Discusión de la política financiera del gobierno de México

June 20, 2017 | Autor: Mario Rechy Montiel | Categoría: Politica Economica, Politicas Financiera, Desarrollo o crecimiento, Banca de Desarrollo
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Descripción



Banco Mundial. Reporte de desarrollo financiero global. http://econ.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/EXTDEC/EXTGLOBALFINREPORT/0,,menuPK:8816192-pagePK:64168176-piPK:64168140-theTitePK:8816097,00html
Mariana Magaldi de Sousa y Tricia D. Olsen El impacto de la regulación bancaria y de microfinanzas en el desarrollo financiero de Brasil y México. En el libro La integración de políticas públicas para el desarrollo. CIDE. México 2014. Pág. 179.
Nuestra obsoleta mentalidad de mercado. Escolar y Mayo editores. Madrid 2013.
Prólogo a la reedición citada de Polanyi, Pág 23.
Comercio Exterior , vol. 42, núm. 2, México, febrero de 1992,
Véanse las notas del lunes 6 de abril de 2015 en la prensa nacional.
La Jornada, doce de junio de 2013.








Crítica de la política económica del régimen de Enrique Peña Nieto

Un análisis del libro de Enrique de la Madrid sobre el modelo económico.


Mario Rechy enero a abril de 2015.

I De la economía a la crematística
O de cómo con unos cuantos dogmas baratos se dirige la economía nacional
Mario Rechy M.
16 de febrero de 2015

Recién ha sido puesto en circulación un libro especial sobre nuestra economía, pero más precísamente sobre la política económica del gobierno actual y acerca de lo que este gobierno quiere que sepamos los ciudadanos sobre lo que está haciendo la administración pública como conductora de las finanzas y la economía.

El libro se titula México en la generación de desarrollo, y aunque el pie de imprenta es de una casa editorial privada (Debate, Penguin Random House, México Dic. de 2014), el Prólogo escrito por el Secretario de Hacienda deja ver que se trata de una publicación de Estado. Y como tal, suponemos de gran tiraje, pues además está en venta en todas las librerías y hasta en cafeterías populares.

Resulta muy clara la intención divulgadora, y el carácter pretendidamente didáctico de algunos pasajes, a través de los cuales quisieran nuestros funcionarios que asimilemos su versión de los hechos. Además, el mismo Secretario de Hacienda da a entender que es el primero de una serie de textos encaminados a dar amplia exposición y difusión a los temas de interés público.

Resulta pues obligado para todo servidor o funcionario público, y para todo ciudadano atento, el leer el referido texto y reflexionar sobre su contenido. Celebramos en este caso habitar en un país en el que la discusión de las políticas públicas es prerrogativa de todos los ciudadanos, y de todos los hombres que les servimos desde cualquier nivel de la administración.

Es necesario mencionar que el autor del libro, el actual Director del Banco de Comercio exterior, el Lic. Enrique de la Madrid Cordero, fue antes Director de la Financiera Rural, y que estudió economía en nuestra Universidad Nacional, y obtuvo un post grado en la prestigiada Universidad de Harvard. El prologuista, a su vez, antes de ser Secretario de Hacienda, estudió economía en el ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México), y un postgrado en el MIT (Massachusetts Institute of Technology). Además, Videgaray coordinó la campaña electoral del ejecutivo actual. Se trata pues de dos autorizados voceros de la corriente de pensamiento que no solo dirige la economía de nuestro país, sino que también representa la ideología dominante en el mundo occidental.

El libro expone, ciertamente con claridad, sus propósitos, y deja de entrada explícitos sus supuestos, lo cual hace posible que cualquier análisis pueda comenzar por el lugar indicado, es decir, por la consideración de sus fundamentos y por la evaluación de sus objetivos.

De más está subrayar que la visión de ambos economistas es enormemente optimista, por no decir gozosa. Con esa visión que solamente puede tenerse desde la cima del poder, donde los horizontes casi siempre prodigan ventura y días de solaz. Y ese tono optimista, que los ciudadanos quisiéramos ver confirmados en los argumentos y en las previsiones, resulta desde luego importante, pues ciertamente es necesario o conveniente que quien guía nuestros destinos vea el futuro próximo con buen talante para podernos conducir a él.

Pero existe un riesgo en el optimismo. Pues cuando es producto o expresión de la confianza en sí mismo, y en el buen diagnóstico del horizonte, se trata de un optimismo de buen cuño; pero cuando se trata del humor de soñador que ve color de rosa lo que únicamente su cabecita alcanza a imaginar, es entonces expresión de fatuidad y vanagloria. De tal manera que dejaremos al lector el esclarecimiento del tipo de optimismo que nuestros comentados autores tienen.

Sin embargo desde las primeras páginas sufre uno una decepción terrible, pues no acierta uno a comprender cómo puede tenerse una visión tan distante de los hechos del día, o de la percepción que tenemos los mortales de a pie, y no entendemos cómo pueden construir sobre una realidad imaginaria el conjunto de las propuestas desplegadas en el texto. Expliquémonos.

Dice don Enrique en la página seis de su texto: "Son muchos los factores que inciden en el crecimiento y desarrollo de los países, entre ellos sobre todo un estado de derecho eficaz que provea de seguridad a las personas y a sus bienes". Y luego, con olímpica y desparpajada pluma, el buen señor da por hecho que tal requisito se cumple y pasa entonces a enumerarnos las causas distintas que impiden que en México se cumpla con esos objetivos de crecimiento y desarrollo.

Y aclara: "en este libro haré referencia únicamente a tres factores que a mi juicio explican el por qué nuestro país no crece más: la falta de inclusión y penetración financiera, el deficiente nivel de competencia y el bajo grado de competitividad." Abundando en este tema de la inclusión y la penetración financiera, de la Madrid dice hacia otro capítulo de su libro: "Con el fin de expandir el crédito a un menor costo, la reforma financiera brinda nuevas formas de cumplimiento de los contratos mercantiles, así como regímenes que facilitan el otorgamiento y la ejecución de garantías. Con ellos, las instituciones financieras tendrán mayor certeza jurídica y, al reducir sus riesgos, podrán prestar más a menores tasas de interés…….Por su parte, la banca de desarrollo se consolida como un motor para el impulso de proyectos estratégicos del país al complementar y propiciar el financiamiento privado, por lo que será otro canal para expandir la oferta de crédito." (pág. 148 del texto)

Los tres temas prioritarios según el Lic. de la Madrid, desde luego los abordaremos uno por uno. Cada uno en un apartado, del que éste es el primero. Pero antes nos sentimos obligados a interpretar el silencio o el desdén en torno al tema del Estado de Derecho.

De entrada comprende uno que si estos distinguidos economistas no se ocupan de la inseguridad, y consideran que vivimos en un Estado de Derecho, o que no es asunto de ellos, pues será porque adolecen de una visión cuando menos chueca, por no decir, extraviada. Y al observar cómo abordan o van desplegando los distintos temas sin considerar el contexto político de la vida diaria, uno lo va comprobando, pero vayamos por partes.

El Estado de Derecho lo concebimos en este país --como seguramente en la mayor parte de las naciones--, como un régimen en el que una vez que se alcanza el pacto social y se regula o define en la legislación, la ley se aplica sin distingos, en donde los jueces, y en general el poder judicial, actúa con imparcialidad resguardando a las instituciones, y en el que el resultado es la paz, la sana convivencia entre los ciudadanos. Pero dar por entendido que vivimos en un Estado de Derecho es desconocer que hoy no hay pacto, no hay pacto desde el momento que mueren por millares en una violencia creciente, y desaparecen por millares en segmentos bien identificados. Desdeñar la discusión del Estado necesario de Derecho es cuando menos minimizar los muertos que han ocurrido en la mal llamada Guerra contra las drogas, y desentenderse también de los desaparecidos, que según las estimaciones más recientes, como las de la revista Nexos Núm 445 (con fecha 20 de febrero de este año) o Proceso Núm 1997 (del 8 de febrero también de este año), suman más de 23 mil, tan solo en los últimos ocho años. De hecho desaparecen 13 mexicanos al día. Sin que autoridad alguna pueda esclarecerlo o impedirlo.
Este periodo de violencia que viene viviendo México, que en el texto de nuestros economistas no se aborda, suma más de ciento cincuenta mil muertos, ciento ochenta y hasta doscientos mil muertos según algunas fuentes. En los datos divulgados por Internet y recabados de fuentes oficiales, tenemos:

Guerra contra el narcotráfico en México - Wikipedia, la enciclopedia libre miércoles, 11 de febrero de 2015
Fuerzas en combate
Militares:
50.000 (2006)
50.000 (2008)
130.000 (2009)
Policías federales:
20.000 (2006)
35.000 (2011)

~100.000 (2009)
Bajas
225 soldados, 51 marinos
215 Policías Federales
59 Periodistas
60.402 civiles
Más de 25.000 sicarios
Más de 121.199 detenidos.
Más de 28.000 muertes en 963 enfrentamientos (CISEN)
486 muertes en 2006.
2.477 muertes en 2007.
6.290 muertes en 2008.
9.724 muertes en 2009.
15.273 muertes en 2010.
24,068 muertes en 2011
18,061 muertes durante 2012 y hasta el mes de octubre de 2012
Y en cuanto a los desaparecidos, según Proceso ocurren a razón de uno cada hora con cincuenta minutos.
Estos datos, que no merecen consideración en el texto referido, sobrepasan el número de muertos y desaparecidos en periodos álgidos de guerra declarados en diversos países, como la guerra de Irak o la de Afganistán. Donde todo mundo tiene claro que no existe algo así como un Estado de Derecho. Tómese en cuenta que el número total de muertos en los últimos ocho años en México, sobrepasa el total de los muertos en la guerra de Irak entre marzo de 2003 que fue cuando comenzó la ocupación, y tres años más tarde, en junio de 2006, cuando había, según el Ministerio de Salud Irakí, ciento cincuenta mil muertos, o que en la guerra de Afganistán, donde el reporte

Realizado por el ejército nortemericano decía que
Por País había un número menor de

Muertos que en México
 Estados Unidos
2 356
 Reino Unido
453
 Canadá
158
 Francia
86
 Alemania
54
 Italia
48
 Dinamarca
43
 Australia
41
 Polonia
40
 España
34
Otros países
171
Total
3485
Artículo principal: Bajas de la Coalición en Afganistán
En la guerra, "hasta el 23 de diciembre de 2014 ha habido 3485 muertes militares de la coalición en Afganistán desde la invasión en 2001. Por parte estadounidense 2356 militares han muerto, incluyendo a los 12 agentes de la CIA que murieron en Afganistán. Hasta la fecha más de 23500 soldados de la ISAF han resultado heridos en Afganistán. Por parte británica 453 soldados han muerto. Además, han sido confirmadas la muerte de 215 contratistas extranjeros."[]
"Respecto a la población civil afgana, varias fuentes cifran aproximadamente en 20,000 muertos por acciones de violencia entre los años 2001 y 2013. Además, en 2012 había cerca de medio millón de civiles desplazados a causa del conflicto. En cuanto a las fuerzas de seguridad afganas, se han contabilizado 13,729 efectivos muertos y otros 16,511 heridos entre finales de 2001 y principios de 2014 (se incluyen tanto a miembros del ejército como de la policía afgana)."

En nuestra visión, el principal obstáculo al desarrollo no es entonces, desde luego, alguno de los tres factores que enumera el Lic. De la Madrid, sino precísamente la ausencia del Estado de Derecho. Pues ¿cómo puede uno esperar que mejoren las condiciones de vida y convivencia, o que aumente el valor del Producto Nacional, cuando amplias regiones del país se encuentran bajo administración de los sicarios, y cuando muchos sectores de la administración, es decir del gobierno y de las dependencias públicas, se encuentran asociados o infiltrados por la delincuencia? Tal y como ha quedado en evidencia en los muchísimos reportajes de prensa en los últimos cinco meses. Peor aún, ¿cómo desdeñar la desconfianza que ha suscitado la denuncia de adquisiciones de propiedades por parte de altos personajes del poder público o de sus familias incluido el mismo Secretario de Hacienda? O dicho en otros términos ¿cómo creer en un Estado en el que la corrupción es la norma y el poder judicial es el más corrupto de todos?

Pero este tema de la ausencia del Estado de Derecho no se agota en el asunto de la guerra de facto y las desapariciones. También implica al mismo sistema económico. Así, tenemos, según notas de la segunda semana de este mes de febrero de 2015, que los mexicanos ricos han evadido el pago de impuestos y han sacado del país el doble de capital de lo que tiene el Banco de México en Reservas.
Una nota de La Jornada del 12 de febrero dice literalmente: "Ciudadanos mexicanos han transferido a paraísos fiscales, jurisdicciones donde las autoridades nacionales tienen escasas posibilidades de fiscalización, recursos por al menos 417 mil millones de dólares. Es una cantidad que equivale a más del doble de la reserva internacional de divisas del país. Esos recursos, de acuerdo con un reporte de una organización internacional, fueron movilizados en los últimos años a través, principalmente, de instituciones financieras llamadas de banca privada."
Esta nota podría leerse de varias maneras. Por ejemplo agregando que la gente que tiene mucho dinero tiene inclusión y profundidad de servicios financieros. Y eso no ayuda al crecimiento, al contrario.
También podría decirse que el ahorro nacional, que según los economistas de antes es la base para financiar el crecimiento y el desarrollo, no se aplica porque existen personas que lo apartan o desvían de esa noble función que debería cumplir. Y que el Estado no tiene política alguna para incentivar o inducir el que se invierta. O que el Estado se ocupa de profundizar los servicios financieros en lugar de ver cómo se invierte el ahorro nacional.
Los mexicanos, dice la nota en cuestión, son el sexto grupo nacional que más recursos financieros ha movilizado hacia paraísos fiscales, de acuerdo con la organización internacional Red para la Justicia Fiscal (TJN, por sus siglas en inglés), en un reporte publicado en 2012. La revelación, el domingo pasado, es decir el ocho de febrero de 2015, de que la filial de banca privada de HSBC en Suiza pudo ser utilizada para tratar de evadir impuestos por ciudadanos de decenas de países –entre ellos casi dos millares de mexicanos– puso al descubierto los múltiples fracasos de las autoridades fiscales o de los gobiernos en relación con los datos que existían ya en 2010 sobre esta práctica, comentó la TJN este miércoles. O sea, decimos por nuestra parte, que el gobierno está demasiado ocupado diseñando la inclusión financiera de los que no tienen servicios bancarios, en lugar de ver cómo induce la inversión productiva en el desarrollo y el crecimiento.
Varios países han recurrido a esa información sobre evasiones para recuperar impuestos no pagados; pero nos atrevemos a apostar que el nuestro no moverá un dedo.
Los datos son suficientes para que algo se hiciera, comenta la prensa, y para que pudiéramos recuperar un poco la confianza en quienes guían las finanzas, pues según la prensa, los depósitos de mexicanos u originados en México en la filial de banca privada de HSBC en Suiza alcanzan 2 mil 200 millones de dólares, depositados en mil 843 cuentas, propiedad de 2 mil 642 clientes. ¿O será posible que el Subsecretario de ingresos Aportela no tenga acceso a estos datos?
La cuenta de mayor cuantía asociada a un mexicano es de 596.4 millones de dólares. Y podríamos hasta apuntar tres o cuatro candidatos para identificar al sujeto.
50 instituciones de banca privada en el mundo administran 12.1 billones de dólares, diez veces el producto interno bruto (PIB) de México, en inversiones de clientes de alto ingreso. En cinco años la cifra creció a un promedio de 16 por ciento anual. Justamente impidiendo que el crecimiento del PIB de México pudiera rebasar el 3%. Eso me parecería una explicación más realista sobre los obstáculos al crecimiento.
Los capitales que se han movido desde México a sistemas financieros en paraísos fiscales asciende, decíamos, a 417 mil millones de dólares, más del doble de los 195 mil millones de dólares que alcanza actualmente la reserva internacional de divisas del país, como lo subraya la nota del día 12. Y los comentarios de los lectores del periódico, aparecidos en la edición de internet, parecen más lúcidos que nuestro Director del Bancomext, pues le atribuyen a esa fuga de capital un impacto mayor en nuestra economía que lo que afecta la insuficiente bancarización y dispersión de servicios financieros.
Eso en cuanto al orden de la importancia que tienen los obstáculos al desarrollo. Pero entrando al tema primero que el Lic. de la Madrid menciona, el de la Inclusión financiera, diremos que no es un concepto que se encuentre en los textos de los clásicos. Es decir, no está en Ricardo, o en Adam Smith. Pero tampoco está considerado por autores posteriores como Hayek o Schumpeter como un impedimento al desarrollo. Y ni siquiera en otros más recientes como Samuelson o Stiglitz. Y como no lo habíamos visto considerado como una variable o condición del desarrollo, decidimos exponer en qué términos es abordado, no por otras corrientes, sino por la misma corriente monetarista a la que pertenece el Lic. de la Madrid.

