Don Álvaro de Luna y Escalona. Poder, propaganda y memoria histórica en el otoño de la Edad Media

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Descripción

Don Álvaro de Luna y Escalona

Poder, propaganda y memoria histórica en el otoño de la Edad Media Óscar López Gómez (coordinador)

Diputación de Toledo y Ayuntamiento de Escalona Escalona, 2013

Edita: Ayuntamiento de Escalona Coordinador: Óscar López Gómez Copyright: para cada artículo su autor. ISBN: 978-84-616-5611-0 Depósito legal: TOTodos los derechos reservados. Este libro no podrá ser reproducido por ningún medio, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito de los autores y del editor.

ÍNDICE

Prólogo Nicolás Ávila Seoane ....................................................................... 5 I. El poder de un privado a fines del Medievo .............................. 7 De la excelsitud a la rebelión: Álvaro de Luna y Escalona (1424-1453) Óscar López Gómez .................................................................... 9 Don Álvaro de Luna, el rey y los nobles María Pontón Choya .................................................................71 II. La propaganda política, el Arte y el lujo ............................... 127 La mejor labrada e mejor casa y la más notable, rica e maravillosa capilla que había en toda España: desarrollo artístico y arquitectónico en Castilla en tiempos de don Álvaro de Luna Fernando Villaseñor Sebastián ................................................ 129 “El auctor de esta obra es el condestable don Álvaro de Luna”. Génesis, iluminación y suntuosidad en las Virtosas e claras mugeres María Teresa Chicote Pompanin y Ángel Fuentes Ortiz ............. 171 La moneda castellana en época de don Álvaro de Luna María del Mar Royo Martínez ................................................... 213 La tumba de don Álvaro de Luna: significado político de la última morada del valido Rocío Martínez López .............................................................. 243 III. El tiempo de la memoria ..................................................... 285 La escasa documentación señorial anterior a los Pacheco en el Archivo de Escalona: estudio diplomático Nicolás Ávila Seoane ............................................................... 287

Un original de don Álvaro en el Archivo de Escalona: estudio paleográfico y diplomático Raquel Barbera Arias, Laura Esparza Sainz e Irene Martín Rodríguez ........................................................ 309 La puerta olvidada de Escalona Bárbara del Rincón Bello ........................................................ 331 La leyenda continúa: don Álvaro de Luna visto desde la España franquista Sandra Jiménez Serrano......................................................... 369

PRÓLOGO El pasado mes de mayo el profesor Óscar López Gómez coordinó un congreso en torno a don Álvaro de Luna al cumplirse los 560 años desde su ejecución en la plaza Mayor de Valladolid. El marco no podía ser más a propósito: en la villa de Escalona se alza aún su castillo más preciado, donde el condestable organizaba opíparos banquetes en honor de Juan II o por cuyos montes salía de montería con el rey. La reunión congregó a especialistas de diversos ámbitos: Historia, Historia del Arte, Paleografía y Diplomática, Numismática, Arqueología..., y juntó a profesores de reconocido prestigio con jóvenes que están dando sus primeros pasos en la difícil carrera investigadora. A lo largo de tres días se abordó la figura del valido desde todos esos puntos de vista, visitamos la fortaleza y el pueblo, nos adentramos en su pasado gracias a la exposición que con los ricos documentos del archivo municipal se inauguró aquellos días, y asistimos a la representación de una obra de teatro en la que el propio don Álvaro impartió justicia como señor jurisdiccional. Óscar López y María Pontón centraron el debate historiográfico proporcionándonos las claves acerca de la vida del condestable: el primero en relación con Escalona y el papel que jugó la villa en los duros años del reinado de Juan II, y ella describiendo su acción de gobierno en Castilla y repasando las informaciones de la Crónica de don Álvaro de Luna. El profesor Fernando Villaseñor analizó dos espacios en los que se manifiesta una nueva corriente artística procedente del norte de Europa, el tardogótico, que alcanzó Castilla durante la primera mitad del siglo XV y que no puede desligarse de la ideología nobiliaria del momento: el castillo de Escalona y la capilla funeraria de don Álvaro en la catedral de Toledo. Sobre ella volvió Rocío Martínez al estudiar el significado político de la tumba del maestre de Santiago, enterrado primero de caridad en la iglesia de San Andrés de Valladolid por los frailes de la Misericordia, trasladado dos meses después a la de San Francisco, y sepultado definitivamente a finales del siglo XV en la magnífica capilla toledana que mandó construir su hija María de Luna para exaltar la memoria de su padre. María Teresa Chicote y Ángel Fuentes abordaron la iluminación del manuscrito 207 de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, que contiene el Libro de las virtuosas e claras mugeres, obra atribuida al

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NICOLÁS ÁVILA SEOANE

propio condestable, y María del Mar Royo la acuñación de moneda durante el gobierno de Juan II, con especial atención al tesoro numismático acumulado por don Álvaro en la fortaleza escalonera. Raquel Barbera, Laura Esparza, Irene Martín y yo mismo repasamos los escasísimos diplomas del maestre que quedan en el archivo de Escalona, incluyendo una firma autógrafa suya, y tratamos de reconstruir la documentación señorial anterior a los Pacheco apoyándonos en tres inventarios de 1495, 1539 y 1559. Por el camino nos topamos con algunos señores de la villa olvidados hacía muchos años: el infante Alfonso de Aragón, Enrique el Nigromante y doña Juana de Portugal. Bárbara del Rincón estudió las murallas de la villa y del castillo, en particular la puerta del Alamín y su particular ubicación, que integraba en la fortaleza el camino que subía desde el Alberche, permitiendo a su alcaide bloquearlo fácilmente en caso de necesidad. Por último, Sandra Jiménez expuso la utilización que hizo el régimen franquista de Álvaro de Luna aprovechando los panegíricos transmitidos por muchas de las crónicas bajomedievales y modernas, que permitían proponerle como ejemplo de buen español gracias a su sentido de estado, la reanudación de la guerra contra al-Ándalus, la ejemplaridad de su muerte... El ayuntamiento de Escalona publica ahora las actas del congreso con el auxilio de una subvención concedida por la Diputación de Toledo. A ambas instituciones es preciso agradecer el apoyo que siempre han prestado a cualesquier proyectos planteados por Óscar y por mí para profundizar en el conocimiento de su pasado, de sus diplomas y de sus monumentos. Y esperamos poder seguir contando en el futuro con su ayuda. Nicolás ÁVILA SEOANE Galicia, verano de 2013

I. EL PODER DE UN PRIVADO A FINES DEL MEDIEVO

DE LA EXCELSITUD A LA REBELIÓN: ÁLVARO DE LUNA Y ESCALONA (1424-1453) Óscar LÓPEZ GÓMEZ INTRODUCCIÓN. El 2 de junio de 1453 Álvaro de Luna era decapitado en la plaza mayor de Valladolid. Desaparecía de este modo una de las personalidades más carismáticas y poderosas del siglo XV, víctima de una conspiración en la que, tras padecer varios intentos de asesinato, cayó presa del rey en Burgos meses antes, en la madrugada del 4 de abril. Según algunos testigos de los acontecimientos, el todopoderoso don Álvaro, privado de Juan II, soportó estoicamente los intentos de acabar con su vida —pues contaban el beneplácito de la Corona— y entendió su apresamiento como consecuencia de la traición de algunos de sus colaboradores, y en especial del monarca, al que tuvo en su día por un amigo. Aun así, inmediatamente los rumores sobre su caída en desgracia comenzaron a correr por las calles de Burgos y por todo el reino. Con el paso de los días la expectación no hizo más que incrementarse, dadas las dudas que había en torno al futuro que le esperaba a don Álvaro y a su clientela social 1, de modo que cuando a mediados de abril los hombres del rey sacaron al preso de la cárcel para trasladarlo a tierras vallisoletanas 2: ...unas dos mil personas acudieron a contemplarlo, y al unísono prorrumpieron en una especie de gemido colectivo que conseguía impresionar a Álvaro de Luna.

Otros, por contra, con actitud vindicativa, aprovechándose de la indefensión del reo y en ofensa a su estatus, no dudaron en burlarse de él. Así lo referirían más tarde varios vecinos de Escalona que habían estado entre la turbamulta que salió a despedirlo por las calles de Burgos 3. Según lo que se oía decir por aquel entonces entre el gentío, un 1

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Sobre la clientela de don Álvaro véase: F. FORONDA, “Patronazgo, relación de clientela y estructura clientelar. El testimonio del epílogo de la Historia de don Álvaro de Luna”, Hispania, LXX/235 (mayo-agosto 2010), pp. 431-460. J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder en la Castilla del siglo XV, Madrid, 1998, p. 96. Estos vecinos de Escalona, presentes en la masa de población que acudió a ver a Álvaro de Luna preso y humillado, eran Diego Sánchez de Córdoba, de 55 años,

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fraile había predicado en la catedral llamando a la rebelión contra Álvaro de Luna, quien escandalizado había pedido explicaciones al rey. Éste, empero, de malos modos le había recomendado que se marchase a Escalona una temporada 4; si bien no tuvo tiempo. A los pocos días el rey mandó arrestar a don Álvaro y empezaron a surgir toda clase de murmullos sobre su destino, de manera que cuando los hombres de Juan II lo sacaron para llevarle preso a la fortaleza de Portillo un tumulto les rodeó, y: ...saliendo por la puerta de la dicha cibdad dezían los que estaban en la cerca: “¡Ésta es Burgos, cara de mona! ¡Ésta es Burgos, que no Escalona!” 5

Ante semejantes palabras don Álvaro, indignado, comenzó a amonestar a sus captores diciéndoles que si no les daba vergüenza permitir tales insultos y burlas a una persona de su honra y estatus. Según un testigo de este hecho: ...que el dicho condeestable bolbiera la cabeça hazia la cibdad y, tomándose las barbas con la mano, [dixiera]: “¡Nunca yo las rrape, ni corte las uñas, si no te hago arar y sembrar de sal! ¡Corral de vacas!

La cancioncilla que entonaban ante el reo en su penoso discurrir por Burgos evidencia la identificación entre Álvaro de Luna y Escalona que existía entonces, en 1453. Escalona había conseguido alzarse por encima de otras poblaciones poderosas del privado de monarca —como Ayllón o Alburquerque—, para convertirse a partir de la guerra contra los Infantes de Aragón (1430-1431) en un elemento fundamental en la vida de un hombre con una carrera política imparable, que le convertiría en el noble más poderoso de su tiempo, gracias a las inmensas posesiones y a la fortuna que logró acumular, y por los títulos que ostentaba: condestable de Castilla, maestre de la Orden de Santiago y —de forma no oficial— privado del rey. Según las crónicas de la época don Álvaro se encariñó con Escalona, favoreciéndola de tal manera que la villa poco a poco fue identificándose con él hasta el punto que a mediados del siglo XV eran célebres los vínculos entre el señor y la villa. El contacto con el personaje llegó a ser tan intenso que la construcción de las identidades campesinas se vería mediatizada en el territorio por el peso político y económico del privado.

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Hernando de Santiuste, de 75, Pedro Matamoros, de 60, y Alonso Ruiz, “el viejo”, de 92 años, según testimonios posteriores: L. DE CORRAL, Don Álvaro de Luna, según testimonios inéditos de la época, Valladolid, 1915, p. 54. Ibidem, p. 63. Parece la variación de una cancioncilla popular y de carácter subversivo que, según algunos autores, pudo oírse en las calles de algunas ciudades: “¡Ésta es Simancas, don Opas traidor! ¡Ésta es Simancas, que no Peñaflor!”; “¡Éste es Alfaro, don Conde de Fox! ¡Éste es Alfaro, más non por vos!”: Idem, p. 82.

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De hecho, Escalona construiría su identidad y su carácter, su conciencia comunitaria, sobre la omnipresente figura de Álvaro de Luna 6, al tiempo que éste hacía de la población fortificada y su alcázar el principal símbolo de su poder. Frente a los reyes, que no poseían una residencia estable sino palacios en muchas urbes que les servían de residencia periódica, los nobles (aun siguiendo a la corte real en su continuo discurrir por Castilla) sí solían poseer un centro de referencia. Para don Álvaro ese centro era Escalona; la capital de sus señoríos en tierras toledanas, donde solían concentrarse los recursos, pertrechos y hombres procedentes de todas sus posesiones 7. Desde los años 30 del siglo XV Escalona había ido convirtiéndose en la sede de la corte del condestable, y por tanto en el centro económico, administrativo y social de sus actividades en tanto que dueño de un enorme conjunto de señoríos cuya capital era la villa. Igualmente, se trataba de un enclave político y estratégico, en virtud del papel de su señor como privado de Juan II; y en el lugar donde se congregaba su clientela, constituida por centenares de personas, entre familiares, sirvientes y vasallos que mantenían con él nexos de carácter afectivo, doméstico, socioeconómico o político-militar. La relación entre Álvaro de Luna y Escalona en la década de 1440 llegó a tal punto que cuando se desterraba al condestable de la corte del rey se establecía que la orden de destierro se le comunicase al afectado “en persona o en la villa de Escalona, o en los lugares a ella más cercanos” 8. 1. LA CAPITAL DE LA CORTE DE ÁLVARO DE LUNA. Según las crónicas de la época, Álvaro de Luna “fue pequeño de cuerpo y menudo de rostro; pero bien compuesto de sus miembros, de buena fuerza y muy cabalgador, asaz diestro en las armas, y en los juegos

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Véase sobre estos temas: J. A. JARA FUENTE, G. MARTIN y I. ALFONSO ANTÓN (Edits.), Construir la identidad en la Edad Media. Poder y memoria en la Castilla de los siglos VII al XV, Cuenca, 2010. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona, Corte y escenario de poder de Álvaro de Luna”, en J. A. BARRIO BARRIO y J. V. CABEZUELO PLIEGO (Edits.), La fortaleza medieval. Realidad y símbolo. Actas de la XV Asamblea general de al Sociedad española de Estudios Medievales, Murcia, 1998, pp. 267-279, en concreto p. 268. Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre, en Castilla y en León, compilada por el noble caballero Fernán Pérez de Guzmán, corregida, enmendada y adicionada por el dotor Lorenzo Galíndez de Carvajal, Valencia, 1779, año 1441, cap. XXX, p. 453.

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dellas muy avisado [...] muy discreto, e gran disimulador: fengido e cauteloso” 9. “Era un hombre pequeño de cuerpo, muy bien tajado a maravilla; desde el pie fasta la caveça todo se seguía, e tenía muy buena presencia de honbre. Era un poco trago, que detenía la palabra algunas veces, pero no tanto que en ninguna cosa le afease” 10. Se le daba bien la caza, los juegos y el canto. En buen jinete y buen ballestero, y además de escribir era un gran conversador. Poseía una serie de virtudes que habían fascinado al rey Juan II desde que le conoció siendo joven, razón por la que acabó por convertirle en su favorito, erigiéndole en su privado. Álvaro de Luna, de hecho, es el máximo exponente de la privanza del rey en Castilla. La duración y firmeza de su proximidad al monarca fue mayor que la de otros privados suyos (como Miguel Lucas de Iranzo), o de Enrique IV (Juan Pacheco y Beltrán de la Cueva). La principal característica de la privanza era que su titular asumía el papel del rey: era “el gobernante en lugar del monarca, y para ello debía contar con una importante clientela, unas relaciones sociales fuertes que apoyaran su influencia y un enorme patrimonio” 11. Hijo bastardo de un copero mayor del rey Enrique III de igual nombre, entró en el séquito de la monarquía en 1408 de la mano de su pariente Pedro de Luna (gracias a la intermediación de Gómez Carrillo de Cuenca, obispo de Ávila) como paje, y en apenas doce años, en torno a 1420, ya tenía un puesto lo suficientemente destacado como para convertirse en el favorito real. En un principio solo pretendió hacerse con las villas que habían sido de su padre (Cornago, Alfaro y Jubera), aunque se benefició del patrimonio de Ruy López Dávalos, privado de Enrique III, obteniendo entre otras la villa de La Adrada, el condado de San Esteban de Gormaz y el título de condestable. En estas circunstancias, en un momento en que empezaba a fraguar su patrimonio, fue concluyente el hecho de no poder recibir Alfaro; villa acaparada por Juan II, quien en recompensa decidió cederle Escalona 12, situada a unos cincuenta kilómetros al Norte de Toledo.

A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra a finales de la Edad Media, Madrid, 2002, p. 160. 10 Extraído de la Crónica del Halconero: Mª. del P. CANCELLER CERVIÑO, “Álvaro de Luna, Juan Pacheco y Beltrán de la Cueva: un estudio comparativo del privado regio a fines de la Edad Media”, En la España Medieval, 32 (2009), pp. 85-112, en concreto p. 93. 11 Ídem, pp. 87-88. 12 J.-P. MOLÈNAT, Campagnes et Monts de Tolede du XIIe au XVe siècle, Madrid, 1997, p. 173. 9

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Retrato de don Álvaro de Luna joven (1791). En el libro Retrato de españoles ilustres, publicado por la Real imprenta de Madrid. No figura su autor.

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Se desconoce la fecha exacta en que don Álvaro se hizo con Escalona. En tanto que compensación por Alfaro, cuya no posesión le impediría recobrar el patrimonio de su padre, parece que controlaba la villa ya en 1423, pues el 16 de octubre de dicho año el alcaide de los alcáçares es Juan de Gotor, uno de sus más fieles caballeros (junto a su familia), que estuvo en el oficio como mínimo hasta 1434, que recibió la posesión de Castillo de Bayuela y La Adrada en 1423 en nombre de señor 13, y que dirigía a uno de los linajes caballerescos de Escalona más afamados, cuyos integrantes ostentaban cargos públicos en la villa como regidores, alcaldes o alguaciles 14. El control de Escalona y su comarca animó a Álvaro de Luna en su acaparamiento de territorios en los valles de los ríos Alberche y Tiétar, de forma que —con el beneplácito de Juan II— consiguió construir un gran estado territorial en el que sentirse cómodo y protegido. Durante casi quince años, entre 1423 y 1437, la obsesión del condestable fue hacerse con el máximo espacio en la región, constituyendo uno de los grandes centros territoriales de su poder (el otro se estableció junto al Duero, en el condado de San Esteban). Para este fin no dudaría en emplear mecanismos de toda especie, desde la negociación sosegada y el soborno hasta la presión económica, la coacción y la violencia 15. Desde el punto de vista oficial, el 1 de septiembre de 1423 se hizo con el control de Castillo de Bayuela y La Adrada, y el 16 de febrero de 1424 Juan II le donó Escalona 16. Seis años más tarde, en 1430, gracias a su matrimonio con Juana Pimentel incorporó a su patrimonio Arenas de San Pedro, y el año siguiente, en 1431, compró al rey Higuera de las Dueñas por 218 florines. Más tarde, en 1434, adquirió San Martín de Valdeiglesias y su tierra mediante un trueque con su dueño (el monasterio de San Martín), e intercambió con la Orden de Calatrava Arjona y J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 156-157. Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “Control político y relaciones de poder en una villa de los marqueses de Villena: Escalona, 1477-1489”, en Ó. LÓPEZ GÓMEZ y N. ÁVILA SEOANE (dirs.), Escalona, 1083-1554. De la repoblación a los tiempos del Lazarillo, Toledo, 2011, pp. 151-192, en concreto pp. 185-186. 15 N. G. ROUND, The greatest man uncrowed. A study of the Fall of Don Álvaro de Luna, London, 1986, pp. 222-229. 16 Esta donación se confirmó el 26 de febrero de 1438 por privilegio rodado desde Arévalo. En el privilegio el rey aprobaba el mayorazgo de esa y otras villas que había hecho el Condestable para su hijo Juan de Luna. Tal mayorazgo fue confirmado por el Condestable en un testamento, otorgado en Ávila el 5 de septiembre de 1445: A. FRANCO SILVA, “La villa toledana de Escalona. De don Álvaro de Luna a los Pacheco”, Estudios de historia y de arqueología medievales, X (1994), pp. 4782, en concreto p. 51. 13 14

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otros lugares de Jaén por El Colmenar, Maqueda y San Silvestre. Fue entonces cuando comenzó a interesarse por Alamín y La Torre de Esteban Hambrán, cuya posesión serviría para que la comarca se uniese en torno a Escalona. En 1436 los vasallos escaloneros del condestable entraron a la fuerza en Alamín y su comarca, causando numerosas pérdidas a sus vecinos. La excusa fue que sin licencia se habían desplazado los mojones de ese lugar con Escalona, La Torre y San Martín; lo que no era cierto. Si bien sirvió para que los campesinos de los alrededores —espoleados por don Álvaro— presionaran a los habitantes de Alamín hasta que la disputa terminó en un enfrentamiento sin cuartel, en el que morirían varias personas. El 7 de febrero de 1436 una comisión del arzobispo toledano Juan de Cerezuela, hermano de Álvaro de Luna, visitó Alamín con el objetivo de informar al señor de la aldea (el propio arzobispo) del horizonte que se vislumbraba. En su informe señaló que muchos de sus terrenos estaban en manos de jurisdicciones vecinas (Escalona, San Martín, Maqueda, La Torre, Pelayos), y había: ...grandes debates, e ruidos, e contiendas, e se esperan de cada un año sobre ello seguir muchas muertes de homes et feridas, e otros roidos, e escándalos e inconvenientes entre los nuestros vasallos e los vasallos del dicho señor condestable.

La comisión recomendó al arzobispo un trueque con don Álvaro de Luna —con toda seguridad pactado de antemano—, que se hizo efectivo a través de la cesión de 40.000 maravedíes en la renta de las alcabalas de las villas de Torrelaguna, Santorcaz y Alcalá de Henares 17. Paralelamente, el condestable estaba tratando con Pedro López de Ayala y su mujer, Elvira de Castañeda, para adquirir su villa de La Torre de Esteban Hambrán, lo que finalmente consiguió. En consecuencia, el 22 de julio de 1436 Alamín y La Torre entraron a formar parte del patrimonio de don Álvaro, lo que sería determinante para la formación de su estado territorial en la comarca de Toledo, y para la consolidación de Escalona como capital del mismo. La Torre y sus tierras se integraron en la jurisdicción de Alamín, y ésta, a su vez, pasó a gobernarse desde Escalona —por lo que se derribó un puente sobre el Alberche que se hallaba en esa villa, con el fin de que quedase bajo la tutela de la capital, en la que estaría el único puente para cruzar el río—. Hecho esto, en culminación de estas adquisiciones, en 1437 el rey le concedió La Puebla de 17

A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., pp. 162-163.

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Montalbán y su tierra, donde estaba uno de los puentes más transitados sobre el Tajo. Y a finales de la década de 1440 se hizo con Casarrubios del Monte. A la hora de adquirir este patrimonio en la comarca de Toledo Álvaro de Luna usó de forma sistemática los servicios de su hermano, el arzobispo Cerezuela, y al propio rey Juan II. Sirva como ejemplo el caso de Alamín. La aldea no se adquirió mediante un trueque por otra posesión del condestable, sino por capital que provenía de las rentas y alcabalas de la Corona en los pueblos del arzobispado. Gracias a la permisividad del monarca el maestre fortaleció su estatus social, político y económico con dinero que no era suyo 18, y así, a la sombra de la realeza, es lógico que se convirtiese en el gran defensor del poder absoluto del rey, del que él sabía beneficiarse. Él deseaba una monarquía poderosa que, procediendo al margen de la presión de los nobles, actuase por iniciativa propia, permitiéndole dirigir las riendas del gobierno y acaparar ingentes territorios, un estratégico sistema de fortificaciones y una auténtica fortuna. Según alegatos de la época 19:

Escudo de don Álvaro de Luna (190-1453) Este condestable don Álvaro de Luna alcançó tanto en Castilla que no se falla por las corónica que honbre tanto alcançase, ny tan grande poderío toviese, ni tanto amado fuese de su rey como él hera. Ca no era cosa en el reyno que vacase e algo fuese, que todo venía de su mano, así de lo seglar como de lo eclesiástico. E a la sazón avía muchos grandes en el rreyno, así condes como otros, e todos los más de los condes eran en su casa, e los sus fijos; non avía ninguno que el rreyno que de lo que él quisiese saliese, de tal manera que él lo ordenaba.

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A. FRANCO SILVA, “La villa toledana de Escalona...”, pp. 49-50. J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 243 y ss. En esta obra puede encontrarse un mapa como el que sigue, sobre los señoríos de Álvaro de Luna

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Señoríos de Álvaro de Luna sobre el mapa de provincias actual.

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18 1. 1. 2. 3.

Borobia Ciria Deza Cihuela

4. Langa 5. 6. 7. 8.

San Esteban Osma Maderuelo Ayllón

9. Fresno de Cantespino 10. Riaza 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.

Riofrío Sepúlveda Castilnovo Fuentidueña Cuéllar Montemayor Portillo San Miguel del Arroyo Cogeces del Monte

25. 26. 27. 28.

Condemios de Arriba Albendiego Alcocer Salmerón

29. San Pedro de Palmiches 30. Beteta 31. Torralba 32. Valdeolivas 33. San Martín de Valdeiglesias 34. Villa del Prado 35. Cadalso de los Vidrios

20. Torrescárcela 21. Medina de Ríoseco 22. Campisávalos

36. Cenicientos 37. Pelayos 38. Alamín 39. Paredes de Escalona [...] 41. Nombela 42. Pelahustán 43. Real de San Vicente 44. Hinojosa de San Vicente 45. Castillo de Bayuela 46. Garciotún 47. Nuño Gómez

23. Condemios de Arriba 24. Condemios de Abajo

48. Escalona 49. Maqueda

[...] 51. Puebla de Montalbán 52. Cuerva 53. Torre de Estaban Hambrán 54. Méntrida 55. 56. 57. 58.

Casarrubios Cebreros El Tiemblo Navaluenga

59. La Adrada 60. La Higuera de las Dueñas 61. Navarredonda 62. Guisando 63. Arenas de San Pedro 64. El Colmenar 65. Trujillo 66. Berzocana 67. Cañamero 68. Lograsán 69. Alburquerque 70. La Codosera 71. La Aldehuela 72. Santa Cruz de Retamar 73. Quismondo

1.1. En un territorio estratégico. Durante dos décadas, entre 1420 y 1440, uno de los objetivos de Álvaro de Luna fue constituirse un estado señorial en el que residir seguro y protegido, y que reflejara su poder y su estatus. Las bases de su dominio territorial se proyectarían en el condado de San Esteban de Gormaz y en torno a Escalona. No parece que don Álvaro procediera de forma discriminada con respecto a cada región, sino que una vez se hizo con lugares en ambas zonas por la misma fechas (a la altura de 1420) empezó a extender su poderío en las dos áreas: una al Norte del Sistema Central, entre Segovia, Soria y Valladolid, y otra al Sur, próxima a Ávila, Segovia y Toledo. De ese modo, en 1450 poseía un territorio señorial extensísimo, que contaba con el condado de San Esteban de Gormaz y las villas y las tierras de Maderuelo, Ayllón, Riaza, Osma y el Infantado —Valdeoliva, Alcocer y Salmerón—, La Puebla de Montalbán, La Torre

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de Esteban Hambrán, Alamín, Escalona 20, San Silvestre, Maqueda, Arenas de San Pedro, San Martín de Valdeiglesias, El Colmenar, Higuera de las Dueñas y La Adrada, además de los lugares de Rejas y Castillo de Bayuela 21. Los estados señoriales de don Álvaro estaban próximos a las principales urbes del centro de Castilla (Valladolid, Segovia, Ávila y Toledo) con una finalidad simbólica de carácter intimidatorio evidente. Lo que pretendía el privado del monarca con su presencia territorial era doble. Por una parte, recordar constantemente a los regidores del mundo urbano próximo su estancia en el área de influjo de sus urbes, para que se mantuvieran leales a la causa del rey, que era la del propio don Álvaro. Por otra parte —con un fin menos simbólico, más práctico—, poseer territorios en las inmediaciones de los grandes núcleos de población que solían servir de lugar de residencia a la monarquía era esencial, de cara a su posible uso por razones políticas o militares (a la hora de concluir con una revuelta), económicas (para proveer de vino, cereales u otros alimentos al mundo urbano) o por simple ocio, para actividades de caza, pesca y recreo. En el caso de los territorios del “núcleo toledano-abulense”, don Álvaro estructuró sus señoríos a lo largo de los valles del Alberche y del Tiétar, haciéndose con el control de la ladera meridional de la Sierra de Gredos. Se trataba de un territorio incrustado en el corazón de Castilla, núcleo de la red de caminos que a través del Sistema Central conectaba la Submeseta Norte y la región del Tajo, en la Submeseta Sur 22. Por él discurrían las redes de comunicaciones más frecuentadas por el rey en sus desplazamientos por el reino 23, de forma que con su tutela Álvaro de Luna también perseguía otros dos fines: mantener la paz en los ca-

Véase una análisis general del señorío de Escalona en: F. JIMÉNEZ DE GREGORIO, Los señoríos de Escalona y de Montalbán, Toledo, 1998, Colección temas toledanos vol. VI. 21 A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., p. 166. 22 A. FRANCO SILVA, “La villa toledana de Escalona...”, p. 48. En este territorios se hallaban los puertos del Pico (Cuevas del Valle), Serranillos, Arrebatacapas, Paramera y Avellaneda y los pasos del Alberche por San Juan (Pelayos de la Presa), Escalona y Alamín. Las rutas que transitaban por aquí conectaban Valladolid, Medina del Campo, Ávila y Segovia con Toledo, Talavera de la Reina, el monasterio de Guadalupe, Trujillo y Mérida: S. RUIZ CARMONA. Los caminos medievales de la provincia de Toledo. Análisis arqueológico e interpretación histórica, Madrid, 2002. 23 F. de P. CAÑAS GÁLVEZ, El itinerario de la corte de Juan II de Castilla (14181454), Madrid, 2007. 20

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minos, en socorro de la monarquía 24; y, de igual modo, poner al rey so su guarda e seguro e amparo, o lo que es lo mismo, bajo su inspección. La custodia de territorios en el Sistema Central tenía un valor político y estratégico básico. El control del terreno se vinculaba a la tutela de la monarquía y del rey, y por tal motivo garantizaba el influjo en algunas de las grandes urbes 25. En el caso de Escalona, aunque institucionalmente la villa miraba hacia el Norte —sus instituciones de gobierno en el siglo XV eran parecidas a las de Segovia—, don Álvaro no dudó a la hora de usarla con el fin de aumentar su influencia en el Sur, y más concretamente en Talavera de la Reina (villa de su hermano, el arzobispo Juan de Cerezuela) y sobre todo en Toledo 26. Por otro lado, desde el punto de vista económico el control del territorio al Sur del Sistema Central ofrecía tres grandes posibilidades 27: 1ª. Algunos de los caminos que discurrían por allí eran rutas de la red de trashumancia de la Mesta, de modo que su control suponía opíparos beneficios en concepto de tránsito animal. De los puertos mesteños más transitados y rentables de toda Castilla tres estaban ahí. Eran los de Ramacastañas, Torre de Esteban Hambrán y Venta del Cojo. 2ª. Además, la zona era rica en recursos naturales, tanto agrícolas como de carácter forestal. Había mucha madera, tierras aún no roturadas y un importante número de arroyos y arroyuelos con grandes posibilidades económicas (cobro de pontazgos, plantación de huertas, tributos por los derechos de pesca, fuentes, canales, norias). 3ª. Por último, los territorios al Sur de la Sierra de Gredos eran célebres por su riqueza cinegética desde tiempos de Alfonso X, lo que no sólo podía generar beneficios económicos sino también de influencia y Sobre las repercusiones teóricas del mantenimiento de la paz en los caminos durante el Medievo véase: R. GIBERT Y SÁNCHEZ DE LA VEGA, “La paz del camino en el derecho medieval español”, Anuario de historia del derecho español, 2728 (1957-1958), pp. 831-852. 25 En este sentido, no es de extrañar que cuando Juan II quiso deshacerse de Álvaro de Luna decidiera llevarlo a un territorio alejado de su área de influencia, al Norte, a la ciudad de Burgos. Allí la “presencia territorial” del condestable era más reducida, y por lo tanto también lo era su capacidad de actuación. 26 Lo mismo harían entre las décadas de 1470 y 1520 los marqueses de Villena, tanto Juan Pacheco como su hijo Diego López Pacheco. Sobre los constantes intentos de los marqueses de Villena por hacerse con el control de Toledo véase: Ó. LÓPEZ GÓMEZ, Violencia urbana y paz regia: el fin de la época medieval en Toledo (1465-1422), Tesis doctoral. Puede consultarse la versión digital de la tesis en la dirección: https://ruidera.uclm.es/xmlui/handle/10578/2771. 27 Sobre algunas de estas cuestiones véase: A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., pp. 161-162. 24

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de diversión. No en vano, una de las razones por las que el condestable se encaprichó de Escalona fue 28: ...por la templanza e bondad de la tierra, e por él ser muy montero, e aver en ella muy buenos montes de muchos puercos e osos e otras animalías, los quales mandaba mucho guardar para quando allí venía o el rey se acaecía ir por allí — muchas veces—: más por non dexar al rey su señor en los tiempos de adversidad, non quería negarle su servicio por ir a aver reposo nin descanso a su propia tierra nin por ver a la condesa, su muger, e fijos.

Dadas las ventajas de carácter estratégico, político, simbólico, económico e incluso de ocio de su control sobre las tierras al Sur de Gredos, para salvaguardar su posesión Álvaro de Luna robusteció la red de fortificaciones existente en la zona. En la mayoría de los casos se trataba de castillos de época de la frontera con Al-Ándalus (de los siglos XI al XIII), pero se encargó de reconstruirlos, fortificarlos y reabastecerlos. Así ocurrió con las fortificaciones de San Silvestre, Maqueda, La Adrada, Arenas de San Pedro, San Martín de Valdeiglesias, El Colmenar, Alamín, Castillo de Bayuela, Mombeltrán y San Vicente.

Fortalezas y palacios de Álvaro de Luna en la comarca de Toledo. 33. San Martín de Valdeiglesias. 35. Cadalso de los Vidrios. 38. Alamín. 43. Real de San Vicente. 45. Castillo de Bayuela. 48. Escalona. 49. Maqueda y San Silvestre. 51. La Puebla de Montalbán. 52. Cuerva. 53. La Torre de Esteban Hambrán. 55. Casarrubios. 57. El Tiemblo. 59. La Adrada. 63. Arenas de San Pedro. 28

Crónica de D. Álvaro de Luna, condestable de los reynos de Castilla y de León, Madrid, 1784, segunda impresión, título LXXII, pp. 188 y 189.

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Torres albarranas del castillo de Escalona.

El punto neurálgico de toda la red de fortificaciones era el castillo de Escalona, en conexión directa con los de Alamín y Maqueda, los más cercanos. Los alcáçares de la villa eran la fortificación principal 29; donde a partir de la década de 1430 determinó mantener “a la condesa, su mujer, e sus fijos, e principal asiento de su cassa”. Según Juan Manuel Calderón Ortega, uno de los máximos conocedores de la figura de Álvaro de Luna, éste situó a Escalona en un centro ideal, rodeado de defensas naturales (arroyos, ríos, montes) y artificiales (fortalezas, puentes, fosos). “En líneas paralelas, campos atrincherados y fortalezas en Alamín, La Torre de Esteban Ambrán, Santa Cruz de Retamar y Maqueda, en la orilla izquierda del Alberche y derecha del Tajo, confinando con los estados del Arzobispo de Toledo, que en época de su hermano Juan de Cerezuela aumentarían sus recursos defensivos. Al Mediodía hasta el Tajo se encontraban Nombela, Hormigos, etc., con Cuerva y Montalbán, una de las defensas del camino de Portugal, cuya frontera tuvo en guarda completa merced a la posesión de Trujillo, Alburquerque, Montánchez y otras, asegurando la zona oeste de Escalona con Castil de 29

J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 280.

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Bayuela. Culminando su afán de controlar los pasos de las sierras extendió su dominio por castillos y villas al Noroeste y Norte de Escalona, como Arenas, Cebreros, La Higuera, Cadalso, Hontanares, San Martín de Valdeiglesias, Villa del Prado, el Quejigar, La Adrada, etc., con otros muchos fuertes de montaña”. 1.2. Una villa para la guerra. En principio Álvaro de Luna pensó en Escalona en términos preferentemente militares. Aunque con los años la funcionalidad de la villa iría ganando amplitud, en los primeros tiempos fue valorada sobre todo por su potencial para hacer la guerra, o, más exactamente, para resistir el envite de las tropas del enemigo, como había quedado patente en 1328, en tiempos de don Juan Manuel 30. Retomando los planteamientos de éste, don Álvaro valoró a Escalona como una plaza defensiva de primer orden gracias a su capacidad para la resistencia armada, su carácter fortificado (fosos, alcázar, murallas, puentes de madera de fácil destrucción) y las condiciones del entorno: huertas, campos de cereal, olivares, viñas, montes con mucha madera, un río con arroyos en abundancia, un terreno llano junto a la zona en repecho de la villa... En la década de 1430 Escalona se convertiría en un recinto militar por excelencia. Durante ese tiempo el condestable no se preocupó tanto por hacer de ella el punto de asiento más notorio de su corte —como haría en la década siguiente— sino que le atribuyó un papel militar de primera magnitud, y no sólo en cuanto a lo defensivo, para protegerse de sus adversarios (en aquella década la villa se convirtió en el enclave preferido para pasar sus épocas de destierro de la corte del monarca), sino también a la hora de ir a la guerra. En 1430, por ejemplo, “el condestable partió para su casa a Escalona por aderezar algunas cosas que le eran menester para su ida a la guerra” 31. Y lo mismo ocurrió en 1431, cuando se concebía un ataque al reino nazarí de Granada 32. A principios de la década de 1430 era muy frecuente que don Álvaro y Juan II fueran a Escalona “a llamar a toda su gente e apercibir todas

Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “Introducción histórica. La leal villa de Escalona: siete siglos de historia documentada (1083-1837)”, en S. CABEZAS FONTANILLA, N. ÁVILA SEOANE y J. C. GALENDE DÍAZ (edits.), La villa de Escalona y su ayer: un modelo de laminario municipal, Madrid, 2010, pp. 9-34, en concreto p. 16. 31 A. GARCÍA DE SANTA MARÍA, Crónica de Juan II de Castilla (1420-1434), Madrid, 1842 a 1896, Colección de documentos inéditos para la historia de España, tomo C, año 1430, cap. XXIX, p. 237. 32 Ibidem, Año 1431, cap. II, p. 255. 30

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las cosas que les eran menester” en sus acciones militares 33. A la hora de atacar a los nazaríes la tropa cristiana se reunía a menudo en Escalona, para posteriormente partir hacia el Sur de manera ordenada. La abundancia de provisiones y madera (fundamental para el armamento: para la construcción de lanzas, catapultas, ballestas y espingardas), la inexistencia de bandidos y malhechores en la zona que pudieran atosigar a los soldados —don Álvaro se encargaba de que en sus tierras nadie perturbase el orden público— y, en fin, lo poco escarpado del territorio después de cruzar Gredos y la Sierra de San Vicente, eran condiciones favorables a la hora de reunir soldados en Escalona, los cuales, una vez en la villa, acampaban en dos áreas en función de su número: o bien dentro de los alcáçares, en su albacara; o bien en las afueras, al otro lado del río, en un campamento militar (real) 34. El condestable convocaba en Escalona a la gente “que le cumplía” para la guerra, y era común que llegase él primero para organizarlo todo con su guardia personal, compuesta por una tropa de cómo mínimo treinta hombres a caballo 35. En jornadas posteriores llegaba el rey y su ejército, de forma paralela a la concentración constante de combatientes en el real y en el alcázar: desde vasallos de don Álvaro, del rey y de los nobles que les apoyaban a mercenarios y soldados de fortuna, malhechores en busca de la expiación para sus delitos, aventureros y jóvenes en pos de la gloria. Los poquísimos datos que tenemos nos dicen que a la hora de hacer la guerra contra un adversario noble Álvaro de Luna era capaz de reunir en Escalona a 1.000 soldados —entre 300 y 1.100—, aunque es seguro que la concentración era el doble, como mínimo, cuando se hacía la guerra a los musulmanes. Desde el punto de vista histórico, el año de guerra frente a Granada más importante para Escalona fue 1431. Las milicias del rey, de don Álvaro y de otros nobles se concentraron en Escalona en la primavera, y desde allí partieron hacia el frente. Primero se marchó el grueso de la tropa y después, unas jornadas más tarde, Juan II, su privado y sus comitivas, que se trasladaron a Toledo con el fin de velar armas en la catedral durante una noche para pedir ayuda a Dios en el conflicto que Ibidem, Año 1431, cap. IX, p. 268. F. TORRES GARCÍA, “La guerra en Castilla durante la primera mitad del siglo XV: las campañas de don Álvaro de Luna a través de las crónicas”, Revista de historia militar, XXXI/63 (1987), pp. 9-35. 35 Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre, en Castilla y en León, compilada por el noble caballero Fernán Pérez de Guzmán, corregida, enmendada y adicionada por el dotor Lorenzo Galíndez de Carvajal, Valencia, 1779, año 1429, cap. XXXIII, p. 277 b. 33 34

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se aproximaba. En la urbe hubo misas para ganarse el favor divino y procesiones propiciatorias; y se consagraron los pendones del ejército 36. Se trata de la prueba más evidente de la trabazón que había por entonces entre Escalona, villa del condestable, y Toledo, ciudad del rey. En lo relativo a la guerra Toledo era el boato, la imagen pública y la excelsitud, la búsqueda de gloria y fama, la propaganda y la ideología. Por el contrario, en Escalona los conflictos bélicos no se reflejaban con tintes gloriosos, sino como eran —y son— en realidad: nerviosismo y miedo, incredulidad y duda, apuros económicos y problemas de logística, heroísmo y temor. En Escalona la imagen no contaba como en Toledo. En sus alcázares el rey y don Álvaro podían sentirse tranquilos; no eran el foco de todas las miradas. Aquí de alguna manera jugaban en su campo, por lo que resulta lógico que (más allá de las ceremonias y los ritos de la guerra) Juan II y su privado prefiriesen acudir a Escalona a organizar sus actividades, lejos de presiones y rumorologías 37. Los dos épocas en que Álvaro de Luna tuvo que afrontar una situación más difícil con respecto a sus enemigos, no ya musulmanes sino nobiliarios, tuvieron lugar en 1429 y 1439-1440. En lo que se refiere a 1429, por entonces Juan II y su privado habían conseguido echar a los infantes de Aragón de Castilla, terminando así con sus aspiraciones de hacerse con la corona. Corría el mes de agosto cuando el rey, dispuesto a concluir su tarea, inició una campaña cuyo objetivo era arrebatar el maestrazgo de Santiago al infante don Enrique. En un primer momento uno de los aliados del rey, Alonso Pimentel, conde de Benavente, tomó Ocaña y obligó al infante a buscar refugio en Extremadura, pero éste y su hermano Pedro lograron revertir la situación, y Pimentel tuvo que solicitar ayuda. Fue entonces cuando don Álvaro se encargó de las operaciones militares, convirtiendo a Escalona en su cuartel. Corría el mes de septiembre del año referido. El condestable logró reunir un gran ejército a su costa, movilizando peones y ballesteros de la Hermandad de Toledo, Talavera y Villarreal, y lo dotó armamentísticamente 38. El éxito de sus acciones bélicas fue tal que en un año los infantes de Aragón tuvieron renunciar a su intención y firmaron las treguas de Majano (en julio de 1430), en las que se daba por concluida la guerra, Juan II les arrebataba el poder que habían tenido hasta entonces y Álvaro de Luna y Escalona salían reforzados, al

36 37 38

Ibidem, Año 1431, cap. XII, p. 273. Ibidem, Año 1431, cap. XXVI, p. 314. A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., 173.

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resultar claves en el conflicto. De hecho, a partir de entonces el condestable consideraría a Escalona una de sus villas más notorias. Años después, en el período 1439-1440, Escalona tuvo de demostrar su valor bélico nuevamente. Por entonces don Álvaro ya pensaba en la villa y su alcázar más en términos político-administrativos y de proyección de su poder que belicistas, aunque nunca había dejado de valorar sus cualidades para resistencia armada.

Escenas de la guerra. La batalla de Crécy. Manuscrito en: Jean Froissart´s Chronicles, Paris, Biblioteque Nationale, Département des manuscrits, Français 2643, folio 165v.

En 1439 don Álvaro tuvo que residir en el destierro en Escalona seis meses debido a las maniobras de un grupo de nobles que querían separarle del monarca. Era la premonición de lo que pasaría años después, en 1453, solo que ahora el condestable decidió actuar con firmeza. Ya era 1440 cuando reunió a su ejército en Escalona llamando a la lucha armada contra sus enemigos, quienes bajo la dirección del rey de

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Navarra, el infante Enrique y sus secuaces pedían que se atacara a los territorios del privado de Juan II —para lo que reunieron una tropa de 700 hombres—. En respuesta don Álvaro y su hermano, el arzobispo, congregaron una milicia de 1.000 personas y partieron hacia El Espinar. Si bien, viendo que el peligro aminoraba, acordaron despedir a sus hombres, partiendo el condestable hacia Maqueda y el arzobispo hacia Illescas, en un error de cálculo evidente, pues a los pocos días sus rivales les hicieron saber que el 2 de marzo, jueves, les darían batalla junto a Maqueda, a lo que les contestaron que si es que tenían honor les dieran más tiempo para reunir a su tropa nuevamente. Lo que sus enemigos no aceptaron. Entonces el condestable solicitó ayuda al rey, quien, desde Ávila, se excusó de intervenir en la disputa, al contrario que los obispos de Cuenca y Burgos, Álvaro de Isorna y don Alfonso, que marcharon a Escalona en son de paz, para impedir el enfrentamiento. Lo cual no lograrían. El arzobispo de Toledo vino desde Madrid a Escalona para socorrer a su hermano con 300 hombres, reunieron una milicia de 1.100 soldados y partieron hacia Torrijos. Durante meses hubo refriegas más que una batalla, pero al final el condestable, harto de la disputa (le estaba resultando tremendamente cara), tuvo que desistir y se refugió en Escalona. Posteriormente, el 3 de julio de 1440, se rindió en Medina del Campo y, sometido, sus oponentes le exigieron que viviera seis años en el destierro, aunque no en Escalona, sino en San Martín de Valdeiglesias o Riaza. Desde entonces solo podría poseer 50 hombres de armas a su servicio; y tendría prohibida toda comunicación con el rey 39. Don Álvaro jamás lo cumplió. 1.3. Un enclave económico, político y administrativo. Álvaro de Luna llegó a poseer más de cincuenta inmuebles repartidos por Castilla, aunque sus principales posesiones estaban en Ayllón, Alburquerque y Escalona. Es allí donde pasó más tiempo. En otras partes apenas estuvo de vez en cuando, de forma ocasional. Para él era básica la posesión de numerosos castillos y palacios en los que guarecerse en caso de problemas, aunque es indiscutible que se dejaba llevar por una manía acaparadora que hizo que acaparase bienes sinnúmero (tapices, trofeos de caza, viviendas, vajillas, caballos, oro) con el fin de poner de manifiesto el poderío que ostentaba. Era conocida su afición a las joyas

39

Ibidem, pp. 174-175.

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y las piedras preciosas 40, y tenía enormes cantidades de paños y paramentos para el uso cortesano. Plateros, bordadores y sastres del rey e incluso de otros países trabajaban para él en guarniciones, cadenas y trajes, botas, gorros y cintas, candelabros y toda clase de objetos ostentosos. La fortuna de don Álvaro estaba constituida por objetos de enorme valor, pero sobre todo por ingentes cantidades de monedas 41, pues gustaba de convertir sus ingresos de rentas y tributos en dinero en efectivo para poder usarlo en la ocasión oportuna. Sus tesoros se custodiaban en cofres, en fortalezas como la de Portillo y Escalona, y cuando viajaba lo hacía siempre con baúles con riquezas, por si se requerían para una compra, por motivos bélicos o, por qué no, para concluir un soborno, a la hora de hacer valer su voluntad gracias al dinero. En lo referente a la administración económica Álvaro de Luna era un hombre práctico, que recelaba de banqueros y cambistas. Pero también era una persona emprendedora. Su ansia de riqueza le llevó a convertirse en dueño de una inmensa red de infraestructuras, entre la que se hallaban molinos como los de San Silvestre, Maqueda y Alamín, hornos de pan y de tejas, tiendas que daba en alquiler, e incluso un pósito de cereal en La Adrada. Era dueño de un sinnúmero de tierras de cereal, viñas, olivares, pastos, dehesas, bosques, encinares, abrevaderos, arroyos, caminos y rebaños de ovejas, y aunque no se conserva mucha información todo parece indicar que su cabaña equina era de las mayores del reino, capaz de ofrecer caballos a su numeroso personal, formado por decenas de personas entre familiares, criados, donceles y caballeros que vivían en su casa 42.

Esta afición hizo que en 1435 el rey Juan II regalara a la esposa de don Álvaro, Juana Pimentel, por el nacimiento de su hijo Juan de Luna, un diamante y un rubí valorados en nada menos que 1.000 doblas: J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 285-286. 41 Véase el trabajo de M. del M. ROYO MARTÍNEZ en este volumen titulado “La moneda castellana en época de don Álvaro”. 42 Por ejemplo, el 20 de septiembre de 1453, una vez fallecido don Álvaro, Juan II donó a Juan de Luján, su mozo de maletas, 40 pares de bueyes en tierra de Maqueda que eran del condestable: J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 282-284. Es posible que este Juan de Luján sea el mismo que pasados unos años, en tiempos de Diego López Pacheco, fue alcaide del alcázar de Escalona: Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “Control político y relaciones de poder...”, pp. 163-170. 40

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1.3.1. La administración de la fortuna. En lo que se refiere al dinero que le reportaban sus propiedades es conocido que allá por 1450 Álvaro de Luna obtenía 9.400.000 de maravedíes al año por ingresos en forma de tributos y rentas, siendo la mitad, 4.487.413, adquiridos gracias a las ganancias obtenidas en las villas y tierras de Escalona, Maqueda, La Torre de Esteban Hambrán, El Prado y San Martín de Valdeiglesias 43. Sus lugares de Toledo llegaron a aportarle más de un millón de maravedíes al año: el 22,6 % de sus ingresos, procedentes en su mayoría de Escalona y su tierra 44. Además de ser el lugar de estancia más frecuentado por su corte ya en la década de 1430, Escalona era el centro de la gestión señorial del territorio toledano 45, con una importancia sólo comparable al condado de San Esteban de Gormaz 46. En la villa trabajaban sus contadores y el resto de su personal administrativo en las cuentas de su casa (conjunto de personas y bienes que dependían del privado del rey y su familia). Esos hombres se encargaban de hacer los cargos y datas de ingresos y gastos. Se trataba de individuos con gran capacidad de gestión económica, cuya tarea consistía en administrar el dinero que ingresaba cada año la casa e corte; personas capaces de ver oportunidades de negocio y de otorgar a los hombres adecuados el arrendamiento de las rentas y los inmuebles que poseían don Álvaro y su esposa, con el fin de obtener el máximo beneficio posible 47. Aunque los ingresos de la corte de don Álvaro eran ciclópeos lo eran también sus gastos. El condestable debía hacer ostentación de su estatus mostrándose muy espléndido, como si no le importara derrochar en asuntos militares, a la hora de constituir tropas, para presionar políticamente o para ofrecer recompensas a sus servidores. Según las crónicas, “quintales de oro fino se distribuían cada año” entre sus caballeros y criados por parte de sus gestores; a menudo en Escalona 48, villa que J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 256-257. J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 260; A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., pp. 164-166. 45 Ibídem, p. 259. 46 No es baladí el hecho de que Enrique IV concediese al señor de Escalona tras don Álvaro, Juan Pacheco, el título de Duque de Escalona. 47 Por ejemplo, en 1453 Ruy González de San Martín, vecino de Burgos, se hizo con el control de las rentas de Escalona y su comarca por 523.883 maravedíes. Sólo de recaudar más dinero el negocio sería rentable para él. Los herbajes de Maqueda y de San Silvestre, por su lado, en 1451 fueron concedidos a Barú Alocaña y Cid Bueno, vecinos de Maqueda, para 4 años y por 105.000 maravedíes: J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 260. 48 Ibidem, p. 315. 43 44

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en la década de 1440 era ya su centro económico, pues a sus alcázares llegaban a diario ingentes sumas de procedencias distintas (alquileres, arrendamientos, pagos extraoficiales, donaciones), que eran adjudicadas de inmediato a objetivos también diversos: la construcción del propio palacio de la fortaleza, la concesión de mercedes a colaboradores, la compra de voluntades para robustecer la clientela, el lujo, la ostentación. Los gastos más notorios tenían que ver con el sustento del aparato administrativo-cortesano-militar y los salarios de la servidumbre y las gentes de armas. Por lo que se conoce, el sueldo de sus criados al servicio del rey a la altura de 1453 ascendía a 322.478 maravedíes —que pagaba el propio don Álvaro—. Un alcaide de una fortaleza, por ejemplo la de Monreal, cobraba 16.000 maravedíes anuales. Los gastos debidos a sus actividades y a su nivel de vida eran de tal calibre que no permitían al privado ahorrar grandes sumas de dinero, más allá de la leyenda existente sobre sus tesoros. Esto explicaría de alguna manera su ansia acaparadora. Sabía que su corte administraba mucho dinero. Pero un dinero que se iba según llegaba. Así que debía ser cuidadoso. Aun ingresando casi 10.000.000 de maravedíes anuales su derroche era descomunal debido a sus necesidades burocráticas y administrativas, los gastos de instalación y de alojamiento de su corte, el salario del personal a su servicio y la inversión en infraestructuras, compras y reformas de inmuebles —sobre todo en la construcción del palacio de Escalona—. Y no sólo existían gastos ordinarios, previsibles. También estaban los imprevistos, en fiestas y torneos, joyas y ropajes, paramentos y presentes 49. En el lujo y la pompa. Álvaro de Luna era el privado del rey, condestable de Castilla y maestre de la Orden de Santiago, y debía exhibir su estatus político y social mediante el derroche y la magnificencia, símbolos de su posición económica. Los títulos daban el estatus, pero con el dinero se adquirían. Él y su gente estaban en la obligación de destacar. 1.3.2. La segunda corte de Castilla. La corte de Álvaro de Luna era muy grande. En las décadas de 1440 y de 1450, en los años en que Escalona pasó a ser su centro de residencia más estable, sólo tenía parangón con la corte del rey, con la que los vínculos eran tales que a menudo se confundían una y otra, pues, no se olvide, Álvaro de Luna era el gran defensor de la causa monárquica 49

Ibídem, p. 312-315.

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(frente a una nobleza que quería una realeza débil), y a menudo su corte trabajaba para la de Juan II, o viceversa 50. Por otro lado, la estructura de la casa e corte del condestable respondía al modelo de la monarquía, así que estructuralmente era un reflejo de la corte de Juan II, con la salvedad que la del privado tenía una capital más estable (Escalona) que del propio rey. Entre los oficios administrativos de la casa de don Álvaro habría que destacar al camarero, su hombre de confianza. Entre quienes ostentaron este oficio fue especialmente relevante Fernando de Ribadeneira —o de Valladolid—, mozo de cámara en 1423 y su gran colaborador entre 1430 y 1453. El camarero era el encargado del sostenimiento de la cámara del señor, es decir, del oro, plata, joyas, objetos preciosos y dinero de uso corriente, así como de la realización de compras escogidas para su servicio personal. Aparte de Ribadeneira fueron camareros Fernando de Sesé y Gonzalo Chacón, poseedor del oficio ya en 1446, hombre de letras y posible autor de la Crónica de Álvaro de Luna 51.

El castillo de Escalona en la actualidad. Reconstrucción del siglo XX. Ni que decir tiene que Álvaro de Luna se supo aprovechar del aparato burocrático de la corte de Juan II para hacerse con el enorme patrimonio territorial que consiguió acaparar. 51 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona...”, p. 273. 50

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En cuanto a la administración de la corte propiamente dicha, su jefe era el mayordomo; un cargo que fueron desempeñando Juan de Verdejo (1423), Payo de Tavera (1440), Juan de Merlo o Jaime de Luna, mayordomo de Juana Pimentel. Por debajo estaba el maestresala, responsable del servicio que se ofrecía al condestable y su familia, que contaba bajo su tutela con el número ingente de servidores de la casa. Junto a los cargos de camarero, mayordomo y maestresala, los otros oficios relevantes de la corte de Álvaro de Luna eran los de secretario y contador. Los secretarios se encargaban de fiscalizar y dirigir las tareas burocráticas y administrativas de los órganos jurídicos y contables del privado. A tenor de las informaciones que se conservan el trabajo de los secretarios únicamente lo podían desempeñar personas con una preparación adecuada —escribanos—, como Alfonso González de Tordesillas (que ocupaba el oficio ya en 1441) o Bartolomé de Zafra; hombres inteligentes, con conocimientos jurídicos y versados en la escritura y validación de textos oficiales. Los contadores, por su lado, tenían la tarea de dirigir la contabilidad de la casa e corte. Se trataba de un cometido básico para el funcionamiento de la estructura de poder del señor, que exigía una estructura jerárquica a la hora de desarrollar los presupuestos, con distintos contadores encargados de las diferentes tareas bajo la batuta de un contador mayor. El cometido de éste, no obstante, era tal —dado el volumen de cuentas, arqueos, cálculos y balances— que en la década de 1440 se nombró a dos contadores mayores: Alfonso García de Illescas y Alfonso González de Tordesillas (también secretario). Tanto los secretarios como los contadores colaboraban día a día con los oficiales del servicio jurídico del condestable: tanto con aquellos que trabajaban en su casa e corte bajo la dirección del juez mayor (los llamados jueces o alcaldes de la casa), como con los alcaldes de las villas de don Álvaro y otros gestores territoriales a su servicio, como corregidores o alcaides 52. Por debajo de las personas que trabajaban directamente en las tareas de administración estaban los acostamientos, es decir, las retribuciones en dinero que se adjudicaban a cambio de la prestación de servicios de distinta naturaleza: preferentemente militares, pero también económicos, fiscales e incluso oscuros, como los relativos al asesinato y la persecución de los rivales. En 1437 el capital para acostamientos (o 52

Juan Rodríguez de Arenas desempeñaba el oficio de Juez mayor en 1441. Juan García de Sepúlveda, por su parte, era Alcalde de la Casa en 1451.

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lo que es lo mismo, para la compra de voluntades) ascendía a 374.000 maravedíes; 879.000 en 1453 53. Sólo con inversiones de este calado era posible contar con clientelas políticas y militares fieles y cohesionadas. Empero, las voluntades dependían solo de los maravedíes. También era importante la fama del privado, que hizo que numerosas casas nobiliarias enviasen a sus jóvenes a su corte para servir como pajes, con el fin de que aprendieran a actuar como se esperaba de ellos, según las normas de la caballería. Por otro lado, el propio condestable solía encumbrar a quienes consideraba con mejores condiciones, independientemente de sus orígenes plebeyos o nobiliarios —él tampoco tenía un origen noble notorio—. Eso permitió que descendientes de campesinos y artesanos ocuparan puestos de continos en su corte. Se trataba de personas que le debían todo, por lo que se suponía que iban a serle leales hasta el fin. Viajaban con él constantemente y tenían la obligación de acudir a su llamada e, incluso, en ocasiones, de vivir en su hogar. Eran individuos provenientes de las tierras de don Álvaro; sobre todo de Escalona, Ayllón y Alburquerque 54. El desempeño de un cargo de contino era una de las mayores dignidades a las que podía aspirar el hijo de un labrador que entrase en la corte. Se trataba de un puesto de responsabilidad cuya consecución era ambicionada por las personas humildes que tenían la fortuna de ingresar en el séquito del privado. Dado su funcionamiento, la casa e corte del condestable terminó por convertirse en un lugar de trabajo bienquisto entre la población humilde. Las tareas allí eran menos duras que en el campo, se comía mejor y se cobraba más. Y por si fuera poco la corte daba vestiduras de ciertas calidades para sus miembros, pertenecer a ella confería una reputación notoria (podías codearse a diario con el rey y con nobles de alta alcurnia) y, con suerte, sus miembros podían facilitar el trabajo a otras personas de su familia —aguadores, herreros, vinateros, trinchantes, aposentadores, despenseros, monteros—. Sólo viéndolo de así, considerando a la corte del condestable un lugar donde trabajaba un buen número de personas, puede comprenderse el impacto económico y psicológico que tuvo Álvaro de Luna entre los campesinos de la región. La gran época histórica de Escalona y su comarca se vivió en la década de 1440, cuando la corte del condestable se asentó definitivamente allí, favoreciendo la ocupación laboral y dinamizando la economía de 53 54

J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 315-316. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona...”, p. 274.

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un modo que no se recordaba. Ni que decir tiene que la corte era, también, un centro de consumo de primera magnitud, que necesitaba miles de kilos de alimentos y toda clase de productos, lo que avivaría la demanda y la oferta en todo momento. 1.3.3. El gobierno desde la corte de don Álvaro. Aparte de las ventajas de trabajar en ella, la corte también podía ser un lugar peligroso. El condestable tenía un concepto elevado de su honra, y como buen noble lo mismo podía ser magnánimo y dadivoso que despiadado y terrible, y no dudaba a la hora de exigir la eliminación de sus rivales y de quienes le incomodaran 55. El mundo de los nobles tenía un componente de violencia muy tenebroso, de forma que, más allá de las ventajas económicas, relacionarse con ellos podía acarrear verdaderos peligros para la gente común. Ingresar en la corte de don Álvaro estaba bien valorado entre las clases populares porque verdaderamente permitía trabajar en mejores condiciones. Sin embargo, también implicaba un acatamiento del estatus de la nobleza, o lo que es lo mismo, soportar y padecer toda clase de órdenes e humillaciones; e incluso la muerte, de incurrir en una falta que se considerase ofensiva. Si las relaciones políticas y económicas entre nobles podían causar problemas para ellos, la situación para su servicio era mucho peor. Cualquier acto que se considerase una traición podía acabar en una condena a perder la vida o en un riguroso castigo (azotes, mutilación de una mano o las orejas). Una de las cosas que se valoraba en un sirvien55

Fue célebre el asesinato que se pergeñó en la fortaleza de Escalona en 1443, del que se hicieron eco las crónicas con el fin de desprestigiar a don Álvaro. García González de Illescas tenía unas deudas con el condestable y se mostraba remiso a sufragarlas. Aprovechando la estancia de su hijo en Escalona fue invitado a los alcázares y allí lo asesinaron. Véase al respecto J. M. CALDERÓN ORTEGA, “Los riesgos de la política en el siglo XV: la prisión del conde de Alba (1448-1454)”, Historia, Instituciones, Documentos, 21 (1994), pp. 41-62. Dos de los nobles “expertos en la intriga” en época de Álvaro de Luna eran Juan Pacheco y su hermano Pedro Girón. Ambos “se reparten los papeles e inician una época de tiras y aflojas, de pequeñas revueltas seguidas rápidamente de negociaciones, amenazas, alarmas, cabalgadas, levantamientos... con la finalidad de acorralar al privado de Juan II, de tenerle más o menos maniatado, casi a su merced [...] Pacheco pensaba y trazaba el plan a seguir. Girón, hombre de acción, violento y brutal ejecutaba sus cesiones [...] Uno era el cerebro, el otro el brazo militar”. Juan Pacheco casó a su hijo Diego López Pacheco con María, hija y sucesora de Juan de Luna, nieta de don Álvaro. Juan Pacheco recurrió tanto a la fuerza como a los matrimonios para doblegar a al condestable: A. FRANCO SILVA, “La villa toledana de Escalona. De don Álvaro de Luna a los Pacheco”, Estudios de historia y de arqueología medievales, X (1994), pp. 47-82, en concreto p. 54.

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te era su mutismo. Como lugar de la corte del condestable Escalona era el centro más destacado de su administración; desde el que —según las crónicas— Álvaro de Luna “dava estos desvíos en las cosas” 56, es decir, tramaba las estrategias de sus seguidores, con el objetivo de que prevaleciese su causa. El condestable tenía en Escalona mensajeros que se encargaban de su relación diplomática con los otros potentados. Además, su corte era el núcleo de una red de espías que se encargaba de mantenerle informado de lo que se “aderezaba” en su contra 57. En estas circunstancias, el silencio y la lealtad eran un bien preciado. En la corte de Escalona se sellaban acuerdos tácitos entre los nobles para enderezar el rumbo del reino 58, se exigía a los vasallos que tomaran posesión de villas y señoríos 59, se realizaban confederaciones entre potentados, arzobispos y el condestable 60, se concedían poderes a los delegados para actuar en asuntos de estado de todo tipo 61, se dirigía la Orden de Santiago 62, se designaban oficiales para asegurar la defensa de determinadas plazas, como Ayllón 63, etcétera. En Escalona había tres estructuras administrativas diferentes, aunque en interdependencia. La más autónoma era la administración eclesiástica —constituida en época de don Álvaro esencialmente por cuatro parroquias—, bajo la dirección de la Iglesia de Toledo, a las órdenes del hermano del condestable 64. Las otras estructuras administrativas eran de carácter político: la administración general de los señoríos del privado, dirigida desde su corte, si bien frecuentemente asentada en Escalona; y la administración local de la villa, dependiente de la anterior. Según Antonio Malalana el 24 de mayo de 1455 65, una vez muerto el condestable, el concejo de Escalona aprobó y redactó una ordenanza de gobierno para la villa e tierra que derogaba las anteriores, reorganizánCrónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre..., año 1441, cap. VIII, p. 422 a. 57 Ibidem, año 1444, cap. XI, p. 481 a. 58 J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna (1419-1453). Colección diplomática, Madrid, 1999, doc. 76, pp. 239-245. 59 Ibidem, doc. 78, pp. 250-253. 60 Ibidem, doc. 79, pp. 253-255. 61 Ibidem, doc. 98, pp. 312-313. 62 Ibidem, doc. 119, pp. 372-373. 63 Ibidem, doc. 131, pp. 396-397. 64 Mª. J. LOP OTÍN, “Iglesia y sociedad en el mundo rural: el Arciprestazgo de Escalona a fines de la Edad Media”, en Ó. LÓPEZ GÓMEZ y N. ÁVILA SEOANE (dirs.), Escalona, 1083-1554. De la repoblación a los tiempos del Lazarillo, Toledo, 2011, pp. 109-132. 65 A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., pp. 224-225. 56

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dose así institucionalmente el gobierno local. No obstante, la forma de dirigir el pueblo no fue muy distinta a lo largo de todo el siglo XV 66. El señor, o para ser exactos sus gestores, eran quienes se encargaban de las tareas legislativas concernientes a los vecinos (creación y validación de ordenanzas, uso de ordenamientos de cortes y pragmáticas sanciones). Álvaro de Luna, a través de su administración cortesana —aquí el papel del camarero era indispensable—, aceptaba las propuestas de los vecinos sobre las personas que debían desempeñar los cargos públicos en la población, si bien su intervencionismo en la vida pública era absoluto. El condestable tenía la última palabra en lo relativo a los bienes comunales, privilegios del vecindario, control fiscal, monopolios y justicia. Siempre que existía un problema se apelaba a su corte, y en alguna ocasión era el condestable en persona quien se ocupaba del asunto, firmando la orden a cumplir de manera informal, como Álvarus 67.

Detalle de la Alegoría del Buen Gobierno, de Ambrogio Lorenzetti. Pintada en 13381340. Palazzo Pubblico. Siena. La gente pasea y trabaja tranquila. Reina la paz.

En la administración municipal el máximo dirigente era el alcaide de los alcáçares de la villa, que hacía las veces de señor en su ausencia, ya que también era alcalde e justicia mayor. Juan de Gotor —de una de

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Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “Control político y relaciones de poder...”, pp. 173-191. AHME [Archivo Histórico Municipal de Escalona], Títulos de propiedad, libro único, fol. 202 bis r-v; Véase en este libro el trabajo de R. BARBERA ARIAS, L. ESPARZA SAINZ e I. MARTÍN RODRÍGUEZ titulado “Un original de don Álvaro en el Archivo de Escalona: estudio paleográfico y diplomático”.

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las familias más influyentes de Escalona en el siglo XV— tuvo esos oficios como poco entre 1423 y 1434. Y otro de los hombres más fieles al privado y su esposa en los días en que Juan II mandó terminar con su poderío, en 1453, fue precisamente el entonces alcaide de la villa: Diego de Avellaneda. Por debajo del alcaide e alguazil mayor estaban el conzejo, alcaldes, alguaziles, regidores, cavalleros, escuderos, oficiales e omes buenos de Escalona. El concejo era la asamblea formada por los hombres notables y se solía reunir los domingos, de ser necesario. Era la institución gubernativa local más influyente y antigua, a la que solían comunicársele por parte del ayuntamiento asuntos de relevancia de toda índole, como los relacionados con la legislación, el uso de huertas, viñas y olivares, el paso de ganados, las colmenas y pesquerías, el aprovechamiento del monte, los bienes de propios, el urbanismo, el orden público y las fiestas populares 68. El ayuntamiento estaba sometido teóricamente al concejo, aunque no era así en la práctica, pues se trataba de la auténtica institución gubernativa; la que tenía la misión de dirigir Escalona. Los principales dirigentes del ayuntamiento eran dos alcaldes y un alguacil. Como se ha indicado, los hombres que tenían que ejercer tales oficios los presentaba el concejo al señor, y éste podía o no aceptarlos. Según un escrito de 1463 (transcurrida una década desde la defunción de Álvaro de Luna) su tarea era la que sigue 69: Como alcaldes librarán los pleitos e demandas que ante ellos e ante qualquier dellos vinieren, asý como alcaldes ordinarios lo pueden e deven faser e librar por las leyes de derecho deste regno, e que non darán lugar a luengas nin dilaçiones no devidas. E al dicho alguasil que conplirá los mandamientos de los dichos alcaldes e será obediente a ellos, e los esecutará en el término acostunbrado. E asimismo que donde vieren el serviçio del dicho señor rey lo ellos e cada uno de ellos lo allegarán e guardarán, e do su deserviçio lo arredrarán, e donde redrar e amparar non lo pudieren lo farán saber a su señoría con tienpo por sus personas o por sus çiertos mensajeros. E que non llevarán ellos nin alguno de ellos más de sus justos e devidos salarios.

Los alcaldes ejercían la justicia çevil e criminal, colaborando con los regidores, caballeros y omes buenos —los más poderosos—. En época de don Álvaro los regidores se reunían en la casa de su ayuntamiento 70, en la plaza mayor. No se sabe si por entonces solían hacerlo los sábados, como décadas más tarde, aunque es posible que así fuese. CualÓ. LÓPEZ GÓMEZ, “Control político y relaciones de poder...”, pp. 177-191. AHME, Documentación recibida, documentación real, provisiones reales, caja. 114, libro 1, doc. ad. 70 AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fol. 12 r. 68 69

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quier persona podía presentarse en el ayuntamiento en busca de soluciones para un problema; o en el alcázar, ante el alcaide o —cosa más difícil, sólo en casos peliagudos— ante el propio Álvaro de Luna. El tercer organismo que componía la administración municipal era la junta de villa e tierra: una reunión de los dirigentes de los lugares del señorío (liderados por Almorox, Cenicientos, Cadalso y Nombela) que se solía celebrar al menos una vez al año, y que tenía como fin resolver conflictos relacionados con el aprovechamiento del territorio y acordar estrategias conjuntas frente al señor, en mejora de las condiciones de vida de campesinos y ganaderos. El concejo, el ayuntamiento y la junta se tutelaban desde la corte señorial, y no se han conservado referencias a conflictos, lo que indica que —si bien habría choques y enfrentamientos— imperaba una buena relación entre Escalona y don Álvaro. La paz es la constante que emana de los escritos que tenemos, y resulta evidente que al señor y a Juan II Escalona y su entorno les reportaban placer y tranquilidad, descanso y vida privada, regocijo y alegría —lejos de las complicaciones de la lucha con la nobleza—. Escalona era un enclave militar, administrativo, económico y político, pero también un escenario para el ocio y el sosiego. Para la gente de la región (más allá de que dignificasen a la zona con su presencia y de los problemas que acarreaban sus cortes) Álvaro de Luna y el rey influían positivamente en la economía local y a menudo estaban dispuestos a agradecer la hospitalidad que se les ofrecía mediante mercedes y privilegios 71.

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J. Mª. MONSALVO ANTÓN habla al referirse a los pecheros abulenses, salmantinos, albenses y mirobrigenses, campesinos o artesanos en su mayor parte, de antítesis del estereotipo de campesino sedicioso que ha dado la historiografía tradicional. Eran pacifistas y sentían aversión ante la violencia: J Mª. MONSALVO ANTÓN, “Ideario político y valores estamentales de los pecheros abulenses y salmantinos (siglos XIII-XV)”, Hispania. Revista Española de Historia, 238/LXXI (mayoagosto de 2011), pp. 325-362, en concreto pp. 344-345 y 361. En la comarca en torno a Toledo ocurría igual: J.-P. MOLÉNAT, Campagnes et monts de Tolède du XIIe au XVe siècle, Madrid, 1997, pp. 536 y ss. A pesar de la manipulación documental, en la mayoría del territorio del Midi francés (Toulouse, Béziers, Nîmes, Narbonne) reinaba un ambiente pacífico; especialmente en Montpellier, donde sólo se documenta un escándalo en 1379 que se revolvió sin violencia. Al igual que en Venecia, en Montpellier una “ausencia, aparente en esta ciudad, de una ideología de protesta”: V. CHALLET, “Nemine discrepantes? Discordias y comunicación política en el seno del consulado montpellerino a fines de la Edad Media”, Edad Media. Revista de historia, 13 (2012), pp. 143-161, en concreto pp. 147-148.

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1.4. El escenario de la ostentación. “Juan II estuvo en Escalona en 1420, 1422, 1423, 1431, 1433, 1435, 1436, 1443 y todos los años entre 1445 y 1453. Tenía bastantes adversarios, pero el monarca se sentía cómodo y seguro en la villa” 72. Los séquitos del rey, de don Álvaro y de los otros nobles podían acceder a la fortaleza de dos formas: directamente, y sin entrar en la villa, por la Puerta del Alamín, a través de la cual —por la parte trasera de la albacara del castillo— se accedía a una liza bajo la cobertura de una falsabraga 73; o de forma directa, cruzando la población. Este segundo acceso era más espectacular. La entrada en Escalona solía hacerse por las puertas que daban al camino Toledo-Ávila; bien por la Puerta del Río, si se iba hacia el Norte, o bien por la Puerta de San Miguel, de ir hacia el Sur. Ambas puertas daban acceso a la calle principal de la villa, y desde allí a su núcleo, a la plaza mayor, de la cual partía una calle de menos de cien metros de longitud flanqueada por dos iglesias: la de San Martín a la izquierda y la de Santa María a la derecha. Tal calle desembocaba en un puente de madera situado sobre el foso que separaba la zona de los alcáçares y el área de la población. Aunque no hay noticias al respecto, parece lógico que por lo común el rey entrara en Escalona sin llamar mucho la atención, a través de la Puerta del Alamín. Juan II tenía a Escalona como un lugar de descanso, para folgar, y salvo que a él o al condestable les interesara desde el punto de vista político —para recibir a invitados poderosos— preferían acudir a Escalona sin levantar escándalo. 1.4.1. Un palacio para un rey. Según las crónicas de la época, fue el propio rey Juan II el que mandó a Álvaro de Luna reconstruir los alcázares de Escalona en 1437, con el objetivo de crear un palacio para él y el condestable. Con tal fin, para que su privado pagase las obras, dio a la villa un privilegio de moneda forera por el que lo recaudado con ese tributo no iría a las arcas reales, sino que se quedaría en el pueblo. Semejante disposición refleja bien la buena sintonía que reinaba entonces entre el rey y el privado. ComparÓ. LÓPEZ GÓMEZ, “Introducción histórica. La leal villa de Escalona: siete siglos de historia documentada (1083-1837)”, en S. CABEZAS FONTANILLA, N. ÁVILA SEOANE y J. C. GALENDE DÍAZ (edits.), La villa de Escalona y su ayer: un modelo de laminario municipal, Madrid, 2010, pp. 9-34, en concreto p. 20. 73 Véase en este libro el trabajo de B. DEL RINCÓN BELLO titulado “La puerta olvidada de Escalona. La muralla de Escalona y sus puertas a través de documentación hasta ahora inédita”. 72

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tían secretos y sus casas e cortes no podían entenderse una sin la otra. Juan II era el rey pero su poderío por la graçia de Dios también estaba en manos Álvaro de Luna. Ambos eran el poder supremo de Castilla, y por eso concertaron construirse un recinto que reflejara su dignidad y la fuerza de la Corona que encarnaban 74. En términos actuales podría decirse que el monarca y su privado pretendieron imponer en el palacio de Escalona una etiqueta, una reglamentación para la vida cortesana 75. Las obras se iniciaron inmediatamente, pero la caída de un rayo en agosto de 1438 —episodio del que se hicieron eco las crónicas, como todo lo relacionado con la vida del condestable— arruinó lo construido, lo cual, lejos de ser un obstáculo, espoleó al rey y a don Álvaro en sus deseos de construir un edificio aún mejor, “reflejo de las exigencias de lujo y ostentación características del siglo así como el marco en el cual se desarrollaron actividades encaminadas a reforzar el prestigio y poder de su propietario” 76. En consecuencia, en 1438 Escalona se convirtió también en un centro artístico, trasladándose hasta allí algunos de los mejores artistas mudéjares y del gótico final 77. Sin perder su función militar, la fortaleza fue adecuada para su uso cortesano. Para tal objetivo, en el interior de la estructura fortificada se adoptó el sistema existente en la propia villa. Puesto que un foso artificial defendido por una falsabraga hacía de frontera entre los alcázares y el pueblo, en el interior del castillo se cavó otro foso que distanciaría la zona del palacio y el área de la soldadesca (en la explanada de delante, en la que los soldados del privado y del rey tendrían las instalaciones necesarias para sus actividades bélicas: desde barracones, cocinas, letrinas y aljibes hasta cuadras, una herrería y una armería). Don Álvaro nunca se olvidó de la función militar de la fortaleza, como indica el hecho de que reforzase su falsabraga con troneras (fue uno de los primeros castillos en adecuar sus estructuras a la artillería). Pero aun así el grueso de su intervención en el inmueble se centró en el gran palacio que había de erigirse en su interior, a la postre modelo para otros casti-

Véase en este volumen el trabajo de F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN titulado “La mejor labrada e mejor casa y la más notable, rica e maravillosa capilla que había en toda España: el desarrollo artístico y arquitectónico en Castilla en tiempos de don Álvaro de Luna”. 75 Véase al respecto: J. ALLARD, “Le naissance de l’etiquette: les regles de vie à la cour de Castille à la fin du Moyen-Age”, en N. GUGLIELMI y A. RUCQUOI (coords.), El discurso político en la Edad Media, Buenos Aires, 1995, pp. 11-28. 76 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona...”, p. 270. 77 F. de P. CAÑAS GÁLVEZ, El itinerario de la corte de Juan II..., pp. 111-114. 74

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llos-palacios como el de Belmonte, el de Manzanares el Real y, en especial, el del Infantado 78. Los alcáçares de Escalona pronto se convertirían en el arquetipo de residencia nobiliaria y en expresión del lujo arquitectónico. Dotados de múltiples funciones —residencial, militar, económica, administrativa y política—, el corolario de todas ellas sería su función más relevante: la función cortesana. Y es que el castillo-palacio de Escalona iba a erigirse en un emblema: en centro de una corte señorial acaudalad, poderosa, influyente y activa; en escenario de “una política de prestigio” 79, “prototipo de ostentación”, “expresión de las necesidades sociales” de su propietario y reflejo de la arquitectura del gótico final. El palacio de Escalona fue erigido con vocación de espectáculo y de ficción, para convertir a las cortes de Juan II y don Álvaro “en un decorado”. En esa ficción arquitectónica, cuyo objetivo era simbolizar el poder en su expresión más pura, la teatralidad y el arte estaban por todos sitios: tanto en la decoración escultórica como colgando de las paredes —tapices, paños, trofeos de caza—, en las vajillas y los artesonados, en la escalera monumental que daba acceso a la planta superior después de cruzar la puerta principal, en la galería corrida del último piso, en el claustro de tres plantas sobre columnas de ocho lados —típicas de las Islas Baleares 80—, en la decoración con yeserías mudéjares del marco de las puertas, en las vitrinas con objetos preciosos de algunas habitaciones, en los olores que emanaban del jardín, en el perfume aromático de los recipientes árabes situados en lugares estratégicos de la vivienda y, en fin, en el vestido y las joyas de quienes la habitaban, en la música de los trovadores que actuaban allí, en el arte culinario de los platos que se preparaban para los más selectos comensales y en la poesía de Juan de Mena, de Gonzalo Chacón o del propio don Álvaro que pudo escucharse en sus habitaciones durante los concursos de literatura y erudición a que tan aficionados eran los nobles 81. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona...”, p. 279. Ibidem, p. 268. 80 El número 8 en el Medievo tenía una interpretación religiosa evidente. Los primeros baptisterios de la Cristiandad, especialmente los bizantinos, también tendrían una planta central de ocho lados. El 8 simbolizaba el día de la resurrección de Jesucristo, en domingo. Para los judíos la semana iba de sábado a sábado. El sábado era el día siete, por lo que para los cristianos el domingo se convirtió en el octavo día. 81 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona...”, p. 277. Sobre los perfumes véase: T. CRIADO VEGA, “Las artes de la paz. Técnicas de perfumería y cosmética en recetarios castellanos de los siglos XV y XVI”, Anuario de Estudios Medievales, 4º/2 (julio-diciembre de 2011), pp. 865-897. Sobre la obra literaria de 78 79

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El castillo-palacio de Escalona era un canto al poder y a la riqueza. Según las crónicas, las dos estancias más espectaculares eran la escalera y la llamada sala rica. En esta última se celebraban entretenimientos de baile y música, torneos, banquetes y representaciones teatrales. Se trataba de espectáculos reservados a personas elegidas: a visitantes de prestigio con quienes el condestable deseaba mantener buenas relaciones. La sala rica era sin duda el marco más idóneo para ello. Ostentosamente decorada, obra de maestros mudéjares y góticos, era la estancia principal del palacio. Tenía “un artesonado de madera de alerce decorado con púrpura, oro e incrustaciones de marfil. La polícroma decoración geométrica, los tapices, el brillo de las piezas de orfebrería y la vajilla expuesta en repisas y vitrinas deslumbraban a los visitantes” 82. Los aparadores do estaban las vaixillas estaban a la otra parte de la sala, en las quales avía muchas gradas cubiertas de diversas piezas de oro e plata, e dende avía muchas copas de oro con muchas piedras preciosas e grandes platos e confiteros, e barriles e cántaros de oro e de plata, cubiertos de sutiles esmaltes e labores.

Fuera del palacio se hallaba el jardín, hacia el río Alberche; importante por las temperaturas del verano. El jardín llenaba “a los palacios de frescor; los altos olorosos olores e perfumes de suabe olor, los jardines, los naranjales e los otros esquisitos e ingeniosamente ynvencionados modos de humanas deleytaciones”. Se trataba de un pequeño vergel con fuentes y albercas, al estilo árabe. Muchos de los avatares de la vida política de la Castilla del siglo XV —confederaciones y treguas, pactos y alianzas, rupturas de acuerdos y rencores— fueron determinados en este ambiente de lujo y ostentación, en los jardines del palacio, en su sala rica o en una de sus estancias. Al calor del fuego, rodeados de olores especiales, en la terraza que daba al río (con una estructura de columnillas y arcos similar a la de los patios nazaríes de la Alhambra), en las sobremesas y en las madrugadas. El escenario del poder y la ostentación también era el teatro de la ideología y la propaganda, del engaño y el espionaje, de la media verdad y de las manipulaciones.

Álvaro de Luna véase en este volumen el trabajo de M. T. CHICOTE POMPANIN y Á. FUENTES ORTIZ titulado “«El auctor de esta obra es el condestable don Álvaro de Luna». Génesis, iluminación y suntuosidad en las Virtuosas e claras mugeres”. 82 Muchos de los objetos que tenía el condestable eran regalos que le había hecho para ganarse su favor, dada su influencia en la corte del rey: J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna (1419-1453)..., p. 287.

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Vestimentas de la época de Álvaro de Luna.

1.4.2. Una villa para los “deportosos placeres”... Juan II y Álvaro de Luna consideraban a Escalona un sitio de referencia territorial. Ubicada cerca de las rutas de tránsito de sus cortes, era frecuente que el rey y su privado se desviasen una y otra vez hacia la población para pasar en ella unos días. En ocasiones, sí la visita estaba planeada y los potentados querían que su estancia allí se conociese, y que fueran recibidos por todo lo alto, se avisaba a las autoridades locales para que prepararan el recibimiento, de forma que a los pocos días llegaba don Álvaro y/o el rey en medio de la máxima magnificencia posible.

Plano del siglo XIX sobre el casco antiguo de Escalona.

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Los datos que se conservan de ese tipo de entradas son externos (los que aparecen en las crónicas 83), y se desconocen muchos detalles. Todo indica, no obstante, que se seguía el protocolo empleado en el siglo XV para esta clase de eventos 84. Unos días antes de la entrada del séquito Lo mismo ocurre con las entradas del sucesor de Juan II, el rey Enrique IV, en otras Cortes señoriales, como la del Condestable también sucesor de Álvaro de Luna, Miguel Lucas de Iranzo, asentada en Jaén: A. CONTRERAS VILLAR, “La corte del condestable Iranzo. La ciudad y la fiesta”, En la España medieval, 10 (1987), pp. 305-322. 84 La bibliografía sobre la fiesta en el Medievo es inmensa. Véase por ejemplo: R. DE ANDRÉS DÍAZ, “Las “entradas reales” castellanas en los siglos XIV y XV, según las crónicas de la época”, En la España medieval, 4 (1984), pp. 47-62; C. KLAPISCH-ZUBER, “Rituels et pouvoir d’État”, en Culture et idéologie dans la genèse d’État moderne. Actes de la table ronde organisée par le CNRS. Rome, 15-17 octobre 1984, París, 1985, pp. 135-144; R. de ANDRÉS DÍAZ, “Las fiestas de caballería en la Castilla de los Trastámara”, En la España medieval, 5 (1986), pp. 81107; R. STRONG, Arte y poder, Madrid, 1988; P. GÓMEZ GARCÍA, “Hipótesis sobre la estructura y función de la fiesta”, en La fiesta, la ceremonia, el rito. Coloquio internacional. Granada, 24-26 de septiembre de 1987, Granada, 1990, pp. 51-62; R. CHARTIER, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, 1992; A. M. HESPANHA, “El espacio político”, en su obra La gracia del Derecho. Economía de la cultura en la Edad Moderna, Madrid, 1993, pp. 85-121; Mª. de los Ll. MARTÍNEZ CARRILLO, “Elitismo y participación popular en las fiestas medievales”, Miscelánea Medieval Murciana, XVIII (1993-1994), pp. 95-107; M. Á. LADERO QUESADA, “La fiesta en la Europa mediterránea medieval”, Cuadernos del CEMYR, 2 (1994), pp. 11-52; G. PALOMO FERNÁNDEZ y J. L. SENRA GABRIEL Y GALÁN, “La ciudad y la fiesta en la historiografía castellana de la Baja Edad Media: escenografía lúdico-festiva”, Hispania, LIV/186 (1994), pp. 5-36; M. NÚÑEZ RODRÍGUEZ (ed.), El rostro y el discurso de la fiesta, Santiago de Compostela, 1994; M. TANGHERONI, “La feste come strumento di governo. A proposito del dogato di Giovanni dell’Agnelo a Pisa e a Lucca (1364-1368)”, en Villes et socíetés urbaines au Moyen Âge, París, 1994, pp. 33-43; Mª. J. IZQUIERDO GARCÍA, “Elementos Para una nueva lectura de la dominación social: las manifestaciones socioculturales en Valladolid y Palencia durante la Baja Edad Media” y J. C. MARTÍN CEA, “Elementos para una nueva lectura de la dominación social: la oligarquía rural paradeña y los acontecimientos festivos de la Baja Edad Media”, en M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ (edic.), La Península Ibérica en la era de los descubrimientos (1391-1492), vol. I, Sevilla, 1997, pp. 1.165-1.190; J. C. MARTÍN CEA, “Fiestas, juegos y diversiones en la sociedad rural castellana a fines de la Edad Media”, Edad Media. Revista de Historia, 1 (1998), pp. 111-141; R. J. LÓPEZ, “Ceremonias y poder en el Antiguo Régimen. Algunas reflexiones sobre fiestas y perspectivas de análisis”, en A. GONZÁLEZ ENCISO y J. Mª. USUNÁRIZ GARAYOA, Imagen del rey, imagen de los reinos. Las ceremonias públicas en la España moderna (1500-1814), Pamplona, 1999, pp. 34-54; C. VINCENT, “Structures et rituels de sociabilité à la fin du Moyen Âge: bilan et perspectives de recherche”, Memoria y civilización. Anuario de Historia, 3 (2000), pp. 7-36; R. HOMET, “Niños y adolescentes en fiestas y ceremonias”, En la España medieval, 24 (2001), pp. 145-169; E. MUIR, Fiesta y rito en la Europa moderna, Madrid, 2001; M. Á. LADERO QUESADA, Las fiestas en la cultura medieval, Barcelona, 2004; Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “Fiesta y ceremonia del poder regio en Toledo a fines de la Edad Media”, 83

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del rey y/o del señor se limpiaban las calles; principalmente la principal, desde las puertas del Río o de San Miguel a la plaza, y desde ésta al castillo 85. Las fachadas se decorarían con mantones y con guirnaldas y los suelos se cubrirían con hierbas aromáticas —tomillo, albaca, espliego—. Habría música y la población se echaría a las calles. Por unas horas reinaría el ambiente festivo propio de una entrada real. Aunque Escalona no gozaba de la trascendencia política de urbes como Toledo, Valladolid o Ávila las fiestas de la Corona en la villa estaban destinadas a impresionar a sus invitados: desde embajadores de otros reinos y de la nobleza a príncipes y potentados (como los de Portugal). Al contrario que en las fiestas urbanas, en Escalona el mensaje no iba dirigido a los súbditos, que también, sino preponderantemente a los aliados (posibles o reales) que visitaban la villa por invitación de Juan II o Álvaro de Luna. Por ende, cuando el séquito de un señor entraba en el pueblo no se pretendía desarrollar una ceremonia política al uso, sino una celebración del poder en toda su esencia, en todo su significado. La escenografía del poder del dueño de Escalona empezaba unos kilómetros antes de llegar a la población. Don Álvaro y una comitiva eran los encargados de recibir a los visitantes haciéndose acompañar por músicos y blasones, criados y monteros, bebidas y manjares. Se trataba de un tipo de procesión de la grandeza común en las entradas de los poderosos en ciudades del Medievo, si bien en lo relativo a Escalona su señor mimaba mucho los detalles, con el fin de poner de manifiesto su honor con una pompa única. Incluso se ordenó la construcción de arquitecturas efímeras en el monte para agasajar a los invitados con cacerías, torneos u otros espectáculos antes de acudir a la villa. Según las crónicas don Álvaro se sentía muy orgulloso de la riqueza cinegética de la región de Escalona, a la que consideraba un aval para la manifestación de su poder ante sus iguales, que en muchos casos no poseían señoríos tan ricos en caza —siendo ésta una de las actividades preferidas de los omes poderosos—. Por otro lado al condestable le gustaba mucho “ordenar grandes fiestas con que oviessen placer” sus invi-

en P. MARTÍNEZ-BURGOS GARCÍA y A. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (coords.), La fiesta en el mundo hispánico, Cuenca, 2004, pp. 245-279. 85 Hay referencia a este tipo de limpieza de las calles días antes de un evento festivo en el primer libro de actas que se conserva, para la década de 1470: AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1.

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tados; sobre todo Juan II, “porque el rey entre tantos afanes e trabajos como cada día rescebía oviesse allí algúnd alegría e plascer” 86. Célebres fueron las fiestas celebradas en Escalona en 1448. La nueva reina, oriunda de Portugal, “non avía visto aquella tierra suya, especialmente aquella villa de Escalona, como non avía aún mucho tiempo que era venida de Portogal en los regnos de Castilla”. El condestable llamó a algunos caballeros jóvenes de su casa que andaban con él como continos y les comunicó que Juan II y su esposa iban a venir a la villa. En consecuencia, les pidió que preparasen sus mejores galas para que todo estuviese listo “para facer al rey serviçio e fiesta”, y les distribuyó en grupos: a unos les ordenó que organizasen un torneo a caballo y otro a pie, nombró a los capitanes de los equipos, determinó el número de sus miembros e indicó cómo debían ir armados y vestidos; y a otros les requirió que se peleasen en una justa, es decir, en un combate entre contendientes a caballo y con lanza o de otra forma, “escogiendo a cada uno para aquello en que más sabía”. Al mismo tiempo escribió a: algunos caballeros de su casa que moraban en su tierra, e a los más cercanos della, que prestamente fuessen con él en aquellas fiestas [...] prestamente fueron guarnidos e puestos a punto de todas aquellas cosas que para el tal caso les conplía.

Después don Álvaro mandó llamar a sus monteros y les ordenó que le preparasen un monte cerca del camino por donde vendrían el rey y la reina, y pidió que en un otero construyesen “grandes cadahalsos de madera donde estoviessen la reyna e sus dueñas e doncellas, e pudiessen ver bien correr los venados e matarlos”. Su objetivo era que cuando los reyes entraran en su tierra “la fallassen de todas las cosas viciosa e abastada, porque aquellos que venían a folgar e aver placer en ninguna cosa non sintiessen mengua nin necessidad”. Preparado todo, el día que supo que los reyes venían Álvaro de Luna fue a recibirles con sus caballeros e hidalgos y con los gobernantes de Escalona. Unos iban vestidos e “ataviados para el monte”; otros “guarnidos muy ricamente”. Ante el señor “iba grand quadrilla de monteros: unos a caballo e otros a pie, con sus lebreles e canes por las traíllas. E otra grand compañía de ballesteros e omes que sabían mucho del monte”. También les acompañaban músicos con sus “atabales, e menestriles e trompetas”.

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Para todos los datos que siguen sobre la visita del rey y la reina en 1448 véase: Crónica de D. Álvaro de Luna, condestable de los reynos de Castilla y de León, Madrid, título LXXIV, pp. 190-195.

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Don Álvaro llegó antes que el rey al punto concertado para el encuentro; por deferencia y para repartir las armas y organizar a la “gente que avía de andar en la busca a levantar la caza” (seguramente se tratase de vecinos de Escalona). En cuanto vio acercarse al séquito de los reyes se dirigió hacia él escoltado por sus hombres, y, “con grand reverencia”, fue a besar las manos a Juan II y su mujer. Según las crónicas “el rey ovo muchos plascer quando vido al maestre, e el arzobispo —su hermano— e todos los otros caballeros que con el rey venían”. Entonces todos comenzaron a hablar y a hacerse reverencias, “e ovieron mucha alegría los unos con los otros”. Era una reunión de amigos; de los amigos que dirigían el reino. Fue entonces cuanto el condestable dio la sorpresa al monarca que había estado preparando los días anteriores: una cacería en uno de sus montes más ricos. Y Juan II “plogó mucho dello”. Se pusieron “sus armadas e corrieron el monte e mataron algunos venados”. Horas después, “con mucha alegría fueronsé para la villa de Escalona”.

Escena caza. Manuscrito. Le libre de la chasse (1405-14140), de Gaston Phoebus, Paris, Biblioteque Nationale, Département des manuscrits, Français 616.

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La entrada en el pueblo debió ser por todo lo alto, pero lo que más impresionó a los que acompañaban a la reina fue el palacio; sobre todo su entrada: “tan fuerte, e tan magnífica e caballerosa, ca estaban a las puertas grandes de la entrada muchas cabezas de osos e de puercos, e de otras bestias salvages, e en medio del postigo de la puerta estaba clavada una muy grand piel de león, con sus uñas e dientes blancos, la qual tenía muchas e grandes feridas”. En los días siguientes hubo fiestas, banquetes y ceremonias. El palacio, sus servidores y el condestable se pusieron al servicio de la monarquía sin reparar en gastos. Paños de Francia en las paredes, cuberterías de oro, músicos amenizando las veladas, torneos y justas, juegos de cañas y ejercicios literarios. Para Fernando Castillo y Cáceres las fiestas de 1448 fueron, de alguna manera, “la inauguración del edificio” realizado por Álvaro de Luna en Escalona 87, pero podrían considerarse, igualmente, una luna de miel regalada por don Álvaro a Juan II y a su nueva esposa, que habían contraído nupcias el 17 de agosto de 1447. No obstante, lejos de ser extraordinaria, la actividad festiva de 1448 responde a la concepción que el propio rey y don Álvaro habían tenido de Escalona desde los primeros momentos, cuando se habían planteado hacer de la villa un lugar para la fiesta en el sentido más loable de la palabra: un escenario para la ostentación y el placer, en el que, según las crónicas, el privado del rey siempre tenía 88: ...aparejados tantos modos e tantas diversidades de deportes [diversiones] e agradosos placeres, e tanta abundancia de honestas e aplacibles deleytaciones [...] que por cierto non se podría escusar muy larga extensión de escriptura si especificadamente aquello escribir se debiesse. Ca piensa e considera tú que lees lo aquí escripto que el maestre era un grand señor, e asimismo era muy discreto e magnánimo, e por semejante era de su propia natural condición grand festexador e grand inventor de nuevos e exquisitos modos de deportosos entremeses.

El condestable siempre buscaba alguna excusa para atraer a Juan II a Escalona, a fin de ganárselo para su causa con la fiesta y el boato. En la villa intentaba hacerle olvidar las rencillas que hubiera entre ellos, le retenía todo lo posible para dar una imagen de cercanía de la que otros nobles no eran capaces de disponer y le agasajaba constantemente, “de un deporte en otro”. La presencia del rey en la villa y sus alcáçares para folgar fue continua. Don Álvaro intentaba que Juan II se desviase de las rutas que seguía su séquito y viniera a Escalona, y una vez aquí le 87 88

F. CASTILLO Y CÁCERES, “El castillo-palacio de Escalona...”, p. 267. Crónica de D. Álvaro de Luna, condestable de los reynos de Castilla y de León..., título LXXXIII.

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apartaba de los asuntos del gobierno, obsequiándole con unas vacaciones pagadas que el rey no solía rechazar. Tanto era así que se convirtió en una costumbre para el monarca venir a Escalona a “recibir servicio” y disfrutar de “algunos deportes e alguna recreación” 89. Álvaro de Luna sabía que a Juan II le gustaban “tales cosas”, y no dudó en aprovecharlo en beneficio propio. En consecuencia, Escalona (por sus alcázares) y su comarca (por su riqueza cinegética) se convirtieron en el sitio predilecto de don Álvaro a la hora de manipular a un rey débil que se dejaba hacer con agasajos y “deportosos placeres”. Invertir en fiestas en Escalona era, de algún modo, invertir en comprar la voluntad del rey. Álvaro de Luna lo tuvo claro desde el principio. Unas veces las fiestas eran públicas y en ellas se permitía participar a toda la población; primero como observadora pasiva del poder y luego activamente, en corridas de toros, justas, cacerías y torneos. El 15 de enero de 1433, por ejemplo, el rey marchaba desde Ciudad Rodrigo a Madrid cuando el condestable le mandó llamar a Escalona “por le hacer la fiesta” 90: ...a donde se ficieron grandes fiestas al rey e a todos los que con él iban; e se corrieron toros e jugaron cañas, e ovo otras muchas maneras de juegos, de que el rey ovo grand placer. E fueron allí tan bien rescebidos e hospedados que mejor non pudieran ser; e fue tanta el abundancia que ovo de las cosas necesarias que cosa maravillosa fue de ver.

En otras ocasiones se trataba de celebraciones privadas, al margen del pueblo, que ni se enteraba de que el rey y una pequeña escolta habían llegado, seguramente por la Puerta del Alamín. Sólo si había una cacería la población se enteraba de la presencia del rey. Así sucedió el sábado 13 de marzo de 1435. El rey llegó sin mucho alboroto, pero 91: ...el domingo fizo el su condestable sala, e mandó rraçiones a todos los que con él venían; e jugaron cañas ese día, e fezieron muy buena fiesta. E teníales muy guarnidas las salas de paños franceses, camas, vien a maravillas. E luego el lunes siguiente tenía concertado en un monte que llaman Baldorina, que es çerca de Almorox, villa suya, el qual era çercado todo alderredor de un alto soto e palmeda, e portillas echas por dond’entravan los venados. E mató en poco dende más de dos oras treze puercos, e tornose a Escalona.

Ibidem, título LXXXVII, pp. 254-255. Ibídem, título XLI, p. 126. 91 Los mapas que siguen versan sobre los desplazamientos de la corte de Juan II por Castilla entre 1420 y 1452. Están sacados de: F. de P. CAÑAS GÁLVEZ, El itinerario de la corte de Juan II..., pp. 180, 194, 260, 270, 388, 402 y 464. 89 90

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Escena de un banquete en el siglo XV. En Histoire d'Olivier de Castille et d'Artus d'Algarbe, Paris, Biblioteque Nationale, Département des manuscrits, Français 12574, folio 181v.

