Dos textos sobre Narración Oral y Universidad

October 8, 2017 | Autor: Oskar Corredor Amaya | Categoría: Narración oral, Narración oral escénica, Narración Cuentos, Cuentería
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Descripción

NARRACIÓN ORAL Y UNIVERSIDAD : matrimonios en conflicto.
Por : Oskar Corredor.

Primera afirmación : no existe la tal "cuentería universitaria", eso es
otro cuento. Existen, eso sí, personas que han trabajado la narración oral
en las universidades e innegables nexos entre la cuentería contemporánea y
el alma mater, yendo más lejos, podríamos afirmar que la narración oral
debe mucho de su actual estado, de sus virtudes y sus vicios a su relación
con la U.
Pero para que no sean sólo afirmaciones temerarias, vamos al
principio...
"Al principio fue el sexo,
después fue el hombre.
Luego el hombre dijo:
-Hágase el amor.
Y Dios fue creado"
(Cuento de Jaime Castaño, oído a Fernando Rodríguez)

Colombia. Latinoamérica. Cultura oral por excelencia. Heredamos los
cuentos árabes y los cantares españoles. Algo guardaron nuestros genes de
la milenaria instrucción oral indígena, enriquecida con la poderosa fuente
de palabras y saberes africanos y adobada culturalmente con los mitos
griegos. Sincretismo. Mestizaje. Las bocas de los siempre nombrados
ancianos convocando gente alrededor de la eternamente citada hoguera ¡Y
hasta ahí nomás, Miguelito! Pare de contar, porque llegó la información
radiotelevisada y los mitos griegos se volvieron mitos gringos y las
hogueras, estufas eléctricas y los ancianos sabios, viejitos enfermos e
inmamables arrumados en un rincón y sus cuentos se les agrietaron y
olvidaron, derrotados por la Rana René, el Capitán Centella y Mazinger Z.
Aún así, alguien contaba cuentos (como Misael Torres, Enrique Vargas,
Alekos o Germán Cubillos) y vinieron George Perla y J.M. Binoche y nos
dejaron a Diego Beltrán y a Carlos Pachón y sus Unísonos secuaces y vino
Francisco Garzón, dando a luz un núcleo de nuevos narradores contemporáneos
allá en el T.P.B. y con ellos se hizo el Primer Festival Nacional de
Cuenteros (Claro que el Movimiento apenas nacía y aún no era un fenómeno de
masas).
Alguno de estos nuevos narradores decidió lanzar sus cuentos al aire en
la Universidad Javeriana –Carlos Román- y otro en la Universidad Nacional
–Carlos Fernández- y otro más en la Universidad Pedagógica –Luis Liévano- y
esas chispas generaron un verdadero incendio...

"Fue un incendio voraz. Todos, absolutamente todos los sesenta,
trataron de huir de las llamas, pero todos los sesenta murieron, es más,
murieron con la cabeza incinerada.
Y todo por que uno de ellos,
un fósforo preguntándose por el sentido de su vida, se rascó la cabeza"
(De un cuento oído a William Díaz)

Porque en la Javeriana, Carolina Rueda y Jaime Riascos montaron taller y
en la Pedagógica, Luis Liévano empezó a Sostener La Caña y en la Nacional
llegaron a ser trece los narradores del espacio vacío. Y estos narradores
de la Nacional fueron abriendo espacios en la Católica, la Tadeo, la
América y la Piloto y Andrés López se ocupó de los Andes y alguien se trepó
a la Distrital y alguien llamó de la Santo Tomás y Hernán Correa convenció
a los del Externado y siguió rodando y creciendo por todas las
universidades del país lo que se llamó "El Movimiento" (ahora sí como
fenómeno de masas y preocupación para algunos teatreros que andaban de capa
caída).

