Dinámicas de expansión estatal: el caso Inka en el Noroeste Argentino

October 4, 2017 | Autor: Magdalena Lozano | Categoría: Inkas
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Descripción

Elementos de Prehistoria y Arqueología Americana para Historiadores Monografía Final Dinámicas de expansión estatal: el caso Inka en el Noroeste Argentino

Alumnas: Magdalena Lozano (34.624.393) Olivia Sokol (34.174.162)

Dinámicas de expansión estatal: el caso Inka en el Noroeste Argentino

Introducción: Las problemáticas relacionadas con el Estado y su expansión fueron abordadas interminablemente desde distintas disciplinas. Tradicionalmente el tratamiento difiere, en mayor o menor medida, de acuerdo a la disciplina que se trate y el marco teórico de proveniencia de los investigadores. El patrón en común que guardan las diversas explicaciones de la nueva lógica estatal es una pérdida del valor del parentesco como fuente para definir los liderazgos. Es decir, en las sociedades igualitarias como así también en sociedades jerarquizadas, el papel del parentesco en la conformación de los liderazgos va desde muy importante, en las más igualitarias, hasta un poco menos importante pero aún influyente, en las jerarquizadas. En líneas generales, con el desarrollo del Estado las relaciones de parentesco se rompen, y los líderes en lugar de acceder al poder por afinidad de dichas relaciones simplemente lo hacen a través de otros mecanismos que no tienen nada que ver con esto. La administración del estado se forma a partir de individuos que no son parientes entre sí, en otras palabras, el rol de poder dentro de una sociedad estatal está dado por la posición económica y por la función que ese individuo cumple dentro de la sociedad, pero no por el grado mayor o menor de parentesco que detente1. De este modo, se advierten dos dimensiones en lo que respecta a lo estatal. Primero, el lugar de la autoridad, que comprende el derecho y la responsabilidad de liderar, siendo este liderazgo otorgado por el grupo que reconoce en el líder su capacidad o su posición. Destacamos que no es un axioma que la autoridad se ejerza a través de la coerción física, o dicho de otro modo, no necesariamente la autoridad se impone, sino que al revés, la sociedad puede ser quien la reconoce2. De alguna manera es la práctica de los individuos la que determina la estructura estatal. Sustentada en ese monopolio de la coerción y en esa legitimidad, la élite dominante estaría en condiciones de atraer una corriente de tributo -en especies o en fuerza de trabajo- por parte de los grupos dominados, lo que le permitiría

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Excepto en el caso del nepotismo. Este reconocimiento puede derivar de diversas fuentes: de que este personaje o personajes tengan una riqueza especial o una posición social eminente, o sea un personaje carismático, o tenga la capacidad de comunicarse con el mundo sobrenatural de manera eficaz, etc. Puede haber muchas variantes, pero la autoridad en esta definición no implica necesariamente coerción física. 2

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disponer de una concentración de recursos a partir de la cual podría consolidar aún más su posición y legitimidad social (Campagno 2007). En segundo lugar, encontramos la dimensión del poder, como una medida de la capacidad de sujeción que el líder ejerce sobre los otros. De este modo, el poder tiene diferentes fuentes, de las cuales podemos distinguir tres: el poder económico3, el poder social4, que incluye el poder ideológico, y el poder político. Particularmente nos centraremos en el poder social-ideológico, entendiendo poder en el sentido de Miller y Tilley (1984): “poder para” como elemento integral y recursivo en todos los aspectos de la vida social y “poder sobre” que implica las formas de control social, mediante las cuales los individuos ejercen el poder y son sujetos de su ejercicio, buscando liberarse. El poder sujeta a los individuos para hacerlos activos, no pasivos. Por lo tanto, si bien puede tener algunas condiciones de su existencia en la base económica no es un mero producto de ella. El poder social se expresa a través del establecimiento de las relaciones territoriales, del nucleamiento de la población en los complejos urbanos, como así también en la creación de ciertos símbolos de comunidad cultural y política y la creación de un grupo de personas que interpretan y mantienen estos símbolos. Surgen así formas específicas de representación del Estado emergente. Aquí entra en juego el papel que desempeña la ideología5 en el mantenimiento de los liderazgos políticos. Como advierte Campagno: “(...) una vez que ha emergido el Estado, es necesario que se produzca algún sentido, alguna forma de representación, para lo nuevo que ha surgido. Cualquiera sea su contenido específico -los principales expedientes parecen haber orbitado en torno de la condición religiosa (sagrada) y militar (protectora) de la élite-, la legitimidad conferida al nuevo orden implicará la “naturalización” de la práctica estatal, esto es, la admisión de la existencia de relaciones de dominación sustentadas en el monopolio de la coerción allí donde, con anterioridad, tales relaciones no existían. Y habiendo sido legitimado, ese orden 3

Para los marxistas, y también para los ecológicos culturales, p.e. Earle, Gordon Childe, Trigger, el poder económico es la base fundamental sobre la que se sostiene el Estado. Para los neomarxistas el poder social o ideológico es la base fundamental para sostener el poder. Para algunos posmodernos, como Shanks o Tilley, el poder político y la reproducción del poder político es lo que mantiene a las clases dirigentes vigentes, despegadas de lo que sería el poder económico. Cada uno de los paradigmas va a enfatizar algunas de estas dimensiones. 4 Si bien puede tener algunas condiciones de su existencia en la base económica no es un mero producto de lo ello. 5 Entendiendo ideología como los códigos por los cuales se construye el orden social y que refleja cómo la organización social y política están estructuradas y por qué existen derechos y obligaciones específicas.

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ya no necesitará sostenerse exclusiva y permanentemente en el ejercicio de la violencia física. Por cierto, el grupo dominante conservará su monopolio, pero ya no será el único sostén de su posición social.” (Campagno 2007:103) Una de las características de la lógica inherente al Estado es su expansividad, con una tendencia a la imposición (más algún grado de legitimación de aquellos a quienes se domina), capaz de ejercer la antes citada coerción, y también crear6 e intervenir7 sobre las sociedades a las que se expande. En consecuencia, un sector minoritario puede extraer un tributo regular y permanente de un sector de la sociedad dedicado a la extracción de recursos primarios, regimentar y sostener los cuerpos de burócratas y especialistas a su servicio, construir grandes obras como lo refleja la arquitectura monumental, elaborar estilos artísticos, realizar intercambios a larga distancia (con la capacidad de generar la infraestructura necesaria para ello), y modificar el orden cosmológico para establecer un nuevo orden social (Campagno 2007). Ahora bien, la lógica expansiva tiene un límite relacionado con los territorios lejanos y como lograr mantenerlos anexados. Aquí entra en juego la logística estatal, con la aparición de distintos órdenes mediados por diversos individuos. Existen dos vías: o mediante una mayor coerción física o una negociación. En términos de Campagno: “(…) por regla general, la dominación debió ser más intensiva en las cercanías de los núcleos urbanos que operaban como cabeceras del dispositivo políticoadministrativo del Estado, y más laxa en las zonas más alejadas, donde pudieron darse otras estrategias de control y donde, a fin de cuentas, la supremacía del núcleo estatal podría basarse más en el prestigio simbólico del centro que en su capacidad efectiva de ejercer la coerción. Con todo (…) el predominio simbólico del centro estatal en las periferias lejanas podía ser una herramienta eficaz para que las élites centrales se aseguraran el acceso a los bienes procedentes de aquellas regiones, lo que, a su vez, fortalecía el prestigio y el poderío ideológico de las élites estatales.” (Campagno 2007:16)

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Creación, marca el espacio, por ejemplo la edificación monumental, o la capacidad de creación de un canon iconográfico. 7 Intervención en tanto el Estado comienza a regular cosas que antes funcionaban de manera autónoma (por ejemplo en el caso Inka podría ser los rituales que involucran la resignificación de las huacas de los grupos locales, o también la religión, ya que el Estado no impone una religión nueva, sino que toma partido por determinadas divinidades).

