Discursos Feministas sobre las Trabajadoras del Hogar. (Des) Articulaciones Políticas

July 26, 2017 | Autor: Natalia Martínez | Categoría: Feminist Theory, Domestic workers, Trabajo doméstico, Feminismos En America Latina
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Discursos Feministas sobre las Trabajadoras del Hogar. (Des) Articulaciones Políticas 1 Natalia Martínez Prado 2

El trabajo doméstico constituye una de las principales preocupaciones de los análisis feministas. Producto de la división sexual del trabajo, en la distinción entre un ámbito público (valorado y masculino), y otro privado (devaluado y femenino), la responsabilidad exclusiva de las tareas domésticas en las mujeres ha sido, y sigue siendo, uno de los núcleos problemáticos más dificultosos de resolver por las iniciativas y prácticas feministas. Este interés, sin embargo, no se ha traducido de la misma manera sobre la situación de las “trabajadoras domésticas” como un sector del mercado laboral remunerado, y menos aún como un sector femenino movilizado, auto-reconocido como “trabajadoras del hogar”. Aunque existen múltiples análisis sobre el trabajo doméstico como tal –su consideración como “trabajo”, su devaluación, feminización, precarización- ha habido poca atención sobre los procesos de movilización y organización de las trabajadoras y su articulación o desarticulación con las feministas. Como una manera de atender este último aspecto, en esta reseña presentamos algunas de las perspectivas dominantes de los feminismos sobre las trabajadoras del hogar. Concretamente, nos referiremos a los análisis más extendidos en América Latina 3 , como una configuración que ha dado sentido a las posibilidades y limitaciones del activismo conjunto, entre las trabajadoras y las feministas.

Un emblema de opresión: mujeres, pobres y negras

Si bien la articulación de activistas feministas y trabajadoras domésticas no ha sido un rasgo característico de sus vínculos, la academia feminista ha realizado numerosas investigaciones sobre el sector. Desde esta perspectiva, se ha insistido

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Esta reseña es parte de una investigación titulada: “Latin American and Caribbean Confederation of Household Workers: Political (Dis) Articulations”, publicada en Latin American Policy, Issue 5, n° 2, Pp. 303-318. URL: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/lamp.12042/abstract 2 Doctora en Ciencia Política, Becaria Post-Doctoral del CONICET, CIFFyH, UNC, [email protected] 3 Agradezco enormemente el préstamo de gran parte del material analizado para la elaboración de este apartado a Alcira Burgos del SINPECAF de Argentina y a Romina Lerussi; a Cecilia Re le agradezco su apoyo y estímulo a lo largo de la investigación.

básicamente sobre cuatro aspectos 4 : En primer lugar, se destaca la “feminización” y “desvalorización” del trabajo doméstico, entendiendo que ambas categorías están vinculadas significativamente. Por un lado, se denuncia la “naturalización” histórica de la responsabilidad exclusiva de las mujeres en las labores domésticas y la presunción de que no hacen falta grandes habilidades o conocimientos para hacerlas. Y por el otro, han remarcado cómo el trabajo doméstico forma parte del par desvalorizado de las dicotomías jerarquizantes fruto de la división sexual del trabajo: público-privado y productivo-reproductivo. El relativo aislamiento de la esfera privada y la desvalorización del trabajo doméstico darían pie a un segundo factor que sería propio de las trabajadoras domésticas: su soledad y dificultad para organizarse de forma colectiva. El hecho de que el ámbito de trabajo sean los hogares o casas particulares, dificultaría su visibilización como trabajadoras así como la comunicación y organización colectivas. Y que se trate de un trabajo desvalorizado socialmente también incidiría en el desprecio o subestimación del resto de los trabajadores organizados y sindicalizados. Esta “desvalorización” e “invisibilización” de las trabajadoras domésticas queda asimismo plasmada en su “desprotección” legal. Es común en estos estudios que se insista en cómo el trabajo doméstico queda fuera de la protección otorgada al resto de los trabajadores remunerados, bajo una legislación “especial”, inhabilitando a las trabajadoras a gozar de los mismos derechos en sus condiciones de trabajo: jornada laboral, honorarios, obra social, vacaciones, etc. A estos factores, se agrega la pobreza de las trabajadoras. Hay una constante referencia en estos estudios a la falta de recursos de las trabajadoras domésticas, que a su vez resulta o se articula con otros factores que se agregarían a su identidad, como fuentes de mayor discriminación y vulnerabilidad social. Así, recalcan su falta de educación formal, su procedencia de las circunscripciones más marginales de la sociedad -sea del campo, las provincias más alejadas de las capitales nacionales, o los guettos de las grandes urbanizaciones-, y su eventual pertenencia a comunidades indígenas. Por último, desde estos estudios no se deja de reconocer la ambigua relación que tienen las trabajadoras domésticas con sus “patronas”, que también son “mujeres” y que, en algunos casos, también pueden ser feministas. La ambigüedad deviene de que, en 4

