Diccionario bibliográfico de los signos lapidarios de España Raúl Romero Medina Centre International de Recherches Glyptographiques C.I.R.G., 2012. ISBN 9789079809080

June 30, 2017 | Autor: Raul Romero Medina | Categoría: Masonry Buildings
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Descripción

Diccionario Bibliográfico de los signos lapidarios de España

Centre International de Recherches Glyptographiques C.I.R.G.

Diccionario Bibliográfico de los signos lapidarios de España

Raúl ROMERO MEDINA 2011

Pour toute correspondance s’adresser à : Dr J.-L. Van Belle 13, rue de la Bruyère Mathias 1440 Braine-le-Château Belgique e-mail : [email protected] ISBN : 9789079809080 D/2011/1938/89 Les articles signés n’engagent que leurs auteurs. Tous droits de reproduction strictement réservés pour tous pays. Toute reproduction, même partielle, n’est autorisée qu’avec l’accord écrit des auteurs et de la direction du C.I.R.G. Impr. ILLUSTRATA, sprl. - [email protected]

IV

AVANT-PROPOS

Lors de la constitution du Centre International de Recherches Glyptographiques voici plus de trente ans la nécessité nous est très vite apparue de disposer d’instruments de travail permettant et de bénéficier d’une base de données suffisamment vaste et d’établir les comparaisons indispensables à la compréhension du phénomène. C’est pourquoi nous nous étions lancés dans une première démarche dans ce sens dans un cadre géographique facilement accessible pour nous de par sa situation et son étendue. La Belgique offrait en effet un terrain d’essai propice pour cette heuristique à plus grande échelle. Un premier dictionnaire parut donc en 1984 qui contenait quelque 7500 signes, suivi dix ans plus tard d’une seconde édition qui en révéla plus de 12500. En nous attaquant à pareille entreprise nous savions par essence qu’il s’agissait d’un work in progress et que nous devions ab initio abandonner, contraint et forcé, toute idée d’exhaustivité. L’expérience belge nous enseigna qu’il n’était pas possible de la répéter sur une étendue plus vaste en utilisant la même méthode imposant une heuristique personnelle, une enquête sur le terrain et le parcours de dizaines de milliers de kilomètres. Il fallait nous contenter de rassembler les références bibliographiques concernant les signes et de reproduire les marques déjà publiées. Ce corpus devenait donc un dictionnaire bibliographique des signes lapidaires. Son utilité reste la même : il permet les comparaisons morphologiques entre les signes, leur localisation, leur absence trahissant soit qu’une région en est dépourvue réellement pour des raisons diverses (pas d’habitat ancien de quelque importance, manque de pierres, absence d’une tradition de marquage, présence de briques, etc.), soit que cette région n’a pas encore fait l’objet de recherches. Il est rare, en effet, qu’une circonscription territoriale d’une certaine ampleur soit totalement dépourvue de signes, en particulier des signes utilitaires, ceux-ci répondant à des besoins de première nécessité partout et en tous lieux. C’est imprégné de cette conviction qu’en collaboration avec L. Bucherie nous avons publié en 2006 le dictionnaire de France. Aujourd’hui nous sommes doublement heureux de pouvoir publier le dictionnaire d’Espagne du professeur Raúl Romero Medina. Doublement heureux, disais-je, car d’une part il poursuit la dynamique initiée voici plus d’un quart de siècle et d’autre part il est l’œuvre d’un jeune et brillant chercheur dont la thèse de doctorat digne des plus hauts éloges laissait déjà entrevoir la richesse des talents (1). Le long, patient et fastidieux travail d’heuristique que cette étude nécessita ne peut que susciter l’admiration. Les progrès de l’informatique permettront désormais la publication plus aisée de ce type d’étude et par là pourront être à l’origine de l’accélération des recherches glyptographiques. Puisse cet exemple être suivi par beaucoup d’autres.

Jean-Louis Van Belle Président du Centre International de Recherches Glyptographiques

–––––––––––––––––––– (1) Elle porte pour titre : Arquitectura medieval en El Puerto de Santa María : del Islam al inicio del Renacimiento (1550), Cádiz, 2009.

V

Raúl Romero Medina (Madrid, 1978)

FoToGRAFíA DE BLANCA ESCRIG CANCIo

Doctor en Historia del Arte con Mención Europea y Premio Extraordinario. Máster oficial en Comunicación Cultural USP-CEU. Ha sido Becario de Investigación y Profesor del Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte de la Universidad de Cádiz. En la actualidad es profesor de Historia del Arte en el departamento de Humanidades de la Universidad CEU-Cardenal Herrera de Valencia. Sus líneas de investigación están centradas en el estudio de la Arquitectura del Tardogótico, en los Signos Lapidarios y en el Mecenazgo Nobiliario de la Casa Ducal de Medinaceli en las Edades Media y Moderna; líneas que han generado gran número de publicaciones.

VI

A Miriam y Álvaro, siempre por su apoyo

VII

AGRADECIMIENTOS

La elaboración de esta obra no hubiese sido posible sin la colaboración inestimable del profesor Jean-Louis Van Belle, presidente del Centre International de Recherches Glyptographiques de Brainele-Château (Bélgica). Amigo y maestro en el corazón y en lo académico; a Él se debe todo. Es de justicia reconocer que esta obra es tan suya como mia. Del mismo modo, me gustaría agradecer al profesor José Antonio Ferrer Benimeli, Vicepresidente del Centre International de Recherches Glyptographiques, la confianza depositada en mí. Él, junto con su equipo aragonés, dio origen a esta empresa hace ya más de tres décadas. Su aportación queda más que presente a lo largo de las páginas de este diccionario. A la Communauté Internationale Saint Dominique de Bruselas, por su fraternal acogida en mis múltiples estancias en Bélgica, especialmente a Alain Arnould, Eugénio Boléo e Ignace Berten. Asimismo, agradezco al personal de todas las bibliotecas e instituciones por las que he pasado y, especialmente, a los miembros de la institución científica a la que pertenezco, la Universidad CEU-Cardenal Herrera de Valencia. A mis amigos de Jerez, Sevilla, Córdoba, Santander, Madrid y Valencia, ellos saben quiénes son. A mis padres y mis hermanos, siempre por su apoyo. Un recuerdo especial al profesor Juan Antonio Souto Lasala, compañero de travesía en este mundo de la gliptografía, que acaba de dejarnos… de dejarnos huérfanos un rincón de nuestro corazón. Y a ti, bonita ciudad de la montaña, sueños del mar en su bahía, Santander, por tantas horas de inspiración…

VIII

INTRODUCCIÓN

Los signos lapidarios. Hacia una lectura internacional Os digo que si éstos callaran, empezarían a gritar las piedras (1). Estas palabras que según el apóstol Lucas Jesús dirigió a los fariseos cuando pretendían acallar a sus discípulos, podrían ser extrapoladas al mundo de la masonería operativa para demostrar que en ausencia de testimonio documental sobre los maestros canteros, aquellos que en la Edad Media sembraron Europa de fábricas religiosas y civiles, los signos que éstos grabaron en la piedra con diferente intencionalidad (significación religiosa, utilidad laboral, firma, etc.) tienen tal valor que constituyen un testimonio de primer orden para el historiador. El interés por los signos lapidarios es un fenómeno historiográfico que surge temprano en paralelo con el impulso que experimentan los estudios sobre el arte en la Edad Media. Desde mediados del siglo XIX, éstos son objeto de estudios tan esporádicos como irregulares por parte de distintos investigadores que, diseminados por toda Europa, intentan elaborar pruebas para explicar un fenómeno que, por ser tan dilatado en el tiempo como en el espacio, pronto tendría diversas, e incluso bizarras, interpretaciones (2). En este maremágnum de hipótesis y, a veces, de intentos de clasificación, se hacía difícil tener una visión de conjunto y acertada si no se establecía una red de definiciones seguras y claras sobre la que poder trabajar. Aunque la mayor parte de los investigadores que han tratado el asunto, directa o indirectamente, han recurrido al empleo de términos sino idénticos, si parecidos, otros, sin embargo, han otorgado a un mismo concepto distinto significado y /o connotación. El Centro Internacional de Estudios Gliptográficos (C.I.R.G.) (3), cuya misión es desde su creación (1979) la de coordinar todas las investigaciones en materia de la ciencia que se ocupa del estudio de los signos lapidarios : la Gliptografía, se fijó como objetivo prioritario tratar de definir qué se entendía por signo lapidario; a pesar de ser consciente, incluso, del problema que suponían las diferencias históricas y geográficas por cuanto hubiesen podido motivar fenómenos que justificasen situaciones regionales o locales. En sintonía con los resultados obtenidos hasta el momento presente, vamos a acercarnos al concepto de signo lapidario.

–––––––––––––––––––– (1) Lucas 19, 40. (2) Para profundizar en este asunto véase Van Belle, J.L.; “Les signes lapidaires : essai de terminologie”, en Actes du IIIe Colloque International de Glyptographie de Saragosse (1982), CIRG, Braine-le-Château, 1983, pp. 29-43. Con el mismo interés el lector podrá consultar otros trabajos del mismo autor, “Les marques de tailleurs de pierre : remarques sémiologiques “, en Actes du Ve Colloque International de Glyptographie de Pontevedra (1986), CIRG, Braine-le-Château, 1988, tome I, pp.247-258. “Les marques de tailleurs de pierre. Pour une problématique régionale et Internationale”, en Artistes, artisans et production artistique au Moyen Age, II. Paris, 1987, pp. 519-524. Más recientemente, Van Belle, J.L.; “Signes lapidaires et cultures : de l´utilité et de la nécessité de corpus régionaux. Une approche méthodologique à partir d´un cas (Belgique, Nord de la France)”, en Archéologie du bâti, CERIAH/Editions Errance, Saint Etienne, 2005, pp. 62-66. (3) Centre International de Recherches Glyptographiques (C.I.R.G.), 13 Rue de la Bruyère Mathias - B-1440 BRAINELE-CHÂTEAU - Belgique [email protected] http://users.skynet.be/cirg-maison_outils/

