Dichato, nuestra tierra

August 1, 2017 | Autor: Camila Silva Salinas | Categoría: Historia Social, História Oral, Historia Local
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Descripción

Dichato, nuestra tierra

Dichato, nuestra tierra

Guillermo Andrade, Jorge Andrade, Miguel Barra, Eliana Bastías, Mario Bernal, Omar Cuevas, Tatiana Díaz, Paula Gatica, María González, Vitalia Parra, Juana Torres, María Torres

Santiago de Chile: Ediciones SUR, 2011 Inscripción RPI: 207.265 ISBN: 978-956-208-095-8 Portada: Arpillera de Carolina Jara Recopilación de fotografías: Roberto Berrocal, Jaime Rivera Fotografías originales: Agencia EFE, Roberto Berrocal, Jaime Rivera, Diego Rodríguez Edición de textos: Paulina Matta V. Diseño de colección: Paula Rodríguez Diagramación: Diego Rodríguez Impresión: P Ediciones P www.publiprom.cl

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

Contenido Reconocimientos 9 Capítulo Uno Poblar, vivir y recordar: para una historia de Dichato 13 Habitar en el territorio y en la memoria La comunidad y el poder de habitar Cómo se emprende la reconstrucción El ejercicio de reconstruir la historia: memorias y olvidos

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Capítulo Dos Trayectoria, memoria e identidad del pueblo de Dichato 27 Zona 0: Crónicas de anteriores terremotos y maremotos en la historia de Chile 27 Memoria remota: olvidos, registros, huellas 33 Crecimiento y desarrollo de Dichato, 1930–1960 42 Consolidación y cambios en la comunidad, 1960–1973 53 El golpe y la dictadura militar: transformaciones sociales, económicas y políticas, 1973–1989 60 Nuevo auge del turismo, 1990–2010 66

Capítulo Tres Dichato, nuestra tierra 75 Continuidades y transformaciones en la historia El maremoto y los dichatinos

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Epílogo: julio de 2011 85 Fuentes y referencias 90 Entrevistas 90 Bibliografía 90 Referencias de Internet 91 Dichato cuenta su historia a través de las arpilleras 93

Reconocimientos Este es un libro hecho a varias voces y manos. Queremos reconocer el aporte que han realizado distintas personas e instituciones para hacer realidad el deseo de contar la historia y las historias que aquí recogemos, proyecto que surgió como propuesta de un grupo de mujeres damnificadas de Dichato. Participaron (en orden alfabético) las siguientes personas e instituciones: Entrevistados: Guillermo Andrade, Jorge Andrade, Miguel Barra, Eliana Bastías, Mario Bernal, Omar Cuevas, Paula Gatica, María González, Vitalia Parra, Juana Torres, María Torres. Participantes en Talleres de Memoria: Guillermo Andrade, Jorge Andrade, Miguel Barra, Eliana Bastías, Mario Bernal, Omar Cuevas, Tatiana Díaz, Fernando Espinoza, Guillermo Espinoza, Harkel Miranda, Flor Osses, Bernardo Reyes, Ricardo |Sellman, Juana Torres, Macarena Vergara. Pobladores gestores y colaboradores activos de la iniciativa: Miguel Barra y Tatiana Díaz. Realización de entrevistas y talleres: Susana Aravena, Ana María Cancino, Carlos Cortez, Cristián Espinoza, Jorge Larenas, Charlotte Mathivet, Ari Odgers, Claudio Pulgar, Nahuel Quiroga, Alejandra Sandoval, Ana Sugranyes.

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Investigación y edición de textos: Susana Aravena, Nicolás Acevedo, Alejandra Sandoval, Camila Silva. Recopilación de fotografías: Roberto Berrocal, Jaime Rivera. Fotografías: Agencia EFE, Roberto Berrocal, Jaime Rivera, Diego Rodríguez. Organismos colaboradores: • Instituciones parte de la Red Observatorio de Vivienda y Ciudad: Habitat International Coalition (HIC), Instituto de la Vivienda (INVI), Universidad de Chile, SUR Corporación de Estudios Sociales y Educación. • Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI), Argentina. • Red Hábitat Popular Chile. • Secretaría Latinoamericana de Vivienda Popular (SELVIP).

Susana Aravena y Alejandra Sandoval Editoras

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Capítulo Uno

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Poblar, vivir y recordar: para una historia de Dichato Se debe actuar de modo que la memoria colectiva sirva a la liberación, y no a la servidumbre de los hombres. Jacques Le Goff, El orden de la memoria. El tiempo de lo imaginario (1991

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on Mario se zambulló en la ola, que supuestamente solo llegaría hasta el muro. Recuerda que, pasadas las siete de la mañana, Carabineros intentó apaciguar los nervios de la gente. Pero se equivocaron: la situación fue más grave. Don Mario no pudo seguir corriendo. Veo una nube negra que viene, y aguanté, agoté todos los medios a lo que me daban los pulmones, aguantando lo máximo, pero cuando no pude más, me apreté la nariz y traté de respirar. (Mario Bernal)

Los doctores no podían creer cómo pudo resistir. Don Mario tiene 74 años y es buzo mariscador. Nació en Viña del Mar, conoció a su esposa en Santiago, vivieron en Quintero, Tomé, San Vicente y llegaron a Dichato. Me gustó y le dije a la vieja que había una parte donde fuimos a sacar mariscos, que era bonito, bien parecido a Quintero. Le dije: “Vámonos para allá”. Vinimos y le gustó.

Gentileza Agencia EFE.

Eso fue alrededor de 1967. Hasta que llegó el tsunami del 27 de febrero de 2010 y la ola lo zambulló. El terremoto le cambió la vida y Dichato fue noticia en todo el país. Lamentablemente, no eran buenas nuevas.

Habitar en el territorio y en la memoria ¿Cuándo y cómo aparecen las pequeñas comunidades en las páginas oficiales de la Historia? ¿En qué episodios las comunidades conquistan su derecho a decir qué ha pasado en ellas, a nombrar las alegrías y las penas que han brotado 13

1 En el cuento Hansel y Gretel, dos niños fueron abandonados por su padre debido a la sequía que los aquejaba y que le impedía alimentarlos. A pesar de estar perdidos en el bosque, los hermanos volvieron a su hogar siguiendo el camino que Hansel marcó al dejar caer piedrecillas que indicaban el regreso a casa. En Hermanos Grimm, Hansel y Gretel (Buenos Aires: Colihue, 2007).

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Gentileza Agencia EFE (Fragmento).

en el tiempo? Pareciera que la historia se suma a la larga lista de despojos y olvidos sobre los que se ha construido la vida de nuestro pueblo. Que nuestras memorias e historias se escriben con minúsculas frente a la Historia Nacional, pomposa, citadina, lejana. Otras veces, se suma a esta sensación de despojo histórico el hecho de que las propias condiciones de vida en el territorio son modificadas radicalmente, sea por la naturaleza o por la acción humana. Y es entonces cuando la comunidad se pregunta por su historia, interrogante que se transforma en una búsqueda de huellas y marcas, de fuentes de información, de memorias guardadas. Es lo que ocurrió en Dichato después del maremoto de febrero. ¿Qué objetos y lugares constituían nuestra comunidad? ¿Sobre qué huellas tanto anduvimos que ya no las reconocíamos? Sin embargo, una vez que esas huellas ya no están, comprendemos lo importantes que eran. Entonces, ¿qué hacer cuando las marcas que generaciones hicieron sobre nuestro entorno han sido borroneadas y necesitamos encontrar el camino de vuelta a casa, como en la historia que nos contaban de niños?1 A partir del maremoto, además de enfrentar el violento despojo producido por la acción de la naturaleza, los habitantes de Dichato debieron plantearse fundamentales preguntas: quiénes somos, dónde hemos sido, quiénes queremos seguir siendo, cómo queremos reconstruir nuestro territorio. Son interrogantes sobre la identidad, que implican de alguna forma volver sobre los propios pasos y comenzar a retejer los lazos que fueron tejidos durante generaciones. Surgen desde un profundo reclamo por recuperar el protagonismo sobre la propia historia y, por lo tanto, sobre el destino del territorio que hemos habitado, que hemos poblado y transformado en el tiempo. Y es necesario planteárselas tanto para enfrentar las adversidades de la situación presente, como para hacerse cargo de la reconstrucción del futuro.

En este escenario, en la reflexión instalada después del desastre, en medio del drama de la pérdida y de la incertidumbre sobre el futuro, es que surgió entre los pobladores de Dichato la propuesta de hacer el ejercicio de reconstruir su historia, colectivamente. Si volver a recorrer juntos la trayectoria del pueblo podía iluminar vías de acción para la reconstrucción, entonces resultaba más que nunca importante precaver que a la destrucción física de Dichato provocada por el tsunami, no se sumara su pérdida histórica. Gentileza Agencia EFE.

La comunidad y el poder de habitar Indudablemente, el 27 de febrero de 2010 marcó un hito, un antes y un después, una zanja en la vida de los habitantes de Dichato. En lo concreto, las familias se disgregaron, dejaron sus casas, se sintieron inseguras y surgió la urgente necesidad de la solidaridad, de volver a vivir en comunidad, en campamentos, y recuperar la práctica de la ayuda mutua. Brotaron entonces algunas preguntas: ¿estaba perdida la capacidad de vivir en comunidad?, ¿podríamos hacer renacer la solidaridad de antaño? —Don Mario, ¿qué los unía en Dichato antes del terremoto? —La gente antes era más sana de pensamiento, de actuar, de todo eso. Ahora, qué es lo que hay, con todo esto que pasó: no hubo escarmiento. La gente está rencorosa, está ladrona, está envidiosa, peladora.

Pero eso, ¿vino con el terremoto? ¿Lo trajo el mar, en su abrazo desgarrador? ¿No será que el terremoto dejó en evidencia una realidad que venía gestándose desde mucho antes? En Chile, como en otras partes del mundo, se comenta sobre la crisis de la comunidad y el avance del individualismo.2 Y este proceso se ha desarrollado a la par de la pérdida 2 Poco después de la catástrofe, el analista Raúl Sohr hablaba de un verdadero terremoto social. En comparación con Haití (que sufrió un movimiento grado 7 el 12 de enero de 2010), donde los saqueos fueron

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al parecer muy aislados, en Chile se destacaron expresiones de violencia en saqueos y psicosis colectiva. De acuerdo con el analista, ello se debió a que Chile “cuenta con una sociedad civil extremadamente frágil. El nivel de organización y participación popular en instancias locales, sindicales, gremiales o barriales, es muy bajo”. Al estar en un modelo “de acendrado individualismo (…), la solución a los desafíos suele ser personal antes que colectiva”. En: “Historia de dos terremotos”, La Nación, 5 de marzo de 2010. 3 En un trabajo reciente de memoria barrial, realizado en Lo Valledor, barrio al sur de Santiago y a kilómetros del epicentro del 27/F, sus habitantes se planteaban los mismos miedos e inseguridades que en Dichato: falta de participación, de solidaridad y comunidad. Un joven de 19 años afirmaba: “Ha bajado mucho el nivel social de la población, ahora está muy individualista. Igual se hacen bingos como para ayudar a algún vecino, pero más que nada los jóvenes desertan de eso, de estar en la Junta de Vecinos…”. Para otra habitante de Lo Valledor, “el amor se enfrió ¿Para qué vamos a salir con cosas? No nos damos el tiempo de conocernos, porque siempre es el temor, el miedo, la desconfianza”. Planteamientos similares, búsquedas y ausencias parecidas: la pérdida de la comunidad, una sensación que se huele y siente en todo el territorio nacional, con mayor o menor intensidad.

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Gentileza Agencia EFE.

del poder de habitar, esto es, la pérdida del derecho a participar y a ser protagonistas de las decisiones que inciden en nuestro hábitat. Porque el poder de habitar se construye y se ejerce colectivamente, el individualismo reinante nos hace cada día más impotentes frente a las transformaciones que ocurren en nuestros territorios. Vale decir, a la vez que hemos perdido capacidad para vivir colectiva y solidariamente, hemos ido perdiendo la capacidad de decidir cómo será el lugar donde vivimos o viviremos.3 Si queremos que el proceso de reconstrucción de Dichato tenga a sus habitantes como protagonistas, una operación necesaria es el ejercicio de reconstituir comunidad. Lamentablemente, al parecer la comunidad ya estaba resquebrajada antes del tsunami, pero esto no es solo un problema de Dichato. Aquí, sin embargo, este hecho se vive como parte de la emergencia, a partir de la necesidad de hacerse cargo de la vida cotidiana y de las posibilidades de enfrentar el futuro ¿Cómo, entonces, reconstituir la comunidad? La recuperación de memoria, de historia, ¿nos puede servir para reconstruir comunidad? Efectivamente, el ejercicio de recordar juntos puede ser un paso significativo para reconocerse como cuerpo colectivo. Por otra parte, en la historia se reconocerá el papel

que desempeñaron las generaciones pasadas, las familias, la comunidad y la organización social, en la construcción de un pueblo. Así también, con el recordar surge el testimonio de las propias capacidades, las huellas propias, y el reconocimiento de nuestra trayectoria como fruto de la acción de nuestros antepasados, de nosotros mismos y, mirando hacia el futuro, de las generaciones venideras.

Cómo se emprende la reconstrucción Rafael Miranda, en 1926, describía Dichato de esta manera:4

Gentileza Agencia EFE (Fragmento).

La playa de la bahía de Dichato se caracteriza por ser muy espaciosa, plana, arenosa, limpia y de pendiente muy suave en dirección al mar. Como las aguas son siempre muy tranquilas y limpias, la aldea de Dichato se presta admirablemente para la construcción de un gran balneario y de un magnífico puerto.

Quizá no llegó a convertirse en un gran puerto, como sí lo hizo Tomé en su momento. Pero estas características —su playa espaciosa, sus aguas tranquilas— sin duda hicieron de Dichato un lugar que acogió tanto a multitudes de veraneantes estacionales como a todas las familias que llegaron a poblar la bahía. Es el caso de doña María Torres, que nació en la zona y bajó a la costa cuando se casó con un pescador, con quien tuvo nueve hijos. Él salía a pescar todos los días y ella vendía los mariscos en Concepción: toda una vida. Su propia madre se casó con un agricultor mediero que trabajaba en Pingueral, donde arrendó una casa y se dedicó a hacer pan amasado. Doña Juana Torres recuerda: “Como que todos éramos una sola familia, gente antigua que uno conocía”. Su madre la crió a ella y a trece hermanos. Fue una mujer muy trabajadora, y doña Juana siguió su ejemplo: “Hay que trabajar cuando hay que trabajar”.

4 Véase Rafael Miranda, Monografía geográfica e histórica de la Comuna de Tomé (Concepción: Imprenta y Litografía Westcott & Co., 1926), p. 13.

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Gentileza Agencia EFE (Fragmento).

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Así, mirando la historia hacia atrás, las personas mayores observan que Dichato cambió mucho en el último tiempo. De ser un pueblo pequeño, tranquilo, siempre de gente muy trabajadora, pasó a ser un reconocido lugar de veraneo, visitado frecuentemente por cantantes y deportistas famosos, que incluso se hicieron de casas y departamentos en el sector de Pingueral y participaron de una intensa dinámica de diversión vacacional. Huyendo del mar tras el tsunami, doña María tuvo que vivir cuatro meses en carpa, y luego se fue al campamento Nuevo Amanecer, uno de los más pequeños conjuntos de mediaguas que se armaron para la gente que perdió su casa. Desde allí mira con pena y nostalgia hacia su Dichato. Lo mismo doña Juana, quien se instaló en el campamento El Molino, el más grande que se levantó en Chile después del desastre de febrero. Desde el dolor de la pérdida, doña Juana dice que perdió también el cariño al trabajo: “Trabajé toda la vida, para perder todo”. ¿Desde dónde se emprende la reconstrucción? ¿Cómo se vive la reconstrucción desde la pérdida, el duelo y los recuerdos? Quizá no es sencilla la respuesta; es claro que parte importante de la reconstrucción tiene que ver con los anuncios de las autoridades, sus discursos y compromisos, pero la realidad después del terremoto y maremoto no ha sido como se esperaba o como se prometió. Son varias las localidades que en todo el país intentan levantar una voz para denunciar las demoras, los incumplimientos, las irregularidades y la falta de participación.5 El pueblo de Dichato no ha sido la excepción. En varias oportunidades hizo noticia, porque —aunando voluntades— sus habitantes se decidían a dejar de esperar y a reclamar por lo que consideraban sus 5 En enero de 2011 se creó el Movimiento Nacional por una Reconstrucción Justa, como instancia articuladora que elaboró el petitorio “Un año sin reconstrucción”. Este documento fue entregado en La Moneda en marzo de 2011, firmado por dieciséis agrupaciones de pobladores damnificados de las regiones del Biobío, Maule y Metropolitana. En junio de 2011 se enviaría un petitorio al ministro de Vivienda, esta vez firmado por veinticinco organizaciones. Véase petitorio “Un año sin reconstrucción”, 9 de junio de 2011, en http://reconstruccion.uchilefau.cl/.

