Dios está en los detalles (cotidianos) [Revista Materia #4]

May 19, 2017 | Autor: A. MALLOL i MORETTI | Categoría: Construccion, Proyectos, Detalle Constructivo, Desarrollo de proyectos de arquitectura
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Descripción









DIOS ESTÁ EN LOS DETALLES (COTIDIANOS) Adrián MALLOL i MORETTI A nuestro juicio […] en momentos de tan profunda desorientación, en los que la moda y el consumismo arrastran a la producción arquitectónica por vías fáciles y soluciones superficiales, dirigir la mirada atenta a la resolución de los aparentemente menudos problemas del detalle puede ser una seria contribución para la reorientación de la arquitectura, dirigiéndola hacia una concepción más sana de su relativa autonomía disciplinar. Marina Waisman, en Summarios 93, p. 2 En 1985, en la ya mítica colección Summarios, Marina Waisman decide dedicar dos números completos de la misma al tema del detalle en el proyecto de arquitectura, titulando a dichos números “Dios está en los detalles”, frase habitualmente atribuida a Mies van der Rohe, en relación a la necesaria consustanciación del proyecto arquitectónico con una decidida atención a los detalles constructivos para una correcta consecución de la obra.

Summarios #93

En mis años de formación como arquitecto en la Universidad Nacional de La Plata, esta publicación ya se había transformado en una referencia clásica, ampliamente citada en clases y en las modestas publicaciones universitarias de la época, a punto tal que en un concurso convocado en aquellos años fervientes de retorno a la democracia para proveer de profesores la materia Procesos constructivos, el tema sorteado a presentar por los ponentes fue,





verbigracia, “dios está en los detalles”. Asistí como estudiante a las clases de oposición de los distintos aspirantes, y quedé sorprendido con la profundidad conceptual que podía “esconder” un tema -a priori para mí, demasiado joven y novel en la disciplina- tan fatuo, presentado con una frase tan grandilocuente y pomposa. Comenzaba así, a partir de una innata curiosidad sumada a la perplejidad de verme superado por algo que me pareció apriorísticamente fútil, a sumergirme en el apasionante mundo del detalle concebido como parte indisociable de la síntesis de la forma. Asimismo, quiso el azar que fruto de estudiar procesos constructivos con la cátedra ganadora de dicho concurso1, pasara a formar parte de mi incipiente biblioteca (en forma de humildes fotocopias) un interesante libro inglés titulado Detalles cotidianos2, que contaba entre sus virtudes el tener multitud de pequeños croquis constructivos -dibujados completamente a mano- que iban cubriendo la problemática de los distintos puntos de encuentro de las envolventes arquitectónicas, desde las cimentaciones a la cubierta, tocando temas tan prosaicos –y necesarios- como “barrera impermeable en la base de los muros exteriores”, “muros: unión de jambas con los cercos de las ventanas”, “dinteles en muros con cámara de aire”, o “problemas originados por el viento en cubierta”. A la problemática de entender las cuestiones derivadas de la física de la construcción se venía a unir el rompecabezas de la traducción española, con una terminología hasta ese momento completamente desconocida. De tantas dificultades no se podía esperar nada bueno, y así fue: sumé a este combo el Patologías de la construcción, de Friedrich Eichler, también en traducción española de Blume, y armado de este aparataje inabordable para un estudiante de 20 años, me sumergí en el insondable mundo del detalle constructivo, tratando básicamente de entender para qué servía todo aquello. Con la inevitable consecuencia de acabar incorporándome recién recibido a dicha cátedra como un joven profesor asistente, y luego de un par de décadas más y habiendo alimentado esta pasión por el detalle en la resolución de numerosos proyectos con algunos de los “primeros espadas” mundiales, recalar como profesor asesor de tesis en el área tecnológica en esta Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba.



El marketing todo lo puede: Mies transformado en reclamo comercial de la empresa Knoll.

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Cátedra Jauregui · Barbachán · Carriquiriborde. Cecil Handyside, Detalles cotidianos, Manuales A·J, Madrid: Blume ediciones, 1981.





