Díaz-Andreu, M. 2004. Mélida: génesis, pensamiento y obra de un maestro. In Mélida, J.R. Arqueología española. Clásicos de la historiografía española. Pamplona, Urgoiti: I-CXCIX.

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Descripción

José Ramón Mélida y Alinari

ARQUEOLOGÍA ESPAÑOLA

edición de

Margarita Díaz-Andreu

Colección dirigida por Ignacio Peiró Martín

Primera edición: octubre 2004 De la edición original: Editorial Labor, Barcelona, 1929 © Fotografía: Retrato de José Ramón Mélida, Biblioteca Nacional © De la edición y estudio: Margarita Díaz-Andreu, 2004 © De la presente edición: URGOITI EDITORES, S.L., 2004 c/ Navas de Tolosa 3, 31002, Pamplona, Navarra (España) www.urgoitieditores.com Impresión: Espacegrafic Polígono Industrial Mutilva Baja, c/ G 11, Mutilva Baja, Navarra (España) ISBN: 84-933398-5-7 Depósito Legal: NA-xxxx/2004 Este libro no podrá ser reproducido, total o parcialmente, sin el permiso escrito del editor. Reservados todos los derechos.

Sumario

MÉLIDA: GÉNESIS, PENSAMIENTO Y OBRA DE UN MAESTRO IX Nota a la edición ............................................................................................ CLIII Apéndice .......................................................................................................... CLV Bibliografía citada ........................................................................................... CLVII BIBLIOGRAFÍA (IN)COMPLETA .......................................................... CLXIX ARQUEOLOGÍA ESPAÑOLA .................................................................

1

Índice onomástico .......................................................................................... Índice de instituciones, exposiciones y congresos .................................... Índice de revistas ............................................................................................ Láminas ............................................................................................................

301 311 315 321

Estudio preliminar

MÉLIDA: GÉNESIS, PENSAMIENTO Y OBRA DE UN MAESTRO

Margarita Díaz-Andreu

Agradecimientos

Han contribuido de diversas maneras a este trabajo introductorio un gran número de colegas con los que quedo agradecida en extremo: Constancio del Alamo (Hispanic Society of America), Xosé Lois Armada (Universidad de A Coruña), Luis Balmaseda (MAN), Magdalena Barril (MAN), Daniel Casado Rigalt (gracias especiales a él por su generosidad, que creo haber correspondido pasándole este manuscrito casi en su versión final) (Universidad Complutense), Alfonso Ceballos-Escalera (Cronista de Castilla y León), Sebastián Celestino (CSIC), Jordi Cortadella (Universitat Autònoma de Barcelona), Joaquín Díaz (AGA), Montserrat García Muñoz (Archivo del Congreso de los Diputados), José Manuel Gómez-Moreno Calera (Instituto Gómez-Moreno), Víctor Guerrero (Universitat de les Illes Balears), Teresa Jiménez-Landi (Fundación Giner), Alfredo Jimeno (Universidad Complutense), Francesc Gracia Alonso (Universitat de Barcelona), Alicia Herrero Delavenay (Subdirección General de Museos Estatales), Juan López Tabar (Urgoiti Editores), Juan José Luna (Museo del Prado), Pilar Martín (MAN), Virgilio Martínez Enamorado, José Miguel Merino de Cáceres (Escuela Superior de Arquitectura de Madrid), Ignacio Montero (CSIC), Gloria Mora (Universidad Autónoma de Madrid), Enrique Moradiellos (Universidad de Extremadura), Juan Moya Arderius (Moya Arquitectos), Dominique Mulliez (École Française d’Athènes), Pedro Navascués (Escuela Superior de Arquitectura de Madrid), Ricardo Olmos (CSIC), John O’Neill (Hispanic Society of America), Carmen Ortiz (CSIC), Concha Papí (MAN), Gonzalo Pasamar (Universidad de Zaragoza), Ignacio Peiró (Universidad de Zaragoza), Irene Pintado (RABASF), Pilar Romero de Tejada (Museo de Antropología, Madrid), Alejandro Marcos Pous, Pierre Rouillard (CNRS), Luis Sánchez Gómez (Universidad Complutense de Madrid), Lucía Sánchez Piñol (Biblioteca del Ateneo de Madrid), Lourdes

Vaquero (Museo Cerralbo) y Agustín Velázquez (Museo Nacional de Arte Romano de Mérida). Para la bibliografía y otros recados recibí la inestimable ayuda de Nuria Gallego Lletjas e Iván González García (alumnos de 5° curso de la Universidad Complutense de Madrid en 2002-03). Mis gracias a la Fundación Areces por haberme facilitado el volumen de Elena GómezMoreno. Algún asunto menor quedó resuelto por Ángel Armendáriz (Universidad de Cantabria), Ana Cabrera (Museo Lázaro Galdeano), Carmen Cacho (MAN), Gonzalo Cruz Andreotti (Universidad de Málaga), Juan y Paco Díaz-Andreu (mis hermanos), Margarita García Gómez (mi madre), Francisco Díaz Andreu (mi padre), José Manuel Iglesias (Universidad de Cantabria), Bernat Martí (Servei d’Investigació Prehistòrica de Valencia), Javier Moreno Luzón (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales), Pilar San Pío (Jardín Botánico), Margarita Sánchez Romero (Universidad de Granada), Mª Ángeles Santos Quer (Institución Valencia de Don Juan), Alfredo Valverde (Residencia de Estudiantes de Madrid) y Asen Uña (Fundación José Ortega y Gasset). Por último, y creo necesario incluirlo, mis agradecimientos a Albert Bokma, Elena Fernández, Penny Grace y a mi marido Angel Smith por echarle un ojo a mi hija mientras que yo arañaba unas horitas aquí y allá para la elaboración de este trabajo. Alguna de las ideas aquí expresadas se han beneficiado de la crítica de mis colegas y alumnos expuestas en seminarios y clases ofrecidas en el Departamento de Arqueología de la Universidad de Durham (Inglaterra) donde ejerzo mi labor profesional.

Siglas

ABM AEA AEAA AGA BILE BRABASF BRAH BSEE CEH CFABA CNRS CSIC IEC ILE JAE JSEA MAN RABASF RAH RABM SEAEP SEE

Archivos, Bibliotecas y Museos Archivo Español de Arqueología Archivo Español de Arte y Arqueología Archivo General de la Administración Boletín de la Institución Libre de Enseñanza Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando Boletín de la Real Academia de la Historia Boletín de la Sociedad Española de Excursiones Centro de Estudios Históricos Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Anticuarios (o Arqueólogos) Centre National de la Recherche Scientifique Consejo Superior de Investigaciones Científicas Institut d’Estudis Catalans Institución Libre de Enseñanza Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades Museo Arqueológico Nacional Real Academia de Bellas Artes de San Fernando Real Academia de la Historia Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria Sociedad Española de Excursiones

I FRENTE A MÉLIDA

El desarrollo del pensamiento de un investigador o investigadora está ligado a muchos aconteceres, varios de los cuales tienen más que ver con el oportunismo que con una estrategia deliberada y cuidadosamente meditada sobre hacia qué preguntas y áreas quiere que éste se dirija. Este trabajo es un ejemplo de ello: cuando me propusieron redactarlo en octubre del año 2001 la verdad es que mi conocimiento de quién había sido Mélida casi se podría decir que era nulo. El sentirme halagada por que hubieran pensado en mí y por tanto un cierto orgullo académico, además de la curiosidad, me hicieron contestar afirmativamente. No me imaginaba entonces ni el esfuerzo que me iba a suponer el redactar este trabajo, ni lo que con ello habría de aprender. En todo caso el resultado está aquí, en las manos del lector, con una extensión bastante más abultada de la que inicialmente pretendía, pero en todo caso con la sensación de que he logrado avanzar mucho más allá en mi entendimiento de la arqueología de una época de la que, sin pensar que era experta antes, al menos me creía más versada. Mi primer acercamiento a la figura de don José Ramón Mélida y Alinari fue la lectura de los artículos escritos sobre su persona. Las impresiones personales eran escasas, con excepciones como la de Vicente Castañeda, un académico de la Real Academia de la Historia, quien en una necrológica explicaba que «era el Sr. Mélida de aspecto pequeño, pero de ánimo grande, de voz queda y tenue, más persuasiva y aleccionadora; sobre su débil cuerpo alentaba un soberano espíritu, que dio muchos días de gloria a España…» (Castañeda 1934: 5). Es este aspecto más íntimo, más humano, el que todavía al finalizar este trabajo –ya se sabe que las introducciones siempre se escriben en el último momento– me sigue pareciendo más alejado. Hace unos pocos días me comentaba una alumna que está XIII

estudiando la figura de la recién fallecida arqueóloga inglesa Claire Fell que sólo cuando le habían pasado una cinta magnetofónica con la reproducción de una entrevista realizada unos años antes había ella sentido que de alguna manera conocía más a la persona a la que estaba estudiando1. Esta posibilidad, desgraciadamente, no la he tenido yo, que todavía sigo experimentando un cierto extrañamiento hacia el insigne arqueólogo sobre cuya obra y contexto tantas horas he pasado profundizando. Los datos de las necrológicas quizá se puedan reunir rápidamente transcribiendo el texto del recordatorio de su fallecimiento: Don José Ramón Mélida Alinari Lizana y Adarve Arqueólogo, Jefe Superior de Administración Civil, Presidente del Patronato del Museo Arqueológico Nacional, Presidente de la Junta de Valoraciones, Presidente de la Sociedad de Antropología, Académico de número y Anticuario de la Academia de la Historia, Académico de número y Tesorero de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Director de las Excavaciones de Mérida, Vocal de la Junta Superior del Tesoro Artístico, Académico correspondiente de la de San Carlos de Valencia, y de las Bellas Letras de Sevilla, del Instituto Arqueológico Germánico de Berlín, de la Sociedad de Anticuarios de Londres, del Instituto Francés y de la Sociedad Hispánica de Nueva York, publicista, ex-Consejero de Instrucción Pública, Catedrático jubilado de la Universidad Central, exPresidente de la Comisión de las excavaciones de Numancia, ex-Director de los Museos Arqueológico y de Reproducciones Artísticas, Presidente honorario de todos los Congresos Internacionales de Arqueología, hijo adoptivo de la ciudad de Mérida, Socio honorario del Ateneo de Madrid y del Liceo de Mérida, etc, etc. Caballero de la Gran Cruz de las ordenes de Isabel la Católica, de Alfonso XII y de la Corona de Italia, Collar del Cristo de Portugal, Oficial de la Legión de Honor, medalla de Leopoldo II de Bélgica, Palmas de la Academia francesa, etc, etc. Falleció el día 30 de diciembre de 19332.

El primer asombro ante estos datos leídos en los primeros meses de mi investigación por aquí y por allá –el recordatorio lo encontré cuando ya llevaba tiempo en el tema– fue el preguntarme cómo era posible que a mí me hubiese resultado tan desconocida su figura. Este interrogante lo intentaré aclarar más adelante con detalle, pero esbozaré una respuesta rápida aquí diciendo que, sin negar que Mélida influyera necesariamente en las generaciones educadas de los años veinte a cuarenta dado el peso de sus 1

La alumna en cuestión se llama Kate Sharpe y es Pamela Jane Smith quien, para su tesis doctoral sobre la historia de la Arqueología en Cambridge, ha entrevistado fundamentalmente en la década de los noventa a muchos de sus protagonistas. 2 Recordatorio de su fallecimiento, guardado en el archivo del MAN, Cajaarchivadora roja que tiene escrito por fuera legajo 18 expediente 1, sin año. Carpeta año 1935. Legajo 18, expediente 1. XIV

publicaciones, el olvido posterior de su nombre y su gran talla como profesional está relacionado con el clientelismo o el sistema de cooptación, por el cual el acceso a la carrera universitaria (o a cualquiera de tipo burocrático) se regula por reglas conectadas con la fidelidad del candidato a los deseos del patrón y no necesariamente con la calidad investigadora y docente del mismo. Sobre este sistema repetidamente denunciado en la literatura (Pasamar Alzuria 1991b; Ruiz Zapatero 1991) se apuntará en este trabajo una nueva dimensión: la de las estrategias seguidas por el potencial cliente –los alumnos y alumnas en el caso universitario– para elegir su patrón. La ausencia de discípulos de tan eminente arqueólogo sorprende en un primer momento. El estudio detallado de los tópicos en este sentido –que Blas Taracena y Antonio García y Bellido fueron sus seguidores– en seguida revela lo relativo de éstos. Si es verdad que el primero realizó la tesis bajo su dirección, también lo es que inmediatamente, tras leerla, se pasó al bando contrario, el de Manuel Gómez-Moreno –lo que pudo tener consecuencias como el parón de las excavaciones de Numancia. Aunque es probable que en un momento posterior de su vida académica Taracena retomara su lealtad al entonces fallecido maestro, al no ser profesor de universidad en todo caso no le fue posible transmitirla. En cuanto a García y Bellido, sus autocalificaciones como discípulo no se pueden tomar como adecuadas sino de una forma que podríamos llamar espiritual, pues si bien es cierto que sustituiría en la cátedra a Mélida, ni con él hizo la tesis, ni como alumno de Tormo parece que tuviera mucha relación con el maestro ya mayor y prácticamente jubilado. Relacionaré la negativa de los estudiantes a convertirse en discípulos de Mélida con las consecuencias de la estructuración de la investigación española a partir de 1907, año en el que se crea la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Pese a que muchos alaban hoy como positiva esta iniciativa y la de la fundación de los centros en ella englobados –el Centro de Estudios Históricos en concreto–, en realidad lo que provocó en la práctica fue una situación en la que unos pocos elegidos –y no necesariamente por su calidad sino por razones de nuevo vinculadas al clientelismo– disfrutaron de unas condiciones de lujo mientras que el resto se quedaban como vulgarmente se diría con las migas. Si fuera de Madrid esto se notó menos, en la capital, que es donde se había concentrado todo el esfuerzo de la JAE, llevó a una distinción muy clara entre los que estaban dentro de esta institución y los que se habían quedado fuera. Mélida, pese a su incontestable valía, quedó arrumbado entre estos últimos. Esto llevó a una ruptura de la tradición que no se produjo necesariamente como consecuencia de la Guerra Civil (véase Pasamar Alzuria 1991a –aunque no totalmente en desacuerdo con él), sino por las circunstancias estructurales de la organización de la investigación en el primer tercio del siglo XX exacerbadas por el peso del sistema clientelar.

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Otra sorpresa encontrada en mi indagación sobre la figura de Mélida fue la enorme trascendencia de la aristocracia en la cultura española. Sería interesante comparar la situación de Madrid con la de Cataluña, pero lo que queda claro con sólo echarle una ojeada al índice onomástico al final de este trabajo es que en la capital del Estado la nobleza tuvo un peso primordial en la organización estructural de la investigación y la gestión del patrimonio arqueológico. Esto contrasta con mi anterior optimismo sobre el peso de las clases medias en el afianzamiento de la arqueología como disciplina científica que, sin rechazarlo ahora totalmente, creo necesario matizar. Este fenómeno no es exclusivo de España, como ha demostrado Arno Mayer en su volumen sobre La persistencia del Antiguo Régimen (Mayer 1981). El sistema clientelar, de hecho, es una de tales continuidades ya que se basa en las relaciones de dependencia personal creadas entre patrón y cliente permitiendo la servidumbre y explotación de este último. Pero es el papel de la aristocracia en los órganos dirigentes de la cultura lo que quiero resaltar aquí. Indica Mayer que «impregnando el aparato del Estado, y en particular a sus oficiales sin noble cuna, y ocupando posiciones clave en los nuevos ejércitos y burocracias, los nobles compensaron su pérdida de poder político privado» (Mayer 1981: 8-9)3. Y continúa: «Estos nobles post-feudales ajustaron sus lazos de dependencia, herencia y nobleza para reflejar y potenciar su lugar privilegiado en las clases gobernantes y dirigentes de los nuevos estados territoriales» (1981: 9). La burguesía, según Mayer, hizo fácil esta apropiación por parte de la nobleza, debido a su anhelo de cooptación y ennoblecimiento, solicitando decoraciones –y yo añadiría condecoraciones, de las que Mélida sabemos recibe varias– y patentes de nobleza (1981: 13). En su estudio del arte del último tercio del siglo XIX hasta al I Guerra Mundial, el historicismo es visto por este autor no como una expresión del nacionalismo emergente, sino como una forma de exaltar el Antiguo Régimen y revalidar moralmente su posición lo que hacían mediante la organización de exposiciones, de jurados y de premios (1981: cap. 4) –que Mélida describirá y empleará como una forma de codearse con este mundo aristocrático. De hecho es el inicio de su relación con éste, su trabajo como bibliotecario de la Casa Villahermosa, –junto con su coincidencia con Vives en el viaje a Grecia y Turquía en 1898– lo que muy probablemente le abriría las puertas de la fama haciendo que pasara de ser un simple conservador de museo a académico de la Historia y de la de Bellas Artes, director del Museo de Reproducciones Artísticas y luego del Arqueológico Nacional, catedrático de Arqueología y miembro de varias comisiones y juntas.

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Todas las traducciones de los textos correspondientes a originales en inglés se han realizado por la autora. XVI

Ciertas secciones de la parte tercera de este ensayo me han llevado a terrenos desconocidos, en concreto al de la gestión del patrimonio arqueológico y artístico, un campo sobre el que creo que queda prácticamente todo por estudiar (salvo ciertas excepciones bibliográficas que se citan en el sitio correspondiente, llevadas a cabo sobre todo por arquitectos). Sería interesante comparar si el quehacer de Mélida en este aspecto fue comparable al de los otros que teóricamente le siguieron. Decía Elena Gómez-Moreno que su padre había tenido un papel importante en la redacción de la Ley de Excavaciones de 1911 (Gómez-Moreno 1995: 388). La veracidad de esta opinión es algo que ciertamente habría que comprobar dada la juventud y el poco peso político de aquél a principios del siglo XX, pero en todo caso opino que se desconoce prácticamente todos los cometidos en este sentido de arqueólogos posteriores como Blas Taracena, Cayetano de Mergelina o Martín Almagro Basch. En alguna publicación anterior –fundamentalmente en la introducción de mi libro publicado en el año 2002– he explicado la diferencia entre las perspectivas internalista y externalista en el estudio de la historia de la arqueología: la primera teniendo como objetivo el explicar el desarrollo de la arqueología a través de los nuevos descubrimientos y técnicas y de la evolución intelectual de las ideas, analizando el proceso erudito de aceptación o rechazo de nuevas propuestas, mientras que la externalista pretende valorar las circunstancias socio-políticas y culturales en las que la arqueología se origina y se desarrolla. En este estudio sobre Mélida se combinan ambas, aunque todavía sigue teniendo un mayor peso el acercamiento externalista. Este se acompaña de un intento positivista, en el sentido de riguroso, con los datos, mucho más de lo que en un principio pretendía, llevándome esto a la consulta de documentos de la época en varios archivos (fundamentalmente el Archivo General de la Administración, el del Museo Arqueológico Nacional y el de Clases Pasivas). Ello me ha permitido reforzar afirmaciones esbozadas por otros autores o intuiciones surgidas en unas primeras consideraciones realizadas en algún momento en la producción de este trabajo. Destacaré unas últimas reflexiones iniciales que resaltan dos cuestiones de carácter muy diferente sobre la práctica de la elaboración de este trabajo. La primera está relacionada con la necesidad de la exhaustiva comprobación de datos. La experiencia adquirida en este y otros ensayos me lleva a insistir en lo esencial del cotejo de la información, incluso de la proporcionada por los mismos autores, pues no es infrecuente encontrarse con exageraciones o incluso directamente falsedades en cartas, curricula, peticiones u otros documentos que normalmente los historiógrafos han

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venido considerando como incontestables4. La segunda cuestión se relaciona con el enorme uso que he hecho para la realización de este ensayo del correo electrónico y de la red, lo que por una parte supone una novedad en cuanto a la práctica del labor habitual del historiador, pero por otra, dado el carácter efímero de estas fuentes, me lleva a expresar un cierto desasosiego ante la enorme cantidad de datos que se están eliminando para el historiógrafo del futuro. En este ensayo sobre la figura de José Ramón Mélida y Alinari que pretende acercar al lector al autor de La Arqueología española que aquí se prologa, he seguido una división en parte cronológica y en parte temática. El capítulo que sigue a éste se refiere a los años de infancia y juventud de Mélida, relatando sus primeros –y no tan primeros– pasos en el mundo profesional. Tras este primer acercamiento, el capítulo III intenta explicar su contexto familiar e institucional, el difícil ascenso, la influencia de la política en éste y su lenta inclusión en las instituciones culturales de entonces. Seguidamente, en el capítulo IV se relata su apogeo como alguien ya aceptado por el establishment y al que le van ofreciendo todos estos cargos y honores que se detallan en el recordatorio de su fallecimiento. El capítulo V mirará con más detalle el aspecto más arqueológico de Mélida: el peso que el positivismo tuvo en su labor científica, sus publicaciones sobre Egipto, el mundo ibérico y celtibérico, el romano, sus excavaciones en Numancia y Mérida y la contextualización institucional de éstas –realizando a este respecto reflexiones concretas como la que se detalla sobre la Junta de Excavaciones y Antigüedades. Tras esto la atención de la introducción se centrará en el capítulo VI en el análisis de la Arqueología española y su impacto para terminar explicando las vicisitudes que rodearon la recogida del material publicado por Mélida hecha al inicio de esta investigación y las limitaciones de lo conseguido. Se ha incluido un índice que considero facilitará la labor de quien quiera utilizar esta obra. Este tipo de ayuda todavía escasea en los trabajos sobre historia de la ciencia arqueológica en España y no quiero desaprovechar esta ocasión para insistir en su enorme valor como herramienta fundamental para el trabajo historiográfico.

4 Una reflexión similar la hice en mi trabajo con Jordi Cortadella en relación a la obra de Bosch Gimpera (Díaz-Andreu y Cortadella, en prensa). Igualmente cabría apuntar aquí que si creemos a Elena Gómez-Moreno cada vez que a alguien le considera como discípulo de su padre, Manuel Gómez-Moreno, prácticamente todos los arqueólogos y arqueólogas de los años treinta debían serlo, lo que no es cierto, pese a que mucha de la información contenida en la biografía escrita por Elena se base en cartas. Las dudas aparecen, por ejemplo, al contrastar su afirmación de que Pericot era discípulo de Gómez-Moreno (GómezMoreno 1995: 419) y la carta de Bosch Gimpera a Pericot en la que de alguna manera le aconseja que sea prudente en su relación con Gómez-Moreno (Gracia et al. 2002: 92).

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II UN MÉLIDA LLAMADO PEPITO

Su familia José María Ramón Nicolás Blas Agustín César Luciano Evaristo Mélida y Alinari nació en Madrid a las once y media de la mañana el 26 de octubre de 1856 falleciendo igualmente en la capital el 30 de diciembre de 1933. Venía de familia acomodada. En su partida de bautismo5 del 28 de octubre se explica que sus abuelos fueron Blas Mélida y Sanz, natural de Alfajaría (Zaragoza), María Teresa Liana y Mondino (?) (Alzón, Huesca), Agustín Alinari (Florencia) y María Adarve (Madrid). Sus padrinos fueron los marqueses de Vivel6, vecinos de Valencia (aunque no acudieron al bautizo, siendo representados en él). Su madre, la burgalesa Leonor Alinari y Adarve y su padre, Nicolás Mélida y Lizana, natural de Madrid, era jurisconsulto (Álvarez-Ossorio 1934: 1)7. Por la esquela de Mélida y Lizana sabemos que éste fue «caballero Gran Cruz de la orden del Mérito San Luis de Parma, oficial de la Imperial de la Legión de Honor de Francia, Comendador de la Americana de Isabel la Católica, Secretario de S. M. con 5

Copia de la partida de bautismo guardada en el AGA, Educación y Ciencia, signatura: 31/6535 (en adelante AGA, 31/6535). Otra copia en el Archivo de Clases Pasivas. 6 «El Marqués de Vivel de los años 1856 era consorte: don José Martínez López, gran cruz de la Orden de Isabel la Católica en 1866. La Marquesa de Vivel propietaria era desde 1851 su esposa doña Ramona de Agulló y Vergés –más tarde se apellidó Zarzuela–, fallecida antes de 1866. Con descendencia» (Ceballos-Escalera, com. pers. 16.1.2004). 7 Da la impresión que de la necrológica de Álvarez-Ossorio sacaron datos las demás publicadas a la muerte de Mélida. Sabemos que este fue el caso en la redactada por Castañeda (1934) ya que así lo indica explícitamente, y un análisis de las de Obermaier (1934) y la publicada en la Enciclopedia... (tomo de 1934) indica que tienen palabras casi copiadas de la primera citada. Hablando de necrológicas apuntaré el antipático silencio de Archivo Español de Arte y Arqueología, y para éste se darán explicaciones más adelante en el texto. XIX

egercicio (sic) de Decretos, Ministro jubilado del Tribunal de Cuentas del Reino y ex-Diputado a Cortes»8. Fue diputado al congreso por la circunscripción de Ávila, distrito Arenas de San Pedro en las legislaturas de 1847 a 1854 y, tras el bienio progresista de 1854-56, de 1857 (en el que le eligen los 162 que llegan a votar de los 267 posibles electores) a 1862. No consta en el archivo del Congreso de los Diputados, sin embargo, el partido político al que pertenecía el diputado. En 1853 se especifica como profesión «director de la Caja General de Depósitos» (información enviada por Montserrat García Muñoz, del Congreso de los Diputados, el 23.10.2003). José Ramón era el menor de la familia, y probablemente de ahí que hasta mucho más adelante le llamaran Pepe o incluso Pepito9. Dos de sus hermanos mayores –Enrique (1838-1892) y Arturo (1849-1902)– siguieron la carrera artística, el primero como pintor, falleciendo tempranamente en París (Enciclopedia 1908-: t. 34, 440), y el segundo como arquitecto, escultor y pintor decorador (Álvarez-Ossorio 1934: 2; Enciclopedia 1908-: t. 34, 439-440). Nos cuenta Álvarez-Ossorio que En el ambiente de esta familia de artistas se educó José Ramón y se despertaron sus aficiones. Recuerdo que un día, ya lejano, me decía él sobre este particular: «Desde niño oía hablar constantemente en casa, a mis hermanos y a sus amigos, de Velázquez, de Goya, del Greco, de Tiziano, del Partenón, de Pompeya; contemplaba en cuadros, que adornaban nuestro hogar, los medios puntos de Rafael y la Cena de Leonardo, vaciados de esculturas antiguas, y hojeaba libros en que se representaban monumentos, esculturas, pinturas. De todo esto debió nacer mi decidido propósito de seguir carrera que me permitiese conocer la historia del arte, cuya técnica, además, veía cultivar a mis hermanos. Y estoy cierto de que esas circunstancias formaron en mí, sin casi darme cuenta de ello, una preparación por virtud de la cual me fueron más fáciles y gratos los conocimientos arqueológicos que cursé por los años 73 a 75 en la Escuela de Diplomática, asistiendo con entusiasmo a las lecciones que daban don Manuel Assas, don Juan F. Riaño y don Juan de Dios de la Rada»10.

Estudiaría primero en el Instituto de Madrid ingresando luego en la Escuela Superior de Diplomática en 1873. Lo que se adivina por lo guardado probablemente por él hasta su última hora, papeles que al parecer casi milagrosamente11 llegaron finalmente al archivo del Museo Arqueológico 8

Archivo del MAN, expediente de Mélida, núm. 1987/114 (I) (en adelante MAN, 1987/114). Subcarpeta “Pliegos sobre la enfermedad de D. Nicolás Mélida”. 9 Hay varios ejemplos en MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Cartas dirigidas a D. J. Ramón Mélida”. 10 Álvarez-Ossorio 1934: 2. 11 Según me contaba la archivera, Pilar Martín, la documentación que se guarda como número de expediente 1987/114 se encontró en un contenedor en la calle. No hay ya forma de comprobar este particular, pero el adjetivo de milagroso en el texto toma esta XX

Nacional, es que entre las aspiraciones del joven Pepito no estaba la arqueología, sino más bien soñaba con convertirse en escritor. Es sin duda de sus tempranos años una «revista» manuscrita titulada El Clown que tiene como director a J. Mélida y como redactores a R. Holgado, L. Nieto y M. Moreno. Según se lee, «El periódico que con el título de El Clown verá por 1ª vez la luz pública el [borrado] del actual sigiendo [sic] su publicación todos los lunes miércoles y viernes del año. Este periódico no tendrá ninguna opinión política, pues solo tratará de algunas novelas y de anuncios. Redactor. José Mélida». A esta acompaña otra también manuscrita de El Polichinela, periódico ilustrado, también, como el primero, de carácter jocoso, donde «publica» la primera entrega de los cuentos “Schwilgue”, “El pintor y el poeta”, que se continúan en el número dos, y aunque el tres presenta ya ilustraciones –dibujadas probablemente por uno de sus hermanos– carece prácticamente de texto12.

Sus años de estudiante: la Escuela Superior de Diplomática (1873-1875) José Ramón Mélida estudió en la Escuela Superior de Diplomática (ESD) de 1873 a 1875. La escuela se había formado en 1856 por decreto de 7 de octubre como resultado de la necesidad sentida por el Estado liberal de organizar no sólo los bienes resultado de la desamortización, sino también todos aquellos que ya antes poseía. Su importancia administrativa o su carácter de «bien histórico-artístico o literario» se pensaban imprescindibles para la buena marcha del país y la organización de la documentación base para la formación de una historia legitimadora de la unidad nacional (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 17-18). Desde 1857 la escuela sería superior, una de las ocho existentes, poniéndola por tanto al nivel de las de arquitectura o las ingenierías (1996: 40)13. Había sido propuesta por la Real Academia de la Historia argumentando que: Es en este estado y deseando la Academia contribuir con cuantos medios estén a su alcance a los fines de su instituto, se atreve a proponer al Gobierno de S.M. el establecimiento en Madrid de una Escuela especial de diplomática, en la que se enseñen aquellas materias más indispensables para información como cierta. Estos papeles fueron vendidos al MAN por el librero Mariano García Díaz (Martín, com. pers. 4.9.2003). 12 MAN, 1987/114 (II). Subcarpeta blanca A5 sin numerar. 13 Las ocho escuelas superiores creadas por la Ley de Instrucción Pública de 1857 o Ley Moyano fueron las de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos; Ingenieros de Minas; Ingenieros Agrónomos; Ingenieros de Montes; Arquitectura, Bellas Artes y Música; Diplomática; y Notariado. XXI

la inteligencia de los documentos y escrituras de la Edad Media (…) La Academia deja a la penetración del Gobierno de S. M. las grandes ventajas que podrían resultar de un establecimiento de esta clase. Los alumnos en él educados, previo un riguroso examen, podrán ser destinados a los archivos y bibliotecas de provincias, auxiliar a la Academia en sus trabajos y dedicarse con el tiempo por sí mismos a investigaciones históricas de que tanta necesidad hay en nuestra patria. Hace ya tiempo que se hallan establecidas escuelas de esta especie en París, en Viena y en el vecino reino de Portugal, y en todas partes han dado conocidamente los mejores resultados14.

La ESD seguiría a la francesa École Nationale des Chartes, apartándose así del modelo alemán, donde estos estudios se habían vinculado al mundo universitario (1996: 13, 57-8). El paso de sus enseñanzas a la universidad, que se daría en Francia hacia los setenta tras la relación hecha entre la derrota del país galo ante el germano y sus distintos sistemas educativos (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1991: 145; 1996: 122), en España no se haría realidad hasta el cambio de siglo. Sin embargo, se produjo un primer intento en este sentido en 1873, cuando se dio una primera orden de integrar sus estudios en la Facultad de Letras de la Central (1996: 53-4). Fracasada esta ambición de renovación, la escuela continuaría su quehacer hasta 1900. Entonces los altos costes de mantenimiento, la falta de alumnos, la poca renovación de su profesorado –la mitad de los profesores pasaba de los sesenta y llevaba ya muchos años enseñando en la escuela– llevarían a la decisión de su cierre definitivo. La Escuela Superior de Diplomática sería la responsable de la profesionalización de la historia en la España de la segunda mitad del siglo XIX. Los conocimientos en ella impartidos serían considerados esenciales en la formación del historiador y de su divulgación se encargarían los miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (CFABA)15, cuerpo profesional creado a la sazón en 1858 (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 54-6) y para cuyo acceso se exigía el título de la ESD o por lo menos el haber estudiado en ella determinadas asignaturas junto con el título universitario de Letras (Peiró Martín 1992: 14; Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 52). Por otra parte la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos sería el órgano principal de difusión a través del cual, junto por

14

Peiró y Pasamar 1996: 35. En un primer momento el cuerpo creado por R.D. de 17 de julio de 1858 se denominó Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios. El nombre sólo incluyó a los Anticuarios en 1867, pese a que desde el principio entre las labores aludidas entraba la de clasificar «objetos arqueológicos» (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 54-5). En 1900 el Cuerpo pasó a denominarse de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. 15

XXII

unos años y sólo en parte el Museo Español de Antigüedades16, se reforzaría y recrearía la identidad del cuerpo marcándolo como diferente de otros antes afines como los estudios de las Bellas Letras (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 14, 182). En los años en los que Mélida estudió en la Escuela Superior de Diplomática, de 1873 a 1875, la institución se hallaba dirigida por Cayetano Rosell y López, un reconocido escritor público y erudito, quien además impartía las clases de Bibliografía (1996: 159-162, 174). José María Escudero de la Peña enseñaba Paleografía general y crítica; Vicente Vignau y Ballester Latín de los tiempos medios y conocimiento de los romances castellanos, lemosín y gallego; Santos de Isasa y Valseca Historia de la organización de España en la Edad Media; Juan Facundo Riaño y Montero Historia de las Bellas Artes (llamada en años posteriores Arqueología e Historia de las Bellas Artes en la Edad Antigua, Media y Renacimiento (1996: 89)); Manuel de Assas y de Ereño Arqueología elemental y por último Juan de Dios de la Rada y Delgado, quien se convertiría en el protector de Mélida, impartía Numismática y Epigrafía (1996: 62). El profesor de Paleografía justificaba en 1871 este conjunto de asignaturas diciendo que (…) no cabe dudar que existen en absoluto y completamente entre la Diplomática, la Bibliografía y la Arqueología, ciencias que para nosotros representan los conceptos colectivos de cada uno de los tres ramos de Archivos, Bibliotecas y Museos, y que juntas constituyen una entidad científica más extensa, que comprende el estudio general de la antigüedad, habiendo recibido, por tanto, a veces el nombre de Arqueología o Anticuaria. Igual valor tienen para ésta los documentos, los libros y los restos monumentales, mutuamente se auxilian y completan como elementos de instrucción, confundiendo sus esferas de acción, y por decirlo así, compenetrándose en las investigaciones históricas, que se apoyan unas veces en la Diplomática, en la Arqueología otras, en la Bibliografía muchas, y aúnan frecuentemente esas tres ciencias, inexcusables prolegómenos de la Historia17.

Sin embargo no parece que el sabio alemán Emil Hübner opinara muy bien de la instrucción de la ESD pues resaltaba la ausencia de la enseñanza de los autores clásicos en su libro de 1888 cuando comentaba: Es de suponer que la falta de instrucción preparatoria para disquisiciones críticas e históricas, la carencia de conocimientos profundos de latín, siendo en extremo raros los de griego, y de los diversos ramos de la anticuaria, como la historia de las naciones y del arte del mundo antiguo, 16 Revista creada por Juan de Dios de la Rada y Delgado que se publicaría entre 1872 y 1880 (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 50). 17 Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 63, 128.

XXIII

así como de su mitología, unido todo ello a la natural inexperiencia en el manejo indispensable de los autores clásicos y textos epigráficos, sean las causas principales, que determinen el que en libros aun muy recientes, escritos a veces por autores de alguna reputación literaria, se descubran tantos y tan graves defectos, que ni la retórica más brillante, ni el patriotismo, digno por sí solo de encomio, pero muchas veces exagerado, puedan lograr el ocultarlos18.

La importancia de las fuentes se terminaría reconociendo explícitamente por influencia alemana por los arqueólogos Bosch Gimpera y García y Bellido dos o tres décadas más tarde. En la Escuela Superior de Diplomática las clases se hallaban dispersas entre varios edificios –los de la Biblioteca Nacional, el Archivo Histórico y el Museo Arqueológico– ya que no se disponía de local propio (1996: 44). Mélida formaría parte de la promoción de 1873-74 en la que había sesenta y dos matriculados (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 53). De todos sus profesores, destacan Manuel Assas, Juan Facundo Riaño y Juan de Dios de la Rada y Delgado. Entre la documentación guardada en el MAN, se han conservado unos «Apuntes tomados en la cátedra de D. Manuel Assas»19. En ellos se califica arqueología como (...) palabra (…) [que] significa tratado sobre la antigüedad (…) Arqueología, en sentido menos laxo o más restringido significa historia de las tres bellas artes (Arquitectura, Escultura y Pintura). En el sentido más lato comprende además de las bellas artes, 1° la Dactilioteca [el estudio de los sellos de piedras duras grabadas en relieve, explica después20]; 2° la Numismática, 3° la Epigrafía, 4° la Diplomática, 5° la Eráldica [sic], 6° la historia de las Artes Suntuarias, y 7° los monumentos Preistóricos [sic] y otros de épocas primitivas.

A Juan de Dios de la Rada y Delgado, según nos cuenta Julio Caro Baroja en un trabajo sobre su tío Ricardo21, le cantaban sus alumnos con la música del himno de Riego lo siguiente: Juan de Dios de la Rada y Delgado Es un hombre que vale por dos, 18

Hübner 1888: VI-VII. MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Documentos varios sobre arqueología”. 20 Mi desconocimiento de este término quizá por mi formación como prehistoriadora me hace incluir esta nota, pues pienso que otros estarán en el mismo estado de ignorancia en el que yo me encontraba. Según me explicaba Concepción Papí, «una dactilioteca es el gabinete en el que se guardan los anillos y piedras grabadas. Efectivamente, en el gabinete de Numismática siempre han estado además de las monedas, las medallas y las gemas grabadas, en tiempo de Rada y en la actualidad» (Papí, 1.10.2003). 21 Para comentarios sobre otro de los profesores, Santos de Isasa, véase Peiró y Pasamar (1996: 69). 19

XXIV

Profesor que nada ha explicado, No es Delgado, ni Rada, ni Dios22.

Fuera o no mal profesor, Rada parece haber sido clave en el desarrollo profesional de Mélida, puesto que se convertiría en su primer maestro y patrocinador. Como todavía hoy en el siglo veintiuno sigue pasando en muchos casos, dado que estos sistemas se auto-reproducen de generación en generación, en la época de la que estamos tratando todo joven candidato necesitaba un protector para poder aspirar a algo en la carrera profesional. Desde sus puestos de director de la ESD entre 1876 y 1900, del Museo Arqueológico Nacional entre 1891 y 1900 y brevemente el Museo de Reproducciones Artísticas en 1901, de la Rada sería el iniciador y principal promotor de los primeros pasos en el ascenso del joven Mélida, repitiendo lo que él mismo había experimentado. En su caso, Rada había logrado ser uno de los profesores de la plantilla inicial de la ESD gracias al sistema de cooptación burocrática o sistema clientelar, por el que para cubrir puestos de la administración del estado las relaciones personales de protección eran valoradas por encima de los méritos profesionales y científicos. A Rada, formado como abogado, y con escasos méritos aparentes en el momento de su nombramiento como catedrático de Arqueología y Numismática en la recién creada ESD, el padrinazgo le había sonreído en la figura de Joaquín Aguirre, catedrático de Derecho canónico parte de cuya docencia Rada había sustituido durante los cursos 1854 a 1857 en los que Aguirre se tuvo que dedicar de pleno a sus labores de parlamentario y ministro de Gracia y Justicia (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 69). Rada sólo obtendría el título de archivero en 1882, aunque a partir de 1867 se habían incorporado los profesores de la escuela al escalafón del Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (1996: 40, 70). El paso de Mélida por la Escuela Superior de Diplomática le marcaría para el resto de su vida profesional. No en vano sería a finales de siglo XIX uno de los principales promotores de la reaparición de la RABM¸ el órgano primario de difusión del cuerpo facultativo y de una manera general de la forma de practicar historiografía fomentada por la ESD. En 1898 Mélida sería nombrado el redactor jefe de la RABM. Sus colaboraciones en la revista llegarían casi al centenar.

22

Caro Baroja 1972: 68 en Peiró y Pasamar 1996: 11. XXV

III EL CONTEXTO INSTITUCIONAL (I) EL ASCENSO AL PODER

Mélida: los éxitos y fracasos de su ascenso profesional en las dos primeras décadas de su carrera Mélida comienza en el primer apartado de esta sección siendo un aspirante sin sueldo y acaba, ya con cuarenta y cinco años siendo un hombre maduro y casado ya desde hacía más de una década pero que apenas acaba de conseguir la aceptación por parte de la élite cultural de la Restauración. En su difícil ascenso se encuentra con varios escollos: quizá unos tempranos devaneos de regusto demasiado liberal para algunos pusieran a otros por delante y sería Catalina –Juan Catalina García López–, por otra parte unos once años mayor que Mélida, el que en prácticamente todos sus éxitos se le adelantará. Veremos ascender en el Museo Arqueológico Nacional a un Pepito que se va convirtiendo en don José Ramón, que entra en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios pero para sólo ganar un sueldo que no le da para casarse y mantener una casa con holgura. Seguiremos sus pasos en sus fracasos en obtener una cátedra en la Escuela Superior de Diplomática y su empeño abortado de convertirse en escritor. Analizaremos ciertos aspectos de su labor como arqueólogo: sus viajes de formación y trabajo, y cómo el último de estos, el realizado a Grecia y Turquía, junto con su puesto de bibliotecario de la Casa Villahermosa y su labor en la RABM pueden haber sido claves para entender su rápido ascenso al final de la centuria. Este se ve marcado por su entrada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en la de la Historia y por su nombramiento como director del Museo de Reproducciones Artísticas. Le veremos volver al Museo Arqueológico Nacional y analizaremos su papel en la protección estatal del patrimonio arqueológico y en la universidad. XXVII

De aspirante sin sueldo a funcionario del Cuerpo Fa-cultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios

Inmediatamente tras recibir la licenciatura como archivero, bibliotecario y anticuario (lo que la burocracia retrasó hasta diciembre de 1875) el 4 de febrero de 1876 Mélida entraría como aspirante sin sueldo en el Museo Arqueológico Nacional. El museo, creado por R.D. el 20 de marzo de 1867, entonces contaba con casi nueve años de existencia, aunque sólo había abierto sus puertas al público el 9 de julio de 1871 (Marcos Pous 1993b: 21). Por él la arqueología había quedado definida, según el R.D. de 18 de marzo de 1867, como aquélla que estudiaba los objetos «pertenecientes a la antigüedad, a los tiempos medios y al Renacimiento, que sirvan para esclarecer el estudio de la Historia, del Arte o de la Industria en las indicadas épocas», con la única excepción «de los que por su índole deban corresponder a los museos de pintura» (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 147).

Entre 1876 y 188123 Mélida trabajó como aspirante sin sueldo en la sección I (Prehistoria y Edad Antigua –donde al parecer se conservaban las antigüedades prehistóricas, egipcias, orientales, clásicas y celtibéricas) bajo las órdenes de Rada (Castañeda 1934: 6). Tras tres intentos24 accedería al cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios el 31 de abril de 188125. Se incorporaría por méritos, justo antes del reglamento de 1881 en el que se establecía la oposición como única vía de ingreso (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 56). En 1884 se le nombra Jefe de la Sección I26, donde trabaja con Álvarez-Ossorio y Fernando Díez de Tejada (Álvarez-Ossorio 1934: 3), quizá por efecto de la R.D. de 12 de octubre de 1884 por el que se reorganiza el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios (SanzPastor 1990: 685). El encargado hasta entonces de esta sección era, al parecer27, Rada. Se desconocen las razones que llevaron a tal sustitución de 23

En 1878 pide que a causa de su quebrantada salud se le permita ausentarse de la corte dado los rigores de la estación (AGA, 31/6535, instancia del 1 de julio de 1878), lo que le conceden el día 15. 24 Según se desprende de la información que el mismo Mélida ofrece en su instancia de 28 de marzo de 1881 en la que solicita que se le permita aspirar al concurso para una plaza de Ayudante de Tercer Grado en el MAN (AGA, 31/6535). Otras instancias aclaran que concursó en 1878 y en 1880. 25 AGA, 31/6535. 26 Aunque, extrañamente, esto no lo he visto mencionado en el documento archivado en el MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del CFABA, documento “Nombramientos” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. 27 No hay, sin embargo, en el MAN documento alguno que demuestre que en estos años Rada trabajaba en la Sección I. Los datos que se tienen, según me comunicaba Concepción Papí cuando le pregunté por este particular, es que el 3 de abril de 1868 se XXVIII

Rada por Mélida. Se podría sugerir que quizá esto se debiera a una incompatiblidad administrativa entre el desempeño del puesto de Rada en el Museo Arqueológico Nacional y el de la cátedra y dirección de la Escuela Superior de Diplomática (Marcos Pous 1993b: 61). No obstante, la incompatibilidad que conocemos llegó a plantearse tiene fecha anterior: por R.O. de 8 de agosto de 1881 se aprueban desde Instrucción Pública unas plantillas de personal por cuya aplicación se instó a Rada, que entonces era Jefe de Segundo Grado en el Museo Arqueológico Nacional a que quedase únicamente adscrito a la Escuela de Diplomática. Sin embargo esto apenas duró los días necesarios para que se efectuara una reclamación desde el MAN, desde donde hicieron conocer la importancia de los trabajos que Rada venía desarrollando allí, reclamación que resolvió positivamente la Dirección General de Instrucción Pública permitiendo que Rada siguiera trabajando en el museo (Orden de la Dirección General de Instrucción Pública de 19 de agosto de 1881)28. En todo caso en la Sección I Mélida al parecer tendría a su cargo a Fernando Díez de Tejada y, probablemente sólo desde el año que aprobó la oposición al CFABA, 1886, a Francisco de Paula Álvarez-Ossorio y Farfán de los Godos (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 77). El ascenso de Mélida en la escala del Cuerpo de Funcionarios Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios/Arqueólogos y sus emolumentos se detallan en la tabla 1. Sueldo CFABA

Sueldo universidad

TOTAL

-

-

-

23.04.1881 Ayudante de Tercer Grado

1.500 pts.

-

1.500 pts.

13.10.1884 Ayudante de Segundo Grado

2.000 pts.

-

2.000 pts.

3.000 pts.

-

3.000 pts.

Fecha

Cargo

04.02.1876 Aspirante sin sueldo

26.09.1888 Oficial de Tercer Grado

29

nombra a Rada por R.O. de 3 de abril de 1868 como Jefe de Tercer Grado del CFABA con destino al Museo Arqueológico Nacional. Se le encargó la sección de Numismática. Desde el 20 de mayo de 1868 queda adscrito a la sección de Edad Media y Moderna del Museo Arqueológico Nacional (véase también Marcos Pous 1993: 48, 51), además de la de Numismática. Hasta donde el conocimiento actual llega, no consta en ningún documento o libro en qué momento pasa a la Sección Primera, pero sí que es sustituido en la jefatura de la misma en 1884 por Mélida (Papí, com. pers. 1.10.2003). 28 Debo esta información a Concepción Papí que la recibió de Alejandro Marcos Pous (Papí, com. pers. 1.10.2003). 29 Existe instancia firmada en 10 de agosto de 1888 en la que solicita como ayudante de segundo grado del CFABA presentarse a una plaza de Oficial de tercer grado. Presenta además de certificación del director del Museo Arqueológico otra del «Director de la Escuela Nacional de Música y Declamación, acreditando que en la misma aprobó la lengua italiana» (AGA, 31/6535). XXIX

Fecha

Cargo

Sueldo CFABA

Sueldo universidad

TOTAL

30.07.1892

Oficial de Segundo Grado

3.500 pts.

-

3.500 pts.

01.07.1895

Oficial de Primer Grado

4.000 pts.

-

4.000 pts.

03.07.1900

Jefe de Tercer Grado

5.000 pts.

-

5.000 pts.

23.05.1905

Jefe de Segundo Grado

6.000 pts.

-

6.000 pts.

12.02.1910

Jefe de Primer Grado

6.500 pts.

-

6.500 pts.

22.11.1911

Jefe de Primer Grado (ilegible)

7.500 pts.

26.12.191131

Catedrático de universidad (gratificación)

7.500 pts.

(3.000 pts.)32

10.500 pts.

01.01.1915

Inspector de Segundo Grado

8.750 pts.

(3.000 pts.)

11.750 pts.

27.01.1915

Sueldo como catedrático

8.750 pts.

3.000 pts.

11.750 pts.

30

7.500 pts.

33

1917

Subida de sueldo como catedrático

8.750 pts.

7.000 pts.

15.750 pts.

01.09-1918

(Subida sueldo en el CFABA)

11.000 pts

7.000 pts

18.000 pts

1918

Subida de sueldo como catedrático

11.000 pts

8.000 pts

19.000 pts

15.02.1921

Inspector de Primer Grado –Jefe de Administración de primera clase

12.000 pts.34

8.000 pts.

20.000 pts

1922

Subida de sueldo como catedrático

12.000 pts

10.000 pts

22.000 pts

30 Le ascienden a Oficial segundo del Cuerpo facultativo de ABA el 1 de enero de 1902 junto con Manuel Tomás Gil y Gil (MAN, año 1903, número de orden 3. Envío a la Subsecretaría de los datos sobre movimiento del personal del Museo). 31 26 de diciembre de 1911 es la fecha de nombramiento, pero la de posesión es el 10 de enero de 1912 (hoja de servicios guardada en el Archivo de Clases Pasivas, núm. de expediente 196/392/928). 32 Por estar prohibido recibir un segundo sueldo, esta cantidad se le da en concepto de gratificación (véase comentario sobre esto en el texto principal, en la sección en la que se habla de su papel en la universidad). 33 Este aumento encontrado en documentación en el AGA, Educación, legajo 7495/1, signatura topográfica 32/29-40, no viene reflejado en su hoja de servicios de la universidad guardada en el Archivo de Clases Pasivas, núm. de expediente 196/392/928, con fecha del 20 de junio de 1928. Tampoco vienen los del aumento a 8.000 pts. y a 10.000 pts. 34 Esta es la cantidad que percibía como funcionario del CFABA el día de su jubilación.

XXX

Cargo

Sueldo CFABA

26.12.1923

Jubilación –con honores de Jefe de Administración de primera clase– cesa como Inspector de primer grado.

9.600 pts.36

01.11.1928

Jubilación oficial como catedrático de universidad

¿9.600 pts.?

Fecha

Sueldo universidad

TOTAL

35

¿10.000 pts.? ¿19.600 pts.?

¿?

¿9.600 pts.?

Tabla 1. Ascenso de Mélida en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y sueldo como tal y como catedrático de universidad. Información sobre Mélida como funcionario del CFABA adquirida de múltiples documentos guardados en el AGA, 31/6535. Información sobre sueldo como catedrático encontrada en el Archivo de Clases Pasivas, núm. de expediente 196/392/928, hoja de servicio37. No se incluyen otras fuentes de ingreso provenientes de sus publicaciones, su labor como bibliotecario de la Casa Villahermosa, etc.

Mélida llegaría al Museo en su período de consolidación, datado por Marcos Pous entre 1872 y 1892. Es la época en la que se compilan los primeros catálogos, de los que luego se hablará en el capítulo V de este trabajo. Además de su labor en su redacción en estos primeros años en el MAN, explica el secretario del museo Ángel de Gorostizaga y Carvajal en una instancia de 1878 que Mélida ha colaborado en el envío de objetos a la exposición de París en 1878, la catalogación de los objetos remitidos de Osuna procedentes de las últimas excavaciones, y el arreglo de las colecciones de Asensi (González Sánchez 1993a) y Caballero Infante (Marcos Pous 1993a: 63) adquiridas hacía poco por el museo. En esta primera época de Mélida en el MAN se realiza además la propuesta de ampliar el espacio expositivo de la sección de Prehistoria y Antigüedad, y como consecuencia el museo aumenta modestamente el número de salas en 1888, donde se exponen ahora algunas de las colecciones del período clásico (principalmente bronces clásicos, cerámica pintada griega y suritálica, terracotas antiguas, y la colección Calvi) (Marcos Pous 1993b: 64-5). Aunque de la reorganización de 1888 se cita a Mélida, Díez de Tejada y Álvarez-Ossorio como responsables (1993: nota 87), será el mismo Álvarez-Ossorio quien señale a Mélida como el principal organizador de la Sala de Antigüedades Ibéricas, alentando así la metodización de los estudios de esta especialidad (Álvarez-Ossorio 1934: 3). Según explicaba el entonces director del MAN, Basilio Sebastián Castellanos: 35 Cuando se jubila Mélida es Inspector de primera, con categoría de Jefe de Administración de primera clase. 36 Archivo de Clases Pasivas, núm. de expediente 196/392/928: Hoja de servicio como funcionario del CFABA, por la que pasa a cobrar cuatro quintas partes del sueldo en razón de su jubilación. 37 Las fechas no siempre coinciden totalmente con las encontradas en documentos varios en el AGA, Educación, legajo 7495/1, signatura topográfica 32/29-40.

XXXI

La falta de buenos aparatos de exposición que se viene dejando sentir en este Museo, y especialmente en la Sección 1ª (…) ha movido repetidas veces a mis subordinados facultativos (…) a solicitar que las mezquinas estanterías que hay (…) sean sostituida [sic] con nuevos, más capaces y mejores armarios (…) El jefe de la Sección 1ª Don José Ramón Mélida en su deseo de llenar esta necesidad, ya urgente, del departamento de su cargo, me ha indicado la idea de que tal vez cuando termine la Exposición Universal que actualmente se celebra en Barcelona, se enajenarán armarios, vitrinas y aparatos apropiados a nuestro fin y que pudieran adquirirse en condiciones ventajosas38. Sus asuntos personales

El fracaso en la obtención de una cátedra (asunto del que se hablará más adelante) y los consiguientes problemas económicos debidos al escaso sueldo que gana en el MAN tendrían un efecto directo en su vida personal. Mélida había comenzado un noviazgo con Carmen García Torres hacia 1885 y con ella se casaría el 1 de junio de 188939. En 1885 desde San Juan de Luz, donde probablemente se encontraría visitando a su hermano Enrique, comenzaba una carta fechada el 24 de agosto a Carmen, quien al parecer se encontraba mal de salud: ¡Pobre mía, aún la angustia que te embarga el alma te priba [sic] de escribirme! Tú que me conoces puedes suponer lo que sufro en este aislamiento y en estas circunstancias tan desdichadas (…) Ya da cuenta [Fernando] de tu propósito de haberme escrito, lo cual no te han consentido hacer ni tu madre ni Pepe por evitarte que el mal rato de escribirme vea aún peor el estado en que te hallas40.

Sin fecha, pero es de suponer que de finales de 1888 o principios de 1889, se conserva un borrador de carta de Mélida a su hermano Enrique en el que le anuncia su intención de casarse. Expone primero su situación económica: percibe anualmente un total de 24.000 reales –es decir, 6.000 pts.– seguros, que son suma de los 12.000 que recibe en el museo, 8.000 en la casa de Villahermosa y 4.000 del trabajo de la Enciclopedia, a los que hay que añadir las ganancias que le da la Ilustración que ese año habían pasado de 1.000 reales y la venta de sus ejemplares de folletos a Fomento y a Ultramar (véase tabla 1). Transcribiendo sus palabras, e incluso sus tachones, por lo que nos dicen de él, el borrador de carta de Mélida dice: Yo no ofrecería esta modesta posición a una mujer educada con lujo y con pretensiones: a Carmen sí, porque aparte de que ella se conforme a todo porque me quiere, a mi lado no va a vivir con menos holgura que en

38

Documento con sello de 21 de julio de 1888, en el AGA, 31/6535. MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Varios”, carta firmada por «Dolores». 40 MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Documentos ajenos a excavaciones”. 39

XXXII

su casa y ella, modesta y juiciosa como es, ha de encontrarse satisfecha y ha de considerarse feliz disfrutando lo que yo puedo ofrecerle. Como ves he comenzado por exponerte el plan desde un punto de vista positivo41; ahora te le expondré desde el punto de vista moral. Me impulsan a casarme varias consideraciones. En primer lugar mi cariño a Carmen al cual ella corresponde como yo quizá no merezco, cariño mutuo que en cuatro años de relaciones se ha asegurado y confirmado de sobra. Además las condiciones morales de Carmen que para mi modo de apreciar a las personas son inmejorables. Yo nunca hablo de este particular porque a los novios no se los cree; pero en esta ocasión debo decirte que Carmen es una mujer que así como no se paga de exterioridades, ni es una persona come [sic] il faut, es en cambio una mujer de sentimientos religiosos muy arraigados, de una rectitud moral, mejor dicho, de una severidad de principios, que no se usa hoy. En sus costumbres, en sus inclinaciones, en su modo de pensar, no parece una persona de más xxx muchacha; en el fondo es una niña. Su defecto capital y al mismo tiempo una de sus cualidades es tener mucho amor propio; y habiéndote dicho antes y desprendiéndose de lo dicho más arriba que es modesta, sencilla y sin pretensiones, comprenderás que ese amor propio no pica [sic] en vanidad. Con lo expuesto te doy bien claro a entender la fundada fe que tengo en la felicidad de mi matrimonio. Viniendo a mí, te diré que hay otra razón secundaria que me lleva a casarme. Yo vivo solo. Demasiado sé que un hombre vive solo admirablemente sin cuidarse de más que de cultivar otra flor que la del su egoísmo; xxx y a mí no me llevaría a casarme el vivir solo: me lleva la razón de que yo vivo sin afección a mi lado. Tengo dos hermanos; pero a mi lado nadie, ni lo tendría aunque viviera con vosotros os habéis creado cada cual vuestro centro de afecciones; y yo hecho [sic] de menos el mío. Por mi carácter, por mi modo Y si esto a los 26 años creaba en mí un vacío, hoy, a los 32, queriendo a una mujer que me corresponde xxx me impulsa doblemente al matrimonio. En vista de todo esto, y como nada me resta ya que esperar, xxx me propongo pedir a Carmen en el mes que entra y casarme a fines de mayo o principios de junio. Antes de nada espero aguardo tu contestación, con la esperanza de que así como hasta el presente y a pesar de vuestros temores, no creo que habéis tenido que censurar en mí ligerezas ni locuras, comprenderás que mis propósito no peca de planes es [sic] razonable y se ajusta a las que circunstancias42.

El 3 de febrero su hermano Enrique le contestaba: 41 La mención a lo «positivo», y por tanto su análisis positivista de la situación, hace que se pueda considerar éste como un ejemplo de cómo las teorías científicas pueden modelar el pensamiento de un autor (o autora) de manera que éste puede llevar a examinar la situación inspirado por la filosofía que dirige su investigación. Es decir, no sólo se produce una influencia de las circunstancias personales en las interpretaciones científicas, como he discutido en muchas otras ocasiones sobre todo refiriéndome al efecto de la ideología nacionalista en los escritos de los arqueólogos y arqueólogas durante los dos últimos siglos, sino que también ocurre lo contrario. 42 MAN, 1987/114 (II). En una de las subcarpetas blancas de tamaño A5 sin título.

XXXIII

Querido Pepe: he leído tu carta con el interés que puedes figurarte (…) bajo el punto de vista moral nada me toca decir, pues esta es una cuestión personalísima (…) Respecto a la parte positiva (…) no puedo menos de hacerte una pregunta y es la siguiente ¿Tienes economías? O de otro modo ¿Con qué fondos cuentas para los gastos necesarios de la boda e instalación de la casa? Yo sé que retrasé la mía hasta que reuní lo bastante para hacer frente a esas primeras e indispensables obligaciones (…) y no se me pasa un momento por la cabeza que en tu rectitud de principios quepa la idea de empezar contrayendo deudas (…)43

Del 24 de febrero de 1889 data otra carta firmada por Enrique, en la que éste le recomienda que atrase su boda, en razón a sus escasos ingresos: Querido Pepe: encuentro justo y así se lo escribo a Arturo, que puesto que estás completamente decidido a casarte, no obstante todas las observaciones que te hemos hecho, que sea él el que pida la mano de Carmen como lo haría yo si estuviera en Madrid, pues en esas observaciones y consejos no hay la menor sombra de hostilidad a su persona, sino simplemente el deseo de que no te supusieras [?] las grandes obligaciones que el matrimonio trae consigo sin tener los medios bien asegurados de satisfacerla. Comprendo la razón que sobre el particular me das en tu última, cierto que son muchos los que se han casado con medios aún más reducidos, pero ninguno de ellas hace cambiar las opiniones que sobre el particular tengo y sobre la que pienso [?] inútil insistir44.

