Discusión. Excavaciones arqueológicas en El Albaicín. I. El Callejón del GalloEXCAVACI ONE S ARQUEOLÓGI CAS

May 20, 2017 | Autor: A. Adroher Auroux | Categoría: Iron Age Iberian Peninsula (Archaeology), Iliberri, Florentia Iliberritana, Roman Archaeology
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Descripción

EXCAVACI ONE S ARQUEOLÓGI CAS EN ELALBAICÍN (GRANADA). I. EL CALLEIÓN DEL GALLO

Andrés lvl. Adtoher Atuorx y Arúottio López Marcos (Editores Científicos)

ExcAVACToNES

AReuEorócrcAS EN EL ersArcfN (GRANADA). r.

CALLEJÓN DEL GALLo

(Estudios sobre la ciudad ibérica y romana de lliberri)

Andrés María Adroher y Antonio López

GRANADA,2OOI

[.r.

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@ de la edición: Fundación Patrimonio Albaicln-Granada @ de los t€xtos e ilusuaciones: autores correspondientes

Edita: Maquetación

Fundación Patrimohio Albaicln-Granada A. Adroher y A. L6pez

Ti¿ducción al Inglés: Gracia Palma Diseño de Porüda: Manuel lópez I.S.B.N.: 84-607-2313-5 Dep. Legal GR-828/2001

Impresión:

Proyecto Sur de Ediciones, S,L. e-mail: [email protected]

Tlf./Fax 958 55 03 8l

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CAPÍTULO 7. DISCUSIÓN. Andrés Mo Adroher, Antonio López E Jauier Barturen, Juan A. Salaador, Alejandro Caballero

7.1. Introducción Como dijimos en la inicio de esta obra, éste ha sido un trabajo multidisciplinar con el que se ha pretendido formular las preguntas más adecuadas y desarrollar las hipótesis mejor contrastadas para cada uha de las cuestiones planteadas a lo largo de la investigación. De esta forma y, por supuesto teniendo en cuenta el esfuerzo de otros investigadores que analizaron el pasado del solar granadino, entre los que cabe destacar al padre D. Manuel Sotomayor y ala,Dra. Mercedes Roca, estamos en condiciones de presentar esta reflexión de conjunto que aglutina una gran cantidad de información procedente de diversas parcelas de estudio.

El Callejón del Gallo, en contrapartida a la escasa monumentalidad de los resros arqueológicos, ha aportado valiosa información para conocer algunos de los aspectos más controvertidos de la historia de la ciudad de Granada. El primer problema que se plantea es el origen del primer asentamiento estable en el Albaicín, que debió acaecer en un momento indeterminado entre el 675 y eL650 a.C. Analizaremos algunos de estos cambios que se produjeron en el üanscurso del Bronce Final al Hierro Antiguo y que permiten explicar la fundación del primer asentamiento humano estable en el Albaicín: la ciudad de lliberri. Las sociedades indígenas del sudeste de la Península Ibérica vivieron durante los siglos VIII y VI a.C. una serie de transformaciones cuya manifestación más evidente se plasma en la cultura material. Nuevos objetos aparecen en las estratigraftas junto a otros de raigambre más tradicional, a los cuales van desplazando paulatinamente. Se utilizan nuevos materiales, nuevas técnicas o sencillamente se combina lo ya existente con formulas novedosas.

La economía de las sociedades del Bronce Final del sudeste de la Península Ibérica puede ser definida como "esencialmente ganadera complementada por la agricultura en las vegas de los rlos" (Molina 1978). Sin embargo, diferentes indicios permiten dar a la agricultura una importancia creciente, en consonancia con las tendencias hacia una mayor sedentarización. En este sentido, los datos faunlsticos parecen evidenciar un deterioro del paisaje natural que rodea los yacimientos, con un acusado descenso de la caza y una disminución en el tamaño de las especies domésticas, consecuencia del desplazamiento de los pastos a las peores tierras, además se aprecia un descenso apreciable en los suidos, animales que se alimentan sobre todo en medios boscosos (Molina 1978). Estas transformaciones del paisaje se deberían presumiblemente a una roturación y puesta en cultivo de las tierras cercanas a los poblados, sumada a un proceso de degradación del bosque natural del sudeste debida a la intensa ocupación humana precedente. La abundancia de hojas de sílex, piedras pulimentadas y molinos de mano parece relacionarse también con el paulatino auge de las actividades agrícolas, así como la presencia de grandes orzas de cerámica comúnmente interpretadas como contenedores de grano (Carrasco et alii 1985) y pequeños silos domésticos como los de las cabañas del Cerro de la Encina (Molina, 1978). Paralelamente, la vega del Genil iría adquiriendo un atractivo cada vez mayor. En el Cerro de la Mora Ic (fines del siglo IX), se aprecia un alto porcentaje de bueyes con una media de edad significativamente mayor que en otros yacimientos, hecho que quiá habría que poner en relación con su uti-

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lización en faenas agrícolas, consiguiendo una explotación más intensiva del suelo y permitiendo una mayor sedentarización, pues estos datos coinciden con los primeros vestigios de zócalos de cabañas en el poblado. Asimismo, la riqueza del material lítico se mantiene hasta mediados del siglo MII (Carrasco et alii 1982). A pesar de ello, debe considerarse que los sistemas de explotación ganadera están aún poco especializados; curiosamente, durante el Bronce Final Pleno se observa una predominio de los ovicípridos sobre los bóvidos. En ese sentido hay que plantearse que el ganado bovino no es altam.nt. productivo y precisa los mejores pastos, pero es una importante reserva móvil de alimento y un bien inrercambiable en economías que no denen otras posibilidades de acumulación (Sherratt 1982). Este incremento de la ganaderla de ovicápridos junto a otros elementos (fabricación de vasos conrenedores, existencia de silos, etc.) parece indicar que las poblaciones de la Vega de Granada recurrieron a una actividad crecientemente agrícola. En los primeros momentos del Bronce Final el ganado debió ser un elemento clave en la estrategia subsistencial del grupo, pero el desarrollo de la agricultura 1o desplazaríaa un segundo plano, y es posible que, a medida que el ganado tuviera un papel relativo menor en la economla di subsistencia, se convirtiera en un "fondo de prestigio". De ser así, pasaría de ser una referencia más o menos vaga de la riqueza del grupo a ser un valor concreto de riqueza y prestigio controlado posiblemente por una élite incipiente. Es más, habría que valorar adecuadamente los parrones de moviiidad del ganado, posteriores vías de üashumancia, y los productos que lo acompañan (pieles, tejidos, etc.) para explicar la formación de redes de intercambio de otros productos y los desplazamientos de personas. No obstante, existen una serie de elementos comunes en estos grupos de la Vega y que delimitan ciertamente sus características sociales: se trata de comunidades de pequeño tamaño que participan de una gama de situaciones variada, aunque en el marco común de una economía fundamentalmente agropecuaria. Dichas variaciones afectan al grado de movilidad, al acceso diferencial a cierros recursos, a la situación respecto a las principales vías de comunicacióny, en definitiva, al diferente peso relativo de unas actividades económicas sobre otras. En principio, con los datos con que contamos hoy en día, se puede decir que ninguna actiüdad económica es significativa-mente preponderante respecto a las demás como para hablar de la existencia de una especialización intercomunitaria. Del mismo modo, la comparación con la evidencia etnográfica sugiere que el registro material de las actividades artesanales encajamejor con un sistema de prodtrcción doméstico que con una división del trabajo entre las familias o individuos del gruPo (véase, por ejemplo, la presencia de actividades artesanales como la textil conviviendo con el resro de las actividades domésticas en el Cerro de la Encina). Teóricamente, esta descripción de las sociedades del Bronce Final apoyaría el punto de vista de aquellos investigadores para los cuales las transformaciones en el mundo indígena durante el Hierro Antiguo serían el resultado en exclusiva del "estfmulo colonial" (González\7agner, 1936). Sin embargo, Ia ren-

tación de pintar el mundo indígena del Bronce Final como algo estático también se ve desmentida por la evidencia material. De hecho, el Bronce Final aparece como un período fundamentalmente dinrímico con un Proceso de cambio interno continuo anterior a la presencia de orientales. Este dinamismo interno se ejemplifica en una serie de datos como son: en primer lugar, la tendencia a la sedentarización, al menos de algunos grupos y, por tanto, a un distanciamiento en los modos de vida de éstos respecto a otros grupos más móviles; en segundo lugar, el nivel de desarrollo de una agricultura más intensiva en centros como el Cerro de la Mora, frente a tendencias distintas como la potenciación relativa de la ganadería de ovicápridos en el Cerro de la Encina, yi por último, un creciente interés por conuolar las vías de comunicación, especialmente las que conecran la Vega de Granada con el Alto Guadalquivir, la costa mediterráneay elárea tartésica, ya que, dada la importancia de la circulación interregional de metal sería vital para el aprovisionamiento de bronce el acceso a las rutas marítimas y el establecimiento de lazos y alianzas con el potente foco ta¡tésico o con una zonlproductora como el Alto Guadalquivir. En este sentido hay que tener en cuenta el control de rutas como el paso de Zafarraya o Frigiliana a través de poblados como la Mesa de Fornes que pondría a la Vega de Granada

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en comunicación con las comunidades indígenas del rlo Yélez. Por ranro, es fiícil considerar que las comunidades fenicias que se asientan en la costa malagueña y granadina no encuentren en la Vega de Granada un territorio centralizado ni integrado en base a potenres vínculos económicos; ahora bien, el mundo indígena se caracterizaba por presentar una serie de vínculos sociales y pollticos simbolizados en el intercambio de objetos valiosos. Un mundo en el cual ciertos cenrros, en base a su mayor capacidad productiva y, por ende, de mantener a una cántidad mayor de población, así como por su situación estratégica en función de los recursos o su circulación, pueden siruarse en un plano de superioridad potencial resPecto a otros centros, en lo que a dichas alianzas se refiere. Los colonizadores tendrían que tener en cuenta estas diferencias y mecanismos de relación en el seno de las comunidades aurócronas a la hora de plantear sus propias estrategias para relacionarse con el mundo indígena. Inmediatamente después de estos contactos observamos un fenóm'eno de cambio más aguzado, que podría dar la sensación de que la transición del Bronce Final al Hierro Antiguo en las comunidades de la Vega de Granada es un momento de ruptura; sin embargo, exisre una notable continuidad que merece ser diferenciada. La ruptura se haría notar en las transformaciones que se consraran en la distribución de la población. Especialmente significativo es el abandono del Cerro de la Encina de Monachil en un período como el Hierro Antiguo, en el que desde luego es impensable hablar de una recesión poblacional. En dichas circunstancias el abandono de un centro con una gran continuidad en la ocupación desde el Bronce Pleno ha de deberse por fuerza a causas mayores. Por conrra, otros poblados con una ubicación menos marginal de la Vega y en contacto con las principales vías de comunicación con la cosra malagueña y granadina, el Bajo y Alto Guadalquivir o la Hoya de Guadix experimentan fenómenos que se pueden calificar en varios sentidos como "urbanos": concentración y urbanización del hábitat, restos de actividades industriales y conexiones comerciales de largo alcance. No sería avenrurado pensar que estos centros hayan absorbido población de otros ámbitos en un proceso semejante al que describen Frankenstein y Rowlands para las economías de bienes de prestigio. Según esros aurores, la preeminencia político-social que da el monopolio de la distribución de bienes de prestigio permite el control de comunidades dependientes de dicha distribución e incluso su integración (Frankenstein y Rowlands 1978).

La cercana presencia del mundo fenicio en la costa debió suponer una abundante oferta de productos exóticos que proporcionaría medios a las comunidades ya existentes para inuoducir nuevos bienes y por tanto generar una inflación de los ya existentes pero, para que esro se produjera, los fenicios habrían de encontrar una sociedad ya jerarquizada, buscando en ella los "paramount chiefs" (Haselgrove 1982). Durante el Bronce Final ya existía un activo intercambio de bienes alargadistancia con circuitos atlánticos y mediterráneos en los que las vías marítimas tenían una singular importancia. Por tanto es más que probable que ciertos centros se hayan impuesto políticamenre a otros. Teniendo en cuenta que el área tartésica y Cerdeña son dos importantes focos de tráfico de objetos de Prestigio durante el Bronce Final, especialmente metales, no sería extraño que las principales vías de estos objetos fueran el Genil, por una parte, y el paso de Zafanaya y el Valle de Lecrín por otra. En principio aquellos centros siruados estratéBicamente para controlar dichas rutas podrlan monopolizar ambas vías de comercio, pero además deberlan estar situados en zonas suficientemente ftrtiles como para mantener una población relativamente numerosa. Durante el Hierro Antiguo, las comunidades de la Vega no fueron indiferentes a una cantidad de población bastante apreciable que en poco tiempo se instaló en las cercanas cosras de Málaga, Granada y Almería, con una gran actividad económica y sistemas organizativos y técnicos muy novedosos. La

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importancia de este factor colonial queda de manifiesto en los cambios inrernos que provocó en las sociedades indígenas tanto a comienzos del siglo VII como un siglo después, del siglo VI, ".o-i.rros cuando la crisis de los centros fenicios de Ia costa tuvo su réplica en la prápia Vega (abandono deiCerro de los Infantes, discontinuidad en las fases consrructivas del Cerro á. i" Moir, etc.), ajustándose al esquema proPuesto por Frankenstein y Rowlands sobre las repercusiones de la crisis del centro sobre la periferia. En este sentido resulta especialmente interesante desarrollar estudios específicos, siendo, quizás uno de los más interesantes las manifestaciones de tipo urbanístico La estructura "urbana" de un poblado del Bronce Final parece esrar determinada por una tendencia a ubicar sus estructuras de habitación de forma aparenremenre no ordenada, adaptándose a la topogtafla, buscando los lugares más resguardados y la mejor orientación frente a los agente, ,t-orf.ri.o. (Martínez y Botella 1980 295). Esta tendenciaaladispersión de las cabañas se aprecia también en el Cerro del Real (Molina González 1978:174| Cerro de la Encina (Molina y R"tda" 1983: 118), Castellar de Librilla, fase I (primera mitad del siglo MII) (Ros Sala 1989: 111-114), etc. Para observar los primeros indicios de "ordenación urbanística" hay que esperar a las alineaciones de casas de la fase IA2 del Sector VIII de Saladares, fechadas en la primeia miiad del siglo VIII; y ya en la fase IIb del Castellar de Librilla (segunda mitad del siglo VIII) hay indicios de la iealización de obras de aterrazamiento con un muro corrido adosado alaterrazadel que parren tabiques medianiles (Ros Sala 1989:163). Existen pocos ejemplos de ordenación de las casas a lo largo de una calle para el siglo VIII, posiblemente el mejor documentado es el caso de Acinipo (Aguayo er alii :ry.A4: Z)). Sin embargo, mientras en este caso y en el de Librilla la ordenación del hábitat se produce en un contexto de primeros contactos con los fenicios, en el caso de Saladares es previa a las primeras cerámicas a torno de la fase IA3.

