Diccionario étnico. Santa Cruz la Vieja y su entorno en el siglo XVI (2010)

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Descripción

Isabelle Combès

DICCIONARIO ÉTNICO Santa Cruz la Vieja y su entorno en el siglo XVI

Para la más grande: Branislava Susnik (1920-1996)

ÍNDICE AgRADECImIENTOS .................................................................................... ix ApuNTES pRElImINARES ............................................................................

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1. Una tarea desesperante ....................................................................

1

1.1. Pautas para un esfuerzo inútil ..................................................

1

1.2. Pacificando y conquistando ......................................................

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Primeras exploraciones ................................................................

8

Chaves, Manso y sus naturales .................................................... 13 Santa Cruz: “la Vieja”.................................................................. 17 1.3. De la desesperación a la buena voluntad .................................. 21 Caprichos y circunstancias .......................................................... 21 Con un poco de imaginación ...................................................... 26 2. Muchos indios con diferentes nombres y lenguas .......................... 28 2.1. La macro-región ........................................................................ 28 Panorama general ........................................................................ 30 La telaraña y su centro ................................................................ 36 2.2. Santa Cruz y “treinta leguas en contorno”................................ 40 Las encomiendas de 1561............................................................ 42 Las enseñanzas del padrón .......................................................... 47 Comentarios finales .............................................................................. 52

DE AATuRAy A ZIRITI ................................................................................ 55 CuADROS RECApITulATIVOS .................................................................... 347 Cuadros 1 y 2. Distribución aproximada de las generaciones por zonas y grupo lingüístico ................................................................ 349 Cuadro 3. Grupos chaqueños, 1548 ................................................ 351 Anexo: Padrón de encomiendas de Santa Cruz (1561) ................................ 352 Índice ............................................................................................................ 367 Bibliografía.................................................................................................... 391 Índice de mapas e ilustraciones .................................................................... 408

ApuNTES pRElImINARES 1. Una tarea desesperante 1.1. Pautas para un esfuerzo inútil El 26 de febrero de 1561 a orillas del arroyo Sutó, a medio camino entre el Pantanal al este y el río Guapay o Grande al oeste, Ñuflo de Chaves “fundó en nombre de Dios y de su Majestad y del ilustre señor don García y Manrique la ciudad de Santa Cruz de la Sierra”1. Aislada y alejada tanto de Asunción de donde llegaban sus fundadores, como de Charcas al oeste, a cuya jurisdicción pasó a pertenecer, la ciudad se fundó como una etapa en el camino hacia la improbable “tierra rica” que, bajo los nombres de Candires, Carcaraes, luego Mojos o Paytiti, perseguían incansablemente los españoles de la época2; pero su ubicación exacta, “en lugar cómodo de grandes labranzas y comidas frutales y pesquerías y casas”3, se debió en gran medida a “la gran cantidad de indígenas existentes en los alrededores”4. De hecho, fueron “muchos indios con diferentes nombres y lenguas, grandes labradores”5 los que encontraron y “empadronaron” los hombres de Chaves en esta región: “en 40 leguas de término 80.000 fuegos”6, “muchas provincias y ayllus de naturales”7.

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Relación de los casos… 2008 [1561]: 68.

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Ver en particular García Recio 1988: cap. 1.

3

Relación de los casos… 2008 [1561]: 69.

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García Recio 1988: 180. En 1644, el testigo Francisco Rodríguez Peinado afirma que se pobló la primera Santa Cruz “por la comodidad de que en doce leguas de contorno había más de 40.000 indios” (AGI Lima 166: 7r).

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Relación verdadera… 2008 [1571]: 212.

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Relación de los casos… 2008 [1561]: 68; Resolución de los casos… 2008 [1561]: 112.

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Testimonio y relación… 2008 [1561]: 114.

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El 20 de abril del mismo año, un “gran número de naturales”, estimado en algunas partes en 60.000 “indios casados, sin gandules y mujeres y mozas y muchachos”8, fue distribuido en encomienda9 a los pobladores españoles, en una interminable lista de nombres extraños de “principales” (jefes), “generaciones”, “ayllus”, “parcialidades” y/o aldeas10: Haquihmoracoçi, Caparxoro, Maraibo, Aaturay, Macaraecoçi, Chabocoçi… Sin contar las repeticiones, esta lista arroja en total más de 600 nombres diferentes de personas, grupos y/o lugares; muchos de ellos aparecen en este documento por primera y única vez. ¿Quiénes son estos “naturales” omnipresentes en Santa Cruz a la vez que tan furtivos en la documentación? A esta pregunta intenta contestar este libro –aunque sea en parte, aunque sea de manera forzosamente incompleta. Mucho se ha escrito sobre el medio siglo de existencia de la primera ciudad de Santa Cruz o las hazañas de Chaves y sus hombres: pero muy poco, prácticamente nada, sobre los indígenas a quienes conquistaron. En los libros clásicos de historia, los “indios” o los “naturales” son encomendados o esclavizados, sin que se les preste más individualidad. Aun los autores que les prestaron más atención, como Vázquez-Machicado por ejemplo, estudiando la legislación del trabajo en la Santa Cruz colonial11, tratan a “los indios” como un todo, sin detenerse sobre su diversidad, sus culturas o sus idiomas. En la mayoría de los casos, aquí o allá, en alguna nota al pie de la página, se puede lamentar su extinción o sus sufrimientos: pero al igual que la selva tropical, los indios siguen siendo prácticamente parte del paisaje, del salvaje y hostil marco “natural” que realza la epopeya española. Es

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Testimonio y relación… 2008 [1561]: 115. No está claro a quiénes se referían los españoles como “gandules”. En algunos documentos tiene el sentido de “pescadores”, pero no se trata de una regla general. Podría tratarse de indios nómades, que de poco podían “servir” a los cruceños pero, en contra de esta hipótesis, veremos que varios grupos nómades (zamuco-hablantes del Chaco en particular) sí fueron encomendados en Santa Cruz.

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El repartimiento o “repartimiento en encomienda” “es la atribución […] por la Corona de una población indígena a un colono […] en retribución de los servicios que le ha prestado en la conquista de los nuevos territorios” (Barnadas 2002a: 708-709).

10 Repartimiento… 2008 [1561]. 11 Vázquez-Machicado 1992d [1956].

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APUNTES PRELIMINARES

la lista de encomenderos de Santa Cruz la que atrae por ejemplo la atención de un Finot, no la de sus encomendados12. Más elocuente aún, en su único capítulo dedicado a “la población autóctona”, el mismo historiador afirma que “la nomenclatura de las pequeñas agrupaciones indígenas carece de importancia para nuestro objeto […] el esfuerzo es perfectamente inútil”; para Finot, fue “con sobrada razón” que Paul Groussac calificó de pueriles “las tentativas de algunos pisahormigas para identificar menudamente las tribus y habitáculos de la conquista”13. Apreciaciones suficientes para desanimar a cualquiera de emprender el intento, si no fuera demasiado evidente que reflejan una concepción algo pasada de moda entre la “gran” Historia de los conquistadores y la pequeña, “inútil” o carente de importancia de los conquistados. Apreciaciones que explican, también, por qué los únicos que se abocaron a esta tarea, “una de las más desesperantes de la etnología sudamericana”14, fueron antropólogos y no historiadores. De hecho, el trabajo que pretendo realizar aquí tiene ilustres antecedentes: la prolija obra de Alfred Métraux, y la no menos indispensable aunque abstrusa de Branislava Susnik15. Métraux publicó los resultados de sus investigaciones en varias contribuciones para el Handbook of South American Indians y sobre todo en un libro titulado The native tribes of eastern Bolivia and western Matto Grosso16. En este último libro figura un mapa hoy célebre, que ubica a las principales etnias del oriente boliviano y les reagrupa según su filiación lingüística (mapa 1).

12 Finot 1978 [1939]: 180. 13 Finot 1978 [1939]: 49, 51. 14 Métraux 1942: 114. 15 Susnik 1961 y sobre todo 1978. 16 Métraux 1942, 1948 y 1996 [1946].

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Mapa 1. Bolivia oriental y Mato Grosso occidental. Presentación esquemática de las principales tribus según su afiliación lingüística

(Métraux 1942) Si bien la obra de Susnik suele pecar por un inimitable estilo nebuloso y unas hipótesis por lo general certeras pero poco explícitas, el mapa y el libro entero de Métraux presentan, a pesar del enorme trabajo realizado, otro problema crucial. En efecto, el autor utiliza, sin mucha discriminación, informaciones que van desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, incluso hasta las primeras décadas del siglo XX. En su mapa coexisten así los gorgotoquis quinientistas con los guarañocas y potureros del siglo XIX, los manasicas del siglo XVIII con los tsirakuas de los años 1920. Refleja, por así decirlo, una situación étnica que jamás existió en el oriente boliviano, es un compendio de informaciones superpuestas a través de los siglos. 4

APUNTES PRELIMINARES

Entre historiadores poco interesados en los indios y antropólogos poco escrupulosos con la cronología, intentaré aquí escoger un camino intermedio. Tanto este estudio preliminar como el diccionario que sigue se abocarán a las informaciones existentes sobre los indígenas de Santa Cruz y su región en un estrecho marco cronológico: desde 1542, fecha del primer informe de Domingo de Irala con datos sobre la zona, hasta inicios del siglo XVII, cuando Santa Cruz se trasladó a los llanos de Grigotá. Se tratará, en suma, de procurar reconstruir el poblamiento étnico de la región tal como lo conocieron los primeros europeos que penetraron en ella. En cuanto al marco geográfico abarcado, es por lo contrario bastante amplio. Pues Santa Cruz no se redujo al precario establecimiento español de las orillas del Sutó. Las “visitas”, “pacificaciones” y encomiendas de indígenas tuvieron lugar “treinta leguas en contorno” de la ciudad, o en “cuarenta leguas de término” según los documentos, es decir entre 150 y 200 km.17. Tampoco todo se resume a empadronamiento y encomiendas, y muchos grupos indígenas más alejados, si bien no estuvieron presentes en Santa Cruz, sí tuvieron contactos con sus pobladores españoles; como se verá más adelante en este estudio y en los diferentes artículos del diccionario, las fuentes permiten evidenciar numerosos lazos y contactos sostenidos entre estos grupos más lejanos y los de la región misma de Santa Cruz. De esta manera, se abarcará aquí una “macroregión” sin la cual el estudio quedaría definitivamente trunco: - Al este y noreste de la ciudad, llegaremos hasta el Alto Paraguay (la zona de Puerto de los Reyes en particular) y el Pantanal o “laguna de los xarayes”. - Al sur, por donde arribó Domingo de Irala en 1548, se incluirá la parte más norteña del Chaco boreal. - Al oeste, se abarcará la región del Guapay y de los llanos de Grigotá donde Chaves fundó, antes de Santa Cruz, la ciudad de La Nueva Asunción y donde luego nació San Lorenzo de la Frontera y se trasladó Santa Cruz. 17 Información de servicios de Ñuflo de Chaves 2008 [1561]: 79; Relación de los casos… 2008 [1561]: 68; Resolución de los casos… 2008 [1561]: 112.

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- Al suroeste, se incluirá parte de la Cordillera chiriguana, hasta el río Parapetí al sur donde el rival de Chaves, Andrés Manso, erigió Santo Domingo de la Nueva Rioja hacia 1561. Como se verá más adelante, en algunas ocasiones los mismos indígenas fueron encomendados tanto por Manso como por Chaves, y por esta razón se incluye en los artículos del diccionario todas las encomiendas conocidas realizadas por el primero. - En cuanto al norte-noroeste de la primera Santa Cruz, pocas son las noticias existentes para la segunda mitad del siglo XVI. La ciudad de Santiago del Puerto no sólo fue una fundación efímera (duró apenas dos años desde 1592 hasta 1594), sino que sus contactos se establecieron más con San Lorenzo sobre el río Guapay que con Santa Cruz. Sólo más tarde, a finales del siglo e inicios del siguiente, los cruceños se encaminan mucho más al norte hasta la tierra de los paresis (Mato Grosso), y los pobladores de San Lorenzo río Guapay abajo, en busca de la fabulosa tierra de los mojos: otros tiempos comienzan, otras regiones se descubren, otros indígenas aparecen. En el presente trabajo, y contrariamente a Métraux, no he reagrupado a los grupos indígenas por familias lingüísticas. Por una sencilla razón de documentación primero, pues la información es demasiado escasa sobre los idiomas hablados por la mayoría de los grupos mencionados; por otra razón más de fondo luego: los datos existentes demuestran intensos contactos comerciales, guerreros y/o matrimoniales entre los diferentes grupos, sin importar su pertenencia lingüística. En el viejo debate sobre las relaciones entre lengua y cultura, la región de Santa Cruz la Vieja parece dejar caducas las discusiones y empujar a utilizar nuevas herramientas de aproximación, a privilegiar las relaciones de vecindad por sobre los parentescos lingüísticos, a “releer” en suma la historia indígena del oriente de Bolivia18. Una presentación de los indígenas por regiones era en este sentido más satisfactoria, pero también planteaba problemas: pues existen grupos prácticamente omnipresentes en toda esta macro-región, como los chanes y payzunos; otros no 18 Ver sobre el tema Julien 2007 y Combès 2006b.