IX

El Diccionario de la Real Academia (DRAE) define la palabra signo, en su segunda acepción, como “indicio o señal de algo”. De acuerdo con ésta, podemos admitir que todas las piedras pueden tener originariamente señales o indicios. Por ejemplo, desde el punto de vista de su naturaleza geológica, algunas piedras pueden tener “indicios” de conchas fosilizadas. Pero esta naturaleza es geológica y no gliptográfica. Por ello, el signo lapidario que es objeto de nuestro interés, y por tanto recogemos en este diccionario, sólo es el realizado por la mano del hombre. Éste lo graba por un motivo determinado y nuestro objetivo es desentrañar su significado en el contexto general de la fábrica. Hay que advertir que estos signos no solo se realizan en piedra, tambien pueden ser pintados con el mismo valor. Aunque no son el objeto de este diccionario, nunca debe descuidarse su importancia. La gliptografía sólo se ocupa de aquellos signos que están grabados directamente sobre la piedra. Es a partir de aquí cuando surgen las dificultades. Intentemos, pues, avanzar algo más. Las señales grabadas en la piedra pueden ser clasificadas dentro de dos categorías, a saber, de una parte aquella que realizan los maestros canteros (bien los que labran la piedra bien los que la extraen de la cantera) y de la otra, la clasificada de un modo genérico bajo la rúbrica de pintada o grafito. En cuanto a la primera, se trata de los signos que realizan los que tallan y los que extraen la piedra, es decir, canteros del taller de cantería y canteros sacadores de piedra. La morfología y tamaño de estas marcas viene determinada por la herramienta con la que se traza (cincel, buril, etc.). Por su parte, el grafito es también una señal grabada en la piedra y puede asemejarse, en principio, a las realizadas por los canteros. Sin embargo, se distingue por una serie de criterios que son necesarios fijar : - El grafito se graba con un medio inadecuado, generalmente por una mano inexperta. Por tanto, el diseño de su dibujo o trazo y su impresión en el paramento de la piedra es menos neta y su técnica queda condicionada al albur de la herramienta con la que se realiza. Su impresión borrosa, su brillo y su textura, son las características con las que aparecen incisos en la piedra. Estas características jamás se encuentran en las marcas de los canteros. Podemos pensar en marcas del mundo germánico realizadas por los canteros en el contexto de los siglos XV y XVI; su talla es tan perfecta que parece fina orfebrería cincelada. - Generalmente, el grafito, a diferencia de la marca, nunca se repite de una manera idéntica. - El grafito nunca se encuentra reproducido en la documentación de fábrica, algo que si ocurre en el contexto de las marcas de los canteros. En el caso de la Catedral de Sevilla, el profesor Rodríguez Estévez documentó algunas marcas de los canteros al servicio de la obra gótica, como Bartolomé García- su marca era dos uves invertidas- o la de García Fernández- una Y (4). Del mismo modo, en el contexto de la obra gótica del monasterio de la Victoria de El Puerto de Santa María, la documentación recoge la firma de los canteros aunque, en este caso, la atribución de su marca se hace más dudosa (5).

–––––––––––––––––––– (4) Cfr Rodríguez Estévez, J.C.; Los canteros de la Catedral de Sevilla. Del Gótico al Renacimiento. Sevilla, 1998, p. 190. (5) Cfr Romero Medina, R.; “Los canteros de la obra tardogótica del monasterio de la Victoria de El Puerto de Santa María (1522-1544)”, en Revista de Historia de El Puerto, nº. 44. El Puerto de Santa María, 2010, pp. 59-78.

X

- La pintada por sí sóla nunca tiene un carácter oficial, es decir, no identifica el trabajo hecho por el autor de la obra. Se trata de un acto puramente privado. Por el contrario, esta identidad y esta responsabilidad son claves para entender algunas marcas de cantería. En este contexto, así lo señalan las marcas de los dueños de las canteras en territorios belgas o germanos, como símbolo de orgullo (6). Del mismo modo, en el ámbito de la Catedral de Sevilla el profesor Rodríguez Estévez recoge marcas como testimonio de gran cualificación profesional por lo cual aparecen en lugares visibles como la entrada de un caracol o en la rosca de un rosetón (7). En ciertas ocasiones podría darse el caso de que un cantero, una mano experta, tomara su herramienta para grabar un grafito. Este grabado, sin duda, podría confundir al ojo experto. En este caso se necesitaría de un estudio comparativo para verificar la naturaleza del mismo. Así, a lo largo de este diccionario se incluyen determinados signos cuya naturaleza, a nuestro juicio, permitiría clasificarlos bajo el rubro de grafitos y no de signos lapidarios. En cualquier caso, dado que el objeto de este trabajo es bibliográfico, respetamos la opinión autorizada de cada uno de los autores. Del mismo modo, puede ocurrir a la inversa, es decir, que un determinado signo lapidario pudiera ser grabado con cierta premura y la traza resultante fuera irregular que pudiera confundir al ojo experto y éste lo clasificara como grafito. A veces, sobre todo en el contexto de la cantera, las marcas se realizaban sobre los bloques de piedra ya extraídos y colocados “en rejal” y su traza no resultaba del todo regular. En este caso, habría que relacionarlos con otros modelos semejantes dentro de la misma región para poder emitir un juicio de valor. No obstante, ello requiere de un corpus en el que se recogiesen las macas de una misma región o área de influencia (en el caso, por ejemplo, de una misma cantera cuya piedra nutriera a distintas regiones (8)), pues permitiría este estudio comparativo. Desgraciadamente, la falta de corpus brilla por su ausencia y ello hace que, a veces, muchos signos lapidarios sean clasificados bajo el rubro de grafitos. Como dijimos anteriormente, este diccionario respeta el juicio o criterio del investigador experto.

–––––––––––––––––––– (6) En Alemania existen estas marcas con el nombre de “Ehrenzeichen” literalmente traducido como signo respetable: Ehren (honrrar-respetar) y zeichen (marca o signo). (7) Cfr Rodríguez Estévez, J.C.; op. cit., pp. 262-264. (8) Por ejemplo, en el caso de las canteras de la Sierra de San Cristóbal de El Puerto de Santa María (Cádiz). La piedra extraída nutrió a edificios del área sevillana y gaditana, además de a otras regiones limítrofes. En este caso, y tal como ha constatado el profesor Rodríguez Estévez para la Catedral de Sevilla, y un servidor para los edificios jerezanos y portuenses que crecen a la sombra de ésta, el problema radica en saber si los signos corresponden a los canteros sacadores o si, por el contrario, pertenecen a quienes trabajaban a pie de obra. Cfr. Rodríguez Estévez, J.C.; op. cit., p. 258-260. Cfr Romero Medina, R.; “Aproximación al estudio de las marcas de cantería del Castillo de San Marcos de El Puerto de Santa MaríaCádiz-“, en Actes du XIVe Colloque International de Glyptographie de Chambord, Braine-le-Château, 2005, pp. 387-398. Ibidem. “Primeras consideraciones acerca de los signos lapidarios del monasterio de Nuestra Señora de la Victoria 1504-1544 (El Puerto de Santa María-Cádiz)”, en Actes du XVe Colloque International de Glyptographie de Cordoue, Braine-le-Château, 2006, pp. 269-280. Ibid. “Les carrières de la Montagne de San Cristóbal et l’architecture gothique Xérès-portuense au début du XVIe siècle”, en XVIe Colloque International de Glyptographie á Munsterschwarzach (Allemagne). Centre International de Recherches Glyptographiques, Braine-le-Château, 2010, pp. 261-282. Del mismo modo, Romero Medina, R y Romero Bejarano, M.; “Las marcas de cantería del puente de Cartuja de Jerez de la Frontera: Análisis Gliptográfico”, en XVIIe Colloque International de Glyptographie à Cracovie, Centre International de Recherches Glyptographiques, Braine-le-Château, 2011, (pp. 319-332) y Romero Medina, R.; “Adenda y conclusión del estudio gliptográfico del castillo de San Marcos de El Puerto de Santa María”, en XVIIe Colloque International de Glyptographie à Cracovie, Centre International de Recherches Glyptographiques, Braine-le-Château, 2011, (pp. 307-318).

XI

A pesar de que el interés de este diccionario se centra en los signos lapidarios realizados por los maestros canteros, extractores o constructores, que tienen una finalidad concreta dentro del organigrama de la fábrica, existen otros signos grabados que son clasificados bajo la rúbrica de signos de transeúntes “passants” y cuya lectura nos lleva a relacionarlos desde el punto de vista etnológico con ritos de paso “Rites de passage”. Como ha demostrado Roger Lecotté (9) estos signos grabados son tan múltiples como variados, a saber : - Los de peregrinos o romeros de los grandes santuarios (Santiago de Compostela, SaintMichel, Saint Martin de Tours, etc.), visitantes de cementerios o vagabundos, cuya naturaleza obedece a costumbre o incluso ritos. - Los de prisioneros civiles o de guerra (10), como los marinos ingleses que dejaron pintadas marítimas en Francia (11), o también prisioneros políticos o religiosos que dan prueba de su presencia manifestando su rabia, sus deseos o, incluso, su desesperación; pero, al mismo tiempo, también expresan sus ideales de Fe (12). - Personas que ejercen oficios diversos, principalmente nómadas (marineros, vendedores ambulantes, pastores, etc.). En este sentido, tenemos el caso de los pescadores portugueses de Povoa de Varzim que grabaron sus “Marcas Poveiras” sobre la puerta de la iglesia de Povoa al regresar de un viaje por el mar (13). - Signos grabados por alquimistas, templarios, francmasones, etc. Estos graban sus signos convencionales que los identifican con una determinada logia. o, a veces, los turistas que graban sus signos en las paredes de los monumentos como claro ejemplo de torpe vanidad y escasa formación y sensibilidad hacia el patrimonio. Todos estos grabados son ciertamente la expresión de la identidad del oficio, del status social y también, sobre todo, de lo que Sócrates definiría como “estados del alma”, de los sentimientos, del humor de su autor, etc. Entre estos grabados o grafitos y los signos lapidarios realizados por los maestros canteros, existen marcas de negociantes o comerciantes a menudo en forma de grafitos o pintadas, como las que se localizan en el Fontego dei Tedeschi de Venecia (14). Del mismo modo, en piezas vistas sobre las mercancías- generalmente pintadas- como en un grabado atribuido al maestro Pierre Van der Hayden (después conocido como Pierre Brueghel “el Viejo”) o marcas dejadas por maestros de oficios -“compagnonniques” (15) - que Roger Lecotté (16) no clasifica como grafitos. En cualquier caso, todas ellas quedan muy alejadas de las marcas de cantería que centran la atención de este diccionario. –––––––––––––––––––– (9) Cfr Lecotté, R.; “Multiplicité et variété des signes lapidaires”, en Actes du Ier Colloque International de Glyptographie de Mons (1979), CIRG, Braine-le-Château, 1980, pp. 61-73. (10) Por ejemplo, los grabados por los prisioneros del régimen de Franco en el que fue penal de El Puerto de Santa María : el monasterio de Nuestra Señora de la Victoria; una obra financiada en los inicios del siglo XVI por la Casa Ducal de Medinaceli. (11) Cfr Bucherie, Luc; “Enquêtes sur le graffiti de marins anglais, prisonniers en France au XVIIIe siècle” [comunication à l´Académie de Touraine], Mémoires de l´Académie des Sciences, Arts & Belles-Lettres de Touraine, 2002, pp. 159-188. (12) Cfr Bucherie, Luc; “La Prison de Crest (Drôme) : graffiti politiques religieux”, Le Monde Alpin et Rhodanien, nº spécial sur les graffiti (“Cicatrices murales. Les graffiti des prisons”), 1-2, 2004, pp. 45-61. (13) Cfr, Freire, o.; “Algunas consideraçoes sobre a existencia de Marcas Poveiras em Fâo”, Povoa de Vazim, vol VI, 1967, nº.1. 1-2. (14) Barbon, Ferdy Hermes.; “I Segni dei Mercanti al Fondaco dei Tedeschi”, en Actes du XIVe Colloque International de Glyptographie de Chambord (2004), CIRG, Braine-le-Château, 2005, pp. 5-55. (15) Sobre este fenómeno véase, Van Belle. J.L.; Les marques compagnonniques de passage, Braine-le-Château, 1994. (16) Lecotté, R.; “Les inscriptions compagnonniques du Pont du Gard”, Arts et Traditions populaires, nº. 4, 1954, pp. 324327 y Lecotté R.; Multiplicité et variété…; op. cit., pp. 61-73.

