux de division en activité de service, six seulement sont sortit des rangs, Tous les autres, des écoles”.92 [Nuestra sociedad democrática necesita un ejército organizado democráticamente. […] En Francia, los nobles son escasos y no tienen gran influencia en nuestro país tan democrático. En cambio, tenemos una poderosa burguesía… […] Siempre el filibusterismo burgués: todo para 92

Citado en: Ibid., p. 380-381.

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ellos, por el truco de las escuelas, y por otros. Sobre cien generales de división en actividad, solamente seis han salido de las filas. Todos los demás, de las escuelas.]

Romper el sistema de preferencia escolar era pues una forma de impedir que la burguesía, aventajada en los estudios como en el resto, acaparara los altos rangos. Para los moderados, esto generaba mayor democracia en el ejército. Para los extremistas, impedía que el ejército se alineara con el gobierno en caso de revolución. Es exactamente este tipo de acciones las que dieron a Boulanger los apoyos que necesitó cuando los radicales se resignaron a dejarlo ir. Aún para los radicales de Clemenceau, un proyecto de este tipo estaba en total contradicción con lo que tenía que ser un ejército moderno. El sistema alemán dominaba las mentes. Un ejército moderno implicaba un ejército educado, en el cual los oficiales que manejaran a la tropa no fueran únicamente soldados sino también especialistas a diversos niveles. La democratización tan deseada por los republicanos no debía implicar el debilitamiento de las fuerzas armadas. En ese aspecto, la democracia chocaba con el ejército. Y lo hacía a niveles aún más profundos. Cuando se recuerdan las declaraciones de Boulanger durante la huelga de Decazville, se descubre un patrón en su deseo de asimilar al ejército con la Nación. Un ejército integrado por la nación entera, encargado de la defensa de la nación entera, compuesto por trabajadores armados que se identifican con trabajadores en huelga. Todo esto ya tenía un matiz demasiado socialista para muchos. Un ejército identificado con el pueblo era un concepto profundamente democrático que los republicanos defendieron siempre. Pero lo que se descubre al momento de asumir las consecuencias de las declaraciones de Boulanger y

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los suyos, es que también destruye una de las bases del poder militar desde la Comuna. ¿Ya no existiría pues un abismo entre la disciplina castrense y la lealtad de clase? ¿Cuál era entonces la relación entre el ejército/nación y el gobierno? Tomada literalmente, ¿la democracia le daría al ejército la capacidad de intervenir como institución en las decisiones políticas, en nombre del pueblo al cual encarnaba? Con Boulanger, la Tercera República ve surgir una seria falla en la lógica de insertar democracia dentro de la institución castrense. Si la República pretende democratizar el funcionamiento del ejército, entonces lo vuelve capaz de intervenir en el proceso democrático, en la toma de decisiones. Las leyes de supresión del derecho de expresión y del voto para los militares habían sido justamente implementadas para mantenerlo fuera, alejado de los conflictos que sacudían a una joven república que no tenía garantizada la sobrevivencia frente a las tendencias antiparlamentarias. Con Boulanger, surgía la posibilidad de que la democracia llevada a su máxima extensión acabara con el control del poder civil sobre el poder militar. Eran los radicales, llamados así justamente por su definición de democracia más completa que la de cualquier moderado, quienes acabarían enfrentándose a esta concepción. La Cámara rechazó el proyecto en junio de 1887. El mismo Freycinet se declaró en contra. No había mejor prueba del rompimiento de Boulanger con el gobierno. El presidente del Consejo acababa de rechazar la propuesta de uno de sus ministros.

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B.3/ El movimiento antiparlamentario En abril de 1887, un agente fronterizo llamado Schnaebelé es arrestado en la frontera por sus contrapartes alemanes bajo la acusación de ser un agente infiltrado. Según testigos, el arresto ocurrió dentro del territorio francés. Francia protesta, Alemania también. El asunto llega hasta el Parlamento. Boulanger, nuevamente sin consultar con nadie, propone una orden de movilización general. Lo cual equivale en pocas palabras a pedir una guerra.93 Su propuesta es rechazada y el asunto termina arreglándose cuando los alemanes acceden a liberar a Schnaebelé. A los ojos de sus partidarios, Boulanger acababa de imponerse ante Bismarck. A los ojos del parlamento, los radicales habían cruzado la línea. El 17 de marzo de 1887, setenta diputados del centro, guiados por Jules Ferry, habían formado una nueva mayoría con la derecha para tumbar al gabinete de Freycinet. El 30 de mayo, el nuevo presidente del Consejo, Maurice Rouvier, forma su gabinete, del cual excluye a Boulanger. Tras un discurso en el cual advierte los peligros de las políticas extremistas que amenazan la unión nacional, anuncia el regreso a una República moderada, de conciliación entre los grupos.94 Entre sus primeras acciones están el retiro de Boulanger del ministerio de guerra y su envío a un nuevo puesto de mando en Clermont-Ferrand. Sólo entonces comienza el gradual retiro de Boulanger de la legalidad. En ese mismo mes de mayo, los seguidores del exministro de guerra protestan por su alejamiento del gobierno y de la capital. La Liga de los Patriotas y el periódico socialista 93 94

La fièvre hexagonale, les grandes crises politiques 1871-1968, p. 117. Ibid., p. 117-118.

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l’Intransigeant de Henri de Rochefort llaman a los parisinos a dar una muestra de su repudio al nuevo gabinete. En las elecciones municipales de mayo, 12% de los votantes de París escriben “Boulanger” en las boletas. Sin importar que Boulanger no sea elegible, que no haya hecho campaña y que ni siquiera se haya confirmado que aprobó la medida. El 8 de julio, el día de la partida de Boulanger a provincia para asumir su nuevo puesto, miles de seguidores se reúnen en la estación de trenes y bloquean las vías para impedir que se marche. Entonando La Marsellesa y otros cantos, invitan a Boulanger a no aceptar su evicción. Al llegar la noche, el general abordará otro tren y partirá. En reacción, Ferry advierte por primera vez de los peligros que entrañan las lealtades a Boulanger. La Justice, periódico radical que hasta ese momento apoyaba al general, inicia su distanciamiento y dice rechazar el culto al hombre fuerte por encima de la legalidad republicana.95 No todos lo hicieron. Mientras que el grueso del grupo radical de distanciaba del excesivamente popular general, algunos de los integrantes más prestigiosos de la izquierda parisina se mantuvieron a su lado. Entre ellos Alfred Naquet y Henri de Rochefort. Un radical y un communard. En enero de 1888, estallaba el escándalo de la venta de condecoraciones. Se descubrió en París una red encargada de vender condecoraciones militares, incluyendo la Legión de Honor; red dirigida por nada menos que Daniel Wilson, hombre de negocios y yerno del presidente de la República Jules Grévy. No solamente eso, sino que el dinero fue utilizado para financiar periódicos políticamente afines. Tras varias semanas de escándalo y desasosiego, el mismo Grévy renunció a su cargo a pesar de

95

Ibid., p. 119.

80

no estar inmiscuido y se prepararon elecciones presidenciales extraordinarias. Una vez más, todo el gobierno cambiaría de manos. Vale la pena detenerse en el estado de ánimo al cual los eventos ya descritos habían llevado para entender cómo se desarrolló la elección de candidatos por los partidos y la consumación del rompimiento de Boulanger con el gobierno. Resumiendo, la derecha y los republicanos moderados habían demostrado ser capaces de aliarse con tal de derribar al gobierno radical, sin importar el rencor que hayan dejado las medidas anticlericales del gobierno de Jules Ferry. Los republicanos moderados del expresidente del Consejo preferían volver a una política conciliadora con los conservadores si con ello le hacían frente a la izquierda. Esta alianza se mantuvo al momento de las elecciones presidenciales. Con el objeto de impedir el triunfo de un radical, los moderados y derechistas se unieron detrás de Jules Ferry. Cuando la noticia de su candidatura se hizo pública, la izquierda organizó manifestaciones de repudio. Nuevamente surgió a flote el odio que se le tenía a Ferry “el tonkinés”, el colonialista, el capitalista. La Liga de los Patriotas desfiló lado a lado con radicales y socialistas, incluyendo a viejos comunards. El rechazo a una alianza entre la Reacción y los oportunistas puso lado a lado al nacionalismo de la Liga, el anticlericalismo de los radicales, el socialismo de los obreros. Entre los dirigentes y apoyos de estas manifestaciones estaban Henri de Rochefort, Paul Déroulède, Alfred Naquet, Georges Laguerre…96 todo el estado mayor de Boulanger. Todos llamando a una coalición contra Ferry y los clericales.

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Estudiaremos estas figuras del boulangisme más adelante.

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No deja de ser curiosa la forma en la cual enemigos de toda la vida terminaron aliándose con tal de recuperar el control de un sistema que desde su fundación había convertido el juego de alianzas en la clave del poder político. Esta falta de control sobre la estabilidad gubernamental fue duramente criticada por los nacionalistas de Paul Déroulède, quienes enarbolaron un programa basado en una palabra: revisión. La Constitución de 1875 era para ellos responsable del excesivo parlamentarismo del sistema francés. La defensa de un poder ejecutivo con amplios poderes era el núcleo del programa de una de las bases electorales de Boulanger. Por su lado, los radicales de Clemenceau se voltearon hacia un candidato plural capaz de reconciliar a las familias republicanas a costa de Ferry y de sus aliados conservadores. Sadi Carnot era un republicano moderado y hombre de negocios, miembro de una familia notable por su participación en la Revolución. Era además ampliamente desconocido. El grueso de los radicales y de los moderados le dio su apoyo, aislando a Ferry y marginando a los extremistas de Boulanger. Con Carnot, los radicales acababan con ambas oposiciones: preservaban el poder de manos de la derecha y se aseguraban que el gobierno fuese lo bastante moderado para que Boulanger no volviera. La maniobra funcionó. Sadi Carnot fue elegido presidente de la República francesa. Los nacionalistas y la izquierda antirrepublicana fueron reducidos de una sola vez a la oposición. Las circunstancias harían de Boulanger el hombre a través del cual pondrían en común lo único que compartían: su antiparlamentarismo. A partir de 1887, se empieza a hablar oficialmente de boulangisme. Con la victoria presidencial de los republicanos, dispuestos a sacrificar sus diferencias ideológicas

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sobre el altar de la estabilidad, las franjas más extremas de sus propios movimientos y otros abiertamente hostiles se fueron congregando alrededor de un discurso y de una figura. Durante las elecciones de enero, Boulanger había viajado a París, abandonando su puesto sin autorización, y se había entrevistado con los dirigentes de la oposición nacionalista parisina. Por esas mismas fechas, aunque esto se supo años más tarde, se entrevistó con los representantes del heredero al trono y con los bonapartistas refugiados en Suiza. El 27 de febrero, se realizaron las primeras de una serie de elecciones departamentales parciales para rehacer la conformación del gobierno. Sin presentarse en ninguna de ellas, Boulanger ganó más de medio millón de votos en 7 departamentos. Había surgido el Partido Nacional. El 12 de marzo, era fundado un periódico: La Cocarde, el órgano oficial del boulangisme. Por primera vez el general abrazó abiertamente su papel de candidato y llevó a cabo una campaña completamente ilegal que no le pudo servir para ser elegido pero sí para evaluar su popularidad. Defendiendo un programa en el cual mezclaba el nacionalismo plebiscitario de la Liga de los Patriotas y las reformas sociales de la izquierda, Boulanger defendió la instauración de una “verdadera” República que no fuera paralizada por la inestabilidad parlamentaria, sino que se encarnara en un jefe de gobierno con amplios poderes, refrendado siempre por el plebiscito. Tras años de defender a un gobierno anticlerical, se acercó a la derecha al dar una entrevista en un periódico católico donde garantizaba que no realizaría persecuciones religiosas.97 Para ganarse al incipiente movimiento judeofóbico, habló de luchar contra el capital judío, sin por ello alejarse de uno de los 97

Halasz Nicholas, Op. Cit, p.108-109.

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judíos más conocidos y odiados de Francia: Alfred Naquet, radical que se había ganado el encono de los católicos al hacer aprobar la ley que legalizaba el divorcio en 1884. 98 Por su lado, el gobierno reaccionó con cada vez más agresividad ante la oposición organizada y sorprendentemente vasta de Boulanger y los suyos. El 17 de marzo, aprovechando la ilegalidad de la campaña política del general, Sadi Carnot firmó el retiro de Boulanger,

acabando con su carrera militar. Y el 26, firmó su orden de

expulsión del ejército. Lo cual resultó ser una pésima decisión puesto que le daba al primer opositor al régimen la posibilidad de entrar legalmente a la contienda electoral. Expulsado del ejército, Boulanger se lanzó a la campaña para diputado. Según la ley electoral de la Tercera República, cualquier candidato podía competir para representar a cualquier departamento, o a varios, en tanto renunciara a uno de los puestos si resultaba electo en más de uno. Ésta era otra de las muchas medidas republicanas encaminadas a garantizar democracia al momento de elegir a los representantes y a romper el monopolio de las familias de notables en sus propios bastiones. Bajo la Tercera República, era posible representar a cualquier departamento sin necesidad de residir en él. Boulanger sacó ampliamente provecho de esta libertad. Ya el 25 de marzo había hecho una campaña extraoficial al momento de las elecciones en 2 departamentos y había ganado en uno de ellos. Con su expulsión del ejército, los resultados comenzaron a contar, agregándosele que varios boulangistes comenzaron a presentarse en elecciones locales. A partir de entonces, Boulanger realizó una campaña para probar su popularidad, presentándose en todas las elecciones,

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Winock, Michel, “Émancipation et éxclusion. La France et la question juive”, L’Histoire, nº 269, octubre 2002, p.47.

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renunciando si ganaba, y presentándose en la siguiente. En abril, triunfó en Dordogne y el Norte, región obrera. En agosto, ganó consecutivamente en tres más. En enero de 1889, un diputado de París murió en el cargo, obligando a elecciones parciales para su puesto. De inmediato, Boulanger se presentó y provocó que se formaran dos grandes congresos. El 7 de enero, un congreso de sus adversarios reunió a radicales y moderados para decidir el curso de acción. Acordaron presentar a un candidato común. Por su lado, los socialistas de todas las tendencias se reunieron para decidir por primera vez que posición adoptar frente al fenómeno Boulanger. Acabaron divididos entre los blanquistas partidarios de Boulanger; los opositores que se unieron a la coalición republicana; y los marxistas del Partido Obrero Francés, quienes presentaron a su propio candidato. El 27 de enero, las calles de París se llenaron de simpatizantes del exministro, en espera de los resultados. En el Palacio del Elíseo, el gobierno pidió la ayuda de la prefectura de París para rodear la sede de gobierno con tropas de seguridad. Se sabía que las mismas fuerzas de la prefectura incluían simpatizantes de Boulanger y por primera vez corrió el miedo a un golpe de Estado. Muchos temían que esa misma noche, impulsados por la victoria, los boulangistes entrarían en el Elíseo haciendo uso de sus apoyos en la población, la policía y, ¿por qué no?, el ejército. Cuando al caer la noche llegaron los resultados finales, el triunfo de Boulanger fue avasallador: había obtenido 245 000 votos. El candidato radical de la coalición obtuvo 162 000 y el candidato de los marxistas 17 000. Estas cifras dicen mucho de la naturaleza social del apoyo al Partido Nacional: hasta ese entonces París había sido un bastión de los republicanos radicales y de los socialistas en ambientes obreros,

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mientras que la derecha (conservadores y bonapartistas) solía obtener alrededor de 90 000 votos. Asumiendo que lo esencial del voto de la coalición provenía de los ambientes moderado y radicales, y aún asumiendo (lo cual es dudoso como veremos) que Boulanger conservó lo esencial del voto “derechista”, esta votación parece indicar que aún sumando los votos de los candidatos derrotados, Boulanger tiene que haber recibido más de la mitad de sus votos de grupos radicales y socialistas. 99 Boulanger fue elegido diputado por el electorado tradicional de París. Llegado a este punto, los hechos son difíciles de desentrañar. Boulanger había triunfado y la calle rebosaba de apoyos diversos hasta entre la policía. Muchos políticos temieron que Boulanger se decidiera a marchar al Elíseo seguido de su tropa. Algunos autores e inclusive algunos boulangistes, insistieron después que al enterarse de los resultados, Déroulède, Naquet y Rochefort le sugirieron al nuevo diputado que marchara y tomara el control del gobierno por la fuerza. Déroulède habría propuesto sacar provecho del triunfo y del apoyo masivo de París para que al día siguiente Boulanger se presentara frente al parlamento y reclamara la revisión de la constitución, embistiendo al sistema desde adentro al hacer jugar al máximo el miedo del gobierno. Boulanger se habría negado al golpe de fuerza, considerando que su comprobada capacidad para triunfar en las elecciones hacía más prudente el trabajar por la revisión de

forma

legal.

Otros autores más contemporáneos consideran

que

estas

interpretaciones se deben esencialmente al miedo del gobierno y a lecturas posteriores de antiguos boulangistes que buscaban justificar el fracaso de lo que muchos vieron

99

Brogan, D. W., Op. Cit, p.249.

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cómo una oportunidad perdida.100 Estos autores consideran que las acciones de Boulanger a lo largo de toda su campaña demuestran que nunca estuvo dispuesto a intentar un golpe de estado, ya sea por miedo a falta de apoyo, ya sea por convicción de que las reformas llegarían gracias al sistema electoral del cual sacaba amplio provecho. De una forma u otra, Boulanger no se movió ni esa noche ni al día siguiente. Ni siquiera asistió a la sesión en la Cámara. Esta elección marcó el principio del fin para Boulanger y el movimiento que lo acompañaba. En cuestión de meses, la mayoría relativa de la asamblea compuesta de radicales y moderados, junto con el ministro del interior Ernest Constant y con el pleno apoyo del gobierno de Sadi Carnot, tomarían medidas que quebrarían a un movimiento que los había derrotado en las urnas. En menos de un mes el gobierno pasó y aprobó, por escasa mayoría, una resolución que suprimía las candidaturas múltiples, candidaturas que ellos mismos habían defendido en nombre de la democracia. Al retirar la posibilidad de presentarse en varias elecciones en diversos sitios, el gobierno impedía a Boulanger sacar provecho de su prestigio en giras electorales nacionales y restringía la influencia de sus seguidores a la capital, acabando con sus posibilidades de extender su influencia en las provincias. Se suprimió también el scrutin de listes: el escrutinio por listas que permitía a una lista de representantes ganar una elección común. Esta maniobra impedía que el nombre prestigioso de Boulanger fuera la puerta de entrada para sus seguidores junto con él. Al suprimir la posibilidad de presentar listas en las elecciones, el gobierno aislaba a 100

Sternhell Zeev, Op. Cit, 1997.

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Boulanger de los candidatos que sacaban provecho de su popularidad para entrar a formar parte de los gobiernos locales. Fue otra medida republicana que los republicanos suprimieron. Diría Jules Ferry: “Es una cuestión de comer o ser comido y el partido republicano merecerá el desprecio de la historia si no puede oponer a la revolución que se está organizando más que una confianza fatalista en los principios”.101 Ferry se limitaba a confesar lo que el gobierno ya estaba realizando: más valía sacrificar los principios defendidos por la República, que ver a la República desaparecer. Debe tomarse en cuenta también el término que utiliza para referirse al boulangisme: revolución. Lo más parecido que Francia había vivido a una revolución desde la proclamación de la República era la Comuna de París. No es coincidencia, como veremos, que Ferry los asocie. Una vez golpeada la base electoral de la oposición, Ernest Constant le declaró la guerra a las organizaciones que componían al Partido Nacional. La Liga de los Patriotas fue disuelta junto con otras asociaciones acusadas de conspiración contra el Estado. La ventaja que obtenía el gobierno era que según la Constitución de 1875, los delitos de conspiración contra el Estado podían ser juzgados por el Senado, actuando como Suprema Corte de Justicia. Si frente a un tribunal el estado mayor boulangiste podía esperar defenderse de las acusaciones del gobierno, no tenía tal oportunidad frente a un senado mayoritariamente hostil, convertido en tribunal jacobino como lo definiría el mismo Clemenceau, defensor de la medida.102 Antes de que tal procedimiento fuera

101 102

Citado en: Brogan, D. W., Op. Cit, p.251. Citado en: Ibid., p.252.

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llevado a cabo, la maniobra dio sus frutos: diversos dirigentes boulangistes se exiliaron, incluyendo a Georges Boulanger quien partió a Bruselas el 1º de abril con su amante. Fue ese el momento en el cual se reveló a la opinión pública un hecho que hasta ese momento había permanecido discreto: la franja conservadora católica comenzó a negociar con la oposición para recuperar ambos el poder que la República les había arrebatado. Se comenzó a saber que Boulanger había mantenido contactos con los monárquicos, bonapartistas y católicos, de los cuales había obtenido financiamiento para su campaña. El boulangisme estalló desde adentro. Las diversas capillas que se habían reagrupado detrás del general rompieron entre ellas y comenzaron a proponer candidatos individuales. Con la Liga de los Patriotas disuelta a la fuerza, radicales y socialistas peleando por la necesidad de aliarse con los conservadores católicos, y el gobierno por primera vez en años en manos de una alianza incluyendo a todas las tendencias deseosas de salvar a la República como era, el boulangisme dejó de existir. Si en las elecciones generales de septiembre, aún con el general en el exilio, 44 diputados del Partido Nacional entraron a la Cámara, eso no lo convenció de regresar. La amenaza de un juicio político estaba en el aire y llegado a este punto el apoyo popular no le serviría frente a la estrategia legal del régimen. Permanecería en el exilio hasta 1891. Dos meses después de la muerte de su amante, se suicidaría de un balazo sobre su tumba. Mucho antes, las divisiones de sus tropas y las modificaciones a las leyes electorales habían llevado a un avasallador regreso de los republicanos, unidos todos en el deseo de preservar a la República parlamentaria. El movimiento nacionalista estaba quebrado y dividido, por los republicanos y por sus propias oposiciones.