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APUNTES PRELIMINARES

son tan ubicuos, pero sí están señalados en diferentes lugares: quibaracoci en Santa Cruz y Puerto de los Reyes, jamarecoci también en Santa Cruz y al oeste del Pantanal, tipionos de Santa Cruz partícipes de las rebeliones iniciadas en el Guapay y/o en la cordillera chiriguana, etc. Finalmente, otros grupos como los “chiriguanaes itatines” y los “de la Cordillera” comparten un mismo nombre, pero se trata de conjuntos diferentes. De esta manera, el diccionario que sigue presenta simplemente a cada grupo por orden alfabético, indicando en cada caso su(s) ubicación(es). Antes de empezar, sin embargo, unos párrafos son necesarios para plantear el marco histórico general del estudio y las fuentes utilizadas, y otros más para evocar los problemas encontrados y las maneras que empleé para, en palabras de Groussac, lograr pisar aunque sea unas cuantas hormigas. Mapa 2. Paraguay o la provincia del Río de La Plata, con las regiones adyacentes de Tucumán y Santa Cruz de la Sierra

(William Blaeu, 1916. Biblioteca digital mundial: http://www.wld.org/es/item/1101)

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1.2. Pacificando y conquistando Los únicos datos existentes sobre los indígenas de la región en el siglo XVI provienen evidentemente en su totalidad de las relaciones, informaciones y demás “comentarios” de los españoles. Para entenderlos, tenemos que seguir paso a paso las exploraciones realizadas, “de indios en indios” por así decirlo, y las posteriores fundaciones de establecimientos coloniales en la zona. Toda esta “macro-región”, a excepción de su franja occidental, fue descubierta y conquistada desde Paraguay, y todas las exploraciones tuvieron una única meta: descubrir “la noticia”, la “tierra rica”, la fuente en fin de las riquezas que los indígenas ubicaban más al oeste –y de las cuales daban muestras: collares, brazaletes, o “planchas” de plata que circulaban de grupo en grupo, desde los Andes hasta el Pantanal y más allá hasta la costa atlántica19. Primeras exploraciones Un primer viaje, en los años 1530, fue el del portugués Alejo García que se internó “tierra adentro” desde el Pantanal. A pesar de la ya célebre historia que hace de García el primer descubridor de Charcas, no se conoce con exactitud su punto de llegada hacia el oeste –solamente que llegó a encontrar a indígenas chanes y payzunos que le dieron algo de metal20. García fue matado, en su trayecto de vuelta, por grupos indios del alto Paraguay. En 1537, el mismo año de la fundación de Asunción, Juan de Ayolas remontó el río Paraguay hasta un lugar que llamó La Candelaria, porque llegó ahí el 2 de febrero. Este lugar, también conocido como San Fernando en las crónicas, puede ser ubicado aproximadamente en 21º de latitud sur21; era territorio de los indios payaguas. De ahí, Ayolas tam19 Ver Combès 2008. 20 Julien 2005. La información sobre el encuentro con chanes y payzunos proviene de Irala 2008a [1543]. 21 Núñez Cabeza de Vaca indica que La Candelaria estaba ubicada en 21º “menos un tercio” (1944 [1555]: cap. XLIX). Según Lafone Quevedo (introducción a Schmidel 1903 [1567]), esto significaría 21º 20’, y no 20º 40’ “porque al que subía [el río Paraguay] le faltaba un tercio de grado para alcanzar a los 21º”. El mismo autor indica también que el cerro del Pan de Azúcar, que fue posiblemente el “San Fernando” en las crónicas quinientistas, está ubicado en 21º 30’.

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APUNTES PRELIMINARES

bién se fue “tierra adentro” hacia el oeste, y llegó hasta el territorio de los chanes y payzunos, pero probablemente más al oeste que García, pues alcanzó a ver a los “carcaraes”, es decir a los incas o más probablemente sus vasallos. Ayolas fue matado con todos sus hombres por los indios payaguas a su regreso, que robaron también el metal (oro y plata) que llevaba consigo. El único sobreviviente de esta matanza fue un esclavo chane o payzuno de Ayolas, que contó luego la historia a Domingo de Irala. La historia de Ayolas nos es así conocida, aunque sólo en parte, gracias a la relación de Irala y otra relación anónima de los acontecimientos22. Más tarde, en el primer viaje trans-Chaco exitoso de los españoles de Asunción en 1547 y 1548, la expedición de Irala encontró a los mismos payzunos que Ayolas23. Después de Ayolas, su lugarteniente Domingo Martínez de Irala (también conocido como “el capitán Vergara”) efectuó un viaje río arriba hasta la zona del Pantanal, en 1542-1543. Fundó ahí, el 6 de enero de 1543, el Puerto de los Reyes, en una de las principales lagunas de la región. “Yendo navegando” Paraguay arriba, Irala no entró “tierra adentro”, pero sí entrevistó a muchos indígenas tanto a orillas del río como en el mismo Puerto de los Reyes. Recabó así un sinfín de nombres de “parcialidades” y “generaciones” de las tierras occidentales, algunos de los cuales reaparecen en la región de la Santa Cruz. Este viaje está principalmente documentado por el informe, tal vez el documento más valioso de todo el corpus paraguayo, que redactó Irala a su vuelta24. Al año siguiente (1543-1544) el nuevo gobernador de Asunción, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, también remontó el río Paraguay hasta Puerto de los Reyes. De ahí, hizo una breve expedición hacia el oeste, mandando a Francisco de Ribera un poco más “tierra adentro”; paralelamente, mandó a otro grupo más al norte en el Pantanal, bajo la conducta de Hernando de Ribera. Sobre estos viajes, disponemos principalmente de los Comentarios del mismo Cabeza de Vaca, de las rela-

22 Irala 2008a [1543]; Relación del río de La Plata 2008 [1545]. 23 Ver el artículo “Payzuno” del presente diccionario. 24 Irala 2008a [1543].

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ciones de Hernando de Ribera, y del libro de Ulrich Schmidel, un mercenario alemán que acompañaba la expedición25. En 1547-1548, Irala volvió a viajar, pero esta vez siguiendo los pasos de Ayolas: se internó en el Chaco a partir de La Candelaria, cruzó las salinas conocidas hoy como “salinas de San José”, pasó por el territorio de los gorgotoquis donde se fundaría luego la ciudad de Santa Cruz, y llegó finalmente a las orillas del río Grande o Guapay, aproximadamente a la altura de la actual ciudad de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Aunque él mismo sólo dejó una carta no muy explícita sobre este viaje, podemos conocerlo gracias a otras cartas escritas por Martín González (el sacerdote que acompañó la expedición) y Antonio Rodrigues respectivamente, y sobre todo el libro de Schmidel26. Este viaje supuso un resultado inesperado para los españoles de Asunción, y marcó un giro total en la búsqueda de la “tierra rica”. En efecto, a orillas del Guapay entre los indígenas tamacocis, “supimos estar cerca del Perú”, escribe Rodrigues. Según González, los tamacocis “eran indios que habían servido y tratado con cristianos”; Irala entiende, en suma, que el territorio tan soñado de las minas de plata no es otro que el de Charcas, ya “ganado y ocupado por los conquistadores del Perú”27. Schmidel describe en estos términos el encuentro: Vinieron los macasíes [tamacocis] a nuestro encuentro y nos recibieron muy bien y comenzaron a hablar en español con nosotros […] Nos sobresaltamos muy fuertemente por ello; les averiguamos a quién estaban sometidos y qué señor tenían; ellos contestaron a nuestro capitán y a nosotros que ellos pertenecían a un noble de España que se llamaba Pedro Anzures28.

Pedro Anzures fue el fundador de la Villa de La Plata (actual Sucre). Su encomienda “perteneció anteriormente a Pedro de Valdivia, quien tuvo que renunciar a ella cuando Francisco Pizarro lo nombró capitán de la

25 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]; Ribera 2008a [1544] y 2008b [1545]; Schmidel 2008 [1567]. 26 Irala 2005 [1555]; González 1903 [1556]; Rodrigues 1956 [1553]; Schmidel 2008 [1567]. 27 Rodrigues 1956 [1553]: 477; González 1903 [1556]; Irala 2005 [1555]. 28 Schmidel 2008 [1567]: cap. XLVIII.

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APUNTES PRELIMINARES

primera expedición a Chile. Pizarro le había encomendado toda una exprovincia incaica que incluía Pocona, Pojo y la región de la actual Santa Cruz hasta el Guapay”29. En realidad, en 1548 cuando llegó Irala al Guapay y entonces “al Perú”, Anzures ya había fallecido, y es probable que nunca pisó personalmente el territorio tamacoci30. Según el relato posterior de Díaz de Guzmán, los indios castellano-hablantes que encontraron los expedicionarios de Asunción eran “algunos indios del Perú, que dijeron ser yanaconas del capitán Peranzules fundador de la villa de la Plata en los Charcas”; Rodrigues también alude claramente a indios fugitivos encontrados entre los tamacocis: “aquellos gentiles por no estar sujetos a los cristianos huyeron para aquella tierra” 31. En todo caso, el hecho fundamental no cambia: el sueño paraguayo de la “noticia” o la “tierra rica” se derrumba en este instante, y habrá que esperar unos años para que vuelva a revivir, esta vez apuntando a las riquezas de Mojos y del Paytiti en la Amazonía hoy boliviana32. Después de despachar a Ñuflo de Chaves hasta Lima para arreglar estos problemas de jurisdicción, Irala vuelve a Paraguay donde, después de otro intento fallido de viaje, muere el 3 de octubre de 1556.

29 Julien 2006: 51. 30 Ver Combès e Hirtzel 2007. 31 Díaz de Guzmán 1835 [1612]: 82; Rodrigues 1956 [1553]: 477. 32 Combès 2006a.

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Mapa 3. Croquis de ubicación general

(Combès 2008: 75)

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APUNTES PRELIMINARES

Chaves, Manso y sus naturales Fue, finalmente, Ñuflo de Chaves quien llevó adelante la verdadera conquista del oriente boliviano. En 1557, volvió a salir de Asunción hasta el Pantanal, y de ahí al oeste. En 1559 fundó sobre el río Guapay, probablemente sobre la orilla derecha, la ciudad de La Nueva Asunción, también conocida como la primera ciudad de La Barranca33. De nuevo, problemas de jurisdicción territorial esperan a los conquistadores de Asunción, esta vez a través de un célebre encuentro entre Chaves y Andrés Manso quien, llegado desde Charcas, ya había empezado a poblar “en Quiricota”, es decir en los llanos de Grigotá, por el río Guapay34. A raíz de este encuentro, Chaves viajó por segunda vez a Lima de donde volvió, en 1560, con el título de “teniente general de la provincia de Mojos”; el gobernador titular no era otro que el mismísimo hijo del virrey, García de Mendoza y Manrique, quien en los hechos jamás llegó a conocer su provincia35. A su vuelta de Perú, en febrero de 1561, Chaves fundó Santa Cruz de la Sierra. A partir de este momento las fuentes se multiplican sobre la región y entonces sobre sus pobladores indígenas: padrón de encomiendas, informaciones de servicios de Chaves, Salazar y otros, y luego cartas e informes de algunos de los pocos religiosos presentes en Santa Cruz (el mercedario Diego de Porres, los jesuitas Samaniego y Martínez, etc.). En términos generales, y en lo que a los indios se refiere, lo que sobresale de estos diversos documentos es que su número parece menguar rápidamente. Las cifras suelen variar, incluso del simple al doble, pues según las fuentes, el número de indios empadronados en 1561 oscila entre 30.000 y 60.00036. Sea lo que fuere, las bajas son en todo caso espectaculares. En 1584, el licenciado Cepeda indica que según el gobernador de

33 Ver García Recio 2002b. 34 Ver Finot 1978 [1939]: 177; Tristan Sánchez (1906 [s/f]: 40) indica que Manso pobló primero en “Quiricota”, y Pero López indica que Manso conoció a Grigotá (1971 [c. 1570]: 55-56). 35 Cañete 2008 [1560]; como veremos, “don García” fue titular de algunas encomiendas en Santa Cruz. 36 Testimonio y relación… 2008 [1561]: 115 (60.000); Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 502 (30.000).

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Santa Cruz, Lorenzo Suárez de Figueroa, son 9.000 los indios “de repartimientos domésticos […] poblados en contorno de doce leguas de la ciudad”, y 3.000 los “de servicio personal, dentro de la ciudad37. El mismo Suárez de Figueroa, en su Descripción de 1586, baja la cifra a 8.000 indios “de visita y servidumbre, sin más de 3.000 indios e indias que hay de servicio personal dentro de la ciudad”38. Un año después, se habla de un total de 10 a 20.000 indios en los alrededores39. Como lo nota García Recio, si bien en la década de 1570 el mercedario Diego de Porres empadronó 15.700 “indios varones”, en 1601 sólo se cuentan 4.00040. A inicios del siglo XVII, Díaz de Guzmán puede escribir que Irala “halló en aquella tierra mucha multitud de indios labradores en grandes pueblos, aunque el día de hoy los más son acabados y consumidos”41. Las causas de este descenso son, primero, las epidemias y enfermedades que achacan a los indígenas a raíz del contacto con los europeos, principalmente la viruela y el sarampión42. Pero otros muchos simplemente huyen hacia el bosque y escapan así a los censos y repartimientos: “demás de estos indios domésticos hay otros muchos en la comarca escondidos por los bosques y otras partes, por no servir a los españoles, como de miedo de los indios chiriguanaes”43. Otros más son víctimas de las “malocas” de los cruceños, verdaderas cacerías de indígenas para venderlos luego “al Perú” como esclavos. Ya en 1571 el virrey se queja: He sido informado de que muchas personas que han salido de la provincia de Santa Cruz de la Sierra a estos reinos del Perú han sacado

37 Carta de Cepeda del 25 de mayo de 1584, en Barriga 1949: 191-192; AGI Pat. 235 r.8. 38 AGI Pat. 29 r. 37; Suárez de Figueroa 1965 [1586]: 402. 39 Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 502. 40 Porres 1906 [1582]: 86; García Recio 1988: 157. 41 Díaz de Guzmán 1835 [1612]: 14. 42 García Recio 1988: 157-158. 43 Suárez de Figueroa, 1584, citado por Cepeda, carta del 25 de mayo de 1584 (AGI Pat. 235 r.8; reproducido en Barriga 1949: 191-192, y Mujía 1914, tomo 2: 255-256). En 1586 Suárez de Figueroa retoma los mismos términos: “demás de los indios naturales que sirven a esta ciudad, hay otros muchos que no sirven, por estar más apartados, escondidos y derramados por parentelas en grandes espesuras de bosques y montes” (1965 [1586]: 403).

