Discurso, representación y mirada en el Viaje a Italia de Leandro Fernández de Moratín

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Discurso, representación y mirada en el Viaje a Italia de Leandro Fernández de Moratín Rafael Alarcón Sierra a a Universidad de Jaén, Online Publication Date: 01 September 2009

To cite this Article Sierra, Rafael Alarcón(2009)'Discurso, representación y mirada en el Viaje a Italia de Leandro Fernández de

Moratín',Bulletin of Spanish Studies,86:6,747 — 768 To link to this Article: DOI: 10.1080/14753820903138999 URL: http://dx.doi.org/10.1080/14753820903138999

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Bulletin of Spanish Studies, Volume LXXXVI, Number 6, 2009

Discurso, representacio´n y mirada en el Viaje a Italia de Leandro Ferna´ndez de Moratı´n ´ N SIERRA RAFAEL ALARCO

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Universidad de Jae´n

Para el mundo de la Ilustracio´n, Italia representaba lo contrario que Francia y que Inglaterra. Tenı´a, eso sı´, un importante papel en la formacio´n del gusto este´tico, gracias a las antigu¨edades del mundo cla´sico y a los maestros del Renacimiento. Al margen de las diversiones y placeres mundanos, de la mu´sica y la o´pera a las cortesanas, indispensables en todo viaje a Italia, solo podrı´amos an˜adir el estudio de sus diferentes gobiernos (fundamental para la ge´nesis de El espı´ritu de las leyes de Montesquieu): repu´blicas en Venecia o Ge´nova, monarquı´as en Turı´n, Florencia o Na´poles, y ese re´gimen tan particular que era el Estado de la Iglesia en Roma. En el siglo XVIII, Italia era vista en Europa como un paı´s en decadencia, aristocra´tico y clerical, lleno de gobiernos incompetentes, donde el pueblo vivı´a en la ignorancia supersticiosa y en la miseria ma´s profunda, y donde los valores ilustrados tenı´an muchas dificultades para expandirse, dadas las pretensiones retardatarias de la casta nobiliaria y la dominacio´n religiosa.1

1 Entre la numerosı´sima bibliografı´a sobre el viaje a Italia en el siglo XVIII, vid. especialmente Hermann Harder, Le President De Brosses et le voyage en Italie au dix-huitie`me sie`cle (Gene`ve: Slatkine, 1981); Elisabeth y Raymond Chevallier, ‘Iter Italicum’. Les Voyageurs franc¸ais a` la decouverte de l’Italie ancienne (Gene`ve: Slatkine/Centre Interuniversitaire sur le Voyage en Italie, 1984); Viaggi e viaggiatori del Settecento in Emilia e in Romagna, ed. Giorgio Cusatelli (Bologna: Il Mulino, 1986); A. Brilli, Il viaggio in Italia. Storia di una grande tradizione culturale dal XVI al XIX secolo (Milano: Silvana, 1987); L’Italia dei grandi viaggiatori, coord. F. Paloscia (Roma: Abete, 1987); C. de Seta, L’Italia del ‘Grand tour’. Da Montaigne a Goethe (Napoli: Electa Napoli, 1992); Marie-Madeleine Martinet, Le Voyage d’Italie dans les litte´ratures europe´ennes (Paris: Presses Universitaires de France, 1996); Friedrich Wolfzettel, Le Discours du voyageur. Pour une histoire litte´raire du re´cit de voyage ˆ ge au XVIIIe sie`cle (Paris: Presses Universitaires de France, 1996); en France, du Moyen A Jeremy Black, The British Abroad. The Grand Tour in the Eighteenth Century (Stroud: Sutton, 1997); Idoia Arbillaga, Este´tica y teorı´a del libro de viaje. El ‘viaje a Italia’ en Espan˜a (Ma´laga: Univ. de Ma´laga, 2005), ası´ como el Bollettino del Centro Interuniversitario di Ricerche sul Viaggio in Italia (CIRVI) (Moncalieri). ISSN 1475-3820 print/ISSN 1478-3428 online/09/06/000747-22 # Bulletin of Spanish Studies. DOI 10.1080/14753820903138999

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Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, en los diarios de su viaje a Italia (escritos entre 1793 y 1796, aunque no publicados hasta 1867),2 va a confirmar esta visio´ n pero, sin embargo, se va a encontrar ma´ s a gusto aquı´ que en Inglaterra, relajando, en su perspectiva vital y en su diario de viaje, las exigencias ilustradas. Va a prevalecer la afinidad meridional en clima, formas de vida y cara´ cter, y, reproduciendo un comportamiento cada vez ma´ s frecuente a finales del XVIII, se procura el goce de una libertad personal, al margen de las lacras italianas y de su falta de luces dieciochescas. La razo´ n es sencilla: la moderna sociedad inglesa, su mentalidad y costumbres, pertenece a una o´ rbita cultural diferente a la suya, que le sobrepasa y le excluye.3 La atrasada sociedad italiana le resulta ma´ s familiar y natural, esta´ a su alcance integrarse en ella, y no se siente rechazado como en la anterior. Al contrario: Italia es para e´ l un mundo humanamente habitable. De Bolonia dira´ que es ‘el paı´s ma´ s libre que existe sobre la haz de la tierra’ (carta a Juan Antonio Melo´ n, 29 de octubre de 1793),4 y un an˜ o despue´ s, desde lo que llama ‘un paı´s de delicias’, le asegura a Melo´ n: ‘renuncio a toda pretensio´ n de empleos y comisiones que me quiten la libertad en que hasta ahora he vivido’ (carta de 9 de diciembre de 1794).5 Ello se ve en los distintos tipos de libros de viaje que dedica a un paı´s y a otro: su escritura inglesa es breve, cerrada, formal, reconcentrada: es una escritura defensiva, donde, todo lo ma´ s, se permite hacer uso de la ironı´a; su escritura italiana va a ser extensa, abierta, informal, desordenada, donde Moratı´n se lanza a la ofensiva mediante la burla y la broma. Sus apuntaciones inglesas son las propias de alguien que lo observa todo desde fuera, continuamente sorprendido y extran˜ ado; en sus diarios italianos, al contrario, Moratı´n observa la realidad con un espı´ritu congenial, y pocas veces se admira de lo que ve. En sus cuadernos londinenses pra´ cticamente no se introduce la lengua inglesa, infierno que le cuesta dominar, como confiesa en sus cartas a Melo´ n; por contra, en sus cuadernos italianos el italiano penetra gozoso por doquier. Por u´ ltimo, un hecho bien significativo: la sociedad inglesa deberı´a de satisfacer en una medida infinitamente superior las aspiraciones de un ilustrado; sin embargo, la acrimonia, la amargura, la dureza y el e´ nfasis con que Moratı´n rechaza el genio nacional ingle´ s no lo vamos a encontrar en sus diarios italianos, por

2 Obras po´ stumas de D. Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n publicadas de orden y a expensas del Gobierno de S. M., ed. J. E. Hartzenbusch, 3 vols (Madrid: [Rivadeneyra], 1867 1868). 3 Vid. Rafael Alarco´ n Sierra, ‘Las Apuntaciones sueltas de Inglaterra de Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n: libro de viajes y fundacio´ n de una escritura moderna’, Bulletin Hispanique 109:1 (2007), 15786. 4 Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, Epistolario, ed. R. Andioc (Madrid: Castalia, 1973), n8 43, p. 162. 5 Moratı´n, Epistolario, n8 52, p. 183.

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mucho que denuncie lacras polı´ticas y atraso social, o asista, divertido, a despropo´ sitos teatrales.6 El diario moratiniano de su Viaje a Italia se compone de nueve cuadernos de diferentes taman˜ os, que oscilan entre los once y los cuarenta folios cada uno, aunque su mayor parte tiene en torno a veinticuatro, siempre numerados.7 En los cinco primeros cuadernos, Moratı´n escribe primero so´ lo en los rectos y, cuando los acaba, continu´ a rellenando los vueltos. Esto no ocurre en el resto de cuadernillos, donde Moratı´n sigue el procedimiento habitual de rellenar el recto y el vuelto de cada folio. De vez en cuando alguna hoja salteada esta´ en blanco, ma´ s en los vueltos. En los tres primeros cuadernos se encuentran anotaciones marginales diversas y apuntes destinados no para este diario de viaje, sino para su diario ´ıntimo, con lo que la relacio´ n de estas dos contabilidades vitales se incrementa ma´ s.8 En alguna ocasio´ n, Moratı´n ha an˜ adido un papelillo con alguna nota escrita o, en el cuaderno cuarto, un papel azulado con un dibujo de Pulcinella Cedrullo (fol. 76r). Sus correcciones, normalmente sustituyendo un vocablo por un sino´ nimo, son frecuentes y, adema´ s, el manuscrito presenta las mismas tachaduras en tinta negra que las de los cuadernos de las apuntaciones inglesas, seguramente debidas a la mano de su amigo Juan Antonio Melo´ n.9 6 Aproximaciones de conjunto al viaje italiano de Moratı´n son las de L. Ambruzzi, ‘El Viaje de Italia de Moratı´n’, Convivium, 8 (1930), 33740; Bele´ n Tejerina (de quien ma´ s adelante citare´ sus otros trabajos al respecto), ‘Osservazioni sul Viaggio in Italia di Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n’, Bolletino del Centro Interuniversitario di Ricerche sul Viaggio in Italia, 1:2 (1980), 1519; Paolo Cherchi, ‘Il Viage a Italia di Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n’, Annali d’Italianistica, 14 (1996), 45265; Margarita O’Byrne Curtis, ‘Teatralizacio´ n de la interioridad: Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n en su Viage a Italia’, en La Chispa ’99. Selected Proceedings, ed. G. & C. J. Paolini (New Orleans: Tulane Univ., 1999), 24759, ası´ como las pa´ ginas que le dedicaron Julia´ n Marı´as, ‘Espan˜ a y Europa en Moratı´n’, en Los espan˜ oles (Madrid: Revista de Occidente, 1963), 79119, y ‘Moratı´n y la originalidad del siglo XVIII espan˜ ol’, en Coloquio internacional sobre Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n. Bolonia, 27 29 de octubre de 1978, ed. Mario di Pinto, Maurizio Fabbri y Rinaldo Froldi (Abano Terme: Piovan Editore, 1980), 19399, luego en Homenaje a Jose´ Manuel Blecua ofrecido por sus discı´pulos, colegas y amigos (Madrid: Gredos, 1983), 41521, y Luis Felipe Vivanco, Moratı´n y la Ilustracio´ n ma´ gica (Madrid: Taurus, 1972), 57117. 7 Vid. Bele´ n Tejerina, ‘El manuscrito del Viaje a Italia de Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n: BNM Ms. 5890’, en Coloquio internacional sobre Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, 22948, y su edicio´ n crı´tica de L. Ferna´ ndez de Moratı´n, Viage a Italia (Madrid: Espasa-Calpe, 1988), por la que citare´ siempre. 8 Vid. Bele´ n Tejerina, ‘Fragmentos ine´ ditos de los apuntes diarios de don Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n en el Ms. de su viaje a Italia’, Annali della Facolta` di Lingue e Letterature Straniere [Bari], 45 (19731974), 30125, y ‘L’Importance du Diario de Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n pour la redaction de son Viaje a Italia’, en Le Journal de voyage et Stendhal. Actes du Colloque de Grenoble (14 17 juin, 1978), ed. Victor Del Litto y Emanuele Kanceff (Gene`ve: Slatkine, 1986), 24755. 9 Aunque este, en sus ‘Desordenadas y mal digeridas apuntaciones’, en Obras po´ stumas de D. Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, III, 37688, atribuyo´ las tachaduras en el manuscrito del Viaje a Italia al propio Moratı´n: ‘escribio´ un Viaje muy curioso, del que borro´ despue´ s muchas pa´ ginas, que me habı´a leı´do’ (380).