Por continuar con la nota personal se adelantará aquí que Mélida y Carmen tendrían varios hijos, al parecer seis (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 399) de los que conocemos el nombre de cuatro: José, Enrique, Olimpia y María (¿María del Pilar?). Sabemos que al menos hubo una hija que murió prematuramente en 192145. En esta fecha le escribiría Bosch Gimpera a Mélida desde Berlín: Querido D. José: Recibo su carta, por la que me entero de la desgracia que le aflige. Por haber tenido que pasar por una prueba semejante con la muerte de mi primer hijo46 comprendo cual debe ser su dolor, agravado por el hecho de ser una hija ya mayor. Crea V. que de todo

43

Ibídem. MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Cartas dirigidas a D. J. Ramón Mélida”. 45 El Marqués de Siete Iglesias (1979: 353), sin embargo, data como de 28 de marzo de 1931 una carta de secretaría dándole el pésame por la muerte de su hija María del Pilar. O ésta es una segunda hija fallecida o, como pensamos, el marqués se equivoca y en vez de 1931 debería la fecha ser 1921. La fecha más temprana también me ha sido confirmada por Daniel Casado Rigalt (com. pers. 1.10.2003). En todo caso, dado que el hijo de Bosch Gimpera murió en 1919, 1921 parece el año más lógico para el fallecimiento de la hija de Mélida. 46 Pedro Eugenio Bosch García había nacido en 1918 y murió a los 11 meses de vida, en marzo de 1919 (Bosch Gimpera 1980: 20). 44

XXXIV

corazón le acompaño en su pena y le deseo la cristiana resignación necesaria para sobrellevarla47. Bibliotecario de la Casa Villahermosa

Mélida comenzaría a trabajar como bibliotecario de la Casa Villahermosa en algún momento de 1888, quizá apoyando o siguiendo en esta labor la de Marcelino Menéndez y Pelayo. Como aquel, se dedicaría a prologar obras de los duques (Menéndez y Pelayo 1881 y 1894). Este contacto con Menéndez y Pelayo le sería muy provechoso, como explicaremos en la sección sobre la RABM. De nuevo las misivas escritas a su hermano Enrique anunciándole su intención de casarse arrojan luz sobre los acontecimientos que se describen en este apartado. Transcribiendo de nuevo con sus tachones, este borrador de carta, el mismo del que se han destacado anteriormente otros fragmentos en los que, entre otros, analizaba desde un punto de vista positivo la situación, comienza así: Mi querido Enrique: Ha llegado el momento oportuno de que yo te hable de mis proyectos, por tanto tiempo acariciados y que muy en brebe me propongo realizar. Ante todo debo decirte que mi permanencia en casa de Villahermosa ha sido confirmada por la Guaqui, quien por andar ahora buscando papeles en el archivo de la casa, papeles que no siempre encuentra, ha comprendido la necesidad de que ese archivo se arregle y me ha encomendado esta tarea, que debo empezar tan pronto como acabe los índices de la Biblioteca. Además me ha dado otro encargo, que es anotar extensamente el libro de la Venerable [?], que tú conoces, para publicar una nueva edición de él. Las indicadas notas se refieren a las [?] de la casa que en dicho libro se mencionan, y han de contener cuantas noticias curiosas de sus vidas y hechos halle en algunos libros y papeles de la casa. La guaqui me ha tomado simpatías, raro es el día que no viene a la Biblioteca a ver cómo llevo el trabajo y según ha manifestado a Pepe Esperanza, que es el Deu Machina de todo mi asunto está muy contenta de mí. En fin, que mis pretensiones no han podido allanarse mejor y es que como ya no tengo limitación de tiempo y los trabajos que me están encomendados son largos, hay tarea para algunos años48.

Explica, como se ha avanzado antes, que gana 8.000 reales por su trabajo en casa de Villahermosa (frente a los 12.000 –es decir 3.000 pts., véase tabla 1– de salario recibido en el Museo Arqueológico Nacional). La familiaridad con la que Mélida se refiere a la duquesa hace pensar que son sus hermanos los que le han facilitado entrar allí a trabajar. La «guaqui», como él la llama, sería doña María del Carmen Aragón Azlor e Idiáquez (1841-1905), casada con José Manuel Fernando de Goyeneche y Gamio, duquesa de Villahermosa y condesa de Guaqui. En las publicaciones, 47 48

MAN, expediente de Mélida, núm. 2001/101/4. MAN, 1987/114 (II). En una de las subcarpetas blancas de tamaño A5 sin título. XXXV

sin embargo, se refiere a ella como «la dama insigne por quien hoy se ven dignamente mantenidas las glorias de la casa de Villahermosa», «una gran señora de levantado espíritu, de sangre aragonesa, de condición magnánima» (Mélida 1905h: 5, 6). Cuando ésta fallece él se incluye entre «sus amigos» (1906k: 5). Años después calificará la decisión de la duquesa de no vender un Velázquez a Estados Unidos como, según Mélida, «varonil»49, al exclamar ella, según se nos dice, que «por todos los millones del mundo no vendería mi Velázquez, que debe quedar en España, y a mi muerte pasar al Museo del Prado» (Mélida 1905h: 6), arranque que Menéndez Pelayo, entonces director de la Biblioteca Nacional, califica en carta privada a la duquesa pero publicada por Mélida como de «verdaderamente patriótico y de alta y nobilísima distinción moral» (Mélida 1905h: 7). Sigue en la carta Menéndez Pelayo lamentándose sobre la sangría de ventas de obras de arte al extranjero diciendo: Cada día que pasa nos arrebata una parte de nuestros tesoros artísticos y literarios, y de esta expoliación son cómplices los que en primer término debieran evitarla, los que hacen gala de aficionados y coleccionistas. El espíritu mercantil lo invade todo, y una triste lóbrega desesperación respecto de nuestro destino nacional, hace a muchos españoles insensibles a tales despojos y afrentas50.

En el estudio experto sobre la autenticidad de los Velázquez de la casa de Villahermosa (Mélida 1905g y 1905h) termina al cabo de las 30 páginas acudiendo al criterio de autoridad, reproduciendo una carta del pintor y estudioso del arte Aureliano de Beruete, considerado un experto en Velázquez (Beruete 1898), en la que éste concuerda con las hipótesis de Mélida (1906h: 29-30). Años más tarde Mélida publicará los prólogos a dos álbumes de “Recuerdo de la inauguración de la Iglesia elevada en honor de San Francisco Javier” (1901k) y otro “Cervantino aragonés” (1905l), además de unos “Discursos de medallas y antigüedades que compuso el muy ilustre señor don Martín de Gurrea y Aragón, Duque de Villahermosa, con una noticia de la vida y escritos del autor” (1902d). En 1905 la duquesa obsequia con una serie de piezas extranjeras al MAN, encargando a la dirección del mismo un retrato como muestra de agradecimiento (Mañueco 1993b: 396). Al no existir más publicaciones de Mélida en relación a la casa de Villahermosa a partir de 1906 (a excepción de una visita al palacio, 1921q) hemos de suponer que su relación profesional con la misma acabaría al fallecer la duquesa en 1905. Como especifica en una carta a la Hispanic 49 Este es un ejemplo del sesgo androcéntrico en Mélida, tan habitual en la época, del que se dará otro ejemplo en la quinta parte de este trabajo. 50 Menéndez Pelayo en Mélida 1905h: 8.

XXXVI

Society fechada el 8 de febrero de 1918 pidiéndoles que agradezcan la entrega de unos libros a la misma, el sucesor de los Duques de Villahermosa sería el Duque de Luna51. Sus aspiraciones como escritor

Un aspecto de Mélida como profesional en esta primera etapa de su vida –y en el que en parte también sigue a Rada (Olmos 1992: 3), aunque en este caso no creo que necesariamente se deba a su influencia– se relaciona con sus aspiraciones de llegar a ser un escritor afamado y como tal llegar a tener un cierto reconocimiento. Como crítico o comentarista literario le encontramos en algunos de sus artículos para el BILE (Mélida 1882h; xx (sic) et al. 1882). Algunos de sus escritos literarios fueron arqueológicos y algo se comentará sobre ellos en la parte IV del trabajo al tratar de la Egiptología. Publicó bastantes de sus cuentos en El Imparcial (Mélida 1883a; 1883c; 1883j; 1884g; 1885b; 1885g; 1885h)52, alguno de los cuales quedó luego integrado en un volumen aparte (1887g). Con el calificativo de «distinguido», por ejemplo, le describía una notita publicada hacia 188753 y sobre su novelita A orillas del Guadarza se publicaba una reseña en la Revista Contemporánea, que junto con la Revista de España (donde Mélida sí que colaboraba frecuentemente), representaba una de las revistas científicas más importante y consideradas en el campo de la cultura en la época (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 404). A escribir novelas y poemas dedicó gran parte de sus esfuerzos en esta primera etapa de su vida, tratando en varias ocasiones temas arqueológicos (Olmos 1995: 175), egipcios (El Sortilegio de Karnak, 1880) o clásicos (Una noche en Pompeya, 1881d; 1881e), etc. Contaría con sus hermanos Arturo y Enrique para la realización de las ilustraciones de sus libros. Mucha de la correspondencia comprada por el Museo Arqueológico Nacional hace unos pocos años se relaciona con esta faceta. Copiamos como muestra una carta recibida en 1887 de Espasa y Cía. con fecha del 7 de febrero en la que se lee:

51 «El Duque de Luna fue, desde 1895, don José Antonio Azlor de Aragón y Hurtado de Zaldívar, más tarde Duque de Villahermosa y de Granada de Ega, Marqués de Cortes, de Cábrega, de Narros y de Valdetorres, Conde del Real, de Guara y de Javier, Vizconde de Muruzábal de Andión y de Zolina, Grande de España, caballero de la Orden de Malta, gran cruz y collar de la de Carlos III, senador del Reino, licenciado en Derecho, gentilhombre de cámara de S.M. y maestrante de Zaragoza, natural de Biarritz (1873-1960). Con descendencia» (Ceballos-Escalera, com. pers. 16.1.2004). 52 A estos quizá se podría añadir el publicado en La Época (Mélida 1886g). 53 MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Documentos varios sobre arqueología”.

XXXVII

A su debido tiempo recibimos su apreciada del 17 enero último, como también los dos primeros capítulos de su novela Lazos eternos, que hemos leído y nos han gustado. Ya le dijimos en una de nuestras anteriores que hoy por hoy, no podemos contraer compromiso formal para la adquisición de su novela, porque hemos adquirido desde nuestra entrevista algunos originales que forzosamente han de tener la preferencia como cuestión de fecha para su publicación, pero si a V. no le hace esperar algún tiempo, creemos que será fácil entendernos más adelante. Como V. conoce el plan de su libro, le agradeceremos nos diga si puede entrar en el cuadro de nuestra «Biblioteca moral-recreativa», porque sentiríamos que, dadas las tendencias naturalistas que hoy dominan, tuviésemos que incurrir en la censura de nuestros habituales lectores, cosa que podría ser muy perjudicial a nuestros intereses54.

Así escribía Mélida a un editor en borrador de papel del Ateneo de Madrid y por tanto seguramente en los años noventa: Muy Sr. mío y de mi mayor consideración: No sé si V. conocerá mi humilde firma de haberla visto al pie de algunos artículos literarios, especialmente en las columnas de La Ilustración y Los lunes del Imparcial o al frente de alguna de mis novelas, cuyo género cultivo con especial afición y con el favor de la crítica. De todos modos, y por si pudiera convenirle una novelita que he comenzado, propia por su índole para formar parte de la Biblioteca Demi Monde, que V. edita, tengo el gusto de remitirle adjuntas las diez primeras cuartillas de ella55

Abunda en el archivo del MAN documentación con referencia al coste y ganancias relativos a los libros y publicaciones literarias de Mélida. Se guarda, por ejemplo, una carta de Daniel Cortezo y Cía. editores de 1 de febrero de 1887 por la que se acusa recibo de las 725 pts. que Mélida había enviado como saldo de los derechos de propiedad de “A orillas del Guadarza”56. Otras notas también hablan de dinero, ahora recibido por Mélida. En todo caso parece que de 1901 datan las dos últimas publicaciones no arqueológicas. A partir de entonces, ya asegurada su vida profesional, a ella dedicará sus escritos. Una última carta guardada en el archivo del MAN se destacará aquí. En el borrador que se conserva, que está sin fechar pero que probablemente data de los años ochenta, se lee sobre el intento de Mélida de ocupar la redacción de El Día. Dice: 54

MAN, expediente de Mélida, núm. 2001/101/4. No he logrado obtener los datos completos de esta referencia. Un recorte del artículo se encuentra en el archivo del MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Documentos autógrafos de J. Ramón Mélida”. 56 MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Cartas dirigidas a D. J. Ramón Mélida”. 55

XXXVIII

Amigo Abascal, Cuando hace varios días, supe que Ossorio y Bernard había dejado la redacción de El Día, y me dijo el Sr. Cor, que V. se había encargado de La Hoja Literaria, interinamente, busqué recomendaciones para el marqués del Riscal, a fin de ver si podía yo ser nombrado para ocupar el puesto de Ossorio, lo cual me hubiera convenido mucho. Por motivos, largos de explicar, dichas recomendaciones no han llegado a hacerse, o por lo menos no he tenido yo noticia de ello. Cuando ayer me aparté de V., como V. me dijo que se había encargado definitivamente de La Hoja pensé que si por acaso llegaba a oídas de V. mi pretensión pudiera interpretarla en mal sentido57.

Sólo se conocen dos colaboraciones de Mélida en este periódico (1882a y 1884a) pero lo que esta carta indica es que la vocación arqueológica de Mélida sólo fue una de las opciones que de joven se planteó. Si la protección de Rada –y más que de éste quizá de otros, como se comentará– no hubiera sido efectiva, como finalmente lo fue, Mélida se habría dedicado a otros menesteres alejados del mundo de las antigüedades. La búsqueda de ingresos alternativos y sus contactos con el mundo de las artes es lo que probablemente le llevaría a publicar el Vocabulario de términos de arte escrito en francés por J. Adeline. Traducido, aumentado con más de 600 voces y anotado por José Ramón Mélida. Su intención había sido «no traducir un vocabulario francés, sino ofrecer a los españoles un vocabulario castellano, [por lo que] sería imprescindible aumentar el caudal de voces con aquellas genuinamente nacionales» (Mélida 1887h: 10), obra en la que se explica, muy al estilo de Mélida, que «el presente vocabulario es una obra de vulgarización de conocimientos, cuya necesidad en España se dejaba sentir». Esta intención de popularización de la ciencia es la que veremos como una constante en la trayectoria de don José Ramón y que le llevará, ya en sus últimos años, a publicar la Arqueología Española. La fallida búsqueda de una cátedra, la ILE y el Ateneo de Madrid

La entrada en el mundo profesional de Mélida no se llevó a cabo sin sinsabores. Por delante de él encontraría siempre el escollo de Juan Catalina García López. Éste se llevaría la cátedra de Arqueología de la Escuela Superior de Diplomática en 1885 a la que Mélida también opositó; como tal sería el primer catedrático de la Universidad de Madrid en 1900 y sería propuesto académico de la RAH en 1890, ingresando en 1894. Mélida, como se explicará más adelante, sólo entraría en ésta en 1906. Quizá la no vinculación de Catalina a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando explica que fuera en ella donde Mélida empezara a despuntar a finales de 57

MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Documentos ajenos a excavaciones”. XXXIX

siglo. También, la entrada de su contrincante a la dirección del MAN pudo favorecer la salida de Mélida al de Reproducciones Artísticas. En cuanto al asunto de la primera cátedra, la de la Escuela Superior de Diplomática, en 1884 Mélida decidía presentarse a las oposiciones, cuyo candidato oficial en el sistema de cooptación según él mismo sabía era Juan Catalina García. Así se lo explicaba él mismo a su amigo el mallorquín Gabriel Llabrés: No sé a cual de las cátedras pensará V. presentarse, pero sepa V. que las dos cátedras nuevas, la de Arqueología y la de Historia de la Literatura [de la Escuela Superior de Diplomática], se han creado con el propósito deliberado de favorecer a los señores Catalina García y Godró respectivamente; y como ninguno de estos señores pertenece al cuerpo, aunque tienen el título de la Escuela, de aquí que el Decreto ha hecho extensivo a los que se encuentran en esta circunstancia la aptitud legal para presentarse. En cuanto a la cátedra de Geografía Histórica se habla de Allende Salazar como candidato preferido o por lo menos probable. Ya comprenderá V. que los tribunales han de ser hechura de Pidal (protector de dichos candidatos) y de D. Aureliano Fernández Guerra; y que no se escasearán todos los medios, más o menos legales de favorecer la causa común.

Y seguía: Yo, aún con todas estas desventajas fiándome solamente de mis pobres fuerzas, y siquiera no consiga más fin que probar al Sr. Catalina García hay en el Museo quien cultiva la ciencia con alguna más fe y desinterés que él, pienso presentarme a la cátedra de arqueología58.

En este caso la protección de Rada, si la hubo, no debió ser suficiente frente a la de los hermanos Alejandro y José Pidal y Mon y Aureliano Fernández-Guerra y Orbe, quienes protegían a quien finalmente sacó la oposición y fue nombrado catedrático de «Arqueología y Ordenación de Museos» (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 90). Quizá no esté de más apuntar que la conexión entre los personajes protagonistas de este éxito se encontraba en la Unión Católica, partido fundado por los hermanos Pidal en los que militaba Fernández-Guerra, mientras que Juan Catalina García era el presidente de la Junta Superior de la Juventud Católica (Ibídem: 92). A través de los años varios de ellos se pasarían al Partido Conservador de Cánovas, siendo diputados y senadores por él no sólo Juan Catalina García sino también Juan de Dios de la Rada y Delgado (Ibídem: 94n). Otra de las amistades con las que contaba Catalina en el período del que trata esta 58

Carta de Mélida a Llabrés de 11 de noviembre de 1884 en Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 90-91. XL

sección era la del marqués de Cerralbo (Casado Ricart, com. pers.). Volviendo al asunto de la cátedra, las oposiciones a ésta se celebraron entre el 13 de marzo y el 15 de abril de 188559. Mélida sólo obtendría dos votos de los siete necesarios60. En 1892 Mélida se presenta a la vacante de catedrático de «Historia de las Bellas Artes» en la ESD61, pero por cualquier razón ésta no parece producirse en años. No ayudaría mucho a sus aspiraciones el que Mélida se asociara en esos años con dos de las instituciones liberales del momento: la Libre de Enseñanza (ILE) y el Ateneo de principios de los años ochenta. En cuanto a la ILE, ésta se había fundado en 1876, siendo su principal instigador Francisco Giner de los Ríos. La afinidad de Mélida con ésta data de principios de los años ochenta (1882 y 1883) cuando, junto con Joaquín Costa, uno de los principales colaboradores en el proyecto, se encarga de la sección de Arqueología y Bibliografía crítica (Almela Boix 1991: 132) (aunque este «encargo» no parece ser muy formal, puesto que a veces la sección se llama de otra manera, no siempre colabora Mélida y a veces hay otros que también escriben). Poco se sabe de la relevancia que tuvo para Mélida su relación con la ILE y, según pude comprobar, en la Fundación Francisco Giner de los Ríos no existe documentación alguna que se refiera a él (Teresa Jiménez-Landi, com. pers., 13.10.2003). Por otra parte, en la Real Academia de la Historia, donde está depositado parte del Archivo de la Institución Libre de Enseñanza, los únicos papeles que parece haber según sus índices son una «Nota del estado en que se halla la clasificación de la Biblioteca particular del ministro de Fomento, dirigida a José Luis Albareda», firmada por José Ramón Mélida (11.12.1881) (Fondo Giner, J. R. Mélida / 37-720) y una tarjeta sin fecha (Fondo Cossío, J. R. Mélida y Alinari / 70-1336). Finalmente, sus contribuciones al BILE datan fundamentalmente de 1882 y 1883, años en los que publica una decena de artículos, y termina con los dos 188462. Se ha llegado a decir que, gracias una maniobra de la política cultural de la Institución Libre de Enseñanza de 59

AGA, 31/6535, instancia del 29 de julio de 1885, en la que pide «una certificación en la cual conste que ha actuado en todos los ejercicios de dicha oposición y la calificación que mereció del Tribunal, para poderlo acreditar así donde le convenga». 60 AGA, 31/6535, certificación firmada por Don Andrés Pidal a 5 de agosto de 1885. Este dato también se menciona en MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del CFABA, Documento “Otros Méritos” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. 61 AGA, fondo de educación, signatura 31/6535, instancia firmada por Mélida el 24 de diciembre de 1892. En el margen se lee: «Recibí los documentos que se acompañaban a esta instancia. Madrid, 16 enero 1900. José Ramón Mélida». 62 Los artículos de Mélida en el BILE son los que se encuentran en la lista bibliográfica como Costa y Mélida (1882a; 1882b), Mélida (1882h; 1883b; 1883e; 1883i; 1883k; 1883l; 1884b; 1884c), Mélida y Costa (1882); xx (sic) et al. (1882). XLI

poner a gente de confianza y/o institucionalistas en lugares claves, llegaría a ser Mélida el director del Museo Arqueológico Nacional (y catedrático de Arqueología) (Ruiz Rodríguez 2001: 19-20), pero dado el presumible giro ideológico de Mélida hacia mediados de los años ochenta esta aseveración parece tener poca base. Mélida también estableció vínculos con el Ateneo de Madrid, en principio otra de las instituciones liberales pero que precisamente en los ochenta Cánovas estaba convirtiendo al sistema (Peiró Martín 1995: 34; Villacorta Baños 1985: 57). Mélida sería elegido secretario tercero de la Junta de Gobierno del Ateneo Científico Literario y Artístico de Madrid el 14 de julio de 1881, cargo que desempeñaría por dos años63. Su relación con el Ateneo continuaría en las décadas siguientes, como así se explicará después en la sección de conferencias con más detalle. La permanencia de esta asociación confirma su giro ideológico: Villacorta Baños (1985: 57), por ejemplo, incluye a Mélida en el grupo de intelectuales conservadores opuestos al Ateneo que terminan integrándose en él a finales de siglo, lo que es cierto desde un punto de vista político, pero teniendo en cuenta que Mélida nunca se desvinculó totalmente de esta institución. Si a principios de los años ochenta su vinculación pudo dañar su carrera profesional, esto no ocurriría posteriormente, y así se comprende que se hiciera eco de ésta en curricula esbozados ya en la siguiente centuria como fue el presentado para su cátedra en la universidad de Madrid64. Volviendo al asunto de la cátedra de la ESD, Mélida se lamentaría de su fracaso en obtenerla en su correspondencia personal. En contestación a una de sus cartas le intentaba consolar un tal José Severini de Cantimpalos (Segovia) el 31 de diciembre de 1885: Mi distinguido y buen amigo, recibí su favorecida carta fecha de 1 de mayo en la que me da noticia de su triunfo moral en la oposición a la cátedra de arqueología. Es verdad que la justicia humana no sólo anda perezosa, sino que está sujeta a la pasión política y a intereses particulares, cáncer que corroe hasta los sentimientos que deberían ser más nobles y puros de nuestra sociedad. De todos modos el triunfo moral fue de V., pues esto mismo que V. me dice de que uno de los jueces había dicho por ahí que indudablemente V. sabía más arqueología que Catalina, lo había yo visto antes del

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MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, Sección de Educación y Ciencia del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del CFABA, Documento “Otros méritos” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. 64 Archivo de la RAH, expediente Mélida, documento 23 (Marqués de Siete Iglesias 1979). XLII

fallo, por referencia a un tal Marhes, y por eso yo casi tenía seguridad que V. se quedara con la cátedra. En fin querido amigo, mucho me complace que esté V. resignado con tamaña injusticia y dispuesto a luchar en ocasión más favorable, pues estoi [sic] seguro que quien tiene el talento que V., día más, o menos, a [sic] de conseguir algo de lo mucho que se merece65.

Unos pocos años más tarde se criticaba el sistema de oposiciones en una conferencia dada en el Ateneo de Madrid: Aquí no se concibe que pueda proveerse una cátedra sin oposición. Pues bien, lejos de ser los cuerpos y las oposiciones el método mejor para tener el Estado buenos servidores es el peor, porque no evita los abusos del favoritismo. No sé si incluirán también otras causas, pero creo que una de las que nos privan de tener eminencias, es este sistema de cofradías sin estímulo y sin otra emulación que el deseo de la muerte del que está delante para obtener el ascenso66.

Hacia finales de siglo la falta de perspectivas había llevado a Mélida a no sentirse muy a gusto en el MAN. En 1889 presentaría una instancia para una cátedra de «Teoría e Historia de las Bellas Artes, usos y costumbres de los pueblos de la Antigüedad» vacante en la Escuela especial de Escultura, Pintura y Grabado67, pero se desconoce si se llegó a presentar. Años más tarde, en 1896, solicitaría presentarse a la cátedra de «Concepto e Historia del Arte» creada en Escuela Central de Artes y Oficios de Madrid68. Para ello presentaría un programa de la asignatura donde, tras un preámbulo quizá de su mano, detalla las lecciones, ocupando para cada una de ellas una cuartilla precisando el contenido. La mayor parte de este documento, fechado en Madrid el 2 de diciembre de 1896, está escrito por un escribiente69 excepto las lecciones 52 y 58-73 (véase Apéndice I). Mélida renunciaría en 1899 a presentarse a esta cátedra de Historia de Arte en la Escuela Central de Artes y Oficios de Madrid70, anulándose finalmente la oposición, tras lo cual, la plaza se dio por otro sistema a quien todos sabían que era el «candidato oficial» (Gómez-Moreno 1995: 72-74, 65

MAN, 1987/114 (II). Subcarpeta blanca A5 sin numerar. Ceferino Araujo Sánchez, citado en Peiró y Pasamar 1996: 100. 67 AGA, Educación, signatura 31/14949, instancia bastante desaliñada firmada el 6 de marzo de 1889. 68 Ibídem, instancia firmada el 2 de diciembre de 1896. 69 Sería interesar comprobar si éste era su mujer, Carmen García Torres, según costumbre de muchas parejas de la época en la que ella trabajaba para él, esfuerzo nunca reconocido por ellos (Díaz-Andreu y Sørensen 1998: 14-15). 70 La instancia de esta renuncia, así como la de la oposición a la cátedra de «Concepto e Historia de las Bellas Artes» de la ESD se guarda en el AGA, 31/6535, fechada el 20.1.1899 con sello del día siguiente. 66

XLIII

111). Cabe la posibilidad de que Mélida se retirara porque supiera lo del candidato, o que ya viera que había algo mejor en perspectiva.

Mélida conferenciante y viajero Conferencias en el Ateneo, Círculo de Bellas Artes y en el MAN

Una de las facetas de Mélida en estos años es la de sus conferencias en el Círculo de Bellas Artes, en el Ateneo de Madrid y en el Museo Arqueológico Nacional. En opinión de Gómez-Moreno (1995: 93), sin embargo, Mélida no era buen orador. Relata su hija que don Manuel asistió a la serie de conferencias sobre temas artísticos del Ateneo en 1899 y entre los conferenciantes cita a Mélida, sobre el que «habían ponderado mucho su saber, pero a él lo dejó “más frío que el agua de aljibe”». Y sigue: «No es extraño, junto a tanto orador brillante, pues su menuda presencia física, su voz apagada y su dicción premiosa eran condiciones negativas, no compensadas por el desarrollo de la materia y agravadas por ser leída» (Gómez-Moreno 1995: 93).

Las primeras conferencias de Mélida que se conocen se impartieron en el Ateneo. Son la de 1884 titulada “La religión egipcia” que difundió en la Revista de España (Mélida 1884i) y de la que salió separata (1884j), y la de 1885 sobre “La Arqueología: verdadero concepto de esta ciencia y método para su estudio según las tendencias modernas”, de nuevo publicada en la misma revista (1885d; 1885e) y en el Boletín de la Sociedad Arqueológica Lulliana de su amigo Gabriel Llabrés (1885a)71. En 1886 y 1887 sería su hermano Arturo Mélida el invitado a conferenciar (Villacorta Baños 1985: 233-4), mientras que José Ramón daba una serie de charlas en el Círculo de Bellas Artes bajo el tema «Paralelo entre las Artes figuradas del Egipto y de la Grecia»72 en 1887 los domingos a las 9 de la noche73. A continuación su actividad como conferenciante se tornaría de nuevo hacia el Ateneo donde, siendo su hermano vicepresidente de la sección de Bellas Artes (puesto que mantendría desde el curso 1888-89 hasta el 1894-95, pasando a ser presidente en 1895-96, último de existencia de esta sección). 71

Existe en MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Varios” una invitación para la tribuna de señoras para tal conferencia. La fecha la deduzco de las publicaciones con título similar (Mélida 1885a; 1885d; 1885e). 72 MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del CFABA, Documento “Artículos”, apartado “Trabajos inéditos” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. 73 MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Nombramientos de D. J. Ramón Mélida”. XLIV

José Ramón hablaría sobre «Las pirámides de Egipto» en el curso 1889-90 y en otra ocasión sobre «La cerámica griega» en el de 1890-91. Participaría también en un curso sobre historia del Arte Arquitectónico en España que tuvo lugar el 16 de junio de 1894, y en otro sobre historia de la pintura organizado por la sección de Bellas Artes en 1895 para el que enseñó sobre «orígenes de la pintura española» y «la pintura en tabla». En 1896 daría una conferencia sobre «Lugo monumental» (charla que no parece estar acompañada por publicaciones conocidas de esta época) y en 1899 otra sobre «Ávila», sobre la que había escrito varios artículos (Mélida 1896c; 1896k; 1897a; 1899a). En 1896 se crearía la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid. Como explicaba Segismundo Moret, el entonces presidente del Ateneo: Ésta [la Escuela de Estudios Superiores] obedece a una idea fundamental que definimos en los siguientes términos: crear un organismo científico de tal naturaleza que, ampliando y sistematizando cuanto se enseña en los centros docentes oficiales, sea al propio tiempo lugar especialísimo donde se cultive la ciencia por la ciencia; donde se expongan constantemente los adelantos y progresos que, tanto en el terreno experimental como en el teórico, va logrando el progreso intelectual humano; donde exista cátedra dignificada y permanente, en la cual puedan los que al cultivo de la ciencia se dedican, exponer los resultados de sus investigaciones y dar a conocer los productos de la cultura nacional, y desde la cual puedan suplirse las inevitables deficiencias de la enseñanza oficial74.

Mélida conseguiría una cátedra en la Escuela entre los cursos 189899 y 1903-04 y, siguiendo la información aportada por Francisco Villacorta Baños (1985: 291-296), impartiría cursos sobre «Arqueología egipcia» (20 lecciones, 52 alumnos); 1899-1900 sobre «Historia Comparada del Arte Antiguo» (21 lecciones, 53 alumnos); 1900-01 y 1901-02 sobre «Arte Antiguo Español» (20 y 22 lecciones, 45 y 53 alumnos), 1902-03 sobre «Historia de la Escultura Española» (20 lecciones, 47 alumnos), quizá repetido en 1903-04 (18 lecciones, 46 alumnos) (Mélida 1904i; 1904j)75. El último será el definitivo, presumiblemente sumándose Mélida a los que poco 74

Villacorta Baños 1985: 97-98. Pese a que Álvarez-Ossorio incluye en su listado bibliográfico lo que parecen ser varios artículos con los títulos de los cursos publicados en las Memorias de Secretaría [del Ateneo de Madrid], estas publicaciones no existen como tales, según comentaba Lucía Sánchez Piñol, bibliotecaria en la actualidad del Ateneo. Aunque durante el período en el que este trabajo se escribió no se pudo acceder a las memorias correspondientes puesto que estaban siendo digitalizadas, se me aseguró que en estos tomos lo que venía era la lista de profesores, los cursos impartidos y sus programas, pero no el texto de los mismos (Sánchez Piñol, com. pers., 3.12.2003). 75

XLV

a poco iban dando por fracasado el experimento de la Escuela de Estudios Superiores, cuyos problemas ya se habían dejado entrever en 1898-99 (Villacorta Baños 1985: 100), precisamente el año en el que don José Ramón se había integrado en ella. Las dificultades económicas y la inadecuación de sus locales y de su programación a una enseñanza universitaria hicieron que se malograse el proyecto (1985: 110). La Escuela dejaría de existir en 1907, habiendo sido duplicada por un año y luego sustituida por una Escuela de Estudios Especiales que dejaría de existir a su vez tras el curso de 1907-08 (1985: 109). De la relación entre Mélida y el Ateneo no volvemos a tener noticia hasta 1916, cuando de nuevo allí dio una (?) conferencia (Mélida 1916c; 1916d). Además de en el Ateneo y en el Círculo de Bellas Artes, Mélida ofreció charlas en el Museo Arqueológico Nacional, en virtud de una orden de la Dirección General de Instrucción Pública por la que se obligaba a los conservadores a organizar conferencias prácticas sobre Arqueología e Historia. Mélida decidió desarrollar temas de Arqueología como de Historia del Arte, centrándose en el egipcio, griego y romano (Mélida 1896d). Luego, como venía siendo habitual en él, sacando sus conferencias como publicaciones aparte (1897j y 1897k). Mélida, el mundo colonial y el traslado del MAN a su nueva sede

Una faceta como conservador de Mélida es su relación con exposiciones vinculadas con el mundo colonial. Su primer contacto profesional con éste parece ser su participación en el desmantelamiento del Museo Ultramarino (1884), al que sigue su posible –pero dudosa, como se discutirá– colaboración en la organización de la exposición de Filipinas (1887) y su contribución como secretario en la Histórico-Americana dentro de las celebraciones del IV centenario del descubrimiento de América (1892).

Poco se puede comentar sobre los dos primeros eventos. El Museo Ultramarino se había comenzado a formar en 1874 pero nunca se abrió al público, siendo finalmente desmontado en 1884 (Sánchez Gómez 1987). Junto con Ángel de Gorostizaga y Juan de Dios de la Rada, Mélida formó parte de la comisión formada por el Ministerio de Fomento para repartir las colecciones entre «establecimientos dependientes del Ministerio de Fomento que se juzgasen adecuados»76. El Ministerio de Ultramar nombró otra comisión. En 1887 se presentaron muchos de sus objetos en la Exposición de 76

MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del CFABA, Documento “Comisiones” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. XLVI

Filipinas (Sánchez Gómez 1987). En cuanto a su asociación con esta última, aunque en la misma instancia dice que se le comisiona junto con Ángel de Gorostizaga y Fernando Díez de Tejada para (...) estudiar los objetos expuestos en el Certamen Filipino a la sazón celebrado en esta corte y para interrogar a los individuos de la Colonia, con objeto de obtener noticias referentes a las costumbres de los habitantes de nuestras posesiones en el océano Pacífico. El resumen de los trabajos practicados en virtud de esta comisión honorífica y gratuita, en provecho de las colecciones que se custodian en la Sección Etnográfica del Museo Arqueológico Nacional fue expuesto en una memoria que los comisionados elevaron a la superioridad77

y que por su labor se le propuso para la Cruz sencilla de Caballero de la Real y distinguida orden de Carlos III78, la realidad es que su grado de participación debió ser pequeño, si no nulo. Su nombre no se menciona ni en el catálogo de dicha exposición ni en las noticias que sobre él salen en El Globo y ninguno de los investigadores que han profundizado en ella han podido confirmar la contribución de Mélida (Romero de Tejada, com. pers. 30.9.2003, Sánchez Gómez, com. pers. 11.12.2003). Se conocen para ella una comisión central en Manila y otra en Madrid en la que participan Luis de Hoyos, Manuel Antón y Telesforo de Aranzadi (Romero de Tejada 1995: 23-31) y al parecer no Mélida. La exposición, montada en el Palacio de Velázquez del parque del Retiro y luego convertida por unos años en el Museo-Biblioteca de Ultramar, se desmantelaría en 1908, pasando algún objeto al MAN (que posteriormente iría a parar al Museo de América, al desgajarse éste del MAN), otros al Museo Balaguer en Barcelona, otros al Museo de Arte Moderno y por fin los etnográficos a la sección de Antropología, Etnolografía y Prehistoria del Museo de Ciencias Naturales, convertida en Museo [de Antropología] en 1910 (Romero de Tejada en Ortiz García y Sánchez Gómez 1994: 499 y 500 y Romero de Tejada 1995). En 1892 se organizan una serie de exposiciones para la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América. El germen de éstas se encuentra en 1884-85 en el contexto del congreso de Berlín en el que las mayores potencias europeas se repartirían África y el frenesí colonizador 77

Ibídem. Ibídem, documento “Otros Méritos” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. Sin embargo, no he logrado encontrar el nombre de José Ramón Mélida y Alinari mencionado en un repaso de la documentación sobre los años 1887 y 1888 guardada en el AGA, Educación, signatura: 31/7220, n° IDD 106, Topogr. 31, Contenido: Real y distinguida Orden de Carlos III. Otros nombres como Manuel Aníbal Álvarez, Rodríguez de Berlanga entre muchos otros sí que salen entre los condecorados. Durante el reinado de Alfonso XII se concedieron 185 grandes cruces de Carlos III (Ceballos-Escalera, Gila y García-Mercadal y García-Loygorri 2001: 111). 78

XLVII

haría que, a título posterior, en España lo americano se incluyera ahora en la historia nacional (Peiró Martín 1995: 98). Mélida será seleccionado para el comité organizador de la Exposición Histórico-Americana, del que será secretario, siendo Rada el delegado técnico (Peiró Martín 1995: 99; Ruiz Cabriada 1958: 610). Esta exposición era una de las organizadas para la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América y sobre ella escribiría Mélida varios artículos en La España Moderna fundada por Lázaro Galdeano79 (Mélida 1891e; 1891f; 1893b; 1893c; 1893h). Al igual que las otras dos, la Exposición Histórico-Europea de la que Mélida sería miembro del jurado (Ruiz Cabriada 1958: 610) y la Histórico-Natural y Etnográfica, la Histórico-Americana contaría con un gran número de objetos provenientes del Museo Arqueológico Nacional y tendría lugar entre 1892 y 1893 en la entonces futura sede –lo sería definitivamente desde 1895– del MAN, el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales entre el Paseo de Recoletos y la calle Serrano (Marcos Pous 1993b: 69-71). La Exposición Histórico-Americana resultaría ser una suma de exposiciones, pues cada país participante prefirió mostrar lo suyo por separado: México, Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Uruguay, Argentina, Estados Unidos, Suecia y Noruega, Dinamarca, Portugal, Austria y Alemania junto con los participantes del Estado español: el Ayuntamiento de La Habana, el Cuerpo de Ingenieros de Minas, el Archivo de Indias y el Museo Arqueológico Nacional (Marcos Pous 1993b: 69). De la redacción del catálogo de la parte española se encargarían los facultativos del Museo con la colaboración de Marcos Jiménez de la Espada80 (AA.VV., incluye Mélida) 1893). Mélida, como ya había hecho en otras ocasiones, se encargaría de popularizar la exposición en artículos publicados en La Ilustración Española y Americana en el mismo año de 1892 (Mélida 1892c) y en 1893 (1893d; 1893e; 1893f; 1893g). A El Centenario, revista dirigida por Rada, Mélida envía dos colaboraciones (1892a; 1892d). En La España Moderna vieron la luz un par de trabajos “Los antiguos monumentos americanos y las artes del extremo Oriente” en 1891 y otro sobre “Escultura mexicana precolombina” en 1893 (1891e; 1891f; 1893b; 1893c; 1893h). Tras las exposiciones se aprovecha que muchos de los objetos del Museo ya se hallan en la futura sede, el «Palacio nuevo», así como la donación de otros objetos de las exposiciones provenientes de particulares, 79

Peiró Martín 1995: 187n. Marcos Jiménez de la Espada y Evangelista (1831-1898), naturalista, zoólogo, bibliófilo e historiador, además de, de alguna manera, antropólogo, próximo a los sectores de la Institución Libre de Enseñanza desde los ochenta, padre de Gonzalo Jiménez de la Espada, el primer director del Instituto-Escuela (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 333-4). 80

XLVIII

para organizar el definitivo traslado y apertura de las nuevas instalaciones que tendrá lugar en 1895. La nueva ordenación de las salas de la Sección I (Cabrera Lafuente 1993) sigue casi al pie de la letra la organizada pocos años antes, en 1888, en el Casino de la Reina (Marcos Pous 1993b: 65), de la que se ha hablado más arriba. De la mirada crítica de Manuel GómezMoreno81 no resulta, al igual que otras veces, una opinión muy favorable ya que considera que, «salvo lo referente a América, que le pareció bien organizado (…) lo demás escaso, mal clasificado y sin papeletas de procedencia» (Gómez-Moreno 1995: 81). Mélida reflejará este momento del traslado, sin duda crucial en la vida institucional del Museo en sus artículos en La España Moderna sobre el Museo en «la casa vieja» (1895e) y en el «Palacio nuevo» (1895d) además de un trabajo sobre las donaciones a la Sección I que él dirige en la RABM (1896j; 1897o)82. Un Mélida internacional: Lisboa, París, Grecia y Turquía

Durante su primera época en el Museo Arqueológico Nacional Mélida visitaría Lisboa (1882), París (1883), y Grecia y Turquía (1898). Se trasladaría también, pero sin salir de la frontera del estado español, a Barcelona en 1888. Su primer viaje fuera de nuestras fronteras correspondería por tanto al realizado al vecino luso con motivo de la Exposición de Arte Ornamental retrospectivo Hispano-Portugués, para la que se encargó de «ocuparse de todo lo referente a la instalación de los objetos que España expuso y del embalaje de los mismos cuando volvieran»83. Sobre su experiencia publicaría varias notas en La 81 Habría sido muy útil para este trabajo acceder a información de primera mano de Manuel Gómez-Moreno. Enterada de que el legado se encuentra en la Fundación RodríguezAcosta, me puse en contacto con José Manuel Gómez-Moreno Calera, del patronato de la fundación y de la familia de los Gómez-Moreno. Éste me comunicó que «Don Javier Moya Morales es el investigador del Instituto Gómez-Moreno que está realizando la difícil y portentosa tarea de ordenar, inventariar y clasificar todo el ingente arsenal de datos y obras que constituyen este legado y que se está incorporando poco a poco a este Instituto. Me informa que en el estado actual de la ordenación de estos fondos es imposible poder ayudarla en cuanto que la correspondencia solamente está clasificada y guardada por fechas, pero no se ha realizado ningún índice o regesta de los asuntos ni personas que mandaron dichas cartas» (Gómez-Moreno Calera, com. pers. 1.10.2003), aunque amablemente prometió informarme en caso de hallarse algo de interés. 82 Aunque Álvarez-Ossorio adscribe a Mélida un artículo sobre el MAN publicado en 1896 en la Revista Crítica de Historia y Literatura, en realidad éste se publica sin autor, saliendo únicamente Mélida mencionado en relación a unas conferencias sobre Arte Antiguo que impartirá éste en el Museo (sin autor 1896). 83 MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, Sección de Educación y Ciencia del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del

XLIX

Ilustración…A este viaje seguiría el realizado a París. En 1883 solicitaría Mélida autorización para hacer un viaje por Europa de dos meses. Alude que le es (...) conveniente y provechoso para la buena y más segura clasificación de objetos de la Sección primera de dicho Museo [el MAN], a la cual pertenece, completar sus estudios examinando de un modo directo las colecciones que se conservan en el museo del Louvre, en París, especialmente la colección cerámica griega, etrusca e italo-griega conocida con el nombre de colección Campana84.

De este viaje publica al menos tres notas en El Imparcial (Mélida 1884k). En 1888 Mélida también visita la exposición universal de Barcelona, según confirma una interesante carta de Buenaventura Hernández Sanahuja quien se queja de estar entre los «sentenciados a vivir en provincias»85. Sobre la exposición, la primera de este tipo en España (Romero de Tejada 1995: 31), publica Mélida un par de artículos de nuevo en La Ilustración… (Mélida 1888a; 1888b). El último viaje llevado a cabo en esta época el ya no tan joven Mélida –tenía entonces cuarenta y dos años– será el realizado a Grecia y Turquía. En 1898 la Revue Générale des Sciences de París organizaría un viaje de estudio a Grecia para el que Mélida escribe una instancia86 y al efecto obtiene una comisión el 17 de marzo cuya propuesta encuentra «la más favorable acogida en el ministro de Fomento, Sr. Conde de Xiquena87, y en el Director general de Instrucción pública, don Vicente María de Paredes, lo cual unido a las oportunas facilidades que prestaron al asunto el mismo Sr. Rada y D. Segundo Carrera, Jefe de Negociado en el Ministerio, dio por resultado mi nombramiento a 17 de marzo último para efectuar el viaje» CFABA, Documento “Comisiones” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. 84 Instancia fechada el 5 de junio de 1883, en el AGA, 31/6535. 85 Carta fechada el 28 de febrero de 1889. MAN, 1987/114 (II). Subcarpeta formada por las cubiertas de “Salomón, rey de Israel”. 86 AGA, 31/6535, instancia fechada el 25 de febrero de 1898 con sello del día siguiente. Se especifica que Mélida era el jefe de la sección de Protohistoria y Edad Antigua. 87 El Conde de Xiquena era don José María Álvarez de Toledo y Acuña (París, 6 de agosto de 1838 - Madrid 31 de agosto de 1898). Fue I Duque de Bivona, Grande de España (1865), Conde de Xiquena, XIV Duque de Bivona en Sicilia, Ministro de Fomento, Embajador y Ministro Plenipotenciario en Estambul y Bruselas, Gobernador Civil de Madrid, Diputado a Cortes por Logroño, 1864-1868 y 1876-79, Senador del Reino por Canarias, 187981, Vicepresidente del Congreso de Diputados, Diputado a Cortes por Toledo, Maestrante de Sevilla, Gran Cruz de Carlos III, de Isabel la Católica, de San Gregorio Magno, de San Jenaro y de la Orden Constantiniana, del Águila Roja de Prusia, de Leopoldo de Bélgica, de Cristo de Portugal, Gran Oficial de la Legión de Honor, Gentilhombre de Cámara de S.M. (CeballosEscalera, com. pers. 8.1.2004). L

(Mélida 1899u: 3). Se le encarga llevar «la representación del Museo y con especial encargo de estudiar y proponer la adquisición de reproducciones y cambios de éstas entre los Museo de Grecia y Turquía y los nuestros» (1899u: 3). Además, Mélida representa a España en el cincuentenario de la fundación de la Escuela Francesa de Atenas (Ruiz Cabriada 1958: 610). En este viaje Mélida coincidiría con «mi buen amigo D. Antonio Vives» (Mélida 1899u: 4)88. Vives y Mélida compartían el ser ambos protegidos de Rada. Vives había escrito, como Mélida, uno de los catálogos del MAN –el de Vives sobre Monedas de las dinastías arábigo-españolas (Vives y Escudero 1893)– en los años en los que Rada era director (18911900) lo que había causado, al parecer, un cierto desasosiego entre los conservadores de la sección tercera (Numismática y Dactilografía) por no ser él por entonces plantilla del Museo (Marcos Pous 1993b: 67)89. Al poco de publicarse el catálogo de Vives, Mélida había sacado conjuntamente con él una notita en el BRAH (Mélida y Vives Escudero 1894). Desde 1893 también les había unido su relación con la Sociedad Española de Excursiones –Vives como secretario fundador en 1890 (Rueda Muñoz de San Pedro 1997: 290) y Mélida como un frecuente articulista desde sus primeros años (véase abajo). La amistad con Antonio Vives Escudero le abriría un mundo de contactos que presumiblemente le habrían de ser muy útiles. Vives era «uña y carne de Osma» (Gómez-Moreno 1995: 203), refiriéndose a Guillermo de Osma y Scull, a su vez el yerno del Conde Valencia de don Juan, Juan Crooke y Navarrot. Ya en 1894 Mélida había escrito sobre la Real Armería de Madrid cuyo director era el conde (Mélida 1894c; 1894d). Poco después del viaje, Mélida sacaría una nueva nota ahora sobre el Catálogo histórico-descriptivo de la Real Armería de Madrid que Vives había realizado con Osma (Mélida 1898e)90. Mélida además publicaría sobre la colección de Vives en el órgano oficial del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, la RABM, en estos primeros años de su relación amistosa (Mélida 1899f y 1900e)91. El significado que pudo 88

Como amigo también describen a Vives tanto Gómez-Moreno (Gómez-Moreno 1995: pássim) como Bosch Gimpera (Bosch Gimpera 1965: 166). 89 Pese a que Vives se había formado en numismática con el eminente arabista Francisco Codera (García-Bellido 1993b: 15). 90 Aunque ni Antonio Vives Escudero ni Juan Crooke y Navarrot fueron académicos de la RABASF, sí que lo fue Guillermo de Osma, siendo éste elegido el 2 de abril de 1906 y tomando posesión de su plaza el 23 de mayo de 1909 (Irene Pintado, com. pers. 12.12.2003). 91 Vives y Mélida llegarían a tener más cosas en común, como se irá resaltando a lo largo de este trabajo. Ambos fueron académicos de la RAH (Vives fue elegido en 1899 e ingresó en 1901 (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 674)), profesores de la Escuela Superior del Ateneo de Madrid, conservadores en el MAN (Vives desde 1904) y a los dos les harían catedráticos por la vía excepcional al desdoblar la cátedra de Juan Catalina García tras su fallecimiento. También coincidieron en ser miembros de la Hispanic Society (Mélida desde 1910), ambos asistían –por lo menos en la época en que Osma fue director entre 1905 y 1922– LI

tener el giro que supone en Mélida su colaboración en revistas científicas como el BSEE y la RABM en detrimento de aquéllas de carácter cultural como La Ilustración Española y Americana o La España Moderna se discutirá más adelante. Volviendo ahora al viaje realizado por Grecia y Turquía, Mélida visita Delos, Delfos, Olimpia y Atenas y acude a varios museos, además del de Marsella y Gerona, el Imperial Otomano en Estambul, Museo Nacional de Atenas, Museo de la Acrópolis de Atenas, y los museos en Olimpia y Delfos (Mélida 1899u: 15-50). Se familiariza con la institucionalización de la arqueología imperialista de los grandes poderes europeos de la época. Mélida mismo confiesa solicitar permiso para el viaje dado el aliciente que supone tal puesto que es «una ocasión verdaderamente única de conocer los famosos descubrimientos efectuados en Grecia y Asia Menor durante los últimos treinta años por arqueólogos alemanes, franceses y griegos» (1899u: 2). De lo fallido del intento internacionalizador del Instituto de Correspondencia Arqueológica creado en Roma en 1829 (Marchand 1996: 54-56) no sólo sería muestra que los principales beneficiados de aquella institución fueran los germano-parlantes, sino también la apertura de la Escuela Francesa en Atenas, ya un centro cultural explícitamente abocado a los intereses de un sólo país. El director de la Escuela en aquellos momentos, Théophile Homolle92, explica a Mélida que: La Escuela Francesa de Atenas debe su fundación «a dos revoluciones, una política y otra literaria: la revolución griega y la revolución romántica». Con efecto: al calor de la fiebre romántica ofreciose como un ideal provocar la resurrección de las obras del arte antiguo, y a este ideal respondió el pensamiento del arquitecto Legrand de que a imitación de lo que ya se había hecho en Roma se fundase en Atenas una «Academia» o «Escuela» de artistas anticuarios. Por una parte, las miras políticas de Francia que en prestar su ayuda a la Grecia recién libertada del poder turco, veía un medio de oponerse a las miras interesadas de Rusia y de Inglaterra, provocaron en París, en 1841, una inteligencia sobre la conveniencia de dicha institución93.

a las tertulias del Instituto de Valencia de Don Juan (Gómez-Moreno 1995: 284). Vives y Mélida colaboraron en las mismas revistas –BRAH, RABM y BSEE, Revista Crítica, Cultura Española…–. Por último, mientras que es conocido que Vives se hallaba inmerso en la venta de antigüedades al extranjero, Mélida sería, por lo menos en los años treinta, el presidente de la Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar, de Madrid. 92 Mélida habla de Théophile Homolle en esta publicación y también en un artículo de 1922 (Mélida 1922d: 147). Théophile Homolle (1848-1925) fue director de la Escuela francesa de Atenas entre 1890 y 1903 y posteriormente entre 1912 y 1913 (Gran-Aymerich 1998: 237n). 93 Mélida 1899u: 51. LII

El decreto que daría lugar a la fundación de la Escuela se había firmado el 11 de septiembre de 1846 (1899u: 52). Mélida relata la historia y el funcionamiento de la misma, comentando sobre los pensionados, quizá con cierta pesadumbre al comparar con su situación: Cumplido el tiempo de la pensión, el agraciado vuelve a Francia como un héroe de la ciencia (…); vuelve formado como sabio, con una erudición sólida que ha adquirido directamente y por medio de su trabajo personal. En premio de esto obtiene entonces una cátedra en alguna de las Facultades de letras, Liceos o Escuelas de Francia, y al frente de sus obras sucesivas estampa con orgullo el honroso título de «antiguo miembro de la Escuela francesa de Atenas», que a él le recuerda siempre los mejores días de su juventud y de sus nobles ambiciones académicas, y para su país es una garantía de sólida suficiencia94.

En la memoria95 (1899u) o en sus otros escritos sobre el viaje, ahora ya no en revistas de divulgación sino en los órganos oficiales –RABM (1898i)– y semi-oficiales –BSEE (1898j)– de la historiografía, Mélida describe las instituciones que ha conocido y resalta el trabajo de campo o las prospecciones –los viajes de exploración– realizados por los miembros que en ellas trabajan, y destaca como positivo los esfuerzos divulgativos de los paseos arqueológicos organizados (Almela Boix 1991: 133). Es precisamente en el cincuentenario de la apertura de este último instituto en el que Mélida representa a España y durante el cual se crea una Sección Extranjera para pensionados de «las naciones amigas» (Mélida 1899u: 36). Como explicaría Mélida mucho después, en 1922, en realidad sólo dos décadas más tarde el gobierno francés había posibilitado la estancia de pensionados (1922d). La nueva invitación a España para que enviara a científicos españoles parece que en todo caso no tuvo contestación probablemente por las circunstancias políticas –la dictadura de Primo de Rivera. Como así lo refleja el cuadro de la sección extranjera de la escuela en los más de 150 años de su existencia (Étienne (ed.) 1996: apéndice IV)96 la representación y gestiones posteriores de Mélida no tuvieron éxito puesto que ningún arqueólogo español siguió sus pasos. En todo caso, como resultado de su comisión, Mélida encargaría vaciados de varias esculturas: siete del museo de Constantinopla, 28 del Museo Nacional de Atenas, cuatro del Museo de la Acrópolis, dos de Olimpia y siete de Delfos.

94

Mélida 1899u: 35-6. No he podido comprobar, por no tener a mano ambos documentos al mismo tiempo, si la memoria manuscrita (escrita por una mano que no es la de Mélida, pues no es su grafía) guardada en el AGA, 31/6535 es la misma que la publicada. 96 Dato confirmado por la actual directora de L’École Française d’Athènes, Dominique Mulliez (com. pers. 23.9.2003). 95

LIII

El corporativismo La Sociedad Española de Excursiones (SEE) (1893- )

Entre 1893 y 1930 Mélida participaría con más de una veintena de colaboraciones en el BSEE. La idea de organizar ésta había partido de un grupo de amigos entre los que destacaba Jerónimo López de Ayala, conde de Cedillo, profesor auxiliar de la ESD y bibliotecario real y desde 1901 académico de la Historia (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 361-2). Entre los miembros fundadores habría, además, que destacar a Juan de Dios de la Rada y Delgado y Juan Catalina García López, también académicos desde 1875 y 1894 respectivamente, y por tanto todos ellos representantes de la historiografía oficial (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 152, 178). La sociedad se había originado como reacción a las exposiciones con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América de 1892, en las que opinaban que mucho del patrimonio histórico-artístico español se había quedado sin exponer (Rueda 1997: 287). No fue la primera sociedad de este tipo, pues ya existían varias en Barcelona (Cortadella i Morral 1997), una de ellas la Asociación de Excursiones Catalana –Asociació d’Excursions Catalana– sobre la que Mélida mismo había publicado (Mélida 1883e), además de haber otra en Sevilla (Rueda 1997: 287n). La base social de la madrileña, sin embargo, parece que difirió mucho de al menos la catalana: mientras que ésta la componían casi en un cincuenta por ciento comerciantes y artesanos (Cortadella i Morral 1997: 276), en la Sociedad Española de Excursiones abundaba la aristocracia (Rueda 1997: 289).

El primer reglamento de SEE data de febrero de 1893 (Rueda 1997: 287). El fin de la nueva sociedad sería el estudio de España desde todos sus aspectos científicos, históricos, artísticos y literarios, siendo éstos limitados en 1908 al arte, la arqueología y la historia97 (Rueda 1997: 288). Mélida no formaría parte de la primera comisión ejecutiva de la Sección de Ciencias Históricas al fundarse la sociedad, en la que sí que estaban como vicepresidente Juan de Dios de la Rada Delgado y como vocales Juan Catalina García, el Marqués de Cerralbo y Antonio Vives (1997: 290n). Sólo en 1923 Mélida entraría a formar parte de la Comisión Ejecutiva de la Sociedad (1997: 289).

97 Como nota añadiré que en 1910 un tal Cálamo Currente aludía al escaso entusiasmo en Extremadura para la formación de una Sociedad Extremeña de Excusiones que «a semejanza de sus congéneres la Española, la Castellana y Catalana, promovier[a] el amor a las glorias nacionales; estudiándolas y dándolas a conocer, para que fueran más amadas y apreciadas» (Currente 1910: 528)

LIV

José Ramón Mélida escribiría una primera nota en el boletín en 1893 y enviaría artículos intermitentemente hasta 193098. Sus trabajos tratarían temas arqueológicos –mosaicos (Mélida 1893j), bronces egipcios (1898b), tesoro de la Aliseda (1921o), diversos objetos considerados como griegos o romanos encontrados en la Península–, monumentos –como la Ermita de San Baudelio en Casillas de Berlanga (1907i), la Iglesia de San Juan de Rabanera en Soria (1910l) o el puente de Alcántara (1924f)–, excursiones –a la Real Armería (1894b), al Palacio de Villahermosa (1921q), a Mérida y Cáceres (1922a), o su viaje por Grecia y Turquía (1898j)–, o haría comentarios sobre arte moderno y contemporáneo escribiendo sobre figuras como el Greco (1915c), Morales y Goya (1909h) u opinando sobre las exposiciones de Bellas Artes (1895a); lo que también haría en la revista Faro (1908d; 1908p; 1908q). Todos estos temas serán centro de atención en distintos puntos de este trabajo. La Revista y la Junta Facultativa de Archivos, Biblio-tecas y Museos

En 1898 Mélida sería uno de los principales impulsores de la reaparición de la RABM (Álvarez-Ossorio 1934: 6). Esta publicación, que había salido por primera vez a la calle en 1871, había servido como principal medio de difusión de las enseñanzas de la ESD y del quehacer fundamentalmente historiográfico de sus ex-alumnos miembros del Cuerpo Facultativo. En ella se vislumbra la introducción del positivismo en España – punto del que se hablará más tarde en el apartado IV de este trabajo– y el nacimiento de la profesionalización de erudición histórica. Las dificultades económicas junto a la competencia por parte del BRAH desde 1877, llevarían a una primera interrupción entre 1878 y 1882, tras la que saldrían doce números más a partir de 1883 (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 183-5). Mélida participaría en este ínterin con un articulito sobre “Las antigüedades en la exposición de minería” (1883h). Una nueva paralización de la publicación de la RABM en agosto de 1896 pudo ser debida a la rivalidad presentada por Historia y Arte aparecida en 1885 (Peiró Martín 1995: 184-5) y en la que Mélida había colaborado con unos pocos artículos en los años 1895 y 1896 (1895h; 1896h; 1896i), además de luego volver a publicar varios en 1901 (1901a; 1901b; 1901c; 1901d; 1901g). El corporativismo de los funcionarios del CFABA impulsaría la inauguración de la tercera época de la RABM dentro de un ambiente de renovación. En este tercer período la

98 Los artículos de Mélida para el BSEE son los que se encuentran en el listado como 1893j; 1894b; 1895a; 1897g; 1898b; 1898j; 1900c; 1909h; 1910l; 1915c; 1917j; 1919c; 1921o; 1921q; 1922a; 1924f; 1930h y Mélida y Álvarez 1907.