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APUNTES PRELIMINARES

cantidad de piezas de indios de aquella tierra y los han dado y vendido y rescatado con color que son indios chiriguanaes y de guerra44.

Otros pocos, finalmente, siguen la suerte de sus amos y los siguen hasta la sede de la Audiencia u otras partes “del Perú” –tal fue probablemente la suerte por ejemplo de la Isabel Gorgotoqui que se encontraba enferma en el hospital Santa Bárbara de La Plata (actual Sucre) en diciembre de 157145. La franja más occidental de la región también recibe de lleno los impactos de la conquista. Probablemente el mismo año de la fundación de Santa Cruz, Andrés Manso “contraataca” en la Cordillera chiriguana, estableciendo Santo Domingo de la Nueva Rioja a orillas del río Parapetí o Condorillo. Sabemos, por una parte, que Manso también repartió “encomiendas de indios” en 156346 –y probablemente antes también; estas encomiendas afectaron tanto a chiriguanaes como a “indios de los llanos” (chanes en su mayoría) “en frente y al este de Condorillo”47. Por otra parte, el español se alió con varios caciques chiriguanaes “para ir a la guerra de los llanos”, es decir básicamente capturar “naturales” para venderlos como esclavos48. Una primera consecuencia notable de estas correrías es la huida de los “naturales” Chaco adentro, y principalmente hacia los arenales del Isoso, cuyo poblamiento masivo se puede fechar de esta época49: Estos pobres indios viendo la crueldad de los chiriguanaes y el mal que les hacían huyeron del gran temor que les tenían y desampararon su propia tierra que eran unos muy buenos y fértiles valles (…) en que los mismos chiriguanaes se han quedado y se fueron a unos llanos y are-

44 Toledo, 1571, en Mujía 1914, tomo 3: 33. Ver Vázquez-Machicado 1992d [1956]; García Recio 1988: 171, 178 y, sobre las malocas, 194-209. 45 ANB EP 16, f. 1066v. Agradezco a Ana Forenza por esta referencia. 46 Sólo algunas de las encomiendas hechas por Manso son conocidas. Están conservadas en Sucre (ANB EP 5, notario Lázaro de Águila, 27-IV-1563 y 5-V-1563) y fueron publicadas por Julien (Manso 2008 [1563]). 47 Relación verdadera… 2008 [1571]: 224. 48 Testimonio y relación… 2008 [1561]: 116. Ver los artículos “Condorillo” y “Zaipe” en el presente diccionario. 49 Sobre el tema, ver Combès 2005: cap. 2 y 3.

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nales que solían estar despoblados adonde no hay agua sino a treinta estados y la que hallan es muy poca y en muy pocas partes beben del zumo de los cardones y de yucas son muchos en cantidad más de cien mil según fama. Estos indios eran naturales de los valles que están a los principios de la cordillera que poseen los Chiriguanas (...) echados de [la región de] los Chiriguanas, se pasaron en aquella aspereza de tierra por escapar de sus crueldades50.

Otra consecuencia inevitable es que, a pesar de las huidas, el número de los “indios llaneros” va disminuyendo también drásticamente. Los arenales de Condorillo “solían ser muy poblados de mucha gente de behetría […] mas ahora no hay tantos, no sin culpa de los cristianos”51. A pesar de las alianzas trabadas, tanto La Nueva Rioja como La Nueva Asunción fueron destruidas poco después, en 1564, por los chiriguanaes de la Cordillera. Manso falleció en el ataque a Condorillo; en cuanto a Chaves, murió pocos años después en 1568, a manos de los chiriguanaes itatines, mientras buscaba minas en su territorio.

50 Matienzo 1922 [1561]: 54; Relación verdadera… 2008 [1571]: 214. 51 Relación verdadera… 2008 [1571]: 214.

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APUNTES PRELIMINARES

Mapa 4. Fundaciones españolas y traslados

(adaptación del mapa de Gerrit Köster en Balza 2001: 134) Santa Cruz: “la Vieja” Tras la muerte de Chaves, su cuñado Diego de Mendoza asumió el papel de gobernador, de manera pensada como interina pues él mismo solicitó al virrey Toledo, junto con otros cruceños, el nombramiento de

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un nuevo gobernador para la provincia52. Sin embargo este gobernador, Juan Pérez de Zurita, quiso –cumpliendo con sus instrucciones53– realizar el traslado de Santa Cruz hacia el río Guapay y desde allí armar una campaña militar contra los chiriguanaes. Mendoza y muchos cruceños se opusieron a esta iniciativa, en particular por su “esperanza de las minas de Ytatin” que había costado la vida a Chaves54. Mendoza apresó a Zurita y se enfrentó así abiertamente con el virrey. La represión no se hizo esperar y lo interesante para nuestro propósito es que el virrey la organizó al mismo tiempo que lanzaba una ofensiva contra la Cordillera chiriguana: en otros términos, Toledo juntó “entrambas cosas”55, y no fue por casualidad. Existen muchos puntos comunes entre lo que ocurría en Santa Cruz y lo que estaba pasando en la Cordillera chiriguana, alborotada en particular por la aparición de un misterioso “Ángel Santiago” en Saypurú y las aldeas de los alrededores56. Al menos uno de los motivos de la rebelión de Mendoza era la búsqueda de las minas de Itatín: mientras tanto en la Cordillera, y más específicamente en Saypurú, el “Ángel Santiago” habla de “un cerro donde los indios sacaron metales de plata”57 –clara alusión a las míticas minas incaicas del mismo lugar58. Mientras Toledo se preocupa de reunir datos sobre la presencia de mestizos paraguayos en la Cordillera chiriguana59, se acusa a los mestizos de Santa Cruz de apoyar a Mendoza60; 52 Audiencia de Charcas 2003b [1575]: 33. 53 Toledo 1914 [1571]: 23. 54 Pérez de Zurita 2003 [1573]: 10-11. 55 Audiencia de Charcas 2003a [1574]: 25. 56 AGI Pat. 235 r.3. En todo este acápite retomo los argumentos desarrollados en Combès 2009b. 57 Informe de García Mosquera al virrey, octubre de 1573, en Mujía 1914, tomo 2: 125. 58 La crónica que afirma la existencia de minas incaicas de plata en Saypurú es la de Alcaya (AGI Charcas 21, r. 1, N. 11; 1961 [c. 1605/1636]). Alcaya dice transcribir una antigua relación dejada por su padre Martín Sánchez de Alcayaga, quien fue partícipe de la rebelión de Diego de Mendoza. La existencia real o no de estas minas no es lo más importante: los españoles de la época estaban en todo caso convencidos de ello, y actuaban en consecuencia. 59 Instrucciones de Toledo a García Mosquera, 6 de septiembre de 1573, en Mujía 1914, tomo 2: 102-108. 60 Se dice por ejemplo que Mendoza quiso “irse con los mestizos” en busca de las minas de Itatín. Cuando apresó a Zurita, lo hizo ayudado por “todos los mestizos, que son más de sesenta”; los que entraron a la fuerza a la habitación del gobernador eran “muchos soldados y algunos vecinos, los más mestizos” (Pérez de Zurita 2003 [1573]:12). Otro testimonio agrega: “se amotinó el Don Diego de Mendoza con otros mozos nacidos y criados en el Paraguay” (Audiencia de Charcas 2003b [1575]: 33).

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APUNTES PRELIMINARES

la expedición del virrey a la Cordillera fracasa rotundamente, en gran parte por las malas informaciones dadas por el mestizo García Mosquera, y el “Ángel Santiago” mismo no parece haber sido otro que un mestizo paraguayo61. Una conexión directa entre los mestizos de Santa Cruz y los chiriguanaes de la Cordillera se evidencia también en este testimonio sobre la actuación de Gabriel Paniagua, oficial del ejército de Toledo: de ida a castigar a los chiriguanaes, … Don Gabriel hizo justicia en el camino de un soldado que se llamaba Salgado que era capitán de la guardia del dicho Don Diego de Mendoza, porque estando peleando con los dichos indios el dicho Salgado tenía tratado con los dichos indios que él mataría al dicho Don Gabriel de un arcabuzazo y a otras dos o tres personas principales que con él estaban, para que con estas muertes los dichos indios tuviesen victoria de todos los españoles y los indios quedasen por señores de la tierra62.

De esta manera, tampoco parece ser casualidad que las informaciones sobre las minas de Saypurú provengan de Martín Sánchez de Alcayaga y, probablemente, del chiriguana Cayperu, ambos partícipes de la rebelión de Diego de Mendoza63. En otras palabras, todo ocurre como si, en su interés por las minas de Itatín y Saypurú, los cruceños y particularmente los mestizos paraguayos de la ciudad, utilizaron o se aliaron con los chiriguanaes en contra del virrey. La rebelión de Mendoza no prosperó, y fue apresado y ejecutado por el virrey. Sin embargo esta rebelión, agregada a otros factores como el aislamiento de Santa Cruz, la amenaza que representaban los indígenas de los alrededores y el problema de los chiriguanaes de la Cordillera que impedían la comunicación con Charcas, fueron varios de los motivos que dieron un nuevo impulso al deseo de Toledo de trasladar la ciudad hacia el Guapay64. Antes de un traslado, lo que ocurrió fue la fun61 Sobre la ambigua actuación de Mosquera, ver Saignes 2007: cap. “Mestizaje”. Sobre Santiago como mestizo, ver Combès 2009b. 62 Relación de los servicios de Gabriel Paniagua y Loayza 2003 [1582]: 42. 63 Ver el artículo “Caypere/Cayperu” en el presente diccionario. 64 AGI Pat. 190 r.16, 1575. Ver también los documentos reunidos por Julien 2003. El tema del traslado de Santa Cruz fue tocado por todos los historiadores de la región: ver en particular Vázquez-Machicado 1992a [1952]; Finot 1978 [1939]: cap. 8; Gandia 1935; García Recio 1988, etc.

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dación, por Lorenzo Suárez de Figueroa y Gonzalo Solís de Holguín, de una nueva ciudad sobre la orilla derecha del Guapay, probablemente muy cerca de donde se erigió antes La Nueva Asunción. Esta ciudad, fundada en 1590, fue San Lorenzo el Real, también conocida como San Lorenzo de la Frontera o de La Barranca. Se trasladó un año después a la otra orilla del río, en un lugar llamado Cotoca, y de nuevo en 1595 más al oeste, a la “punta de San Bartolomé”. En estos mismos años tuvo lugar la fundación, efímera, de Santiago del Puerto a unas 60 leguas al norte de San Lorenzo, probablemente sobre el río San Miguel65: fundada en 1592, la ciudad no resistió a los ataques de los indígenas chiquitos de la región y fue abandonada en 1594. Poco después, abandonando su resistencia al traslado, los vecinos de Santa Cruz acabaron asentándose en Cotoca en 1603; en 1621, se trasladaron de nuevo a la punta de San Bartolomé, uniéndose a San Lorenzo. La nueva ciudad guardó el nombre de la primera, y es la actual Santa Cruz de la Sierra, capital del departamento del mismo nombre. La fundación de San Lorenzo y el posterior traslado de la ciudad tuvieron sus consecuencias sobre los indígenas de Santa Cruz. Ya en 1584, Suárez de Figueroa prevé que poblando en Grigotá, y hasta lograr “pacificar” a los indígenas locales, se tendrá que utilizar a “indios de servicio” de Santa Cruz66. Efectivamente, documentos posteriores señalan que “indios de repartimiento” de Santa Cruz fueron trasladados a Grigotá para contribuir a la edificación de San Lorenzo67. En el viaje hasta el Guapay, sea en esta época temprana, sea luego cuando se mudó definitivamente Santa Cruz, muchos indígenas aprovecharon para retornar a sus lugares de origen… o incluso huir hacia Charcas hacia el oeste. A inicios del siglo XVII, se habla de unos 3.000 indios originarios de Santa Cruz en Charcas68.

65 Vázquez-Machicado 1992a [1952]: 43. 66 AGI Pat. 235 r.8: 25r; reproducido en Mujía 1914, tomo 2: 413. 67 Información de servicios de Gonzalo Solís de Holguín 1914 [1603]: 88. Ver también Mujía 1914, tomo 3: 116; García Recio 1988: 180. 68 García Recio 1988: 161-162.

