Disgregando la complejidad cultural: Desigualdad y Heterogeneidad

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Descripción

Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata.
ARQUEOLOGÍA AMERICANA III
Prof Adj: C. Scattolin

Breaking down Cultural Complexity: Inequality and Heterogeneity
Disgregando la complejidad cultural: Desigualdad y Heterogeneidad
McGuire, Randall H.
En: Advances in Archaeological Method and Theory. Vol. 6: 91-142. 1983.
Traducción: M. C. Landini y M.C. Scattolin


Introducción

Toda la historia humana abarca un proceso dinámico de evolución
cultural por el cual las sociedades humanas han crecido en complejidad y
también han colapsado en un desorden. El concepto de evolución implica no
sólo cualquier cambio, sino el cambio en el desarrollo; específicamente, el
proceso de cambio que separa el mundo del Pleistoceno tardío con sociedades
humanas internamente homogéneas e independientes del mundo moderno con
naciones industriales internamente heterogéneas e interdependientes. Aún
cuando la existencia de tal evolución ahora aparece como obvia, un debate
fundamental sobre el estudio de la evolución cultural ha enardecido la
antropología y la arqueología por más de un siglo.
Lo principal del debate se ha centrado en temas de explicación y ha
probado ser extremadamente resistente a la resolución empírica. Con
frecuencia, la insatisfacción con la teoría existente ha provocado
argumentos epistemológicos aún más resistentes a la consideración empírica
que las explicaciones que desafían. Es sorprendente, sin embargo, que pocos
investigadores se han preocupado por especificar con cuidado qué es
exactamente lo que ellos quieren explicar. Es claro que un amplio abismo
separa los cazadores recolectores del Pleistoceno del sistema industrial
del mundo moderno, pero ¿cuáles aspectos de la cultura han cambiado para
crear ese abismo?. La respuesta a esta pregunta parecería ser un
prerequisito de cualquier teoría de las causas y consecuencias de la
evolución cultural. Muchas consideraciones de la evolución cultural no han
especificado aún la variable dependiente, más allá del tipo de postulados
vagos que introduce este capítulo. El problema no es sólo ¿a qué nivel
estudiamos la evolución?, sino más básicamente ¿qué aspectos del cambio
cultural tratamos de explicar?
Como Flannery (1972) y Cordy (1981:8) han postulado anteriormente, la
naturaleza del cambio en la evolución cultural se debe establecer antes de
que podamos argumentar algo sobre sus causas. Gran parte de la
insatisfacción actual con la evolución cultural (Dunnel, 1980; Kohl, 1981;
Yofee, 1979) deriva del fracaso en la definición adecuada de la naturaleza
del cambio evolutivo. Hasta épocas recientes, los arqueólogos se han
adherido mayormente al formato tipológico de los neoevolucionistas
(Service, 1962, 1971, 1975; Fried, 1967). Estos clasifican en bloque todos
los aspectos de la sociedad dentro de un tipo y las sociedades se
convierten en "cajas negras" en el análisis arqueológico. Esto es, podemos
especificar el cambio en las variables materiales externas, tales como el
ambiente y el tamaño de la población, e identificar el movimiento de las
sociedades entre estadios, pero no podemos trazar una conexión causal entre
la variable material y el cambio. Esto se debe a que el acercamiento
tipológico no trata los ordenamientos internos de los sistemas culturales.
Y de modo más importante, no podemos tratar directamente con las fuerzas
internas de la sociedad, tales como la competencia (competition) entre y
dentro de los grupos sociales, que pueden causar la evolución. La
aplicación rutinaria de esta visión conduce a un mecanicismo determinista
que hace fracasar la mayoría de las teorías arqueológicas de evolución
cultural.
Conceptualizar el cambio evolutivo con una variable única (i.e.
complejidad) comparte algunos problemas comunes con la aproximación
tipológica. Específicamente agrupa en forma conjunta (lump) todo el cambio
progresivo que ocurre interculturalmente (cross-culturally) y en la
prehistoria bajo un único título. El concepto de complejidad subsume una
amplia variedad de variables potencialmente independientes, tales como
estratificación y diversidad. Igual que con la aproximación tipológica, los
investigadores no pueden estudiar la interacción de estas variables en
transformación, ni identificar las fuerzas causales dentro de culturas. Es
cada vez más claro que el concepto de complejidad incluye mucho más.
Si los arqueólogos están arribando a una mejor comprensión de la
evolución cultural, debemos reconocer que las concepciones actuales de este
cambio abarcan una variedad de variables vagamente relacionadas. Podría
afirmar que no es productivo hablar de evolución cultural como un fenómeno
unitario, medible en términos de tipos o como una única variable. Debemos
eliminar primero conceptos categóricos que nos fuerzan a pensar la
evolución cultural en términos de una cosa u otra; esto es, si las
sociedades son jefaturas o estados, simples o complejas. Segundo, debemos
disgregar los conceptos compuestos tales como complejidad, dentro de sus
variables constituyentes y estudiar la interacción de estas variables.
Para cumplir con esto, enfoco la naturaleza del cambio evolutivo en
la estructura social. Hay pocas dudas de que la estructura social del
sistema industrial del mundo moderno es en algún sentido más compleja que
la de las bandas de cazadores recolectores Pleistocénicos. Además existe un
acuerdo general en que los elementos constituyentes de este cambio incluyen
un incremento de la desigualdad y en la diferenciación.
El modelo para el cambio evolutivo en la estructura social que
propongo reconoce la centralidad de estos dos procesos para la teoría
evolutiva más temprana y la posición de numerosos teóricos sociales de que
la estructura social incluye esencialmente dos variables: desigualdad y
heterogeneidad (Blau, 1977). Heterogeneidad se refiere a la distribución de
la población entre grupos sociales. Desigualdad hace referencia al acceso
diferencial a los recursos materiales y sociales dentro de una sociedad.
Estas dos variables especifican los ejes vertical y horizontal de la
estructura social, y su interacción define la forma de cualquier sociedad
dada, considerando como estos cambios interrelacionados producen un modelo
evolutivo de la estructura social.
El modelo desafía varios postulados ampliamente aceptados acerca de
la naturaleza de la evolución cultural. Más importante, intenta demostrar
que la desigualdad y la heterogeneidad no siempre se correlacionan
positivamente. En el amplio espectro de la evolución cultural, estas
variables están primero correlacionadas positivamente y más tarde
correlacionadas negativamente. Además el modelo se introduce dentro de las
cuestiones de la existencia de una gran división o "momento decisivo" de la
evolución cultural entre sociedades estatales y no estatales.
Reconozco el modelo propuesto como una serie de hipótesis que buscan
dar cuenta de los muchos desarrollos paralelos que vemos en la evolución
cultural. Como hipótesis, están sujetas a verificación empírica. La última
parte de este capítulo especifica cómo las variables de heterogeneidad y
desigualdad se pueden medir arqueológicamente en una región, el Sudoeste de
Estados Unidos.


Escalones hacia la complejidad: una aproximación tipológica a la evolución
cultural

La mayoría de la teorías sobre la evolución cultural que comienzan
con el filósofo italiano Vico (1948) y continúan hasta hoy, han sido
tipológicas. Estas representan una posición teórica concerniente tanto a la
naturaleza de la evolución cultural como a una metodología para el estudio
de la evolución cultural. Varios investigadores han atacado el uso de las
aproximaciones tipológicas en arqueología (Dunnel 1980; Kehoe, 1981;
Steponaitis, 1981; Wenke, 1981; Yoffee, 1979). Se hace cada vez más obvio
que las insuficiencias teóricas de estas aproximaciones son a menudo
cuestionables y que su uso como metodología estorba el estudio de la
evolución cultural.
Las teorías tipológicas de la evolución tales como la de Fried (1967)
y la de Service (1975) afirman básicamente que en caso de desarrollo
prístino, las culturas deben pasar por una serie de estadios secuenciales.
Muchos investigadores tales como Wright (1977a:301), sostienen que estos
estadios tienen realidad empírica y no son un dispositivo útil de la
clasificación o construcción del investigador. Cada estadio representa un
set de relaciones económicas y sociales que determinan la naturaleza de la
cultura en ese estadio. Estos estudios simplificados, conforman una
evolución cultural unilineal en términos de un proceso unidireccional
simple de cambio que afecta todos los aspectos de la cultura y en términos
de un conjunto de pasos limitados. La validez de tal teoría depende de la
verificación de las culturas agrupadas en estadios discretos a lo largo de
una escala evolutiva y de la demostración de que el cambio evolutivo es
reducible a un único proceso que determina la naturaleza de todos los
aspectos de la cultura.
Aunque Steward (1955) refutó la teoría del esquema de estadios, lo
utilizó como una metodología tipológica. Estableció una clasificación de
eras (incluyendo caza- recolección, agricultura incipiente, y el formativo)
para identificar paralelismos en la evolución cultural (Steward, 1949).
Para Steward estas eras no eran estadios de desarrollo empíricamente
reales, sino más bien una categorización conveniente ordenada que
permite comparaciones interculturales de un proceso de cambio continuo
subyacente.
Más recientemente, Sanders y Webster (1978) han desafiado la teoría
unilineal. Ellos concluyen que el supuesto tanto de un proceso único de
evolución como de una secuencia inevitable de estadios es inadecuado para
explicar la variabilidad obvia en las secuencias de evolución cultural
documentadas en arqueología. Estos autores puntualizan con acierto que las
proposiciones teóricas de la teoría unilineal sólo pueden ser testeadas
usando una aproximación multilineal. Esto es, la existencia de estadios
universales y un proceso único de evolución sólo puede ser establecido por
identificaciones consistentes de estos estadios y de este proceso en líneas
evolutivas específicas. También reconocen los límites de la metodología del
esquema de estadios y recomiendan la construcción de una tipología de grano
fino para facilitar los estudios multilineales. A pesar de estas
observaciones, Sanders y Webster continúan usando la vieja tipología
unilineal en su propio modelo de cambio evolutivo.
Una metodología tipológica pone numerosas limitaciones a nuestro
estudio de la evolución cultural. Como señaló Plog (1974, 1977), esto hace
que estemos buscando explicar una serie de tipos en lugar de un proceso;
esto nos fuerza a pensar en el cambio en términos de unidades discontinuas
más que como un flujo continuo. Por lo tanto tratamos nuestras variables
dependientes como una categoría, el punto es por qué algunas sociedades son
complejas y otras no o por qué el estado surge en Mesopotamia. Tal
aproximación inevitablemente degenera en argumentos taxonómicos: ¿qué es
una sociedad simple? ¿qué es un estado? Al transformar los tipos en
variables eliminamos las decisiones "o" ("o esto o aquello") que son
inherentes a una metodología tipológica y así los argumentos tipológicos
son irrelevantes. La pregunta deja de ser si una sociedad es compleja o no
y en su lugar pasa a ser "¿Cuál es el grado de complejidad en una sociedad
y de qué manera es compleja?".
Segundo, tipologizando a las sociedades subsumimos (abarcamos) un
rango potencialmente amplio de procesos evolutivos en un único nivel.
Estamos forzados a asumir que todos los aspectos de la cultura siguen la
misma trayectoria de cambio en proporciones comparables. Esto lleva a una
visión mecánica de la evolución cultural debido a que no podemos
especificar las relaciones lógicas entre las variables causales y el
sistema social que ellas afectan. Esto requiere modelos sistémicos de los
procesos de evolución. Antes de poder especificar cómo cambia la
complejidad cultural, debemos ser capaces de especificar las relaciones
sistémicas dentro de una sociedad que hacen que esta sea compleja y las
consecuencias del cambio en estas interrelaciones.
Con el objeto de arribar a tal modelo, debemos disgregar el concepto
compuesto de complejidad cultural en sus elementos constituyentes y
especificar las interrelaciones entre estos elementos. Entonces, podemos
aplicar la teoría causal para explicar cuales de estos elementos y
relaciones evolucionan.


La complejidad cultural como variable: el método holístico y la teoría de
sistemas.