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A manera de legado para la historiografía futura, la Francia republicana llevó a cabo una campaña destinada a durar y a impregnar las lecturas que se tendrían sobre el Partido Nacional. A base de discursos, mítines políticos, artículos y caricaturas, Georges Boulanger quedó convertido en un reaccionario primario, un arma de los conservadores y los católicos para recuperar el poder y destruir a la república democrática. Imágenes corrieron en las cuales se presentó a Boulanger disfrazado de Napoleón III, marchando a degollar a Marianne con ayuda del dinero de los aristócratas y el clero.103 Mucho antes de su caída, los republicanos buscaron reescribir la historia, acusándolo en la Cámara de ser un reaccionario constante y pasando por alto su larga alianza con el gobierno radical. Charles Floquet, presidente del Consejo en 1888, lo acusará de jamás haber sido republicano y de haberse coludido con monárquicos. El discurso llevará a un duelo entre ambos del cual Boulanger salió vivo de milagro. 104 Ayudados por las confesiones posteriores de los boulangistes quienes mantuvieron contacto con el ala conservadora de la oposición, el papel de Boulanger fue reducido al de un militar golpista. Camille Pelletan, republicano de centro-izquierda ya mencionado, no duda en escribir que el sufragio universal condenó a Boulanger antes que la justicia, ignorando totalmente el éxito arrollador que ni la coalición republicana había podido impedir.105 El periódico posibilista106 Le Parti Ouvrier, afirmará que el pueblo mismo condenó a Boulanger, lamentando que una fracción del movimiento obrero se haya

103

Les fonds secrets du boulangisme, caricature de Pépin sur le financement de la campagne de Boulanger, Le Grelot, novembre 1888. Imagen en: Sternhell, Zeev, Op. Cit. 104 Bach André, Op. Cit, p. 409. 105 Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.51. 106 Fracción socialista reformista surgida de una scición con los marxistas hacia 1880. Dirgida por Paul Brousse y Benoît Malon. Opuestos a Boulanger.

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dejado engañar por un “cesarista”.107 En otras palabras, negando cualquier tipo de faceta popular en el boulangisme. Ésa sería todavía la imagen vehiculada por León Blum en los años 1930.

C/ Anatomía del movimiento C.1/ La base electoral del Partido nacional. La ideología del nacionalismo popular - Déroulède y la Liga de los Patriotas: Desde la fundación de su Liga en 1882 y hasta su muerte en 1914, Paul Déroulède representará el espíritu del revanchismo exacerbado. La concepción de que el tiempo se detuvo en 1870 y que hasta que la afrenta de la derrota y robo de Alsacia-Lorena sean borrados no deberá existir otra prioridad nacional. A esta idea fija, las circunstancias agregarán una concepción muy propia del republicanismo que le hará el líder del movimiento “plebiscitario”. Nacido en 1846, Paul Déroulède fue soldado en la guerra franco-alemana y participó como tal en la represión de la Comuna de París. Cercano a Leon Gambetta y a los círculos republicanos, poeta nacionalista, defensor de los valores militares y marciales, funda la Liga de los Patriotas en 1882 con apoyo, entre otros, del futuro presidente de la república Félix Faure.108 Vista con buenos ojos por los republicanos y figuras como Víctor Hugo, la Liga afirmaba su deseo de preservar el espíritu de la revancha. Apolítica, fomentaba las reuniones de antiguos combatientes y la educación de las

107

108

Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.21. Winock, Michel, La France politique XIXe-XXe siecle, éditions du Seuil, 2003, p.146.

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futuras generaciones en valores patrióticos antialemanes. Defendía la concepción republicana de un ejército nacional que encarnara el deseo nacional de venganza y apoyó medidas como la introducción de actividades deportivas y educación física a nivel escolar para combinar y complementar la formación militar con la civil. Creó clubes de gimnasia, llevaba a cabo desfiles de tipo militar, publicaba panfletos y periódicos patrióticos… Todo el esfuerzo de la Liga se enfocaba en garantizar una unión nacional sin diferencias ideológicas, dispuesta a marchar contra Alemania cuando llegara el momento.109 La violencia del objetivo final de la Liga para con Alemania no queda en duda cuando es puesto en palabras del mismo Déroulède: “L’heure est venue d’un égoïsme national […] d’une passion nationale absorbante, exclusive, jalouse comme toutes les passions.” […] “Quand à la fraternité des peuples, nous en reparlerons le jour où Caïn nous aura rendu ce qu’il nous a pris”. […] “Le chef doit être cru. Il doit, en tout cas, être obéi”. 110 [Ha llegado la hora de un egoísmo nacional […] de una pasión nacional absorbente, exclusiva, celosa como todas las pasiones. […] En cuanto a la fraternidad de los pueblos, hablemos de ello el día que Caín nos haya devuelto lo que nos quitó. […] El jefe debe ser creído. Debe, en cualquier caso, ser obedecido.]

Rápidamente, la dirección tomada por la República va a llevar a Déroulède y a su Liga a encarnar una visión de Francia que consideraron necesaria crear antes de poder pensar en la posibilidad de una revancha. Tras la muerte de Gambetta, Déroulède se alejó de los republicanos y en particular de Jules Ferry, al cual criticaba su desperdicio 109

Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p. 283-284. La fievre hexagonale, les grandes crises politiques 1871-1968, p. 105. 110 Déroulède, Paul, la défense nationale, conférence faite a Rouen le 22 juin 1883, Paris, CalmannLévy, 1883. Citado en: Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.89; 99.

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de hombres y recursos en inútiles campañas coloniales que distraían del enemigo vecino.111 A los socialistas herederos de la Comuna (contra la cual combatió), los acusaba de fomentar el desorden interno, favorecer la desunión nacional, y le echó en cara al régimen el tolerar la existencia de esos movimientos subversivos. 112 Pero por encima de todo, Déroulède repetidas veces proclamó su rechazo a una República que se había estancado en la mediocridad parlamentaria. Una República en la cual el control de los partidos políticos en todo el sistema de toma de decisiones condenaba a la Nación a una parálisis salpicada de conflictos y juegos de alianzas. Todo ello coronado por el predominio de la “oligarquía parlamentaria”: los políticos demasiado enfrascados en sus propios conflictos como para llevar a cabo una política nacional fuerte y firme enfocada en la revancha. La sobrevivencia del territorio y la recuperación de las provincias perdidas se vuelven para los nacionalistas la única motivación de la política nacional, e implican la supresión de cualquier elemento que amenace la unión interna, llevando a Déroulède a franquear la línea entre patriota liberal y patriota autoritario: “L’heure viendra peut-être où, moins autoritaires, sinon plus libéraux, nous verrons accorder sans peines à l’individu plus d’expansions et plus de droits, mais ce ne sera jamais qu’au lendemain du jour où la justice et la paix reconciliées dans la gloire

111

Es de notar que ese argumento esgrimido en contra de Ferry y sus moderados fue también usado por los radicales, lo cual marca el primer acercamiento entre la Liga y la franja radical dirigida por Alfred Naquet. La fievre hexagonale, les grandes crises politiques 1871-1968, p. 105. 112 Recordando las manifestaciones enarbolando la bandera roja, Déroulède escribiría: “L’anarchie en marche, la démagogie en liberté, le gouvernement complice!”. Citado en: Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p. 284.

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s’embrasseront sur les bords du Rhin. D’ici lás, ne laissons se disperser aucune de nos forces”.113 [La hora vendrá quizás en la cual, menos autoritarios, o más liberales, veremos sin pena que se le otorguen al individuo más expansiones y más derechos, pero sólo podrá ser después de que la justicia y la paz, reconciliadas en la gloria, se abrazen en la ribera del Rhin. Hasta entonces, no dejemos que se dispersen nuestras fuerzas.]

Desde entonces y hasta su muerte, Déroulède hizo campaña como diputado y presidente de la Liga para una reforma masiva a la constitución y la creación de su “verdadera” República. La República de Déroulède es un sistema en el cual el gobernante es elegible. Ahí termina su similitud con la concepción parlamentaria. Seguidor y admirador del legado revolucionario de 1789, el fundador de la Liga de los Patriotas asume el concepto de República como el de un sistema con tintes autoritarios en el cual el poder ejecutivo no es hereditario, sino que es legitimado por el voto y plebiscito de la mayoría por sufragio universal.114 Pero una vez elegido, goza de amplios poderes muy por encima del poder legislativo y del sistema de partidos. La República no debe desaparecer, lo cual lo diferencia profundamente de los contrarrevolucionarios, pero su concepción del poder ejecutivo es el de un gobernante poderoso que ejerce una democracia directa con el pueblo. La Constitución de 1875 es considerada una burla a la democracia, puesto que fue poco más que un compromiso entre la República y los legitimistas restauradores de la monarquía, una forma en la cual el poder de la Cámara es elevado muy por encima del 113 114

Citado en: Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.100. Drouin, Michel (dir), Op. Cit, p.420.

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ejecutivo para darle cierta igualdad de oportunidades a los partidos sin que la posesión del poder ejecutivo amenace la estabilidad general.115 Peor aún, el presidente del Consejo, auténtico depositario del poder del gobierno, no es el elegido del pueblo sino el elegido de la mayoría relativa de la Cámara. El gobierno nacional fluctúa y cae a causa de los juegos de alianza entre partidos, lo cual garantiza una inestabilidad fuente de inmovilismo. A los ojos de Déroulède, el parlamentarismo surgió de la debilidad sobre la cual se fundó la República y es responsable de la carencia de auténtica democracia en un sistema creado para garantizar el statu quo entre ideologías incapaces de superarse unas a otras. Incapaces de colocar a la Nación como prioridad común. Así pues, el presidente de la República ya no es el elegido del pueblo, sino “el presidente honorario de las Cámaras”.116 La solución: “Le chef de l’Etat élu par la nation toute entière, pour une période de quatre ou cinq ans; c’est seulemente ainsi qu’une politique nationale sera substitué a une politique parlementaire, c’est ainsi seulement que pourra vivre et marcher sous son impulsión le progrès que cherche en vain á faire la démocratie et qui est et restera constamment enrayé par l’oligarchie de Chambres omnipotentes”. 117 [El jefe de Estado elegido por la nación entera, por un periodo de cuatro o cinco años; solamente así una política nacional substituirá a una política parlamentaria, solamente así podrá vivir y marchar bajo su impulso el progreso que busca en vano la democracia y que quedará constantemente bloqueado por la oligarquía de Cámaras omnipotentes.]

115 116 117

Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France, p. 286. Ibid., p. 287. Citado en: Ibid., p. 287.

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Elección presidencial al sufragio universal. Supremacía del poder ejecutivo sobre el legislativo durante su periodo de gobierno. Ministros responsables sólo ante el presidente. Referéndum para cualquier tema sobre el cual choquen la Cámara y la presidencia. Capacidad del presidente para disolver el parlamento… Todo el proyecto de Déroulède se encamina a la supresión de la “anarquía parlamentaria”118 y al establecimiento de una presidencia fuerte. Una encarnación de la voluntad de la Nación con prerrogativas que superan los conflictos partisanos. La Liga de los Patriotas se plantea como la defensora del culto a la Nación, al Orden que la hace vivir y al Ejército que garantiza el orden y la futura revancha. Que esta reforma implicara la revisión / disolución de la constitución y una reforma total tanto de las bases de la República como del papel de la Cámara de diputados explica el motivo por el cual la Liga pasó, en cuanto sus posiciones políticas se dieron a conocer, de una organización patriótica con respaldo republicano, a una organización de oposición con intenciones potencialmente subversivas. Para 1886, la Liga se encuentra a punto de hacer implosión. Las nuevas posiciones de Déroulède y de su grupo de antiparlamentarios se enfrentan a la mayoría de los dirigentes, miembros, y organizaciones deportivas que conservan su lealtad al régimen y siguen viendo a la Liga como una organización apolítica. Para la mayoría formada en los valores de la democracia, la Nación y la República están íntimamente ligados. Déroulède, formado en ese mismo ambiente, se plantea abiertamente la necesidad de

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Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.104. Estas medidas llaman la atención por lo similares que son al proyecto de Vª República instaurado por Charles de Gaulle, un militar de formación, quien llevó a la presidencia a predominar sobre el parlamento casi setenta años después. Drouin, Michel (dir), Op. Cit, p.420.

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acabar con el sistema republicano parlamentario, evolucionando hacia tendencias autoritarias que lo enfrentarán con los apoyos políticos que la Liga tuvo desde sus orígenes. En enero de ese año, tras una declaración en la cual Déroulède proclama a Boulanger como el potencial “hombre fuerte” para lograr la reforma a la República, la franja moderada de la Liga intenta ponerlo en minoría en la presidencia y excluirlo. En mayo de 1888, tras un combate entre bambalinas durante el cual Déroulède acusará a los moderados de haberse rendido ante Jules Ferry, es él quien logra expulsarlos bajo acusación de querer dividir a la Liga. Una mayoría de militantes y personalidades se retira y funda una nueva organización, la Unión Patriótica de Francia, que retoma el programa original de apoliticismo patriótico. Por su lado, la Liga queda fuertemente debilitada, viendo partir a la mayoría de sus militantes y perdiendo el control de lo esencial de su sistema de educación. Mientras que el apoyo gubernamental le había abierto las puertas de todo el país, la línea política fijada por Paul Déroulède limita el área de influencia de la Liga a la región de París. Lo que pierde en cantidad, Déroulède lo gana en claridad de objetivos. Su grupo es y será desde entonces un bastión del republicanismo antiparlamentario. Una vez excluidos los moderados, los nuevos dirigentes lanzan un “llamado a los patriotas de Francia” y firman un manifiesto patriótico, antiparlamentario, plebiscitario y abiertamente partidario de Boulanger. Los nuevos dirigentes que firman con Déroulède son Alfred Naquet, Charles-Ange Laisant y Georges Laguerre, los tres últimos políticos republicanos radicales; los cuatro constituyen el futuro núcleo del estado mayor boulangiste. En ese manifiesto, declaran que las intenciones de la Liga son luchar

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contra “la constitución usurpadora de 1875, y contra el parlamentarismo ministerial”. 119 El primer artículo de los estatutos de la Liga habla de reformar las instituciones republicanas. Desde 1886, la Liga se vuelve el principal apoyo de Boulanger, junto con las asociaciones de socialistas blanquistas. Durante el mitin del 27 de junio de 1887, Déroulède entroniza a Boulanger como el heredero de Leon Gambetta, el hombre por el cual la Nación vencerá a los partidos y le garantiza su apoyo. Son ellos quienes paralizan el tren de Boulanger cuando se ve excluido del gobierno y protestan por su evicción llamándolo abiertamente a desafiar la orden del gobierno. Ese día, Déroulède le presenta al ex ministro de guerra un cuadro de Gambetta, simbólicamente nombrándolo sucesor de los republicanos “auténticos”. La fuerza, tamaño y violencia de esa manifestación es la que llevará al grueso del Partido Radical a retirarle su apoyo a Boulanger. Al llamado de Déroulède y de Henri de Rochefort, las diversas facciones del movimiento anti-Ferry manifiestan al momento de las elecciones presidenciales, unidas en su rechazo a la potencial elección de Ferry a la presidencia. La Liga se moviliza y declara estar preparada para marchar en París sí Ferry resulta victorioso. Aunque no es posible cifrar con exactitud la cantidad de militantes de la Liga, existen dos fuentes para realizar una estimación al respecto. Según la Liga misma, en 1887 contaba con unos 200 mil miembros, cifra enorme pero engañosa puesto que incluye a

119

Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.106.

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toda la fracción moderada que seguiría su propio camino un año después. 120 Para 1889, las cifras sugeridas por los archivos de la prefectura de policía de París hacen oscilar el número de militantes entre cien mil y cincuenta mil 121. El historiador israelí Zeev Sternhell ha contabilizado la cantidad de miembros de la Liga que se encuentra dentro de los comités pro-boulanger parisinos. Existe un comité por cada arrondissement de París, y en cada uno los miembros de la Liga conforman lo esencial de los cuadros dirigentes, agregándosele que cada sección no solamente se ocupa de la campaña de apoyo electoral a Boulanger, sino que está en contacto directo con los dirigentes de la Liga.122 Si se parte del punto de que todos ellos eran seguidores de Boulanger, eso convierte a la Liga en uno de los receptáculos más poderosos de la base militante del general. No es sorpresa que al momento de iniciar la ofensiva contra Boulanger, el ministerio del interior haga de la Liga su principal objetivo. A partir de febrero de 1889, Ernest Constant hace uso de tres medidas sucesivas en contra de Déroulède. Tras un serio incidente militar entre Francia y Rusia, Déroulède, siempre defensor de la alianza con el zar, acusa al gobierno de poner en riesgo las relaciones con el aliado. De inmediato el líder de la Liga es perseguido en virtud del artículo 84 del código penal, el cual condena al destierro a quien exponga al estado a una declaración de guerra. Esta acusación no se sostiene puesto que de hecho era la misma que Déroulède hacía al gobierno. Por tanto, se intenta usar un decreto que prohíbe las sociedades secretas. Nuevamente, la

120

Déroulède, Paul, Le livre de la ligue des patriotes, Paris, bureaux de la Ligue des Patriotes, 1887. Citado en: Ibid., p.108. 121 Ibid., 1997. 122 Ibid., 1997.

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acusación es completamente infundada puesto que la Liga siempre fue abierta al grado de incluir a varios miembros del gobierno. Por fin, se descubre el artículo 291 del código penal que autoriza a disolver asociaciones de más de 20 personas que no hayan sido autorizadas por el Estado. Extrañamente, la Liga de los Patriotas que durante años había gozado del apoyo y simpatía de republicanos de la envergadura de Gambetta y Victor Hugo y cuyos dirigentes habían sido repetidas veces políticos en activo, nunca había recibido autorización oficial para funcionar. La República había tolerado su existencia mientras ésta se mantuvo leal al régimen y ahora que se tornaba en opositora, era llevada a juicio. Déroulède, Naquet, Laguerre y Laisant fueron llevados a juicio en marzo. Saldrían libres, pero ese mismo mes la Liga sería oficialmente disuelta por el tribunal correccional. Sería refundada nuevamente hasta 1896, justo a tiempo para jugar su papel en el Caso Dreyfus.

- Los blanquistas, los radicales y el movimiento obrero:

El blanquismo es una vertiente del socialismo surgida del francés Auguste Blanqui (1805–1881). Su principal representante para 1885 era una vieja figura de la oposición al Imperio, el antiguo communard Henri de Rochefort.

Nacido en 1831, el marqués de Rochefort proviene de una familia de nobles arruinados por la Revolución. Escribe desde muy temprano en periódicos republicanos y anticlericales donde se destaca por su oposición al régimen de Napoleón III. Condenado a prisión por el Imperio, es liberado en septiembre de 1870, en medio de la

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caída del régimen y entra a formar parte del gobierno republicano de Defensa Nacional como representante de la extrema izquierda. Opuesto a la paz con Alemania, simpatiza con la Comuna y participa en ella hasta su arresto en mayo de 1871. Es enviado a los presidios de Nueva Caledonia en 1873 junto con los demás prisioneros de la Comuna. Escapa después de tres meses de estancia y se refugia en diversas partes de Europa hasta la amnistía parcial de 1880, fecha en la cual regresa a Francia y funda su periódico, l’Intransigeant (el intransigente). En este periódico ataca lo que denomina “podredumbre parlamentaria” y milita por la adopción de una amnistía general para los presos de la Comuna.123

Rochefort, junto con los blanquistas en general, se distinguen de lo esencial del movimiento obrero por su lealtad a toda prueba al legado de la Revolución francesa. Para 1880, el marxismo que predominó dentro de la Primera Internacional es relativamente poco conocido en Francia. La idea que predomina en ambientes obreros, idea vehiculada por el blanquismo, es la de la naturaleza nacional de la revolución social: Francia es el país de la Revolución, la primera y más grande de todas. Por ende, Francia es capaz de fomentar su propia revolución social inspirada en el legado jacobino de 1789 sin recurrir a inspiraciones extranjeras. “Purement matérialiste, […] la pensée de Marx est esentiellement antifrançaise. De lá la rupture complète avec nos traditions, nos anciens partis socialistas, effectuée par

123

Drouin, Michel (dir), Op. Cit, p.266-267.

101

ses traducteurs, religieux dépositaires de la pensée dans sa forme comme dans son fond. Or un peuple pas plus qu’une époque ne rompt librement avec son passé”. 124 [Puramente materialista, […] el pensamiento de Marx es esencialmente antifrancés. De ahí la ruptura completa con nuestras tradiciones, nuestros antiguos partidos socialistas, efectuada por sus traductores, depositarios religiosos del pensamiento en su forma como en su fondo. Ahora bien, ni un pueblo ni una época pueden romper libremente con su pasado.]

A diferencia del movimiento obrero de inspiración marxista (para el cual la revolución es consecuencia de una lucha de clases desapegada de particularidades nacionales), los blanquistas siguen la línea de pensamiento jacobina según la cual la revolución no es un asunto de clases sino un asunto nacional. La alianza de clases sociales diversas es posible en nombre de la lealtad a la Nación, en tanto ésta se encuentre dispuesta a llevar a cabo las reformas necesarias para mejorar el nivel de vida y la participación política de los trabajadores. En nombre del respeto a todos los integrantes de la Nación (y no en nombre de una reivindicación de clase) los blanquistas combinan el socialismo obrero con el nacionalismo. El nacionalismo surgido del convencimiento del papel preponderante de Francia en la revolución social los hace oponerse a las aportaciones materialistas del socialismo alemán (que reemplaza la lealtad nacional por una lealtad de clases definidas según parámetros económicos) y se combina fácilmente con la hostilidad al invasor de 1870. En los blanquistas, el revanchismo se suma a las divergencias ideológicas y alimenta un tipo particular de socialismo francés que se adhiere al nacionalismo antialemán. 124

Rouanet, Gustave, “Le matérialisme économique de Marx et le socialisme français”, La Revue Socialiste, nº29, mai 1887, p.395. Citado en: Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.36.