6 En agosto de 2010, unos quinientos habitantes de la zona se tomaron la carretera que va desde Tomé a Dichato, exigiendo mayor participación y protestando por la expropiación de quienes vivían en la zona costera. 7 A pesar del esfuerzo de meses, la caída del turismo había sido de un 70 por ciento, denunciaba Antonio Alomar, presidente de la Cámara de Comercio de la zona: “El turista que llega, viene solamente por el día, ocho y media de la tarde”. (En “Turismo en Dichato bajó un 70 por ciento según representantes del comercio”, La Nación, 15 de febrero de 2010). 8 A comienzos de enero, el diario El Sur anunciaba con entusiasmo que la Intendencia de la zona invertiría 141 millones de pesos en tres proyectos de turismo (un hotel, un restaurante y un hostal), que traerían empleo a diecinueve personas y que demostraban, según el diario, que “a paso firme continúa el proceso de reconstrucción en la Región del Biobío (…). Dichato aumentará oferta turística con la apertura de tres nuevos proyectos” (El Sur, 7 de enero de 2011). 9 Con ocasión de la visita del Presidente Piñera en febrero de 2011, Ana Muñoz no habló de “turismo”, sino de sus vidas: las pésimas condiciones en que viven, las amenazas de erradicación y la privatización del Borde Costero (“Dichato: Dirigentes molestos por el excesivo uso de la fuerza policial durante visita de Piñera”, http://www.biobiochile.cl, 18 de febrero de 2011).

Gentileza Agencia EFE (Fragmento).

derechos como habitantes, como damnificados.6 El proceso de reconstrucción, sin embargo, no se reduce a levantar muros caídos y recomponer carreteras. También implica la reconstrucción de la vida cotidiana y —de suma importancia— la recuperación de fuentes de trabajo e ingresos. A un año de la catástrofe, mientras gran parte de los dichatinos tenía cifradas sus esperanzas en el que fuera generoso período estival, el ritmo de la reconstrucción no permitía retomar las labores que habían sido habituales, y en el verano de 2011 las réplicas continuaban ahuyentando a los turistas.7 Las autoridades, en cambio, habían hecho optimistas anuncios de medidas e inversiones que favorecerían una rápida restauración del comercio ligado al turismo en la zona.8 La mayoría de los habitantes asistía con recelo a estas proyecciones, así como al manejo mediático de las mismas.9 En tanto, otro grupo de habitantes se resistía a la expropiación de las costas, argumentando en defensa de sus derechos sobre el territorio y de su identidad como dichatinos, frente a la amenaza de invasión de proyectos turísticos. “No queremos la privatización del Borde Costero, que se

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llama expropiación”, dice Lorena Arce.10 Esta defensa nos recuerda que, luego del terremoto de 1751, las autoridades españolas prohibieron seguir viviendo en Penco, pero pese a la amenaza de las autoridades, muchos “penquistas” se negaban a retirarse a la nueva Concepción.11 A un año del tsunami, el pueblo de Dichato seguía con problemas de alcantarillado, de agua y luz; las calles aún evidenciaban la gran destrucción, sus habitantes se enfrentaban a una gran incertidumbre y los pobladores de los campamentos se preparaban para vivir un nuevo invierno en las viviendas de emergencia. Entonces, ¿basta con esperar que bajen las ayudas, que se informen las decisiones que toman las autoridades respecto de los nuevos planes urbanos, de la localización y tipo de viviendas que se asignarán a cada grupo? ¿O la reconstrucción se puede hacer involucrando las capacidades de la gente, con participación, con solidaridad, con identidad? Así fue como en abril de 2010, en un encuentro en Dichato realizado en el marco de una visita solidaria del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI, Argentina) a nuestro país, se generó una reflexión en torno a esas preguntas, que inicialmente implicó a un grupo de mujeres, habitantes y pobladoras. Más adelante, dio cuerpo al proyecto de realizar este libro, como parte de un proceso comunitario de restablecer vínculos, afectos, identidad y protagonismo en la reconstrucción.12 A partir de la reconstrucción colectiva 10 Vocera del Comité de Defensa del Borde Costero, febrero de 2011, en www.difamadores.cl. 11 “La orden era perentoria: a los que el 1º de marzo de 1765 no se hubiesen trasladado de Penco, se les quemarían sus tugurios o casuchas, 'para que no quede ni aún memoria de ellas en ese lugar arruinado'”. Fernando Campos Harriet, Historia de Concepción, 1550-1970 (Santiago: Universidad Técnica del Estado, 1979), p. 95. 12 A Dichato llegamos en uno de los recorridos que hicimos con una delegación del MOI en abril de 2010. A partir de las conversaciones y reflexiones compartidas, se propuso armar una mesa de trabajo para aportar a la recuperación de la historia y memoria local, todo ello con el objetivo de contribuir a generar condiciones en la comunidad para enfrentar de manera colectiva, organizada, el proceso de reconstrucción en este territorio. El acuerdo de trabajo incluyó la participación de pobladores de Dichato,

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de la historia del pueblo, a partir del ejercicio de compartir memorias, de actualizar el recuerdo de prácticas solidarias, comunitarias y de organización, se espera poder imaginar una reconstrucción distinta.

El ejercicio de reconstruir la historia: memorias y olvidos Toda reconstrucción de la memoria histórica es compleja. Y más compleja aún cuando hay escasez de fuentes, como en este caso, porque las versiones oficiales y los medios de comunicación no se han encargado de retratar la realidad particular de Dichato.13 También la hace difícil el hecho de que el maremoto, así como los otros desastres que han afectado la localidad en su trayectoria, ha vuelto a destruir tanto las construcciones materiales del pueblo (casas, calles, plazas, etcétera), como los vestigios o recuerdos personales (fotos, álbumes, cartas, objetos), en tanto piezas que permitirían rearmar el tránsito desde un pasado familiar y colectivo, a un presente que también se quiere arraigado en la historia común. ¿Cómo, entonces, hacer esta historia? ¡Está la memoria!14 de la Red Hábitat Popular Chile, de la Secretaría Latinoamericana de Vivienda Popular (SELVIP), de instituciones parte de la Red Observatorio de Vivienda y Ciudad (Habitat International Coalition [HIC]), Instituto de la Vivienda [INVI], de la Universidad de Chile, y SUR Corporación). Se realizó un trabajo de campo por un equipo interdisciplinario (antropólogos, arquitectos, sociólogos, cientistas políticos, dirigentes sociales), entre el 5 y 11 de septiembre de 2010. Se realizaron talleres urbanos, talleres de memoria e identidad, entrevistas y recorridos guiados. 13 Por su carácter de pueblo pequeño, ubicado lejos de los centros de poder, la tarea de buscar vestigios de su trayectoria histórica en los archivos y documentos del Estado se vuelve difícil, pese a que en algunas ocasiones aparecen importantes datos que permiten imaginar y reestructurar su pasado. 14 En el libro Fahrenheit 451, un mundo en que se ha prohibido la lectura, el protagonista, un bombero que tiene por misión quemar libros, huye y se hace caminante. En sus recorridos, descubre un pueblo cuyos habitantes salvan las obras escritas memorizando cada uno un título y enseñándolo de manera oral al resto de la comunidad. Ray Bradbury, Fahrenheit 451 (Barcelona: Minotauro, 2007).

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La memoria perdura, se hace solidaria, reconstruye, da fuerzas, se hace necesaria y se comparte. Pero también se hace confusa, ilegible, variable y contradictoria. Porque la memoria es también una combinación de recuerdos y olvidos; de experiencias que son, además, parciales y personales. Por lo tanto, la reconstrucción histórica que pueda realizarse a partir del ejercicio de memoria colectiva resulta de un proceso de negociación de memorias y de olvidos, que se enfrentan, se reencuentran, se recrean y reinterpretan.15 Así, las memorias de los habitantes de Dichato son la materia prima de este trabajo, construido a partir de talleres colectivos y entrevistas personales que dan cuenta de las historias propias vividas, como también de las trayectorias de padres y abuelos. Estas memorias se fueron complementando con otras fuentes y registros, como las fotografías, que dan cuenta del paso de los años. A diferencia de la reconstrucción oficial, que se impone prefabricada desde arriba, fija e inamovible, la historia pensada desde los propios habitantes es participativa, colectiva y solidaria. Es un proceso dinámico, que puede desplegar distintas versiones y rostros. Obedeciendo a ello, la historia que aquí recogemos no pretende erigirse como única verdad ni excluir otros relatos posibles.16

15 Para el historiador Steve J. Stern, “la historia de la memoria y el olvido colectivo es un proceso de deseo y lucha para construir las memorias emblemáticas, cultural y políticamente influyentes y hasta hegemónicas. Es una lucha para crear ciertos tipos de puentes entre la experiencia y el recuerdo personales y sueltos, por un lado, y la experiencia y el recuerdo emblemático y colectivamente significativo, por otro lado”. En: “De la memoria suelta a la memoria emblemática: Hacia el recordar y el olvidar como proceso histórico (Chile, 1973-1998)”, en Las conmemoraciones: Las disputas en las fechas “in-felices”, compilado por Elizabeth Jelin (Madrid: Siglo XXI de España Editores 2002), p. 13. 16 En efecto, con posterioridad al tsumani se han desarrollado varios proyectos ligados a la memoria del pueblo, al rescate de la identidad. Cada uno presenta distintos rostros, diferentes datos y visiones sobre la historia, la identidad, el trauma y el futuro. Véase Carstens y Huepe, Rememorando Dichato, distintas páginas; y de Guillermo Moscoso y Álvaro Pereda, Performance: Reconstrucción de la memoria (Concepción: Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes [Fondart], Chile, 2010), pp. 11–19).

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En el contexto de un escenario incierto y desolador, en el ejercicio de armar este conjunto de piezas, se intenta contar la vida, la historia de un pueblo, de manera que sea perdurable para la memoria, transmisible para la comunidad, para los jóvenes y las futuras generaciones. Se trata de encontrar en la historia los elementos felices y los dolorosos, para —todos juntos— ser capaces de remontar un momento difícil e imaginar futuros posibles. Y en el rescate de la historia comunitaria de Dichato, poder configurar y vivir no algo perdido, sino algo nuevo: darle sentido a la palabra “habitar”.

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Capítulo Dos

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Línea de tiempo construida en Taller de Historia por pobladores de Dichato, los días 7 y 9 de septiembre de 2010, en campamento El Molino. Te a El tro pa Co se lón o fr / T en e El a Pe te a tro dr la D i o M Esta cha al ci to et ón a

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Miguel de Olivares, Historia militar, civil y sagrada de Chile. Tomo IV de Historiadores de Chile (Santiago: Imprenta del Ferrocarril, 1864).

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Es particular supersticion i mui circunstanciada la que tienen [los araucanos] en tiempo de temblores grandes: luego que ha pasado la mayor violencia del movimiento, se aperan, hombres i mujeres, de cosas de comer i de platos grandes en la cabeza, i cargando con sus hijuelos i su pobre ajuar se encaminan al monte mas cercano, de los que llaman Ten-ten (…). Dan la razón de este hecho diciendo que en semejantes terremotos, como sale el mar algunas cuadras afuera, asi es de temer que inunde toda la tierra segun tienen por tradición que sucedió en tiempos de mucha antigüedad.

En la cumbre de cada uno de estos montes altos llamados Tentén, dizen que habita una culebra de el mismo nombre, que sin duda es el Demonio que los habla, y que antes que saliese el mar les dixo lo que avía de suceder y que se acogiesen al sagrado de aquel monte, que en él se librarían y él los ampararía. Fingen también que había otra culebra en la tierra y en los lugares baxos, llamada Cai Cai Vilú, y otros dizen que en esos mismos cerros, y que ésta era enemiga de la otro culebra Tentén, y asimismo enemiga de los hombres, y para acanarlos hizo salir el mar y con su inundación quiso cubrir y anegar el cerro Tentén y a la culebra de su nombre, y asimismo a los hombres que se acogieran a su amparo y trepasen a su cumbre. Y compitiendo las dos culebras Tentén y Caicai-Vilú, ésta hazía subir el mar y aquella hazía levantar el cerro de la tierra y sobrepuxar al mar, tanto quanto se lebantaban sus aguas. Y que lo que sucedió a los indios cuando el mar comenzó a salir y a inundar la tierra fue que todos a gran priessa se acogieron al Tentén subiendo a porfía a lo alto y llebando cada uno consigo sus hixos y mugeres y la comida que con la prisa y la turbación podían cargar. Diego de Rosales, Historia general del reino de Chile: Flandes indiano. (Selección, prólogo y notas de Alfonso Calderón (Santiago: Editorial Universitaria, 1969).

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El clamor de los indios es tan grande e insistente que llega hasta los cielos. Y a menos que vayamos en ayuda de estos pobres o que nuestro ardiente deseo extinga sus lágrimas, acudiré al tribunal del mismo Juez Justísimo y desgracias y calamidades más grandes sufriremos, que las que en estos tiempos desastrosos hemos experimentado. Y aquellos que oprimen y calumnian a los pobres para aumentar sus riquezas serán por el Señor conminados. Tal vez por estas opresiones de los pobres y por las violentas exacciones del trabajo ajeno y por las riquezas así adquiridas por la mayor parte de los hombres de nuestras Indias, ellas no sólo no han sido de ayuda, sino que, como ya el santo Job anuncia, han sido causa principal de tantas desgracias y ruinas enviadas por Dios justo vengador. Terremoto Santiago, 1647. Jaime Valenzuela, Historias urbanas. Homenaje a Armando de Ramón (Santiago: Ediciones P. Universidad Católica de Chile, 2007), p .47. Cita de “Relación diocesana de 26 de marzo de 1666”, en Fernando Aliaga (comp.), “Relaciones a la Santa Sede enviadas por los obispos de Chile colonial”, Anales de la Facultad de Teología (Santiago: P. Universidad Católica de Chile, vol. XXV, 1974), p. 62.

Vino repentinamente un temblor de tierra y terremoto en aquella ciudad, tan grande que se cayeron la mayor parte de las casas, y el suelo se abrió por tantas partes que era admirable cosa verlo; de manera que los que andaban por la ciudad no sabían qué se hacer, creyendo que el mundo se acababa, porque veían por las aberturas de la tierra salir grandes borbollones de agua negra y un hedor a azufre pésimo y malo que parecía cosa de infierno: los hombres andaban desatinados, atónitos, hasta que cesó el temblor. Luego vino la mar con tanta soberbia que anegó mucha parte del pueblo, y retirándose más de lo ordinario mucho, volvía con grandísimo ímpetu y braveza a tenderse por la ciudad. Los vecinos y estantes se subían a lo alto del pueblo desamparando las partes que estaban bajas, creyendo perecer. Terremoto Concepción, 1570. Alonso de Góngora Marmolejo, Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año 1575, Cap. LXXI. Edición digital a partir de Crónicas del Reino de Chile (Madrid: Atlas, 1960), pp. 75–224. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, www. cervantesvirtual.com.

