Discurso heroico, aspiracion imperialista y el mundo mediterraneo en la obra de Cervantes

July 21, 2017 | Autor: Alexander Samson | Categoría: Miguel de Cervantes, Cervantes, Imperialism
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Discurso heroico, aspiración imperialista y el mundo mediterráneo en la obra de Cervantes Alexander Samson UCL

La obra de Cervantes juega deliberadamente con correspondencias entre la vida y el arte. Juan Goytisolo y María Antonia Garcés, entre otros, han identificado en su obra las huellas persistentes del trauma del cautiverio. Sin duda, la lista de sus ficciones que tratan el tema es larga: entre otros Los baños de Argel, El trato de Argel, «La historia del cautivo» en Don Quijote (I: 39-41), «El amante liberal» en las Novelas ejemplares, La gran sultana. Sin embargo deberíamos resistir la tentación de sobrevalorar esta ficción frente a su biografía y viceversa. Parece simplista la noción de que su vida «puede leerse como una novela de desventuras muy cercanas a lo quijotesco» y que era la historia del mismo Cervantes de que «se ocupó de contar de diferentes maneras a lo largo de las páginas de sus obras». Por supuesto su vida le proporcionaba materia cruda para su ficción, pero a la vez que acudía a episodios muy cercanos a lo que él mismo había experimentado, tenía que tener en cuenta a la vez, que ya existían convenciones literarias gobernando su desarrollo. Ya se había formado en un género bien reconocido, la biografía soldadesca e historia de cautivos, cuando decidió volver sobre esta materia otra vez, en su bien discutida «historia del cautivo» en la primera parte del Quijote. El propio Cervantes nos llama la atención a esta intertextualidad en Persiles y Sigismunda mediante el encuentro de los peregrinos con los cautivos falsos, que suscita una cuestión frente a la representación de Argel en Cervantes. ¿Hasta qué punto era ya un lugar común literario a principios del siglo XVII? En El Buscón, Quevedo estableció una analogía entre la huida de don Pablos de la escuela de penuria del licenciado Cabra y la liberación de cautivos de Argel: «Despedímonos de los compañeros, que nos seguían con los deseos y con los ojos, haciendo las lástimas que hace el que queda en Argel, viendo venir rescatados la Trinidad sus compañeros». En Persiles y Sigismunda, los cautivos falsos han comprado el lienzo que funciona de ayuda nemotécnica para desarrollar su historia engañosa, a otros que «debían de ser falsos como nosotros». Inesperadamente el alcalde les perdona y encima comparte con ellos su experiencia verdadera  El libro excelente de María Antonia Garcés, Cervantes in Algiers: A Captive’s Tale, Nashville, Vanderbilt University Press, 2002, es imprescindible para cualquier consideración de este tema.  Georgina Dopico Black, «La historia del Ingenioso Hidalgo Miguel de Cervantes», en España en tiempos del Quijote, ed. Antonio Feros y Juan Gelabert, Madrid, Taurus, 2004, pág. 23. La tentación se ve en el título de la biografía de Luís Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Editorial Reus, 1948 – 58, 7 tomos. Muchas veces se compara favorablemente con Lope con respecto a su integridad y ética.  Francisco de Quevedo, El Buscón, ed. Domingo Ynduráin, Madrid, Cátedra, 1996, pág. 129.  Los trabajos de Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz, Madrid, Cátedra, 2004, III, x, pág. 535.

Actas del VII Congreso de la AISO, 2006, 557-562

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para que «ninguno les coja en mal latín en cuanto a su fingida historia». Su conclusión un tanto misteriosa al topar con los peregrinos al día siguiente es que «los malos ministros della [la justicia] se hacen a una con los delincuentes, para que todos coman». El lienzo por supuesto recuerda el que llevan los peregrinos y que les es pedido por el alcalde, quien pregunta si «¿traéis otra historia que hacernos creer por verdadera, aunque la haya compuesto la misma mentira?». Esta metaficción compleja se refiere al final a la misma historia que leemos. Lo interesante es el uso de Argel como metáfora de «la misma mentira», de los limites de la credibilidad. Invocar la experiencia propia en el Siglo de Oro en una variedad de contextos era un tópico retórico bien reconocido para dar autoridad a textos tan variadas como historias, crónicas, tratados científicos, comedias (entre ellas Los baños de Argel de Cervantes, donde don Lope concluye la obra: «No de la imaginación / este trato se sacó, / que la verdad lo fraguó / bien lejos de la ficción») y otros géneros de ficción. Las manipulaciones retóricas sobre la autoría en el Quijote, nos debería avisar de la posible complejidad de la relación entre las representaciones que de sí mismo hacía el autor y su biografía verdadera. Además en esta época la distinción entre ficción e historia se ignoraba sistemáticamente. La ingeniosidad consciente del uso de su propia biografía por parte de Cervantes es patente en su respuesta a los insultos de Avellaneda: Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas a lo menos en la estimación de los que saben dónde se cobraron: que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga, y es esto en mí de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella. Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al desear la justa alabanza.