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La república parlamentaria, dicen, es una traición a los principios revolucionarios debido a su rechazo a reformas sociales que beneficien a la clase trabajadora, y debido a la naturaleza antidemocrática del parlamentarismo que convierte la política en una arena de conflicto entre partidos. No hay diferencias reales entre esta visión blanquista de una revolución social traicionada, y la de los nacionalistas antiparlamentarios de Déroulède. Se oponen al parlamentarismo por los mismos motivos que los nacionalistas autoritarios: el parlamentarismo obstruye la posibilidad de reformas debido al estancamiento que generan los conflictos entre partidos, alejan al pueblo de una auténtica democracia al suprimir el voto para presidente del Consejo y entregárselo a la mayoría (siempre aleatoria, siempre cambiante) de la Asamblea. Este punto de conciliación entre el socialismo y el nacionalismo permite alianzas aparentemente improbables entre el socialismo de Rochefort (quien defendió a la Comuna) y el nacionalismo de Déroulède (quien ayudó a reprimirla).

Aún los marxistas, quienes se mantuvieron generalmente neutrales al momento del duelo entre la República y el exministro, dejaron lecturas del fenómeno que repercutieron en sus relaciones con el movimiento socialista en general. Dentro de la correspondencia entre el francés Paul Lafargue y el mismísimo Friedrich Engels, el primero explica al segundo que “les socialistes entrevoient toute l’importance du mouvement boulangiste qui est un véritable mouvement populaire pouvant revêtir une forme socialiste si on le laisse se développer librement”.125

125

F. Engels, P. Lafargue, Correspondance, Paris, Éditions sociales, 1956, t. II, p.138, Lettre du 27 mai 1888. Citado en: Ibid., p.21.

103

[Los socialistas entreven toda la importancia del movimiento boulangiste, que es un verdadero movimiento popular susceptible de revestir una forma socialista si lo dejamos desarrollarse libremente.]

Este comentario llevará a Engels a atacar duramente la posición de los socialistas pro-Boulanger, acusándolos de renegar del socialismo en nombre del patriotismo agresivo. Por su lado, Paul Brousse, quien se unirá a la coalición republicana, denuncia el apoyo obrero a Boulanger cuando se opone a las “grèves boulangistes”, huelgas obreras en apoyo al Partido Nacional. Eso no impedirá que los blanquistas expresen su interés por el desarrollo el movimiento. Émiles Granger considera que gracias a Boulanger la revolución ha comenzado, ya que su movimiento puede realizar una “oeuvre de déblaiement, de désorgnisation des partis bourgeois dont il appartient aux socialistes de recueuillir les fruits” 126.

[Obra de limpieza, de desorganización de los partidos burgueses, de la cual corresponde a los socialistas recoger los frutos.]

Ve en el Partido Nacional una faceta popular de importancia puesto que es él quien abrirá la vía de la revolución por la cual se infiltrarán los socialistas. El mismo Lafargue parece concordar con esto. Por su lado, Alfred Naquet pertenece a la generación de republicanos antibonapartistas que pasaron sus años de formación con la oposición republicana a Napoleón III. Nacido en 1834, físico, químico y médico, fue condenado dos veces por motivos políticos durante el Imperio. Con la proclamación de la República, fue miembro 126

Granger, Émiles, “Boulangisme”, L’homme libre, 25 juillet 1888. Citado en: Ibid., p.41.

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del gobierno republicano y nombrado secretario de la Comisión de Estudios de Medios de Defensa. Tras entrar al parlamento como representante de Vaucluse en 1871, se opuso a Mac-Mahon y más tarde a Gambetta, al cual consideraba excesivamente autoritario. Adversario de los oportunistas y los conservadores, miembro del ala radical, propuso en 1876 una ley que reestableciera el derecho al divorcio. Sería el principal defensor de la medida y lograría hacerla votar en 1884. 127 Además de ser un republicano radical, poseía la particularidad de ser uno de los judíos más renombrados de país. Para algunos, representaba el triunfo de la política de asimilación de los judíos franceses iniciada con la Revolución (según sus propias palabras, poseía muy poco de judío además del origen tras haber vivido la mayor parte de su vida “rodeado de no judíos”128). Esa misma particularidad lo hacía uno de los políticos más despreciados por los conservadores católicos (quienes le echaban en cara la ley sobre el divorcio) y en forma más general por el incipiente movimiento judeofóbico nacional que haría su agosto durante el Caso Dreyfus. Para 1886, Naquet es boulangiste. En 1888 pasa a formar parte de la presidencia de la Liga de los Patriotas junto con otros dos radicales, Charles-Ange Laisant y Georges Laguerre, firmando el manifiesto patriótico y antiparlamentario que sería la base de la Liga por el resto de su existencia. Sería también hasta el final uno de los miembros del estado mayor de Boulanger. Su contribución demuestra ser de importancia cuando se piensa que ni Boulanger ni Déroulède renunciaron a su alianza con Naquet, a pesar de que la presencia de un judío en su estado mayor les costó el apoyo de muchos

127 128

Lalouette, Jacqueline, Op. Cit, p.437-438. Winock, Michel, “Émancipation et éxclusion. La France et la question juive”, Op. Cit, p.51.

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antisemitas que podían simpatizar con sus objetivos pero que no veían con buenos ojos su actitud neutral hacia los judíos.129 Al permanecer leales a Boulanger aún cuando implica romper con lo esencial de su partido, los radicales de Naquet se funden con la Liga de los Patriotas y los socialistas blanquistas. Pasan a formar parte de las mismas organizaciones y defienden el mismo discurso. Ya en 1881, Naquet se hace notar por ser el primero en denunciar oficialmente a la constitución, pidiendo su revisión en la Cámara de senadores.130 En diciembre 1886, Henri Michelin, antiguo presidente del consejo municipal de París y dirigente de extrema izquierda propone un proyecto de reforma constitucional que apunta a los mismos objetivos de los blanquistas. El proyecto será rechazado, lo cual generará protestas por parte de los socialistas. El mismo Michelin fue boulangiste y antisemita.

El apoyo del movimiento obrero socialista a Boulanger fue más claro que nunca en las elecciones de 1889. Los enclaves blanquistas en las áreas obreras se volcaron en masa al voto por Boulanger. Inclusive dentro de grupos marginales como los marxistas, el debate acerca de la participación de los obreros al boulangisme llevó a ciertas facciones a darle su voto a él y sus candidatos. Desde las elecciones presidenciales de 1887 y hasta la caída del movimiento, surgen toda una serie de organizaciones con nombres que no dejan lugar a duda sobre lo que defienden. Comité para la Defensa de la

República

(blanquista),

(blanquistas/radicales/algunos

129 130

Liga

para

marxistas),

la

Defensa

Federación

de

de grupos

la

República

Republicanos

Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.154-155. Ibid., p.31

106

Socialistas

del

Sena

(radical-socialista),

Liga

de

Acción

Republicana 131

(radical/nacionalista), Federación Republicana Revisionista, Ligue Boulangiste (fundada por un socialista), Comité Central de Comités Boulangistes del Sena, Comité Central de Patriotas Revisionistas, Unión de Patriotas Republicanos del Sena… inclusive un Sindicato de empleados despedidos por causas políticas.132 Todas esas organizaciones defienden programas similares. Surgidas en su mayoría en 1887 para protestar y organizar la resistencia en vista a la victoria electoral de Jules Ferry, defienden el proyecto de revisión constitucional y el rechazo a la República oportunista de Ferry.

Cuando llegan las elecciones de 1889, las lealtades al Partido Nacional condicionan los votos en barrios obreros. Los socialistas pro-Boulanger se niegan a apoyar al único candidato socialista de la contienda, el marxista Boulé. Éste queda en último lugar. No es el único en salir derrotado. En el XIIIe arrondissement de París, uno de los barrios más pobres de la capital, el socialista Basly es derrotado por un boulangiste.133 Los candidatos tradicionales de la izquierda pierden sus puestos en París, las grandes ciudades y los centros obreros del norte a favor de candidatos boulangistes que en muchos casos no son socialistas. Los barrios populares son objetivo de una amplia propaganda a favor del general. En el XXe arrondissement, un enclave tradicional del prestigioso blanquista y communard Édouard Vaillant, éste no logra unir a sus tropas frente a la hostilidad de los blanquistas leales al Partido Nacional. La situación será la misma en la mayoría de los barrios obreros, donde triunfarán los candidatos de 131

Dirigida por Naquet, Laguerre, Laisant y Déroulède, todo el estado mayor de la Liga de los Patriotas. 132 Ibid., p.40, 53, 54. 133 Ibid., p.23.

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Boulanger. La mayoría socialistas y radicales sin duda, pero también se dio el caso de un candidato bonapartista que hizo campaña como candidato de Boulanger y ganó el VIIIe arrondissment, barrio popular.134 Aún a nivel nacional, triunfan siempre en ambientes urbanos, obreros y en zonas industriales. Los grandes centros del boulangisme, además del bastión parisino, se encuentran en los centros industriales del norte, el puerto de Dunkerque y la región del Sena alrededor de París, donde 50% de los votos son a favor del general. En la región del Norte, las elecciones parciales de 1888 le dieron la victoria a Boulanger por encima de los republicanos. Lo mismo en Dunkerque. En Lille, los socialistas le dan sus votos al Partido Nacional. Lo mismo en los centros mineros y textiles. Por otra parte, mientras Boulanger triunfa en los enclaves tradicionales de la izquierda, todo el oeste de Francia escapa al fenómeno. La región conservadora, rural, y católica por excelencia no se inclina por el General Revancha. Los obreros lo hacen.135

Si no hubiese declaraciones de lealtad de las organizaciones radicales y socialistas, esta constatación bastaría para desmentir la fama de reaccionario que los republicanos endilgaron a Georges Boulanger. Sus triunfos electorales ocurren en los mismos ambientes donde la izquierda se impone por tradición.

134 135

Ibid., p.45. Ibid., p.46-47.

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C.2/ Los militares y Boulanger

La institución castrense a través del Gobernador Militar de París

¿Podía algo de todo esto interesar a los militares? Boulanger ministro de guerra, ídolo de las oposiciones nacionalistas y populares, candidato y hombre político de un proyecto que no era en absoluto la restauración de un monarca o emperador… ¿Cuánto de todo esto fue del gusto de la institución? Hemos visto que dentro de la sorprendente autonomía dada por el gobierno al ejército, el puesto de ministro de guerra aparecía como un puente entre ambos poderes. Aunque tomando en cuenta sus prerrogativas, el ministro de guerra es, más que un miembro del gobierno, un “embajador delegado por el poder militar”.136 Ya hemos visto con Boulanger el alcance de su poder y su capacidad para imponerse frente al ejército, ante la administración del mismo, ante el gobierno y el propio presidente del Consejo, como un hombre capaz de proponer sus propios planteamientos a la Cámara sin por ello recurrir a la autoridad del gobierno o del mismo ejército. El que la Cámara conserve el poder de oponérsele no disminuye el hecho que Boulanger pasó la mayor parte de su tiempo tomando decisiones que disgustaron abiertamente a políticos conservadores y militares aristócratas. Para entender lo que fueron las relaciones entre Boulanger y su institución, nos concentraremos en un cargo militar, quizás el más insólito por su razón de ser, lo cual lo

136

Fouquet-Lapar, Philippe, Op. Cit, p.57.

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convertía en el cargo más importante del ejército en tiempo de paz, capaz como veremos de competir con el ministerio de guerra: el Gobernador Militar de París. El puesto de gobernador militar de París era defendido abiertamente por los republicanos como la medida para proteger al régimen de cualquier amenaza, ya fuera el peligro de una restauración monárquica con Mac-Mahon, o los movimientos revolucionarios herederos de la Comuna. El gobernador militar tenía la misión de proteger la sede de gobierno con la ayuda de tropas acuarteladas en París intramuros y en las cercanías a la capital. Desde 1870, las relaciones del pueblo de París con la Tercera República fueron altamente inestables. Partiendo del punto de que la República comenzó con la masacre de la Comuna, una rebelión de París en contra del resto del país, el gobierno republicano creó un puesto militar con los ojos puestos en cualquier amenaza susceptible de surgir en el centro del poder nacional. Desde la Comuna, París había sido la ciudad de los extremistas, de los perturbadores. Primero arrancando la victoria republicana de manos de la restauración en 1877, luego volviéndose un bastión del poder radical y de la extrema izquierda. Desde la Comuna, la República vivió no únicamente con el miedo a una guerra con Alemania, sino también a un golpe de fuerza proveniente de las oposiciones internas al régimen. Por ese motivo, la labor del gobierno militar de París era definida como sigue: “La plus importante du gouvernement militaire de Paris, parce qu’elle est chargée de protéger la Chambre des députés”.137

137

Bach André, Op. Cit, p.218.

110

[La más importante del gobierno miltar de París, porque se encuentra encargado de proteger la Cámara de diputados.]

Cuando el general Félix Saussier es nombrado gobernador militar de París en 1884, catorce años han pasado desde la desaparición del ejército imperial, y ya la República ha puesto en sus manos la defensa no solamente del territorio nacional sino del régimen. No es posible encontrar una tarea más política para la institución castrense que la de compartir la seguridad de la capital con las fuerzas policíacas del prefecto de París. El hecho de que el gobierno francés usara al ejército como defensor interno no era en sí nuevo. Todos los regímenes desde la revolución de 1789 habían recurrido a las lealtades dentro del ejército para proteger la capital. El aspecto con el cual la Tercera República se diferencia de sus predecesores, es que ya ha planteado y llevado a cabo un nuevo proyecto de lo que debe ser el ejército. Proyecto que se encuentra en aparente contradicción con el uso que le da. El ejército es definido como un laboratorio de fusión nacional de las capas sociales, un representante de las fuerzas vivas de la Nación, la encarnación de la democracia republicana… y aún así, por un lado se veía privado del derecho a ejercer su participación en esa democracia por medio del voto, y por otro se veía confiada la salvaguarda del mismo régimen que le priva de él. La relación entre poder civil y poder militar se hace aún más compleja cuando las decisiones del gobierno oscilan entre la desconfianza que implica alejar a la institución castrense del medio más básico de participación ciudadana, y al mismo tiempo pone en sus manos la defensa interna del sistema republicano. París es la sede de la Comuna, de la insurrección, el bastión de la

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revuelta por excelencia. El París republicano que le dio la victoria a Gambetta y a sus republicanos sobre los reaccionaros se encuentra vigilado por el gobierno y el ejército en caso de que enarbole la bandera de movimientos subversivos. En París, los subversivos no son los partidarios de la restauración monárquica, sino las franjas más extremas del movimiento obrero. La República le confía su seguridad al ejército, y por lo mismo vive con el miedo de un cambio de lealtad de este último, cambio de lealtad que en caso de crisis puede llevar a la caída del régimen. Como había ocurrido en 1851 cuando las tropas de París contribuyeron a la destrucción de la Segunda República para beneficio de Luis Napoleón. A diferencia de las fuerzas policíacas, el ejército estaba en buena medida más allá de la autoridad del gobierno. Si en caso de crisis el gobierno podía esperar utilizar su poder sobre las decisiones del prefecto de París, su influencia en poco alcanzaba al ejército, quien por deseo mutuo se mantenía apartado de los conflictos del poder y por tanto también de sus consecuencias. Basta para entender que el gobernador militar de París goza de un poder tremendo y de una influencia determinante en el gobierno y en el ejército en caso de crisis. Un militar que cuenta con tropas numerosas en la sede del poder podía, en el momento que creyera oportuno, afiliarse a potenciales insurgentes o hacer uso de su fuerza en la forma que creyera conveniente, sin que el gobierno civil tuviera muchos recursos para mantenerlo bajo control. Por ese mismo motivo, es razonable asumir que los militares nombrados gobernadores militares gozaban de la confianza del gobierno y de una sólida reputación republicana, o al menos de apoliticismo.

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En estas circunstancias, se entiende perfectamente el miedo que fomentó en los políticos el movimiento de Boulanger. Fue apoyado abiertamente por las organizaciones que poseían sus bastiones electorales en la capital, y su éxito innegable en las elecciones demuestra la capacidad de concentración de esas mismas organizaciones en contra del gobierno. Llegados a este punto, no era posible para el gobierno asumir con seguridad de qué lado estaría la lealtad del ejército de París. Para entender el papel del ejército durante la crisis de 1889, nos concentraremos en lo que fueron las relaciones entre el gobierno y el gobernador militar de París, general Félix Saussier. Como máxima autoridad militar de París y una de las bases de la seguridad del régimen, es razonable decir que las decisiones de Saussier y del estado mayor al momento de la crisis fueron decisivas para entender la supervivencia del régimen. “Les corps d’officiers commencent a le trouver outrecuidant. Ce jeune monsieur qui d’un trait de plume veut briser 4 000 carrières en affirmant d’un air capable qu’il en sait plus que tout le monde est plus qu’impopulaire. Les corps d’officiers le haïssent et l’exècrent, et le jour ou il tombera, on boira du champagne à tous les mess, quel que soit son successeur”. 138 [Los cuerpos de oficiales comienzan a considerarlo presuntuoso. Ese joven caballero que de un plumazo quiere romper 4 000 carreras al afirmar, dándose aires, que sabe más que todo el mundo es más que impopular. Los cuerpos de oficiales lo odian y execran, y el día en que caiga, se beberá champaña en todos los comedores de oficiales, sea quien sea su sucesor.]

138

Le Figaro, 30 juin 1886. Citado en: Ibid., p. 392.

113

“C’est un homme, m’écrivait Saussier à la date du 16 juin 1887, qui n’est dangereux que par l’idée qu’on se fait de ses mérites et de son influence. Abandonné à lui-même a Paris, il se compromettra bien vite et fera autant de bêtises qu’on peut en désirer. Il ne faut pas nous-même lui faire un piédestal a sa statue de carton-pâte.”139 [Es un hombre, me escribía Saussier el 16 de junio de 1887, que no es peligroso más que por la idea que se tiene de sus méritos y su influencia. Abandonado a sí mismo en París, se comprometerá rápidamente y hará tantas torpezas como podamos desear. Nosotros no debemos hacerle un pedestal a su estatua de cartón.]

“Dés le 31 mai, Billot me disait: Il n’y a, à mon avis qu’un seul parti a prendre, c’est d’envoyer M. Boulanger immédiatement dans le rang… […] Il sera ainsi aux avantpostes, en sous-ordres, ce grand guerrier… […] Je pense que Saussier est de cet avis. […] Si l’un de nous s’était permis le dixième de ce qu’il se permet et ose, il aurait été dix fois brisé. C’est un fâcheux, rien de plus et un indiscipliné militaire. […] Ah! Que Campenon et Freycinet nous on fait de mal! Freycinet encore plus que Campenon! […] Ils doivent être contents de leur créature. […] On aurait dû l’éloigner au plus tôt des mécontents de tous les partis qui se livraient presque journellement à des manifestations tumultueuses”.140 [Ya el 31 de mayo, Billot me decía: No hay en mi opinión, más que una decisión por tomar, la de enviar al señor Boulanger inmediatamente a las filas… […] estará así en los puestos avanzados, bajo las órdenes de otros, ese gran guerrero… […] Pienso que Saussier comparte esta opinión. […] Si uno de nosotros se hubiera permitido la décima parte de lo él se permite y 139

Journal inédit du général Brugère, SHAT 1K 160, t. V, chap. II, (mai 1887-octobre 1887). Citado en: Ibid., p. 396. 140 Journal inédit du général Brugère, SHAT 1K 160, t. V, chap. II, (mai 1887-octobre 1887). Citado en: Ibid., p. 396-397.

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osa, habría sido destruido diez veces. Es un inoportuno, nada más, y un indisciplinado militar. […] ¡Cuanto daño nos hicieron Campenon y Freycinet! ¡Freycinet aún más que Campenon! […] Deben estar contentos de su protegido. […] Debimos haberlo alejado lo antes posible de los descontentos de todos los bandos quienes se entregaban casi diariamente a manifestaciones tumultuosas.]

El día del desfile del 14 de julio de 1887, Saussier mandó traer a 3 000 soldados de las tropas de provincia para garantizar la seguridad de la ciudad, y el recorrido de regreso de los miembros del gobierno fue modificado. El 23 de noviembre, con el gobierno a punto de caer, Saussier hace llamar a un coronel de la Guardia Republicana del cual se decía entre los radicales que era un apoyo de Boulanger. Según Brugére, Saussier literalmente lo amenaza de ser fusilado si realiza la menor acción a su favor. El 3 de diciembre, durante las elecciones presidenciales, se teme que los boulangistes marchen si Ferry es elegido. Saussier dispone de un batallón de alumnos de la Escuela de Gimnasia de Joinville y se los confía al general Brugère en caso de que sea necesario defender la sede de gobierno.141 A espaldas de la opinión pública, se desarrolla entre el gobierno y el estado mayor un debate cerrado que pretende definir las lealtades de cada uno si llega el momento de elegir. Ya vimos las opiniones que algunos de los miembros del estado mayor tenían de las acciones de Boulanger como ministro de guerra. Es claro que el espíritu de cuerpo ya descrito les daba pocos motivos para apreciar a un oficial leal desde un principio a la corriente radical, y luego a corrientes de “descontentos” abiertamente 141

Journal inédit du général Brugère, SHAT 1K 160, t. V, chap. II, (mai 1887-octobre 1887), p.2793. Citado en: Ibid., p. 401-402.