2. “...POR SERVIÇIO DEL DICHO SEÑOR MAESTRE...”: LA REBELIÓN CONTRA JUAN II. Juan II estuvo por última vez en Escalona en 1452. Por entonces la amistad entre el rey y el condestable ya estaba en peligro. Finalmente las presiones de los adversarios del todopoderoso privado habían hecho mella en el rey, y los recelos y la desconfianza frente a don Álvaro empezaban a ser indiscutibles. Según las crónicas, la tensión entre ambos hombres fue alimentada tanto por individuos próximos a Álvaro de Luna que deseaban traicionarlo como por la reina, que nunca se dejó manipular por él, al contrario que el rey. Sin embargo, fueron las críticas

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sobre su labor y sus intenciones, el origen de su fortuna y su ambición las que hicieron que en 1453 Juan II cambiara de actitud frente a su privado; ahora de una vez por todas, y no de forma temporal, como en otros tiempos, cuando un período de exilio bastaba para que Álvaro de Luna pudiera volver con honor. Allí donde había amistad surgieron el odio y la incomprensión, y ya a principios de 1453 el rey planeaba destruirle 92. El condestable, aun así, no supo calibrar ni el descrédito hacia su persona que sus enemigos habrían sembrado en el corazón del monarca —a base de críticas y rumores— ni la opinión que tenían de él el rey, la reina y Alfonso Pérez de Vivero, contador real que, a la cabeza de quienes querían su muerte, enredaba lo posible por ganarse al rey. Vivero había sido uno de los hombres de confianza del condestable, pero en 1453 se convirtió en un peligro. Arrogante, aseguró al rey que se encargaría de don Álvaro, por lo que éste, sospechando un ataque, y viendo la desconfianza que crecía hacia su persona, empezó a aparecer en público siempre rodeado de una escolta al mando de su hijo Pedro de Luna, lo que no impidió que, aun así, Vivero intentara asesinarlo en cuatro ocasiones. El primer intento de asesinato se produjo en Madrigal. Vivero causó un escándalo con el objetivo de que el condestable interviniera, para sí acabar con su vida. Según estaba planeado Álvaro de Luna actuó en el alboroto, pero junto a su camarero Fernando de Ribadeneira y su amigo el obispo de Ávila, con el fin de poner paz. Y no hubo mayores consecuencias. El segundo intento de asesinato se produjo en las tierras próximas a Tordesillas. El rey había llegado allí desde Madrigal en febrero de 1453 con el condestable tras sus pasos, quien, nada más llegar, receloso, pidió a sus hombres se desplegaran en las puertas de la villa y en otros puntos estratégicos, para poder contar con una vía escapatoria en caso de surgir problemas. Por otro lado, intentó negociar con algunos de sus enemigos para neutralizarlos ante la degradación de su persona que se vislumbraba en el horizonte. Juan Pacheco y su hermano Pedro Girón se mostraron dispuestos a ayudarle, pero a cambio de que se uniese a ellos para destruir a la monarquía, por la que tanto había hecho desde joven. Así que rechazó la oferta. Mientras, el contador Vivero convenció a la reina de que Álvaro de Luna tenía que morir, y en una cacería a las 92

Para saber más de los acontecimientos que se narran a continuación véase: J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 90-94.

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afueras de Tordesillas volvió a intentar asesinarlo. Y como nuevamente no resultó, convenció al rey para que se celebrasen juego de cañas en la villa. Y así se hizo. La violencia empleada fue tal que varias personas murieron o acabaron heridas. A Juan de Luna, sin ir más lejos, uno de los hijos del condestable, le salvó su hermano Pedro de Luna, que se puso ante de un proyectil lanzado con mala intención, resultando herido gravemente. De esta forma sus enemigos se quitaban de en medio al jefe de la escolta de don Álvaro, lo que restaría efectividad a su guardia. Ante esas circunstancias el condestable se reunió con Vivero y amenazó con asesinarlo si no cambiaba de actitud. Pero fue inútil. Juan II partió a Valladolid en un penoso tránsito cuyo objetivo era encontrar el mejor momento para deshacerse de su privado, y una vez en la urbe le llamó al convento de San Benito para arrestarle. Sólo se libró porque le avisaron de lo que se pretendía unos criados domésticos del rey “sobre los que tenía un gran ascendiente, ya que a muchos les había nombrado él”. Entonces el monarca decidió partir hacia Burgos, donde residía uno de sus mayores enemigos: Pedro de Stúñiga. Aunque la pretensión del rey cada vez se veía más clara y amenazadora el condestable optó por seguirle como de costumbre, aunque antes de entrar en la ciudad pidió que las parroquias le jurasen fidelidad —en garantía de su persona—, y se aseguró el socorro del conde de Haro, quien, a pesar de sus propósitos aparentes, acabaría engañándole en connivencia con Vivero. El tercer intento de asesinato tuvo lugar en el camino hacia Burgos, en Cigales. Y también concluyó en fracaso, de modo que el rey, con una actitud despreciativa hacia el otrora su valedor, decidió marchar a Castrogeriz, villa del mayordomo mayor Ruy Díaz de Mendoza, un enemigo declarado de Álvaro de Luna. Pese a ello, resultaba tan evidente la intencionalidad de ofender a don Álvaro que a la postre decidió no actuar de manera tan descarada, y partió a Torquemada. Aun así, Ruy Díaz de Mendoza, al corriente de lo que estaba ocurriendo, se sumó al séquito del rey en su camino hacia Burgos, donde ya estaba la corte a mediados de marzo. Juan II se aposentó en el palacio del obispo y Álvaro de Luna en casa de Pedro de Cartagena. Y poco a poco la urbe se fue atiborrando de enemigos del condestable. La “propia reina envió una carta a la condesa de Ribadeo, una Stúñiga, para que se sumase al complot”. El cuarto intento de asesinato se produjo en el palacio del rey, aunque otra vez acabó en fracaso, y sólo sirvió para que don Álvaro fuera más cauteloso. Entre otras cosas ordenó a algunos de sus jinetes tomar

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las puertas de Burgos, pues había quien aseguraba que en la zona se escondía un ejército desconocido. Y volvió a intimidar al contador Vivero. Podría haber hecho más para defenderse, pero esperaba el advenimiento de su hijo Pedro de Luna, ya restablecido. El Viernes Santo, 29 de marzo de 1453, Álvaro de Luna acudió a una misa a la catedral, y allí se encontró con el rey. Durante la homilía un ardiente fraile dominico arengó a las masas en su contra, echándole la culpa de todos los males de Castilla hasta el punto de que el rey tuvo que ordenar callar al predicador. Terminada la misa don Álvaro exigió al obispo de Burgos que le dijese quién era el responsable de semejante homilía, si bien se fue respondido con ambigüedades, explicándole que según el predicador todo había sido fruto de la inspiración divina. Don Álvaro, colérico, a Vivero tras lo ocurrido, y, esta vez sí con contundencia, ordenó a su hijo y a Ribadeneira que lo matasen. Y así lo harían, el 1 de abril. Lo llevaron a un piso de la casa donde residía el condestable y lo arrojaron al vacío, falleciendo a consecuencia del golpe. Lejos de resolver algo, esta muerte acabó por acelerarlo todo. Pedro de Luna no había llegado aún a Burgos, y ahora el rey poseía una excusa para destruir a don Álvaro: era el responsable de la muerte de una persona de su corte 93. El propio don Álvaro pensó en abandonar la urbe, pero Ribadeneira se lo desaconsejó. Fuera podía ser una presa más fácil. Mientras, el rey, afectado por la muerte de Vivero, escribió a Álvaro de Stúñiga hablándole del asesinato y exigiéndole que viniera de forma inmediata a Burgos para hacerse con su castillo, cercar el palacio donde estaba el maestre de Santiago y apresarle a él, a su hijo Juan de Luna, a su sobrino también llamado Juan de Luna y a Fernando Ribadeneira. La orden se cumplió inmediatamente. En la madrugada del 4 de abril de 1453, miércoles de Pascua, 200 hombres de armas y ballesteros cercaron la casa de don Álvaro. En un principio éste pensó en huir con algún disfraz, pero no se fiaba de su guía por las calles de Burgos, decidió no intentarlo y se atrincheró en su vivienda hasta que el rey se presentó a caballo en la plaza de la carnicería fuertemente escoltado, y, sin dar la cara, mandó al obispo de Burgos y a Ruy Díaz de Mendoza que exigiesen al condestable que se entregara. Sus adversarios habían hecho lo posible para que a la hora de aposentarse en la urbe los hombres de don Álvaro estuvieran dis93

I. PASTOR BODMER, Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de don Álvaro de Luna, Madrid, 1992, pp. 239-242.

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persos en distintos barrios, para impedir su resistencia, lo que, si bien facilitó su prendimiento, también favoreció la huida de sus colaboradores.

Catedral de Burgos.

De este modo, con sus partidarios huyendo, el rey en su contra y sin una milicia que lo amparase, Álvaro de Luna consideró inútil toda resistencia. Lo único que le quedaba era reclamar un seguro para su persona en caso de salir de su palacio y entregarse al monarca. Y el seguro fue establecido. Pero cuando salió a la calle Ruy Díaz de Mendoza y Per Afán de Ribera, que le esperaban, le aconsejaron que volviera al palacio porque la ciudad se había escandalizado y era peligrosa. La única manera de garantizar su vida era dejándole bajo arresto en donde había residido hasta entonces.

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2.1. El intento de sublevar a toda Castilla. Los seguros ofrecidos al condestable no se respetaron en todo su contenido. Dos de sus hombres más próximos, Chacón y Sesé, fueron encarcelados en la prisión pública de Burgos, y se persiguió a su séquito por la urbe 94. Los únicos que pudieron huir fueron su hijo Juan de Luna, su yerno y Fernando de Ribadeneira. Don Álvaro exigió hablar con el rey para exponerle semejante agravio, pero Juan II se negó una y otra vez, aunque estuvo comiendo en el palacio donde estaba encerrado el recluso. Los huidos se dirigieron a tierras vallisoletanas a rescatar la fortuna que don Álvaro tenía en la fortaleza de Portillo, y desde allí a Escalona, al tiempo que alentaban una intensa labor propagandística de carácter subversivo con el fin de sublevar a toda Castilla contra el rey. Temiendo que los rebeldes intentaran poner a Toledo en su contra —sólo hacía dos años que había concluido la peor revuelta contra él de su reinado, precisamente en Toledo 95—, Juan II escribió el 7 de abril a Alfonso Yáñez de Valladolid, alcaide del puente de Alcántara de la ciudad, ordenándole que no recibiese a ninguna persona que favoreciera a Álvaro de Luna. Y lo mismo hizo el día siguiente, 8 de abril, dirigiéndose a los regidores de las villas y lugares del reino. Tenían que impedir que los secuaces de don Álvaro crearan alborotos e ruidos, y estaban en la obligación de apresarlos y ponerlos a disposición judicial. El rey temía que la rebelión calase en una ciudad y se extendiese por Castilla. Era el inició de una guerra diplomática cuyo fin era tutelar a un reino aparentemente a punto de sublevarse. El 9 de abril de 1453 una nueva cédula de Juan II pedía que, con pregones en plazas y mercados, se acusara a los huidos de Burgos de “Entre tanto la familia e gente del condestable unos huían, otros se escondían, algunos eran presos. Su hijo el conde, disfrazado de mujer, se escapó con un solo criado, y a poco de haber salido de Burgos se encontró afortunadamente con una partida de caballeros de su padre, los cuales le llevaron a Portillo y desde allí a Escalona, donde estaba su madre, la condesa. Un clérigo sacó de la ciudad a don Juan de Luna, yerno del condestable, en hábito disfrazado. A Fernando de Rivadeneira le tuvo oculto en su casa algunos días el obispo de Ávila; Gonzalo Chacón y Fernando de Sesé fueron desarmados al instante que la casa fue entrada por la gente de Ruy Díaz, despojados de todo lo que tenían y puestos en la cárcel pública, donde por bastante tiempo padecieron”: M. J. QUINTANA, Don Álvaro de Luna, Madrid, 1885, pp. 215, 216. 95 E. BENITO RUANO, Toledo en el siglo XV. Vida política, Madrid, 1961, p. 74. Véase también: Ó, LÓPEZ GÓMEZ, “El impacto de las revueltas urbanas en el siglo XV. A propósito de la rebelión de 1449 en Toledo”, Edad Media. Revista de Historia, 15 (2014) [en prensa]. 94

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provocar levantamientos contra el bien común; y se exigía que nadie les auxiliara, que les impidiesen entrar en poblaciones y castillos y que sus propiedades se embargaran ante escribano público. Tres eran las zonas más peligrosas para el rey: el condado de San Esteban de Gormaz, los terrenos de la Orden de Santiago y Escalona. Desde un principio intentó aislar estos territorios política, económica y militarmente, secuestrando el patrimonio del condestable e impidiendo que sus partidarios recibieran auxilio militar. Aun así, pronto entendió que el lugar más comprometido era, paradojas de la fortuna, el palacio que él había solicitado construir en Escalona. Los alcázares de la villa se convirtieron en el “centro aglutinador de la resistencia armada” frente al rey, pues desde ellos Juana Pimentel, esposa de don Álvaro, y su hijo Juan de Luna intentaron contratacar mediante una campaña de acoso y derribo del monarca, cuyo fin era al menos salvar la vida del condestable. Los rebeldes empezaron a contactar con señores en otro tiempo enemigos de don Álvaro que, no obstante, tenían una mala relación con el rey castellano: el rey Juan II de Navarra, el almirante Fadrique Enríquez de Mendoza y Diego Gómez de Sandoval, adelantado mayor de Castilla. El objetivo de Juana Pimentel y su gente era alzar a todos contra el rey, para lo que inició una intensa actividad diplomática hasta conseguir un pacto de consecuencias imprevisibles, por el que las tropas navarras —con financiación de la propia doña Juana— entrarían en Castilla por La Rioja, con el objetivo de hacerse con el reino. Paralelamente Rodrigo Manrique abriría otra área de guerra en Ocaña, también con capital la mujer. Por último, los hijos de Fernando Álvarez de Toledo, el conde de Alba (arrestado desde hacía meses por orden de Juan II), también apoyarían a los rebeldes 96. Una semana después de la captura del condestable parecía factible una sublevación contra el rey de gran envergadura. Había alborotos en San Esteban de Gormaz, la provincia de León de la Orden de Santiago y Trujillo. El 14 de abril el monarca volvió a ordenar que cesasen los alzamientos, acusando a los hijos del condestable (Juan de Luna y Pedro de Luna), a su yerno Juan de Luna (guarda mayor de don Álvaro) y a su camarero, Fernando de Ribadeneira. 2.2. El ocaso de la resistencia. Mientras corrían los rumores sobre la rebelión de sus secuaces, don Álvaro continuaba preso e incomunicado en Burgos, donde el rey cele96

J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 96-100.

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braba unas cortes, un congreso con representantes de las urbes más poderosas. Una vez finalizó su tarea, después de mandar que trasladasen al preso a Valladolid, el monarca partió de la ciudad. Fue en esos momentos, cuando el séquito del rey recorría las calles de Burgos para irse del núcleo urbano, cuando —se supone de forma impremeditada— centenares de personas rodearon al cortejo que llevaba al cautivo: unas a su favor, gimiendo de pena, y otras contrarias a él, cantando coplillas en que se comparaba Burgos, donde el condestable había caído preso, y Escalona, desde donde había operado por encima de la realeza, como si fuera el verdadero rey. Juan II estaba en Torquemada cuando supo que los del condestable —“rebelados y dispuestos a resistir” — se habían hecho fuertes en Escalona y su entorno. En consecuencia, desde allí escribió a Toledo y su comarca para exigirles que enviaran tropas contra Escalona (400 peones, ballesteros y lanceros, y 100 caballeros al mando de Alvar Pérez de Guzmán y el mariscal Payo de Rivera). De igual modo, escribió a Alburquerque, propiedad de Álvaro de Luna, para ordenar a su alcaide, Juan de Alvarado, y a Lorenzo Suárez de Figueroa que mantuviesen la paz y el orden. Juan II temía un alzamiento de esa villa, próxima a la frontera con Portugal. De producirse el desafío de los adeptos a don Álvaro cobraría una extensión y virulencia peligrosas. El primer choque entre Juan II y los partidarios del condestable se produjo en Portillo. Juana Pimentel y Juan de Luna esperaban que los alcaides de la fortaleza de dicha población, Alfonso González de León y su hijo, Francisco de León, dieran batalla al rey, poniéndole su conquista difícil. Esperaban si no una victoria sí al menos una resistencia férrea, de la que servirse como justificación ante los reyes y nobles con quienes estaban negociando de cara a sublevar a toda Castilla. No obstante, Portillo se rindió sin apenas oponerse, lo que fue un golpe moral durísimo para Juana Pimentel, que, por contra, reforzó al rey, el cual a los pocos días enviaba una cédula a los dirigentes de la Orden de Santiago exigiéndoles que tuvieran por él sus fortalezas e casas fuertes —y no por Álvaro de Luna—. El 20 de abril de 1453 exclusivamente Escalona y su tierra seguían fieles a Álvaro de Luna, siendo las fortificaciones de esta villa y de Maqueda las únicas con intención a resistir 97. Juan II inició el camino con sus tropas hacia las tierras del condestable al tiempo que desplegaba toda una campaña propagandística en descrédito de los rebeldes, con97

A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., p. 178.

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siderándoles un peligro para la monarquía, la paz y el bien común. Eso hizo que aún más se redujesen los apoyos de don Álvaro, que quedaron limitados, según las crónicas, a su familia y sus colaboradores 98.

Fortaleza de Portillo (Valladolid).

Al frente de Escalona se puso la propia doña Juana Pimentel con su hijo, mientras que para salvaguardar Maqueda se designó a Ribadeneira, quien sin dudarlo, para adelantarse a la venida del ejército de Juan II, ordenó que derribaran las viviendas que había junto a la muralla del pueblo para hacerla más infranqueable y que los enemigos no pudieran escalarla. Y confiscó al vecindario lo que creyó oportuno para la guerra que iba a iniciarse en breve: trigo y cebada, vino, animales, armas, madera, ropa. Ribadeneira consideraba previsible (como así fue) que Juan 98

Existe cierta confusión en la secuencia de hechos que tuvieron lugar en la primavera de 1453, en los días en que el rey Juan II estuvo con su ejército asediando Maqueda y Escalona. En las distintas crónicas y en trabajos de historiadores actuales puede leerse, por ejemplo, que Juan II ya estaba con su real, con su campamento militar, sobre la villa de Escalona el 8 de junio, ya que Maqueda se había rendido. En otros casos se afirma que como poco estaría frente a esa villa el 4 de junio. Sin embargo, suele afirmarse que en el real de Escalona Juan II mandó que Álvaro de Luna fuera penado con la muerte, cosa que ocurrió el día 2 de junio, lo que en principio invalidaría las dos fechas anteriores. En las páginas que siguen va a intentar aclararse esta compleja secuenciación de hechos, ateniéndonos a los datos que conocemos.

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II atacase Maqueda primero. Era la fortificación menos poderosa, tenía una capacidad para abastecerse mucho más reducida, y era lógico que el rey no quisiera dejarse enemigos en la retaguardia antes de dirigirse a la fortaleza en la que resistía Juana Pimentel. No en vano, antes de la llegada del rey se había establecido que los leales a don Álvaro se distribuyeran entre ambas poblaciones, con el fin de hostigar a su ejército. En pocos días Ribadeneira logró tener su villa e fortaleza bien “bastecida e pertrechada” de lo necesario para resistir a un ejército invasor. Según datos del 26 de agosto de 1453 —ya pasado todo—, la destrucción de inmuebles y la confiscación a gran escala que realizó el camarero llevaron a la economía de Maqueda al colapso, haciendo que rentas que se estimaban en 95.000 maravedíes apenas valiesen 15.000 99. Ribadeneira destruyó tiendas y casas, puso a toda la población a trabajar para reforzar las fortificaciones de la villa y saqueó depósitos de grano, bodegas y corrales de cerdos, ovejas y vacas 100. Todo estaba permitido en la guerra. Así nos cuentan lo ocurrido las crónicas 101: ...fortalesce la misma villa e la fortaleza della lo mejor que puede. E por más se enfortalescer, fasce quemar e derribar un grand número de casas que estaban cave la cerca; e aun a vueltas dellas fasce derribar unas dos iglesias, por cabsa de lo qual él se vido después assaz trabajo por aver absolución del excesso e crimen que cometió en las fascer derribar, e espendió sobre ello assaz suma de su fascienda fasta aver la tal absolución.

Dado que las tropas reclamadas a Toledo no venían Juan II ordenó a Madrid que enviase una milicia contra Escalona y Maqueda. Pero los madrileños también se mostraron reticentes. Parecía como si nadie quisiera apoyar ni a Álvaro de Luna ni al monarca. Había expectación porque en cualquier momento podían surgir nuevos focos de desobediencia y producirse un alzamiento generalizado en contra del rey. De hecho, la fortaleza de Ayllón, bajo el mando de Diego González de Berlanga, a punto estuvo de sublevarse, si bien el 16 de mayo el monarca lo impidió gracias a una misiva. Por aquel entonces, a mediados de mayo, Juan II ya se encontraba en Maqueda. Se desconoce el día exacto en que llegó al lugar, pero al parecer cuando lo hizo conocía el resultado de las negociaciones de los rebeldes con el rey de Navarra y los otros potentados. Habían sido inútiles, por lo que Juana Pimentel y sus partidarios estaban solos, en una J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 261. Ibidem, p. 283. 101 Crónica de D. Álvaro de Luna, condestable de los reynos..., título CXXVI, pp. 368372. 99

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difícil situación. La revuelta parecía en jaque, así que el monarca decidió atacar a la villa e fortaleza de Maqueda contundentemente, aprovechando el desaliento que pesaba sobre los enemigos. Se iba a topar, sin embargo, con una resistencia feroz.

Castillo de Maqueda.

El ejército del rey se tuvo que aposentar en los alrededores de la villa y en los edificios más alejados de la fortaleza, porque sus defensores, tenaces, no paraban de lanzar “piedras con mandrones” e “passadores con ballestas fuertes”. El ejército real tenía que poner en las casas desde donde resistía parapetos (“anteparas”) realizados con puertas, tablas y todo lo que había a mano para reducir la contundencia de los impactos. Y aun así por las calles “andaban cercanos e arrimados a las paredes, por se guardar e defender de los tales tiros”. Por si fuera poco, Juana Pimentel y sus cómplices mandaron al rey una carta amenazadora y llena de furia, en la que le advertían que eran capaces de convocar a los demonios con tal de resistir 102.

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J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 100.

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El 22 de mayo el rey contestó a Pimentel con otra misiva rebosante de amenazas y cólera. Sin embargo, lo que en ese momento le inquietaba era Maqueda, pues parecería que no iba a rendirse tan rápidamente como estaba previsto, lo cual podía traer temibles consecuencias. Si ese castillo no era ocupado con rapidez el rey estaría enviando un mensaje funesto a Trujillo, Alburquerque y otras plazas de Álvaro de Luna. El alargamiento de la rebelión podía acabar generalizándola, poniendo en apuros al rey 103. Por lo tanto, Juan II actuó con contundencia. A los pocos días el monarca se reunió con su consejo y decidió aplicar a los rebeldes la ley de las Partidas de Alfonso X y los ordenamientos de cortes, los cuales (frente a indisciplinas como la de los atrincherados en el castillo de Maqueda) declaraban que el responsable de un levantamiento contra la Corona debía ser condenado por traidor en un juicio sumarísimo. En consecuencia, el monarca ordenó dar pregones anunciando lo que iba a hacerse; advirtiendo que iba a construir un “estrado de luto” —un cadahalso cubierto con telas negras 104—, donde celebraría un proceso para “dar por traydores” a Ribadeneira y los que con él estaban, que por tal motivo perderían todos sus bienes y títulos, además de su fama y honra, y las de sus familias. De igual modo, el rey decretó que se celebrase otro juicio contra Álvaro de Luna, en el que también fuera acusado por perjuro. Y así se hizo. Sin ningún tipo de garantías y con todas las irregularidades se sentenció a don Álvaro a morir por el delito de lesa majestad que, supuestamente, había cometido. Diego López de Stúñiga —enemigo íntimo del condestable— fue el encargado de marchar con la sentencia a Portillo, donde estaba encarcelado el otrora todopoderoso privado. El alcaide de la fortaleza del pueblo le debía entregar al reo para que lo trasladase a Valladolid, donde se ejecutaría la sentencia 105. El monarca decía que: ...en tanto quel maestre fuese vivo la villa e fortaleza [de Escalona, foco principal de la revuelta] no se daría, según la gente e pertrechos que en ella estaban; e por esto determinó de mandar saber lo que debía hacer del maestre, según los crímines e delictos por él cometidos...

M. J. QUINTANA, Don Álvaro de Luna, Madrid, 1885, pp. 215, 216. Era bastante habitual ajusticiar en la Edad Media mediante este procedimiento. Se construía un cadalso a las afueras de la villa, y allí se hacía un juicio con unos muñecos que simbolizaban a las personas que se estaban juzgando. El caso más famoso fue el de la Farsa de Ávila, en 1465, cuando se juzgó al propio rey Enrique IV, en forma de muñeco, con el fin de arrebatarle el trono 105 Crónica de D. Álvaro de Luna, condestable de los reynos..., título CXXVIII, pp. 376-383. 103 104

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Por último, entre el 30 de mayo y el 4 de junio el rey ordenó que las rentas de Escalona y su comarca se le entregasen para pagar a la tropa que tenía sobre el terreno. E igualmente, quedaron bajo su control los herbajes y rentas de La Adrada, Castillo de Bayuela, La Higuera, Colmenar, Arenas de San Pedro y San Martín de Valdeiglesias, Maqueda y Alamín 106. El impacto de estas acciones hizo que Ribadeneira, como “caballero de prez e de valor, e persona que amaba mucho su honor e su fama”, decidiese darlo todo por perdido, “cessar e desistir su deliberado propósito” y entregar Maqueda al rey, el 1 de junio. Por entonces el monarca ya tenía a parte de su milicia organizando su campamento (su real) en Escalona, aunque no rehusó de celebrar su victoria con ceremoniales y actos solemnes, pregonando por Maqueda su triunfo y su poder. Mientras, en Valladolid, en la plaza mayor, el sábado 2 de junio Álvaro de Luna era decapitado 107. 2.3. El último reducto: Escalona (junio de 1453). Sometida Maqueda, inmediatamente Juan II partió hacia Escalona con las milicias que habían llegado de Toledo, de Madrid y de Guadalajara (a las órdenes de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana). A finales de mayo ya tenía a un sector de su ejército sobre Escalona 108, ante cuya fortaleza él mismo se encontraba como muy tarde el día 4 de junio 109. En el castillo-palacio permanecían la condesa —de Montalbán, Juana Pimentel—, su hijo Juan de Luna, Diego de Avellaneda (el alcaide, fiel hasta el fin) “e otros muchos criados del maestre” 110. Las crónicas advierten entrelíneas que Ribadeneira y Avellaneda eran los encargados de la ofensiva contra el rey: el primero desde Maqueda y el segundo en Escalona. Tanto uno como otro le debían casi todo a Álvaro de Luna; en especial Diego de Avellaneda, “noble caballero de la Orden de Santiago” que tenía “una buena encomienda que el maestre, su señor, le avía dado, e era persona de buen linaje”. Con él estaban 111:

J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna (1419-1453)..., p. 280. J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., pp. 101-102. 108 El primer día que se documenta que el real del rey está sobre Escalona, es decir, que su ejército se ha desplazado totalmente a la villa, es el 8 de junio: F. de P. CAÑAS GÁLVEZ, El itinerario de la corte de Juan II..., p. 482 109 J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 161. 110 Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre..., año 1453, cap. II, p. 563 a-b. 111 Ibidem, título CXXVI, pp. 368-372. 106 107

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...muchos buenos caballeros e gentiles omes de la casa del maestre —los quales se avían recogido allí— e otros nobles mancebos, muchos dellos deseosos de se emplear en fascer por sus personas algunos notables fechos. Estaba otrosí ende Juan Fernández Galindo, que por cierto era uno de los más afamados guerreros de toda Castilla [...] capitán de los ginetes de la casa del maestre. Por semejante estaba ende un noble caballero que se llamaba Álvaro de Luna, e era señor de la villa de Escamilla.

Los alcázares de Escalona.

Había tantos caballeros y defensores que parecía difícil que la fortaleza se pudiese tomar por las armas, así que por motivos de seguridad, para no sufrir un hostigamiento continuo por parte de los defensores, como en Maqueda, Juan II situó su campamento en el lugar más adecuado para impedir ataques desde la fortaleza y mantener un asedio, porque en esa zona, al otro lado del río, con la fortificación en el frente, había agua en abundancia, madera y caza. Aun así, era un lugar estratégicamente equivocado, pues dejaba la parte occidental de la villa expedito, permitiendo a los amotinados salir de Escalona “a esforzar las otras villas e fortalezas e logares del maestre, su señor, e a buscar valedores, assí por el regno como por fuera d’él” 112. No obstante, Juan II Entre los hombres de doña Juana cuya meta era buscar apoyos en el exterior el más célebre fue Bartolomé de Zafra, secretario del maestre, que estuvo “andando días e noches por diversas partes, buscando quantos remedios e reparos imaginar

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no tenía dudas sobre el fracaso de los intentos de alzar a Castilla por parte de la viuda de don Álvaro. Con los rebeldes acorralados el tiempo jugaba a su favor. Según las crónicas, Juan II “estovo con su real puesto e assentado sobre Escalona casi unos veinte días”. Lo que primero se resintió en la comarca fue el abasto de productos de primera necesidad, ya que el ejército consumía mucho y los campesinos estaban obligados a garantizar su sustento independientemente de sus necesidades. El precio del pan subió muchísimo, y había cereales para la población; sólo para la milicia del rey. Según noticias posteriores, por culpa de aquello habían: ...fallescido de fambre non pocas personas en algunos logares de la sierra. E assimismo eran non muchos los que por las tierras llanas en la tierra en el arzobispado de Toledo entre los labradores, e aún entre algunos otros, alcanzaban a comer pan de trigo, e por muy bastecidos se tenían los que lo alcanzaban a comer de centeno, ca muchos eran los que lo comían de cebada; e otros de abas; e otros de garbanzos, e assí de otras legumbres.

En pocos días el desabastecimiento incluso llegó al campamento del rey, que tuvo que solicitar provisiones a Córdoba y al priorato de San Juan. Mientras, los del interior de Escalona rehusaban todo enfrentamiento directo con las tropas de Juan II, buscando que no les quedase más remedio que irse, dadas sus carencias. De esa forma, contra todo pronóstico, ante la resistencia de los rebeldes, las jornadas empezaron a correr en contra del rey, que de nuevo decidió reunirse con los “grandes de su hueste” para que ellos, líderes de su milicia, le ayudaran a establecer la estrategia a seguir. Se convino entonces aguantar pasase lo que pasase, difundiendo de forma paralela la noticia de la muerte de don Álvaro, para desmotivar a los insurrectos. Así que el 20 de junio de 1453 desde su real sobre Escalona Juan II enviaba misivas a todo el reino informando de la prisión y muerte que había ordenado 113. Los defensores de Escalona en los primeros momentos tomarían por falsa la noticia, considerándola un simple rumor cuyo fin era hacerles flaquear. Sin embargo, con el paso de los días el hecho iría corroborándose, lo que acabaría por hundir a la resistencia, hasta el extremo que, definitivamente, el 23 de junio el monarca ofreció un trato a la viuda de don Álvaro y su hijo, y lo aceptaron, aunque las circunstancias no eran podía para que el maestre fuesse deliberado”. Tan persistente fue en su tarea que Juan II jamás le perdonó lo que había hecho, aunque nunca tuvo éxito. Al rey le bastó la fama que Zafra consiguió en toda Castilla por su lealtad a don Álvaro para considerarle un enemigo perpetuo. 113 Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre..., año 1453, cap. III, p. 565 a.

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favorables del todo para el rey (pues Toledo se negaba a enviar avituallamiento y muchos se temían que las cosas pudieran empeorar para el monarca, o que alguien acabaría traicionándolo). Lo que empujó al rey a ofrecer un trato favorable a los rebeldes fue el miedo, el “síndrome de la traición”, aparte de su antigua amistad con doña Juana 114. Si concluían su revuelta y le entregaban Escalona sus actos quedarían sin un castigo riguroso; tanto los suyos como los de sus hombres (en especial Diego de Avellaneda, Juan Fernández Galindo y Juan Ruiz Matamoros, vecino de Escalona, líder de la oligarquía local y escribano del ayuntamiento). 2.4. La triste condesa. Todo estaba perdido, así que, en un acto de impotencia y desesperación indiscutible, Juana Pimentel se rindió después de entrar en tratos con el monarca sobre su futuro y el de su hijo. En testimonio de sus sentimientos, su amargura y su dolor, de la terrible pérdida de su marido y de su derrota frente al rey, resolvió entonces que de ahí hasta su muerte adoptaría el pseudónimo de la triste condesa. Así la conocerían desde entonces, 1453, hasta su fallecimiento en 1488. Hundida, con todo perdido, negoció con el rey entre el 23 de junio y el 24 de agosto con el fin de al menos garantizar un futuro estable tanto para ella como para sus hijos; sobre todo para Juan de Luna, el que más había batallado con ella. De igual modo, intentó desagraviar a sus criados por los perjuicios que les había causado su resistencia frente al monarca 115. En nombre de la condesa el 25 de junio Pedro de Astorga concedió al rey lo que había pedido, si bien Juan II, en virtud de lo que estaba tratándose con los consejeros de doña Juana, le devolvió algunos de sus bienes el día 26. Básicamente se acordó que: – Dos terceras partes de las riquezas de don Álvaro fueran para el rey y el resto para su viuda. – Juan de Luna, su hijo, sería confirmado como sucesor de don Álvaro en los señoríos de su padre.

A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., p. 186. En 1453 Juan II concedió a rabí Salomón, físico de Juana Pimentel, un molino, un granadal y unos frutales pertenecientes a los bienes confiscados a don Álvaro de Luna, en compensación por unas casas y heredades que había dejado para el rey en Escalona: AHN [Archivo Histórico Nacional], Nobleza, Frías, caja 95, doc. 22.

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– Para prevenir alteraciones el rey se quedaría con los castillos de Maqueda y Escalona 116. En este último Luis de la Cerda, criado de don Álvaro, sería el alcaide en nombre del rey. Ocupó el oficio hasta 1470, poseyendo también el cargo de alcalde e justicia mayor de la villa. – En agradecimiento por su valor Diego de Avellaneda recibió Langa y su fortaleza más 2.000 doblas, pero tuvo que irse de Escalona. El 30 de junio Juan II devolvió a la triste condesa Castillo de Bayuela, La Adrada, Colmenar, Arenas de San Pedro, La Higuera, San Martín de Valdeiglesias, Villar del Prado, Alamín, La Torre de Esteban Hambrán y La Puebla de Montalbán, y unos días más tarde, el 12 de julio, por un privilegio puso en manos de Juan de Luna las tercias de Alcocer, Salmerón, Valdeolivas y San Pedro de Palmiches, reservándose la Corona la alcabala, pedido y moneda forera del Infantado. Por su parte Juana Pimentel dio a Juan II las joyas y piedras preciosas de su esposo y las fortificaciones de Alburquerque, Trujillo, Azagala, Montánchez y, por fin, Escalona. El 24 de agosto el monarca hizo públicos los acuerdos firmados con Juana Pimentel 117. Don Álvaro de Luna comenzaba a ser leyenda. 3. A MODO DE CONCLUSIÓN: EL PODER Y LA MEMORIA. La población de Escalona se mantuvo de lado de la viuda del condestable en todo momento. En 1453 no intervino directamente en su conflicto frente al rey, pero se encargó de socorrer a los alzados en lo posible. Más que en ninguna otra parte la caída de su señor impactaría en el pueblo con rotundidad, acostumbrados como estaban sus vecinos a ver al rey y al condestable en fiestas y cacerías. Estupefactos, los campesinos y artesanos de la región, que habían sido siempre fieles Álvaro de Luna 118, se mantuvieron leales en los últimos momentos de su existencia y tras su muerte. Si por aquel entonces ya empezó a acusarse a alguna persona de traicionar a don Álvaro, condenándole a los ojos del J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna. Riqueza y poder..., p. 161. A. FRANCO SILVA, “La villa toledana de Escalona. De don Álvaro de Luna a los Pacheco”, Estudios de historia y de arqueología medievales, X (1994), pp. 47-82, en concreto p. 53. 118 No hay documentada ninguna revuelta campesina; sólo algunos altercados que tuvieron como protagonistas a los habitantes de San Martín de Valdeiglesias por razones políticas y económicas, manipulados por el monasterio de la localidad, no por rechazo al poder señorial: J. PÉREZ-EMBID WAMBA, “Don Álvaro de Luna, los monjes y los campesinos: un conflicto en la Castilla bajomedieval”, En la España medieval, 3 (1982), pp. 231-246. 116 117

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rey —como más tarde harían las crónicas— se desconoce 119. Lo irrebatible es que ya en vida del condestable Escalona se vinculó a su persona y su poder, creándose un mito que la memoria popular contribuiría a reproducir. En 1478, veinticinco años después de su muerte (teniendo Escalona por señor a esas alturas a Diego López Pacheco, II marqués de Villena), aun se celebraba una fiesta anual en memoria de don Álvaro de Luna y Juan II el día de San Miguel, en septiembre. Por lo común durante esa jornada había una ceremonia religiosa y, posteriormente, en una fiesta se soltaba un toro para regocijo de los jóvenes. Así se señala en una junta del ayuntamiento —sábado 17 de octubre de 1478 120—, donde se pedía a su mayordomo que pagase 431 maravedíes por los gastos que se habían hecho: ...en las bísperas e misa del día de San Miguel de septiembre, en las honrras de los muy magníficos señores el rey don Juan [...] cuya anima Dios aya, e del maestre de Santiago don Álvaro de Luna, que Dios aya, por los previllejos e libertades que sus señorías dexaron a esta villa.

En 1483 también gastaron 300 maravedíes en las bísperas del señor San Miguel, en faser las honrras que se acostumbran faser en cada un año por el dicho día por las ánimas del señor rey don Juan y del amado don Álvaro de Luna, que Dios aya 121. En Escalona, como en otras villas medievales, los actos de la Corona y del señor tenían una repercusión festiva y ceremonial inmediata. Antes de una procesión se exigía a los vecinos que barrieran las calles so pena de 60 maravedíes 122, y para las alegrías se compraban toros (para hacer encierros 123) y se celebraban las albriçias de eventos como firmas Los personajes más célebres entre los que traicionaron a Álvaro de Luna eran los tres Alfonso: el alcaide de la fortaleza de Portillo, Alfonso González de León, el Contador y Secretario del maestre, Alfonso González de Oterdesillas y “el capitán mayor de la maldad”, Alfonso Pérez de Vivero. Según las crónicas, al parecer como una venganza divina, “todos morieron muertes supitañas e sin confession” Crónica de D. Álvaro de Luna, condestable de los reynos..., título CXXVI, pp. 368-372. 120 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del sábado 17 de octubre de 1478, f. 25 v. 121 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del sábado 15 de marzo de 1483, f. 251 r. 122 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del sábado 25 de octubre de 1477, f. 9 r. 123 Las actas municipales dicen que el ayuntamiento compraba toros a la hora de celebrar muchas fiestas. Se habla de: el toro de San Juan, el toro del Corpus Christi, el toro de San Pedro, el toro de Santiago, el toro de Santa María de agosto y el toro de San Miguel y Santa María de septiembre. 119

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de tratados de paz o las victorias frente al enemigo 124. Había juegos 125, el ayuntamiento daba banquetes para sus integrantes 126, y era común contratar a un fraile predicador que hablara a los vecinos 127. La ceremonia y la fiesta eran esenciales en la vida campesina para la sociabilidad y la cohesión del pueblo. Había cantares y gritos, e incluso los dirigentes llegaron a disponer que en una fiesta los vecinos se juramentasen para llevar a cabo alguna misión comprometida: por ejemplo, organizar escuadrones de vigilancia para guardar las viñas e heredades 128. Se trataba acuerdos comunitarios surgidos del espíritu de hermandad de la fiesta, que, no obstante, eran como los que solía concluir el concejo en sus juntas 129. En sentido, todo indica que fue en una de esas reuniones comunitarias, o propiamente del concejo de la villa, en la que con acuerdo de los vecinos se decidió hacer una fiesta anual a don Álvaro y al rey Juan II olvidándose del conflicto que en la última fase de sus vidas les enfrentó (Juan II fallecería el 22 de julio de 1454, un año después que el condestable) y quedándose con lo que hicieron por Escalona: el trabajo que habían ofrecido al pueblo, la dinamización de su economía, la construcción del palacio, el establecimiento del puente sobre el Alberche en la villa (no en Alamín), las dos ferias que en 1448 el rey otorgó a Escalona... Igualmente, los campesinos nunca se olvidaron de Juana Pimentel, que tras su derrota en 1453 estableció su residencia en Arenas de San Pedro 130. El 18 de junio de 1455 la triste condesa llegó a un pacto con Escalona para pagar a su ayuntamiento 50 maravedíes de cada tres florines AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del martes 28 de octubre de 1477, ff. 12 v-13 r. 125 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del sábado 26 de julio de 1483, f. 284 v. 126 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del martes 28 de octubre de 1477, f. 13 v. 127 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del sábado 15 de abril de 1480, f. 68 r; reunión del sábado 5 de mayo de 1481, f. 210 r; libo 2, caja e, reunión del sábado 27 de julio de 1499, f. 142 r. 128 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Ayuntamiento del sábado 17 de mayo de 1483, f. 275 r. 129 AHME, Documentación municipal, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, caja 1, reunión del Concejo del domingo 3 de mayo de 1485, f. 375. 130 Sobre estas cuestiones véase el discurso de apertura del curso académico 19731974 del numerario de la Real Academia de Historia y Bellas Artes de Toledo Clemente Palencia Flores, titulado: “Nuevos documentos sobre don Álvaro de Luna”. 124

DE LA EXCELSITUD A LA REBELIÓN: ÁLVARO DE LUNA Y ESCALONA...

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recaudados del derecho que ella tenía del paso del ganado por tierras de Alamín, La Torre de Esteban Hambrán y la propia Escalona. El convenio, sellado con el conzejo, alcaldes, alguaziles, regidores, cavalleros, escuderos, oficiales e omes buenos de la villa, se depositó en un arca del monasterio de San Jerónimo de Guisando, si bien se crearían dos copias: una para el ayuntamiento de Escalona y otra para doña Juana. Fueron testigos Diego de Avellaneda (antiguo alcaide), Payo de Tavera y Juan de Balvás, mayordomo de la condesa. La memoria de don Álvaro rezumaba por todas partes en la concordia, que empezaba así 131: Sepan quantos esta carta vieren como yo, la triste condesa, doña Juana Pimentel, señora de Montalbán, mujer de mi señor don Álvaro de Luna, maestre de Santiago, condestable de Castilla, difunto, que Dios aya...

No deja de resultar llamativo que doña Juana se dijese mujer de don Álvaro y no viuda, como era habitual cuando moría el marido. Por otro lado, en todo momento afirmaba que se sentía en la obligación de servir a Escalona por la relevancia de la villa en tiempos de su esposo y tras su muerte, en los terribles días en que el rey la cercó a ella y a Juan de Luna, y por los servicios que les habían prestado 132: ...al tienpo que tenía çercados a mi e al conde don Juan de Luna, mi fijo, en la dicha villa d’Escalona, en el año de çinquenta e tres, en el trato que entre su señoría et yo e el dicho conde don Juan, mi fijo, pasó, quando le entregamos la dicha villa d’Escalona e las dos terçias partes del oro e plata e joyas e tesoros quel dicho señor maestre, mi marido, tenía en la dicha villa, con otras cosas que su señoría fiso merçet a mi e al dicho conde don Juan, mi fijo.

Los de Escalona habían escrito a Juana Pimentel diciéndole que recibían daño de los ganados que pasaban por su tierra, que se comían sus términos y destruían sus panes, viñas, prados, ejidos y dehesas adehesadas. Y pidieron justicia apelando a su cargo de conciençia. Doña Juana, dos años después de la muerte de su marido, les contestó lo que sigue 133: ...ove my consejo, ansý con personas religiosas como con algunos cavalleros e letrados de my casa e de la casa del dicho conde don Juan, my fijo, e con otras personas, los quales, todos, acordaron que ansý por descargo del ánima del dicho señor maestre, my marido, como de mi conçiençia, yo me debía de concordar e igualar con el dicho conçejo, alcaldes, alguasil, regidores e oficiales e omes buenos de la dicha villa d’Escalona, et les debía faser alguna satisfaçión por la renta que yo he de aver en cada un año del paso de los dichos ganados [...] la qual dicha concordia a mi plogó e plaze ansý por las cabsas susodichas como considerando cómo el dicho conçejo e vesinos de la dicha villa d’Escalona pasa131 132 133

AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fols. 2 r-7 v. AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fols. 8 r-12 r. AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fol. 8 r-v.

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ÓSCAR LÓPEZ GÓMEZ ron muy grandes [trabajos e] fatigaçiones por servicio del dicho señor maestre e mío, e del dicho conde [don Juan], my fijo, ansý en la cerca de la dicha villa como antes et después, et los muchos e buenos servicios que ellos fizieron al dicho señor maestre e a mi e al dicho conde don Juan, mi fijo.

La memoria de don Álvaro seguía viva, y por ello el pacto entre Escalona y doña Juana fue sencillo. Se acordó que por cada 1.000 cabezas de ganado que pasasen por la tierra la condesa ganara tres florines, de los que pagaría 50 maravedíes a su antigua población. El 18 de junio de 1455 el concejo de Escalona ratificó el pacto 134; y fue firmado por la triste condesa 135, que el 2 de agosto de 1455 se comprometió a cumplirlo 136. En el acuerdo la memoria pesaba como el plomo. Las heridas no habían cicatrizado y el dolor estaba presente. Escalona y Álvaro de Luna, el hombre y la villa. Los lazos, aun presentes, perdurarían en el tiempo.

134 135 136

AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fol. 10 v. AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fol. 12 r. AHME, Mesta, libro 1, caja 112, fol. 16 r.

DON ÁLVARO DE LUNA, EL REY Y LOS NOBLES María PONTÓN CHOYA

1. CONTEXTO HISTÓRICO. La Baja Edad Media (XIV-XV) aportaba una serie de novedades con respecto al período anterior, destacando la capacidad de transformación que se desarrolló y llegó a generar unas estructuras que se han aceptado como modernas. Dichos cambios constituyeron la llamada crisis bajomedieval. Pero es necesario tener en cuenta que el concepto de crisis no se entendía como en la actualidad sino, más bien, como un proceso de cambio significativo. El conjunto de este período presenta una unidad interna en cuanto a que los aspectos problemáticos se localizan en los diferentes reinos peninsulares haciendo que cada uno los viva de manera particular y dándose distintos niveles de desarrollo en ellos. Y existen distintas opiniones sobre sus límites cronológicos: la historiografía del siglo XX ha tendido a contextualizar el inicio de la Baja Edad Media a mediados del siglo XIII siendo el final de dicho período en 1516 (Fernando el Católico) pero algunos lo retrasan incluso hasta el año 1520.

1.1. Geografía de Castilla. Las regiones políticas que conformaban la Castilla del siglo XV fueron el resultado de la incorporación continua de comarcas, tanto por conquista directa y matrimonios como por razones políticas, en torno a un núcleo central en el cual la monarquía castellanoleonesa presentaba una notable diversificación regional. Dicha expansión territorial estaba testimoniada en los documentos públicos expuesto en el largo título de sus soberanos: “rey de Castilla, León, Toledo, Galicia, Murcia, Jaén, Córdoba y Sevilla, señor de Vizcaya y de Molina” 1, sirviendo bien de ejemplo un documento fechado en el año 1406 en el que el monarca expone sus títulos: “Don Enrrique, por la graçia de Dios rrey de Casti-

1

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla y Aragón en el siglo XV (1407-74), vol. XV, Madrid, 1964, p. 3.

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lla, de León, de Toledo, de Gallizia, de Sevilla, de Córdova, de Murçia, de Iahén, del Algarbe, de Algezira e sennor de Vizcaya e de Molina” 2. Territorialmente presentaba cuatro zonas diferenciadas con una estructura económica a consecuencia del proceso de reconquista y repoblación del país: en primer lugar, la costa septentrional, de Fuenterrabía a Bayona de Galicia, y la estrecha franja que ascendía hacia las altas montañas cántabro-astúricas, tierra que destacaba por no haber sufrido la penetración islámica y que había permanecido, en general, dentro de un régimen de pequeña o mediana propiedad con un tipo de explotación agrícola y ganadera mixto, apenas evolucionado desde finales de la Edad Antigua. Dentro de este sector era frecuente la presencia de solares de hidalgos con intención enriquecedora creando poderosas familias señoriales. En segundo lugar, la Meseta septentrional, donde se conservaron las behetrías hasta fines del siglo XIV y que sufrió el impacto de la creciente absorción señorial. Esta zona, que constituía un símbolo de riqueza bajomedieval, era la tierra del pan y del vino, eminentemente agrícola, aunque operaba con la presencia de grandes cañadas por donde el ganado trashumante cruzaba los pastos de Extremadura. El paso de la lana alimentaba los grandes mercados de Burgos, Medina del Campo y Segovia. La Meseta meridional, incluyendo la cordillera central, vio nacer los grandes municipios de Segovia, Ávila, Plasencia, Toledo, Cáceres, Trujillo, Medellín, Talavera, etcétera, y las tres grandes órdenes militares, Calatrava, Alcántara y Santiago, que constituyeron la más formidable potencia económica del reino. En ella hay que destacar la ganadería que producía para la exportación, el mantenimiento de la pequeña propiedad y la existencia de una escasa densidad de población. A lo largo del siglo XV los municipios perdieron su libertad ya que fueron absorbidos por unos estados señoriales muy potentes como los de los Mendoza y los Estúñiga 3. Finalmente, la zona de incorporación más reciente estaba compuesta por los valles del Guadalquivir y del Júcar. También aquí encontramos la ganadería, aunque le cedió el paso en importancia al aceite, los vinos de calidad, los cueros y los cultivos de huerta. Resultó ser una zona fundamental en este contexto bajomedieval ya que se vio afectada tanto por la invasión musulmana como por sus influencias. Aquí era 2 3

Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Universidad, Varios, caja 11, doc. 1. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 4.

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donde se localizaba la principal de las ciudades mercantiles, Sevilla, seguramente la más poblada del reino.

1.2. La economía bajomedieval. Internamente se produjo en Castilla una alternación en la economía de fase expansionista y de crisis: expansión desde principios del siglo XIII hasta el último tercio de siglo; crisis económica acentuada con la llegada de la Peste negra hasta 1390, mientras que en el siglo XV hubo indicios de recuperación económica en diversos sentidos. Castilla se incorporaba a los circuitos internacionales cuya proyección estaba orientada al ámbito del océano Atlántico. Este desarrollo tuvo dos fases: la primera de ellas se localizó a finales del siglo XIV hasta la recuperación en el año 1450, y la segunda a mediados de siglo y finales del XV con una destacada expansión. En este período se desarrolló un sistema en el cual cobraron importancia las tendencias especulativas con una fuerte proyección mercantilista, es decir, una economía internacionalizada basada en la exportación de materias primas. Sin embargo, en el siglo XV aparecieron ciertos rasgos de desequilibrio en la economía hispánica, sobre todo, en Castilla. Uno de esos rasgos fue el peso que adquirió la ganadería sobre la agricultura debido a la existencia de unos sectores más desarrollados que otros. Las dos terceras partes del país estaban dedicadas a pastos, y la lana, producida en gran abundancia por las ovejas merinas, constituyó seguramente el principal producto del comercio de exportación compitiendo, incluso, con la lana de Inglaterra. Junto a ella, el hierro de Vizcaya se convirtió en el principal artículo castellano de exportación 4. El segundo puesto en las exportaciones estaba desempeñado por la miel, obtenida en grandes cantidades en la Alcarria, Toledo, Talavera y Ciudad Real. El cuidado de colmenas y la trashumancia de ganados habían creado un siglo atrás en Castilla la Nueva una de las instituciones más peculiares del reino: la Hermandad Vieja 5. Tres grandes cañadas con múltiples ramificaciones estaban disponibles para el traslado de los rebaños que cruzaban Castilla de norte a sur. Desde 1273 la ganadería castellana poseía una organización comunal llamada la Mesta cuya principal función era el de garantizar los contactos entre propietarios y pastores. Con jurisdicción independiente, el Concejo de la Mesta se convirtió en una gran potencia económica, 4 5

J. PÉREZ, Historia de España, Barcelona, 2000, pp. 72-73. L. SUAREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 5.

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orientado hacia un comercio exterior de exportación en detrimento de la manufactura, y con una política de carácter nobiliario ya que los nobles poseían tanto rebaños como pastos. Como potencias ganaderas también se encontraban las tres órdenes militares, puesto que de la lana extraían sus principales ingresos: “Especialmente la de Santiago que, bajo la experta mano de Fernando de Antequera y de su hijo el infante don Enrique, recibió una organización moderna y eficiente. A mediados del siglo XV el maestrazgo de Santiago proporcionaba a sus titulares rentas excepcionalmente elevadas; de ahí el papel preponderante que desempeñaron los sucesivos maestres —infante don Enrique, Álvaro de Luna, Beltrán de la Cueva, marqués de Villena— en la política castellana y las tremendas ambiciones que su posesión desató” 6. La trashumancia, con connotaciones sociales, fue una fuente de ingresos para los grupos nobiliarios que se van a consolidar y que tuvieron prestigio. Los ganados pasaban el verano en la mitad norte peninsular mientras que en invierno cruzaban las cañadas en dirección sur hasta la zona del Guadiana. La cabaña se dividía en dos grupos: la de gran recorrido y el ganado travesío que se desplazaba únicamente entre dos diócesis. Se diferenciaban en la forma de pago, que se realizaba con respecto al tránsito: el travesío pagaba el 24 de junio, mientras que el otro lo hacía, siempre en efectivo, sin fecha fija. En cuanto a la actividad en el campo, se distinguieron tres tipos de propiedad. La primera fue la gran propiedad, que constituía la forma predominante de posesión de la tierra. Fue una propiedad tradicional cuyo origen se localizaba en la reconquista y repoblación y fue el resultado de la crisis demográfica del siglo XIV. Las tierras despobladas que iban perdiendo los campesinos acabaron cayendo en manos de la nobleza. “En Castilla, los señores que en el siglo XIV se apropiaban «sin razón e sin derecho» de las fincas abandonadas por sus cultivadores, alegando «que no moran en ellas» y «que se les yerman», defendían, claro está, intereses particularísimos, como el de la conservación de la integridad de sus rentas, pero también, inconscientemente, un interés social mucho más elevado, como el de evitar la despoblación de las heredades en las que no podían establecer a nuevos cultivadores, porque los antiguos pretendían que mediante el pago de la infurción y otros pechos

6

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 5.

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foreros podían seguir disponiendo de ellas aun manteniéndolas yermas” 7. La gran propiedad tuvo unos rasgos específicos: desarrolló la fórmula del mayorazgo que desde el siglo XIV se impuso para evitar la división de los grandes patrimonios. Esta gran propiedad fue un medio que utilizó Enrique de Trastámara para conseguir el apoyo de los nobles, a través de la entrega de tierras, para su acceso al trono. La pequeña y mediana propiedad son los otros dos tipos de propiedad. Ambos se implantaron en zonas de la primitiva reconquista repobladas en el siglo XII, es decir, los valles del Tajo y el Duero. Sin embargo, hubo una escasa penetración en Andalucía, al contrario que en Baleares donde tuvo cierta pervivencia. Pero más tarde, cuando esas tierras pasaron a convertirse en propiedad señorial, la pequeña propiedad casi despareció a manos de judíos, conversos y magnates 8. También se manifestaron ambos sistemas en el norte de la Península por circunstancias tanto geográficas como históricas 9. Se observa que a finales del siglo XIV en ciertas zonas del interior hubo campos de repoblación destacados, produciéndose un cierto éxito de la pequeña propiedad. Se creó, además, un modelo de explotación de tierras vinculado a una estructura de propiedad de carácter señorial. Dicho modelo sería un fundamento de la propiedad señorial característica del Antiguo Régimen. Como se ha mencionado con anterioridad, los nobles tenían la tierra y el señorío sobre lugares y villas en los cuales percibían rentas y poseían ganados. Seguramente a causa de esta absorbente economía señorial no pudo Castilla crear una industria. Castilla, en este siglo XV se encontraba atrasada económicamente con respecto a los demás países europeos que, como Inglaterra y Francia, intentaban entonces con relativo éxito la creación de fuertes industrias nacionales. Luis Suárez Fernández 10 ha afirmado que “la incapacidad para crear una industria tuvo su reflejo en el orden social. No existió una burguesía con conciencia de clase que pudiera oponerse a la nobleza, compartir con ella el poder político y servir de apoyo eficaz a la monarquía. Tal vez la especial estructura de los municipios J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América, social y económica. Patriciado urbano, Reyes Católicos, descubrimientos: Baja Edad Media, vol. II, Barcelona, 1972, p. 60. 8 J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América..., vol. II, p. 65. 9 J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América..., vol. II, p. 59. 10 L. SUAREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 6. 7

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—organizados de arriba abajo y no a la inversa— influyera en este hecho. Los comerciantes, muy numerosos en Burgos, Medina del Campo y Sevilla, eran escasísimos o de muy poca importancia en el resto del país”. La economía más frecuente era de carácter autoconsumista, localizada en el ámbito urbano y dirigida por los diferentes sectores de la economía. Para que la aplicación de los principios mercantilistas en los que los sectores tendían a buscar futuros beneficios resultase bien, era necesario privilegiar algunos de ellos. La agricultura castellana de autoconsumo pasó a ser más especulativa, por lo que, además de la búsqueda del beneficio comercial, se vinculó con el desarrollo de caminos, ferias y comercio. Dicha transformación se debió a tres factores: una crisis demográfica que dio lugar a numerosos despoblados; el intervencionismo regio que favoreció los latifundios y disminuyó las áreas de cultivo, además de facilitar un alza en la valoración de productos determinados que provocó la especialización de los sectores; y la integración de los productos agrarios en círculos comerciales, concretamente, los que tenían una mejor salida al exterior. Finalmente, no hay que olvidarse de otro elemento importante: la preocupación por la búsqueda de nuevas formas de rentabilidad como los censos. En cuanto a los lugares donde se efectuaba el comercio, se localizaban en los mercados tanto diarios como semanales. Los mercados fijos no eran los únicos lugares donde se realizaban intercambios comerciales, sino que empezaba a ser una época en el que se intensificaban las ferias, anuales por lo general y ocasionalmente semestrales. Con respecto al comercio exterior, en la segunda mitad del siglo XIV, Castilla había experimentado un aumento de población y prosperidad después de las conquistas realizadas en el siglo XIII 11. También se produjo una profunda transformación que, con diversas fluctuaciones, la elevó al rango de gran potencia europea. El comercio castellano, cuya proyección se encaminaba hacia el océano Atlántico, importaba manufacturas textiles y materias primas como el plomo y el estaño: se solicitaban al exterior aquellos productos que escaseaban en la Península y que eran imprescindibles. Se contaba también con una ruta mediterránea orientada a Sicilia y Cerdeña. Y hubo otro comercio que partía desde el Cantábrico, particularmente del País Vasco, proyectándose también hacia el Atlántico y que se desarrolló considerablemente a partir de mediados del siglo XV. A través de esta última ruta la lana, fabrica11

J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América..., vol. II, p. 284.

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da en Burgos por mercaderes castellanos, partía a Flandes en marzo y retornaba, una vez manufacturada, en el mes de octubre. Se importaban también textiles de lujo de procedencia inglesa, tapices, manufacturas de metal, vidrio y pinturas. Desde tierras andaluzas, cuya proyección era tanto atlántica como mediterránea, se exportaba vino, aceite de oliva y atún. “Todo ello era la consecuencia no solamente del desarrollo de la ganadería, sino también de una decidida vocación marinera que, en pugna con los ingleses, había dado a los marinos cántabros y andaluces el dominio del Atlántico en el plazo relativamente corto de veinte años. Durante el siglo XV la superioridad naval de Castilla fue un hecho indiscutible. Había una conciencia de la importancia de esta superioridad naval: las Cortes de Toledo de 1436 dictaron disposiciones para la construcción de naos de alto bordo y para la organización de grandes flotas de comercio; en las inmediatas Cortes de Madrigal de 1438 Juan II pudo anunciar que el rearme naval del reino sería intensificado y acelerado” 12. La Baja Edad Media también trajo progresos en las técnicas de navegación, facilitando el aumento de expediciones destinadas a la pesca y a otras actividades. El pescado se tendía a consumir seco o salado y se crearon cofradías de pescadores en la zona cantábrica. En las pesquerías costeras se añadieron movimientos hacia alta mar en busca del bacalao y de otros productos, y en la zona sur se desarrollaron las almadrabas atuneras. Existió un predominio castellano en la configuración de lo hispánico. Desde el punto de vista fiscal, Castilla se constituyó como base fundamental de la hacienda, superando el 50% de las rentas en el siglo XVI. De la misma manera que Castilla tuvo su peso en el ámbito comercial, también la obtuvo en lo político y jurídico cuando se unieron ambas Coronas. Aragón, por su parte, aportó elementos jurídicos pero la estructura administrativa era castellana, siendo sus protagonistas también castellanos. La lana explica el auge internacional de dos ciudades: Burgos y Medina del Campo. Burgos fue el punto favorito para la concentración de aquella materia prima, que a continuación era distribuida a través de los puertos de la costa vasca. Se convirtió así en un centro receptor de mercancías para la exportación y distribuidor de artículos importados. Por su parte, Medina del Campo pasó a ser, a lo largo del siglo XV, la 12

L. SUAREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 7.

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más importante feria de Castilla. Hubo otras en Villalón, en Medina de Rioseco, en Valladolid o en Segovia, pero ninguna alcanzó la categoría internacional de la de Medina. La posición geográfica de Burgos permitía una comunicación entre la meseta castellana, donde abundaban los rebaños de la Mesta, y los puertos de Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera, Santander, Bilbao, etcétera. Eran estos lugares desde donde se repartía la producción para su embarque, en períodos regulares, rumbo a Flandes 13. La dirección tomada por el comercio exterior castellano influyó en los principios por lo que se regía la política internacional: el acercamiento a Flandes y la alianza francesa. En el curso del siglo XV la primera relación tendió a intensificarse, mientras que la segunda se debilitó. Tanto mercaderes como marinos establecieron en la costa atlántica de Flandes y de Francia una red de factorías cuyos orígenes pueden remontarse hasta la primera mitad del siglo XIV y cuyo desarrollo y consolidación se data a partir de 1430. Destacaron tres colonias mercantiles de Castilla en el Atlántico. La más antigua, que se remontaba por lo menos al año 1267, fue Brujas, que vendía lana de Castilla y cuyo intercambio consistía en paños flamencos. Rouen proporcionaba a Normandía y la cuenca del Sena, aparte de la lana, hierro, cueros, vinos, higos y pasas, adquiriendo, a cambio, arenques y trigo. La última de las grandes factorías fue Nantes que no se organizó hasta el año 1459 como consecuencia de un solemne tratado de amistad con los duques de Bretaña. Para que se generara un auge mercantil era necesario llevar a cabo una serie de cambios tecnológicos. Dichos cambios consistieron en mejoras, sobre todo, de los medios marítimos, siendo más escasos los terrestres. Fue una mejora tanto cuantitativa como cualitativa. En el ámbito marítimo se utilizaban galeras de velas y remos, aunque también navíos de vela como la coca y la nao, carracas y carabelas más ligeras. El siglo XV significó para el comercio marítimo el apogeo de Castilla. Además, Juan II reguló el control del tráfico de esclavos que llegaban de Canarias, así como de Guinea y Senegambia, a los pueblos costeros de Sanlúcar, Niebla, Palos, Medinasidonia y, sobre todo, Sevilla. También el comercio con Marruecos y Berbería en 1435 proporcionaba al mercader andaluz buenos beneficios. Este intenso tráfico incidió en el florecimiento de la ciudad de Sevilla, nexo entre el comercio mediterráneo y el atlántico en la segunda mitad del siglo XV. Los puer13

J. PÉREZ, Historia de..., p. 73.

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tos de Sevilla, Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda y Cádiz estaban en plena expansión. En ellos se practicaba con éxito la pesca del atún, así como el comercio con África e Italia. Entre otras cosas se intercambiaba trigo por oro de Sudán. Las exportaciones eran de aceite, trigo, vino, pescado seco, frutas, azafrán, cuero, mercurio, telas de Italia y paños de Inglaterra y de Flandes. Además, Castilla contaba con una vertiente norteña de proyección mercantil 14. El desarrollo marinero dirigió además a Castilla, convertida en una gran potencia, hacia el Mediterráneo, aunque con menos importancia que la expansión atlántica. Castilla no tuvo en el Mare nostrum más salida que el estrecho corredor de Murcia con el puerto de Cartagena. Desde fines del siglo XIV los puertos meridionales de la Península habían conocido una intensificación en la llegada de comerciantes italianos a quienes la expansión otomana y las conquistas de Tamerlán dificultaban el acceso a las costas de Asia. Castilla acusó un rápido enriquecimiento de un gran nivel que “las viviendas de los nobles se hicieron suntuosas y sus castillos eran una mezcla de fortalezas roqueras y de confortables y lujosos palacios” 15. Sin embargo, esta economía, aunque próspera, produjo muy poca estabilidad ya que la distribución de la riqueza era de carácter desigual, dejando al margen regiones enteras y sectores de la población. Frente a la prosperidad económica en este ámbito, una caída en el precio de la lana o una crisis del trigo, por ejemplo, podían traer para Castilla las peores consecuencias. Sin embargo, “los dos monarcas castellanos del siglo XV, que habían recibido de Enrique III la herencia de una política abiertamente mercantilista, no supieron encauzar en provecho propio esta corriente comercial. Desde mediados de siglo Juan II enajenaba en manos de particulares los diezmos de la mar, que las Cortes reputaban principales rentas del reino, privando así al Estado de una saneada fuente de ingresos. Emisiones de moneda de baja ley, salida de metales preciosos, restricciones e impuestos en el comercio interior del trigo, desorden fiscal, produjeron una inflación casi continua. Víctimas de ella eran los campesinos, entre los que se apreciaba la tendencia a la emigración hacia lugares de señorío, en donde pudieron encontrar la protección de los nobles. No parecía, sin embargo, que

14 15

J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América..., vol. II, pp. 290-293. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, pp. 9-10.

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este movimiento inflacionario haya alcanzado nunca un grado extremo” 16. En síntesis, la economía castellana del siglo XV se definió como frágil y próspera: a partir de una política económica adecuada, los oportunos cambios internos y la mejora de los medios disponibles, permitía el avance y el desarrollo, aunque este programa mercantil adolecía de importantes puntos de debilidad.

1.3. El régimen monárquico. La vida política se sintetiza en una serie de acontecimientos que protagonizaron la Baja Edad Media, época que fue testigo de “una larga serie de violencias, golpes de Estado y guerras civiles, era la contienda entre nobleza y monarquía. Sin discutir en ningún momento la conveniencia de que el Estado se encontraba dirigido por un rey, cada uno de los dos sectores en pugna aportaba al campo de lucha su interpretación del régimen político” 17. Era una situación en la que la nobleza intervenía cada vez más en la Corte real y en los asuntos de los que el monarca debía ocuparse. El objetivo principal del noble era establecer un acercamiento al rey influyendo de tal forma en él que obtuviera una situación controlada. Era una manera no sólo de ascender de cargo político sino de enriquecerse personalmente. Como se observará más adelante, don Álvaro de Luna era un ejemplo claro de las aspiraciones por las que se regían los miembros de la nobleza. Estos principios nobiliarios provocaron una pugna que permitió el fortalecimiento económico y social de la nobleza. Sin embargo, al terminar el enfrentamiento, los Reyes Católicos pudieron recobrar el poder absoluto en el orden político aunque no en el administrativo. Pese a su debilidad y a sus fracasos, el prestigio de la monarquía no se había perdido sino más bien aumentaba notablemente, debido a la creencia de un amplio sector de la población en la figura del rey como el único recurso resolutivo a una situación confusa que, en el orden económico y administrativo, provocó el desarrollo del régimen señorial. La popularidad monárquica residía, sobre todo, en su funcionamiento como sistema institucional. Éste es un principio que no debe olvidarse cuando se trata de comprender la historia castellana del siglo XV.

16 17

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 11. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 11.

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“Cuando el Estado, en sentido moderno, dio sus primeros pasos; el rey era centro único de toda la vida política. Teóricamente su poder era absoluto y se extendió a todos los órdenes de la vida pública del país — justicia, hacienda, ejército y administración—, si bien en la práctica tal absolutismo se encontró sujeto a fuertes limitaciones por parte de la Iglesia, custodia de la moral cristiana, de la nobleza, que formó un estamento privilegiado, y de las ciudades, de régimen foral [...] Omnipotente cuando se enfrentaba con un individuo, el monarca era bien débil cuando trataba con comunidades de cualquier tipo” 18. Esto último se podía observar cuando el rey, indeciso ante una medida a adoptar, se veía en la obligación de que su personal más cercano le asesorase. Aunque es verdad que los consejeros siempre eran necesarios, si se notaba al monarca influenciado por éstos en lugar de decidir por sí mismo, aun estando de acuerdo con el consejo dado, era una señal de sumisión y de debilidad que sería bien aprovechada por los nobles para su beneficio personal. Este comportamiento era perceptible por la población, permitiendo la creación de una opinión personal hacia el rey. En cuanto a los órganos de gobierno en Castilla, la influencia francesa era bien acusada, especialmente desde la Guerra de los Cien Años que favoreció la ascensión al trono de la Casa Trastámara con Enrique II (1369-79) 19. Los organismos que auxiliaban al monarca en sus funciones eran sobre todo cuatro: Corte, Cámara, Audiencia y Cortes. En la forma en que funcionan en el siglo XV, puede decirse que eran creación directa de la dinastía, si bien poseían precedentes que se remontaban a sus orígenes a más de un siglo. La Corte era el lugar donde cobraban sentido las funciones públicas del monarca, siendo su organismo central el Consejo real, que coordinaba la acción de múltiples oficiales: almirante, alférez, condestable, monedero mayor, “entregador” de la Mesta, alcalde mayor de sacas, 18 19

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 12. El reino se sumió en una guerra civil en la que Pedro el Cruel fue combatido por una coalición de nobles dirigidos por su hermanastro el bastardo Enrique de Trastámara. Pero, dado que ambas partes buscaron apoyos fuera del reino, Castilla, se fue convirtiendo en un nuevo campo de operaciones del conflicto europeo: los ingleses apoyaban a Pedro mientras que los franceses respaldaban a Enrique de Trastámara. Éste invadió Castilla proclamándose rey en 1366. Pedro en Bayona preparó su contraataque, derrotando a los partidarios del Trastámara en Nájera en 1367 y recuperando el trono. Pero su victoria resultó ser breve y, finalmente, fue vencido y asesinado por Enrique en Montiel en 1369 (R. CARR, Historia de España, Barcelona, 2001, pp. 109-110).

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adelantados y merinos mayores. De ellos dependían numerosos oficiales subalternos. El Consejo real, organizado en 1371, había sido concebido en principio como una representación permanente de las Cortes, con doce miembros tomados por igual de entre los tres estamentos. Ya en 1387 el Consejo se había convertido en un instrumento de la monarquía, orientado en gran parte hacia el ejercicio de la justicia. Como consecuencia del desbordamiento de la capacidad de sus consejeros, Juan II se vio obligado a desdoblar dicho organismo con la creación del Consejo de Justicia. Del Consejo real dependía toda la administración provincial y local, nombrándose en él a los corregidores. No tenía limitaciones en su poder ni número fijo de miembros, y fue el instrumento de gobierno de la oligarquía nobiliaria. El acceso al mismo estaba permitido a los miembros de la alta nobleza presentes en la Corte. La Cámara fue el organismo de carácter fiscal de la Casa del rey, mientras que la Cancillería que desempeñaba una función diplomática. Tanto una institución como la otra estaban estrechamente unidas ya que, “desde el Ordenamiento de lanzas de las Cortes de Guadalajara de 1390, dependían también de la Cámara las tropas organizadas en servicio permanente y directo del rey” 20. La Audiencia, alto tribunal de apelación, fue el órgano supremo de la justicia civil, mientras que el Consejo se encargaba de aquellos asuntos de carácter criminal. Creada en 1371 y reorganizada en al año 1387 por Juan I, sus funciones estuvieron limitadas a los pleitos civiles. A consecuencia de su funcionamiento, las quejas de las Cortes se repitieron con frecuencia, como en el caso de que para los procuradores la Audiencia ofrecía mayores garantías de una justicia independiente y objetiva que el Consejo, solicitando, por esta razón, la suspensión de la institución. A diferencia de los organismos anteriores, las Cortes sufrieron una decadencia evidente durante el siglo XV, a pesar del papel reducido que tuvieron en el gobierno de la Corona. Una manifestación de esta decadencia fue el hecho de que no se publicaban ya en ellas los grandes ordenamientos que pasaban a engrosar el cuerpo legislativo, como acostumbraban los reyes del siglo XIV. De los tres brazos que intervinieron en las Cortes, el de los representantes de las ciudades era el más importante, porque a ellas les correspondía pagar los subsidios; la nobleza y el clero no participaban en las deliberaciones y, por tanto, no 20

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, pp. 13-14.

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les correspondía votar el pago de subsidios. Tan sólo diecisiete ciudades acostumbraban a ser convocadas: Burgos, Toledo, León, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén (capitales de reinos), Zamora, Toro, Salamanca, Segovia, Ávila, Valladolid, Soria, Cuenca, Madrid y Guadalajara, y de ellas no todas ejercieron siempre su derecho. Las Cortes sucumbieron necesariamente cuando las ciudades sufrieron el impacto de la expansión señorial. Puede afirmarse que Castilla carecía en el siglo XV de una forma de gobierno representativa. En los organismos citados sólo estaban incluidos, social y territorialmente, unos sectores restringidos del país, y por ello su influencia tuvo que ser necesariamente muy pequeña porque a nadie representaban. Si, en cierto modo, se pudo considerar que el gobierno de Castilla poseía una base contractual y no absoluta, ello se debió a la presencia de una moral católica que obligaba a todos, y a la existencia de dos fuerzas que, según las circunstancias, se ayudaban o se combatían: la oligarquía nobiliaria y el rey. Contó con la adhesión del pueblo porque vio en él la suprema esperanza de la justicia.

1.4. Estructura social. El siguiente punto a tener en cuenta es el mundo social. Desde los años ochenta del pasado siglo la historiografía se ha preocupado sobre todo por el estudio de la sociedad urbana que progresivamente irá incrementando su importancia hasta la actualidad. La primera valoración es que la Baja Edad Media constituyó una etapa de crisis en el sistema feudal. Para ponerlo de manifiesto es necesario detenernos brevemente en la estructura social que conformaba este período. El acceso a la nobleza dependía de unos criterios determinados. Se incorporaba a los nobles de sangre y caballeros aunque estuvieran aún en vías de formar un linaje. En Castilla representaba el 8-10% de la población incluyendo a los caballeros, mientras que en otros reinos, sólo el 1-3%. La nobleza tenía una serie de características bien conocidas: percibía rentas de origen agrario producto del ejercicio militar y político; era propietaria de la tierra y se enriquecía en el comercio; estaba exenta de pagar impuestos directos; obtenía privilegios honoríficos en el tratamiento procesal en los juicios; tenía unas leyes sustanciales que le imponían unos principios en la forma de vida, como el vestir, la regulación de las cantidades de consumo, pautas de comportamiento... que coincidían con las de la caballería, tanto en Aragón como en Navarra y Castilla.

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En sus linajes se consolida la raíz patrilineal en la que sólo heredaba el primogénito (mayorazgo). Este método tuvo como finalidad evitar la disgregación del patrimonio y, por tanto, mantenerlo unido. Todo linaje estaba compuesto por unos elementos distintivos como símbolos, escudos y una casa solar. Las genealogías que se elaboraban tendían a ensalzar el linaje, destacando siempre los títulos nobiliarios: conde, marqués o duque. Otro importante rasgo, como se ha mencionado con anterioridad, era su representación en la Corte regia, en donde podían participar en las ceremonias de la realeza, y también en el gobierno concejil, por lo que recibían rentas. En cuanto a las manifestaciones exteriores, exhibían espadas, armas y prendas suntuosas, además de realizar destacadas ceremonias de matrimonio, bautizos de gran efecto visual u otras ceremonias. La acumulación rápida de rentas y señoríos permitió que emergiera un número considerable de familias nobiliarias, convirtiéndose en los árbitros de la situación política castellana del siglo XV. “Exactamente quince linajes, con un total aproximado de dos docenas de estados señoriales, se movieron en la escena política castellana de la quinceava centuria” 21. Su influjo procedía, principalmente, de su enorme riqueza y del gran número de plazas fuertes que poseían. La formación de una liga compuesta por todos estos linajes hubiera podido, al menos a partir de 1430, “poner en jaque al propio rey”. Sus miembros ocupaban los puestos principales de la Corte, pero hubo una transformación: no por el hecho de desempeñar un cargo una persona se convertía en noble, como había sucedido hasta el siglo XIV, sino que ocupaban los cargos aquellos que pertenecían previamente a la nobleza. Eran latifundistas y tenían en la ganadería un interés primordial, ya que constituían, dominaban y gobernaban la Mesta. Dentro de esta clase social, también existían la mediana y la baja noblezas, que sustituyeron a caballeros e hidalgos, y que lograría un control determinante sobre el gobierno municipal. La baja nobleza estaba compuesta por numerosos linajes que tenían participación concejil y cuyas relaciones, de amistad o enfrentamiento, determinaban el juego de alianzas. La baja nobleza obtuvo un enorme peso como consecuencia de los cambios bajomedievales. En Castilla existían diez veces más miembros de este estamento que en cualquier otro reino europeo. Los caballeros tenían la obligación de poseer rentas y los medios suficientes para ser capaces de mantener tanto caballo como armas. 21

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, pp. 15-16.

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Cuando esa condición de caballero se mantenía durante tres generaciones, ascendían a hidalgos. Este grupo fue muy abundante en el norte peninsular: Cantabria, Asturias y País Vasco. En cuanto a los campesinos, que representaban el 80-85% de la población, encontramos en primer lugar a los llamados villanos ricos/campesinos ricos que controlaban los recursos y poseían un cierto patrimonio. La gran masa de campesinos, además de tener una situación precaria, trabajaban las tierras señoriales. El hecho de trabajar en una tierra bajo dominio señorial determinaba la existencia de una importante presión. La situación de enfrentamiento entre los campesinos y los señores provocaba a veces la intervención de la monarquía. Se daban también luchas de bandos y movimientos bandoleros, generando una situación cada vez más complicada de controlar. Por ejemplo, en Galicia durante los años 1418-1431 y 1467-1469, 130 fortalezas fueron destruidas durante la más violenta y radical rebelión popular de la Castilla bajomedieval.

1.5. Los judíos. Uno de los problemas a destacar era la integración de las minorías religiosas durante la Baja Edad Media, al que no se aportó ninguna solución definitiva. Los judíos fueron correctamente aceptados en los reinos de Castilla y de León debido a su especialidad tanto en actividades artesanales como mercantiles, resultando ser unos colaboradores de todo punto imprescindibles. Sin embargo la actitud de los cristianos hacia los hebreos era notablemente diferente de la que tenían hacia los fieles de otras religiones, como los musulmanes. En la práctica, se traducía en la aceptación de sus actividades religiosas, así como el reconocimiento de la posesión de numerosos elementos propios, como tribunales, sinagogas, escuelas, carnicerías y cementerios, pero también se plasmaba en el uso de su lengua, etcétera. Al mismo tiempo se aceptaba la autonomía de gobierno de las comunidades judías. Los hebreos tenían una estrecha vinculación con los monarcas. Se les consideraba como patrimonio o propiedad de los reyes (servi regis). Los siglos XII y XIII fueron testigos de una época de convivencia entre judíos y cristianos. Fue un tiempo de expansión, de la incorporación al dominio castellano-leonés de los territorios reconquistados. Había suficientes beneficios para todos, tanto para la mayoría cristiana como para la minoría judía. Los cristianos aceptaban a los judíos en parte porque podían sacar provecho de sus actuaciones, pero también esta-

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ban convencidos de que llegaría el día en que reconocerían su error y abrazarían la verdadera fe, la de Cristo. A los judíos se les marcaron una serie de obligaciones por las que quedaban sometidos: no podían casarse con cristianos ni comer con ellos; no les estaba permitido tener relaciones sexuales con una cristiana bajo pena de muerte. También se intentó, sin éxito, que no ejercieran oficios que recaían sobre los cristianos, como la medicina. Se les excluía de pertenecer a las corporaciones de oficios, pues éstas tenían un carácter religioso; incluso era diferente el trato que se daba a los condenados a muerte de una y otra religión, pues los judíos podían ser colgados por los pies, como medida para prolongar su agonía. El Concilio de Letrán de 1215 adoptó diversas medidas contra los judíos, entre las que figuraba la de exigirles que portaran una señal distintiva con objeto de ser reconocidos en público. Con el transcurso de los años, los cristianos, como consecuencia de la prosperidad de los judíos en sus tareas, comenzaron a crear unos estereotipos en su contra (sucios, contaminados al tener contacto con ellos, poco atractivos, tercos, traidores, cobardes y culpables de los males). Estas acusaciones provocaron graves enfrentamientos a lo largo del siglo XIV, como el ataque a las juderías y otros sucesos más considerables como los acontecidos en 1391. Durante el reinado de Juan II se decidió proteger a los hebreos. A partir de entonces ocuparon algunos puestos destacados en la monarquía. Por otra parte, muchas aljamas consiguieron mantener a lo largo del siglo XV una situación bastante aceptable. En principio se pensó que tanto la conversión como la expulsión (en 1492 de Castilla y Aragón) serían las medidas más adecuadas pero durante el siglo XVI dichas “soluciones” se manifestaron ineficaces. Se produjeron expulsiones a principios del siglo XVI: en Castilla en 1502 y 1516, en Valencia en el año 1521, en Aragón y Cataluña en 1526.

1.6. Acontecimientos demográficos. La actividad repobladora determinó una pérdida de población en los territorios de la mitad norte de la Península, que se trasladaba hacia el sur. Para ver con más claridad este proceso, veamos algunas cifras: en Castilla, incluyendo, Granada y Portugal vivían unos 7.860.000 habitantes; la peste negra provocó una pérdida de población cercana a los tres millones de personas que no se recuperó hasta el siglo XVI; tras ella en Castilla quedaban 5.000.000 de habitantes, en Aragón

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1.100.000 habitantes, en Portugal 1.000.000, en Granada 600.000 y en Navarra apenas 160.000. Es fundamental detenerse en ese acontecimiento, la peste negra, para poder entender su importancia durante la Baja Edad Media. Fue un fenómeno general que afectó a toda Europa (1348-1350), al que sucedieron nuevas pestes hasta principios del siglo XV con intervalos de ocho a diez años 22. Tuvo su origen en Asia, concretamente en China, y debido a los contactos comerciales se propagó a Europa a través de Constantinopla, nexo de unión entre Oriente y Occidente. Como consecuencia de la llegada de los productos a los puertos, en esas zonas costeras el índice de mortandad fue más elevado que en el interior. Además, en Castilla y Aragón coincidió con períodos de malas cosechas que debilitaron a la población y la hicieron más proclive a enfermar. En la Península Ibérica afectó primero a Cataluña, Baleares y Valencia, abarcando la totalidad de la Península en 1348. La peste negra había comenzado a propagarse por Santiago de Compostela y por los puertos levantinos, produciendo numerosas muertes en las ciudades y en los barrios a causa del impacto inicial que tuvo. De forma general, se calcula que en toda la Península afectó a cinco novenas partes de la población. A modo de ejemplo, Castellón de la Plana perdió 1600 vecinos en la epidemia de 1394, 900 en la de 1420 y 800 en la de 1435 23. Como consecuencia de la peste, las enfermedades que con anterioridad no eran mortales, pasaron a serlo. Juan de Aviñón (fines del XIV-principios del XV) en su obra, Sevillana medicina, documentó aquellas enfermedades que antes no mataban pero que ahora, con los cuerpos más debilitados, sí podían hacerlo. Los estragos de la peste negra favorecieron donaciones a las iglesias por parte de los fieles, de tal forma, “que en menos de tres años pasaron a la Iglesia «una mayor parte de las heredades realengas [...] que non eran pasadas en los tiempos d’antes»” 24. En 1490 se inició de forma lenta la recuperación demográfica. En la Península se calculó una cifra de 6.285.000 habitantes: 4.000.000 en Castilla, Portugal con 1.000.000 de habitantes, 350.000 en Aragón, y Granada con 300.000. Esa recuperación culminó a mediados del siglo

J. L. MARTÍN RODRÍGUEZ, Historia de España, Plena y Baja Edad Media: De la Reconquista a los Reyes Católicos, vol. 4, Madrid, 1992, p. 224. 23 J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América..., vol. II, p. 44. 24 J. VICENS VIVES (dir.), Historia de España y América..., vol. II, p. 143. 22

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XVI. En 1530 Castilla tenía ya 4.650.000 habitantes y en 1590 la cifra se mantenía. La despoblación se debió a diversas razones. En primer lugar, el proceso de reconversión de las explotaciones agrarias por el influjo de la ganadería. En segundo lugar, el éxodo del campo a la ciudad o la concentración de la población en centros más desarrollados. La repoblación en la segunda mitad del siglo XIII provocó problemas de mantenimiento de grandes explotaciones del valle del Duero y del Tajo. Por último, el fuerte crecimiento de centros urbanos a partir del siglo XV: en Cataluña la población en Barcelona era de 30.000 habitantes, Zaragoza con 20.000, Valencia 75.000, Mallorca 35.000 y Bilbao 5.000. En el siglo XVI, Toledo tuvo unos 36.000, Valladolid 32.000, Madrid 14.900, Granada 50.000 y Sevilla 50.000.

1.7. Tendencias ideológicas. El predominio de la oligarquía nobiliaria no se reducía al ámbito político. Crearon normas de vida, un ideal del que se impregnaba la sociedad entera del momento, la época del “gótico flamígero”. Así, mientras los nobles aprovechaban las vicisitudes que los cambios políticos y las guerras civiles ofrecían para elevar sus títulos, “redondear y aumentar sus señoríos, un estrato social muy amplio trataron de escalar las gradas de la nobleza inferior haciéndose conferir la caballería, no sólo para escapar al pago de tributos, sino también para incluirse en el ámbito social de los privilegiados” 25. El movimiento alcanzó, en determinadas ocasiones, niveles alarmantes. Este aspecto fue tratado en los decretos que Juan II desarrolló el 20 de diciembre de 1422, en los acuerdos de las Cortes de Palencia de 1431 y en los más explícitos de las de Ocaña de 1469. Los ideales caballerescos de este final de la Edad Media han sido resumidos por Huizinga 26 en una frase certera: “anhelo de una vida más bella”, según el cual se suspiraba por un mundo mejor en medio de la situación caótica que se respiraba en ese momento. Este autor continúa analizando los caminos para alcanzar esa vida mejor: el primero de ellos era el camino hacia la negación de dicha meta, entendiendo que la vida más bella sólo puede ser asequible en el más allá. Esta aspiración había sido bien recogida por el cristianismo.

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L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 23. J. HUIZINGA, El otoño en la Edad Media, Madrid, 2001, p. 43.

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El segundo camino era el que conducía a la evolución y el perfeccionamiento del mundo. El mundo era tan bueno y tan malo como podía ser, es decir, todas las cosas que Dios quería eran buenas, y los pecados de los hombres eran los causantes de que el mundo estuviera en la miseria. El último camino hacia un mundo mejor se condujo a través del país de los sueños, que constituía el más cómodo. “Pero marchando por él se permanecía la misma distancia de la meta. Puesto que la realidad terrenal era tan desesperadamente lamentable y la negación del mundo tan difícil, demos a la vida un bello colorido ilusorio, perdiéndonos en los ensueños y fantasías, que velaban la realidad con el éxtasis del ideal” 27. Afectaba no sólo al ámbito de la literatura sino también a la vida social. Toda la vida aristocrática se basaba en el intento de representar un sueño, siempre el mismo: el de los antiguos héroes y sabios, el del caballero y la doncella, el de los pastores sencillos y satisfechos de la vida. Un período en el que lo verdaderamente heroico, es decir, la guerra, era sustituido por un comportamiento también heroico pero que resultaba ser una mera representación: los torneos y pasos sustituyeron a la guerra y los reyes prestaban su amparo a caballeros andantes. En 1428 Valladolid se transformó al servir de escenario a espléndidos torneos en que los infantes de Aragón y don Álvaro de Luna mantuvieron una rivalidad hasta el despilfarro: castillos de madera, fantásticos trajes, alegorías paganas... El infante don Juan, que regalaba espuelas de oro a sus criados, les cargó entonces con sacos de dinero para que, gráficamente, publicasen por las calles su riqueza 28. En palabras de Huizinga, “los grandes señores no se ponían jamás en movimiento sin un pomposo despliegue de armas y libreas, infundiendo respeto y envidia. El enamorado llevaba la cifra de su amada; el compañero de armas o de religión, el signo de su hermandad; el súbdito, los colores y las armas de su señor. La administración de la justicia, la venta de mercancías, las bodas y los entierros, todo se anunciaba ruidosamente por medio de cortejos, gritos, lamentaciones y música” 29. Los más desfavorecidos tampoco estaban al margen de este comportamiento público. Huizinga señala al respecto que “los leprosos hacían sonar sus carracas y marchaban en procesión; los mendigos gimoteaban en las iglesias y exhibían sus deformidades” 30. 27 28 29 30

J. L. J. J.

HUIZINGA, El otoño..., pp. 50-51. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 23. HUIZINGA, El otoño..., p. 14. HUIZINGA, El otoño..., p. 14.

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En el aspecto político los ideales caballerescos se manifestaban principalmente en la guerra, sobre todo contra el Islam granadino, que se convirtió en medio principal de propaganda. Otro ejemplo ligado al mundo bélico y que también representaba un ideal caballeresco era el de la cruzada, Jerusalén. Esa ciudad reflejaba la más alta idea política que “los príncipes de Europa tuvieron siempre delante de sus ojos y que los impulsó a obrar así antes como después”. Para la cristiandad de los siglos XIV y XV, la defensa contra los turcos, que ya habían tomado Adrianópolis en 1378 y aniquilado el reino de los serbios en 1389, fueron dos objetivos en Oriente. De igual modo que los siglos anteriores, “la liberación de Jerusalén no podía ser otra cosa que una santa y noble empresa de caballería” 31. El reinado de Juan II tuvo también una considerable importancia en el mundo cultural. Empieza a sentirse el Humanismo, es decir, un resurgimiento de los estudios clásicos, y en algunos casos concretos se aplicó a los programas políticos. Así por ejemplo, el poeta Juan de Mena obsequió a Juan II con un largo poema moral y político, Laberinto de Fortuna, donde se alababa al rey, y que era un sutil intento de conseguir apoyo para la política de Álvaro de Luna 32. Su estancia en el círculo papal de Eugenio IV (1431-1439) le permitió conocer y absorber las ciencias de los studia humanitatis. Por consiguiente, tuvo presentes dos propósitos fundamentales: “el estudio incesante, postulado de la nueva nobleza y punto de partida de la autocreación del hombre, y la realización del bien público mediante el saber obtenido. Su labor de moralista e historiador fue incuestionable en la corte de un soberano inmerso en una de las más profundas crisis que recuerde la monarquía hispánica” 33. Fue mayor el impacto causado por los poetas de cancionero y los festejos caballerescos o cortesanos, como los complicados espectáculos o justas celebradas en Valladolid en 1428. Esas manifestaciones culturales recordaban más la civilización de la Corte ducal borgoñona que la Italia del Renacimiento 34. En la Baja Edad Media la Europa cristiana se manifestó más segura de sí misma, capaz de llevar a cabo un cambio en la situación que hasta entonces había vivido y de iniciar una ofensiva contra sus enemigos

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J. HUIZINGA, El otoño..., pp. 128-129. R. CARR, Historia de España, p. 115. R. CURÍ QUEVEDO, Laberinto de Fortuna de Juan de Mena, Murcia, 2006, p. 2. R. CARR, Historia de..., p. 115.

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exteriores. Esta nueva actitud procede del progreso experimentado en todos los órdenes por la sociedad europea. Este progreso se traduce en un crecimiento demográfico y económico. La vieja sociedad compuesta por guerreros, monjes y labriegos se hizo más compleja al aparecer una nueva clase social: la burguesía, y las arcaicas monarquías feudales dieron paso a laboriosos aparatos de estado que preludiaban el futuro absolutismo. Tuvo lugar también una explosión cultural y artística, de la que son buena muestra la difusión de los grandes estilos internacionales como el gótico, o la aparición de nuevos centros del saber: las universidades.

2. DON ÁLVARO DE LUNA. 2.1. Biografía. La familia Luna, una Casa noble cuyo origen se encontraba en el reino de Navarra, llegó a ser una de las ocho familias más importantes de la Corona de Aragón 35. La villa de Luna (Zaragoza) había sido conquistada en el siglo XI (1091) por don Bacalla, que estaba al servicio del rey de Aragón Sancho Ramírez y recibió por ello su señorío. Tres siglos después se convirtió en condado y más tarde se reincorporaría al realengo. En 1407 el linaje destacó por la presencia de una serie de personajes ilustres que, por una razón u otra, tuvieron una notable transcendencia en el reino de Aragón. Es el caso de quien era por aquel entonces arzobispo de Zaragoza: don Pedro Ferrench de Luna; “o doña María de Luna, esposa del rey de Aragón Martín el Humano; o don Juan Martínez de Luna, alférez mayor del reino de Aragón y virrey de Cataluña; o don Pedro Martínez de Luna, que fue elegido Papa con el nombre de Benedicto XIII; o don Pedro de Luna, sobrino del anterior, que alcanzó la dignidad de arzobispo de Toledo; o don Álvaro Martínez de Luna, ayo del rey Enrique III de Castilla y primero de los Luna que se introdujo en la corte castellana, padre del condestable don Álvaro de Luna” 36. Crónica de Don Álvaro de Luna, p. 5. Sobre el posible autor de la misma, en palabras de don José Miguel de Flores, secretario perpetuo de la Real Academia de la Historia (1784): “Hablando Barreiros del autor de la Crónica, solamente dice y que la compuso en lengua vulgar un criado del condestable y sin expresar su nombre ni su destino: y era natural lo hubiera explicado, si lo supiese. El afecto y proligidad con que refiere los movimientos y palabras y propiedades del maestre, califican que era persona empleada en su servicio. Y esto es lo que únicamente se puede congeturar y afirmar con solidez acerca del autor”. Sin embargo Serrano Belinchón, en El Condestable, de la vida, prisión y muerte de don Álvaro de Luna, atribuye la Crónica a Gonzalo Chacón (Guadalajara, España, 2000, p. 165). 36 J. SERRANO BELINCHÓN, El condestable..., p. 12. 35

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Don Álvaro de Luna fue una persona que, al igual que otros miembros de su familia, destacó en ciertos aspectos, convirtiéndose en una figura de gran importancia tanto en su propio linaje como en la Corte a las órdenes del monarca Juan II. E incluso una persona que también logró atraer la atención de los hombres más ambiciosos de la Corte (la nobleza) y de las doncellas del entorno. En general, cada Casa se veía en la obligación de que sus miembros recibieran la mejor educación posible, no sólo por el hecho de pertenecer a la nobleza y a un linaje importante, sino con la finalidad de que aquél destacara en todos los ámbitos que podía abarcar, manteniendo la honorabilidad y el respeto de su parentela, y obtener un cierto beneficio económico para el enriquecimiento tanto personal como familiar. “Entre los otros frutos abundosos que la España en otro tiempo de sí solía dar, fallo yo que el mas precioso de aquellos fue criar e nudrir en sí varones muy virtuosos notables e dispuestos para enseñorear, sabios para regir, duros e fuertes para guerrear. De los quales unos fueron subidos a la cumbre imperial, otros a la relumbrante cátedra del saber. E muchos otros merescieron por victoria corona del triunfo resplandeciente” 37. De estas características don Álvaro poseía casi todas y en alto grado. El autor de su crónica expuso que aunque fuera difícil aspirar a “una entera perfección de la virtud”, en el caso del condestable sí obtuvo dicha cualidad “pues si en el nuestro magnifico é muy virtuoso é bienaventurado don Álvaro de Luna, maestre de Santiago, condestable de Castilla, tan notoriamente tantas partes de virtud resplandecen e tanta grandeza de claros fechos pregona su nombre magnífico, que todas estas cosas juntas e perfectamente las unas acompañadas de las otras en él relumbran e permanecen” 38. Este mismo autor señaló también 39 que, habiendo sido virtuoso y apuesto, era trabajador, y mereció, por ello, ser el personaje más destacable de la Casa de los Luna. Cuando entró a la Corte, por su comportamiento y educación supo ganarse el favor del resto de sus integrantes y, sobre todo, consiguió influir sobre la persona que más le interesaba: el rey. Gracias a este acercamiento, don Álvaro se benefició de las situaciones que le convenían sacando, de ello, cierto provecho económico y prestigio personal, engrandeciendo cada vez más a la familia Luna. 37 38 39

Crónica de..., p. 1. Crónica de..., p. 2. Crónica de..., p. 5.

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Por sus intervenciones en los diferentes sucesos acontecidos durante el reinado de Juan II, su nombre irá traspasando las diferentes esferas de la vida en Castilla. Su persona cobró mayor importancia conforme pasaban los años, y tal fue su importancia que la nobleza empezó a fijarse en él con el único objetivo de eliminarle de la escena política. Su dramático desenlace engrandeció aun más su persona, que será recordada durante siglos. Un gesto que la nobleza no pudo hacer olvidar de la mente de los castellanos. 2.2. Nacimiento e infancia. En el prólogo a su edición de la Crónica de don Álvaro, el secretario de la Real Academia de la Historia José Miguel de Flores enumeró a finales del siglo XVIII las distintas opciones que se barajan en esa narración para el nacimiento de don Álvaro, pues, como él mismo reconoce, su autor no aporta datos ciertos: “en el año de 1415, dice que aún no tenía veinte años, y el de 1453 le da sesenta y cinco de edad. Según esta cuenta nació en el año de 1388, y si hubiera sido así, tendría en el de 1415 veinte y siete años, quando, según su crónica, no llegaba a veinte” 40. También testimonia la información ofrecida en la Crónica del rey don Juan II de Castilla donde se dice que cuando el condestable entró en la Corte en 1408 ya contaba con dieciocho años. De acuerdo con ello, “se debe contraer su nacimiento a el de 1390, y vino a morir de menos años que los que le atribuyó el autor de su crónica” 41. A pesar de esta disparidad cronística, hay constancia de que nació en Cañete en 1390. Cuando murió su padre, Álvaro Martínez de Luna, siendo don Álvaro muy pequeño, le crió su tío don Juan Martínez de Luna y su mujer. “E por el niño ser muy gracioso e levantarse muy vivo e despierto e muy cuerdo e avisado, todos los de casa e los de fuera ponían los ojos en él e lo amaban mucho, e procuraban de lo complacer e agradar en lo que podían, e él se avía assí bien con todos, que non avía ninguno de quantos le veían que non le preciasen e amasen mucho” 42. Aunque no se especifica la edad de don Álvaro, se aclara que, siendo aún pequeño, mostraba dotes de ganarse a la gente a pesar de los continuos cambios de comportamiento de los niños pequeños. También se destaca de él 40 41 42

“Prólogo”, en Crónica de..., p. 13. “Prólogo”, en Crónica de..., p. 14. Crónica de..., pp. 8-9.

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que sabía corresponder en un ambiente de completa educación, demostrando la correcta enseñanza que había recibido el pequeño noble. Con diez años, don Álvaro había adquirido el conocimiento necesario que suele tenerse con edades más avanzadas. Al ser educado como caballero, ya sabía leer, escribir, cabalgar y ser responsable con la limpieza de sus pertenencias, además de cortés en su habla. Su educación continuó de la mano de Ramiro Tamayo quien le enseñó todo aquello que le destacaría en su condición de generoso y buen noble. Para completar su formación como caballero debía solicitar su acceso a la Corte. Por ello, valiéndose de la buena relación que mantenía con su tío Pedro de Luna, arzobispo de Toledo, le comunicó su deseo de entrar al servicio del rey Juan II de Castilla. “El arzobispo su tío preció mucho la razón del niño e entendió que, si vivía, avía de ser buen caballero, e aquello se levantaba de grande e generoso corazón. Estonce el arzobispo e don Juan Martínez de Luna, sus tíos, adereszaron de lo enviar a la corte del rey de Castilla, e ordenáronle su ayo e Casa que avía de levar, e assí se partió don Álvaro de Luna para la corte del rey de Castilla la primera vez que a ella vino. Aquesto fue andando el año del nascimiento de nuestro Señor Jesu-Christo de mil quatrocientos e ocho años” 43. En 1408 don Álvaro contaba con dieciocho años de edad. A partir de ese preciso momento, fue un personaje destacado en la Corte, no sólo por las labores que le encomendaban sino por la buena amistad que entabló con el monarca de Castilla. 2.3. En la Corte de Juan II de Castilla. Sus primeros meses en la Corte fueron provechosos ya que empezó a ganarse la admiración de todos cuantos le rodeaban. Pero también le interesaba, como ya se ha mencionado, captar el cariño del niño-rey, “quien se iba acostumbrando a no saber estar sin tenerlo a su lado, y ya reclamaba su presencia en todo momento” 44. Su habla le permitió conversar con los hijos de nobles caballeros y con aquellos que eran mejor criados y de buenas costumbres. Éste era un método eficaz para darse a conocer en la Corte y “que en poco tiempo cobró el amor e los corazones de todos los que mas valían, e en todas las fiestas e danzas e burlas de niños él era assí gracioso e desenvuelto que todos lo precia-

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Crónica de..., p. 10. J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 18.