Valga esta introducción levemente autobiográfica para justificar el título de este artículo, y la intención del mismo, así como aprovechar para ir dando a conocer algunos textos básicos de consulta para mentes inquietas interesadas en estos prolegómenos.





Portada del libro Detalles cotidianos, y ejemplo del tipo de problemas y soluciones croquizadas que se aborda en el mismo (resolución de apoyo de los muros de obra de fábrica).

¿Dios en el detalle? Tal vez un tanto irónica (o no), la frase habitualmente atribuida a Mies3 remite a una consideración del detalle constructivo no como condición suprema del refinamiento en el acabado material de la obra de arquitectura, sino casi todo lo contrario, como elemento intrínsecamente constitutivo de la totalidad, dador de forma, manifestación cuasi mínima de la síntesis que todo (buen) proyecto comporta. El detalle como hecho racional, razonado, que permite la evolución de la pura forma·idea del proyecto a la forma·realidad de la propia obra de arquitectura; la construcción como hecho primigenio y último a un tiempo, el cual permite la materialización de lo que hasta ese momento solo está en un plano ideal, perteneciente al mundo de los sueños. Así lo refleja toda su obra, y en algunos de sus textos escritos, como el Plan de estudios que elabora para el Instituto de Tecnología de Illinois, sobre el cual reflexiona que todo debe estar guiado por la razón, aunque habitualmente se olvide que un muro de ladrillos es un hecho muy racional […]. La educación debe conducirnos desde la casualidad y la arbitrariedad a una claridad racional y al orden intelectual. Por ello defiende una educación centrada en el aprendizaje del uso de los materiales, hablando de formar antes que nada “artesanos” y 3

Remarco lo de “atribuida a Mies”, dado que no consta que figure en ninguna manifestación suya documentada, y aparecería como tal en su obituario, en la edición del The New York Times del 19.08.1969. De todas maneras, la frase se considera expresada originalmente por Flaubert, en el s. XIX.





“dibujantes”, algunos de los cuales devendrán buenos constructores, de los cuales solo unos pocos con disciplina y experiencia podrán usar su fantasía, o sea, ser arquitectos4. Desdeña así expresamente la formación Beaux-Art centrada en el proyecto en sí mismo como puro ejercicio de desarrollo de habilidades en la concepción de forma, autónomamente de cualquier condicionante técnico. Dicha manera de ver la enseñanza de la arquitectura entronca directamente con su propia formación ecléctica, primero como cantero, y posteriormente como aprendiz en la oficina del diseñador de interiores Bruno Paul, para finalmente recalar en el estudio de Peter Behrens en Berlín, junto a Gropius y Le Corbusier, en el cual completaría su formación como arquitecto.



Mies van der Rohe: croquis de estudio de la esquina sureste del edificio de la biblioteca y administración del Illinois Institute of Technology. Se puede apreciar como estudia la resolución técnica de dicha esquina al tiempo que comprueba la validez visual de la misma, realizando una perspectiva.

El detalle es así concebido como la expresión más acertada posible –en último término, más eficiente- de la relación de materiales en la consecución de forma, en donde el concepto de eficiencia no está solo centrado en la variable presupuestaria, sino en una economía de la resolución material en función de los propios objetivos formales. El raciocinio proyectual se nos aparece así como la máxima expresión de un intelecto que pone orden en el caos material. El proyecto como herramienta ordenadora, y la forma·objeto construida como realidad final de todo un proceso profundamente racional, como expresión de la propia intelectualidad del 4

Las citas han sido tomadas de Mies van der Rohe at work, de Peter Carter, Phaidon: London, 1999 (1º edición The Pall Mall Press, 1974), y traducidas libremente por el autor.