A pesar de estos cambios en las viviendas del Bronce Final III, es en el Período Protoibérico cuando los poblados indígenas proceden a establecer una ordenación urbanística más estable. De todos modos, se aprecian sensibles diferencias entre poblados como el Castellar de Librilla, con una urbanística más acabada y otros poblados como Peña Negra y Saladares, que conrinúan concentrando y dispersando las viviendas, muy condicionados por las dificultades orográficas. A partir de ese momento en Andalucía contamos con ejemplos de ordenación urbanísrica, como ocurre en Acinipo o Montemolín. Es importante, en este contexto, observar que muchos de los procesos de "urbaniz"Liórr" de los poblados del sudeste durante los siglos VIII-VII se producen en un momenro de fuerte crecimiento demográfico, como acontece en la fase II del Castellar de Librilla (Ros Sala 1989: 117-l2O).

Dado el súbito aumento de población en estos centros parece más razonable pensar que éste se ha producido Por un proceso de concentración poblacional y no sólo por el simple crecimiento vegetarivo de los núcleos del Bronce Final. El gasto de energías y la capacidad de organización que exigen las labores de ateruazamiento de los poblados sugieren la perentoria necesidad de racionalizarla ocuf,ación al máximo del espacio disponible. Ello llevará incluso a abandonar en algunos casos las pequeñas alturas ocupadas por los primeros pobladores, acudiendo a zonas más bajas donde es posible desplegar viviendas de mayor tamaño o desarrollar una urbanística más compleja. Así ocurre en la fase lt á.1 Cerro de la Mora (siglo MII), en la que la llegada de las primeras importaciones fenicias coincide con el abandono del cercano Cerro de la Miel. Durante los siglos VIII-VII, la población del Cerro de la Mora va a descender a la ribera del Genil, abandonando la parte alta donde se ubicaba el antiguo bastión argárico y el núcleo del poblado del Bronce Final. Este hecho podría explicar la diferenciación en

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el reparto espacial de la cerámica de, por ejemplo, la Cuesta de los Chinos (Fresneda, Rodríguez y Jabaloy 1985t97). Por tanto podemos observar claramente que durante los siglos VIII-VII los centros indígenas tendieron a adoptar trazas "urbanas", o al menos a ordenar sus asentamientos de una manera más "organizada" que la mera yuxtaposición de cabañas.'Sin embargo, una de las soluciones adoptadas más frecuentemente por los asentamientos indlgenas ubicados en laderas: el alineamiento a lo largo de muros de contención corridos, no aparece en los casos de los poblados fenicios peninsulares conocidos, aparepiendo, sin embargo, en algunos poblados argáricos. No pretendemos ver en ello una perduración que renace en un momento dado, sino simplemente una solución adaptativa a una necesidad de concentrar población en lugares en que inicialmente se asentaron grupos poco numerosos. En cuanto al alineamiento de las viviendas a lo largo de calles, se trata de una caracrerísrica tan genérica que no nos parece serio hablar de influencia fenicia si no es en relación con otros caracreres claves de la urbanística (eso sin mencionar la existencia de alineamientos de viviendas sin el más mínimo indicio de contacto con el Mundo Fenicio, como ocurre en Saladares). Respecto a la tendencia general en la planta de las unidades domésticas podemos decir que hacia el Bronce Final III (siglo VIII) se aprecia una tendencia al dominio de las formas angulares en algunos poblados: Cerro de la Encina, (esüatos II-I), Cerro de la Mora (Fase Ic y II), Saladares (Fase IA2), Castellar de Librilla (IIb), Santa Catalina del Monte, fase I de Alhonoz, Cástulo I y, en general, en la Campiña Occidental de Jaén; esta tendencia se acentuará durante el siglo MI, haciéndose común a la mayor parte de los yacimientos del Hierro Antiguo. A partir del siglo MI las plantas.parecen complicarse, como en el caso de una vivienda de planta absidal de Peña Negra II o de plantas que combinan muros rectos y curvos en este mismo asentamiento (González Prats 1987: 468,473). Asimismo hay que citar casos excepcionales como el del "santuario" de Cástulo datado en el siglo VI (Blázquez y Valiente 1981: fig. 148) o el edificio rectangular de planta tripartita del Castellar de Librilla, datado en el siglo VII (Ros Sala 1989: ll4-117). Durante el siglo VI empiezan a aparecer casas recrangulares muy alargadas, semejantes a las casas de tipo "megaron" propias de Campos de Urnas. Este tipo de casas aparecen en el Levante Meridional: Peña Negra II, Castellar de Librilla IV y Santa Catalina del Monte, aunque por ahora están ausentes de la Andalucía Oriental, quizís por falta de datos respecto a este período.

Asimismo, y a pesar del dominio de las plantas de tipo rectilíneo, durante el siglo VII, e incluso el siglo VI yan a continuar utilizíndose viviendes de planta circular como ocurre en el Cerro del Centinela (Jabaloy et alii I 983 : 351), Cuesta de los Chinos (Fresneda, Rodríguez y Jabaloy 1987 : 247 248),Peítón de la Reina o Cerro del Real. Por otro lado, no hay una evolución lineal que lleve en todos Ios casos de la planta circular a la rectangular, así encontramos la superposición de estructuras circulares sobre las rectangulares en Peña Negra I, en el siglo VIII en Acinipo o en la Colina de los Quemados. La aparición de las estrucü.uas domésticas de plantas angulares ha sido normalmente atribuida a las influencias fenicias; el único problema para seguir en esta línea es que, como ac¿bamos de ver, esras plantas existen con anterioridad a la presencia oriental en las costas andaluzas, a pesar de que haya que reconocer que su generalización se produce precisamente en el período en el que los fenicios desarrollan una actividad más intensa. Ya hemos visto hasta qué punto la planta ha sido objeto de d.istintos esrudios en relación con paso del Bronce Final al Hierro Antiguo. Pero ¿qué sucede al interior de la c¿baña? Durante el Bronce Final

por estar constituidas por un solo ambiente. La división del espacio interealiza con materiales perecederos, o simplemente no existe. Nuevamente este se

las viviendas se caracterizan

rior de las cabañas

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esquema generalmente válido tiene sus excepciones, como en el Cerro de la Mora o en el Peñón de la Reina de Alboloduy. Pero será a partir del siglo VII cuando se produce una proliferación de casas comPuestas por habitaciones aglutinadas. Asl ocurre en el Cerro de los Infantes, en la fase III del Cerro de la Mora, en la fase IIB de Peña Negra (datada entre 650-600) o en la fase III del Castellar de Librilla

donde nos encontramos con un edificio rectangular de planta tripartita (Ros Sala 1989: 114-ll7). Thmpoco podemos dejar de nombrar el ejemplo anteriormente citado del "sanruario" de la fase III de Cástulo, con una compleja articulación de espacios. A partir del siglo VI, en el momento en que se empiezan a desarrollar como vimos anteriormente las casas marcadamente rectangulares de tipo "megaron", nos encontramos que este modelo implica el desarrollo de estancias en el interior bien diferenciadas, y así tenemos el caso de Peña Negra, o de la fase IV del Castellar de Librilla. Sin embargo, ello no quiere decir que entre los siglos VII y VI a.C. sigan perdurando una gran cantidad de unidades domésticas sin compartimentación interna, como en el Cerro del Centinela, la Cuesta de los Chinos, Peña Negra, Castellar de Librilla, Saladares y Santa Catalina del Monte, aunque en algunos de ellos pueden convivir los dos tipos de consrrucciones.

En cuanto a los sistemas constructivos podemos comprobar que durante el Bronce Final generalmente las cabañas suelen construirse sin cimientos, apoyándose los muros directamente sobre el suelo, a veces tras un somero trabajo de nivelación. Es frecuente, sin embargo, socavar la roca madre, cuando ésta es fácilmente trabajable, de modo que la cabafia sea semisubterránea. Esro ocurre en el esúaro III de la Cuesta de los Chinos (siglo IX), es frecuente en Peña Negra en los siglos IX-VIII y en la fase IIa-III del Castellar de Librilla (segunda mitad del siglo VIII-siglo VII), pero también en cabañas posteriores como las del Cerro del Centinela, datadas entre fines del siglo VII y principios del siglo VL Excepto en el caso de Librilla, las cabañas semisubterráneas son de planta circular u oval y han sido construidas con materiales perecederos. Por un lado, encontramos zócalos estrechos y realizados con una sola hilera de piedras de tamaño irregular o mampuestos de barro. Por orro, están los zócalos realizados con una doble hilera de piedras medianas o grandes, trabadas con piedra menuda. Ambas técnicas han sido documentadas tanto en cabañas de plantas circulares como rectangulares. En principio, las piedras se colocan a seco, aunque a partir de la fase II del Cerro de la Mora (siglo VIII), las piedras se traban con barro, sistema que también aparece desde la fase III del Castellar de Librilla, en el siglo VII. Las paredes de las casas se realizan a menudo con materiales perecederos, posiblemenre cubiertos con barro como elemento aislante. Para levantar el muro sobre el zócalo, se puede tttlizar bien tapial o bien adobe que aparece antes de la aparición de las comunidades fenicias, como en Cobatillas la Vieja en el siglo XI, en el Cerro de la Encina durante el Bronce Final, en el Cerro del Real, desde la fase Ic del Cerro de la Mora (fines del siglo IX-principios del siglo VIII), en el Peñón de la Reina (siglo MII) o desde la fase IIb del Castellar de Librilla (último tercio del siglo MII). En el Cerro de los Infantes aparecen durante el siglo VII, con un sistema de construcción mixto a base de tapial y adobes. En el interior de la cabaña existen muchos tipos de suelo, desde la misma roca madre a tierra batida e incluso puede llegar a colorearse el pavimento, como sucede con el color rojo en la fase Ib del Cerro de la Mora; en otros casos, Ios pavimentos son de guijarros, en la misma fase del Cerro de la Mora o en el Cerro de los Infantes durante el Bronce Final. En cuanto al hoga¡ el más característico está compuesto por una placa de arcilla endurecida. Es evidente que la transformación interna de las viviendas ha de ser reflejo de importantes cambios

L. Hunter-Anderson da una gran importancia a la forma de la casa, pero de un modo indirecto, desde el momento en que es más adaptable a siruaciones de complejidad en los Patrones de actividad de sus moradores (Hunter-Anderson 1977).De este modo, las transformaciones sociales previos. De hecho, R.

en el tipo de vivienda no pueden ser entendidas como un mero "mimetismo" o "influencia" de lo que ocurre en la costa (Belén 1986). Sin negar procesos de emulación social que favorezcan la "difusión"

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de un determinado dpo de casa o de la utilización de unos materiales u otros, hay que decir que las üansformaciones en la urbanística han de ser entendidas, sobre todo, como la manifestación última y visible de cambios en los modos de vida que, por tanto, deben ser anteriores a la realidad física de la nueva construcción. Según R. L. Hunter-Anderson, la transición a un tipo de vivienda más sólido exige mayor esfuerzo, no sólo de trabajo sino de planificación, y está en relación directa con la certeza del éxito en la obtención de recursos. La transición entre modelos de vivienda muy diferentes puede ser rapidlsima, incluso de una sola generación, si se produce un salto en la capacidad producdva, con eI consiguiente aumento de ingresos que permitiría ala familia nuclear una autosuficiencia no permitida hasta entonces. Su manifestación fisica sería la reaJización sistemática de viviendas de varios ambientes. Basta decir esto para darnos cuenta de que las construcciones de los hábitats del Hierro Antiguo del sudeste serían los puntos finales de un largo proceso de maximización de las posibilidades económicas de territorios concretos.

Sin embargo, frente a este mundo "urbano", encontramos que parte de la población indígena continúa viviendo de forma tradicional. Esta dinámica que a veces pasan por alto los investigadores fue comentada por \( Schtile en el simposium sobre los problemas de Tártessos. Los centros del Ibérico Antiguo están habitualmente desprovistos de sistemas defensivos. De esta forma nos encontramos que el poblamiento ibérico en el sudeste es en gran parte rural, con poblados pequeños (Eiroa 1989: 119). Las diferencias regionales de la urbanística ibérica se deberlan más al diferente sustrato indígena, lo que supondría un mantenimiento de las tradiciones en la forma de edificar.

En este paso del Bronce Final aI Hierro Antiguo, analizarel papel del artesanado es fundamental, ya que este grupo resulta especialmente sensible a los cambios de la estructura de la organización social de una comunidad concreta. Por ejemplo, el mantenimiento de un artesanado a dempo completo precisa de una complejidad social que posibilite la creación de un excedente alimentario suficiente para permitir que una parte de la población se dedique a la producciones de elementos no comestibles. Un artesanado suficientemente especializado permite el desarrollo de actividades propias de sociedades protoestatales, como es el caso del comercio. Lamentablemente no contamos con suficientes evidencias acerca de todas las actividades artesanales que se han realizado durante el período que nos ocupa, centrándose los datos más abundantes en laalfarería,la metalurgiay en algún caso en la orfebrerla, en tanto que Ia actividad textil, el tratamiento del cuero, esparto, cestería, procesado de alimentos, etc., apenas se han detectado.

Hasta ahora, los datos sobre la alfxeríay metalurgia son unánimes al probar la existencia de artesanos excepcionales que actúan en muchos de los poblados mejor conocidos del sudeste Peninsular. Sus productos, sobre todo aquellos de un carácter suntuario, pueden alcanzar ocasionalmente grandes distancias. Paralelamente es posible intuir la existencia de producciones mucho menos llamativas y circunscritas al ámbito doméstico o, a lo sumo, al intercambio en un ámbito muy reducido.

La alfarcrla y metalurgia del Bronce Final denotan conocimientos técnicos de gran envergadura que debieron estar en manos de unos pocos cuya actividad pudo ser consiguientemente ensalzada y ritualizada por el resto del grupo, sin embargo, la complejidad tecnológica es sólo una de las variables que afectan al trabajo de los artesanos y que frecuentemente tiende a ser sobrevalorada respecto a otras variables. Algunos modelos sobre la producción alfarera y metalúrgic¿ basados en la evidencia etnográfica ponen de relieve esta cuestión y reivindican otra serie de variables demográficas, económicas, sociales e ideológicas que son pertinentes para explicar el carácter de aquéllas. No obstante, no puede considerarse, con datos suficientemente contrastados, que la figura del artesano a tiempo completo haya sido un elemento frecuente en estas sociedades previas a la llegada de los colonizadores fenicios a

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la Penlnsula a pesar de que existan autores que como Chapman defiendan para el Bronce Pleno un modelo de producción artesanal con especialistas a tiempo parcial (Chapman, I99l). Pero esta interpretación de la naturaleza económica y social del artesano ¿encaja en los pocos datos que conocemos sobre la estructura demográfica, económica y social de estas comunidad.ri Do, variables poblacionales son de primera importancid": el grado de movilidad/sedentarismo de los grupos y el tamaño de los mismos (variables interconectadas entre sí). Diferentes indicios permiten ,,rpor.. q.r. las comunidades del sudeste peninsular tuvieron cierto grado de movilidad y vivieron de forma dispeisa en pequeños grupos, aunque se trata de un esquema excesivamente simplista que requeriría un estudio aparte y que en ningún modo es uniforme durante los siglos XI-VIII, pues no es casual que el mayor número de asenramientos conocidos correspondan a los siglos IX-VIII.

