Diáspora y literatura étnica: el caso de Puerto Rico

September 12, 2017 | Autor: Alfredo Villanueva | Categoría: Literatura española e hispanoamericana
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Descripción

DIÁSPORA, LITERATURA ÉTNICA Y EL CUL-DE SAC* PUERTORRIQUEÑO.
*callejón sin salida

Revista El Sótano 00931, V (2008): 82-86.


Alfredo Villanueva Collado

Nueva York, 2005
Recientemente tuve ocasión de leer un artículo de Manuel Hernández,
profesor de inglés como segundo idioma en Puerto Rico y autor de un libro
de texto para estudiantes de ESL que recoge trabajos por "escritores de la
diáspora puertorriqueña." Todos los autores que menciona en su artículo,
titulado "La literatura puertorriqueña de los Estados Unidos: un espejo de
muchas caras" escriben primariamente en inglés y sólo se pueden leer en
traducción. El título mismo me llamó la atención, por la premisa que
implícita-mente posita: la existencia de una literatura que es a la vez
puertorriqueña y estadouni-dense. Una literatura que refleja el estado
jurídico de los puertorriqueños. No se trata de "literatura puertorriqueña
EN los Estados Unidos," esto es, escritura del exilio, sino "DE los Estados
Unidos," perteneciente simultáneamente a dos cánones literarios.

Reaccioné con ira al darme cuenta de que Hernández dejaba fuera de su
versión de la "literatura puertorriqueña de los Estados Unidos" a los que,
como yo, han trabajado tal literatura en el idioma materno, el español,
fuera de la isla. Mi contestación me valió una descarga furibunda de otra
profesora, una tal Nidia Tirú Torres, quien, a juzgar por sus inacertados
comentarios, también desconoce o ignora la obra de los puertorriqueños que
escriben en español desde Nueva York. No quise enredarme en otra de esas
peleas estériles que caracterizan el intercambio cibernético. En cambio, me
he puesto a reflexio-nar sobre lo que significa esa omisión en términos de
la auto-imagen del puertorriqueño actual, y lo que augura para el futuro de
Puerto Rico. Para poder llegar a una hipótesis de trabajo tengo que
retrazar mis pasos mediante una serie de anécdotas vividas en carne propia
que en retrospectiva cobran un nuevo significado.

En 1991, el gobierno de Puerto Rico declara el español como idioma
oficial de la isla, derogando una ley impuesta en 1907 que lo hacía uno de
dos idiomas oficiales, el otro siendo el inglés. España le otorga a Puerto
Rico el premio Príncipe de Asturias por su amparo del idioma materno, que
implicaba el haber escogido una identidad nacional/ cultural hispánica y
latinoamericana. Ese año, también surge la seminal antología editada por
Pedro López Adorno para la Editorial de la Universidad de Puerto Rico:
Papiros de Babel: Antología de la poesía puertorriqueña en Nueva York.
Esta antología demuestra la continuidad de una tradición poética en lengua
materna dentro del Imperio. También incluye, por la localización de su
título, a escritores que ya no escriben en español, los llamados "Nuyorican
poets" asociados a los movimientos de protesta y liberación de los
sesentas.

En la presentación del libro, el crítico puertorriqueño Efraín
Barradas castigó a López Adorno por el título de la colección que, según
él, la limitaba nada más que a una ciudad y no tomaba en cuenta los
escritores puertorriqueños que vivían en otras partes del continente
norteamericano. Pero también llegó a cuestionar el concepto mismo de la
puertorriqueñidad como identidad nacional, fundamentándose en la negación
del esen-cialismo y la relativización de la identidad que constituyen los
primarios artículos de fe del post-modernismo. No quiero entrar en los
detalles de esa noche, que casi termina, en buen puertorriqueño, como el
proverbial rosario de la aurora. Lo acontecido se me quedó enquistado en
interrogantes. Interrogantes que se agravaron cuando me entero que, a
pesar de que la mayoría de los incluidos en la antología escribían en
español, cuando ésta se introduce en Puerto Rico, los llamados a
representarla por los que extendían la invitación eran todos "Nuyorican
poets."