ser humano, hacedor dotado de la capacidad de raciocinio frente al (supuesto) caos de la naturaleza. La concepción del detalle se presenta así con una dimensión formativa que se proyecta en el No conocemos formas, sino solo tiempo -en la consecución del propio proceso problemas de construcción. La forma constructivo, sucesión de tareas y vinculación de no es el objetivo, sino el resultado de materiales-, instrumento de la concepción desde nuestro trabajo. Lo que pretendemos el mismo origen de la idea arquitectónica, y no es justamente liberar la construcción solo corolario técnico como resolución de un de la especulación estética y volver a proceso meramente morfológico. El detalle hacer de ella lo que únicamente como momento básico del proyecto, tan debería ser, esto es, construcción. fundante como el de concepción de forma, de Mies van der Rohe, revista G, nº 2, orden, ambos unidos en el momento de fantasía 1923 racional creadora de aquel arquitecto·artesano, constructor de objetos tangibles, no solo inocente y descomprometido soñador de ideales5. El detalle se eleva así como forma expresiva, elemento básico en la constitución de un lenguaje y su articulación formal, y no solo como resultado de las necesidades propias de la construcción, adonde parece haber sido relegado desde que en los ’80 un cierto postmodernismo vacuo arrasa ra la disciplina, tomando el mando de la subjetividad en la consecución de significado a partir de una articulación formal simplista y populista, que remitía a imágenes preconcebidas ya asentadas en el imaginario colectivo. Parafraseando a Gregotti6, a partir de una apresurada reconciliación con la historia en la búsqueda de formación de consenso se creó la ilusión de que bastaría con sustituir el detalle por la citación como sistema de articulación del lenguaje arquitectónico. Postmodernismo que derivó en innumerables –ismos, ninguno de los cuales ha conseguido o siquiera intentado retomar los caminos propios de la disciplina, completamente volcada en la ‘sociedad del espectáculo’ contemporánea, costosísimos espectáculos de puro virtuosismo formal y material que requiere de la operación de ingenierías altamente especializadas y procesos industriales complejos para la concreción de aquel objeto arquitectónico que cause una admiración global. Lo cual, paradójicamente, parece haber conducido a un paulatino desinterés por la capacidad determinante del desarrollo del detalle en la consecución de la obra y los propios objetivos estéticos y morfológicos, quedando relegado a la decisión de especialistas ajenos a la propia concepción proyectual. 5

En esta línea de pensamiento sobre la importancia del conocimiento detallado del material y sus vicisitudes, viene a colación el famoso relato de Adolf Loos sobre aquel maestro guarnicionero (talabartero) que luego de observar los 49 diseños de sillas de montar ‘modernas’ que le presenta un profesor de la Secesión reclamándole mayor ‘fantasía’, este le contesta: “si yo supiera tan poco de equitación, de caballos, de cueros y de su labrado, también yo tendría su fantasía”. Cita tomada de Adolf Loos: teoría y obras, Benedetto Gravagnuolo, editorial Nerea, 1988, p. 38. 6

Vittorio Gregotti, “El ejercicio del detalle”, en Summarios 93, Buenos Aires, septiembre 1985, p. 2-3. Originalmente publicado en Cassabella 492, Milano, junio 1983, “L’esercizio del dettaglio”.





Existe asimismo otra vertiente de la arquitectura actual que podría dar a entender casi lo contrario, abiertamente (auto) proclamada como “minimalista”: una reducción a mínimos que enarbolando otra gran bandera miesiana -“less is more”- propone un lenguaje limpio y racional, casi ascético, sin reclamos historicistas ni apelaciones morfológicas populistas, entablando un diálogo entre materia y proyecto en la cual la primera es supuestamente tomada en su esencia como reclamo de retorno a las fuentes. Pero lamentablemente, muchas veces estos ejercicios de recuperación de las esencias decantan en meras demostraciones de virtuosismo proyectual y constructivo, con complicadas resoluciones técnicas que solo aparentan sencillez, sin poseerla en verdad. Estaríamos así ante obras de una cierta falta de honestidad, existiendo un pequeño abismo entre la supuesta resolución de mínimos que intentan transmitir y la verdadera riqueza y complejidad que las sustenta hasta en sus más mínimos detalles. Puestos a analizar críticamente edificios muy complicados en su resolución que aparentan –y solo aparentan- extrema pureza y sencillez7, podríamos jugar a hablar entonces de un “more is less”, sin temor a contradecirnos. Pero esto sería tema de otro artículo. Valga por ahora solo esta apurada mención.

