Diseño Participativo en Escenarios de Conducta

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Descripción

Diseño Participativo en Escenarios de Conducta Coreno & Villalpando-Flores

Víctor Manuel Coreno Rodríguez2 Arturo Eduardo Villalpando-Flores3

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PARA EFECTOS DE CITAS REFERIRSE A: Coreno-Rodríguez, V. y Villalpando-Flores, A. (2014). Diseño Participativo en Escenarios de Conducta. En: S. Mercado, J. Guevara, y J. Gómez. (Coords.) Itinerarios de la Psicología Ambiental. UPAEP. UNAM-FES IZTACALA. Centro de Educación y Cultura Ambiental, Granja El Mezquite. México. 2 Facultad de Psicología, UNAM. [email protected] 3 Facultad de Arquitectura, UNAM. [email protected]

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a presente investigación tiene como principal objetivo desarrollar una propuesta de diseño sobre la distribución del mobiliario y elementos de personalización de un escenario educativo de conducta, por medio de la técnica del diseño

participativo con el personal del Centro de Documentación de la Facultad de Psicología de la UNAM. En el transcurso de este proyecto, se llevaron a cabo análisis cuantitativos y cualitativos para establecer un diagnóstico inicial, para lo cual se entrevistaron a cuatro personas, entre usuarios y personal del CEDOC; se recorrió el lugar para toma de fotografías, estableciendo conversaciones informales con quienes se encontraran en el recinto. Aunado a ello, se implementaron diversas estrategias y dinámicas para concluir la propuesta final, incluidas en las sesiones de diseño participativo. Lo anterior es de suma importancia, ya que esta propuesta es de utilidad para incrementar la satisfacción de los usuarios (alumnos

profesores y personal

administrativo) del Centro de Documentación, y con esto aumentar la frecuencia de visita al mismo. Además, se puede proveer de un ambiente laboral óptimo para el personal que trabaja en este lugar. Esto se puede lograr al considerar los ofrecimientos del ambiente sociofísico que inciden en la habitabilidad de un lugar, como son el confort, control, seguridad, privacidad, apreciación estética, restauración, sentimiento de identidad y pertenencia, y sintaxis espacial entre otros.

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ablar de psicología por sí sola, implica hablar de una constante evolución en términos teóricos, metodológicos y de praxis. Evolución que ha implicado la aparición de diversos paradigmas, teóricos y epistemológicos, que han

intentado en su momento esclarecer el porqué de nuestro comportamiento y a que debemos la razón de nuestros actos. Y bajo este razonamiento hemos pasado mucho tiempo planteando desde diversas posturas, una explicación pertinente y aguda que nos permita alcanzar a comprender la naturaleza tan singular y propia de nuestra especie. En el caso particular de la psicología ambiental, dicho campo se centra en el estudio y análisis de las transacciones individuo-ambiente; es decir, cómo los diversos agentes del medio circundante pueden influir en el comportamiento del individuo y a su vez, como el individuo es capaz de alterar la constitución física del medio. Sin embargo esta relación no siempre es favorable en términos de salud y de desarrollo psicosocial, por lo que uno de los objetivos de este campo de la psicología es contribuir a que dicha relación sea adecuada y acorde a los objetivos del usuario y las demandas del espacio (Gifford, 2007). Partiendo de esta primicia, el estudio del medio circundante y evidentemente el análisis propio de factores y variables que subyacen a la conducta y posterior ejecución de la misma, se vuelve un requisito para entablar discusiones y plataformas teóricas sobre lo importante que son los lugares donde nos desarrollamos y como estos permean no solo en el comportamiento y sus objetivos a corto y mediano plazo, sino también en la generación de significados y ataduras emocionales, que influyen en la percepción de nuestro entorno, como lo utilizamos para lograr nuestros fines y procuramos ( o no, según sea el caso) en el cuidado de las condiciones físicas.