Así, repasamos lo que dicen varios autores sobre el papel de la Banca y el crédito en el desarrollo. Y por ejemplo Dornbusch y Fischer, que escribieron un Manual de Macro economía que debimos estudiar durante el ascenso del monetarismo, lo abordan así: Primero no se habla de inclusión financiera, sino del papel de la oferta y la demanda monetaria. A este propósito dicen ellos que Un aspecto esencial de la demanda de dinero descansa en el hecho de que los individuos estén interesados en el poder adquisitivo de su moneda, es decir en los saldos que resulten de los términos de intercambio entre el efectivo, o su capacidad de compra, y los bienes respectivos. Y nos recuerdan la cuatro funciones del dinero: como medio de intercambio, como almacén de valor, como unidad contable y como instrumento de pago diferido.

Si traducimos o tratamos de relacionar esto con la inclusión financiera, diríamos que los individuos, los ciudadanos, podrían estar interesados en su inclusión, más allá de los propósitos del Lic. de la Madrid, si tuvieran dinero suficiente para plantearse las cuatro funciones del dinero, es decir, si pudieran adquirir más bienes, si pudieran atesorarlo o ahorrarlo, si la dimensión de su dinero requiriera de una contabilidad respectiva, o si estuvieran en condiciones de endeudarse. Esto si pensamos un poco más conservadoramente, en los términos de lo que decían los maestros del monetarismo hace unos treinta años. Ellos tenían muy claro que las demandas por transacciones de dinero son un resultado del uso del dinero como forma de pago constante y regular de bienes y servicios.

Pero cuando el nivel de ingresos está estancado, o en franco retroceso, cuando sólo en la mente y las cifras del Lic. de la Madrid existe poco desempleo, cuando se vive en un mundo donde puede afirmarse, como él lo hace, que "En este México desarrollado no existen diferencias extremas entre ricos y pobres, (y que) hay una población mayoritariamente de clases medias y no más de 15% de las personas viven en condiciones de pobreza" (página 18 del libro), cuando se afirma tal cosa, es posible que un alto funcionario, o un grupo de altos funcionarios, como él y el Secretario de Hacienda, se planteen que los tres obstáculos más importantes del crecimiento son la falta de inclusión financiera, el deficiente nivel de competencia, y el bajo grado de productividad.

Como no es en los textos de los economistas consagrados donde está el origen del concepto que nuestras autoridades emplean, debimos buscarlo en papeles oficiales y discusiones institucionales. Y lo encontramos como un tema recurrente en las publicaciones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que son entonces la fuente de inspiración de nuestro Director del Banco de Comercio Exterior, y del Secretario de Hacienda. Es decir, son una moda, un conjunto de ideas que hacen a un lado los fundamentos de las cuentas nacionales, y ponen en su lugar algunas variables cosméticas.
A este respecto quisiéramos ilustrar a nuestros lectores con un documento titulado Inclusión financiera, donde se expresa la misma preocupación: "Según el Banco Mundial, sólo un tercio de los argentinos tiene cuenta bancaria" publicado por Verónica Dalto, en Buenos Aires este jueves 12 de febrero.
La interfeuta explica que "Ser parte del sistema financiero tiene múltiples beneficios para las personas, ya que pueden ahorrar, solicitar créditos y realizar pagos si tienen una cuenta en alguna entidad bancaria. Sin embargo, la mitad de los habitantes del mundo tiene abierta una cuenta en un banco. Y entre ellos predominan los adultos de los países ricos, sin importar la clase social a la que pertenezcan, sobre los ciudadanos de los países pobres.
"En Argentina, continúa diciendo Verónica, el 33% de los adultos tiene abierta una cuenta bancaria. …Así lo indica el estudio "Midiendo la inclusión financiera explicando la variación entre y dentro los países", de Asli Demirguc-Kunt y Leora Klapper, expertos del Banco Mundial, que se basa en una encuesta realizada a 150.000 personas mayores de 15 años en 148 economías durante 2011.
"Sin un sistema financiero inclusivo, concluye la autora del artículo, la gente debe confiar en sus propios limitados ahorros para invertir en su educación o volverse emprendedores; y las pequeñas empresas, en sus ingresos para sacar ventaja de sus prometedoras oportunidades de crecimiento"
En otro trabajo de la misma corriente, indican los expertos que presentaron su ponencia en una conferencia de la Brookings Institution hace unas semanas. "Esto puede contribuir a una persistente inequidad de ingresos y más lento crecimiento económico". Pero lo que es universal en los países de altos ingresos, con el 89% de los adultos bancarizados….. Aun así, es decir, aunque Verónica y otros monetaristas coinciden con la inquietud del Lic. de la Madrid, no dejan de comentar en un gesto de mayor realismo, que "la falta de dinero es la causa más común para no abrir una cuenta (65%), también porque son muy caras (25%) y porque algún familiar ya tiene abierta una cuenta (23%). ….."
Dimos luego, ya a nivel nacional, con el ensayo titulado El Estado y los servicios financieros al medio rural. Análisis a través del caso Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura del autor Gustavo A. Del Ángel-Mobarak, escrito desde 2011, cuando el Lic. de la Madrid era Director del FINRURAL. Ahí exponen el Sr. Mobarak y su presentador la noción que recoge el Lic. de la Madrid. La primera página del texto dice "se deberá fortalecer a los intermediarios para constituir un sistema financiero rural que proporcione mayor acceso de la población rural a los servicios financieros."

Y justamente, esa Reforma Financiera, que ocupa destacado espacio en el libro que venimos reseñando (página 146), se plantea otorgar todo género de prerrogativa a los bancos para que consigan un número mayor de corresponsalías, es decir, de agentes de primer piso, que tengan contacto con los posibles clientes. Al mismo tiempo que los eximen de responsabilidad por lo que pudieran imputarles de manos manejos, estableciendo inclusive que los costos de la defensa legal que requirieran se pague de recursos públicos. O sea que conciben la profundización financiera a través de la conversión de los organismos privados y sociales en agentes bancarios.

Otros autores, también adherentes de la propuesta del Banco Mundial para interpretar los obstáculos al desarrollo (Asli Demirguc-Kunt Leora Klapper , La inclusión financiera en América Latina y el Caribe, Findex Notes, the World Bank Agosto de 2012) dicen
"Una de las posibles explicaciones del uso relativamente escaso de las instituciones financieras formales para ahorro, es que por lo general las cuentas se abren y utilizan primordialmente para recibir pagos de empleadores o del Gobierno, y suele ser difícil o incluso imposible utilizarlas además para acumular ahorros personales. En rigor, el 68% de los titulares de cuenta en América Latina y el Caribe declara haber usado una cuenta en el curso del año pasado para recibir salarios o pagos del Gobierno, en comparación con tan solo el 41% en el resto del mundo en desarrollo. Para propiciar que los adultos ahorren en instituciones financieras formales, se podrían utilizar productos nuevos destinados específicamente a los titulares de cuenta existentes."
Y agregan una gráfica y una reflexión:

Nótese por favor que estos autores también reconocen que la causa principal de que no se empleen los servicios financieros, o de que existe baja inclusión financiera, como dice el Lic. de la Madrid, es la falta de ingresos suficientes, es decir, lo bajo de los recursos monetarios disponibles. Estos ejemplos deberían bastar, si partiéramos del sentido común, para entender que por donde habría que comenzar para el diseño del crecimiento, es entonces por buscar de qué manera aumente el ingreso de la gente, antes que plantearse aumentar la inclusión financiera. Y eso implicaría, entre otras cosas, replantearse lo que muchos años fue parte de la política virtuosa del Estado y que se llamó Redistribución del Ingreso, pues esos 417 mil millones de dólares podrían ser demanda de bienes en México si el Estado los hubiera grabado e invertido en obra pública y en generación de empleo.

Ahora bien, cierto es que la demanda por recursos financieros es mayor que la oferta. Eso es una verdad de perogrullo en nuestro país. Es decir, que muchos productores quisieran recibir crédito. Pero no a las tasas que la banca comercial presta. Y es precísamente la banca de desarrollo la que debería atender esta necesidad. De hecho la reforma que llegó a la Financiera Nacional el año pasado (2014), con el nombramiento del nuevo director, se encamina en esa dirección. Pero al término del ejercicio fiscal de 2014, vemos que la penetración de los servicios financieros en nuevos sujetos, es decir en aquellos que no tenían crédito, sensiblemente los más pobres o menos capitalizados, representa un poco menos del 3% de la cartera de la Institución. Algo realmente modesto, aunque se trata del primer año de su establecimiento, a tasas menores de interés y ciertamente con garantías naturales. Lo cual es de todas maneras un logro.

Si la inclusión financiera siguiera por ese camino de la banca de desarrollo, todos tendríamos que aplaudirla. Pero sin confundir esa expansión crediticia con la solución al bajo índice del crecimiento económico o la reducción de los obstáculos al desarrollo.

Mobarak decía en el texto citado más arriba que "El impacto más relevante de esta inclusión financiera en el desarrollo tendrá lugar en la medida que esta política pública logre fomentar un sistema financiero rural funcional que promueva mayor acceso a servicios financieros y, consecuentemente, mayores niveles de productividad, estabilidad económica y bienestar en la población del sector". Pero no ponía como obstáculo al desarrollo la insuficiente inclusión financiera.

Otros autores han dicho de manera más prudente que ""De acuerdo con la teoría del crecimiento endógeno (Romer, 1986, Lucas 1988), el sistema financiero influye en el desarrollo económico …el mayor acceso al sistema financiero incrementa las tasas de ahorro e inversión /Levine, 1997, Khan y Senhadji, 2000(. ..Más recientemente, varios estudios han argumentado que el desarrollo financiero estimula también el espíritu emprendedor a través de una reducción de os costos de financiamiento…(King y Levine, 1993; Rajan y Siungales 1998). En todos los casos, los servicios ofrecidos por el sector financiero pueden ayudar a la transferencia de recursos hacia las áreas de la economía donde se necesitan…" O sea que la inclusión puede ayudar, incrementar, aumentar, estimular, y ser positiva a condición de reducir costos de financiamiento, y estar PRECEDIDA por una política de transferencia de recursos, o redistribución de la renta.

En 2007, decía el mismo Del Ángel Mobarak, FIRA canalizaba 90% de sus recursos a través de siete bancos, 15 Sofoles (menos de 6%), uniones de crédito, y empezó a canalizar recursos a través de Sofomes. Estas instituciones operan como primer piso. Asimismo, canalizaba los recursos ya fuera directamente a granjas, agricultores medianos y grandes o a través de asociaciones, agronegocios u otras empresas no financieras hacia los pequeños agricultores. Además, los agentes dispersores como las parafinancieras, jugaban ya un papel importante. Estos canales operaban los recursos de FIRA con la intermediación de un banco, en la práctica representa un "tercer piso".

Por su parte, Carlos Aparicio y Miguel Jaramillo, dos peruanos de la Superintendencia de Banca que también plantean la misma política de aumentar la inclusión financiera en su país, decían en 2011 (En el Cuadro 1, que aparece abajo, se presentan los indicadores de profundización financiera) que las corporaciones distintas a los bancos, es decir, las ODC, tienen un papel más importante que los bancos mismos, pues canalizan un volumen mayor del crédito. Nótese en el cuadro que estos autores ponen que cuando hablan de ODC, se refieren, entre otros, a Cooperativas de ahorro. Que nuestro autor mexicano, el Director de Bancomext, no cita para nada en sus planes o intenciones de inclusión financiera.

Ciertamente sí son citados estos organismos en la Reforma financiera que aprobó el régimen mexicano el año pasado, pues pretende convertir a las cooperativas en instrumentos al servicio de los bancos, haciendo de ellas corresponsalías de lo que son hoy los bancos extranjeros en México, y sin tomar en cuenta que las cooperativas en nuestro país son organismos no lucrativos, es decir, ajenos a la especulación y al propósito de hacer sudar dinero al dinero. Pero eso ha de considerarlo nuestro reseñado autor una Pecata minuta, pues ni siquiera reconoce a las cooperativas como el principal actor del Tercer Sector de la Economía. Vamos, ni siquiera existe para de la Madrid este Tercer Sector.

Pues en su definición de lo que entiende por Economía mixta nos dice: "La economía mixta es un sistema en el que el sector público y las empresas privadas interactúan y trabajan conjuntamente en el desarrollo de un país, bajo la vigilancia estatal. En este sistema los medios de producción dependiendo del tipo de actividad de que se tratae, pueden ser de propiedad privada, estatal o mixta, pero todos deben responder a la orientación general que les da la autoridad pública a través de la planificación." (página 153 del texto).


CUADRO 1
INDICADORES DE PROFUNDIZACIÓN FINANCIERA 1/ AÑO 2010
PAÍSES SELECCIONADOS
*Según la definición del Fondo Monetario Internacional, ODCs (Other Depository Corporations) comprenden a los bancos comerciales y otras instituciones captadoras de depósitos. Estas consideran a las corporaciones y cuasi-corporaciones (excepto el banco central) cuya principal actividad es la intermediación financiera, y que tienen obligaciones en la forma de depósitos u otros instrumentos financieros sustitutos de los depósitos incluidos en la definición del agregado monetario M2. Las ODCs incluyen asociaciones de ahorro y préstamo, sociedades hipotecarias, cooperativas de crédito, instituciones de giro, cajas de ahorro, instituciones microfinancieras, entre otros.
1/ Los indicadores para Perú consideran los créditos y depósitos otorgados por las empresas del sistema financiero (banca múltiple, empresas financieras, empresas de arrendamiento financiero, cajas municipales, cajas rurales, edpymes, Agrobanco y Banco de la Nación, solo créditos de consumo).
Fuente: Financial Access Survey (FAS), FMI
Elaboración propia (Superintendencia de Banca, Seguros y Administradoras privadas de fondos de pensiones. Perú, 2012.)