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APUNTES PRELIMINARES

Con el traslado de Santa Cruz a Grigotá se cierra el marco histórico de nuestra investigación. Los afanes de la nueva ciudad giran alrededor de la “pacificación” de la cordillera chiriguana al sur, y la búsqueda de la nueva “noticia”, la tierra rica de Mojos al norte. La primitiva Santa Cruz, desde entonces llamada “la Vieja”, cae en el olvido por prácticamente un siglo. Un olvido relativo por cierto, pues por un lado siguen las “malocas” de los cruceños, y por otro empiezan las correrías de los mamelucos o bandeirantes de Brasil en busca también de esclavos: las Actas Capitulares de Santa Cruz les señalan entre los itatines por lo menos en 163769. No se trata, en todo caso, de una presencia permanente, y mucho menos de una presencia documentada. Para nuevas noticias sobre Santa Cruz “la Vieja”, habrá que esperar hasta fines del siglo XVII la llegada de los padres de la Compañía de Jesús a la zona, y la fundación de la misión de San José de Chiquitos en 1697, a escasos kilómetros de la ciudad abandonada de Chaves. 1.3. De la desesperación a la buena voluntad Caprichos y circunstancias Los nombres de grupos indígenas arrojados por las fuentes son extraños, muchas veces aislados, desconcertantes y “desesperantes”, diría Métraux. Pero esas no son las únicas trabas que surgen a la hora de querer identificar a “los naturales” de la región. Un primer problema lo constituye la endemoniada letra de los notarios coloniales, a menudo sumamente difícil de entender. Las transcripciones de Ricardo Mujía están, por ejemplo, plagadas de errores en la interpretación de los nombres indígenas. Aunque se dependa, en este caso, de la mayor o menor destreza del que transcribe, nunca pueden descartarse totalmente confusiones o errores. Más allá de este punto, el lenguaje mismo de las fuentes coloniales presta a confusión. Los españoles hablan de “generaciones” de indios, de “parcialidades”, incluso a veces de “casas”, y la equivalencia no siempre es fácil con los tér-

69 Actas capitulares-Santa Cruz 1977 [1634-1640]: 193; sobre los bandeirantes ver García Recio 147-154.

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minos más modernos (e igualmente cuestionados además en la literatura antropológica) de “etnia” o “comunidades”. En muchos casos, las “generaciones” nombradas sólo son aldeas (por ej. los “curiabanos”, de la aldea Curiavano), o sólo son un grupo de gente sujeta a un mismo jefe, como los “maripanos” del jefe Maripa. Es decir que son “parcialidades” (partes) de una “nación” o “generación”, y su proliferación en las fuentes no contribuye por cierto a aclarar el panorama –mucho menos si, cambiando el jefe, se llega a cambiar el nombre aplicado a su gente. A otras equivocaciones puede llevar el uso del término “pueblo”, que en español remite tanto a un asentamiento particular como a un grupo étnico: en la medida de lo posible, utilizaré en las páginas que siguen la palabra “aldea” para evitar esta clase de confusión. Otro término omnipresente en las fuentes es el de “principal”, “indio principal”, que bien podría traducirse en general como “jefe”, pero que también podría designar a cabezas de linajes, de clanes, ancianos respetados, etc. En la zona de Santa Cruz existen de hecho muy a menudo varios “principales” en una misma aldea, y en la mayoría de los casos no tenemos información sobre su respectivo estatus: ¿existe un jefe “más principal” que otros que le son sujetos? ¿Tienen todos estos “principales” el mismo rango? ¿Puede tratarse de funciones diferentes, como las de jefe de guerra, chamán, etc.? La proliferación de los nombres de “parcialidades” es, definitivamente, la que mayores migrañas suele provocar. El jesuita Joaquín Camaño planteó por cierto muy bien el problema: La multitud de estas naciones no es tanta cuanta fingen los geógrafos y historiadores poco sinceros, o ponderativos. Éstos suelen poner como nombres de diferentes Naciones los que no son sino nombres de distintas Tribus o Parcialidades pequeñas de una sola Nación […] Sucede también que a una misma Nación le dieron los Españoles antiguos un nombre, y los más modernos otro; o los de una Provincia la llamaron con uno, y los de otra con otro nombre; o las Naciones confinantes que la conocen, le dan cada una un nombre distinto según su lengua; el historiador o geógrafo poco práctico de esas tierras, recoge todos esos nombres contando bajo cada uno una Nación distinta (Camaño 1955 [1778]: 116-117).

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APUNTES PRELIMINARES

Pero entender el problema no es garantía, al menos en nuestro caso, de poder resolverlo. Se equivoca Finot al pensar que las denominaciones encontradas en las fuentes “fueron generalmente aplicadas en forma caprichosa y circunstancial” por los españoles70. Todo lo contrario: estos nombres fueron indicados por los guías, baqueanos e intérpretes indígenas de los exploradores españoles. Esto significa, primero, que rara vez (casi nunca) son nombres “propios” o “auto-denominaciones”. Se encontrarán por ejemplo, en el diccionario que sigue, muchísimos nombres que llevan el sufijo coci o coçi, antigua marca chiquitana del plural: tamacoci, panecoçi, jamarecoci, etc. Este hecho no significa necesariamente que los grupos así nombrados hablaban el chiquito, sino más bien que fueron llamados así por chiquito-hablantes. Lo mismo puede decirse de los también numerosos gentilicios terminados en ono, marca arawak (chane) del plural. De esta manera, los “nombres étnicos” pasan por una cadena de traducciones e interpretaciones varias, es decir también por una cadena de deformaciones sucesivas a través de la cual es a menudo imposible reencontrar el término original. Eso sin contar con otro problema tal vez más apremiante. En un breve artículo precisamente titulado “¿Qué es un ‘etnónimo’?”, Philippe Erikson desentrañó los múltiples sentidos y usos del término “matis” que hoy se considera como (y casi solamente como) un “etnónimo” de indígenas pano-hablantes de la Amazonía brasileña. Significando desde “pariente” hasta “ser humano”, coexistiendo con otros términos de clasificación de las personas, “matis” es a la vez mucho más y mucho menos que un “etnónimo” (Erikson 2004). Las significaciones múltiples de un mismo término implican también, como lo mostró Evans-Pritchard (1978 [1940]), niveles plurales de (auto)definición. Para dar un ejemplo sencillo, una misma persona puede declararse cruceña, boliviana, hispanohablante o sudamericana según las circunstancias y el interlocutor –y “ser” todo eso a la vez71. En otras palabras, los términos que conside70 Finot 1978 [1939]: 50. 71 Comentando la obra de Evans-Pritchard, Louis Dumont escribía: “[En nuer] la palabra cieng, “casa”, “hogar” (home en inglés) o “residencia”, adquiere un sentido diferente de acuerdo con el contexto en el cual es dicha. De ahí que para nosotros [los franceses], si alguien pregunta ‘¿De dónde eres?’, la respuesta puede referirse, según el contexto, a Francia, París, al distrito nº 9, a la rue Lafayette, etc.” (Dumont 2001 [1974]: 137).

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ramos hoy como etnónimos y gentilicios pueden tener diferentes niveles de significaciones que, en el caso de los nombres quinientistas, quedan fuera de nuestro alcance. Más aún en este caso, y como bien lo recalcó Camaño, es posible encontrar, según los guías e intérpretes, dos, tres o hasta más nombres diferentes para designar un solo grupo humano. Sabemos, por ejemplo, que los tapuy-miri (así llamados por guaraníhablantes) son los mismos que los españoles llegaron a llamar chiquitos, y los mismos también que se autodenominan como tobasicoci. Pero, por un caso conocido, ¿cuántos otros quedan por esclarecer? El riesgo es prácticamente inevitable de “recoger todos esos nombres contando bajo cada uno una Nación distinta”… Finalmente, otro problema es la existencia de numerosos nombres “genéricos” que pudieron aplicarse a diferentes grupos, en diferentes épocas y diferentes lugares: timbú por ejemplo, término guaraní que podía aplicarse a cualquier grupo humano que tenía costumbre de horadarse el labio; nambikua y variantes, del guaraní nambi: “oreja”, que se aplicaba a los diferentes grupos que los españoles llamaron “orejones”, sin que estos diversos grupos tengan ninguna relación entre sí. Entre los nombres genéricos se deben contemplar términos como “cario”, “guaraní” o “chiriguanaes” por ejemplo, que fueron aplicados, a veces al mismo tiempo y por los mismos cronistas, a cualquier grupo guaraníhablante. Esto no implica, ni mucho menos, que estos diferentes grupos se conocían, o que constituían “parcialidades” de una “misma nación”. Y la lista de las complicaciones no se acaba ahí. En términos de ubicación de los diferentes grupos, sólo en contados casos podemos señalar un punto preciso en el mapa: la inmensa mayoría de las veces, los datos se resumen a algo así como “al este de Santa Cruz”. En esta tarea no ayudan las distancias frecuentemente mal estimadas por los autores entre un punto y otro, entre una aldea y otra, y tampoco puede ayudarnos una lista detallada como la del padrón de encomiendas de Santa Cruz. En efecto, si bien las parcialidades de Turobocoçi, Ubobocoçi, Payxono, Aboçio y Çepoexu por ejemplo fueron encomendadas todas a la misma persona, Andrés de Prada, no por esto estaban situadas nece-

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APUNTES PRELIMINARES

sariamente en la misma zona: “en los Andes, era común repartir algunos indios en las cercanías de la ciudad española donde tenía que hacer su casa el encomendero, junto con otros más lejanos. Así, el encomendero tenía gente cerca para servir en su casa. El padrón de Santa Cruz bien podría ser un reflejo de esta misma política”72. Finalmente, y en el afán de querer identificar sí o sí a cada grupo encontrado, nada más riesgoso que la tentación de saltar en el tiempo. Pues si las noticias son más que parcas sobre la región en el siglo XVII, se vuelven por el contrario muy numerosas a partir de la llegada de los jesuitas y en todo el siglo XVIII. Como los hombres de Irala y de Chaves, los padres jesuitas encontraron a “una multitud de naciones” en la zona: más de 75 grupos diferentes, pertenecientes a un mínimo de seis familias lingüísticas diversas, con un sinfín de dialectos y variantes locales73. ¿Son los “bárbaros” de los padres los mismos “naturales” que encontraron los españoles de Asunción? A decir verdad, la pregunta no tiene mucho sentido. Podemos evidentemente asumir que los indígenas evangelizados en el siglo XVIII son los descendientes de los que encontraron Chaves y sus secuaces, pero ni más ni menos que los italianos por ejemplo pueden ser considerados como descendientes de los romanos de la Antigüedad. Un siglo y medio pasó entre la fundación de Santa Cruz, “la Vieja”, y la presencia jesuítica. El paisaje étnico cambió profundamente en este lapso de tiempo. Ya mencioné las epidemias y “pestes” que hicieron estragos en la población indígena; el traslado forzoso de muchos de ellos a San Lorenzo, a veces a Charcas; las malocas de los “santacruceños” y luego las de los mamelucos brasileños, las huidas finalmente hacia los territorios todavía libres o bien al occidente. Todos estos factores implican relocalizaciones, mezclas, desaparición de algunos grupos e incluso lenguas, reagrupamientos, cambios que se suman además a una historia interna nada estática –en particular, como veremos, a una “chiquitanización” temprana y progresiva de numerosos núcleos. En consecuencia, aunque descendientes “biológicos” de los 72 Julien 2006: 63. 73 Tomichá 2002: 654 y cap. III.

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naturales del siglo XVI, los indios de los jesuitas son también diferentes. Incluso en los pocos casos en los cuales un mismo nombre puede advertirse a través de los siglos, esta homonimia no significa necesariamente que este nombre se aplique a las mismas personas o sus descendientes –ya mencioné, para citar un solo ejemplo, a los nombres genéricos como timbú. En el diccionario que sigue, indicaré estos paralelos cuando logré encontrarlos, pero esta indicación no debe ocultar el hecho que las equivalencias y comparaciones deben hacerse con sumo cuidado y precaución, y no pueden desembocar en afirmaciones contundentes. Con un poco de imaginación Se habrá entendido, con el solo listado de las principales dificultades encontradas, que el estudio que sigue no puede en ningún caso pretender ser ni definitivo, ni completo, ni mucho menos afirmativo –de hecho está plagado de “tal vez”, “posiblemente” y sólo en pocas ocasiones de optimistas “es probable”. Sin embargo, y pese a la “inutilidad” del esfuerzo, el mismo Finot admitía que “con un poco de imaginación y de buena voluntad, es posible, indudablemente, identificar algunas de estas denominaciones y relacionarlas con otras”74. La ortografía del español quinientista no obedece a reglas fijas. La letra B es intercambiable con la V –un humilde “basallo” puede “vesar” los pies y manos de Su Majestad por ejemplo. Pero, como en latín, la V tiene también en esta época el valor de la U, y ahí las cosas se complican un poco. Si bien parece algo evidente que Vcarecoçi deba pronunciarse “Ucarecoçi”, no tenemos la misma seguridad para un término como Virite por ejemplo, que podría ser equivalente tanto a “Birite” como a “Uirite”, “Güirite” o “Wirite”. En algunos casos, otras grafías del nombre permiten aclaran el panorama –vracoçi, huracoçi–, pero no siempre. Los guatataes de los unos son los batates de los otros, el cacique Vitupue es también Uitopue, Bitupue, y las equivalencias no siempre son fáciles entre B, V, U, GÜ, e incluso la O: huetari, guetari, oetari por ejemplo.

74 Finot 1978 [1939]: 51.

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APUNTES PRELIMINARES

Las equivalencias más frecuentes son las siguientes: O = U (por ejemplo en Ubobocoçi, Obovocoçi, o Tuçi, Tosi) O = U = V = Gü = B, ya mencionado B = P (Tibiono, Tipiono) E = I (Casachiono, Casacheono) S = Z = Ç (por ejemplo Zaype, Çaype, Saipe) I = Y (Itatin, Ytatin) I = J (Caparjoro, Caparioro) X = J, por ejemplo en xarayes, jarayes. Este fonema merece una atención particular, pues si bien la X podía tener el valor de la actual jota, más generalmente se pronunciaba como una “sh” suave. Es así que jamare(coci), xamares y chamarus equivalen a un mismo término. En el proceso de investigación, trabajé así con listas de gentilicios y nombres por “orden fonético” si vale el término, única manera de relacionar palabras a priori tan diferentes como çeucoçi y seococi, etc. Este orden se hizo evidentemente insostenible al elaborar el diccionario –habría sido exigir algo más que “un poco de buena voluntad” al lector. El diccionario se presenta así en el orden alfabético tradicional del español, pero sí considerando la CH como una letra aparte e incluyendo, entre la C y la CH, a la letra Ç. De todas maneras, se deberá tener presentes en mente a estas equivalencias que permiten, en no pocos casos, relacionar diversas denominaciones. Otra manera de trabajar fue confrontando las diversas fuentes que describen un mismo viaje. Por ejemplo, en el caso del viaje de 1547-1548 a través del Chaco boreal, Schmidel utiliza un mismo término: mayágonos, para dos grupos chaqueños; González nombra a los “moyganos”, y Rodrigues a los maepenos y los morganos. Sólo confrontando minuciosamente los relatos, se puede llegar a comprender a cuáles de los “mayágonos” aluden los otros dos autores.

