Dialéctica platónica vs. \"erística\": ocultamiento del adversario en Fedón y República

June 16, 2017 | Autor: Laura Milman | Categoría: Plato, Ancient Greek Philosophy
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Descripción

[Este trabajo será publicado en las Actas de las I Jornadas Nacionales del Departamento de Filosofía (FFyL-UBA), en prensa]

Dialéctica platónica vs "erística": ocultamiento del adversario en Fedón y República

Introducción En este trabajo argumentaré que tanto en Fedón como en República, Platón desarrolla su propio método filosófico, al mismo tiempo que se esfuerza por diferenciarlo de una actividad en apariencia similar, que llamaremos “erística” o “dialéctica” megárica por igual, aunque explicitaremos los diferentes matices que existen entre ambas concepciones. Esta práctica es denunciada por Platón como perniciosa porque sus cultores parecen más preocupados por refutar a sus adversarios, que por alcanzar la verdad. Tradicionalmente, se ha sostenido que los contendientes teóricos de Platón eran los sofistas, y que en general, los pasajes donde encontramos advertencias de este estilo estarían dirigidos a distinguir la filosofía de ese movimiento. Esto sería así porque algunos exponentes de este movimiento intelectual, como por ejemplo, Gorgias, estaban comprometidos con una noción de verdad distinta de la platónica. Esto es, el sofista defendía un criterio fundado en la coherencia entre enunciados, antes que en la correspondencia entre el objeto y el pensamiento del sujeto, mediados por el lenguaje. Sus prácticas y enseñanzas orientadas a explotar la efectividad del lenguaje, por medio de discursos que buscan la persuasión antes que el conocimiento verdadero -que según esta perspectiva si existe, nos está vedado-, los convertirían en los obvios adversarios platónicos. A lo largo de la exposición, presentaré las tesis de los posibles interlocutores platónicos (a partir del esquema propuesto por Gardella, 2013) y la concepción de la dialéctica y utilización del élenchos socrático puesto al servicio de la erística, que serán criticados por Platón. Luego, me referiré brevemente la dialéctica platónica expuesta en República y el método hipotético planteado en Fedón para poder, a continuación, argumentar a favor de la hipótesis de ocultamiento del adversario megárico en ambos diálogos. Por último, plantearé las proyecciones éticas y políticas que, según entiendo, subyacen esta decisión de silenciar las tesis de los oponentes. Argumentación a partir del ‘ocultamiento del adversario’

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En contraste con esta interpretación tan difundida, considero que en estos pasajes podemos encontrar lo que C. Mársico (2010) ha llamado ‘ocultamiento del adversario’. La autora advierte que esta estrategia argumentativa, es utilizada por Platón con un objetivo doble. En primer lugar, resulta conveniente para impugnar ideas sostenidas por miembros del grupo socrático sin dirigirse abiertamente a ellas. Sostendré que en este caso, las denuncias platónicas están dirigidas contra tesis megáricas, que serán desarrolladas más adelante. Frente al problema de la relación entre lenguaje y realidad, Platón se encuentra en una situación difícil, en la que debe posicionarse entre una postura naturalista radical -aunque optimista- como la antisténica y una visión más pesimista de la capacidad del lenguaje para captar lo real, como la megárica. Sendos extremos están representados por discípulos de Sócrates. En segundo lugar, si consideramos el ocultamiento del adversario como la contracara del argumento por autoridad, nos encontramos con tesis huérfanas y desprotegidas, que solo parecen ser enunciadas para que el Sócrates platónico las refute. Quizá para el auditorio ateniense estas tesis eran conocidas, y también quienes las proponían. Aún así, no atribuirlas a sus autores da libertad para reconstruirlas convenientemente, mostrando sus debilidades y dejando de lado los puntos fuertes. En pocas palabras, Platón estaría haciendo de sus colegas hombres de paja que las distintas tradiciones historiográficas, quizá inadvertidamente, no han sabido recuperar apropiadamente, condenándolos al silencio. Ventajas de las ‘Zonas de tensión dialógica’ como enfoque teórico En este punto, podemos poner de relieve las ventajas de un enfoque teórico como el de Zonas de tensión dialógica (ZTD). Creo que un estudio a partir de problemas y no autores aislados, nos da una perspectiva más amplia del momento histórico que estudiamos. La propuesta filosófica de un autor estará siempre atravesada y motivada por su contexto, tanto lingüístico como “extralingüístico”. No se trata de la exposición de algunos datos biográficos, históricos o políticos para determinar las “causas” del discurso. Se trata, al menos en parte, de analizar la intencionalidad del autor al enunciar su propuesta, como plantea Q. Skinner (2000). Reconstruir el contexto lingüístico en que está inscripta la obra, nos sirve para comprender mejor el lugar relativo de los distintos autores frente a un problema filosófico específico y encontrar las relaciones, sumamente dinámicas, entre esas propuestas diferentes. Pero por otro lado, también nos permite profundizar la comprensión de la propuesta de cada uno de estos autores. Y en este sentido, el contexto histórico no debe ser dejado de lado completamente, aunque en 2