Más significativas son otras cuestiones como la cantidad de trabajo utilizada en las consrrucciones, el tamaño de éstas y la existencia o no de estructuras que revelen una mayor o menor estabilidad en su caso de las actividades económicas. De este modo encontramos una gran variedad de situaciones, desde estructuras de habitación simplemente excavadas en Ia roca, sin muros, y cubiertas con materiales perecederos, hasta estructuras más complejas con zócalos de grandes piedras hincadas o con muros d. adobe y Postes de madera, bancos corridos, pequeñas estructuras de almacenaje, pavimentos de guijarro o empedrados y consrrucciones defensivas. La movilidad y dispersión de la población son dos variables que no favorecen la emergencia de especialistas a tiempo completo. En el caso de la alfarería, D. E. funold ha puesto de relieve que la morrilidad es un factor claramente negativo dado que dificulta muchos de los procesos de fabricación, sobre todo si ésta es sistemática (disponibilidad eventual de materias primas, rentabilidad en la consrrucción de infraestructuras), aunque no de uso de la cerámica e incluso de transporte de ésta. Por otra parte la demanda local es sumarnente importante para explicar la necesidad o no de artesanos con dedicación exclusiva y es obvio que un modelo disperso de asentamiento dificulta una intensa demanda cotidiana de vasos de un solo taller (Arnold 1985: 109-126). Por otro lado la inexistencia de grandes esrructuras de almacenaje hacen improbable una fuerte demanda de contenedores para ,rmrpo.,", alimentos, lo cual llevaría implícita la intensificación de la producción alimenticia para apartar totalmente a algunos individuos de la comunidad del proceso productivo agropecuari o,la caza o la recolección.

En síntesis, la "urbanística", los sistemas de almacenaje o el utillaje agrícola característicos del Bronce Final del sudeste nos hablan de grupos de población que viven en gran parre dispersos y que incluso en muchos casos no son totalmente sedentarios, por oüa parte, no hay huellas de qr. produzcan grandes excedentes lo cual ¡elaúvizaría la importancia "económica" del comercio.

Dentro del artesanado es el alfarero al que mejor conocemos ya que la cerámica por una serie de motivos más o menos específicos es el material m:ís frecuentemente estudiado en los yacimienros que han sido excavados y publicados hasta el presente. Merece la pena, por ranto, reservar algunas líneas al análisis del material cerámico que permita desarrolla¡ y contrasrar hipótesis en relación con esras comunidades. De todos los problemas que se plantean, quizás sea el paso de la cerámica a mano ala cerámica a torno lo que aporte mayor información sobre la evolución del artesanado.

Durante la segunda mitad del siglo VIII en el ámbito del sudeste peninsular enconrramos un horizonte catacterizedo por la presencia minoritaria de cerámica a torno (de claro origen fenicio) en algunos asentamientos indígenas frente a un dominio de la cerámica a mano propia del período inmediatamente precedente. El impacto del material a torno es diferente en estos cenrros (en torno al 10%o en

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el Cerro de la Mora y al30o/o en el Castellar de Librilla) aunque las diferencias se deben probablemente

a un muestreo desigual e insuficiente. En el Cerro de los Infantes, Cerro de la Mora y Castellar de Librilla, los componentes cerámicos de este temprano comercio fenicio cuentan con un porcentaje relativamente importante de cerámica de engobe rojo y pintada (sobre todo formas abiertas o pequeños contenedores) frente a un número limitado de ánforas. Según Ros Sala, ello marcaría un perlodo de importaciones fenicias con un fuerte matiz suntuario respecto a períodos posteriores (Ros Sala 1989: 405). Frente a estos datos, en el Peñón de la Reina de Alboloduy se documentan sobre todo grandes contenedores (Martínez y Botella 19802 303-306). En este asentamiento la cerámica a torno se registra más tardíamente (fines del siglo Vlll-principios del siglo VII), siendo claramente minoritaria respecto a la cerámica a mano y constituida, sobre todo, por ánforas.

Da la impresión de que la actividad comercial fenicia durante esta primera fase es más temprana, diversificada e intensa sobre centros con una ocupación más estable durante el Bronce Final como el Cerro de la Mora, o Cerro del Real frente a centros mucho más inestables como el Peñón de la Reina. Sin embargo las diferencias son notables pues, si bien en la Vega de Granada se ven favorecidos los asen= tamientos con una ubicación estratégica (por ejemplo para comunicar la costa con el Alto Guadalquivir), en Murcia un centro como el Castellar de Librilla recibe una intensa influencia colonial presunramenre debido a la importancia estratégica del hierro que se extrae y que beneficia localmente. El caso del Peñón de la Reina es sumamente peculiar pues, de los citados en el párrafo anterior, es el más cercano a la costa ¡ sin embargo, el que cuenta con un horizonte de importaciones más pobre y limitado. El presunto desinterés de los fenicios hacia la zona del Nacimiento-Bajo Andarax puede resultar extraño, dada la riqueza metalúrgica de este territorio y la widencia de poblamiento indígena durante el Bronce trdío y Final e incluso el frecuente hallazgo de objetos de metal. Es posible que una investigación exhaustiva en esta zona depare sorpresas; de esta forma, las escasas importaciones de Albodoluy deberían jvgarse en función del carácter inestable y probablemente marginal del asentamiento. Es posible que ya durante el siglo

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algunos de los asentamientos del sudeste peninsular hayan adoptado el torno de alfarero; asl parece haber ocurrido en el Cerro de la Mora o en el Castellar de Librilla. En la fase II del yacimiento granadino se han documentado algunos ejemplares de cerámica gris a torno, en tanto que en el de Castellar de Librilla se aprecia la presencia de cerámica gris y de engobe rojo. En ambos casos se realizan a torno formas típicas de la cerámica cuidada del Bronce Final local, siendo especialmente significativos los "vasitos de paredes finas" y las fuentes carenadas, tipos sobre los que ya hemos hablado anteriormente (Carrasco et alii 1981: fig. 7,35; Ros Sala 1989: 310311). Hay que llamar la atención sobre la cuestión de que en el Medio yAlto Guadalquivir la adopción generalizada del torno de alfarero debió ser un proceso mucho más tardío y limitado, lo cual es hasta cierto punto paradójico, teniendo en cuenta que es uno de los territorios en los cuales los fenicios están más interesados.

A partir del 700 a.C., y coincidiendo con una presencia más estable del elemento colonial en la costa, la presencia de producciones cerámicas nuevas en el mundo indígena se amplia en un doble sentido: por un lado aumenta el número de asentamientos con este tipo de cerámica (como por ejemplo Cástulo o Peña Negra de Crevillente) y, por otro, se observa un aumento proporcional de las producciones a torno en poblados en que éstas ya estaban presentes como el Cerro de los Infantes, Cerro de la Mora, Cerro del Real o Castellar de Librilla.

Uno de los factores crlticos para la adopción del torno de alfarero radica en la productividad por tiempo empleado en Ia elaboración del vaso (modelado, secado de la arcilla, acabado). El aumento de

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la calidad de los vasos realizados con este sistema respecto a las producciones a mano es muy relativa (hay otras variables como los métodos de cocción empleados), y como vemos, éste no parece ser el caso de la cerámica gris del Sudeste si la comparamos con los ejemplares de cerámica cuidada a mano. Por otra parte, la adopción del torno sólo se justifica si se maximizan sus capacidades productivas dada la mayor inversión de esfuerzos que requiere, sobre todo si se trata de vasos de gran tamaño (Nicklin l97l-72:37).Es curioso observar cómo los'complejos sistemas decorativos pintados o incisos que observamos en las producciones a mano desaparecen sustituidos por los temas de bandas, zonas y filetes, cuya aplicación sería mucho más rápida. Una de las razones de este abandono ha podido consistir en que la elaboración de estos motivos puede retrasar el ritmo de producción (Arnold 1985: 208-2ll).

Todo ello nos informa de que las novedades comerciales cuyo ritmo se aceleró significativamente durante los siglos VIII-VII provocaron intensos procesos de emulación entre alfareros, comportamiento que se puede percibir ya durante el Bronce Final, aunque de forma iro tan intensa, y que se reconoce como uno de los principales motores de la innovación en cerámica (Nicklin L97l-72:20). Este deseo de emulación vendría determinado por la especial valoración que las élites locales darían a ciertas formas cerámicas fenicias, que en último término serían demandadas por capas cadavez más extensas de la población.

Otro de los indicadores principales de una complejidad en el contexto en el que trabajan los alfareros es el de las marcas de alfarero. En el sudeste peninsular estas marcas empiezan a ser relativamente frecuentes, si bien sólo ocasionalmente se les ha prestado una especial atención. Conviene aclarar que no hay que confundirlas con grafitos, dado que las marcas de alfarero son previas a cocción, incisas, impresas o bruñidas, por tanto, realizadas por el propio alfarero. Támpoco se han de confundir con motivos decorativos, por ejemplo con la cerámica estampillada del Alto Guadalquivir de una época muy posterior. No se trata de decoración por su carácter único en los vasos (no se repiten sistemáticamente como ocurre con la cerámica estampillada) y en el caso de platos y cazuelas de cerámica gris se sitúan claramente en la parte externa del fondo o cerca de ésta, de manera que en su posición natural es imposible o muy dificil verlas. Por ahora, su distribución es muy desigual; son muy abundantes en Peña Negra de Crevillenrc y ya han sido suficientemente documentadas en el Albaicín, apareciendo esporádicamente en otros lugares como los Villares de Andújar, Cerro de los Infantes, Mesa de Fornes, Adra, Morro de Mezquitilla. Sin embargo, en otros yacimientos como el Cerro de la Mora, Castellar de Librilla, Saladares o Toscanos no se menciona ninguna, en tanto que los abundantes casos del Peñón de la Reina son interpretados por sus excavadores como decoración bruñida y aparecen mayoritariamente en cerámica a mano. Hay que hacer notar que curiosamente las marcas de alfarero de que estamos hablando se sitúan de forma bastante regular en aquellas partes del vaso en que también colocan los fenicios sus grafitos, bajo las asas en las ánforas o en el fondo o junto al mismo en los platos. La influencia colonial parece, pues, evidente, aunque no estamos aún en condiciones de conocer la función que cumplirían dichas marcas.

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AI igual que hemos observado en la alfarería, el trabajo del metal sufrió un proceso de complejidad creciente, incluso posiblemente más rápido, llegando a producirse un fenómeno entre fines del siglo MI y durante el siglo VI similar al que se observa en los centros de producción de cerámica, es decir, que los talleres ocupan antiguas áreas de hábitat o se apartan de éstas. Así ocurre en Cásnrlo y en el Castellar de Librilla, donde junto al horno de alfa¡ero se construyó un segundo horno de fundición de hierro preparado para il,canzar mayores temperanrras. A este respecto es curioso observar cómo los objetos de hierro empiezan a ser frecuentes en el Castellar de Librilla, Cerro de la Mora, Cástulo, Llanete de los Moros, Los Alcores de Porcuna y no sólo en objetos de tipo sunnrario o en armas. Paralelamente aumenta el número de asentamientos con evidencias de producción de hierro. Según

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Ros Sala, el hierro pasó en el siglo VI de ser explotado únicamenre como materia prima para los mercados coloniales, a ser trabajado por herreros locales convirtiéndose en parre normal del utillaje de las

comunidades indígenas (Ros Sala 1989: 414).

De lo dicho hasta ahora, se puede deducir que hacia fines del siglo VII las comunidades del sudeste peninsular hablan intensificado notablemente su capacidad productiva en actividades arresanales, aunque esta intensificación no fue en ningún modo ajena a la producción de alimentos ni a la creciente posibilidad de aumentar las redes de distribución y de demanda de los productos de uno y otro "sector". Asimismo, es más que probable que para este momenro hubiera cambiado radicalmente la organización interna de las actividades artesanales, respecto a lo que velamos en el Bronce Final, con la generalización (o aparición) de artesanos a tiempo complero, cuya producción alimenta la demanda local y posiblemente comarcal. El trabajo de estos artesanos esrá exenro probablemente de la participación en la producción de alimentos, y contribuye a que el resto del grupo deje de realizar sus propias cerámicas o utillaje agrícola. La especializacióny división del rrabajo se acentúa, con la consiguiente aplicación de técnicas más avanzadas que permiten obtener una mayor productividad. Sin embargo, los costes también son mayores (construcción de infraestructuras, extracción y procesado de la materia prima, obtención de combustible). Es imposible pensar que esros costes corrieron por entero a cargo de los artesanos sino que el resto del grupo participó en ellos. Asimismo las redes de distribución e intercambio se hicieron más estables y localmente los excedentes alimentarios tuvieron que ser capaces de alimentar a un número creciente de artesanos (Brumfield y Earl 1987).

ha producido este fenómeno en el sudeste?. Ya habíamos indicado que hacia el siglo VIII había aumentado el número de asentamientos. Algunos poblados que aparecieron en los siglos IX y VIII se mantuvieron ocupados sin interrupción al menos hasta el siglo VI (Peña Negra, Saladares, Castellar de Librilla, Cerro de los Infantes, Cerro de la Mora, Cero del Real, etc.), en ranro que otros como el Cerro de la Encina o el Cerro del Salto se abandonaron hacia el700, tras el primer nivel de importaciones. El primer dato puede indicar una tendenciaalaestabilidad poblacional más frecuente, como parece ocurrir en Peña Negra o Castellar de Librilla y el segundo, rendencias puntuales a la concentración de una población dispersa como parece ocurrir en Los Patos-Cerro del Salto-Cástulo; Cerro de la Miel-Cerro de la Mora, o traslado de población desde zonas marginales (Cerro de la Encina-Albaicln). De todos modos hay que decir que la movilidad poblacional no desaparece en el siglo VII, como lo demuestran el Peñón de la Reina, el Cerro del Centinela o la Cuesta de los Chinos. ¿Se

La concentración de población debió ser un factor decisivo en la organización global de los asentamientos del Sudeste a partir del siglo VII. En este período las construcciones se exrienden a las laderas de los antiguos asentamientos del Bronce Final (Cerro de la Mora, Saladares, Castellar de Librilla, etc.), con obras de aplanamiento y aterrazamiento para ubicar un número mayor de construcciones (Cerro de la Mora, Saladares, Peña Negra, Santa Catalina del Monte de Verdola¡ etc.), que son cla¡os indicadores de una concentración poblacional. Es posible que la propia sistematización de la consrrucción de casas con muros rectos y varios ambientes esté relacionada con la necesidad de racionalizar el espacio tanto interno como externo a las viviendas para dar cabida a una población mayor y con actividades más especializadas y complejas que requieren una utilización del espacio ambién más especializada. Unidades sociales menores se aglutinan en núcleos ya existentes y mandenen su identidad como tales, aunque evidentemente generan cambios, sobre todo en la estrucnrra económica. Este es el modelo que K Flannery denomina "comunidad de aldea" y que es el paso previo a la consolidación de núcleos urbanos (Flannery 1972).