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En términos de ubicación de los grupos, ya mencioné las dificultades que se presentan. Sólo en contadas oportunidades se puede ubicar con precisión a algún grupo en el mapa; en todos los otros casos, sólo es factible indicar una región o una zona aproximada: “sur de Santa Cruz”, o “entre Santa Cruz y el Pantanal”, etc. De la misma manera, es imposible pretender levantar un mapa lingüístico de la región para esta época: en la mayoría de los casos no tenemos ningún dato sobre el idioma hablado por tal o cual grupo; en otros, sólo podemos emitir hipótesis más o menos convincentes. A esta situación se suma la probable existencia de aldeas o “parcialidades” multiétnicas en los alrededores de Santa Cruz –y entonces probablemente multilingües. Sólo con suerte y para algunos casos contamos con descripciones más o menos detalladas de los grupos indígenas de la época. Muchas veces, sólo el nombre de un grupo, o de una aldea, o de una parcialidad llegó hasta nosotros. Los artículos de este diccionario ilustran esta situación, variando desde una única línea hasta varias páginas según las informaciones recabadas. Pero estos nombres sueltos, extraños, desconcertantes, son la única manera de acercarnos a los indígenas del pasado. Tuçi y Casacheano son parte de la historia de la región al igual que Ñuflo de Chaves o Hernando de Salazar, y vale la pena rescatarlos del olvido. Estudiar sus nombres reserva, además, algunas gratas sorpresas al investigador: pienso, por ejemplo, en las evidencias encontradas sobre el “repartimiento” de grupos zamuco-hablantes –los únicos datos hasta ahora sobre su historia quinientista– o en la superposición de las encomiendas realizadas por Chaves y Manso, que demuestran lazos a través del Gran Chaco entre la zona del Parapetí y la de Santa Cruz “la Vieja”.

2. Muchos indios con diferentes nombres y lenguas 2.1. La macro-región Las fuentes quinientistas permiten esbozar un panorama general de la región en los albores de la conquista española. Remontando el río o internándose “tierra adentro” a partir de Asunción, los exploradores del

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APUNTES PRELIMINARES

Paraguay viajan “de indios de indios” y van recabando informaciones en cada grupo sobre lo que les puede esperar más allá. Estas informaciones abarcan un marco geográfico que puede parecer sorprendentemente amplio, pues el nombre de los carcaraes de Charcas, por ejemplo, es conocido en Asunción, y no solamente su nombre: se sabe que son productores del “metal blanco” (la plata) tan buscado por los conquistadores. De hecho, hasta el grupo de los agaces en Asunción misma tiene “cantidad de plata y mucho oro”75 y se afirma como parte activa del intenso comercio metal andino desde el occidente hasta el Paraguay y, más allá, hasta la costa atlántica. He dedicado un estudio a este comercio, particularmente entre el río Guapay y el Pantanal, y no volveré a detallar aquí todos los datos existentes sobre el tema76. De hecho, el comercio o el robo de metal entre los diferentes grupos es lo más sobresaliente de las informaciones y relaciones españolas –pues era también el principal punto de interés de los exploradores. Lo importante es que mediante este comercio, todos los grupos indígenas de una extensa región están interconectados: los tarapecocis reciben por ejemplo metal de los payzunos, quienes a su vez lo obtienen de los chanes, chimenoes, carcaraes y candires77; los gueno, ymore y xarayes distribuyen el metal conseguido al oeste a lo largo del río Paraguay, a grupos como los xaquides, xacota, chanes, quigoaracoçi, yriacoxi, xabacoxi, deycoxi, turucoxi y guarhagui78, etc. Oro y plata pueden conseguirse mediante trueque –los tarapecocis los obtienen “a trueco de arcos y flechas de esclavos que toman de otras generaciones”79–, comercio en el cual los grupos chanes y payzunos ocupan un lugar privilegiado de intermediarios; mediante robos a los productores, o incluso aliándose varios grupos “para ir a buscar el metal” donde los míticos “candires” y “carcaraes” andinos80: tenemos 75 Irala 1941a [1541]. 76 Combès 2008. 77 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXX. 78 Irala 2008a [1543]: 6. 79 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXX. 80 Irala 2008a [1543]: 7.

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así conocimiento de expediciones multiétnicas, que integraban guaraníhablantes, xarayes y otros pueblos, hacia el occidente “antes que García viniese del Brasil”81 –es decir en la época prehispánica. En todo caso, es en una región en plena efervescencia donde penetran los primeros españoles de Asunción, una verdadera telaraña que interconecta grupos diferentes y alejados, donde los contactos directos o mediatizados son constantes con los pueblos andinos y los asentamientos incaicos fronterizos como Samaipata y tal vez Saypurú. Panorama general Aunque no forme parte de nuestro marco geográfico, unas palabras son necesarias sobre el poblamiento étnico del río Paraguay desde Asunción hasta Puerto de los Reyes río arriba: es en efecto en esta región y a todo lo largo del río que Irala primero, Cabeza de Vaca luego, recabaron sus informaciones iniciales sobre la “tierra adentro”. Asunción fue fundada en 1537 en el sitio de la aldea indígena Lambaré. Esta zona era territorio cario, es decir territorio de gente de habla guaraní, cuyo nombre sirvió luego para designar a prácticamente cualquier grupo que hablaba el mismo idioma, al igual que la palabra “guaraní” o luego “chiriguanaes”. Pero otros grupos indígenas vivían cerca de Asunción, a menudo enemigos de los carios. Es el caso por ejemplo de los yapirus (o naperu, o aperu), gente pescadora, enemiga de los guaycurúes del interior y amiga de los payaguas de río arriba82; los noaques, nohoagues o noceques, pescadores del Pilcomayo83; y de los agaces que vimos participando del comercio del metal. Este último nombre designaba, según Métraux84, a la fracción sureña de los payaguas. Río arriba, los carios se extienden hasta el lugar llamado Guayviaño85. A partir de ahí, el río está dominado por los payaguas, grupo “canoero” 81 Irala 2008a [1543]: 7. 82 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. XXX; Schmidel 2008 [1567]: cap. 25. Sobre los yapirus, ver Susnik 1978: 63-72. 83 Ver por ejemplo Relación verdadera… 2008 [1571]: 216. 84 Métraux 1996 [1946]: 53. 85 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. XLVII.

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de la familia lingüística guaycurú con fama de “piratas” del río Paraguay86. En su territorio se ubicaba el puerto de La Candelaria o San Fernando, desde donde partió Ayolas Chaco adentro. Río arriba de los payaguas, se menciona al grupo de los mataraes87, pero los verdaderos dueños de esta parte del río son los guaxarapos (más tarde conocidos como guachi), posiblemente miembros también de la familia lingüística guaycurú88. Los guaxarapos no parecen ser parte de la red de comercio del metal, pues varios carios afirmaron a Irala que no tenían ni oro ni plata89; de hecho, son enemigos de varios grupos que pueden impedirles el acceso al metal, como los ayguas, los guaraníes de Itatín, los guacamas y los xaquides90. Pero los guaxarapos tienen también aliados, en particular grupos de Puerto de los Reyes en el Pantanal a quienes ayudan en 1544 a sublevarse contra Cabeza de Vaca; asimismo, junto con los indios guatos, ayudan a los arrianicosies a rebelarse contra el español91. Existen también “carios” más arriba de Asunción, es decir gente de habla guaraní. Los primeros, río arriba de los guaxarapos, son los de Garabatibi (muy probablemente karaguata ivi, es decir “la tierra de la caraguatá”, en guaraní), sobre la ribera oeste del río. Luego vienen los itatines, en la ribera este. De estos últimos volveremos a hablar en varias oportunidades. A guaxarapos y carios, Irala y luego Cabeza de Vaca no se cansan de preguntar sobre las rutas del metal y la gente de “la banda de la mano izquierda [remontando el río] que es del oeste”92. La respuesta es una interminable lista que incluye a aesu, turubones, taycaçis, guaracis,

86 Sobre los payaguas, ver Métraux 1996 [1946]: 53-55; Susnik 1978: 94-108. 87 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. L; Hernández 1941 [1545]: 394. Ver Susnik 1978: 124-128. 88 Métraux 1996 [1946]: 37, 54; Susnik 1978: 22-24. 89 Irala 2008a [1543]: 6. 90 Irala 2008a [1543]; Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LX. 91 Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. XLVI, XLVIII y LVIII; “Elección de Domingo Martínez de Irala”, 1544, AGI Justicia 1131, publicado en apéndice de Actas Capitulares-Asunción, 2001. 92 Irala 2008a [1543]: 2.

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oetari, oadiys y demás nombres. Muchos de ellos aparecen por primera y única vez en el informe de Irala. He escogido, sin embargo, incluirlos en este diccionario, por dos razones: primero porque esta gente es parte activa del comercio del metal, es decir que tuvo probablemente contactos directos o indirectos con grupos de Santa Cruz la Vieja; segundo porque, en algunas oportunidades, se puede comprobar que algunos de los nombres recabados corresponden con los de grupos de la región de Santa Cruz. El 6 de enero de 1543, llegando a una de las grandes lagunas del Pantanal, Irala bautiza el lugar como Puerto de los Reyes. Según la opinión más generalizada, se trataría de la laguna La Gaiba93. A un chane de la región, Irala pregunta cuáles son las “generaciones” dueñas del metal, y la respuesta es: Muchas generaciones tienen metal en especial los payçunos y guarigoari y corocotoqui y cheretono y turopecoçi y pane y tipeono y maracaono y vroacoçi y xamaricoçi y çimeonos y carcaras pero (…) los verdaderos que sacan el metal son los canires e los chemaos94.

Varios de los grupos mencionados: corocotoqui, pane, tipeono, vracoçi, xamaricoçi y çimeonos, viven en la región misma donde se fundaría luego Santa Cruz, o muy cerca. Los españoles encuentran incluso físicamente indígenas originarios de la “tierra adentro” afincados en el Puerto de los Reyes: quigoaracoçi, chanes, y probablemente tarapecocis (taramecoci)95. De hecho, a partir del Puerto de los Reyes las informaciones se vuelven mucho más precisas sobre la “tierra adentro”: ahí empieza, por ende, la “macro-región” contemplada en el presente estudio. En esta zona, los chanes llegados del occidente se aliaron con algunos de los indígenas a quienes los españoles dan el nombre genérico de “orejones” por los pendientes que llevan como adornos. Todos ellos son descritos como grandes agricultores, al contrario de muchos de sus vecinos “canoeros” 93 Sanabria 1974; Susnik 1978: 24; Julien 2009. 94 Irala 2008a [1543]: 9. 95 Para todos estos ejemplos y los que siguen, ver los artículos correspondientes en el diccionario.

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y pescadores ante todo: guaxarapos otra vez, guatos, acheres o yacarés, etc. Finalmente, se señala también al menos una aldea guaraní en Puerto de los Reyes, al mando del “principal” Yandarupia, quien dice conocer la ruta del metal hacia el occidente96. De Puerto de los Reyes siguiendo río arriba, en las profundidades del Pantanal, se llega a la región dominada por los grupos xarayes, visitados primero por Hernando de Ribera en 1544 y luego por Chaves en 1557-1558. Lo más sobresaliente de esta zona es, sin duda, el complejo sistema jerárquico establecido entre los diferentes grupos xarayes y sus “sujetos” –grupos muy diversos que incluyen tanto a los ortueses agricultores como a los tiyues e yayna, “gente de canoa”. La red de clientelismo xaray se extiende hacia el occidente, y existen datos por ejemplo sobre matrimonios interétnicos entre mujeres xarayes y hombres “chiriguanaes” de la parcialidad Bambaguasu97; ya mencioné también el papel de los xarayes en la distribución del metal andino Paraguay abajo, y su participación en expediciones multiétnicas hacia “los candires” por ejemplo. Las noticias son parcas sobre la región que se extiende entre Puerto de los Reyes y la futura Santa Cruz. Irala menciona a varios grupos guaraníes, “de la misma generación” que los de Puerto de los Reyes y la tierra (mejor dicho el cerro) de Ytapua un poco más al occidente, buscado también al año siguiente por Francisco de Ribera98. El mismo Ribera encontró, sobre el camino, a varios tarapecoçis, y se mencionan también chanes y payzunos en esta región. Todos son parte de la gran cadena del metal. Más al norte, al oeste esta vez de los xarayes, por donde se internó Chaves en 1557-1558, la tierra parece haber sido bastante más poblada. Dos conjuntos dominan la región: una serie de grupos guaraní-hablantes primero, llegados a esta tierra en busca del metal; son, por ejemplo, los pitaguaris más occidentales, los bambaguasu y luego el conjunto conocido como “itatines”. El segundo conjun96 Irala 2008a [1543]: 9. 97 Relación general… 2008 [1560]: 59. 98 Irala 2008a [1543]: 9; Núñez Cabeza de Vaca 1944 [1555]: cap. LXIII.

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to, bastante belicoso, es el de los tapuy-miri, es decir de los chiquitos. Chaves califica a éstos y otros grupos de la zona como “muy belicosos” y de “grandes labranzas”. Sin sorpresa, varios de los nombres étnicos de esta región vuelven a aparecer luego en Santa Cruz. El sur de esta macro-región corresponde al norte del Chaco boreal, por donde llegó Irala en 1547-1548. Irala partió del puerto de La Candelaria o San Fernando a orillas del río Paraguay y encontró primero, 70 leguas más allá, a los “mayaes” (mbayá). Lo interesante es que hasta estos mbayás sureños figurarán luego en el padrón de encomiendas de Santa Cruz. A lo largo de su viaje en el desierto chaqueño –lo que sobresale de las descripciones de Schmidel es la desesperación de los españoles por la sed, incluso peleas entre varios grupos indígenas por el dominio de los escasos puntos de agua–, Irala encontró a varios grupos no siempre muy identificables, a veces amigables, otras veces empedernidos enemigos. De nuevo, varios de los nombres de estos grupos figuran también en el padrón de encomiendas de Santa Cruz, por ejemplo los morionos, porionos y payzunos, lo que deja entrever unos contactos sostenidos entre los grupos del interior y los de la periferia chaqueña más norteña, particularmente los grupos cercanos a las salinas (hoy “salinas de San José”) atravesadas por la expedición española. Irala llegó primero a los gorgotoquis, es decir a la región misma de la futura Santa Cruz. Pasó después al oeste, hasta las orillas del Guapay. De manera interesante, Schmidel menciona a los tamacocis (macasies en su texto) del río Guapay inmediatamente después de los gorgotoquis, cuando una considerable distancia (unas 50 leguas) los separan. No se trata de una negligencia del mercenario alemán, y otras fuentes confirman que toda la tierra entre Santa Cruz al este y el río Grande al oeste era “un desierto de 55 leguas”: “cincuenta leguas que hay de Santa Cruz al río Guapay no hay agua que corra ni manantial”; “desde este gran río Guapai hasta Santa Cruz que son casi 50 leguas, no hay río ni fuente alguna”99. En el transcurso de esta investigación, sólo pude 99 Respectivamente: Rodrigues 1956 [1553]: 477; Suárez de Figueroa, 1584 (AGI Pat. 235 r.8: 22v; publicado en Mujía 1914, tomo 2: 409); Padre Samaniego en Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 472.