No es para nada casual la definición que da de la Madrid, y que con su prólogo avala el Secretario de Hacienda. Si por ellos fuera las cooperativas podrían pasar a desaparecer, siendo absorbidas por el sistema bancario privado, eso sí, bajo la supuesta rectoría estatal que ellos ejercen.

Y para nuestros lectores que no estén al día en la significación de la parte financiera del Sector Social en México, les resumo unos cuantos datos: Sumamos más de siete millones de ahorradores, y contamos con un capital social total que rebasa ya los cien mil millones de pesos, lo que es una cifra superior al capital social de algunos bancos, contando además con cientos de sucursales que operan en prácticamente todo el país, y que damos servicio a más de 30 millones de mexicanos. Y el Lic. de la Madrid no lo cita, ni lo considera, al contrario, quiere convertirlo en apéndice de los bancos.

Sólo que existe un impedimento de orden Constitucional. Pues nuestra Carta Magna define la economía mixta de otra manera: "AL DESARROLLO ECONOMICO NACIONAL CONCURRIRAN, CON RESPONSABILIDAD SOCIAL, EL SECTOR PUBLICO, EL SECTOR SOCIAL Y EL SECTOR PRIVADO, SIN MENOSCABO DE OTRAS FORMAS DE ACTIVIDAD ECONOMICA QUE CONTRIBUYAN AL DESARROLLO DE LA NACION…" y deja además explícito quién pertenece al Sector Social: "LA LEY ESTABLECERA LOS MECANISMOS QUE FACILITEN LA ORGANIZACION Y LA EXPANSION DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA DEL SECTOR SOCIAL: DE LOS EJIDOS, ORGANIZACIONES DE TRABAJADORES, COOPERATIVAS, COMUNIDADES, EMPRESAS QUE PERTENEZCAN MAYORITARIA O EXCLUSIVAMENTE A LOS TRABAJADORES" No creo posible que el Director General de un Banco Nacional desconozca este artículo de la Constitución, ni tampoco me parece posible que tampoco lo conozca el Secretario de Hacienda.

Luego tenemos entonces que adelantar alguna hipótesis sobre las razones para escamotear una definición tan importante en sus planes y propuestas. O para darle la vuelta en sus propósitos.

Y la primera que atisbamos a adelantar es que no les conviene hablar de una economía mixta en la que además de la iniciativa privada a la que ellos sirven, existe además un sector social que ellos parecen querer destruir con su Reforma Financiera.

En esto se comportan no como servidores públicos, sino como enemigos públicos.

Pero tratándose de un análisis de un texto, diremos que para ellos las herramientas de gobierno no están encaminadas a conseguir un aumento del ahorro nacional, y tampoco a buscar o procurar que el ahorro que existe o se alcanza, sea canalizado a la inversión, como forma de impulsar el crecimiento y el desarrollo. Sino que buscan aumentar la inclusión financiera, es decir, aumentar los servicios bancarios como política central.

Eso debe leerse, entenderse, interpretarse, como la colocación del dinero, del capital en el lugar protagónico de una estrategia. Y aquí es donde viene al caso el título de este primer artículo. Aristóteles decía, tanto en su texto De La política, como en su libro de Ética, que la diferencia principal entre economía y crematística, es que el comercio trueca dinero por dinero, y la usura transforma el dinero a partir del dinero, y que ninguno de los dos producen algo, por lo que en ese caso, en esa forma de entender el papel del dinero, sea crédito o dinero, es desde ambos puntos de vista condenable. Es decir, que ni éticamente ni económicamente, podemos aceptar que se imponga como estrategia una política económica que pierde de vista o escamotea la producción de bienes como punto de partida, es decir, la generación de riqueza real. Porque la inclusión financiera no es más que un pegote o agregado de servicios a lo que antes debe ser la generación de riqueza. Y la riqueza, que es el objetivo de la economía, se crea con trabajo, con inversión y con organización empresarial. Pero no con inclusión financiera.

Continuaremos con los otros dos temas que plantea el Lic. de la Madrid como obstáculos al desarrollo.


II Competitividad o mercado interno
, 8 de marzo de 2015.
En el capítulo anterior iniciamos el análisis de los tres obstáculos que identifica el Lic. de la Madrid al mayor crecimiento de la economía de México. Sostiene el Director del Banco de Comercio exterior que el crecimiento registra frenos por tres causas, a saber: la insuficiente inclusión y profundización financiera, la baja competitividad y el bajo nivel de productividad.
Dijimos que al menos el primero de estos obstáculos, si bien puede contribuir efectivamente al crecimiento en la medida que se atienda, incide en realidad en un segmento menor de la sociedad, y no altera ni la mala distribución del ingreso ni la caída del nivel de vida, y que cuando las personas no tienen ahorros está de más o de menos si se aumentan o mejoran los servicios bancarios, pues no hay con qué usarlos.
Agregamos, en esa línea de razonamiento que son otras las verdaderas causas que impiden a México crecer. Enumeramos, además de la insuficiente capacidad de ahorro de las personas, las siguientes: inseguridad y violencia, fuga del capital nacional por ausencia de una estrategia de inversión, y reforma financiera que se aparta de la identidad nacional y las necesidades generales. Sin embargo, acaso debimos de empezar haciendo distinción entre crecimiento y desarrollo. Hoy en día todos los que se empeñan por aumentar o sostener el crecimiento suponen, o dan por hecho, que éste constituye un prerrequisito del desarrollo. Sin embargo no sólo es un supuesto falso, sino que debemos oponernos al crecimiento per sé. A partir de esa reflexión mostraremos en las páginas siguientes que la política económica es un obstáculo al desarrollo y al mismo crecimiento, pues al partir de premisas equivocadas, y al estar formulada sobre la base del desconocimiento de la realidad nacional, consigue resultados contrarios a los que se proponen o dicen proponerse sus autores.
El crecimiento se mide en cantidad de valor. El desarrollo se mide en índices de bienestar. Los que profesan la fé del crecimiento creen que con mayor valor podrán instrumentar mayores índices de bienestar. Pero toda la investigación empírica los desmiente. Y aún la estadística sobre los indicadores económicos ilustra el impacto nulo del crecimiento sobre el bienestar, tal y como ya lo veníamos ilustrando. Pero abundaremos en este nuevo capítulo. En el caso de México, hace mucho que todo incremento de la renta nacional, o del promedio de la renta nacional, no hace sino ocultar la mala distribución del ingreso, con los crecientes niveles de empobrecimiento de las amplias mayorías.
El Lic. de la Madrid incluye en su libro una gráfica en la que se registran significativos avances en la disminución de la pobreza. Eso nos hizo recordar que en esta sociedad existen estadísticas a modo, o para todos los gustos. Por fortuna las cifras pueden discutirse y demostrarse. Y lo único lamentable, en este caso, es que las cifras que se promulguen como las buenas puedan ser tan difundidas entre la opinión pública que provoquen, si no confusión, cuando menos lo que llaman el beneficio de la duda. Ilustraremos por qué no pueden aceptarse las cifras que resume el autor que reseñamos.
Dice de la Madrid en la página 42 de su libro, que el porcentaje de pobres alimentarios en México, respecto del total de personas, sumó en 2012 sólo 19.7%, y que el número de pobres más grande es de los pobres patrimoniales, o sea los que no tienen vivienda propia, que suman, según su estadística, el 52.2 %. Luego celebra lo que él fundamenta como el aumento de las clases medias, que según dice, acorde con la encuesta de Ingreso Gasto del INEGI, pasó de englobar el 38.4% de los hogares en el año 2000, al 42.4 % de los hogares una década más tarde.
Para él las clases medias son ese segmento que se supone ha aumentado su nivel de ingreso y de vida. Pero vamos a referir cómo esa visión se aparta de los hechos.
En la página siguiente a su gráfica, de la Madrid comenta que "aunque el crecimiento de la economía ha estado por debajo de su potencial, el poder adquisitivo se ha duplicado entre 1990 y 2012", pasando de 7578 dólares de PIB per cápita, a 15,344 dólares de PIB per cápita…. "lo que ha permitido que la población acceda a mayores niveles de consumo".
Los mexicanos de a pie no necesitamos muchos elementos para comprobar que tales cifras son cuentas alegres, pues todos los días padecemos en el deterioro de nuestras condiciones de vida. Pero conviene de todas maneras hacer somero recuento de cómo el crecimiento o el aumento de la renta nacional no significan, para nada, un avance en la dirección del desarrollo.
Boltvinik, el más lúcido y riguroso de los pobretólogos en México, decía el 29 de septiembre de 2013, en su columna de Economía Moral: "En sociedades como la mexicana, la causa fundamental de la pobreza es la desigualdad. Por ejemplo, en los estudios de Coplamar demostramos que el PIB per cápita existente en el país en 1977 era suficiente para que todos los habitantes del país satisficieran sus necesidades esenciales plenamente, pero que si la muy desigual distribución del ingreso se mantuviese sin cambios, el PIB per cápita tendría que crecer a 6 por ciento durante 23 años consecutivos para alcanzar tal satisfacción. (Véase Coplamar, Necesidades esenciales y estructura productiva en México, 1982, pp. 54-59)." De más está decir que el PIB no creció al 6%, salvo algunos años, como decía Boltvinik. Pero aunque hubiera crecido igual todo el periodo el problema estaría vigente. Y vamos a explicar por qué.

Según Boltvinik, el panorama real de la pobreza se ilustraba como sigue:

Boltvinik exponía en los siguientes términos: "Observemos primero el dato a nivel nacional: la sociedad mexicana se divide en una mayoría de población pobre (83.1 por ciento) y una minoría no pobre (16.9 por ciento). También se aprecia que entre la población pobre se distinguen tres estratos que reflejan distintos niveles de intensidad de la pobreza: indigencia (32 por ciento), pobreza intensa (22 por ciento) y pobreza moderada (29 por ciento), así como tres estratos de población no pobre: la que se denomina Sanbrit, que quiere decir con satisfacción de necesidades básicas y requerimientos de ingreso y tiempo (7 por ciento), la clase media (8.1 por ciento) y la clase alta (1.8 por ciento)." Nótese que la clase media, que para Boltvinik alcanza menos del diez por ciento, es para de la Madrid la mayoritaria (42%).
Previniendo que de la Madrid pudiera juzgar estos datos como no actualizados, nos permitiremos citar cómo evolucionó este problema de la pobreza durante los regímenes de Vicente Fox, Calderón y Peña Nieto:
Por una parte decía un estudio realizado por Banamex en 2006 que "Con base en los resultados de la Encuesta de ingreso-gasto de los hogares 2005 (ENIGH 2005), la concentración del ingreso continúa siendo de grandes proporciones, pues mientras los hogares del segmento de mayores ingresos perciben 37 mil 358 pesos mensuales en promedio, los de menor ingreso tienen percepciones de solo mil 681 pesos mensuales en promedio, es decir, una diferencia de 22 veces. De esta manera, "las cifras muestran que la concentración del ingreso continúa siendo alta en nuestro país", comentó Banamex en ese análisis sobre la distribución del ingreso en 2005, clasificado en sus temas especiales y documentos de trabajo.
Pero el estudio proseguía diciendo: "Con base en los datos oficiales se desprende que 10 por ciento de los hogares con mayores percepciones concentraron en 2005 36.5 por ciento del ingreso total, mientras que 10 por ciento de los hogares más pobres sumaron apenas 1.6 por ciento del total. "
Bancomer, que también contribuyó ese año con el diagnóstico sobre el mismo tema. Este otro banco decía en las conclusiones de su diagnóstico sobre la economía de México que "pese a que se aprecia una mejoría en la distribución del ingreso, con una recuperación sustancial en los deciles más bajos (una recuperación del 1.1 durante el periodo de 2001 a 2005) el ingreso per cápita se mantiene prácticamente sin cambio en el periodo 1994- 2005. El ingreso, "medido en términos per cápita se mantuvo prácticamente constante, en 30 mil pesos anuales, a precios de 2005". Ojo, de la Madrid, al comparar porcentajes, decía que prácticamente se había duplicado, al pasar de 7500 dólares a 15000.
Viendo las fuentes del ingreso, podemos adelantar, además, que esa pequeña mejoría que reconocía Bancomer, no era producto principal de un alza de los salarios de los más pobres, sino probablemente de un aumento en las remesas, como lo ilustra la gráfica siguiente:
Nota de Israel Rodríguez, 8 de octubre de 2006.
Para noviembre de 2009, es decir a la mitad del Sexenio de Calderón, la situación había empeorado. Una nota del periódico Reforma nos decía, citando un estudio de la CEPAL (Comisión para la América Latina del Organismo de las Naciones Unidas) que "El número de personas en situación de pobreza en México creció de 31.7 por ciento en 2006 a 34.8 por ciento en 2008 y la cifras de indigencia aumentaron de 8.7 a 11.2 por ciento en el mismo periodo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Nótese por favor el contraste entre las cuentas que dá de la Madrid y las que da CEPAL.
Para Enrique de la Madrid, el porcentaje total de pobres, si bien suma 72 % de los mexicanos, sumando pobres patrimoniales y pobres alimentarios, ha disminuido; en cambio, para CEPAL, Banamex y Bancomer, ha aumentado. Y los indigentes, que para de la Madrid serían menos del 19 por ciento, según promedios del PIB, y sin detallarnos lo que significa esa cifra promedio, para los que ven ingresos para acceder a los alimentos, la situación es concreta, es decir, mucho más grave. Pero detallemos:
"Al presentar el informe Panorama Social de América Latina 2009, la secretaria ejecutiva del organismo, Alicia Bárcena, señaló que México aún mantiene poco más de 37 millones de pobres, más 12 millones de personas que viven en la indigencia."