LV

labor del historiador y del archivero o arqueólogo se verían como complementarias (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 185)99. En 1898 Mélida sería nombrado el redactor jefe de la RABM, siendo presidente Toribio del Campillo y director gerente Vicent Vignau, ambos profesores de la Escuela Superior de Diplomática. Los vocales serían Rodrigo Amador de los Ríos, Antonio Paz y Meliá, Ricardo de Hinojosa, Pedro Roca y Francisco Navarro y Ledesma, con Manuel Magallón como contador y Narciso Sentenach como secretario (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 187n)100. Salvo los dos primeros, los demás formaban parte de una joven generación de archiveros aglutinados en torno a Marcelino Menéndez Pelayo (quien sería «director efectivo» de la Revista a partir de 1898, cargo que se haría oficial en 1900 tras el fallecimiento de Campillo). Como declaraban en la introducción del primer número de la revista con el título de “Nuevos propósitos”, éstos se sentían impelidos «a conocer con profundidad y a mostrar con exactitud los progresos de toda índole que vayan realizándose, tanto en España como en el extranjero en las muy diversas disciplinas que su cometido abraza» (Peiró y Pasamar 1996: 117). Vale la pena en este punto detenerse para centrar la atención en la relación entre Mélida y Menéndez Pelayo (1856-1912), este último el principal exponente de la reacción católica y conservadora en los estudios históricos del cambio de siglo. Ambos maestros habían nacido el mismo año y coincidieron en la Escuela Superior de Diplomática101, pero a Marcelino le sonrió la suerte primero. Alcanzó el grado de catedrático de Historia Crítica de la Literatura Española en la Universidad Central en 1878 (vacante por fallecimiento de José Amador de los Ríos), a la temprana edad de 22 años. Llegaría a ser jefe del CFABA desde 1898 y director de la Biblioteca Nacional de 1898 a 1912. Era, nos cuenta Elena Gómez-Moreno, «un bohemio desordenado, solterón y bebedor», pero también «notable por sus múltiples saberes… de prodigiosa memoria y extraordinaria facilidad de palabra y de pluma» (Gómez-Moreno 1995: 88). Académico desde 1883, 99

Adelantándonos en el tiempo, la revista entraría en crisis en los años veinte, cuando la JAE impulsara una serie de revistas especializadas, entre las que se encontraba desde 1925 Archivo Español de Arte y Arqueología (en la que, como ya se explicará, Mélida no publicaría ningún trabajo). La competencia provocaría el final de la tercera época y la sustitución de la revista por el Anuario de Archivos, Bibliotecas y Museos del que sólo se publicaría un número de tres volúmenes todos ellos dedicados a homenajear la figura de Mélida (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 175-193). 100 Sin embargo la fecha que aparece en un documento guardado en MAN, 1987/114 (I); Subcarpeta “Nombramientos de D J. Ramón Mélida”, es la de 3 de abril de 1916. Quizá haya algún matiz que se me escape entre 1898 y 1916. 101 A Marcelino Menéndez y Pelayo le dedica su trabajo de 1906 sobre las esculturas del Cerro de los Santos (Mélida 1906d). LVI

organizaba una tertulia dominical en la RAH (Bosch Gimpera 1980: 48) a la que es muy posible que asistiera Mélida (aunque lo que sí que sabemos con certeza es que se le menciona en relación a otra presumiblemente de diferente signo político, la tertulia organizada por Juan Facundo Riaño (1829-1901) que componían además José Fernández Jiménez, Francisco Giner, Ricardo Velázquez Bosco y Manuel Bartolomé Cossío, pero en la que a Mélida se le califica como de «menos ligado» al grupo que los demás (Gómez-Moreno 1995: 92-3). Como ya se ha señalado al discutir el papel del primero como bibliotecario de la Casa de Villahermosa, también allí se le debió adelantar don Marcelino. Tanto Menéndez Pelayo como Mélida colaboraban en revistas como La España Moderna o la Revista de España, que se contaban entre las más importantes publicaciones científicas y de alta cultura de la época (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 404), además de en el BRAH. Ambos igualmente impartían conferencias en el Ateneo de Madrid y coincidirían en la Sociedad Española de amigos del Arte. Desde su posición de jefe del CFABA desde 1898 es muy probable que tuviera cierta mano en la decisión de nombrar a Mélida como director del Museo de Reproducciones Artísticas en 1901, lo que, en todo caso sólo llegaría a ser posible por la pertenencia de Mélida a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El fallecimiento de Antonio García Alix y dos jubilaciones llevaron a una reforma de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos. Siendo el Presidente Amador de los Ríos, los vocales Cañabate, Herrero, Hinojosa, [Fernández] Victorio, Castillo y Cuesta y el secretario Menéndez Pidal, se propuso en diciembre de 1911 para cubrir la primera de las vacantes a José Ramón Mélida y las otras a Juan Menéndez Pidal y Juan Navarro Reverter102, haciéndose el nombramiento el 11 de enero de 1912103.

102

AGA, 31/6535, propuesta fechada el 28 de diciembre de 1911, y otro documento con nombramiento o borrador del mismo fechado el 11 de enero de 1912. 103 AGA, 31/6535, minuta sobre este particular del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. LVII

IV EL CONTEXTO INSTITUCIONAL (II) EN LA CÚSPIDE DEL PODER

Las reales academias La entrada de don José Ramón a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1899 representaría su final aceptación en el más selecto grupo de la élite intelectual del momento, y por lo tanto inauguraría una etapa en la que la red de amistades y clientelas allí formadas lograría que en él recayeran cargos y honores. Es así como en 1901 pasa a ser el director del Museo de Reproducciones Artísticas, y luego miembro de la comisión de excavaciones de Numancia, de la Real Academia de la Historia, etc. Mélida, al parecer, fue igualmente nombrado académico de la Real Academia de San Carlos de Valencia104 y en 1924 correspondiente en Madrid de la de Buenas Letras de Barcelona105. Será a partir, por tanto, de finales de siglo XIX, cuando veamos citado a Mélida entre los que, arqueólogos de fuera de la capital, llaman amigos y van a visitar cuando pasan por Madrid, caso de Jorge Bonsor (véase por ejemplo Maier 1999: 196) y Maciñeira.

104

No recibí contestación a mis misivas a la Real Academia de San Carlos de Valencia para comprobar este particular y averiguar las fechas de tal supuesto nombramiento. 105 MAN, 1987/114 (II), en una de las subcarpetas blancas de tamaño A5 sin título. Sin embargo, a petición mía Jordi Cortadella preguntó en la Academia de Buenas Letras de Barcelona sobre el estatus que en ella tuvo Mélida, recibiendo como contestación de que no tenían constancia de que éste hubiera sido miembro correspondiente (ni por supuesto numerario) (Cortadella, com. pers. 26.5.2003). La Real Academia de Buenas Letras de Barcelona estaba formada en gran número por miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios/Arqueólogos, como lo demuestra la pertenencia a ella de los Bofarull, Mariano Aguiló o Antonio Elías de Molins (Peiró Martín 1995: 87). LIX

La RABASF y los Catálogos Monumentales

La Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, como rezaba su primer nombre, fue fundada por Fernando VI en 1752. En 1860 se reformaban los estatutos para asimilarla a las otras cuatro academias –la Española, la de la Historia, la de Ciencias Morales y Políticas y la de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales (Peiró Martín 1995: 47). Quedó entonces encargada de La conservación de los monumentos artísticos del reino y la inspección superior del Museo nacional de Pintura y Escultura, así como la de los que debe haber en las provincias, para lo cual estarán bajo su dependencia las Comisiones provinciales de Monumentos, suprimiéndose la central106.

En el último cuarto del siglo XIX se componía, como era el caso en todas las demás, de hombres de la Restauración siendo su presidente miembro del Senado, como así lo dictaba la constitución de junio de 1876 (Peiró Martín 1995: 34n, 35). El 25 de marzo de 1899 José Ramón Mélida sería nombrado académico de la RABASF con un discurso sobre la “Génesis del arte de la pintura” al que contestaría su protector y a su vez académico desde 1882, Juan de Dios de la Rada y Delgado (Mélida 1899h)107. Su relación con esta corporación, sin embargo, había empezado en 1888, año en el que se le había nombrado correspondiente108. En 1899 ocuparía la medalla número 15 sucediendo a Pedro de Madrazo, sobre quien ya había escrito anteriormente (1886a; 1886b; 1898d). Quizá fuera casualidad que la entrada de su hermano Arturo en la academia se produjera en el mismo año de 1899, aunque meses después (8 de octubre), pero con esto no quiero dar a entender que José Ramón no fuera merecedor de su sillón: de su relación con el mundo del arte son prueba, entre otros, los artículos titulados “Correo del arte” publicados en El Imparcial en 1886 (1886a; 1886b; 1886c; 1886d; 1886e). Como académico a Mélida se le abrirán las puertas del Museo de Reproducciones Artísticas, del que se hablará más adelante, y de los catálogos monumentales. Su conexión con la academia también le llevaría a ser uno de los 106

Art. 161 de la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, en Peiró 1995: 47. Posteriormente Mélida se encargaría de los discursos de contestación a otros académicos –Jacinto Octavio Picón (Mélida 1902c), Miguel Blay (Mélida 1910f), Cecilio Plá (Mélida 1924e) y Narciso Sentenach y Cabañas (Mélida 1907a). Sólo podemos suponer una afinidad mayor con este último, pues los dos coincidieron en el Museo Arqueológico Nacional en los últimos años de siglo, Sentenach sería el secretario de la RABM desde 1897 y Sentenach sería quien sustituiría en 1917 a Mélida como director del Museo de Reproducciones Artísticas, cargo que ostentó hasta 1923 (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 585). 108 AGA, 31/6535, en un documento incluido en una instancia con sello de 21.5.1888. 107

LX

socios fundadores de la Sociedad Española de Amigos del Arte creada en 1911 (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 148). En 1906 se encargaría a Mélida la redacción de los Catálogos Monumentales de Cáceres y Badajoz (Álvarez Sáenz de Buruaga 1945: 194). La idea de realizar un Catálogo Monumental había surgido unos años atrás, hacia el cambio de siglo, siendo iniciativa del director de la RABASF, Juan Facundo Riaño, apoyado por el presidente de la Comisión Mixta entre ésta y la RAH, Eduardo Saavedra (Gómez-Moreno 1991: 8-9). Según ordenaba el R.D. de 1 de junio de 1900 cada catálogo debía tratar de una provincia y en su realización sólo se tardaría ocho meses. La orden salió en un primer momento, por equivocación, apuntando a la de San Fernando como la encargada de llevar a cabo el Catálogo Monumental. Pese a los esfuerzos de ésta –sobre todo de Rodrigo Amador de los Ríos y de de la Rada (GómezMoreno 1995: 114)– los catálogos no fueron finalmente a aquélla con exclusividad, sino que se rectificó y se incluyó la de la Historia como institución coresponsable del proyecto, coordinados sus esfuerzos a través de una Comisión Mixta. El primer catálogo en elaborarse sería el de Ávila (quizá valga la pena recordar, aunque la conexión puede que sea inexistente, que sobre esta provincia Mélida había escrito varios artículos (1896c; 1896k; 1897a; 1899a) y pronunciado una conferencia en el Ateneo en 1899. Habría que preguntarse si Mélida sabía que Ávila iba a ser la primera provincia en hacerse y si había estado preparando el camino para que se le seleccionara a él para la elaboración de su catálogo). Para su realización se eligió al joven Manuel Gómez-Moreno y Martínez, dándole un plazo de ocho meses. Éste, al parecer, en un principio iba a hacer todo, pero el plan inicial se frustró al fallecer su protector y jefe de la Comisión Mixta, Riaño, en febrero del 1901, y al sustituirle en este cargo de la Rada (Gómez-Moreno 1995: 135, 147). Gómez-Moreno redactaría finalmente, además del de Ávila, los de Salamanca, Zamora y León (1995: 147). Una vez acabado el primero, en parte por las prisas del ministro que quería que se completase la obra en diez años (1995: 153), se rechazó la opción de tener un único ejecutor. El R.D. del 14 de febrero de 1902 dividiría el territorio en tres secciones: Castilla y León; Andalucía y Extremadura; y Aragón, Cataluña y Navarra y por él se decidió la consignación de los catálogos a otros personajes (Ordieres Díez 1995: 60-1). Esto, sin embargo, llevaría finalmente al fracaso del proyecto debido a que por influencias se comenzaron a encargar «catálogos a personas de mediana preparación, y en ocasiones de ninguna» (Gaya Nuño en Pérez Sánchez 1995: 371). Este sería el caso del primero publicado, el de Álava, calificado por el alumno de Gómez-Moreno, Juan de la Mata Carriazo, como «desgraciado (…) libro (…) falto de método y valor científicos» (Carriazo LXI

1925: 336) y en nuestros días por Alfonso Pérez Sánchez como «obra absolutamente vergonzosa del periodista Cristóbal de Castro» (Pérez Sánchez 1995: 371). En 1919 Torres Balbás, también del grupo de Gómez-Moreno, denunciaba igualmente la situación: Concedidos hoy los de las 49 provincias españolas y entregados casi todos, al lado de unos cuantos hechos por personas competentes, la mayoría son obras de periodistas y amigos de políticos desconocedores en absoluto de nuestro arte antiguo, a los que se les concedió el favor oficial con la complicidad de una comisión que piadosamente deseamos creer incompetente. Unas 500.000 pesetas ha costado a la Nación semejante obra109.

En 1902 la amistad entre el ministro de Instrucción Pública, el conde de Romanones, del que dependía el catálogo, y Juan Catalina García López, hace que a éste se le encomiende la elaboración del de Guadalajara (GómezMoreno 1995: 147, 163), que nunca se llegará a publicar, como sucede con el de Granada, que se empeña en hacer Melchor Almagro Díaz. En 1903 se propone al conde de Cedillo el de Toledo, catálogo que sólo vería la luz en 1959 (Pérez Sánchez 1995: 371). No todo saldría mal: además del mérito de los de Gómez-Moreno, José Ramón Mélida redactaría los muy valiosos de Cáceres y Badajoz y Enrique Romero de Torres el de Cádiz. Bien es cierto que salvo el citado de Álava, ninguno se había publicado en 1923, y los primeros dignos de su nombre en ver la luz lo harían gracias a la intervención del académico de la RABASF vinculado con el CEH y gran amigo de GómezMoreno, Elías Tormo (1869-1957). Serían los de Mélida los primeros en salir, en 1924 el de Cáceres (3 vols.) y en 1925-26 el de Badajoz (3 vols.) a la vez que el de León (1925-26) de Gómez-Moreno. Vendrían seguidos por los volúmenes de Zamora (1927, de Gómez-Moreno) y Cádiz (1934, de Romero de Torres). Mélida realizaría el catálogo de Badajoz entre 1907 y 1910 (Tortosa y Mora 1996: n93)110 y el de Cáceres entre 1914 y 1916 (Carriazo 1925: 336). Sus colaboraciones para el BRABASF y para la Revista de Extremadura111 en parte reflejan sus andanzas. Del volumen sobre Cáceres comentaba Juan de la Mata Carriazo:

109

Torres Balbás 1919: 32. Existe notificación de Mélida al Ministerio de Instrucción Pública fechada el 1 de mayo de 1908 en la que expone que ha vuelto de Badajoz donde se hallaba realizando estudios sobre el terreno para la redacción del Catálogo y que se vuelve a hacer cargo de la dirección del Museo de Reproducciones Artísticas (AGA, 31/6535). Otros documentos indican que en 1909 estuvo fuera por este motivo en octubre volviendo el 15 de noviembre. 111 Mélida publicó en la Revista de Extremadura varios artículos entre 1908 y 1910 (1908j; 1908m; 1909d; 1910h; 1910k) –(1908m) es copia de (1907h). 110

LXII

(...) el catálogo monumental de Cáceres formado por el señor Mélida es una obra nueva y de primera mano, hecha con todos los requisitos del método. El estudio de los monumentos se distribuye en los dos tomos de texto según clasificación histórico cronológica que comprende cinco grandes secciones, a saber: tiempos ante-romanos y épocas romana, visigoda, árabe y cristiana (de la reconquista y moderna). Dentro de cada sección, los monumentos aparecen descritos por orden alfabético de lugares112.

El reseñador, que era alumno de Gómez-Moreno lo que, como se verá más tarde, puede ser significativo, se lamentaba sin embargo de que las reproducciones no siempre estuvieran a la altura del texto y de las circunstancias y de que no hubiera un mapa (Carriazo 1925: 338). Mayores críticas recibirían los catálogos más tarde y en 1945 se comentaba que, pese a ser lo más útil de todo lo que escribiera Mélida, ambas obras estaban «si se quiere, muy llenas de errores y de lagunas, pero que en una perspectiva nacional de la arqueología resultan imprescindibles para el investigador» (Álvarez Sáenz de Buruaga 1945: 201) (véanse también críticas en Rodríguez-Moñino 1940). En todo caso la cuestión de los catálogos se venía revisando precisamente en los años en los que comenzaron por fin a publicarse. Quizá tenga que ver en todo ello la labor de Mélida en relación a la declaración de Monumentos Nacionales y Monumentos arquitectónico-artísticos que se describe en el apartado correspondiente. En 1923 Mélida había confeccionado un listado con los monumentos nuevos y con propuestas de muchos otros cuyos datos serían recopilados en fichas113, y cuyo resultado publicaría en 1926 (Mélida 1926f). Su labor vendría acompañada por el Decreto Ley de 1926 sobre la «defensa de la riqueza monumental y artística de España» del que se hablará más adelante, que iniciaría una revisión de los catálogos monumentales y provocaría, precisamente en los años en los que habían por fin comenzado a publicarse, la decisión de que varios de ellos se volvieran a realizar (los primeramente encargados al conde de Cedillo (Segovia), Adolfo Fernández Casanova (Sevilla), Narciso Sentenach (Burgos), Juan Cabré (Soria) y Juan Catalina López (Guadalajara)) (Ordieres Díez 1995: 62)114.

112

Carriazo 1925: 337. Estas se encuentran el la RABASF con la signatura 79-6 (Ordieres Díez 1995: 62n). 114 Por el decreto de 15.5.1930 se recomienda que la organización de los Catálogos Monumentales pase a la Universidad y la comisión que lo redacta considera impublicables varios de los realizados hasta entonces (Tortosa y Mora 1996: 208, 213). Por decretos de marzo de 1940 y 19 de abril de 1941 pasa a encargarse de ellos el Instituto de Arte y Arqueología Diego Velázquez (Mora 2002: 13). Pero de la publicación de los que van saliendo (Huesca 1942, Toledo 1959, Vitoria 1967, Ciudad Real 1972, etc.) se encargan otras instituciones. En cuanto a los otros volúmenes producidos por Gómez-Moreno tardarían más, viendo la luz los de Salamanca (2 vols.) y el de Ávila en 1967 y 1983 respectivamente. 113

LXIII

Finalizaré este apartado sobre Mélida como académico numerario de la RABASF apuntando que don José Ramón fue elegido tesorero de la entidad el 29 de diciembre de 1919. Como me explicaba Irene Pintado, directora de la biblioteca de la Academia, «este cargo es contemplado por primera vez en los Estatutos de 1846 como uno de los oficios de la Academia. Años después, en los estatutos de 1864 pasaría a ser cargo. El nombramiento se haría entre uno de los académicos de número por un año, reelegible» (Pintado, com. pers. 12.12.2003). Mélida recibiría la medalla al mérito académico el 31 de marzo de 1933, poco antes de fallecer el 30 de diciembre del mismo año, aunque en las sesiones ordinarias de anteriores y posteriores a esa fecha, 31 de marzo de 1933, no se hace referencia a los motivos por los que se le concedió dicha condecoración (Pintado, com. pers. 12.12.2003). La Real Academia de la Historia

El 8 de diciembre de 1906 Mélida pasaría a ser académico de la RAH (Ruiz Cabriada 1958: 610)115 sustituyendo la vacante producida por fallecimiento de José Mª Asensio y Toledo116, ello a pesar de que el 13 de enero de 1905 había escrito a su amigo Gabriel Llabrés que en ésta no entraría él «porque tengo a los santones de espaldas y no pienso dar el menor paso para que me miren» (Peiró 1995: 194). Parece probable la coin-cidencia en la Comisión de Excavaciones de Numancia de Mélida, como representante de la RABASF, y de Eduardo Saavedra y Juan Catalina García López, de la de la Historia, tuviera algo que ver con la entrada de Mélida en esta última. De hecho en una de sus publicaciones sobre Numancia encontramos una referencia aparentemente positiva sobre Catalina, hasta entonces –como ya se ha explicado– su mayor contrincante117. Tras su elección se justificaba Mélida el 24 de febrero de 1906 ante su amigo Llabrés afirmando que «por perdido daba yo el pleito de la Academia, de la cual no quería acordarme, cuando el rumbo de las cosas me llevaron por ese lado y los que antes me combatían todos me votaron» (Peiró 1995: 194).

115

El expediente de Mélida en la RAH, especialmente su curriculum vitae de 1912, es un legajo sorprendentemente bastante pequeño. No parece estar especialmente bien ordenado y parecen estar ausentes documentos mencionados por el Marqués de Siete Iglesias (1979), como el número 13 sobre la propuesta de la Academia para que se envíe representante a la «Escuela de Arqueología». Gloria Mora (com. pers. 7.10.2003) parece opinar que se debe referir a la Escuela Francesa de Atenas, siendo la fecha no 1909 sino 1898. 116 AGA, 31/6535, notificación de la RAH al Ministerio de Instrucción Pública con fecha de 19 de febrero de 1906 y sello del día 23. 117 Esta mención puede parecer neutral, pero dado el contexto podemos suponer que es aduladora: «Sólo resta mencionar unos recintos de piedras grandes, semejantes a los monumentos megalíticos denominados cromlechs, que fueron objeto de atención especial por parte de D. Juan Catalina García» (Mélida 1906h: 14). LXIV

Cuenta el Marqués de Siete Iglesias, Antonio Vargas Zúñiga y Montero de Espinosa, que para ocupar la medalla 24, vacante por fallecimiento de José María Asensio, a Mélida le propusieron los numerarios padre Fidel Fita, Antonio Sánchez Moguel, Antonio Rodríguez Villa y Francisco Fernández de Bethencourt el día 26 de enero de 1906, siendo elegido el 16 de febrero y tomando posesión el 8 de diciembre. Aunque el marqués no menciona los nombres de Catalina o Saavedra, que eran, además de académicos, de la comisión excavadora de Numancia, es posible que en el proceso éstos tuvieran que quedar en la sombra, como cuando para la elección de Gómez-Moreno en 1915 su hija comenta que el discurso de contestación lo leyó un «desconocido», Julio Puyol y Alonso, ya que «no quiso Manuel comprometer a ninguno de sus amigos de la Academia para la contestación a su discurso» (Gómez-Moreno 1995: 293). El discurso de ingreso de Mélida versó sobre Iberia Arqueológica Ante-Romana (Mélida 1906c)118, y a éste contestó Fita (Marqués de Siete Iglesias 1979: 352)119. En él los iberos todavía se describen como los iniciales habitantes de la Península Ibérica sustituidos sólo en el siglo IV a. de C. por los celtas, poblaciones a las que se suman las establecidas en las colonias costeras por fenicios y griegos. En su consideración de los iberos como los habitantes originarios, al igual que en la conexión entre éstos y los micénicos, coincide con autores como Pierre Paris y Arthur Engel (por ejemplo Paris y Engel 1906: 90). Su visión de la prehistoria de España está influida por la creencia tan extendida entonces de la proveniencia de la civilización de la zona oriental del Mediterráneo. Termina su discurso sintetizando en un tono claramente nacionalista: En resumen: al abarcar una ojeada sintética el dilatado campo de nuestra Arqueología ante-romana, se advierte que los elementos civilizadores fueron importados sucesivamente del Egipto, del Asia, del Oriente miceniano y de la Grecia helénica; que tales elementos determinaron en un período de muchos siglos una evolución que no fue uniforme ni fácil, sino que se manifestó con caracteres regionales dignos de muy detenido estudio, y que sumándose y confundiéndose, sin embargo, al cabo, esas influencias en una unidad ibérica, nos revelan cómo nuestros aborígenes pasaron de los jeroglíficos a la egipcia de Fuencaliente, la Batanera y Altamira, al alfabeto ibérico de origen al parecer oriental (...) de manera que al ser sojuzgados por los romanos, que hubieron de tolerarles sus cultos, su idioma, sus costumbres y su arte, debían todo esto a invasores y colonizadores; debíanlo también a su propio esfuerzo y a sus peculiares aptitudes para asimilarse tales elementos y transformarlos. En una palabra, a la civilización que alcanzaban podían llamarla suya, ibérica120. 118

Existe manuscrito a máquina en MAN, 1987/114 (II), suelto. Mélida a su vez contestaría el discurso de Vicente Lampérez y Romea (Mélida 1916e). 120 Mélida 1906c: 54-55. 119

LXV

En 1913, tras el fallecimiento de Juan Catalina García, Mélida pasaría a ser anticuario de la RAH (Enciclopedia 1908-: t. 34, 441), puesto en el que años después sería sustituido, por las mismas razones, por Manuel Gómez-Moreno. Su nombramiento refuerza las energías que Mélida le dedica a la Academia de la Historia en contraposición con un relativo abandono de su labor en la RABM. Este ímpetu será en los años diez mayor que el dedicado a la otra Academia, donde muchas de sus aportaciones se limitan a reseñas. La balanza, sin embargo, cambiará de signo en los años veinte, cuando el interés de Mélida se torne hacia la de Bellas Artes, quizá coincidiendo con la por entonces reciente entrada en la RAH de GómezMoreno (1917)121 y Elías Tormo (1919) (véase tabla 2). 20 15

RABM

10

BRAH

5

BRABASF

29

26

23

20

17

14

11

08

05

32 19

19

19

19

19

19

19

19

19

19

02 19

99 18

18

96

0

Tabla 2. Número de artículos publicados por Mélida en RABM, BRAH y BRABASF.

El Museo de Reproducciones Artísticas El Museo de Reproducciones Artísticas: creación y contexto

Como hemos apuntado antes, la entrada de Mélida en la RABASF supondría la aceptación entre la gran élite intelectual y esto se cristalizaría en subvenciones, ascensos y cargos. Es así como en agosto de 1901 pasaría a dirigir el Museo de Reproducciones Artísticas122, puesto para el que por ley 121

Tres eran los candidatos al sillón de la academia en 1917: Gómez-Moreno, Lampérez y Tormo. Gómez-Moreno fue el agraciado, facilitando el fallecimiento de otro de los académicos la entrada de Lampérez en la RAH. Es posible que los comentarios citados antes en este trabajo sobre no querer comprometer a nadie para la respuesta a su discurso (Gómez-Moreno 1995: 293) se deban a las tensiones que pudo ocasionar su elección. Quizá valga la pena recordar que, por una parte, el discurso de Lampérez fue contestado por Mélida y, por la otra, que Gómez-Moreno sólo lograría entrar en la RABASF en 1931 (aunque Tormo era académico desde 1912). 122 En un oficio de 4 de noviembre de 1901 de la subsecretaría negociado de ABM al Sr. Jefe del MAN (MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, año de 1901, núm. 66 (sic)), se le da permiso para continuar sus trabajos de catalogación en el Museo Arqueológico Nacional de forma gratuita. Sin embargo en el documento en el que se describe su toma de posesión como LXVI

había de elegirse un personaje vinculado a la Real Academia de San Fernando123. El Museo de Reproducciones Artísticas se había formado por R.O. de 31 de enero de 1877124, como iniciativa del entonces presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo, «para dotar a la nación del conocimiento de obras de arte importantes» (Sanz-Pastor 1990: 367). Decía la orden: En vista de los excelentes resultados que en beneficio de la cultura general producen fuera de España estas series ordenadas de modelos (reproducciones de obras antiguas) (…) se comisione al catedrático de la Escuela de Diplomática y Académico de la Historia, D. Juan Facundo Riaño, para que, visitando, de acuerdo con este Ministerio, las colecciones artísticas y arqueológicas del extranjero, proponga, facilite y gestione la adquisición de vaciados, modelos y copias que completen en lo posible las existentes en España125.

Había sido el museo idea de Juan Facundo Riaño y Montero (18291901), quien había encontrado inspiración en los museos ingleses (GómezMoreno 1995: 81), gracias a sus conexiones con el anglófilo Pascual Gayangos y con su hija, la escritora Emilia Gayangos Rebell, con la que Riaño se había casado en 1864. En Inglaterra el museo de South Kensington se había formado en gran parte a base de copias (Barringer 1997: 17; Gere y Sargenstson 2002), práctica ya conocida de antiguo en Italia (Haskell y Penny 1981) y éstas habían tenido un papel fundamental en la consolidación de un sentimiento filohelénico y en general proclásico tanto en Gran Bretaña (Connor 1989; Jenkins 1990; Marvin 1989) como en Francia (Étienne y Étienne 1992) o Alemania (Marchand 1996). En Estados Unidos se venían empleando igualmente para exhibir copias de arte del centro y sur del continente (Fane 1993). En 1867 se había firmado una convención por la que los países firmantes se comprometieron a intercambiar reproducciones de obras de arte (Cocks 1980: 11). Su importancia sería fundamental en la enseñanza del arte antiguo (Fawcett 1983), en la que, como hemos visto a director del MAN en 1915 (MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, 23) se lee que Mélida pronunció un discurso en el que «recordó que el día 16 del pasado mes de febrero se cumplieron cuarenta años de su ingreso como aspirante sin sueldo, y comienzo de sus modestos trabajos en la sección primera en la que los continuó hasta agosto de 1901 en que pasó a dirigir el Museo de Reproducciones Artísticas». 123 Por el art. 6° del Reglamento Ley del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios de 18 de noviembre de 1887. 124 Sobre la creación del museo Peiró da la fecha de 19 de noviembre de 1878 (Peiró Martín 1995: 71), pero Casto Mª del Rivero fecha la R.O. en 31 de enero de 1877 (en Mélida 1908b: LXXIII). 125 Del Rivero en Mélida 1908b: LXXIII. LXVII

través de sus conferencias y cursos y, como se discutirá más adelante, por medio de su docencia, Mélida contribuiría de forma clara durante toda su vida profesional. Riaño era un liberal seguidor de Sagasta que tuvo varios cargos políticos a lo largo de su vida y que se relacionó con el círculo de la Institución Libre de Enseñanza (Gómez-Moreno 1995: 78). Pese que su cargo de director data de 1878 (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 521), el museo abriría sus puertas al público en 6 de enero de 1881 en el Casón del Buen Retiro (donde todavía estaría situado en la época que nos concierne). A la muerte de Riaño le sustituiría por unos pocos meses126 Juan de la Rada y Delgado en 1901, quien cesaría, al igual que el anterior, por fallecimiento (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 509). Mélida dejaría el Museo Arqueológico Nacional en 1901. Sin duda la posibilidad de dirigir el Museo de Reproducciones Artísticas le tentaría para efectuar el cambio de una institución a otra. Sería interesante averiguar, sin embargo, si el hecho de que recayera la dirección del MAN en Juan Catalina García López en 1900 influyó en su decisión. Mélida entraría en el museo el 10 de agosto de 1901127 y se quedaría allí hasta el 8 marzo de 1916 (Díaz López 1934: 87). La labor de Mélida en el Museo de Reproducciones Artísticas

La labor de José Ramón Mélida y Alinari en el Museo de Reproducciones Artísticas es poco conocida, pero de lo que se sabe se puede destacar su afán en la adquisición de nuevas piezas, la elaboración de catálogos y la divulgación de lo expuesto mediante conferencias. En cuanto al aumento de colecciones, éste fue considerable. En 1916 en una nota publicada en la RABM se indica que el museo había pasado de albergar 1.348 piezas a la llegada del nuevo director al museo en 1901, a 2.385 en 1915, lo que supone casi el doble de la cifra inicial. Este crecimiento también se reflejaría en el número de fotografías, cuya cantidad iría de las 126

Tan corta fue la dirección de Rada que en la necrológica de Mélida escrita por Vicente Castañeda éste se olvida de aquél cuando dice que «siguiendo los pasos de la carrera facultativa del señor Mélida veremos que en 1901, al cesar en la dirección del Museo de Reproducciones Artísticas don Juan F. Riaño, le sustituye nuestro compañero» (Castañeda 1934: 7). Por otra parte Marcos Pous (1993: 75) parece señalar que Rada se jubila en 1900. El expediente personal de Mélida (MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, 2-57) en el que se indica que el puesto de director del Museo de Reproducciones Artísticas está vacante por defunción de D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, quien falleció el 3 de agosto de 1901, confirma el período de transición entre Riaño y Mélida. 127 Información confirmada en notificación enviada al Ministerio de Instrucción Pública guardada en el AGA, 31/6535, con dicha fecha y sello de 12 de agosto de 1901. Otro documento explica que cesó de trabajar en el MAN el 9 de agosto de 1901. LXVIII

2.711 iniciales a 3.463 (Anónimo 1916: 157). Según sabemos por sus propias publicaciones al respecto (Mélida 1903g; 1904f; 1905i; 1907m; 1908s) y por el compendio realizado para su homenaje (Díaz López 1934: 90-6) se adquirieron copias de la más diversa procedencia, destacando por su número las encuadradas en el mundo clásico –griego y romano– y medieval. También se señalan por su cantidad las obras del Egipto antiguo, más otras que provienen de lugares lejanos como el relieve búdico de Camboya. Entre lo moderno descollaban las mascarillas de Shakespeare, de Beethoven, Fortuny o Weber. De la prehistoria no se observa nada anterior a la época protohistórica, de la que proceden diversos objetos ibéricos y alguno púnico o fenicio. Por los comentarios realizados a su amigo Llabrés en 1902 sabemos que Mélida se encontró con dificultades presupuestarias: (...) y es que estatuas para llenar hornacinas de una fachada y que por tanto han de sufrir la intemperie no pueden ser de yeso; tendrán que ser de cemento portland y esto ya hará subir mucho el coste y pienso que el vaciador de la Academia, como los demás, no saben hacer eso. Como dato diré que las estatuas de Monte Cavallo cuyas reproducciones en portland quiso traer Cánovas, costaban esas cuarenta mil pesetas128.

Siguiendo el ejemplo del MAN, y en la vena positivista de la que se hablará con detalle más adelante en este trabajo, Mélida se ocupó de redactar y publicar los catálogos del Museo de Reproducciones, reeditando el que ya en su día había escrito Juan Facundo Riaño y Montero (1881). A su memoria y a la del excelentísimo señor D. Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), fundador y constante protector del museo, dedica el primer volumencatálogo de 1908. De su interés en atraer al público es testigo la noticia dada en la primera página donde se anuncia: El Museo se halla abierto todos los días del año, desde las ocho de la mañana hasta el anochecer. La entrada es pública y gratuita. Quien desee sacar copias o fotografías, puede hacerlo libremente129.

Se incluyen en este volumen, trabajos escritos por otros, además del prólogo que proviene del citado catálogo de Riaño, como un capítulo sobre el edificio donde se halla instalado el museo, el Casón del Buen Retiro, escrito por Francisco Guillén Robles y otro sobre las colecciones del museo, por Casto María del Rivero. Parecen por tanto ser de Mélida los dedicados al techo pintado por Lucas Jordán en el Casón además de los que constituyen 128 Carta de Mélida a Gabriel Llabrés y Quintana, Madrid, 22 de mayo de 1902, en Peiró 1995: 71. 129 Mélida 1908b: I.

LXIX

propiamente el catálogo, los de las copias de arte egipcio, asiático, griego arcaico, ibérico y arte griego clásico. En opinión de Álvarez-Ossorio (1934: 3) la organización de éstos seguiría un patrón similar a un manual de Arqueología clásica, y de hecho es paralela a la organización de su curso en la universidad pocos años después (1913j). Mélida organizaría otros catálogos más detallados del Museo (1915b; Mélida y Rivero 1912a y 1912b). En éstos siempre contaría con la colaboración de Casto María del Rivero y Sáinz de Varanda (1873-1961) el secretario del museo desde pocos años después de empezar Mélida en el mismo (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 532). Además de los catálogos Mélida llevó a cabo una actividad divulgativa en la serie de conferencias que anualmente impartía en el museo, cuyos temas, aunque fundamentalmente sobre el arte clásico, incluyeron algunos más alejados de su campo como «El traje oriental» o «El relieve búdico de la Camboya» (Díaz López 1934: 88-90). De las conferencias se publicaron resúmenes realizados por Valentín Picatoste (Mélida 1904h; 1908c; 1909a; 1909f; 1910d; 1911c; 1914e; 1916b)130. ¿Organizando su vuelta al Museo Arqueológico Nacional? Vives y la tertulia en el palacete de la calle Fortuny (la futura Institución Valencia de Don Juan)

Mélida cambiaría la dirección del Museo de Reproducciones Artísticas por la del Museo Arqueológico Nacional en 1916. El fallecimiento de Juan Catalina García López en 1911 habría empezado a hacer viable el retorno de Mélida al museo donde había comenzado su vida profesional. En un primer momento, sin embargo, se eligió como director a Rodrigo Amador de los Ríos y Fernández-Villalta, quien entonces tenía 62 años. Aunque se necesitarían más datos para poder afirmar esto con cierta seguridad, parece sugerente apuntar que sea quizá en este contexto en el que podamos entender tanto la activa participación de Mélida en la adquisición de la colección Vives para el Museo Arqueológico Nacional, como su asociación con la tertulia en el palacete de la calle Fortuny –lo que después sería la Institución Valencia de don Juan. Con Vives Mélida mantenía una cordial amistad desde que ambos coincidieran en el viaje a Grecia y a Turquía de 1892 y, como se ha apuntado en la sección donde se habló sobre éste, se pueden establecer varios paralelismos en el devenir de ambos referentes a la protección de Rada, su redacción de catálogos del MAN, su participación conjunta en sociedades como la Española de Excursiones, su pertenencia a la RAH, su relación con 130

He seguido aquí a Ruiz Cabriada y a Álvarez-Ossorio, pero quizá hubiera que repasar la autoría de estos artículos. LXX

el Ateneo, su vuelta al MAN como conservadores, el beneficio obtenido por ambos tras el desdoblamiento de la cátedra de Catalina y su colaboración en las mismas revistas. En cuanto a las publicaciones, también se ha señalado anteriormente en este trabajo cómo, pocos años después de su coincidencia en Grecia y Turquía, Mélida había publicado un trabajo conjuntamente con Vives (Mélida y Vives Escudero 1894), y sobre la colección de bronces de Vives tratarían varios de sus trabajos (Mélida 1900e; 1910o)131. Es el asunto sobre la venta de la colección de Vives lo que quizá sea importante traer a colación en este punto del relato, intentando esbozar los acontecimientos previos a su vuelta al Museo Arqueológico Nacional. Ya en 1891 el MAN había comprado una primera remesa de bronces a Vives, tras el informe que Mélida, como jefe de sección, había escrito favorablemente (García-Bellido 1993b: 17). En 1906 Vives deja en depósito otros materiales que, tras el silencio administrativo, reclama (1993b: 17) –y quizá entonces vende (sobre Vives y el comercio –legal e ilegal– de antigüedades se volverá a insistir en el apartado sobre patrimonio). En 1910 comienza la venta de la colección de la que tratamos ahora –negocio que al parecer ya está apalabrado en Londres (1993b: 20)–, lo que coincide con un artículo de Mélida (1910o). Tal vez el miedo a la inminente ley de Excavaciones y Antigüedades publicada en la Gaceta el 7 de julio de 1911132 le hiciera apresurarse. Esta ley era en parte respuesta a la cuestión de la salida de antigüedades del país y de su venta ilegal133, que era tema de debate desde hacía décadas. Como explicará después Mélida, cuando «el Sr. Vives, contra su deseo134, pensó en enajenar su colección [y] recibiera ventajosas 131

También sería Mélida el encargado de escribir la necrológica de Vives (Mélida 1925d) que, como es el caso de casi todos sus artículos relacionados con Vives, significativamente publicaría en la RABM. 132 Tras la ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911 la exportación quedó más regulada, pero aún así las colecciones siguieron saliendo de España, como lo demuestra el anuncio en 1924 de subasta de una colección de 2.000 monedas de oro de procedencia española que finalmente se produjo en París, sin que las protestas de la Real Academia de la Historia surtieran ningún efecto (Mora 1997: 198). 133 Quizá sea interesante en este respecto Mélida (1900a). 134 Pese a que Mélida opina que Vives iba a vender su colección fuera de España «contra su deseo» lo cierto es que, como bien sabía tanto él como muchos otros, su colega estaba completamente inmerso en la venta de antigüedades al extranjero. Es de destacar aquí especialmente la figura de Archer M. Huntington, el presidente de la Hispanic Society of America, a quien Vives informaba sobre las partidas que salían de España para que éste las comprara (García y Bellido y García-Bellido 1993: 16) (sobre Huntington y Bonsor ver Maier 1999: 205-6). El libro sobre el Álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de Antonio Vives Escudero se halla dedicado «A la memoria de Don José Ramón Mélida, quien con su esfuerzo hizo posible que gran parte de esta colección pasara a nuestro patrimonio nacional» (Mª P. García-Bellido en García y Bellido y García-Bellido 1993). La Hispanic Society of America compró colecciones con las que Vives había trabajado extensamente, LXXI

proposiciones del extranjero» (1912f: 5), intentó convencerle para que se la vendiera al Gobierno español. «No tuvimos que esforzarnos para decidirle», nos cuenta Mélida, «pues, por patriotismo, había sentido desde luego el deseo de hacerlo, si bien le habían arredrado los trámites dilatorios que inevitablemente siguen los negocios oficiales» (1912f: 5-6). Se anuncia en esta publicación de 1912 la última llamada para que se hagan donaciones para su adquisición. Consigue que aporten dinero el rey, la reina y la infanta, la Sociedad Española de Amigos del Arte, la Sociedad Hispánica (Hispanic Society) de Nueva York –de la que tanto Vives como Mélida habían sido nombrados miembros en 1910 (Mora 1997: 195)135–, el Marqués de Comillas, D. Guillermo de Osma, Horacio Sandars, José Mª García de los Ríos y él mismo junto a otros que aportan cantidades menores. Es el gobierno el que aporta la mayor cantidad de dinero (Mélida 1913a: 455)136. Al parecer no se logra, sin embargo, comprar toda la colección pues parte de la misma se la lleva la Hispanic Society que la compra a través del anticuario J. G. Meunier de París (García-Bellido 1993b: 18) y la otra parte va a parar a lo que sería la Institución Valencia de don Juan (1993b: 20)137. En relación a esto último quizá no esté de más apuntar aquí que es precisamente hacia estos años cuando se asocia a Mélida con la tertulia dominical celebrada en el palacete de la calle Fortuny 53, frecuentada por académicos, catedráticos de universidad y miembros de las sociedades de élite de la época. Ésta se organizaba en la residencia del Conde Valencia de don Juan, Juan Crooke y Navarrot (1828-1904), y, cuando éste falleció, su yerno, don Guillermo de Osma (1853-1922), continuaría la costumbre, creando éste jurídicamente la Institución Valencia de don Juan como

como la de Cervera, las cuales pasaron luego a la American Numismatic Society, refundada y financiada por el mismo Huntington desde 1905 (Mora 1997: 196). 135 Agradezco esta información a Constancio del Amo, el conservador de Arqueología de la Sociedad, quien me aclaraba que «José Ramón Mélida fue nombrado miembro de la Hispanic Society of America en 1910. En el Departamento de manuscritos y libros raros se conservan algunas cartas y tarjetas postales, sobre todo agradeciendo al Sr. Huntington por el envío de publicaciones de la Hispanic Society» (del Amo, com. pers. 2.10.2003). 136 Como se explicará más adelante, en 1928 Mélida, como director del MAN, compró a la viuda de Vives un depósito que éste había realizado en 1923 de antigüedades cartaginesas. Posteriormente, en 1952, el museo adquiría una serie de dibujos de piezas (Manso Martín 1993: 377). 137 Archer Huntington de la Hispanic Society of America y Guillermo Joaquín de Osma, conde consorte de Valencia de don Juan, «mantenían en cuestiones coleccionísticas una “friendly rivalry”, en palabras de B. G. Proske, Archer Milton Huntington, Nueva York, 1963, p. 16» (en Mora 1997: 195). Gloria Mora apunta que estas instituciones contaron como vendedores a arqueólogos hoy en día bien considerados como, además de Vives, Jorge Bonsor, Horace Sandars o el sevillano Antonio M. de Ariza (Mora 1997: 197). LXXII

fundación perpetua en 1916138. Si es interesante traer a colación la tertulia en la discusión sobre el camino de retorno al Museo Arqueológico Nacional es porque sólo se asocia a Mélida a esta tertulia de forma explícita una vez hacia mediados de los años diez139 (Gómez-Moreno 1995: 284), siendo los otros contertulios mencionados Antonio Vives –quien al morir Osma en 1922 dirigiría la tertulia–, y su sustituto al fallecer a su vez éste en 1925, Manuel Gómez-Moreno, como explicaremos catedrático de Arqueología Árabe desde 1913 y profesor del Centro de Estudios Históricos. Además de Osma, Vives, Mélida y Gómez-Moreno, se alude en el libro sobre este último a otros personajes: el duque de Alba, Gabriel Maura140, el general duque de la Torre141, el conde de las Navas, Antonio Florit (director de la Real Armería), Elías Tormo (catedrático de arte y profesor del CEH), Julián Ribera y Tarragó (catedrático de «Civilización de moros y judíos» –título de la cátedra hacia los años veinte sustituido por el de «Literatura arábiga española»), Miguel Asín Palacios (catedrático y arabista), Ramón Menéndez Pidal (catedrático de Filología románica, académico, vocal de la JAE) y, aunque se especifica que años más tarde, Javier Sánchez Cantón (quien sería, entre otros cargos, subdirector del Museo del Prado y académico de la de Bellas Artes) (1995: 284).

Mélida como director del Museo Arqueológico Nacional (1916-1930) En el museo

Entre 1900, año en que Juan de Dios de la Rada y Delgado dejó el MAN, y 1916, cuando asume la dirección Mélida, el museo estuvo abanderado por Juan Catalina García López (1900-1911) y Rodrigo Amador 138

Aunque el Instituto Valencia de Don Juan sólo fue oficialmente reconocido por Ley del 11 de agosto de 1918 (Rull Sabater 1991). 139 Como respuesta a mi consulta preguntado por los particulares de la asociación de Mélida a la Institución Valencia de Don Juan recibí una amable carta escrita a máquina de la bibliotecaria, Mª Ángeles Santos Quer, quien me explicó que «en el Instituto no existe documentación en relación con José Ramón Mélida y Alinari, aunque sí existen las publicaciones que él hizo y una caricatura de él, realizada por el dibujante Florit. Con respecto a su patronato en el Instituto, de momento no han aparecido datos con respecto a su fecha de patronazgo, pues actualmente se está haciendo un inventario de toda la documentación referente al Instituto en el siglo XX, pero creo que fue en época posterior al año 1916» (Santos Quer, com. pers. 27.10.2003). 140 Gabriel Maura y Gamazo (Madrid, 1879-1963) era hijo del político conservador Antonio Maura y como él político (diputado a Cortes, senador vitalicio, ministro de Trabajo). Académico de la Lengua, y de la RAH desde 1913. Primer duque de Maura y conde consorte de la Mortera, fue merecedor de diversas condecoraciones (Ceballos-Escalera, com. pers. 16.1.2004). 141 Sobre el Duque de la Torre véase Rodríguez de Maribona y Dávila (2003). LXXIII

de los Ríos y Fernández-Villalta (1911-1916), ejerciendo brevemente como director interino Manuel Pérez-Villamil entre este último y Mélida142. El 15 de febrero de 1916, con motivo de la próxima jubilación del Sr. Amador de los Ríos, se reuniría la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos formada por el mismo Mélida entre otros143, decidiendo proponer por unanimidad que la dirección del MAN pasara a don José Ramón. El 9 de marzo de 1916, en una reunión en la dirección del Museo Arqueológico Nacional de todos los facultativos (Pérez-Villamil, Francisco de Paula Álvarez-Ossorio, Narciso Sentenach, Ignacio Olavide, Ignacio Calvo, Alfonso Amador de los Ríos y Ramón Revilla) se produjo el traspaso de la dirección de Rodrigo Amador del los Ríos a José Ramón Mélida144. Según el R.D. de 8 de julio de 1921 (artículo 4°) que regulaba las jubilaciones, a Mélida le llegaba la edad de jubilación el 26 de octubre de 1923, lo que se le comunicó cinco días antes145. Quizá esto le cogiera por sorpresa, porque lo cierto es que sólo dos días más tarde toma la Academia de Bellas Artes de San Fernando el acuerdo de pedir al gobierno que se le confirme en el cargo, lo que hizo personalmente el director de la misma, el conde de Romanones. Se envió entonces una larga carta a Primo de Rivera en la que, entre otras cosas, se decía: (…) el caso del Sr. Mélida es ciertamente excepcional: su persona puede con plena justicia calificarse de insustituible en la dirección del Museo Arqueológico, a cuyo desarrollo y conservación ha dedicado considerable parte de su vida, desde que ingresó en él como meritorio hasta que, con breve interrupción, ha llegado a ser Jefe de tan importante centro de cultura (…) Felizmente, los éxitos alcanzados en casos análogos anteriores justifican las esperanzas que esta Corporación pone en el presente, ya que son de toda evidencia las beneficiosas gestiones directivas de los actuales Jefes del Museo de Ciencias Naturales y Jardín Botánico Doctor Bolívar y del Museo Antropológico Doctor Antón146.

142

Notificación al Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes sobre toma de posesión fechada en 9 de marzo de 1916 y firmada por Mélida (AGA, 31/6535). 143 Los otros eran, además de Mélida, Castillo y Soriano, Cañabate, Pérez del Pulgar, Herrero, Hinojosa (D.R.), Tovar Yanguas, Fernández Victorio, Navarroreverter (sic), Márquez de la Plata y Castañeda, siendo el secretario Gil Albacete (AGA, 31/6535, notificación de la Junta sobre decisión de nombrar a Mélida director del MAN). 144 MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, 23. 145 AGA, 31/6535, minuta del 21 de octubre de 1923 firmada por el Jefe encargado del Despacho de la Dirección general de Bellas Artes. 146 AGA, 31/6535, carta de 23 de octubre de 1923 con membrete de la RABASF firmada por el Conde de Romanones como director y por Manuel Zabala y Gallardo como secretario. LXXIV

Como se había hecho en el caso de Ignacio Bolívar y Urrutia y de Manuel Antón y Ferrándiz, Mélida sería confirmado en su cargo el 31 de octubre de 1923147. Se publicaba en la Gaceta de Madrid: Señor: La ley inexorable del tiempo impone, en automático desenvolvimiento de la Administración del Estado, el pase a situación pasiva de los funcionarios que llegan a la edad reglamentaria. Esta condicional ha dado origen a que resulte vacante el cargo de Director del Museo Arqueológico Nacional, desempeñado por D. José Ramón Mélida, por haber sido jubilado como Jefe del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Pero la dirección de los grandes Centros artísticos y culturales no puede conferirse ni abandonarse, sin lesión del interés público, por un automatismo derivado de leyes de edades, dictadas para regularizar las carreras en su aspecto administrativo, sino que debe persistir en quienes, con probada suficiencia, la desempeñen, ratificándose en ellos el nombramiento, aun llegados los casos fatales de jubilación. Tal sucede con el cargo de Director del Museo Arqueológico Nacional. Don José Ramón Mélida es, en esta especialidad, un prestigio, no ya en nuestro país, sino de valor positivo fuera de España, como lo atestigua, entre otras pruebas, las excavaciones realizadas bajo su dirección en Numancia y en Mérida, que han sido tan apreciadas por los extranjeros como por nosotros mismos. En consecuencia, el que suscribe tiene el honor de someter a la aprobación de V. M. el siguiente proyecto de decreto. Madrid, 31 de octubre de 1923. Señor: A L. R. P. de V. M., Miguel Primo de Rivera y Orbaneja REAL DECRETO A propuesta del Jefe del Gobierno, Presidente del Directorio Militar, de acuerdo con éste y vistas las circunstancias que concurren en el Inspector jubilado, del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólo-gos, D. José Ramón Mélida. Vengo en confirmarle en el cargo de Director del Museo Arqueológico Nacional. Dado en Palacio a treinta y uno de octubre de mil novecientos veintitrés. ALFONSO Presidente del Directorio Militar, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja148. 147

AGA, 31/6535, notificación sobre Real Decreto firmado el 31 de octubre de 1923. Dice S.M. el Rey (q.D.g.) se ha servido expedir con esta fecha el Real Decreto siguiente: «A propuesta del Jefe del Gobierno, Presidente del Directorio Militar, de acuerdo con éste y vistas las circunstancias que concurren en el Inspector, jubilado, del Cuerpo…». Mélida envía el 3 de noviembre una carta expresando su «profunda gratitud por tan señalada distinción» al rey (pero no al jefe del Directorio Militar, Primo de Rivera, citado en la notificación anterior). 148 Gaceta de Madrid, núm. 305, 1 de noviembre de 1923, pág. 482. LXXV

Trabajó entonces aparentemente de forma gratuita (es decir, cobrando una jubilación de cuatro quintas partes de su sueldo, 9.600 pts., sin que se haya encontrado por ahora ninguna mención a gratificación extra alguna por su labor (véase tabla 1)) hasta su jubilación voluntaria en junio de 1930, contando ya setenta y tres años (Enciclopedia 1908-: apéndice 7, 314). La dirección del MAN pasó entonces a Francisco de Paula Álvarez-Ossorio. Mélida estuvo, por lo tanto, al frente del MAN bajo la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), casi al final de la cual recibiría la Gran Cruz de Alfonso XII en 1928, habiendo recibido ya la de Isabel la Católica en 1920 (Marqués de Siete Iglesias 1979: 352). Sobre estas condecoraciones se hablará más adelante. Entradas notables en la colección del MAN: nueva compra a Vives y el tesoro de la Aliseda

Sobre la marcha del museo en estos años, hay que resaltar que se produce una reforma en 1917, apenas llegado Mélida a la dirección, en la que se instalan vitrinas de ebanistería diáfanas con espacio para almacenar en la parte baja de las mismas. En la planta principal, que entonces era la de entresuelo, se exhibían objetos de España y Europa, y en la de arriba otros de China, Japón, Filipinas y Oceanía, India y Persia, América, Glíptica y Monedas (Zozaya 1993: 133-4). Haría falta un estudio para averiguar hasta qué punto esta reforma supuso un cambio en los procedimientos de emisión del mensaje de poder de una institución de su clase: no sólo lo nuevo que se decide exponer entonces y lo que se retira de la vista del público, sino incluso también si se organizan nuevas normas de comportamiento requeridas al público (Bennett 1995; Crooke 2000). En todo caso, pese al esfuerzo de transformación y modernización algunas voces se mantuvieron críticas. Así en 1922 Manuel Gómez-Moreno afirmaba en un comentario de carácter general que le causaban impresión los museos de Barcelona «al compararlos con los abandonados y rutinarios de Madrid» (Gómez-Moreno 1995: 369), y seguía diciendo que «las salas aún no inauguradas (…) el cuidado y atención de las instalaciones y el interés que la ciudad siente por todo aspecto cultural, le produce bochorno al compararlo con el abandono madrileño» (1995: 369-370)149.

La costumbre de publicar artículos sobre las compras recientes iniciada primero en sus últimos años en el MAN durante su primera etapa y continuada en el Museo de Reproducciones Artísticas, se constituyó desde 1916 en casi norma, dado que desde este año Mélida instituiría la publicación de las “Notas

149 Aunque esta información no se encuentra explícitamente reflejada en la obra de Elena Gómez-Moreno, la mayoría de los datos de la biografía sobre su padre provienen de cartas escritas por aquél, por lo que pongo en boca de él lo publicado por ella en 1995.

LXXVI

descriptivas de las adquisiciones del Museo Arqueológico”150. Estas relaciones se seguirían publicando durante cincuenta años (Marcos Pous 1993b: 79). Siguiendo a varios de los anteriores directores del MAN, Mélida organizaría una nueva compra de parte de la colección de su antiguo colaborador el coleccionista y catedrático de Epigrafía y Numismática de la Universidad Central de Madrid desde 1911, Antonio Vives Escudero. Ya Rada había realizado una primera adquisición compuesta por objetos varios en 1891, siendo la más importante la de los bronces, especialmente los de época protohistórica adquiridos en 1913, compra en la que Mélida, como hemos explicado más arriba, jugó un papel relevante. En 1928 se adquirió a su viuda el depósito realizado en 1923 de antigüedades cartaginesas, que se completó ya en 1952 con la adquisición de una serie de dibujos de piezas (Manso Martín 1993: 377). Otras piezas, especialmente monedas, aparecen como donaciones del mismo Vives: un conjunto en 1910 y una moneda de la España antigua de la ceca Vesci en 1920 (Manso Martín 1993). Otras operaciones realizadas por Mélida fueron las del medallón áureo de Augusto, publicado por duplicado (Mélida 1921e; 1921f) y el tesoro de la Aliseda (1921n; 1921o; 1925g). El tesoro de la Aliseda se halló fortuitamente el 29 de febrero de 1920 por un joven agricultor, Jenaro Vinagre. Avisados sus tíos, estos finalizaron la extracción del tesoro eliminando toda información sobre el contexto estratigráfico del hallazgo, siendo una mujer del tejar la encargada de lavar las joyas en el río, proceso en el cual probablemente se perdieron varias piezas y otras se rompieron (Mélida 1921p: 5). Se llevaron entonces a Cáceres para venderlo, pero una denuncia llevó a la incautación de las joyas por varios medios. La Comisión de Monumentos de Cáceres avisó a Mélida el 13 de marzo, presentándose él el día 28. De vuelta en Madrid daría noticia a las dos reales academias151 y éstas dictaminaron indispensable su conservación para la nación. Las gestiones de Tormo llevan a una R.O. de 21 de mayo por la que declara a la nación la propietaria siguiendo la Ley de Excavaciones y Antigüedades y se nombra como tasadores a Antonio Vives y a Mélida. Fue este último el que, con una pareja de la Guardia Civil custodiándole, trasladó personalmente de Cáceres a Madrid el tesoro el 25 de septiembre (1921p: 7). En la publicación destinada a dar noticia del hallazgo, Mélida informa en primer lugar sobre el contexto del mismo; busca paralelos con otras piezas encontradas en España y fuera de ella, encontrándolos en 150

Este tipo de publicaciones sobre «últimas adquisiciones» lo encontramos ya en los últimos años de su primera etapa en el MAN, (1895f; 1896j; 1897o; 1897p; 1897r; 1901i), en el Museo de Reproducciones Artísticas (1903g; 1904f; 1905i; 1907m; 1908s), y de nuevo en el MAN (1916o; 1917g; 1918l; 1918k; 1919a; 1920j; 1921j; 1921k; 1922c). 151 Según dice Mélida (1921p: 6) la noticia se publica en el BRAH, 67, p. 365 y BRABASF, 14, p. 161. LXXVII

hallazgos fenicios de Oriente y Chipre; luego pasa a estudiar las técnicas empleadas por el orfebre, dedicándose finalmente a describir los objetos que componen el tesoro para lo que acompaña al texto con fotografías y dibujos, y terminando con un simple párrafo en el que se describe el hallazgo como inesperado, extraño y estimable, por lo que «ha de colocarlas [las joyas] en el lugar preeminente que les corresponden, no sólo en la Arqueología de España sino en la clásica oriental». Otros artículos como el publicado en alemán (Mélida 1928d) son un resumen del anterior. Es probable que haya más trabajos en revistas germanas que desconocemos, pero este artículo constituye en todo caso un ejemplo de una mirada tardía por parte Mélida hacia el mundo germano, dando cabida en su visión de lo exterior a algo más que no fuese lo galo casi con exclusividad. En sus reflexiones sobre el tesoro de la Aliseda Mélida continúa con la tónica positivista que había iniciado décadas antes –y que seguirá siendo el patrón habitual en España durante otras tantas– sin preguntarse por el contexto de los hallazgos –el general puesto que el inmediato había sido destrozado152– ni su significación social. Honores y condecoraciones

Mélida recibiría una serie de condecoraciones a lo largo de su vida. Ya se ha comentado lo dudoso de la primera que encontramos mencionada, la de Carlos III hacia 1887, para la que si se le llegó a proponer, creemos no tuvo éxito. Sí que lo tuvo en esto, como en casi todo, a partir del cambio de siglo: desde el 24 de enero de 1904 fue comendador de número (núm. 97) de la Orden Civil de Alfonso XII. Una comisión no especificada de Monumentos Histórico-Artísticos le propuso para la Gran Cruz (núm. 223) que se le concedería el 21 de enero de 1928 (Ceballos-Escalera y Gila et al. 2003a: 90 y 100). El objeto de ésta era el de premiar: Eminentes servicios prestados a la instrucción del país, creando, dotando o mejorando establecimientos de enseñanza; para recompensar a quienes se distingan en estudios diversos y en sus aplicaciones; a los que publiquen obras científicas, literarias o artísticas de reconocido valor; y a los que se señalen por haber contribuido al fomento de cuanto concierne al engrandecimiento y difusión de las ciencias, de las letras, de las artes y de sus aplicaciones prácticas153.