XII

Dejemos de lado el tema de los grafitos que ha sido estudiado ampliamente y retomemos el objeto de atención de este diccionario : los signos lapidarios grabados por los maestros canteros con sus herramientas. Trataremos este asunto siguiendo la clasificación establecida por el profesor JeanLouis Van Belle, por cuanto ha sido aceptada internacionalmente. Dentro de las marcas de cantería propiamente dichas podemos establecer dos tipologías, es decir, por un lado, las llamadas genéricamente como “marcas utilitarias”, o sea, aquellas grabadas por los canteros -en la cantera o en la fábrica- y que contienen la información suficiente para aquellas personas que manipulaban la piedra, generalmente los asentadores de cantería; de otro lado, las que se denominan “marcas de identidad”, llamadas también “marcas de talla” (17), término ambiguo que puede hacerlas confundir con las utilitarias, que aluden a la identidad del maestro que talla la piedra. En la mayoría de los casos las marcas de cantería se presentan bajo la apariencia de un lenguaje código. Es raro encontrar a un maestro cantero que grabe su nombre o su apellido como marca de identidad. No obstante, existen ejemplos como el maestro Ugo en la Provenza francesa o en el ámbito belga para el siglo XVIII donde los maestros de cantera graban la piedra con las iniciales de sus nombres o apellidos (18). Asimismo, el caso de Reinard de Fonoll, quien llego a autorretratarse en los capiteles del claustro de Santes Creus (19). Este concepto de identidad es especialmente perceptible e incuestionable en algunos reglamentos corporativos de ámbito europeo, a saber : Huttenordnung y Huttenbuch. Particularmente, pensamos en casos como el de Admont en Styria (Austria) (20) que data de 1480, en la tabla de Saint Galle (Suiza) de finales del siglo XVI (21), o también en la logia escocesa de Edimburgo “Mary´s Chapel nº. 1” de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, donde se puede observar la lista de los maestros canteros acompañados de sus marcas de identidad (22). Incluso podemos aludir al tríptico de marcas conservado en el Museo de L’œuvre en Estrasburgo (23). Antes de centrarnos en las que hemos denominado “marcas de identidad”, sería conveniente considerar algunos aspectos de la primera modalidad señalada. Así, con respecto a las “marcas utilitarias” se observan ciertos detalles que varían en función de los países y de los autores. Efectivamente, estas señales de utilidad han recibido diversas denominaciones en función del papel que desempeñan en el contexto de la obra constructiva.

–––––––––––––––––––– (17) Cfr Recht, R.; “Les termes techniques de l´architecture médiéval”, Histoire et Archéologie, nº. 47, 1980, p. 90. (18) Cfr Esquieu, Y.; “Sur les traces des tailleurs de pierre au Moyen Age : pour une lecture plus attentive des marques de tâcherons”, Mélanges offerts à Georges Duby, Paris, 1993, pp. 117-129. (19) Cfr Colombier P. du.; Les chantiers des cathédrales, Paris, 1953, p. 56. Asimismo, Pevsner, “The term Architect in the Middle Ages”, Speculum, XVII, 1942, p. 556. Vid. Vives i Miret, J.; Reinard des Fornoll. Escultor i arquitecte anglés renovador de l´art gotic a Catalunya (1321-1362), Barcelona, 1969, pp. 53-73. (20) Cfr Marschall, H.G.; Die Kathedrale von Verdun. Die romanische Baukunst in Westlathringen, Teil I, Veröffentlichungen des Institut für Landeskunde in Saarland. Saarbrüken, 1981, p. 57. (21) Hahne, E.; “Steinmetzzeichen des 16 Jahrhunderts in St Gallen”, Anzeigner für Schweizerisch. Altertumskunde, 1901, pp. 190-194. (22) Dashwood, J.R.; “The minutes of the lodges of Edinburgh, Mary´s Chapel nº. 1, 1598-1738”, Quatuor Coronatorum Antigrapha Masonic Reprints, volume XIII, London, 1962, p. 51. (23) Musée de l¨œuvre Notre-Dame à Strasbourg : Haeusser, J.R.; L’œuvre Notre-Dame. Un chantier de cathédrale, fascicule du Musée de L’œuvre Notre-Dame. Strasbourg, 1973, pp. 1-12. Asimismo, Comparon, S. et Raimbault, J.; “Le triptyque aux marques de tailleurs de L’œuvre Notre-Dame de Strasbourg”, en Actes du IXe Colloque International de Glyptographie de Belley (1994), CIRG, Braine-le-Château, 1995, pp. 43-46.

XIII

Para el ámbito francés, por ejemplo, podemos encontrar distintas denominaciones, las cuales han sido extrapoladas al caso español. Así, localizamos signos de posición (signes de pose) (24), de aparejo o colocación (d´appareillage) (25), de orientación y localización (d´orientation ou de localisation) (26), señales de grosor (signes d´épaisseur) (27), de juntas (de joints) (28), diseños de escultores (Schèmes de sculpteurs) (29), marcas de lecho (marques de lit) (30), signos de procedencia (signes de provenance) (31), marcas de montaje (marques d´assemblage) (32), marcas guías que describen la línea que hay que seguir (traces de l´application du trait et de ciselure) (33), marcas de cantera (marques de carrière) (34), etc. Para otros ámbitos se utiliza un vocabulario propio aunque con un mismo significado. En neerlandés, con el término “Plaatsingsteken” (35) se definen las marcas de posición y/ o aparejo; de la misma manera que el vocablo alemán “Versetzzeichen” (36). Para los ingleses, y según los autores, el vocablo “Positional Mark” (37) haría alusión tanto a la marca de posición como al signo que contiene la información relativa a la disposición del sillar en la fábrica (dirección, junta, base, etc.). En el ámbito anglosajón se utiliza indistintamente junto a los términos “Positions Marks” o “Place Marks” (38). Por lo que respecta al marco español, se ha utilizado el modelo francés aunque, por regla general, se las conocen con el nombre genérico de “marcas de posición o localización” (39).

–––––––––––––––––––– (24) Cfr Aubert, M.; “La construction au Moyen Age”, Bulletin monumental, 1961, p. 319. Vid. Chauney, M. et Benard, R.; “Notes sur les signes lapidaires dans la région chalonaise et à Cluny”, Memoires de la Societé d´Histoire et d´Archéologie de Chalon-sur-Saône, tome XLVI, 1976, p. 79. Cfr Colombier, P. du.; op. cit., p. 136. Vid. Noel, P.; La pierre matériau du passé et de l´avenir. Institut technique du Bâtiments et des Travaux publics, Paris, s.d, pp. 63-69. Cfr Recht, R.; op. cit., p. 90. Vid. Van de Winckel, M.; “Introduction à l’étude des signes lapidaires en Brabant du XIe au XIXe siècle”, Cahiers bruxellois, tome V, fascicule 4, 1960, p. 225. (25) Cfr Aubert, M.; op. cit., pp. 319 [identifica la marca de posición y la marca de aparejo]. Vid. Abbé Barbier de Montault, X.; “Les signes lapidaires”, Bulletin Monumental, 1884, p. 293 [habla de signos de aparejo]. Cfr De Caumont, A.; Abécédaire en rudiment d’Archéologie. Architecture religieuse, Leblanc-Hardel. Caen, 1870, p. 143 [habla de signos de aparejo como de marcas de destajo]. Vid. Chauney, M. et Benard, R.; op. cit., p. 79. Cfr Didron, V.; “Artistes du Moyen Age”, Annales Archéologiques, tome I, 1844, p. 246 [alude a los signos de aparejo] . Vid. Van de Winckel, M.; op. cit., pp. 226-227. (26) Cfr Van de Winckel, M.; op. cit., p. 227. (27) Cfr Van de Winckel, M.; op. cit., pp. 227-228. (28) Cfr Van de Winckel, M.; op. cit., pp. 229-230. (29) Cfr Van de Winckel, M.; op. cit., pp. 231-232. (30) Cfr Demaison, L.; “Reims”, Congrés archéologique de France. Reims, 1911, tome I, p. 37. (31) Vid. Choisy, A.; Histoire de l´Architecture. Paris, 1899, vol 1, p. 505. (32) Cfr Reinach, S.; Traité d´epigraphie grecque. Paris, 1885, pp. 220-472. Vid. Lampérez y Romea, V., Historia de la arquitectura cristiana española. Madrid, 1930. (33) Vid. Wittouck, C.; “Relevé de traces d´application du trait et de ciselures sur quelques monuments funéraires votifs du XVIIIe siècle”, en Actes du Ier Colloque de Glyptographie de Mons (1979), CIRG. Braine-le-Château, 1980, pp. 162-163. (34) Cfr Chauney, M. et Benard, R.; op. cit., p. 79. (35) Vid. Smidt, F. de.; Enkele XIIIde eeuwse Steenhouwersmerken in de Sint-Niklaaskerk te Gent, Mededelingen van de Koninklijke Academie voor Wetenschappen, Letteren en Schone Kunsten van België, Klasse der Schone Kunsten, XXXVI, 1974, nº. 4, p. 5. (36) Cfr Friederich, K.; Die Steinbearbeitung in iher Entwicklung vom 11e bis 18e jh. Augsburg, 1932, pp. 18-19. (37) Vid. Wapples, W.; An outline of the usage of marks of medieval men, Arts Quatuor Coronatorum, being the transactions of the Quatuor Coronati lodge, nº. 2076. London, 1974, vol. LVIII, part. 2, p. 187. (38) Cfr Coulton, C.G.; Art and the reformation. Cambridge, 1953, pp. 145-158-160. Vid. Davis, R.H.C.; “A catalogue of mason marks as an aid to architectura history”, Journal of British Archeological Association, 3rd series, vol. 17, 1954, p. 43. (39) Cfr Ferrer Benimeli, J.A.; “Signos lapidarios en el románico y gótico español”, en Estudios de la Edad Media en la Corona de Aragón, Vol. X. Zaragoza, 1975, p. 322.