Tres años después, el 15 de noviembre de 2012, compareció el Titular del Coneval ante una Comisión de la Cámara de Diputados para abordar el tema de la pobreza. En su intervención fue muy claro: la desigualdad explica en alguna medida la persistencia de la pobreza.
La nota del periódico La Jornada que recogía las declaraciones de CONEVAL, firmada por Garduño y Méndez, decía en esa fecha: "La caída en los ingresos y en la alimentación de las familias generó un aumento en la pobreza extrema en el país, a pesar de los apoyos que entregó el gobierno federal, informó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval). En una reunión con diputados de la Comisión de Desarrollo Social, el secretario ejecutivo del consejo, Gonzalo Hernández Licona, refirió que durante 2010 se registró un incremento de 3.2 millones de personas en situación de pobreza, mientras 11.7 millones más no pudieron superar la pobreza extrema" a pesar de los programas sociales instrumentados por el gobierno federal.
La misma nota continúa diciendo: "El titular del Coneval citó que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía ha registrado que 46 por ciento de la población mexicana vive en pobreza, esto es, 52 millones de personas, mientras 1.7 millones continúan viviendo en pobreza extrema; 32.3 millones de mexicanos viven con problemas sociales y sólo 21 millones no sufren carencias e incluso sus ingresos son superiores a los necesarios para adquirir la canasta básica." O sea que esa capa media que de la Madrid menciona como distintiva de la situación general, suma apenas menos de la quinta parte de los mexicanos, y se aproxima al porcentaje que él da para los indigentes.
Para redondear este punto, agregaremos que, contrariamente a lo que trata de decirnos de la Madrid con su promedio del PIB per cápita entre 1990 y 2012, ese mismo año, en abril de 2012, el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM dio a conocer los resultados de un estudio sobre la evolución del ingreso y la pobreza en México. El Estudio decía que "En lo que va del sexenio de Felipe Calderón el salario real de los trabajadores mexicanos ha registrado una pérdida de poder adquisitivo de 42 por ciento.
Esto, decía el estudio, es resultado del bajo crecimiento que han tenido los salarios nominales en el país frente al comportamiento de los precios. Ello, agregamos por nuestra parte, representa un estancamiento de la demanda agregada, es decir, de la capacidad de compra de la sociedad, lo que impide que el mercado interno crezca, y que al no crecer, no permite la ampliación de la planta productiva. Lo que debería entenderse como un factor mucho más importante para explicarnos el bajo crecimiento.
Siendo estrictos, tendríamos entonces que preocuparnos, antes que por la inclusión financiera, por la elevación de los salarios y por el aumento de las personas ocupadas. Ello tendría un impacto más significativo en el crecimiento económico. Eso lo comprendieron los Tigres asiáticos, que desarrollaron una política de aumento salarial generalizado antes de incursionar en la economía global. Si en el Banco de Comercio Exterior hubiera economistas que investigaran estos temas podrían encontrar excelentes artículos sobre este punto en particular en la Revista de esa institución. Ahí podrían ilustrarse sobre las políticas de crecimiento en aquella región del mundo.
O sea que lo determinante y lo que debería tomarse en cuenta para ver la evolución real de la pobreza no era el promedio del PIB per cápita, sino el ingreso neto. El documento de la UNAM refiere además que del primero de diciembre de 2006 a mediados de febrero de 2012 el salario mínimo nominal diario en México pasó de 48.5 pesos a 62.3, mientras que el precio de la canasta alimentaria recomendada (CAR), definida como la canasta de alimentos recomendable ponderada para el consumo diario de una familia mexicana, pasó de 80.8 a 197.9 pesos.
Los datos más recientes sobre este renglón son probablemente los que dio el Banco de México este año de 2015. En su reporte dice el Banco que "El ingreso promedio real de las familias en México mostró, al cierre de 2014, una disminución de 18 por ciento, en comparación con el de 2008, el año en que estalló la crisis. La masa salarial, que es el total de sueldos y salarios pagados por las empresas a los trabajadores, fue, a finales del año pasado, 8 por ciento menor a la de 2008." (La Jornada, miércoles 5 de marzo de 2015)
Eso es lo que de la Madrid no ve, o no quiere ver: el salario aumentó catorce pesos en el periodo del sexenio pasado, pero los precios de la canasta básica aumentaron ciento diecisiete pesos, con un saldo en empobrecimiento real de 113 pesos netos por familia asalariada, para volver a caer en el sexenio actual como lo dice Banxico, agregando un ocho por ciento en el segmento de 2008 a 2014.
De tal manera que la gráfica del Lic. de la Madrid, en la que se trata de ilustrar una disminución de la pobreza y un aumento de los ingresos, es completamente falsa, pues no coincide con los datos que las múltiples fuentes especializadas ofrecen. Y su afirmación de que somos un país en el que "no se registran grandes diferencias" económicas o sociales, es una afirmación verdaderamente disparatada, por decir lo menos.
Criticamos antes sus nociones y propuestas sobre inclusión y profundización financiera, así como la defensa de la Reforma estructural respectiva, que se aprobó al inicio de la presente administración. Aunque volveremos sobre la Reforma en el tercer capítulo, ahora nos ocuparemos de la variable que él pone en el segundo lugar: "el deficiente nivel de competencia económica".
Para quien el mercado lo es todo, la única herramienta para salir adelante es el nivel de competencia y el aumento de la competitividad. Pero otros economistas han abordado el tema desde una perspectiva de producción y abasto, pues consideran que en lugar de liberalizar el mercado hay que preocuparse por generar riqueza. En primer término, miden esa función como la capacidad de autoabasto, o la producción de suficientes bienes para satisfacer las necesidades. Cuando una nación produce para satisfacer necesidades no compite con nadie, simplemente organiza el proceso de producción y distribución. Pues no se trata de competir con los otros países para abastecer a la población de los requerimientos básicos. Porque cuando la preocupación es abrir el mercado y liberalizarlo sin límites, terminamos importando más y más alimentos, como es el caso de México, que es ya el país más dependiente del mundo en la satisfacción de su consumo alimentario. Pero se convierte en un problema de soberanía nacional, de seguridad nacional y de rigor económico el que, para algunos, lo más importante siga siendo competir en todo, en lugar de satisfacer las necesidades básicas con producción interna, y sólo competir en las ramas que brinden las mejores oportunidades. Como puede serlo la rama automotriz, que tanto entusiasma a de la Madrid.
Además, parece que la gran mayoría de nuestros economistas que cursan postgrados en universidades extranjeras regresan con unas antiparras soldadas que les impide ver la realidad de México. Pues creen, desde su retorno, que el campo mexicano es capitalista y mercantil sin más. Desdeñan la profunda y permanente historia social de México, y dejan de considerar la existencia de ese sector y de los millones de campesinos que no son ni serán competitivos. Pero veremos primero el punto del sector social, que todavía hoy, después de tres siglos de Colonia, y dos siglos de inserción en el mercado mundial --con dos intensos periodos de globalización, el porfiriato y el neoliberalismo actual--, todavía hoy, decimos, ese sector social detenta la mitad de la propiedad del suelo, tiene más de veintisiete mil ejidos, suma más de siete millones de cooperativistas, cuenta al diez por ciento de la población que es indígena, y posee cientos de miles de millones de ahorro, que no es parte de la economía global, ni del proceso mercantil, ni desde luego de la competitividad.
Y al no ver esta realidad social, que forma parte de la sociedad y la economía de nuestro país, piensan y diseñan un quehacer institucional de mercado abierto y competitivo que SUPONEN que es para todos, cuando en realidad sólo atiende o sirve al sector privado, y de éste, básicamente, a las grandes corporaciones.
Parecería machacón y reiterativo, pero los políticos tendrían que tomar un curso sobre la Sociedad Mexicana, para comprender la existencia de tres sectores, público, privado y social. Y no lo digo en forma figurada, sino convencido de su importancia estratégica, de seguridad nacional y de elemental rigor político y económico. En el periodo anterior al neoliberalismo los candidatos a cargos de responsabilidad y legislación eran sometidos a lo que la gente llama "un baño de pueblo", y muchas veces se les designaba en cargos públicos de manera ascendente, para que estuvieran en contacto con el medio rural y la gente de a pie. Pero hoy casi todos los responsables de la conducción del Estado han ocupado sus puestos después de pasar por la academia exterior y el servicio en trasnacionales. Como es el caso de ambos autores del libro que analizamos.
Cuando trabajé algún periodo para organismos internacionales y tuve que exponer en reuniones diversas mis diagnósticos sobre la pobreza o las políticas de mi gobierno en las décadas pasadas, siempre que mencionaba al sector social veía gestos o escuchaba expresiones de duda de los especialistas extranjeros. Algunas veces me decían: "corrige, lo que llamas social es en realidad privado". No, respondía yo, en mi país sigue existiendo el sector social como parte de la economía mixta. Y muchas veces se quedaron con la idea de que yo deslizaba conceptos que desbarataban sus esquemas o sus propuestas pero que no terminaban de convencerlos.
La visión que exponen nuestros enamorados de la competitividad toma como referencia lo que aprendieron en los esquemas de la economía global, pero ocultan lo que no han visto en la realidad viva de México. Así, de la Madrid destaca que nuestro país es una potencia industrial. Y el eje de su argumentación es (pág.36) que "México es una potencia manufacturera. En 2013, nuestras exportaciones de manufacturas alcanzaron 314,573 millones de dólares, lo que representó 83% de las exportaciones totales de ese año"
Luego agrega: "…en 2013 se empleó a tres millones 295,361 personas en la industria manufacturera y este sector representó 16.5% del PIB del país con 2.7 billones de pesos de producción. Ese mismo año, las manufacturas ocuparon 73.8% de la Inversión Extranjera Directa recibida." Y en la página siguiente todavía agrega: "Hoy en día, 89 de los 100 principales productores de autopartes del mundo se encuentran en México…"
Estas líneas nos permitirán vincular el entusiasmo que nuestros neoliberales tienen por la Inversión Extranjera, con el modelo automotriz de crecimiento, y con las exportaciones o la pertenencia a la economía global. Pero antes veremos la relación de ese fragmento minúsculo de la economía, que apenas emplea a tres millones y fracción de la mano de obra --cuando en México tenemos 52 millones de personas económicamente activas--, hablando en términos de empleo, con el resto de la economía nacional. Pues para de la Madrid, lo que hay que destacar es el monto del valor de las exportaciones, no el número de los empleos ni el ingreso que reciben los trabajadores de esa rama.
Pero conviene traer a colación la estructura general del empleo en México, que según el Instituto de Estadística Geografía e Informática muestra la siguiente situación general:


Indicador
Total
Hombres
Mujeres
Población total
120 205 174
58 096 659
62 108 515
Población de 15 años y más
87 520 286
41 545 718
45 974 568
Población económicamente activa (PEA)
52 108 400
32 424 460
19 683 940
Ocupada
49 823 798
31 032 132
18 791 666
Desocupada
2 284 602
1 392 328
892 274
Población no económicamente activa (PNEA)
35 411 886
9 121 258
26 290 628
Disponible
5 834 585
1 796 113
4 038 472
No disponible
29 577 301
7 325 145
22 252 156
Población ocupada por sector de actividad económica
49 823 798
31 032 132
18 791 666
Primario
6 862 835
6 134 153
728 682
Secundario
12 130 771
9 020 953
3 109 818
Terciario
30 517 620
15 652 970
14 864 650

Fuente: 
INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Indicadores estratégicos.


Fecha de actualización: Jueves 12 de febrero de 2015
Si toda la economía estuviera ilustrada con esos importantes logros de producción y exportación que describe este economista que criticamos, probablemente sus expectativas y propuestas serían correctas. Incluso si el sector secundario lo confirmara por su papel en la economía general. Pero el gran problema que tiene esa visión es que sólo representa a un porcentaje de la economía que apenas emplea a tres millones y fracción de personas de la población ocupada. Y aunque constituye el eje de nuestras exportaciones, su derrama económica no representa el eje de las cadenas productivas. Es bueno que más de tres millones de personas trabajen en la industria automotriz, pero como gente de Estado deberíamos plantearnos una estrategia y una política que le dieran oportunidad a los 8,117,000 personas que no tienen trabajo, y que el INEGI disfraza dividiendo entre desocupadas y disponibles. Pues el que más del doble de mexicanos de los que trabajan en la industria automotriz estén sin trabajo es una traba mayor para conseguir el crecimiento y el desarrollo. Y ese segmento no va a encontrar trabajo ni por arribo de la inversión extranjera, ni por impulso del sector exportador. Además tenemos que plantearnos cómo desarrollar a los casi siete millones que permanecen en el sector primario, esto es, tenemos que conceptuar cómo vincularlos con el sector secundario que suma el doble de trabajadores ocupados.
Según la Secretaría del trabajo, en 2014 teníamos 49,823,798 personas ocupadas, o sea n casi tres millones menos que la población económicamente activa. En todo caso, 46 millones más que los que trabajan en las industrias automotrices que tanto enamoran a de la Madrid. Además, en la rama de transformación estaban 12,130,771 personas, cuatro veces más que los que de la Madrid analiza y que según sus propias cifras no parecen aportar nada a la exportación. Y esa diferencia de casi nueve millones de personas tiene una rama mucho más importante, que es la que transforma los alimentos. Pero digo que es más importante no porque exporte más o sea más competitiva, sino por algo mucho más decisivo que eso, y que consiste en conservar los alimentos, agregarles valor, y proveer al mercado nacional.
Nos explicaremos: en toda economía existen vínculos o eslabones de producción. El trigo, por ejemplo, requiere tierra, semillas, labores agrícolas, maquinaria agrícola, riego; y luego cosecha, cosechadoras, almacenes, y varios procesos como producción de harinas, elaboración de pastas, o de alimento para animales, y fabricación de pan. Ahí se aprecian los eslabones de la cadena del sistema trigo.
Pues resulta que en nuestro país, si lo vemos desde la perspectiva de una matriz productiva, donde unos procesos se eslabonan con otros, el sector que más demanda y más eslabones posee, es el sistema alimentario y su agroindustria en particular, y no la manufactura de la que habla el Lic. de la Madrid. (No vamos a detallar esto porque sería extenso y no es el tema de nuestra polémica) Es decir, que el sector más importante es el de los alimentos. Ahí está la mayor parte del empleo, de las cadenas de producción y de la economía en su conjunto. Aunque hoy sea un sector deficitario en términos de valor, y aunque las políticas vigentes se hayan empeñado en destruirlo. Y la rama de transformación del sector alimentario tiene una dimensión social mucho mayor que el sector de la industria automotriz. Sería interesante ver cómo en otra versión de la estadística nacional, en este caso de la STPS, el sector agropecuario se aproxima más, en número de personas ocupadas, al sector manufacturero:
EVOLUCIÓN DE INDICADORES LABORALES
Cuarto trimestre 2014
(Personas)
Concepto
Nacional
Estructura (%)
Total
Hombres
Mujeres
Total
Hombres
Mujeres
Ocupados por rama de actividad económica
49,823,798
31,032,132
18,791,666
100.0
62.3
37.7
Actividades agropecuarias
6,862,835
6,134,153
728,682
100.0
89.4
10.6
Industria Manufacturera
7,943,142
5,009,762
2,933,380
100.0
63.1
36.9
Industria Extractiva y Electricidad
389,872
334,440
55,432
100.0
85.8
14.2
Construcción
3,797,757
3,676,751
121,006
100.0
96.8
3.2
Comercio
9,714,906
4,772,406
4,942,500
100.0
49.1
50.9
Transportes y comunicaciones
2,419,210
2,145,492
273,718
100.0
88.7
11.3
Gobierno y organismos internacionales
2,290,860
1,426,252
864,608
100.0
62.3
37.7
Otros servicios
16,092,644
7,308,820
8,783,824
100.0
45.4
54.6
No especificado
312,572
224,056
88,516
100.0
71.7
28.3










































FUENTE: STPS-INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.

Pero a lo que vamos es a subrayar que este sector social productivo (donde está el mayor número de productores agropecuarios) no tiene la misma lógica de producción que el sector manufacturero que exalta nuestro autor reseñado. Porque hay que subrayar que, si bien en el campo existen tanto unidades de producción privadas como sociales, así como lucrativas y no lucrativas. Las privadas se especializan en la agricultura de exportación, mientras que las sociales (ejidos, comunidades) se especializan en proveer al mercado nacional. Y nos faltaría todavía explicar la lógica de funcionamiento de la economía campesina.
Y me voy a permitir citar sólo dos autores para ilustrar este punto en su doble significado. Uno es un autor viejo, que se llamaba Karl Polanyi, que vivió hace un siglo y escribió sus obras fundamentales hace más o menos setenta años, y el otro pertenece a una generación anterior a la de nuestros jóvenes autores reseñados, y se llama Alexander Schejtman, Boliviano de origen, chileno por adopción, ex Jefe de la Rama de Asistencia en Políticas de la Oficina Regional de FAO en Chile. organismo de las Naciones Unidas que se conoce como FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations), y que actualmente es asesor y consultor del BID, de la FAO y de la CEPAL. Éste último trabajó en México hace tres décadas y produjo un clásico que todo funcionario mexicano debería obligatoriamente leer como parte de su curso sobre lo que es la realidad nacional. Polanyi se ocupa de conceptuar el origen de la existencia de lo que llamamos sector social como fenómeno universal, sin que por ahora nos ocupemos de ver su gestación en la Historia de México. Schejtman se ocupa de la caracterización del sector campesino no competitivo pero de existencia permanente.