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Diversas razones nos permiten afirmar que las sociedades del sudeste peninsular experimentaron un proceso de concentración demográfica mediante la aglutinación de unidades sociales de tamaño menot (compárese con procesos similares y contemporáneos en otros lugares del Mediterráneo; Champion et

alii 1988: 332-333). El fenómeno, que aquí denominaremos "Piotourbano" (Aubet 1977-78:107), probablemente afectó a las actividades artesanales en otros sentidos. Según funold, la etnografía nos enseña que la alfare' ría a tiempo completo no es una actividad deseable, sino que en muchos casos, los que se dedican a ello se han visto forzados por problemas de subsistencia. En este sentido, la presión demográfica sobre los recursos puede tener un efecto de empobrecimiento de ciertas unidades familiares, que consiguientemente tendrían que ocuparse en otras actividades para subsistir (Arnold, 1985: 17l-196); este fenómeno se acentuaría en el caso de que dichas actividades provocaran transformaciones ecológicas a escala local (González§Tagner 1986: 157). Asimismo, se ha puesto en evidencia la insalubridad de ciertos procesos metalúrgicos que afectaría, sobre todo a los fundidores (Fernández,1990:207-209), aunque también a las viviendas cercanas, lo cual serla otra ruzón de la conformación de talleres fuera del ámbito doméstico (Ros Sala 1989).

Sin embargo, existen suficientes razones para hablar de una intensificación sin precedentes en la producción de alimentos y su redistribución. A través de datos indirectos, como la utilización más frecuenre de utillaje de metal, la producción sistemática de contenedores y especialmente ánforas (la producción de un contenedor tan especializado, costoso, frágil e incluso pesado como el ánfora sólo se justifica por la necesidad de comerciar con líquidos o semilíquidos muy preciados, de ahí que la fabricación de ánforas en centros indlgenas sea una manifestación indirecta de la producción y redistribución de excedentes de vino, aceite u otros productos: Guerrero l99l: 65) e incluso la detección de sistemas de almacenamiento más complejos tanto domésticos como comunales, podemos decir que la producción de alimentos sufrió una activación durante el siglo MI que permitió una acumulación y comercialización de éstos mayor que en períodos precedentes (véase la relevancia otorgada a la intensificación de la producción agrícola en el cambio socioeconómico en Renfrew; 1982: 5). Es posible que esta tendencia también haya que ponerla en relación con el proceso de concentración demográfica, que posiblemente es una de las "riquezas" más ambicionadas por las élites indígenas (Plácido et alii 1991: 153). Presuiniblemente, la intensificación en la producción de alimentos sería más la consecuencia que la causa de dicha concentración demográfica (Flannery 1975: 26; Gamble 1982). En definitiva, podemos decir que antes de la llegada de los fenicios a Occidente existía cierto grado de competición social por el control de recursos estratégicos como los metales, tanto de su explotación directa (Castellar de Librilla, Peña Negra, C¡ísrulo) como de su distribución (Cerro de la Mora, Cerro de los Infantes, Los Gavilanes, etc.). fuimismo, esta competición se enfatiza en el consumo y amortización'de metal (en peQueñas'cantidades comparado con otros territorios), pero también de otras mercancías fruto del trabajo de artesanos (por ejemplo cerámica y fíbulas-tejidos). Thas esta faceta de la competencia, debió existir una lucha por aumenta¡ el tamaño de los grupos (y por tanto de la, fixrza de trabajo disponible), dificilmente perceptible a través de la arqueología, pero que se evidencia ante la preferencia por ocupar inrensamente las áreas con alto potencial agrícola (Vega del Genil, Campiña Jiennense, Valle del Guadalentín-Bajo Segura).

mundo fenicio al mundo indígena (uno de cuyos vehículos quizá fueron los fenicios integrados en los ámbitos inügenas, y que probablemente no ere una acción preconcebida), no ha de ser vista como un sinsentido desde el punto de vista competitivo. Thmpoco se ha de ver de un modo un tanto ingenuo como el fruto de una "vocación civilizadora". Se trata claru-

La

ca,*talización de tecnología desde el

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DISCUSIÓN

mente de una maniobra interesada para fomentar indirectamente la productividad y la consiguiente concentración de excedentes. La mejor forma que tenían los fenicios de obtener grandes cantidades de materias primas era que las élites indígenas compitieran entre sí por aumentar su poder individual, movilizando al máximo sus recursos (Plácido et alii 1991:156).Tiatar con el vértice de la pirámide de una sociedad jerarquizada era mucho más sencillo y estable que tener que comerciar con comunidades dispersas que poco tenían que ofrecer.

Sin embargo, esta estrategia podía conllevar efectos contradictorios. Hacia fines del siglo VII y durante el siglo M, hay indicios de que la diversificacióny complejidad de las actividades artesanales en los centros indígenas del sudeste convertía a éstos en más "independienres" de Ia oferta fenicia en cuanto a bienes de prestigio. Los fenicios ya no podrlan utilizar tan fácilmente su superioridad artesanal para proporcionar dichos bienes, incentivando aquéllos que requerían una mayor especialización o bien materiales exóticos de difícil adquisición .H^y que tener en cuenra que ello supondría una mayor dependencia respecto al comercio mediterráneo, en un momenro en que la metrópolis comienza a tener problemas. De ahí que la aparición en las costas peninsulares de los comerciantes jonios, desde el momento en que podía ser una fuente de productos exóticos, no firera vista como una amenaza sino más bien como un medio de mantener por algún tiempo una situación de comercio colonial.

A partir de ese momento entramos en el desarrollo de 1o que se conoce como sociedad Ibérica, con planteamientos, estudios y análisis distintos de los que aquí nos ocupan.

7.2. Lafundación de lliberri. Por los únicos datos con los que contamos hasta este momento para determinar el primer asentamiento humano en el Albaicín, no parece que éste se haya producido con anreiioridad al segundo cuarto del siglo MI a.C., a pesar de que en algunas excavaciones puntualmente hayan apa.recido materiales a mano que podrían haberse asociado a niveles del Bronce Final, como es el caso de las excavaciones del Carmen de la Muralla (Roca, Moreno y Lizcano 19SS). No obstante, hay que pensar que aún en el siglo VII a.C. es frecuente que perduren materiales con las morfología y morfometrít ceracterísticas de los períodos inmediátamente anteriores. Para comprender mejor la fundación de la ciudad, hay que esperar unos estudios más completos relacionados con los restos del Bronce Final que se encontraron en la Calle Gran Vía. En este lugar, se documentaba la existencia de restos de un fondo de cabaña con materiales que parecen datar del siglo IX (López et alii 1997: 251) y que formarían parte de un pequeño asenramiento en ladera, de cuyas dimensiones poco o nada sabemos (Burgos et alii L999: 147-148); tan sólo se puede avenrurar que no afectarla a la parte superior del cerro delaAlcazaba Cadima. La cronologíeextcte del abandono de dicho asentamiento no puede precisarse en la actualidad, pero todo parece indicar que difícilmente podría llegar hasta pleno siglo VII a.C. Al mismo tiempo, coincidiendo aproximadamenre con esras fechas, tal y como hemos anrlizado anteriormente, el poblado fortificado del Cerro de la Encina de Monachil sufre una importante recesión, aunque no un total abandono; y es en esre punto donde nosotros incorporamos la fundación del asentamiento enlaAlcazaba Cadima, momento al que habría que adscribir la fme más antigua del Callejón del Gallo, en torno aJ,6751650 a.C.

Los motivos que pudieron llevar a la fundación de un asentamiento amurallado en altura debieron ser muy complejos. Al margen de un agotamiento interno de las esrrucruras socioeconómicas que ca¡acterizaban a las comunidades del Bronce Final, es indudable que las relaciones con las comunida-

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des fenicias de la costa hubieron de jugar

un papel nada despreciable. Este contacco sería posible gfacias a diversas vlas de comunicación pero, sin duda, una de las más importantes fue el conjunto formado por los accesos naturales que atraviesan las sierras de Tejeda y Almijara, que separan los principales conjuntos de factorlas fenicias de la costa (situadas desde Vélez-Mrílaga hasta Almuñécar) de la Vega de Granada. En esa línea tenemos caminos salpicados con yacimientos que podrían ayudarnos a contrastar esta hipótesis, como es el caso de Iá Mesa de Fornes, asentamiento que se abandona en un momento indeterminado entre finales del siglo MII y principios del siglo MI a.C., y donde aparecen cerámicas fenicias. De esta forma, a lo largo del siglo VII a.C. en las zonas del entorno de la Vega de Granada estamos ante una situación que provoca un profundo cambio de las estructuras del Bronce Final; por este motivo nos enfrentamos a una reestructuración general del territorio que se articulará en torno a poblados fortificados en altura, fácilmente defendibles, dentro de los cuales podemos enclavar el fundado en el Albaicln hacia el tercer cuarto del siglo MI a.C., que implica el abandono de otros asentamientos colaterales pues responde mejor a las nuevas necesidades: presenta una fácil defensa natural y, al mismo tiempo, está volcado hacia el control del naciente comercio con las comunidades fenicias de la costa (en este sentido, el Cerro de la Encina está demasiado alejado del núcleo de explotación que supone la rica Vega de Granada).

El primer asentamiento humano del Albaicín está compuesto por un grupo que conoce perfectamente sistemas constructivos demasiado complejos para las sociedades inmediatamente precedentes. Así lo confirma el hecho de que las plantas de las cabañas son totalmente rectangulares, abandonándose por completo las plantas ovaladas. Además, puede plantearse la posibilidad de la existencia de un planteamiento urbanístico preconcebido desde el primer momento fundacional pues, como hemos visto en el Corte 3 del Callejón del Gallo, las cabañas se estructuran en perfecto ángulo recto respecto a la orientación de la muralla. Otros elementos, sin embargo, se corresponden mejor con tradiciones anteriores del Bronce Final, como por ejemplo el uso del tapial en la elevación de los muros, cuyos zócalos, construidos en piedra, presentan una primera hilada de bloques dispuestos en espina de pez. En este sentido, debemos apuntar que, al menos por el momento, no es posible determinar que hayan sido utilizados los adobes como sistema constructivo. Todos estos elementos nos llevan a concluir que las poblaciones que se asentaron en el Albaicín eran técnicamente deudoras de las comunidades del Bronce Final; es muy probable que simplemente nos encontremos ante un grupo humano que ha cambiado la ubicación de su hábitat, siempre dentro de una misma región; es decir, se trataría, en definitiva, de las mismas gentes que en el Bronce Final ocupaban lazona nordoriental de laVega de Granada.

M a.C. observamos

un proceso muy interesante en el comportamiento de estas comunidades. La existencia de elementos domésticos extramuros localizados en el Corte 3 y pegados a la muralla, parece indicar que nos encontramos con algo similar a lo que podrla definirse como sinecismo, es decir, con la concentración de la población perteneciente a un espacio más o menos amplio, en un solo punto; este fenómeno suele asociarse a la creación de ciudades, como bien se puede demostrar en ejemplos tan dispares como la Grecia de los siglos X al VIII a.C. De hecho, si analizamos el comportamiento de las estructuras domésticas documentadas en el Corte 3, podremos ver que durante todo el siglo MI y parte de inicios del VI a.C., se produce un progresivo avance en la ocupación de un espacio y que dicha ocupación no ha sido inmediata, repentina. Es posible que tras la construcción de la muralla y hasta bien entrado el siglo VI se fuera produciendo de forma lenta e ineluctable este proceso de sinecismo que parece haber afectado profundamente a las sociedades que habitaban la zona occidental de la Vega de Granada. Este sinecismo es qldzís uno de los motivos que pudo provocar el nombre de la ciudad, un nuevo centro donde amoldarse a la nueva situación Desde su fundación hasta principios del siglo

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DISCUSIÓN

económica y social que supusieron las üansformaciones de las sociedades indlgenas desde el Bronce Final: la nueva ciudad, Iliberri.

En el caso del Albaicín, como consecuencia de lo anterio¡ nos enconrr¿rmos con un verdader o o?pidum 1bérico defendido con murallas de mucha mayor entidad que la constatada en el Corte 3. Considerando la dispersión de los niveles fechados en la fase IbéricaAntigua (siglo VI a.C.), nos encontramos con un oppidum que alcanza, aproximadamente, dieciséis hectáreas y media (fr1. 7 . 1). Unas dimensiones considerables, sobre todo si tenemos en cuenta que la casi totalidad de los oppida granadinos apenas supera las seis (Adroher 1999). Este proceso de concentración de población pudo haberse detenido durante el siglo VI, momento al que Pertenecen la totalidad de los otros tramos documentados en el Albaicín: San Nicolás (a pesar de la fecha propuesta inicialmente, vs. Casado et alii 1998) o las de la Casa del Almiranre que demuesrran un asentamiento en mejores condiciones y ordenación que el que pudo haberse fundado un siglo antes.

Sabemos que lliberri sigue en las líneas comerciales características del mundo mediterráneo: en la primera mitad del siglo tenemos aún importaciones de tipo fenicio, así como las conocidas copas jonias 82, de las que se contabilizanyamás de casi una decena de fragmentos procedentes de distintas excavaciones (San José, Carmen de la Muralla, etc.), siendo una constante de este período.

Durante la segunda mitad del siglo VI a.C., asistimos a un cambio profundo en las estrucuras inrernas de la sociedad ibérico antigua, que tiene su reflejo a nivel arqueológico en la total inexistencia de materiales de importación, característica que se mantendrá a lo largo de casi todo el siglo V a.C.