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Estas diferencias nos dicen mucho del me´ todo de escritura de Moratı´n, pues sus primeros cuadernos son ma´ s cao´ ticos y desordenados, con ma´ s errores y apostillas y menos reflexiones, lo que indica que esta´ n escritos de forma precipitada, aspecto confirmado porque coinciden en su mayor parte con lo anotado en su diario personal. Esto cambia a partir del quinto cuaderno, y sobre todo en los dos u´ ltimos, donde ya no hay un orden cronolo´ gico tan claro, mezcla observaciones de an˜ os distintos y se aleja de la escritura de su diario. El procedimiento que Moratı´n emplea ya no es el de las Apuntaciones sueltas de Inglaterra; a su salida de Londres comienza un diario de viaje que va a tener la estructura espacial y cronolo´ gica de su itinerario, donde anota cada localidad por la que pasa, los dı´as y horas de llegada y salida, la distancia que separa cada lugar, el estado de los caminos, los medios de transporte empleados, el paisaje observado, las posadas en las que come y pernocta, y, cuando la ocasio´ n lo merece, los compan˜ eros accidentales y los incidentes del viaje. Ello hace su escritura ma´ s prolija y detallada que la de su estancia inglesa, donde ha habido un proceso de seleccio´ n que aquı´ no hay. La continuidad espaciotemporal del itinerario se quiebra cada vez que Moratı´n permanece varios dı´as seguidos en una ciudad: entonces ya no se anota linealmente lo hecho y visto cada dı´a, y sus observaciones no siguen necesariamente el orden en que se han realizado. El diarista las agrupa de muy diversas maneras, sin seguir la estructura y el orden establecido tradicionalmente en los libros de viaje: datos generales e histo´ ricos, situacio´ n geogra´ fica, poblacio´ n, fuentes de riqueza, gobierno y administracio´ n, arte y antigu¨ edades, y en u´ ltimo lugar, las particularidades. Al llegar a una ciudad, casi siempre dedica Moratı´n unas lı´neas para anotar sumaria y aproximadamente algunos datos como sus dimensiones o el nu´ mero de habitantes (aunque observaciones sobre el alumbrado, el empedrado o el trazado de las calles no siempre esta´ n al principio ni aparecen seguidas). Sin embargo, a continuacio´ n no tiene un criterio fijo: puede agrupar algunas observaciones de modo topogra´ fico, por ejemplo, describir varios edificios por contigu¨ idad espacial, para de improviso seguir un orden tema´ tico o analo´ gico: describir en bloque todas las iglesias, o todos los teatros, o todas las pinturas que ha visto. Puede empezar con los usos y costumbres o dejarlos para el final, o alternar este tipo de datos con la ma´ s tradicional descripcio´ n de edificios y monumentos. Todo se complica cuando Moratı´n visita varias veces una misma ciudad, lo que supone escribir sobre ella en distintos momentos y cuadernos del diario. Cinco estancias distintas hace en Bolonia (aunque so´ lo escribe observaciones en tres de estos momentos), por Florencia pasa en cuatro ocasiones, tres veces por Roma, dos por Mila´ n, Ferrara o Ge´ nova, con la particularidad, en este u´ ltimo caso, de que en los diarios esta´ invertido el orden cronolo´ gico de sus visitas. En estas ocasiones, el desorden y la fragmentacio´ n de la informacio´ n que se ofrece es mayor, y no es raro que escriba de un mismo sitio en

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cuadernos distintos (por ejemplo, de la Biblioteca Ambrosiana de Mila´ n), repitiendo parte de la informacio´ n, o que agrupe observaciones hechas en diferentes estancias y tiempos en un mismo apunte (como en sus descripciones de los museos vaticanos). Ello lo sabemos porque podemos contrastar el orden del viaje a Italia con el de su diario personal. Moratı´n realizo´ varios viajes en el interior de Italia: contando la ida desde Londres y la vuelta a Madrid, fueron en total seis etapas, espaciadas en el tiempo con residencias de varios meses en Bolonia, a lo largo de los ma´ s de tres an˜ os que permanecio´ en el paı´s transalpino. Cada uno de estos viajes no se corresponde con la extensio´ n de cada cuaderno: el primer viaje, de Londres a Na´ poles, con su descripcio´ n del paso por los Paı´ses Bajos, Alemania y Suiza, ocupa los cuadernos uno a cinco, este parcialmente; el segundo, de Na´ poles a Bolonia, con estancias en Roma y Florencia, parte del cuaderno quinto. El tercero, de Bolonia a Venecia y vuelta, los cuadernos seis y siete. El cuarto, nuevamente con salida y llegada a Bolonia, con destino Ge´ nova, Turı´n y Mila´ n, el cuaderno 8.1 incompleto. El quinto, de Bolonia a Roma, pasando por Florencia tanto al ir como al volver, los cuadernos 8.1, parcialmente, y 8.2. El viaje de regreso, de Bolonia a Madrid, el cuaderno se´ ptimo. El orden cronolo´ gico se rompe especialmente en los u´ ltimos cuadernos. Tampoco se corresponde el tiempo de permanencia en una ciudad con la extensio´ n dedicada a ella en los diarios: en Bolonia residio´ la mayor parte del tiempo, ma´ s de un an˜ o, pues fue su verdadero hogar en Italia, y sin embargo escribio´ pocas pa´ ginas sobre ella. A las que dedica mayor espacio, como mandaba la tradicio´ n, es a Roma y a Na´ poles, aunque en ellas no estuvo ma´ s de tres o cuatro meses. Roma era el centro de todo viaje a Italia, pero Moratı´n le hace compartir su escritura ma´ s extensa e intensa con Na´ poles, a la que dedica ma´ s espacio si a ella an˜ adimos sus alrededores, lo que no es extran˜ o si pensamos que Na´ poles era a finales del siglo XVIII la u´ nica ciudad italiana con verdadera entidad de capital por dimensiones y nu´ mero de habitantes, en contraste con Roma, en la que casi la mitad de sus barrios estaban despoblados. La tercera ciudad que no podı´a faltar en un tradicional viaje a Italia era Venecia. Visitar al menos dos veces una misma ciudad era un hecho frecuente en el viaje a Italia, por la propia conformacio´ n geogra´ fica del paı´s y por el planteamiento del itinerario: habitualmente se entraba por el norte y se llegaba hasta Roma, para seguir en direccio´ n sur hasta Na´ poles y sus mitolo´ gicos alrededores. La vuelta duplicaba el recorrido en sentido inverso. Esto era aprovechado por el viajero para modificar los modos de su mirada y de su discurso: el primero podı´a ser una serie analı´tica de observaciones y el segundo una sı´ntesis, o bien en el primero predominaba la descripcio´ n y en el segundo, la reflexio´ n. La escritura continuada del diario no le permite a Moratı´n establecer este tipo de recurso, y solamente introduce ciertas diferencias de aproximacio´ n y perspectiva en sus u´ ltimos cuadernos romanos, ma´ s elaborados. Su primer y breve paso por Roma, de camino a Na´ poles, solo