Tan pronto subió al poder un gobierno republicano/estadista en Puerto
Rico, rescindió el cambio e instaló de nuevo el inglés como "segundo idioma
oficial" de Puerto Rico. ¿Qué significó este cambio en términos de la auto-
imagen del puertorriqueño? ¿Somos, como se jactan muchos, verdaderamente
bilingües, biculturales, a imitación del modelo "multicultural"
estadounidense? Hernández cita a Judith Ortiz Cofer en cuanto a que "el
ser puertorriqueño es un estado del alma." En otras palabras, ha ocurrido
un desplazamiento de la noción de identidad. Ya no se trata de identidad
jurídica—un pasaporte, un territorio nacional independiente—sino cultural o
vagamente metafísica. Mientras comamos bacalaitos, bailemos salsa, y
lloremos a los acordes del "Lamento borincano" seremos puertorriqueños, no
importa que no hayamos nacido en la isla, que no hablemos ni escribamos la
lengua materna., y seamos marcados como colonia estado-unidense por la
comunidad de naciones.

Los puertorriqueños crean literatura en el otro "idioma oficial" de
Puerto Rico: el inglés, sin que ello afecte su "identidad puertorriqueña."
¿Identidad nacional, o ya meramente étnica? Hernández llega a proponer
que los estudiantes de inglés como segundo idioma en Puerto Rico, que a su
juicio se muestran insensibles a clásicos de la literatura angloamericana
como Shakespeare y Whitman, saldrían mejor y mostrarían más interés si
leyesen la literatura de los Nuyoricans. No quiero ni pensar en la
salubridad pedagógica de tal propuesta. La pregunta que me interesa es:
¿cómo se define en Puerto Rico "literatura de la diáspora"? Hasta ahora no
me enterado que a nadie en la isla le interese la literatura en español por
puertorriqueños en (no de) los Estados Unidos

Cuando me llega una copia de la Antología de la literatura
puertorriqueña del siglo XX, editada por Mercedes López Baralt para la
Editorial de la Universidad de PR, me apresuro a buscar en el índice los
escritores/as con los que he trabajado durante todos mis años de residencia
en Nueva York: Pedro López Adorno, David Cortés Cabán, Myrna Nieves,
Marithelma Costa, Lourdes Vázquez, Carmen Valle. No los encuentro. Debo
aclarar que todos han publicado para editoriales de la isla, de manera que
no debe-rían ser desconocidos para la editora. Pero sí encuentro al grupo
"Nuyorican," (término que ya incorpora a escritores que no viven en Nueva
York) incluyendo a algunos/as de dudosa calidad literaria pero reconocido
éxito comercial en el mercado de la "literatura étnica/de minorías"
dominado por editoriales como Arte Publico Press. Y de nuevo surgen las
interrogantes. ¿Por qué escoger escritores/as que escriben en inglés y
pertene-cen a los cánones literarios de la potencia invasora por sobre
aquellos que escriben en español? ¿Por qué escoger a escritores novatos
por sobre escritores con reputación y larga trayectoria literaria? Y la
más crucial: ¿cómo define López Baralt, quien representa la mejor erudición
literaria en Puerto Rico, "literatura puertorriqueña?"

Pero las preguntas más existencialmente dolorosas caen fuera del
ámbito propia-mente literario. ¿Qué significa "ser puertorriqueño"? ¿Es
posible una doble identidad cultural dentro de un marco colonial? ¿Basta
tener padres puertorriqueños o haber nacido en Puerto Rico para reclamar
una identidad puertorriqueña, aunque ya no se opere en el idioma materno?
¿Hasta qué punto, y en el caso específicamente puertorriqueño, una doble
identidad conlleva una carga negativa y hasta suicida? Porque no se trata
aquí de una comunidad como Canadá o muchas otras donde coexisten idiomas y
culturas. Se trata de un territorio que jamás ha tenido identidad jurídica
independiente, y que corre el peligro muy real de una anexión permanente,
con todo lo que ello implica. Los italo-americanos no andan pidiendo la
anexión de Italia a los Estados Unidos a pesar de su constante celebración
de la cultura italiana. Los mexicanos no incluyen la literatura chicana en
el canon literario nacional. ¿Se incluye a Joseph Conrad en el canon de la
literatura polaca, o al conde de Lautreamont en la uruguaya? Tanto Martí
como Hostos pasaron buena partes de sus vidas en Nueva York. ¿Son acaso
parte de la literatura étnica de los Estados Unidos? Lorca llamó su gran
poemario El poeta en Nueva York, no El poeta de Nueva York.