Movimientos en reflujo

La Santo Tomás exiló - bajo amenaza policiaca - a los cuenteros por
robarle auditorio a los profesores y de la Católica los sacaron porque
William contó un cuento de literatura universal que hablaba de la Virgen
subida en una mata de plátanos, paró un tiempo en los Andes porque las
directivas no querían financiar las presentaciones y lo propio ocurrió en
la Piloto y la Distrital.
Los cuenteros de la primera generación se referían despectivamente
a los otros como "los universitarios" - porque estudiaban en la
universidad, allí contaban y mantenían los espacios permanentes -, y se
autodenominaron "los profesionales". A pesar de eso, por calidad "los
universitarios" ganaron su cupo en los festivales y, lógicamente, se fueron
graduando (volviéndose profesionales) y algunos "profesionales"
consiguieron trabajo en las universidades ("¿Neouniversitarios?") y entre
todos siguieron dando lata, cuento y mal ejemplo, motivando a las nuevas
generaciones de cuenteros, quienes ajenos a la bizantina discusión,
aprendieron a contar y a gestionar al tiempo. Por eso los cuenteros que
empiezan hoy día se pueden estrenar en festival propio "Empalábrate", con
todo y conferencias y mesas redondas.
Los otros no. Los "ex-universitarios" tuvieron una oportunidad (el
tiempo pasado no es negligencia). El Primer Festival Universitario de Artes
Escénicas. La segunda versión de ese festival ya no acepta narradores. Nos
sacaron los teatreros. Y las directivas.
Pero bueno, la gente reconsidera las cosas, ya reincidieron en el
espacio de la Católica y en la Santo Tomás oficializaron dos y sigue
existiendo el Encuentro Universitario en la Javeriana de Cali - ya van para
el sexto -.
Lástima que en algunas Universidades las directivas culturales ignoren
el valor de una actividad que se ha hecho imprescindible en la vida
cultural universitaria. Que se mantengan ambiguos ante un arte escénico que
se ha extendido prácticamente a todas las universidades de Colombia y que
no se den cuenta de que es la vida misma de esas instituciones -con todo su
absurdo-, la que cuentan sus narradores y escuchan sus estudiantes
autoreconociéndose ante este espejo de palabras, espejito, espejito que
hasta mágico será porque, a pesar de todo, aún está muy lejos el momento de
decir colorín colorado estos cuenteros se han acabado.


1. "Cuentos y Cuenteros en la U". (el título lo cambiaron ellos) Artículo
publicado en Vientos Universitarios. Periódico de la Red de Bienestar
Universitario. Zona Central. Santa Fe de Bogotá. Número 2. Pág 10.
Octubre 1997.






DIEZ AÑOS EN LA PEROLA
Por Oskar Corredor.