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Por otro lado, cabe mencionar la importancia de la articulación de las fuentes escritas y los datos arqueológicos para una comprensión más completa de los casos estudiados. En cuanto al Estado inkaico y su expansión, típicamente la historia ha sido la encargada del estudio de fuentes escritas y documentos confeccionados por los primeros cronistas para reconstruir cuestiones políticas o económicas. Posteriormente, la etnohistoria, centrada en la reconstrucción cultural, social, política y económica del pasado indígena mediante documentos históricos, se encontró dirigida por preguntas de carácter antropológico, como cuestiones relacionadas a aspectos rituales o a la construcción de identidades de distintas comunidades que fueron anexadas al Estado. Desde la arqueología se ha enfatizado el legado material de estas sociedades. En el Noroeste Argentino (NOA), se ha postulado tradicionalmente una intervención indirecta del Estado inkaico, es decir negociados con las elites locales, lo que implicaba que estos sectores no formaban parte del Estado sino que recibieron sólo una influencia (Williams et al. 2009). Nuestra postura, al contrario de la anterior, indica que la expansión inkaica se dio en la zona estudiada bajo un sistema de administración efectivo, por lo tanto las poblaciones locales fueron anexadas a las estructuras políticas, económicas e ideológicas del Inka. La evidencia arqueológica reciente muestra una clara presencia estatal en la región. En el presente estudio nos enfocaremos en distintos sitios para entender esta dinámica: ● El calvario de Fuerte Quemado en la sierra del Cajón de Catamarca ● Los Amarillos en la Quebrada de Humahuaca ● Cortaderas en la zona norte de los Valles Calchaquíes

Fig. 1: Mapa tomado de Williams (2010) y editado para el uso de la monografía.

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El NOA se puede dividir en tres zonas ecológicas diferenciadas: por un lado las yungas, por otro los valles y quebradas mesotermales, y por último la puna. Durante el período de Desarrollos Regionales o Tardío (900/1000 d.C. a 1450 d.C.) se produjo en los valles y quebradas un gran crecimiento demográfico junto con la aparición de territorios bien controlados y defendidos. Es por esto que en este trabajo abordaremos distintos sitios pertenecientes a esta zona: el valle Calchaquí (Cortaderas), el valle de Yocavil (Fuerte Quemado) y la Quebrada de Humahuaca (Los Amarillos). Para la colonización de esta región el Estado utilizó distintas políticas coordinadas que se expresan en un control militar, reclamo ideológico, hospitalidad ceremonial, reubicación demográfica, tratamiento preferencial de algunos grupos étnicos, como así también una intensificación minera y agro-pastoril (Williams 2009), siempre teniendo en cuenta las variaciones locales en la organización social de las poblaciones preexistentes, junto también con los recursos disponibles, entre otras variables. Es notorio como en los casos estudiados la dominación Inka trajo aparejados grandes cambios en el uso, reorganización y significado de los espacios públicos. De acuerdo a la autora citada las políticas coordinadas del gobierno fueron las siguientes: ● La instalación de fortalezas a lo largo de sus fronteras y de la red vial para mantener la seguridad, ● La instalación de centros estatales a lo largo del camino principal y vías secundarias, ● La intensificación de la producción agro-pastoril a partir del desarrollo separado de aquel de las sociedades nativas, ● La intensificación de la producción minera y artesanal, ● El reclamo del paisaje sagrado a través de la construcción de santuarios en más de cincuenta elevaciones que superan los 5,000 msnm. Nosotras nos enfocaremos en las instalaciones estatales destinadas a administrar y controlar estos territorios, que incluyen obras de infraestructura administrativa (tambos, centros administrativos, caminos, collcas) y ceremoniales (wak’as, santuarios de altura, ushnus), también tomaremos algunos ejemplos de bienes muebles, como la cerámica o la metalurgia. Luego haremos foco en los sitios antes mencionados, analizando dicha expansión desde el registro arqueológico.

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Desarrollo En su proceso de expansión y dominio, el Estado Inka desarrollo distintas estrategias para controlar y administrar los territorios y poblaciones localizados al Sur de Cuzco, que corresponde a los territorios del Norte de Chile, Sur de Perú, Bolivia y Noroeste Argentino (NOA). Para el presente trabajo sólo se analizará el Noroeste Argentino. Entre los siglos XV y XVI gran parte del territorio estudiado fue incorporado al imperio Inka, denominado “Tawantinsuyo”. Este imperio constituyó la organización sociopolítica más compleja desarrollada en los Andes prehispánicos. Las sociedades nativas fueron activamente integradas a la organización estatal. A lo largo de su expansión el imperio Inka fue incorporando territorios con características socio-ambientales muy diversas, lo que requirió implementar estrategias de dominación particulares para cada zona. Este proceso implicó tener en cuenta, por un lado, el potencial que tenían estas regiones para la economía política inkaica en cuanto a recursos y mano de obra; y por otro lado, el grado de desarrollo de la organización política alcanzado en el territorio que se quería ocupar y la resistencia que sus pobladores podían llegar a ofrecer (González 2000). Un imperio en continua expansión como el inkaico crea un proceso dinámico que condiciona un cambio permanente en las relaciones núcleo-periferia y en los mecanismos de control directo o indirecto del estado sobre las etnias subyugadas. Se explica entonces la imposibilidad de generalizar sobre la naturaleza y características de los mecanismos de control empleados por la administración Inka en las diferentes provincias del imperio, y se deduce la importancia que los estudios específicos de determinados yacimientos o vestigios Inkas ofrecen para lograr una mejor visión de la variabilidad del control Inka sobre sus territorios periféricos (Shiappacasse y Niemeyer 2002). Para cuando arribaron los Inkas, la región estaba habitada por sociedades con distintos grados de integración y diferente capacidad de respuesta. Por lo tanto, la conquista se basó fundamentalmente o bien en la coerción física directa o bien en acciones diplomáticas según fuera el caso. De acuerdo con Acuto (2009) hay tres estrategias de dominación centrales: 1. La creación sistemática de espacios público-rituales en donde se comunicaba a los colonizados la cosmovisión Inka y el nuevo orden de las cosas en los Andes; 2. La usurpación de las huacas u objetos y lugares sagrados provinciales, y la apropiación y remodelación de importantes centros religiosos y de peregrinaje andinos y de los espacios e infraestructura ceremonial de sus subordinados;

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3. La representación de los Inkas como ancestros. Todas estas estrategias pueden ser entendidas dentro del sistema de control territorial, tal como lo entienden Williams et al. (2009), donde este tipo de control tiene una fuerte intervención por parte del aparato administrativo estatal en las comunidades locales, como mecanismo de control efectivo. Esto es altamente visible en el NOA tanto en las instalaciones administrativas como ceremoniales.