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Con ello la valoración psicoambiental es una herramienta clave para indagar sobre los aspectos que impiden que los usuarios se desarrollen favorablemente y que tengan en consideración un cuidado para el escenario (Zimring, 2002; Coreno-Rodríguez y Villalpando-Flores, 2012). Este punto es importante, porque hay que recordar que los espacios de carácter público, como una escuela, una plaza, centro comercial, parque y en este caso una biblioteca, son lugares que se comparten con otros usuarios, situación que delimita el uso, cuidado y significado que le damos al lugar, actividades y aditamentos propios de estos escenarios de conducta. En términos de análisis conceptual Wicker (1984), establece que un escenario de conducta es un lugar delimitado por espacio y tiempo, en donde se llevan a cabo cierto tipo de actividades, las cuales son posibles gracias a los ofrecimientos exclusivos del lugar (Villalpando, 2008). Esto significa que dichas oportunidades de acción y la calidad del estado físico de las mismas, es un factor relevante para una exitosa ejecución conductual. Tomando siempre en cuenta que los objetivos propios e intereses de los usuarios son inherentes a los objetivos del escenario (Villalpando y Mercado, en prensa). Esto último nos acerca al entendimiento de la dinámica transaccional entre el hombre y su entorno, y como es un requisito que ambas variables deben encontrarse en perfectas condiciones, para evitar con ello un discurso disonante, afectando el logro de objetivos y la percepción que se tiene de ellos. Kaminoff & Proshansky (1982) aseguran que a partir de lograr este ajuste entre la persona y su entorno, es necesario evaluar los espacios que ocupan las personas para trabajar, estudiar, esparcirse, relajarse, convivir o realizar cualquier otra actividad. Se intenta evaluar y crear mejores ambientes en donde exista una correspondencia entre el diseño del lugar y la actividad que se realiza en éste; tal correspondencia implica una máxima compatibilidad entre las necesidades y acciones de la persona y las facilidades que el ambiente le proporciona para que pueda llevar a cabo con éxito los objetivos y tareas que se propone. Este punto es relevante, debido a que por medio de la apropiación de los territorios públicos, como la escuela, estos pueden evolucionar a territorios secundarios (Olivier, 2002) donde el participante se vea más involucrado en las actividades del lugar, y

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construya de esta manera un lazo afectivo que le permita en cierto momento preocupar y ocuparse por el resguardo de las condiciones físicas del lugar (Vidal y Pol, 2005).

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uando se diseña un lugar, usualmente el arquitecto / diseñador, cree entender las necesidades de los usuarios de dicho lugar sin tener que consultarlos. Es por eso que el diseñador suele operar sobre supuestos preconcebidos del

comportamiento humano que no siempre se acercan a la realidad y las condiciones psicosociales y culturales; suponiendo con ello, el saber lo que se quiere, gusta y/o necesita la gente. Además de pasar por alto las diferencias sustanciales entre las formas en que el público y el diseñador ven el mismo entorno. De este modo, los usuarios de un espacio han sido dejados a un lado en la toma de decisiones al momento de plantear un espacio público (Porteous, 1971). En los últimos 40 años la participación ciudadana ha permeado una gran cantidad de actividades, en parte gracias a la lucha de diversos grupos sociales que han abogado por que la ciudadanía tenga un poder mayor en la toma de decisiones, tanto a nivel individual como en colectividad. No es de extrañar que el diseño (como señal de manifestación cultural), haya hecho suyas las demandas de una sociedad que cada vez más, requiere estar involucrada y participar en la toma de decisiones sobre aspectos que le afectan directa o indirectamente. Lo cual permite la inclusión de diversos campos de conocimiento como la arquitectura, urbanismo, ingeniería, sociología, geografía y psicología. Este conjunto de campos de trabajo, permite generar una visión holística del todo, incluyendo diversos puntos de vista, con el objetivo de encontrar soluciones globales para

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los problemas actuales del entorno (Rodríguez, 1991). Evidenciando que la resolución de problemas urbanos, ya no radica exclusivamente en un solo campo del conocimiento. Lo anterior nos permite entender porque la arquitectura y el medio ambiente construido, son sólo algunos de los campos en los que la actuación aislada e independiente de los especialistas ha generado resultados polémicos (Romero y Cols, 2004). El diseñador o planificador involucrado, debe ser considerado como un participante más, que emitirá sus opiniones (más no sus decisiones) de la misma forma que lo harán los usuarios (Rodríguez, 2006). Con ello, es pertinente concebir que la construcción de las ideas sobre los espacios que habitamos, es parte de un proceso social, en el cual las determinaciones fundamentales las toman los sujetos mismos a través de su participación en las decisiones cotidianas individuales y colectivas. Este principio ha dado pie a diversas manifestaciones que han sido catalogadas genéricamente como “diseño participativo” (Romero y Cols, 2004).

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l diseño participativo es una valiosa herramienta de la psicología ambiental con la cual el usuario se involucra en el proceso de toma de decisiones del diseño de un determinado proyecto, con el fin de concebir un espacio más acorde con sus

necesidades, intereses y preferencias (Sanoff, 1985). La participación implica el encuentro de al menos dos conocimientos, dos formas de aprehensión de la realidad: por un lado, el técnico que aporta información especializada desde el campo constructivo, espacial, jurídico, normativo, cognoscitivo y económico; y por otro, el ciudadano, el usuario, que aporta información en torno a sus necesidades, expectativas y posibilidades (Rodríguez, 2006).