Después de escribir un título como el anterior es inevitable pensar "Ya
diez años... mierda. Nos vamos poniendo viejos..." Pero dejemos pasar esta
oscura reflexión porque La Perola es apenas una niña y estamos celebrando
su cumpleaños. Así que retrocedamos el cassette...
Mi primer contacto con la narración oral se da en 1988, cuando en uno de
los millones de cartelitos que adornan de modo trashumante las paredes de
la Facultad de Ciencias Humanas -El edificio 212, el blanco, sí ahí frente
al Jardín de Freud, ¿Se ubica?- en un cartelito de éstos veo anunciada una
función de Narración Oral Escénica. "Los Credos del Amor" del cubano
Francisco Garzón Céspedes. Primer pensamiento: "Narración Oral Escénica...
¿Qué será esa joda?..." Segundo pensamiento: "El título no promete mucho...
-Los Credos del Amor-... pero eso de Narración Oral me suena..." por si
acaso y para no perder el viaje invito a la niña linda del salón que
gracias a mi maldita suerte nunca pasó de ser mi mejor amiga. De todas
maneras la función de cuentos resultó entretenidísima. Al finalizar,
Francisco Garzón -hombre mayor, algo calvo y barrigón, de negro hasta los
pies vestido, gran cuentero, bigote y barba que ponen negrilla a las
historias que nos trae su acento de isla con mucho sol- nos dice que tiene
un sueño que tiene que ver con el resurgimiento escénico del arte milenario
de contar cuentos, que va por Latinoamérica impulsando la cuentería. Que se
necesitan nuevos cuenteros. Que fundó la Cátedra Itinerante de Narración
Oral Escénica y no se que mas dijo porque yo me perdí.
Y me perdí porque para esta época ya estaba haciendo teatro con el grupo
Teatro Experimental U.N. y eso me estaba gustando más que estudiar
Psicología que era a lo que dedicaba el tiempo libre. Pero la gracia de
treparse a un escenario está en presentarse ante el público y nuestro
cuidadosísimo proceso nos llevaba a ritmo de obra por año, además a mi me
encantaban los cuentos y conocía unos muy buenos, así que no terminé de oír
lo que dijo Garzón porque en ese momento me estaba preguntando "¿Será que
...?"
La primera parte la conozco de oídas, por tradición oral para usar el
término técnico, dicen que cuando Francisco Garzón hizo su taller en el
T.P.B. a alguno de sus alumnos se le ocurrió la idea de comenzar a contar
en un espacio de la Universidad donde estudiaba e invitar a sus compañeros
de taller, (Hablo del espacio de la Javeriana y creo que el estudiante en
cuestión es Carlitos Román), la cosa debió funcionar, porque al poco tiempo
un estudiante de la Nacional decidió hacer el intento en su Alma Mater, en
un espacio entre la Cafetería Central -"El Güimpi"- y el polideportivo;
legendarios resultan hoy los tragos de brandy con que el anfitrión tuvo que
sobornar a estos primeros cuenteros, (Y no me apuesto una mano, pero a
estas alturas la historia debe andar por los lados de Carlos Fernández y
William Díaz), sin embargo llegó el día en que no hubo brandy ni cuenteros,
pero ya estaban llegando los que querían oír, poquitos eso sí, pero ya
estaban llegando y es que no se imagina el camello tan tenaz que implicaba
vocear por todas partes y convencer a la gente que eso de escuchar cuentos
valía la pena, bueno, el caso es que ese día había público pero no
cuenteros, y a Carlos Fernández le tocó contar e instaurar en La Perola el
criterio de espacio abierto para todo aquel que tuviera un cuento para
compartir, característica clave de este espacio, como se verá mas adelante.
Efectivamente, tanto estudiantes de la Nacho, como personas que no
estudiaban aquí pero que mantenían con la Universidad ese tipo de lazos que
sólo la Nacho ofrece, fueron llegando e integrándose al naciente combo de
Peroleros y además de los ya nombrados Carlos y William, llegan José Flórez
-recién retirado de Ingeniería-, Gustavo González
-impenitente quijote-, Fernando Rodríguez -Génesis, estudiante de
Psicología en la Católica y de Sociología en la Nacional y que a la postre
no terminaría ni la una ni la otra-, Constanza Londoño -Estudiante de
Psicología que sí se graduó-, Omar Díaz -Juan sin Miedo, primer cuentero
con seudónimo, estudiante de Derecho de la Autónoma, otro sin graduar-,
Jairo Gonzáles -Albatros, recién salido del colegio, con ganas de contar
por vía oral y escrita-, Mauricio Duque -Juiciosísimo estudiante de Química-
, Fabián Acosta y Tata -no recuerdo lo que estudiaban, pero eran
compañeros de Carlos Fernández en el grupo de teatro que dirigía Enrique
Vargas-, luego llegué yo -Mamándole gallo a la Psicología, integrante del
Teatro Experimental U.N.- y finalmente Jorge Navarro bajado de algún bus o
de alguna fiesta gay y que es el gran ausente en esta decacelebración.
Hay otros ausentes, por razones menos concluyentes eso sí, William terminó
Ingeniería ... ¿Eléctrica?, el caso es que hizo un postgrado en Filosofía,
se retiró de la narración, se dedicó a enseñar y ... ¿?. A quien nos pueda
dar informes le estaremos eternamente agradecidos.
En fin esos éramos los trece. Los Narradores del Espacio Vacío, cuenteros
en formación, de pronto sin mucha técnica, pero con unas ganas de hacer
cosas, de inventar, de contar. Yo me acuerdo...
Aquí comenzamos pasando mochila y pidiendo monedas, claro, nosotros también
queríamos brandy...
Intentamos crear espacios paralelos en La Perola para otras artes, así como
los Viernes de Cuentería, se hicieron algunos Miércoles de Poesía, Jueves
de canto...
De La Perola salieron comisiones para crear espacios en otras
universidades, ya estaba el de la Javeriana, y el de la pedagógica que
dirigía Luis Keshava Liévano, pero Fernando Rodríguez comenzó a insistir en
la Católica, y los Tres Pecados Capitales le vendimos la idea a la
directora de bienestar de la Tadeo, y por un tiempo intenté programar en la
Piloto, ¡ahh! Y a la INCCA también fuimos.
Comenzaron a llegar los cuenteros y los públicos de esas y otras