todo caso debe ser matizado para evitar caer en explicaciones de corte sociológico (como advierte Mársico) o puesto como mero fondo sobre el que transcurren las discusiones (Skinner, 2000). Sostendré que la solución platónica al problema de la relación entre lenguaje y realidad responde a la necesidad de dar un fundamento sólido a su propuesta política, ilustrada por la alegoría de la caverna, y que esto es lo que motiva en última instancia la ontología y la gnoseología desplegadas en las alegorías del sol y la línea. Si sólo el filósofo puede llegar a ser el gobernante ideal, Platón deberá mostrar por qué esto es así. Esto no será una empresa sencilla, puesto que no solo deberá enfrentarse a adversarios externos a la actividad que se ha dado en llamar “filosofía”. También deberá, como ya mencioné, mostrar que su propuesta da por tierra con teorías sostenidas por sus condiscípulos, pero un ataque frontal pondría en entredicho las enseñanzas de Sócrates, compartidas (al menos hasta cierto punto y dentro de lo que es posible saber a partir de las distintas fuentes) por los miembros del grupo socrático. Sabemos que algunos años después de la muerte de Sócrates todavía había resquemores contra su figura y las consecuencias disruptivas de su práctica. De hecho, tras la muerte del maestro, el iniciador del “grupo megárico”, Euclides, fue quien dio asilo a muchos socráticos atenienses exiliados. Una confrontación abierta no solo dificultaría la propia exposición platónica en términos teóricos, al poner en cuestionamiento aspectos de la teoría platónica misma, en tanto que heredera de la filosofía socrática. Podría incluso desatar una nueva ola de ataques contra los socráticos. El Panfleto de Polícrates es un ejemplo de estas reacciones tardías pero virulentas que muestran la vinculación bastante directa entre la postura teórica sostenida y las consecuencias políticas, sociales y jurídicas que podrían desencadenarse. En definitiva, el enfoque de ZTD, nos permite abordar diferentes perspectivas teóricas a partir de los problemas específicos que las suscitaron a la vez que examinar cómo esas contribuciones teóricas fueron modificándose por el mismo conflicto entre ellas y cómo contribuyeron al planteo o transformación de los mismos problemas. Creo que este marco teórico contribuye a dar una mayor profundidad a nuestra comprensión de la filosofía del S.IV, habilitada por un enfoque más abarcador que los habitualmente utilizados. Por eso, si bien mi enfoque es sincrónico, no se excluye la posibilidad de abordajes diacrónicos que, como veremos a lo largo del simposio, aportan interesantes perspectivas a la discusión.

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Megáricos: ontología y lenguaje Para comenzar, debemos dar un panorama de la filosofía megárica. Si bien no se debe entender que estos filósofos eran una escuela propiamente dicha, nos referiremos ellos en general, aunque marcando las particularidades de sus planteos que resulten pertinentes para el desarrollo de mi hipótesis. Euclides de Mégara aparece como el iniciador de una línea filosófica heredera de Sócrates (von Fritz, 1931; Giannantonni, 1990) cuyas tesis básicas sostenían que “1) el bien es uno; 2) el lenguaje pluraliza la unidad y atribuye nombres múltiples a los uno; 3) lo contrario del bien no existe, de modo que lo real es bien” (Mársico, 2013). A partir de estas tesis se comprende que la actividad del grupo estuviera orientada a denunciar la imposibilidad del lenguaje de captar lo real. Además, nos da una pista de por qué se ganarían eventualmente el mote de erísticos. Siguiendo el FS 57 y la nota aclaratoria al pie, esto hace referencia a los argumentos que buscan desconcertar y refutar a los interlocutores. No se trata de una posición meramente polémica, como da a entender Platón, sino de una preocupación por evitar la asimilación de los ámbitos ontológico, gnoseológico y lógico, debido a la inadecuación del lenguaje para expresar lo real. En este sentido, la impugnación del lenguaje se da a través de diversas estrategias, que si bien no son atribuidas a Euclides por los testimonios conservados, han sido llevadas a cabo por sus continuadores. La práctica erística, entonces, apunta a la problematización de nociones comunes, escindiendo definitivamente el plano lingüístico del de lo real. A diferencia de otros socráticos, como el ya mencionado Antístenes, que sostenía la correspondencia entre nombres y cosas, la propuesta megárica apunta a mostrar la imposibilidad de dicha correspondencia a partir de dispositivos refutativos que, desde una perspectiva platónica, resultan lúdicos o meramente polémicos. Creo que es necesario enfatizar una vez más que tenemos que hacernos cargo de del legado de las historiografías que nos han dejado una perspectiva en cierto modo “platonizante”. Me refiero a que, en el marco de un trabajo como este, debemos tener especial cuidado de no juzgar a un autor o un grupo a partir de lo que se supone que es la filosofía, porque la actividad que más o menos (a)críticamente podemos llamar “filosofía”, es una construcción histórica que en gran medida ha sido definida a partir de la propuesta platónica. Ciertamente, podemos caracterizar como “lúdicos” o “polémicos” los dispositivos ideados por los megáricos, pero esto no significa que no sean el resultado de una propuesta filosófica tan seria como la platónica. En todo caso, nos encontramos 4