Explica Polanyi por su parte, que "Bajo el régimen mercantilista, aunque se presionaba deliberadamente para la creación de mercados, seguía operando el principio opuesto. El trabajo y la tierra no fueron entregados al mercado; formaban parte de la estructura orgánica de la sociedad. Donde la tierra fue comercializable, por regla general solo se dejaba a las partes la determinación del precio, donde el trabajo estuvo sujeto a contrato, los salarios mismos eran supervisados generalmente por la autoridad pública. La tierra estaba sujeta a las costumbres del feudo, del monasterio o del municipio, a las limitaciones consuetudinarias relativas a los derechos de la propiedad inmueble; y el trabajo estaba regulado por las leyes contra la mendicidad y la vagancia(…) En efecto, todas las sociedades conocidas por los antropólogos e historiadores han restringido los mercados a las mercancías en el sentido propio del término (…). La economía de mercado creó un nuevo tipo de sociedad. El sistema económico o productivo fue entregado a un dispositivo automático. Un mecanismo institucional controlaba a los seres humanos en sus actividades cotidianas, así como los recursos de la naturaleza."
Esta idea de Polanyi, que comparte la mayoría de los antropólogos, nos habla de algo más importante o determinante que el mercado. Más concretamente, tal y como lo describe Polanyi, critican el dominio del mercado sobre el conjunto de la economía, hasta que "el mecanismo de mercado llegó a ser determinante para la vida del cuerpo social". Pero ese proceso ha tenido límites, que en algunos países no solamente tienen fundamento constitucional, sino más importante aún en la cultura, y en la forma como sigue viviendo y trabajando su gente.
La historia del Siglo XX ha sido, en varias regiones del mundo, un intento por restaurar la primacía de las estructuras políticas y sociales sobre esa esfera económica del mercado. Lo fue desde luego la Revolución Mexicana, lo fue el New Deal americano, y lo han sido innumerables luchas que no vamos a enumerar y que incluyen, desde luego, la irrupción zapatista contra el TLC.
César Ríos Sanjuan, que prologa la reciente edición del libro de Polanyi, observa con agudeza que "Aunque en esas sociedades hayan existido mercados, estos se encontraban integrados en relaciones sociales y políticas que determinaban su función. La producción no estaba determinada en esas sociedades por mecanismos mercantiles, sino por otros mecanismos sociales a los cuales estaba subordinada la economía."
Esto mismo, con otras palabras desde luego, fue lo que dijo Miguel de la Madrid, cuando envió al poder legislativo en el primer año de su gobierno, la ampliación del Artículo 25 de la Constitución, para que fuera explícita la definición de la nuestra economía como una economía de tres sectores, y no de dos, como en la mayoría de los países. Lo que de la Madrid –padre— contemplaba, era precísamente esos mecanismos sociales a los cuales había que subordinar la economía y naturalmente, la política económica. Pero el hijo salió respondón. Y ni siquiera ha leído esa iniciativa, pues, como ya citamos en el capítulo anterior, en su definición de la economía mixta, solo existen los privados y el sector público.
Tan es así, es decir, tan necesario ha sido en nuestra historia dejar claro que la presencia y continuidad del sector social es incontestable, que apenas en el último año de Calderón el poder legislativo aprobó dos veces, tras un veto presidencial --lo que constituye el único caso de reiteración del poder legislativo en todo un siglo--, lo que consideraba un pendiente histórico, que fue la regulación del párrafo séptimo del Artículo 25 Constitucional, definiendo al Sector Social de la Economía como un sector en el que existe "Preeminencia del ser humano y su trabajo sobre el capital;" donde tenemos "un sistema socioeconómico creado por organismos de propiedad social, basados en relaciones de solidaridad, cooperación y reciprocidad, privilegiando al trabajo y al ser humano, conformados y administrados en forma asociativa, para satisfacer las necesidades de sus integrantes." Pero veamos qué entiende esta Ley como sector social. En primer término, dice el artículo 4°, . El Sector Social de la Economía estará integrado por las siguientes formas de organización social:
I. Ejidos;
II. Comunidades;
III. Organizaciones de trabajadores;
IV. Sociedades Cooperativas;
V. Empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamente a los trabajadores; y
VI. En general, de todas las formas de organización social para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios socialmente necesarios.

Y en su artículo 10 explica esta Ley que estos organismos "orientarán su actuación en los siguientes valores:
I. Ayuda mutua;
II. Democracia;
III. Equidad;
IV. Honestidad;
V. Igualdad;
VI. Justicia;
VII. Pluralidad;
VIII. Responsabilidad compartida;
IX. Solidaridad;
X. Subsidiariedad;
Fracción reformada DOF 11-06-2013
XI. Transparencia;
Fracción reformada DOF 11-06-2013
XII. Confianza, y
XIII. Autogestión."

O sea que en México existe, a pesar del entusiasmo por el capital extranjero y los logros de la manufactura automotriz, un conjunto de mexicanos que no están dentro de la carrera por la competitividad, ni por las exportaciones. Es decir, un sector de la economía que ni siquiera es lucrativo. Pero que nuestros autores, el Secretario de Hacienda, y el Director del Banco de Comercio Exterior, no toman en cuenta, ni los tienen contemplados en sus políticas.

Pero dijimos que eran dos autores los que íbamos a citar para dar plena explicación al punto. El autor que nos falta es Alexander Schejtman. Schejtman explica, después de revisar prácticamente toda la bibliografía sobre los campesinos en México, y una vez que procesó los datos rurales del censo para verificar lo que realmente existe, explica, decimos, dos cosas: primero que no son productores mercantiles, en el sentido que ya vimos en Polanyi, y segundo, que no se plantean serlo, aunque pueden ser propietarios privados, pues no solo es el caso del sector ejidal.

Veamos cómo lo explica él:
Especificidad de la economía campesina
"El concepto de economía campesina engloba a aquel sector de la actividad agropecuaria nacional donde el proceso productivo es desarrollado por unidades de tipo familiar con el objeto de asegurar, ciclo a ciclo, la reproducción de sus condiciones de vida y de trabajo o si se prefiere, la ' reproducción de los productores y de la propia unidad de producción. Para alcanzar ese objetivo es necesario generar, en primer término, los recursos de sostenimiento (biológico y cultural) de todos los miembros de la familia —activos o no — y, en segundo lugar, un fondo —por encima de dichas necesidades— destinado a satisfacer la reposición de los medios de producción empleados en el ciclo productivo y a afrontar las diversas eventualidades que afectan la existencia del grupo familiar (enfermedades, gastos ceremoniales, etc.)". (Schejtman).

"Al evaluar los resultados económicos de uno o más ciclos "en las unidades campesinas" aplicando los conceptos convencionales de "costo de factores" se concluye, en la gran mayoría de los casos, que dichas unidades incurren sistemáticamente en pérdidas de mayor o menor magnitud. En otras palabras, cuando en la evaluación de los costos de este tipo de unidades se emplean; i) los precios de mercado para imputar la renta de la tierra ii) el salario corriente para estimar el costo de la mano de obra familiar empleada, y iii) los precios de mercado para imputar el valor de los insumas no comprados; y a este total se le agregan los costos monetarios efectivamente incurridos, y cuando en la valoración del producto se suma lo vendido a lo autoconsumido, valorado a precios de mercado, la diferencia entre valor del producto y costos así calculados suele resultar, con gran frecuencia, negativa. Este tipo de resultados que llevaría a la conclusión de que la mitad del género humano hoy .en día ejercería una actividad productiva con un déficit constante, es no obstante, una especia de reductio / ad absurdum y constituye un ejemplo instructivo, no de estupidez o filantropía campesina, sino del error que se incurre al creer que no hay sino una sola racionalidad económica en todo tiempo y espacio. (Schejtman cita a Kula, Theorie Economique du. Systeme Feodal, a A. Bartra, 1973, pág. 36. Y a Tepicht, J., 1973, pág. 36.)."

Hasta ahí la cita de Schejtman. Y entonces decimos: Si existen en México muchos productores que no solamente no son mercantiles ni competitivos, y si además ni siquiera les interesa serlo, ¿cuál debería ser la posición de las autoridades hacendarias y de la banca de desarrollo al respecto? Y lo básico que nos viene al juicio es tener una política específica, que responda a la naturaleza y lógica de esa rama o sector de la economía. Política que evidentemente no consiste ni en una inclusión financiera, ni en una intensificación de la competencia, y que muy probablemente debe centrarse en la superación de la pobreza y la organización para el desarrollo. Cosas muy distintas a las que se proponen nuestros funcionarios. Tanto los citados como todos los demás que forman parte de la misma corriente de pensamiento.

¿Qué podemos esperar, nos preguntamos, si estos señores solamente piensan en un sector exportador? No vamos a decir que ni los campesinos ni los miembros del sector social no puedan ser competitivos, ni que estén condenados para nunca llegar a constituir economías de escala. De hecho existen organizaciones del sector social que son incluso más competitivas que las privadas, y existen también organizaciones campesinas que exportan. Pero ese es otro tema. Pues constituyen una minoría que no puede generalizarse por la vía de la inclusión financiera y el impulso de la competitividad, y requieren de una política, claramente diferenciada, para emprender antes el desarrollo.

La cuestión de una política adecuada a esa naturaleza es más que pertinente --pues no hablamos de unos cuantos millones, sino de cuando menos la mitad de la población, si además de los integrantes del sector social sumamos a los campesinos, a los artesanos, y a los emprendedores familiares e individuales que comparten la misma lógica de producción.

Veamos por de pronto este sector campesino que ha estudiado Schejtman. Decía él en 1981:



Como dice Schejtman, "desde el punto de vista de la política agrícola, o de una estrategia de desarrollo rural, evidentemente se trata de un sector que no puede ser considerado como de "empresarios con pocos recursos" a los que bastaría aplicar medidas de política tradicionales (como crédito, asistencia, etc.), en términos concesionales para que pudieran subsistir (que es lo que comúnmente se hace). Las unidades campesinas con recursos iguales o superiores a los de autosustentación constituyen sólo un 15% del total de las unidades productivas (o el 17% de las definidas como campesinas), y de ellas una proporción importante (un 44%) se encuentra en equilibrio precario (…)". Y siendo entonces un universo de muchos cientos de miles de personas, no puede seguírseles ofreciendo la misma política para la competitividad. A menos que la intención sea, como lo fue algún tiempo la de desaparecerlos, como lo confesó en su momento Luis Téllez cuando estaba como Subsecretario de Agricultura.

Pero conviene abundar un poco sobre esa perversa manía de plantearse la competitividad como panacea. Y en este caso me voy a permitir citarme a mí mismo. Decía yo en 1998:
"Los únicos partidarios a ultranza del comercio irrestricto son los ganones del comercio, es decir o los monopolios o los funcionarios ajenos al interés del campo. En el sano juicio ya no es posible seguir defendiendo las condiciones de competencia entre dos economías que tienen enormes diferencias y en las que las desventajas se cargan, clara y brutalmente, hacia el lado mexicano. Veamos algunas cifras (redondeadas) que nos permitirán ilustrar el sentido de lo que decimos:
Superficie total bajo cultivo:
En Estados Unidos = 190 millones de ha. En México = 21 millones de ha.
Hectáreas cosechadas de los principales cultivos:
Maíz:
En Estados Unidos = 32 500 000 ha En México = 9 100 000 ha.
Trigo:
En Estados Unidos = 28 750 000 ha. En México = 860 000 ha.
Sorgo:
En Estados Unidos = 4 100 000 ha. En México = 2 100 000 ha.

Si a esto agregamos que los rendimientos son también desfavorables como sigue:
Maíz:
En Estados Unidos = 7.4 ton/ha. En México = 2.48 ton./ha.
Soya:
En Estados Unidos = 2.29 ton./ha. En México = 1.83 ton./ha.

"Lo que resulta en volúmenes excedentarios, por parte de Estados Unidos y en volúmenes deficitarios, por parte de México, nos explica la situación actual: a ellos les conviene vender, y nosotros registramos una incapacidad para satisfacer nuestra demanda interna con la producción actual. Pero esta situación no es resultado de un fatalismo geográfico, ni de condiciones naturales que nos especialicen en distintas actividades productivas. Pues hoy en día las ventajas no están definidas por factores estáticos sino por modelos de desarrollo, y en este país lo que se ha instrumentado es un modelo de antidesarrollo del campo, como veremos enseguida:

"Si a la proporción desfavorable de tierras y rendimientos le agregamos que, según la OCDE (Examen de las Políticas Agrícolas de México, Francia 1997) México ha ido reduciendo el porcentaje de subsidios a la producción y al consumo, hasta colocarse en una situación de desventaja, la situación estructural que venimos describiendo se vuelve dramática, pero no natural sino provocada. Veamos lo que apunta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico a este respecto:

"Si convenimos en que el equivalente del subsidio a la producción (ESP) es un indicador del valor de las transferencias a la agricultura que resulta de las políticas agrícolas, entonces ahí incluimos los apoyos al precio de mercado, los pagos directos hechos a los productores (PROCAMPO), la reducción del costo de los insumos (como la tarifa 09), los servicios generales (como el extensionismo), las exenciones fiscales y los financiamientos regionales o locales. (Obra citada pág.110).

"Según esta organización, en términos generales, y haciendo abstracción de pequeñas inflexiones en la curva descendente, la participación de las transferencias totales hacia la agricultura como parte del PIB disminuyeron en nuestro país de aproximadamente 3.7% que eran en 1979-82 a 2.6 % del mismo PIB para el periodo 89-94. (Ibíd. pág. 121) Lo que refleja no solamente los efectos del proceso de reforma de la política agrícola, sino también la disminución de la importancia relativa de la agricultura en la economía

"Durante el segmento temporal citado, pero específicamente de 1979-82, la participación de las transferencias totales como parte del PIB fue aproximadamente a lo que equivalía la mitad de la participación de la agricultura en el mismo PIB. En cambio, para el periodo 1989-94 esa proporción de participación se redujo a un tercio de la aportación, mientras que la mayor parte de los países miembros de la OCDE mantuvieron la proporción cercana a la unidad. ¿Cuál podría ser la lógica de quienes aspiraban a conducirnos hacia el primer mundo para establecer una política económica perfectamente distinta y contraria a la del conjunto de los países de la OCDE?

"La respuesta sería cuando menos paradójica: o bien había razones más importantes o de peso para no cuidar la buena marcha de la agricultura, o bien se pretendía innovar un modelo que no tenía precedente. Si el caso fuera este último bastaría con decir que los problemas del día descalificarían a nuestros planificadores. Por lo que nos inclinamos más por la primera hipótesis, es decir, por la existencia de fuertes intereses que pesaron más que el desarrollo rural y que los supuestos intentos por llevar al país al desarrollo. Y ¿cuáles eran esos intereses? Pues justamente los que intentamos ilustrar con el hecho de una producción excedentaria en nuestro país vecino que requería Primero hacer incompetentes a los productores nacionales; Segundo abrirles las fronteras a las importaciones; y Tercero desmantelar los mecanismos de protección o de compensación que detuvieran la quiebra de los productores nacionales o las compras del exterior."