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ban mucho e procuraban de le semejar, e todos le seguían e non se partían dél” 45. “El qual agradó tanto al rey en los serviçios que le fazía, que era grant cavalgador y tañía y cantava y dançava muy bien, que eran cosas agradables a la condiçión del rey, que el rey le allegó mucho a su serviçio y voluntad, y syenpre el rey le mandava andar çerca de sý, por lo qual muchos de la Casa del rey se allegavan ya al dicho Álvaro de Luna” 46. En 1409, la muerte de don Lorenzo Suárez permitió que don Enrique, hijo del futuro rey de Aragón el infante don Fernando, le sustituyera como maestre de la Orden de Santiago. Al año siguiente, los tutores del rey Juan II, que tenía sólo cuatro años, nombraron su paje a Álvaro de Luna, lo que le convirtió por derecho en la persona que habría de estar junto al monarca durante todas las horas del día. Antes de la llegada de don Álvaro a la Corte, en 1407, reinando aún Enrique III, se había iniciado una guerra en Granada: la llamada campaña de Setenil que pretendía contrarrestar la derrota cristiana de los Collejares un año antes. Esta guerra puede dividirse en tres fases: la campaña de Setenil (1407), la tregua y contraofensiva musulmana (1408-09), y la conquista de Antequera (1410) 47. Tras el fracaso de la primera campaña, los granadinos pasaron a ser los actores protagonistas de la segunda fase de la guerra. En octubre de 1407 Muhammad VIII llegó hasta los muros de Jaén. Entre el 17 y el 22 de febrero de 1408 los musulmanes lanzaron un ataque sobre Alcaudete, tras el cual el soberano de Granada solicitó una tregua que, bajo presión de las Cortes, aceptó el infante Fernando, tío de Juan II, y que se prolongó del 15 de abril al 15 de noviembre de 1408. Con ciertas condiciones los regentes accedieron a prorrogarla, primero hasta el 1 de abril de 1409, luego hasta final de agosto de ese año y, por último, hasta el 1 de abril de 1410 cuando, tras romperla, el infante conquistó Antequera. Hacia 1410, don Álvaro de Luna realizó un viaje a Toledo con el fin de visitar durante unos días a su tío el arzobispo don Pedro de Luna. Como consecuencia de su marcha, el rey Juan II modificó su comportamiento, alcanzando un grado de entristecimiento en el cual no encontró consuelo alguno. Su madre, al contemplar la situación, envió a 45 46 47

Crónica de..., pp. 10-11. Crónica del Halconero, Madrid, 1946, pp. 14-15. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 33.

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unos emisarios a la ciudad de Toledo rogando a don Álvaro su regreso inmediato a la Corte. Éste, al conocer la voluntad del rey y el mandato de la madre, se disculpó con su tío y se dirigió hacia Salamanca donde le esperaba el monarca. Basándose en esta muestra de la gran influencia que estaba generando don Álvaro, Belinchón 48 destacó en su obra la importancia de su presencia en la Corte: “entre los más cercanos a la Corte se dijo que era tal la virtud que salía de la persona de don Álvaro de Luna, que con sólo su presencia algunos enfermos recobraban la salud. Durante aquel verano, el rey fue llevado a diferentes villas y ciudades castellanas, sin que en ningún momento llegase a faltar de su lado la compañía de don Álvaro de Luna”. En su estancia en una de las últimas villas, Valdenebro, don Álvaro no se apartó del rey cuando contrajo unas dolorosas fiebres. En ese mismo mes de agosto, le llegaron noticias sobre el fallecimiento del arzobispo de Toledo. Tanto la madre como el rey sintieron profundamente el dolor por el que estaba pasando don Álvaro ya que en la Corte también admiraban a su tío. Aunque muchos pensaron que este suceso afectaría a la labor y personalidad de don Álvaro, no fue así sino que incrementó “todo el favor e estado suyo” 49 y partió con el rey a Frómista donde fue nombrado maestresala, permaneciendo allí hasta el año 1415. La Crónica de don Álvaro de Luna realiza una exhaustiva del ejercicio de este cargo que provocaba la envidia de los nobles y grandes señores de la Corte: “don Álvaro de Luna se aventajaba sobre todos; o si avían de correr monte, él fería el puerco o el oso ante todos, ca era muy montero de corazón e muy osado e grand cavalgador e bracero. E verdaderamente él tovo tan dispuesto cuerpo en su tierna edad e después, que entre muchos non se fallaba semejante, como quiera que non fue grande nin alto de persona. Mas aunque tenía los miembros gentiles e delicados, era muy bien fecho, e todo niervos e huesos, e facía bien toda cosa e estábale muy bien qualquiera ropa que se vestía e dábale muy buen ayre, assí a las ropas que se vestía como a las bestias que cabalgaba e a toda cosa en que ponía las manos. E por él ser tan gracioso e bien criado e de fermosa e gentil disposición e de muy dulce fabla e conversación, las dueñas e las doncellas de la reyna e todas las otras grandes señoras le daban muy grand favor a lo que facía e decía, 48 49

J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 20. Crónica de..., p. 15.

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más que a ninguno de todos los otros. Assí que por todas cosas el zelo e envidia que algunos avían de don Álvaro de Luna fue muy grande” 50. A causa de esta envidia, sus oponentes trataron de mantener lo más alejado posible de la Corte a don Álvaro, enviándole, junto con otros grandes señores, don Sancho de Rojas y Juan Álvarez de Osorio (arzobispo de Toledo y señor de Villalobos), al reino de Aragón para casar a la infanta doña María, hermana del rey, con el primogénito el príncipe don Alfonso. A sus veinticinco años, Álvaro de Luna causaba furor entre las damas de la Corte que hicieron cuanto podían por acercarse a él. En 1417 la reina madre tuvo la intención de casar a doña Inés de Torres, la dama favorita de la reina, con don Álvaro, pero aquella estratagema no produjo el efecto deseado sino más bien todo lo contrario. El prometido de doña Inés, Juan Álvarez de Osorio, descubrió la idea de la reina, haciendo lo imposible para que el maestresala se casase con otra mujer. Al regreso de don Álvaro a la Corte, conoció lo que la reina tramaba: el matrimonio con doña Constanza porque, según el prometido de doña Inés, existía enamoramiento mutuo. Finalmente don Álvaro decidió abandonar a la novia, a su madre y a la reina. En 1418 el rey Juan II, con doce años, se enfrentó a la muerte de su madre y tutora doña Catalina de Lancáster. Con motivo de la mayoría de edad del rey se celebraron una serie de festejos, justas y torneos en las que participaron numerosos caballeros. En aquellas luchas resultó herido de gravedad don Álvaro por el roquete de una lanza de Gonzalo de Quadros, “que era uno de los mayores justadores e mas valientes e punteros que por estos días avía en la Corte del rey” 51. Debido a la abundante sangre que le brotaba del yelmo, fue trasladado por sus compañeros a su casa para curarle las heridas. El rey puso a su disposición a los mejores cirujanos de la Corte para que salvasen la vida a su fiel amigo como si de la suya misma se tratase. El rey iba a visitarlo con frecuencia y le extrajeron veinticuatro pedazos de hueso de la cabeza, lo que hizo pensar que la muerte acabaría con él. “E fuera muy grand pérdida e daño si don Álvaro moriera aquella sazón, segund las cosas que después oiréis que fizo, para las quales facer e acabar paresce ser que Dios le tenía conservado e escogido, e le plogo de lo guardar” 52. Por estar aún convaleciente no pudo acompañar al rey a Segovia, quedándose el mes de abril en Madrid.

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Crónica de..., p. 16. Crónica de..., p. 24. Crónica de..., p. 26.

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Los caballeros aprovecharon la ausencia de don Álvaro para resolver, a su gusto, los asuntos de palacio. Una vez restablecido del accidente, viajó a Segovia para encontrarse con el rey pero a su llegada observó que los caballeros presentes (el rey don Juan de Navarra, el infante don Enrique, el conde don Fadrique, el conde de Castro, el arzobispo de Santiago y otros grandes caballeros del reino, y uniéndose don Sancho de Rojas, arzobispo de Toledo) habían formado diferentes bandos provocando una situación de desgobierno. Ante semejante caos, el maestresala se propuso resolverlo. Don Álvaro comenzó hablando con Juan Hurtado para que le apoyara, lo que consiguió. Poco después habló con el rey y le dijo: “señor, pues yo solo quedo, e todos estos caballeros tienen fechas sus compañías ante vuestra cámara, mandad a mí ante ellos que me acueste a los pies de vuestra cama". El rey aceptó. Visto esto, los caballeros 53 que le acompañaban amenazaron a don Álvaro al ver tal escándalo, ya que muchos de ellos anteriormente lo habían intentado sin éxito. Ante la nueva situación creada por Juan II al depositar de nuevo su amistad en don Álvaro, las dos personas en quien más confiaba el rey pasaron a ser: Juan Hurtado de Mendoza desde su puesto de mayordomo mayor y don Álvaro de Luna desde el suyo de simple doncel de la Corte. Don Álvaro también preparó una lista donde constaban los nombres de aquellos que debían estar en el Consejo y en la Corte. Para el primero seleccionó al rey de Navarra 54, a Juan Hurtado de Mendoza, a Fernando Alfonso de Robles, a los doctores Francisco Yáñez y Diego Rodríguez, y a otros letrados. La ambición de poder y de riquezas que le caracterizaría a lo largo de su vida, empezó a tomar cuerpo ahora. Su influjo sobre la persona del rey resultó ser, cada vez, más efectivo. Don Álvaro comenzó a tratarlo con mayor solemnidad y con el respeto que obedecía el protocolo. Analizándolo desde la distancia, fue un comportamiento inteligente, que muy pronto empezaría a dar frutos abundantes en su beneficio. Joseph Pérez en Historia de España 55 afirma que, a partir del año 1420, don Álvaro comenzó un juego a tres bandas: el favorito, los infantes de Aragón y los nobles. La partida se desarrolló en tres tiempos: El condestable don Ruy López Dávalos, el adelantado Pedro Manrique, el almirante y sus partidarios. 54 El infante Juan de Aragón, futuro rey Juan II de Aragón estaba casado con la verdadera reina de Navarra y ejerció de facto el poder en ese reino mientras vivieron ella y sus hijos, pero no fue verdaderamente rey de Navarra. 55 Pp. 84-85. 53

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“1. Primero Álvaro de Luna se alió con los nobles con el lema «Castilla para los castellanos». Presentó a los infantes de Aragón como el partido del extranjero. El rey de Aragón intervino militarmente en ayuda de sus hijos, pero Álvaro de Luna era el más fuerte y los infantes de Aragón tuvieron que marcharse de Castilla (1420-30). 2. Álvaro de Luna se dedicó entonces a establecer la autoridad del rey y devolverle sus prerrogativas. Quería un poder real fuerte. Los nobles le acusaron de ocultar ambiciones personales y se volvieron contra él en 1437 con la ayuda de los infantes de Aragón, que regresaron en son de guerra y ocuparon posiciones hegemónicas en el reino. El infante Enrique se apoderó de casi toda Andalucía. En mayo de 1445 Álvaro de Luna aplastó a sus adversarios en Olmedo. 3. Álvaro de Luna, en la cima de su poder, actuó en dos direcciones: en el plano diplomático, para contrarrestar la influencia de Aragón, se acercó a Portugal y logró que el rey contrajera segundas nupcias con una infanta portuguesa; en el interior pretendió hacer una jugada política reconciliándose con los nobles y concediéndoles tierras y títulos. Su maniobra fracasó. Los nobles, lejos de deponer las armas, lograron que el heredero del trono, el futuro Enrique IV, se pusiera de su parte. Esta conjura obligó a Juan II a separarse de Álvaro de Luna y llevarle ante la justicia. El favorito fue apresado en abril de 1453 y decapitado en Valladolid el 3 de junio siguiente”. Álvaro de Luna, con la ayuda de los miembros de su familia, supo aprovechar las oportunidades, desenvolviéndose con inteligencia y astucia. Su comportamiento le aportó buenos resultados para enriquecerse, pero su derrota fue la del poder real, al que pretendía fortalecer y librar de la tutela de los nobles. En este mismo año, tuvieron lugar dos acontecimientos: la boda del infante don Juan de Aragón con Blanca, hija del rey Carlos el Noble y heredera del reino de Navarra, lo que obligó al infante don Juan a alejarse del reino para celebrar su casamiento; y poco después fue el propio rey de Castilla el que contrajo matrimonio con su prima doña María de Aragón. El infante don Enrique, al igual que el futuro condestable, supo atraerse algunos nobles de la Corte de Castilla para que le fueran fieles a él, mientras que otros siguieron el partido de su hermano don Juan de Navarra. Como consecuencia de las reacciones que produjeron estas intrigas y creyendo que ponían en peligro la seguridad del rey, éste se colocó

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bajo la custodia del joven Álvaro de Luna, lo que favoreció una vez más la estrecha relación entre el monarca y él, pasando ahora a desempeñar el cargo de consejero además de ser su hombre de máxima confianza. En el mes de julio don Enrique entró por la fuerza en el palacio del rey en Tordesillas deteniendo, mientras dormían, a Juan Hurtado de Mendoza, a su mujer y a don Pedro de Mendoza, señor de Almazán. A continuación sus hombres violentaron la habitación del rey que dormía con don Álvaro a los pies de la cama y apresaron a Juan II sin que don Álvaro pudiera reaccionar. Pero los partidarios del infante Enrique cometieron el error de mantener a Álvaro de Luna al servicio de Juan II, lo que le permitió preparar el contraataque. Este acontecimiento es el denominado “atraco a Tordesillas” que entregaba el gobierno de la Corona al maestre de Santiago marcando, de este modo, el inicio de las guerras civiles castellanas 56. Sus efectos fueron notables. Don Álvaro decidió salir a cabalgar y sosegar los ánimos alterados de la población, obteniendo exitosos resultados. El infante don Enrique pensó en recluir al rey en un lugar seguro, por miedo a que en cualquier momento apareciera su hermano el infante Juan con su ejército. La intención de don Álvaro era reunirse cuanto antes con el infante Juan, hermano de Enrique, para atraerle a su bando y, con la ayuda de su ejército, liberar al monarca castellano. Como la gravedad del momento era extrema, don Álvaro pensó en los posibles resultados del enfrentamiento. Por un lado, existía la opción de que si los ejércitos se encontraban en el campo de batalla serían muchos los muertos, las desuniones y las heridas en el reino de Castilla. Mientras que, por otro lado, también pensó que la guerra no resolvería nada en favor del rey pues, si ganaba el infante Juan, el rey saldría de una prisión para entrar en otra, y, si el vencedor era Enrique, todo continuaría igual. El infante don Enrique trasladó al rey a Talavera y junto con él fue don Álvaro que contrajo allí matrimonio con doña Elvira, hija de Martín Fernández de Portocarrero, señor de Moguer. El monarca le otorgó entonces el señorío de Cornago y de otros lugares. El recién casado ordenó la libertad del rey. “E allí quiso don Álvaro de Luna obligar su vida a

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L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 75.

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la muerte por servir a su rey con limpia e clara lealtad, sin ningund precio de bienes nin respeto de otro interés” 57. Aprovechando el descontento que había a su alrededor y las disposiciones favorables a la fuga de Juan II, don Álvaro proyectó una amplia ofensiva política que le llevaría a lograr, en primer término, la liberación del monarca; en segundo, la destrucción del infante don Enrique y sus incondicionales, y, por último, el establecimiento de un gobierno del que él sería la figura clave, basado en la teórica autoridad personal del rey. Con el pretexto de una partida de caza, don Álvaro de Luna, su suegro y otros hombres, se llevaron de Talavera al rey Juan II. Alcanzaron pronto el castillo de Montalbán donde, observando que la puerta estaba abierta, entraron a la fortaleza sin complicaciones. La toma de esta plaza forzó al infante don Enrique a plantear negociaciones. Ordenó a tres caballeros que hablasen con don Álvaro. Los acuerdos determinaron que se dejase marchar a don Álvaro con el rey a Segovia, que el infante y sus fieles se fueran a El Espinar, y que el rey de Navarra y los suyos se dirigieran a Santa María de Nieva, donde se concertó que todos formarían parte del Consejo del rey de Castilla sin que hubiese enfrentamiento alguno entre las distintas partes. Finalmente, el rey fue declarado en libertad gracias a la labor de don Álvaro. En agradecimiento, el monarca le entregó a su aliado la villa de San Esteban de Gormaz y su castillo, nombrándole conde de la misma. Pero el infante don Enrique estaba reclutando gente en Ocaña y se reunió con don Álvaro en El Espinar para hablarle sobre lo acordado en Montalbán. Don Álvaro estaba decidido a destruir a don Enrique y sus aliados, y ello no era posible sin esgrimir la amenaza de las tropas de su hermano; pero necesitaba impedir el comienzo de las hostilidades. El objetivo de don Álvaro era destruir a uno de los bandos con ayuda del otro. En 1422 don Álvaro y el monarca partieron de Toledo rumbo a Madrid para atender los bullicios que había generado allí el infante Enrique. Teniendo de su lado al hermano del infante, Juan, y a sus hombres, el rey mandó apresar a don Enrique y a don Garcí Fernández Manrique, su mayordomo mayor. Don Álvaro se preocupó de poner a buen recaudo a los dos prisioneros: por un lado, entregó el infante a García Álvarez, señor de Oropesa, con el fin de que lo tuviera en su

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Crónica de..., p. 34.

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casa, y, por otro, puso a Garcí Fernández Manrique bajo la vigilancia de Alfonso Yáñez Fajardo, adelantado de Murcia. Al año siguiente el rey, con diecisiete años, partió de Toledo a Valladolid donde don Álvaro fue nombrado el nuevo condestable de los reinos de Castilla y de León, otorgándole el mando de la justicia y el gobierno de sus huestes. Debido a su nombramiento Álvaro de Luna celebró unas fiestas en honor del rey y la Corte en Tordesillas. Cuando en 1425 nació el príncipe Enrique, el primer heredero de la corona de Castilla, el condestable fue su padrino en el bautizo. En este contexto, habiéndose producido el pacto de Torre de Arciel en septiembre de 1425 por el que se producía la reconciliación entre los infantes, los reyes de Aragón y de Navarra se propusieron entrar en guerra por la prisión del infante don Enrique. El condestable respondió reagrupando a los caballeros y escuderos que tenía bajo su mandato y marchando a Palenzuela donde recibió a los embajadores procedentes del reino de Aragón que pedían la libertad del infante. Para que la petición fuese más efectiva ofrecían las villas de Borja y Magallón. Juan II pensó negarse a conceder las peticiones de los embajadores, conociendo el mal que había obrado el infante don Enrique anteriormente. Pero pidió consejo al condestable quien le dijo que la bondad, misericordia y piedad hacían de los reyes mejores monarcas, sobre todo, si se trataba del infante Enrique, ya que pertenecía al linaje castellano. Juan II finalmente siguió su consejo. En 1427, tanto el rey como el condestable se encontraban en Zamora donde el infante don Enrique le agradeció su libertad y haber recuperado sus propiedades. Pero pronto volvió de nuevo a las andanzas reclutando a nuevos caballeros para que le apoyasen en su deseo de eliminar la presencia del condestable en la Corte y su influencia sobre el rey. Cuando el condestable supo lo que tramaban ambos hermanos, partió a Simancas donde pensó que, si se apartaba del rey y de la Corte, el reino se sumiría en un gran caos ya que los que gobernarían no lo harían respetando al reino ni al rey. Se nombraron cuatro jueces árbitros para decidir si se debía apartar de la Corte. La facilidad con que los aragoneses admitieron este extraño pacto se explica teniendo en cuenta que la balanza estaba ya de acuerdo con el rey de Navarra y aguardaba solamente el momento oportuno para manifestar su traición. Ante tal acuerdo y por muy triste que le pareciera al rey, don Álvaro de Luna debía salir de la Corte.

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“Grand gente fue la que salió de la Corte con el condestable, ca todos los más de los caballeros mancebos de la Corte vivían con él, e aun los que non vivían en la su casa, le suplicaron que los levase en su compañía, que pues él se partía de la Corte, ellos non querían seguir otra Corte sinon su Casa e persona” 58. De este modo se dirigió a Ayllón, pero la ausencia del condestable de la Corte no duró demasiado porque a los tres o cuatro meses el rey de Navarra era incapaz de organizar un sistema político estable en Castilla: siendo jefe de la nobleza, no podía sustituir al condestable. Sin la confianza del monarca no podía aspirar a otra cosa que a un régimen de Consejo. Por consiguiente, empezaron a arrepentirse de lo sucedido. De un modo pacífico, por desunión e incapacidad de sus rivales, don Álvaro de Luna recobró el poder. El 30 de enero de 1428 los infantes de Aragón pusieron por escrito su reconciliación con el condestable. Don Álvaro se incorporó a la Corte en Turégano el 6 de febrero de este mismo año, con el mayor esplendor imaginable, luciendo sus mejores armas y vestidos y con aparatosas muestras de riqueza 59. En este momento se empezó a gestar la revancha de don Álvaro de Luna. A finales del año 1429, el condestable y el monarca se dirigieron a Segovia para retomar el problema de al-Ándalus. El invasor musulmán ya no era el enemigo fuerte de hacía siete siglos, sino que se encontraba más menguado. El rey ordenó a los procuradores que preparasen todo lo necesario, tanto por tierra como por mar, para comenzar la ofensiva. Pero este asunto no fue el único a tratar porque Juan II recibió la noticia de que los reyes de Aragón y de Navarra pretendían entrar en Castilla con hombres de armas. Juan II procuró evitarlo mandando a unos mensajeros. En una reunión celebrada en Madrigal, Juan II y el Consejo trataron los problemas del enfrentamiento contra al-Ándalus y de la entrada de los reyes de Navarra y Aragón en Castilla. El Consejo consideró prioritario evitar la entrada en el reino de Castilla de los dos reyes y por ello propuso establecer una tregua en la guerra contra los moros. Juan II se reunió con el infante don Enrique, Fadrique Enríquez de Mendoza y los principales grandes del reino para aunar fuerzas e impedir la entrada en sus tierras del ejército invasor ya que el infante don Enrique le había prometido al rey de Castilla evitar la acción de los navarros. Ante esta situación que le generaba dudas, el condestable, 58 59

Crónica de..., p. 52. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 102.

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demostrando su lealtad, pidió al rey que le dejara partir hacia la frontera junto a un grupo de hombres. Don Álvaro salió de Palencia rumbo a Almazán donde pretendía encontrar a los reyes de Aragón y Navarra, y por el camino supo que los reyes, llevando ventaja al condestable, habían estado reuniendo hombres en el reino de Castilla para la guerra. Antes de dar inicio la batalla intervino el cardenal de Fox para exponer que si se producía el conflicto, toda Castilla quedaría destruida, significando el fracaso de ambos bandos. Tras una serie de conversaciones tanto con el condestable como con el almirante Fadrique y con Pedro Manrique, el cardenal consiguió retrasar por el momento la lucha. El 2 de julio se retomó la batalla. Aunque tenía menos soldados, don Álvaro de Luna mostraba más voluntad de combatir que sus rivales y, viendo ya perdida toda esperanza, la reina intervino como mediadora y le “arrancó a don Álvaro, que no podía negarse, una tregua provisional y la promesa de tres condiciones: el respeto a los bienes del infante don Juan, salvaguardia de la persona del maestre don Enrique y la anulación de los pregones de guerra. El 3 de julio los aragoneses se retiraron” 60. El acuerdo no resultó ser del agrado de Juan II ni de don Álvaro ya que, aunque los invasores hubieran fracasado, los problemas planteados no se habían resuelto. El siguiente paso era ocuparse del conde de Castro, que se hallaba en Peñafiel junto con el infante don Pedro de Aragón. Juan II quería declararle traidor y que le devolviera la villa, y consiguió que al día siguiente de su llegada, la entregara sin resistencia. En su camino hacia Buitrago, el rey recibió la noticia de los incumplimientos de los acuerdos por parte de los reyes de Navarra y de Aragón, y ordenó presentarles batalla. El rey pregonó en las ciudades y villas que se alistasen hombres para enfrentarse a los reyes de Aragón y Navarra, al tiempo que les expropió las tierras que tenían en Castilla y al infante don Enrique el patrimonio del maestrazgo de Santiago. El rey ordenó al conde de Benavente que se apoderara de Ocaña y esto obligó a don Enrique a refugiarse en Extremadura. Impotente para vencer a las fuerzas reunidas, el conde de Benavente solicitó auxilio. A petición propia, don Álvaro fue el encargado de las operaciones. Comenzó transformando Escalona en su cuartel general, agrupando a su propio ejército, movilizando peones y ballesteros de la Hermandad Vieja de Toledo, Talavera y Ciudad Real, y disponiendo recursos económicos.

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L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 109.

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Tras el descontento generalizado de la población al ver el gasto económico excesivo de la guerra, el condestable, estando en Trujillo, envió mensajeros al alcaide García Sánchez de Quiñones rogándole su salida del castillo para hablar con él en una solana cercana. El alcaide le respondió que si lo hacía, sirviendo al infante don Enrique, que lo recibiría en otro lugar próximo a los muros que tenía una profunda pendiente. El condestable señaló la parte del castillo y la hora donde se celebraría dicho encuentro. “Durante la noche, mandó don Álvaro de Luna que treinta hombres armados se escondieran en secreto dentro de una ermita que había a los pies de la muela del castillo con el ruego de que no se hiciesen notar ni infundieran sospecha en tanto se les diera la oportuna señal” 61. Armado, don Álvaro se dirigió al lugar acompañado por don Juan de Silva, pero debido al recibimiento del alcaide, no consideró propicio poner en práctica su plan; “pues había previsto, cuando le hiciera reverencia, liarle al cuello una cuerda de cáñamo que llevaba escondida debajo de la ropa y tirar fuerte de él arrojándole rodando por la pendiente” 62. El diálogo mantenido por ambos y la contestación, con malos modos, del alcaide provocó que don Álvaro le arrebatara la espada obligándole a entregar el castillo y la villa al rey Juan II. El alcaide le dio un golpe al condestable y para defenderse el condestable se abrazó a él y se arrojó rodando por la pendiente hasta caer en medio de los suyos. De esta forma tan peculiar, Trujillo se rindió. A continuación, en diciembre de 1429, se obtuvo la plaza de Montánchez. Alburquerque, refugio supremo de los infantes Enrique y Pedro, resistió mejor. Fue atacado a inicios de 1430 sin éxito. De regreso a Medina del Campo, don Álvaro recibió de las manos del rey el maestrazgo de Santiago. Sobre este maestrazgo y la condestablía pensaba levantar el edificio de su futuro poder. Debido al fracaso de la invasión, al repliegue de los infantes hacia Extremadura, a la imposibilidad de provocar una intervención portuguesa y a la brillante campaña iniciada por don Álvaro de Luna, Alfonso V de Aragón se vio obligado a abandonar la lucha. Los castellanos intentaron llegar a una tregua con los aragoneses, pero las pautas que se señalaron no fueron aceptadas por Alfonso V, declarando nuevamente abiertas las hostilidades. Atravesando el territorio portugués, el 61 62

J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 87. J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 88.

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infante don Pedro atacó el castillo de Alba de Liste con la intención de levantar en armas Salamanca y Zamora. Pero Juan II y el condestable acudieron a hacerle frente, obligando a huir al infante y recuperando el castillo. Leonor de Aragón y Alburquerque, que tuvo la posesión anteriormente del castillo, fue hecha prisionera en Tordesillas a mediados del mes de marzo por su colaboración con los rebeldes. Una buena parte de lo que poseía fue entregado al condestable. La falta de dinero que sufrían los infantes había hecho que su situación resultase desesperada, al igual que la de Alfonso V. A finales de mayo Alfonso V y el rey de Navarra se reunieron con la intención de negociar. Castilla estaba dispuesta a conceder la paz y a restituir la libertad a Leonor de Aragón y Alburquerque pero se negaba a la devolución de tierras y villas confiscadas y a conceder una compensación por la pérdida de sus rentas. Los infantes Enrique y Pedro se negaron aceptar las condiciones propuestas en la tregua de Majano. Ambos, refugiados en Alburquerque, continuaron manteniendo el estandarte de la rebelión. Tuvieron intención de llamar a los nobles castellanos a la rebeldía acusando al condestable de tirano pero don Álvaro supo cortar el problema de raíz amenazando con duros castigos a los posibles traidores. Portugal, por su parte, se vio obligada a firmar una reconciliación con Castilla para mantener el equilibrio interior. Esta paz era necesaria para don Álvaro ya que destruía las posibilidades de cerco peninsular intentado por los aragoneses. Como consecuencia, Castilla vio elevarse su prestigio en todo el Occidente europeo. 2.4. El gobierno de don Álvaro. A partir del año siguiente comienza el gobierno de don Álvaro de Luna y, con la tregua recientemente firmada, se da paso a un período de siete años de paz en el reino de Castilla. “La razón de esta tranquilidad está precisamente en el hecho de que eliminados los infantes, una oligarquía se apoderó del consejo; de ella fue don Álvaro la cabeza, pero nada más erróneo que creer, como a menudo se ha dicho, en el establecimiento de su dictadura” 63. La clave de la nueva situación política se reveló mediante el matrimonio del condestable, viudo ya de Elvira Portocarrero, con una hija de don Rodrigo Alfonso Pimentel, conde de Benavente (árbitro del nuevo régimen), Juana Pimentel. La ceremonia tuvo lugar en Calabazanos, cerca de la ciudad de Palencia, el 27 de enero de 1431. Sin tomarse descanso alguno tras el casamiento, deci63

J. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 123.

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dió regresar al trabajo y ayudar al rey en su guerra con los moros de Granada. Como se ha comentado en el apartado de los Ideales caballerescos, la guerra contra Granada era una excusa más para demostrar los sentimientos de la nobleza de rechazo hacia el infiel pero, en realidad, a don Álvaro le interesaba por otras dos razones. La primera era emular las hazañas de Fernando de Antequera “arrebatando así a éste la exclusiva en lo que se consideraba entonces la más justa de todas las guerras” 64, y la segunda castigar a Muhammad VIII que había negociado con Aragón, para hacerle saber que no podía desafiar al reino de Castilla. Con el permiso del rey, don Álvaro partió hacia la frontera con dos finalidades: manifestar su cercanía al monarca y hacer daño a los enemigos de la fe cristiana. Partió acompañado por 1500 hombres armados y alcanzó Córdoba, donde fue recibido con grandes honores. Poco después se reunieron con él en el castillo de Albendín 1500 jinetes de Andalucía. A continuación se dirigieron al cerro Cabeza de Carnero desde donde al día siguiente pasaron al reino granadino. Cerca de Íllora se produjeron dos primeras escaramuzas. Por un lado, Diego de Rivera, Fernán López de Saldaña y un grupo de caballeros realizaron acciones violentas en la villa, quemando todo a su paso. Mientras, por otro lado, el condestable atacó la vega de Granada asentándose en el río Genil. Siguiendo con los ataques, arrasaron varios pueblos musulmanes. Las acciones violentas continuaron y, tras no recibir respuesta alguna de Muhammad VIII, don Álvaro ordenó a un grupo de caballeros que habían combatido anteriormente, entrar por la fuerza en Tajara quemando y matando aquellos que encontraban a su paso hasta llegar al castillo. El condestable insistió de nuevo en esperar a que el nazarí saliese a recibirle, pero viendo que no lo hacía, continuó la quema de huertos hasta alcanzar la ciudad de Loja donde tuvieron lugar unas escaramuzas, mandó quemar las alquerías y derribar las atalayas. Partió después a Málaga con el fin de sitiarla. El 1 de julio de 1431 tuvo lugar la batalla de la Higueruela en la que Muhammad VIII sufrió una importante derrota. El condestable demostró la dureza de su ejército, lo que le otorgó aún más prestigio en la Corte. Prueba de ello, dicha victoria se plasmó en una gran pintura mural conservada en el monasterio de El Escorial.

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J. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 129.

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Tras esta victoria, la campaña bélica continuó con la intención de destronar a Muhammad VIII y de imponer sobre la ciudad de Granada un régimen de protectorado, lo que se consiguió el 1 de enero de 1432 cuando el rival, Yusuf IV, al trono de Muhammad VIII entró en la ciudad reduciéndole sus posesiones a Málaga, Gibraltar, Ronda y Setenil. A finales del mes de enero, permaneciendo fiel a Juan II y a don Álvaro, el sucesor de Muhammad VIII redactó un tratado confirmando el sometimiento de Granada al dominio castellano como protectorado. También se comprometía a liberar a los cautivos cristianos y a prestar auxilio bélico a Castilla. Desgraciadamente para los castellanos los objetivos no tuvieron tiempo de cumplirse porque la muerte sorprendió pocos meses después a Yusuf IV, permitiendo el regreso de Muhammad VIII al trono granadino. El retorno dio pie a una nueva guerra que duraría ocho años (1432-1439). Aprovechando la anterior victoria y el prestigio cosechado, don Álvaro jugó un importante papel para incrementar su propaganda tanto interior como exterior. En general, la política del condestable en Granada arrojaba, a principios de 1439, un balance de éxitos considerables. Las consecuencias bélicas provocaron un retroceso de la frontera del taifa y el regreso a un período de treguas que, sucesivamente aplazadas, duraron hasta alcanzar el año 1446. Ajenas al conflicto, en 1431 comenzaron a surgir una serie de oposiciones de carácter interno hacia don Álvaro de Luna. Uno de los que fue acusado de conspirar contra el condestable, Egas Venegas, señor de Luque, fue hecho prisionero en abril en Córdoba. Sin embargo, en julio del mismo año, después de la victoria, Juan II, permaneciendo aún en el reino de Granada, se vio en la obligación de volver a Castilla para evitar un conflicto interno entre los miembros de los partidos políticos debido a una reciente discusión. Principalmente el descontento se debía al absorbente poder que estaba obteniendo el condestable. A principios de 1432 don Álvaro hizo detener a los miembros de la oposición: Pedro Velasco, conde de Haro; Gutiérrez de Toledo, obispo de Palencia, y Fernando Álvarez, señor de Valdecorneja, acusados de conspirar con el rey de Navarra. La intención de don Álvaro con esta acción era demostrar una cierta autoridad destinada a sorprender y atemorizar. El conde de Haro, Diego Sarmiento y Fernando Álvarez fueron puestos en libertad unos días después. A continuación, don Álvaro pidió al pontífice la destitución del maestre de Alcántara, Juan de Sotomayor, quien estaba ayudando a los infantes. En realidad, el maestre, que no se sentía respaldado por sus caballeros, había adoptado una

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actitud vacilante, negociando a la vez con don Enrique y con el monarca 65. Tras el fracaso de las treguas de Majano se produjo una nueva reacción de los rebeldes en Extremadura. Ello provocó que se iniciaran negociaciones a mediados de enero de 1431 en Ágreda y Tarazona. Unas conversaciones que no hicieron más que desembocar en disputas y aplazamientos durante lo que quedaba de año y parte del siguiente. Sin llegar a ninguna solución, los infantes, observando la situación de inestabilidad existente en la Corte por la oposición al condestable, decidieron retomar el conflicto; se acercaba un nuevo enfrentamiento entre los infantes y Castilla. Para ello, pensaban contar con la ayuda que les proporcionara Portugal en cuanto a tropas. Pero su rey prohibió dicho auxilio y los infantes tuvieron que acudir a Alcántara donde, más tarde, la rebelión fue abortada con la prisión de don Pedro. Teniendo este poderoso rehén en sus manos el monarca pudo organizar la paz. La noticia de lo acontecido en Alcántara llegó a Castilla y el rey de Portugal intervino proponiendo un intercambio: la libertad del infante por las fortalezas que aún estaban en rebeldía. Para Castilla la situación era propicia para poner fin a una guerra complicada. En octubre del mismo año, Portugal y Castilla firmaron un tratado por el cual el castellano duque de Coímbra recibiría al infante prisionero para entregarlo a su hermano después de que éste, rendidas todas las fortalezas que aún le obedecían, hubiera cruzado la frontera. Los objetivos establecidos fueron correctamente cumplidos. Don Álvaro de Luna obtuvo un buen beneficio del suceso porque le permitió estrechar lazos con Portugal. Continuando con el balance de éxitos del condestable, el más importante fue la participación de los castellanos en el Concilio de Basilea ya que allí jugó el papel de gran potencia en el ámbito internacional y, de cara al futuro, sus reyes consiguieron anudar lazos de fidelidad y confianza con la Santa Sede. Fiel a la alianza francesa, Juan II “tomó partido desde el 29 de mayo y, el 30 de agosto, se incorporaba al Concilio su enviado [...] Juan de Torquemada” 66. Su situación le permitía a don Álvaro de Luna presentar a Castilla como el mejor punto de apoyo para el papa en todo el Occidente. El Concilio se inauguró el 23 de junio de 1431 y tuvo como primeros objetivos principales verificar las cartas de 65 66

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 135. A. FLICHE y V. MARTIN, “El gran Cisma de Occidente”, en Historia de la Iglesia, vol. XV, Valencia, 1977, p. 286.

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poder, examinar los títulos y designar los diputados, algo que se hizo difícil debido a la ausencia de reglas 67. El Papa Eugenio IV vio en el Concilio un peligro grave debido a las presiones que estaba ejerciendo el emperador Segismundo en la ciudad de Basilea. En Francia tuvo lugar una asamblea para buscar la reconciliación entre el Concilio y el papa. Éste envió en representación suya a Alfonso Carrillo, cardenal de San Eustaquio, que además concedió a don Álvaro de Luna un subsidio de 100.000 florines por los gastos de la guerra de Granada. De veintiún cardenales, quince decidieron optar a favor del Concilio “por convicción, por preocupación política, por miedo a los decretos de contumacia publicados contra ellos, o simplemente por rencor contra el papa que no había mantenido el compromiso que había adoptado de asociarlos al gobierno de la Iglesia”. Al papa se le acusaba de esquivar las reformas y se murmuraba que su intransigencia conduciría al cisma y a la aniquilación de la Iglesia 68. Castilla decidió finalmente posicionarse del lado del Concilio entrando en la ciudad en actitud de nación en agosto de 1434. Tampoco hubo un buen ambiente entre los convocados ya que las opiniones resultaron ser diferentes. Finalmente, Alfonso de Santa María impuso el derecho del Concilio. En las votaciones, Castilla obtuvo resultados favorables favorable en tres de las cuatro comisiones en que se había dividido el Concilio 69. Pero en 1435 se acordó designar una comisión de las naciones alemana e italiana con el fin de arreglar la situación, aunque los castellanos se negaron a aceptar. Como consecuencia del contenido de un discurso realizado por un inglés denominando a su soberano rey de Inglaterra y Francia, tanto castellanos como franceses se unieron para organizar un escándalo. “A pesar de todos sus esfuerzos, e incluso de la intervención del emperador en favor de los ingleses, los castellanos se mantuvieron firmes; la larga batalla terminó el 14 de junio de 1435 con una victoria castellana” 70. A partir de ese momento, los ánimos en el Concilio se agravaron notablemente. Castilla presentó un programa compuesto por cuatro A. FLICHE y V. MARTIN, “El gran Cisma...”, pp. 282 y 298. A. FLICHE y V. MARTIN, “El gran Cisma...”, pp. 287 y 297. 69 Teniendo cada una de ellas una misión: la fe, la paz, la reforma y los asuntos generales. Cada diputación debía contar con una representación igual de las naciones y clérigos de todas las jerarquías; tenía un presidente, cambiado cada mes, y un promotor permanente. Estaban previstas tres sesiones por semana, cuyo orden del día era fijado por el presidente. 70 L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 139. 67 68

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partes donde se manifestaba una serie de quejas: exenciones de impuestos de clérigos de menores y terciarios franciscanos, derecho de asilo de las iglesias a los criminales, excomuniones abusivas cuando se pretende arrebatar al clero tierras que usurpa, y apelaciones a Roma. Las respuestas del Concilio fueron evasivas. Los castellanos pedían una corrección para los abusos, mientas que los reformistas querían una completa revolución que transmitiera los poderes del papa a la asamblea conciliar. La situación, cada vez más violenta, propició que los castellanos apoyaran al pontífice. El conflicto tuvo su continuación en la disputa de las islas Canarias entre Portugal y España presentada ante el Concilio. Enrique el Navegante reclamaba sus derechos sobre ellas apoyándose en la fracasada expedición que llevó a cabo Fernando de Castro en 1424. Castilla, por su parte, protestaba en defensa de los derechos de Juan II. En mayo de 1438, Alfonso de Santa María reclamó en favor de Castilla los derechos de conquista del reino de los benimerines en el norte de África. En las siguientes sesiones del Concilio, las disputas entre sectores se fueron incrementando poniendo en peligro al cristianismo porque dichas discusiones en torno al monarquismo de la Iglesia eran de vital importancia. Se acostumbra a considerar la fecha del 30 de julio de 1434 como la de ruptura entre los poderes laicos y los reformadores. En 1436 se planteó el traslado del Concilio, señalando como propuestas Roma, Pisa, Florencia y Siena. Pero los conciliaristas se negaron a abandonar Basilea, excepto si se elegía otra sede no italiana. Alfonso de Santa María presentó Ginebra, Aviñón y Florencia. La actitud de Castilla no se hizo claramente pontificia hasta que la rebelión de Basilea se convirtió en un declarado cisma. Tanto el papa como el Concilio hicieron grandes esfuerzos para atraer a Castilla a su bando. El 18 de septiembre de 1438 Eugenio IV decidió trasladar el Concilio a Ferrara. Muchos de los convocados se negaron a asistir pero finalmente el 25 de enero acudirían a la cita. A partir de este mismo año, la actitud castellana experimentó un cambio radical ya que Juan II se convirtió, desde la declaración del cisma, en un enemigo del Concilio 71. Del mismo modo que Castilla, Francia aceptó sumarse pero, a consecuencia del rechazo a las propuestas que planteaban conjuntamente, terminó por abandonar el Concilio. Entre la Santa Sede y los monarcas 71

Hacia 1438, cuando el Concilio quiso procesar al papa, se acentuó la división de las naciones. Las decisiones del Concilio sólo tenían verdadero alcance si lograban obtener el beneplácito de los príncipes.

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castellanos se establecieron lazos de agradecimiento que se fortalecieron en el futuro. El objetivo de don Álvaro de buscar apoyos en el exterior se había cumplido. Frente al creciente poder que obtenía el condestable y a su posición como árbitro de la política castellana, el odio que se acumulaba contra él no dejaba de crecer. Tanto los Manrique como los Pimentel y los Enríquez, aliados desde 1429, no estaban dispuestos a consentir que un nuevo poder, más directo y personal, se les impusiera. De estos linajes partió en 1439 el movimiento de rebelión. En 1435 Castilla se llenó de celebraciones cuando doña Juana de Pimentel, mujer de don Álvaro de Luna, dio a luz a un hijo al que pusieron por nombre Juan en homenaje al rey. Los reyes de Castilla fueron los padrinos del niño. Una vez más se manifestaban los lazos tan estrechos que se habían establecido entre don Álvaro y el rey que, por el hecho de convertirse en padrino de su hijo, podía considerarse un miembro de su familia. Quién iba a pensar que un condestable pudiera lograr que los reyes de Castilla formasen parte de su vida personal. Obviamente, este fuerte acercamiento no fue del agrado de los nobles de la Corte, pero sí sirvió como un motivo más por el que actuar en contra del condestable. Del mismo modo que puso el condestable la vida de su hijo en manos de los reyes, a la muerte de don Pedro Fernández de Córdoba, que se encargaba de la crianza y educación del príncipe don Enrique, Juan II hizo que don Álvaro de Luna se ocupara de que recibiera una educación adecuada. Don Álvaro aceptó el encargo con intención de desprenderse de él enseguida, y se lo traspasó a un hombre de su entera confianza, aunque incapaz, llamado don Pedro Manuel de Llando, pidiendo al arzobispo de Toledo que estuviese también pendiente del príncipe. El mal resultado de esta educación se fue observando a partir de que el príncipe alcanzó una edad comprometida y, sobre todo, durante su reinado (Enrique IV) 72. En este contexto es necesario recordar que entre las Coronas de Castilla y Aragón había tregua pero no paz y, conforme aumentaba la oposición contra el gobierno del condestable, más difícil se le hacía estabilizar las relaciones diplomáticas, concretamente, con el rey de Navarra. Éste fue precisamente su último gran éxito. Alfonso V había propuesto como medio para solucionar las tensiones la entrega por parte de Juan II de una renta de 200.000 florines y el derecho de con72

J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 114.

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quista del reino de Granada al infante don Enrique. La proposición demostraba el intento de que hubiera una conciliación. Estando ausentes los reyes de Navarra y de Aragón, sus esposas se encargaron de solicitar una prórroga de las treguas, algo que Juan II concedió con facilidad hasta el 1 de noviembre de 1435, y, tras la noticia de la derrota de Alfonso V y sus hermanos a manos de los genoveses, las prorrogó de nuevo otros nueve meses. Al regreso de Juan de Navarra a Castilla tras ser liberado, inició de nuevo negociaciones el 13 de abril de 1436 presentando dos peticiones delimitadas y concretas para la paz: “mutua restitución de fortalezas y devolución de bienes a los exiliados” 73. La voluntad de don Álvaro de Luna de iniciar una negociación coincidía con la del rey de Navarra. Dichas conversaciones tuvieron una duración de cinco meses y se escrituraron el 22 de septiembre en Toledo, siendo ratificadas por Alfonso V el 27 de diciembre de 1436. Al año siguiente, don Álvaro se encontraba junto con el rey Juan II en Guadalajara cuando le fue entregada la villa y la fortaleza de Montalbán y, en compensación por ello, cedió a la reina las tercias de Arévalo. Ambos hombres partieron de la ciudad para dirigirse a Roa hacia 1438 donde se informaron de la enfermedad de don Juan de Luna, señor de Illueca. A continuación partieron ambos hacia Madrigal donde recibieron la noticia del incendio de una torre de la casa del condestable en Escalona. Allí permaneció don Álvaro hasta 1440. A partir de mediados de febrero de 1439, circularon por el reino dos cartas con el propósito de difundir, a modo de programa, la lucha para destruir el gobierno personalista del condestable e instaurar el de la auténtica oligarquía nobiliaria. Paulatinamente, don Álvaro era consciente de que todo lo que había construido con su política se iba desintegrando. La pérdida de Valladolid a manos de los rebeldes impulsó al condestable a negociar. El fracaso de estas conversaciones no le dejó más recursos que rendirse o luchar. “El condestable estaba jugando su última carta: el prestigio de la monarquía. Si éste era bastante para identificar a los aragoneses con su causa, quedaba una esperanza de triunfar” 74. Contando con la presencia de los infantes, don Álvaro de Luna hizo un amplio despliegue de sus fuerzas al tiempo que don Enrique se unía a la nobleza en Valladolid después de haber obtenido promesas de que 73 74

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 147. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 154.

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le ayudarían a recuperar los bienes confiscados. Este hecho decidió el fin de las hostilidades. Don Álvaro abandonó el enfrentamiento y se retiró a Medina del Campo, aconsejando al rey de Navarra la negociación. De este modo, el condestable recuperaba el cargo de árbitro de Castilla. Las negociaciones siguieron tres direcciones: “la favorable a don Álvaro, que quería salvar, al menos, los restos de su poder; la nobleza, que no se conformaba con menos que la destrucción del gobierno personal del valido; y la de los infantes, que, sintiéndose un poco árbitros de la situación, aspiraban a recuperar sus antiguas posesiones” 75. De abril a junio se celebraron cinco conferencias sin llegar a ningún resultado satisfactorio. La primera de las conferencias, celebrada en abril de 1439, no aportó ningún acuerdo, pero favoreció a los nobles cuyos partidarios aumentaban en número. Don Enrique convirtió en liga lo que hasta entonces era una mutua promesa. Éste fue el acuerdo de Renedo, celebrado en ese pueblo y que constituyó la creación de un partido político con un objetivo común. La segunda conferencia significó los primeros movimientos de la Liga: aunque sus propuestas fueron rechazadas, la labor del infante iba sumando éxitos. Tras la tercera conferencia, frustrada, las tensiones se agudizaron cada vez más y el 26 de mayo los rebeldes, sin saberse cómo, se apoderaron de la ciudad de Tordesillas. En la cuarta conferencia, en junio de ese mismo año, no se alcanzó acuerdo alguno, llegándose así a la quinta conferencia en la cual Tordesillas fue entregada a Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro. Las reuniones, del 15 al 20 de junio, sentaron las bases para una futura negociación. Estando don Álvaro y el rey en Medina, recibieron la noticia de que se había producido un ataque en junio contra Roa. El rey de Navarra se hizo fuerte con la nobleza de su parte y propuso una negociación. Don Álvaro, ante la situación de soledad en que estaba, quería salvar algo de su ruina. Los infantes hicieron lo posible porque se aprobase su voluntad de instaurar su política en Castilla. En Castronuño se celebraron unas conferencias en las que el rey Juan II redactó un acta secreta invalidando las concesiones otorgadas al rey de Navarra. El 22 de octubre se firmaron dos documentos: uno de carácter general, que ordenaba el destierro de don Álvaro de Luna de la Corte por seis meses, la disolución de las tropas de cada bando y la anulación de los procesos de rebeldía; y otro, de carácter privado con el rey de Navarra, me75

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 155.

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diante el cual él y su hermano eran restituidos a la situación económica anterior a 1425. Por su parte, los infantes prometieron no reclamar las villas o bienes que hubiesen sido entregados al condestable. Desterrado don Álvaro, el linaje con el que había estado aliado anteriormente, los Álvarez de Toledo, gobernaba el reino, mientras el condestable intentaba por todos los medios construir una resistencia desde Escalona donde reunió tropas en 1440. Fuera de la Corte, los infantes manifestaron sus intenciones de ocuparse del gobierno y de negar al rey Juan II el derecho de elegir a sus consejeros. Durante la mayor parte del año 1440 la pugna por el poder fue signo distintivo de la historia castellana. La tensión que se respiraba en el ambiente era enorme pero sin llegar a desembocar en guerra. Sin embargo, los partidarios de don Álvaro de Luna eran demasiado débiles para resistir, al igual que el mismo rey Juan II. Los infantes aprovecharon ambas debilidades y pidieron al monarca que despidiera a sus consejeros y regresara a Madrigal con los nobles. A mediados de febrero el rey supo que un ejército avanzaba sobre Salamanca y decidió abandonar la ciudad acompañado de sus consejeros para refugiarse en Bonilla de la Sierra. Observando la débil situación del monarca, al ver que don Álvaro no estaba con él para ayudarle y aconsejarle, pareció ceder en algunos puntos como en la devolución de bienes a los infantes. Pero, en realidad, el rey pretendía ganar tiempo mientras esperaba que se llevar a cabo la toma de Ávila por el conde de Alba y así poder refugiarse en una ciudad amurallada; pero no fue así y el rey de Navarra penetró en la ciudad completándose el círculo de grandes ciudades ocupadas: Valladolid, Salamanca, Segovia, Ávila, Guadalajara, Zamora y Burgos. Finalmente, Juan II, sin otro remedio, aceptó la capitulación que se le presentaba y que significó el triunfo la nobleza. Dicho documento era un duro alegato contra la tiranía del condestable. Valladolid se convirtió en la nueva sede de las futuras Cortes. Fue en este contexto cuando apareció una figura, de linaje mixto, ambicioso y hábil que proyectaba emular al condestable: don Juan Pacheco. Estando en la Corte, Pacheco aislaba y acaparaba al futuro heredero, mientras la nobleza reconocía al Consejo real, la Audiencia y las Cortes como los tres organismos rectores de la monarquía. Sin embargo, don Álvaro de Luna en su castillo de Escalona maduraba la contraofensiva. El condestable aún tenia de su parte al rey y a sus incondicionales, que reaparecieron en 1441. Como apoyo de ámbito exterior permanecían la Iglesia y Portugal.

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Al comienzo de 1441, don Álvaro de Luna tenía completos sus preparativos para renovar las hostilidades y, para ello, contaba con varios apoyos. Incumpliendo los acuerdos de Bonilla en los cuales se obligaba a las ciudades a mostrar fidelidad al rey, el alcalde mayor de Toledo Pedro López de Ayala permitió la entrada en la ciudad del infante don Enrique acompañado de sus tropas para iniciar un ataque contra don Álvaro. Esta ocupación obligó a Juan II a abandonar Arévalo en enero y a verse con don Álvaro en El Tiemblo. La declaración de guerra fue incitada por el infante al negarse abrir las puertas de Toledo por el temor que le producían los amigos del condestable que acompañaban al rey. Los jefes de los más importantes linajes del reino se reunieron para constituir otra liga y enviaron un documento a don Álvaro a modo de desafío. Tal manifiesto era una valiosa declaración de principios; la fórmula, el gobierno de la nobleza, era considerada la única solución justa para los problemas políticos castellanos. Sin tener conocimiento de tal documento, Juan II ordenó a las ciudades castellanas hacer la guerra a los nobles rebeldes. El enfrentamiento dio comienzo y se produjo un ataque simultáneo contra dos núcleos de don Álvaro para destruir su poder. Por un lado se atacaron Maqueda e Illescas mientras que por el otro don Álvaro tuvo que replegarse a Escalona fortaleciendo sus defensas aunque la villa no llegó a sufrir ataque alguno a pesar de la vigilancia de las tropas del infante. El panorama de Juan II, aislado sin esperanza de recibir auxilio, fue un indicio para considerar que la nobleza había conseguido un primer éxito en esta fase de la guerra. En el curso del mes de abril la fortuna de don Álvaro cambió rápidamente, tanto que la segunda fase de la guerra pareció a punto de darle la victoria. Cerca de Cardeñosa las tropas del rey de Navarra derrotaron a los soldados de Juan II e inmediatamente don Álvaro venció en las afueras de Escalona a los capitanes del infante. A principios de abril, don Álvaro fue llamado y se entrevistó con el rey para desarrollar un plan de ofensiva. Sin perder tiempo, don Álvaro y su hermano reunieron 1.100 hombres para atacar Torrijos, una de las principales posiciones del infante don Enrique. Juan II tomó Olmedo y logró la rendición del castillo de la Mota. En Medina, la desunión y la traición reinaba entre el bando rebelde. Roto su destierro, don Álvaro se encontraba al frente del futuro de Castilla y tuvo que forzar la lucha si bien el condestable perdió ocho días hasta conseguir que el Consejo se posicionara de manera favorable a la guerra, y fue gracias al apoyo recibido del conde de Alba y el maestre de Alcántara.

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La entrada en Medina del Campo de los partidarios del rey de Navarra provocó confusión e hizo que don Álvaro organizase la lucha, pero tanto el conde de Alba como el arzobispo de Sevilla se posicionaron a favor de la rendición. El condestable no tuvo más remedio que irse junto a sus partidarios. El clan aragonés, que se consideraba el verdadero autor de la victoria, aspiraba a que ésta sirviera para reconstruir su hegemonía sobre toda la Península. El día después de la fuga del condestable se convocó una comisión con la reina María, el infante y el almirante, a la que fue admitido el conde de Alba. De esta reunión salió la publicación de un documento compuesto por varios capítulos: el primero se refería a don Álvaro, desterrado por seis años a San Martín de Valdeiglesias o Riaza, apartado de sus fieles y con la obligación de entregar todos sus castillos. El segundo estaba relacionado con la elección, por parte de los infantes, de aquellas personas que debían ser expulsadas de la Corte. Y el tercero se enfrentaba al problema de la regulación del Consejo al que debían acceder tres grandes, dos prelados, dos caballeros y cuatro doctores. Pese a ser grandes propietarios de riquezas, los nobles que gobernaba Castilla no tenían un programa político definido. Por ello la oligarquía en el poder se vio obligada a recurrir a las Cortes, que se celebraron en Toro a principios de 1442. Los nobles exigieron una compensación por el gasto militar y los procuradores les otorgaron un subsidio de 80 millones de maravedís. En el interior de la Corte también existía una ambiente de recelo, algo que fue aprovechado por don Álvaro de Luna quien se ocupó de negociar en secreto con cualquier persona que se prestara a ello para aumentar las disensiones. En este contexto es necesario fijarse en don Juan Pacheco que, como ya se ha dicho anteriormente, aspiraba a ocupar cerca del príncipe heredero el mismo papel que don Álvaro de Luna jugaba al lado del rey. Los infantes estaban casi reconciliados con don Álvaro de Luna. En Escalona se celebró el bautizo de una hija del condestable, ocasión para mostrar de nuevo su poderío a la hora de organizar grandes fiestas. A principios del mes de julio de 1443, en el pequeño pueblo de Rámaga, el rey de Navarra consiguió que el Consejo ordenara la detención de Alonso Pérez de Vivero y de Pedro Yáñez y acordara, una vez más, la expulsión de todos los partidarios de don Álvaro. Este golpe de estado colocó en el poder a la Liga y convirtió a Juan II en prisionero, además de ser el punto de partida de una guerra civil que buscaba la

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eliminación de los infantes. Luis Suarez Fernández 76 sostiene que este acontecimiento fue un hecho discutido y borroso sobre el que no se tienen datos suficientes. Desde el día siguiente al golpe de estado, Barrientos aconsejó a don Enrique un acuerdo con el condestable, que pasaba a ser el máximo defensor de la libertad del rey. Don Álvaro que avanzó desde Escalona a La Adrada. La obsesión del infante don Enrique por ejercer su hegemonía sobre los nobles andaluces debilitó las fuerzas aragonesas, dividiéndolas y ampliando el radio de la guerra, lo que atrajo a más enemigos. El 10 de julio tanto Barrientos como Juan Pacheco llamaron al condestable y aceptaron las negociaciones, celebradas desde septiembre de ese año hasta marzo de 1444. Tras la reconciliación entre el príncipe y el rey y el fracaso de la reunión entre el rey de Navarra y los miembros de la Liga, la conspiración contra el condestable estaba en proceso de maduración. Se reclutaron tropas en Burgos y se inició un ataque fracasado a Sevilla que dividió Andalucía en dos zonas de influencia entre los Guzmán y los Ponce de León. A continuación, sin recibir siquiera la promesa de aceptar el contenido del documento que le habían entregado en Santa María de Nieva, don Enrique declaró la guerra, proclamando su alianza con el condestable y ordenando atacar Navarra. El rey de Navarra trasladó a Juan II a Portillo y se dirigió a tomar posiciones en Pampliega. Aunque se llevaron a cabo negociaciones, fracasaron y el navarro se retiró a Palenzuela tras la fuga de Juan II mediante un acuerdo entre el cardenal Juan de Cervantes, el rey y su esposa María, que a la postre fue un suceso decisivo. El ejército real tuvo que regresar a Castilla para enfrentarse a la invasión aragonesa. Juan II exigió el abandono del reino por parte del rey de Navarra y se concretó una tregua de cinco meses. Durante ese tiempo, se procedió a reunir todo el armamento posible y a recaudar dinero. Acabada la tregua en febrero de 1445, se comenzó la invasión por Alcalá de Henares. Pese a los intentos del rey de Navarra de entablar negociaciones, don Álvaro prefirió la batalla, que se produjo en abril del mismo año en Olmedo. Resultó ser un enfrentamiento de poca duración y de pocos heridos, entre ellos “el infante de un puntazo de espada en una mano y el condestable de un choque de lanza en el muslo. El infante mal curado de la herida de Olmedo y peor si cabe en Calatayud, murió en aquella ciudad aragonesa días después. Don Álvaro de Luna, mantenido en pie por su coraje, por el deseo de victoria que ardía dentro de él, aguan76

Los Trastámaras de Castilla..., vol. XV, p. 176.

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tó firme en la pelea hasta el ultimo momento, no sólo mientras duró la batalla, sino persiguiendo después en la oscuridad de la noche a la hueste de los confederados durante la huida” 77. Don Álvaro había conseguido que no hubiera ninguna oposición rebelde contra él y, por tanto, vencedor en la batalla, vio la posibilidad de instalar un régimen monárquico radical. 2.5. La caída de don Álvaro. Vencidos los infantes, el almirante, el conde de Benavente, el de Castro y los Manrique, también contrarios a don Álvaro, estaban fugitivos o presos. Tras la euforia de la victoria, el príncipe de Asturias, guiado por Juan Pacheco, mostró señales de oposición. Esta actitud obligó a don Álvaro a acelerar el segundo matrimonio del rey con Isabel de Portugal, viendo en este reino un apoyo para su política personal. “Juan II no entró a gusto en este casamiento. Por razones de estado argüidas por don Álvaro, se resignó a aceptarlo como un servicio por su parte en favor del reino de Castilla. Tan sólo ante algunos miembros de su familia, alguien le oyó pronunciar una frase escueta en vísperas de la segunda boda: «Yo me casaré, pues el condestable lo ha hecho; más él meterá en Castilla a quien se encargue de quitarlo de ella». Una profecía que dicha por boca de la persona que con el tiempo la habría de llevar a cabo, tomada tintes de tragedia” 78. La boda se celebró en Madrigal en agosto de 1447. La reina consiguió en poco tiempo hacerse con el corazón del rey y pronto se convertiría en una gran enemiga de don Álvaro. “[...] aquella jovencísima Isabel de Portugal, que de un estatus nobiliario saltaba al primer rango de la realeza, y que parecía asegurar la posición del privado don Álvaro de Luna, afianzándole frente a sus enemigos, no trajo la paz al reino, como se hubiera podido esperar” 79. Los aragoneses fueron recibidos en Soria y las negociaciones que se llevaron a cabo quedaron interrumpidas debido al error de la toma del castillo de Verdejo. Las Cortes de Zaragoza, al aprobar ciertos subsidios, posibilitaron que el rey de Navarra se preparara para la ofensiva atacando Santa Cruz de Campezo y Huélamo. El balance desfavorable de la guerra con Aragón influyó negativamente sobre el poder de don

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J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 158. J. SERRANO BELINCHÓN, El Condestable..., p. 172. M. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Isabel la Católica, Madrid, 2003, p. 44.

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Álvaro. A partir del mes de diciembre se gestó un drama que conmovió a toda Castilla: la caída y muerte del valido 80. En marzo de 1448, don Álvaro de Luna aceptó treguas por cinco meses. Negoció con el marqués de Villena estableciendo un reparto del gobierno castellano y las negociaciones con Pacheco hicieron que su situación resultase difícil. Juan II aclaró que no serían reconocidas rentas de realengo a su hijo el príncipe. El 11 de mayo se celebró la reconciliación del rey con su hijo en Záfraga. El denominado golpe de Záfraga estuvo plagado de engaños en ofensa de don Álvaro, quien declaró la guerra a la nobleza evitando por todos los medios una futura reconciliación. “En adelante, su figura quedará aislada, como símbolo de la arbitrariedad. No es desacertado suponer la ejecución de don Álvaro como la consecuencia lógica del golpe de Záfraga” 81. No hubo pues gobierno dual. Ganándose la enemistad mortal de la nobleza y la oposición de las Cortes, el condestable no logró hacer aceptable su fórmula de coparticipación en el poder. También Pacheco contribuyó a la negativa situación por la que pasaba el condestable rompiendo su relación con él. Al finalizar el verano de 1448 se le pudo considerar prácticamente fracasado. A pesar de ello, permaneció junto al rey. La fortaleza que poseía don Álvaro iba desapareciendo conforme pasaban los días, perdiendo cada vez más apoyos y, sobre todo, el afecto del monarca. La nobleza tuvo claro su objetivo: destruir al condestable; para ello, el almirante don Fadrique y el conde de Castro intentaron convencer al rey de Navarra del carácter violento de la política de don Álvaro, pero éste aún no tomó la iniciativa, cumpliendo con la moderación recomendada por Alfonso V. Con el objetivo de atraer al príncipe de Asturias y viendo que no se renovaba la tregua entre Castilla y Aragón, la nobleza decidió iniciar las hostilidades en noviembre de 1448. Por su parte, don Álvaro alentó los sentimientos de las ciudades aragonesas contrarios a la guerra, en especial Valencia, donde obtuvo una declaración de paz aunque no resultó suficiente para evitar que los valencianos fueran derrotados. La nobleza le había arrebatado al condestable el control sobre el reino de Murcia, convirtiéndolo en el punto de partida para el asalto final a don Álvaro. Todo estaba dispuesto para el gran ataque aragonés y, con la huida del conde Benavente de Portillo, comenzó a ponerse en ejecución. Mientras Juan II y sus tropas se dirigieron a atacar al conde, 80 81

M. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Isabel..., p. 48. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., p. 197.

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don Álvaro se retiró a Ocaña para entregar el maestrazgo a su hijo Juan de Luna y recaudar dinero para pagar a las tropas. El impuesto se cobró mal y provocó el levantamiento de la ciudad en enero 1449. El ataque aragonés sobre Cuenca fracasó, obligando a Juan II a establecer una paz con Fajardo. Las noticias que iban llegando a la Corte de Valladolid eran indicios claros de que el final se aproximaba. La muerte del duque de Coímbra permitió el triunfo en Portugal de un partido hostil al condestable, mientras se volvió a formar de nuevo de una gran liga nobiliaria encabezada por el infante don Enrique y otros nobles el 26 de julio de 1449, lo que hizo que el infante decidiera iniciar negociaciones con el rey olvidándose de mantener sus promesas. El príncipe se comprometió a entregar Toledo, mientras que el rey devolvió el castillo de Burgos. La oposición contra don Álvaro quedó momentáneamente deshecha y el conde de Benavente entró en Toledo donde se vivieron meses de terror. La tensión sólo disminuyó cuando el conde de Haro prometió auxilio militar. Observando este contexto, el condestable pensó que había perdido toda esperanza, pero entonces las circunstancias cambiaron bruscamente. El estallido de la guerra civil en Navarra en 1450 entre beamonteses y agramonteses y la discordia entre el marqués de Villena y don Enrique, proporcionaron al condestable la posibilidad de restablecer su situación política. Durante año y medio consiguió, en efecto, ejercer nuevamente el gobierno de Castilla. El condestable trató de reconstruir su alianza con Portugal, obteniendo el acuerdo de expulsar de ese reino al conde de Benavente. Otra negociación que llevó a cabo fue el matrimonio entre una de las hijas del conde de Haro y su propio hijo Juan de Luna. Don Álvaro consideraba tanto a Navarra como a Portugal unos peones más en su juego para la destrucción de la nobleza. En ese momento don Álvaro tenía en la mente dos ideas: alejar a los aragoneses y debilitar el partido del príncipe de Asturias. La paz del 8 de diciembre le garantizaba lo primero. Para conseguir la reconciliación con el príncipe eligió como escenario las Cortes de Valladolid, donde se presentó como árbitro. Lo que le importaba al condestable era la propaganda, difundiendo por el reino la noticia del arbitrio de paz. Se acordó ayudar al príncipe de Viana y la entrega de Toledo al rey. “De este modo la disputada ciudad del Tajo pasó, en julio de 1451, a poder de don Álvaro” 82. 82

L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., p. 205.

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Escalona, Toledo y la orden de Santiago le sirvieron como puntos de apoyo. El rey junto con su hijo el príncipe se dirigieron hacia la frontera de Navarra y en Navarrete recibieron la noticia de la sublevación de Juan de Tovar y Alfonso Enríquez en Palenzuela y Hornillos de Cerrato. Don Álvaro consiguió que los rebeldes quedaran aislados y cercó Estella. En 1451 el príncipe de Viana dialogó con el condestable obteniendo la retirada castellana de la ciudad y una alianza. A continuación, don Álvaro y Juan II atacaron Palenzuela que capituló a mediados de enero de 1452. Este año estuvo lleno de éxitos para don Álvaro. La caída de Palenzuela significaba las últimas esperanzas de la Liga. Don Álvaro aprovechó estos momentos para concertar una tregua de cinco años con Muhammad X. Declarada la guerra contra Navarra, Juan II se acercó a los beamonteses; se cercó Atienza y se consiguió la colaboración del arzobispo de Toledo y el marqués de Santillana. Don Álvaro estaba tocando el objetivo que se había propuesto. 2.6. La muerte de don Álvaro de Luna y sus efectos. Constituyó uno de los sucesos más sorprendentes y dramáticos del siglo XV en Castilla. Tanto la prisión de don Álvaro como su posterior degollamiento causaron grandes efectos en la mentalidad castellana. Habiéndose convertido en un poderoso valido durante treinta años como resultado de su gran labor, se ganó el respeto de unos pero también el odio de otros. No sólo la nobleza planeó una conjura en su contra, sino que Isabel de Portugal, la reina de Castilla, participó en dicha conjura. Llama la atención el cambio de actitud por su parte, ya que inicialmente había apoyado al valido y, gracias a él, pudo contraer matrimonio con Juan II 83. En el verano de 1452 la posición del condestable ya se consideraba firme aunque el afecto del rey estaba debilitado. La enemistad entre don Álvaro de Luna y el príncipe de Asturias volvió a agudizarse. A pesar de haber resultado fallido el intento de asesinato del condestable, la reina convenció al rey de destruir a su valido. Incluso a los nobles les sorprendió el cambio de actitud del rey. El traslado de la Corte a Burgos enfureció al conde de Plasencia, ya que el castillo era de su propiedad. Éste envió un documento a Juan II por el que declaraba tanto su rebeldía como la prisión del condestable. Don Álvaro de Luna esperó

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M. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Isabel..., pp. 48-49.

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angustiosamente la decisión del rey hasta que el 3 de abril Juan II firmó la orden que destruía al condestable. “Jesús. Don Álvaro, mi leal cavallero. Sabed que mi voluntad es, pues vos todavía paresce así, que de mañana antes que sea alva, vos vengáis con toda esa gente e quanta más pudiéredes a cercar la casa del maestre, plaziendo a Dios, e dende non vos paríais fasta que lo prendáis, e así mesmo al conde su fijo e a Fernando Camarero e a Juan de Luna e a los otros principales de su Casa e servicio” 84. Don Álvaro en lugar de huir, permaneció en la casa esperando el destino que le esperaba. Fue llevado preso al castillo de Portillo Juan II designó diez abogados que se encargaron del proceso del condestable. El 1 de junio don Álvaro fue trasladado a Valladolid y pasó su última noche en la casa del conde de Plasencia, permaneciendo sereno. Dos días después, el 3 de abril de 1453, el condestable don Álvaro de Luna fue degollado en la plaza mayor de Valladolid. Su cabeza quedó expuesta a modo de escarmiento para los que en el futuro pretendiesen alzarse por encima de la autoridad real 85. Finalmente, la resistencia que había demostrado Escalona días antes, levantada tras la ejecución, acabó con la rendición del castillo por Juana Pimentel. A la muerte del valido quedó vacante el maestrazgo de Santiago y el cargo de condestable. Después de la prisión del condestable, el monarca procedió a la confiscación de los bienes del maestre y posteriormente la tercera parte de ellos fue devuelto a su mujer y a su hijo. Los oficios que había desempeñado don Álvaro y que traspasó a su hijo Juan de Luna antes de ser ordenado maestre de Santiago, fueron confiscados, y su heredero, titular hasta 1453 de la condestablía entre otros cargos, fue despojado de su ejercicio, conservando sólo el corretaje mayor de Sevilla. Juan II estableció, a través de unos acuerdos, una asignación anual a Juan de Luna de 800.000 maravedíes de las rentas reales mientras que a la viuda Juana de Pimentel le hacía una donación de 300.000 maravedíes situados en las deudas debidas al maestre, además de otros 135.000 de juro de heredad en diferentes rentas que habían pertenecido a su marido 86. José Manuel Ortega Calderón detalla el registro de las rentas del condestable 87. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Los Trastámaras de Castilla..., p. 209. I. PASTOR BODMER, Grandeza y tragedia de un valido, vol. 1, p. 254. 86 J. M. CALDERON ORTEGA, Riqueza y poder en la Castilla del siglo XV, Madrid, 1999, pp. 326-327. 87 J. M. CALDERON ORTEGA, Riqueza y poder..., pp. 330-337. 84 85

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Antes y después de su muerte los partidarios de Álvaro de Luna le compararon con Juana de Arco. Al igual que la doncella, Álvaro de Luna fue abandonado por el soberano al que trataba de ensalzar. Sin duda su pérdida conmocionó a toda Castilla y su final estuvo lleno de grandeza por el comportamiento tan elegantemente sereno que mantuvo aceptando su destino. “Y esa fue pronto la conmovedora noticia que corrió por calles y plazas, de la que se hicieron eco cronistas y poetas. De forma que pronto se acabó incorporando a la memoria colectiva de las gentes de Castilla. Y así, cuando corriendo los años el poeta Jorge Manrique los recordara en sus versos dedicados a la memoria de su padre. En los versos de Jorge Manrique se echa ver que el poeta sigue impresionado con aquel trágico suceso, aunque hubieran pasado más de veinte años”. La muerte del valido permaneció en la mente del rey y de sus coetáneos, llegando incluso hasta la futura Isabel la Católica cuando era niña a través de los recuerdos de su madre Isabel de Portugal, la viuda de Juan II. Una de esas referencias fue la de su propia madre que, cuando enviudó y se retiró al castillo de Arévalo, no dejaba de gritar enloquecida, entre sus almenas: “¡Don Álvaro, don Álvaro!” 88. Sus restos descansan actualmente en la capilla de Santiago de la catedral de Toledo junto con los de su esposa Juana Pimentel. Tanto los éxitos como los fracasos habían estado presentes en la vida de don Álvaro de Luna. Ya fuera por haber derrotado a los ansiosos infantes de Aragón o a los infieles del reino de Granada. También había logrado manifestar su influencia sobre el soberano de Castilla y sobre los que vivían en el reino. Supo desenvolverse con astucia en un ambiente complicado desde que era niño y absorber todo aquello que lo rodeaba para desarrollar su personalidad y aplicar dicho conocimiento en beneficio tanto personal como político. Esta personalidad alertó no sólo a los habitantes del reino de Castilla sino también a sus contemporáneos ya que se le ha considerado una persona llamativa y avanzada para su época. Y no es extraño encontrar descripciones elogiosas de don Álvaro engrandeciendo su persona como las que se localizan a lo largo de la Crónica de don Álvaro de Luna. Su inteligencia y su entorno le sirvieron como base para iniciar su carrera en la política y ganarse la confianza de muchos. Pero su ambición por enriquecerse, por adquirir fama y obtener enormes éxitos, provocó la aparición de la envidia y el odio entre la nobleza de la Corte y sus enemigos, que desembocaría en una conjura 88

M. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Isabel..., pp. 51-52.

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que acabaría con la vida de la persona más importante que existía en Castilla en ese momento. Los nobles manipularon al rey para conseguir su principal objetivo, pero también se sirvieron de sus recursos para aliarse entre ellos y planear el dramático final. Toda una conspiración de la que el condestable no pudo librarse y que afrontó con serenidad. Este acontecimiento permanecería en la mentalidad de la gente haciéndose imposible de olvidar incluso hasta la actualidad, en la que se conmemora la vida de este destacado personaje.

II. LA PROPAGANDA POLÍTICA, EL ARTE Y EL LUJO

LA MEJOR LABRADA E MEJOR CASA Y LA MÁS NOTABLE, RICA E MARAVILLOSA CAPILLA QUE HABÍA EN TODA ESPAÑA: DESARROLLO ARTÍSTICO Y ARQUITECTÓNICO EN CASTILLA EN TIEMPOS DE DON ÁLVARO DE LUNA1 Fernando VILLASEÑOR SEBASTIÁN El marco cronológico que abarca la creciente influencia política ejercida por don Álvaro de Luna, desde 1423, cuando adquiere el oficio de Condestable de Castilla, hasta el 2 de junio de 1453, fecha en la que es degollado en Valladolid, coincide con el inicio de un nuevo período artístico en Castilla; caracterizado por la llegada masiva de artistas, procedentes del ámbito noreuropeo 2 y dedicados a diversas especialidades —arquitectura, escultura, pintura o iluminación 3— que van a iniciar la transformación de las mismas. Cuando penetran en Castilla, estos profesionales, lo hacen con una amplia trayectoria profesional que les aporta un gran prestigio, facilitando que sean contratados para obras de envergadura, circunscritas, sobre todo, aunque no exclusivamente, al ámbito arquitectónico 4. Además, hay que señalar que este fenómeno migratorio viene rastreándose desde tiempo atrás y algunas recientes aportaciones ponen el acento en la renovación artística producida en el ámbito castellano ya desde comienzos de la centuria 5. 1

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Esta texto se enmarca dentro del Proyecto de Plan Nacional I+D+i: Arquitectura Tardogótica en la Corona de Castilla: Trayectorias e Intercambios (ref. HAR201125138). Me gustaría expresar mi agradecimiento a Nicolás Ávila Seoane y a Óscar López Gómez por su invitación a participar en las II Jornadas de Historia y Documentación celebradas en Escalona el 10 y 11 de mayo de 2013, donde se expusieron parcialmente los contenidos referidos. B. ALONSO RUIZ, Arquitectura tardogótica en Castilla: los Rasines, Santander, 2003, pp. 27-28. F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, El libro iluminado en Castilla durante la segunda mitad del siglo XV, Burgos, 2009. La más reciente revisión de este momento en B. ALONSO RUIZ, “Los tiempos y los nombres del tardogótico castellano”, en La arquitectura tardogótica entre España y América, Madrid, 2012, pp. 43-77. En este estudio, Alonso distingue tres momentos: el primero, iniciado con la llegada masiva de arquitectos extranjeros a Castilla en torno a la tercera década del siglo XV, que abarcaría hasta 1490; la segunda etapa (entre ca. 1490-1530) y la tercera (entre aproximadamente 1542-1577). C. J. ARA GIL, “El siglo XV: influencia europea y singularidad castellana”, en Historia de una cultura. II La singularidad de Castilla, Valladolid, 1995, pp. 103-175.

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Los cambios más sustanciales en el ámbito arquitectónico van a quedar determinados por una concepción espacial de la arquitectura, mediante el empleo de diseños de bóvedas ampliamente ornamentadas 6 y un tratamiento plástico de los elementos arquitectónicos; a lo que se uniría la concepción unitaria de arquitectura y escultura, la suntuosidad y, sobre todo, el gusto por el memorial funerario, el orgullo de la estirpe y la exaltación heráldica 7; actitudes en las que Álvaro de Luna va a desempeñar un papel pionero que se continuará durante todo el siglo XV, por la clase noble, al poseer las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales que les permiten patrocinar obras de diversa índole 8. Como ha señalado Rucquoi: “La nobleza hispana, categoría jurídica, forjada entre 1250 y 1350, adquiere un papel determinante en la decimoquinta centuria castellana; siendo tres las vías de acceso a la misma: el servicio de las armas, el ejercicio de oficios reales y la obtención de títulos universitarios; algo que se constata si se revisa la historia castellana de este momento” 9. El estamento ocupado por los nobles castellanos en el siglo XV, estaba formado por los ricos hombres o grandes de Castilla y la media y baja nobleza. Los primeros, dirigían linajes cuyo encumbramiento, aunque no su origen, se había producido frecuentemente a partir de 1369, durante las varias oleadas de promoción nobiliaria que conoció la época Trastámara y que, en este nivel, se tradujeron en una enorme expansión de los señoríos jurisdiccionales y de los títulos de conde, marqués y duque, disfrutados en 1480 por 49 familias 10. Los segundos, junto con los grupos aristocráticos aún no no-

También el número monográfico Hispania 1400 (Goya, 334 (2011)) dedicado al arte de la primera parte del siglo XV y coordinado por Juan Carlos Ruiz Souza o el monográfico Las artes en los reinos cristianos peninsulares en tiempos del Compromiso de Caspe (Artigrama, 26 (2011)) coordinado por Javier Ibáñez Fernández y Mª del Carmen Lacarra Ducay. 6 Fundamental en este sentido el estudio de J. GÓMEZ MARTÍNEZ, El gótico español de la Edad Moderna. Bóvedas de crucería, Valladolid, 1998. 7 B. ALONSO RUIZ, Arquitectura tardogótica..., p. 29. 8 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey. Los grandes linajes castellanos y el arte en el siglo XV, Madrid, 2003. 9 A. RUCQUOI, “Ser noble en España (siglos XIV-XVI)”, en Rex, Sapientia, Nobilitas, Estudios sobre la Península ibérica medieval, Granada, 2006a, pp. 211-246 (p. 215). La versión original del artículo es “Éter noble en Espagne aux XIVe-XVIe siècles”, en Nobilitas. Funktion und Repräsentation des Adela in Alteu-ropa, Gotinga, 1997, pp. 273-298. 10 M. Á. LADERO QUESADA, Los Reyes Católicos: La Corona y la Unidad de España, Valencia, 1989, p. 47. Junto al estudio de A. RUCQUOI, “Ser noble...”, otra obra

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bles, formaban el nervio político de la Corona y sus regiones, la base sobre la que actuaban, en los niveles superiores, alta nobleza y reyes, al dominar el poder local y adaptar y difundir los ideales de vida y organización 11. En palabras del profesor Yarza: “La insolencia se alía al poder y a un cierto refinamiento cultural, no exento en ocasiones de sensibilidad estética” 12; y quizá el más paradigmático de estos personajes en el ámbito que nos ocupa va ser el poderoso condestable don Álvaro de Luna. 1. EL INTERÉS DE ÁLVARO DE LUNA POR EL DESARROLLO ARTÍSTICO. Don Álvaro de Luna (c. 1390-1453), “el mayor honbre sin corona que por entonçes se fallava” en el reino 13, fue uno de los personajes más influyentes de la política castellana y, por lo tanto, de buena parte de la política europea de la época. Junto al ascendiente del condestable sobre el rey Juan II, y sobre muchos nobles, para crearse un patrimonio que no había heredado, conseguir acumular inmensas riquezas y, sobre todo, ejercer el poder político, Álvaro de Luna fue también un hombre del Renacimiento y “promotor de las artes”; rodeándose del fasto y boato que imperaba en el siglo XV castellano y que, “intentaba rivalizar con las cortes de Aragón y Navarra e imitar las de Borgoña y Flandes” 14. Además, como señaló la Dra. Fernández González, “fue uno de los primeros en llevar a cabo el patrocinio de grandes obras artísticas; iniciando un camino que, más tarde, fue seguido, por otras familias señoriales castellanas. Evidentemente, a su intervención o, a su memoria, se deben una serie de obras de gran interés, el hecho de haber contactado con prestigiosos artistas de la época y, sobre todo, asumir los gustos estéticos y la “modernidad” que imperaba en otros ámbitos europeos, contribuyendo, sin duda alguna, a la importación de los mismos en Castilla” 15.

de interés es M-C GERBERT, Les noblesses espagnoles au Moyen Age, XIe-XVe siècle, Paris, 1994. 11 M. Á. LADERO QUESADA, Los Reyes Católicos..., p. 49. 12 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 280. 13 P. DE ESCAVIAS, Repertorio de príncipes de España, ed. por Michel García, Jaén, 1972, p. 343. 14 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla y Maestre de Santiago: hombre de su tiempo y promotor de las artes”, en La Nobleza Peninsular en la Edad Media, Ávila, 1999, pp. 137-163. 15 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 138.

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En su controvertida figura se van a conjugar aspectos generalizados en algunos notables del siglo XV: el ser un personaje de acción, interviniendo en campañas bélicas como la Guerra de Granada o la propia Batalla de Olmedo; el cumplimiento con los deberes propios de su cargo político; y el estar imbuido del ideal caballeresco imperante, organizando pasos de armas y justas y participando en todos ellos 16; de hecho, se ha llegado a afirmar que nos encontramos ante el tópico hombre del Renacimiento, ya que fue autor y sobre todo un mecenas 17. Álvaro de Luna, hijo ilegítimo de un noble aragonés entrado al servicio del rey Enrique III de Castilla (1390-1406), llegó a la corte de Juan II cuando éste tenía cuatro años, en 1408 18. Desde el momento en que apareció en la corte —era sobrino del mayordomo mayor Juan Hurtado de Mendoza 19— se convirtió en amigo íntimo del joven rey, a cuyo servicio entró como doncel. A partir de la mayoría de edad del rey, en 1420, emprendió la tarea de crearse el patrimonio que no había heredado, y consiguió a lo largo de su vida acumular inmensas riquezas; convirtiéndose en el mayor enemigo de muchos nobles que encabezaban los infantes de Aragón, Juan y Enrique; hermanos del rey Alfonso V de Aragón (1416-1458), y primos hermanos y cuñados del rey de Castilla 20. En 1420, se casó con Elvira Portocarrero, hermana del señor de Moguer, entró en el Consejo Real, obtuvo rentas, bienes diversos y el señorío de San Esteban de Gormaz. Dos años después, en 1423, recibió E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 139. A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna y política: la caída de Álvaro de Luna”, en Rex, Sapientia, Nobilitas, Estudios sobre la Península ibérica medieval, Granada, 2006b, p. 333. La versión original del artículo es “Privauté, Fortune et politique: La chute d´Álvaro de Luna”, en Der Fall des Günstlings. Hofparteien in Europa vom 13. Bis zum 17 Jahrhundert, Stuttgart, 2004, pp. 287-310. 18 Era sobrino del arzobispo de Toledo Pedro de Luna (1403-1414) y del prior de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, Rodrigo de Luna (1433-1439), y sobrinonieto de Benedicto XIII. Como señala Rucquoi, su rama familiar, sin ser la más renombrada en Aragón, estaba firmemente asentada a lo largo del río Jalón, donde poseía el castillo de Illueca y los señoríos de Gotor, La Vilueña, Villanueva y Morata. Su genealogía en E. COOPER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, Valladolid, 1991, vol. I. 1, pp. 91 y 102. C. GUITART APARICIO, “Los castillos de la familia Luna durante los siglos XIV y XV en la cuenca del Jalón, Cinco Villas y zonas limítrofes”, VI Centenario del Papa Luna, 1394-1994. Jornadas de Estudio, Calatayud, 1996, pp. 239-249. 19 L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Nobleza y monarquía. Puntos de vista sobre la historia política castellana del siglo XV, Valladolid, 1975, pp. 92-93 y pp. 115-116; A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna...”, p. 329. 20 A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna...”, p. 329. 16 17

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varios oficios, el título de conde de San Esteban, el señorío de Escalona y el oficio de condestable de Castilla. En 1427, el rey le entregó los castillos de Priego, Locubín y Alcalá la Real, así como un nuevo oficio. En 1430, Álvaro de Luna se convertía en el administrador de la orden de Santiago, y al año siguiente, viudo de su primera esposa, se casaba con Juana Pimentel, hija del conde Benavente. Entre 1432 y 1448, añadió entre otros a su patrimonio el señorío del Infantado, Maderuelo, Alba de Liste, Alburquerque, San Martín de Valdeiglesias, Maqueda, Alamón, Montalbán, Langas, Trujillo, Cuéllar, Ledesma, Osma y Portillo 21. En 1445, después de la batalla de Olmedo y la muerte del infante Enrique, Álvaro de Luna se convirtió en maestre de Santiago 22. Además de sus residencias en Valladolid y Segovia, mandó arreglar el Castillo de Cornago, reformó y decoró, el de Escalona, donde en varias ocasiones organizó suntuosas fiestas, y mandó ampliar los castillos de Alburquerque y Montalbán 23. Del conjunto de obras monumentales ligadas al Maestre, algunas han llegado en un buen estado de conservación, como la capilla funeraria, con su sepulcro y un magnífico retablo, aunque éstas obras no correspondiesen al primitivo proyecto de Don Álvaro, erigiéndose varias décadas después de su fallecimiento y, otras, que sin duda debieron tener una gran importancia, como el castillo-palacio de Escalona —emblema del mismo y su propia actitud—, precisan todavía de un estudio en profundidad a pesar de haberse realizado sobre las mismas meritorias aportaciones. 2. EL CASTILLO-PALACIO DE ESCALONA. 2.1. Significación política y representativa del Palacio de Escalona. El castillo-palacio de Escalona, adquirido por don Álvaro en 1423, prácticamente al mismo tiempo que se convertía en Condestable de Castilla, y surgido de las reformas que éste efectuó cuando le perteneció, ha sido considerado como el arquetipo de residencia nobiliaria y la

J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna: Riqueza y poder en la Castilla del siglo XV, Madrid, 1998, pp. 36-48 y 150-240. A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna...”, p. 330. 22 I. PASTOR BODMER, Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de don Álvaro de Luna, Madrid, 1992, 2 vols., vol. II, pp. 366-368. A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna...”, p. 330. 23 E. COOPER, Castillos señoriales..., vol. I.2, pp. 637 (Segovia); pp. 603-604 (Cornago); pp. 625 y 1540 (Castilnovo); pp. 925-927 y 1674-1678 (Escalona); pp. 481485 (Alburquerque); pp. 938-939(Montalbán). 21

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expresión más acabada del lujo arquitectónico de la época 24. Se trata de una de las grandes obras que marca la inflexión entre el castillo y el palacio, conservando del primero la capacidad de defensa, mientras que sus enormes dimensiones permiten que se organicen en el interior zonas de capillas suntuosas y salas de aparato palaciales 25. Las construcciones más antiguas en el solar, parece que se remontan al último tercio del siglo X o principios de la centuria siguiente. Después de ser ocupada la zona nuevamente por los musulmanes, a finales del siglo XI, la plaza conoció las continuas invasiones de éstos. Perteneció al infante Don Juan Manuel; volvió a ser patrimonio de la Corona y, en 1423 Juan II se lo entrega a Álvaro de Luna; engrosando más tarde el patrimonio de Juan Pacheco hasta 1470 26. Sede de un ducado hasta la invasión francesa, época en la que se inicia su destrucción y estado de abandono 27; recientemente sus ruinas pasaron a propiedad privada restaurando parte de la antigua vivienda 28.

V.LAMPEREZ Y ROMEA, Arquitectura civil española, Madrid, 1922, Tomo I, p. 274. 25 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 37. 26 Véase A. FRANCO SILVA, “La villa toledana de Escalona. De don Álvaro de Luna a los Pacheco”, Estudios de Historia y Arqueología Medievales, X, 1994, pp. 47-82. 27 El alcázar fue destruido por el mariscal Soult. El conjunto fue incendiado, no sin que antes las tropas napoleónicas salvarán los artesonados con el fin de reutilizarlos para construir un puente de madera sobre el Alberche y así facilitar el tránsito camino de Talavera. J. Mª CUADRADO y V. de la FUENTE, Castilla la Nueva, en España. Sus monumentos y artes, su naturaleza e historia, Barcelona, 1886, vol. 18, p. 343. 28 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna..., p. 138. Crónica de don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, Maestre de Santiago, ed. de J. Mata Carriazo, Madrid, 1940, cap. XLVII, p. 152. Entre la amplia bibliografía sobre el Castillo de Escalona deben destacarse los siguientes estudios: A. FERNÁNDEZ GUERRA, “Antigüayas de Cadalso de los Vidrios, Guisando y Escalona”, Seminario Pintoresco, 1853, p. 313; F.B. NAVARRO, Fortalezas medievales: Maqueda y Escalona, Madrid, 1895; M. RETUERCE VELASCO, Castillos de Castilla-La Mancha, Madrid, 1903, pp. 104-105; CONDE DE CEDILLO, Catálogo Monumental y artístico de Toledo, Toledo, 1919, reed. Toledo, 1991, pp. 47-50; J. Mª DE AZCÁRATE, “Castillos toledanos en el siglo XV”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, LII, 1948, pp. 256-263; idem, “El Maestro Hanequín de Bruselas”, Archivo Español de Arte, XXI, 1948, pp. 173-188; E. COOPER, Castillos señoriales..., vol. I.2, pp. 1674-1678; A. FRANCO MATA, “El gótico en Toledo”, en Arquitectura en Toledo, t. I, Toledo, 1992, p. 412; J. YARZA LUACES, Los Reyes Católicos. Paisaje artístico de una monarquía, Madrid, 1993, pp. 228 y ss.; F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio de Escalona, Corte y Escenario de Poder de Álvaro de Luna”, en La Fortaleza Medieval: Realidad y Símbolo, Alicante, 1998, pp. 267-279; A. MALALANA UREÑA, “Una fortaleza erigida en el siglo XII se transforma en un palacio señorial. El castillo de Escalona”, en La ciudad medieval: de la casa principal al 24

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Aunque existía ya una fortaleza diseñada por don Juan Manuel de notables dimensiones y un área de residencia que revestía bastante interés; el condestable lo transforma por completo, comenzando por la propia fortaleza. La fábrica original presentaba torres albarranas avanzadas y, en época de don Álvaro se construye una barbacana almenada en esas torres, al tiempo que se dobló alguna torre para adecuarla a la defensa contra la incipiente artillería 29.

Sin embargo, lo que interesa en particular es la transformación palaciega. Las palabras de Lope de Barrientos en su Refundición de la Crónica del Halconero, definen perfectamente el carácter de la misma al señalar que “la casa la avía fecho el Condestable que era la mejor labrada e mejor casa que había en toda España” 30. Sobre Escalona, habrían de considerarse dos aspectos fundamentales: primero, la riqueza ornamental del propio edificio y, segundo, las fiestas celebradas en el recinto, especialmente la que se hizo en 1448, en honor de Juan II y la palacio urbano, Actas del III Curso de Historia y Urbanismo medieval organizado por Universidad de Castilla-La Mancha, Toledo, 2011, pp. 380-409. 29 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 37. 30 La Crónica del Halconero, por su parte, la define como “la más especial que había en España”. P. CARRILLO DE HUETE, Crónica del Halconero de Juan II, ed. y est. de J. de Mata Carriazo, Madrid, 1946, cap. CCXXVII, p. 254.

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reina Isabel de Portugal y que suponía una reinauguración del edificio tras el incendio sufrido en 1438 31. Junto a las funciones definitorias del castillo-palacio, económica, militar, administrativa y palaciega; Escalona va a detentar una importante función cortesana como escenario de poder. Además, al ser la residencia principal del condestable es el lugar elegido donde se custodiaban parte de sus tesoros. La donación de Escalona se produjo en 1424, convirtiéndose desde 1429 en el centro de un importante conjunto territorial; adquiriendo durante los años 30 una creciente importancia, cuando desplaza a otras villas de su propiedad como Ayllon, elegida en 1427 para pasar su primer destierro de la Corte. No obstante, aunque no fue con posterioridad a 1432, en que finaliza la rebelión de los Infantes de Aragón, cuando se inician probablemente las transformaciones propias de un palacio, Juan II ya había mostrado predilección por la villa en 1431, y, sobre todo, en 1433 y 1435 cuando pasa allí las fiestas de Navidad 32. Probablemente, las obras realizadas hasta ese momento, se van a caracterizar por la técnica y el material poco duradero; e incluso, el propio rey, a través de un privilegio concedido el 22 de abril de 1437, indica a don Álvaro “porque vos por mi mandado fezistes e hedificastes e hazedes e hedeficades en ella ciertos palaçios e alcázar e casas muy notables e sumptuosas” 33, instándole a que realice obras en el castillo 34. En este sentido, debe afirmarse que, frente al carácter itinerante de la corte castellana a lo largo del Cuatrocientos, Escalona, va a convertirse en uno de esos centros administrativos, políticos y culturales vinculados a los principales linajes, donde no va a ser extraño contar, en determinadas ocasiones, con la presencia del monarca. Para algunos investigadores, el edificio no resultaba de gran importancia debido a que sus estructuras no eran muy resistentes, como corresponde a la arquitectura palacial islámica. Para entenderlo habría que intentar recrear los ambientes cuando esos materiales endebles y poco ricos se cubrían con azulejos, yeserías pintadas, techumbres suntuosas de carpintería y los muros restantes con pinturas o tapices franceses. En las fiestas organizadas se debían mostrar todos vestidos con un lujo caprichoso especial, como se sabe que gustaba hacer el F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 267. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, pp. 268-269. 33 AM de Escalona, Expedientes, núm. 13. AGS, Mercedes y Privilegios, leg. 284, fol. 23; A. MALALANA UREÑA, “Una fortaleza...”, p. 393. 34 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, pp. 268-269. 31 32

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condestable hasta en ocasión de justas. Esto sucedió ya en 1419 cuando Juan II tomó posesión de sus reinos. Sale el joven Álvaro “muy ricamente armado con unos paramentos muy ricos, e llevaba asimismo aquel día una joya de su amiga de unas trançaderas de oro e seda, que le ceñían por las espaldas e por encima de la vuelta del escudo” 35. Más espectacular fue la fiesta que organizó en Tordesillas cuando el rey le nombró condestable al cesar a Rui López Dávalos en 1423. Se organiza la fiesta y los servidores y seguidores del recién nombrado salen vestidos mejor que los demás, con vestimentas proporcionadas por él: “había dado a todos ropas de seda”. Además, “muy ricas cintas, e collares e cadenas, e joyeles de grandes prescios, con finas piedras e perlas, e muy ricas guarniciones de caballos e facaneas en tal manera que toda aquella corte relumbraba e resplandecía” 36.

Parece que el Condestable ya estaba haciendo algunas intervenciones en el edificio entre 1435 y 1437 37, y hay que señalar igualmente que este es el momento coincidente con las fechas de construcción de Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. VIII, pp. 28-29; J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 40. 36 Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. XIV, p. 53; J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 40. 37 J. Mª DE AZCÁRATE, “Castillos toledanos ...”, p. 257. 35

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su capilla funeraria en la Catedral de Toledo. No es extraño pensar que los arquitectos responsables de la capilla, fuesen los mismos de las obras en Escalona, máxime cuando el punto de inflexión de las de las transformaciones en el Palacio se produce el 10 de agosto de1438, cuando un incendio, ocurrido como consecuencia de la caída de un rayo, mientras don Álvaro está en Madrigal con el rey 38, arrasa la práctica totalidad del conjunto. 2.2. El incendio de 1438 y las posteriores transformaciones. El acontecimiento debió ser notable, ya que todas las crónicas recogen la noticia (“...cayó un rayo en la casa de Escalona, en la mayor torre della: e echo tan grant fuego de si que quemó muy grant parte de la casa. Estouieron tres días mas de mill onbres en lo matar...”) 39 y sus efectos dieron lugar a unos trabajos de reconstrucción que significaron el dominio de los elementos civiles, palaciegos, sin perjuicio de los aspectos defensivos 40. De hecho, la magnificencia del edificio surgido del siniestro de 1438 fue tal, que llevó a Yarza a incluir el castillo palacio de Escalona, junto con el Palacio del Infantado, entre los ejemplos de arquitectura fantástica, prototipo de ostentación y expresión de las necesidades sociales a que da lugar el lujo tardomedieval 41. Fernández Guerra alcanzó a mediados del siglo XIX a contemplar lo poco que quedaba del edificio tras los daños sufridos por la Guerra de la Independencia y, entre los elementos que destaca este autor, se encontraba el patio de armas, la fachada que da al mismo y la llamada Sala Rica, como centro del complejo 42. Por su parte, Azcárate distinguía la parte gótica de la parte mudéjar, señalando entre estos elementos la fachada, el patio y algún que otro resto; mientras que la decoración mudéjar ocuparía la decoración de las salas, habitaciones y demás dependencias 43.

Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. XLVII, p. 52; J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 41. La Crónica del Halconero sitúa la desgracia al día siguiente, señalando que destruyó “muy grande parte de la casa”. P. CARRILLO DE HUETE, Crónica del Halconero..., cap. CCXXVII, p. 254. 39 Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. XLVII, p. 152. 40 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 270. 41 J. YARZA LUACES, “Reflexiones sobre lo fantástico en el arte medieval español”, en Formas artísticas de lo imaginario, Barcelona, 1987, p. 30. 42 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 270. 43 J. Mª DE AZCÁRATE, “Castillos toledanos ...”, p. 257; E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna..., p. 142. 38

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El amplio recinto murado, con ocho grandes torres albarranas delimitan la parte superior de una colina sobre el río, por lo que la defensa del lugar no era difícil. La entrada, en la que se ve la influencia islámica, se inicia en un puente levadizo al que sigue una puerta, en recodo, que conduce a un pasillo, paralelo al lienzo de la muralla, hasta llegar a la puerta de acceso interior. Por ella se llega a un amplio patio de armas, hacia el Norte y, a través de un segundo foso, se alcanza el palacio 44. La fachada principal que da al patio de armas, está flanqueada a la izquierda, por la torre del homenaje, de planta cuadrada y, a la derecha, otra semicircular. En el lienzo intermedio, de sillares encintados de ladrillo, se abre una puerta en arco carpanel cobijado por otro apuntado. Las jambas se molduran en baquetones sobre los que descansan unos sencillos capiteles cubiertos por amplias hojas y bajo ellas, dos angelotes, a modo de ménsulas, que sujetan sendos escudos lisos que, en su día, como señala Fernández González, debieron llevar pintadas las armas de la familia 45. La arquivolta se adorna con motivos florales, frutos y toda una serie de animales naturalistas: cuadrúpedos, un caracol y otros fantásticos, como dragones de larga y enroscada cola. Junto a ellos, un pequeño personaje en cuclillas y con grandes orejas, porta una espada y se protege con un escudo en el que campea la media Luna.