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identificar a tres grupos: çimeonos, çurumanos y payzunos al oeste de Santa Cruz la Vieja –y muy cerca de ella además, a dos días apenas de viaje. La región del Guapay es un punto de encuentro entre las dos olas conquistadoras de Paraguay y de Charcas. Si bien Schmidel sólo menciona a los tamacocis de la región, las fuentes posteriores, correspondientes a la fundación de La Nueva Asunción y al encuentro Chaves/Manso, dan más detalles. Los “llanos de Grigotá”, en el margen izquierdo del río, están ubicados entre la “provincia de chiriguanaes” del cacique Vitupue y, “en el contorno de quince o veinte leguas” más al oeste viven grupos tamacocis, jores y yuracares100. Los últimos son “tributarios” de los primeros, y les proporcionan en particular palma para flechas desde “la provincia del Çiriti”. De esta manera, los contactos eran inevitables entre los conquistadores y los chiriguanaes de la Cordillera. Acabo de mencionar al cacique Vitupue: es de hecho en su “provincia” que Andrés Manso, el conquistador llegado de Charcas, había empezado a poblar; y es en su provincia donde se encuentran y chocan Chaves y Manso a finales de 1559, cuando ya el primero había fundado La Nueva Asunción. En el caso de los cruceños, los contactos tuvieron lugar con los grupos chiriguanaes de la Cordillera extendidos desde el Guapay al norte hasta el Parapetí al sur. Por su parte, a partir de La Nueva Rioja sobre el río Parapetí, Manso tuvo contactos muy cercanos no sólo con chiriguanaes, sino también con los chanes “de los llanos” y misteriosos indígenas llamados “comiches” y “copores”, de los cuales sólo conocemos el nombre. Sin embargo, el dato es importante en lo que a Santa Cruz la Vieja se refiere: pues estos mismos chanes “de los llanos”, los copores, comiches y demás “maripanos” (gente del jefe Maripa), encomendados por Manso en 1563, ya lo habían sido también por Chaves en 1561 a partir de Santa Cruz. Una comunicación directa debió existir entre la zona del Parapetí y Santa Cruz, que ya sospechó Vázquez-Machicado en su 100 AGI Pat 235 r.8; Mujía 1914, tomo 2: 437.

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estudio pionero sobre los caminos coloniales101, probablemente a través de los bañados del Isoso. Se trata por cierto del camino que siguiera Francisco de Vergara en 1565102, y no por casualidad se conocía, desde Santa Cruz, a la actual quebrada Quimome, rebalse de los bañados del Parapetí, con el nombre de “Içoço”103. Como lo indica el nombre que le dieron los españoles, la “Cordillera chiriguana” que se extendía a lo largo de los últimos estribos andinos, era una región dominada por estos grupos guaraní-hablantes, que tenían “tributarios” como los yuracares o los jores, y “esclavos” como los chanes. Pero fue también, en el periodo inmediatamente prehispánico, lugar de asentamiento de pueblos andinos (los “candires” y “carcaraes” de las crónicas), particularmente en Samaipata (a escasas leguas del “asiento de Vitupue”) y probablemente también en Saypurú entre los ríos Guapay al norte y Parapetí al sur. Mal llamado “el fuerte”, el complejo de Samaipata era más bien un centro a la vez religioso y administrativo incaico, tal vez incluso con rango de capital provincial, aunque probablemente edificado sobre asentamientos preincaicos104. En otros términos, y antes de transformarse en el punto de encuentro y de choque entre conquistadores de Paraguay y de Charcas, esta región fue también una zona de contactos sostenidos entre pueblos de las tierras bajas y de los Andes. La telaraña y su centro En términos lingüísticos, son varios los grupos (con sus respectivas familias, lenguas particulares y dialectos) que se pueden identificar en toda la macro-región: arawak, con al menos dos familias distintas, la lla101 Vázquez-Machicado 1992b [1952]: 96. 102 Viaje de don Francisco Ortiz de Vergara, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid, colección de manuscritos de Muñoz, T. 88, Signatura A 115, ff. 212-218. 103 Ver artículo “Içoço” en el presente diccionario; Combès 2005: 111. La existencia de esta comunicación directa bien podría explicar varios aspectos de la colusión entre la rebelión de Mendoza y de los mestizos de Santa Cruz y los chiriguanaes de la Cordillera en los años 1570. 104 Meyers 1999, 2005; Meyers y Ulbert 1997. La denominación de “fuerte” aplicada a Samaipata tiene su origen en la posterior ocupación española del sitio. En cuanto a Saypurú, asiento de una mina explotada por los incas de Samaipata según la crónica de Alcaya (AGI Charcas 21 r. 1, N. 11; Alcaya 1961 [c. 1605/1636]), remito a Combès 2009b; recientes prospecciones arqueológicas llevadas a cabo por Pablo Cruz arrojaron muestras de cerámica incaica en el pueblo mismo de Saypurú (Pablo Cruz, com. pers.).

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mada “mojo-baure” que incluye a la lengua chane, y la paresi, presente en particular en el Pantanal105; guaycurú al sur, con los mbayás chaqueños; guaraní, familia representada sobre todo por los dos conjuntos de “chiriguanaes” itatín y de la Cordillera; chiquito o chiquitano, con los tovasicosi, al noreste de Santa Cruz; probablemente otuqui-bororó, particularmente en la región del Pantanal. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no tenemos información sobre los idiomas hablados por los diferentes grupos. Al cabo de este breve recorrido, un aspecto fundamental queda sin embargo muy claro: sean pequeños grupos pescadores o grandes núcleos agricultores, sea la que fuere su pertenencia lingüística, prácticamente todos los grupos de esta macro-región parecen haber estado interconectados: por el trueque o el robo del metal, por su participación en expediciones guerreras, por alianzas matrimoniales, por relaciones de amos a esclavos. Más allá, esta red se extiende por ejemplo río Paraguay abajo (y de ahí al Atlántico), al occidente hasta los Andes, etc. Ya apunté antes que, en vista de esta panorama, no es factible razonar a partir de las tradicionales equivalencias postuladas entre lenguas y culturas; como se ve, tampoco son válidos estudios estrictamente monográficos que aislarían artificialmente a ciertos núcleos: por muy tenue que sea, un hilo siempre existe que relaciona a un grupo con otros. Otro elemento más va en este mismo sentido. Se habrá notado la proliferación, en gran parte de esta macro-región, de gentilicios que llevan el sufijo coci (también transcrito como coçi, cosi, o coxi) La extensión geográfica de este sufijo fue precisamente la que me impulsó recientemente a plantear una “relectura de la historia étnica del oriente boliviano”106. Sólo señalaré aquí que este sufijo debe ser generalmente interpretado como una marca de plural, como lo confirmó más tarde el jesuita del Castillo107. Por ejemplo los “pane” señalados por Irala son los “panecoçi” registrados más tarde en Santa Cruz. Se debe tener cuidado 105 Artículos “Xaray” y “Paresi” del diccionario. 106 Combès 2006b. 107 Castillo, 1906 [1676]: 299.

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en estas interpretaciones, pues no siempre se confirman. Por ejemplo, en el caso de los tamacoci, el término no parece ser otro que el tamakosh o tamokoxi chane y chiquitano, es decir “el perro”108; de esta manera, es probable que la terminación kosh, koxi de numerosas palabras chiquitanas haya sido transcrita como coci por los españoles quinientistas, sin constituir en estos casos una marca de plural109; algo parecido pudo pasar con los nombres personales terminados en coci que arroja por ejemplo el padrón de encomiendas de Santa Cruz: el uso del plural sería poco entendible en estos casos. Sin embargo y exceptuando estos casos, este sufijo es de manera general y particularmente en los nombres de las “parcialidades”, el equivalente de la “s” española. Pertenece con toda probabilidad al idioma chiquitano (mejor dicho a una de las lenguas de esta familia lingüística). Desaparece de la documentación en el siglo XVIII, reemplazado por “ca”, es decir la marca del plural del dialecto chiquitano llamado “tao”, impuesto por los jesuitas en todas las misiones. De ahí, por ejemplo, la posibilidad de equiparar términos como el totaycoçi quinientista y el totaica de los jesuitas, quibichicoçi y quibiquica, etc. La extensión quinientista del sufijo coci no se puede atribuir a una mayor cercanía de los chiquitos con los españoles de la época, que habrían reflejado en sus escritos una visión mayormente chiquitana del mapa étnico: como lo veremos más adelante y a lo largo de este diccionario, los contactos no fueron muy estrechos entre los conquistadores y “los chiquitos”. ¿Podría entonces corresponder la difusión del sufijo chiquitano a una expansión física de los chiquitano-hablantes? Seguramente no si pensamos en “invasión” o “conquista”, pero sí en términos de contactos interétnicos y préstamos lingüísticos –apuntando quizás al chiquitano como lingua franca. La obra entera de Branislava Susnik está 108 Para la traducción de tamakosh y variantes como “perro” en chane y mojeño, ver Marbán (1975 [1701]: 306) y Nordenskiöld 2002 [1912]. La palabra sigue existiendo hoy en chiquitano, y se transcribe tamokoxi en la actual escritura bésiro (Parapaino 2008: 148). 109 Otro ejemplo es, en la actualidad, el nombre de monkóxi que se dan los chiquitanos de la zona de Lomerío (traduciendo la palabra como “indígena, originario”), y que es un singular: el plural del nombre es monkóka (Parapaino 2008: 110).

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salpicada de nebulosas alusiones a la “chiquitanización sociolingüística” de su entorno por parte de los chiquitos: evoca su “expansión esencialmente colonizadora-integracionista”, o su tendencia “a ‘mestizar’ la periferia de su hábitat y de esta manera asegurarse su poder sociopolítico y demográfico”; por su parte, Roberto Tomichá aludía recientemente a una “cierta aunque incipiente hegemonía chiquitana” en los albores de la conquista española110. Sabemos que, en el siglo XVIII, los chiquitos solían no solamente buscar esclavos en otros grupos indígenas, sino también incorporarlos luego mediante matrimonio a su propio grupo111. Y sabemos que este “ranchear”, como decían los misioneros, era “costumbre antigua” suya112. Éstos son datos que bien podrían explicar la omnipresencia de los “coci” en tan extensa región. Sea lo que fuere, Santa Cruz no sólo no se puede concebir como un núcleo aislado, sino que incluso parece constituir el verdadero epicentro de esta telaraña étnica. Pues ya lo mencioné, y se volverá a detallar cada caso en el diccionario que sigue: muchísimos de los nombres de pueblos o aldeas que se encuentran al norte, al este, al sur o al oeste de esta macro-región vuelven a aparecer en Santa Cruz misma, y en particular en la lista de las encomiendas de indios hechas en abril de 1560. En otras palabras, Santa Cruz “la Vieja” no se constituye en el centro de esta investigación por haber sido la única fundación española local, sino al revés: si la ciudad de Chaves se fundó precisamente ahí, fue por la “gran cantidad de naturales” presentes; fue porque, en la línea borrosa e indefinida que separa al Gran Chaco del macizo chiquitano, a medio camino entre el Pantanal y los últimos estribos andinos, Santa Cruz se erige en un punto bisagra; bisagra geográfica, bisagra ecológica, crisol donde se encuentran varias tradiciones, lenguas diversas… y muchos indios que fueron todos, hasta los más recalcitrantemente “aislados”, alcanzados “de hilo en hilo” por la conquista española.

110 Susnik 1978: 38, 61; Tomichá 2006. Sobre este tema, ver también Richard 2008 y Combès 2009a. 111 “Después de hacerles esclavos de guerra, como si fuesen sus parientes en sangre o muy amigos, los casan muchísimas veces con sus mismas hijas” (Fernández 1726: 32-33). 112 Fernández 1726: 187.