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hostiles al gobierno. Pero una faceta más interesante aún es la que fue dejada en claro por el general Jean-Baptiste Billot, según las memorias de Brugère: “Au momento de la guerre, le chef suprême de l’armée, c’est le président de la République, et ses lieutenants, les généraux en chefs des divers groupes d’armées. Le ministre de la guerre reste le chef de l’administration de l’armée, le grand pourvoyeur de l’arrière des armées en hommes, en munitions et en vivres, mais il n’est pas le chef suprême, c’est le président de la République et c’est pour cela que la maison militaire lui est nécessaire”. 142 [Al momento de una guerra, el jefe supremo del ejército es el presidente de la República, y sus tenientes, los generales de los diversos grupos del ejército. El ministro de guerra permanece como jefe de la administración del ejército, el gran proveedor de la retaguardia de los ejércitos en hombres, municiones, y víveres, pero no es el jefe supremo, éste es el presidente de la República y es por eso por lo que precisa de la casa militar.]

Y el mismo Brugère: “Le général Saussier, d’accord en cela avec Mr Grévy, déclarait qu’il aurait besoin de moi […] Je devait servir d’intermédiaire direct entre lui et le président de la République qu’il considérait comme le véritable chef de l’armée française”. 143 [El general Saussier, de acuerdo en esto con el señor Grévy, declaró que me necesitaba […] Yo debía servir de intermediario directo entre él y el presidente de la República, al cual consideraba el verdadero jefe del ejército francés.]

142

Journal inédit du général Brugère, SHAT 1 K 160, t. V, chap. V, avril (1888-février 1889). Citado en: Ibid., p.412. 143 Journal inédit du général Brugère, SHAT 1 K 160, t. V, chap. V, avril (1888-février 1889). Citado en: Ibid., p.412.

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Entramos aquí en un tema aún no mencionado pero ya percibido. La imprecisión de la misión oficial del puesto de ministro de guerra abre un amplio espectro de problemas para las relaciones de éste con el gobierno y con el estado mayor, del cual es el intermediario. El gobierno tiende a tomar al ministro de guerra como el jefe supremo del ejército puesto que se encuentra en relación directa con el presidente, y por tanto espera que sus acciones se apliquen al ejército. Tal es la naturaleza de los actos de Boulanger, abiertamente apoyados por los republicanos. Mientras que Billot resalta que el estado mayor ve al ministro de guerra como el administrador supremo, el encargado de todo lo que concierne a la intendencia y mantenimiento del ejército a través de sus relaciones con las instituciones civiles ocupadas en ello (equipo, alimento, transporte…). Consideran que el estado mayor, auténtico responsable del mando del ejército en época de guerra, tiene una relación directa con el presidente que no depende de las ocupaciones del ministro. Por ello consideran a Boulanger como un insubordinado cuando interfiere en la organización interna del ejército al expulsar a oficiales cuyo único pecado es ser de familia noble. Acción llevada a cabo por deseo del gobierno en su campaña de afianzamiento de la República, la purga disgusta al estado mayor, el cual rompe con cualquier simpatía que podría haber tenido con el ministro de guerra, al cual relega a un papel de funcionario. Pero por ese mismo motivo, permanece leal al gobierno cuando éste se vuelve contra Boulanger. El ejército es fiel al comandante supremo de las fuerzas armadas, a la máxima autoridad militar y civil del la nación, el presidente de la República. Cuando llegan las elecciones de París y Boulanger es elegido con aclamación popular, el gobierno teme por primera vez un auténtico golpe de estado y llama al

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ejército al rescate. El día 27 de enero de 1889, el gobierno se encuentra en estado de sitio virtual en el Palacio del Elíseo, protegidas todas las entradas por tropas recomendadas por el mismo Saussier. Las memorias del general Brugère dan a entender que toda la noche, el gobierno debatió las medidas a tomar para garantizar su seguridad y acabar con la amenaza del recientemente nombrado diputado Boulanger. Diputados de todas las tendencias republicanas se reúnen y debaten con Sadi Carnot las medidas a tomar, todos ellos concordando en la necesidad última de detener a Boulanger. Brugère, que como vimos se había convertido en el enlace de Saussier con el presidente, cuenta que el presidente considera no tomar en cuenta a la extrema izquierda y a Clemenceau en particular. Eran ellos quienes habían traído a Boulanger a la vida política. En un momento, Billot sugiere a Brugère que el presidente le proponga el puesto de Presidente del Consejo a Saussier.144 Es más, en contra de las lecturas que dieron los republicanos una vez terminada la crisis, Brugère asegura en sus memorias que incluso si hubiera intentado Boulanger el golpe de estado, Saussier lo habría impedido. “Nos mesures étaient bien prises et l’attaque aurait piteusement échoué. C’est ce que n’ignorait pas Boulanger sans doute, et c’est pour cela qu’il ne l’a pas tentée. […]… une foule trés enthousiaste qui emplissait les boulevarts était prête à l’acclamer et à le suivre. Mais que pouvait une populace sans armes contre la police mise sur pied et contre les troupes de garnisons qui étaient sous les armes?”. 145

144

Ibid., p.414-417. Journal inédit du général Brugère, SHAT 1 K 160, t. V, chap. V, avril (1888-février 1889). Citado en: Ibid., p.417. 145

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[Nuestras medidas habían sido tomadas y el ataque habría fracasado lamentablemente. Eso, Boulanger no lo ignoraba sin duda, y por eso no lo intentó. […]… una multitud entusiasta que llenaba los bulevares estaba lisa para aclamarlo y seguirlo. ¿Pero que podía un populacho sin armas en contra de la policía movilizada y contra las tropas de guarniciones armadas?]

No era necesario ir a buscar respuestas en otros, puesto que el mismo Boulanger se mostró mucho más claro de lo que le reescritura de los eventos por el gobierno daría a entender. El diputado boulangiste Meirmex, quien escribiría en los años 1890 un libro titulado “Les coulisses du boulangisme” donde revela la situación interna del movimiento, narra que gente como Naquet le sugirió desde muy temprano a Boulanger que aprovechara su posición para dar órdenes a las tropas. Éste se habría negado, recordando que no gozaba de unanimidad en el ejército. 146 Y después de las elecciones, le habría dicho a Laguerre, explicando su decisión de no marchar: “Le 2 décembre a pesé continuellement sur l’Empire. Je ne veux pas faire couler le sang, je refuse de répondre à de pareilles invites. Je ne ferai rien en dehors des élections”.147 [El 2 de diciembre hizo presión constantemente sobre el Imperio. No quiero verter sangre, me niego a responder a tales incitaciones. No haré nada fuera de las elecciones.]

Colmo de la ironía, quien fue pintado como un reaccionario sobre los pasos de Napoleón III negó abiertamente a sus propios seguidores el querer cometer los mismos errores.

146 147

Ibid., p.395-396. Declaration du général Boulanger au député Laguerre, 29 janvier 1889. Citado en: Ibid., p.418.

119

D/ Legado de Boulanger Regresando al debate colonial de 1885, vimos que los radicales echaban en cara a los oportunistas de Ferry el aliarse voluntariamente con fuerzas conservadoras de dudosa lealtad a la República, y el malgastar recursos, esfuerzos y vidas en expediciones coloniales que distraían a la Nación de su único objetivo: la recuperación de las provincias perdidas. Vimos también que hay motivos para creer que los radicales propusieron a Boulanger para ministro de guerra y que, en cualquier caso, éste resultó ser un aliado ideológico a comienzos de su mandato. Conforme la popularidad de Boulanger se hizo mayor dentro de ambientes opositores nacionalistas y socialistas, y sus propuestas y acciones comenzaron a seguir los planteamientos de estos apoyos, los radicales vieron la necesidad de separarse de él, cosa que realizaron oficialmente al momento de la manifestación en la estación de trenes. Sólo en ese momento los radicales advirtieron que no aprobaban las acciones del general y que temían las consecuencias de un apoyo excesivo a éste por parte de la oposición. Los radicales se vieron en la obligación de luchar contra uno de sus aliados, aliándose con fuerzas políticas a las que originalmente habían derrotado junto con Boulanger. Pero no todos los radicales le retiraron su apoyo al exministro. El llamado Partido Radical, tuvo que esperar hasta 1902 para formar dos auténticos partidos políticos. 148 Hasta entonces, se definía con ese nombre a un vasto grupo de afiliados que compartían opiniones y políticas afines pero que no tenían ningún tipo de lealtad partidista real. La ideología que convirtió a radicales en boulangistes no se encuentra

148

El Partido Radical y el Partido Radical Socialista.

120

en desacuerdo con el republicanismo, sino que se considera una consecuencia lógica del mismo por quienes hicieron la transición. Entre Georges Clemenceau echándole en cara a Ferry el aliarse con conservadores católicos para preservar el control de la Asamblea aún a costa de detener la campaña de laicidad, y Déroulède, Naquet y Rochefort dándole su apoyo a un militar antiparlamentario, existe una lógica similar que no implica renunciar a la República, aunque sí al papel de la democracia dentro de ella. El mismo Clemenceau se volvió un adversario de Boulanger sólo después de haber patrocinado sus acciones en el ministerio de guerra. “La réceptivité des vastes couches populaires à l’agitation boulangiste ne saurait étonner si l’on se souvient que le célèbre slogan: Dissolution, Révision, Constituante ne représente pour elles rien de nouveau ni de révolutionnaire, au contraire; ne résume-t-il pas le vieux programme républicain dont les radicaux d’éxtrème gauche réclament l’application depuis dix ans? Car à ses origines, le boulangisme se présente comme le prolongement d’une certaine forme de radicalisme sur laquelle seraient venu se greffer deux autres éléments: le blanquisme et le nationalisme. Le blanquisme se lève contre l’ordre bourgeois, le nationalisme contre l’ordre politique qui en est l’expréssion. Ces trois éléments se rejoignent dans leur oppositions commune a la démocratie libérale: leur synthèse, vers la fin des années quatre-vingt, trouve sa première expréssion dans le boulangisme […]”.149 [La receptividad de las vastas capas populares a la agitación boulangiste no debería sorprender si se recuerda que el célebre eslogan: Disolución, Revisión, Constituyente no representa para ellas nada nuevo ni revolucionario, al contrario; ¿no resume acaso el viejo programa 149

Sternhell, Zeev, Op. Cit, p.28-29.

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republicano que los radicales de extrema izquierda reclamaban desde hacía diez años? Porque en su origen, el boulangisme se presenta como la prolongación de cierta forma de radicalismo sobre el cual se habrían adherido dos elementos: el blanquismo y el nacionalismo. El blanquismo se alza en contra del orden burgués, el nacionalismo en contra del orden político del cual es expresión. Estos tres elementos se unen en su oposición común a la democracia liberal: su síntesis hacia finales de los años ochenta encuentra su primera expresión en el boulangisme.]

A pesar de los intentos de la República por hacer pasar al boulangisme por un fenómeno reaccionario; una reacción católica, monárquica y / o bonapartista encaminada a utilizar a Georges Boulanger como un agente de la restauración de viejas casas gobernantes, el estudio del movimiento en su base militante revela de hecho un discurso que, lejos de ser reaccionario, reivindicaba abiertamente a corrientes republicanas de vanguardia. Que lejos de considerar a la República como un exceso, la atacaba por su carácter reaccionario. Por su incapacidad para cumplir las promesas de un sistema creado sobre la base de la democracia y la igualdad social y que sin embargo a diez años de su fundación se encontraba pactando con los auténticos reaccionarios y echando atrás lo que los republicanos originales esperaban sería una república social. Sin importar que fueran los nacionalistas autoritarios de la Liga de los Patriotas en busca de una unión firme de todas las fuerzas nacionales; los socialistas deseosos de una revolución calcada en la lucha social de la Comuna en contra de una república burguesa, y para algunos “judía”; o la franja extrema de los radicales, la extrema izquierda republicana deseosa de arrebatar a la República de manos de los moderados

122

dispuestos a pactar con los enemigos reaccionarios de ayer. Todas estas tendencias de orígenes tan distintos como se quieran ver, al momento de verse en el bando de la oposición al gobierno, luchan por la destrucción más o menos pronunciada de la república parlamentaria y de todo lo que para ellos encarna: un poder colonial fuente de desperdicio de recursos; un conglomerado de partidos hostiles al cambio y defensores del statu quo; un gobierno de oligarquía burguesa que estrangula las prometidas reformas sociales; un sistema débil que se compromete con los conservadores desde el momento de su creación para garantizar su supervivencia… un sistema de gobierno dispuesto a sacrificar lo que se supone forma su esencia para beneficio del reino de los partidos y los parlamentarios. Sin importar cuales fueran los caminos por los cuales pensaban llevar a la República, las distintas facciones que se alinearon detrás de Boulanger esperaban, lejos de hacer marcha atrás, llevar a Francia hasta el final de un proceso del cual la República era vista como un esbozo inacabado. Y todos vieron en el general Revancha, al ídolo de las masas, al dolor de cabeza de Bismarck, al hombre por el cual ese proceso podía tomar forma. La naturaleza del proyecto militar de Boulanger y el de sus apoyos políticos, lo desmarcan notablemente de lo que hemos observado como la evolución del ejército francés desde la instauración de la República. La personalidad misma de Boulanger es de por sí una causa de alejamiento del modelo republicano. Se trata de un militar por formación que lejos de provenir de alguna familia de tradición militar, se enlista por su cuenta y realiza estudios mediocres. Es en las colonias donde adquiere su reputación y sus rangos, y más tarde por sus acciones gloriosas en la guerra contra Alemania. Se

123

trata del tipo de oficial que la República buscaba marginalizar dentro de su nuevo esquema: el militar que asciende por éxitos en el campo y no por su capacidad en la academia. Este simple hecho le causó a Boulanger su primer enfrentamiento con su institución cuando la Comisión de revisión decidió suprimir sus ascensos de campaña para compensar su falta de preparación formal, demostrando claramente que ésta superaba en valor a sus acciones en el campo de batalla, donde había gozado de un ascenso sin parangón. El sistema alemán de escolarización del oficial tenía preeminencia sobre cualquier acción que haya realizado en la práctica. Primera señal de un enfrentamiento entre corrientes de pensamiento dentro de la institución castrense. Primera muestra de un distanciamiento entre Boulanger y el medio en el cual se formó. Su arribo a la cabeza del ministerio de guerra es notable por su aspecto eminentemente ideológico. Desde su fundación, la República había procurado mantener en el puesto a oficiales republicanos o cuando menos políticamente neutrales, pero las acciones del gabinete Freycinet demuestran que el objetivo de la coalición republicana-radical era tener un aliado políticamente activo dentro del ejército. La llegada de Boulanger al gobierno coincide con la campaña antimonárquica encaminada a hacer frente a los resultados de las elecciones legislativas de 1885. Frente al aumento de escaños conservadores, el gobierno utiliza a Boulanger como un aliado en su deseo de expulsar a los herederos al trono del país, y después apoyan la purga que el mismo Boulanger intenta llevar a cabo dentro del ejército a pesar de que la ley de expulsión protegía a los militares nobles. Lejos de mantener al ejército fuera de los conflictos políticos (como su credo lo indicaba), los republicanos utilizan

124

abiertamente a un militar para defender su campaña de depuración dentro y fuera del ejército. Esta pauta ya mencionada en el capítulo primero se repite ahora: en su deseo de democratizar a la sociedad, los republicanos realizan una tarea de democratización del ejército.150 Esta pauta se rompe cuando Boulanger lleva demasiado lejos su visión de la participación del ejército en la vida política de la República. Los eventos de Decazeville demuestran que Boulanger resultó demasiado subversivo para sus aliados. Al defender la concepción de que el ejército encarna al pueblo y viceversa, lo que el ministro de guerra implicaba era la posibilidad para el ejército de formar una relación directa con el pueblo, de la misma forma que el gobierno lo hacía. Si el ejército era la encarnación del Pueblo (sutil diferencia con la Nación) entonces la hostilidad potencial de ese pueblo frente al gobierno podía ser apoyada por el ejército. Esta idea de democratización excesiva dentro de la institución castrense, con su capacidad de participación en la política nacional como encarnación de las reivindicaciones del pueblo y su potencial rebeldía, llevó a Boulanger a perder gradualmente el apoyo de los políticos republicanos. Pero le dio el de todos aquellos que habían hecho de la denuncia de falta de democracia su base para combatir al parlamentarismo. Llegado al gobierno por la “izquierda”, Boulanger se encaminó hacia ese extremo del espectro político cuando sus propuestas se encontraron (consciente o inconscientemente) en mejor sintonía con los antiparlamentarios.

150

Como veremos en el capítulo de Dreyfus, este doble discurso de la República no se limitó a Boulanger. Se repitió al momento de elegir a Galliffet ministro de guerra.

125

Mientras buscaba integrar al ejército en la política nacional, Boulanger buscó también integrar a la política nacional dentro del ejército. La propuesta de reforma militar del futuro general Revancha implicaba medidas abiertamente republicanas y aún más. Retomando las medidas antimonárquicas y laicas de los radicales, planeaba acabar con las excepciones al servicio militar que concernían al clero. Además de ganarse el aprecio de los anticlericales (quienes celebraron que los curas tuvieran que someterse a “portar la mochila”), el ministro de guerra propuso reformas al sistema de formación de oficiales. En su intento de establecer igualdad de posibilidades entre los candidatos sin importar su educación, el proyecto proponía reducir al mínimo la importancia de la enseñanza académica y darle prioridad a la enseñanza práctica, la cual sería confirmada con una estancia en un regimiento que sería evaluada por los oficiales integrantes. Esa medida habría acabado con el predominio de la enseñanza escolar que las reformas republicanas habían implementado para dotar al ejército de oficiales preparados para encuadrar a la tropa. La medida brillaba por su deseo de igualdad sin importar las clases sociales pero iba en contra del sistema imperante en los ejércitos de toda Europa. Implicaba que el oficial ya no sería un ser desmarcado de la tropa por su formación. Un sistema democrático a ese nivel implicaba acabar a largo plazo con el sistema cerrado de viejas familias tradicionalmente parte de la oficialidad y el estado mayor. Democrático sin duda, pero también a destiempo con la política de elitismo educativo para oficiales. La República había hecho al servicio militar una forma de mezclar a las clases sociales. No sucedía lo mismo con la formación de oficiales, la cual voluntariamente quedaba condicionada por el nivel educativo nacional.

126

Georges Boulanger encarna una contradicción dentro de la institución castrense y dentro del proyecto democrático de la República. De haberse adoptado, sus reformas habrían dado de nuevo predominio a oficiales como él, ascendidos por acciones en el campo de batalla. Toda la evolución tanto republicana como militar estaba en contradicción con ese deseo. Tanto militares formados y beneficiados por esa formación en academias, como el gobierno deseoso de profesionalizar al ejército según la tendencia imperante a nivel europeo, rechazaron en bloque lo que a su manera podían considerar una marcha atrás. Un regreso al sistema que había fracasado en la guerra

franco-alemana.

Curiosamente,

la

democratización

defendida

por

los

republicanos estaba en contradicción con el deseo de revancha que implicaba modernizar al ejército y con el deseo de mantenerlo lejos de la vida política. Aceptable cuando Boulanger les fue leal en la campaña contra los monárquicos, los republicanos no fueron más lejos cuando sus proyectos resultaron demasiado extremos como para garantizar ese alejamiento. Tampoco en su deseo de asimilar a todas las clases sociales dentro de la oficialidad, dejando ese deseo a las franjas más extremas de la izquierda para las cuales la asimilación del ejército con el pueblo era un hecho indudable cuando impulsaba su deseo de revolución nacionalista. A pesar del miedo de los parlamentarios y de la confianza de Déroulède, Georges Boulanger había dejado de representar a su institución mucho antes de ser expulsado. Y su reacción frente a las sugerencias de golpe de estado parece indicar que él lo sabía mejor que nadie. Quedan las palabras de Émile Zola: “Boulanger! C’est un pieu surmonté d’un chapeau, un chapeau galonné et empanaché! Pas autre chose. Et le pire, c’est que ce

127

pieu répond à un besoin mal dissimulé de la nation, au besoin d’une domination quelconque… […] Et c’est là sa force. C’est d’être une abstraction, une idée, une entité. Il peut a son gré, tout faire, se livrer a toutes les billevesées, accumuler fautes sur maladresses, cela ne changera rien á sa popularité. Il représente aux yeux de la foule, l’idée abstraite du sauveur”.151 [¡Boulanger! ¡Es una estaca coronada de un sombrero, un sombrero con grado y penacho! Nada más. Y lo peor, es que esa estaca responde a una necesidad mal disimulada de la nación, a la necesidad de una dominación cualquiera… […] Y es esa su fuerza. La de ser una abstracción, una idea, una entidad. Puede hacer de todo según su capricho, realizar cualquier simpleza, acumular faltas y torpezas, no por ello cambiará su popularidad. Representa a los ojos de la multitud, la idea abstracta del salvador.]

151

Le Figaro, 29 mars 1888, en Entretiens avec Zola, publié par D. Speirs et D. Signori, presse de l’Université d’Ottawa, 1990. Citado en: Mitterand Henri, Zola. La verité en marche, Gallimard, 1995, p. 151-152.