Las instalaciones administrativas y la configuración del paisaje A medida que el Imperio fue anexando nuevas zonas en el Qollasuyu8, creó secciones administrativas que actualmente se conocen como provincias. En el NOA encontramos la provincia de Humahuaca, en la quebrada de Humahuaca; la provincia de Chicoana con varios centros, algunos de ellos se encuentran en el valle Calchaquí; la provincia de Quiri-Quiri que comprende la parte restante del valle y se extiende al sur, entre otras provincias (Williams 2009). Las principales instalaciones administrativas que se encuentran presentes en el NOA son los centros administrativos, tambos, fortalezas, almacenes y zonas de producción agrícola (Williams et al. 2009). Es interesante como esta ocupación estatal difiere en cada zona y también de las ocupaciones locales previas. En el perímetro Suroriental del Qollasuyu existían una gran cantidad de asentamientos Inka fortificados o situados en posiciones defensivas, se asume que esto indicaría una línea de fortalezas para evitar las incursiones de otros grupos. En general estos tipos de asentamientos se encuentran en posiciones de control del tráfico. Es de notar el caso de los valles calchaquíes, en donde no solo asombra la construcción de grandes centros administrativos por parte del Imperio, sino que también fue un escenario de resistencia contra el dominio español. En este valle se encuentra el sitio Cortaderas, construido casi en su totalidad por los Inkas, el cual destaca por su probable función administrativa. A su vez otros sitios, como Fuerte Quemado en el valle de Yocavil y Los Amarillos en la quebrada de Humahuaca, fueron poblados locales modificados en la arquitectura y el urbanismo por el Estado, imponiendo así una reestructuración de espacio y la construcción de edificios de clara filiación Inka. Además de esta modificación urbana, se dio un crecimiento en las extensiones para el cultivo. La intensificación agrícola se pudo dar gracias al acondicionamiento inkaico, con 8

Es uno de los cuatro Suyu (divisiones del imperio Inka), el más austral y de mayor tamaño.

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la construcción de canales, represas, estructuras de almacenamiento y asentamientos estatales. Otra de las grandes construcciones del Inka es la red vial conocida como “el camino del Inka”, que conectaba a los distintos poblados, desde los grandes centros administrativos hasta pequeños tambos y sitios fortificados.

Fig. 2: Vista de un sector del camino del Inka en el NOA. Tomado de Raffino (2012) La evidencia actual muestra que tanto en el valle Calchaquí, como en el de Yocavil y la quebrada de Humahuaca, los Inkas supervisaron la construcción de una amplia variedad de facilidades usadas para propósitos administrativos, militares y ceremoniales, además de la producción artesanal y agrícola, movilizando contingentes de poblaciones destinadas a trabajar en proyectos estatales. Según Williams (2010) la arquitectura Inka fue una decisión constructiva monumental, es decir, un acto simbólico de apropiación de la tierra. En este mismo sentido, Nielsen y Walker (1999) proponen un proceso de “conquista ritual” en el sitio que trabajan. Nosotros interpretamos esto como algo más que la imposición de un tipo de arquitectura: implica también una apropiación del espacio simbólico previo, y un acto simbólico de apropiación de la tierra. Entonces, volviendo al análisis de las construcciones administrativas, podemos decir que las mismas también corresponden a una modificación del espacio. De acuerdo a Acuto (1999) quien cita a Lefevbre y Soja, el espacio puede ser entendido de tres formas distintas: por un lado el espacio físico de la naturaleza, el espacio mental de la cognición y la 9

representación y el espacio social o espacialidad. Esta última se diferencia de los dos primeros por ser socialmente construida y por estar constituida materialmente. Para comprender el espacio intervenido y/o creado por los Inkas en el NOA, vamos a tomar la idea de espacialidad, esto quiere decir que las estructuras y relaciones espaciales son la forma material de la estructura social y las relaciones sociales. Cuando se instaura un tipo de espacialidad, se instauran al mismo tiempo determinados significados y órdenes sociales. Es claro que la espacialidad es algo dinámico, que se modifica a lo largo del tiempo, se resignifica y que además está cargada de luchas de poder, situaciones de conflicto y control social. En algunos casos, en un mismo espacio físico, pueden coexistir dos formas distintas de interpretación e intervención social, es decir dos formas de espacialidad. Los paisajes y los lugares (distintas escalas de la espacialidad, siendo los primeros más amplios y los segundos más restringidos), son poderosos mecanismos en la construcción de las identidades de los individuos que los habitan, ya que habilitan y restringen ciertas prácticas, acciones y relaciones sociales. D’Altroy (2003) plantea que el reasentamiento de poblaciones fue una de las políticas inkaicas que más afectó el paisaje social andino. Este autor menciona que en ocasiones, los Inkas trasladaban gente a tierras ecológicamente parecidas a las de procedencia, presumiblemente para facilitar el ajuste, o que intercambiaban grupos de dos localidades entre sí. Aunque una de las razones principales era la dispersión de sociedades que podían significar una amenaza para la seguridad inkaica, otro objetivo consistía en centralizar especialistas cuyos productos estuvieran destinados a uso del Estado, como podía ser el caso de distintos tipos de artesanos o cultivadores de maíz. De este tipo de práctica “podría esperarse que hubiera producido un mosaico en cuanto a clases de cerámica, formas de las viviendas y prácticas mortuorias en distintos lugares de los Andes” (D’Altroy 2003:297), debido a la mezcla de grupos étnicos, aunque es difícil de comprobar arqueológicamente. La sociedad Inka se organizaba de acuerdo con principios de estructuración que marcaban la jerarquización de los distintos grupos sociales. Principalmente se organizaba por los principios de bipartición, tripartición y cuadripartición. De esta forma se generaban espacialidades distintas que se relacionaban con la jerarquización social, marcando al mismo tiempo el tipo de relaciones que se podía tener entre ellos, definiendo roles. La bipartición se expresaba en la capital del Imperio como el Hanan Cuzco y el Hurin Cuzco, que implicaba un arriba y un abajo, además de otras clasificaciones como por ejemplo pobres-poderosos. En las zonas conquistadas esta partición se presentaba de la misma forma en dominantes10