¿Cotidianeidad? La idea de cotidianeidad remite automáticamente a la idea de algo ejercido a diario, a una gimnasia habitual en su más amplia acepción, ya sea esta para mantener el tono muscular o domeñar unos kilos de más, bien para entrenar una mente ágil o un cuerpo sometido a los rigores del deporte, para recuperar el movimiento en un miembro largo tiempo inmovilizado o conseguir pronunciar correctamente ese fonema extranjero que se nos resiste. Algo que hacemos todos los días, que repetimos a diario hasta conseguir el grado de entrenamiento necesario, o hasta que se transforma en una rutina más del día a día. Y es exactamente ese el sentido que queremos darle al hablar de cotidianeidad en el detalle: a la necesidad de una alimentación periódica de la gimnasia proyectual a partir de la concepción material de la obra, a un continuo y cotidiano ejercicio mental de visualización del proceso constructivo en el proceso de trabajo en el estudio. Y a la dedicación paciente a esos detalles aparentemente intrascendentes que probablemente constituyen el 90 ó 99% de nuestro trabajo (cotidiano) como arquitectos: la resolución del encuentro de una carpintería con una cámara de aire; un alero que se proyecta X centímetros para generar una sombra Y sobre una fachada; el espesor de un aislante térmico en una cubierta plana para minimizar los rigores del verano o la carga de acondicionamiento de aire; la correcta colocación de una barrera de vapor… esas dudas que 7

En su interesante artículo “De muestra sobra un botón”, el arquitecto argentino Oscar Toribio Sosa –el cual ejerce la profesión en Italia y Suiza- comenta el caso de las termas de Vals, de Peter Zumthor, en la que “las piedras son cortadas en espesores y larguezas variables según una milimétrica y compleja disposición en donde hasta el ‘error natural’ es previamente determinado haciendo deslizar un milímetro cada listón en forma alternada”, en un esfuerzo de recomposición artificial de la naturaleza y la tradición por medio de una costosa operación hi-tech de imitación. Revista 47 al fondo, nº 15, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata, julio 2007.





asaltan a diario al proyectista sentado en la mesa de su estudio, o peor aún, al director de obra frente a los promotores o los constructores: ¿cubierta tradicional o invertida? ¿inercia térmica de la envolvente o una débil membrana que entre rápidamente en régimen? ¿vidrio con cámara: en qué orientación si el presupuesto no da para hacer todas las ventanas con el mismo, y en qué locales? O volviendo al quid de la cuestión planteada en el apartado anterior: la intrínseca relación entre el detalle y la morfología final: ¿materializar la junta expresándola claramente con un material diverso, o tratar de “esconderla” miméticamente?; ¿basamento de un material pesado y coronamiento de un material más “liviano”, o nos ponemos manieristas y queremos expresar exactamente lo contrario?; ¿marco de carpintería oculto? ¿cómo?; ¿cubierta ventilada? ¿y dónde y cómo se expresan las ventilaciones en fachada?. Las dudas pueden ser infinitas, y las posibilidades también. Justamente, nuestra idea es que cada una de esas dudas debería partir de una reflexión acerca de la problemática específica del proyecto –por ejemplo, la fachada oeste de unas viviendas colectivas de inversión pública-, y que cada una es una oportunidad para concebir y mejorar paso a paso el desarrollo del detalle correspondiente a esa problemática, convirtiendo así cada problema en un área de oportunidad, no solo para su correcta resolución –la cual deberá ser necesariamente técnica- sino también para la articulación formal y la expresión del propio universo estético.

Del croquis de concurso al proyecto de ejecución: una cierta idea respecto a lo que edificio “quiere ser” que arranca desde la conceptualización misma en la etapa de concurso. Algunas ideas quedaron por el camino, y aparecen otras, pero la esencia es la misma de comienzo a fin. Centro de Enseñanza Infantil y Primaria (CEIP) de Almenar, Lleida, España. Mallol + Padró arquitectes, SCPp. Croquis del autor, 2007.