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2.2. Santa Cruz y “treinta leguas en contorno” La ciudad misma de Santa Cruz se fundó “al pie de una sierra en un llano, y de allí adelante comienzan los llanos montuosos y faltos de agua”113; a pesar del problema recurrente del agua, “es tierra sana y de buen temple, caliente y muy fértil y abundosa de los mantenimientos que en ella se dan, y de mucha caza y pesca en lagunas”114. Y tenía que serlo, para lograr sustentar tantos “naturales” que vivían en los alrededores, al menos en 30 o 40 (según las fuentes) leguas en contorno. A medio camino entre Andes y Pantanal, la ciudad se ubica “en frontera de dos provincias de chiriguanaes”115, a saber: “por la parte de levante los chiriguanaes de la provincia de ytatin y por esta de poniente estos de la cordillera”116. Según las fuentes, los itatines se ubican a 25 o 30 leguas “al levante”. Mayores detalles dan los testimonios de Juan Picón, Álvaro de Chaves y B. de Vera en 1585: al este de la ciudad, a 25 leguas, se ubican los itatines; al oeste y suroeste, los chiriguanaes de Vitupue y Condorillo, y los tamacocis; al norte, los chiquitos, “gente muy belicosa y de guerra”, que utilizan flechas envenenadas; y al sur “está la provincia de morotocos”, también “gente belicosa” a causa de quienes no se trajina más el camino que llevó a Irala, en 1548, hasta los gorgotoquis117. He aquí para el entorno. En cuanto a la ciudad misma, según los testimonios, fue erigida en tierra de los quibaracocis, chanes, gorgotoquis y/o paroquis, lo cual no es contradictorio: todo ello muestra que varios grupos diferentes moraban en esta zona. Los idiomas hablados en la zona reflejan esta enorme diversidad. Las lenguas principales y más difundidas, que deben aprender por ejemplo los misioneros, son tres: el

113 Pérez de Zurita 1965 [c.1586]: 409. 114 Suárez de Figueroa 1965 [1586]: 402. 115 Suárez de Figueroa 1965 [1586]: 404. 116 AGI Pat. 235 r.11; Mujía 1914, tomo 2: 655. 117 AGI Pat. 235, r.11: 13v (Juan Picón), 22v (B. de Vera) y 28r (Álvaro de Chaves); sólo el testimonio de Picón fue reproducido por Mujía (1914, tomo 2: 668-669).

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chane, el chiriguano (guaraní), y el gorgotoqui118. Pero existen muchas más. En 1601 el padre Diego Martínez cuenta: Fuera de la lengua gorgotoqui que aprendí, en la cual confesaba y predicaba, aprendí la lengua chane un poco, en la cual confesaba y catequizaba. También traduje toda la doctrina en la lengua capayxoro y en la lengua payono119.

En la misma época, el padre Anello Oliva apuntaba que “son innumerables las lenguas diferentes” que se hablan en la provincia de Santa Cruz: Algunas veces hallé en un solo pueblo tres y cuatro diferencias de lenguas tan distinta la una de la otra que no se parecían en nada, pues demás de la guarayú [guaraní itatín] y gorgotoqui que son las generales de aquella gobernación, hay la chane, pane, paisano, xarace, yuracase, touaçicoçi, con otras120.

Curiosamente, no se menciona el chiquito como un idioma “general”: es verdad que los tovasicocis, es decir los chiquitos stricto sensu, vivían bastante más al norte. Sin embargo, varios de los grupos de Santa Cruz pueden razonablemente ser identificados como chiquito-hablantes. Es el caso, por ejemplo, de los borocoçi, jamarecoci, totarcoci, coricoci, quimorecoci, tavicoci, totaycoci y turubococi. También es posible que no sea otra que la lengua chiquitana la que se disfraza bajo el término de “gorgotoqui”, pero la cuestión está lejos de ser clara, pues Anello Oliva distingue, como vimos, las lenguas tovasicoci y gorgotoqui. De hecho, sugerí recientemente que el gorgotoqui puede haber sido un idioma de la familia otuqui-bororó121. Lo que sí puede apuntarse con bastante claridad, es que “los chiquitos” no están, en esta época, identificados por

118 Anua - 1589 1929 [1589]: 931 y sig.]; Anua-1596 1965 [1596]: 92; Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 473, 498; “Suma breve de la general relación de las ocupaciones que los padres de la Compañía de Jesús tienen en el Perú”, 1600, ARSI Peruana 19: 65. 119 Crónica anónima 1944 [c. 1600]: 500-501. 120 Anello Oliva 1895 [1631]: 15. Aunque escrito en 1631, el texto se refiere a la experiencia del padre Anello en Santa Cruz en los primeros años del siglo XVII. 121 Ver Combès 2006b; sobre el gorgotoqui como posible idioma chiquitano, ver Tomichá 2006 y el artículo “Gorgotoqui” de este diccionario.

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los españoles como una “generación” mayor que engloba a diferentes “parcialidades”, como lo son por ejemplo los chanes. En cuanto al guaraní, se trata ante todo, como lo subraya Anello Oliva, del “guarayú”, es decir del idioma de los chiriguanaes itatines. Y el idioma parece ser “general” en la provincia mucho más que en la ciudad misma de Santa Cruz, donde el padrón de encomiendas por ejemplo no arroja demasiados nombres identificables como guaraníes. Finalmente, no mencionada con este nombre en las fuentes quinientistas pero sí identificable bajo la etiqueta de “capayxoro” o “caparxoro”, está presente la lengua zamuca en la zona. Con estos diferentes idiomas seguramente no se cierra la lista, ni mucho menos –pero las otras lenguas o dialectos de la región, aislados o pertenecientes a alguna de las familias ya mencionadas, no son identificables en las fuentes. Muchas desaparecieron desde entonces, y no sabremos probablemente nunca cuáles fueron. Las encomiendas de 1561 El documento más importante para el conocimiento del poblamiento étnico de Santa Cruz y sus alrededores es sin duda el padrón de encomiendas que se realizó el 20 de abril de 1561. Esta impresionante lista de caciques (“principales”) y pueblos o aldeas fue publicada por Ricardo Mujía en 1914, y recientemente por Julien, subsanando muchos de los errores de la primera publicación122. A pesar de su extensión y de los muchos datos que contiene, este padrón presenta serias dificultades de interpretación. No es tan detallado como los repartimientos realizados por ejemplo por Manso en 1563, que especifican a menudo el número de casas de cada pueblo encomendado; tampoco se trata de un verdadero censo como el que realizó Lomas Portocarrero en la zona de Xarayes a finales del siglo123. El documento presenta primero el nombre del encomendero, empezando por el mismísimo rey, y luego la lista de los “naturales” que le tocan y de sus principales. Esta enumeración puede tomar formas diferentes: 122 Mujía 1914, tomo 1: 78-89; Julien 2008: doc. 15-B, citado aquí como Repartimiento… 2008 [1561]. Reproducimos este padrón en anexo. 123 Ver Manso 2008 [1563] y Lomas Portocarrero 2008 [1604].

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1. En tan sólo dos casos (el rey y don García –volveré más adelante sobre estas excepciones), se encomiendan “generaciones” o lo que podríamos llamar hoy “etnias”: “en los llanos, los comichees y coporees” para el rey, y también “en los llanos, los chanes y maripanos” para el gobernador don García. 2. En otros casos más numerosos, pero que tampoco son mayoría, se encomiendan aldeas, parcialidades, tribus o “ayllus”, indicando su pertenencia étnica. Por ejemplo: “Sotoco, principal de Yercoçi, gorgotoquis camionos”; o bien “Apru y Tacutaen, principales de Xereponono, pueblo de mayaes”, etc. De esta manera y sin contar la gente “de los llanos” encomendada al rey y al gobernador, al menos 14 grupos distintos son mencionados en el padrón: -

Panecoçis (7 encomiendas) Quibichicoçis (4 encomiendas) Gorgotoquis (3 encomiendas) Chanes (2 encomiendas)

Y con una sola encomienda cada uno: -

Tarapecoçis [astarapecoçis] Caparxoros [caparioros] Paroquis Porronos Toboyanos Quibaracocis Mbayá [mayaes] Gorgotoquis camionos Ximaecoci (probablemente jamarecoci) Tipionos –aunque otras fuentes muestran que “los tipionos” son en realidad chanes124.

124 Para este ejemplo y todos los demás citados en este acápite, ver los artículos correspondientes en el diccionario.

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En cuanto a pertenencia étnica se refiere, se pueden encontrar otros datos por ejemplo en algunos nombres de “principales” como Goligoli, pues otros documentos hablan del grupo de “los goligolis” o “los xarionos” –aunque estas equivalencias deben hacerse con mucho cuidado125. Otras veces, y volveré en seguida sobre el tema, el nombre mismo de la parcialidad encomendada que recuerda al de un grupo mayor: Casacheono y Morotoco, por ejemplo, son “principales” de Caparxoro, y existe también una parcialidad llamada Quibichicoci. 3. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, la lista del padrón es mucho menos prolija, y se contenta con encomendar un jefe y su grupo sin precisión: “Eritu, principal de Xornomohono”, “Aricoe, principal de Paricoçi”, etc. ¿Qué es lo que realmente se está repartiendo en este padrón, qué representa lo que llamé aquí, siguiendo la terminología quinientista, una “parcialidad”? La instrucción del cabildo de la ciudad que acompaña el documento anuncia un repartimiento “de la tierra y solares”126; el padrón mismo habla de repartimiento “de los pueblos y ayllus de naturales”127. Así como el término “pueblo” presta confusión en español (puede significar tanto “aldea” como “grupo étnico”), la interpretación por los españoles quinientistas del “ayllu” andino no es muy evidente. El ayllu implica primero consanguinidad entre sus miembros, puede ser traducido por “grupo de parentesco” o “linaje”: pero es un hecho que a partir de la conquista y las consecuentes “encomiendas” realizadas en todas partes, tomó también un significado territorial128. 125 Existe por ejemplo un principal llamado Xore en Santa Cruz, y otros dos llamados, con variantes ortográficas, Tamacoci: ¿significa eso que “los tamacocis” y “los xores” [jores], que absolutamente todas las fuentes ubican sobre el río Guapay o incluso más al oeste, también estaban presentes en Santa Cruz? No podemos descartar, en esos casos, posibles casos de homonimia sin mayores significaciones; tampoco podemos obviar, en el caso “tamacoci”, el empleo genérico del término “perro”; finalmente, también es posible que el caso de estos jefes sea parecido al del principal xaray “Camire” [Candire], que se llamaba primero Çaye y cambió su nombre porque “mató muchos de los candires” (Relación general… 2008 [1560]: 58). 126 Instrucción del cabildo… 2008 [1561]: 95. 127 Repartimiento… 2008 [1561]: 99. 128 Barnadas 2002b.

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Cotejando el padrón con otros documentos contemporáneos, podemos afirmar que algunas veces son aldeas las que se reparten los españoles. Por ejemplo, si bien la lista de encomiendas sólo dice que a Gaspar Delgado le toca “Quaraica, principal de Muchocono”, otro documento nos precisa no solamente que Muchocono es una aldea, sino que indica que pertenece al grupo de los goligolis; de la misma manera, sabemos que Tibiono, encomendada con su jefe Cabe a Andrés de Salazar, era una aldea chane. Pero esta certidumbre falta en otros casos. Me parece sin embargo factible entender mejor el problema partiendo de los muchísimos nombres de encomiendas que llevan el sufijo coci, o los otros muchos que terminan en ono, es decir respectivamente las marcas chiquitana y chane del plural. Tenemos que restituir estos términos para entenderlos. Así como “los pane” son “panecoçi”, de la misma manera “Michore, principal de Maparacoçi” debe leerse: Michore, principal de “los maparas”. En estos casos, las encomiendas parecen distribuir grupos de personas más que asentamientos, y de hecho cuando encontramos a un Xemo “principal de Xemocoçi”, “los xemos” son evidentemente la gente a su mando. Lo que no impide que “los xemos” puedan estar asentados en una o varias aldea(s) territorialmente localizables: como en el caso de los ayllus andinos, en el nombre de la encomienda se confunden los lugares y sus habitantes. No creo que debamos buscar un modelo único de encomiendas en el padrón de Santa Cruz, y eso por una sencilla razón: la repartición tenía que tomar en cuenta la misma organización social de los grupos encomendados, y estos grupos eran, ya lo vimos, muy numerosos y muy diferentes. Al lado de grandes núcleos agricultores como los gorgotoquis, existían, por ejemplo al sur hacia el Chaco, grupos de cazadores y recolectores, grupos nómades en cuyos casos una repartición territorial no era posible. Los españoles estuvieron atentos a estas diferencias en la medida que podían conocerlas, y no por casualidad encomendaron por ejemplo juntos al jefe Xubori y su “sujeto” Chocare, o entregaron el jefe Naxio y sus dos “súbditos” a una misma persona –caso con-

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trario podían surgir problemas a la hora de mandar a los indígenas. En resumen y de manera tentativa, pienso que las encomiendas realizadas en 1561 corresponden a tres modelos diferentes: 1. Aldeas, como los casos de Tibiono y Muchocono ya mencionados y tal vez, más generalmente, los nombres que no llevan marca de plural. 2. Grupos de personas (linajes, clanes, tribus…: esto queda por esclarecerse) sedentarias, con asentamientos fijos. En este caso el nombre de la encomienda designa tanto al lugar como a sus habitantes. Éste sería el caso de la mayoría de los nombres terminados en coci u ono. 3. Grupos de personas nómades, para los cuales lo que vale es el repartimiento de la gente misma y no de asentamientos siempre temporales. Esto debió ser el caso, en mi opinión, de las encomiendas cuyos nombres son los de grupos mayores: “los morotocos”, “los casachianos”, son la gente al mando de los jefes Morotoco y Casacheano respectivamente, ambos “principales de Caparxoro”, que es un grupo ya identificado. Aquí toma todo su sentido la palabra “parcialidad”, como “parte o sub-grupo” de una entidad mayor. Un último aspecto a tener en cuenta es que bastantes aldeas y/o parcialidades tienen varios “principales”: por ejemplo tanto Coçimo, Allati como Metia son “principales” de Maraibo. Estos casos no presentan mayores dificultades, pues los tres jefes son encomendados juntos a una sola persona. Pero en no pocos casos, vuelve a aparecer un mismo nombre de aldea o parcialidad, con un jefe diferente, encomendada a diferentes personas. Por ejemplo el nombre de Tococoçi aparece varias veces en el padrón de 1561. En un caso, se encomiendan los principales Taçara y Teresi, de Tococoçi, a Juanés de Albalza: puede tratarse de un solo lugar o grupo de gente, con dos jefes; pero a Pedro Guerra le toca Tune, principal también de Tococoçi; a Diego Dávila el principal Parchabi, a Lucas Hernández el jefe Chobora, a Balanzas el principal Poxaba: todos estos jefes son “de Tococoçi”.