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crea elipsis, puesto que envı´a al lector a sus futuras notas, au´ n no escritas, sobre la ciudad. Su segundo viaje lo dedica principalmente a la descripcio´ n monumental. En la tercera estancia hay mezcla de costumbres, obras de arte y teatro, e introduce el recuerdo de la experiencia previa (‘vuelvo a ver’), lo que procura una mayor autoridad y seguridad en sus reflexiones cuando establece juicios sobre las formas de vida de sus habitantes. Moratı´n sabe que su escritura italiana es muy diferente de la inglesa, y por eso no va a denominarlas de la misma manera. Si en las Apuntaciones sueltas de Inglaterra, pese al tı´tulo, se refiere a ellos como ‘artı´culos’, en el Viaje a Italia los va a llamar ‘apuntaciones’ (salvo en las escasas ocasiones en que, de una manera ma´ s vaga, los llama ‘observaciones’), lo que indica un distinto grado de elaboracio´ n. ‘Artı´culo’ hace referencia a un escrito de relativa corta extensio´ n sobre un tema determinado, habitualmente empleado en la prensa perio´ dica, en diccionarios o enciclopedias, mientras que ‘apuntacio´ n’ tiene unas connotaciones de escritura informal, provisional, susceptible de ser corregida o transformada. Ello se extiende a los contextos en que ambos te´ rminos son utilizados: en el libro ingle´ s, Moratı´n emplea ‘artı´culo’ de una manera instrumental y deı´ctica, para sen˜ alar su texto, actual (‘En este artı´culo no he hablado de los sabios ingleses’ [cuaderno I, nota 19]) o anterior (‘lo que se ha dicho ya en varios artı´culos’ [II, 7]).10 En el libro italiano, adema´ s de este uso gene´ rico, puesto que su forma de diario le impone una escritura continua, muchas veces lo usa para autorrepresentarse en el momento mismo de la escritura, mostrando su texto como una obra abierta, inacabada, en marcha, que se esta´ haciendo delante del lector, a veces en una alternancia de experiencia y escritura y a veces simulta´ neamente (‘Cansado de andar calles y hazer apuntaciones, me volvı´ a la posada [. . .] y me acoste´ ’ [123]; ‘Las apuntaciones de mi viage van saliendo ma´ s largas de lo que al principio creı´’ [142]; ‘si he de ir a la gran Roma, combiene que acabe primero las apuntaciones de Na´ poles’ [280]). Del mismo modo, la continuidad diarı´stica de su nuevo texto, donde la escritura no cesa ni se corta en pequen˜ os fragmentos independientes unos de otros, como en sus artı´culos ingleses, le lleva a jugar iro´ nicamente con dos artificios reto´ ricos habituales en los libros de viaje que se publicaban: las referencias a las transiciones de un tema a otro y la apelacio´ n al lector. Moratı´n se sincera al final de su libro cuando anota que ‘nadie me ha de leer’ (638), pero escribe manteniendo la ilusio´ n de lo contrario: ası´ se explican las frecuentes justificaciones ante ese explı´cito lector interno, un narratario, un 10 Puesto que no hay ninguna edicio´ n del Ms. que transcriba fielmente su contenido, cito siempre por mi propia transcripcio´ n del Ms. de las Apuntaciones sueltas de Inglaterra, Biblioteca Nacional de Madrid Ms. 5891. Tengo en cuenta, para resolver sus tachaduras y reconstruir los fragmentos perdidos, Copia de escritos suyos, BNM Ms. 6409 (que incluye ‘Copia de las apuntaciones de Inglaterra’, cuadernos 1 y 2) y Copia de las Apuntaciones sueltas de Inglaterra, BNM Ms. 7777. Para el estado editorial de estas Apuntaciones, vid. Alarco´ n Sierra, ‘Las Apuntaciones sueltas de Inglaterra’, 16869.

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personaje textual al que el narrador dirige sus palabras, un destinatario ficticio que justifica la existencia del discurso. Son dos recursos mediante los que Moratı´n trata de organizar su texto. En todo diario, y en la mayorı´a de los libros de viaje, hay una equiparacio´ n entre autor, narrador y personaje, aunque con diferencias de grado y de funcio´ n: a grandes rasgos, el momento en que se recuerda corresponderı´a al autor, el momento en que se escribe al narrador y el momento que se recuerda, al personaje viajero. En este caso, la analogı´a se extiende al narratario: el yo textual se desdobla en narrador y narratario, construye dos identidades paralelas mediante cuya tensio´ n y dia´ logo avanza la escritura. Este narratario es calificado y caracterizado, siguiendo iro´ nicamente la tradicio´ n, de ‘curioso’, ‘amantı´simo’, ‘piadoso’, ‘vivaracho’ o ‘prudente’. Moratı´n lo emplea para justificar tanto su escritura (‘perdone el lector la falta de orden que reyna en mis apuntaciones’ [122]) como sus decisiones durante el viaje (‘viajemos de noche. Mi curioso lector padecera´ mucho con esta mudanza de plan pero, todo bien considerado, primero soy yo que mi curioso lector’ [131]). De e´ l demanda reto´ ricamente permiso (‘Las apuntaciones de mi viage van saliendo ma´ s largas de lo que al principio creı´, por lo qual sera´ necesario formar segundo tomo, contando siempre con el benepla´ cito y fiat de mi lector’ [142]) o se identifica iro´ nicamente con su parecer, que no conocemos (‘en quanto a si es locura o no gastar el dinero en este edificio interminable, soy enteramente del dictamen de mi lector’ [160]). A e´ l dedica aclaraciones: ‘salgo solo en un carricoche para Verona, siguiendo en gran parte la orilla del Adige (que en latı´n se llama Atesi por si no lo sabe mi lector)’ (373) o consejos y recomendaciones: ‘hablare´ de lo que vı´ en ella [Mila´ n], remitie´ ndome en lo que falte a las descripciones que otros han hecho, donde podra´ mi lector contentar en parte su insaciable curiosidad’ (15859); ‘las dimensiones de ella [Fachada del Teatro Olı´mpico de Vicenza] pueden verse en el Viage de Italia de M. La Lande, y para comprehender quanto acabo de decir, o es necesario haberlo visto o tener presente la planta y el disen˜ o, si no, mi piadoso lector no entendera´ una palabra’ (385). Finalmente, trata de adelantarse a su pensamiento (‘e´ ntrome en la barca, que sale dos vezes todos los dı´as para Venezia, por el Canal de la Brenta; y ya debera´ haber inferido el prudente lector que habra´ ma´ s de una barca para esta operacio´ n’ [40001]) o le dirige interrogaciones reto´ ricas (‘El an˜ o de 95 cayo´ en Bolonia hasta una vara de media de nieve; fue necesario abrir las calles para el paso de la gente y los coches ¿juzga mi lector que los birriquines se ocuparon en esta operacio´ n? Nada menos que eso, vinieron del campo una multitud de labradores con picos, palas y carros’ [475]). En cuanto a las transiciones de un tema a otro, la convencio´ n establecı´a que debı´an de establecerse fluidamente, que un asunto exigiera el paso al siguiente de forma lo´ gica o natural. Pero Moratı´n no tiene tiempo de pulir su escritura y sus transiciones son abruptas, y por eso juega iro´ nicamente con el to´ pico, de forma que justifica su falta de estructura cano´ nica llamando la

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atencio´ n sobre ella, poniendo en primer plano el artificio (y el artı´fice) reto´ rico: ‘Hablemos de theatros y ve aquı´ una transicio´ n no menos violenta que las pasadas’ (281); ‘Ahora debera´ sufrir mi lector una transicio´ n no menos violenta que la antecedente, bien que no sera´ la u´ ltima’ (537). No es eso todo: a un texto privado que no sigue las normas de la buena escritura, aunque las tenga como punto de referencia, siquiera iro´ nico, tambie´ n le estara´ permitido tratar temas impropios del buen gusto de que debe hacer gala un texto pu´ blico. Moratı´n, consciente de ello, une la ruptura textual y la moral, y tras referirse a la religiosidad napolitana, escribe: ‘He notado ya, lector amantı´simo, que no me da el naype para esto de transiciones; y en prueba de ello he aquı´ que despue´ s de haber hablado de tan profundas materias, voy ahora a tratar de putas y alcahuetes’ (236). La incoherencia literaria tambie´ n sugiere la contradiccio´ n humana de un pueblo a la vez piadoso y frı´volo. Otro artificio reto´ rico utilizado frecuentemente por Moratı´n, mediante el cual pone en primer plano la construccio´ n de su discurso, es la pretericio´ n y la elipsis, la imposibilidad de describir toda la realidad observada, justificada de diversas maneras. En primer lugar esta´ la necesidad de seleccionar entre una gran variedad de objetos, cuya descripcio´ n serı´a interminable: ‘ni hay que ren˜ irme porque no haga una larga lista de los dema´ s [Palacios de Vicenza]; baste decir que hay muchos’ (386); en Na´ poles ‘No hay para que´ hacer mencio´ n de la multitud de cuerpos de santos que enriquezen sus templos, vı´rgenes, ma´ rtires, confesores, viudas, pontı´fices, molesta ocupacio´ n serı´a referirlos todos’ (230). En segundo lugar, esta´ la tradicional hipe´ rbole de la impotencia expresiva, bien por la falta de pericia del escritor: ‘unos carros pequen˜ os de a dos ruedas, tirados por perros [ . . .] expresar debidamente la cara que ponı´an los infelizes animales, lo que ellos jadeaban, la espuma que vertı´an y la inquietud de su cola y de su lengua, es empresa reservada a ma´ s docta pluma’ (115), bien porque las palabras no pueden suplir la contemplacio´ n directa: ‘No hay descripciones que basten a dar una idea justa de la excelencia de aquellas obras [la coleccio´ n de antigu¨ edades del Museo vaticano] es menester verlo’ (340); ‘El que no vea y examine por sı´ estas maravillas del arte [las galerı´as de Roma], solo podra´ adquirir la idea de que en Roma hay un tesoro inmenso de ellas, y esto se dice pronto; los ojos deben informar de lo dema´ s’ (571). En tercer lugar, la pretericio´ n y la elipsis se pueden producir simplemente porque aquello que se va a pasar por alto ya ha sido descrito por otros autores, y ‘serı´a inu´ til repetir lo que ya esta´ dicho’ (457). En ocasiones se remite a ellos para obtener la informacio´ n, de modo que, parado´ jicamente, se hace intermediario entre el texto actual y sus posibles lectores a otro libro, ma´ s que a la visio´ n directa del objeto: ‘hablare´ de lo que