A las siete y media p.m. del 15 de marzo de 1657 un espantoso terremoto, cuyo centro parece haber sido la costa de Concepción, sacudió el territorio desde el Cautín hasta el Maule. En esta extensa región, asolada poco antes por los indios, no quedaba más ciudad que Concepción. La sacudida derribó los templos y las casas, que al caer aplastaron a algunos de sus habitantes: Los 28

víveres y los haberes de los pobladores se habrían podido salvar en parte si no hubieran seguido al remezón 3 (tres) Salidas consecutivas del Mar. A las nueve y media de la noche, advirtieron los habitantes que el mar se retiraba considerablemente de la playa, y poco después una ola gigantesca, que alcanzó hasta la plaza, arrasó con los muros agrietados que el templo dejó en pie. El maremoto se repitió por 2 (dos) veces más, en medio de fuertes remezones que se sucedían con cortos intervalos. La mayor parte de la población alcanzó a salvarse, refugiándose en las lomas vecinas. El número de muertos excedió poco de 40 personas. Mas la población entera quedó sin techo y sin víveres a entradas de invierno, y los vecinos, ya arruinados con la destrucción de sus haciendas, al perder sus ropas, sus muebles, sus víveres y cuanto poseían, quedaron reducidos a la última miseria, sin más socorro posible que el que quisieran prestarles sus hermanos de Santiago. En ausencia del gobernador, el obispo de la diócesis, Dionisio Cimbrón, procuró reconfortar a los aterrados pobladores con ceremonias expiatorias encaminadas a aplacar la cólera divina. Terremoto Concepción, 1657. Extractos de Historia de Chile, de Francisco Antonio Encina.

El día 8 de julio de 1730, como a la una y media de la mañana, escribía el obispo de Concepción, se sintió en esta ciudad un temblor tan grande, que alcanzó la conmoción de la tierra a todo el reino, siendo extraordinario el efecto en la tierra y en la mar. Habiéndose retirado las aguas de sus límites como media legua, volvieron impelidas de su misma violencia, y entrando en esta miserable ciudad, empezaron el estrago de su inundación. Se repitió por cuatro o cinco veces la retirada y la salida, y cada una con más impetuosa fuerza, especialmente la tercera, en que, como a las cinco de la mañana, se volvió a repetir el temblor de la tierra aun con mayor duración, y con tan violentos vaivenes que parecía quería arrojar de sí a todos los mortales. A esta gran conmoción correspondió el movimiento y la inquietud del mar que entrándose por las plazas y las calles de esta ciudad, al retirarse dejó arruinadas de las tres partes las dos de sus templos, sus casas y sus edificios, llevándose consigo cuanto encontró dentro de ellos, y lo que no pudieron sacar las ondas, lo dejaron sepultado en sus ruinas. Terremoto Concepción, 1730. “Carta al Rey del obispo de Concepción, don Francisco Antonio Escandón”. Citada por Diego Barros Arana en Historia General de Chile, Tomo VI (Santiago: Editorial Universitaria / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1999), p. 55.

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De las tres salidas, la segunda fue la más tremenda porque avanzaron más sus olas y fue la que causó más daño. Se destruyó el convento de San Francisco, y su iglesia se maltrató mucho; arruinóse la iglesia, convento y hospitalidad de San Juan de Dios; como también iglesia y convento de San Agustín; el palacio del Gobernador y del Obispo; a nuestra iglesia no llegó a tocar por estar en lo más eminente de la plaza, pero perdió el colegio muchas tiendas de alquiler que le derribó la avenida, la cual sacó encima de sus olas todas las alhajas que halló en las casas, capaces de boyar sobre ellas. Allí nadaban las camas, las sillas, mesas, las cajas, sin que nadie pensase más que en ver por dónde podía escapar, que algunos lo hicieron por las ventanas, porque ya el agua había ganado las puertas y no daba lugar para coger la ropa con que cubrirse, ni menos; y así medio desnudos, como los cogió la noticia de la salida del mar, huyeron a los cerros, hasta el señor Obispo, el doctor don Francisco Antonio Escandón, que al presente se halla de arzobispo de la ciudad de los Reyes o Lima, a donde fue promovido desde la Concepción. Salió también huyendo de las olas, sin haberse acabado de vestir y subió al cerro de la Ermita, a donde concurrió lo más de la ciudad; que al verse todos juntos, cada uno tenía empacho de verse delante de los otros en trajes tan indecentes; porque la prisa que les dio el agua no les dejó coger la túnica para cubrirse.

A poco mas de la una de la mañana [del 25 de mayo] vino un fuerte remezón con el que todos precipitados corrimos cada uno en la forma en que se hallaba a los patios de las casas; i apénas empezábamos a pedir a Dios misericordia, cuando descargó (diez minutos después del primero) un terrible temblor de tierra que solo de oír los bramidos que ésta daba apénas había quien no estuviera fuera de sí. Su mayor fuerza me pareció que duraría como seis minutos, en cuyo tiempo se reconocieron tres repeticiones mas fuertes, alcanzándose el uno al otro; i no quedó en este instante templo, casa grande ni pequeña que no se arrojase, pues ni aun las personas se podían mantener en pie ni huir de las casas. El primer pensamiento de todos fue huir de la ciudad i ganar las alturas vecinas para sustraerse al peligro subsiguiente de una salida del mar que se creía inevitable; pero esta retirada presentaba las mayores dificultades. Algunas personas estaban sepultadas debajo de las ruinas, i se encontraban rodeadas por ellas los que habían 30

Gentileza Profesor Juan Pérez.

Terremoto Concepción, 1751. Miguel de Olivares, Historia de los jesuitas (218-221). Citado por Diego Barros Arana en Historia General de Chile, Tomo VI (Santiago: Editorial Universitaria / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1999), nota 15, pp. 55–56.

escapado de aquel peligro. La oscuridad de la noche embarazaba toda dilijencia para saltar por entre los montones de escombros, o para hallar una puerta o un sendero. Todo era gritería, lamentos, confusion i desórden capaces de abatír los corazones mas enteros. Los temblores se repetían, entre tanto, a cada instante, aunque con menor violencia. Los mas animosos no creían llegar a mañana: todos discurrían lo mismo, i hubiera sucedido a no haber usado Dios aquí una de sus mayores maravillas, i fue el haber detenido las aguas del mar algo mas de media hora después del temblor, en cuyo tiempo pudieron los mas vecinos de esta ciudad salir con grandísima dificultad de las ruinas i huir desatentados a ampararse de los montes, cuyas faldas se derrumbaban también por efecto del temblor (...). A la media hora i minutos, empezando a hervir el mar, se ausentó precipitadamente de sus riberas, dejando toda su bahía (que es de 3 leguas) en seco, pero como a los siete minutos volvió con grandísima fuerza encrespando ola sobre ola con tanta altura que, excediendo sus límites, superó i coronó toda la ciudad entrando con mas violencia que la carrera de un caballo. Retiróse con gran fuerza; i llevándose tras de sí todas las paredes aun no caidas i muebles de todas las casas, quedó esta ciudad como la plaza mas escueta. Retiróse otras veces en la forma dicha, i volvía aun con mas fuerza segunda i tercera vez a inundar toda la ciudad aun mas la tercera vez que las antecedentes (...) los destemplados alaridos i lamentosa gritería de todas las personas, los aullidos de los perros, el desconcertado canto de las aves i el pavor de los animales eran los presajios del juicio universal, i mucho mas oir i ver a los que, fluctuando entre las olas i golpes del mar, iban a perecer, no habiendo podido por sus años, achaques o desgracias, acojerse al monte. Terremoto Concepción, 1751. Testimonios citados por Diego Barros Arana, Historia General de Chile. (Santiago: Editorial Universitaria / Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1999).

Un terremoto trastoca en un instante las más firmes ideas; la tierra, el emblema mismo de la solidez, ha temblado bajo nuestros pies como una costra muy delgada puesta sobre un fluido, un espacio de un segundo ha bastado para despertar en la imaginación un extraño sentimiento de inseguridad que horas de reflexión no hubieran podido producir (…). Entramos en el puerto de Concepción. Mientras el navío busca un lugar bien abrigado, desembarco en la isla Quiriquina. El intendente de esa propiedad viene presuroso a mi encuentro para anunciarme la terrible nueva del terremoto del 20 de Febrero, y me 31

dice que no hay una sola casa en pie ni en Concepción ni en Talcahuano; que setenta aldeas han quedado destruidas y que una ola inmensa se ha llevado casi las ruinas de Talcahuano. Tengo las pruebas de esta última parte de su relato; la costa entera está colmada de maderos y de muebles, como si un millar de buques hubiera ido a romperse allí. Además de las sillas, las mesas, las cómodas, etcétera, se ven los techos de muchos cottages que han sido transportados hasta allí casi enteros (…). Algunos instantes después de la sacudida vióse, a una distancia de tres o cuatro millas, una enorme ola que avanzaba en medio de la bahía. La fuerza de tales olas debió ser enorme, porque, en la fortaleza, trasladaron a una distancia de 15 pies un cañón con su cureña que pesaban cuatro toneladas. Una goleta fue trasladada a 200 metros de la costa y encalló en medio de las ruinas. Otras dos olas se produjeron, y al retirarse, se llevaron una gran cantidad de restos. En cierto sitio de la bahía, un navío fue llevado a la costa, separado de ella, arrojado de nuevo contra la costa, y puesto al fin otra vez a flote por la última ola. Pero confieso que vi, con gran satisfacción, que todos los habitantes parecían más activos y más felices de lo que podría podido esperarse después de tan terrible catástrofe. Terremoto Concepción, 1835. En: Charles Darwin. Darwin en Chile (1832–1835). Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Edición y prólogo por David Yudilevich (Santiago: Universitaria, 1995), pp. 194–97 (fragmentos).

Hora 23:32, día 24 de Enero de 1939. Un gran terremoto devastó las provincias de Linares, Ñuble y Concepción, llevándose consigo 5.648 víctimas fatales identificadas, según el informe oficial, y cerca de 40.000, según estimaciones de la prensa. (…) Este terremoto ostenta el record de muertes en Chile. Su intensidad fue 8,3° en la escala modificada de Richter (m.r.) y su epicentro se registró en las cercanías de Quirihue, a 82 kilómetros al norte de Concepción, 72 kilómetros al oeste de Chillán. Las ciudades más afectadas fueron: San Carlos, Chillán, Florida, Quillón, Coelemu, Rafael, Tomé, Penco, Concepción y Talcahuano. Estimaciones posteriores señalan que la Cordillera de la Costa entre el Río Itata y el río Bío Bío se elevó más de un metro. Terremoto Chillán, 1939. “Terremotos y maremotos en Concepción, II Parte - 1939: Cuando las casas devoraron a sus moradores”. Escrito por Prensa Sur, jueves 17 de junio de 2010. En sitio web Resumen. Informativo de la región de Concepción (http://www. rsumen.cl).

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La tragedia es demasiado vasta para ilustrarla con unas pocas pinceladas. ¿Qué espíritu sensible no ha vivido estos veinte días sumergido en la vertiginosa vorágine de las noticias y de las alucinantes odiseas en que más de dos millones de chilenos se han visto envueltos en un vendaval salvaje y millares de ellos han caído para siempre en las fauces de la tierra y el agua? (…). La imaginación de Edgar Allan Poe o de cualquier otro famoso escritor de terror resulta insignificante, descolorida al lado de la siniestra, múltiple y desbocada fantasía que la realidad de una tierra convulsa ha descargado sobre Chile en estos días tenebrosos (…). En suma, por la amplitud de la zona afectada, por la diversidad de los azotes, por la extensión de los daños, por la prolongación repetida de sus golpes, ésta ha sido estimada la peor catástrofe que Chile haya vivido. Terremoto Valdivia, 1960. Volodia Teitelboim, “El pueblo y el terremoto” (Santiago, 1960).

Memoria remota: olvidos, registros, huellas Poblamientos y despoblamientos hasta 1830: “Nadie era dueño” Los ejercicios de memoria realizados por los habitantes de Dichato difícilmente se remontan a antes de 1930. Solo algunas historias de vida que mencionan padres, abuelos o bisabuelos podrían ofrecer indicios sobre la trayectoria pasada del pueblo. Quizá los continuos desastres naturales impidieron la consolidación de poblamientos que perduraran en el tiempo. Quizá el trauma de estos desastres también contribuyó a ahondar el pozo de olvidos y vacíos de la memoria que caracteriza no solo la historia de Dichato, sino la de nuestro país. En efecto, hubo también en la historia continental un trauma, un desastre histórico que los chilenos poco acostumbramos a reconocer como parte de nuestra historia: la conquista española y ocupación colonial del territorio. En este proceso se aniquiló, desplazó y sometió a la población indígena, originaria, los primeros habitantes y pobladores del territorio. Incluso —para tener en cuenta— en 1835 Charles Darwin recorrió la bahía de Coliumo, donde encontró fósiles, hecho que habla de un pasado remoto. 33

Son pocos los testimonios en que se encuentran referencias a este pasado, pero algo se encuentra, todavía, de cuando “nadie era dueño” de las tierras, y los “indios se fueron, dejando todo botado”: Sí, claro, porque los indios tenían oro antes, tenían pesos grandes que encontraban después. Entonces, cuando vino don Pedro de Valdivia a Chile a buscar oro, ellos lo enterraron en una roca, un árbol, y entonces yo me di cuenta que ellos eran los dueños de esto. ¡Dios mío! Tan grandes y poderosos eran ellos. Y entonces ellos se fueron; por eso que enterraban el oro, porque los españoles les iban a quitar todo. Todo esto era de los indios. (Jorge Andrade)

Poco queda de esta historia en los vestigios, en las huellas, en las memorias actuales. De hecho, ¿cuánto reconocen los habitantes de Dichato su origen en la etnia nativa, su prehistoria mapuche, o por lo menos el posterior mestizaje? Quizá por esto tampoco hay consenso respecto del signifi34

cado de la palabra Dichato, y frente a la versión que afirma en la palabra su origen mapudungun, se han popularizado otras que también son asumidas como verdaderas por gran parte de la población.17 Por otro lado, no hay memoria, no hay nudo o dato respecto de la fundación del poblado. Y aunque, según afirma Rafael Miranda su en Monografía de la Comuna de Tomé, “datos históricos respecto a su existencia se tienen desde el año 1826, época en que se estableció en ese lugar don José Miguel Reyes, a quien se considera como el fundador de la población de Dichato” (p. 57), podría pensarse que la bahía de Coliumo y el sector que ocupara Dichato más bien habría sido, en tiempos remotos e indeterminados, un espacio de continuos poblamientos y despoblamientos vinculados principalmente a actividades de subsistencia y a la relación de ciertos hombres, mujeres y familias, con el mar.18 Una relación por cierto contradictoria y conflictiva, 17 Carstens y Huepe, en Rememorando Dichato, p. 30, señalan: “Hay una multiplicidad de teorías respecto de la toponimia de ‘Dichato’; hay quienes afirman que significa desnudo en la lengua originaria mapuche, aunque al consultar en diferentes diccionarios y especialistas del tema, se evidencia que esta interpretación no sería la correcta. También se ha difundido ampliamente que su significado sería muchedumbre de dichas, hecho que se podría relacionar con los buenos momentos experimentados en este sector, pero que no tiene ningún asidero histórico ni científico. Finalmente la teoría que más se sustenta hace referencia al origen mapudungun de su nombre, al igual que el de las localidades cercanas a Dichato. Antiguamente los arenales que conformaban esta zona estaban cubiertos por la planta Soliva Sessilis, denominadas por los mapuches habitantes de la zona como dëchas. Estas plantas se caracterizaban por crecer como maleza alrededor de los cultivos de trigo de los habitantes de la zona, por lo que periódicamente se debían hacer reuniones de carácter colectivo con el objetivo de limpiar las siembras de esta yerba punzante, reuniones denominadas Dëchatun. ‘De lo anterior se desprende entonces que el término Dichato es una castellanización de la palabra mapuche Dichatún y que significa lugar de Dichatunes’ (Arce, Catalán, Figueroa, Jara, 1987, p. 8)”. 18 Carstens y Huepe, en Rememorando Dichato, p. 30, indican:. “Dichato es una localidad costera de la región del Bío Bío enclavada en la bahía de Coliumo 10 kms al norte de la capital comunal de Tomé, entre los morros de Coliumo y la punta de Pingueral. ‘Comúnmente se habla de una bahía de Coliumo y de otra de Dichato, en circunstancias que no hay separación entre las dos, pues están formadas por las mismas aguas, tienen la misma boca y el mismo lecho o plataforma’ (Miranda, 1926, pp. 12-13). En esta bahía con forma de herradura, se extiende una playa de 2400 metros de arenas blancas cerrada

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si consideramos la historia de maremotos que por siglos ha azotado este territorio. Del mismo modo como parece haber sido recurrente en la historia de la zona, las costas que en algún momento albergarían el pueblo de Dichato habrían sido, desde tiempos inmemoriales, atractivas como lugar de asentamiento y hábitat de familias en busca de cobijo, sustento y esparcimiento. Para los mapuches de la zona, la pesca habría sido la actividad principal, junto con el cultivo de la papa y el trigo y la recolección de frutos silvestres. De cualquier modo, aunque poco sepamos en específico de Dichato en su primera época, debemos considerar que en la región hubo a lo menos 260 años de historia de dominio colonial, expresado durante este período en la conformación de un territorio eminentemente militarizado. Efectivamente, el 5 de octubre de 1550, Pedro de Valdivia fundó Concepción con fines de expansión colonial, y cuando la gran rebelión indígena de 1598 hizo retroceder la línea de ocupación española hasta el Biobío, se consolidó el rol militar de Concepción como frontera de la guerra de Arauco. En esta época y hasta 1750, el desarrollo económico y social de la zona dependió fundamentalmente de la guerra: subsidios externos, “real situado”, sueldos de oficiales y soldados e intercambios comerciales con Lima. Las estructuras urbanas o edificaciones creadas fueron efímeras, tanto debido a la inestabilidad propia de un territorio de guerra como a los golpes de la naturaleza: Concepción fue destruida por sismos y maremotos en 1570, 1657, 1730 y 1751. Incluso, el maremoto de 1751 determinó el traslado de la ciudad al Valle de la Mocha en 1754, y el comienzo de la formación de Talcahuano. En el contexto de un sistema de dominación colonial y de acumulación mercantil, sustentado en la explotación de materias primas en el “nuevo continente”, entre 1750 y 1830 comenzó a conformarse en Concepción una estructura social y económico-productiva de exportación a partir de por grandes roqueríos y con una suave pendiente marina que invita a una gran cantidad de personas a visitarlo y disfrutar de los períodos estivales”.