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El tímpano alberga un escudo tumbado coronado por un yelmo con cimera de telas flotantes. Dos personajes cubren su desnudez con sendos escudos, barbados y melenudos, blandiendo mazas y emulan la imagen del salvaje; tema tan repetido en la escultura castellana, desde principios del siglo XV, como tenante de piezas heráldicas en sepulcros, portadas y en muchos lugares de ricas construcciones 46. Parecen, por sus actitudes, que se defienden de un perro y de un león que completan la escena 47. Según Azcárate, el cuerpo aparece desprovisto de pelo, repitiéndose tales imágenes, en el sepulcro de su hermano Juan de Cerezuela y en el de su hijo Juan de Luna, ambos en su capilla 48. En ese mismo lienzo se conservan tres ventanas de este momento. Son de estructura semejante a la puerta ya descrita. El vano está configurado por un arco apuntado, el cual cobija a otro moldurado que

Sobre el tema del salvaje, y sus primeros testimonios en la iconografía española, v. J. A. MADRIGAL, “El «Ome mui feo»: primera aparición de la figura del salvaje en la iconografía española?”, Archivo Español de Arte, LVI (1983), pp. 154-161 y J. Mª CAAMAÑO MARTÍNEZ, “Un precedente románico del “salvaje”“, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, L (1984), pp. 399-401. También J. Mª DE AZCÁRATE RISTORI, “El tema iconográfico del salvaje”, Archivo Español de Arte, XXI (1948), pp. 81-99. Dentro de la amplia literatura, y sin intención de realizar una exhaustiva recopilación bibliográfica en torno al motivo del salvaje, cuya importancia es fundamental durante los siglos XIV y XV, el estudio clásico es el de R. BERNHEIMER, Wild Men in the Middle Ages. A Study in Art, Sentiment and Demonology, Cambridge, 1952. También T. HUSBAND, The Wild Man. Medieval Myth and Symbolism, New York, 1980. Se trata del catálogo de la exposición que, con el mismo título, albergó el Metropolitan Museum of Art de Nueva York en su sede The Cloisters, en el que se localizan varias fichas que comentan piezas artísticas del Medievo donde aparecen representados hombres salvajes, con referencias tanto iconográficas como literarias. Posteriormente, son fundamentales dos obras de R. BARTRA, El salvaje en el espejo, México, 1992; idem, El salvaje artificial, México, 1997. En el caso castellano, la brecha fue abierta por A. DEYERMOND, “El hombre salvaje en la novela sentimental”, Filología, X (1966), pp. 97111; una versión puesta al día en ídem, Tradiciones y puntos de vista en la ficción sentimental, México, 1993, pp. 17-42. Para su primera aparición literaria (Libro de Alexandre), v. S. LÓPEZ RÍOS, “El concepto de “salvaje” en la Edad Media española: algunas consideraciones”, Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, XII (1994), pp. 145-155 y, posteriormente, Salvajes y razas monstruosas en la literatura castellana medieval, Madrid, 1999. Para el período posterior, la obra clásica, O. MAZUR, The Wild Man in the Spanish Renaissance and Golden Age Theater, Villanova University, 1980. Desde el punto de vista artístico, habría que destacar, centrándose en el caso de la Fachada de San Gregorio de Valladolid, el reciente estudio de F. PEREDA ESPESO, “La morada del salvaje. La fachada selvática del colegio de San Gregorio y sus contextos”, en Los últimos arquitectos del gótico, Madrid, 2010, pp. 149-217. 47 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 142. 48 J. Mª DE AZCÁRATE, “El tema iconográfico...”, p. 91. 46

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alberga dos arquivoltas treboladas de remate floral carnoso y tímpano con roseta trilobulada y cegada, habiendo desaparecido el parteluz 49.

La zona superior del muro se remata con arquillos ciegos y, a juzgar por algunas fotografías antiguas es probable que sobre la entrada, sustituyendo al adarve hubiese una galería corrida y con arcos, a modo de “paseador”, como todavía puede observarse en el castillo de los Mendoza del Real de Manzanares 50, o en el Palacio del Infantado de Guadalajara, propiedad ambos, de esa familia emparentada con los Luna después del matrimonio de doña María, hija del Condestable, con don Íñigo López de Mendoza, segundo duque del Infantado 51. Desde estos recintos altos, las damas presenciaban las justas y los torneos que se celebraban en el contiguo patio de armas, cuando ya había perdido su significado estrictamente militar 52. E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 143. V. LAMPÉREZ Y ROMEA, Los Mendoza del siglo XV y el castillo Real de Manzanares, Madrid, 1916, p. 35; E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 143. 51 F. LAYNA SERRANO, El palacio del Infantado en Guadalajara, Madrid, 1941; E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 143. Sobre esto, v. A. FRANCO SILVA, “El destino del patrimonio de Don Álvaro de Luna. Problemas y conflictos en la Castilla del siglo XV”, Anuario de Estudios Medievales, XII (1982), pp. 549-584. 52 Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. LXXVII, p. 220. J. Mª DE AZCÁRATE, La arquitectura gótica toledana del siglo XV, Madrid, 1958, p. 22; E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 143. 49 50

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A través de la puerta se accedería al patio, rodeado de cinco columnas por lado de sección octogonal y basas perladas, en total diez y seis. Las columnas de los ángulos, no serían octogonales, sino que forman una escuadra, pues lo capiteles conservados, presentan esta forma. Esta imagen puede intuirse en uno de los dibujos de Pasco editados por Quadrado; y, asimismo, si se atiende a uno de los visitantes de mediados del siglo XIX, la arquería habría sido gótica 53. Bajo la plataforma formada por grandes losas de granito se construyo un enorme aljibe. Aún hoy puede verse, casi en el centro geométrico del patio, los restos del brocal de pozo, asegurando parte del suministro de agua 54. Los capiteles se decoran con hojas carnosas de berza y el escudo del Condestable pintado —asemejándose las hojas a las esculpidas en los frisos de la capilla—; conservándose alguno en el palacio, mientras que otros se reutilizaron en la fábrica del Ayuntamiento de la localidad 55.

A. FERNÁNDEZ GUERRA, “Antigüayas de Cadalso...”, p. 314; A. MALALANA UREÑA, “Una fortaleza erigida...”, p. 340. 54 A. MALALANA UREÑA, “Una fortaleza erigida...”, p. 340. 55 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 143, nota 30. 53

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En torno al patio, se distribuyen los aposentos de este magnífico espacio, a los que se accedería a través de bellas puertas ornadas con yeserías mudéjares 56. El diseño y enmarques geométricos, de diseño musulmán, se entremezcla con elementos florales, arquillos y escudos con la media luna del linaje del Maestre 57. En el segundo piso de la torre circular de la fachada, se localiza el recinto considerado capilla. Para separar el espacio religioso del resto de la sala se empleó un arco deprimido rectilíneo que deriva en otro conopial, en un carpanel y en un segundo carpanel 58. Una vez traspasado el umbral de los arcos el ábside está definido por las paredes interiores de la torre semicircular peraltada. El espacio está cubierto con una sugerente bóveda estrellada, realizada en yeso, de seis puntas y clave central, y cuyas similitudes formales con la bóveda de la capilla de Santiago en la catedral de Toledo son evidentes; cuyos nervios descansan en pequeñas ménsulas ornadas con angelotes portadores de las armas con los blasones del linaje. Los paños de la bóveda, conservados en buen estado, están repletos de unas protuberancias que se han comparado con formas de representar las nubes en la época. Por lo que respecta a los espacios triangulares, ya en el muro, cobijados por los arcos que describe la bóveda están cubiertos por varias cruces de Santiago, de brazos rectos y terminaciones flordelisadas, además de las conchas de la Orden. Bajo toda esta rica decoración y siguiendo la curvatura del muro, se dispuso un vástago 59, con una cinta enrollada en la que se han grabado una serie de inscripciones con partes de salmos en los que se recordaba la virtud de la caridad (40) y se pedía la ayuda de Dios contra los enemigos (5 y 117) 60.

Según el Discurso Histórico, redactado por Francisco de Salanova, personaje al servicio de los Pacheco, el palacio contaba con la siguiente organización: los dormitorios, el salón principal, la Capilla de San Cristóbal, el Oratorio o Capilla Santiaguista, el archivo familiar, las bodegas, los almacenes, etc. F. DE SALANOVA, Discurso histórico sobre diferentes pueblos y derechos de las Casas de Villena, Escalona y Belmonte (London, British Library, mss. EG 419). 57 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 143. 58 A. MALALANA UREÑA, “Una fortaleza erigida...”, pp. 404-406. 59 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 144. 60 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 40. Salmo 40, 1: ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre¡ En día de desgracia le liberará Yahveh. Salmo 5, 9: Guíame, Yahveh, en tu justicia, por causa de los que acechan, allana tu camino ante mí. Salmo 117, 6 y 7: Yahveh está por mí, no tengo miedo, ¿qué puede hacer el hombre?, Yahveh está por mí, entre los que me ayudan, y yo desafío a los que me odian. 56

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En época algo más tardía, se retocó el perfil del arco de ingreso, achaflanando toscamente la arista. Surge así un espacio de anchura desigual, ligeramente cóncavo que diseña la curvatura del referido arco y se prolonga a lo largo de las jambas. Toda la superficie se cubre con unos ramajes gruesos y entrelazados. Por ellos, trepan figurillas desnudas y toscas de putti en diferentes actitudes. A modo de tirante se diseñó un arco conopial muy moldurado en el que puede contemplarse un escudo de los Pacheco 61. Se conserva parte del color primitivo, don61

Parece que a finales del siglo XV, el castillo contaba con dos capillas, una puesta bajo la advocación de San Cristóbal y un segundo espacio con la advocación de Santa María –quizá la que se encuentra en el primer piso de la torre circular–. La primera contaba con varios privilegios pontificios. En 1473 el legado papal había concedido tres años de indulgencias a todas aquellas personas que arrepentidas y confesadas visitasen la capilla de San Cristóbal en los días de la Asunción de Nuestra Señora, San Juan Bautista, San Cristóbal y Santos Mártires, San Juan y San Sebastián (Archivo Ducal de Frías (ADF), Caja 148, nº 2; A. FRANCO SILVA, “La villa toledana...”, p. 64, nota 64). Posteriormente, Inocencio VIII, el 23 de marzo de 1492, concedía una bula al II Marqués de Villena, Diego López Pacheco, para que en la capilla se pudiese celebrar misa cantada, y que en el día de Jueves Santo se expusiese el Santísimo Sacramento (ADF, Caja 48, nº 4; A. FRANCO SILVA, “La villa toledana...”, p. 64). El Papa concedía además a todos aquellos que visitasen la capilla en Jueves Santo cinco años de indulgencia plenaria. La pérdida de un brazo en la guerra de Granada posibilitó que Diego López Pacheco se hiciese acreedor de tales concesiones papales y otras más que se sucedieron después. Un breve de León X del 12 de abril de 1519 ampliaba la donación; el Papa le concedía a él y a su esposa y a todos sus familiares que en la capilla del alcázar de Escalona se pudiese celebrar, aunque no se hallasen presentes, misas y oficios divinos rezados y cantados que se pudiese predicar la Palabra de Dios, aunque fuese en entredicho, que con el rezo de un padrenuestro y un avemaría se ganasen las mismas indulgencias que si personalmente los marqueses fuesen de peregrinación a Roma, y finalmente que en esa capilla pudiera cualquier obispo celebrar de pontifical y ordenar a los familiares y criados (ADF, Caja 147, nº 1; A. FRANCO SILVA, “La villa toledana...”, p. 65). El Pontífice nombró como conservadores de la capilla del alcázar al abad de Santa María de Montesión, al de San Agustín de Toledo y al de la Colegiata de Belmonte (A. FRANCO SILVA, “La villa toledana...”, p. 65). Por lo que respecta al segundo oratorio, éste demostraba una vez más la extrema religiosidad de la nobleza del siglo XV. El papa Alejandro VI, por una bula del 21 de enero de 1496, concedió diez años y otras tantas cuarentenas de perdón a cualquier cristiano que, confesado y arrepentido, visitase este oratorio desde las primeras vísperas hasta las segundas en los días de la Anunciación, Natividad de María y en la Pascua de Navidad (ADF, Caja 148, nº1). Unos años más tarde, el 13 de enero de 1529, Clemente VII concedía al marqués el derecho de patronato y presentación de 30 beneficios curados y no curados en Escalona y en las villas del condado de San Esteban y del marquesado de Moya, y por otra bula de la misma fecha el papa nombraba como jueces conservadores de todo lo anterior al abad de San Martín de Valdeiglesias y a los priores de los monasterios del Parral de Segovia y San Jerónimo de Guisando (ADF, Caja 145, números 2 y 3; A. FRANCO SILVA, “La villa toledana...”, p. 65).

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de el oro comparte espacio con el azul intenso, lo que confiere a este pequeño recinto un sorprendente efecto lumínico. En el resto de la bóveda aún se pueden apreciar restos de pintura ocre, el color de la casa de los Luna 62. La presencia de las cruces y veneras de la Orden de Santiago, llevó a Cooper a considerar una dotación posterior a 1445, cuando don Álvaro adquiere el Maestrazgo de la Orden. Sin embargo, el Condestable, ya se había convertido quince años atrás en administrador de la Orden. La Sala Rica, cuya localización parecía estar entre el salón de la torre del homenaje y las habitaciones del sur 63, debió ser una espectacular estancia que acogía las celebraciones y acontecimientos que sucedían en el castillo y que, por su rica decoración, completaba la impresión deslumbrante que se perseguía obtener desde la entrada, como experimentaron los caballeros portugueses que en 1448 iban en el séquito de la reina Isabel 64. Los convidados habían tenido que traspasar una puerta de entrada adornada con cabezas de osos y jabalíes, mientras en el centro les recibía el mayor de los trofeos, una cabeza gigantesca de león 65. Esta sala rica, evidentemente acogería las danzas, músicas, banquetes y entremeses a los que Don Álvaro era aficionado 66. La mesa destinada a los reyes se levantaba algo respecto a las otras y tanto el dosel que había sobre ella, como el fondo se había cubierto con “muy ricos paños de brocado de oro” 67. El monarca fue servido en una copa de oro que tenía sobrecopa con piedras preciosas, regalo de la ciudad de Barcelona al Condestable 68. Otras mesas se colocaban de modo que alternaban en ellas hombres y mujeres. Así mismo, probablemente, servía de incipiente sala de exposiciones ya que en el lado contrario estaban los aparadores, “do estaban las vaxillas”, “en los cuales había muchas gradas cubiertas de diversas piezas de oro e de plata; e dende avía muchas copas de oro con muchas piedras preçiosas, e grandes platos, e confiteros, e barriles e cántaros de oro e de plata, cobiertos de sotiles esmaltes e labores”. E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 144. A mediados del siglo XIX aún se conservaban sus paredes con “[...] los revestidos de estuco, fajas y cenefas de maravillosa obra, cuyos colores vivísimos aun de vez en cuando se descubren”. A. FERNÁNDEZ GUERRA, “Antigüayas de Cadalso...”, p. 315. 64 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 270. 65 Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. LXXIV, p. 219. 66 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 270. 67 Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. LXXIV, p. 219. 68 Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. LXXIV, p. 220. 62 63

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Según se refieren las crónicas, esta estancia, sin duda la principal del castillo, estaba acentuada por un fuerte carácter decorativo, fruto de la combinación de alarifes mudéjares y maestros góticos. Poseía un artesonado de madera de alerce decorado con púrpura, oro e incrustaciones de marfil; a lo que se uniría la polícroma decoración geométrica y los tapices junto con el brillo de las piezas de orfebrería 69. Toda la casa, nos cuenta la Crónica de Álvaro de Luna, estaba llena de tapices franceses y de otros —los paños de seda e oro— de diferente procedencia castellana o granadina (“La casa falláronla muy guarnida de paños franceses e de otros paños de seda e de oro”, reza). Un detalle que destaca y no encuentra su equivalente en otras fiestas descritas en las crónicas es el uso del perfume: “e todas las cámaras e salas estaban dando de sí muy suaves olores”; por lo que el uso del perfume en un tiempo en el que los olores eran tan fuertes y no muy agradables indica una sensibilidad que conecta con lo musulmán 70. Parece que al sur, se edificó una galería que se abría a una terraza, desde la que se vislumbraba un amplio horizonte con la magnífica perspectiva del Alberche a los pies de la majestuosa construcción. Otro elemento singular al que habría que referirse es el jardín situado en el lado suroeste que da al río Alberche, y del que existen referencias concretas en la Crónica de Álvaro de Luna con ocasión de la visita de Juan II en 1450, cuando el autor habla de “los palacios de frescor, los altos olorosos olores e perfumes de suave olor, los jardines, los naranjales e los otros esquisitos e ingeniosamente invencionados modos de humanos deleytaciones” 71. Asimismo, las obras de reconstrucción llevadas en el Castillo no descuidaron los aspectos militares, especialmente importantes si se tiene en cuenta el destacado papel desempeñado por Escalona en la guerra civil de 1441. El edificio, a raíz de las obras, probablemente incorporó las troneras que sustituían a las antiguas saeteras, mostrando la creciente importancia de las armas de fuego, su presencia en las fuerzas del condestable y la capacidad de adaptación del edificio y de sus constructores a las innovaciones bélicas 72.

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F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 271. J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 40. Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. LXXIV, p. 254. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 271.

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2.3. Escalona, sede de la corte del Condestable. Escalona en la década de 1440 a 1450 aparece cómo la residencia principal de don Álvaro de Luna, en el centro de sus dominios y de la vida cortesana que se desarrolla a su alrededor. Junto al centro económico, administrativo y social de las actividades desarrolladas por éste, en este lugar se concentraban la clientela política aglutinada alrededor del Condestable, formada por miembros de su familia y aquellos criados y vasallos que mantenían con su persona lazos de carácter doméstico o militar 73. Todos aquellos a los que su Crónica se refiere: “Quintales de oro fino se distribuían cada año entre sus caballeros é criados. Pues ¿quién non se maravillará de las dignidades é honras que a sus debdos é amigos procuró, é las grandes mercedes que a los suyos fiszo?” 74. Aunque de menor abolengo que los tradicionales linajes, el propio Álvaro de Luna dispuso de diferentes cargos vinculados a su persona y casa de Escalona. Así, se conocen por ejemplo, que contó con un mayordomo —Juan Merlo es el más citado—; contador y secretario —esempeñados éstos dos últimos en 1453 por Alfonso González de Tordesillas— 75. Respecto a los cargos domésticos, las crónicas sólo aluden al camarero, encargado del mantenimiento de la Cámara del señor, es decir, plata, joyas, objetos preciosos y dinero, así como de la realización de compras escogidas para su servicio personal. De éste cargo, conocemos dos nombres, Fernando de Ribadeneira 76 y, desde 1446, Gonzalo Chacón, paje del Condestable, hombre de letras y probable autor de la Crónica de Álvaro de Luna. Evidentemente el condestable contaría con pajes —de entre los que destaca Alfonso de la Adrada o el propio Juan Chacón, padre de Gonzalo—; y escuderos 77. Aunque no sabemos si entre el personal fijo existían plateros o bordadores, si hay constancia de que en determinados momentos recurre a los servicios de dichos oficios. Cuando vuelve a la corte después de F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 273. Crónica de D. Álvaro de Luna, Condestable de los Reynos de Castilla y de León, Maestre y Adminstrador de la Orden y Caballería de Santiago, ed. de Don Josef. Miguel de Flores, Madrid, 1784, p. 394. 75 Crónica de don Álvaro de Luna..., p. 209. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El CastilloPalacio...”, p. 271. 76 P. CARRILLO DE HUETE, Crónica del Halconero de Juan II, ed. de Juan de Mata Carriazo Arroquía, Madrid, 1946, pp. 158, 281-283 y 512. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 273. 77 F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 273. 73 74

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un breve destierro en 1428, prepara una entrada triunfal. Llama a todos los suyos y le preocupa cómo irán vestidos ellos y sus cabalgaduras, buscando a los artesanos que necesita: “Allí fueron traídos plateros, argenteros e bordadores e sastres de la corte del Rey, e aun de fuera del reyno, los cuales fueron ocupados en fazer guarniciones de oro e de plata, e çintas e cadenas e ropas e otras borduras muy ricas, quales antes no habían parescido en la corte” 78. Al margen de que el cronista se exceda en dar la noticia, lo que es evidente es que el condestable necesita, sastres, bordadores y plateros 79. Junto a esta retahíla de servidores, el alcázar de Escalona albergaría a la clientela política del Condestable y a todos aquellos que participaban y contribuían, de forma ocasional o no, al desarrollo de las actividades culturales de la Corte de la que formaban parte. Diego de Valera le ofreció su Espejo de verdadera nobleza en 1441, así como una traducción del Árbol de las Batallas de Honoré Bouvet. El reformador agustino, fray Juan de Alarcón (+1451), le dedicó un Libro de regimiento de señores, mientras que otro agustino, fray Martin de Córdoba (c. 1398-1476), le dirigía hacia 1450 su Compedio de la Fortuna 80. El cronista real Alvar García de Santa María (c. 1380-1460), hermano del obispo de Burgos Alfonso de Cartagena, fue uno de sus fieles partidarios, como también lo fue el obispo de Segovia y confesor del rey, Lope de Barrientos, autor de diversos tratados de filosofía natural 81. Por lo que respecta a la Biblioteca de don Álvaro de Luna, apenas hay noticias de la misma. Parece fuera de duda que el Condestable contaba con algunos volúmenes de temas caballerescos y autores muy conocidos como Vegecio, Bouvet y varios títulos de esta índole 82. Y llegados a este punto habría que destacar también su papel como creador, que se pone de manifiesto en el Libro de las claras e virtuosas mujeres 83, concluido en Atienza el 14 de agosto de 1446 84. La obra fue

Crónica de don Álvaro de Luna..., cap. XVII, p. 67. J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 81. 80 Prosistas españoles del siglo XV, ed. por Fernando Rubio, Biblioteca de Autores Españoles nº 171, Madrid, 1964, pp. 156-216 y 5-23. 81 F. CANTERA BURGOS, Alvar García de Santa María y su familia de conversos. Historia de la judería de Burgos y de sus conversos más egregios, Madrid, 1952; A. MARTÍNEZ CASADO, Lope de Barrientos. Un intelectual en la corte de Juan II, Salamanca, 1994. A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna...”, p. 333. 82 J. D. RODRÍGUEZ VELASCO, El debate sobre la Caballería en el siglo XV, Salamanca, 1996, p 50, nota 60 y p. 392. 83 Véase el texto de María Teresa Chicote Pompanin y Ángel Fuentes Ortiz en este mismo volumen. 78 79

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prologada por Juan de Mena (1411-1456), y elogiada en el Laberinto de Fortuna (1444); además de escribir para él unas Memorias de algunos linajes antiguos e nobles de Castilla 85. La obra está dividida en tres libros. En el primero se trata de las virtuosas mujeres desde comienzos del mundo hasta la época de Cristo, incluyendo a la Virgen María. El segundo versa sobre las claras y virtuosas mujeres romanas y de los pueblos gentiles y, en el tercero, y último, se ocupa de las santas cristianas 86. Más que el contenido de la obra, considerado como uno de los hitos del debate feminista medieval, interesa que uno de los dos manuscritos del siglo XV de los cinco en los que se ha conservado presenta una interesante iluminación (Salamanca, Biblioteca Histórica de la Universidad, ms. 207) 87, destacando, sobre todo, los enmarcamientos que bordean el texto en los ff. 3r y 55r; aunque con una estilística diferenciada, lo que predispone al Condestable hacia inquietudes bibliófilas. En el primer caso, la orla bordea completamente el texto, dispuesto en dos columnas separadas por un vástago floral central. La fórmula consiste en una serie de hojas acantoides, nervadas y vueltas, que recorren los márgenes del folio en forma de eses muy abiertas y enlazadas. A pesar de que carecen de un programa iconográfico, debe resaltarse la zona inferior central, donde se dispuso el escudo del Condestable sostenido por cuatro ángeles. Entre la maraña vegetal afloran animales fantásticos, personajes grotescos e híbridos fantaseados que recuperan la tradición de la drôlerie de las primeras etapas de la miniatura gótica, y que adquirirá un amplio desarrollo en la miniatura castellana de la época subsiguiente. J. M. FRADEJAS RUEDA, “Alvaro de Luna: Libro de las virtuosas e claras mujeres”, en Diccionario Filológico de Literatura medieval española. Textos y transmisión, C. Álvar y J. M. Lucía Mejías (ed.), Madrid, 2002, pp. 188-191, que incluye bibliografía sobre las ediciones y estudios de la obra. 85 A. RUCQUOI, “Privanza, fortuna...”, p. 333. 86 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 144. 87 Los cinco manuscritos en los que se ha conservado son los siguientes: Salamanca, Biblioteca Histórica de la Universidad, ms. 207, ms. 2654 (ambos del siglo XV) y ms. 2200 (siglo XVI); Santander, Biblioteca Menéndez Pelayo, ms. 76 y Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 19.165. Entre los libros que poseyó Isabel la Católica, aparece recogido un manuscrito del Libro de las claras e virtuosas mujeres, ricamente encuadernado y decorado con las armas del Condestable y Maestre de Santiago. Según Sánchez Cantón, éste (volumen 86-C) sería el manuscrito regalado a Juan II, aunque cabe pensar que el ejemplar podía haber sido propiedad de don Álvaro y pasar a manos regias por confiscación. F. J. SÁNCHEZ CANTÓN, Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica, Madrid, 1950. 84

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En el folio 55r, orla y texto están separados por un fino marco dorado. En el margen se disponen, con cierto carácter simétrico, cinco rombos que contienen veneras y cuatro escudos con la cruz de Santiago, elementos alusivos al título de maestre de esta orden, que obtuvo en 1445, tras la batalla de Olmedo y la muerte del infante Enrique. En el margen inferior su emblema heráldico es sostenido por dos ángeles tenantes. La iluminación del códice se completa con la ornamentación de un buen número de capitales (ff. 1v, 4v, 6r, 8r, 9v, 10v, 11v, 11v, 13v, 16v, 18v, 23r, 25r, 28r, 30v; 31v, 33 v, 35v, 36v, 38v, 45r, 47r, 49v) 88. Éstas son sencillas, pero cobran protagonismo mediante el “ductus” floral. En él persisten los mismos motivos junto a figurillas de tono burlesco y animales naturalistas y bien descritos. Abundan los oros, aunque debido a la técnica, no muy depurada, que se utiliza en su factura, numerosas zonas se han cuarteado. La gama cromática es abundante con predominio del azul, rosa, verde, carmín y algún toque gris 89. A pesar del ejemplar descrito anteriormente no denota una extrema calidad, pone de manifiesto como el condestable puso especial cuidado en la decoración del material librario e incluso, documental, que se encontraba vinculado con su persona como se pone también de manifiesto en el estilo y la riqueza con que algunos documentos eran ilustrados en el entorno del rey: los Privilegios rodados. En este sentido, es destacable el magnífico Privilegio de Juan II confirmando a Alvaro de Luna como Condestable de Castilla, firmado en Madrid, el 27 de enero de 1424 (New York, Hispanic Society, ms. HC 339/41) 90, del que se conserva otro similar, pero de menor calidad en el que Juan II confirma y aprueba la donación realizada por doña María de Albornoz a favor de También hay numerosas letras inacabadas (ff. 56r; 61r; 64v; 70v; 75v, 77r; 78v; 80v; 82r; 83v;84v; 85r; 86v;87v; 88v; 92r; 95r; 96v; 98v; 100r; 102v; 103v; 104v; 105r; 106v; 109r; 110r; 112v; 113r; 114r; 115v; 118r; 123v; 124v; 125r; 126v; 127r; 128r (completamente sin color), 129r; 129v; 130r; 132r; 133v; 134r; 134v; 135r; 136v; 137r; 137v; 138v; 139r; 139v; 140r; 140v; 141r; 141v; 142r; 142v; 143r; 144v; 145v; 147r; 148r; 149r; 149v; 150v; 151r; 151v; 152r; 153v; 155v; 156v, 158r) y, a partir del fol. 160r solamente los huecos para las iluminaciones. 89 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 140. F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, “Ensayando estorias grandes y letras cardinales: Miniatura en la Corona de Castilla durante la primera mitad del siglo XV”, Goya, 334 (2011), pp. 8082. 90 Ch. B. FAULHABER, Medieval Manuscripts in the Library of the Hispanic Society of America, Religious, Legal, Scientific, Historical and Literary Manuscripts, New York, 1983, vol. II, nº 721, pp. 439-440. Reproducido en el volumen de índices el signo rodado (lam. IV). 88

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Álvaro de Luna, condestable de Castilla, de ciertas villas, lugares, castillos y fortalezas situadas en el obispado de Cuenca (Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Osuna, carpeta 8, doc. 10 ter). 2.4. Joyas, lujo y magnificencia. De lo que lo que si existe constancia es que el alcázar de don Álvaro albergaba un tesoro, de legendarios ecos antes de su muerte 91; y desde siempre, los historiadores han insistido en el modo en que Juan II se abalanzó sobre los tesoros de oro 92 y joyas que se habían centralizados en Portillo, el monasterio de la Armedilla de Cuéllar y Escalona. Así, el monarca se ocupa de entrar en contacto con el heredero y su viuda para llegar a un acuerdo en virtud del cual la familia, y en concreto Juana Pimentel, obtiene algunos beneficios, pero a condición de que entregue todo el tesoro de dinero y joyas al rey para que éste haga tres partes. Se quedará con dos mientras la tercera la devolverá a la viuda 93. En realidad el rey debía conocer algunas de las joyas que tenía su valido. En 1435, nace Juan, hijo de Álvaro de Luna y Juana Pimentel, en Madrid, celebrándose una fiesta en la que participa Juan II, quien regala a la parturienta un diamante y un rubí valorado en tres mil florines, cantidad enorme. Asimismo, el condestable prestará algunas de sus joyas al monarca para que las usara en la boda con su segunda esposa, Isabel de Portugal. De éstas, la primera que se menciona es “un joyel que se llama de la Serena que es fecho en figura de una doncella e tiene un rubí grande e debaxo del rubí una esmeralda grande con dos perlas grandes a manera de peras”. Se trata de una de esas joyas de diseño imaginativo que tanto se fabricaron en Francia en el entorno de 1400. Hay otro joyel, igualmente rico, quizá más, y un tercero de nuevo clásico de ese momento fantasioso y extravagante: “otro joyel que se llama la prensa en que está un diamante punta mayor que es una avellana con su cáscara” 94. Véase A. FRANCO SILVA, “La villa toledana...”, p. 53 y N. ROUND, The greatest man uncrowned, London, 1986, p. 233. Éste sostiene su elevada valoración y el deseo de Juan II de apoderarse de ellos como una de las principales causas de caída y ejecución del valido. 92 Sobre éste, v. el texto de María del Mar Royo Martínez en este mismo volumen. 93 Alvaro de Luna (1419-1453). Colección diplomática, ed. de J.M. Calderón, Madrid, 1999, 1453, doc. 136, p. 406; J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 79. 94 Alvaro de Luna (1419-1453). Colección..., 1447, doc. 116, p. 364. J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 79. 91

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Sin embargo, los inventarios de 1453, a pesar de la satisfacción del rey sobre las riquezas encontradas en Escalona, simplemente atestiguan que combinaba rasgos propios del tesoro medieval —el acopio de metales y piedras preciosas— con características premodernas propias de las colecciones principescas del siglo XV, patentes en el contenido profano de los objetos, en la valoración de su contenido formal o artístico, así como en el aprecio por lo exótico y raro 95. Por lo que respecta a una valoración del contenido, debe apuntarse, el tesoro monetario, caracterizado por una gran variedad de piezas, un total de 584, y el absoluto dominio del oro 96. No se han conservado estos joyeles, ni las piezas sacras de Álvaro de Luna. Tan sólo existe una remota posibilidad de que conozcamos algún objeto que le hubiera pertenecido, como un báculo de Aviñón de hacia 1342, que fue reformado hacia 1394 por voluntad de Benedicto XIII, el papa Luna (Madrid, Museo Arqueológico Nacional, inv. 52160), por tanto una obra francesa en plata dorada y con esmaltes 97. A pesar de que conservó en descendientes de la familia Luna hasta fines del siglo XIX, es improbable que perteneciera a don Álvaro ya que todo apunta a que el báculo nunca abandonó Aragón 98. El Castillo de Escalona alcanza su máxima expresión cortesana y cumple más fielmente con su función palaciega gracias a las fiestas a las que sirvió de escenario. La Crónica especifica que don Álvaro era gran festejador, “e gran inventor de nuevos e esquisitos modos de deportosos entremeses” 99. Se hace preciso, una breve referencia a las fiestas organizadas en 1448, donde organiza una montería, en las que están presentes elementos de arquitectura efímera. Con todos los elementos propios de este tipo de celebraciones —músicas de variado y escogido instrumental, banquete servido en la lujosa vajilla del Condestable, bailes y otros festejos, torneos— estas fiestas constituyeron en cierto sentido la verdadera inauguración del castillo tras las obras realizadas después del incendio, siendo la primera vez que acude el rey a Escalona. A este despliegue, que se produce en unos momentos de extraordinaria dificultad política para el Condestable, se une su intención F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 276. F. CASTILLO CÁCERES, “Notas acerca del tesoro monetario de don Álvaro de Luna en el castillo de Escalona”, Numisma, 234 (1994), pp. 61-75. 97 J.M. CRUZ VALDOVINOS, Platería europea en España (1300-1700), Madrid, 1997, nº 5, pp. 51-53. 98 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 79. 99 Crónica de don Álvaro de Luna..., p. 246. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El CastilloPalacio...”, p. 278. 95 96

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de enviar un mensaje al príncipe Enrique y a su favorito, Juan Pacheco, transmitiendo el poder que todavía conserva. A la muerte de don Álvaro, el Marqués de Villena recibió Escalona y siguió habitándolo como Palacio y es muy probable que pretendiera eliminar las huellas de su antecesor. Cuando tiempo después, F. de Salanova, al servicio de los Pacheco escriba un Discurso Histórico donde habla de Escalona se referirá tan solo a éstos y nunca al condestable 100. El castillo palacio de Escalona, cuya influencia en edificios como el castillo de Belmonte, Manzanares el Real y, sobre todo, el Palacio del Infantado es imposible medir en términos arquitectónicos, fue el marco de una Corte señorial característica de ese ideal caballeresco que Huizinga definió, por ese gusto y lujo, por lo extravagante del otoño medieval 101. 3. LA CAPILLA DE SANTIAGO EN LA CATEDRAL DE TOLEDO: “LA MÁS NOTABLE, RICA E MARAVILLOSA CAPILL E ENTERRAMIENTO SUYO QUE EN LAS ESPAÑAS, E AUN EN LA MAYOR PARTE DEL MUNDO, SE PUDIESE HALLAR...”. 3.1. El espacio funerario. Frente a la práctica reconstrucción virtual que debemos hacer del Palacio de Escalona, la capilla del Condestable 102, que ha llegado hasta nuestros días, debió prolongar su construcción varias décadas e, incluso, sufrir algunos desperfectos. El 18 de abril de 1430, el Arzobispo de Toledo, donaba a favor del Condestable, tres capillas de San Ildefonso, a saber de San Eugenio, Santo Tomás Canturiense y Santiago, para que en ellas se erigiese una capilla para su entierro 103. Las circunstancias para obtener tal privilegio se entienden si se tiene en cuenta la situación de la sede primada. Entre 1403 y 1414 fue ocupada por Pedro de Luna, pariente del papa Benedicto XIII y uno de los introductores de Álvaro en Castilla. A la muerte de Sancho de Rojas J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p.41. F. CASTILLO Y CÁCERES, “El Castillo-Palacio...”, p. 278. 102 Sobre ésta, v. O. PÉREZ MONZÓN, “La imagen del poder nobiliario en Castilla. El arte y las órdenes Militares en el tardogótico”, Anuario de Estudios Medeivales, 37 (2007), pp. 907-956. 103 AHN, Osuna, carp. 179, nº 14. Pub: C. GONZÁLEZ PALENCIA, “La capilla de Álvaro de Luna en la catedral de Toledo, Archivo Español de Arte y Arqueología, II (1929), pp. 109-125 y J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna (1419-1453). Colección Diplomática, Madrid, 1999, nº 33, pp. 101-103. 100 101

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(1423) fue elegido Juan Martínez Contreras, deán de Toledo, que procedía de Riaza pero había entrado en Toledo como criado de Pedro de Luna; y a su muerte, en 1434, la sede fue ocupada, hasta 1442, por Juan de Cerezuela, hermanastro del Condestable 104. En el acto se encontraron presentes, junto con el arzobispo, el deán y miembros del cabildo para responder a la petición del condestable, representado por un hombre de su confianza, de ser enterrado en la catedral de Toledo en una capilla expresamente dedicada a ello: “Considerando la magnificencia e santidat de la dicha iglesia de Santa María desta dicha cibdat les avia suplicado (...) por un lugar en la dicha iglesia onde él pudiese hedificar e nuevamente façer una nueva capilla para su enterramiento (...), onde él pudiese constituyr e ordenar sus capellanes e los dotar a la dicha iglesia por tal manera que después de su fin fueran oradores a Dios por su ánima” 105. Aunque no se mencionan los arquitectos, entre los testigos de la donación figuraba Alvar Martínez 106, maestro mayor de la catedral, y no hay que desdeñar — como ya señaló Yuste Galán—, que una escritura de arrendamiento, fechada en mayo de 1438, menciona el nombre de Pedro Jalopa, al que denominan pedrero mayor de la capilla del condestable; quien parece ser que se encontraba en Toledo desde 1435 107; figurando entonces en un contrato de arrendamiento de una casa del cabildo en la Tripería Vieja en Toledo junto a su mujer Juana María de Valladolid. Se dice que es vecino de Toledo y, además, actúa como su avalista el maestro catedralicio Alvar Martínez 108. Aunque la primera referencia a la intencionalidad del Condestable de enterrarse en Toledo es de 1430, en enero de 1424 ya había comprado casas en Toledo y en la temprana fecha de julio de 1424, el condestable renuncia a los maravedíes de juro para percibir anualmente de las alcabalas de dicha ciudad en favor de su capilla y capellanes sita en Santa María de Toledo 109. J. F. RIVERA RECIO, Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media (siglos XIIXV), Toledo, 1969, pp. 107-111. 105 C. GONZÁLEZ PALENCIA, “La capilla de...”, p. 110. 106 J. Mª AZCÁRATE RISTORI, “Alvar Martínez, maestro de la Catedral de Toledo”, Archivo Español de Arte, XXIII (1950), pp. 1-12. 107 A. Mª YUSTE GALÁN, “La introducción del arte flamígero en Castilla: Pedro Jalopa, maestro de los Luna”, Archivo Español de Arte, LXXVII (2004), apéndice documental nº 4. 108 A. Mª YUSTE GALÁN, “La introducción...”, p. 295. B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona de Castilla en torno a 1412”, Artigrama, 26 (2011), p. 141, nota 114. 109 AHN, Osuna, C. 1734, D. 2. 104

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Asimismo, parece que en el proyecto de su capilla funeraria estaba el enterrarse con doña Juana Pimentel, ya que su primera esposa, Elvira de Portocarrero, era sepultada en la Capilla del contador Fernán López de Saldaña 110, construida entre 1430 y 1435 111, y cuyos heredamientos y tierras confiscados por Juan II al caer el contador en desgracia, habían sido entregados en 1445 también al poderoso condestable.

A. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, “Un enterramiento en la capilla de Saldaña, en el Monasterio de Santa Clara de Tordesilla (Valladolid)”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, 58 (1992), pp. 301-312. 111 Sobre esta capilla C. ARA GIL y J. M. PARRADO DEL OLMO, Catálogo monumental de la provincia de Valladolid, vol. XI, Valladolid, 1980, p. 287; J. CASTÁN LANASPA, Arquitectura gótica religiosa en Valladolid y su provincia (siglos XIII-XVI), Valladolid, 1998, p. 98; J. C. RUIZ SOUZA, “La iglesia de Santa Clara de Tordesillas. Nuevas consideraciones para su estudio”, Reales Sitios, 36 (1999), pp. 2-13; Mª T. GONZÁLEZ ALARCÓN, “Capilla del contador Fernán López de Saldaña”, Reales Sitios, 6 (2005), pp. 115-138; J.C. RUIZ SOUZA y A. GARCÍA FLORES, “Ysambart y la renovación del gótico final en Castilla: Palencia, la Capilla del Contador Saldaña en Tordesillas y Sevilla. Hipótesis para el debate”, Anales de Historia del Arte, 19 (2009), pp. 46 y ss. La bula de fundación de la capilla se da en Roma en diciembre de 1432 (S. ANDRÉS ORDAX, “El monasterio de Santa Clara de Tordesillas”, en M. A. ZALAMA (dir.), Juana I en Tordesillas: su mundo, su entorno, Valladolid, 2010, p. 116. Una revisión de lo que supuso la misma en la renovación arquitectónica en Castilla en torno a 1430 en B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, pp. 137-140. 110

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3.2. Antecedentes: La Capilla del Contador Saldaña en Santa Clara de Tordesillas. Esta capilla resulta interesante porque supone el inicio de la llegada de las formas tardogóticas a Castilla, y, además, muestra ciertas concomitancias con la capilla de Santiago en la catedral de Toledo. Fernán López de Saldaña era uno de esos funcionarios de carrera rápida, al que Fernán Pérez de Guzmán califica de “pequeño e raez onbre” 112, entendiendo por “raez”, vil, bajo y despreciable 113. No obstante, alguien tan crítico como Alonso de Palencia explica que era “de origen oscuro pero de nobles prendas y brazo esforzado” 114. De hecho, era criado de Álvaro de Luna en 1428 y al año siguiente el condestable obtiene del rey que lo nombrara contador mayor, reuniendo en unos años abundante patrimonio 115. Así, la Crónica del Halconero, afirma como se le priva del cargo de la cámara de los paños, pero a cambio se le concedieron las atarazanas de Sevilla (con una renta de 140 a 150 mil maravedises, y veinte mil más anuales) 116. Sin embargo, en 1436 el rey lo manda prender, aunque luego lo deja en libertad a petición de Álvaro de Luna que lo sigue considerando un hombre de confianza. En 1453, el rey y don Álvaro están en Tordesillas, y después de asistir a misa en Santa Clara, conversan, alabando Álvaro la fidelidad del contador que contrapone a la traición de Alfonso Pérez de Vivero. Afirma, además, que “dexó fundada una capellanía en aquel monesterio” 117, donde probablemente, recibió sepultura su primera mujer. Fernán López de Saldaña decide enterrarse en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas en una amplia capilla en el lado de la epístola. Una larguísima inscripción indica que el contador inició los trabajos en 1430, sus cargos (camarero y canciller del rey y de su consejo) y la terminó en 1435, dedicándola a la Virgen 118. El comienzo de la obra de la capilla estuvo en relación con el entonces maestro de la catedral de León Guillén de Roan 119, pero su papel en

F. PÉREZ DE GUZMÁN, Generaciones y semblanzas, Buenos Aires, 1947, p. 68. J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p.41. 114 A. DE PALENCIA, Décadas, I, p. 17. 115 Crónica de don Alvaro..., p. 71. 116 Crónica del Halconero..., p. 63. 117 Crónica de don Alvaro..., CV, p. 315. 118 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p.161. 119 Sobre éste, v. los capítulos de H. KARGE y Mª V. HERRÁEZ en Actas del Congreso Internacional “Lacatedral de León en la Edad Media”, León, Universidad de León, 2004 y J. L. BLANCO MOZO, “La torre sur de la catedral de León: del maes112 113

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la misma no debió ser decisivo, ya que moría al año siguiente del comienzo de las obras. Para la continuación de las mismas se han barajado otros nombres de maestros franceses como Isambart y Pedro Jalopa 120; aunque sería preciso discernir ambas personalidades, ya que si está clara su relación con otras obras vinculadas a éstos maestros —la Capilla del Sagrario o la Portada de los Novios de la Catedral de Palencia— las formas desarrolladas en la Capilla de Santiago en la catedral de Toledo, donde debió intervenir Jalopa, muestran, dentro de las concomitancias, ya una clara diferenciación con las de la fundación del contador Saldaña. Por lo que respecta a la escultura, fue vinculada por Gómez Moreno con la figura de un flamenco, el otro maestro de la catedral de León, Jusquin, probablemente de origen ultrapirenaico pero formado en Castilla, aunque esta relación ha sido desechada 121. La capilla destaca en el panorama arquitectónico castellano no sólo por estar realizada en excelente cantería y con una decoración de gran calidad, sino por las novedades que aporta: diafanidad espacial y regularidad, pero completada con una excelente decoración donde se ha observado la relación con gótico internacional en los ángeles tenantes y borgoñonas en los apóstoles de las ménsulas 122. La descripción realizada por Alonso de la misma, pone de manifiesto las novedades arquitectónicas que aporta y las posibles relaciones con la capilla de Santiago: “Ocupa el espacio correspondiente a dos tramos de nave, a la que se abre gracias a sendos arcos apuntados angrelados y baquetonados decorados con hojas de cardo. La estructura interior de la capilla se dispone en esos dos tramos separados por un grueso arco formero apuntado apoyado en sendos pilares compuestos. Las dos bóvedas de crucería son de terceletes con cinco claves y despiece por arista, con festones calados y cinco claves, decoradas con escudos de los promotores. El espacio se ilumina a través de dos ventanas en el muro sur, apuntadas, con parteluz y tracería flamígera. Al este, una estancia tro Jusquín a Hans de Colonia”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, XI (1999), pp. 29-58. 120 B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 138. 121 M. GÓMEZ MORENO, “Josken de Utrecht, arquitecto y escultor”, Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, V (1911-12), pp. 63-66; W. MERINO RUBIO, Arquitectura hispanoflamenca en León, León, 1974, pp. 28 y ss.; J. CASTÁN LANASPA, Arquitectura gótica religiosa..., p. 565; S. ANDRÉS ORDAX, “El monasterio de Santa Clara de Tordesillas...”, p. 119; J. ARA GIL, Escultura gótica en Valladolid y su provincia, Valladolid, 1977, p. 20. 122 B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 139.

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a modo de sacristía con forma cuadrangular y cubierta con simples cruceros, a la que se accede por una puerta de arco conopial. En los muros sur y oeste es donde se disponen los arcosolios pareados enmarcados por pináculos recambiados en su tercio central; los arcosolios tienen estructura ojival y están decorados con rica tracería con cardinas y pinjantes vegetales, chambrana con macoya en su ápice y ángeles portablasones. Como se ha señalado con anterioridad, la relación con la Capilla del Sagrario de la catedral de Palencia es obvia, respecto a la articulación muraria, la decoración (idénticos pinjantes con cogollos vegetales) e idénticos elementos nuevos en ambas obras, como los pilares recambiados. Al exterior, se remató en azotea con pretiles con tracería gótica en forma de cuadrifolio y pináculos pétreos en las esquinas” 123.

B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, pp. 138-141.

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Enterró allí a su mujer, Elvira de Acebedo, fallecida en 1433. Consiguió encontrar a un escultor de formación borgoñona que dirigió las obras situando sobre los muros monumentales esculturas de apóstoles y santos, mientras, bajo el arco solio, se preparaban cuatro sepulcros. En uno de los paños exteriores se dispone un recuadro con las armas de Juan II, don Álvaro de Luna, de Saldaña, de Acebedo y Vélez de Guevara, por lo que es probable que los sepulcros correspondan al propio contador, a su esposa, al hijo del contador, Pedro Vélez de Guevara y a Elvira de Portocarrero, primera mujer de don Álvaro de Luna, fallecida en 1431. El contador cae en desgracia en distintas ocasiones a partir de 1438 y al final de su vida ha de exiliarse a Aragón, donde muere pocos años después que el rey y su valido. Sin embargo, su capilla funeraria queda como un hito sin continuidad; muestra del uso de la arquitectura como medio de exhibir el poder adquirido y prueba que no era necesario pertenecer a los grandes linajes para contactar en fechas muy tempranas con artistas procedentes de fuera de más que aceptable calidad, cuyos resultados habría que explicar a causa de la fluidez de las vías comerciales 124. 3.3. El desarrollo de las obras. En 1431 Álvaro de Luna se casó en segundas nupcias con Juana Pimentel, hija del Conde de Benavente, siendo padrinos Juan II y Leonor, esposa del adelantado de León, Pedro Manrique y luego abadesa del monasterio de Calabazanos, velándose en ese lugar y casándose en Palencia 125. Hay quien supone que entonces se donó una Virgen con el Niño que algunos consideran holandesa (Barcelona, Museu Frederic Marés) 126. En febrero de 1435, Juan II parte en romería al monasterio de Santa María de Guadalupe acompañado, entre otros, por Álvaro de Luna. A la altura de Maqueda éste pide permiso al rey para apartarse de la comitiva “e tornóse a Toledo, a ver una capilla suya que mandó fazer en Santa María la Mayor” 127. De esta manera se informa que a esas alturas la

J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p.161. Crónica del Halconero..., cap. LXIV, p. 76. 126 J. W. STEYAERT, Late Gothic Sculpture. The Burgundian Netherlands, Gante, 1994, nº 81, pp. 290-291; J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p.127, nota 10. 127 Crónica del Halconero..., cap. CLXXIX, p. 195. 124 125

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obra debía ir avanzada y parece que, en 1449, cuando el pueblo toledano asalta la capilla, todo estaba terminado 128. Como se ha visto con anterioridad, la gran capilla de Santiago en la catedral de Toledo se había replanteado sobre el espacio anteriormente ocupado por tres pequeñas capillas en un lugar preferente de la girola en abril de 1430, siendo entonces el maestro mayor de la catedral Alvar Martínez, quien supuestamente dirige las obras hasta 1437, apareciendo Pedro Jalopa un año después como “pedrero mayor de la capilla del Condestable”, tras años en que no se tiene noticia de su trabajo. Parece que Martínez se inspira en la vecina Capilla de San Ildefonso, levantada a finales del XIV 129. El hecho cierto es que se desconoce el estado de la construcción a la llegada de Jalopa, al igual que se ignoran las razones de su contratación y lo levantado por éste. La documentación no ayuda en este caso pues no se conservan los libros de cuentas de fábrica del período. Así, desde 1430 a 1437 la capilla habría sido dirigida por Martínez; de 1438 a 1442 por Jalopa y, si después de doce años de obras quedaba algo por hacer, lo concluiría Hanequin 130, no siendo quizá este último el tracista fundamental y coincidiendo todo ello con el pontificado de Juan de Cerezuela (1434-1442), hermano uterino del condestable Luna 131. Se trataba de una obra de base irregular tendiendo al cuadrado que, en altura, se transforma en ochavo, abundando las tracerías estructurales y ornamentales donde en varios lugares se ven las formas flamígeras 132. La capilla había de tener un carácter familiar de manera que al final los dos obispos del linaje —Pedro de Luna y Juan de CerezueJ. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., pp.128-130. A. SERRA DESFILIS, Amadeo y F. MARÍAS FRANCO, “La capilla Albornoz de la catedral de Toledo y los enterramientos monumentales de la España bajomedieval”, en Demeures d'éternité: église et chapelles funéraires aux XVe et XVIe siècles: actes du colloque tenu à Tours du 11 au 14 juin 1996, París, 2005, pp. 33-48. 130 Sobre Hanequín de Bruselas, v. J. Mª AZCÁRATE RISTORI, “El maestro Hanequin de Bruselas”, Archivo Español de Arte, XXI (1948), pp. 173-188; R. DOMÍNGUEZ CASAS, “El entorno familiar y social del escultor Egas Cueman de Bruselas”, Archivo Español de Arte, 1995, pp. 341-352; D. HEIM y A. Mª YUSTE GALÁN, “La torre de la catedral de Toledo y la dinastía de los Cueman. De Bruselas a Castilla”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología de Valladolid, 1998, pp. 229253, y G. KONRADSHEIM, “Hanequin Coeman de Bruxelles. Introducteur de l’art flamand du XVe. siècle dans la région toledane”, Melanges de la Casa Velázquez, XII (1976), pp. 127-140. 131 B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 141. 132 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 130. 128 129

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la— junto con el hijo del condestable —Juan de Luna— encontraron allí acogida, en los arcosolios abiertos en las paredes. A la belleza del muro así adornado y de la bóveda se añade la acertada abertura de vanos que proporciona al ambiente una notable luminosidad, que disminuiría si los vanos se cerraran con vidrieras 133. El hecho cierto es que esta capilla de Santiago encierra las novedades de esta primera etapa del nuevo gótico, a la vez que preludia el efectismo que alcanzará el tardogótico de la segunda mitad del siglo. En sí la capilla es un repertorio de las novedades: arcos escarzanos y apuntados con angrelados, decoración vegetal, vesica piscis, pilares recambiados, panelado de los muros, intersección de las molduras, etc., a lo que se añade ahora el elemento heráldico 134. A modo de armorial pétreo, las paredes macizas laterales exhiben el escudo de Álvaro de Luna —cortado de gules y azur con creciente ranversado de azur— rodeado por seis veneras de gules sobre esmalte azur romboidal en una composición casi equiparable al relieve monumental de Santiago matamoros que luce sobre el retablo de la capilla. La misma alternancia heráldica luce en la bóveda. La clave central exhibe un ostentoso escudo del linaje de los Luna, igual que los ángeles tenantes dispuestos en sentido circular en cada una de las ocho nervaduras, mientras que los combados rematan en claves adornadas con veneras. Resulta muy llamativa la forma de disponer, en otros gabletes, la concha de la orden de Santiago, al iniciarse la composición con un ángel, de medio cuerpo, con las alas desplegadas, que hace sonar un instrumento de viento y flota sobre una nube. De ésta sale un brazo que sostiene una suerte de soporte ondulado y cóncavo donde se fijó la referida concha. A todo esto hay que añadir una nueva concepción espacial que tendrá importantes repercusiones en la arquitectura posterior 135. El único elemento que lo diferencia de lo visto es la importancia concedida al empleo del gablete, también visto en Palencia pero a partir de estas fechas será un detalle que encontraremos en la arquitectura funeraria y en portadas como las de la catedral de Sevilla. Pero, por encima de todo, destaca su inmensa bóveda de crucería octogonal que descansa en unas trompas de arista similares a las bóvedas de esquina J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 130. B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 142. 135 B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 142. 133 134

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o voltes raconeres empleadas por Guillén Sagrera en la Sala dei Baroni de Castel Nuovo en Nápoles, algo posterior en sus fechas de construcción que el ejemplo toledano (1447-1454) 136. La similitud entre ambos planteamientos reflejaría la posible autoría de Jalopa sobre el diseño de esa parte de la capilla, subrayada además por la relación existente entre Jalopa y el maestro Sagrera desde 1411 137.

El espacio resulta muy luminoso, gracias a grandes rosetones abiertos en la parte alta de los muros. Un hecho notorio a destacar es el sobrio aspecto, casi militar, del exterior del recinto. El remate de merlones y torrecillas sobre los contrafuertes, así como la tonalidad de la piedra le confieren un aire defensivo, sobrio y pesado que dista mucho de la magnificencia y esbeltez interior 138; y que permitiría también relacionar al posible arquitecto de la capilla con el responsable de las obras A. SERRA DESFILIS, “È cosa catalana: la Gran Sala de Castel Nuovo en el contexto mediterráneo”, Annali de Architettura, Vicenza, Centro Internazionale di Studi di Architettura Andrea Palladio, 12 (2000), pp. 7-16. B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 142. 137 J. IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, “Seguendo il corso del sole: Isambart, Pedro Jalopa e il rinnovamento dell’ultimo Gotico nella Peninsola Iberica durante la prima metà del XV secolo”, Lexicon, 12 (2011), pp. 28; J. IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, La capilla del palacio arzobispal de Zaragoza en el contexto de la renovación del Gótico final en la Península Ibérica, Zaragoza, 2012, pp. 21-22. B. ALONSO RUÍZ y J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “Arquitectura en la Corona...”, p. 142. 138 E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 150. 136

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en el Palacio de Escalona tras el incendio de 1438. Más tarde en el tiempo, siguen el modelo otras dos capillas señeras: la del condestable don Pedro Fernández de Velasco en la catedral de Burgos y la del marqués de Vélez, adelantado de Murcia, en la sede catedralicia de esa localidad 139. 3.4. El primitivo sepulcro 140. Hasta 1449, año de conclusión de la misma, aunque no debió variar sustancialmente su estructura arquitectónica, su apariencia distaba de la actual, ya que don Álvaro de Luna tenía preparado, para él y para su mujer en la capilla de Santiago, un rico sepulcro que causó asombro en la época 141. Era de cobre o latón dorado: “...de muy rica y subtil obra, hechos por tal arte que los podían hacer levantar y poner de rodillas cada vez que querían” 142. Al parecer, fueron desmontados y fundidos por orden del infante don Enrique cuando ocupó Toledo en 1441. Sobre los mismos, son los textos literarios los que aportan las noticias. Por una parte, los versos escritos por el Condestable, acerca de la prisión del Infante en Ponza tras su derrota durante la Guerra de Nápoles: Si flota vos combatió, En verdad, Señor Infante, Mi bulto non vos prendió Quando fueste mareante, Para que hiciésedes nada A una semblante figura Que estaba en mi sepultura para mi fin ordenada.

E igual interés merecen, los versos de Juan de Mena: Que a un Condestable armado que sobre Un gran vulto de oro estaba asentado Con manos sañosas vimos derribado, E todo desfecho fue tornad cobre... 143

BANGO TORVISO, Isidro, “El espacio para enterramientos privilegiados en la arquitectura medieval española”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, IV (1992), p. 128. 140 Véase el texto de Rocío Martínez López en este mismo volumen. 141 Sobre éste, v. el estudio de R. Mª RODRÍGUEZ PORTO, “Fartan sus iras en forma semblante: La tumba de Alvaro de Luna y el status de la imagen en la Castilla tardomedieval”, Espacio, Tiempo y Forma, 16 (2003), pp. 11-28. 142 Hystoria o descripción de la Imperial Cibdad de Toledo, Toledo 1554, fol. LXXIXV. 143 J. DE MENA, Las trescientas, copla CCLXV, Laberinto de Fortuna, edic. de J. G. Cummins, Madrid, 1990, p. 174. 139

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Esta noticia es corroborada por los Anales de Garci-Sánchez, jurado de Sevilla. En una descripción antigua de la Capilla de Santiago de la Catedral toledana se consigna además: “Algunos dicen que el dicho Condestable, mandado después lleuar el metal a Escalona, hiço dos lombardas; otros diçen que se hiço dello la pila del Baptismo que está en la Iglesia Mayor de Toledo, aunque los que saben deste arte de fundir diçen que aquella pila assi hecha se truxo de Alemania, porque en aquel tiempo no se sabía hacer cosa de aquellas en Castilla” 144. Otros, entre ellos Baltasar Porreño, en su Historia Episcopal y Real de España 145 sostienen que estos bultos mandó deshacer la Cathólica Reina Doña Isabel, después de hauer sido maltratados en este tiempo”, versión que Sixto Ramón Parro encuentra compatible con el atentado a las estatuas por el infante Don Enrique, suponiendo serían luego restauradas por el Condestable y no fundidas sino en época de los Reyes Católicos 146. Iguales noticias, con los versos de D. Álvaro, en la edición de las Obras de Juan de Mena con la glosa del Comendador Ferrán Núñez, Amberes, 1552, pp. 171-172v 147. De nuevo el condestable sorprendía con un tipo de autómatas de los que gustaban desde antiguo tanto en la corte de los califas, como en la del basileos bizantino y a los que se aficionaron en especial en el Imperio Germánico en el siglo XV, sobre todo en los carillones de los grandes relojes catedralicios y de los ayuntamientos 148. Gonzalo Chacón, supuesto autor de la Crónica de don Álvaro de Luna, tuvo ocasión de ver la capilla acompañado de los hijos de Juan II en 1453, poco después del ajusticiamiento, y se refiere a ella: “Una mucho notable capilla que el bienaventurado Maestre abía fundado a muy grand costa en la iglesia catedral de Toledo”, terminando que en ella estaba sepultado su cuerpo y el de su hermano Juan de Cerezuela, desaparecido en 1442 149.

Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 773, fol. 143v. Toledo, Biblioteca Capitular, caj. 27, núms. 21 y 22, t. II, fols. 43 r-v. 146 S. R. PARRO, Toledo en la Mano o descripción histórico artística de la magnífica catedral y de los demás célebres monumentos, Toledo, 1857, t. I, pp. 85-86 y 381384. 147 E. BENITO RUANO, Toledo en el siglo XV, Madrid, 1961, p. 36, nota 13. 148 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 132. 149 Crónica de don Álvaro..., cap. CXXVIII, p. 437. 144 145

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3.5. Intervenciones finales: dotación, retablo y sepulcros de alabastro. Después de la muerte de su esposo, Juana Pimentel demostró una extraordinaria fortaleza y trató de salvar, haciendo resistencia al rey, lo que pudo del patrimonio del condestable y del suyo propio. Pero pasaron los años y cambiaron las circunstancias. María de Luna, hija del matrimonio, se había casado con el Duque del Infantado, y Juana Pimentel vivía en Guadalajara. Fue el momento de recuperar la buena fama del ajusticiado, completando aquella capilla inacaba y saqueada 150. El 8 de mayo de 1484, doña Juana Pimentel realizaba varias dotaciones —incluyendo cuatro casullas diferentes, amitos, cintas de seda, albas, manípulos, tres estolas, dos dalmáticas, varios frontales ricos con las armas de los Luna, corporales, sábanas de altar, cruces de plata, un cáliz con su patena que tiene en el pie labradas escenas de la pasión, otro cáliz de menor peso, dos candelabros de plata y unas vinajeras del mismo metal, un misal toledano en pergamino y, sobre todo, la renta suficiente para que se mantuvieran tres capellanías— 151. Cinco años más tarde, el 21 de diciembre de 1488, su hija María de Luna, en Manzanares, y como Duquesa del Infantado, contrata con los pintores Sancho de Zamora y Juan de Segovia, vecinos de Guadalajara 152 y Pedro Gumiel, escultor de Alcalá de Henares el retablo mayor de la capilla funeraria siempre mencionada por valor de 105.000 maravedises, cantidad notable que se explica por la pericia de los pintores y las dimensiones de la fábrica 153. La descripción es muy minuciosa y utiliza un lenguaje técnico muy preciso que indica que detrás de la duquesa había algún especialista. En la elección de escenas se percibe una mayor preocupación por la Virgen y el Niño en el ático, la Piedad del bancal en su centro y los retratos del condestable, a la izquierda, tutelado por San Francisco, y Juana Pimentel, Condesa de Montalbán, a la derecha con San Antonio de Padua. Todas estas pinturas se deben a la misma mano, aunque se desconoce de cual de los dos se trata. Se J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 132. C. GONZÁLEZ PALENCIA, “La capilla de Álvaro de Luna...”, p. 115 y ss. 152 Éstos se encontraban por estas fechas trabajando para el marido de doña María, el Duque del Infantado, en las obras de su palacio de Guadalajara. F. LAYNA SERRANO, El palacio del Infantado..., pp. 62, 63 y ss; J. YARZA LUACES, Los Reyes..., p. 25; E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, p. 156, nota 104. 153 C. GONZÁLEZ PALENCIA, “La capilla de Álvaro de Luna...”, pp. 118-121. 150 151

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ha sugerido que sea Juan de Segovia, a quien también se ha llamado Maestro de los Luna por este retablo y otros. En cierto sentido es como si fuera el más importante. Sin embargo, aunque demuestra conocer a Weyden —así la Virgen con el Niño del ático muestra interesantes concomitancias con La Virgen Duran (Madrid, Museo del Prado) del Maestro Nórdico, por lo que es probable que ésta pintura estuviese en España ya en el siglo XV y, dado que la difunde éste maestro, no sería raro que la tabla de Weyden hubiera sido propiedad de los Duques del Infantado— y es autor de las pinturas más significativas, es inferior al otro que pinta ocho santos de los que se dice que la duquesa dirá quiénes serían 154. Se ha querido reconocer en él a Sancho de Zamora 155. Por fin, el centro lo ocupa una talla de madera con Santiago el Mayor, titular en relación con el cargo de maestre de Santiago que disfrutó al final de su vida el condestable 156. Lo más importante, los sepulcros, quizá porque sustituían a los previos de metal, se contrataron los últimos, adoptando la capilla la configuración actual. También en Manzanares, el 7 de enero de 1489, por tanto sólo unos días más tarde del contrato con los pintores, la misma duquesa pacta con “Sebastián de Toledo entallador de ymaginería” los sepulcros monumentales del matrimonio que debía hacer en Guadalajara y en Alabastro 157. Existe un dato muy interesante. Se contrata por 90.000 maravedises y el pago se hace en cuatro plazos de los que el primero se destina a adquirir el material. Así esto resulta esclarecedor para conocer el beneficio del escultor descontando el precio de los materiales y sabiendo que son las horas de trabajo las tres cuartas partes del total. Además, se dan las dimensiones, se describen los elementos ornamentales, así como el programa iconográfico y como han de ser los retratos de los yacentes 158. Estos sepulcros han dado lugar a muchas discusio-

J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 134. J. GUDIOL RICART, Pintura gótica (Ars Hispaniae IX), Madrid, 1955, p. 337. 156 Una descripción minuciosa del programa iconográfico del retablo en E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, pp. 156-160. 157 AHN, Secc. Osuna, Leg. 1733, nº 66; J. Mª AZCÁRATE, “El maestro Sebastián de Toledo y el doncel de Sigüenza”, Wad-al-hayara, 1 (1974), pp. 7-34; J. Mª AZCÁRATE, Colección de documentos para la Historia del Arte en España, 2. Datos histórico-artísticos de fines del siglo XV y principios del XVI, Zaragoza-Madrid, 1982, nº 428, pp. 242-244; J. CARRETE PARRONDO, “Sebastián de Toledo y el sepulcro de don Álvaro de Luna”, Revista de las Ideas Estéticas, 131 (1975), pp. 231-237. 158 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 134. 154 155

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nes sólo por el problema del autor, Sebastián de Toledo, identificado por algunos con Sebastián de Almonacid 159. Se detalla la forma en que han de hacerse los sepulcros y otra vez se pone de manifiesto que lo que más se aprecia es el título de maestre de Santiago que a esas alturas y de manera definitiva quedaba en manos del rey, así que el condestable vestirá de nuevo el hábito correspondiente, llevará en las esquinas del sarcófago la imagen de cuatro comendadores de la orden y se encontrarán los escudos junto a los suyos. Además se incluyen las virtudes, encarnadas en figuras femeninas, tanto cardinales como teologales. Son las practicadas por Álvaro, como se dice en los Regimientos de príncipes acerca de lo que debe hacer cualquier gobernante. A los pies se encuentra un paje que será portador de las armas del señor, pero también un libro para rezar 160.

El sepulcro de la condesa es en todo similar al de su marido salvo en la iconografía, en la que los comendadores han sido sustituidos por frailes y las virtudes por apóstoles que desgranan el texto del credo. Juana Pimentel se representa yacente llorando, mientras a sus pies el Sobre esta problemática, v. J. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, “La obra de Sebastián de Almonacid en Sevilla (1505-1510)”, BSAA, LVIII (1992), pp. 313-324; J. YARZA LUACES, Los Reyes Católicos..., pp. 240-243. 160 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., pp. 134-135. 159

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paje es sustituido por una doncella que reza, se dice taxativamente, en un libro de horas 161. De esta manera se concluía una de las grandes empresas artísticas hispanas del siglo XV, que con las diversas etapas en que se llevó a cabo muestra las peripecias de la historia de uno de los personajes más singulares del siglo 162.

A pesar de las circunstancias políticas que prolongaron su conclusión definitiva cerca de sesenta años, esta capilla funeraria ha quedado como un hito en la arquitectura funeraria hispana, y más en concreto en la castellana, durante bastantes años. Sólo Pedro Girón 163, favorecido en origen por Álvaro de Luna y luego enemigo suyo, junto a su hermano el Marqués de Villena, decidió algo semejante pero en un lugar menos comprometido. Éste era maestre de la orden de Calatrava y esDescripción de los sepulcros en E. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Don Álvaro de Luna...”, pp. 150-156. 162 J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 135. 163 Sobre el mismo, J. O’CALLAGHAN, “Don Pedro Girón, Master of the Order of Calatrava, 1445-1446”, Hispania, 21 (1961), pp. 342-392 (reimpresión en su libro The Spanish Military Order of Calatrava and its Affiliates, Londres, 1975); Mª I. DE VAL VALDIVIESO, “Relaciones de Don Pedro Girón, maestre de Calatrava, con el rey Don Enrique IV”, VII Centenario del infante don Fernando de la Cerda, Ciudad Real, 1976, pp. 159-170; A. FRANCO SILVA, “Don Pedro Girón, fundador de la Casa de Osuna (1423-1466), Osuna entre los tiempos medievales y modernos (siglos XIII-XVIII), Sevilla, 1995, pp. 63-93. 161

LA MEJOR LABRADA E MEJOR CASA Y LA MÁS NOTABLE, RICA...

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cogió el castillo-convento de Calatrava la Nueva, próxima la hora de su muerte (1466). Hanequín de Bruselas trabajaría en su suntuosa tumba de alabastro con uso de columnas negras, bóvedas estrelladas, heráldica abundante, sepulcro de los mismos materiales, donde en los frentes se representaban individuos de la orden 164. El modelo debía ser el de Felipe el Atrevido, Duque de Borgoña, en Dijón, ejecutado por Jean Marville, Claus Sluter y Claus de Werve y realizado en la práctica después de su muerte entre 1384 y 1410 165. Aunque no queda nada de él 166, Pérez Monzón señala como “diversos textos inéditos permiten que se conozcan ciertos detalles del mismo que llevan a considerarlo un hito importante en el desarrollo del monumento fúnebre tardogótico” 167. 3.6. Otras donaciones. Interesantes testimonios, dan idea de las importantes donaciones que don Álvaro dio a algunos ámbitos eclesiásticos. Así, cuando Antonio de Lalaing, acompañando a Felipe el Hermoso en su viaje a España en 1501, describe el 6 de marzo la iglesia de Santiago de Compostela, y detalla el tabernáculo que existía sobre la tumba del apóstol, afirma que “tiene de alto de doce a trece pies, y de ancho de diez a once, en el que hay algunas imágenes de plata. Encima del altar hay catorce imágenes de plata dorada, dadas por don Álvaro de Luna, en otro tiempo Condestable de Castilla” 168. Paradójicamente, si la convulsa política del siglo XV castellano enfrentó de modo encarnizado a personajes tan paradigmáticos como fue Don Álvaro de Luna con el resto de la clase noble, su actitud hacia el patrocinio de obras artísticas les permitió converger en un comportamiento común y manifestar el inicio, o continuación, de una larga trayectoria que, debido a otros nobles, obispos y, sobre todo, a la fortalecida monarquía, beneficiará el auténtico esplendor del tardogótico en Castilla.

J. YARZA LUACES, La nobleza ante el rey..., p. 135. S. JUGIE, “Tombeau de Philippe le Hardi”, L’art à la court de Bourgogne, Le mécénat de Philippe leHardí et de Jean sans Peur (1364-1419), París, 2004, pp. 223225. 166 Minucioso estudio de la misma en O. PÉREZ MONZÓN, “La imagen del poder...”, pp. 912-917. 167 O. PÉREZ MONZÓN, “La imagen del poder...”, p. 914. 168 J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal, I, Valladolid, 1999. 164 165

“EL AUCTOR DE ESTA OBRA ES EL CONDESTABLE DON ÁLVARO DE LUNA”. GÉNESIS, ILUMINACIÓN Y SUNTUOSIDAD EN LAS VIRTUOSAS E CLARAS MUGERES 1 María Teresa CHICOTE POMPANIN Ángel FUENTES ORTIZ “Por fechos de armas, e composición de singulares libros por él mesmo sabiamente ordenados, e por discretas e ordenadas e públicas cançiones, ensalçó la virtud de las mugeres, la fama e vida de algunas de aquéllas” 2.

Extremadamente claras y concisas resultan las palabras de la Crónica de don Álvaro de Luna cuando describen las labores a las que se dedicó su protagonista. En primer lugar se citan las actividades bélicas, prioritarias en la mentalidad de todo caballero castellano; en el segundo puesto se sitúan los resultados de la producción intelectual, pues se afirma que el Condestable de Castilla se encargó de la creación de libros y cançiones, todos ellos dedicados a la alabanza de las virtudes de la mujer. Fue así que, en el panorama de la Castilla del s. XV, la figura de Álvaro de Luna deslumbró a sus contemporáneos, tanto por sus actividades políticas como por el mecenazgo artístico y la grandilocuencia de sus manifestaciones de poder. Es dentro de este ambiente suntuoso y cortesano donde debe insertarse la imponente obra literaria y artística que motiva este estudio, ya que un libro como las Virtuosas e claras mugeres se presenta como el manifiesto de los ideales de su creador, testigo de su importante posición en la Europa de la primera mitad de 1400.

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Los autores de este artículo quisieran agradecer la dedicación, amabilidad y ayuda de las siguientes personas, pues sin ellos esta modesta investigación no podría haberse llevado a cabo. Nuestra más sincera gratitud a los profesores de la Universidad Complutense Nicolás Ávila Seoane y Laura Fernández Fernández, al profesor Fernando Villaseñor Sebastián de la Universidad de Cantabria y a Alfredo Rodríguez González de la Biblioteca Capitular de Toledo. Crónica de don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, Maestre de Santiago (J. de M. CARRIAZO, ed.), Madrid, 1940, p. 28.

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1. ÁLVARO DE LUNA Y SU EMPRESA LITERARIA. Comiença el libro de las virtuosas e claras mugeres. La oscuridad que rodeaba la obra de las Virtuosas e claras mugeres de don Álvaro de Luna, de la que se quejaban con gran razón los eruditos del s. XIX e inicios del s. XX, ha sido hoy subsanada por un detallado estudio literario, sin embargo, aún estamos lejos de haber dilucidado las dudas y las incógnitas que la acompañan 3. De hecho, uno de los aspectos que menos ha sido tratado recientemente, pero que bien merece una reflexión, es el papel que esta obra pudo cumplir en su momento y el porqué de su codificación en un manuscrito de lujo. Sin embargo, antes de pasar a esas consideraciones, es necesario hablar brevemente acerca del contenido de las Virtuosas e claras mugeres, pues su temática a favor de la mujer podría parecer impactante y extraña si no se insertara su redacción en la Castilla del segundo tercio del s. XV. Fue concretamente en esta localización geográfica y cronológica donde se fueron plasmando diversas obras de apoyo a la mujer, muchas de las cuales estaban además relacionadas con el círculo cortesano de Juan II de Castilla 4. Por tanto, es lógico que el valido del monarca creara también una obra centrada en la mujer; una obra compuesta fundamentalmente por la recopilación de historias de mujeres ilustres, conocidas por sus virtudes. Sin embargo, el libro de Álvaro de Luna va mucho más allá, pues en él las vidas de las mujeres son utilizadas exclusivamente como exempla, como justificación de la idea del

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Las primeras palabras acerca de las Virtuosas e claras mugeres fueron las de: J. AMADOR DE LOS RÍOS, Historia crítica de la literatura española, vol. VI, Madrid, 1861-1865, pp. 249, 266, 271, 273 y 276. Indignado por el desconocimiento de esta obra se muestra Castillo en su edición de la misma: Á. DE LUNA, Libro de las claras e virtuosas mugeres por el Condestable don Álvaro de Luna, Maestre de la Orden de Santiago del Espada (M. CASTILLO, ed.), Valladolid, 2002, p. 7. Aunque es necesario tener en cuenta que ya a finales del s. XIX había sido editada la obra por Menéndez Pelayo: Á. DE LUNA, Libro de las virtuosas é claras mujeres, el cual fizo é compuso el Condestable Don Álvaro de Luna (M. MENÉNDEZ PELAYO, ed.), Madrid, 1891. Entre las más importantes piezas de este género se encuentran: Triunfo de las donas de Juan Rodríguez del Padrón; Tratado en defenssion de las donas de Mosén Diego de Valera; parte del Libro de las veinte cartas y quistiones de Fernando de la Torre; el Razonamiento en defensa de las donas de Pere Torrella; el perdido Libro de las mugeres de Andrés [Antón] de Delgadillo; y el Libro de mugeres ilustres del obispo de Burgos Alonso de Cartagena. En Á. DE LUNA, Libro de las virtuosas e claras mugeres (J. VÉLEZ-SAINZ, ed.), Madrid, 2009, p. 50.

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autor: la igualdad de hombre y mujer, tanto en las virtudes como en los vicios 5. Es por este motivo que el volumen se divide en diferentes partes. La primera es aquella que expone las razones que llevan al autor afirmar que es necesario “que la gloria de las virtuosas mugeres resplandesca, e la su honra vaya más cresciendo” 6, cosa que se realiza por medio de los cinco preánbulos o departimientos. La siguiente está formada por el Primer Libro, en el que se insertan las historias de las mujeres bíblicas; seguido por el Segundo Libro dedicado a las donas gentiles; siendo el último Libro el que se dedica a las santas cristianas. La parte final es el escueto capítulo en el que Álvaro de Luna resume sus teorías, pide benevolencia al lector y habla brevemente acerca de su persona y texto. Es importante destacar que las Virtuosas e claras mugeres no es la única obra literaria que se atribuye a Álvaro de Luna. Así, sabemos que el Valido creó diversas composiciones poéticas de tipo cortesano insertas en la estética del ingenio, dedicadas a temas bélicos, de amor cortés y de crítica a otros personajes 7. Éstas no debieron ser creaciones de enorme complejidad, pues se desarrollarían dentro de las costumbres palatinas de esos años. Sin embargo, parece que el Condestable también produjo otro libro de gran envergadura que desgraciadamente hemos perdido y del que solamente se conserva una breve cita en el Inventario de Isabel la Católica, donde se lee escuetamente: [D1 51] Iten, otro libro de papel, de mano, que se dize Corona de las donas con tablas cubiertas de cuero dorado.

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Puede leerse en el “Preánbulo primero, donde prueba el autor por sotiles razones que los vicios o menguas non vienen a las mugeres por naturaleza mas por costumbre, a los queles vicios non han más inclinación las mugeres que los ombres”. Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS RODÍGUEZ, ed.), Valladolid, 2008, pp. 214-215. Este libro se acompaña además con otro preámbulo, sin embargo, el manuscrito que tratamos carece de él, con lo cual, es de suponer que se creara con posterioridad a la fecha de ejecución del volumen estudiado. Ibid., p. 213. Este tipo de valoración de la obra de Álvaro de Luna puede leerse con más detalle en la parte introductoria y de contextualización en Á. DE LUNA, Libro de las virtuosas e claras mugeres (J. VÉLEZ-SAINZ)..., p. 41. Además se conoce un poema lanzado de forma mordaz contra el infante don Enrique en el que se da la respuesta a la destrucción de su bulto funerario de la Capilla de Santiago¸ de la Catedral de Toledo. “Si la flota vos combatió, / en verdad, Señor Infante, / mi bulto non vos prendió / quando fuese mareante, / para que hiciésedes nada / a una semblante figura / que estaba en mi sepultura / para mi fin ordenada”. En R. M. RODRÍGUEZ PORTO, “Fartan sus iras en forma semblante: La tumba de Álvaro de Luna y status de la imagen en la Castilla tardomedieval”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Hª del Arte, XVI (2003), p. 26.

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[D2 2] Otro libro en latín, escrito de mano, en papel, de a folio, intitulado Corona dominarum por don Álbaro de Luna 8.

Esta obra llama la atención puesto que trata nuevamente el tema de la mujer, como vemos por su título, pero además resulta curioso el hecho de que uno de sus ejemplares estuviera redactado en latín, un idioma que no parece fuera conocido por el valido de Juan II 9. Es así complicado hablar de la autoría de la obra, pues no se sabe hasta qué punto Álvaro de Luna puede ser considerado el único redactor de las Virtuosas e claras mugeres y de la Corona dominarum. No resultaría extraño, de hecho, que él hubiera sido el promotor y organizador de las obras, pero sin haber escrito cada una de las 115 narraciones de historias de mujeres. Sin embargo, la unidad narrativa y estilística, sumada a la cohesión general, son ambos elementos que apuntan hacia una intervención directa del privado en su ideación, organización y composición 10. El papel que la obra literaria de Álvaro de Luna ejerció en su vida fue seguramente de gran importancia, sin embargo, éste no debe ser sobrevalorado, pues en el s. XV todavía no se habían asentado definitivamente en Castilla los ideales renacentistas del hombre de armas y letras 11. Esto se puede ver incluso en el mismo texto de las Virtuosas e E. RUIZ GARCÍA, Los libros de Isabel la Católica. Arqueología de un patrimonio escrito, Madrid, 2004, p. 473. Uno de estos volúmenes debió pasar a la Capilla Real de Granada, porque se conoce una nueva cita que alude este título en el inventario de 1591 que Felipe II realizó con ocasión de su traslado a El Escorial. En F. CASTILLO CÁCERES, Estudios sobre cultura, guerra y política en la Corona de Castilla (siglos XIV-XVII), Madrid, 2007, p. 130. La cita concreta al inventario del s. XVI puede leerse en G. ANTOLÍN, Catálogo de los códices latinos de la Real Biblioteca del Escorial, vol. V, Madrid, 1923, pp. 115. La referencia al inventario anterior al incendio de 1671 en ibid., p. 336. 9 Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (PONS)..., p. 19. De hecho, no hay fuentes que aludan a su conocimiento de otros idiomas y conocemos datos que nos dicen que el Condestable financió la traducción de obras extranjeras al castellano, como puede ser L’arbre des batailles de Honoré Bouvet. En G. FOUNRÈS, “De la traduction au manifeste politique: le Libro de las virtuosas e claras mugeres d’Álvaro de Luna”, Cahiers d’Études Hispaniques Médiévales, XXXIII (2010), p. 99. 10 La lectura del texto de Álvaro de Luna aclara las dudas al respecto, pues la coherencia de la narración y la presencia de los preámbulos y del explicit justifican claramente la autoría intelectual de la obra. Además, los mismos manuscritos y fuentes documentales nos informan de que la obra debe atribuirse al Condestable. Esta idea se refrenda además en F. GÓMEZ REDONDO, Historia de la prosa medieval castellana. III: los orígenes del humanismo. El marco cultural de Enrique III y Juan II, Madrid, 2002, p. 3223. 11 Una serie de ejemplos que apoyan esta postura pueden leerse en Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., pp. 19-21. 8

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claras mugeres, ya que en más de una ocasión se expresa que lo más importante para su autor fue el ejercicio de las armas y la administración de la cosa pública. Las dudas al respecto quedan dilucidadas cuando recorremos las largas páginas de la Crónica de Álvaro de Luna y sólo encontramos una referencia a los tratados a favor del género femenino del Condestable 12. Pero más contundentes al respecto resultan las propias palabras de Luna, que en la parte final del volumen escribe concretamente: de la una parte los peligros demandan el remedio, e de la otra la ira cobdicia la vengança, e la justicia amonesta la execución y el rigor enciende la batalla e la cosa pública demanda el administración, en tal manera que todas cosas privan el reposo que para esto era nescesario, tanto que muchas vezes nos acaesció dexar la pluma por tomar las armas, sin que ninguna vez dexásemos las armas por tomar la pluma 13.

Podría explicarse así la poca difusión que la obra tuvo, puesto que las referencias a las obras literarias de Álvaro de Luna fueron extremadamente escasas tras su composición. Una difusión deficiente que probablemente derivó también de la caída en desgracia de su autor y el carácter erudito de la obra 14. Fue acabado e dado a publicación. El explicit de las Virtuosas e claras mugeres es un elemento fundamental a la hora de valorar el escrito y estudiar a su autor, pues allí se concentran los datos cronológicos y geográficos que, en muchas ocasiones, dilucidan aspectos oscuros de la historia de una obra. En este caso, se cita exactamente: Fue acabado e dado a publicación por el sobredicho señor en el real de sobre Atiença, entrada la dicha villa catorze días de agosto diez e nueve kalendas de setienbre año del nascimiento del Nuestro Señor Jesucristo de mill e quatrocientos e quarenta e seis años año primero del su maestradgo 15.

Se trata de la cita que utilizamos como introducción a nuestro estudio. Vid supra. Tomada de: Crónica de don Álvaro de Luna..., p. 21. 13 Á DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 441. 14 Las referencias a la obra literaria de Álvaro de Luna son extremadamente escasas, de hecho, las únicas conocidas son las que se han expuesto anteriormente. Además, la escueta referencia de la Crónica de Álvaro de Luna sólo podemos explicarla proponiendo que el autor de ese escrito nunca vio la obra, pues ni siquiera la cita con su título, mientras que sí describe con mucho mayor énfasis otros aspectos de la vida del Condestable, como podrían ser las fiestas o las batallas, elementos fundamentales para la conformación del ideal de noble castellano en el s. XV. 15 Á DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)...,p. 441. 12

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Este breve párrafo contiene una enorme cantidad de información, resumida y plasmada en unas pocas frases. En primer lugar, proporciona la data tópica, pues nos informa de que el texto se terminó e hizo público en Atienza, luego la data crónica, el 14 de agosto de 1446. Esta fecha es enormemente relevante pues, sólo dos días antes, Juan II había entrado triunfante en la villa rebelde, tras haber derrotado a los Infantes. Esto lo sabemos por medio de diversas crónicas, siendo la más explícita la Crónica de Juan II que dice: “hizo Mosen Rebolledo acoger en la villa al Rey. El qual entró en ella el día de Santa Clara á doce de Agosto del dicho año” 16. La proximidad geográfica y cronológica de la toma de Atienza y de la presentación del libro no pueden ser considerados hechos casuales, pues resultaría poco plausible que en medio de los perrechos de ingénios, é lombardas, é truenos 17 realmente se estuviera redactando esta obra. Más lógico es que Condestable ya tuviera finalizado el libro con anterioridad, pero que esperara una fecha emblemática para hacerlo público y así ligarlo a una victoria importante de su persona, en un espacio que además estaba ligado a la figura legendaria del Cid Campeador 18. De hecho, la toma de la villa y la recepción de las Virtuosas e claras mugeres deben verse como sucesos ligados, por medio de los cuales Álvaro de Luna intentó, por todos los medios, afianzar su puesto, pues la compleja situación palatina estaba comenzando a amenazar su persona 19. Así, los hechos bélicos, políticos y literarios se unen indisolublemente en la figura del valido de Juan II, permitiéndonos entender que una obra como la tratada era mucho más que un mero discurso acerca de la problemática de la mujer. F. PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica del señor rey don Juan segundo de este nombre en Castilla y León (corregida, enmendada y adicionada por el doctor Lorenzo Galindez de Carvajal y aumentad en esta última edición de algunas notas manuscritas del mismo), Valencia, 1779, p. 522. 17 Ibid. 18 “Caminan de día y noche, / sin reposar nunca, no; / a la izquierda queda Atienza / que es fortísimo peñón: / la sierra de Miedes, pasan, / detrás de ellos se quedó”. ANÓNIMO, Poema de mio Cid, Madrid, 2011, p. 108, vv. 2690-2691. 19 La compleja situación que vivía Álvaro de Luna se debió a los constantes conflictos con la nobleza, a los que se sumaron la llegada de la nueva reina, Isabel de Portugal con el matrimonio de 1445, y el progresivo protagonismo del príncipe Enrique, futuro Enrique IV. En Á DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 15. También es interesante lo dicho por: J. VÉLEZ-SAINZ, “Boccaccio, virtud y poder en el Libro de las claras e virtuosas mugeres de Álvaro de Luna”, La crónica, XXXI, 1 (2002), p. 112. 16

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Álvaro de Luna es, de este modo, un personaje que usa su ingenio en diversos ámbitos, siempre con el fin de mantener su poderoso puesto en la conflictiva Castilla de estos años. Sin embargo, el explicit del libro incluye otro detalle de enorme importancia, pues remarca de forma clara y contundente que el año 1446 es el primer año del maestradgo de la Orden de Santiago de Álvaro de Luna. Este nombramiento en 1445 fue seguramente uno de los momentos más importantes en la carrera política de Álvaro de Luna 20, pero fue también el principio de la caída de su figura, que estaba acumulando una enorme cantidad de poder que la nobleza de la época no era capaz de aceptar. Vuestros títulos inmortales puedan quedar. Tras haber tratado brevemente acerca del contenido de la obra de Álvaro de Luna y de su contexto, temas ya analizados de forma pormenorizada por los diversos editores del texto, pasaremos a reflexionar acerca del papel que cumplió este escrito y el manuscrito en sí, como elemento cultural, político y, a la vez, suntuario. Para ello, una de las fuentes más llamativas es seguramente el Proemio de Juan de Mena, cuya versión más antigua se conoce gracias al Ms. 2654 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca (BUS) 21. Es en ese manuscrito concreto donde leemos: yo no dubdo solepnizen el magnífico nonbre vuestro con alabanças devidas porque en memoria siempre duradera por fama gloriosa los vuestros títulos inmortales puedan quedar e permanescer 22.

Pocas palabras podrían ser más efectivas que las de Juan de Mena. En ellas se resume perfectamente el papel que suponemos cumplió este libro en el programa de Álvaro de Luna: la creación de una fama póstuma, de la fama capaz de permanecer y perdurar al paso del tiempo. Esta forma de autopromoción del valido de Juan II no debe ser consi-

Una interesante descripción de la elección de Álvaro de Luna como maestre de la Orden de Santiago puede leerse en los capítulos número XVIII y XIX de: F. PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica del señor rey don Juan..., pp. 500-502. 21 Este manuscrito Ms. 2654 es menos suntuoso que el de Ms. 207, pues su decoración es más parca. Sin embargo, es una fuente fundamental puesto que incluye dos elementos de los que el códice carece: el Proemio de Juan de Mena y la decoración terminada. Éste está escrito a una columna, posee decoración en todas las capitales e incluye todas las rúbricas, usa papel ceptí. Para mayores detalles consultar: J. M. FRADEJAS RUEDA, “Manuscritos y ediciones de las Virtuosas e claras mujeres de don Álvaro de Luna”, en I. MACPHERSON y R. PENNY (eds.), The Medieval Mind. Hispanic studies in honour of Alan Deyermond, Londres, 1991, pp. 139-152. 22 Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., pp. 445-446. 20

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derada exclusiva, ya que la eternitas lograda por medio de la creación intelectual era conocida desde antiguo. Casi se podría decir que Álvaro de Luna, a través de diferentes medios, creó un verdadero programa memorial pues su figura, a pesar de haber caído en desgracia, siguió llamando profundamente la atención a lo largo de los siglos, como testifica la enorme cantidad de literatura que se creó tanto para alabarlo como para despreciarlo 23. El análisis de este programa es un paso necesario para comprender el sentido de la obra de las Virtuosas e claras mugeres e, incluso, explicar parte de la decoración del manuscrito 207, como veremos más adelante. Si bien el deseo de permanecer en la memoria no es exclusivo del Condestable de Castilla, en su persona alcanzará un desarrollo extraordinario, pues Álvaro de Luna tocó un gran número de aspectos que sirvieron para hacer recordar su persona. En primer lugar, la labor política y bélica “al servicio” de Juan II le llevó a ser conocido por todos los grandes dignatarios del momento, permitiendo que ese hijo de Álvaro Martínez de Luna y María Fernández de Jarava, reconocido y aceptado sólo a los siete años de edad 24, llegara a ser el Maestre de la Orden de Santiago y el hombre de mayor confianza del monarca de Castilla. De este modo, su fama se fue afianzando paulatinamente, pero siempre acompañada por los problemas que el cargo de valido conllevaba 25. Las obras políticas y militares fueron además constantemente acompañadas de ostentosas manifestaciones de poder y riqueza, relatadas con gran detalle en las crónicas de la época. Una de las más suntuosas es aquella que habla del recibimiento que fue dado al rey y la reina en Escalona, donde las salas fueron aderezadas con “cabeças de osos e de puercos, e de otras bestias salvajes (...) una muy grand piel de león (...) paños françeses, e de otros paños de seda e de oro (...) sua-

Entre las piezas más conocidas están: A. MIRA DE AMESCUA, Próspera fortuna de don Álvaro de Luna, 2012; así como: A. MIRA DE AMESCUA, Adversa fortuna de don Álvaro de Luna, 2013. 24 Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 13. Incluso se sabe por documentación que en un primer momento el niño era llamado Pedro y no Álvaro. 25 Un estudio interesante sobre el papel del privado puede leerse en M. P. CARCELLER CERVIÑO, “Álvaro de Luna, Juan Pacheco y Beltrán de la Cueva: un estudio comparativo del privado regio a fines de la Edad Media”, En la España Medieval, XXXII (2009), pp. 85-112. 23

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bes olores (...) aparadores do estaban las vaxillas” y amenizadas con “minestriles, e tronpetas, e tanborinos” 26. Las fiestas, justas y torneos de Escalona se vieron además acompañados por la restauración completa del Castillo de la villa, que había ardido en el incendio del 10 de agosto de 1438 27. Los trabajos en la residencia del valido dieron lugar a un espacio amplio y extraordinariamente rico según las descripciones de las crónicas, como la arriba citada, un espacio cuyo lujo permaneció intacto muchos años después según vemos en descripciones como las realizadas por don Pedro Salanova y otros autores 28.

Fig. 1. Detalle del acceso principal al castillo de Escalona (fotografía de los autores).

Además de dedicarse a la creación de espacios para el disfrute de la corte, Álvaro de Luna buscó la edificación de un imponente sepulcro, situado en la iglesia más importante del momento: la Primada de Toledo. Sabemos que parte de las obras de la Capilla de Santiago fueron Crónica de don Álvaro de Luna..., pp. 219-220. Ibid., p. 152. 28 Enormemente interesante son las palabras de este autor que pueden leerse en Documento 1, Historia y descripción de la villa y estado de Escalona, Escalona, c. 1780, Caja 746, Archivo Histórico Nacional de la Nobleza, Frías (AHN). Otras fuentes interesantes son las que se recogen en J. M. AZCÁRATE Y RISTORI, “Castillos toledanos del siglo XV”, Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas, LII, 4 (1948), pp. 245-278. 26 27

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ejecutadas por Hanequin de Bruselas tras 1448 —que había participado en la decoración del Castillo de Escalona (Fig. 1) — hecho que explicaría la proximidad de modelos y formas de ambos espacios 29. La promoción arquitectónica era pues fundamental, ya que de ese modo se creaba un escenario en el que desplegar el fasto y lujo dignos del Condestable de Castilla, tanto en su mansión, como en su lugar de sepultura. Sin embargo, ambos espacios sufrieron destrozos aún en vida de Álvaro de Luna por causas diversas —el ya mencionado incendio y la destrucción del sepulcro en 1441 a manos de infante don Enrique 30— mostrando así la poca durabilidad de las obras en piedra. Es entonces cuando vemos que la creación de obras de carácter intelectual cobra un mayor sentido, pues suponía una forma diferente de permanecer en la posteridad. Se alcanzaban así los ideales de fama y memoria, ideales que además debían ir ligados a la imitatio, tres elementos que el libro de las Virtuosas e claras mugeres resume a la perfección. Su autor se consagraría por medio del texto como un docto escritor, capaz de buscar entre las Sagradas Escrituras y los textos clásicos las historias más dignas de mención y remembranza 31. Pero además se mostraría a sus contemporáneos y a las generaciones venideras como un varón que supo oponerse a aquellos que poseían ideas diferentes a las suyas, mostrando así la supuesta rectitud de sus ideales, la virtud de su ánimo y la magnanimidad de su persona. Así Juan de Mena en su Preámbulo afirma que las bondades del Condestable hacen que “las [mujeres] pasadas en el cielo vos fazen loores e las presentes sé que en la tierra vos fazen gracias” puesto que Álvaro de Luna se muestra “virtuoso en todas cosas” 32. Para mayores datos acerca de la Capilla de Santiago: R. GONZÁLEZ RUIZ (coord.), La Catedral Primada de Toledo: dieciocho siglos de historia, Toledo, 2010, pp. 214215. Tratando concretamente el tema del sepulcro originario de Álvaro de Luna destaca: R. M. RODRÍGUEZ PORTO, “Fartan sus iras en forma semblante...”, pp. 11-28. 30 Ibid., pp. 14-15. 31 De hecho, esto tiene un papel importante puesto que son habituales las referencias a otros autores, que la obra de Álvaro de Luna alaba o critica, dependiendo de su concordancia con las ideas que exponen. Ejemplos muy claros los vemos en el caso de frases como la siguiente “queda que con autoridades de grand excelencia así de la Sacra Escriptura como de los grandes filósofos e sabios yo ensalce e magnifique la gloria de las muy santas e claras e nobles e virtuosas mugeres”. En el “Preánbulo V”: Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 220. 32 Ibid., p. 445. 29

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La virtus pasa a ser en esta obra el pilar básico del discurso de Álvaro de Luna, pero parece que esto fue más amplio, llegando a ser parte del programa político de la corte de Juan II, que promovía el retorno a las “virtudes del pasado” 33. Las virtudes, además, deben asociarse directamente con la representación femenina, pues desde tiempos clásicos los conceptos abstractos eran representados por medio de personificaciones femeninas, con casos llamativos como la Psychomachia 34. Además, el interés del Privado por lo femenino ligado a la virtud debió ir más allá de lo meramente conceptual. Consta que se interesó enormemente por el caso de Juana de Arco, como demuestran las palabras que lo describen como mucho afiçionado a los fechos de la Poucella e informan de que inclusive dispuso ayuda militar apoyando su causa 35. Las mujeres reales contemporáneas, como Juana de Arco, sin embargo, no se incluyeron en la obra de Álvaro de Luna, pues él mismo afirma en el colofón del texto: “Non loes a ninguno antes de su muerte” 36. Otro aspecto, no menos interesante que el papel de la mujer como plasmación de ideales abstractos, es el constante deseo del Condestable de alejar de sí las injurias y las habladurías sobre su persona, por medio de la alusión constante a su virtud 37. Son numerosas las fuentes Sobre el tema son interesantes las reflexiones de: J. VÉLEZ-SAINZ, “Boccaccio, virtud y poder...”. Descripciones que alaban el virtuosismo de este hombre abundan en la literatura que le apoya, siendo una de las citas más emblemáticas la que afirma “nuestro magnánimo e muy virtuoso e bienaventurado don Áluaro de Luna, maestre de Santiago, condestable de Castilla, tan notoriamente tantas partes de virtud resplandescen, e tanta grandeza de claros fechos pregona su nombre magnifico”. En Crónica de don Álvaro de Luna..., p. 4. 34 Interesante es el estudio que realiza al respecto Vélez-Sainz, tomando diferentes ejemplos a lo largo de la Edad Media, a los cuales se podrían sumar muchas manifestaciones literarias o plásticas de diferente cronología y localización geográfica. J. VÉLEZ-SAINZ, “La iconización de lo femenino en la Edad Media (de Prudencio a la corte de Juan II)”, Tejuelo, III (2008), pp. 57-76. Sobre la iconografía de esta obra es interesante recordar que manuscritos muy tempranos ya representan a todas las personificaciones con figuras femeninas, como sucede en Biblioteca Nacional de Francia (BNF), Ms. Latin 8085 (parte de la Psychomachia de Prudencio, 870-899). 35 Todo esto aparece resumido en el capítulo XLVI titulado “Cómo la Pouçela, estando sobre La Rochela, enbió a pedir socorro al Rey; e de lo que el Condestable fizo por ella”. En Crónica de don Álvaro de Luna..., pp. 150-151. 36 Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 438. 37 Una recopilación considerable de fuentes y documentos que hablan de forma injuriosa sobre Álvaro de Luna, llegando incluso a relacionarlo con prácticas mágicas y engaños, se puede leer en J. GUADALAJARA, “Álvaro de Luna y el Anticristo. Imágenes apocalípticas en don Íñigo López de Mendoza”, Revista de Literatura Medieval, II (1990), pp. 183-206. 33

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que aluden a su excesivo poder apuntando a que probablemente se sirviera de extrañas artes y engaños para obtenerlo, con lo cual, es lógico que las obras por él promovidas o afines a su partido exaltaran constantemente el carácter virtuoso de su protagonista 38. En la misma línea, se podría, además, insertar una lectura cuyo fin sería la búsqueda de prestigio y legitimación emprendida por Álvaro de Luna. Éste, como se dijo anteriormente, era hijo ilegítimo y además tardíamente reconocido por la familia paterna por lo que era necesario que forjara una imagen de sí mismo fuerte e inexpugnable. En este contexto, cobra mucho sentido la redacción de una obra como la que ahora tratamos, puesto que en ella se afirma rotundamente que la virtud de una persona, que sea éste hombre o mujer, no depende de su naturaleza, sino de su educación. Así: Las virtudes nin las menguas non sean apetitos o deseos nin poderíos virtuales, mas son virtudes que avemos e ganamos por las costunbrar a fazer muchas vezes 39.

Todos estos elementos pudieron influir en la configuración de la obra de las Virtuosas e claras mugeres, sin embargo, el libro debió tener un destino concreto que hoy aún desconocemos y que sigue siendo objeto de especulaciones. Así, la lectura de esta obra ha dado lugar a diferentes posturas, si bien se piensa que lo más probable es que se creara para la reina María de Castilla —muerta en 1445— o para la hija del Condestable, María de Luna 40. Desafortunadamente, éstas no dejan de ser hipótesis, puesto que aún no se ha encontrado documentación que sustente esta tesis altamente sugerente. También cabría considerar que el público destinatario de las Virtuosas e claras mugeres pudiera ser más amplio, probablemente compuesto por la clase noble de la época, en la que se queLa virtud pasa casi a ser un Leitmotiv en el ambiente que rodea a Álvaro de Luna. Los dos libros que compuso trataban acerca de este tema; el sepulcro que encargó su hija se decoró con las virtudes; muchas de las fiestas se animaron con representaciones de entremeses en las que las mujeres interpretaban virtuosas doncellas, etc. Sería el caso del Passo peligroso de la Fuerte Ventura, descrito en el capítulo XXVIII, titulado “De otra gran fiesta que el ynfante don Enrrique fizo allí en Valladolid”. En Refundición de la crónica del halconero, por el obispo don Lope Barrientos (hasta ahora inédita) (J. MATA CARRIAZO, ed.), Madrid, 1946, pp. 59-62. 39 Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., pp. 214-215. 40 Esto sería lo que explicaría el inacabado estado del Ms. 207 (BUS). Para esta interpretación ver: V. HERNÁNDEZ AMEZ, “Mujer y santidad en el siglo XV: Álvaro de Luna y el Libro de las virtuosas e claras mugeres”, Archivium: Revista de la Facultad de Filología, LII-LIII (2002-2003), pp. 266 y 285. Sin embargo, otras teorías se explicarán más adelante, Vid. p. 16 del presente artículo. 38

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rrían inculcar los ideales de virtud, modestia, fidelidad y caridad, pues el ambiente conflictivo de Castilla se hallaba altamente necesitado de ellos. Otro libro de pergamino, de mano. La fortuna de Álvaro de Luna cambió con su caída en desgracia, como se nos resume de forma explícita en unos dramáticos versos conservados en el Ms. 207 en los que se lee: Aquel soy que en otros años tenía fuerzas robustas, ahora las tengo adustas por disparates, y engaños 41.