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vı´ en ella [Mila´ n], remitie´ ndome en lo que falte a las descripciones que otros han hecho, donde podra´ mi lector contentar en parte su insaciable curiosidad’ (15859); ‘las dimensiones de ella [la planta del Teatro Olı´mpico de Vicenza] pueden verse en el Viage de Italia de M. La Lande, y para comprehender quanto acabo de decir, o es necesario haberlo visto o tener presente la planta y el disen˜ o’ (385). Varias de estas motivaciones pueden unirse, e incluso el viajero, en un arranque de sinceridad frente a los viajes enciclope´ dicos, puede reconocer que no lo ha visto todo, de forma que al sen˜ alar las ausencias de su texto da un aire de autenticidad al mismo, muestra una experiencia fragmentaria como la vida y convierte el vacı´o en signo de realidad: ‘Serı´a inu´ til e imposible hacer aquı´ una completa descripcio´ n de Roma, porque ni todo lo he visto, ni entiendo de todo, ni hay cosa en ella que no este´ explicada y juzgada ya en las muchas obras que se han escrito con este fin, y que son tan conocidas generalmente’ (331). Por ende, escribir que Roma estaba ma´ s alla´ de toda descripcio´ n era una hipe´ rbole habitual. Finalmente, Moratı´n juega iro´ nicamente con los to´ picos descriptivos de la literatura de viajes, como cuando, en la catedral de Colonia, escribe: ‘Me amenazaron con el tesoro y las reliquias pero no lo quise ver, algo se ha de dexar al viagero que venga detra´ s de mı´’ (122), o cuando superpone el ritmo de la escritura con el de las observaciones y el del itinerario, creando el artificio de su produccio´ n simulta´ nea, de forma que si no concluye los dos primeros no avanzara´ el tercero: ‘Baste de iglesias, correrlas todas serı´a no acabar jama´ s. Cesaron ya las molestas lluvias del imbierno; el tiempo serena, y si he de ir a la gran Roma, combiene que acabe primero las apuntaciones de Na´ poles, las quales no tendrı´an fin si hubiese de ir de altar en altar examinando santos y sufriendo llavazos de sacristanes’ (28081). Hemos visto co´ mo Moratı´n remite de vez en cuando a otros libros de viaje, de forma que su escritura esta´ a la vez en relacio´ n con la realidad que describe y con las relaciones que le han precedido. Esto era lo habitual en este tipo de textos, donde se tenı´a muy en cuenta la experiencia anterior, lo cual imponı´a una continuidad de temas y estereotipos. Los viajeros siempre llevaban alguna guı´a del paı´s que visitaban, y a menudo discutı´an con ellas para corroborar o refutar sus asertos, lo que tambie´ n hace Moratı´n. Su libro de cabecera es el enciclope´ dico Voyage d’un franc¸ ois en Italie fait dans les anne´ es 1765 1766 de Joseph Je´ roˆ me Lefranc¸ ois de Lalande, 7 vols (Parı´s y Venecia, 1769; Ginebra, 1790), que a su vez habı´a tenido en cuenta a sus ma´ s importantes predecesores y ofrecı´a toda la informacio´ n posible al viajero. Moratı´n lo cita continuamente, en ocasiones para corregir o desmentir sus afirmaciones (‘la mesa de lapis la´ zuli que cita La Lande [en La Veneria Reale, cerca de Turı´n] no es de una sola pieza sino de muchas’ [534]), pero la mayorı´a de las veces lo utiliza como argumento de autoridad, del que copia

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medidas y dimensiones que son difı´ciles de obtener mediante la simple observacio´ n: ‘La Lande haze la descripcio´ n [Teatro Real de Turı´n] y en ella pueden verse sus dimensiones’ (52728). Del mismo modo, puede manifestar coincidencia con su gusto este´ tico (‘los [frescos] de este u´ ltimo [Beaumont], como dice La Lande, parecen pinturas de abanicos’ [530]), o todo lo contrario (‘Dice La Lande que e´ ste [el paseo de Villa Reale, en Na´ poles] es uno de los ma´ s bellos paseos del Universo; si lo dice por su situacio´ n y por las hermosas vistas de que goza, tiene razo´ n, pero el paseo en sı´ no me parecio´ digno de tal elogio’ [262]). Este uso de Lalande pocas veces supone la introduccio´ n en el texto de la lengua francesa (sı´ lo hace, por ejemplo, en el cuaderno 8.1, 558). A distancia de Lalande, Moratı´n cita en una ocasio´ n las Cartas familiares del Abate Andre´ s (1786) de la que confiesa que ‘Llego´ a mis manos esta obra halla´ ndome en Roma, y tube motivo de rectificar ocularmente algunas de las especies equivocadas que encontre´ en ella, y aun tambie´ n algunas relativas a Na´ poles, por el cotejo que de ellas hize con mis propias observaciones y los libros que mejor han tratado las materias en questio´ n’ (575). Tambie´ n se refiere un par de veces al Viaje fuera de Espan˜ a de Ponz, que ya traı´a desde Londres, pero este libro no trata de Italia, ası´ que solo lo cita a su paso por Bruselas y de vuelta a Espan˜ a, en Sevilla. Moratı´n tambie´ n emplea distintas descripciones y guı´as de forasteros que adquiere a su paso por las ciudades italianas, y a las que se refiere de vez en cuando (‘La Academia de Ciencias y Bellas Letras de Na´ poles [ . . .] no existe sino en la Guı´a de Forasteros’ [320]; ‘otros [palacios] de que se haze mencio´ n en las descripciones de Verona’ [377]; ‘puede verse ma´ s individualmente en las descripciones de Venezia’ [456]; ‘Puede verse una descripcio´ n de este Museo publicada por el Sen˜ or Matheo Borsa, literato mantuano’ [551]), y en una ocasio´ n copia un artı´culo de una gaceta, en este caso de Bolonia (331). Otras fuentes escritas empleadas que, como en la u´ ltima citada, suponen la introduccio´ n del italiano o del latı´n en el libro de viaje, son los libretos o carteles de obras teatrales, y las inscripciones y epitafios (por ejemplo, el del cardenal Bembo en el sepulcro de Sannazaro [264], o el atribuido a Ariosto en la tumba del marque´ s de Pescara [276]) que el viajero encuentra en el camino. Estas se complementan con algunas citas de autores como Sannazaro (263), Marcial (266) o Petrarca (268), inevitables en el entorno cla´ sico de los alrededores de Na´ poles. Como contrapartida neocla´ sica, tambie´ n incorpora al texto versos de Boileau en un par de ocasiones (428 y 441). Estos textos no tienen la funcio´ n de corroborar la autenticidad de la experiencia del viaje, sino que suponen una marca de cultura. Moratı´n hace un uso escaso de estas citas eruditas, que habı´an sido muy habituales en los viajes humanı´sticos y dieciochescos, sobre todo tras el ejemplo de Addison en sus Remarks on Several Parts of Italy (1705), donde comparaba los lugares italianos con las descripciones que de ellos realizaron los autores cla´ sicos, en una superposicio´ n de texto y paisaje en que acababa triunfando el primero.

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Moratı´n esta´ a favor del uso responsable de las diversas fuentes de informacio´ n que un escritor tiene a su alcance, pero critica el uso que de ellas hacen muchos viajeros, ‘copia´ ndose unos a otros sin examen ni reflexio´ n’ (369), lo que era muy habitual, hasta el punto de pasar por aute´ nticos libros de viaje que habı´an sido escritos sin salir de una biblioteca, transcribiendo fragmentos de distintos textos. Al margen de estas citas, podemos encontrar en su diario italiano otras referencias intertextuales. Solo me voy a referir a las ma´ s evidentes. En tres ocasiones al menos se establecen con el Quijote: en la primera, el viajero compara la ‘variedad de naciones en mi bolsillo’ (monedas inglesas, holandesas, prusianas, etc.) con ‘las que acaudillaba Alifanfarro´ n’ (117), es decir, el gran emperador y sen˜ or de la isla Trapobana, pagano enamorado de la hija de Pentapolı´n, cuyos eje´ rcitos (que no son sino un reban˜ o de ovejas) cree ver Don Quijote en el capı´tulo XVIII de la primera parte. En la segunda, el narrador se equipara explı´citamente con el ingenioso hidalgo, cuando escribe: ‘salgo a las siete, cavallero en mi rozı´n, dirigie´ ndome a Lugano’ (153); la intencio´ n intertextual esta´ todavı´a ma´ s clara si leemos la entrada en su diario ´ıntimo, donde anota: ‘sortir a 7 solus escudero in rozinante’.11 En la tercera, se limita a parafrasear iro´ nicamente el conocido inicio del libro cervantino en el Palacio Real de Turı´n: ‘vi tambie´ n dos piezas con los techos pintados por un turine´ s, de cuyo nombre no me acuerdo, cosa horrenda en verdad’ (530). Tambie´ n es evidente su uso iro´ nico de la famosa frase panglossiana sobre el mejor mundo de los posibles, procedente del Ca´ ndido de Voltaire, que Moratı´n habı´a introducido en sus apuntaciones inglesas en un contexto polı´tico similar (nota I, 19), cuando asevera que ‘La Repu´ blica de Venecia no es ciertamente la mejor de las repu´ blicas posibles’ (407). Un tipo de intertextualidad ma´ s frecuente es la que Moratı´n establece entre sus obras, el Viaje a Italia y las Apuntaciones sueltas de Inglaterra. Cada vez que el viajero observa algo que le recuerda su experiencia inglesa lo anota y lo compara con la nueva realidad, muchas veces conservando la expresio´ n que habı´a utilizado en su anterior libro de viaje. Un par de ejemplos: al referirse a los templos de Flandes, los compara con los ingleses, donde ‘no se ve ni un Christo, ni una Virgen, ni un Santo en sus iglesias que parecen habitaciones sin inquilinos’ (111), frase que ya habı´a empleado al visitar la catedral londinense de San Pablo (I, 12). Al ver los pies descalzos de las mujeres de Happenheim, los compara con los de ‘nuestras vizcaynas’ (129), como ya habı´a hecho en la apuntacio´ n sobre los pies de las inglesas (I, 16). La mayor parte de este tipo de alusiones esta´ al inicio de su nuevo viaje, cuando todavı´a tiene pro´ xima su experiencia inglesa. Comparar las nuevas realidades observadas con lo que el viajero conoce era algo habitual en toda la literatura de viajes, puesto que muchas veces el 11 Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, Diario (mayo 1780 marzo 1808), ed. R. y M. Andioc (Madrid: Castalia, 1968), entrada del 7 de septiembre de 1793, p. 108.