128

III/ El Caso Dreyfus y sus consecuencias. A/ Síntesis descriptiva y cronológica del Caso. En octubre de 1894, la oficina de espionaje del ejército francés, conocida como deuxième bureaux, intercepta un comunicado anónimo dirigido al enlace militar de la embajada alemana en París, el coronel Von Schwartzkoppen. Este comunicado, conocido como bordereau, le anuncia el envío de información militar, caso flagrante de espionaje y traición. La información es transmitida al ministro de guerra, general Mercier, quien tras una investigación ordena el arresto de un sospechoso: Alfred Dreyfus, capitán perteneciente a una acaudalada familia de judíos alsacianos. Dreyfus es encerrado e interrogado repetidamente por el teniente-coronel du Paty de Clam, quien no logra arrancarle confesión, sino protestas de inocencia. La investigación se prolonga durante casi dos meses ante la falta de pruebas y en total secreto. Tras dos meses de investigación, la única prueba que tiene el estado mayor contra Dreyfus es el bordereau, e inclusive los grafólogos encargados de identificar la escritura no concuerdan todos en que sea de Dreyfus. Informados por fuente anónima, la Libre Parole y otros periódicos antisemitas difunden la noticia al país y critican la actitud pasiva del ministro de guerra, al cual acusan de haber sido comprado por los judíos para acallar el escándalo. El 19 de diciembre, se abre el juicio militar de Dreyfus, mantenido secreto, es decir sin autoridades civiles presentes. Durante el juicio, el comandante Joseph-Hubert Henry asegura estar convencido de la culpabilidad de Dreyfus sin dar pruebas, y el grafólogo Alphonse Bertillon da una demostración

129

incomprensible asegurando que el acusado modificó su propia escritura en el bordereau para cubrirse. El 22 de diciembre, el jurado se retira para deliberar y se les entrega un archivo de “pruebas” de la culpabilidad del acusado. Tras la deliberación, Dreyfus es declarado culpable y condenado a la degradación pública y la deportación perpetua, en total ilegalidad ya que ni él ni su abogado fueron informados de las pruebas entregadas al jurado. El 5 de enero de 1895, es degradado frente a la muchedumbre, transferido al puerto de La Rochelle donde es golpeado por la multitud y enviado el 21 de febrero a la Isla del Diablo en las costas de Guyana. Ahí será encerrado en una cabaña a cuarenta grados de temperatura, engrilletado a la cama por las noches y con la prohibición de hablar con los soldados que lo custodian. Salvo su hermano Mathieu y su esposa Lucie, nadie alzó la voz. Nadie pone en duda la decisión del tribunal. Inicio del Caso. Caso banal de espionaje, el arresto de Dreyfus es rápidamente olvidado por todo el país. El desarrollo del Caso a nivel nacional se daría por dos vías. Por un lado, Mathieu Dreyfus no cesa de buscar pruebas de la inocencia de su hermano con la ayuda de Bernard Lazare, judío anarquista que se había destacado por su lucha contra el antisemitismo en los ambientes revolucionarios.152 Entre 1895 y 1898, prácticamente sólo, Lazare publicaría panfletos, visitaría a cantidad de conocidos y personalidades, denunciando las irregularidades del juicio, la falta de pruebas y sobre todo, demostrando que fue la presión y la propaganda de los antisemitas la que condenó a

152

Ver “Antisémitisme et révolution”, en: Lazare Bernard, Juifs et antisémites, édition Allia, Paris, 1992, p. 68.

130

Dreyfus antes de que su crimen fuera conocido siquiera. Lograría convencer gradualmente a gente como Georges Clemenceau, el escritor Émile Zola, y el senador republicano Scheurer-Kestner, conocido de la familia Dreyfus. Por otro lado, en julio de 1895, el teniente-coronel Georges Picquart es nombrado jefe del deuxième bureaux. En 1896, intercepta un correo de Von Schwartzkoppen dirigido al comandante Ferdinand Walsin-Esterhazy, hombre con pasado de timador y lleno de deudas que ha sido visto entrando en la embajada alemana. Tras una investigación personal, concluye que la escritura de Esterhazy es similar a la del bordereau. Les comunica sus dudas a sus superiores, quienes habían participado en la investigación en contra de Dreyfus y rehúsan escucharlo. El caso Dreyfus está cerrado. Deseoso de acabar con la campaña revisionista de Mathieu y Lazare, un periódico asegura que pruebas contundentes fueron presentadas al jurado para condenar a Dreyfus, con lo cual reconoce abiertamente que el juicio fue ilegal al privar a la defensa de tales pruebas. La emoción es fuerte en la opinión pública. Enviado en misión a Túnez por sus superiores para alejarlo del caso, Picquart le revela a su abogado las pruebas que ha encontrado acerca de la culpabilidad de Esterhazy y la inocencia de Dreyfus. Éste a su vez le da esa información a un conocido suyo, el senador ScheurerKestner, quien la transmite al parlamento en octubre de 1897. El Caso ahora es nacional y comienza a movilizar a los políticos, aunque pocos se arriesgan a llevarle la contraria al ejército con las elecciones de 1898 a punto de llegar. En cuanto a los socialistas, no ven motivos para intervenir en una “guerra civil burguesa”.153

153

Citado en : Birnbaum Pierre, Op. Cit, p.85.

131

Leyendo un artículo periodístico acerca del Caso, un banquero reconoce la escritura del bordereau como la de uno de sus clientes: el comandante Esterhazy. Le comunica esta información a Mathieu Dreyfus quien, el 15 de noviembre de 1897, acusa formalmente al comandante de ser el autor de la prueba que condenó a su hermano. Debido a la presión de los partidarios de la revisión del juicio, se organiza una investigación militar acerca de Esterhazy que concluye en su inocencia, y más tarde se le lleva a juicio militar y declarado inocente el 11 de enero de 1898. Una muchedumbre vitorea a la “victima de los judíos”, mientras que Picquart es detenido por haber comunicado información militar a un civil y Scheurer-Kestner pierde la vicepresidencia del senado. J’Accuse. A la derrota de los dreyfusards en el juicio de Esterhazy sigue el golpe de J’Accuse. En un artículo publicado el 13 de enero en el periódico de Georges Clemenceau, Émile Zola (el escritor francés más leído del momento) advierte al presidente de la República de la inocencia de Dreyfus, denuncia las irregularidades del juicio, la culpabilidad de Esterhazy, las manipulaciones de los altos mandos para acallar a Picquart, la campaña antisemita, y por fin, acusa uno por uno a todos los altos oficiales inmiscuidos en la injusticia que sufrió el capitán, desde el ministro de guerra hasta los miembros del jurado del juicio Esterhazy. 300 000 ejemplares de J’Accuse dan nacimiento al Caso Dreyfus al radicalizar todas las opiniones. El mismo día de la publicación, manifestaciones nacionalistas y antisemitas surgen en toda Francia proclamando su respeto por el ejército, su odio por los judíos y por Zola. En Argelia, las manifestaciones toman aspecto de pogrom,

132

mientras que los italianos del sur de Francia son insultados y a veces asesinados (el padre de Zola era italiano). La policía es indiferente o apoya los tumultos. Se fundan (o refundan) asociaciones como la Liga de los Patriotas de Paul Déroulède, y la Liga Antisemítica de Jules Guérin. En las elecciones legislativas de mayo, todo aquel relacionado con los revisionistas es derrotado, mientras que los nacionalistas triunfan y se forma por primera vez un grupo antisemita en el Senado. Miles de cartas son enviadas a Zola, de Francia y del extranjero, en muestra de respeto y apoyo. Comienzan a circular las peticiones para la revisión del juicio a Dreyfus. Intelectuales y ciudadanos de todos los ambientes unen sus firmas a las listas mientras que grupos e individuos hasta entonces indiferentes intervienen. Socialistas como Jean Jaurès, Jean Allemane y anarquistas como Sébastien Faure y Emile Pouget comienzan a movilizar a sus círculos respectivos. J’Accuse marca también el inicio de las peleas callejeras entre ambos bandos. El 17 de enero de 1898, por primera vez los antisemitas son expulsados de las calles por un grupo de militantes anarquistas y socialistas. Asociaciones de judíos, protestantes y católicos liberales se unen a las demandas de revisión. En febrero se funda la Liga de los Derechos del Hombre cuyo objetivo inicial fue la lucha por la revisión del juicio, pero que también se extendió a la lucha contra la violencia en las colonias y la supresión de las leyes de represión antianarquista. Llevado a juicio por el ejército bajo cargo de difamación, Émile Zola y sus defensores pretenden demostrar la inocencia de Dreyfus para que caiga la acusación. Durante el juicio, llevado a cabo con una enorme tensión en todo el país, el comandante JosephHubert Henry revela la existencia de una prueba definitiva que menciona claramente a

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Dreyfus y demuestra su culpabilidad. Este documento, conocido como Falso Henry, no será mostrado durante el juicio, pero será suficiente para que Zola sea condenado a un año de cárcel y 3000 francos de multa. A pedido de sus defensores, huye a Londres antes de cumplir la sentencia. Ministro de guerra desde el 28 de junio, el general Godefroy Cavaignac decide abrir el archivo del Caso Dreyfus para acabar con las dudas acerca de su culpabilidad. Confía al capitán Cuignet esta tarea y éste, al estudiar los documentos, descubre que la famosa prueba decisiva, el Falso Henry, es una falsificación. El 30 de agosto, el comandante Henry es llevado ante Cavaignac ante el cual confiesa que fabricó ese documento para darle más consistencia a la acusación contra Dreyfus, la cual carecía de pruebas. Encarcelado, es encontrado muerto con la garganta abierta por su navaja de afeitar el tres de septiembre. Revisión. El descubrimiento de la falsificación de Henry hace posible la revisión del juicio. Los antidreyfusards más moderados la consideran necesaria para probar la culpabilidad con pruebas reales mientras que los más convencidos se oponen al no poner en duda la autenticidad de las supuestas demás pruebas. Ante esta situación, Esterhazy huirá a Inglaterra desde donde confesaría ser el autor del bordereau, mientras que el pedido de revisión del juicio propuesto por Lucie Dreyfus al tribunal es declarada aceptable y Zola es autorizado a volver a Francia en espera de un nuevo juicio. Los antisemitas comienzan una serie de suscripciones en favor de la viuda de Henry, el mártir asesinado por los judíos. Al momento de la muerte del presidente Félix Faure a principios de 1899, la Liga de los Patriotas de Paul Déroulède intenta un golpe de

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estado que fracasaría al no recibir apoyo del ejército. Con la formación del ministerio de Waldeck-Rousseau,

republicano

de

centro-izquierda,

el

gobierno

se

inclina

definitivamente por la revisión del Caso, lo cual hace posible que Alfred Dreyfus vuelva a Francia tras cinco años de encarcelamiento, para su segundo juicio. Éste se inicia el 8 de agosto de 1899 en Rennes, bajo enormes tensiones. El juicio en sí no trae informaciones nuevas, se limita a ver enfrentarse a ambos bandos, cada uno seguro de lo que dice. Al cuarto día, el abogado de Dreyfus, Ferdinand Labori, recibe un balazo en la espalda en plena calle, del cual se recuperará. El 9 de septiembre, Dreyfus es condenado a 10 años de deportación por traición con “circunstancias atenuantes”, veredicto que no satisface a nadie y que revela la existencia de divergencias entre los jueces. La defensa se divide, algunos queriendo arriesgarse a un tercer juicio, lo cual implica que Dreyfus regrese a la Isla del Diablo. Otros apoyando a los familiares, quienes prefieren aceptar el indulto del presidente Émile Loubet, lo cual liberaría a Dreyfus, cuya salud es preocupante tras el encarcelamiento y el choque de la nueva condena, pero implicaría admitir su culpabilidad. Se acepta el indulto y el 19 de septiembre de 1899, Alfred Dreyfus sale de Rennes culpable y libre.

B/ El factor Judeofobia. Dentro de los mil y un temas cuyo estudio es necesario para entender plenamente el impacto del Caso Dreyfus en la vida política y social francesa, la judeofobia es uno de los más comentados. No únicamente la víctima de uno de los grandes errores judiciales de la historia de Francia fue judía, sino también la prensa de la época dejó pocas dudas

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de la capacidad de movilización que tuvo el nuevo antisemitismo, término acuñado apenas años antes del inicio del Caso. La judeofobia tuvo indudablemente un área de difusión privilegiada en la Tercera República francesa, aunque no podremos explayarnos demasiado en el estudio del discurso judeofóbico o en su influencia dentro del Caso mismo.

De todas formas, parece indispensable dedicar una parte de este estudio a la judeofobia. Para dar una imagen, por más breve que sea, de una ideología que vio en el Caso un apogeo que no volvería a tener hasta la segunda guerra mundial, y así entender mejor ese fragmento del rompecabezas ideológico del siglo XIX. En segundo lugar, para estudiar la difusión de tal mentalidad dentro de la institución castrense misma. Este último punto es necesario para entender si las acciones del ejército al momento de juzgar a Dreyfus se deben a ese mismo prejuicio compartido por gran parte de la sociedad, o si al contrario la carencia del mismo en el ambiente militar apunta a otra explicación más propia del ejército.

B.1/ Una ideología en apogeo. El término “judeofobia” se refiere en forma general a un tipo de xenofobia. La que se encuentra dirigida al “judío”, sin importar la definición que se tenga del mismo. Esta definición es tan importante como los motivos de la judeofobia, razón por la cual existen diversos términos para designar la naturaleza de la hostilidad a esa comunidad en particular. Si el “antijudaísmo” identifica automáticamente al judío con la religión judaica y se trata por tanto de una hostilidad de tipo religiosa, el término “antisemitismo” que surge en Alemania en textos de 1873 y llega a Francia en la década de 1880 tiene una

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connotación abiertamente racial y científica. Hace alusión a las teorías antropológicas e históricas que plantean la existencia de al menos dos grandes grupos raciales humanos distintos y opuestos: el ario y el semita, este último asociado preferentemente al judío pero no únicamente.154

En 1886, Edouard Drumont publica un best seller que compite con los más grandes escritores franceses: La France Juive (La Francia Judía), en el cual da nacimiento a la judeofobia “moderna”, post-cristiana. En esta obra, traza un cuadro antropológico, religioso, económico y nacional del judío. Inspirado por los avances de la antropología y el psicoanálisis, Drumont asume como base de su teoría (que banaliza más que crea) la desigualdad racial y el darwinismo social que aplica el concepto de lucha por la vida a la historia humana. Para él, toda la historia se resume a una guerra entre los arios y los semitas / judíos. Cada uno posee atributos psicológicos, comportamientos heredados e inalterables: el judío es mercantil, cobarde en la guerra, y materialista; el ario es valeroso, desinteresado y espiritual… “Dès les premiers jours de l’histoire, nous voyons l’aryen en lutte avec le sémite. […] C’est une question de race et tous les raisonnement métaphysiques n’y feront rien”.155 [Desde los primeros días de la historia, vemos al ario en lucha contra el semita. […] Es una cuestión de raza y todos los razonamientos metafísicos no lo cambiarán.]

154

En forma abusiva, el término antisemitismo hoy tiende a designar la hostilidad hacia el judío en general. Winock, Michel, “Émancipation et éxclusion. La France et la question juive”, Op. Cit, p.48. 155 Winock Michel, Edouard Drumont et Cie. Antisémitisme et fascisme en France, éditions du Seuil, Tours, 1982, p.49.

137

Llevando las cosas al extremo, Drumont traza un cuadro de la apariencia física del semita en el cual mezcla nariz ganchuda, orejas anchas, mano de “hipócrita y traidor”, brazos más cortos que otros, mal olor, y en general una capacidad a resistir las enfermedades (lo cual no está lejos de la acusación medieval de propagar la peste). “Ces gens n’ont pas vraiment le cerveau conformé comme nous; leur evolution est différente de la nôtre et tout ce qui vient d’eux est exceptionnel et bizarre”. 156

[Esa gente no tiene realmente el cerebro compuesto como nosotros; su evolución es distinta a la nuestra y todo lo que viene de ellos es excepcional y extraño.]

Consecuencia de lo anterior, el judío no puede pertenecer a la nación francesa, sus características morales lo hacen inasimilable y todo lo que haga en Francia se hará a costa del “auténtico” espíritu ario que formó a la Nación. De ahí el rechazo de los racistas a la república y la democracia. Ambas asumen la igualdad entre los hombres, lo cual para los defensores de la desigualad biológica es una falsedad fruto de la “metafísica” de los humanistas, quienes no entienden que los caracteres raciales son inalterables. La igualdad les da a los judíos la llave para formar parte de la Nación y para corromperla desde adentro. Este convencimiento de la desigualdad racial y de la explicación de la unicidad de la Nación por caracteres comunes inalterables era ampliamente compartida por buena parte de la población y la intelectualidad europea. 157

156

Drumont, Edouard, De l’or, de la boue, du sang, 1896. Citado en: Edouard Drumont et Cie. Antisémitisme et fascisme en France, p.50. 157 La segunda mitad de siglo XIX ve un desarrollo similar del racismo pangermanista en Alemania (Richard Wagner se hará su vocero), un recrudecimiento de los pogroms en la Rusia zarista, sin contar los casos de inculpación de judíos de Europa oriental por supuestos sacrificios rituales de víctimas cristianas. Tampoco es coincidencia que en esas mismas fechas, un judío austrohúngaro, Theodor Herzl,

138

Durante el Caso mismo, Maurice Barrès, viejo escritor boulangiste, acuña la frase: “Que Dreyfus est capable de trahir je le conclus de sa race”.158

[Que Dreyfus es capaz de traicionar, lo concluyo de su raza.]

Ahí donde el cristiano ve al judío como deicida culpable de la muerte de Jesús; el nacionalista como un elemento antifrancés y por tanto inasimilable 159, un anatema de la pureza física y mental de la nación; el socialista podía ver también a un enemigo. Lejos de definirse como un fragmento más del espectro político, la judeofobia impregna todas las ideologías según el credo de cada una. Dentro de los ambientes obreros, el surgimiento durante el siglo XIX de grandes nombres judíos en la política (Alfred Naquet, Joseph Reinach) y la finanza (la famosa dinastía de los Rotschild) alienta un discurso que sin ser racista, alberga un deje de judeofobia anticapitalista. El judío es asimilado al propietario, al burgués poseedor del capital, al explotador del pueblo. Por medio de un desliz semántico aparentemente aberrante, organizaciones obreras definen “judío” cómo un sinónimo de “capitalista” sin alusión alguna a raza o religión. El anarquista Émile Pouget procuraría inclusive defenderse de la acusación de antisemita en 1890:

publique “El estado judío” donde plasmará las bases del sionismo moderno. Herzl había asistido a la degradación pública de Alfred Dreyfus. 158 Citado en: Winock, Michel, “Émancipation et éxclusion. La France et la question juive”, Op. Cit, p.491. 159 Este punto debe matizarse ya que el nacionalismo no siempre asumió discursos raciales, y gente como Paul Déroulède nunca aceptó la exclusión de los judíos franceses del imaginario nacional.

139

“Les mots changent bougrement de signification avec les époques. […] Dans les temps anciens, un youtre (160) était un pauvre bougre baptisé au sécateur, bouffant du pain sans levain, allant à la messe à la synagogue, faisant du samedi le dimanche. […] Aujourd’hui un youtre c’est plus ça. […] Le youtre c’est l’exploiteur, le mangeur de prolos: on peut être youtre tout en étant chrétiens ou protestant”.161 [Las palabras cambian notablemente de significación con las épocas. […] En tiempos antiguos, un youtre era un pobre diablo bautizado a punta de podadera, que comía pan sin levadura y hacía del sábado el domingo. […] Hoy en día, un youtre ya no es eso. […] El youtre es el explotador, el devorador de proletarios: se puede ser youtre y al mismo tiempo ser cristiano o protestante.]

En otras palabras, retomando la lógica de socialistas como Alphonse Toussenel y el mismo Karl Marx, judío es sinónimo de capitalista.162 Y manifestar en contra de los judíos, como aplaude Pouget, no es distinto a manifestar en contra de los jesuitas para los anticlericales, o de la burguesía para el movimiento obrero en general. Los socialistas, especialmente los blanquistas, comparten este concepto sin importar la vertiente de su pensamiento.163 A eso se agrega que muchos anticlericales definen al judío como el fundador original de la religión monoteísta y la tiranía de la Iglesia Católica, y lo combaten en nombre del laicismo. Lo cual no impide a los tipos de prejuicio viajar de un grupo a otro según el autor y las circunstancias. Ciertos socialistas

160

Youtre: término despectivo para referirse a un judío. Pouget Emile, Le Père Peinard. Journal “espatrouillant”. Articles choisis (1889-1900), édition les Nuits Rouges, Mayenne, 2006, p.102. 162 Edouard Drumont et Cie. Antisémitisme et fascisme en France, p. 46-47 y 86-87. 163 Winock, Michel, “Émancipation et éxclusion. La France et la question juive”, Op. Cit, p.51-52. 161

140

se adhieren a las tesis raciales sin por ello ser representativos de sus partidos. 164 Para la década de 1890, el Comité Central Socialista Revolucionario (órgano principal del socialismo blanquista) había convertido a la judeofobia, todas tendencias confundidas, en una base de su credo.

Hasta el estallido de la primera guerra mundial, Drumont y su periódico, La Libre Parole, se vuelven el mayor receptáculo de judeofobia en la vida de la Tercera República. Su deseo confeso es unir a todas las fuerzas sociales francesas en contra de un enemigo común: el antifrancés por excelencia. Mezclándose con el nacionalismo antialemán, los judíos son asimilados a agentes del extranjero, enemigos tanto de los conservadores como de los revolucionarios. Al igual que los nacionalistas a la Déroulède y los socialistas nacionalistas como Rochefort (quien fue antisemita), la judeofobia de fin de siglo pretende reunir a todas las fuerzas vivas de la Nación por encima de cualquier diferencia de ideología o clase social. La judeofobia se vuelve la base misma de esa unión en contra de l’anti-France, un polo opuesto, la encarnación de lo rechazable. A los ojos de Drumont, tanto los católicos como los socialistas tienen un interés común en la lucha contra el judío: para salvar la base cristiana del país de ataques laicos y anticlericales (entra el “judío Naquet” y su ley del divorcio) y para luchar contra el gran capital judío que fomenta la desigualdad social. Todo en uno.