con un planteo de signo opuesto al platónico, lo que acarrea ineludiblemente consecuencias en el plano práctico. Estos filósofos nos alertan acerca de la falibilidad del lenguaje para captar lo real, y por lo tanto de su insuficiencia como instrumento de conocimiento y consecuentemente, de acción. Obviamente, aceptar esto implica que rechacemos no solo el método filosófico platónico, sino junto con él todo el proyecto ético- político desarrollado en República. Creo que es importante enfatizar que esto no implica que no existieran desarrollos megáricos orientados a la filosofía práctica. Como hemos visto, el Bien es una noción fundamental al menos para Euclides, y en cierto sentido, no resulta extraño si tenemos en cuenta su cercanía a Sócrates. El problema, llegados a este punto, radica en la falta de fuentes que nos permitan reconstruir esos planteos de manera completa. En la primera generación de discípulos de Euclides, tenemos, siguiendo los FS, a Clinómaco de Turio, por quien el grupo se habría ganado el nombre de Dialécticos, aunque por falta de testimonios, no podemos más que especular acerca de la especificidad de esta línea dentro de la filosofía megárica. Otro personaje asociado a esta línea es Dionisio de Calcedonia, nombrado en FS102 como “Dionisio el Dialéctico”. Brisón de Heraclea, siguiendo los testimonios, está caracterizado junto con Euclides como el iniciador de la “erística dialéctica”, que habría sido continuada por Clinómaco hasta llegar a Zenón de Citio, el estoico. No es el momento de plantear problemas relativos al establecimiento de las sucesiones, y las razones por las que filósofos posteriores habrían de llamarse continuadores de los socráticos. Solo nos interesa marcar que la atribución de distintos nombres a un grupo más o menos identificado y delimitado puede estar indicando el camino que seguiremos para desarrollar nuestra hipótesis. Los FS 113-121 dan cuenta de la posición teórica de Brisón a partir de argumentos como el de la inexistencia de palabras obscenas o la cuadratura del círculo. El primero apunta a denunciar el conflicto suscitado entre la unidad de lo real y la multiplicidad de los nombres. Si diferentes palabras nombran un mismo objeto, todos esos nombres resultan equivalentes. Quien enuncia esos nombres siempre refiere a la misma cosa, por lo que los diferentes matices que se establecen (que un término sea o no peyorativo, por ejemplo) están en la intención del emisor y no en la cosa. La multiplicidad del lenguaje solo incita a la confusión y la diferencia de nombres es meramente convencional. Por otra parte, el argumento de la cuadratura del círculo es caracterizado a partir de Aristóteles y los comentaristas posteriores como “erística”, “sofística” y en algunos casos “dialéctica”. Esto nos lleva a pensar, por un lado, en 5