Los arqueólogos y antropólogos culturales han sentado las bases para
transformar la complejidad cultural de un concepto en una variable y para
disgregar el concepto en sus elementos constitutivos. Los antropólogos
interculturales han desarrollado varios métodos para medir la complejidad
cultural, pero su aproximación no ha guiado a un modelo sistémico del
cambio en la complejidad. Algunos arqueólogos han establecido una base en
tal modelo, pero sus formulaciones están limitadas por una visión de "pisos
de torta" (torta de pisos) de la estratificación y la estructura social.
Los antropólogos interculturales (cross-cultural), utilizando el
método holístico, han prestado mucha atención a el problema de la evolución
cultural, haciendo avances notables más allá de la aproximación del esquema
de estadios (McNett, 1970,1979). Ellos han utilizado una variedad de
técnicas que incluyen el ordenamiento por índices (indexing) (Bowden,
1969b, 1972; Naroll, 1956; Tatje y Naroll, 1970) la escala de Guttman
(Carneiro, 1962,1967, 1970a, 1973; Freeman, 1957) y el análisis factorial
(Erickson, 1972, 1977b; Lomax y Berkowitz, 1972; McNett, 1970; Sawyer y
Levine 1966) para medir a las sociedades en una escala unilineal. Todos
estos análisis han utilizado el concepto de complejidad cultural y
definieron la complejidad como el grado de diferenciación funcional en una
sociedad.
A pesar de las diferencias en las aproximaciones, estas escalas
muestran una remarcable coincidencia en el orden de las sociedades y en las
variables que definen como claves. Muchos de estos estudios (Bowden, 1972;
Carneiro, 1967; Ember 1963; Naroll, 1956; Naroll y Margolis, 1974) sugieren
una fuerte correlación entre la densidad de la población (o tamaño máximo
del asentamiento) y la complejidad de la estructura social. Los estudios
basados en análisis factorial (por ejemplo Erickson, 1972, 1977a, 1977b;
Lomax y Berkowitz, 1972; McNett, 1973; Sawyer y Levine, 1966) y en el
análisis de Bowden muestran claramente que no todos los aspectos de la
cultura pueden ser acomodados en una escala evolutiva simple.
Todos los métodos utilizados por los antropólogos interculturales
para arribar a escalas evolutivas sufren de limitaciones inherentes;
específicamente descartan datos y minimizan la varianza. El ordenamiento
por índices o listas (indexing) reduce varias variables a un único
resultado, de este modo promedian los efectos de las variables que componen
el índex (la lista) aún cuando algunas de éstas variables están
negativamente correlacionadas. El análisis factorial, aún agrupando más
variables, tiene resultados similares. Como reconoce Carneiro (1967.235)
explícitamente, la escala de Guttman desecha información reduciendo
variables continuas a datos de presencia/ausencia, de este modo reduce la
precisión de las medidas y el poder estadístico del resultado del análisis.
La escala de Guttman tampoco evalúa la correlación entre rasgos, por lo
tanto es posible tratar como variables independientes varios rasgos que de
hecho miden el mismo fenómeno subyaciente.
Parcialmente como resultado de este problema metodológico, la
relación conceptual entre las mediciones y la teoría es pobre, causando que
en el análisis se confundan las variables dependientes e independientes.
Por ejemplo, el análisis factorial de Lomax y Berkowitz (1972) incluye la
estratificación social, una variable que la mayoría de los investigadores
quieren estudiar, y el valor calórico de la producción, una explicación
usada a menudo para los cambios en la estratificación social. Si la medida
para la complejidad incluye una variable tal como tamaño de la población
sería circular entonces usar la medida de complejidad para comprobar (test)
la correlación del tamaño de la población con la complejidad. Muchos
estudios intentan hacer tal correlación.
A fines de los '60 y principios de los '70 apareció una fructífera
línea de estudios que utilizaron la teoría general de sistemas y la
información teórica aparecida en los trabajos de varios arqueólogos
(Clarke, 1968; Flannery, 1972; Wright y Johonson, 1975). Flannery (1972) en
un artículo pionero para esta aproximación, utiliza una síntesis de la
teoría unilineal de Fried (1967) y Service (1972) pero compuesto dentro de
un marco de estudio que excede las limitaciones de la metodología
tipológica. Flannery define complejidad cultural como una variable que
consiste en la segregación (la cantidad de diferenciación interna de un
sistema) y centralización (el grado de conexión entre controles de orden
más alto y los diversos subsistemas de una sociedad). Flannery reconoce que
la explicación de la evolución cultural requiere de una comprensión de los
procesos por los cuales la segregación y la centralización tienen lugar, el
mecanismo por el cual ocurren y las tensiones socioambientales que disparan
tales mecanismos. En las primeras dos partes de su triple programa de
investigación, Flannery intenta formular un modelo para la complejidad
cultural.
Flannery basa su modelo en la teoría de flujo de información de una
sociedad. Ve la estructura social como un sistema ordenado jerárquicamente:
subsistemas discretos con un aparato de control que regula cada subsistema
para mantener la homeostasis. Propone dos mecanismos evolutivos (promoción
y linealidad) y tres patologías (intromisión, usurpación e
hipercoherencia). Estos mecanismos promueven tanto el incremento como el
decrecimiento de la segregación y de la centralización. Flannery completa
el modelo especificando 15 reglas para la relación del ambiente y el stress
sociológico con sus mecanismos evolutivos y patologías pero nunca
especifica cómo se puede aplicar el modelo. El énfasis sobre la homeostasis
mantiene este modelo en acuerdo con la típica aproximación del esquema de
estadios, pero, descartarlo completamente desde la base sería ignorar sus
potencialidades estructurales que arrojan luz sobre lo que hace a una
sociedad más compleja.
Johnson (1973, 1978) y Wright y Johnson (1975) también han utilizado
esta información teórica, pero han arribado a un modelo diferente del de
Flannery. En su primera formulación utilizan estadios unilineales y miden
la complejidad por la cantidad de niveles de toma de decisión de una
sociedad. Johnson (1973:3) inicialmente definió un estado como una sociedad
que tiene como mínimo tres niveles jerárquicos de toma de decisiones.
Wright y Johnson (1975) subsecuentemente desarrollaron este modelo en una
formulación más compleja, incorporando varias fuentes y canales de flujo de
información diferentes. Johnson (1978:109) en su último artículo sobre este
tema, ha continuado conectando la información teórica a una teoría de la
evolución unilineal escalonada. Richard Blanton (1975, 1976, 1978) parte de
una perspectiva similar a la de Wright y Johnson pero Blanton pone el
énfasis sobre la jerarquía de decisiones por medio de un enfoque sobre el
comercio y los sistemas de intercambio.
Varios investigadores han aplicado la información de la teoría para
interpretar la evolución cultural de una localidad específica (Saxe, 1977;
Renfrew, 1972) pero esta aplicación no ha guiado a la formulación de un
mejor modelo estructural sobre la complejidad. Tainter (1977) ha hecho un
progreso, utilizando información de esta teoría. Este modelo es preferible
a los anteriores, teórica y metodológicamente, debido a que no se ata a una
visión unilineal de la evolución y por que no contiene supuestos de
homeostasis.
Tainter (1977) (ver también Cordy, 1981) basa su modelo sobre la
consideración de Blau de la diferenciación dentro de las organizaciones.
Plantea dos dimensiones de la estructura social, una vertical y una
horizontal. Como otros teóricos sistémicos, ve el incremento de la
complejidad como un proceso de incremento del número de niveles a lo largo
de la dimensión vertical. Propone que la medida de información de Shannon
(1949:50-1) sea usada para medir los constreñimientos (restricciones)
organizacionales en una sociedad y que la medida de status posicional o
estructural de Harry (1959:23-25) sea usada para medir la diferenciación de
ranking. A pesar de los aspectos controvertidos del análisis de Tainter
(Braun, 1981), el mismo provee una medida más sofisticada de la complejidad
social que el de Wright y Johnson, el cual cuenta los niveles jerárquicos.
El uso de la teoría de sistemas y la teoría de la información en la
formulación de teorías de evolución social recientemente ha recibido muchas
críticas (Dunnel, 1980; Salmon, 1978, 1980; Wenke, 1981). Estos ataques se
han emparejado tanto por el uso de modelos funcionales como por el uso de
la teoría de sistemas y de información. En un nivel más amplio Salmon
(1978) ha cuestionado la utilidad de la teoría general de sistemas para
cualquier emprendimiento arqueológico, mientras que Dunnell (1980), Athens
(1977), Sanders y Webster (1978 y Wenke (1981) han atacado su aplicación al
estudio de la evolución cultural. Todos estos autores critican los modelos
sistémicos por ser modelos funcionales de cómo trabaja el sistema social y
por no ser explicaciones causales que dan cuenta del cambio. Wenke
(1981:101) admite que los modelos sistémicos pueden proveer buenas
descripciones del funcionamiento social, pueden atraer nuestra atención
hacia amplias comparaciones entre sociedades complejas y pueden focalizar
nuestra atención sobre las clases estructurales de relaciones causales,
pero argumenta que no pueden responder muchas preguntas importantes acerca
de la evolución social.
Aquí es importante la distinción entre explicación causal del cambio
y modelos funcionales o sistémicos de un fenómeno. Puesto que algunos
autores han reclamado que los modelos sistémicos explican el proceso de
evolución cultural, muchas de estas criticas son válidas. Sin embargo es
cuestionable que una teoría útil de la evolución cultural pueda ser
construida sin referencia a tales modelos sistémicos. Antes de que podamos
explicar cómo se origina o cambia un fenómeno, tal como complejidad
cultural, debemos tener primero un modelo sistémico de ese fenómeno. Tal
modelo definiría a algunas sociedades como más complejas que otras y
especificaría las relaciones y tipos de cambio en tales relaciones que
llevan a una mayor o menor complejidad. La explicación de la evolución
cultural no requiere de la oposición entre modelos causales y sistémicos
sino más bien su integración.
En este momento, los modelos sistémicos más sofisticados para la
complejidad cultural son aquellos propuestos bajo la rúbrica de teoría
general de sistemas o teoría de la información. Estos han disgregado la
complejidad cultural en sus elementos constitutivos y han intentado (o al
menos recomiendan) que estos elementos sean tratados como variables.
Lamentablemente, estos modelos, y el pensamiento arqueológico en general,
incorporan una noción jerárquica simplista de la estructura social: el
modelo de "pisos de torta" de la estratificación social.


El modelo de "pisos de torta" de la estratificación

En el modelo arqueológico clásico de la estructura social, las
sociedades consisten de niveles discretos, jerárquicamente ordenados
distribuidos como una torta de bodas, con un rey o jefe en el lugar del
novio y la novia y, sucesivamente amplios niveles de cortesanos,
sacerdotes, escribas, artesanos y, finalmente, campesinos en la base. Este
modelo esencialmente equipara la estratificación y la complejidad cultural
puesto que la cultura se vuelve más compleja y más estratificada a través
de la adición de nuevos pisos a la torta. La validez de este modelo está
sujeta a un debate fundamental en ciencias sociales. La controversia entre
las visiones de Marx y Weber influye en cómo modelamos el cambio evolutivo,
y a través de nuestro estudio de la evolución cultural, los arqueólogos
pueden contribuir a su resolución.
En la teoría social existen dos visiones conflictivas de la
estratificación social (Cancian, 1976). La visión moderna de "pisos de
torta" efectivamente comienza con el énfasis que pone Karl Marx sobre la
estratificación de clases. De acuerdo con Marx, las clases se forman debido
a la relación de la gente en medio de la producción. En la tradición de
Weber, otros investigadores (Fallers, 1973; Jeffries y Ransford, 1980;
Lensky, 1966) han recomendado un modelo multidimensional de la
estratificación, el cual postula numerosas líneas de estratificación que se
suman a la de clase.
Marx (1906) y la mayoría de sus seguidores proponen a la doctrina de
clases y lucha de clases como una parte integral de la evolución humana. De
acuerdo con Marx, las clases proveen los elementos constitutivos de la
sociedad, el aspecto clave de la cultura a través del cual la gente hace
historia. "La historia de todas las sociedades del pasado consiste en el
desarrollo de la lucha de clases" (Marx 1906: 94). De acuerdo con Marx la
estratificación de clases constituye un conjunto de experiencias de la vida
real y condiciona lo que en gran medida determina lo que será la conducta y
percepción de los individuos. Para Marx, todas las otras formas de
desigualdad dentro de las sociedades (ya sean sexuales, por edad, raza) se
originan en la estratificación de clases. Esta posición conduce a la visión
"pisos de torta" de la estratificación, cada piso es una clase separada.
La mayoría de las teorías arqueológicas y antropológicas de la
evolución cultural utilizan algunas variantes del modelo de "pisos de
torta". Identifican sólo una línea de desigualdad en las sociedades, pero
no siempre equiparan desigualdad con estratificación de clase. Esta visión
es una de las características definitorias de todos los análisis marxistas,
incluyendo aquellos hoy prominentes en la literatura de la evolución
cultural (Friedman y Rowlands, 1977; Gledhill, 1978; Wallerstein, 1976).
Los dogmas y principios básicos del modelo multidimensional derivan
de Weber (1974, 1968) y aparece en los trabajos de varios antropólogos y
sociólogos (Adams, 1977:396; Berreman y Zaretsky, 1981; Fallers, 1973;
Jeffries y Ransford, 1980; Lensky, 1966). Esta aproximación define a la
estratificación como desigualdad e identifica líneas o parámetros múltiples
de desigualdad, incluyendo poder, edad, sexo, etnicidad y estratificación
de clases, los cuales se intersectan en cada individuo. Su suma define la
persona social de los individuos. Numerosos arqueólogos (Rathje, 1971;
Saxe, 1970; Tainter, 1978; Whittlesey, 1978) han derivado una visión
similar a la del trabajo de Ward Goudenough (1965) e intentaron identificar
tales dimensiones en las poblaciones de enterratorios prehistóricos.
El modelo multidimensional ofrece tres ventajas sobre el modelo de
"pisos de torta" para el estudio de la evolución cultural. Primero, la
premisa básica de Marx que toda la desigualdad se origina en la
estratificación de clase es un punto clave en la evolución cultural, y este
sólo puede ser puesto a prueba identificando primero líneas múltiples de
desigualdad y luego mostrando que ellos resultan de la estratificación de
clase. Por ejemplo, Engel (1942) conecta la evolución de la estratificación
sexual al origen de la propiedad privada y al desarrollo de la
estratificación de clases. La proposición sólo puede ser puesta a prueba
identificando la estratificación de clase y la estratificación sexual como
variables dependientes separadas. Segundo, una vez que equiparamos la
estratificación con la desigualdad, la estratificación se convierte en una
variable en lugar de en una categoría. Podemos entonces evitar la cuestión
taxonómica ¿qué es una sociedad estratificada? y en su lugar preguntar
¿cómo es que las sociedades se hacen más estratificadas? Tercero, y más
importante, los estudios etnográficos de sociedades supuestamente
igualitarias, tales como los cazadores-recolectores (Begler 1978; Lee 1981;
Newman 1981) y las comunidades campesinas (Davis 1977; Galta 1980; McGuire
y Netting 1982) están demostrando que la igualdad es ciertamente una
imposibilidad y que la desigualdad puede variar enormemente dentro de
sociedades que han sido agrupadas conjuntamente por las tipologías.
El reconocimiento de dimensiones múltiples de estratificación hace
más complejo el problema del cambio en la complejidad cultural. Debemos
preguntar no sólo cuántos niveles sino también cuántas dimensiones de
estratificación existen. Además, si aceptamos la idea de que los procesos
de incremento de la complejidad cultural incluyen más que sólo la adición
de niveles en una jerarquía, entonces necesitamos un modelo de estructura
social más complejo que el ofrecido por los autores que proponen el esquema
de estadios y la teoría de la información.