A los caballeros de la Gran Cruz de Alfonso XII se les trataba de Excelencia. Pero antes de la concesión de ésta en 1928, a don José Ramón también se le había concedido por R.O. de 18 de enero de 1920 la Gran Cruz de Isabel la Católica, que era la condecoración general y propia del mérito civil 152

Sólo recientemente se han realizado excavaciones en el poblado cercano al lugar de hallazgo del tesoro (Rodríguez Díaz y Pavón Soldevilla 1999). 153 Gaceta de Madrid de 5 de julio en Cevallos-Escalera y Gila y García-Mercadal y García-Loygorri 2001: 183. LXXVIII

(Ibídem 2001: 131-2). Por alguna razón no especificada se decidió a intentar recoger la suma que le correspondía fuera del plazo dictado por la ley. Esto le llevaría a una serie de reclamaciones en diciembre de 1922 y enero de 1923 – fecha que quizá no casualmente se acerca a la de su jubilación como funcionario del CFABM en la que empezaría a cobrar algo menos de dinero (véase tabla 1)– pidiendo primero que se le rehabilite su derecho al título. Cuando esto lo consigue entonces pide que sólo se le retenga el 30%, como se tiene establecido para los funcionarios de las carreras civiles, y no otra «cifra más que doblada»154.

Mélida y el patrimonio arqueológico, artístico y arquitectónico En los años diez y veinte Mélida tuvo un papel importante en la gestión del patrimonio arqueológico, artístico y arquitectónico, prin-cipalmente desde su posición de académico de la de Bellas Artes155. Su trabajo en este campo abarcó la elaboración de informes sobre la declaración de monumentos nacionales; la realización de un listado de monumentos que tuvo gran peso en el replanteamiento de los catálogos monumentales; la redacción, a partir de 1926, de comunicaciones relativas a los monumentos arquitectónico-artísticos, y la confección de informes relativos a proyectos de obras de reparación, transformación y consolidación de monumentos, y otros de carácter más general. Mélida opinaría también sobre las posibles adquisiciones de objetos de carácter arqueológico y artístico por el Estado y probablemente, como presidente de la Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar de Madrid, escribiría un par de notas sobre solicitudes a este respecto. Otro punto a discutir en esta sección será un asunto ciertamente relacionado con lo anterior pero un tanto espinoso que, aunque ya se ha tratado de alguna manera anteriormente en este trabajo en la discusión sobre la compra de la colección Vives por el MAN, ahora reincidiremos: me refiero al de las actuaciones por parte de Mélida sobre la exportación ilegal de objetos y monumentos en este período. La declaración de Monumentos Nacionales y Arquitec-tónicoArtísticos

Desde su ingreso en las Reales Academias Mélida tomaría partido en la declaración de Monumentos Nacionales, concepto ya fijado en 1836 (Ordieres Díez 1995: 25-35). Sus opiniones quedaron vertidas firmando, solo

154 AGA, 31/6535, documentos fechados el 14 de diciembre de 1922 y el 19 de enero de 1923. 155 La labor de Mélida en la RABASF ha sido estudiada con mayor profundidad por Daniel Casado Rigalt, y suponemos que su obra será imprescindible en un futuro para su mejor comprensión.

LXXIX

o en compañía, desde el BRAH sobre varios asuntos156 y desde el BRABASF sobre otros157. Menos influencia tuvo Mélida al parecer en lo referente a Monumentos Arquitectónico-Artísticos. El concepto legal de éstos había sido fijado por la ley de 4 de marzo de 1915, siendo considerados como tales «aquéllos declarados en los expedientes incoados por cualquier corporación o particular, en su totalidad o en parte» y «ordenando incluirlos en el Catálogo que se estaba formando por la Ley de 7 de julio de 1911» (Ordieres Díez 1995: 36). Con todo, entre la bibliografía de Mélida encontramos algunos indicios de su interés por este tema158. Desde 1917 Mélida también publicó en el BRABASF informes relativos a proyectos de obras de reparación, transformación y consolidación

156 Las murallas romanas de Sevilla (Saavedra y Moragas y Mélida 1907); la ermita de San Baudilio (Mélida 1908n); la basílica de San Isidoro (1910m); la iglesia de Santa María Magdalena de Zamora (1910n); el acueducto de los Caños de Carmona (Fita et al. 1911); las iglesias sevillanas de Santa Catalina y San José (1911j: 132) o la iglesia parroquial de San Pedro de la Nave en Zamora (1911h), entre otros. Esta última iglesia fue estudiada por primera vez por Gómez-Moreno (véase información sobre esto en Gómez-Moreno 1995: 17980). En su artículo de 1911 Mélida habla muy elogiosamente de él. Obsérvese que las fechas coinciden con la asistencia de Mélida a la tertulia de lo que sería la Institución Valencia de don Juan y está cercana al asunto de las cátedras en la universidad. 157 En ellos estudia los casos del convento de San Benito de Alcántara (1914h; 1914j); el monasterio e iglesia de Santa María la Real de Aguilar de Campóo (1914d); la iglesia de San Nicolás (Burgos) (1916l); la Cartuja de Miraflores (Burgos) (1916k); la iglesia de la Sangre de Liria (Valencia) (1918f); la iglesia del convento de monjas trinitarias descalzas de Madrid (1919i); el claustro de la Colegiata de San Pedro y de la Iglesia de San Juan de Rabanera (Soria) (1922f) (véase 1910l); la iglesia y convento de religiosas Bernardas de Alcalá de Henares (1923k); la torre del exconvento de San Francisco de Torrelaguna (Madrid) (1923a); el puente de Alcántara (Cáceres) (1924i); las ruinas de Belo (Tarifa, Cádiz) (1924p); el Arco romano de Medinaceli (Soria) (1925o); Arco de Bará, Torre de los Escipiones y del Pretorio de Augusto, conocido por Castillo de Pilatos (Tarragona) (1925b); el castillo de Fuentes de Valdepero (Palencia) (1928h); los patios de Santo Tomás, Trilingüe, Paraninfo y la iglesia de la Universidad de Alcalá de Henares (1929h); Santa María la Blanca (Toledo) (1930d); las murallas, torres y el antiguo barrio por ellas circuido de la ciudad de Cáceres (1930c); el monasterio de Calera de León (Badajoz) (1930a); las «cuevas» del Romeral, de la de Menga y Viera en Antequera (Málaga) (1931h) y finalmente el castillo de Albuquerque (1933e). 158 Así, en 1925 publica un artículo en el que se realiza una reflexión sobre si, como reza el título, «con la declaración de Monumento Arquitectónico-artístico hecho a favor de la necrópolis fenicia gaditana, sita en Punta de la Vaca, considera la Real Academia suficientemente garantizadas las sepulturas de referencia, o si entiende que conviene llegar a la declaración de Monumento Nacional» (1925k). A este le sigue un nuevo trabajo en 1926 en el que provee una «relación de los Monumentos españoles declarados nacionales o arquitectónico-artísticos y de los que en uno u otro concepto considera merecedores de serlo la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando» (1926f). Posteriormente dos artículos más tratarían de la declaración como monumentos arquitectónico-artísticos los templos de San Lorenzo del Salvador y de San Pedro de Toro (Zamora) (1927d) y la Ermita de Santa María de la Vega, llamada del Cristo de Las Batallas, de Toro (Zamora) (1930i).

LXXX

de monumentos159 y otros informes cuyo fin queda menos claro según su título160. Desde 1916 también opinaría Mélida sobre las posibles adquisiciones por el Estado de objetos diversos161. Aunque no se especifica claramente, muchos de estos objetos van a parar al Museo Arqueológico Nacional, institución de la que Mélida era director. Solamente se menciona el MAN en la solicitud acerca de la conveniencia de adquirir, con destino a

159 El teatro romano de Sagunto (Valencia) (Mélida y Repullés y Vargas 1917); el templo de San Pedro el Viejo de la ciudad de Huesca (Mélida 1920k); la muralla de Lugo (1921m; 1924b; 1928c); el foro romano de Tarragona (1922e); la basílica de Santa Eulalia de Mérida (1923b); Trujillo (Cáceres) (1924o); la iglesia de Santo Domingo de Compostela (La Coruña) (1924a); la cueva de Altamira (Santillana del Mar, Santander) (1924m); el CastilloPalacio Real de Olite (Navarra) (Mélida et al. 1925); la Alhambra de Granada (Mélida 1930o); la Calera de León (Badajoz) (1932q) y las murallas de Badajoz para el ensanche de la población (1932f). Relacionado con este grupo de informes se pueden quizá citar los referentes a las vidrieras de la Catedral de Sevilla (1926c) y a la autorización para colocar una lápida en la Capilla de los Evangelistas del mismo templo (1928j). 160 Estos son los concernientes a la Iglesia de San Salvador de Priesca (Villaviciosa de Asturias) (1913h); la copia del retablo de azulejos existente en la capilla alta del Alcázar de Sevilla (1914i); el «corral del carbón» en Granada (Mélida y Repullés y Vargas 1919b); la expropiación de la casa núm. 14 de la Plaza del Rey de Barcelona (Mélida 1925c); el mosaico descubierto en San Ginés de Pachs (Barcelona) (1927c); el proyecto de construcción de un mercado en el sitio donde se encontraba el llamado «Mercadillo», de la Ciudad de Cáceres (1930n), y la comunicación de la Comisión de Monumentos de Sevilla relativa al descubrimiento de un mosaico con aplicaciones de vidrio policromado en Osuna (1932w). Otros artículos publicados en el mismo boletín tratan asuntos varios: una propuesta de recompensas honoríficas para D. Antonio del Solar de Celis y Taboada, D. Antonio Sánchez Agudo y D. Fulgencio Trujillo por sus gestiones para instalar el Museo Arqueológico de Badajoz (1923j); el expediente sobre confirmación, aclaración y clasificación de las antigüedades de Mérida (Badajoz) (1932p) y el expediente de la Real y Humilde Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla solicitando la devolución del cuadro que representa a Santa Isabel curando a los tiñosos, pintado por Murillo (1932t). 161 Así, la obra de Don Salvador Abril titulada Cerámica de la Alhambra (Mélida 1916j), la librería, sala capitular y mayordomía del Monasterio de Guadalupe (Cáceres) (1918g), el sarcófago romano-cristiano de mármol, hallado en Berja (Almería) (1925a), una cornucopia ofrecida por don Antonio Fontes Starico (1926b) y tres columnas de piedra ofrecidas por la comunidad de monjas de la Orden de San Benito del Real Monasterio de San Pelayo de Santiago de Compostela (1929g). Escribiría igualmente sobre la colección de tejidos incaicos que provenían de la jornada en Lima por los señores Schmidt y Pizarro (1930b), una estatua romana, de mármol, que representaba a Diana cazadora, procedente de Mérida (1930p), una colección de pinjantes ofrecida por don José María Gudiol (1931d) (véase González Sánchez 1993b), un balcón de madera árabe del siglo XIII, una pila bautismal del siglo XI y una media figura de la Virgen, de talla, del siglo XII (1931i). Un último grupo de elementos sobre los que daría su parecer sería una placa de oro, de Bolivia, propiedad de don Ulpiano García (1932g), la venta por parte de don Apolinar Sánchez Villalba de una caja bizantina de plata (1932s), una arqueta tallada y policromada y un brasero románico (1932u) y dos arcones de los siglos XII y XV (1932v) (véase Mañueco 1993a), una alfombra española del siglo XVII (1932e), y un arcón y un facistol (1932d).

LXXXI

dicho museo, varios objetos de arte visigótico procedentes de Castiltierra (Segovia) (Mélida 1932r)162. El Real Decreto-Ley de 1926 para la defensa de la ri-queza monumental y artística de España

Un conjunto más de artículos publicados por Mélida principalmente en el BRABASF se relacionan con Real Decreto-Ley de 9 de agosto de 1926 para la «Defensa de la riqueza monumental y artística de España». Efectivamente, el 3 de noviembre de 1925 se constituye por R.D. una comisión, en la que se incluye a don José Ramón, encargada de preparar un Proyecto de Ley sobre la conservación de la riqueza artística nacional compuesta según se detalla en la tabla 3 (Ordieres Díez 1995: 39). Como fruto de esta comisión se redacta el citado Real Decreto-Ley que superaba a la ley de 4 de marzo de 1915, circunscrita a los Monumentos Arquitectónicos-Artísticos (1995: 39). El 19 de noviembre se creaba por R.D. la Junta Central del Patronato para la protección, conservación y acrecentamiento del Tesoro Artístico Nacional y su Comité ejecutivo. Mélida se incluiría en el primero pero sólo quizá en algún momento en el segundo (como presidente de la Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar, de Madrid, en años que no hemos podido averiguar). (1)

(2)

(3)

Conde de las Infantas163

Miembros

Director Gral. de BBAA

Cargo y/o Institución que representa

P

P



Elías Tormo Monzó

RABASF

V

V



Félix Boix

RABASF (1); «individuo de reconocido amor a las BBAA» (2)

V

V

-

Mariano Benlliure y Tuero RABASF

-

V

-

José Francés

RABASF (1); «individuo de reconocido amor a las BBAA» (2)

V

V

-

Conde de Cedillo

RAH

V

V



Duque de Alba

RAH

V

V



162

Además se relacionan con otros museos una instancia, en la que al Sr. Martínez Burgos, jefe del Museo Arqueológico de Burgos, le interesa la adquisición, por el Estado, de varios objetos arqueológicos (1931g), otra de D. Darío Mata, ofreciendo en venta o su ingreso en calidad de depósito en el Museo de León de un mosaico de colores (1931a) y un informe acerca de una colección de cobres de los siglos XVII, XVIII y XIX, propiedad de D. Juan Arroyo y cuya adquisición por el Estado propone el Sr. Director del Museo de Bellas Artes de Cáceres (1933d). 163 «El Conde de las Infantas era don Joaquín Pérez del Pulgar y Campos, director general de Bellas Artes, académico de la de San Fernando, presidente del Patronato de la Alhambra, gran cruz de la Orden del Mérito Civil, comendador de la Orden de Isabel la Católica, maestrante de Granada, nacido en Granada en 1870» (Ceballos-Escalera, 16.1.2004). LXXXII

Miembros José Mélida y Alinari

Cargo y/o Institución que representa

(1)

(2)

(3)

RAH (1); Director del MAN (2); (?) presidente de la Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar (3)

V

V



V

V



Marqués de la Vega Inclán Comisario Regio de Turismo164 Francisco, Rodríguez Marín

Jefe Superior del CFABA (1); Director de la Biblioteca Nacional (2)

V

V

-

Manuel Gómez-Moreno

JSEA

V

V



Luis Landecho y Uríes

Presidente de la JFCC

V

-

-

V

V

-

S

-

-

Alfonso Pérez Nieva

Jefe de la Asesoría Jurídica del M° de Instrucción Pública Jefe de la Sección de Fomento de las BBAA

¿?

Obispo de Madrid-Alcalá

-

V

-

Juan Moya Idígoras

Prof. de la Escuela Superior de Arquitectura

-

V



¿?

Presidente de la Junta de Construcciones Civiles del M° de Instrucción Pública

-

V

-

Fernando Álvarez de Sotomayor165

Director del Museo del Prado

-

V

-

Conde de Casal166

Sociedad Española de Amigos del Arte

-

V



Luis Pérez Bueno167

Comisión de Valoraciones sobre exportación de obras de arte (voz pero no voto)

-

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¿?

Tabla 3. Comisiones y juntas relacionadas con el Decreto ley de 9 de agosto de 1926 para la Defensa de la riqueza monumental y artística de España168. P = presidente; V = vocal; S = Secretario. (1) Comisión constituida por R.D. el 3 de noviembre de 1925 encargada de preparar un Proyecto de Ley sobre la conservación de la riqueza artística nacional. (2) Miembros de la Junta Central del Tesoro Artístico Nacional creada por el Real Decreto Ley de 9 de agosto de 1926. (3) Miembros del Comité Ejecutivo Permanente (C.E.) de la Junta del Tesoro Artístico Nacional. 164 Sobre la Comisaría Regia de Turismo se tratará en la parte IV de este trabajo en el apartado titulado “Arqueología y Turismo”. 165 Fernando Álvarez de Sotomayor también era miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 166 «El Conde del Casal fue don Manuel Escrivá de Romaní y de la Quintana, licenciado en Derecho, senador por Toledo, gentilhombre de cámara, gran cruz de la Orden de Isabel la Católica (1919), nacido en Madrid el 16 de noviembre de 1871, hijo único de don Guillermo, Conde del Casal, teniente coronel de Artillería († 1897). Casó en Madrid en 1898 con doña Teresa Muguiro y Beruete, hija de los Condes de Muguiro; con hijos» (Ceballos-Escalera, com. pers. 16.1.2004). 167 Como sabemos que Mélida fue el presidente de la Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar, de Madrid, quizá fuera parte del Comité Ejecutivo Permanente en algún momento. 168 Datos tomados de Ordieres Díez (1995: 39-40).

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Como se observa en la tabla 3 Mélida representaría a la RAH en la Comisión constituida por R.D. el 3 de noviembre de 1925 encargada de preparar un Proyecto de Ley sobre la conservación de la riqueza artística nacional, aunque estaría como director del MAN en la Junta Central del Tesoro Artístico Nacional creada por el Real Decreto-Ley de 9 de agosto de 1926169. Su caso no era el único: Félix Boix, José Francés y Francisco Rodíguez Marín son ejemplos similares. Creo que esta anomalía en realidad no es sino otro reflejo más del sistema clientelar, por el que no se buscaba realmente que las instituciones quedasen representadas, sino que se elegía a los individuos por ser ellos amigos de quien eran170. Por el Decreto-Ley de 9 de agosto de 1926 el Tesoro Artístico Nacional quedaba compuesto por los monumentos declarados (edificios, conjuntos, yacimientos arqueológicos, etcétera) (Navascués, com. pers. 14.12.2003). En su artículo primero quedaba definido de la siguiente forma: «Constituye el Tesoro artístico arqueológico nacional el conjunto de bienes muebles e inmuebles dignos de ser conservados para la nación por razones de arte y de cultura» (Navascués, com. pers. 14.12.2003). Como apunta Isabel Ordieres (1995) en el concepto de «Tesoro Artístico Nacional» se especificaba en cuanto a los bienes inmuebles propiamente arquitectónicos que éstos abarcaban: a) Todos los monumentos o parte de los mismos que radicando en el suelo de la nación, hayan sido declarados, antes de ahora, como monumentos histórico-artísticos nacionales o monumentos arquitectónicoartísticos, y a los que se declaren en adelante como pertenecientes al tesoro artístico nacional, ya sean propiedad del Estado, Provincia, Municipio, entidades públicas o particulares. b) Las edificaciones o conjunto de ellas, sitios y lugares de reconocida belleza, cuya protección y conservación sean necesarias para mantener el aspecto típico, artístico y pintoresco característico de España, siempre que así se haya declarado o en lo sucesivo se declare por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes171.

Una de las funciones de la Academia de Bellas Artes de San Fernando señaladas por la ley era la de redactar los informes previos desde su Comisión de Monumentos, favorables o desfavorables, para proceder, en 169

Este nombramiento viene confirmado por la documentación en MAN, 1987/114 (II). En una de las subcarpetas blancas de tamaño A5 con título “Cartas oficiales a D. J. Ramón Mélida”. 170 Quizá sea necesario apuntar aquí que pese a los comentarios sobre amiguismos, no todos los miembros de estas comisiones y juntas se llevarían necesariamente bien. Se ha comentado y se volverá a insistir a lo largo de este trabajo sobre la supuesta tensión entre Mélida y Gómez-Moreno. 171 Ordieres Díez 1995: 40. LXXXIV

su caso, a su declaración como monumentos histórico-artísticos por parte del Estado (Navascués, com. pers. 14.12.2003). El papel en esto de Mélida, sin embargo, fue escaso. Pese a que Mélida no representara a la RABASF, sin embargo eligió su Boletín para dar a conocer el único trabajo que con cierta seguridad puedo conectar con los monumentos histórico-artísticos, el publicado en 1932 sobre la torre de la Iglesia parroquial de Torrehermosa (Badajoz) (Mélida 1932a). El elginismo en España: el Real Decreto-Ley de 1926 y el problema de la exportación ilegal de objetos y monu-mentos históricos y artísticos

No se puede dejar de vincular la proclamación del Decreto-Ley de 9 de agosto de 1926 con la situación de las exportaciones ilegales que se venían produciendo en España, algunas de las cuales, en concreto las relativas a monumentos, han venido siendo denunciadas por José Miguel Merino de Cáceres en múltiples trabajos desde 1982. Éste utiliza el término de elginismo que define ciñéndose al caso de los monumentos como «las operaciones o conjunto de operaciones, generalmente clandestinas y con fuertes intereses económicos de por medio, de desmembrado o destrucción de edificios históricos, a fin de comercializar sus partes» (Merino de Cáceres 2001: 102). El prestigio asociado a la posesión de antigüedades conocido desde el Renacimiento entre la aristocracia (Pomian 1990) llegaría en los años en los que a Mélida le tocó vivir a las clases medias y a los nuevos ricos. Es así como se afianza un mercado para estos objetos y monumentos cuyo volumen adquiere dimensiones desconocidas antes. Esta situación tiene su reflejo en nuevas iniciativas legales que intentan controlar o incluso paralizar el flujo, como en España la ley de 1911 –que en realidad en este aspecto viene a reforzar legislaciones anteriores sistemáticamente incumplidas (véase apéndice legislativo en Tortosa y Mora 1996 e información varia en Ordieres Díez 1995). Lo cierto es que el dinero asociado a estas transacciones, entonces como ahora (Brodie y Tubb 2002), hace imparable este mercado. Ya hemos comentado cómo el colega de Mélida, Antonio Vives, catedrático desde 1912 de Epigrafía y Numismática de la Universidad de Madrid, académico de la RAH pero no de la RABASF, hacía de intermediario comunicando cuándo ciertas colecciones salían de España para que éstas fueran compradas «legalmente» en el extranjero172. Otros más alejados a él, pero de alguna manera de su círculo, como Jorge Bonsor, también se vieron implicados en la venta ilegal de objetos al extranjero, lo que algunos han justificado a posteriori como «una garantía en la

172

Quizá sea necesario recordar aquí que sería Mélida el encargado de escribir la necrológica de Vives en la RABM (Mélida 1925d). LXXXV

conservación de los bienes culturales»173. En cuanto a obras de arte, pintores de primera fila como Zuloaga o Aureliano de Beruete igualmente colaboraron o vendieron cuadros de Goya o Velázquez (Tusell Gómez 2003: 18). En los años en los que se aprueba el citado Real Decreto-Ley de 9 de agosto de 1926 es cuando se está produciendo la salida de España de gran cantidad de edificios y objetos, comercio ilegal organizado, entre otros, por Arthur Byne, de la Hispanic Society of America desde 1914 (Merino de Cáceres 2001), sociedad de la que, como ya se ha apuntado anteriormente, Mélida era miembro desde 1910. Byne había llegado a España en 1915 consiguiendo un justo174 prestigio como hispanófilo y entendido en arte. Como explica Merino, sin embargo, Byne, saltándose toda la legalidad vigente, se encargaría de suministrar al millonario americano William Randolph Hearst –entre otros– para sus palacios californianos «decenas de artesonados, fuentes, puertas, ventanas, portadas, columnatas, esculturas y bargueños; sillerías de coro, rejas, ventanales, fachadas, patios, escaleras, bóvedas, mobiliario vario y un larguísimo etc.» en unos quince años, incluyendo los monasterios de Ovila (Guadalajara) y Sacramenia (Segovia) (Merino de Cáceres 1987: 238). Es difícil tomar partido sobre lo que sabía o no Mélida. Ya he sugerido en el apartado sobre la compra de la colección Vives en 1912 por el MAN, en los años en los que Mélida está presumiblemente planeando su vuelta a la institución, que algo tan evidente como los negocios de Vives basados en la venta de antigüedades no le podía ser desconocido a don José Ramón. Volviendo a Byne y a la Hispanic Society, la documentación que sobre el autor del que trata este trabajo se guarda en la sede neoyorkina es un tanto anodina: son agradecimientos de envíos de libros y otros favores menores entre otros175. En opinión de José Miguel Merino de Cáceres, como 173

Maier 1999: 205-6; véase Castillo 1955 para una transacción todavía legal en págs. 627 y 629, y p. 634 para «regalos» que se califican de ventas. 174 En palabras de Merino. 175 Carta anunciándole que se ha decidido elegirle miembro de la Hispanic Society en la reunión del 7 de diciembre de 1910 (13.12.1910) al parecer acompañada por un curriculum en inglés. Misiva de Mélida fechada el 15.1.1911 agradeciendo tal distinción y confirmación de que ha llegado su aceptación y que le envían su certificado como miembro de la sociedad (20.2.1911). A lo largo de los años Mélida enviará publicaciones que le piden o le agradecen (15.11.1917), dándole las gracias; carta de Mélida acompañando a libros o artículos que envía a la sociedad (8.2.1918), y otra confirmando recepción y agradeciéndole el envío (26.4.1918); le solicitan que envíe copias de sus artículos para la biblioteca (16.9.1926); agradecimiento a Archer Huntington por su envío de libros (30.4.1930, postal de 11.7.1933); lista de libros enviados a Mélida (15.5.1923, 31.3.1932). Además le piden en un par de ocasiones que rellene un formulario con información de su curriculum (2.5.1921, 14.2.1930), él envía una nota biográfica y una fotografía (21.4.1930) por la que le dan las gracias (6.5.1930). Pide igualmente el 21.4.1930 si le pueden enviar una fotografía del retrato que le LXXXVI

se ha apuntado, el experto en estos temas, Mélida «debió ser persona íntegra y no me lo imagino enredado en asuntos de elginismo» (com. pers. 3.12.2003). Dos casos se podrían analizar: el de el convento de San Benito de Alcántara y el de la Calera de León. En 1912 «una patriótica moción del dignísimo señor Senador por Cáceres, D. Eloy Sánchez de la Rosa, aprobada por la Alta Cámara» llevó a la posibilidad de protección del ex-convento de San Benito de Alcántara (Cáceres). En 1914, un año antes de que Byne viniera a residir en España, Mélida publicaba en el BRABASF un informe enviado al subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes sobre este templo en el que describía la historia de la construcción, su localización, la iglesia y claustro, convento y las joyas escultóricas y arquitectónicas en ellos contenidos (Mélida 1914h). En otro artículo publicado ese mismo año en el BRAH declara que «no nos detendremos a describir el edificio, pues que [sic] de su mérito ha de juzgar la Academia de San Fernando», y ofrece detalles de las esculturas y los epígrafes (Mélida 1914g). Más tarde escribía otro informe tras haber visitado «uno de los individuos de número de esta corporación» (la RABASF) las ruinas declarando que «no puede ocultar (…) la penosa impresión que le ha producido ver el estado de ruina en que se halla, y las modificaciones que en manos extrañas ha sufrido» el edificio. Urge que se concrete la declaración de Monumento Nacional y que se comience la reparación de lo conservado (Mélida 1914j). Su súplica tuvo éxito pues el 16 de marzo de 1914 se declararía el convento de Alcántara Monumento Nacional176. El 19 de marzo de 1930 escribe Byne a Hearst que existe un interesante monasterio: (...) uno de los edificios más destacados del siglo XVI en España. Ha sufrido bastante durante la Guerra Peninsular [es decir, la Guerra de la Independencia], pero aún le restan muchos motivos decorativos; si consigo el permiso de compra, estoy seguro de que habré obtenido una rica cantera de trabajo. Es el palacio de los Caballeros de Alcántara177.

hizo Sorolla y posteriormente el 7.6.1930 da las gracias tras haberla recibido. Se guarda también una carta enviada tras el fallecimiento de Mélida por la Junta Directiva de la sociedad a la familia mostrando su aprecio por sus valiosos servicios (23.11.1934) y un agradecimiento de la viuda de Mélida, hijos y demás familia por la carta enviada por la Junta Directiva de la sociedad enalteciendo la memoria del finado (14.3.1935). Como nota dentro de la nota apuntaré en relación al retrato de Sorolla que en la Hispanic Society de Nueva York se conserva otro cuadro pintado por el artista: un retrato colectivo del Patronato del Museo del Greco (Herrero Delaunay, com. pers. 22.12.2003). 176 La fecha en Merino de Cáceres (1987: 247n). 177 Byne en Merino de Cáceres 1987: 240. LXXXVII

El 17 de abril toma las medidas y el 23 ya ha dividido los posibles objetos a comprar en cuatro lotes según su valía. Otras cartas y telegramas revelan las negociaciones, rebajes de precio por ver que la calidad no era la que se había creído en un principio (en realidad lo que pasaba es que se había equivocado al tomar las medidas y se inventa una excusa) y otros detalles descritos con toda minuciosidad por Merino. Explica el 16 de mayo: Desde que el nuevo gobierno [el siguiente a la dictadura] se ha hecho cargo del poder, está realizando un esfuerzo para atajar la venta de objetos de arte por parte de los obispos de la Iglesia española. El Estado no tiene suficiente poder para impulsar esta ley directamente, pero lo está haciendo de forma indirecta a través del Vaticano. Esto ha desatado las iras de los obispos que claman por su libertad para vender cuanto les plazca. Desgraciadamente no todos los obispos son de la misma opinión, por lo cual, en ciertos casos, es difícil saber exactamente la situación referente a un proyecto de compra178.

Habría que apuntar aquí que en el nuevo gobierno el Ministro de Instrucción Pública es Elías Tormo (de febrero de 1930 a febrero de 1931) y el Director General de Bellas Artes (1930, dimite en diciembre) Manuel Gómez-Moreno (Gómez-Moreno 1995: 388; Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 620). En junio de 1930 el artesonado que Byne dice ser del refectorio – pero que Merino (1987: 247n) explica que era de la biblioteca y por el que había pagado seis mil dólares (1987: 246)– se empaqueta y envía a Nueva York. En noviembre explica que: Nada más sacar el techo de madera del refectorio y comenzar el trabajo con la piedra, un llamado «amante del arte» inició una campaña en la prensa contra nosotros. Si el presente gobierno provisional hubiera sido reemplazado, como está estipulado, por un gobierno constitucional normal, podría haber contado con el apoyo de los tribunales. Hasta que este cambio tenga lugar todo lo referente a la exportación debe ser abandonado. Desgraciadamente el asunto ha tenido tanta publicidad que hay peligro de que el edificio sea declarado Monumento Nacional, en cuyo caso nunca podría ser tocado179.

Como explica Merino, sin embargo, toda esta campaña en realidad se refiere a la Conventual de la Calera de León (Badajoz) (1987: 262), pero el hispanófilo americano en su cartas a Hearst y a su arquitecta Julia Morgan miente y mezcla las situaciones de Alcántara y de la Calera para no quedar mal con su cliente, según por lo visto era su costumbre (1987: 250). La campaña para salvar la Calera de León en 1930 coincide con un primer 178 179

Ibíd: 244. Ibíd: 247. LXXXVIII

artículo de Mélida en el BRABASF (Mélida 1930a), en el que da su parecer sobre la declaración de Monumento Nacional, explicando entre otras cosas que está en estado ruinoso. La preocupación de los intelectuales de la Comisión de Monumentos de Badajoz proviene de la venta del monumento a una persona desconocida, un tal Ignacio Martínez, lo que no sin razón temen esté relacionado con un posible expolio. Logran que se declare Monumento histórico artístico el 3 de junio de 1931. En el BRAH escribe Mélida un breve informe sobre la historia y el mérito artístico de la conventual santiaguista de la Calera de León pedido por la RABASF a la RAH por haberlo solicitado la Comisión de Monumentos de Badajoz (Mélida 1932k). El 27 de mayo de 1932 el presunto propietario, el Sr. Martínez, solicita autorización para el despiece y traslado a Madrid de las bóvedas, en estado ruinoso, cediendo al Estado la propiedad del claustro, fachada y terrenos del edificio. Como la Dirección General pide a la RABASF un nuevo informe, en septiembre de ese año Mélida, como ponente, publica uno «relativo a instancia de D. Ignacio Martínez solicitando autorización para derribar y trasladar a Madrid las bóvedas del excovento de Galera (sic) de León (Badajoz)» (Mélida 1932q). Dice Mélida que: 1° Que el Monumento de que se trata es lo que fue conventual de los Caballeros de Santiago, cuyo blasón se ve en él esculpido, y tiene, por tanto, una significación histórica, más elocuente sin duda en el sitio donde radican sus restos; y que está registrado en el Catálogo Monumental de la provincia de Badajoz, con el número 2.527 y lámina CXCVII. 2° Que si bien el Sr. Martínez en su instancia solamente habla del «derribo de bóvedas» y de cesión al Estado de la propiedad del «Claustro, fachada y terrenos del mencionado edificio», menester es tener en cuenta que aún en estado ruinoso se conservan algunas dependencias conventuales típicas, tanto en torno del Claustro bajo como del alto, donde está la celda prioral; por lo cual sería conveniente especificar si la cesión es o no de la totalidad del inmueble. No tienen más objeto las anteriores observaciones que señalar las circunstancias y particulares que ofrece el presente caso, por si pueden prestar alguna utilidad en la resolución del Ministerio, que es al que compete conceder la autorización solicitada, la cual como en el oficio se expresa, tendrá carácter excepcional y sólo podría ser tomada por razón de imposibilidad de la conservación del Monumento. El examen que del mismo haga el Arquitecto de la Zona180, debemos suponer que será decisivo para resolver la cuestión. La Academia, por su parte, no encuentra inconveniente en que, conforme al resultado de este trámite obligado y armonizando en lo posible 180 El Arquitecto de la Zona estaba unido a la creación en tiempos de Tormo como ministro de Instrucción Pública entre febrero de 1930 y febrero de 1931 de las Zonas Monumentales de España. Varios de los arquitectos elegidos serían alumnos o del círculo de Tormo y Gómez-Moreno: Leopoldo Torres Balbás, Félix Hernández (que estaba al cargo de Extremadura), Luis Menéndez-Pidal y Francisco Iñiguez Almech (Gómez-Moreno 1995: 389)

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aquellos extremos con la cesión solicitada, se lleve a efecto lo acordado por el Patronato del Tesoro Artístico Nacional181.

Ante el informe de Mélida en nombre de la Academia el Director General de Bellas Artes comunica al Gobernador Civil que puede autorizar el desmonte de las bóvedas que, como sabemos por Merino, ansiaba Byne. La negativa de los partidos y otras asociaciones culturales y sociales pacenses hace que en noviembre de 1932 el Gobernador Civil escriba un oficio a la Dirección General manifestando el peligro de alteración del Orden público si se lleva adelante el desmonte. El propietario a partir de mediados de 1933 pasa presumiblemente a ser un tal León Arróniz Salán. Mélida, como sabemos, fallece en diciembre de 1933, por lo que no puede presenciar el final de la historia –informe no solicitado de la Junta provincial de Monumentos de Badajoz del 4 de marzo de 1934 ahora favorable a los deseos del propietario y destitución de todos ellos ordenada por el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Salvador de Madariaga, inicio de expropiación e inicio de proceso contencioso-administrativo en el Tribunal Supremo por parte de Byne quien fallece en accidente el 16 de julio de 1935 (Merino de Cáceres 1987: 264-6). No parece, por tanto, quedar clara la posición de Mélida ante estos hechos, aunque es cierto que él es el que permite que se dé permiso supuestamente a Arthur Byne para que desmonte las bóvedas de la conventual de la Calera de León. Podríamos también recordar aquí la amistad de Mélida con Vives, y su vinculación a la Hispanic Society. Sin embargo, no es Mélida el único en tener tales contactos y si dijéramos que él estaba implicado podríamos igualmente inferir que mucha de la intelectualidad del momento lo estaba. No creo que por ahora haya datos para afirmar esto con un criterio sólido. En todo caso aclararé que los fracasos de Byne en Alcántara y la Calera de León se compensaron con su éxito en la demolición y salida de España en estas épocas del monasterio de Ovila, en Guadalajara, según explica el americano gracias al interés del Ministro de Trabajo hacia junio de 1931182 –es decir, cuando Tormo ya no es Ministro de Instrucción Pública para impedirlo– de dar trabajo a los parados. De hecho Byne llegó a pensar, según explicaba en sus cartas, que apelando al ministro en cuestión podría sacar las bóvedas de Alcántara que le interesaban (Merino de Cáceres 1987: 250). Pero poco después se quejaba el 19 de julio de que «el actual ministro de Bellas Artes parece decidido a declarar Monumento Nacional cada grano de arena» (Byne en Merino de 181

Mélida 1932q: 109. El Ministro de Trabajo en junio de 1931 era el socialista Francisco Largo Caballero (Smith 1996: 212). El Ministro de Finanzas en 1931 y al poco Ministro de Obras Públicas (1931-33) era el también socialista Indalecio Prieto (Smith 1996: 290). 182

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Cáceres 1987: 251). La conservación de monumentos, por tanto, no se debió sólo a la labor de las reales academias, sino en casos claves sobre todo a ciertos intelectuales de la época de la talla de Salvador de Madariaga que lograron impedir lo que otros parece que no quisieron detener. La Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar

Por otra parte el citado Decreto-ley de 9 de agosto de 1926 contempla en su «Título Tercero: De la riqueza mueble y exportación de obras de arte» toda una casuística sobre las condiciones para exportar obras de arte (Navascués, com. pers. 14.12.2003). En los artículos 29 y 30 se habla de la «Comisión de Valoración de Objetos Artísticos», creada anteriormente por R.D. de 16 de febrero de 1922 y R.O. de 29 de agosto de 1922, que era la que tenía que dar la conformidad y emitir el correspondiente informe. Fue a Mélida al que quizá se le pusiera al frente de esta Comisión valoradora de objetos artísticos a exportar. Digo quizá porque al especificar la documentación encontrada que esta comisión es «de Madrid» no queda claro si la que él presidió tenía competencias a nivel nacional o sólo provincial. Pienso que debió ser lo primero, si relacionamos su papel como presidente con los artículos publicados en el BRABASF sobre el expediente incoado por la priora del Convento de Carmelitas Descalzas de Piedrahita (Ávila) solicitando la autorización para enajenar un cofrecillo de plata (Mélida 1925i) y el informe acerca del expediente incoado a petición de la comunidad de religiosas trinitarias descalzas de Madrid, solicitando autorización para la venta de un tapiz que conserva «fuera de servicio» (1926d). Esta actividad sobre el patrimonio parece absorber de tal manera a Mélida que sus artículos de carácter más académico o de investigación disminuyen claramente en estos años (véase tabla 2).

La Universidad La obtención de la cátedra

En 1911 el desdoblamiento de la cátedra dejada vacante por Juan Catalina García por fallecimiento permite la entrada a la universidad de Vives y de Mélida, ambos sin oposición, por la vía excepcional que preveía la ley. La fecha que normalmente se publica es 1912, pero una minuta fechada el 27 de enero de 1915 encontrada en el AGA183, afirma que la R.O. se publicó el 26 de diciembre de 1911. La propuesta la había realizado el Consejo de Instrucción Pública en su reunión de 21 de junio de 1911 – publicándose entonces una R.O.–, tras lo que se le había pedido al director 183

AGA, sección/fondos de educación, legajo 7495/1, signatura topográfica 32/29-40. XCI

de la Academia de la Historia que designara a sus candidatos. El Consejo de Instrucción Pública confirmó su decisión el 20 de agosto sobre provisión de las cátedras de Arqueología y Numismática de la Universidad Central. Contra la R.O. presentó un pleito Don Narciso José de Liñán y Heredia –en fecha posterior Conde de doña Marina–, quien era el encargado por el decanato de explicar las cátedras de Arqueología, Numismática y Epigrafía de la Universidad Central. Según se lee en la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana: Cuando falleció el catedrático de arqueología, epigrafía y numismática de la Universidad Central, don Juan Catalina García, el decano de la Facultad de Filosofía y Letras encargó al doctor Liñán el desempeño, sin sueldo, de ambas [sic] cátedras, designación que confirmó el claustro universitario. Contra ley y contra toda clase de precedentes, publicóse en la Gaceta una R.O. que consideraba a dichas cátedras como de nueva creación y se mandaba proveerlas por concurso. Contra esa Real orden recurrió, primero administrativamente y luego por la vía contenciosa, el doctor Liñán, y a pesar de su notable escrito (publicado en 1913), y de su brillante y contundente informe oral ante la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo, éste declaróse incompetente. El doctor Liñán y Heredia honró el claustro ordinario (marzo de 1911 y enero de 1912) y se recuerdan con gusto sus explicaciones (…) [publicó entre otros] Estudio de algunas monedas inéditas de la colección del Museo Arqueológico Nacional (Madrid, 1914) (…) En la actualidad desempeña la jefatura de la Biblioteca Popular y del Museo del Turismo184.

Según comentaba Obermaier sobre la cátedra de Mélida: Un conocimiento vasto de la prehistoria y de la antigüedad clásica y oriental principalmente, así como de la historia del Arte, cimentaron la fama de Mélida, que llegó a ser tan sólida que la Universidad de Madrid no dudó en llamarle a su seno como educador y maestro de la juventud universitaria en las disciplinas arqueológicas. Mélida llegó a la cátedra de Arqueología por vía extraordinaria en gracia a sus grandes merecimientos, en 1912, y profesó dicha enseñanza hasta 1927185.

El relato de Gómez-Moreno sobre el proceso que llevó a la concesión de la cátedra a Mélida es, sin embargo, distinto. Cuenta su hija Elena que al morir Juan Catalina

184 Anónimo en Enciclopedia 1908-: t. 30, 945-6. Posteriormente, según se relata en el suplemento de 1955-56 de la misma enciclopedia, Liñán sería director de los archivos de Palacio. 185 Obermaier 1934; 229. Aunque informa Castañeda que la última lección de Mélida tuvo lugar el 26 de octubre de 1927 (Castañeda 1934: 10), el día de su 70 cumpleaños, en la documentación encontrada en el AGA, Educación, legajo 7495/1, signatura topográfica 32/29-40, figura su jubilación en 1928.

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(...) hay interés por colocar a dos arqueólogos, Don Antonio Vives y Don José Ramón Mélida, ambos con méritos diversos, aunque sin la prescriptiva titulación [esto, como sabemos, no es cierto, pues la de la ESD era válida], ni plan de hacer oposiciones. En las alturas, incluido Osma, se maneja la posibilidad de dividir la cátedra de Catalina: Arqueología Árabe y Numismática para Vives y Arqueología Clásica para Mélida, combinación que dejaba fuera a Gómez-Moreno. Frente a los planes de Osma, los de Hinojosa y Castillejo se cifraban en la división entre Vives y Gómez-Moreno, dejando fuera a Mélida186.

En todo caso no se creó una cátedra de «Arqueología Arabe y Numismática» para Vives, ni siquiera lo que venía siendo habitual entonces, una cátedra llamada «Arqueología, Numismática y Epigrafía» (que luego pasan a denominarse de «Arqueología, Epigrafía y Numismática»), sino que la cátedra de Catalina García López se desgajó creando la de «Arqueología» para Mélida y la de «Epigrafía y Numismática» para Vives. Inmediatamente, por presuntas presiones de Tormo, se establecería una tercera cátedra que permitiría que Gómez-Moreno pudiera quedarse con parte del pastel: para él se crearía en el mismo año de 1912 la cátedra de Arqueología Árabe, para lo que primero hubo de hacer los cursos de doctorado y la tesis a prisa y corriendo, aprobando la oposición en 1913 (Gómez-Moreno 1995: 248-257). El derecho de Mélida a la cátedra debía estar muy claro para todos, puesto que el documento sobre la «relación de méritos del aspirante a la cátedra de Arqueología de la Universidad Central» que se guarda en la RAH (documento 23 del expediente Mélida) se compone meramente de tres cuartillas, lo que contrasta con el volumen de lo presentado para su ascenso en museos en 1888 citado más arriba. En relación a su elección como catedrático debe estar su nombramiento como Consejero de Instrucción Pública en 1913187. El Consejo de Instrucción Pública188 era un cuerpo consultivo compuesto por personalidades notables en el campo de la educación que asesoraba al ministro en temas de educación. Tras crearse la Dirección General de Instrucción Primaria sus vocales siguieron dividiéndose entre los natos y los de real nombramiento. En 1917 Lorenzo Luzuriaga desde las páginas de El Sol denunciaba el carácter oligárquico del Consejo con palabras que transcribo con la intención de dar una breve visión de cómo este sistema clientelar del que venimos hablando en arqueología en realidad se encontraba presente en todos los aspectos institucionales del Estado: 186

Gómez-Moreno 1995: 238. Rada lo había sido en 1895 (Ceprián Nieto 1991: 127) y Ramón Menéndez Pidal en el mismo año de 1913 (Enciclopedia 1908-: t. 34: 645). Fecha de 1913, entre otros, en un resumen del curriculum de Mélida de la Hispanic Society. 188 Debo a Juan López Tabar y a Ignacio Peiró toda la información obtenida sobre esta institución. 187

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¿Cómo está constituido nuestro Consejo? Sencillamente en el sentido más opuesto que puede concebirse a una representación corporativa. En la actualidad consta aproximadamente de nada menos que 36 vocales natos (todos excargos políticos, exministros, exsubsecretarios, exdirectores, etc.) y de nada menos también que de 43 vocales de nombramiento ministerial. Como se ve, no hay en él la más leve sospecha de organización gremial o sindical. A la hora actual el Consejo de Instrucción Pública está compuesto en su mayoría por políticos; los elementos profesionales están en él en minoría –y tanto que ni los mismos maestros están representados– y dentro de aquélla, a su vez, la parte más pequeña está constituida por elementos sanos y competentes. ¿Qué ocurre con ello? Dos cosas de suma gravedad: primera, que el Consejo en masa representa una organización oligárquica, de origen político o ministerial, y además incompetente en el funcionamiento de nuestra enseñanza; y, segunda, que en esa organización oligárquica hay constituido un cacicato permanente por media docena de señores que son los que hacen y deshacen cuanto se trama en él, sin que puedan intervenir apenas aquellos elementos sanos y preparados189.

Hacia 1913 el Consejo de Instrucción Pública estaba formado por unos 60 miembros. Alguno de ellos tendría importancia como asesor directo del ministro, teniendo gran influencia en las reformas educativas. Como este no es un aspecto que ninguno de sus biógrafos haya nunca destacado, parece ajustado deducir que el papel de Mélida como consejero debió ser limitado. De hecho, un repaso somero a las actas del Consejo, revela que entre 1913 y 1916 Mélida no acudió a ninguna de las reuniones190. Gratificaciones y sueldos

Documentos localizados en el AGA191 explican que el 10 de enero de 1912 Mélida pide, por ser incompatibles los dos sueldos como director del Museo de Reproducciones Artísticas y catedrático, renunciar al último «sin perjuicio de los derechos que le correspondan y de la asignación o gratificación que pueda serle concedida a tal concepto». El decanato, explicando que Mélida se ha ofrecido a dar sus clases, entiende la petición de una gratificación como justa. La gratificación que se decide es de 3.000 pts., que vienen a sumarse a las 7.500 pts. recibidas como Jefe de primer 189

Luzuriaga en Ceprián Nieto 1991: 221. AGA, Educación, signaturas: 81 y 83, N° IDD 1.21, Topogr. 32/00. Contenido: Consejo de Instrucción Pública. Sección 4ª. Actas. Las reuniones de los libros con las signaturas 81 y 83 son diferentes e ignoro la razón para esto. Quizá fueran comisiones dentro del Consejo de Instrucción Pública. En todo caso, en el libro con la signatura 81 sólo unos siete miembros solían estar presentes, y normalmente los mismos (vienen repitiéndose, sin ser exhaustiva la lista, los nombres de Bretón, Cortázar, Flórez, Leguina Lozano, Madrid, Muñoz Degrain, Pardo Bazán, Vega de Hoz, etc.). En el libro 83 la composición de la comisión cambia, estando ahora formada por, entre otros, Azcárate, Bolívar, Carracido, Jiménez García, Torraja, M. Pidal, o F. Chacón. 191 AGA, Educación, legajo 7495/1, Signatura topográfica 32/29-40. 190

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grado del CFABM (véase tabla 1). Esta información parece contradecirse con la encontrada en su hoja de servicios guardada en el Archivo de Clases Pasivas (exp. 196/392/928) en la que sólo viene reflejada esta cantidad a partir del 27 de enero de 1915, quizá por hacerse en concepto de sueldo y ya no de gratificación. En otros documentos en la misma caja del AGA se explica lo que percibió anualmente según ascensos (véase tabla 1). En otra minuta de este legajo del AGA también se encuentra información sobre el cese en servicio activo, que indica que se produjo oficialmente el 1 de noviembre de 1928. La falta de un manual y el Programa de Arqueología

En 1912, hablando sobre la falta de un manual –no considerando por tanto la obra de Vilanova y Rada (1893)– Mélida comenta que «acaso no se ha escrito porque los momentos actuales son todavía de preparación y expectativa en vista de los varios descubrimientos que frecuentemente se suceden en nuestro suelo» (1912d). Consideraba entonces guías indispensables la Arqueología de Hübner (1888) y los Prolegómenos de Marcelino Menéndez Pelayo en la segunda edición de su Historia de los heterodoxos españoles (1911) (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 215), pero no menciona Les âges préhistoriques de l’Espagne et du Portugal (Cartailhac 1886), libro sobre el que el hispanista profesor de Berlín, Emil Hübner, al poco de publicado criticaba como incompleto (Hübner 1888: 221). Ninguno de los catedráticos de arqueología nombrados con anterioridad, Juan Catalina López (cat. 1900-1911, Univ. de Madrid) y Luis Gonzalvo y Paris (cat. 1904-1939, Univ. de Valencia) (Díaz-Andreu 2003: tabla 3), escribió uno que sirviera a tal efecto. Sería él en 1929 y 1933 el encargado de cubrir esta ausencia con sus libros de texto Arqueología Española y Arqueología Clásica.

En su «Programa de Arqueología» de 1913 (Mélida 1913j), como se especificaba en la contraportada «de venta en la Librería General de Victoriano Suárez, Calle de Preciados, 48, Madrid»192, comenzaba a lo Menéndez y Pelayo con unos «prolegómenos» en donde se explicaba el concepto de la ciencia, hacía un rápido repaso historiográfico y daba unas nociones de museografía. El programa tenía noventa y dos lecciones, además de la introductoria –los citados prolegómenos–, cuatro de prehistoria, seis sobre Egipto, cinco sobre Arqueología oriental, dieciocho de griega, siete de arqueología ibérica –en la que se incluía toda la Península desde la Edad del Bronce–, catorce de etrusca y romana, veintisiete de Arqueología cristiana – 192 El ejemplar consultado por la autora de esta introducción perteneció a José Alcina Franch, y las razones por las que alguien nacido en 1922 podía tener este programa se analizarán más adelante, cuando tratemos del impacto de la Arqueología Española.

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que abarcaba todo desde la paleocristiana hasta la medieval–, seis de árabe y cuatro de americana. Una rápida comparación con el programa preparado en 1896 para su solicitud para la cátedra de «Concepto e Historia del Arte» de la Escuela Central de Artes y Oficios del que se ha tratado antes (véase apéndice) indica bastantes diferencias, pero también ciertas semejanzas. En primer lugar habría que destacar el gran avance que el programa de 1913 refleja en cuanto al conocimiento de Mélida sobre arqueología prehistórica –aunque se podría apuntar que esta época quizá no había sido tratada muy extensamente diecisiete años antes dado el carácter artístico del puesto solicitado entonces. Significativamente los temas dedicados a lo egipcio eran similares: arquitectura, escultura, artes figurativas y pintura. Las lecciones 11 a 16 de 1896 quedaban ahora casi tal cual en las 12 a 16 (sólo desaparecía el arte persa bajo los partos y los sasánidas). El arte griego compartía temas en ambos programas, pero el de 1913 iba mucho más allá. La sección de Arqueología ibérica en el segundo programa era totalmente de nueva creación, ocupando las lecciones 25 a 41 donde antes se había limitado a una única titulada «el arte ante-romano en la Península ibérica». También constituía novedad todo lo referente al mundo hispano-romano y había muchos cambios en cuanto a la Edad Media y algo de más extensión para las explicaciones sobre el mundo americano (por cierto, que ahora los mound builders pasan de ser moud Wilders a munds builders, indicando el nulo conocimiento del idioma inglés por parte de Mélida, que muy probablemente correspondía al de casi todos sus alumnos). No se incluía en 1913 lo concerniente al Extremo Oriente y a la Edad Moderna. ¿Sus discípulos? Blas Taracena y Antonio García y Bellido

Como maestro no parece que la huella de Mélida fuera profunda – con las excepciones que se discutirán más adelante de Blas Taracena y de Antonio García y Bellido, que, veremos a continuación, son excepciones sólo hasta cierto punto. Evidentemente tuvo que dar clase a toda una generación de jóvenes193, pero sólo he logrado encontrar una alusión a su docencia que se comenta unos párrafos más abajo. Esto puede en parte estar relacionado con la pérdida de la memoria viva tras el fallecimiento de los que fueron sus discípulos, pero también puede ser útil reflexionar sobre las consecuencias de la no pertenencia de Mélida al Centro de Estudios Históricos y la intuida creciente enemistad con Gómez-Moreno. 193

Existe una lista de alumnos de la clase de Arqueología del Sr. Mélida sin fecha con los nombres de Joaquín Deleito y Miguel, Ángel de Regoy Rodríguez, Pedro Blanco Suárez, Julián Besteiro Fernández y Manuel Compagni y Vidal (MAN, expediente de Mélida, núm. 2001/101/4). XCVI

Blas Taracena había nacido en 1895 en Soria, siendo sobrino de Mariano Granados, uno de los miembros de la comisión de excavaciones de Numancia. Estaría entre los primeros alumnos de Mélida, pues se licenció en 1915. Su tesis, leída en 1924 (Ruiz Cabriada 1958: 982), versaría sobre la Cerámica ibérica de Numancia, un tema sobre el que Mélida había tratado cuando Taracena presumiblemente estudiaba con él (Mélida 1913d). Ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1915194, siendo destinado al Museo Numantino (museo sobre el que se incluirán unas notas en la segunda parte de este trabajo) y la Biblioteca Provincial de Soria, cargos que detentó hasta 1935 ó 1936. Posteriormente, durante la Guerra Civil, dirigiría el Museo Provincial de Córdoba, ya en zona Nacional, en 1937-38 y sería Inspector general de Museos 1938-39, pasando a ser el director del MAN desde 1939 hasta su fallecimiento en 1951 (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 610). En 1940 entraría a formar parte del CSIC en el Instituto de Arte y Arqueología Diego Velázquez, siendo secretario del mismo y vicepresidente del Patronato José María Cuadrado195, creado a finales de los años cuarenta, cuyo fin era coordinar los centros de estudios locales que se habían creado de nueva planta en la posguerra o que provenían de otros ya en funcionamiento antes de ésta (Pasamar Alzuria 1991a). Desde 1947 sería igualmente presidente de la Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos (Ruiz Cabriada 1958: 981). Su fallecimiento impidió la presidencia del IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas (Pericot 1951: 53), pasando ésta a Luis Pericot (Gracia Alonso 2001: 22). La colaboración entre Mélida y Taracena se centra en los primeros años de la vida profesional del último y parece acabar cuando éste lee su tesis doctoral, aunque Taracena volvería de alguna manera a ser fiel a Mélida en época posterior. Juntos trabajan sobre Numancia, y ambos publican como autores las memorias de la excavación desde 1919 hasta 1924, figurando los dos como únicos autores (Mélida y Taracena Aguirre 1919-1920; 19201921a; 1920-1921b), o ellos junto con otros miembros de la comisión – Manuel Aníbal Álvarez y Santiago Gómez Santa Cruz (Mélida et al. 192324; 1924). Mélida escribiría una recensión del trabajo de Taracena sobre la cerámica ibérica (1924d) y en la memoria de Ocilis (Medinaceli, Soria) aclara que el plano del recinto murado de la Villa Nueva (Medinaceli) ha sido levantado por don Blas Taracena (1924-25b). En este primer período 194

Ruiz Cabriada (1958: 981) apunta junio como fecha del ingreso, pero Pasamar y Peiró (2002: 610) indican julio como la fecha correcta, en todo caso sería el día 23 del mes. También existe una discordancia en cuanto a la fecha en la que Taracena deja de trabajar en el Museo Numantino. Ruiz Cabriada señala 1936; Pasamar y Peiró 1935. 195 No sé si hay una conexión pero nótese la publicación de Mélida sobre Cuadrado o Quadrado (Mélida 1919o). XCVII

Taracena publica en las revistas que Mélida apoya, la RABM (Taracena 1919; 1923a; 1923b; 1923c) y las Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (1923d; 1924b). Esta etapa acaba el año en el que Taracena lee y publica su tesis (Taracena 1924a), puesto que inmediatamente le vemos escribiendo conjuntamente con quien Mélida muy probablemente no aprobaba, como se discutirá en la siguiente sección, con Manuel Gómez-Moreno (Taracena y Gómez-Moreno 1924) y más tarde contribuyendo a la revista a aquél asociada, Archivo Español de Arte y Arqueología (Taracena 1933; 1934). Acaso por un sentido de lealtad hacia Gómez-Moreno y Tormo, pero más probablemente por un sentido de oportunismo, Blas Taracena junto con Antonio García y Bellido y el discípulo de aquél Augusto Fernández Avilés impulsarían en 1939 Archivo Español de Arqueología en el CEH, ahora encuadrado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 273). Tal vez sea interesante adelantar aquí que, como se verá en la cuarta parte de este trabajo, es en estos años en los que Taracena lee la tesis cuando las excavaciones de Numancia sufren un parón, que algunos han explicado como la decisión de abandonar la búsqueda de la Numancia anterior a la romana por las dificultades que suponía la existencia de una potente estratigrafía posterior (Jimeno y Torre 1997: 480). Pese a estos aparentes roces entre maestro y discípulo sería Blas Taracena, como revelan las cartas sobre este asunto, el que se tomará el trabajo de compilar, al menos en parte, la lista bibliográfica publicada por Álvarez-Ossorio 1934. Por otra parte la obra de Mélida quedaría reconocida en el Ars Hispaniae por su alumno Taracena, quien le citaría en varias ocasiones (Taracena y Aguirre 1947). El segundo arqueólogo famoso considerado como discípulo de Mélida es Antonio García y Bellido (1903-1972). Con estas palabras la hija de García y Bellido nos introduce en la supuesta relación discípulo-maestro: «De su maestro José R. Mélida no quedan en casa muchos recuerdos, sólo haber oído su nombre constantemente, siempre mencionado con admiración en las conversaciones cotidianas, y visto sus citas bibliográficas» (GarcíaBellido 1993b: 13). No es Mª Paz la única que hace esta conexión puesto que en otro lado leemos que García y Bellido «trabajó con maestros de tanta significación como E. Tormo, M. Gómez-Moreno y J. R. Mélida» (–Manuel Blanco Castro– en Enciclopedia (1971-72); véanse igualmente González Serrano y Ruiz Bremón 1997: 595). Un análisis de los años en los que tal vínculo entre ambos arqueólogos supuestamente tuvo lugar me obliga a expresar ciertas dudas sobre la fuerza del mismo. Antonio García y Bellido había nacido en 1903 y obviamente por tanto sería alumno de un Mélida en sus últimos años de docencia y ya avanzado en edad. Quizá por esta razón – en el sistema clientelar no es muy avispado escoger un patrono cuando éste está a punto de perder el poder– no sería con Mélida con quien realizaría su XCVIII

tesis, sino con Elías Tormo, trece años más joven que Mélida, sobre Estudios del Barroco Español. Avance para una monografía de los Churriguera, leída el 8 de octubre de 1929. La misma Mª Paz García-Bellido dice que «a don Elías (…) le unieron lazos muy estrechos de admiración y amistad», pareciendo confirmar que el verdadero maestro fue Tormo (García-Bellido 1993b: 11). Como alumno de Tormo no es extraño, por tanto, que publicara en AEAA (García y Bellido 1928; 1929b; 1930a; 1930b; 1931). Sin embargo, sus colaboraciones en la revista sufrirían una interrupción de cuatro años precisamente desde 1931, el año en el que gana por oposición la cátedra dejada vacante por la jubilación de Mélida, para la que Manuel GómezMoreno apoyaba a Juan de Mata Carriazo y Arroquia196. Se podrían adelantar varios argumentos como confirmación de la relación entre Mélida y García y Bellido: la presidencia de Mélida en el tribunal de oposiciones de García y Bellido, las conexiones de ambos con Rodenwaldt, una dedicatoria publicada en 1945 y por último su empeño en publicar catálogos. En cuanto a lo primero, me extenderé quizá más de lo que debiera en la explicación de lo ocurrido en el tribunal de oposición de la cátedra de Arqueología de la Universidad Central en 1931, puesto que pienso que es interesante conocer el sistema por las que éstas se realizaban. Al examen, que según se desprende de la documentación del AGA197, habían firmado José Camón y Aznar, Cristiano Antonio Floriano y Cumbreño, Cayetano de Mergelina y Luna, Eulogio Varela y Herviás, José María Balcells y Pinto, Pedro Aguado y Bleye, Juan de Mata Carriazo y Arroquia y Antonio García y Bellido, sólo se presentaron estos dos últimos. El tribunal quedó formado por Mélida como presidente, como vocales Manuel GómezMoreno, Hugo Obermaier, Antonio Prieto, teniendo a José Amorós como secretario. En las primeras actas antes también se cita a Andrés Ovejero y Antonio Ballesteros Beretta, que ya no se encuentran en el listado a partir del 196

El que hubiera sacado la cátedra un alumno de Tormo y no de Gómez-Moreno no parece que afectara a la amistad entre los dos, como bien se refleja, entre otros, en la cordialidad de ambos en el crucero del Mediterráneo (Gómez-Moreno 1995: cap. XXXII). Las críticas vertidas contra Obermaier (Gómez-Moreno 1995: 419-120) y la amistad de éste con García y Bellido hicieron en un primer momento que me preguntara si éste habría tenido algo que ver con el éxito del joven aspirante. Esto, como se explica en el texto principal, lo pude confirmar en el AGA. Mis sospechas venían reforzadas por el hecho de que las críticas a Obermaier fueron mencionadas el único día que mi vida se cruzó con la de Elena GómezMoreno: una reunión organizada el 26 de enero de 1994 por Mª Paz García-Bellido en casa de su madre poniendo en la misma sala junto a la pobre investigadora inexperta que era yo entonces a un grupo de mujeres que incluían además de Carmen García de Diego y Elena Gómez-Moreno, a Encarnita Cabré, Mª Luisa Galván y Mª Josefa García-Morente. Este es uno de los pocos datos que pude extraer de aquella tertulia en la que mis entrevistadas prefirieron ignorarme para contarse chismes sobre cómo les había ido a la familia en los últimos años. 197 AGA, Educación, legajo 6967-2, signatura 32/29-40. XCIX

acta del día 25. Según se lee en el acta del 23 de noviembre de 1931, en el que se celebró el sorteo del turno en el que se había de realizar el primer ejercicio el ambiente debió de ser tenso, pues tanto García y Bellido «solicitó hacer objeciones al disertante» Carriazo, como este último hizo a continuación al primero, pero se permitió a ambos continuar con la oposición. El segundo ejercicio de la oposición –comentario de piezas– se celebró el día 25 del mismo mes en el Museo Arqueológico Nacional y el tercero – exposición de un tema del programa– el 26 (García y Bellido) y 27 (Carriazo). A García y Bellido le tocó hablar de «Caldea y el primer imperio babilónico» para cuya preparación incomunicado cinco horas empleó exclusivamente bibliografía alemana. Carriazo tuvo que hablar de «Cerámica hispánica. Importancia y caracteres de la cerámica ibérica». En la bibliografía de 23 títulos el primero citado era la Arqueología española de Mélida y el segundo la Excursión a Numancia pasando por Soria, siendo el tercero La cerámica ibérica de Numancia de Blas Taracena, seguido por un libro de Sandars y luego Excavaciones de Numancia, memoria… La segunda parte del cuarto ejercicio –más lecciones, pero ahora sólo 15 minutos para prepararlas y no cinco horas– se realizó el día 28. El quinto ejercicio se llevaría a cabo el día 30 en el que se exponían oralmente cinco temas en una hora y el sexto el 1 de diciembre para el que a los opositores les daba una hora para desarrollar un mismo tema, que se leyó a partir de las ocho de la noche. El día 2 de diciembre, según el reglamento, se designó en votación nominal pública el señor opositor a quien había de adjudicarse la cátedra vacante. Amorós, Prieto, Obermaier y Mélida votaron a García y Bellido y a Carriazo sólo lo hizo Gómez-Moreno. Dice el acta que «El Sr. Presidente manifestó que el Tribunal haría desde luego la propuesta en favor del señor opositor Antonio García y Bellido para ocupar la cátedra de Arqueología, vacante en la Universidad central por haber obtenido cuatro votos» (énfasis mío). Según esta descripción parece cierto, entonces, que Mélida apoyó a García y Bellido, sin duda por el superior conocimiento de la materia que éste demostró en los ejercicios, pero como este desde luego parece indicar, no es descabellado imaginar la satisfacción de don José Ramón en que no hubiera aprobado el alumno de don Manuel. Con Rodenwaldt198, el joven García y Bellido ampliaría sus estudios en la Universidad de Berlín (Díaz-Andreu 1996: 217) probablemente después de haber sacado ya su cátedra y al poco de fallecer Mélida –había realizado viajes a Alemania antes, como demuestra su conocimiento de la literatura alemana en su oposición, pero a mi entender no visitaría a 198 Sobre la relación de Gerhart Rodenwaldt con el nacional-socialismo véase Losemann (1999: 228, 232). Lullies y Schiering (1988) simplemente afirma que Rodenwaldt se suicidó en 1945.