Mediante este tipo de palabras se puede entender cuál fue el destino de un hombre condenado a morir en el cadalso, sin recibir honrosos obsequios fúnebres y cuya cabeza permaneció expuesta diversos días a los vituperios. Algo parecido sucedió también con las enormes posesiones de Álvaro de Luna, pues muchos de sus bienes salieron de las manos de la familia y se dispersaron, pasando parte de los mismos a la Corona. Una de ésas piezas pudo ser el libro de las Virtuosas e claras mugeres, pues sabemos que a inicios del s. XVI se encontraba en las colecciones de Isabel la Católica: Otro libro de pergamino, de mano, que es de las Virtuosas y claras mugeres, que hizo maestre don Álvaro de Luna, con una camisa de carmesí pelo, forrado en tafetán azul, y tiene en cada parte un quadro de plata dorada y esmaltado grande, en que está [en] un escudo leonado las armas de Luna y quatro veneras de plata dorada a los cantones, y una venera de la una parte está suelta, y tiene las charnelas y manos de las çerradudas de la misma plata, con unas veneras y cruzes en dos texillos blancos y morados 42.

Sin embargo, éste pudo llegar a manos de la misma por otros medios ya que la Edad Media se caracterizó por la frecuente donación de libros —éstos eran comprendidos entre las artes más ricas—, enormemente valorados tanto por su contenido como por su materialidad 43. Se trata de una cuarteta, situada en el folio 226r. Para más detalles: J. M. FRADEJAS RUEDA, “Manuscritos y ediciones...”, p. 141. 42 E. RUIZ GARCÍA, Los libros..., p. 474. 43 Uno de los manuscritos más importantes dentro de la cultura del libro como regalo suntuario es el Ms. 2810 de la BNF, en el que vemos la sustitución de elementos heráldicos y el añadido de ex libris, todos ellos elementos que nos hablan de los distintos posesores de la obra. Para mayores datos sobre esta obra fechada a inicios del s. XV consultar: V. BECDELIÈVRE, Ficha del Ms. Français 2810, BNF: Mandragore.bnf. (consultado el 23 de abril de 2013).Otro estudio que incluye diferentes ejemplos de presentes suntuosos y de muy diverso tipo, aunque enfocado principalmente al s. XIII y las relaciones con el mundo oriental se puede 41

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Otros autores consideran que la obra pudo concebirse dentro de la estética de la suntuosidad y magnificencia, pudiendo ser un elemento de boato que el Condestable mostrara a los visitantes durante las recepciones públicas de su palacio, en espacios como la Sala rica, en la que se reunían los elementos de mayor valor 44. En realidad, todas estas suposiciones difícilmente podrán ser consideradas plausibles a menos que se halle una mayor documentación que nos hable acerca de la fortuna del manuscrito. Es más, todas ellas también podrían convivir, puesto que hoy día conocemos la existencia de dos manuscritos fechados en el s. XV 45 y además sabemos que existió un tercero, descrito por el inventario antes citado 46 y probablemente vendido en la famosa almoneda que se desarrolló a la muerte de Isabel la Católica 47. También se conoce la presencia de un cuarto manuscrito las Virtuosas e claras mugeres, en la biblioteca del conde de Villaumbrosa, que podría ser fechable antes de 1677, ya que ésa es la fecha del inventario de Joseph Maldonado que lo menciona. Desgraciadamente carecemos de mayores datos al respecto, pues sólo se informa de que en el inventario se hallaba: [127] Claras mugeres Iudías, Gentiles y Christianas, que escribió don Alvaro de Luna, Maestre de Santiago, sacado a la luz en el Real sobre Atiença, año de 1446, en fol. M.S. 48. consultar en F. PRADO VILAR, “Arte y diplomacia. El discurso del regalo en las relaciones con Oriente”, en I. BANGO TORVISO (coord.), Alfonso X el Sabio, Murcia, 2001, pp. 186 – 189. 44 Esta teoría sin embargo cuenta con el problema de identificación de la Sala rica, pues la que se menciona e ilustra creemos se corresponde en realidad con la Capilla del Castillo de Escalona, pues tanto la decoración como el tamaño del espacio parecen aludir a una función de tipo religioso. Además, no podemos olvidar que en la Edad Media los espacios eran polimórficos, pudiendo por tanto una sala corriente aderezarse para resultar enormemente rica, cosa que hace que hoy día carezcamos de vestigios arqueológicos y artísticos. La tesis de la Sala rica puede leerse en J. VÉLEZ SAINZ, “Mecenazgo y representación: imágenes de Álvaro de Luna en el Libro de las Virtuosas a claras mugeres, el Castillo de Escalona y la Catedral de Toledo”, The Hispanic Review, II (2012), pp. 175-198. 45 Se trata del Ms. 207 y del Ms. 2654, ambos de la BUS. 46 Vid supra. La autora E. RUIZ GARCÍA, Los libros... p. 474 considera que el libro se corresponde con el Ms. 207, sin embargo, la descripción no coincide en muchos detalles, pues parece que la obra de Isabel la Católica era mucho más rica y suntuosa. 47 Interesante es el estudio de A. DE LA TORRE Y DEL CERRO, Testamentaría de Isabel la Católica, Barcelona, 1974. 48 Recogido por: A. RODRÍGUEZ MOÑINO (ed.), La colección de manuscritos del Marqués de Montealegre (1677), Nueva York-Madrid, 1951, pp. 50-51.

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Por lo tanto, cada uno de estos manuscritos pudo tener un sentido y una fortuna diferente, ya que la circulación de las obras literarias era cómoda y lógica, tanto por su tamaño como por su suntuosidad. La riqueza que debieron tener estos manuscritos puede hoy entenderse en parte al admirar las iluminaciones que decoran el Ms. 207 (BUS), del que trataremos a continuación. Sin embargo, también es de suponer que éste no fuese el manuscrito de mayor importancia ya que, como se verá, permaneció inacabado por causas desconocidas y su materialidad no habla de una técnica excesivamente esmerada 49.

Fig. 2. ROBERT CAMPIN, Tríptico Mérode, Detalle, c. 1427, Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Fig. 3. Sepulcro de Martín Vázquez de Arce, detalle de San Andrés, Catedral de Sigüenza, finales del s. XV inicios del s. XVI (fotografía de los autores).

De hecho, suponemos que el manuscrito más rico sería el que perteneció a Isabel la Católica, pues como nos relata su descripción poseía una camisa de carmesí pelo y además estaba forrado en tafetán azul, ambos elementos que diversas obras de arte ilustran, pues era habitual guardar los libros en estos envoltorios 50, que servían para protegerlos y darles una mayor suntuosidad (Figs. 2 y 3). Vid. Infra. El manuscrito posee capitales iluminadas hasta la mitad del segundo libro. Para un estudio codicológico más detallado: J. M. FRADEJAS RUEDA, “Manuscritos y ediciones...”. Además, las capitales que no se decoran ni siquiera poseen una pequeña nota de cómo debía ser el trabajo, pues no se conservan bosquejos o apuntes de las mismas. En L. PONS RODRÍGUEZ, “Anotaciones a la grafía de un testimonio manuscrito bajomedieval (B.U.Salamanca 207)”, Incipit, XXVIII (2008), p. 27. 50 Muy explícitas son las representaciones de las camisas de los libros en piezas flamencas como: ROBERT CAMPIN, Tríptico Mérode, c. 1427, Metropolitan Mu49

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El libro de la colección de la reina estaba además enormemente decorado en la zona de las cubiertas, ya que poseía un quadro de plata dorada y esmaltado grande, en cada uno de los lados, decorado con las armas de Luna y quatro veneras, creadas también en plata dorada y situadas en las esquinas. Aunque la descripción no coincida exactamente, podemos hacernos una idea de cómo sería su aspecto viendo el libro que sostiene la doncella “con una trença, como oy se acostumbra, e con vn libro de oras” 51 situada a los pies del Sepulcro de Juana Pimentel, en la Capilla de Santiago de la Catedral de Toledo.

Fig. 4. SEBASTIÁN DE TOLEDO, Sepulcro de Juana Pimentel, detalle del pajecillo a los pies, Capilla de Santiago, Catedral de Toledo, post. 1489 (fotografía de los autores).

Ésta sostiene un rico manuscrito, en cuyas esquinas se insertan veneras, probablemente del mismo material que las del libro del inventario regio, además se cierra con esas çerradudas de la misma plata, aunque la labra de la piedra no nos deje ver si también en este caso portaron decoraciones de conchas y cruces (Fig. 4). Esta descripción debió parecerse, además, al libro que sostuvo el pajecillo, cuya descripción dice: seum of Art, Nueva York. También hay detalles de este tipo en el lateral derecho, donde se representa a San Andrés, del Sepulcro de Martín Vázquez de Arce, Catedral de Sigüenza, finales del s. XV inicios del s. XVI. 51 El contrato con Sebastián de Toledo para la ejecución de los sepulcros, fechado el día 7 de enero de 1489 en Manzanares, es enormemente detallista, de hecho incluso menciona la presencia de los libros, elementos recurrentes en la decoración del Sepulcro de Juana de Pimentel, pues también los portan los apóstoles. En J. CARRETE PARRONDO, “Sebastián de Toledo y el Sepulcro de Don Álvaro de Luna”, Revista de Ideas Estéticas, CXXXI (1975), p. 42 (p. 236).

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un paje con una ropeta corta alimana, echado et recobdado, leuantado el medio cuerpo e la mano puesta en la mexilla, recobdado sobre vna rica çelada guarnecida de perlas e ricos joyeles e vn follaje por las orlas de la dicha çelada, e que tenga en la vna mano vn estoque muy rico labrado e que tenga en la mano del estoque colgado vn libro de rezar 52.

No es éste el lugar para hablar de la importancia de la heráldica, que innegablemente supuso uno de los elementos más importantes en la creación de obras de arte, en cuya codificación podía plasmarse de forma clara y directa quién era el promotor de la obra y qué cargo ocupaba. Álvaro de Luna, por este motivo, recurrió en un gran número de ocasiones a la heráldica, como podemos ver en la suntuosa decoración de la Capilla del Castillo de Escalona, en el mismo Castillo, en la Capilla de Santiago de la Catedral de Toledo o en los manuscritos ligados a su persona. 2. LA CORTE DE JUAN II Y LA PROPAGANDA EN EL LIBRO DE LAS VIRTUOSAS E

CLARAS MUJERES.

Varios autores han puesto de manifiesto que la escasez de ejemplos innovadores o verdaderamente relevantes en las artes castellanas de la primera mitad del siglo XV no es una problemática exclusiva de la iluminación, sino que puede hacerse extensible a otros ámbitos como el de la pintura mural y sobre tabla, o el de la escultura 53. El estudio de las artes plásticas durante este periodo —coincidente con el reinado de Juan II— ha de realizarse analizando empeños aislados de escasa repercusión, aunque de gran interés, cuya singularidad, sumada a la falta de interrelación de los mismos, dentro del ámbito castellano, nos proporciona un variado muestrario de las diferentes tendencias de la pintura europea de su tiempo. Precisamente esta irrupción de las distintas corrientes en Castilla en pequeños “focos” será una de las claves para la configuración del panorama cultural de la segunda mitad del

Ibid. La descripción es la que alude al “bulto” del Condestable don Álvaro de Luna. 53 Este “periodo de cierta oscuridad” ha sido estudiado en el ámbito de la pintura en F. GUTIERREZ BAÑOS, “La pintura gótica en la Corona de Castilla en la primera mitad del siglo XV: La recepción de las corrientes internacionales”, en Mª del Carmen, LACARRA DUCAY, La pintura gótica durante el siglo XV en tierras de Aragón y en otros territorios peninsulares, Zaragoza, 2007. En el panorama de la pintura y escultura castellana ligada al ámbito eclesiástico destaca el artículo de M. V. HERRÁEZ ORTEGA, “Castilla, el Concilio de Constanza y la promoción artística de don Sancho de Rojas”, Revista de arte Goya, CCCXXXIV (2011), pp. 519. 52

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siglo XV, momento de verdadera eclosión de la pintura gótica castellana. Resulta sorprendente que en el entorno de una corte como la de Juan II no hubiese destacados iluminadores, máxime cuando sabemos que otras potencias como Inglaterra o Francia, inmersas de lleno en la Guerra de los Cien Años, no escatimaron esfuerzos a la hora de reclutar y formar sus propios artífices. De igual forma, en el vecino Reino de Aragón, esta vez en torno a la figura de Martín I el Humano, se creó una pequeña escuela o taller, de marcado carácter internacional, que produjo obras de la categoría del Breviario del Rey Martín (París, BnF, Ms. Rothschild 2529) 54. Con todo, lo más cercano a una “escuela castellana” —siempre dentro de unos estándares diferentes a los de sus coetáneas europeas— podríamos encontrarlo alrededor de una serie de obras vinculadas a Juan II y el propio Álvaro de Luna. Localizamos la mano de este “foco”, además de en el libro de las Virtuosas e claras mugeres, en una serie de privilegios ilustrados concedidos por el monarca a diferentes personalidades 55. Puesto que la nobleza castellana de la primera mitad del siglo XV, “soberbia e insolente”, disponía de unas rentas más que suficientes para costear manuscritos iluminados de calidad, cabría preguntarse por qué no encontramos obras castellanas a la altura de los códices realizados en el resto de Europa. A pesar de la escasez de estudios específicos sobre la materia, una hipótesis apunta a que los nobles estuviesen más interesados en el propio texto para leer —o hacer que se lo leyeran— que en la decoración suntuaria de los manuscritos 56, dejando el mecenazgo y la propaganda para otro tipo de expresiones artísticas, tales como los retablos o las edificaciones de representación. No obstante se hace necesario un estudio más profundo en lo que a la producción libraría en las más altas instancias de la sociedad castellana se refiere, pues la flagrante carencia de ejemplos conservados no podría explicarse sino es por falta de atribuciones correctas.

J. PLANAS, “La ilustración del libro en la Corona de Aragón en tiempos del compromiso de Caspe: 1396-1420”, Artigrama, XXVI (2011), p. 437. 55 Estos privilegios y otros documentos relacionados con Juan II y su Condestable son estudiados con mayor profundidad en F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, “Ensayando estorias grandes y letras cabdinales. Miniatura en la Corona de Castilla durante la primera mitad del siglo XV”, Revista de arte Goya, CCCXXXIV (2011), pp. 74-87. 56 J. YARZA LUACES, “La miniatura en los reinos peninsulares medievales”, en J. YARZA, La miniatura medieval en la Península Ibérica, Murcia, 2007, p. 59. 54

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Fig. 5. Biblia de Alba, Palacio de Liria, Ms. 399. fol. 28v.

Amén del “foco” cortesano antes mencionado y de algunos talleres eclesiásticos, situados en los entornos catedralicios de Sevilla y León, o del célebre scriptorium del Monasterio de Guadalupe 57, cuya producción temprana desgraciadamente no ha llegado hasta nuestros días, apenas tenemos noticia de producción de manuscritos iluminados en la Castilla de Juan II 58. Quizá la obra magna del periodo, no tanto por su El estudio, principalmente de obras pertenecientes ya a la segunda mitad del siglo XV y siglo XVI conservadas en el actual Museo de libros miniados del Monasterio de Guadalupe, puede encontrarse en la obra de S. GARCÍA, Los miniados de Guadalupe, Catálogo y Museo, Sevilla, 1998. También encontramos un breve estudio en P. MOGOLLÓN CORTÉS-CANO, “La miniatura Guadalupense. La actividad artística del scriptorium monástico a finales de la Edad Media”, Norba Arte, XIV-XV (1994 -1995), pp. 51 y ss. 58 Para un panorama general y actualizado de la producción de iluminación en Castilla durante la primera mitad del siglo XV es imprescindible el anteriormente citado artículo de F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, “Ensayando estorias grandes...”, pp. 74-87. 57

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desigual calidad 59 sino por la cantidad de viñetas —hasta 325— incluidas en ella, sea el manuscrito conocido como la Biblia de Alba 60 (Palacio de Liria, Ms. 399). Realizada en el entorno de la Catedral de Toledo por encargo de Luis de Guzmán, Gran Maestre de la Orden de Calatrava, su interés plástico radica —más que en su discreta técnica— en la presencia de motivos tomados de la tradición hebraica en algunas iluminaciones, lo que ha llevado a hablar en ocasiones de sincretismo cultural iconográfico (Fig. 5) 61. Queda no obstante muy claro, tanto por su índole eminentemente suntuaria como por su carácter intrínseco, que la Biblia de Alba, la más fiel trasladaçión e glosa de El Libro entre los libros, fue concebida como un elemento de representación para ser mostrado. No puede pasar desapercibido el hecho de que sea otro Gran Maestre de una poderosa orden militar, la de Santiago, el promotor del manuscrito que nos ocupa, una de las escasas obras iluminadas en el ámbito castellano y la única de nueva creación 62. Resultaría cuanto menos arriesgado calificar al libro de las Virtuosas e claras mugeres como una respuesta propagandística a la Biblia de Alba, más aún tratándose de obras tan radicalmente distintas en su temática. Lo que es seguro, a tenor de la fuerte máquina de representación desplegada por el valido de Juan II, es que Don Álvaro trataría de vincular a su persona algún manuscrito de lujo, un libro que lo prestigiara frente a la élite cultural castellana y lo acercara a las otras cortes europeas que sin duda debió conocer 63. Como señalábamos anteriormente, no fue el ejemplar Ms. 207 el único manuscrito de las Virtuosas e claras mugeres confeccionado en vida de don Álvaro. La propia BUS conserva un códice contemporáneo

La comparación, por ejemplo, con el ejemplar de la Biblia Escurialense I-i-3, ligeramente anterior en el tiempo, muestra el carácter retardatario de las miniaturas de la Biblia de Alba; Vid. D. ANGULO ÍÑIGUEZ, “Miniaturas del segundo cuarto del siglo XV (Biblia romanceada I.i.3 de la Biblioteca de El Escorial”, Archivo Español de Arqueología, XV (1929), pp. 225-232. 60 S. FELLOUS, Histoire de la Biblie de Moïse Arragel : Quand un rabbin interprète la Bible pour les chrétiens, París, 2001. 61 Acerca de la velada influencia en la Biblia de Alba del pensamiento de Rabí Mosé consultar el artículo de T. METZGER, “The Alba Bible of Rabbi Moses Arragel”, Bulletin of the Institute of Jewish Studies, III (1975), pp. 131-155. 62 Otros códices iluminados contemporáneos como los Castigos y Documentos del Rey Don Sancho (Madrid, BNE, ms. 3995), o las Décadas de Tito Livio (Madrid, B.N.E., Res. 204), son copias o traducciones de obras anteriores. 63 J. VÉLEZ SAINZ, “Mecenazgo y representación...”, p. 178. 59

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(Ms. 2654), sin apenas iluminación 64, que pudiera deberse a la mano de un escribano de origen aragonés 65. La presencia en un inventario de la biblioteca de Isabel la Católica del mencionado ejemplar de las Virtuosas e claras mugeres, ricamente decorado en sus cubiertas con las armas del Condestable 66, nos indica que éste, probablemente, fue un regalo procedente del privado en persona 67. Aunque desconocemos si sus páginas estaban iluminadas, el dato acerca de la suntuosidad de sus cubiertas resulta extremadamente interesante a la hora de asignar una posible función tanto a éste ejemplar como al inacabado Ms. 207: el regalo de representación. Aunque de todos los manuscritos conservados el Ms. 207 constituye sin duda el codex óptimus 68, todavía se nos presenta otra incógnita fundamental por resolver sobre el ejemplar salmantino. Y es que, a pesar del esmero empleado en su confección, el proyecto de iluminación fue abandonado en algún momento indeterminado no muy posterior a 1446. La explicación más evidente a esta interrupción bien pudiera ser la muerte del Condestable y la damnatio memoriae que siguió a su ejecución 69. Sabemos que los apoyos explícitos al valido de Juan II tras su muerte fueron duramente castigados 70, por lo que no sería descabellado que la finalización de un códice a mayor gloria del Condestable quedase en suspenso después de la fuerte degradación que sufrió su figura. Por otra parte, también cabe plantearse que el abandono fuese consecuenSólo la capital del fol. 1 se encuentra iluminada y dorada, mientras el resto se adornan con filigrana roja y azul. V. HERNÁNDEZ AMEZ, “Mujer y santidad...”, p. 266. 65 Este códice, probablemente posterior al Ms. 207, fue concebido de manera mucho más modesta que su homónimo. A pesar de tener las letras capitales decoradas, está escrito en papel en lugar de pergamino, Vid. Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 140. 66 Vid. J. FERRANDIS, Datos documentales para la historia del español, III, Inventarios reales (Juan II a Juana la Loca), Madrid, 1943, p. 148.; La transcripción varía ligeramente (aparece corales por morados) en F.J. SÁNCHEZ CANTÓN, Libros, tapices y cuadros que coleccionó Isabel la Católica, Madrid, 1950, p. 50. 67 Si bien probablemente no fuese un regalo con destino a la propia Reina Católica, por sus características pudo ser concebido como regalo protocolario. O. PÉREZ MONZÓN, “La imagen del poder nobiliario en Castilla. El Arte y las órdenes militares en el tardogótico”, Anuario de Estudios Medievales, XXXVII, 2 (2007), p. 938. 68 Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 160. 69 Vid. nota 41 del presente artículo. 70 Un claro ejemplo fue la caída en desgracia de Pedro Guillén de Segovia, debida a la composición del Dezir sobre la muerte de don Álvaro de Luna. Vid. F. GÓMEZ REDONDO, Artes poéticas medievales, Madrid, 2000, p. 228. 64

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cia de la sustitución de esta empresa por la confección de otro códice de mayor suntuosidad —quizá el ejemplar mencionado en la biblioteca de Isabel la Católica—, acompañado esta vez del proemio de Juan de Mena 71. Lo único seguro es que la iluminación del manuscrito se interrumpió aproximadamente hacia la mitad del libro segundo, a pesar de los huecos para capitales y orlas, resultando aún hoy el motivo un misterio. 3. LA ILUMINACIÓN DEL MS. 207. Aunque iluminado, se hace necesario precisar que el manuscrito Ms. 207 (BUS) no es un códice historiado, es decir, la decoración se localiza en las letras capitales y los márgenes del texto. Hoy sabemos que era muchas veces el propio cliente quien solicitaba gran parte de la figuración marginal, que en numerosas ocasiones estaba vinculada a la distracción lúdica 72. Sin duda influyó en la sensual concepción de muchas de estas drôleries —literalmente bromas, del francés— la restauración escolástica de la ética aristotélica —y de la risa— de la mano de autores como Juan de Salisbury o Hugo de San Victor 73. Además de moralizantes, han de concebirse las drôleries como un reto al lector cultivado, cuya sólida formación le permitiría distraerse del texto principal sin perder el hilo de la obra. Así, además de entretener, las marginalia contribuyen a dotar de una mayor densidad semántica al texto, haciendo muchas veces imposible discriminar la posible interrelación entre contenido textual y figuración marginal. Este hecho, por otra parte, sería inconcebible si no tuviéramos en cuenta las incipientes prácticas de lectura silente de la época, tan infrecuentes en la Alta Edad Media e íntimamente relacionadas con la devotio moderna. La figuración marginal pierde evidentemente todo sentido cuando la lectura es recitativa. El proemio de Juan de Mena fue redactado con posterioridad a las Virtuosas e claras mugeres. Vid. Á. DE LUNA, Virtuosas e claras mugeres (1446) (L. PONS)..., p. 161. 72 En relación a las representaciones artísticas medievales dentro de los espacios marginales ver los estudios: M. CAMILLE, Image on the Edge: The Margins of Medieval Art, Reaktion Books, 1992; I. MONTERA ARIAS, A. MUÑOZ MARTÍNEZ et alii, Relegados al margen, marginalidad y espacios marginales en la cultura medieval, Madrid, 2009. 73 Hugo de San Víctor aceptaba sólo de vez en cuando que las cosas serias deleitaban más cuando se mezclaban con las divertidas. Salisbury, aunque critica el oficio de bufón admite esporádicamente una cierta hilaridad. Vid. G. CANDANO FIERRO, La Seriedad y la Risa: La Comicidad en la Literatura Ejemplar de la Baja Edad Media, México, 2007, pp. 26-27. 71

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Se debe insertar la realización de la iluminación de las Virtuosas e claras mugeres (Ms. 207, BUS), como señalábamos en el epígrafe anterior, dentro de un supuesto “taller” o foco al servicio de Juan II y su Condestable. Por otra parte es sabido que tras la derrota de París en la Guerra de los Cien Años se produjo la dispersión de muchos miniaturistas, alguno de los cuales pudo recalar en la Castilla de Álvaro de Luna 74. Igualmente es importante señalar cómo el pintor o “hacedor de imágenes” comenzó a especializarse en la Edad Media —al menos ya consta como tal en documentos del siglo XV, muchas veces por obligación 75—, en diferentes ámbitos concretos del oficio tales como la iluminación, la pintura de retablos o la de telas 76. La permeabilidad entre las artes, por otro lado frecuente sobre todo en el mundo de las marginalia 77, se ejemplificaría en las frecuentes concomitancias temáticas que se dan en el grupo de obras promovidas por Álvaro de Luna, durante su vida, y por su hija, tras la muerte de éste. De esta manera, aunque el pintor no conociese con precisión el contenido del texto a iluminar —no necesariamente sabría leer o escribir 78— tendría suficientes fuentes iconográficas para la confección de un programa propio de exaltación al Valido en el Ms. 207. Esto explicaría, por otra parte, la aparente falta de conexión entre la iluminación del manuscrito y el contenido textual de las Virtuosas e claras mugeres. Sin embargo no es descartable, habida cuenta que en muchas ocasiones los detalles de orlas y márgenes venían dados por el cliente, que el propio Álvaro de Luna facilitara instrucciones precisas para prescindir de la densidad semántica en pos de una mayor claridad en la exaltación de su figura. Como se dijo en el primer apartado del trabajo, sabemos que el Valido en persona apoyó la causa francesa y a la Doncella de Orleans en concreto, con lo que mostró sobradamente su carácter francófilo. Vid. Crónica de don Álvaro de Luna..., pp. 150-151. 75 En Flandes se controlaba el tránsito de pintores de manera que las diferentes especializaciones contaban con gremios diferentes. Parece que la situación social de los iluminadores era sensiblemente más baja que la de los “pintores sobre tabla”. P. BINSKI, Artesanos medievales: Pintores, Madrid, 2001, p. 16. 76 Consta esta división específica en la Andalucía de finales del siglo XV. Ibid. p.16. 77 Vid. Cita 18. 78 “En rigor, en la Europa medieval, el pintor o el escultor no tenían otra condición social que la de un menestral distinguido, un carpintero o un herrero... En la Edad Media era frecuentísimo que el artista fuera analfabeto, pues lo que necesitaba saber, que era la Biblia y las vidas de los Santos, se lo predicaban cada día desde el pulpito de la Iglesia”. Marqués de LOZOYA, “Sobre la condición social del artista en la Historia del Arte”, reseña en Revista de estudios políticos, XVII-XVIII, 1944, p. 890. 74

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Dentro de la iluminación del Ms. 207 podemos establecer dos temáticas bien diferenciadas. Por un lado encontramos las miniaturas relacionadas con la exaltación de la imagen del valido de Juan II, con elementos referentes a su linaje y títulos, destinados a amparar la frágil estabilidad de su carrera política. Por otro, encontramos figuras relacionadas con las drôleries y la decoración de puro recreo, de mayor dificultad interpretativa.

Fig. 6. Orla de la página inicial del Libro I. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 3r (cortesía de Fernando Villaseñor).

Como ejemplo de programa iconográfico dedicado en exclusiva a la gloria del Condestable tenemos las páginas iniciales de los dos primeros libros, con orlas que cubren todo el margen del texto (Figs. 6 y 17). A manera de introducciones a sendas partes de la obra, conforman espléndidos recordatorios de quien fue promotor y autor del tratado. Al pie de la primera página [fol. 3r] aparecen dos ángeles tenantes que sostienen las armas de don Álvaro (Fig. 6). Este tema, que también aparece en la otra página inicial [fol. 55r] (Fig. 17), y en la primera página del libro [fol. 1r] es muy característico dentro del arte medieval en general y lo encontramos, por ejemplo, en los laterales del Sepulcro del Gran Maestre en la Capilla de Santiago de Toledo (Fig. 8) 79. 79

En realidad toda la capilla se halla repleta de representaciones de tenantes con las armas de don Álvaro, tanto en lugares principales como marginales. Los más

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Fig. 7. Ángeles tenantes. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 55r (cortesía de Fernando Villaseñor). Fig. 8. SEBASTIÁN DE TOLEDO, Sepulcro de Juana Pimentel, detalle de los ángeles tenantes en el sepulcro de Álvaro de Luna, Capilla de Santiago, Catedral de Toledo, post. 1489 (fotografía de los autores).

En peor estado de conservación se muestran otros cinco escudos más pequeños, situados en el borde de la caja del texto. La deficiente estabilidad de los pigmentos sólo permite entrever algunos motivos, entre ellos la cruz de Santiago y un elemento que bien podría ser una fuente o una torre. Otros tantos pajes sostienen filacterias cuyo mensaje también se ha perdido por la mala preservación del folio. La única legible representa la palabra “luna” con lo que es de suponer que el resto harían referencia también a la persona del Condestable. La posición de don Álvaro como Gran Maestre de la Orden de Santiago, sin duda el título que en más estima tuvo el Valido, queda perfectamente reflejada en la portada del segundo libro del Ms. 207 (Fig. 17). En ella se alternan por toda la orla sus emblemas: veneras y cruces. Es probable que la cruz de la Orden, concebida claramente como la simulación de la espada de Santiago, fuese un símbolo especialmente querido por el Condestable, pues como buen chevalier 80 medieval siempre se consideró eminentemente un hombre de armas 81.

relevantes se especifican en el contrato “e que sean asentadas e que hinchen toda la pieça quanto mayor podiere” lo cual da una idea de lo importante que fue la heráldica para sus comitentes. AHN, Nobleza, Osuna, leg. 1733, núm. 66. Vid. J. CARRETE Y PARRONDO, “Sebastián de Toledo y el Sepulcro...”, p. 40. 80 Nótese que en el retablo de la Capilla de Santiago en Toledo se le representa con espada y armadura de parada. En contraposición el marqués de Santillana en el retablo de Jorge Inglés (fundación Casa Medinaceli) prefiere hacer énfasis en su faceta de señor y hombre de letras, sin referencias explicitas al mundo de la caballería. 81 Crónica de don Álvaro de Luna..., p. 28.

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Al tratarse de un códice incompleto desconocemos el programa iconográfico que albergaría la portada del tercer libro, aunque podemos aventurar que se destinaría a la promoción heráldica, como las anteriores. Otro elemento no llevado a término —o no conservado— de interés para el estudio de la propaganda en el mecenazgo del valido de Juan II serían las cubiertas del libro. No conservamos las tapas originales de ningún códice procedente del mecenazgo de don Álvaro sin embargo, en el anteriormente citado manuscrito de las Virtuosas e claras mujeres—desgraciadamente desaparecido— y procedente de la biblioteca de Isabel la Católica, hallamos una lujosa encuadernación: “y tiene de cada parte un quadro de plata dorado y esmaltado grande, en que está un escudo leonado, las armas de Luna e quatro veneras de plata dorada a los cantones” 82. Una vez más encontramos en un lugar prominente las armas del Condestable. La suntuosidad referida en el inventario nos habla de un objeto concebido visiblemente como elemento de representación. Posiblemente, de haber sido concluido, el manuscrito 207 presentaría una encuadernación similar. Complementando a los temas de propaganda y representación se intercalan motivos naturalistas y humorísticos, más relacionados con la tradición de las drôleries góticas. Éstos se incorporan tanto en las orlas como en las capitales miniadas, insertándose entre formas vegetales de diferente índole. Uno de los elementos más repetidos es el de la representación humana. Algunas figuras, vestidas, portan lanzas y parecen tratar de dominar de alguna manera el caos que se desarrolla dentro de las marginalia [fol. 3r]. Aparecen la mayoría vestidos como pajes. Los personajes desnudos también hacen su aparición en el Ms. 207, principalmente en el folio 3r y algunas capitales. La dificultad para establecer los límites del “decoro” medieval 83 hace de estas figuras elementos de complicada exégesis. Así, algunos han sido puestos en relación con los putti —normalmente asexuados— mientras los más explícitos, como el niño que muestra el trasero, se relacionan con una expresión de la época destinada a ahuyentar al demonio 84.

F. J. SÁNCHEZ CANTÓN, Libros, tapices y cuadros..., p. 50. G. BOTO VARELA, “Marginalia o la fecundación de los contornos vacíos. Historiografía, método y escrutinio de los primeros márgenes hispanos (920-1150)”. en J. YARZA, La miniatura medieval en la Península Ibérica, Murcia, 2007, p. 452. 84 F. VILLASEÑOR, Iconografía marginal en Castilla, 1454 -1492, Madrid, 2009, p. 197. 82 83

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La frecuentísima representación de animales 85, tomada probablemente de bestiarios y libros de modelos 86, no diferenciaba en un principio la mayoría de animales reales de los fabulosos. De hecho, para un iluminador castellano del siglo XV probablemente resultaran igual de veraces un dragón que un elefante, pues con seguridad no habría visto en su vida ninguno de los dos. El empleo de modelos comunes es evidente, por ejemplo, en la repetición casi exacta de la figura del mono en diferentes páginas del manuscrito [fols. 3r y 33v]. No es este lugar para entrar en una valoración pormenorizada de la iconografía animal en el Medievo 87, baste decir que suele aceptarse el sentido teológico de estas representaciones, asimilando a la bestia con el bien —Cristo— o con el pecado —más frecuentemente—.

Fig. 9. Pavo real. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 5v (cortesía de Fernando Villaseñor). Fig. 10. Dragón. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 47v (cortesía de Fernando Villaseñor). Fig. 11. Simio. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 33v (cortesía de Fernando Villaseñor). Dos magníficos ejemplos la representación zoológica libraria serían los salterios de la Reina María [British Library Sra. Royal 2B, vii] y el de Isabel de Inglaterra [Munich, BSB Cod.gall. 16] que contienen ciclos completos procedentes del bestiario medieval. En algunos casos las figuras se colocaron en el texto para hacer correspondencias con el salmo que ilustran. 86 Han sobrevivido varias docenas de álbumes de dibujos, con diferentes ejemplos realizados para aplicarse a cualquier tipo de soporte. Los temas habituales eran los relativos a aves y animales. Sin duda muchos talleres tenían sus propios libros de modelos que desgraciadamente no se han conservado. C. HAMEL, Copistas e iluminadores, Madrid, 1999, p. 51. 87 Un estudio en mayor profundidad de la iconografía animal en las marginales de la Baja Edad Media lo encontramos en F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, Iconografía marginal..., pp. 80 -122. 85

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En el Ms. 207 se dan ambos casos de representación zoológica, real y fabulosa. De entre los primeros cabría citar al ciervo [fol. 3r], al oso con colmena [fol. 23r], al elefante [fol. 3r], al pelícano [fol. 18v] y al perro [fol. 3r]. De entre las criaturas mitológicas o fabulosas sólo se ha incluido al dragón [fol. 55r] (Fig. 10). Resulta interesante destacar, por su finura, la figura del pavo real [fol. 15r], asociada con Cristo y la vida eterna, cualidad que se atribuía a su carne y por extensión al alma humana. Muy característica es también la figura del simio [fols. 3r y 33v] esta vez asociada al pecado y al diablo (Fig. 11). Este animal dio además nombre a la expresión babuineare —literalmente simiear— aplicado a la representación de motivos jocosos durante el Medievo 88. Una temática diferenciada dentro del género suponen los híbridos animales con parte humana [fol. 55r] que aparecen flanqueando las armas del Valido entre motivos vegetales (Figs. 12 y 13) 89. Surgen probablemente de la sátira moralizante y alcanzarán estéticamente su punto álgido medio siglo después, con las celebres creaciones de El Bosco.

Figs. 12 y 13. Híbridos. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 33r (cortesía de Fernando Villaseñor).

En un último epígrafe podrían mencionarse algunos elementos de difícil interpretación, relacionables quizá con el contenido textual de las Virtuosas e claras mugeres. En el folio 1r encontramos un busto de tamaño considerable, de rasgos feminizantes. Ha sido interpretado por algunos autores como una reina con su corona 90, que por el tamaño de la figura bien podría indicar una relación intertextual. No obstante su M. CAMILLE, Image on the Edge..., pp. 12 y 152. Sobre el rico y variado simbolismo de los monstruos representados en los códices iluminados de la British Library es interesante el estudio: A. BOVEY, Monstruos y grutescos en los manuscritos medievales, Madrid, 2002. 90 Velez Sáinz propone esta teoría en J. VÉLEZ SAINZ, “Mecenazgo y representación...”, p. 181. 88 89

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identificación como reina no nos parece acertada, pues más bien parece representar a un ángel portando una filacteria. Un poco más arriba encontramos otro rostro de perfil de identificación imposible 91. Por otro lado encontramos al salvaje [fol. 3r], además de en Ms. 207, en un lugar tan prominente como la portada del Castillo de Escalona, flanqueando las armas del Valido. La amplia permeabilidad entre las diferentes disciplinas artísticas da como resultado la repetición de algunos motivos en las obras promovidas por y para el Condestable de Castilla. Así los putti y marginalia vegetales o de enramado se repiten —en ocasiones de forma casi literal— en lugares como la Capilla del Castillo de Escalona o la tardía Capilla de Santiago en Toledo (Figs. 14, 15 y 16). Esto no ha de entenderse sino como un traspaso de modelos de talleres cercanos —común en la época— entre los diferentes espacios marginales de las creaciones artísticas. No puede escapársenos por otro lado un posible conocimiento de unos modelos comunes por parte de los talleres —pintores, arquitectos, escultores...—, quizá facilitados en última instancia por la propia figura de Álvaro de Luna 92.

Fig. 14. Figura de la orla decorativa. Virtuosas e Claras Mugeres, BUS, Ms. 207, fol. 3r (cortesía de Fernando Villaseñor). Fig. 15. Detalle de la Capilla de Santiago en el Castillo de Escalona (fotografía de los autores). Fig. 16. Detalle de la Capilla de Santiago en la Catedral de Toledo (fotografía de los autores).

Es precisamente el folio 3r. el que peor estado de conservación presenta. Esto ha sido atribuido por algunos autores a la discreta calidad de las miniaturas, hecho extrapolable a la producción castellana conocida de la primera mitad del siglo XV. F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, “Ensayando estorias grandes...”, pp. 74 -75. 92 Un reciente estudio propone varias hipótesis sobre estas concomitancias dadas entre los espacios marginales vinculados con la propaganda del Condestable de Castilla, en J. VÉLEZ SAINZ, “Mecenazgo y representación...”, pp. 175-198. 91

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El manuscrito posee capitales decoradas hasta el folio 158, aunque haya una suelta en el 161, aproximadamente la mitad del segundo libro. En cambio, las rúbricas se abandonan desde el principio del Libro II 93. El iluminador solía trabajar con anotaciones que al finalizar el códice eran borradas, pequeñas minúsculas en ocasiones, bosquejos de las decoraciones o indicaciones al margen de tamaño microscópico 94. No conservamos nada de esto en el Ms. 207. La razón quizá se encuentre en que la iluminación del segundo libro se encargara a un artífice diferente, que sólo llegó a realizar la orla de la primera página antes de la súbita interrupción de la empresa.

Fig. 17. Orla de la página inicial del Libro II. Virtuosas e Claras Mugeres. Biblioteca Histórica de la Universidad, Salamanca, Ms. 207, fol. 55r (cortesía de Fernando Villaseñor).

La falta de una tradición de iluminadores en Castilla se remonta hasta el siglo XIII. La última gran escuela de iluminadores, el scripto93 94

L. PONS RODRÍGUEZ, “Virtuosas e claras..., p. 27. C. HAMEL, Copistas..., p. 49.

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rium alfonsí, no había dejado el poso suficiente como para nutrir una escuela castellana en los años posteriores, por lo que sus artesanos probablemente se dispersaron tras la muerte del monarca. Así, la decoración libraria castellana se sumió en una etapa de cierta escasez productiva que llega prácticamente hasta las fechas que nos ocupan. Ante esta falta de talleres de entidad propios, en la producción castellana de mediados del siglo XV confluirán diferentes rasgos de escuelas extranjeras, varios de los cuales se aprecian en el manuscrito 207 de las Virtuosas e claras mugeres. Como decíamos, puede distinguirse en el manuscrito de Salamanca, al menos, la mano de dos iluminadores distintos. Al primero pueden atribuirse todas las capitales del libro además de las primeras páginas liminares. Su estilo, apreciable claramente en la orla del folio 3r, presenta como característica fundamental los roleos góticos (Fig. 7). Éstos, rodeados de un gran horror vacui, albergan frondosas hojas y diversos personajes que se esconden entre ellas. Deben, por tanto, ponerse en relación con la serie de documentos y privilegios realizados en el entorno de la corte de Juan II, mencionados anteriormente 95. El estilo de este iluminador —o iluminadores— ha sido vinculado con talleres franceses al servicio del Ducado de Borgoña y la escuela de París 96. En el folio 55r encontramos una orla en la que se aprecia una mano diferente (Fig. 17). El aparente caos da paso a un cierto orden y simetría, enmarcando figuras hibridas y fabulosas que sostienen las armas del Valido. Este estilo parece estar más cerca de modelos boloñeses del siglo anterior, asimilados a través de Aviñón y Toscana 97. Es de suponer que de haberse completado la obra, la actuación de este segundo iluminador no se hubiese limitado a la portada del segundo libro. Esta falta de unidad en la iluminación del manuscrito, por otra parte frecuente en la Baja Edad Media, no debe entenderse como un rasgo empobrecedor de la obra, sino al contrario. La inclusión de varios artífices en el mismo códice nos permite por otro lado, rastrear las influencias que darán lugar a varios talleres castellanos de finales de siglo.

Esta iluminación, en tonos azul, verde y rosa con apliques de oro, se distingue con claridad por ejemplo en el Documento fundacional de la Cartuja de Miraflores. 96 En estos a veces aparecen aves fantásticas en los extremos que recuerdan otras de la miniatura francesa de Jean de Berry. F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, Iconografía marginal..., p. 82. 97 F. VILLASEÑOR SEBASTIÁN, El libro iluminado en castilla durante la segunda mitad del siglo XV, Segovia, 2009, p. 45. 95

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Fig. 18. HERMAN, PAUL, Y JEAN LIMBOURG, Belles Heures of Jean of France, Duc of Berry, 1405-1408/9, Nueva York, The Cloisters Collection, (Ms. 54.1.1), fol. 30r.

4. A INSTANCIA DE DON ÁLVARO DE LUNA. LA PRODUCCIÓN LITERARIA DEL CONDESTABLE. Muchas de las obras de Álvaro de Luna, afortunadamente, han pasado a la posteridad, siendo probablemente una de las más llamativas el manuscrito Ms. 207 del que hemos tratado con anterioridad. Sin embargo, el mecenazgo librario del Condestable debió ser considerablemente más amplio, al ser habitual que las grandes élites recurrieran a manuscritos ricamente decorados para así ostentar su poder y fidelidad religiosa. De hecho, las fuentes documentales y artísticas ayudan a hacer un rastreo de esas obras comisionadas o relacionadas con Álvaro de Luna que desgraciadamente hemos perdido o se hallan en paradero desconocido. En primer lugar, es necesario mencionar las noticias que tenemos acerca de los manuscritos de las Virtuosas e claras mugeres, que ya se han ido citando en diferentes apartados de este estudio.

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– La Biblioteca de Salamanca conserva dos copias fechadas en el s. XV: el Ms. 207 y el Ms. 2654 98. – El manuscrito de mayor riqueza debió ser el de la colección de Isabel la Católica, actualmente perdido o en paradero desconocido, cuyo lujo se observaría tanto en la camisa, como sus cubiertas e iluminación 99. – El inventario del conde de Montealegre alude a la presencia de un volumen de la misma obra, aunque no aporte mayores datos al respecto 100. Las citas de los documentos de inventariado, además mencionan la presencia de otra obra que creó el mismo Álvaro de Luna, un libro cuyo título latino desconcierta, pero del que se conocen diferentes menciones, la Corona dominarum: – El inventario de Isabel la Católica hace referencia a dos manuscritos en papel de esta obra: uno de ellos redactado en latín, pero además menciona otro, con tablas cubiertas de cuero dorado, probablemente redactado en castellano 101. – En el inventario de la Capilla Real de Granada de 1546, se menciona otro volumen de la obra, siendo posiblemente uno de los anteriores, aunque difiere ligeramente en su descripción. “51. Iten, otro libro de papel, de mano, que se dize Corona de las donas, con tablas cubiertas de cuero colorado” 102. – Los inventarios de la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial también remiten a un volumen de este escrito, hoy día perdido casi con total seguridad a causa del incendio de 1671 103, citado en el inventario de los libros que desde Granada se llevaron a la nueva sede 104. Vid. Supra. E. RUIZ GARCÍA, Los libros..., p. 474. 100 A. RODRÍGUEZ MOÑINO (ed.), La colección..., pp. 50-51. 101 E. RUIZ GARCÍA, Los libros..., p. 437 (D1 51 y D2 2). 102 A. GALLEGO BURÍN, “Nuevos datos sobre la Capilla Real de Granada”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, LXXIII (1953), p 103. El autor lo identifica con el 2E de la y el 87 S.C. 103 Una descripción de los daños que produjo el mismo y de las pérdidas patrimoniales puede leerse en L. M. DEL AMO HORGA, “El gran incendio de 1671 en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial y sus repercusiones en la Arquitectura”, en F. J. CAMPOS y FERNÁNDEZ (coord.), El Monasterio del Escorial y la arquitectura. Actas del simposium, 8/11-IX-2002, El Escorial, 2002, pp. 595-620 104 Seguramente fue uno de los manuscritos de la Capilla de Granada conocidos por los anteriores inventarios, pues se cita en el inventario de las piezas trasladadas en 1591 diciendo “Otro libro en latín, escripto de mano, en papel, de folio, intitu98 99

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Dejando de lado los manuscritos cuya composición se liga estrechamente a la figura de Álvaro de Luna, se hace necesario hablar de las obras que él impulsó, pero cuya autoría se atribuye a otros personajes. Una pieza enormemente llamativa, pues debió ser un manuscrito considerablemente rico por su materialidad, es el que se describe nuevamente en el inventario del conde de Montealegre: [128] Arbol de batallas, traducido de Francés en Castellano, por Mosén Diego Valera, a instancia de don Alvaro de Luna, maestre de Santiago; está en vitela y con iluminaciones, en fol. M.S. Parece el original 105.

La descripción es altamente llamativa, pues indica que se trata de un manuscrito de pergamino, en concreto vitela, con lo cual realizado con un pergamino más cuidado y costoso, el único que conocemos ligado a Álvaro de Luna además del Ms. 207 (BUS), ya que todos los restantes se describen como piezas de papel. Además, se especifica que estaba iluminado, afirmación que no acompaña ninguna de las citas anteriormente mencionadas; iluminación que además debió evidentemente remitir a la figura del Condestable, probablemente por medio de elementos heráldicos, puesto que el inventario nos dice parece el original. Éste podría relacionarse con el Ms. 1759 (BUS), siendo el segundo otra copia de la misma obra, pues su cronología es parecida y además en el fol. 1r se dice explícitamente: aquí comiença el libro que es llamado árbol de batallas sacado de frances en castellano por Diego de Valera, de mandado del muy magnífico e ylustre señor don Alvaro de Luna” [a lo que sigue el prólogo del traductor que afirma] “Esforçandome yo por vuestro mandado, muy magnifico e ylustre señor, no con pequeño trabajo en françes a nuestra lengua castellana 106.

Conservamos además otro manuscrito en papel del s. XV que se halla en esta órbita, se trata del MSS/6605 de la Biblioteca Nacional de Madrid (BNE), fechado en el s. XV, en cuyo fol. 1r aparece una cita parecida a la anterior que se refiere a la comitencia de Álvaro de Luna y la intervención del traductor. Sin embargo, esta copia no debió ser de lado corona dominarum por don alvaro de luna”. En G. ANTOLÍN, op. cit., p. 150. En el inventario de finales del s. XVI se cita como “Alvari de Luna Comestabilis Castellae magistris Jacobi liber, qui Corona Dominarum vocatur III (tach: C.6) I.7. (Añadido de otra mano): de eius norte carmina hispanica”. Ibid., p. 336. 105 A. RODRÍGUEZ MOÑINO (ed.), La colección..., p. 51. Seguramente se trate del Árbol de batallas de Honoré de Bouvet. 106 Cita tomada directamente de de la descripción del Ms. 1759 en Catálogo de Manuscritos de la Biblioteca Universitaria de Salamanca II. manuscritos 1680-2777, Salamanca, 2002, p. 97.

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gran relevancia, puesto que el traductor aparece nombrado como Diego de Valencia, cosa que aparenta a todas luces un error del copista 107. Todas las obras mencionadas anteriormente comparten el carácter de “libro principesco” por su temática, sin embargo, don Álvaro de Luna debió también dedicarse a la promoción de libros de tipo religioso, ya que el rezo de las Horas era habitual entre las élites cortesanas. De hecho, algunos de estos libros podrían ser los que aparecen representados en los bultos funerarios del Condestable y su esposa en Toledo, pues los pajecillos de los pies (Fig. 4) portan respectivamente vn libro de rezar y vn libro de oras 108, cuya estética probablemente remite a las piezas que la familia de Luna tendría en sus colecciones. Una referencia visual que también posee un enorme valor, y que sirve para hablarnos de estos libros usados para las oraciones privadas, típicas de la devotio moderna, es la que encontramos en el Retablo de la Capilla de Santiago de la Catedral de Toledo, otra pieza de enorme valor ya que conservamos el contrato para su creación. El paralelismo formal entre el Ms. 207 (BUS) y el libro que Álvaro de Luna sostiene en sus manos (Fig. 19) es evidente, aunque el segundo no se organice en dos columnas. En ambas obras, las rúbricas, se realizan en rojo, las capitales se destacan por tamaño y labor, a la vez que el texto en tinta negra se rodea de un trabajo de roleos con toques dorados.

Figs. 19 y 20. SANCHO DE ZAMORA, JUAN DE SEGOVIA, PEDRO GUMIEL, Retablo de la Capilla de Santiago en la Catedral de Toledo, post. 1488. Detalles de los libros que portan Álvaro de Luna y Juana Pimentel (fotografía de los autores). De hecho, sería extraño que en una misma cronología existieran dos personas con un nombre tan parecido que trabajaran a la vez sobre una misma obra francesa. Esta reflexión ya fue hecha en su momento por: F. R. de U., Marqués de LAURENCÍN, “Mosén Diego de Valera y el ‘Árbol de Batallas’”, Boletín de la Real Academia de la Historia, LXXVI (1920), pp. 294-308. Su ficha catalográfica puede leerse en Inventario general de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de España. Vol. XI (5700 a 7000), Ministerio de Cultura, Madrid, 1987. 108 J. CARRETE PARRONDO, “Sebastián de Toledo...”, p. 42 (p. 236). 107

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En el contrato se nos dice explícitamente cómo debe ser retratada la pareja finada y se habla así de cuáles son los libros que los representados apoyan sobre los reclinatorios: el señor Maestre de Santiago fincado de rodillas recobdado sobre su sitial de almohadas e brocados e con su libro e su abito de Maestre e su crus e venera en los pechos (...) la señora Condesa de Montaluan fincada de rodillas con sus tocados honestos como su señoría solia traer (...) recobdada sobre vn sitial rico de brocado sobre sus almohadas de brocado e su alcatifa e resando en su libro e sus cuentas en la cinta 109.

Por medio de estas citas, se ha podido comprender que, tanto en el ámbito cortesano como en el religioso, don Álvaro de Luna impulsó la creación de diferentes obras librarias, algunas de las cuales sabemos que además estaban ricamente iluminadas. Todo esto sirve, por tanto, para comprender que una figura de la alta nobleza del s. XV no podía comprenderse desligada del fasto de la corte y de las ricas posesiones materiales, pero tampoco separada de su deseo de permanecer en la memoria por medio de sus encargos y composiciones de libros exquisitamente trabajados. Pasa, así, el Condestable a ser una figura enormemente compleja y variada, pues a su faceta militar y política acompañó la labor literaria y promotora, pasando a ser “el su historiador, recontando sus fechos” 110. A modo de conclusión cabría realizar unas últimas reflexiones sobre la producción de manuscritos de lujo en la Castilla de Juan II y Álvaro de Luna. Si bien el número de ejemplares que ha llegado hasta nuestros días es escaso —más aún los de nueva creación— es de suponer que, aunque en menor medida que la de otras cortes europeas, la manufactura de códices suntuarios fue mayor de lo que hoy podemos intuir. A tal efecto, y de manera completamente extraordinaria, encontramos la codificación de una obra contemporánea a las Virtuosas y claras mugeres en un soporte insólito: el Retablo de los Gozos de Santa María de Jorge Inglés 111. Considerado el primer retablo castellano de autor doCita tomada del “Traslado autorizado de la escritura de obligación que a favor de la señora duquesa del Infantado, otorgaron Sancho de Zamora y Juan de Segovia, vecinos de Guadalaxara, y Pedro de Gomiel vecino de Alcalá de hacer un retablo en la capilla de Santiago”, fechado en Manzanares el 21 de diciembre de 1488. En C. GONZÁLEZ PALENCIA, “La capilla de don Álvaro de Luna en la Catedral de Toledo”, Archivo Español de Arte y Arqueología, V, 13 (1929), p. 120. 110 Crónica de don Álvaro de Luna..., p. 28. 111 Para un estudio pormenorizado del retablo: P. SILVA MAROTO, “Pintura hispanoflamenca castellana. De Toledo a Guadalajara: El Foco Toledano”, en M. C. 109

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cumentado, en su cuerpo superior se representan doce ángeles con pergaminos que albergan los textos de los Gozos de Santa María escritos por D. Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana 112. La inclusión de una obra de creación propia en un lugar tan exclusivo respalda la incipiente visión del hombre de armas y letras del s. XV. El Marqués, comitente y a la vez autor intelectual del conjunto, se ha representado como orante a la derecha de la Virgen, frente a un libro cerrado. No sería casualidad por tanto que don Álvaro, enemigo natural de los Mendoza, rivalizase con el de Santillana también en la creación de obras literarias, si bien el segundo ha sido visiblemente mejor tratado por la historiografía general. Como se ha señalado, tras la muerte del Valido su hija, María de Luna y Pimentel, contrajo nupcias con el nieto del Marqués de Santillana uniendo de esta manera el patrimonio del Condestable al de sus tradicionales adversarios. Este hecho es clave a la hora de relacionar el proyecto propagandístico realizado en la Capilla de Santiago de Toledo con el Retablo de los Gozos. Haciendo uso de los artistas que trabajaban habitualmente al servicio de los Mendoza, María creó un programa iconográfico que culminaría en un retablo pintado a mayor gloria de su progenitor. Parece improbable que María de Luna no conociese el conjunto de Jorge Inglés a la hora de establecer el contrato de Toledo, máxime al observar las diversas concomitancias que se dan entre ambos. Cabría preguntarse entonces si no se habría planteado incluir alguna referencia literaria explícita del Condestable en el retablo de Santiago. Hay quien ha pretendido ver, a falta de un programa tan evidente como el de los Gozos de Santa María, el libro de las Virtuosas e claras mugeres en el códice ante el cual se postra don Álvaro 113. Sin embargo, la clara posición de ambas figuras —Santillana y Luna— como orantes, deja al margen la posibilidad de que se trate de manuscritos de carácter profano. No obstante, como se ha señalado anteriormente, cabe la probabilidad de que el libro que sostiene el valido de Juan II sea alguna obra religiosa por él promocionada. La figura de Álvaro de Luna, tanto en las representaciones de su persona en la Capilla de Santiago como en la imagen que quiso legar a LACARRA DUCAY, La pintura gótica durante el siglo XV en tierras de Aragón y en otros territorios peninsulares, Zaragoza, 2007, pp. 299 -205. 112 Sobre la vida y obra de Íñigo López de Mendoza es imprescindible la monografía en cuatro volúmenes: L. SUAREZ FERNANDEZ et alii, El Marqués de Santillana: 1398 -1458. En los albores de la España Moderna, San Sebastián, 2001. 113 Esta teoría es defendida en el estudio: J. VÉLEZ SAINZ, Mecenazgo..., p. 194.

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la posteridad, debe ser vista estrechamente ligada a su más relevante creación literaria: las Virtuosas e claras mugeres. Aunque algunos estudios citan también la perdida Corona dominarum, nunca se ha reflexionado seriamente sobre la importancia del mecenazgo del Condestable en el campo de las artes del libro. Este trabajo no pretende ser un punto y final en la labor de investigación, más bien sucede todo lo contrario, aspira a ser el punto de partida de una futura investigación multidisciplinar, en la que el estudio de las distintas facetas del Maestre de Santiago se realice de manera complementaria. Sabemos que la nobleza castellana de la primera mitad del s. XV promovió espectaculares manifestaciones de poder en sus justas y torneos, así como en las empresas arquitectónicas y, en ocasiones, también mediante las obras pictóricas de gran formato. Sin embargo, el mecenazgo librario se halló del mismo modo entre sus intereses, como ha podido demostrar el ejemplo concreto de Álvaro de Luna, siendo la valoración que ese arte poseía en la corte de Juan II parecida a la que existió en Francia o Inglaterra. Es necesario tener en cuenta que diferentes vicisitudes tales como la condición portable inherente a los códices o la fragilidad de los materiales empleados en su confección no han ayudado precisamente a la conservación de los manuscritos. Es, por tanto, necesario realizar una labor casi “arqueológica”, para recuperar los vestigios y los destellos de lo que fueron las empresas librarias de estas primeras décadas de 1400. Álvaro de Luna fue quizá uno de los más relevantes mecenas en este aspecto, sin embargo, ante la escasa producción conservada sólo cabe preguntarnos ¿Cuántos tesoros habrán desaparecido y cuántos aguardan aún su descubrimiento? Queda de esta manera patente que las palabras del gran historiador Aby Warburg todavía hoy poseen un gran sentido, pues la historia de las imágenes es una historia de fantasmas para adultos 114.

G. DIDI-HUBERMAN, La imagen superviviente. Historia del arte y del tiempo de los fantasmas según Aby Warburg, Madrid, 2009, p. 79.

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LA MONEDA CASTELLANA EN ÉPOCA DE DON ÁLVARO DE LUNA María del Mar ROYO MARTÍNEZ ¿Qué se fizo la moneda que guardé para mis daños tantos tiempos, tantos años: plata, joyas, oro e seda? Ca de todo no me queda sinon este cadalso, mundo malo, mundo falso, no es quien contigo pueda 1. En el año 1453 el Marqués de Santillana, Don Íñigo López de Mendoza, escribía el anterior fragmento en su obra Doctrinal de privados, alusivo al final de la vida del que fuera su gran rival durante el azaroso reinado de Juan II de Castilla, el Condestable don Álvaro de Luna. El reinado de Juan II fue muy complicado políticamente, caracterizándose por la cantidad de enfrentamientos, reconciliaciones e intrigas por el poder, que protagonizaron, por un lado los Infantes de Aragón, hijos del Fernando de Antequera, y por otro la poderosa figura de Don Álvaro de Luna, tratando todos ellos de convertir al rey en una marioneta que sirviera a sus propios intereses. Fue una situación de inestabilidad que se agudizó además con la aparición del príncipe de Asturias, don Enrique (futuro Enrique IV), quien no hizo sino complicar aún más la inestabilidad interna, provocando nuevas crisis de gobierno que Juan II no fue capaz de reconducir. En el terreno monetario el panorama no fue muy distinto, desarrollándose a lo largo del reinado una fuerte oscilación entre la estabilidad, y la quiebra de la moneda, esto es, la alteración de sus características intrínsecas, en la que predominó sin lugar a dudas esta última. Aunque el estudio de la moneda castellana con la que convivió don Álvaro de Luna ha recibido un fuerte impulso desde las últimas déca1

Marqués de Santillana, Doctrinal de privados del Marqués de Santillana. Al Maestre de Santiago don Álvaro de Luna, Obras completas, Barcelona, 1988, p. 350.

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das del siglo XX 2, no hay duda de que en la actualidad presenta todavía algunas cuestiones e incógnitas por resolver. Desde esta perspectiva, el objetivo del presente trabajo no es otro que el de ofrecer una visión global sobre la política monetaria y las monedas que circularon durante el reinado de Juan II de Castilla, basándonos en las aportaciones más recientes que han salido a la luz en los últimos años. Al mismo tiempo, y puesto que el tema central de las presentes Jornadas es la figura de don Álvaro de Luna, intentaremos analizar en la medida de lo posible, qué papel jugó el propio Condestable en las decisiones tomadas por el rey en el terreno monetario. Los testimonios documentales más antiguos conocidos en la actualidad sobre legislación monetaria en tiempos de Juan II, datan del año 1429. El primero de ellos, recogido de la Crónica del rey Don Juan II, informa de la reunión que el monarca celebró en Burgos, en la que se denunció tanto la escasez general de moneda que en ese momento padecía el reino, como la fuga de otra parte de la masa monetaria hacia el exterior, especialmente hacia Portugal. Por esta razón ordenó el rey en dicha ciudad la labra de blancas con la misma ley y talla que las de su padre Enrique III, esto es 24 granos y 112 piezas en marco 3. Por su 2

3

Entre las publicaciones más importantes que han abordado este tema, destacamos especialmente las siguientes: A. M. BALAGUER, “Las emisiones monetarias de Juan II de Castilla (1406-1454)”, NUMISMA, 228 (1991), pp. 31-58; M. Á. LADERO QUESADA, “Monedas y políticas monetarias en la Corona de Castilla (siglos XIII-XV)”, en Moneda y monedas en la Europa Medieval (siglos XII-XV), Pamplona, 2000; A. MACKAY, Moneda, precios y política en la Castilla del siglo XV, Granada, 2006, y A. ROMA VALDÉS y J. L. BRAÑA PASTOR, El Vellón Castellano del siglo XV, Madrid, 2010. Estando el Rey en Burgos, hubo Consejo de las cosas, que eran necesarias para hacer la guerra en el año venidero en los Reynos de Aragon, é Navarra. [...] Sobre lo qual habidos muchos Consejos, se acordó, quel Rey, mandase labrar Moneda en tres, ó en quatro casas, donde era costumbre de se labrar, porque en el Reyno habia poca moneda de la que el Rey Don Enrique su padre habia labrado: y era mucha sacada del Reyno, especialmente para el Reyno de Portugal fundida, de que este Reyno rescibió gran daño: y el Rey habría mas presto dinero para tan gran gasto como le convenia hacer: [...] Lo qual el Rey hubo por buen consejo, é mandó labrar moneda en Búrgos, y en Sevilla, é que fuese la moneda de blancas de ley, é peso, é talla, é precio de las otras blancas, que á la sazon corrian, quel Rey Don Enrique su padre mandó labrar. [...] Capítulo XXXV, titulado “Del consejo que el rey Don Juan hubo en Burgos para las cosas que había menester para hacer la guerra a los reinos de Aragón e Navarra”. (A. M. BALAGUER, “Las emisiones monetarias de Juan II de Castilla (14061454)”, NUMISMA, 228 (1991), p. 33, y L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa del señor rey Don Juan el II. En que se da noticia de todas las Monedas, de sus valores, y del precio que tuvieron varios géneros en su reinado, Madrid, 1786, p. 23).

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parte Agnus Mackay 4 publicó hace tiempo, un memorial del mismo año en el que aparece el proyecto de acuñar hasta 33.000 marcos de plata al año, en las cecas de Sevilla y Burgos. Aunque parece que esta emisión de plata no llegó a producirse, entre 1429 o 1430 debió tener lugar la primera emisión de blancas del reinado de Juan II, con la misma tipología que las blancas de su padre. Ahora bien sus características intrínsecas, que en teoría debían ser similares a las de aquellas, fueron inferiores, al tener 20 granos de ley y 59 maravedís de talla.

Blanca de Juan II 5.

1. LA POLÍTICA MONETARIA DE JUAN II BAJO EL GOBIERNO DE DON ÁLVARO LUNA ENTRE 1430 Y 1441.

DE

El contexto histórico en el que tuvieron lugar estas primeras quejas y ordenanzas relativas a la moneda en Castilla, coincidió con el inicio del periodo de esplendor de don Álvaro de Luna. Su regreso a la Corte en 1428, tras su primer destierro, provocó la invasión de Castilla en el año 1429 por parte de los Infantes de Aragón, Alfonso V y su hermano Juan y la guerra entre Castilla y los reinos de Navarra y Aragón. Pero las denominadas Treguas de Majano de julio de 1430, pusieron fin a este conflicto, saliendo enormemente fortalecido el Condestable. Los Infantes fueron expulsados temporalmente de Castilla y sus propiedades confiscadas y repartidas entre miembros del bando leal al rey. En el mismo año de la firma de dichas treguas, Juan II ordenó labrar la que se convertiría en la moneda más emblemática y famosa de 4

5

A. MACKAY, Moneda, precios y política..., doc. I. pp. 143-150. Este memorial es mencionado asimismo en M. Á. LADERO QUESADA, “Monedas y políticas monetarias...”, p. 165. Del mismo autor: “La política monetaria en la Corona de Castilla”, En la España Medieval, 11 (1988), pp. 79-123, p. 94. Imagen extraída de: http://www.maravedis.net/imagenes/castilla_juan2/juan2_ blanca_coru%F1a.jpg (consultado el día: 14/12/2012).

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su reinado: la dobla de la Banda. Se trataba de una nueva pieza de oro que seguía el sistema castellano de la dobla, pero que sería ajustada a una ley de 19 quilates y a un peso de 49 piezas en marco (4,60 gramos), frente a los tradicionales 23 y ¾ quilates de la dobla castellana labrada hasta entonces 6. Su creación se debía a que en ese momento circulaban en Castilla monedas de oro árabes procedentes del Reino Nazarí de Granada, con esa misma ley de 19 quilates, y muy pocas castellanas. El numerario árabe, integrado por dinares nazaríes o granadinos, conocidos como doblas moriscas o Baladíes, no sólo circulaba en los mercados castellanos a pesar de contar con una calidad inferior a la de la dobla castellana 7, sino que además era utilizado para el pago de las parias que se recibían del Reino Granada en los primeros años de reinado de Juan II. La creación de la dobla de la Banda tenía por objeto combatir la presencia de las doblas granadinas, al imitar sus mismas características intrínsecas, evitando además su extracción al tener la misma ley y peso que el resto de las monedas de oro europeas. El valor de la dobla de la Banda se fijó en 100 maravedís, que era el que poseía la dobla morisca o Baladí en ese momento, y en cuanto a su tipología, ofrecía una gran novedad, al mostrar en su anverso el escudo de la Orden de la Banda Real de Castilla. Esta Orden de caballería, muy apreciada por la alta nobleza, había sido creada por el rey Alfonso XI en 1332, y desde entonces su pendón acompañaría a muchos de los reyes de Castilla. De la dobla de la Banda se acuñaron, además, varios múltiplos sumamente excepcionales tanto por su tamaño como por su peso. Estos fueron la pieza de 10 Doblas (45 gramos), la de 20 Doblas (90 gramos) y la de 50 Doblas.

6

7

La Dobla castellana, de 4,60 gramos de peso y ley de 23 y ¾ quilates, había mantenido por tanto hasta entonces la misma ley y peso de los antiguos dinares almohades. Como señaló Miguel Jiménez Puertas, en la segunda mitad del siglo XIV se debía haber producido ya alguna pérdida de su ley en la moneda de oro nazarí o del reino de Granada, puesto que mientras el valor de la dobla castellana era de 38 maravedíes, el de la morisca era 36 maravedís, diferencia que podría sugerir la posibilidad de la ley del dinar granadino fuese en ese momento de 22 quilates. Posteriormente, y como sugiere el mismo autor, debió iniciarse la acuñación de dinares de oro con una ley de 19 quilates, tendencia que seguiría acentuándose durante la segunda mitad del siglo XV. (M. JIMÉNEZ PUERTAS, “La evolución del sistema monetario nazarí”, Gaceta Numismática, 150 (2003), pp. 31-50, pp. 42 y 43).

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Dobla de la Banda de Juan II 8.

20 Doblas de la Banda de Juan II 9.

Dinar nazarí de Muhammad IX (1396-1454), 4,6 gramos. Granada 10.

Imagen extraída de: http://www.coinarchives.com/07eb1c7c6af0b0bee024837c5 f4f3430/img/vico/131/image 00720.jpg. Consultado el día: 22/2/2013. 9 Imagen extraída de: A. HEISS, Descripción general de las monedas hispanoCristianas, Madrid, 1865, vol. I, lám. 11, núm. 1, p. 96. 10Imagen extraída de: http://www.mcsearch.info/search.html?search=&view_mode= 0&c=7&a=1379&l=&page=5 y http://www.mcsearch.info/record.html?id=737662 (consultado el día 25/2/ 2013). 8

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Mapa del Reino de Granada en el siglo XV 11.

El final de la guerra entre Castilla y Aragón y Navarra, con las Treguas de Majano, significó un periodo de paz para Castilla, que fue aprovechado por Juan II y por don Álvaro de Luna para reavivar la reconquista del Reino de Granada. El 1 de julio de 1431 los ejércitos castellanos consiguieron, en la Batalla de la Higueruela, la derrota del ejército del rey nazarí Mohammed IX el Zurdo, proclamándose como nuevo sultán granadino en enero de 1432 a Yusuf IV, y ratificándose así el acuerdo al que éste había llegado con el rey de Castilla. Sin embargo este acuerdo provocó tanto rechazo popular, que Mohammed IX consiguió, con la ayuda de Alfonso el Magnánimo, regresar a Granada y recuperar el poder en abril de 1432. Aunque se produjeron algunos éxitos de los castellanos, al final los planes de reconquista de Juan II y de don Álvaro no se pudieron llevar a cabo 12, si bien se logró en ese momento un retroceso de la frontera en toda su extensión. Finalizado el intento de conquista del reino Nazarí de Granada, se volvieron a retomar en Castilla los anteriores problemas monetarios a los que sumaron ahora otros más recientes. El marco elegido para reImagen extraída de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Reino_de_Granada. svg (consultado el día: 22/2/2013). 12 Sobre este hecho existe una doble versión, en la que se afirma por un lado que la conquista de Granada no se produjo al final debido al terremoto de Atarfe, y según otros, porque fue don Álvaro fue sobornado por los moros para que no conquistara la ciudad, entregándole un carro repleto de higos, cada uno de los cuales ocultaba una moneda de oro. 11

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solverlos fue el de las Cortes de Madrid, celebradas en 1433, en las que los procuradores hicieron oír sus quejas por la escasez de moneda, especialmente menuda, que seguía padeciendo el reino, pidiendo por ello que se labrasen cornados 13. Al año siguiente, una carta del rey de 12 de septiembre y dirigida al Concejo de Murcia, manifestaba además su convencimiento de que en sus reinos se estaba fabricando moneda falsa así de blancas como de doblas de oro 14. Es posible por tanto que desde 1433 se desarrollasen ya las primeras series de cornados de los que se conocen en la actualidad a nombre de este monarca.

Cornado de Juan II 15.

Las siguientes Cortes de Castilla, celebradas en Madrid en 1435, se centraron de nuevo en la escasez de moneda menuda y en la necesidad de que se batieran más blancas 16, cornados y doblas. Además los procuradores se quejaron de los abusos que los cambistas cometían en ese momento en lo concerniente a algunas especies de oro. Señalaban que, cuando éstos compraban doblas, solamente daban por ellas 85 maravedís, puesto que las tomaban por las que denominaban Blanquillas (es decir, de mala calidad o con ley inferior a las de la Banda, y que al parecer se fabricaban en Granada), mientras que cuando las vendían, las daban todas por buenas y a un precio de 96 maravedís 17. L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., pp. 18 y 19. CDHRM, Colección de documentos para la Historia del Reino de Murcia, documento 184, páginas 466-467. Citado en A. M. BALAGUER, “Las emisiones monetarias de Juan II...”, p. 33. 15 Imagen extraída de: http://www.maravedis.net/imagenes/castilla_juan2/Juan% 20II%20cornado%20toledo.jpg (consultado el día: 22/2/2013). 16 Según Ladero Quesada las nuevas piezas de vellón, acuñadas tras la petición de las Cortes de 1435, debieron tener menor ley que las labradas en el reinado de Enrique III, lo que llevó a que en 1436, los recaudadores de impuestos demandaran dos cornados por blanca en lugar de tres que era lo legal, lo que suponía un gran aumento de la tributación para los que pagaban en esta moneda (M. Á. LADERO QUESADA, “Monedas y políticas monetarias...”, p. 166). 17 L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., pp. 84 y 85. 13 14

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En septiembre de 1436 las nuevas Cortes de Toledo fueron testigo del denominado Pacto de Toledo, por el que Juan I de Navarra recuperaba sus posesiones en Castilla, al tiempo que se acordaba el matrimonio de la hija de éste, Blanca, con el heredero del trono castellano, Enrique 18. En estas Cortes se recogieron de nuevo varias quejas relacionadas con la moneda de oro en circulación. Los cambistas continuaban cometiendo fraudes con las doblas, puesto que seguían dando el precio que querían por ellas 19. Pero además los procuradores aludían a los problemas derivados de la presencia del florín denominado del cuño de Aragón en circulación castellana. Acuñado en dicho reino desde 1346 a imitación del florín florentino, se trataba de una especie de características intrínsecas inferiores a las de la dobla de la Banda castellana, puesto que su ley era de 18 quilates y su peso de unos 3,48 gramos. Pues bien, como afirmó Gil Farrés 20, esta moneda se utilizaba en ese momento en Castilla como si fuese una especie propia, lo que no hacía sino complicar aún más la cuestión de la circulación de la moneda de oro en el reino. La cantidad de problemas surgidos con la presencia de diferentes piezas áureas, tanto castellanas como foráneas, llevaron al rey a determinar, en 1438, las equivalencias de todas ellas, mediante el Ordenamiento de Madrigal de 11 de julio. Los valores quedaron establecidos de la manera siguiente: El florín de Aragón en 70 maravedís; la dobla zamorí y el salute (moneda de oro de Francia de Carlos VI (1380-1422) en 100 maravedis; el Florín de Florencia en 103 maravedís; el franco y el ducado en 105 maravedís; la dobla baladí y la Ceptí y la corona en 106 maravedís; la dobla de la Banda en 111 maravedís; y el noble en 210 maravedís. El real de plata se tasó por su parte en 8 y ½ maravedís 21. A finales de la década de los 30 se produjo el declive de poder de Juan II y de don Álvaro de Luna en favor de los Infantes de Aragón y de En ese mismo año Alfonso V de Aragón, el Magnánimo, se enzarzó plenamente en la lucha por la conquista del reino de Nápoles, desistiendo definitivamente de volver a la Península, y nombrando a su hermano Juan I de Navarra lugarteniente de Aragón y Valencia. Desde entonces le encomendó la dirección de los asuntos familiares en Castilla. 19 Petición 10 de las Cortes de 1436. L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., pp. 85 y 86. 20 O. GIL FARRÉS, Historia de la moneda española, Madrid, 1976, p. 361. 21 L. SÁEZ, Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrían en Castilla durante el reinado del señor Enrique IV y de su correspondencia con las del señor D. Carlos IV, Madrid, 1805, documento núm. I, pp. 473-480). 18

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una coalición formada por nobles castellanos aragonistas que provocarían finalmente el nuevo destierro del Condestable. En el año 1439 tras la firma del Convenio de Castronuño, se reanudaron las hostilidades entre el rey castellano y su primo Juan I de Navarra, que finalizarían con la vitoria del segundo. El 20 de diciembre de ese mismo año Juan II dictó una nueva Ordenanza en Madrigal sobre la moneda de blancas. Enterado de que en ese momento se encontraban circulando en el reino piezas legítimas — tanto de su padre como suyas—, mezcladas con blancas falsas, estableció diferentes valores para todas ellas. Las legítimas conservaban su valor de ½ maravedí, mientras que se prohibía la circulación de las falsas. En cuanto a aquellas que solamente eran sospechosas de haber sido falsificadas, se ordenaba que fueran horadadas y que su valor fuera de 1 dinero y no más. Finalmente se estipuló que en el plazo de un año, las blancas del reino pudieran ser examinadas por expertos en las distintas villas y ciudades, para que ellos dictaminaran si eran falsas o no. Pasado este plazo la blanca legítima seguiría valiendo ½ maravedí, la dudosa, ya agujereada, correría por un dinero, y la falsa, recortada y sin ningún valor, se devolvería a sus dueños 22. En 1433 se habían escuchado ya las primeras quejas sobre la falsificación de blancas, culpabilizándose entonces, como se ha visto, al concejo de Murcia. El clima de malestar contra el rey Juan II y sobre todo contra su valido, don Álvaro de Luna, se hizo claramente patente en 1440. En dicho año los Infantes de Aragón, Juan I de Navarra y don Enrique, junto con el Almirante don Fadrique Enríquez y otros Condes y Caballeros, enviaron al rey una carta en la que se esgrimieron numerosas y graves acusaciones contra el Condestable, algunas de las cuales apuntaban directamente a los asuntos monetarios del reino. Pero el rey no quiso responder a ellas. Y entre las otras cosas para del todo se apoderar en vuestros Reynos é usar dellos á su entera voluntad (se refieren a don Álvaro de Luna), tuvo manera como todos los maravedís de las rentas de vuestros Reynos fuesen en su poder, é á su ordenanza é voluntad, poniendo en todas ellas de su mano tesoreros y recaudadores: apoderándose asimismo de vuestras casas de moneda, en las quales hizo labrar moneda mucho mas baxo de la del ensay que Vuestra Señoría mandó hacer con acuerdo de los del vuestro Consejo: lo qual se disimuló é pasó, por ser los oficiales de las dichas casas todos del Condestable, é puestos por él. É con este tiránico propósito puso Contadores mayores en vuestras casas, para que mejor se pudiese encobrir lo que él quisiese tomar. [...] Otrosí, vuestro Condestable en todos los tiempos pasados procuró de 22

Ibidem, pp. 96 y 97.

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tomar y tomó para sí muchas quantias de maravedís de vuestras rentas, é dineros é pedidos y monedas con grave atrevimiento é osadía, creyendo que no habría quien lo osase decir é reclamar: de lo qual ha hecho grandes tesoros, los quales tiene no solamente en vuestros Reynos, mas en Venecia é Génova, para lo qual ha recogido é recoge quanto oro é plata en vuestros Reynos se puede haber, lo qual ha seydo y es en gran perjuicio vuestro y de vuestros súbditos é naturales.. Y es notorio y manifiesto, que tiene muchas cartas en blanco firmadas de vuestro nombre, para aplicar á sí, é dar de su mano todos los oficios que vacan á quien le place, de las quales ha usado é usa quando el tiempo se ofrece 23.

2. LA POLÍTICA ESTABILIZADORA DE LA MONEDA EN CASTILLA ENTRE 1441 Y 1445. El golpe definitivo contra el rey de Castilla y el Condestable se dio, no obstante, en el año 1441, cuando la nobleza opuesta a la política autoritaria de don Álvaro organizó la denominada Gran Liga de la Coruña a la que pronto se adhirieron los Infantes de Aragón. Los coaligados hicieron prisionero al rey y a sus partidarios, y el 10 de julio de 1441 estos últimos se vieron obligados a redactar la denominada Sentencia de Medina del Campo, por la que entre otras cosas se ordenó el destierro del Condestable por un periodo de seis años. Durante los casi tres años siguientes, el gobierno de Castilla estuvo de este modo prácticamente en manos de los infantes de Aragón, especialmente de Juan I de Navarra y de la liga nobiliaria que le apoyaba. El triunfo de los enemigos de Juan II y de su valido desembocó en un nuevo periodo de actuación en materia monetaria, caracterizado por un plan de estabilidad frente a la devaluación practicada hasta entonces por don Álvaro de Luna. Y este giro en la política monetaria de Castilla aplicado por el nuevo equipo de gobierno nobiliario, fue debido a los propios intereses de ésta. Como han manifestado Mackay 24 y Ladero 25, las depreciaciones de la moneda afectaban sobre todo a la nobleza y a los miembros del patriciado urbano representado en las Cortes, puesto que todos ellos poseían mercedes reales, tierras o sueldos y rentas expresados en maravedís, pero muy poco a la monarquía, cuyo principal ingreso era la alcabala. Por ello la política impulsada ahora por la nobleza castellana aragonista y dirigida por Juan I de Navarra intentó poner coto a la devaluación o quiebra de la moneda anterior. En primer lugar se centró en evitar la salida de la moneda de oro y de F. PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica del señor Rey Don Juan, segundo de este nombre en Castilla y en León, Valencia, 1779, pp. 402 y 403. 24 A. MACKAY, Moneda, precios y política..., pp. 122-123. 25 M. Á. LADERO QUESADA, “Monedas y políticas monetarias...”, p. 166. 23

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plata hacia el exterior y en segundo detener la constante apreciación del oro y de la plata frente al vellón, que se había ido incrementando en los años anteriores. En los primeros meses de 1442 se emitieron de hecho tres importantes Ordenamientos relacionados con estos problemas. El primero de ellos, fechado el 29 de enero de 1442, intentó poner fin al problema de la extracción del oro ordenando la labra de nuevas doblas de la Banda con un valor ahora más reducido de 82 maravedís (de blancas viejas dice) en lugar de los 111 en los que habían sido tasadas desde el Ordenamiento de Madrigal de 11 de julio de 1438. Se recomendaba además que estuvieran mejor amonedadas que las que se habían acuñado con anterioridad, conservando, no obstante, su misma ley y peso (esto es, 19 quilates y 49 piezas en marco) 26. De este modo se depreciaba ahora la dobla de la Banda respecto a la moneda de plata y de vellón. El ordenamiento de 29 de enero dispuso también que se acuñasen de nuevo Reales, medios reales y cuartos de real con la misma ley de 11 dineros y 4 granos y talla de 66 en marco, que los de su padre y su abuelo 27 y con un valor de 8 maravedís. Se trata por tanto de la primera orden conocida de fabricación de moneda argéntea bajo el reinado de Juan II. Sin embargo, como se verá más adelante, parece ser que dicha emisión no llegó a realizarse finalmente. En cuanto a la moneda de vellón, se intentó poner fin a los problemas arrastrados con las especies de esta aleación desde el inicio del reinado de Juan II. El propio rey reconocía en el Ordenamiento que se había visto obligado a labrar sus blancas (las denominadas nuevas) con menor ley y peso que las de su padre (concretamente con 20 granos y 124 piezas en marco, en lugar de los 24 granos y 112 piezas anteriores) por las circunstancias complicadas del momento, lo que había redun-

26 27

L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice V, p. 98. Otrosí mandé, é mando á los dichos mis Tesoreros que labren en cada una de las dichas mis casas de las monedas Reales é medios Reales, é quartos de Reales de plata á la ley de once dineros é quatro granos, é á la talla de sesenta é seis Reales en el Marco, que es á la mesma ley, é talla que el Rey Don Enrique mi padre, é el Rey Don Johan mi abuelo, é el Rey Don Enrique mi bisabuelo, que Dios hayan, mandaron labrar, é labraron Reales de plata en sus tiempos poco mas ó menos; los quales antes que yo mandase labrar la dicha moneda de Blancas en mis Regnos valían á siete marávedis, é á siete maravedís é medio, é á ocho maravedís de las dichas Blancas viejas (L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice V, p. 99).

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dado en enormes inconvenientes y daños en el reino, especialmente relacionados con la falsificación de las piezas 28. Para reparar los numerosos daños ocasionados por la reducción de las características intrínsecas de sus blancas, ordenó que la población entregase dichas piezas en un plazo de seis meses a las distintas cecas del reino para ser fundidas. Su intención era retirar de la circulación las blancas nuevas (es decir, las de baja ley), y labrar en su lugar un nuevo tipo de blanca de mejor calidad, semejante en ley y peso a las de su padre (es decir, con 24 granos y talla de 112 en marco). Los costes de la reconversión, estimados en unos 10 maravedís, correrían a cargo de los propietarios de las monedas, quienes además, deberían llevar a la ceca la cantidad suplementaria de plata que faltara para la reconversión de sus blancas en las nuevas de mejor ley. Pasado el plazo previsto de seis meses, las blancas no reconvertidas (o sea, las blancas malas, ya fueran las falsas o las de baja ley), dejarían de tener curso legal, debiendo ser retiradas de la circulación. Finalmente, para que pudieran distinguirse estas nuevas blancas de las anteriores de peor ley, ordenó rey aplicarles nuevos tipos, consistentes en un escudo de la Banda en una cara y un castillo en la otra. Por lo tanto en este momento se ordenaba crear la denominada Blanca de la Banda 29.

Blanca de la Banda de Juan II 30.

Ibidem, apéndice VII, pp. 97-98. E porque se paresca, é sea conoscida la moneda que yo agora mando labrar, é reducir á la ley, é talla de las dichas Blancas viejas, mando que del un cabo tenga un castillo, é del otro una Banda en un Escudo; é mando á los dichos mis Tesoreros, é á todos los otros Oficiales que están en las dichas mis casas de monedas que paren mientes, é sean avisados que la dicha moneda que agora yo mando facer sea bien monedeada, é redondeada, é tallada... (ibidem, apéndice V, p. 100). 30 Imagen extraída de: A. ROMA VALDÉS y J. L. BRAÑA PASTOR, El Vellón Castellano del siglo XV, 2010, p. 133. 28 29

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A los dos meses tan sólo de dictarse el Ordenamiento anterior, otro nuevo dado en Tordesillas el 10 de marzo de 1442, dejó sin efecto las decisiones tomadas sobre la recogida y la reconversión de las blancas. El nuevo ordenamiento exponía al principio la opinión y el rechazo de los Procuradores en Cortes hacia las medidas acordadas en enero respecto a la reconversión de las blancas. Argumentaban que el coste de la operación resultaría sumamente elevado para los poseedores de las piezas (y eso sin contar con el adicional que supondría el beneficio que el rey por acuñar la moneda). Señalaban asimismo que aunque se mejoraran las características intrínsecas de las nuevas blancas, de poco serviría para devolverles su prestigio y apreciación, puesto que la población seguiría desconfiando de ellas. Junto a todo ello, los procuradores advirtieron también al rey del riesgo de la posible falsificación de las nuevas piezas tanto en los reinos vecinos como en la propia Castilla 31. Finalmente propusieron un remedio mucho más sencillo, menos costoso y más efectivo para solucionar los problemas, que consistía en mantener todas las monedas de blancas (tanto las antiguas como las nuevas), pero adecuar su valor nominal al que realmente les correspondía por su calidad. Convencido de que retirar las blancas degradadas no era la mejor solución, el rey decidió finalmente mantenerlas en circulación, pero con un nuevo valor acorde a su calidad y no seguir labrando nuevas monedas de vellón. Se ordenó, por tanto, que las blancas viejas continuasen valiendo el tradicional ½ maravedí o 3 cornados, mientras que las nuevas sólo valdrían ahora 1/3 de maravedí o 2 cornados 32. En cuanto a las blancas que se habían labrado ya a raíz del Ordenamiento de febrero y que eran las de la Banda, dispuso que tampoco se destruyeran éstas y que continuaran circulando en el mercado. La blanca de la Banda fue, por tanto, una especie sumamente limitada, conociéndose quizá por esta razón escasísimos ejemplares, fabricados todos ellos en Sevilla 33.

En cualquier emisión nueva existe siempre el riesgo de la falsificación, puesto que al principio la población no está familiarizada aún con las nuevas especies monetarias. 32La puesta en circulación de las blancas nuevas había provocado al parecer que los usuarios bajaran también la cotización de las blancas de Enrique III, equiparando unas con otras, ya que a simple vista era difícil diferenciar unas blancas de otras dado que sólo variaba en ellas el nombre del rey y no su tipología, que era similar. 33 A. M. BALAGUER, “Las emisiones monetarias de Juan II...”, pp. 36-37, y L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice VIII, pp. 100-105. 31

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Como afirmó Angus Mackay 34, con esta solución se esperaba, por un lado, que no hubiese ya necesidad de acuñar moneda de vellón, y por otro, que los precios de las monedas y las mercancías se estabilizaran a partir de entonces. Sin embargo las medidas que acabamos de ver referidas al vellón no funcionarían por mucho tiempo debido a varios factores. En primer lugar las blancas viejas (de mejor calidad) desaparecieron al poco tiempo de la circulación por la ley de Gresham, mientras que las de mala calidad o nuevas siguieron utilizándose con valor de ½ maravedí y no de 1/3, pese a lo ordenado. Todo ello ocasionó que la masa monetaria de vellón se volviera insuficiente para las necesidades del reino, que la moneda de oro y de plata escaseara de nuevo, y que por lo tanto siguieran aumentando los precios de las mercancías y a la larga también de las monedas de oro y de plata. La propia línea de actuación que buscaba la estabilidad monetaria de Castilla, debió ser la causa de que, tan sólo un mes después de dictarse el ordenamiento sobre las blancas, se emitiera otra Cédula en Valladolid el 6 de abril, por la que se redujo el valor de las principales monedas de oro y de plata circulantes en el reino. La dobla de la Banda pasaba a valer ahora 100 maravedís (el mismo valor que se le había adjudicado en el momento de su creación en el año 1430), y el florín de Aragón 65 maravedís, frente a los 111 y 70 maravedís en que se habían tasado respectivamente las dos piezas desde el Ordenamiento de Madrigal de 11 de julio de 1438 35. Aunque finalmente no se resolvieron los problemas monetarios de Castilla, las medidas aplicadas en la reforma de 1422 impulsadas por la liga nobiliaria castellana opuesta a Juan II y a don Álvaro de Luna, tuvieron, tal y como reconocía Ladero 36 ciertos efectos de estabilización durante algunos años. 3. LA POLÍTICA MONETARIA CASTELLANA ENTRE 1445 Y 1454. En el año 1443 don Álvaro de Luna volvió a la escena política con intrigas palaciegas que buscaban ahora enfrentar al heredero de Castilla Enrique, con Juan de Navarra. Los enemigos del Condestable dirigidos por Juan de Navarra, tomaron de nuevo la iniciativa y consiguieron en el denominado golpe de estado de Rámaga, desposeer a los partidarios de Álvaro de Luna de todos sus oficios y alejarlos de la Corte, así como 34 35 36

A. MACKAY, Moneda, precios y política..., p. 93. L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice IX, pp. 105-107. M. Á. LADERO QUESADA, “Monedas y políticas monetarias...”, p. 168.

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apoderarse del propio rey, quien fue hecho prisionero en el castillo de Portillo. El Condestable aprovechó entonces la ocasión para presentar a Juan de Navarra como un enemigo del reino y para ganarse a su causa a una parte destacada de la aristocracia castellana. Los resultados no se hicieron esperar. Tras la liberación del rey por don Álvaro en 1444, ambos consiguieron derrotar a los infantes de Aragón en la célebre Batalla de Olmedo del año 1445, en la que estos últimos perdieron definitivamente el control de Castilla por el que tanto habían luchado. Juan I de Navarra abandonó para siempre Castilla y el Infante don Enrique fallecería pocos días después de la batalla, como consecuencia de una herida recibida en ella. El resultado de esta victoria no sólo fue enormemente favorable para el rey Juan II, sino que también sus partidarios y aliados de la nobleza se vieron sumamente recompensados. Su hijo, el príncipe Enrique (futuro Enrique IV) salió enormemente fortalecido y su favorito Juan Pacheco recibió el Marquesado de Villena; Pedro Girón recibió el cargo de Maestre de la Orden de Calatrava y don Íñigo López de Mendoza obtuvo por su parte el título de Marqués de Santillana. En lo que atañe a don Álvaro de Luna, su posición de privilegio se volvió ahora prácticamente incontestable, recibiendo tras la Batalla de Olmedo el título de Gran Maestre de la Orden de Santiago, que hasta entonces había detentado el Infante don Enrique. Unos meses antes de la primera Batalla de Olmedo había fallecido en Villacastín la mujer de Juan II, María de Aragón, quien siempre se había mantenido alineada junto a sus hermanos, los infantes de Aragón. Y el 17 de agosto de 1447, con 42 años de edad, el rey Juan II contrajo segundas nupcias con Isabel de Portugal. Fue entonces cuando la suerte de don Álvaro comenzó a cambiar. Temerosa del inmenso poder del Condestable y conocedora de sus intrigas, sus abusos y los supuestos asesinatos dispuestos por él, comenzó a urdir un plan para prescindir de sus servicios y alejarle definitivamente de la Corte. Durante los años de enfrentamientos internos comprendidos entre 1443 y 1447, continuaron las dificultades monetarias en Castilla. En el año 1447 se celebraron nuevas Cortes en Valladolid en las que se pidió especialmente que se acuñasen más reales para lograr, por una parte, que el oro se abaxase y, por otra, para combatir la inflación de los precios en moneda de vellón. Aunque como se ha visto, en el Ordenamiento de 29 de enero de 1442 Juan II había dado la orden de que se labrasen reales, medios y cuartos de real con ley de 11 dineros y 4 granos y

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talla de 66 reales en marco 37, parece ser que dicha orden no llegó a cumplirse y que las primeras emisiones de plata de su reinado debieron comenzar poco antes de 1447 y en la ciudad de Ávila. Se trata de un hecho en el que vienen coincidiendo la mayor parte de los investigadores en los últimos tiempos y que parece desprenderse de la petición 18 de las Cortes de Valladolid del año 1447. Al inicio de la misma, los procuradores recordaban al rey cómo encontrándose éste anteriormente en Ávila, había acordado labrar reales y sus divisores, con el fin de evitar la escasez de las blancas, así como su falsificación y su extracción hacia el exterior. Además recordaron cómo se empezó a labrar allí cierta cantidad de moneda argéntea, solicitando entonces que se labrasen de nuevo reales, medios reales, cuartos de reales e incluso quintos de real, encomendándose las labores de fabricación a los talleres monetarios de Burgos, Toledo, Sevilla, Coruña y Cuenca. Otrosi muy esclarecido Príncipe, Rey, é Señor, ya sabe vuestra Alteza en como estando en la Cibdad de Avila, fué acordado que vuestra Sennoría labrase moneda de Reales, é Medios reales, é Quartos, é Quintos de reales de plata, de la ley del Rey Don Juan, é del Rey Don Enrique vuestro abuelo, é padre de gloriosa memoria, que santo Paraíso hayan; considerando como aquello era mucho complidero á vuestro servicio, así por evitar el danno de la moneda falsa de Blancas que se facía, é porque de la dicha moneda de Blancas había muy poca, por haber días que non se habia labrado, é esas que habia eran sacadas muchas fuera del Regno, como porque el oro abaxase, é la moneda que en vuestros Regnos hobiese fuese mas ennoblecida, é mejor, é por otras razones provechosas que en el labrar della se fallaban, é aun entonces fué comenzada alli á labrar alguna de la dicha moneda: Suplicamos á vuestra Sennoría, porque entendemos ser servicio vuestro, le plega mande labrar la dicha moneda de Reales, é Medios reales, é Quartos de reales, é Quintos, é aun sextos reales de plata sean de la dicha ley de los dichos Reyes vuestro abuelo, é padre, que Dios hayan, la qual moneda se labre en las vuestras casas, é por los vuestros Tesoreros de las casas de moneda de Burgos, é Toledo, é Sevilla, é la Corunna, é Cuenca 38.

Conjugando este testimonio con las propias piezas numismáticas de la época, se viene considerando desde hace mucho tiempo, que a la emisión de Ávila efectuada poco antes de 1447, podrían corresponder los reales que llevan en su anverso las iniciales coronadas IOHN con la letra A debajo entre dos adornos de escamas, rodeado todo ello de una orla polilobulada y de una gráfila de puntos. Publicada por Heiss 39, en L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice V, p. 99. A. M. BALAGUER, “Las emisiones monetarias de Juan II...”, pp. 38-40, y L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice XII, petición 18, pp. 117118. 39 A. HEISS, Descripción general..., vol. I, lám. 12, núm. 10, p. 96. 37 38

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la actualidad no se conserva ningún ejemplar, lo que sería un indicio más de que esta emisión fue sumamente reducida. Aunque durante algún tiempo se pensó que dichas piezas podrían corresponder al reinado de Juan I, en la actualidad se atribuyen al de Juan II. Cuestión enormemente problemática es la que se refiere a otras piezas de real, medio y cuarto, con la inscripción IOHN en su anverso y que muestran como marca de ceca la B de Burgos y la S de Sevilla. Aunque en su catálogo Heiss 40 las atribuyó al reinado de Juan II, en la actualidad dichas piezas suelen ser atribuidas a Juan I en los principales catálogos de subastas.

Real de Juan II. Ávila 41.

Real catalogado en el reinado de Juan I, pero perteneciente probablemente al de Juan II (Sevilla) 42.

Ibidem, lám. 12, núm. 11, p. 97. Imagen publicada en A. HEISS, Descripción general..., vol. I, lám. 12, núm. 10, p. 96. 42 Cayón Subastas. Auction February 2009 (06-02-2009). Imagen extraída de: http://www.mcsearch.info/ record.html?id=167444 (consultado el día 27/3/2013). 40 41

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En las Cortes de Valladolid de 1451 se volvieron a escuchar nuevas quejas de los Procuradores dirigidas especialmente a la moneda de vellón y a la de plata. En la petición 17 manifestaron que la población continuaba sin querer hacer sus tratos en blancas, especialmente las llamadas sevillanas y las de rabo de gallo y que esta resistencia a aceptar las blancas había producido de nuevo un incremento en el valor de la moneda de oro, lo que conduciría inevitablemente a un nuevo encarecimiento de los precios 43. En palabras de Ladero 44, es posible que de nuevo el rey estuviera fabricando blancas de menor ley de la legal, ya que muchas de las piezas de buena ley se fundían para hacer reales o cuartos de real. En la petición 23 los procuradores recordaban asimismo al rey, cómo, aunque éste había ordenado en 1447 la labra de moneda de plata en reales, la escasez y carestía de los metales preciosos que seguía padeciendo Castilla habían impedido que dicha labra se llevara a cabo. Por tanto suplicaban que se realizara por fin la deseada acuñación 45. Como contestación a esta petición, parece que en este mismo año debió tener lugar una nueva emisión de reales, conocidos como reales de la Otrosí muy alto Sennor vuestra Sennoría sabe como haya fecho algunas provisiones sobre razón de la moneda de Blancas para que corra, é sea rescibida en todos vuestros Regnos, é Sennoríos, é persona alguna non las deseche; lo qual vemos que se non guarda, nin las dichas vuestras provisiones han efeto por mengua de execucion, lo qual es tanto danno, é tan común, é de que nascen cada dia tantos debates, é contiendas entre los que compran, é venden, e han de tratar la dicha moneda que apenas se puede dar, é tomar la dicha moneda en alguna mercaduría sin grandes ruidos, é debates, é aun desto nasce sobir el oro en tanto valor como hoy está; lo qual es la cabsa principal por donde en vuestros Regnos todas las cosas son sobidas, é puestas en muy grant carestía, é pues el danno que desto viene es tanto, é tan común, e' tan continuado; suplicamos á vuestra Alteza que cerca desto le plega luego proveer, é dar tal orden por donde los dichos dannos cesen, é la dicha moneda corra en los dichos vuestros Regnos sin la desechar, é sobrello dexe de haber las dichas contiendas, é debates mandando que la dicha vuestra moneda non sea desechada, nin porque digan que las mas Blancas que son Sevillanas, et otras que son Rabo de gallo, et otras por las llamar otros nombres, mas que las blancas fechas en casa de moneda valan todas por viejas, é las nuevas por nuevas segund que por vuestra Alteza fué ordenado (L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice XIV, petición 17, p. 123). 44 M. Á. LADERO QUESADA, “La política monetaria en la Corona...”, p. 100. 45 Vuestra Sennoría mande poner luego en execucion el labrar de la dicha moneda de plata segunt que fuera concordado en la dicha Cibdat de Avila, é suplicado por los dichos Procuradores, é otorgado por vuestra Alteza, porque haya en vuestros Regnos moneda menuda por la qual se puedan comprar las cosas que son de poco precio, é los pobres se puedan mantener (L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice XV, petición 23, p. 124). 43

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cabeza, porque a diferencia de los labrados hasta entonces, en su anverso mostraban ahora la cabeza coronada del rey y con el numeral secundus tras el nombre del monarca. Esta tipología había sido utilizada con anterioridad en Castilla en algunas doblas, pero fue entonces cuando se aplicó por primera vez a las especies de plata del reino. Además del real, es probable que en este momento se labrasen también los divisores conocidos de esta especie a nombre de Juan II, con los tipos tradicionales del castillo y del león, y en algunos de los cuales se puede leer asimismo en la leyenda el numeral secundus tras el nombre del rey.

Real de Juan II de Castilla. Burgos 46.

Medio Real. Burgos 47.