Se han omitido gran parte de las citas y referencias bibliográficas para facilitar la lectura. Se pueden consultar en la versión completa del artículo citada anteriormente.

contra de la “hermandad entre mujeres” que predican algunas feministas, las trabajadoras “han desconfiado profundamente de quienes deberían ser sus aliadas naturales” (Chaney, García Castro, 1993:14) 5 . La interpretación que domina a la hora de comprender esa aparente contradicción, se sostiene sobre el privilegio identitario de la pertenencia de “clase”, que se produciría desde ambos lados: por las trabajadoras domésticas, dado que suelen reconocerse de forma colectiva como parte de la “clase trabajadora” antes que como “mujeres”, iguales que sus empleadoras; y de parte de las “patronas”, porque antes que solidarias con sus “hermanas de género”, las empleadoras se estarían aprovechando de su condición de clase para trasladar “sus” labores domésticas en manos de otras mujeres menos privilegiadas que ellas 6 . De ese modo, además de gozar del tiempo disponible para otras actividades –trabajo remunerado fuera del hogar, actividades de ocio- se estarían evitando los conflictos entre parejas que devienen de la división sexual del trabajo. Sobre este marco interpretativo, que está presente en la mayoría de las investigaciones feministas analizadas, la figuración de las trabajadoras domésticas adquiere un sentido particular: llega a ser “(…) emblemático de la subordinación de las mujeres, [dado que] en él se entrecruzan desigualdades étnicas, nacionales, de raza y de clase” (Goldsmith, 2010:7). La trabajadora doméstica encarna, de esta manera, la figura de la opresión femenina, y el feminismo se erige como la perspectiva desde donde se puede alcanzar su emancipación. Persuadir a las trabajadoras sobre este “hecho” ha sido el principal objetivo –y desafío- de las feministas en su intervención.

La política en disputa: Trabajadoras y Feministas

El proyecto político de las feministas apunta a la movilización de las trabajadoras domésticas haciendo énfasis en dos puntos: que las trabajadoras comprendan la importancia de su “subordinación femenina” en la sociedad, esto es, que no contemplen sólo las relaciones de mercado, capitalistas, sino que reconozcan la particular opresión del patriarcado; y en una valoración del trabajo doméstico como un “trabajo”, como un trabajo “remunerado”, “hecho por mujeres”, que debe ser reconocido de la misma manera que el trabajo remunerado hecho por hombres (que el

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En un trabajo posterior, la misma Chaney habló de “rechazo casi total” (Chaney, 1998:11), y otros estudios hablan de “resentimiento” hacia las feministas (Pereira de Melo, 1993) 6 León (1993), llega a definir esta relación como parte de una “ideología patronalista”.