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escritor no tenı´a otra medida que el uso de esta analogı´a. Moratı´n establece algunas comparaciones con Inglaterra, que acaba de ver, y menos con Francia (un par de veces, el campo y las llanuras alemanas le recuerdan las landas de Burdeos, 128 y 132), pero, sobre todo, las va a establecer con Madrid y sus cercanı´as: los parques le recuerdan al Retiro, los paseos al Prado, y ciudades alemanas como Manheim y Zurich a Aranjuez y Alcala´ , respectivamente (129 y 139). Conforme pasen los an˜ os, la referencia de comparacio´ n va a ser la propia Italia, y ası´, Ge´ nova le recuerda a Venecia por su gentı´o y multitud de tiendas (498), y adema´ s los nobles genoveses son tan engreı´dos como los venecianos (500). De la misma manera que en las Apuntaciones de Inglaterra, las comparaciones con Espan˜ a pocas veces siguen el ideal ilustrado de buscar la mejora del propio paı´s. Incluso un par de veces, al comprobar la excelencia de las posadas alemanas, se burla de los apologistas de lo nacional, porque esa calidad no se halla en los pueblos espan˜ oles (129 y 142). Son escasas las ocasiones en que Moratı´n hace recomendaciones para la mejora de la patria: el cafe´ del parque de Bruselas, con sus gabinetes y pequen˜ o teatro, lo estima apropiado para Madrid (113); en Ferrara, la generosidad del Marque´ s Bebilacqua, que franquea al pu´ blico el paso a sus jardines, tambie´ n es un ejemplo imitable (365). En estos casos es evidente que piensa ma´ s en sus actividades lu´ dicas que en el bien nacional. Ma´ s entidad tiene la te´ cnica constructiva del ladrillo revestido para obtener la apariencia de piedra que se emplea en Vicenza, que le parece un procedimiento econo´ mico exportable a Madrid, dado que es la piedra tan cara (ocasio´ n que aprovecha para criticar al ministro de Carlos IV, Pedro de Lerena) (388). Utilidad para la nacio´ n tiene su observacio´ n sobre los ex-jesuitas espan˜ oles (expulsados en 1767) que residen en Bolonia, entre los que cita a Manuel Lasala, Juan Bautista Colome´ s o Manuel Rodrı´guez Aponte: ‘es la´ stima que nuestro Gobierno carezca de notizias acerca de los sugetos beneme´ ritos de esta extinguida religio´ n, y que no saque de ellos la utilidad que podrı´a’ (193). La relacio´ n de viaje ensen˜ a tanto sobre el paı´s visitado como sobre la identidad del viajero, sobre su procedencia nacional, social y cultural, sobre su visio´ n del mundo, sus gustos y sus aspiraciones. Detra´ s de la aparentemente ma´ s objetiva descripcio´ n aparece un punto de vista particular, que en el mero hecho de seleccionar ya nos esta´ diciendo mucho de sı´ mismo. Ello se acrecienta al tratarse de un diario, donde el viajero hace sentir y representa su presencia frente a los objetos descritos, o hace preceder sus observaciones de la mencio´ n a sus sentidos, normalmente la mirada, pero tambie´ n el oı´do o el olfato. Moratı´n todavı´a da un paso ma´ s alla´ al incluir la representacio´ n textual de los sentimientos del viajero, en correspondencia con su diario ´ıntimo. No debemos pensar en la explosio´ n sentimental del yo que se esta´ produciendo en los viajes sentimentales o pintorescos. Moratı´n se cin˜ e a la convencio´ n de que en un viaje ilustrado la experiencia personal es una

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garantı´a de veracidad que debe estar al servicio de lo observado, y que demasiada informacio´ n personal harı´a aparecer al viajero como un desvergonzado narcisista o un personaje de ficcio´ n.12 Sin embargo, menciona libremente sus sentimientos en situaciones lı´mite, con una apariencia de ma´ xima espontaneidad y una formulacio´ n ana´ loga a la de su diario. Ası´, cuando viaja en barco o atraviesa parajes escabrosos, es frecuente que confiese sentir ‘mucho miedo’, y al recordar estos momentos escribe que ‘El corazo´ n se me oprime’ (489). El calor le acongoja y le produce ‘ideas tristes de desamparo y muerte’ (132); los montes le ‘entristecen el a´ nimo’ (141), y la naturaleza demasiado tiranizada de los jardines se lo oprime (352). Los parques y parajes abandonados le parecen melanco´ licos (116, 53435, 591), normalmente acompan˜ ado de los vocablos ‘soledad’ (625) o ‘mono´ tono y triste’ (535). Al final del viaje, la huerta del Alca´ zar de Co´ rdoba le produce una ‘deliciosa melancolı´a’, debida a la ‘amenidad del sitio’ y a ‘la memoria de lo que fue’ (640), de forma que se combina el sentimiento y la imaginacio´ n del pasado histo´ rico. Sobrepasa la mera mencio´ n y tiene un mayor desarrollo narrativo una secuencia en que la visio´ n buco´ lica del campo al atardecer, al modo cla´ sico, donde bailan unas muchachas al son de la mu´ sica de sus acompan˜ antes, ‘produxo en mı´ una sensacio´ n suave, una especie de encanto, que ni se´ explicarle, ni creo haber experimentado otra vez’ (357). Tambie´ n hace referencia el viajero a achaques fı´sicos como hambre, suen˜ o, cansancio, fatiga y hasta dolor de muelas. Y no tendra´ empacho en confesar su atraccio´ n por una prima donna: ‘La Bocucci, con su vozezita graciosa y sus ojos malaguen˜ os, me arrebato´ el corazo´ n’ (389), y recordarla poco despue´ s: ‘Todavı´a me esta´ inquietando la dulce imagen que imprimieron en las masas de mi cerebro los ojillos de la Bocucci. ¡Oh Amor, por que´ ası´ maltratas a este cautivo caballero! Voime a acostar’ (401). El estilo elevado de la exclamacio´ n, donde se refiere a sı´ mismo en tercera persona, seguido de una anotacio´ n prosaica, muestra el juego iro´ nico de distintos niveles y tonos con que se divierte el viajero y se distancia de la confesio´ n que acaba de hacer. Lo que no hace Moratı´n es anotar en su diario de viaje la contabilidad de encuentros sexuales con prostitutas que sı´ lleva en su diario ´ıntimo. Frente a esta presencia explı´cita del yo textual del viajero, lo que pra´ cticamente no aparece en el libro italiano es la representacio´ n de otras voces. En pocas ocasiones Moratı´n nombra a sus continuos acompan˜ antes, que sı´ aparecen en su diario ´ıntimo, y no les da la palabra, como tampoco a los personajes ilustres que visita en cada ciudad. No suele aparecer en el Viaje otro discurso directo que el del propio narrador. A lo sumo, puede reproducir indirectamente el discurso de los otros, mostra´ ndolo parcialmente mime´ tico con la formulacio´ n verbal y el estilo del habla del personaje. El caso ma´ s llamativo en este sentido se produce en uno de los episodios narrativos ma´ s 12 Vid. Charles L. Batten, Pleasurable Instruction. Form and Convention in Eighteenthcentury Travel Literature (Berkeley/Los Angeles: Univ. of California Press, 1978).

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caracterı´sticos del libro, el de la pe´ rdida del cofre, que veremos con ma´ s atencio´ n cuando tratemos de los incidentes del viaje, donde Moratı´n se apropia de algunos rasgos lingu¨ ´ısticos del ‘Colonello dil terzo’, produciendo adema´ s la ilusio´ n, mediante un presente actualizador, de que el hecho se produce en el mismo momento en que se narra (172). En cuanto a los elementos del itinerario que destaca Moratı´n, es inevitable la referencia a los medios de transporte, por lo general sillas de posta, caballos cuando los parajes impiden el paso en carruaje, y diversas embarcaciones para cruzar el mar, lagos, rı´os y canales. Pese a que a finales del siglo XVIII los transportes en Europa habı´an mejorado mucho, es comu´ n la queja que Moratı´n hace de la incomodidad de las sillas de posta, del mal estado de algunas de ellas y de ‘la mala conciencia’ de los postillones (136), ‘estafadores a no poder ma´ s’ (137). Las diligencias no solo son un medio de desplazamiento, sino un motivo estructural para la descripcio´ n de acompan˜ antes y la narracio´ n de incidentes. Asociado al transporte esta´ la mencio´ n general al estado de los caminos, a las distancias y a los gastos de cada posta (aunque donde Moratı´n anota cuidadosamente este u´ ltimo aspecto es en su diario personal). En su trayecto desde Londres hasta Suiza, Moratı´n introduce la observacio´ n de un elemento continuo, cuyas variaciones le sirven como guı´a que sintetiza a la perfeccio´ n las diferencias sociales, culturales y religiosas de las naciones por las que transita. Este elemento son las figuras de Cristos, vı´rgenes, santos y cruces en las calles y caminos, cuya presencia aumenta, disminuye o desaparece segu´ n pase por zonas cato´ licas o protestantes. Otro elemento ana´ logo, extendido a toda Italia, sera´ la persistencia de capas y mantillas en la vestimenta observada. La llegada a la posada es el momento para el descanso y el avituallamiento, donde se ponen en limpio las notas tomadas durante el viaje y se redacta el diario, y tambie´ n es motivo para la introduccio´ n de microrrelatos sobre los hospedados y hospederos, sus conversaciones y ane´ cdotas. Diligencia y posada son elementos clave tanto en el libro de viajes como en la novela13. Moratı´n se suele limitar a anotar brevemente si la posada es buena o mala en lo referente a la comida, la cama, el precio y la honestidad de sus propietarios. Algunas veces cita su nombre. Los establecimientos en los que se aloja en los Paı´ses Bajos, Alemania y Suiza le parecen muy buenos, aunque inferiores a los de Inglaterra (136). La comparacio´ n con Espan˜ a es sangrante, y por ello ironiza sobre los apologistas de lo nacional. En Italia, el estado de las posadas deja bastante que desear, y eso da lugar a notas ma´ s extensas donde el viajero descarga su descontento contra los venteros, tanto por su groserı´a y avaricia como por su aspecto cen˜ udo, en correspondencia moral y fı´sica (‘El criado parecı´a un oso; si el hombre es animal risuen˜ o, aque´ l no era hombre, pa´ lido, calzado de frente, barbinegro, 13 Vid. Percy G. Adams, Travel Literature and the Evolution of the Novel (Lexington: Univ. Press of Kentucky, 1983).

