Dos materiales de la memoria colectiva: cine y literatura

August 31, 2017 | Autor: J. Mendoza García | Categoría: Psicología Social, Memoria Colectiva
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Dos materiales de la memoria colectiva: cine y literatura jo rg e

M en d o z a

g a r c ía

DE M EM O R IA CO LECTIV A unque la costumbre, la historia y el olvido han llevado a que los estu­ dios dominantes sobre la memoria se anclen en el terreno de lo in d i­ vidual, sea desde la cognición, la fisiología, el psicoanálisis o cualquier otra aproxim ación que la identifique como una función dentro de la cabeza del sujeto, existe otra tradición que data de los años veinte y treinta del pasado siglo

x x , la

cual señala que la memoria tiene una

base social con la que se construye mantiene y comunica. Desde esta perspectiva, la memoria colectiva puede concebirse como el proceso de reconstrucción de un pasado vivido o significado por una colec­ tividad. En efecto, la memoria, según Halbwachs (1925 y 1950), es colectiva en la medida en que se encuentra dentro de marcos socia­ les como el tiempo, el espacio y el lenguaje; es social, como advirtió Barlett (1932), si se edifica por medio de convenciones y acuerdos; es cultural, como enunció Vygostky (1930), en tanto se posibilita en comunidades sígnicas, así como el hecho de que sus portadores están inmersos en una cultura que posibilita que cierto tipo de aconteci­ mientos, y no otros, se codifiquen o se recuerden según las necesida­ des o requerimientos del grupo. El enfoque de la memoria colectiva insiste en que el significado de los acontecimientos por los que atraviesa un grupo o sociedad es lo que se recordará al paso del tiempo. Para sustentarlo, este planteamiento recurre a la categoría de marcos sociales como el tiempo que, a decir de Halbwachs (1950), es lo inm óvil donde “los eventos suceden”, porque

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este no pasa, subsiste, dura, y ahí se inscriben los he­

mismo tiempo se pliega y se adapta a las cosas mate­

chos que una colectividad cree importantes y dignos

riales que se le resisten. El grupo se encierra dentro

de mantenerse. El tiempo se traduce en fechas que

del marco que ha construido” (Halbwachs, 1950, p.

almacenan sucesos significativos, conmemorables, a

132). De ahí puede argumentarse que la memoria, en

tal grado, expresaría Blondel (1928), que la celebra­

cuanto ubicación de experiencias y objetos, consis­

ción del cumpleaños, que se cree individual porque

te en recordar algo en cierto espacio, cosa que desde

se festeja el nacimiento de una persona, es en reali­

los antiguos griegos se sabía y se denominó arte de la

dad una conmemoración colectiva, pues es la tradi­

memoria (Yates, 1966).

ción, la memoria, la cultura en sí, la que define lo que

Desde esta perspectiva, puede señalarse que fe­

hay que recordar y, por tanto, guardar en la memoria.

chas y lugares son marcos sobre los cuales las socie­

De cualquier forma, “el tiempo, para existir, tiene que

dades edifican sus recuerdos; además la memoria

estar presente” (Fernández Christlieb, 2002, p. 37).

puede ser de papel o de piedra, según se quiera ver

Así, las fechas se han convertido en tiempos de la

y conforme el material que se use, documento o mo­

memoria que hacen a una sociedad concebirse con

numento. Y eso permite cierta duración.

tradición, pasado e identidad. Otro marco social es el espacio, pues es en los lu ­

DE ARTEFACTOS

gares donde las experiencias se guardan (sea en los

La memoria, como se ha visto, se edifica con marcos

rincones, en los parques, en los cafés o en cualquier

sociales, pero también con artefactos. Desde el punto

otro sitio), donde los grupos viven su realidad y, por

de vista etimológico, artefacto alude a “arte”, a “algo

tanto, significan sus experiencias. Es así porque los

hecho”, a un “objeto producido por el hombre”, a

espacios son emplazamientos vivenciales: “el signi­

una creación humana, como puede ser un nudo en el

ficado que adquiere un conjunto de dimensiones en

pañuelo hecho en las comunidades campesinas o las

las que se vive”, y a la inversa: “dimensiones que con­

grandes catedrales góticas de siglos y sociedades pre­

dicionan, en función de sus características, la forma

téritas; ambas, no obstante, para fines de la memoria,

de vivir que se produce en su interior” (Torrijos,

tienen la misma lógica social: permiten mantener el

1988, pp. 19-20). Por tanto, los sitios son menos na­

significado de acontecimientos de una persona o co­

turales y más sociales, Puede aseverarse que al espa­

lectividad para su posterior recuerdo. Esto, en con­

cio, como territorio y orientación, le corresponde una

junto, se denomina memoria con artefactos. Por ello, el

expresión simbólica, porque ahí entran el lenguaje y

recuerdo social, que se concibe como la evocación co­

las relaciones que en él se establecen, así como las ex­

lectiva de un pasado compartido y la conmemoración

periencias que se traducen en recuerdos (Fernández

de sucesos que pueden ser previos a las experiencias

Christlieb, 1994). Por eso, Italo Calvino (1972), al

de las personas, es conformado en cierta medida por

hablar de ciudades, las concibe hechas de relaciones

el modo en que se ordena el mundo de las cosas. En

y de acontecimientos de su pasado. En efecto, “cada

sentido estricto, existe una significación social sobre

sociedad configura el espacio a su manera, pero de

los objetos del mundo material que tiene como fun­

una vez por todas o siguiendo siempre las mismas

ción, entre otras, “facilitar la relación entre actitudes

líneas, para así construir un marco fijo donde encie­

e intereses que constriñen y guían los recuerdos de

rra y encuentra sus recuerdos” (Halbwachs, 1950, p.