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Así pues, el diseño participativo es una herramienta útil que aboga por el derecho de los ciudadanos a tener influencia en las decisiones de aquellos proyectos urbanos que afectan su estilo y calidad de vida. Coreno y Stea (2008) aseguran que mediante la técnica de diseño participativo, se optimiza la cantidad de espacio, se logra un sentimiento de identidad y de apropiación con el lugar y sobre todo, los espacios diseñados con este método son más acordes a las actividades y necesidades de los usuarios, logrando de esta manera que los espacios sean lugares “habitables” y “restauradores”, incrementado con ello la calidad de vida de las personas que los ocupan. Así, el diseño participativo puede ayudar a crear espacios óptimos, para que la persona pueda tener un rendimiento favorable en sus actividades, se sienta satisfecha consigo mismas y en plenitud con el lugar que le rodea. Por su parte Horelli (2002), apunta que el método del diseño participativo, como herramienta de análisis del espacio para las ciencias sociales, como la sociología, geografía y psicología (ambiental específicamente), permite la inclusión de conocimientos, empoderamiento, acercamiento comunitario y participación democrática de los futuros usuarios, con la finalidad de afrontar la “Glocalización”; definida como la tensión generada por la necesidad de sobrevivencia y adaptación de comunidades pequeñas, gracias al fenómeno de globalización de las normas y dinámicas de vida. Este concepto es relevante porque el desarrollo del diseño urbano arquitectónico, al igual que todos los resultados a partir del proceso de culturalización, son una delimitante para la generación de identidad urbana en los usuarios, siendo una fuente generadora de desesperanza aprendida e indiferencia ante las necesidades de cuidado y restauración física de las estructuras del medio ecológico.

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vans y Mitchell (1998) señalan que aspectos como la coherencia, ofrecimientos, control y restauración, son variables clave para poder hablar del nivel de funcionalidad de un espacio diseñado, argumentando que la percepción que se

tenga de ellos influirá en la significación que se les dé y por ende, sobre la externalización de conductas y emociones. Con ello se puede decir que los ofrecimientos permiten percibir activamente la calidad de las condiciones físicas del medio, y como estos atributos físicos influyen en el nivel funcionalidad (Heft, 2001). Por otro lado, variables como el placer, operatividad y significatividad (Mercado, Ortega, Estrada y Luna 1994), son indicadores del nivel de habitabilidad que tiene un escenario de conducta; siendo estas tres áreas las que componen dicho modelo elaborado por el Dr. Mercado y Cols., el cual fue la punta de lanza para el estudio de la habitabilidad de la vivienda aquí en México. Lo anterior nos permite entender, que la “habitabilidad” puede ser entendida como la calidad de vida generada por el gusto o agrado que sienten los habitantes por su vivienda, en función de la satisfacción de sus necesidades y expectativas. Esta a su vez se relaciona con factores psicosociales, como el conocimiento y las reacciones emocionales de los individuos ante el entorno de la vivienda dentro del contexto social de la familia (Mercado, Ortega, Estrada y Luna, 1994; Landázuri y Mercado, 2004); encontrando una estrecha relación con el concepto de vivienda y de satisfacción residencial. Pero el tema de “habitabilidad” (interna específicamente) no solo está relacionado con la vivienda. En nuestro caso la podemos tomar como una variable de estudio que indudablemente se encuentra en todos los espacios diseñados que responden al título de escenarios de conducta, y esto se debe a que todo espacio que es ocupado por los individuos, automáticamente se vuelve habitable, por todas las actividades que

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realizamos en ese lugar, como los lugares de trabajo, de estudio, de dispersión, de reformación y de sanación En este sentido y de acuerdo con Kaplan (1983), los ambientes que son habitables, también pueden y deben tener la característica de restauradores, definiendo esto último como aquellos ambientes en donde las personas pueden renovar o recuperar sus energías, capacidades y habilidades. Promoviendo con ello actividades que son altamente disfrutables, en lugares en donde las presiones y distracciones de la vida cotidiana desaparecen y en donde la atención dirigida se renueva ya que no se hace ningún esfuerzo frente a los estímulos que son fascinantes (Kapla, Kaplan y Ryan, 1998). Existen cuatro propiedades fundamentales para que un ambiente sea considerado como restaurador. Para cada una de estas propiedades se pueden identificar configuraciones ambientales que pueden contribuir a una experiencia reparadora. Las cuatro propiedades son: a) abstracción, estar en un lugar distinto, ya sea física o conceptualmente, del entorno cotidiano; b) fascinación, contener los patrones que captan la atención sin esforzarse; c) alcance, que haya alcance y coherencia que le permiten a uno seguir en el lugar; d) compatibilidad, adecuación y apoyo para lo que se quiere o se inclina a hacer en el lugar. Se ha encontrado que estos ambientes restauradores pueden ser varios según las preferencias, capacidades e intereses de cada persona, pero la mayoría de ellos son aquellos que contienen elementos de la naturaleza, como paisajes naturales, plantas, árboles, ríos, lagos, o animales (Martínez, 2010). Un estudio realizado por Martínez-Soto y Montero (2010), encontraron que la percepción de las cualidades restauradoras de algunos espacios, mediatizaba la relación entre el tipo de ambiente y la preferencia ambiental sobre el mismo, encontrando una preferencia sobre las cualidades restauradoras de los ambientes naturales sobre los construidos. Esto es un indicador de la importancia del aspecto estético, las propiedades colativas (Corraliza y Berenguer, 2010) y la información que proporcione el espacio, a partir de los ofrecimientos adquiridos (Villalpando, 2008) para generar una sensación de placer y bienestar en los usuarios.