En el año 1453 se desarrolló en las Cortes de Burgos la última reunión con los procuradores bajo el mandato de don Álvaro de Luna, quien fallecería en julio de ese mismo año. En la petición 14 pidieron al rey que diera orden para que las doblas de la banda fueran aceptadas Imagen extraída de: http://www.coinarchives.com/34141f5dcfda9abb25f19e5d 3949f42d/img/vico/131/thumb 00721.jpg (consultado el día: 22/2/2013). 47 Imagen extraída de: https://www.numisbids.com/n.php?p=lot&sid=432&lot=445 (consultado el día: 22/2/2013). 46

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sin menoscabo aunque fuesen quebradas o sordas. Argumentaban que las demás piezas extranjeras de oro, tales como el florín, la corona, el salut o el noble, eran bien recibidas pese a que algunas de ellas también eran quebradas o sordas. Al parecer recibían mejor consideración que las doblas de la banda cuando éstas contaban con ciertos desperfectos, tal y como parece desprenderse de la expresión quebradas o sordas 48. En junio de aquel mismo año desaparecería de la escena política don Álvaro de Luna, quien sería juzgado y condenado por el propio rey Juan II, terminando así su influencia en la política monetaria de Castilla. Aunque tradicionalmente se ha especulado con la idea de que fue la segunda mujer del rey, la princesa Isabel de Portugal, la instigadora de la detención y posterior ejecución del poderoso valido, en la actualidad se cree que no fue éste el único factor que contribuyó a la caída del Condestable. Pese a que sin duda pesaron los motivos personalistas del propio rey hacia don Álvaro, cansado de las constantes quejas de la nobleza hacia el excesivo poder de su valido, en su declive contribuyeron igualmente otros factores. A lo largo de estas páginas hemos visto cómo la política monetaria orquestada por el Condestable provocó un fuerte desprecio hacia su persona, no solo dentro del sector aragonista de la nobleza castellana, sino también por parte de la burguesía urbana, que apreciaba claramente que las devaluaciones se habían hecho con el único propósito de enriquecer su patrimonio personal, perjudicando por el contrario al comercio castellano. 48

Otrosí muy poderoso Rey, é Senñor á vuestra Alteza plega saber que las monedas de oro de otros Regnos estrannos así como Florines, é Coronas, é Solutes, é Nobles, é otras monedas de oro aunque sean quebradas, ó sordas, si son de aquesa mesma ley, é peso, valen tanto en vuestros Regnos, como las sanas é non se menoscaba cosa ninguna en ellas por ser quebradas, é sordas; lo qual non es en las monedas de oro que se hacen en vuestros Regnos así como en las Doblas castellanas de la Banda, é otras que por ser quebradas valen menos, e dan menos por ellas; lo qual es en vuestro deservicio, é danno de la República de vuestros Regnos, é de vuestros subditos, é naturales, ca por ser quebradas, é sordas seyendo de la misma ley, é peso non se debe menoscabar, nin valer menos que las sanas, nin deben ser de menos preheminencia las monedas fechas en vuestros Regnos, que las que son en Regno estrangero: omillmente á vuestra mercet suplicamos, que le plega de proveer sobrello, é mande, é ordene que las dichas monedas de oro que son fechas, ó se ficieren en los dichos vuestros Regnos, aunque sean quebradas, é sordas, tanto que sean de esa mesma ley, é peso, valgan tanto como las que son sanas, segunt que se face en las otras monedas fechas en los otros Regnos, é Sennoríos estrannos, mandando que se faga, é cumpla así, é poniendo sobrello las penas, é fuerzas que cumplieren (L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., apéndice XVI, p. 125).

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El final de la historia de don Álvaro es de sobra conocido. El día 4 de abril, encontrándose con toda la Corte en Burgos, Juan II ordenó su detención haciéndole trasladar el 31 de mayo al Castillo de Portillo. Finalmente el 1 de junio don Álvaro fue conducido a Valladolid, donde tras ser juzgado y condenado murió a la mañana siguiente decapitado en cadalso público en su Plaza Mayor. 4. EL TESORO DE DON ÁLVARO DE LUNA Y LA CIRCULACIÓN DE MONEDAS EXTRANJERAS EN CASTILLA BAJO EL REINADO DE JUAN II. Una de las cuestiones más relevantes relacionada con la moneda en tiempos de Don Álvaro de Luna, es la que se refiere a su tesoro monetario. La cantidad de títulos, honores y el enorme patrimonio que don Álvaro fue reuniendo a lo largo de su vida, alimentaron ya en su época la creación de una leyenda referente a la existencia de un tesoro escondido en el castillo de Escalona, su principal residencia. Tras el arresto de don Álvaro, su mujer Juana de Pimentel, se refugió en él junto a sus hijos, pero tras la muerte del Condestable el rey obligó a Juana a entregarle la fortaleza así como todo su contenido, en la seguridad de que allí se encontraban custodiadas las riquezas de su antiguo valido. No en balde, durante la Baja Edad Media fue bastante habitual entre la nobleza la propensión al atesoramiento de objetos pero sobre todo de monedas, por la facilidad con que podían esconderse.

Castillo de don Álvaro de Luna. Escalona (Toledo).

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El tesoro de don Álvaro fue estudiado hace varias décadas por Fernando Castillo Cáceres en un excelente artículo 49 sobre lo hallado en el castillo de Escalona durante el proceso de incautación de los bienes del Condestable, en el que tomó como elementos referenciales algunos datos extraídos de la Continuación de la Crónica de España, escrita por el obispo don Gonzalo de la Hinojosa, y del inventario del funcionario real Alfonso de Illescas. Este último fue redactado el 26 de junio de 1453, es decir, muy poco después de su muerte. Se trata de dos valiosos testimonios de la época en donde se enumeran las distintas monedas atesoradas por don Álvaro en el momento de su fallecimiento, entre las que predominaban las piezas de oro extranjeras. Por eso el tesoro constituye una importante fuente para conocer las divisas extranjeras de este metal que circulaban y se consideraban más apreciadas en Castilla en tiempos de Juan II y de don Álvaro de Luna. De los dos testimonios de la época sobre el tesoro de don Álvaro, resulta quizá más completo el inventario de Alfonso de Illescas, puesto que en él no sólo se nombran las diferentes monedas que lo integraban, sino que también se mencionan de forma más exhaustiva las cantidades de cada una de las especies encontradas en el castillo. Entre las piezas inventariadas, señala su relación que se hallaron en total 469 doblas alfonsíes, 202 nobles, 3 francos de pie, así como 42 piezas más de oro, como ducados, florines, ginovinos y otras monedas más 50. El testimonio dado por la Hinojosa indica por el contrario que se encontraron de doblas de la banda, millón e medio; de florines de Aragón, e de blancas viejas ochenta cuentos. Además, fallaron enterradas siete tinajas de nobles o de doblas alfonsíes, e de florines de Florencia, e de ducados 51. Aunque en los dos testimonios hay algunas coincidencias, es evidente que también existen diferencias muy notables, tanto en las cantidades como en la propia mención de las piezas halladas. Por ejemplo F. CASTILLO CÁCERES, “Notas acerca del tesoro monetario de don Álvaro de Luna en el castillo de Escalona”, NUMISMA, 235 (1994), pp. 61-76. 50 El documento original publicado por José Ferrandis, señala: Primeramente trescientas doblas alfonsís / Mas sesenta y seis nobles e tres francos de / pie e una dobla alfonsí que son LXX / Mas ciento e sesenta e ocho doblas alfonsís / Mas ciento e treyta e seys nobles / Mas otras quarenta e dos pieças.de oro que / son ducados e florines de Florencia e Genova e otras monedas./ Que son todas DCCXVI piezas (J. FERRANDIS, Datos documentales para la Historia del Arte español. vol, III. Inventarios Reales (Juan II a Juana la Loca), Madrid, 1943, pp. 2324). 51 Ibidem, p. XX. 49

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mientras que Alfonso de Ilescas sólo habla de doblas Alfonsíes, Gonzalo de la Hinojosa señala que además de éstas, también se hallaron doblas de la Banda, y en una cantidad nada desdeñable de un millón y medio de piezas. Por otra parte mientras que el inventario de Illescas omite la existencia de blancas en el conjunto y alude a la presencia de florines de Florencia, el testimonio de la Hinojosa incluye las blancas viejas (esto es, de las de mejor calidad) y los florines de Aragón. Pese a que el volumen total de monedas no está por tanto del todo claro al no coincidir las cifras manejadas en las dos fuentes citadas, el tesoro de don Álvaro se podría calificar de selecto, más que de voluminoso, puesto que estaba integrado en su mayor parte por especies de oro tanto castellanas como extranjeras, de la mejor calidad y peso. No existía en él, como observó Fernando Castillo 52, ninguna concesión al coleccionismo o a la curiosidad, sino que todas las piezas, por sus características intrínsecas, poseían una utilidad inmediata, una aceptación general y una cotización indiscutida no sólo en el reino de Castilla, sino también fuera de él. Al mismo tiempo constituye un testimonio de gran relevancia acerca de la composición de una acumulación monetaria de la primera mitad del siglo XV. No hay que olvidar que este tesoro debía servirle al Condestable para hacer frente a los numerosos gastos derivados de su política autoritaria y personalista en la etapa final de su vida, por lo que sus piezas, en su mayoría de oro, fueron de las más selectas y apreciadas en su época. El oro continuaba siendo el metal reservado para las grandes transacciones y para los negocios de estado, mientras que la plata era utilizada para los intercambios corrientes, y el vellón, con el que se fabricaba la moneda menuda y de uso cotidiano, era empleada por la población más humilde. Es de destacar que entre las monedas extranjeras que formaban parte del tesoro del Condestable, un porcentaje se corresponde con piezas de escasa circulación en el comercio de Castilla, pero que poseían una elevada cotización en los mercados internacionales. Es el caso del noble y del franco a pie. El noble era una especie monetaria de oro inglesa creada hacia mediados del siglo XIV por Eduardo III (1327-1377) y que siguió acuñándose bajo los diferentes monarcas ingleses de ese mismo siglo y del siguiente. Aunque su peso inicial de 9 gramos se redujo con posterioridad hasta algo más de los 7 gramos, se convirtió en una de las monedas más apreciadas en toda Europa desde comienzos del siglo XV, ya 52

F. CASTILLO CÁCERES, “Notas acerca del tesoro monetario...”, pp. 65-66.

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que además de su elevado poder adquisitivo, era ideal para ser atesorada, tanto por su alto valor intrínseco como por su elevado peso, incluso superior al de la dobla castellana. En su anverso mostró desde el comienzo la figura del propio rey armado y de frente en medio de una nave, y en el reverso una cruz florenzada sumamente adornada, con leones coronados en los cuarteles. Por su cronología, es muy probable que los nobles que se encontraron en el tesoro de don Álvaro de Luna correspondieran a alguno de los dos monarcas ingleses, Enrique V (1413-1422) o de Enrique VI (14221461). Aunque, como señaló Castillo Cáceres 53, las referencias a esta moneda inglesa es muy escasa en los documentos del reinado de Juan II, se encuentra no obstante citada entre las piezas valoradas en maravedís en el Ordenamiento de Madrigal de 1438, y también en las Cortes de Burgos de 1453, en alusión a la invasión de piezas de oro extranjeras que en ese momento padecía el reino, lo que significa reconocer la evidencia de su circulación. En lo que respecta al franco a pie era una moneda francesa de algo más de 4,22 gramos labrada solamente durante el reinado de Carlos V de Francia (1364-1380) 54. A diferencia del franco originario denominado a caballo o cavalier, acuñado antes y después de dicha pieza, el franco a pie se denominaba así porque la imagen del rey del anverso aparecía en pie dentro de un templete gótico y no montado a caballo. Su presencia en la circulación castellana en tiempos de Juan II fue muy reducida, tal y como expresaba Fray Liciniano Sáez al referirse a ella en su Apéndice a la Crónica de Juan II: De esta moneda hacen muy poca mencion las escrituras del presente Reynado, y no he visto hasta ahora una sola ley entre las muchas que me han comunicado de D. Juan II donde se refiera 55.

Ibidem, p. 68. El primer franco francés, denominado “a caballo”, fue acuñado en 1360 por orden del rey Juan II el Bueno de Francia, para pagar su rescate, dado que se encontraba retenido por los ingleses desde su captura en la Batalla de Poitiers. Se denominaba así porque en el anverso aparecía su representación a caballo. 55 L. SÁEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa..., p. 72. 53 54

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Noble de Enrique VI (1422-1461) 56.

Franco a pie de Carlos V (1364-1380) 57.

Del resto de las piezas que aparecen mencionadas en las dos relaciones, queremos hacer una breve reflexión sobre el florín del cuño de Aragón, la dobla Alfonsí, y el ducado veneciano. Originario de la República de Florencia y creado en 1252, el florín fue una importantísima moneda de oro con características intrínsecas parecidas a las del ducado veneciano y a las del ginovino genovés, que estuvo presente desde su creación en los principales intercambios comerciales de toda Europa. En la Península Ibérica la pieza fue introducida en los territorios de Aragón en 1346, durante el reinado de Pedro IV de Aragón. Aunque inicialmente parece que tuvo una ley de 23 y ¾ quilates como el florín de Florencia, posteriormente experimentó una reducción, hasta que en el año 1365 quedó ajustado definitivamente en 18 quilates y en un peso de unos 3,48 gramos. Su tipología era similar Imagen extraída de: http://www.amrcoins.com/coins-for-sale/HG-0266/ (consultado el 9/3/2013). 57Imagen extraída de: http://en.numista.com/catalogue/photos/france_royaume/ g214.jpg (consultado el 9/3/2013). 56

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a la del florín de Florencia, con la imagen de San Juan Bautista en el anverso y un lirio en el reverso, rodeado de la inscripción ARAGO.REX, la inicial del rey de Aragón y la marca de la ceca, en lugar de la leyenda FLORENTIA del florín florentino. Por esta razón, y para diferenciarla del florín originario, a la pieza se la denominó en Castila florín del cuño de Aragón. Su circulación en Castilla fue enormemente habitual, hasta el punto de considerársela en el siglo XV casi como una especie propiamente castellana. En cuanto a las doblas Alfonsís, halladas en el tesoro de don Álvaro, no hay duda de que se trata de la especie de oro conocida también con el nombre de dobla castellana o castellano. Las primeras habían sido acuñadas durante el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284) a imitación de las monedas almohades del mismo nombre y metal. Contaban con un peso de 4,60 gramos y una ley de 23 y ¾ quilates e inicialmente mostraron una tipología claramente heráldica consistente en un castillo en el anverso y un león en el reverso. A partir de entonces la pieza se convirtió en la unidad del oro castellana de la Baja Edad Media, por lo que continuó siendo labrada por los sucesivos monarcas castellanos de los siglos XIII, XIV y XV. Las denominadas doblas Alfonsíes, mencionadas en el inventario de Illescas y por Gonzalo de la Hinojosa, pertenecían al reinado de Alfonso X o con mayor probabilidad al del Alfonso XI (1312-1350), pues son las únicas doblas que mostraban en su leyenda de anverso y de reverso el nombre del rey ALFONSVS. Aunque su circulación en tiempos del Juan II debió ser sumamente escasa debido a su antigüedad, a comienzos del siglo XV todavía tenían gran aceptación en Castilla y en todo Occidente, por su reconocido valor y por la antigüedad de la misma 58. Finalmente, y en lo que respecta al ducado veneciano, hay que señalar que esta pieza, nacida en 1284 bajo el mandato del Dogo Giovanni Dandolo, y por tanto un poco más tardía que la de las Repúblicas italianas de Génova y Florencia, se convirtió junto con el florín de Florencia en la moneda Europea de mayor prestigio a partir del siglo XIII. Se trataba de otra pieza de oro casi puro (998 milésimas) y peso de 3,5 gr. Su tipología, de marcado carácter simbólico, consistió en la representación del patrón de la ciudad, San Marcos, de pie hacia la derecha, entregando la bandera al Dogo arrodillado y rodeado de la leyenda: IO DAND – OLO / (S M V en posición vertical) DUX (en posición vertical) y en su reverso la Figura de Cristo de pie y de frente y bendiciendo, den58

F. CASTILLO CÁCERES, “Notas acerca del tesoro monetario...”, p. 69.

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tro de una mandorla, rodeado de la leyenda: SIT TIBI CHRISTE (XPE) DATVS, QVAM TV REGIS ISTE DVCATVS.

Florín aragonés o del cuño de Aragón de Pedro IV. Zaragoza 59.

Dobla de 35 maravedís de Alfonso XI. Sevilla 60.

Ducado veneciano del Dogo Francesco Dandolo 61.

Imagen extraída de: http://www.sixbid.com/browse.html?auction=576&category =13131&lot= 598174 (consultado el 9/3/2013). 60 Imagen extraída de: http://www.numismaticodigital.com/noticia/5781/Subastas-Nacionales/Pujasmillonarias-exito-total.html (consultado el 9/3/2013). 61 Imagen extraída de: http://www.acsearch.info/record.html?id=78679 (consultado el 9/3/2013). 59

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BIBLIOGRAFÍA A. HEISS, Descripción general de las monedas hispano-cristianas, Madrid, 1865, Vol. I, Lám. 12, núm. 10. A. M. BALAGUER, “Las emisiones monetarias de Juan II de Castilla (1406-1454)”, NUMISMA, 228 (1991), pp. 31-58. F. CASTILLO CÁCERES, en “Notas acerca del tesoro monetario de don Álvaro de Luna en el castillo de Escalona”, NUMISMA, 235 (1994), pp. 61-76. O. GIL FARRÉS, Historia de la moneda española, Madrid, 1976. J. FERRANDIS, Datos documentales para la Historia del Arte español. Inventarios Reales (Juan II a Juana la Loca), Madrid, 1943. M. JIMÉNEZ PUERTAS, “La evolución del sistema monetario nazarí”, Gaceta Numismática, 150 (2003), pp. 31-50 y 42-43. M. Á. LADERO QUESADA, “Monedas y políticas monetarias en la Corona de Castilla (siglos XIII-XV)”, Moneda y monedas en la Europa Medieval (siglos XII-XV), Pamplona, 2000. M. Á. LADERO QUESADA, “La política monetaria en la Corona de Castilla”, En la España Medieval, 11 (1988), pp. 79-123. A. MACKAY, "Las Cortes de Castilla y León y la Historia Monetaria", en Las Cortes de Castilla y León en la Edad Media, Valladolid, 1988, pp. 391-392. A. MACKAY, “Las alteraciones monetarias en la Castilla del siglo XV: la moneda de cuenta y la historia política”, En la España Medieval, 1 (1980), pp. 237-248. A. MACKAY, Moneda, precios y política en la Castilla del siglo XV, Granada, 2006. F. PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica del señor Rey Don Juan, segundo de este nombre en Castilla y en León, Valencia, 1779. A. ROMA VALDÉS y J. L. BRAÑA PASTOR, El Vellón Castellano del siglo XV, 2010. Fray L. SAEZ, Apéndice a la Crónica nuevamente impresa del señor rey Don Juan el II. En que se da noticia de todas las Monedas, de sus valores, y del precio que tuvieron varios géneros en su reinado, Madrid, 1786. Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrían en Castilla durante el reinado del señor Enrique IV y de su co-

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rrespondencia con las del señor D. Carlos IV, Madrid, 1805, documento núm. I, pp. 473-480.

LA TUMBA DE DON ÁLVARO DE LUNA:

SIGNIFICADO POLÍTICO DE LA ÚLTIMA MORADA DEL VALIDO Rocío MARTÍNEZ LÓPEZ 1 1. PERPETUACIÓN DE LA MEMORIA Y TRANSMISIÓN DEL PODER: EL USO XV.

POLÍTICO DE LOS SEPULCROS NOBILIARIOS A FINALES DEL SIGLO

Don Álvaro de Luna, años antes de su penosa muerte en el cadalso, reflejó en el apartado dedicado a la valiente doncella romana Coelia 2 de su libro sobre las Virtuosas e claras mugeres la importancia que para él tenía un monumento dedicado a la memoria inmortal de la persona 1 2

Mi más sincero agradecimiento a Nicolás Ávila Seoane, por su paciencia, su ayuda y por ser tan buen amigo. Gracias, Nicolás. Coelia, también llamada Clelia o Cloelia, fue una de las heroínas femeninas más conocidas del periodo republicano romano y su imagen aparece con cierta regularidad en la literatura y el arte de los siglos posteriores como encarnación de la valentía femenina y de la fidelidad a la patria. Tito Livio cuenta su historia en su obra Ab urbe Condita y el propio don Álvaro de Luna indica esta fuente a la hora de redactar la biografía de esta mujer en sus Virtuosas e claras mugeres. Cuenta la leyenda que cuando Roma se encontraba en plena guerra contra el rey Porsena, este último propuso la firma de una tregua si se le entregaban cien vírgenes romanas a modo de rehenes, entre otros beneficios. Entre esas vírgenes estaba Coelia que, deseando librar a sus compañeras de la esclavitud que les esperaba, guió a sus compañeras fuera del campamento enemigo, les indicó un trozo de río por el que podían pasar todas nadando y, entrando de nuevo en Roma, las devolvió a sus familias. El rey Porsena, totalmente fuera de sí de ira ante la actuación de Coelia, pero secretamente admirado de su valentía, envió emisarios a Roma exigiendo su devolución e indicando que si no se la daban, daría por rota la tregua y atacaría la ciudad con todos sus efectivos. Los ciudadanos romanos decidieron devolverle a Coelia y Porsena se preocupó de guardarla con todas las comodidades posibles y le dio la opción de elegir otros rehenes romanos que tenía en su poder para que volvieran con ella a Roma, eligiendo a los muchachos más pequeños al considerar que ellos serían los que más sufrirían. Las distintas versiones de la leyenda no se ponen de acuerdo sobre el destino de la doncella; algunos dicen que volvió con su familia a Roma como una heroína, mientras que otros indican que Porsena, totalmente enamorado de ella, le pidió que se casara con él, a lo que ella accedió con el objetivo de ayudar a su patria desde su nueva posición. En cualquier caso, todas las fuentes coinciden de que en Roma se consideró a Coelia como una heroína y se construyó una estatua ecuestre de la dama en su memoria, para que nunca se la olvidara. Véase SOLLER, Matthew B., “Exemplarity in Roman Culture: The cases of Horatius Cocles and Cloelia”, Classical philology, 1 (2004), pp. 1-56, y CONDE GUERRI, María Elena, “Evocación de la doncella Cloelia”, Helmántica: Revista de filología clásica y hebrea, Tomo 29, 90 (1978), pp. 289-312.

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representada, que en el caso de la nobleza medieval era habitualmente un monumento de tipo funerario: “[...] la honraron con la sobredicha nueva manera de honor representándola encima de un cavallo, e poniendo su imagen encima, en lo más alto de la carrera, por donde todos pasaban, porque su memoria quedase para siempre e tanta grandeza de corazón non fuese ascondida a los que después d’ella viniesen e otros tomasen enxiemplo de cometer e fazer por el bien público cosas e fechos señalados e virtuosos” 3. ¿Qué propósito tenían la construcción de enormes tumbas nobiliarias en la Castilla del siglo XV y por qué es necesaria resaltar su importancia más allá de su vertiente artística? La erección de un monumento funerario en el mundo de la nobleza de finales de la edad Media se vinculaba estrechamente a una ideología política, cultural y de concepción del linaje muy específica. Si nos ceñimos al siglo XV, podemos apreciar cómo especialmente durante la primera mitad de esta centuria, proliferaron entre las familias más poderosas del momento monumentos funerarios cada vez más impresionantes 4, vinculados especialmente con dos ideas muy destacadas: la importancia de la fama y la transmisión

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PONS RODRÍGUEZ, Lola (ed.), Las Virtuosas e claras mugeres (1446) de don Álvaro de Luna, Segovia, Junta de Castilla y León, 2008, p. 277. Se pueden poner múltiples ejemplos de esta tendencia. Destaca entre ellos como muestras en piedra del gran poder de la nobleza del momento el sepulcro mandado construir por el almirante de Castilla Alonso Enríquez (1354-1429) para sí y para su esposa, Juana de Mendoza, que fue terminado por su hijo y heredero Fadrique Enríquez. Este sepulcro, ubicado en la iglesia del monasterio de Santa Clara de Palencia que ellos mismos habían fundado, tenía forma de barco para resaltar el gran poder de la familia como almirantes de Castilla, aunque por desgracia hoy en día no queda ningún rastro de este magnífico monumento funerario. También podemos mencionar en este apartado el lujosísimo y detallista sepulcro yacente de Gómez Manrique y su esposa Sancha de Rojas, en el que la pareja aparece vestida con riquísimos trajes y se destacan enormemente las joyas, las insignias y los símbolos heráldicos de sus familias, como símbolo de su poder y preponderancia política. Esta tumba afortunadamente aún se conserva; no se encuentra ya en la iglesia del monasterio de Fresdeval, donde fue ubicada en el siglo XV, sino que se encuentra, con algunos daños, en el Museo Provincial de Burgos, donde puede visitarse actualmente. GÓMEZ BÁRCENA, María José, “El sepulcro de Gómez Manrique y Sancha de Rojas conservado en el Museo Arqueológico de Burgos”, Reales Sitios. Revista de Patrimonio Nacional, 83 (1985), pp. 2936; CASTRO, Manuel de, El Real Monasterio de Santa Clara y los Enríquez, almirantes de Castilla, Palencia, Institución Tello Téllez de Meneses, 1982, especialmente p. 56, y YARZA LUACES, Joaquín, “La imagen del rey y la imagen del noble en el siglo XV castellano”, en RUCQUOI, Adeline (coord.), Realidad e imágenes del poder: España a fines de la Edad Media, Valladolid, Ámbito, 1988, pp. 268-269 y 280281.

LA TUMBA DE DON ÁLVARO DE LUNA: SIGNIFICADO POLÍTICO...

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de las cualidades nobiliarias (y, por tanto, también de su posición social y de su poder político) de una generación a otra. En primer lugar, nos encontramos con la importancia capital de la idea de la fama y con la intención que tiene el difunto de que su memoria perviva después de su muerte. Sin duda, los monumentos funerarios no son las únicas formas de preservación de la memoria nobiliaria durante la edad Media 5, pero sí son las más suntuosas. Los sepulcros y los monumentos funerarios representan la manera más lujosa y visual de asegurar la pervivencia de la memoria de un difunto, en oposición a otros medios artísticos reservados a un ámbito más privado o limitados tan solo una audiencia muy concreta. A través de ellos, el difunto pretende transmitir a la posteridad la historia de su vida, de su familia, de sus logros y de sus virtudes 6. Pero hay que tener en cuenta que los monumentos funerarios de esta índole muestran siempre una construcción muy determinada de la memoria para transmitir una imagen del difunto cuidadosamente planeada: no habrá en este tipo de sepulcros referencia alguna a cualquier hecho negativo de la vida del difunto, excepto a modo de reivindicación por alguna injusticia o como medio de representar cómo la persona allí enterrada, gracias a sus virtudes, supo sobreponerse a todo, así como tampoco se hablará en ellas de sus pérdidas o de sus actos supuestamente censurables. En los sepulcros y monumentos funerarios, laudatorios por naturaleza, no tienen cabida aspectos negativos o controvertidos vinculados a la vida del difunto, sino que son una muestra pública de la riqueza, el poder y las virtudes que encarnaron en vida, que deberían quedar para el recuerdo de las generaciones posteriores, haciendo del difunto represen-

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El famoso estudio de María Rosa Lida de Malkiel hace un análisis exhaustivo sobre la idea de la fama en la literatura y su evolución en la Antigüedad y en la edad Media a través de distintos autores. Entre esas obras analiza también la famosa Crónica de don Álvaro de Luna, donde vincula la importancia de la fama y de la memoria vinculada a su figura. LIDA DE MALKIEL, María Rosa, La idea de la fama en la edad Media castellana, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1983, especialmente las páginas 240-253, donde se centra en la idea de la fama en la antes mencionada Crónica de don Álvaro de Luna y también dedica una breve atención a la idea de la fama en la obra de éste, las Claras e Virtuosas Mujeres, del que ya hemos hablado. RADER, Olaf B., Tumba y poder: el culto político de los muertos desde Alejandro Magno hasta Lenin, Madrid, Siruela, 2003, p. 40.

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tado un ejemplo de virtudes y un modelo a imitar por las generaciones venideras 7. Pero también tiene un segundo sentido enormemente vinculado a la idea de la nobleza que predominaba a finales de la edad Media y en los primeros siglos de la edad Moderna. En una época en la que, pese al debate (que llegaría a su máxima expresión en el siglo XVII) que se llevaba a cabo sobre la importancia de la nobleza de sangre en oposición a la nobleza de privilegio 8, se seguía considerando que las virtudes nobiliarias se transmitían de generación y generación, un monumento funerario, expuesto en un lugar público, servía también para recordar el poder, el estatus y las virtudes que ese difunto había legado a sus descendientes. Gracias al poder social, títulos, propiedades, territorios y demás que heredaban de sus antepasados, las familias nobiliarias disfrutaban de una posición que les daba acceso a una serie de privilegios muy marcados e indicaban cuál era su lugar en el ordenado organigrama social de la edad Media. Ese poder se transmitía de generación en generación a través de la sangre y la familia nobiliaria que más antepasados célebres y más antigüedad tenía en su haber obtenía un poder simbólico (y, por tanto, también político) mucho mayor que las demás y las diferenciaba del resto 9. Los sepulcros demostraban al 7

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MIRANDA GARCÍA, Carlos, “La idea de la fama en los sepulcros de la escuela de Sebastián de Toledo”, Cuadernos de arte e iconografía, Tomo 2, nº 3 (1989), pp. 117-124. Véase a este respecto SORIA MESA, Enrique, La nobleza en la España moderna: cambios y continuaciones, Madrid, Marcial Pons, 2007. Este punto, de gran relevancia y aún así todavía no suficientemente estudiado, se puede ver con claridad en la necesidad de inventar genealogías míticas para indicar que una familia nobiliaria descendía de un personaje heroico, de un rey o un emperador, dado que las virtudes y el poder de esa persona se transmitían de generación en generación hasta llegar al presente, dotando a sus descendientes de finales de la edad Media y de la edad Moderna de un estatus social mucho mayor que aquellas familias que no tenían entre sus antepasados a personajes tan importantes o una antigüedad tan marcada. Esta preponderancia simbólica, que se traducía en determinados honores, preponderancias y cargos que daban a los descendientes de estas familias un poder político, económico y social muy real, al mismo tiempo que fundamentaba ideológicamente la pertenencia a un estatus superior que el resto de los mortales y compartimentaba la posición de cada uno dentro de su estamento. Del mismo modo, es relevante anotar que la importancia de los grandes fundadores y de contar con una antigüedad mayor, no se limitaba a las familias nobiliarias, sino que tenía una importancia de tipo simbólico muy destacado en otros ámbitos, como por ejemplo en la rivalidad de distintas ciudades por conseguir distintas mercedes, en la que la importancia del fundador y la antigüedad de cada una de ellas dictaba un papel muy importante en las batallas dialécticas e ideológicas sobre la supuesta superioridad de una o de más sobre otros lugares. Veáse para estos casos “La construcción de lo real. Genealogía, ca-

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mundo no solo el poder que habían tenido las personas allí enterradas, sino el que tenían ahora sus descendientes a través de ellos, pues ellos les habían transmitido por su sangre las virtudes, el poder y el estatus superior del que un día habían disfrutado ellos porque sus antepasados, a su vez, se lo habían transmitido 10. A esto hay que añadir el hecho de que estos sepulcros se encontraban en un lugar cuidadosamente elegido dentro del templo elegido para el enterramiento, donde la gente podía verlo y vincularlo a un claro sentido dinástico y simbólico. Un sepulcro ubicado en un punto visible 11 y en una parte de gran importancia de un templo donde se celesa, linaje y ciudad: una determinada relación de parentesco”, en CASEY, James, y HERNÁNDEZ FRANCO, Juan, (eds.), Familia, parentesco y linaje, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, pp. 41-55, LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “El pasado histórico fabuloso de España en los nobiliarios castellanos a comienzos del siglo XVI”, Estudios de Historia y Arqueología medievales, 9 (1993), pp. 55-80 y REDONDO, Agustín, “Légendes généalogiques et parentés fictives en Espagne au siècle d’or”, en REDONDO, Augustin (ed.), Les parentés fictives en Espagne (XVIe- XVIIe siècles), París, Publications de la Sorbonne, 1988, pp. 15-35. 10 Así lo afirma Carriazo Rubio al expresar “podemos suponer que la memoria de los antepasados ocupaba un lugar primordial en el complejo sistema de actos e ideas que justificaban la propia existencia del grupo familiar. Ver CARRIAZO RUBIO, J. L., La memoria del linaje: los Ponce de León y sus antepasados a fines de la Edad Media, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002, p. 69. 11 Recordemos que, en el caso de Álvaro de Luna, el valido ideó que su capilla funeraria fuera una de las más grandes y lujosas jamás construidas en Castilla. Esto no solo se vinculaba a su decoración y a la fabricación de una determinada manera de su sepulcro y el de su esposa, sino también a la localización de la capilla funeraria y del tamaño de esta. La capilla funeraria que el condestable mandó construir estaba ubicada en la catedral de Toledo, el templo más importante del reino en aquel momento, y que para su erección, adquirió en el año 1430 un espacio prominente dentro de la misma, el lugar más cercano al altar mayor que podía conseguir, solo precedido por la Capilla Real, donde se encontraban enterrados varios reyes de Castilla, pero con la que rivalizaría en esplendor y suntuosidad. Álvaro de Luna construyó el espacio funerario más grande de la catedral comprando tres capillas del presbiterio y uniéndolas en un solo espacio, de forma que su localización (en el presbiterio, cerca del altar mayor y del último lugar de enterramiento de varios miembros de la familia real), su vasto tamaño (la unión en una de tres capillas la convertían en el espacio funerario más grande de la catedral más importante del reino) y la suntuosidad de su decoración hacían que fuera visible para la inmensa mayoría de las personas que accedieran a este lugar, principalmente durante las ceremonias de significado religioso-político que hemos indicado con anterioridad y transmitía el claro mensaje de su poder, su importancia y de que, después de los reyes y de Dios, él (y, por tanto, también sus descendientes) había sido el personaje más importante de todo el reino castellano. LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard: the chapel of Alvaro de Luna”, en VALDEZ DEL ÁLAMO, Elizabeth, y STAMATIS PENDERGAST, Carol, Memory and medieval tomb, London, Ashgate, 2000, pp. 129-130.

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braban constantemente misas, procesiones y oficios de un marcado sentido político-social además de religioso (como las celebraciones de Te Deum por el nacimiento o curación de miembros de la familia real o victorias en batallas, exequias reales y también en la importantísima celebración del Corpus, por citar los ejemplos más relevantes), recordaba constantemente a todos aquellos que lo vieran no solo el poder que había ostentado el difunto que allí se representaba, sino también el que tenían sus descendientes. Su tamaño, los materiales elegidos, su posición y su decoración, todo estaba completamente medido para ahuyentar el olvido al que se arriesgaba el difunto tras su fallecimiento y al mismo tiempo también recordar el poder que sus descendientes tenían gracias a ellos 12. Por tanto, los sepulcros nobiliarios, más allá de su importancia artística, transmitían un significado político y dinástico muy importante que los espectadores de su tiempo, enormemente familiarizados con este tipo de lenguaje no escrito podían identificar de forma prácticamente inmediata. La perpetuación de un recuerdo positivo 12

Es interesante remarcar que no solo se transmitía por sangre la nobleza y el poder, sino también los defectos y diversas “características negativas”, por lo que una importante transgresión por parte de un antepasado podía comprometer el futuro de su linaje durante siglos a ojos de sus contemporáneos. Recordemos, por ejemplo, que se consideraba que la sangre judía de los conversos se transmitía de generación en generación, manchando la reputación de sus descendientes y transmitiendo toda clase de características poco deseables a las generaciones venideras, que perjudicaban su posición en la sociedad, según defiende Maria de Pilar Rábade Obradó en su artículo “La invención como necesidad: genealogía y judeoconversos”, En la España Medieval, Extra nº1 (2006), pp. 183-202. Sin embargo, no es solo la mayor o menor limpieza de sangre lo que era susceptible de dañar la consideración del linaje en las generaciones sucesivas, sino también antepasados traicioneros a su rey, especialmente malvados o protagonistas de grandes tragedias cuyas características también se consideraba que se transmitían a sus descendientes, haciendo que estos tuvieran que ocultar la existencia de este antepasado que les humillaba, si era posible, o vivir con un estigma “genealógico” que les podía perjudicar en gran medida en sus intentos de ascenso social. Este hecho se puede ver especialmente reflejado en los textos de signo bíblico, donde la maldición realizada a un individuo concreto supone la desvergüenza y la consideración malévola de forma automática de toda su descendencia, como podemos ver, por ejemplo en el comentario del capítulo 2º de la Prosapia de Cristo que hace Diego Matute de Peñafiel, donde el autor indica, como razón para considerar imposible que la Monarquía española descendiera de Chan, hijo de Noé, que “[...] ni es verosímil que del maldito y descomulgado aya brotado tan Ilustre generación. Y si dixere a esto alguno que Noé no le maldixo a él, sino a su hijo, maldixo Noé la generación y posteridad de Chan [...] luego mal podrán los Reyes más ilustres del mundo deducirse de su generación”. MATUTE DE PEÑAFIEL, Diego, Discurso y digresión del capítulo 2º de la 2ª edad del Mundo, de Sem hijo de Noé y de la división de las tierras entre Sem, Chan y Iapheth y origen de los linajes del mundo, Baça, Martín Fernández, 1614, pp. 3a-3b.

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del difunto, junto con la transmisión de esta idea del paso del poder de una generación a otra, hacen de los monumentos funerarios un arma político-simbólica de gran importancia, que la alta nobleza castellana del siglo XV utilizó para comunicar a la posteridad y a sus contemporáneos un elaborado mensaje político-dinástico. Pero este mensaje general tenía unas peculiaridades diferentes según la familia y los difuntos a los que nos refiramos. ¿Cuál es, por tanto, el significado de la tumba de don Álvaro de Luna, tanto la que hoy se conserva como la que él ideó en un principio para su última morada? Veámoslo. 2. MUERTE Y EJECUCIÓN DE DON ÁLVARO DE LUNA. Norman Cohn, en su libro En pos del milenio, afirmaba lo siguiente: “De un modo especial, cualquier gobernante que pudiera ser considerado tirano recibía los atributos del Anticristo, en cuyo caso los cronistas hostiles le otorgaban el título convencional de rex iniquus” 13. Esta afirmación se puede aplicar sin problemas al caso de don Álvaro de Luna, al que sus enemigos le otorgaron una condición prácticamente diabólica, como puede verse en la última parte de la famosa Crónica de Juan II, donde se utilizan constantemente expresiones como «apoderamiento tiránico», «tiránico poderío», «tiránica usanza» y otras similares 14, o los ataques que se han conservado a su figura en la obra de su acérrimo enemigo, Íñigo López de Mendoza 15, entre otros testimonios adversos que nos han dejado escritores contemporáneos al gran valido, con el objetivo de transmitir una imagen de su enemigo como un personaje ambicioso, odiado y temido a partes iguales por sus contemporáneos hasta el mismo momento de su ejecución por haber usurpado las funciones de rey y haber dominado casi completamente la voluntad de

COHN, Norman, En pos del milenio: revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la edad Media, Madrid, Alianza, 1985, p. 34. 14 Estos términos en particular se pueden ver en la carta que envió Juan II a las ciudades y villas de su reino en 1453 pocos días después de la ejecución de don Álvaro de Luna, explicando las razones que le habían movido a tomar tal decisión. Esta carta se encuentra inserta en la ya citada Crónica de Juan II y se encuentra en consonancia con el resto de este texto, enormemente adverso a la figura del valido. Esta Crónica se ha editado varias veces, pero la edición que se utiliza aquí es la que aparece en la colección Crónicas de los reyes de Castilla, compiladas por Cayetano Rosell, Madrid, Atlas, BAE, 1953, tomo II. La carta a la que nos referimos se encuentra en las páginas 684-691. 15 Al respecto, es interesantísimo el artículo de José Guadalajara “Álvaro de Luna y el Anticristo: imágenes apocalípticas de don Íñigo López de Mendoza”, Revista de literatura medieval, 2 (1990), pp. 183-206. 13

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Juan II durante décadas 16. Una imagen que, como veremos, sus defensores trataron de conjurar con diversos medios, siendo uno de los más impresionantes el sepulcro de la catedral de Toledo del que hablaremos en las páginas posteriores. Durante los últimos años, diversos estudios han intentado, con distinta fortuna, arrojar algo de luz sobre la denostada figura del famoso valido del rey Juan II de Castilla 17. Pero, pese a la revisión que se ha hecho en las últimas décadas sobre del señor de Escalona con distintas conclusiones, prácticamente todos los autores coinciden en indicar que el valido de Juan II había perdido prácticamente todos los apoyos de los que gozaba a comienzos de la década de 1450 18. La oposición de una creciente cantidad de importantes nobles del reino (la última conjuración antes de su ajusticiamiento tuvo lugar en 1452 y estuvo liderada, entre otros, por Pedro de Estúñiga), la oposición del príncipe de Asturias, el futuro Enrique IV y de su crecientemente poderoso valido, el también célebre Juan Pacheco y su fiero enfrentamiento con la nueva reina, Isabel de Portugal, con la que Juan II se había casado en 1447 (matrimonio promovido por el propio valido para estrechar lazos con el reino vecino) 19, provocaron que poco a poco el valido fuera perdiendo el incontestable favor del monarca que le había mantenido en el poder durante décadas 20. Juan II ordenará finalmente su prisión y el 4 ROUND, Nicholas, The greatest man uncrowned: a study of the fall of don Alvaro de Luna, Londres, Tamesis Books, 1986, pp. 239-240. 17 Destaca especialmente la ya mencionada obra de Nicholas Round, uno de los mejores estudios publicados sobre el valido, pese a que han pasado más de 25 años desde su publicación. Pero, además de esta publicación, destacan las siguientes: CALDERÓN ORTEGA, José Manuel, Álvaro de Luna: riqueza y poder en la Castilla del siglo XV, Madrid, Centro Universitario Ramón Carande y Dykinson, 1998, y su continuación, por el mismo autor, Álvaro de Luna (1419-1453): colección diplomática, Madrid, Universidad Juan Carlos I y Dykinson, 1999; PASTOR BODMER, Isabel, Grandeza y tragedia de un valido: la muerte de Álvaro de Luna, Madrid, Caja Madrid, 1992, 2 vols., y SERRANO BELINCHÓN, José, El Condestable: de la vida, prisión y muerte de don Álvaro de Luna, Madrid, Aache, 2000. 18 Es interesante recalcar a este respecto las palabras que, según aparece en las Coplas de menosprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo, refirió don Álvaro de Luna a finales de la década de los 40: “que él nunca cierra los ojos para dormir ni los abre por el día sin pensar en su muerte, porque estaba preocupado por el miedo que tenía de las conspiraciones y de su propia conciencia”. D. Pedro Condestável, Coplas del menosprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo, ed. Aida Fernanda Días, Coimbra, Almedina, 1976, p. 48. 19 ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., pp. 32-44. 20 Recordemos que Álvaro de Luna había perdido el favor del rey en otras ocasiones, teniendo la oportunidad de recuperarlo después y nunca sin las graves consecuencias que tuvo su caída en desgracia del año 1453. Al menos en tres ocasio16

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de abril de ese mismo año de 1453 el otrora gran valido fue apresado y recluido en el castillo de Portillo, cumpliendo con la orden que a tal respecto había firmado el monarca el día anterior. Su mujer, Juana de Pimentel, junto con algunos últimos fieles, se atrincheró en el castillo de Escalona, defendiendo la injusticia de tal condena y llegando incluso a pedir ayuda al papa para que defendiera a don Álvaro, ya que como Gran Maestre de una orden militar se encontraba bajo su protección directa. Sus partidarios rechazaron los intentos reales de tomar el lugar con una resistencia que sobreviviría al propio valido y que no caería en manos regias hasta el 23 de junio de ese mismo año, tras un importante asedio 21. Sin embargo, con muy pocos partidarios y perdida, ya al parecer irremediablemente, la estima del rey, el destino de don Álvaro de Luna después de su prendimiento se adivinaba sombrío. Su supervivencia no solo supondría una amenaza constante para todos aquellos que habían auspiciado y se habían beneficiado de su caída en desgracia, sino que también hacía mucho más complicada la confiscación y repartición de sus enormes bienes 22. Si bien no se puede asegurar que desde el principio de su encarcelación su destino fuera el cadalso, sí es cierto que su camino hacia su ejecución quedó delimitado enseguida: se formó un tribunal con la intención de juzgar al condestable por sus actos 23 y fue finalmente condenado por decreto real a muerte por delito de lesa majestad 24 en apenas unas semanas. Esta decisión, que debió ser tomada nes, en 1427, en 1439 y 1441, sin contar otras ocasiones en las que su influencia se vio seriamente puesta en duda, el valido pudo recuperar su posición junto al rey, algo que por supuesto no sucedió en 1453, año en el que la caída en la gracia del rey le conllevó una ejecución pública. ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., p. 39. 21 CAÑAS GÁLVEZ, Francisco de Paula, El itinerario de la corte de Juan II de Castilla (1418-1453), Madrid, Sílex, 2007, p. 113. 22 Apunta con mucho acierto Nicholas Round que la persona más beneficiada por la confiscación de los bienes de Álvaro de Luna no fueron sus tradicionales opositores políticos, como podría pensarse, sino el propio Juan II, que incorporó a su patrimonio el grueso de los bienes incautados al valido. ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., pp. 220-234. 23 Las dificultades para descubrir los detalles de este supuesto proceso y el análisis de la equívoca información al respecto pueden verse en ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., pp. 135-168. 24 Las acusaciones que se hicieron contra Álvaro de Luna son muy numerosas y tienen una naturaleza muy distinta. Se puede ver un resumen de la inmensa mayoría de ellas en la carta que Juan II de Castilla envió a su reino dando cuenta de que se había hecho justicia con don Álvaro de Luna y las razones que había tenido para tomar tal decisión, fechada el 18 de junio de 1453. Esta carta, originariamente en el archivo del marqués de Villena y hoy en la Sección de Nobleza del

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hacia la tercera semana del mes de mayo de aquel mismo año 25, llegó a Portillo, donde se encontraba don Álvaro, el día 31 de ese mes. Se establecía que don Álvaro sería ejecutado en Valladolid apenas dos días después, el 2 de junio de 1453, públicamente y a la vista del pueblo, en la plaza mayor de esa misma ciudad. La ejecución de don Álvaro de Luna quedaría en la memoria colectiva como un episodio de leyenda, en el que el otrora orgulloso valido, maltratado por la fortuna, dio sus últimos pasos en la vida con orgullo y dignidad. Convertido en verdadero ejemplo de resignación ante los avatares de la suerte por la templanza con la que encaró su destino 26, la ejecución que tuvo lugar el 2 de junio en la plaza Mayor de Valladolid se convirtió en uno de los momentos más importantes de la historia medieval castellana. El escenario se diseñó cuidadosamente para que la ejecución pública, ideada para servir de ejemplo y de aviso a los contemporáneos para que supieran cuál sería su destino si llegaban a osar repetir los actos del condenado 27, cumpliera su disuasoria misión. El Archivo Histórico Nacional, se puede consultar totalmente transcrita en la publicación editada por la Real Academia de la Historia, Memorias de don Enrique IV de Castilla, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fontanet, 1835-1913, tomo II, documento XLI, pp. 80-92. 25 Los distintos autores no tienen la seguridad del día en que se tomó definitivamente la decisión de condenar a muerte al condestable y este extremo, como otros muchos puntos relacionados con el proceso y la condena de don Álvaro de Luna. Nicholas Round precisa que, probablemente, la decisión se tomó entre el 22 de mayo y el día 24 de ese mismo mes, aunque no hay nada seguro. ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., p. 139. 26 Nancy F. Marino describe de una forma muy acertada como las leyendas surgidas en torno al valido en el momento de su muerte y después deformaron su figura, tanto desde una visión positiva como negativa. También es importante señalar que la fortuna que el tema de don Álvaro tuvo en la literatura del siglo de Oro, principalmente en su condición de personaje maltratado por la fortuna y orgulloso hasta el final, ayudó a forjar con más fuerza la imagen de don Álvaro de Luna como un personaje odiado en vida pero admirado a la hora de enfrentarse a su destino final en el cadalso. Véase MARINO, Nancy F., “The creation of contemporary exemplar: Álvaro de Luna”, en RONCERO LÓPEZ, Victoriano, y MENÉNDEZ COLLERA, Ana, Nunca fue pena mayor (estudios de literatura española en homenaje a Brian Dutton), Toledo, Universidad Castilla – La Mancha, 1996, pp. 489-494, y también MACCURDY, Raymond, The tragic fall: Don Álvaro de Luna and other favorites in Spanish Golden Age drama, Chapel Hill, North Carolina University, 1978. 27 Las ejecuciones públicas, además de servir como advertencia para los contemporáneos, eran también grandes espectáculos, considerados incluso de entretenimiento, a los que acudían miles de personas. Se ha llegado a cifrar en 300.000 personas los espectadores que acudieron a ver la ejecución de don Álvaro de Luna en Valladolid en 1453. Aunque es una cifra desmedida para la población de la época (recordemos que Valladolid en el siglo XV apenas superaba los 25.000 habitantes) es indicativa de la gran expectación que despertó la ejecución de don Álva-

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lugar de la ejecución se preparó con varias jornadas de adelanto: en el centro de la plaza Mayor de Valladolid se levantó una plataforma que serviría de escenario para el espectáculo, completamente enmoquetada y con una cruz donde el reo se podría detener unos momentos a rezar antes de encontrarse con el verdugo, junto a la cual había un gancho que serviría para colgar luego su cabeza y dejarla a la vista de la multitud 28. La mañana del 2 de junio de 1453, este escenario ya estaba montado y esperaba la aparición de su actor principal. Don Álvaro de Luna había pasado la noche anterior a su ejecución fuertemente custodiado en la casa de Alonso Pérez de Vivero, contador mayor del rey, de cuya muerte violenta también se había encontrado culpable al condestable 29, y había pasado las horas rezando por su ro entre sus contemporáneos, que hizo que muchos acudieran desde diversas partes de Castilla a ver tal evento. ADELANTADO SORIANO, Vicente, “La pena de muerte como espectáculo de masas en la Valencia del Quinientos”, en SIRERA, Josep Lluís (ed.), Estudios sobre teatro medieval, Valencia, Universidad de Valencia, 2004, p. 23. 28 ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., p. 212. 29 Este personaje es claramente insultado en la Crónica de don Álvaro de Luna, donde se indica que el condestable fue el que le franqueó el acceso a los honores de los que disfrutó en vida, pero que acabó traicionándole y queriendo arrebatarle su poder y sus bienes, teniendo su final un gran peso en el destino final de don Álvaro. Dice la crónica, por ejemplo, lo siguiente: “Este maligno hombre, tiniebla e escuridad suya e de los descendientes suyos [...] e de ser hombre de pie e de poco valor, el Maestre su señor lo ovo puesto de grado en grado en tal alto estado que por su ynterçesión e por su mano el Rey lo fizo señor de la villa de Bivero, donde era su naturaleza, e de otras villas e castillos en su reyno, e fízolo otrosí su contador mayor e principal de los de su Consejo después del mismo Maestre e asimismo lo hizo señor de otras muchas riquezas. Mas aquello fue todo puesto en el olvido e convertida su mala persona casi de hombre en diablo, e siguiendo las pisadas e los fechos de aquel gran príncipe de los demonios Luçifer, asentó su voluntad [...] no solamente de alcançar e ocupar acerca del Rey el lugar e cercanía que el Maestre su señor tenía, mas de destruir al Maestre mismo”, MATA CARRIAZO, Juan de (ed.), Crónica de don Álvaro de Luna, Madrid, Espasa Calpe, 1940, p. 295. Pese a los tintes ciertamente peyorativos en los que aparece en esta Crónica, defensora claramente de la figura del valido y de sus intereses (donde podemos encontrar otros juicios del tenor del que aquí hemos presentado), se sabe que don Alfonso Pérez de Vivero fue uno de los servidores más leales de don Álvaro hasta poco antes de su condena, siendo enviado a misiones enormemente importantes para los intereses del condestable. Así por ejemplo, Pérez de Vivero fue enviado como representante de don Álvaro a negociar con Juan Pacheco y con el príncipe Enrique en 1445, cuando ambos escaparon de la vigilancia del condestable tras su derrota en la batalla de Olmedo. Sin embargo, el progresivo acercamiento de Pérez de Vivero a los nobles opuestos a don Álvaro, su propio ascenso en el favor real y, finalmente, la ayuda prestada a los Estúñiga durante su revuelta contra el condestable en 1452 convierten a los antiguos aliados en enconados enemigos. Tras el fracaso de la revuelta de los Estúñiga, Pérez de Vivero murió en extrañas circunstancias y se

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alma con dos monjes franciscanos que le acompañarían hasta el momento de su ejecución. La mañana del 2 de junio, don Álvaro se confesó y, posteriormente, salió a la calle, donde le esperaba la mula que habría de llevarle hasta el cadalso. Subida a él y rodeado por una importante escolta de hombres armados, los trompeteros que le precedían anunciaban al público congregado en las calles la llegada del reo, mientras que un pregonero real declamaba a viva voz los delitos por los que don Álvaro de Luna había sido condenado a muerte por la justicia del rey. Cuando llegó al cadalso, se paró a orar delante de la cruz allí colocada para tal efecto, perdonó a su verdugo por lo que iba a hacer a continuación, se arregló las ropas para que no interfirieran con la labor de su verdugo, se ató sus propias manos y puso su cuello a disposición del verdugo 30. Este, cumpliendo con su cometido, le rajó primero el cuello permitiendo que se desangrase rápidamente y, después, con un segundo tajo, le separó la cabeza del cuerpo 31, que fue mostrada a la multitud que presenciaba la ejecución y luego puesta en el gancho que se había puesto en el escenario para tal fin. Don Álvaro de Luna había encarado su destino con una templanza y una fortaleza que sería elogiada y admirada constantemente en la literatura de los siglos posteriores 32. Ya sus contemporáneos alabaron su valor ante la muerte y la ironía de su destino. Pedro de Escavias, por considera que fue mandado matar por don Álvaro de Luna por su traición. Esta fue una de las acusaciones más graves que se le hizo a don Álvaro durante su encarcelación, acusación de la que se encontró culpable, y el hecho de que pasara sus últimas jornadas en la casa de su antiguo hombre de confianza, donde su viuda, Inés de Guzmán (que regentaba su patrimonio en nombre de sus nueve hijos, todos menores de edad en el momento de la muerte de su padre), pudo increparle e insultarle como perpetrador de la muerte de su marido, no deja de tener un importante significado dentro de la escenografía de su ejecución. Para saber más sobre Pérez de Vivero y su relación con don Álvaro, véase FRANCO SILVA, Alfonso, “Alfonso Pérez de Vivero, contador mayor de Juan II de Castilla: un traidor y su fortuna”, Hispania: Revista Española de Historia, vol. 47, nº 165 (1987), pp. 83-116. 30 ROUND, Nicholas, The greatest man..., op. cit., pp. 212-213. Este autor refleja también algunas supuestas últimas palabras que pronunció el condestable antes de morir, pero dado que el mismo Round indica que proceden de fuentes posteriores a la ejecución y poco fiables, no han sido referidas aquí. 31 RIZZO Y RAMÍREZ, Juan, Juicio crítico y significación política de don Álvaro de Luna, Madrid, M. Rivadeneyra, 1805, p. 188. 32 Recordemos por ejemplo las dos obras que el dramaturgo barroco Antonio Mira de Amescúa (1577-1644), dedica al condestable, La adversa fortuna de don Álvaro de Luna y La próspera fortuna de don Álvaro de Luna, donde el valido aparece como un personaje admirable, lleno de virtudes y que afronta los avatares de la fortuna con resignación y valor.

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ejemplo, dice al respecto: “Él murió de buena forma y con un gran coraje, como debe hacerlo un buen caballero y un buen cristiano. Que Dios le perdone” 33. Por su parte, el célebre poeta Jorge Manrique, en sus famosas Coplas a la muerte de su padre, le dedicó las siguientes estrofas algunos años después, centrándose en lo perecederos que son los bienes y las glorias terrenas, en consonancia con el resto de los escritos que aparecen en este libro: Pues aquel gran Condestable Maestre que conocimos, tan privado, no cumple que del se hable, sino sólo que le vimos degollado. Sus infinitos tesoros, sus villas y sus lugares. Su mandar. ¿Que le fueron sino lloros? ¿Que fueron sino pesares al dexar? 34

Como indica el investigador Jesús Salamanca Alonso, cuenta la leyenda que don Juan II, que en el momento de la ejecución se encontraba en Segovia, tuvo una visión de lo que estaba sucediendo en la Plaza Mayor de Valladolid cuando el verdugo finalmente acababa con la vida del que había sido durante décadas su hombre de mayor confianza. Pero, después de ser testigo de la ejecución de tan inusitada manera, vio cómo la cabeza cortada de su favorito le hablaba y le citaba para encontrarse con él en el otro mundo en menos de un año, para que Dios juzgara a ambos por sus actuaciones en vida. Este tipo de leyendas, que se encuentran con harta frecuencia en el caso de ejecuciones enormemente polémicas (todos recordamos el famoso caso de Jacques de Molay, el Gran Maestre de los templarios, que prometió que se encontraría en menos de un año con los responsables de su muerte, CleESCAVIAS, Pedro de, Repertorio de Príncipes de España y obra poética del Alcaide Pedro de Escavias, Jaén, Instituto de Estudios Jienenses del CSIC,1972, p. 343. Pedro de Escavias fue un partidario de Enrique IV que escribió varios textos ensalzando las labores de su señor, siendo su Repertorio de Príncipes, una historia que empieza con los primeros habitantes mitológicos de la península Ibérica encabezados por Tubal (el nieto de Noé) hasta los tiempos del propio Enrique IV. Para saber más sobre sus escritos históricos, véase la interesantísima obra de Richard L. Kagan, Los cronistas y la Corona, Madrid, Marcial Pons, 2009, pp. 75-77. 34 Proverbios de don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, y las Coplas de don Jorge Manrique, todo con sus glosas, Madrid, Don Fermín Villalpando, 1799, pág. 407. 33

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mente V y Felipe IV de Francia 35 o la de los hermanos Carvajal, dentro del propio imaginario castellano 36), sobre todo cuando el fin de los acusadores es repentino y se produce poco tiempo después de la ejecución del acusado. Independientemente de esta leyenda, lo cierto es que por muy poco no acertó en su vaticinio, pues don Juan II moriría el 21 de julio de 1454, apenas un año y unos días después que el condestable. El futuro de la reina Isabel, cuyo matrimonio con el rey había propiciado el propio don Álvaro y que fue uno de los detonantes de su caída y ejecución, no fue mucho más halagüeño: considerada como loca, se pasaría encerrada en el castillo de Arévalo, en Ávila, más de cuarenta años, prácticamente desde el inicio de su viudez hasta su propio fallecimiento en 1496, según dicen muchas fuentes, atormentada por el fantasma del condestable, que le reclamaba su ejecución 37. Tanto ella Esta leyenda, muy bien conocida, junto con una aproximación bastante acertada a la figura de Jacques de Molay, enormemente contaminada durante los últimos tiempos dado el auge de las novelas y las series de ficción relacionadas con el mundo de los templarios, se puede consultar en DEMURGER, Alain, The last templar: the tragedy of Jacques de Molay, the last grand master of the Temple, Londres, Profile Books, 2009. 36 El caso de los hermanos Carvajal, menos conocido que el popular emplazamiento del último Gran Maestre de los Templarios, tiene además como protagonista a otro monarca de la casa real castellana, haciendo de esta leyenda un preludio a destacar de la que aquí nos ocupa. Los hermanos Carvajal eran dos caballeros de la orden de Calatrava que servían al rey Fernando IV de Castilla cuando, en el año 1312, se produjo el asesinado de Juan de Benavides, quien en ese momento era el favorito del monarca. Lleno de ira, el rey se aprestó a buscar a los culpables de tal fechoría y condenó por ello a muerte a los hermanos Carvajal, pese a que estos proclamaron en todo momento que eran inocentes del delito que le imputaban. El rey no escuchó sus súplicas y antes de ser ejecutados, los dos hermanos citaron al rey en el otro mundo en un plazo de treinta días, para que rindiera cuentas por la injusta muerte que les había dado. Y así fue: justo 30 días después de la ejecución de los hermanos Carvajal, el monarca enfermó de forma repentina y murió, acudiendo a la cita que le habían impuesto. Por ello, este rey ha pasado a la Historia con el sobrenombre de “El Emplazado”. Esta historia, que se recoge en diversas fuentes como la Crónica de Fernando IV, escrita varias décadas después de la muerte del monarca, sirve como antecesora directa de la historia de don Álvaro de Luna y Juan II y probablemente surgió cuando se empieza a producir una cierta rehabilitación de su figura, ya a finales del siglo XV, ya que indica una cierta injusticia en la sentencia de muerte del condestable que hubiera sido poco probable que surgiese en los años inmediatamente posteriores a su muerte, cuando todavía había una gran cantidad de nobles y personajes influyentes contrarios a la figura del condestable y que habían luchado contra él durante los últimos compases del reinado de Juan II. 37 La figura de la reina Isabel está, por desgracia, enormemente mal estudiada y generalmente solo se la menciona en relación a su marido, Juan II, al propio don Álvaro o vinculada a su hija, la célebre Isabel la Católica. Para saber más sobre su figura, véase SEGURA GRAÍÑO, Cristina, “La influencia de Isabel de Portugal en la 35

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como su marido y su hijo Alfonso serían enterrados en unas magníficas sepulturas de mármol comisionadas por la hija de ambos, Isabel la Católica, en la Cartuja de Miraflores de Burgos 38. Pero, ¿qué ocurrió con el cuerpo del condestable después de su ejecución? No fue trasladado a la capilla de Santiago, donde hoy reposa en los magníficos sepulcros que su hija María de Luna mandó construir para sus padres años después. Aunque la capilla que había comisionado años antes no se encontraba entre los bienes que don Juan II le había confiscado a su valido por sus delitos 39, el cuerpo de don Álvaro no pasó a manos de sus familiares tras su ejecución. El cuerpo, ya sin vida del condestable, seguiría representando un importante papel político y simbólico ante los ojos de sus contemporáneos una vez cumplida la pena. La familia de los Luna, caída en desgracia ante los ojos de Juan II y en pugna contra él para mantener los beneficios y las prebendas que había adquirido el condestable, no estaba en posición de contestar tal actuación y aunque desde el primer momento intentaron recuperar el cadáver de don Álvaro, no pudieron hacerlo hasta varios años después de su ejecución, cuando la situación política había cambiado mucho 40. ¿Qué ocurrió, pues, con el cadáver del condestable y qué significado político tenía el destino de sus restos? Tras su ejecución, el cuerpo de don Álvaro siguió el mismo destino que el de la inmensa mayoría de los condenados a muerte en aquel momento. En un primer lugar, la exposición pública de sus restos servía como aviso público de lo que le pasaría a cualquier persona que intentara imitar el comportamiento por el que se le había condenado y, también, como indican varios autores, en el caso de don Álvaro serviría para proclamar el poder de aquella facción política contraria al condestable, que había triunfado sobre aquellos que apoyaban a este último. La cabeza, como ya hemos indicado, fue colgada de un gancho y expuesta en Valladolid durante nueve días, mientras que su cuerpo quedó a la vista del público durante tres jornadas enteras 41. Una vez pasado este tiempo, el cuerpo del condestable, al que luego se uniría su cabeza, fue enterrado “por caridad”, fieducación y formación política de su hija Isabel I de Castilla”, en Ribot García, Luis Antonio; Valdeón, Julio, y Maza Zorrilla, Elena (coord.), Isabel la Católica y su época, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2007, vol. 1, pp. 319-334. 38 LISS, Peggy, Isabel la Católica, Madrid, Nerea, 1998, pág. 132. 39 LENAGHAN, Patrick, “Conmemorating a real bastard...”, op. cit., p. 130. 40 LENAGHAN, Patrick, “Conmemorating a real bastard...”, op. cit., p. 140. 41 RIZZO Y RAMÍREZ, Juan, Juicio crítico..., op. cit., p. 188.

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nanciándose en buena medida con el dinero que había entregado la gente tras su ejecución en la bacía de plata que habían puesto junto a su cadalso para tal fin 42. Sus restos serían entregados a los frailes de la Misericordia de Valladolid, que lo sepultaron en la iglesia de san Andrés de esta misma orden, en el lugar reservado a los ajusticiados y en una tumba en la que no se indicaba quién era la persona allí sepultada 43. Dos meses después, se trasladarían los restos del condestable a la iglesia de san Francisco de esa misma ciudad de Valladolid, donde él mismo había pedido ser enterrado antes de su ejecución, según refleja la famosa Crónica de don Álvaro de Luna 44, siendo la tumba que aquí le albergó igualmente discreta. Allí fueron donde reposaron sus restos hasta que, décadas después, ya durante el reinado de Isabel la Católica, su hija María consiguiera trasladarlos a la capilla de la catedral de Toledo que el condestable había comisionado para sí y para su familia años antes de su caída. Pero el tratamiento que se le dio al cadáver de don Álvaro de Luna en los momentos inmediatamente posteriores a su ejecución también tenía un estrecho vínculo con la fama y la memoria de las que hablábamos al principio de este artículo. En este caso, al contrario de lo que ocurría cuando se comisionaban grandes tumbas o monumentos funerarios, diseñados específicamente para perpetuar la fama y las virtudes del difunto y su familia entre las generaciones venideras, aquí la intención manifiesta era intentar que la figura de don Álvaro se sumergiera en el olvido, al mismo tiempo que se le desprestigiaba una vez más y se le castigaba negándole los rituales funerarios asociados a su rango como condestable y como Gran Maestre de la orden de Santiago. Con una tumba en un lugar apartado y poco reseñable, se intentaba condenar a Álvaro de Luna al olvido que había intentado conjurar con la construcción de un magnífico monumento funerario en la catedral de Toledo, que había sido destruido casi diez años antes de su ejecución y de la que pasaremos a hablar a continuación. Pero no solo eso; a través de este entierro por caridad, humilde y sin apenas ningún tipo de ritual, los enemigos de don Álvaro transmitían a sus contemporáneos un mensaje muy claro: el condestable no solo había sido condenado por la justicia terrena, ejemplificada en la ejecución de su persona que se había realizado por orden del rey, sino también por la divina, pues había tenido el tipo de “mala muerte” que indicaba una condena eterna 42 43 44

RIZZO Y RAMÍREZ, Juan, Juicio crítico..., op. cit., pp. 188-189. RIZZO Y RAMÍREZ, Juan, Juicio crítico..., op. cit., p. 189. MATA CARRIAZO (ed.), Juan de, Crónica de..., op. cit., cap. CXXVIII, p. 435.

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en el otro mundo 45. La “mala muerte”, también denominada por algunos autores como “muerte abominable”, en oposición a la “buena muerte” que llevaba al difunto directamente al cielo tras una serie de hechos y rituales y que era indicada a los vivos por diversos códigos, era la consecuencia de una muerte repentina en pecado o de las actuaciones negativas que había llevado el difunto en vida. Si bien para algunos autores posteriores una resignación cristiana ante una ejecución podía llevar a la redención del reo, indicando que todo el mundo, incluyendo el más infame de los condenados, podía redimirse si se arrepentía de sus pecados y decidía enmendarse conduciéndose con dignidad en sus últimos momentos 46, una muerte violenta seguía considerándose a finales de la edad Media como un indicativo de un destino adverso en el otro mundo 47. Sin duda, sus enemigos esperaban que así fuera, pero su comportamiento ejemplar y resignado ante el cadalso le dieron una enorme fama póstuma que hicieron del condestable un personaje a imitar a la hora de enfrentarse a los avatares de la vida en vez de la figura disuasoria ante posibles imitadores que sus opositores intentaron plasmar en el escenario de su ejecución pública. Don Álvaro dormiría su sueño eterno enterrado de una forma muy humilde y casi anónima en la iglesia de san Francisco antes mencionada durante las siguientes décadas, hasta que su hija María de Luna, duquesa del Infantado, comisionara los magníficos sepulcros que hoy pueden verse en la catedral de Toledo. Pero, obviamente, este no sería el monumento funerario que el condestable tenía en mente cuando estaba en la cima de su poder ni tampoco se parece al que mandó construir cuando disfrutaba de la confianza de don Juan II y que sus enemigos destrozaron en el año 1441. Los sepulcros que comisionó María de Luna respondían a otras motivaciones, vinculadas sobre todo a la perpetuación de una fama positiva de su padre tras su ejecución y a su rehabilitación (y, por tanto, también la de su dinastía), problemáticas que no se podían corresponder con las intenciones políticas que el condestable tenía para su monumento funerario cuando no era capaz de imaginar que terminaría sus días en el cadalso 48. Su primer monuGUIANCE, Ariel, Los discursos sobre la muerte en la Castilla medieval (siglos VIIXV), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998, pp. 289-298. 46 MARTÍNEZ GIL, Fernando, Muerte y sociedad en la España de los Austrias, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 160-171. 47 MARTÍNEZ GIL, Fernando, La muerte vivida: muerte y sociedad en Castilla durante la baja Edad Media, Madrid, Universidad de Castilla-la Mancha, 1996, pp. 42-45. 48 Existe una leyenda relativa a don Álvaro que decía que, cuando estaba en la cumbre de su poder, un astrólogo le predijo que moriría en el cadalso. El condes45

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mento funerario, por tanto, era muy diferente del que actualmente podemos contemplar y su misteriosa naturaleza ha dejado una profunda huella en toda la literatura vinculada al ya de por sí célebre condestable. Así pues, antes de pasar a analizar los sepulcros que María de Luna construyó para sus padres, hablemos brevemente de los datos que nos han quedado del monumento funerario que don Álvaro construyó para sí en vida y que nunca llegó a ocupar. 3. LA PRIMERA TUMBA DE DON ÁLVARO DE LUNA: LEYENDA Y MISTERIO EN CASTILLA.

TORNO AL SEPULCRO PRIMIGENIO DEL CONDESTABLE DE

Como en muchas otras cosas, don Álvaro de Luna se apartó de las conveniencias generales a la hora de planear su monumento funerario. Aunque como se ha mencionado al principio de este trabajo las tumbas de las grandes familias nobiliarias de finales de la edad Media se fueron haciendo cada vez más espectaculares como medio de indicar el poder, la riqueza y la importancia de dicha dinastía 49, generalmente se adaptaban a unas convenciones iconográficas y de construcción que transmitían un significado muy claro a sus contemporáneos. Durante la primeras décadas del siglo XV, cuando se construye la primera tumba de don Álvaro de Luna, nos encontramos con que la mayoría de las tumbas pertenecientes a importantes nobles o religiosos de la época tenían la estructura de una figura yacente que representaba al difunto de una forma más o menos idealizada y acompañado de los ropajes, atributos o símbolos que indican los poderes y el estatus que este tuvo table, incapaz de imaginar que aquel hombre le había indicado que moriría ejecutado, pensó que se refería a que moriría en un pueblo llamado Cadalso que se encontraba entre sus dominios. Por lo tanto, evitó siempre entrar en esta villa, llegando incluso a acampar fuera de la misma en plena noche para no correr el riesgo de que la profecía llegar a cumplirse. Pero no se puede huir del destino, como demostró el mismo don Álvaro muriendo, como se le había predicho, en un cadalso. Nos podemos encontrar este tipo de historias relacionadas también con otros personajes célebres, como en el caso de Fernando el Católico, al que se predijo que moriría en Madrigal, por lo que evitó entrar en esta ciudad desde el momento en el que se le indicó que sería el lugar de su fallecimiento, para acabar muriendo en un pueblo llamado Madrigalejo. Este tipo de historias apócrifas solían indicar la idea de que no se podía escapar al destino y que había que acatar con resignación y valentía lo que Dios había dictado para nosotros, pues intentar evitarlo (como hicieron estos dos personajes al no poner un solo pie en los pueblos donde les habían dicho que iban a morir), no sirve de nada. MUÑOZ MALDONADO, José, conde de Fabraquer, Causas célebres históricas españolas, Madrid, D. F. de P. Mellado, 1858, p. 37. 49 Ya hemos mencionado, por ejemplo, la magnífica y por desgracia desaparecida tumba del almirante de Castilla, en la pasada nota 4.

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en vida y/o las características por las que quiere ser recordado por las generaciones posteriores. Ejemplos de este tipo de monumentos funerarios pueden verse en prácticamente todas las iglesias de cierta importancia y catedrales de Castilla para los últimos dos siglos de la edad Media. El sepulcro de don Gómez de Marinque y doña Sancha de Rojas del desparecido monasterio de Fresdeval, el precioso sepulcro del cardenal Cervantes de la catedral de Sevilla, el grandioso monumento funerario comisionado por el condestable Pedro Fernández de Velasco y Manrique de Lara y su esposa Mencía de Mendoza en la catedral de Burgos, los sepulcros de Juan II y su segunda esposa Isabel de Portugal en la Cartuja de Miraflores, y del príncipe don Juan en el convento de santo Tomás de Ávila, son ejemplos que aún hoy sobreviven de la tipología predominante de sepulcros que comisionaban los grandes nobles durante el siglo XV y las primeras décadas del siglo XVI 50. El sepulcro que comisionaría María de Luna para sus padres décadas después de la ejecución de su progenitor en Valladolid entraría dentro de esta tipología generalizada, de la cual se conservan pocas excepciones, generalmente en forma de sepulcros con figuras orantes, como el del infante Alfonso, hermano de Isabel la Católica, que se puede ver, como el de sus padres, en la Cartuja de Miraflores 51. Sin embargo, las escasas descripciones que han llegado hasta nosotros sobre el primer sepulcro del condestable nos indican que su tipología era muy distinta. La descripción más antigua de este sepulcro, según indica Rosa María Rodríguez Porto, aparece en la obra de Juan de Mena Laberinto de Fortuna, escrita cuando todavía vivía don Álvaro de Luna 52. En esta famosa obra alegórica se describía la tumba del Véase POLERÓ Y TOLEDO, Vicente, Estatuas tumulares de personajes españoles de los siglos XIII al XVI copiadas de los originales, Madrid, Hijos de M. G. Hernández, 1902; REDONDO CANTERA, María José, El sepulcro en España en el siglo XVI: tipología e iconografía, Madrid, Ministerio de Cultura, 1987, y los trabajos de Ricardo del Arco y Garay, Sepulcros de la Casa Real de Aragón, Madrid, Diana, 1975 y, del mismo autor, Sepulcros de la Casa Real de Castilla, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945. 51 LABRA GONZALEZ, Carmen María, “De la chartreuse de Miraflores à la Chapelle Royale de Grenada: L’expression du povoir après la mort au cours du Moyen Âge hispanique”, E-Spania: Revue électronique d’études hispaniques médiévales, 3 (2007), http://e-spania.revues.org/171. 52 RODRÍGUEZ PORTO, Rosa María, “Fartan sus iras en forma semblante: La tumba de Álvaro de Luna y el status de la imagen en la Castilla bajomedieval”, Espacio, tiempo y forma. Serie VIII. Historia del Arte, tomo 16 (2003), p.13. Este artículo es actualmente uno de los mejores análisis sobre la primera tumba de don Álvaro y su significado, por lo que lo utilizaremos como guía para redactar este apartado de este estudio. Recomendamos encarecidamente su lectura a cualquier persona 50

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condestable indicando que estaba compuesta por una estatua de bulto sedente de color dorado, pudiendo estar sobredorada, bañada en oro o estar hecha en bronce, en la que el condestable aparece armado, sin indicar más datos al respecto. La posición sedente de la estatua sería una verdadera novedad; no solo sería una representación sepulcral prácticamente, sino que además la representación sedente es un tipo de iconografía casi únicamente reservada a los reyes y a los santos en condición de entronizados, como forma de representar su posición de poder sobre sus dominios, humanos e inmortales respectivamente. Se consideraría, en caso de ser fiel al original esta descripción de Juan de Mena, una forma de demostrar el gran poder terrenal que tuvo el difunto en un reino en el que, según decía el que fue su enemigo Fernán Pérez de Guzmán, no hubo durante su periodo de dominio decisión, espiritual o humana, que no se tomara sin su beneplácito y consentimiento 53. Este simbolismo, que representaría a don Álvaro como una verdadera encarnación del poder real, sin duda habría indignado a sus opositores y se puede vincular sin demasiado esfuerzos a algunos de los testimonios más contrarios al condestable que hablan de su orgullo y su altivez, mencionando como prueba de ello su monumento funerario 54. Este sería, para sus opositores, el testimonio más grandioso e imponente de la vanidad y la prepotencia que le atribuían. que quiera obtener más información de la aquí reflejada sobre la desaparecida tumba del condestable. 53 PÉREZ DE GUZMÁN, Fernán, Generaciones y semblanzas, Madrid, Austral, 1965, pp. 134-135. 54 Patrick Lenagham, en su ya citado trabajo sobre la tumba de don Álvaro, cita un texto de Rodrígo Sánchez Arévalo en el que habla de la indignación que produjo la tumba entre los nobles y cómo se explicó con posterioridad a su ejecución que el rey permitiera que un condenado tuviese un enterramiento tan lujoso: “Más aún, mientras Álvaro estaba vivo, ordenó la construcción de una maravillosa capilla y una gran tumba en la sagrada catedral de Toledo. Esta tumba fue destruida por el Infante Enrique, hijo de Pedro, pero el rey Juan, por su humanidad y su piedad, permitió que fuera restaurada, aunque muchos se opusieron enormemente a ello, indignados de que una estatua tan grandiosa destacase en una iglesia en la que los Reyes de España están enterrados de una forma humilde. Añadían que les parecía impropio que una persona que había sido decapitada disfrutara de una tumba tan lujosa en medio de aquellos que habían sido coronados, especialmente dado que la inscripción de la tumba mostraba un gran orgullo por los grandes logros que había conseguido en vida Juan dijo a estas personas: “Sean verdaderas o falsas las cosas que Álvaro ordenó que se escribieran sobre él, dejad que permanezcan intactas, porque pensamos que es apropiado que los muertos, dado que no pueden hacen nada más, escriban lo que quieran sobre ellos mismos. Añadid a ello que deseo que la memoria de aquel que tanto quise no sea destruida y que todos reconozcan que el inteligente y poderoso Álvaro fue ejecutado por mí. Que sea para la posteridad un claro ejemplo de que un hombre tan querido por un rey

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Sin embargo, los pocos testimonios que nos quedan de este sepulcro se encuentran vinculados al ámbito de la literatura, razón por la cual la línea de la ficción y la realidad histórica se revela especialmente delgada cuando nos ocupamos de la primera tumba del condestable. La anteriormente mencionada obra de Juan de Mena, donde aparece nuestro primer testimonio, está repleta de una importante simbología y tiene una difícil interpretación, tanto en su conjunto como en muchos de sus pasajes. El fragmento que habla brevemente sobre la tumba del condestable se encuentra al final de un poema dedicado a don Álvaro, en el que la destrucción de la tumba aparece como símbolo físico de los ataques que hacían sus enemigos a don Álvaro de Luna, sin poder hacer nada más que atacar su imagen funeraria. Juan de Mena habla de ella con las siguientes palabras: Ca un condestable armado, que sobre un grand vulto de oro estava sentado, con manos sañosas vimos derribado, e todo desfecho fue tornado cobre. ¿Pues cómo queredes que otra vez obre Fortuna, tentando lo que es importuno? Basta que pudo derribar el uno, que al otro más duro lo falla que robre 55.

Este poema dedicado a don Álvaro se encuentra integrado dentro de un relato en el que la magia tiene mucha importancia. En este relato, se cuenta cómo los partidarios de don Álvaro acudieron a ver a una maga para que les contara cuál era el destino de su señor, recibiendo una predicción de equívoca interpretación, pues se podía considerar como un anuncio de la caída del condestable, cuando su final indica que sus enemigos solo pudieron acabar con su sepulcro, al no poder fue muerto por culpa de su propia arrogancia”. (traducción propia). En este texto, que fue escrito después de la muerte del condestable, se pueden apreciar importantes anacronismos, como el hecho de que se hable de la reconstrucción de la tumba en vida de Juan II cuando la que actualmente se conserva no fue construida hasta finales del siglo XV y se comisionó cuando el autor de estas líneas ya había fallecido, pues Sánchez de Arévalo falleció en 1470. Es imposible, por tanto, que se refiera a los sepulcros que hoy están en la capilla de Santiago en Toledo, por lo que se pueden vincular fácilmente a la construcción originaria y los sentimientos que despertó pues Sánchez de Arévalo, nacido en el año 1404, pudo conocer fácilmente el primer sepulcro del condestable. Su texto, en el que aparece la oposición de los nobles a la reconstrucción de su tumba y datos sobre un sepulcro que no existía en ese momento, refleja una oposición que bien se puede vincular al monumento funerario original. LENAGHAM, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit, p. 137. 55 MENA, Juan de, Laberinto de Fortuna, Madrid, Anaya, 1968, pp. 134-135.

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llegar a derribar al propio don Álvaro 56. Para averiguar el sentido de este fragmento de la obra de Mena, Rosa María Rodríguez Porto recaba la ayuda del primer comentarista conocido de la obra de Mena, Hernán Núñez, pero que ya se trata de una fuente muy posterior, pues escribió sus comentarios en el año 1499, cuando ya hacía más de medio siglo que había sido ejecutado el condestable, su tumba definitiva ya se había construido y cuya interpretación pudo haberse visto afectada por el destino final del favorito de don Juan II, que sin duda conocía el autor. Hernán Núñez interpreta este episodio sobre la adivina en el que se encuadra esta primera descripción de la tumba de don Álvaro diciendo que en el contexto del enfrentamiento entre los infantes de Aragón y el condestable, algunas personas, deseando saber qué partido sería el ganador para adherirse a uno u otro, acudieron a una nigromantesa para que les predijese cuál sería el futuro de la contienda. Esta, para responder a su petición, resucitó un cadáver que predijo que el condestable sería derrotado y derribado. Esta respuesta hizo que muchas personas abandonaran el partido del condestable para asegurar su futuro, pero al final del conflicto fue el condestable el que salió vencedor. Hernán Núñez, para explicar este extremo, indica que esas personas interpretaron de forma errónea la predicción de la maga, pues don Álvaro sería destruido y derribado, pero en efigie, dado que los partidarios del infante don Enrique destrozaron la estatua que había construido a su imagen y semejanza para que le sirviera como sepulcro 57. Asimismo, con estas referencias, Hernán Núñez indica cuándo fue destruido el sepulcro: menciona que fue mandado eliminar por el infante don Enrique, que en ese momento había tomado Toledo tras haberse levantado en rebelión contra el rey don Juan y el condestable, por lo que la fecha de su desaparición debe situarse en el año 1441. Esta destrucción, que no se menciona ni en la Crónica de Juan II, ni en la Crónica del Halconero ni tampoco en la Crónica de don Álvaro de Luna, no aparece en las fuentes contemporáneas, pero sí en dos textos posteriores, los Anales de Garci Sánchez, jurado de Sevilla, escritos en el año 1469 y la Compendiosa Historia Hispánica, escrita por Rodrigo Sánchez de Arévalo aproximadamente hacia 1470. En estas fuentes se indica también que la estatua del sepulcro del condestable fue destruida en 1441 por mandato del infante don Enrique. Estos tres testimonios son los únicos que 56 57

RODRÍGUEZ PORTO, Rosa María, “Fartan sus iras...”, op. cit., p. 14. Edición de Hernán Núñez del Laberinto de Fortuna de Juan de Mena, Sevilla, 1499. Citado por RODRÍGUEZ PORTO, Rosa María, “Fartan sus iras...”, op. cit., pp. 14-15.

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nos quedan contemporáneos a la tumba o escritos cuando sus autores pudieron ser testigos presenciales o cercanos de los hechos, aunque esta información se plasmara por escrito varios años después. Además de estos pequeños testimonios, en los que solo nos indican que el sepulcro estaba compuesto por una estatua de bulto dorada sedente del condestable, no tenemos más descripciones fiables de cómo habría sido el primer sepulcro de don Álvaro 58, aunque como hemos indicado anteriormente esta breve descripción ya contenía elementos que nos hacían ver lo grandiosa y a la vez novedosa que hubiera sido esta primera tumba. Sin embargo, en los siglos posteriores, seguirían surgiendo leyendas y descripciones diversas de este primer sepulcro cuyo origen es ignoto y que no se corresponde con los datos originales de los que disponemos, pero que han quedado grabadas en el imaginario colectivo como una imagen del enorme poder que tuvo en vida el condestable don Álvaro de Luna. Esta nueva característica de la tumba del condestable que apareció más de un siglo después de su destrucción era el hecho de que las estatuas del condestable y su esposa eran articulables 59, es decir, se movían. Pasaban de su posición originaria sedente a estar de rodillas en posición orante cuando se celebraba la misa, volviendo después a su estado normal. Esta naturaleza no aparece en ningún testimonio contemporáneo del sepulcro ni tampoco en ningún escrito al respecto aparecido en el siglo XVI. La primera referencia (y la más extendida), aparece en la obra del canónigo de la catedral de Toledo Pedro de Alcocer, que en 1605 publicó su Hystoria o Descripción de la Imperial Cibdad de Toledo. En esta obra, Pedro de Alcocer dice lo siguiente: “[...] y con poco acatamiento, y reuerencia de tan santo lugar, quebraron dos bultos ricos, y sumptuosos que estaban en la capilla de Santiago, encima de las sepulturas del dicho Maestre y Condestable don Aluaro de Luna, y de su muger, que el en su vida hizo hazer de latón dorado, de muy rica y subtil obra, hechos por tal arte que los podían hacer leuantar, y poner de rodi-

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RODRÍGUEZ PORTO, Rosa María, “Fartan sus iras...”, op. cit., pp. 15-17. Esta referencia también indica algo novedoso: que ya no solo se habla de la estatua funeraria del condestable, sino también de la de su esposa. Las fuentes originales solo nos hablan de la tumba del condestable, sin mencionar una de su esposa, por lo que no podemos saber si esa omisión nos indica que doña Juana Pimentel no tenía una estatua en el sepulcro primigenio o que, al ser más importante la figura de su esposo, no se mencionó. En cualquier caso solo aparece referida una segunda estatua a partir de este momento.

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llas cada vez que querían” 60. Esta descripción, producida más de siglo y medio después de la destrucción de los sepulcros que describe, es una de las más extendidas y aceptadas por los autores que tratan la figura de don Álvaro, siendo para ellos un indicativo tanto de su riqueza como de su determinación para mostrar públicamente su poder 61, sin apenas cuestionar la veracidad (o falta de ella) de la existencia de tal construcción. No podemos saber de dónde adquirió Alcocer la idea de que las tumbas primigenias del condestable y su mujer, pero no se puede confiar en que ese testimonio sea verídico, máxime cuando ningún otro texto más cercano cronológicamente a la época del condestable habla de que la estatua funeraria de don Álvaro fuera capaz de moverse. Sin embargo, la visión de Alcocer sobre la tumba del condestable dejó huella, ya que prácticamente todos los estudiosos que se dedicaron de alguna manera a la descripción de la famosa capilla de Santiago de la catedral de Toledo hicieron mención al extraño artefacto que dominaba la primera tumba del condestable. Especialmente popular sería este tema durante el siglo XIX, en el que junto con la revitalización de la figura de don Álvaro, el misterio que rodea a su primer sepulcro atrae la atención y la imaginación de los autores románticos. Por ejemplo, Sixto Ramón Parro, autor de la guía Toledo en la mano, publicada en 1857 repetía el hecho de que las figuras del condestable y su esposa se movían cuando se producía la misa, pero su posición original ya no era sedente, como indicaba Juan de Mena, sino yacente, haciendo que el movimiento de los supuestos autómatas fuera aún más espectacular 62. Pero la evocadora imagen de los autómatas no era la única que se ALCOCER, Pedro de, Hystoria o Descripción de la Imperial Cibdad de Toledo, Toledo, Juan Ferrar, 1605, fol. 79. 61 Por ejemplo, Patrick Lenaghan, es su por otra parte estupendo ensayo, acepta la descripción de Alcocer como un hecho, tal y como también lo indican muchos de los autores dedicados al condestable. LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., p. 136. 62 Sixto Ramón Parro indica, además, una nueva teoría sobre la desaparición de la tumba. Este autor dice que quizá la razón de la desaparición de las tumbas fue que la reina Isabel la Católica ordenó que se retiraran las estatuas porque su movimiento durante la misa provocaba la admiración de los fieles y hacía que fueran irrespetuosos hacia el sacramento que se administraba en la Santa Misa. Sin embargo, no podemos creer esta opción, pues como hemos visto todos los testimonios que conservamos indican que la tumba fue destruida durante el conflicto del condestable con don Enrique de Aragón, incluidos los más cercanos a la época de don Álvaro, pero es una muestra de cómo la creciente fascinación que estos supuestos autómatas ejercieron sobre los diversos intelectuales de siglos pasados fueron influyendo en la creación de una leyenda cuyo parecido con la realidad histórica es cada vez más y más lejano. RAMÓN PARRO, Sixto, Toledo en la mano, 60

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vinculaba a la última morada del condestable: Pedro María Barrera, en su artículo sobre el sepulcro publicado en el año 1880, no solo menciona a los supuestos autómatas y una encomiable recopilación de textos sobre el caso, sino también otras historias que circulaban a finales del siglo XIX respecto al sepulcro de don Álvaro. Contaba este autor que, en una supuesta incursión que se hizo en 1808 a la cripta que hay bajo el sepulcro del condestable y su esposa, utilizado como panteón donde reposan diversos descendientes de la familia de los duques del Infantado (descendientes de don Álvaro a través de su hija, María de Luna), se habían descubierto una enorme mesa alrededor de la cual estaban sentados unos esqueletos en varios sillones. En el centro de esa mesa, estaría una calavera, que el autor interpreta que sería la cabeza cercenada de don Álvaro de Luna. Según este autor, se realizó una segunda incursión en el año 1846, cuando el autor romántico Alejandro Dumas visitó la catedral 63 atraído, entre otras cosas, por la historia de Álvaro de Luna. En esta ocasión, solo estaban sentados en unos sillones, delante de la mesa, los esqueletos del condestable y de doña Juana Pimentel. Sin embargo, en una tercera inspección llevada a cabo por este autor en 1878, con el supuesto propósito de comprobar la veracidad de los hechos relatados en las dos expediciones anteriores, Barrera indica que no encontró ningún rastro de lo que se había descrito en las dos ocasiones anteriores 64. Es interesante indicar que estas leyendas románticas sobre la cripta que se encuentra debajo de la tumba del condestable dejan de reflejarse y se ponen en duda ya a finales del XIX, cuando el movimiento romántico da paso al realismo y a movimientos intelectuales de corte más escéptico. El ocaso del siglo XIX vio también el final de la fascinación sobre el primer sepulcro de don Álvaro. A partir de entonces, las referencias al mismo han sido vagas y pasajeras, hasta que la publicación del artículo de Rosa María Rodríguez Porto en el año 2003 lo volvió a traer a la Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1978, pp. 381-382. Rosa María Rodríguez Porto también cita a varios de sus contemporáneos, como Amador de los Ríos, que también hablaron en sus obras sobre Toledo la imagen evocadora de la estatua movible del condestable. 63 El autor romántico, que efectivamente visitó la catedral en 1846, dejó una interesante descripción de la ciudad. Para saber más sobre esta visita, véase CAMPOS DÍEZ, María Soledad, “La imagen de Castilla La Mancha en los viajeros de la Monarquía Hispánica”, en MAQUEDA ABREU, Consuelo (coord.), La Monarquía de España y sus visitantes, Madrid, Dykinson, 2007, p. 210. 64 BARRERA, Pedro María, “Sepulcro de D. Álvaro de Luna en la capilla de Santiago de la Catedral de Toledo”, Museo Español de Antigüedades, 10 (1880), pp. 255270.

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luz. Más de medio milenio después de su destrucción, apenas sabemos nada de ella salvo que existió, fue destruida violentamente y que el gran efecto que produjo en sus contemporáneos hizo que su existencia fuera plasmada en el mundo de las letras, lo que ha permitido que las noticias de su existencia, por breves que estas sean, hayan llegado hasta nosotros. Muchos otros sepulcros funerarios, hoy perdidos por distintos avatares del tiempo, no han corrido la misma suerte y no han podido cumplir con la misión de preservar la memoria del difunto al que honraban para la que habían estado ideados. La fama póstuma de la que ha disfrutado este sepulcro, pese a que se entremezclen los datos reales con las leyendas forjadas a su alrededor, le han liberado del olvido. Sin embargo, la construcción de la memoria monumental de don Álvaro de Luna y de su esposa, Juana Pimentel, no se redujo a esa primera tumba que no le sobrevivió, sino que a esta se añadieron las sepultura que construyó su hija María de Luna en la catedral de Toledo y que aún hoy son motivos de admiración por su belleza y la maestría con la que están labradas. Estos dos sepulcros, que aún hoy se alzan prácticamente intactos en la capilla de Santiago de la catedral de Toledo, fueron ideados cuidadosamente para transmitir un mensaje simbólico y político muy concreto que sirviera para redimir y fijar una memoria gloriosa del condestable y de la familia de los Luna que sobreviviese al paso de las centurias. Examinémoslos. 4. LOS SEPULCROS ACTUALES DE DON ÁLVARO DE LUNA Y JUANA PIMENTEL:

SIGNIFICADO SIMBÓLICO-POLÍTICO DE UN MONUMENTO REDENTOR.

Inmediatamente después de la ejecución del condestable y de su humilde enterramiento en Valladolid, la familia de don Álvaro y sus partidarios más cercanos intentaron rehabilitar su nombre, contrarrestar las acusaciones que le hacían sus detractores y defenderle de los cargos que le habían llevado al cadalso, al mismo tiempo que doña Juana Pimentel pedía constantemente que se le devolvieran a su familia los bienes, tierras y potestades que habían sido embargados por la Corona a su esposo después de su detención. Protagonistas de estas primeras defensas fueron su mujer, Juana Pimentel y posteriormente su hija María de Luna, convertida en su heredera después de la muerte prematura de su único hijo varón superviviente y casada dentro de la poderosa de familia de los Mendoza. Como duquesa del Infantado, intentó utilizar la influencia que le prestaba su familia política para rehabilitar la memoria de su familia; sin embargo, poderosos todavía los enemigos

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de su padre y reinando don Enrique IV, que también se había enfrentado en numerosas ocasiones al condestable y cuya mala relación era bien conocida, cualquier intento de limpiar la memoria de don Álvaro fue inútil, al mismo tiempo que todas las peticiones que se hicieron a don Juan II primero y a don Enrique IV después para que permitieran que don Álvaro fuera trasladado a la capilla de Santiago de la catedral de Toledo fueron denegadas 65. No fue hasta el reinado de Isabel la Católica cuando los intentos de rehabilitación de la memoria de don Álvaro empezaron a dar sus primeros frutos y cuando vemos cómo aparecen las principales obras laudatorias destinadas a contrarrestar las afirmaciones de sus enemigos. Fue a finales del siglo XV precisamente cuando se publicó la encomiástica Crónica de don Álvaro de Luna y cuando empiezan a aparecer cada vez más testimonios de tipo literario que hablan de las cualidades del fallecido condestable y de la loable resignación cristiana con la que se enfrentó a los avatares de la Fortuna 66. El paso del tiempo había hecho su labor: fallecidos ya prácticamente todos los grandes opositores y contemporáneos al condestable para cuando los que serían conocidos como los Reyes Católicos se establecieron en el trono, alejado el recuerdo de los hechos que rodearon el valimiento del condestable y gobernando monarcas que no habían conocido a don Álvaro 67, sus esfuerzos empezaron a dar sus frutos. Tampoco perjudicó a su causa que la familia Mendoza, a la que pertenecía doña María por matrimonio, estuviera estrechamente vinculada a los nuevos monarcas ni que el tío de su marido, Pedro González de Mendoza, nombrado arzobispo de Toledo en el año 1482, fuera uno de sus colaboradores más cercanos. Pero, aunque el nuevo ambiente político hiciera posible la defensa y rehabilitación de la fama de don Álvaro de una manera que no habría sido plausible en los reinados anteriores 68, doña María de Luna y los Crónica de don Álvaro..., op. cit., p. 437. LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., p. 139. 67 Recordemos que Isabel la Católica nació en 1451 y Fernando el Católico un año después, por lo que eran muy pequeños en el momento en el que el condestable fue ejecutado. Su reinado marca así un momento en el que ya quedaban pocas personas que hubieran luchado contra el régimen de don Álvaro, hubieran conocido su gobierno o incluso que pudieran recordar haberle conocido, lo que hacía que la reconsideración de su figura y sus hechos fuera mucho más plausible que en el reinado de Enrique IV, cuyos enfrentamientos con el condestable cuando era príncipe de Asturias son bien conocidos y quien no habría permitido que se hiciera una propaganda positiva de su otrora enemigo tan notoria como era la construcción de los sepulcros monumentales de los que hoy podemos disfrutar. 68 LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., p. 140. 65 66

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partidarios del condestable no conseguirían ver nunca cumplido su deseo de que se revocara oficialmente la sentencia pronunciada en contra de don Álvaro, que era uno de sus objetivos más claros. María de Luna llegó en 1497 a reclamar oficialmente que se retiraran los cargos contra su padre, indicando que había sido injustamente acusado de traición, por lo que exigía que se limpiase públicamente su memoria, se le devolviera a sus descendientes aquellos bienes del condestable que habían sido requisados e incluso que se les compensara por lo ocurrido 69. La respuesta de los monarcas fue adversa; como indica Lenaghan, era muy poco probable en todo caso que Isabel la Católica contradijese públicamente una condena de alta traición emitida por su padre y esta acabó tomando una decisión contraria a los intereses de María de Luna, ratificando la condena que había publicado Juan II contra el condestable 70. Pese a esto, los descendientes de don Álvaro de Luna siguieron haciendo esta petición de revisión de la condena del condestable con gran regularidad durante los siglos posteriores y, finalmente, acabaron consiguiendo su objetivo: en 1658, durante el reinado de Felipe IV, se declaró públicamente que la condena a muerte que don Juan II había decretado contra don Álvaro había sido injusta y que tanto él como su familia quedaban absueltos de la vergüenza y el oprobio que había supuesto. Sin embargo, tal absolución aún quedaba muy lejos en el momento en el que se comisionan los sepulcros que aquí nos ocupan, pero dado los cambios que empezaban a producirse y que acabamos de señalar, sí era posible para María de Luna reivindicar la memoria de su padre a través de otras actuaciones que no se vinculaban a una rectificación oficial de su condena, pero que tenían una gran importancia a nivel simbólico. Entre estas, tenía una importancia capital el traslado de su cadáver al lugar que originariamente se había destinado para su sepultura, acompañado por todos los rituales que le habrían correspondido si hubiera fallecido antes de su condena por traición y la construcción de un importante monumento funerario que transmitiera a sus contemporáneos y a las generaciones futuras una imagen virtuosa del condestable que conjurara tanto las acusaciones vertidas por los enemigos del condestable como el olvido al que su primigenio enterramiento le había condenado.

CORRAL, José Luis del, Don Álvaro de Luna según testimonios inéditos de la época, Valladolid, Sociedad de Estudios Históricos Castellanos, 1915, pp. 15-17. 70 LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., p. 140. 69

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Doña María de Luna se puso manos a la obra para conseguir estos objetivos respecto a la morada eterna de su padre en 1483, poco después de que terminara la guerra civil castellana entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja y casi un año después de que el tío de su marido fuera nombrado arzobispo de Toledo, lo que es muy dudoso que fuera una mera coincidencia. Doña Juana y doña María consiguieron los permisos eclesiásticos y reales necesarios para trasladar el cuerpo del condestable desde Valladolid a Toledo 71, mandándolo traer con un gran acompañamiento 72 y en este mencionado año ambas consiguieron reabrir las negociaciones con la catedral para proveer la capilla y terminar su decoración 73. En 1484, cuando muere la triste condesa doña Juana de Pimentel, ya es enterrada en la capilla y en 1489 finalmente doña María ordena la construcción de las tumbas que conocemos actualmente al escultor Sebastián de Almonacid. María de Luna dio unas órdenes muy precisas sobre el aspecto que deseaba que tuvieran los sepulcros de sus padres, que fueron cumplidas por el escultor en las tumbas que hoy podemos ver 74. Si nos fijamos un momento en la capilla de Santiago en su conjunto antes de pasar a analizar detalladamente los sepulcros de don Álvaro y doña Juana Pimentel, vemos que comparten una unidad estilística y de significado con el resto de decoración de la capilla, incluido el altar mayor, también comisionado por María de Luna, y los otros sepulcros que se encuentran en este espacio. Dado que la capilla y su construcción han sido objeto de otra colaboración dentro de este mismo libro 75, no hablaremos de su construcción y su decoración, sino que pasaremos directamente a hablar de los sepulcros, dedicando nuestra atención por un De hecho, al final de la Crónica de don Álvaro de Luna, se indica que el cuerpo del condestable fue trasladado a Toledo no por intermediación de su viuda y de su hija, sino de su fiel vasallo Gonzalo Chacón, que había aprovechado su cercanía a la hija de don Juan II para conseguir esta merced. 72 En la Crónica de don Álvaro de Luna se dice al respecto: “[...] el cuerpo del bienaventurado Maestre fue llevado con mucho honor e solemnidad del Monasterio de Sant Francisco, donde estaba en Valladolid, a aquella capilla intitulada de Santiago, que assí havía fundado el bienaventurado Maestre”. Crónica de don Álvaro de Luna, Madrid, Antonio de Sancha, 1784, pp. 383-384. 73 LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., p. 140. 74 Estas instrucciones se pueden consultar en GONZÁLEZ PALENCIA, C., “La capilla de don Álvaro de Luna en la catedral de Toledo”, Archivo Español de Arte, 5 (1929), pp. 109-122. 75 Véase la magnífica colaboración de Fernando Villaseñor Sebastián titulada “La mejor labrada e mejor casa y la más notable, rica e maravillosa capilla que había en toda España: el desarrollo artístico y arquitectónico en Castilla en tiempos de don Álvaro de Luna”. 71

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momento a los sepulcros de los familiares que rodean a don Álvaro de Luna y doña Juana Pimentel. La capilla de Santiago está concebida como un panteón, no solo como el lugar de enterramiento del condestable y su segunda esposa 76, sino también como lugar de descanso de otros miembros cercanos de su familia. Ciertamente, el condestable y su esposa ocupan el lugar central de la capilla y la posición de mayor importancia dentro de la misma, una planificación que dista mucho de ser gratuita; con esa posición privilegiada dentro de la capilla, no solo indicaban que ellos habían sido los responsables de la construcción de ese espacio funerario (aunque lo hubiera finalizado su hija), sino que se alzaban como los miembros más poderosos de esa familia en concreto. A diferencia de la idea de panteón que empezaría a triunfar a mediados del siglo XVI en toda Europa, en el que el concepto de dinastía como conjunto y lo que se quiere transmitir como familia prima sobre la representación individualizada de sus distintos miembros (como se puede ver, por ejemplo, en el panteón de reyes del Monasterio de El Escorial, el panteón ducal de los duques de Osuna en la localidad del mismo nombre o el panteón de los Mendoza en Guadalajara), en este caso nos encontramos cómo el hecho de estar rodeado de familiares importantes conectados a él por lazos de sangre sirve para reforzar la propia importancia de los actores centrales, don Álvaro y doña Juana Pimentel como los miembros principales de una dinastía de gran importancia. No hay en esta capilla lugares reservados para futuros miembros de la dinastía, a diferencia de los panteones que surgirían posteriormente; en este caso, solo los miembros de la familia cercana tendrían cabida allí, pues en gracias a su importancia individual aumentan el poder de la dinastía en ese momento y refuerzan el propio papel de los difuntos representados en los sepulcros centrales. Este tipo de panteón, muy habitual entre los miembros de la nobleza europea durante los últimos siglos de la edad Media (solo tenemos que pensar en otros ejemplos contemporáneos, como los panteones de la familia Vázquez de Arce en la catedral de Singüenza, conocido por el famoso sepulcro del doncel, pero donde la tumba central de la capilla es la de sus padres), adquiere una importancia aún mayor en el caso de don Álvaro si tenemos en cuenta sus discutidos orígenes y las acu-

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Recordemos que antes de su casamiento con Juana Pimentel, con quien está enterrado, estuvo casado con Elvira de Portocarrero, con quien no tuvo descendencia.