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vista torva, voz ronca y profunda, so´ rdido, avariento [ . . .]. En mis largos viajes no he conocido jama´ s tal aborrecible bestia’ [487]). El u´ nico incidente en una posada que es destacado ocurre en Verona, y es digno de la patria de Romeo y Julieta. El cuarto en que se aloja Moratı´n esta´ separado por una ‘puerta desvencijada’ de otra habitacio´ n en la que una ‘moza bonita y petulante, vestida de hombre, que parecı´a un caponcillo’, se divierte en compan˜ ´ıa ‘de uno que no tenı´a nada de capo´ n’. El viajero anota co´ micamente: ‘Las cosas que oı´ no son ciertamente para oı´dos castos; yo entre tanto leı´a las Noches de Young y me encomendaba a las a´ nimas benditas’ (374). Es interesante esta mencio´ n iro´ nica a los Pensamientos nocturnos de Edward Young, punto de partida para las Noches lu´ gubres de Cadalso. Un elemento descriptivo que nunca falta en el itinerario es el paisaje observado14, cuyos diferentes aspectos y transiciones ayudan a marcar el paso del tiempo y las distancias recorridas. Moratı´n es sensible a la naturaleza transformada por la mano del hombre, pero no solo por el criterio ilustrado de su utilidad (riqueza, fertilidad y cultura), sino combinado con el placer este´ tico que produce su contemplacio´ n; en este sentido, los adjetivos que preferentemente utiliza son hermoso, agradable, ameno, delicioso, deleitoso, y hasta divertido. Lo que ma´ s le complace es la visio´ n de campos, llanuras, prados y arboledas abundantes y frondosos, bien regados por rı´os y arroyos (110, 133, 139, 15354). El principal objeto de su delicia son los rı´os y lagos, que pondera enfa´ ticamente: ‘que´ hermoso rı´o, que´ sosegado, que´ cristalino, que´ frescas aguas, que´ multitud de peces, y con que´ atrevimiento se acercaban a mı´ y al irlos a coger me burlaban; riberas deliciosas, soledad, silencio’ (139). Incluso dedica una detallada descripcio´ n a la cascada de Schaffhausen (138). Los mismos criterios que a los campos los aplica a paseos, parques y jardines, con la diferencia de que, en este caso, no le produce placer que la naturaleza este´ demasiado sometida al arte (Moratı´n habrı´a podido acostumbrarse en Londres a los desordenados jardines ingleses). Le molesta la regularidad, y cuando se produce, califica el jardı´n de ‘mono´ tono y triste’ (352): ‘Quando el arte quiere suplir por la naturaleza, so´ lo produce extravagancias’ (242). La u´ ltima cita nos lleva a su consideracio´ n de la naturaleza salvaje, principalmente el paisaje montan˜ oso.15 En este caso, Moratı´n presenta una 14 Vid. Daniel Mornet, Le Sentiment de la nature en France de J.-J. Rousseau a` Bernardin de Saint-Pierre (Paris: Slatkine Reprints, 1980); Paul van Tieghem, Le Sentiment de la nature dans le Pre´ romanticisme Europe´ en (Paris: Nizet, 1960); Numa Broc, La Ge´ ographie des philosophes. Ge´ ographes et voyageurs franc¸ ais au XVIIIe sie`cle (Paris: Associations des Publications pre`s des Universite´ s de Strasbourg, 1975); John Dixon Hunt, The Figure in the Landscape: Poetry, Painting and Gardening during the Eighteenth Century (Baltimore: Johns Hopkins U. P., 1989); y Jean Ehrard, L’Ide´ e de nature en France dans la premie`re moitie´ du XVIIIe sie`cle (Paris: Albin Michel, 1994). ´ liane Engel, La Litte´ rature alpestre en 15 Vid. sobre el particular los estudios de Claire-E France et Angleterre aux XVIIIe et XIXe sie`cles (Chambe´ ry: Librairie Fardel, 1930), y Numa Broc, Les Montagnes au Sie`cle des Lumie`res: perception et repre´ sentation (Paris: Comite´ des Travaux Historiques et Scientifiques, 1991).

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mezcla de disgusto por los inconvenientes, las incomodidades, la fatiga y el miedo que le produce el paso a trave´ s de las montan˜ as, y de cierto sentido de lo sublime que en ocasiones le inspiran estas. Lo que predomina es el primer aspecto. En los an˜ os en que Moratı´n escribe su viaje estaba en apogeo el viaje pintoresco (una nueva manera de ver ‘propia de la pintura’, mediante el cual el viajero aplica un punto de vista subjetivo, sentimental y estetificado a lo que observa), cuyas descripciones buscaban causar entretenimiento y placer, producir una respuesta emocional en sus lectores hacia la belleza de la naturaleza. Conocidos son los influyentes ensayos de William Gilpin y Uvedale Price.16 Sin embargo, las convenciones descriptivas que sigue nuestro autor todavı´a son las del viaje dieciochesco, aunque ya sabemos que no totalmente las del utilitario viaje ilustrado. Por eso serı´a injusto achacarle una falta de sensibilidad hacia el paisaje: no se trata de un asunto de gusto personal, sino de normas reto´ ricas, que imponen una manera de tratar cada tema. Sus referencias a las montan˜ as, tras el precedente de la Selva Negra (‘sitio el ma´ s apropo´ sito para robos y asesinatos, le pase´ a boca de noche y con mucho miedo’ [136]), se concentran principalmente a su paso por Suiza y el norte de Italia. Los adjetivos con los que califica las elevaciones de los Alpes y los Apeninos son a´ spero, escarpado, erizado, espeso, frondoso, inculto, desnudo, este´ ril, pero tambie´ n espantoso, horrible, tremendo, majestuoso, propios de la expresio´ n de lo sublime. Y es que, junto a las referencias sumarias donde se expresa el miedo y la incomodidad (‘montes altos que me entristecen el a´ nimo al considerar que he de pasar por ellos’ [141]) de lo que es considerado ‘habitacio´ n de osos y lobos, no de hombres’ (147), Moratı´n tambie´ n realiza en varias ocasiones descripciones ma´ s detalladas donde comunica este sentimiento de lo sublime, en las que a montan˜ as y torrentes une tormentas de lluvia y viento: [Suiza, de Altorf a Ursera] montes horribles; el rı´o, que se rompe entre los pen˜ ascos; arroyos que se precipitan con estruendo de las alturas; cuestas, camino malı´simo; una garganta estrecha, donde esta´ el que llaman Puente del Diablo, lugar espantoso, donde el rı´o parece que baxa a los abismos entre enormes pen˜ ascos, que le combierten en espuma y niebla; ayre, frı´o, estre´ pito; grande y tremendo especta´ culo. (150; otros ejemplos en pa´ gs 152 y 496) La ma´ s certera descripcio´ n del sentimiento sublime que producen las cimas montan˜ osas se produce de vuelta en Espan˜ a, cruzando Sierra Morena, donde 16 Cf. Christopher Hussey, The Picturesque. Studies in a Point of View (London: Frank Cass, 1927); Walter John Hipple, The Beautiful, the Sublime and the Picturesque in Eighteenth-century British Aesthetic Theory (Carbondale: Southern Univ. Press, 1957); Will Munster, La Poe´ tique du pittoresque en France de 1700 a` 1830 (Gene`ve: Droz, 1991); Malcolm Andrews, The Search for the Picturesque. Landscape Aesthetics and Tourism in Britain, 1760 1800 (Aldershot: Scholar Press, 1989).