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La investigación de Asaumi y cols. (1995), por ejemplo, encuentra que la gente se siente más relajada y experimenta estar en un ambiente más íntimo cuando hay plantas presentes en comparación con situaciones en donde no las hay. También se ha encontrado que los mismos efectos terapéuticos y relajantes se logran con naturaleza simulada, es decir, por imágenes, pinturas, carteles o videos que traten sobre elementos naturales. Así, Schneider, Ellis, Coombs, Shonkwiler & Folsom (2003) encontraron que los pacientes reportaron menores niveles de ansiedad, fatiga y malestar durante la quimioterapia cuando tenían la oportunidad de observar la proyección de imágenes de naturaleza.

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l estudio y la evaluación de los ambientes diseñados de carácter institucional, como hospitales, centros de salud, edificios de gobierno, centros laborales, salas de conciertos, museos, zoológicos, readaptación social y escenarios educativos,

ha tomado especial relevancia dentro de los parámetros de desarrollo urbano debido a la inclusión del factor cognoscitivo para desarrollar favorablemente las actividades propias del lugar. Lo anterior es un indicador, de que en primera instancia y acorde con lo propuesto por Barker (1978), que la exclusividad y temporalidad de todo escenario de conducta, debe respetarse y seguirse de acuerdo a los parámetros y a los objetivos que se busca a priori con el diseño en cuestión; implicando que los ambientes de salud, laborales, de esparcimiento y los ambientes educativos, contemplan cierto tipo de variables específicas, para estimular conductas clave en poblaciones definidas. Colocando la localización de los componentes cognoscitivos al mismo nivel que los objetivos técnicos y de diseño, para alcanzar y nivel óptimo de eficiencia (Valentin y Gamez, 2010).

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Un ejemplo de ello, es el hecho de que el fracaso escolar no es atribuible en su totalidad a una carencia de capacidad intelectual, sino a dificultades asociadas a experiencias emocionalmente negativas que se manifiestan en comportamientos problemáticos y conflictivos interpersonales entre otros, debido a la adquisición de habilidades socioemocionales gracias a la poca o nula interacción que se tiene con el contexto físico y social (Flores, Rómulo y Cardenas, 2010). Enfocándonos en los espacios de enseñanza, las bibliotecas es uno de los pocos lugares donde se desalienta activamente la interacción social, ya que se necesita estar en silencio y libre de distractores para poder leer o estudiar adecuadamente. Cuando en la biblioteca existe un diseño adecuado del ambiente, según Sommer (1979), no es necesario un reglamento que prohíba las conductas ruidosas o perturbadoras, ya que tal diseño puede desalentar las conductas al tener espacios sociófugos (dos sillas opuestas en donde las personas sentadas se dan la espalda) que no permitan la interacción social. Sommer (1979) ha encontrado que no todas las sillas de una biblioteca pueden usarse, debido a la territorialidad. La persona que llegan primero a una mesa de trabajo logra sentarse en las orillas y coloca objetos personales en la silla adjunta para asegurar que nadie más se siente allí, esto le permite obtener privacidad y trabajar de manera más cómoda. También se encontraron otros factores que influyen en la elección de los asientos en la biblioteca, tales como la iluminación, la proximidad con los libros, la accesibilidad a la entrada y salida, los lugares amplios y semiprivados, y lugares aislados del ruido. De igual manera Sommer (1979), se recomienda que existan múltiples opciones para los usuarios, donde puedan elegir donde sentarse según sus preferencias; que haya espacios sociófugos pero también sociópetos, espacios públicos y semiprivados, mesas individuales, y mesas para dos personas y para cuatro o más. Por otro lado, existen otra serie de variables que inciden en la toma de decisión al momento de elegir un espacio que permita realizar las actividades propias del estudio. Se sabe que los estudiantes eligen sus lugares de estudio de acuerdo a características del espacio como tranquilidad, disponibilidad de material, pocas distracciones, relajación, posibilidad de fumar o ingerir un bocadillo, comodidad del mobiliario, decoración, privacidad, entre otros. Con base en estos supuestos Sommer (1970), encontró que la valoración de las áreas exteriores difiere notablemente de todos los lugares de estudio,

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en que son los principales espacios de interés estético. Los estudiantes valoran el entorno agradable provisto por los árboles, la hierba, el sol, el aire fresco y las aves; mientras que otros contrastaron lo agradable de las áreas al aire libre con la congestión de la biblioteca o sus estrechos dormitorios, estableciendo que la zona exterior también es un lugar de estudios conveniente entre las clases o durante los descansos.