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la explotación de recursos naturales. Entonces, la ciudad militar fue abriendo paso a la ciudad comercial, y con ella a la formación de nuevos núcleos urbanos; entre estos, Tomé.

Apropiación de la tierra y el desarrollo del tren, 1830–1930 Tampoco hay de este período un relato coherente que sobreviva en la memoria. Pero sí hay referencias, historias, recuerdos de poblamientos espontáneos que se fueron dando en torno a la pesca y otras actividades extractivas a las que se dedicaban los abuelos y bisabuelos de los sobrevivientes del maremoto de 2010.

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En el contexto nacional, esta época corresponde a la etapa republicana, de invención de la Nación, liderada por la oligarquía criolla, que fue la encargada de crear este naciente Chile. Económicamente, el período se caracterizó por una política de diversificación productiva y comercio exterior basado en la exportación de materias primas, tal como ocurrió en toda América Latina. Hacia 1830, la zona de Concepción se consolidó sobre la base de un notable desarrollo económico y urbano, producto de la explotación de recursos naturales, principalmente trigo y carbón. Entre 1830 y 1860 se desarrollaron en torno a Concepción las ciudades de Tomé, Lota y Coronel. El primer molino mecánico del país se estableció en Tomé por esos años, llevando a la ciudad a un auge como sede molinera y del comercio de exportación, y convirtiéndola en el principal puerto cerealero exportador de Chile. Así, en 1858 llegó a ser declarada “puerto mayor” por el Congreso Nacional. Entre 1860 y 1900, la expansión de la minería salitrera del norte y el desarrollo ferroviario favorecieron el auge de los mercados del carbón radicados en el sur, lo que tuvo un decidido impacto en la expansión de las ciudades de la zona. A la vez, el incremento del consumo interno estimuló la creación de las primeras industrias, entre ellas la textil Bellavista en Tomé, nacida en 1865 de la reconversión del Molino Bellavista. También en Tomé se implantaron pequeñas industrias como jabonerías, curtiembres, vinicultura, cervecerías y gaseosas, entre otras. Estas actividades se sumaron a pequeñas explotaciones carboníferas y a la pesca artesanal y marisquería, que han sido constantes a lo largo de la historia de la localidad, sea como fuente principal de ingresos o como sustento en períodos de escasez y crisis económica. Entre 1900 y 1930, sin embargo, decayeron las exportaciones cerealeras en la región. La producción carbonífera impactaba de manera positiva solamente a Lota y Coronel, ciudades que funcionaron como enclaves de iniciativas y capitales extrarregionales. En este contexto, los esbozos previos de desarrollo industrial —como la industria textil en Tomé, la producción de loza y la refinería de azúcar en 38

Penco— fueron precedentes para el impulso industrial posterior, que tuvo alta incidencia en el desarrollo regional y urbano de Concepción. En cuanto a la trayectoria particular de Dichato en este período, sabemos que a la tradicional pesca y agricultura, se habrían sumado actividades extractivas de carbón, tanto en Coliumo como en Dichato. Estas empresas, sin embargo, no habrían tenido mayor relevancia en la zona, decayendo definitivamente frente al desarrollo minero en Lota y Coronel.19 De acuerdo con el estudio de Miranda sobre la comuna de Tomé, el interés por la explotación del carbón en la zona habría dado pie a que intereses privados vieran la forma de hacerse propietarios de terrenos. En estos intentos fue que se concretó la propiedad de tierras, mientras el primer registro de propiedad de terrenos se verifica hacia 1850: información del Conservador de Bienes Raíces registra a Daniel Vera (procurador de Valparaíso en conocimiento de leyes) como propietario legal de los fundos Dichato, Burca y Vegas de Itata (Rememorando Dichato, p. 33). Tal oportunismo significó para la familia Vera un lugar destacado en la historia local. De hecho, la avenida principal del pueblo lleva aún el nombre de este personaje. Daniel Vera habría repartido sus propiedades entre sus hijos, destinando el fundo Dichato a Casimiro Vera, quien se transformó en una figura relevante como autoridad y empresario del carbón, y también de la explotación de la piedra granítica que se usó para los rellenos del tendido ferroviario del ramal Rucapequén-Concepción. Otro de los hijos, Casimiro Vera, destacó en Dichato como un personaje 19 En 1856, Juan Mackay inició trabajos de explotación de carbón en la mina de Coliumo. Más tarde, en 1863, Francisco Chávez se unió con el ingeniero belga Eduardo Lemaitre y adquirieron los derechos mineros del fundo El Molino de Dichato, actividad que no prosperó. Entre 1912 y 1920 el fundo fue arrendado por Vicente Alberto Palacios. Posteriormente, Lautaro Rozas fundó la Sociedad Carbonífera Dichato Limitada, que compró los derechos de Pantaleón Reyes, Casimiro Vera, Fernando González y José María Henríquez. La actividad carbonífera en Dichato decayó después del terremoto de 1939, ante el surgimiento de las minas de Coronel y Lota. (Wikipedia, con base en Luis Andrés Jorquera, Tomé: Su historia y vida cotidiana, Tomo 3 [1979], pp. 223–226).

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aristocrático, poderoso patriarca, patriota nacionalista, dueño de tierras, explotador y empleador, que también habría colaborado con la creación de la primera escuela (E-427) y otras obras filantrópicas.20 En la actualidad, el sector conocido como Chacra Alicia lleva ese nombre en honor a Alicia Vera de la Fuente, hija de Casimiro. Actualmente sobreviviría don Miles Rivera Vera, hijo de Alicia Vera de la Fuente, “quien atiende la tradicional ferretería ubicada a un costado del Retén de Carabineros en la avenida que lleva el nombre de su bisabuelo” (Rememorando Dichato, p. 38). Es así que en torno al desarrollo de la región, y en particular de Tomé, se habría ido conformando Dichato. Hubo poblamientos espontáneos vinculados a la pesca y la relación con el mar, otros asociados a actividades de extracción de carbón y a los molinos cerealeros. Y así se fue asentando y creciendo el pueblo, o la “aldea” de Dichato, según las relaciones históricas. En Rememorando Dichato (p. 35), se recoge un párrafo de la Monografía geográfica e histórica de la Comuna de Tomé, de Rafael Miranda sobre este aspecto: Según lo deja evidenciado el “Diccionario Jeográfico de la República de Chile” desarrollado por Francisco Solano Astaburuaga Cienfuegos en el año 1899, Dichato ya es una “aldea del departamento de Coelemu con 360 habitantes. Está asentada sobre la ribera sudeste de la Bahía de Coliumo y cercana al norte del cerro Neuquén” (…). Posteriormente, en los años veinte el profesor Miranda describe a Dichato como un caserío que “(...) se levanta sobre una base arenosa, de formación de duna, pero que no es movible porque se ha cubierto de pasto. Las casas se han construido en dos fi las, a ambos lados del camino carretero que va a Vegas de Itata y Tomé, sirviéndole de única calle. Las casas son chicas, con murallas de adobe, barro y rama, techo de tejas. Son pocas las que tienen mayor comodidad y aspecto moderno, de casas de pueblo. Pero se está 20 “La escuela estuvo en funcionamiento hasta el devastador terremoto y maremoto ocurridos el año 1939, lo que motivó la construcción de un establecimiento educacional que fue usado hasta fines de los años ochenta. Esta edificación seguía la línea arquitectónica de las escuelas públicas tipo, construidas durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Posteriormente, en el año 1989, se finalizó la construcción del nuevo edificio para la escuela, ubicada en Av. Daniel Vera y colindante a la Junta de Vecinos” (Rememorando Dichato, p. 37).

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despertando el entusiasmo por la edificación confortable, motivado por la gran afluencia de veraneantes de Chillán y de otros pueblos grandes, durante los meses de Enero y Febrero”. (p. 57)

En este mismo período habría llegado el ramal ferrocarrilero Rucapequén‑Coelemu, que transformó el anterior ritmo de vida de Dichato. Aprobado en 1904 por la Cámara de Senadores, el proyecto recién fue concretado hacia el 1911, tras la presión del Comité Pro-Construcción del Ferrocarril, formado por vecinos de Tomé, que apremiaron a las autoridades a través de la prensa para conseguir que el proyecto se llevase a cabo. El ferrocarril abría una nueva ruta para los viajeros, pero además trajo trabajo y comercio a la zona, aumentando la actividad productiva y transformando la identidad de los dichatinos, quienes en adelante orientarían gran parte de sus actividades económicas al quehacer asociado al ferrocarril. El tren representaba y simbolizaba el progreso, la posibilidad de moverse, la libertad de ir y venir, de abrir espacio en la naturaleza, de conectarse con otras localidades y realidades. Era también la esperanza de un futuro mejor. Ya con la construcción de la línea del ferrocarril arribaron los primeros trabajadores que contribuyeron al crecimiento de Dichato, como relata la señora Juana Torres: “El túnel que hay acá era un cerro; en 1909 se vino esa cuadrilla a trabajar… como había trabajo, con el ferrocarril”. Prontamente familias de Concepción comenzaron a llegar los fines de semana y durante los veranos, pues veían en el pequeño poblado, con sus bellos paisajes y su reducida población, un espacio ideal para la recreación y el descanso. Así lo comentaba en 1927 el profesor Ramiro Troncoso, en su guía turística de la región:21 Un poco más al norte de Tomé se encuentra el hermoso caserío de Dichato, sobre la playa del mismo nombre, la cual, por sus excepcionales condiciones, está llamada a ser un concurrido balneario (…) frente a Dichato, en el punto denominado Los 21 Ramiro Troncoso, El turismo en la provincia de Concepción (Concepción: Sociedad Imprenta y Litografía Concepción, 1927).

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Morros, el mar, constantemente azotado por los vientos del noroeste, ofrece un espectáculo imponente. Hay hotel en Dichato a precios módicos. (p. 192)

El nuevo medio de transporte, el tren, intensificó en particular la relación de Dichato con Chillán, de donde comenzaron a llegar los primeros grupos numerosos de “veraneantes”, que otorgaron al pueblo su impronta como balneario vacacional. “Con ello comienzan a construirse las casas de veraneo que cambian un poco el paisaje rural y empobrecido que caracteriza la localidad hasta aquel entonces” (Rememorando Dichato, p. 35). Del ramal Rucapequén-Concepción solo quedan las huellas de la destruida línea ferroviaria, algunas fotografías, y la nostalgia de quienes hoy rememoran la época gloriosa del tren.

Crecimiento y desarrollo de Dichato, 1930–1960 República presidencialista y desarrollo de la industria nacional A este período, entre los años treinta y los sesenta, se remontan los recuerdos más antiguos que comparten algunos habitantes de Dichato. Si se puede hablar de una memoria colectiva viva, es la que retrocede hasta esas décadas. A nivel nacional, corresponden a la etapa de desarrollo industrial orientado a la sustitución de importaciones y, políticamente, a un naciente régimen presidencialista. Fue una etapa que se abrió con la depresión mundial de 1929, que impactó la economía chilena al terminar con el auge exportador. En esas circunstancias, el país encaminó sus esfuerzos al desarrollo industrial. Este impulso coronó en 1939 con la creación de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), bajo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, quien incentivó la formación de industrias nacionales como política de Estado. En Concepción este proceso se consolidó en 1950 con la creación de la Fundición Huachipato en Talcahuano, que 42

logró el autoabastecimiento nacional de acero. A la par del auge industrial, entre 1930 y 1960 se dio el mayor incremento de población en la zona, proceso marcadamente notorio en Tomé, localidad destacada en la época por su desarrollo industrial, particularmente en la industria textil. El auge productivo de Tomé en la década de los cincuenta se asoció a avances en el ámbito social, que se tradujeron en desarrollo educacional y también en la creación de poblaciones de obreros, policlínicas y sindicatos, todo ello como resultado de las demandas de los trabajadores que, a través de huelgas y presiones, fueron conquistando beneficios. Se trató de un proceso relacionado con la visión de Pedro Aguirre Cerda, personaje muy vinculado a la historia social y política de Concepción y Tomé: La política de habitación obrera no seguirá la tradición de construirla en barrios especiales, en los alrededores de las ciudades, acentuando así las diferencias sociales. En mi concepto, el empleado y el obrero deben vivir en el interior de las ciudades, en forma que tengan todos los beneficios de las escuelas y bibliotecas, de la luz y el agua potable, el alcantarillado, los transportes, de manera que la clase trabajadora se sienta como un componente social digno y respetable, como lo es todo ciudadano forjador de la riqueza pública. (Pedro Aguirre Cerda, Mensaje Presidencial del 21 de Mayo, 1939)

En este período, la zona sufrió un nuevo azote de la naturaleza: el terremoto de 1939, conocido como el terremoto de Chillán, que en particular para Dichato habría implicado el fin de la actividad carbonífera y otros procesos de reestructuración urbana. Desde otra perspectiva, este terremoto marcó, a escala nacional, la aprobación de la Ley 6634 del 24 de abril de 1939, que creó la Corfo y la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, esta última para auxiliar en forma inmediata a las provincias devastadas e impulsar su reconstrucción. Más tarde, en 1941, se dictaría la Ley 6640, que autorizaba al Presidente de la República para contratar en los bancos comerciales e instituciones de ahorro del país, préstamos destinados a construir viviendas populares, de preferencia en la zona afectada por el terremoto. 43

Además de la pesca, las empresas y el turismo Las actividades económicas en Dichato estuvieron tradicionalmente muy vinculadas a actividades extractivas —carbón, pesca, aserraderos, recolección de algas y cultivos en chacras para consumo local—, pero a partir de 1939, y sobre todo desde los años cincuenta, se dio un nuevo impulso a actividades económicas que marcaron la identidad turística de Dichato como balneario. De esta época, sin embargo, hay significativas remembranzas de lo que era la actividad hortícola: A mi mamá le gustaba el sembradío de la huerta; como le llaman ahora, los “huertos orgánicos”. Para ella no eran huertos cercados, todo lo iba haciendo tablones, abonando, sembrando. Sacaba un tablón de lechuga para entregarlo y tenía el otro listo para la otra semana, y así iba, mientras sacaba iba plantando al tiro. Yo trabajaba con la plantación de flores, con el clavel, el crisantemo, las reinas luisas, en el tiempo de las flores. (Eliana Bastías) Aquí esto se llenaba de papas; nosotros mismos sembrábamos y todo para allá, chacras. Los Osorio eran los dueños de aquí. Pero anduve con los campesinos en cosechas de papas por ahí, y no me quedé porque entendía poco, pero el campo es maravilloso. Para acá para el lado del fundo de los Osorio,