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Rodenwaldt hasta después. Aunque don José Ramón había escrito en 1931 un capítulo sobre el «Arte clásico en España» para ser añadido a la traducción al castellano del libro del sabio alemán, sus contactos con el mundo germánico habían sido, sin embargo, francamente escasos. Mélida, ya se ha comentado varias veces en este trabajo, como todos los de su generación nacidos a mediados del siglo XIX, pertenecía al mundo intelectual influido por el país galo, cuyo prestigio disminuiría en clara contraposición del aumento de la reputación experimentada por la ciencia germana. Serían los que pasaron por las aulas universitarias como estudiantes en los años diez a treinta los que pondrían sus miras en Alemania como país al que acudir para mejorar su formación (Díaz-Andreu 1995; 1996). La inspiración para ir a Alemania lo más probable es que proviniera de otro catedrático, Hugo Obermaier, de quien García y Bellido era discípulo y amigo (García-Bellido 1993b: 13) –y quien, como se acaba de referir, le votó en su oposición a catedrático. En 1945 García y Bellido dedicaría en 1945 el libro La Arquitectura entre los Íberos: A la memoria de D. José Ramón Mélida, profesor cordial y sapientísimo, del que proceden mis primeros estímulos arqueológicos, gracias a los cuales el alumno pudo suceder luego al maestro en la cátedra universitaria. Con el perenne agradecimiento y recuerdo de su discípulo y continuador199.

Aunque pueda parecer osado e incluso insolente analizar algo tan personal como una dedicatoria, en mi opinión la contextualización de éstas puede revelar factores que permiten entender mejor los actores y el momento en el que las mismas se produjeron. En 1945 García y Bellido era el director del Instituto Español de Arqueología Rodrigo Caro y dado que en el CSIC se estaban desgajando la arqueología y la historia del arte, reconocer como maestro a Tormo podría haber sido contraproducente, incluso si en 1945 García y Bellido aparentemente debiera otro favor más a Tormo, el haberle apoyado para su ingreso en la Real Academia de la Historia (García-Bellido 1993a: 11). No queremos negar aquí que García y Bellido no se hubiera beneficiado enormemente de la docencia de Mélida durante sus años de estudiante, que utilizara sus publicaciones como fuente continua de información, y que incluso admitiera la enorme validez de manuales como la Arqueología Española y la Arqueología Clásica de Mélida. Sin embargo, la auto-calificación de discípulo parece ser excesiva. En otro lugar hemos discutido la utilización del nombre de otros investigadores de forma estratégica para reforzar el reputación del propio autor que le cita (Díaz199

García-Bellido 1993b: 13. CI

Andreu 2002: capítulo 3). Como experto en Arqueología Clásica su vinculación con Tormo habría resultado extraña y, dada la posible disputa con Gómez-Moreno de 1931 y el escaso prestigio de aquél como arqueólogo clásico, además del hecho de no haber fallecido todavía, impediría a García y Bellido aludir a don Manuel como maestro. Mélida era la elección apropiada y el ya no tan joven don Antonio, como científico inteligente que era, empleó una táctica tantas veces utilizada en el mundo científico, la creación de un parentesco estratégico con respecto a la figura de un maestro que no resultaba nada problemática –dado el fallecimiento de éste hacía ya más de una década– pero a la vez prestigiosa y adecuada200. García y Bellido dedicaría gran parte de su impulso investigador en su juventud, entre 1935 y 1948, a publicar catálogos y realizar compilaciones (Arce 1991b: 12)201. Aunque esto evidentemente indica una cierta continuidad entre el fallecido maestro y el joven catedrático, un tanto incoherentemente esta conexión no es reconocida por Arce, quien califica a Bellido como «el creador e impulsor en España de la disciplina que académicamente se conoce con el nombre de Historia Antigua» sabiendo romper con sus predecesores como Mélida (Arce 1991a: 209). Quizá lo que se quiera reflejar con sus palabras es la disociación entre los dos personajes que en vida nunca realmente llegaron a estar unidos académicamente pese a la herencia evidente del pensamiento y quehacer de Mélida en la obra de Bellido, precisamente en los catálogos, entre otros aspectos.

200 Otro ejemplo del empleo de Mélida como forma de adquirir prestigio se puede observar en el libro póstumo de Federico Maciñeira sobre el puerto de Bares. Maciñeira incluye como información personal unos comentarios de Mélida respecto a unos capiteles que creían prerromanos y que, seguramente son en realidad basas de época romana (Armada Pita 2003: 67-68). Maciñeira dice lo siguiente: «El gran arqueólogo español José Ramón Mélida, que mucho me tiene alentado y auxiliado en mis modestas investigaciones, razonábame así su parecer, ya más circustancialmente para deducir algo semejante: “No me parecen románicos. Por el contrario, al momento me recuerdan el capitel de relieve de los leones de Micenas con su gran toro bajo el plinto o ábaco y la escocia lisa. Solamente disuenan las hojas. Pero ese gran toro es el mismo del capitel oriental, persa, y la labor es marcadamente egipcia, como la de la cerámica ibérica ornamentada y las piedras de las citanias de Sobroso, etc. Por consiguiente, creo anterromanos y curiosísimos los capiteles” (n. 62)» (Maciñeira Pardo de Lama 1947: 237). En la nota al pie de página número 62 se dice textualmente: «Carta fechada en Madrid el 8 de abril de 1903» (Armada Pita, com. pers. 18.1.2003). Mélida y Maciñeira se habían carteado en relación a la venta del torques de Montoxo (Cedeira) al MAN, en la que el segundo actuó como intermediario (García Vuelta y Armada Pita 2003). Sobre el trío Bonsor-Maciñeira-Mélida léase Maier (1999). 201 Lo que no se resalta en la introducción escrita por Arce (1991b) a las Veinticinco estampas de la España Antigua es la posible conexión entre esta obra y La novela de España de Gómez-Moreno (1928).

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¿Quién fue entonces el discípulo de Mélida? Si Blas Taracena tuvo sus devaneos con Gómez-Moreno y García y Bellido en realidad fue alumno de Tormo, se hace necesario seguir buscando posibilidades. Alguien que nunca se cita entre los seguidores de Mélida es Bosch Gimpera y, aunque probablemente la opinión general es correcta, habría que apuntar aquí que don José Ramón había presidido el tribunal que juzgaría la tesis del arqueólogo catalán en 1913 (Bosch Gimpera 1965: 64; 1971: 96). Sin embargo, como apunta Jordi Cortadella (2003: XLI, nota 101), el que realmente ayudaría al joven promesa en su tesis, el director en la sombra, sería el profesor berlinés August Frickenhaus, a quien Bosch había conocido en su estancia en Alemania (Díaz-Andreu 1995). Dos años más tarde, en 1915, Mélida presidiría unas oposiciones a cátedra a las que se presentaría Bosch Gimpera y éste contaría más tarde, con su peculiar forma de escribir catalán, que Mélida fue el único que le votó haciendo así que la cátedra quedara desierta (Bosch Gimpera 1965: 165). Esto le permitiría luego ganar la que finalmente le situaría como el gran arqueólogo catalán de primer tercio de siglo XX (Cortadella i Morral 2003: LIV, notas 147 y 148). La ayuda de Mélida quizá explique la afectuosa misiva que, hemos comentado, Bosch enviaría a Mélida en 1921 tras el fallecimiento de una de las hijas del último. Muchos años más tarde un discípulo de Bosch, Alberto del Castillo, calificaba a Mélida positivamente como «el primer arqueólogo español» (Castillo 1955: 625). Siguiendo con la búsqueda de posibles discípulos, un análisis de los arqueólogos seleccionados por Pasamar y Peiró (2002) para su diccionario que estudian en la Universidad de Madrid en los años diez y veinte y hacen una tesis de arqueología o campo relacionado indica que todos prefirieron a Gómez-Moreno –y ninguno a Mélida–: a Emilio Camps Cazorla se le describe como el alumno predilecto de don Manuel (2002: 155), a Juan de Mata Carriazo y Arroquia como colaborador del CEH, y se sabe que Cayetano de Mergelina Luna fue alumno de Gómez-Moreno (2002: 410). Su lugar privilegiado a los ojos del maestro hace que éstos compartan departamento de barco en el famoso crucero universitario (Alonso del Real et al. 1934; Crucero... 1995) con su propia hija Elena y otras dos chicas (Gómez-Moreno 1995: 410). Por último, en cuanto a José Ferrandis varios datos indican la relación con Gómez-Moreno (tesis sobre «marfiles españoles medievales», artículo sobre «la moneda hispánica» (2002: 250)). En mi opinión la preferencia de los alumnos hacia Gómez-Moreno tiene quizá más que ver con la situación provocada por la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios que con la calidad de Mélida. Es cierto, sin embargo, que conservamos algún testimonio de alumnos de la época donde el papel de Mélida no es especialmente destacado. En 1995 me escribía Ursicina Martínez Gallego, quien había estudiado su carrera entre 1923 y CIII

1928, afirmando que entre los profesores, entre los que cita en una hoja de servicios (redactada creo que para mí el 4.7.1995) a Mérida (sic) como profesor de Arqueología: Como siempre ocurre, de unos profesores guardo un recuerdo formidable; por ejemplo: D. Pío Zabala Moreno, González [sobrescrito Gómez] Moreno, con el que aprendí mucha arqueología y arte, D. Elías Tormo y Ovejero, principalmente pintura y arquitectura, Ferrandis, numismática y Millares, paleografía. El resto de los profesores no me dejaron mucha huella202.

Aprovecharé para apuntar aquí que otros jóvenes del momento como Isidro Ballester Tormo o como Felipa Niño se relacionan con la figura de Tormo (Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 620) o Sánchez Albornoz (Zozaya 1992) respectivamente. El Centro de Estudios Históricos ¿Un escollo para el desarrollo de la arqueología en la universidad española?

El CEH pertenecía a la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) fundada en 1907 y creada siguiendo el modelo del Collège de France (Rodríguez de Lecea 1988: 526). La JAE pretendía suplir la decadencia científica en la universidad, pero lo que provocó fue la creación de una élite de unos pocos profesores de universidad por lo general unidos por lazos de amistad –y que por lo tanto no tenían ninguna intención de romper con el clientelismo tan dañino para la universidad en España– que contaron con medios y locales adecuados para hacer investigación, mientras que el resto de los profesores universitarios, sobre todo los de fuera de Madrid, luchaban con una penuria devastadora. Así, en 1917 el catedrático de Física General en la Universidad de Madrid decía: Tal y como ha sido creada la Junta constituye un agravio a la Universidad, a la que se declara impotente para obtener los resultados conseguidos por aquélla, y cabe pensar, antes de declarar dicha impotencia, que si la segunda hubiera dispuesto de los medios de que la primera dispone, su estado no sería el que hoy es. El efecto externo, (…) es dividir a los catedráticos en dos castas, los puramente universitarios, para los cuales son las desconfianzas y las economías del Estado, y los adeptos a la Junta, para los que toda independencia y prodigalidad parecen pocas203.

Las críticas abundaron sobre todo por parte de universidades no madrileñas –especialmente por parte de la de Barcelona (Sánchez Ron 1988: 27-30). El catedrático de Barcelona Pedro Bosch Gimpera, por ejemplo, escribía a su discípulo Luis Pericot en 1918: «Suposo que l’Obermaier li diria 202 203

Martínez Gallego, com. pers. 10.10.1995. Sánchez Ron 1998: 26. CIV

que no expliquessin lo que fan de megalits a l’alumne d’en Gómez-Moreno per a evitar que hi hagin fenómenos d’osmosis i per a que cada un faci lo seu sense influències» (Gracia et al. 2002: 92). El alumno en cuestión debía ser Cayetano de Mergelina204, pero lo importante de este consejo es la relación de amistad entre dos personajes en los márgenes de la JAE205 –unidos también por sus vínculos germanos– en contra de uno de los de dentro. Como varios críticos aludían entonces, lo cierto es que el dinero que el gobierno concedía a la JAE podría haberse destinado a la investigación en las distintas universidades del territorio español. En el mismo Madrid los profesores universitarios no incluidos en las instituciones creadas por la JAE se quedarían marginados en el mundo académico, y ese fue el caso de un sabio de la talla de Mélida, demasiado experto y poderoso como para que la camarilla que estaba dentro quisiera hacerle hueco en el CEH. Los comentarios de Manuel Gómez-Moreno puestos en boca de su hija parecen indicar una cierta animadversión entre éste y Mélida. Los calificativos a don José Ramón en 1911 como amigo realizados justo antes de su oposición a la cátedra de Arqueología arábiga sacada por Gómez-Moreno en 1912 (Gómez-Moreno 1995: 255, 257), contrastan con las críticas vertidas al conocerle en 1899 (1995: 93) y con su silencio tras la oposición aunque dejando entrever reproches encubiertos que ya se han ido apuntando a lo largo de este trabajo (1995: 369, 370). Lo cierto es que las lealtades de Gómez-Moreno en la universidad fueron hacia quien le había promocionado y organizado su cátedra, Elías Tormo, el catedrático de arte desde 1903 y junto a Gómez-Moreno o Tormo se agolpan, como acabamos de ver, los alumnos, incluso los que luego son considerados como discípulos de Mélida, Blas Taracena y Antonio García y Bellido. Tal vez no esté de más apuntar que entre los que apoyan a Gómez-Moreno en su candidatura para la RAH no está Mélida (Gómez-Moreno 1995: 291) y que sólo entra en la de Bellas Artes una vez que Mélida se ha jubilado del Museo Arqueológico Nacional el 14 de junio de 1931 (1995: 399). Tampoco Mélida acompaña nunca a los inseparables Tormo y Gómez-Moreno en sus excursiones con los alumnos (1995: cap. XXVII). Lo cierto es que ellos tenían en sus manos algo que Mélida no disponía y que era muy goloso en aquellos tiempos: su pertenencia al Centro de Estudios Históricos.

204 Aunque Gracia Alonso et al. opinan que Bosch se refería a Cabré, en realidad éste nunca fue alumno de Gómez-Moreno, mientras que Cayetano de Mergelina sí que lo fue y leyó su tesis sobre Arquitectura megalítica en la Península Ibérica en 1920. 205 Obermaier todavía era miembro de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, pero las tensiones que terminarían con su ruptura debían haber comenzado ya, como se intuye por la separación de Cabré del mundo del arte rupestre (Díaz-Andreu 2002: 113-4).

CV

Quizá elementos ajenos a la universidad pero conectados con el CEH y la RAH, ayuden a explicar la intuida animadversión de GómezMoreno hacia Mélida. La Academia, teniendo como portavoz a Adolfo Bonilla y San Martín, acusaría al Centro de Estudios Históricos de usurpar sus competencias (Peiró Martín 1995: 200). Sin embargo, todos los directores de las secciones del CEH terminarían siendo elegidos académicos e integrándose en la maquinaria academicista –incluidos Gómez-Moreno en 1917 y Tormo en 1919 (Peiró Martín 1995: 201n, apéndice 1). A la primera acusación se acompañaría la de apuntar al CEH como una marioneta en manos de la escuela krausista-institucionalista (Peiró Martín 1995: 200), con la que ya hemos comentado que equivocadamente Ruiz Rodríguez conecta a Mélida (Ruiz Rodríguez 2001: 19-20). En 1925, durante la dictadura de Primo de Rivera, el CEH funda el Archivo Español de Arte y Arqueología, haciendo entrar en crisis a la hasta entonces reputada RABM. La competencia provocaría el final de la tercera época de esta última y la sustitución de la revista por el Anuario de Archivos, Bibliotecas y Museos del que sólo se publicaría un número de tres volúmenes todos ellos dedicados a homenajear la figura de Mélida (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 175-193). Es de notar que Mélida nunca publicó en AEAA. Quizá haya también que apuntar aquí que el AEAA ni se dignó en dar noticia del fallecimiento de Mélida, aunque sí que se hicieron reseñas de algunos trabajos suyos (1925: 335-338; 1927: 111-112; 1931: 88-89; 1937: 263-266; 1956: 3-51, Gloria Mora com. pers. 22.9.2003)206. En otro orden de cosas, Mélida nunca empleó el adjetivo de «hispánico»207 tan atesorado por Gómez-Moreno, sino que siguió empleando «ibérico» –de forma cada vez más parecida a la acepción actual– no haciéndose eco del empeño de su colega quien, a entender de Ruiz (2001: 18-19), a través de esta utilización tan peculiar de «hispánico» pretendía expresar su programa españolista liberal. En una carta sin fecha pero que se encuentra entre las que se refieren al primer intento de publicar el homenaje a la jubilación de Mélida en 1931, las palabras de Gómez-Moreno parecen ser significativas, pese a que la gramática presente problemas –lo que es habitual en la época, según se puede observar en muchos de los escritos de Mélida incluidos– y el contexto no quede muy claro: 206 La amistad entre Gómez-Moreno y Vives que parece haberse establecido en el Instituto Valencia de Don Juan parece tener consecuencias a la muerte del segundo de ellos. Gómez-Moreno se hizo cargo de la docencia de la Epigrafía y Numismática en 1925; también por encargo de la RAH revisó la Moneda Hispánica de don Antonio, inconclusa, para su publicación (Caccioti y Mora 1995: 521-527 y Mora, com. pers. 22.9.2003). 207 Sobre su no utilización de «hispánico» en su libro Arqueología Española se hablará en el análisis de la obra en la parte V de este trabajo.

CVI

Exmo Sr. D. Francisco Álvarez-Ossorio Muy señor mío y amigo: después de pensarlo mucho, no me parece bien firmar la invitación al homenaje a nuestro querido Mélida. Dada la ocasión que se alega para realizarlo, eso corresponde a Vs., los del Cuerpo, entre quienes yo no puedo mezclarme, aunque lo deploro mucho, y además va ligado con la parte económica, que representa compromisos fuera de mi alcance. Por lo demás, el proyecto merece toda mi adhesión y entusiasta aplauso y tendré a honor el colaborar con algún trabajito. Queda de V. afmo. y (?)208.

Gómez-Moreno contribuiría al homenaje con un artículo titulado “Notas sobre numismática hispana” en el segundo volumen (Gómez-Moreno 1934).

El último Mélida: el IV Congreso Internacional de Arqueología y la SEAEP Una de las últimas actuaciones en la vida profesional de Mélida tendría lugar en 1929 siendo todavía el director del Museo Arqueológico Nacional: ésta se refiere a la presidencia del IV Congreso Internacional de Arqueología organizado en Barcelona con motivo de la gran Exposición Universal y en coordinación con el Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. Mélida fue presidente del primero de ellos –en sustitución del duque de Alba, quien no asistió (Gómez-Moreno 1995: 382)– siendo Bosch Gimpera secretario (Gracia et al. 2002: 20; Marcos Pous 1993b: 79). Otros miembros del comité fueron Manuel Gómez-Moreno, Francisco Álvarez-Ossorio, Hugo Obermaier, José Ferrandis Torres, Blas Taracena y Joaquín Montaner (Gómez-Moreno 1995: 383, Gracia Alonso, com. pers. 31.10.2003). Se celebró del 22 al 29 de septiembre y según anécdota de Gómez-Moreno, Mélida necesitó una copita de jerez para superar una indisposición y dar su discurso (1995: 382). Ambos congresos fueron tachados de «españolistas» por el Institut d’Estudis Catalans, que por tanto se negó a participar en ellos (Martorell 1936). Mélida y Bosch habían escrito sin éxito a Puig como presidente del IEC para proponerle que formara parte del Comité de Honor presidido por Alfonso XIII, pero la respuesta fue negativa209. Éste se limitaría durante el congreso a recibir en su 208 Archivo del MAN, Caja-archivadora roja que tiene escrito por fuera legajo 18 expediente 1, sin año. Carpeta Año 1935. Legajo 18, expediente 1. Homenaje a D. José Ramón Mélida (sobre el primer Anuario del Cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, dedicado al «homenaje a Mélida» Correspondencia sobre dicho homenaje). Subcarpeta correspondencia (no especifica 1934-1936). En subcarpeta A5 “Anuariohomenaje a Mélida”. 209 Carta BG-PC, Arxiu IEC, doc. BG s/n, fecha 22.03.1929.

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casa a algunos ilustres arqueólogos pero a título privado. En todo caso en la sesión de clausura del congreso internacional se acordaría felicitar a la Sección Histórico-Arqueológica del Institut por la labor realizada hasta la fecha210. Mélida, como era habitual, aprovechó para publicar una nota sobre el congreso, eligiendo la RABM para ello (Mélida 1929c). Un último dato a aportar sobre la actividad de Mélida, aunque ahora ya jubilado, sería la presidencia de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (SEAEP). Su relación con esta asociación había empezado antes, durante sus primeros años en la dirección del Museo Arqueológico Nacional, en 1921, cuando había ayudado a organizarla como socio fundador. Sería brevemente su presidente en 1932 (Obermaier 1934: 231; Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 214n), poco después de la muerte de su impulsor, Manuel Antón y Ferrándiz211 en 1929 (Ortiz en Ortiz García y Sánchez Gómez 1994: 70-75). En todo caso lo cierto es que en la SEAEP cobrarían cada vez mayor fuerza los prehistoriadores, sobre todo a la muerte de Antón (Sánchez Gómez 1990), pero dado que no se suele hablar del papel de Mélida en los análisis historiográficos sobre esta sociedad, debemos suponer que su actuación debió ser discreta.

210 Carta BG-PC Arxiu IEC, doc BG, 05.11.1929 (Gracia Alonso, com. pers. 24.10.2003 y Gracia Alonso 2003). 211 Se sabe poco sobre la relación entre Mélida y Antón (Ortiz, com. pers. 8.10.2003), y aunque quizá se relacionaran brevemente en la organización de la exposición de Filipinas de 1887 ya se ha apuntado más arriba que el papel de Mélida en ésta es algo dudoso.

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V TEORÍA Y PRÁCTICA EN EL PENSAMIENTO Y OBRA DE MÉLIDA

En la necrológica publicada por Hugo Obermaier, el catedrático de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad Central, se resaltaba la obra de Mélida con estas palabras: Permítasenos recordar aquellos estudios dedicados ora a los monumentos megalíticos de Extremadura, ora a las delicadas alhajas de Jávea y al tesoro magnífico de Aliseda, o bien a las esculturas del Cerro de los Santos y a los bronces e inscripciones del Mediodía español. Bajo la venerable dirección de Mélida y con la colaboración valiosa de D. Maximiliano Macías, D. Manuel Aníbal Álvarez, D. Blas Taracena y otros, resurgieron no sólo monumentos aislados, sino partes enteras de ciudades, como la heroica Numancia o la esplendorosa Mérida. Uno de los mayores méritos del llorado maestro ha sido haber ampliado y profundizado notablemente nuestro conocimiento de la cultura celtibérica en la meseta castellana212.

Menos la arqueología egipcia, ambición intelectual del joven Mélida y probablemente ya olvidada hacia los años treinta, lo demás está aquí: sus esfuerzos en el estudio de lo ibérico y lo romano, sus trabajos en Extremadura y sobre yacimientos tan emblemáticos como Numancia y Mérida. De todo ello, y de su contexto, se da nota detallada en esta sección. Comenzaré, sin embargo, prestando atención a la base epistemológica de los estudios arqueológicos de Mélida.

212

Obermaier 1934: 230. CIX

Mélida y el positivismo francés La filosofía positiva de Mélida

La obra de Mélida se encuadra en la corriente positivista que dominó la ciencia en el último tercio del siglo XIX y que sigue teniendo cierto poder desde entonces. Por el positivismo la arqueología rechaza la teorización y se concentra en convertirla en ciencia racional, en desarrollar los métodos y herramientas de análisis, dedicándose principalmente al estudio de los objetos intentando evitar los prejuicios, pretensión que hoy vemos fallida, pero que llevó a un cambio en el estilo de las publicaciones, más descriptivas y aparentemente científicas. Mélida hace mención expresa al positivismo en 1883 en su artículo sobre la Asociación de Excursiones Catalanas: El primer Anuario de esta asociación, correspondiente al año 1881, ha puesto de manifiesto los ventajosos resultados de la enseñanza positiva (…) Su objeto [el de la asociación] es recopilar y difundir los conocimientos referentes al hecho, al hombre y a la naturaleza; conocimientos no adquiridos por referencia ni de segunda mano, sino tomados en la fuente misma213.

y en 1884 diría: Para que la ciencia tomara en serio lo que entonces le parecía secundario era menester que llegaran los días presentes, en los cuales el espíritu positivo de la ciencia investiga y recopila escrupulosamente cuanto se refiere a la costumbre y al hecho: era menester que existiera mayor intimidad entre los arqueólogos y el mundo antiguo. Y ese lado popular y familiar de la vida antigua pocos monumentos le revelan con caracteres más propios214.

Recopilar, ser escrupuloso con los datos y tomar éstos de los objetos mismos, esto es lo que el arqueólogo ha de hacer. Mélida volvía a recapacitar sobre esto mismo en 1896: Considerábase antes la Historia como una rama de conocimientos literarios, que había menester de llevar por guías la Filosofía y las ciencias Jurídicas; y ajustándose a las antiguas crónicas, hacía poco aprecio de los datos auténticos que la Diplomacia, la Epigrafía, la Arqueología, etc., podían suministrar. Poco menos que teórico era el dictado de auxiliares que a tales ciencias se daba. Hoy es otra cosa. Los descubrimientos y adelantos de la Antropología215, de la Filología, de la Arqueología, han venido a 213

Mélida 1883e: 9. Mélida 1884l: 4 en Almela Boix 1991: 131. 215 Por la coincidencia de fechas, incluiré este dato: el 21 de junio de 1896 Ángel Gorostizaga daba en el MAN una conferencia sobre “Concepto de la Etnografía” en el que se establecían las diferencias y similitudes de la etnografía con la arqueología, antropología y prehistoria (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 149n). 214

CX

trazar un camino a la investigación histórica, han dado a la Historia verdadero carácter de ciencia de observación; hoy la tradición no tiene ya más que un valor relativo, y los restos auténticos de lo pasado, lo mismo los del hombre que los de sus obras, el estudio geográfico de países y localidades, los vestigios de sus antiguas costumbres conservadas a través de mudanzas de los tiempos, tiene para el historiador que sabe analizar y establecer oportunas comparaciones, un valor real, positivo; un valor inapreciable: el que tiene la verdad misma. Ya no se hace la historia de los personajes y los sucesos, sino de los pueblos en todas las manifestaciones de su civilización: no se atiende tanto a la historia externa o política, como a la interna de las sociedades, que comprende su religión, su literatura, su arte, su cultura, sus costumbres: no se aceptan de plano los hechos históricos sin buscar la raíz, por donde toda cuestión de orígenes es de sumo interés para el historiador, que no puede dispensarse de investigarla y tratarla216.

El interés por los orígenes y la búsqueda de lo que él llama la historia interna de las sociedades, que describe como la suma de su religión, su literatura, su arte, su cultura, sus costumbres, indica la influencia del nacionalismo en su forma de entender las sociedades humanas. Un nacionalismo que rezuma cuando trata de yacimientos como Numancia, cuya historia modela, como se verá más adelante, a tenor de la retórica sobre edades de oro, héroes, la independencia del carácter español, la raza e incluso la gesta colonial en Marruecos. En la cita anterior, aunque Mélida lógicamente todavía no emplea el término «cultura» o «cultura arqueológica» de la forma en la que precisamente en estos años los alemanes y austríacos están desarrollando (Zwernemann 1983), los gérmenes del paso que allí se está dando ya estaban repartidos desde hacía décadas. En 1871 el inglés Sir Eduard Burnett Tylor, por ejemplo, había comenzado su libro sobre Cultura primitiva aclarando que «cultura» o civilización «es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto a miembro de la sociedad» (Tylor 1975 (1871): 29). No es este el momento de desarrollar este aspecto de la relación entre el concepto de cultura y el de nación, del que he tratado en otro lugar (Díaz-Andreu 2002: cap. 8), sólo apuntar que éste sería amplificado en el idealismo de corte alemán importado de aquel país por Bosch Gimpera y que es interesante ver sus precedentes –no quiero decir que directos– en Mélida. En 1885 Mélida califica así la labor del arqueólogo: El verdadero trabajo del arqueólogo es examinar los hechos aislados; pero sin perder de vista la evolución histórica, los antecedentes del hecho, el lugar en que debe clasificarse, las conclusiones que se buscan. 216

Mélida 1896k: XI-XII. CXI

Es menester no olvidar el medio social en que cada obra se produjo; ahí está el secreto de la fisonomía de los monumentos y objetos217.

Esta descripción está en consonancia con el tipo de estudios realizados por Mélida en el que cada elemento de cultura material se describe minuciosamente, buscando paralelos y prototipos y aglutinando objetos semejantes en grupos aparentemente semejantes. Este será su método prácticamente a lo largo de su vida profesional. Así en 1908 escribía en un trabajo sobre escultura hispano-cristiana: El mejor servicio que, a nuestro entender, puede hoy prestarse al conocimiento del desarrollo histórico del Arte nacional, es agrupar, con arreglo a un criterio de clasificación, las obras todas correspondientes a un período, estilo o escuela, para que de la relación que forzosamente habrá de advertir el clasificador entre ellas, de la comparación y del examen de las series, sea fácil deducir, con menor exposición de error que de las obras examinadas aisladamente, como hasta ahora se ha hecho, por lo general, los caracteres de la corriente artística de que nacieron y las leyes que a tal movimiento presidieran218.

Ésta todavía sería, como comentaremos, su filosofía al estudiar un conjunto como el Tesoro de la Aliseda en los años treinta. Los catálogos

Mélida llegaría al Museo Arqueológico Nacional en su primera etapa como profesional en el período de consolidación de esta institución, datado por Alejandro Marcos Pous entre 1872 y 1892. Es la época en la que se redactan los primeros catálogos, una tarea que se vincula estrechamente con la corriente positivista de la que acabamos de tratar en el apartado anterior. El positivismo impulsa las primeras grandes recopilaciones, como los grandes catálogos de cerámica griega, iniciados en Alemania hacia mediados de siglo XIX con el de Otto Jahn (Michaelis 1908: 77-8; Olmos 1989: 292), ejemplo seguido por los franceses con un cierto retraso (Gran-Aymerich 1998). De Francia provienen las influencias recibidas en España, y es a este país al que Mélida se vincula desde sus primeros escritos. Esto le lleva a dar una importancia fundamental al estudio de la cerámica. Ya en su libro sobre los vasos griegos, etruscos e italo-griegos dice sobre el método que está siguiendo: Y no se crea que hay algo de ilusorio en esto de apreciar la edad de los vasos, si no con precisión exacta, al menos con precisión relativa, 217

Mélida 1885a en Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 149. Mélida 1908o: 5. El artículo se compone de una descripción de sarcófagos hispano romanos y concluye proponiendo una cronología para los mismos según el tipo al que pertenezcan. 218

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que tiene poquísimo de hipotética, pues comparando la edad de las medallas con las pinturas de los vasos, se han obtenido conclusiones que pueden admitirse sin repugnancia219.

Es con el catálogo del Museo Arqueológico Nacional con el que el joven Mélida, recién entrado como aspirante sin sueldo al MAN, se afana en sus primeros años. A su mentor, Juan de Dios de la Rada y Delgado, se le había encargado en 1869 la redacción de uno que incluyera información sobre todas las secciones, es decir, sobre un total de piezas que en el año 1871 totalizaban unas 120.000 (Marcos Pous 1993b: 63). En sus primeros meses Rada se había encargado de organizar la exposición de objetos que sería después calificada de «muchas veces caprichosa y no pocas fantástica» (Amador 1903 en Marcos Pous, 1993b: 57). Pese a que en 1871 el director, Ventura Ruiz Aguilera, afirmara que el catálogo podía publicarse ya (Marcos Pous 1993b: 51), la realidad es que una de las primeras funciones encomendadas al joven Mélida a su entrada en el MAN en 1876220 sería la de ayudar en la redacción del mismo. Como contara en 1888 el entonces director, Castellanos, el joven Mélida: (...) se ocupó primeramente, en unión del aspirante Don Nicolás González, en confrontar todas las papeletas del Catálogo, a la sazón inédito, con los objetos de la Sección en ellas descritos, enmendando algunas de dichas clasificaciones y formando luego un catálogo de todos los objetos que no estaban aún clasificados. También catalogó los objetos de las colecciones del Sr. Miró, del Sr. Abargues, del Sr. Asensi y de las excavaciones de Osuna en 1876. Además se ocupó en instalar los objetos de todas las mencionadas colecciones de la mejor manera posible221.

El año en el que Mélida entró en el MAN saldría a la calle la Noticia histórico-descriptiva del Museo Arqueológico Nacional en la que se redacta una primera historia del Museo seguida por una descripción de los fondos (Rada y Delgado 1876). No sabemos si en este trabajo tuvo que ver la pluma de Mélida, pero lo que sí que parece claro es que su papel fue fundamental en el catálogo referido más arriba finalmente publicado en 1883 y firmado únicamente por Rada y Delgado. Seguía Castellanos en la descripción de la labor de Mélida como ayudante de 1881 a 1888:

219

Mélida 1882m: 5-6 en Almela Boix 1991: 131. La instancia para que se le nombre aspirante sin sueldo la realiza el 23 de diciembre de 1875 (AGA, 31/6535). 221 MAN, año 1916, caja 13, núm. 18, fotocopias que al parecer provienen del AGA, 31/6535; Signatura topográfica 31-49. Instancia de D. José Ramón Mélida para presentarse al concurso de Oficial de Segundo Grado del CFABA. Documento “Servicios prestados en el Museo Arqueológico Nacional” firmado por Basilio Sebastián Castellanos el 26 de enero de 1888. 220

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Continuando adscrito a la Sección I, y nombrado en unión del Sr. Rada para dirigir la publicación del Catálogo Oficial del Museo, se ocupó en ordenar el original del tomo I de dicho Catálogo (...) Entendiendo que el catálogo manuscrito existente en la Sección necesitaba grandes reformas en lo tocante al criterio científico, antes de darle a la imprenta, procedió en unión del ayudante Sr. Díez de Tejada a redactarle de nuevo, con datos y enseñanzas tomadas de las obras más recientes y autorizadas en varias materias que abrazan la Arqueología y Mitología del Mundo Antiguo222.

Esta extensa participación en la elaboración del catálogo publicado por Rada, viene corroborada en opinión de una de las especialistas en Mélida, Asunción Almela Boix, sobre la base de la comparación de las páginas LIII-LVI de dicho catálogo de 1883 y otros trabajos posteriores de Mélida que a su parecer muestra semejanzas indudables (Almela Boix 1991: 131, nota 2). Lo que sí que saldría firmado por él serían sus reflexiones “Sobre los vasos griegos, etruscos e italo-griegos” de 1882 (1882m), que también publicó ese mismo año en cuatro entregas en la revista La Ilustración Española y Americana, patrón que se repite para su trabajo sobre “Las esculturas de barro cocido griegas, etruscas y romanas” (1884l), ambos sobre materiales del MAN.

Del mundo egipcio, al ibérico, celtibérico y romano Egipto, entre la literatura y la profesionalidad

Entre 1876 y 1900 en la producción tanto científica como literaria del joven Mélida se evidencia una cierta predilección especial por Egipto. Es probable que su afición por éste le viniera de Rada, quien fue su profesor en la Escuela Superior de Diplomática de 1873 a 1875 y quien había dirigido en 1871 la Comisión Arqueológica a Oriente a bordo de la fragata Arapiles que visitó yacimientos en el sur de Italia y la isla de Sicilia, Grecia, Turquía y sus islas y Egipto (Chinchilla 1993). De la redacción de la memoria sobre el viaje se encargó Rada, quien finalmente publicó tres volúmenes probablemente escritos durante los años de estudiante de Mélida (Rada y Delgado 1876-78). La primerísima publicación de lo que llegaría a ser la larga lista de lo que Mélida produjo y que se presenta más adelante, sería una novela sobre Karnak (Mélida 1880). A ello seguiría un articulito sobre “La colección de antigüedades egipcias que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional” (1881a). Daría una de sus primeras conferencias conocidas en el Ateneo de Madrid sobre tema egipcio que publicaría en la Revista España (1884i), de la que hay separata (1884j). A partir de estos momentos parece haber un hiatus de una década tras la que vuelve a 222

Misma referencia que la especificada en la nota anterior. CXIV

ocuparse del tema hablando de la sala egipcia de la Exposición HistóricoNatural y Etnográfica (1893i); una donación de piezas arqueológicas del gobierno egipcio al MAN (1895c); nuevas conferencias, ahora en el museo (1896d); un libro sobre historia de arte egipcio (1897j), y unos bronces egipcios del MAN (1898b). En el Ateneo impartió en 1898 un curso de “Historia del Arte Egipcio” fruto del cual publicaría un manual con el mismo título (1897j). A partir de aquí hay una ruptura. Mª Asunción Almela Boix afirma que tras la negativa oficial dada en 1900 para la creación de la cátedra de Egiptología por falta de presupuestos223 Mélida ya no volverá a publicar ningún trabajo sobre Egipto. Sabemos que tal afirmación no es totalmente cierta por publicaciones (véanse Mélida 1902h; 1907j; 1910a; 1912i; 1928f) y por su viaje a El Cairo en 1909 del que se hablará a continuación, pero lo cierto es que su atención hacia la egiptología disminuirá de forma notable, ocupándose desde entonces principalmente a otros asuntos, uno de ellos el que le venía preocupando desde los años ochenta, el mundo ibérico y romano. Ya hemos comentado que una comparación entre las lecciones sobre arqueología egipcia presentadas en el programa incluido en su solicitud de 1896 para la cátedra de «Concepto e Historia del Arte» de la Escuela Central de Artes y Oficios, y el publicado en 1913 tras su nombramiento como catedrático de Arqueología de la Universidad Central muestra una reveladora similaridad, indicando que la renovación en este campo no había sido una de las prioridades de Mélida en aquellos años. Su único viaje a Egipto se produciría con excusa de asistir al II Congreso Internacional de Arqueología celebrado en El Cairo en 1909. Tras la reunión se desplazó a visitar monumentos del Alto y Bajo Egipto (Álvarez-Ossorio 1934: 6), por lo que pasaría fuera de España dos meses (Mélida 1909c: 159), volviendo el 12 de junio de 1909224. Pese a viajar hasta allí es evidente el poco interés que ahora despierta el mundo egipcio en el Mélida de época madura en comparación con su años de juventud, hecho que se refleja en las escasas publicaciones resultado su periplo, algo extremadamente significativo dado lo prolijo de su pluma. Es cierto que las conferencias impartidas en el mismo 1909 en el museo del que es director por entonces, el de Reproducciones Artísticas, se ciñen al tema egipcio (Díaz López 1934: 89; Mélida 1909a), pero sobre él no trataría más sino excepcionalmente en las que dará en los años siguientes. Tampoco a partir de su viaje a El Cairo su investigación se detendría más en lo egipcio. En 1910 publicará una nota sobre una obra titulada Historia, teoría y técnica 223 Ignoro sobre qué base Almela Boix afirma esto, ya que la autora no indica sus fuentes y en los archivos consultados no he encontrado información sobre este asunto. 224 Según notificación fechada en tal fecha, AGA, 31/6535.

CXV

ornamental y decorativa de Egipto (1910a) y mucho después un articulito sobre “El Nilo y la civilización egipcia” (1928f). Sus primeros estudios sobre arqueología española: su iniciación al mundo ibérico y romano

En los primeros años de su labor profesional además de su obra relacionada con el mundo egipcio Mélida también publicaría sobre materiales protohistóricos y romanos en España. Así encontramos escritos sobre el Cerro de los Santos y otras novedades prehistóricas recientemente publicadas en revistas francesas y portuguesas (Costa y Mélida 1882b), también sobre la bicha de Balazote (Mélida 1896g), como discutiremos más adelante sobre los bronces de Costig (1896b; 1896a), la Dama de Elche (1897d; 1897e; 1898c) y la arqueología ibérica e hispano-romana (1897m; 1899f; 1902a; 1902f), el centauro de Rollos (1897i), vasos griegos, etruscos e italo-griegos en Madrid (1896l), un mosaico romano (1893j) y una cabeza de Séneca (1896h). La mayor influencia que recibe de fuera proviene de Francia, lo que no ha de extrañarnos si tenemos en cuenta que es hacia el país vecino a donde los intelectuales dirigen sus miras en este último cuarto del siglo XIX. Ya se ha descrito antes en este trabajo cómo el hermano de José Ramón, el pintor Enrique Mélida, se casa con una francesa, vive en París y allí muere tempranamente en 1892, y cómo él se desplaza a la capital francesa en 1883. Su viaje a Grecia y Turquía de 1898 está, además, organizado por Revue Générale des Sciences de París y su trato con arqueólogos foráneos se restringe principalmente en sus primeros años a los galos que están intentando convertir a España en un campo más de operaciones imperialistas. Así desde finales de los años ochenta llegan a España León Heuzey, Arthur Engel y Pierre Paris225 (que luego serán seguidos por Henri Breuil, Joseph Déchelette y otros) (Rouillard 1995 y 2001). Esta influencia tal vez se plasme en su empleo de adjetivos como «ante-romano» –que sólo abandonará en su Arqueología española226–, y con más seguridad en sus consideraciones sobre la Dama de Elche, para las que, siguiendo a León Heuzey, consideraría cartaginesa (Mélida 1897d: 433), 225

El documento 41-42 del expediente Mélida guardado en la RAH es un pésame a la muerte de Mélida de Paul Guinard, director del Instituto Francés en España, en el que le recordaban en 1932 en una velada en memoria de Pierre Paris –quien había fallecido en 1931– en la que Mélida había representado a la RAH y en la que «había estado hablando con elocuencia salida del corazón de su antiguo amigo». 226 Pero he de confesar que mis esfuerzos para comprobar este particular no han dado resultado positivos. Según me informaba el Dr. Pierre Rouillard, en realidad en francés se empleaba pre-romano. Me comentaba este investigador francés que «Ante-romano est, en français pré-romain. C’est sûr. Le mot est utilisé dans la littérature française du moment, mais pas tellement. Chez les archéologues français travaillant en Espagne, sur le monde ibérique, l’usage est rare et jamais dans un titre, ni de Paris, ni de Engel» (Rouillard, com. pers. 16.12.2003). CXVI

pese a establecer paralelos entre ésta y las esculturas del Cerro de los Santos (1897d: 441). Sus aportaciones más importantes en este área, y sobre todo en relación al Cerro de los Santos, se encuadran cronológicamente en el período siguiente, en el que, como comentaremos, ya con el prestigio otorgado por su pertenencia a la RABASF y dirección del Museo de Reproducciones Artísticas, puede decir cosas que hasta entonces la prudencia le había hecho callar. Uno de los asuntos que le ocuparon en sus primeros años fue el de los toros de Costig (topónimo castellano del catalán Costitx), ingresados en el Museo Arqueológico Nacional en 1895. Estos se habían encontrado en los terrenos de Juan Vallespí, uno de forma accidental en las labores del campo y otro en las excavaciones realizadas por la Sociedad Arqueológica Luliana que dirigió Bartolomé Ferrá, el presidente de la Sociedad Arqueológica Luliana (Magdalena Barril, com. pers. 8.10.2003). En carta a Bartolomé Ferrá dice Mélida: En cuanto recibí las cartas de usted y de Llabrés hice un borrador de comunicación, pidiendo al Ministerio la adquisición… Pero se preparaba la reapertura del Museo en su nuevo local y hubo que hacer compás de espera. Yo me consumía de temores y de impaciencia. Llegó la fiesta del Museo: fue la Reina y fue Cánovas que como usted sabe es un entusiasta por las antigüedades. De propósito había yo pegado en una cartulina y expuesto en una vitrina las tres fotografías que usted me envió. Se las enseñé a Cánovas, le entusiasmó, nos dijo que preguntáramos precio, telegrafié a usted (…) y la contestación es la R.O. Haremos vaciados de las cabezas y los tendrán ustedes. Suyo afectísimo amigo que le agradece de veras su patriotismo y leal proceder227.

Al parecer Cánovas del Castillo intervino para que los toros no se vendiesen al Museo Británico228. El MAN tuvo que pagar 3.500 pts. por ellas. Mélida publicaría dos artículos sobre las piezas (1896b; 1896a), haciéndose eco Pierre Paris en la Revue archéologique (Paris 1897). La relación de Mélida con este investigador francés hace que el galo le solicite publicar un boletín arqueológico de España en la Revue des Universités du Midi, para el que Mélida manda dos artículos de carácter general (1897c; 1898a).

227

Peiró 1995: 177. Según una nota de prensa del Diario de Mallorca de 6 de octubre de 1981, en la que se hace una recapitulación de un momento de reclamación. Esta información, que conozco gracias a Magdalena Barril (com. pers. 8.10.2003), se encuentra en el expediente de los Toros de Costig en el archivo del MAN. 228

CXVII

La arqueología ibérica: el Cerro de los Santos

En 1830 una tala de árboles había puesto al descubierto las antigüedades del Cerro del los Santos (Mélida 1906e: 95). De su existencia publica una primera nota en 1860 el artista Sr. Aguado, y en un primer momento son consideradas visigodas por José Amador de los Ríos (1906e: 11). Permiten excavar en el cerro a Vicente Juan y Amat, el relojero de Yecla, un tipo aficionado a las antigüedades y que no es desconocido en el mundo del comercio en torno a éstas, un mundo en el que era habitual que las piezas se retoquen para aumentar su valor. Cuando el dueño del terreno se da cuenta de la valía de lo que ahí hay, retira la autorización a Amat e invita a los padres escolapios de Yecla a excavar. Estos opinan en una memoria publicada en 1871 que las esculturas son orientales de origen egipcio por las inscripciones en ellas encontradas, por lo que en su publicación sobre el tema más de tres décadas después Mélida entiende que el falsario, Amat, el relojero de Yecla, ya debe haber empezado a retocar varias de las esculturas (1906e: 95)229. En marzo de 1871 se prepara una comisión del MAN encabezada por Paulino Savirón que se retrasa cinco meses, «tiempo de preparar nuevas y extrañas figuras» (1906e: 97). Savirón excava algo y compra mucho de lo ya «extraído», por tanto adquiriendo muchas de las esculturas falsas o retocadas. Justifica Mélida: Sería pueril, en un caso como éste, no aclarado del todo al cabo de más de treinta años de conocimientos, investigaciones e informaciones, pararse a justificar el error en que hicieron caer al P. Lasalde y al Sr. Savirón, mezclando con esculturas auténticas que no se parecían a nada de cuanto entonces era conocido en España, ejemplares contrahechos. Cuanto más peregrinas pareciesen las esculturas descubiertas y más solicitaran detenido estudio para descifrar su fecha, su carácter y significación, más urgente era adquirir el mayor número de ellas y traerlas al naciente Museo que importaba enriquecer230.

Será Rada quien, tras su viaje al Oriente con la fragata Arapiles, las reconozca como protohistóricas. Mélida tendría que esperar probablemente a la muerte de quien fue su protector, Rada, para enfrentarse con este tema que había sido tan importante para aquél: sobre esta cuestión su mentor había centrado su discurso de entrada a la Academia de la Historia en 1875 y por tanto aclarar su equivocación le habría dejado en el más completo ridículo, con consecuencias indeseables para Mélida. Copias de las esculturas se expiden a las exposiciones universales de Viena de 1873 y de París de 1878 (1906e: 30), siendo aceptadas como antiguas en la primera, pero al enviarse 229

La publicación de 1906 de Mélida (1906e), en realidad integra diez artículos publicados separadamente en la RABM (1903a; 1903b; 1903c; 1903d; 1903e; 1904a; 1904b; 1904c; 1905c; 1905d). 230 Mélida 1906e: 97. CXVIII

unos vaciados de varias de las esculturas compradas por el Museo Arqueológico Nacional para esta última en París, llaman la atención por lo exótico y el conservador Henri Adrien P. de Lonperier sospecha de la falsedad de varias de ellas (Cartailhac 1886: 301-303). Se abre, pues, un período en el que el debate se centrará sobre la antigüedad de las esculturas. Tras Lonperier sobre ellas también opina el sabio alemán Emil Hübner, quien había realizado en 1881 una visita al MAN y al que el entonces director de Instrucción Pública, Juan Facundo Riaño, había pedido en presencia del Sr. Rada que indicara cuáles eran falsas. Hübner, que podemos suponer que se encontró en una situación bastante comprometida, según cuenta Mélida se había limitado a señalar unas pocas «casi todas pequeñas y su conjunto acaso no pase de la quinta parte de la colección; de suerte, que, al examinar de cerca el grueso de ella, se convenció de la autenticidad de la mayoría de las piezas» (Mélida 1906e: 39), diciéndonos también que el epigrafista Manuel Rodríguez de Berlanga concordaría con Hübner en que las «estatuas grandes parecían verdaderas y las pequeñas (…) son, sin duda alguna modernas» (Rodríguez de Berlanga 1881 en Mélida 1906: 102-3). En 1888 Hübner todavía afirmaba que entre lo comprado por el Museo Arqueológico Nacional había algunas falsificaciones, sin especificar si se refería a estatuas grandes o pequeñas (Hübner 1888: 236-8). León Heuzey, director del Departamento de Antigüedades Orientales del Louvre231, se desplaza a Madrid para ver las esculturas y realiza en 1890 una memoria para la Académie de Inscriptions et Belles Lettres de París en la que discute la cuestión (Heuzey 1891). Con ésta, dice Mélida, se abre «una nueva fase de investigaciones y de crítica en la materia» (Mélida 1906e: 33) en la que se reconoce la autonomía del arte ibérico poniéndolo a la altura de otros como el etrusco o chipriota (Rouillard 2001: 144). Tras Heuzey viene a España a observar las esculturas Arthur Engel, un arqueólogo francés que había sido miembro de la Escuela Francesa de Roma (1878-1880) y de Atenas (1881-1884). Las dificultades que en estos años experimenta la arqueología en Grecia por el conflicto con el imperio otomano le llevan a él y a otros como Pierre Paris, a lanzar su mirada al otro extremo del Mediterráneo (Rouillard 1995: 106). La visita de Engel data de 1891, siendo su viaje comisionado por el Ministerio de Instrucción Pública galo (Mélida 1906: 36, Rouillard 2001: 147). Observa las estatuas en Madrid, va a Almansa y estudia los escudos modernos esculpidos, por ver si el falsificador pudo copiar de ahí, luego va al cerro y emprende excavaciones que descubren más restos de esculturas por lo que dice que «desde entonces, 231

Mélida le llama el Museo Oriental y Griego del Louvre. CXIX

pude afirmar la autenticidad de las estatuas del cerro» (Engel en Mélida 1906: 36). Parece que organiza el envío de varias de las esculturas encontradas al Louvre (Rouillard 2001: 147). Engel luego va a Yecla y allí se entera de que el posible falsificador se encuentra ahora en la Casa de Beneficiencia de Alicante. Allí se entrevista con él y concluye que las esculturas «son auténticas, salvo las reservas acerca de las inscripciones que han podido ser añadidas a las esculturas rehechas o falsas» (Engel en Mélida 1906e: 37). Aclara Mélida que «justo es decir que antes de que se dijera en el extranjero y en letras de molde que entre los objetos de Yecla había falsificaciones, se venía diciendo aquí, lo decíamos en nuestras conversaciones y era, por decirlo así, cosa corriente entre los arqueólogos y aficionados» (Mélida 1906e: 3). Más tarde afirma que las dudas habían surgido inmediatamente tras el discurso de Rada (1906e: 102), refiriéndose al de su ingreso a la RAH en 1875, aunque anteriormente, en la dedicatoria a Marcelino Menéndez y Pelayo comenta que la discusión sobre las esculturas presentaba cuestiones que «comenzaban a ser esbozadas cuando usted y yo concurríamos todavía a las aulas, donde tuve la fortuna de encontrarle, y se han mantenido siendo tema de discusión durante el período en que usted ha conquistado en la cátedra su gloria y yo he practicado en el Museo Arqueológico Nacional mi labor silenciosa» (1906e: I). Explica que éste se trataba de un pleito que necesitaba no sólo de un detenido estudio sino además, dice francamente, de tener una autoridad «que en la vida oficial depende más que de la ciencia de la posición lograda» (1906e: 3), por lo que no consideró en su caso apropiado llevarlo a cabo en 1884 cuando se le puso al cargo de la sección I del Museo. Cuando se reforma la exposición del Museo teniendo a Rada como director Mélida afirma que «la ocasión era propicia para separar lo auténtico de lo falso (…) [pero el Sr. Rada] encontró algo radical el criterio (…) Dos años más tarde, cuando instalamos definitivamente el Museo en el Palacio (…), aunque tropezaba con la misma dificultad, hice lo que pude» (1906e: 5-6). Y sigue: Hecho esto por mi parte [sus esfuerzos de distinguir verdaderos de falsos en la exposición], quedaba aún otro trabajo que hacer y era abordar en una Memoria la delicada cuestión de autenticidad (…) Mi propósito de hacerlo estuvo contenido por razones de prudencia y aún más por consideraciones de amistad [a Rada], que fácilmente comprenderán mis compañeros. Pero hoy las circunstancias han variado [¿por la muerte de Rada?]. En el curso de Arte antiguo en España, que explico en el Ateneo, he podido, sin temor a herir la susceptibilidad de nadie, y puedo ahora en esta Revista, puntualizar extremos, como estoy en el deber de hacerlo232.

232

Mélida 1906e: 6. CXX

Mélida concuerda que son anterromanas (es decir, protohistóricas) y que en su producción contribuyen tres elementos, el oriental, el griego y el ibérico (1906e: 40). Compara las esculturas del cerro con la recientemente descubierta Dama de Elche y sobre su traslado a París realiza una crítica de trasfondo nacionalista: Pocos monumentos antiguos adquirieron en breve tiempo tanta publicidad como el busto de Elche. Adquirido para el Museo del Louvre con harto apresuramiento, sin que lo evitara en España en provecho de nuestros Museos, quien pudo hacerlo; celebrado grandemente por los franceses como rápida conquista hecha a la arqueología española, por la diligencia de Mr. Pierre Paris, atrajo bien pronto el interés de los arqueólogos y la curiosidad de los aficionados233.