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os participantes fueron cuatro personas integrantes del personal de un Centro de Documentación (CEDOC), dos bibliotecarios, un académico y la coordinadora del centro.

El procedimiento de selección muestral fue a partir de un procedimiento no probabilístico por juicio intencional, debido a su experiencia y conocimiento cotidiano del lugar. Como coordinadores de la sesión fungieron dos licenciados en psicología.

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e trabajó en una sala de maestros, con una mesa amplia para colocar el material necesario para modificar una maqueta con el estado actual del CEDOC, a partir de la técnica de diseño participativo, con el propósito de obtener las expectativas

de diseño de los sujetos participantes para enriquecer el escenario actual del centro. 13

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El diseño experimental utilizado, fue un cuasi-experimento de corte A-B-C.



Def. Conceptual VI: La información sobre los factores que intervienen en la habitabilidad de un escenario conductual educativo.



Def. Operacional VIl: Antes de iniciar la sesión de diseño participativo, se les entregará a los participantes la información por escrito refiriéndola a la maqueta con el estado actual.



Def. Conceptual VD: Los cambios realizados por los participantes con base en sus expectativas y la información que se les dio sobre habitabilidad.



Def. Operacional VD: El número de cambios y dimensiones de los espacios, mobiliario y objetos estéticos aplicados en la maqueta.

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l instrumento fue una maqueta con el estado actual del CEDOC, material para elaborar los cambios: papel batería para construir el mobiliario y los estantes del acervo en forma esquemática pero a escala, hojas de diferentes colores para

cubrir superficies u objetos para la personalización del lugar e instrumentos para cortar pegar y medir.

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n la PRIMERA FASE (A) los integrantes evaluaron, en forma interactiva, la maqueta del estado actual con base en la información que se les proporcionó y su experiencia personal sobre los factores de habitabilidad. De manera

simultánea fueron anotando sus acuerdos. Los coordinadores presentes aclararon cualquier duda sobre los factores de habitabilidad:

control,

activación,

valores,

privacidad,

confort,

funcionalidad,

restauración, seguridad y valores estéticos, con la finalidad de que su evaluación final fuera lo más completa posible. En la FASE (B) se procedió a que modificarán el estado actual del CEDOC con base en sus expectativas hacia los diferentes factores de habitabilidad mencionados. El papel de los coordinadores de la sesión fue el de facilitar que cubrieran los diferentes factores de habitabilidad en el diseño nuevo sin ser intrusivos en las propuestas de los sujetos experimentales. Cada cambio fue interactivo para llegar a acuerdos y proceder a los cambios con el material que se les dispuso. Al final evaluaron ellos mismos sus resultados para retroalimentarlos. En la FASE (C) se compararon el número de cambios y dimensiones del espacio, mobiliario, acervo y objetos estéticos que consideraron que mejoraría los ofrecimientos que cubrieran los factores de habitabilidad para comparar el enriquecimiento de ofrecimientos adquiridos del escenario de conducta anterior debido a la participación de sus usuarios cotidianos con el apoyo de los expertos del diseño. Análisis de Propuesta de Diseño

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La propuesta del diseño del CEDOC se hizo a partir de un ejercicio de comparación entre las condiciones actuales del inmueble, y las expectativas plasmadas por los participantes durante las sesiones de diseño participativo. Sus inquietudes, gustos, preferencias y necesidades, que fueron plasmadas en la maqueta que ellos mismos construyeron, fue pasada a un plano arquitectónico a escala, al igual que el diseño actual de Centro de Documentación. Ambos planos, el actual y la propuesta son la base para el análisis en términos de cantidad y cualidad, de cómo evalúan el CEDOC, y cuáles serían las condiciones idóneas para el mismo. El análisis de los planos arquitectónicos se dividió a partir de las áreas más significativas en términos de cambios y modificaciones espaciales, así como inclusión de mobiliario, segmentación de áreas para su especificidad, y propuestas de nuevas secciones para el CEDOC.

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ara poder tener una visión global de todo el escenario en cuestión, tendríamos que empezar por hablar sobre las generalidades que se mantuvieron presentes durante la sesiones de diseño participativo y que además no se vieron afectadas,

debido a su importancia para el funcionamiento del lugar, o por ser parte de las estructuras base del inmueble. En la figura 1 y 2 podemos comparar cuales fueron los cambios que se hicieron dentro del CEDOC, y como dichos cambios modifican la sintaxis espacial de todo el espacio, o cual es de suma importancia, porque se permite observar, como la reubicación de los escenarios de conducta del CEDOC, permite generara conocimientos locativos más acorde con el espacio. Lo cual bien a ser beneficioso, debido a las oportunidades nuevas de acceder a los distintos servicios que provee el CEDOC.