XIV

Como acabamos de demostrar las llamadas “marcas utilitarias” son de lo más variado, aunque en realidad las más frecuentes obedecen a tres tipos, a saber : las marcas o signos de cantera, las de posición y las de aparejo o ajuste. Detengámonos en definir en qué consiste cada una de estas tipologías. Las marcas de cantera son objeto de una terminología ciertamente ambigua. Para algunos autores la marca de cantera, llamada en neerlandés “groefmerk” y en inglés “quarry-mark”, es la que indica la procedencia de la piedra o la cantera de origen; mientras que para otros, alude a la veta de la que se extrajo el material y, en consecuencia, su calidad geológica (40). En este último caso se trataría de una información básica para saber cómo tallar y asentar la piedra de manera óptima. Ambas lecturas son, en cualquier caso, ambiguas. Así, si consideramos que la marca hace alusión a la procedencia de la piedra esta puede aludir tanto a la cantera, como al dueño o al responsable de la extracción. En este caso, esta marca no difiere de la llamada “marca de identidad”, pues alude a la marca del maestro de cantera o a la marca del sacador de cantería. El problema se complica aún más con la piedra asentada en la obra, pues esta marca puede confundirse con la del cantero que manipula la piedra en el taller de la fábrica. En cuanto a la segunda de las lecturas, tenemos que decir que habitualmente el maestro mayor de la fábrica visitaba la cantera que nutría a la obra y, por tanto, conocía la procedencia geológica del material; es más, demandaba el banco de piedra de la que quería que se extrajese el material en función de la dureza y del uso que quería hacerse de ella en la obra. Por tanto, considerar que la piedra era marcada para indicar la veta de la que se extraía el material es, a nuestro juicio, discutible. Por signos de posición, que algunos autores denominan “de hilada”, (41) podemos entender trazos repetidos, cifras romanas o incluso árabes, que se superponen grabados en la piedra (42). Estos signos se localizan en las hiladas que conforman puertas y ventanas. Cuando en el mismo edificio existen varios elementos que necesitan de estos signos y para evitar riesgos de confusión, éstos se completan con letras del alfabeto que no dejan de ser signos de localización. Estos son frecuentes hallarlos grabados en el centro de los sillares que conforman las columnas de las iglesias o los pilares de los pórticos. Estas marcas son perceptibles en monumentos de Alemania, Bélgica, España o Francia (43). Un ejemplo representativo se halla en los signos grabados por los canteros romanos en el Pont du Gard (44). Las señales de aparejo cumplen otra misión. Se trata de signos necesarios para indicar al albañil en qué sentido debe ir asentada y colocada la piedra. Algunos han querido llamarlas “marcas de ensamblaje” (45). Si admitimos el término de aparejo éste guarda una relación directa con la acción de

–––––––––––––––––––– (40) Cfr Aubert, M.; op. cit., p. 319. Este autor afirma que en los grandes centros de extracción como Tonnerre, Apremont, Conflans, Saint-Leu, Caen, se marca o pinta la piedra para indicar al responsable de la fábrica la altura y la calidad del banco del que se extrae la piedra. Asimismo, Chauney, M. y Benard, R.; op. cit., p. 79. (41) Cfr Demaison, L.; op. cit., p. 37. Según este autor estas marcas están destinadas a numerar las hiladas para evitar cualquier error a la hora de asentar los sillares. (42) Van de Winckel, M.; op. cit., p. 226. (43) Cfr Ferrer Benimeli, J.A.; op. cit., p. 332. Vid. Friederich, K.; op. cit., p. 19. Noel, P.; op. cit., pp. 63-69. Asimismo, Van de Winckel, M.; op. cit., p. 226. (44) Vid. Esperandieu, E.; Le Pont du Gard, Paris, 1926, p. 32. Del mismo modo, Noel, P.; op. cit., pp. 63-69. (45) Cfr Reinach, S.; op. cit., pp. 220-472.

XV

aparejar y/o ensamblar. De hecho se dice que la piedra está perfectamente aparejada cuando la talla y las medidas son perfectas, un aparejo isódomo. Por tanto, estas señales que suelen ser flechas, trazos o líneas y, a veces, figuras geométricas, se caracterizan por estar grabadas en los extremos del sillar, al estar relacionadas con el sillar cercano. Se sitúan a menudo sobre la mitad del tambor de una columna o en partes del edificio en el que es importante que el nivel de los sillares sea totalmente idéntico (por ejemplo en los contrafuertes). Algunos autores han querido identificar junto a estas marcas de aparejo “signos de grosor o espesor” de idéntica morfología a las de posición (cifras romanas o trazos) y cuya función es la de indicar al albañil las piedras del mismo grueso para su montaje y colocación con el fin de obtener un aparejo isódomo (46). otros autores han denominado a estos signos como “marcas de altura” y se observan en el castillo alsaciano de Haut Barr. Se hace muy difícil su identificación cuando se encuentran solas. Sin embargo, asociadas a una marca de identidad, su naturaleza y función se nos revela más fácil. En este caso, estaríamos hablando de señales dobles donde cada una expresaría una realidad muy diferente. Junto a estas señales utilitarias visibles en una u otra cara del sillar, existen otras que se encuentran grabadas voluntariamente y se conocen como “signos de juntas”. Se trata de líneas profundas grabadas con un trazo poco cuidado y que están destinadas a recibir el mortero para obtener unas juntas finas y regulares.

Junto a las señales utilitarias, cuya variedad y funcionalidad hemos definido, se encuentran las “marcas de identidad”. Éstas son las que han centrado la atención de los investigadores desde hace más de un siglo. Al grabar un signo en la piedra, el maestro cantero da a conocer su identidad y muestra su responsabilidad o la de su logia en la obra, como han señalado ciertos autores. Ahora bien, ¿identidad individual o colectiva? Desde fines del siglo XIX, se reconoce que la marca que utiliza el cantero en la Edad Media es el signo de identidad que éste graba con la intención de poder recibir los honorarios por el volumen de trabajo realizado. Por tanto, estos signos que están ligados al trabajo y al salario del maestro cantero han sido denominados comúnmente como “marcas de cantero”, en España, “marques de tâcherons”, en Francia, “Steinmetzzeichen”, en Alemania, “Steenhouwersmerken”, en Holanda o “Masons´Mark”, “Bankers´marks” y “Bench marks”, en Gran Bretaña (47). El empleo de este tipo de marcas se constata, según las regiones, entre los siglos XII y XVI. En ciertas ocasiones estas marcas han tenido lecturas mistéricas o cabalísticas que no han hecho más que desvirtuar su valor arqueológico en orden para conocer el proceso constructivo de un monumento. Esta interpretación debe ser rechazada.

–––––––––––––––––––– (46) Vid. Van de Winckel, M.; op. cit., pp. 226-227. (47) La bibliografía a este respecto es muy abundante y no podemos más que remitir al lector a los trabajos publicados en las Actas de los, hasta ahora, XVII coloquios organizados por el C.I.R.G.

XVI

¿Identidad individual o colectiva? En el área de influencia germánica, que se extiende al norte de Italia, engloba Suiza, la Alsacia, los Países Bajos y Europa Central, el vocablo “Steinmetzzeichen” es uno de los que ofrece mayor ambigüedad terminológica. En principio, éste hace referencia a la marca de cantero. Sin embargo, en el curso de los siglos XIV y XV (48) entra en escena un nuevo tipo de marca que triunfa con los “Ehrenzeichen” (49). De hecho, el desarrollo de las logias de canteros en el mundo germánico reforzará el valor de la identidad. Las logias (“Bauhutten”) en sus reglamentos (“Huttenordnungen”) van a otorgar un carácter oficial a la marca, connotación que no parece tener la marca de cantero, con un aspecto innegable de publicidad (50). Este signo tiene un objetivo más amplio que reconocer el trabajo ligado a la talla de la piedra. Este aspecto oficial y publicitario de la marca queda reforzado con el término alemán de “Meisterzeichen”, donde la marca se ve grabada en un escudo a manera de blasón. Este tipo de marca que aparece en la segunda mitad del siglo XIV (51) refleja una suerte de promoción social. Estos escudos, a veces acompañados con el busto del maestro cantero, suelen aparecer en un lugar estratégico de la construcción, como, por ejemplo, la clave de una bóveda o una ménsula. Estos son constructores (“Baumeister”) y su función podría asemejarse al papel actual del arquitecto. En cualquier caso, poder atribuir un nombre sería ciertamente delicado. Algunos autores hablan de “marcas de arquitectos” (52) y otros han creído, por la morfología y emplazamiento de estas marcas, poder distinguir entre la marca de un maestro (“Meister”) y un albañil (“Steinmetz”), una marca de cantero intermediaria en esta jerarquía, a saber : el “Parlier” o portavoz de los maestros canteros (53). Como demostraremos, esta interpretación no resulta del todo convincente. En el contexto anglosajón, en caso de distinguir la presencia de dos marcas en una misma piedra, los autores han hablado de la marca de cantero acompañada del signo de una especie de inspector o capataz (“Conternsign of a foreman or inspecter”) (54). En otros casos, existen autores que han querido diferenciar entre marcas de aprendices, obreros y maestros (55). Ambas hipótesis son poco verosímiles, si examinamos las ya citadas actas de la logia escocesa de Edimburgo, que desde 1599 conservan la lista de canteros con sus signos de identidad.

–––––––––––––––––––– (48) Cfr Friederich, K.; op. cit., p. 17. (49) Vid. Nota nº. 6. Este término aparece por primera vez en las ordenanzas (Hutten Ordnungen) de Estrasburgo y Basilea en 1563. Cfr Rziha, F.; “Studien über Steinmetz-Zeichen”, Mittheilungen der K.K. Central- Commission zur Erforschung und Erhaltung der Kunst und Historischen Denkmale, Viena, 1881, tomo VII, p. 107. Asimismo, Schimpf, A.; “Les tailleurs de pierre strasbourgeois”, Publications de la Société savante d´Alsace et des regions de l´Est, tome IX (“Artisans et ouvriers d´Alsace”), 1965, p. 117. No obstante, en el mundo germánico, el empleo de estas marcas con el sentido de “Ehrenzeichen” puede ya percibirse en las ordenanzas de Torgau de 1462 (Ordnung dite) y Admont, Styria (Austria) de 1480 (Huttenbuch). Cfr Respectivamente, Rziha, F.; op. cit., p. 117 y Marshall, H.G.; op. cit., p. 57. (50) Cfr Seitz, H.; Die spätgotische Steinmetzhütte auf mariaberg zu Rorschach A.B und ihr Hüttengeheimnis, Rorschacher Neujahrblatt, 1964, p. 11. Vid. Koppelt, H.; “Steinmetzzeichen in ost-Unterfranken”, Ein Beitrag zur Handwerks und Baugeschichte. Würzburg, 1977, p. 137. (51) Vid. Gerstenberg, K.; Die Deutschen Baumeisterbildnisse des Mittelalters, Berlin, 1966, p. 177. (52) Cfr Didron, V.; op. cit., p. 246. (53) Este tipo de marca sería más grande y aparecería en las piezas más difícil de grabar. Vid. Seitz, H.; op. cit., p. 16. (54) Cfr Rylands, H.; “Masons´ Marks, at Burcoug priory, ormskirk church, Birkenhend priory, and some other from Buildings in the countries of Lancaster and Chester; together with notes on the general history of masons´ marks”, Historical Society of Lancashire and Cheshire, VII-VIII, 1891-1892, p. 158. (55) Vid. Dashwood, J.R.; op. cit., p. 42.

