Dos retablos mayores para las Descalzas Reales de Madrid

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Dos retablos mayores para las Descalzas Reales de Madrid ­ Mito | Revista Cultural ARTES

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Finalizan los trabajos de restauración de la Iglesia de San Pedro ad Vincula

Las obras sobre las que versa el presente artículo son dos retablos: uno, desaparecido, fue realizado en el siglo XVI para la iglesia del monasterio de las Descalzas Reales; el otro, un retablo ejecutado en el siglo XVIII, bajo el gobierno de los Borbones, para la iglesia del desaparecido Noviciado, íntimamente ligada con el poder. Del primero sólo tenemos noticias gracias a un dibujo y algunas fuentes literarias; el otro permanece in situ. Generalmente se relaciona la llegada de la dinastía francesa de los Borbones con un cambio profundo en el arte, casi una escisión respecto al que se desarrolló bajo los Austrias. El centralismo político, piedra angular de la política de los Borbones, tuvo sus consecuencias en el arte, y el siglo XVIII vio decaer y desaparecer los gremios y talleres familiares, al mismo tiempo que veía nacer la Academia de Bellas Artes de San Fernando, lugar de formación, en sustitución del taller, de los artistas del momento. Los Borbones, por añoranza versallesca, gusto personal o incluso motivados por su propia política, llamaron a artistas franceses e italianos para la realización de sus encargos, dando lugar a obras mucho más abiertas a las influencias europeas. Finalmente, el arte típicamente barroco español sería mirado con desprecio, considerado producto, locura, de una cabeza enferma, y víctima en numerosas ocasiones de un auténtico fanatismo antibarroco, cuyos paladines serían los literatos ilustrados. Tal es el caso del retablo característico de este barroco castizo, churrigueresco, contra el que se llegó a emitir sentencia de muerte: nos referimos al texto redactado por Antonio Ponz y asumido oficialmente en 1777 por Carlos III, por el que se prohibía la construcción de retablos en madera, siendo los materiales obligados mármol, jaspes o similares. Además, todas las trazas de retablos, pero http://revistamito.com/dos­retablos­mayores­para­las­descalzas­reales­de­madrid/

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también de edificios públicos, debían ser revisadas por la Academia para eliminar todo exceso considerado impropio; de este modo, el arte estaba en manos del poder, que imponía su propio gusto. En este contexto nace el retablo del que hablaremos a continuación y que vino a sustituir al primigenio de las Descalzas.

El retablo de Gaspar Becerra para las Descalzas Reales

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Siendo doña Juana de Austria viuda, si bien aún joven, del heredero de Portugal, don Juan, y habiendo dejado en esas tierras a su hijo, el póstumo don Sebastián, que había de ser rey de tan épicos y tristes destinos, fundó en Madrid, ocupando el palacio que en el siglo XVI perteneciera al tesorero imperial Alonso Gutiérrez[1], cuyo escudo aún puede verse en ciertas estancias del edificio, un monasterio de clarisas franciscanas descalzas. Este solar ya había estado vinculado con anterioridad al Emperador y su familia, pues no sólo había acogido a éste y a su esposa Isabel de Portugal, sino que había sido el lugar de nacimiento de la propia Juana de Austria[2]. La inauguración del monasterio tuvo lugar en 1559, si bien hasta 1564 no se concluirían las obras.

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Retrato de doña Juana de Austria por Sofonisba Anguissola

La iglesia de este monasterio fue trazada por Antonio Sillero y la fachada, que, en palabras de Ponz, a pesar de ser muy sencilla, es una de las que más agradan a los inteligentes[3], fue proyectada por Juan Bautista Toledo, también encargado de la cubrición del templo, en 1561. Ya en el siglo XVII, también intervendría Juan Gómez de Mora en las gradas del altar mayor, en la sacristía y otras dependencias. El interior fue remodelado en el siglo XVIII por Diego de Villanueva y de ese mismo siglo data la decoración al fresco de Antonio y Luis González Velázquez. http://revistamito.com/dos­retablos­mayores­para­las­descalzas­reales­de­madrid/