"Estados Unidos es un país superavitario en granos, pero los productores no pierden. Bien sea a través de los programas de apoyo a la comercialización, bien a través de la pignoración automática de cosechas depositadas, el productor transfiere los costos de producción al Departamento de Agricultura. Siendo superavitario, ese país ha podido suprimir el target price o precio soporte en la medida que los precios internacionales se han elevado y tienden a elevarse en los últimos años. Pero al mismo tiempo ha debido instrumentar mecanismos que aseguren la recuperación, así sea parcial, de las cosechas ya pagadas. El mecanismo es relativamente sencillo: prestan dinero a sus compradores. La línea de crédito se llama Commodity Credit Corporation, y llega a Bancomer, Serfin, Banamex, etc. Se los prestan a las tasas internacionales, con la única condición de que los primeros noventa días del crédito éste se otorgue a compradores de granos. Si a esto agregamos la desventaja financiera que tiene México, por las altas tasas de interés, ¿de dónde puede concebirse la reiterada competitividad?"

Y no es todo, Quienes nos condujeron a la apertura comercial y al TLC tenían en mente esta economía global competitiva. De ello no tenemos duda. La desgracia está en que no toda la economía de México, como ya explicamos, responde a tales paradigmas. Pues la producción de granos básicos, por volver al caso que nos ha ocupado en toda esta reflexión, se diferencia o segmenta tecnológicamente, pero también en su naturaleza productiva y en su forma de organización, entre agricultura moderna o en transición, y agricultura tradicional. Y si bien en nuestro país la agricultura moderna ha tenido en estos años del TLC una proporción mayor de inversiones que la de nuestros socios comerciales, las áreas tradicionales, que no están en condiciones de absorber montos equiparables de inversión, ni pueden ni se proponen alcanzar economías de escala, ni pretenden colocarse en la órbita de la división internacional del trabajo. Sus productores no tienen, dada su pobreza, la posibilidad de ejercer la libertad de elección en su consumo, y más bien piensan en una relativa seguridad sobre la base de su autoconsumo. No disfrutan de movilidad, ni en el caso de las ideas ni en el de su fuerza de trabajo. Y es con ellos que tenemos que contar para planificar el desarrollo del campo.
El desarrollo comprende, sin duda, a los productores competitivos que han abrazado el reto de las exportaciones y la tecnificación. Pero también comprende a los que apegados a un ritmo vital ajeno al vértigo de la globalidad capitalista, quisieran tan sólo mejorar modestamente sus condiciones de vida. Y el desarrollo comprende finalmente también a muchos productores que no rehúyen la competencia, pero tampoco consideran que tengan que padecerla si su universo de posibilidades productivas sólo los confirma como productores de básicos, ligados a una economía regional, sin muchas posibilidades para exportar, pero con todo el derecho de seguir contribuyendo a la economía regional, y sin que se justifique su quiebra a partir de la defensa de un socio con mayores niveles de subsidio.

Estos productores son los que están exigiendo otra política y mayores presupuestos.

¿Qué le queda de competitividad a los maiceros, trigueros y sorgueros mexicanos?

Por lo demás, este dominio de México por los Estados Unidos, como decía Bernard K Gordon, en un número de Foreign Affaires de aquellos años de fines del Siglo XX, no es el resultado del TLC, pues después de todo una década antes México ya era el tercer mercado de exportación de los Estados Unidos. Lo único que ocurrió fue un empeoramiento, pues hace 20 años el porcentaje que ocupaban las importaciones de Estados Unidos, en el total de las importaciones que hacía México, se había elevado, de 62 % que era en 1980 a 75 % tres lustros después. Si a eso agregamos que el valor de las exportaciones de animales vivos y alimentos de los Estados Unidos ascendía al 6.7 % de sus exportaciones, y que México compraba el 7.8% del total de las exportaciones de Estados Unidos, los saldos ya eran explicables. (Datos USDA procesados por nosotros). Del total de las exportaciones agropecuarias de Estados Unidos, México absorbía el 4.1 en 1986, y el año 1987 ya absorbía el 9%. Y en lo que a granos básicos se refiere, el porcentaje pasó de 2.5 % hace 30 años, a 9.9% hace 18 años. ¿Cómo entonces puede haber competitividad del campo mexicano.

Pero existe un punto adicional. Piénsese en que Estados Unidos tiene una población de más de doscientos cincuenta millones de habitantes, sensiblemente más del doble de la de México. Y que allá el subsidio al campo es mayor, y que la población del campo, que produce bastante más que México, recibe subsidios, a través del Departamento de Agricultura, en una proporción inmensamente mayor que nuestro campo. Es decir, que allá, cinco millones de agricultores reciben transferencias fiscales de una población que es el doble de la nuestra. ¿Cree usted lector, que es serio plantearse ser competitivo? Es decir, ¿es serio plantearse alcanzar los niveles de precio que tienen los Estados Unidos en productos agrícolas de alimentación básica? Evidentemente no. Ahí lo que se requiere es otra política. Una política que le garantice a nuestros campesinos que su producción va tener mercado y que ellos van a obtener un ingreso que les permita vivir decorosamente. Pero eso no se consigue con profundización financiera, ni con aumentos de la competitividad. Y lo que es más grave, el que se insista en esa política de globalidad y neoliberalismo sólo está acentuando nuestra dependencia alimentaria.

Cerramos pues este segundo apartado sobre el punto de la competitividad con una nota del martes 20 de enero de 2015, publicada en la Jornada, donde se asienta la situación a la que ha llegado nuestra dependencia alimentaria a causa de esta política que busca la competitividad en la producción de alimentos:

"El gasto por las importaciones agroalimentarias en este año (2015) se incrementará 30 mil millones de pesos sólo por las compras de maíz forrajero, arroz y trigo, debido a la depreciación del peso frente al dólar, por lo que es previsible que los precios de los alimentos de la canasta básica se incrementen al menos 4 por ciento, advirtieron Alfonso Ramírez Cuéllar y Alejandro Castillo, de El Barzón. El panorama no es positivo para agricultores ni para los consumidores, pues el gobierno carece de una estrategia para promover la producción nacional de bienes básicos y de abasto eficiente en el mercado interno. La devaluación del peso frente al dólar impactará en los precios a los consumidores, pues las importaciones de diversos granos y oleaginosas serán más caras y habrá quienes destinen sus tierras a la producción de productos exportables.

"México importa 85 por ciento del arroz que consume, 90 por ciento del trigo y 30 por ciento de maíz forrajero. El Consejo Nacional de Productores de Arroz de México expuso que por la falta de apoyos eficientes y la eliminación de aranceles al arroz asiático, la superficie nacional para el cultivo se redujo 87 por ciento y 5 mil agricultores que aún lo cultivan están en constante riesgo de desaparecer. En el caso del maíz, las importaciones aumentaron 45 por ciento en 2014 respecto a 2013, y el gasto fue de 2.1 mil millones de dólares. Las importaciones de leche costaron al país mil 200 millones de dólares en 2013.

Y volviendo a eso de las cadenas productivas, la misma nota asienta que "el aumento del costo de las importaciones de maíz forrajero repercutirá en los precios del pollo, carne de res y de cerdo (…)
el déficit actual de 2 mil 500 millones de dólares de la balanza comercial agropecuaria se profundizará. (…) Urge cambiar la estrategia económica antes de que se convierta en una carga imposible de superar."

Como puede entenderse de todos estos datos, el monto de dinero obtenido por las exportaciones de automóviles no compensa la dependencia alimentaria. Y no podemos sostener una política económica sobre la base de generalizar conclusiones a partir de la marcha de una rama de la economía. México no es una potencia exportadora, y para caracterizarlo correctamente debemos empezar por reconocer su dependencia alimentaria, su enorme índice de desempleo estructural, su abismal mala distribución del ingreso, y su incapacidad para ofrecer condiciones para la inversión productiva del capital que genera.

Continuaremos, en la tercera parte de este trabajo, con el tercer punto que postula de la Madrid como freno al mayor crecimiento.


III Productividad o redistribución del ingreso


. Abril de 2015.

Este es el tercer ensayo de análisis y reflexión sobre el emblemático libro de Enrique de la Madrid que Prologó Luis Videgaray, y que circula desde comienzos de este año.

En los ensayos anteriores nos ocupamos de los conceptos de crecimiento y de la inclusión y profundización financiera. En este caso vamos a analizar el paradigma de la productividad en nuestro contexto y en sus implicaciones.

Mientras los economistas convencionales siguen preocupados en torno a las formas de aumentar la productividad general, los premios nobel Stiglitz y Krugman sostienen que la productividad tiene como primer impacto un aumento del desempleo. Desde luego que no son los únicos economistas en verlo así, el futurólogo Rifkin también lo sostiene, e incluso plantea que ya es tiempo de pensar cómo emplear a todos los desplazados por la mecanización y la productividad, además de reducir las jornadas laborales.

En sentido estricto, la productividad, en la medida que es un factor de la generación de riqueza, debe ser ciertamente parte de nuestras preocupaciones, pero no de una manera indiferenciada o única, sino haciendo clara distinción de qué productividades nos conviene aumentar, y qué productividades están estancadas desde hace tiempo; qué productividades nos acarrearían desempleo mayor sin que el producto obtenido adicional lo justificara; y qué productividad crecerá más lentamente sin que debamos ver en ello una calamidad sino una situación natural.

El Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 sostiene que la productividad se ha estancado en México desde hace treinta años. Esa es una afirmación relativamente cierta, pero que en una revisión detallada exige aclaraciones. Si lo que medimos es el producto bruto entre el número de habitantes, no hay duda, la productividad es probablemente hasta negativa. Si nos vamos a comparar el volumen o el valor de la producción industrial contra el número total de la población económicamente activa, también tendremos un resultado bastante malo.

Aun así, también podemos afirmar que como tendencia general la productividad agrícola ha aumentado. Y ese aumento se debe tanto al cambio tecnológico, como a una mayor intensidad del trabajo. Por ejemplo, hace treinta años el promedio de producción de cereales por hectárea era de menos de una tonelada, hoy, según los principales especialistas, sobrepasa las dos toneladas. También se ha registrado un aumento de la productividad de la infraestructura extractiva de hidrocarburos en un largo periodo, si bien en los últimos años ha descendido esa productividad.

Pero estos aumentos en la productividad no nos dicen nada si lo que tratamos de ver es una mejoría en las condiciones de ingreso, de vida, o en los saldos de pobreza. Somos más productivos en la agricultura y al mismo tiempo somos más pobres. Hoy tenemos un número mayor de personas en pobreza en el campo mexicano, sin que los aumentos en productividad hayan contribuido en nada para resolverlo. Tampoco lo ha resuelto o aminorado el hecho de que hoy produzcamos muchas más toneladas de maíz que hace diez o veinte años. Ni está mejor la industria petrolera si lo que vemos es el costo de la gasolina que pagamos o el agotamiento de los que fueron los pozos más ricos y rentables de Pemex. Como se ve, la productividad en sí, no mejora las cosas si además no se consideran otras variables.

La productividad es, en este sentido, solamente un elemento, un factor, en donde el problema no es la escasez o la cantidad de lo producido, sino la mala distribución de ello, su bueno o malo aprovechamiento, y la mala remuneración de los distintos productores involucrados en su obtención.

Dice Rifkin que el Estado de la postguerra jugó un papel muy positivo porque supo cómo redistribuir el ingreso. Y hoy parece que el Estado se preocupa más por la productividad en un sentido unilateral, olvidando lo que legitimó su incremento y permitió su larga prioridad.

En el libro de Enrique de la Madrid se enfatiza de manera superlativa el simple hecho de la productividad que permite ser mejor opción para producir ciertas cosas sobre otros competidores. Así, en la página 37 se dice: "El costo de producir en México es más bajo que en otros países, incluido Estados Unidos." Y se remite al lector a una gráfica en la que puede apreciarse que el costo de producción en China ha ido incrementándose, mientras en México se ha mantenido relativamente estable. Luego de la Madrid agrega: "un factor importante que explica la disminución de la competitividad de China es el significativo aumento de los salarios en ese país durante los años recientes en la industria manufacturera…" Y uno se da cuenta que esa afirmación es al mismo tiempo una confirmación y confesión de que aquí, aunque haya aumentado la productividad, los salarios no han participado de su beneficio.

Claro o comprensible es que, como dice el mismo de la Madrid, "89 de los 100 principales productores de autopartes del mundo se encuentran en México, concentrados en cinco Estados de la República." Y luego, para ofrecer algunas explicaciones, hace notar que en nuestro país se forman más ingenieros si lo vemos en proporción a la población en su conjunto, y habla de la vocación manufacturera que nos distingue.

México produce el 72% de las pantallas planas, y el 67% de los refrigeradores que importa Estados Unidos, agrega este autor, pasando luego a mencionar el bono demográfico que consiste en una población en edad laboral, y sobre una supuesta tendencia de las clases medias a representar una porción creciente de la sociedad. Pero ya nos hemos ocupado de ese tema en las entregas anteriores y sólo proseguimos aquí con el punto de la productividad.

De la Madrid da a entender que de lo que se trata es de proseguir con esa tendencia a incrementar nuestra capacidad productiva a costos cada vez menores para seguir participando crecientemente del mercado norteamericano.

Critica luego lo que considera un freno a la productividad y que él identifica en la economía informal, y hacia la parte conclusiva de su libro, en donde analiza los obstáculos al crecimiento, vuelve sobre el tema de la productividad para decir que "no existe en el mundo una sola historia exitosa de desarrollo que no se haya logrado a través del crecimiento sostenido de la productividad, que por ejemplo, en los últimos 120 años, Estados Unidos ha aumentado su productividad en 2% en promedio cada año, lo que explica en gran medida que hoy sea la economía más poderosa del mundo."

En los párrafos siguientes cita a Videgaray en cuanto a la convicción que explica el escaso crecimiento como resultado cuando menos en parte explicable por la pérdida de productividad desde hace treinta años. Y al reflexionar sobre este hecho prosigue describiendo lo que llama "el sector tradicional, de bajo crecimiento, tecnológicamente atrasado y compuesto en su mayoría por pequeñas empresas, muchas de ellas informales y de baja productividad."

Entre 1999 y 2009, redondea de la Madrid, "las empresas modernas mexicanas incrementaron su productividad en un promedio anual de 5.8%, mientras que en las empresas tradicionales disminuyó 6.5% también en promedio anual." Al decir esto sin más, este Director del Banco de Comercio Exterior vuelve a la tesis Salinista sobre la necesidad de modernizar México, como la forma de generalizar la tendencia al alza de la productividad general.