los afectados” (Radley, 1990, p. 72). Esto es, en el

166), y es que “cuando un grupo se inserta en una

mundo social en que nos movemos los objetos ma­

parte del espacio, la transforma a su imagen, pero al

teriales están organizados de tal manera que permi­

ten el recuerdo, lo cual ocurre tanto en situaciones

atractivo lenguaje del movimiento corporal, lo ilum i­

amplias, por ejemplo el pasado de una cultura, como

naron con las luces de la escenografía y la danza, y le

en las cotidianas, por ejemplo el mundo doméstico,

agregaron el sonido de la música. En este sentido la

y ese entorno facilita “no solo lo que debería recor­

memoria mesoamericana es también una memoria

darse” sino incluso “cómo debería conducirse este

artificial, un artefacto ejercitado para ordenar y pro­

recuerdo” (Radley, 1990, p. 64). En ocasiones, eso es

pagar la experiencia colectiva” (Florescano, 1999,

lo que da pie a encontrar continuidad entre un pasa­

pp. 222-223).

do no vivido y el presente experimentado, porque los objetos son usados para establecer “un vínculo con

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el pasado” (Mendoza, 2001).

Entendidos de esta forma los artefactos, se puede

Existen diversos y variados tipos de artefactos,

afirmar que en otros tiempos se construían con base

como las placas, ciertas piedras, papeles con algo im­

en las posibilidades corporales, sus movimientos y

preso, determinadas prendas, monumentos, algu­

expresiones, y al paso del tiempo objetos, construc­

nos edificios y museos, creados y organizados para

ciones y edificaciones continuaron la labor comu­

comunicar el presente y el pasado de una cultura a

nicativa hasta arribar a los sistemas organizados

sociedades futuras. Los artefactos o instrumentos

intencionalmente para dar cuenta no solo del pre­

tienden al mantenimiento de la memoria; en efecto,

sente sino del pasado. El siglo XX asistió a una inno­

la humanidad ha levantado monumentos, creado

vación tecnológica que trajo consigo la conservación

instrumentos y artefactos para recordar (Vygotksy,

de imágenes en movimiento con todo y su discur­

1930; Florescano, 1999). Por tanto, hay que reco­

so expresado. En conjunto, este avance tecnológico

nocer que “la gente crea objetos o instala artefactos

también permitió almacenar de distintas formas las

para que algo sea recordado o conmemorado en el

experiencias de diversas sociedades. Así, las películas

futuro. El mundo de los objetos como cultura mate­

se convirtieron en artefactos memoriosos que guar­

rial representa, por tanto, el registro tangible de los

darían desde cotidianidades, anhelos o desdenes,

logros humanos” (Radley, 1990, p. 65).

hasta hazañas, aspiraciones de un mundo distinto o

En ese sentido, los artefactos de la memoria tie­ nen una larga historia como la humanidad, y con­

tragedias sufridas por naciones completas, plasma­ do todo ello en secuencias.

forme a sus tiempos y condiciones se van modifi­

Se recurre al cine como artefacto, porque en

cando, no así su intención, que en todo momento es

ocasiones el transcurso de ciertos eventos se aclara

comunicar para no caer en el olvido. Por ejemplo, en

y comprende a la luz de las cintas (Vázquez, 2001;

la cultura mesoamericana, el conocimiento se reco­

M olina, 1998). En otras ocasiones, el cine deviene

lectaba y se almacenaba en “medios perdurables”, ya

instrumento de comunicación de tragedias que, de

fueran visuales, orales o escritos, artefactos estos que

otra forma, habría sido poco probable transm itir a

permitían su legado a las siguientes generaciones:

sectores que no experimentaron los sufrimientos

“En estas sociedades la memoria es un instrumento

que las cintas narran. Hubo en ciertos regímenes,

dedicado a conservar los conocimientos necesarios

como los de Europa del Este en la segunda mitad

para sobrevivir. La experiencia que se almacenó en

del siglo XX, censuras que extendían sus tentáculos

esos recipientes era lo que el grupo deseaba y nece­

a todo aquello que se expresara de manera pública,

sitaba recordar”. Al mismo tiempo, “los creadores

fuera literatura, obra científica, música y hasta el

de estos artefactos envolvieron sus mensajes en el

propio cine, porque se sabía que en estos se comuni­

caban significados y sentidos sobre situaciones que

o

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