Discurso con motivo de haber recibido por parte del Colegio de Psicólogos de Chile, A.G., el Premio Naciona de Psicología 2013

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Descripción

Discurso de agradecimiento (Diciembre de 2013) Entré a la carrera académica en la Universidad de Chile, en el año 1968, hace 45 años, los mismos que cumple hoy el colegio de Psicólogos. Gané un concurso para ser ayudante en propiedad de la cátedra de Psicopatología, que estaba a cargo de Mario Fliman. Mi vida, entonces, se desplegaba clara hacia delante, y mi horizonte académico, predecible. Pero, la propiedad de mi cargo y la predictibilidad de mi futuro laboral sólo duraron hasta el año 73. Después de ser exonerada, conseguí trabajar en la Universidad de Concepción, en la Escuela de Educación. Siendo docente, empezamos con otros colegas a tratar de instaurar la carrera de Psicología, pero ello duró hasta el año 81, fecha en que nuevamente fui exonerada, y no logré ver su creación. Volví a Santiago. Afortunadamente, en el inicio de los 80 había aparecido la ley que permitió crear universidades llamadas privadas. Con ello, mucho de nosotros, que estábamos vedados, podíamos volver a la academia a formar psicólogos. Opté por ingresar a la Universidad Central. En el año 92, Carlos Descouvières me invitó a volver a la Universidad de Chile. Sentía que mi carrera, que había quedado trunca en el año 73, se perfilaba nuevamente. En el año 1998, en la Universidad de Chile me ofrecieron ampliar mi jornada. Esa oferta me llevó a una de las decisiones más difíciles de mi carrera. Podía desarrollarme en mi casa matriz, lo que me era increíblemente atractivo. Pero, en la Universidad Central había empezado a formar un grupo de trabajo compuesto por personas que se sentían seducidos por mis planteamientos y creían en ellos y en sus proyecciones. Después de largas disquisiciones y noches de insomnio decidí quedarme en la Universidad Central, pensando que junto a esas personas podríamos hacer una psicología distinta. A diferencia de otros profesionales, para el psicólogo su principal herramienta es su propia persona; por lo tanto, para realizar bien su tarea, tiene que creer en lo que hace. Me orienté a tratar de mostrarles a mis estudiantes que si hacían las

 

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cosas con pasión, disciplina y rigor, que si creían en ellos mismos, sin lugar a dudas, serían buenos profesionales. Así, fuimos juntos construyendo una forma de enseñar psicología, de hacer psicoterapia, que nació en La Reina, pero, se fue de a poco extendiendo. No era fácil, debíamos luchar con la psicología de las certezas, de los diagnósticos y de un saber hacer pre-fijado. Recuerdo con especial cariño un día caluroso del verano del año 96 cuando decidimos bautizar esta praxis como Psicoterapia Sistémica Centrada en Narrativas. Fue con muchos de ustedes con quienes fui desarrollando mi docencia. Ustedes eran mis interlocutores. Ustedes, que se decían mis alumnos y que, luego, fueron mis colaboradores. Ustedes fueron quienes sufrieron las innumerables dudas que me surgían, pero también las que les surgían a ustedes. Fuimos juntos, apoyándonos frente a las incertezas, incertezas que nos interpelaban desde el ser humano que estaba ante nosotros. Fuimos explayando nuestros marcos referenciales, en la interlocución, tarea que seguimos haciendo hasta hoy. Son muchos los que me han acompañado en este derrotero. No podría nombrarlos a todos. Los recuerdo, en segundo año de sus carreras, o en la práctica, dudosos e inseguros, y los veo hoy, en cargos importantes, tomando decisiones, caminando firme, ayudando a que otros vuelvan a sonreír. ¡Grandes profesionales! Algunos hoy están más cercanos, otros más lejanos, pero, créanme, han sido todos importantes, le han dado sentido a mi acción y han sido compañeros en esta senda por la que hoy me reconocen. * Quiero agradecer muy sinceramente al colegio de Psicólogos por esta distinción, sorpresiva y emotiva, de acuerdo con la cual se me premia como formadora de psicólogos. Además, permítanme expresar públicamente la emoción que sentí y siento, por ser tú, Rodrigo, quien me informó de este reconocimiento, en tu rol de presidente de nuestra orden. Pero, también, y por último, permítanme agradecerles públicamente a todos aquellos que hemos ido co-construyendo juntos esta formas de llevar a la acción  

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la premisa “somos el cuento que nos contamos que somos”. Este reconocimiento es de todos nosotros; yo sólo tuve la suerte de liderarlo, y puedo decir que bien valió la pena la lucha emprendida.

Ana María Zlachevsky Ojeda

 

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