XVII

* Cfr Bucherie, L. y Van Belle, J.L.; Dictionnaire Bibliographique des signes lapidaires de France. Braine-le-Château, 2006, p.12.

XVIII

Teniendo en cuenta estas distinciones, esta jerarquía tan especializada en el oficio de la piedra, se hace urgente conocer en cada país y en cada región los estatutos que rigen el oficio de maestro cantero. Las marcas son inseparables del oficio del maestro cantero. La mejor aproximación será la que nos ofrezca una visión socioeconómica de esta cuestión tan compleja. En cualquier caso, para el ámbito español no se han realizado distinciones de marca en función de la jerarquía de cada uno de los maestros canteros en el organigrama de la obra. Creemos que es inviable. En este contexto del mundo germánico es preferible, por tanto, emplear el término de “Steinmetzzeichen” con el sentido de marcas de cantero (con carácter de remuneración) para los siglos XII y XIII y, en los siglos siguientes, utilizar el concepto más refinado, al aludir al carácter oficial y publicitario, de “Ehrenzeichen”. En el caso español, utilizamos el concepto de “marcas de cantero” para referirnos tanto a la marca que sirve como remuneración de un trabajo, como a la que expresa, como testimonio de gran cualificación profesional, un carácter de honrra y/o promoción social. En el contexto español y belga las “marcas de maestros de cantera” podrían tener un valor similar a ciertos aspectos de las “Ehrenzeichen”. Desde el punto de vista morfológico no es posible distinguirlas de las marcas de cantero. Establecer la diferencia resulta complejo, pero estas marcas de maestros de cantera no son grabadas en vista a un salario, es más, a partir del siglo XVII tienen una connotación oficial y de publicidad, sobre todo en un ambiente constructivo en el que ya no se marca la piedra. Este carácter publicitario es lo que las asemeja a las alemanas “Ehrenzeichen”. Por ejemplo, en las canteras de la Sierra de San Cristóbal, en El Puerto de Santa María, estas marcas son en el contexto de los siglos XVIII y XIX señales que podrían asemejarse, salvando las distancias, a actuales logos o marcas publicitarias. Estamos ya muy alejados de la Edad Media. En el ámbito francés las marcas de “membres du Compagnonnage” tienen la particularidad de ser un signo de identidad más específico que el convencional e incluso revelan un lenguaje secreto por la utilización de sobrenombres. No se trata de marcas grabadas para la obtención de un salario ni está cargada de tintes publicitarios. obedecen a un ritual de paso. Estas marcas tienen un carácter semioficial, entendemos que alude a la entrada en estas “compañías” de un nuevo artesano (“compagnon”) y la marca puede aludir a su lugar de origen o a una cualidad o virtud dispuesta a practicar (56). ¿Identidad individual o colectiva? Llegados a este punto pensamos que las marcas de los canteros reflejan una realidad individual, bien con carácter de remuneración, bien con carácter de publicidad y promoción. En cualquier caso, habría que responder a una serie de interrogantes que ya desbordan los objetivos de este trabajo. Los maestros canteros de los siglos XII y XIII ¿elegían su marca? ¿Quién se las daba? ¿Cuándo? ¿Podía cambiarse? ¿Se heredaban de padres a hijos con alguna variante?, etc.

–––––––––––––––––––– (56) Cfr Lecotté, R.; op. cit., p. 61-73.

XIX

A lo largo de estas páginas hemos intentado ofrecer una lectura internacional de los signos lapidarios ofreciendo nombres y conocimientos idénticos, significaciones diferentes, aproximaciones geográficas… El espíritu del Centro Internacional de Investigaciones Gliptográficas seguirá vivo y ofrecerá una interpretación allá donde quede una sola piedra, aunque sea “aquella que desecharon los arquitectos”… “He aquí que yo pongo por fundamento una (de muchas) piedra elegida…” El diccionario bibliográfico de los signos lapidarios de España. Los signos lapidarios en España. Estado de la cuestión En el ámbito español el interés por los signos lapidarios es un hecho historiográfico que se remonta al siglo XVIII. En efecto, en 1745, el Padre Sarmiento, en el siglo Pedro José García Balboa (1695-1772), en su obra Viaje a Galicia (57), tomaba apuntes sobre las curiosas “letras” que aparecían grabadas en algunas piedras y las interpretaba como “señales de los pedreros para la coordinación de las piedras”. El ilustrado benedictino se adelantaba un siglo al nacimiento de la moderna gliptografía como disciplina científica (58) (Vid. Gráfico I).

Gráfico I. Estudios Gliptográficos siglo XVIII.

–––––––––––––––––––– (57) Vid. Sarmiento, Fr. M.; Viaje a Galicia (1745), Edición y estudio por J.L. Pensado, Pontevedra, 1975, pp. 71-72-115121-122. (58) Como señala Rodrigo de la Torre, la importancia del padre Sarmiento viene dada tanto por la correcta lectura que ofrece de estos signos, en una época en la que se consideraba que los signos eran pistas que indicaban la existencia de un tesoro, como por inferir que el uso de las marcas de cantería se había abandonado en nuestro país un considerable lapso de tiempo antes. Cfr De la Torre Martín-Romo, R.; “Los estudios de signos lapidarios en la provincia de Pontevedra : precedentes y perspectivas”, en Coloquio Internacional de Gliptografía de Pontevedra, CIRG, Braine-le-Château, 1986, pp. 314-315.

XX

De forma general se admite que la moderna gliptografía nace con el arqueólogo francés M. Didron, quien en 1845 publicaba una serie de trabajos sobre los signos lapidarios de la Edad Media en la revista Annales Archéologiques (59).Tan sólo tres años después, en 1848, también mostraban interés por el tema Viollet le Duc y Lacoste (60) y, en 1873 y 1884, lo hacían, respectivamente, Revoil y Barbier de Montault (61). Todos estos trabajos, hoy ya clásicos, fueron el germen de un primer grupo de estudios que ofreció las primeras interpretaciones arqueológicas, sociales y tecnológicas de los signos lapidarios. En España, las obras francesas van a constituir el apoyo erudito para un nutrido grupo de autores que comenzaban a manifestar interés en el estudio de los signos lapidarios localizados en nuestros monumentos medievales. Así las cosas, en 1861 Cruzada Villamil (62) recogía y publicaba los signos grabados en la capilla mayor de la Catedral de Toledo y en 1863, Díaz Pérez (63) proponía un primer intento de clasificación sistemática de los mismos. También en este último año, Mariategui (64) daba a conocer los signos lapidarios de la torre del puente de San Martín de Toledo. Entre finales del siglo XIX y principios del XX diversos autores seguían dirigiendo su interés al estudio de los signos lapidarios. En este sentido, es de justicia destacar a los autores gallegos y, sobre todo, el esfuerzo que realiza la Sociedad Arqueológica Pontevedresa, donde autores como Casal y Lois (1845-1912), Sampedro y Folgar (1848-1937) o Campo y Sobrino (1890-1911), realizaron diversos trabajos de campo al recoger signos lapidarios en importantes monumentos medievales gallegos. Junto a ellos, destacan otros nombres de la talla de López Ferreiro (65), quien observó y publicó las marcas de la Catedral de Santiago de Compostela, y Pérez Villamil (66), quien hizo lo propio con la Catedral de Sigüenza (Vid. Gráfico II).

–––––––––––––––––––– (59) Cfr Didron, M.; “Artistes du Moyen Age”, en Annales Archéologiques, tome II. Paris, 1845, pp. 245-249 y grabado (“Signes Lapidaires au Moyen Age”). Ibidem. “Signes Lapidaires au Moyen Age”, en Annales Archéologiques, III. Paris, 1845, pp. 31-39 y grabado (“Signes Lapidaires au Moyen Age”). Este autor interpreta los signos del sol y la luna grabados en el portal de la Catedral de Reims parafraseando un texto sacado de la liturgia. Por su belleza, merece ser citado in extenso : “Le jour de l´Assomption, on chante un office composé de textes des livres saints, où il est dit que la Vierge, belle comme la lune, est vêtue du soleil et couronnée de douze étoiles. Pulcra ut luna,- amicta sole,- luna sub pedibus, etc”. Cfr. Didron, M.; op. cit., tome III, p. 36. (60) Vid. Viollet-le Duc, E. y Lacoste; “Instruments et ouvriers d´architecture”, en Annales Archéologiques, VIII. Paris, 1848, págs. 49-53. (61) Cfr Revoil, H.; Architecture romane du midi de la France, Paris, 1873. Vid. Barbier de Montault, Mgr. X.; “Les signes lapidaires”, Bmon, 49, 1884, pp. 291-293. (62) Vid. Cruzada Villamil.; “Signos lapidarios en la capilla mayor de Toledo”, en Revista La Razón, Vol.II. Madrid, 1861. (63) Cfr Díaz Pérez, V.; “Misterios de las catedrales góticas. Signos lapidarios de la Baja Edad Media y símbolos francmasónicos”, en Alrededor del Mundo. Septiembre, 1863, pp. 16-18. (64) Vid. Mariategui, E.; “Signos lapidarios de la torre del puente de San Martín (Toledo)”, en El Arte en España, nº.II, 1863, p. 85. (65) Cfr López Ferreiro.; Historia de la Catedral de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1898-1901. (66) Vid. Pérez Villamil, M.; Estudios de Historia y Arte. La catedral de Sigüenza, Madrid, 1899.

XXI

Gráfico II. Estudios Gliptográficos siglo XIX.