Desglosando (Disgregando) la complejidad cultural en sus variables
constituyentes: desigualdad y heterogeneidad

Ir más allá de estas formulaciones requiere disgregar el concepto de
complejidad cultural en sus elementos constitutivos y transformar estos
elementos en variables (cf. Lenski, 1966:20-21). Una vez que esto está
hecho, estas variables se convierten en la explicanda en nuestro análisis y
la complejidad deja de ser un concepto analítico.
Para lograr esta disgregación, debemos retomar la pregunta ¿Qué
cambios separan las cazadores-recolectores del Pleistoceno del sistema
industrial del mundo moderno? No es necesario decir que se puede
identificar una multitud de transformaciones, pero la diferenciación
interna y la cantidad de desigualdad han sido de preocupación primaria. Los
primeros científicos sociales, tales como Spencer (1900), Marx (1906) y
Durkheim (1933) reconocieron que las llamadas sociedades primitivas del
mundo eran homogéneas y faltaba en extremo la desigualdad, por el contrario
las naciones industriales de Europa eran heterogéneas y con extremos
marcados de desigualdad. De estas observaciones surgen dos preguntas
claves: (1) ¿cómo estas sociedades se convierten en internamente
diferenciadas? y (2) ¿cuál es la causa de la desigualdad? Todos los
investigadores subsecuentes se han hecho las mismas dos preguntas pero, a
través de la visión de la estratificación de "pisos de torta", agruparon
estas preguntas conjuntamente en una sola variable dependiente: la
complejidad.
Como se han dado cuenta los teóricos de la información, el incremento
de la heterogeneidad y la desigualdad incluye cambios en la estructura
social. Siguiendo a Blau (1977:1) la estructura social puede ser definida
como "la distribución de la gente entre diferentes posiciones y sus
asociaciones sociales". Los individuos ocupan diferentes posiciones debido
a que cumplen diferentes roles o a que difieren en el status jerárquico.
Roles y status son los parámetros sociales básicos que delinean la
estructura social y afectan la conducta y la percepción del mundo de los
individuos. Parámetros sociales, tales como sexo, edad, etnicidad, riqueza,
poder y religión, caracterizan a los individuos y definen la persona
social. Estos parámetros pueden superponerse, por ejemplo cuando todos los
miembros de un grupo étnico pertenecen a la misma religión, o ser
independientes, por ejemplo si un grupo étnico tiene miembros de diferentes
religiones. Desde esta perspectiva las sociedades son más complejas si
contienen una cantidad mayor de personas sociales distintas. Esta es una
visión cuantitativa de la estructura social que se concentra en la
distribución de las poblaciones dentro de parámetros sociales y entonces la
heterogeneidad y la desigualdad refieren a dos diferentes aspectos de esas
distribuciones.
La heterogeneidad se relaciona con la frecuencia de individuos entre
parámetros sociales. Se pueden definir dos clases básicas de parámetros
sociales: nominal y graduado. Los parámetros nominales (tales como sexo,
parentesco y ocupación) definen roles y son grupos categóricos que tienen
distintos límites y carecen de un ordenamiento inherente de rangos
jerárquicos. Los parámetros graduados (tales como edad, poder y riqueza
(Blau, 1977:6-8)) definen status y son inherentes al ranking ordenado y
continuo. La heterogeneidad tal como se define aquí se refiere tanto a la
distribución horizontal de la población entre parámetros categóricos, como
a la distribución vertical de la población a lo largo de parámetros
nominales. La relación de estos dos ejes de diferenciación determinará el
número de personas sociales distintas en una sociedad. La heterogeneidad
puede ser operacionalmente definida como la probabilidad de que dos
individuos elegidos al azar no pertenezcan al mismo estrato de un parámetro
graduado o al mismo agrupamiento categórico. Tanto la cantidad de
categorías en una sociedad como la distribución de una población entre
estas categorías determina esta posibilidad. Cuanto mayor es la
probabilidad, mayor será la cantidad de personas sociales distintas en una
sociedad.
La cultura material participa en el mantenimiento de la
heterogeneidad y refleja la diferencia de conductas entre los roles. Las
sociedades mantienen los roles a través del uso de símbolos, los cuales
pueden tener forma material o conductual. Los arqueólogos tales como Wobst
(1977), Hodder (1979) y McGuire (1972), han señalado cómo funciona
simbólicamente la cultura material para identificar la dimensión social de
la etnicidad en las sociedades. Como marcador de etnicidad, esta cultura
material también simboliza un aspecto de una personalidad social de un
individuo. La existencia de roles diferentes también implica la existencia
de conductas diferentes asociadas a estos roles. Esta relación se puede ver
más claramente en la dimensión de ocupación. Los instrumentos de un
carpintero son diferentes a los de un sacerdote y estas dos ocupaciones
pueden ser identificadas en base a los instrumentos.
El segundo punto importante de la teoría evolutiva, el incremento de
la desigualdad, se refiere a cómo la distribución desigual de una población
se gradúa a lo largo de parámetros. El problema aquí no es la cantidad de
personas sociales en una cultura, sino el alcance del acceso diferencial a
los recursos materiales y sociales, tales como riqueza y poder que definen
los parámetros sociales graduados. En tanto que la heterogeneidad indica
cuántos individuos tienen acceso comparable a los recursos, la desigualdad
mide cuánta diferencia existe entre los niveles comparables de acceso. Una
distribución desigual de la riqueza muestra una gran diferencia entre el
más rico y el promedio; una distribución heterogénea tiene poca gente en
cada uno de los niveles.
La desigualdad puede ser caracterizada de tres maneras: absoluta,
proporcional y relativa (Alker y Russett, 1964; Blau, 1974:56-60; Dalton,
1920; Lorenz, 1905). La desigualdad absoluta se refiere a las diferencias
efectivas entre individuos a lo largo de una dimensión específica. La
desigualdad proporcional se refiere a la posición de los individuos en la
distribución de percentiles de una variable. La desigualdad relativa define
la posición jerárquica de cada persona a lo largo de una dimensión de
desigualdad en relación a otros individuos, por lo tanto da cuenta de la
desigualdad absoluta y proporcional. Para que la posición relativa de un
individuo se incremente, otro debe declinar, haciendo de esto un concepto
de suma cero.
En una comunidad agrícola hipotética, la desigualdad absoluta en la
propiedad de la tierra entre dos individuos es la diferencia entre sus
posesiones en hectáreas. Por lo tanto, si la tierra de un individuo excede
a la de otro en 10, los dos son menos desiguales que si difieren en 100. El
rango de la tenencia de tierra para todos los individuos puede medir la
desigualdad absoluta de la comunidad entera. La desigualdad proporcional
puede ser expresada especificando la parte de la tierra agrícola total
poseída por una pequeña fracción de la población. Por ejemplo, la
desigualdad puede ser más grande si el 1% de la población posee el 50% de
la tierra, y menor si el 1% de la población posee el 20% de la tierra. Sin
embargo, esta aproximación no tiene en cuenta la variación en el resto de
la población.
La desigualdad relativa da cuenta de la desigualdad proporcional a
través de la población total y se conceptualiza mejor en términos de la
curva de Lorenz (Lorenz, 1905). Para graficar (to plot) una curva para la
comunidad agrícola hipotética, debemos acomodar a los individuos desde los
que poseen menos tierra a los que poseen más. Después de hacer esto, el
porcentaje acumulativo de tenencia de tierra (eje Y), debe ser graficado
contra el porcentaje acumulativo de población (eje X). La igualdad completa
(por ejemplo el 1% de la población posee el 1% de la tierra, el 60% de la
población posee el 60% de la tierra) debería resultar en una línea recta
con una inclinación de 1. Cuanto mayor es la desviación de la curva real
con respecto a la línea recta, mayor será la desigualdad. Para resumir la
desigualdad se pueden calcular varios índices diferentes a partir de tal
curva (Alker y Russett, 1964; Allison, 1978; Taagepera, 1979), siendo el
más común el índice de Gini (Shoyck et al. 1973:178-181; Witthemburg y
Pembertin 1977). La Fig. 3.1 ilustra las curvas de Lorenz y los índices de
Gini para tres sociedades.
En general, el concepto de desigualdad relativa es más significativo
y posiblemente menos erróneo que el de desigualdad absoluta (Allison,
1978:866-67; Blau, 1977:58-60). Considerando sólo las diferencias absolutas
se ignora si el rico tiene 100 veces más riqueza que el pobre o si sólo
tiene 3 veces más. La desigualdad relativa focaliza la atención justamente
sobre tal diferencia proporcional en razón de que ésta cambia debido a la
desviación en la proporción de individuos a lo largo de la distribución
acumulativa del parámetro que está siendo medido. Para usar la comunidad
agrícola hipotética de nuevo, cuando más gente comienza a controlar una
mayor proporción de la tierra, la desigualdad en la tenencia de la tierra
decrece.
La desigualdad relativa es también el concepto más importante para
entender la acción social. La cantidad absoluta de un recurso que es
accesible a un individuo o a un grupo social establece amplios límites
sobre su acción. Dentro de estos límites, la desigualdad relativa determina
el resultado de la competencia entre individuos y entre grupos sociales.
Cuanto más grande es la desigualdad relativa, más ocurre que un pequeño
número de individuos puede dominar a una sociedad y más grande es la
disparidad en los recursos sociales dentro de la sociedad.
Puede haber algunos problemas con la aplicación de la desigualdad
relativa; específicamente esto ocurre cuando las diferencias absolutas en
las variables medidas son muy pequeñas o cuando el 100% de la variable
medida ocurre en el extremo más alto de la distribución. Por lo tanto, aún
cuando la desigualdad relativa es el concepto más significativo, el
concepto de desigualdad absoluta no puede ser ignorado. A través del resto
de este capítulo, a menos que se indique lo contrario, voy a usar el
término desigualdad para referirme a desigualdad relativa.
La distribución de las recursos materiales representa un aspecto
importante de la desigualdad en todas las sociedades. En verdad, los
antropólogos y los sociólogos normalmente evalúan la desigualdad por la
división de la riqueza material dentro de una sociedad. Los bienes
materiales reflejan la desigualdad porque ellos son los símbolos y el
origen de la estratificación. Fallers (1973) ha discutido la importancia de
los ítems materiales como símbolos de desigualdad para los recursos
sociales más intangibles, tales como el prestigio. Más importante, muchos
teóricos sociales mantienen que la distribución de bienes materiales, esto
es, riqueza, determina la distribución de una población a lo largo de
parámetros sociales intangibles, tales como prestigio o poder (Blau, 1977;
Fallers, 1973; Lenski, 1966; Marx, 1906).
Aún cuando podamos hablar de desigualdad en términos de algún
parámetro graduado, algunos parámetros son de más interés teórico que
otros. El punto central en el estudio evolutivo de la desigualdad, desde
los evolucionistas del siglo XIX a través de la información teórica, ha
sido la distribución del poder en una sociedad. El poder puede ser definido
como la probabilidad de una persona o grupos de personas de llevar a cabo
su voluntad cuando otras se oponen (Weber, 1947:152). El poder es una
cualidad relacional que existe en todas las culturas y siempre está
distribuido desigualmente (Adam, 1975, 1977; Lenski, 1966;). Las acciones
sociales por las cuales se alcanza o expresa poder, difieren de cultura a
cultura, pero en todos los casos los individuos compiten por el poder
(Lenski, 1966; Lowie, 1948;357).
Habiendo definido las variables relevantes de complejidad, el primer
punto que debo considerar es la correlación ente parámetros de
heterogeneidad y parámetros de desigualdad. Los parámetros nominales (tales
como religión, sexo, y parentesco) no poseen un ranking (graduación)
inherente. Tales parámetros se convierten en graduados (ranked) debido a la
correlación entre ellos mismos y los parámetros de desigualdad. Por
ejemplo, si los linajes poseen la tenencia de la tierra agrícola, entonces
el tamaño de la posesión de la tierra puede ser usado para graduar a los
linajes. Esto sería al contrario en una sociedad donde la familia nuclear
controla la tierra agrícola y no necesariamente existe conexión entre
linajes y tenencia de la tierra. En sociedades con un bajo grado de
heterogeneidad, se puede dar una alta correlación entre parámetros
nominales y parámetros graduados, produciendo una estructura social
aproximada al modelo de estratificación de los "niveles de torta". Sin
embargo, aunque el modelo de "niveles de torta" describe adecuadamente un
cierto rango de complejidad cultural, no se debería generalizar por fuera
de ese rango. Un ejemplo de tal estructura social sería la "ramage"
Polinesia (sistema de linajes) tal como ha sido descripta por Sahlins
(1958).
El modelo de niveles de torta mantiene ligada la heterogeneidad y la
desigualdad sosteniendo que el incremento en el número de niveles conduce a
un incremento en el número de personas sociales (heterogeneidad) y a un
incremento en el acceso diferencial a los recursos (desigualdad). Esta
perspectiva teórica tiene amplias implicaciones de naturaleza práctica y
filosófica. Algunos antropólogos y sociólogos han atacado la desigualdad en
sociedades modernas como algo pernicioso, esto es, humanamente nocivo e
injusto para aquellos que son oprimidos (Berreman, 1981; Blau, 1977;
Bodley, 1976, 1981; Rathje y McGuire, 1982). De estos estudios surge el
planteo de cómo puede ser eliminada o aliviada tal desigualdad. Varios de
ellos, utilizando el supuesto antes mencionado del modelo de niveles de
torta, han abogado por rebajar la estructura institucional de sistemas de
gran escala con el objeto de disminuir la desigualdad (cf. Berreman y
Zaretsky, 1981). En esencia, ellos abogan por reducir la heterogeneidad a
fin de reducir la desigualdad. El examen de la interrelación sistémica de
la desigualdad y la heterogeneidad sugiere que tal supuesto y la premisa
derivada de él son falsos.