dominados, Inkas-no Inkas. En este sentido en las capitales de las provincias se replicaba de forma prácticamente idéntica al Cuzco (a veces se las llama “nuevos cuzcos”), manteniendo las particiones representadas en los planos de los poblados (Acuto 1999). Siguiendo al autor citado en el párrafo anterior, podemos afirmar que es por la reestructuración espacial que podemos afirmar que los Inkas intentaron integrar a las poblaciones conquistadas a la cosmología del Estado a través de experiencias comunes, estableciéndose así una dominación cultural. Entonces, teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, podemos diferenciar cuatro tipos de funciones en los sitios establecidos en el NOA, principalmente en los valles calchaquíes (Acuto 1999): 1. Centros administrativos y de actividades conectadas con las relaciones políticas y diplomáticas con las poblaciones locales, así como importantes actividades relacionadas con la economía política estatal (en Cortaderas encontramos procesamiento de grandes cantidades de alimento, por ejemplo) 2. Infraestructura de almacenaje o qollca, orientados a financiar las operaciones estatales en la región 3. Sitios de función primordialmente logística emplazados al lado del camino imperial para el apoyo y reaprovisionamiento de funcionarios estatales 4. Una fortaleza relacionada con los momentos de expansión imperial sobre el área. La ubicación de los sitios en algunos casos se dio en las mismas zonas en que se localizaban los pueblos locales, pero en otros casos se ubicaban lejos de estos y se edificaban desde cero. Es importante entender que la disposición en el paisaje de estos sitios no se estableció en los lugares más productivos -en muchos de ellos, como ya se mencionó, ni siquiera había población local previa- sino que se establecían en lugares que eran más similares al Cuzco (por la altura, los cursos de agua, etc.). Pero este no era el único mecanismo para establecer los sitios, sino que también era primordial que estuvieran comunicados con el centro del Imperio, es por esto que siempre se ubicaban en la cercanía del camino del Inka9. No queremos dejar de remarcar que la configuración de la ocupación Inka en una región tuvo muchos factores, como pueden ser los intereses y objetivos sobre ella, distancia 9

Con respecto a esto, Acuto (1999) se pregunta si los sitios se establecían en la cercanía del camino, o si el camino se construía en la cercanía de los sitios, cuestión que todavía no está esclarecida.

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del centro del Imperio, disponibilidad de mano de obra, presencia de ciertos recursos, etc. Pero principalmente hay dos variables importantes: a) el grado de centralización política de las sociedades dominadas y, b) la aceptación pacífica o la resistencia a la dominación Inka. Advirtiéndose en las poblaciones con mayor centralidad política y mayor aceptación, una menor visibilidad arqueológica Inka; en las poblaciones con centralización política que mostraron resistencia, se espera observar pocas estructuras inkaicas, incluso se puede esperar un abandono del sitio luego de desarticular el poder local; por último las poblaciones sin centralización del poder, es de estimar que los Inkas debieron incorporarlo, creando desde cero toda la infraestructura (Acuto 1999). En el caso del NOA, no se conocen poblaciones previas con un grado alto de centralización política, por lo tanto se debe haber dado esta última variable, donde los Inkas construyeron su estructura estatal desde cero en la zona ocupada.

La dominación simbólica y la trama del parentesco Como ya hemos advertido, la base de la expansión Inka no tuvo que ver solamente con la captación de recursos y mano de obra o con solucionar aspectos burocráticos y logísticos, sino que estaba relacionada con estrategias simbólico-ideológicas de dominación que incluyeron una reestructuración y apropiación del paisaje (Acuto 2009). Esto entra en lo que nosotros, al igual que el autor citado, denominamos estrategias de dominación simbólica. Se puede advertir entonces: una apropiación y resignificación simbólica de las huacas10 a través de infraestructura en alta montaña, con todo lo que el ritual implica sobre el mito de origen (local y también Inka), la resignificación asociada a la “idea” de paternidad del Inka sobre las poblaciones anexadas y la reestructuración de plazas, considerando la importancia de los rituales que se llevaban a cabo en ellas. Por un lado las plazas eran puntos clave donde tenían lugar un conjunto de fiestas. Estas eran auspiciadas por el Estado, establecían una relación de intercambio recíproco con sus súbditos. Había chicha y regalos y solicitaban mano de obra para distintas mitas. Esto tenía por objeto iniciar una relación económica, pero también buscaba representar, demarcar y construir relaciones sociales e identidades marcadamente diferenciales. Las plazas de los centros reproducían la experiencia de separación y desigualdad, pero al mismo tiempo de complementariedad, en términos de Acuto:

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Cerros o montañas tenidos como objeto de culto y considerarlos como lugares especiales del mito de origen de la comunidad.

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Los espacios públicos también creaban instancias de control sobre movimientos y vistas (…) si bien un visitante podría escuchar lo que sucedía en la plaza a medida que se acercaba a ésta por los corredores, la vista de lo que tenía lugar en su interior sólo se develaba cuando la persona llegaba a la puerta. Se creaba así una distinción entre quienes podían participar de los rituales y aquellos que quedaban afuera, en otras partes del asentamiento, que podían escuchar sonidos (y quizá hasta percibir olores) de lo que tenía lugar en la plaza, pero no lograrían observar dado que su vista se hallaba bloqueada por las edificaciones. (…) el ambiente construido ayudaba a enmarcar el paisaje, dirigiendo la visión de los participantes hacia algún rasgo natural circundante, generalmente considerado como una huaca. (Acuto 2009: 273) En los rituales de la plaza se hacían ceremonias que reproducían el mito de origen y la historia, el poder y la jerarquía de los cuzqueños. En general dentro de la plaza se encontraba una plataforma o Ushnu. En este espacio, los representantes Inkas conducían rituales, realizaban libaciones y sacrificios. Estas construcciones podrían llegar a ser una representación en miniatura de los cerros, como así también de las huacas ancestros que controlaban las fuerzas sobrenaturales. Desde el Ushnu se comunicaba con la huaca manteniendo el equilibrio con el mundo superior, y el mundo terrenal. A continuación nos referiremos en particular a las huacas. Como ya se mencionó, la infraestructura provincial tuvo como modelo el Cuzco. Existieron muchos lugares y objetos, como manantiales, montañas, rocas naturales o talladas, que tuvieron el carácter de sagrado por estar conectado a un evento especial. Estos lugares sagrados estaban organizados en grupos de 41 ceques (líneas intangibles) que radiaban del templo del Sol o Koricancha, ubicado en la parte central de la ciudad. El Koricancha era el axis mundi del Cuzco alrededor del que estaban organizados los ciclos rituales y la estructuración espacial del Tawantinsuyu. Los ceques establecían una red de prácticas rituales que irradiaban del Templo del Sol y demarcaban los derechos que cada grupo del Cuzco tenía sobre la tierra, el agua y sobre ciertas huacas, su historia y poder (Acuto 2009). Las huacas de los ceque conmemoraban la vida de un ancestro mítico o de un emperador, una batalla ganada o cierto mito, así como también los lugares en donde había vivido el emperador se convirtieron en lugares sagrados. Las momias de los ancestros eran preservados en estructuras especiales.