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saciones de bastardía a las que tuvo que hacer frente 77. En un momento en el que, como hemos dicho en ocasiones anteriores, la nobleza se transmitía por la sangre y el nacimiento de una persona dictaminaba en buena medida la posición de la que podía disfrutar dentro de un reducido ámbito social, las acusaciones de ilegitimidad y de un origen común o de una nobleza muy menor que vertían sus opositores contra don Álvaro eran enormemente graves y utilizadas por ellos para afirmar que una persona de los orígenes del condestable no tenía ningún derecho a ostentar los cargos y el poder que había tenido en vida. Estos cargos aparecen contrarrestados en esta capilla al omitirse cualquier indicación a su origen ilegítimo 78 y rodeándose de personajes de su propia familia que tuvieron importantes cargos en el reino castellano y títulos que hacen resaltar la importancia que tenía su dinastía. Así, encontramos los sepulcros de don Álvaro y de su esposa acompañados por los de Juan de Cerezuela, medio hermano del condestable (ambos eran hijos de María Fernández Jaraba) que fue obispo de Osma y arzobispo de Sevilla y de Toledo 79; por los de Pedro de Luna, su tío y arzobispo de Toledo, del padre del condestable don Álvaro de Luna, de donde procedía su condición de noble, y también le acompaña el hijo de la Álvaro de Luna fue hijo ilegítimo de Álvaro Martínez de Luna y de María Fernández Jaraba, conocida como “La Cañeta”, aunque se sabe que su padre tenía ciertas dudas sobre su origen y no le reconoció hasta el momento de su fallecimiento, cuando el futuro condestable era un niño. Pronto quedó bajo la tutela de la familia de su difunto padre, donde medró en la corte gracias a la protección de su tío Juan Martínez de Luna y, en menor medida, de su tío abuelo, que llegaría a ser el famoso papa Benedicto XIII. SERRANO BELINCHÓN, José, El condestable: de la vida, prisión..., op. cit., p. 15. 78 Aunque esto pueda parecer obvio, ya que se puede pensar que siempre se querría omitir un origen ilegítimo en un monumento laudatorio de este tipo, lo cierto es que generalmente suele indicarse cuando llega el caso en las inscripciones de los sepulcros. Ciertamente en los casos más conocidos, como son los de los hijos bastardos de miembros de la familia real, aparece indicada esta condición en los monumentos funerarios en la práctica totalidad de los casos con la palabra “natus”, referencia a su condición de hijo o hija natural de una persona en concreto. Podemos ver este caso, por ejemplo, en las tumbas que alberga el panteón de infantes de El Escorial dedicadas a don Juan de Austria y don Juan José de Austria, donde se indica en sus inscripciones su condición de ilegítimos, por citar dos de los ejemplos más conocidos. Esto se explica por la necesidad de resaltar su vínculo con su progenitor más poderoso como forma de realzar su propia importancia dinástica. 79 La influencia de su medio hermano sobre el rey se considera prácticamente la única razón por la que este personaje de bajo origen pudo conseguir tan importantes cargos. A este tenor véase VILLARROEL GONZÁLEZ, Óscar, “La intervención regia en las elecciones episcopales en tiempos de Juan II de Castilla (1406-1453): el ejemplo de los arzobispos de Toledo”, 31 (2001), pp. 147-190. 77

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pareja, don Juan de Luna, su heredero, descendiente a través de su madre de los condes de Benavente y de los Enríquez, almirantes de Castilla, al mismo tiempo que había entroncado, por su matrimonio con Leonor de Zúñiga, hija del duque de Béjar y vinculada a la familia de los Manrique de Lara, con quien tuvo una única hija, Juana, que con el tiempo llegaría a casarse con el II marqués de Villena y II duque de Escalona, Diego López Pacheco, convirtiéndose en señora de muchas de las tierras que fueron confiscadas a su abuelo después de su detención. Así, rodeado por sus familiares, que lo conectaban no solo con antepasados nobles que contrarrestaban las acusaciones de sus enemigos de no pertenecer a un estamento nobiliario o, al menos, no a una familia de importancia, sino también con las familias más poderosas la Castilla del momento, don Álvaro, personaje central en esta construcción, se presentaba como el representante más importante de una familia repleta de personajes que habían ocupado altísimas responsabilidades y que tenían importantes rangos 80. Asimismo, con la omisión de cualquier vinculación a sus orígenes bastardos y a posibles representantes de la familia que pudieran poner en duda su origen y su nobleza (como su madre), cualquier persona que viera su monumento funerario no podría sino tener la impresión de que don Álvaro había sido una persona de indudable nobleza y perteneciente a una de las dinastías más importantes del momento, en un ámbito mucho más perdurable y apreciable por más personas que los ataques escritos de sus enemigos. Don Álvaro de Luna sería considerado de esta manera por las generaciones posteriores, gracias a su monumento, como la persona más destacada dentro de una poderosa dinastía; poder transmitido a sus descendientes, en este caso los duques del Infantado, a través de su hija y heredera María. Por otro lado, la posición central de la tumba de don Álvaro de Luna y doña Juana Pimentel en el centro de la capilla no solo les da una posición principal y privilegiada dentro de este reducido núcleo familiar, sino que también, junto con la altura que tienen los sepulcros, le proporciona la oportunidad de tener una mayor visibilidad dentro del conjunto de la catedral. Recordemos que la capilla de Santiago es una de las más cercanas que se encuentran al altar mayor de la catedral de Toledo y las tumbas que aparecen en ella son las más próximas al mismo después del panteón de reyes que había en este mismo templo. En un momento en el que la posición de un enterramiento indicaba un 80

LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., pp. 134-135.

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rango cada vez más privilegiado dentro del pequeño universo que significaba ese templo dentro de un ámbito concreto, el hecho de que el condestable tuviera el enterramiento más cercano al altar mayor después de los reyes en la catedral más importante de Castilla revelaba un mensaje inequívoco: que él había sido, en su momento, la segunda persona más importante del reino, solo un paso por detrás del monarca. Y la posición central de estos sepulcros y su altura, que permitían su visión desde fuera de la capilla (a diferencia del resto de sepulcros que se encuentran en ella, que no se pueden ver o, al menos, percibir en su totalidad, si el espectador no se encuentra dentro del espacio arquitectónico de la capilla) hacía que este hecho fuera percibido rápidamente por los espectadores contemporáneos. Por otra parte, si nos centramos ya únicamente en el sepulcro de don Álvaro, un aspecto aparece evidente para cualquier persona que conozca la historia del condestable: no hay ninguna señal de cuál fue su desgraciado fin, ni en la inscripción que adorna el sepulcro ni en ninguna otra parte de la iconografía que se vincula a su sepulcro. En monumentos laudatorios como es el que nos ocupa, no hay lugar para fracasos, derrotas o representaciones de momentos que puedan interpretarse como sucesos negativos para el difunto, salvo en el caso que se quiera reclamar públicamente alguna pérdida o alguna injusticia que se considere posteriormente que se ha cometido con respecto al difunto, como ya dijimos al principio. Este no es el caso de don Álvaro de Luna; aunque su familia defendía la injusticia de su ejecución, este hecho tan ignominioso no podía representarse en su monumento funerario, como podemos ver cómo lo ocultan en sus monumentos funerarios otros personajes que fueron condenados por traición tanto en Castilla como en otros lugares de Europa 81. No hay referencia alguna a su muerte en la tumba de don Álvaro que aquellos contemporáneos que no supieran de su final pudieran interpretar como tal. Al contrario: don Álvaro aparece como el epítome de la virtud y del caballero cristiano de su época, gracias a su indumentaria y a la posición en la que aparece representado. El condestable aparece representado yacente, con las manos en posición de oración perpetua que indi81

Un ejemplo de esto puede ser la preciosa tumba de alabastro policromado de Henry Howard en la iglesia de St. Michael the Archangel en Framlingham, donde no hay referencias a su ejecución en la Torre de Londres por orden de Enrique VIII, o el espectacular sepulcro de la reina María Estuardo en la abadía de Westminster, en cuya inscripción se indica que murió ejecutada, pero indicando lo injusto de ese destino y proclamando su inocencia.

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can su veneración a Dios y su fe cristiana. La escultura representa una imagen idealizada del difunto, muy joven y sin signos de sufrimiento o achaques. Generalmente se indica que se representa al difunto con unos 33 años, la edad que tenía Cristo al morir. En contraposición con algunas representaciones que surgirían en la centuria posterior, donde se representa la descomposición del cuerpo del difunto para señalar que todo en este mundo es perecedero, incluyendo la belleza y el cuerpo humano, y solo Dios es verdadero, las representaciones del siglo XV suelen mostrar a una persona serena, que es consciente de que la vida es un estado transitorio y que confían en que van a entrar en el reino de los cielos por su vida virtuosa y su religiosidad 82. Junto con esta imagen religiosa, el condestable aparece completamente vestido con su armadura (salvo el casco, que está sostenido a sus pies por un pajecillo que llora su muerte) y cubierto con su manto de Gran Maestre de la orden de Santiago, el cargo que tenía hasta el momento de su detención. La indumentaria con la que aparece el condestable en su sepulcro tiene una importancia simbólica fundamental. No solo indica de nuevo su condición de noble, dado que solo aquellos pertenecientes a este estamento podían aparecer armados como caballeros, sino también su riqueza y, muy especialmente, sus virtudes. Don Álvaro aparece representado como un caballero cristiano, encarnación de todas las virtudes que se consideraban vinculadas a tal ideal: defensor de su fe, guerrero contra los infieles y defensor del rey al que juró fidelidad, muy lejos de los ataques que hacían sus enemigos contra su carácter. Como caballero cristiano, epítome de todas las virtudes, se luchaba contra la imagen ambiciosa, inmoral y despiadada que habían forjado sus enemigos 83. Como encarnación del caballero cristiano, se indica que don Álvaro era una persona de grandes virtudes que siempre había actuando a favor de su rey y de su Dios, independientemente de lo que quisieran decir sus opositores. Asimismo, las virtudes personificadas que aparecen también en su sepulcro, sosteniendo al condestable, no solo aparecen como atributos del difunto, sino que se utilizan para defender su atacada actuación política: la Justicia con la que siempre se condujo en su desempeño de cargos vinculados con la administración pública; la Templanza que ejerció para evitar verse tentado para adquirir riquezas y honores que no le correspondían, la Prudencia con la que siempre actuó en temas rela82 83

REDONDO CANTERA, María José, El sepulcro en España..., op. cit., p. 123. LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., pp. 133-134.

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cionados con el gobierno y, por último, la Fortaleza con la que siempre se enfrentó a todos los retos políticos 84. Su personificación como Gran Maestre de la orden de Santiago se vincula directamente con la necesidad de conjurar la imagen de su aciago fin, proporcionando una imagen de lo que hubiera ocurrido si la caída en desgracia de don Álvaro nunca se hubiera producido antes de su muerte. En primer lugar, el hecho de aparecer con los símbolos de su puesto como Gran Maestre de la orden de Santiago, como si hubiera muerto ostentando ese cargo y el rey nunca se lo hubiera arrebatado como consecuencia de su caída en desgracia. Se transmite así una sensación de que el difunto al que se honra en este gran sepulcro nunca tuvo la caída en desgracia que llevó a su ejecución y que murió rodeado de todos los honores de los que disfrutó antes de su encarcelación y muerte en el cadalso. Esto también lo indican los miembros de la orden de Santiago que levantan el sepulcro del condestable llorando su pérdida, congelados en un momento de perpetuo homenaje al que fuera su Gran Maestre. Esto tiene un especial significado, en el sentido de que se vincula a las ceremonias funerales que se realizaban cuando moría un Gran Maestre y que habían sido negadas a don Álvaro de Luna en el momento de su muerte, dado que había sido enterrado humildemente y sin las honras adecuadas a su rango, como hemos indicado anteriormente. Con la aparición de estos caballeros que llevan su cadáver eternamente y que honran a su difunto Maestre, su hija María proporcionaba a su padre las honras funerales que su ejecución le negó y demuestra una vez más a cualquier espectador que viera su tumba que el difunto era Gran Maestre, caballero de la orden de Santiago (como revelan su hábito y la gran cruz de Santiago que aparece en la figura de su sepultura) y que fue honrado siempre como tal 85. Y, entre ellos y las representaciones de las virtudes, unos ángeles sujetando el escudo familiar de los Luna recuerdan una vez más el poder y la nobleza de don Álvaro y su dinastía, adquirida a través de la sangre y transmitida por la misma vía a sus descendientes. Por otra parte, el sepulcro de su esposa, que hay a su lado tiene una iconografía más convencional. La imagen de doña Juana Pimentel aparece yacente, con sus manos también en posición orante, como su ma84 85

LENAGHAN, Patrick, “Commemorating a real bastard...”, op. cit., p. 139. CORTÉS ARRESE, Miguel, El espacio de la muerte y el arte de las órdenes militares, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1999, pp. 172-180.

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rido, pero en vez de sus mejores galas como este, aparece con sus tocas de viuda, indicando la fidelidad que guardó a su marido tras su muerte 86. Lleva un rosario en una de sus manos, así como un libro abierto en la otra, probablemente un libro de oraciones que se vincule también a las características piadosas de la difunta 87. Pero, a diferencia de su marido, su sepulcro lo sostienen frailes franciscanos, orden a la que era especialmente devota la difunta y, como en el caso de su marido, unos ángeles portan su escudo de armas, indicando la poderosa familia de la que descendía la difunta. El atavío de la condesa es el elemento más novedoso de este sepulcro, pues no es habitual que la difunta se represente como viuda aunque hubiera fallecido después de su marido, prefiriéndose su representación con vestiduras que simbolicen su riqueza y su alta posición, pero hay otros ejemplos que hacen que no sea una representación única. Su posición junto a la tumba de su marido (ligeramente más alta y más grande, con la manifiesta intención de resaltar la importancia del condestable frente a la de su mujer) y las muestras en su atuendo a su fidelidad y a su fe indican que la condesa poseía las dos virtudes que más se solían valorar y destacar en los monumentos funerarios femeninos: la religiosidad y la fidelidad a su cónyuge. Estos sepulcros tan importantes, especialmente el del condestable, se convierten en la obra más importante de la capilla de Santiago de la catedral de Toledo. No solo son dos de las obras de arte más importantes del siglo XV, sino que también se trata de un programa político e iconográfico cuidadosamente diseñado para rehabilitar la memoria del condestable, presentarle como un caballero cristiano encarnación de todas las virtudes y, finalmente, defenderlo de todas las acusaciones que le hicieron sus detractores durante su gobierno y después de su muerte (incluidas aquellas que se vincularon a su ejecución en 1453). Mediante un lenguaje simbólico y artístico que era muy evidente para las personas que recorrieron la catedral de Toledo durante las últimas décadas de la edad Media y la edad Moderna, se procede a presentar la figura del condestable como la de un personaje enormemente poderoso, lleno de cualidades y que murió disfrutando de un gran poder terrenal, Patrick Lenaghan indica que aparece vestida como monja, pero en realidad son tocas de viuda, que son prácticamente iguales al atuendo monjil. Sin embargo, sabemos que doña Juana nunca se ordenó y que permaneció de luto desde el mismo momento en que se produjo la muerte de don Álvaro. Sin embargo, es una equivocación muy corriente. 87 REDONDO CANTERA, María José, El sepulcro en España..., op. cit., p. 124. 86

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potestades y privilegios que heredaron sus descendientes, hasta el punto de que nadie que no tuviera conocimiento previo de la historia del condestable pudiera, con la simple visión de su tumba, saber cuál fue su aciago destino. Conjurado el fantasma de su deshonra y de la mancha que significaba para su dinastía su ejecución, los sepulcros que hoy se alzan del condestable y de su esposa cumplen a la perfección, más de quinientos años después de su muerte, la misión que tuvieron también sus sepulcros primigenios: preservar para la posteridad la fama, las virtudes y el poder que tuvo en vida el gran don Álvaro de Luna.

Colecta para enterrar a don Álvaro de Luna tras su ejecución, Rodríguez de Losada, 1866, Madrid, Palacio del Senado.

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Entierro por caridad del condestable don Álvaro de Luna, Eduardo Cano de la Peña, 1858, Madrid, Museo del Prado.

Autómata de don Diego de Alcalá, atribuido a Juanelo Turriano, Washington, Smithsonian Institute, mediados del siglo XVI. Este autómata podía andar y rezar y es uno de los ejemplos más cercanos que se conservan de un mecanismo similar al que podría haber tenido la primera tumba del condestable de haber existido.

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Capilla de Santiago con los dos sepulcros de Juana Pimentel y de Álvaro de Luna en primer plano. La lápida con la cruz de Santiago que hay entre ambos sepulcros, junto con la escalera, marca la entrada a la cripta donde se encuentra el panteón de la familia de los duques del Infantado, situado en el subsuelo, del que no hay ninguna indicación en el exterior.

Visión de los sepulcros del condestable y de su esposa desde el altar mayor.

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Monje franciscano sujetando el sepulcro de doña Juana Pimentel y caballero de la orden de Santiago sujetando la tumba de don Álvaro de Luna.

Detalle del sepulcro de don Álvaro de Luna, donde se puede apreciar la riqueza de los detalles y parte del atavío que lo acredita como gran maestre de la orden de Santiago.

LA TUMBA DE DON ÁLVARO DE LUNA: SIGNIFICADO POLÍTICO...

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Escudo de la familia de los Luna sostenido por dos ángeles y flanqueado en las esquinas por dos caballeros de la orden de Santiago. Detalle del sepulcro de don Álvaro.

III. EL TIEMPO DE LA MEMORIA

LA ESCASA DOCUMENTACIÓN SEÑORIAL ANTERIOR A LOS PACHECO EN EL ARCHIVO DE ESCALONA: ESTUDIO DIPLOMÁTICO

Nicolás ÁVILA SEOANE 1. MENCIONES DE ALFONSO DE ARAGÓN Y JUANA DE PORTUGAL. El 27 de marzo de 1281 Escalona dejó por primera vez de ser villa realenga. En un paraje junto a la frontera con Aragón entre Ágreda y Tarazona llamado Campillo se reunieron Alfonso X y Pedro III: muerto el primogénito castellano Fernando de la Cerda y estando sus hijos Alfonso y Fernando en manos del rey de Aragón, el futuro Sancho IV, ayudado por su poderoso tío el infante don Manuel, obtuvo de Pedro III el compromiso de apoyar su pretensión al trono de Castilla, en perjuicio de los infantes de la Cerda. Las cesiones territoriales exigidas para esta alianza por el aragonés afectaron sobre todo a la frontera sur del reino de Valencia, pero también de rebote a Escalona, que pasó a formar parte de los estados del infante Manuel: e levó el rey don Pedro del rey don Alfonso los castillos de val de Ayora, que eran del infante don Manuel su hermano, e diole por ellos en cambio la villa de Escalona con tal condicion que todo tiempo que los sus herederos cobrasen estos castillos, que tornase Escalona al rey o a los que reinasen después dél 1. Siendo niño de pocos meses heredó Escalona, lugar donde había nacido, su hijo don Juan Manuel, señorío que mantuvo hasta que murió a finales de 1348 o principios de 1349. Había legado la villa en usufructo a su hija Juana mientras el primogénito Fernando Manuel no dotara a su hermana con medio millón de maravedís 2. Dice Antonio Malalana que Fernando no respetó el testamento paterno y gobernó de hecho Escalona 3 hasta su temprano fallecimiento en 1350, sucediéndo-

1

2 3

F. SÁNCHEZ DE VALLADOLID, “Crónica del rey don Alfonso décimo”, en C. ROSELL Y LÓPEZ (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla desde don Alfonso el Sabio hasta los católicos don Fernando y doña Isabel, vol. I, Madrid, 1953, p. 59. A. GIMÉNEZ SOLER, Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítico, Zaragoza, 1932, p. 697. A. MALALANA UREÑA, Escalona medieval (1083-1400), Madrid, 1987, pp. 46-47.

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NICOLÁS ÁVILA SEOANE

le la niña póstuma Blanca Manuel que murió en 1360: la qual doña Blanca fue después traída por mandado del rey don Pedro a Sevilla e allí finó, segund adelante diremos, e fincó toda su tierra, que se decía tierra de don Juan e agora se llama el Marquesado, en el rey don Pedro, ca non dexara ningún otro heredero la dicha doña Blanca 4; es de suponer que, junto al marquesado de Villena, volviese Escalona al realengo bajo Pedro I, más aún teniendo en cuenta que la única descendiente que quedaba de don Juan Manuel era su hija Juana, casada desde 1350 con Enrique de Trastámara. Según las noticias recogidas en 1780 por el vecino de Escalona Pedro Salanova, estubo assí en la Corona rreal dicha villa desde el tiempo del rrey don Pedro asta que el señor don Juan el 2º en 16 de febrero de 1424 hizo merced de ella a don Álvaro de Luna, en equibalencia de la villa de Alfaro que havía tomado para sí, de lo que despachó privilegio rodado, que está en el archivo del señor de esta villa, en Madrid a fabor de dicho don Álbaro 5; coincidiendo de esta manera con la opinión de los investigadores que se han ocupado de Escalona, quienes basan en esa requisa de Pedro el Cruel la nueva egresión del señorío hecha por Juan II en 1423 ó 1424 en favor de don Álvaro de Luna 6. Sin embargo, ese parecer general contrasta con un dato del cronista Pero López de Ayala: que en febrero de 1367 en las Cortes de Burgos Enrique de Trastámara, vindicando los derechos de su mujer Juana Manuel, había concedido a Alfonso de Aragón, nieto de Jaime II y luego pretendiente en Caspe, conde de Ribagorza y Denia, la tierra que fuera de don Juan, fijo del infante don Manuel, magüer pertenecía a la reyna doña Juana, su muger del dicho rey don Enrique, que era fija legítima 4 5 6

P. LÓPEZ DE AYALA, “Crónica del rey don Pedro”, en C. ROSELL Y LÓPEZ (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla..., vol. I, p. 410. AHN, Nobleza, Frías, caja 746, doc. 1, ff. 10-10v. S. DE MOXÓ Y ORTIZ DE VILLAJOS, Los antiguos señoríos de Toledo. Evolución de las estructuras jurisdiccionales en la comarca toledana desde la Baja Edad Media hasta fines del Antiguo Régimen, Toledo, 1973, pp. 67-68; J. M. CALDERÓN ORTEGA, Álvaro de Luna: riqueza y poder en la Castilla del siglo XV, Madrid, 1998, pp. 156157; Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “La leal villa de Escalona: siete siglos de historia documentada (1083-1837)”, en S. CABEZAS FONTANILLA, N. ÁVILA SEOANE y J. C. GALENDE DÍAZ, La villa de Escalona y su ayer: un modelo de laminario municipal, Escalona, 2010, pp. 18-19, y J. I. MORENO NÚÑEZ, “Escalona, villa de señorío. Algunas consideraciones sobre el señorío medieval hispánico”, en Ó. LÓPEZ GÓMEZ, N. ÁVILA SEOANE y S. CABEZAS FONTANILLA (dirs.), Escalona 1083-1554. De la repoblación a los tiempos del Lazarillo, Escalona, 2011, p.83. Explica Calderón Ortega que aunque siempre se ha atribuido al perdido privilegio rodado de donación la fecha de 1424, lo más probable es que con anterioridad se otorgara a don Álvaro una cédula o provisión real de concesión, que debió producirse en el año 1423 como mínimo.

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del dicho don [Juan] Manuel, e mandó que le llamasen marqués de Villena. Zurita también lo cuenta citando expresamente a Escalona: estaba el rey don Enrique en la ciudad de Burgos teniendo Cortes en principio del mes de febrero deste año, y en ellas confirmaron, él y la reina doña Juana su mujer, la donación que habían hecho al conde de Ribagorza de todo el estado que fue de don Juan Manuel, con título de marqués de Villena, en el cual se comprehendieron, allende del marquesado, Cifuentes, Salmerón, Valdolivas, Alcocer, Palazuelos y Escalona y otros lugares 7. Pero hay testimonios de este otro tránsito de Escalona por el estado señorial. En las Cortes de Guadalajara de 1390 los procuradores protestaron ante Juan I porque Enrique de Aragón el Nigromante, nieto y sucesor de don Alfonso, atropellaba la preeminencia de la justicia real en sus estados, entre los cuales se menciona de nuevo Escalona: E la razón por que fue esta querella dada al rey en estas Cortes, fue por quanto el rey don Enrique, su padre, dio la tierra que dicen de don Juan, que es el castillo de Garcimuñoz e la tierra de Alarcón e el señorío de Villena e la villa de Chinchilla e Escalona e Cifuentes e otros muchos logares, a don Alfonso, conde de Denia, natural del regno de Aragón, por servicio que le ficiera. E lo fizo dende llamar marqués. E después que el señorío del marquesado ovo el dicho marqués, non consentía que ninguna apelación de su tierra fuese al rey nin a la su Audiencia, nin consentía que carta del rey fuese en su tierra complida 8. El 3 de abril de 1367 (mes y medio después de recibir Escalona) Alfonso de Aragón había sido hecho prisionero por el Príncipe Negro en la 7

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P. LÓPEZ DE AYALA, “Crónica del rey don Pedro”, vol. I, p. 541, y J. ZURITA Y CASTRO, Anales de la Corona de Aragón, vol. IV, Zaragoza, 1973 (ed. de Á. CANELLAS LÓPEZ), p. 557. Juan Catalina García, en los aumentos a la información de las Relaciones de Felipe II sobre Cifuentes, dice que la donación fue el 20 de febrero (tomado de A. ORTIZ GARCÍA, Relaciones topográficas de la provincia de Guadalajara, Guadalajara, 2002, edición en CD). Según Salanova, ya Pedro de Aragón, el padre de don Alfonso, había pretendido el señorío de Escalona alegando los derechos de su hermano Ramón Berenguer como padre de Juana de Espina, viuda de Fernando Manuel: muerta la susodicha [Blanca Manuel] sin succesión, pretendió don Pedro de Aragón, que fue hijo del rrey don Jayme el 2º, [...] pertenezerle esta villa, al parezer por el derecho de doña Juana Espina, hija del ynfante don Ramón Berenguel, pero el rrey don Juan el 2º sentenció este pleyto, de que libró executoria en Madrid a 23 de diziembre de 1423, declarando que dicha villa tocava a su Corona rreal y no al dicho don Enrique (AHN, Nobleza, Frías, caja 746, doc. 1, f. 10); no parece casual que el pleito se sustanciara en las mismas fechas de la concesión de Escalona a don Álvaro de Luna. P. LÓPEZ DE AYALA, “Crónica del rey don Juan primero de Castilla e de León”, en C. ROSELL Y LÓPEZ (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla..., vol. II, p. 141.

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batalla de Nájera, y entonces Enrique de Trastámara se hizo cargo del rescate a condición de que dos de sus bastardas se casaran con los hijos de don Alfonso: Leonor con Alfonso y Juana con Pedro. Este segundo matrimonio se celebró en 1378 como recoge la crónica de Ayala: otrosí se ficieron bodas de don Pedro, fijo del marques de Villena, con doña Juana, fija del rey don Enrique 9. Según Layna, en ese momento Alfonso de Aragón, aunque se reservó el usufructo de sus estados, cedió la titularidad a su hijo Pedro, que murió en la batalla de Aljubarrota el 13 de agosto de 1385 recayendo la herencia en el primogénito Enrique el Nigromante que hacia 1414 renunció en favor de su madre Juana 10, mujer de identidad incierta a juzgar por las discrepancias de los tratadistas. Layna Serrano y Herrera Casado dicen que se trata de una hija bastarda de Enrique II habida en Elvira Iñíguez, la cual habría casado primero, como hemos visto, con Pedro de Aragón, y después con el infante don Dionís de Portugal, bastardo a su vez de Pedro I e Inés de Castro, partidario de los castellanos durante la guerra de sucesión portuguesa 11. Ya tardíamente, a mediados del siglo XVIII, el historiador portugués António Caetano de Sousa agrupa los estados de Escalona y Cifuentes bajo el señorío de doña Juana pero dice que su madre era Joanna de Cifuentes, aragonesa, senhora de Cifuentes: temendo-se jusP. LÓPEZ DE AYALA, “Crónica del rey don Enrique segundo de Castilla”, en C. ROSELL Y LÓPEZ (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla..., vol. II, p. 33. 10 F. LAYNA SERRANO, Historia de la villa condal de Cifuentes (Guadalajara), Madrid, 1955, pp. 83 y 88, y N. ÁVILA SEOANE, “El señorío de los Silva de Cifuentes en los concejos de Atienza y Medinaceli (1431-1779)”, Revista de Historia moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 24 (2006), pp. 404-405. 11 F. LAYNA SERRANO, Historia de la villa condal de Cifuentes (Guadalajara), pp. 8587, y A. HERRERA CASADO, Crónica y guía de la provincia de Guadalajara, Guadalajara, 1988 (1983), p. 176. A Pedro I de Portugal le sucedió su primogénito legítimo Fernando I que murió en 1383 sin descendencia. En ese momento pretendieron el trono portugués Juan I de Castilla y el maestre Juan de Avis, hijo natural de Pedro I y Teresa Lorenzo, entablando una guerra que terminó dos años después con la victoria del maestre en Aljubarrota y su proclamación como Juan I de Portugal. En 1398 don Dionís tomou logo o titulo de rei, chamando-se rei de Portugal e do Algarve, trazendo bandeira e sello das armas de Portugal direitas, e Martim Vasques e os outros portuguezes, assim como João Fernandes e João Affonso Pimentel e as linhagens de uns e dos outros, todos se chegavam a elle nomeando-o por seu rei e senhor; e com as gentes que lhe el-rei [Enrique III de Castilla] deu e com as que com elle se juntaram, passavam de duas mil lanças. Con estas tropas entró en la Beira aunque se retiró a Castilla sin presentar batalla cuando vio que marchaba contra él el condestable de Portugal Nuño Álvarez Pereira, conde de Barcelos y vencedor de Aljubarrota (F. LOPES, Chrónica de el-rei don João I, vol. VII, Lisboa, ed. de 1898, pp. 18-26). 9

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tamente da má vontade del rey [Fernando I, don Dionís] se passou a Castella, onde foy recebido del rey don Henrique II que o casou com a senhora dona Joana sua filha, dandolhe em dote as villas de Alva de Tormes, Escalona, Cifuentes e outras terras, com seiscentos mil maravedís de juro 12. El padre Flórez en cambio considera que se trata de dos Juanas diferentes: hija la una de Juana de Cifuentes que casó con el infante portugués, y la otra habida en Elvira Iñíguez, que sería la madre del Nigromante 13, parecer que sigue también el historiador Pedro Aguado Bleye 14.

Mandato de Enrique II nombrando alcaide de Escalona a Lope González Dávalos.

El único original de esta época que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Escalona es un mandato dado el 21 de abril de 1368 por Enrique de Trastámara, titulándose rey, para que el concejo pusiera el castillo en manos de Lope González Dávalos: sepades que es nuestra merçet que tenga por nos el alcáçar de la dicha villa Lope Gonçales de Ávalos, nuestro vasallo, por que vos mandamos, vista esta, que luego, sin otro detenimiento alguno, entreguedes e fagades entregar al dicho Lope Gonçales el alcáçar para que lo tenga por nos como dicho es. Además, levanta a los escaloneros cualquier vasallaje prestado por el castillo a pasados señores, entre los que cita a su esposa Juana Manuel y al A. C. DE SOUSA, Historia genealógica da Casa real portugueza desde a sua origem até o presente, vol. XII-1, Lisboa, 1747, p. 153. 13 E. FLÓREZ DE SETIÉN Y HUIDOBRO, Memoria de las reynas cathólicas. Historia genealógica de la Casa real de Castilla y de León, vol. II, Madrid, 1790 (1761), pp. 681 y 679 respectivamente. 14 Manual de historia de España, vol. I, Madrid, 1971, p. 763. 12

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marqués de Villena Alfonso de Aragón: por esta nuestra carta vos quitamos todos los pleitos e omenaies que vos, el dicho conçeio e omes buenos, o [quale]squier de vos, tenedes fechos por el dicho alcáçar a nos o a la rreyna o al infante Iohán mío fiio o al marqués o otras personas qualesquier que lo tenedes fecho, una e dos [e tre]s veses 15. Este diploma transmite, por otra parte, que al Trastámara le preocupaba el control de la estratégica fortaleza de Escalona tras la derrota de Nájera, y certifica de paso que tanto Juana Manuel como Alfonso de Aragón habían tenido poder para nombrar alcaide, capacidad aneja al señorío jurisdiccional sobre la villa. No se ha conservado ningún original de Alfonso de Aragón como señor de Escalona pero en dos añejos inventarios del archivo municipal, elaborados en 1539 y 1559, se habla de una escriptura escripta en papel antiguo, de ancho de un quarto de pliego, a la larga, algo apolillada e rrota, su fecha a quinze días de abril de mill e quatrozientos e diezynueve años [1381], por donde paresze que Pedro Alfonso thenía el aguazilazgo desta villa por don Alfonso, hijo del ynfante don Pedro de Aragón, marqués de Villena y conde de Ribagorza y señor desta villa, y el conçejo desta villa le dixo al dicho Pedro Alfonso que hera suyo el aguazilazgo y no del marqués, que se le entregase con las pus[es]iones que thenía, el qual se defendió diziendo que le tenía por el dicho marqués, y al cavo la villa se lo tomó e dixo que hera suyo, y por la dicha villa estuvo aquel año. Eso en el inventario de 1539; el de 1559 adelanta la carta dos años: yten una escriptura signada y firmada de Ruy Díaz, escrivano público d’Escalona, su fecha en la dicha villa a XV días de abril Era de IUCCCCºXVII años [1379], que habla en favor de la dicha villa sobre el alguazilazgo mayor de la dicha villa 16. Tampoco queda ningún diploma de doña Juana en el archivo municipal, sólo hay un pleito de 1467 y dos inventarios, el de 1539 y otro de 1495, que se refieren a ella como reina de Portugal y señora al mismo tiempo de la villa. Es por tanto seguro que Escalona perteneció a una doña Juana bastarda de Enrique II y esposa del infante don Dionís. Pero se plantea la disyuntiva de que fuera o no la misma mujer de Pedro de Aragón: en el primer supuesto, Escalona habría seguido el mismo camino sucesorio que Cifuentes. En caso contrario, habría que imaginar que Escalona volvió al realengo (quizá durante la menor edad Archivo Histórico Municipal de Escalona (en adelante AHME), Documentación real, Provisiones reales, libro 1, doc. W. 16 AHN, Nobleza, Frías, caja 745, doc. 5, ff. 95-95v y 109. 15

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de Enrique III a causa de la rebeldía de Alfonso de Aragón) siendo luego traspasada a Juana de Portugal probablemente por ese mismo monarca quien, como ya hemos visto, apoyaba al infante Dionís en sus pretensiones al trono vecino. Lo que a ciencia cierta no pudo ocurrir es que se la concediera el propio Enrique II en 1378 al desposar con don Dionís, pues acabamos de ver que al menos en 1379 don Alfonso seguía siendo señor de Escalona. En el inventario de 1539 se citan una provisión y una carta misiva, hoy perdidas, otorgadas por doña Juana: Ay una provisyón de la rreyna doña Juana de Portugal, que manda que los prados de Segoviela e el prado Canpo, que son en el término desta villa, se guarden a Juan Velázquez de Ávila, vezino de la dicha villa, que no se los pascan ninguna persona sin caer en pena. Ay una carta escripta en papel antiguo que dize “Yo doña Juana, hija del rrey don Anrrique que Dios perdone, enbío a saludar a vos, el conçejo de la villa d’Escalona, mis basallos”, por la qual haze rrelaçión que se avían agraviado porque les ynbió a mandar que paresçiesen ante un bachiller questava con ella en Cadahalso, a estar a juizio antél, a lo qual dize que le rresponde que su yntinçión es que ninguno venga a juizio ante el dicho bachiller signo (sic) por apelaçión o por algund pleyto que ella mandase a manera de comisión, y que ella quería guardalle su buena costunbre y previllejos y no quebrantallos 17.

Existe otra referencia a doña Juana en el acta que levantó el escribano Fernán Pérez de Escalona el 3 de diciembre de 1467 en Los Cerralbos, pueblo repartido entre Escalona y Talavera, cuyos concejos mantenían diferencias sobre el aprovechamiento de una dehesa; allí se habla de que el de Escalona dexó la otra dehesa vieja que se llama de Las Atalayuelas, que tenía previllejo de la rreyna donna Iuana que Dios aya, muger del rrey don Donís, para que fuese pasto común del dicho conçeio de Çerralvo 18.

Referencia a Juana de Portugal en el pleito de 1467.

El inventario de 1495 reseña el acta de toma de posesión de Escalona en nombre de Juan II tras la muerte de doña Juana: Una escritura 17 18

AHN, Nobleza, Frías, caja 745, doc. 5, ff. 98v y 102v. AHME, Gobierno, Amojonamientos, libro 5, ff. 23v y 35.

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escripta en syete hojas de papel, escriptas de amas partes, de la posesión que tomó desta villa d’Escalona e su tierra Diego de Miranda, vesino de la çibdad de Soria, vasallo del rrey don Juan, quando la rreyna doña Juana, muger del rrey don Donýs, murió 19. Es posible que sea el mismo Diego de Miranda, su guarda, que aparece en dos pasajes de la crónica del rey castellano como mensajero suyo a tierra de Talavera en 1420 20.

Acta de toma de posesión de Escalona en nombre de Juan II en el inventario de 1495.

Sabemos, sí, que el infante de Portugal murió en 1403, lo que se desconoce es hasta cuándo vivió su esposa: ambos fueron enterrados en la capilla de Santa Catalina del monasterio de Guadalupe pero las sepulturas, encargadas por su hija Beatriz, se modificaron en el siglo XVI y en la actual lápida de doña Juana no consta la fecha de su fallecimiento: en el medio está un escudo con las cinco quinas, que son las armas reales de Portugal, porque tienen sus entierros en esta capilla don Dionysio y doña Juana, legítimos successores que fueron de aquel reyno, y como a tales les dan muchas escrituras el título de reyes. [...] Su hija doña Beatriz, en la carta que otorgó de dotación a este monasterio, levantándose los sepulchros de su orden el año mil quatrocientos y sesenta y uno, los apellida reyes, y que se enterraron, dice, en esta santa casa por la suma devoción que la tuvo el rey don Dionís su padre y averlo mandado assí por su última voluntad. Mudáronse estos sepulchros, que estaban en medio de la capilla, a los dos costados del arco que la divide del primer cuerpo porque impedían mucho para las processiones, con licencia de los reyes Phelipe segundo y don Sebastián, su sobrino, ha19 20

AHME, Administración, Títulos de propiedad, libro único, f. 548v. F. PÉREZ DE GUZMÁN, “Crónica del serenísimo príncipe don Juan, segundo rey de este nombre en Castilla y en León”, en C. ROSELL Y LÓPEZ (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla..., vol. II, pp. 391 y 392.

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llándose ambos en este monasterio a visitar a Nuestra Señora. Delante de las urnas ay unos dýsthicos latinos en cada una, que dicen cúyos son y lo que ocultan estos sepulchros 21. Según Layna, la señora de Cifuentes doña Juana hubo de morir a finales de 1423 o principios de 1424 22. Si fuera la misma titular de Escalona, la fecha se aviene con la presencia de Diego de Miranda al servicio de Juan II en el entorno de Talavera hacia 1420. La villa, pues, habría sido inmediatamente reintegrada a la Corona y vuelta a conceder en señorío a don Álvaro que, como queda dicho, la recibió en 1424 o, más probablemente, antes de finalizar 1423 23. 2. EL MANDATO DE 1368 BAJO EL ASPECTO DIPLOMÁTICO. Hemos visto hace poco que el único original conservado en Escalona desde la guerra civil entre Pedro I y Enrique II hasta la época del señorío de Álvaro de Luna es el mandato otorgado por Enrique de Trastámara el 21 de abril de 1368 que contiene la referencia al marqués de Villena Alfonso de Aragón. Está redactado en precortesana, escritura gótica documental castellana formada por evolución de la letra de albalaes a partir del reinado de Pedro I. Se caracteriza por unos trazos redondeados, el creciente número de nexos, ligados y abreviaturas, y porque algunos caídos comienzan a incurvarse hacia la izquierda, característica esta, que se acentuará a partir de 1425, cuando empieza a verse la cortesana 24. F. DE SAN JOSEPH, Historia universal de la primitiva y milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, Madrid, 1743, pp. 57-58. Me informa el investigador del monasterio Ángel Fuentes Ortiz de que unas obras hechas en el siglo XVI convirtieron la capilla en lugar de paso y por eso el sepulcro de 1461 dificultaba el tránsito y fue sustituido por dos nichos con las efigies orantes de Dionís y Juana y las quinas de Portugal. 22 F. LAYNA SERRANO, Historia de la villa condal de Cifuentes (Guadalajara), p. 89. 23 Juana y Dionís tuvieron tres hijos pero ninguno heredó Escalona: Fernando de Portugal, comendador de Oreja, que pasó toda su vida al servicio de Juan II de Castilla; Pedro de Portugal, señor de Colmenarejo, y Beatriz de Portugal, la que encargó los sepulcros de sus padres en el monasterio de Guadalupe (A. C. DE SOUSA, Historia genealógica da Casa real portugueza..., vol. XII-1, pp. 158-159 y 191, y E. FLÓREZ DE SETIÉN Y HUIDOBRO, Memoria de las reynas cathólicas..., vol. II, p. 681). 24 Además de los capítulos correspondientes en los manuales de Antonio Cristino Floriano Cumbreño (Curso general de Paleografía, y Paleografía y Diplomática españolas, Oviedo, 1946, pp. 485-504; no utiliza el término precortesana y analiza de forma conjunta toda la gótica documental desde finales del siglo XIV hasta principios del XVI), Agustín Millares Carlo (Tratado de Paleografía española, vol. I, Madrid, 1983, pp. 224-236; emplea ya la palabra precortesana pero no distingue 21

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Este mandato es el único diploma redactado en precortesana que se conserva en el archivo de Escalona.

Detalle de la escritura del mandato de Enrique de Trastámara.

Los mandatos son documentos muy sencillos, empleados por el rey para transmitir órdenes a los funcionarios. Se libraban primero en pergamino y, a partir de Alfonso X, también en papel como es el caso que aquí nos ocupa. El formulario consta de intitulación completa, dirección, saludo, notificación, breve exposición, disposición, cláusulas prohibitiva y penal, fecha tópica y crónica incoada por dada, firma de don Enrique titulándose rey, y sello de placa al dorso. Sólo difiere del modelo fijado en tiempos de Alfonso VIII por la ausencia en la disposición del habitual adverbio firmemente, y la falta de suscripción del escribano 25. características respecto a la cortesana), Tomás Marín Martínez y José Manuel Ruiz Asencio (Paleografía y Diplomática, vol. I, Madrid, 1988, p. 330-331) o Ángel Riesco Terrero (Introducción a la Paleografía y la Diplomática general, Madrid, 2000, p. 139; capítulo de Ana Belén Sánchez Prieto y Jesús Domínguez Aparicio); hay trabajos centrados en las góticas documentales castellanas, y entre ellas indefectiblemente la precortesana; por ejemplo: M. J. SANZ FUENTES, “Paleografía de la Baja Edad Media castellana”, Anuario de Estudios Medievales, 21 (1991), p. 533, y “La escritura gótica documental castellana”, en Paleografía II: las escrituras góticas desde 1250 hasta la imprenta, Oviedo, 2010, pp. 118-119, y el muy reciente de J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad. La letra cortesana, Cagliari, 2012, pp. 15-16. 25 M. J. SANZ FUENTES, “Tipología documental de la Baja Edad Media castellana. Documentación real”, en Archivística. Estudios básicos, Sevilla, 1981, p. 252 (capítulo aparte nos merece el tema de las cláusulas dentro del tenor documental de las reales provisiones ya que en su inclusión o no inclusión se han basado algunos estudiosos del tema para establecer el límite, la frontera entre mandato y real provisión. Mientras que en el mandato sólo habrían lugar las cláusulas de sanción conminatorias apoyadas por la penal de pérdida de merced real, de multa pagadera a la real cámara y de pérdida de oficios en caso de que el infractor fuera oficial del reino, se considera real provisión a la que presenta las denominadas cláusula de emplazamiento, por la que se da lugar a reclamar en un plazo determinado ante el rey si consideran injusto lo establecido por el documento, y cláusula de cumplimiento, por la que se ordena al escribano público del lugar donde haya de haber efecto lo dispuesto en el documento que dé, si para ello fuese requerido, testimonio de si

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Del sello sólo se conserva un pequeño fragmento que no permite reconocer figura ni leyenda alguna. Araceli Guglieri en su catálogo de improntas del Archivo Histórico Nacional recoge tres diferentes modelos de Enrique II en plomo (dos empleados en 1367 y 1368, antes del regicidio de Montiel, con el anverso ecuestre y el reverso cuartelado de castillos y leones, y el tercero, utilizado a lo largo de su reinado, donde no aparece a caballo sino entronizado en magestad), y otro, placado, con las armas de Castilla y León, de ocho centímetros de diámetro 26, mucho más grande pues, que este de Escalona que apenas tiene cuatro.

Sello de Enrique de Trastámara (1368).

3. EL VACÍO DOCUMENTAL DE LA ÉPOCA DE DON ÁLVARO. Tampoco de Álvaro de Luna quedan apenas testimonios en el archivo de Escalona a pesar del largo tiempo que allí pasó y de su apego a la villa, donde él tenía a la condesa su muger e sus fijos, e prinçipal asiento de su Casa 27. Es de suponer que el condestable hiciera llegar al concejo de Escalona numerosas cartas que se irían guardando en el arca de los papeles, pero no queda más que un mandato original con su firma autógrafa ordenando no vender vino foráneo habiéndolo del pueblo. Aunque no se cumple o no tal disposición), y A. TAMAYO LÓPEZ-MACHUCA, Archivística, diplomática y sigilografía, Madrid, 1996, pp. 132-134. 26 A. GUGLIERI NAVARRO, Catálogo de sellos de la Sección de Sigilografía del Archivo Histórico Nacional, Madrid, 1974, pp. 175-187. 27 J. de M. CARRIAZO Y ARROQUIA (ed.), Crónica de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago, Madrid, 1940, p. 214.

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está fechado, podemos concretar que se hizo en la primavera de 1434 ya que el acta de haberse presentado ante el justicia mayor Juan de Gotor, que se escribió a continuación, está datada el 29 de mayo de ese año. Hay además copia de una carta de poder dada por don Álvaro el 19 de julio de 1434 para que el bachiller Juan Rodríguez de Arenas amojonara los términos de Arenas de San Pedro, Colmenar de las Ferrerías (actual Mombeltrán), La Adrada y Castillo de Bayuela, y evitar así conflictos con el término de los alixares de trassierra de Ávila e val de Tyétar, tierras todas ellas que Juan II había concedido recientemente a su favorito 28.

Firma de Álvaro de Luna en el archivo de Escalona (1434).

Los tres inventarios antiguos del archivo tampoco reseñan mucho más: nada los de 1495 y 1559, y un solo diploma, hoy perdido, el de 1539: Ay una provisyón del condestable don Álvaro de Luna, hecha a seys días de agosto de mill e quatroçientos e quarenta e dos años, por donde manda que se haga cassa de ayuntamiento en esta villa e que para ello se rreparta por villa e tierra un rrepartimiento e que dello se haga (sic) (tachado: Provisyón para hazer cass[a]) 29. El manuscrito del AHME, Administración, Títulos de propiedad, libro único, ff. 202 bis y 202 bis v, y Documentación real, Reales ejecutorias, libro 1, doc. V. Ambos diplomas serán estudiados con más detalle por Raquel Barbera, Laura Esparza e Irene Martín en el siguiente capítulo de este mismo libro, titulado “Un original de don Álvaro en el Archivo de Escalona: estudio paleográfico y diplomático”. 29 AHN, Nobleza, Frías, caja 745, doc. 5, f. 98. Es el único inventario que también menciona el original de don Álvaro sobre la venta del vino: Ay una sentençia en un 28

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siglo XVIII compuesto por Pedro de Salanova hace referencia a otra escritura, aunque sin concretar si se conservaba en Escalona o no: Y el condestable don Álvaro, por su provisión de Medina del Campo a 14 de henero de 1434, mandó se amparase a dicho vachiller en la posesión de una dehesa que tenía en su heredad de Quexigoso 30. Pero es que tampoco se guarda ningún otro original de esa época ajeno a don Álvaro, y hasta las copias son escasas: un privilegio rodado sobre las ferias de Escalona concedido por Juan II del 26 de noviembre de 1448, confirmatorio de una carta de merced y de un albalá otorgados el 28 de julio y el 15 de octubre del mismo año, todo ello inserto en una carta de privilegio y confirmación de Enrique IV de 1456; y otro privilegio rodado (12 de junio de 1442), dos cartas de merced (22 de abril de 1437 y 10 de mayo de 1442) y un albalá (10 de junio de 1442) del mismo Juan II, eximiendo a 450 vecinos del pago de pedidos y monedas; incluidos estos cuatro últimos traslados en una carta de privilegio y confirmación de Juana la Loca de 1510 31. Aparte de lo dicho, en los inventarios sólo se cita otro texto que pueda atribuirse con seguridad a la época de don Álvaro: Un conpromiso de entre esta villa d’Escalona e la villa del Adrada, escripto en papel, de pliego entero 32. ¿Qué pudo ocurrir con esa documentación de don Álvaro que forzosamente hubo de existir en el archivo municipal? ¿Simplemente se perdió? ¿Fue mandada destruir por orden del rey? ¿O fueron sus acérrimos enemigos los Pacheco quienes se encargaron de hacerla desaparecer a partir de 1470 cuando pasaron a señorear la villa? Las primeras noticias que tenemos sobre el archivo municipal de Escalona son de los años ochenta del siglo XV y se encuentran en el primer libro de actas del ayuntamiento. Allí se habla de la existencia de dos arcas, una en la parroquia de San Martín donde se había reunido

papel pequeño, por donde manda que no puedan conprar ni vender en ningund mesón vino sig no (sic) fuere de su cosecha. Fue mandado en el año de IUCCCCºXXXIIIIº años (f. 96v). 30 AHN, Nobleza, Frías, caja 746, doc. 1, f. 55. 31 AHME, Documentación real, Fuero y mercedes a la villa, doc. 7, y libro único, ff. 7v-24. 32 En el de 1495 (AHME, Administración, Títulos de propiedad, Libro único, f. 549). Según el Memorial del pleyto que el concejo y vezinos del lugar de Cadahalso tratan con el marqués de Villena y con su villa de Escalona, impreso que encabeza el segundo libro de Pleitos del archivo, la concordia fue expedida el 25 de junio de 1437 (f. 36v).

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tradicionalmente el concejo, y otra en el ayuntamiento, mandado construir por don Álvaro en 1442 según hemos visto 33: Este día [1 de enero de 1481] Frrançisco (sic) Çaço (tachado: alcalde) e Gonçalo Rodrigues, alcaldes desta dicha villa (tachado: sa), e Pero de Medina e Pero Rodrigues de Sant Martín en nonbre de Pero de Ávila su yerno, rregydores, sacaron del arca de conçejo que está en la yglesia de Sant Martín desta villa una sententençia (sic) fyrmada de Luis de la Çerda e Juan Ferrandes Galindo e Alonso Álvares, notaryo, de los términos dentre esta villa e la villa de Sant Martín, e un previllejo del monesterio de Pelayos en latýn y en rromançe, e un asyento de los conlanbreros 34 e çapateros desta villa, lo qual levé yo Juan Martel a mi casa, e después lo di a Gonçalo Rodrigues, alcalde, delante de Juan de Nava e de Ferrando de la Fyguera, mayordomo del señor arçobispo, a la puerta de Juan de Santa Clara, para yr a los términos de entre esta villa e Sant Martín, e quedó en mi poder el dicho asyento de los conlanbreros e çapateros. Este dicho día [5 de abril de 1483] Alonso Romano, vesino desta dicha villa, truxo al dicho ayuntamiento una carta del señor rrey don Enrrique e la confirmaçión del señor marqués nuestro señor del mercado franco desta dicha villa, la qual se echó en l’arca que está en la casa del conçejo.

El inventario de 1495 relaciona los escritos que se hallaron en el arca del conçejo de la dicha villa sin hacer ya ninguna referencia a la existencia de otra distinta en San Martín, pues siempre habla en singular: arca, arca del conçejo o arca del ayuntamiento; y en un apunte posterior, de 1505, especifica que dentro de ella había un lugar más reservado: En XXIIIIº de otubre de IUDV años se metió en el arca del conçejo, en el caxón, una vezindad de entre esta villa e La Higuera. Tráxola Pedro de Ávila, que dixo que ge la dio Françisco Gonçales de Toledo que la tenía. Lo mismo ocurre en el registro de 1539: sumario e ynventario de los previllejos y merçedes de títulos y escrituras desta villa dEscalona que ay en el arca del ayuntamiento de la dicha villa. En el de 1559 surge por primera vez la palabra archivo: estas dichas escrituras e previllegios y provisiones de suso ynventariadas, en el arca y archivo de las escrituras de la dicha villa 35. Parece, pues, que fue durante el señorío de Diego López Pacheco (1473-1529) cuando se organizó el archivo municipal, abandonando la costumbre de guardarlo, o al menos una parte, en la iglesia de San Martín. En 1477 ó 1478 el alcalde mayor Juan de Luján, hombre de don Diego, encargó que las actas municipales se llevaran en libros: entre las otras cossas e fechos que en esta dicha villa e su tierra ha feAHME, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, ff. 185v y 259v. Posible vulgarismo de corambreros. 35 AHME, Administración, Títulos de propiedad, libro único, ff. 547 y 551, y AHN, Nobleza, Frías, caja 745, doc. 5, ff. 90-106v y 110 respectivamente. 33 34

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cho e mandado fazer e ordenar en el bien público della, mandó que se fiziese este libro para que en él sse pusiesen e escriviesen las cossas que passasen y ordenasen en los ayuntamientos desta villa e conçejo, para perpetua memoria 36. Y 1477 y 1478 son asimismo los últimos años en que el concejo todavía se reúne con cierta regularidad en San Martín 37 pues a partir de entonces lo hará preferentemente en el nuevo edificio, al que las actas denominan cámara e sala del ayuntamiento, o bien casa del conçejo 38, y que había mandado construir el propio Juan de Luján cuando inauguró los libros de actas: a causa de los ayuntamientos que se fazían en esta villa en las yglesias e casas e lugares apartados, e para segund la nobleza de la dicha villa e su tierra pareçía mal, mandó e ordenó que se fiziese la casa del ayuntamiento desta dicha villa, en que se fiziesen los dichos ayuntamientos e cosas tocantes al dicho conçejo 39. Volviendo a especular sobre toda esa documentación que se echa de menos, es presumible que se pusiera el mayor cuidado en el traslado al ayuntamiento de los testimonios que garantizaban los privilegios concedidos a la villa por Alfonso VII, Alfonso VIII, Fernando III, Alfonso X o Alfonso XI, así como de los papeles más recientes, del tiempo de los Pacheco, que se consultarían con mayor frecuencia; los mandatos, mercedes, misivas y demás instrumentos de don Álvaro habían perdido valor con la villa en manos de sus enemigos. Si Juan Pacheco o su hijo don Diego no los hicieron desaparecer, cosa harto conjeturable, pudieron muy bien quedarse olvidados en cualquier cajón. Lo cierto es que ya en 1495 faltan del inventario municipal. Y será precisamente a partir del señorío de Diego López Pacheco cuando empiecen a aumentar de manera considerable los fondos del archivo: en el inventario de 1539, cuando sólo hacía diez años que había muerto, se relacionan veintiséis escrituras suyas, de las que hoy se conservan doce; y aún se pueden encontrar en el archivo municipal casi doscientos escritos de esa época, durante la cual arrancan también las series continuadas de actas y cuentas municipales, que llegan hasta nuestros días.

AHME, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, f. 1. Allí tuvieron lugar las juntas del 10 y el 25 de septiembre y el 20 de octubre de 1477 y del 1 y el 21 de noviembre de 1478. El 26 de septiembre de 1477 fue en la parroquia de Santa María. 38 AHME, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, ff. 26 (24 de octubre de 1478) y 70v (junta de villa y tierra del 22 de abril de 1480). 39 AHME, Gobierno, Actas concejiles, libro 1, f. 1v. 36 37

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4. DOS DIPLOMAS DE LA TRISTE CONDESA EN ESCALONA. Así cuenta la Crónica de don Álvaro de Luna cómo ejecutaron al maestre de Santiago el 2 de junio de 1453: Estaba en la plaça mayor de Valladolid, acerca del monesterio que ya diximos de Sant Francisco, fecho un nuevo cadahalso para aquella nueva cosa que jamás en Castilla non fue vista su semejante: que un tan grand señor muriese sentençiado a muerte por el rey. [...] Va pues en su mula el bienaventurado maestre, en la manera que ya diximos, aconpañado todavía de aquel reverendo religioso, e guíanlo al cadahalso. E desque fue llegado a él, descavalgó de la mula e subió sin enpacho alguno por los escalones del tal cadahalso. E después que fue subido ençima e se vido allí adonde el alhonbra estaba tendida, tomó un sonbrero que traía en su cabeça e echolo a uno de aquellos pajes suyos, el que ya diximos que se llamaba Morales. E el mismo bienaventurado maestre se aderesça los pliegues de la ropa que llevaba vestida. E porque el sayón le dixo que le conbenía por estonce atarle las manos, o a lo menos atarle los pulgares, por que él no fiziese algunas bascas o apartase de sí el cuchillo con el espanto de la muerte, él sacó una agujeta de un garvier que traýa, los quales se usaban en aquel tienpo e eran casi unas pequeñas escarçelas, e la dio al verdugo, el qual con aquella le ató los pulgares. E dende, encomendando su ánima a Dios, apartole el verdugo la cabeça de los hombros 40.

La viuda, Juana Pimentel, que desde entonces siempre firmará como la Triste Condesa, se refugió junto a Juan de Luna, a quien siempre llama hijo a pesar de que se le considera bastardo de don Álvaro 41, en la fortaleza de Escalona y allí plantó cara durante un mes al ejército de Juan II. Pedro de Salanova, ya en el siglo XVIII, lo puntualiza con apoyaturas: Haviendo la condesa doña Juana Pimentel y el conde don Juan de Luna su hijo apoderádose de dicha villa y su alcázar, hicieron resistencia al rrey que vino a tomarla y la puso cerco, en cuio estado capituló dicha condesa y conde la entrega de dicha villa y del alcázar con las dos terceras partes del thesoro que en él tenían, dejando el rrey ciertos bienes y una tercera parte del tesoro a los susodichos, según se contiene en un privilegio que en dicha villa libró dicho señor don Juan a 3 de jullio de 1453, que está en dicho archivo. Allanada la resistencia, tomó dicho señor don Juan posesión de la villa y alcázar en 2 de jullio de 1453 según se manifiesta de una provisión que libró en dicha villa dicho día mandando guardar otra que havía expedido en el cerco sobre la villa a 23 de junio de dicho año, de perdón general, assí a la condesa y al conde como al alcayde de la fortaleza y a todos los demás vezinos de dicha villa, la que está original en su archivo 42.

J. de M. CARRIAZO Y ARROQUIA (ed.), Crónica de don Álvaro de Luna..., pp. 431-433. L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, “Los Trastámara de Castilla y Aragón en el siglo XV (14071474)”, en R. MENÉNDEZ PIDAL (dir.), Historia de España, vol. XV, Madrid, 1964, p. 231. 42 AHN, Nobleza, Frías, caja 746, doc. 1, ff. 10v-11. 40 41

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Firma de la Triste Condesa (AHME, Hacienda, Mesta, libro 1, doc. D).

Escalona volvió entonces al realengo y el propio Juan II la legó en testamento a su hijo Alfonso aunque la cláusula no se hizo efectiva hasta 1464. El príncipe murió en 1468 y ese mismo año Enrique IV prometió la villa a su hermana Isabel en los Toros de Guisando, si bien ella, sin haber tomado posesión, se la devolvió al año siguiente a cambio de Olmedo. En 1470 la obtuvo del rey don Juan Pacheco 43. Aunque Juana Pimentel y Juan de Luna fueron despojados en 1453 del señorío de Escalona, se conservan en el archivo municipal dos otorgamientos suscritos por ella en 1455: – El primero es un convenio asentado el 18 de junio entre el concejo y la Triste Condesa donna Iuana Pimentel, sennora de Montalván, muger de mi sennor don Álvaro de Luna, maestre de Santiago, condestable de Castilla que Dios aya, para solventar las diferencias que ocasionaban las rentas del paso de ganado trashumante por el término de Escalona, que le seguían perteneciendo cuando ya no era señora de la villa, de acuerdo con las capitulaciones de su entrega a Juan II: Por rrazón que los ganados que van a los estremos e vienen dellos en cada un anno, los quales entran e [pasan] por el término de Alhamín e La Torre de Estevan Anbrán, e pasaron e [pasan po]r la tierra e término de la villa d’Escalona, entre Alverche e Maqueda, de[l qual dic]ho paso, e de la rrenta e derechos dél, nuestro sennor el rrey don Iohán de gloriosa memoria, cuya ánima Dios aya, me fizo merçed al tienpo que tenía çercados a mí e al conde don Iuan de Luna mi fiio en la dicha villa d’Escalona en el anno de çinqüenta e tres, en el trato que entre su sennoría e yo e el dicho conde don Iuan mi fiio pasó quando le entregamos la dicha villa d’Escalona e las dos terçias partes del oro e plata e ioyas e thesoros quel dicho sennor maestre mi marido tenía en la dicha villa, con otras cosas que su sennoría fizo merçet a mí e al dicho conde don Iuan mi fiio. E el dicho sennor rrey me mandó dar sus cartas para que los dichos ganados pasasen libremente por la dicha tierra e término de la dicha villa d’Escalona. E después que el dicho sennor rrey don Iuan fallesçió, nuestro sennor el rrey don Enrrique, que Dios mantenga, me mandó dar su carta para que los dichos ganados pasasen libre43

S. DE MOXÓ Y ORTIZ DE VILLAJOS, Los antiguos señoríos de Toledo..., pp. 264-269; A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra..., pp. 187-192, y Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “La leal villa de Escalona...”, pp. 22-23.

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mente por los dichos términos de la dicha villa d’Escalona. E por quanto el conçeio, alcaldes, alguasil, rregidores, cavalleros, es[cu]deros, ofiçiales e omes buenos de la dicha villa d’Escalona dezían que [del paso de los dichos ganados por el dicho término] d’Escalona se les seguía muy grrand danno e periuyzio, ansý porque les comían sus términos e pastos commo porque fazían muy grandes dannos en sus panes e vinnas e prados e exidos e dehesas dehesadas e acotadas, de que dezían que venía muy grrand danno e periuyzio a la dicha villa e su tierra e adegannas della. Por lo qual el dicho conçeio de la dicha villa d’Escalona me suplicaron sobre ello, rrequeriéndome, ansý de iustiçia commo de cargo de conçiençia. Sobre lo qual yo ove mi conseio, ansý con personas rreliiosas commo con algunos cavalleros e letrados de mi Casa e de la Casa del dicho conde don Iuan mi fiio e con otras personas, los quales todos acordaron que, ansý por descargo del ánima del dicho sennor maestre mi marido commo de mi conçiençia, yo me devía de concordar e igualar con el dicho conçeio, alcaldes, alguasil, rregidores e ofiçiales e omes buenos de la dicha villa d’Escalona, e les debía fazer alguna satisfaçión de la rrenta que yo he de aver en cada un anno del dicho paso de los dichos ganados. [...] Sobre la qual dicha concordia vinieron a mí, yo estando en la mi villa de La Puebla de Montalván, Diego de Gotor e Álvar García de Flames e Diego Rodrigues Matatoros e Iuan Rodrigues, boticario, vezinos de la dicha villa d’Escalona, en nonbre del conçeio, alcaldes, alguasil e rregidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la dicha villa d’Escalona, con los quales fue platicado e altercado sobre la dicha rrasón. E fumos (sic) en uno concordados que yo, por mí e por el dicho conde don Iuan mi fiio, por mí e por mis herederos e subçesores, para sienpre iamás, diese e pagase e fiziese dar e pagar en cada un anno al dicho conçeio, alcaldes, alguasil, rregidores e omes buenos de la dicha villa d’Escalona, de las rrentas e derechos que yo he de aver del paso de los dichos ganados por los dichos términos, por cada millar de ganado oveiuno e cabruno que pasase a las entradas a los estremos por el dicho paso, çinqüenta maravedís desta moneda [usual que dos blancas vieias o tres nuevas fazen un maravedí, e por] cada millar de ganado vacuno o porcuno que pasare por el dicho paso en cada un anno a las dichas entradas, al rrespeto de lo susodicho, segund la cantidat que yo la dicha condesa lievo e he de levar de derechos del tal ganado vacuno o porcuno por rrata, conviene a saber: çinqüenta maravedís por cada tres florines que yo he de aver o oviere de derechos de los tales ganados. [...]

Al tratarse de un acuerdo entre partes, se expidieron al menos dos originales, en escritura cortesana como corresponde a la época. Resulta llamativa la doble autorización que lleva cada instrumento en el lugar de residencia de cada actuante: La Torre de Esteban Hambrán y Escalona, según explican las dos largas cláusulas corroborativas que acompañan a la data: E por que esto sea firme e non venga en dubda, yo la dicha condesa e nos el dicho conçeio otorgamos, de lo que dicho es, dos cartas de un thenor, para cada una de nos, las dichas partes, la suya, antel escrivano e notario público e testigos yusoescriptos, que fueron fechas e otorgadas por mí, la dicha condesa, en la dicha mi villa de La Torre de Estevan Anbrán, e por nos, el dicho conçeio, estando ayuntados commo dicho es en la dicha villa d’Escalona, a diez e ocho días del mes de iunio, anno del nasçimiento del Nuestro Salvador Ihesuchristo de mill e quatroçientos e çinqüenta e çinco annos.

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Testigos que fueron presentes en la dicha villa de La Torre quando la dicha sennora condesa otorgó este dicho contrato: Payo Tanga e Pedro de Çisneros, escrivano del dicho sennor rrey, Iuan Gonçales de Toledo, secretario de la dicha sennora condesa, e frey Iuan de Madrid, de la orden de Sant Gerónimo de Guisando, e Iuan de Andúiar e Miquelo, criado [de] la sennora condesa, para esto llamados e rrogados. E los testigos que f[ueron pres]entes en la dicha villa d’Escalona quando el dicho conçeio otorgó lo suso[dicho: Fe]rrnand Gonçales e Pero Días de Duennas e Diego Gomes de Sant Miguel, escrivanos del dicho sennor rrey, e Luys Alfonso e Ferrando Días el Moço e Diego Gutierres, vesinos de la dicha villa d’Escalona para esto llamados e rrogados.

El archivo municipal de Escalona cuenta con dos de esos originales (la versión del concejo y, quizá, la de la Triste Condesa) 44. Uno de ellos, aparte de restos de los sellos, hoy perdidos, de la condesa y el ayuntamiento, lleva estos otros elementos de validación: Las firmas de Juana Pimentel y de los alcaldes, alguacil, regidores y procuradores de Escalona: La Triste Condesa (rúbrica). Ferrand Dýas, alcalde (rúbrica). Iuan [Rodrigues], alcalde (rúbrica). Iuan del Cano, alguazil (rúbrica). Gonçalo de Cuniego, rregidor (rúbrica). Pedro de Çisneros, rregidor (rúbrica). Iuan Alonso, rregydor (rúbrica). Por rruego de Diego Rodrigues Matatoros, rregidor, Ferrandus, notario (rúbrica). Alfón Gonçales, procurador (rúbrica). Iohán Alfonso, rregidor (rúbrica). Iuan Rodrigues, procurador (rúbrica).

Envolviendo todo lo anterior un largo refrendo del escribano Álvar González, rematado con su signo y firma: Porque yo Álvar Gonçales d’Escalona, escrivano de nuestro sennor el rrey e su notario público en la su Corte e en todos los sus rregnos e sennoríos, fuy presente, en uno (a todo lo sobredicho, e en este ynstrumento de suso escrito contenido) con los testigos quando la dicha sennora condesa lo otorgó en la su villa de La Torre d’Estevan Anbrán. E asý mismo quand[o] el dicho conçeio, alcalldes e alguasil, rregidores e ofiçiales e omes buenos de la dicha villa de Escalona, estando ayuntados a canpana rrepicada en la casa de su ayuntamiento, lo otorgaron. E de rruego e pedimiento e otorgamiento de la dicha sennora condesa e del dicho conceio e alcaldes e ofiçiales de la dicha villa, que en mi presençia de suso escrivieron sus nonbres en este ynstrumento, segund ante mí pasó pasó (sic), fise escrivir para el dicho conçeio de la dicha villa, el qual va escripto en quatro foias deste papel çebtí de medio pliego, e va cada plana de ellas, de partes de baxo, sennalada de mi rrública (sic), e por çima dados rrasgos de tinta, e por medio cosidas con filo de lino. E por end fise aquí este mío sig- (signo) no en testimonio de verdad. Álvar Gonçales (rúbrica). Demás de las quatro foias susodichas va escripta esta plana en que van los nonbres e sellos de suso e este mi sino, de suso escriptos. Álvar Gonçales (rúbrica).

44

AHME, Hacienda, Mesta, libro 1, docs. C y E.

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AHME, Hacienda, Mesta, libro 1, doc. C.

La otra versión prescinde del refrendo del escribano y de los sellos, aparte de llevar un par de firmas menos, pues sólo lo suscriben: La Triste Condesa (rúbrica). Ferrand Dýas, alcalde (rúbrica). Iuan Rodrigues, alcalde (rúbrica). Pedro de Çisneros, rregidor (rúbrica). Alfón Gonçales, procurador (rúbrica). Iohán Alfonso, rregidor (rúbrica). Iuan Rodrigues, procurador (rúbrica). Iuan Alonso, rregydor (rúbrica). Por rruego de Diego Rodrigues Matatoros, rregidor, yo Pero Rodrigues de Sant Martín, escrivano del rrey, escriví aquí mi nonbre, Pero Rodrigues, notario (rúbrica) 45.

45

Es de distinta mano la firma de Diego Rodríguez Matatoros en uno y otro documento.

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AHME, Hacienda, Mesta, libro 1, doc. E.

– El segundo diploma es una carta de obligación del 2 de agosto de 1455 por la que Juana Pimentel se compromete a que de oy, día de la fecha desta carta, fasta un anno conplido, primero seguiente, yo faré traer e trayré carta del dicho sennor rrey, por la qual su sennoría aprueve e confirme la dicha convençión e ygualança fecha e otorgada entre mí e el dicho conçeio de la dicha villa d’Escalona sobre lo que dicho es, e traýda la dicha carta, que se saque della dos traslados actorisados: uno para mí e el otro para vos el dicho conçeio, e que la dicha carta original esté puesta e se ponga e deposyte e esté puesta e deposytada en poder del prior de Sant Gerónimo del monesterio de Guisando e la tenga en el arca del convento por amas las dichas partes, para que, cada e quando fuere neçesario de se sacar e mostrar, sea de allý sacada e mostrada. En este caso hay tres testimonios en el archivo: un original, firmado por Juana Pimentel y refrendado de Álvar García de Escalona, dispuesto a la larga en un bifolio y redactado en escritura cortesana; una copia, expedida también en cortesana el mismo día en un folio por ambas caras que sólo lleva el refrendo de Álvar García pues no suscribe la Triste Condesa, y otra copia simple, posterior, en letra humanística 46.

46

AHME, Hacienda, Mesta, libro 1, doc. D; libro 2, doc. D, y libro 1, doc. B respectivamente.

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AHME, Hacienda, Mesta, libro 1, doc. D.

UN ORIGINAL DE DON ÁLVARO EN EL ARCHIVO DE ESCALONA:

ESTUDIO PALEOGRÁFICO Y DIPLOMÁTICO Raquel BARBERA ARIAS Laura ESPARZA SAINZ Irene MARTÍN RODRÍGUEZ En este trabajo vamos a analizar paleográfica y diplomáticamente los dos únicos documentos de Álvaro de Luna que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Escalona 1. El primero es un mandato original al concejo de Escalona regulando la venta de vino en la villa, y el segundo una carta de poder en favor de Juan Rodríguez de Arenas inserta en la copia de un proceso sobre los límites entre ciertos señoríos que ya poseía don Álvaro y una nueva concesión de tierras en Valdetiétar hecha por el rey de Castilla Juan II. 1. ANÁLISIS PALEOGRÁFICO. A partir de finales del siglo XII, con la difusión de las escrituras góticas, se rompe la unidad escrituraria peninsular, apareciendo diferentes variedades gráficas en los distintos reinos hispánicos. Los orígenes de este cambio pueden situarse antes de la definitiva unión territorial entre Castilla y León que tuvo lugar en el año 1230 2: los diplomas expedidos en tiempos de Alfonso IX de León ya vaticinaban el carácter gótico que estaba empezando a desarrollarse en la Península y en el resto de Europa. En Castilla, la letra de los instrumentos más solemnes muestra en los siglos XIII y XIV las características básicas que identificarán a la llamada letra de privilegios: angulosidad, fuerte contraste entre los trazos, prolongación de astiles y caídos, ausencia de ligados, mesura en el

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AHME, Administración, Títulos de propiedad, libro único, ff. 202 bis-202 bis v, y Documentación real, Reales ejecutorias, libro 1, doc. V. J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad: la letra cortesana, Cagliari, 2012, p. 13.

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RAQUEL BARBERA, LAURA ESPARZA E IRENE MARTÍN

uso del sistema braquigráfico... 3 Como es lógico, se trata de una letra muy cuidada y ejecutada con una mayor atención. Otro estilo gráfico, paralelo al anterior pero usado en los documentos que requieren menos solemnidad, fue la llamada letra de albalaes que se desarrolló entre los reinados de Alfonso X y Pedro I. Al ser una escritura fundamentalmente para usos administrativos, se ejecutará con mayor rapidez, dando lugar a una escritura rápida. Consecuentemente los ligados son mucho más abundantes, al tiempo que se produce una reduplicación en los astiles de la s alta y la f, la característica más llamativa de esta escritura. Con ella da comienzo un proceso de cursivización de las góticas documentales castellanas que culminará durante la Edad Moderna con la letra procesal. El principal motor de esta evolución fue la necesidad de escribir de una forma cada vez más rápida debido al enorme incremento de la burocracia y por tanto de la producción documental, lo que determinó igualmente la introducción del papel en las cancillerías por tratarse de un soporte más económico 4. El siguiente estadio en este proceso fue la escritura precortesana que el profesor Ángel Riesco define como “preludio de la cortesana que le sucederá” 5 por constituir un nivel intermedio entre la letra de albalaes y la cortesana. Posee características de ambas pero con señas propias que nos permiten individualizar un sistema gráfico en el que se va reflejando esa evolución hacia una letra ejecutada de forma cada vez más rápida 6. Los nexos y enlaces son más abundantes, con un único golpe de pluma pueden escribirse varios caracteres, hay un equilibrio entre el cuerpo de las letras y los astiles, y los caídos se prolongan e incurvan hacia la izquierda. Además, desaparece la reduplicación de los astiles de la s alta y de la f 7.

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J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad..., pp. 13-14. J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad..., p. 19. A. B. SÁNCHEZ PRIETO y J. DOMÍNGUEZ APARICIO, “Las escrituras góticas”, en Á. RIESCO TERRERO (ed.), Introducción a la Paleografía y la Diplomática general, Madrid, 2000, p. 139. J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad..., p. 15. J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad..., p. 16, y A. B. SÁNCHEZ PRIETO y J. DOMÍNGUEZ APARICIO, “Las escrituras góticas”, p. 139.

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El paso de la precortesana a la cortesana o letra de la Corte está marcado por un nuevo avance de la cursividad que se conforma en torno a 1425. Riesco indica que la escritura cortesana“produce una impresión estética similar a la de las portadas platerescas” 8. Este nuevo tipo se corresponde con una letra fina y estrecha, de módulo mediano y plagada de ligados, nexos y abreviaturas. Se utilizó durante más de un siglo, pudiendo distinguirse varios períodos 9: – Entre 1400 y 1440 asistimos a una etapa inicial donde coexisten precortesanas ya muy evolucionadas con los primeros ejemplos cortesanos que carecen aún de la perfección de los modelos posteriores. – El nuevo modelo gráfico se consolida entre 1440 y 1465, aumentando los nexos, enlaces y abreviaturas. – El esplendor de la escritura cortesana se produce desde 1465 a 1490, cuando se traza más apretada y pequeña, se abandona la angulosidad del período anterior y abundan las cedillas y trazos envolventes que se convierten en la característica más representativa de este tipo de letra. – El último estadio, ya de decadencia, se alarga hasta 1540 y está representado por una escritura de gran cursividad. El uso abusivo de lazos, bucles y curvaturas terminó por convertir a la escritura cortesana en la denostada procesal casi ilegible, por lo que “la reforma humanística fue una reforma escrituraria más que justificada” 10. Los dos documentos de don Álvaro del Archivo de Escalona están redactados en escritura cortesana, pudiendo reconocerse tres manos: una en el mandato, otra en el acta que lo acompaña donde se recoge su presentación ante el concejo de la villa, y la tercera en la copia del proceso sobre límites. Todas ellas presentan un alto grado de cursividad.

A. B. SÁNCHEZ PRIETO y J. DOMÍNGUEZ APARICIO, “Las escrituras góticas”, p. 140. 9 J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad..., pp. 23-26. 10 A. B. SÁNCHEZ PRIETO y J. DOMÍNGUEZ APARICIO, “Las escrituras góticas”, en Á. RIESCO TERRERO (ed.), Introducción a la Paleografía y la Diplomática general, Madrid, 2000, p. 143. 8

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Veremos a continuación algunas de las letras más características ejecutadas por estos tres escribanos. 1.1. Grafías. Encontramos tres formas principales de a: – Una semejante a la actual, trazada generalmente de dos golpes de pluma y que puede quedarse abierta por abajo.

– Otra que, partiendo de una u, se cierra por arriba con un trazo horizontal.

– Y la a de corchete.

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La c se dibuja de dos plumazos, siendo el travesaño superior el que sirve para enlazar con la siguiente letra. Las cedillas varían de un escribano a otro, envolviendo completamente a la c en la copia del proceso sobre límites.

Se emplea exclusivamente la d uncial, muy cursiva.

La e minúscula se ejecuta de dos plumazos que habitualmente ni siquiera se tocan. La mayúscula presenta la típica forma cortesana.

La g se compone de tres trazos, lo que puede dar lugar a que la cabeza se quede abierta por la parte inferior.

La i no lleva punto y puede ser corta, alta o baja.

La o puede quedarse abierta por arriba.

Por regla general la p se realiza de un único plumazo y su cabeza puede no llegar a cerrarse completamente.

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La r es otra letra que puede adoptar diversas grafías. La más común es la r recta o de martillo, que suele prolongar su caído bajo la línea del renglón. A final de palabra o después de una letra que termine en un rasgo convexo (como la b, la o, la p...) se emplea habitualmente la r redonda o en forma de 2. Encontramos también algunos ejemplos de r volada. La R mayúscula se representa con una especie de V cortada por un trazo horizontal, todo ello ejecutado frecuentemente de un solo golpe de pluma.

La s alta prácticamente ha desaparecido, y la de doble curva adopta formas muy cursivas, semejantes a una sigma griega.

Las grafías u y v se utilizan indistintamente. La v suele alarga mucho su trazo izquierdo.

La x, ejecutada de un único plumazo, suele prolongar el caído final por debajo de la línea del renglón.

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1.2. El sistema braquigráfico 11. La braquigrafía es la ciencia que estudia las abreviaturas o palabras que se escriben acortadas, es decir, en las que no se representan todas sus letras. Las abreviaturas están presentes desde los primeros modelos escriturarios; cada pueblo y cada momento histórico ha tenido un sistema braquigráfico o abreviativo que, si no se conoce, puede dificultar la correcta interpretación de los textos. La escritura cortesana, en la que están redactados los diplomas que estudiamos en este trabajo, emplea numerosas abreviaturas. El sistema braquigráfico está formado por dos elementos: el simbólico y el básico. – El simbólico: se trata del signo abreviativo que, en ocasiones, puede faltar. Hay dos tipos: 1) Signos abreviativos generales: aquellos que indican que existe una abreviatura pero no especifican cuáles son las letras que faltan en la misma. Suelen consistir en un punto o una raya de forma más o menos caprichosa que se coloca encima de la palabra. El empleado en los documentos de don Álvaro es, la mayor parte de las veces, una raya superior incurvada, aunque en ocasiones se usan otros trazos diferentes. Habitualmente se utiliza para abreviar consonantes nasales, en particular la n, aunque no son raros los casos en los que son otras las letras elididas. En otras ocasiones este signo es expletivo, situándose sobre una palabra que se ha escrito completa, sin abreviatura alguna.

Documento 1 12: co(n)çeio, deve(n), esc(ri)pto, p(ar)te, pu(e)sta. 11

Para este apartado se ha utilizado la siguiente bibliografía: A. MILLARES CARLO, Tratado de Paleografía española, vol. I, Madrid, 1983 (3ª edición revisada por J. M. RUIZ ASENCIO), pp. 228-231; Á. RIESCO TERRERO, Diccionario de abreviaturas hispanas de los siglos XIII al XVIII, Salamanca, 1983; J. C. GALENDE DÍAZ, Diccionario general de abreviaturas españolas, Madrid, 1997; M. V. MÉNDEZ VIAR, “Abreviaturas: ¿necesidad de una revisión metodológica?”, SIGNO. Revista de Historia de la Cultura Escrita, 4 (1997), pp. 57-66, y J. C. GALENDE DÍAZ y M. J. SALAMANCA LÓPEZ, Una escritura para la modernidad..., pp. 60-79.

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Documento 2: algu(n)a, d(e) los, no(n)bres, Talav(er)a, v(ir)tud.

Signo general de abreviación con valor expletivo: fecha, Ferrand. 2) Signos abreviativos específicos o especiales: los que tienen un valor determinado. Podemos encontrarlos de forma aislada o bien como parte integrante de una palabra. En los documentos de Álvaro de Luna del Archivo Histórico Municipal de Escalona se utilizan: a) La nota tironiana, que representa la conjunción copulativa. En los documentos en latín este signo equivalía a et mientras que, en castellano, admite su transcripción por e o y; para elegir entre una u otra hay que fijarse en cuál es la opción escogida por el escribano cuando escribe la conjunción completa y, caso de que no lo haga nunca, se debe optar por transcribir e hasta los Reyes Católicos, y a partir de 1474. Es por ello que, en este trabajo, utilizamos siempre e.

Dos ejemplos de cada documento.

b) La p partida para significar par o per.

Documento 1: p(ar)a. Documento 2: p(ar)te, p(er)iuysio.

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Para agilizar las citas, nos referiremos a los documentos según la numeración que les hemos dado en el apéndice. Téngase en cuenta que el primero de ellos son en realidad dos diplomas distintos, escritos por manos diferentes: el mandato de don Álvaro y el acta de su presentación ante el concejo de Escalona.

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c) En cambio, si prolongamos el trazo de la cabeza de la p, la grafía resultante significa pro.

Documento 1: p(ro)curador.

d) Con la letra q se pueden conformar tres signos especiales para las sílabas qua, que y qui.

Documento 1: q(ua)lq(ui)er, q(ue).

Documento 2: aq(uí), q(ua)l, q(ue), q(ui)siere(n).

e) La v cortada que abrevia las sílabas ver o vir.

Documento 2: v(er)dad.

f) Con mucha menos frecuencia que los anteriores, encontramos también el semicolon con valor de us.

Documento 1: Álvar(us). Documento 2: bacha(laureus).

–El básico: es el armazón de la palabra abreviada, las letras que sí se escriben. Pueden presentarse dos sistemas: 1) Suspensión o apócope: el vocablo abreviado carece al menos de la última letra. En su máximo grado, sólo se escribe la primera letra (siglas). Hay dos clases de abreviaturas por suspensión: Suspensión simple, en la que aparecen las primeras letras de la palabra de forma consecutiva.

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Documento 1: ond(e). Documento 2: Alfon(so), Iua(n).

Suspensión mixta, cuando se colocan la primera o primeras letras de la palabra, y alguna o algunas de las intermedias.

Documento1: ni(n)gú(n). Documento 2: leg(ib)u(s).

2) Contracción o síncopa, donde falta al menos una de las letras intermedias de la palabra. Hay también dos tipos: Contracción pura o máxima: sólo se representan la primera y última letras.

Documento 2: d(e)l.

Contracción impura: además de la primera y última letra, se escribe también alguna de las intermedias. Es el sistema más utilizado en la escritura cortesana.

Documento 1:al(ca)ld(e)s, der(ec)ho, Ih(es)u.

Documento 2: d(ic)ho, Ga(rç)ía, n(uest)ro, p(ar)t(e)s, Rodrig(ue)s.

Además de las abreviaturas que acabamos de ver, desde la aparición de la escritura carolina en Europa a principios del siglo IX pueden emplearse también como método braquigráfico las letras sobrepuestas, de módulo más reducido y que se colocan sobre la palabra abreviada. Generalmente son vocales.

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Documento 1: g(u)ardado, ot(r)a, q(u)at(r)o.

Documento 2: ca(rt)a, nasçimi(ent)o, p(r)opios, térmi(n)os, t(r)aslado.

2. ANÁLISIS DIPLOMÁTICO. Como ya ha quedado apuntado, los dos documentos seleccionados son muy diferentes y en ellos podemos apreciar hasta cuatro tipos diplomáticos. El primero consta en realidad de dos instrumentos distintos, ambos originales: en la parte superior del recto hay un mandato de Álvaro de Luna, firmado por él mismo, mientras que en la inferior y a la vuelta se escrituró el acta de presentación de dicho mandato ante el concejo de Escalona para su general acatamiento. Un mandato señorial es un diploma utilizado por un noble para transmitir una orden a sus vasallos de forma directa o como respuesta a un ruego o petición. Al igual que ocurre en toda la documentación señorial, también aquí se aprecia una voluntad de imitar las formas de la cancillería real, y por eso adoptarán la forma de provisiones, albalaes, cédulas o misivas, esto es, los instrumentos que los monarcas de la Baja Edad Media y la Modernidad podían emplear para estos menesteres. La emulación de los diplomas reales se aprecia claramente en el uso del papel y en la repetición de los formularios cancillerescos. Se establece además una distinción en la estructura diplomática en función de la mayor o menor solemnidad que se quiera dar a los documentos: los más solemnes serán intitulativos, mientras que los demás arrancarán con la directio en vocativo, lo que denota un carácter más cercano e inmediato. Estos últimos, como explica la profesora Sánchez Prieto, constituyen “un tipo documental inyuntivo muy abundante en los archivos señoriales, muy breve y de ninguna solemnidad, iniciados

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por la dirección en vocativo, cuyas fórmulas son prácticamente idénticas a las de la real cédula, prescindiendo de la intitulación” 13. El mandato conservado en el Archivo Histórico Municipal de Escalona es aún más simple, pues sólo consta de expositio, disposición y la suscripción autógrafa de don Álvaro al pie del mismo: Salvo meior iuisio, paréçeme vista la dubda puesta por parte del conçeio de la villa de Escalona sobre rrasón del vender del vino en los mesones, que non es de la cosecha de los mesoneros, que asý segund derecho commo segund las ordenanças de Toledo, quánto más segund la dicha costunbre e ordenanças de la dicha villa de Escalona, aviendo vino en el barrio onde son los mesones e en la villa, en periuisio de los vesinos del dicho barrio e de la villa que non pueden vender vino en los mesones conprado. E que sy alguna pena es puesta en la ordenança, que ge la deben llegar. E que el conçeio pueda e [p]uede faser la dicha ordenança e executar[l]a e punir a los que fueren contra ella. Alvarus (rúbrica).

Aunque sin llegar a estos extremos de concisión, la falta de intitulación sí es habitual en las cédulas señoriales. Más adelante, ya en la Edad Moderna, los reales decretos, sobre todo los redactados en forma de nota marginal, llevarán a su máximo grado la simplicidad a la hora de dar órdenes, pues podían estar constituidos incluso por una simple frase escrita al margen de una petición elevada al rey, tan breves como: hágase lo que convenga en justicia, hágase... 14 La función de las actas, como la que acompaña al mandato de don Álvaro, era dar testimonio y fe de algún acontecimiento. El acta concejil se define como la relación oficial escrita de lo acordado o tratado en las sesiones de la corporación municipal o de sus comisiones, certificada por el secretario 15. Al tratarse de un instrumento que no requiere una especial solemnidad, se escrituran en papel; su estructura está incoada por la data completa (En sábado veynte e nueve días de mayo, anno del nasçimiento del Nuestro Sennor Ihesuchristo de mill e quatroçientos e treynta e quatro annos), el texto es preferentemente expositivo y al final suscriben las autoridades y testigos presentes.

A. B. SÁNCHEZ PRIETO,”La Diplomática castellana bajomedieval: la Diplomática señorial”, en J. C. GALENDE DÍAZ (coord.), II Jornadas científicas sobre Documentación de la Corona de Castilla (siglos XIII-XV), Madrid, 2003, pp. 116-117. 14 P. L. LORENZO CADARSO, El documento real en la época de los austrias (15161700), Cáceres, 2001, p. 103. 15 S. CABEZAS FONTANILLA, N. ÁVILA SEOANE y J. C. GALENDE DÍAZ, La villa de Escalona y su ayer: un modelo de laminario municipal, Escalona, 2010, pp. 57-58. 13

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Firmas de los alcaldes y regidores de Escalona al pie del acta de 1434.

El segundo diploma de don Álvaro que guarda el Archivo Histórico Municipal de Escalona es una carta de poder que otorgó en favor del bachiller Juan Rodríguez de Arenas, inserta en el traslado de una sentencia por la que éste fijaba los límites entre los términos de La Adrada y los alijares de Valdetiétar, propiedad todo ello del condestable. El traslado o transsumptum notariale es un tipo de copia auténtica cuya validez está garantizada por la suscripción y el signo del notario que lo realiza. Su origen hay que relacionarlo con el florecimiento del notariado a partir de los siglos XI y XII. El nombre procede de la fórmula empleada en el encabezamiento que originariamente precedía a la inserción del documento original: Hoc est translatum bene et fifeliter factum. En el caso de la sentencia del bachiller Rodríguez de Arenas, únicamente se puso la palabra traslado en el margen superior:

Por la fecha en que se llevó a cabo el traslado de esa sentencia, el 23 de agosto de 1434, resulta muy llamativo el refrendo del escribano: E yo Santos Gonçales de Arenas, escrivano público sobredicho, fui presente en uno con los dichos testigos a lo que dicho es e, a rruego del dicho bachiller iues que aquí puso su nonbre e a pedimiento de los dichos procuradores, de este

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público instrumento de sentençia saqué e escriví dos cartas por abeçé en un thenor, una para el dicho sennor condestable e otra para el dicho conçeio del Adrada, e fiz aquí este mio signo en testimonio de verdad.

Hay que tener en cuenta que las cartas partidas por ABC son una forma de validación típica sobre todo del siglo XII y que ya no se utilizaba a estas alturas del Cuatrocientos 16.

Carta partida por ABC de finales del siglo XII (AHME, Gobierno, Acuerdos con otros concejos, doc. único). 16

N. ÁVILA SEOANE y S. CABEZAS FONTANILLA, “Cartas de donación particulares en el archivo del monasterio de Santa María la Real de Tórtoles de Esgueva (11521240)”, en A. GARCÍA LEAL (ed.), Las donaciones piadosas en el mundo medieval, Oviedo, 2012, p. 256.

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Las sentencias son un documento de carácter jurídico que comienzan a expedirse desde el reinado de Alfonso XI a mediados del siglo XIV. Durante la Edad Media se escrituraron en papel o pergamino con sello, respectivamente, placado o de plomo pendiente. En la Edad Moderna se simplifican, expidiéndose siempre en papel y sin sellar. Se inician con la exposición, donde se identifican las partes litigantes y, de forma muy breve, el asunto principal del pleito; la disposición expresa el fallo del tribunal, incoada por el verbo fallamos. Tras la cláusula corroborativa se encuentran la data y la certificación notarial, elementos que frecuentemente se trasladan a un acta de pronunciamiento que acompaña a la sentencia. Característico de las sentencias castellanas es que nunca explicitan los argumentos judiciales en los que se ha basado el fallo. Nuestra sentencia comienza con la invocación verbal: “In Dey nomine, amén”, y, seguidamente, encontramos la exposición, al principio de la cual se encuentra implícita la intitulación, y en la que se insertará el texto de una carta de poder que analizaremos a continuación. La exposición acaba con la fórmula: “e avido sobre todo mi conseio e deliberación e acuerdo”, arrancando acto seguido la disposición con el verbo fallar como es preceptivo en este tipo documental (fallo). Sigue después el acta de pronunciamiento de la sentencia en la que, al contrario de como es habitual, no se incluye la data. Las cartas de poder eran utilizadas por su autor (intitulatio) para designar a otra persona (directio) que actuara en su nombre, bien para un asunto concreto o bien con carácter general 17. La de don Álvaro comienza con la intitulación, seguida de la notificación (fago saber), la dirección y la exposición que termina de la siguiente forma: “el derecho a cada una de las partes”. A partir de ahí, y hasta “yo faga cerca de lo que a mí pertenesçe aquello que a mi merçed e voluntad fuer”, se sitúa la disposición. Antes de la data y las validaciones finales, encontramos dos cláusulas: una preceptiva y otra prohibitiva; entre ambas hay una segunda parte dispositiva en la que don Álvaro reitera los poderes dados al bachiller Juan Rodríguez: “para lo qual todo lo que dicho es e cada cosa dello con sus ynçidençias e dependençias e emergencias e conexidades vos do mi poder conplido”. Estos dos documentos son los únicos intitulados por Álvaro de Luna que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Escalona, y re17

T. MARÍN MARTÍNEZ y J. M. RUIZ ASENCIO, Paleografía y diplomática, vol. II, Madrid, 2004, p. 335.

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sulta llamativo que, siendo una villa tan importante para él, no haya más. Suponemos que fueron destruidos por Juan Pacheco, o, simplemente, que se han perdido. En lo relativo a los elementos de validación, hay que hacer un especial énfasis en el mandato, ya que incluye la única firma autógrafa de don Álvaro; pero no es sólo eso, pues él normalmente firmaba como Yo el Condestable, siendo muy extraño que sustituya ese cargo por el nombre de pila. Es posible que, al ir destinado el diploma a una de sus villas más queridas y donde residió más tiempo, quiso darle un carácter próximo y menos oficial. Ello nos permite suponer un alto nivel de cercanía y familiaridad con los oficiales del concejo de Escalona, muchos de los cuales habían sido nombrados por él y formaban parte de su Corte.

Firma autógrafa de don Álvaro.

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APÉNDICE DOCUMENTAL 1 1434, mayo, 29. Escalona (Toledo) 18. Mandato de Álvaro de Luna ordenando que no se venda vino foráneo en la villa, y acta de su presentación en el concejo. AHME, Administración, Títulos de propiedad, libro único, folios 202 bis y 202 bis vuelto.

(Folio 202 bis) Salvo meior iuisio, paréçeme vista la dubda puesta por parte del conçeio de la villa de Escalona sobre rrasón del vender del vino en los mesones, que non es de la cosecha de los mesoneros, que asý segund derecho commo segund las ordenanças de Toledo, quánto más segund la dicha costunbre e ordenanças de la dicha villa de Escalona, aviendo vino en el barrio onde son los mesones e en la villa, en periuisio de los vesinos del dicho barrio e de la villa que non pueden vender vino en los mesones conprado. E que sy alguna pena es puesta en la ordenança, que ge la deben llegar. E que el conçeio pueda e [p]uede faser la dicha ordenança e executar[l]a e punir a los que fueren contra ella. Alvarus (rúbrica). En sábado veynte e nueve días de mayo, anno del nasçimiento del Nuestro Sennor Ihesuchristo de mill e quatroçientos e treynta e quatro annos, por el procurador desta villa fue presentado este escripto ante Iuan de Gotor, iustiçia mayor, e ante los alcaldes e rregidores. E mandaron que sea guardado de aquí adelante para siempre iamás e que ningún mesonero non conpre vino de / (folio 202 bis vuelto) ningún vesino nin lo venda en su mesón sinon lo que fuere de su cogecha. E pusieron pena de dosientos maravedís por cada ves, para el conçeio desta villa la meytad e la otra meytad para el acusador, e que lo pueda acusar qualquier vesino. E mandáronlo pregonar por que fuese guardado. E mandaron dello faser ley e ordenança según más complidamente pareçerá. (Firmas). Que en los mesones no se venda vino syno de su cosecha. Acuerdo y ordenanza para que los mesoneros no vendan vino si no fuere de su cosecha. 18

La fecha corresponde al acta pues el mandato no lleva data.

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2 1434, agosto, 23. Ramacastañas (Ávila) Traslado de una sentencia del bachiller Juan Rodríguez de Arenas en la que fijaba los límites entre los términos de La Adrada y los alijares de Valdetiétar. Inserta la carta de poder expedida al bachiller por Álvaro de Luna en Segovia el 19 de julio de 1434. AHME, Documentación recibida, Reales ejecutorias, libro 1, documento V.

(Folio 1) Traslado 19. “In Dey nomine, amén. Por mí el bachiller Iohán Rodrigues de Arenas, corregidor de la çibdad de Ávila por nuestro sennor el rrey e alcallde mayor de la villa de Talavera e uno de los dose rregidores della, iues comisario dado e deputado por el magnífico mi sennor don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, conde de Santestevan, para en el negoçio e cabsa que de yuso se fase espresa mençión por virtud de una su carta que aquí va enxierta, firmada de su nombre e seellada con su sello de çera colorada, el thenor de la qual es este que sigue: «Yo don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, fago saber a vos, el bachiller Iuan Rodrigues de Arenas, que por parte de los conçeios de las mis villas de Arenas e El Colmenar e del Adrada e del Castillo de Vayuela me fue fecho rrelaçión por su petiçión disiendo que por vigor de la merçed fecha a mí por el rrey nuestro sennor de los alixares de Trassierra de Ávila e Valdetyétar, çerca de las dichas mis villas, que les son turbados e tomados sus términos e alixares propios que antiguamente las dichas mis villas solían e devían aver. E porque mi entençión non fue nin es que las dichas mis villas sean en cosa alguna agraviadas mas que los términos que ellas han e deven aver les sea guardado syn periuysio alguno de mí nin de otra persona alguna, confiando de vos que sodes tal / (folio 1 vuelto) que guardaredes en todo lo que por mí vos fuere encomendado (falta: e) el derecho a cada una de las partes, por la presente vos encomiendo los dichos negoçios. Por que vos mando que vayades a las dichas mis villas e a cada una dellas e vos enformedes e sepades [ver]dad por quantas partes pudiéredes quáles son los términos propios de las dichas mis villas e alixares que disen que deven e han de aver, e quáles son los alixares de 19 Se aprecia una corrección, ya que se dibujaron las letras t y s, principio de la abreviatura de traslado, y después se escribió de nuevo la palabra completa un poco más abajo y a la derecha.