Complejidad cultural: la interacción de desigualdad y heterogeneidad

La heterogeneidad y la desigualdad cambian como resultado de
diferentes procesos, pero, debido a que estas variables están
interrelacionadas, el cambio de una afecta a la otra. Dos tipos básicos de
cambio alteran la desigualdad, mientras que tres procesos de cambio afectan
la heterogeneidad. Por la manera en que se definen aquí la desigualdad y la
heterogeneidad, son cualidades de parámetros graduados, tanto que los
cambios en una deben afectar a la otra aunque no en una forma linear
simple.
Dos tipos de cambio alteran la desigualdad a lo largo del parámetro
graduado (1) movimiento de individuos hacia la media, (2) movimiento de
individuos desde (alejándose) la media. Los movimientos tanto del estrato
superior (por ejemplo la porción de la población que está por encima de la
media) como del inferior (por ejemplo la porción de la población que está
por debajo de la media) hacia la media resultarían en una declinación de la
desigualdad (ver Fig. 3.2 distribución D). El movimiento de cada estrato
hacia la media también resulta en una disminución de la desigualdad si los
otros estratos permanecen constantes. Pero, si el movimiento de una estrato
hacia la media es contrabalanceado por el alejamiento de la otra desde la
media, la desigualdad no cambia (ver Fig. 3.2 distribuciones A y B). El
alejamiento de los estratos desde la media resulta en incrementos de la
desigualdad, y el más pronunciado de estos movimientos es la proposición
clásica de Marx que, bajo el capitalismo, el rico se hace más rico y el
pobre se hace más pobre (ver Fig. 3.2, distribución C). De la misma manera,
en el caso de la desigualdad decreciente, el alejamiento de cualquier
estrato desde la media resultará en una elevación de la desigualdad a menos
que se contrabalancee por el movimiento en el otro estrato hacia la media.
Una combinación de cambios en las condiciones materiales puede
instigar este proceso de cambio, incluyendo los primeros motores clásicos
de la teoría evolutiva: ambiente, tecnología y demografía. Un buen ejemplo
de tales factores operantes es la revolución verde en Punjab, India
(Ladejinsky, 1969). En este caso la nueva tecnología de las semillas
híbridas, entubamiento y la mecanización favoreció a los grandes granjeros
que tenían suficiente tierra para hacer los pagos de los créditos por tales
reformas. En el otro extremo de la escala estaban los pequeños granjeros
que no podían incrementar la producción para afrontar los pagos con
intereses y, por lo tanto, quedaron fuera del negocio; el éxito de los
grandes granjeros absorbió sus campos. El rico se volvió más rico y el
pobre más pobre: se incrementó la desigualdad. Construir teorías
explicativas generales requiere que se establezcan las conexiones
explícitas entre los cambios en las condiciones materiales y los procesos
de cambio en la desigualdad.
El incremento en la heterogeneidad, tal como es indicado por un
incremento en el número de personas sociales en una cultura, incluye 3
procesos: (1) un incremento en la cantidad de niveles jerárquicos en una
cultura; (2) un incremento en el número de dimensiones de diferenciación de
grupos y status; y (3) un incremento en la cantidad de independencia entre
los parámetros sociales. Estos procesos están en alguna forma
secuencialmente ordenados, siendo cada uno lógicamente dependientes de la
existencia de los previos.
El primer proceso ha sido reconocido en la arqueología y corresponde
al menos a algo similar al concepto de promoción de Flannery (1972). En
todas las culturas existe una jerarquía de control, o, en la jerga de la
teoría de la información, toma de decisiones. Las unidades familiares
pueden ser organizadas en unidades de producción multifamiliares, las
cuales pueden organizarse en comunidades, las cuales, a su vez, pueden
organizarse en unidades políticas regionales más grandes. En las sociedades
menos complejas, tales como la !Kung San, no existe organización por encima
del nivel de las bandas multifamiliares, mientras que en las naciones
industriales modernas, la cantidad de niveles virtualmente desafía la
representación gráfica. Con la adición de niveles en tal jerarquía, se
incrementa la cantidad de distinciones sociales en una cultura, llevando a
un incremento en la cantidad de personas sociales distintas.
El segundo proceso para el incremento de la complejidad es la adición
de dimensiones de diferenciación. En todas las sociedades existe el mismo
set básico de parámetros sociales (tales como sexo, edad, poder, riqueza y
parentesco), pero el modo en que están diferenciados varía entre las
sociedades. Por ejemplo, en todas las sociedades existen desigualdades en
el poder, pero cuanto más compleja es la sociedad, existe mayor cantidad de
jerarquías múltiples de poder (o rutas de poder). En la tradicional cultura
Pueblo del sudoeste de USA, las jerarquías de poder seculares y religiosas
eran difíciles de separar, pero en contraste, las jerarquías de poder
seculares y religiosas existían netamente separadas en la sociedad española
que conquistó el área hacia fines del 1500.
La existencia de jerarquías separadas depende en gran parte de la
diferenciación de grupos categóricos. La existencia de desigualdades en una
jerarquía religiosa separada de la existencia de desigualdades en una
jerarquía secular, requiere de la existencia de grupos organizados por
religión separados de grupos organizados por principios seculares, tales
como el parentesco. La creación de nuevos tipos de grupos categóricos puede
resultar de la división de dos parámetros correlacionados tales como
religión y política, o a través de la rara adición de nuevos parámetros.
Por ejemplo, las sociedades menos complejas, tales como los aborígenes
australianos, pueden no incluir grupos étnicos separados. Las sociedades
más complejas pueden agregar el parámetro de etnicidad a través de la
conquista de sociedades vecinas o por algún otro medio. Esto crea una nueva
clase de grupo categórico y amplifica la heterogeneidad.
El proceso más poderoso que afecta la heterogeneidad incluye el
incremento de la independencia -intersección en términos de Blau (1977)- de
los parámetros sociales. Dos parámetros sociales son independientes si la
pertenencia de un individuo a un parámetro no determina su pertenencia a
otro. Desde el punto de vista de los grupos sociales, mientras mayor sea la
correlación entre la pertenencia a un grupo y a otro, menos independientes
son los dos parámetros que definen los grupos. Para usar un ejemplo
hipotético, si todos los negros son bautistas y todos los blancos son
católicos, entonces los parámetros de raza y religión no son
independientes. En tal situación, raza y religión serían determinantes
redundantes de rol, y sólo son posibles dos personas sociales, negro-
bautista y blanco-católico. Si negros y blancos están divididos en partes
iguales en bautistas y católicos, entonces los parámetros de raza y
religión serían totalmente independientes. Así ellos definirían cuatro
roles posibles: negro-bautista; negro-católico; blanco-bautista; y blanco-
católico. La independencia varía por grados, tanto en el número de
parámetros que son independientes como en la extensión de independencia
entre cualquiera de los dos parámetros (Blau 1977:87).
Incrementar la independencia es el proceso más poderoso para
incrementar la heterogeneidad debido a que esto tiene un efecto
multiplicador sobre la cantidad de personas sociales distintas. Como en el
ejemplo anterior, haciendo dos parámetros independientes se incrementa la
cantidad de roles de dos a cuatro. Dadas X distinciones en un parámetro, Y
distinciones en un segundo parámetro y un alto grado de independencia entre
los parámetros, la cantidad de personas sociales distintas posibles es X x
Y.
Estos procesos de cambio en la heterogeneidad están secuencialmente
relacionados. El incremento en la diferenciación de jerarquías lógicamente
asume la existencia de una jerarquía anterior; esto es, si una sociedad no
tiene una jerarquía existente de control, ésta no puede diferenciarse en
múltiples jerarquías. El incremento de independencia de parámetros implica
además la existencia de múltiples jerarquías o múltiples agrupaciones no
jerárquicas; esto es, si para cada parámetro existe sólo un agrupamiento
categórico, obviamente, la independencia de parámetros es imposible.
Decir que estos procesos están secuencialmente relacionados no
significa decir que estos sean equivalentes a estadios o que sólo está
operando un proceso en algún punto de la evolución cultural. En todas las
sociedades existe desigualdad en el poder, y ésta se manifiesta mínimamente
en los parámetros de sexo y edad. Estos parámetros además siempre son
independientes uno de otro y del parámetro de parentesco. El orden
secuencial existe porque en diferentes puntos de la evolución cultural,
podemos esperar que estos procesos sean diferencialmente importantes en
relación a los cambios en la complejidad cultural. En la evolución de un
caso dado, se puede dar primero la adición de niveles jerárquicos, seguida
por el establecimiento de múltiples dimensiones de jerarquías y, por
último, por el incremento de la independencia de los parámetros. Esto no
significa, sin embargo, que un cambio social significativo no pueda
resultar de la adición de niveles jerárquicos aún en las sociedades más
complejas. Como señalé antes, aún estos cambios en el énfasis no
corresponden a los estadios de Fried o Service.
Como es fácil notar, las sociedades menos complejas del presente
etnográfico o arqueológicas del pasado tienen o tuvieron niveles muy bajos
de heterogeneidad y desigualdad. Más aún, no hay duda de que el sistema del
mundo moderno tiene los más altos niveles de desigualdad y heterogeneidad.
El modelo "pisos de torta" de la estratificación supone que el proceso
evolutivo por el cual las sociedades se mueven de un extremo al otro ha
sido la adición de niveles jerárquicos, resultando en una mayor
desigualdad. Esta suposición no admite la adición de líneas distintas de
desigualdad y nuevos tipos de grupos, ni el incremento de la independencia
de parámetros. Más importante, existe razón para creer que las relaciones
evolutivas de desigualdad y heterogeneidad no son tan simples.
El concepto de desigualdad es paradójico en cierto modo porque
sugiere que la desigualdad y la heterogeneidad pueden estar correlacionadas
negativamente. La paradoja es que una alta concentración de riqueza, poder
o algún otro recurso implica que la mayoría de la gente tiene acceso
comparable a ese recurso (Blau, 1977:9; Simmel, 1950:198). Altos niveles de
desigualdad implican que un pequeño grupo posee la mayor parte de los
recursos, mientras que la masa de la población tiene acceso a muy pocos
recursos. El incremento en la cantidad de grupos y la distribución de gente
entre niveles comparables de acceso a los recursos, incrementando la
heterogeneidad, conduce a una disminución en la desigualdad. Esto sugiere
que bajo algunas condiciones, existe una relación negativa entre
desigualdad y heterogeneidad. Sin embargo, en un esquema evolutivo, la
relación puede ser primero positiva y luego negativa.
En las sociedades menos complejas, las cuales tienen pocos niveles de
desigualdad y heterogeneidad, un incremento en la desigualdad puede guiar a
un incremento en la heterogeneidad [correlación +]. Esto sucedería con el
establecimiento de un grupo de elite nominalmente definido; esto es, el
desarrollo de status adscripto. Incrementar la diferenciación de la
población en términos de otros parámetros sociales (tales como división del
trabajo, religión o etnicidad) puede tener luego el efecto de disminuir la
desigualdad [correlación -], dado que más individuos se mueven al centro de
la distribución. Fallers (1973:251) ilustra este caso con el oeste de
África, donde el incremento de la diferenciación ocupacional del reino de
Buganda resultó en un decrecimiento de la desigualdad relativa [correlación
-]. La identificación de las condiciones exactas bajo las cuales ocurriría
tal "ida y vuelta" en la relación representa una importante cuestión de
estudio empírico.
El incremento de la independencia de parámetros graduados fomenta la
heterogeneidad pero decrece la desigualdad (Blau, 1977:106). Esta
referencia vuelve sobre mi observación anterior de que el incremento de la
heterogeneidad puede resultar en el decrecimiento de la desigualdad. La
proliferación de roles sociales resultado del incremento de la
independencia de parámetros realza la heterogeneidad, pero estas posiciones
tienden a contrabalancear a las otras, amenazando la desigualdad relativa.
Por ejemplo, si en una sociedad las jerarquías seculares y religiosas están
correlacionadas (i.e., las posiciones seculares y religiosas están
fundidas), los dos tipos de poder no se contrabalancean uno con otro. Si
las jerarquías seculares y religiosas son independientes, el poder de los
individuos con alta posición en la jerarquía secular es contrabalanceado
por el poder de los individuos con alta posición en la jerarquía religiosa.
Esto señala una vez más la falacia de ver a la evolución de la cultura como
un simple proceso de pasos que incrementan la heterogeneidad y la
desigualdad.