7.3. Problemas sobre la continuidad en el ibérico pleno. El período pleno, entre los siglos V y III a.C. ha proporcionado pocos datos en el Callejón del Gallo. Esta realidad se hace patente en el resto de las excavaciones realizadas en la ciudad, donde difícilmente se han constatado estructuras correspondientes a este perlodo. Aunque algunos indicios apunran hacia un posible abandono de algunos asentamientos del Ibérico Antiguo para proceder a ocupar zonas altas y fácilmente protegidas, lo cierto es que no existe ningún problema en determinar la continuidad

del poblamiento en los principales asentamientos de la Vega de Granada: el Cerro del Moro de Ventorros de San José, el Cerro de la Mora, el Cerro de los Infantes o lliberri. Para intentar obrener una información más exhaustiva de lo que ocurrió, debemos basarnos en el estudio de algo mucho mejor conocido: las necrópolis. En el caso de lliberri existen testimonios que apunran hacia dos posibles necrópolis. Una de ellas, de la que se sabe más bien poco, se locilizaÁa en la ladera del Mauror, donde en el siglo XD( se localiza¡on dos urnas cinerarias (Gómez Moreno 1889). l,a otra estaría en la colina que se sitúa inmediatamente al nordeste del asentamiento de lliberri (furibas 1967),lugar donde actualmente se localizan los Cármenes de Rolando. Los datos de que disponemos hoy en día nos permiten considerar que la necrópolis debió empezar a utilizarse casi con conremporaneidad a la fundación del antiguo oppidum, ya que es frecuente encontrar material del siglo VIIA/I a.C., en las laderas occidentales de la misma. Recientemente, ha tenido lugar en Granada el hallazgo de un depósito de cerámica en la calle Zacatín (Rambla y Cisneros, 2000) que, al margen de su interpretación (para la cual merece la pena destacar que consiste en una fosa situada en los aledaños del río Darro), permite determinar que llibeni recibe materiales de importación griegos desde finales del siglo V a.C., y que sigue el mismo rirmo que

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cualquier otro asentamiento contemporáneo del sudeste, donde a lo largo de la primera mitad del siglo IV a.C., se encuentra un buen mercado de consumo de estos productos.

El Callejón del Gallo no aporta ninguna nueva información sobre esre período, al margen de la presencia de algunos fragmentos aislados y fuerade contexto, como cerámicas áticas de figuras rojas y barniz negro y algún material indígena. Una situación algo distinta a lo que enconrramos inmediatamente después.

7.4. La municipalización cesariana y los conrexros de época republicana. La ciudad en la Antigüedad, es la forma más evolucionada de organización social que se ideó y se puso en práctica desde el inicio de las sociedades estatales allá por el IV milenio a.C., en el Próximo Oriente. Sin embargo, estas sociedades desarrollaron un concepto algo reducido de ciudad, que se limitaba a la relación entre ésta y su entorno más o menos inmediato. Roma, casi cuatro milenios más tarde, suplantó el antiguo concepto de polis-estado, ampliando notablemenre la definición de éste a lo que, por primerayez en la Historia, podemos denominar como un verdadero Imperio (Lichtheim 1972). Cuando Roma conquistaba o sometía a otra población, le otorgaba un rrato jurídico que era exclusivo de esa ciudad y, al menos en teoría, no se podía comparar con las relaciones que la misma Urbs mantenía con otras. En definitiva, el trato era de ciudad a ciudad, de un grupo de ciudadanos hacia otro grupo de ciudadanos, porque la ciudad no era un lugar geográfico sino que, como ya vimos, eran los ciudadanos quienes daban cuerpo y significado al territorio y al nombre. Una ciudad dentro del Imperio Romano no sólo significaba una concentración de población sino que centralizaba, junto con el territorio adyacente y adscrito a ella, la justicia, la economía, la política y la religión delazona o territorio circundante. Esta dicotomía enrre ciudad y territorio esrá perfecramente imbricada en la Antigüedad, a pesar de que en algunas ocasiones nos empeñemos en separar ambos conceptos. Y especialmente, a partir de la presencia continua del Estado Romano, se convierte en todo un símbolo del poder del Imperio y de su política de control sobre las sociedades "someridas"; definiendo así, la racionalización de la obtención de recursos materiales de manera conrrolada y frecuente, por y casi siempre en beneficio del Estado Romano.

El oppidum de lliberri, desde el momento en que entra bajo la tutela del Estado Romano, debería estructurar de una forma diferente la explotación de su territorio circundante, con la finalidad de optimizar recursos que permitieran mantener el status especial que, como hemos podido comprobar con anterioridad (recordemos la pronta municipalización de lliberri), tenía la ciudad. Uno de los sistemas más originales de explotación del territorio por parte del Imperio es la cenruriación, que debía afectar a tres ámbitos fundamentales: a la estructura urbana del núcleo principal de población, a la ubicación de los asentamientos secundarios de carácter básicamente agrícola y a la estructura de la apropiación y explotación del territorio (ager). Esta organirución influía en la disrribución de lx uillae y en los cami-

nos que atravesaban el territorio hasta el núcleo principal y que facilitaban la salida y entrada de productos comerciales. La propiedad de la tierra quedaría dividida entre dererminados ciudadanos dependiendo del status social de éstos, de su relación con el poder romano y del potencial rendimiento de cada zona. Bajo esta óptica, el territorio de llibeni, jugó el papel de "polo de arracción" para la población circundante, al mismo tiempo, que de vehículo del proceso de romanización.

Hoy por ho¡ no existen datos suficientes para contrastar la hipótesis de trabajo sobre la exisrencia de una centuriatio del ager iliberritanus ¡ en el caso de que haya existido, no sabemos cuándo Gi bien

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DISCUSIÓN

podría haberse desarrollado paralelamente al proceso de municip alización) ni, mucho menos, la estructura y organización social de la propiedad. Lo que sí es cierto es que se hizo un importante esfuerzo parala construcción de infraestructuras hidráulicas que, en época romana, oprimizaron la rentabilidad de las tierras de la Vega de Granada, como sin duda demuestra el complejo sistema construido en el entorno de la actual Deifontes (presrr, canalizaciones, posibles acueductos, etc. vs. a esre respecro Orfila et alli L995 y Castillo, Orfila y Multoz 1998) y que debía abasrecer de agua a los principales centros agropecuarios de esta zona de la Vega, como pudieron ser las uillae del Pantano del Cubillas, de Lapuente y del río Bermejo (Castillo, Orfila y Muñoz 1998:87). Este proceso no debió ser excesivamente rápido, ya que desde la primera presencia romana en Iliberri (tenemos materiales importados de Italia, como campaniense A y ánforas itálico-republicanas), al menos desde el segundo cuarto del siglo

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a.C., hasta que se establece un sisrema de explotación plenamente romanizado de la Vega transcurren prácticamente tres siglos. Como se ha analizado en muchas ocasiones anteriores, el verdadero proceso de creación de las uillae en esras zonas del sudeste de la Península Ibérica normalmente tiene lugar a partir de época flavia, durante la segunda mitad del siglo I d.C., momento con el que habría que asociar la mayor parte de las conocidas, incluso en el enrorno más inmediato, como la de los Vergeles (Fresneda et ahi 1993).

Los cambios que como vetemos se producen paralelamente al proceso de municipalización (si bien la relación causa-efecto debe analizarse de forma más profunda) no parten desde la nada. Ya en el siglo II a.C., inmediatamente después de la conquista romana, Iliberri enrronca Ltna-vez más con las estructuras comerciales que caracterizan a todo el ámbito del Mediterráneo Occidental, por lo que no le son ajenas importaciones procedentes de centros de producción muy dispares, como el vino de Campania (con ánforas Dressel 1A), vajillas de mesa (campaniense A y boles megáricos) o de cocina (común itálica o rojo pompeyano), q,re indican una actividad económica que puede considerarse como saneada y que deben justificarse como ejemplos de la pronta sumisión de la aristocracia a las nuevas estructuras sociopolíticas latinas.

A

lo anterio¡ o mejor dicho, asociado a ello, se inicia un proceso de reesrrucruración de la ciudad de lliberri, pues como hemos visto, en la segunda fase constructiva del Corte 2 (Fase 2D2) tiene lugar un importante cambio en el conjunto urbano de este secror de la ciudad, el cual, por otra parte, podría ponerse en paralelo con algunos de los niveles contemporáneos localizados en otros puntos del Albaicín. No obstante, seguimos manteniendo que, salvo en algunas zonas aisladas, eltrazado urbanístico de una ciudad como lliberri, con un importante antecedente ibérico, no entraría dentro de los cánones generalmente aceptados para las ciudades consideradas como típicamente romanas. Los íberos ya habían desarrollado cierto nivel de urbanismo, relativamenre complejo (Bendala 1998) con algunas influencias externas, fenicias, griegas, cartaginesas e incluso romanas, antes del asentamiento definitivo del Imperio en territorio hispano. No debemos olvidar que, como demuestran casos como el de la Colonia lulia Gernella Acci (Guadix), la política urbanizadora romana se decantó por mantener las ciudades preexistentes más que por la fundacién de ciudades de nueva planta (Molina y Roldán 1988). pesar de todo

De esta forma, tras el abandono apresurado de la Península Ibérica por parre de las derrotadas tropas púnicas, los,ejércitos romanos se encontraron con un territorio que aspiraba a manrener la independencia tutelada por el nuevo "dueño". Entre el 215 y e1210 a.C. se produjo una rebelión generalizada (salvo en algunos núcleos) contra el poder establecido en Iberia por los cartagineses, lo cual facilitó sobremanera el triunfo definitivo de Roma; posteriormente nos encontramos en el 197 e-C- con una situación parecida, la rebelión de los oppidd ibéricos contra la presencia ahora romana, rebelión

t99

CALLEJÓN DEL GALLO

que se extendería hasta el aíro 179 a.C., con la conquista y pacificación definitiva de estos territorios por los romanos (Liv. )OO(V, 22;WlI, 46; Strab. 3, 1,7.).

Iliberri

por aquel entonces una ciudad importante y los romanos vieron en esre centro urbano un lugar propicio para centrar el control de un territorio amplio. Esto explica la emisión de moneda a cargo de la ceca situada en lliberrí,la cual, desde el-206 al 105 a.C., acuiaría monedas con el exergo en caracteres ibéricos junto a otros dos centros urbanos importantes, Cástulo (Linares) y Obulco (Porcuna). Con posterioridad a la represión de Ia rebelión de los ibéricos basteranos y después de lavictoria definitiva de Roma, la ciudad de lliberri,junto al resro, serían consideradas ciudades estipendiarias; lo cual significarlapagar un uibuto anual en monedas, así como servir de centro regional de reclutamiento para prestar servicio obligado en las rropas auxiliares de los ejércitos era ya

romanos. Es muy importante el hecho de la emisión de monedas entre el 100-50 a.C. con el nombre de la ciudad en caracteres latinos: ILIBER, como abreviatura de lliberui. Esto nos muestra que, a pesar de seguir siendo una ciudad estipendiaria, el proceso de integración dentro de la cultura romana ha sido veloz e importante.

Llegamos a la etapa donde las luchas civiles en Roma afectan de manera directa a lliberri. La lucha por obtener el dominio de Roma que enfrentó a Pompeyo y sus sucesores con César, convierte a las provincias hispanas en teatro de operaciones de esta guerra civil. Demostrado está que los lazos

"clientelares" tejidos por Pompeyo entre las clases dirigentes hispanas le granjearon un inestimable apoyo a su causa, en tanto que César no contaba con las mismas ayudas (Blazquez et alii 1988). Thas la desaparición de Pompeyo, sus sucesores y seguidores se refugiaron en tierras hispanas para continuar la lucha, provocando así que César se viese en la obligación de acudir a pacificar las provincias hispánicas. Al llegar César o sus aliados a tierras bastetanas, muchas ciudades, entre ellas lliberri, se pusieron del lado cesariano. De esta forma y tras la derrota definitiva de los seguidores de Pompeyo en Munda (cerca de la actual Montilla) en el45 a.C., César redacta y publica un edicto elevando a la categoría de municipios y colonias a algunas ciudades que le prestaron a¡rda enrre las que se encontraba lliberri.

Como pretendemos mostrar con los resultados obtenidos a través de la excavación realizada en el Callejón del Gallo, la implicación en la política romana y su municipalización, supusieron un revulsivo importante para el desarrollo de la ciudad de lliberri. Si con anterioridad era urr cenrro urbano importante, máxime si era el caalizador de toda una región o terrirorio, ahora, tras ser elevada de categoría jurídica, conoce un momento de gran esplendor, constituyendo un foco de atracción para los habitantes de la región con la consiguiente expansión urbanlstica. Más aún, cuando tras las reformas administrativas de Augusto yAgrippa (7-2 a.C.),la ciudad ibero-

romana de lliberri se convierte en municipio de derecho latino (Municipium Florentinum Iliberritanum), pasando a pertenecer a la nueva provincia de la Bética. Este hecho, es consecuencia de la política provincial puesta en práctica en el reinado de Augusto, pues la Bastetania sufrió una división

artificial de su territorio. Su zona más occidental, pasó a depender de la provincia senatorial de la Bética (pacificada y perteneciente al pueblo romano); mientras que el resto, pasó a la provincia imperial de laThrraconense (militarizaday bajo el poder del emperador).

200

DISCUSIÓN

7.5.f.as reformas alto imperiales: ¿un espacio periurbano? En el siglo I d.C., entre Claudio yVespasi tro del convento jurídico de Astigi (Écija).

ano

(41-79d.C.), el municipi o de llibeni,es incluido den-

Durante el altoimperio, Ilibeni conocerá una etapa de expansión urbanística y social, dentro de los cánones establecidos por el Estado romano. La existencia de hornos cerámicos, de restos de grandes edificios públicos, o como en nuestro caso, restos constructivos típicamente romanos (la pileta DP233, dela Far,e 2D2) nos muestra una plena integración en la cultura romana por parte de la población indígena; aunque ésta no perdería ciertos rasgos de su cultura ibérica. Integración, que daría lugar a la existencia de senadores romanos oriundos de esta ciudad Bética; caso nada extraño tras la concesión de la municipalidad a toda Hispania en época Flavia (69-96 d.C.). Esta municipalización de Hispania dará sus frutos en el siglo II d.C., cuando llegan a emperadores dos hispanos de la Bética: Tiajano y Adriano.

Bajo el reinado de Marco Aurelio (161-180 d.C.), se produce una invasión de gentes de la Mauritania, que asolan el sur peninsular. Esta incursión realizada desde el norte de Áfrir , supuso una gran sorpresa para los habitantes de la Bética. Li seguridad manifiesta que sentían con anterioridad, ahora se cambia por cierto ambiente de inseguridad y de recelo, que se haría más grande conforme el turbulento siglo III d.C. se desarrolla.