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La pregunta es evidentemente si debemos hablar de cinco parcialidades diferentes y homónimas, o de una sola, con seis principales. Asumo aquí que el segundo caso es más probable, por varias razones: primero, existen otros casos muy claros en el padrón de una sola aldea con dos, tres o más jefes; segundo, si comparamos con las encomiendas realizadas por Manso, se advierte que era muy posible distribuir la gente de una misma aldea a diferentes encomenderos: “la mitad” del pueblo de Zariza fue entregada por Manso a Nicolás de Mercado, y la otra mitad a Francisco de Turegano; los “dos tercios” del pueblo chane de Guacane tocaron al primero, quedándose el segundo con el último tercio, etc. Finalmente, cuando el padrón de Santa Cruz repite el nombre de una aldea o parcialidad, nunca precisa ni su ubicación ni su diferencia con las homónimas, como parecería lógico hacerlo para evitar confusiones en las encomiendas. A partir de estas premisas, llegué a contabilizar las siguientes encomiendas realizadas en Santa Cruz en 1561: -

211 aldeas/parcialidades con un solo principal. 38 con dos principales. 14 con tres principales. 3 con cuatro principales. 1 con cinco principales. 2 con seis principales.

Es decir un total de 269 encomiendas diferentes, sin contar los casos donde la información es equívoca o incompleta: en 17 oportunidades, se encomienda, por ejemplo, “el pueblo de Avbueno”, o “el pueblo de Sieca”, y estos nombres podrían ser tanto los de unos principales como los de sus aldeas. En un caso, se menciona también una aldea sin dar el nombre de su principal; en dos casos más, conocemos los nombres de los jefes, sin que se precise a qué aldea o parcialidad pertenecen. Las enseñanzas del padrón ¿Qué más puede enseñarnos el padrón de 1561? Un primer punto es que, al estudiar la lista y confrontar los nombres, múltiples lazos se evi47

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dencian entre “parcialidades”. Creo necesario dar aquí algunos ejemplos, porque explicarán a quien consulte este diccionario las razones de muchas de las hipótesis propuestas. El caso de los paroquis es simple: se señala una sola aldea o parcialidad paroqui (Borborçacoçi), con un solo jefe: Poixoto. No se puede relacionar estos nombres con ningún otro de la lista o de otros documentos. El caso de los quibaracocis, aparentemente simple, deja sin embargo una pregunta sin resolver: una sola encomienda quibaracoci se menciona en el padrón, la del jefe Tusi, de Vribicoçi; pero existen en total cinco principales llamados Tusi en el mismo padrón, y uno de ellos es explícitamente calificado de quibichicoci: ¿qué relación pudo existir entre estos dos grupos? Más problemático todavía es el caso de los panecoçis, encomendados a Ñuflo de Chaves. Se mencionan a: -

Porohe, principal de Vquimeocoçi Paubo, principal de Dequiyecoçi Comoco, principal de Piricoçi Viyeye, principal de Vrobocoçi Turobo, principal de Cocacoçi Xipano, principal de Tahucoçi Quiua, principal de Quichiherocoçi

Ahora bien, existen dos jefes más llamados Paubo o Pahubo, de dos otras aldeas o parcialidades. El uno es principal de Bitapana, donde existe otro jefe más llamado Allati. Y existe otro Allati más, principal de Maraibo, explícitamente calificado de caparxoro. También existe un total de cinco principales de nombre Comoco: el uno es de Voniocoçi “que es en los quichicoçis en los çimionos”, el otro es posiblemente quibichicoçi. De la misma manera, son tres los principales que se llaman Turubo (o Turobo) en el padrón, más una aldea o parcialidad de nombre Turubocoçi; uno de los Turubo es jefe de Nahaticoçi, aldea o parcialidad que vuelve a aparecer con otro jefe más, llamado Sopcoxoro. En cuanto a Quiua, es también el nombre de otro jefe, de Quibeno. ¿Es toda

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esta gente “panecoçi”? ¿Qué significan las relaciones encontradas entre los panecoçis y nada menos que cuatro otros “grupos étnicos”: caparxoro, quiachicoçi, çimiono, y quibichicoçi? Terminaré esta serie de ejemplos con los quibichicoçis, con los cuales la telaraña se extiende de una manera impresionante entre parcialidades. Cuatro encomiendas del padrón son explícitamente definidas como quibichicoci: -

Poberecoçi, con el jefe Tarubo. Ycurimacoçi, jefe Turima. Quibitacoçi, jefe Naxio. Purexicoçi, jefe Yocuri.

Existe también un principal llamado Ycurima en la lista, jefe de Macaraecoçi, y otro jefe llamado Macarae, principal de… Quipichicoçi. El jefe Naxio, por su lado, se relaciona con otros dos principales que son sus sujetos: Tiyine, de Çanioc, y Vpesque, que es chane. Existe también una parcialidad o aldea llamada Naxiocoçi (“los naxios”), al mando de Prichirare. En cuanto a Purexicoçi, se puede equiparar con la aldea o parcialidad de Puriçicoçi, al mando de Taçuri –lo que nos remite a otro jefe llamado Taçure, de Moçarecoçi. Finalmente y para colmar la paciencia del lector, señalaré que existe también una aldea o parcialidad llamada Quibichicoçi, con cuatro jefes, encomendados cada uno a una persona diferente. Estos jefes son Tusi, Yopuriçi y Tacuri –el cuarto nombre no se indica. Lo cual nos remite, por un lado, al otro jefe Tusi ya mencionado e identificado como quibaracoçi; y por otro lado a otros dos principales llamados Tacuri, siendo el uno de la “etnia” de los tarapecoçis. Eso sin mencionar (estoy abusando de la buena voluntad de quien consulte estas páginas) al jefe Cheroçi (Che Tuçi, en guaraní: “yo me llamo Tuçi”) de Puerto de los Reyes, que declara ser chane. Sólo con estos casos, con el único documento del padrón de encomiendas, se evidencian relaciones entre quibaracoçi, quibichicoçi, tarapecoçi, panecoçi, “quiachicoçis en los çimionos”, y chane. La naturaleza de estas relaciones –¿préstamos lingüísticos, alianzas matrimonia-

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les, “chiquitanización” incipiente?– queda por esclarecer en cada caso. Lo que sí queda evidente, es que a nivel de la región misma de Santa Cruz, se reproduce, en una forma más inextricable todavía, la “telaraña” regional que une a los diferentes grupos étnicos. En sintonía con lo anterior, ya hemos notado que varias parcialidades tienen más de un principal, y no me parece descabellado postular la existencia de algunos asentamientos multiétnicos. Pienso en particular en el caso de Bitapana, que tiene tres jefes: Paubo, Boalla, Allati. Paubo es, como mencioné, el nombre de otro principal panecoçi, y Allati el nombre de un jefe capayxoro. A favor de esta hipótesis, recordemos que Anello Oliva encontró pueblos donde se hablaban diferentes lenguas. Es probable que, en varios casos, la existencia de estos asentamientos deba relacionarse con las relaciones de “sujeción” señaladas entre varios caciques, viviendo los “siervos” en el mismo lugar que sus amos de diferente lengua y/o etnia, como ocurría con los chanes de la cordillera que vivían en las mismas aldeas que sus amos chiriguanaes. Un tercer aspecto importante es que varios nombres arrojados por el padrón vuelven a encontrarse en la zona del río Guapay y/o de la cordillera chiriguana: tamaguaci [tamacoci], xore, goligoli, tipiono, yacano o curiavano por ejemplo. Sabiendo que la extensión de 50 leguas entre Santa Cruz y el Guapay era prácticamente despoblada, podemos suponer la existencia de una comunicación más directa por otro camino, concretamente, como ya lo evoqué, al suroeste de Santa Cruz por los bañados del Isoso. Esta comunicación puede verse confirmada por el caso que vamos a examinar ahora, a saber los casos de superposición entre las encomiendas realizadas por Chaves en 1561 y Manso en 1563. Cristóbal de Saavedra apuntó en 1571 que Manso “hizo algunas encomiendas de indios así en lo que tocaba adonde estaba el dicho Ñuflo de Chaves como en la parte que él había poblado”129. Y es cierto que las encomiendas de Manso mencionan en 1563 a los copores, los comiches, chanes de los llanos y “maripanos” (gente del jefe Maripa), que en 129 Información de Santa Cruz de la Sierra 2008 [1571]: 219.

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1561 fueron encomendados en Santa Cruz, al rey y a don García respectivamente. Creo sin embargo que el asunto no es tan sencillo. Pues la comparación entre ambos repartimientos evidencia una cosa: Manso conocía de mucho más cerca que Chaves a los indios empadronados, y sus encomiendas son mucho más detalladas, incluyendo nombres de caciques, número de casas, etc. Ahí donde Chaves nombra a “los maripanos”, agregando un inútil dolor de cabeza más al investigador que no vuelve a encontrar este nombre en las fuentes, Manso menciona por el contrario “el pueblo de Zariza, con los caciques del dicho pueblo llamados Maripa, Marazui, Chavla, Guachore, con todos sus principales e indios” 130. De esta manera, no me parece casualidad que las encomiendas de Santa Cruz que calcan las de Manso sean las que están dirigidas al rey y al gobernador titular (y títere, pues nunca pisó estas tierras) de la provincia: en suma, a las dos únicas personas de la lista que jamás iban a verificar la existencia real de sus encomiendas. Creo así que la superposición de los repartimientos fue más el hecho de Chaves que de Manso. Si bien es cierto que las encomiendas del primero datan de 1561 y las del segundo de 1563, nada impide pensar (sería más bien lo más lógico) que, habiendo fundado La Nueva Rioja hacia 1561, Manso haya repartido más temprano otras encomiendas que las que llegaron hasta nosotros. Chaves pudo haber oído hablar de los copores y demás comiches en ocasión de su encuentro con Manso en 1559 –aunque este encuentro se produjo por el río Grande y no por el Parapetí– o, más probablemente, mediante la comunicación directa con los bañados del Isoso que ya mencioné. Es muy dudoso sin embargo que les haya conocido algún día de visu, y mucho menos utilizado sus servicios: lo que nos lleva a una última observación. Pues el virrey Toledo se quejaba en estos términos en 1571: “soy informado que en aquella provincia [Santa Cruz] hay muchos indios encomendados por sola noticia, los cuales nunca han servido ni venido de paz a los españoles”131. 130 Repartimiento… 2008 [1561]: 99; Manso 2008 [1563]: 162-163. 131 Toledo 1914 [1571]: 22 (énfasis mía).

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Esta observación no es aislada132. Recordemos también que, si bien las encomiendas de 1561 abarcaron treinta o cuarenta leguas “en contorno”, en 1584 y 1586 se señalaba que los “indios de servicio” vivían en un círculo mucho más estrecho de 12 leguas alrededor de la ciudad. En consecuencia, y sin querer minimizar el impacto de la conquista española y de los repartimientos, es evidente que el caso de los copores y comiches no es aislado: no todos los “naturales” de la lista de 1561 fueron reales “indios de servicio” para los cruceños –sea por la distancia a la cual se encontraban, sea por alzarse en contra del español, como lo veremos caso por caso en los artículos del diccionario siguiente.

Comentarios finales Sólo dos observaciones para finalizar estos apuntes. Hablé en estas páginas de indios (indígenas, naturales) y de españoles (de Paraguay, de Perú), y no de mestizos: los que sí encontramos junto con Diego de Mendoza no eran mestizos cruceños, sino paraguayos. Mestizaje sí hubo en Santa Cruz “la Vieja”, y de forma prácticamente obligada por la carencia de mujeres españolas; el tema ya ha sido estudiado133. Sin embargo, cuando se realizó en 1561 el repartimiento de encomiendas que es una de nuestras principales fuentes, la ciudad tenía apenas un mes y medio de vida. Más relevante, el mestizaje que luego ocurrió operó en un sentido único que reproducía las relaciones de poder: hombre español (encomendero) con mujer indígena (encomendada), y no al revés. El mestizaje biológico no llegó a traducirse, al menos en el marco histórico de nuestra investigación, en un mestizaje social, en el nacimiento de una verdadera cultura y sociedad mixtas. Mal o bien vistos según las épocas y los puntos de vista, los mestizos eran sin embargo parte integrante de la sociedad española; aun cuando se decía que conspiraban en contra el orden establecido134, sus movimientos no se pueden equiparar con rebeliones indígenas y no tenían en absoluto los 132 Carta de Pérez de Zurita a Toledo, 5 de julio de 1573 (BN Madrid 3044). Ver también García Recio 1988: 160, 219). 133 Remito al artículo pionero de Vázquez-Machicado 1992c [1952]. Ver también García Recio 1988: 426-430. 134 Ver por ejemplo AGI Pat. 191, r.8, sobre una “conspiración de los mestizos” en la Santa Cruz de 1587.

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mismos motivos. Y si algunos de ellos fueron criados exclusivamente por su madre, integraron a su vez el grupo materno, como un miembro más de tal o cual etnia. Con o sin mestizaje, la llegada de los españoles de Asunción y la fundación de Santa Cruz alteraron profundamente el paisaje étnico de toda la región. Provocaron muertes, huidas, esclavitud, desplazamientos, cortaron también los lazos prehispánicos con regiones más alejadas como los Andes. Pero esta alteración duró, finalmente, poco tiempo. En 1603 los últimos vecinos de Santa Cruz pasaron a engrosar las poblaciones del Guapay; aunque víctima de malocas y correrías en busca de esclavos, la zona no sufrió de una presencia española permanente y cayó en el olvido. Fueron las misiones jesuitas, iniciadas a fines del siglo XVII, las que realmente cambiaron de manera drástica este panorama, y su acción homogeneizadora fue continuada luego en los pueblos criollos de la Chiquitania del siglo XIX. Chiquitanos y ayoreos, sólo son dos las etnias identificables hoy en la vieja Santa Cruz, antaño hogar de tantos “naturales”.

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