Primero, igual que en el prólogo a las Novelas ejemplares, pese al insulto aparente, bromea sobre su propia manquedad, llamando la atención en la frase siguiente al calificativo de «manco», sobre el no tener el tiempo «en mi mano». Allí asevera que antes se «cortara la mano» que inducir al lector cualquier «mal deseo o pensamiento». En su última publicación póstuma ya se atribuía a sí mismo, por la boca de un estudiante que tope en el camino de Esquivias a Madrid, el sobrenombre oximorónico de «manco sano».10 La formula en las Novelas ejemplares según la cual Lepanto había sido «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» se repite en Persiles y Sigismunda.11 En contextos posteriores al prólogo a las Novelas Ejemplares vuelve a aparecer la idea de que su herida «resplandece» o parece «hermosa» por donde lo cobró. Se encuentra por ejemplo en el prólogo a la segunda parte de Don Quixote, antes de una sentencia sobre la gloria del soldado que «más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga» y también en el consejo que da don Quijote al paje que va a la guerra, cuando se atribuye a Terencio. En Persiles y Sigismunda es la contribución de Croriano al libro, Flor de aforismos peregrinos.12 El pasaje del Quixote termina con un par de declaraciones conven­cionales sobre la honra y la buena reputación. Si se pudiera argüir que aquí descubrimos el disgusto Ibidem, III, x, pág. 538. Ibidem, III, x, pág. 540.   Miguel de Cervantes, Los baños de Argel, edición electrónica de la página web siguiente, , III, ll. 1061-072.   Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, 2 tomos, Barcelona, Instituto Cervantes / Crítica, 1998, Prólogo al lector, Segunda Parte, págs. 617-18.   Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. Harry Sieber, Madrid, Cátedra, 1992, págs. 50-53. 10 Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz (2004), Prólogo, pág. 121. 11 Novelas ejemplares, ed. Harry Sieber (1992), Prólogo al lector, pág. 51. 12 Don Quijote, ed. Rico (1998), XXIIII, págs. 617 y 835, y Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz (2004), IV, i, pág. 632.    