En cuanto a la situación de la ciudad de lliberri, estimamos que vive, en términos generales, una etapa de expansión urbanística, ayudada por la acumulación de riquezas en algunas manos y por su implicación total dentro de la política romana. Al plantearnos la pregunta de si estamos dentro de la ciudad propiamente dicha o nos encontramos en un espacio periurbano, nos inclinamos por pensar en la primera opción. Esto es así debido a que la aparición de restos romanos en las cercanías de la calle Elvira nos hace intuir que la expansión urbanlstica de la ciudad de lliberri, rebasaría las antiguas murallas ibero-romanas. La aparición de restos de posibles uillae romanas en otros puntos de la actual ciudad de Granada, nos permite suponer una densa ocupación de las zonas adyacentes a la colina del Albaicín durante este período de tiempo. Seguramente, durante el siglo III d.C., se notase cierta contracción urbanística y se viviese una época en la que las reformas y construcciones cesarían temporalmente, hasta la recuperación urbana del siglo IV d.C. Este momento altoimperial implica un desarrollo profundo de distintas actividades artesanales y comerciales en la ciudad. Es entonces cuando se potencia el control y producción del territorio circundante (el ager ilibenitanus) en forma de fundació n de uillae; asimismo es el momento de las grandes actuaciones de carácter monurnental (posible construcción del tramo de muralla del Carmen del

mismo nombre, vs. Roca I99A o el acueducto de la zona de Deifontes.

Coincidiendo con esta actividad, en el Corte 2 del Callejón del Gallo se produce una transformación del espacio encaminado a la creación de un espacio de funcionalidad presumiblemente artesanal, donde el agua debió jugar un papel importante, como lo demuestra la existencia de la pileta y la canalización y el gran suelo de opas crtementicium que se encuentra en un espacio abierto en la zona central del corte. Lamentablemente no tenemos ningún dato que nos permita realizar-ningún tipo de inferencia sobre la funcionalidad de este centro. Si nos encontramos dentro o fuera del recinto pomerial es otro problema que no podemos resolver. Sabemos que enrre la segunda mitad del siglo

I y la primera mitad del siglo II d.C. la ciudad parece

201

CALLEJÓN DEL GALLO

extenderse urbanizando la ladera occidental del cerro del Albaicín fundamenralmenre, pero es casi seguro que esre desarrollo se produjo fuera del recinto murario.

7.6. Lacontinuidad Bajo Imperial. Las únicas fuentes escritas que hacen

,.f....r.i" indirecta a lliberria

pamir del siglo III d.C., están vinculadas a la aparición y expansión del cristianismo por rierras hispanas. La leyenda de los siete Varones Apostólicos, que afecta de lleno a la parte oriental de la actual Andalucía, nos habla de una antigua evangelización de Hispania (ya en el siglo I d.C.), comenzando desde la costa de Almería hacia el interior (Martínez 1997); aunque debemos de tener presenre que no deja de ser una leyenda. La primera noticia fidedigna sobre el cristianismo en Hispania es la carta de Cipriano de Cartago a las sedes de Mérida y Astorga-León en e|254 d.C.; mientras que, en relación .orl" Bética, renemos que irnos hasta el siglo IV d.C. para tener datos históricos sobre esta provincia, nos referimos a las Actas del concilio de lliberri y los escritos de Gregorio de Elvira (sotomayor 1979).

A parte de Gregorio de Elvira podemos encontrar a otro auror que probablemente fue paisano de Gregorio; se trata del poetaJuvenco. El único dato favorable para relaciánarlo con llibeni, es la aparición en un códice leonés, junto al margen del texto, cuando se habla de Juvenco del calificativo de eliberritanus. De ser cierto este dato, podríamos decir que en el siglo IVd.C., en la ciudad,de lliberri, existía un destacado ambiente cultural, volcado en las ideas cristianas y, por las caracrerísticas de las obras de estos dos autores, con el objetivo de transmitir de una forma clar", lo, "misterios" del cristianismo a una sociedad que aún no se decantaba, abiertamenre, hacia esta religión. Las relaciones que la aristocracia de la Bética

y el cristianismo manruvieron

a lo largo de los siglos en la crisis que esta oligarquía urbana sufrirá a lo lar[o de este per! odo. Esta crisis es muy importante pues marcarálas nuevas relaciones exisrenres dentro áe h poblaciOn y, sobre todo, el cambio de mentalidad de los dirigentes locales y provinciales, que se dejará senrir en

III y IV d.C., hay que enmarcarla

el resto de la sociedad, al intentar conseguir éstos el mayor número de adeptos para encumbrarse y tener un fuerte respaldo social a sus pretensiones. El aumento de las presior.. ..oró-icas dictadas por el Estado hizo que muchos de estos grupos de oligarcas tuviesen que vender sus tierras a los más riJos, produciéndose así una gran concentración de derras en pocas manos. Para las estrucruras de las ciudades, esto también suPuso un cambio a peor, pues muchos de los ciudadanos debieron abandonar los cargos públicos al no poder hacer frente a los gastos económicos que llevaban implícitos dichos puestos. Estos Puestos públicos son ocupados por otras personas, pero con la diferencia fundamental de que ahora los utilizan claramente para sus intereses particulares y oprimen aún más a los ciudadanos. Los antiguos órdenes sociales van diluyendose paulatinamenre. El grupo de los poderosos, los posvelan cada vez más por sus intereses parti.uiares; mientras que el resto se .1r. d.p..rd.. " más de este primer grupo social. Ante estas presiones y la inseguridad reinanre, "Lo."do los grandes rerrarenientes abandonan los centros urbanos y se refugian en sus grandes y ricas uillae del campo Bético. Mientras, en las ciudades, como hemos señalado al principio, se produce un declive, como en el caso de llibeni, y un posible reforzamiento de las estructuras defensivas en las zonas rurales; asistimos a una reorganización y reocupación del territorio. sessores,

Como hemos señalado en otras ocasiones, esta ciudad, sería una de las más importantes de la Bética,

no comparable a los grandes centros urbanísticos de Hispalis o Cordubapero sí lo suficientemenre importante como Para tener una fuerte actividad artesanal, cecas en determinados momenros, y una

202

DISCUSIÓN

importancia comercial, al ser un ctuce de caminos entre diferentes zonas costeras y el interior. Por la orografía del terreno, la ciudad estaría construida en terrazas, aprovechando el desnivel natural. Esto también facilitaría la construcción, durante este siglo, de una muralla defensiva; que fue recomendada y luego ordenada, según las leyes recogidas en el Codex Theodosianu.r (C. Th. ll. L7.4;15,1.49). Quizás con esta época pueden relacionarse algunos restos y reformas sobre la muralla romana de la fase anterior que se documenta en el Carmen de la Müralla. Respecto a la actividad artesanal queda patente el centro de producción de cerámicay material de construcción, datado en el siglo III d.C. en lazonal de las excavaciones del Carmen de la Muralla, junto al antiguo horno de sigillata (Sotomayor, Sola y Choclán 1984 17-30).

No es de extrañar, por tanto, dentro de esta nueva potenciación de cierta actividad artesanal en el entorno de la ciudad romana, que los antiguos núcleos como el Callejón del Gallo se vuelvan a reactivar; se conserva parte de la antigua estructura en teffaza y también la pileta; se reforman algunos elementos secundarios (como el posicionamiento de las terrazas y la creación de algún nuevo nivel, como lo demuestra el muro MR226) todo ello para recuperar una zona que quizás hubiera sido parcialmente abandonada con anterioridad (la formación de un pequeño sedimento de tierra, IJE 2024, sobre gran parte del suelo de opus caementicium,5L220, parece señalar este parcial abandono. En definitiva, parece claro que la Bética, al igual que resto del territorio hispano, disfrutó de una relativa prosperidad, sin problemas de carácter militar en sus territorios y con poca participación en los juegos por la lucha del poder. Esta vida pacífrca, se rompería con la llegada de las invasiones germánicas de principios del siglo V d.C.; donde se verá la plasmación de un verdadero poder local y regional, encarnado en las figuras de los más destacados aristócratas locales que, ante el avance de los pueblos germánicos y la inutilidad de las estructuras del Imperio para defenderlos, crearán sus propios ejércitos clientelares para mantener los restos de un Imperio que ya sólo era un mito. Y es en la Bética, y en ciudades como Ilíberis, donde se producirá una mayor contestación al reino creado por los visigodos, hasta que éstos no decidieron contar con ellos y con sus ciudades ante la debilidad manifiesta de los germánicos y su Estado.

7.7. LaAntigüedad Tardít:evolución y "abandono"

hasta Medinat Elaira.

Entramos ahora en una épocahistórica, en la que nuestra ciudad, prácticamente no es mencionad.a en ninguna fuente histórica. Sólo a trav6 de las monedas o de la presencia de obispos en algunas actas conciliares, así como, por la situación general de la Hispania Meridional, podemos inferir algún dato aproximado. Desde que en el 409 d.C., en que los primeros pueblos germánicos cruzaron la frontera natural pirenaica y se adentraron por tierras hispanas, hasta el 549 d.C., asistimos a una época de vacío de poder que cambiará la fisonomía y la mentalidad de los ciudadanos hispanos. Duranre este período de tiempo, se desarrollará la lucha por el control entre tres poderes perfectamente establecidos: el poder de Roma (empeñada en recuperar la diócesis), el poder de los pueblos germánicos (diüdidos y enfrentados) y el poder de los nobles (dispuestos a mantener su independencia).

Con respecto al paso de los pueblos germánicos por estas tierras, suponemos que afectaría de igual forma que al resto de ciudades y territorios adyacentes. Las frecuentes incursiones efectuadas por los germanos para obtener botín debieron afectar de un modo directo al territorio 'de llibeni (García 1985), si bien la falta de un poder fuerte y con vistas a la permanencia no provocaría un cambio de

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CALLEJÓN DEL GALLO

situación. Ciertamente, el vacío de poder dejado por Roma, fue aprovechado por la nobleza de origen senatorial, para acumt'Jar más poder y hacerse con el control de la situación, erigiéndose la ciuáad como la expresión de dicho poder, como centro neurálgico que seguía siendo , p.á, del abandono y decadencia progresiva que venía arrasrrando desde tiempor p"rrdor. La llegada de los visigodos para expulsar a los suevos del sur peninsular (455-459 d.C.), no cambiaría en exceso el panorama político en esta zona, pues éstos, estaban más pendientes de su frente abierto en la Galia que en la situación en la Península Ibérica. Ante esta situación (desaparición del poder de Roma y debilidad manifiesta de los visigodos), el sur, la zona más roman izadi y con más riquezas, vive una etapa de "autonomía", dirigida por sus cabezas visibles: los obispos y la aristocracia senatorial terrateniente (Salvador 1990). Y, no hay que olvidar, que esros nuevos dirigentes y aglutinadores sociales residían o tenían sus intereses en la ciudad. Con respecto a lliberri, tenemos noticias de la presencia de un obispo de esta ciudad, Oroncio, en los concilios celebrados en Tarragona (516 d.C.) y en Gerona (517 d.C.)

A partir del 531 d'C., los reyes visigodos comienzan

a mostrar mayor interés por el control del sur peninsular, interviniendo más activamente en la vida y gobierno de las ciudades de esra zona. El intento efectuado por el rey visigodo A1lla (549-555 d.C.) por rener bajo su control algunas zonas d.el sur de la península, se saldó con un estrepitoso fracaso y con unas consecuencias graves para el futuro; en primer lugar, Agila fue derrotado ante las murallas de la ciudadde CorduOa e U¡pitlsse rebeló; además, Ia aytda pedida por los nobles béticos y Atanagildo al Imperio Romano de Oriente, supuso la llegada de üoPas imperiales a territorio peninsular. Estamos ahora, con un nuevo poder ., .r...r"; ,lo, dos anteriores, los visigodos y la aristocracia local, se le suma la presencia imperii. La aristocracia local, durante un período de tiempo, se muestra dubitativa pues si bien los imperiales bizantinos son caróli-

cos

y

rePresentan al antiguo Imperio romano, saben que la capacidad impositiva subiría, mermando

sus riquezas. Es muy probable que hasta el reinado de Leovigild

o (569-586 d.C.) la ciudad

d,e

lliberri

permaneciese bajo la órbita imperial ya que es este rey visigodo quien somere, primero a Baza (570 ¿.C.) y posteriormente, a Corduba y a numerosas ciudades y castiilos (572 d.C.i. Si Baza y Córdoba estaban bajo el poder imperial, muy dificilmente lliberri debió escapar a esra situación. Este rey pre-

tendía la unidad territorial, la unidad religiosa en torno al arrianismo, el reforzamiento del poder real, como objetivos prioritarios de su reinado. No consiguió ninguna de las tres, pero dejó abierta la posibilidad de que así fuese. Pensamos, que existió otra etapa, en la que la ciudad estuvo bajo el poder imperial. Thas la rebelión

del visigodo católico Hermenegildo (579-584 d.C.) conrra Leovigildo, el primero encuenrra el apoyo de los católicos béticos y vuelven a pedir la ayuda de las tropas imperiales para defend.. l, .".rr, ."iólica. Bizancio, atendiendo a las peticiones y viendo que es ,rrr" áporr.rnidad para darle un impulso mayor a sus Pretensiones en Hispania, decide ayudarlos. Para ello, manda refuerzos militares bajo el

mando del patricio Comentiolus, que iniciaría un avance hacia el interior de Hispania (580-585 ¿.C.1. Este Comentiolus, había reunido a los obispos de su provin cia, para deponer a dos de ellos, Ianuarius, de JVI:ílaga, y Stephanus, de una sede desconocida. El papa Gregorio lvlagno envió a un defensor (587 d.C.) para reponer a estos obispos en sus puestos ante la inadÁisible inferencia civil en asunros eclesiáticos (Gregorio Magno, Epistolae, XIII,47;X111,49; XIII, 50). Como hipótesis de trabajo, planteamos que el obispo Stephanus, perteneciese a la sede iliberritana gue, por ranro, durante ,n Lr.rr. I espacio de tiempo (581-585 d.C.) estuviese la ciudad bajo el poder delos tizantinos. Nos basamos en primer lugar, en el hecho que supone un avance de las fronteras bizantinas hacia el interior, aprovechando la coyuntura favorable tras la rebelión de Hermenegildo, y sin olvidar que la ciudad de il¡berr¡ era fronteriza; además, una vez detenido el avance bizantino y la llegada al poder de Recaredo (586-

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DISCUSIÓN

601 d.C.) la ciudad volverla al poder de los visigodos. Recaredo, se convierte al catolicismo en el 587 d.C., convocando dos años después (589 d.C.) un Concilio Nacional en Toledo, para conseguir la ansiada unidad religiosa. En este concilio, por la sede iliberritana fuman dos obispos, Stephanus y Petrus, caso excepcional y extraño. Es de suponer que Petrus sería el obispo nombrado por Comentiolus en sustitución del depuesto Stephanus; y que al volver la ciudad al poder visigodo y tras la intervención del enviado papal, Stephanus volvería a ocupar su puesto, compartiéndolo con Petrus, pues los dos eran católicos.