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Se puede advertir la importancia que revestía para los Inkas la difusión de su cosmovisión11 en el afán por obtener el monopolio sobre cada culto. Durante el ritual de la Capacocha los niños de distintas provincias, en general hijos de jefes, eran llevados al Cuzco para participar de diversos rituales. En estas ceremonias los infantes eran santificados como los hijos del sol, tal como el emperador mismo. Luego los sacrificaban en alguna huaca provincial en cumbres nevadas, transformándose ellos mismos en huacas, pero habiendo sido manufacturada por el Cuzco. En otras palabras, los niños eran creados como huacas en el centro del imperio e impuestos en los paisajes de las provincias, como recordatorio y representaciones de la centralidad y poder que el Inka detentaba. El control de los lugares sagrados andinos implicaba el control de los devotos. Creemos que es por eso que se da la preocupación Inka por el control ritual, la construcción e imposición de un nuevo orden cosmológico (Acuto 2009). Hasta aquí podemos comprender la manera en que de alguna forma impone el Inka su cosmovisión, pero, ¿qué podemos decir de la aceptación de los grupos andinos subyugados? Los Inkas resignificaron las relaciones que unían a las provincia con el Ayllu, porque resignificaron las sacarinas12 que habían sido lugar de origen de estas comunidades (Acuto 2009). Para Autores como Isbell (1999) el culto a los cerros surge en Perú durante el periodo intermedio temprano (200 a.C. – 550 d.C.), y está estrechamente ligado al surgimiento del ayllu13 como unidad básica de la organización social andina, por sobre la unidad doméstica. De este modo se comprende que los Inkas construyeron sus propios sitios de culto asociados a las sacarinas provinciales, reclamando de ese modo ese lugar de memoria de origen andina. Se advierte en lo dicho anteriormente, la importancia que revistió que los Inkas fueran los primeros en introducir estructuras permanentes en la alta montaña, incluso generando caminos hacia cimas de más de 6000 msnm. Y también es necesario observar que eso habría implicado la presencia de trabajadores permanentes al cuidado de toda esa infraestructura. A través de la conquista y reestructuración en la montaña, los Inkas reclamaban el monopolio sobre la concesión con el mundo sobrenatural, lo que le permitía el contacto exclusivo con “órdenes superiores”. Se apropiaron de la historia mítica de los 11

Como se expresa en el ritual de la Capacocha: todas las huacas incorporadas al circuito ritual estatal recibían sacrificios, dependiendo de su importancia relativa y la relación de sus fieles con los Inkas. Todos los objetos y personas sacrificadas a las huacas eran legitimados de antemano en ceremonias llevadas a cabo en el Cuzco por el mismo emperador. 12 Cuevas, islas, manantiales, montañas. Lugares de origen. 13 A través de sus ancestros, el ayllu legitimaba reclamos por tierras y recursos- basados en la descendencia de un antepasado común real o no-, así como la misma existencia del grupo.

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subyugados e incluso de sus mismísimos ancestros. Los Inkas se convirtieron en ancestros ya que ellos habitaban material y simbólicamente en las cimas de los cerros, afirmando de este modo que ellos siempre habían estado allí y que eran parte del orden natural de las cosas. Además de esta nueva, y si se quiere, artificiosa relación simbólica de parentesco con las comunidades locales, también se concretó el establecimiento de relaciones de parentesco reales, como el caso de las mujeres aqlla14 ofrecidas por el Inka para establecer alianzas con líderes nativos (Acuto 2009). Cada huaca andina quedó bajo el control Inka y el estatus que alcanzaban estaba definido por el tipo de infraestructura que los Inkas ordenaban construir para su veneración. En términos de Acuto (2009): “(...) la expansión Inka estuvo en gran medida impulsada por una obsesión por absorber, controlar y redefinir el mundo simbólico y religioso de los Andes. Tanto las huacas capturadas como los centros rituales y ceremoniales provinciales apropiados fueron redefinidos en términos inkaicos, tanto a nivel material, espacial y simbólico, como a nivel de las prácticas, relaciones sociales y performances rituales allí desarrolladas. Los Inkas buscaron resignificar los cultos andinos dentro de un nuevo orden impuesto por ellos. (…) los Inkas parecen haber buscado imponer su cosmovisión y ordenar el mundo social y simbólico de una manera particular, apuntando tanto a niveles macro como micro. (Acuto 2009: 281) Entre las estrategias de incorporación al Tawantinsuyu, primaron las conductas ceremoniales de eficacia simbólica, en donde la arquitectura jugaría un cometido legitimador, ya que replicaría los actos ocurridos en la fundación mítica del Cuzco. De esta manera el espacio se reestructuraría e integraría al Tawantinsuyu, otorgándole un carácter políticosimbólico (Sánchez Romero 2004). La construcción mancomunada, el mantenimiento y las ampliaciones se constituyen en mecanismos de materialización de la memoria sobre los lazos de parentesco ritual, que por este medio es legitimado de manera periódica (Makowski 2006).

Los bienes muebles Una de las líneas de evidencia diagnósticas de la expansión Inka es la alfarería: piezas de tipos característicos se volvieron comunes en el territorio del Tawantinsuyo. Entre 14

Mujeres literalmente separadas de su comunidad unidas al sol y al Inka, y que eventualmente eran casadas.

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los más difundidos se encuentran los “platos pato” (provistos de un apéndice ornitomorfo en el borde), las vasijas de cuello estrecho y cuerpo redondeado, y los aríbalos (botellones ovoides). Estos últimos cumplieron la función de contenedores tanto para almacenar productos como para transportarlos a larga distancia. Las piezas se decoraban generalmente con los colores rojo, negro y blanco. Como nos aclara Williams (2009) la cerámica de estilo Cuzco Policromo fue el sello Inka en todos los Andes. De acuerdo a la información histórica, los Inkas controlaban la producción y distribución de estos bienes con un estilo estatal, como forma de estructurar las relaciones con las poblaciones dominadas. Estos bienes eran usados en un número limitado de contextos, principalmente relacionados al estatus las ceremonias y la hospitalidad. En la región del NOA no circulaban muchas piezas cerámicas que se ajustaran a las del estilo cuzqueño, las típicas del centro imperial, sino que en general la alfarería era realizada localmente siguiendo los patrones establecidos pero introduciendo elementos decorativos autóctonos que llevaron a la producción de estilos mixtos. Un ejemplo es el estilo Inka Paya, identificado en el alto valle Calchaquí. Otros estilos cerámicos basados en tradiciones locales fueron el Famabalasto negro sobre rojo y el Yocavil polícromo, originarios de la región santiagueña e ingresados en la región valliserrana por artesanos trasladados. Es importante remarcar que la técnica de manufactura de la cerámica varió de una provincia a otra. La cerámica era fundamental para el imperio Inka: en general fue utilizada como emblema de poder, de demostración de la presencia del Estado y su filiación. No hay mucha evidencia de uso de la cerámica Inka en la vida cotidiana de los pueblos dominados. El estilo típico Inka aparentemente fue usado por miembros de la elite como expresión de estatus y poder. Mientras, los estilos locales podrían haber estado relacionados con discursos de identidad particulares, en una dinámica de dominación y sobre todo resistencia. Las variaciones estilísticas y técnicas entre provincias parecería ser consecuencia de la dependencia de los alfareros locales para fabricar cerámica estatal y de la circulación limitada de las vasijas debido a su peso y fragilidad (Williams, 2004). Por su intenso uso y fragilidad, la cerámica requería una producción permanente y organizada. Por eso algunos centros administrativos actuaban también como centros de producción de bienes artesanales, que a veces albergaban trabajadores trasladados desde otras regiones (González 2000).