La interacción de heterogeneidad y desigualdad: las pirámides de Egipto

Entender los desarrollos paralelos que vemos en el registro de la
evolución cultural requiere considerar la interacción de la desigualdad y
la heterogeneidad. Muchos autores han señalado la aparición de la
arquitectura monumental como un indicador de civilizaciones tempranas
(Adams, 1966, Childe, 1951a, 1951b; Steward, 1949; Wenke, 1980:346-47).
Rathje (1975) ha notado además que en el desarrollo de las civilizaciones,
la naturaleza de esta arquitectura cambia. En particular, existe un
decrecimiento masivo de la inversión en edificios religiosos y mortuorios y
aumenta el gasto en estructuras más prácticas y económicamente
relacionadas. Esta tendencia es más notable en términos de complejos
mortuorios. La inversión masiva en tumbas de líderes supremos caracteriza a
todos los llamados estados prístinos. Estructuras tales como las tumbas
reales de Ur, las tumbas bajo pirámides del Maya Clásico, la tumba de
primer emperador Qin de China y las pirámides de Egipto representan las
inversiones más grandes para el entierro de individuos en la historia del
mundo. En el desarrollo de cada una de estas civilizaciones hay un
crecimiento inicial en los gastos para los complejos mortuorios, que
culminan con estos ejemplos. Este ápex es seguido por una declinación de la
inversión en tumbas reales.
No existe aquí una relación simple entre la arquitectura mortuoria y
el incremento de la heterogeneidad. Aunque el incremento inicial en la
inversión en estructuras mortuorias está acompañado por un incremento en la
heterogeneidad, las sociedades más complejas que siguen a estas
civilizaciones tempranas en ningún lugar se acercan a esas inversiones en
tumbas reales. Lo que cambia es la relación entre la heterogeneidad y la
desigualdad. Específicamente, planteo como hipótesis que la inversión
masiva en tumbas reales y en la arquitectura monumental que la acompaña,
ocurrirá con una combinación de baja heterogeneidad y alta desigualdad. Ya
he planteado que existe una tendencia evolutiva relacionada a tal
organización, por la cual la heterogeneidad se incrementa inicialmente
debido a un incremento en la desigualdad y a la incorporación de niveles
adicionales de jerarquía. Una vez que ocurre diferenciación en múltiples
jerarquías y la independencia de parámetros comienza a crecer en
importancia, la heterogeneidad se elevará pero la desigualdad relativa
declinará. Las pirámides de Egipto y sus contrapartidas por todo el mundo
pueden marcar esta transición. Lenski (1966:fig.1) también reconoce esta
transición pero la ubica ligeramente más tarde en la trayectoria evolutiva.
Las pirámides de Egipto representan el ejemplo más prominente de
arquitectura mortuoria en el mundo, y su desarrollo ilustra el proceso
recién postulado. Los parámetros sociales cruciales en este ejemplo son
riqueza y poder, y como se da con todos los parámetros graduados, estos
pueden ser considerados como cantidades absolutas o como suma cero.
Examinando la evolución de las tumbas reales de Egipto, es importante
considerar estos parámetros en ambos sentidos. Específicamente, serían
necesarios una cierta cantidad base de riqueza y poder absoluto para que un
faraón construya una pirámide. En tanto exista una base, entonces la suma
cero o la desigualdad relativa de riqueza y poder determinará si se
construye una pirámide.
El período Pre-dinástico tardío ha sido caracterizado como un período
de incremento de la centralización que culminó en la unificación bajo un
único rey (Baines y Malek 1980; Hoffman 1979). Durante este período, las
tumbas de la elite, que reflejan esta concentración de poder declinaron en
cantidad (Hoffman 1979). Hoffman (1979:326) identificó estas tumbas como
hechos de poder (powerfact), la personificación física de las relaciones
poder en la sociedad. Con el fin del período Pre-dinástico y la unificación
de Egipto bajo un solo rey, los cementerios de la elite provincial declinan
lentamente. Los entierros de elite en grandes tumbas mastabas de ladrillos
de barro ocurren sólo en Abydos y Saqqara.
La distribución de riqueza y poder cambió tanto en términos absolutos
como relativos durante este período. La unificación sucesiva de sociedades
más pequeñas en lo que sería Egipto íntegro probablemente incrementó la
riqueza y el poder absoluto de los gobernadores, mientras que la
concentración de estos recursos en un solo rey incrementó la desigualdad
relativa. Los asentamientos y unidades políticas básicas parecen haber sido
semi-autónomas, unidades sociales estrechamente unidas (Aldred, 1961). La
unificación consistió en el sometimiento y en la incorporación de estas
unidades de menor nivel bajo un único gobernador (Hoffman, 1979:307-47)
creando entonces, una jerarquía simple con el rey en la cima imponiendo
control. El Egipto resultante casi ciertamente tuvo un grado de
heterogeneidad más grande que cualquiera de las sociedades individuales
absorbidas y reemplazadas, pero la conquista probablemente redujo la
heterogeneidad completa para la región total, representando primariamente
un proceso de desigualdad creciente.
La construcción cumbre de pirámides ocurrió durante el Antiguo Reino
(de la 3a. a la 6a. dinastía). A lo largo del Antiguo Reino, todas las
líneas de poder en la sociedad se originaban en el rey; parecería que no
había un ejército, ni una organización religiosa separada del faraón y, al
comienzo del período, no había una burocracia formal (Baines y Malek,
1980:34). El rey aparentemente mantenía el control dándoles bienes
(granting baronial-type estate) a sus oficiales, y los oficiales con
autoridad central más alta, en general, estaban emparentados con el rey
(Baines y Malek, 1980:33). El momento más activo de construcción de
pirámides fue durante la 4a. dinastía, que representa una cumbre de
crecimiento de la inversión en arquitectura mortuoria.
Las dinastías siguientes, quinta y sexta, representan una declinación
en la inversión en arquitectura mortuoria real (Tabla 3.1). Los faraones de
la quinta dinastía no sólo construyeron pirámides substancialmente más
pequeñas que sus predecesores sino que también cambiaron levemente el
destino (foco) de sus gastos, construyendo templos solares en adición a sus
pirámides más pequeñas. Como señalan Baines y Malek (1980:34), sólo existe
evidencia limitada de una declinación económica completa en la quinta
dinastía, sugiriendo que no hubo una gran reducción en suministro absoluto
de riqueza o poder. Lo que cambió fue la estructura social de la sociedad
egipcia. En la última parte de la quinta dinastía, los entierros de la
elite comienzan a aparecer no sólo rodeando la pirámide del faraón sino
también en los cementerios provinciales, y los poseedores de cargos
oficiales altos no eran necesariamente miembros de la familia real. Baines
y Malek (1980:34) sugieren que "una administración basada en la autocracia
y el parentesco da lugar a algo como una burocracia fijada". La
heterogeneidad de la sociedad se fue incrementando debido al
establecimiento de líneas de poder provinciales y la separación entre el
poder por el parentesco con el rey y el poder por poseer un cargo en la
burocracia. Aunque el poder absoluto de los reyes de la 5a. dinastía puede
haber sido el mismo o aún mayor que los de la 4a. dinastía, su poder
relativo fue disminuyendo y la tendencia continuó en la 6a. dinastía.
Al final de la sexta dinastía, la sociedad egipcia se separó en
unidades autónomas más pequeñas y en al menos dos líneas diferentes de
reyes, una para los reinos superiores y otra para los reinos inferiores.
Durante el Primer Período Intermedio, se construyeron pocos monumentos
mortuorios y, sin duda, ningún rey comandó las cantidades absolutas de
poder o riqueza necesarias como para erigir pirámides que compitieran con
las de la sexta dinastía.
El Reino Medio comenzó con la reunificación de Egipto bajo Nebhepetre
Mentuhotpe de la dinastía 11ª. En la dinastía 12ª, comenzó de nuevo la
construcción de las pirámides, pero con una diferencia importante: las
nuevas pirámides se construían con ladrillos de barro, no de piedra. En la
dinastía 13ª, cesó la construcción de pirámides sin reanudarse. Sin
embargo, más importante que este cese fue la acción de Senwosret III quien
quebró el poder de los gobernadores nomes (?). En su lugar reforzó el poder
de la burocracia central que dominaba la 13ª dinastía y el ejército,
introduciendo así dos nuevas líneas de poder en el país. Los reyes de la
13ª dinastía erigieron escasos monumentos públicos. En su lugar,
aparecieron gran número de monumentos privados, sugiriendo que individuos
que no eran el rey tenían mayor acceso a la riqueza y al poder (Baines y
Malek, 1980:41). El Reino Medio finalizó con la invasión de los Hyksos
sobre el bajo Egipto.
El Reino Nuevo a menudo ha sido descripto como la cumbre del poder
egipcio. alrededor del 1532 BC, Ahmose echó a los invasores Hyksos, y su
segundo sucesor Tuthmosis, expandió el imperio egipcio hasta su mayor
extensión. Los faraones del Reino Nuevo gobernaron el Egipto más grande y
poderoso del mundo antiguo. Estos faraones, sin embargo, buscaron su lugar
de reposo final no bajo grandes pirámides, sino en tumbas cortadas en la
piedra del Valle de los Reyes. Las aldeas de los trabajadores que
construyeron estos mausoleos consistían en asentamientos amurallados que
incluían unas 70 viviendas (Baines y Malek, 1980:100). Esto contrasta
agudamente con las barracas de los trabajadores de la cuarta dinastía de
Giza, las cuales habrían sido habitadas por 4000 o 5.000 individuos (Fakhry
1961:14; Mendelshon 1971:212).
La sociedad egipcia del Nuevo Reino fue más compleja que la de los
Reinos Antiguo y Medio. El mantenimiento de un gran imperio requirió de la
existencia de un ejército permanente y, como tal, el ejército proveyó una
jerarquía de poder independiente de la distancia de parentesco con el
faraón. Quizás más significativo, el sacerdocio se estableció por si mismo
como una fuerza poderosa separada del faraón. Aunque los faraones del Nuevo
Reino gobernaron un Egipto sin rivales en poder y riqueza, su poder
relativo estaba limitado por el ejército y, de manera más importante, por
los sacerdotes.
Si la relación entre la construcción de arquitectura mortuoria
monumental y la desigualdad es positiva, como se postula aquí, entonces,
esa relación debería también reflejarse en las tumbas privadas. Esto es, si
los faraones estaban perdiendo poder relativo, entonces otros deben haber
estado ganando poder relativo. Por cierto, la comparación de las tumbas
privadas de estos tres períodos demuestra que se hacían cada vez más
costosas en cada período (Baines y Malek 1980:146-151). Esta relación
también está expresada en los templos que se volvieron cada vez más
elaborados a medida que decrecía la inversión en la arquitectura mortuoria
real (Baines, com. per., 1982)
Esta discusión acerca de el cambio en las prácticas mortuorias de la
realeza egipcia del 3er. y 2do. milenio intenta sobre todo ilustrar cómo la
desigualdad y la heterogeneidad pueden relacionarse con problemas
arqueológicos y sugerir que la relación entre estos dos aspectos de la
complejidad cultural no es simplemente una relación positiva. Un análisis
cuantitativo de estas dos variables en la evolución de la sociedad egipcia
debería ciertamente producir un juego mucho más complicado de relaciones
que aquellas postuladas allí.