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trigo también, arvejas. También trilla a yegua. La trilla a yegua se hacía también allá. Claro, allá mismo armaban los montones de trigo y ahí trillaban. Si aquí antes había fundos. En los fundos había bosques, animales, siembras… había tanto bosque que tenías para un día entero para andar recorriendo. (Jorge Andrade) Cuando la gente se iba en marzo, yo me ponía a picar la tierra, plantaba dos kilos de habas y tres kilos de arvejas en el sitio y con eso me daba vuelta, plantaba de todo un poco (…). Me gustaba, porque tenía tantos arbolitos… frutales, duraznos, ciruelos, paltos, nísperos, duraznos, un manzanal que estaba en el sitio. (Mario Bernal) Después empecé a trabajar. Cuando estaba bueno el tiempo, sacaba pelillos y materiales, después me iba y sacaba achicorias. La apilábamos, sacábamos hartos sacos y después la reuníamos y venía el comprador y la vendíamos. (Vitalia Parra)

Con el desarrollo del turismo, se fueron creando espacios dedicados exclusivamente a las celebraciones y a la recreación: los hoteles y restaurantes en el borde costero. Se recuerda de este período, cercano a la década de los cincuenta, junto a la construcción de las primeras casas de veraneo, la de los primeros negocios y modernos hoteles: el Hotel Dichato, el Hotel Playa, el Hotel Montecristo, y otros que, junto a negocios como el Ranchito Criollo, fueron fuente de trabajo para la población entrante. También llegué de empleada en un hotel, el Hotel Santa Elena, de Elena Carrasco; ahí estuve un tiempo, solo la temporada. Se trabaja así. (Vitalia Parra)

Los hoteles fueron transformando la fisonomía de Dichato, subrayando la diferencia entre los espacios habitados por dichatinos y los destinados a los turistas. El Montecristo estaba al lado del centro, en toda la bocacalle que viene de la playa hacia acá, al centro. Ese era un hotel muy famoso, ahí donde venía la gente rica; había unos salones grandes de baile y todas esas cosas, para la gente veraneante no más… En esa esquina donde no hay casas, que también se fue abajo, en esa parte estaba el teatro; acá había una discoteca que se llamaba La Piojera… tocaban puras guarachas, esas cosas de antes, puros corridos… (María González). 45

En este período de auge turístico se dio por terminada la actividad carbonífera en Dichato, pero destaca la aparición de industrias como la Empresa Pesquera Austral (EPA), que duró hasta 1960, cuando el terremoto de ese año destruyó las embarcaciones e infraestructura. Los dichatinos también mencionan una fábrica de cal y aserraderos, Menque y Madesal, en torno a la cual se formó un poblado cercano a Dichato: “Dichato era chico, pero el gran pueblo era Madesal; tenía posta y escuela, vivía más gente que en Dichato”. Uno de los principales recuerdos de los dichatinos de la época se refiere al intercambio comercial en torno al tren, que permitía la comercialización de productos y, además, el turismo, en el cual Chillán era el protagonista indiscutido: “Chillán dio como el vamos al Dichato turístico”. 46

Don Mario Bernal retrata la vitalidad que la llegada del ferrocarril dio a Dichato: El ramal trae todo el veraneante a Dichato y, junto a esto, todo lo asociado a una buena atención: que el pan amasado, el pollo asado, huevos cocidos, todo eso se consumía; todos los bolichitos vendían, viejitas que hacían pan amasado andaban por la playa con un canastito vendiendo. Porque el tren venía y daba la vuelta por Litril y de ahí se metía en la estación; después se iba para arriba hasta el túnel y de ahí para Menque, Coelemu… el tren venía de Concepción. Eran como tres carritos, era un tren chiquito, porque tenía una subida más o menos pronunciada; al ponerle más carros, el tren se iba para atrás.

Con el tren llegó el comercio a mayor escala, el turismo de manera creciente y, junto con ello, el conocimiento de otras formas de vida, otras culturas, y un fuerte proceso de integración al modelo desarrollista que dominaba la vida política de esos tiempos. Pero, principalmente, el tren era parte fundamental de la vida cotidiana de la gente, el punto de encuentro en que se tejían las relaciones comerciales, y también las sociales y familiares. El tren que salía de Chillán llegaba acá a Dichato entre las doce y la una. De allá para acá era más carreta, porque venía de subida; de aquí para allá se iba más rápido. Nos bajábamos a robar uva, membrillos; a veces no había para qué robar, porque el tren en la noche venía cargado de fruta… para el tiempo de las cerezas, era sacar no más. Era tan buena la gente de campo que mi mamá le regalaba pescado a la gente conocida, y en la tarde le tenían sus canastos con cerezas, sus gallinas cocidas, su garrafa de vino. (Juana Torres)

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La construcción de una comunidad Para la señora Juana Torres, los recuerdos de Dichato no comienzan con sus vivencias personales, sino mucho antes. Sus recuerdos están anclados en la experiencia de sus abuelos y padres, que llegaron a principios del siglo XX desde localidades aledañas en busca de trabajo y de un lugar para vivir. Sus vicisitudes le fueron transmitidas a través de los relatos de sus abuelos, narraciones con las que creció y que ayudaron a configurar su identidad y su sentimiento de pertenencia a esta tierra. Hoy se ha propuesto la misión de contar esas historias a otros, como una manera de perpetuar la memoria que guardan. Dichato era una parte de casitas por aquí, otras por allá, casitas de barro. La gente iba a buscar a los cerros varillitas de cualquier árbol y hacían ellos una quincha, y a la quincha le colocaban paja con barro y le tiraban esos palitos para afirmar las paredes… Después empezaron a hacer el adobe, formaban el barro y lo ponían en unos moldes de madera y se hacía el adobe. Así se empezó a construir Dichato.

Ya desde los comienzos, tal como se señala en estos relatos, la identidad de los dichatinos se configuró de cara al mar y en relación con otras localidades de la región del Biobío, pequeños pueblos o sectores desde donde llegaban familias a establecerse en la bahía de Dichato, o con ciudades como Tomé y Concepción, con las que existía una relación de dependencia política y económica y que nutrieron de población a Dichato. Yo llegué con una abuelita aquí, porque nosotros vivíamos en Tomé. Después estaba mala la situación allá y nos vinimos para acá. Yo no conocí a mi mamá, ella murió en el terremoto del año 39; yo tenía como dos años y me vine con mi abuelita y ahí llegué a Dichato. (Eliana Bastías)

La naturaleza generosa de la zona permitió el desarrollo de una economía de subsistencia, como también la formación y desarrollo de asentamientos que lentamente fueron poblando los terrenos aledaños a la bahía. 48

La señora María González recuerda a su esposo, fallecido hace un tiempo. Él era pescador, nacido y criado en Dichato, mientras ella había llegado al pueblo en 1953, a los dos años, con sus abuelos. Una vida dura, y en total once hijos, que pudieron ser más, porque algunos fallecieron. Se conocieron en una fiesta familiar, que en ese tiempo se hacían a la luz de las velas y con guitarreos. Al casarse, ella tenía quince años y él, veintiuno. Vivieron con el abuelo de doña María, de allegados. Su marido mariscaba desde muy temprano en su bote. Cuenta que el tren era muy importante para las familias de Dichato, no solo para ir a comprar a Tomé, sino para vender los mariscos que sacaban. De esta manera fue que, lentamente, estas familias fueron instalándose y transformando su entorno para hacer de Dichato un lugar habitable. Como nos cuenta la señora María: En ese tiempo no había luz en Dichato y después llegó, pero un ratito no más. Había solamente el tren de once de la mañana y subía a las seis de la tarde; no teníamos ninguna locomoción más y había muy pocas casas. No había negocios, solamente dos negocios chiquititos.

A partir de prácticas de instalación, subsistencia y convivencia comunitaria, familiar, en este período se comenzaron a desarrollar formas de poblar solidarias y organizadas, que dieron pie a los posteriores procesos de “operaciones sitio” y tomas de terreno organizadas. Al mismo tiempo, paulatinamente se desarrollaron procesos de urbanización: fue llegando la luz, primero en algunas casas y locales de la Avenida Daniel Vera; de esta época se recuerda también el Teatro Colón, así como los primeros personajes del pueblo y prestadores de servicios: el primer “doctor”, el primer cartero, el primer maletero, y así con otros. Todavía, sin embargo, el aspecto de la localidad era precario: Antes Dichato era pobre: una calle con casitas de totora, eran poquitas casas y la orilla de la playa llena de chochos. No existía playa. (…) Era feo, pura tierra, arena, todo pelado. (Taller de Memoria, Campamento El Molino, septiembre de 2010)

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Pero ya en esa época podía observarse cómo el lugar se iba poblando y creciendo: Dichato empezó cerro arriba, y después la gente de Chillán comenzó a comprar casas en la playa: casas de adobe, “maravillosas casas” de “gente pudiente”, de Chillán y de empresarios de Concepción. Llegaban haciéndose los lesos, porque como acá había tanto banco, aserradero, se quedaban y después no se iban más; se armaban de sitio y así seguía la familia y algunos aprendieron a pescar y había que prestarles el bote y salir con ellos a pescar. (Mario Bernal)

Identidad en Dichato: el mar y sus huellas Probablemente todas las familias de Dichato han estado vinculadas, directa o indirectamente, a la pesca o a la recolección y preparación de mariscos, pues incluso quienes no han estado dedicados a estos quehaceres, comparten el mar

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como un elemento natural que otorga identidad, un horizonte cotidiano que observar y, en ocasiones, un peligroso enemigo. El mar, como recurso natural, aportó tanto a la sobrevivencia como a la generación de empleo. También otorgó contenidos a la cultura del pueblo a través de los saberes acumulados y del traspaso de conocimientos, de generación en generación, acerca del arte de la pesca y sus secretos. Es reconocido por todos que Dichato ha ofrecido un mar fértil, haciendo posible un desarrollo significativo en diversas modalidades de recolección y pesca: con redes, con anzuelos o submarina, formas que fue posible desarrollar gracias al volumen y a la diversidad de especies marinas brindadas por el generoso mar. Había harto marisco… el congrio, la pescada. En pleno verano varaba la pescada, llegaba la ola y tiraba la pescada viva. Esa pescada se recogía, se partía y se colocaba en los alambres de púa para secarla, y cuando ya venía el tiempo de invierno, tiempo que ya estaba seca, se sacaba y se vendía por fardos de veinticinco, de cincuenta y de cien pescadas. (Juana Torres)

Don Jorge Andrade comparte esa visión: Había tanto pescado, en la noche la playa botaba tanto, que los mismos veraneantes venían con canasto a buscar… [Eso fue] antes de que llegaran los barcos extranjeros y la pesca de arrastre. Cuando ellos llegaron, se fue acabando de a poco.

Si bien una parte de la producción pesquera era enviada a Chillán y Concepción, también eran muchos los pescadores que ofrecían sus productos en los mismos botes, cuestión que generó un mercado interno y venta de productos directos al consumidor. Otra especie abundante en la costa de Dichato era la sierra, sobre cuya faena relata don Guillermo Andrade Mora, pescador, quien aprendió el oficio desde niño, mientras acompañaba y observaba a su padre: Llegaba la gente y preguntaba, ¿tiene sierra? Nosotros se la echábamos en una cajita y se la entregábamos. A la gente le gustaba, porque nosotros vendíamos la sierra recién sacada 51

del mar. Bajábamos la vela, sacábamos el timón y movíamos el bote hacia la orilla (…) y ahí la gente se acercaba y compraba sierra, corvinas. Después se fue acabando de a poco; la pesca se ha ido terminando con la llegada de los barcos pesqueros.

El trabajo en el mar —o en torno a lo que el mar ofrecía— no estaba restringido a los pescadores hombres. Las mujeres también participaban recolectando mariscos u otros productos, como el pelillo, y muchas comercializaban los productos en la estación del tren o lo llevaban a las ciudades cercanas. Así lo narra doña Vitalia Parra: Algunas vendían pescado al tren. Iban a vender allá la pancorita, el luche, otras embarcaban los productos para Chillán. La señora Anita Corela compraba la pancora, la cocía y la mandaba. Cuando se podía, como en agosto, nosotros recogíamos pelillos y el viento lo secaba y lo vendíamos también.

Cada uno de estos oficios es reservorio de un cúmulo de conocimientos que han sido traspasados a través de generaciones y que dan cuenta de un saber antiguo y colectivo, construido no solo por individuos, sino por toda una comunidad atenta a crear soluciones a los desafíos de la vida cotidiana. Frente a la naturaleza y a la necesidad de crear condiciones para la existencia humana, se alza la creatividad y la colaboración. Es lo que relata don Guillermo al recordar cómo enfrentaban el problema de no tener cuerdas de plástico y explicar la técnica para la pesca: Se compraba una madeja de cordón de lienza, parecido al cáñamo, y se torcía. Mi papá hacía las amarras para el bote, lindas, gruesas; él mismo preparaba todo, yo miraba y aprendía. Se utilizaba una espinela grande de cobre o bronce; echábamos sus cuatro, cinco lienzas; cada lienza tenía una plumada de distintos colores, un bronce, un blanco, cobre de una chispa. En un rato, uno solo podía agarrar unas treinta, cuarenta, cincuenta sierras. Cada uno trabajaba con su material, pero después nos dividíamos por igual. Limpiábamos la sierra y llegábamos aquí a la orilla con los pescados limpios. Venían camiones a comprar desde Talcahuano.

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Consolidación y cambios en la comunidad, 1960–1973 Antes Dichato era un pueblo chico… después se juntó más gente, se hizo más grande.

El período de consolidación y cambios en la comunidad se inició con el terremoto de 1960, el cual coincidió con una crisis económica que impactó de manera especial a Tomé: el agotado mercado interno limitaba el desarrollo industrial, mientras se estimulaba el desarrollo de otro tipo de industrias, asociadas a Concepción y Talcahuano. De esta forma, estas ciudades fueron consolidando su carácter industrial, paralelo a su crecimiento urbano, lo que llevó a que se concentraran en ellas oportunidades y servicios: Talcahuano como núcleo portuario-industrial, Concepción como centro direccional. Penco, Chiguayante, San Pedro, se conformaron como espacios residenciales, mientras Tomé, Lota y Coronel constituían una periferia con bases económicas en decadencia y cada vez más subordinados al centro.

Reformas sociales, promoción popular y tomas de terreno En el ámbito de las políticas públicas, este período corresponde a los gobiernos de Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende, durante los cuales tuvieron lugar los procesos de reforma agraria. En otra área, el gobierno de Frei Montalva (1964–1970) desarrolló una política de promoción popular orientada al mejoramiento de las condiciones de vida de los más pobres y al desarrollo de organizaciones sociales. En materia de vivienda, se creó en 1965 el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Hubo medidas para solucionar el déficit habitacional a través del fomento del ahorro popular, el apoyo a la formación de cooperativas de vivienda y el apoyo financiero a las mismas. Se construyeron muchas poblaciones mediante la denominada “operación sitio”, que consideraba la organización comunitaria y la autoconstrucción. 53

Durante este período y en los años del gobierno de la Unidad Popular (1970–1973), en todo el país proliferaron las tomas organizadas, desplegadas como herramienta de lucha por el derecho a la tierra y a la vivienda. En lo que dice relación con la región a la que está ligado Dichato, a un mes de asumido Salvador Allende se estatizó la Fábrica Nacional de Paños Bellavista, ubicada en Tomé; las industrias absorbían la cesantía y los trabajadores participaban activamente en la gestión de las empresas.

Pesca, forestales y comercio en torno al turismo Durante este período, 1960–1973, en Dichato se desarrollaban actividades de pesca artesanal, marisquería, horticultura. Estaban también las empresas forestales, y aserraderos como Menque y la Barraca Arrau, que tanto empleaban como atraían población a Dichato.

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Junto a esas actividades productivas, el comercio y el turismo continuaron expandiéndose en torno al tren. Se comercializaba productos, y al volverse los precios más asequibles para una mayor cantidad de personas, a los tradicionales veraneantes provenientes de Concepción y Chillán comenzaron a sumarse los venidos de otras ciudades del norte, como Talca, Rancagua y Santiago. Para atenderlos se abrían nuevos negocios y locales comerciales, como residenciales y restaurantes.

El desafío de la vivienda: tomas de terreno y nuevas poblaciones Don Mario Bernal, que arribó a Dichato en 1967, cuenta cómo a principios de los años setenta había un claro problema de vivienda en la localidad: A fines de los sesenta y comienzos de los setenta había harta gente con dificultad en la población de abajo, muchos allegados. Es por eso que se hizo la toma. El alcalde de la época puso a disposición una pala mecánica para emparejar un terreno que estaba abandonado. Cuando estaba todo limpio, aparecieron todos los problemas. Antes nunca nadie había mirado ese lugar.