Distingue dos grupos entre las esculturas, las arcaicas o pseudoarcaicas y las de tendencia clásica (1906e: 50-55) tras lo que pasa a describirlas. Enumera las piezas que él considera falsas (1906e: 85-94) y resume la historia del descubrimiento y del debate surgido sobre ellas234. Mélida también publicaría otros trabajos sobre la arqueología del mundo ibérico, principalmente sobre las representaciones de jinetes (1900c) y el tesoro de Jávea (1905m). La misma noticia sobre éste también se incluye como apéndice en su libro del Cerro de los Santos compuesto por sus anteriores aportaciones a la RABM. En él se describe el hallazgo realizado en 1904, aludiendo a los paralelos con los collares esculpidos en las esculturas del Cerro de los Santos y de la Dama de Elche y considerando como positivo «al celo y diligencia del Sr. D. Elías Tormo, Comisario regio de Bellas Artes (…) y a la inteligencia y noble patriotismo del Sr. D. Roque Chabás» gracias a los cuales las alhajas habían sido adquiridas por el gobierno, con destino al MAN (1906e: 105), con lo cual debemos suponer que entre líneas habría que leer que no habían sido compradas por el Louvre o por un coleccionista particular. Numancia: Schulten, el monumento Comisión excavadora y el Museo

conmemorativo,

la

Las actuaciones de Mélida en Numancia abarcan desde 1906 a 1922, e incluso después de una manera más indirecta a través del Museo Numantino, que se encuentra a cargo de su discípulo Blas Taracena. Las 233

Mélida 1906e: 42. En el ejemplar que se conserva en la biblioteca del MAN encuadernado en un volumen titulado Obras varias, existen numerosas correcciones y aclaraciones al texto escritas por una mano anónima en los márgenes, por lo que se ve que Mélida no debió poner mucha atención en la corrección del manuscrito –o por cualquier razón le fue imposible repasar las pruebas– y en lo publicado muchos de los números de inventario de las esculturas están equivocados y hay varios duplicados. 234

CXXI

primeras excavaciones de Numancia habían tenido lugar en 1803, siendo dirigidas por Juan Bautista Erro, de la Sociedad de Amigos del País de Soria (Torre 1998: 196). En 1853 Eduardo Saavedra, un arquitecto que en aquel momento se hallaba estudiando las carreteras de la provincia, realizaría unos sondeos que luego continuaría en nombre de una Comisión creada al efecto por la RAH entre 1861 y 1867 (1998: 198). Por R.O. de 25 de agosto de 1882 se declararía Numancia Monumento Nacional (1998: 200). Tras décadas de abandono en 1905 Adolf Schulten, un arqueólogo alemán profesor de la Universidad de Gotinga235, reanudaría los trabajos, con la mala suerte de coincidir su interés con el de Saavedra, quien ya en 1899 y 1901 había denunciado a la RAH los desperfectos que las antiguas excavaciones habían sufrido. El arqueólogo alemán, tras haberse interesado un año antes por Numancia tras leer la Iberike de Apiano (Pericot 1940: 52), había realizado una primera visita a España en 1902, obteniendo entonces los planos de la excavación de 1861-67 a través de Ventura Reyes Prosper, amigo de Saavedra. Schulten publicaría un estudio topográfico-histórico de Numancia (Schulten 1905) y con él los planos realizados hacía décadas por Saavedra. Igualmente en 1905, al parecer tras haber pedido una subvención a la Academia de Gotinga (Pericot 1940: 47), con la protección del emperador Guillermo II y con la ayuda de Koenen, ayudante del Museo de Bonn (Mélida 1906h: 3), descrito como topógrafo y geólogo (Torre 1998: 204), Schulten iniciaría sus excavaciones en el cerro de la Muela. Sus trabajos dieron comienzo el 12 de agosto de 1905, apenas trece días antes de que llegara el rey a inaugurar el monumento en honor a Numancia. En 1904 el senador soriano D. Ramón Benito Aceña había presentado al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes un proyecto de erección de un monumento conmemorativo en Numancia costeado a sus expensas. Como él mismo explicaba en su solicitud (...) siendo sin disputa el acontecimiento más memorable de la España antigua el sitio y destrucción de Numancia, cuyas veneradas ruinas y cuyo heroísmo ya legendario constituyen una de las páginas más gloriosas de la Historia patria, ha decidido erigir a sus expensas, en aquellos históricos sitios, un monumento de piedra para perpetuar y enaltecer la memoria de aquella invicta ciudad (...) [Le parece] anómalo e inexplicable ¡(…)que en Numancia! no existe, como en el Dos de mayo y en Gerona, un monumento, una pirámide, por sencilla que fuera, para demostrar a las generaciones presentes y futuras, no solamente la gratitud y el respeto de un pueblo hacia aquellos héroes de la independencia nacional, sino también que en aquellos lugares se levantó un día la ciudad famosa

235

Se entiende en Pericot (1940: 52) que Schulten estuvo diez años como Privatdozent en Gotinga desde 1896. CXXII

que mereció a los mismos romanos el calificativo título de «terror del imperio»236.

Aprobada la iniciativa, el monumento se inauguraría el 24 de agosto de 1905 por el Rey Alfonso XIII acompañado por el ministro de Instrucción pública, Andrés Mellado, y por supuesto en presencia de Benito Aceña. Es entonces cuando se encuentran que ha comenzado a excavar en el cerro Adolf Schulten: no puede haber elegido el alemán un momento más inoportuno. En 1914 el religioso Santiago Gómez Santacruz expresaría lo sentido por ciertos sectores ultra-patrióticos diciendo que «a buena hora iba a consentir ningún castellano que un extranjero le echara de Numancia» (Gómez Santacruz 1914: 57)237. Dos meses después de la inauguración del monumento, el 26 de octubre de 1905, la Comisión de Monumentos Artísticos de Soria solicitaría al Gobernador Civil que se emprendieran obras para excavar y proteger el yacimiento. Consiguieron los senadores sorianos que se reservaran del total de la subvención para la «restauración, conservación y reparación de monumentos artísticos e Históricos» 15.000 pts. «para la adquisición de terrenos y gastos de excavaciones en los lugares de la provincia de Soria que ocupó la ciudad de Numancia» (cit. en Jimeno y Torre 1997: 478). En su explicación sobre los acontecimientos sucesivos a la inauguración, Mélida ignoraría tal iniciativa de la comisión soriana al explicar que Renovado con ello [con dicha inauguración] el recuerdo de la memorable página que con su sangre escribió en Numancia nuestra raza, y el deseo de descubrir las ruinas de la ciudad, la conciencia nacional inspiró al Gobierno el plan, pronto convertido en ley por las Cámaras, de destinar un crédito al efecto y nombrar una Comisión que practicase nuevas excavaciones. El crédito fijado fue de 15.000 pesetas. La Comisión, nombrada en mayo de 1906, la componían dos académicos de la Historia, don Eduardo Saavedra, a quien desde luego se confirió la presidencia, que por honroso derecho le correspondía, y D. Juan Catalina García, un académico de la de Bellas Artes (el autor de estas líneas), un arquitecto del Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes, D. Manuel Aníbal Álvarez, y tres individuos de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la provincia de Soria, D. Teodoro Ramírez, D. Mariano Granados y D. Juan José García238.

Una R.O. de 27 de marzo de 1906 nombraba una

236

Aceña 1906: 23. Aunque estas palabras las escribiría como reacción al artículo “Campesinos de Castilla” del que se habla más adelante. 238 Mélida 1906h: 4. 237

CXXIII

Comisión compuesta por dos académicos de la Historia, uno de Bellas Artes de San Fernando, tres individuos de la Comisión de Monumentos de Soria y un arquitecto designado por el Ministerio, encargado de dirigir los trabajos, estudios y excavaciones para el descubrimiento de las ruinas de la ciudad de Numancia, así como de la conservación de las ruinas y de los objetos que se encuentren.

Esta R.O. establecía que el Sr. Saavedra ejerciese el cargo de Presidente de la Comisión Ejecutiva de las excavaciones, y al reunirse ésta por vez primera el 10 del mismo mes, fueron elegidos Vicepresidente D. Juan Catalina García; Secretario D. Manuel Aníbal Álvarez, y Vicesecretario, D. Mariano Granados (véase tabla 4). La comisión se nombraría por R.O. de 29 de marzo de 1906. A Schulten se le permitiría trabajar sobre los campamentos romanos de 1906 a 1912, y su labor fructificaría en múltiples publicaciones, incluidas años más tarde en un listado bibliográfico realizado por Pericot (1940). Comienzan las excavaciones de la comisión en el mismo año 1906, el 16 de julio (Mélida 1919b: 7)239, probablemente en los terrenos cedidos por Luis de Marichalar, Vizconde de Eza240 (Mélida 1906h: 4), publicándose notas sobre éstas casi de inmediato en la RABM, en la revista Cultura Española y en otras publicaciones especializadas y de divul-gación241. Según Mélida «a la comisión correspondía emprender la obra de poner al descubierto de un modo definitivo y lo más completo posible los restos numantinos» además de por razones científicas «por satisfacer aquella deuda 239

Según documentos del AGA, 31/6535 Mélida se ausentó de Madrid entre el 12 de julio y el 12 de septiembre de 1906 para participar en las excavaciones como individuo de la comisión ejecutiva. Otros documentos en la caja con la misma signatura señalan las siguientes fechas para otros años: en 1908, sin saber la fecha de partida, se reincorpora al museo el 3 de octubre; en 1909 lo hace el 18 de septiembre, y en 1911 el 16 de octubre (Numancia y Mérida). En 1912 sabemos cuándo sale de Madrid: el 17 de julio a Numancia. En 1914 vuelve el 9 de octubre (de Numancia y Mérida), saliendo el 28 de marzo de 1915 para Mérida y el 19 de julio del mismo año para Numancia. El último dato que tenemos es que se ausenta del MAN durante una semana en diciembre de 1923 (Mérida). 240 «Don Luis de Marichalar y Monreal, VIII Vizconde de Eza (nacido en Madrid el 23 de enero de 1873 y muerto en Madrid el 27 de diciembre de 1945). Hijo del célebre jurisconsulto D. Antonio de Marichalar San Clemente, Marqués de Montesa. Casado en Madrid en 1900 con doña Encarnación Bruguera Molinuevo. Diputado a Cortes desde 1899, alcalde de Madrid, ministro de la Guerra en 1921 (y fundador de la Legión), numerario de la Real de Ciencias Morales y Políticas (1919), presidente de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, etc. Político muy culto, agrarista y economista, fue sobre todo un sociólogo y uno de los primeros tratadistas españoles de la llamada “cuestión social”, desde el punto de vista de la derecha católica y liberal» (Ceballos-Escalera, com. pers. 15.1.2004). 241 Muchas de estas publicaciones repiten el mismo texto. En MAN, 1987/114 (II), subcarpeta sin título de color gris, se guardan cuartillas a las que Mélida había pegado recortes de periódico en forma de tiras con artículos suyos sobre Numancia que habría corregido presumiblemente para su posterior difusión por separado. CXXIV

histórica, haciendo patente por medio de tales reliquias el hecho histórico de que está orgullosa nuestra patria» (Mélida 1908f: 4, 10)242. La primera memoria de la comisión aparecerá publicada en 1912, año del fallecimiento de Eduardo Saavedra. Probablemente redactada por Mélida, en ella se vuelve a insistir en la visión de la «Muela de Garray, teatro en lo más antiguo del alto ejemplo del heroísmo hispano y en nuestros tiempos de la dichosa exhumación de una riqueza arqueológica nacional» (Saavedra et al. 1912: I). En una serie de artículos publicados en El Correo, Mélida explica que «los datos arqueológicos que las excavaciones arrojan en serie extratigrafica (sic) inverso al de la cronología que en el cerro de la Muela hubo tres poblaciones: una prehistórica, otra ibérica y otra romana, y ninguna posterior» (Mélida 1906-1913: 10.828). En la primera de las poblaciones se encuentran «idolillos de barro de una tosquedad infantil. Se duda al verlos si pudieran ser juguetes de niño más bien que imágenes sagradas» (1906-1913: 10.107). Los celtíberos son, en contraposición a los romanos, primitivos y toscos. En otro artículo de la misma serie, firmado en septiembre de 1907, describe la cerámica numantina y las armas, mostrando una cierta atención a los objetos. En otro de 1910 Mélida extrapola la gesta numantina a la actualidad de la aventura colonial en Marruecos: Ahora que en Rif ponemos una vez más a prueba la brava condición de nuestra raza, no dejará de ofrecer el interés para el público la renovación de aquella página sobresaliente de nuestro pasado, que la tierra de este cerro vecino de Soria y ribereño del Duero pone ahora de manifiesto ante nuestros ojos con interés que pudiéramos llamar palpitante. Porque Numancia, poblada de aquellos celtíberos arévacos, tan indomables y tan fieros en el pelear que temidos de los romanos (…) se nos representa hoy como el Rif, cuyos naturales, también indómitos y guerreros, se defienden de un ejército organizado y poderoso. Con la diferencia de que aquí los conquistadores son los hijos de los bravos numantinos (...)243.

La creación de un Museo en Numancia tiene su propia historia. Los objetos procedentes de las excavaciones de Schulten en 1905 habían sido llevados a Alemania, aunque un año después serían ingresados en el Museo Arqueológico Nacional (Mélida 1908f: 8)244. Lo recuperado a partir de 1906 se expone en un primer momento in situ en una caseta construida de madera.

242 La publicación de 1908 recoge varios artículos previamente publicados de forma separada en la RABM (Mélida 1907d; 1907e; 1908h; 1908i). Álvarez-Ossorio atribuye a Mélida un artículo que creo firmado por Juan Catalina López (1906). 243 Mélida 1906-1913. 244 Schulten se había llevado los objetos a Alemania pese a su promesa de no hacerlo, como así le recordaba Eduardo Saavedra por carta (Blech 1995; Mañas Martínez 1983: 418).

CXXV

Mélida concibe organizar junto al mismo yacimiento un museo, a semejanza de aquellos instalados en Grecia que él visitó unos pocos años antes. Así dice: Se trata de un museo único en su género en España. Es el primero que aquí se forma exclusivamente con el fruto de unas excavaciones, como el de Olimpia y Delfos, en Grecia. Un museo así formado es un libro de historia escrito con restos auténticos de las épocas pasadas245.

Aunque luego se traslada todo a casa del alcalde de Garray y por último, desde 1908, se expone en una sala del Palacio de la Diputación Provincial de Soria (Sanz-Pastor 1990: 524), en lo que ya se le llama Museo Numantino y del que se hizo cargo el cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Mélida 1919b: 9). Al fragor del escándalo provocado por el artículo de Schulten en 1913, el senador Benito Aceña se decide a subvencionar un edificio para albergar un museo dedicado a la exposición de los objetos procedentes de Numancia. En 1913 se traducía en La Lectura, una publicación periódica catalana, un trabajo originalmente publicado por Schulten en alemán en el Deutsche Rundschau titulado “Campesinos de Castilla” (Kastilische Bauern). Por no tener desperdicio y por facilitar la explicación de lo que provocó, transcribo varios fragmentos. El artículo comienza con un tono romántico: «cuando el viento azota las ventanas, recuerdo los días que pasé durante mis excavaciones en Numancia en las altas planicies castellanas, en las del cierzo» (Schulten 1913: 216). A continuación expone que «esta raza» –refiriéndose a los labriegos de Castilla– «ofrece gran interés desde el punto de vista histórico y etnográfico» puesto que «en ellos se halla la clave necesaria para la comprensión de la España contemporánea» (1913: 216). Según él, la verdadera España debe buscarse en «las pobres, incultivables tierras donde tienen sus fuentes el Duero y el Tajo» (1913: 217). Juntamente con León, es Castilla «el núcleo de la nueva España cristiana, la patria de los bravos caballeros que vencieron a los árabes y de los rudos conquistadores que con brazos de hierro y corazones fanáticos se adueñaron de Méjico y Perú» (1913: 217). Elije la región numantina como ejemplo óptimo para describir la esencia española diciendo: La parte más interior de este rincón, la más alta y estéril de Castilla la Vieja, es la que ocupa la provincia de Soria (…) La parte más alta de la provincia de Soria es la llanura de Numancia, y como, geográficamente, es lo más elevado de Castilla, etnológicamente constituye el núcleo del país. Aún hoy día conserva las costumbres tradicionales españolas, es decir, las de los primitivos moradores los iberos, o como en un principio se llamaron las tribus establecidas en tierra celta, los 245

Mélida 1908t: 124. CXXVI

celtíberos. El territorio de la tribu más poderosa y valiente, los arévacos (…) Al describir los actuales moradores de la comarca numantina se describe a los descendientes de aquellos valientes entre los valientes246.

El problema es que estas páginas ofrecen un cuadro desolador: «en todo lo que se ve: en las míseras casas hechas de piedras toscas, en las ropas destrozadas y, sobre todo, en los cuerpos escuálidos de las gentes más alimentadas» y eso pese a que sólo habitan 10 habitantes por kilómetro cuadrado, y no 250 como en los distritos industriales alemanes (1913: 219). «El que quiera formarse idea de ella», se refiere a la tierra de los celtíberos, que equivale, como ha explicado antes, a la esencia de España, «debe prescindir de Europa y recordar las llanuras del África del Norte (…) En realidad España, geográficamente, pertenece a África» (1913: 220). Y sigue «la mujer casada se distingue de la soltera en que lleva, a la usanza árabe, un pañuelo alrededor de la cabeza» (1913: 211), y conectando con el pasado indica «que los iberos son de procedencia africana es cosa que puede demostrarse histórica y antropológicamente. En ambas orillas del Estrecho hallamos los mismos nombres de localidades, y el traje y las armas, la guerra y la población, y el Estado, o mejor dicho, la ausencia de Estado son los mismos» (1913: 225). Las similitudes se ven en casas (1913: 220), algunas prendas de vestir y forma de preparar la comida (1913: 221), economía agrícola (1913: 222)… En resumen «de “animal” calificaban los antiguos la vida de los celtíberos, y lo mismo sigue siendo hoy día. Una vez vi que una mujer amamantaba a un perro cuya madre había muerto» (1913: 224-5). Aclara Schulten que no todos son como los castellanos: «todo el mundo separa a los trabajadores habitantes de la costa catalana y valenciana y a los tranquilos vascongados y portugueses de los castellanos sumidos en la pereza y en la terquedad mezquina» (1913: 227). Los catalanes son racialmente diferentes de los castellanos, pues descienden de los ligures y de los celtas y no de los iberos. Desea que triunfen los catalanes y vascongados, que «se realice en nuestra época lo que no consiguieron los cartagineses y los romanos, los godos y los árabes, la conquista y la colonización de la planicie castellana, la separación de África, la anexión a Europa» (1913: 232). Schulten insensatamente atacaba uno de los símbolos del nacionalismo español: la guerra de la Independencia alzada como una de las mayores gestas heroicas de la nación española. Schulten aludía al quehacer que le dio al ejército regular francés los «odiosos bandidos españoles, calificativo en el cual renacía el adjetivo de ladrones que los romanos aplicaban a los lusitanos y a los celtíberos» (1913: 226), aunque también afirma que será el orgullo español heredado de los primitivos iberos el que 246

Schulten 1913: 217. CXXVII

induzca a «defensas memorables, únicas en la historia, como las de Sagunto y Numancia, Zaragoza y Gerona» (1913: 227). Según él «la inquisición, fruto asimismo del espíritu castellano, [ha desterrado] del país cuanto significaba inteligencia y progreso» (1913: 231). La reacción al artículo de Schulten entre los castellanos sería de furia, como se traslucía en las palabras de Gómez Santacruz transcritas unas páginas más arriba. Desde 1914, año en que se publicaría en Barcelona una traducción de un informe sobre Numancia, a 1922, Schulten no volvería a tratar sobre el yacimiento dirigiendo su objetivo investigador a otras zonas de la Península Ibérica –aunque quizá el comienzo de la I Guerra Mundial hiciera que sus intereses se trasladasen a otras zonas donde sus informes podrían venir bien a su país desde un punto de vista militar (véase Orihuela 1999: 74-75). Quizá con la antipatía que le provocara Schulten desde entonces se puedan relacionar las palabras de Mélida referentes al siguiente gran proyecto del arqueólogo alemán, la búsqueda de Tartessos. Según escribía en 1923 a Bonsor: Envié a usted mi ejemplar del Tartessos de Schulten (que puede tener todo el tiempo que quiera) para que usted vea el emplazamiento que da. Pero además de que no hay que fiarse mucho de él, es seguro que usted tendrá razón pues ha hecho estudios más detenidos sobre el terreno247.

Volviendo a la cuestión del museo, como veníamos diciendo, el senador Benito Aceña se decide a costear la construcción de un edificio para exponer los objetos de Numancia, separándolos de los del Museo Provincial de Soria, creado por R.O. de 24 de enero de 1914 e instalado en la misma Diputación. Teniendo ya al joven Blas Taracena, recién sacada su oposición al CFABM, como director del museo desde 1915, éste se inauguraría en 1919 desplazándose por segunda vez el rey Alfonso XIII hasta Soria para presidir el acto. Un último aspecto a comentar sería la composición de la comisión de excavaciones de Numancia y el peso que pudo tener Numancia en el ascenso profesional de Mélida. Ya se ha manifestado anteriormente cómo vemos probable que la coincidencia de Mélida y Catalina248 en la comisión excavadora creada a finales de marzo de 1906 pudiera estar relacionada con la entrada del primero en la Real Academia de la Historia. Cuando Catalina muere en 1911, le sustituye en su cargo de vicepresidente de la comisión José Ramón Mélida (véase tabla 4) y cubre la plaza de vocal el Marqués de 247

Mélida a Bonsor, 23.1.1923, en Maier 1999: 264. Aunque a estas alturas del trabajo quizá esté demás esta nota aclaro que Catalina es el apelativo común para Juan Catalina, cuyos apellidos serían García López. 248

CXXVIII

Cerralbo (quien convenientemente sería el vicepresidente de la JSEA desde su creación en 1913, la institución que concedía las subvenciones para la excavación). También en este año fallece Juan José García, quien es sustituido por Santiago Gómez Santacruz. Al morir Saavedra en 1912 la Comisión quedará constituida por José Ramón Mélida, como presidente, el Marqués de Cerralbo, Teodoro Ramírez, Aníbal Álvarez249, Santiago Gómez Santacruz y Mariano Granados, como vicesecretario. En años posteriores pasarían a formar parte de la misma el marqués de Polavieja250, Manuel Pérez-Villamil251, Ramón Benito Aceña252, el Vizconde de Eza, Blas Taracena y Manuel González Simancas253 (Jimeno com. pers. 1.12.2003). Otros aspectos relacionados con Numancia se tratan en otros lugares en este trabajo: el del posible roce de Mélida con su discípulo Blas Taracena tras leer éste la tesis en 1924 y el de la enorme cantidad de dinero otorgada a Mélida por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades para excavar Numancia y Mérida. En cuanto a lo primero, he sugerido que puede tener que ver con el parón de las excavaciones precisamente en estos años (véase apartado sobre la universidad en el capítulo IV). De lo segundo se tratará más adelante.

249

Obermaier (1934) cita a Manuel Aníbal Álvarez como un colaborador de Mélida de la talla de Maximiliano Macías y Blas Taracena, lo que me sorprende. Quizá documentación futura nos indique aspectos ahora insospechados. 250 De ideología conservadora. Militar llegando a ser capitán general en Cuba y en Filipinas (1890) –en donde aprobó el fusilamiento de Rizal, siendo discutida su actuación. Ministro de la Guerra, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, jefe del Cuarto Militar de Su Majestad, numerario de la RAH, y por fin capitán general del Ejército en 1910. Dejó escritas varias obras de carácter histórico y técnico (Ceballos-Escalera y Gila et al. 2003b: 234 y com. pers. 7.1.2004). 251 Pasamar Alzuria y Peiró Martín 2002: 487. 252 Sobre el que Mélida escribiría una necrológica (Mélida 1917h). 253 Manuel González Simancas, general del ejército, realizaría excavaciones en varios lugares de España que publicaría en las Memorias de la JSEA (Sagunto 1921-22, 192526 y 1932, las fortificaciones de Numancia 1924-25, el Cerro del Castillo de Soria en 192526, Cartagena en 1928 y Ocaña 1933). González Simancas sería uno de los mejor tratados por la JSEA, pues se le concederían casi ininterrumpidamente subvenciones para Sagunto desde 1920 a 1933 con un total de 88.250 pts. (el 4,9% del total de lo concedido, véase Díaz-Andreu 2003: tabla 1), además de pequeñas cantidades para el Castillo de Soria (1926, 1.000 pts.) y para la necrópolis en la finca de Miralbueno de Ocaña (1929, 1.500 pts.; 1933, 1.000 pts.). Además se le concedería permiso para excavar en Toya (Peal de Becerro, Jaén) en 1926 y 1927. CXXIX

1906/11

1911

1912

1913

1914/16

1917/18

1919/25

1926

P

P

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-

-

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Juan Catalina García (1845 - 1911) (RAH)

VP

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-

-

José Ramón Mélida (1856 – 1933) (RABASF)

V

VP

P

P

P

P

P

P

Manuel Aníbal Álvarez (A)

S

S

S

S

S

S

S

S

Mariano Granados (CMS)

VS

VS

VS

VS

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-

-

-

Teodoro Ramírez (CMS)

V

V

V

V

V

V

V

V

Juan José García (CMS)

V

-

-

-

-

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-

-

Marqués de Cerralbo (1845 – 1922)

-

V

V

VP

-

-

-

-

S. Gómez Santacruz (1869 – 1949)

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V

V

V

V

V

V

V

Marqués de Polavieja (1838 – 1914)

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V

-

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-

-

Manuel Pérez-Villamil (1849 – 1917)

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V

V

V

V

Ramón Benito Aceña (m. 1916)

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V

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Vizconde de Eza

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V

V

V

Blas Taracena (1895 – 1951)

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V

V

V

M. González Simancas (m. 1942)

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V

Eduardo Saavedra (1829 - 1912) (RAH)

Tabla 4. Comisión excavadora de Numancia 1906-1923. P = presidente; VP = vicepresidente; S = secretario; VS = vicesecretario; V = vocal CMS = Comisión de Monumentos de Soria A = Arquitecto designado por el Ministerio de Instrucción Pública.

CXXX

Mérida

El interés de Mélida por la arqueología extremeña se originará en el encargo que se le hace de escribir los Catálogos Monumentales de Badajoz y Cáceres a principios de siglo XX y persistiría hasta el final de sus días. Es en sus andanzas en relación al encargo de los catálogos cuando al parecer se da cuenta del potencial de las ruinas de Mérida, conocidas de antiguo. Como decía Álvarez Sáenz de Buruaga, quizá con cierta envidia, años más tarde: (...) el autor de la Arqueología Española tuvo también mucha suerte y oportunidad en su cometido: Teatro, Anfiteatro y Circo estaban esperando desde los tiempos de Velázquez y Pérez Bayer, y aún más, desde Ambrosio de Morales, una mano piadosa que los descubriese para ostentarse en toda su magnificencia. Eran monumentos «visibles» popularizados ya por dibujos y grabados de Laborde y tratados por todos los historiadores de la región. El hallazgo fortuito del templo de los dioses orientales al construirse la plaza de toros y el de los Columbarios en ocasión de realizarse obras hidráulicas, hicieron casi todo lo demás254.

Pese a ello reconocía que la labor de Mélida era «el exponente inicial de lo que se ha hecho en la ciudad con criterio científico y sistemático» (1945: 202) y seguía: Pero Mélida estudió técnicamente y popularizó con verdadera pericia los restos de la vieja colonia romana. Gracias a él, se llevaron a cabo los impresionantes movimientos de tierra del Teatro y se consiguieron lucidísimas consignaciones. Por él se descubrió la posescena del Teatro, la discutida basílica de sus inmediaciones y se dejó de hablar de la «Naumaquía» confundida con el Anfiteatro. Llamó la atención general sobre los problemas que presentaba el mejor Circo conservado del mundo, después del de Bovilles, al rebajar el nivel de la arena, explorar el extremo occidental y dibujar con los picos las líneas clásicas de su graderío. Mélida nacionalizó y europeizó la arqueología de la ex-capital de la Lusitania, hasta entonces conocida modestamente por las historias de los beneméritos eruditos Forner, Moreno de Vargas, etc.255.

La primera nota de Mélida sobre Mérida se publicaría en 1908 (Mélida 1908u), realizándose los trabajos sistemáticos de excavación a partir de 1910. Precisamente de esta primera fecha data el primer artículo sobre excavaciones en la ciudad romana (1910i), continuando las labores de muchos otros que le habían precedido (Mora en prensa). Otros trabajos sacados a la luz en este período serían los que se encuentran en la bibliografía como 1910h; 1910i; 1911d; 1911e; 1911f; 1911g; 1912h; 1913f; 1915a; 1915g; 1915i; 1915k. El único dato encontrado sobre la cantidad asignada a estas excavaciones en los primeros años proviene de una nota de la subsecretaría, sección 8ª, que dice: 254 255

Álvarez Sáenz de Buruaga 1945: 202. Álvarez Sáenz de Buruaga 1945: 202. CXXXI

Ilmo. Sr.: S.M. el Rey (q.D.g.) se ha servido aprobar el plan propuesto por D. José Ramón Mélida, de acuerdo con la Sub-Comisión de Monumentos de Mérida en cumplimiento de lo dispuesto en R.O. de 26 de febrero último, para trabajos de excavación que se han de practicar en dicha Ciudad, acordando además, que se asigne al referido Sr. la suma de quince (sic) pesetas, en concepto de dietas, cuando se traslade a Mérida para dirigir las obras mencionadas, satisfaciéndose esa cantidad con cargo al crédito de seis mil pesetas especialmente afecto a este servicio según la R.O. mencionada…256

Se podría entender, por tanto, que la cantidad asignada a estas excavaciones en los primeros años pudo haber sido de unas 6.000 pts., aunque la cierta ambigüedad en la información de la nota hace necesario una futura comprobación de esta cifra. En todo caso en 1916 la subvención a Mérida era semejante a la aportada para Numancia, unas 15.000 pts. (Díaz-Andreu 2003: tabla 1). Al contrario que en la ciudad celtíbera que dejaría de excavar más adelante, Mélida, en colaboración con Maximiliano Macías, seguiría realizando trabajos en Mérida hasta su fallecimiento. En su período como director del MAN Mélida seguiría excavando en Mérida. La comparación de las subvenciones aprobadas para Numancia y Mérida resulta reveladora. Si bien para el yacimiento soriano el dinero concedido no varió prácticamente desde que se comienza a conceder en 1906 hasta 1922, para luego, tras los turbulentos años de 1923 y 1924 (comienzo de la dictadura y lectura de la tesis de Taracena), no volverse a conceder, en Mérida parece darse una situación bien distinta. Las 15.000 pts. iniciales de subvención aumentan en 1919 para casi doblarse al año siguiente. Tras 1923, aunque la tendencia es más desigual, las subvenciones siguen siendo o la más importante o entre las tres primeras de las concedidas por la Junta (siendo las otras dos Medina Azahara e Itálica). Mérida recibiría un 17,6 % del total de las cantidades conocidas aportadas por la JSEA, siendo sólo superada por Medina Azahara (Díaz-Andreu 2003: tabla 1). Es muy probable que el interés de Mélida por Mérida se debiera no sólo al potencial monumental de la ciudad romana, sino también a la presencia allí de un colaborador que le facilitaría enormemente el trabajo: Maximiliano Macías. Maximiliano Bartolomé Macías Liáñez había nacido en Mérida el 24 de agosto de 1867. Su gusto por lo histórico-artístico hubo de compaginarlo con su trabajo como depositario de fondos municipales (Álvarez Sáenz de Buruaga 1945: 204). En 1908 sería nombrado correspondiente de la RAH y dos años después de la de Bellas Artes de San Fernando (1945: 205). En 1913 Macías había publicado un volumen sobre Mérida monumental y artística que Mélida reseñaría en el BRABASF (Mélida 1915a). A partir del 24 de agosto de 1922 es nombrado visitador interino del Monumento 256

AGA, 31/6535, notificación de 27 de abril de 1910. CXXXII

Nacional de Mérida (Álvarez Sáenz de Buruaga 1945: 204). Más tarde, el 13 de mayo de 1928, es designado delegado director de Excavaciones junto con Mélida, aunque su colaboración era anterior y ya habían publicado juntos la memoria correspondiente a 1926 y 1927 en la que se discutían diversos aspectos de los trabajos en Mérida incluyendo el circo, los columbarios, las termas, esculturas y hallazgos diversos (Mélida y Macías 1927). Cuatro años más tarde volverían a escribir una última memoria sobre el teatro. Por las cartas de Mélida a Macías citadas en Álvarez Sáenz de Buruaga (1945: 205207), el principal encargado de realizar las excavaciones sería el extremeño: «Loco me ha puesto su grata con el plano y fotografías de estos columbarios. ¡Magnífico hallazgo!» (2.9.1927), también indicado en esta reveladora frase: «Voy a empezar la Memoria de las excavaciones, para lo cual pediré a Vd. los datos que me faltan» (6.1.1928) o finalmente: «No sabe cuánto me alegro de que haya Vd. conseguido descubrir en parte los secretos de la famosa calle del Portillo» (25.1.1928). En Macías encontró Mélida un colaborador y un amigo: «Es curioso que recíprocamente estemos con cuidado el uno por el otro. Eso prueba cuán de veras nos estimamos» (6.4.1930)257. Entre 1929 y 1930 se trasladó el museo de Mérida a la Iglesia de Santa Clara, siendo la nueva exposición realizada según los criterios de Mélida y Macías, que daban prioridad a la organización de ésta sobre la base de la procedencia de las piezas según conjuntos excavados (Nogales Basarrate 1988: 29). De 1932 data una lista de monumentos emeritenses para incluir en el Tesoro Artístico Nacional probablemente redactada por el mismo Mélida (véase 1932p). Esta englobaría el teatro, anfiteatro, circo, puentes, los pantanos de Proserpina y de Cornalvo, las cloacas y el arco de Trajano, los acueductos de los Milagros y de San Lázaro, la basílica de Santa Eulalia, los templos de Marte y de Diana, los columbarios y las Termas.

Arqueología y turismo La Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades

Mélida viviría la etapa en la que la organización del patrimonio histórico, arqueológico y artístico pasaría de unas super-poderosas academias a unas Juntas dependientes del Ministerio de Instrucción Pública (equivalente a lo que luego sería el Ministerio de Educación y/o Cultura). La transformación no se hizo de espaldas a las academias, puesto que éstas colaboraron activamente en la reestructuración guardándose para ellas puestos principales en las comisiones formadas al efecto. Desde la 257

Mis gestiones para encontrar el original de estas cartas resultaron fallidas. CXXXIII

reorganización de 1847 la RAH había sido la encargada de custodiar y administrar los documentos y monumentos nacionales necesarios para «ilustrar la historia nacional» (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 23). Su protagonismo, sin embargo, acabaría en el siglo XX, en parte por la estructuración administrativa de la arqueología del siglo XX en cuya organización las academias tendrían gran peso. Una vez impuesto el nuevo sistema, éste supondría una estocada casi de muerte para las mismas (Almagro Gorbea 2001: 76; Tortosa y Mora 1996: 207-210), cuyo efecto se haría sentir definitivamente tras la Guerra Civil. Este proceso había comenzado ya en el siglo XIX, cuando al crear el Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios (luego también de Anticuarios/Arqueólogos), se abrió el camino para la fundación del MAN. Sería a éste, y no a la RAH, donde desde entonces irían a parar las antigüedades enviadas desde todas partes del territorio nacional. Igualmente, al legislarse las actividades arqueológicas en función de la Ley de Antigüedades del 7 de julio de 1911 y de su reglamento de 1 de marzo de 1912, se crearía la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (JSEA), el órgano encargado de organizar lo dispuesto. La Junta significaría el final de la responsabilidad directa de la RAH en asuntos referentes a antigüedades258. Indirectamente, sin embargo, las academias todavía tendrían algún peso en la gestión de la arqueología. La JSEA quedaba por ley presidida por un ex-Ministro de Instrucción Pública y académico de número de la Historia o de la de Bellas Artes de San Fernando. Este sería durante toda la existencia de la Junta el Conde de Gimeno, Amalio Gimeno, catedrático de Anatomía Patológica, académico de Bellas Artes, asociado al círculo de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos y brevemente Ministro de Instrucción pública en 1906 (Gómez-Moreno 1995: 188-190, 200). Además de contar con el Director General de Bellas Artes como vocal nato había otros cinco vocales (número que aumenta a doce259 a partir del R.D. de 25 de agosto de 1917) (Ordieres Díez 1995: 38) a elegir entre académicos de número de la Historia o de la de San Fernando, catedráticos de universidad, o el jefe del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos o, en su caso, un excavador de reconocida eminencia (Maier 2000: 234)260 (véase tabla 5). 258

Aunque parece haber alguna confusión en este momento sobre competencias, ya que sabemos que la RAH de alguna manera todavía estaba cumpliendo esta función (véase un ejemplo sobre esto, datado hacia 1929, en Mora y Tortosa 1996: 209). 259 Aunque mi impresión es que en muchas ocasiones (¿o en todas?) uno de los vocales es el Director General de Bellas Artes mismo, por lo que de confirmarse habría que restarle uno al número de vocales. 260 Obsérvese la semejanza entre la introducción de Maier (1998) y (2000) (este último escrito para un congreso celebrado en 1999). CXXXIV

Mariano Benlliure Gil

1925 - 1932

1933-1934

Director General de Bellas Artes

1923-1925

-

1922

Marqués de Cerralbo

1917 – 1921

Conde de Gimeno

1915- 1916

RABASF

1908

1917 (electo)

Catedrático universidad

RAH

JSEA (1915-1934)

P

P

P

P

P

P

P

VP

-

-

-

-

V

V

V

V

V

-

-

1901

-

V

V

V

V

V

-

1919

1926

1898

V

V

V

V

V

V

Marqués de Comillas

-

-

-

V

V

V

V

-

-

Marqués de la Vega Inclán261

1927

-

-

V

V

V

V

V

-

-

1912

-

-

V

V

V

V

-

1916

1917

1901

-

V

-

-

-

-

José Moreno Carbonero

-

1898

-

-

V

V

V

V

-

Manuel Gómez-Moreno

1917

1931

1913/34

-

V

V

V

V

V

Duque de Alba

1919

1924

-

-

-

V

V

V

V

-

1923



-

-

-

V

V

-

Hugo Obermaier

1926

-

1922

-

-

-

-

-

V

Antonio García y Bellido

1945

-

1931

-

-

-

-

-

V

Leopoldo Torres Balbás

1951

-

1931

-

-

-

-

-

V

Francisco Álvarez-Ossorio y Farfán de los Godos

1933

-

-

S

S

S

S

S

S

Elías Tormo

José J. Herrero y Sánchez Vicente Lampérez

262

Juan Moya Idígoras

Tabla 5. Miembros de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades263. P = presidente; VP = vicepresidente; S = secretario; V = vocal

261 Además de este y otros cargos, Alicia Herrero Delavenay (com. pers. 22.12.2003) me explicaba que el Marqués de la Vega Inclán fue en 1912 vocal del primer patronato del Museo del Prado, en 1914 senador vitalicio, en 1926 académico de la RAH, en 1931 patrono del Museo Sorolla y en 1940 académico de la RABASF. 262 Según me aseguraba el nieto de Juan Moya Idígoras éste más que con José Ramón tenía relación con su hermano Arturo (Juan Moya Arderius com. pers. 12.12.2003). 263 Datos recogidos de las contraportadas de las memorias de la JSEA.

CXXXV

La JSEA, como se ha explicado, fue el órgano encargado de conceder los permisos de excavaciones. Pese a que Mélida nunca sería vocal –en realidad según he comprobado con la documentación del AGA, ninguno de los miembros de la JSEA recibió subvención264– lo cierto es que casi un 25% del total del dinero concedido a todas las excavaciones entre 1916 y 1934 (427.750 pts. de 1.808.250 pts.) fue a parar a las excavaciones por él dirigidas, llevándose para Numancia 108.750 pts. y para Mérida 319.000 pts. El número de memorias publicadas en la serie homónima de la JSEA, si bien es indudablemente alto, catorce, sólo representa el 10% del total, pero lo cierto es que éstas son voluminosas, sobre todo si se comparan con las escuálidas memorias escritas sobre Itálica, yacimiento excavado por el Conde de Aguiar que se lleva un 13% del total de la subvención frente al 17,6% de Mérida265. Vale la pena reflexionar sobre las razones que llevaron a colocar a Mélida en una posición tan afortunada. En primer lugar habría que apuntar, claro está, la camaradería existente entre éste y todos los miembros del grupo rector de la JSEA266, con los que coincidía o en las academias o en la universidad o probablemente en sus relaciones con la nobleza. Por otra parte, la elección por parte de Mélida de dos yacimientos estrella también ayuda a explicar las enormes sumas que a él fueron a parar.

264 De todos ellos únicamente Torres Balbás recibió alguna cantidad en los años veinte y treinta pero éstas cesaron cuando le hicieron vocal de la JSEA. 265 Sería interesante estudiar las amistades del Conde de Aguiar para averiguar cómo fue posible que se produjera la escandalosa situación que suponía tanto dinero concedido para tan poco obtenido desde un punto de vista científico que contrasta tanto con la calidad media mucho mayor del resto de las memorias. El Conde de Aguiar (1859-1933) era, además de director de las excavaciones de Itálica de 1919 a 1933, un pintor con cierto nombre, miembro de la Comisión Provincial de Monumentos y brevemente senador por Sevilla en 1908-1909. 266 Varios de los miembros de la JSEA han sido mencionados a lo largo de este trabajo, y por ello centraré mis comentarios en un par de ellos de los que se ha hablado menos, comenzando por Vicente Lampérez y Romea (1861-1923), quien en realidad, dado su temprano fallecimiento, no estaría durante largo tiempo en la Junta. Con Lampérez debería unirle una cierta amistad dado que Mélida reseña alguna de las obras del arquitecto (Mélida 1902g; 1904e; 1910e), es él quien le contesta en su discurso de entrada en la RAH (1916e), y sería él también el encargado de escribir su necrología tras su fallecimiento (Mélida 1923d). Entre 1917 y 1932 sería vocal de la Junta el pintor José Moreno Carbonero (1860-1942), quien, como Mélida, pertencecía a la RABASF, en la que Moreno había entrado un año antes que nuestro biografiado, en 1898. También los dos estaban relacionados con la Sociedad de Amigos del Arte, de la que Moreno era miembro de la junta directiva. Es cierto que Manuel Gómez-Moreno fue vocal de la JSEA entre 1917 y 1934, pero esto no parece haber afectado a Mélida.

CXXXVI

La JSEA, la Comisaría Regia de Turismo y el Greco

Ya en otros trabajos se ha apuntado la aparente relación entre los yacimientos a los que se concedían subvenciones y su grado de monumentalidad y potencialidad turística (Díaz-Andreu 2003: 45). Ahondando más en el tema, hay que destacar que uno de los vocales de la JSEA desde su aparición hasta 1932 fue el II marqués de la Vega Inclán (1858-1942). El marqués sería el director (gratuito) de la Comisaría Regia de Turismo desde 1911 (Enciclopedia 1908-: t 67, 489), eligiendo como sede el edificio donde luego organizaría el Museo Romántico en 1924 y cuyo local sería adquirido por el estado en 1927267. Esta Comisaría sustituía a la denominada Comisión Nacional creada por Alfonso XIII por un decreto en el que se ponía de manifiesto el interés público del turismo como fuente de ingresos y se consideraba como positivo que el Estado diera ejemplo y estimulara a todos en la tarea patriótica de fomentar las incursiones de extranjeros en España (Anónimo, sin fecha). La Comisaría Regia de Turismo se fundaría en junio de 1911268 y su existencia llegaría hasta 1928, cuando sería a su vez sustituida por el Patronato Nacional de Turismo (Anónimo, sin fecha). Entre los objetivos que se le atribuían figuraban: 1º. Proponer las medidas conducentes a la vulgarización de los conocimientos elementales del arte y el aumento de la cultura artística colectiva; 2º. Vigilar la conservación eficaz y procurar la exhibición adecuada de la España artística, monumental y pintoresca; 3º. Promover y sostener las relaciones internacionales que las necesidades de la época actual exigen en materias artísticas; 4º. Facilitar el conocimiento y el estudio de España, procurando la comodidad de los alojamientos, la seguridad y rapidez de las comunicaciones y el acceso a las bellezas naturales y artísticas de nuestra patria; 5º. Desarrollar por los métodos más eficaces las relaciones espirituales, sociales y económicas que enlazan América con España269.

El marqués de la Vega Inclán fue también el organizador de la Casa y Museo del Greco en Toledo270. Al haber habitado el Greco en las «Casas del 267

Las fundaciones Vega-Inclán quedaron definitivamente incorporadas al Estado por Decreto de 5 de febrero de 1931. 268 Por el R.D. 1906 del 19.01, según Anónimo (sin fecha). 269 Ortuño Martínez, sin fecha ¿1998? 270 Según me informaba Alicia Herrero Delavenay, la Casa y Museo del Greco en Toledo se funda en la que había sido residencia de Samuel de Leví. Éste fue «Tesorero Real de Pedro el Cruel, en el siglo XIV. Su palacio y dependencias se encontraban en parte del terreno sobre el que se levantó La Casa Museo del Greco, pero no hay constancia de restos originales, excepto los sótanos que hoy se encuentran en el jardín del museo, de estructura abovedada, obra mudéjar en ladrillo. La visión que podríamos tener de la casa que habitó el Greco, tomando como referencia la actual Casa es muy imprecisa, pues ni siquiera corresponde exactamente con los terrenos que ocupó la vivienda que alquilaba, sino con las ruinas de las CXXXVII

Marqués de Villena», se tomó este dato como suficiente para restaurar la única de ellas que quedaba y construir a su lado un museo en 1910 (Sanz-Pastor 1990: 556). Decía Mélida en 1908 que se estaba entonces «en los momentos de glorificación del Greco, cuya casa en Toledo restaura y convierte en Museo el marqués de la Vega Inclán, dando alto ejemplo de patriotismo» (1908d: 279). Don José Ramón formaría parte del patronato del Museo del Greco, creado por la R.O. de 27 de abril de 1910 (Herrero Delavenay, com. pers. 22.12.2003). En 1910 prepararía una reseña de un libro sobre el pintor cretense para la RABM (1910g) y en 1912 lo haría de las publicaciones del Patronato Nacional de Turismo en el BRABASF incluyendo las de “La casa del Greco” y el “Museo del Greco” (1912c). En 1914 el conde de Cedillo, miembro del Patronato de la Casa y Museo del Greco –además de académico de número de la RAH desde 1898 (tomó posesión en 1901, había sido correspondiente desde 1889) y correspondiente de la RABASF– organizaría en Toledo la conmemoración del tercer centenario (Enciclopedia 1908-: t. 31, 133) y en aquella ciudad daría Mélida un discurso en representación de la RABASF (1914m). De éste resultaría su artículo sobre “El Arte Antiguo y el Greco” en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (1915c), también publicado como separata (1915d). Apuntaré quizá como curiosidad o más bien para seguir añadiendo hilos a la maraña de relaciones interpersonales que suponía la vida cultural e institucional de finales de siglo XIX y principios del XX, que en los años veinte al parecer Archer Huntington (1870-1955), el fundador de la Hispanic Society of America en 1904, colaboró junto con Alfonso XIII y el marqués de la Vega Inclán en la restauración de la casa de Cervantes en Valladolid y de la del Greco en Toledo (Mora 1997: 198). Huntington, que ya ha sido nombrado varias veces en este trabajo pero hasta ahora siempre en notas por pura discreción, sería además miembro correspondiente de la RAH desde 1903, al igual que de la de la Lengua y de la de Bellas Artes (Mora 1997: 182). Terminaré esta disquisición sobre la Comisaría Regia de Turismo y la relación directa e indirecta de Mélida con ella apuntando que entre las más de doscientas obras que esta institución había publicado en 1927, una de

llamadas Casas de la Duquesa Vieja (parte del antiguo Palacio de Villena), mientras que la parte que realmente ocupó el Greco está destruída y corresponde con el solar del Paseo o jardines del Tránsito. Vega Inclán compra las ruinas de las Casas de la Duquesa Vieja y terrenos de las inmediaciones de lo que fuera la casa del Greco en 1905. En 1907 propone al Estado ceder un edificio de reconstrucción historicista para albergar pinturas del Greco que se almacenaban en la Iglesia de san Juan de los Reyes, peligrando su estado de conservación. La creación del Museo del Greco se enmarca en el contexto de revalorización de la figura y obra del pintor que se desarrolló a finales del siglo XIX y principios del XX bajo el clima de recuperación de los rasgos de la dañada identidad española tras las pérdidas del 98» (Herrero Delavenay, com. pers. 22.12.2003). CXXXVIII

ellas fue una sobre el Escorial (Mélida 1913e; 1930g) y otra los Monumentos romanos de España. Notas descriptivas de Mélida (1925p).

El último proyecto El Corpus Vasorum Antiquorum

La última tarea encomendada a Mélida fue la del Corpus Vasorum Antiquorum y en ella, como en otros ejemplos descritos en este trabajo, Mélida demostraría su gran talla. En 1920 la Unión Internacional de Academias había acordado la publicación de un corpus de vasos antiguos, el Corpus Vasorum Antiquorum, idea sugerida por primera vez por Edmond Pottier a la Académie des Incriptions et Belles Lettres el 18 de diciembre de 1919 (Olmos 1989: 292). Pottier, a la sazón prácticamente de la misma generación que Mélida, estaba como él convencido de la necesidad de realizar catálogos inspirados por el positivismo tan en boga el último tercio del siglo XIX. En este nuevo proyecto se abrazarían novedades como el empleo de la fotografía con la creencia de que ésta permitiría incluir el conjunto completo de lo conocido hasta el momento y no una selección como hasta entonces había sido la tónica en compilaciones semejantes sobre todo realizadas en Alemania por personajes de la talla de Bruckmann y Furtwängler (1989: 292-3). Según Olmos será el mismo Pottier quien animaría la labor de Mélida. Éste llegaría a publicar dos tomos (Mélida 1930e; 1934), recogiendo en el primero de ellos los vasos clasificados como de «estilo egipcio, chipriota, de Rodas, grecoriental, corintio, geométrico beocio, ático-corintio y ático de figuras negras», y centrándose el segundo en las figuras rojas (1989: 294). Bajo la apariencia de autenticidad de algunas de las fotografías en realidad, según explica Olmos, se esconden repintes y elementos añadidos, la calidad de otras deja que desear y por lo general se siluetea el vaso para aumentar el contraste con el fondo. Pese a estos problemas que, por otra parte, seguramente serían práctica común en la época, lo cierto es que en esta faceta, como en otras, Mélida mostró una capacidad de trabajo poco comparable a la de sus colegas y una talla que le permitía competir a nivel internacional. Tras su fallecimiento el papel de España en el proyecto del Corpus Vasorum Antiquorum pasó a ser mínimo, sin que se volviera a escribir otro fascículo hasta los años cincuenta.

CXXXIX

VI LA ARQUEOLOGÍA ESPAÑOLA Y SU IMPACTO

Rellenando un vacío: la inexistencia de manuales anteriores al de Mélida En 1929 Mélida publicaría la Arqueología española. Con ello pretendía cubrir un vacío ya denunciado en 1912 en este campo: si en aquél año la Arqueología de Hübner (Hübner 1888) y los Prolegómenos de Marcelino Menéndez Pelayo en la segunda edición de su Historia de los heterodoxos españoles (1911) le parecían utilizables, ya casi en la década de los treinta éstos habían quedado claramente superados. Desde luego La novela de España de Gómez-Moreno (1928) que algunos señalan como el libro que indicaba un esquema a seguir en cuanto a la división de la prehistoria en períodos (Carriazo 1929: 16), distaba mucho de ser tanto una novela de calidad como algo que se asemejara a un manual que un alumno o alumna pudiera emplear para guiarse en sus estudios. La Arqueología española, por otra parte, vendría a complementar el volumen anteriormente publicado por él mismo sobre Arqueología clásica (Mélida 1923c). En este último, el primero en publicarse, Mélida trataba de Egipto, Asia anterior (Caldea, Asiria, Persia, el imperio hetita (sic), Asia Menor, Palestina, Fenicia), el país egeo (en él incluía el mundo minoico y micénico), Grecia, Etruria y Roma. Parece probable que de alguna manera la elaboración del libro que aquí se prologa, la Arqueología española, estuviera conectada con la Comisión para redactar un Manual de Arqueología heredera de una Comisión Mixta creada hacia 1864 como puente entre las dos academias (Maier 2000: 228). No sé si tal comisión estaría relacionada con la reunión celebrada en casa de Antonio Cánovas en 1886 en la que se decidiría la CXLI

organización de una Historia General de España. Su organización recaería entre los tres principales miembros de CFABA, a la sazón Marcelino Menéndez y Pelayo, Pascual Gayangos y Juan de Dios de la Rada y Delgado (Peiró Martín y Pasamar Alzuria 1996: 80). Pese a que individuos miembros de la RAH se hallaran implicados de forma importante en su redacción, el director del Boletín de la misma desmentía que ésta tuviera participación de ninguna clase (Peiró Martín 1995: 85). La empresa no se vería culminada: de los veintiocho estudios encargados sólo se terminarían quince (Peiró Martín 1995: 156). El volumen primero publicado, como los siguientes, por la RAH, se titularía Geología y Protohistoria ibéricas (Vilanova y Rada 1893). En un primer momento se distribuiría por entregas (Peiró Martín 1995: 97), por lo que es de suponer que llegaría a todos los correspondientes de la RAH, pero por la razón que fuera, este volumen nunca llegó a tener mucho impacto. Tuviera esta empresa o no que ver con la primera comisión mixta, el hecho es que otra se formaría hacia 1897 y a ella pertenecerían brevemente Rada y posteriormente el mismo Mélida (Maier 2000: 233, n63). Según nos dice Maier, la comisión se aboliría en 1927 (¿quizá cuando el volumen de Mélida ya estuviera casi preparado para imprimirse?). La Arqueología española saldría a la calle en 1929.

Análisis de la obra La tabulación de la distribución de los diferentes capítulos es significativa (véase tabla 6): frente a las 23 páginas que Hübner le había dedicado a la pre y protohistoria en el capítulo de monumentos de su libro La Arqueología de España, estos períodos ocupaban 272 páginas del volumen de Mélida. El mundo romano se despachaba en 147 –casi las mismas que las que se empleaban en la totalidad de su volumen Monumentos romanos de España (Mélida 1925p)– y al medieval le concedía un espacio mínimo al final de 16 páginas. Las 272 páginas muestran que en los cincuenta años de la vida profesional de Mélida el conocimiento sobre el período pre y protohistórico había avanzado de forma espectacular: baste aludir a que, además de la comparación con Hübner que se acaba de citar, en sus apuntes de las lecciones de Manuel Assas y Ereño en sus años de estudiante hacia 1873-75 Mélida había aprendido que «Los tiempos verdaderamente históricos apenas abrazan una duración que (sic) 40 siglos ó sea 4000 años: más allá todo es tinieblas y fábula»271.

271

MAN, 1987/114 (I). Subcarpeta “Documentos varios sobre arqueología”. CXLII

Parte

Sección

Antigüedades Prehistóricas (117)

Antigüedades protohistóricas (155)

Subsección (Introducción) (2) Edad de la Piedra I. Primera época paleolítica (5) (71) II. Segunda época paleolítica (13) III. Época neolítica (51) (Introducción) (1) Edad del Bronce I. Antigüedades de la Península (31) (46) II. Antigüedades de las Islas Baleares (14) (Introducción) (1) Edad del Hierro I. Antigüedades fenicias y cartaginesas (26) (155) II. Antigüedades griegas (11) III. Antigüedades hispánicas o ibéricas (107)

Págs.272 9-10 11-15 16-28 29-69 70 71-101 102-115 116 117-142 143-153 154-260

Antigüedades romanas (131)

261-391

Antigüedades romanocristianas (16)

392-407

Tabla 6. Esquema de Arqueología Española. Entre paréntesis se detalla el número total de páginas de cada una de las partes, secciones o subsecciones.

En la descripción de cada período encontramos el método habitualmente empleado por Mélida y ya descrito anteriormente en este trabajo: la narración se basa en una selección de tipos de objetos y de yacimientos. La contextualización es somera y así es posible que se trate de los santuarios ibéricos por una parte y tras varias páginas se examinen los exvotos. Se trata de España en su conjunto, aunque en ocasiones se haga referencia a regionalismos, como los de la Edad del Bronce. Mélida cita donde le parece conveniente autores antiguos –sobre todo Estrabón–, mostrando así la influencia recibida del trabajo de Bosch Gimpera (y en este contexto creo que hay que entender ciertas citas a Schulten y Schmidt).Lo cierto es que la importancia relativa dada a la descripción de la cultura material es mucho mayor y en ese sentido quizá se diferencie de autores posteriores como García y Bellido. En todo caso, lo que a mi parecer trasluce esa insistencia en los objetos y de alguna manera en los yacimientos es su familiarización con los mismos, comprensible en alguien que ha trabajado siempre en museos, que ha excavado durante más de dos décadas y que en sus últimos años de vida –precisamente cuando redacta este libro– le está dedicando gran atención al asunto de los monumentos nacionales e históricoartísticos y a la valoración de objetos para exportar.

272

Páginas tomadas de la primera edición (Barcelona, Labor, 1929). No hay cambios en la reimpresión de 1942. CXLIII

Para las ilustraciones se emplean sobre todo fotografías, aunque para el material de los primeros períodos se utilicen principalmente dibujos, todos ellos, creo que sin excepción, copiados –pero redibujados– de las figuras que ilustraban El Hombre Fósil de Obermaier273. Se me escapa la significación de lo que parece un abandono del adjetivo «ante-romano» (con excepciones en las páginas 52 y 134) para adoptar el de «protohistórico», pero no se llega a una consistencia completa: el empleo de adjetivos semejantes como «antehelénico» pasa a veces a ser «prehelénico» aunque en una misma página se pueden encontrar ambos (véase pág. 111). Hay inconsistencias también en el empleo de las itálicas, de cierta nomenclatura (torques es masculino o femenino y se llega a escribir como torqües (pág. 67)). En determinados casos la terminología empleada por el autor resulta hoy extraña –estilo egeense por egeo, campaniano por campaniense, gaderitana por gaditano, unguiculares por ungulares, femenil por femenino, etc. La comparación entre la edición de 1929 y la de 1936 (presumiendo que, con excepción a lo apuntado más adelante en este apartado, la reimpresión de 1942 es fiel copia de ésta) resalta muy pocos cambios. Los hay en alguna nomenclatura, se pasa de swástica a esvástica, o de Focea a Fócida y de fóceos a focenses. En cuanto a nombres de yacimientos y municipios las mayores diferencias, casi las únicas, se refiere a los que se localizan en las Baleares, pero por no suponer esto un impedimento a la compresión del texto se ha decidido respetar la transcripción original. También se ha respetado el empleo casi obsesivo de comas y el peculiar empleo de los párrafos en gran parte oculto en las ediciones originales al no dejar éstas espacio entre ellos, pero claramente señalados en la presente publicación. Una cuestión sobre la que sorprende su insistencia es el recurso frecuente de lo egipcio, que demuestra un interés insospechado hacia un campo que en teoría había abandonado hacía tiempo. Señala paralelos con lo egipcio en casos tan diversos como el arte rupestre (pág. 34), el campaniforme (pág. 42), o los colores empleados en la decoración de la cámara sepulcral de Tútugi (pág. 121). Un recuento de las veces que hace referencia a Egipto de alguna manera u otra se acerca al medio centenar. En otro orden de cosas se pueden resaltar otras cuestiones: como es habitual en estos años –y en realidad incluso a veces hoy en día– el genérico «hombre» no lo es tal. Así dice Mélida: Por dichas monedas y por algunas inscripciones es conocida la escritura de los indígenas protohistóricos. Tenían éstos, a lo que parece, una sola mujer, a la que en el Noroeste dotaba el hombre, y las hijas heredaban y casaban con sus hermanos274.

273 Dibujos cuya autoría no se especifica y cuyo origen quizá sea interesante averiguar (¿Pérez de Barradas?). 274 Mélida 1942: 110.

CXLIV

Obsérvese que la segunda frase deja claro que en los «indígenas» de la primera frase no se incluyen mujeres, a menos que Mélida apoyase el lesbianismo, lo que pienso improbable. Así mismo asume que la autoría del arte paleolítico es masculina cuando afirma que: «se piensa que el hombre primeramente hizo esculturas, representando mujeres desnudas, y después pinturas» (pág. 11). Por otra parte, siguiendo la corriente de opinión general, llega a aceptar que ciertas cerámicas de factura tosca las hayan realizado mujeres (pág. 39). Además, siguiendo con la crítica a Ruiz que se ha apuntado ya en un par de ocasiones en este trabajo, pienso que se cae por su base su hipótesis de ver en el título “Antigüedades hispánicas o ibéricas” una prueba de que Mélida seguiría los pasos –aunque de forma un tanto dubitativa– de Manuel Gómez-Moreno (Ruiz Rodríguez 2001: 19). La lectura de la sección en concreto nos disipa las dudas sobre tal relación. Dice Mélida: De los varios nombres con que los escritores clásicos designan la tierra más occidental del mundo conocido en la Antigüedad, el de sentido más general, porque conviene a la Península entera, es el de Hispania, pues por Iberia designaron solamente la parte oriental (por donde corre el río Iber, el Ebro) y la meridional, antes llamada Tartessia, es decir, las regiones colonizadas. Está generalizada, sin embargo, la denominación de ibéricas (empleándola en sentido general geográfico) para las antigüedades indígenas del período colonial275.