La integración de sociedades: la interacción de heterogeneidad y
desigualdad

Muchos investigadores han hablado de la evolución cultural en
términos de una gran división. Como propuso Service (1975:3) "la divisoria
de aguas en la evolución de la cultura humana ocurrió cuando la sociedad
primitiva se volvió civilizada". Esto, para la mayoría de los
investigadores, representa un cambio en la integración de las sociedades
desde las relaciones personales basadas en los lazos de parentesco hacia la
dirección y control por un gobierno central (por ejemplo, communitas a
civitas de Maine, de la solidaridad mecánica a la solidaridad orgánica de
Durkheim y del comunismo primitivo al estado de Marx y Engels). Considerar
las implicaciones del cambio en la heterogeneidad y la desigualdad para la
integración social suministra una perspectiva diferente para este tema.
Explicar esta gran división se ha convertido en una preocupación dominante
entre los antropólogos y los arqueólogos que estudian la evolución
cultural. Los esquemas de estadios de Service (1975) y Fried (1967) separan
las culturas que preceden al estado en dos o tres estadios y agrupan a las
culturas siguientes en un único estadio al que generalmente se refieren
como el estado. Estas formulaciones buscan explicar el advenimiento de este
estadio y han inspirado a una plétora de teorías arqueológicas para
explicar un evento: el surgimiento del estado (Athens, 1977; Claessen y
Skalnik, 1978; Cohen y Service 1978; Krader, 1968; Saxe 1977; Wright,
1977b). Estos investigadores agruparon todos los casos, desde los Zulúes de
Shaka de mediados del siglo XIX al sistema del mundo moderno, bajo un único
título (Service 1975). El rango de complejidad cultural que abarca esta
categoría equipara fácilmente o excede el rango que separa a los Zulúes de
Shaka de los grupos !Kung. Aún más importante, este marco canaliza la
teoría para explicar un evento, la gran división, llevando a que los
investigadores ignoren los procesos que dan cuenta de la mayor parte de las
variabilidad vista en la evolución cultural.
Los seres humanos totalmente modernos (Homo sapiens sapiens) han
aparecido en escena en el mundo hace al menos 40.000 años y todas las
culturas del mundo fueron cazadoras y recolectoras hasta hace por lo menos
20.000 años. En Europa el llamado surgimiento de la civilización no ocurrió
hasta el 4000 AP en Creta y Grecia. En términos de heterogeneidad, las
personas sociales entre los cazadores-recolectores del Pleistoceno no
serían más que una mísera docena, como mucho, mientras que el número de
distintas personas sociales en las civilizaciones tempranas de Creta y
Grecia se deben haber aproximado a los varios centenares y los censos de
los estados europeos modernos reconocen entre 10 y 20.000 roles sociales
individuales. El número verdadero de distintas personas sociales en las
naciones industriales modernas es astronómico y seguramente excede el
millón. Esto sugiere que en la evolución cultural de Europa ha ocurrido un
incremento exponencial de la heterogeneidad.
Tal curva exponencial señala los límites de la perspectiva de la gran
división. La Figura 3.3 representa gráficamente una curva de crecimiento
exponencial hipotético para Europa. Localizando la gran división en el
punto de despegue de la curva ilustra que, aunque el viejo marco incorpora
la mayor parte de la prehistoria de Europa, ignora la gran parte del cambio
en la variable dependiente, heterogeneidad. Los arqueólogos y los
antropólogos posiblemente estén mejor equipados para concentrar sus
investigaciones sobre la variabilidad que precede al despegue, pero
nuestros modelos de estructura social deben ser aplicables al rango total
de cambio para generar teorías de evolución cultural. La
reconceptualización de este punto en términos de la interacción entre
heterogeneidad y desigualdad y las implicaciones de esta interacción para
la integración social es un paso hacia tales modelos.
En el nivel más básico, yo cambiaría nuestro estudio desde lo
concerniente a los parámetros básicos de integración hacia las
características estructurales de la integración. Lo crítico no es que el
parentesco se convierta en menos central como un principio integrativo,
sino cuáles son las consecuencias estructurales de este cambio. Más
importante, esto replantea la gran división como un proceso de cambio en
lugar de un evento. El parentesco no deja de ser un principio integrativo
en ninguna sociedad, sino que se hace menos importante y menos central.
He postulado tres procesos de cambio en la heterogeneidad que
llevarían a un crecimiento exponencial de la heterogeneidad. El crecimiento
inicial debido a la adición de niveles jerárquicos tendría un efecto
aditivo, cada nivel nuevo crea nuevos roles distintos. El incremento de la
cantidad de jerarquías en una sociedad también tendría un efecto aditivo,
pero llevaría a un incremento en la tasa de cambio debido a que la adición
continua de niveles ocurriría en más de una jerarquía. Es más, el
incremento de la independencia de parámetros en una situación de jerarquías
múltiples produciría un despegue exponencial. Si sólo están involucrados
dos parámetros, el incremento de la independencia de parámetros tiene un
efecto multiplicador sobre la cantidad de distintas personas sociales
definidas. Cuando más de dos parámetros son independientes, el efecto debe
ser exponencial. Estos procesos de cambio en la heterogeneidad también se
relacionan a diferentes mecanismos de integración.
En el examen de la evolución de la integración social, es importante
reconocer primero que cada sociedad es una jerarquía de estructuras
sociales. Todas las sociedades están compuestas de diversos grupos, cada
uno de los cuales tiene su propia estructura social interna y todas las
sociedades deben integrar tales grupos diversos en un todo.
Como reconoció inicialmente Simmel (1950:141-142, 152) todas las
sociedades utilizan dos mecanismos diferentes para integrar sus diversos
subgrupos. El primer mecanismo es el de los círculos concéntricos de
parámetros nominales; esto es, una jerarquía crecientemente inclusiva de
grupos que aquí se denomina integración concéntrica. El segundo es el uso
de parámetros independientes, esto es, ser miembro de un parámetro es
independiente de ser miembro en otro parámetro. Cuando este es el caso, los
parámetros se "intersectan" sobre los individuos, este mecanismo se
denomina intersección (Blau, 1977). Estos mecanismos llevan a cabo la
integración por medio de la unión de individuos en grupos de interés o
bienestar. Además estas dos formas de integración proveen medios
alternativos para clasificar a los individuos. El chico de Grace, del Corn
Clan, de la aldea Hotevilla y de la tribu de los Hopi, todo esto clasifica
a un individuo en términos de círculos concéntricos de parámetros
nominales, donde joven, varón, indio y plomero podrían clasificar al mismo
individuo en términos de parámetros independientes que se intersectan sobre
el individuo. La Fig. 3.4 representa la integración concéntrica y la
intersección desde la perspectiva del individuo.
Dos de los procesos que alteran al heterogeneidad lo hacen en
términos de integración concéntrica, mientras que el tercero se relaciona
con la intersección. La adición de capas a una jerarquía incluye la
expansión de la integración concéntrica para incorporar más individuos por
adición de más distinciones generalizadas a la jerarquía. La adición de
nuevas dimensiones de desigualdad (o sea, nuevas jerarquías) se elabora
sobre la integración concéntrica mediante el establecimiento de blancos
separados (en el sentido de: dar en el blanco) de parámetros concéntricos
que normalmente están integrados por un nivel más alto de parámetros
concéntricos. El incremento de la independencia de los parámetros
incrementa por definición la intersección.
Dado que los procesos de cambio están evolutivamente relacionados,
también es relativa la importancia de las dos formas de integración. Las
sociedades menos complejas dependen más fuertemente de la integración
concéntrica que de la intersección. Muchos arqueólogos y antropólogos que
estudian la evolución cultural han reconocido y descripto esta forma básica
de organización (Flannery, 1972, Fried, 1967; Service, 1975). Esta es
también la visión de la estructura social bajo la teoría de Sahlins
(1972:196-200) del intercambio primitivo. El proceso inicial en la
evolución cultural incluye la adición de círculos concéntricos a la
jerarquía y el incremento de desigualdad que resulta del control ganado por
algunos individuos sobre tal jerarquía. Esto a menudo se hace a través de
la extensión de los principios de parentesco, tal como es el caso del
sistema de "ramage" de la Polinesia (Sahlins, 1958). El modelo "pisos de
torta", si es que sirve de alguna manera, está más claramente replicado a
este nivel de evolución cultural. También, en tanto y en cuanto los grupos
jerárquicamente organizados dominen una estructura social, estén
estrechamente unidos, compitan entre ellos, los mecanismos de evolución
cultural de Flannery parecen útiles. Esta dos perspectivas, sin embargo, no
son adecuadas para dar cuenta de la diferenciación de parámetros
jerárquicos o del incremento de la independencia de parámetros en la
evolución cultural. Por esta razón, ninguna nos arroja mucha luz sobre el
proceso de la evolución cultural más allá de sociedades con bajo nivel de
heterogeneidad.
El fenómeno de linajes segmentarios ilustra la extrema dependencia
sobre la integración concéntrica (Evans-Pritchard, 1940; Hart, 1970;
Sahlins, 1961). El ejemplo clásico de esta forma de organización es el de
los Nuer del este de África (Evans-Pritchar, 1940). En el nivel más alto,
los Nuer están divididos en 12 tribus principales que se descomponen en 4
círculos concéntricos de aldeas. La organización del parentesco también
imita este patrón, los Nuer están divididos en 20 clanes y cada clan está
dividido en linajes cada vez más pequeños. Como en el caso de los Nuer, la
integración de círculos concéntricos se deriva por lo común del parentesco.
El Reino Abron de la Costa de Marfil y Ghana provee un ejemplo de una
sociedad con múltiples jerarquías o dimensiones de desigualdad y una
dependencia (reliance) primaria sobre la integración concéntrica. Como lo
describe Terray (1974,1975) existieron dos jerarquía de desigualdad dentro
de la sociedad. La primera fue una jerarquía política con el rey en el
tope, un nivel de jefes por debajo de él, seguidos por los líderes de las
aldeas y finalmente los cabeza de núcleos residenciales (compounds). Un
único grupo étnico, el Abron, dominó la cima de esta jerarquía y de éste
provenía el rey y la mayoría de los jefes. Otro grupo étnico, los Kulango,
formaban los niveles más bajos. Un tercer grupo étnico de comerciantes
Islámicos, los Dyula, formaron una segunda jerarquía separada de la
jerarquía política. Estos comerciantes a larga distancia estaban bajo la
autoridad del rey pero tenían una integración concéntrica separada y
privilegios especiales. En este caso, los parámetros de parentesco,
etnicidad, clase y ocupación no eran independientes. El parentesco
determinaba la etnicidad, la cual a su turno determinaba la clase y la
ocupación.
El extremo de integración a través de la intersección se puede
ilustrar con la sociedad moderna de Estados Unidos donde la intersección es
más importante que la integración concéntrica. Los distintos roles de un
individuo resultan de una variedad de parámetros, incluyendo educación,
ocupación, riqueza, etnicidad, sexo y edad. La integración no resulta de
una jerarquía de grupos, sino de individuos que tienen una membresía a
través de muchos grupos. Así, un trabajador de la construcción blanco y un
trabajador de la construcción negro difieren en su raza pero comparten
ciertos objetivos, actitudes y experiencias de vida como resultado de su
ocupación.
Estos mecanismos no representan estadios diferentes en la evolución
cultural. Como ya se ha mostrado, ambas formas de integración existen en
todas las sociedades, y también se pueden producir fácilmente casos
intermedios entre estos tres ejemplos previos. Estos mecanismos tampoco se
pueden relacionar directamente a los esquemas de estadios de Service y
Fried. Si los Zulúes de Shaka y los Kamehameha Hawaianos representan el
establecimiento inicial del estado y los ejemplos menos complejos del
estado o de sociedades estratificadas (Service, 1975), entonces, la mayoría
de los cambios estructurales discutidos aquí ocurren después de este punto
de evolución cultural. En ambos ejemplos, la integración concéntrica es
dominante, y el poder está distribuido principalmente a lo largo de una
única dimensión originada en el rey.
Numerosos investigadores han notado y demostrado una correlación
entre el tamaño o densidad de población de una cultura y su nivel de
heterogeneidad (Bowden, 1972; Carneiro, 1970b; Naroll, 1956; Zipf, 1949).
Este incremento se relaciona directamente a los cambios en los mecanismos
de integración. Específicamente, el incremento en el énfasis sobre la
intersección permite que más individuos sean incorporados dentro de una
única estructura social (Blau, 1977:132-33; Oberg, 1955). La integración de
una cultura depende, en parte, de las capacidades individuales para
establecer roles apropiados en relación a otros. En grupos muy pequeños los
individuos pueden hacer esto en términos de relaciones personales, pero más
allá de cierto punto (por ejemplo, menos de 100 individuos), deben utilizar
distinciones sociales derivadas de los roles distintos de un individuo. La
cantidad de tales distinciones que los individuos pueden hacer son
limitadas (Hare, 1976). Clasificar a una población en términos de
parámetros sociales reduce la cantidad de distinciones individuales que
debe hacer para establecer relaciones de roles apropiadas.
Como ya he señalado, la integración concéntrica y la intersección
proveen medios alternativos para clasificar a los individuos. La
integración concéntrica permite a la gente hacer distinciones basadas en
conceptos de distancia social, tal como discute Sahlins (1972:199). La
intersección incrementa el poder discriminatorio dado que la misma cantidad
de criterios para hacer distinciones sociales permite a los individuos
identificar una mayor variedad de roles sociales (Blau, 1977:134).
La diferencia en el poder discriminatorio vuelve a la discusión de la
cantidad de roles definidos por parámetros independientes vs. concéntricos.
Por ejemplo si una tribu tiene dos mitades, cada una con dos clanes y cada
clan con dos linajes, esta jerarquía de círculos concéntricos produce siete
criterios sociales dicotómicos (uno para mitades, dos para los clanes de
cada mitad, y cuatro para los linajes en cada clan. En contraste, siete
criterios de intersecciones dicotómicas produce 128 (27) subcategorías.
Estas relaciones sugieren que existen relaciones estructurales o
funcionales entre el tamaño de la población y el nivel de heterogeneidad.
Esto es, una mayor población requiere un incremento de la heterogeneidad
con el fin de integrar mayores cantidades de individuos dentro de una única
estructura (Blau, 1977:134). Una falla en los mecanismos de integración en
la fase de crecimiento de la población podría producir inestabilidad en una
estructura social que llevaría al colapso. Si esta conjetura es válida,
entonces el incremento de la heterogeneidad es un resultado, al menos en
parte, del incremento de la población dentro de una sociedad. El
crecimiento de la población, sin embargo, no es una causa necesaria para el
incremento de la heterogeneidad dado que otros procesos, tales como la
relación entre tecnología y división del trabajo, afectan claramente la
heterogeneidad.
Los cambios en los mecanismos de integración se relacionan además al
potencial de cambio de una estructura social. Esto es, proveen una
condición previa importante que afecta a la manera en que las culturas
pueden responder al stress, y esto afecta la tasa de cambio.
Específicamente, cuanto mayor sea la dependencia de una cultura de la
integración concéntrica, será más resistente al cambio estructural, y
cuanto más dependiente sea de la intersección, mayor será su potencial para
que se produzca un cambio estructural. Como ha argumentado Blau (1977:122),
la integración concéntrica inhibe el cambio estructural dado que muy pocos
individuos comparten la membresía de grupos cruzados en un nivel dado de la
jerarquía. Cada grupo en la jerarquía está, entonces, estrechamente unido,
y tiene barreras sociales entre él y otros grupos similares. Estas barreras
sirven para limitar el cambio en tanto cada grupo resista cualquier amenaza
a su propia integridad e intente operar para su propio interés más que para
el interés de toda la sociedad. La integración concéntrica extrema focaliza
la desigualdad a lo largo de una dimensión, resultando en una mayor
desigualdad de poder. El mayor poder relativo de la elite en tales
sociedades le permite imponer las conexiones entre tales grupos desde
arriba. Dado que ellos imponen las conexiones que unen a tales grupos,
pueden usar este control para dirigir la interacción dentro de la sociedad
para sus propios propósitos y, manteniendo a los grupos enfrentados entre
sí, pueden mantener a sus enemigos dispersos y con menos poder (Blau,
1977:122). Dado que la elite raramente está interesada en el cambio, y
debido a la falta de cohesión e intereses comunes entre los grupos, tal
estructura inhibe el ajuste gradual al cambio de las condiciones
materiales,. Sin un mecanismo para el ajuste gradual al cambio de las
condiciones materiales, es muy probable que la presión en tales culturas
resulte en un colapso en lugar de resultar en un cambio estructural. Esto
puede dar cuenta de la tendencia en las civilizaciones tempranas, tales
como los Mayas Clásicos y el Antiguo Reino de Egipto, a desarrollarse
lentamente por cientos de años y luego colapsar repentinamente. Esto
también puede ser la clave del dilema marxista de por qué el modo de
producción asiático tuvo tan bajo potencial para el cambio estructural.
En tanto la dependencia sobre la intersección de parámetros se
incrementa (y el resto de las condiciones se mantienen iguales), las
sociedades exhibirían el cambio estructural en una tasa más rápida. Esta
dependencia también resultaría en una mayor resistencia al colapso o a la
revolución. Tal integración permite mayores cambios estructurales dado que
los individuos pertenecen a distintos grupos sociales, debilitando los
límites, separando los grupos y reforzando las interconexiones que ligan a
los grupos. Esta pertenencia a distintos grupos debilita la integridad de
los subgrupos dentro de la sociedad e incrementa el interés común entre los
grupos. Además, como ya se ha señalado, el incremento en la heterogeneidad
relacionada a la creciente independencia de parámetros resulta en una
disminución de la desigualdad de poder, debilitando la habilidad de una
pequeña elite para controlar una sociedad y bloquear el cambio. Esto
resulta en una mayor potencialidad (o, dicho de otra manera, menor
resistencia) de cambio estructural y, por lo tanto, una gran tendencia al
cambio. El incremento de la dependencia en la intersección de parámetros no
hace a una civilización inmune al colapso, pero si hace que esta sea más
resistente al colapso. Además, el énfasis diferencial sobre estos
mecanismos de integración afecta lo que sucede a las civilizaciones cuando
ellas colapsan.
Varios autores han discutido cierta descomponibilidad de las
sociedades (Eisendart, 1964; Miller, 1965; Yoffe, 1979). Este concepto
deriva de la observación de que las sociedades son, en si mismas,
estructuras sociales jerárquicas y proponen que, bajo ciertas condiciones,
se disolverán en tales subgrupos. Una fuerte dependencia (reliance) en la
integración concéntrica hará a una estructura social más descomponible que
una gran dependencia (reliance) en la intersección. En el desarrollo
extremo de la integración concéntrica, con grupos fuertemente unidos, cada
nivel de la jerarquía de círculos representa una unidad social viable con
un número discreto de miembros. Esto, junto a una integración impuesta
desde arriba, hace que la descomposición sea bastante fácil. En cambio, con
la intersección de parámetros, las pertenencias al grupo no son discretas y
la integración se da a través de múltiples pertenencias de los individuos a
los grupos. Manteniendo el resto de las condiciones iguales, se esperaría
que las civilizaciones con una fuerte dependencia en la intersección
resultaría en un proceso de colapso como el de Roma: un lento deterioro
durante muchos años.
En la discusión de las variables de desigualdad y heterogeneidad y
las implicancias de los cambios en éstas para los mecanismos de integración
social he propuesto numerosas relaciones funcionales o sistémicas y las
implicaciones de éstas para la evolución cultural. Reconozco estas
relaciones e implicaciones como hipótesis sujetas a verificación empírica.
Más allá del testeo de un modelo sistémico de complejidad cultural, debemos
también intentar explicar por qué ocurre la evolución cultural. Estos
objetivos requieren que midamos arqueológicamente la heterogeneidad y la
desigualdad.