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Fue Gaspar Becerra, junto a Berruguete responsable del destierro de España de las tinieblas de la manera antigua[4], el encargado del retablo mayor en su totalidad (1563[5]): arquitectura, pintura y escultura. Sin embargo, este retablo desapareció por completo debido a un incendio producido el 15 de octubre de 1862[6] y tan sólo se conserva, como fuente gráfica, un dibujo de la arquitectura, que actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional[7]. A partir de este dibujo, Azcárate observa en Becerra un rápido avance hacia el barroquismo en la rotura de frontones y encuadramiento de las escenas, como la persistencia en la afición a los desnudos en las virtudes sobre los frontones.. El humanista Juan López de Hoyos (1511-1583), al describir las exequias en honor a la reina doña Isabel de Valois, celebradas en 1567, habla prolijamente del monasterio, así como del retablo de la iglesia:

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El altar mayor tiene un retablo labrado de escultura y pintura de más de cincuenta pies de alto (…), toda su guarnición y ornato de lo mismo (mármol de Génova) labrado costosísimamente; hay en el retablo diez cuadros de mármol negro, en los cuales hay muchas historias sagradas pintadas de mano de Gaspar Becerra, español, maestro de obras del rey (…) ha sido el que más ha tirado la barra (…) las esculturas (porque todo es de su mano) que hay maravillosas.[8] Ya en el siglo XVIII, Antonio Ponz describe de manera mucho más detallada el retablo:

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Consta de tres cuerpos (…) En el medio hay una Asunción de nuestra Señora sobre un trono de ángeles. El segundo cuerpo tiene cuatro columnas compuestas, y en medio un Crucifijo con nuestra Señora, y san Juan a los lados. El tercero forma un nicho con frontispicio, y en él la Resurrección del Señor (…) También hay de pintura.

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Dibujo del retablo de las Descalzas Reales de Gaspar Becerra. Lámina aparecida en el tomo V del Museo

Español de Antigüedades, 1875

Palomino cita este retablo junto al de la catedral de Astorga, en los que mostró muy bien su raro ingenio y comprensión en estas artes. Ceán Bermúdez, en la entrada de su Diccionario dedicada a Gaspar Becerra, cita los tres cuerpos con estatuas y relieves de mucho mérito, así como las pinturas sobre la vida de Cristo y los santos Bautista y Sebastián de los colaterales[9]. Ya con un carácter anecdótico, Ponz señala que dignas son todas las referidas obras de que se conserven, y estimen; Mesonero Romanos, por su parte, escribiendo escasísimo tiempo antes del destructor incendio, indica en su obra El antiguo Madrid que se conserva aun el célebre altar mayor. Un retablo jesuita para una iglesia de clarisas franciscanas Un año después del devastador incendio que destruyó no sólo el retablo mayor de Becerra sino también las ya citadas pinturas de la bóveda, se trasladó a las Descalzas otro retablo en sustitución del primero. Se trataba de un retablo procedente del antiguo edificio del Noviciado de Jesuitas, situado en el solar que ahora ocupa la que fuera Universidad Central, retablo que, como señala Elías Tormo, no era allí el mayor, pero sí, aunque en crucero, el más importante. Este Noviciado fue fundado en 1602 por Ana Félix de Guzmán, hija del primer conde de Olivares. El edificio, según Mesonero Romanos, era una suntuosa fábrica, y la iglesia, clara, espaciosa y http://revistamito.com/dos­retablos­mayores­para­las­descalzas­reales­de­madrid/

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elegantemente adornada. Tras la expulsión de los jesuitas de España, decretada en 1767 por Carlos III, la iglesia fue ocupada por los Padres del Salvador, congregación de clérigos menores fundada en 1644. Finalmente, en 1836, con la desamortización de Mendizábal, el edificio pasó a ser propiedad del Estado y se convirtió en sede de la Universidad Central. Mesonero Romanos lamenta la demolición de esta iglesia del antiguo Noviciado (ninguna –demolición-, a nuestro entender, ha sido tan sensible y menos justificada) y duda, a fecha de 1861, de la existencia del retablo.