La situación habitacional se hizo problemática tanto por el incremento de la población, como por la forma de buscar solución al déficit de vivienda. Históricamente, los dichatinos habían resuelto sus dificultades habitacionales de manera colectiva, sobre la base de lazos solidarios entre familiares o de ayuda mutua: a alguien le faltaba terreno, el vecino le prestaba. Pero ya en los años setenta, la vivienda comenzó a transformarse en un problema que, en distintos sentidos, enfrentaba a los vecinos. Si por un lado se vivía un conflicto entre los dichatinos que llevaban más años viviendo en el lugar y los que habían llegado hacía poco, atraídos por las posibilidades de trabajo, por otro se enfrentaban distintas posiciones políticas: estaban quienes optaban por buscar una salida a sus carencias en el marco de la institucionalidad, y también aquellos que pensaban que, por sobre lo legal, debían primar los intereses sociales. 55

Esta tensión, desplegada a escala local, coincidió con el momento político que atravesaba el país: en 1964 había sido elegido presidente el democratacristiano Eduardo Frei Montalva, que implementó diversas reformas estructurales orientadas a dar solución a los problemas sociales más graves vividos por los chilenos. No obstante, al no darse cumplimiento a las expectativas generadas y debido al avance del movimiento popular, en la elecciones de 1970 lo sucedió Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular (UP). Con el triunfo de la UP se radicalizó el proceso de tomas de terreno que había comenzado en 1957, llegando a hablarse de una toma diaria en marzo de 1971.22 Dichato no estuvo alejado de este fenómeno de escala nacional, como cuenta un vecino: Me gustó mucho Dichato. Justo en las épocas políticas, a mí me llegaron mucho los discursos de Salvador Allende y de otros políticos famosos, como Miguel Enríquez, que son personajes dentro de la historia. Hay un cambio importante; ya a mediados de los sesenta, los partidos políticos se acercan a los campesinos para la formación de organización. Se dio un cambio fuerte, donde todos opinaban y querían participar.

Ese afán de participación se vio alimentado en parte por la extremada precariedad de la existencia en Dichato, puesto que se había llegado a tener conciencia de que tener voz y voto en las decisiones era un camino para mejorar las condiciones de vida de la población: mientras peores eran las condiciones de vida, mayor era la necesidad de participar para incidir en su mejoría. De esta situación de carencias da cuenta Omar Cuevas: A ver, voy a hacer un poco de historia. Dichato antes de los setenta era como todos los pueblos: era bien pobre, los campesinos pobrísimos. Los habitantes de Dichato en esa época eran toda gente que andaba a patita pelá, iban a la escuela… descalzos, descalzos.

22 Véase Mario Garcés, Tomando su sitio (Santiago: LOM, 2005).

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Don Mario Bernal se refiere a lo mismo: Empecemos porque la escuela era un criadero de murciélagos y los cabros no se podían resfriar, porque si estornudaban se caía una ventana. Vieja, vieja la escuela.

Otro vecino explica el proceso de conflicto en torno al problema de la vivienda y del poblamiento: Dichato era bien pequeño en el año 68, y crece con la migración de la gente de las forestales. A través de las tomas de terreno comienza a poblarse Dichato, a pesar de lo que dijeran los que habían sido “dueños de Dichato”, entre comillas — porque Dichato no tenía dueño más que alguna persona que dijo “yo soy dueño” y era abogado. Él empezó a inscribir algunos terrenos y después los comenzó a vender, pero a precios bajos, y otros que la gente se tomó y hubo que pagarlos; en esa época, pagar a la Corvi. 57

Frente a los vaivenes en torno a la propiedad de la tierra, muchas veces opuestos al derecho a tener una vivienda, no bastó la solidaridad ni la vida comunitaria para llegar a acuerdos. De hecho, el conflicto que allí se generaba significó muchos desacuerdos entre los vecinos. Para solucionarlos, fue necesario dar un paso desde lo comunitario hacia lo organizacional, pero ello no significó la pérdida del sentido de solidaridad que cultivaban las relaciones colectivas. Como cuenta la señora María, la solidaridad podía percibirse desde el momento en que se llevaba a cabo la toma: En la mañana, don Armando, un vecino, le dijo a mi esposo: “Don Guille, queda un sitio, por qué no se queda con nosotros”. Y él me fue a avisar a mí, yo le dije “sí, aquí me quedo”. Nos entregaron un sitio que después lo urbanizaron y nos quedamos. Esto fue en el 72, porque estaba Allende, y después vino el golpe.

Fue así como en este período se realizó la toma de la Población Tohá, así llamada entonces en honor a José Tohá, ministro del Interior de Salvador Allende y oriundo de la zona. Según algunos testimonios, “tenía casa en la playa y él estuvo con nosotros ayudándonos, cooperándonos para la toma”. Parte de la playa, parte detrás de la escuela, todo eso fue la toma; parte de la posta también fue toma. Esa población se llamó José Tohá en honor al ministro José Tohá, y la otra que está un poco más acá, la Paula Jara Quemada. La otra que también tiene un nombre de mujer [Javiera Carrera], es la que está para el lado de la playa. (Omar Cuevas)

Identidad: un pueblo organizado, cultural y turístico En la memoria de la gente está el período de las tomas de terreno organizadas y el reconocimiento a dirigentes dichatinos, como los Torres y los Andrade. Se recuerda que Allende visitó Dichato como candidato y como presidente, y que había una sensación de que “era fácil ser allendista”, porque la mayoría de la gente se identificaba con las demandas populares: 58

Vivieron esta época, como jóvenes, muchos dichatinos que hoy recuerdan las distintas celebraciones que allí se realizaban, de Fiestas Patrias, de San Pedro, la Semana Dichatina con carros alegóricos, elecciones de reina, Noche Veneciana. El pueblo también atrajo artistas de afuera, como los Ángeles Negros, y fue cuna de artistas locales. Se recuerdan con nostalgia las noches de carpas en la playa, fogatas y guitarreo, la convivencia con los veraneantes y la agitada vida social de la época. Como siempre, dinámicas en torno al tren: “la estación era como la plaza del pueblo”. Con el tren, aquí los fines de semana se llenaba de gente la playa en verano. En las playas se hacían ramadas para los veraneantes —que llamábamos nosotros—, porque para nosotros, cuando venían los veraneantes eran los “jay”… Nosotros éramos gente pobre y somos todavía pobres. Entonces, ellos venían de otra forma, sus lindos trajes de baño, y nosotros nos escondíamos. Los veraneantes hablaban bien ellos; nosotros los veíamos como superiores, porque nosotros éramos un pueblo pobre y la gente pobre… “pobre pero limpia”, como decía mi madre: “Hijos, nunca dejen de ser limpios, porque la pobreza es una cosa y la limpieza otra cosa”. (Juana Torres)

Efectivamente, la convivencia con el turista implicaba particulares relaciones sociales entre “lugareños” y “afuerinos”. Como relata la señora Juana, “ellos venían de otra forma”, con vestimenta y actitudes propias, lo que generaba una clara distinción en relación con los dichatinos, una marca de su diferente situación social y económica. Varios de los relatos recopilados señalan que uno de los elementos que más llamó la atención a los dichatinos fue la ropa que utilizaban los turistas, sus trajes de baño, sus jeans o zapatillas. Lo que pasa es que antes eran los veraneantes, y nosotros éramos nosotros no más. Antes (…) solo los veraneantes andaban con blue jeans. Los veraneantes eran un grupo y los de Dichato, otro. Éramos bien diferentes.

No obstante esta sensación de confrontación y distancia generada a partir del aumento del turismo en la zona y de la diferenciación entre “afuerinos” y “lugareños”, también se crearon relaciones que perduraban en el tiempo y que 59

son recordadas por algunos habitantes como experiencias positivas y significativas para sus vidas. Después, los veraneantes empezaron a comprar y hacer sus casas. También ellos empezaron a arrendar casas. De hecho, mi suegra arrendaba la casa pelada; ella se iba para atrás a un cuartito que tenía. Así se arrendaba ante y nosotros trabajábamos.

Por ejemplo, hay testimonios que relatan cómo algunos de los visitantes traían obsequios y ayuda a las familias de Dichato, por lo que su presencia era ansiosamente esperada durante el año: “Nosotros deseábamos que llegara luego el verano, porque nos traían fruta, a veces nos traían un par de zapatos, otras nos traían ropa regalada de ellos, y también teníamos más trabajo…”.

El golpe y la dictadura militar: transformaciones sociales, económicas y políticas, 1973–1989 Instauración del neoliberalismo y represión El 11 de septiembre de 1973 marcó un cambio radical en la vida de todo el territorio nacional. En todo lo que duró la dictadura militar, se fue instalando el modelo de desarrollo neoliberal que hasta hoy perdura, caracterizado por la reducción del rol del Estado como garante de derechos sociales. El Estado pasó a actuar como facilitador del mercado, favoreciendo el desarrollo de las empresas privadas, con acento en el mercado exportador y una inversión extranjera cada vez más asociada a capitales transnacionales. Hasta 1981 se dio un proceso de desmantelamiento del aparato industrial nacional, mientras las privatizaciones, la apertura comercial y la liberalización financiera llevaron a una concentración de la propiedad en beneficio de grupos económicos. Llegando a 1982, la crisis internacional provocó en Chile una gran recesión seguida de protestas populares, abatidas a sangre y fuego en los tres años siguientes. Ello 60

mientras se aplicaba violentas políticas de reducción del gasto público social, que afectaron a los chilenos en las áreas de salud, educación, vivienda y seguridad social. En Concepción, las transformaciones económicas impactaron expandiendo las actividades industriales asociadas a capitales transnacionales, como las forestales, pesqueras, petroquímica y siderúrgica‑metalmecánica. En Tomé, en tanto, las industrias textiles nacionales sucumbieron a las reglas de mercado, no pudiendo competir con los bajos precios de China e India. Así, las textiles FIAP (Fábrica Ítalo-Americana de Paños) y Oveja Tomé quebraron durante la dictadura y solo Paños Bellavista siguió en pie. La declinación económica en los años ochenta produjo deterioro urbano y aumentó notablemente la cesantía en esta localidad.

La llegada de la pesca industrial y la decadencia turística En este período, la pesca artesanal y la comercialización local de productos del mar en la caleta y puestos de pescado comenzaron a verse afectadas por una creciente actividad pesquera industrial en la zona, que mermó la variedad y abundancia de especies en Dichato. El trabajo de la pesca es un trabajo súper sacrificado y peligroso. Antes dejaba plata; ahora se trabaja mucho, porque hay menos pescados. [Eso era] antes de que llegaran los barcos de los extranjeros. Cuando ellos llegaron, se fue acabando de a poco. (Mario Bernal)

Por otro lado, el ferrocarril, como medio de transporte construido, desarrollado y gestionado por el Estado, entró con crisis en el nuevo modelo. Aparecieron las primeras empresas de buses, privadas, que poco a poco fueron desplazando el tren hasta el cierre total del servicio del ramal Rucapequén-Concepción, y más tarde incluso del tren a Concepción. Al cruzar la mitad del siglo veinte, Dichato sería escenario de nuevas transformaciones y conflictos, que sus habitan61

tes han comprendido de distinta manera. ¿Cómo entender la identidad de Dichato sin el tren, sin la abundancia del mar? ¿Sobre qué pivotes reafirmarse, cómo identificar los guijarros que les mostrarían el camino de regreso a casa cuando el tiempo empeorara? Este proceso de transformación y segregación caló hondo en la población que fundó la Bahía de Dichato. Cambió su modo de vida y se contrapone con la vivencia de comunidad que se había gestado en décadas anteriores, cuando el mar no era simplemente un lugar de balneario, sino la posibilidad de construir una vida en familia, una manera de habitar y existir. La señora Juana es enfática: Mire, nosotros aquí en Dichato tenemos dos cosas muy dolorosas; al menos a mí me llega y a todos nosotros los dichatinos nos llega: por un lado, la privatización y el retiro del tren a mediados de los ochenta, y ahora el maremoto. En el año 39 y en el año 60 también tuvimos terremoto; en ese tiempo no había tanta gente viviendo por acá y por eso no se notó mucho; no fue como esto que nos pasó ahora.

A principios de la década de los ochenta, el Estado redujo su gasto público a través de la privatización de muchos de los servicios que, hasta entonces, estaban a cargo del fisco. Uno de ellos fue ferrocarriles, que además debía competir con las nuevas empresas de autobuses que recorrían las carreteras del sur, y también con la masificación del uso de automóviles particulares. Fue así como en esos años comenzó el proceso de cancelación de algunos de los recorridos del ferrocarril, para lo cual se dio como razón que los gastos generados por el servicio eran muy superiores a sus ganancias allí donde el flujo de pasajeros era reducido. Ese fue el destino que le tocó a la estación de Dichato. Para no pocos vecinos, esta decisión se debió a los intereses económicos de algunas autoridades y a la falta de voluntad política por mantener un servicio tan importante para algunas localidades: ¿Cuándo dejó de correr? Cuando un gobierno, un mal gobierno, dijo “no es rentable”. Y desgraciadamente, por qué: parece que había intereses creados y empezaron a llegar micritos, y de ahí compitió la locomoción colectiva con el tren. En Quintero 62

pasó algo similar: teníamos un trencito, Santiago‑Valparaíso, pero pasaba por Ochoa, El Vergel, La Calera, Quillota, San Pedro. En San Pedro salía el ramal con dos carritos a Quintero, y también dijeron que no era rentable y desapareció.23

El término de la red ferroviaria efectivamente era un proceso que estaba ocurriendo en todo el país, paralelo a la privatización del servicio de transporte, bajo el postulado de que no era rentable y que las empresas privadas manejan mejor los servicios que el Estado. Es así como redes de buses comenzaron a monopolizar los viajes en todo el país, llegando a controlar las tarifas, subiéndolas en las fechas de mayor demanda sin un criterio de servicio público, tan diferentes a lo que eran los viajes en tren, verdaderas serpentinas colectivas en donde se vivía la sociabilidad y la cultura popular.24 Don Manuel Campos, más conocido como tío Arístides, el último jefe de la Estación Dichato, narra lo que significó el cierre de la estación: Llegábamos a vender ochocientos o novecientos pasajes los fines de semana, era de locos… de las 7 de la mañana hasta generalmente las 21 horas… En 1979 llegué yo y el 85 lo cerraron; o sea, el 83 se cerró para pasajeros y del 83 al 85 se abría los fines de semana para atender público, no más, y el resto de la semana salía a darles descanso a otros colegas. Pero el 85 fue definitivo, ahí ya se cerró definitiva la Estación… Era una muerte anunciada. Todas las medidas que se tomaron fueron, según la impresión mía, para terminar con ferrocarriles, para dañarlo de alguna manera; no se explica que trenes de calidad, de prestigio, que andaban siempre con su capacidad colmada, hayan terminado cerrando. Uno se pregunta por qué…25 23 Otro testimonio señala lo mismo: “Había tren, si antes la fruta llegaba en tren acá, de los que tienen campos… De Quinchamalí, Guarilihue, Coelemu, de todas esas partes venían en tren a vender la fruta… Por el otro lado, ya no hay líneas. Allá las sacaron todas. Llegaban arriba, en unos pinos solos en la playa, ahí llegaban los trenes, y después se iban para allá y llegaba hasta Chillán”. 24 Sobre el desmantelamiento de las redes ferroviarias en Chile, véase Ian Thomson N., La competencia entre la carretera y el ferrocarril en Chile: una perspectiva histórica (Santiago: Ferronor, 2008). 25 Entrevista realizada por Alexis Álvarez en 2004, disponible en http:// www.youtube.com/watch?v=rsqpMkFXy3A

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Sin duda, el cierre de la Estación Dichato perdura como una dolorosa cicatriz en la memoria del pueblo. La sencilla pregunta de don Manuel —¿por qué?— seguramente ha echado raíces en cada uno de los vecinos. Las huellas del ferrocarril plantean en la actualidad inquietudes respecto a la relación de las políticas públicas con las personas, así como la capacidad de la gente de enfrentar decisiones que hieren en lo más profundo su identidad económica y cultural. Como señala la señora Juana, el fin del paso del ferrocarril fue uno de los más terribles terremotos sufridos en Dichato, que remeció a cada uno de sus habitantes. ¿Cómo habrá sido enfrentar el cierre de la Estación? ¿Hacia dónde reorientar el trabajo de las familias, que desde hacía décadas articulaban sus ingresos y sus actividades cotidianas con el paso del tren? Más que un complemento de la actividad turística, el ferrocarril marcaba la hora y el ritmo de vida de los dichatinos y también de muchos habitantes de otras localidades que viajaban frecuentemente a este balneario. Quizá por eso, cuando buscamos fotografías de Dichato, las primeras que aparecieron fueron instantáneas del tren, reminiscencias de los ansiados viajes de veraneo, cuando familias enteras se desplazaban con camas y petacas hacia la costa, compartiendo sus vidas y alegrías. Alegría común a lugareños y forasteros, que se encontraban, periódicamente, alrededor de los vagones y ruedas metálicas del ferrocarril.