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Fig. 3: Izquierda: figurilla Inka en cerámica que representa un personaje de sexo masculino llevando a sus espaldas un aríbalo. Derecha: Ilustración de una mujer Inka portando un aríbalo. Tomado de Moralejo (2011). En un imperio políglota, la expresión visual fue clave para demostrar la presencia estatal y su afiliación. Es por esto que la cerámica como otros bienes materiales de filiación Inka, fueron de gran importancia para denotar lo inkaico, diferenciado de lo no inkaico, es decir: los dominantes y los dominados. De acuerdo a Williams (2009) hubo cuatro rasgos de la manufactura bajo el régimen del imperio Inka en el NOA: 1. Los ceramistas siguieron su propio estilo más que el estilo Inka Polícromo. 2. Hay una alta proporción (más del 60%) de cerámica polícroma no-Inka usada en muchos asentamientos que poseen rasgos de construcción y ocupación estatales 3. Hay una distribución de determinados estilos cerámicos junto con la distribución de la cerámica Inka. Estas parecieran ser imitaciones de los estilos prestigiosos o traídas desde afuera, hay que tener en cuenta que el movimiento poblacional (mitmaqkunas) de artesanos podría indicar la confección local de estilos foráneos. 4. La cerámica con patrones de estilo Cuzqueño se encuentra, en mayor o menor medida, en todas las provincias Inkas del imperio. Además de la producción cerámica, al Estado le interesaban los depósitos de minerales metalíferos así como su procesamiento y la producción de bienes de buena factura. La influencia Inkaica se refleja sobre todo en la incorporación de nuevas aleaciones: la

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difusión del bronce de cobre y estaño, posiblemente desplazando el de cobre y arsénico desarrollado en momentos anteriores, fue uno de los mecanismos de integración cultural implementados por el Estado. Éste podía controlar eficazmente la producción del nuevo metal mediante el dominio de los yacimientos de estaño. De acuerdo a González (2000) para impulsar un aumento en la escala de producción metalífera se impuso el uso de un horno de fundición (huayra). Las piezas metálicas que ya se venían manufacturando se siguieron haciendo pero con modificaciones en la forma o en la decoración. Entre las nuevas piezas introducidas se cuentan los tumi (cuchillos de hoja semilunar) y los liwi (pequeñas esferas usadas para cazar). La mayor cantidad de metal se utilizaba para la producción de objetos suntuarios, que poseían un alto valor político-simbólico por su forma y por la cantidad de trabajo invertida en su fabricación. Para las elites dominantes, el control de la producción y distribución de estos bienes fue fundamental para crear, legitimar y reproducir las condiciones de dominación. También se distribuyeron figurillas zoo y antropomorfas hechas con metales preciosos para uso ceremonial. Otros materiales usados para realizar artesanías eran la madera y la piedra. El kero (vaso de bordes evertidos y base plana) se difundió durante los momentos inkaicos. La técnica lapidaria se expresó en la manufactura de pequeñas esculturas humanas o animales en piedras blandas. Nos interesa particularmente como en los asentamientos de producción cerámica se complementan los dos tipos de instalaciones estatales destinadas a administrar y controlar estos territorios: la presencia de infraestructura administrativa y ceremonial. Lo consideramos de esta forma ya que la práctica impuesta por el Estado para la producción de cerámica se encomendó desde espacios considerados infraestructura administrativa, pero la manufactura realizada era en sí misma simbólica. Con esto queremos remarcar como las distintas lógicas estatales se dieron simultáneamente, y como un mismo espacio material se convierte en más de una espacialidad, adquiriendo más de un significado. La cerámica Inka, no sólo imponía una posición de poder, sino que apuntaba a demostrar una identidad, marcada en un estilo. A su vez es importante recordar que la mayoría de los especialistas eran transportados a otras áreas: los mitmaqkunas artesanales. Por lo tanto estas personas no solo replicaban una iconografía externa (que además marcaba una política externa) sino que lo hacían en sectores ajenos a su propia localidad. Por último, es importante tener en cuenta que la circulación de la cerámica Inka en las provincias era de tipo restringida. Las de características más finas pertenecían a señores 18

privilegiados y jugaban un rol fundamental como elementos simbólicos de legitimación política (D´Altroy 2003).

Sitios abordados para el estudio de la expansión Inka en el NOA A continuación se detallan las particularidades de los sitios arqueológicos tratados a lo largo del texto como evidencia material de las cuestiones teóricas tratadas:

Los Amarillos: Ubicado en la quebrada de Humahuaca. Esta región, para finales del Período Tardío, se caracteriza por pocos poblados conglomerados en puntos claves, altamente visibles y defendibles, llamados pukaras. Este patrón difiere de los tiempos anteriores, donde los poblados se encontraban más dispersos. Otro de los cambios para el Período Tardío radica en la mayor segregación de los sectores productivos y residenciales. Además se visualiza un cambio entre sitios, marcando relaciones jerárquicas. Todo esto se da junto con el surgimiento de algunos bienes materiales, posiblemente asociados a los rituales (Nielsen y Walker 1999). Los autores citados desarrollan su trabajo en el sitio, develando la destrucción de un espacio sagrado y de culto previo, lo cual se da cuenta a través de las evidencias encontradas en los espacios abiertos al público, en donde se puede inferir que se desarrollaban distintas actividades ceremoniales y posteriormente se observa la destrucción de los recintos, mediante un incendio. Creemos que, posiblemente, el hecho de quemar un sector del sitio donde se emplazaban las actividades ceremoniales y probablemente sagradas del pueblo, implica tomar acciones sobre toda la dimensión ideológica, que termina por configurar la apropiación inkaica del espacio. A su vez, por sobre el episodio de quema, se construye una unidad habitacional, que los autores identifican como una ocupación por parte de un grupo de posición social destacada y seguramente con lazos importantes con el Imperio. Entonces se observan distintos episodios diferenciados en el tiempo, que se relacionan con actividades diferentes. Primero un sector pre-Inka, en donde se encuentran algunos huesos humanos, fragmentos de cerámica, puntas de proyectil, cuentas de collar, entre otras cosas. Luego de este episodio se encuentra la evidencia de quema, en donde la mayoría de los artefactos se hallan quemados (al menos parcialmente), mezclados con restos de maíz y con lo que parecería ser fragmentos de techo carbonizado. Los únicos objetos con