164

Ibid., p.51.

141

“Sur qui pèse le plus durement le régime actuelle? Sur l’ouvrier révolutionnaire et sur le conservateur chrétien. L’un est atteint dans ses intérêts vitaux; l’autre est bléssé dans ces croyances les plus chères”.165

[¿Sobre quién pesa más duramente el régimen actual? Sobre el obrero revolucionario y sobre el conservador cristiano. Uno es golpeado en sus intereses vitales; el otro es herido en sus creencias más queridas.]

Es esta indefinición e incapacidad surgida del nacionalismo de percibir a los judíos ya sea cómo individuos ya sea como integrantes de la Nación, lo que lleva a un prejuicio de múltiples significados a desarrollarse en todos los ambientes. El odio al judío no fue visto sino hasta muy tarde como una aberración dentro de la República, y se conocen alusiones judeofóbicas en muchos de los más renombrados defensores de Dreyfus, incluyendo al radical Georges Clemenceau y al socialista Jean Jaurès. 166

El Caso Dreyfus obligará a los actores en presencia a definir sus actitudes frente a la judeofobia. Si bien el fenómeno no fue general, la toma de posición a favor o en contra de Dreyfus motivó un rechazo o una radicalización del discurso. Por un lado, las organizaciones anarquistas, en general, toman partido en contra del antisemitismo (y no a favor de Dreyfus, como Émile Pouget y Sébastien Faure lo resaltan), y demuestran su punto al purgarse a si mismas de los elementos judeofóbicos y al enfrentar físicamente a los antisemitas en las calles, saboteando sus reuniones y protegiendo las de los dreyfusards. De la misma forma, la mayoría de los partidos políticos, incluyendo a 165 166

Citado en: Edouard Drumont et Cie. Antisémitisme et fascisme en France, p. 65. Messadié Gerald, Historia del antisemitismo, edición B Argentina, Buenos Aires, 2001, p.275-

276.

142

radicales, socialistas y republicanos en general, aclaran su rechazo y sitúan por primera vez a la judeofobia en ciertos rincones del espectro político. A pesar de haber permanecido neutral durante el Caso, el Partido Obrero Francés (marxista) afirma en 1898 a través de su dirigente Jules Guesde que el antisemitismo es una forma más de la Reacción.167 O como Sébastien Faure escribió en pleno Caso: “C’est un courage de proclamer sa lâcheté; c’est une force de reconnaître sa faiblesses; c’est un acte de ságesse que d’avouer ses erreurs. Eh bien! Nous n’hésitons pas a le confesser, nous avons eu le trés grand tort de ne nous élever ni assez tôt, ni assez vigoureusement contre le courant antisémitique. Que de fois nous n’avons entendu dire par des camaradas “l’antisémitisme nous indiffère […]” […] D’autres laissaient a entendre et même déclaraient que la campagne antisémite leur plaisait fort et leurs paraissait des plus utiles à la difusión et au triomphe des idées libertaires. […]…le courant antisémitique, entraînant dans sa course une partie des eaux prolétariennes, est devenu aujourd’hui un torrent impétueux dont il ne sera pas aisé d’empêcher les ravages”. 168

[Es valor el proclamar su cobardía; es fuerza el reconocer sus debilidades; es un acto de sabiduría el confesar sus errores. No dudamos en confesarlo, cometimos el gran error de no alzarnos a tiempo ni con vigor en contra de la corriente antisemítica. Cuantas veces oímos decir a camaradas “el antisemitismo nos es indiferente […]” […] Otros daban a entender e inclusive declaraban que la campaña antisemita era de su agrado y les parecía de lo más útil para la

167

Winock, Michel, “Émancipation et éxclusion. La France et la question juive”, Op. Cit, p.53. Faure Sébastien (presentation par Philippe Oriol), Les anarchistes et l’Affaire Dreyfus, édition CNT, Paris, 2002, p.67-68. 168

143

difusión y el triunfo de las ideas libertarias. […]…la corriente antisemítica, arrastrando consigo a una parte de las aguas proletarias, se ha vuelto un torrente impetuoso del cual no será fácil impedir los estragos.]

B.2/ La vertiente militar

En 1892, La Libre Parole lanza una campaña atacando la presencia de judíos en el ejército, asimilándolos a aliados de Alemania y temiendo que la defensa del país se encuentre comprometida por traidores. “Que seraient venus faire les youtres dans ses rangs? Tirer des traîtres vaut mieux que tirer à la cible. […] A peine les juifs ont-ils pris pied dans l’armée qu’ils ont cherché a acquérir de l’influence. Déja maîtres de la finance, de l’administration, dictant des arrêts aux tribunaux, ils seront définitivement les maîtres de la France le jour où ils commanderont à l’armée. Rotschild se fera communiquer les plans de mobilisations […] on pense bien dans quel but!”169 [¿Que han venido a hacer los youtres en sus filas? Disparar a traidores es mejor que tirar al blanco. […] A penas los judíos pusieron pie en el ejército, intentaron obtener influencia. Amos de las finanzas, la administración, dictando sentencias a los tribunales, serán definitivamente los amos de Francia el día que manden en el ejército. Rotschild se hará comunicar los planos de movilización […] sabemos bien con que objetivo!]

El 29 de mayo, contesta el capitán judío Cremieu-Foa: “En insultant les trois cents officiers français de l’armée active qui appartiennent au culte israélite, vous m’insultez 169

Birnbaum, Pierre, “L’armée française était-elle antisémite?”, L’Histoire, nº173, janvier 1994, p.23.

144

personnelement. Je vous somme de cesser cette odieuse campagne et je vous avertis que si vous ne prenez pas ma lettre en considération, je vous demanderais une réparation par les armes.”170

[Al insultar a los trescientos oficiales franceses del ejército activo que pertenecen al culto israelita, me insulta personalmente. Le intimo a que cese esta odiosa campaña y le advierto que si no toma mi carta en consideración, le pediré reparación por las armas.]

La polémica llevará a varios duelos entre oficiales judíos y antisemitas. En uno de ellos, el capitán Armand Mayer se bate con el agitador antisemita marqués de Morès, quien le perfora un pulmón. La muerte de Mayer generará una primera reacción de envergadura en contra del antisemitismo. El entierro del capitán recibe el homenaje de varios regimientos. Diversos periódicos toman la defensa de los judíos, lamentando asistir a un regreso de odios antiguos. Otros denuncian la campaña de odio “antipatriótico” de Drumont y los suyos. Se hacen llamados a defender al ejército de los ataques de la prensa y de los llamados a nuevas guerra de religión que dividen a la “familia francesa”.171 En la Cámara misma, el ministro de guerra Charles de Freycinet hace un llamado a los judíos del ejército: “Messieurs, dans l’armée nous ne connaissons ni israélites, ni protestants, ni catholiques [applaudissements]; nous ne connaissons que des officiers français [nouveaux applaudissements]. Je dirais donc à ces officiers qui se sont crus atteints par des polémiques que nous réprouvons profondément [applaudissements], par ces appels 170 171

Ibid., p.23. Ibid., p.24.

145

à des passions d’un autre âge [Trés bien! Trés bien!], à ces préjugés dont la Révolution française à fait depuis longtemps justice, je leur dirai: vous ne pouvez êtres atteints par ces sortes d’injures collectives qui ne visent ni votre bravoure militaire ni votre honnêteté privée. Mettez-vous au dessus de ces attaques, car vous êtes soutenus par le gouvernement, par les Chambres, par l’opinion publique toute entière”.172

[Señores, en el ejército no conocemos ni israelitas, no protestantes, ni católicos [aplausos]; no conocemos más que oficiales franceses [más aplausos]. Le diré pues a esos oficiales que se sintieron aludidos por esas polémicas que reprobamos profundamente [aplausos], por esos llamados a pasiones de otra época [¡Muy bien! ¡Muy bien!], a esos prejuicios a los cuales la Revolución francesa puso fin hace tiempo, les diré: no pueden ser golpeados por esas injurias colectivas que no aluden ni a su valor militar ni a su honradez privada. Pónganse por encima de esos ataques, pues gozan del apoyo del gobierno, las Cámaras, la opinión pública entera.]

Y el gobernador militar de París, el ya mencionado general Saussier “recommande a tous les officiers sous ses ordres le calme et le sang-froid, persuadés qu’ils doivent êtres que l’ndignation publique fera infalliblement échouer toutes les tentatives insensées et criminelles qui auraient pour but de rompre le grand faisceau des forces vives de la patrie”.173 […recomienda a todos los oficiales bajo sus órdenes la calma y la sangre fría, persuadidos como deben estar que la indignación pública hará infaliblemente fracasar todas las tentativas insensatas y criminales que tendrían por objeto el romper el gran conjunto de las fuerzas vivas de la patria.] 172 173

Ibid., p.24. Ibid., p.24.

146

Ese mismo año, cuando varios oficiales, incluyendo al capitán Cremieu-Foa, mueren en combate en Dahomey, la ceremonia realizada en la sinagoga de París recibe a varios compañeros suyos venidos a escuchar al gran rabino Zadoc Kahn exaltar el patriotismo de los difuntos.174 Este es un ejemplo entre muchos en el cual la solidaridad militar se demuestra por encima de distinciones religiosas. Algunos de estos casos se llevaron a cabo durante los peores años de la reacción antisemita generada por J’Accuse.

Este par de ejemplos entre muchos otros son una vez más una prueba de la evolución por la cual había pasado el ejército desde la década de 1870. No solamente el ejército fue idealizado por los pensadores civiles como la condición sine qua non para la supervivencia de la Nación, sino que el mismo ejército asumió esa imagen y se presentó a sí mismo, como las declaraciones de Freycinet y Saussier parecen indicar, como un elemento más allá de los conflictos políticos e ideológicos. La idea fija de una revancha sobre Alemania no solamente ubicó a la institución castrense en el centro del debate de la Nación, sino que ella misma tomó consciencia de ese papel, volviéndose la única base sobre la cual todas las alianzas eran posibles. Ahí donde el nacionalismo antisemita ve al judío cómo la oposición a la Nación, el nacionalismo republicano lo asimila.

Y sin embargo, la vida del mismo Dreyfus, mucho antes de su arresto, muestra la existencia de una vertiente militar receptiva al antisemitismo y dispuesta a hacerlo saber. 174

Ibid., p.24.

147

Tras salir de la Escuela Superior de Guerra en noveno lugar de un grupo de ochenta y uno, Dreyfus obtiene la posibilidad de ingresar a los servicios del estado mayor del ejército francés. Ahí, como recién llegado, alterna las estadías en diferentes oficinas y ocupaciones, recibiendo cada vez una calificación y apreciación del alto oficial a cargo. En general, sus calificaciones destacan sus capacidades y la posibilidad de proseguir una brillante carrera dentro de la oficialidad.175 Un par de excepciones, sin embargo, empañan su trayectoria. Dos calificaciones anormalmente bajas en comparación con el resto llaman la atención. Al explicar su decisión, ambos oficiales declaran que no quieren ver entrar judíos en el estado mayor. Un testimonio del propio teniente-coronel Du Paty de Clam señala que antes de Dreyfus, ciertos miembros del estado mayor ya habían declarado lo mismo al momento de postularse otros judíos. 176 Es de notar sin embargo que Dreyfus protestó oficialmente y obtuvo satisfacción.177

Durante toda la década de 1890, se reportan acciones, iniciativas personales de pequeños grupos de oficiales y soldados que protestan o de una forma u otra dan a conocer su rechazo a la entrada de judíos al Arca Santa. En 1893, un centenar de estudiantes militares protesta por la presencia de judíos entre los candidatos al concurso de ingreso a Saint-Cyr. En 1895, un proyecto de ley rechazado por la Cámara pedía que se restringiera el ingreso al ejército, limitándolo a franceses de tercera generación cuando mínimo. Recibió 173 votos a favor. Para los primeros años del siglo XX, varios judíos habían abandonado la carrera de armas, convencidos que no podrían

175 176 177

Pincas, Eric, “Au coeur du dossier secret”, Historia, Nº 696, diciembre 2004, p.70. Ibid., p.70-71. Birnbaum Pierre, Op. Cit, p.34-35.

148

prosperar en un ambiente hostil. Se descubrió que en ciertos casos, y en forma totalmente extraoficial, los judíos eran puestos en cuarentena, aislados de sus batallones hasta que obtuvieran un certificado de bautismo. 178 Las calificaciones y apreciaciones de los altos oficiales demuestran una cierta tendencia a juzgar a los judíos como tal. Se encuentran apreciaciones como la siguiente: “Fort intelligent, trés laborieux, le comandant Bloch est apprecié par ceux qui l’emploient. En même temps que des qualités, il a les défauts de sa race. Il est assez commun, ne doute de rien et cherche trop a se faire valoir”.179

[Muy inteligente y laborioso, el comandante Bloch es apreciado por quienes lo emplean. Junto con cualidades, tiene los defectos de su raza. Es bastante común, no duda de nada y busca demasiado hacerse notar.]

Desde la publicación de los primeros panfletos de Bernard Lazare, se ha estudiado a detalle el papel de la judeofobia dentro del Caso Dreyfus. Independientemente de la importancia que tuvo, no es posible explayarse aquí sin salirse del tema. Concluiremos simplemente que si bien el ejército participó en la difusión de la misma, las declaraciones de sus más altos representantes, la falta de una política oficial de discriminación y los ejemplos de oficiales judíos que realizaron carreras exitosas demuestran que el prejuicio no basta para entender el por qué del Caso Dreyfus y el por qué de la actitud del estado mayor al momento de rechazar la revisión del juicio. No retendremos pues a la judeofobia más que como una tendencia común a la sociedad 178

Birnbaum, Pierre, “L’armée française était-elle antisémite?”, Op. Cit, p.25-26. Service Historique des Armées, Vincennes, Troisième série 582, dossier Bloch. Citado en: Birnbaum, Pierre, “L’armée française était-elle antisémite?”, Op. Cit, p.26. 179

149

francesa de finales del siglo XIX, y no como una característica definitiva de la institución castrense.

C/ El Caso en la óptica militar En 1894, Francia y Alemania están inmiscuidas en un conflicto solapado entre espías de ambos bandos. La búsqueda de información era negada oficialmente, aunque todos los gobiernos sabían de la existencia del espionaje autorizado. En el lado francés, en octubre de 1894 se intercepta en la embajada alemana en París, una nota dirigida por un soldado francés a la embajada conteniendo información confidencial solo accesible a los miembros del estado mayor. Tras una investigación preliminar, el ministro de guerra, general Auguste Mercier y sus subalternos concluyen que existen ciertas similitudes entre la escritura del documento y la de un suboficial del EstadoMayor, el capitán Alfred Dreyfus. Nacido en 1859 en el seno de una familia acaudalada de Mulhouse, miembro de la importante comunidad judía alsaciana, Dreyfus y los suyos viven de cerca la guerra franco-alemana. Con la derrota y la absorción de AlsaciaLorena por el Imperio Alemán, la familia Dreyfus abandona Mulhouse y se instala en París. La mitad de la población judía de la ciudad haría lo mismo, y se uniría en masa a las organizaciones patrióticas enfocadas en la revancha. No pocos llevarían a cabo carreras en el ejército.180 Dreyfus sería uno de ellos. En 1877, es aceptado en la Escuela Politécnica y luego en la escuela de Aplicación de Artillería, una de las carreras especializadas. Tras servir en diversos regimientos, accede al grado de capitán en

180

Birnbaum Pierre, Op. Cit, p.29.

150

1889. De ahí ingresaría a la Escuela Superior de Guerra, donde sus altas calificaciones le permiten acceder al estado mayor general del ejército, y sobresale a pesar de sus primeros roces con la judeofobia.

El 13 de octubre de 1894 es convocado a la oficina del jefe del estado mayor, general Mouton de Boideffre. Si bien no es el general quien lo recibe, es arrestado y encerrado sin ser informado de lo que se le acusa. Pasaría los siguientes dos meses contestando interrogatorios sin ser informado de la acusación. También conocería a su primer defensor: el comandante de la prisión de Cherche-Midi, el comandante Ferdinand Forzinneti.181 La investigación se prolonga durante dos meses sin novedades, ya que no se ha descubierto ninguna irregularidad en la vida de Dreyfus y los grafólogos no concuerdan con la similitud entre ambas escrituras. Hasta ese momento, la información sigue siendo confidencial. El estado mayor busca arrestar al espía sin dar aviso a la opinión pública. Llegados a este punto, el general Saussier sugiere que se abandone la investigación, considerando que no ha llevado a nada.

Todo cambió cuando los periódicos antisemitas tuvieron noticia del arresto del capitán e informaron a la opinión pública. La discreción con la que se llevó a cabo la investigación apunta a una fuente del mismo estado mayor. Bernard Lazare, judío anarquista y primer defensor de Dreyfus, retomará más tarde en uno de sus panfletos algunos de los comentarios que generó el arresto de Dreyfus:

181

Bredin Jean-Denis, The Affair. The case of Alfred Dreyfus, Georges Brazillier, New York, 2000.

151

“L’armée aussi, vouée au culte des intérêts supérieurs du pays, qui d’avance a consenti le sacrifice de sa vie pour barrer la route à l’invasion, pour protéger la frontière d’autant plus sacrée qu’elle est mutilée, l’armée éprouve un moment de dégoût… […] Elle ne se consolerait jamais d’avoir supporter la présence d’un espion qui serait autentiquement de la grande famille militaire, au lieu d’être entré chez elle par un faux certificat de naissance, de s’y être maintentu par escroquerie en abusant de la bonté et de la confiance de ses camarades. […] Non, le capitaine Dreyfus ne peut pas être, n’est pas un Français!”182

[El ejército también, entregado al culto de los intereses superiores del país, quien antes que nadie ha aceptado el sacrificio de su vida para cerrarle camino al invasor, para proteger la frontera tanto más sagrada porque ha sido mutilada, el ejército siente asco... [...] No se consolaría jamás de haber soportado la presencia de un espía que fuera un auténtico miembro de la gran familia militar, en vez de haber entrado en ella con un falso certificado de nacimiento, y de haberse mantenido en ella a base de engaños y abusando de la bondad y de la confianza de sus camaradas. [...] ¡No, el capitán Dreyfus no puede ser, no es Francés!]

“Nous avons reçu hier dans nos bureaux une délégation d’officiers en retraite, décorés de la Légion d’honneur, venus pour protester […] Ils nous ont déclaré que si la lumière la plus complète n’est pas faite à bref délai sur les agissement du coupable et que si le châtiment exemplaire que mérite son forfait se faisait trop attendre, les officiers

182

Petit Journal, 3 novembre 1894. Citado en: Lazare Bernard (Edition par Philippe Oriol), Une erreur judiciaire. L’Affaire Dreyfus, édition Allia, Paris, 1993, p.21.

152

retraités, décorés de la Légion d’honneur, étaient près a manifester publiquement leur indignation…”183

[Hemos recibido ayer en nuestras oficinas a una delegación de oficiales retirados, condecorados de la Legión de Honor, llegados para protestar... [...] Nos han declarado que si la luz más completa no es hecha en el más corto plazo sobre las acciones del culpable y que si el castigo ejemplar que merece su fechoría se hiciera esperar, los oficiales retirados condecorados con la Legión de Honor están listos para manifestar públicamente su indignación....]

El general Mercier fue acusado por su incompetencia y su incapacidad para prevenir las traiciones en el seno del estado mayor. Los nacionalistas le echaron en cara la falta de progreso en la investigación e insinuaron su traición. “Le général Mercier choisit pour lui confier les secrets de la défense nationale, un cosmopolite-né. N’est-ce pas que ce Mercier est bien vil?” “Si Mercier s’est tu pendant quinze jours, c’est que la juiverie lui a imposé le silence”.184

[El general Mercier escoge para confiarle los secretos de la defensa nacional a un cosmopolita por nacimiento. ¿Acaso Mercier no es vil?

Si Mercier guardó silencio durante quince días, es porque los judíos se lo impusieron.]

183

La Patrie, 8 novembre 1894. Citado en: Lazare Bernard (Edition par Philippe Oriol), Op. Cit, p.23. Citado en: Vaïsse, Maurice y Boulanger, Jean-François, “La conspiration des militaires”, L’Histoire, Nº 173, janvier 1994, p.17. 184

153

La respuesta de Mercier fue acelerar el procedimiento. Atrás quedaron las recomendaciones de Saussier. Mientras que para formar un caso contra Dreyfus se retiraban todos los comentarios que iban en contra de la similitud de escritura185, el mismo ministro de guerra dio una entrevista el 28 de noviembre en la cual aseguraba que la culpabilidad de Dreyfus era indudable (cometiendo una falta, puesto que el juicio no había empezado ni la defensa presentado caso alguno). La respuesta de la opinión pública fue un cambio total en los comentarios que a él se referían. “Il a fallu six semaines au général Mercier pour vaincre toutes les resistances accumulées devant lui par la juiverie”. 186

[Le fueron necesarias seis semanas al general Mercier para vencer todas las resistencias acumuladas frente a él por los judíos.]

A los ojos de Bernard Lazare y de otros futuros dreyfusards, fue esa presión de la opinión pública la que terminó por hacer que los oficiales condenaran a Dreyfus. “Au début du procès, on l’accusa de vouloir, pour complaire a la “juiverie internationale”, étouffer le procès, et ce ne fut que lorsque, sortant de son rôle, il consentit à peser du poids de son autorité sur ceux dont il était le supérieur hiérarchique et qui étaient prêts a devenir des juges, qu’on désarma, et qu’il fut couvert de louanges par ceux-lá même qui l’avaient insulté. […] Maintenant, le général Mercier a capitulé

185 186

Lazare Bernard (Edition par Philippe Oriol), Op. Cit, p. 44. La Libre Parole, 18 novembre 1894. Citado en: Ibid., p.23.