Es decir, no está empleando «hispánico» en el sentido de GómezMoreno, sino que Mélida decide recoger ambos términos en el título para indicar que los dos tienen sentido geográfico y que por tanto pueden referirse a todos los pueblos que vivían en la Península Ibérica en este período (véase Gómez-Moreno). Mélida recoge en la Arqueología española información por él publicada anteriormente resaltando en una rápida ojeada al libro que trata sobre las grutas de Perales de Tajuña (1882a: 20), los monumentos megalíticos de Extremadura (1920i; 1920h: 25), ornamentación eneolítica (1923i) (pág. 42), los vasos italogriegos (1882m; 1896l) (págs. 106-108, 122-123), la bicha de Balazote (1896g) (pág. 125), la Dama de Elche (1897d; 1897e; 1898c; 1902a; 1904d) (pág. 128), El Cerro de los Santos (1906e, etc) (págs. 114, 127-132), cerámica ibérica o hispánica, en la que incluye los vasos y otras piezas de Numancia (1913d) (passim), cerámica de Archena (1917a) (pág. 153), tesoro de Jávea (1905m) (pág. 160), y Mogón (1898f) (pág. 161), Tútugi (1920a) (págs. 121-123), el puente de Alcántara (1924g; 1924f) (pág. 202), Mérida (varias publicaciones, véase apartado correspondiente), incluyendo el anfiteatro (págs. 208-210), circo 275

Mélida 1942: 108. CXLV

(pág. 211), termas (pág. 219) etc., muralla de Lugo (1921h) (pág. 196) y sarcófagos paleocristianos (1905k; 1925a) (págs. 281-286). Por el número de ocasiones que menciona al MAN (más de centenar y medio de veces), y lo poco que menciona otras instituciones similares está claro que el manual es fiel reflejo de su experiencia de varias décadas asociado al mismo. Llega incluso a afirmar orgullosamente que «abundantes colecciones de todo ello enriquecen el Museo Arqueológico Nacional» (pág. 124) o «nuestro Museo Arqueológico Nacional muestra todas las variantes en su abundantísima colección» (pág. 164), y esto son sólo dos ejemplos de los varios que se jalonan a lo largo de la obra. Extraña que pese a que en el MAN ya hubiera colecciones provenientes de las Canarias (Cacho, com. pers. abril 2004), éstas no se mencionen en el texto. Pasando del orgullo como profesional al nacional, habría que apuntar que en ciertos párrafos rezuma un cierto patriotismo, siendo un ejemplo éste en el que nos dice que «dan singular importancia a la Edad de la Piedra en nuestra Península el mérito y variedad de las pinturas rupestres y las invenciones de la tumba de cúpula, del vaso campaniforme decorado y de la alabarda, difundas a otros países» (pág. 45). Mucho después dice que «justamente Adriano (español) favoreció…» (pág. 254) indicando así la filiación con Hispania (que no con España) del emperador romano. En todo caso está claro que Mélida ha asumido completamente la creencia en el canon clásico como modelo sumo del arte. Así lo indígena le parece «rústico», «grosero», «tosco», «rudo» o «desgraciado», y considera que los romanos «trajeron a España la civilización» (pág. 185). Esto no es extraño en el contexto europeo e incluso mundial, en el que afirmaciones semejantes se producen sobre el arte y arqueología de lugares tan distantes de la península como la India (Díaz-Andreu 2004). Muy significativo me parece el analizar a quién se menciona. Entre los cinco primeros puestos hay tres extranjeros, dos de ellos afincados en España –el belga Luis Siret, con 19 alusiones y el inglés Jorge Bonsor (confirmando la amistad aludida por Castillo 1955 y por Maier 1999) con 16, al igual que Antonio Vives. Les siguen de cerca el marqués de Cerralbo y el francés Pierre Paris, con 15 cada uno. Con diferencia por detrás encontramos con 9 a Manuel Cazurro y a Ignacio Calvo con 8, seguidos por Adolf Schulten con 6, y con 5 Juan Cabré y Horace Sandars. Sólo 4 veces cita a Manuel Gómez-Moreno y a Blas Taracena y con tres se deben conformar Pere Bosch Gimpera (cuyo nombre, como veremos a continuación, se borra en la última reimpresión), Arthur Engel (siempre como coletilla de Pierre Paris), Federico Maciñeira, Hugo Obermaier, Demetrio de los Ríos, Narciso Sentenach y Leite de Vasconcellos. Es decir, entre los diez primeros, cinco son extranjeros, lo que a mi parecer demuestra la naturalización del éxito y el apoyo implícito de la arqueología imperialista en España. Relacionado con CXLVI

esto he de apuntar que una de las pocas ilustraciones cuyo autor se especifica es la 67 de la pág. 93, en la que se aclara que el autor de los dibujos es Bonsor. Entre los menos referidos casi no hay nombres de arqueólogos de otros países276. Terminaré indicando que parece significativa la ausencia de menciones a Bosch Gimpera al menos en la reimpresión de 1942, siendo el caso que el estudio «de los señores Bosch Gimpera y Pericot» cambia en 1942 a «del señor Pericot y otros» (pág. 24), o se pasa de «el señor Bosch» a «el señor P.B.G» (pág. 173). No he podido comprobar si esta supresión del nombre del catedrático exiliado tras la Guerra Civil ya había ocurrido en 1936 al no haber encontrado un ejemplar de esta edición, pero no me extrañaría encontrarlo allí, poniendo en duda el carácter de «reimpresión» que indica en la tirada de los años cuarenta. A este respecto hay que apuntar que pese a que en una lámina final se indica que la Dama de Elche se encuentra en el Museo del Prado, el lector de 1942 se encontraría con que en la pág. 128 (de esta edición) todavía se afirmaba que se hallaba en el Louvre. Siguiendo con el análisis de autores o citados o silenciados, sobre Eduardo Hernández-Pacheco, sin mencionarle explícitamente en parte alguna del texto, se afirma hablando de la cronología de las pinturas de estilo levantino que «algunos piensan que corresponden a los dos últimos periodos paleolíticos que dejamos señalados, lo cual parece razonable» (sobre la controversia sobre la datación del arte prehistórico y su inmersión en el proceso de profesionalizacion de la arqueología prehistórica en España véase Díaz-Andreu 2002, cap. 5). Las figuras en este caso creo provienen de la documentación realizada por Francisco Benítez Mellado, el Ayudante Artístico de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas bajo las órdenes de Hernandez-Pacheco. En la 53 se habla de una «sociedad de aficionados» que no se digna en nombrar. No cita por ninguna parte a su antiguo enemigo Catalina ni siquiera para reconocerle, si no me equivoco, la autoría en los monumentos descritos en la pág. 57 y tampoco queda aludido su antiguo protector, Rada y Delgado, aunque se le incluye en la bibliografía. Muchos que como yo se educaron profesionalmente antes de que las nuevas tendencias realmente arraigaran –todavía tímidamente– en España, encontrarán en la Arqueología española la base de todo lo que se nos describió. Hay una diferencia importante: la exhaustiva descripción no 276 Dos menciones recibe Francowski. Otros nombres mencionados son los de Aranzadi, Barandiarán, Barreiro, Berlanga, Castillo López, del Castillo Yurrita, conde de la Vega del Sella, condesa de Lebrija, Eguren, Ena, Fernández López, Ibarra, Iturralde, Lampérez, Laredo, Llabrés, Macpherson, Maraver, marqués de la Casa-Loring, Mergelina, Moreno de Tejada, Pérez Temprano, Pericot, Pijoan, Ribeiro, Saavedra, Martins Sarmento, Serra Vilaró, Tramoyeres, Velázquez. Hernández-Pacheco sólo sale incluido en la bibliografía pero no se le menciona en el texto.

CXLVII

incluye un detenimiento en la tipología más allá de lo que Mélida había aprendido para el paleolítico de Obermaier y de unos sensatos comentarios sobre fíbulas (págs. 164-7), que no parece seguir en la cronología que propone para las espadas de antenas de las necrópolis celtíberas (pág. 171). Mélida llega a afirmar que la cerámica ibérica es importante «porque nos revela lo que los indígenas supieron hacer en el arte de la pintura» (pág. 145), sin considerar en ningún momento que también lo sea por la cronología deducible de sus formas. No será hasta después de la Guerra Civil cuando por una parte a partir de 1947 se organicen los cursos por Almagro y Pericot en Ampurias a los que es invitado Nino Lamboglia, autor de importantes excavaciones estratigráficas y fundamentales estudios tipológicos; y por la otra gracias a la admiración despertada por la labor del Instituto Arqueológico Alemán, cuando lo crucial de estas técnicas cale en la arqueología practicada en España.

El impacto de la Arqueología Española En 1934 Francisco Álvarez-Ossorio destacaba el manual de Arqueología española como el libro más importante entre los publicados en los últimos años por José Ramón Mélida y Alinari. En él se presentaba «clasificado y ordenado por primera vez el copioso material conocido» (Álvarez-Ossorio 1934: 10)277. La Arqueología española llegaría a tener dos ediciones, la primera publicada en 1929 y la segunda278, ya fallecido su autor, en 1936. Más tarde se reimprimiría de nuevo en 1942, sin que se cambiara sino algún detalle, como la fotografía de la Dama de Elche que ya no se indicaba como en el Louvre sino en el Museo del Prado de Madrid. Sin haber realizado un cotejo totalmente exhaustivo, las figuras y fotografías parecen ser las mismas en las dos ediciones por mí manejadas, la de 1929 y la de 1942. En los años treinta la Arqueología Española, así como Arqueología Clásica, servirían como manuales imprescindibles para los estudiantes universitarios (Marcos Pous 1993b: 79), al menos a los estudiantes de arqueología clásica. En el mismo año de 1929 García y Bellido apuntaría en 277

«Tres libros, que ha escrito en estos últimos años, representan cumplidamente el valioso esfuerzo conseguido en tan larga labor científica: tres libros necesarios, pues han venido a llenar importantes vacíos. Nos referimos al volumen de Monumentos romanos de España, publicado por la Comisaría del Turismo, al manual de Arqueología Española y al de Arqueología Clásica. Sobre todo en el de Arqueología Española se presenta clasificado y ordenado por primera vez el copioso material conocido» (Álvarez-Ossorio 1934: 10). 278 Las escasas diferencias entre la edición de 1929 y la de 1942 me hacen preguntarme si en vez de ser edición deberíamos tratarla más bien como una reimpresión. CXLVIII

su nota bibliográfica sobre “Arqueología romana” que «para los monumentos romanos en España los dos libros de Mélida: Arquitectura romana en España [es decir, Monumentos romanos de España. Notas descriptivas (Mélida 1925p)279] (...) y Arqueología española (…) En ambos hay una completa bibliografía sobre el asunto» (García y Bellido 1929a: 26). También lo califica de útil y celebrado, sin aclararnos de dónde procede la información, Eduardo Ferrer Albelda, quien en relación a lo púnico señala el manual como «el primer acercamiento de conjunto a la cultura material púnica». Opina Albelda que la obra de Mélida supera a la de Bosch en su apéndice a la Hispania de Schulten (1920) pese a disponer ambos de prácticamente los mismos datos (Ferrer Albelda 1996: 88). Según este autor las propuestas de Mélida en cuanto a periodización y terminología perduran aún hoy con escasas modificaciones. En cuanto a los prehistoriadores, en tónica con la ruptura iniciada en los años veinte entre prehistoria y arqueología (entendiendo esta última como la que engloba arqueología clásica y de las grandes civilizaciones), y habiendo siendo Mélida uno de los representantes –por su carácter de catedrático de Arqueología– de la segunda rama, su obra, pese a dedicar tanto espacio a la pre y protohistoria, parece haber tenido escaso eco entre los primeros. Una publicación que saldría al mismo tiempo que la de Mélida, la obrita de arquitectura prehistórica de Carriazo (1929: 15), incluye menciones a Obermaier, Bosch Gimpera, Siret, Paris y por supuesto GómezMoreno (de quien el autor era discípulo), pero no menciona ninguna de las publicaciones hasta la fecha del entonces director del Museo Arqueológico Nacional. Es claramente significativo que en la Etnologia de la Península Ibèrica de Bosch Gimpera, publicada apenas tres años después de la Arqueología española, las citas a Mélida también son escasas. Se le incluye entre aquéllos que han escrito antiguos libros de conjunto de la prehistoria de la península, entre los de Cartailhac, Vilanova y Leite de Vasconcellos (Bosch Gimpera 1932: XV). Luego apenas le cita ocho veces más a lo largo del libro. El homólogo de Bosch Gimpera en Madrid, Hugo Obermaier, tampoco parece tener en gran consideración la obra de Mélida, pues en 1932 en su El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad no cita a Mélida, ni siquiera en el capítulo de la Edad del Hierro, donde sí cita copiosamente a Bosch Gimpera (Obermaier 1932: 249) e incluye referencias a Paris, Schulten y Siret. Pese a ello, en la necrológica que el sabio alemán escribe sobre Mélida éste queda descrito como uno de los primeros prehistoriadores (Obermaier 1934).

279

Según mi experiencia García y Bellido raramente cita sus referencias correctamente. CXLIX

Pasando ahora a analizar el impacto de la Arqueología española en los años cuarenta, de lo que he podido recoger por tradición oral, en la Universidad de Valencia hacia mediados de la década la entonces profesora, doña Olimpia (Olimpia Arocena), quien sustituía la docencia del catedrático Luis Gonzalvo y Paris jubilado forzosamente en 1940280, hacía que sus alumnos utilizaran como manual básico los dos libros de Mélida, el de la Arqueología española y el de la Arqueología clásica (Marcos Pous, refiriéndose a la experiencia de su mujer Ana Mª Vicent en el período en que ésta estudiaba en Valencia, com. pers., 17.9.2003). Es posible incluso que el hecho de que Alcina Franch poseyera el Programa de Arqueología de Mélida de 1913 estuviera conectado con la enseñanza de doña Olimpia en los años 1942-1946, pues él fue alumno de aquella universidad. En Madrid García y Bellido, quien como se ha comentado repetidamente había sustituido en la cátedra a Mélida ya en 1931, y sobre quien he puesto en duda su calificación de «discípulo» de Mélida, al menos en sentido estricto, en los años cuarenta exhortaba a sus alumnos a leer su libro con Obermaier (Obermaier y García y Bellido 1941, segunda edición de Obermaier 1932) y no a Mélida para lo referente a la prehistoria, a la vez que recomendaba ir a las clases de Martínez Santa-Olalla, pues él aclaraba que, aunque según el programa él debía explicar este primer período, sus planes eran otros. Pese a su repulsa a explicar sobre los períodos arcaicos, en 1941 aparecía como coautor de El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad junto con Obermaier. Tampoco al parecer García y Bellido aconsejaba a los estudiantes emplear el libro la Arqueología Clásica de Mélida, sino que les insistía que acudieran a artículos (Marcos Pous, com. pers., 17.9.2003). El único que mantuvo viva la memoria de Mélida hasta cierto punto fue Blas Taracena, quien en su colaboración para el Ars Hispaniae refirió al lector en varios lugares a la obra de Mélida (Taracena y Aguirre 1947). En esta obra conjunta una comparación de la parte dedicada a la prehistoria –el volumen primero (Almagro y García y Bellido 1946)– con la de la arqueología clásica incluyendo el período de las colonizaciones púnica y griega –el volumen segundo (Taracena y Aguirre 1947: 6)– sugiere el mismo contraste que el apuntado para los años treinta entre el silencio de los prehistoriadores frente a un cierto reconocimiento por parte de los arqueólogos que centraban su investigación en lo clásico. Pese a ello es cierto que no se solía citar la Arqueología española en sí en los trabajos de investigación, pero esto no es extraño dado su carácter de manual para estudiantes. Podríamos considerar el Ars Hispaniae, por otra parte, como un eslabón más de la cadena de referencias de la que Latour habla en su Science in Action (Latour 1987), por la que la obra del maestro Mélida, pese a estar – 280

Archivo de Clases Pasivas, núm. de expediente 0/70/58441/06/00. CL

hasta cierto punto– mencionada, ya quedaba en el capítulo de historia de la investigación y no como obra fundamental a consultar. Entre los prehistoriadores, como se ha comentado, Mélida seguiría sin tener mucha acogida. Julio Martínez Santa-Olalla, quien entonces daba las clases de prehistoria, basaba sus clases fundamentalmente en su Esquema paletnológico (Martínez Santa-Olalla 1941 y 1946), donde, por cierto, no se hacía ninguna mención a Mélida. Tampoco se hacía ninguna referencia al maestro fallecido en la obra de otro prehistoriador, Martín Almagro Basch, en su Introducción a la Arqueología. Las culturas prehistóricas europeas (1941). En el tomo I volumen I de la Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal publicado en 1947 sólo citaban a Mélida dos de los siete autores –Alberto del Castillo y Juan de Mata Carriazo. En estos años los ecos –probablemente inconscientes– de la obra de Mélida quedan en detalles dispersos como el de Samuel de los Santos Jener en su trabajo sobre “El tesoro hispano anterromano de los Alaamdenes de Pozoblanco” (Santos Jener 1941) o Julián San Valero, quien en su trabajo sobre “El tesoro preimperial de plata de Drieves (Guadalajara)” (San Valero Aparisi 1945: 7)281 empleaban el adjetivo anterromano, en el segundo de los casos diciendo en la nota 1 que «con este de Drieves son ya cinco los tesoros anterromanos». Terminaré este apartado aludiendo a un último indicio de los ecos de la Arqueología Española. Fue la mención a los toros de Costig en el libro de Claudio Sánchez Albornoz (1974: 81), lo que me hizo darme cuenta de que la información que el autor da sobre la prehistoria está totalmente basada en la Arqueología Española de Mélida. Sánchez Albornoz acabó la carrera en 1913 e hizo su doctorado al año siguiente. Fue también auxiliar interino gratuito de la Facultad de Filosofía y Letras en 1917. Todo esto indica que tuvo contacto con Mélida en sus primeros años de catedrático, momento en el que éste también influiría en Blas Taracena. Esta es, sin duda, una de las últimas ocasiones, si no la última, en que la obra de Mélida fue empleada, si no por un arqueólogo, sí por un historiador famoso.

281

Agradezco esta información a Xosé Lois Armada (com.pers. 24.11.2003). CLI

NOTA A LA EDICIÓN

Para la elaboración de este libro se ha utilizado la primera edición de Barcelona, Labor, 1929, que hemos cotejado con la segunda de 1936 en su primera reimpresión de 1942. Como ya se indicó en el apartado VI del estudio preliminar, las variaciones entre una y otra edición son mínimas. Quizá la más destacable sea la eliminación de las referencias directas a Pere Bosch Gimpera, autor consagrado en 1929 pero que convenía eliminar en la edición de 1942, fecha en la que, además de prehistoriador, era ex-conseller de la Generalitat en el exilio. Así, mientras en la edición de 1929 se aludía, hablando de los dólmenes, a los estudios «de los señores Bosch Gimpera y Pericot»282, la misma alusión quedaba camuflada en 1942 refiriéndose a los trabajos «del señor Pericot y otros». Más adelante, una nueva alusión al «señor Bosch» será disimulada en 1942 bajo las siglas P. B. G., siglas que también se emplean en la bibliografía final283. Otros cambios entre una y otra ediciones se refieren a pequeñas alteraciones en la terminología. Así, los «fóceos» de 1929 son sustituidos por el término «focenses»; «antehelénico» pasa a ser «prehelénico» o la «swástica» es españolizada, convirtiéndose en «esvástica», entre otros ejemplos. En nuestro caso hemos preferido ser fieles a la edición original pues, aunque las adaptaciones realizadas en 1942 fueron realizadas con afán modernizador, no cabe duda que la terminología utilizada por Mélida en 1929, aunque en algunos casos pueda resultar hoy anticuada, refleja los usos de la época. Por la misma razón no hemos completado las citas bibliográficas del apartado «Bibliografía» tanto más cuanto en la totalidad de los casos las omisiones informativas no impiden la fácil localización de los trabajos. Margarita Díaz-Andreu Durham, abril de 2004 282 283

Pág. 39 de la 1ª edición, 24 en la presente. Pág. 248 de la 1ª edición, 173 en la presente. CLIII

Apéndice Programa de la asignatura Concepto e Historia del Arte para la Escuela Central de Artes y Oficios, presentado por José Ramón Mélida en 1896 para la oposición a plaza de catedrático

Concepto del Arte: 1. Definición del Arte; 2. Clasificación de las Artes; 3. Naturaleza y medios de expresión de las Artes del Dibujo; 4. Desenvolvimiento histórico del ideal en la forma artística; 5. Concepto de la asignatura. Historia del Arte: 6. Infancia del Arte. Antigüedad: 7. Arte egipcio –Arquitectura; 8. Carácteres (sic) de las artes figurativas en Egipto; 9. Historia de la escultura egipcia; 10. Historia de la Pintura y de las Industrias egipcias; 11. Arte caldeo; 12. Arte asirio; 13. El Arte Persa, bajo los Acmenidas; 14. El Arte Persa bajo los Partos y los Sasánidas; 15. El Arte Heteneo [en Capadocia] y el Arte Judaicos; 16. Arte Fenicio, Arte Chipriota y Arte Púnico; 17. El Arte ante-romano en la Península Ibérica; 18. El Arte en Frigia, Lidia, Cária y Licia; 19. Caracteres generales del Arte Griego; 20. Arte Micénico; 21. Arquitectura Griega; 22. Monumentos arquitectónicos griegos; 23. Escultura arcáica (sic) griega; 24. Escultura clásica griega. Fidias; 25. Escultura clásica griega. Policleto, Escopas y Praxiteles. Decadencia; 26. La Pintura griega; 27. Industrias griegas; 28. Arte Etrusco; 29. Arte romano – Arquitectura; 30. Escultura romana; 31. Pintura romana –Técnica de la pintura; 32. Industrias romanas; 33. Arte bárbaro. Edad Media: 34. Introducción al estudio de la Edad Media –Arte romano-cristiano; 35. El Arte de la Edad Media; 36. Arquitectura Latina – Caracteres del estilo latino [en el que habla de basílicas, baptisterios, CLV

mosaicos y de la iglesia de San Clemente en Roma]; 37. Arquitectura bizantina, origen del arte bizantino.- Carácteres (sic) generales del arte bizantino; 38. Arquitectura latino-bizantina [incluye San Juan de Baños, Santa Mª del Naranco y San Miguel de Lino (sic)]; 39. La escultura en el período latino-bizantino; 40. La pintura en el período latino-bizantino; 41. Industrias del período latino-bizantino; 42. Artes suntuarias del período latino-bizantino; 43. Arte Árabe; 44. Arquitectura Árabe; 45. Arquitectura hispano-árabe –Caracteres especiales; 46. Arquitectura mudejár (sic); 47. Industrias árabes y mudéjares; 48. Arte cristiano. –Estilo románico. –Origen del estilo románico; 49. Escultura y pintura de la época románica; 50. Artes industriales de la época románica; 51. Arquitectura ojival; 52. Arquitectura ogival (sic) en España; 53. Escultura y pintura de la época ojival; 54. Industrias de la época ojival. Edad moderna: 55. Renacimiento de las Artes; 56. Renacimiento. Estilos Arquitectónicos; 57. Renacimiento de las artes figurativas; 58. Miguel Ángel; 59. La escultura del Renacimiento después de Miguel Ángel; 60. Escultura española del Renacimiento; 61. La pintura italiana hasta Rafael; 62. Rafael; 63. Pintura italiana; 64. Pintura alemana y flamenca; 65. Pintura flamenca y holandesa; 66. La pintura española hasta Velázquez; 67. Gran época de la pintura española. Velázquez; 68. La pintura española después de Velázquez; 69. Pintura española moderna; 70. Grabado [siglo XVI]; 71. Grabado (sic) [siglo XVII y XVIII]; 72. Industrias artísticas modernas; 73. Industrias artísticas modernas (sic). Extremo Oriente: 74. Arte Indio; 75. Arte Chino; 76. Arte IndoChino; 77. Arte japonés. América Precolombina: 78. Arte Americano [en los que incluye mención a los moud Wilders (¿es decir los Mound Builders284?)]285.

284

Sobre los mound builders véase Patterson (1991: 247) y McGuire (1992). AGA, Educación, signatura 31/14949, programa de la asignatura de «Concepto e Historia del Arte» probablemente presentado junto a la instancia firmada el 2 de diciembre de 1896. 285

CLVI

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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BIBLIOGRAFÍA (IN)COMPLETA

La lista bibliográfica que presentamos a continuación está en un principio basada en las publicadas por Álvarez-Ossorio (1934) y por Ruiz Cabriada (1958). La primera fue en realidad realizada −al menos en gran parte− por Blas Taracena, aunque fuera Álvarez-Ossorio el encargado de la compilación final. Éste era consciente de que había más de lo que logró reunir. En una carta escrita por Carmen García Torres el 3 de febrero de 1934 se lee: Sr. D. Francisco Álvarez Ossorio. Mi distinguido y querido amigo: Recibo su afectuosa carta del 20; y sean mis primeras palabras para darle mi más sincero pésame que ya anticiparon mis hijos, por la desgracia de su hermano (q.e.p.d.). Mucho agradezco a V., y a la Junta y Patronato del Museo, el acuerdo de publicar una biografía de mi marido (q.g.h.) y bibliografía completa… Respecto a los artículos publicados en periódicos, que como V. sabe fueron numerosísimos, mi marido tenía coleccionados algunos, pero la mayoría andan dispersos entre sus papeles, siendo de momento imposible reunirlos para hacer una clasificación. Estos artículos se publicaron desde su juventud en La Ilustración Española y Americana, Los Lunes del Imparcial, y sobre todo en el diario El Correo, hasta que dejó de publicarse; colaboró también un breve tiempo en ABC. De sus demás trabajos en revistas, Boletines de las Academias etc, acaso, esté V. mejor informado que yo…286.

Unos meses más tarde, el 3 de mayo de 1934, Joaquín Mª de Navascués, conservador del MAN, escribe a Blas Taracena «Mi querido amigo: Recibida tu carta... Me dice D. Francisco [Álvarez-Ossorio] que le envíes la 286 MAN –caja-archivadora roja que tiene escrito por fuera legajo 18 expediente 1, sin año. Carpeta Año 1935. Legajo 18, expediente 1. Homenaje a D. José Ramón Mélida (sobre el primer Anuario del Cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, dedicado al «homenaje a Mélida». Correspondencia sobre dicho homenaje). Subcarpeta correspondencia (no especifica 1934-1936).

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bibliografía de Mélida. Creo que uno y otros os referís a la recogida por ti en la Academia de la Historia». Contesta Taracena desde el Museo Numantino, Soria 7 de mayo de 1934: «Sr. D. Francisco Álvarez Ossorio. Querido D. Francisco: adjuntas le remito las cuartillas de complemento de la Bibliografía de D. José que en la Academia de la Historia y en otras publicaciones he podido reunir y que no figuran en la publicación del Museo. Con ello tampoco me hago la ilusión de que quedará completa pues fue mucho el trabajo que distribuyó por diferentes revistas...»287. A lo largo de la elaboración de este trabajo me han ido llegando noticias de otros artículos, algunos que he logrado por fin encontrar, como los publicados en Faro en 1908288 (1908d; 1908p; 1908q) y me han llegado noticias de otros sobre El Greco publicados por él en ABC en el mismo año que no he podido finalmente incluir en la relación bibliográfica (Javier Moreno Luzón, com. pers., 1.6.2004). Es muy posible que una revisión de publicaciones como El Correo revelara trabajos todavía no recogidos. Por otra parte conocemos por Mélida mismo que éste escribió una multitud de voces para el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano por las que recibía 4.000 pts. al año289, pero al no firmarse éstas (1906e: 4) no parece ser posible saber cuáles fueron. Del mismo modo por alusiones del propio Mélida sabemos que él «por espontáneo impulso» combatió «al lado de Antonio Elías de Molins desde un periódico» (1909c: 159), pero hoy hemos perdido el rastro de tales escritos. Todos los que publicaron sus listas bibliográficas eran conscientes de su carácter incompleto: así en una nota que acompañaba a una de ellas, la de Castañeda, afirmaba éste que «en revistas y periódicos prodigó abundantemente su colaboración, en muchas ocasiones anónimamente» (Castañeda 1934: 19). En cuanto a las bibliografías publicadas por Álvarez-Ossorio (1934) y Ruiz Cabriada (1958), pese a que éstas dan la impresión de ser muy completas, ninguna lo es, y parte de las confusiones que puedan estar contenidas en la que se presenta en este trabajo se originan en ellas ya que éstas se tomaron como válidas al transcribirse al principio de este trabajo –aunque por las variaciones entre ambas ya empecé a intuir la magnitud del problema: Álvarez-Ossorio (1934) y Ruiz Cabriada (1958) no sólo citan las referencias de forma incompleta, con títulos que no corresponden en muchas ocasiones a los publicados y que casi nunca coinciden entre sí, sino además contienen errores 287

MAN: Caja-archivadora roja que tiene escrito por fuera legajo 18 expediente 1, sin año. Carpeta Año 1935. Legajo 18, expediente 1. Homenaje a D. José Ramón Mélida (sobre el primer Anuario del Cuerpo facultativo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, dedicado al «homenaje a Mélida». Correspondencia sobre dicho homenaje). Subcarpeta correspondencia 1934-1936. 288 Agradezco a Juan López Tabar el que me comentara la existencia de éstos (López Tabar, com. pers. 20.11.2003). 289 MAN, 1987/114 (II). En una de las subcarpetas blancas de tamaño A5 sin título. CLXX

importantes como la atribución a Mélida de obras que no son suyas (como es el caso del artículo escrito por Paris (1914) o Albertini (1916)), que aparecen sin especificar autor (Anónimo 1906; 1916), tienen datos erróneos en cuanto a título, volumen o página e incluso revista en la que se ha publicado determinado trabajo. He incluido varias obras que ellos citan pero que, tras una comprobación, me ha sido imposible encontrar, dado lo incorrecto de parte de los datos. Esta que se presenta, he de confesar, no es por tanto una bibliografía completa de Mélida y ni siquiera puede decirse que no contenga errores –sé que los tiene. Reunir lo que aquí se presenta ha supuesto un enorme esfuerzo para lo que tuve la imprescindible y valiosa ayuda de los entonces (curso 2002-2003) estudiantes de quinto curso de prehistoria de la Universidad Complutense Nuria Gallego Lletjas e Iván González García. Algunos de los fallos incluidos en las bibliografías de Ruiz Cabriada y Álvarez-Ossorio se han subsanado, pero al no habernos dado cuenta de las dimensiones del problema a tiempo faltó una sistematicidad que esperamos quede enmendada por el próximo o próxima que lo intente. Supone la lista bibliográfica que aquí se ofrece, sin embargo, un paso adelante en cuanto a número de trabajos citados y en cuanto a la subsanación de determinadas incorrecciones. En todo caso esta relación fue extremadamente útil para comprender desde un principio la enormidad de la tarea a la que me enfrentaba y los diferentes aspectos que debería de tratar en este escrito. Este, que termino aquí con estas palabras, se ha centrado en Mélida observándolo como metáfora para la práctica arqueológica en los finales de siglo XIX y principios del XX.

1. José Ramón mélida (autor único) 1880 El sortilegio de Karnak. Novela arqueológica. Madrid: Imp. La Gaceta Universal. 1881 a) “La colección de antigüedades egipcias que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional”, Revista de España, 78 (13 enero): 93-105. b) “La exposición de arte retrospectivo”, La Ilustración Española y Americana, XXV, (30 mayo y 15 de junio).

c) “Los tapices de Palacio [I]”, La Ilustración Española y Americana, XXV, nº 38 (15 de octubre): 218-219. d) “Una noche en Pompeya [I]”, La Ilustración Española y Americana, XXV, nº 27 (22 de julio): 43-45. e) “Una noche en Pompeya [II]”, La Ilustración Española y Americana, XXV, nº 28 (30 de julio): 59-62. 1882 a) “Cuevas de Perales de Tajuña”, El Día, 5 enero.

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b) Diamantes americanos [Novela]. Madrid: Tip. de El Correo. c) “La exposición de Lisboa [I]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 5 (8 de febrero): 91-94. d) “La exposición de Lisboa [II]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 6 (15 de febrero): 110-111. e) “La exposición de Lisboa [III]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 36 (octubre): 215-216. f) “Las colecciones artísticas del Palacio das Necessidades, de Lisboa”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 17 (8 de mayo): 292-294. g) “Los tapices de Palacio [II]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 1 (8 de enero): 27-30. h) “Revista de Literatura, Arqueología, etc. [comprende 1. Importancia de los cuentos o novelas populares para la Etnografía y Mitografía (parte 1)]”, BILE, 6 (139): 263-64. i) “Sobre los vasos griegos, etruscos e italoetruscos del Museo Arqueológico [I, II, III]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 31 (22 de agosto): 102-106. j) “Sobre los vasos griegos, etruscos e italoetruscos del Museo Arqueológico [IV, V]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 32 (30 de agosto): 122-123. k) “Sobre los vasos griegos, etruscos e italoetruscos del Museo Arqueológico [V, VI]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 34 (15 de septiembre): 155-158. l) “Sobre los vasos griegos, etruscos e italoetruscos del Museo Arqueológico [VI, VII, VIII, IX]”, La Ilustración Española y Americana, XXVI, nº 35 (22 de septiembre): 171-174. m) Sobre los vasos griegos, etruscos e italogriegos del Museo Arqueológico Nacional. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra.

1883 a) “El archivo humano”, El Imparcial (Hoja literaria), 14 de mayo. b) “Historia Universal, del señor Sales y Ferré [en la sección de Bibliografía]”, BILE, 7 (148): 109-110. c) “Idilios soñados”, El Imparcial (Hoja literaria), 9 de julio. d) “La arqueología en el teatro. A propósito de las obras. Un milagro en Egipto y Filemón y Baucis”, El Imparcial (Hoja literaria), 2 de abril. e) “La Asociación de excursiones catalanas”, BILE, 7: 9-12. f) “La explotación minera en la España Romana”, La Ilustración Española y Americana, XXVII, (15 de agosto). g) “La fábrica de tapices de Santa Bárbara”, La Ilustración Española y Americana, XXVII (8 de agosto). h) “Las antigüedades de la Exposición de Minería”, RABM (2ª época), 9: 354-358 y 386-398. i) “Memoria acerca de algunas inscripciones arábigas de España y Portugal, por don Rodrigo Amador de los Ríos [en la sección de bibliografía]”, BILE, 7 (164): 366-7. j) “Novela de Amor”, El Imparcial (Hoja literaria), 29 de octubre. k) “O dialecto mirandez, de Leite de Vasconcellos [en la sección de bibliografía]”, BILE, 7 (148): 108-09. l) “Una nueva traducción del Avesta”, BILE, 7 (161): 317-9. 1884 a) “Apuntes arqueológicos referentes al cuadro ‘Spoliarium’ presentado por Don Juan Luna en la Exposición de Bellas Artes”, El Día, 8 de junio. b) “Bibliografía Histórica [Continúa hablando del primer tomo de la Historia del Am-

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purdan, de D. J. Pella y Forgas]”, BILE, 8 (179): 217-9. c) “Bibliografía Histórica [Trata del primer tomo de la Historia del Ampurdan, de D. J. Pella y Forgas]”, BILE, 8 (172): 102-04. d) El demonio con faldas. Madrid: Tip. de Ricardo Fe. e) “El Edipo de Sófocles. Estudio comparativo acerca de la declamación y la escenografía en el teatro griego y en el teatro moderno”, La Ilustración Española y Americana, XXVIII, nº 11 (22 de marzo): 183-186. f) “El Hércules vencido. Cuento”, Revista de España, 101 (10 de diciembre): 441-449. g) “El último Albur”, El Imparcial (Hoja literaria), 6 de octubre. h) “La Biblioteca y Museos Nacionales”, La Época, 29 de septiembre. i) “La religión egipcia. Conferencia leída en el Ateneo de Madrid el 6 de mayo de 1884”, Revista de España, 99 (25 de julio): 230-251. j) La religión egipcia. Conferencia leída en el Ateneo de Madrid la noche del 6 de mayo de 1884. Madrid: Tip. El Correo. k) “Los Museos Arqueológicos de París”, El Imparcial (Hoja literaria), 3 de marzo, 19 de mayo y 2 de junio. l) Sobre las esculturas de barro cocido griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. m) “Sobre las esculturas de barro cocido griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional [I, II, III, IV]”, La Ilustración Española y Americana, XXVIII, nº 31 (22 de agosto): 107-110. n) “Sobre las esculturas de barro cocido griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional [IV/ Segunda parte, la colección del museo: I]”, La Ilustración Española y Americana, XXVIII, nº 30 (15 de agosto): 91-94. o) “Sobre las esculturas de barro cocido

griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional [IV]”, La Ilustración Española y Americana, XXVIII, nº 32 (30de agosto): 126-127. p) “Sobre las esculturas de barro cocido griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional [Primera parte, la plástica en general: I, II, III]”, La Ilustración Española y Americana, XXVIII, nº 29 (8 de agosto): 75-78. 1885 a) “Del concepto de la Arqueología”, Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, 13 (10 julio 1885): 3 y ss. b) “El tren del amor (dolora en prosa)”, El Imparcial (Hoja literaria), 6 de julio. c) “Historia de la careta”, La Ilustración Española y Americana, XXIX, nº 8 (febrero). d) “La Arqueología. Antecedentes históricos. Concepto de la ciencia. Método para su estudio [I]”, Revista de España, 106 (25 de octubre): 520-540. e) “La Arqueología. Antecedentes históricos. Concepto de la ciencia. Método para su estudio [II]”, Revista de España, 107 (25 de noviembre): 60-67, 202-222. f) “La novela de Cupido. Poemita en prosa”, Revista de España, 105 (25 de agosto): 579-605. g) “Los horrores de la digestión. Poema naturalista y de actualidad”, El Imparcial (Hoja literaria), 25 de enero. h) “Yo pecadora”, El Imparcial (Hoja literaria), 30 de marzo. 1886 a) “Correo del arte. [Artículo que trata del apogeo de nuestra pintura moderna. Ojeada histórica: De Mengs al neoclasicismo de David; de don José a don Federico Madrazo; influencia de éste y de Ribera; Rosales y Fortuni, inician la era del pre-

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sente]”, El Imparcial (Hoja literaria), 8 de febrero. b) “Correo del arte. [El insigne maestro don Federico de Madrazo. Por qué el arte es arte. Retrato del rey don Alfonso XII por Madrazo. Ultimo grabado del señor Maura: su personalidad. Los grabadores al agua-fuerte. Un trabajo notable del señor Lemus]”, El Imparcial (Hoja literaria), 6 de septiembre. c) “Correo del arte. [El salón de París. El salón de Londres. Otras exposiciones artísticas. Decorado del teatro Maravillas]”, El Imparcial (Hoja literaria), 5 de julio. d) “Correo del arte. [Habla de la elección del estilo para decorar San Francisco el Grande. Movimiento artístico en Francia. Ultimas exposiciones celebradas en París]”, El Imparcial (Hoja literaria), 26 de abril. e) “Correo del arte. [Habla entre otras cosas de la obra de San Francisco el Grande. Pinturas de la cúpula. El cuadro de Mateo Silvela: Noticias útiles para los artistas]”, El Imparcial (Hoja literaria), 15 de marzo. f) “El nacimiento de Atenea, asunto decorativo de un mármol griego del Museo Arqueológico Nacional”, La Ilustración Española y Americana, XXX (8 de octubre): 203-206. g) “La fiesta hípica. De la novela Luisa Minerva”, La Época, 17 de mayo. h) Luisa Minerva. Madrid: Imp. y Lit. La Guirnalda. 1887 a) Historia del Casco. Apuntes arqueológicos. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. b) “Historia del Casco. Apuntes arqueológicos [I]”, La Ilustración Española y Americana, XXXI, nº 31 (22 de agosto): 103-107. c) “Historia del Casco. Apuntes arqueológicos [II (Continuación, Edad media y Siglo XVI)]”, La Ilustración Española y Americana, XXXI, nº 33 (8 de septiembre): 142.

d) “Historia del Casco. Apuntes arqueológicos [II (Edad media y Siglo XVI)]”, La Ilustración Española y Americana, XXXI, nº 32 (30 de agosto): 122-3. e) “Historia del Casco. Apuntes arqueológicos [II (Continuación, Edad media y Siglo XVI), III (Pueblos orientales)]”, La Ilustración Española y Americana, XXXI, nº 34 (15 de septiembre): 154-155. f) “Los Bronces Desaparecidos del Museo Arqueológico Nacional”, La Ilustración Española y Americana, XXXI, nº 35 (22 de septiembre): 167. g) A orillas del Guadarza. Idilios soñados. Las alas rotas. Una noche en Pompeya. (Ilustración de Arturo Mélida). Barcelona: Biblioteca de Arte y Letras. h) Vocabulario de términos de arte de J. Adeline. Traducido, aumentado... y anotado con más de 600 voces por don José Ramón Mélida. Madrid: La Ilustración Española y Americana (Est. Tip. Sucesores de Rivadeneyra). 1888 a) “Las artes retrospectivas en la Exposición Universal de Barcelona [I (Exposición de Barcelona, escultura, pintura y manuscritos con miniaturas)]”, La Ilustración Española y Americana, XXXII, nº 43 (22 de noviembre): 299-302. b) “Las artes retrospectivas en la Expo-sición Universal de Barcelona [II (Tapices)]”, La Ilustración Española y Americana, XXXII, nº 45 (8 de diciembre): 339-342. 1889 a) “Crónica del arte: lo que se derrocha y lo que se pinta. La inspiración y el bolsillo de nuestros artistas. La decoración de San Francisco el Grande. La historia de la pintura que allí se ofrece. El espíritu religioso y el naturalismo. Las esculturas”, La España Moderna, 3 (marzo): 195-206.

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b) “La exposición retrospectiva del trabajo y de las ciencias antropológicas”, La España Moderna, 12 (diciembre): 133-150. 1890 a) “El “Sacro Catino” o cáliz de Jesús. Apuntes arqueológicos”, La Ilustración Española y Americana, XXXIV, nº 12 (30 de marzo): 198-199. b) “El arte japonés”, La España Moderna, 19 (julio): 167-185. 1891 a) “El gorro y la gorra. Diálogo de guardarropía”, Blanco y Negro, 1 (diciem-bre): 524-525. b) “Historia del abanico”, La Ilustración Española y Americana, XXXV, nº 6 (15 de febrero): 98-99. c) “Juan el arriero. Episodio de la inundación del río Amarguillo en Consuegra”, Blanco y Negro, 1: 346. d) “La torre inclinada de Zaragoza”, El Archivo, V, nº 4: 240-244. e) “Los antiguos monumentos americanos y las artes del extremo Oriente [I]”, La España Moderna, 31 (julio): 22-23. f) “Los antiguos monumentos americanos y las artes del extremo Oriente [II]”, La España Moderna, 33 (agosto): 5-14. g) “Los orígenes del arte cerámico”, La Ilustración Española y Americana, XXXV, nº 45 (8 de diciembre): 358-359. 1892 a) “El Antiguo arte americano”, El Centenario, 1: 213-221. b) “La arqueología y las artes plásticas en el teatro”, La España Moderna, 39 (marzo): 151-163. c) “La exposición histórico-americana. México [I]”, La Ilustración Española y Americana, XXXV, nº 48 (30 de diciembre):

455-8. d) “La historia del arte americano”, El Centenario, 2: 270-280, 455-475. e) “Las chulas griegas”, La Ilustración Española y Americana, XXXV, nº 16 (30 de abril): 261-264. f) “Viaje por España en 1492. Granada, Córdoba, Sevilla, Moguer, La Rábida, Palos, Toledo, Zaragoza, Barcelona”, La Ilustración Moderna, I. Granada: 676-682, II. Granada: 708-712, III. Lo que fue Reino Moro de Granada: 741-747, IV. Córdoba: 776-781, V. Sevilla: 809-814, VI. Moguer: 841-844, VII. Toledo: 869-874, VIII. Zaragoza: 939-943, IX. Barcelona: 972-977. 1893 a) “¿Duendes? Narración”, La Ilustración Moderna (Barcelona), 3: 513-516. b) “Escultura mejicana precolombina”, La España Moderna, 55 (julio): 172-181. c) “La Exposición Histórico-Americana. El Prólogo, Colección de la América del Norte”, La España Moderna, 53 (enero): 184-194. d) “La exposición histórico-americana. México [II]”, La Ilustración Española y Americana, XXXVII, nº 3 (22 de enero): 47. e) “La exposición histórico-americana. México [III]”, La Ilustración Española y Americana, XXXVII, nº 5 (8 de febrero): 87-90. f) “La exposición histórico-americana. México, Costa Rica”, La Ilustración Española y Americana, XXXVII, nº 10 (15 de marzo): 168-169. g) “La exposición histórico-americana. México, Guatemala, República Dominicana, Nicaragua”, La Ilustración Española y Americana, XXXVII, nº 6 (15 de febrero): 103-106. h) “La Exposición Histórico-Americana. Ojeada general”, La España Moderna, 49 (enero): 174-183. i) “La exposición histórico-natural y etnográfica. La sala egipcia”, La Ilustración Española y

CLXXV

Americana, XXXVII, nº 25 (8 de julio): 15. j) “Mosaico romano de relieve. Asteas, pintor ceramista griego”, BSEE, 1: 73-85. 1894 a) Don Juan, decadente. Madrid: Tip. Suc. de Rivadeneyra. b) “Excursión a la Real Armería”, BSEE, 2: 145, 161, 181, 193. c) “La Real Armería. Armaduras de príncipes de la Casa de Austria”, La Ilustración Española y Americana, XXXVIII, nº 44 (30 de noviembre): 330. d) “La Real Armería. Historia de la colección”, La Ilustración Española y Americana, XXXVIII, nº 16 (30 de abril): 265-268. e) “No se permiten niños. Cuento”, La Ilustración Moderna (Barcelona), 4: 36-39. f) Salomón, Rey de Israel. Leyenda bíblica [novela arqueológica]. Biblioteca Ilustrada de Espasa y Cía, editores. Cuaderno 20. Barcelona: Espasa y Cía. g) “Venus coqueta. las mujeres de la antigüedad en el tocador”, La Ilustración Española y Americana, XXXVIII, nº 35 (22 de septiembre): 178-179. 1895 a) “Balance de la Exposición de Bellas Artes de 1895”, BSEE, 3: 129-132. b) “Bronce romano celtibérico encontrado en los alrededores de Arenas de San Pedro (Ávila)”, La Ilustración Española y Americana, XXXIX, (abril): 238-239. c) “Donación del Gobierno de Egipto al Museo Arqueológico Nacional”, Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, 1 (marzo): 23-24. d) “El Museo Arqueológico Nacional en el Palacio nuevo”, La España Moderna, 80 (agosto): 38-51. e) “El Museo Arqueológico Nacional en su casa vieja”, La España Moderna, 77 (ma-

yo): 84-96. f) “El Museo Arqueológico Nacional. Su reapertura y sus aumentos”, Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, 1: 189-191. g) “Exposición Artística en el Palacio de Anglada”, La Ilustración Española y Americana, XXXIX, nº 21 (8 de junio): 363. h) “Exposición Nacional de Bellas Artes de 1895. Las salas de la derecha”, Historia y Arte [revista mensual], 1 (4- junio): 63-71. i) “La reapertura del Museo Arqueológico Nacional”, La Ilustración Española y Americana, XXXIX, nº 26 (15 de julio): 22-23. 1896 a) “Antigüedades de Costig”, Revista crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispanoamericanas, abril, núm 5: 154-157. b) “Antigüedades de Costig”, RABM, 1: 48. c) “Ávila, monumentos viejos y tradiciones añejas”, La España Moderna, 95: 5-21. d) “Conferencias en el Museo Arqueológico Nacional. Se dieron en los días 24 de mayo, 7 y 14 de junio de 1896, sobre el Arte Hierático, el Arte Arcaico y el Arte Clásico”, Boletín de Archivos, Biblio-tecas y Museos, 1: 55-59. e) “El cuadro de Catena del Museo del Prado”, Revista crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispanoamericanas, 6 (mayo): 185-186. f) “El panteón de Tenorio”, Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispano-Americanas, 11 (octubre): 357-359. g) “La Bicha de Balazote”, Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1: 140-2. h) “La cabeza de Séneca”, Historia y Arte, I (7): 149-151. i) “La copa de Ayson”, Historia y Arte, I (2): 32-36. j) “Museo Arqueológico Nacional. Sección

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primera. Sus aumentos desde la celebración de las Exposiciones Históricas [I]”, Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1: 178-187. k) “Prólogo”, en E. Ballesteros (ed.) Estudio histórico de Ávila y su territorio. Ávila: Tip. de Manuel Sarachaga, 11-16. l) “Vasos griegos, etruscos e italo-griegos en Madrid”, Boletín de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1: 110-113. 1897 a) “Ávila. Iglesias románicas, Iglesias ojivales [I]”, La España Moderna, 102: 73-89. b) Bulletin archéologique d´Espagne. Burdeos: Feret. c) “Bulletin archéologique d’Espagne”, Revue des Universités du Midi, 3: 105-118. d) “Busto anterromano descubierto en Elche”, BRAH, 31 (5): 427. e) “Busto anterromano descubierto en Elche”, RABM (3ª época), 1 (10): 440-5. f) “Don Ceferino Araujo y Sánchez”, La España Moderna, 108 (diciembre): 114-131. g) “El cáliz de Perillo”, BSEE, 5: 157. h) “El plato de Otañes”, La Ilustración Española y Americana, XLI, nº 25 (8 de julio): 13-14. i) “Figura de Centauro. Bronce griego arcaico, procedente de Rollos (Murcia)”, RABM, 1: 513-6. j) Historia del Arte Egipcio. Madrid: España Editorial [Imp. Felipe Marqués]. k) Historia del Arte Griego. Madrid: España Editorial. l) “Ídolos ibéricos”, RABM, 1: 145-53. m) “La arqueología ibérica e hispano-romana en 1896 [Noticias de los descubrimientos, publicaciones y estado de los Museos españoles en dicha fecha]”, RABM, 1 (enero): 24-31. n) “Legado de don Eulogio Saavedra al Museo Arqueológico Nacional. Objetos de bronce, cobre y plomo procedentes de Albacete,

Murcia y Jaén”, RABM, 1: 519-524. o) “Museo Arqueológico Nacional. Sección primera. Sus aumentos desde la celebración de las Exposiciones Históricas [II]”, RABM, 3: 631-634. p) “Museo Arqueológico Nacional. Ultimas adquisiciones. Colección formada por don Ricardo Garay y donada por sus hijos don José María y doña Elisa”, RABM, 5: 414-420. q) “Patera de plata descubierta en el valle de Otañes”, RABM, 1: 289-301. r) “Ultimas adquisiciones del Museo Arqueológico Nacional. Leyes hispano-romanas grabadas en bronce. La epigrafía y los epigrafistas en España”, La España Moderna, 105 (agosto/ septiembre): 77-92. 1898 a) “Archéologie ibérique et romaine”, Revue des Universités du Midi, 4: 219-229. b) “Bronces egipcios del Museo Arqueológico Nacional”, BSEE, 6: 194-196. c) “Busto anterromano descubierto en Elche”, Revista de la Asociación Artístico-Arqueológica Barcelonesa [reproducción de 1897e], 1 (6): 493-498. d) “Don Pedro de Madrazo”, La Ilustración Española y Americana, XLII, nº 32 (30 de agosto): 123-6. e) “El catálogo de la Real Armería”, La Ilustración Española y Americana, XLII, nº 42 (15 de noviembre): 279-282. f) “El tesoro de Mogón”, RABM, 2: 13. g) “Minerva y Marte”, La Revista Moderna, 44 (enero): 21-22. h) “Nota sobre Religiões da Lusitania na parte que principalmente se refiere a Portugal, por J. Leite de Vasconcellos”, RABM, 2: 601. i) “Viaje a Grecia y Turquía”, RABM, 2 (6, 7, 8-9, 10-11): 241-257, 340-356, 392409, 503-514.

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j) “Viaje a Grecia, al Monte Athos y a Constantinopla”, BSEE, 6: 89-105. 1899 a) “Ávila. Iglesias románicas, Iglesias ojivales [II]”, La España Moderna, 121: 46-60. b) “Bibliografía de Velázquez [I]”, RABM, 3-5 (mayo): 278-290. c) “Bibliografía de Velázquez [II]”, RABM, 6 (junio): 335-350. d) “Bibliografía de Velázquez [III]”, RABM, 7 (julio): 489-508. e) “Bibliografía de Velázquez [IV]”, RABM, 11-12 (nov-dic): 679-683. f) “Bronce antiguo con incrustación de plata descubierto en Puente Genil (Córdoba)”, RABM, 3: 374-375. h) Discurso leído en la recepción pública el 25 de marzo de 1899 sobre el tema “Génesis del Arte de la Pintura”. Le contestó don Juan de Dios de la Rada y Delgado. Madrid: Viuda e Hijos de M. Tello. g) “Discurso leído en la recepción pública el 25 de marzo de 1899 sobre el tema Génesis del Arte de la Pintura. Le contestó don Juan de Dios de la Rada y Delgado”, BRABASF, 19: 79-95 y 104-126. i) “Ídolos ibéricos encontrados en la Sierra de Ubeda, cerca de Linares”, RABM, 3: 89-101. j) “Inscripción cristiana de Entrambasaguas (Teruel)”, RABM, 3: 236-9. k) “La antigüedad clásica en el Museo Arqueológico Nacional”, La Ilustración Española y Americana, XLIII, nº 14 (15 de abril): 218-219. l) “La exposición nacional de Bellas Artes [I (Pintura)]”, La Ilustración Española y Americana, XLIII, nº 18 (15 de mayo): 287-290. m) “La exposición nacional de Bellas Artes [II (Pintura)]”, La Ilustración Española y Americana, XLIII, nº 19 (22 de mayo): 299-302.

n) “La exposición nacional de Bellas Artes [III (Pintura, escultura, arquitectura y artes decorativas)]”, La Ilustración Española y Americana, XLIII, nº 22 (15 de junio): 367-371. o) “Nota sobre Astapa, por A. Aguilar y Cano”, RABM, 3: 737-742. p) “Nota sobre Historia y Arte. Estudios críticos, por Rafael Altamira”, RABM, 3: 624-625. q) “Nota sobre Velázquez, por Aureliano Beruete”, RABM, 3: 50-53. r) “Nota sobre el Catálogo de la Real Armería de Madrid, por el Conde de Valencia de Don Juan”, RABM, 3: 734-737. s) “Nota sobre El libro de Puente Genil, por A. Aguilar y Cano”, RABM (3ª época, 3: 737-742. t) “Pasos ibéricos falsos”, La Ilustración Española y Americana, XLIII, nº 27 (22 de julio): 39-43. u) Viaje a Grecia y Turquía. Memoria que presenta al Ministerio de Fomento don José Ramón Mélida. Jefe de la sección de “Protohistoria y Edad Antigua” en el Museo Arqueológico Nacional y en tal concepto comisionado para efectuar dicho viaje. Madrid: Imp. del Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos. 1900 a) “Antigüedades sustraídas del Museo de Burgos ya recobradas para el mismo [Arquetas arábiga, bizantina, ojival y una placa del frontal de silos]”, RABM, 4: 547-550. b) “El arte de Goya”, La Ilustración Española y Americana, XLIV, nº 19 (22 de mayo): 295-298. c) “El jinete ibérico”, BSEE, 8 (agostooctubre): 173-181. d) “Excursión Artística por los Museos de Madrid”, Hojas selectas, 9: 200. e) “La colección de Bronces antiguos de

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don Antonio Vives”, RABM, 4 (1-11): 27-32, 70-76, 154-164, 351-354, 404410, 541-546, 624-7, 649-651. f) “Nota sobre Ensayo de un Diccionario de Artífices de Sevilla, por S. Gestoso”, RABM, 4: 762-763. g) “Nota sobre La catedral de Sigüenza, por Manuel Pérez Villamil”, RABM, 4: 627-628. 1900? “Amor canino [novela corta]”, Blanco y Negro: 309. 1901 a) “Aldabones y clavos de puertas de los siglos XV y XVI”, Revista española de Literatura, Historia y Arte, 12 (15 junio): 406-408. b) “Arcón tallado del Renacimiento español) Museo Arqueológico Nacional)”, Revista española de Literatura, Historia y Arte, 5 (1 marzo): 157-158. c) “Arquilla de hierro para caudales, trabajo español del siglo XVII”, Revista española de Literatura, Historia y Arte, 11 (1 junio): 366-367. d) “Díptico de marfil del siglo XVI”, Revista española de Literatura, Historia y Arte, 2 (15 enero): 55-56. e) “Donación Stützel. Barros griegos”, RABM, 5: 559-566. f) “La diana de Itálica”, La Lectura: revista de ciencias y artes, 1 (2): 21-28. g) “La Virgen y el Niño, talla española del siglo XIII”, Revista española de Literatura, Historia y Arte, 7 (1 abril): 218-219. h) “Los teatros antiguos vistos por dentro”, La Ilustración Española y Americana, XLV, nº 2 (15 de enero): 31-34. i) “Museo Arqueológico Nacional (Sección Primera). Ultimas adquisiciones”, RABM, 5: 414-420 [firmado como J. R. M.]. j) “Nota sobre Ensayo de un diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla

desde el siglo XIII al XVIII inclusive, por José Gestoso y Pérez”, RABM, 5: 357-358. k) “Prólogo”, en M. de C. Aragón Azlor e Idiáquez (Duquesa de Villahermosa) (ed.) Álbum de Javier. Recuerdo de la inauguración de la Iglesia elevada en honor de San Francisco Javier por la Exma. Señora Duquesa de Villahermosa. Madrid: Viuda e Hijos de M. Tello. l) “Recuerdos de Constantinopla”, La España Moderna, 148: 119-132. m) Siete veces feliz. Novela. Madrid: Suc. de Rivadeneyra. 1902 a) “Antigüedades ante-romanas de la Costa de Levante”, RABM, 7: 164-174. b) “Cerámica prehistórica de la Península ibérica”, Nuestro tiempo, 1: 993-1013. c) Discurso de contestación a don Jacinto Octavio Picón, en el acto de su recepción pública en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el día 9 de noviembre de 1902. Madrid: Academia de Bellas Artes de San Fernando. d) Discursos de medallas y antigüedades que compuso el muy ilustre señor don Martín de Gurrea y Aragón, Duque de Villahermosa, con una noticia de la vida y escritos del autor. Madrid: Viuda e Hijos de M. Tello. e) “Don Fernando Díez de Tejada. Nota necrológica”, RABM, 6: 206-8. f) “Ídolos bastitanos del Museo Arqueológico Nacional”, RABM, 7: 272-276. g) “Nota sobre Algunos monumentos de la arquitectura cristiana española, por Vicente Lampérez”, RABM, 7: 210-211. h) “Nota sobre Egipto y Asiria resucitados, por R. Fernández Valbuena”, RABM, 7: 204-207. i) “Nota sobre Estudios histórico-artísticos relativos a Valladolid, por J. Martí y

CLXXIX

Monsó basados en la investigación de diferentes archivos”, RABM, 7: 207-210. j) “Nota sobre Hierros artísticos, por Luis Labarta”, RABM, 6: 223-225. k) “Nota sobre Statue d’Ephèbe du Musée du Prado à Madrid, por Pierre Paris”, RABM, 7: 86. 1903 a) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [I]”, RABM, 8: 85-90. b) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [II]”, RABM, 8: 470-485. c) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [III]”, RABM, 9: 140-8. d) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [IV]”, RABM, 9: 247-255. e) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [V]”, RABM, 9: 365-372. f) “Los museos de arte de Madrid”, La España Moderna, 169: 56-72. g) “Museo de Reproducciones Artísticas. Sus aumentos [I]”, RABM, 8: 318-319. h) “Museos Episcopales de Cataluña. Reseña del Museo de Vich y el de Lérida”, RABM, 9: 306-308. i) “Nota sobre Tapices de la Corona de España, por Hauser y Menet”, RABM, 8: 504-506. j) “Suñol. Apuntes necrológicos”, La Lectura: revista de ciencias y artes (Madrid), 3: 29-43. 1904 a) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [VI]”, RABM, 10: 43-50. b) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [VII]”, RABM, 11: 144-58. c) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [VIII]”, RABM, 11: 276-87. d) “Funde in Spanien, von Pierre Paris, Archaölogischen Anzeiger. 1904-2. Jahrbuch der Keiserlich deutschen Archaölogischen Institut. Nota biográfica”, RABM, 11: 211-213.

e) “Historia de la Arquitectura cristiana, por Vicente Lampérez”, RABM, 10: 216-217. f) “Museo de Reproducciones Artísticas. Sus aumentos [II]”, RABM, 9: 467-468. g) “Nociones de Arqueología Sagrada Catalana, por J. Gudiol Cunill”, RABM, 10: 74-75. h) “Resumen de las conferencias del señor Mélida en el Museo de Reproducciones Artísticas sobre La Mitología en el Arte”, RABM, 11: 218-21. i) “Resumen de las lecciones sobre Historia de la Escultura española pronunciadas en el Ateneo de Madrid. Noticia [I]”, RABM, 10: 454-58. j) “Resumen de las lecciones sobre Historia de la Escultura española pronunciadas en el Ateneo de Madrid. Noticia [II]”, RABM, 11: 221-29. 1905 a) “Catálogo del Museo Loringiano, por M. Rodríguez de Berlanga”, RABM, 12: 67-69. b) “Donativo de la infanta Doña Paz al Museo de Reproducciones Artísticas. Tres notables ejemplares de imaginería gótica”, Blanco y Negro, 735 (3 de junio): [sin paginar]. c) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [IX]”, RABM, 12: 37-42. d) “Esculturas del Cerro de los Santos, Cuestión de autenticidad [X]”, RABM, 13: 19-38. e) “Essai sur l’Art et l’Industrie de l’Espagne primitive, par Pierre Paris”, RABM, 12: 157-160. f) “Excavaciones en Itálica, por F. Fernández López”, RABM, 12: 283-286. g) “Los Velázquez de la Casa de Villa-hermosa”, RABM, 12: 85, 89-98. h) Los Velázquez de la Casa de Villahermosa. Madrid.: Tipografía de la RABM. i) “Museo de Reproducciones Artísticas. Sus aumentos [III]”, RABM, 13: 297-300. j) “Nota sobre la Arquitectura miceniana en

CLXXX

Iberia. La Acrópolis de Tarragona”, Revista de Arquitectura y Construcción: 610, 38-47. k) “Orígenes del arte cristiano en España.Sarcófagos hispanos de los primeros siglos de la Era”, La Lectura: revista de ciencias y artes, 5 (2): 361-375. l) “Prefacio”, en M. de C. Aragón Azlor e Idiáquez (Duquesa de Villahermosa) (ed.) Álbum Cervantino Aragonés de los trabajos literarios y artísticos con que se ha celebrado en Zaragoza y Pedrola el III. centenario de la edición príncipe del Quijote. Madrid: Viuda e Hijos de M. Tello. m) “Tesoro ibérico de Jávea”, RABM, 13: 366-373. 1906 a) “El Japón y España”, BRAH, 49 (6): 488-490. b) “Esperanza Sola. Bosquejo biográfico”, en J. M. Esperanza Sola (ed.) Treinta años de crítica musical. Colección póstuma de los trabajos del excelentísimo señor don José María Esperanza Sola con un bosquejo biográfico por José Ramón Mélida. Madrid: Viuda e Hijos de Tello. c) Iberia Arqueológica ante-romana. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del señor José R. Mélida el 8 de diciembre de 1906. Contestación del Reverendo padre Fidel Fita y Colomer. Madrid: Imp. Vda e Hijos de Tello. d) “Las esculturas del cerro de los Santos”, BRAH, 48: 254, 334. e) Las esculturas del Cerro de los Santos. Cuestión de autenticidad. Madrid: Tipografía de la RABM. f) “Las excavaciones de Numancia”, Cultura Española, 6 (noviembre): 1117-1128. g) “Las excavaciones de Numancia”, Arquitectura y construcción (Barcelona), 169: 228-236.

h) Las excavaciones de Numancia. Publicado en la Revista “Cultura Española”. Madrid: Imprenta Ibérica. j) “Legado de la Duquesa de Villahermosa al Museo Arqueológico Nacional”, RABM, 14: 238-240. i) “Legado de la Duquesa de Villahermosa al Museo Arqueológico Nacional”, Cultura Española, 1: 183-6. k) Un recibo de Velázquez. Madrid: Tipografía de la RABM. l) “Un recibo de Velázquez encontrado en el Archivo de la Casa de Corral en Zarauz (San Sebastián)”, RABM, 14: 173-198. 1906/1913 “Numantina”, El Correo, varios números (9.818, 9.824, 10.107, 10.473, 10.828, 11.140, 11.144, 11.155, 11.165, 11.514, 11.522, 11.842, etc): varias páginas. 1907 a) Discurso de contestación a don Narciso Sentenach, en el acto de su recepción pública en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el día 13 de octubre de 1907. Madrid: Imprenta de San Francisco de Sales. b) Discurso inaugural, 1907. “Goya y la Pintura moderna” [Discurso inaugural del curso 1907-1908 leído en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando]. Madrid: Imprenta de San Francisco de Sales. c) “Excavaciones en Numancia”, BRAB ASF, 2 (30 de junio): 77-91. d) “Excavaciones en Numancia [I]”, RABM, 17: 26-41. e) “Excavaciones en Numancia [II]”, RABM, 17: 196-208. f) “Exposición histórica del Toisón de Oro que ha de celebrarse en Brujas [I]”, RABM, 16: 146, 300-302, 318, 431-433. g) “Exposición histórica del Toisón de Oro

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que ha de celebrarse en Brujas [II]”, RABM, 17: 144-5, 309-310. h) “Hallazgos arqueológicos en tierra de Coria”, BRAH, 52 (1): 1-8. i) La ermita de San Baudelio de Casillas de Berlanga. Un monumento desconocido. Madrid, San Francisco de Sales: BSEE. j) “La escultura egipcia en el Museo Arqueológico Nacional. La estatua del sacerdote Hor-TotoEm-Ha”, RABM, 17: 455-463. k) Las excavaciones de Numancia. Madrid: Imp. Ibérica. l) “Mosaico emeritense”, BRABASF (2ª época), 4 (31 de diciembre): 175-6. m) “Museo de Reproducciones Artísticas. Sus aumentos [IV]”, RABM, 17: 483-486. n) “Nota sobre Religiões da Lusitania na parte que principalmente se refiere a Portugal, por J. Leite de Vasconcellos [II]”, RABM, 16: 427. 1908 a) “Acerca de la obra titulada Cerámica de la Alhambra, por don Salvador abril y Blasco”, BRABASF (2ª época), 5 (31 de marzo): 34-36. b) Catálogo del Museo de Reproducciones Artísticas. Primera parte. Arte Oriental y Arte Griego. Madrid: Imp. de Tello. c) Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en 1908 [resumen realizado por Valentín Picatoste]. Madrid: Sucesores de Hernando. d) “El Arte antiguo y el Arte moderno en España”, Faro, 26 de julio: 279. e) “Ermita de San Baudelio en Casillas de Berlanga”, BRABASF, 5 (31 mayo): 20-26. f) Excavaciones de Numancia. Madrid: Tipografía de la RABM, Bibliotecas y Museos. g) Excavaciones en Numancia. Madrid: Tipografía de la RABM.

h) “Excavaciones en Numancia [III]”, RABM, 18: 118-142. i) “Excavaciones en Numancia [IV]”, RABM, 19: 79-86. j) “Excursiones extremeñas. Zafra”, Revista de Extremadura, 10: 573-575. k) “Exposición de Zaragoza. Arte moderno y retrospectivo. Reseña de salas y objetos presentados”, RABM, 19: 282-294. l) “Exposición Menéndez Pidal (Reseña y crítica de las obras expuestas)”, RABM, 19: 441-443. m) “Hallazgos arqueológicos en tierra de Coria [copia del publicado en el BRAH en 1907, según se especifica en pág. 37]”, Revista de Extremadura, 10 (enero): 31-37. n) “La ermita de San Baudilio en término de Casillas de Berlanga”, BRAH, 52 (4): 442-447. o) La escultura hispano-cristiana de los primeros siglos de la era. Pequeñas Monografías de Arte. Madrid: Imp. de Bernardo Rodríguez. p) “La exposición de Bellas Artes”, Faro, 10 de mayo: 136-7. q) “La exposición de Bellas Artes (segundo artículo)”, Faro, 17 de mayo: 147-8. r) “Mosaico emeritense”, BRAH (2ª época), 52 (1): 49-50. s) “Museo de Reproducciones Artísticas. Sus aumentos [V]”, RABM, 19: 445-449. t) “Numancia”, Arte Español, 1. u) “Pavimento de mosaico romano descubierto en Mérida”, RABM, 19: 443-444. v) “Puerta de Santa Margarita de Palma de Mallorca y antecedentes relativos a dicha puerta”, BRABASF, 5 (31 de marzo): 3033 y 158-162. w) “Variedades. Mérida [sobre el hallazgo de un mosaico romano con escenas marinas, ocurrido en 16 de noviembre de 1908]”, RABM, 19: 443.