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de un hombre ofendido, igualmente se podría leer como un vehículo para volver a repasar un pasado heroico y así elevar el estatus del escritor ante su lector y en relación con Avellaneda. De todas formas cualquier grano de verdad biográfica que contenga, hay que subordinarlo nece­ sariamente al entendimiento retórico y reconocer su enfoque primario en la mitologización del autor. Su presentación por ekphrasis en las Novelas ejemplares se marca por su patriotismo convencional, aunque lo matiza al decir que creer tales elogios sería disparate. Tampoco podemos descartar tan fácilmente la glorificación del emperador Carlos V como «el rayo de la guerra» o Lepanto como ocasión «señalada». Cuando escribió las canciones a la Armada Invencible, elogiaba sin ironía «­Felipe, señor nuestro, / segundo en nombre y hombre sin segundo», ofreciendo de parte de España «a trueque que al inglés pérfido cuello / pongas al justo yugo que merece / su injusto pecho y proceder insano; / no sólo el oro que se adora en vano / sino sus hijos caros».13 Diez años más tarde en Sevilla, delante del túmulo de Felipe II, esa «máquina insigne», el tono de sus versos marcaría un cambio de actitud en relación con «la representación oficial de Felipe II» que «servía como invitación a revivir indirectamente la experiencia de toda una vida a través del simbolismo visual que rodeaba a la persona del rey difunto».14 Había dos paneles que representaban la batalla de Lepanto y en total siete sobre el enfrentamiento entre España e Islam. Su soneto no aludía a ninguno de estos aspectos del monumento. En vez de ofrecer todo el oro e hijos de España al servicio de tal «braveza», como había hecho en el poema anterior, aquí el narrador señaló meramente su coste y efimeridad: «Cada pieza / vale más que un millón, y que es mancilla / que esto no dure un siglo».15 El valentón que respalda la reacción dramatizada se va y significativamente «no hubo nada».16 Los momentos de patriotismo y expresiones de sentimientos convencionales no concuerdan con el cinismo y amargura presente aquí o por ejemplo en la sátira sobre la entrada del Duque de Medina en Cádiz: «ido ya el conde, sin ningún recelo, / triunfando entró el gran duque».17 Esta crítica se dirigía tanto al monarca como al inepto Duque de Medina Sidonia, a un rey que «había reducido España de un imperio mundial a un país en bancarrota tanto en términos económicos como espirituales».18 No es una cuestión de cronología, porque ya en los años ochenta se descubre una actitud critica anti-imperialista, en obras como la contra-épica La destrucción de Numancia, pese a la visión con que termina la obra del valor español.19 Además era siempre muy consciente del sacrificio sangriento requerido por tal política. Las canciones de la Armada no ignoraban el lado oscuro y terrible de la guerra. El nacionalismo mesiánico que había caracterizado a España a mediados del siglo XVI, frente a fracasos como la Armada, cedió a una conciencia del coste ruinoso de una política intervencionista en el centro agrario de Castilla, donde había despoblación, estancamiento económico y pobreza cada vez más visible. El problema de reclutar los 9.000 hombres requeridos para mantener la fuerza militar española se había vuelto crónico durante los 80, frente a este estancamiento de población. En palabras de John H. Elliott, si «bien el túmulo era una invitación a recordar el pasado con orgullo, también brindaba indirectamente la oportunidad de recordar el pasado con amargura».20 Cervantes había visto este lado oscuro de la ambición imperial de España como proveedor en 1588, un año de cosecha fracasada. Miguel de Cervantes, Poesías completas, ed. Vicente Gaos, Madrid, Clásicos Castalia, 1981, 2 tomos, II, pág. 366. John H. Elliott, «“Máquina insigne”: La monarquía hispana en el reinado de Felipe II», en España en tiempos del Quijote, ed. Antonio Feros y Juan Gelabert (2004), pág. 42. 15 Poesías completas, ed. Vicente Gaos (1981), II, pág. 377. 16 Ibidem. 17 Ibidem, pág. 376. 18 Adrienne Laskier Martín, Cervantes and the Burlesque Sonnet, Berkeley and Los Angeles, University of California Press, 1991, pág. 102. Las ���������������������������������������������� traducciones de fuentes inglesas son mías. 19 Sobre esta interpretación de la comedia, véase Barbara Simerka, Discourses of Empire: Counter-Epic Literature in Early Modern Spain, Pennsylvania, University of Pennsylvania Press, 2003, Chapter 4 – The Early Modern History Play as Counter-Epic Mode: Cervantes’s La destrucción de Numancia and Lope de Vega’s Arauco domado, págs. 77-128. ������� 20 España en tiempos del Quijote, ed. Antonio Feros y Juan Gelabert (2004), pág. 45. 13 14