Casa del Noviciado de la Compañía según dibujo de Eusebio de Lettre

El retablo llevado a las Descalzas, como se ha señalado antes, no era el retablo mayor de la iglesia del Noviciado, sino que se encontraba ubicado en el crucero, concretamente, según Ponz, en el lado del Evangelio. Mientras que el citado retablo mayor se encontraba dedicado a san Ignacio Mártir, el futuro retablo de las Descalzas se dedicó a san Francisco de Regis. Fue Francisco de Regis Clé un jesuita francés, nacido en 1597 y muerto en 1640, llamado el Apóstol del Velay y que en 1616 ingresó en el Noviciado jesuita de Toulouse. De gran popularidad, fundó asilos para mujeres arrepentidas y devolvió a la fe católica a muchos campesinos protestantes. Fue el primer jesuita francés santo, beatificado en 1716 y canonizado en 1737 por Clemente XI, a instancia de los reyes de España y Francia[10]. Precisamente a instancia de otro jesuita, Guillermo Daubenton, confesor de Felipe V, en España por recomendación de Luis XIV, se creó este retablo del Noviciado, con motivo de la beatificación de Francisco de Regis. Según Elías Tormo, el padre Daubenton querría crear en él obra excepcional de arte y de riqueza.

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Dos retablos mayores para las Descalzas Reales de Madrid ­ Mito | Revista Cultural Interior de la iglesia del monasterio de las Descalzas Reales, Madrid | Enrique Cordero

La ejecución del retablo recayó en artistas italianos, señalando Ponz y Mesonero Romanos que se realizó en Roma. A la pieza también se añadirían seis lienzos del pintor francés, afincado en la Corte, Miguel Ángel Houasse. Sin embargo, en este punto, conviene mencionar un dibujo, conservado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, firmado por José Benito de Churriguera y fechado en 1719, que Elías Tormo creyó proyecto para el altar mayor de la iglesia madrileña de Portacoeli y que, sin embargo, Rodríguez G. de Ceballos considera más bien proyecto para el retablo del Noviciado[11]. Rodríguez G. de Ceballos señala que el hecho de que se trate de un altar para crucero, el emblema de la Compañía de Jesús sobre el medallón central, así como la fecha del dibujo, parecen más bien apuntar a un proyecto para los jesuitas que luego no sería realizado, optándose por el encargo italiano. Este dibujo tiene cierta importancia dentro de la producción del mayor de los Churriguera, ya que mostraría cómo al final de su vida introdujo en sus obras aportaciones extranjeras (italianas en este caso) que hasta ahora se consideraron atributo exclusivo de otros autores como Teodoro Ardemans. Ponz describe extensamente el retablo tal como estaba en el siglo XVIII:

El grande altar de varios mármoles, y bronces en el mismo crucero al lado del Evangelio, se trabajó en Roma, y fue este de los primeros que en este siglo sirvieron de exemplo para executar cosas verdaderamente grandes, y nobles. Consiste principalmente en cuatro columnas de mármol verde sobre el basamento, con sus capiteles de orden compuesto. En el medio hay un relieve, cuyas figuras son del tamaño del natural, y representa a san Francisco Regis en un trono de nubes, sostenido por ángeles mancebos, a que también acompañan otros ángeles niños aún, cabezas de serafines, Sobre la cornisa hay puestos otros dos ángeles mancebos, y toda la obra es de lo mejor que hay en los Templos de Madrid. La escultura del medio relieve es de Camilo Rusconi (…) Los ángeles sobre la cornisa, de otro que se llamaba Gambetti (…) Los cuadros de la vida del santo, que están a los lados del mismo altar, son de Mr. Ovas (sic), pintor al servicio del Señor Felipe V. Ponz también alude a una escultura de tamaño natural del santo difunto, obra de Cornachini, colocada en una urna que formaría la mesa del altar. Señala Tormo que este yacente, realizado en mármol, permaneció en la clausura del monasterio de las Descalzas hasta que en el siglo XX fue trasladado a la iglesia de jesuitas de la Casa Profesa, en Madrid. Tipológicamente, este retablo anuncia la estética del Neoclasicismo, en oposición al retablo abigarrado, profusamente decorado, churrigueresco en definitiva, al retablo paradigmático del llamado barroco castizo o tradicional. Está realizado en mármoles y bronce dorado, materiales nobles frente a las arquitecturas de madera de los retablos típicamente barrocos. Precisamente, como ya se ha aludido en la introducción, en el documento redactado por Ponz y asumido por Carlos III en 1777 y que asestó un golpe de muerte al retablo tradicional, se prohibía la ejecución de retablos de madera, sólo pudiéndose usar piedra, mármoles y estucos o jaspes.[12] Consta de una sola imagen, un gran relieve, y la decoración del conjunto se reduce al contraste cromático, típico por otra parte del barroco italiano, producido por los diferentes materiales, mármoles y bronce dorado. La estructura destaca por su pureza de líneas y sencillez compositiva, y tan sólo las columnas dotan al conjunto de cierto movimiento y plasticidad, creando un juego de entrantes y salientes que son repetidos en el entablamento. Se trata, pues, de un retablo sobrio, contenido, muy clasicista, italianizante, cuya frialdad quizá se vea en gran medida acentuada por el pétreo relieve. Como indica Rodríguez G. de Ceballos, estos retablos, correctos formalmente, carecían de fuerza y emoción para seducir a los fieles. Sin embargo, probablemente esta idea de retablo y de escultura en definitiva estaba más cercana al gusto del recién llegado Felipe V y su Corte, de ahí que precisamente el encargo recayera en artistas italianos y no en Churriguera. En cuanto a los artistas que intervinieron, se trata de escultores italianos, de gran fama en los años 1720-30, pertenecientes a la escuela romana (todos residentes y http://revistamito.com/dos­retablos­mayores­para­las­descalzas­reales­de­madrid/

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profesores de crédito en Roma[13]). Camilo Rusconi (1658-1728) fue uno de los escultores con más personalidad del siglo XVIII. En su obra pueden rastrearse influencias de los artistas franceses afincados en Roma, pero sin apartarse de Bernini; realizó obras para San Giovanni in Laterano y la tumba de Gregorio XIII en el Vaticano.[14] Es el autor del relieve del retablo de las Descalzas, en el que se representa la apoteosis del santo, sobre un trono de nubes, que es acogido en los cielos por Dios Padre. Agostino Cornachini (1686-1754), escultor y pintor, desarrolló su actividad también en Roma[15]; trabajó asimismo en el Vaticano y al él se debe el santo yacente, actualmente en la iglesia de los jesuitas de la Casa Profesa, en Madrid. Finalmente, Ponz, y luego Tormo, atribuyen la autoría de los ángeles de la cornisa a un artista llamado Gambetti[16]. Sin embargo, hemos hallado estos mismos ángeles atribuidos a un escultor italiano, de cronología similar a los dos anteriores, llamado Bernardino Cametti (c. 1669-1736), también activo en Roma y autor de un monumento funerario a Taddeo Barberini y otro a Antonio Barberini, ambos en la iglesia de Santa Rosalía en Palestrina y realizados en 1704. Como se ha mencionado en párrafos anteriores, colocados en los laterales del altar se encontraban seis lienzos con escenas de la vida de san Francisco de Regis, realizados por Miguel Ángel Houasse. Nacido en París y nombrado académico, llega a la corte de los borbones en 1715, llamado por Jean Orry, ministro de finanzas de Felipe V; de su producción son especialmente conocidas las vistas de los Reales Sitios y los temas mitológicos[17]. Virginia Tovar, hablando sobre estos seis lienzos de temática religiosa, señala que Houasse ha dejado un legado de bellas composiciones para el Noviciado[18]. En uno de los lienzos de temática religiosa, el titulado La curación milagrosa de la madre Montplaisant, Lafuente Ferrari cree ver el esquema compositivo que después usará Goya, en 1788, para su San Francisco de Borja y el moribundo impenitente. Otros autores también ven influencia de uno de estos lienzos de Houasse en el San Bernardino de Siena del pintor de Fuendetodos[19]. San Francisco de Regis aparece con un crucifijo, su atributo.[20]