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posible filiación Inka serían tres platos de asa lateral con restos de combustión interna (posiblemente donde se ubicaba la fuente de energía para la realización de la quema). Por encima del episodio de quema, se encuentran muros derrumbados. Es por esto que nosotros, tomando la evidencia que nos muestran Nielsen y Walker (1999) consideramos que se puede inferir que gran parte del sector afectado era utilizado para rituales, siendo la destrucción del mismo un incendio intencional por parte de los Inkas. Sobre los depósitos de quema y demolición se encuentra el componente Inka. Este es visible no sólo por la gran cantidad de artefactos inkaicos, sino que se elaboran seis recintos dispuestos en torno al patio, orientado hacia el interior (diferenciado del anterior, que se orientaba hacia el exterior). Esta nueva edificación ignora casi por completo el trazado arquitectónico anterior. Varios rasgos demuestran un uso doméstico de estos edificios. La cerámica, la mampostería, la extensión y complejidad interna y la asociación con la producción de artefactos de metal, pueden interpretarse como una muestra de elevada de condición social de los individuos que los habitaban.

Fuerte Quemado: Ubicado en el Valle de Yocavil, el complejo Fuerte Quemado contiene varios sitios de poblados conglomerados: El calvario de Fuerte Quemado, La Ventanita de Fuerte Quemado, El socavón de Fuerte Quemado. En el estudio particular del Calvario de Fuerte Quemado, se puede ver como el asentamiento inkaico se establece sobre un sector poblado anteriormente. A partir de estudios etnohistóricos y arqueológicos, Reynoso et al. (2010) definen las siguientes estructuras en el sitio: ● Torreones (estructuras circulares de piedra) en el Calvario de Fuerte Quemado, estructuras inkaicas. ● Recintos ● Plataformas ● Vías de circulación ● Muros de contención ● Líneas de muros ● Plazas Si bien el poblado tiene una gran densidad, lo destacable son los tres torreones inkaicos, los cuales fueron construidos con una doble fila (sin relleno, a diferencia de las

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construcciones locales) de piedras lajas y algunas pegmatitas seleccionadas y canteadas, con barro entre las hiladas de piedra. Se necesitó una previa nivelación del suelo para la construcción de cada uno de estos torreones. Las excavaciones de los sectores de torreones dieron abundante material cerámico, un enterramiento, urnas Santa María Tricolor y una muestra de restos óseos humanos, identificándose al menos tres individuos, todo esto por debajo de la construcción de cada torreón. Para estos autores la expansión territorial Inka en este sitio se basó en la ocupación militar como ideológica. Los conquistadores se instalaron en distintos sectores del poblado ejerciendo actos de violencia sobre el espacio local de gran carga simbólica (uno de los torreones se construye sobre una tumba, destruyendo parte de su contenido). Se encuentran una destrucción total de los espacios locales, incluyendo una gran cantidad de cerámica local rota y dispersa sobre estas zonas, donde se construyeron las instalaciones Inkas.

Cortaderas: Situado al Norte de los Valles Calchaquíes, está compuesto por cuatro sectores arquitectónicos donde los Inkas realizaron infraestructura que conecta el área con la puna y la Quebrada de Humahuaca. Estos sectores son: 1) Cortaderas Alto, defensivo, se abandonó con la llegada del Inka, 2) Cortaderas bajo: numerosas kanchas, edificios inkaicos en su diseño y técnica de construcción, 3) Cortaderas izquierda: se encuentran 50 estructuras y un posible Ushnu, una Kallanka y Qollcas, 4) Cortaderas derecha tiene edificios, basurales, tumbas y una estructura central Inka que podría ser una plaza amurallada (Acuto et al. 2004). En tiempos de la conquista hispánica, los calchaquíes se organizaban en señoríos relativamente pequeños y nada indica que con anterioridad al dominio inkaico hubieran ostentado un nivel de integración más complejo (Nastri et al. 2009:297). Durante el Periodo inmediatamente anterior a los Inkas, el diseño espacial de los asentamientos no generaba divisiones entre unidades domésticas o grupos. Los poblados no estaban divididos entre los de la elite y los comunes. Luego el diseño de Cortaderas muestra una clara y explícita demarcación entre el ámbito Inka y el no-Inka. Por un lado Cortaderas bajo izquierda, era Inka y Cortaderas derecha, local. Todo lo construido es con técnicas y diseños locales excepto lo Inka, y el 8% de la cerámica decorada es santamariana. En Cortaderas derecha: hay presencia de cerámica Inka, hay una falta de evidencia de ocupaciones locales previas, el espacio se estructura alrededor de un edificio de estilo

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inkaico y se encuentra evidencia de que lo habitó gente local “forzada” a vivir cerca de los Inkas y a trabajar para ellos. En el sitio se puede observar que la residencia era de manera permanente, porque enterraron a sus muertos (marcando territorialidad). También se caracteriza por tener: ● Pequeños complejos residenciales ● Un pukará local destruido ● Menor cantidad de recintos ● Construcciones que permitían contacto e interacción entre sus habitantes. A su vez, se realizaban actividades orientadas a los intereses imperiales, ya que aparecen moldes para la manufactura de lingotes de cobre, que si bien se hizo con crisoles, muestra que estaba orientada a necesidades estatales. Producían lingotes para el Inka. También hay producción y procesamiento de alimento, lo cual fue una actividad principal. La alimentación se basaba en el consumo de camélido. Incluso hay un sector que puede haber sido usado como corral. Siguiendo a Acuto et al. (2004), se destaca que habitar un sitio imperial y trabajar para los Inkas constituyó una experiencia nueva: la experiencia de un poder hegemónico que ordenaba y controlaba sus tareas. Los pobladores de la zona se vieron alienados de su fuerza de trabajo y del fruto de su trabajo. Aparecen objetos de uso doméstico y alfarería de estilo local junto con un poco de cerámica Inka por su relación estrecha con ellos. Mientras, en Cortaderas bajo izquierda, el panorama es de edificios grandes, macizos y bien construidos: lo que sería una fortaleza Inka. Con presencia de mayor cantidad de recintos, no hay contacto ni interacción entre ellos. Los sectores imperiales asociaban a los Inkas con el control de los espacios públicos y ceremoniales y por tanto con el control de cierto conocimiento esotérico asociado con prácticas rituales. El lado no Inka carecía de poder político y económico, estaba asociado a la esfera doméstica y actividades de menor prestigio, tales como la producción y el procesamiento de bienes primarios. En cuanto a los bienes muebles aparece cerámica estilo Inka mixto y vasijas Inka pero con diseños locales, lo cual puede representar una relación pacífica. Los Inkas parecen haber usado vasijas locales de estilo santamariano en algunos rituales que tuvieron lugar en los centros imperiales. La cerámica nor-calchaquí no estuvo influida por el estilo imperial, específicamente en Cortaderas derecha no hay cerámica local con estilo Inka lo cual estaría indicando que la mayoría de la población continuó reproduciendo estilos y símbolos locales. 22

El diseño espacial del centro Inka de Cortaderas promovía identidades culturales y sociales marcadamente distintas entre los Inkas y los habitantes nor-calchaquíes; separando a colonizadores de colonizados, lo imperial de lo local, la elite del común y lo sagrado de lo profano (Acuto et al. 2004:186).