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En el centro de cualquier estrategia imperial está la relación entre las armas y las letras, el poder y la cultura, el dominio militar y la propaganda. En la posguerra, según contemplamos los miembros perdidos, los cuerpos destrozados, ¿cómo podemos generar una narrativa aceptable de lo que ha pasado? Más allá de ofrecer una justificación, es una cuestión de mostrar en qué sentido la guerra fue inevitable y pese a cualquier consecuencia justa. En la obra de Cervantes las respuestas a esta pregunta dependen del contexto y propósito con los que se escribieron y varían según el género elegido. No eran iguales en un poema satírico y una oda panegírica. «La historia del cautivo» es precisamente una exploración madura de la relación entre las armas y letras a través de las vocaciones respectivas del cautivo y su hermano Juan Pérez de Viedma. Aunque la conclusión de don Quijote es que las armas son superiores a las letras, la prueba evidente delante de sus ojos dice lo contrario. Es el otro hermano quien ha medrado. La ambigüedad ideológica de esta historia se ha comentado en varios estudios, que señalan sus dos niveles; el épico y heroico (con los elementos de «romance» o sea, de ficción idealista), al que se contrapone lo relativo, el mundo del mercado, de identidades religiosas intercambiables, hibridismo y heterogeneidad.21 El conocido ensayo de Paul Julian Smith utiliza el tópico de sodometría para argüir que el mundo mediterráneo confunde la noción de valor absoluto y transforma el sujeto en otro objeto de intercambio, reduciéndolo todo al plano económico.22 La forma en que la ficción de Cervantes trata herejía e identidad religiosa es a la vez fascinante y desconcertante. Zoraida es un ejemplo del «eroticismo prohibido en la mujer», de la asociación entre sensualidad y el Este en una mirada orientalista incipiente.23 Cuando llega a la venta «a la morisca vestida», su silencio les conduce a imaginar que es «mora». El cautivo les explica: «Mora es en el traje y en el cuerpo, pero en el alma es muy grande cristiana, porque tiene grandísimos deseos de serlo».24 En uno de los momentos más curiosos de la historia, la verdad de su religión queda confirmada en la iglesia de Vélez Málaga donde los iconos de la Virgen se parecen a su visión de (los rostros de) Lela Marién. En vez de situar la identidad religiosa en el linaje, Cervantes lo identifica con el deseo y la voluntad. En Persiles y Sigismunda, le enseñan a Auristela «todo aquello que a ella le parecía que le faltaba por saber de la fe católica: a lo menos, de aquello que en su patria oscuramente se platicaba».25 Pero luego se da por supuesto que su entendimiento rudimentario del catolicismo viene de no ser católica: «había hecho voto de venir a Roma a enterarse en ella de la fe católica, que en aquellas partes sententrionales les andaba algo de quiebra».26 Los baños de Argel contrasta el renegado bueno Hazén con el traidor malo Yzuf. En «la historia del cautivo» junto a la ambigua Zoraida, hay el renegado murciano, cautivo desde niño, que les ayuda a escapar y vuelve a la fe de su nacimiento. Lo reaccionario de su narración en Persiles sobre la conjuración del pueblo morisco en Valencia para pasar a Berbería, llevando presos a sus vecinos, se atenúa con los buenos Rafala y su tío Jarife «moro sólo en el nombre», quien insiste que: «Morisco soy, señores y ojalá que negarlo pudiera; pero no por esto dejo de ser cristiano».27 En un recuerdo de La Araucana de Alonso de Ercilla, esta figura de la otra orilla vocaliza la profecía de una España «entera y maciza».28 21 El trabajo fundamental sobre la historia del cautivo es Francisco Márquez Villanueva, Personajes y temas del «Quijote», Madrid, Taurus, 1975. Sobre la historicidad de la figura de Zoraida, véase Jaime Oliver Asaín, «La hija de Agi Morato en la obra de Cervantes», Boletín de la Real Academia Española XXVIII (1948), págs. 245-339. ���������������� Más reciente es una consideración de Michael Gerli, Refiguring Authority: Reading, Writing, and Rewriting in Cervantes, Lexington Ky., University of Kentucky Press, 1995. 22 Paul Julian Smith, «“The Captive’s Tale”: Race, Text and Gender», en Quixotic Desire. Psychoanalytic Perspectives on Cervantes, ed. Diana de Armas Wilson and Ruth El Saffar, Ithaca, Cornell University Press, 1993, págs. 227-35. 23 Jeremy Lawrance, «Europe and the Turks in Spanish Literature of the Renaissance and Early Modern Period», en Culture and Society in Habsburg Spain: Studies Presented to R. W. Truman by his pupils and Colleagues, ed. Clive Griffin, Nigel Griffin, Eric Southworth and Colin Thompson, London, Tamesis, 2001, págs. 17-35, ��������������������� págs. 20 y 30. 24 Don Quijote, ed. Rico (1998), XXXVII, pág. 440-42. 25 Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz (2004), IV, v, pág. 656. 26 Ibidem, IV, xii, pág. 703. 27 Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz (2004), III, xi, págs. 546 y 548. 28 Ibidem, pág. 547.