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18 Al momento de comprar ambos planos arquitectónicos, podemos observar que si bien no hay cambios significativos en relación a la estructura, dimensión y altura del

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edificio, los cambios que realmente son relevantes se proporcionan a partir de la modificación de las diferentes áreas que conforman el Centro de Documentación. De tal manera que aspectos como la profundidad y el relieve del inmueble, se ven beneficiados por las nuevas adecuaciones del espacio relativo. Hablar de esta relación sinomórfica en términos generales es un gran avance en términos de diseño, porque podemos observar a partir del trabajo de los participantes, como las necesidades, gustos y preferencias de los usuarios, pueden acoplarse y estar acorde con las situaciones físicas y tangibles del diseño en estados actuales.

La recepción (Figura 3) fue un lugar donde no se hicieron grandes cambios. Lo único que señalaron los usuarios, es que se pusieran en la pared derecha junto a los equipos de cómputo, cuadros de arte de 60x90, para darle otro tono a la decoración del lugar y no se viera tan serio.

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La figura 4 nos muestra uno de los escenarios que tuvo más modificaciones de acuerdo al espacio relativo. En primer lugar se removió la escultura que estaba dentro, así como los desniveles que tenían, debido a que era una fuente latente de peligro para los usuarios, ya que no se alcanzaba a percibir con claridad, donde comenzaban los escalones. En su lugar se colocó un mueble circular que funge como recepción y centro de control. Esto es muy importante por la posición jerárquica que toma el inmueble. A su alrededor se colocaron sillones y mesas de nivel bajo (juego de dos sillones y una mesa) colocados de manera sociópeta entre ambos, pero dejando un espacio considerable con otros sillones, para asegurar un poco de privacidad y aminorar el impacto del ruido generado por las conversaciones o el estudio mismo. También se colocó dos equipos de cómputo, uno pegado a los ventanales y otro pegado a la pared que conecta con la nueva sala de cómputo. Es importante hacer mención que en esta área en particular la cantidad de luz solar que recibe la biblioteca es considerable, lo que permite que los usuarios perciben de manera diferente no solo el acomodo de los ofrecimientos, también sus

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dimensiones y colores; lo cual influye sobre la construcción emocional, y valoraciones estéticas de los usuarios para el edificio.

Esta es una de las primeras áreas que se creo a partir de las sesiones de diseño participativo. La figura 5 nos ejemplifica la necesidad de los usuarios por tener una sala de computo dentro de las instalaciones del Centro de Documentación. Ellos argumentan que les es difícil acceder a una computadora dentro de la biblioteca, debido a que no todos tienen la posibilidad de tener laptops, por lo cual su acceso a la red y la información académica de la Universidad se ve limitada. Este nuevo escenario de conducta, cuenta con mobiliario y equipo para atender a poco más de 15 usuarios, además de que se encuentra junto a los ventanales del edificio, lo que permite la entrada de luz solar y minimiza el consumo de luz eléctrica. Adema se encuentra una pieza de arte (un cuadro) y algunas plantas de sombra en las esquinas. Todo ello para permitir que los usuarios entre en un proceso de restauración, y puedan redireccionar su capacidad de atención y aprendizaje, lo cual es muy importante por las arduas labores propias de todo alumno.

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Otro de los cambios significativos del CEDOC, es la reestructuración de las divisiones del Área Administrativa. Estos cambios fueron propuestos por personal que labora dentro de las instalaciones, argumentando la falta de espacio para sus actividades, lo cual influía en la organización global de todo el equipo de trabajo. Aquí podemos percatarnos de la importancia de diferentes escenarios de conducta que se enmarcan a partir de las divisiones físicas propias del inmueble. Lo cual permite que cada persona, tenga un espacio destinado para ejecutar conductas y tareas específicas. Este punto es muy relevante porque se aumenta la productividad y el bienestar físico y psicológico de los trabajadores. Una de las nuevas zonas credadas a partir de estas nuevas divisiones, es un lugar específico para descansar, tomar una taza de café y convivir un momento dentro de la jornada laboral con los demás compañeros. Es importante comentar que las áreas restauradores dentro del campo laboral son de gran trascendencia, por su impacto a nivel fisiológico y cognoscitivo en los trabajadores. Además de que se ven fortalecidas las redes sociales y las dinámicas propias del grupo en cuestión por esta interacción dentro de la sala de descanso. 22

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La figura 7 nos ejemplifica una de las áreas más solicitadas por los usuarios, no solo por su inexistencia, sino también por su valor estético y funcional dentro de la Facultad. La inclusión de áreas verdes dentro del diseño arquitectónico de un escenario de conducta como lo es el Centro de Documentación, es trascendente por el impacto estético, su naturaleza restauradora y las propiedades colativas del mismo espacio como la novedad y diferencia. Partiendo de este hecho, el tener libre acceso a espacios abiertos que proveen de contacto con la naturaleza, con lo “verde” es muy beneficioso tanto para el proceso de aprendizaje, reducir los niveles de distrés y ansiedad, entablar relaciones

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sociales con otros compañeros, y pasar un rato agradable en compañía de los libros o de las propias actividades académicas. Cabe mencionar que la Facultad cuenta con áreas verdes (de la misma manera que todo el campus universitario), pero la diferencia radica en el propósito y los ofrecimientos que dicho escenario de conducta pueda ofrecer a los usuarios. Así, el tener acceso a muebles de jardín, iluminación, una barda que pueda dividir y amortigua el ruido de los transeúntes y de la gente que no está dentro de la biblioteca, lo convierte en un lugar idónea para estudiar y relajarse un momento. Y todo ello sin tomar en cuenta el valor estético que le proporciona al inmueble en general.