cuánto puede haber tenido que ver esta caracterización con el legado historiográfico que ha silenciado a los megáricos, entre otros socrácticos, quizá por asimilarlos prontamente a los sofistas, aun cuando los exponentes de estos dos movimientos teóricos hayan estado separados temporalmente por varias décadas. Por otro lado, lo que resulta interesante para este análisis, es pensar que tal vez, esta perspectiva puede haber sido esbozada anteriormente por Platón. En este sentido, me parece especialmente revelador lo planteado en FS 116, donde se dice que estos razonamientos erísticos y por lo tanto sofísticos, parecen discurrir sobre los mismos principios que los razonamientos dialécticos, pero quien practica estos últimos se ciñe a los principios específicos del área en cuestión, mientras que los primeros se remiten a principios comunes no específicos y esenciales de la materia que se trata. Por esto no alcanzamos conocimientos rigurosos, sino que caemos en argumentos “sofísticos” que nos alejan de la verdad. Como veremos más adelante, la crítica platónica apunta justamente a discriminar entre el verdadero filósofo de aquel que lo es solo de nombre, y sin embargo pretende ocupar el lugar que Platón reserva a los futuros guardianes. El último megárico que mencionaremos es Políxeno, caracterizado como “dialéctico” por Plutarco en FS129. Este filósofo habría sido el autor de uno de los “argumentos del tercer hombre” que atacan la Teoría de las Formas platónica a partir de la relación problemática de participación que conecta el plano inteligible y el sensible. La crítica no está orientada a impugnar la existencia de las Formas, si no a mostrar que la participación no explica cómo el plano inteligible fundamenta el sensible, sin suscitar la postulación de un elemento intermedio entre ambos que pueda conectarlos. En resumen, siguiendo a M. Gardella (2013[2015]) “la dialéctica megárica tiene por objetivo señalar las ambigüedades inherentes al lenguaje que alimentan para los usuarios poco precavidos de una lengua la falsa pretensión de conocimiento”, y aquí radica la principal diferencia en la utilización de la refutación socrática que practica Platón y la de sus condiscípulos megáricos, para quienes tiene una función “terapéutica”, pues nos alerta acerca de los peligros de una confianza excesiva en el lenguaje.

Platón: ontología, lenguaje y política Luego de este breve resumen de la primera generación de filósofos megáricos, podemos pasar a Platón. En primer lugar, considero que podemos pensar el planteo de la dialéctica en República VII junto con el método que Sócrates denomina el “segundo rumbo” en Fedón, y suponer que en ambos diálogos se trata del mismo método, 6

ampliado o mejor desarrollado en República. Este tema ha sido desarrollado por autores como Crombie y Mársico. En República, además, contamos con una fundamentación que no se encuentra presente en Fedón. Las tres alegorías centrales de los libros VI y VII deben tomarse en conjunto, puesto que constituyen el marco en el que se inscribe el proyecto filosófico-político platónico, a partir de una fundamentación ontológica y gnoseológica. Solo el filósofo puede conocer lo real sin perderse en la multiplicidad, y puesto que esto parece ser conocer la Forma del Bien, el futuro gobernante de la ciudad ideal deberá realizar el esforzado camino de ascenso, para descenderlo y, por un lado, reunir y alcanzar una visión sinóptica de los conocimientos antes obtenidos, ahora jerarquizados bajo el conocimiento del ámbito inteligible, y por otro lado, ocuparse de los asuntos humanos, obligación adquirida por haber sido educado en esa ciudad. Ahora bien, la dialéctica, lo mismo que el método de Fedón, aún si pensamos que no se trata del mismo, es un método que se vale del lenguaje. A su vez, éste es, según Platón, una herramienta útil para conocer lo real a falta de una posibilidad de captación directa de las Formas. Resumidamente, el método consiste en avanzar por hipótesis, proponiendo y rechazando aquellas que no funcionan hasta llegar a un conocimiento seguro (en el caso de República, hasta el principio no hipotético). Así, podemos ver dónde reside el conflicto entre las posiciones que estamos analizando. Mientras que para Platón, aunque se trate de un “segundo rumbo”, el método tiene una finalidad positiva, la propuesta megárica sería satisfecha una vez alcanzadas las conclusiones negativas acerca de la posibilidad de avanzar en la captación de lo real a través de una herramienta tan lábil. Los pasajes metodológicos de ambos diálogos se encuentran junto con otras prescripciones y advertencias de Sócrates, quien parece preocupado por que la dialéctica no sea confundida con una práctica aparentemente similar pero con una finalidad muy distinta y reprochable. También se insiste en que el filósofo verdadero no sea confundido con los polemistas y aquellos que buscan discusiones en vano, para refutar al interlocutor antes que para generar conocimiento y avanzar hasta el principio no hipotético, identificado en República con la Forma del Bien. Esta preocupación aparece dentro del marco de República como respuesta a la crítica de Glaucón de que la filosofía es usualmente considerada inútil, cuando no directamente perniciosa. En 454a, el personaje Sócrates responde haciendo alusión a la fuerza de la técnica de contradicción (antilogikés tékhnes) y contrapone el discutir (erízein) y el dialogar (dialégesthai). En tanto la primera sólo se vale de las palabras sobre las que opera la refutación, el dialogar está íntimamente ligado al método dialéctico que defiende Platón y sólo utiliza 7