Otro hecho significativo a partir del reinado de Recaredo, es la emisión de monedas en la ceca de Iliberri. Es llamativo que sea a partir de este rey visigodo cuando se empiece a acuiar moneda, pues ésta, generalmente, se emitía para pagar a las tropas destacadas en lugares conflictivos, e lliberri, tras el intento bizantino, yuelve a ser un lugar fronterizo con la salvedad de que ahora se convierte en pieza importante dentro de la polltica visigoda, empeñada en expulsar a los bizantinos de Hispania. Es probable que lliberri se convertiría en una ciudad militarizada. Resulta curioso que el siguiente obispo del que tenemos noticia sea un tal Baddo (597 d.C.), nombre marcadamente germano.Lazona geográfica donde se asienta lliberri resulta fácilmente defendible, pero la presencia continuada de un conflicto armado podría haber provocado el abandono de parte de la población civil que quedase en la ciudad, siguiendo seguramente a los grandes terratenientes, de los que dependían para su sustento, a sus uilke situadas en el campo.

El abandono progresivo de los aristócratas de la ciudad, cambió, como hemos visto, las relaciones de la sociedad urbana, apareciendo la figura del colono que dependíay debía obediencia a su señor. Para una ciudad media como lliberri este hecho supondría, con el paso del tiempo, el golpe definitivo. Pero no nos planteamos la desaparición de la ciudad como estructura urbana, sino una pérdida de importancia gradual que haría que el nombre, se trasladase de lugar. Los restos arqueológicos aparecidos en las inmediaciones de la Sierra de Elvira, nos hablan de una presencia continuada de población desde el siglo II d.C. hasta el siglo X d.C.; aunque si nos basamos en los restos aparecidos en la necrópolis, su época de esplendor coincidiría con el abandono progresivo de la ciudad de lliberri por parte de Ia población (590-621 d.C.). El problema que plantea este asentamiento es si evolucionó hasta convertirse en Medinat Eluira de forma gradual o, lo que parece más probable, que entre los siglos VI y VII d.C. la antigua uilh romana se habrla convertido en un gran asentamiento que diffcilmente podía ser considerado, simplemente, como un conjunto rural; Gómez Moreno documentó una necrópolis de esa época con más de un millar de tumbas (que incluían básicamente un importante conjunto üsigodo, con jarritas en la cabeza como único a1uar, y algunas posiblemente emirales y/o califales), nrirnero excesivo para un uicus, m*nsio o uilla cualquiera; además, el hecho de haber documentado básicamente este tipo de enterramientos y no otros anteriores en tal número, demuestra que la población debió aumentar muy rápidamente, muy por encima de un crecimiento vegetativo natural, por lo que este incremento debió llevar parejo un buen número de inmigrantes procedentes de otro punto y, entre otras y principalmente, la antigua llibeni. En cuanto a la evolución del nombre, ya en las monedas visigodas, aparece cambiada la letra inicial, pasando a denominarse Eliberri, transformándose en época medieval en Elvira.

Junto a todo esto, hay que añadir lo que las crónicas musulmanas nos dicen sobre el writorio eliberritano. En todas ellas, se diferencia con claridad, la existencia de dos núcleos de población totalmente separados: Elvira y Gamatha. Esto quiere decir, en primer lugar, que estaban habitados los dos núcleos cuando en el7l3 d.C., los musulmanes hacen acto de presencia en estos territorios. A partir

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CALLEJÓN DEL GALLO

de aquí, y siguiendo las crónicas, se nos dice que la capital era Elvira y que fue tomada al asalto; mientras que Garnatha Presentó menor resistencia gracias ala ayudade la población judía que allí se encontraba. En numerosas crónicasmusulmanas se habla de la presencia de judíos en Garnatha; además de señalar que este núcleo habitado era el más antiguo que había en el territorio de Elibeni.

La presencia de judíos en estas tierras está documentada desde el siglo IV d.C. (Actas del Concilio de Elvira y Homilías de Gregorio de lliberui). Sin embargo, cabe p.rr.rr, que si estos documentos hacen referencia a una comunidad judía organizada en lliberri, ésta se fo.-rrí" con anterioridad a dichos documentos (siglo III d.C.), aunque pensamos que desde la segunda guerra Judía (135 d.C.) llegarían en mayor cantidad a derras peninsulares. Pero como queda claro, la existencia de comunidades judías en la urbe, está atestiguada, al menos, desde finales del siglo III y comienzos del IV d.C. A todo esto, hay que sumar que desde finales del siglo VI y durante todo el siglo VII, el estado visigodo comienza a redactar toda una serie de leyes en contra de las comunidades fudías; y es curioso o"b..rur. que en estos concilios celebrados Para tal fin, no aparczcanombrada lliberri como foco importante d.i;rrd"ísmo' cuando es obvio que estaban presentes. Cabe la posibilidad, rrás el abandtno progresiro de eue la población cristiana de lliberri emigrando a Elvira, la comunidad judía se qued,ase, j,rrrlo orr^ " poblaciones marginadas, en la zona donde se había asenrado desde un principio.

Asl pues, con la llegada de los musulmanes a estas tierras, enconrrarían dos núcleos de población diferenciados: Elvira (Elibeni) con una población cristiana y ciudadanos de pleno derecho y Garnatha

(Iliberri) habitada en su mayoría por judíos, que proporcionaron el nombre del lugar, ,l ll.gu lo, musulmanes. Con todo esto, hay que dejar muy claro, que los judíos no ocupaban un rerrirorio diferente o extramuros a la antigua ciudad sino que vivían, desde siempre, dentro del recinto urbano (Gonzalbes 1992).

Y es en este contexto cuando se documenta una fase muy inreresanre en el Callejón del Gallo (Fase 2D4, daada en el siglo VI): no hay ninguna construcción nueva, ni reformas de ningún tipo. Más bien al contrario ,la zona está completamente abandonada como se demuestra por la .*is-t.ncia de una gran cantidad de rellenos (entre los cuales encontramos numerosas fosas) que deben correspond.r, .o-á y" se ha dicho previamente, a la recuperación de material de construcción de las zonas abandonadas de la ciudad, ya que la población restante tras el progresivo abandono al que nos hemos referido, debió concentrarse en la parte alta de la misma, lo que los hispano-musulmanes denomin aron Alcazaba Cadima.

7.8. La Alta Edad Media: la formación de la ciudad medieval. Medinat Eluira fue creciendo hasta alcanzar su mayor auge hacia los siglos IX-X. Después, con las invasiones beréberes y el desmembramiento del califato cordobé s, Medinat Eluira, como Medinat Azahara y oüas importantes ciudades en las que se reflejaba el florecimiento omeya, queda arrasada (la

fitna). La población, huyendo de los saqueos y bajo el sometimiento de una nueva dinastía de carácter local, los ziríes, vuelve a su lugar de origen, posiblemente ya sin conciencia de ello o que-

riendo eliminar la relación ideológica que implicaba el nombre de la ciudad con el mantenimi.rrtá d. la estrucrura de poder del califato; quizás debido a la aceptación de los criterios beréberes de los zirí_ es que con la fundación de la dinastla buscan una nueva sede, un nuevo nombre y una nueva organización, dejan atrás con las ruinas de la ciudad, el nombre de la califal Medinat Éluira, y adoptai el que por aquel entonces (h. l0l2) tenía la ya la antigua y posiblemente olvida da llibeni: Garnitha. El hilo conductor de su evolución hasta nuestros días no llegó a romperse y Garnatha llegó a derivar hasta el nombre actual.

206

DISCUSIÓN

Muchas de las generalidades que acabamos de exponer, observables en el urbanismo hispanomulmán y conctetamente en el Albaicín, condicionadanla estructuración de lazona, en la que se encuentra el Callejón del Gallo. Éste, situado entre el flanco oeste de la iglesia de San Miguel Bajo y la espalda del Palacio de la Dar al-Horra, ocupa por tanto, una de las zonas más antiguas del Albaicln. Existe bastante información histórica de época hispanomusulmana relacionada con este espacio por situarse en éste tradicionalmente el palacio zirí del rey Badis.

Con el esplendor de la dinastíazirí, el palacio de Badis se elevaría como una pequeña fortaleza dentro de la doble muralla delaAlcazaba Cadima. Además, en el interior de ésta se encontrarían las viviendas de los diferentes mandatarios y los sucesivos palacios de los soberanos de esta nueva dinastía; sus mezquitas, baños, aljibes y como ocurrió también en la Alhambra, algunos centros de producción artesanal especializada, abastecedoras de la corte.

El entramado de calles tortuosas, en parte consecuencia de la adaptación de las cbnstrucciones a la topografía de la colina, le darlan carácter desde el primer momento especialmente en las zonas exteriores de ampliación delaAlcazaba Cadima; en el interior se mantendría un trazado de manzanas más amplias, con espacios ajardinados más acordes con su carácter palatino. Los motivos que llevaron a los ziríes a ubicar su capital en estos parajes, se viene argumentando siempre por dos motivos esenciales: por un lado el alejarse de Medinat Eluira y los desajustes del final del califato y por otro las condiciones estratégicas que ofrecía esta colina. (Jiménez 1990:107-108). Ilbira corres-

pondió, en el reparto de feudos que realizó el califa impuesto por los beréberes en Córdoba a,Zawib. Zki en el 1012. Éste fue jefe beréber de la tribu de Sinhaya que pasó de África a Andducía como mercenario. Su ayuda a Sulayman al-Mustain para ocupar el trono cordobés Ie valió la concesión del distrito de Elvira en feudo. Torres Balbás (1941: 339) resume fluidamente estos episodios siguiendo las Memorias de 'Abd Allah: "Atraído por las excelentes condiciones defensivas de la colina en Ia que estuvo la romana y visigoda lliberri, en la orilla derecha del Darro, y por la fertilidad del suelo inmediato, la eligió para establecerse y,hacia el año 1013, comenzó a elevar construcciones en ella a la par que sus soldados, beréberes y andaluces, levantaban viviendas. Cuando se estaban terminando los edificios de la ciudad en construcción y ésta se acrecentaba con los habitantes de la cercana Elvira, arruinada en 401=1010, se presentaron las üopas del pretendiente omeya'Abd al-Rahman al-Murtadá. NegóseZawi a reconocerlo ¡ saliendo sus soldados de Granada, derrotaron y pusieron en fuga a las tropas de alMurtadl, cogiéndoles un copioso botín. Tirvo lugar este hecho de armas en el año 407=1016-1017". anterior relato, ... que el cerro frontero al de la Alhambra, donde estuvo el foro de llibeni, se hallaba despoblado y sus antiguas construcciones desmanteladas a principios del siglo XI. Se deduce, pues, del

Zawi

retiró a Ifriqiya en el año 416=1025, con una inmensa fortuna, y le sucedieron en el reino ya independiente de Granada, su sobrino Habus b. Malaan (416=1025 -429=1038) y después el hijo de éste, Badi s b. Habus (429=1038 - 467=1075)." se

Además de esta crónica del descendiente de Habus, escrita poco menos de un siglo después de ocu-

rrir los hechos, contamos con otras descripciones de época hispanomusulmana-

Destacaremos por la importancia de sus aportaciones, la de Razi, anteriormente apuntada por su relación con el posible origen judío de Garnathaylade Idrisi (Jiménez 1990:68).

"L¿ madina de Garnatafue frmdada en la época en que los grandes señores de Al-Andalus se declararon independientes. La capial era, Ilbira, cuyos habitantes emigraron a Garnata. Habus al-Sinhayi,

207

F CALLEJÓN DEL GALLO

al que sucedió su hijo Badis b. Habus, se hizo construir una madina fordficándola, rodeándola de murallas. Badis acabó las construcciones iniciadas y estableció la población que arin existe hoy" Aquí nos muestran brevemente los episodios que antes señalábamos, sobre el abandono de Medinat Eluira y el traslado de su población a Garnatha. Igualmente da autorla a Ia mayor pate de las obras realizadas para adecuar la colina tanto a nivel defensivo (la fortificación) como de vivienda, dejando a Badis como finalizador de todas ellas. Este primer asentamiento zirí, cargado ya antes de su fundación (1012) de una densa historia, fue la primitiva Granada y no serla llamado Alcazaba Cadima (NcazabaVieja) hasta época nazarí, tal como

lo explica Gómez-Moreno

(1 892

: 436):

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"Repetidas veces mencionan los cronistas arábigos esta Alcazaba, y Aben Aljatib, entre otros, la llama Antigua (alcadima), sin duda para distinguirla de la Alhambra; Mármol no considerando esro, probablemente, hubo de imaginar otra alcazaba, á la que llamó Gidida (nueva), y situóla en la parte oriental de la verdadera Ncazaba, cuyos linderos no supo determinar. Sin otro fundamento que la autoridad de tan grave escritor, todos los modernos admiten sus dos alcazabas contiguas; pero los documentos anteriores jamás nombran sino una, y los considerables vestigios de su vetusta muralla prueban que era más extensa de lo que c.eí".

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Dicho recinto había sido tomado por romano y aun fenicio, pero consta que lo hizo \X/ali de la provincia de Elvira, fued ben Abderrahmán el Xeibani que murió en el año 765,...." Así pues, el Palacio de Badis se enclavaría en una zona amplia que comprendería la Casa de la Lona, la iglesia de San Miguel Bajo y el convento de Santa Isabel la Real, incluyendo en éste el Palacio de Dar al-Horra. Hay también quienes apuntan a que su extensión sería aún mayor llegando a ocupar la plaza de San Miguel B^)o y otros solares adyacentes al Sur de ésta (Gómez 1892.451; Seco 1975:1 I 1). Su extensión exacta y su distribución se desconocen por el momento, aunque podemos suPoner, tal y como han arrojado los resultados de las dos intervenciones realizadas en la Casa de la Lona (Garcla y Martln 1975; Morales 1998), que el lado oeste de la casa se asentaría sobre parte del lienzo interior de la doble muralla de la Alcazaba Cadirna que cerrarla ese flanco del palacio de Badis. De este modo se confirma también la observación de Gómez Moreno (1892) sobre la existencia de muralla dentro de esta construcción. La iglesia de San Miguel Bajo serla la mezquita u oratorio principal del palacio (Torres l94l:443). Sobre el actual Palacio de la Dar al-Horra (Siglos XIVX\) tenemos otra aguda observación de Gómez Moreno (1892: 447) que ha sido utilizada hasta la saciedad: "Sirviendo de cimientos a este edificio se distinguen, desde el inmediato callejón de las Monjas, grandes paredes de argamasa que son vestigios del celebrado Alcácer de Badis, poco más al norte corre la muralla de la Ncazaba.". El convento y la iglesia de Santa Isabel la Real (siglo XVXVI) y los huertos que cierran al este (limitados por placeta Azucenas/calle Pilar Seco) debieron esrar también ocupados por construcciones de época rrazarí que nacerlan sobre los resros del andguo palacio zirí. Concretamente sobre esta última zona, la huerta de Santa Isabel, dice Gómez Moreno (1892: 448): "A mano derecha extiéndese la huerta de Santa Isabel, de la cual ha sido despojado el convento; en ella hay una extensa alberca, y en el siglo XVI quedaba orra casa irabe, cuyas inscripciones se conservan copiadas, y una de ellas nombra a Abul Hachach". La alusión de este mandatario nazarí, haría contemporánea esta desaparecida construcción, a la Torre del Peinador de la Reina en la Alhambra (h. 1380). Señalar que la huerta se representa completamenre como tal en el plano de Dalmau (1796).