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La nueva área de lectura (figura 8) al igual que el área al aire libre (figura 7) son espacios diseñados ex profeso por los alumnos. Una de las necesidades latentes importantes, es el de contar con espacios apropiados para le lectura y es estudio. De esta manera podemos percatarnos que ambos escenarios (dentro y fuera del CEDOC) se encuentran conectados, por una puerta, implicando la posibilidad elegir donde realizar sus actividades. Esto es importante en términos cognoscitivos porque hay una oportunidad de acción y control del usuario de sus actividades, además que la diversificación de espacios y de los ofrecimientos de cada escenario, le generan en el estudiante una visión y significado diferente de las instalaciones de la Universidad, esta diversidad de opciones se le puede nombrar como flexibilidad espacial por las diferentes oportunidades que brinda el escenario conductual para realizar la misma acción, según el nivel de privacidad deseado en ese momento. La ubicación y distribución del mobiliario permite la creación de espacios sociópetos, los cuales benefician el proceso de aprendizaje entre grupos pequeños. También podemos encontrar cuadros de arte y plantas de sombra en las esquinas. Estos últimos elementos son constantes en el nuevo diseño arquitectónico de todo el CEDOC, con lo cual se infiere una necesidad de pertenencia, de generar una significado y una referencia específica que remita a los estudiantes y académicos al Centro de Documentación. Y no solo por la importancia de su acervo bibliográfico, también por los valores connotativos y denotativos que arroja el diseño mismo que en un momento dado resultan más poderosos por el sentimiento de identidad y pertenencia que producen.

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El siguiente escenario de conducta representado en la figura 9, nos enseña la nueva distribución de todo el acervo del CEDOC. Con esta distribución, se genera espacio para la nueva área de recepción (figura 2) y una mejor organización del material ya existente. También se pueden colocar los estantes que se encontraban en el espacio destinado para el área de lectura (figura 8). Lo único que quedo intacto es la ubicación de las revistas científicas, que se encuentra en la parte trasera del CEDOC, al final de la zona del acervo bibliográfico.

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La figura 10 nos representa un panorama general de todo el Centro de Documentación. En la parte de arriba podemos observar la zona este del inmueble, donde encontramos la entrada principal, la nueva área de recepción, el área administrativa, la sala de computo, los sillones, el equipo de cómputo para búsqueda de información, y algunos cubículos especiales para asesoras. En el lado oeste, ubicamos la nueva zona de lectura, el área de estudio al aire libre, todo el acervo bibliográfico, el área de las revistas científicas y sanitarios al fondo.

Con toda esta nueva organización estructural del espacio relativo del CEDOC, se puede ver que los aspectos sinomórficos relacionados con los ofrecimientos adquiridos de cada uno de los escenarios de conducta, aumentan los niveles de productividad tanto del personal administrativo como de los alumnos. Hay un aprovechamiento considerable del

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espacio absoluto del diseño arquitectónico, lo cual permite una mejor organización y ubicación de los servicios y los elementos del inmueble. Esto es muy importante porque influye en el mapeo cognitivo que nosotros realizamos de todos los lugares que frecuentamos, lo cual genera nuestro conocimiento locativo, influyendo en la creación de aspectos referenciales y culturales a nivel individual y colectivo que fortalecen la sintaxis espacial del escenario de conducta.