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Moratı´n cita explı´citamente el placer que le produce la contemplacio´ n de la salvaje naturaleza:

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Gran frı´o subiendo las cumbres de Sierra Morena por el hermoso camino de Le Maur. Es increı´ble el placer que se siente al caminar tan co´ modamente en medio de todo el horror de la naturaleza, pen˜ ascos desnudos, altı´simos, que parece a cada momento que van a precipitarse, arroyadas profundas, malezas intrincadas; todo es terrible y grande y esto se goza desde un camino solidı´simo, suave, espacioso. (646) Suiza concentra la mayorı´a de las ocasiones en que Moratı´n hace referencia a lo pintoresco; el viajero resalta las cualidades pla´ sticas de la escena estableciendo una vista panora´ mica, donde contrasta, en una composicio´ n escalonada en diversos planos, el campo y los montes, el paisaje agreste y las poblaciones, lo natural y lo civilizado, lo suave y lo a´ spero o tosco, combinando masas, formas y objetos segu´ n los principios de simplicidad y variedad: [De Altorf a Ursera] despue´ s del puente se entra por una boca, abierta a pico en el monte, que tendra´ unas cincuenta varas de longitud; y al salir de ella se ve un valle espacioso, cubierto de verdura, hermosos a´ rboles, y el lugar de Ursera al pie de un cerro, bien situado, formando un grupo pintoresco entre la frondosidad que le adorna. (15051; otros ejemplos en pa´ gs 141 y 147) En el Jardı´n de Justi de Verona tambie´ n se establece una composicio´ n panora´ mica en diversos planos que contrasta lo natural y lo artificial, lo regular y lo irregular, lo suave y lo a´ spero: el piso esta´ en declive, y esto favorece mucho la perspectiva; a la extremidad del jardı´n esta´ la colina, que ha sido necesario romper con po´ lvora para darle ma´ s extensio´ n, formando un accidente pintoresco la aspereza de aquel pen˜ asco, vestido de arbustos y yedras, que contrasta perfectamente con la cultura sime´ trica que tiene a sus pies; desde la parte ma´ s alta del jardı´n se ve toda la ciudad y sus amenos campos. (375) Hay otro paisaje italiano especial: el de los alrededores de Na´ poles con sus vestigios del mundo cla´ sico, y con las excavaciones de Pompeya y Herculano. Aquı´, las referencias histo´ ricas y literarias guı´an al viajero, procedimiento practicado desde los comienzos del humanismo. La observacio´ n es tamizada por las reminiscencias literarias, que muchas veces tienen ma´ s fuerza que la propia realidad. Desde Pompeya, el sentimiento de lo sublime es aplicado a una erupcio´ n del Vesubio, no observada directamente, sino leı´da y recreada por la imaginacio´ n del viajero; tal es la fuerza de sugestio´ n de un paisaje al que podemos llamar cla´ sico. Moratı´n ha ido preparando el momento,

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diseminando comentarios previos (255, 257). Tras ellos, realiza una apocalı´ptica descripcio´ n (258), no sin antes nombrar a Plinio el Joven. Para el lector de libros de viaje, los dos elementos ma´ s entretenidos del itinerario eran la descripcio´ n de los compan˜ eros de viaje y la narracio´ n de los incidentes que ocurren en su transcurso, motivo de pequen˜ as ane´ cdotas y relatos. En el primer apartado se encuentran los compan˜ eros accidentales y desconocidos con los que Moratı´n debe compartir carruaje o mesa, y los criados que recibe. No suele dar muchos detalles sobre ellos (158, 361), salvo en las ocasiones en que muestra por extenso sus grandes dotes descriptivas y su buen humor para caracterizar de forma jocosa la hetero´ clita y popular galerı´a de personajes cuya compan˜ ´ıa debe soportar: ¡Que´ galerı´a de personages! Un genove´ s so´ rdido, con su mujer y su hija (horrendas las dos), que en vez de hablar, ladraba, quexa´ ndose siempre de la carestı´a de los comestibles, y de que en las posadas las puertas de los quartos no tienen cerrojo por dedentro, y por consiguiente, todo genove´ s que duerma en ellos esta´ expuesto a ser asesinado. Un fraile, vestido de abate, mui gordo, sudando siempre, hablando de malos partos y destetes y pren˜ ados con las mugeres, de quien no se despego´ jama´ s, era padre jubilado en Parma, y se hacı´a venir el cafe´ de Venezia, el vino de Florencia y los salchichones de Bolonia. Una mugerzuela que habı´a hecho la campan˜ a del piamonte el an˜ o anterior, con una chiquilla colgada de una teta, la qual chiquilla fue engendrada en Casteldelfino y parida en Asti. Una vieja ridı´cula, tan poco ensen˜ ada a coche, que en todo el camino no dexo´ de vomitar y el fraile la apretaba la cabeza y la afloxaba la cotilla, y se esforzaba en persuadirla que todo aquello era mal de madre y ası´ que llegaba a las posadas empezaba a despanzurrar colchones y quemar lana para dar humazos a la vieja, de donde resultaba un pevete infernal. Un boticario de aldea, viviarachuelo, feo, hablador eterno, que mientras yo me comı´ diez espa´ rragos nos conto´ de do´ nde era, co´ mo se llamaba, en do´ nde vivı´a, lo que le habı´a sucedido en Turı´n con otro boticario que le quiso casar con una sobrina jorobada que tenı´a, y en suma, su vida y milagros, la de sus parientes y amigos y vecinos, quanto habı´a hecho y quanto pensaba hazer, otro tanto dijo, bien que nadie se lo pregunto´ . (54142; otro ejemplo semejante en pa´ gs 38283) El otro apartado de compan˜ eros de viaje esta´ constituido por las personas para las que Moratı´n ha llevado cartas de recomendacio´ n, normalmente diploma´ ticos espan˜ oles, y que son citados por su nombre, como Pascual Vallejo, secretario de la legacio´ n en Lucerna (149), Antonio Robles, sobrino de Floridablanca, colegial de San Clemente en Bolonia (181), o Diego la Quadra, secretario del ministro de Espan˜ a en Ge´ nova (513). Mencio´ n aparte merece Giambattista Conti (372), amigo de su padre, que durante an˜ os habı´a vivido en Madrid y que conocı´a de la tertulia en la Fonda de San Sebastia´ n.

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En cuanto a los incidentes de viaje, Moratı´n sufre pra´ cticamente todos los previstos: tempestades marinas; padecimiento de incomodidades bajo el calor, el frı´o o la lluvia; la ruptura del carruaje en medio del camino, o bien su atasco en el lodo; la pe´ rdida de objetos; el retraso por culpa del paso de compan˜ ´ıas de soldados; el desorden de la Revolucio´ n Francesa; el tra´ nsito por terrenos inho´ spitos donde hay tradicio´ n de robos y asesinatos; el pasar la noche fuera de la ciudad por haber llegado cuando sus puertas permanecen cerradas; el molesto registro en la aduana; el que el acompan˜ ante del viajero se ponga malo; los engan˜ os de posaderos, postillones y vetturinos. Algunos de estos incidentes destacan por el desarrollo narrativo que les concede Moratı´n. Sobresale el episodio de la pe´ rdida y reencuentro del cofre con sus escritos, de textura casi novelesca, puesto que el narrador introduce suspense, intriga y gradacio´ n en un relato de efectos muy bien medidos. En un primer momento, el viajero presagia y prefigura lo que va a suceder poco despue´ s cuando, en la aduana del ducado de Mila´ n, ‘abrio´ se el cofre, y veo derramados por el suelo mis libros, mis cuentas, mis cartas, mis apuntaciones y mis pobres versos [ . . .]; pero quiso Dios que mi inocente cofre no contubiese nada que pudiera dar recelos a S. M. Imperial’. Los tiempos verbales en presente actualizan la narracio´ n, que parece ocurrir en el momento de ser relatada, y la mencio´ n de las apuntaciones introduce un curioso desdoblamiento reflexivo, porque son precisamente las que nosotros estamos leyendo. Todo ello se incrementa poco despue´ s, cuando al viajero, en el trayecto de Mila´ n a Parma, se le ocurre mirar por la ventana de su carricoche y observa que ha desaparecido el cofre con sus diarios y apuntaciones: he perdido, adema´ s de mi ropa, mis apuntaciones diarias de trece an˜ os a esta parte, las cuentas de mis intereses en Espan˜ a, las recomendaciones para los Embajadores, las observaciones hechas en mis viajes por Francia, Inglaterra, Flandes, Alemania, &; las traducciones del ingle´ s, el trabajo de todo un an˜ o, obras manuscritas y que´ se´ yo que´ ma´ s; si esto es bastante para hacer desesperar a qualquiera, nadie extran˜ ara´ la desesperacio´ n en que me vi. [. . .] Llego a Borgo San Domino, repito mi relacio´ n al ‘Colonello dil terzo’, como si dixe´ ramos, al Generalı´simo de aquella comarca; yo no se´ co´ mo se lo dixe, que al oı´rlo monta en co´ lera, inmediatamente llama a su segundo, y dale orden para que luego, luego, luego, salga al frente de quinze hombres, que para aquel paı´s equivalen a un exe´ rcito de veinte mil infantes y cinco mil y doscientos caballos y que con los dichos quinze ocupe los pasos, examine los puestos, corra la campan˜ a y no deje malva que no examine; ´ıtem ma´ s, manda que a las nueve de la noche se toque a rebato en dos pueblecillos inmediatos al parage en que me sucedio´ el caso lastimoso, para que todos los vecinos salgan a buscar mi malogrado cofre. Yo, al oı´r aquello, confesemos nuestros defectos con ingenuidad, lector amantı´simo, sentı´ un vaporcillo de vanidad, que me ocupo´ la cabeza por un instante; la tropa en armas,