Midiendo el cambio en la complejidad cultural

Los economistas y sociólogos ya han derivado medidas a intervalos
para la desigualdad y la heterogeneidad. La desigualdad relativa puede ser
medida usando la curva de Lorenz y alguno de los varios índices derivados
de tal curva. Blau (1977:1) presenta una medida de intervalos para la
heterogeneidad. Estas fórmulas no son simples medidas de conceptos
teóricos, sino más bien, son parte de las definiciones de desigualdad y
heterogeneidad. El problema con que se enfrentan los arqueólogos es cómo
reconstruir la estructura social para que estas definiciones sean
aplicables arqueológicamente.
Como señalan Curtis y Jackson (1962), se deben usar múltiples
indicadores siempre que un investigador tenga variables definidas que desee
relacionar, pero para las cuales no pueda tener una única e inequívoca
medida directa. Tales indicadores múltiples se usan más efectivamente si en
lugar de combinar los indicadores en un índice, los investigadores examinan
la asociación entre cada indicador. Este método ofrece un medio para
detectar el efecto de unas terceras variables conocidas o desconocidas
sobre la variable dependiente. La tercer variable no conocida en
arqueología son los procesos culturales o naturales de formación de sitio.
Afortunadamente, no todos los indicadores de una única variable están
sujetos al mismo proceso de formación. Por ejemplo, los datos de un
entierro y los datos arquitectónicos están sujetos a diferentes conjuntos
de procesos de formación. Si tomáramos dos indicadores de la misma
variable, una de cada una de estas clases de datos, y esto produjera
medidas comparables, entonces estaríamos más seguros que los indicadores
estaban midiendo la variable deseada y no el tercer proceso de formación
desconocido.
Dado que la medida de una variable se convierte en una parte integral
de la definición de la variable, la medición arqueológica de la desigualdad
y la heterogeneidad requiere de la consideración de problemas teóricos y
técnicos. Específicamente, el rango de parámetros sociales que pueden ser
incluidos en tales medidas es grande y en cierta medida, depende de cómo el
investigador clasifique los datos. Lo que se mide debe reflejar tanto el
problema teórico como la habilidad del arqueólogo para reconstruir la
estructura social.
Para medir la heterogeneidad arqueológicamente, es muy útil
concentrase en los grupos de residencia e instituciones (Cannon y Hayden,
1981). Cannon y Hayden (1981) definen los grupos de residencia como
"aquellos que surgen como resultado de fuertes presiones económicas y
ambientales, y como consecuencia, exhiben un grado reconocible de
coherencia residencial". Institución, por otra parte, se refiere a los
grupos sociales que no forman un grupo de residencia, pero tienen una
existencia más allá del período de vida de sus miembros. Esto concentra
nuestra consideración en las características estructurales constantes de
las sociedades y deja fuera de consideración fenómenos más efímeros, tales
como los grupos de tareas que se forman para un propósito específico y
luego se deshacen. Cannon y Hayden (1981), en un estudio etnoarqueológico
de 150 unidades residenciales Maya contemporáneas, encontraron que los
grupos de residencia y las instituciones proveen unidades de análisis
recuperables arqueológicamente.
Yo propondría que la heterogeneidad puede ser medida en términos de
la distribución de una población entre grupos de residencia e
instituciones. Con el objeto de relacionarla también con los mecanismos de
integración en las sociedades, esta medición se debe efectuar en términos
de los tres procesos de cambio identificados antes en este capítulo. Estos
procesos producen estructuras sociales con varias combinaciones de
integración concéntrica e intersección.
La desigualdad es una característica de cualquier parámetro social
graduado, pero, como ya he señalado, la distribución de poder es
teóricamente más fundamental para el estudio de la evolución cultural. Como
es verdad para todos los parámetros graduados, el poder se puede pensar
como una cantidad de suma-cero o en términos de su valor absoluto. El
incremento de la cantidad de grupos de residencia y de las instituciones
incrementa la cantidad de grupos sociales y de individuos que pueden ser
controlados incrementando la suma absoluta de poder en una cultura (Adams,
1975, 1977). En general, sin embargo, el concepto relativo de poder es el
de mayor interés dado que tiene un efecto mayor sobre la conducta humana
dentro de la sociedad. El pool de poder absoluto limita el rango de acción
abierta a los individuos en una sociedad, pero es el poder como una
cantidad de suma-cero el que determina cuáles acciones tomarán los
individuos dentro de este rango. Desafortunadamente, el poder relativo ni
siquiera puede ser medido en las culturas existentes, directamente desde un
nivel societal (Blau 1977:225-6). Debe substituirse por otra variable que
refleje la distribución de poder.
En las sociedades pueden existir muchas fuentes de poder, pero el
control de las fuentes económicas es la más básica dado que toda la gente
tiene algún interés en este recurso y éste provee un medio generalizado
para una gran variedad de fines (Blau, 1977:224; Lensky, 1966:44). La
cantidad total de riqueza que un individuo controla proporciona la medida
básica del poder económico. El énfasis aquí difiere de la mayoría de los
teóricos marxistas, ya que se ve el control y no la propiedad como más
importante y el control puede tomar muchas formas, tal como la propiedad o
la autoridad ejecutiva. Por ejemplo, el Papa puede tener poco o nada, pero
la iglesia que él controla es una de las entidades más ricas del mundo.
Diferentes formas de control pueden aparecer en diferentes puntos de la
evolución cultural, cada forma tiene diferentes implicaciones para la
manipulación de la riqueza, pero el principio subyacente de control
trasciende toda la evolución cultural. El control de la riqueza resulta
primariamente de la habilidad de un individuo para manipular la riqueza del
grupo social. Dada la íntima relación entre el poder como un aspecto de
posición social y el poder como una fuerza colectiva, la desigualdad en la
riqueza entre el grupo social (por ejemplo grupo de residencia e
instituciones) reflejaría la desigualdad en poder como un producto de la
posición social. Esto significa que la desigualdad, como la heterogeneidad,
pueden ser medidas como un fenómeno tanto de grupos como de individuos.
El examen arqueológico de grupos e individuos provee dos indicadores
para las variables de desigualdad y heterogeneidad. Estos indicadores,
además, pueden ser derivados de dos clases diferentes de datos
arqueológicos: entierros y arquitectura. Los entierros proveen la mejor
clase de datos para determinar la riqueza y el rol de los individuos dado
que en ninguna otra clase de datos los individuos están tan claramente
asociados con el residuo material de este parámetro social. La arquitectura
es construida por el grupo social, tanto por los grupos de residencias como
por las instituciones, para habitar o como símbolo de sus actividades. Por
esta razón, se puede esperar que reflejen la cantidad, tipo e interconexión
entre tales grupos así como su riqueza (Cordy, 1981:49-87).
De estos dos indicadores los arqueólogos han puesto la mayor atención
en los entierros. En la literatura existe una considerable discusión de los
problemas inherentes a la medición de los roles y la riqueza en los
entierros (Bartel, 1982; Binford, 1971; Braun, 1981; Rathje, 1971; Saxe,
1970; Tainter, 1978; Ucko, 1969. Salvo las excepciones notables de los
análisis de Arnold y Ford (1980) en Tikal y los análisis de Cordy (1981) en
Hawaii, se ha puesto poca atención al uso de la arquitectura para medir
estas variables. Con la intención de ser breve no exploraré las
implicaciones de mi visión sobre el análisis de los entierros, sino que
discutiré una aproximación para medir estas variables usando la
arquitectura. Esta aproximación se discutirá en términos de una región
arqueológica específica, el Sudoeste de los Estados Unidos.