San Francisco de Regis predicando (detalle), por Miguel Ángel Houasse © Museo del Prado

Cuando, un año después del devastador incendio que destruyó el retablo de Becerra, se decidió trasladar este retablo a la iglesia de las Descalzas Reales, se introdujeron algunos cambios: el yacente de Cornachini pasó a la clausura hasta fecha reciente y se suprimieron los seis lienzos de Houasse, que actualmente se encuentran en el Museo del Prado. Se añadieron entonces relieves laterales de escayola, en número de seis al igual que los lienzos: señala Tormo que fueron realizados por José Bellver, ayudándole su aún jovencísimo sobrino Ricardo Bellver. En estilo clásico e inspiración nazarena representan a san Francisco, santa Clara y san Antonio a la izquierda; santo Domingo de Guzmán, santa Isabel de Portugal y otra santa franciscana a la derecha. La explicación de este añadido de santos se debe a la incongruencia iconográfica que suponía colocar en un templo franciscano un retablo de exaltación de un santo jesuita; Ana García Sanz señala que se realizaron para adaptar el retablo a su nueva ubicación. Asimismo, se añadió en la parte superior, a modo de ático, un relieve también en escayola de la Asunción de la Virgen, dudando Tormo de si se trata de http://revistamito.com/dos­retablos­mayores­para­las­descalzas­reales­de­madrid/

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una obra de José Bellver. Tal vez la última cuestión que nos quede por abordar sea la de por qué se trasladó éste y no otro retablo a la iglesia de las Descalzas Reales. Señala Ana García Sanz que la reconstrucción del templo se afrontó con un bajo presupuesto; ello explicaría que los relieves añadidos se realizaran en escayola, en absoluta oposición al rico relieve central de mármol. Asimismo, este bajo presupuesto, suponemos, condicionaría el traslado de un retablo ya existente, aun perteneciendo a una orden religiosa distinta, en lugar de realizar uno nuevo. No sabemos con exactitud qué ocurrió con los retablos del Noviciado una vez desamortizado éste en 1836, sin embargo, como ya hemos citado líneas arriba, Mesonero Romanos, en torno a 1861, tan sólo cita el de san Francisco de Regis, dudando de su existencia. En cuanto al retablo mayor de este antiguo Noviciado, dedicado a san Ignacio Mártir, no tenemos ninguna noticia de él más allá de la reseña de Ponz de 1772, quien se refiere a él con las palabras pensamiento ridículo, y mezquino en la execución, asegurando que todo esto se quitará cuando los Padres, que actualmente poseen esta iglesia, tengan proporción de hacerlo, y pondrán otros retablos de buena arquitectura. Por tanto, cabe suponer que este retablo mayor primigenio fuese sustituido por otro y desmontado o tal vez, incluso, víctima del fanatismo antibarroco, que el propio Ponz encabezaba. Por tanto, imaginamos que tras el incendio, teniendo la necesidad de dotar a la iglesia de las Descalzas de un nuevo retablo, y siendo imposible, dado el condicionamiento económico, realizar uno nuevo, se aprovechó este retablo de san Francisco de Regis, probablemente almacenado en algún lugar, ya que su antigua ubicación había sido demolida. Portada: Vista de las Descalzas Reales por la calle de Bordadores en el siglo XVIII