Términos como "literatura de la diáspora" y "literatura étnica,"
requieren una definición más exacta. Sólo así se puede estudiar el proceso
por el cual una pasa a ser la otra y se puede entonces examinar el caso de
Puerto Rico. Defino literatura de la diás-pora como aquella escrita por
inmigrantes, en su idioma materno, para un público con el que comparte ese
idioma y un mercado editorial generalmente localizado en el país de
origen. Hay que hacer notar que estos escritores nunca llegan a
identificarse con el país al que han emigrado. Cómo la migración
puertorriqueña es constante y al parecer permanente, este tipo de
literatura funciona dentro de un continuo, como lo demuestra la antología
de Pedro López Adorno. Puede que ocupe un lugar oficialmente marginal en
el canon puertorriqueño porque, como está escrita en español, no se le
considera propia-mente diaspórica. Irónicamente, el mismo doble flujo de
salida y entrada, "la guagua aérea," que reafirma los lazos de ciertos
escritores con la lengua materna, también contribuye a la creciente
aceptación del otro "idioma oficial," que es ya la lengua domi-nante de los
Nuyoricans

Defino literatura étnica como aquella escrita por las generaciones
que siguen a la migración primaria, en el idioma del país cuya identidad
jurídica se ha adoptado, deta-llando generalmente la experiencia de la
asimilación/adaptación al nuevo medio ambiente y dirigida a un público en
este caso angloparlante. Funciona dentro de lo que he llamado "la ficción
multicultural" del mercado literario, los estereotipos del discurso
dominante, y la "clasificación "literatura de minorías." La literatura
chicana, Oscar Hijuelos, Junot Díaz, Julia Álvarez, Esmeralda Santiago,
Piri Thomas se pueden incluir en ella. Sin embargo—y ahí está el
detalle—tanto López Adorno como López Baralt incluyen tal literatura
étnica en sus antologías como parte de la literatura puertorriqueña.

Mas existe un estado intermedio entre literatura de la diáspora y
literatura étnica: una literatura de transición, generalmente bilingüe, que
intenta alcanzar ambos mercados y públicos. El prerrequisito para el
éxito comercial si se escribe en español dentro del mercado estadounidense
es "el crossover," la edición bilingüe o totalmente traducida. Es
asombrosa la velocidad con la que las editoriales hispanas se apresuran a
sacar traduccio-nes de sus 'best-sellers." La presión para escribir en
inglés o al menos en formato bilin-güe es inexorable y avasalladora, y
termina siendo lo más fácil y conveniente para los prosistas. Pero es otro
el caso de los poetas, por la naturaleza misma del género esco-gido.

Esta división refleja también el proceso de asimilación lingüística y
cultural por el que pasan los grupos de inmigrantes. Un amigo a quien
sondeaba con algunas ideas para este ensayo me escribe que ha podido ver
este mismo proceso operando en los grupos que emigraron a su país,
Argentina: diáspora, transición, asimilación. El ejemplo más recien-te por
estos lares refiere a la literatura cubana-americana. Ahora bien, en
cuanto a la cultura/literatura puertorriqueña, ¿cuán lejos estamos
realmente de la última fase, y qué nos protege del total "crossover", con
la consiguiente pérdida de identidad cultural y lingüística que conlleva?

Mantengo que es el uso de un idioma "extranjero." Hay que hacer
notar que la educación estadounidense es notoriamente pobre en cuanto a la
enseñanza de lenguas. El "multiculturalismo" no se extiende al
"multiligüismo." Al contrario se espera que los inmigrantes abandonen la
lengua materna lo más pronto posible. Por ello se crea una disciplina con
el eufemístico nombre de "Inglés como segundo idioma," cuya meta es
precisamente acelerar la transición hacia la lengua dominante. También
existe la llamada "educación bilingüe," que ya muchas comunidades de
inmigrantes han rechazado al darse cuenta que constituye un callejón sin
salida en cuanto a la meta de aprender un segundo idioma, y que existe más
como disciplina académica que como realidad cultural.