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En la tabla 1 podemos percatarnos que los elementos naturales son los que mejor prevalecen durante los cambios para lograr el enriquecimiento del escenario de conducta. Estos elementos naturales y de personalización como lo son los cuadros de arte, permiten integrar al usuario con los elementos naturales y estéticos, lo que permite que los usuarios entren en un proceso de restauración. Por otra parte, estos cambios permiten generar un sentimiento de identidad y pertenencia, lo cual influye significativamente en la autoestima, en la dignificación y la mejora de las relaciones sociales que se construyen dentro de los grupos a los cuales pertenecen los usuarios, ya sea alumnos, académicos o trabajadores. Esto es relevante dentro de un escenario educativo, debido a que la institución puede y debe comunicar la valoración e importancia que tiene el usuario para con la Universidad. Este afecto, importancia o dignificación es relevante dentro de la conformación biopsicosocial de todos los individuos, permitiendo un aumento en el locus de control, una re-significación de los valores y significados en torno al diseño del espacio y en consecuencia el alcance de los objetivos y metas del plan para el cual está destinado el escenario de conducta. Se puede observar que los usuarios que participaron durante las sesiones del diseño participativo, consideraron la habitabilidad interna (el interior arquitectónico),y también importancia de la habitabilidad externa, por la proximidad de la relación con el ambiente natural, color natural y la luz natural como una variable que puede influir en las diferencias perceptuales en diferentes momentos del día; el movimiento del escenario externo real y diverso. Con ello, los usuarios demuestran interés por ser parte importante de la dinámica del escenario, implicando una necesidad por usar, vivir y convivir con los ofrecimientos que les proporciona el diseño arquitectónico. Todo ello dependiendo de las necesidades de los usuarios, el nivel de funcionalidad de los elementos, las condiciones de sinomorfia de todo el espacio y los aspectos emocionales propios de la población. Este reacomodo, reubicación de los ofrecimientos y establecimiento de nuevas áreas, demuestra que la población objetivo, conoce las necesidades latentes que no han sido subsanadas por el diseño actual. Esta necesidad emocional por parte de los ofrecimientos es un factor que permite o impide (sea el caso) la generación de conductas proecológicas, las cuales determinan el cuidado o deterioro físico del escenario de

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conducta. Este diseño emocional, en conjunto con las variables ambientales adecuadas y moduladas a partir de las necesidades propias de cada escenario de conducta, dan como resultado una secuencia exitosa en el nuevo diseño (sintaxis espacial favorecedora para la ejecución conductual) y una solidificación favorable en términos estructurales y de diseño.

Se puede observar en la gráfica de frecuencias que los elementos que constituyen la habitabilidad del CEDOC, el nivel de significación para los usuarios y que enriquecen más la experiencia de estar en el escenario, no fue el confort ni la funcionalidad, aunque son dos variables que están presentes y que son relevantes para la ejecución conductual, control y privacidad. Pero lo que realmente potencializa la experiencia, son los elementos naturales (flora), de personalización (cuadros de arte) y las áreas nuevas.

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Esta importancia que le da el usuario, permite incrementar la asistencia de los alumnos por lo “acogedor”, la sensación de bienestar, felicidad y tranquilidad para la realización de actividades propias del lugar. Y estas situaciones se van avaladas porque el usuario puede entra en el proceso de restauración, direccionar la atención, bajar la tasa del rimo cardiaco, nivelar los niveles de estrés fisiológico, disminuir el distrés y disminuir los cuadros de ansiedad.

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E

sta investigación es un ejemplo de cómo la participación del usuario, pude recoger expectativas subjetivas de valoración y significación que le producen al usuario la identidad y el sentido de pertenencia, que en un momento dado

pueden ser más poderosas que el confort y la función que producen. Desafortunadamente estas situaciones subjetivas, quedan al libre albedrio del arquitecto, siendo entonces donde los espacios diseñados carecen de relaciones sinomórficas, donde los ofrecimientos y el escenario de conducta, no se complementan. Esta situación es poco más que común, debido q que al momento de diseñar solamente se piensa en el aspecto estético, formal; se piensa en “algo” que se convierta en un remanente cultural que no solo los distinga a ellos como creadores, también como modelo a seguir y por ende, como un patrón cultural en donde se expongan las influencias tecnológicas, culturales y sociales. Pero estas demandas y necesidades que muestran los usuarios, no necesariamente tienen que estar alejadas de los modelos prácticos y tecnológicos que puede proveer una mente adiestrada para la creación de espacios. Es justamente dentro de esta disyuntiva que la Psicología Ambiental, está encaminada al estudio y análisis (por una parte) de los espacios diseñados, donde tiene un papel primordial como una herramienta, que permita acercar al usuario desde el inicio de todo proyecto arquitectónico. Esto es muy importante porque se comparten obligaciones y responsabilidades, siendo ambas fuentes generadoras de comportamientos y conductas favorecedoras tanto para el usuario mismo, como para el espacio. Con ello, esta investigación viene a demostrar que la participación de la población objetivo, es pieza clave para el éxito o fracaso de todo proyecto arquitectónico. Donde las

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necesidades, gustos, preferencias, expectativas, deseos y sentimientos puedan verse reflejados en el diseño de un espacio público, que además será compartido por diversos sectores de la población. Situación que en términos psicosociales y en el caso del CEDOC, favorecerá la imagen institucional, generara juicios de valor tanto de la estructura en general como de las actividades que se realizan de ella, relaciones iconográficas y semióticas de largo plazo. Todo lo anterior encausado siempre y en todo momento en la apreciación y utilización del diseño, de sus ofrecimientos, de las acciones que pueden realizarse y de los sentimientos, emociones y sensaciones placenteras que deben forjarse en el usuario.

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