Y en ese punto pasa del análisis técnico a la propuesta ideológica, sin reparar siquiera en una gráfica que él mismo incluye en ese apartado y que ilustra sobre cómo la productividad del trabajo se ha incrementado desde la mitad del siglo pasado y hasta la primera década del Siglo XXI mientras, por el contrario, la productividad del capital viene disminuyendo desde antes y prosigue en su caída hasta la fecha.
De la Madrid no da explicación alguna a este hecho fundamental, pero prosigue en su canto la modernidad a través de una loa a los cambios estructurales, comprendidos en la Reforma legislativa que se aprobó al inicio de este sexenio.
Otro tema sería analizar esa Reforma y describir el impacto que ha tenido cada una. En parte ya lo hemos hecho en otros artículos. Pero centrándonos en el asunto de la productividad, agregaremos unas cuantas cosas.
Los llamados Tigres asiáticos también se plantearon aumentar la productividad para conquistar nuevos mercados. Pero su punto de partida no se centró, como ahora en México, en un cambio que privilegió la concentración del ingreso o las ventajas del capital, sino bien al contrario, en un aumento sostenido del salario, en una mejor distribución del ingreso y en una consolidación del mercado interno.
En la Revista de la Institución que dirige Enrique de la Madrid, se publicó, va a ser cinco lustros, un artículo de Hyun Sook Lee Kim, donde explica cómo se prepararon estos poderosos exportadores para implantar su estrategia de cambio estructural.
En sus conclusiones, este autor dice: "En las negociaciones para firmar el tratado de libre comercio se espera que México no se base únicamente en ofrecer una ventaja comparativa que, por otro lado, está dejando de serlo rápidamente: la mano de obra barata y los recursos naturales no renovables, en especial el petróleo. Al mismo tiempo, la experiencia de los países del Sudeste Asiático enseña a México que no se debe olvidar que ei mercado externo es sólo un complemento del desarrollo del mercado interno.

"CUADRO 6
Salarios en la industria maquiladora, 1989-1994
(Dólares por hora)
Año País 1989 1990 1997 1992 1993 1994
México 1.S9 1.63 1.86 2.03 2.13 2.2S
Taiwan 3.03 3.71 4.23 4.71 S.40 6.10
Corea 2.49 2.94 3.30 3.67 4.11 4.S6
Singapur 2.09 2.2S 2.39 2.S7 2.77 2.90
Fuente: EI .Financiero, México, 16 de junio de 1990.

"Como se observa en el cuadro 6, los niveles de remuneración de la fuerza de trabajo de México son muy bajos, incluso en comparación con los países asiáticos. Sin embargo, la mano de obra barata no es el fundamento de una competitividad que pueda sostenerse con éxito en el mediano y largo plazos. Lo más importante es la mano de obra calificada para poder aprovechar todas las futuras oportunidades y para obtener la mayor eficiencia. Se espera que las experiencias de los cuatro tigres asiáticos sirvan como ejemplos exitosos para mejorar la economía mexicana en este momento de regionalización."

Escogimos este punto sobre la remuneración a la mano de obra, porque de la Madrid se jacta de que nuestros costos de producción son menores que en China, lo que de alguna manera podemos leer como que el modelo de retribución es más injusto. De otra manera no podríamos interpretar la Reforma laboral que privilegió el régimen del outsourcing, en lugar de limitar los abusos que se vienen imponiendo contra los trabajadores. Todavía hoy, en el segundo trimestre del año 2015, se denuncia además que dos millones de jornaleros trabajan quince horas diarias sin contratos de trabajo, sin prestaciones sociales y en condiciones inmundas de trabajo.

¿Cómo plantearse que el país mejore si se privilegia a todos los que realizan ese tipo de abusos y se somete y reprime a quienes se oponen a este modelo y esta ruta de crecimiento?

Cierto es que en los Tigres asiáticos se realizó una Reforma educativa, y que se ha dado especial énfasis a la salud también. Acá, en cambio, la Reforma educativa lleva el signo de una lucha contra la disidencia, como si se tratara de un pretexto educativo para expulsar del gremio a los críticos y los inconformes. Además, ¿Cómo reformar la educación en medio de una actualización del aparato coorporativo de control, como si se tratara de una actualización del Estado bajo control monopólico o, como decimos aquí, de carro completo?

Las Reformas estructurales tuvieron lugar en medio de una legislatura verdaderamente vergonzosa, en la que cada dictamen fue aprobado sin un cambio de coma y bajo un estricto régimen autoritario de cero diálogo y cero consideración de las propuestas de la diversa oposición.

¿Es posible el crecimiento económico con autoritarismo, venalidad legislativa y supresión de la disidencia?

La productividad se persigue hoy bajo tres argumentos; unos buscan más productividad para que su inversión reditúe más; otros buscan más productividad para que aumente la riqueza con un mismo esfuerzo o con una inversión proporcionalmente menor; y otros más porque su objetivo es el crecimiento económico, porque les han encomendado aumentar los índices de la economía, y "ni les importa el bienestar que pueda resultar con la productividad", "ni les importa" tampoco si alguien gana dinero, ellos tienen que conseguir que los indicadores económicos muestren mejor desempeño y toman o diseñan las políticas que permiten alcanzar esa meta. En el tercer caso también encontramos a los que "piensan" que con el aumento de la producción y la productividad ocurre de manera automática tanto el aumento del ingreso y el bienestar, como el aumento del ahorro o ingreso del capital. Estos son, por cierto, del mismo género de los que piensan que el mercado tiene una mano mágica que todo lo ajusta para bien.

Tal vez abrimos un paréntesis y aclaramos que cada uno de los casos hipotéticos que menciono se refiere a personas reales, existentes, y que cualquier coincidencia no es pura casualidad sino estricto ejemplo o ilustración que confirma nuestras aseveraciones. Y que en el último caso mencionado también incluimos un caso real, pues conocemos hombres de responsabilidad que creen cumplir con su obligación en la medida que los indicadores de la economía reportan incremento, aunque nunca verifiquen lo que eso significa en la vida o en la muerte de la población.

Pero existe todavía una discrepancia o posibilidad más. Mientras algunos consideran que la productividad es intrínseca al proceso productivo, otros sostienen que la productividad tiene impactos o externalidades. Es decir, que producir más puede representar un hecho o un proceso que influya o afecte al entorno. Más concretamente, existe una corriente de la economía que hoy es muy importante, que sostiene que todo proceso productivo debe comenzar a recorrerse o analizarse en sus fuentes, es decir, en todo aquello que utiliza para cumplir su proceso y su objetivo, al mismo tiempo que todo proceso productivo tiene que concluir en el análisis de su impacto, pero no sólo como obtención del producto o bien, sino en los restos e impactos que se obtuvieron junto con ese producto. Y para ilustrar este enfoque pensemos en un par de zapatos.

Siguiendo el razonamiento y método de esta corriente económica diremos: para producir zapatos se requiere del material de la suela, del hilo o adherente para coser o pegar la suela al zapato; de la piel o el hule para confeccionar el zapato propiamente dicho, de la tela que forra el zapato por dentro, de los ojales de plástico o metal que darán curso a las agujetas, del hilo, de la pintura de la piel, de la horma en la que se hace el zapato, de la máquina que cose, de la máquina que calienta para pegar, del banco en que se sienta el operador de las máquinas, de la aguja para introducir el hilo. Cada uno de esos insumos requerirá, a su vez, de otros. Por ejemplo el pegamento incluirá o colofonia o polímero o alguna resina o los tres; la piel no sólo tendrá el antecedente en la vaca o el becerro o el animal de que se trate, sino también en los alimentos que ese animal consumirá hasta antes de volverse piel, y de los padres que lo engendren, y del terreno que le permita pastar, etc.

Al mismo tiempo, ese mismo par de zapatos tienen en su hechura una serie de impactos. La vaca de la que se obtendrá el cuero arroja desechos, tanto a la atmósfera en la medida que respira, como al terreno, en la medida que defeca. Y en el proceso productivo propiamente dicho, el pegamento tendrá impactos en el olfato, la respiración y hasta la sangre del trabajador. El colorante tendrá impacto en el agua con que se limpie el proceso, y en los disolventes que se empleen en su aplicación. La máquina consumirá energía y lanzará ruido, o humo. Y el hombre mismo beberá agua, comerá alimentos, arrojará desechos. Estos orígenes y estos finales los denomina esta corriente como fuentes y sumideros.

Y viendo el asunto de la productividad, esta corriente diría, la productividad es la capacidad de obtener un producto a partir de fuentes que no se disminuyen y sin arrojar en el medio desechos que impidan la reproducción del mismo.

Como ustedes pueden ver, algo que de entrada parece un tema en el que todos podemos coincidir sin dificultad puede volverse motivo para confrontar no sólo un conjunto de puntos de vista, sino toda una concepción sobre la sociedad, el trabajo, la economía y hasta la política.

Pues quien aliente la productividad de bienes para demostrar que la economía crece, sin que se ocupe de que el aumento de la productividad se traduzca en mejores ingresos del factor trabajo, y al mismo tiempo esté agotando fuentes no renovables de insumos, es visto como un enemigo de los que sostienen que la productividad sólo se justifica cuando garantiza la conservación de la naturaleza, una justa distribución a los factores de la producción, y unas cuentas nacionales que confirmen lo que se consiga en cada caso.

Espero que haya yo logrado traducir al lenguaje llano este tema de la sustentabilidad y su vínculo con el tema de la productividad.

Tenemos en un momento que el empresario x invierte una suma importante en el desarrollo tecnológico de su fábrica para aumentar la producción sin aumentar personal, bajando así los costos por salario, pero obteniendo más producto. En ese caso registramos, de entrada, que la empresa de x lanza al mercado una suma mayor de bienes, y que en razón de haber aumentado la productividad de su fábrica y no haber aumentado los pagos de salarios, puede incluso bajar un poco los precios.

Al bajar sus precios desplaza a uno o varios competidores. Y al desplazarlos provoca o una reconversión de las plantas derrotadas, o un cierre de las mismas. En todo caso, si fuera el primer caso, el nivel de ocupación en la rama respectiva registrará un descenso. Si se tratara del segundo caso no sólo habrá un número menor de empleos productivos de la rama, sino también de la economía. Y si el fenómeno ocurre de manera generalizada a nivel nacional el resultado será una producción tal vez creciente, pero con un nivel menor de empleo y una contracción del mercado. Y entonces nos preguntamos ¿es esta la productividad que necesitamos? O dicho de otra manera, ¿tiene caso aumentar la productividad cuando eso significa, al mismo tiempo, menor empleo, menor volumen de salarios, contracción del mercado interno, y concentración del ingreso?

Este es un punto clave en la economía política: lo que ocurre a nivel micro debe confirmarse a nivel macro.

Para la teoría económica actual o dominante muchos casos se pueden demostrar a nivel micro, pero no todos a nivel macro, o a la inversa.

Concretamente, tenemos que si la productividad es la capacidad de obtener una cantidad creciente de bienes necesarios con una inversión menor de capital, tecnología y trabajo, ello tiene que considerar también que la productividad se mide, en última instancia, como una unidad de producto por cada hombre ocupado. Pero no cada hombre ocupado en una fábrica determinada, sino un hombre ocupado en la economía nacional.

Visto en estos términos, tenemos, desgraciadamente que subrayar finalmente, que la productividad del país tiende a la baja. Y la razón es que el gobierno sólo impulsa la modernización y la productividad. Pero no sabe cómo incrementar el empleo. A pesar de todos los esfuerzos por modernizarnos y hacernos competitivos. Pues lo que hemos provocado al reorganizar nuestra economía bajo los paradigmas de la competitividad global, es un desempleo estructural, una capacidad concentrada de competitividad en unas cuantas empresas y una consecuente concentración del ingreso.

Ello no quiere decir que debamos volver a niveles anteriores de productividad, o que ya no nos interese seguir mejorando el desempeño de nuestras unidades productivas. Quiere decir que en la economía nacional existen varios niveles de productividad, varios niveles de competitividad, y que tenemos necesidades distintas o diferenciadas para impulsar cada uno de estos sectores, así como distintas políticas para impulsar en cada caso la producción y la productividad.

O dicho en palabras más llanas: no puede definirse una estrategia única de productividad para una nación, y por lo tanto no puede concebirse una sola ley económica para todas las empresas. Lo que sí puede ser general son los derechos laborales o de los trabajadores. Si bien los obreros de una empresa de punta o líder tendrán sin duda condiciones de trabajo muy distintas de las que prevalecen en una planta tradicional. Lo que también deberá ser igual para todos son las obligaciones fiscales. Cosa que ciertamente hoy por hoy no tenemos, pues el régimen fiscal alienta o privilegia a ciertas empresas, mientras que otras llevan pesada carga. Y esto sin que los criterios tengan que ver con las prioridades sociales o la generación de empleo, y más bien parezcan privilegios del poder.

Pero vayamos al otro extremo. Los auténticos ecologistas, que no militan ciertamente en el Partido Verde de México, opinan que lo que se debe impulsar es el descrecimiento. O sea no que la economía siga creciendo, sino que detengamos ese proceso.

Notables economistas, como Martínez Allier, y emblemáticos grupos sociales y ONGs, sostienen que de lo que se trata es de considerar el cambio climático como una verdadera catástrofe, y que lo más urgente es detener la destrucción del clima natural para garantizar la continuidad de los ciclos del medio ambiente que nos permitan sobrevivir en este siglo. Su propuesta es distribuir mejor lo que hoy tenemos y aminorar el gasto energético.

Y no es posible dejar de preguntarse por qué el poder público parece refractario a estas preocupaciones, y por qué los neoliberales siguen empeñados en machacar sus propuestas de crecimiento por más que el impacto de esa política, que se concreta en mayor inversión extranjera, mayores exportaciones, rígido control de las variables macroeconómicas (con especial énfasis en la baja inflación), libre cambio monetario garantizado con reservas, se hayan convertido en una religión secular, bajo un Estado que vigila su estricta aplicación y observancia.

En lo personal yo también soy de la convicción de que requerimos grandes cambios, profundos y extensos. Pero instrumentados de otra manera y considerando las expectativas de la mayoría como punto de partida, y no atendiendo a los requerimientos de la industria automotriz o los intereses de la planta petrolera global.

México necesita, más que incrementar su productividad per se, generar más empleos y redistribuir mejor el ingreso.

Más empleos que no necesariamente se localizarán en la industria exportadora, y que sin duda deberán otorgar una mayor importancia al abasto alimentario que constituye hoy por hoy, nuestra mayor debilidad, pues somos el país que más depende de su comercio externo para proveerse de alimentos. Cambiando además recursos no renovables, como el petróleo, por bienes de consumo básico.

Y para producir alimentos en la vasta superficie hoy abandonada o que mantiene bajísimos niveles de producción, necesitamos inventiva, nuevas tecnologías e inversión. Y México no es deficitario en capital, al contrario, exportamos capitales, como ya lo hemos ilustrado en nuestras entregas anteriores sobre este mismo tema del crecimiento.

Pero tampoco se trata de modernizar lo que ya está compitiendo, como la agricultura de exportación, sino de aumentar las áreas y la productividad de las zonas de temporal, que representa las regiones con mayor potencial de crecimiento. Aunque, desde luego, no bajo el modelo que el Sr. Director de Bancomext repite y exalta.

Se trata también de promover al cambio tecnológico en la producción de energía, pues como él mismo señala, si bien estamos en los primeros lugares de producción y exportación de hidrocarburos, estamos, al mismo tiempo, en el último lugar de las reservas de ese recurso, y el agotamiento es inminente e inexorable.

Está visto, por lo demás, que la ilusión del fracking y las aguas profundas naufragó en la visión de corto plazo y en la incapacidad para considerar los intereses de la OPEP, como también ocurrió durante el periodo de López Portillo y la administración de la abundancia.

Y adicionalmente, tenemos que hacernos a la idea de que la gobernabilidad y la recuperación de la confianza en las instituciones no parecen un asunto secundario sino el tema central para cuando menos las próximas dos décadas. Pues al contrario de lo que piensan los tecnócratas, no es en la inversión de capital ni en la selección de las tecnologías o las fuerzas productivas, en donde descansa la prosperidad, sino en una sociedad justa y en un conjunto de instituciones capaces de garantizar el consenso y multiplicar los niveles de confianza.