la refutación como un camino hacia el conocimiento de lo real. A partir de 484b y a lo largo de todo el libro VI, Sócrates continúa enumerando aspectos del filósofo que se contraponen a los que se dicen filósofos pero no lo son. El filósofo no vaga en la multiplicidad, sino que es capaz de captar “lo que existe siempre del mismo modo”, ama el estudio que lo llevará a esta captación de lo real, y por esto mismo, no puede ser amante de la mentira. Tampoco de las contradicciones, si es que el método funciona rechazando tesis inviables y aceptando solo aquéllas que concuerdan (symphoneín) con la hipótesis planteada tal como se indica en Fedón 100a. Y no solo no debe amar lo falso, debe odiarlo. Creo que estas prescripciones pueden ser consideradas como guiños que se vuelven más evidentes al llegar a la intervención de Adimanto de 487b-c, en la que se plantea que la mayoría de los hombres rechazan a los filósofos porque creen que estos solo operan encerrando a sus interlocutores como en un juego de fichas, donde el lego es de alguna manera burlado por el supuesto experto que lo lleva a admitir conclusiones inimaginables o ridículas. Además quienes someten a los hombres a estos juegos, aunque se llaman a sí mismos filósofos, según Adimanto solo son seres alienados, cuando no directamente pervertidos. Este es el destino que alcanzan quienes empiezan a dedicarse a la filosofía (o al menos a esta práctica similar) desde jóvenes y ya no abandonan esas actividades meramente refutativas. En 489d, Sócrates dirá que quienes viven así, no son filósofos, sino calumniadores y es culpa de ellos el descrédito de la filosofía. Esto nos recuerda a la prevención de Sócrates en Fedón 89d frente al peligro de convertirse en un misólogo. Este es el destino de aquellos que, habiendo puesto demasiadas expectativas en los discursos, luego se han visto engañados al descubrir la falsedad de los mismos, por no haber tenido de antemano la preparación necesaria para someterlos a prueba. A fuerza de estas desilusiones, algunos hombres terminan por descreer completamente de todos los discursos por culpa de “los que pasan el tiempo argumentando en pro y en contra” (90c). Por eso, la prescripción platónica en Rep. 498b es la de cuidar a los jóvenes y ponerlos al servicio de la filosofía: primero, educando sus cuerpos, y finalmente, sus almas, para encontrar a las naturalezas verdaderamente aptas para filosofar y recién entonces comenzar los estudios correspondientes.

Conclusión Creo que a partir de lo expuesto es posible pensar que los adversarios de Platón en estos diálogos, no son los sofistas, como se ha sostenido tradicionalmente, sino los megáricos. 8

Como dijimos anteriormente, al tratarse de filósofos que comparten algunas posiciones teóricas con Platón, a partir de la filiación socrática, es difícil entrar en una polémica abierta porque podría acabar siendo contraproducente si se pusieran en cuestionamiento tesis compartidas (i.e. la existencia de Formas). Cabe señalar también, que si las alegorías del sol, la línea y la caverna se toman en conjunto y son llevadas hasta sus últimas consecuencias, la propuesta platónica no podría carecer de un núcleo ontológico y gnoseológico que lo fundamente. Pero es precisamente en este punto donde el planteo megárico cobra fuerza y se muestra, como ya anunciamos, como una propuesta sólida y firme, aunque claramente contrapuesta a la filosofía platónica.

Bibliografía Primaria: EGGERS LAN, C.: Platón, Fedón, Bs. As., Eudeba, 2006 DIVENOSA M.- MÀRSICO, C.: Platón, República, Bs. As., Losada,2007 MÁRSICO. C.: Filósofos socráticos, Testimonios y fragmentos I, Bs. As., Losada, 2013 Secundaria: CROMBIE: Análisis de las doctrinas de Platón II: Teoría del conocimiento y de la naturaleza, Madrid, Alianza editorial, 1979 EGGERS LAN, C., El sol, la línea y la caverna, Bs. As., Colihue, 2000 GARDELLA, M., “Conflictos socráticos en el Eutidemo: la crítica platónica a la dialéctica megárica”, Argos, Revista de la Asociación Argentina de Estudios Clásicos, vol. 36, no. 1, 2013. GARDELLA, M. Las críticas de los filósofos megáricos a la ontología platónica, Bs. As., Rhesis, 2015 MÁRSICO, C., Zonas de tensión dialógica. Perspectivas para la enseñanza de la filosofía griega, Bs. As., Libros del Zorzal, 2010 MÁRSICO, C. “Zonas de tensión dialógica. Los socráticos y el pensar situado” en CORDERO (Ed.), El filósofo griego frente a la sociedad de su tiempo, Bs. As., Rhesis, 2013

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