154

devant les antisémites, il a obéi à leurs menaces: il est leur homme. […] Et ce rôle qu’il avait assumé, il persista à le jouer après que le capitaine eut été condamné”. 187 [A comienzos del juicio, se le acusó de querer, para complacer a la “judería internacional”, echar tierra sobre el juicio, y sólo cuando, saliendo de su papel, consintió en usar del peso de su autoridad sobre aquellos de los cuales era el superior jerárquico y que estaban a punto de ser jueces, fue cubierto de alabanzas por los que lo habían insultado. […] Ahora el general Mercier ha capitulado frente a los antisemitas, ha obedecido a sus amenazas: es su hombre. […] Y ese papel que asumió, se empeñó en jugarlo después que el capitán hubiera sido condenado.]

Al momento de su juicio el 19 de diciembre, juicio militar y por tanto a puerta cerrada, el comandante Hubert-Joseph Henry declara que una “persona honorable” le aseguró la culpabilidad de Dreyfus (se le pidió jurar sobre su honor que esa información era cierta para considerar válido su testimonio), y varios documentos que lo incriminan son entregados al jurado sin que la defensa haya tenido acceso a ellos. 188 Entre éstos se encuentra una nota del ministro de guerra que le asegura al jurado su convencimiento en la culpabilidad del acusado. Siendo un tribunal militar, el jurado está compuesto de subordinados del general Mercier. El 22 de diciembre, Dreyfus es condenado a degradación y deportación perpetua.

187

Ibid., p.28-31. Los documentos de la acusación fueron redescubiertos en 1997, extraviados en los archivos del Servicio Histórico del Ejército de Tierra. El general André Bach, jefe del servicio histórico, describe el archivo de la acusación contra Dreyfus como vacío, compuesto de todas las piezas que indicaban la posibilidad de un traidor en el seno del estado mayor, pero sin ninguna alusión a Dreyfus. Todo indica que las pruebas habían sido juntadas para darle apoyo a los grafólogos (quienes estaban divididos) y a las falsificaciones del teniente-coronel Henry. Bach, André, “Le dossier secret de l’Affaire Dreyfus”, Historia, Nº 696, diciembre 2004, p.56-71. 188

155

Si bien el Caso Dreyfus fue antes que nada una lucha entre concepciones ideológicas y políticas, sus orígenes son totalmente militares. Por tanto no está de más estudiar quienes eran los oficiales que condenaron a Dreyfus al grado de crear pruebas falsas en su contra. El imaginario dreyfusard, rápidamente hizo de la injusticia cometida contra el capitán la prueba de una conspiración clerical en contra de la República, con consecuencias que veremos más adelante. Textos tan relevantes como J’Accuse apuntan en ese sentido al acusar a los oficiales inmiscuidos de “pasión clerical”. Pero esta imagen no parece sostenerse cuando se observa quienes fueron los culpables y cuales fueron sus argumentos. Los principales responsables de la condena de Dreyfus eran los más altos miembros del Estado-Mayor, entre ellos los dos más importantes puestos que eran el general Auguste Mercier ministro de guerra; y el general Raoul le Mouton de Boisdeffre, jefe del estado mayor. Ambos tenían reputación de republicanos, no eran antisemitas, y el general de Boisdeffre había conocido a Dreyfus antes de su arresto.189 El general Mercier había escandalizado a los medios nacionalistas al casarse con una protestante inglesa, un gesto no carente de consecuencias para un militar en una época en la cual Inglaterra era vista como un enemigo en Europa y en las colonias.

En 1896, el coronel Georges Picquart llega al mando de la oficina de espionaje. Al descubrir nuevas pruebas de robo de información, concluye que otro traidor se encuentra en el estado mayor. Al comparar la información con las piezas del Caso Dreyfus, concluye en la similitud de escrituras y la inocencia del capitán. Transmite su preocupación al nuevo ministro de guerra, general Jean-Baptiste Billot. Ya hemos

189

Halasz Nicholas, Op. Cit, p.37-38.

156

mencionado a este oficial quien había sido uno de los opositores a Boulanger. Mandaría a Picquart en misión a Túnez y se alinearía con los convencidos de la culpabilidad de Dreyfus. Acerca de Billot, Émile Zola daría una apreciación de su actitud que merece ser tomada en cuenta: “Debió de producirse entonces un minuto psicológico pleno de angustia. Observemos que el general Billot no estaba comprometido en nada; llegaba libre de todo rastro del problema; podía decir la verdad. No se atreve sin duda ante el terror de la opinión pública, ciertamente ante el miedo de exponer al estado mayor, al general de Boideffre, al general Gonse, sin contar a sus subordinados. […] Y desde entonces su responsabilidad ha aumentado; ha tomado a su cargo el crimen de los otros; es tan culpable como los otros. Es más culpable que ellos, pues era el encargado de hacer justicia y no ha hecho nada”.190

Ellos y sus subalternos inculparon a Dreyfus primero para acelerar un proceso que les había costado mucho prestigio y luego para proteger sus acciones que incluían falsas pruebas. ¿Pero entonces cómo recibieron tanto apoyo sus opiniones aún después de formarse un grupo que dudaba, y cómo se llegaron a radicalizar las posiciones al grado de hacer temer un golpe de estado de su parte? La respuesta parece encontrarse en la reacción de la opinión pública ante las demandas de revisión del Caso.

190

Zola Emilio, Yo Acuso, traductora Ofelia Menga, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1983, p.74-75. G. de Anhalt Nedda, ¿Por qué Dreyfus? El ensayo de un crimen, CONACULTA, México, 2003, p.

342.

157

Cuando Bernard Lazare publicó su primer panfleto revelando las irregularidades del juicio y recordando que el ser judío había condenado al capitán, ciertos periódicos respondieron: “M. Bernard Lazare déclare que Dreyfus a été tout d’abord suspect, puis bientôt accusé parce que juif. C’est inexact! Non seulement on n’a pas incriminé l’ex-capitaine pour cause de religion ou de race, mais on hésitait, au contraire, à le poursuivre, dans la crainte de paraître servir des intérêts ou des passions antisémites.”

191

[El señor Bernard Lazare declara que Dreyfus fue primero sospechoso y pronto acusado por ser judío. ¡Es inexacto! No solamente no se incriminó al ex-capitán por causas de religión o raza, sino que se dudaba, al contrario, en perseguirlo por miedo a parecer servir los intereses o las pasiones antisemitas.]

“Et quand on songe que, théoriquement, l’on s’inquiète du caractère, de la profession, de l’entourage du moindre candidat au grade de sous-lieutenant de réserve, avant de l’admettre à entrer, comme enfant du second lit, dans cette grande famille militaire, on peut s’étonner de la facilité avec laquelle sont confiés les postes de confiance à un officier qui a contre lui cette tare héréditaire: Juif de caractère, de race, d’entourage, de… travaux divers! Ce qui prouve, une fois de plus, que les vertus militaires ne s’apprennent pas dans les traités de mathématique”. 192

191 192

Oriol Philippe, Bernard Lazare, édition Stock, Paris, 2003, p. 213. La Verité, 3 novembre 1894. Citado en: Lazare Bernard (Edition par Philippe Oriol), Op. Cit, p.17-

18.

158

[Y cuando se piensa que, teóricamente, nos preocupamos del carácter, de la profesión, del entorno del más mínimo candidato al grado de subteniente de reserva, antes de admitirlo, como hijo, en esta gran familia militar, puede sorprender la facilidad con la cual puestos de confianza son encargados a un oficial que tiene en contra suya ese vicio hereditario: judío de carácter, de raza, de entorno, de… ¡trabajos diversos! Lo cual prueba una vez más que las virtudes militares no se aprenden en tratados de matemáticas.]

Interesante forma de sumar a la judeofobia un tema que ya hemos tratado: el oficial de academia carece de las virtudes militares que sólo se adquieren por experiencia en el campo de batalla. El capitán Dreyfus pertenecía a la nueva categoría de oficiales de formación beneficiados por el sistema escolar republicano. El tipo de oficial que se “introducía” en las filas de la casta militar tradicional.

Otros aseguraban que no era posible que siete oficiales franceses hubieran condenado a un compañero sin tener pruebas de su culpabilidad. A lo cual se agrega la lógica dada por el mismo Mercier: “En este caso hay un culpable. Y ese culpable soy yo o él. Como no soy yo tiene que ser él”. Toda la idealización del ejército ya comentada anteriormente está condensada en estos extractos: el ejército trabaja para el bien de la Nación, sin él la base misma del país está en peligro. Por tanto, no se adhiere a ningún prejuicio de la multitud, como es el antisemitismo. Dreyfus fue juzgado como un igual por ser un militar y condenado por ser culpable. En cuanto al debate acerca de su culpabilidad, si la confianza en el ejército no basta, Mercier recuerda que el debate es entre un hombre y todo el estado mayor, responsable de la salvaguarda del país. La lógica ya estudiada del respeto a las decisiones del ejército se reencuentra también en

159

la participación de Déroulède: tras haber declarado que no estaba convencido de la culpabilidad del capitán, tras haber declarado que confiaba en la decisión del estado mayor, se volvió una de las figuras principales del antidreyfusisme y defendería al ejército de las acciones de los parlamentarios y los antipatriotas que carecían de confianza en él. Reconstruiría la Liga de los Patriotas y aprovecharía la radicalización de las tendencias para intentar el golpe de estado que Boulanger había rechazado. Y a lo largo del Caso, mientras veía a la Liga convertirse en una organización antisemita, siguió declarando que un judío antidreyfusard era doblemente francés.193 Aún dejando de lado la ola antisemita que sacudió a Francia, el antidreyfusisme se describe a sí mismo como la defensa del prestigio y la confianza en el ejército. Las páginas ya mencionadas en el primer capítulo, las que Brunetière escribió en defensa de la confianza en el estado mayor, fueron escritas en el momento de perfilarse como líder del antidreyfusisme.

Sólo así se entiende el apoyo masivo y la confianza que recibieron los oficiales implicados en el Caso, aún después de haberse comprobado que las pruebas eran falsas. Sólo así se entienden las amenazas que sufrieron Bernard Lazare y la familia Dreyfus mientras buscaban apoyo entre los políticos y sólo así se explica la falta de reacción de los políticos frente a revelaciones de inocencia. Así se entiende la reacción masiva de desprecio hacia Émile Zola, después de la publicación de su J'Accuse en el cual acusaba nombre por nombre a los altos oficiales de injusticia deliberada, que se hayan quemado libros suyos en los cuarteles, que se hayan entablado acciones legales

193

Drouin Michel (dir), Op. Cit, p. 420.

160

en su contra por difamar al ejército, que el presidente Méline haya dicho en la Cámara: “On n’a pas le droit de vouer au mépris les chefs de l’armée. C’est par de pareils moyens qu’on prépare de nouvelles éditions de la débâcle”194

[No tenemos derecho a entregar al desprecio a los jefes del ejército. Pues con esas acciones se preparan nuevas ediciones de la debacle.]

El convencimiento interno y externo de su propia infalibilidad le dio al ejército el apodo de Arca Santa, Arca Santa a la cual Cavaignac y Cuignet permanecerían leales aún después de haber descubierto las pruebas falsas y haber hecho confesar a Henry. Ambos permanecerían convencidos de la culpabilidad de Dreyfus y defenderían a los oficiales coludidos en el segundo juicio.

Pero sólo así se entiende también el rechazo de esos mismos militares a participar en el golpe de estado de Déroulède. En pleno Caso Dreyfus, con las tensiones y rivalidades radicalizadas al máximo, la institución castrense se sigue rehusando a darle su apoyo a propuestas políticas alternas. De hecho, mientras las tensiones llevaban a Francia a dividirse, una de las consecuencias del Caso fue la alteración del funcionamiento de la Institución, para beneficio de cierto gobierno, y a manos de cierto oficial.

194

Birnbaum Pierre, Op. Cit, p.84.

161

D/ Galliffet y André Gaston Alexandre Auguste marqués de Galliffet (1830-1909) fue un oficial que se destacó bajo Napoleón III en la intervención en México y campañas coloniales en África. Tras estudios militares de poca importancia, entra en la caballería ligera y de ahí destacará hasta llegar a ser Caballero de la Legión de Honor y parte de la guardia de Napoleón III. Participará en la guerra de Crimea y en las campañas de Argelia y más tarde en la expedición a México, donde será seriamente herido en la batalla de Puebla. Su carrera fue notable por ser el oficial que más rápidamente conquistó los altos puestos, únicamente comparable a la carrera de Georges Boulanger. Entre sus acciones más prestigiosas, se contó una célebre carga de caballería en Sedán. Tras la batalla, se une a las fuerzas francesas del gobierno de Versalles y desde entonces permanecerá leal al nuevo gobierno, a diferencia de Bazaine. Pero fue también él quien dirigirió la represión contra la Comuna por órdenes de Thiers, durante la cual se ganará una reputación de violencia extrema que lo convertirá por el resto de su vida en la figura más odiada del ejército por los socialistas y amplias franjas republicanas. Durante los años siguientes, ocuparía diversos altos puestos entre los cuales destacaban sus acciones en el ramo de la caballería y se haría notar por apoyar a Gambetta al momento de las primeras reformas al sistema de formación militar. Opositor de Boulanger junto con el resto del estado mayor, al momento del Caso Dreyfus toma la defensa de Georges Picquart cuando éste es acusado de haber comunicado información clasificada a los dreyfusards. Lo defiende y exalta su deseo de justicia, sin por ello tomar partido u opinar acerca de la culpabilidad misma de Dreyfus.

162

En 1899, se forma el gobierno de Waldeck-Rousseau. Este último, un republicano de centro, propone la formación de un Bloque republicano. Rompiendo con la estrategia de su grupo que consistía en aliarse con quienquiera se declarara dispuesto a colaborar con el gobierno (lo cual fomentaba las alianzas de republicanos con conservadores monárquicos), Waldeck-Rousseau se declara dispuesto a aliarse únicamente con partidos favorables a defender a la República. En este caso, la tensa situación generada por los temores a un golpe de estado nacionalista le da el apoyo de los políticos dreyfusards deseosos de acelerar la revisión del caso, y de republicanos de diversas tendencias, deseosos de acabar con los riesgos de golpe de estado y con la fuerza de las organizaciones antiparlamentarias. Se forma una vasta coalición en la cual se integran los republicanos, los radicales, y (gran novedad), ciertos socialistas. El acercamiento vivido al momento del Caso entre republicanos y socialistas fomenta la propuesta de que éstos entren a formar parte del gobierno. La propuesta de la Coalición generó debate entre los socialistas, quienes por primera vez se veían ofrecer un puesto en un gobierno mixto. Si algunos como los marxistas se negaron, los socialistas independientes guiados por Jean Jaurès aceptaron y entraron al gobierno por intermedio de Alexandre Millerand, ministro del comercio. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno fue nombrar a Galliffet ministro de guerra.

Los motivos para este nombramiento pueden ser diversos. Se sabe que Galliffet y Waldeck-Rousseau eran conocidos y no escondían la relación entre el militar y el republicano. Galliffet era también un viejo conocido de Gambetta y un defensor de

163

Picquart. Había declarado públicamente su rechazo a las acciones del ejército y su repudio de las acciones de los nacionalistas que perturbaban el orden público. 195 “Rien que l’adhésion de Galliffet signifiera que l’armée sera également défendue contre les injures et les solicitations”. 196

[Tan sólo la adhesión de Galliffet significaría que el ejército estaría igualmente defendido frente a las injurias y las solicitaciones.]

Su elección no se desarrolló sin conflictos. El día de su primera aparición en el parlamento, la franja izquierda lo abucheó, llamándolo asesino y recordando a la Comuna. A punto estuvo de derrumbar a la Coalición antes de que empezara su proyecto.197

Bajo Galliffet, la política del ministerio de guerra tomó dos vías que parecen contradictorias pero que son completamente lógicas con lo que se ha dicho hasta ahora: por un lado, Galliffet hizo lo necesario para que el tribunal militar aceptara la revisión del Caso e imponérsela a un estado mayor mayoritariamente antidreyfusard. Es de notar que cuando los oficiales coludidos en el Caso protestaron por la “traición” del ministro de guerra, éste replicó con una orden del día ilustrativa: “¡Silencio en las filas!”. Una forma de retomar el tema ya mencionado de la lucha entre el ministro de guerra y el estado mayor. Lejos de suscribir a la lógica que Billot esbozó al momento de llevar la lucha contra Boulanger, Galliffet confirma su lealtad al gobierno al recordar a los 195 196 197

Reinach Joseph, Op. Cit, t.2, p.441. Ibid., p.440. Ibid., p.451.

164

militares coludidos en el Caso que el ministro de guerra tiene la obediencia del estado mayor, y no al revés. Esta visión quedaría confirmada por sus acciones siguientes.

En sintonía con la política de coalición republicana del gobierno Waldeck-Rousseau, Galliffet suprimió las comisiones encargadas de decidir del avance y promoción de los oficiales, dándole así al ministerio de guerra el control total sobre las carreras militares. El decreto le arrebataba al consejo de guerra y a las comisiones la designación de oficiales. Galliffet defendería su punto: “[Qu’] aux yeux des officiers qui ont l’éspoir d’arrivé aux plus hautes situaions de l’armée, le gouvernement et le ministre de la guerre ne soient rien, [que le commissions] soient tous, c’est le renversement de toutes les règles de la logique et de la sagesse”. 198

[Que a los ojos de los oficiales que tienen la esperanza de alcanzar las más altas situaciones del ejército, el gobierno y el ministerio de guerra no sean nada, [que las comisiones] sean todo, es la inversión de todas las reglas de la lógica y la sabiduría.]

A partir de entonces, la oligarquía militar ya no se reclutaría a sí misma. Los oficiales ya no elegirían a los oficiales. El ministro de guerra en persona elegiría, marcando una victoria del ministerio sobre el estado mayor, el cual perdía la posibilidad de rellenar sus propias filas.

Pero por otro lado, fue también Galliffet el principal artífice del mal llamado final del Caso. El 9 de septiembre de 1899, termina el segundo juicio de Dreyfus. El acusado es

198

Citado en: Ibid., p.685.

165

condenado nuevamente por traición con base en las mismas pruebas falsas que los militares coludidos no mostraron al tribunal por motivos de “seguridad nacional”. Llegados a este punto, Galliffet propone que Dreyfus pida su indulto al presidente Émile Loubet.199 Esta medida divide a los dreyfusards puesto que pedir indulto implica aceptar la culpabilidad. Clemenceau y Picquart proponen intentar un tercer juicio, a sabiendas que implicaría que Dreyfus regresase a la Isla del Diablo hasta que fuera aceptada su petición. Picquart en particular defiende la medida puesto que su propio cargo de haber entregado información clasificada sólo puede ser invalidado si se prueba que Dreyfus era en efecto inocente. Los familiares de Dreyfus, preocupados por su estado de salud tras cinco años de presidio, aceptan la propuesta. Dreyfus, finalmente, acepta la medida, Galliffet la defiende arguyendo los problemas de salud de este último, y se da la curiosidad de que el acusado más famoso de Francia salió del tribunal culpable y libre.

A esto seguirá una ley de amnistía, ley que fue en buena medida obra de Galliffet. Una ley pasada por el gobierno que impide llevar a juicio a quien sea por sus acciones dentro del Caso Dreyfus, lo cual garantizó que los militares culpables de falso testimonio y pruebas nunca fueron llevados ante la justicia. Esta ley, que enfureció a muchos dreyfusards, es vital para entender la lógica seguida por Galliffet y quienes le sucedieron, y sus motivos para enfrentarse a ambos bandos. Si desde un punto de vista legal Galliffet reconoce las irregularidades de la condena de Dreyfus, por otro lado, también se declara más allá de los bandos en presencia: “L’armée n’appartient à aucun 199

Carta de Galliffet al presidente Loubet “la grâce du capitaine Dreyfus”. Citado en: Ibid., p.953-

954.

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parti mais seulement a la France”, y se declara decidido a defenderla “des pires ennemies de l’ordre social aussi bien qu’a l’influence des nationalistes et autres prétendus royalistes.”200 [El ejército no pertenece a ningún partido, sino solamente a Francia…] […de los peores enemigos del orden social, tanto de la influencia de los nacionalistas y otros supuestos monárquicos.]

Y tomar medidas para restablecer la calma y tolerancia en el cuerpo de oficiales. Por un lado restablece la autoridad del ministro de guerra dentro del ejército inmiscuido de lleno en el conflicto social (recordando con su orden del día que es al ministro de guerra a quien el estado mayor obedece), y también pone al ejército, incluyendo a los culpables, más allá de la justicia del gobierno. Su objetivo deja de ser parte de uno de los bandos en presencia y parece ser el deseo de alejar al ejército de los conflictos políticos.

En sus propias palabras, como lo estableció en su famosa orden general al ejército: “El incidente ha terminado. Los jueces militares, rodeados del respeto de todos, han decidido con plena libertad. Aceptamos su decisión sin reservas mentales. Haremos lo mismo ante una decisión que ha sido inspirada al Presidente de la República por un sentimiento de profunda piedad... Os pido y, si fuese necesario os ordenaría, olvidar este pasado para no pensar más que en el futuro”.201 “Avec tous mes camarades, je

200 201

Drouin Michel (dir), Op. Cit, p. 313-314. Brogan D. W., Op. Cit, p.427.

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crie de grand coeur: “Vive L’armée!” à celle qui n’appartient à aucun parti mais seulement a la France”.202 [Con todos mis camaradas, grito de buen corazón: “¡Viva el ejército!” el cual no pertenece a ningún partido, sino solamente a Francia.]

