Dios Padre, testimonio de un laico comprometido

August 4, 2017 | Autor: Juan Flores | Categoría: Religion
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Descripción

DOI: 10.7770/actasteol-V5N1-art111

Vi su desmoronamiento cuando comenzó su lenta, progresiva y dolorosa enfermedad y recuerdo haber peleado con él cuerpo a cuerpo, dándole ánimo cuando quería suicidarse al saber que su enfermedad era incurable. Aún siento haberle hecho caso y no regresar a casa para estar más cerca de él; pues prefirió quedar solo para que yo consolidara mi carrera. Teniéndolo en mi memoria y gracias a sus enseñanzas, y a las de mi madre, es como me forjé la imagen de Dios Padre que ahora tengo: Para mí, mi Padre es mi amigo. Mi Padre se comunica siempre conmigo. Me discute y acepta mis pataletas. Se arriesga hasta el punto de poder perderme. Me habla cara a cara. Conoce mis problemas mejor que nadie y respeta mi libertad. Con él converso mis penas y alegrías, mi trabajo y mi estudio, mis fracasos y mis miedos, y me escucha muy atentamente. El respeta mi persona y mis determinaciones, buenas O malas. Nuestro amor es verdadero, pues no existe amor cuando hay obligatoriedad externa entre las partes. Mi Padre se ablanda por mí, se compadece y cambia sus decisiones. No es, por tanto, dominado por un destino inexorable o leyes insoslayables. Y así como él es libre, quiere también mi libertad.

A mi Padre le importo yo en todo mi ser. Quiere lo bueno para mí y para mis hermanos, y, como Padre bueno, busca que nos llevemos bien. Mi Padre se compromete conmigo y busca que yo esté bien. Incluso llega a tomar la iniciativa cuando me ve en problemas, y corre a mi encuentro. Mi Padre no satisface todos mis gustos, pero cumple todas sus promesas y quiere lo mejor para mi. Mi relación con él no está en base a una necesidad, sino a un deseo, producto de la libertad mutua. Mi Padre me busca porque me ama. Me quiere a pesar de mis defectos y desatinos, pero no quiere mis defectos ni mis desatinos. Mi Padre es celoso, no por egoísmo, sino por mi bien, pues quiere que sea feliz desde el principio y para siempre. Mi Padre no es mi rival. El lo tiene todo. Se pone a mi altura para conversar conmigo, jugar conmigo, discutir conmigo, pelear conmigo, para divertirnos y cantar juntos. Creo que, como cristianos, ésta es la imagen que debemos mostrar de Dios Padre. El mundo necesita que reflejemos a este Dios que ve a hijos muy queridos en todas sus criaturas. Y Cristo nos llama precisamente a eso, a "ser buenos corno /o es el Padre".

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