Conclusiones: Como planteamos a lo largo de este trabajo, la dominación inkaica se basó tanto en una reorganización espacial como también en la incorporación de nuevos significados, con la salvedad de que a su vez se reestructuraron significados ya presentes. Cabe destacar que esta dominación tuvo matices en cuanto a la resistencia y la imposición, según el caso del que se trate (por ejemplo estilos cerámicos mixtos). Para el Inka debió ser muy importante decidir en qué lugares instalarse en relación con la arquitectura preexistente, implicando “la aparente armonía entre lo Inka y lo no Inka y al mismo tiempo una segregación de lo Inka a través de las expresiones materiales” (Williams 2010:78) como testimonia el caso de los Amarillos en quebrada de Humahuaca o el de Fuerte Quemado en Catamarca y Cortaderas en los Valles Calchaquíes. Durante el tiempo que perduró, el imperio Inka tuvo un fuerte impacto en las sociedades locales de acuerdo con el registro arqueológico de artefactos y estructuras arquitectónicas. Como señala Makowski (2006), la arquitectura monumental, distribuida a lo largo de caminos y canales de riego, y agrupada en los centros ceremoniales de distinto rango, orientaba los flujos de mano de obra y de productos, terminó por convertir el paisaje profano en un escenario sagrado y otorgaba a los tributos, en trabajo y en productos, el carácter de obligación religiosa. Los Inkas domesticaron, material y simbólicamente, el paisaje natural del valle del Cuzco a través de actos de nombramiento, culto, ofrendas, peregrinajes e intentaron extenderlo a los lugares conquistados. Aprovechando que las cimas muchas veces eran consideradas lugares de origen de linajes locales, y también concebidas como ancestros, implantaron santuarios de altura y llevaron a cabo rituales que conectaban lo sagrado directamente con sus deidades y su cosmología en el Cuzco. Como manifestación de esto, se advierte cómo los Inkas capturaron y ocuparon los más prestigiosos centros de peregrinaje y oráculos de los Andes15. Asimismo habrían instaurado en las provincias de su imperio, o por lo menos en algunas de ellas, principios de estructuración social y material similares a las desarrolladas en el Cuzco. Al parecer, en estos territorios dominados el espacio social 15

Por ejemplo Tiwanaku y las islas del sol y de la luna.

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también estuvo estructurado para reproducir la organización social y política instaurada por los Inkas, transformando profundamente a las distintas comunidades (Raffino 1988; Acuto 1999). En este sentido el imperio configuró el paisaje andino, imponiendo su visión del mundo, reestructurando lo previo y creando lo nuevo, modificando el orden cosmológico para establecer el nuevo orden social.

Fig. 4: Santuario de altura en la cima del volcán Llullaillaco en Salta. Tomado de Wikipedia. Sin embargo, es interesante observar cómo las poblaciones locales establecían ciertos actos de resistencia, los cuales se pueden advertir en el registro material. Un ejemplo de ello puede visualizarse en la cerámica, la cual en muchos casos toma aspectos inkaicos pero no es reemplazada totalmente, es decir que los motivos locales se mantienen y se mezclan con los nuevos. En este mismo sentido, se pueden observar enterratorios en los cuales los locales mantienen sus tipos de ajuares. Si bien nuestro estudio se enfocó en las formas de dominación y por esta razón se seleccionaron casos en donde lo que se privilegia es la visión de los dominantes, es importante entender que estas pequeñas acciones tendientes a mantener la identidad propia por parte de los subyugados, evidencian modos de resistencia social y simbólica de vital importancia ya que reflejan la naturaleza de la relación en sí misma. En relación con esto, consideramos que necesitamos profundizar su investigación, tal

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vez a la luz de una mayor cantidad de sitios de la región y del norte de Chile, y por lo tanto se escapa de las posibilidades de este trabajo. En los tres casos aquí presentados podemos ver como la apropiación y expansión dinámica del imperio cobró diversas formas, en torno a las relaciones que se establecían entre núcleo y periferia. Tanto en el caso de Los Amarillos como en el de Fuerte Quemado se puede observar una destrucción de la lógica previa (tanto en la estructuración de estos poblados como en los significados dados a cada lugar) imponiendo una nueva espacialidad, en donde el Inka tenía el poder y lo demostraba apropiándose de estos espacios, imponiéndoles su cosmología. Espacios que, cabe aclarar, eran de gran importancia para la población local: en los casos mencionados se tratan de lugares sagrados (la plaza central de Los Amarillos y los enterramientos de Fuerte Quemado), que son desarticulados, eliminados y aniquilados por el Imperio, y donde luego se resignificarían y construirían edificaciones con una clara filiación Inka. Por otro lado, en el sitio de los Valles Calchaquíes se trató de grupos locales con un bajo nivel de integración socio político, sin marcadas diferencias sociales, que fue relocalizado por el imperio y obligado a trabajar bajo nuevas normas y en interacción, creando una espacialidad que claramente delimitaba lo que era o no parte del imperio. En Cortaderas la ocupación local fue casi inexistente hasta la llegada Inka, la experiencia espacial fue estructurada con una imposición centralizada de rituales Inka literalmente. Cabe destacar, como posibles actos de resistencia, que en Cortaderas Derecha no incorporan bienes de estilo Inka como ajuar en sus tumbas, a pesar de que estaba presente en contextos domésticos, se encuentran vasijas Inka pero con diseños locales. A través de la organización espacial del lugar, de las actividades realizadas y de los bienes consumidos, los Inkas demarcaron categóricamente la división entre Inkas (Cortaderas Izquierda) y locales (Cortaderas derecha), dominantes y dominados, creando una comunidad fragmentada (Acuto et al. 2004:91). El norte argentino estuvo poblado por numerosos grupos organizados en distintos rangos de complejidad política y por lo tanto, con diferentes niveles de estratificación social. Con la llegada de los Inkas el paisaje se transformó resignificado a partir de sus propios valores, dejando su huella en todo el NOA con sus variantes en cada localidad. Tanto desde el punto de vista administrativo como ceremonial, encontramos una clara evidencia de la imposición inkaica de una cosmovisión y una forma totalmente novedosa en la zona de administrar los recursos (incluidos los habitantes): el Estado. Esto es visible tanto en la construcción de sitios desde prácticamente sus inicios, como recuperando poblados anteriores, resignificando en ambos casos el paisaje general y los lugares 25

particulares. Todo, desde lo doméstico hasta lo público fue resignificado y asimilado a la función inkaica.

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