Con la expresión de la cotidianeidad queremos remitir, asimismo, a la habitualidad de ciertos problemas – y ciertos detalles- que se repiten permanentemente proyecto tras proyecto, y sobre los cuales una adecuada reflexión a tiempo acerca de las condiciones de la física de la construcción que subyace tras ellos ayuda notablemente a la hora de enfrentarse a la toma de decisiones en situaciones (cotidianas) de obra. Por lo cual, en esta reflexión a la que apelamos, la repetición mecánica y acrítica de detalles extraídos de manuales (muchas veces extranjeros, elaborados a partir de otras realidades climáticas, socioeconómicas e industriales) no sirve de nada, si no se comprenden previamente y de forma cabal los problemas a sortear, las patologías asociadas que podrían devenir, y las posibles resoluciones a partir de un catálogo de materiales y sistemas asequibles en el mercado local.

Del croquis de concurso al proyecto de ejecución. CEIP de Almenar, Lleida, España. Mallol + Padró arquitectes, SCPp. Croquis del autor, 2007.

Consideramos muy importante, sobre todo en la etapa formativa –o sea, no solo durante los estudios universitarios sino también los primeros años de ejercicio profesional- esta reflexión y resolución de detalles habituales desde la mesa de trabajo, confrontándolos con la práctica a pie de obra, para hacerse con un catálogo propio de problemas constructivos con sus soluciones muy bien resueltas. Este catálogo (mental y físico) nos permitiría con un número significativamente pequeño de soluciones, afrontar la mayor cantidad de problemas específicos que se presentan de manera habitual en el trabajo proyectual y de dirección de





obra -convalidando la aplicación del Principio de Pareto8- , el cual se iría retroalimentando permanentemente a partir de la propia verificación -o no- de dichas soluciones, y del diálogo con los diversos agentes de la construcción. Asimismo, el desarrollo cotidiano de esta capacidad de análisis de la problemática del detalle a partir del conocimiento de la física de la construcción, nos permitirá afrontar con garantías el desafío de incorporar nuevos materiales y/o sistemas a nuestros proyectos. Sucede a menudo que, en función de la complejidad de estos nuevos sistemas constructivos, su adopción para un proyecto se revela imposible para el arquitecto en solitario, el cual debe recurrir a especialistas de la industria, con los cuales debe ser capaz de entablar un diálogo fecundo basado en un amplio conocimiento de la problemática a resolver por dicho especialista. Con lo cual esta habitualidad en el ejercicio del detalle ya no solo se trata del trabajo en pequeña escala, sino del desarrollo de una capacidad de visualización de la obra como totalidad para afrontar el trabajo en equipos interdisciplinares.

Celebración Entender el detalle constructivo como causa y efecto del proceso proyectual de la totalidad, concentración mínima, 1:1, de la esencia del mismo, y no como una consecuencia técnica y subalterna –y hasta a veces, indeseada- de las grandes ideas, es el objeto de este número de Materia. La celebración del detalle como pasión del proyectar con la mirada puesta en la materialización de las ideas, fin último de los desvelos profesionales, en el entendimiento de que la coherencia final de una buena obra de arquitectura depende en última instancia de que un mismo principio proyectual impregne todas las variables y todas las escalas del proyecto9. El acto intelectual (la concepción) y el acto técnico (la construcción) entendidos como dos fases interdependientes, nacidas de una misma intencionalidad creativa que visualiza la totalidad del proceso ideación + producción desde los prolegómenos iniciales de la proyectación. Dicho lo cual, pasemos sin más preámbulos, a la celebración!

8

También conocido como Principio 80/20: principio de la economía, que aplicado a la administración de proyectos, plantea que centrándose en un 20% de las causas, se puede resolver el 80% de los problemas. 9

Cfr. Oscar Toribio Sosa, ob. cit.







Croquis inicial respecto a la idea de realizar una envolvente en hormigón prefabricado, que luego derivó en una fachada ventilada con placas de madera+cemento (“Viroc”). CEIP de Almenar, Lleida, España. Mallol + Padró arquitectes, SCPp. Croquis del autor, 2007.









“Catálogo”: soluciones tipificadas de envolventes verticales aplicadas en el desarrollo del proyecto del CEIP de Almenar, Lleida, España. Mallol + Padró arquitectes, SCPp. 2008.



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