reconocimiento se traduzca en la garantía de los mismos derechos). En otras palabras, reconociendo el privilegio de clase en la constitución identitaria de las trabajadoras domésticas, las feministas han procurado que incorporen la dominación masculina como un eje que atraviesa la relación capital-trabajo: su explotación como trabajadoras domésticas no sólo es fruto del capitalismo, sino también del patriarcado. De esta manera, insisten que son los hombres quienes se benefician de la división sexual del trabajo, división que relegó a todas las mujeres al ámbito doméstico, desvalorizándolo frente al trabajo remunerado fuera del hogar. Las categorías preferenciales que estos análisis emplean, y que suelen articularse a las de “trabajo digno” o más recientemente, “trabajo decente”, son las del “Trabajo Doméstico Remunerado” (TDR), y la de los “derechos humanos”: “los derechos de las mujeres son derechos humanos”. De estas intervenciones deviene uno de los sentidos del reclamo por la “humanización” del trabajo doméstico y su “visibilización” y “valoración” como un trabajo remunerado, igual que el de los hombres. “Visibilizar” y “valorizar” pasan a ser así las acciones prioritarias sobre el trabajo doméstico que las feministas han procurado transmitir a la sociedad, incluyendo a las propias trabajadoras y feministas quienes, paradójicamente, en su mayoría aún parecen no reconocer la importancia de la articulación por una mutua emancipación. A pesar del empeño de algunos sectores por priorizar las luchas de las trabajadoras domésticas en la agenda feminista, los frentes comunes han sido escasos. Pero si las trabajadoras son el “emblema” de la subordinación femenina, ¿por qué no logra traducirse en un proyecto político conjunto? Una de las dificultades en la articulación entre feministas y trabajadoras domésticas deviene de la ambigua relación que el feminismo ha tenido con la “valoración” del “trabajo doméstico”. Por un lado, como ya hemos señalado, las feministas han procurado que se valorice socialmente el trabajo doméstico visibilizando la importancia de su “rol social en la diaria reproducción de la unidad familiar” (Chaney, Castro, 1993:16). Pero por el otro, han sugerido, de forma más o menos explícita, que las feministas no pueden sostener la reproducción del trabajo doméstico y tienen que proclamar su abolición. Algunas feministas han insistido que la contratación de una trabajadora doméstica: “(…) refuerza –en vez de enfrentar o cuestionar- el patriarcalismo y la subordinación de la mujer en la sociedad (…) [porque] se establece una nueva cadena de subordinación jerárquica en el núcleo familiar: hombre/mujer/doméstica (…) coloca a la mujer pequeñoburguesa como

protagonista-ejecutora de una relación de subordinación con respecto a otra mujer (Duarte, 1993:178-9). En el caso de las domésticas “cama adentro” o “puertas cerradas”, además, se favorecería “el desarrollo de relaciones laborales de tipo asistencialista-providenciales entre la doméstica y el ama de casa”, promoviendo “expectativas de consumo” y dificultando “el desarrollo de una conciencia reivindicativa” (Duarte, 1993:188). Desde esta perspectiva, entonces, aún cuando se puedan mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras domésticas, objetivo que no deja de perseguirse, el anhelo hacia el futuro es la ocupación de esas mujeres en trabajos alternativos y la distribución equitativa de las tareas domésticas de forma no remunerada entre los miembros de la familia y/o a cargo de servicios del Estado. De esta manera, parecería que se producen enunciados contradictorios al interior del feminismo en relación a las trabajadoras domésticas: por un lado se proclama la necesidad de “valorar” su trabajo, como cualquier trabajo remunerado; pero por el otro, se señalan sus condiciones constitutivamente patriarcales que colocan a las mujeres en relación de mutua dominación y que cuestionan, así, sus vínculos naturales de hermandad. Tras esta tensión se asomaría una disyuntiva: Si las feministas acompañan a las trabajadoras domésticas en su lucha por mejores condiciones laborales, dejando intactas las relaciones de género que asignan a las mujeres la exclusividad del trabajo doméstico, no se cuestiona el sistema de dominación masculina que sostiene la distribución de este tipo de trabajo entre las mujeres. Pero si se ataca al trabajo doméstico en términos de las relaciones de opresión que origina, se termina atacando la fuente laboral femenina más importante de la región. Por otra parte, las opciones intermedias, que buscan mejorar las condiciones y, al mismo tiempo, sensibilizar y movilizar desde una “conciencia de género” a las trabajadoras, las “amas de casa” y las “patronas” –como la opción más extendida en la práctica- parecen no superar aún las dificultades de articulación conjunta.

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