Para saber más GARCÍA SANZ, Ana y SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, Leticia: Guía de los Reales Monasterios de las Descalzas y la Encarnación. Madrid: Patrimonio Nacional, 2007. MESONERO ROMANOS, Ramón de: El antiguo Madrid. Madrid, 1976. TORMO, Elías: Las iglesias de Madrid. Madrid: Instituto de España, 1979. TOVAR MARTÍN, Virginia: El siglo XVIII español. Madrid: Hª 16, 1999. [1] GARCÍA SANZ, Ana y SÁNCHEZ HERNÁNDEZ, Leticia: Guía de los Reales Monasterios de las Descalzas y

la Encarnación. Madrid: Patrimonio Nacional, , 2007, p.11 [2] TORMO, Elías: Las iglesias de Madrid. Madrid: Instituto de España, 1979, p. 126 [3] PONZ, Antonio: Viaje de España, tomo V. Madrid: Atlas, 1972, p. 219 [4] PALOMINO, Antonio: Vidas, ed.de Nina Ayala Mallory. Madrid: Alianza Editorial, 1986, p.36 [5] AZCÁRATE, José María: Escultura del siglo XVI, Ars Hispaniae, vol.XIII, Madrid, 1958, p.173. [6] GARCÍA SANZ, op.cit. p.43 [7] Se trata de un dibujo en papel amarillento verjurado, realizado a pluma, lápiz y aguada sepia; sus dimensiones son 925x515mm; tiene una inscripción a pluma, en grafía moderna, que reza: traza original del célebre Gaspar Becerra para el retablo mayor del Real Monasterio de las Descalzas Reales de esta Corte. Su signatura es DIB/16/34/1. Una reproducción de este dibujo fue incluida por Isidoro Rosell en la monografía que sobre este retablo escribió para el Museo Español de Antigüedades en 1875. [8] LÓPEZ DE HOYOS: Historia y relación verdadera de la enfermedad, felicísimo tránsito y suntuosas

exequias de la Serenísima Reina de España Doña Isabel de Valois nuestra señora… Madrid,1569 (en MESONERO ROMANOS, Ramón de: El antiguo Madrid. Madrid, 1976, pp.104-105. [9] CEÁN BERMÚDEZ, Juan Agustín: Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes

en España. Madrid: Istmo-Akal, 2001, p. 114. [10] RÉAU, Louis: Iconografía del Arte Cristiano, tomo 2, vol 3. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1997, págs.

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567-568 [11] RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Alfonso: Los Churriguera. Madrid: Instituto Diego Velázquez del CSIC, 1971, p.31 [12] RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, El retablo barroco, Cuadernos de Arte Español. Madrid: Hª 16, 1992, p.31 [13] PONZ, op.cit. p. 192. [14] WITTKOWER, Rudolf, Arte y arquitectura en Italia 1600-1750. Madrid: Cátedra, 1989, p. 180 [15]Ibidem [16] PONZ, op.cit. p.192; TORMO, op.cit. p. 128 [17] CEÁN BERMÚDEZ, op.cit. p.301-304; TOVAR MARTÍN, Virginia: El siglo XVIII español. Madrid: Hª 16, 1999, pp.51-52 [18] TOVAR MARTÍN, op.cit. p.52 [19] SÁNCHEZ CANTÓN, Francisco Javier: Escultura y pintura del siglo XVIII: Francisco de Goya, Ars Hispaniae, vol. XVII, Madrid, 1965, pp. 89-96; VALDIVIESO, Enrique y otros: Arte español del siglo XVIII, Summa Artis, vol. XXVII. Madrid: Espasa Calpe, 2003, pp. 82-83 [20] RÉAU, op.cit. p.568

¿CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO? GARCÍA GARCÍA, ALEGRA: «Dos retablos mayores para las Descalzas Reales de Madrid». Publicado el 6 de marzo de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.31 – URL: http://revistamito.com/dos-retablosmayores-para-las-descalzas-reales-de-madrid/

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ALEGRA GARCÍA GARCÍA Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado estudios de posgrado relacionados con la investigación histórico-artística, la educación y la archivística. Sus principales áreas de interés son el Arte de la Edad Moderna, la iconografía y la teoría del Arte.

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