Transformaciones territoriales en Dichato: represión y cambio de nombres de poblaciones En Dichato en particular, el golpe militar tuvo efectos también en el territorio. La represión se ejerció en contra de los dirigentes, se desarticuló la organización social y, paralelamente, se reestructuraron las poblaciones, que se vieron sometidas a las instrucciones de la autoridad ilegítima, mientras el miedo silenciaba el anterior curso del proceso de poblamiento. En efecto, con posterioridad al golpe militar de 1973, el nombre de la Población José Tohá tuvo que ser cambiado 64

por el de La Posta. Lo mismo debió hacerse en el caso de la Población Salvador Allende, que pasó a llamarse Jorge Montt; y la calle Luis Emilio Recabarren, nombrada Modelo, todo ello por disposición de los militares y miedo a las represalias. Este episodio se inscribe entre las páginas amargas de la historia de Dichato, sobre todo en la medida en que la comunidad debió enfrentar la persecución y encarcelamiento de algunos de sus habitantes, como bien señala uno de los entrevistados: Acá en Dichato hay alrededor de unos ocho ex presos políticos; dentro de ese grupito estoy yo, como el más joven… Bueno, yo aplaudía porque pensaba que había burlado a la dictadura e iba a salir triunfante, y en el año 86 me detiene un grupo de civiles en Concepción y ahí se me acabó mi felicidad, yo viviendo aquí en Dichato. Estuve en Chacabuco, en la cárcel de Los Ángeles y Concepción. Había grupos grandes ahí, así que en la cárcel no había muchos problemas. No había muchos problemas en esa época; relacionarse con los presos comunes no era como en la actualidad… Estaban los presos políticos, que eran numerosos adentro. Alguien de un hecho común no se iba a atrever a meterse con un grupo de cuarenta, cincuenta, sesenta personas.

Pese a la experiencia dolorosa que fue el golpe, que sin duda resquebrajó muchas de las confianzas y voluntad de participación de los dichatinos, también pudo transformarse en solidaridad durante la dictadura. En esa época, cuando una crisis económica azotó al país entero, los lazos de solidaridad y ayuda aprendidos durante décadas anteriores dieron la posibilidad a muchas familias de mejorar sus condiciones de vida, y ello pese al miedo existente en el ambiente. Así lo relata Omar Cuevas: La gente en plena dictadura era muy solidaria, porque estaba un sentimiento de que era fácil ser izquierdista o ser allendista. Había como una suerte de “chuta, a mí me gusta Allende y punto”. Había gente que no era de ningún partido político, no era más que una simpatía. Entonces también esa gente sufrió mucho, porque por haber sentido simpatía también fue castigada.

La dictadura como castigo fue una sensación percibida 65

no solo por quienes militaban en partidos políticos o tenían una estrecha participación política, sino por toda la comunidad, puesto que fue en esta época que el Estado dejó de proteger a los productores nacionales, cuando le arrebató a las familias su protección en materias como salud, previsión y educación, instalándose además el individualismo como valor que ordenaba la sociedad.

Nuevo auge del turismo, 1990–2010 El retorno a la democracia y la profundización del modelo Bueno, a mí el SÍ y el NO me pilló en la cárcel y sentí mucha felicidad, mucha alegría, porque los gendarmes se inquietaron mucho y llegó mucha gente a gritarnos a la puerta de la cárcel que nos pondrían en libertad. Entonces Gendarmería pensó que iban a hacer tira las entradas de la cárcel. Estaban muy nerviosos, lo veíamos nosotros desde adentro. Claro, después, cuando quedo en libertad, vuelvo a Dichato y la gente estaba muy feliz, muy contenta que habíamos vuelto a la democracia, y ya no había ese miedo de que usted no podía conversar, de que usted no podía manifestarse… (Omar Cuevas)

El contexto de la recuperación democrática a nivel nacional en los años noventa estuvo caracterizado por un fuerte dinamismo económico, que tuvo impacto también en un incremento de la capacidad de gasto de las familias, por aumento de salarios y también por la extensión de posibilidades de crédito para los sectores medios y populares. Esto permitió una estabilidad política y social favorable a los objetivos de la transición democrática y de inserción del país en el sistema de libre comercio internacional. Sin embargo, las crisis económicas internacionales de esos años tuvieron impacto en la economía nacional. Así ocurrió con la crisis asiática en 1997, que afectó las dinámicas de crecimiento, aumentando el desempleo y las brechas sociales. Como consecuencia, pese a haber aumentado, en términos generales, las posibilidades de acceder a ciertos beneficios del crecimiento, principalmente a bienes de 66

consumo, se agudizaron las desigualdades sociales, la precarización del empleo y el endeudamiento. En materia de políticas sociales, se profundizó el modelo neoliberal. En el ámbito de la vivienda y las ciudades, se promovió la intervención de las empresas privadas, al mismo tiempo que se perfeccionaron políticas de subsidio a los más pobres. El resultado fue el incremento de poblaciones de vivienda social de baja calidad constructiva y urbana, y sin participación de los habitantes en aspectos como la localización y diseño de los conjuntos. Esto se tradujo, en la mayoría de las ciudades del país, en el desarrollo de extensas zonas de viviendas sociales con escasez de servicios y equipamientos, que se convirtieron rápidamente en territorios conflictivos en términos de convivencia y seguridad, donde aún se dificultan las prácticas de la organización y actividad comunitaria. Por otro lado, en todo el país se difundieron conceptos vinculados al emprendimiento individual y familiar, junto a la promoción del consumo como dinámica de vida. El resultado ha sido el aumento del individualismo, la atomización social, junto al endeudamiento y las persistentes brechas en el acceso a salud, educación y vivienda de calidad. Tal contexto facilitó maniobras de desarticulación de las organizaciones y redes sociopolíticas de los sectores populares. Por otra parte, también los discursos sobre seguridad ciudadana o antidelincuencia contribuyeron a debilitar los lazos, la confianza y la solidaridad en la vida cotidiana. En este período, Tomé se ha convertido en una ciudad dormitorio. Miles de personas diariamente dejan la comuna para ir a sus lugares de trabajo en Concepción o Talcahuano. El año 2003 se abrió la textil trasnacional Crossville, y la textil Bellavista terminó quebrando en 2007, siendo rematada finalmente en 2010. Mientras la gente añora los tiempos de la antigua industria, las autoridades han intentado fomentar el turismo como oportunidad de reactivación y fuente de ingresos para la comuna.

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El impacto del auge turístico en los ingresos familiares En el período comprendido desde los años noventa hasta el terremoto de 2010, dicen los dichatinos, hubo “un cambio radical, comercial y socialmente.” “Llegó tanto turista, que la gente se atrevió a arrendar sus casas”. “No se veía tanto turista desde el cierre del tren. La gente aprovecha y comienza a haber realce; en los últimos años, la gran mayoría arrendaba sus casas”. Hoy, gran parte de la gente de Dichato se dedica a arrendar sus casitas y se arranchan detrás de la casa para recaudar dinero, ya sea para la compra de útiles escolares, para pagar los pasajes —porque las escuelas técnicas están en Concepción— y para poner algo en la despensa. Entonces se sobrevive con los tres meses de turismo, o con los dos meses de turismo se sobrevive todo el año. (Mario Bernal)

Efectivamente, en esos años se vivió un gran repunte del comercio, de los negocios hoteleros, residenciales, restaurantes. Hubo una expansión de servicios recreativos, como las discotecas, que llegaron junto con los nuevos inversionistas y empresarios. Dichato adquirió un nuevo dinamismo como balneario. Si ya desde antiguo la bahía había destacado por su impronta como lugar de acogida a turistas y veraneantes, fue en los noventa que se dio un fuerte impulso a la actividad turística.

Urbanización, nuevas poblaciones y Pingueral El nuevo auge turístico fue aprovechado por la gran mayoría de familias de Dichato que, habituadas a una economía de subsistencia de cara al mar, comenzaron a ver en el verano la posibilidad de sumar ingresos: pequeños negocios, arriendo de las propias casas para familias veraneantes, arriendos de los sitios para instalación de carpas, y otros que surgían de la inventiva local y familiar. Quizá en este período ya el mar no era tan generoso como fuera antes, pero el auge turístico sí ofrecía la sensación 68

a los habitantes de estar ante oportunidades y un dinamismo económico del lugar. Ello al menos en el período de verano, cuando las familias esperaban poder hacerse de ingresos o ahorros extras para mejorar su estándar de vida y también sobrevivir durante los meses más duros del año. La Semana Dichatina, en efecto, quizá simboliza lo que fue la dinámica en los tiempos previos al terremoto y maremoto de febrero de 2010. También en ese período un grupo de dichatinos se decidió a crear el proyecto “Dichato Comuna”, separándose de Tomé, propuesta que fue tomada por algunos parlamentarios el año 2007 y retomada en el contexto de la reconstrucción. Para muchos, sin embargo, Dichato aún conservaba su impronta de pueblo pequeño y tranquilo: Todo el mundo se conocía. Algunos se conocían de vista, otros nos conocíamos más cercanos. De repente donde yo vivía nos sentábamos afuera en un tronco, nos sentábamos de repente a conversar entre los amigos o a tirarnos tallas… Aparte de la gente joven, igual se juntaba gente de edad, de repente a contarnos las historias de cómo eran ellos cuando eran pescadores, antiguamente, nos juntábamos. Yo creo que era buena la relación de la gente en Dichato… ¿Qué nos unía? Yo creo que el hecho de ser un pueblo chico en donde la gente se conocía toda. (Paula Gatica) La vecina del lado es como mi casa, hacía el pancito; donde don Armando ahora yo voy a hacer almuerzo, porque va a venir mi hijo con mi nieto a almorzar. Cuando mi marido murió, ellos me apoyaron mucho; a veces me llevo mi almuerzo y voy donde ella. (María González)

En este período —los años noventa— se construyeron nuevas poblaciones de viviendas sociales, con el apoyo de subsidios; entre ellas, El Sauce y Villa Fresia. Se mencionan también adelantos en urbanización y servicios, varios que habrían sido conseguidos gracias a las gestiones de René San Martín, delegado municipal entre 1992 y 1996. Se dice que él quería que Dichato fuera “Viña del Mar chico”. De hecho, el año 1996 se habría hecho la costanera, y más tarde llegó la red de agua potable y alcantarillado. Por otro lado, a fines de los ochenta se adjudicaron los 69

terrenos de Pingueral a privados. Se dice que esos terrenos primero pertenecieron a una familia que sembraba trigo, papa, y tenía lechería. Luego habrían pertenecido a un conde francés —conocido como El Rufián—, y más tarde, en época de Allende, pasarían a ser de la Corfo. Durante la dictadura habrían sido ocupados para el entierro de cuerpos de detenidos desaparecidos, cuyas osamentas fueron encontradas en los noventa, sin haberse aclarado, sin embargo, este caso. A fines de dictadura se vendieron los terrenos a los hermanos Yánquez, quienes más tarde construyeron un complejo de aproximadamente seiscientas casas y ocho edificios destinados al veraneo de familias de altos ingresos, generando con ello el cierre del acceso a la playa. “Algunos les dicen vecinos, pero para mí no son vecinos”, dice un dichatino. Tal cierre significó la pérdida del paseo libre de los habitantes de esa zona en los domingos familiares: “Era típico el paseo a la laguna, era maravilloso”. Esto, por otra parte, es una realidad que también se ve en otras partes del país, con la privatización de las playas. Pese a que la ley garantiza el acceso libre a todas las costas del país, incluso con un decreto de ley desde 1977, la realidad dice lo contrario: en 2011, el Ministerio de Bienes Nacionales denunció treinta y una playas con acceso restringido, entre ellas el sector de Pingueral, pese que fue abierto a todo público en 2009.26 Esto lo han vivido por años los habitantes de Dichato, con el cierre de su playa. Dice Gustavo Romero:27 Mató nuestra playa. Todos paseábamos y pololeábamos en esa playa. Tenemos derecho a caminar libres por la playa. No me interesa qué hagan en el sector, pero tenemos derecho a caminar por nuestras playas. Pero como proyecto turístico, es interesante. Pingueral, ahora no puede meterse nadie porque está cerrado, es privado; antes no, porque uno caminaba por la orilla y llegaba allá mismo a Pingueral, iba a mariscar para el otro lado del río; ahora no. (Juana Torres) 26 “Mapa muestra las 31 playas con acceso restringido en Chile”. En www.lanacion.cl, 9 de enero de 2011. 27 Testimonio en www.rememorandoDichato.cl.

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Dinámica en torno al turismo: el individualismo, la competencia Al analizar el panorama existente en Dichato antes del terremoto, muchos coinciden en que se había instalado una dinámica “aspiracional” en las familias, y que la gente estaba muy preocupada de “tener”, de ganar y consumir. Tenemos que reencontrarnos con lo que fuimos. Porque, por ejemplo, aquí había gente muy materialista: todo era tener, tener. Aquí en Dichato la gente que venía a veranear venía con su sacrificio, con su plata que ellos juntaban en el invierno, y así con toda esa economía. Pero aquí en Dichato, en algunas partes —no voy a decir en todas partes—, demasiado careros; pensaban que el veraneante venía cargado de plata. (Jorge Andrade) Antes la vida era mejor que la de ahora, porque antes uno criaba a sus cabros como quería, les ponía la ropa que quería. Ahora no, todo es marca. Antes lo que se les compraba, se ponían. Ahora es más difícil la vida. Porque tienen que tener más plata las mamás para vestir sus niños, que no ande menos que otro. Tú sabes que la cosa es así; antes no, todos criábamos iguales a nuestros hijos, a todos iguales; si andaban a pata pelá, andaban a pata pelá. (Juana Torres)

Dicen hoy algunos dichatinos que, junto con lo anterior, se han transformado las celebraciones y tradiciones comunitarias, perdiendo elementos propios y “mística”. Tal sería el caso de la Semana Dichatina y la celebración de San Pedro en la bahía. También, dicen, habría llegado el miedo y la inseguridad. Antes había tranquilidad. Usted podía salir a la hora que usted quisiera, nadie le hacía nada. Ahora usted sale con miedo si no sale en un grupo grande y andan todos juntos, pendientes uno del otro. Ahora no se puede andar sola con libertad. Creció mucho, llegó mucha gente de afuera y la gente, con todo esto que pasó, se puso mala, de malos pensamientos, de malos sentimientos… (Paula Gatica)

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Capítulo Tres

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a realización de este libro no ha escapado de la difícil tarea que es reconstruir memoria, un ejercicio que se tropieza con vacíos y olvidos y que hace necesario crear puentes entre distintos puntos de vista. Porque, finalmente, la reconstrucción de la memoria colectiva no es sino el resultado de los acuerdos, consensos y negociaciones a que pudieron llegar quienes participaron del proceso. Y lo mismo puede decirse de la reconstrucción material de Dichato. Comportará vacíos, omisiones y visiones particulares sobre el lugar, y será el resultado de las negociaciones y acuerdos a los que puedan llegar quienes se involucren en el proceso. Este libro no pretende, entonces, ser la historia de Dichato. Más bien, asume la parcialidad de su visión. Coincidir en una sola historia de Dichato probablemente sea imposible, porque son tantas las memorias y recuerdos, tantas las experiencias ligadas el territorio, que podrían contarse por miles. Además, Dichato no tiene un único pasado que recoger; ha sufrido variadas transformaciones de distinto signo a través del tiempo, y así ha ido construyendo su identidad y forjado a su gente.

