DISCURSO PRONUNCIADO EN LA FIESTA DE ANIVERSARIO DEL PEOPLE’S PAPER*

August 25, 2017 | Autor: Pame Lopez | Categoría: Marxismo
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Descripción

C. MARX

DISCURSO PRONUNCIADO EN LA FIESTA DE ANIVERSARIO DEL PEOPLE’S P A P E R *

Las llam adas revoluciones de 1848 no fueron más que peque­ ños hechos episódicos, ligeras fracturas y fisuras en la dura corteza de la sociedad europea. Bastaron, sin em bargo, para poner de m anifiesto el abism o que se extendía por debajo. Dem ostraron que b ajo esa superficie, tan sólida en apariencia, existía n ver­ daderos océanos, que sólo necesitaban ponerse en m ovim ien to para hacer saltar en pedazos continentes enteros de duros peñas­ cos. P roclam aron, en forma ruidosa a la par que confusa, la em ancipación del proletariado, ese secreto del sig lo X I X y de su revolu ción. B ien es verdad que esa revolu ción social no fue una novedad inventada en 1848. E l vapor, la electricidad y el telar m ecánico eran unos revolucionarios m ucho mas peligrosos que los ciuda­ danos Barbes, R aspail y B lan qu i. Pero, a pesar de que la atm ós­ fera en la que vivim os ejerce sobre cada uno de nosotros una presión de 20.000 libras, ¿acaso la sentim os? No en m a yor grado que la sociedad europea sentía, antes de 1848, la atmósfera revolu cion aria que la rodeaba y que presionaba sobre ella desde todos los lados. Nos hallam os en presencia de un gran hecho característico del sig lo X I X , que ningún partido se atreverá a negar. Por un lad o, han despertado a la vida unas fuerzas industriales y cien tí­ ficas de cuya existencia no hubiese podido sospechar siquiera ninguna de las épocas históricas precedentes. P or otro lado, existen unos síntom as de decadencia que superan en m ucho a los horrores que registra la historia de los últim os tiem pos del Im p erio R om ano. * P e rió d ico cartista que se p u b lica b a en Londres en tre 1852 y 1858; su red a ctor-jefe era E. Jones. M arx co la b o ró en ese p e r ió d ic o y p a rticip ó en su red acción . (N . de la E d it.)

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0. M ARX

H oy día, tod o parece llevar en su seno su propia co n tra d ic­ ción . Vemos que las m áquinas, dotadas de la propiedad m ara­ villosa de acortar y hacer más fructífero el trabajo hum ano, provocan el ham bre y el agotam ien to del trabajador. Las fuentes de riqueza recién descubiertas se convierten, por arte de un e x ­ traño m a leficio, en fuentes de privaciones. Los triunfos del arte parecen adqu iridos al precio de cualidades m orales. E l dom in io del hom bre sobre la naturaleza es cada vez m a yor; pero, al m ism o tiem po, el hom bre se con vierte en esclavo de otros hom bres o de su propia infam ia. H asta la pura luz de la cien cia parece no p oder brillar más que sobre el fondo tenebroso de la ignorancia. T od os nuestros inven tos y progresos parecen dotar de vida in­ telectual a las fuerzas m ateriales, m ientras que reducen a la vida humana al n iv e l de una fuerza m aterial bruta. Este anta­ gonism o entre la industria m oderna y la cien cia , por un lado, y la miseria y la decadencia, por otro; este antagonism o entre las fuerzas p rod u ctiva s y las relaciones sociales de nuestra época es un hecho p alpable, abrum ador e in con trov ertible. Unos par­ tidos pueden lam entar este hecho; otros pueden querer desha­ cerse de los progresos m odernos de la técnica con tal de verse libres de los con flictos actuales; otros más pueden im aginar que este notable progreso industrial debe com plem entarse con una regresión p olítica igualm ente n otable. P or lo que a nosotros se refiere, no nos engañam os respecto a la naturaleza de ese espí­ ritu m aligno que se m anifiesta constantem ente en todas las con tradicciones que acabam os de señalar. Sabem os que para hacer trabajar bien a las nuevas fuerzas de la sociedad se ne­ cesita únicam ente que éstas pasen a manos de hom bres nuevos, y que tales hom bres nuevos son los obreros. Estos son igualm ente un inven to de la época m oderna, com o las propias m áquinas. En todas las m anifestaciones que pro­ vocan el d escon cierto de la burguesía, de la aristocracia y de los pobres profetas de la regresión, reconocem os a nuestro buen am igo R ob in G o o d fe llo w * , al v ie jo top o que sabe cavar la tierra con tanta rapidez, a ese digno zapador que se llam a R e v o lu ció n . Los obreros ingleses son los prim ogénitos de la industria m o­ derna. Y 110 serán, naturalm ente, los ú ltim os en con trib u ir a la revolu ción socia l producida por esa industria, rev olu ción que significa la em a n cipa ción de su propia clase en tod o el m undo

* Ser fan tá stico que en las creen cias populares de los s ig los X V I y X V I I desem peña el papel ae gen io buen o que ayu da al h om b re en sus em presas. Es uno de los p rin cip a les personajes de la com ed ia de Shakespeare E l sueno de una nuche de verano. ( N . de la E d it .)

DISCURSO EN EL A N IV E R S A R IO D E L P E O P L E ’ S P A P E R

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y que es tan universal com o la dom inación del ca p ita l y la escla­ vitud asalariada. C onozco las luchas heroicas libradas por la clase obrera inglesa desde m ediados del siglo pasado, y que n o son tan famosas por haber sido m antenidas en la oscuridad y silenciadas por los historiadores burgueses. Para vengarse de las iniquidades com etidas por las clases gobernantes, en la Edad Media existía en Alem ania un tribunal secreto llam ado «F em gerich t»*. Si alguna casa aparecía marcada con una cruz roja, el pueblo sabía que el propietario de dicha casa había sido co r denado por Tem is. H oy día, todas las casas de Europa están marcadas con la misteriosa cruz roja. La H istoria es el juez; el agente ejecu tor de su sentencia es el proletariado. D iscurso p ron u n cia d o por C. M arx ei 14 de a bril de 1856 y p u b lica d o en el P e o p l e ' s Pa per del 19 de a b ril de 1856.

* «E l

J u icio de Tem is».

(N .

de

Se p u b lica de acu erdo con el te x to del p e rió d ico . T ra d u c id o del alem án.

la E d it.)

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