universidades y poco a poco nos fuimos haciendo amigos. Andrés López
terminó una función del Vengador Académico como Lucho Herrera en Alpe d´
Huez. Con la cara bañada en sangre, pues resbaló en las gradas de ladrillo
de La Perola. Pero la función debía continuar y continuó. Con él
comenzarían los espacios de los Andes y la Santo Tomás.
De la Javeriana ya conocíamos a Carolina Rueda y a Jaime Riascos y por
supuesto a Cúcuta Román, pero luego salió un loquito bien bonito llamado
Heco, y este loquito fue el que se inventó el espacio del Externado.
Hasta Leonel Castellanos pasó por aquí. Junto a este Roberto Soto Prieto de
la cuentería, Albatros y Oskar realizamos la primera función en la
universidad América, aunque la directora de Bienestar de allá solo se vino
a enterar de que existía la narración oral años después.
En La Perola decidimos dejar de recoger monedas en pro de la dignificación
del oficio. Isaías Peña Gutierrez acogió nuestras inquietudes y la
Universidad comenzó a suministrar una subvención, modesta eso si, hasta la
fecha, pero se dejó un precedente...
En vez de monedas se nos ocurrió recoger deseos, o poemas, o lo que
quisiera escribir la gente que miraba, que enrollaba en un papelito y que
entre cuentos se iban leyendo, esto se llamó la Mochila de los Deseos.
Con William Díaz concretamos la idea de los aquelarres, y durante tres años
con la decidida acción de José Florez y respaldados por todos los
cuenteros, se contaron cuentos de las seis de la tarde del Viernes a las
seis de la mañana del Sábado más próximo al 31 de Octubre.
Gustavo González impulsó la filmación de un video que contenía cuentos de
todos nosotros y que iba quedando de lo mas bonito, hasta que llegó a la
edición y hasta ahí llegó.
Y hacíamos taller permanente entre nosotros...
Y contábamos los fines de semana en el Parque Nacional...
Y fueron llegando otros amigos. Los Poetas del Milenio se intentaron robar
a Albatros y terminaron dejándonos a Hector Hernán Hurtado y a Primo Rojas,
incluso Oscar Sarmiento narró poemas memorables. Salieri se murió pero dejó
a Palankiputa.
Y cuenteros "los que tu quieras" como diría Carlos Pachón. Además del
antedicho Gilimón, por ahí pasaron Roberto Nield, Ricardo Cadavid, Mauricio
Linares, Mauricio Montes, Claudia Bautista, Alejo Campos, Gonzalo
Valderrama, Ricardo Gómez, Iván Torres, César Cárdenas, Wolfran Durán,
Alberto Rodriguez, Vladimir Olaya -y su diente-, Germán Cubillos, Alekos,
Diego Camargo, Diego Beltrán, Henry Morales... Haga la prueba, pregúntele a
alguno de ellos si ya se le olvidó su primer perolazo.
Si, ya sé que no he nombrado a Jaime López, Juan Carlos Grisales, Harry
Marín o Martín Trujillo. Pero es que ¡Hermano! Ellos nacieron aquí.
Valga el espacio para rendir el debido tributo a Carlos, José, Juan Carlos,
Jorge, Harry y Martín por las horas de su vida dedicadas a programar
Perolas.
Bien que las programaron. Porque además de los ya nombrados y algunos otros
-hasta Nelly Pardo- también han contado en La Perola los paisas y los
caleños, los manizalitas y los costeños, bumangueses, tolimenses, llaneros,
amazónicos, guajiros y otros colombianos, amén de argentinos, españoles,
cubanos, mexicanos, uruguayos, costarricenses, venezolanos, alemanes y casi
todo el que haya tenido que ver con cuentos y haya pasado por este país.
Algunos de los mejores cuenteros del mundo... y todos los peores.
No me quiero extender mucho en este punto porque me pueden mandar un
sufragio, pero con Flanagan, Javier Torres, Cabeto y sin repetir un nombre
que ya solté por ahí, La Perola ha tenido personajes de exposición.
Otros muchos nunca pretendieron ser cuenteros, simplemente se les ocurrió
que querían decir o contar algo y lo dijeron o lo contaron y la gente de la
Nacho los oyó y todos tan contentos. Bueno, algunas veces unos mas
contentos que otros...
Los compañeros comprometidos y combatientes, por ejemplo, a veces nos han
querido mas a veces nos han querido menos. Nos han dejado graffitis -por
demás calumniosos- que expresan dudas sobre nuestra heterosexualidad y
sobre la capacidad de raciocinio de los oyentes, otras veces con capuchas
nos han tirado petos que no estallan y la mayor parte de las ocasiones han
ido sin carpas a sentarse como cualquier parroquiano y a gozar los cuentos,
demostrando de esta forma que ni la risa, ni los sueños son
contrarrevolucionarios.
También la característica de espacio abierto ha permitido a los diversos
discursos llegar a La Perola: Políticos de izquierda, centro, derecha y
ultras, religiosos de cuanta secta existe en la viña del señor (¿De cuál
señor?), narcodependientes pasados por alcohol, posmodernos alternativos de
la Nueva era y de otras eras, y érase que se era que todos han dicho... y
el público siempre con una sonrisa cómplice o compasiva.
A veces la institución nos mama gallo, nos intenta ignorar, pero es que
somos hartos y jodemos mucho.
Aquí vivimos los primeros cuentos al alimón, los cuentos entre varios, los
contracuenteos, los duelos improvisativos...
Aquí se han hecho talleres, y si en un tiempo se podía hablar de cuentos
clasicos de La Perola, hoy ya no hay espacio ni memoria que aguante el
intento de citarlos a todos...
O a lo mejor si hay memoria, ¡Cuántos cuentos recuerdan los ladrillos, las
columnas, las paredes!. ¿Cuántos cuentos recuerdan las generaciones de "ex-
nachos" que alguna vez se sentaron a escuchar?
No sé. Ya diez años. ¡Mierda, como estamos de viejos!. Pero ¡Feliz
Cumpleaños Perolita! Y como dijeron las 1280 almas -otro producto
orgullosamente Nacho-: "Aquí vamos de nuevo, otra vez a vacilar..."


1. Diez Años en La Perola. Artículo para el Cuadernillo publicado por la
Universidad Nacional de Colombia en la celebración de una
década de narración oral en su espacio permanente. U.N. 2001.
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