Es de notar que esta orden general generó tensiones entre Galliffet y WaldeckRousseau, puesto que el primero no se la había comunicado al segundo antes de difundirla. Joseph Reinach da a entender que Galliffet, una vez dejados de lado los militares culpables, dejaba de lado al gobierno para confirmar su falta de toma de posición y confirmar su defensa del ejército y de nadie más. 203

Indultando a Dreyfus e instaurando la ley de amnistía, el gobierno logró apaciguar los ánimos y liberar a Dreyfus, aún considerado culpable por buena parte de la población. Sin embargo, los intentos de golpe de estado de Paul Déroulède convencen a los republicanos de la necesidad de una campaña de salvaguarda de la República. El Bloque de Izquierdas de Waldeck-Rousseau gana las elecciones legislativas de 1902 e inicia una vasta purga. Los nacionalistas como Déroulède son detenidos y exiliados. Guiada por radicales como Emile Combes, Georges Clemenceau y socialistas como Jean Jaurès, la política del Bloque es claramente anticlerical, deseosa de proseguir la campaña de laicidad de Gambetta y Jules Ferry, detenida al momento de buscar conciliar a las derechas en 1885. Agregándosele el hecho que la lectura de muchos dreyfusards apuntaba a una conspiración clerical detrás del Caso Dreyfus. Muchos 202 203

Reinach Joseph, Op. Cit, t.2, p.662. Ibid., p.662-663.

168

hacían de los intentos de golpe de estado (desde tiempos de Boulanger) y de la actitud indómita de la institución castrense, una estrategia para reestablecer el gobierno de la Iglesia. De ahí la transformación de cierto dreyfusisme en anticlericalismo militante que tendría ocasión de manifestarse a la zaga del Caso. 204

La ley de asociaciones de 1901 autoriza la creación de asociaciones laicas. Su primer efecto es la creación de dos grandes partidos hasta entonces limitados a grupos de afiliados: el partido radical y el partido radical-socialista. Bajo los gobiernos de Émile Combes y Maurice Rouvier, se le declara la guerra a la iglesia católica, se le suprime el derecho de asociación y su derecho de enseñanza, confirmando la educación laica. En 1904, Francia rompe relaciones con el Vaticano. La ley del 9 de diciembre de 1905 valida la separación de la Iglesia y el Estado. La República ya no reconoce ningún culto pero garantiza el libre ejercicio de todos. Las congregaciones son expulsadas y las escuelas religiosas no autorizadas, cerradas. Los bienes de las iglesias son atribuidos a asociaciones culturales y su inventario ocasiona tremendos enfrentamientos entre creyentes y fuerzas del orden.

El sucesor de Galliffet, general Louis André, ministro de guerra entre 1900 y 1904, llevó a cabo el último gran escándalo anterior a la Gran Guerra. La lógica republicana de lucha contra las influencias clericales se aplicó también en el ejército. Siguiendo la creencia de que todo el sistema militar estaba en manos de una camarilla antirrepublicana, el gobierno buscó a un ministro de guerra susceptible de acabar con

204

Winock, Michel, “Les deux France”, L’Histoire, Nº 173, janvier 1994, p.68. Para la visión anticlerical del Caso, ver: Reinach, Joseph, Op. Cit.

169

las “jésuitières”205, los nidos de jesuitas, la encarnación del poder de la Iglesia. Haciendo su misión “proteger a los oficiales y soldados republicanos contra la arbitrariedad de un estado mayor reaccionario”206, el general recurrió a la ayuda de la logia masónica del Gran Oriente. Desde la década de 1870, una gran cantidad de políticos republicanos, en particular radicales, formaban parte de organizaciones masónicas. Desde Leon Gambetta, Jules Ferry y ahora Émile Combes, radical y presidente del Consejo en 1904, los masones compartían en general el deseo republicano de laicidad.207

Utilizando una red de informantes entre los militares republicanos, el general André formó dos grandes ficheros guardados en la sede de la logia masónica del Gran Oriente. Estableció un fichero de reportes sobre los cuales el ministro de guerra pudiera basarse para decidir de los ascensos de oficiales. André no se basó en sus capacidades militares o su educación, sino en sus lealtades a la República y la naturaleza de sus opiniones. Basándose en reportes acerca de sus opiniones del Caso Dreyfus, acerca de la República y sus creencias religiosas personales (tener hijos en escuela religiosa, asistir a misa…), el ministerio de guerra convirtió al Gran Oriente en su secretaría personal, llenando dos ficheros, uno para oficiales confiables y otro para los no confiables. Sobre esta base se decidieron los ascensos de la siguiente generación de oficiales, que se esperaba fueran republicanos convencidos y

205

Winock, Michel, “Les deux France”, Op. Cit, p.67. Brogan D. W., Op. Cit, p.456. 207 Ragache, Jean-Robert, “Aux temps bénis de la IIIe République”, Historia, Nº 93 (thématique), janvier-février 2005, p.60. 206

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anticlericales. André llevó a cabo la purga del ejército, deshaciéndose de aquellos oficiales sospechosos de simpatías antiparlamentarias. El Caso de las fichas, salió a la luz en 1904 cuando un masón inmiscuido en el sistema de delación reveló las prácticas del gobierno a una de las ligas nacionalistas. El escándalo fue mayúsculo. André fue abofeteado en plena Cámara por un opositor. El Bloque de izquierdas se tambaleó frente a la denuncia de sus prácticas políticas en el seno del ejército. Nuevamente, las opiniones se polarizaron. Quienes se oponían a tales practicas terminaron apoyando al gobierno para no darle oportunidades a la oposición nacionalistas. Ello no sirvió. Eventualmente, André y Combes dimitieron. Ello no detuvo la separación de la Iglesia y el Estado de 1905, pero sí marcó la última fase del Caso Dreyfus y del enfrentamiento acérrimo de dos Francias. Desde el indulto a Dreyfus, las tendencias se habían tranquilizado lentamente, permitiendo el eventual regreso a medidas conciliatorias más propias de las políticas tradicionales. En los primeros años del siglo XX, los socialistas rompieron nuevamente con el gobierno radical por sus medidas represivas hacia las manifestaciones obreras. Para 1910, los republicanos moderados, en alianza con la franja de derecha, habían regresado al poder. Lo conservarían hasta 1914.

Para entonces, el Caso Dreyfus había llegado a su conclusión. A pedido de Jean Jaurès, se abrió nuevamente en 1903. El capitán Targe, encargado de la investigación, descubre más documentos falsificados. El 12 de julio de 1906, la corte declara que “no queda nada de la acusación en contra de Dreyfus”, que la acusación fue dada “por error”, y anula el veredicto de Rennes. El 21 de julio, Alfred Dreyfus es rehabilitado, reintegrado al ejército y nombrado caballero de la Legión de Honor. Georges Picquart

171

será nombrado general. Cómo última observación, nótese que por un lado es un oficial quien dirige la investigación y destruye la acusación, y sin embargo la alusión al “error” salva al ejército de confesar una abierta injusticia.

172

Consideraciones finales Hemos visto que por motivos prácticos, es difícil estudiar al ejército francés desde dentro debido a las propias políticas republicanas que prohibían el derecho de expresión y de voto. Sin embargo, con base en lo que pudimos señalar en este trabajo, ciertas líneas parecen destacar para explicar la relación entre la Tercera República y su institución castrense.

El surgimiento de la Tercera República francesa se da en circunstancias dentro de las cuales se entremezclaron constantemente corrientes ideológicas de muy vieja oposición, como fueron radicales herederos de la revolución francesa y monárquicos en declive. Como intentamos dejar en claro, fueron estas tendencias y su lucha por predominar las que llevaron a la Tercera República a ser un constante campo de batalla político y social salpicado de crisis que fueron el reflejo extremo de los conflictos entre republicanos de todas tendencias, facciones socialistas, anarquistas, radicales, monárquicos... todos ellos oscilando entre el respeto a la República y el antiparlamentarismo. Dentro de esta crisis constante, predomina en buena medida la idea de Revancha, profundamente anclada en Francia desde 1870. Con base en esta idea, se le puede seguir el rastro al ejército y a su relación con el poder.

Para la Tercera República, la seguridad interna está constantemente en juego. No solamente Alemania es un peligro latente, quizás la potencia militar más grande toda Europa, sino que esto se complica con un aspecto moral y legal: Francia jamás

173

reconoció la anexión de Alsacia y Lorena, dejando en claro su deseo eventual de recuperarlas. En medio de esta hostilidad, relaciones de poder agresivas, arreglos secretos y diplomacia hipócrita, el ejército se planteó rápidamente como una de las bases de la política francesa. Para enfrentar a Alemania nuevamente, era necesario modernizar al ejército. Si Alemania se arma, es necesario hacer lo mismo y superarla si posible. Y aún dejando de lado los aspectos prácticos de este rol militar, el debate político plantea el papel moral de la institución castrense. Los militares son la vanguardia de la Nación, los defensores del territorio, los futuros artífices del desquite y la liberación de los hermanos sometidos. Bajo la Tercera República el ejército francés se moderniza. No solamente desde el punto de vista material y de formación de cuadros educados, sino también desde el punto de vista ideológico. La institución castrense desarrolla un espíritu de cuerpo firme, auxiliado por una ideología propia claramente definida y confirmada por su prestigio en la opinión pública. Está en el centro del debate por la Nación, y está al tanto de ello. El ejército ejerció una influencia enorme en Francia, y de hecho en el resto de Europa, como consecuencia de la política europea del equilibrio de poder: la mejor forma de garantizar la seguridad es ser más poderoso que los vecinos y armarse conforme ellos lo hacen. Con todo y sus problemas con Alemania, Francia no perdió oportunidades de disputarse espacios coloniales con Inglaterra e Italia, aumentando la cantidad de enemigos hasta que políticos pragmáticos concentraron los recursos y las miras en Alemania, al grado de hacer posible la alianza con Inglaterra e Italia al momento de la Gran Guerra.208 Para 1880, la institución

208

Kennedy Paul, Op. Cit, p. 259.

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castrense tiene un poder, una independencia, y un espíritu de cuerpo innegables. Es el “Arca Santa”, la institución francesa por excelencia.

¿Entonces por qué el miedo a un golpe de estado? ¿Por qué Boulanger? ¿Por qué Dreyfus?

Lo que este trabajo quiere apuntar, es que la etapa de profesionalización del ejército francés se dio en paralelo con otro fenómeno que le afectó de igual forma: la conversión republicana de la sociedad. Hemos visto que la modernización a nivel de equipo y de cuadros no se realizó en forma autónoma sino con el total beneplácito y apoyo de todos los gobiernos sin importar las tendencias. Entre los republicanos de Gambetta, los moderados de Ferry, los radicales de Clemenceau y el Bloque de izquierda de Waldeck-Rousseau, todos los gobiernos franceses vivieron bajo el trauma de la derrota. Pero también hemos visto que a los ojos de los republicanos en general, el enemigo también era interno: el socialismo desde la Comuna sin duda, pero también aquellos que eran considerados los últimos elementos del antiguo régimen: el catolicismo y el antiparlamentarismo. Y en esa carrera igualmente acelerada por deshacerse de ellos para reemplazarlos por una cultura republicana, la Tercera República dio al ejército moderno un toque que lo condicionaría en la misma forma que su profesionalización: un importante contexto ideológico. El hacer obligatoria la escuela militar y por tanto la necesidad para cualquier oficial de poseer una educación básica, se dio en la misma época en la cual las escuelas se laicizaban a gran velocidad, y en la que los maestros republicanos enseñaban valores cívicos claros: vengarse de Alemania y lealtad a la República. La minoría aún existente de militares antiparlamentarios, simpatizantes de

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los nacionalistas, autoritarios o rezagos del bonapartismo, fue marginada al menos temporalmente con el Caso de las Fichas, la purga que el ejército se hizo a sí mismo. Así pues, las instancias de mando se llenaron de oficiales educados en la lealtad al ejército como la más grande institución de la Nación, pero también formados en la lealtad al sistema parlamentario, el cual enseñaba el respeto y admiración que se le debía a ejército. Pasar de la educación civil a la educación militar no planteaba ningún tipo de rompimiento para un recluta promedio, puesto que ambos sistemas trabajaban a la par.

Es ésta también la imagen que sobresale de las reacciones de los representantes de la institución castrense cuando suceden las grandes crisis de la Tercera República. El Caso Dreyfus es el momento en el cual todas las tendencias ideológicas toman partido, no solamente en defensa o negación de la inocencia del capitán Dreyfus, sino también al teorizar sus motivos para aliarse u oponerse a otras tendencias (así como lo hicieron los anarquistas al apoyar a la República). Si bien el Caso se inició con un error judicial convertido en injusticia, la misma institución castrense tuvo una actitud en general mucho más indefinida que la de los oficiales implicados. La reacción del general Galliffet es ilustrativa de las dos tendencias instauradas dentro del ejército moderno. Se desmarca de los bandos en presencia para dejar en claro que el ejército no debe tomar partido por nadie sino por el Estado y protegerlo de todas las fuentes de desunión. Lo bastante republicano para oponerse a la influencia del estado mayor culpable de falsas pruebas, y lo bastante militar como para oponerse a los dreyfusards radicales y arrebatarles la posibilidad de interferir en la organización del ejército llevando a juicio a

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sus miembros en nombre de sus concepciones personales. A lo largo de la Tercera República, el ejército no hizo más que oscilar entre ambas tendencias, buscando conciliarlas sin perder nada de su papel autoproclamado y confirmado por la opinión publica, en muchos casos mucho más exaltado que la institución castrense. Una vez que la idealización del ejército ha sido asimilada, es posible entender por qué fueron en buena medida la indignación de la opinión pública y el poder de la prensa judeofóbica las que llevaron al estado mayor a pasar por alto la falta de evidencia con tal de demostrar el respeto a su papel.

El boulangisme es la excepción que confirma la regla. El único militar claramente en rebelión contra el sistema no tuvo bajo su mando al ejército sino a varias tendencias políticas que tenían en común el antiparlamentarismo. La Liga de los Patriotas de Paul Déroulède y los blanquistas como Henri de Rochefort, las bases electorales de Boulanger, fueron movimientos civiles con tendencias más o menos populistas cuando no eran abiertamente socialistas y communards. Los blanquistas eran en muchos casos sobrevivientes de la Comuna, y sobre de ellos el ejército había aceptado por primera vez cooperar con la República. La Liga de Déroulède intentó repetidas veces golpes de estado, buscando atraerse a los militares idealizados como defensores de la Nación pero no de la República. Tanto bajo Boulanger como durante el Caso Dreyfus los militares se rehusaron, por la asimilación que en ellos existía entre Nación y República. El antidreyfusisme y el dreyfusisme se dan en el ejército, y existieron casos ejemplares de ello. Por desgracia, la carencia de toma de posición del militar promedio dificulta determinar qué clase de sentimientos agitaban a la institución en general, que no fueran

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los demostrados públicamente por los conspiradores del estado mayor y por Galliffet, a los cuales la institución en general se adhirió cuando vinieron las reformas: lealtad al Estado y apoliticismo, al menos públicamente.

En forma general, el fracaso de los golpes nacionalistas demuestra que el ejército no apoyó tendencias que pusieran en peligro al sistema sobre el cual él mismo se había fundido. Los intentos de atraer al militar a ideologías que no fueran la suya propia fracasaron salvo en casos de excepción, de los cuales Georges Boulanger es el mejor ejemplo. Pero en éste, parece mucho más evidente que fue él quien se unió a ideologías bien estructuradas, tan bien estructuradas que se plantean como una variante temprana del futuro fascismo, sin aportar nada más que su prestigio. Prestigio que no siguió la institución cuando los militantes se lo pidieron. Arca Santa y Gran Muda, la institución castrense de la Tercera República oscila entre ambos lados. Aún cuando sus relaciones con el gobierno se encuentran en su punto más bajo, se empeña en defender su papel independiente del debate político, y no interviene a favor de nadie salvo de sí misma.

No es necesario confundir esa lealtad al gobierno con una lealtad a la democracia o la República. El ejército ejerce su papel de salvaguarda de la Nación y encarnación de la misma en circunstancias en las cuales su papel no tenía por que ser visto cómo una abstracción cualquiera. La guerra con Alemania era deseada por buena parte de la población y los grupos ideológicos. La defensa de la Nación no es el caso hipotético de una agresión, sino el caso inevitable de la guerra de recuperación de las provincias perdidas. El Arca Santa defiende un papel que, más que implicar lealtad ideológica,

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implica lealtad a la encarnación del orden y la autoridad suprema. El presidente de la República permanece como jefe supremo de las fuerzas armadas. La jerarquía empieza con él y el ejército se niega a romperla. La reacción del estado mayor para con el boulangisme demuestra que eran capaces de oponerse al ministro de guerra por aliarse con políticos para alterar su funcionamiento interno, y al mismo tiempo defender a ese mismo gobierno cuando Boulanger dejó de pertenecerle y pasó a formar parte de la oposición. Lo mismo durante el Caso Dreyfus. Aún enfrentados al gobierno, con las tensiones resquebrajando la paz social en Francia, el ejército defiende su prestigio a costa de mentir y hundirse en falsificaciones. No lo hace hasta el grado de destruir el orden sobre el cual se rige, como Déroulède aprendió por segunda vez en 1898.

A esta relación de interdependencia y autonomía se agrega una relación mucho mas compleja que pone constantemente en cuestión las relaciones armoniosas entre ambos. Sin importar la ideologización del papel militar, el gobierno parlamentario también oscila entre dos tendencias que buscó conciliar sin lograrlo, siendo el precio a pagar la inestabilidad en las relaciones del gobierno con el ejército.

La intención oficial y moral de la República es la de mantener al ejército alejado de los conflictos políticos. Vista como una encarnación de todas las fuerzas vivas de la Nación, la institución castrense es mantenida al margen del debate político nacional hasta el grado de verse privada del voto y el derecho de expresión, las dos bases fundamentales de cualquier sistema democrático. Si se puede considerar una forma de garantizar la “pureza” de la institución y al mismo tiempo una medida de seguridad del

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sistema, también es cierto que inclusive estas mediadas extremas no garantizaron jamás un alejamiento total entre militares y gobierno.

Las acciones de Boulanger y Galliffet son la prueba de la existencia dentro del gobierno de un deseo de utilizar al ministro de guerra como una herramienta para mantener al ejército en sintonía con las campañas republicanas que gradualmente transformaron a la sociedad francesa. Aún después de proclamar que el ejército no obedece a intereses partidistas, los republicanos hacen uso del ministro de guerra para imponerse ante el estado mayor y garantizar un nivel de cultura republicana (no confundir forzosamente con democrática) interna. Inspirado decisivamente por la creación del sistema de educación nacional republicano y laico, el ejército vio también a ministros de guerra leales a los republicanos llevar a cabo reformas que, lejos de aparecer apolíticas y meramente militares, fueron de hecho parte de campañas orquestadas por el gobierno para reforzar la presencia de la República parlamentaria en un país aún atravesado por corrientes opositoras fuertes. Georges Boulanger excluye ilegalmente a los aristócratas de las filas del ejército, ganándose el encono de la institución. Esta medida es una de muchas de las que la coalición republicana (que tanto en el Caso Boulanger como en el Caso Dreyfus, aparece cuando los enemigos del sistema se vuelven amenazantes) defendió en paralelo con la lucha antimonárquica dentro del ambiente político. Galliffet obtiene la revisión del juicio a Dreyfus y luego su liberación; le entrega al ministerio de guerra (y por tanto al gobierno) el control sobre los ascensos de oficiales; su sucesor el general André purga al ejército de clericales mientras los republicanos validan la separación de la Iglesia y el Estado. Todas estas

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medidas de los ministros de guerra abiertamente políticos se dan en paralelo con medidas del mismo tipo en ambiente civil. Cuando el gobierno combate a sus adversarios, espera que el ministro de guerra haga lo mismo por su lado.

Creado como un delegado del ejército en el gobierno, el ministro de guerra se convierte en momento de crisis y bajo los auspicios de los republicanos, en un delegado del poder político en el ejército. La idealización de un ejército democrático y nacional se disputa el lugar con el pragmatismo de quienes saben que un ejército republicano implica luchar contra los resabios de otras corrientes. Esta dicotomía en las relaciones del ejército y el gobierno se encarna en la lucha solapada entre el ministerio de guerra y el estado mayor. Galliffet se impone ante los militares conspiradores e inclina la balanza a favor del ministerio, dándole la victoria a lo que los antidreyfusards negaban: sin importar cuán decisivo sea su papel en la sobrevivencia de la Nación, la institución castrense no se encuentra por encima de la autoridad del gobierno.

Sin embargo, las consecuencias del escándalo de las fichas y la indignación causada por la intromisión del anticlericalismo en el seno del Arca Santa demuestran que, ni con el apoyo del ministro de guerra, puede el gobierno esperar alterar las reglas del juego que tanto él como el Arca Santa aceptaron seguir. Aún tras haberse comprometido con falsificaciones para garantizar la condena de un inocente, la institución castrense demuestra que conserva su prestigio y su capacidad para defenderse de las intromisiones más excesivas. De una forma u otra, el ejército y la República no escapan a relaciones ambiguas en las cuales ninguno de los dos logra establecer claramente los límites de intromisión.

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1914 marca la derrota de los antimilitaristas. Tras el asesinato de Jean Jaurès, principal figura del pacifismo francés, los mismos socialistas se adhieren a la Unión Sagrada, fruto de la educación republicana, para hacer frente a la tan esperada guerra con Alemania. La unión será tan completa que los enlistados permitirán hacer frente y eventualmente detener el avance arrollador de los alemanes ese mismo año. En cuanto a la minoría pacifista, localizada generalmente en ambientes anarquistas, se verá rápidamente reducida a intentar sobrevivir a la censura. Nueva prueba de la simbiosis exitosa, al menos en ambiente bélico, entre gobierno, ejército, y opinión pública.

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