Midiendo la evolución cultural: El Sudoeste


Por casi 100 años las investigaciones arqueológicas del Sudoeste han
establecido la utilidad de la arquitectura para identificar grupos
sociales, especialmente grupos de residencia. Muchos arqueólogos de los
grupos Anasazi reconocieron que la arquitectura resultó de la necesidad de
los grupos sociales y, por lo tanto, fue un reflejo físico de tales grupos.
Notaron que en los grandes pueblos las habitaciones y las kivas no estaban
asociadas al azar, sino que estaban compuestos de unidades más pequeñas
(Bandelier, 1884; Brew, 1946; Fewkes, 1919; Haury, 1958; Mindeleff, 1900;
Morley, 1908; Prudden, 1903, 1914; Roberts, 1939; Roys 1936).
Las recientes identificaciones de la arquitectura de grupos sociales
formalizaron la metodología, enfatizando la importancia económica de los
grupos identificados e intentaron aplicar la aproximación fuera del área
Anasazi. Rohn (1971) y Dean (1969) continuaron expandiendo los conceptos
básicos de Prudden, concentrándose en las relaciones de acceso y
dendrocronología. Estos autores percibieron estas agrupaciones como
económicamente importantes y demostraron la correlación entre las unidades
arquitectónicas y las áreas de actividad doméstica. Más recientemente,
Wilcox (1975, 1976) formalizó muchas de las suposiciones básicas
involucradas en tales análisis. Finalmente, Doyell (1974), Wilcox y Shenk
(1977), y Wilcox et al. (1981) han intentado expandir esta metodología
aplicándola a los sitios Hohokam.
No todos los edificios prehistóricos fueron el producto de una
corporación de grupos diferentes. Muchos claramente fueron construcciones
de instituciones. Estos grupos construyen unidades arquitectónicas para
albergar sus actividades y/o para simbolizar su existencia. Los arqueólogos
han reconocido a una variedad de estructuras como la representación
material de tales instituciones, tales como kivas, grandes kivas, canchas
de pelota y grandes casas. Aislando a los grupos de residencia y a las
instituciones se obtienen las unidades para medir la heterogeneidad y la
desigualdad. Habiendo identificado las unidades discutiré ahora qué
características de esas unidades reflejan cambios en la heterogeneidad y en
la desigualdad. Para la heterogeneidad, es necesario considerar los tres
procesos de cambio estructural discutidos con anterioridad. Para la
desigualdad, es necesario discutir cómo la arquitectura podría reflejar el
control diferencial de la riqueza.
La cantidad de niveles jerárquicos en un caso arqueológico se puede
medir examinando las relaciones jerárquicas de los grupos de residencia
corporativos. Como reconocieron Prudden y Fewkes, los sitios arqueológicos
consisten en unidades arquitectónicas relacionadas jerárquicamente. La
unidad mínima sería la unidad doméstica (household) que consiste en una
habitación o casa pozo con un fogón y habitaciones para almacenamiento,
estructuras y áreas de actividad asociadas. Esto es lo que Winter (1976)
denominó como household cluster (conjunto doméstico). Tales unidades
domésticas pueden ser agrupadas en unidades más amplias que corresponden a
la unidad Pueblos de Prudden, a las unidades con patio (courtyard units) de
Rohn (1971) y a las unidades de plaza y habitación (plaza y room units) de
Doyell (1974). Tales unidades pueden representar una aldea como en la
unidad pueblos de Prudden, o pueden estar combinadas para formas aldeas (un
tercer nivel de jerarquía) (Figura 3.5). En algunas regiones -que incluyen
el Cañón Chaco, la cuenca de Gila-Salt, y Casas Grandes- estructuras como
caminos y sitios únicos brindan evidencia de organizaciones interregionales
de un 4º o 5º nivel jerárquico por encima de la aldea.
Todos los ejemplos de arriba se refieren a un tipo de parámetro
nominal, grupos de residencia. Tales grupos probablemente correspondan a
grupos de parentesco y representen una línea de desigualdad en una
sociedad. La existencia de edificios que no alojan grupos de residencia
corporativa indica la presencia de tipos adicionales de parámetros
nominales, y concurrentemente, potenciales jerarquías adicionales.
Los parámetros independientes surgen en gran parte debido a la
existencia de instituciones separadas de los grupos de parentesco. El
establecimiento de instituciones, tales como las "sociedades de payasos"
(clown) de Keresan o la burocracia del Reino Medio de Egipto crean líneas
de intersección de relaciones entre grupos de residencia corporativos.
Estas instituciones requieren la construcción de espacios para albergar sus
actividades y más individuos en la institución requieren una mayor cantidad
de espacios construidos para albergarlos a ellos. La mayor importancia de
tales instituciones resultaría en un incremento en la proporción de espacio
construido no-residencial versus espacio construido residencial. El proceso
de incremento de independencia de parámetros destruiría a larga los
patrones arquitectónicos del grupo de residencia corporativo dado que, a
medida que la vida de los individuos se centra cada vez más alrededor de
las instituciones en lugar que alrededor de los grupos de parentesco, ellos
definen cada vez más su residencia en términos de su pertenencia a
instituciones y no a sus lazos de parentesco. Este deterioro del patrón de
residencia prácticamente no aparece en los niveles de heterogeneidad
normalmente encontrados en la prehistoria del Sudoeste.
Estas relaciones arquitectónicas proveen medidas para cada proceso de
cambio en la heterogeneidad. El incremento de los niveles de jerarquía se
ve reflejado en la cantidad de niveles de organización de los grupos de
residencia [1]; la cantidad de diferentes instituciones provee una
estimación de la variedad de dimensiones o jerarquías de la desigualdad
[2]; y la proporción de espacios residenciales y no residenciales
construidos es un indicador de la independencia de los parámetros [3]. Esta
última proporción podría ser calculada sumando la cantidad de espacio
residencial construido (r) a la cantidad de espacio no-residencial
construido (nr) y luego dividiendo este total por la cantidad de espacio
residencial (r): (r+nr)/r. Esto dará un número entre uno e infinito.
Considerar cada una de las medidas independientemente permitiría el testeo
de la hipótesis de que están secuencialmente ordenadas en su importancia
por el cambio en la heterogeneidad. Como discutimos anteriormente, los dos
primeros de estos procesos tienen efectos adicionales en la heterogeneidad,
mientras que el tercero, incrementa la independencia de los parámetros, o
sea que tiene un efecto multiplicador (multiplicative affect). Una medida
de heterogeneidad puede ser derivada sumando el número de niveles (A) al
número de tipos que no son residenciales (B) y multiplicando este total por
la proporción (ratio) de espacio construido residencial en relación con el
espacio construido no-residencial: (A+B)((r+nr)/r(.
La medida del segundo aspecto de la complejidad cultural, la
desigualdad, también puede ser derivada de la consideración de los grupos
de residencia corporativos y las instituciones. Dos estructuras del
registro arqueológico pueden ser usadas para generar curvas de Lorenz.
Primero, se puede utilizar la inversión de mano de obra en la construcción
de grupos de residencia corporativos e instituciones. Arnold y Ford (1980)
han utilizado una técnica similar para medir la desigualdad en Tikal.
Segundo, el volumen de las estructuras de almacenamiento asociadas a grupos
de residencia corporativos e instituciones pueden reflejar la riqueza de
tales grupos. Es importante que las instituciones sean incluidas dado que
representan la riqueza controlada por los individuos que dirigen tales
instituciones. Una vez que la curva de Lorenz está construida, se puede
usar un índice, tal como el de Gini, para resumir la desigualdad en el
caso. Con el objeto de demostrar la practicidad de esta aproximación, la he
aplicado en la secuencias de Casas Grandes en el noroeste de Chihuahua y en
la secuencia de Hohokam en la Cuenca Gila. Los datos de la secuencia de
Casas Grandes los obtuve del trabajo de Charles Di Peso (1974; Di Peso et
al., 1974). Los datos de Hohokam fueron delineados a partir de una amplia
variedad de investigaciones de distintos autores y sitios (de los últimos,
los más notables, Snaketown y Casa Grande) (Doyel,1974; Fewks, 1912;
Gladwin et al., 1937; Hammack y Sullivan, 1981; Haury, 1945, 1976; Hayden,
1957; Johonson, 1964, Weaver, 1977; Wilcox y Shenk, 1977; Wilcox y
Stenberg, 1981; Wilcox et al. 1981).
El desarrollo arquitectónico de ambas secuencias es similar a otras
áreas del Sudoeste, el cual involucra un cambio de casas pozo a recintos de
adobe y, finalmente a construcciones de adobe con múltiples pisos. Las
casas pozo caracterizan las fases Convento y Pilon en Casas Grandes y los
períodos Pioneer a Sedentary entre los Hohokam. Durante las fases Perros
Bravos y Buena Fe de Casas Grandes y las fases Soho y Civano de los
Hohokam, aparecen habitaciones de adobe contiguas construidas alrededor de
una plaza o recinto. Las construcciones de adobe de múltiples pisos
(multistoried) fueron construidas en la fase Civano por los Hohokam y en
una escala aún mayor en Casas Grandes durante la fase Paquimé. En ambas
secuencias la arquitectura pública incluye plataformas monticulares y
canchas de pelota.
Existe un considerable desacuerdo concerniente al desarrollo de la
heterogeneidad y desigualdad en estas secuencias. Di Peso (1974) plantea
sólo cambios débiles en estas variables desde las fases Convento y Perros
Bravos, un incremento brusco en ambas durante las fases Buena Fe y Paquimé,
y luego una brusca declinación en ambas durante la fase Diablo. Haury
(1945, 1976) considera que se ha producido poco o nada de cambio en ambas
variables a través de la secuencia Hohokam, sin embargo una variedad de
otros investigadores (Grady, 1976; Plog, 1980; Wilcox et al. 1981)
reconstruyen un crecimiento constante en estas variables desde la fase
Pioneer a la Civano. Finalmente, Doyel (1977) ve que el valor de ambas
variables se incrementa de la fase Pioneer a la Civano y luego declina en
la Soho y Civano. Mi análisis provee un test cuantificado de estas
reconstrucciones y una base para comparar la evolución cultural entre las
dos secuencias.
Los grupos de residencia y las instituciones definidas por este
análisis utilizan distinciones previamente interpretadas por otros
investigadores. Las unidades de residencia básicas usadas en ambas
secuencias fueron los conjuntos familiares (family clusters). Di Peso et
al. (1974) definieron estos para Casas Grandes, mientras que Wilcox et al.
(1981) y Doyel (1974) han establecido criterios para delinear tales grupos
en los sitio Hohokam. En ambos casos un conjunto familiar consiste en
varias unidades domésticas (households) conectadas por portales o
compartiendo un patio común. Estos conjuntos están organizados en unidades
de mayor nivel denominados conjuntos de plaza en Casas Grandes (Di Peso et
al. 1974) y grupos en los sitios Hohokam (Howard, 1982). Derivo mi
interpretación a nivel regional para los Hohokam de Wilcox (1979) y Upham y
Rice (1980) y para Casas Grandes de Di Peso (1974).
La mano de obra estimada se basó en datos de los experimentos de
Erasmus (1965) en México sobre el movimiento de tierra y piedras. Usando
esta información, la construcción de edificaciones (masonry) fue estimada
en 8.5 personas/día por metro cúbico, la construcción de adobe en 5.25
personas/día por metro cúbico, la excavación en 2.6 personas/día por metro
cúbico. Esta estimación permitió una comparación de la energía invertida
entre estructuras completamente diferentes, tales como habitaciones de
adobe de un conjunto familiar y grandes canchas de pelota públicas.
El volumen métrico requerido para cada estructura fue tomado de las
descripciones de los excavadores o calculada de la escala delineada en el
informe. Lo importante acerca de estas estimaciones no es que reflejan
exactamente el input de mano de obra total sino que permiten estimar la
cantidad de personas/día necesarios.
La tabla 3.2 resume el análisis de heterogeneidad para la secuencia
de Casas Grandes. La secuencia muestra un crecimiento continuo en la
cantidad de niveles e instituciones presentes. Tanto en Convento como en
Pilon solo existen unidades domésticas (households) (en el sentido definido
por Winter (1976() y aldeas compuestas por grupos de tales unidades
domésticas. En la fase Perros Bravos, varias unidades domésticas
(households) ocupan habitaciones contiguas interconectadas, identificadas
como conjunto de unidades domésticas (household cluster). También en esta
fase, la casa comunitaria (community house) aparece como una institución
separada de un conjunto familiar. En la fase Buena Fe, los conjuntos
familiares están congregados alrededor de plazas separadas formando
conjuntos de plazas. Cada conjunto de plaza incluye una casa comunitaria
pero no aparecen estructuras institucionales fuera de los grupos de plazas.
En las fases Paquimé y Diablo, Di Peso (1974) ha encontrado evidencias de
que Casas Grandes controló una porción considerable de lo que hoy es la
moderna Chihuahua, agregando un quinto nivel de organización. En estas dos
fases, también aparecen estructuras institucionales aparte del conjunto de
plazas. En suma, la tendencia en la heterogeneidad satisface las
expectativas de Di Peso de escaso cambio en la Fase Viejo con un salto
abrupto y declinación en la Diablo.
La Tabla 3.3 resume el análisis de la heterogeneidad para la
secuencia Hohokam. El período Pioneer definitivamente contiene unidades
domésticas individuales organizadas en aldeas y puede haber tenido
conjuntos familiares (Wilcox et al. 1981:168). La construcción del
Montículo 40 del Período Pioneer en Snaketown sugiere que pueden haber
existido otras instituciones aparte de las unidades de residencia. En el
Período Colonial, definitivamente existieron conjuntos familiares (Wilcox
et al. 1981), y la aparición de canchas de pelota indica la existencia de
instituciones separadas de los grupos de residencia. Durante el Período
Sedentario los conjuntos familiares parecen agregarse en grupos mayores
(Howard, 1981) y las aldeas parecen vincularse a lo largo de canales de
irrigación (Upham y Rice 1980). En el Período Soho, la cantidad de
instituciones parece incrementarse dado que continúan las canchas de pelota
y aparecen casas en la cima de las plataformas monticulares. Finalmente,
en el Período Civano, la integración regional a nivel de los sistemas de
irrigación es sugerida por centros administrativos especializados tales
como Casa Grande y los Muertos (Wilcox y Shenk 1977), y al menos dos
instituciones separadas están representadas por las casas grandes, las
casas de clan y las casas sobre montículos. En su totalidad, este análisis
sugiere un continuo incremento de la heterogeneidad a lo largo de la
secuencia Hohokam.
Para calcular la desigualdad, la unidad de análisis fue el conjunto
familiar y las instituciones definidas en la medición de la heterogeneidad.
Usando este procedimiento descripto por Lorenz (1905), se estableció una
curva de Lorenz para cada fase, y luego se calcularon los coeficientes de
Gini (Shryock et al. 1973). En Casas Grandes, estos coeficientes no
mostraron cambio en las primeras tres fases pero el cambio aparece
drásticamente y luego cae en las tres últimas (Tabla 2). En la secuencia
Hohokam, los coeficientes se incrementan consistentemente de un período al
siguiente, excepto entre el Período Sedentario y la fase Soho, donde no se
ve cambio (Tabla 3).
Este análisis demuestra patrones de evolución cultural muy diferentes
en Casas Grandes y en la Cuenca Gila. La desigualdad y la heterogeneidad
cambian poco en Casas hasta la fase Buena Fe, cuando ambas se desarrollan
rápidamente a través de la fase Paquimé y caen en la fase Diablo. El
incremento de estas variables es más continuo en la Hohokam, con una
pequeña planicie en la transición Sedentario-Soho. Este análisis también
sugiere que la fase Paquimé de Casas Grandes no fue tan heterogénea ni
desigual como la fase Civano de Hohokam.


Conclusión


En esta discusión, he desafiado varios supuestos ampliamente
sostenidos concernientes a la naturaleza de la evolución cultural. No
podemos hablar mucho del desarrollo del cambio en términos de una gran
división entre sociedades estatales y no estatales. Debemos dejar de asumir
que el incremento de la desigualdad siempre acompaña al incremento de la
heterogeneidad. La evolución cultural no se reduce a un único fenómeno
medible por una taxonomía o una variable simple. En efecto, las últimas
conceptualizaciones nos llevan a un debate taxonómico improductivo y nos
atan a suposiciones que pongo en duda.
Mi modelo de evolución cultural disgrega el concepto antropológico de
complejidad cultural en dos variables: desigualdad y heterogeneidad. Una
vez que se ha hecho esto, podemos tratar a la suposiciones sospechosas como
cuestiones de estudio. El valor real de este modelo no yace en la verdad de
mis afirmaciones acerca del desarrollo del cambio sino en su potencial para
poner a prueba proposiciones concernientes a la naturaleza de la evolución
cultural. Sólo definiendo el cambio evolutivo en términos de variables
medibles los arqueólogos pueden poner a prueba la gran división o probar la
naturaleza unitaria de la evolución cultural.
Más importante, descartando la complejidad a favor de variables
medibles, podemos descartar un concepto de "caja negra" de los sistemas
culturales. Nuestras teorías, entonces, pueden incorporar las relaciones
internas de la sociedad, que afectan y son efecto del desarrollo del
cambio, con afirmaciones causales reconociendo el cambio en las variables
materiales. Esta vinculación nos lleva desde un determinismo mecanicista
hacia una más completa comprensión de la evolución cultural.
No tengo manera de responder totalmente la pregunta ¿qué aspectos de
la cultura han cambiado para crear un abismo entre los cazadores-
recolectores pleistocénicos y el sistema industrial del mundo moderno?. En
parte, esto se debe a que este abismo se define por muchos cambios y yo
sólo considero aquellos relacionados a la estructura social. Además, esta
es una cuestión investigada de tanta importancia como explicar por qué
ocurre el cambio. Solo midiendo el "cambio de un no-howish, untalkaboutable
all-alikeness to a somewish y en general untalkaboutable not all-
alikeness", los arqueólogos pueden dar cuenta de "continuous
sticktogetherness y somethingelsifications".
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