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1909 a) Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en 1909 [resumen realizado por Valentín Picatoste]. Madrid: Sucesores de Hernando. b) “Dibujos de Miguel Ángel para la Sibila Líbica de la Capilla Sixtina”, RABM, 20: 53-59. c) “Don Antonio Elías de Molins [Nota necrológica]”, RABM, 21: 158-160. d) “Excursiones extremeñas. Llerena”, Revista de Extremadura, 11: 8-12. e) “Grupo escultórico medieval representativo de la Santísima Trinidad, en Llerena (Badajoz)”, BRABASF, 11 (30 de septiembre): 129-132. f) “Resumen de las conferencias del señor Mélida en el Museo de Reproducciones Artísticas, por V. Picatoste. Curso 1909. Tema: Arte egipcio”, RABM, 21: 369-80 y 579-93. g) Un Morales y un Goya en la Catedral de Madrid. Madrid: Suc. de Hernando [el año de publicación no está especificado, pero el artículo con el mismo título publicado en el BSEE es de 1909]. h) “Un Morales y un Goya existentes en la Catedral de Madrid”, BSEE, 17: 1-9. 1910 a) “Acerca de la obra titulada Historia, teoría y técnica ornamental y decorativa de Egipto”, BRABASF, 15 (30 de septiembre): 122-124. b) “Acerca de la obra titulada Manual práctico de fotograbado sobre zinc y cobre, por don José Cao Moure”, BRABASF, 14 (30 de junio): 63-64. c) “[Acerca de la obra titulada] Cerámica de la Alhambra [por don Salvador abril y Blasco]”, BRABASF, 15 (30 de septiembre): 125127. d) Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en 1910 [resumen

realizado por Valentín Picatoste]. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. e) “De arte español: Observaciones referentes a dos obras capitales sobre la materia [El Greco, por don Manuel B. Cossío, e Historia de la Arquitectura cristiana espa-ñola en la Edad Media, por don Vicente Lampérez]”, RABM, 22: 58-68. f) Discurso de contestación a don Miguel Blay en el acto de su recepción pública en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid: Academia de Bellas Artes de San Fernando Imp. José Blass. g) “El Greco, por M. B. Cossío”, RABM, 22: 58-60. h) “Emeritense [nota primero publicada en el periódico Las Noticias el 12 de noviembre de 1910]”, Revista de Extremadura, 12: 525-7. i) “Excavaciones arqueológicas en la ciudad de Mérida”, BRAH, 58: 62-3. j) “Exposición de Cerámica Española en el Palacio de Liria”, RABM, 22: 496-500. k) “Grupo escultórico medieval repre-sentativo de la Santísima Trinidad [del BRABASF, según se especifica en pág. 355]”, Revista de Extremadura, 12: 352-355. l) “Iglesia de San Juan de Rabanera en Soria”, BSEE, 18: 2-20. m) “La basílica legionense de San Isidro”, BRAH, 56: 148-153. n) “La iglesia de Santa María Magdalena de Zamora”, BRAH, 57: 101-106. o) “Los bronces ibéricos de la Colección Vives”, RABM, 23: 484-7. p) “Los retratos de los Reyes Católicos”, La Alhambra, 20. 1911 a) “Acerca de la obra titulada Francisco de Zurbarán: su época, su vida y sus obras, por don José Cascales y Muñoz [I]”, BRABASF, 17 (31 de marzo): 9-11. b) “Acerca de la obra titulada Francisco de

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Zurbarán: su época, su vida y sus obras, por don José Cascales y Muñoz [II]”, BRABASF, 20 (31 de diciembre): 123-124. c) Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en 1911 [resumen realizado por Valentín Picatoste]. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. d) “Conjunto de los monumentos de Mérida”, BRABASF, 19 (30 de septiembre): 97-98. e) “Excavaciones arqueológicas en la ciudad de Mérida”, BRAH, 58: 62-63; 297-301. f) “Excavaciones en Mérida. El teatro romano”, Museum, 4: 158-162. g) “Inscripciones romanas de Mérida y Reina”, BRAH, 58 (3): 187-196. h) “La iglesia parroquial de San Pedro de la Nave en la provincia de Zamora”, BRAH, 59 (3-4): 257-260. i) “Las excavaciones de Mérida”, BRAH, 58: 297-301. j) “Las iglesias sevillanas de Santa Catalina y San José”, BRAH, 59 (1-2): 129-132. 1912 a) “Acerca de la obra titulada Corte y confección al alcance de todos, por doña Clotilde Lozana”, BRABASF, 24 (31 de diciembre): 122-123. b) “Acerca de la obra titulada Italia: impresiones de viaje por un pintor, por don Adelardo Covasti”, BRABASF, 24 (31 de diciembre): 96-98. c) “El arte en España: La casa del Greco, Museo del Greco, Velázquez, Alhambra, informe sobre estas publicaciones del Patronato Nacional de Turismo”, BRAB ASF, 24 (31 de diciembre): 119-121. d) “La Arqueología hispana en la Historia de los heterodoxos españoles, de don Marcelino Menéndez y Pelayo”, RABM, 27 (7-8): 208-215. e) “La iglesia parroquial de San Salvador de Priesca en Villaviciosa de Asturias”, BRAH,

61 (1-2): 129. f) Los bronces ibéricos y visigodos de la colección Vives. Suscripción pública para adquirirlos. Madrid: Tipografía de la RABM. g) “Nueva inscripción romana en Itálica”, BRAH, 61 (5): 448. h) “Nueva inscripción romana en Mérida”, BRAH, 61: 158. i) “Prólogo”, en J. Cascales y Muñoz (ed.) Los egipcios en la antigüedad. Su gobierno, su religión y sus costumbres. Barcelona: F. Granada y Cía, 13-20. 1913 a) “Adquisición de los bronces ibéricos y visigodos de la Colección Vives para el Museo Arqueológico Nacional”, RABM, 29: 453-455. b) “Antigüedades en Aillón (Segovia)”, BRAH, 63 (3-4): 261-3. c) “Arquitectura dolménica ibera. Dólmenes de la provincia de Badajoz”, RABM, 29: 124 y 317-327. d) “Cerámica numantina”, Arte Español, 5: 216-219. e) Escorial. El Arte en España 8 y 22. Barcelona: Thomas [bajo el Patronato de la Comisaría Regia del Turismo y Cultura Artística]. f) “Excavaciones en Mérida. Ultimos hallazgos”, BRAH, 62: 158-163. g) Excavaciones en Mérida. Ultimos hallazgos. Madrid: Imprenta Fortanet. h) “Iglesia de San Salvador de Priesca en Villaviciosa de Asturias”, BRABASF, 25 (31 de marzo): 48-49. i) Numancia. Pequeñas Monografías de Arte. Madrid: Bernardo Rodríguez. j) Programa de Arqueología. Madrid: Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Central. k) “Tratado de sastrería. Método de Corte. Trazado y descripción de toda clase de prendas para paisanos, militares, ecle-

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siásticos y señoras. Enseñanza al alcance de todos, por T. Brun”, BRABASF, 27 (30 de septiembre): 192-193. l) “Dieulafoy (Marcel). Histoire Générale de l’Art. Espagne et Portugal”, RABM, 29: 291-6. m) “Velázquez Bosco (Ricardo). Arte del Califato de Córdoba. Medina Azzahara y Alamiriya”, RABM, 29: 297-8. 1914 a) Antigüedades romanas descubiertas en Zaragoza. Madrid: Fortanet. b) “Antigüedades romanas descubiertas en Zaragoza”, BRAH, 64 (1): 92. c) “Arquitectura dolménica ibera. Dólmenes de la provincia de Badajoz”, RABM, 29: 317-327. d) “Comunicación para que sea declarado Monumento Nacional el monasterio e iglesia de Santa María la Real, de Aguilar de Campóo”, BRABASF, 32 (diciembre): 216-219. e) “Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en 1912 y 1913 [resumen realizado por Valentín Picatoste]”, RABM, 30: 133-5. f) “Cultos emeritenses de Serapis y de Mitra”, BRAH, 64: 439-457. g) “El ex convento de San Benito de Alcántara en la provincia de Cáceres”, BRAH, 64 (4): 436-439. h) “Exconvento de San Benito de Alcántara [Comisión Central de Monumentos. Ponente: Ilmo. Sr. D. José Ramón Mélida]”, BRABASF, 29 (marzo): 20-23. i) “Informe relativo a una copia del retablo de azulejos existente en la capilla alta del Alcázar de Sevilla: ejecutado por Rosendo Fernández”, BRABASF, 32 (diciembre): 190-191. j) “Informe sobre los edificios que deben ser comprendidos en la declaración de

Monumento nacional de la iglesia y lo que resta del convento de San Benito de Alcántara”, BRABASF, 32 (diciembre): 232-235. k) “La civilización romana y sus monumentos en la Península ibérica. Lecciones del VIII curso internacional de expansión comercial”, España económica, social y artística. Barcelona: [s.n.], 579. l) “Monedas encontradas en Tricio (Logroño)”, BRAH, 64 (1): 129. m) Significación del Greco y su influencia en la pintura española. Discurso leído en Toledo en nombre de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid: Imp. de San Francisco de Sales. n) “Una piedra grabada descubierta en Larache”, BRAH, 64 (3): 293-7. 1915 a) “Acerca de la obra titulada Mérida monumental y artística, por Maximiliano Macías”, BRABASF, 33 (marzo): 26-28. b) Catálogo del Museo de Reproducciones Artísticas. Segunda parte: Artes decorativas de la antigüedad clásica. Madrid: Imp. de Tello. d) El Arte antiguo y el Greco. Madrid: Hausler. c) “El Arte antiguo y el Greco”, BSEE, 23 (junio): 89-103. e) “El cinocéfalo del Cerro de los Santos y el de Cádiz”, BRAH, 67 (3-4): 229-233. f) “El Monasterio de Aguilar de Campóo”, BRAH, 66 (1): 43-49. g) “El teatro romano de Mérida”, RABM, 32: 1-38. h) El teatro romano de Mérida. Madrid: Tipografía de la RABM. i) Excavaciones en Mérida. Memorias acerca de las practicadas en el año 1915 y redactada por el delegado-director de las excavaciones don José Ramón Méli-

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da. Memoria 2. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. j) Excavaciones en Numancia. Memoria acerca de las practicadas en el año 1915. Memoria 1. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. k) “Máscara cómica romana”, BRAH, 66 (6): 575-7. l) “Medalla de los bombarderos de Fernando VI”, BRAH, 66 (2): 200-201. m) “Obras históricas de don Juan Fernández y Amador de los Ríos”, BRAH, 66 (4): 387-394. 1916 a) “Antigüedades Segovianas”, BRAH, 68 (1): 55-59. b) “Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en los años 1902-1915 [II] [Dentro de Crónica de Archivos, Bibliotecas y Museos: Museo de Reproducciones Artísticas”, RABM, 34: 151-175. c) Cronología de las Antigüedades Ibéricas ante-romanas [Conferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid en mayo de 1916]. Filosofía y Letras (septiembre y octubre). Madrid: Imprenta de “El Mentidero”. d) “Cronología de las Antigüedades Ibéricas ante-romanas [Conferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid en mayo de 1916]”, Filosofía y Letras, I (9, 10): 1-10, 1-6. e) Discurso leído ante la Real Academia de la Historia, en el acto de recepción pública de don Vicente Lampérez y Romea. 1 de junio de 1916 [Los Mendoza del siglo XV y el castillo del Real Manzanares. Discurso leído por el Ilmo. Sr. D. Vicente Lampérez y Romea en el acto de su recepción pública y contestación del Ilmo. Sr. D. José Ramón Mélida el día 1° de junio de 1916]. Madrid: Real Academia de la Historia.

f) “El Bañuelo. Baños árabes subsistentes en Granada”, BRAH, 68 (5): 503-6. g) “El Hospital e Iglesia de Santiago en Úbeda”, BRAH, 69 (1-2): 33-39. h) “El retablo mayor de la Iglesia del exconvento del Parral”, BRAH 69, (3-4): 228-231. i) Excavaciones de Mérida. Memoria de los trabajos practicados una casa-basílica romano-cristiana por D. José Ramón Mélida, delegado director de las excavaciones. Memoria 11. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. j) “Informe fijando el precio de la obra de D. Salvador abril, titulada Cerámica de la Alhambra, para que sea adquirida por el Estado”, BRABASF, 38 (junio): 94-97. k) “Informe sobre la declaración de Monumento Nacional de la Cartuja de Miraflores (Burgos)”, BRABASF, 37 (marzo): 51-53. l) “Informe sobre la declaración de Monumento Nacional de la Iglesia de San Nicolás, de Burgos”, BRABASF, 39 (septiembre): 130-133. m) “Informe sobre la obra titulada Teoría e historia de la Escritura y Nociones de Paleografía, original de don Lucio Escribano Iglesias”, BRABASF, 37 (marzo): 60-61. n) “Informe sobre los descubrimientos arqueológicos de Severiano Doporto”, BRABASF, 38 (junio): 100-101. o) Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1916. Notas descriptivas. Madrid: Tipografía de la RABM. 1917 a) “Antigüedades en Marchena”, BRAH, 70 (4): 319-323. b) “El castillo de Peñafiel”, BRAH, 71 (13): 58-68.

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c) Excavaciones de Numancia. Memoria que de los trabajos realizados en 1916 y 1917 presenta el presidente de la Comisión Ejecutiva de dichas excavaciones. Memoria 20. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. d) “Informe acerca de las Obras de caligrafía, por don Manuel Barona Cherp”, BRABASF, 44 (diciembre): 142-143. e) “Informe sobre la obra titulada Ars sarcinato. Tratado enciclopédico de Sastrería, por José Guitart Beusaugué”, BRABASF, 41 (marzo): 37-38. f) “Informe sobre la obra titulada Estudios de caligrafía. Método de letra francesa y alemana, de don Silverio Palafox”, BRABASF, 42-43 (junio-septiembre): 101-102. g) “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1916. Notas descriptivas”, RABM, 37: 8-27 y 145-149. h) “[Necrológica de] Don Ramón Benito Aceña”, BRAH, 70 (1): 92-93. j) “Noticia del aljibe de la Casa de las Veletas en Cáceres”, BSEE, 25: 225-237. i) Noticia del aljibe de la Casa de las Veletas en Cáceres. Madrid: Tip. Hauser y Menet. k) “Noticia sobre la exposición de las telas antiguas españolas”, BRAH, 70: 295. l) “Noticia sobre la sesión del día 19 en relación con la comisión nombrada para el premio al talento”, BRAH, 70: 198. m) “Sobre la obra titulada Nociones de dibujo artístico por Gregorio Durán Lillo”, BRABASF, 41 (marzo): 3-4. 1918 a) “Antigüedades Ebusitanas”, BRAH, 73 (5): 401-3. b) El anfiteatro romano de Mérida. Me-moria de las excavaciones practicadas de 1916 a 1918. Memoria 23. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. c) “El circo romano de Toledo”, Revista de

Arte (Toledo), 109 (noviembre): 204. d) “El claustro del convento de San Vicente Ferrer en Manacor”, BRAH, 73 (6): 507-9. e) “Iconografía emeritense”, Coleccionismo, enero: 4-5. f) “Informe para la declaración de Monumento Nacional de la Iglesia de la Sangre, de Liria (Valencia)”, BRABASF, 48 (diciembre): 229-233. g) “Informe sobre la conveniencia de adquirir lo que fue librería, sala capitular y mayordomía del Monasterio de Guadalupe (Cáceres)”, BRABASF, 47 (septiembre): 143-146. h) “Informe sobre la obra Exploración de cinco dólmenes del Aralar, por T. de Aranzadi y F. Ansoleaga”, BRABASF, 47 (septiembre): 160-163. i) “Joyas fenicias y cartaginesas”, Museum, 6: 219-226. j) “Los numismáticos argentinos por don Ernesto Quesada”, BRAH, 73 (5): 401-3. l) “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1917. Notas descriptivas”, RABM, 39: 1-11 y 129-141. k) Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1917. Notas descriptivas. Madrid: Tipografía de la RABM. m) “Necrología de don Francisco Fernández y González”, BRABASF, 46 (junio): 126-129. n) “Proposición del señor Mélida en la sesión del 18 de enero de 1918 referente a los trabajos epigráficos del padre Fita”, BRAH, 72 (2): 121-123. 1919 a) “Adquisiciones del Museo Arqueológico Nacional. Notas descriptivas. Speculum magnum matricis, brazo de balanza (libra) de bronce y ampulla de barro, encontrados en un sepulcro romano en Mérida”, RABM, 40: 249-264. b) Discurso leído ante su S. M. el Rey, el 18 de septiembre de 1919, en la inau-

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guración del Museo Numantino. Madrid: Fortanet. c) “Dos retablos de azulejos de Talavera de la Reina existentes en Plasencia”, BSEE, 27: 56-61. d) “El monasterio de Nuestra Señora de la Rábida, por Ricardo Velázquez Bosco”, BRAH, 74 (2): 112-126. e) “El Museo de Raxa, por don Benito Pons Fábregues”, BRAH, 74 (5): 436-9. f) “El Museo Numantino”, Raza Española, 1 (10): 63-74. g) “El teatro y el anfiteatro romanos de Mérida”, Raza Española, 1 (4): 60-73. h) “Informe acerca de la obra La casa y la vida en la antigua Salamanca, por don Ángel Apráiz”, BRABASF, 49 (marzo): 28-31. i) “Informe sobre Declaración de Monu-mento Nacional de la iglesia del convento de monjas trinitarias descalzas de esta Corte”, BRABASF, 51 (septiembre): 176-182. j) “Informe sobre el ingreso en la orden civil de Alfonso XII de D. José Guitart Besauge”, BRABASF, 51 (marzo): 184. k) “La pretendida demolición del castillo de Almansa”, BRAH, 74 (2): 108-112. m) Monumentos romanos de la antigua Augustóbriga, hoy Talavera la Vieja, en la provincia de Cáceres. Madrid: Fortanet. l) “Monumentos romanos de la antigua Augustóbriga, hoy Talavera la Vieja, en la provincia de Cáceres”, BRAH, 75 (5): 415-426. n) “Numancia y la medicina en la antigua Iberia, por don Mariano Iñiguez Ortiz. Nota bibliográfica”, BRABASF, 49 (marzo): 32. o) “Quadrado, arqueólogo y crítico de arte. Discurso pronunciado en el homenaje que la Sociedad Española de Excursiones tributó a don José María Quadrado, con ocasión del primer centenario de su

nacimiento”, Homenaje que la Sociedad Española de Excursiones tributó a don José María Quadrado, con ocasión del primer centenario de su nacimiento. Madrid: Sociedad Española de Excursiones. Imprenta del Patronato de Huérfanos de intendencia e intervención militares, 101-110. p) “Santa Eulalia de Mérida”, BRAH, 74 (6): 529-531. 1920 a) “Antigüedades anterromanas de Galera (Granada)”, BRAH, 77 (5): 390-394. b) “Estación prehistórica existente en la divisoria de Álava y el Condado de Treviño”, BRAH, 77 (5): 405-411. c) “Informe sobre el método de Caligrafía, Muestras de letra redonda, por don Ángel Vidal”, BRABASF, 53 (marzo): 45. d) “Informe sobre el tratado de historia de la escritura, por don Justo Castreño Sáez”, BRABASF, 53 (marzo): 47. e) “Informe sobre la obra titulada Resumen de historia del Arte de escribir, por don Silverio Palafox”, BRABASF, 53 (marzo): 46. f) “La arquitectura española en Méjico”, BRAH, 76 (3): 195 -201. g) “Las termas romanas de Alange”, Arquitectura, 3 (25): 122-126. i) “Monumentos megalíticos de la provincia de Cáceres”, RABM, 41: 55-67. h) Monumentos megalíticos de la provincia de Cáceres. Madrid: Tipografía de la RABM. j) “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1920. Notas descriptivas [I]”, RABM, 41: 481-496. k) “Sobre el proyecto de obras de consolidación, reparo y restauración del templo de San Pedro el Viejo, de la Ciudad de Huesca”, BRABASF, 55 (septiembre): 146-148.

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1921 a) “Antigüedades de Tarragona”, BRAH, 80 (4): 308-312. b) El anfiteatro y el circo romanos de Mérida. Memora de las excavaciones practicadas en 1919 y 1920 redactada por Don José Ramón Mélida, delegado director de las mismas. Memoria 39. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. c) “El castillo de Fuentes de Valdepeoro”, BRAH, 78 (2): 97-99. d) “El mosaico de Vega del Ciego”, BRAH, 78 (4): 314. e) “Informe sobre el medallón de oro de Augusto”, BRAH, 79 (1): 5-11. f) Informe sobre el medallón de oro de Augusto. Madrid: Editorial Reus. g) “La reja del palacio de los Condes de la Quintería, en Andújar”, Don Lope de Sosa (Jaén), 97 (enero): 6-7. h) “Las murallas de Lugo”, BRAH, 78 (4): 311-313. i) “Los históricos monasterios de Poblet y Santas Creus (Informe)”, BRAH, 79 (24): 99-107. j) Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1919. Notas descriptivas. Madrid: Tip. de Archivos. k) “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1919. Notas descriptivas [II]”, RABM, 42: 147-156. l) “Reja de hierro de estilo renacimiento del siglo XVI existente en Andújar (Informe)”, BRAH, 78 (1): 6-8. m) “Sobre la instancia de varios vecinos de Lugo denunciando el acuerdo del ayuntamiento de enajenar una porción de terreno inmediato a la muralla y con él uno de los cubos de aquel histórico monumento”, BRABASF, 57 (marzo): 42-45. n) “Tesoro de Aliseda”, Coleccionismo, 105 (septiembre): 165-171. o) “Tesoro de Aliseda. Noticia de Tesoro en

particular y de la joyería fenicia en general”, BSEE, 29: 96-124. p) Tesoro de Aliseda. Noticia y descripción de las joyas que le componen. Madrid: Museo Arqueológico Nacional [Fototipias de Hauser y menet]. q) “Visita de la Sociedad al Palacio de Villahermosa”, BSEE, 29: 64-71. 1922 a) “Excursión a Mérida y Cáceres”, BSEE, 30 (marzo): 33-47. b) Excursión a Numancia pasando por Soria y repasando la historia y las antigüedades numantinas. Madrid: Talleres Poligráficos. Editorial Ruiz Hermanos. c) “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1920. Notas descriptivas”, RABM, 43: 161-172, 341-353. d) “Sobre admisión de pensionados especiales en la Escuela Francesa de Atenas”, BRABASF, 63 (septiembre): 147-149. e) “Sobre conservación de un muro del foro romano de Tarragona”, BRABASF, 63 (septiembre): 138-141. f) “Sobre declaración de Monumento Nacional del Claustro de la Colegiata de San Pedro y de la Iglesia de San Juan de Rabanera en Soria”, BRABASF, 64 (diciembre): 188-193. 1923 a) “Acerca de la declaración de Monumento Nacional de la torre del exconvento de San Francisco de Torrelaguna”, BRABASF, 66 (junio): 79. b) “Acerca de las obras ejecutadas por cuenta y riesgo del señor Cura Párroco en la basílica de Santa Eulalia de Mérida”, BRABASF, 65 (marzo): 38-41. c) Arqueología Clásica. Barcelona: Labor, taller gráfico iberoamericano. Primera edición. d) “Don Vicente Lampérez y Romea. Nota

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en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el día 23 de marzo de 1924. Madrid: Matell Artes Gráficas. g) El puente de Alcántara. Madrid: Hauser. f) “El puente de Alcántara”, BSEE, 32 (2º trimestre): 65-80. h) “Grupo de dólmenes del término de Barcarrota”, Boletín de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, 3: 131. i) “Informe acerca de la declaración de Monumento Nacional del Puente de Alcán-tara (Cáceres)”, BRABASF, 70 (junio): 95-97. j) “Informe acerca de la obra titulada Año artístico, de que es autor José Francés”, BRABASF, 70 (junio): 68-69. k) “Informe acerca de la obra titulada Escenografía española, de que es autor Joaquín Muñoz Morillejo”, BRABASF, 70 (junio): 67. l) “Informe acerca del ingreso en la Orden Civil de Alfonso XII del señor don Publio Hurtado”, BRABASF, 72: 175-177. m) “Informe acerca del proyecto de consolidación y restauración de la caverna de Altamira en Santillana del Mar (Santander)”, BRABASF, 70 (junio): 98-99. n) “La iglesia de San Juan de Rabanera y el claustro de la colegiata de San Pedro de Soria”, BRAH, 85 (2-4): 66-69. o) “Moción elevada a la superioridad por virtud de instancia remitida a esta corporación por varias personalidades de Trujillo (Cáceres), en súplica de que sea evitada la proyectada erección de una capilla adosada al castillo que se con-serva en aquella población”, BRABASF, 72 (diciembre): 174-175. p) “Sobre la declaración de Monumento Nacional de las ruinas de Belo, existentes cerca de Tarifa, Cádiz”, BRABASF, 71 (septiembre): 129-130.

necrológica”, RABM, 44: 140-142. e) “El maravilloso mosaico romano de la Fábrica de Armas”, Toledo, Revista de Arte, 199 (septiembre): 734-735. f) “El real monasterio de Sigena”, BRAH, 82 (5): 353-357. g) “Instalación en la catedral de Tarragona del monumento que ha de guardar los restos de Jaime I”, BRAH, 83 (5): 244-5. h) “Las ruinas de Medina Az-Zahara”, BRAH, 83 (2-4): 73-75. i) “Nota sobre la ornamentación eneolítica”, Coleccionismo, enero: 2-5. j) “Propuesta de recompensas honoríficas para D. Antonio del Solar de Celis y Taboada, D. Antonio Sánchez Agudo y D. Fulgencio Trujillo por sus gestiones para instalar el Museo Arqueológico de Badajoz”, BRABASF, 66: 101. k) “Relativo a la declaración de Monumento Nacional de la iglesia y convento de religiosas Bernardas de Alcalá de Henares”, BRABASF, 67 (septiembre): 130-131. l) “Un mosaico descubierto en Toledo”, BRAH, 83 (1): 19-23. 1924 a) “Acerca del proyecto de obras de restauración de la iglesia de Santo Domingo de Compostela (La Coruña), redactado por el arquitecto Sr. D. Leoncio Bescansa”, BRABASF, 71 (septiembre): 121-122. b) “Acerca del proyecto para la construcción de una puerta en el trozo que se derribó de las murallas de Lugo”, BRABASF, 71 (septiembre): 125-126. c) Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. Madrid: Imprenta Ciudad Lineal. d) “Cerámica ibérica de Numancia, por el doctor Taracena Aguirre”, RABM, 45: 369-370. e) Discurso de contestación a don Cecilio Plá, en el acto de su recepción pública

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1924/25 a) El circo romano de Mérida. Memora de las excavaciones practicadas de 1920 a 1925 por don José Ramón Mélida, delegado director de las mismas. Memoria 72. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. b) Ocilis (Medinaceli). Memoria de las Excavaciones practicadas en 1924-1925 redactada por el delegado-director don José Ramón Mélida. Memoria 82. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. 1925 a) “Acerca de la conveniencia de que sea adquirido por el Estado el sarcófago romanocristiano de mármol, hallado en Berja (Almería)”, BRABASF, 75 (septiembre): 121-123. b) “Acerca de la declaración de Monumentos Nacionales: Arco de Bará, Torre de los Escipiones y del Pretorio de Augusto, conocido por Castillo de Pilatos, en Tarragona”, BRABASF, 75 (septiembre): 126-128. c) “Acerca de la expropiación de la casa núm. 14 de la Plaza del Rey de Barcelona”, BRABASF, 75 (septiembre): 129-130. d) “Don Antonio Vives. Nota necrológica”, RABM, 46: 237-9. e) “Don Narciso Sentenach. [Necrología]”, RABM, 46: 369-370. f) “El arco romano de Medinaceli”, Homenaje a Menéndez Pidal. Tomo III. Madrid: Hernando, 221-226. g) “El tesoro de Aliseda”, BRAH, 89 (1): 5-8. h) Elogio Conmemorativo de don Antonio Ponz con motivo del segundo centenario de su nacimiento. Madrid: Tip. de Sucesor de Nieto y Cía. i) “Expediente incoado por la priora del Convento de Carmelitas Descalzas de Piedrahita (Ávila) solicitando la autorización para enajenar un cofrecillo de plata”, BRABASF, 74 (junio): 99-100.

j) “Informe acerca de la obra titulada Historia del arte en todos los tiempos y pueblos por Kad Woermann propiedad de la editorial Saturno Calleja, S. A.”, BRABASF, 75 (septiembre): 140-142. k) “Informe acerca de si con la declaración de Monumento Arquitectónico-artístico hecho a favor de la necrópolis fenicia gaditana, sita en Punta de la Vaca, considera la Real Academia suficientemente garantizadas las sepulturas de referencia, o si entiende que conviene llegar a la declaración de Monumento Nacional”, BRABASF, 75 (septiembre): 124-125. l) “Junta de Museos de Barcelona. Museo de la Ciudadela. Catálogo de la sección de Arte Románico, por Joaquín Folch. Barcelona. Thomas. 1926. 139 págs. Nota bibliográfica”, RABM, 47: 372. m) “La cerámica ibérica de Numancia”, BRAH, 86 (1): 6-8. n) “La necrópolis fenicia de Cádiz”, BRAH, 86 (1): 8-9. o) “Moción a la superioridad en solicitud de que sea declarado Monumento Nacional el Arco romano de Medinaceli (Soria) de conformidad con lo solicitado por la Comisión de Monumentos de aquella provincia”, BRABASF, 76 (diciembre): 185-186. p) Monumentos romanos de España. Notas descriptivas. Madrid: Comisaría Regia del Turismo [Imprenta Rico y Blass]. 1925/26 Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz. Madrid: Imprenta Ciudad Lineal. 1926 a) “Acerca de la obra titulada Exposición Valdés Leal y de Arte retrospectivo. Catálogo. Sevilla, mayo de 1922”, BRABASF, 78 (junio): 44-45.

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b) “Adquisición de una cornucopia que ofrece en venta al Estado don Antonio Fontes Starico”, BRABASF, 78 (junio): 85. c) “Informe acerca de un estudio de las vidrieras de la Catedral de Sevilla, necesitadas de una reparación inmediata, firmado por D. Francisco Javier de Luque”, BRABASF, 78 (junio): 80-84. d) “Informe acerca del expediente incoado a petición de la comunidad de religiosas trinitarias descalzas de esta corte, solicitando autorización para la venta de un tapiz que conserva fuera de servicio”, BRABASF, 77 (marzo): 17-18. e) Ocilis (Medinaceli). Memoria de las excavaciones practicadas en 1924-25. Memorias 82. Madrid: Junta Superior de Investigaciones Científicas. f) “Relación de los Monumentos españoles declarados nacionales o arquitectónicoartísticos y de los que en uno u otro concepto considera merecedores de serlo la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”, BRABASF, 78: 103-141. g) “Sobre adquisición de ejemplares del Libro del Hogar. Nuevo tratado de corte y confección por doña Aristea de la Fuente”, BRABASF, 78 (junio): 92-93. 1927 a) “Arco de Bará, Torre de los Escipiones y Pretorio de Augusto”, BRAH, 90 (1): 8-17. b) Arco de Bará, Torre de los Escipiones y Pretorio de Augusto (Tarragona). Madrid: RABM. c) “Informe acerca del mosaico descubierto en San Ginés de Pachs (Barcelona)”, BRABASF, 83 (septiembre): 77-78. d) “Relativo a declaración de Monumentos arquitectónico-artísticos de los tempos de San Lorenzo del Salvador y de San Pedro, existentes en Toro (Zamora)”, BRABASF, 83 (septiembre): 75-76.

1928 a) “Acerca de la obra titulada Escritura y caligrafía inglesas, por don Dámaso Ledesma”, BRABASF, 88 (diciembre): 162-163. b) “Acerca de la obra titulada Nuevo método práctico para el estudio del arte de la caligrafía, por D. Ramón Serra y Viñas”, BRABASF, 88 (diciembre): 163-164. c) “Acerca del proyecto modificativo de la nueva puerta de la muralla de Lugo”, BRABASF, 87 (septiembre): 107-108. d) “Der Schatzfund von La Aliseda”, Archäologische Anzeiger, Beiblattat zum Jahrbuch des Deutschen Archäologischen Instituts, 3/4: 497-510. e) “Don Gabriel Llabrés”, BRAH, 92 (2): 468-471. f) “El Nilo y la civilización egipcia”, BRAH, 92 (1): 14-17. g) “Relativo a la obra titulada El año artístico: 1925-26, por don José Francés”, BRABASF, 88 (diciembre): 166-167. h) “Relativo al expediente sobre declaración de Monumento Nacional del Castillo de Fuentes de Valdepero (Palencia)”, BRABASF, 86 (junio): 76-78. i) “The Roman theatre of Mérida”, Art and Archaeology, 25. j) “Sobre autorización para colocar una lápida en la Capilla de los Evangelistas de la Catedral de Sevilla”, BRABASF, 85 (marzo): 46-48. 1929 a) Arqueología Española. Colección Labor, Sección IV Artes Plásticas nº 189-190. Barcelona: Labor [Talleres Gráficos Iberoamericanos]. Primera edición. b) “Descubrimiento de Pozo Cañada”, BRAH, 94 (2): 397. c) “IV Congreso Internacional de Arqueología celebrado en 1929 en Barcelona”, RABM, 50: 399-403.

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d) “Les fouilles de Mérida [Conferencia leída en Berlín el 23 de abril de 1929 en la conmemoración del Centenario del Instituto Arqueológico Romano-Germánico]”, Bericht über die Jarhundertfeier [del Instituto Arqueológico Romano-Germánico]. Berlín: Instituto Arqueo-lógico Romano-Germánico, 184-192. e) “Los monumentos romanos de Mérida”, Badajoz, Mérida y Zafra en la Exposición Ibero-Americana. Badajoz: Tip. y Enc. La Alianza, [páginas sin numerar]. f) Mérida. Conferencia dada en el IV Congreso Internacional de Arqueología. Barcelona: Tipografía Emporium. g) “Relativo a la oferta hecha al Estado por la Comunidad de monjas de la Orden de San Benito del Real Monasterio de San Pelayo, de Santiago de Compostela, de tres columnas de piedra”, BRABASF, 92 (diciembre): 199-200. h) “Sobre declaración de Monumento Nacional del patio de Santo Tomás, Patio Trilingüe, Paraninfo e Iglesia de la Universidad de Alcalá de Henares”, BRABASF, 91 (septiembre): 150-152. 1930 a) “Acerca de la declaración de Monumento Nacional del monasterio de Calera de León (Badajoz)”, BRABASF, 96 (diciembre): 130-1. b) “Acerca del expediente sobre adquisición por el Estado de la colección de tejidos incaicos que provienen de la jornada en Lima por los señores Schmidt y Pizarro”, BRABASF, 96 (diciembre): 146-147. c) “Acerca del expediente sobre declaración de Monumento Nacional de las murallas, torres y antiguo barrio por ellas circuído, de la ciudad de Cáceres”, BRABASF, 95 (septiembre): 86-88.

d) “Acerca del expediente sobre declaración de Monumento Nacional del conocido con el nombre de Santa María la Blanca de Toledo”, BRABASF,. 94 (junio): 66-68. e) Corpus vasorum Antiquorum. Espagne. Madrid. Musée Archéologique National. [Fascículo I]. Madrid: Tip. Hauser y Menet. f) El disco de Teodosio. Resumen de la memoria en que lo dio a conocer don Antonio Delgado en 1849 y de los trabajos de sus comentaristas. Madrid: Tipografía de la RABM. g) Escorial. El Arte en España 8 y 22. Barcelona: Hijos de J. Thomas [bajo el Patronato de la Comisaría Regia del Turismo y Cultura Artística]. 2ª edición. h) “Esculturas griegas en España. El Hércules de Alcalá la Real; el Esculapio y la cabeza de Venus de Ampurias”, BSEE, 38: 108-111. i) “Expediente sobre declaración de Monumento Arquitectónico Artístico de la Ermita de Santa María de la Vega, llamada del Cristo de Las Batallas, sita en la ciudad de Toro (Zamora)”, BRABASF, 94 (junio): 61-62. j) “Hércules Ibérico”, Homenaje a Bonilla San Martín. Madrid: Viuda e hijos de Jaime Rates, 101-119. k) “Informe sobre la obra titulada Los bordados populares en Segovia, por doña María Concepción y doña María Paz Alfaya”, BRABASF, 95 (septiembre): 106-108. l) “Murallas de Cáceres”, BRAH, 97 (1): 5-8. m) “Necrópolis romana de Carmona”, BRAH, 97 (1): 9. n) “Proyecto de construcción de un mercado en el sitio donde se encuentra el llamado ‘Mercadillo’, de la Ciudad de Cáceres”, BRABASF, 95 (septiembre): 88-90. o) “Proyecto formado por el arquitecto director de las obras de la Alhambra de Granada, señor Torres Balbás para

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cubiertas y pisos del palacio de Carlos V”, BRABASF, 95 (septiembre): 90-92. p) “Relativo a expediente de adquisición por el Estado de la estatua romana, de mármol, que representa a Diana cazadora, procedente de Mérida, pro-piedad de don Rafael Casulleras”, BRABASF, 96 (diciembre): 138-139. 1931 a) “Acerca de instancia de don Darío Mata, ofreciendo en venta o su ingreso en calidad de depósito en el Museo de León de un mosaico de colores”, BRABASF, 100 (diciembre): 99-100. b) “Acerca de la obra titulada Nuevo tratado de corte y confección, por doña Concepción Hoyos y Gascón”, BRABASF, 98 (marzo): 42. c) “Acerca de la obra titulada Unico método de corte y confección, por doña Adela Martí Alemany”, BRABASF, 98 (marzo): 43. d) “Acerca del expediente incoado por don José María Gudiol, ofreciendo en venta al estado una colección de pinjantes que posee”, BRABASF, 100 (diciembre): 100-101. e) “Arte Clásico en España”, en G. Rodenwaldt (ed.) Arte Clásico (Grecia y Roma). Historia del Arte Labor 3. Barcelona: Labor, 99-114. f) “Colección de Pinjantes”, BRAH, 98 (1): 14. g) “Informe relativo a instancia, en el que el Sr. Martínez Burgos, jefe del Museo Arqueológico de Burgos, interesa la adquisición, por el Estado, de varios objetos arqueológicos”, BRABASF, 98 (marzo): 46-46. h) “Moción interesando la declaración de Monumento Nacional a favor de la Cueva del Romeral y confirmada asimismo igual declaración a favor de la de Menga y Viera en Antequera (Málaga)”, BRABASF, 98 (marzo): 44-45.

i) “Relativo a instancia en que don Ignacio Martínez ofrece en venta al Estado un balcón de madera árabe del siglo XIII, una pila bautismal del siglo XI y una media figura de la Virgen, de talla, del siglo XII”, BRABASF, 100 (diciembre): 101-102. j) “Relativo a instancias del señor Martínez Burgos, director del Museo Arqueológico de Burgos, interesado de la superioridad la adquisición, con destino al referido mu-seo, de varias piezas arqueológicas”, BRABASF, 99 (septiembre): 72-73. k) “Relativo a las obras tituladas Enseñanza del dibujo y de la ornamentación, 1º y 2º curso, y Elementos de perspectiva lineal, de que es autor don José Pérez Jiménez”, BRABASF, 99 (septiembre): 60-62. 1932 a) “Acerca de la declaración de Monumento histórico artístico de la Torre de la Iglesia parroquial de Torrehermosa (Badajoz)”, BRABASF, 103 (septiembre): 101-102. b) “Acerca de la obra titulada Curso completo de caligrafía redonda, francesa o redondilla, por don Dámaso Sanz Martínez”, BRABASF, 102 (junio): 77. c) “Acerca de la obra titulada Método... de corte y confección... sistema Zapater, por doña Pilar Zapater de Tutor”, BRABASF, 101 (marzo): 38. d) “Acerca de un arcón y un facistol que don Ricardo García Mediavilla ofrece en venta al Estado”, BRABASF, 102 (junio): 78. e) “Acerca del expediente en que don Toribio Vicente ofrece en venta al Estado una alfombra española del siglo XVII”, BRABASF, 102 (junio): 81-82. f) “Acerca del expediente relativo a la entrega por el ramo de Guerra de las murallas de Badajoz para el ensanche de la población”, BRABASF, 104 (di-

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ciembre): 143-146. g) “Acerca del mérito y valoración de una placa de oro, de Bolivia, propiedad de don Ulpiano García”, BRABASF, 103 (septiembre): 107-108. h) “Antigüedades Emeritenses”, BRAH, 101 (1): 5-9. i) “Castillo de Alcalá de Guadaira”, BRAH, 101 (1): 12-13. j) “Castillo de Niebla”, BRAH, 101 (1): 9-11. k) “Conventual santiaguista de la Calera de León (Badajoz)”, BRAH, 101 (2): 359-360. l) El tesoro de Lebrija. Madrid: Tipografía de la RABM. m) “El tesoro de Lebrija”, BRAH, 100 (1): 35-42. n) Mélida, J. R. (1932n) “Iglesia de San Juan de Villafranca de Panadés”, BRAH, 101 (2): 357-358. o) “Los romanos en España. Mérida”, Revista de las Españas, 7: 25-28. p) “Relativo a expediente sobre confirmación, aclaración y clasificación de las antigüedades de Mérida (Badajoz)”, BRABASF, 103 (septiembre): 106-107. q) “Relativo a instancia de D. Ignacio Martínez, solicitando autorización para derribar y trasladar a Madrid las bóvedas del exconvento de Galera (sic) de León (Badajoz)”, BRABASF, 103 (septiembre): 108-110. r) “Relativo a la solicitud del señor director del Museo Arqueológico Nacional acerca de la conveniencia de adquirir, con destino a dicho Museo, varios objetos de arte visigótico procedentes de Castiltierra (Segovia)”, BRABASF, 103 (septiembre): 103-104. s) “Relativo a una caja bizantina de plata, que don Apolinar Sánchez Villalba ofrece en venta al Estado”, BRABASF, 104 (diciembre): 150-151. t) “Relativo al expediente de la Real y

Humilde Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, solicitando la devolución del cuadro que representa a Santa Isabel curando a los tiñosos, pintado por Murillo”, BRABASF, 102 (junio): 82-84. u) “Relativo al expediente incoado por don Apolinar Sánchez Villalba, ofreciendo en venta a Estado de una arqueta tallada y policromada y un brasero románico”, BRABASF, 104 (diciembre): 160-161. v) “Relativo al ofrecimiento en venta al Estado, hecho por don Apolinar Sánchez Villalba de dos arcones de los siglos XII y XV”, BRABASF, 102 (junio): 79-80. w) “Sobre comunicación de la Comisión de Monumentos de Sevilla, relativa al descubrimiento de un mosaico con aplicaciones de vidrio policromado, en Osuna”, BRABASF, 103 (septiembre): 104-105. x) “Sobre la inclusión en el Tesoro Artístico Nacional de las fortificaciones medievales de Almazán e Iglesias románicas de San Miguel y Nuestra Señora del Rivero en San Esteban de Gormaz (Soria). Informe sobre su inclusión en el Tesoro Artístico Nacional”, BRABASF, 104 (diciembre): 136-138. 1933 a) Arqueología Clásica. Colección Labor 334-335. Barcelona: Talleres Gráficos Ibero-Americanos. b) “Descubrimientos arqueológicos en San Cugat del Vallés, por José de Peray March”, BRAH, 101 (1): 261. c) “Ídolos lusitanos de hueso”, Homenaje a Martín Sarmiento. Guimarães: Sociedade Martins Sarmento, 237-241. d) “Informe acerca de una colección de cobres de los siglos XVII, XVIII y XIX, propiedad de D. Juan Arroyo y cuya adquisición por el Estado propone el Sr. Director del Museo de Bellas Artes de

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Cáceres”, BRABASF, 106 (junio): 65-66. e) “Informe acerca del expediente sobre declaración de monumento nacional del castillo de Albuquerque”, BRABASF, 106: 53-55. f) “La tumba del Apóstol Santiago”, BRAH, 102 (1): 94-96. g) “Murallas de Badajoz”, BRAH, 102 (2): 279-281. 1934 Corpus vasorum Antiquorum. Espagne. Madrid. Musée Archéologique National. Fascículo II. Madrid: Tip. Hauser y Menet. 1935 “El Arte en España durante la época romana. Arquitectura, Escultura, Pintura decorativa y Mosaicos. Arte cristiano”, en P. Bosch Gimpera, P. Aguado Bleye, M. Torres, J. M. Pabón, P. Galindo, J. R. Mélida, J. Ferrandis y Artinano y Pedro, G. (eds.) Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal. Vol II. Madrid: Espasa-Calpe, 565-755. 1936 Arqueología Española. Barcelona: Labor [Talleres Gráficos Ibero-americanos]. Segunda edición. 1942 Arqueología Española. Barcelona: Labor [Talleres Gráficos Ibero-americanos]. Segunda edición (reimpresión).

1947 “Arte Clásico en España”, en G. Rodenwaldt (ed.) Arte Clásico (Grecia y Roma). Historia del Arte Labor 3. Barcelona: Labor. 1952 Arqueología Clásica [reimpresión]. Colección Labor. Sección IV. Artes plásticas. núm. 334-336. Barcelona: Talleres Gráficos Ibero-Americanos. 1999 “Orillas del Guadarza”, en R. Olmos (ed.) Cartago: enemigos de Roma. Colección Novela histórica. Barcelona: Martínez Roca. Varios años serie de artículos literarios en La Moda Elegante Ilustrada. ¿Año? Más de cuatrocientos artículos pertenecientes a las secciones de Mitologías, Arqueología oriental y clásica, Indumentaria, Panoplia, Heráldica, Artes industriales extranjeras de las edades media y moderna”, Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes. Barcelona: Sres Montaner y Simón, passim. “Arte Clásico en España”, en G. Rodenwaldt (ed.) Arte Clásico (Grecia y Roma). Historia del Arte Labor 3. Barcelona: Labor.

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2. José ramón mélida (y otros autores) 1882 a) COSTA, J. Y J. R. MÉLIDA, “Revista de Arqueología e Historia [J. R. Mélida escribe: 3. La escritura de los Ketas ó Hittitas (págs. 288-289); 4. El bajo-relieve de Linares (pág. 289)]”, BILE, 6 (141): 287-290. b) COSTA, J. Y J. R. MÉLIDA “Revista de Historia y Arqueología [J. R. Mélida escribe: 2. Antigüedades de Yecla (págs. 215-216); 3. Antiguas hachas de plomo de la Bretaña (págs. 216-217); 4. Las joyas de estaño en la antigüedad (pág. 217); 5. Costumbres, fiestas y preocupaciones populares en la Península (págs. 217-8)”, BILE, 6 (135): 214-218. C) MÉLIDA, J. R. Y J. COSTA, “Revista de Arqueología e Historia [J. R. Mélida escribe: 1. Vestigios de la civilización caldea (pág. 155); 2. Los archivos babilónicos (págs. 155-6); 3. La religión gala y el muérdago de encina (págs. 156-7)”, BILE, 6 (130): 156-57. D) XX (SIC), J. R. MÉLIDA Y R. TORRES, “Revista Quincenal. Arqueología [J. R. Mélida escribe: 2. Una inscripción hebraica conmemorativa de la apertura del Canal de Siloé (págs. 105-6); 3. Los cuentos populares del antiguo Egipto (pág. 106); 4. Dédalo y la Artemisa de Délos (págs. 1068)]”, BILE, 6 (125): 105-08. 1893 A.A.V.V., Catálogo general de la Exposición Histórico-Americana de 1892 (Tomo 1). Madrid: Est. Tip. Sucesores de Ribadeneyra [* No aparecen autores en concreto, sino los responsables de la exposición histórico americana: Delegado General: D. Juan Navarro Reverter; Delegado Técnico: D. Juan de Dios de la Rada y Delgado; Delegado Administrativo: D. José Bragat y

Miñas; Comisión Auxiliar de la Delegación Técnica: D. Marcos Jiménez de la Espada, D. Ángel de Gorostizaga, D. Eduardo de la Roda y Méndez, D. José Ramón Mélida]. 1894 J. R. MÉLIDA Y A. VIVES ESCUDERO, “Las Navas del Marqués. Apuntes epigrá-ficos”, BRAH, 25: 471-472. 1907 MÉLIDA J. R. Y M. ÁLVAREZ, “La ermita de San Baudilio en término de Casillas de Berlanga. Un monumento desconocido, Madrid, San Francisco de Sales”, BSEE, 15: 144-155. SAAVEDRA Y MORAGAS, E. Y J. R. MÉLIDA, “Las murallas romanas de Sevilla”, BRAH, 50: 438-441. 1911 FITA, F., MARQUÉS DE CERRALBO Y J. R. MÉLIDA, “El antiguo Acueducto hispalense conocido con el nombre de ‘Caños de Carmona’ [en la sección de documentos oficiales]”, BRAH, 58: 518-522. 1912 a) MÉLIDA, J. R. Y C.M. RIVERO, Catálogo del Museo de Reproducciones Artísticas. Primera parte. Escultura antigua. Ma-drid: Imp. de Tello. b) MÉLIDA, J. R. Y C.M. RIVERO, Catálogo del Museo de Reproducciones Artísticas. Segunda parte. Arte Griego y Arte Romano. Madrid: Imp. de Tello. c) MARQUÉS DE CERRALBO Y J. R. MÉLIDA, “El mosaico emporitano del sacrificio de Ifigenia”, BRAH, 59 (1-2): 123. d) MÉLIDA, J. R. Y F. FITA, “Alfar moruno de Badajoz”, BRAH, 60 (2): 161-2.

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e) SAAVEDRA, E., J. C. GARCÍA, J. R. MÉLIDA, T. RAMÍREZ, M. GRANADOS, J. J. GARCÍA Y M. ANÍBAL ÁLVAREZ, Excavaciones de Numancia. Memoria presentada al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por la Comisión Ejecutiva. Publicada de R.O.. Madrid: Blass [No aparece el nombre de los autores, sino el de la Comisión, que estaba formada por los citados como autores en esta referencia]. 1914 a) MÉLIDA, J. R. Y F. FITA, “Mosaico romano de Arróniz”, BRAH, 64 (enero): 83-92. B) MÉLIDA, J. R. Y F. FITA, “Mosaico roma-no de Arróniz”, Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, 17: 21-27. 1917 MÉLIDA, J. R. Y E.M. REPULLÉS Y VARGAS, “Proyecto de obras de reparación y consolidación de los restos del teatro romano de Sagunto (Valencia)”, BRABASF, 42-43 (junio-septiembre): 91-93. 1919 a) MÉLIDA, J. R. Y E.M. REPULLÉS Y VARGAS, “El corral del carbón en Granada”, BRAH, 75 (1): 9-18. b) MÉLIDA, J. R. Y E.M. REPULLÉS Y VARGAS, “Informe emitido por los Excmos. Srs. de Enrique María Repullés y Vargas y D. José Ramón Mélida, nombrados en comisión acerca del edificio denominado vulgarmente ‘corral del carbón’ en Granada”, BRABASF, 42-49 (marzo): 33-41. 1919/20 MÉLIDA, J. R. Y B. TARACENA AGUIRRE, Excavaciones de Numancia. Memoria acerca de las practicadas en 1919-1920 presentada por D. José Ramón Mélida, delegado director de las mismas, y D. Blas

Taracena Aguirre, vocal de la Comisión ejecutiva de las Excavaciones, con un apéndice en que se da cuenta de la inauguración del Museo Numantino. Memoria 31. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. 1920/21 a) MÉLIDA, J. R. Y B. TARACENA AGUIRRE, Excavaciones de Numancia. Memoria acerca de las practicadas en 1920-1921 presentada por D. José Ramón Mélida, delegado director de las mismas, y D. Blas Taracena Aguirre, vocal de la Comisión ejecutiva de las Excavaciones. [Excavaciones de Numancia en 1920]. Memoria 36. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. b) MÉLIDA, J. R. Y B. TARACENA AGUIRRE, Excavaciones de Numancia. Memoria acerca de las practicadas en 1920-1921 presentada por D. José Ramón Mélida, delegado director de las mismas, y D. Blas Taracena Aguirre, vocal de la Comisión ejecutiva de las Excavaciones. [Excavaciones de Numancia en 1921]. Memoria 49. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. 1921 MÉLIDA, J. R., E. IBARRA Y RODRÍGUEZ, Y V. CASTAÑEDA, “Informe de la comisión nombrada para la adjudicación del premio a la virtud en el concurso del año de 1921”, BRAH, 78 (5): 385-386. 1923/24 MÉLIDA, J. R., M. ANÍBAL ÁLVAREZ, S. GÓMEZ SANTA CRUZ, B. TARACENA AGUIRRE, Ruinas de Numancia. Memoria descriptiva redactada conforme al plano que acompaña a las mismas por... presidente, secretario, vicesecretario y vocal

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respectivamente, de la Comisión Ejecutiva de las excavaciones. Va por apéndice noticia de las excavaciones practicadas en 1923. Memoria 61. Ma-drid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. 1924 MÉLIDA, J. R., M. ANÍBAL ÁLVAREZ, S. GÓMEZ SANTA CRUZ Y B. TARACENA AGUIRRE, “Ruinas de Numancia”, RABM. 1925 MÉLIDA, J. R., M. A. ÁLVAREZ Y E. TORMO, “Anteproyecto de restauración y conservación presentados al concurso convocado por aquella diputación foral y provincial sobre el Castillo-Palacio Real de

Olite (Navarra)”, BRABASF, 73 (marzo): 55-58. 1927 MÉLIDA, J. R. Y M. MACÍAS, Excavaciones de Mérida. El circo. Los columbarios. Las termas. Esculturas. Hallazgos diversos. Memoria de los trabajos practicados en 1926 y 1927 por los delegados-directores. Memoria 98. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades. 1931 MÉLIDA, J. R. Y M. MACÍAS, Excavaciones en el teatro romano de Mérida. Memoria 118. Madrid: Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.

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