En el campo historiográfico del estudio de nuestra arquitectura los signos lapidarios tuvieron todo el interés. Autores como Puig y Cadafalch (67), Street (68), Lampérez y Romea (69) o Leopoldo Torres Balbás (70), fueron sensibles a su análisis. Hay que reconocer que aún cuando Street recogió marcas de cantero de varias catedrales españolas (71), Lampérez y Romea fue el primero en ocuparse de ellas, pues observó como aumentaban progresivamente desde el estilo románico al gótico, sobre todo desde el siglo XII al XV, en el que se manifiestan ambos, disminuyendo en los albores del siglo XVI. Junto a ello nos ofrece una importante y resumida teoría sobre la significación de los mismos. En este sentido, descartando una de ellas, la que considera a los signos como un lenguaje mágico y esotérico (72), la moderna gliptografía aceptaría las cuatro restantes, a saber : los signos son marcas hechas por los canteros como firmas para el cobro de su trabajo; son marcas personales de los canteros referentes al nombre, creencia social...; pueden ser en ocasiones una signatura del donante de una bóveda, columna...; por último, son marcas para el asiento y ajuste de los sillares (73). –––––––––––––––––––– (67) Cfr Puig y Cadafalch, J., L., arquitectura románica a Catalunya. Barcelona, 1918. Street, G.E., La arquitectura gótica en España. Madrid, 1926. (68) Vid. Street, G.E.; La arquitectura gótica en España. Madrid, 1926. (69) Cfr Lampérez y Romea, V., Historia de la arquitectura cristiana española. Madrid, 1930. (70) Vid. Torres Balbás, L., “El monasterio de Monsalud de Córcoles (Guadalajara)”, en Boletín Sociedad Española de Excursionistas.XXVI. 1918, pp. 7-17. (71) El autor recoge en una serie de láminas las siguientes : lam.IV. Iglesia de San Marcos y Catedral Vieja de Salamanca; lam. VI. Iglesia de San Isidoro de León; lam.VII. Catedral de Lugo; lam.VIII. Iglesia de Santa María de Benavente e Iglesia de la Vera Cruz de Segovia; lam. IX. Catedral de Santiago de Compostela; lam. XII. Catedral de Segovia; lam. XV. Catedral de Tarragona; lam. XIX. Colegiata de Manresa; lam. XX. Catedral de Lérida; lam. XXIII. Iglesia del Monasterio de Veruela. Cfr. Street, G.E.; op.cit. (72) La variedad y complejidad de las marcas de cantería ha provocado muchas interpretaciones y es esta dificultad de comprensión, unida a la falta de documentación explícita, lo que ha llevado a desvirtuar su carácter de testimonio arqueológico, identificándolas con frecuencia hacia lecturas de carácter esotérico y cabalístico. No obstante, hay que señalar que para esta interpretación Lamperez y Romea siguió la obra de Bueno Navarro, F., “La Catedral de Ciudad Rodrigo”, en Sociedad Española de Excursiones, número VIII, 1900. Tesis también defendida por Díaz Pérez, V., op. cit., y Martínez Salazar, D.A., “Signos Lapidarios”, en Comisión Provincial de Monumentos de Oviedo, 1900. (73) Lamperez y Romea, V., op.cit.

XXII

Sea como fuere, si hubiera que señalar un ámbito español en el que los signos lapidarios hayan centrado toda la atención ese es, sin duda, Aragón. Allí el interés por la gliptografía se iniciaba muy temprano de la mano de autores como Mariano de Pano (74), que en 1902 recogía las marcas del castillo de Monzón, López Landa (75), que hacía lo propio con las del monasterio de Veruela en 1918, y E.Poyo (76), que publicaba en 1936 los de la parroquia de Castiliscar. A continuación, se documenta una segunda generación de autores que continúan con el proceso de recogida de marcas en los monumentos aragoneses (77); la más de las veces sin más provecho que la de su constatación (78).

Gráfico III. Estudios Gliptográficos siglo XX.

–––––––––––––––––––– (74) Cfr Pano, M.; “Signos lapidarios del castillo de Monzón”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XL. Madrid, 1902, pp. 420-429. (75) Vid. López Landa, J.M.; Estudio arqueológico del Real Monasterio de Veruela. Lérida, 1918. (76) Cfr Poyo, E.; “Castiliscar y sus monumentos”, en Revista Aragón, XII, 1936, pp. 16-19. (77) Entre ellos Gastón de Gotor, A.M.; El Castillo de Mesones de Isuela. Tesis de Licenciatura inédita. Universidad de Zaragoza, 1957. Liaño Martínez, E.; Ramos López, E. y Villaro Gumpert, M.J.; “El castillo de Monzón”, en Castillos de España, nº. 66. Madrid, 1969, pp. 1-29. Biarge, A.; “Agüero”, Nueva España (28-V-1972). Solaz Villanueva, A.; “Los signos lapidarios en la iglesia de los padres franciscanos de Teruel”, en Revista Teruel, 1974, pp. 33-40. oliván Bayle, F.; “La iglesia cisterciense de Puylampa”, en Seminario de Arte Aragonés, XIX-XXI. Zaragoza, 1974. (78) No obstante, en algunos de estos trabajos se propone una nueva metodología de recogida y clasificación basada en el tratamiento matemático de los signos, como los recogidos en el castillo de Mora de Rubielos. Cfr Almagro, A.; Almagro, M., y Cerdán, F.; “Las marcas del castillo de Mora de Rubielos. Interpretación y resultados de un tratamiento matemático”, en Revista Teruel, nº. 60. Teruel, 1978.

XXIII

Pero, sin duda, el impulso definitivo vendría de la mano, a partir de la década de los años 70 del siglo XX, del profesor de la Universidad de Zaragoza José Antonio Ferrer Benimeli (Vid. Gráfico III). Coordinador en España del Centre International de Recherches Glyptographiques y experto en masonería, publicó un catálogo provisional de los signos lapidarios en Aragón e inició un primer corpus de signos lapidarios a nivel nacional (79). Su labor de difusión quedó consagrada con la organización del III Coloquio Internacional de Gliptografía de Zaragoza (1982), del que no sólo surgieron nuevas propuestas para el estudio de los signos, sino un equipo que recogió los signos lapidarios de todo Aragón, especialmente en la provincia de Huesca donde éstos son más abundantes (80). La labor realizada en España por el Centre International de Recherches Glyptographiques ha permitido impulsar definitivamente la investigación, el estudio y el interés por los signos lapidarios. Con posterioridad a Zaragoza, en España se han celebrado los coloquios de Pontevedra (1986), Palma de Mallorca (1998), Córdoba (2006) y, en 2012, tiene previsto organizarlo en Valencia el que suscribe estas líneas (Vid. Gráfico IV). La amplia producción bibliográfica surgida de estos coloquios, sobre todo el de Pontevedra (Galicia es, después de Aragón, la provincia más prolífera en recogida y estudios de los signos lapidarios) ha contribuido no solo a dar a conocer y compartir las experiencias de los investigadores, sino también ha servido para concienciar a la comunidad científica del interés y la necesidad de esta ciencia Aún así, queda mucho camino por recorrer, pues para finalizar el estado de esta cuestión hay que advertir cómo se adolece de estudios en regiones como Andalucía y Extremadura en las que prácticamente queda todo por hacer.

–––––––––––––––––––– (79) Reseñamos lo más significativo en ese momento de su actual vasta obra científica. Cfr Ferrer Benimeli, J.A.; “Signos lapidarios en el Románico y Gótico español”, en Estudios de Edad Media en la Corona de Aragón, X. Zaragoza, 1975, pp. 305402. Idem. Masonería, Iglesia e Ilustración, Madrid, 1976. Idem. La masonería en Aragón. Vol I. Zaragoza, 1976. Idem. “Signos lapidarios en Aragón”, Actas I Jornadas sobre el estado actual de los Estudios en Aragón. Zaragoza, 1979, pp. 1045-1048. Idem. “Les signes lapidaires en Espagne”, Actes Colloque International de Mons, Braine-le-Château, 1979, pp. 25-42. Idem. “Los signos lapidarios en España. Comparación morfológica”, en Actes Colloque International de Nîmes, Braine-le-Château, 1980, pp. 119-138. Idem. “Hacia un corpus nacional de signos lapidarios”, en Actas del Coloquio Internacional de Gliptografía de Zaragoza. Zaragoza, 1982, pp. 663-673. (80) Este grupo fue integrado por Javier Jiménez Zorzo, José Antonio Martínez Prades. Jesús Rubio Samper, Ignacio Martínez Buenaga y Juan Antonio Souto Lasala. La bibliografía generada por estos autores es amplísima y por ello se remite al lector a la bibliografía contenida en este trabajo.

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Gráfico IV. Estudios Gliptográficos Siglo XXI.

El diccionario bibliográfico de los signos lapidarios de España. Objetivos y Metodología El diccionario bibliográfico de los signos lapidarios de España persigue la metodología y objetivos planteados en los homólogos de Bélgica (1984) y Francia (2006), con la variante de ser editado en formato digital, dotado con un potente y preciso motor de búsqueda, y la diferencia que determinan los distintos contextos de cada una de las variantes geográficas. Éste ha sido impulsado y publicado por el Centre International de Recherches Glyptographiques de Braine-le-Château (Bélgica) y, por tanto, forma el tercero de una serie que esperemos pronto se continúe con los diccionarios de otros países europeos como Italia, Portugal o, incluso, Alemania. Ni que decir tiene que el lector rápidamente comprenderá las dificultades que plantea la realización de una obra de referencia de esta envergadura, donde reside la mayor de ellas en el ámbito geográfico que abarca. España, también denominado Reino de España, ocupa la mayor parte de la llamada Península Ibérica, al que se añaden los archipiélagos de las Islas Baleares (en el mar Mediterráneo occidental) y de las Islas Canarias (en el océano Atlántico nororiental), así como en el norte del continente africano las ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla, además de los distritos y posesiones menores de las islas Chafarinas, el peñón de los Vélez de la Gomera y el peñón de Alhucemas. El municipio de Llivia, totalmente en territorio francés, en los Pirineos completa el conjunto de territorios junto con la isla de Alborán, las islas Columbretes y una serie de islas e islotes frente a sus propias costas. En esta extensión de 504.645 kilómetros cuadrados (el cuarto más extenso del continente después de Rusia, Ucrania y Francia) en la que se extiende el Reino de España, se ubican 8.116 municipios y, por consecuencia, el lector podrá imaginarse la multitud de edificios en los que potencialmente se pueden localizar signos lapidarios. En cualquier caso, para dotar a este diccionario de un eje coherente hemos optado por seguir la estructura de entidad territorial, aquella que está dotada en el ordenamiento Constitucional de España de autonomía legislativa y competencias ejecutivas, es decir, realiXXV