Mi propio caso muestra la complejidad del problema. Proyecto una
identidad "extranjera" en Nueva York, a pesar de haber sido profesor de
Inglés por 32 años, porque mi producción cultural ha sido toda, excepto en
contadas ocasiones, en español, idioma en que sueño, escribo y hago el
amor. La "identidad extranjera" otorgada por el uso de mi idioma materno
me hace invisible, ya que los Estados Unidos no admite tal categoría como
deseable o válida. De ahí las constantes "campañas para la ciudadanía"
dirigidas a los inmigrantes.

Pero también me coloca en un limbo privilegiado. Tengo el pasaporte
estadouni-dense, hablo un inglés no identificable étnicamente, y no
respondo a los estereotipos clasificatorios con los que tanto anglos como
puertorriqueños identifican a los individuos. No se me puede reconocer ni
por mi piel, ni por mi acento, ni por mi vocabulario, ni por mis
costumbres personales. Medio caraqueño por haberme criado en Venezuela,
miembro de otra diáspora que nadie menciona. Medio puertorriqueño por
haber vivido 10 años de mi vida en San Germán y San Juan. Medio
neoyorquino por haber escogido a Nueva York para vivir el resto. Quizás mi
identidad tenga más que ver con el medio urbano que el nacional. Bonaerense
en Buenos Aires, santiaguino en Santiago de Chile, parisino en París,
madrileño en Madrid, etc., etc. O para ser más exactos: ciudadano de la
parroquia Candelaria en Caracas, de la urbanización Floral Park en Hato
Rey, de la calle 15 en Manhattan.

Mis ideales políticos se forman en un contexto decimonónico
fundamentado en la noción de patria como espacio nacional independiente.
Tal contexto parece ya no tener razón de ser, dada la ficción
"multicultural" del Imperio, que se declara devoradora e inclusivamente
"Americano" (¡América, devoradora de hombres!) Irónicamente, el no
responder a estereotipos también me hace invisible, tanto en Nueva York
como en Puerto Rico. Es por ello que insisto, parafraseando a Benedict
Anderson, que vivo en un Puerto Rico "imaginario," que para nada
corresponde a la isla que he optado por dejar atrás aun-que la cargue para
siempre conmigo, como una aflicción/ficción permanente.

En una era post-colonial, en la que han surgido nuevas identidades y
territorios nacionales, Puerto Rico todavía se halla varado en una
condición políticamente anacró-nica. Mas renunciar a ella conlleva
sacrificios que ya los puertorriqueños no son capaces de hacer. El
"crossover," aunque sea a medias mentirillas, responde a la realidad
política de la colonia. El artículo de Manuel Hernández, la antología de
López Baralt, demues-tran claramente que el "ser puertorriqueño" no depende
de una identidad nacional anclada jurídicamente, sino de una identidad
cultural portátil, expresable en cualquier idioma. De esas que, dicho sea
de paso, terminan en los museos de antropología.

Hay puertorriqueños de acá y puertorriqueños de allá, unidos por
lazos culturales, el bilingüismo oficial, y un pasaporte colonial. Así se
previene, por el momento, la total asimilación y podemos, en buen
puertorriqueño, quedarnos con la soga y la cabra. La literatura escrita en
inglés por angloparlantes de origen o descendencia puertorriqueña dentro
del territorio continental estadounidense es totalmente válida en el
contexto donde se produce, publica y estudia. Sin embargo, mucho me temo
que su inclusión en el canon literario puertorriqueño representa un paso
decisivo hacia la eventual pérdida de una identidad hispánica y
latinoamericana, y hacia la anexión permanente con los Estados Unidos. O
como decimos en el otro idioma oficial: "you can't have your cake and eat
it too."

El autor, escritor puertorriqueño residente en Nueva York, profesor
jubilado del sistema de City University of New York. Se le puede escribir
a [email protected].
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