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Al margen de su cuota de recuerdos personales, no deberíamos minusvalorar las dimensiones políticas de «la historia del cautivo». Cascardi ha señalado en un artículo recién que «se han olvidado las dimensiones históricas y la profunda conciencia política del Quijote».29 La locura de don Quijote vuelve a probarse al principio de la Segunda Parte en la fantasía del protagonista de remediar la política del rey contra el Turco recogiendo a todos los caballeros andantes de España para hacer frente a la amenaza otomana. Refleja la noción de que los libros de caballerías estaban estrechamente implicados en las aspiraciones marciales e imperialistas de la España habsburga. Higuera ha argüido que a través de su héroe: «Cervantes intenta comprehender lo importante y la locura del imperialismo español» y «la religión complicada que inspiró a y justificó ese imperialismo».30 En términos aun más contundentes Diana de Armas Wilson ha sugerido que la ambición imperial de una cultura entera es criticada por Cervantes a través de su desplazamiento irónico en los bárbaros en Persiles y Sigismunda de ideas de dominación global. Cervantes «parece mofarse de toda política imperialista que surge de un planteamiento providencial» y «exponer la realidad barbárica del imperio universal».31 El trato que recibieron los veteranos de los conflictos del siglo XVI al volver a sus paises, sin duda creó mucha desilusión frente a nuevos proyectos militares. La alusión al mismo autor en la narrativa interpolada del cautivo se refiere a un heroismo que está entendido exclusivamente al nivel del individuo: «con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, todas por alcanzar libertad», pese a la invocación convencional de fama.32 Para Goytisolo la obra cervantina está «concebida de la otra orilla –la de lo excluido y rechazado por España».33 Esta noción de una literatura de los márgenes que compite con todo lo ortodoxo, lo oficial, le conduce a aseverar que «Cervantes elaboró su compleja y admirable visión de España durante su prisión en tierras africanas, en contraposición al modelo rival con el que contendía».34 La noción de un planteamiento extremadamente subversivo, de su obra como ataque contra una España imaginada como monolítica, homogénea e intachablemente católica, no toma en cuenta la ambivalencia fundamental que espero que se haya ilustrado en las páginas anteriores. Américo Castro arguyó que junto a la actitud crítica de Cervantes hacia la política mediterránea de Felipe II, aparente en El trato de Argel, El gallardo español, había otros pasajes «de carácter patriótico en que brilla el orgullo nacional».35 Esto es lo que el análisis de Goytisolo deja de lado, la posible complejidad de la respuesta de Cervantes a la política imperial española –de esperanza a frustración, de orgullo a amargura, cinismo y desilusión. Una de las cosas tal vez más significativas que está omitido o perdido entre los elementos de «romance» en «la historia del cautivo» es el testimonio que Cervantes se vio obligado a hacer antes de recobrar su libertad. En la historia solamente el renegado tiene que hacer una información. Existe una ambigüedad crítica en el prólogo a las Novelas ejemplares después del autorretrato ekphrastico del autor, cuando escribe «yo me levantara a mí mismo dos docenas de testimonios». Puede que sea una referencia a una mitologización de su propia reputación que había empezado al salir de su cautiverio argelino. La información de 1580 dejaba constancia pormenizada de su servicio militar heroico e igual su resistencia épica al musulmán mientras estaba encarcelado. Estos testimonios respondían a un escepticismo institucional frente a las narrativas de individuos rescatados sobre su servicio y fidelidad mientras cautivos. La poca fiabilidad inherente a estas afirmaciones del sujeto necesitaba ser corroborado por un proceso legal con múltiples testigos, que tuviesen una relación 29

Anthony Cascardi, «Historia e iconoclasma moderno en el Quijote», Insula 700-701 (abril – mayo 2005),

pág. 17. 30 Henry Higuera, Eros and Empire: Politics and Christianity in Don Quixote, London, Rowman and Littlefield Publishers, 1995, pág. 1. 31 Este argumento muy persuasivo aparece en Diana de Armas Wilson, Cervantes, the Novel, and the New World, Oxford Univesity Press, 2000, págs. 159, 181, 205-06. 32 Don Quijote, ed. Rico (1998), XL, pág. 463. 33 Juan Goytisolo, Crónicas sarracinas, Barcelona, Ibérica, 1982, pág. 60. 34 Goytisolo (1982), pág. 61. 35 Américo Castro, El pensamiento de Cervantes, Barcelona, Noguer, 1972, pág. 226.

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determinada con el autor principal. Antes de ponerse en libertad y estar reintegrado en la sociedad cristiana española había que pasar este rito de paso. El marco institucional que ­ administraba este sistema, equilibraba su escepticismo implícito, con un empirismo simplista de atestación y afirmación. Se ha defendido que la actitud crítica que esto implica jugó un papel clave en el desarrollo de su poética de ficción en prosa y fue clave en el desarrollo de la novela moderna.36 La historia del conflicto, de los enfrentamientos de ideologías o civilizaciones, va de mano a mano con las interacciones creativas (hibridismo, intercultura y traducción) que producen la cultura. Los participantes en tales conflictos, los que han invertido su propia sangre en estas empresas, no los pueden dejar atrás muy fácilmente, aunque reconocen homologías desconcertantes entre sí mismos y los que quieren aniquilar. El patriotismo común de la obra de Cervantes, los valores de la honra, virtud militar y piedad, coexisten con una crítica aguda de una política específica. Los sueños expansionistas de la época de su nacimiento y la política exterior intervencionista que implicaba, se transformaron en su madurez en un enfoque más introvertido, una visión más aislacionista y tal vez provinciana, que no llegaría a aceptar la monarquía española hasta años más tarde.

36 Me gustaría agradecer a Robert Goodwin por dejarme leer su artículo muy importante sin publicar sobre este origen de la poética de Cervantes.

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