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DISCUSIÓN

Respecto a los restos de palacio zirí de Badis que se observan según Gómez Moreno bajo Dar alHorra consisten, presumiblemente, en un primer lienzo de muralla que debiera correr desde los rramos localizados en las excavaciones del Carmen de la Muralla (Roca, Moreno yLizcano 1988).

La fase correspondiente en el Callejón del Gallo deja entrever pocas estructuras y éstas de escasa entidad, a excepción del MR240, el muro dé wraza situado al sur del Corte 2, ya que el resto de las estructuras no tienen entidad suficiente como para defender de forma más o menos seria el establecimiento de un recinto de envergadura con complejos espacios, salvo que alguno de éstos firera abierto y en tal ubicación nos encontráramos. Pero la total ausencia de niveies de ocupación nos impide determinar nada más allá de que esta zona fue ocupada inmediatamente después de la creación de la ciudad zirí y qte enüe los siglos VI y XI no hay ocupación constatable en el solar.

7.9. Elementos y estructuras nazaríes: nueva conceptualiztción urbanística Del esplendor del palacio de Badis (1057) debió quedar poco después de los saqueos de los almorávides (Yusuf, 1090), que según las crónicas levantaron sus cimientos para encontrar tesoros. Thas estos hechos parecen surgir en época nazarí otras edificaciones en la zona, en su mayor parte desaparecidas

ho¡ pero de las que nos queda como ejemplo máximo

el Palacio de Dar al-Horra.

La evolución de la zona de la Casa de la Lona, lindante con la excavación del Gallo, nos interesa especialmente por la relación que pueda mantener con éste. En una fecha no precisada, posiblemente en época nazarí (siglo XIV), parece surgir una denominación para el lugar qtizás acompañada de nuevas estructuras. La "Casa del Gallo" o "Casas del Gallo" ocupaban toda o parte de la extensión del antiguo Palacio de Badis, especialmente su linde oeste. No sabemos si se construyeron sobre los restos supervivientes de la época zirí o si se trataba de edificaciones de nueva planta surgidas en siglos posteriores. Gómez Moreno (1892:451) apunta lo siguiente sobre la Casa del Gallo: "Este vulgar nombre se daba al célebre palacio del rey zirita Badis, que ocupaba gran trecho al occidente de dicha iglesia (San Miguel Bajo) y el extenso corral de vecindad nombrado casa de la Lona, entre cuyas paredes subsisten restos de los muros del alcázar, como también a la parte contraria de laplaza de S. Miguel, llamada antes de Rabad Badis." "...refieren que había en él una torre, y sobre ella, por veleta, la figura de un guerrero a caballo vestido a la morisca, conlanzay adarga; los moros le llamaban el Gallo del viento, de donde se originó el nombre del edificio...."

7.10. La Casa de la Lona y las estrucnrras modernas. La Casa o Casas del Gallo, posiblemente contemporáneas a la Dar al-Horra (siglos XfV-XV), se mantuvieron en pie durante todo el siglo XVI, con su característica y célebre veleta que les dio nombre. En el siglo XVII, el también propietario del Mirador de Rolando, Orlando frvanro, las adquirió (Bermúdez 1638), parece que en su totalidad, haciendo en ellas diversas reformas diftciles de precisar y que no llevarían la huella mudéjar en su factura (zapatas lisas, viguería con boveüllas de yeso, etc.). Levanto debió ser propietario del eüficio al menos hasta1642. Desde esta fecha, hasta 1718 no se vuelve a tener noticias del edificio; de entre estas escasas noticias lo más llamativo es su cambio de nombre (casa o casas de San Miguel), al parecer motivado por la idea de su nuevo inquilino temporal, el arzobispo D. Martín de Ascargota, de borrar su origen y nombre "moruno" (García y Martín 1975: 147). En 1796 Dalmau traza el perímetro de la Casa de la Lona, comenzando para nosotros algunos problemas relativos a la denominación de las zonas que aparecen definidas en esta planimetría. La casa de la

209

CALLEJÓN DEL GALLO

Lona se extiende al lado oeste del Callejón del Gallo que se inscribe ya como tal. En el flanco este del dicho callejón aparece otro solar sin denominación, a la espalda de la iglesia de San Miguel Bajo ¿Fueron estos dos solares separados por el Callejón del Gallo (casa de la Lona y espalda de la Iglesia de San Miguel Bajo) uno sólo y por tanto asiento ambos, de la antigua Casa del Gatlo? ¿La ubicación de la Casa o Casas del Gallo coincide con la de la casa de la Lona siendo el solar de la espalda de San Miguel un terreno independiente y desvinculado de parte de su historia moderna? Los datos referentes a estos años son contradictorios. Creemos que las alusiones que hace Richard Ford (1855) son del todo imprecisas (que la antigua casa árabe del Gallo fue "derribada en 1817 para construir un tejar"). Garcla Granados y Martín García (1975) recogen una cita que resulta más acertada aunque quizás no muy fidedigna de un libro de viajes (Jiménez 1846): en ella, entre otras cosas, aluden a la venta de la casa, por parte de sus poseedores, los frailes trinitarios, a D. Andrés Gómez que planteó la f;íbrica de cáñamo dando así al edificio, hacia 1848, su nombre definitivo de Casa de la Lona; quedarla por tanto convertido en leyenda, el episodio tradicionalmente narrado de que en la Casa de la Lona se fabricaron los velámenes de los barcos de la fumada Invencible. Parece que la fiibrica habla desaparecido hacia 1858, dedicándose entonces al edificio a asilo de mendicidad. En 1902la casa fue vendida al Vizconde de Roda, funcionando desde entonces como casa de vecinos, dentro de un contexto en el que el "carmen" como tipo edilicio, se encuentra en todo su esplendor; éste, con poco más de un siglo de conformación, se extiende como vivienda señorial entre las clases altas de la población, convirtiéndose en un exponente paisajístico dentro del romanticismo decimonónico.

Nuestro problema de denominación e identificación respecto al solar objeto de la intervención arqueológica, no queda resuelto üas todo lo expuesto. Es obvio que nos movemos sobre la zona que ocuparía el antiguo palacio zirí de Badis, pero ¿estamos o no sobre los restos de las Casas del Gallo? Los indicios arqueológicos resultantes de nuestra intervención, muestran construcciones de época nazarí muy reformadas en momentos posteriores, hasta su arrasamiento definitivo hace más de un siglo; entonces se convierte en el huerto que hemos conocido. En cierto modo queda aún abierta la posibilidad de que las "Casas del Gallo" se extendieran hasta Ia espalda de la iglesia de San José.

7. Ll. A modo de conclusión.

Thes

mil años de evolución de un espacio: el ejemplo del Callejón

del Gallo. Resulta incompleto el estudio urbanístico de un núcleo de población, si sólo observamos su aspecto y trazado externo, sin plantearnos mínimamente su génesis y los antecedentes históricos que en él pudieron acontecer condicionando su fisonomíay cuyos vestigios suelen quedar ocultos bajo las construcciones que hoy contemplamos.

En el caso del actual Albaicín, como en otros cascos antiguos de nuestras ciudades, nos encontramos con un ejemplo auténtico de superposición de culturas. Sucesivamente y desde época protohistórica, esta colina fue en mayor o menor medida, ocupada por grupos de población que la prefirieron a otras zonas de la comarca por sus características estratégicas, defensivas o de observación, control de vías comerciales o accesibilidad a las fuentes de agua potable y cercanla de las materias primas necesarias para desarrollar sus actividades y su vida. Como ya

se ha

visto hasta ahora, el Albaicín medieval está construido sobre una estrucnrración ante-

rior de ese espacio, siendo su actual disposición el resultado de una evolución cu¡"as primeras trazas, ibéricas y romanas, qrrizás estén reflejadas en más de un rincón; la falta de excavaciones en las que se

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DISCUSIÓN

hayan documentado todos los niveles arqueológicos de la zona (desde la edad moderna hasta los niveles basales), asl como el paulatino deterioro de las estructuras medievales, una y otfa.vez reformadas y reutilizadas hasta nuestros días, hacen dificil la tarea de comparar o contrastar resultados, independientemente de la época que se rrate. Thas los análisis hasta ahora efectuados damos definitivamente

por resueho el problema de la ubi(Adroher cación de la antigua lliberri yLópez 2000) ya que después de los datos aquí manejados consideramos suficientemente contrastadalahipétesis de que el primer núcleo de población ibérica que se asentó en el actual Albaicín, se romanizó posteriormente convirtiéndose en el Municipio Florentino Iliberritano. Aunque está demostrado arqueológicamente que la ocupación de esta zona continuó, al menos hasta época tardoantigua (siglo VI d.C.), hay un progresivo movimiento migratorio de gran parte de sus habitantes. Éstos, culturalmente, debieron mantener los mismos rasgos de identidad y cierta conciencia de su actirud de abandono del lugar original, y así pues, llaman a la nueva ciudad formada, del mismo modo que a la que abandonan; posteriormente a estos movimientos y en ese nueyo lugar nacería Medinat Eluira. Esta nueva ciudad parece surgir de la nada en una zonabaja en la vega granadina, a las faldas de Sierra Elvira cerca de Atarfe. Gómez Moreno, en la publicación de los resultados de la excavación que realiza en Medinat Eluira (Gómez Moreno 1888: 7-8) deja expuestas suficientes evidencias arqueológicas, correcta y críticamente contrastadas, sobre la primera ocupación de esta zona, para la que se fecharon los restos más antiguos hacia el siglo III. Posiblemenre se rrarara de :una uilla romana de consideración, con su necrópolis correspondiente, que progresivamente se convierte en un núcleo mayor, hasta llegar a ser una gran urbe llena de esplendor durante el califato cordobés (siglo X), cuando se erige en capital de la cora que lleva su nombre.

No podemos cerrar este capítulo sobre la evolución urbanística de la ciudad través de los restos documentados en el Callejón del Gallo sin hacer referencia a unas pruebas de imprenta con anoraciones manuscritas de la obra MONUMENTOS ARQUITECTÓNICOS DE ESPAÑA. De esta colección sólo llegó a publicarse el primer volumen que trata de Granada; de su elaboración se encargó D. Manuel Gómez-Moreno Martlnez.La colección constaría de oüos muchos dedicados a otras capitales de España. Este párrafo corresponde a la sección del volumen de Granada, "Referencias y vestigios decorativos", que no llegó a incluirse en la publicación definitiva. Posteriormente Gómez-Moreno hizo referencia en otras publicaciones, a muchas de las secciones que quedaron excluidas en ésta pero, concretamente, lo que presentamos aquí sobre el Palacio de Badis y la Casa del Gallo quedó inédito. Manuel GÓMEZ-MORENO MARINEZ. Monumentos arquitectónicos de España. Madrid, 1907. Sección: "Referencias y vestigios decorativos" . p.72

A lo expuesto se reducen los edificios granadinos anteriores al siglo XIII. Del alcárzar ó palacio de Badis (reinó de 1038 i 1072),la famosa "Casa del Gallo", no se ven sino muros y cimientos de argamasa en la extremidad occidental de la Alcazaba, que llamaron Rabad-Badis, y denuncian únicamente gran extensión y solidez .De él se dijo que no admitía comparación con ningún orro en rierra de moros ni de cristianos, y Abenaljadb le consagró una descripción poética, dándonos á conocer además dos de sus edificios, Daraxarab (...................... casa del jarabe) yAlpartal (................... el pórtico),yla mezquita del Zafiro (............................) que era contigua, quizá reemplaadepor la iglesia de San Miguel. Allí, en una rauda ó panteón, yacía el cuerpo de Badis, en un sepulcro de má¡mol, y á su lado el caudillo almorávide Abenganíay otros personajes del siglo XII. Pero su celebridad más le vino del talismán de azófar, puesto en lo alto de una torrecilla, sirviendo de veleta, que figuraba un caballo monrado por un guerrero -Badis mismo- con lanza y adarga, cuyo rostro se volvía de parte del aire, y al través de la adarga lelase: "Dice Badis, hijo de Habus, que de esta manera se ha de guardar la Andalucía".

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CALLEJÓN DEL GALLO

Le llamaban los moros "el gallo de los vientos", bien porque lo pareciera visto de lejos ó porque realmente fuese tal ave con cabeza de caballo lo efigiado, según dice Ahmed el Omarí, que es el primero en describirlo . Otro autor árabe, citado por Almacarí, consigna el testimonio de un alfaquí, que presenció su apeo con motivo de ciertas reparaciones, viendo que era de siete metales, ¡ en lugar de la inscripción arriba dicha, leyó unos versos, cuya traducción, hecha por D. Miguel fuín á mi ruego, dice:

',\'l;;,f *;:i;f ;xf;:#;;i:ffi,';:;;:'i::;:::, uru ginete, cuyo eEírita es el uiento que lo rige, y que es un ser inanimado. Más en él hay misterios; pues subsistirá algún tiernpo, y después lo dzotará un infortunio, que acarreard la ruirua del dueño y d¿ la casa."

Júzguese de crédito que ello merezcay se si ha de quitársele al otro letrero que los eruditos del siglo éste no es muy epigráfico, y los versos tienen más visos de ser un apropósito ideado por cualquier poeta; la verdadera inscripción acaso nos es desconocida. Respecto del talismán mismo, sería imitación de otro que el califa abasida Almanzor erigió sobre la cúpula central de su palacio en Bagdad, indicando, según dicen, con su lanza, por qué parre se acercaban los enemi-

XVI consignan, aunque, en verdad,

gos. Mrírmol afirma que subsistía en su tiempo el de la casa del Gallo, pero, si no anres, fenecería á mediados del siglo XVII, cuando el genovés Rolando Levanto modernizó la casa."

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DISCUSIÓN

f-tS 7- t. Propuesta de delimitación del oppidun ibérico de ltibeñ a pardr de los tramos de muralla documcnados de las zonas donde han aparecido niveles in situ (mapidel ,\'lbaicín de fondo O A. Orihuela C. yilchez)_v

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