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Valdetyétar de que el dicho sennor rrey [me] fiso merçed. E llamadas e oýdas las partes e pareçido el dicho mi previlleio e escripturas que las dichas mis villas ante vos quesieren presentar, determinedes los dichos términos que falláredes que las dichas mis villas deven de aver, e asý mesmo los alixares de Valdetyétar de que en el dicho previlleio de merçed [que] a mí fue fecha se fase mençión. E ansý por vos determinado, lo fagades todo amoionar e faser [en] moiones porque sean conosçidos los términos propios que las dichas mis villas deven aver, e los alixartes e Valdetyétar de que el dicho sennor rrey me [fiso] merçed, porque ello todo conosçido e determinado por vos, yo faga çerca de lo que a mí pertenesçe aquello que a mi merçed e voluntad fuer. E mando a los dichos conçeios de las dichas mis villas e de cada una dellas e a otras qualesquier personas de quien enten- / (folio 2) diéredes ser enformado e saber la verdad çerca de lo susodicho, vengan e parescan ante vos a vuestros llamamientos e enplasamientos a los plasos e so las penas que les vos pusiéredes, las quales yo por la presente les pongo. Para lo qual todo lo que dicho es e cada cosa dello con (tachado: todas) sus ynçidençias e dependençias e emergençias e conexidades vos do mi poder conplido. E non fagades ende ál. Dada en la çibdad de Segovia dies e nueve días de iullio, anno del nasçimiento del Nuestro Salvador Ihesuchristo de mill e quatroçientos e treynta e quatro annos. Yo el condestable. Yo Iuan Garçía de Coca la escreví por mandado de mi sennor el condestable. E en las espaldas de la dicha carta estavan dos nonbres: uno que disía «Garrsse? doctor», e otro que disía ‘rregistrada’». Visto e diligentemente examinado un proçeso de pleito que ante mí pende entre partes: de la una parte, demandante abtor, Iuan Sanches del Adrada, alcayde de la casa fuerte de la villa de Arenas, en nonbre e commo procurador del dicho sennor condestable; e de la otra parte, rreos e defendientes, Alfonso Sánches de Quemada e Alfonso Garçía de Castillo, vesinos de la villa del Adrada, en nonbre e commo procuradores del conçeio e alcalldes e alguasil e rregidores e ommes buenos de la dicha /(folio 2 vuelto) villa del Adrada segund se contiene por çiertas procuraçiones por amas las dichas partes ante mí presentadas, sufiçientes e tales que legetymaron las dichas partes para este letigio e cabsa, de e sobre rrasón de çierta demanda e pedimiento

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por parte del dicho sennor condestable fecho: que se alindasen los alixares que el dicho sennor condestable avía e ha en la tierra que disen de Ávila con los términos propios de la dicha villa del Adrada, segund más largamente en su demanda e pedimiento se contiene. E visto la dicha demanda e pedimiento propuesta por el dicho Iuan Sánches del Adrada, procurador del dicho sennor condestable, en su nonbre, contra el dicho conçeio de la dicha villa del Adrada e contra los dichos Alfonso Sanches de Quemada e Alfonso Garçía de Castillo, sus procuradores, en [su] nonbre. E visto la respuesta dada por los dichos Alfonso Sanches e Alfonso Garçía en nombre e commo procuradores del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada, en que entre otras cosas rrespondieron e dixeron que es verdad que algunos de los dichos sus términos del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada que alindavan con algunos de los alixares del dicho sennor condestable, e que asý mesmo ellos en el dicho nonbre del dicho conçeio su parte me pidían ser alindados e / (folio 3) determinados e amoionados e conosçidos e apatartados los propios términos de la dicha villa contenidos en sus previllegios que ý mostraron e presentaron ante mí de los alixares del dicho sennor condestable. E otrosý visto la confesión fecha por los dichos procuradores en que confesaron que de los dichos términos e límites e moiones e fines contenidos en sus previllegios por ellos presentados afuera que non avía el dicho conçeio de la dicha villa del Adrada alixares algunos nin otras tierras nin términos que sen del dicho conçeio del Adrada nin le pertenescan, e otrosý cómmo dixeron e confesaron que los dichos alixares de fuera de los límites por ellos declarados que eran del dicho sennor condestable e le pertenesçían commo cosa apartada que non era de la dicha villa del Adrada nin avían a ellos nin en ellos derecho alguno. E visto todas las otras cartas e previllegios e scripturas e probanças por amas las dichas partes presentadas e todo lo otro por amas estas dichas partes del dicho sennor condestable e del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada rrasonado e presentado e allegado en la dicha rrasón, fasta que sobre ello por amas las dichas partes fue concluso. E yo ove el pleito por concluso e asigné plaso e día cierto, e dende adelante para de cada día, para dar sentençia. E avido e avido (sic) sobre todo mi conseio e deliberación e acuerdo, fallo que devo declarar e declaro que los términos propios del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada, para en quanto/ (folio 3 vuelto) toca a se deslindar con los dichos alixares del dicho sennor condestable que (falta: son) en esta cabsa, e en quanto en ella toca por rrasón de los

UN ORIGINAL DE DON ÁLVARO EN EL ARCHIVO DE ESCALONA...

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dichos alixares, que son éstos que aquí diré: que comiençan desde el puerto del Avellaneda ayuso ansý como va la cannada e da en La Figuera e dende a Torinas, e Torinas ayuso fasta dar en Tiétar, e La Robladosa arriba fasta o nasçe, e por ençima de la cunbre de la sierra commo vierten las aguas al Adrada fasta el dicho puerto del Avellaneda. Todo el término destos dichos límites adentro que es término del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada, e que de los dichos límites, moiones e fines e términos afuera que non es del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada e nin le pertenesçen al dicho conçeio nin ha derecho a ello; e quitados los alixares que parten con los dichos límites e moiones e fines afuera en la dicha Trasierra de Ávila, que son propios e libres del dicho sennor condestable don Álvaro por rrasón de la merçed quel dicho sennor rrey le dellos fiso. E por esta mi sentençia non entiendo determinar nin determino sobre otros términos nin límites nin cosas salvo quanto toca a la deslindaçión e confinaçión de los dichos alixares del dicho sennor condestable con los límites e fines e moiones e términos del dicho conçeio de la dicha villa del Adrada e en quanto conçernen (sic) los dichos alixares. E por algunas cabsas que me a ello mueven legítimas, non fago condepnaçión de costas a alguna de las partes, [e] que cada una pague las que ha fecho, asý las del esticribano commo otras qualesquier que ayan fecho. E por mi sentencia difynitiva / (folio 4) asý lo declaro e pronunçio e mando en estos presentes escriptos e por ellos, sedendo pro tribunali reservando e quedando en salvo sy nesçesario fuer por mí mesmo o otro por mi mandado yr amoionar e limitar e ver e apear los dichos límites e los amoionar e más claramente, sy nesçesario fuere, los declarar. Fue dada e pronunçiada esta sobredicha sentençia por el honrrado Iohán Rodrigues de Arenas, bachiller en leyes, corregidor por nuestro sennor el rrey en la çibdad de Ávila e alcallde mayor de la villa de Talavera e uno de los dose rregidores della e iues comisario en la dicha cabsa, estando asentado astentado (sic) a iuysio pro tribunali en abdiençia en el logar de Ramacastannas, termino (falta: e) iurisdiçión de la villa de Arenas”. Lunes veynte e tres días del mes de agosto, anno del nasçimiento del Nuestro Sennor Ihesuchristo de mill e quatroçientos e treynta e quatro annos, en presençia de mí Santos Gonçales de Arenas, escrivano

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público en la dicha villa de Arenas e su tierra e términos por el dicho sennor condestable de Castilla, e ante los testigos de yuso escriptos; estando ý presentes Iuan Sanches del Adrada, alcayde de la casa fuerte de Arenas, procurador e en nombre del dicho sennor condestable; de la una parte, e de la otra parte Alfonso Sanches de Quemada, / (folio 4 vuelto) e Alfonso Garçía de Castillo, vesinos de la villa del Adrada, e en nonbre del conçeio e alcalldes e alguasil e rregidores e ommes buenos de la dicha villa del Adrada e como sus procuradores, los quales e cada uno dellos por nonbre de sus partes dixeron que rresçibian iuysio e que consyntían e consyntieron en él en los dichos nonbres, e que pidían e pidieron a mí el dicho escrivano testimonio signado, cada una parte el suyo, en un thenor, para guarda e corroboraçion de sus derechos de las dichas sus partes. E a su pedimiento diles ende a cada uno el suyo, que pasó en el día e mes e anno e logar e cómo e en la manera susodicha, de que son testigos dello, llamados e rrogados: Garçía Gonçales e Bartolomé Rodrigues, escrivanos públicos de Arenas; e Iuan Blasques, fiio de Antón Lopes; e Ferrand Alfonso del Arroyo e Ferrand Alfonso de la Nava, e Álvaro Gonçales e Garçía Gonçales, fiios de Matheo Sanches, vesinos de la dicha villa de Arenas; e Rodrigo Ávares (sic: Álvares) del Colmenar, fiio de Martín Lopes; e Iuan Sanches, fiio de Garçía Ferrandes del Colmenar; e Rodrigo de Ayala e Ferrand Gudiel, vesinos de Talavera, escuderos del dicho bachiller. Iohanes, bachalaureus legibus. E yo Santos Gonçales de Arenas, escrivano público sobredicho, fui presente en uno con los dichos testigos a lo que dicho es / (folio 5) e, a rruego del dicho bachiller iues que aquí puso su nonbre e a pedimiento de los dichos procuradores, de este público instrumento de sentençia saqué e escriví dos cartas por abeçé en un thenor, una para el dicho sennor condestable e otra para el dicho conçeio del Adrada, e fiz aquí este mio signo en testimonio de verdad. / (Folio 5 vuelto) (Calderón) Sentençia que dio el bachiller Iuan Rodrigues de los terminos de la villa del Adrada.

LA PUERTA OLVIDADA DE ESCALONA1 Bárbara DEL RINCÓN BELLO

El tiempo pasa inexorable y olvidamos: Cambiamos nuestros hábitos, nuestras costumbres, nos acomodamos y modificamos lo del entorno por aburrimiento, por facilidad de vida, por tenerlo todo al alcance. Somos de caminos fijos, de mismos recorridos, pero olvidamos. A veces escribimos para recordar, nos apuntamos en la mano, en post-it; y otras veces escribimos por mandato, para constar, porque es importante o por placer. Y entre algunos de esos escritos, podemos volver a encontrarnos con lo que no recordábamos. Los vestigios que quedan de lo que un día fue, pueden quedar en forma de documentación escrita o de restos físicos. Este trabajo se realiza para reencontrarnos con una de las puertas olvidadas de acceso al castillo y a la villa, en este orden, pretendiendo que conste su emplazamiento, al menos para otras generaciones y esperando que esta vez no se olvide, actualizando la información que tenemos sobre una Escalona medieval que está en el camino de conocerse.

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Quisiera agradecer a Nicolás Ávila Seoane su ayuda esencial para la elección, documentación, preparación y toma de contacto con los archivos; al personal de la Biblio. del Museo Naval de Madrid, la Cartot. del INGE y la Cartot. del Archivo General Militar de Madrid su amabilidad y atención; a Juan Durango, quien más de cien veces lo habría leído y comentado por su pudiéramos aportarle más citas que anotar en sus agendas y sobre las que conversar; a Sergio Correa Durango sus horas; a Juan Carlos sus bromas; y a mi familia por disculpar tantas ausencias y ratos juntos aplazados.

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Las hipótesis y resultados mostrados han seguido una línea concreta que precisaría de arqueólogos y estudios de campo que pudieran contrastarse. Los resultados de los datos, hasta donde se ha podido abarcar, son factibles de refutar por nuevos documentos, pero sirvan como una aproximación del tema con unas hipótesis comentadas en espera de aprobación, si no pudieran impugnarse, o de aceptación e inclusión. Son varias las puertas de las que se tiene ubicación a finales del siglo XIX gracias a un mapa aún no incluido como fuente documental para el estudio de la villa, del que es preciso estudiar la viabilidad de que los emplazamientos no hayan cambiado en el trascurso de los siglos precedentes a su confección. No se puede medir algo que no existe y las cotas nos indican los espacios que, quizás ahora perdidos, existieron en un tiempo intermedio entre la Escalona medieval y nosotros. Por eso creo en la veracidad de cuanto se muestra y se refleja en los mapas. Cuando éstos se dibujaron, lo que en ellos aún queda en forma de líneas, en su día existió, habiendo de estudiar desde cuándo y por qué se mantuvo lo que midieron y acotaron. Por la complejidad del estudio exhaustivo de cada uno de los accesos, la puerta que se va a ir redescubriendo en este trabajo es la de Alamín, a lo largo de una exposición de diferentes elementos, acompañadas de planos, mapas y dibujos, que en su desenlace se relacionan para concluir con el conjunto de marcadores de la existencia de la puerta en el emplazamiento ya señalado en el siglo XIX. 1. DOCUMENTACIÓN. La villa de Escalona dispone de una documentación que aporta información sobre el funcionamiento y todos los aspectos de la vida de la villa: los libros de las Actas Municipales 2, redactados desde 1477-1478 y factibles de visualización desde la reciente organización y catalogación del Archivo Histórico Municipal de Escalona.

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Archivo Histórico Municipal de Escalona, en adelante AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales. Algunos aspectos para los que resulta muy útil esta información en Ó. LÓPEZ GÓMEZ, “Control político y relaciones de poder en una villa de los Marqueses de Villena: Escalona, 1477-1489”, en Ó. LÓPEZ GÓMEZ, N. ÁVILA SEOANE, S. CABEZAS FONTANILLA (coords.), Escalona 1083-1554. De la repoblación a los tiempos del Lazarillo, Escalona, 2011, pp. 151192.

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Por motivos diversos las puertas no suscitaban grandes intereses en los estudios de la villa realizados con anterioridad sobre la misma. Algunas descripciones de siglos pasados son las relaciones mandadas por el cardenal Lorenzana 3, del Catastro del Marqués de la Ensenada 4, las visitas de Pascual Madoz 5 en 1847, la de Aureliano Fernández-Guerra y Orbe 6 en 1853, o la de F. B. Navarro 7 a finales del siglo XIX, que si hablan de accesos sólo recogen las tres puertas principales: las actualmente conocidas y ubicadas Puerta de San Miguel, Puerta de San Vicente (hoy Puerta de San Ramón) y Puerta del Río. Estos autores tampoco nos hablan de la existencia de una novena torre, por estar escondida de las vistas desde el pueblo o por no haber restos cuando hicieron sus visitas. Hasta el momento A. Malalana Ureña ha sido el único autor que ha señalado la existencia del “Portillo de Alamín” interpretando la lectura del primer libro de esas Actas Municipales del AHME. Su ubicación teórica responde a cierta lógica situándola en la Calle de Alamín, pero no lo justifica, y su información es incompleta y parcial y le da una connotación peyorativa a la puerta, denominándola “portillo” cuando ningún dato tiene para así calificarla; quizás así llamada por las características de importancia que da a este acceso supuestamente secundario y supeditado. [...] toda muralla cuenta con pequeños accesos auxiliares. Su principal característica es que sólo estaban abiertos unos pocos días al año y el resto, permanecían “...tapiados en alto...” para no debilitar la función defensiva de la muralla. La escasa información aportada por las fuentes documentales tan sólo nos permite conocer la existencia de dos de estas entradas, los portillos de Alamín y de la Picota. Del primero, aún podemos incorporar algún dato, por ejemplo, que en épocas de funcionamiento, facilitaba la entrada de los viandantes que llega3

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Descripción de todos los lugares del Arzobispado de Toledo, por el orden de sus vicarias, que contiene las particularidades de cada respectivo pueblo, sacado todo de los informes que han remitido los respectivos curas párrocos contestando al interrogatorio que se les remitió por orden del excelentísimo señor don Francisco Antonio Lorenzana, Biblioteca Pública de Castilla-La Mancha / Biblioteca Pública del Estado en Toledo, manuscrito 84, ff. 62 v y 63 v. Archivo General de Simancas, en adelante AGS, Catastro de Ensenada, Respuestas generales, libro 615, ff. 256-315 v. Diccionario geográfico-estadístico de España y sus posesiones de Ultramar, t. VII, pp. 515-518. “Antiguallas de Cadalso de los Vidrios, Guisando y Escalona”, en Semanario Pintoresco Español, Madrid, 1853, p. 313-315. Comenta, entre otras cosas, la construcción de Don Juan Manuel de ocho torres albarranas con buhederas y saeteras, y el ahondamiento del foso norte. F. B. NAVARRO, “Fortalezas y castillos de la Edad Media (Escalona y Maqueda)”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones 25, vol. 3, 1895, pp. 21-32.

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ban a Escalona por el camino de Alamín 8. Asimismo, el concejo impuso en él, conjuntamente con la puerta de San Miguel, la renta de leña que entraba de la villa 9.

Recurriendo a los archivos originales 10 que hablan de la existencia del mal denominado hasta ahora “portillo”, no sólo porque no se refleje como tal sino por las atribuciones erróneas que se le da de significado, se encuentra la siguiente información.

Tres imágenes del libro 1º. A la izquierda resúmenes posteriores de los párrafos de la derecha. Escrito en ambas columnas: “Puerta de Alhamín”.

Hay que señalar que A. Malalana escribe “puerta de Alhamín” 11 y “postigo de la puerta de Alhamín”. Los significados “portillo” son puerta no principal, quizá de una sola pieza (por las dimensiones del ancho del umbral), y comparte características con la palabra “postigo” aten-

No relaciona directamente las comunicaciones de Escalona con Alamín para explicar que así se llamara. 9 A. MALALANA UREÑA, La villa de Escalona y su tierra a finales de la Edad Media, Madrid, 2002, p. 94 y p. 112. En su obra anterior, Escalona Medieval (1083-1400), Madrid, 1987, no las menciona. 10 AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 1º, ff. 314 v, 416 v, 429 v. 11 Denominada de Alhamin (como en el libro 1º) y Alfahmin en p. 133 según F. C. SAINZ DE ROBLES, Castillos en España: su historia, su arte, sus leyendas, Madrid, 1952, pp. 131-134, y Alfhamin en F. B. NAVARRO, “Fortalezas y...”, p. 22. 8

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diendo a algunas acepciones 12. Pero las entradas recogidas en el libro 1º hablan primeramente de “puerta” y luego del “postigo” de la puerta, lo que permite entender este uso de la palabra según la definición de puerta pequeña abierta en otra mayor y que, por lo tanto, descartaría la palabra “portillo” para hablar de este cerramiento. La puerta de Alhamín es una puerta en sí misma, un vano o agujero de entrada y salida y un hueco transitable factible de cerrar. No es posible que hubiera, a finales del siglo XV, confusión sobre la diferenciación entre las palabras puerta y portillo, pues Corominas en su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico documenta el uso de la palabra “portillo” (bajo la voz puerta en el vol. IV, p. 682) desde el año 942. Cuando había pasado el tiempo de don Álvaro, Alamín se desmoronaba progresivamente y la fortaleza de Escalona podía relajarse ante inminentes ataques. La tranquilidad de los Pacheco, señores del castillo, hizo que permitieran que accediera la gente del pueblo a través de esa puerta que antes había sido privada, en la que se pagaba un precio acordado para introducir la leña y que estaba controlada por un encargado que percibía una nómina por abrirla y cerrarla, como se recoge en las Actas Municipales, libro 1º. La comunicación desde la puerta de Alamín con el pueblo en algún momento comenzó a realizarse salvando el foso norte, que separa el pueblo del castillo, lo que dio el nombre de Calle de Alamín 13. En la época medieval, esta calle relacionaba la Puerta de Alhamín con la puerta norte de la villa, la Puerta de San Miguel, y también se tenía un acceso hacia la plaza central. 2. CAMINOS. No puede exponerse la ubicación de los accesos a la fortificación del castillo o la ciudad de Escalona sin hablar del entorno que condiciona los mismos, centrándonos en el objeto de estudio del presente trabajo: la relación de Escalona con Alamín, nombre que permanece en la puerta y en la calle. Las fortalezas se ubicaban atendiendo a la comunicación con otros castillos, estaban en posición dominante y controlaban L. VILLENA, “Glosario de términos castellológicos medievales”, en Actas del III Congreso de Castellología Ibérica: 28 de octubre – 1 de noviembre, Guadalajara, 2005, pp. 387-398 explica los términos “portillo” y “postigo” en la misma entrada: puerta estrecha que solía estar junto a la puerta principal y que podía tener una apertura en los momentos que la principal estaba cerrada para permitir aún el acceso, o que abría sólo algunos días para garantizar el control de los que accedían o salían de la villa. 13 Las calles derivan sus nombres de las funciones y se relacionan con lo que en ellas acaecía. 12

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las vías de comunicación, en este caso el acceso a la ciudad de Toledo en el camino de paso desde Ávila 14. Los primeros datos sobre Alamín, en el siglo X, alegan que pertenecía a los musulmanes para controlar y vigilar el acceso a Toledo desde el norte. Escalona, Alamín y Maqueda fueron un triángulo defensivo (Qora de Toledo) o un embudo 15 de ubicación estratégica en la defensa de la ciudad. Los caminos en este momento eran más importantes por las posibilidades militares que por las posibilidades económicas, y antes de ser lugares de población eran fortificaciones. Alamín y Escalona estaban muy cerca, separados entre ocho y nueve kilómetros en función de la ruta, y tenían buena visibilidad, todavía apreciable desde la plataforma de la Torre del Homenaje, porque ambas se asentaban sobre elevaciones naturales del terreno. Escalona era la primera posición de vigilancia ante la llegada de los cristianos del norte mientras que Alamín vigilaba el paso por el Alberche. En Escalona el río era vadeable, aunque peligroso, y el puente que lo cruzaba lo controlaba Alamín.

Mapa con los emplazamientos más importantes relacionados con Escalona y Alamín. M. L. BUENO SÁNCHEZ, “Fortalezas y atalayas en el entorno del Alberche en los siglos X-XIII. Estado de la cuestión”, en Actas del III Congreso de Castellología Ibérica: 28 de octubre – 1 de noviembre, Guadalajara, 2005, pp. 305-324. 15 R. IZQUIERDO BENITO, “Las tierras entre el Alberche y el Guadarrama en la Edad Media: defensa y poblamiento”, en Ó. LÓPEZ GÓMEZ, N. ÁVILA SEOANE, S. CABEZAS FONTANILLA (coords.), Escalona 1083-1554. De la repoblación a los tiempos del Lazarillo, Escalona, 2011, pp. 13-35. 14

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Con los avances de los reinos cristianos y la toma de estos lugares (Alfonso VI), estas fortificaciones quedaron como retaguardia. Cuando se tomó Toledo en 1085, el peligro no venía de la posible sierra norte sino del sur, por lo que cambió el punto de vista defensivo: ahora Alamín, en el lado más expuesto, quedaba como cabeza avizora, y Escalona estaba más protegida de forma natural. Los dos lugares seguían teniendo comunicación militar directa, cambiando al lado norte del río Alberche. En el siglo XII Alamín pasó a la posesión del Arzobispado de Toledo. Más tarde, la villa de Escalona fue intercambiada en 1424 16 por la de Alfaro con el rey Juan II y desde 1436 17 se consideró la venta de Alamín a Álvaro de Luna, concedida en el verano a cambio de 40.000 maravedíes por juro de heredad. Juan II tenía buena relación con Álvaro de Luna, como se puede apreciar en las Crónicas 18, y hacía visitas continuas y constantes al palacio de Escalona durante todos los años que D. Álvaro tuvo el favor del rey. Allí era agasajado con ricas fiestas y banquetes y disfrutaban de escapadas a cazar en la zona del castillo de Alamín, en los Montes de Alamín. Con el tiempo Alamín perdió importancia como fortificación a la par que Escalona la ganó, sobre todo tras la desviación del Camino Real desde Alamín a esta villa para comunicar Ávila y Toledo. Álvaro de Luna mandó construir el puente que cruzaba el río por Escalona, y posteriormente mandó demoler el que controlaba Alamín, para hacer efectiva la desviación de la ruta y controlar el cruce del río Alberche. Las cartas de repoblación habían favorecido el asentamiento de población en Escalona, y Alamín quedó como fortaleza, desmoronándose con el tiempo aunque manteniéndose como zona importante de caza. Comparando los mapas de la Cartoteca 19 del Instituto Geográfico Nacional, en adelante IGNE, desde mediados del siglo XVI, Escalona suele aparecer en algunos casos como lugar importantísimo; Alamín no aparece en ninguno de ellos. Es destacable cómo se recoge el puente que hay en Escalona y que permite cruzar el río.

AHN, Sección Nobleza, VILLENA, C. 6/4. AHN, Sección Nobleza, OSUNA, documentos entre 1436 y 1437. 18 Crónica de Don Juan II, Crónica de Don Álvaro de Luna, condestable de Castilla., Maestre de Santiago, y Crónica del Halconero. 19 Fondos Cartográficos del IGNE. Siglos XVI-XIX; mapa de 1570 (Abraham Ortelius), 1606 (Petrus Kaerius y Judocus Hondiius), 1632 (Petrus Kaerius Caelavit) o 1681 (I. F. Leonardus). 16 17

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El camino que unía Escalona y Alamín existía desde la época musulmana, manteniéndose aunque los caminos principales ya no pasaran por el segundo emplazamiento. Las comunicaciones se han conservado, habiendo planos del siglo XIX que siguen relacionando estos dos lugares por el lado norte del río. De estos mapas hay que destacar el de signatura 450100 del IGN, de 1878, que tiene el “Camino del Castillo” 20; si se proyectara esa línea llegaría hasta el castillo de Escalona y desembocaría en la Puerta de Alamín. Ese brazo inferior del camino unía la Puerta de salida del castillo y la fortaleza de Alamín al final del mismo. 3. MURALLA. Durante la Reconquista de la Península Ibérica los castillos tenían diferentes funciones: contener al enemigo, servir de puesto de mando, cuartel y de zona defensiva en las épocas inestables e inseguras. Los castillos protegieron a los reinos cristianos y sus aliados; una vez ampliados los territorios sirvieron como baluartes fronterizos y seguros, que protegían y controlaban los esfuerzos repobladores. Los castillos defendían las fronteras y eran puntos estratégicos, así como de ofensa 21, porque eran lugares donde concentrar, entrenar y armar tropas, para ser enviadas donde fuera menester. Hay multitud de enfoques aplicables para analizar la muralla de un castillo, aunque el militar es el más directo e imponente. Una muralla podía significar la diferencia entre la vida y la muerte en caso de asedio o asalto (condición de doble filo). Las murallas mantenían fuera al enemigo pero al mismo tiempo encerraban a quienes protegían. En el caso de bloqueo total de las comunicaciones y del abastecimiento de una fortaleza sitiada la muralla retrasaba lo inevitable. Era un elemento que daba tiempo a que llegara la ayuda del exterior, un ejército que rompiera el asedio. Para evitar estas situaciones de encierro, los señores más prudentes tenían una o varias puertas de carácter “privado” destinadas a la correspondencia de alto secreto, las salidas “invisibles”, el avituallamiento específico del castillo y posibilitaban la huida en el caso de perder la fortaleza, lo que no llegó a ocurrir en Escalona. La Aunque sin nombrarlo, también puede verse su trazado en el mapa de 1950: hoja 580, nº 141, Méntrida, del Instituto Geológico y Minero de España; y en el Visor Sigpac del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio ambiente. 21 M. I. PEREZ DE TUDELA Y VELASCO, “La arquitectura militar como símbolo y emblema de las realidades medievales”, en La Fortificación Medieval en la Península Ibérica, Palencia, 2003, pp. 11-16. 20

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puerta de Alamín bien pudiera tener alguna de esas funciones, aunque haría falta un estudio arqueológico minucioso para certificar que no había ninguna otra puerta “trasera” en la fortificación, ubicada en algún lugar de la muralla entre el norte y el este. Un factor vital para comprender la dificultad del acercamiento al castillo de Escalona es analizar brevemente quién fue su señor: Don Álvaro de Luna, favorito del rey Juan II de Castilla, no sólo tenía amplios territorios bajo su jurisdicción y mando. El título de Maestre de Santiago ponía a su disposición los recursos de la Orden, sumando el de Condestable de Castilla, que le otorgaba la potestad de guiar los ejércitos del rey y responder militarmente sólo ante el mismo Juan II. Ambos títulos hacían de él la persona más poderosa de su momento, acaparador de honores y poderes que despertó muy pronto la envidia de aquellos que podían llegar a tener poder suficiente para oponerse a él. Don Álvaro podía levantar ejércitos con efectivos suficientes sólo, sin recurrir a alianzas con otras casas nobles; Escalona, sede de su poder e imagen de su magnificencia, estaba en todo momento protegida y guarnecida con sus mejores tropas. La capacidad defensiva del castillo es considerable, sobre todo a partir de la ampliación del foso norte y oeste y el antepecho, que refuerzan el camino de ronda exterior o la liza pasante bajo los arcos de las torres albarranas. Esto otorga al castillo una línea defensiva adicional junto con la barbacana que permitía colocar hasta dos piezas artilleras, muy primitivas pero intimidatorias. ¿Qué podemos deducir de este sistema de refuerzo defensivo? Por el hecho de contar con muralla y torres el castillo estaba protegido, pero cualquier fortaleza tenía murallas y torres. ¿Qué le da a Escalona su superioridad defensiva? En primer lugar, la elevación del terreno. Al aproximarse al castillo se sigue viendo que domina el vado del Alberche y los terraplenes verticales actuales estaban más escarpados siglos atrás. Gracias a los fosos no importaba desde dónde se acercara el enemigo porque el efecto era el mismo. La defensa era física y tangible. La moral de la tropa era un factor que podía decantar la victoria hacia un bando o a otro. No cabe duda de que al disponer de unas defensas tan firmes, los defensores del castillo de Escalona se sentían seguros y arropados y su ánimo de luchar era alto. En el caso del atacante, la idea de asaltar sus torres y muros resultaría amedrentadora. La dificultad de asaltar la fortaleza o llegar hasta alcanzar la base de sus muros, era un factor psicológico negativo para el enemigo: saberlo complicado y peligroso medraba el ánimo y constituía otro elemento defensivo, esta vez mental.

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Las torres estaban conectadas con la muralla, almenadas y cubriendo todos los puntos ciegos de las torres colindantes. Suponían el primer obstáculo para el enemigo. La muralla principal, ancha y alta, 22 con matacanes y rematada de crestería era otro obstáculo para el acceso a las murallas matrices. El camino de ronda superior permitía conectar las torres con la muralla evitando el peligro de que una guarnición de una torre quedase aislada, y posibilitando el envío de tropas de refuerzo a la zona que estuviera siendo atacada de forma más enconada. Los arqueros eran imprescindibles. Una guarnición bien nutrida de arcos y flechas podía mantener la defensa del castillo por sí sola mucho tiempo si estaba abastecida. El aljibe, en la parte norte del patio grande de honor o arx 23 permitía disponer de agua sin tener que salir del recinto amurallado. Éste es un factor defensivo tan importante como el disponer de comida. El antepecho o falsabraga, entre las torres albarranas, formaba una primera línea defensiva complementada por la barbacana artillera que ya hemos mencionado con anterioridad. Antes de la misma, una escarpa dificultaba el acercamiento del enemigo.

Terminología de elementos. Torres albarranas a1 (Puerta de Alamín) y a2.

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M. I. PEREZ DE TUDELA Y VELASCO, “La arquitectura militar...”. En donde cabían mil hombres según F. B. NAVARRO, “Fortalezas y...”, p. 24.

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La puerta de Alamín complementaría el conjunto de elementos de fortificaciones. En caso de un ataque desde el sur, alguien que no conociera la zona y no cortase la salida norte del castillo (la puerta de Alamín), que comunicaba con poblaciones cercanas, fracasaría en el aislamiento. Esta puerta garantizaba suministros y abastecimiento logístico. La sinergia, la combinación de los elementos defensivos principales (murallas, torres y arqueros) hacía que ningún punto de la muralla quedase débil, que el asaltante se expusiera de forma continuada a las flechas, venablos y piedras, y que el ataque resultara tan costoso en vidas y material táctico que no mereciese el esfuerzo. No debemos olvidar tampoco que los asaltos directos eran escasos, 24 y que las fortalezas se tomaban bien al asedio bien por algún subterfugio, engaño o infiltración. Un grupo pequeño podía abrir la puerta después de una escalada difícil. Si la fortaleza contaba con vigilantes suficientes, era improbable que lo tomaran. Otro elemento a considerar es que los castillos de Escalona y Alamín mantenían una conexión óptica que se usaba para la transmisión de señales, con un sistema de fuegos y humo 25 en función si debían ser usabas por el día o por la noche. Dichas señales servirían tanto para avisar de la presencia enemiga y pedir refuerzos, como para transmitir órdenes sencillas. Tanto la fortaleza como la villa estaban fuertemente amuralladas, con fosos que las protegían y separaban del enemigo, pero que debían vigilarse para que los desperdicios o las arenas del viento no le restaran profundidad. Tenía puertas de acceso para comunicarla con el entorno. 4. PUERTAS. La muralla de la villa se construyó a principios del siglo XII con Alfonso VI. Las tres puertas de la muralla se abrieron con la proyección de la misma para comunicar las zonas principales. Por las crecientes necesidades de acceso e introducción, se abrieron nuevos accesos en forma de portillos o puertas que facilitaban la entrada.

A. NAVAREÑO MATEOS, “El castillo en la guerra medieval. Pertrechos y tácticas de ataque y defensa”, en Actas del I Congreso de Castellología Ibérica: 14 a 17 de septiembre de 1994, Palencia, 1998, pp. 575-592. 25 M. A. VIVAS PÉREZ, “La transmisión de mensajes mediante señales ópticas: Una visión de conjunto”, en Actas del III Congreso de Castellología Ibérica: 28 de octubre – 1 de noviembre, Guadalajara, 2005, pp. 399-418. 24

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Dibujo conceptual. Fases de elementos y comunicación.

Las puertas medievales, cuya ubicación y denominación se conocía hasta ahora son la Puerta de San Miguel (Santa María, o Puerta del “Castillo” según P. Madoz y F. B. Navarro), la Puerta del Río, la Puerta de San Vicente o San Ramón y la Puerta de la Parra. En el libro 1º de Actas Municipales del AHME aparece la Puerta de Alamín 26, pero no tenemos entradas de la misma en el libro 2º. En este libro 2º aparecen otros datos interesantes todavía no estudiados, con entradas sobre la Puerta de San Miguel 27, del Río 28, y de la Parra 29. Hace referencia al pago de los porteros 30 de la villa, a los impuestos por la entrada de la leña (en el libro 2º, f. 5 v) y al empedrado 31 de las dos calles principales. Otro dato se relaciona con la basura tirada cerca de la “Puerta del Pico”, quizás la “Puerta de la Picota” 32 de años anteriores. Las referencias más cercanas, inservibles, hablan de Navas de Alhamín y de las tierras de Alamillo. 27 AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 2º, ff. 48 v, 57 v, 167 v, 233 v, 295, 331, 412 v, 414 v. 28 AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 2º, ff. 167 v, 295. 29 AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 2º, ff. 233 v, 331, 412 v. 30 AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 2º, ff. 35 v, 217 v, 235 v, 335 v. 31 AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 2º, ff. 295, 295 v. 32 Puerta de la Picota: AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 1º, f. 416 v. Pico: AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 2º, f. 86. 26

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Imagen a. E. Cooper, vol. 2, Figura 821; b. A. Malalana Ureña, 2002, p.94.

5. UBICACIÓN. Un nuevo documento inédito de signatura 451259 del IGNE nos revela 33 el emplazamiento exacto de la Puerta de Alamín hace más de un siglo, en 1878 34. Un fragmento de este plano en Ó. López Gómez, “Control político...”, p. 155, recoge la ubicación y el nombre de la puerta, sin que se haga mención alguna a la misma o se haya actualizado el conocimiento de este hueco de acceso en el plano de puertas de la villa que se tenía hasta el momento. Este documento permite conocer la existencia de otros accesos que se abrirían después del período medieval: la Puerta Nueva del Río y el Portillo del Corralón, así como la ubicación de la medieval Puerta de la Parra 35, que pueden incorporarse y estudiarse en siguientes trabajos. Sin embargo no recoge la ubicación de la Puerta de la Picota o Puerta del Pico, pudiendo haberse parcheado tras unos años de uso, o derivarse luego en la puerta Nueva del Río, lo que queda pendiente de comprobación y de documentación. La información que aporta este plano puede contrastarse y ampliarse con el conjunto de planos realizados entre 1878 y 1953, bajo las signaturas 450100, 450514, 450515, 450516, 450517, 451255, 451256, 451257, 451258, 451259, 451260, 451261, del INSITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA. 34 Firmado el 17 de Noviembre de 1878 por el topógrafo Víctor Moreno y revisado el 9 de Enero de 1879 para su aprobación por el Director, el General Ibáñez de Ibero. Copia en blanco y negro del mapa del Archivo de la Diputación de Toledo, sobre la que se ha trabajado y la que se enseña en este trabajo. 35 Destaca el cambio de apreciación que ha habido en estos cuatro siglos, pues pasa de llamarse “puerta” de la Parra a denominarse “portillo” quizás por el cambio de uso que ha tenido en este tiempo transcurrido. 33

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Fragmento de plano de Escalona. Se han coloreado los muros y señalado las puertas. En base a este documento se procede al estudio de la viabilidad de dicho emplazamiento. No se puede medir lo que no existe y los planos tienen cotas y mediciones.

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Explicación tomando como base el plano anterior. A la derecha calles actuales.

Es destacable la variabilidad del perímetro del castillo, de su perfil, que hay en cada uno de los planos, no coincidiendo éstos del siglo XIX con los de siglos posteriores, sobre todo en la zona a la que se uniría la torre albarrana a0 hipotética, o el antemuro. Ni siquiera hay acuerdo unánime en cuanto a la ubicación exacta del norte en los planos dibujados. Malalana no erraba por completo cuando lo ubicó en un punto de la calle Alamín. No obstante se equivocó de extremo. Exactamente no es con la actual calle Alamín desde donde partiría o terminaría: un foso les separa. Como las puertas y calles se llaman así por algo relacionado con algo, la puerta de Alamín es inequívocamente una relación con la fortaleza de Alamín, que se encuentra a ocho kilómetros de distancia. Su ubicación hipotética sobre la que versa el trabajo se ha realizado en base a un plano realizado en 1878 que sirve para actualizar los conocimientos que tenemos sobre esta villa. En el plano de la izquierda hay una diferencia de colores por la cronología y los cambios más evidentes. Las flechas del recorrido unen la puerta con la calle (zona de acceso a la ciudad).

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El plano de la derecha se ha realizado sobre el anterior dibujando la planta actual: el muro que unía a la muralla a la torre se rompió para la construcción de los edificios que hoy se encuentran en ese emplazamiento, porque una vez realizados los de la parte superior el resto compartían paredes y se añadieron por solapamiento ortogonal, sin formas extrañas que siguieran el trazado de la muralla, continuando las paredes de los edificios colindantes para hacer edificios rectangulares con esquinas rectas y no angulosas. También puede apreciarse lo que queda de la Calle Alamín, cortada primeramente por el emplazamiento de unas cercas y posteriormente por casas que se emplazaron en la misma. 6. LAS TORRES ALBARRANAS. La mayoría de glosarios y diccionarios medievales describen las torres albarranas como prismas exentos y sobresalientes del lienzo de la muralla, unidas con un puente o nexo fácilmente destruible en el caso de que las torres pasaran a manos del enemigo 36. Servían para defender la muralla, proteger las puertas y hacía las veces de atalaya. Eran un avance de la línea defensiva para reforzar ciertas zonas (en la fortificación de Escalona destaca el número de torres que custodian el puente que salva el foso y el consecuente acceso a la puerta principal). Pueden ser de planta circular, cuadrangular, pentagonal, hexagonal y otras, pero en el caso de la fortaleza de Escalona son rectangulares y se disponen de forma relativamente perpendicular respecto a la muralla. Esta geometría es la más primitiva porque dejaba ángulos sin cubrir ante la proximidad del enemigo. Las fortalezas del momento eran de inspiración oriental por los cruzados que volvieron, pero es la “fiebre almohade” 37 la que emprendió la construcción y reforzamiento de fortalezas e introdujo las torres albaB. PAVÓN MALDONADO, Tratado de arquitectura hispano-musulmana. vol. II. Ciudades y fortalezas, Madrid, 1999, p. 252 resume las características principales de las torres albarranas; análisis minucioso sobre Escalona en Ibídem, pp. 255259. L. VILLENA, “Sobre terminología comparada de elementos fortificativos”, en II Congreso de Arqueología Medieval Española, vol. 2, Madrid, 1987, pp. 303-318, y “Glosario de términos...”; J. ZOZAYA, “¿Fortificaciones tempranas?”, en Actas del I Congreso de Castellología Ibérica: 14 a 17 de septiembre de 1994, Palencia, 1998, pp. 71-146. 37 F. VALDÉS FERNANDEZ, “La arquitectura militar en Al-Ándalus. Ensayo de sistematización”, en La Fortificación Medieval en la Península Ibérica, Palencia, 2003, pp. 125-136; S. MÁRQUEZ BUENO y P. GURRIARÁN DAZA, “Recursos formales y constructivos en la arquitectura militar almohade de al-Ándalus”, en Arqueología de la Arquitectura 5, Madrid/Vitoria, 2008, pp. 115-134. 36

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rranas en la Península Ibérica desde mediados del siglo IX, documentadas fuera de este territorio con anterioridad. Son características del arte mudéjar 38. Las torres albarranas de Escalona, como las de Montalbán o Talavera de la Reina, están dispuestas de forma de batería y comparten características formales. Su avance respecto a la fortificación dificultaba el acercamiento a la muralla por los asaltantes y que se les pudiera hostigar de forma más cruenta desde los flancos. Enrique Tormo en su artículo “El problema de las torres albarranas”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones 45, Madrid, 1941, pp. 139-142 resuelve algunos problemas que tenían las torres albarranas colocadas en forma de batería de Escalona, si se las comparaba con las torres albarranas de otros lugares, como las de Calatrava la Vieja, de la alcazaba de Badajoz, del castillo de Montearagón de Huesca, la de Malmuerta en Córdoba y otras en Sevilla, Trujillo o Jaén 39. En primer lugar el problema venía dado por la cuestión de la altura de los arcos y la bóveda de ladrillo que las atraviesan, mayor que la altura del camino de ronda protegido por el parapeto almenado. Este autor (p. 41) alega una hipótesis de altura muy interesante: la justifica como un mecanismo defensivo paralelo a los lienzos de la muralla para el ataque desde tres puntos diferentes: desde la propia muralla, desde la parte superior de las torres albarranas, y desde la liza 40. La altura de las bóvedas no dejaría a los asaltantes, en el caso de no existir ese espacio amurallado paralelo a la muralla, refugiarse dentro de las mismas y acercarse a los muros.

J. ZOZAYA, “¿Fortificaciones...”; L. VILLENA, “Las primeras torres rectangulares en Oriente y en Iberia”, en Discurso de recepción de Leonardo Villena 13 de Marzo del 2006 en la Asociación Española de Amigos de los Castillos; A. ZAMORA CANELLADA, “Un particular sistema de construcción militar, en los albores del siglo XI”, en Actas del I congreso de Castellología Ibérica: 14 a 17 de septiembre de 1994, Palencia, 1998, pp. 761-781 (771); L. VILLENA, “¿Cómo eran los castillos medievales?”, en Actas del I Congreso de Castellología Ibérica: 14 a 17 de septiembre de 1994, Palencia, 1998, pp. 57-69. 39 Usado de inspiración y base junto a L. TORRES BALBÁS para la realización del artículo de L. de MORA-FIGUEROA, “La torre albarrana. Notas sobre su concepto, funcionalidad y difusión en la Europa occidental cristiana”, en Actas del III Congreso de Arqueología Medieval Española, vol. 2, Comunicaciones, Oviedo, 1992, p. 52. 40 Este espacio quedaría acotado entre la muralla y el antemuro que une las torres albarranas. 38

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Torre a4 con arco y antepecho almenado. Las torres albarranas a1 y a2 debieron estar defendidas de un modo similar en el siglo XV. La muralla es más baja que los arcos.

Plano de B. Pavón Maldonado, “Corachas...”, p. 345, sobre el que he nombrado a... a las torres albarranas del modo en que se aludirán en el trabajo. Pavón señala con flechas, casual o intencionadamente, los caminos de acceso al interior de la fortaleza, y apréciese la flecha que comienza uno de los brazos desde la puerta de Alamín.

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Hay otra diferencia de las albarranas de Escalona comparadas con otras torres: no son un bloque externo que se une a la fortificación con elementos de conexión de fácil eliminación, sino que el “puente” (lo que hay encima de la bóveda) parece servir para aligerar el peso de la construcción y la torre parece inserta en la muralla, con una función y forma más bien de baluarte. La bóveda no es el elemento de “unión” porque sigue habiendo torre al otro lado de la misma, antes del muro de solapamiento. A diferencia de otras torres albarranas, las de Escalona no precisan de la destrucción del puente que las une si la torre albarrana es tomada por el enemigo. Estas torres son inhabitables en su parte inferior y no tienen ningún acceso desde la parte baja exterior; sólo se puede acceder a las mismas desde el camino de ronda de la parte superior de la muralla, dificultando que fueran tomadas y necesitaran aislarse con la supresión del discutido elemento de unión. Se puede afirmar que algunas de las mismas, como aún se ve en la torre a3, tenían una estancia interior a mayor altura de la muralla, con las saeteras que permitían atacar guarnecidos. Encima había otro piso superior descubierto, una plataforma con un parapeto de almenas en pico (atendiendo a la homogeneidad de la construcción del conjunto y al remate de las almenas de la muralla), con otra línea de defensores. Alguna torre albarrana pudiera tener tan sólo una altura descubierta o dos alturas: un piso sobre el arco con saeteras al que se accedía mediante unas escaleras desde el camino de ronda, como puede verse actualmente desde el patio interior (por la consolidación de la estructura superior de la torre a2) y una plataforma descubierta protegida por un parapeto (rematado con almenas probablemente en pico). Las torres de Escalona no cuentan con la tradición de puerta-torre, o postigo o poterna abiertos en ella, que permiten el acceso desde el suelo o nivel inferior. El acceso de estas torres se realiza desde el camino de ronda hasta un pasadizo-puente cubierto con bóvedas de medio cañón en el caso de la torre a3. Otro problema que se estudia en estas torres es que no cuentan con la coracha 41, muro de unión de la torre con el muro, sino que están

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B. PAVÓN MALDONADO, «Una observación acerca de las supuestas corachas del Castillo de Escalona (Toledo)», pp. 345-347 en su obra “Corachas hispanomusulmanas: ensayo semántico arqueológico”, en Al-qantara: Revista de estudios árabes, vol. 7, 1986, pp. 331-382. Comenta la equivocación de llamar “coracha” a la barbacana de Escalona hasta su aclaración en este artículo. Las corachas utiliza-

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unidas por un núcleo de hormigón con un revestimiento pétreo, manteniendo separadas las fábricas de la torre y de la muralla. Las torres están a centímetros del muro, lo que hace innecesaria la existencia de una coracha que los conecte. Esta pequeña separación, pese al relleno de hormigón y revestimiento superficial garantiza, acorde a las leyes físicas, que muralla o torre se desplomen sin arrastrar al otro con su desmoronamiento. El pequeño elemento de unión, flexible y dúctil, amortiguaría los golpes recibidos para minimizar los daños en el otro elemento no impactado y separaba los dos bloques. Militarmente era importante que, si tiraban la torre, no abrieran con ello una brecha en el muro.

Elemento de unión de la muralla a la torre a1.

En las fuentes se dice que las torres albarranas de Escalona fueron construidas por don Juan Manuel (1282-1348) en algún momento de su vida, entre 1321 y 1325 (fecha concretada por L. de Mora-Figueroa, Glosario de Arquitectura Defensiva Medieval, Madrid, 2006, p. 197), aunque las aspilleras se atribuyen a Álvaro de Luna en una etapa posterior.

das para unir las torres albarranas a los lienzos de la muralla son inexistentes en esta fortaleza.

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Las torres tienen forma de prisma rectangular y están colocadas a modo de avance defensivo de la fortificación, permitiendo la defensa íntegra del foso en todas sus vertientes. Tienen unos cimientos de granito (se ven en los laterales inferiores de las torres a1, a2 y a6), sobre los que se disponen unas franjas de mampostería, separadas por estrechas verdugadas de ladrillo horizontales (para dar trabazón al muro, nivelarlo y repartir las cargas) y se consolidan con un mortero con ladrillo roto y piedras. También hay ladrillo en las esquinas, en las jambas y en el desarrollo del arco y de las bóvedas 42. El ladrillo es un material fácil de obtener, barato de fabricar y transportar, ligero para construir, rápido de emplear, óptimo para repartir las cargas y nivelar el progresivo levantamiento de los paramentos y rápido para las reparaciones. Su cualidad elástica lo hace idóneo para aguantar los golpes de los proyectiles, dificultando más la realización de brechas en los lienzos de la muralla que cuando se usa la sillería pétrea 43. El ladrillo de la zona es de gran porosidad por el tipo de arcillas que hay en las riveras del Alberche 44 (ver estudios del Instituto Geológico y Minero de España). Los parecidos constructivos relacionan las torres albarranas de Escalona, en su conjunto y tomando como especial referencia la a2, con la torre cuadrangular (no la de la Vela) de Maqueda (Toledo), visualizada desde la Calle de la Torre y separada 215 metros de la punta noroccidental del castillo; también se relaciona con la torre de flanqueo de Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y recuerda en los aparejos al Castillo de Buitrago de Lozoya (Madrid) y a la fachada de la antigua Puerta de Bisagra o Puerta de Alfonso VI (Toledo), vista desde la Plaza de Armas en el barrio del Arrabal. Los parecidos formales más cercanos son las torres albarranas de Montalbán y de Talavera de la Reina, también en Toledo.

A. GRACIANI, La técnica de la arquitectura medieval, Sevilla, 2000, P. L. HUERTA HUERTA, La Fortificación Medieval en la Península Ibérica, Palencia, 2001. 43 L. VILLENA, “Arquitectura militar en la Península Ibérica”, en La Fortificación Medieval en la Península Ibérica, Palencia, 2003, pp. 17-32. 44 Ver estudios del Instituto Geológico y Minero de España. 42

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a. BODO EBHARDT, Die Spanische Burgenfahrt, 1930. Ein Reisebericht. Burgverlag, Marksburg, 1934; b. F. B. NAVARRO, “Fortalezas y...”, la imagen más antigua; c. E. COOPER, Castillos señoriales..., vol. 2, Figura 820; d. A. MALALANA UREÑA, La villa..., p. 133.

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Las torres albarranas se encuentran en las esquinas de la muralla, en la zona de encuentro de distintos lienzos para cubrir los dos lados y en los lienzos rectilíneos, custodiando zonas no significativas. Las torres albarranas defendían los muros de las fortificaciones en sus partes más vulnerables, servían como torres de relativa vigilancia y como protección de las puertas de acceso a la fortaleza. El castillo de Escalona cuenta con una serie de albarranas que principalmente están concentradas en el sector del acceso al interior de la fortificación y en el lado norte. Las distancias que se dejaba entre las torres albarranas era para cubrir desde las mismas los lienzos de la muralla que quedaban entre ellas ante un posible ataque. Según las armas de ataque y defensa, en base a su grado de evolución, las torres albarranas se colocaban según la distancia de lanzamiento y acometida de los proyectiles. En Escalona esta distancia de separación de las torres albarranas de la fortificación es pequeña: oscila entre los 14 y los 25 metros, teniendo una media de 20,66 metros de distancia (suponiendo la existencia de la a0). Analizando el alcance de las armas del momento se sabe que esta distancia permitiría que las torres se cubrieran entre ellas de un modo seguro (al estar tan cerca los proyectiles lanzados llegarían con más fuerza para abatir al enemigo), y tenían ventaja por su altura respecto de la muralla matriz, si el enemigo comenzaba su aproximación. Las torres de los lados de la puerta de Alamín (a1) están separadas de ésta por una distancia de 23 metros (a0) y 21 metros (a2) aproximadamente. La albarrana que está en la esquina a3, tenía una forma redondeada hacia el exterior, como recoge el plano de los topógrafos de 1878, de forma en planta como la Torre de la Vela de Maqueda, para no dejar zonas sin cubrir en esa esquina. En la época de don Juan Manuel no había un marcado foso de protección en el lado norte, mandado ahondar posteriormente por el Condestable don Álvaro de Luna 45 para reforzar la defensa de la batería de 45

Normalmente se atribuye a su figura la realización del antemuro o la barrera, que uniría las torres albarranas y crearía otro nivel defensivo. Sin embargo E. COOPER, Castillos señoriales de Castilla S. XV y XVI, vol. 1, Madrid, 1980, pp. 713-716 se cuestiona si realmente fue obra suya o de Juan Pacheco entre 1470 y 1474. F. CASTILLO CÁCERES, “El Castillo-Palacio de Escalona, corte y escenario de poder en Álvaro de Luna”, en J. A. BARRIO BARRIO y J. V. CABEZUELO PLIEGO (coords.), La fortaleza medieval: realidad y símbolo: Actas, Alicante, 1997, pp. 267-279, alega que no descuidó las construcciones envolventes militares e incorporó elementos (troneras) acorde al desarrollo de las armas de fuego. Pero F. B. NAVARRO, “Fortalezas y...” lo atribuye al siglo XIV, adelantando también la crono-

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albarranas. Estas albarranas avanzaban la línea de fortificación y protegían más ese lado norte de la muralla, custodiando el acceso privado del castillo, que no de la villa. Practicar un hueco en la parte posterior de la fortificación implicaba abrir una brecha en el muro que lo debilitaba, y crear una nueva puerta a defender por la que el enemigo podía tener acceso. Era más seguro crear una puerta en uno de los laterales. Esta salida requería bordear el lateral del norte del castillo, resguardado por las torres, muralla y antemuro; y para acceder había que subir desde el arroyo, ascender una empinada cuesta, entrar por la puerta, bordear el perímetro protegido por la muralla y cinco torres albarranas (considerando el acceso donde lo sitúa E. Cooper 46) para llegar hasta la entrada al interior de la fortaleza. Las albarranas se crearon para aumentar la seguridad de los ataques en la zona norte y en la que cubre la puerta principal de acceso al interior. La albarrana a1 podía haberse construido como una torre cerrada unida a la muralla, creando una barrera o muro para el enemigo impracticable, y sin embargo, como las otras torres, tiene un arco de paso cerca de la muralla matriz, que permite la salida y la entrada. Que haya un arco en lugar de un muro de cerramiento disminuye la protección en este lado pero permite el paso y camino. Otra evidencia de la necesidad de ubicar ahí una puerta de cierre es que no tendría sentido la construcción de la barrera de cerramiento a modo de falsabraga, como la de cronología anterior que hay en la fortaleza de Montalbán, que realizó don Álvaro de Luna en el siglo XV en la zona norte, al exterior de la fortificación, si el hueco de acceso que quedaba en ese lado estaba abierto y no lo cerraban con una puerta. Debía, por lo tanto, de haber un acceso controlado y al servicio del dueño del castillo. Con la existencia de esta puerta se contabilizan dos posibles accesos al interior de la fortaleza, por la puerta principal y por esta puerta que accedería a la anterior o, mediante escalas, subiría al camino de ronda, protegidos por la torre a1 al menos.

logía de las torres albarranas hasta la época musulmana. Para él, las construcciones de Álvaro de Luna, realizadas en 1435, se refieren en exclusividad al palacio y su entorno inmediato. 46 E. COOPER, Castillos señoriales de Castilla s. XV y XVI, vol. 2, Madrid, 1981, Figuras 820-833.

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Dibujo conceptual. Torres albarranas, teóricamente de Juan Manuel. Se ha dejado la parte superior de las torres albarranas como están actualmente, sin suponer otro piso.

Dibujo conceptual. Cerramiento entre torres, teóricamente de Álvaro de Luna.

Se ha señalado en el mapa la primera torre albarrana como a0 la que, hoy desaparecida, se atribuye a Don Juan Manuel. No hay restos en los mapas comprendidos entre 1878 y 1881 realizados por los topógrafos aunque aparece en los mapas de E. Cooper 47 y A. Malalana Ureña 48 (por inspiración del anterior).

E. COOPER, Castillos señoriales..., vol. 2, Figura 820. Plano dibujado el 25 de diciembre de 1966. 48 A. MALALANA UREÑA, Escalona..., p. 67 y La villa..., p. 133. 47

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Para el estudio de los vestigios físicos 49 no es suficiente con las fotografías, antiguas o modernas, y se requeriría de un estudio del terreno, buscando restos 50 in situ de la existencia de la torre, bajo el suelo, sobresaliendo levemente del mismo o desperdigados por la empinada ladera. En las fotografías en blanco y negro de vistas aéreas del Ayuntamiento 51 se ve el perfil de los restos actuales de la fachada este del albacar o patio de honor. Los quiebros y trazados de la zona de la muralla en la que se ubicaría esta torre difieren en las plantas, y lo que hoy hay se parece más a los planos de 1878 y siguientes del IGNE. Algunas fotografías antiguas de la zona trasera muestran una acusada rotura en el muro que hoy no es tan evidente. El lienzo de la muralla en el que estaría unida la torre tiene también diferentes interpretaciones de sinuosidad y ángulos. Otra cuestión que no queda clara es la existencia o no del antemuro de cerramiento, sólo entre las torres a0 y a1 (atribuido a Álvaro de Luna) que dibuja E. Cooper 52. En caso de existir dificultaría o bloquearía la entrada o la salida de los jinetes a través de la puerta, quedando un espacio angosto y cerrado; en el resto de planos esta zona está libre de uso y circulación al dejarlo abierto. La hipótesis de que la puerta se ubicaba en ese lugar requiere la libre circulación en este espacio, como aparece en los planos explicativos y recogen el resto de autores. Si el antemuro que une la torre a0 con la muralla hubiera existido, sería como un avance de la fortificación y refuerzo para los que se aproximaran a ese “hueco de acceso al interior”, bajando desde el mismo al terreno natural por una rampa o escalera, manteniendo la función de la puerta como hueco de paso y el camino que hasta el momento se recorría para entrar y salir. La puerta de Alamín estaba ubicada en la torre albarrana a1, la más alejada de las que se conservan desde el mapa de1878. Este arco era el

El recuento de las torres que se ha realizado en distintos artículos no es efectivo para estudiarlo. Normalmente se habla de ocho torres albarranas, pero hay autores que hablan de nueve torres, contabilizando la del sur. No pueden tomarse como ejemplos de existencia de la torre posterior artículos como el de R. PÉREZ RECIO, “El castillo-palacio de Escalona”, Blanco y Negro, Madrid, 16/12/1917, p. 12, porque en las diez torres que cuenta bien pudiera estar incluida la del Homenaje. 50 Reivindicación de la necesidad de estudios arqueológicos para complementar los datos en A. MALALANA UREÑA, “Las posibilidades de arqueología urbana en la villa de Escalona”, en Actas del Primer Congreso de arqueología urbana en la villa de Toledo, Toledo, 1990, pp. 620-623. 51 A. MALALANA UREÑA, La villa..., pp. 95 y 141. 52 E. COOPER, Castillos señoriales..., vol. 2, Figura 820. 49

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hueco más factible de acoger dicha puerta porque estaba defendido por otras dos torres, y permitía acceder al interior de la fortaleza, bordeando la muralla por un camino de la parte baja, paralelo al camino de ronda superior, y protegido por éste y por los apostados sobre las torres albarranas. Si realmente existió la torre albarrana del muro este, a0, como creo por cuestiones defensivas, ésta tiene una función diferente de las otras. Las torres que tiene a su costado están dispuestas a modo de una batería de albarranas, un avance de la fortificación para cubrir ese lado más desprotegido. El lado en el que se ubica esta torre es más escarpado, no necesitando una doble línea de fortificación para defenderse pues el desnivel del terreno y el río ya suponen unas fronteras naturales. Y sin embargo esta torre se sitúa más cerca de la esquina, protegiendo esa zona de la pendiente por donde los enemigos podrían ascender hacia la fortaleza. Las torres albarranas de forma sencilla, rectangulares, sirven menos para la defensa de los lienzos que las de formas geométricas más complejas, porque dejan ángulos sin cubrir en las esquinas ante un posible ataque. Los ángulos de tiro posibles para los defensores demuestran que la segunda torre albarrana, la que se propone que tenía la puerta, es la que queda más cubierta por las dos entre las que se encuentra. Si esta torre no existiera, la puerta también sería defendible aunque estaría más expuesta. El terreno ha sufrido desprendimientos 53 en sus zonas más exteriores. El lugar en el que estaría ubicada esta torre a0 ha reducido su ancho y hoy es un camino estrecho perimetral. Es de suponer que el terreno superior estaría más accesible desde la zona inferior, con un desnivel de paredes más suaves (por la facilidad del tránsito este camino ha permanecido en los mapas) y sobre las que se asentaría esa torre. Pero los movimientos de tierra quizá la fracturaron e hicieron descender sus restos para sepultarlos bajo la tierra, como las partes superiores de los muros o trozos enteros de la muralla en el suroeste.

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Donde se asienta el castillo de Escalona es una zona de terrazas principalmente de gravas, arenas porosas (depósitos de poca consolidación) y arcillas junto al lecho del río, y los materiales pétreos se hallan alejados del río. El granito abunda en Casar de Escalona, cerca de la villa.

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Dibujo conceptual. La defensa de la puerta a1 desde la fortaleza. La necesaria a0.

La torre albarrana a0 ¿sirvió para cubrir esa esquina de ascenso a la fortaleza, como modo de atalaya o baluarte de la fortificación para avistar a los enemigos en ese área, o para cubrir el acceso que se abría en a1? La torre a1 en la que se encuentra la puerta, no tiene buhedera en la parte cenital. La puerta debía estar en el extremo exterior y los asaltantes, una vez cruzado el umbral, podían ser abatidos en todo momento en el camino hasta el acceso principal a la fortaleza, en vez tirar piedras y líquidos por la buhedera. Serían atacados también desde el camino de ronda de la parte superior de los lienzos. El recorrido hasta que se alcanzaba la puerta principal estaba custodiado por los soldados, que podían abatir a los infiltrados en cualquier momento. Si seguimos las ideas de E. Tormo de la altura de las bóvedas de ladrillo de las torres, los asaltantes no podrían esconderse debajo de las torres porque seguirían expuestos a los apostados tras el antepecho almenado de la muralla. La altura de los arcos permite tirar proyectiles desde los lienzos de la muralla al interior de las bóvedas, no necesitando de una

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apertura en la parte superior como tiene por reforzamiento defensivo la torre a6 y una torre albarrana meridional de Montalbán (Toledo).

Detalle del lateral de la torre a1 y del lateral de la torre a2. En la parte inferior de la segunda imagen se ve la plataforma grisácea de asentamiento de la torre.

7. RESTOS ACTUALES. Es destacable cómo las jambas y paramentos interiores de la bóveda abocinada en planta de la torre a1 muestran numerosos huecos, perforaciones y fijaciones diversas que se han realizado a lo largo del tiempo. Numerosos agujeros han sido tapados posteriormente para no deteriorar la estructura o para practicar nuevas perforaciones sobre un muro preparado de nuevo para aguantar anclajes diversos. El nivel del suelo hoy está más alto, por lo que no es posible observar los restos de gorronera inferiores, pero la distancia del hueco de paso, en torno a los 2 metros (imposible el paso de carruajes con dos caballos), posibilita que las puertas estuvieran fijadas con librillos y bisagras u otra manera de anclaje directo sobre el que la hoja o las hojas abatirían verticalmente. Por la cantidad de orificios practicados pudieran haber cambiado el material y las puertas en distintos momentos en función de las necesidades. Dos agujeros extraños que se han encontrado actualmente son los que figuran en las imágenes (el redondo y el cuadrado), sin por ello tener que haber sido los correspondientes a la primera puerta medieval. Quizá fueron de alguna de las siguientes puertas, ya con este nombre, o de la primera de cerramiento todavía no bautizada con el nombre de Alamín. O tal vez respondieron a otras estructuras que no eran puertas. El agujero redondo, el primeramente pensado para fijación de la puerta, tiene una profundidad de 150 cm. y se introduce al interior con un ángulo de 45º, lo que descartó que creyera que sirvió como anclaje de la puerta.

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Imágenes de arco abocinado, huecos y estado de los muros interiores de la torre a1.

El derrumbe del lateral de la torre a3 llevó a todos los autores cuyos planos se han expuesto, salvo a F. B. Navarro, del dibujo más antiguo de los cuatro, a unir esta torre con la muralla del pueblo. A ello contribuye que los edificios que se construyeron a continuación de la muralla tirada parecen indicar, erróneamente, que así se uniera. Para conocer su trazado debemos atender a los planos de 1878 y 1895 prioritariamente, que la unen con la torre a1. Si ese muro cerraba el acceso desde el exterior porque el foso ya no era tan acusado, debemos cuestionarnos si este foso norte era seco o tenía agua (como dibuja F. B. Navarro en su planta y perspectiva). Si el muro se uniera con la torre a3 que se ha propuesto en los últimos años, quedaría un trozo importante de la fortificación exterior del castillo expuesto. Si amurallan, tiene más sentido que fuera en la cara exterior de lo que se quería proteger, y no en mitad de esta fachada. Aún hay restos de argamasa en esa torre a1, como si fuera el punto en el que se uniría la muralla del pueblo. Pero estos restos están hacia el lado interior, dejando expuesta casi toda la torre y difiriendo de la unión de los planos del siglo XVII, más bien hacia el exterior.

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España. Ministerio de Defensa. Archivo General Militar de Madrid. Colección Mendoza, 6247.2 \ 11.

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Interpretación de F. B. NAVARRO, “Fortalezas y...”.

Las interpretaciones de F. B. Navarro y del dibujante inglés sobre el castillo de Escalona no pueden tomarse como fuente de información por las irregularidades y libertad de los dibujantes respecto a los restos reales. En la postal inglesa hay que mencionar la interpretación del dibujante sobre el acceso a las torres albarranas (atraviesan el muro cortando la muralla), entendido desde la parte inferior. F. B. Navarro dibuja un arroyo contenido con el muro de unión al pueblo. COMPENDIO. En Escalona, desde un período que va comprendido entre la construcción de las torres albarranas (no se puede asegurar que la puerta fuera concebida desde el momento de construcción de las torres) y la entrega de la fortificación por Juana de Pimentel, se cerró uno de los arcos con una puerta, denominada “puerta de Alamín”. Esta garantizaba el control sobre los que accedieran o salieran por la misma y era de uso pri-

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vado y esencial para el señor del castillo en este primer momento. Era una salida directa de la fortificación que quedaba al margen del pueblo, a diferencia de la salida a través de la puerta principal del castillo, que requería cruzar el puente levadizo o de madera para salvar el foso. No es viable que antes de mediados del siglo XV esa entrada fuera utilizada por el pueblo: consistía un riesgo innecesario para el dueño del castillo que los habitantes de Escalona accedieran a la villa bordeando el perímetro de la fortaleza hasta la puerta principal, para proceder a cruzar el puente que salvaba el foso y acceder así a la villa. Por eso debía ser una entrada y salida de uso privado. Todavía se conserva la torre albarrana que ha custodiado el acceso por esta puerta, sin tener pruebas de que fuera expresamente la tarea para la que fue concebida. Sin embargo esto es algo que está vigente de debate, porque desde la propia confección de la torre es la única que presenta una planta de de torre rectangular girada en planta, que tiene un hueco abocinado, más estrecho hacia el valle o el exterior, que dificultaba el acceso violento y facilitaba el cerramiento en la zona más estrecha del umbral, y que lo dejaron abierto y abovedado para permitir su paso por la zona inferior de la bóveda y la salida al exterior por esta zona de la fortificación. El arco de la torre a1 permite el paso por debajo. Cuando se realizaron las torres albarranas este debía ser un camino corriente que necesitó dejarse abierto y en lugar de hacer una torre maciza unida al lienzo de la muralla la construyeron como las otras, cubiertas por una bóveda abocinada más estrecha en su cara exterior. Con el tiempo debió seguir usándose este camino perimetral de la muralla porque el arco no se cegó, lo que hubiera reforzado la defensa de la fortaleza al impedir el acceso, y sin embargo reforzaron la seguridad con la construcción del antemuro. Con la realización del mismo era vital controlar el acceso a través del arco, seguramente con una puerta, nueva o ya existente. El refuerzo de la fortificación no sería efectivo si se dejara libre este camino de entrada. Con los Pacheco se atestigua el uso público 54 de esta puerta, dando a la villa un nuevo acceso que comunicaría con los terrenos del este, sin tener que bordear la muralla del pueblo por su cara exterior para acceder por la norteña puerta de San Miguel. El uso de la puerta por habitantes de la villa o comerciantes (de leña entre otros) hizo que con 54

AHME, Documentación Municipal, Gobierno, Actas municipales, libro 1º, ff. 314 v, 416 v, 429 v.

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el tiempo el muro construido por Álvaro de Luna se salvara, y a través del foso se accediera a la villa exactamente en el extremo sur de la Calle de Alamín 55. Su nombre viene de esta unión puerta-calle. La puerta a su vez tuvo este nombre por las relaciones señoriales con el castillo de Alamín. El foso de separación que hay entre la fortaleza y el pueblo hacia el arroyo inferior en la trasera del castillo hizo que con el tiempo se abriera el Portillo del Corralón, a través del que también se accedía a la Calle de Alamín, y que comunicaba la zona noreste exterior de la muralla con el interior del pueblo, como se ha señalado en los planos. Quizás una torre desprendida a0, dibujada por E. Cooper, protegiera de manera adicional la Puerta de Alamín. En las plantas que la sitúan hipotéticamente se ve cómo no está completamente perpendicular al muro sino que está algo girada, con lo que cubriría de un modo más efectivo el ingreso a través de la torre a1. La relación de Escalona y Alamín es constatable y ambas fortalezas estaban comunicadas visualmente y mediante caminos (apreciables incluso un tiempo después). Las fortalezas requieren de salidas traseras como requisito defensivo. Este acceso escondido se popularizó cuando las fortalezas perdieron la importancia señorial. Algunos informes recogidos sobre la villa por personas que iban de paso y anotaron las características más importantes pasaron desapercibidos este y otros accesos, ¿sin hacerlo intencionadamente por centrarse en los principales, por descuido dado su escondite, porque realmente no lo usaban ya los habitantes del pueblo o porque no preguntaron y como nosotros, sólo vieron torres y arcos (perdida quizás la hoja de cerramiento)? Episodios como del Mariscal Soult, de la subasta de trozos de la muralla denominada El Brasero 56 y el descuido con el tiempo, han ido olvidando datos, y el tiempo ha ido borrando las pruebas 57.

Los mapas del IGNE entre 1878 y 1881 recogen la existencia de la puerta y de la calle, con comunicación directa a través del foso seco. 56 AHME, Documentación Municipal, Servicios, Obras públicas, Muralla, legajo 1. La carpeta en la que se encuentra tiene el título: Expediente de subastas del trozo de muralla del Brasero. 1838. 57 Exaltadores y emotivos artículos de R. PÉREZ RECIO, “El castillo-palacio...”, pp. 12-14; RÓMULO MURO, “El balcón del condestable”, Blanco y Negro, Madrid, 27/06/1926, pp. 35-40; J. ALSINA, “El Castillo de Escalona”, Blanco y Negro, Madrid, 15/01/1928, pp. 7-13; “Ayer se celebró por primera vez en España el Día de los castillos”, Blanco y Negro, Madrid, 23/04/1955, p. 35; J. M. DE PEREDA, 55

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Paradójica casualidad de esta puerta que todavía sigue estando como una “puerta” algo cambiada: en forma de verja férrea. Otra vez este hueco de acceso es del uso y control del propietario del castillo, aunque para la finalidad de impedir el acceso desde el propio pueblo hacia la parte trasera exterior de la fortaleza. En su día evitaba la entrada del exterior hacia el interior y servía de comunicación con otras fortalezas, a destacar Alamín, y como puerta de escape. Se había olvidado el nombre de una “puerta” que sigue estando en un emplazamiento que se ha conservado, no así su nombre.

“Tres castillos de Castilla”, Blanco y Negro, Madrid, 29/05/1960, p. 41 y p. 43 denuncian la decadencia.

LA LEYENDA CONTINÚA: DON ÁLVARO DE LUNA VISTO DESDE LA ESPAÑA FRANQUISTA 1 Sandra JIMÉNEZ SERRANO No hay ninguna duda a la hora de afirmar cuál es el motivo por el qué es necesario conocer nuestro pasado: para comprender cómo somos en la actualidad y así entender la realidad que nos rodea. Sin embargo, para interpretar nuestro pasado no es legítimo la utilización que se haga de él con motivaciones presentistas. Este argumento no solo es propio del presente, sino también en el pasado más reciente. El régimen franquista, fruto de una sublevación que daría lugar a una guerra civil de casi tres años, y la dictadura que la continuo seria un claro ejemplo de ello. La apropiación del pasado como modelo de justificación del presente durante la dictadura ya fue destacado en 1971 por Basilio Martin Patino en Canciones para después de una guerra, cuando, en una serie de escenas, señala como el régimen se legitimó ante la población a través de la realización en la década de los cuarenta de una serie de películas de claro carácter histórico donde se señalaban aquellos acontecimientos clave en la historia, y, por tanto, configuración de nuestro país y la resolución que se había tomado ante los problemas, solución que se resumía en los tres términos que más se veían en esos años: lealtad, sacrificio y patriotismo. El régimen utilizó, por medio de la propaganda que disponía en el periodo, a aquellos personajes históricos más destacados de la historia de nuestro país, ya que sus hazañas y meritos suponían un buen ejemplo de lo que suponía la grandeza de España. Figuras clave para ello fueron las del Cid, Guzmán el Bueno, los Reyes Católicos, Cristóbal Colón y el emperador Carlos I de España y V de Alemania. No obstante, estas figuras no fueron las únicas, ya que existieron otra serie de figuras que, en una menor proporción, también fueron ensalzadas por el régimen. Tal fue el caso de la figura del condestable Álvaro de Luna.

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Me gustaría agradecer al Ayuntamiento de Escalona y a los coordinadores de las II Jornadas de Historia y Documentación Escalona 2013 que pensaran en mí para que participara en este Congreso, fruto del cual se ha elaborado este capítulo.

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Y la pregunta fundamental es ¿por qué Álvaro de Luna fue una figura importante para el régimen franquista? La respuesta es clara: la imagen que los cronistas por afines a su figura que nos había llegado resaltaban aquellos aspectos que lo identificaban como un personaje de gran importancia en el periodo. Esos valores que se destacaban eran los que el régimen utilizaba como medio de legitimación de su gobierno. A la vez, servían para enseñar a la juventud aquellos valores por los que el régimen se caracterizaba, con el objetivo de crear un prototipo de hombre acorde a las características del nuevo Estado 2. Para poder entender la utilización que el régimen hace de esta figura se procede primero a intentar explicar como el régimen franquista entendía el siglo XV, para posteriormente analizar aquellos aspectos positivos y ejemplificantes que los escritores destacaban de don Álvaro. Para ello se ha recurrido al análisis de aquellos libros que se centran en la figura del condestable entre el periodo 1939-1975. La búsqueda en la base de datos ha permitido encontrar unos siete títulos para la época 3. Una de las primeras características que se puede apreciar en cuanto a la bibliografía existente en el periodo sobre su figura es el predominio de novelas y cuento cortos de carácter histórico, donde destacaría la biografía del personaje por encima de otras figuras de la época, incidiendo fundamentalmente en sus hazañas durante el periodo de más esplendor. A ello hay que añadirle el hecho de que de las siete publicaciones centradas en su figura, un 62,5% serían de la década de los cuarenta. Este simple dato cuantificativo permite entender la importancia que la figura de don Álvaro tuvo durante la posguerra como medio de legitimación No obstante es importante señalar como varios de los ejemplares que se han analizado no son primeras ediciones, sino ediciones de obras publicadas ya durante el reinado de Alfonso XIII o también en siglos pasados, como es el caso de Don Álvaro de Luna, de Manuel José Quintana (1772-1857). 2 3

J. L. POLANCO, “Los mensajes ocultos de la literatura infantil”, Quima: revista de educación, 24 (1990), pp. 34-36. Para entender cómo vio el régimen la figura de Álvaro de Luna, se han analizado la siguiente bibliografía: F. DE AYALA, La reina que venció a Don Álvaro de Luna, Barcelona, 1940; C. SILIÓ CORTÉS, Don Álvaro de Luna, Madrid, 1941; A. DE LUNA GARCÍA DE VILLEGAS, Don Álvaro de Luna y la España preimperial de Don Juan II, 1405-1454: del caos a la unidad nacional, Madrid, 1942; F. DEL MAR, Don Álvaro de Luna: una vida luminosa y una muerte sombría en la Edad Media, Madrid, 1942; J. GUTIERREZ GILI, Álvaro de Luna, Condestable de Castilla: su vida, narrada a la juventud, Barcelona, 1957; M. J. QUINTANA, Don Álvaro de Luna, Madrid, 1960; y, J. TÉLLEZ, Vida y muerte de una valido, Don Álvaro de Luna, Madrid, 1968.

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Se ha procedido también a analizar la figura de don Álvaro a través de los manuales escolares más conocidos durante el franquismo, como la Enciclopedia Álvarez, donde se aprecia que su figura no aparecía en estos textos ya que, en comparación con otra serie de figuras, no realizó hazañas de importante calado durante el periodo. No obstante, y como ya se ha señalado, el personaje de don Álvaro no pasará a ser una figura insignificante en el periodo. 1. EL NACIMIENTO DE ESPAÑA: LA EDAD MEDIA. Uno de los aspectos sociales en los que más intervino el Estado franquista fue en la enseñanza de la historia en las escuelas. Era importante la intervención del Estado en este aspecto con el objetivo de mostrar a las clases sociales las virtudes de la España triunfante en la Guerra Civil, continuadora de la España más ancestral. Esto, a la vez, permitía educar a la juventud en aquellos valores que ensalzaban las características positivas de lo que suponía ser un buen español 4. Este apartado se va a centrar en el análisis de los discursos elaborados por el régimen sobre época medieval en España como modo introductorio para poder entender la narrativa que el régimen elaboró sobre la figura de don Álvaro y que se analizará en los apartados posteriores. La Edad Media será uno de los periodos más importantes en la enseñanza de la historia de España. Los libros de texto de la época muestran como el franquismo concebía al periodo medieval como una época en la que consiguió que toda la Península estuviera bajo una misma religión, la religión católica, y porque se inició el periodo conocido como la Reconquista, con el fin de volver a establecer la ansiada unidad territorial, hecho ya se había producido durante la época visigótica, pero que, con motivo de la invasión árabe no se volvería a producir hasta el reinado de los Reyes Católicos 5. Sin embargo, el camino que llevaría a este fin no sería fácil, sería un camino dificultoso en el que los reinos cristianos se irían configurando y desarrollando por medio de una re4

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Para más información sobre la enseñanza de la historia en el franquismo véase R. VALLS MONTÉS, La interpretación de la historia de España, y sus orígenes ideológicos en el bachillerato franquista (1938-1953), Valencia, 1983; E. MARTÍNEZ TORTOLA, La enseñanza de la historia en el primer bachillerato franquista (19381953), Madrid, 1998; J. R. ÁLVAREZ-SANCHIS y G. RUIZ ZAPATERO, “España y los españoles hace dos mil años según el bachillerato franquista”, Iberia. Revista de la Antigüedad, 1 (1998), pp. 37-52; y, E. CASTILLEJA CAMBRA, Mito, legitimación y violencia simbólica en los manuales escolares de Historia del franquismo (1936-1975), Madrid, 2008. R. VALLS MONTÉS: La interpretación de..., pp. 44-46.

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flexión sobre lo que suponía ser español. Es entonces cuando se estipula que lo español estaría vinculado a la religión católica y a la idea de Imperio 6. Por el contrario, la excepción sería el siglo XIV. Este periodo es visto como una época de grandes desórdenes, favorecido todo ello por la presencia de una serie de reyes débiles que permitirían el engrandecimiento de una clase nobiliaria. Se subraya en este tipo de discursos la necesidad de la existencia de una personalidad que pusiera fin a esta situación (como sería luego la figura de Isabel la Católica) 7. El balance de este periodo se puede extrapolar también al siglo XV y a nuestro objeto de estudio ya que el periodo es caracterizado así, como veremos más adelante, para analizar la significación del condestable en el periodo en la época en la que vivió. Es por tanto en esta época donde se desarrollan las hazañas de don Álvaro, a través de una serie de actuaciones que nos lo mostrarán como una figura que resalta por encima del rey y de los nobles. Son muchos los aspectos destacados por la literatura, pero para el objetivo que he propuesto, se procede a analizar al condestable a través de su personalidad, su actuación en la campaña granadina y su ejecución. 2. ÁLVARO DE LUNA: PROTOTIPO DEL BUEN ESPAÑOL. Las novelas de héroes y su narrativa fueron muy populares durante toda la dictadura. De todas ellas, quizá la más conocida por el gran público sea las aventuras del Guerrero del Antifaz, el comic español por antonomasia del franquismo, cuya publicación se inició en 1944. En esta clase de comics, los héroes y/o caballeros eran definidos con diferentes aspectos que servían para mostrar al lector que se trataban de ejemplos a seguir 8. Por estas razones es muy común apreciar que muchas de estas características serán reseñadas en las novelas y cuentos del periodo, siendo notable también en las publicaciones relativas a don Álvaro. La mayoría de los textos omiten información sobre el nacimiento de Álvaro de Luna. Los textos solo señalan que su verdadero nombre era Pedro y que su nombre sería cambiado a la muerte de su padre 9. Si bien se nos dice en estas obras quien es su padre, la información de la 6 7 8 9

Ibídem, pp. 44-48. Ibídem, 48-49 Para mayor información sobre los comics del franquismo, véase S. VÁZQUEZ DE PARGA, Los comics del franquismo, Barcelona, 1980. F. DEL MAR, Don Álvaro de..., pp. 3-5.

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madre nos es desconocida. Solo en uno de los textos proporciona una mayor información en ese sentido, al señalar que su madre sería doña María Fernández de Jarava 10. No es casualidad que, en cierta forma 11, se omita información sobre la madre del condestable y que la que se nos proporcione nos muestre unas características que, a los ojos del lector, no sean las apropiadas para una mujer, ya que se muestra a la madre del condestable como una mujer sin ningún tipo de compromiso matrimonial y con hijos habidos fuera del matrimonio 12. Motivos que en la década de los cuarenta del siglo XX, en España no suponían ningún tipo de castigo punitivo, si conllevaban un rechazo social de estas actitudes. Para evitar estos aspectos, el régimen, por medio de la Sección Femenina, inculcaba a la sociedad femenina unos valores que destacaban la importancia de la familia y el hogar como elementos fundamentales en el desarrollo de la mujer 13. La formula disoluta con la que nos es presentada la madre del condestable, sería, pues muy propia de la época, con la presencia de un caos político debido a las intrigas palaciegas de los nobles y a la debilidad del monarca 14. Lo que es destacable es que, a pesar de estas circunstancias, la figura del condestable es analizada como la de un hombre que se hizo a sí mismo por medio de sus actuaciones 15, lo que le hizo destacar por encima de otras figuras de la época y ser una figura política fundamental en cuanto a la resolución de los asuntos políticos 16. A la vez, es mostrado como un hombre de gran valentía y de fidelidad en los ideales en los ideales en los que cree, cuando se narra como el rey fue salvado de la muerte por don Álvaro en el campo de batalla 17.

Otra referencia señala que su madre se llamaba María de Cañete. En J. TÉLLEZ, Vida y muerte..., p. 2. 11 En cierta forma porque es en la obra de Quintana donde se nos desvela esta información. Ello se debe a que la novela de don Álvaro formaba parte de la obra Vida de españoles celebres, por lo que el contenido se mantiene. 12 M. J. QUINTANA, Don Álvaro de..., p. 3. 13 J. M. DÍAZ FUENTES, “República y primer franquismo: la mujer española entre el esplendor y la miseria, 1930-1959”, Alternativas: cuadernos de trabajo social, 1995 (3), p. 37. 14 C. SILIÓ CÓRTES, Don Álvaro de..., pp. 16- 25; M. J. QUINTANA, Don Álvaro de..., p. 2; y, J. TÉLLEZ, Vida y muerte..., pp. 6- 7. 15 J. TÉLLEZ, Vida y muerte..., p. 1. 16 J. GUTIERREZ GILI, Álvaro de Luna..., p. 59. 17 C. SILÍO CORTÉS, Don Álvaro de..., pp. 228-229; y, F. de AYALA, La reina que..., pp. 44-45. 10

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Álvaro de Luna sería, entonces, el protagonista del reinado de Juan II al intentar actuar con un amplio sentido de Estado, con firmeza y determinación, para acabar con la situación de caos que se está produciendo en esos instantes en Castilla, como se señala a continuación: Don Álvaro se encontró con una España estremecida, surcada de luchas y angustias, llena de recelos y envidias, sobre la cual su esbelta figura habría de atraer amor apasionado de algunos y odio sin perdón de los demás 18.

Es en este aspecto donde se aprecia cómo se produce una equiparación clara entre el pasado y el presente, ya que esa idea de caos y la presencia de una figura que ponga orden, no es hegemónica del siglo XIV y XV, sino que dicha situación habría ocurrido también en el periodo más reciente: Después de la Guerra de la Independencia, otra vez volvió España a estar mal gobernada. La religión era perseguida, los asesinatos y las huelgas eran diarios y nuestra Patria estaba a punto de caer en manos del comunismo. Para acabar con tantos males, Franco se puso al frente del Ejército y de los patriotas y el día 18 de julio de 1936 comenzó la llamada Guerra de Liberación Nacional. [...] Esta guerra terminó victoriosamente el día 1.º de abril de 1.939. Hoy España vive en paz y es gobernada sabiamente por nuestro invicto caudillo 19.

Es por ello que tanto Álvaro de Luna como Francisco Franco serían protagonistas de su periodo al querer un mismo objetivo. El ensalzamiento y equiparación es tan destacable como es el hecho de que los sustantivos que se utilizan para definirles son los mismos en ambos, como es el caso de la utilización en algunas de las obras sobre don Álvaro del término caudillo invicto 20. Pero el papel del condestable no sería solo importante en su periodo, sino también para el futuro, tal y como queda reflejado en las siguientes líneas, donde se aprecia como don Álvaro sería una de las principales piedras angulares en la configuración de España como una gran nación, sin omitir las comparaciones de carácter presentistas: Aquella lucha, en realidad, no tuvo nada de heroica, y solo se hizo por las dos leguas de terreno que cada uno tenía delante, hasta que, en el siglo XV, el hombre genial que, como meteoro de luz continuada, gobernó durante cerca de cincuenta años el reinado de Juan II, creó el concepto unitario de España, que no existió, ni por asomo, durante el pluripartidismo feudal, y dotó a aquella de un fecundo espíritu hispánico, inexistente antes de don Álvaro de Luna, pero, a partir de él, idóneo para la defensa ante el mundo del cristianismo en su lucha F. DEL MAR, Don Álvaro de..., p. 9. A. ÁLVAREZ PÉREZ, Enciclopedia intuitiva, sintética y práctica. Grado elemental: 6 a 8 años, Zamora, 1953, p. 184. 20 F. DE AYALA, La reina que..., p. 32. 18 19

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universal con el islamismo, que, salvadas las naturales diferencias, era el comunismo de entonces 21.

A continuación nos vamos a centrar en el análisis de la hazaña más destacada por los escritores debido a la importancia que tendría para el futuro de España; la empresa que realizó don Álvaro para conseguir controlar el único territorio que quedaba por entonces fuera del control de los reinos cristianos: Granada. 3. GRANADA: ANTESALA DEL FINAL DE LA RECONQUISTA. Hemos analizado anteriormente que una de las características de la Edad Media que reseñó el franquismo en sus libros de texto o por medio de novelas y cuentos era el objetivo de alcanzar la ansiada unidad territorial, una empresa que, según reseñaban los manuales de la época, no fue fácil. Los manuales escolares, en general, señalaban como después de las hazañas llevadas a cabo por Fernando III y Jaime I, el último reducto bajo control árabe que quedaba era Granada, que no lograría ser conquistada hasta 1492, con el reinado de los Reyes Católicos. En consecuencia, tal y como se señala en los textos sobre la vida del condestable, don Álvaro sería una de las pocas figuras del periodo que intentaría hacerse con el control de este espacio. Es entonces cuando se intenta explicar las premisas por las que se caracteriza el Álvarosoldado. Como es de imaginar, las representaciones que se harán sobre la actuación del condestable incidirán en los aspectos más positivos que tiene que tener todo soldado: el caballero estratega, leal a su monarca y, en relación a este aspecto valiente, ya que el mismo irá a la guerra y tomará parte activa en la contienda. Su valentía es tan destacable que los escritores señalan como don Álvaro solicita ir a la guerra recién contraído matrimonio con Juana Pimentel, la cual permanecería en su hogar 22, mostrando así al lector cual debía de ser el papel del esposo y cual el de la mujer: el hombre dedicado a su trabajo, excepto cuando necesitase servir a su patria, mientras que la mujer debía de permanecer en el hogar. Si hay un aspecto por el que don Álvaro destaca en este tipo de escritos es por su máxima crueldad contra los que considera que son sus enemigos, llevando a cabo prácticas que deshumanicen al enemigo y lo muestren como un ser potencialmente peligroso para la defensa de la 21 22

A. DE LUNA GARCÍA DE VILLEGAS, Don Álvaro de......, p. 14. C. SILIÓ CÓRTES, Don Álvaro de..., p. 126.

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unidad de la patria. Es por ello necesario que, en la narrativa, Álvaro de Luna no muestre ningún tipo de piedad con sus enemigos y arrase con todo conforme vaya avanzando 23. Esta descripción guarda mucha similitud con la concepción de la guerra que tenían los sublevados, de deshumanización y aniquilación del enemigo visto claramente en el avance realizado por las tropas sublevadas que dirigía Franco desde el inicio de la guerra hasta el mes de diciembre de 1936 y en las medidas que fueron tomando para controlar las poblaciones que iban conquistando y acabar así con lo que era designado como el enemigo 24. Pero su crueldad no se queda limitada en ese aspecto, sino también ante todos aquellos que le desobedezcan, teniendo que hacer frente a ese problema de la manera más decidida y cruenta: mandando ejecutar a los insubordinados 25. Esta forma de crueldad y de falta de compasión era fiel reflejo de la actitud de los militares españoles durante las primeras décadas de siglo, siendo más destacado la actuación de la Legión española en las campañas en Marruecos, la cual, acorde al código militar, castigaba con la muerte ante el más mínimo caso de insubordinación 26. Finalmente, no se puede dejar de subrayar la terminología en cuanto a la definición de los conflictos. La guerra contra los árabes será mostrada como una Cruzada, cuyo objetivo sería, en principió, la expulsión de los moros de la Península. No obstante, también hay que entenderlo en clave de mentalidad. La lucha de don Álvaro es representada también como un conflicto de defensa del catolicismo y de sus dogmas. La visión que se tenía de la guerra también paso en el periodo 1936-1939, donde los conceptos utilizados se fueron adecuando a las circunstancias que se vivían en cada momento. Ello hacia que el término cruzada estuviera muy presente, sobre todo entre los sublevados. Tal y como señaló Santos Juliá, la elección del término Cruzada tenía una mayor implicación: la falta de discurso de las diferentes sectores que apoyaron a los sublevados, junto con las noticias que llegaban sobre la destrucción de símbolos religiosos y asesinato de religiosos, hicieron que la Iglesia definiera la contienda en estos términos entendiendo esta, en un primer lugar, como la lucha contra los enemigos de Ibídem, pp. 126-128. El mejor trabajo que ilustra este hecho es el de F. ESPINOSA MAESTRE, La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz, Barcelona, 2003. Para entender el guerra civil desde el plano militar véase G. CARDONA, Historia militar de una guerra civil: estrategias y tácticas de la guerra de España, Barcelona, 2006. 25 F. DEL MAR, Don Álvaro de..., p. 27, C. SILIÓ; Don Álvaro de..., pp. 127. 26 P. PRESTON, Franco: caudillo de España, Barcelona, 1994, p. 47. 23 24

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la religión, si bien es cierto que tras el proceso de unificación de las fuerzas falangistas y carlista en el mes de abril de 1937, este término se impregnó más de una cariz político, como defensa de los valores de la verdadera España frente a valores que eran entendidos como extranjeros 27. 4. ESCALONA: SÍMBOLO DEL PODER DE DON ÁLVARO. Hemos analizado ya la influencia y poder que tenía don Álvaro durante este periodo. Ahora bien, es necesario explicar cuáles eran los símbolos que más exaltaban ese poder. Ello se ha tratado en aspectos tales como su tumba en Toledo 28. Sin embargo, en este apartado se tratará de explicar el discurso que estos libros siguen en relación a Escalona. Los textos señalan como Escalona, si bien no era la única de las posesiones que tenía el condestable, era la más importante y la que mejor representaría el poder de don Álvaro. Ello se ve claro en tres hechos: en la arquitectura que presentaba, en las actividades que se realizaban en ocasiones solemnes, como la visita del monarca, y en la elección del lugar como retiro del condestable durante un mal periodo. Estas elecciones representaban el mayor ejemplo de poder y esplendor de un personaje político de envergadura, hecho a sí mismo, como se ha reseñado en el caso del condestable. Estos aspectos ya eran reseñables en la época medieval, por lo que iba a ser menos en el régimen franquista, que exaltaba todos aquellos aspectos que estuvieran relacionados con el periodo 29. Sin embargo, Escalona tendrá un significado mayor que las otras posesiones ya que, como bastión de don Álvaro, es allí donde se llevará con la más férrea resistencia la decisión de Juan II de detener al condestable, a través de la defensa de los intereses de este. Ello mostraría el compromiso y la fidelidad que tenían los habitantes de la localidad con aquel que les había protegido durante largo tiempo 30. Un comproS. JULIÁ, “Los nombres de la guerra”, Revista Jerónimo Zurita, 84 (2009), pp. 2936. Esta nueva definición del término de cruzada tiene su máxima significación en la propaganda franquista de la posguerra en J. ARRARÁS: Historia de la cruzada española, Madrid, Ediciones Españolas, 1939-1943, 8 volúmenes. Para ver la relación de la Iglesia con la guerra civil, véase J. CASANOVA: La Iglesia de Franco, Madrid, 2001. 28 Véase el trabajo de Rocío Martínez López en esta misma obra. 29 F. DE AYALA, La reina que..., pp. 41-44; y, C. SILIÓ CÓRTES, Don Álvaro de..., pp. 225-227. 30 J. GUTIÉRREZ GILI, Álvaro de Luna..., p. 130; y, C. SILIÓ CORTÉS, Don Álvaro de..., p. 258. 27

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miso de fidelidad que era muy destacado tanto por Franco como por los militares afines a su persona. Sin embargo, el condestable no sería consciente de estos hechos ante el final que se le presentaba. 5. LA EJEMPLARIDAD DE LA MUERTE DE DON ÁLVARO. La muerte será un hecho fundamental en estos textos ya que supondrá el final del condestable y el inicio del mito. Este hecho será destacado en la literatura heroica del periodo de la posguerra, ya que la manera de morir de Álvaro de Luna supone un ejemplo claro del modo en el que había que enfrentarse a la muerte, comparación a como los soldados debían de enfrentarse a esta. El relato que los escritores de la dictadura muestran de la muerte de don Álvaro es interpretado como un ejemplo de virilidad, tal y como destacó Mary Vincent para el prototipo de hombre del franquismo 31. Es por ello que don Álvaro se enfrentará a la muerte de manera valiente, con serenidad, enfrentándose a ella, ejerciendo para ello un autocontrol como forma de ahuyentar el miedo que el personaje debía de tener en aquellos instantes 32. No se muestra en ningún momento algún signo de debilidad de don Álvaro ante la muerte, pues mostrarlo sería un deshonor, un defecto negativo que ningún soldado debe de ostentar. Véase una serie de ejemplos en la narración de los últimos instantes de vida de Álvaro de Luna: Los escalones del cadalso los subió tranquilamente; quitóse el sombrero y, como en un brindis, echóselo a un paje suyo llamado Morales. Compuso luego sus vestidos, los pliegues de su ropa severa, mirando en torno suyo [...] 33. Aquellas fueron sus últimas palabras. Se arregló la ropa por sí mismo, para dejar desnudo el cuello, y se tendió murmurando una oración 34.

Sin embargo, este tipo de discursos no será exclusivo de la figura de don Álvaro ni tampoco en el tiempo. La literatura de carácter martirológico que se desarrolló una vez terminada la contienda muestra claros ejemplos de ello. De todos estos casos, el más llamativo y el que mayores similitudes puede verse es en el fusilamiento del líder de Falange, José Antonio Primo de Rivera, como bien queda detallado en las siguientes líneas:

M. VINCENT, “La reafirmación de la masculinidad en la Cruzada franquista”, Cuadernos de Historia Contemporánea, 28 (2006), pp. 142-143. 32 F. DEL MAR, Don Álvaro de..., p. 44. 33 Ibídem, p. 53. 34 F. de AYALA, La reina que..., p. 80. 31

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Fue hacia el sitio marcado. Se colocó en el extremo de la izquierda del grupo de condenados, un poco apartado de ellos. Se despojó del abrigo y lo arrojó al suelo, junto a la tapia que quedaba a su izquierda. [...] Dicho lo cual, se cruzó de brazos y adelantó ligeramente el pie izquierdo para esperar la muerte. Parece ser que los hombres del piquete, desconcertados por la calma extraordinaria de José Antonio –tal vez sedientos de su sangre o temerosos de un milagro divino que le arrancara de la muerte que rondaba en los gatillos de sus fusiles-, se precipitaron e hicieron la descarga antes de que el teniente que los mandaba (...) diese la orden de fuego. Con lo que José Antonio no tuvo tiempo de alzar el brazo para morir saludando a la muerte con el saludo de Falange [...] 35.

Cabe destacar que, en cuanto al final del condestable se puede apreciar una ambivalencia en cuanto los discursos. La mayoría de los textos analizaron que su destino final se debió a las envidias por sus riquezas, pero, sobre todo, por su amistad y cercanía al rey. En cambio, Cesar Silió incidió que el motivo fundamental fue la codicia, uno de los pecados capitales más reseñados en el pulpito ya no solo en la época medieval, sino también durante el franquismo. En cambio, eso no quiere decir que su figura no fuera emblemática: Con todos sus defectos e imperfecciones, don Álvaro de Luna descolló sobre los hombres de su tiempo. En todo el siglo XV, hasta el momento del reinado de los Reyes Católicos, nadie le iguala, ni siquiera se le aproxima. Fue político y capitán, cortesano y guerrero, justador y escritor. Se mantuvo siempre leal al Rey y se esforzó en servir a Castilla, patria adoptiva suya, teniendo en raya a aragoneses y navarros cuando intentaron dominarla, confabulados con la nobleza levantisca. Su empresa granadina fue un generoso y afortunado intento que, a no impedirlo las discordias y movimientos interiores, acaso habría anticipado cincuenta años el final de la Reconquista 36.

Sería, por lo tanto, el hombre del momento, el animal político que solucionaría los problemas del país, a la vez que el hombre soldado, capaz de todo por defender a su rey pero, sobre todo, a su patria. 6. CONCLUSIONES. Como se ha analizado, la figura de Álvaro de Luna, al igual que muchas de las figuras históricas medievales, fue una personalidad atrayente para el nuevo Estado, ya que en principio, cumplía con todas aquellas características que el régimen, por medio de la propaganda, exaltaba. Sin embargo, una vez analizada la figura del condestable se aprecia que los discursos narrativos en absoluto fueron nuevos. La totalidad de los trabajos se basaron en la información que nos llegaba de este perF, XIMÉNEZ DE SANDOVAL, José Antonio (Biografía apasionada), Barcelona, 1941, pp. 611-612. 36 C. SILIÓ, Don Álvaro de..., p. 284. 35

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sonaje por medio de las crónicas de la época o posteriores, hecho que se aprecia claramente en la repetición de determinadas frases en varios autores. Los escritores que elaboraban nuevas semblanzas de la vida del condestable lo que hicieron fue potenciar aquellos aspectos que hacían de don Álvaro una figura sobresaliente en la historia de España, sin realizar ningún tipo de crítica ni revisión a la versión oficial que se había hecho sobre su figura. Con el paso de los años, la imagen que se tenía de Álvaro de Luna como ejemplo se fue diluyendo, acorde a los cambios políticos que se fueron produciendo a lo largo de la dictadura. El inicio del periodo aperturista del régimen, a partir sobre todo de la década de los sesenta, harán que los grandes mitos, si bien son enseñados todavía, no tengan la importancia que en su momento tuvieron, siendo más común las reediciones de épocas pasadas más que la propia elaboración de escritos sobre su figura, aspectos que la historiografía empezará a ir tomando más en serio, analizando su trayectoria vital con un mayor rigor historiográfico. Finalmente, uno de los objetivos de los cuentos es la enseñanza de algún aspecto concreto por medio de una moraleja, y más en este tipo de escritos, que fueron muy controlados, con el objetivo de hacer reflexionar al lector sobre la mejor manera de actuar ante hechos como estos. Los escritos señalaran que si bien todas las personas nacen, también tienen un destino final que es la muerte. En definitiva, el mito que se tenga de las figuras después de su muerte, será diferente, en consonancia con la actitud que hayan tenido durante su trayectoria vital. Álvaro de Luna y Juan II serían dos figuras que destacarían bien esta afirmación, tal y como se recogen en uno de los textos: Su vida y muerte, en conclusión; la repentina transición de su existencia es toda una lección de humanidad. Las cumbres del favor y del poder –nos dice su enseñanza- no excluyen del cadalso. Aunque tampoco de otro fin: el rey que no lo fue, por su debilidad de temple, sobrevivió a su favorito poco tiempo: aproximadamente un año 37.

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J. TÉLLEZ, Vida y muerte..., p. 16.

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