Nunca había sido tan extenso y generalizado el descrédito por la autoridad, probablemente desde los tiempos de Victoriano Huerta. Y nunca había sido tan amplia la participación ciudadana en intentos por restablecer sus derechos y defender su integridad, desde la época de la revolución. El que esto ocurra y no se vea sólo constituye un elemento más de la crisis social y política.

Pero la confianza no se recupera ni con imposiciones ni con Reformas estructurales que propicien más negocio para unos cuantos y más pobreza para la mayoría.

Vivimos un nuevo proceso electoral. Y el partido abstencionista tiene la más amplia mayoría. Incluyéndome a mí. Porque los partidos parecen extraviados en la búsqueda de cargos y presupuestos y le han vuelto la espalda a los ciudadanos que reclaman atención y justicia.

Y la administración pública parece estancada, estancada en un conjunto de paradigmas que le impiden reaccionar ante las necesidades y formular soluciones imaginativas y creadoras. Nunca se había visto que fuera tan molesta la retórica.

En la Historia Nacional hemos vivido otros tiempos. Uno de ellos cuando los hombres visionarios concibieron efectivamente una estrategia para que el país dejara de ser una masa de pobres. Gilberto Loyo y José Iturriaga formularon con visión ese proyecto. Fue también cuando otra visionaria, que fue la primera mujer graduada en Harvard, definiera la estrategia para redistribuir el ingreso y sentar así las bases para el desarrollo nacional a partir de la extensión del mercado. Me refiero naturalmente a Ifigenia Martínez. Fueron los años en que México se encaminó a transferir recursos hacia el campo, sentó la infraestructura hidráulica, y creó las instituciones para financiar la producción rural.

Instituciones que no se limitaban a dar crédito, sino que además entendían que antes del crédito se requería la infraestructura, la capacitación y el capital de riesgo. Vamos, hasta el Banco de México tuvo otras funciones más importantes que la que hoy cumple como garante de la fuga de capitales, pues financiaba los grandes proyectos de transformación e infraestructura.

México tenía, desde luego, economistas de a de veras, que no habían permanecido en el ámbito académico o puramente empresarial, y que participaban del conocimiento directo y la experiencia administrativa rural. Pero sobre todo, los funcionarios estaban claros de que México no es un país conformado como los Estados Unidos, donde sólo hay capital y trabajo, sino que aquí tenemos tres sectores, el público, el privado y el social.

Olvidar esto ha sido una gran tragedia, pues lo social, que no siempre exporta, y no tiene las mismas bases e intereses por la competitividad, resulta ser una parte sustancial que nos da identidad social y viabilidad económica. No porque vayamos a conquistar a través de él nuevos mercados, sino porque ha sido el sector que nos alimenta, y también el que genera bienestar y empleo. Y en un mundo donde el sector capitalista ha llegado a ser incapaz de mantener su ritmo de crecimiento al mismo tiempo que mantiene la planta productiva, el tema del empleo obliga a volver la vista al sector social.

Requerimos sí una Reforma educativa, centrada en la vinculación de las universidades y la educación con los imperativos de la producción y la innovación. Pero sin exclusiones de personal y con autogestión de los docentes. Requerimos también de una Reforma laboral, pero no para restringir aún más los derechos laborales, sino muy en otra dirección, para superar la dicotomía capital trabajo. Cosa que no se va a cumplir bajo el paradigma de los contratos o ausencia de contratos y la inseguridad o inestabilidad en las plazas, sino bajo un proceso de autogestión creciente.

El viejo sueño liberal de los mexicanos, anterior incluso al de los socialistas europeos, ha sido siempre lo que introdujo Ignacio Ramírez desde el Siglo XIX como participación de utilidades. Él lo veía como un proceso para involucrar a los trabajadores en la responsabilidad de la producción y en la proyección de la empresa. Hoy es más vigente que entonces. Aunque los patronos sólo se empeñen en disminuir su utilidad para escamotear el pago respectivo a los obreros.

El sentido último del reparto de utilidades estaba en sentar las bases para la participación de los trabajadores en la propiedad y administración de las empresas. Cosa que en nuestra iniciativa privada es tabú, y que en la industria estatal o paraestatal no sólo enfrenta y cuestiona el autoritarismo, sino también a los sindicatos, que hoy dejaron de ser representantes laborales para devenir instrumentos de control y opresión.

Pero ahí está el meollo del asunto. Sí, ser más productivos, pero no buscando la productividad de una rama industrial, sea la automotriz y otra, sino más productivos como sociedad, lo que implica un cambio total de civilización, donde lo antiguo y lo nuevo se combinan, donde lo tradicional no es desdeñado ni menospreciado.

Industrialismo humanista
En la vieja empresa, los empleados estaban desconectados, su trabajo era sólo una fuente de ingreso, no compartían el propósito de la empresa ni veían necesariamente cumplir sus necesidades o capacidades. Esas empresas no son ya competitivas. Jamás había sido tan importante la dimensión humana para el éxito de la organización. Cualquiera que esta sea. El principio que lo hizo realidad fue la limitación de competir sobre la base de la selección de unos contra otros, e instrumentando organizaciones donde todos se esfuerzan por ser competentes. Se trata ahora de establecer un modelo de producción en el que los hombres no se sientan ajenos a la empresa, ni experimenten una opresión o explotación por parte de ella o sus dueños. Se trata de crear una organización que alienta la participación de todos sus miembros, que distribuye bienestar y riqueza, y que coloca en el centro de sus prioridades al ser humano.

Nueva economía de mercado
El mercado ha sido durante todo el siglo pasado un ámbito de competencia y poca solidaridad. En la nueva economía de mercado, el desarrollo es el objetivo, y en esa medida, lo que persiguen las empresas, como fin último, no es la derrota del competidor, sino generar el proceso en el que todos alcanzan el pleno potencial que tienen como seres humanos. Por ello el mejor carácter de los sujetos comerciales es el de empresas solidarias o de autogestión y no el de la competitividad. Comprendiendo la autogestión desde empresas por acciones hasta organismos mutuales y cooperativos. La empresa no busca vender sobre la base de mercadotecnia que seduce o engaña, sino respondiendo rápidamente a las necesidades cambiantes de sus clientes. En estas empresas la búsqueda de poder cede su lugar al de la cooperación, y la fuerza se basa en reciprocidades.

Capital humano
El capital humano en este caso comprende no solamente al conjunto de los empleados con sus capacidades, sino además incluye los valores con que la compañía o unidad económica se funda, y según los cuales se orienta. Cuando decimos que incluye a los empleados no deberíamos entender que los incluye como asalariados sino como personas. Incluye asimismo la cultura, que implica desde las tecnologías y los conocimientos, hasta las formas de relación y las metodologías de trabajo o de resolución de conflictos. E incluye también la filosofía de la empresa. Aunque para algunos académicos la filosofía es una disciplina abstracta tiene, en este caso, una dimensión orgánica y social, pues es la concreción colectiva de una iniciativa o proceso de transformación, trabajo y distribución de resultados. Como este capital se refiere o comprende personas, cultura y filosofía, se comprende que una empresa puede beneficiarse de su capital humano, pero no puede tener propiedad sobre él. Aunque puede desde luego enriquecerlo para bien de todos.

Capital intelectual
El capital intelectual es un producto del capital humano, es la función de ser capaz de acumular conocimientos y de aplicarlos para crear valor, riqueza y bienestar. Pero esta forma del capital sí es patrimonio de la empresa, o sí puede serlo, si se le reconoce y aborda en su naturaleza específica.

No es una noción intemporal sino histórica. Cuando las empresas sólo requerían operarios indiferenciados; cuando el maquinismo hacía muy automáticos los movimientos de los trabajadores; cuando la voluntad o la creatividad parecían estar superados por la introducción o el desarrollo de las máquinas, lo que buscaban las empresas era mano de obra indiferenciada. Hace cien años, como dice Brooking, el trabajo era por ello barato, y el valor de la empresa se medía en términos de chimeneas, maquinaria y dinero. Y agrega: "en el tercer milenio el trabajo no será barato, y los activos centrados en el individuo, esenciales para la operatividad de la empresa, serán bienes escasos y caros." Harán falta muchos años para crear un activo, y muchas empresas no requerirán demasiados activos materiales, pero sí dependerán de sus activos de capital intelectual. Piénsese tan sólo en las empresas de ordenadores, de software, de comunicaciones, de cimientos corporativos. Y esto nos explica por qué la competitividad no puede darse o perseguirse sobre la base de los costos menores y los bajos salarios.

En nuestros días, el éxito de una organización depende, centralmente, de su capital intelectual y, en consecuencia, de la formación del personal encargado de la administración del capital intelectual y de la generación de datos o información con que ese capital opere.

La administración de Recursos Humanos sería, en este caso, una disciplina que cuida todos y cada uno de los renglones como se crea, se acrecienta y se aprovecha el capital intelectual de una empresa. Lo que comienza por hacer disponible ese capital a todos los empleados y por mejorar las condiciones laborales de todos los que forman parte de una empresa, de una rama o de una economía.

Eso implica una nueva educación. Ciertamente. Y también una nueva ley laboral. Pero no caracterizada por le outsourcing y la evasión fiscal, sino por la reglamentación y facilitación de las formas cooperativas y la asociación entre capital y trabajo. No porque se nieguen las ancestrales contradicciones de clase que el marxismo ha considerado perpetuas, sino porque precísamente se trata de sentar las bases para que queden superadas, convirtiendo al operario en parte de la empresa, y haciendo del propietario un trabajador.

Pero a esto podríamos agregar: no todo en el mundo tiene que ser competitivo o garantizarle al capital financiero una rentabilidad. Si creemos en una economía humana tendremos que mantener la producción de muchas cosas que generan bienestar pero no generan ganancias. Y en eso el estado será el que recabe los recursos de los que son más rentables, para mantener la operación de los que generen bienestar sin poder alcanzar el punto de equilibrio financiero. Sin abundar les diré que en ese caso están, probablemente, los productores de algunos de los bienes más preciados, como el trigo, el pan o la leche.

Es sano recordar que lo que hoy muchos condenan como subsidios serán vistos en el futuro como simples transferencias. A menos que se prefiera que por la vía de la selección mercantil desaparezca la leche natural y terminemos tomando sustituto de leche, sustituto de tortilla y sustituto de naturaleza.

No cabe duda de que los ajustes a las políticas económicas de las empresas y los países requerirán reconsideraciones profundas. Y que el vértigo de la globalización se moderará en torno a un equilibrio entre el principio de bienestar y la fuerza de la rentabilidad.

Por nuestra parte, no sólo enfatizaremos la capacitación de los trabajadores no para que sean rentables, sino para que alcancen la plenitud de su dignidad. No sólo haremos esfuerzos para que la economía se vuelva más competitiva sobre la base de una mano de obra más calificada, sino para que alcance a ser más humana y de cabida a sus minusválidos o sus personas maduras y viejas. En las comunidades antiguas, la experiencia era un valor inefable, que tenía la más alta jerarquía. Y en el futuro, el empeño de los que trabajen con limitaciones físicas tendrá un valor moral más alto de los que desempeñamos nuestro trabajo con el disfrute de todas nuestras capacidades. La capacitación para nosotros tiene en ese caso un sentido de humanidad, como lo tiene la educación. Finalmente la capacitación es una forma de educación ligada a lo que ennoblece al hombre, que es su trabajo.
Debo rematar este artículo cediendo la voz a uno de los economistas más brillantes que tenemos y que ya ha dejado claro el tema y su problemática. Hablo de Alejandro Nadal, quien desde hace tiempo escribió: "A pesar de ello, numerosos estudios revelan que las tasas de crecimiento de la productividad del trabajo fueron sistemáticamente más altas en el periodo 1950 a 1975-80 que en el periodo 1982 a 2005-08. Es decir, mientras se aplicaba la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones la productividad del trabajo creció a ritmos superiores a 3 por ciento; en cambio, a partir de la introducción del neoliberalismo ese indicador se desplomó y mantuvo una tendencia a la baja (decrecimiento de aproximadamente menos 0.2 por ciento anual).
"Desde hace mucho tiempo se sabe que existe una alta correlación entre la inversión productiva y el incremento en productividad. Es normal: la inversión es el canal a través del cual el cambio técnico conduce a niveles más altos de productividad por hombre ocupado. Por ese motivo, la evolución de la productividad depende de manera decisiva de la inversión productiva o de la formación de capital fijo (no residencial) en una economía. Así que lo primero que hay que hacer es examinar cómo evolucionó la inversión en México. Las estadísticas históricas revelan que antes del neoliberalismo la inversión total en México como porcentaje del PIB se mantuvo en niveles relativamente bajos: alrededor de 22 por ciento. Las estadísticas del FMI para el periodo posterior a 1980 indican que la inversión se sitúa alrededor de 24 por ciento del PIB. Para fines de comparación, en países como Malasia o Tailandia, esos niveles oscilan alrededor de 35 por ciento. Hay que señalar además que estos datos corresponden a la inversión total (incluyendo la residencial). Los números relacionados con máquinas y estructura directamente productiva son más bajos. Todo esto quiere decir que el mal desempeño en materia de productividad está íntimamente relacionado con los bajos niveles de inversión productiva.
"Pero, ¿qué no se suponía que el neoliberalismo sería un catalizador para la inversión? Después de todo, el modelo neoliberal estaría basado en todas las buenas cosas que adoran los inversionistas privados: minimización de la intervención estatal, macroeconomía sana, apertura comercial y desregulación financiera. ¿Por qué no aumentó la inversión privada? La respuesta se encuentra precisamente en las contradicciones del modelo neoliberal cuya prioridad no es el crecimiento, sino la lucha contra la inflación a través de la contracción de la demanda con represión salarial, altas tasas de interés y una severa restricción fiscal. Por si eso fuera poco, en el caso de México el problema también proviene de su particular inserción como apéndice de la economía de Estados Unidos. Para decirlo en pocas palabras, la apertura comercial, la desregulación financiera y el síndrome de la industria maquiladora distorsionaron los patrones de inversión, descorazonando a la inversión productiva. Desde este punto de vista, no sorprende la deficiente evolución de la productividad.
"La inversión pública es otro factor que favorece el crecimiento de la productividad. Pero en México la inversión pública se ha desplomado desde que en 1982 se impuso una restricción al gasto con el fin de pagar la deuda pública. Por eso México mantiene niveles bajísimos de inversión pública a lo largo de todo el periodo neoliberal (alrededor de 5 por ciento del PIB). En economías como las de Tailandia, Malasia o la India dicho indicador se mantiene cerca de 15 por ciento. El bajo nivel de la inversión pública envía una señal negativa a las expectativas de ganancias de los inversionistas privados (o lo que Keynes llamaba la eficiencia marginal del capital), con lo que se refuerza la tendencia a mantener bajos los niveles de inversión.
"La conclusión es sencilla: son precisamente las llamadas reformas estructurales de corte neoliberal las que han provocado la caída en la tasa de crecimiento de la productividad. Los funcionarios mexicanos, tan mal informados como siempre, son incapaces de llevar a cabo un análisis serio sobre productividad. Lo único que saben hacer es desplegar en el desfile ideológico nociones que nunca han entendido."
Después de juicios tan claros y contundentes no podemos sino hacer votos para que estos economistas de hoy saquen modestia de alguna parte para ponerse a estudiar y dejarnos de recetar tantas sandeces.







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