zarlo por comunidad autónoma. Dadas estas circunstancias, el lector verá que la división se realiza de acuerdo a la cifra ordenada alfabéticamente de diecisiete comunidades autónomas, además de Ceuta y Melilla cuyos estatutos de autonomía le otorgan el rango de ciudades autónomas. Dentro de cada comunidad autónoma, hemos seguido la división territorial española de provincias. En definitiva, el lector encontrará un total de 50 cartas provinciales (se inicia por Almería y se finaliza por Murcia), más las de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, en las que se señalan los municipios en cuyos monumentos se han recogido y/o publicado signos lapidarios. Atendiendo al título que lleva la obra, Diccionario bibliográfico de los signos lapidarios de España, habrá quien opine que se trata de un trabajo ambicioso, inacabado e imperfecto. Desde un primer momento, advertimos que así es. Incompleto, porque no se puede pretender, dado la materia de la que se trata, la exhaustividad. Imperfecto, sin ninguna duda, y con todas las acepciones que puedan englobarse, porque queda mucho por recopilar e incluso habrá signos recogidos que no hayan sido publicados en este diccionario. Somos conscientes de ello y pedimos disculpas a los autores. No están todos los que son pero si son todos los que están. Los signos han sido reproducidos a partir de las publicaciones de los diferentes autores, de ahí el carácter bibliográfico de la obra, bien hayan sido diseñados a mano, trazados o a partir de fotografías (es el caso de los signos de la catedral de Murcia) cuyo diseño ha sido copiado por el que suscribe estas líneas. Por ello, el lector puede imaginar que la reproducción de cada signo contenido en este diccionario no es más que una mera aproximación a la realidad. Sin embargo, a pesar de las imperfecciones, estos pueden servir para comparar entre distintas regiones con el fin de poder realizar aproximaciones o incluso realizar investigaciones de mayor alcance. Las reproducciones de signos aquí contenidas no presentan las mismas dimensiones, es más, son diferentes de acuerdo al sistema de diseño que hayan elegido sus autores. Para conocer las dimensiones y su localización, en el caso de que se precisaran, se debe acudir a los estudios en cuestión pues, además, el formato de reproducción no es fiel al tamaño natural que el signo puede tener en la piedra. De nuevo tenemos que recordar que vista la amplitud territorial del Reino de España es imposible tender hacia la exhaustividad. Como el lector bien entenderá, es imposible visitar cada uno de los monumentos localizados en los diferentes municipios españoles. Por otro lado, se podrá comprobar que existen provincias en las que no se recoge nada. Esta ausencia no significa necesariamente que no existan, sino que es debido a que no hayamos localizado publicaciones, bien porque no las haya bien porque nos pudiesen haber pasado desapercibidas. Es más, dentro de una misma provincia se da el fenómeno de que existe una región con gran concentración de marcas, ha habido un equipo que se ha preocupado del tema, en contraposición a otras que, aun existiendo, no han sido recogidas por diversos motivos. En cualquier caso, no podemos precisar este alcance. Por otro lado, no hemos podido ni querido ofrecer una cronología de cada uno de los monumentos en los que se han recogido signos lapidarios. Esto se debe, como vamos a precisar, a distintos motivos. De un lado, una gran parte de los investigadores que han recogido las marcas no han precisado la cronología del monumento. De otro, existen edificios en los que tras su restauración se han utilizado piedras procedentes de otros o, incluso, como es frecuente en la construcción medieval hispana, hay edificios con materiales de acarreo. Es más, los historiadores y arqueólogos que tanto saben de datación tienen distintos puntos de vista sobre un mismo edificio, por no decir que existen fuertes discrepancias entre los autores por la datación del monumento. Intentar ofrecer una cronología para

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cada edificio y, por tanto, hacerla extensible a la datación de las marcas, es un esfuerzo inútil que sobrepasa los objetivos planteados en esta obra. Sin embargo, a pesar de todas las deficiencias que supone una obra como ésta, creemos que persigue los siguientes objetivos, a saber : 1.- Establecer una base, un punto de partida, para estimular la investigación en materia de gliptografía para incentivar su recogida y estudio y evitar su desaparición producto de una restauración mal entendida. 2.- Permitir la comparación entre signos de regiones diferentes (con un catálogo como éste las comparaciones morfológicas resultarán más simples). 3.- Presentar una primera aproximación geográfica de este fenómeno al ofrecer un corpus tan significativo. Como ya hemos advertido, nuestro diccionario testimonia la ausencia de recogida de signos en muchas provincias de la geografía española. Ello puede ser debido, no tanto al desinterés por parte de los investigadores, sino a la presencia de una arquitectura realizada en ladrillo (el fenómeno del mudéjar tuvo gran predicamento en la España Medieval), zonas en las que no existan edificaciones medievales, regiones de difícil acceso por malas vías de comunicación… En cualquier caso, como ya advirtió la pluma de Lámperez y Romea, se trata de un fenómeno asociado a nuestra arquitectura medieval que tiende a desaparecer mediado el siglo XVI, justo cuando se produce el canto del cisne que fue la arquitectura del tardogótico. Sea como fuere, nuestra justificación final descansa sobre la idea de que el universo de los signos lapidarios es un fenómeno clave e imprescindible para llegar a conocer mejor la historia de la arquitectura de nuestro pasado. Algunos porcentajes a manera de conclusión Los datos recogidos en este diccionario son tan significativos que hablan por sí solos. No obstante, a manera de balance final, hay que realizar una serie de observaciones que permitan establecer una conclusión del trabajo realizado. Como ya hemos advertido, España tiene una superficie de 504.645 kilómetros cuadrados por lo que resulta, atendiendo a la cifra total de municipios (8.116), que cada uno de estos tendría “hipotéticamente” una superficie media de 62.19 kilómetros cuadrados. De acuerdo con este dato, la superficie media de un municipio español equivaldría a 3.36 municipios de Francia. Este dato, como el lector rápidamente comprobará, no es, ni mucho menos, baladí. El resultado final de este diccionario nos señala que en nuestro país se han recogido los signos lapidarios del 4.96 % del total de municipios. Si comparamos este dato con los resultados obtenidos en Francia, es decir, una representación de municipios del 2.36%, habría que multiplicar el dato español por el equivalente a la superficie media de nuestro municipio con respecto al francés, es decir, 3.36. De ahí, obtenemos que en España se han recogido signos lapidarios en un 16.66% del total de sus municipios (81).

–––––––––––––––––––– (81) La escasa cifra gala se debe a que en Francia la influencia del Centre International de Recherches Glyptographiques se ha dejado sentir, gracias a la personalidad de Luc Bucherie, sobre el estudio de los grafitos. Intuimos que, en cuanto a monto total, Francia debe tener mayor número de monumentos con signos lapìdarios si tenemos presente que es la cuna del nacimiento de los estilos románico y gótico.

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A continuación ofrecemos dos gráficos, uno que contiene la cifra absoluta de municipios por provincia y otro que recoge los porcentajes de municipios por provincia en los que, para ambos casos, se han recogido signos lapidarios. Los datos hablan por sí solos, sobre todo los que nada ofrecen, pero señalamos un par de aspectos (Vid. Gráficos V y VI).

Gráfico V.

Porcentaje de municipios por provincia en los que se han recogido signos lapidarios

Gráfico VI.

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En primer lugar, observamos que las comunidades autónomas más representadas y, por tanto, más estudiadas son Aragón, Cataluña, Galicia y Castilla y León. Aunque la más trabajada, sin duda, es Aragón y dentro de esta la provincia de Huesca, gracias a la labor incansable del profesor José Antonio Ferrer Benimeli. En segundo lugar, en general todo el norte de la península Ibérica, pues en el País Vasco, Asturias, Galicia, Cantabria, la Rioja y Navarra, también se recogen cifras significativas. Este fenómeno viene determinado por la importancia del Camino de Santiago y la gran cantidad de monumentos que jalonan la más importante de las vías de peregrinación medieval hispanas. Con respecto a otras provincias, queda mucho por hacer…

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BIBLIOGRAFÍA En la presente relación se recogen todas las referencias bibliográficas citadas en este diccionario de los signos lapidarios de España. Por tanto, se trata de publicaciones relativas a la gliptografía de la que hemos excluido intencionadamente los estudios concernientes a grafitos, petroglifos u otros signos cuya naturaleza no obedece a las denominadas comúnmente como “marcas de cantería” (1). En primer lugar, se citan las XVII Actas de los Coloquios Internacionales de Gliptografía editadas por el Centre International de Recherches Glyptographiques de Braine-le-Château, desde 1979 a 2011. A continuación, se señalan las obras que tratan exclusivamente de aspectos metodológicos e interpretativos de los signos lapidarios, la mayoría circunscritas a la Edad Media. Por último, ésta se completa con títulos de arte y arqueología que insertan estudios gliptográficos. Para elaborar esta orientación bibliográfica empleamos los datos procedentes del archivo y biblioteca del Centre International de Recherches Glyptographiques. Éstos fueron editados en un volumen que recoge a nivel internacional los títulos aparecidos en la materia hasta 1994 (2). Del mismo modo, hemos utilizado un trabajo que hace lo propio con las obras relativas al ámbito nacional o concerniente a autores españoles hasta 1997 (3). En esta larga relación pedimos al lector su benevolencia ante posibles omisiones, errores, defectos de normalización, etc. La relación, como no puede ser de otra manera, se presenta siguiendo un orden alfabético.

–––––––––––––––––––– (1) Tan solo se incluyen los títulos que ha sido necesario citar para el estudio introductorio de esta obra. (2) Cfr Beaufays, A.; Trente ans de Publications 1964-1994, CIRG. Braine-le-Château, 1997. (3) Cfr Martínez Prades, J.A.; “Bibliografía sobre gliptografía en España”, en Actas del XXIV Congreso Nacional de Arqueología, Volumen 5. Cartagena, 1997, pp. 243-249. Se trata del aparato crítico de otro estudio del mismo autor “La Gliptografía, ciencia arqueológica, fundamentos y metodología de estudio”, en Actas del XXIII Congreso Nacional de Arqueología. Volumen II. Elche, 1995, pp. 473-484.

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XLV

TABLA ONOMáSTICA DE LOS NOMBRES DE MUNICIPIOS DONDE SE HA SEñALADO LA PRESENCIA DE SIGNOS LAPIDARIOS

A Estrada, 1496-1506 Abiego, 147 Acebo, 1380 Aciveiro-Forcarei, 1507-1510 Agramunt, 1132 Agüero, 148-151, 202 Aiguamurcia, 1193-1213 Alarcón, 594 Albagés, 1131 Albalate de Cinca, 152 Albalate del Arzobispo, 256-257 Albero Bajo, 153, 203 Albi, 1133 Alcalá de Gurrea, 203 Alcalá de Xivert, 1329-1332 Alcañiz, 258-268 Alcocer, 599-601 Algeciras, 15-18 Alicante, 1286-1294 Almansa, 587 Almazán, 940-941 Almería, 4-11 Almudévar, 204 Amandi, 464-468 Andorra, 269-270 Angüés, 204 Anguiano, 1577 Antillón, 205 Apiés, 205 Aracena, 104-105 Araico, 1657-1658 Arascués, 206 Arbaniés, 206 Arbás, 829 Aecade, 1511 Arenys de Lledó, 271-272 Ares, 1393-1394 Arteixo, 1395-1396 Ascarza, 1659 Astorga, 830-833 ávila, 635

Ayegui, 1608-1609 Ayerbe, 154, 207 Azlor, 155, 208 Baguena, 273 Balboa, 834 Barbadillo del Mercado, 638 Barbastro, 156 Barbués, 157, 209 Barcelona, 1095-1111 Barkuenga, 158, 209 Bastarás, 210 Bayona de Miñor, 1512-1520 Bellpuig, 1134-1136 Benasal, 1333 Benavente, 980-989 Berbegal, 159 Bespén, 210 Betanzos, 1397-1400 Blecua, 211 Brion, 1401 Brozas, 1381 Burgos, 639-785 Burriana, 1334 Calzada de Calatrava, 590 Cambados, 1521 Cambre, 1402 Campañó, 1522-1528 Canales de la Sierra, 1578 Cañas, 1579-1582 Cangas de Onís, 469-470 Capdepera-Mallorca, 502 Capela, 1403 Carcastillo, 1610-1613 Carracedo, 835-841 Carrión de Calatrava, 591 Carrión de los Condes, 884-888 Carrizo de la Ribera, 842-843 Cartes, 549 Casbas, 160-162, 211