Continuidades y transformaciones en la historia A lo largo de su trayectoria, los contextos de Dichato han ido cambiando. De hecho, el pueblo cambió drásticamente no una, sino varias veces. Cambió cada vez que hubo un terremoto o maremoto, cada vez que hubo procesos lícitos o ilícitos de dominio o apropiación de tierras, de explotación del mar, de la tierra o de los hombres. Conquistadores españoles primero, criollos, latifundistas, empresarios extranjeros o chilenos, autoridades políticas, en distintos momentos, fueron imponiendo condiciones que “ordenaron” territorial, económica y socialmente la vida del pueblo. Pero, a la vez, su gente también fue dando sus propias respuestas, creciendo 75

y aportando con su vitalidad y trabajo a la construcción social, cultural y material de Dichato en distintos momentos de su itinerario. Si miramos en perspectiva, ¿qué podemos rescatar como continuidades en la historia de Dichato y su gente? ¿Qué queda, por ejemplo, de la herencia mapuche? Queda el nombre “Dichato”, y también las actividades productivas, de consumo y subsistencia —el cultivo de hortalizas, la pesca artesanal, la marisquería y la recolección—, todos quehaceres que han perdurado a lo largo de la historia, tan constantes como la belleza del paisaje, como las cualidades que hicieron de la bahía un lugar tan atractivo para vivir, para el descanso, para la recreación: un lugar de todos los que hicieron “suya” esta tierra, como espacio para vivir permanentemente o lo que dure la temporada de verano. Dichato ha sido también, y por largo tiempo, un lugar de intercambios entre lugareños y afuerinos, entre residentes y veraneantes. Y así se hizo rico en intercambios comerciales, sociales y culturales. En efecto, la gente que hoy vive en Dichato creció y formó pueblo, identidad y familia en torno a los intercambios comerciales, en torno al ramal ferrocarrilero, a la venta de productos del mar, a la recepción de los veraneantes y turistas. Quizá estas actividades han sido las más constantes y constituyentes de la identidad del pueblo, más que los ensayos con el carbón, más que las empresas pesqueras, las forestales y aserraderos. Dichato se formó así, de la combinación de instalarse y de mezclarse. También de la manera en que la gente fue buscando formas de resolver dónde y cómo vivir. Cuando nadie era dueño, antes de la llegada del señor Reyes, en 1826, o de Daniel Vera más adelante, no había propietarios de tierras ni conflictos legales de por medio. La gente llegaba, se instalaba y se ayudaba entre sí. Luego vinieron a ordenar legalmente la propiedad de los terrenos, algún abogado, o quizá más de uno, pero hay un nombre en la memoria: Nicolás Pardo, que “se apropiaba de la tierra, medía los sitios, los cercaba y los arrendaba. Posteriormente, vendió todos los sitios que dispuso”. “Nicolás Pardo, sitio que pillaba, lo alambraba, pero no daba títulos; a los puros ricos no más les hacía arriendos perpetuos”. 76

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Gentileza Agencia EFE (Fragmento).

Creció la población, la gente se organizó, se tomó terrenos que luego se pagaban a la Corvi. Allende visitó Dichato como candidato y como presidente. Luego llegaron los militares, algunos tuvieron que volver a pagar por sus casas, y cambiar los nombres de sus poblaciones y calles. Desapareció el tren y el pueblo quedó desolado. Pero con empuje, con trabajo, siguió surgiendo. Con la vuelta a la democracia se hicieron nuevas poblaciones, las casas las entregaban hechas, “llave en mano”, todas iguales. Se pavimentó casi todo el pueblo, se mejoró la infraestructura, llegó el alcantarillado. Y en todo este proceso, se seguían construyendo las casas de los veraneantes, como fue desde el comienzo, junto con los negocios en torno al turismo: hoteles, residenciales, boites, discotecas, restaurantes, cada vez más numerosos, acompañando la creciente cantidad de visitantes. Y los negocios daban vida y sentido al pueblo. Y el mismo pueblo abrió sus casas para recibir a los turistas, arrendando piezas, patios, sitios o la casa entera. Y con ese ingreso, las familias juntaban para el invierno, para los estudios de los niños, para los remedios de los viejos, para equipar la casa. Pero entre tanto, también llegaron otros intereses que vieron en Dichato un gran negocio. Gentes venidas de fuera compraron hectáreas y se apropiaron de un sector de la playa para hacer edificios y casas: ahí está Pingueral para demostrarlo. Es el libre mercado, y cuando no hay normativa o regulación, el dinero manda. También las relaciones sociales, la identidad, fueron variando en el tiempo. Se pasó de intercambios comunitarios, vecinales, donde “todos nos conocíamos”, como una gran familia, a crecer, a compartir con los de afuera, con la gente de Chillán, de otros lados. A mezclarse, a aprender de ellos y viceversa. A hacer familias, a ser un pueblo más grande. Asimismo, hubo relaciones de dependencia y conflicto con propietarios de terrenos, dueños de empresas, gerentes, capataces, que fueron patrones y algunos también autoridades en el pueblo. Pero la gente de Dichato destacó por ser solidaria, hospitalaria, y por su nutrida vida en lo social, cultural y recreativo, impulsada por la actividad turística.

Dichato era experiencias llenas de emoción y significado en el intercambio comercial y vivencial, en el rito y el festejo, en la estación del tren, en los hoteles, en las ramadas y en la fogata en la playa, cuando aún la escala y la dinámica del verano lo permitían y no entraban todavía la desconfianza y la inseguridad. Porque, sí, muchos coinciden, algo ocurrió en el último tiempo, cuando junto con la “bonanza” económica en los veranos, se fue instalando entre la gente cada vez más la distancia, la desconfianza, la competencia, la envidia, la vida de apariencias y las diferencias: el que tiene más, el que tiene menos, el que quiere parecer más o menos. Tal es el fruto de la cultura del consumo y del estímulo al emprendimiento individual, por sobre la colaboración comunitaria, que fomenta relaciones sociales competitivas y que se instaló con fuerza desde los años noventa, no solo en Dichato, sino que en todo Chile. Y fue en este escenario que ocurrió el terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010, cuando Dichato sufrió su última gran transformación, a manos de la naturaleza.

El maremoto y los dichatinos Cuando pasó lo del maremoto, como que había un rechazo sobre el mar, había un rechazo, algo por lo que hizo. Pero no lo hizo, fue la naturaleza. Nosotros en este mundo nos quedan tantos misterios; no sabemos el misterio del mañana y no sabemos el misterio de lo que viene. Por eso tenemos que vivir tranquilos, que el Señor nos vaya ayudando. (Guillermo Andrade) Los dichatinos de ahora son más pitucos; antes eran más humildes, más sencillos. Ahora había envidia, la gente que tenía más miraba en menos a los que no tenían, ahora estamos todos iguales, nos vamos a recuperar. (Vitalia Parra)

Para algunos, el maremoto de febrero barrió con las diferencias sociales que se fueron construyendo entre los dichatinos, basadas en el “tener”, en el “parecer”. El mar se llevó todo, ya nadie tenía nada. “En el campamento, todos volvimos a ser iguales”, dicen. 79

Muchos piensan que el terremoto y maremoto podrían servir para volver a unir a los dichatinos, algo que quizá se ha logrado por momentos. Pero no todos están de acuerdo, y algunos insisten en que la situación dejó más al descubierto que nunca la fragilidad de la solidaridad y de los vínculos en el pueblo. Sea como fuere, en situación de trauma y shock, cuesta reflexionar con cordura y es difícil reaccionar con sabiduría, tanto en lo personal como en lo familiar o comunitario. Y este desconcierto, esta “pérdida de piso” a que nos someten las catástrofes naturales, hace más complejo aún enfrentar la ya difícil situación de emergencia, primero, y el arduo proceso de reconstrucción, después. En estos momentos, entonces, se hace urgente preguntarnos qué queremos reconstruir, cómo queremos hacerlo, y cómo avanzamos en esa tarea. Está la reconstrucción del pueblo, del borde costero, de las calles, de la escuela, de las casas, por un lado. Pero también la recuperación del ingreso, de la vida familiar y de la dinámica del pueblo. Son cuestiones complejas y de fondo que ponen a los dichatinos frente a grandes incertidumbres y desafíos. Que Dichato vuelva a ser lo que era, coinciden los dichatinos, que conserve lo mejor, pero sin olvidar lo ocurrido. En estas circunstancias, el dicho “aprender de la experiencia” deja de ser una frase hecha, se hace una necesidad. Frente a la pregunta por la reconstrucción, los dichatinos temen, porque saben que se han tomado malas decisiones, con poca información y sin consultarlas con aquellos a quienes les afectan prioritariamente; les resulta evidente que hay otros intereses puestos en esta tierra, saben que prevalece el negocio por sobre el dolor de la gente. Ante eso, han dicho “Dichato no está en venta”, como se lee en los grafitis de los escombros y en los carteles que levantan en las protestas, donde insisten: “Dichato es nuestro y lo vamos a defender”. Pero lo “nuestro” implica pensar en plural, en “nosotros”. Implica volver a pensar en Dichato como en “una gran familia”, según lo fue en el pasado. ¿Es posible volver atrás? ¿Cómo rescatar lo positivo, la experiencia, y así reconstruir un Dichato más igualitario, más equitativo y donde las personas valgan por lo que son? 80

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Frente a esto, ¿cuáles son los recursos de Dichato? ¿Con qué cuenta para hacer frente a este gran desafío? Sin duda es un pueblo que sigue luchando, que despliega esfuerzos, que los debe mantener, hacer crecer y revitalizar. En lo chico y en lo grande. En lo pequeño y actual, para que sus habitantes se apoyen recíprocamente en la vida cotidiana, en las ollas comunes que se organizan para resolver la alimentación en tiempos de crisis, en el cuidado de los niños y de los ancianos, en la convivencia diaria. Y en lo grande y permanente, para levantar la voz frente a la reconstrucción urbana del pueblo, para exigir participación, transparencia e información respecto de las decisiones que se están tomando; porque si bien ya hay un plan definido, este no ha incluido la participación de los dichatinos y tampoco ha sido bien informado. Queda todo por hacerse y, finalmente, los pueblos deciden su historia.

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Epílogo

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Epílogo: Julio de 2011 Durante el mes de julio de 2011, pobladores y pobladoras de Dichato se organizaron para manifestar su malestar frente a la lentitud del proceso de reconstrucción que está implementando el Gobierno, tanto en Dichato como en el resto del país. Perciben que el tema ha dejado de ser una prioridad y que se han entregado datos irreales respecto de los avances en estas materias. Denuncian un trato vejatorio e indigno a toda la población, y en particular a los niños, abuelos y enfermos de los campamentos, materializado en graves problemas sanitarios y ambientales, deterioro del estado de salud general de la población, desorden en la recopilación de antecedentes de parte del Serviu, y amenazas a pobladores, entre otros. Luego de una asamblea realizada el domingo 10 de julio, habitantes de Dichato acordaron organizar ollas comunes en el campamento El Molino, para paliar los graves problemas laborales y económicos que afectan a los pobladores damnificados. También se elaboró el siguiente petitorio: 1. Vivienda digna para todos, damnificados, allegados, solteros y cada persona que esté en estos momentos viviendo en una mediagua o como allegado. 2. Compra inmediata de terrenos de todos los campamentos de Dichato (El Molino, Nuevo Amanecer, Iglesia). 3. Eliminación de la Ficha de Protección Social. 4. Reconstrucción inmediata del establecimiento educacional público E 427 de Dichato, y de la sede del Cuerpo de Bomberos. 5. Promoción de políticas de autoconstrucción. 6. Trabajo para todos. 7. Bono de invierno. 8. Subsidio al consumo de luz. 9. Canalización del borde río. 10. Terminar con las expropiaciones destinadas a desplazar a los pobladores.

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Se organizó una cena comunitaria y una velatón, que culminó con una marcha y protesta realizada el domingo 16 de julio, en la que pobladores interrumpieron, con corte y quema de árboles y neumáticos, el camino ubicado frente al campamento El Molino, que une Tomé y Dichato. Participaron en esta protesta cerca de doscientos vecinos, exigiendo respuesta al petitorio planteado. La Unidad de Fuerzas Especiales de Carabineros intervino para disolver la barricada y dispersar la manifestación, llevando detenidos a dirigentes. El domingo 18 de julio, el Movimiento Ciudadano Asamblea de Dichato (MCAD) emitió un comunicado en el que denunciaban: “Estamos siendo diariamente intimidados por fuerzas de Carabineros que ‘custodian El Molino’, con permanentes rondas de tres o cuatro vehículos policiales”. El miércoles 20 en la mañana, se reunieron dirigentes con el Gobernador a discutir el petitorio presentado por la Asamblea. Al no encontrar respuestas satisfactorias, los dirigentes rechazaron la propuesta y, al salir de la sede, cerraron la puerta por fuera, dejando retenido al Gobernador por cerca de una hora.

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Durante la noche del 20 y madrugada del jueves 21 de julio, se realizaron nuevas protestas y corte de ruta con barricadas frente al campamento El Molino, en respuesta a las negociaciones fallidas con el Gobernador. Para dispersar la protesta, Carabineros actuó con mayor violencia que en la vez anterior, ingresando al campamento con bombas lacrimógenas, carro lanzagua y balines, hiriendo a varias personas, incluyendo menores de edad. Sobre este evento, Radio Biobío informó que “alrededor de cien efectivos policiales, acompañados por el carro lanzagua y después de lanzar bombas lacrimógenas, avanzaron sobre los manifestantes, en dirección al campamento El Molino (…). Más tarde, vecinos ‘acorralaron’ al carro lanzagua para lanzarle piedras. Al interior del campamento, Carabineros ha lanzado gran cantidad de bombas lacrimógenas, afectando el humo a las mediaguas que se encuentran situadas ahí, y especialmente a ancianos y niños que estaban dentro de las viviendas”. (…) ‘Vamos a dar la lucha hasta que Dichato vuelva a ser el pueblo que era antes’, es la consigna que sostienen los habitantes del campamento El Molino. Los pobladores llevan diecisiete meses viviendo en precarias condiciones, luego de que el 27/F les arrebatara sus casas”. Estos eventos movilizaron la solidaridad de organizaciones sociales de pobladores y estudiantes en todo el país, expresada en marchas en Concepción y Santiago, manifestaciones en distintas ciudades, y en la información que se hizo circular profusamente a través de las redes sociales en internet. En http://Dichatohoy.blogspot.com escribió Jaime Sandoval: Son miles de personas que están escribiendo y comunicándose con mucha rabia e indignación por toda esta situación que está ocurriendo en Dichato y todas las miles de personas, gente que se conecta, se siguen sumando (…). Desde Calama envían mensajes de apoyo (…). Se escucha en estos momentos gritos de desesperación, de rabia, dolor y sufrimiento de los ciudadanos dichatinos, que sacrifican sus vidas por la dignidad también del resto. ¡Fuerza Dichato!

Las movilizaciones del pueblo de Dichato se mantuvieron hasta el 27 de julio, tras una reunión realizada entre 87

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dirigentes y autoridades regionales y locales. En esta oportunidad, el Intendente dio respuestas al petitorio presentado por las organizaciones, las que finalmente fueron acogidas por el grueso de los asistentes. Los pobladores, sin embargo, se mantienen alertas al seguimiento de los acuerdos y compromisos asumidos por el Gobierno, así como al funcionamiento y resultado de las mesas de trabajo. La movilización se mantiene como una alternativa de la organización, en caso de no prosperar el camino de los acuerdos. Por otra parte, las movilizaciones se sumaron a otras demandas y denuncias en materia de reconstrucción que dieron pie a que, hacia la misma fecha, el 26 de julio, el Gobierno concretara la medida extraordinaria de designar un encargado especial para atender el proceso de reconstrucción en el país.

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Fuentes y referencias Entrevistas Guillermo Andrade Jorge Andrade Miguel Barra Eliana Bastías Mario Bernal Omar Cuevas Tatiana Díaz Paula Gatica María González Vitalia Parra Juana Torres María Torres

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Dichato cuenta su historia a través de las arpilleras María Aguilera Silva, Jaqueline Baza, Pilar Carter, Tatiana Díaz Ibañez, Benedicta Flores Parra, María Godoy Novoa, Carlina Jara, Claudia Jofré Vidal, Nieves Lucero, Germana Monsalvez Reyes, Evelyn Stuart Cabrera y Beatriz Valderrama Novoa.

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Gentileza Agencia EFE.

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En el diseño se utilizaron las fuentes Palatino y Optima, ambas diseñadas por Hermann Zapf para la Stempel Foundry; en 1929 la primera, en 1985 la segunda. El libro se terminó de imprimir en el mes de agosto de 2011, Santiago de Chile.

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