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las o´ rdenes a rajatabla por todas partes, rebato en los pueblos, alboroto, conmocio´ n general; y todo esto ¿por que´ ?, por mi cofre: ¡oh precioso cofre!, ¡inapreciables manuscritos! (17173) La representacio´ n de la escena con un estilo nervioso, entrecortado, de ra´ pidas y breves frases, con abundancia de verbos en presente, la reproduccio´ n parcialmente mime´ tica del discurso del coronel, la apelacio´ n al ‘amantı´simo lector’, que resulta implicado, la mencio´ n de los sentimientos del viajero, todo contribuye a hacer del relato un episodio de lectura apasionante, que se deja inacabado, en un punto de ma´ ximo clı´max, hasta que dos folios despue´ s, todo se resuelve con el hallazgo del cofre (‘¿Y mi cofre? Mi cofre parecio´ inmediatamente, en virtud de la irrupcio´ n de los quince hombres y del rebato que se toco´ por aquellos contornos; hallo´ se en casa de un inocente labrador, que ya se disponı´a a abrirle para ver si contenı´a ge´ neros prohibidos; la noticia del hallazgo me sorprehendio´ , y lleno´ mi a´ nima de contentamiento’ [175]). Al cabo de dos an˜ os, a su paso por el mismo paraje, el viajero recordara´ el incidente (‘Llego al parage en que me robaron el cofre, entre San Donino y Firenzuola’ [493]), muestra de su importancia crucial en el texto y en la experiencia moratiniana. La narracio´ n es tan perfecta que debemos acudir al diario ´ıntimo para comprobar que no es una invencio´ n novelesca, sino que el hecho ocurrio´ en realidad. Pero los libros de viaje a finales del siglo eran tan convencionales que hasta este tipo de incidentes estaba previsto. Tal es ası´, que en el volumen VII de Tristram Shandy, donde Sterne parodia los principales to´ picos de los libros de viaje, el personaje narrador se da cuenta, de forma ana´ loga, de que ha perdido sus notas de viaje; las habı´a dejado en el cofre de la silla de posta, en poder ahora de un carretero (capı´tulo 36), y solo las recuperara´ dos capı´tulos ma´ s tarde (capı´tulo 38). La coincidencia nos hace reflexionar sobre la complejidad de las relaciones entre realidad y ficcio´ n en los libros de viaje.17 Una vez que las experiencias pasaban al texto, salvo en el recuerdo del propio autor, no habı´a tal diferencia, porque se convertı´an en literatura. Cuando el viajero llega a una ciudad, el texto ya no tiene el recorrido lineal cronolo´ gico del itinerario, sino que se detiene y espacializa mediante la imaginacio´ n topogra´ fica. La materia urbana no se puede organizar en una u´ nica direccio´ n ni describir simulta´ neamente en su totalidad, y por ello es necesario fragmentarla de diversos modos: por proximidad, por series de 17 Bien es cierto que siempre podemos acudir a Cervantes: ‘a la entrada de la ciudad [Sevilla], que fue a la oracio´ n, y por la puerta de la Aduana, a causa del registro y almojarifazgo que se paga, no se pudo contener Cortado de no cortar la valija o maleta que a las ancas traı´a un france´ s de la camarada; y ası´, con el de sus cachas le dio tan larga y profunda herida, que se parecı´an patentemente las entran˜ as, y sutilmente le saco´ dos camisas buenas, un reloj de sol y un librillo de memorias’ (‘Rinconete y Cortadillo’, Novelas ejemplares, ed. J. B. Avalle-Arce, 3 vols [Madrid: Castalia, 1982], I, 226).

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objetos homoge´ neos, por un orden jera´ rquico razonado, por estratos de perı´odos histo´ ricos o este´ ticos, etc.18 Ningu´ n me´ todo es suficientemente completo, ası´ que Moratı´n opta por una visio´ n asistema´ tica y pasa en bruscas transiciones de una clasificacio´ n a otra: tan pronto describe objetos por su vecindad como por su tipologı´a, de lo topogra´ fico a lo homoge´ neo, o pasa de los objetos a los hombres, del espacio fı´sico a los usos y costumbres de sus habitantes, por no hablar del paso de lo descriptivo, sea del tipo que sea, a lo reflexivo. Al entrar por vez primera a una ciudad, el viajero ofrece algunos datos generales, tales como el nu´ mero de habitantes, el empedrado de las calles, el trazado de las mismas, etc. Muchas de estas referencias proceden de su observacio´ n, pero otras las entresaca de su guı´a de viaje (si no, ¿co´ mo es posible saber, por ejemplo, cua´ ntos residentes tiene una villa?). Ello hace que datos como el alumbrado pu´ blico de las calles, que Moratı´n anota, acostumbrado al de Madrid, no aparezcan al inicio del texto, sino ma´ s adelante. Y por cierto, iluminacio´ n nocturna solo la encuentra en Mila´ n, Turı´n y Venecia: las dema´ s ciudades carecen de ella, lo que es criticado como un ‘defecto que no puede perdonarse’ (379). En cuanto al trazado urbano, como hijo de su tiempo, Moratı´n rechaza las calles estrechas, sombrı´as y tortuosas de su centro (128) y la yuxtaposicio´ n de estilos en sus edificios. Por eso prefiere Turı´n, coincidiendo con el presidente de Brosses: ‘La planta de la ciudad es de las ma´ s bellas de Europa, o acaso la primera de todas, por la rectitud, longitud y anchura de sus calles, la regularidad y elegancia de sus edificios’ (51617). No todo son datos precisos y eruditos al entrar en una ciudad; Moratı´n constata algo que no esta´ regulado en las convenciones del libro de viaje: el dinamismo urbano, la impresio´ n que produce la vida que bulle en sus calles, con referencias al movimiento, a la aglomeracio´ n y hasta a los diferentes sonidos que se escuchan. Na´ poles se lleva la palma, y el viajero realiza una estupenda descripcio´ n estereofo´ nica, puesto que recoge los sonidos procedentes de varios puntos a la vez: Ni en Londres ni en Parı´s he visto ma´ s gente por las calles que en Na´ poles, y en ninguna tanto ruido y estre´ pito; los gritos de los que venden comestibles, los de los cocheros, los que dan los muchachos en particular, y la gente del pueblo, que habla en voces desentonadas, y el rumor confuso de las tiendas y talleres de los menestrales, mezclado al son de las campanas y coches, es la ma´ s intolerable greguerı´a que puede oı´rse. (216) La ciudad opuesta por el sonido a Na´ poles es Venecia, donde, pese al denso movimiento de sus habitantes (‘mucha gente a todas horas por las calles, muchas tiendas, talleres, tra´ fago y movimiento’), no hay ruidos, sino, en todo caso, la mu´ sica de los cantores ambulantes (451). Por ende, su 18 Vid. Jean Rousset, ‘Lecture d’une ville: les guides de Rome au XVIIIe sie`cle’, Le Lecteur intime, de Balzac au journal (Paris: J. Corti, 1986), 12537.

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iluminacio´ n nocturna y la variedad de sus tiendas produce una ‘agradable confusio´ n’ y el establecimiento de una analogı´a con la capital inglesa (403). Equiparables a Venecia, por ‘el gran gentı´o que bulle por todas partes’ y ‘la multitud de tiendas’ (498) van a ser Ge´ nova y Turı´n, analogı´a que un viajero que no fuera neocla´ sico difı´cilmente hubiera establecido. Finalmente, la u´ nica manera que Moratı´n tiene de dominar la ciudad entera de un golpe de vista es, al igual que en Londres, observarla desde un punto dominante: la altura de una torre, una cu´ pula, un campanario o un observatorio, o bien desde fuera del casco urbano, en un jardı´n o una colina, un santuario o una cartuja. En estos casos, el viajero ofrece un panorama en tres planos, al modo cla´ sico: ciudad, campos y montes. Ası´ son descritas Lucerna, Mila´ n, Na´ poles, Florencia, Verona, Vicenza, Padua, Venecia y Turı´n. Na´ poles es la ma´ s beneficiada, debido a la cantidad de miradores que ofrecen las distintas alturas que la rodean, y ası´ es observada desde Possilipo, desde los Campos Elı´seos y desde la cartuja de la colina Partucicum. ¿Que´ conclusiones podemos establecer acerca de este libro de viaje? Sobre todo una: el cara´ cter no institucional de su discurso (una representacio´ n privada de lo pu´ blico, frente a su teatro, una representacio´ n pu´ blica de lo privado)19 le permite a su autor la creacio´ n de una prosa verdaderamente moderna, a´ gil e innovadora (una de las mejores, como han destacado Julia´ n Marı´as, Luis Felipe Vivanco o Franc¸ ois Lopez).20 Y, si bien es cierto que la escritura de todo viaje tiene sus convenciones (las cuales hemos repasado), este marco agudiza la capacidad de observacio´ n y de mı´mesis moratiniana, lo cual, unido a sus afinidades con la vida italiana, se plasma en el desparpajo de una escritura variada y libre, superior, incluso, a la de sus comedias. Ello se debe a que no se trata de una obra literaria ‘acabada’, que debe someterse a una rı´gida preceptiva neocla´ sica, sino un proceso de escritura abierto, que, como hemos visto, juega con los artificios reto´ ricos y los to´ picos descriptivos tradicionales, a la vez que debe representar y organizar no so´ lo todo lo observado (ya sean las incidencias del itinerario, el paisaje o la organizacio´ n topogra´ fica y el movimiento humano de la ciudad), con las dificultades textuales que eso conlleva en ocasiones, de las que Moratı´n sale bastante airoso, sino sus propios sentimientos y reacciones (la contabilidad vital que supone un diario), desde un punto de vista particular que debe tambie´ n definirse discursivamente sobre la marcha. La proverbial curiosidad moratiniana por todo lo que le rodea consigue, en sus diarios de viaje, impregnar su discurso de una viveza, un humor y un dinamismo tal que hace que podamos hablar de ella, en sus mejores momentos, como de la fundacio´ n de una escritura moderna. 19 Alarco´ n Sierra, ‘Las Apuntaciones sueltas de Inglaterra’, 186. 20 Marı´as, ‘Espan˜ a y Europa en Moratı´n’, 79119, ‘Moratı´n y la originalidad del siglo XVIII espan˜ ol’, en Coloquio internacional sobre Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, 19399; Vivanco, Moratı´n y la Ilustracio´ n ma´ gica, 59, 87 y 113; Franc¸ ois Lopez, ‘Disquisiciones sobre Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n prosista’, en Coloquio internacional sobre Leandro Ferna´ ndez de Moratı´n, 14754.

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