XLVII

Caspe, 321 Castañeda, 552-554 Castejón del Puente, 163-164 Castelldans, 1137 Castelló D’Empúries, 1125 Castellote, 274-275 Castiliscar, 322 Castrojeriz, 786-801 Cervatos, 555-558 Cervera, 1138-1142 Chalamera, 165 Chibluco, 166, 212 Chulilla, 1365 Cicujano, 1660 Cifuentes, 602 Cirauqui, 1614 Ciudad Rodrigo, 902-904 Coirós, 1404-1405 Concilio, 167 Conesa, 1214 Córcoles, 603-604 Corbución, 1406 Córdoba, 50-91 Coria, 1382 Coruña, 1390-1392 Cuarte, 211 Cubillo del Campo, 802 Cuenca, 595 Denia, 1295-1302 Ejea de los Caballeros, 323-331 Ejulve, 276 El Almerge, 168 El Burgo de Osma, 942 El Puerto de Santa María, 19-37 El Tormillo, 169-170, 212 Espluga Calba, 1143 Espluga de Francolí, 1215 Esquedas, 212 Estella, 1615-1625 Estopiñán, 171 Fitero, 1626-1630 Fontecha, 1662 Fórnoles, 277-280 Fromista, 889-890 Fuente el Carnero, 990-993 Fuentespalda, 281-282 Fulleda, 1144

Gaceta,1661 Grona, 1126 Gijón, 471-476 Gondomar, 1529-1530 Gradefes, 844-845 Granada, 92-101 Granja de Moreruela, 994-997 Guadalajara, 605 Guizán, 1531 Gurrea de Gallego, 213 Gurustán, 172 Hortigüela, 803 Hospital de Orbigo, 846-847 Huesca, 173-201 Ibieca, 221-224 Igriés, 213 Iria Flavia, 1407-1408 Irixoa, 1409 ítero del Castillo, 804-807 Jaca, 225-227 Jaén, 108-123 Jerez de la Frontera, 38-47 Juneda, 1145-1146 La Floresta, 1147 La Masadera, 213 La Puerta, 606 La Selva del Camp, 1216 Laguarta, 228 Laluenga, 229 Las Casas, 214 Lascellas, 214 Léon, 848-856 Lerida, 1148-1169 Les Borges Blanques, 1170 Liesa, 214-215, 230 Lledó, 283-284 Loarre, 215, 231 Logroño, 1583 Loscorrales, 215 Lugo, 1469-1472 Luna, 332 Lupiñén, 215 Maldá, 1171 Mallén, 333-346 Manacor-Mallorca, 503 Manresa, 1112-1116

XLVIII

Marín, 1532 Mazaleón, 285-286 Meira, 1473 Meis, 1533-1534 Mellid, 1410 Mesones de Isuela, 347-360 Millana, 607 Molinos, 287-288 Mombuey, 998-1001 Monflorite, 216, 237 Montalbán, 618 Montblanc, 1217-1236 Montellano, 127-128 Monterrey, 1482-1484 Montesa, 1366 Montmesa, 216 Monzón, 238-240 Mora de Rubielos, 289-296 Morella, 1335-1339 Moreruela de Tabara, 1002-1005 Morón, 129 Mos, 1535 Muchamiel, 1303-1308 Muniesa, 297 Muniesa-Ventas de, 298 Murcia, 1678-1684 Muros, 1411-1418 Muruzábal, 1631-1636

Palas del Rey, 1474 Palma de Mallorca-Mallorca, 504-537 Pamplona, 1637-1638 Pedre, 1539-1543 Peleas de Abajo, 1006-1008 Peñafiel, 958 Peñalba de Santiago, 857 Penarroya de Tastavins, 299-300 Peñíscola, 1340-1349 Peralta de Alcofea, 217-218, 243 Peraltilla, 218 Pertusa, 244 Petrer, 1323-1326 Piracles, 218 Pla de Santa María, 1237-1245 Plasencia del Monte, 218 Pobra do Caraminal, 1435 Pombeiro, 1489 Ponferrada, 858-860 Pontedeume, 1436-1437 Pontevedra, 1547-1557 Portillo, 959-963 Portomarín, 1475-1478 Poyo, 1544-1546 Puebla de Beleña, 608 Puebla de Benifasar, 1350-1355 Puebla de Sanabria, 1009-1010 Puente la Reina, 1639-1640

Nájera, 1584-1585 Narón, 1419 Navarrete, 1586-1587 Neila, 808 Noalla, 1536 Nogal de Huertas, 891 Noia, 1420-1433 Novales, 216 Novales, 241 Novelda, 1309-1322 Nuévalos, 361-372

Quinzano, 218

Obecuri, 1663 Ocariz, 1664 Olsón, 242 Omellóns, 1172-1174 Orense, 1485-1488 Ortilla, 217 Oya, 1537-1538 Oza de los Ríos, 1434

Rafales, 301-302 Renieblas, 943 Retiendas, 609-610 Rianxo, 1438-1439 Ribadavia, 1490-1492 Riglos, 219 Riosecco, 964 Ripoll, 1127 Roda de Isábena, 245 Rois, 1440-1441 Roncesvalles,1641-1642 Sabayés, 219, 246 Sádaba, 373-379 Sahagún, 861-862 Salamanca, 905-932 Salas de los Infantes, 809-810 San Estéban de Gormaz, 944-945 San Gugat Del Valles, 1117

XLIX

San Juan de Ortega, 811-821 San Martín de Castañeda, 1011-1014 San Martín de Elines, 559-563 San Mateo, 1356 San Miguel de Escalada, 863-867 San Millán de la Cogolla, 1588-1590 San Vincente de la Sonsierra, 1591-1592 San Vincentejo, 1665 Sangüesa, 1643-1644 Sanjulián, 219 Sanlúcar de Barrameda, 48-49 Santa Coloma de Queralt, 1246-1247 Santa Eulalia la Mayor, 219 Santander, 564-574 Santiago de Compostela, 1442-1464 Santillana del Mar, 575 Santiponce, 130 Santo Domingo de la Calzada, 1593-1600 Santo Domingo de Silos, 822 Santoña, 578-582 Sarsamarcuello, 220 Sasa del Abadiado, 220 Sasamón, 823 Sástago, 380-422 Saúca, 611 Segorbe, 1357-1362 Segovia, 935-936 Sepúlveda, 937 Sesa, 247 Sevilla, 131-137 Sieso, 220 Sigena, 248-251 Sigüenza, 612 Silleda, 1558-1559 Soria, 946-954 Sos del Rey Católico, 423-424 Sotiello, 477-478 Soutomaior, 1560-1562

Torregrosa, 1175 Torres de Montes, 220 Torres del Río, 1645-1646 Tortosa, 1259-1277 Trevejo, 1383-1384 Treviño, 1666 Tuesta, 1667 Tulebras, 1647 Tuy, 1563-1564 Uceda, 613-615 Ucero, 955 Ujo, 479-480 Uncastillo, 428-432 Valbuena de Duero, 966 Valderrobres, 310-317 Valencia, 1367-1372 Valladolid, 967-976 Vallbona de les Monges, 1176 Venialbo, 1024-1027 Vera de Moncayo, 433-455 Verdú, 1177-1188 Viana, 1648-1651 Vich, 1119 Vigo, 1565-1568 Vilaseca I Salou, 1278-1280 Villacruces, 1569-1570 Vallafranca del Bierzo, 868-870 Villafranca del Penedés, 1120-1122 Villafría, 824-826 Villagatón, 871-872 Villalba, 1479 Villalcázar de Sirga, 895-899 Villamayor, 481-484 Villanane, 1668 Villarmayor, 1465 Villasantar, 1466 Villasobroso, 1571-1572 Villaverde de Sandoval, 873-881 Villaviciosa, 485-497 Vinaixa, 1189 Vitoria, 1669-1671

Tamara de Campos, 892-894 Tarazona, 425-427 Tarragona, 1248-1258 Tarrasa, 1118 Telde, 542 Tera, 1015-1018 Teruel, 303-307 Toledo, 619-630 Tordesillas, 965 Toro, 1019-1023 Torre del Compte, 308-309

Yéqueda, 220, 252 Yesa, 1652 Zamora, 1028-1090 Zaragoza, 456-459

L

ÍNDICE GENERAL

Van Belle Jean-Louis, Avant-propos .

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V

Romero Medina Raúl, Agradecimientos .

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VIII

Romero Medina Raúl, Introducción .

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IX

Romero Medina Raúl, Bibliografía

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XXX

ANDALUCÍA . . 01. Almería 02. Cádiz . 03. Córdoba 04. Granada 05. Huelva . 06. Jaén . . 07. Málaga . 08. Sevilla .

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1 2 12 50 92 102 106 124 125

ARAGÓN . . 09. Huesca . 10. Teruel . 11. Zaragoza

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139 140 253 318

ASTURIAS (Principado de) 12. Asturias . .

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461 462

ISLAS BALEARES . . 13. Islas Baleares. .

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499 500

ISLAS CANARIAS . . . . . 14. Las Palmas . . . . 15. Santa Cruz de Tenerife

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539 540 544

CANTABRIA . . 16. Cantabria

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CASTILLA LA MANCHA 17. Albacete . 18. Ciudad Real 19. Cuenca . 20. Guadalajara 21. Toledo .

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546 547

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584 585 588 592 597 616

LI

CASTILLA Y LEÓN . 22. Ávila 23. Burgos 24. León 25. Palencia 26. Salamanca 27. Segovia 28. Soria . 29. Valladolid 30. Zamora

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632 633 636 827 882 900 933 938 956 977

CATALUÑA . . 31. Barcelona 32. Gerona 33. Lérida 34. Tarragona

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1092 1093 1123 1128 1190

COMUNIDAD VALENCIANA 35. Alicante . . . 36. Castellón . . . 37. Valencia . . .

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1282 1283 1327 1363

EXTREMADURA . 38. Badajoz 39. Cáceres

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1374 1375 1376

GALICIA . . 40. Coruña 41. Lugo . 42. orense 43. Pontevedra

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1386 1387 1467 1480 1493

LA RIOJA . 44. La Rioja

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1574 1575

MADRID (Comunidad de) 45. Madrid . .

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1602 1603

NAVARRA (Comunidad Foral de) 46. Navarra . . . .

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1605 1606

PAÍS VASCO . . 47. Álava . 48. Guipúzcoa 49. Vizcaya

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1654 1655 1672 1673

REGIÓN DE MURCIA . . . . . . . . 50.- Murcia . . . . . . . . Ciudad Autónoma de Ceuta (África) Ciudad Autónoma de Melilla (África)

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1675 1676 1685 1686

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LII

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